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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXIII, No. 66. Lima-Hanover, 2º Semestre de 2007, pp. 153-172 CUBE BONIFANT: UNA ESCRITORA PROFESIONAL EN EL MÉXICO POST-REVOLUCIONARIO 1 Viviane Mahieux Fordham University En 1921, a la edad de diecisiete años, Cube Bonifant comenzó a publicar su primera columna en la popular revista semanal El univer- sal ilustrado 2 , inaugurando una carrera periodística que duraría más de dos décadas y que la convertiría en la cronista más prolífica del México post-revolucionario. Era un momento complejo para una mu- jer que deseaba iniciar una carrera como escritora. La violencia de la recién concluida revolución todavía dejaba su huella en las calles de la capital. Había pocas posibilidades para publicar y aun menos mo- delos para una mujer que buscaba consolidarse en el campo de las letras. Sin embargo, era también un momento en que las mujeres comenzaban a establecerse en la esfera laboral, trabajando princi- palmente como mecanógrafas, secretarias, vendedoras o educado- ras, y obteniendo mayor poder adquisitivo 3 . Las mujeres iban al cine y al teatro, participaban en los concursos de baile del Salón Rojo, practicaban deportes, frecuentaban el Sanborns o la pastelería El Globo. Esta aumentada presencia de la mujer como consumidora cultural fue muy visible en la prensa de la época. En portadas de pu- blicaciones populares como El ilustrado y Revista de revistas, por ejemplo, mujeres de pelo corto y labios de carmín sonríen desde el volante de un enorme automóvil, en traje de baño, o con un cigarro coquetamente en mano, presumiendo la arriesgada feminidad de la moda flapper recién llegada de Estados Unidos. Pero la creciente visibilidad de la mujer en revistas populares reflejaba y promovía su presencia como consumidora más que como creadora. Quizá por eso, esta aparente apertura no desencadenó grandes oportunidades para escritoras, y pocas mujeres escribían con regularidad 4 . Cube Bonifant sería una excepción. Con el humor mordaz de sus crónicas, se estableció como comentarista de la modernidad de los 1920, ocupando rápidamente un lugar privilegiado dentro del perio- dismo. Fue justamente a partir de su agencia como consumidora

REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXIII ... · película La gran noticia, ambicioso proyecto en el cual periodistas de El ilustrado eran los actores de una cinta

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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXIII, No. 66. Lima-Hanover, 2º Semestre de 2007, pp. 153-172

CUBE BONIFANT: UNA ESCRITORA PROFESIONAL EN EL MÉXICO POST-REVOLUCIONARIO1

Viviane Mahieux Fordham University

En 1921, a la edad de diecisiete años, Cube Bonifant comenzó a publicar su primera columna en la popular revista semanal El univer-sal ilustrado2, inaugurando una carrera periodística que duraría más de dos décadas y que la convertiría en la cronista más prolífica del México post-revolucionario. Era un momento complejo para una mu-jer que deseaba iniciar una carrera como escritora. La violencia de la recién concluida revolución todavía dejaba su huella en las calles de la capital. Había pocas posibilidades para publicar y aun menos mo-delos para una mujer que buscaba consolidarse en el campo de las letras. Sin embargo, era también un momento en que las mujeres comenzaban a establecerse en la esfera laboral, trabajando princi-palmente como mecanógrafas, secretarias, vendedoras o educado-ras, y obteniendo mayor poder adquisitivo3. Las mujeres iban al cine y al teatro, participaban en los concursos de baile del Salón Rojo, practicaban deportes, frecuentaban el Sanborns o la pastelería El Globo. Esta aumentada presencia de la mujer como consumidora cultural fue muy visible en la prensa de la época. En portadas de pu-blicaciones populares como El ilustrado y Revista de revistas, por ejemplo, mujeres de pelo corto y labios de carmín sonríen desde el volante de un enorme automóvil, en traje de baño, o con un cigarro coquetamente en mano, presumiendo la arriesgada feminidad de la moda flapper recién llegada de Estados Unidos. Pero la creciente visibilidad de la mujer en revistas populares reflejaba y promovía su presencia como consumidora más que como creadora. Quizá por eso, esta aparente apertura no desencadenó grandes oportunidades para escritoras, y pocas mujeres escribían con regularidad4.

Cube Bonifant sería una excepción. Con el humor mordaz de sus crónicas, se estableció como comentarista de la modernidad de los 1920, ocupando rápidamente un lugar privilegiado dentro del perio-dismo. Fue justamente a partir de su agencia como consumidora

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cultural que forjó su persona pública como escritora, y su mirada de cronista se determinó por su forma de responder a la oferta cultural de la capital. Conocía las normas que regían el buen gusto al que debía de atenerse una joven con intereses literarios, pero se com-placía en no seguirlas. Prefería deambular por diferentes registros culturales, escribiendo de libros, cine y fútbol. Iba a la ópera, pero también gustaba del espectáculo popular y sanguinario de las corri-das de toros. La crónica, género amorfo, fue el escenario desde el cual construyó su rebelde feminidad moderna: le permitió dialogar desde fuera con las normas culturales, combinar la industria perio-dística (que le había abierto un espacio en la escritura) con las ambi-ciones literarias (que permanecerían incumplidas).

Este ensayo explora el complejo caso de oportunidades y limi-taciones que fue la carrera de Bonifant, partiendo de una pregunta. ¿Cómo pudo esta cronista obtener tal prestigio y visibilidad en el pe-riodismo mexicano de los 1920, y a la vez permanecer al margen de los movimientos y debates literarios de la época? Bonifant intenta, desde una incipiente cultura de masas, negociar una identidad inte-lectual sin precedentes: la de la moderna escritora profesional. Pero el medio que la impulsó hacia la escritura también la apartó de la consagración literaria. En las próximas páginas, discutiré como Boni-fant construye su presencia pública como cronista a través de la provocación, minando normas de género y jerarquías culturales. Su multifacética postura le permitió destacarse como periodista más allá de las columnas “femeninas” tradicionalmente asignadas a las mujeres (y que ella misma escribió por muchos años), obteniéndole reconocimiento primero como comentarista social y luego como crí-tica de cine. Sin embargo, no culminó en la carrera literaria que an-helaba cuando comenzó a escribir. Esto se explica en parte, como lo propondré aquí, por la manera en que la cultura fue codificada en términos de género durante los años 1920. Dados los más de dos mil artículos que publicó Bonifant durante su prolífica carrera, este ensayo abordará detalladamente sólo algunas crónicas escritas du-rante sus primeros años en la prensa (1921-25).

I. Inicios y trayectoria en la prensa

La vida de Bonifant, como muchos de sus escritos, revela una negociación constante entre las expectativas de una sociedad tradi-cional y su deseo de afianzarse con una modernidad cosmopolita que le permitía una inusitada libertad. Desde temprana edad fue co-nocida como Cube, nombre cariñoso que le dio su familia, ya que de niña no podía pronunciar “qué hubo”, y por el que sería conocida durante el resto de su vida5. Este apodo familiar sería su más cons-

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tante seudónimo, y a través de esta firma combinaría los ángulos fi-losos de lo moderno con una ambigüedad andrógina, apartándose de las rígidas normas que asociaba con el ambiente provinciano de su infancia.

