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jábega revista de la diputación provincial de málaga 86 SUMARIO LA ARQUITECTURA DEL TURISMO. LOS ORÍGENES DE LA OFERTA HOTELERA EN MÁLAGA (SIGLOS XIX-XX) 3 Víctor Manuel Heredia Flores VIAJERAS EN VÉLEZ-MÁLAGA 21 Francisco Montoro Fernández SIETE VIAJEROS INGLESES EN MARBELLA (1809-1949) 29 María Antonia López-Burgos TURISMO, PUEBLO Y MEMORIA EN LA AXARQUÍA 43 Salvador Medina Baena RETABLO CERVANTINO CON SANTIAGO MATOMOROS 57 Nicolás Cabrillana Ciézar LA PERVIVENCIA DEL PAISAJISMO LUMINISTA EN MÁLAGA. EL GRUPO «NUEVE PINTORES» 65 José Manuel Sanjuán López POLICULTIVOS IRRIGADOS EN LAS LADERAS DEL GENAL: UN EJEMPLO DE SABIA UTILIZACIÓN DE LOS RECURSOS HÍDRICOS 82 José Antonio Castillo Rodríguez

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jábegarevista de la diputación provincial de málaga

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S U M A R I O

• LA ARQUITECTURA DEL TURISMO. LOS ORÍGENES DE LA OFERTA HOTELERA EN MÁLAGA (SIGLOS XIX-XX) 3Víctor Manuel Heredia Flores

• VIAJERAS EN VÉLEZ-MÁLAGA 21Francisco Montoro Fernández

• SIETE VIAJEROS INGLESES EN MARBELLA (1809-1949) 29María Antonia López-Burgos

• TURISMO, PUEBLO Y MEMORIA EN LA AXARQUÍA 43Salvador Medina Baena

• RETABLO CERVANTINO CON SANTIAGO MATOMOROS 57Nicolás Cabrillana Ciézar

• LA PERVIVENCIA DEL PAISAJISMO LUMINISTA EN MÁLAGA. EL GRUPO «NUEVE PINTORES» 65José Manuel Sanjuán López

• POLICULTIVOS IRRIGADOS EN LAS LADERAS DEL GENAL: UN EJEMPLO DE SABIA UTILIZACIÓN DE LOS RECURSOS HÍDRICOS 82José Antonio Castillo Rodríguez

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Jábega86Cuarto Trimestre de 2000

Edita:Diputación Provincial de MálagaCentro de Ediciones (CEDMA)Presidente: Juan Fraile CantónDiputado Presidente del CEDMA:

Dámaso Márquez Campaña

Directora:Victoria Rosado Castillo

Secretaria de redacción:Mª Carmen Gontán Morales

Redacción y Administración:Servicio de PublicacionesCEDMAAvda. de los Guindos, 48Tfno. 952 06 92 07 - 08e-mail: [email protected]

Imprime:Imagraf Impresores, S.A.Polg. Ind. Alameda. C/ Nabucco, n. 14-D

Fotografías:Víctor M. Heredia, Pablo Martínez Rosado,Nicolás Cabrillana, José M. Sanjuán López,José A. Castillo, Archivo Temboury(Diputación) y Archivo Fernández Rivero.

Depósito Legal:MA-488/72 ISSN 0210-8496

Cubierta:Palacio de los Marqueses de Beniel(Vélez-Málaga)Fotografía de Ángel Ordiales.

Los trabajos publicados en este número por nues-tros colaboradores son de su única y estricta res-ponsabilidad.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de losartículos contenidos en la revista, sin previa auto-rización.

NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES

1. Los artículos serán originales y su temática versará sobre la historia,geografía, antropología, economía, sociología, etc. de la provin-cia de Málaga en particular, o de Andalucía en general, pudiendorechazar la dirección de la revista artículos no solicitados.

2. Los originales se presentarán impresos en DIN A4, por una sola cara,a doble espacio –tanto el texto como las notas– y sin correcciones amano.

3. La extensión de los artículos será entre 10 y 15 folios de las carac-terísticas antes indicadas, salvo acuerdo previo.

4. Cada hoja tendrá 30 líneas, con una anchura de caja entre 60 y 70espacios o 16 cms., dejando a la izquierda un margen mínimo de 4cms. para efectuar correcciones. Las páginas irán numeradas correla-tivamente, así como las notas, que irán en hojas aparte al final delartículo.

5. En cuanto a la tipografía, se usará preferentemente la letra TimesNew Roman, y en la bibliografía y notas los apellidos deberánteclearse en versalitas o en altas/bajas, no en mayúsculas.

6. Irán precedidos de una hoja en la que figuren el título del trabajo, elnombre del autor, su dirección y teléfono.

7. Además del original impreso, de cada trabajo se entregará un dis-quete en formato 3 1/2 , conteniendo el texto en un programa compa-tible, preferiblemente WordPerfect o Word.

8. A ser posible, el autor proporcionará ilustraciones relativas al artícu-lo, que podrán ser de tipos: orientativas, es decir, que pueden acom-pañar o no al texto, e imprescindibles, en cuyo caso el autor consi-dera que son consustanciales para la comprensión del artículo. Estodeberá hacerse constar en una relación que acompañará a los ilus-traciones, en la que también figurará un mínimo texto que podrá serutilizado como pie de la ilustración. En cualquier caso, deberán irnumeradas correlativamente utilizando la palabra «Figura» para aque-llas que sean dibujos de línea, y la palabra «Lámina» para las foto-grafías, diapositivas y grabados o planos de época.

9. Las ilustraciones no sobrepasarán en tamaño al folio DIN A4. Lasfiguras irán rotuladas en negro y las láminas serán fotografías reali-zadas originalmente en blanco y negro, a tamaño 13 x 18 cms., odiapositivas.

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LA ARQUITECTURA DELTURISMO.LOS ORÍGENES DE LAOFERTA HOTELERA ENMÁLAGA (SIGLOS XIX-XX)VÍCTOR MANUEL HEREDIA FLORES

ESTE TRABAJO PRETENDE realizar un breve recorrido porla historia de la hostelería malagueña durante laetapa que va desde, aproximadamente, principios

del siglo XIX hasta el estallido de la guerra civil de 1936.En esta época se fueron poniendo lenta y progresivamen-te las bases del espectacular desarrollo turístico de la se-gunda mitad del siglo XX. Málaga, como el resto de An-dalucía, no fue ajena al nacimiento de las primitivas co-rrientes turísticas y viajeras decimonónicas, y no pocosnaturales y forasteros empezaron a adivinar las posibili-dades que albergaba esta tierra como lugar de vacacio-nes y descanso.

En cuanto al marco espacial, me voy a limitar a la ciudadde Málaga. Por diferentes causas, especialmente por elmal estado de las comunicaciones y por el modelo turísti-co vigente entonces, el resto de la provincia permanecióprácticamente al margen de ese incipiente turismo (con lasalvedad de algunos balnearios del interior), ofreciéndo-se una oferta muy concentrada en la capital. Esto no quie-re decir que las cabeceras de comarca no contaran conposibilidades de alojamiento para los visitantes, pero enningún caso existía una vocación turística. La única ex-cepción a esta afirmación la encuentro en Ronda, ciudadque siempre fue parada obligada de los viajeros por An-

Desde las “fondas” y posadasexistentes ya en el siglo XIX yque fueron inmortalizadas porlos viajeros extranjeros,pasando por losestablecimientos instaladosen los edificios que seconcentraban en la Alamedamalagueña y sus alrededores,hasta la etapa más suntuosa,que tuvo lugar antes de laGuerra Civil, el autor hace unrecorrido por los lugares dehospedaje que existieron en laciudad de Málaga, en realidad elgermen de la industria hoteleraactual.

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dalucía desde el romanticismo. Ronda, gracias a su co-nexión con la red ferroviaria, dispuso desde 1906 delprestigioso Hotel Reina Victoria, construido por una com-pañía inglesa ligada al ferrocarril y determinante en lapromoción internacional de la localidad.

En este recorrido por la historia de la oferta hotelera mala-gueña, distingo tres etapas en el periodo antes señalado,haciendo una breve introducción sobre los antecedenteshasta el siglo XIX. Esas tres etapas son las siguientes:

• Una primera que se extendería desde comienzos dedicho siglo hasta aproximadamente 1870, caracte-rizada por las fondas, que conocemos gracias a lostestimonios de los viajeros románticos, ubicadas casitodas en la Alameda y sus proximidades;

• otra etapa que ocuparía el último cuarto del XIX y lasdos décadas iniciales del XX, en la que se consoliday amplía la oferta respondiendo al tímido pero cons-tante aumento de la demanda, y en la que la apertu-ra de la calle Larios atraerá a buen número de esta-blecimientos que se instalarán en sus edificios;

• la tercera y última, a partir de 1915 aproximada-mente, ve cómo el equipamiento hotelero se dota denuevos y suntuosos alojamientos destinados a cap-tar un turismo de medio y alto poder adquisitivo, queencuentra su espacio adecuado en el barrio residen-cial de La Caleta, buscando la proximidad del mary un bello entorno natural.

Advierto de las dificultades que se encuentran a la horade intentar reconstruir correcta y mínimamente la historiade la hostelería malagueña, ya que no se dispone defuentes directas (documentación de los propios estableci-mientos, por ejemplo) y hay que recurrir a las indirectas:anuncios y noticias de prensa, guías, fotografías, cróni-cas de viajeros, folletos, etc. De todos modos, ha sidoposible identificar la mayoría de los hoteles y, como gratasorpresa, puedo indicar que se conservan gran parte delos edificios que albergaron en su tiempo a los estableci-mientos hoteleros pioneros en la brillante y ascendentetrayectoria del turismo en la Costa del Sol.

Los antecedentes: mesones y posadas

Aunque algunos autores apunten el origen romano de lashospederías, aquí me voy a limitar a señalar su antece-dente musulmán, el fundaq. El fundaq o alhóndiga era el

edificio destinado al almacenaje y venta de productosalimenticios, ofreciendo al mismo tiempo alojamiento paraaquellos que acudían a las ciudades a venderlos. Loscristianos dieron a las alhóndigas un uso exclusivamentemercantil, lo que hizo necesaria la aparición de mesonesy posadas para dar alojamiento a hombres y bestias,generalmente ubicadas en las cercanías de las entradasa las ciudades. Las posadas siguieron en su estructuraespacial el mismo modelo del fundaq musulmán: un patiocentral al que se abrían galerías en las que se disponíanlos aposentos. La planta baja se dedicaba a los espaciosde convivencia, almacenaje y cuadras y las superiores(una o dos) a alojamiento.

En los mesones y posadas se ofrecía hospedaje, pero nocomida. El posadero sólo estaba obligado a proporcio-nar cama, forraje para las bestias y los medios para quelos huéspedes se cocinaran los alimentos que trajeranconsigo. Sin embargo, los legisladores insistieron en nu-merosas ocasiones en la obligación de que en estos luga-res se ofreciera comida.

Como comenta Rafael Recio, son numerosas las referen-cias a la mala calidad de las posadas en España durantelos siglos XVII, XVIII y XIX. El oficio de posadero tenía muymala consideración social, por lo que fue habitual queestuviera ejercido por extranjeros. En estos establecimien-tos debían hospedarse los viajeros de todas las condicio-nes sociales, desde el vagabundo hasta el caballero,pasando por el trajinante o el militar. La estratificaciónsocial se evidenciaba en el lugar que cada uno ocupabaen el edificio: los caballeros y adinerados podían dispo-ner de cámaras o habitaciones individuales, mientras quelos demás dormían en cuartos comunales.

Los espacios más importantes de la posada estaban en laplanta baja, dispuestos alrededor del patio central. Eran lacocina, que servía al mismo tiempo de comedor y lugar deconvivencia, y los establos para las caballerías mayores ymenores, situados en la parte trasera. Las posadas mante-nían cierto aire de las antiguas alhóndigas, puesto queeran punto de encuentro para los negocios y tratos relacio-nados con los productos del campo y con el ganado1 .

En Málaga se conoce la existencia de mesones desde losRepartimientos que se hicieron entre los nuevos poblado-res castellanos a finales del siglo XV. A mediados del XVIIIel Catastro de Ensenada registra la existencia de oncemesones y varias ventas, éstas localizadas en los caminos

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cercanos a la ciudad. En los mesones encontraban alber-gue las personas procedentes de las comarcas vecinas quese veían obligados a pernoctar en la ciudad. Los propieta-rios eran en su mayor parte aristócratas e instituciones ecle-siásticas2 . Entre ellos se pueden citar el Mesón de Vélez(cuyo nombre aún conserva una calle), tres en calle Mármo-les y seis en la calle Camas (de expresivo nombre) y alrede-dores. En esta última calle estaban el Mesón de Illescas, eldel Patio, el de la Costilla y el de la Victoria, propiedad delconvento que le daba nombre y que, según el citado Catas-tro, se componía de portal, patio, cocina, dos cuadras,ocho cuartos bajos, catorce altos, pajar y torre.

Aún se conservan dos de estos mesones: el Parador delGeneral y el Mesón de la Victoria. El primero de ellos,situado en la calle de los Mártires, se organiza en torno aun bello patio central cuadrado flanqueado por arcos sobrecolumnas, y está considerado como una de las más im-portantes construcciones domésticas malagueñas del si-

glo XVIII. En su origen, fue construido por el arquitecto Feli-pe de Unzurrúnzaga como mansión de Francisco Vitoriaen el año 1709 y, después de pasar por varias manos, fuedestinado a posada a mediados del siglo XVIII3 . Actual-mente sirve de sede a la obra asistencial de San Juan deDios. El Mesón de la Victoria, que se construyó en 1632,presentaba, al fondo de un retorcido callejón ya desapare-cido, un portalón de piedra tras el que se disponían elzaguán y el acceso al patio, cuadrado y con tres arcossobre columnas de piedra en cada frente. Alrededor delpatio se distribuían, en la planta baja, la escalera, almace-nes y algunas cámaras, mientras que en la superior lasgalerías servían de ingreso a los aposentos. En un lado delpiso bajo estaba la cocina y al fondo las cuadras4 . Gra-cias a la iniciativa de una caja de ahorros el edificio fuerescatado de una muy posible desaparición y destinado aMuseo de Artes Populares, conservando lo más importantede su estructura y elementos primitivos.

Bajo la denominación de parador encontramos un mode-lo de posada más evolucionado, vinculado a la apari-ción de las primeras líneas de transportes con los puebloscercanos. El principal ejemplo lo tenemos en el Paradorde San Rafael, situado en la calle Compañía, muy próxi-mo a Puerta Nueva, tradicional punto de encuentro de lasgentes que venían de los pueblos a comprar y vendermercancías en la ciudad. De grandes dimensiones, seconstruyó en parte sobre el solar de las antiguas murallastras la demolición de éstas. Se entra al mismo a través deun largo pasillo, ya que el parador como tal carece defachada a la calle, actuando como tal una hermosa casade mediados del siglo XIX, obra del arquitecto Cirilo Sali-nas. El edificio se organiza a partir de un gran patio rec-tangular, al que dan tres plantas con amplias galerías quedistribuyen las habitaciones, cubierto por una enorme ar-madura de madera. En la parte trasera estaban las cua-dras, los almacenes y otro patio de menores dimensionescon más habitaciones5 . El león que corona la fachada,por el que ha sido conocido popularmente como Paradorde la Leona, hace alusión al apellido del constructor deledificio. El estado de abandono en que se hallaba esteantiguo parador hacía temer un deterioro irreversible, perorecientemente la Consejería de Turismo de la Junta deAndalucía ha presentado un proyecto para restaurarlo conobjeto de acoger diversos servicios de la misma.

Estos mesones y paradores han permanecido abiertoscomo tales hasta mediados del siglo XX. Se intentaronadaptar a los nuevos tiempos como atestigua este anun-

Parador de San Rafael, en calle Compañía (Archivo Temboury).

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cio de 1887 del Parador del General: «Es el primero ensu clase que reúne todas las comodidades necesarias paralos pasajeros, tanto para pupilos de todas clases y pre-cios, como para coches, carros y caballerías»6 . Su des-aparición obedece a las profundas transformaciones queha sufrido la sociedad y la economía españolas a partirde 1950, que dejaron obsoletas estas formas de aloja-miento destinadas principalmente a los hombres del cam-po que visitaban la ciudad.

Los viajeros románticos y los primeros hoteles

Durante el siglo XVIII en Europa se construyeron nuevascarreteras y otras infraestructuras que facilitaron los trans-portes, se desarrollaron líneas regulares de diligencias ynavíos, y se mejoraron las condiciones de alojamiento.Todo esto fue facilitando la afluencia de viajeros en todasdirecciones, especialmente de hombres adinerados y conganas de conocer mundo, que reclamaban un nuevo tipode hospedaje. Así aparecieron nuevas instituciones dehostelería que ofrecían una estancia confortable y eludíanla anterior convivencia con gentes de toda condición: lascasas de pupilos, las fondas y los hoteles. Desde princi-pios del siglo XIX se fueron instalando, junto a las tradicio-nales posadas y paradores, estos locales, que respon-dían a las nuevas exigencias de la burguesía como claseascendente, la cual reclamaba un tipo de alojamientoque reflejara la nueva estratificación social, y ofrecieramejores servicios y más calidad que las hosterías tradicio-nales. Una característica de estos primeros establecimien-tos especializados es que estarán regentados, en su ma-yoría, por extranjeros7 .

La aparición de estos locales, auténticos pioneros de losposteriores hoteles, estuvo estrechamente ligado con lacreación de las primeras empresas dedicadas al transpor-te de viajeros, cuyas oficinas de venta de billetes estabaninstaladas en las principales fondas y hoteles de la ciu-dad. Precisamente esta es la época de los viajeros ro-mánticos, extranjeros que recorrieron España buscandoaventuras y exóticas costumbres para luego, en muchoscasos, plasmar sus experiencias en libros que a su vezanimaban a otros a repetirlas. Gracias a las crónicas desus viajes nos es posible conocer algunos detalles de lapor entonces incipiente hostelería malagueña.

Algunos de estos viajeros venían atraídos ya por el climade esta zona, especialmente por motivos de salud. Richard

Ford, en su Manual para viajeros por España, afirmabaque el clima de Málaga era el mejor del sur de Europapara los enfermos del pulmón, añadiendo que en la agra-dable aldea de Torremolinos don Nicolás Parody, que ha-blaba inglés, había adaptado una hermosa hacienda, contoda clase de comodidades, para los que acudían a estastierras buscando una mejoría en su quebrantada salud8 .

La gran novedad en el gremio de la hostelería decimonónicafueron las fondas, establecimientos de origen francés que,en aquellos momentos, representaban la modernidad y elconfort. Rafael Recio nos las describe con estas palabras:

«En su época de mayor gloria, primera mitad del sigloXIX, las fondas españolas con pretensiones europeas seasentaban en buenos edificios, ocupando las zonas másprivilegiadas del casco antiguo y de las alamedas prin-cipales, rivalizando en calidad con los hoteles. Eran es-tablecimientos pensados y organizados para una éliteviajera, que se montaban siguiendo criterios estilísticosfranceses o ingleses; pues muchos de sus huéspedes,sobre todo en las zonas costeras, eran de esas naciona-lidades; utilizándose como camareros a nativos de estasnaciones, en algunos casos» 9 .

Las fondas introdujeron una novedad en la oferta hostele-ra: la mesa redonda, servicio que se ofrecía a determina-das horas y que permitía la comida en común de los hués-pedes del local.

Una modalidad de características más modesta era lacasa de pupilos (es decir, de huéspedes), establecimien-tos que ofrecían alojamiento y comida a personas, perono tenían capacidad para las caballerías. Respondían aun viajero o transeúnte de nuevo cuño, que rehuía el tratocon los campesinos habitual en las posadas pero que nopodía permitirse el albergue en un hotel.

La diversificación de la oferta hotelera malagueña pareceque tuvo lugar a partir de 1830. Esta diversidad de esta-blecimientos se ve acompañada de una enorme confu-sión en la terminología, ya que a veces aparecen comofondas y otras como hoteles, siendo muy difícil determinarla verdadera naturaleza de cada uno. Por otro lado, sulocalización se focaliza en el paseo principal de la ciu-dad, la Alameda, y, en menor medida, en la Cortina delMuelle y zona adyacente (calle San Juan de Dios, plazade los Moros), siempre cerca de la zona portuaria.

La Alameda era por entonces el escaparate de Málaga,lo primero que veían aquellos que desembarcaban en el

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puerto, el lugar de residencia de las más ricas familias yel punto de encuentro de todos los habitantes de la ciu-dad. Madoz nos la describe así:

«Prestan realce y hermosura á este paseo, los modernosy magníficos edificios que forman las calles de amboscostados, donde habita la clase mas opulenta del co-mercio marítimo de la plaza, su cercanía al puerto, y serel parage de mayor concurrencia, no solo de las perso-nas que á él se dirigen por gusto ó recreo, sino por ser elpunto de tránsito y animacion del comercio, por suposicion intermedia entre la marina y el resto de lapoblacion» 10 .

El inglés Henry David Inglis escribió que el interior demuchos de los edificios de la Alameda le pareció «másespléndido que cualquier otra cosa de las que había vistoantes en España». De hecho, varios hoteles se instalaronen antiguas casonas que habían pertenecido a familiasprincipales y todavía exhibían –y exhiben en algunos ca-sos– portadas de piedra, escudos nobiliarios, bellos pa-tios y otros elementos característicos que los convertían enauténticos palacetes.

Una guía local del año 1838 nos cita una todavía muyreducida oferta hotelera de cierta calidad: cuatro localesbajo el epígrafe «fondas y posadas» y 39 como «posa-das y mesones». La guía de Benito Vilá, publicada en1861, cita tres fondas con hospedaje, cuatro sin hospe-daje, 26 posadas y 21 casas de pupilos11 .

El primer alojamiento de características «modernas» deque se tiene noticia en Málaga es la fonda de Las CuatroNaciones, en la que estuvieron los ingleses Robert Sempleen 1809 y William Jacob al año siguiente. Según Semple,estaba regentado por dos mujeres francesas, las cuales,debido a la invasión de España por las tropasnapoleónicas, «estaban en una situación violenta, se sos-pechaba de ellas y algunos incluso las zahirieron. Algunavez el populacho entró en el hotel en busca de fugitivos yhasta quebró las paredes para cerciorarse de que no habíaestancias secretas»12 .

Debió ser la fonda más frecuentada de la ciudad duranteel primer tercio del XIX y es citada como una de las mejo-res por Ford. Hacia 1842 parecía ser un lugar venido a

Vista de Puerta del Mar con la Fonda de la Alameda, a la izquierda. Grabado de “El Guadalhorce”.

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menos por lo que da a entender el coronel Napier, autorde una curiosa descripción de esta fonda. En ella desta-ca la figura de Pepe, el único y eficiente criado que ha-bía para todo: «Pepe estaba aquí y allá, en todas partes,limpiando botas, sirviendo la cena, haciendo recados ypuntuando en la mesa de billar; todo muy rápido y al mo-mento, aparentando poseer el don de la ubicuidad». Elpersonal de la fonda se completaba con el ama Dolores,esposa del dueño: «Dolores llevaba el bar y la gracia conla que servía la limonada o naranjada hacía que cualquie-ra bebiese, tanto si estaba sediento como si no, y la bebi-da le pareciera dulce aunque estuviera amarga como elagraz»13 . La fonda estaba ubicada en Puerta del Mar,ocupando, según Francisco Bejarano, el edificio que anti-guamente había sido Aduana. Desapareció hacia 1850.

También es citado como uno de los mejores estableci-mientos el de Los Tres Reyes, del que algunos viajerosdicen que se trata de una posada, mientras que en lasguías aparece como fonda. Rafael Recio cree que tuvoque ser un local híbrido entre las posadas y las fondas,las cuales constituían el escalafón intermedio hacia losprimeros hoteles. El cónsul inglés se la recomendó a HenryDavid Inglis en 1830 y poco después Rochfort-Scott diceque era la mejor de su género existente en Málaga. Unilustre visitante de este local fue el escritor francés TheophileGautier, que la describe como una «casa relativamentecómoda, sombreada por hermosa parra, cuyos pámpa-nos se enredaban en los hierros de los balcones», aunquele atrajo más una criada muy bonita, «preciosa muestra dela hermosura malagueña»14 . Era su dueño don Diego deMontes y se encontraba situada en la calle San Bernardoel Viejo en la parte posterior de la Cortina del Muelle. Suexistencia se prolongó hasta finales del siglo XIX.

La Fonda de la Danza era más bien una casa de pupilos,según el comentario de Richard Ford, que llama la aten-ción sobre la presencia de un camarero gallego que ha-blaba inglés. Fue uno de los locales preferidos por losextranjeros, que nos han legado curiosos testimonios so-bre este establecimiento ubicado en la plaza de los Mo-ros, muy cerca del anterior. Isabella Romer describía suestancia allá por 1842:

«El hotel Ladanza, el mejor de Málaga, es lo que enEspaña se llama Casa de Pupilos, es decir, que se pro-porciona a los viajeros una mesa común y donde no sesirven comidas individuales, ni hay cuartos privados, salvolas alcobas que, aunque muy parcamente amuebladas,

están perfectamente limpias (…). Nos sirvieron una abun-dante y heterogénea comida en la que los platos case-ros ingleses de pierna de carnero salcochado, biftecscon cebolla y pancakes se mezclaban con otros nacio-nales, tales como la sopa, la olla y el puchero. (…) Lue-go trajeron queso inglés y mantequilla salada de Cork(…); y con el excelente postre aportaron el complementoque jamás falta: los cigarros y las brasas. Sin embargoel vino de la tierra (el Málaga seco) que nos sirvieroncomo vino de mesa, era totalmente impotable, y ni si-quiera los caballeros pudieron ingerirlo» 15 .

Otros huéspedes muy conocidos de esta pensión fueronel barón Jean-Charles Davillier y el grabador Gustave Doré,que visitaron Málaga en 1862, llamándoles la atenciónel aspecto alegre y animado de la ciudad, en contrastecon la calma y el silencio de Granada, de donde proce-dían. Con el paso del tiempo aquel camarero gallego,llamado Matías Balcón, se hizo dueño del local.

Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones los via-jeros preferían alojarse en casas de huéspedes para poderimbuirse mejor en el ambiente local, por lo que rehuían lasfondas, «ya que en ellas, iguales en todos los sitios, corta-das por idéntico patrón, no se pueden estudiar las costum-bres locales», en confesión de Charles Dembowski.

Pero los primeros grandes establecimientos de hostelería,con vocación de ofrecer un servicio de calidad, y no sólolimpieza y buena comida, fueron la Fonda de Oriente yla Fonda de la Alameda, que empezaron a funcionarhacia 1845, a la que se añadió apenas un quinqueniodespués la Fonda de la Victoria. Las tres podían definirseya como auténticos hoteles. Tenían en común ser iniciati-va de jóvenes extranjeros y contar con un personal másamplio y especializado que las demás ya citadas.

La Fonda de Oriente estuvo emplazada inicialmente en elnúmero 11 de la Alameda y estaba regida en sociedadpor el suizo Carlos Brunetti y el francés Pedro Gassend. Enestos primeros momentos contaba con cuatro empleados,uno de ellos de nacionalidad francesa. Algunos años mástarde, cuando estaba a cargo exclusivamente de PedroGassend, se trasladó a la acera de enfrente de la mismaAlameda, al actual número 8, un edificio que antes habíaestado ocupado por la Comandancia de Marina, contan-do con una plantilla compuesta por un cocinero, dos sir-vientes y cuatro criadas16 . Según la Guía de Vilá estabamontado enteramente a la francesa, siendo sus huéspedessobre todo de esa nación. En la Fonda de Oriente se alojó

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en 1862 el célebre escritor danés Hans Christian Andersen.«En ninguna parte de España me sentí tan feliz y tan encasa como en Málaga», escribió, y algo tuvo que ver enesa impresión su estancia en esta fonda, «un hotel biensituado y donde hablaban español, francés y alemán».Precisamente señala que uno de los camareros era de Ber-lín y que en ella se encontró con varios alemanes que resi-dían en Málaga. Andersen nos ha dejado una deliciosadescripción de lo que veía desde su habitación:

«Nuestro balcón daba a la Alameda, con sus árbolesverdes, su fuente y multitud de personas paseando deallá para acá. Había beduinos descalzos vistiendo al-bornoces blancos, judíos africanos con caftanes borda-dos, señoras españolas con mantillas negras, mujerescon chales de vivos y alegres colores, jovenzuelos ele-gantes a pie y a caballo, campesinos, porteadores; viday movimiento por todas partes. Nuestro balcón estabaprotegido del sol por una marquesina, y sentados a lasombra contemplábamos la gente en la Alameda y dis-frutábamos de la vista del puerto y del mar. El camareronos sirvió cerveza inglesa, una bebida celestial despuésde varias semanas de vino calentorro y agua poco fríamezclada con anís. Verdaderamente uno se sentía agusto. El sol se puso y nació la noche. (…) Las lámparasse encendieron antes de que la luz del día desaparecie-ra totalmente, salieron las estrellas y la muchedumbreaumentó en la calle. La gente paseaba bajo los árbolessobre la blanda tierra; el pavimento estaba lleno de ca-rruajes y jinetes. (…) Todo el mundo parecía alegre, comosi la vida sólo mostrase su lado agradable»17 .

La Fonda u Hotel de Oriente desapareció después de1878. El edificio que ocupó, aún existente, presenta unafachada muy característica de la arquitectura burguesadel XIX malagueño, con una bella portada de piedra.

En la esquina entre la Alameda y Puerta del Mar se en-contraba la Fonda de la Alameda, regentada por el in-glés Jorge Hodgson, casado con una malagueña y queposeía muy cerca un almacén dedicado a la venta debebidas. El reverendo Thomas Debary se hospedó en ellaen 1849, relatando así su impresión de este auténticoconsulado británico: «Por mi parte, encontré la magníficaFonda de la Alameda llena de compatriotas míos: un co-medor donde se sentaban unos treinta comensales, sinque ninguno fuera español». Debary calculaba en un cen-tenar el número de británicos residentes en Málaga, a losque añadía cuatrocientos o quinientos viajeros anualesde la misma nacionalidad18 .

Richard Ford indicaba que el hospedaje costaba dosdólares al día. Pocos años más tarde, Carlos Brunetti, trassepararse de Gassend, tomó el negocio junto a dos her-manos suyos, Antonio y Pedro Brunetti, también suizos.De la Fonda de la Alameda se dice en la Guía de 1861que «ocupa un soberbio edificio y su tren correspondeperfectamente al que debe haber en establecimientos deesta clase en ciudades de primer orden». Añade que eraconocida como la Fonda Inglesa, pues era frecuentadapor los de esta nacionalidad que venían a pasar el invier-no y el trato era «enteramente a la inglesa». Además,disponía de local de baños templados y fríos abierto todoel año, salón de tertulias, café y fumador, y albergaba

Edificio donde estuvo la Fonda de Oriente (Alameda, 8)

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una administración de diligencias y una oficina del ferro-carril. La sociedad Brunetti Hermanos se hizo también conla explotación del Hotel Washington Irving de Granada.

En 1882 el chileno Pedro del Río definió la fonda Alame-da como «la mejor que conozco en España». Por el con-trario, ese mismo año, la inglesa Frances Elliot, que criticóy despreció todo lo que pudo ver en la ciudad, dijo queel hotel Alameda era «malo, caro y sucio (tiene una esca-lera de mármol y eso es todo); el servicio, abominable; yla comida, peor; una posada en donde nadie se quedasi puede evitarlo»19 .

La tercera gran fonda situada en la Alameda fue la de laVictoria, ubicada en el actual número 12, prácticamenteentre las anteriores y haciendo esquina con Puerta delMar. Su propietario era el gibraltareño Francisco Giardiniy disponía de cuatro criados y una criada. La Guía deBenito Vilá afirmaba que estaba montada con lujo y tratoesmeradísimo y que «paran en ella las personas de masrango, pues es la primera para servicio á la española,inglesa y francesa». Disponía de una administración dediligencias. Servía mesa redonda a las tres y a las seis dela tarde, aunque también ofrecía comidas particulares agusto de los encargantes20 . En 1878 se había traslada-do a la Cortina del Muelle, abandonando el edificio dela Alameda. Este se conserva actualmente, aunque hasufrido varias reformas, como el añadido de dos plantasy la destrucción de la portada de piedra que poseía, conun escudo nobiliario. Es sede de la oficina central delBanco Español de Crédito.