La cronista nació Antonia Bonifant López en 1904 en Sinaloa, lu-gar que años después describiría como “estado desprestigiado por estar cerca de Sonora”6, seguramente en alusión a los poco munda-nos sonorenses que habían abundado en el gobierno y la alta socie-dad capitalina de los 1920. Vivió sus primeros años en la pequeña ciudad minera El Rosario, de donde también era originario el poeta y futuro miembro de los Contemporáneos, Gilberto Owen. Huyendo de la violencia de la revolución, Bonifant se trasladó junto con su madre y sus dos hermanas mayores a Guadalajara, finalmente llegando a la Ciudad de México cerca de 1920. Su hermana Carmen comenzó rá-pidamente a destacarse como actriz de teatro y de cine mudo. Fue seguramente a través de ella que la joven Cube conoció a Carlos Noriega Hope, el ávido cinéfilo que apenas había comenzado a diri-gir El ilustrado en 1920. Cube ya había escrito algunos poemas para la revista literaria Castillos y leones7. Sin embargo, su colaboración con la publicación de Noriega Hope la encaminó firmemente del lado de la prosa. Su dedicación inicial al periodismo fue probablemente impulsada por una difícil realidad económica. Era necesario un in-greso estable para ayudar a mantener a su madre y sus hermanas, ya que se cree que el padre de Bonifant, ingeniero de minas de ori-gen francés, no llegó a la capital y no se sabe si pudo apoyar eco-nómicamente a su familia8. El núcleo familiar de Bonifant no era, por lo visto, muy tradicional, y no es casualidad que dos de las herma-nas se dedicaran a profesiones como el cine y la prensa, medios creativos dentro de una creciente industria cultural que permitía un ingreso más o menos estable.

Las circunstancias económicas sólo explican en parte lo prolífica que fue Bonifant desde sus primeros años en la prensa. La cronista comenzó con una columna semanal en El ilustrado, “Solo para muje-res” (1921), pasando a una columna diaria en el periódico vespertino El mundo, dirigido por Martín Luis Guzmán (1922-1923). Aquí su co-lumna se llamó primero “Solo para ustedes”, pasando escasos me-ses después a titularse “Solo para vosotras”, seguramente para con-firmar la inevitable rúbrica de columna “femenina”. Luego regresa a El ilustrado con la columna “Confetti”(1924), un popurrí de chistes que comentaban tanto las últimas noticias internacionales como los recientes crímenes capitalinos. Por esas fechas también colabora en El demócrata (1924-26). En 1926 empieza su época más productiva. Además de su columna en El ilustrado, llamada primero “Confiden-

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cias femeninas”, y luego “Indiscreciones femeninas”, que firma Cube Bonifant, estrena un nuevo pseudónimo, Luz Alba, bajo el cual escri-be crítica cinematográfica (1926-1939)9. También en 1926, comienza a escribir semanalmente su columna “Un día” para el diario El uni-versal (1926-29). En 1933, firmando QB, escribe una columna de cor-ta duración “Estación radiodifusora del Ilustrado”, homenaje y burla a la moda de la radiofonía. En 1934, dirige El ilustrado en algunos números10. Cuando llega a su fin El ilustrado en 1940, Bonifant pasa a la revista Todo, también publicada por el consorcio periodístico de El universal, donde escribe una columna cinematográfica, “Entre las sombras que hablan” por casi una década más (de 1940 a 1948, aproximadamente). La variedad de columnas de Bonifant, como su uso de seudónimos, ilustra las demandas de un periodismo comer-cial que necesita innovar constantemente para seguir vendiendo (Dí-az Arciniega 113), y también muestra hasta qué punto un periodista debía producir y multiplicarse para vivir de su escritura11. Pero más que nada, las diversas columnas que Bonifant redactó en sus prime-ros años como cronista revelan su inestable lugar en una prensa mexicana que aún no sabía donde ubicarla.

Bonifant ocupó desde su llegada a El ilustrado un lugar privile-giado en el gremio periodístico. Además de su columna inicial, en la que su firma y fotografía enmarcaban cada texto, tuvo la responsabi-lidad de entrevistar a importantes mujeres, como la Sra. de Obregón, entonces primera dama de México12. Era ella misma entrevistada con regularidad, y fue invitada a participar como jurado a varios con-cursos que la revista lanzaba como estrategia publicitaria, entre los cuales destaca el memorable concurso de “La cenicienta mexicana” en junio 1921, patrocinado por la zapatería El Siglo XX de la calle de Bolivar, frente al Salón Rojo. En 1921, Carlos Noriega Hope dirigió la película La gran noticia, ambicioso proyecto en el cual periodistas de El ilustrado eran los actores de una cinta sobre el periodismo mexi-cano. Bonifant fue una de las protagonistas, y su papel estelar le va-lió la portada de El ilustrado en junio 1921, así como varias críticas, buenas y malas, en la prensa de la época (no es de sorprenderse que el diario Excélsior, rival y vecino de El universal, fuera quizás el crítico más despiadado). Era el primer intento de hacer una cinta so-bre el periodismo mexicano, lo que nos muestra hasta qué grado se incluyó a Bonifant en el elenco de un grupo periodístico13. Pero la experiencia cinematográfica desanimó a sus participantes. El 11 de enero de 1923, Noriega Hope escribió un artículo cuyo título lo dice todo: “Indiscreciones de un pésimo director” (40-41). Bonifant tam-bién había constatado que la actuación no era para ella. En un artí-culo del 2 de junio, 1921, declara: “No vale la pena levantarse a las

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cinco de la mañana para fingir unas cuantas escenas estudiadas”, “no vale la pena echarse a perder el cutis con el make-up” (“Algo que usted no sabe” 22-23).

El lugar de Bonifant en el periodismo mexicano se percibe tam-bién en la importancia de “sus compañeros de cuartilla”. Su columna “Un día”, publicada semanalmente en la sección editorial de El uni-versal de 1926-1929, frecuentemente compartía la página con artícu-los de destacadas figuras literarias y culturales, como José Vascon-celos, Martín Luis Guzmán, Federico Gamboa, Artemio de Valle Ariz-pe, y con la columna de José Juan Tablada, “Nueva York de día y de noche”. Rara vez compartía Bonifant la página de El universal con otra mujer, una excepción siendo algunos artículos de la poeta y educadora chilena Gabriela Mistral, quien acababa de pasar una temporada en México en 1922 invitada por Vasconcelos, entonces ministro de educación. En el Ilustrado, Bonifant escribía junto a otros jóvenes escritores como Arqueles Vela y Salvador Novo que, como ella, se habían abierto un espacio fijo en la revista. También se co-deó en las páginas de esta publicación con otro prolífico cronista, Jerónimo Coignard. Éste era el pseudónimo del crítico de cine y economista nicaragüense Francisco Zamora. Con él Bonifant empe-zó una pública y escandalosa relación en los primeros años de su carrera. En 1924, Zamora fue expulsado del país por el Presidente Obregón, y radicó por unos meses en Guatemala14. Bonifant lo acompañó, mandando desde allí sus crónicas para El ilustrado. Za-mora sería su compañero de vida, y permanecieron juntos hasta la muerte de éste en 198515.

II. Una pequeña Marquesa de Sade

El afán de provocar de Bonifant la caracterizó desde el artículo inaugural de su columna “Sólo para mujeres”, publicado el 17 de marzo de 1921. Una nota editorial de El ilustrado, seguramente re-dactada por Noriega Hope, resalta la originalidad de la cronista a la vez que la coloca firmemente en su lugar de articulista “femenina”:

Inauguramos hoy una sección eminentemente femenina en nuestro perió-dico. Cube Bonifant nos ha prometido escribir un artículo sobre temas so-ciales cada ocho días. Afirmamos, desde luego, que nuestra colaboradora tiene mucho talento, como puede verse con este artículo con que se pre-senta a los lectores –y especialmente a las lectoras– de EL UNIVERSAL ILUSTRADO. (“Notas Sociales” 42)

Esta nota confirma que la llegada de Bonifant a El ilustrado res-ponde a una nueva necesidad de la revista que toma conciencia de la importante presencia de mujeres entre sus lectores. Obviamente

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nunca sabremos cuáles fueron las sugerencias que Noriega Hope le hizo a Bonifant cuando la invitó a redactar su columna con, según lo dice la joven escritora, “una ingenuidad de pedagogo” (42), pero sí podemos intuir que dado el tono de la revista, buscaba una voz jo-ven que hiciera eco de las mujeres modernas (actrices norteameri-canas o vedettes mexicanas como Celia Montalbán) que frecuente-mente figuraban en sus ilustraciones.

Bonifant aprovecha su nuevo lugar en la prensa, y a la vez se re-bela contra él. “Complico todo lo que encuentro”, declara, presen-tándose ante sus lectores como una chica “colérica” y “versátil”, con aspecto de “colegiala desaplicada” y un apetito literario que cons-terna a sus mayores. Prefiere El octavo pecado capital de Álvaro Re-tana, el decadentista español que incursionó en el cabaret y el jazz, a la recomendada serie Claudina que la escritora francesa Colette firmaba como Willy. Dice haber dejado atrás sus ambiciones poéti-cas: “¿Versos? No los hago desde que leí los últimos de Alfonsina Storni” (42), gesto que sugiere con falsa modestia un paralelo entre una modelo y una posible discípula literaria. Esta pequeña marquesa de Sade, como se había denominado en una nota anterior titulada “Una pequeña Marquesa de Sade para un Oscar Wilde pequeño”

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(s/n)16, asume desde el principio una pose decadentista. Combina una sexualidad rebelde y poco tradicional (selecciona como modelo a un escritor conocido por sus novelas eróticas y por su propia homosexualidad) con la imagen de una niña traviesa impaciente con cualquier forma de decoro social. La cronista, según se describe, sueña con deshojar flores y clavar sus uñas en la piel tersa de los niños: “¿Me gustan las flores y los niños? Las flores… sí, sólo para deshojarlas y comerme los pétalos. Los niños me causan un profun-do malestar; siento deseos de clavarles mis uñas afiladas” (42)17. La pose cultivada por Bonifant parte visiblemente de sus intereses co-mo lectora. Nuestra cronista está claramente consciente de que ne-cesita crearse como personaje para establecerse en un campo cultu-ral donde, a pesar de los cambios que suponía la revolución, el de-cadentismo de fines del siglo XIX seguía siendo una referencia co-mún18. Opta entonces por retomar el modelo decadentista para re-configurarlo y comercializarlo dentro de un incipiente periodismo in-dustrial. Bonifant asume aquí una pose rebelde quizá algo desgasta-da, pero la utiliza a su favor para crear una imagen nueva: un para-digma de mujer moderna que asume una voz crítica desde la deca-dencia.

La auto-definición de Bonifant a través de la lectura no es sor-prendente. Ya Francine Masiello ha señalado hasta qué grado, en la misma época en Argentina, el rol social de la mujer se definía a tra-vés de sus preferencias literarias. Usando como ejemplo la obra de teatro de Alfonsina Storni “El amo del mundo”, escritora que además Bonifant conocía y admiraba, Masiello muestra cómo las protagonis-tas se definen no sólo por qué tipo de texto prefieren (si obras litera-rias o populares) sino por qué tipo de lectoras son (si críticas o con-sumidoras) (187-200). Cuando Bonifant afirma en su crónica inaugu-ral “He leído, como se debe de suponer, malo y bueno, aunque por mi gran espíritu de contradicción, las obras que me han recomenda-do como buenas, me han parecido excesivamente malas” (42), utiliza la lectura como una forma de minar las jerarquías culturales y los es-tereotipos de género asociados con la lectura. Lo que la define, y lo que valoriza su mirada como cronista, es justamente su resistencia a ser definida según las normas que rigen el buen y el mal gusto. Re-cordemos que en el México de los años 1920, una incipiente indus-tria cultural comenzaba apenas a atraer consumidores recién inicia-dos a la lectura habitual, especialmente con revistas “frívolas y se-rias” como El ilustrado19. Para Bonifant, afirmar un gusto indiscrimi-nado, o mejor dicho, un gusto aún en formación, no era sólo una forma de rebeldía. Era también una manera astuta de aprovechar

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una modernidad cultural heterogénea para abrirse un nuevo espacio de enunciación.

Desde sus primeras crónicas, Bonifant revela una remarcable au-toconciencia de la relación entre género y performance. Utiliza sus primeros textos como escenario para cultivar una imagen polifacéti-ca y contradictoria, insertando sus preocupaciones calculadamente mundanas en la esfera pública. Se encuentra tan lejos del ideal de la mujer abnegada como del modelo femenino de responsabilidad cívi-ca que predominaba en la oficialidad posrevolucionaria: el de la edu-cadora20. La joven cronista prefiere apartarse de cualquier insinua-ción didáctica, y tiene muy poca tolerancia para cualquiera que se tome muy en serio. Sus lectores descubren una chica moderna que se identifica con la cultura metropolitana más que con una concien-cia nacional. Se aburre lejos de la ciudad de México, pues fuera de la capital no llegan los periódicos, no hay cines ni novedades cultu-rales21. No tolera los ritos sociales de la burguesía y desde su postu-ra de enfant terrible critica tanto las convenciones sociales como a los (y las) rebeldes cuyas transgresiones son dictadas por la moda.

Para muchas escritoras en América Latina, la oportunidad de in-gresar a un campo literario o periodístico en los años 1920 resultó de sus actividades en medios como el teatro, el cine, la recitación o la danza. Partiendo de este contexto, Vicky Unruh argumenta que la presencia de muchas mujeres en la esfera literaria latinoamericana de esos años se construye como un performance. Este aspecto cier-tamente se relaciona con el modo de operar de muchas vanguardias literarias de la época, puesto que sus propuestas estéticas solían presentarse como actos públicos (Performing Women 1-16)22. El ca-so de Bonifant fue particular, puesto que su incursión en el cine fue resultado de su labor como periodista, y no viceversa. Sin embargo, la cronista comenta frecuentemente su imagen, comparándose tanto con actrices de moda como con las jóvenes provincianas recién lle-gadas a la capital que procuran imitarlas. Muestra incesantemente su consciencia de ser leída, comentada y reconocida, lo que no es sorprendente dado que El ilustrado presumía de una circulación de aproximadamente 50 mil ejemplares semanales, cifra importantísima para la época23. El concepto de performance utilizado por Unruh es una forma productiva de considerar la voz escurridiza de Bonifant. Nos permite pensar en la identidad como un elemento maleable, móvil, que se negocia constantemente según las oportunidades y limitaciones brindadas por el campo cultural y, más específicamente, por la crónica, género efímero que le proporciona a esta nueva escri-tora una tarima para su reinvención semanal o aun cotidiana.

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III. Monsieur y el Hogar

Cuando Bonifant inició su carrera, México se encontraba en un momento de redefinición nacional y cultural, un proceso que desen-cadenó los debates de 1924-25 en torno al “afeminamiento” de la literatura nacional. Textos con preocupaciones nacionalistas eran alabados como robustos y viriles, como lo fue la novela de Mariano Azuela, Los de abajo, mientras que obras con influencias extranjeras y preocupaciones estéticas eran consideradas débiles y afemina-das24. Este debate daba por sentado que lo que estaba en pugna era el tipo de masculinidad que debía asumir una nueva intelectualidad post-revolucionaria: la idea de una intelectualidad femenina ni siquie-ra se consideraba25.