Otros establecimientos hoteleros del siglo XIX, ya de menorcategoría aunque se autocalificaran como hoteles, fueronel de la Viuda de Vilches, el de Europa (ambos en la Corti-na del Muelle) y la Fonda Suiza (en el pasaje de Heredia).El historiador y diplomático italiano Francesco Varvaro Pojeronos proporciona un testimonio acerca de su estancia en unpequeño hotel, el Lértora, ubicado en la Alameda, quetuvo corta vida, lo que no tiene nada de extraño dado loque comenta este italiano: «Es una modesta fonda, que sino tiene la importancia, tiene sin embargo los precios deun gran hotel. La casa estaba a mi entera disposición, yaque yo era su único huésped. No lo estaban, no obstante,los camareros, suponiendo que los hubiese. Pienso que no,sobre todo si consideramos que no encontré en la habita-ción ni campanilla ni otro medio cualquiera de llamarlos.Abajo había un individuo, del que no sé bien si era elportero o el dueño; sí sé que era un asno»21 .

Las primeras iniciativas turísticas

A partir de las últimas décadas del siglo XIX comenzarona levantarse voces que llamaban la atención sobre lasposibilidades del turismo como fuente de riqueza. El ejem-plo de varias ciudades y regiones europeas con caracte-rísticas similares era observado atentamente por un impor-tante grupo de burgueses que supo comprender el valorde esta actividad económica «e intentó organizar demanera racional y programada la explotación de dichosector, convirtiéndose así en auténticos pioneros»22 .

Varias personalidades de la sociedad local de la épocadefendieron la explotación del clima de Málaga comorecurso económico, convirtiendo a la ciudad en una esta-ción de invierno que atrajera turistas adinerados. Desta-caron los trabajos de individuos como Vicente MartínezMontes, Luis de León, Narciso Díaz de Escovar, José Ra-mos Power y Pedro Marcolain.

El turismo de la etapa de entresiglos (la Belle Epoque) secaracterizaba por una serie de estaciones (balnearios deinterior o de playa) frecuentadas por la alta sociedad dela época. Estos ricos viajeros, que se desplazaban con sufamilia y sus servidores, exigían un alto nivel de confort yestaban dispuestos a pagarlo. Se alojaban en suntuososhoteles o en espléndidas villas, alquiladas o construidasex profeso. Menor importancia cualitativa tenía un tipode turista de menos recursos y de clase media –general-mente profesionales–, pero que estaba llamado a prota-gonizar la revolución del turismo en el siglo XX23 .

Todos los que trataron la idea de convertir a Málaga enuna población turística estuvieron de acuerdo en que elprincipal atractivo de la zona residía en el clima. En estesentido, fueron numerosos los estudios y las publicacionesque se encargaron de dar a conocer las bondades delsingular clima malagueño. Desde muchas décadas atrásse estaba hablando de que Málaga era «un puerto desalvación para infinidad de personas atacadas de enfer-medades crónicas del pecho», en palabras de MartínezMontes. Pero ahora no se trataba de atraer a enfermos enbusca de salud, sino de seducir a ricos turistas con deseosde pasar temporadas invernales en climas templados.

Pero también había plena coincidencia en todos lostratadistas del tema en que la mera divulgación de las con-diciones climáticas malagueñas no era argumento suficien-te para atraer a los turistas. Era imprescindible mejorar las

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infraestructuras urbanísticas y sanitarias, eliminar los aspec-tos negativos de la ciudad y dotarla de atractivos de caraa hacer cómoda y agradable la estancia de los visitantes.

Estas iniciativas confluyeron en la creación de la Socie-dad Propagandista del Clima y Embellecimiento de Má-laga, fundada en 1897 gracias, en gran medida, a lainiciativa del cónsul inglés Alexander Finn. Sus objetivoseran: hacer propaganda del clima, promover el embelle-cimiento urbanístico y la higiene pública, y llevar a cabofestejos y actividades culturales, «procurando, por esemedio y por cuantos estén a su alcance, atraer forasterosy extranjeros que disfruten de este benigno clima». La cons-titución de la Sociedad Propagandista hay que enmarcarlaen un proceso que tenía su origen en otros países demayor tradición turística como Suiza, Francia e Italia,donde desde tiempo atrás se habían constituido asocia-ciones similares con objetivos idénticos: promover desdeel capital privado la transformación de determinadas zo-nas en centros turísticos24 .

Llama poderosamente la atención cómo todos lospropagandistas del clima malagueño se desentienden de

la cuestión de la oferta hotelera. En sus escritos no encon-tramos referencias a la necesidad de ofrecer alojamientoscon las condiciones de calidad adecuadas a la deman-da del turista de la época. Sólo se me ocurren dos expli-caciones a esta actitud: o bien consideraban que la ofer-ta existente era ya lo suficientemente buena y capaz, obien posponían esta cuestión para más adelante.

La única referencia que encuentro corresponde ya a 1911.Se trata de un informe del cónsul francés en Málaga,Jacques Chaumié, publicado por el profesor CarmeloPellejero. Chaumié alaba las condiciones climáticas yambientales del entorno malagueño y afirma que el desa-rrollo turístico de la provincia repercutiría positivamentesobre el comercio francés de importación y exportación,al aumentar la demanda de productos de calidad. Perotambién comenta las carencias que sufría Málaga, indi-cando que era preciso ampliar y mejorar la oferta hotele-ra existente, mejorar las comunicaciones y los medios detransporte y ofrecer al viajero una oferta de ocio: museos,espectáculos, casinos, actividades deportivas, etc. Sobreel alojamiento de los turistas escribe lo siguiente: «Paraestablecer en Málaga un gran número de viajeros, para

Vista del Hotel Roma y la Fonda de la Victoria, a ambos lados de Puerta del Mar. Archivo de J.A. Fernández Rivero.Reproducido en Desde Málaga, recuerdos…

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crear allí una verdadera ciudad de invierno, se debería,en primer lugar, construir fuera de la aglomeración urba-na, a la orilla del mar, grandes hoteles que, a pesar de ladulzura del clima, contaran con calefacción»25 .

Dos características destacan de la promoción turísticamalagueña hasta bien entrado el siglo XX. En primer lu-gar, que se circunscribe únicamente a la ciudad de Mála-ga, sin mencionar apenas la costa adyacente. Por otrolado, la promoción se centra en la idea de la ciudadcomo estación de invierno, buscando al turista de la épo-ca, un individuo adinerado que podía tomar vacacionesen cualquier momento del año, a través de la ventajarelativa del clima malagueño en cuanto a temperaturasen los meses de otoño e invierno.

El cónsul Chaumié ya destacaba que los caminos del lito-ral eran muy interesantes, pero que su mal estado impe-

día que se pudiera ir cómodamente en automóvil haciaGibraltar por el borde del mar. También comentaba queen los meses calurosos mucha gente del interior de Anda-lucía acudía a Málaga a tomar baños de mar, pero queéstos «no atraen a ninguna persona del extranjero, y comolos españoles más ricos prefieren generalmente las esta-ciones del Atlántico a las del Mediterráneo, el futuro deMálaga depende de una presencia cada vez mayor delos turistas de invierno».

En una fecha más tardía, 1928, Ramiro Campos Turmodefendía un enfoque integral tanto de la oferta como dela demanda. Para él, el turismo no podía promocionarseen base a una sola ciudad, sino que éstas debían agru-parse para ofrecer una propaganda conjunta, un produc-to común e integrado. En resumen, un itinerario turístico.Esta idea de organizar racionalmente la oferta debía com-pletarse con la conexión con las grandes rutas del turismointernacional. Su reflexión se resume en estas palabras:«El error fundamental, en mi concepto, es que Málagasólo aspiró a un turismo local; pero en la actualidad, lasciudades no pueden retener al turista más que un insigni-ficante número de días, pues la población flotante aspiraa recorrer en un mínimo de tiempo el mayor espacio posi-ble». Este turista en continuo movimiento no tenía nadaque ver con el invernante que pretendía pasar una tempo-rada en un lugar con un clima benigno y con encanto26 .

En lo que afecta a la oferta hotelera de la ciudad durantela etapa de entresiglos (finales del XIX y principios del XX),se puede decir que ésta se amplía y consolida. A lasantiguas fondas (término que va reservándose para esta-blecimientos de inferior categoría), ya calificadas comohoteles, de la Alameda, Victoria y Europa, se unen nuevoslocales: los hoteles Madrid (en calle Carros), La Perla (encalle San Juan de los Reyes), El Siglo (en la plaza de esenombre), Inglaterra y otros. Los empresarios hoteleros sevan a preocupar de ofrecer mayores y mejores servicios,como teléfono, luz eléctrica, salas de baños, gabinetes delectura y comunicación directa con el ferrocarril por mediode un coche de caballos de servicio permanente.

La oferta hotelera de mayor calidad se va a concentrar enla nueva calle del Marqués de Larios, con la única excep-ción del mejor hotel de la ciudad, el Roma. La calle Lariosfue construida, como es bien conocido, entre 1887 y1891 por iniciativa de la familia Larios, constando dedoce edificios de la misma altura y estilo, diseñados porel arquitecto Eduardo Strachan en un alarde de elegan-

Hotel Europa, en la Cortina del Muelle (edificio desaparecido).(Archivo Temboury).

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cia y austeridad decorativa. Nació como consecuenciade una plan de reformas urbanísticas para conectar laPlaza con el puerto, y con la pretensión de ser la calleprincipal desde su inauguración. Para ello disponía delmejor equipamiento urbano de su época (pavimento demadera, alumbrado) y fue ocupada por lujosos comer-cios y prestigiosas sociedades, como el Liceo y el CírculoMercantil.

El 14 de julio de 1890 se inauguró el Gran Hotel de Espa-ña, situado en el número 2 de la calle Larios, cuando aúnno estaba terminada. Es el primer edificio que fue construi-do expresamente como hotel, o, al menos, tuvo ese usodesde el primer momento, al contrario de lo que ocurríahasta entonces, que ocupaban total o parcialmente casasexistentes con anterioridad. Pronto pasó a llamarse GranHotel París, cuando Tomás March «El Catalán» se hizo cargodel mismo, y poco después adoptó la denominación deHotel Niza, con la que ha permanecido durante casi unsiglo, hasta que, tras una amplia reforma y reconstrucción,ha sido bautizado como Hotel Larios. En 1894 su publici-dad decía lo siguiente: «Las habitaciones están provistasde timbres eléctricos; hay periódicos españoles y extranje-ros; sala de baños y duchas, y una excelente cocina quehace la estancia agradable, tanto a los viajantes del co-mercio, como a las familias que lleguen a pasar el inviernoo a tomar baños»27 . Su propietario y director era el asturia-no Baldomero Méndez, que se estableció en Málaga des-pués de haber sido jefe de cocina del Duque de Sexto,destacado político de la Restauración.

En el número 9 de la misma calle se instaló el NuevoHotel Victoria de Cristóbal Gambero, que ofrecía esme-rado servicio y precios módicos. Este hotel fue despuésadquirido por el mismo dueño del Niza, BaldomeroMéndez, el cual realizó una completa reforma en el edifi-cio y lo dotó de ascensor, calefacción central, lavaboscon agua fría y caliente en todas las habitaciones y de-partamentos con cuartos de baño. Entonces lo reabriócomo Hotel Reina Victoria.

El Hotel Inglés, de Juan Bertacea, contaba con un café-restaurante en los bajos del edificio, número 4 de la calleLarios. Se publicitaba como el único de la ciudad montadoal estilo extranjero: «No hay mesa redonda y sí la facilidadque, de 9 de la mañana a 10 de la noche, pueden losseñores pasajeros comer cuando cada cual desee, siendoel servicio por lista comprendido en el hospedaje». Cam-bió su nombre por el de Hotel Simón cuando lo compró el

cordobés José Simón Méndez. Este empresario tambiéncontó con otro hotel en el número 5 de la misma calle, elBristol, que, como curiosidad, brindaba la posibilidad decocina vegetariana para quien lo deseara.

Otro de los hoteles de calle Larios es el Alhambra, ubica-do en la esquina con Moreno Monroy. Disponía de 52habitaciones repartidas en dos plantas del inmueble, co-medor, intérprete y servicio de carruajes a todos los tre-nes. Muchos años después perteneció al empresario tau-rino Manuel Martín Estévez, por lo que fue parada obli-gada de los toreros a su paso por Málaga.

Pero el establecimiento hotelero de mayor prestigio de laciudad va a seguir siendo el antiguo Hotel Alameda, aho-ra denominado Gran Hotel de Roma desde que fue ad-quirido por la empresa Yotti y Compañía, dueña de treshoteles del mismo nombre en Madrid, Granada y Mála-

Hotel Niza, en calle Larios, 2, inaugurado en 1890 como GranHotel de España. Archivo de J.A. Fernández Rivero, Reproducido

en Desde Málaga, recuerdos…

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ga (estos dos últimos ya eran regentados por Brunetti). Lapublicidad del local afirmaba en 1894 que se hallabamontado completamente a la moderna y con gran con-fort, y que disponía de los siguientes servicios: grandessalones para familias, lista de restaurant, sala de lecturacon diarios extranjeros, ascensor, intérpretes y coches delujo que transportaban a los viajeros desde la estación detren hasta la puerta del hotel.

En el Hotel Roma se hospedaban los personajes impor-tantes cuando venían a Málaga. Entre los huéspedes ilus-tres podemos citar al político italiano Benedetto Croce, alescritor Benito Pérez Galdós, al general Polavieja y a lagran actriz Rosario Pino, que fue objeto de un homenajeen 1914. Fue recibida en el patio del hotel por la bandamunicipal de música y tuvo que saludar desde el balcón ala multitud que la vitoreaba en la calle.

Este hotel, que se llamó Regina a partir de 1907, ocupa-ba un magnífico edificio, construido por la familia UgarteBarrientos (cuyo escudo preside la portada) a finales delsiglo XVIII, cuando la Alameda todavía no se había con-

vertido en el primer paseo de la ciudad, por lo que sufachada principal da a Puerta del Mar. Originalmenteconstaba de bajo, entresuelo y dos plantas, pero en lasegunda mitad del siglo XIX –probablemente cuando pasóa manos de Yotti y Compañía– se le añadieron dos nue-vos pisos. El autor de esta reforma fue el arquitecto Jeróni-mo Cuervo, el cual le otorgó al edificio la imagen quehoy presenta, después de ser restaurado hace unos añospor la empresa Edipsa. Del inmueble destaca su portadamonumental, de mármol rosa. El patio es de gran elegan-cia, con columnas toscanas que sostienen arcos de me-dio punto decorados con yeserías. Del patio arranca unaescalera imperial, cubierta con una bella bóveda tam-bién adornada con yeserías.

Como ejemplo de los establecimientos más modestos, sepuede citar la Fonda de las Tres Naciones, de Juan Rodríguez,que estaba ubicada en la calle Marín García. En ella sealojó Pablo Picasso en su última visita a Málaga, en 1901.

La consolidación de la oferta turística: Losgrandes hoteles

A partir de la segunda década del siglo XX se introduceen España la gran hotelería, con la inauguración de loshoteles Ritz de Madrid y Barcelona y del Palace de Ma-drid. A éstos les siguieron otros hoteles de lujo por lasprincipales ciudades del país: el Real de Santander, elCarlton de Bilbao, el Príncipe de Asturias de Málaga, elAlhambra Palace de Granada y el Alfonso XIII de Sevilla.Estos grandes hoteles, especializados en la recepción degrandes personalidades, quedarán integrados en cade-nas que se hicieron cargo de su explotación, como Gran-des Hoteles Europeos y HUSA28 .

Sin embargo, la oferta hotelera nacional seguía estandocaracterizada por la abundancia de pequeños estableci-mientos explotados en régimen familiar y con una media de10-20 habitaciones. Una guía de hoteles editada en 1929por el Patronato Nacional de Turismo29 registraba 1.200locales, pero la falta de una clasificación oficial impide eva-luar la calidad de la oferta. Málaga ofrecía 800 plazas,muy alejada de Madrid (5.400), Barcelona (cerca de5.000), San Sebastián, Sevilla (ambas con 2.300),Santander (1.800) o Palma de Mallorca (más de un millarde plazas). Los hoteles malagueños de mayor capacidaderan el Príncipe de Asturias (250 plazas), el Caleta Palace(150), el Regina (120) y el Reina Victoria (75).

El Hotel Reina Victoria (calle Larios, 9) en 1916.(La Unión Ilustrada, 2-11-1916)

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Otro hecho característico del primer tercio del siglo XX vaa ser el descubrimiento de las playas, antesala del turis-mo de masas. Después de un primer momento en el quese aconsejaba el baño de mar por motivos terapéuticos,se produce una auténtica revolución en la concepción delbaño de mar, que va a adquirir un carácter lúdico y de-portivo. Eso provoca el declive de los añejos baños flo-tantes que se instalaban todos los años y la aparición deun nuevo tipo de instalaciones, que incluyen cabinas paravestuarios, duchas, bar-restaurante y otros servicios paralos bañistas.

En Málaga, esta etapa inicial del siglo XX va a representarpara la hostelería un cambio en su eje de gravedad. Sihasta entonces las fondas y los hoteles se habían localiza-do en el centro de la ciudad, en las inmediaciones de laAlameda y de calle Larios, ahora van a aparecer variosestablecimientos de categoría ubicados en el barrio de laCaleta. Es decir, la nueva oferta de alojamientos pierde encentralidad urbana, pero gana en calidad ambiental.

La Caleta se había convertido a lo largo del último terciodel siglo XIX en el barrio residencial por excelencia de laciudad. Lo recorría el paseo de Sancha, «compuesto deuna serie de hoteles lindísimos, los unos separados de la

playa por extensos y bien cuidados jardines, y los otrosescalonados en las faldas de los cerros que dominan lacosta». Este moderno y elegante barrio había sido cons-truido por una sociedad que explotó los terrenos dedicán-dolos a edificaciones de alta calidad, según el proyectodel ingeniero José María de Sancha. Ramón Urbano es-cribía en 1898 que, pasado el arroyo de la Caleta, elcamino estaba compuesto «de pequeñas casamatas, ha-bitadas por distinguidas familias en el verano, algunoshoteles, y antiguos edificios que aún siguen teniendo elcarácter de ventorrillos»30 .

El nuevo barrio que se estaba conformando por aquelentonces se caracterizó por una tipología arquitectónicaclaramente definida: el hotelito o chalet de recreo. Setrataba de construcciones aisladas y rodeadas de unamplio jardín. Muchos de estos hotelitos fueron ocupadospor las familias burguesas locales más adineradas, perootros eran alquilados o adquiridos por gentes acomoda-das del interior como residencias de invierno o verano, yalgunos fueron convertidos en pequeños alojamientos dealta calidad.

Desde finales del XIX, pues, este barrio residencial se fueperfilando como el emplazamiento idóneo para la oferta

Patio del Gran Hotel deRoma (antes Fonda de la

Alameda) a finales del sigloXIX.

(Archivo Temboury).

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hotelera de más calidad. Ramos Power cita en 1895 elproyecto de una sociedad francesa de edificar en la Caletaun gran hotel casino. Ocho años después, la viuda deJesús Marín fundó, en el Morlaco, el Hotel Miramar. Ocu-paba un chalet amplio y bien adornado, y en sus jardinesy grandes comedores tuvieron lugar numerosos actos so-ciales. Por esos mismos años existía una casa de huéspe-des llamada Villa Cámara, en la avenida de Príes. Seofrecía a los bañistas por su proximidad a los estableci-mientos de baños, emplazados en aquellas playas.

Desde la última década del siglo XIX estaba en funciona-miento el hotel y restaurante inglés Hernán Cortés, queocupaba el solar del antiguo Ventorrillo de Cayetano, juntoal arroyo de la Caleta. Ofertaba su cercanía al mar, lasvistas a los montes, sus hermosos jardines y amplias y có-modas habitaciones a precio módicos. El edificio era muysencillo, de planta rectangular y sin ninguna decoración31 .

En 1918 se constituyó la Sociedad Anónima CaletaPalace, con un capital social de 250.000 pesetas, queluego se elevó a dos millones. Su objeto era «la compra,construcción y explotación del negocio de hoteles paraviajeros y restaurants». El presidente del primer consejode administración fue el senador y comerciante Félix SáenzCalvo, al que sucedió Juan Pérez Fajardo. Otros miem-bros del consejo eran Augusto Taillefer, Prosper Lamothe yAurelio Pau Utrera.

En 1919 la sociedad adquirió el Hernán Cortés y, a con-tinuación, su apoderado, José Simón, presentó un proyec-to de ampliación y reforma, elaborado por el arquitectoFernando Guerrero Strachan, que suponía en realidaduna nueva construcción, que estuvo concluida al año si-guiente. El edificio resultante fue un gran pabellón per-pendicular al mar, con dirección norte-sur, que posee cin-co plantas, incluyendo el sótano. Las plantas baja, prime-ra y segunda eran las destinadas a las habitaciones parahuéspedes. Las que están situadas en la fachada este sonmás amplias y cuentan con terrazas con vistas al mar,mientras que las que dan al jardín tienen peor orienta-ción, son más pequeñas y sólo poseen ventanas. Las fa-chadas sur y este presentan un juego de entrantes y sa-lientes, variedad de formas y tejados. La esquina entreambas fachadas se resuelve con una galería poligonal amodo de mirador marino. Con la nueva edificación seobtuvo, como observa Natalia Bravo, un máximo aprove-chamiento de la luz y de las vistas. Asimismo, no cuentacon un estilo definido, aunque integra elementos regiona-

listas (ventanas geminadas, miradores, arcos de herradu-ra, policromía, tejadillos, aleros). Se trata del primer hotelconstruido como tal en la ciudad, con unas característicastipológicas interiores y exteriores adecuadas a la funciónque iba a tener el edificio32 .

Si la propiedad del Hernán Cortés recaía en la sociedadCaleta Palace, compuesta por destacados miembros dela burguesía local, la gestión del establecimiento estabaa cargo de José Simón. Este también dirigía el Hotel Simónen calle Larios (antiguo Hotel Inglés), y además regenta-ba hoteles en Sevilla, Córdoba, Almería y Alicante. Lalista de servicios que ofrecía era amplia: teléfono, aguafría y caliente y vistas al mar en todas las habitaciones;baños con W.C. comunicados con las habitaciones; cuar-tos de baño con agua del mar fría y caliente; playa conbañero, ascensor, montacargas, jardín y comedor conterraza al mar. El Hotel Hernán Cortés, que a partir de1925 se denominó ya oficialmente Caleta Palace, tam-bién funcionó como centro lúdico del barrio, organizan-do fiestas y actos a los que acudían las familias que vi-vían y veraneaban en las inmediaciones.

Un personaje que se hospedó con frecuencia en el HernánCortés, antes incluso de su conversión en Caleta Palace,fue Federico García Lorca. La familia del poeta, comotantas otras del interior, pasaba sus vacaciones en Mála-ga, y de esta manera nació la amistad de Lorca conManuel Altolaguirre y Emilio Prados, que residían en lasinmediaciones del hotel. Años después siguió visitando elestablecimiento, desde el cual escribió cosas como éstas,en una carta dirigida a Manuel de Falla en julio de 1923:«Málaga es maravillosa y ahora lo digo dogmáticamente.Para ser un buen andaluz hay que creer en esta ciudad,que se estiliza y desaparece ante el mar divino de nuestrasangre y nuestra música»33 .

Otros establecimientos en funcionamiento durante el pri-mer tercio del siglo XX34 que se pueden mencionar son elHotel Giralda, ubicado en el edificio número 3 de lacalle Nicasio Calle, construido en 1881, con unas es-pléndidas puertas de madera tallada, amplio zaguán conescalinata flanqueada por dos esculturas de hierro querepresentan a un pachón y un dogo. El Hotel Colón seencontraba en la plaza de la Constitución número 9, enun bello edificio construido sobre el solar de la antiguaCasa del Corregidor, obra de Jerónimo Cuervo en 1876.Su fachada tenía un carácter monumentalista muy marca-do, pero ha sido muy alterada por las reformas que ha

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sufrido ya en el siglo XX. En los bajos del Hotel existió elfamoso Café de la Loba. Luego cambió de propietario yde nombre, llamándose Cabello Hotel.

El Hotel Imperio, en Puerta del Mar, junto al Regina, ofrecía«cocina francesa». Al lado, por calle Atarazanas, estabael Hotel España, luego Oriente. El Europa, situado en laCortina del Muelle, era uno de los más antiguos de laciudad. Se publicitaba como «la única casa en esta ciu-dad con preciosas vistas al mar y jardines» y en él se ha-blaba inglés y francés. El Hotel Suiza, luego Cervantes,continuó la tradición hostelera de la plaza de los Moros,donde ofrecía cómodas e higiénicas habitaciones con alum-brado eléctrico y timbre. Muy próximo se encontraba elHotel Hispano Marroquí, en calle San Juan de Dios. ElHotel Cataluña comenzó a funcionar hacia 1915 en laplaza del Obispo, frente a la Catedral. Estaba «montadocon todo el confort moderno», con luz eléctrica y timbre enlas habitaciones, lavabos de agua caliente y fría y cuartosde baño. El edificio había sido construido en 1860 segúnproyecto del maestro de obras Diego Clavero, de una gransencillez y armonía. En la Alameda se abrieron dos nuevoshoteles: el Alameda, en el número 9, y el Royal, en el 20.

La oferta de la zona de la Caleta se completó en los añosveinte con la apertura de dos pensiones de alto standing:la Pensión Limonar, en el número 4 del paseo de su nom-bre, y la Pensión Cooper, que ocupaba la Hacienda Giró,en el Monte Sancha. Ambas ofrecían un entorno muy cui-dado, con amplios jardines y cercanía al mar.

En los años veinte es cuando la ciudad comienza a apos-tar decididamente por el turismo como fuente de riqueza.Si la oferta hotelera se incrementa cualitativa y cuanti-tativamente con el Caleta Palace y el Príncipe de Asturias,el Ayuntamiento crea una Delegación de Turismo que edi-ta un boletín mensual que se distribuye gratuitamente portodo el mundo, y se va conformando un equipamiento deocio complementario (por ejemplo los Baños del Carmen,el Campo de Golf) y unas infraestructuras necesarias (ae-ropuerto, paseo marítimo, rondas), aunque muchos pro-yectos deberán esperar todavía bastante tiempo hasta serejecutados. El Parque Balneario de Ntra. Sra. del Car-men, los Baños del Carmen, ofrecía una completa ofertade ocio todo el año: conciertos, varietés, verbenas, pistasde baile, concursos, regatas, campos de tenis y restau-rante, este último bajo la dirección del Hotel Regina. Se-gún la publicidad eran «los más aristocráticos» y el «SanSebastián malagueño»35 .

Hotel Hernán Cortés, en La Caleta, origen del futuro CaletaPalace. Archivo de J.A. Fernández Rivero.

Reproducido en Desde Málaga, recuerdos…

Hotel Caleta Palace en la década de 1920.Archivo de J.A. Fernández Rivero.

Reproducido en Desde Málaga, recuerdos…

Edificio del Hotel Colón, en la Plaza de la Constitución.Archivo de J.A. Fernández Rivero.

Reproducido en Desde Málaga, recuerdos…

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Hacia 1930 la capacidad de los hoteles más importan-tes de la capital se distribuía así:

–Príncipe de Asturias: 250 habitaciones y 300 plazas–Hernán Cortés/Caleta Palace: 135 y 200.–Regina: 60 y 100–Reina Victoria: 64 y 100–Simón o Inglés: 60 y 90–Bristol: 54 y 90

Los veinte hoteles más importantes sumaban 1.505 pla-zas, distribuidas en 1.051 habitaciones, de las cualessólo 291 tenían cuarto de baño. Los precios con pensióncompleta iban desde las 20 a las 60 pesetas en el Prínci-pe de Asturias; de 22,50 a 45 en el Caleta Palace; de20 a 35 en el Regina. El más barato era el Hotel Inglate-rra, con precios entre 6 y 7 pesetas36 .

Finalizo el recorrido que inicié en aquellos primitivos me-sones con el edificio hotelero más lujoso construido nunca

en la ciudad de Málaga: el Hotel Príncipe de Asturias,más conocido como Miramar, nombre que adoptó tras laproclamación de la Segunda República.

Para construirlo se constituyó, en Madrid en 1920, unaSociedad Anónima con un capital inicial de tres millonesde pesetas, con el objeto principal de construir y explotaren Málaga «un Hotel de primer orden similar por su im-portancia, organización y servicio al Hotel Ritz de Ma-drid». El presidente del Consejo de Administración era elMarqués de Torrelaguna, aunque todo hace pensar queel auténtico promotor, o al menos uno de los principalesaccionistas, fue el propio monarca Alfonso XIII, asociadocon personalidades nacionales y locales como EduardoDato, Joaquín Ruiz Giménez, Francisco Bergamín, FélixSáenz y Fernando Guerrero Strachan37 .

Se eligió un extenso solar donde había estado antiguamen-te la fábrica de azúcar de la familia Heredia, al principiode la Caleta y próximo al centro urbano, colindante con elmar. El autor de los planos fue el arquitecto y luego alcaldede la ciudad Fernando Guerrero Strachan, que poco anteshabía diseñado el Hotel Hernán Cortés-Caleta Palace.

La primera piedra la puso el rey el 21 de mayo de 1921.Según el proyecto, las habitaciones se distribuirían encuatro plantas, siendo de primera clase las exteriores, yde segunda las que daban al patio. En la planta baja sedispondrían el pabellón de honor, con acceso indepen-diente y que forma un conjunto aislado del resto del edifi-cio. El patio o jardín de invierno estaría cubierto con unamontera de cristal; a su alrededor se disponían, entre otrasdependencias, salones de billar y de lectura, un comedorpara trescientos comensales y el gran salón de fiestas. Lasobras se demoraron más de lo previsto, pero finalmentefue inaugurado por los reyes Alfonso y Victoria Eugenia el11 de febrero de 1926, que ya utilizaron el pabellónreal en esa primera visita al nuevo hotel, que desde enton-ces se convirtió en la máxima referencia local del lujo yde la distinción38 .

Rápidamente el Hotel, que se autocalificaba como aristo-crático, se convirtió en punto de encuentro de la alta socie-dad malagueña, al mismo tiempo que acudían al mismopersonalidades de la nobleza, de la política y de los nego-cios, especialmente desde la corte. Gracias al Príncipe deAsturias, Málaga se unió al reducido grupo de ciudadesque podían presumir de tener residencia real. Se cuentaque en el acto de inauguración estaban conversando el

La Pensión Limonar ofrecía un etorno cuidado y cercanía al mar.Archivo de J.A. Fernández Rivero. Reproducido en

Desde Málaga, recuerdos…

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rey, el director del hotel y el presidente del directorio, gene-ral Primo de Rivera. El director hizo ver que sin un casino laexplotación del establecimiento podía resultar deficitaria.El rey preguntó al general qué se podía hacer al respecto yéste le recordó que el juego estaba prohibido en Españadesde 1922. Entonces, Alfonso XIII le prometió al directorenviar a su suegra todos los años.

Y cumplió su promesa. El primer año envió a su madre,doña María Cristina, y, a partir de entonces, cada año laprincesa Beatriz de Battenberg, madre de la reina VictoriaEugenia, pasaba una temporada en el hotel, generalmenteen el mes de febrero. Su presencia atraía la de los demásmiembros de la familia real, ya que recibía la visita de suhija y sus nietos, es decir, la reina, el Príncipe de Asturias ylos infantes, que en 1927 pasaron dos semanas en la ciu-dad. Al año siguiente, se reunieron el príncipe Jorge deInglaterra (futuro Jorge VI), la reina y los infantes. Existía paraestos casos un teléfono directo con el Palacio Real para quela reina conferenciara diariamente con el rey. Una ilustrehuésped del Hotel Príncipe de Asturias, ya en los últimosdías en que ostentó ese nombre, fue Madame Curie.

En el Hotel Príncipe de Asturias, el arquitecto GuerreroStrachan maneja una atrayente monumentalidadneorrenacentista, salpicada con algunos elementos carac-terísticos de su estilo personal, como el uso de azulejos,volúmenes individualizados y aleros volados. La fachadaprincipal se compone de un pabellón central saliente y doscuerpos laterales que forman dos torres. La fachada al mar,

de movido diseño, con torres abiertas y amplias terrazas,refleja una arquitectura alegre pensada para el ocio. En elinterior destaca el patio cuadrado, de grandes dimensio-nes, con arquerías de medio punto y decoraciónneoplateresca, cubierto por una claraboya de vidrios decolores. Puertas de estilo neoárabe, inspiradas en laAlhambra, dan paso al salón de baile, amplio espacio congrandes ventanales al mar39 . El edificio se encuentra en elcentro de una amplia parcela, lo que le permite contar conun jardín delantero y otro en la parte que mira al sur.