En enero 1925, El ilustrado lanzó una encuesta llamada “¿Existe una literatura mexicana moderna?” El joven Salvador Novo, entrevis-tado junto a otros intelectuales, socarronamente definió la literatura mexicana como “una muchacha fresca y viril”, reemplazando la defi-nición irrevocable que se le pedía con una ambigüedad voluntariosa (30-31). Sería también jugando con los límites de género que Novo optaría por la crónica para consolidar su figura pública como intelec-tual. En este género, la frescura de la cultura comercial y el vigor de la tradición literaria encuentran un espacio común26. En mayo de 1924, casi un año antes de esta declaración de Novo ahora tan cita-da, había aparecido en la misma revista otra encuesta mucho menos seria. Se trataba de “¿Cuál género de revista prefiere usted?”, un ar-tículo firmado por Aldebarán (el seudónimo del periodista Febronio Ortega), en el cual se entrevista a una serie de mujeres conocidas para indagar sobre sus preferencias periodísticas. Bonifant figuró prominentemente. “Cube Bonifant tiene un prestigio envidiable,” comentó el articulista:

Es una mujer que piensa y que tiene la disciplina de la lógica experimental. Dice siempre la verdad, ataviada por una elemental discreción de mujer, con las sedas brillantes de la metáfora. Pero a veces es irónica y cruel y se divierte jugando con las falsas glorias de los consagrados, de los inacce-sibles... “Me agradan dos revistas, o mejor dicho, leo dos –comenta la in-teligente escritora tapatía– Monsieur y El Hogar. El Hogar porque es una revista exclusivamente para mujeres, y Monsieur porque es únicamente para hombres”. En un rincón del hall, Cube tenía las últimas revistas de México y periódicos franceses. Ahora sus pupilas no ven el panorama in-definible, porque se ahondan en la sabiduría. (s/n)

Lo más notable aquí es la forma en que Bonifant a la vez rompe y cumple con parámetros de género, sigue las normas y las transgre-de. Así, encarna la muchacha fresca y viril que Novo describiría unos

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meses después y responde desde la esfera del periodismo a los de-bates literarios que seguramente estaban ya en el aire.

Aunque las crónicas que Bonifant escribió en los meses que duró la polémica no registran ninguna intervención directa de su parte, la cronista ponía semanalmente en práctica este reto de juntar Mon-sieur y El Hogar. Varias veces, se dirigía a los hombres desde sus columnas “femeninas”, con burlones comentarios del siguiente tipo: “Pero señores (creo que por el sólo hecho de que mi sección se titu-la ‘Sólo para Mujeres’ la leen los hombres” (“¡Vanidad de vanidades!” 12). Asimismo, frecuentemente ostentaba su habilidad de asumir distintas posiciones, tomando, por ejemplo, una postura masculina en su crónica “Cabellos largos e ideas cortas”. Éste título proviene de una cita atribuida a Schopenhauer, frecuentemente mencionada en la prensa de la época en referencia a ‘las pelonas’ que se corta-ban el pelo según la moda flapper. Vale la pena detallar esta crónica, en la cual Bonifant describe su asistencia a una reunión de escritoras donde se siente inmediatamente fuera de lugar. Encuentra a las lite-ratas que asisten “casi todas gruesas, desprovistas por completo de esa virtud que se llama buen gusto, y casi viejas. Es una reunión, pues, de damas solas” (24). Aburrida, Bonifant decide fumar: “Me alboroto un poco mis cabellos, para pasar el tiempo, y saco mis ci-garros. Enciendo uno, con la misma poca elegancia con que los en-cienden los hombres. (Siempre me han gustado extraordinariamente las actitudes masculinas; creo que nací mujer por equivocación)” (24). Ante el reclamo de las presentes que le indican que no está en un fumador, Bonifant se queda “de nuevo sola ¡Y sin poder fumar! Porque tengo que ser caballero con esas damas”. Al fin, se escapa de la reunión prematuramente:

Me marcho decididamente, con la satisfacción de no ser autora de cuen-tos, de obras teatrales, de prosas poéticas o de impresiones sobre la Ma-dre Patria. Me marcho contenta de no ser escritora, y pensando que en realidad “la mujer es un animal de cabellos largos y de pensamientos cor-tos”; pero además con la complacencia egoísta y risueña de mis cabellos recortados y de mi poca feminidad. (24)

Bonifant se contrapone a este grupo de escritoras con un con-cepto elitista y porfiriano de la práctica literaria –“Más que intelectua-les parecen […] señoras burguesas que han mandado a pasear a los chicos, y ahora descansan, lamentando la juventud que se va. (Les auguro que se fue)”– y se posiciona como alguien que aborda las letras desde una modernidad urbana e innovadora. Quizá lo más im-portante aquí sea resaltar la diferencia entre Bonifant, quien como cronista recibe un pago por sus notas y depende económicamente de su pluma, y estas escritoras para quienes escribir es un pasa-

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tiempo que las inscribe dentro de una clase social holgada. Para Bo-nifant, escribir no es un refugio de una cotidianidad doméstica, es el elemento que le permite ingresar a la esfera pública.

Si bien podemos leer la “poca feminidad” que Bonifant ostenta aquí como una reacción en contra de una feminidad específica (o mejor dicho, de una feminidad caducada), otros artículos revelan a una cronista que afirma su voz narrativa apartándose incluso de la feminidad moderna con la cual ella misma se asociaba. Muchas de las crónicas de Bonifant pueden leerse como escritas contra sus imaginadas lectoras (y no eran sólo mujeres conservadoras y tradi-cionales las que recibían su descarga irónica) en vez de para ellas, como lo nota de paso Ángel Miquel (182). Aunque ella misma fuma-ba, tenía el pelo corto, frecuentaba los cines, salía a bares y escu-chaba jazz, también criticaba la “flapperización” de las mujeres cuya rebeldía se debía a la moda, distanciándose de su género para re-producir la trillada imagen de la mujer como consumidora cultural pasiva, abundante en la prensa de la época. La crítica más visceral que extiende Bonifant a las mujeres, tanto modernas como conven-cionales, es que son malas lectoras: imitan sin tomar distancia críti-ca, posan como eruditas sin siquiera entender las obras que citan27. Lo que aparta a la cronista de las mujeres que critica, según sus ar-tículos, es su incesante mirada irónica y crítica, características que ella misma postula como masculinas. En este sentido, Bonifant cae a veces en su propia trampa, confirmando los estereotipos que intenta esquivar. Esta misma postura crítica, reproducida a lo largo de los años con una ironía que deviene amarga, le resta a sus crónicas de fines de los años 1920 y principios de los 1930 la vivacidad de sus primeros textos.

Las provocaciones de Bonifant y de Novo en torno al género y la literatura anotadas en las encuestas de El ilustrado de 1924-25 fue-ron remarcablemente semejantes, en particular en esta época en la que cualquier trasgresión de género era también un cuestionamiento de las normas culturales. Cada uno logró transformar los ataques recibidos (Novo por su homosexualidad, Bonifant por ser mujer y a la vez por no serlo suficientemente) en una pose, en un desafío a los límites que les eran impuestos en la escritura y en la identidad. Pero mientras Novo lograría, desde la crónica, insertarse en el marco de lo literario, Bonifant nunca llegaría a introducirse en esta esfera. Permaneció apartada del pequeño club de la intelectualidad mexica-na, consolidando su voz exclusivamente desde el periodismo. Si bien esta limitación puede surgir de un error estratégico de Bonifant, también considero que su alejamiento de los círculos literarios de los años 1920 fue un efecto de cómo la producción cultural, en un sen-

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tido amplio que no abarca únicamente lo estrechamente literario, se codificó en términos de género.

La polémica sobre el ‘afeminamiento’ de la literatura mexicana en 1924-25 no surgió simplemente a partir de tensiones estéticas y polí-ticas dentro de la intelectualidad mexicana. Fue también, indirecta-mente, un debate sobre el lugar de la literatura nacional en una inci-piente cultura de masas donde la prensa popular y el cine empeza-ban a ocupar un lugar primordial. El concepto de literatura “afemina-da” designa en este caso una literatura contaminada por una cultura de masas que, dada la creciente presencia de mujeres como con-sumidoras culturales, se codifica como “femenina”. Aquí sigo la línea sugerida por Andreas Huyssen, quien a través del ejemplo de Ma-dame Bovary muestra cómo a mediados del siglo XIX en Francia, se asociaba con lo femenino un gusto para la lectura sentimental y po-pular, mientras que se consideraba como masculina una preferencia por textos literarios sofisticados (44-62). En el mismo artículo de Adelbarán citado anteriormente, se asocia claramente a la mujer con la lectura de revistas comerciales, a diferencia de las encuestas “lite-rarias” de El ilustrado en las que sólo figuraban intelectuales mascu-linos. Y en este mismo artículo, Adelbarán extiende el paralelo entre feminidad y cultura de masas a su descripción misma de las revistas populares: “Desde la policromía de los escaparates, la revista ilus-trada se ofrece al transeúnte con una estudiada coquetería de mujer bonita” (s/n). Esta descripción erotizada del consumo de cultura po-pular pone tanto a las mujeres retratadas, como a las que escriben para revistas ilustradas, en un rol poco ambiguo: circulan por las ca-lles de la ciudad y se venden públicamente. Sin embargo, también se puede leer esta descripción del consumo de cultura popular co-mo indicativa de cierta ansiedad de la intelectualidad masculina. El intercambio descrito implica un consumidor que en vez de feminizar-se al dejarse seducir por la cultura de masas, afirma una masculini-dad claramente heterosexual a través de su compra.

IV. Cubismo

Si bien las provocaciones de Bonifant tuvieron repercusiones li-mitadas en el mundo literario, no cabe duda que su pose incomodó a varios artistas e intelectuales. La misma descripción, supuesta-mente elogiosa, que el periodista Aldebarán hace de Bonifant en “¿Cuál género de revista prefiere usted?” merece una segunda mira-da. Nuestra cronista, según él, combina lo insólito, “la disciplina de la lógica experimental”, con un talento literario meramente decorati-vo, “las sedas brillantes de la metáfora”. Lo único que logra la sabi-

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duría de Bonifant es abstraerla de la realidad: “sus pupilas no ven el panorama indefinible” (s/n). No es aguda sino ausente.

Bonifant parecía disfrutar del antagonismo y de la provocación, dedicándole por ejemplo a Francisco Monterde la crónica “Un hidal-go desteñido” en junio 1923 (6), y riñendo unos años después con José Juan Tablada sobre su concepción del arte cinematográfico (Miquel 185-6). La resistencia sistemática de esta joven cronista a la diplomacia seguramente afectó su relación con grupos literarios en más de una manera. Aunque se refiere al Sanborns en varias cróni-cas, parece que nunca frecuentó el Café Europa donde se reunían los estridentistas, lugar bautizado por Arqueles Vela como “El café de nadie” en un texto que incluye una extensa lista de los periodistas de El ilustrado que allí se reunían, y donde nunca se menciona a Bo-nifant o a ninguna otra mujer 28.

En 1925, Vela compartía con Bonifant una página del Ilustrado, ti-tulada “Nuestras crónicas”. El 19 de febrero, desde su columna “Comentarios frívolos”, éste le dedicó un artículo a su vecina con la frase: “A Cube Bonifant, para que lea una de mis crónicas, ésta tan llena de feminidad” (38). El texto de Vela, sobre las mujeres que usan lentes, sostiene que el monoclo permite coquetear con menos peli-gro ya que es el “parabrisas del flirt”. Pero lejos de flirtear con su compañera en la crónica, la dedicatoria de este escritor, quien antes había meditado sobre “El arte de lucir las pantorrillas”, no oculta la agresividad de su tono. La lección de feminidad que Vela le ofrece a Bonifant es una forma de ponerla en su lugar, de trazar una barrera defensiva entre dos terrenos periodísticos. Sin duda, también con-firma la incomodidad de este estridentista al verse partícipe de una práctica tan poco viril como lo era la crónica de modas.

En realidad, las tensiones entre Bonifant y sus colegas en el pe-riodismo revelan lo mucho que tenían en común. Como muchos es-critores que en esos años se dedicaban al periodismo con cierta re-gularidad y que se asociarían con las vanguardias literarias, Bonifant era joven, autodidacta y pertenecía a esa clase media alta empobre-cida por la revolución. Como ellos, se enteraba de las novedades li-terarias a través de revistas extranjeras (en 1921, nunca había viaja-do fuera del país y, es más, lamenta ni haber llegado a Veracruz, puerto de salida para Europa)29. Como ellos, negociaba sus lazos con la literatura desde de las página híbridas de las revistas ilustra-das, donde los debates literarios figuraban al lado de artículos sobre la moda y entrevistas a estrellas de cine. En este sentido, las ene-mistades de Bonifant en la prensa pueden leerse como resultado de las inseguridades de una intelectualidad mexicana temerosa de una

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contaminación por una cultura de masas “femenina”, la cual Boni-fant, muy a su pesar, vino a representar.

Sin embargo, el ataque más vehemente que recibió Bonifant en sus primeros años como cronista no vino del campo de las letras. Desde las páginas de Excélsior, el caricaturista Ernesto “el chango” García Cabral le lanzó una serie de golpes bajos a finales de abril 1923, atacándola personalmente por atreverse a tener ambiciones intelectuales y profesionales siendo mujer30.

En una primera imagen del 20 de abril, vemos a una pareja sen-tada tomados de la mano. “Dime Cubita, ¿soy el primer hombre que te ha besado?” pregunta él. “Te lo juraría… ¿pero por qué me pre-guntarán todos lo mismo?” responde ella. En la caricatura del 24 de abril, son dos chicas modernas de rizos recortados las que dialogan. Una de ellas, sentada en un sofá, tiene a la mano papel y pluma. Comenta: “¡Caray!... me he dedicado al arte de la poesía, al de la comedia y al del cine… ¡En todo he fracasado!...”. Contesta su ami-ga: “No desesperes, Cubetita, te queda el arte culinario”. La última misiva fue la del 25 de abril. Aquí tenemos a dos hombres de espal-da, parados frente a un lienzo sin terminar. Uno de ellos, con pincel en mano, es visiblemente el pintor. El otro, que por su atuendo y

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bastón parece recién llegado de la calle, le pregunta: “Conque se ha dedicado usted al cubismo, mi querido artista?”. Éste le responde “No, Zamorita, en México, el único que ha tenido la desgracia de dedicarse al cubismo es usted…” En esta última imagen, Cabral in-cluye en su descarga a Francisco Zamora, haciendo pública una re-lación que era probablemente un secreto a voces entre periodistas.