He dejado expresamente para el final el hotel más simbó-lico que ha tenido nunca la ciudad de Málaga, el Miramar.Su inauguración vino a suponer la culminación de todo elproceso de creación de una infraestructura hotelera en lacapital malagueña. Pero, así como fue el hotel más gran-de y lujoso, también supuso el final de una etapa. Losconvulsos años treinta y los tristes acontecimientos bélicosque vinieron después frenaron en seco el desarrollo delturismo. De hecho, tanto el Miramar como el Caleta Palacefueron transformados en hospitales durante la Guerra Ci-vil, y el segundo ya nunca más recobró su uso hotelero. Yla recuperación de las corrientes turísticas y el boom delturismo que tuvo lugar a partir de los cincuenta se desarro-lló sobre otras bases muy distintas y con unos protagonis-tas diferentes: las localidades de la Costa. Por eso, elMiramar tampoco pudo sobrevivir al cambio de los tiem-pos y acabó cerrando en 1968.

Vista general del Hotel Príncipe de Asturias tras su inauguración en 1926. Archivo de J.A. Fernández Rivero,reproducido en Desde Málaga, recuerdos…

Jábega-86

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N O T A S

Nota de la redacción: La Dirección de la Revista agradece espe-cialmente el permiso para reproducir sus postales a Juan A. FernándezRivero.

(1) TEMBOURY ALVAREZ, J., Informes histórico-artísticos de Málaga,vol. II, Málaga, 1974, pp. 109-118. RECIO MORA, R., «Unaaproximación a los mesones, ventas y posadas. La arquitectu-ra de estos edificios durante los siglos XV al XVII», Boletín deArte, nº. 12, 1991, pp. 173-191.

(2) REINA MENDOZA, J.M., La vivienda en la Málaga de la segundamitad del siglo XVIII, Málaga, 1986, pp. 63, 87 y 136-138.

(3) MORALES FOLGUERA, J.M., La Málaga de los Borbones, Málaga,1986, pp. 218-219.

(4) TEMBOURY ALVAREZ, op. cit., pp. 116-118.(5) Ibidem, pp. 114-115.(6) URBANO, R.A., Y DUARTE, J., Guía de Málaga, Málaga, 1887.(7) RECIO MORA, R., «Aproximación a una historia de los edificios

hosteleros españoles durante los siglos XVIII y XIX», Boletín deArte, nº. 13-14, 1992-1993, pp. 173-178.

(8) GÁMIR SANDOVAL, A., Algunos viajeros del siglo XIX ante Mála-ga, Granada, 1962, pp. 42-43.

(9) RECIO MORA, «Aproximación…», op. cit., p. 188.(10) MADOZ, P., Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Es-

paña y sus posesiones de Ultramar, tomo XI, 1848.(11) Guía de forasteros en Málaga y directorio manual útil á to-

dos, Málaga, 1838, pp. 93-94. VILÁ, B., Guía del viajero enMálaga, Málaga, 1861, pp. 328, 373 y 374.

(12) CARO BAROJA, J., «Málaga vista por viajeros ingleses de lossiglos XVIII y XIX», Gibralfaro, nº. 14, 1962, pp. 26-27.

(13) KRAUEL, B., Viajeros británicos en Málaga (1760-1855), Má-laga, 1988, pp. 46-47. BEJARANO, F., Las calles de Málaga,Málaga, 1984, p. 77.

(14) MAJADA NEILA, J., Viajeros románticos en Málaga, Salamanca,1986, pp. 37 y 104.

(15) VALLEJO FRANCO DE ESPÉS, A., «Mrs. Romer. Viajera por Málagael verano de 1842», Gibralfaro, nº. 23, 1971, pp. 80-81.FORD, R., Manual para viajeros por Andalucía y lectores encasa (Granada), Madrid, 1980, p. 78.

(16) Archivo Municipal de Málaga (A.M.M.), padrones de 1850y 1860.

(17) MAJADA NEILA, op. cit., pp. 135-136.(18) CANALES, A., «La Málaga de 1849, vista por un clérigo in-

glés», Gibralfaro, nº. 21, 1969, pp. 9-10. A.M.M., padrónde 1850.

(19) MAPELLI, E., Escritos malagueños, Málaga, 1983, p. 39. MA-JADA NEILA, op. cit., p. 181.

(20) VILÁ, op. cit. MERCIER, A., Y DE LA CERDA, E., Guía de Málaga ysu provincia, Cádiz, 1866.

(21) MAJADA NEILA, op. cit., p. 190.(22) ARCAS CUBERO, F., Y GARCÍA SÁNCHEZ, A., «Los orígenes del turis-

mo malagueño: La Sociedad Propagandista del Clima y Em-bellecimiento de Málaga», Jábega, nº. 32, p. 42.

(23) FERNÁNDEZ FÚSTER, L., Historia general del turismo de masas,Madrid, 1991, pp. 144-145.

(24) Sobre los orígenes del turismo malagueño: ARCAS CUBERO Y

GARCÍA SÁNCHEZ, op. cit.; TORRES BERNIER, E., «Los orígenes delturismo andaluz», Revista de Estudios Regionales, nº. 12, 1983;PELLEJERO MARTÍNEZ, C., «El turismo como alternativa económicaen la Málaga de principios de siglo. Informe del Cónsul deFrancia», Revista de Estudios Regionales, nº. 42, 1995.

(25) PELLEJERO MARTÍNEZ, op. cit., pp. 305-311.(26) TORRES BERNIER, op. cit., pp. 356-357.(27) Archivo Díaz de Escovar (A.D.E.), caja 285. MUÑOZ CERISOLA,

N., Guía de Málaga. Indicador comercial de España para1894, Málaga, 1894, p. 383.

(28) FERNÁNDEZ FÚSTER, L., op. cit., p. 223.(29) FERNÁNDEZ FÚSTER, L., op. cit., pp. 304-306. PELLEJERO MARTÍNEZ,

C. (DIR.), Historia de la economía del turismo en España, Ma-drid, 1999, pp. 54-55.

(30) URBANO, R.A., Guía de Málaga para 1898, Málaga, 1898,pp. 117-118.

(31) Sobre el Hernán Cortés: BRAVO RUIZ, N., «El Hotel CaletaPalace: Arquitectura de vacaciones y lujo para una MálagaModerna», Boletín de Arte, nº. 18, 1997, pp. 307-328.

(32) BRAVO RUIZ, op. cit. Estatutos de la Sociedad Anónima CaletaPalace, Málaga, 1935.

(33) GÓMEZ TORRES, A., «Málaga en Federico García Lorca»,Analecta Malacitana, vol. XII nº. 1, 1989, pp. 80, 81 y 84.

(34) Utilizo fundamentalmente las guías de la época y la publica-ción El Turismo en Málaga, órgano oficial de la Delegaciónde Turismo del Ayuntamiento entre 1928 y 1930.

(35) El Patronato Nacional de Turismo emprendió, inmediatamentedespués de su creación en 1928, una campaña de apertura deoficinas de información por todo el territorio nacional. Con rapi-dez se abrieron casi medio centenar, siendo dotadas de perso-nal y material e integradas en una red dependiente de la central.En Málaga se construyó una pequeña oficina en el puerto, frenteal muelle donde atracaba el vapor correo de Melilla.

(36) A.D.E., caja 285. Málaga. Privilegiada estación de invierno.Guía del turista, 1929.

(37) Estatutos de la Sociedad Anónima Hotel Príncipe de Asturiasen Málaga, Madrid, 1920. A.D.E., caja 285.

(38) Sobre este hotel pueden verse varios artículos de R. BEJARANO

aparecidos en el diario Sur, 20-5-1990, 3-3-1991, 17-3-1991 y 31-3-1991.

(39) CAMACHO, R. (COORD.), Guía histórico-artística de Málaga, Má-laga, 1992, pp. 361-362.

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A lo largo del tiempo hanpasado por Vélez-Málagaviajeros y viajeras que hanescrito sobre la ciudad.Por su curiosidad nos referimosen este artículo sólo a las«viajeras» que pasan por lacapital de la Axarquía. Unafrancesa y cinco inglesas,recorren el oriente malagueñoentre la segunda mitad del sigloXVII y finales del XIX.

VIAJERAS ENVÉLEZ-MÁLAGA

FRANCISCO MONTORO FERNÁNDEZ

MUCHO SE HA ESCRITO sobre los viajeros que a lolargo del tiempo pasaron por la capital de laAxarquía y dejaron testimonios impresos so-

bre su visita. Pero poco se ha dicho sobre las viajeras1 .Es verdad que, numéricamente, suponen una clara mino-ría frente a los varones; pero, entre reconocer esto, e ig-norarlas, hay mucha distancia mal recorrida.

Tenemos noticias, al menos, de media docena de ilustresescritoras que, relatando sus viajes a España, reseñaronen sendos libros sus pasos por Vélez-Málaga. Se trata deviajeras inglesas, mayoritariamente, que van a cruzar laAxarquía, desde la segunda mitad del siglo XVII hastafinales del siglo XIX.

En la segunda mitad del siglo XVII, María Catalina LEJUMEL DE BERNEVILLE (1650-1705),2 esposa de Francisco dela Motte, barón de Aulnoy, vino a España en misión políti-ca desconocida con ocasión del matrimonio de Carlos IIcon doña Mª Luisa de Orleans.3 Autora de obras literarias,e imitadora de los cuentos de Perrault, fue una mujer fantás-tica y complicada.4 Esta presencia de Madame D’Aulnoyen la corte madrileña dio lugar a dos de sus obras, titula-das Relación del viaje de España y Memorias de la Cortede España. De la primera se han realizado muchas edicio-

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nes en los principales idiomas europeos.5 Además de és-tos, Madame D’Aulnoy fue autora de otros muchos libros,principalmente novelas y cuentos.6

La pequeña cita de Vélez-Málaga que aparece en la Re-lación del viaje de España es curiosísima y se refiere alterremoto ocurrido entre las seis y las siete de la mañanadel 9 de octubre de 1679 que, aunque se sintió en todoel país, afectó de un modo especial a Málaga.

«En Vélez-Málaga la tierra se abrió, tragándose un ríoque por allí cerca pasaba, y después, con estrépito infer-nal, escupió las aguas a una altura diez veces superior alas casas, que, al caer, hundió casi por completo...» 7

Nada nos informan los documentos administrativos8 deeste cataclismo, lo que nos hace suponer que la venanovelesca y cuentista de la autora afloró en esta parte dela relación de su viaje, exagerando los hechos hasta elpunto de lo no real. En este sentido puede tener especialsignificación la referencia del autor francés Foulchés-delBosch cuando afirma que Madame D’Aulnoy realmentenunca estuvo en España.

En el siglo XIX la moda de los libros de viajes trajo aEspaña una colección relativamente importante de viaje-ras, especialmente inglesas. La primera de ella va a pa-sar por la capital de la Axarquía casi mediado el siglo,en el año de 1842. Esta dama británica, llamada IsabellaF. ROMER es una de las primeras mujeres viajeras de lasque tenemos noticias. Realizó un viaje a Francia y Espa-ña durante el verano de 1842 del que resultó el libro TheRhone, the Darro and the Guadalquivir; a summer ramblein 1842 («El Ródano, el Darro y el Guadalquivir: excur-sión veraniega del año 1842»), del cual, que sepamos,no existe todavía ninguna edición en castellano. RichardBentley lo publicó en Londres en 1843, en dos tomos, enoctavo, de 416 y 428 páginas respectivamente. En eltomo primero recoge las impresiones del viaje por Barce-lona, Valencia, Alicante, Cartagena, Vélez-Málaga, Má-laga, Loja y Granada. Y en el tomo segundo las corres-pondientes al recorrido de Granada, Málaga, Gibraltar,Cádiz, Sevilla, nuevamente Cádiz y Gibraltar.

La parte referente a la provincia de Málaga fue traduciday publicada por el profesor Alfonso Vallejo Franco de Espésen el diario Sol de España,9 así como en el número 23de la Revista Gibralfaro.10

La verdad es que la señora Romer pasa por Vélez-Mála-ga, camino de Málaga, sin detenerse mucho, o, al me-nos, eso es lo que parece desprenderse de sus palabras:

«...Aproximadamente una hora antes de llegar a Mála-ga pasamos por Vélez-Málaga, pueblo situado en elcentro de una fertilísima y risueña comarca frente a lacual casi se vislumbra la costa africana. En los días de ladominación mora, Vélez-Málaga fue un lugar de consi-derable importancia, según se deduce de los restos desu castillo...»11

No obstante la brevedad de la referencia, resulta signifi-cativo el tino de la señora Romer al referirse al lugar, ha-ciendo referencia a su ubicación en el centro de una co-marca, a la fertilidad de sus tierras y a la importancia quetuvo en la época islámica. Cuando dice que desde laorilla del mar «casi» se vislumbra la costa africana, pare-ce que, más que una expresión literal, trata de remarcarlos lazos culturales e históricos que nos aproximan con lospueblos del norte del continente africano.12

Richard Bentley, el mismo editor que llevara a la estampala obra de Isabella F. Romer, edita, diez años más tarde,la obra de otra viajera inglesa llamada Lady Louisa MaryAnne TENISON (1819-1882) bajo el título Castile andAndalucia que alcanza cerca de quinientas páginas y vela luz en Londres en el año de1853. Esta obra, que aúnno ha sido editada en castellano, es, sin duda alguna, ellibro de viajes de una mujer que más atención dedica ala capital de la Axarquía.

Empieza por hacer un detallado relato de su salida de Má-laga y su camino hasta Vélez-Málaga. El hecho de que seaprimavera13 hace que este recorrido entrante en la Axarquíaesté colmado de entusiasmo y profusión de detalles:

«... Al acabar el tiempo para dejar Málaga, elegimos ircabalgando hasta Granada, en vez de coger la diligen-cia que nos llevaría a través de Loja y que realiza elviaje en unas dieciocho horas.14 Abandonamos Mála-ga por la tarde, el cabalgar hacia Vélez nos emplea másde cinco o seis horas. Nuestro camino discurría todo elviaje a través de la costa, ya introduciéndose en las are-nosas riberas, ya rodeando algún saliente risco, algunaatalaya o alguna otra vieja torre mora de observaciónmedio derruida y azotada por los vientos, en la montaña.A la derecha, las azules aguas del Mediterráneo se exten-dían hacia el horizonte, y a la izquierda se eleva la bajacordillera que media entre Málaga y Vélez, cubierta con

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viñas, mientras que la llanura inmediata era una verdade-ra alfombra de flores de todas clases. Atravesamos el ca-mino la primera semana de abril, cuando la vegetaciónen la zona costera estaba en su apogeo y a medida quenos acercábamos a Vélez-Málaga la fertilidad y la rique-za se incrementaban. Recorríamos entre gigantescos setosde cactus (chumberas) y áloes, entre los cuales nuestracomún zarzamora crecía en singular contraste y, a travésde todo el camino, crecía también una especie de «sarra-cenia», la «Aristolochia Bética», con sus negras y apura-das flores que rompían en toda dirección. El áloe15 silves-tre cubría las rocas en densos manojos con su amplio ypendulado abanico de amarillas flores que estallaban enla floración, y aquí y allá una bella especie llamada la«siempreviva» con la fragilidad de sus flores que nunca seponen mustias. Estas flores, de un verdadero estilo Cockneyse usan mucho en Gibraltar para adornar las chimeneasen los meses de verano...»16

Parece como si la belleza del paisaje diera pie a estaobservadora viajera a poner en valor, como se diría hoy,toda su capacidad descriptiva e informadora. No deja

referencia habitual en olvido, lo que hace ver que erabuena conocedora de los viajeros, principalmente ingle-ses, que le precedieron. Y así referencia los campos decaña de azúcar, el río y su alameda, la Sierra Tejeda...

«...Extensos campos de cañas de azúcar llenaban el ricovalle que se extiende como una media legua desde laciudad de Vélez hasta la costa del mar, a través del cualserpentea un pequeño río sombreado por los álamos. Lavista del valle que obtuvimos, cuando nos colocamos enuna roca destacada, corriendo hacia el mar, era maravi-llosa por recorrer la vegetación más rica, a la vez queprotegida por los cercanos montes de Sierra Tejeda, queaún estaban parcialmente cubiertos de nieve...»17

Y una vez llegada a la ciudad nuestra viajera entra endetalles sobre la misma:

«...La ciudad de Vélez-Málaga está asentada en las la-deras de esta sierra, la cual, le preserva efectivamentede los vientos fríos del norte. Su ruinoso castillo se eleva

Vélez-Málaga, tomada de la Alameda. Miniatura anónima publicada en Francia (segunda mitad del siglo XIX)

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sobre una roca escarpada y ocupa una elevada posi-ción en el centro de la ciudad.

Nos hospedamos en una posada de la Alameda, undestacado paseo adornado con naranjos, y allí tuvimosnuestra primera experiencia de las posadas españolas.Esta no fue muy mala, al menos tuvimos camas limpias,aunque la cocina, como de costumbre, no era precisa-mente para recomendarla.18

Por la mañana subimos al viejo castillo del cual sóloquedaban una pequeña torre y algunos muros ruinosos.19

Se puede dominar un espléndido panorama de toda lafértil vega con el Mediterráneo a lo lejos...»20

Y llegado a este punto nos relata la leyenda sobre elorigen de la ciudad, que contara, por primera vez, elhistoriador local Juan Vázquez Rengifo, en una obra que,escrita en 1614, ha permanecido extraviada e inéditahasta 1999, en que se ha dado a la estampa.21 Sorpren-de la información recibida, salvo que la señorita Tenison,hubiese tenido acceso al manuscrito de la obra extravia-da, o fuese informada directamente por alguien que hu-biese tenido acceso a ella:22

«... Una leyenda mora narra que el actual no es el empla-zamiento original de la ciudad. En los tiempos de Almanzorla ciudad fue regida por un príncipe moro que tenía unahija única, destacada por su belleza, y en la cual él des-pilfarró todos sus tesoros. Construyó para ella en las ver-des laderas de la sierra un magnífico palacio donde habi-taba. Mas ocurrió que el alcalde de Vélez, excitado porlas enardecidas descripciones que continuamente oía desus encantos, determinó aprovecharse de una ausenciatemporal de su padre y la raptó. Tuvo éxito en esto, perolos resultados de este rapto fueron de lo más funesto. Tanpronto las noticias del ultraje llegaron a oídos del padre,marchó al frente de las tropas que precipitadamente pudoreunir, asaltó y derribó la ciudad. El Alcalde y toda sufamilia fueron asesinados y el castillo y la ciudad arrasa-dos hasta sus mismos cimientos. Los desgraciados habi-tantes empezaron pronto a reconstruirla pero el anterior ycalamitoso emplazamiento fue evitado y la nueva funda-ción se separó un poco para asentarla en el emplaza-miento de la ciudad actual...»23

Y para terminar de dar muestras de su abundante informa-ción, sobre la capital de la Axarquía malagueña, refiere,a continuación, cuál es el escudo de la ciudad, así comosu origen y lo que conmemora:

«...Vélez muestra por armas en su escudo la figura de unrey a caballo derribando moros, con uno de ellos muer-to a sus pies.24 Estas armas le fueron otorgadas en con-memoración de haber alcanzado Fernando la victoriade matar un moro con su propia mano en una refriegaocurrida durante el asedio...»25

En la parte final de su referencia, la viajera nos cuenta,como hiciera a la llegada, los detalles del camino por elque pasa a su salida de la ciudad:

«...Desde Vélez el camino va serpenteando el río, entra enel valle y atraviesa las montañas. Recorre numerosos naran-jales que en esta estación florecen y esparcen un deliciosoperfume. Recorrimos diversos y pintorescos paisajes antesde llegar a un pintoresco pueblo llamado Viñuela, tras elcual el aspecto del entorno cambió radicalmente. Los férti-les valles cultivados dieron paso a un escenario más áridoy estéril: a la derecha se elevan las áridas laderas de Tejedacon varios pueblos que parecen colgados de las alturas ylugares surcados con numerosos barrancos y deterioradoscursos de agua, al parecer por las devastadoras riadas enel arenoso suelo. Ante nosotros se alzaba una alta cadenade montañas rocosas a través de una amplia garganta quetuvimos que atravesar para alcanzar las tierras altas en laparte más al norte de las montañas. Este paso se denominala Puerta de Zafarraya...»26

Antes de despedir a esta viajera resulta necesario decirque el más grande de los viajeros ingleses de todos lostiempos, Richard Ford, dio a la obra de esta viajera unarecensión favorable en Londres el 30 de julio de 1853 enel Athenaeum; pero, en una carta privada a su amigoGayangos, comentaba que el libro no era sino «...unaversión diluida del Hand-Book, en cuyo texto parece ha-berse basado uno de los «negros» de Bentley»....27

En 1867 se publica, también en Inglaterra, en la ciudad deLondres, el libro titulado Impressions of Spain in1866, acargo del editor Richard Bentley, con 280 páginas en octa-vo y cincuenta ilustraciones. Su autora era Lady ELIZABETH

HERBERT, de la cual sabemos muy poco. Podemos afirmar,exclusivamente, que nació en 1826, y contaba, por tanto,cuarenta años de edad cuando recorre España. Su periploespañol comienza por San Sebastián, y, tras bajar al sur(Córdoba-Málaga-Granada-Gibraltar-Cádiz y Sevilla), re-torna al norte, acabando su relato en la histórica Valladolid.

Al paso entre Málaga y Granada hace una referencia ala capital de la Axarquía confesando que el camino que

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se ve obligada a escoger es el de Loja, aunque su inten-ción era haberlo hecho por Vélez-Málaga...

«... Sus intenciones fueron ir a caballo, cabalgando porVélez-Málaga y los baños de Alhama, pero la recientefuerte lluvia caída había convertido las montañas en to-rrentes de agua, y algunos de los viajeros que lo intenta-ron fueron obligados a volver...»28

En los años de 1870-71 la dama inglesa Mary CatherineJackson hace un viaje al sur de España recorriendo Gibral-tar, Cádiz, Sevilla, Córdoba, Granada y Málaga. El frutodel periplo se publica en Londres, en 1873, con 301páginas en 8º, bajo el título Word-Sketches in the SweetSouth (Palabras abreviadas sobre el dulce Sur), siendo eleditor nuevamente Richard Bentley. En este libro –que aúnno se ha editado en castellano– al recordar el trayectodesde Granada a Málaga, hace una escueta y enigmáti-ca descripción de su paso por Vélez-Málaga.

Pocos textos de viajeros hemos encontrado con una im-presión tan extraña y sorprendente de la ciudad que nos

ocupa. La única explicación que hallamos al inesperadotexto es que, consternada la autora por el cementerioveleño, muy próximo al camino por donde ella llega aVélez-Málaga, éste fuese lo único de la ciudad reseñadomas tarde en su «Palabras abreviadas...»

«... Un corto recorrido por la carretera de Vélez-Málagale sitúa a usted allí. Está situada en una ladera que miraal mar y aunque en este jardín de la muerte dejamos elmusgoso césped, los cercanos nichos, los limpios y em-pedrados paseos y la apariencia perfecta daban a en-tender que tal lugar parecería de la vieja Inglaterra, sinembargo está plantado con arbustos y flores que flore-cen en la más rica vegetación, entrelazando las losascon verdes ramajes, haciendo estallar los más vistososcapullos de la tierra, bajo los cuales reposan muchosjóvenes bellos...»29

Y, para terminar vamos a recordar a Frances ELLIOT (1820-1898), hija única y heredera de Charles Dickinson, deFarley Hill Court (Bekshire), que se casó dos veces, y via-jó y escribió mucho, utilizando diversos nombres para fir-mar sus obras: Frances Vickriss Dickinson, Frances Geils,

«Vista general de Vélez-Málaga», (Nicolás Chapuy, 1844).

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Florentia y Florentine, Mrs. Gilbert Elliot... En los años 1881y 1882 hizo un viaje por España que cuenta en su libroDIARY OF AN IDLE WOMAN IN SPAIN, que fue publicado enLondres un par de años después.

En Málaga estuvo esta viajera en el mes de marzo, y laciudad le causó una impresión horrenda en todos los sen-tidos. No tenemos noticias de viajero alguno que hayahablado tan mal de Málaga. «...¡Málaga es un lugarhorroroso!... ¡Vosotros, miles de viajeros ingleses,eludidla!... ¡No penséis en tal lugar!... ¡Borradlo del pen-samiento y arrojadlo lejos como un casco de vasija!...¡Un lugar sin una sombra o un banco donde sentarse, sinun trozo de verde, sin un muro pintoresco, sin un monu-mento, sin un vestigio de antigüedad o belleza!...» Me-nos mal –visto lo visto, al referirse a Málaga– que la refe-rencia a Vélez es una simple cita, que no llega ni a lacategoría de instantánea:

«... Todo es reverberación, con una larga línea de pe-queños cabos en la orilla del mar en dirección a Vélez-Málaga y Alhama...»30

N O T A S

(1) ECHEVERRÍA PEREDA, Elena publicó en 1995 el libro titulado An-dalucía y las viajeras francesas en el siglo XIX (Universidad deMálaga); y, en 1996, el artículo «La Málaga del XIX vista porlas viajeras francesas», en la Revista Jábega 75, páginas 53-62. Conocemos además, al menos, una docena de libros deviajeras por España, la mayoría de ellas inglesas. Las mássignificadas y conocidas, y los títulos de sus obras, son: Ma-ría Catalina Le Jume de Berneville (Madame D’Aulnoy), Rela-ción del viaje de España (1679) y Memorias de la Corte deEspaña ; Elizabeth Vassall Fox (Lady Holland) (1802-1804),The Spanish Journal of Elizabeth Lady Holland; Laure Junot,Souvenirs d’une ambassade et d’un séjour en Espagne et enPortugal,de 1808 á 1811 (París,1837); Lady ElizabethGrosvenor, Narrative of a Yacht Voyage in the Mediterraneanduring the years 1840-41 (Londres, 1842); Isabella F. Romer,The Rhone, the Darro and the Guadalquivir; a summer ramblein 1842 (Londres, 1843); Lady Louisa Tenison, Castile andAndalucía (Londres, 1853); Lady Elizabeth Herbert, Impressionsof Spain in 1866 (Londres, 1867); Frances Anne Vane, mar-quesa de Londonderry, A Journal of a Three Months’ Tour inPortugal, Spain, etc. (Londres, 1843); Dora Quillinan, Journalof a Few Months’ Residence in Portugal, and Glimpses of theSouth of Spain (Londres, 1847); María Witson, Spain andBarbary (Londres, 1837); Mary Catherine Jackson, Word-

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«Vélez-Málaga», George Vivien (1838).

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Sketches in the Sweet South (Londres, 1973); Frances Elliot,Diary of an idle woman in Spain. (London, 1884); etc

(2) Conocida dentro de la literatura de viajes como MadameD’aulnoy, o la Condesa D’aulnoy, modo en que firmaba suslibros. Folché del Bosch, textualmente dice «...Mary-Catherined’Aulnoy, née Le Jumel de Berneville (1650-1705)...» en la pá-gina 85 de su Bibliographie des Voyages.... Amsterdam, 1969.

(3) María Catalina, emparentada con las familias de alto linajede Normandía, se casó con el barón D’Aulnoy, Francisco dela Motte, a los 16 años. Un matrimonio de conveniencia, con30 años de diferencia entre los cónyuges,

(4) Según GARCÍA MERCADAL, J. (Viajes por España, Alianza Editoral,Madrid, 1972, página 186) ella y su madre se vieron acusa-das de envenenar al caballero La Motte, cuya fortuna, al pa-recer, madre e hija acechaban.

(5) París: Claude Barbín, M.DC.XCI, 3 vol. in I2. 8 ff. Prél. N. ch.-336, 343 et 419 pp.; La Haye, 1691, 3 vol., in I2; La Haye,1692, 3 vol., in I2; La Haye: Henry van Bulderen, M.DC.XCIII,3 vol. in I2, 184,176 et 228 pp.; Leipsig, 1695, 3 vol. in-8;París, 1697; París, 1699; La Haye, 1705; Utrech, 1705, in-4; La Haye, 1712; La Haye, 1715; Amsterdam, 1716; Leipzig,1723; Londres y París, 1774; Madrid, 1891, in-8, etc.

(6) En 1962 bajo el subtítulo de «La Condesa D’Aulnoy, viajeraen España y amiga de las hadas», se publica Viaje por Espa-ña en 1679 y 1680 y cuentos feericos, Editorial Iberia, Co-lección Obras Maestras, con traducción y notas de MartaCorominas y Mercedes M. Villalta. Barcelona, 1962. La edi-ción incluye ocho cuentos.

(7) MADAME D’AULNOY, Relation du voyage d’Espagne. Claude Barbin.París, 1691. (Nos ayudó en la traducción del texto nuestro com-pañero y amigo el profesor don Manuel Román Cotrina.)

(8) Hemos revisado las actas de cabildo correspondientes a esasfechas en el (A)rchivo (H)istórico de (V)élez-(M)álaga sin resul-tado positivo al respecto.

(9) Publicado en tres partes, correspondientes a los días 11, 18 y24 del mes de agosto de 1971. Sol de España, Marbella,1971).

(10) Páginas 75-86 del número 23, año XXI, de la RevistaGibralfaro, Revista del Instituto de Estudios Malagueños, Con-sejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato JoséMaría Quadrado. Málaga, 1971.

(11) ROMER, I. F. The Rhone, the Darro and the Guadalquivir; asummer ramble in 1842. R. Bentley, London, 1843. Traduc-ción: Alfonso Vallejo Franco de Espés, Revista Gibralfaro nº23, página 78.

(12) No es fácil vislumbrar realmente la costa africana. No obstan-te tenemos noticias de otros viajeros que, procedentes de Gra-nada camino de Málaga, pasando por Alhama y Vélez-Má-laga, al bajar hasta el valle veleño desde Zafarraya, creyeronver –y así lo cuentan– la costa africana, cosa al parecer posi-ble, en raros momentos del año, con la atmósfera muy limpiay poseyendo una excelente agudeza visual.

(13) Lady Louisa Mary Anne Tenison pasa por Vélez-Málaga en laprimera semana de abril.

(14) El camino de Málaga a Granada por Vélez-Málaga y Alhamaera alternativo al que pasaba por Loja, y, sin duda, más pin-toresco. Ello ha hecho que múltiples viajeros, al elegir esterecorrido, pasen por la capital de la Axarquía.

(15) Las referencias al áloe entre Málaga y Vélez-Málaga es unaconstante en muchos de los viajeros, desde que lo señalara elalemán Jerónimo MUNZER en su Viaje por España y Portugal enlos años 1494 y 1495. (Edición en español. Madrid, 1924.Traducción de Julio Puyol).

(16) TENISON, L. Castile and Andalucía. Richard Bentley. London,1853. Página 32 y siguientes. (Para esta traducción tuvimosla inestimable colaboración de nuestro amigo el profesor donEmilio Alonso de Prado.)

(17) Ibídem.(18) Esta es la primera «buena» impresión que aparece en la bi-

bliografía de viajes sobre las posadas veleñas, famosas porsu desatención, falta de higiene y desagradable puesta enescena. Lady Louisa sabía de esta fama por los libros de via-jes que había leído y corrían por toda Europa.

(19) El viejo castillo árabe de Vélez-Málaga había sido dinamitadopor las tropas francesas cuarenta años antes, en 1813, almarcharse de la ciudad.

(20) TENISON, L. Castile and Andalucía. Richard Bentley. London,1853. Página 32 y siguientes.

(21) VÁZQUEZ RENGIFO, J. Grandezas de la ciudad de Vélez y hechosnotables de sus naturales. Arte y Cultura, y Delegación de Cul-tura del Ayuntamiento de Vélez-Málaga, Vélez-Málaga, 1999.

(22) También pudo recibir la información leyendo la obra del histo-riador, y cura de la Iglesia de San Juan Bautista de la ciudad,Francisco de Védmar, que, en el año 1652 había publicadouna historia local con el título Historia sexitana de las grande-zas de la ciudad de Bélez en la que recogía el capítulo, referi-do al origen de la ciudad, de la inédita de Vázquez Rengifo.

(23) TENISON, L. Obra citada, página 34.(24) En esto se equivoca dado que no es un islámico sino un mozo

de espuelas castellano el que está muerto a los pies del Rey.(25) TENISON, L. Obra citada, página 34.(26) TENISON, L. Obra citada, página 35.(27) Página 312 de Los curiosos impertinentes de Ian Robertson.

SERBAL/CSIC Barcelona, 1988. (Segunda edición)(28) HERBER, E. Impressions of Spain in 1866. Richard Bentley.

London, 1867. Traducción: Emilio Alonso de Prado.(29) Página 280 de JACKSON, M. C. Word-Sketches in the Sweet

South. Richard Bentley. London, 1873. Traducción: EmilioAlonso de Prado.

(30) ELLIOT, F. Diary of an Idle Woman in Spain. London, 1884.Traducción: Juan Martín (Para Viajeros Románticos en Málaga,de Jesús Majada Neila, publicado en Salamanca, en 1986).

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SIETE VIAJEROSINGLESES EN MARBELLA

(1809-1949)MARÍA ANTONIA LÓPEZ-BURGOS

¿QUIÉN NO HA OÍDO hoy hablar de Marbella? ¿De susparadisíacas playas, de sus bosques de pinos que se dejanacariciar por las azules aguas del Mediterráneo? ¿Quienno conoce ahora su inigualable clima, el glamour de susvisitantes y la hospitalidad de sus gentes? El sólo hechode pronunciar su nombre nos trae a la mente un lugardonde la naturaleza ha derrochado toda su bondad, pero,si nos detenemos un momento y volvemos la vista atrás,comprobamos que esto no siempre fue así, y que hastahace relativamente poco tiempo España, en general, eraun país desconocido para los extranjeros. A lo largo dela historia el ser humano siempre ha sentido la necesidadde viajar y en gran medida la de dejar constancia dehaber realizado el viaje. Hasta el siglo XVIII en Europa seviajaba principalmente por necesidad, hasta que debidoa un cambio de mentalidad, a la mayor facilidad en lascomunicaciones y a otros factores que sería muy largoenumerar aquí, como fueron el Grand tour1 y las corrien-tes románticas, la gente empieza a viajar por placer aun-que no se pierde el componente de aventura y riesgo queva asociado a cualquier viaje.

En este breve artículo he recogido los relatos de seis viaje-ros procedentes de Gran Bretaña que realizaron la rutaentre Gibraltar y Málaga o viceversa y un séptimo que

La autora de este trabajo haseleccionado y traducido losrelatos de siete viajeros quepasaron por Marbella, unos enla primera mitad del siglo XIX yotros a mediados del XX.Quedan como muestrade las curiosas reflexiones quetras su paso por la ciudadescribieron los británicos,para la interpretación dellector actual.

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llegó a Marbella procedente de Sevilla por el camino quepasa por Ronda, sin pretender en ningún momento ofrecerun estudio exhaustivo de viajeros que describieron esta zona.

Una vez seleccionados los libros he traducido del ingléslos relatos que se refieren a Marbella y al viaje en sí hastala propia ciudad, manteniendo la grafía de los topónimostal y como aparecen en las obras originales. En algunasocasiones he resumido el contenido de los párrafos ante-riores y posteriores que no tienen una relación directa conMarbella si bien he pensado que pueden situar al lectoren el contexto en el que se realizó el viaje.

Unas veces a caballo y otras en diligencia u otro tipo decarruaje2 , se aventuraron por los caminos y disfrutaron deuna maravillosa franja costera que, en la época que nosocupa, estaba aún sin profanar.

Sir John Carr

Autor de la obra Descriptive Travels in the Southern andEastern Parts of Spain and the Balearic Isles (Majorca andMinorca) in the year 1809, publicada en Londres en 1811.

Después de una breve estancia en el Peñón de GibraltarSir John Carr se dispuso a viajar hasta Málaga pasandopor Algeciras, San Roque, Estepona, Marbella,Torremolinos y Churriana, hasta llegar a Málaga.

«Cruzamos el Guadiaro, y al igual que los españoleshabían calculado, tardamos unas ocho horas completaso aproximadamente unas veintiocho millas hasta Estepona,nuestra primera parada. Cuando nos íbamos aproximan-do pasamos por varios melonares aunque toda la zonaestaba muy poco cultivada. La playa, digna de menciónpor la transparencia de sus guijarros, era muy bonita. Elpueblo está situado a la orilla del mar, a los pies de SierraVermija y tiene un aspecto muy bonito y pintoresco. Merecordó mucho la antigua ciudad de Andernach en elRhin. La población es de entre dos y tres mil habitantes.Desde aquí se exportan en cantidades considerables unvino de muy buena calidad, frutas y carbón. Comimos enuna posada muy buena. Cerca de este pueblo comien-zan las torres vigías que recientemente se están introdu-ciendo en las costas de Irlanda e Inglaterra.

Nuestro camino a caballo hasta Marbella, lugar en el queteníamos la intención de dormir, iba en parte sobre la llanu-

ra, en parte por escarpadas y elevadas montañas desdedonde había magníficos paisajes. Cruzamos el Guadal-marza, el Verde, y numerosos ríos más pequeños que, aun-que entonces iban prácticamente secos, cuando crecen eninvierno debido a los torrentes de montaña, incrementan sucaudal y su fuerza haciéndose verdaderamente espantosoy a veces resultan fatales para los viajeros.

A eso de dos horas y media del pueblo, pasamos por losrestos de un acueducto y entramos en el Reino de Grana-da. Marbella se encuentra bellamente situada en unabahía. Su alameda es muy bonita pero la posada se co-rresponde mal con la apariencia del pueblo. Creo quenunca he dormido en un agujero tan tenebroso. Mi com-pañero, señalando a una mujer, le preguntó al patrón:¿Es esa su esposa? A lo que él contestó de la forma en laque lo suelen hacer: ¡Si señor, a su disposición!

Desde este pueblo se exportan: vino, uvas pasas, cuero,hulla, carbón vegetal y madera. En las cercanías hay unagran plantación de caña de azúcar y cerca hay un inge-nio o molino que pertenece al Sr. Gravigne y del cual dijoun Antillano que era superior a cualquiera de su clase quede los que hay en las Antillas. Aquí le recomiendo alviajero que se haga de provisiones para el día siguiente.

Después de dejar Marbella por la mañana cabalgamospor un camino aburrido hasta llegar a una venta miserablea eso de seis horas y media de distancia durante las cualespasamos por varias torres vigía, algunas de las cuales sediferenciaban de las otras en forma pero pocas eran com-pletamente circulares. Desde esta venta, donde comimos,gran parte de nuestra ruta iba a lo largo de la costa, cuyamonotonía empezaba a cansarnos, pero después aladentrarnos tierra adentro el paisaje alrededor se hizo muypintoresco e interesante». (Sir John Carr 1811: DescriptiveTravels in the Southern and Eastern Parts of Spain and theBalearic Isles (Majorca ana Minorca) in the Year 1809).

William Jacob

Viajero y escritor de temas diversos es el autor de la obraTravels in the South of Spain, publicada en Londres en1811. William Jacob, aunque militar, escribe como civil.Su obra refleja en todo momento una profunda preocupa-ción por la situación política de España, no debemos olvi-dar que su viaje tuvo lugar cuando estaban surgiendo losprimeros brotes de la Guerra de la Independencia.

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Desde Cádiz prosiguió viaje hasta Gibraltar, y desde allí,se dirigió a Málaga por San Roque, Estepona, Marbella,Mijas, Fuengirola y Torremolinos hasta llegar a Málaga.La carta XXXVII de la citada obra está fechada en Marbellaen enero de 1810.

«Por medio de mi amigo Mr. Viale, el cónsul de Sicilia,que está relacionado con el servicio de correos español,habíamos alquilado caballos para viajar hasta Granadadando órdenes de recogerlos en San Roque, lugar al quenos dirigimos por la tarde.

Desayunamos a las seis y estábamos cabalgando antesde que amaneciera. La primera hora de nuestro viaje lapasamos subiendo una árida montaña carente de todointerés, a excepción del que tenían las montañas máselevadas que había en la distancia.

Cuando llegamos a la cumbre y antes de comenzar adescender el paisaje se hizo más agradable; había mu-

chos arbustos mezclados con alcornoques que en lo quea forma y color se refiere se parecen mucho a nuestrosrobles, pero son de un tamaño más pequeño, y los arbus-tos y plantas hacían que el paisaje fuese muy bonito. Tam-bién pasamos algunos valles con prados llenos de verdory donde había algunas casas de muy buen aspecto ytambién observamos algunas vacas paciendo tranquila-mente por los alrededores. En las colinas que había alre-dedor vimos grandes rebaños de cabras comiendo perono vimos ovejas.

Cruzamos el Río Guadiaro, que baja desde Ronda a tra-vés de grietas en las montañas y a veces no se puedepasar excepto en una barca o balsa unas cuantas millasmás arriba. Nosotros de todos modos lo pasamos por unvado y pronto alcanzamos la costa y seguimos caminobajo la elevada sierra que a veces se llama Sierra de Gaucíny otras Sierra Vermeja, hasta que llegamos al pueblo deEstepona, donde, después de un largo y pesado camino acaballo, nos alegramos de podernos refrescar.

Grabado de F. Carter, Viaje a Gibraltar a Málaga (siglo XVIII)

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Las alforjas españolas se quedan muy cortas en la silla ytienen protecciones por delante y por detrás para evitarque el jinete se resbale tanto al subir como al bajar porempinadas o escarpadas montañas y por consiguiente esnecesario mantener las piernas casi en una línea recta,una postura muy incómoda al principio pero que propor-ciona un asiento más firme que nuestra manera de cabal-gar; cuando te acostumbras se hace agradable.

Estepona es un pueblo de pescadores que tiene casi milfamilias; pero ha sufrido tanto durante una terrible epide-mia en 1804, que su población se ha reducido, en com-paración con el número de familias, las cuales casi en sutotalidad viven de la pesca o de las frutas que cultivan yque llevan a Gibraltar. Visitamos un convento francisca-no, donde sólo había catorce monjes que parecían estaren un lamentable estado; incluso su iglesia no tenía nadadigno de mención y nos vimos gratificados solamente porel respeto y la atención que estos padres prestaron a nues-tros uniformes ingleses que con toda seguridad llaman laatención y provocan la amabilidad entre todo el clero.

Después de una comida a base de sardinas, un pescadopequeño que se coge en grandes cantidades en esta costa,

dejamos Estepona y continuamos camino a lo largo de laplaya. Tuvimos suerte de que el tiempo hubiese sido secoen los últimos días ya que cruzamos, entre el Guadiaro yeste punto, los lechos de más de catorce arroyos de cier-ta importancia, o ramblas, las cuales cuando llueve sonimpracticables.

Estos arroyos recogen las lluvias que caen en las eleva-das montañas o también recogen las aguas del deshielo;aunque ahora están secos de vez en cuando bajan contanta fuerza que no hay nada que se les pueda resistir.Cuando esto ocurre se suspende cualquier tipo de comu-nicación, puesto que ni los puentes ni las embarcacionespueden resistir la furia de las aguas; sin embargo, debidoa lo elevado de las montañas, el caudal de agua rápida-mente se reduce y los lechos vuelven a ser practicables alpoco tiempo. Aún se pueden ver las ruinas de varios pue-blos a uno de los lados del camino, entre el pie de lasmontañas y la playa. Estos estuvieron poblados por losromanos y se mencionan en el Itinerario de Antonio. Losinvestigadores han trabajado mucho para conocer sus nom-bres, tomando como base las descripciones de autoresantiguos así como las numerosas inscripciones y monedasque se han encontrado en varias zonas de la costa.

Castillo de Marbella (Foto: Archivo Temboury)

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A una legua de distancia, pasamos por el Río Verde, quebaja por una cañada o fisura entre la alta cordillera lla-mada Sierra Vermeja y la Sierra de Arboto. Después depasar este río, yo podría haber fácilmente pensado queme encontraba en Jamaica, ya que durante una distanciaconsiderable, a ambos lados de la carretera, plantacio-nes de caña de azúcar de nueve o diez pies de altura semezclaban con cultivos de arroz y varios molinos paratriturar la caña, accionados por los arroyos que bajan delas montañas, contribuían aún más a hacerme esta idea.El contraste de esta legua con las nueve restantes que yahabíamos pasado nos produjo una gran sorpresa así comoun sentimiento de placer; la llanura entre las montañas yel mar se fue haciendo cada vez más ancha y cada vezmás exuberante con todo tipo de productos tropicales,mientras que la zona que habíamos atravesado era are-nosa y árida sin otro arbusto que el palmito.

En esta llanura se cultivan con mucho éxito grandes canti-dades de algodón; el azúcar está incrementando su pro-ducción y también hay algunos cafetales, pero como lascantidades de esos productos es más considerable cercade Málaga y Vélez yo ofreceré mis observaciones acercade estos cultivos cuando haya visto esos lugares y hayaobtenido más información.

Las montañas bajo las que hemos pasado este día, son lasmás altas que yo haya visto, aunque no son iguales a lasque yo espero ver antes de llegar a Granada; la composi-ción de las primeras es variada, pero todas ellas descan-san sobre una base de granito; los estratos superiores, quecomienzan cerca de la superficie de la llanura, en algunaspartes son enteramente de mármol y en otras de cuarzo. Elmármol es de varios tipos, pero es principalmente de uncolor rojizo del que una de las montañas toma su nombre.

Nuestra jornada del día terminó con la llegada a esta ciu-dad, que tiene alrededor de ocho mil habitantes. La Plaza esmuy bonita y en el centro tiene una fuente magnífica de laque continuamente brota un agua clarísima procedente delas prodigiosas montañas que se levantan por detrás. Lascalles son estrechas pero por la noche se encuentran muybien iluminadas. El Ayuntamiento es un edificio muy bonitoasí como la iglesia parroquial. Hay tres conventos de mon-jes que, como yo no había oído nada especial acerca deninguno de ellos, pensé que no merecía la pena visitarlos.

La posada en la que nos hemos alojado proporciona hue-vos, sardinas y vino hecho en las montañas vecinas. Nues-

tros sirvientes ahora están ocupados en prepararnos lascamas en la habitación en la que hemos comido. Estascamas necesitan poco trabajo ya que están formadas porsacos llenos de paja cortada extendidos sobre el suelode losetas de barro. Como es probable que las mulas secoman mañana la paja sobre la que hemos dormido estanoche, el gasto para el posadero es ridículo.

Nuestra llegada pronto se supo en toda la ciudad y anosotros nos han visitado el corregidor acompañado por elalcalde. Cuando se dieron cuenta de que éramos inglesesdebido a nuestros uniformes, rehusaron inspeccionar nues-tros pasaportes, prodigaron los más efusivos elogios a no-sotros y a nuestro país y nos aseguraron que ellos, sus ca-sas y su ciudad, estaban a nuestra disposición y rogaroncon mucho fervor para que tuviésemos un feliz viaje.

En esta ciudad hay sólo un establecimiento comercial; losviñedos, las plantaciones de azúcar y algodón y los cafe-tales pertenecen a comerciantes de Málaga cuyos encar-gados los controlan. Hay un importante negocio de curti-dos que pertenece a los señores Bernanrds los cuales tam-bién realizan el posterior tratamiento de curtido y repuja-do del cuero.

Salimos de Marvella [sic. por Marbella] a eso de las seisen punto y llegamos a la costa mediterránea justo a lasalida del sol. La playa era firme y la carretera excelente.La Sierra que había a nuestra izquierda tenía un aspectomagnífico. A aproximadamente la mitad de camino des-de todo lo alto, en lo que los españoles llaman la falda seencuentra el pueblo de Mija [sic. por Mijas] que se aso-ma a la llanura».

Charles Rochfort Scott

El Capitán Charles Rochfort Scott pasó ocho años en laGuarnición de Gibraltar, entre 1822 y 1830.

Su obra, Excursions in the Mountains of Ronda and Grana-da (Londres, 1838) es un compendio de toda una serie denotas que fue tomando en los distintos itinerarios que, unasveces en acto de servicio, otras por placer, realizó por diver-sos puntos de España, principalmente por Andalucía, duran-te su larga estancia en el Peñón. Mientras estaban en Mála-ga esperando el vapor que les llevaría a Ceuta, dedicaronla mayor parte del tiempo a recorrer los alrededores de laciudad, una ciudad desierta porque el miedo al cólera ha-

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bía hecho que se marcharan muchos de sus habitantes apueblos cercanos como Alhaurín, Coín y Churriana. El Ca-pitán Charles Rochfort Scott aprovechó esos días de esperapara visitar Marbella, Monda y otros pueblos de la costa.

En Churriana se sintieron terriblemente desilusionados tan-to con el pueblo como con el alojamiento y dice queestaba casi tan sucio como Málaga pero que de algúnmodo era más saludable ya que «la porquería que cubrelas calles, como no está regada por ningún arroyuelo quela mantenga en estado de fermentación durante todo elverano, pronto se achicharra y se hace inocua. A la ma-ñana siguiente muy temprano salieron de la venta rumboa Marbella dejándose a la izquierda el pueblecito deTorre Molinos que está situado en la costa a eso de unalegua de distancia desde Churriana y después de doshoras y media llegaron al Benalmaina [sic por Benal-mádena]. Describe el pueblo y dice que está rodeado deviñedos, naranjales e higueras. En menos de una hora,siempre bajando, llegaron a Torre Blanca en cuyas cerca-nías dice que hay muchos restos arqueológicos y luego aFuengirola lugar del que dice que es muy pequeño, parti-cularmente sucio y con una población de 1000 almas.Dice que el castillo de Fuengirola acababa de ser restau-rado y que habían reconstruido toda la fachada occiden-tal y que el resto de los muros habían sido modernizados.

«Desde aquí a Marbella hay cuatro leguas. Durante laprimera, la carretera es bastante mala y las tres restantesno está tan mal. Sin embargo, las últimas ocho millas dela pedregosa pista se pueden evitar cabalgando a lo lar-go de la playa que es algo bastante agradable cuandoel sol se está poniendo y corre una ligera brisa de ponien-te y, sobre todo, cuando ha bajado la marea. Tambiéndebo observar aquí que el mar Mediterráneo realmentetiene flujo y reflujo, a pesar de que muchos otros puedanhaber dicho lo contrario.

Toda la costa está salpicada de torres construidas origina-riamente para avisar cuando se acercaba el enemigo.Son de todas las formas y épocas; algunas circulares conaspecto romano, otras angulares y son o árabes o cons-truidas siguiendo modelos sarracenos; algunas son deconstrucción relativamente reciente, aunque todas pare-cen que están a punto de derrumbarse.

A estas torres sólo se puede entrar por medio de escale-ras de mano y las que mantienen en estado habitableestán ocupadas por los guardas de las aduanas o para

decirlo de un modo más correcto, por los defraudadoresde la aduana. De vez en cuando han construido atalayasa lo largo de la línea de la costa, que equipadas conartillería y con una pequeña guarnición de soldados regu-lares sirven como punto de apoyo a un cierto número deespeculadores, permitiendo a los soldados ofrecer ayudaa los funcionarios de asuntos fiscales para mantener araya a los contrabandistas.

Marbella siempre ha supuesto un tema de discusión entrelos anticuarios3 ; algunos aseguran que no ocupa el lugarde ninguna antigua ciudad; otros dicen que se encuentrasituada sobre las ruinas de Salduba. La Martinière mantieneesta última opinión, quien tiene más razones para mantener-la que Carter para rebatirla. Ya que si esa ciudad «estabaen un promontorio escarpado, y entre este y la montañaque hay detrás no podía pasar ni una bestia» posiblementeno podría haber estado en el sitio donde la sitúa nuestrocompatriota, es decir, en las ruinas cerca de la Torre de lasBóvedas (a siete millas al oeste), donde una extensa llanurase adentra hacia tierra hasta casi dos millas.

De hecho, no hay sino dos promontorios entre el ríoGuadiaro y Marbella, donde (de ningún modo) podría es-tar construida una ciudad si tenemos en cuenta la anteriordescripción; es decir, en la Torre de la Chullera y en laTorre del Arroyo Vaquero, la primera sólo a tres y la segun-da a diez millas del Guadiaro; y un lugar bastante másprobable que cualquiera de estos, es el otero ocupado porla Torre del Río Real, a dos millas al este de Marbella.

Marbella se encuentra situada en una suave elevaciónsobre el nivel del mar y sus murallas salpicada de torres ysus estrechas calles demuestran que es completamenteárabe. Su muralla marítima realmente ya no está bañadapor las olas del Mediterráneo, así pues el pueblo se lopueden evitar todos aquellos que no deseen que los de-moren o verse sujetos al engorro de tener que hacer todoslos trámites de comprobación del pasaporte, y el dichoespañol «Marbella es bella, pero no entres en ella» deforma significativa, aunque misteriosa, sugiere la pruden-cia de permanecer fuera de sus murallas; pero este pe-queño consejo poético fue quizás lo único que algún des-afortunado contrabandista había dejado para ofrecer asus compatriotas, y nosotros, como andábamos buscan-do un lugar donde comer y un alojamiento para pasar lanoche nos sometimos pacientemente a las formas y cere-monias prescritas para tales ocasiones a las puertas deuna fortaleza.

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Para hacer justicia a los españoles, estos no suelen tardarmucho en sus operaciones, aceptándose la primera ofer-ta sin ningún tipo de regateo; y en consecuencia, des-pués de haberse embolsado la peseta, y decirnos quetodo estaba corriente, continuamos sin ningún otro impe-dimento hacia la Posada de la Corona que, situada enuna bonita y aireada plaza, estuvimos agradablementesorprendidos de encontrar que se trataba de una posadamuy buena.

Marbella, aunque investida con la pompa y solemnidadde la guerra, no es más que una fortaleza despreciable.Un antiguo castillo árabe, que se encuentra situado en elcorazón del pueblo, constituye su principal fuerza; ya que,aunque su perímetro es completo y bastante bien levanta-do, si tenemos en cuenta su gran antigüedad, de hecho,debido a la poco considerable altura de sus murallas y alineficaz fuego contiguo que las protege, no podría ofre-cer más que una débil resistencia a un enemigo.

Un fuerte independiente, que antiguamente cubría la pla-za de los ataques desde el mar, y flanqueaba la fachadaoccidental de la muralla del pueblo, ha sido demolidohasta el suelo, así pues ahora los barcos pueden atacarcasi con impunidad.

El pueblo esta particularmente limpio y bien habitado, laparte de la población que se dedica a la pesca se agru-pa de forma que conviene a su ocupación, en un barriogrande en la zona de levante. La fortaleza encierra variasiglesias grandes y conventos, además de la ciudadela ocastillo árabe, así pues, dentro de las murallas el espacioque queda para calles es muy reducido; sin embargo loshabitantes del propio pueblo no pueden calcularse enmás de cinco mil, mientras que los del barrio puede quelleguen a mil quinientos.

El comercio de Marbella es insignificante; las frutas y horta-lizas que crecen en los alrededores son muy buenas, dichosea de paso, pero la proximidad con la escarpada Sierrade Juanal limita su cultivo a un anillo muy estrecho alrede-dor de las murallas del pueblo; y por otro lado, las valiosasminas que hay en las cercanías, que antiguamente le ase-guraban a Marbella un comercio próspero, se abandona-ron completamente hace muchos años; así pues, de he-cho, lo único que se puede exportar es el pescado.

No hay puerto, pero los barcos pueden encontrar puntospara fondear en aguas profundas cerca de la costa; elFoto Archivo Temboury

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atraque también es bueno puesto que se realiza sobreuna magnífica arena endurecida y he visto que están cons-truyendo un pequeño muelle. Parece probable que en tiem-pos remotos hubiese muchos pueblos dedicados al co-mercio situados a lo largo de la costa, entre Malaca yCalpe, desde donde se llevaba a cabo un florecientecomercio con el Este, ya que toda la cadena de monta-ñas que bordea el Mediterráneo es muy rica en metales,especialmente a lo largo de la zona costera entre Marbellay Estepona; y es evidente que las operaciones de mineríaa gran escala antiguamente se realizaban aquí ya quelos túmulos formados por la tierra excavada al buscar losmetales preciosos aún se pueden ver así como los cana-les para el blanqueo por los cuales el agua que penetra-ba en las minas se conducía hacia abajo por las laderasde las montañas. Los metales contenidos en estas cordille-ras son principalmente, plata, cobre, plomo e hierro; delos dos primeros yo he visto unas muestras muy buenas.

La riqueza y la comparativa proximidad de estas minasllevaron a los Fenicios y a los Romanos, quienes no hayduda de que las explotaron, a abandonar las minas decobre de Cornwall; porque, mientras que la necesidad lesobligaba a venir a Inglaterra en busca de estaño, se obser-va que en muchos lugares, donde, al extraer ese metal, seencontraron también con filones de cobre, ellos sólo sellevaban el estaño; una circunstancia que ha hecho singu-larmente rentables algunas de las recientemente explota-das minas de cobre córnicas, y lleva con toda naturalidada la suposición de que los antiguos conseguían el cobre aun coste mucho menor desde algún otro país.

Del mismo modo que las viejas minas romanas en Inglate-rra se han vuelto a abrir con un gran rendimiento debidoa nuestro conocimiento del inmenso poder del vapor, yde los medios de aplicación de esa energía a fines hi-dráulicos, del mismo modo las minas de España podríanvolverse a explotar con el éxito asegurado. El Capital y laseguridad –las dos grandes cosas que faltan en España–se necesitan sin embargo para permitir que los emprende-dores se embarquen en la aventura. Marbella se encuen-tra a cuatro leguas de Estepona, y a diez de Gibraltar;pero aunque las cuatro primeras se pueden establecercon el cálculo usual de cuatro millas cada una, las seisrestantes de hecho no pueden ser calculadas bajo cuatroy media cada una, haciendo que toda la distancia aGibraltar sea de cuarenta y tres millas y desde Málaga aGibraltar de setenta y nueve millas4».

Richard Ford

Sin lugar a dudas el viajero más importante de los querecorrieron la geografía española en esta primera mitaddel siglo XIX. En 1830 visitó España y permaneció tresinviernos en Sevilla y dos veranos en Granada. En 1845publicaba John Murray una obra maestra de la literatura deviajes, el Handbook for Travellers in Spain. A mediados dejunio de 1832 viajó desde Gibraltar a Málaga. La rutaXXII de su Handbook5 es la que recoge el trayecto entreGibraltar y Málaga, que puede hacerse por la Venta delGuadiaro, Estepona, Marbella, Ojén, Monda y Málaga opor Marbella, Fuengirola, Benalmádena y Málaga.

«Gibraltar como observó Estrabón queda a aproximada-mente medio camino entre Cádiz y Málaga. El caminode herradura que va por la costa es tan arenoso como lastrochas de la Serranía son pedregosas; todo el trayectoestá salpicado de atalayas. Se pasa por las «Líneas» a lolargo de las arenas, cruzando el peligroso valle delGuadairo, Fluvius Barbesulae [se llega a] Estepona,Cilniana, que fue construida en 1456 utilizando los mate-riales de un antiguo pueblo árabe en ruinas. Abastece «alPeñón» de fruta y verduras. Quedan unos cuantos arcosdel antiguo acueducto de Salduba en Las Bovedas. Enlas colinas que hay hacia la izquierda está Manilba, laHedionda (como las aguas de Harrowgate de la costa).El fétido manantial es insoportable para el olfato y el pa-ladar pero es muy beneficioso para el estómago; el olor yel sabor, teniendo en cuenta las leyendas locales, se atri-buyen al suspiro de adiós de un demonio acuático quien,al ser expulsado por Santiago, se evaporó, como un abo-gado moribundo con un sulfúreo tañido.

Luego se cruza «el río Verde». Este torrente de montaña encuyas orillas crecen las adelfas es traducido por el Arzobis-po Percy como un «río apacible con sauces en sus orillas»:sin duda el prelado nunca lo cruzó, como nosotros lo he-mos hecho, cuando estaba crecido a causa de las intensaslluvias; pero como él dijo: «verde no sonaría bien». ?Quéhabría hecho él con el Mar Rojo? Este río es uno de los quese recuerdan con tristeza en las baladas españolas. En lasmontañas que hay por encima, Alonzo de Aguilar, con laflor de los caballeros andaluces, fue atacado y asesinadopor El Feri, de Benastapar. Los huesos sin enterrar, aún ex-puestos a los rayos del sol, fueron encontrados en 1570por su bisnieto; y así, durante muchos años seguirá el pasode Cabool sembrado de huesos.

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Los españoles al igual que los orientales, frecuentementedejan al muerto al buitre, el rechamah de las Escrituras.Los iberos creían que las almas de aquellos cuyos cuer-pos eran expuestos de ese modo eran transportados alcielo al instante (Sil. Ital. iii. 342; xiii. 471). Los antiguosmantenían que este pájaro era sagrado debido a quenunca atacaba a los vivos, y era un excelente director depompas fúnebres y carroñero. España es la tierra de losbuitres. Las bandadas permanecen inmóviles en el airesobre su presa, y se elevan malhumorados cuando se lesmolesta, batiendo sus pesadas alas. Durante las últimasguerras el número de estos emplumados guerrilleros semultiplicó terriblemente como el del tipo latro implumis.Las batallas, los asesinatos y las muertes súbitas propor-cionaban sustento a los que comen carroña, cuyo númerose incrementó cuando se les suministró alimento.

La falta de recato de los españoles hacia los cadávereses digna de mención. Un hombre vivo tiene poco valor,un muerto mucho menos....

«Marbella, es un pueblo muy bonito con un bonito nom-bre que se levanta en medio de arboledas y huertos. Se

dice que la Reina Isabel exclamó «¡Que Mar tan bella!»Marbella es delicada y bella y, al igual que la esposa dePutifar, se dice que roba prendas de vestir:

«Marbella es bella, no entres en ella;Quien entra con capa, sale sin ella.»

La posada La Corona está bien. Consúltese: «Conjeturasde Marbella» de Pedro Vasquez [sic por Vázquez] deClavel, 4to. Cordova [sic por Córdoba]. Le fue arrebata-da a los moros en 1485. Las minas de hierro de Herediaque están a 1 legua merecen una visita; ahora se encuen-tran a pleno rendimiento; el mineral extraído tiene entre70 y 75 por ciento de metal, pero la falta de combustibleneutraliza esta bendición de la naturaleza. Los bosquesde España se están talando por todas partes de maneraimprevisible, mientras que el carbón de Asturias ya casino se utiliza.

La carretera ahora se bifurca; la que va por la costa pasapor el castillo de Fuengirola –Suel– donde se inmortalizóel propio Lord Blayney... pero dejemos que el viajero evi-te esas escenas de deshonor y continúe hacia la izquier-

«Vista de Marbella» (Grabado del libro de F. Carter, Viaje de Gibraltar a Málaga)

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da, por las montañas, hacia Coin». (Richard Ford, 1845:Handbook for Travellers in Spain).

Samuel Edward Widdrington

Escritor de temas sobre España, Samuel Edward Cook via-jó por España entre 1829 y 32, publicando en 1834Sketches in Spain in the Years 1829, 30, 31 and 32. Mástarde tomó el apellido Widdrington y volvió a la Península.Fruto de este viaje fue la obra Spain and the Spaniards in1843, publicada en Londres en 1844. En 1843, mientrasestaba en Sevilla, planeó un viaje a Ronda y Málaga porUtrera, Coronil y Zahara hasta Ronda; y Puerto Robledo,Marbella y Benalmádena hasta a Málaga. Lo justifica di-ciendo que ya en 1829 había realizado el mismo viajepero entonces lo hizo a la inversa y que en aquella ocasiónno pudo observar la vegetación y que en este viaje desea-ba hacerlo puesto que la época era mejor. Amigos espa-ñoles le recomendaron ponerse en contacto con un talSalazar que, aunque le cobraría caro, le alquilaría caba-llos y le buscaría un mozo. Le habían comentado que lacarretera pasaba por un bosque de Pinus pinsapo y queestos coronaban las alturas por encima del puerto para locual el se había hecho acompañar por un guía que leacompañara en su escalada a la cima, pero dice que noencontró más que unos cuantos pinos ya que el pinsaparsólo se podía ver con claridad en las escarpadas laderasde la Sierra de las Nieves en lugares de difícil acceso.

«La carretera a Marbella que me habían dicho que eramuy mala resultó ser aún peor de lo que yo había calcula-do por lo que el descenso se hizo muy lento6 , con unpromedio de media legua a la hora. Sin embargo me vicompensado puesto que dispuse de bastante tiempo paraexaminar la zona y disfruté de las magníficas vistas quehabía en todas direcciones. Las sucesivas cordilleras delAtlas se veían con claridad en el purísimo cielo azul y nopodía haber nada más grandioso que los efectos atmos-féricos de un día radiante. Pasé por los restos esparcidosde Pinus pinaster que habían destruido tanto que dudé silos pocos tocones que habían dejado puesto que no po-dían ser convertidos en carbón, serían suficientes paraque volviesen a brotar otros dispersando sus semillas»

Luego pasaron por una zona de alcornoques y jaras quepor el momento están conservando. En el camino encon-traron a unos carboneros que vivían en una cabaña yquienes les ofrecieron agua, lo único que parecía que

Foto Archivo Temboury

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ellos tenían. Dice Widdrington que su aspecto era detodo menos agradable, y dice que le dio la impresión deque en cualquier momento cambiarían de ocupación y sededicarían a atracar viajeros. Dice que estos fueron losúnicos seres humanos que vieron en todo el trayecto entreRonda y las fundiciones, y que los únicos que utilizabanesta carretera eran los pescadores de la costa quienes ensus burros transportan por la noche los frutos de su trabajohasta la capital de la Serranía.