¿Qué había hecho nuestra cronista para merecer semejante ani-mosidad? Se atrevió a escribir “Cultura estomacal”, un artículo pu-blicado el 19 de abril 1923 en El Mundo. Allí, Bonifant satiriza los lu-josos banquetes culturales en los cuales los intelectuales del mo-mento se reúnen para celebrarse a sí mismos y donde, más que re-soluciones específicas, abundan “comida, discursos, poesías, y francés” (“Cultura estomacal” 6). Refiriéndose a los inevitables mo-nólogos que decoran tales eventos, Bonifant nos ofrece un ejemplo: “un caballero, llevándose primero la mano a la cabeza, en actitud vaga y doliente, como lo hace el señor García Cabral de repente, y cogiendo luego, con la otra y con bastante aplomo una copa, llenará tres o cuatro horas, que cabalgarán lentamente sobre el lomo del tiempo” (6). Si bien Bonifant logró desde aquí que el caricaturista perdiese su sentido del humor, no dejó a un lado la provocación en los días que siguieron. Cada caricatura que él le lanzó obtuvo su respuesta en las páginas de El Mundo, con frecuentes referencias a la amplia cabellera bohemia del dibujante: “Tempestad en una mele-na” y “Cuestiones filosas y peliagudas” son algunos de sus títulos. Es improbable que el último dardo de Bonifant, lanzado el 26 de abril, haya sellado la disputa con una reconciliación: “No se trata exactamente de una riña entre un hombre y una mujer”, afirma la cronista, “puesto que el señor García puede muy bien ser concep-tuado como una dama un poco histérica” (“Correspondencia priva-da” 6).

V. El olvido

Una de las grandes incógnitas que rodean a la figura de Cube Bonifant es el por qué de su olvido: hoy es cuando mucho una nota al pie en la historia cultural mexicana del siglo XX. Esta cronista se recuerda apenas vagamente por su crítica cinematográfica, práctica que ejerció rigurosa y sistemáticamente por más de dos décadas a partir de 1926, y donde quizá por ser un género aun poco recorrido, encontró el respeto que se le regateó en el campo literario31. Más allá de documentar el complejo panorama cultural al que ingresó Boni-fant en la época post-revolucionaria, sólo se pueden aventurar con-jeturas sobre este olvido. La fatiga periodística y las pocas aperturas para escritoras profesionales pueden haber contribuido a su silencio

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eventual: si escribió durante las últimas décadas de su vida (entre aproximadamente 1948 y su muerte en 1993), fue poco o nada. A diferencia de las pocas escritoras de la época que la crítica ha recu-perado, como Nellie Campobello y Antonieta Rivas Mercado, Boni-fant permaneció apartada de la cultura estatal, expresándose exclu-sivamente a través de la moderna industria periodística32. Este factor seguramente contribuyó a que su lugar en las letras mexicanas sea hoy inexistente, pero más importante aun, parece que fue ella misma quien al desvincularse de la escritura en la segunda mitad de su vi-da, se borró voluntariamente del panorama literario y periodístico mexicano. La aguda mirada de Cube Bonifant merece sin embargo ser recordada y estudiada, no sólo por el inusual retrato que nos tra-za de la vida capitalina de principios del siglo XX, sino porque tam-bién nos ofrece otro ángulo para considerar las intersecciones entre literatura y periodismo industrial en el México post-revolucionario. Esperemos que este presente estudio sea sólo un paso inicial en la revalorización de esta incomparable cronista.

NOTAS:

1. Los primeros esbozos de esta investigación aparecieron en Confabulario, el suplemento literario semanal de El universal, el 11 de noviembre de 2006, bajo el título “Cube Bonifant: una flapper en la crónica mexicana”. Esta presente versión incluye correcciones y datos biográficos proporcionados por la familia de Bonifant que me contactó gracias a la publicidad que generó este avance. También refleja las sustanciales investigaciones bibliográficas que he termina-do desde entonces.

2. Esta revista pasó de llamarse El universal ilustrado a El ilustrado en 1928. Por conveniencia se le mencionará a partir de aquí como El ilustrado.

3. Para más información, ver Tuñón Pablos, Franco, Cano y de los Reyes. 4. María Enriqueta sería otra escritora que escribió con regularidad para El uni-

versal, sin embargo presenta un caso muy diferente al de Bonifant, ya que no vivió del periodismo, era mucho mayor (1872-1968) y permaneció muchos años fuera del país puesto que su esposo era diplomático.

5. Esta anécdota proviene del Diccionario de seudónimos, y no ha sido confir-mada. En el acta de defunción de Bonifant figura su nombre como “Cube Bo-nifant” y no como Antonia, lo que confirma hasta qué grado se le identificó con este apodo.

6. Este comentario de Bonifant apareció en la revista Hoy, en un artículo anónimo titulado “Las mujeres en el periodismo” (2 octubre 1937). Aquí se hace una semblanza de varias periodistas, entre las cuales también se encuentran Maria Luisa Ross, Catalina d’Erzell, Rosario Sansores, Rasa Seldi, Virginia Huerta Jones, Carmen Madrigal, Carmen Baez, Magdalena Mondragón, María Jesús Indart, Emilia Enríquez de Rivera.

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7. Según el Diccionario de seudónimos (123). Sin embargo la sección sobre Boni-fant no es exacta y tiene varias erratas, por lo tanto este dato puede ser equi-vocado.

8. Datos proporcionados por parientes de Bonifant (las nietas de Carmen Boni-fant).

9. Por estos mismos años existía otra mujer que también se desenvolvió profe-sionalmente bajo el seudónimo de Luz Alba. Se trata de la actriz Enriqueta Paulina Levín. Nació en Nogales, Arizona, y murió en 1991 en San Francisco, California. Esta Luz Alba actuó en La perla, de Emilio Fernández (1946), ade-más de Daughter of the West (1949) y Sombrero (1953), entre otras. Dirigió va-rias obras de teatro en México, trabajando con el director Seki Sano, y diri-giendo a Pita Amor en Casa de muñecas. Salvador Novo se refiere a ella nu-merosas veces en La vida en México en el periodo presidencial de Manuel Ávi-la Camacho y La vida en México en el periodo presidencial de Miguel Alemán. No se sabe si estas dos mujeres llegaron a conocerse o si el uso del mismo seudónimo fue más que una casualidad. El Diccionario de seudónimos atribu-ye erróneamente a Bonifant las actividades de Levín.

10. En 1934, Bonifant forma parte del consorcio de directores con Carlos Noriega Hope y Oscar Leblanc (pseudónimo de Demetrio Bolaños Espinoza). Los tres se turnan semanalmente para dirigir números. Ese mismo año muere Noriega Hope.

11. En un artículo firmado Ortega (seguramente de Gregorio Ortega, quien tam-bién firmaba Aldebarán) titulado “Nuestras encuestas: ¿Cuál es el principal de-fecto de ‘El universal ilustrado’?”, la mayoría de los periodistas entrevistados responden que el defecto principal de la revista es que paga muy poco por ar-tículo.

12. Este artículo fue “Pequeñas confidencias de nuestras grandes damas: diez minutos con Doña María Tapia de Obregón” (26 mayo 1921).

13. Desafortunadamente, esta cinta de Noriega Hope se ha perdido, y solo que-dan algunas fotografías de promoción en la Cineteca Nacional de México.