«Al descender por la agreste cañada pude ver con niti-dez un pueblo bastante grande al otro lado del valle ha-cia el este, por el que corren las aguas del Río Verde, elrío de Marbella. Este pueblo tiene el nombre de Istán,que es completamente árabe y está situado en un lugarapartado y muy agradable a los pies de la Sierra de lasNieves. No hay ninguna carretera desde Ronda hasta allíque esté marcada en los mapas pero no hay duda quehay alguna que no será peor que la que yo estoy atrave-sando. Por debajo del pueblo vi claramente una veredamuy buena que llegaba hasta Marbella. Si hay alguienque desee hacer la ruta entre Ronda y la costa, especial-mente si esa persona ha pensado incluir el bosque depinsapos como parte de sus intereses, no hay duda deque sería mejor que hiciera las indagaciones necesariaspara poder hacer una parada en Istán. En otros aspectos,en lo que a vistas y a historia natural se refiere, es preferi-ble el escarpado descenso desde Puerto Robledo.

Después de pasar la cantera de serpentina la bajada fuemejorando y pronto llegamos a los pies del puerto y gi-rando hacia el este encontramos las dos fundiciones dehierro en la ribera del río. Yo ya había visitado una deellas durante sus primeros tiempos en 1830 y la otra ha-bía sido posteriormente instalada por el Coronel Elorza.Son simples casas de fundición y la energía se obtienedel río que baja desde la Sierra de las Nieves e inclusoahora, aunque la estación esté bastante avanzada y des-pués de que los calores hayan comenzado desde hacealgún tiempo, baja con un caudal considerable.

La instalación más grande pertenece a la acaudaladacasa de Heredia en Málaga, la otra a una compañía dela misma ciudad. El metal no es sólo de la mejor calidadsino que como he oído de una gran autoridad, viendoque no podían hacer frente a un encargo, tuvieron queimportar 2000 toneladas de mineral desde Inglaterra, ylo encontraron tan inferior al suyo propio en cuanto a lacalidad, que esto les causó una gran pérdida a conse-

cuencia de la insatisfacción de sus clientes. Había acu-mulados montones de hulla y carbón vegetal, estos últi-mos de gran tamaño. Los restos del bosque que yo habíavisto habían sido completamente transformados por lahabilidad de los carboneros que los habían quemado, ylos troncos de los inmensos árboles permanecían en unestado tan perfecto y con una forma tan poco alteradaque podrían haber sido fácilmente estimadas las dimen-siones de cada uno.

Las dos fundiciones están contiguas, ambas están biencuidadas, son muy apropiadas y tienen una aparienciabastante alegre y suponían un cambio bastante grande sise comparan con las fundiciones de las zonas agrestesde la Serranía...

La distancia desde estas fábricas a Marbella es de unalegua, pero como el camino estaba liso supuso un aliviotanto para los caballos como para los jinetes. Preguntépor la posada a alguna gente y me enviaron a una queyo inmediatamente vi que no era la misma que yo recor-daba como particularmente buena, y como yo me neguéa alojarme allí, cuando el posadero vio que yo estabadecidido, dijo: «Tiene usted razón, la posada que ustedquiere es la que antes llevaba Sánchez, yo le mostraré elcamino». Esto debe admitirse fue un gesto de amabilidadcon el que no es fácil encontrarse en cualquier país, y elmodo en el que lo hizo daba a entender que el hombreera consciente de que estaba actuando con educaciónhacia un extraño y contra su interés personal. Entré en lacasa por el pajar, algo que durante un instante me hizopensar que mi guía me estaba gastando una broma, algoque los andaluces suelen hacer con bastante frecuencia yque me estaba llevando por un camino equivocado, perome porté injustamente con él ya que esta extraña entradaera la parte de atrás de la fonda, y después de pasar elcorral, llegamos al patio.

Encontré que el antiguo dueño, un personaje muy conoci-do en la zona, había fallecido recientemente, y que losparientes que le habían sucedido se habían ido a la «Pla-za» (Gibraltar) a hacer algunas gestiones, cuya naturale-za no era difícil de imaginar y habían dejado la casa acargo de una muchacha joven muy guapa, una Serrana(nombre de alguien que ha nacido en la Serranía). Lashabitaciones que antiguamente estaban muy bien amue-bladas ahora se encontraban completamente vacías puestoque los barcos habían acabado con el tráfico por tierra,pero seguía habiendo camas y estaban perfectas y como

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me informaron de forma confidencial, en un estado muydiferente del que presentan las de mi amable guía delestablecimiento rival.

Las plantas que se ven generalmente en la Serranía queacabo de atravesar en toda su extensión eran los cistus7

morados y color de rosa y las pequeñas especies con mu-chas yemas, varios helianthemums8 y las especies blancasgrandes mencionadas por debajo de Puerto Robledo, laúnica clase que se encuentra en grandes cantidades; lasalcachofas de ambos tipos; las que normalmente nosotroscultivamos en nuestros jardines y las especies más peque-ñas y más delicadas que se utilizan tanto en Italia y en elsur de Francia; las hojas y las flores de estas plantas lashacen extremadamente ornamentales en los lugares tanagrestes en los que ellas crecen de forma natural.

Otras varias plantas de Syngenesia de un tamaño menor;el Convolvulus bicolor y uno más grande rosa y la variedadmás pequeña y rayada; el Phlomis fruticosa, que es unaplanta muy bonita cuando es silvestre, aunque está lejos deser ornamental cuando crece en un jardín; muchas clasesde genistas y otras de la misma familia entre las que seencuentra el Spartium monospermum: de estas, una espe-cie cubre una extensa zona en la parte más elevada de lacordillera que hay por encima de Puerto Robledo y comoestán en plena flor tenían exactamente el aspecto dealulagas, pero como estaban bastante fuera del alcance,fue imposible distinguir las especies que, debido a la zonay a la elevación a la que se encontraban, yo pensé quepodían ser la Ulex stricta; la Salvia candelabra y una espe-cie muy bonita amarilla que estaba creciendo en la zonamás agreste entre Ronda y el Puerto Robledo, y la poeonyy la anchusa en las cuales yo no pude ver diferencia entreellas y las especies cultivadas, excepto por su diminutaapariencia, como acabo de decir.

En la zona hay muchas lavateras muy bonitas y otrasMalvaceae; una Antirrhinum muy curiosa, o mejor dichouna Linaria, crecía entre Ronda y Puerto Robledo. Cercade Zahara crecía por todos lados la Anagyris foetida; yal bajar las montañas cerca de Marbella me encontrécon la bonita Linum suffructicosum con un tallo lleno depinchos, que yo no había visto jamás en ninguna otraparte, y un cistus amarillo con largos pedúnculos y hojasde color verde pálido. Los quexigos más grandes y másbonitos que yo haya visto crecían en el paso cerca deZahara y en la cuenca que hay más arriba al bajar desdeRonda, pero los mejores habían sido mutilados a manos

de los bárbaros que les habían cortado sus enormes bra-zos y que habían dejado los troncos, sin duda por miedoa las consecuencias de tener que manejarlos.

La única especie nueva o interesante de pájaros que pudeobservar en la ruta era lo que me pareció que era laSylvia galactotis; estaban en un boscoso barranco en unazona cerca de Zahara, y a causa del accidente de ha-bernos equivocado de carretera pude examinarlos. Es unpájaro muy bonito y alegre, y su magnífica cola, que seextiende y que está en constante movimiento, le da mu-cha gracia a sus movimientos, pero yo no tuve oportuni-dad de coger uno, debido a un accidente que habíahecho que se me cayera la escopeta.

P. Johnston-Saint

Ya pertenecientes a la primera mitad del siglo XX tenemosa este viajero autor de la obra Castanets and Carnationspublicada en Londres en 1946. Viajaba junto a un ami-go norteamericano desde el Levante a Granada con in-tención de seguir hasta Sevilla para pasar la SemanaSanta, pasando antes por Gibraltar. En Granada les re-comendaron que realizaran el viaje por la costa y así lohicieron pasando por Motril, Vélez-Malaga, Málaga,Torremolinos, donde les dijeron que la colonia inglesa eramuy numerosa, Marbella y Estepona.

«Desde Torremolinos la carretera va serpenteando arriba yabajo, a veces bajando hasta el nivel del mar y luego su-biendo otra vez pasando por profundos acantilados y porcurvas muy pronunciadas. A la mitad de camino entre Má-laga y Gibraltar pasamos por el moderno pueblo deMarbella, que está situado en una posición muy agradablerodeado por verdes y fértiles campos. Aquí se cultivan lasnaranjas, la caña de azúcar, los viñedos, los olivos y elalgodón y también tiene un pequeño puerto donde se des-embarcan grandes cantidades de sardinas. De hecho lapesca de la sardina y las minas de hierro que hay a dosmillas de distancia en dirección norte, forman las dos ocu-paciones principales de la población. Nos dijeron que a lolargo de esta zona de la costa se lleva a cabo un importan-te contrabando y que los contrabandistas realizan un activocomercio de tabaco y cigarrillos. Los desembarcan por lanoche en lugares tranquilos y desiertos, y que a veces utili-zan perros para este propósito, en particular spaniels. Lle-vando unos arneses especiales a los que se atan los barrile-tes o paquetes del contrabando, ellos nadan hacia la costa

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por la noche y encuentran el camino hacia su destino. Sinembargo las autoridades tienen muchos puestos de vigilan-cia a lo largo de toda la costa y esas pequeñas cabañas sepueden ver en las playas en algunos lugares a intervalos dedoscientas o trescientas yardas.

Estepona es otro pueblo de pescadores que se encuentrasituado a los pies de una cadena montañosa conocidacomo Sierra Bermeja y fue el último pueblo por el quepasamos antes de llegar a Gibraltar.

Rose Macaulay

Autora de Fabled Shore publicada en Londres en 1949,esta viajera fue conduciendo desde Granada a Gibraltarpor la costa. Al llegar a Málaga recuerda las palabrasde Richard Ford «con un día será suficiente» puesto queno tiene muchos atractivos aparte del clima, las almen-dras, las uvas y el vino dulce». En lo que a mi respecta,añade Rose Macaulay, «A mi me gustó Málaga, pero dehecho no tuve la tentación de quedarme» y la misma tar-de continuó viaje hacia Torremolinos.

Al día siguiente tuvo que volver a Málaga a cobrar uncheque y en su camino de vuelta, recogió de la carreteraa una mujer cargada de paquetes y cestas y que le habíapreguntado si podía llevarla hasta Marbella que se en-

cuentra a unas veintiocho millas más hacia el oeste, pues-to que había perdido el autobús. Le dijo que por supuestola llevaría siempre que no le importase que se detuvieranpara que ella pudiese darse un baño a lo largo del cami-no en algún lugar de la costa.

«Ella dijo que de ningún modo le importaría, pero merecomendó encarecidamente que me esperase hasta lle-gar a Marbella, que tenía las mejores playas del mundo.Ella era una entusiasta de Marbella; siempre que yo mos-tré signos de admirar alguna cala solitaria o alguna pla-ya ella me aseguraba, de manera muy apasionada y contodo tipo de gesticulaciones, que no eran nada compara-das con Marbella, que tenía la mejor playa del mundo yque cuando yo viera Marbella nunca jamás querría ba-ñarme en ningún otro lugar. Ella me tenía en un estado talde ansiedad por llegar a Marbella que yo pisé a fondo elacelerador. Todo el camino fuimos hablando agradable-mente acerca de su familia, el café que les llevaba, de loguapa que era la hija que tenía casada, el precio terriblede los artículos de alimentación, de por qué yo habíavenido a España, de por qué yo viajaba sola, de por quélas mujeres españolas no conducen coches ni tampocomontan en burro por las calles las jóvenes españolas comolo hacen sus hermanos; es decir, ella realmente no sabíael por qué, sólo que esa era «la costumbre española» y laotra «la costumbre extranjera». Ella era una mujer bastan-te encantadora, atractiva, corpulenta, locuaz, con unos

Plaza de Marbella, en los años 40 (Foto Archivo Temboury)

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Jábega-86

modales magníficos, con muy buenas rentas; [debía ser]una labradora o una pequeña burguesa malagueña; megustó mucho. Llegamos a Marbella, que tiene una granplaya calurosa y tranquila, con un río que llega hasta lamisma. La casa que mi compañera tenía que visitar esta-ba en la playa; me invitó a que pasara para tomar unrefresco pero yo rehusé. En lugar de eso seguí conducien-do por un camino hasta la arena, me cambié en el cochey me di un baño. La playa y el mar eran bastante agrada-bles, pero, después de las expectativas, yo me sentí untanto desilusionada y no pensé que Marbella fuese tanbuena como dice la gente. Fue en tiempos muy importan-te, tanto como puerto comercial como fortaleza costera, yen los días en que, como muestran los viejos grabados,estuvo rodeada por elevadas murallas árabes, que gra-dualmente se han ido convirtiendo en ruinas, debió habersido una ciudad muy pintoresca, situada frente al mar conlas fructíferas montañas que se elevan por detrás. Enton-ces estaba llena de conventos e iglesias, tenía una alame-da muy bonita plantada de árboles regados por fuentes ysu puerto estaba lleno de barcos que se cargaban convinos, higos y uvas. Un viajero de la década de 1770escribía en los siguientes términos: «Los actuales habitan-tes son un pueblo de gentes poco corteses y nada hospi-talarios, muchos de ellos descendientes de los árabes,quienes aún parece que están resentidos por el mal tratode sus antepasados; de ahí el proverbio español Marbellaes bella, pero no entrar en ella». Los marbellíes pareceque en la actualidad han mejorado su grado de amabili-dad, así pues es posible que ahora hayan olvidado elmal trato a sus antepasados. El pueblo se encuentra pro-

tegido por dos fuertes, pero es en vano, ya que los bárba-ros africanos cruzaron el mar en el 711 d.C. y lo devas-taron, con Málaga y los otros pueblos de la costa bética,y para los árabes fue bastante fácil en el siglo VIII y losReyes Católicos, aunque con más dificultad, en el sigloXV. Después de esto fue poblada con cristianos. Posterior-mente los moriscos causaron aquí algunos problemas, perofueron expulsados, y después de esto, dice la Crónica,los habitantes de Marbella se dedicaron al arte, a la in-dustria y a la agricultura, llevando una vida feliz y tranqui-la, colmada por los abundantes frutos de sus tierras y delmar. Los pescadores sacaban del líquido elemento redesllenas del más sabroso y delicioso pescado de España;las sardinas en particular tienen un sabor exquisito. Enpocos puertos se puede disfrutar de un mar más maravillo-so y de una variedad tal de lugares admirables. Enfrentepodemos observar las montañas del Riff, a la derecha elPeñón de Gibraltar. El campo (continua la descripción)está cubierto de viñedos y olivos, naranjos, pomelos, la-gares, fincas, huertos. En la Plaza de la Constitución hayuna fuente de piedra muy bonita. Hay mucho comercio ymanufacturas, y minas de hierro en las montañas, yMarbella es muy floreciente. Obviamente es un lugar dig-no de mención. La primera vez que la Reina Isabel laCatólica la vio levantó las manos y exclamó: «Que martan bella» al igual que hizo mi acompañante de la carre-tera. Pero la mar, y de todos modos la mar Mediterránea,es siempre bella».

N O T A S

(1) Viaje que realizaban por Francia, Italia y Suiza los jóvenesbritánicos de familias adineradas como parte de su educa-ción durante los siglos XVIII y principios del XIX.

(2) He incluido dos viajeros de mediados del siglo XX que porsupuesto ya realizaron el viaje entre Málaga y Gibraltar encoche.

(3) El término anticuario equivale al arqueólogo de hoy.(4) En el texto aparece la siguiente nota: Esto puede que no coin-

cida con lo que yo he dicho al computar la distancia desdeMalaca a Calpe Carteia en millas romanas, es decir, sóloochenta u ochenta y tres y entre un tercio y un grado delmeridiano; pero aparte de eso, la distancia de Malaga aGibraltar es al menos de tres millas inglesas mayor que a

Carteia, la medida que yo he dado aquí es a lo largo de unavereda sinuosa, que hace que la distancia sea considerable-mente mayor de la que hubiera sido si la tomamos en unacarretera bien hecha, aunque haya sido trazada siguiendotodas las irregularidades de la costa.

(5) Para la elaboración de este artículo he tomado como referenciala primera edición del Hand-book publicada en Londres en 1845.

(6) De hecho su caballo acababa de perder una herradura yavanzaba con bastante dificultad.

(7) He mantenido los nombres de plantas sin alterar tal y como elautor los va describiendo.

(8) También llamadas Rosas de roca y que a veces se incluyenbajo el término Cistus.

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TURISMO, PUEBLO YMEMORIA EN LA

AXARQUÍASALVADOR MEDINA BAENA

Ni las aguas retornan a su fuente.Tung-p´o

LA TIERRA que una vez exportara sus ricas pasas aFlandes, Inglaterra, Alemania o Noruega, o cuya sedacompetía con «la mejor que entra en la alcaicería de

Granada», según Mármol Carvajal nos dejó dicho(1991:170) , sufre en esta encrucijada de siglos un pro-ceso de transformación acelerado, movido por las turbi-nas del turismo residencial y la especulación inmobiliaria.Lo que hace unos años era una realidad asentada esen-cialmente en la zona costera, ha dirigido su mirada aho-ra al interior de la comarca, buscando la explotación deuna demanda creciente.

Un tercio de la inversión inmobiliaria para turistas en Es-paña se localiza en la Costa del Sol, según el periódicoEL PAÍS (20-8-00). Esto supone, según el mismo rotativo,que las ventas de viviendas a no residentes alcanzó240.000 millones de pesetas en 1999. Así, no es deextrañar que grandes y pequeños especuladores se ha-yan abalanzado sobre tan suculento pastel, más si tene-mos en cuenta las expectativas, pues aún en ese mismonúmero del diario madrileño, se recogía el resultado deuna encuesta según la cual 836.000 familias alemanasestán interesadas en comprar una vivienda en España.

Una parte de este súbito mercado floreciente ha alcanza-do hasta los más remotos pueblos del interior de la

Este artículo analiza loscambios producidos aconsecuencia del turismo, perono en las zonas costeras, objetode una primera oleada deextranjeros, sino también en elinterior. Cambios que, ademásde disparar las inversionesinmobiliarias, están influyendoen los modos de vida de lapoblación autóctona, lo quehace reflexionar al antropólogoautor de este estudio sobre latrascendencia delestablecimiento de estosnuevos residentes en nuestraprovincia.

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Axarquía. El pasado mes de mayo, el periódico SUR (20-5-00) dedicaba un reportaje a dar cuenta de esta nuevasituación. «Los extranjeros toman la Axarquía con la com-pra de pequeñas fincas», «La gran demanda extranjeradispara los precios de casas y pequeñas fincas en laAxarquía» rezaban algunos titulares. En pueblos comoComares, Sedella o Periana se constata la escasez dealbañiles para dar abasto a la demanda de casas y elproceso de inflación de precios de las casas y las tierras.

Tal es la fiebre que se vive, que cualquiera con un mínimode dinero sobrante y un poco de iniciativa se puede con-vertir fácilmente en especulador sin demasiado riesgo, dadala indulgencia con que son tratadas las ilegalidades urba-nísticas por parte de los ayuntamientos de la zona (buenaprueba de la dudosa legalidad de muchas construccionesson las 87 denuncias que el grupo ecologista Gena hapresentado hasta el momento, según recoge el mismo re-portaje). Este proceso febril de urbanización no responde,en ningún caso, a la demanda autóctona, sino a la foránea.

El litoral malagueño está jalonado de torres vigías quesirvieron de contención a los saqueos de los piratasberberiscos allá por el siglo XVI. Otras torres más altas,esta vez de hormigón, se alzan hoy empequeñeciendo lamagnitud y la función de sus predecesoras. Hasta ahoraestos bloques de apartamentos habían saciado la sed deconquista económica de unos y el anhelo de sol y playade los otros. Pero su incursión en el interior de la Axarquíaha llegado más lejos de lo que ningún pirata de Berberíapudo soñar. Saqueado el litoral, no es sino tierra adentrodonde se encuentran las riquezas de la exclusividad, elaislamiento, la gran propiedad con chalé y terrenos, elesnobismo de la casa de pueblo, la ausencia de estrés,un sol sin masificar y el olor a marisma cercano.

La salubridad de esta tierra que «alcanza un cielo tan claroy tan saludable» que la hace «amenísima», ahora como enlos tiempos de Mármol Carvajal (Ibid.), parece ser una delas principales razones que han provocado tal avalancha.Pero quisiéramos ir más lejos y más hondo. En lo que siguepretendemos detenernos en uno de los pueblos que se es-tán viendo convulsionados por este maremagnum turísticoe inmobiliario para, de esta forma, poder describir desdedentro las maneras en que ello es percibido por los natura-les del lugar y dar cuenta de algunas de las estrategias quedesarrollan para afrontar esta nueva situación.

Pero antes de adentrarnos en uno de los pueblos axár-

quicos, queremos llevar al lector treinta años atrás. A co-mienzos de los setenta, Ronald Fraser publicaba un librosobre Mijas, en la costa occidental de Málaga. En élrecogía algunos testimonios de la transformación que es-taba sufriendo el pueblo debido al incipiente turismo. Losorprendente del libro es su inusitada actualidad treintaaños más tarde al otro lado de la provincia. Merece lapena detenerse un momento y releer algunos de los testi-monios y consideraciones que Fraser plasmó en su libro.

En él podemos leer: «los cambios enormes que ha traídoel turismo, todos acumulados prácticamente en los últimoscinco o seis años, están produciendo su efecto. (...) Creoque este cambio ha traído consigo un sentimiento de in-quietud y, en consecuencia, también de infelicidad»(Fraser,1984:175). Una estrategia económica frecuenteen algunos extranjeros asentados hoy en la Axarquía yaera entonces bien conocida por los que de fuera llega-ban a Mijas: «Anthony Ferrer (...) ahora se consagra aexplotar el resto de sus diez hectáreas en las que ha cons-truido una serie de casas para vender a extranjeros»(Ib:176). El mismo Anthony Ferrer se justificaba de estamanera: «Quizá falte un espíritu capitalista y comercial.Los que venimos de fuera vemos las oportunidades y lasaprovechamos.» (Ib.:180). Nuevos elementos aparecían,también, en el paisaje:«Se venden parcelas proclama elenorme cartel en cinco idiomas» (Ib.:169). Y, por último,recogemos del libro una consideración global: «Mijashabía cedido gran parte de su territorio a los extranjerosque buscaban un lugar al sol más privado» (Ib.:19).

Bastaría con intercambiar el nombre de Mijas por cual-quiera de los pueblos de la Axarquía para describir loque aquí y ahora está pasando. Igual que entonces losmijeños, los axarqueños hoy son objeto de un procesoespeculativo con sus tierras y sus casas sobre el que notienen ningún control y, tan sólo, un cierto margen demaniobra. Lo descrito por Fraser sobre Mijas se remontaa la época de la Dictadura, treinta años más tarde vivi-mos en democracia.

Un mito fundacional

Quisiéramos servir de guía al lector en un breve recorridopor Torrox, pueblo de la Axarquía malagueña, «que estáen la marina, donde despunta la sierra de Bentomiz en lamar» (Mármol Carvajal,1990:175). Torrox, antes de sa-berse perteneciente a la comarca de la Axarquía, era un

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pueblo de campesinos endurecidos por la cava de las vi-ñas y las temporás de cañas en la Hoya de Málaga. Hoyaspira a superar para siempre la dureza del pasado consus esperanzas puestas en la revolución turística que estáviviendo (como el resto de los pueblos axárquicos), aunqueno sin un cierto grado de incertidumbre por el coste socialy cultural de semejante proceso. Por lo pronto, su zonacostera, tradicionalmente conocida como Conejito, ha ce-dido tan singular nombre ante el de Torrox Costa, másapropiado para una geografía no vernácula1, configuradapor la lengua alemana y el acento cordobés.

En esa misma costa, junto a la desembocadura del ríoArgentino, sobre un promotorio que lame el salitre, seencuentran los sillares, viejos y desdentados, de unas tum-bas y una casa romanas. El mar azul intenso del medio-día lima y troquela las rocas cercanas y hiende las arenasde las calas a cada instante desde hace milenios.

Allá por el siglo cuarto, ese mismo mar enfureció un día yanegó la tierra. Los restos que dejó el maremoto permane-cieron unos mudos bajo la arena, otros callados e inmóvi-les bajo las aguas durante siglos. El recuerdo de aquellosrestos dio origen a un mito fundacional. Ciudad de Arcosla llaman los pocos viejos del lugar que todavía hablan deella. Una villa a mare con sus termas, su factoría de garum

y la necrópolis, según nos cuenta la arqueología, converti-da en metrópolis suntuosa que se desparramaba por loshoy fondos marinos en interminables calles y avenidas cu-biertas de arcadas que miraban al sur. «Hoy en día, sumer-gida ya por temblores de tierra, no queda de ella más queun fondo limoso infranqueable». Así se refería Platón a laAtlántida, aquella otra ciudad anegada por las aguas quele sirviera para establecer uno de los mitos más duraderosde Occidente. Los restos de esta otra ciudad, apenas visi-bles, dieron pie a un mito más local, es decir, a «una expre-sión concreta de lo que una sociedad cree que existe gra-vitando sobre ella» (Caro Baroja:1981,205). Así se creóun relato que llenaba de significado social lo que a aque-lla gente llenaba de extrañeza y que era «tan real comocualquier realidad cotidiana» (Ibidem). Esta narración delorigen apenas se recuerda hoy. La facticidad científica dela arqueología ha suplido en el decir de la gente aquelnombre por el de Caviclum, tal como se presume que de-bió llamarse en tiempos romanos2. A pesar de ello, el úni-co aviso que ostenta ese nombre es el letrero de una tiendade pinturas. En los indicadores de la carretera sólo se seña-lan las ruinas romanas del Faro.

Esos restos son un jirón del pasado al que la memoriacolectiva supo vestir con el traje de los mitos. Hoy, saca-dos a flote algunos, yacen sin embargo abandonados

Torrox hace unas décadas. Foto Archivo Temboury

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bajo los edificios y el desdén, como ínsulas inverosímilesen un mar de hormigón. Su extravagante presencia pare-ce estorbar en un entorno arquitectónicamente hostil: elhorno cerámico no se sabe muy bien qué hace en el ac-ceso a una zona de copas y las termas parecen impedirla construcción de una piscina para los bloques circun-dantes. El mito al que dieron origen ha desaparecido casial mismo tiempo que los primeros ladrillos de barro enve-jecido mostraban su humilde condición a las moles dehierro y hormigón que los circundan. Olvidado este mitofundacional, hoy se mira hacia uno nuevo: el del benefi-cio económico, rápido y fácil, y la consiguiente salvaciónindividual que trae consigo el desarrollo turístico.

Igual suerte parecen correr los viejos caminos que estor-ban para poder construir chalés en el campo o bien, ocul-tos por el asfalto, reniegan de las lentas yuntas de bueyesque tantas veces los atravesaron. La aceleración del de-sarrollo suele provocar la indigestión del pasado.

La casa vacía

All this was burntor traded for power and wealthfrom the eight compass points of vengeancefrom the two levels of envy.

Michael Ondaatje3

La carretera, que asciende tortuosamente los casi cuatrokilómetros que separan la playa del pueblo, se contorsio-na en La Rabitilla en curvas que ponen a prueba al con-ductor más avezado, y luego sigue su camino, flanqueadaa un lado por el barranco Plano y, al otro, por el ríoArgentino o De la Plata (en los indicadores, simplementeRío Torrox) que han alimentado con sus limos las fértilestierras circundantes. El pueblo se empieza a desparramarpor los bordes de la carretera en barriadas nuevas queparecen seguir una peculiar ley gravitatoria que las atraehacia la zona costera. «El pueblo ya mihmo ze junta conla playa», se oye decir. Y en ello parece haber una pre-dicción razonable y la expresión de un deseo a la vez.Por fin, tras la curva del convento, se encuentra la entradadel pueblo, elevada sobre la angosta garganta que for-ma el río Argentino a su paso por la localidad. Un letrerocon el nombre de la villa nos señala el antiguo límite de lapoblación, lo que hoy se conoce como Torrox-pueblo. Des-de allí se extienden las casas a derecha e izquierda, comoqueriendo abrazar las laderas sobre las que se asienta.

Como otros muchos pueblos de la Axarquía, Torrox haseguido un proceso de transformación agrícola que hasustituído viñas por aguacates, tierras de secano por re-gadío y bancales por invernaderos. Pero, con haber sidoimportante este proceso es, sin embargo, la conversiónde la tierra de cultivo en solares para la construcción dechalés, junto con la venta de casas del pueblo a los ex-tranjeros, lo que está aportando el mayor beneficio eco-nómico a los torroxeños. Esta situación está provocandoel mayor cambio social que se ha vivido en el pueblodesde la Guerra Civil.

Los barrios situados en la parte más alta, donde se en-cuentran las casas más viejas y en los que tradicionalmen-te han vivido las familias con rentas más bajas, se estándespoblando de torroxeños. Los ancianos se van murien-do y los hijos prefieren vivir en una casa que ofrezca lascomodidades propias de una vivienda moderna. «La gen-te joven no quiere el pueblo, ze compran un pizo y zevan a la playa», nos comentan.Casa en el pueblo en 1975. (Archivo Revista Jábega)

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La demanda de viviendas baratas por parte de los extran-jeros y de las numerosas inmobiliarias que han aparecidoen el pueblo están forzando este proceso más allá. Nosólo se venden las casas vacías que dejan los ancianos,sino que la rapidez con que se venden las viviendas y lospingües beneficios que dejan (en general, los precios sehan disparado más de un 100% en muy pocos años)están haciendo que matrimonios maduros pongan en ven-ta su casa y opten a la compra de un piso en Los Llanos,Conejito o alguno de los nuevos que se están construyen-do en la parte baja del pueblo. La razón suele ser que lacasa donde viven «tiene muchah ehcalerah» o «eh muchica». El piso, por contra, «eh llanico y to ehtá mu a lamano». La demanda extranjera de casas está permitien-do a muchos torroxeños satisfacer un viejo deseo, el devivir en un piso, como la gente de Málaga. Aunque hayquien afirma con contundencia «ni loca vendo yo mi caza».

El piso no sólo representa una mejora material, sino quees también entendido como una mejora social. Quienesvivían en un piso trabajaban en la capital en «lah tandah»(la compañía Standard Eléctrica, dirigida hasta los añossetenta por un torroxeño), o en el mercado de abastos, yhabían abandonado las duras y poco rentables laboresdel campo. El cambio de vivienda era el símbolo visibledel progreso de las familias asentadas en Málaga, y nofaltaban las charlas sobre las excelencias de la vida enun bloque, con sus idas y venidas de vecinos, en las visi-tas a los hermanos o primos del pueblo. La construcciónde nuevos bloques de viviendas en El Morche o Los Lla-nos arrastró durante los años ochenta a muchas familias yparejas de recién casados, que aspiraban a una casa oa una mejor que la que ya tenían, hacia la costa.

La limitada habitabilidad de las casas viejas de Torrox estácontribuyendo al abandono de calles enteras. Los nuevospropietarios de estas casas son ingleses, noruegos o ale-manes cuyos modos de vida no pasan por sacar una silla ala calle para tomar el fresco con los vecinos, sino más bienpor mantener la puerta de su casa cerrada4.

La presencia de los extranjeros es vivida de un modoambivalente. Por un lado, representan una nueva y potentefuente de ingresos, que no sólo beneficia a quienes vendensus casas, sino también a los servicios que se prestan en elpueblo (bares, supermercados,..). Y por otro lado, en tér-minos culturales, es sentida esta presencia como un peligroque amenaza la propia pervivencia de los modos de vida.En términos de tiempo, esta ambivalencia se produce

secuencialmente. Es decir, no ha sido hasta la proliferaciónde extranjeros en el pueblo y la consiguiente disminuciónde la población autóctona cuando se ha dejado sentir esepeligro o amenaza de la que hablamos5.

La gente con la que hemos hablado es consciente del ries-go de desaparición al que está sometida la vida tradicio-nal del pueblo. «Torroh va a acabá ziendo un cementeriorobao», nos auguraba una vecina. Pocas imágenes dedesolación más elocuentes que ésta es posible imaginar.

Las casas que van quedando vacías se acaban vendien-do a extranjeros, que empiezan a ser los únicos vecinosde algunas calles. «Hay calleh por lah que da zuhto pazá»,comentan algunas mujeres ante las puertas cerradas deviviendas de extranjeros que ostentan azulejos en las fa-chadas con el nombre del propietario: «Casa Allen», «CasaTony» (con el riesgo consiguiente de que alguien entre en

Calle de Torrox en la actualidad.

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ellas tomándolas por restaurantes de comida casera). Elzuhto, el miedo repentino al atravesar una calle vacía,desaparece al cruzar a otra que tiene alegría, es decir,aquella en la que hay vecinos sentados en las puertas alfresco o asomados a las azoteas, aquella en la que «zeve gente», «ze ve vida».

El miedo al atravesar una calle solitaria no proviene exclu-sivamente de una cierta sensación de inseguridad perso-nal. Al menos, no en este caso. Se trata de un miedo so-cialmente sancionado, un miedo inserto en el conjunto devalores de la comunidad. Una calle concurrida da alegría;por contra, una calle despoblada da zuhto. Uno y otro sonvalores que la comunidad se da a sí misma, y en los que seexpresa «una ética a través de la cual se intenta practicaruna sabiduría» (Mandly,1996:141). El miedo que provo-ca una calle desierta es el de la desaparición de sus veci-nos, el del silencio social al pasar por ella. La verbalizaciónde ese miedo es la expresión de una conducta socialmentecoherente (Mandly,1996:111) que está señalando la pre-sencia de un peligro que amenaza a la comunidad.

Siguiendo a Van Gennep (1986:28), podríamos hablaren este caso de una situación de margen o liminal, entanto la presencia cada vez mayor de extranjeros ence-rrados en sus casas y la ausencia de torroxeños de lascalles coloca a la comunidad en una situación de transi-ción. El peligro vendría dado, en primer lugar, por esemismo estado, «sencillamente porque la transición no esun estado ni el otro, es indefinible» (Douglas,1973:131)y , por tanto, inestable, insegura y hasta inquietante. Y, ensegundo lugar, porque remite a la soledad, al abandono,a la desaparición de la comunidad, que es la desapari-ción de uno mismo. Una vecina del pueblo, única habi-tante autóctona de una calle, nos decía con tristeza : «lahcozah han venío rodeáh azí y aquí me veo zola». Ladesaparición de sus vecinos tradicionales la estaban im-pulsando a irse ella también a un piso a la costa.

«The pueblo»

El proceso que venimos describiendo se inserta en esoque ha dado en llamarse globalización y, más concreta-mente, en una de sus manifestaciones sociales, el multi-culturalismo. La presencia en un mismo territorio de indivi-duos de diversa procedencia cultural fuerza al estableci-miento de un diálogo, más o menos fluido según las situa-ciones. En lo que sigue atenderemos a algunas cuestio-

nes ligüísticas, teniendo presente la afirmación de RenatoRosaldo de que los límites culturales ocupan hoy una posi-ción central dentro del análisis social (1993:28).

Dos palabras del español han pasado a formar parte delvocabulario de los ingleses que viven en La Axarquía. Noolvidemos, por otro lado, que es casi anecdótico el núme-ro de ellos que se defiende en la lengua de sus anfitrio-nes. Quizá la palabra que ha acaparado mayores favo-res lingüísticos sea pueblo, seguida de campo.

Expresiones como in the pueblo se dejan oír con frecuen-cia e, incluso, pueden verse escritas en anuncios y revistas.La lengua inglesa dispone de una palabra apropiada paradesignar una localidad como Torrox, town (dejando delado village, que escasamente abarcaría las dimensionesdel Torrox de hoy). La preferencia del término español pue-blo indica una apreciación diferente sobre la realidad a laque se refieren las palabras inglesas village o town. Para elinglés propietario de una casa, Torrox ya no es ninguna deesas dos cosas, sino the pueblo. El sustantivo ha sido reco-gido de los labios de sus vecinos torroxeños y, luego, hapasado al vocabulario e imaginario de los demás extranje-ros (los daneses y alemanes que viven allí suelen expresar-se igualmente en inglés).

Pero cuando un inglés habla de the pueblo, no se estárefiriendo a lo mismo que un torroxeño diría con el pue-blo. Aparentemente nos encontramos ante un simple tras-vase lingüístico del español al inglés, pero nos equivoca-ríamos si pensáramos que las palabras, cuando cambiande lugar, de sintaxis, permanecen fieles a su origen. Enese viaje a la lengua nueva suele haber una transforma-ción de la parcela de realidad que señalaba. «Cada len-gua natural ha distribuido las palabras sobre el mundo(...); y las palabras dibujan fronteras, pero dichas fronte-ras no coinciden de una lengua a otra» (Augé,1998b:14).Lo que Marc Augé afirma vale también para el caso de losneologismos, como éste que nos encontramos en inglés.Seguiremos, pues, su consejo de traducir esta palabra «parahacer salir el o los pensamientos que cobija» (Ibidem). Quizápodamos, así, comprender algo de lo que ha ido aconte-ciendo en el viaje de ida de una lengua a la otra y, almismo tiempo, echar algo de luz sobre el diálogo que seestá produciendo entre las gentes de la Axarquía y losresidentes extranjeros.

En español, la palabra pueblo designa tanto una locali-dad pequeña como una comunidad simbólica formada

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por las clases menos favorecidas y con una cierta con-ciencia de sí. En Torrox, cuando la gente se refiere a lalocalidad, lo hace empleando el nombre propio del pue-blo. Normalmente, es fuera del municipio o en presenciade personas ajenas a él cuando se dice el pueblo. Tantoen el uso del nombre propio como en el más impersonalde pueblo, los torroxeños se refieren a la comunidad for-mada por los vecinos. Locuciones como «en Torrox», «enel pueblo», vendrían a ser equivalentes a «entre la gente»,«con los vecinos». El territorio, así definido, es un espacioconstituido por una comunidad que dispone de un habituscompartido.

Pasemos ahora al neologismo inglés empleado por losextranjeros residentes. En primer lugar, habría que señalarque la lengua inglesa carece de un término que puedaabarcar la polisemia de la palabra española que veni-mos discutiendo. Tendríamos que recurrir al término peoplepara poder dar cuenta de esa segunda acepción queseñalábamos en cuanto al sentido comunitario de gente.Ante este hecho podríamos pensar que la adopción depueblo, con los dos matices que venimos apuntando, ven-dría a suplir en inglés la ausencia de un término que seajustara a la realidad de la que habla. Pero si prestamosatención a lo que dicen y escriben los ingleses, prontocaeremos en la cuenta de que tanto significante comosignificado han sufrido un cambio.

La pronunciación que hacen del término difiere sustan-cialmente de la española ( la p se hace implosiva y la o

se diptonga en ou); hecho natural, por otro lado, a len-guas de fonética tan alejada como la española y la ingle-sa. Para hablar del significado queremos invitar al lectora hacer un leve ejercicio de memoria sobre los tópicosque, desde los primeros viajeros románticos, se han acu-ñado con relación a esta tierra en la que hablamos. Lacasa, el cortijo, las tierras o el pueblo mismo han sidoredefinidos de acuerdo con las expectativas que esta tie-rra ha levantado desde el tiempo de aquellos burguesesque inauguraron los viajes. Hoy son los folletos que ven-den sol, playa y propiedades los que ofrecen «lo realremodelado por la inteligencia y la imaginación, a saber,la idea» (Augé, 1998a:46). Idea que, en este caso, res-ponde a una reificación que se nutre del beneficio econó-mico que aporta el capital especulativo.

Teniendo en mente la referencia de aquellos primeros viaje-ros, quisiéramos hacer un ligero rastreo por los derroterosque ha seguido la palabra de marras. Si hacemos un repa-so por los anuncios en que se venden casas o atendemos ala opiniones de los propios extranjeros, comprobamos quehay coincidencias que escapan a la casualidad. Peacefuly friendly son quizá los adjetivos más repetidos, tanto enlos folletos como en las opiniones. Por otro lado, una de lascaracterísticas principales que debe tener una casa o uncortijo para su venta son las vistas, que harán aumentar elvalor del inmueble según sean excellent, splendid obreathtaking. Así, se da el caso de chalés descomunalesen parcelas que no alcanzan el mínimo de metros exigido,pero que, sin embargo, cuentan con vistas sobrecogedoras

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al mar y alcanzan por ello precios desorbitados. Ya no esla primera línea de playa lo que vende, como en las déca-das anteriores. El nivel económico y el individualismo delos extranjeros que compran propiedades en la Axarquíabusca ahora casa con vistas en primera línea.

Esos rasgos que hemos visto nos pueden ayudar a tradu-cir algunos de los elementos que identifican la palabrapueblo en el inglés de los extranjeros que deciden com-prar una casa o un terreno. Toda vez que se establecen,nuevos elementos semánticos se añaden a éstos que aca-bamos de señalar.

Sírvannos las preguntas que hacen los lectores de la revis-ta Insight (6) en su primer número a un concejal del Ayun-tamiento de Torrox. Las cuestiones que plantean respon-den a inquietudes de los ingleses que viven en Torrox conrelación a aspectos generales que tienen que ver con laconvivencia. Podríamos agruparlas en tres niveles de inte-rés: servicios (carreteras, transporte, ruido de motos), in-formación en inglés (solicitan notificaciones y folletos ex-plicativos en inglés de los servicios municipales) y activi-dades (parques infantiles y asociaciones).Éstas son posi-blemente el mismo tipo de preguntas que harían al ayun-tamiento de su ciudad de origen (con la salvedad de loreferente al inglés, claro). Sus expectativas y deseos conrelación a Torrox parecen ser los mismos que requeriríande una pequeña ciudad británica.

Por su parte, los torroxeños habrían preguntado cosas biendistintas, probablemente cuestiones relacionadas con eltrabajo, las promesas incumplidas o la defensa del cam-po, como en las muchas charlas que hemos mantenidocon ellos nos han hecho ver. Los valores con relación a loque cada uno de ellos entiende por pueblo difierensustancialmente: para unos es un lugar residencial cuyomodelo de funcionamiento debe ser el de los pueblos yciudades anglosajones; para otros es el lugar donde vi-ven, en lo que vivir significa de memoria y actualidad, detradición y renovación, de pasado y presente.

De todo ello podemos inferir que lo que entendemos hoypor pueblo en la Axarquía malagueña va a sufrir un cam-bio (que más que cambio podríamos llamar revolución)en los próximos años. Y que, por vez primera tal vezdespués de la expulsión de los moriscos y la repoblacióncastellana, otras personas ajenas al lugar y a la culturatendrán capacidad para decidir cómo han de ser los pue-blos axarqueños. Con la diferencia, respecto al siglo XVII,

de que ahora ni estos nuevos habitantes, ni las orientacio-nes económicas del capitalismo finisecular van a permitirun desarrollo de los modos de vida tradicionales de lazona. Esa redefinición que van a sufrir los pueblos de laAxarquía en los próximos años la anuncia ya el veinte porciento de población extranjera instalada en ellos.

Retrato de un residente

Muchos han sido los viajeros que han atravesado estatierra en el pasado y han dejado constancia de su pasopor ella. Antes nos referíamos a ellos como los edificadoresde la imagen exótica que, durante siglos, se ha ofrecidode Andalucía y cuya difusión ha servido para atraer anuevos viajeros y, más modernamente, a los turistas. Perose diría que esa imagen se ha desgastado hasta casi des-aparecer, pues como afirma Tom Burns, «a pesar del deseode muchos España ya no es diferente» (1989:9). Periodis-tas como John Hooper o David Baird han intentado darcuenta de los cambios acaecidos en nuestro país en lasúltimas décadas acercando, de esa manera, la realidadsocial española más actual a los lectores británicos.

En este contexto sorprende la aparición de un libro comoDriving Over Lemons, cuyo subtítulo reza An Optimist inAndalucía, publicado en 1999. Su autor, Chris Stewart,ha recibido un importante premio como escritor novel ensu país y, lo que es más importante para nosotros, el libroha sido un éxito editorial. Este verano, por ejemplo, he-mos visto algún ejemplar sobre las mesas de los bares deTorrox ocupadas por extranjeros.

Su autor hace un relato autobiográfico de su llegada atierras de la Alpujarra, donde compra un cortijo con ideade establecerse con su mujer. Aunque los hechos transcu-rren a unos kilómetros de distancia de las tierras axar-queñas, nos parece sin embargo muy significativa su vi-sión del entorno donde se instala y el retrato que hace delos campesinos y pastores de la Alpujarra granadina. Através de sus opiniones podemos vislumbrar el perfil delos extranjeros, en este caso británicos, que en los últimosaños están comprando masivamente tierras en las provin-cias litorales andaluzas.

El episodio quizá más significativo es aquel en que, re-cién llegados, pretenden tomarse una taza de té y sóloencuentran latas de atún oxidadas para calentar el agua7.El brebaje resultante es un líquido aceitoso e imbebible:

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tomar té en la Alpujarra no parece muy apropiado. El inten-to de encajar el entorno de acuerdo con las propias nece-sidades del autor resulta frustrante. En cierto sentido esteejemplo será una constante a lo largo del libro, en el que elprotagonista mostrará una notable falta de sensibilidad paraentender a la gente con la que ha decidido vivir.

Hagamos un recorrido, siquiera apresurado, por la po-blación local que desfila por el libro. A excepción de suvecino Domingo y los padres de éste, que le saca detodos los apuros, la mayoría de los alpujarreños que apa-recen son gentes en las que no se puede confiar. Los pas-tores, por ejemplo, intentan engañarlo y, además, mues-tran la incredulidad del ignorante ante una máquina deesquilar ovejas que maneja el protagonista8. Hay indivi-duos que intentan estafarlo, como Pedro, el antiguo due-ño de la finca, quien llega a humillarlo9.Otros son borra-chos10, ex-presidiarios11 o gente que intenta aprovechar-se de él por alguna razón12. La cualidad moral, pues, delos campesinos y pastores de la Alpujarra resulta a susojos cualquier cosa menos ensalzable.

Los conocimientos sobre las labores campesinas que tie-nen los hombres del campo de la zona carecen de senti-do. Así, tras insistirle unos vecinos en la necesidad depodar la viña el veinticinco de enero para evitarle enfer-medades, le aseguran que fumigan la cepas con todotipo de pesticidas para evitar esas mismas enfermedades,lo cual provoca la admiración del inglés y deja en ellector una cierta duda con respecto a la lógica de lascostumbres agrícolas y la habilidad de los campesinosalpujarreños. Por otro lado, las matanzas tienen lugar eninvierno para evitar las moscas y avispas (sic) y se aseme-jan a las corridas de toros13.

En episodio aparte, la música de la zona, tocada porunos conocidos que no lo hacen muy bien, le sirve paradescribir una escena cómica en la que la música se leatraganta como un trozo de carne en la garganta14.

Aunque comparativamente los vecinos extranjeros son muypocos, sin embargo, son tratados con una deferenciamayor que la que dedica a los lugareños. Resulta curiosoel trato con los residentes británcos, con quienes evita elcontacto si puede: «después de todo ninguno de nosotroshabía venido a España a vivir puerta con puerta con nues-tros compatriotas»15. Hay una molestia evidente en el en-cuentro con cualquier inglés que haya decidido hacer lomismo que él, tal vez porque el sentimiento de exclusivi-

dad sobre la zona se pone en entredicho. No olvidemosque han sido los ingleses quienes principalmente han ins-tituido la compra de cortijos o chalés en el campo, aleja-dos de la vulgaridad de la costa poblada de bloques yturistas de playa. No obstante, nos relata, pasado el pri-mer momento, «olvidamos nuestros orígenes respectivos yla amistad comenzó»16.

Con el tiempo llega a reconocer su condición de extranje-ro, a la que según dice se había resistido, y acepta «loslazos que, por lengua, humor y experiencia compartida,me ligaban a mis compatriotas»17. En esa comunidad deextranjeros (expatriates), hay una jerarquía (seniority) enfunción de la edad y los años de residencia en la zona,que confiere a los más veteranos el respeto de los reciénllegados18.

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Tras reconocerse como extranjero estrecha los lazos conlos demás ingleses. En este sentido, nos llama la atenciónel episodio del bautizo de su hija en el cortijo, oficiado porun pastor anglicano a quien encontró en lo alto de un mon-te cerca de Venta de Zafarraya, «donde seguramente nin-gún hombre había puesto un pie antes»19, excepto el sacer-dote inglés, claro está. Durante el encuentro con el pastoranglicano en semejante paraje inexplorado de Zafarraya,tuvo lugar una suerte de actualización del diálogo entreLivingstone y Stanley: «Oh...do you speak English?», «Notonly that but I am English», respondió el pastor.

Durante la ceremonia del bautizo relata con emoción cómolos invitados ingleses entonaron un himno en inglés queresonó por el valle alpujarreño y se hinchió «con el rumorde los ríos y la llamada de un ruiseñor que provenía delbarranco»20. Hay en este gesto un evidente sentido comu-nitario de identidad, que lejos de apuntar hacia la inte-gración en un entorno y un país elegido voluntariamentepara vivir, marca las diferencias con la cultura de acogi-da. No se trata en este caso de inmigrantes magrebíesque se reúnen buscando signos de identidad con los su-yos frente a una sociedad y una cultura que se imponenpor encima de ellos mismos. Es más bien una situaciónnueva, en la que unos inmigrantes voluntarios (para quie-nes todo resulta barato, como queda plasmado a lo largodel libro) se reúnen afirmando su identidad por encima dela cultura en la que viven y a la que, cuando menos,consideran exótica, en lo que ello significa de incompren-sible y atrayente, al mismo tiempo21.

Stewart manifiesta a lo largo del libro una actitud recu-rrente en los turistas, aquélla que les lleva a aceptar «elgénero de vida mediterráneo como un juego, no comouna realidad» (Aymard,1988:240).

Baste un último ejemplo para perfilar el contorno de estelibro tan sorprendente por la visión que da de Andalucíaa fines de siglo y de milenio. En la página 205 se cuentacómo una amiga inglesa de la familia llega con la noticiade que ha encontrado una familia para un perro que an-daba sin amo. «Good European family», she added,meaning they weren´t Spanish» («Buena familia europea»,añadió ella, dando a entender que no eran españoles»).Sin querer ir demasiado lejos, diremos que lo que la chi-ca quiere decir es que se trata de una familia que, apartede otras bondades, sabe cuidar bien a los perros de acuer-do con el modelo europeo. Para la chica y el autor deeste libro los españoles quedan excluidos de tal conside-

ración de buena familia europea. Sólo añadiremos quela familia en cuestión resultó ser una pareja de ingleses.

En el retrato que Stewart presenta de sí mismo hay unanhelo por integrarse en la comunidad alpujarreña en laque vive22, pero dos cosas que se lo impiden. En primerlugar, se olvida de las enormes diferencias culturales quehay entre un inglés y un alpujarreño, lo cual le lleva ajuzgar desde su perspectiva cultural una realidad comple-tamente ajena a la suya. Y, como consecuencia de ello,la posición etnocéntrica que adopta está tan cargada deprejuicios que redunda en la distorsión del mundo quepretende describir. Más que buscar la integración en suentorno parece perseguir la adaptación de ese entorno aun modelo más cercano a sus referentes culturales británi-cos. Si bien los aspectos materiales de ambas culturasson relativamente fáciles de superar, en cambio los prejui-cios del autor sobre los valores locales lo sitúan definitiva-mente en un plano de autoexclusión.

«A house in the campo»

Señalábamos más arriba que el otro término español quese ha hecho popular entre los extranjeros es campo: «we´vebought a house in the campo», se oye decir a algunosingleses en una suerte de spanglish limitado.

Para los extranjeros se trata de una propiedad que, comotal, hay que proteger mediante la colocación de vallasque perfilen el contorno exacto de su extensión (ésta, jun-to con la posesión de una escritura sobre el terreno, pare-cen ser sus dos mayores obsesiones). Las tierras son paraellos un lugar de descanso, donde la casa cuenta contodas las comodidades de una vivienda urbana. Además,al decir del vicepresidente del Colegio de Aparejadoresy Arquitectos Técnicos de Málaga, para los extranjeros«es más lujoso hacerse una vivienda en el campo que enla costa» (SUR,29-V-2000).

Aunque algunos torroxeños han imitado la idea del chalé,no ha llegado todavía la hora de convertir los cortijos encasas lujosas. «Cuando ze puede» se hacen algunas refor-mas que mejoran la habitabilidad de los viejos cortijos queapenas sí tenían tradicionalmente algo más que un dormi-torio, el humero o chimenea y un pequeño cuarto-almacén.En cuanto a la tierra, a pesar de las imposiciones europeasen contra de los minifundios23, hay mucha gente que siguetrabajando la tierra como vía de obtención de ingresos. Se

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siguen cogiendo las aceitunas y, aunque cada vez menos,se siguen echando uvas al sol.

Decíamos más arriba que la presencia de extranjeros enel pueblo posee un doble carácter valorativo para loslugareños. Ciertamente, esa misma ambivalencia se hacepresente en lo que al campo respecta. Si bien se afirmaque «el campo ehtá ahora máh acompañao» con las nue-vas casas y la presencia extranjera, viendo en ello unsigno externo de mejora, de vez en cuando se deja oírque «loh ehtanjeroh ze ehtán queando con to».

Si bien la distinta concepción del término pueblo no pare-ce haber sido motivo de conflicto abierto entre los torroxeñosy los residentes extranjeros, el campo, sin embargo, sí loestá siendo. Habría que comenzar diciendo que algunosde los conflictos han sido provocados por especuladores ovecinos aprovechados que han construido en mitad de loscaminos comunales. Pero la fuente más frecuente de con-flicto es el impedimento del paso o el vallado de las propie-dades por parte de los extranjeros. El desconocimiento delos sistemas de propiedad de la zona les lleva a acotarcon mallas de alambre sus tierras y a obviar todo posiblederecho comunal sobre las mismas.

Hay, además, una resistencia simbólica a la permeabili-dad cultural en el levantamiento de vallas, en la obstruc-ción –a veces inconsciente, otras intencionada– de viejoscaminos vecinales y en la evitación de comprar cortijoscerca de otros aún habitados por gentes del lugar. Unvecino nos decía «zi el cortijo ehtá cerca de otro donde

hay ehpañoleh, no lo quieren; elloh quieren viví a lo zuyoy no quieren trato con loh ehpañoleh.»

Las lindes en las tierras de la Axarquía responden a lo queJosé Luis García llama el discurso implícito (García Gar-cía,1992:404). A simple vista es difícil delimitar la propie-dad de un vecino de las del otro. Sin embargo, para susdueños está perfectamente clara: una barranquera, un ba-late, un olivo o un pencal son los mojones que delimitan loque pertenece a cada uno, cosa que saben todos los veci-nos de los alrededores. A lo más que se llegua es a señalarlas lindes con brochazos de cal. Esta delimitación de laspropiedades ha dado un figura en Torrox, la del roalindeh,es decir, aquel que «buhca la manera de meterze máhpa´llá de lo zuyo» y que, por extensión, se aplica a todoindividuo que intenta aprovecharse de los demás.

Las razones que aducen los extranjeros para erigir susvallas son múltiples. Un alemán nos explicó que habíacolocado una cancela en un camino de vecinos porque asu mujer le daba miedo de que alguien con intencionesaviesas pudiera acercarse hasta la casa. Un propietarioinglés se negó a quitar unos árboles que había plantadoen un camino vecinal, aduciendo que el terreno del cami-no le pertenecía y nadie debía transitar por él. Es eviden-te ante estos casos que las agencias inmobiliarias, princi-pales consejeros de los extranjeros, están muy poco inte-resadas en informar de las servidumbres de las tierras quevenden. Con la información que facilitan pretenden impo-ner las leyes del mercado a la tradición de quienes llevansiglos habitando un lugar.

(Foto Archivo Temboury)

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Los caminos de la memoria

¡Ay de los que te olvidaren,de los que en su piel y en sus ojos pierdan tu recuerdo,de los que no se refresquen contigo,de los que te pierdan de alma!

J. Antonio Muñoz Rojas

La desaparición de los caminos vecinales en aras de loscarriles tiene implicaciones que van más allá de la merasustitución de una vía por otra. En primer lugar, consagra alcoche como medio de transporte, lo que, sin duda, es unavance para el duro acarreo de los frutos desde lugaresantes difícilmente accesibles. Pero, por otro lado, ello justifi-ca el abandono de las viejas veredas tortuosas y estrechas,cuya anchura solía medirse en función del espacio que ne-cesitaba una mula cargada para pasar. Hoy, los amplioscarriles son razón suficiente para dejar que los cardos y laspencas reconquisten las veredas abandonadas. «Loh carrilehehtán matando loh caminoh», se dolía un anciano.

Un vecino le espetaba a otro que se quejaba de quehubieran cortado uno de los accesos a su cortijo: «¿y túno tieneh entrá por el carrí...,pa qué quiereh el camino?».El otro vecino respondía: «hombre, porque la entrá pa lomío ziempre ha zío por ahí». Hay en esta respuesta unavalidación de la tradición que no entiende lo nuevo comodesaparición de lo viejo, sino como acumulación o pa-limpsesto en donde es aún posible trazar los pasos quehollaron los primeros caminos.

En las palabras de este vecino la desaparición del aca-rreo de frutos a lomos de mulo no debe significar el aban-dono de los viejos caminos. Hay en sus palabras el reco-nocimiento de un olvido necesario; es aquel que acompa-ña a la memoria y que, más que negarla, la complementay la modula. Así, memoria y olvido «son solidarios y nece-sarios ambos para la ocupación completa del tiempo»(Augé,1998b:103). Este vecino sabe que hay un olvidoestéril, sin memoria y otro connatural a la memoria misma.

El abandono de los caminos vecinales bien por desidia,bien porque una valla o un nuevo propietario impide eltránsito por él, supone para algunos vecinos la pérdidadel único acceso posible a sus tierras. Esto los coloca enuna situación previa a la ganancia del derecho de paso,«ehtamoh yendo pa´tráh», se sentencia. Hay quien ha depedir permiso para sacar las aceitunas de «lo zuyo», cuan-do antes, gracias al camino vecinal ahora cortado, nun-

ca tuvo que hacerlo. Lo que podríamos llamar un acuerdosocial que permitía el tránsito por propiedades a las queno sólo daba acceso sino que también intercomunicaba,se está viendo sustituido, en casos como el que referimos,por el provecho personal que entroniza la propiedad pri-vada y excluyente.

Muy lejana se nos queda aquella imagen de la revistaAlrededor del Mundo, en su número de noviembre de1900, sobre la producción de la pasa en Málaga. «Ter-minadas las faenas del campo, por todos los senderos ycaminos se ven interminables recuas de pacientes borricos,que se dirigen a la capital llevando sobre sus lomos lascajas que encierran el regalado postre de invierno, pan demillares de familias». Ya no hay berceros, malahíeh, niehtraperlihtah que lleven su mercancía a lomos de mulo porlos caminos de siempre. Ya no se oyen coplas de columpioque, con ritmo de verdiales, cantaban los arrieros.

A la niña del meceóze le ha caío el volante.No lo puede arrecojéporque ehtá el novio delante.A la niña del meceó.

Aquellos caminos y veredas forman un sistema nerviosoancestral anterior a la petrificación del asfalto. Un sistemareticular de líneas por la orografía tortuosa de la Axarquía,donde los trazados rectilíneos son inimaginables. Un pasotras otro, un trazo tras otro, las más de las veces irregular,ha ido conformando los contornos de los caminos segúnel relive y los accidentes, hasta formar un entramadorizomático que conecta los cortijos, las viñas, los olivaresy los pueblos. Los caminos, como el rizoma de Deleuze yGuatari, se definen «únicamente por un circulación deestados» (Deleuze,1978:34). En ese trasiego de idas yvenidas se han estrechado lazos comunicativos que handejado a su paso veredas y caminos por donde la memo-ria de los hombres se ha ido formando.

Walter Benjamin se refería a la narración como la «formaartesanal de la comunicación» (Benjamin,1991:119).Siguiendo el símil podríamos considerar a los viejos cami-nos, que van viendo desdibujarse sus perfiles de los cam-pos de la Axarquía, como la forma artesanal de la inter-comunicación.

Si el aburrimiento, en elaborada metáfora, es paraBenjamin «el pájaro de sueño que incuba el huevo de la

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experiencia» (Ib.:118) y apela a lo que García Calvollama memoria hiponoética (G.Calvo,1983:11), el trán-sito por los caminos, en lo que ello tiene de rutinario parael arriero y, a la vez, de rítmico, ha dado pie al intercam-bio oral de narraciones o a los cantos de «la comunidadde los que tienen el oído atento» (Benjamin,1991:118).

En el meceó ehtoycon contento y alegría.Zi la zoga ze partieradel zuelo me arrecojían.En el meceó ehtoy.

Así cantaban los arrieros subidos en los mulos y llevadospor el mismo suave vaivén con que los niños se divertíanen los columpios. Aquello que transmite el ritmo y la pala-bra es lo que Eugenio Trías llama memoria de la experien-cia (Fernández Gijón, 1990:99) y García Calvo tradi-ción (García Calvo,1983:34). Esas experiencias acumu-ladas en lo que llamamos memoria son para la neuro-biología «la marca de nuestra identidad» (Laroche,2000:42), tanto en lo individual como en lo que une acada individuo con sus semejantes. En palabras de Anto-nio Mandly conforman « una construcción social de la

identidad» (Mandly, 1996:60), que «es la fuente de sen-tido y experiencia para la gente» (Castells,1998:28).

La progresiva desaparición de los caminos de la Axarquíay su sustitución por carriles de tierra, cemento o asfaltoproclama no sólo el fin del arte de caminar, sino tambiénel de la memoria de los que por esos caminos han transi-tado, y queda la vida así expuesta a la posibilidad delolvido estéril, aquél que no forma parte de la memoria,aquél que anticipa su negación. Para evitarlo se nos hacenecesario recordar lo que Marc Augé llama el deber dela memoria, que es el deber de los descendientes: «elesfuerzo por imaginar en el presente lo que podría seme-jarse al pasado» (Augé,1998b:102). De este modo seharía posible la negociación y no, simplemente, el merosometimiento a los ritmos y necesidades que impone eldesarrollo turístico. Negaciación que resulta irrenuncia-ble para «preservar la riqueza de cada una de las cultu-ras del mundo» (Feyerabend, 2001:320).

Jábega-86

N O T A S

(1) «Según Varrón, el habla vernácula está hecha de palabras yexpresiones cultivadas en el mismo ámbito al que perteneceaquél que se expresa, en oposición a lo que ha sido cultivadoen otro lugar e introducido» (Ivan Illich,1994:115).

(2) RODRÍGUEZ OLIVA, Pedro «Las ruinas del faro de Torrox y el pro-blema de Caviclum», Jábega, nº 20, Diputación Provincial deMálaga, 1977.

(3) «Todo esto se quemóo se vendió a cambio de poder y riquezadesde los ocho puntos cardinales de la venganzadesde los dos niveles de la envidia.»

Michael Ondaatje, What we lost (traducción nuestra).(4) El caso de Torrox contrasta con el de un pueblo cercano,

Cómpeta, en donde los vecinos siguen comprando y vendien-do las casas del pueblo entre ellos ante la falta de viviendasde otro tipo. Los extranjeros, por su parte, se concentran enlos cortijos en el campo o en una urbanización especialmentecontruida para ellos. Esta situación puede verse alterada en el

futuro ante la inminente construcción de bloques de viviendasdestinados a los propios vecinos.

(5) Esa misma ambivalencia, pero en sentido inverso, se mani-fiesta hacia los otros extranjeros, los inmigrantes magrebíes,que cruzan la Axarquía en dirección a Almería.En un primer momento, la presencia de estos inmigrantes ile-gales es percibida como amenazadora. Los comentarios ha-blan de merodeos por el campo e incluso de algún intento deviolación. Sin embargo, en cuanto algún torroxeño tiene con-tacto real con alguno de ellos el temor se convierte en compa-sión y solidaridad. Así, hemos oído referir cómo un grupo deellos pasaba por un cortijo u otro y cómo los vecinos les ali-viaban las penas de la marcha con comida y comprensiónpor su situación.

(6) La revista Insight, que se publica en Torrox, es una de lasmuchas que están proliferando por la zona y que tienen comoobjetivo mantener informados a los residentes extranjeros, altiempo que sirven de vínculo con su cultura de origen.