14. Francisco Zamora fue expulsado del país en 1924 a pedido del doctor Gasté-lum, secretario de educación pública, y de Genaro Estrada, secretario de Re-laciones Exteriores, a quienes había satirizado en sus crónicas de El ilustrado. (Bustamante 37)

15. Se sabe que la relación comenzó muy a principios de los 1920, pero no se cree que se casaron hasta muy entrados los 1930 (datos proporcionados por parientes de Bonifant).

16. Esta fue la primera crónica que Bonifant publicó en El ilustrado, y salió una semana antes de su columna inaugural (10 marzo 1921).

17. Declaración aun más provocadora ya que poco tiempo después, en 1922, se institucionalizó el día de las madres por iniciativa del diario Excélsior (Cano 35).

18. Aquí retomo la idea de Bourdieu, que en The Rules of Art estudia la construc-ción del bohemio como un personaje que no pertenece ni a la aristocracia ni a las clases populares, y que se inventa como emblemático de un estilo de vida alternativo contrapuesto al de la burguesía (54-60).

19. En los tempranos 1920, aparecían con regularidad notas editoriales anónimas (seguramente a cargo de Noriega Hope) que definían a El ilustrado como una revista “frívola y seria”, “superficial y trascendental”.

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20. Gabriela Mistral fue emblemática del modelo cívico de la educadora, que luego fue recordado por Emilio Fernández en Río Escondido (película paradójica-mente protagonizada por la tan poco abnegada María Félix). Gabriela Cano menciona que las brigadas de educadores lanzadas por Vasconcelos cuando era ministro de educación eran integradas en un 75% por mujeres (34).

21. En crónicas como “Una fuga a la provincia” y “Carta a una provinciana”, Boni-fant contrasta la opresión de la sociedad de provincia con la libertad propor-cionada por la vida capitalina.

22. Para más sobre el lazo entre vanguardias y performance, ver el libro de Vicky Unruh, Latin American Vanguards.

23. Esta cifra, seguramente exagerada, fue sugerida por Carlos Noriega Hope en “Del moderno periodismo: Cómo se hace El Universal Ilustrado”.

24. Para un análisis de estos debates, ver Díaz Arciniega, Schneider y Sheridan. 25. Robert Mc Kee Irwin constata la exclusión de las mujeres de estos debates

culturales e incluye referencias a ciertas escritoras de la época, como María Luisa Garza y María Enriqueta (140-146).

26. Cabe destacar aquí la diferencia entre un modelo de feminidad decadente (asociado con los escritores de la Revista Moderna y en particular con las ilus-traciones de Julio Ruelas) y el modelo de ‘frescura’ femenil que propone Novo. En este contexto, interpreto a la muchacha ‘fresca y viril’, como un modelo li-terario en el cual el vigor no proviene de una temática revolucionaria sino de la frescura (la novedad) renovable que posibilita una incipiente cultura de masas.

27. En “Crónica de la fácil erudición”, por ejemplo, una elegante mujer burguesa con ínfulas de moderna y erudita se propone seguir al pie de la letra una nove-la de Anatole France.

28. En “El café de nadie”, Vela incluye una lista de los que frecuentaban el café. Entre otros nombres, encontramos a los principales contribuidores de El ilus-trado, muchas veces mencionados por sus diversos pseudonimos: Marco Au-relio Galindo, Carlos Noriega Hope, Oscar Leblanc, Ortega, Júbilo, Francisco Zamora (pareja de Bonifant), José Corral Rigan, Andrés Audiffred y Ernesto García Cabral (caricaturistas de El ilustrado y Excélsior respectivamente). Vale recordar que esta misma tradición de una intelectualidad definida por la homosocialidad y la frecuentación de lugares específicos era también una practica durante el porfiriato, véase, por ejemplo, El bar: la vida literaria de México en 1900, de Rubén M. Campos.

29. En “Una entrevista con la Sra Esther A. de Pani”, Bonifant menciona que no conoce Veracruz, y mucho menos Europa.

30. García Cabral ha recientemente interesado a la crítica, por lo que se ha publi-cado un volumen con algunas de sus ilustraciones, La vida en un volado: Er-nesto ‘el chango’ García Cabral.

31. No obstante el hecho de que la crítica cinematografía fuera en los años 1920 y 1930 un campo relativamente nuevo, figuras como José Juan Tablada y Xavier Villaurutia fueron contemporáneos de Bonifant en este campo.

32. Nellie Campobello trabajó en el Instituto Nacional de Bellas Artes por varios años, y Antonieta Rivas Mercado, además de ser recordada como la mecenas del grupo vanguardista Contemporáneos, participó activamente en la fallida campaña presidencial de Vasconcelos.

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OBRAS CITADAS:

Bonifant, Cube. “Algo de lo que usted no sabe cuando mira una película”. El uni-versal ilustrado 2 junio 1921: 22-23.

---. “Cabellos largos e ideas cortas”. El universal ilustrado 8 diciembre 1921: 24. ---. “Carta a una provinciana”. El universal ilustrado 27 octubre 1921: 16. ---. “Correspondencia privada”. El mundo 26 abril 1923: 6. ---. “Crónica de la fácil erudición”. El universal ilustrado 10 noviembre 1921: 14. ---. “Cuestiones filosas y peliagudas”. El mundo 23 abril 1923: 6. ---. “Cultura estomacal”. El mundo 19 abril 1923: 6. ---. “Notas sociales: se inaugura una columna por Cube Bonifant”. El universal ilus-

trado 7 marzo 1921: 42. ---. “Pequeñas confidencias de nuestras grandes damas: diez minutos con Doña

María Tapia de Obregón”. El universal ilustrado 26 mayo 1921: 16-17. ---. “Tempestad en una melena”. El mundo 21 abril 1923: 6. ---. “Un hidalgo desteñido”. El mundo 7 junio 1923: 6. ---. “Una entrevista con la Sra Esther A. de Pani”. El universal ilustrado 14 julio

1921: 14-15. ---. “Una fuga a la provincia”. El universal ilustrado 31 marzo 1921: 42. ---. “Una pequeña Marquesa de Sade para un Oscar Wilde pequeño”. El universal

ilustrado 10 marzo, 1921: s/n. ---. “¡Vanidad de vanidades!”. El universal ilustrado 14 julio 1921: 12. Bourdieu, Pierre. The Rules of Art: Genesis and Structure of the Literary Field.

Stanford: Stanford University Press, 1996. Bustamante, Luis F, “Anecdotario periodístico”. Hoy 6 noviembre 1937: 37. Campos, Rubén M. El bar: la vida literaria de México en 1900. México: Universidad