(7) STEWART, Chris: Driving over lemons, Sort of books, London,1999, pág. 57. La traducción de las citas es nuestra.

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(8) Ibid. p.108(9) Ibid. pp. 40 y 60.(10) Ibid. p. 116.(11) Ibid. p. 216.(12) Ibid. p. 50.(13) Ibid. pp. 91-92.(14) Ibid. p. 88.(15) Ibid. p. 140.(16) Ibídem.(17) Ibid. p. 182.(18) En inglés se distingue entre holidaymaker, el turista que se

desplaza a un lugar concreto por un período de tiempo corto(algo así como el turista de sol y playa en español); tourist, elque realiza un recorrido por un lugar; y expatriate o residente.

(19) STEWART, Chris: Driving over lemons... p.229(20) Ibid. p. 236.(21) En Gran Bretaña se sigue vendiendo el exotismo de Andalu-

cía. Un anuncio de una inmobiliaria decía así a la zona deMálaga y Granada: «full of lakes and legends, myths andmagic tales and traditions and of course stunny scenary andmountains.»Más adelante se señala: «Time appears to have stood still inthe numerous quaint hamlets where strangers are still quite rare.»En la revista Market Place, editada en Nerja, en su número deenero 2000, un articulista acaba así su texto sobre la provin-cia de Málaga: «just Spain being as amazing and unexpectedas ever !».

(22) STEWARD, Chris: Driving over lemons.... p. 88.(23) La Unión Europea exige, para la temporada 2000-2001, un

mínimo de producción de pasa para poder conceder subven-ciones. Por otro lado, 15.000 explotaciones familiares dedi-cadas al almendro en Granada, Almería y Málaga, incluidala Axarquía, perderán las ayudas europeas, lo cual, según laUnión de Pequeños Agricultores, supondrán la emigración paraalgunas de estas familias (EL PAÍS, 9-X-2000).

B I B L I O G R A F Í A

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RETABLO CERVANTINOCON SANTIAGO

MATAMOROSNICOLÁS CABRILLANA CIÉZAR

CUANDO después de varios años de investigaciónllegamos a encariñarnos con un tema resultaconsolador descubrir que alguien, a quien se

admira profundamente, se había interesado también porel mismo asunto. Durante largo tiempo tuve en mente lafigura, histórica, literaria y artística, de Santiago Matamo-ros y, alternando mi trabajo profesional con mis días deocio, llegué a redactar una monografía sobre ello1; des-pués he descubierto que Miguel de Cervantes, a pesarde que su genial Don Quijote iba por caminos muy distin-tos de los de nuestra Historia del Arte, también admiró yvaloró la figura iconográfica del Apóstol, jinete en uncaballo blanco, blandiendo una gran espada ensangren-tada y pisoteando moros con las patas de su corcel.

En el presente trabajo me permito hacer algunas reflexio-nes sobre la inclusión expresa que, sobre el tema, Cer-vantes llevó a cabo en su admirable novela. En el capítuloLVIII de la segunda parte nos narra que, tras superar DonQuijote el violento incidente de Altisidora en el palacio delos duques, acontecimiento que le proporcionó la ocasiónde pronunciar un bellísimo discurso sobre la libertad, estan-do ya el caballero y el escudero sueltos en la amplia llanu-ra manchega, vieron en un pradillo verde una docena dehombres, vestidos de labradores, que tenían junto a sí unos

Nicolás Cabrillana, que ya hapublicado sus investigacionessobre la iconografía del apóstolSantiago –tradicialmentellamado “Santiago Matamoros”–,como vencedor en la batallacontra el “infiel”ha pasado al estudio de lasfuentes literarias que tratan deeste mito, lo que ahora le llevaa analizar un pasaje de la obrade Miguel de Cervantes en elque Don Quijote se encuentrafrente a un cuadro de Santiago,con los comentarios que lesuscitan.

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grandes bultos. Don Quijote, tras saludarlos cortésmente, lespreguntó qué cubrían aquellos lienzos. Uno de ellos le res-pondió que se trataba de imágenes de santos para un reta-blo que pretendían montar en la iglesia de su aldea; figurasque transportaban a hombros para que no se dañaran.

El Ingenioso Hidalgo mostró gran deseo de conocer dequé imágenes se trataba, dado el esmero con que lasestaban transportando.

Uno de los aldeanos, tras exponer el alto precio que porcada una habían pagado, descubrió la escultura, resul-tando ser la de San Jorge a caballo, con una serpienteenroscada a los pies del corcel. Otra figura representabaa San Martín que partía la capa con un pobre. Debajode otro lienzo apareció la representación del «Patrón deEspaña a caballo, la espada ensangrentada, atropellan-do moros y pisando cabezas». Por fin, desliado un cuartofardo, apareció una representación de la conversión deSan Pablo cayendo del caballo abajo2.

A medida que las imágenes van quedando libres de loslienzos que las ocultaban, Don Quijote comenta los as-pectos iconográficos más característicos de cada una deellas, los más relacionados con su condición de caballe-ros andantes.

Observamos que la primera imagen descubierta, la pri-mera que aparece ante la curiosa mirada del IngeniosoHidalgo es la de San Jorge a caballo, figura que desdela caída del Imperio Romano, desde los comienzos delCristianismo, había ido reemplazando a viejos héroes dela mitología clásica que simbolizaban la lucha entre elBien y el Mal, entre Dios y el Diablo, la lucha contra lasubversión de valores sociales, morales, religiosos… SanJorge pasó a ser muy popular entre los cruzados, que en1096 le atribuyeron la decisiva conquista de Antioquía,después de la cual empezó a invocársele como el santo«protector de los soldados». En 1322 el Sínodo de Oxfordlo nombra patrón de Inglaterra y el rey Eduardo III crea,en su honor, la Orden de la Jarretera3. También en Portu-gal San Jorge disfrutaba de gran devoción entre los miem-bros del estamento militar, y en 1385, víspera de la bata-lla de Aljubarrota contra los castellanos, el rey Juan I armócaballeros a sesenta escuderos «En nombre de Dios y deSan Jorge»4. Por lo que respecta a España, abundan lostextos literarios e históricos y las representacionesiconográficas de este santo militar. Una de las más anti-guas figura en el retablo de Marzal de Sax, pintado entre

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la iglesia del Monasterio del Puig, por encargo del Cen-tenar de la Pluma, milicia de Valencia, en colaboracióncon Nicolau (1394-1410); en 1864 fue adquirido por elMuseo Victoria y Alberto de Londres; en las tablas centra-les se muestran dos escenas de batallas: en una se repre-senta a San Jorge según la iconografía tradicional, congran empaque caballeresco matando al dragón, y en otraluchando contra los musulmanes5.

El cronista del Marqués de Cádiz cuenta que en una in-cursión en tierra de moros, llevada a cabo en 1483, encompañía del Maestre de Santiago, don Álvaro de Aguilar,el Adelantado de Andalucía y otros nobles, los árabesacorralaron a las tropas cristianas en lo más fragoso de laAxarquía de Málaga y pudieron haberlas vencido total-mente «salvo que vieron delante de sí dos caballeros blan-cos muy grandes, armados en blanco, con cruces colora-das; ante tal aparición los moros huyeron espantados sinosar volver la cabeza atrás. El cronista acaba el capítulomanifestando que los dos jinetes relucientes, que se apa-recieron, eran Santiago y San Jorge de los que el Mar-qués de Cádiz era muy devoto6.

Son numerosas las obras de nuestra Historia del Arte en lasque encontramos, formando pareja, a San Jorge y Santia-go Matamoros, reflejo de fuentes literarias como la que seacaba de citar, que prueba lo atinado de Cervantes enincluir ambos santos en el mismo retablo. En la Capilla Realde Granada posiblemente por intervención del CardenalCisneros, Doménico Fancelli esculpió en las sepulturas delos Reyes Católicos las imágenes guerreras de los dos hé-roes ecuestres, sacralizando el tema profano del caballe-ro, asunto tratado sin interrupción desde las estelas funera-rias y sarcófagos clásicos con escenas funerarias, a losarcos triunfales como el de Constantino en Roma, el deValerio en Tesalónica, etcétera. En los tondos de Fancellitanto San Jorge como Santiago tratan de dar el golpe mor-tal a sus enemigos con agresividad y fiereza; en particularel Matamoros se presenta como auténtico cruzado contrael Islam, como símbolo del ferviente caballero cristiano.

En el gran retablo mayor de la misma Capilla Real volve-mos a encontrar a los dos santos militares; detrás de laimagen orante de don Fernando figura San Jorge,lanceando al dragón, que ya ha conseguido asir con elextremo de su cola una de las patas traseras del caballo;en el ángulo superior derecho aparece Trepisonda, prin-cesa legendaria, a la que San Jorge pretende liberar, atri-buto que en el retablo ideado por Cervantes hace comen-

tar a Don Quijote que «fue además defensor de donce-llas7. Detrás de la estatua orante de Isabel la Católicaparece Santiago, Patrón de los pueblos de la Coronacastellana; dos moros yacen bajo las patas del corcel,uno aplastado por las pezuñas traseras y otro, de enormetamaño, recibe el abrazo mortal de las patas delanteras8.Con su espada ensangrentada y su caballo blanco elApóstol es representado como en centenares de lienzos yesculturas desde 1326 hasta los mismos días de Cervantes,ya que la imagen del Matamoros había pasado a sersímbolo de la Orden Militar de Santiago, emblema delos canónigos de Compostela para facilitar el cobro delos famosos «Votos de Santiago» y lema de los reyes es-pañoles, utilizando principalmente en las batallas junta-mente con el célebre grito «Santiago y cierra España».Por cierto que éste fue motivo de comentario y diálogoentre Don Quijote y Sancho, recogido en el texto que nosocupa. La frase, al parecer, había perdido vigencia en eltiempo en que se escribe (1614), ya que el escuderopregunta: «¿Está por ventura España abierta y de modoque es menester cerrarla, o qué ceremonia es ésta?». DonQuijote no le da una respuesta directa, sino que se con-tenta con aludir al papel milagroso que Santiago ha des-empeñado en batallas contra los musulmanes9.

Como es sabido, en el grito de guerra «cerrar» tiene laacepción traslaticia de «embestir», acometer un ejército aotro, dada la costumbre militar de apiñar las tropas antesdel ataque, cerrando las filas frente al enemigo, «España»está empleado no en sentido literal, territorial o toponímico,sino en el metonímico, utilización del continente por elcontenido, refiriéndose a los españoles, al ejército de Es-paña; «Santiago» en el proverbio militar es un vocativoprecativo, una invocación o apellido. La «y» no es conjun-ción sino adverbio10.

En mi opinión Cervantes utiliza la ignorancia de Sanchocomo mero ejercicio retórico, ya que todavía en su épocase empleaba en las batallas como grito de ataque. Tanto elhistoriador Ginés Pérez de Hita, como Luis del MármolCarvajal nos refieren las ocasiones en que las tropas cris-tianas lo emplean al iniciar el combate, siendo totalmenteusual en la guerra de las Alpujarras y otras zonas del Reinode Granada, en la campaña contra Aben Humeya, en elsitio de Cantoria, en el Fuerte de Inox, en Poqueira… Pérezde Hita en el Romance del asedio de Galera escribe:

«Unos llaman a Mahoma,otros dicen Santiago

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otros gritan cierra EspañaMuera el bando renegado»11

Según la tradición, el grito bélico surgió, por primera vez,en la batalla de Clavijo. «Esta fue la primera vez que enEspaña se invocó en batalla el nombre del glorioso Após-tol y Patrón nuestro Santiago y fue Dios servido aprove-chase mucho para el buen suceso nuestro; por que murie-ron aquel día, en batalla, casi setenta mil moros»12.

Por tanto la exclamación de guerra tenía todo el carácterreligioso, carismático, mítico, que los etnólogos suelenprestar a lo primitivo, o mejor a lo que ocurre por primeravez, de ahí la importancia que le atribuían los guerreroscristianos españoles y que se siguiera empleando en nues-tros ejércitos durante la época de Cervantes e incluso a lolargo de todo el siglo XVII.

El nombre de Santiago, Patrón de España, apareció liga-do a los más importantes acontecimientos bélicos, comorevelan nuestras fuentes literarias medievales, textos quenos han transmitido la iconografía simbólica del caballe-ro luchador contra las tropas agarenas en cada épocadeterminada. En 1064 según la tradición, recogida en laCrónica Silense, apareció Santiago en un caballo blan-co, con traje de guerrero, que iluminó la catedral deCompostela; al día siguiente Fernando I, por intercesióndel Apóstol, conquistó Coimbra. Desde el siglo XII el Có-dice Calixtino (1135-1139) nos presenta a Santiago comoprotector de caballeros, y desde 1150, con la redaccióndel «Privilegio de los Votos», o Diploma de Ramiro, elApóstol queda ya fijado como guía y protector de losguerreros cristianos frente a los musulmanes13.

Podríamos seguir citando ejemplos hasta los mismos díasde Cervantes; refiere la leyenda del Sitio de Amberes(1585) que los rebeldes flamencos vieron aparecer, a lacabeza del ejército español, un valiente capitán, monta-do sobre un caballo blanco, llevando una cruz roja sobreel pecho y blandiendo una espada ensangrentada14.

Interesa, además, analizar aquí otras razones que pudotener Cervantes para incluir en su novela el episodio delretablo aldeano de los cuatro santos militares, pues aun-que se puede considerar un inciso, un paréntesis en lasreferencias a la procaz Altisidora, con la que no se rela-ciona ni indirectamente, se diría que se trata de un relatoincluido por el autor de un modo especial, de un modoexpreso. Cervantes habría podido pasar por alto el epi-

sodio de las imágenes sin que por ello el capítulo se perju-dicara en su estructura. Creo que no se trata de una simplehistoria intercalada, tan propia del estilo de Cervantes, sinode un relato en el que el autor desea dejar bien sentadoalgo que le preocupa; una expresa aclaración. Esto es, enmi opinión, lo que da interés al pasaje de las imágenes,mereciendo que reflexionemos sobre las razones que pudotener al autor para incluir el episodio, pues si acertamos aexplicarlo podrían aclararse especiales circunstancias his-tóricas de Cervantes; el paréntesis abierto dentro de lanarración del viaje de Don Quijote desde su lugar de laMancha a la ciudad de Zaragoza, a través del CaminoReal, nos permite profundizar no sólo en la compleja psico-logía del autor sino también en las dificultades de su épo-ca. El mero hecho de topar con los cuatro fardos que con-tienen las imágenes, calificado por Don Quijote de«felisisimo acontecimiento»15 prueba, a todas luces, el inte-rés del autor por poner de relieve la catolicidad de su hé-roe frente al laicismo de otros caballeros andantes comolos de Ramón Lull… etcétera.

Don Quijote no puede sino exponer su alegría manifes-tando que cuatro santos, tan conocidos en el Occidenteeuropeo, son amantes de la milicia, y que sus iconografíashabían superado todas las posibles suspicacias por partede las normas del concilio de Treto y del temido Tribunalde la Inquisición.

Cervantes en su descripción del retablo comienza citan-do a San Jorge, quizá porque era, precisamente, a unafiesta caballeresca de Zaragoza a donde se dirigía DonQuijote. En Aragón, y en general en todo el Levante espa-ñol, el culto a San Jorge, Patrón de aquellos reinos, eramás popular que en Castilla; en 1096 los aragonesescreyeron que su victoria sobre los musulmanes se debía ala intervención de este santo militar, y tras la conquista deHuesca elevaron una ermita a San Jorge, a un kilómetrode la ciudad16. Su culto se extendió a todo el Occidenteespañol, siendo muchos los textos en que se narra la inter-vención de Santiago y San Jorge, formando pareja, enbatallas contra los musulmanes.

La segunda imagen que nos presenta Cervantes en suimaginado retablo aldeano es la de San Martín partien-do su capa con un pobre, o sea San Martín de Tours,santo muy ligado a Compostela ya que en la ciudad fran-cesa, en torno a su catedral, se reunían los peregrinospara emprender juntos el camino de Santiago, de ahíque a lo largo de la ruta jacobea existan iglesias dedica-

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das a San Martín, como en Sos del Rey Católico; esobligado citar aquí el monasterio de San Martín Pinarioen Compostela, en cuya iglesia podemos admirar un re-tablo que nos recuerda el descrito por Cervantes, ya queen él figuran las imágenes de tres santos; en un originalfrontón la de San Martín de Tours, y a uno y otro lado, lade Santiago Matamoros y la de San Millán. Las tres figu-ras ecuestres vuelven a repetirse, en la misma forma, enlos tableros del coro17.

Es interesante que en lo referente al santo de Tours,Cervantes no quisiera insistir en la broma, ya muy popu-lar en su época, sobre el hecho de que San Martín nodiera al pobre más que la mitad de la capa; Don Quijotesimplemente argumenta que «sin duda debía de ser en-tonces invierno, que, si no, él se la diera toda, según erade caritativo»18. Sin dar importancia a la réplica jocosadel escudero, el Ingenioso Hidalgo sigue contemplandootra imagen.

La prudencia de nuestro caballero nos hace pensar en lagran suspicacia que debió mantener Cervantes, a lo lar-go de la redacción de su obra, para no caer en las ga-rras del Tribunal de la Inquisición tan poderoso, tan temi-do, en la época en que escribe el pasaje que comenta-mos. Sólo gracias a tales recelos el Ingenioso Hidalgopudo ver la luz, tras sortear victoriosamente las pesquisasinquisitoriales.

Es curioso que Cervantes incluyera en su imaginado reta-blo de santos caballeros a «san Pablo como cae del ca-ballo»; cualquiera podría pensar que el ilustre escritor sepermitía una licencia, pero, como ya se ha dicho, ni lostribunales de la Inquisición, ni el rigor con que la iglesiaCatólica imponía las normas iconográficas del Conciliode Trento, daban tregua a Cervantes para proferir talesjuegos literarios.

Debemos, pues, pensar que si éste califica a San Pablode caballero, si Don Quijote no duda en exclamar alverlo «Caballero andante por la vida» es porque así eraconsiderado en su época. Aunque el Apóstol no hubieraejercido concretamente la profesión militar, la iconografíatradicional lo presenta, frecuentemente, revestido de ar-madura, casco y espada, atributos que lo hicieron fácil-mente asimilable a la condición de santo guerrero, de ahíque Don Quijote se ufanara en declarar que había profe-sado, como él, ejercicio de las armas. Pero la Contra-reforma produjo grandes cambios en la iconografía sa-

Capilla del Mariscal Pedro de Campaña, 1555.(Catedral de Sevilla)

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grada, empobreciéndola con sus estrictos cánones, consu manía repetitiva que pretendió hacer del Arte no undisfrute, sino una pedagogía. San Pablo pasó a ser repre-sentado, casi exclusivamente, como Apóstol, perdiendosus atributos iconográficos tradicionales.

Sin embargo Miguel de Cervantes pudo admirar en Sevi-lla, ciudad en donde están documentadas varias estanciassuyas más o menos largas, entre los años 1587 y 1600,la magnífica vidriera de Vicente Menardo de la conversiónde San Pablo» (1560), que se conserva en la Capilla deSantiago de la catedral hispalense. En ella se representa laescena «con todas las circunstancias que en el retablo desu conversión suelen pintarse», como declara Don Quijoteen el texto que nos ocupa19. San Pablo aparece con arma-dura completa, casco, rodela y gran espada, al frente deun numeroso contingente de guerreros que Vicente Menardoha representado con la vestimenta, picos y bagaje propios

de los utilizados, en aquellos días, por nuestros Tercios deFlandes; multitud de figuras se agrupan a un lado y otro delescenario, «mientras que al fondo se ven otros soldados enactitud de marcha»20.

Evidentemente el autor de la vidriera recoge la tradiciónante conciliar de un San Pablo caballero al frente de tro-pas, tradición de la que participa Cervantes.

No está de más señalar aquí que el autor de Don Quijotepudo admirar también, durante sus estancias en Sevilla, elbello Santiago Matamoros obra de Pedro de Campaña(1555), pintado para la Capilla del Mariscal de la mismacatedral hispalense, así como el Santiago, también guerre-ro, ejecutada por Pérez de Alecio (1584), existente en laParroquia de Santiago de la misma ciudad.

Pero donde Cervantes utiliza toda su fuerza argumentalpara tratar de convencer, incluso a los lectores más suspi-caces, sobre la afección de Don Quijote a la ReligiónCatólica es el pasaje del retablo aldeano en que habla deSantiago Matamoros, de manera que puede afirmarse quela figura imaginada del Apóstol ocupa la parte central delretablo y que los otros santos jinetes son adornos que relle-nan el espacio artístico. El autor nos lo describe según sutipología más militar y heroica, no como simple discípulode Cristo, con túnica y libro, o como peregrino con bordóny concha, sino como Patrón de las Españas a caballo,empuñando la espada ensangrentada, atropellando mo-ros y pisando cabezas21. Nos describe, por tanto, la ico-nografía tradicional del Matamoros; la representación acos-tumbrada, repetida centenares de veces de la batalla deClavijo o de otras batallas en las que leyendas, locales oregionales, delinean la aparición del Apóstol guerrero. «Estegran caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios aEspaña por patrón y amparo suyo»22.

Don Quijote, como todo caballero fervoroso, no teníamás remedio que imaginar al protector de los cristianossobre un caballo, como símbolo del poder espiritual delindividuo, capaz de someter los impulsos primarios delanimal en beneficio del pueblo al que pretende proteger;y con la espada ensangrentada, como símbolo del caba-llero que arriesga su vida por su Fe, lanzándose al galo-pe sobre las tropas agarenas, tal como lo presentan las«historias verdaderas» en palabras de Cervantes.

Para nuestro caballero andante, como para todo guerreroespañol de la época, el relato de Clavijo no era ni unaAlonso de Mena (1640). Catedral de Granada

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fábula ni un cuento, sino una «historia verdadera». No sóloClavijo sino también Covadonga, Simancas, Las Navasde Tolosa, El Salado… todas aquellas ocasiones, todosaquellos «rigurosos trances que con los moros los españo-les han tenido, y, así lo invocan y llaman como adenfensorsuyo en todas las batallas que acometen, y muchas vecesle han visto visiblemente en ellas derribando, atropellando,destruyendo y matando los agarenos escuadrones; y destaverdad te pudiera traer muchos ejemplos que en las verda-deras historias españolas se cuentan»23.

El autor, por tanto, nos manifiesta que, en su época, Clavijocontinua siendo un mito vivo y Santiago Matamoros unafigura capaz de proporcionar a los caballeros andantesun modelo de conducta humana y conferir, por eso mis-mo, significación y valor a la existencia. No deja de sernotable que la etnología actual coincida con las ideasexpresadas por Don Quijote24. La aparición de Santiagoen la batalla de Clavijo es para nuestro héroe una historiasagrada y, por tanto, una de las «verdaderas historias».

Santiago para Don Quijote es una manifestación del po-der sagrado, único capaz de convertirlo en un caballero«a lo divino», a él que no es más que un caballero «a lohumano»25.

Al exponer Cervantes esa teoría nos pone de manifiestoel estadio cultural, con respecto al mito santiaguista y otrosmitos, en que se encontraba la sociedad española de suépoca, que tal como la explica no hay que considerarlacomo «estadio arcaico», pues coincide con buena partede los pueblos del Occidente europeo anteriores alracionalismo del siglo XVIII.

En este sentido el retablo cervantino, que contemplamoscon nuestra imaginación, refleja fielmente su época poraquellos años el madrileño Eugenio de Salazar, uno delos más notables escritores de la época de Felipe II, nospresenta en sus cartas «donosas» sobre la milicia, la ico-nografía usada en las guerras de su tiempo, que coincidebastante con la descrita por Cervantes en su retablo: «Usanrodelas bravísimas de pintura: unas con sierpes que es-pantan; otras con San Jorge que pasa al dragón con sulanza; otras con Santiago derribando moros con su caba-llo y su espada, y otras pinturas tan terribles, que si losenemigos lo consideran bien todo, temerán mucho menoslo vivo que lo pintado»26.

Tal coincidencia iconográfica prueba que nuestro autorconocía bien las imágenes del mundo caballeresco capa-ces de atraer la atención, y devoción, del gran público.

Coro alto del Monasterio de San Marcos (León)

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galope, contra un jinete árabe que se oculta tras un granescudo en el que figura la Media Luna. En el suelo yaceotro guerrero musulmán que ha perdido su casco y arma.El ángulo derecho del panel lo ocupa un gran estandartecon la Cruz santiaguista, que Santiago coge con su manoizquierda; otros caballeros, protegidos con cascos y ar-maduras, rellenan el ángulo superior derecho.

La incorporación de los santos mencionados por Cervantesen su retablo imaginario tenían la finalidad de prestigiar,ideológica y socialmente, a la aristocracia militar en eltiempo del Quijote.

En pleno reinado de Felipe III, cuando la crisis históricaen todos los aspectos es ya patente, Cervantes deseaevocar la gran época de nuestra caballería mediante elrelato de los cuatro santos jinetes, cuatro personajes vin-culados a un espíritu guerrero que se iba esfumandopeligrosamente; los cuatro profesionales de armas, enga-lanados con sus comunes atributos: el caballo y la espa-da, santificados por la Iglesia, eran los más indicadosejemplos a imitar por los jóvenes de una sociedad desilu-sionada, desorientada. Los cuatro copartícipes del heroís-mo cristiano podían servir de guía hacia el ideal caballe-resco «a lo divino» que Don Quijote evoca con nostalgia.

Jábega-86

Incluso el mismo relato del transporte de esculturas sacras,narrado detalladamente por Cervantes, está relacionadocon un tema más cotidiano de lo que podría pensar ellector actual. En la época del Quijote, en pleno apogeodel Barroco, no era raro encontrar por los caminos deEspaña, largas recuas de mulos o grandes carretas en lasque se transportaban imágenes desde los talleres de loescultores a las iglesias parroquiales o catedrales, a san-tuarios o monasterios. En 1566 tuvo lugar el traslado delas figuras de la sillería del coro del convento de SanMarcos de León desde esta ciudad a Calera, en Extre-madura; en 1578 un nuevo acarreo condujo las mismasimágenes a Mérida, pero no acabó aquí el transportesino que en 1603 volvió a llevarse todo el coro a su lugarprimitivo en León. Por cierto que entre las imágenes trans-portadas figuraban un San Jorge, un San Pablo, un San-tiago El Mayor y un Santiago Matamoros, atribuido éstea Guillermo Doncel, que debió de realizarlo entre 1533y 1543, en la época del Prior de la orden Hernando deVillares27. La imagen forma parte de un panel que repre-senta la escena de la batalla de Clavijo en la que apare-ce el Apóstol para ayudar a los cristianos contra las tro-pas agarenas. Santiago, de proporción exagerada, cu-bierto de coraza a la romana y gran capa flotando alviento, empuña con su mano derecha una cimitarra degrandes proporciones, de tal manera que rebasa el table-ro, ocupando parte de la moldura; lanza su caballo, al

N O T A S

(1) CABRILLANA CIÉZAR, Nicolás: Santiago Matamoros. Historia eImagen. Diputación de Málaga, 1999.

(2) CERVANTES, Miguel de: Don Quijote de la Mancha. Edición delInstituto Cervantes, dirigida por F. Rico. Barcelona (1998),pp. 1094 y ss.

(3) CORTÉS ARRESE, M.: «La imagen de San Jorge en el arte bizan-tino». Instituto de Ciencias de la Antigüedad. Vitoria, 1993.

(4) KEEN, M.: La Caballería. Barcelona, 1985, p. 113. Ha estu-diado este capítulo cervantino Edward Sarmiento en The DublinReview, XLIV (1947), que no he utilizado.

(5) Summa Artis, XXII, Madrid, 1966, pp. 280 y ss.(6) Anónimo: Historia de los hechos del Marqués de Cádiz,

CODOIN, t. 106.(7) CERVANTES, ob. cit. p.1096.(8) CABRILLANA, ob. cit. pp. 114 y ss.(9) CERVANTES, ob. cit. p. 1098.(10) RABANAL ÁLVAREZ, M.: «Notas filológicas sobre Santiago y cie-

rra España». Compostellanum (1957) pp. 531 y ss.(11) CABRILLANA, ob. cit. pp. 146 y ss.

(12) OXEDA, Fray Hernando: Historia del Glorioso Apostol Santia-go, Patrón de España. Madrid, 1615, p. 134 v.

(13) SICART GIMENEZ, A.: «La iconografía de Santiago ecuestre en laEdad Media». Cospostellanum, XXVII, 1982.

(14) Europalia 85. España. Santiago de Compostela. «100 ansde pelerinage europeén». Gand, 1985.

(15) CERVANTES, ob. cit. p. 1098.(16) Véase nota 3.(17) DE SÁ BRAVO, Hipólito: «El Monasterio de San Martín Pinario».

León, 1988, p. 39 y ss.(18) CERVANTES, ob. cit. p. 1096.(19) CERVANTES, ob. cit. p. 1096.(20) NIETO ALCAIDE, Victor: «Las vidrieras de la Catedral de Sevilla».

Madrid, 1969, p. 165 y ss.(21) CERVANTES, ob. cit. p. 1096.(22) Cervantes, ob. cit. p. 1098.(23) CERVANTES, ob. cit. p. 1099.(24) ELIADE, Mircea: Mito y realidad.

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LA PERVIVENCIA DELPAISAJISMO LUMINISTAEN MÁLAGA. EL GRUPO

«NUEVE PINTORES»JOSÉ MANUEL SANJUÁN LÓPEZ

Con el fallecimiento del pintormalagueño Pablo Picasso,en la ciudad de Málaga se leorganizaron homenajes desdediferentes ámbitos. Lógicamentelas vanguardias artísticas sedestacaron en ese momente;sin embargo, por paradójicoque pareciera, también huboun grupo de pintores muyalejados de la renovación queorganizaron su particularhomenaje a Picasso: el grupollamado «Nueve pintores».Sobre su obra se centra esteartículo.

EL OCHO DE ABRIL DE 1973 moría Pablo Ruiz Picassoa la edad de 91 años, en su Villa Notre-Dame-de-Vie, en Mougins, al sur de Francia. De inmediato,

la comunidad artística internacional manifestó su pésamemediante grandes homenajes y numerosas muestras deadmiración1 . En su ciudad natal, las instituciones cultura-les también se unieron en diversos actos para ensalzar laexcepcional figura del pintor desaparecido2 , actos que,además, propiciaron la definitiva aceptación de las van-guardias históricas en la vida artística de la ciudad3 . Enefecto, concluida la Guerra Civil, y en una España moraly económicamente hundida, el depauperado ambientecultural sobrevive mediante una alianza formada por elhistoricismo, el indigenismo, el aislacionismo, elacademicismo y el tradicionalismo, período que AguileraCerní denomina de «eclipse total»4. En Málaga, obvia-mente, dominan el panorama pictórico las tendenciasnaturalistas. luministas y coloristas, cuyos máximos expo-nentes Ochoa, George Apperley o Capulino Jáuregui aca-paran en los años cincuenta y parte de los sesenta lagalería «oficial» de la ciudad, la de la Sociedad Econó-mica de Amigos del País5 .

No obstante, un pequeño grupo de jóvenes creadores,portando el antiacademicismo como estandarte, intenta

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renovar, desde sus lugares habituales de reunión como «LosCandiles» o «El Pimpi», la plástica malagueña contemporá-nea. Así nació la efímera «Peña Montmatre» (1954-56)6 ,a la que seguirían el «Grupo Picasso» (1956-1964)7 , y eltaller de grabado «El Pesebre» (1966-76)8 . En la décadade los setenta, otras asociaciones prosiguen con la tareade divulgar y expandir las nuevas tendencias fuera de suscírculos minoritarios: en escultura destaca el «Grupo 75»9 ;la obra gráfica evidencia su auge con el «Colectivo Pal-mo» y el «Grupo 7/10»10 , ambos formados en 1979, y el«Taller Gravura»11 , que completa la tríada de grabadoreso pintores-grabadores que desarrollan esta técnica y suedición al amparo del crecimiento del consumo y la relati-va libertad cultural y artística12 .