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1 Los primeros esbozos de esta investigación aparecieron en Confabular io, el suplemento literario semanal de El universal, el 11 de noviembre de 2006, bajo el título “Cube Bonifant: una flapper en la crónica mexicana”. Esta presente vers ión incluye correcciones y datos biográficos proporcionados por la familia de Bonifant que me contactó gracias a la publicidad que generó este avance. También refleja las sus tanciales inves tigaciones bibliográficas que he terminado desde entonces. 2 Esta revista pasó de llamarse El universal ilustrado a El ilustrado en 1928. Por conveniencia se le mencionará a partir de aquí como El ilus trado. 3 Para más información, ver Tuñón Pablos, Franco, Cano y de los Reyes. 4 María Enriqueta sería otra escritora que escribió con regularidad para El universal, sin embargo presenta un caso muy diferente al de Bonifant, ya que no vivió del periodismo, era mucho mayor (1872-1968) y permaneció muchos años fuera del país puesto que su esposo era diplomático. 5 Esta anécdota proviene del Diccionar io de seudónimos, y no ha sido confirmada. En el acta de defunción de Bonifant figura su nombre como “Cube Bonifant” y no como Antonia, lo que confirma hasta qué grado se le identificó con este apodo. 6 Este comentario de Bonifant apareció en la revista Hoy, en un artículo anónimo titulado “Las mujeres en el periodismo” (2 octubre 1937). Aquí se hace una semblanza de varias periodistas, entre las cuales también se encuentran Maria Luisa Ross, Catalina d’Erzell, Rosario Sansores, Rasa Seldi, Virginia Huerta Jones, Carmen Madrigal, Carmen Baez, Magdalena Mondragón, María Jesús Indart, Emilia Enríquez de Rivera. 7 Según el Diccionar io de seudónimos (123). S in embargo la sección sobre Bonifant no es exacta y tiene varias erratas, por lo tanto este dato puede ser equivocado. 8 Datos proporcionados por parientes de Bonifant (las nietas de Carmen Bonifant). 9 Por estos mismos años existía otra mujer que también se desenvolvió profes ionalmente bajo el seudónimo de Luz Alba. Se trata de la actriz Enriqueta Paulina Levín. Nació en Nogales, Arizona, y murió en 1991 en San Francisco, California. Esta Luz Alba actuó en La perla , de Emilio Fernández (1946), además de Daughter of the West (1949) y Sombrero (1953), entre otras. Dirigió varias obras de teatro en México, trabajando con el director Seki Sano, y dirigiendo a P ita Amor en Casa de muñecas. Salvador Novo se refiere a ella numerosas veces en La vida en México en el periodo presidencial de Manuel Ávila Camacho y La vida en México en el periodo presidencial de Miguel Alemán. No se sabe s i es tas dos mujeres llegaron a conocerse o s i el uso del mismo seudónimo fue más que una casualidad. El Diccionario de seudónimos atribuye erróneamente a Bonifant las actividades de Levín. 10 En 1934, Bonifant forma parte del consorcio de directores con Carlos Noriega Hope y Oscar Leblanc (pseudónimo de Demetrio Bolaños Espinoza). Los tres se turnan semanalmente para dirigir números. Ese mismo año muere Noriega Hope. 11 En un artículo firmado Ortega (seguramente de Gregorio Ortega, quien también firmaba Aldebarán) titulado “Nuestras encuestas: ¿Cuál es el principal defecto de ‘El universal ilus trado’?”, la mayoría de los periodistas entrevis tados responden que el defecto principal de la revis ta es que paga muy poco por artículo. 12 Este artículo fue “Pequeñas confidencias de nuestras grandes damas : diez minutos con Doña María Tapia de Obregón” (26 mayo 1921). 13 Desafortunadamente, es ta cinta de Noriega Hope se ha perdido, y solo quedan algunas fotografías de promoción en la Cineteca Nacional de México. 14 Francisco Zamora fue expulsado del país en 1924 a pedido del doctor Gastélum, secretario de educación pública, y de Genaro Estrada, secretario de Relaciones Exteriores, a quienes había satirizado en sus crónicas de El ilus trado. (Bus tamante 37) 15 Se sabe que la relación comenzó muy a principios de los 1920, pero no se cree que se casaron hasta muy entrados los 1930 (datos proporcionados por parientes de Bonifant). 16 Esta fue la primera crónica que Bonifant publicó en El ilustrado, y salió una semana antes de su columna inaugural (10 marzo 1921). 17 Declaración aun más provocadora ya que poco tiempo después, en 1922, se institucionalizó el día de las madres por iniciativa del diario Excélsior (Cano 35). 18 Aquí retomo la idea de Bourdieu, que en The Rules of Art estudia la construcción del bohemio como un personaje que no pertenece ni a la aris tocracia ni a las clases populares, y que se inventa como emblemático de un estilo de vida alternativo contrapuesto al de la burgues ía (54-60). 19 En los tempranos 1920, aparecían con regularidad notas editoriales anónimas (seguramente a cargo de Noriega Hope) que definían a El ilustrado como una revista “frívola y seria”, “superficial y trascendental”. 20 Gabriela Mistral fue emblemática del modelo cívico de la educadora, que luego fue recordado por Emilio Fernández en Río Escondido (película paradójicamente protagonizada por la tan poco abnegada María Félix). Gabriela Cano menciona que las brigadas de educadores lanzadas por Vasconcelos cuando era ministro de educación eran integradas en un 75% por mujeres (34). 21 En crónicas como “Una fuga a la provincia” y “Carta a una provinciana”, Bonifant contrasta la opres ión de la sociedad de provincia con la libertad proporcionada por la vida capitalina. 22 Para más sobre el lazo entre vanguardias y performance, ver el libro de Vicky Unruh, Latin American Vanguards. 23 Esta cifra, seguramente exagerada, fue sugerida por Carlos Noriega Hope en “Del moderno periodismo: Cómo se hace El Universal Ilustrado”. 24 Para un anális is de estos debates, ver Díaz Arciniega, Schneider y Sheridan. 25 Robert Mc Kee Irwin cons tata la exclusión de las mujeres de estos debates culturales e incluye referencias a ciertas escritoras de la época, como María Luisa Garza y María Enriqueta (140-146). 26 Cabe destacar aquí la diferencia entre un modelo de feminidad decadente (asociado con los escritores de la Revista Moderna y en particular con las ilus traciones de Julio Ruelas) y el modelo de ‘frescura’ femenil que propone Novo. En este contexto, interpreto a la muchacha ‘fresca y viril’, como un modelo literario en el cual el vigor no proviene de una temática revolucionaria sino de la frescura (la novedad) renovable que posibilita una incipiente cultura de masas. 27 En “Crónica de la fácil erudición”, por ejemplo, una elegante mujer burguesa con ínfulas de moderna y erudita se propone seguir al pie de la letra una novela de Anatole France. 28 En “El café de nadie”, Vela incluye una lis ta de los que frecuentaban el café. Entre otros nombres, encontramos a los principales contribuidores de El ilustrado, muchas veces mencionados por sus diversos pseudonimos: Marco Aurelio Galindo, Carlos Noriega Hope, Oscar Leblanc, Ortega, Júbilo, Francisco Zamora (pareja de Bonifant), José Corral Rigan, Andrés Audiffred y Ernesto García Cabral (caricaturis tas de El ilustrado y Excélsior respectivamente). Vale recordar que es ta misma tradición de una intelectualidad definida por la homosocialidad y la frecuentación de lugares específicos era también una practica durante el porfiriato, véase, por ejemplo, El bar: la vida literar ia de México en 1900, de Rubén M. Campos. 29 En “Una entrevis ta con la Sra Esther A. de Pani”, Bonifant menciona que no conoce Veracruz, y mucho menos Europa. 30 García Cabral ha recientemente interesado a la crítica, por lo que se ha publicado un volumen con algunas de sus ilustraciones, La vida en un volado: Ernesto ‘el chango’ García Cabral. 31 No obstante el hecho de que la crítica cinematografía fuera en los años 1920 y 1930 un campo relativamente nuevo, figuras como José Juan Tablada y Xavier Villaurutia fueron contemporáneos de Bonifant en es te campo. 32 Nellie Campobello trabajó en el Ins tituto Nacional de Bellas Artes por varios años, y Antonieta Rivas Mercado, además de ser recordada como la mecenas del grupo vanguardis ta Contemporáneos, participó activamente en la fallida campaña pres idencial de Vasconcelos.