Esta breve pero necesaria introducción sobre la favorablecoyuntura para las vanguardias locales en los años seten-ta13 , acentúa el carácter paradójico y, sobre todo, filan-trópico, de nueve jóvenes pintores locales que tambiénquisieron rendir tributo al fallecido maestro. La relación deautores, por orden alfabético, era la siguiente: JoséGuevara Castro, Rafael López Palomo, Manuel PérezRamos, Manuel Pineda Barroso, José Rojano Campos,Miguel Rojas Oña, José Sanjuán Perdiguero, FranciscoTorres Matas y Salvador Torres Narváez. Todos ellos se-leccionaron sus mejores obras y las expusieron en la Casadel Consulado (posteriormente, Sala La Económica), del14 al 28 de abril de 197314 . El acto fue presentado porÁngel Caffarena Such, cronista oficial de Málaga y suprovincia, quien, en su conferencia inaugural, titulada conbuen criterio «De la pintura figurativa», destaca la armo-nía, belleza y pasión que las pinturas exhalan, pero, asi-mismo, asevera que en ellas «no hay amaneramiento nicopia fotográfica de la realidad, hay, y en muy elevadamedida, creación, arte»15 .

Hemos de constatar, no obstante, que esta iniciativa noprovino de un grupo de perfectos desconocidos; al con-trario, la mayoría poseía premios o medallas en concur-sos locales , provinciales e incluso nacionales, por lo queestaban bien considerados a nivel de crítica y público16 .Por otra parte, la amistad entre sus componentes surgióbien por sus reuniones en «La Buena Sombra», local deartistas por excelencia17 , bien por su asistencia a certá-menes de pintura como los Salones de Invierno, promovi-dos por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo,o las Exposiciones Provinciales y los Concursos de Pinturaal Aire Libre, en la capital o en pueblos cercanos, organi-zados por la Obra Sindical de Educación y Descanso,

que constituían un atractivo estímulo –económico ycurricular– para pintores noveles y con ambiciones, perovoluntariamente alejados de cualquier lenguaje plásticorenovador.

Líneas arriba me he referido al carácter paradójico y filan-trópico de esta propuesta artística de los «Nueve Pinto-res». Filantrópica y perdurable en el tiempo, por cuantopretendían exponer, no sólo ese año, sino también «enlos años futuros, durante el mes de abril, para recordar atodos a nuestro genial Picasso»18 ; paradójica en tantoque ninguno practicaba el cubismo del genial malague-ño, ni tan siquiera postulaban alguna tendenciaheterodoxa, salvo José Guevara y Rodrigo Vivar y en unmomento muy concreto de su evolución estilística19 . To-dos ellos se hallaban inmersos en la pintura figurativa tra-dicional, con preferencia hacia un paisajismo naturalistade excelente factura.

Los precedentes hay que rastrearlos a partir de 1870,cuando la pintura de paisaje en Málaga abandona, gra-cias a la labor docente de Bernardo Ferrándiz y AntonioMuñoz Degrain, el punto romántico y adopta un realismodespojado de todo carácter provocador. Este realismo,aplicado a la representación de la Naturaleza, facilitó unmotivo poco comprometedor y con grandes posibilida-des como medio de iconicidad real, por lo que, a finesde siglo, fue uno de los géneros más practicados20 . Ha-cia 1930, el paisaje –y por ende, la pintura malagueñarealista– había saturado sus modelos decimonónicos y ladecadencia estilística era palpable, aspecto claramentevisible en las Exposiciones de Bellas Artes de 1924, 1927y 192921 . En ellas, los pintores más jóvenes –Luis Bono,Mingorance Navas, Ramos Rosa, Garcés Gómez, etc.–apuraron los últimos cartuchos realistas y se decantaronpor un ambiguo «impresionismo», cuyo primer valedor enla vertiente paisajística fue Francisco Blanca Mora. Por elcontrario, la Escuela de Bellas Artes continuó fiel a unadidáctica rígida y carente de toda renovación, y así profe-sores como Leopoldo Guerrero del Castillo, Antonio BurgosOms o Rafael Murillo Carreras, estiraron el academicismohasta mediados del siglo XX con un costumbrismo pictóricode esquemas periclitados y harto conocidos que agotarondefinitivamente, en palabras del profesor Palomo Díaz, «algoque hacía tiempo había fenecido»22 .

Así pues, las aportaciones del grupo «Nueve Pintores»durante su período activo (1973-1993) al paisajismonaturalista malagueño, debemos calibrarlas a través de

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dos polos aparentemente opuestos: tradición y moderni-dad. Por un lado, la tradición les viene heredada por elimpresionismo local, habitual en las décadas de 1940-50, y un luminismo tardío, de raíz levantina, ecos lejanosdel Sorolla paisajista, cuya estela encandiló a numerosospintores malagueños o muy vinculados a la ciudad, comoMariano Bertuchi, Enrique Jaraba, Gómez Gil, EnriqueSimonet, Navarrete Oppelt, etcétera. Hay que añadir, ade-más, la práctica del plenairismo, fomentado desde la lle-gada de Ferrándiz y Muñoz Degraín a la Escuela, y que,un siglo más tarde, en los años 1960 y 1970institucionalizó Educación y Descanso mediante sus con-cursos al aire libre, que invitaban al pintor a elegir unmotivo –bien como «primeraimpresión», bien como obradefinitiva– en las aportacio-nes físicas de la Naturaleza.Para terminar este apartado,podríamos agregar, por quéno, la bonanza climática ylos factores medioambien-tales, sin hacer un alegato afavor de las tesis deterministasde Hipólito Taine, que hanproporcionado un entornomuy favorable para la prácti-ca del paisajismo, al proveerun sustrato temático y estéticomuy definido (paisaje rural/urbano, marinas, escenas po-pulares), filón nunca despre-ciado, como estamos compro-bando, por generaciones depintores malagueños.

El enganche con la moderni-dad se produce de un modo paulatino y personalísimo,sin trucos efectistas ni rupturas traumáticas. Perfectos co-nocedores de las vanguardias circundantes23 , la ósmosisestilística vislumbra tendencias cercanas, por citar algu-nas, a un expresionismo de matices sosegados, a unadesmaterialización de las formas que aboca el motivo auna neoabstracción o a un cubismo heterodoxo teñido dehondo lirismo. Estos planteamientos estéticos –intuidos ensu primera exposición y omnipresentes en la década delos ochenta– alejan en cierta manera, tanto en la pincela-da como en la formulación plástica de la obra, a los«Nueve Pintores» del paisaje realista malagueño; un dis-tanciamiento, acorde con el devenir de los tiempos, que

confirma que en España, el paso de plenairismo más omenos pintoresco a la vanguardia fauve o expresionistase llevó a cabo sin episodios intermedios24 . En esencia,una pintura de caballete que evita el anacronismo culturalmediante la incorporación, primero tenue y después abier-tamente, de logros a priori contradictorios –académicos eiconoclastas–, y verifica el talante innovador, o, por lomenos, no anquilosado, de sus autores. Además, con estaactitud corroboran, sin duda alguna, el precepto ya esta-blecido a principios del siglo XIX y aún hoy vigente: elgénero del paisaje como campo de experimentación plás-tica y escenario idóneo para la imbricación entre el mun-do interior del artista y sus estímulos sensoriales25 .

Años setenta

La relación de nombres cita-da anteriormente constituyó elnúcleo inicial de los «NuevePintores» que participó en laexposición de la Casa delConsulado en 1973. Con elpaso del tiempo, el grupo al-teró su composición e inclu-so aumentó su número en losaños finales. De esta mane-ra, observamos ausenciasdefinitivas –Torres Matas–,temporales –López Palomo yPerdiguero– y, por consiguien-te, nuevas incorporaciones –Ángel Giró, Rodrigo Vivar yJosé de la Fuente Grima–.También hemos recogido suintención de repetir ese home-

naje todos los años, durante el mes de abril; y a fe que loconsiguieron, y, más aún, se excedieron en su empeño,pues, en 1974 expusieron tres veces, dos en Málaga yuna en Fuengirola26 . Al año siguiente –1975–, encontra-mos nuevos indicios de su fervorosa actividad: puntualmen-te realizan el III homenaje a la memoria de Picasso; partici-pan en el I Certamen de Arte San Isidro Labrador, celebra-do en la finca La Cónsula, en Churriana (Málaga); y orga-nizan, finalmente, una exposición-homenaje al fallecidomarinista malagueño Francisco Mariscal (1921-1975)27 .

En 1976 acuden fielmente, en primavera, a la cita conPicasso y concurren, de nuevo, al II Certamen de Arte

Formación original “Nueve Pintores”. Málaga, abril 1973.

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San Isidro Labrador28 . En aquella, conviene decirlo, porprimera vez la prensa escrita reconoce la versatilidad plás-tica de sus integrantes, actitud que, en la práctica, delatael progresivo alejamiento del luminismo naturalista inicialhacia tendencias más contemporáneas, según refleja uncrítico, Clodoaldo, en su columna: «En esta exposiciónhallaréis representados todos los estilos; tanto los de fac-tura clásica, como impresionista; tanto el paisaje risueñocomo el austero y hasta un cuadro un tanto lineal ocubista»29 .

Si bien en 1977 sólo se registra una colectiva de los«Nueve Pintores»30 , 1978 es el año de mayor actividadexpositiva que comienza en Jaén, donde muestran susobras en un claro deseo de ampliar horizontes ypromocionarse fuera de la provincia31 ; acto seguido, ycon muy pocos días de mediación, inauguran enFuengirola32 ; a finales de abril, viajan de nuevo fuera deMálaga y presentan en Córdoba, bajo el rótulo de «Nue-ve pintores malagueños», sus últimas realizaciones33 . Ennoviembre reaparecen en la sala La Económica, de Má-laga, en una exposición a la memoria del pintor localFrancisco Blanca Mora (1907-1956)34 ; y para concluirel año, en diciembre, presentaron sus óleos en una de lassalas de la Casa de la Cultura de la capital con motivode la fugaz visita del ministro de Cultura, Pío Cabanillas35 .

El formidable brío demostrado por cada uno de los miem-bros del grupo, tanto en lo que respecta a producciónartística como a proyectos posibles o imaginables, secanalizó en una euforia colectiva que les llevaría, en ene-ro de 1979, a concurrir, individualmente, a la BecaPicasso, convocada por el Ayuntamiento de Málaga36 .Aunque no les fue concedida, el desánimo no afloró enningún momento; al contrario, al mes siguiente mostrabansu nuevas creaciones por tierras granadinas bajo el lemade –al igual que sucediese en Jaén– «Nueve pintores ma-lagueños»37 . En la crítica de esta exposición, el sagazMarino Antequera advertía una cierta homogeneidad quedenotaba un mismo punto de partida; «una adecuada yperseverante enseñanza en centros como las Escuelas deArtes y Oficios. Nada de improvisaciones»38 . Y así era.Todos ellos, con una estancia más o menos prolongada,estudiaron en la Escuela de Artes y Oficios de Málaga ode otras capitales, y esa impronta siempre rezumaba enla estructura interna de la obra.

De nuevo en Málaga, en mayo les cupo el honor de inau-gurar la galería de arte sita en unos grandes almacenes,

recién aperturados por aquellas fechas39 ; y para concluircon el periplo expositivo durante el año 79, el grupo diri-gió sus miras hacia la capital de España. «La embajadamalagueña», como los denominó Baltasar Peña en la pre-sentación del catálogo, arribó en octubre en la galeríaEspalter con gran ilusión pero diezmada de componen-tes. A las reiteradas ausencias de López Palomo y Perdi-guero, había que añadir, en esta ocasión, las bajas deDe la Fuente Grima, Pineda Barroso y Rojano, que sesuplieron con la inclusión de Sánchez Gallardo y SánchezLeal, por lo que, finalmente, sólo ocho autores emprendie-ron la aventura madrileña precedidos de la genérica eti-queta de «Pintores de Málaga»40 .

Estilo e iconografía

Antes de proseguir con la andadura expositora del grupoen la década de los ochenta, es necesaria una valora-ción aproximativa sobre los «Nueve» y la visión del paisa-je por ellos establecida. El tópico más recurrente y simplis-ta para definirlos sería el de «pintores costumbristas con-temporáneos», como ya aludió algún crítico en fecha re-ciente41 . El costumbrismo, género muy practicado en pro-vincias hasta 1900, confluyó, en el cambio de siglo, condos fenómenos interrelacionados, Regeneracionismo yRegionalismo, puntales básicos para la modernización dela plástica española. Esta renovación fue posible graciasa la mutua dependencia centro-periferia, proceso que tuvoconsecuencias mucho más trascendentales que la de pro-ducir una pintura costumbrista: el paisaje, principal bene-ficiado de este episodio, constituyó en su representaciónun acto de afirmación de los diversos territorios físicos yculturales que litigan por afirmar su identidad plástica; sinduda alguna, una actitud que fue más allá del purofolklorismo epidérmico42 .

En Málaga, el regionalismo sucumbió a la extrema lumi-nosidad autóctona, y por ello, junto a Valencia, lideró labandera de la llamada «Mediterraneidad» o «España Blan-ca», acercamiento propiciado, además, por los frecuen-tes contactos entre ambos centros artísticos a fines de si-glo (recordemos que tanto Ferrándiz como Muñoz Degraíneran valencianos). En consecuencia, los paisajes y mari-nas de los pintores malagueños presentan rasgos que iden-tifican con claridad el motivo elegido, pero que, sobretodo, lo singularizan en su afán reivindicativo del tonolocal (gradaciones de la luz, estudio del celaje, detallismodescriptivo, etc.). Aún así, los artistas más sobresalientes

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de ese período (Navarrete Oppelt, Verdugo Landi, GómezGil, José Gartner o Bermúdez Gil entre otros), manejan unlenguaje más ecléctico que realista, pues si bien utilizanlos recursos técnicos arriba mencionados, no se privan, siles conviene, de introducir componentes poéticos o perso-nales en favor de un decorativismo muy favorable para suasimilación por el mercado imperante43 .

Con estos antecedentes, no podemos denominar la pintu-ra de los «Nueve Pintores» meramente costumbrista. Cier-to es que utilizan un repertorio iconográfico heredado delrealismo-eclecticismo local, pero también es esa Natura-leza, luminosa y vibrante, la que han elegido voluntaria-mente como escenario, quizá fáctico, quizá teatral, de

sus lienzos44 , y a la que corrigen, modifican o añaden sinrecato alguno, en aras de sus intereses pictóricos y de susplanteamientos estéticos. Lógicamente, y por ser diferen-tes contextos históricos, la representación paisajística delos «Nueve» carece de esa finalidad reivindicativa antesmencionada. Cualquier intención de índole social o decrítica política, desaparece ante la visión sincera y plenade humanidad, aunque rara vez aparezca figura alguna,del entorno circundante.

El grupo, mayoritariamente, se centra en la arquitecturatradicional del barrio, el pueblo o los campos con suscortijos, como si las zonas de bloques funcionales ya nofueran genuinamente «populares». Otra característica casi

López Palomo: Cosas delPerchel, 1979, O/L

generalizada es que optan por pintar un trozo de calle oun entorno delimitado del barrio, del puerto (con sus bar-cas de pesca, viejos buques y grúas) o de algún pueblomalagueño antes que plasmar la imagen de la ciudad oel pueblo enteros vistos desde la distancia; casi podría-mos decir que son pintores de «rincones» de añejo saborpopular. Hay una urgencia por pintar todo aquello que lavoracidad especulativa va a erradicar. Estos cuadros y supúblico son la confirmación de que esa Málaga, aunquevieja, seguía siendo válida por muchos. Los lienzos, pues,tras su luminismo optimista, encierran una profunda me-lancolía: la añoranza por lo irremisiblemente perdido. El

resultado es un paisaje sin compromiso moral ni atadurasestilísticas, un viaje calidoscópico a través de once pale-tas –ya dijimos que el grupo aumentó su número con lasincorporaciones de De la Fuente Grima y Rodrigo Vivar, yla sustitución de Torres Matas por Ángel Giró– que deter-minan once maneras de aprehender plásticamente la lu-minosidad de los cielos y «las bellezas naturales y espon-táneas que en Málaga se amontonan», según el fervientedeseo de Cánovas Vallejo45 .

Si aceptamos que el paisaje es una proyección espacialdel sujeto, y que este sujeto (artista) ha asimilado la ima-

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gen (paisaje) mediante tres filtros, fisiológico-psicológico-sociocultural-46 , la obra resultante posee una sintaxis úni-ca y personal que precisa, para la ubicación aproxima-da de sus coordenadas esti l ís t icas, el estudioindividualizado de su autor. Somos conscientes de la im-posibilidad de dilucidar, en unas breves líneas, la ingenteproducción paisajística de once artistas durante veinte años(período activo del grupo); aún así, es imprescindible esteacercamiento pormenorizado para formar, a continuación,tres posibles subgrupos dentro del colectivo, tomando comobaremo el uso de la luz y su incidencia en la ejecuciónfinal del cuadro. Procedamos, pues, a analizar la trayec-toria de López Palomo, Perdiguero, Rojas Oña y RodrigoVivar, quienes descartan una luminosidad intensa y reful-gente en favor de un cromatismo brumoso y unificador,con unos resultados nada convencionales47 .

Los numerosos críticos que han valorado la obra de LópezPalomo (Málaga, 1942) han coincidido en la búsquedade una «realidad interior»48 . Más que búsqueda, es unaconstante vital que se vislumbra en sus motivos rurales –cuyo colorido, brillante y abocetado, sugiere una enga-ñosa arbitrariedad–, pero eclosiona, sobre todo, en suspaisajes urbanos, donde la presencia humana se intuyecomo un vestigio latente y atemporal. Estos parajes solita-rios –edificios desahuciados, caserones semiderruidos,barrios marginales–, son dominios exclusivos de una en-volvente soledad cuya faz se representa, plásticamente,mediante una estudiada composición ortogonal y por unadualidad estilística tangente entre la «heterodoxia cubistay la abstracción cromática», como atinadamente acertó adecir Palomo Díaz49 .

Si algo caracteriza la producción pictórica de Perdiguero(Archidona, Málaga, 1933) es su versatilidad técnica.Desde finales de los sesenta, observamos un incipienteafán de disolución de las formas. La pincelada, suelta yespesa, compartimenta espacios y distribuye la luz enamplias zonas donde el motivo es un mero pretexto: ca-sas de campo, rincones portuarios, arboledas,... todareferencia figurativa queda reducida al mínimo para asípotenciar, mediante el color, la esencia de lo narrado,cualidad que ya observó, en temprana fecha, LeovigildoCaballero: «Para Perdiguero, lo decorativo es secundarioy lo principal, la belleza»50 . Junto a esta tendencia, elpintor se involucra, alternativamente, en diferentes lenguajesplásticos como los paisajes a la espátula, experimentosen arpillera, colores planos o panorámicas evanescentes,entre otros. Ardua tarea, pues, encontrar un denominador

común en esta variada producción, salvo la sensibilidady la calidad cromática que emplea en cada obra51 .

El campo andaluz despierta en Rojas Oña (Alozaina,Málaga, 1941) una extraña contradicción. Por una par-te, admite, complacido, su vertiente más amable y pinto-resca: tareas cotidianas, campesinos al sol, callejas típi-cas; obras plenas de luz y color que entroncan en la másgenuina tradición costumbrista. Por otra parte, le atraensobremanera las panorámicas de pueblos lejanos y silen-ciosos. Son composiciones austeras, de reducida gamacromática, donde las casas apenas se distinguen del en-torno circundante por la pincelada, suelta y decidida, ypor el uso mayoritario de marrones y sienas52 , cuya vi-sión final se aleja del luminismo clásico y adopta caracte-res sobrios, de planteamiento más intelectual que estéti-co. En definitiva, Rojas Oña concibe el paisaje como unejercicio especulativo, libre de concesiones y ama-neramientos, para crear, como bien advierte José Mayorga,«una mancha armoniosa, una unidad rítmica»53 .

Con frecuencia, la pintura de Rodrigo Vivar (Málaga,1934) ha sido calificada de «expresionista». Si nos ate-nemos a la definición genérica de esta tendencia, «artede la desmesura, de la violencia, de la formasexacerbadamente fusiformes y llameantes»54 , resulta im-pensable tal filiación en el pintor que comentamos. Lamanifiesta expresividad, más que expresionismo, vienedada por la pincelada y el colorido. Aquella, corta ynerviosa, teje una urdimbre pictórica dinámica y movedi-za –claramente apreciable en sus composiciones con fi-guras–, que, sin embargo, no refleja una pasión instinti-va, sino una labor de estudio y reflexión. La gamacromática, que según Antonio S. Urbaneja «resalta losefectos esplendorosos y equilibra el panorama en el cua-dro»55 , obedece a un calculado sistema de compensa-ción de masas, con estratégicos puntos de inflexión –rojo,azul cobalto–, cuya presencia contrarresta con el aumen-to tonal de las gamas intermedias.

Años ochenta

Antes de relatar las actividades de los «Nueve pintores»en los años ochenta, sensiblemente inferiores que en ladécada anterior, quisiera abrir este nuevo período con uncomentario de Antonio Segovia Lobillo. «Se nos hablabaaquella noche –dice el crítico– de la inauguración delimpresionismo sui géneris de estos pintores. Y es que no

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puede ser de otra manera en unas claridades, como lasde aquí, donde no existen espesores y los colores se mo-difican dentro de sus propias luces. Entonces elimpresionismo tiene que ser diferente.»56 La inauguracióna que se refiere corresponde al décimo aniversariofundacional de los «Nueve pintores», y la pertinente exhi-bición en la sala La Económica, de Málaga, en abril de198357. En esta ocasión, reaparecen López Palomo yPerdiguero, ausentes durante algunas convocatorias perosin perder el contacto artístico ni personal con el resto delos componentes, por lo que, de esta manera, once pinto-res conformarían la lista definitiva de miembros del grupohasta su disolución, en abril de 199358 .

De esta exposición nos interesa destacar, principalmente,la crítica vertida por Rafael Cortés, del diario «Sur», don-de clasifica a Ángel Giró, Guevara, Rodrigo Vivar y To-rres Narváez, como «impresionistas»59 , y coincide, portanto, con las palabras arriba citadas de Segovia Lobillo,que traen a colación un tema tan controvertido como im-probable: el posible impresionismo malagueño. Habidacuenta de las dificultades que encontró el impresionismopara florecer en España –cuestión en la que coincidentodos los especialistas, aunque no tanto en el número desus practicantes– 60 , resultaría pretencioso, y altamenteerróneo, aplicar esta denominación a unos pintores, comolos que nos ocupan, cuyo lenguaje pictórico no concuer-da, ni en el fondo ni en la forma, con los preceptos técni-cos e ideológicos de esta tendencia artística.

En líneas generales, el impresionismo ha sido siempreconsiderado como una forma extrema de ilusionismo; elresultado de un acto visual espontáneo que debe facilitardel mundo únicamente una sugestión, una «impresión», esdecir, una imagen primordial y original de la máxima ino-cencia e inmediatez posibles61 . No viene al caso profun-dizar en los dos triángulos cromáticos y demás detallestécnicos impresionistas62 puesto que las diferencias conel luminismo son muy evidentes: ambos proceden delplenairismo, y coinciden en su intento de representar deforma puramente objetiva los fenómenos ópticos de luz.Sin embargo, el impresionismo evoluciona desde el cla-roscuro de Barbizon hasta acatar una doctrina científicamientras que el luminismo asimila la macchia italiana, bri-llante y contrastada, cuya protagonista «fu la luce, la cal-da e limpida luce mediterranea, che tanto differenzia iprodotti di quiesti due centri dai tenebrosi, anche seaffascinati, dipinti di Barbizon»63. Estimo, por consiguien-te, que no debemos pecar de intransigencia con las opi-

Perdiguero: Vista de Archidona, 1977, O/L.

Rojas Oña: Paisaje, 1976, O/L.

Rodrigo Vivar: Pastoral, 1990, O/L.

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niones de Rafael Cortés, Segovia Lobillo y tantos otrosperiodistas locales que con buena fe, estoy convencido,al valorar a los paisajistas malagueños tenían en mente lamáxima de Corot, «no perder nunca la primera impresiónque nos ha conmovido»64 , y, de esta manera, etiquetar,de forma más emocional que específica, una pintura sur-gida del contacto directo con la Naturaleza. Por otra parte,esta discutible atribución no es exclusiva de la época queestamos tratando. Según recoge Carmen Pena, ya desdeprincipios de siglo y en las décadas siguientes, casi todala crítica confunde los términos y allí donde ve luz y suel-tas pinceladas habla de pintura impresionista, metiendoen el mismo saco a pintores tan dispares como JoaquínSorolla o Ramón Casas.65

La reciente disquisición impresionismo/luminismo nos lle-va a comentar la obra de otros cuatro pintores afines enel uso de una luz intensa y directa, cegadora en ocasio-nes, con las correspondientes variaciones cromáticas queofrecen unos efectos, a veces, sorprendentes. Además delos ya citados Ángel Giró, Guevara y Torres Narváez,incluyo en este apartado a De la Fuente Grima, cuyapintura se acomoda a esta clasificación, y excluyo aRodrigo Vivar, ya analizado en el primer subgrupo.

Afirma Rafael Cortés, y creemos que con bastante razón,que Ángel Giró (Málaga, 1942) «se convierte en cantoremocionado de toda la grandiosidad paisajística de latierra y el mar»66 . No es pintor de lejanías ni de panorá-micas indefinidas; prefiere la media distancia, dondebarcas, cortijos, riachuelos o arboledas adquieren su mejorexpresión en una gama riquísima de matices y sugeren-cias; una pincelada densa y envolvente que si en la déca-da de los ochenta define una visión armónica y equilibra-da, a partir de los años noventa experimenta con lasmúltiples posibilidades del blanco (no en vano, JoséMayorga asevera que Ángel Giró crea desde la síntesis yla sublimación que incita «lo blanco»)67. Asimismo, acen-túa el cromatismo de forma espectacular, originando zo-nas muy contrastadas cuyo binomio luz/color adquiereun lenguaje plástico cercano, en ocasiones, a un fauvismode brillante luminosidad y depurada limpieza técnica.

Málaga y sus pueblos también constituyen para De laFuente Grima (Málaga, 1915-1997) el tema predilectode su actividad pictórica. Aunque él mismo se definíacomo autodidacta68, su obra refleja la impronta acade-micista en la composición, con habitual uso de la pers-pectiva aérea y calculada ubicación de los elementos

figurativos en pos de una correcta ordenación espacial.Es, en la técnica, donde el pintor moderniza su dicciónexpresiva y materializa un paisajismo muy personal ysingularísimo (F.8). Como bien dice Gonzalo Fausto, «nose ciega con la luz maravillosa de Málaga. Muy al con-trario, entorna sus ojos, para filtrarla, analizarla y trans-portarla con arte a sus lienzos69»; rehuye de contornosnítidos y planos sosegados de color mediante una pince-lada, vibrante y generosa en pasta, que restalla en mil yun matices, dotando a la obra de una suerte de temblorinmanente, atenuado, no obstante, por la sólida –aunqueinadvertida– base dibujística.

En reiteradas declaraciones del propio Guevara (Mála-ga, 1930) acerca de su obra paisajística, deducimosuna doble finalidad: social e individual. Social en tantoque pretende con sus lienzos liberar al espectador, aun-que sea momentáneamente, «del estado de ansiedad denuestra sociedad»70 . Es decir, atribuye a la pintura depaisaje una función terapéutica, necesaria, un «Arte Eva-sión» que mitigue el tráfago cotidiano y sus perniciosasconsecuencias. Por su parte, Guevara ofrece la visión, untanto idealizada, de su Edén particular; pueblos, cortijosy demás motivos rústicos formalizados con sobria compo-sición, pincelada comedida, y ricos en colorido vivo ybrillante, nunca estridente (F.9). Añade, con frecuencia,elementos figurativos muy concretos (aldeanos, aperos,etc.), que refuerzan el carácter autóctono, y aunque aveces resbale hacia un tipismo amable y superficial, suslienzos están teñidos, en gran medida, de una nostalgiasentimental que declama, a todas luces, la gran sensibili-dad de su creador71 .

La evolución de la pintura de Torres Narváez (Málaga,1927), «hombre siempre serio, y de franca sonrisa»72 , comolo identifica otro pintor, amigo y paisano, Virgilio, correparalela a su desbordante sinceridad artística. En las expo-siciones de los años setenta, ya observamos cómo asientasu repertorio temático: marinas, jardines, caseríos, callejue-las y paisajes rurales; todos ellos ejecutados con liberali-dad de pincel y generosidad en el pigmento, marcadoscontrastes cromáticos y estallidos rigurosos de luz. En ladécada de los ochenta, y sobre todo en los noventa, apa-cigua este enorme potencial expresivo sin perder un ápicede soltura y precisión en el toque (F.10). La clave está, anuestro juicio, en una armonía homogeneizadora que sus-tituye vitalidad desbordada por uniformidad plástica, yconseguir una equilibrada conexión entre luz y color, pun-tales básicos de su lenguaje pictórico73 .

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De nuevo retomamos el peregrinaje artístico de los «Nue-ve pintores» para detenernos, con cierta atención, cuatroaños más tarde, en marzo de 1987. La actividad conjun-ta del grupo, tan atareada en los setenta, se relaja holga-damente en la década de los ochenta, no por desavenen-cias internas, sino por el aumento de las exposicionesindividuales y, sobre todo, por la inercia relativa que si-gue a diez años de incesante y jubiloso ciclo expositivo.Es un período, como hemos visto en los comentarios par-ticulares, donde los pintores, en mayor o menor medida,afrontan nuevos retos en su labor creativa: experimentancon texturas insólitas en aras de una mayor expresividadplástica; incorporan puntos de vista diferentes de una mis-ma temática; se advierte una porosidad –ávida o come-dida, según los casos– de lenguajes novedosos o diferen-tes planteamientos estéticos. En definitiva, unos años deitinerarios consolidados o de búsquedas inciertas, cuyotelón de fondo, el paisaje, deja de ser mero agente pasi-vo e inmutable para convertirse en un vasto y formidablecampo de pruebas, incluso en una pintura tan aparente-mente conservadora como la que nos ocupa.

En marzo de 1987, decíamos, cuatro notables artistaslocales, Francisco Estrada, Muñoz García, Pérez Almeday Díaz Rittwagen, concibieron la sugestiva idea de prota-gonizar un doble acto que congregase a pintores y escri-tores: una exposición selecta de óleos y su edición enlibro74 . A los citados se les unieron, tanto por amistadpersonal como por la originalidad del proyecto, tres miem-bros del grupo, Ángel Giró, López Palomo y Perdiguero.El resultado fue una esmerada y heterogénea muestracolectiva y, lo más destacable, la presentación del libroPintura, base 7, donde ofrecen al posible lector la oportu-nidad de contemplar su producción más reciente, o bien,un recorrido escogido por sus lienzos más significativos75 .Esta aportación ilustrativa se complementa, además, conla prosa de sendos y reputados especialistas que glosan,ensalzan o, sencillamente, aprecian las virtudes pictóri-cas de sus compañeros pintores76 . Las obras allí presenta-das no respondían a un patrón temático o estéticopredefinido; la libertad de criterios expositivos demostra-ba la independiente voluntad creativa de siete pintores,bien diferentes entre sí, cuyo único nexo, de haber algu-no, sería la feliz casualidad de ser «malagueñamente súb-ditos de la misma luz», como reconoce Manuel Alcántaraen el prólogo. Una variedad, así pues, que abarca des-de el ingenuismo naïf de Rittwagen, las exquisitas acuare-las de Francisco Estrada o el costumbrismo vehemente dePérez Almeda hasta llegar, sin insistir de nuevo en la con-

De La Fuente Grima: Loja, 1978, O/L.

Ángel Giró: Cortijo, 1990, O/L.

Guevara: Barcos de pesca, 1978, O/L.

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tribución pictórica de nuestros tres invitados, al desgarrocromático de Muñoz García. En suma, una ilusionantepero aislada iniciativa cuyas expectativas quedaron col-madas en la medida que reivindicaron, tanto a la críticacomo a la opinión pública, la existencia –y plena vigen-cia– en Málaga de una figuración heterodoxa y renova-da, vertebrada y en continua superación, perfectamentecompatible con las vanguardias más radicales77 .

Años noventa

La postrera ocasión en que los «Nueve» decidieron apa-recer como colectivo –ya constituido con once miembros–,acaeció en los años noventa, concretamente en abril de1993. El motivo, como no podía ser de otra forma, recor-dar el vigésimo aniversario del fallecimiento de Picasso78 .Durante veinte días el público que visitó la galería Nova,de la capital malagueña, pudo contemplar casi cincuentaobras cuyo factor unificador, según la prensa escrita,recaía, una vez más, en la mayoritaria e indiscutible pre-sencia de la luz local79 (F.11). Sin embargo, no todofueron paisajes luminosos y henchidos de cromatismo.Salvo los óleos de Ángel Giró, De la Fuente Grima,Guevara y Torres Narváez, correctos en su línea habitual,Rodrigo Vivar presentó escenas de costumbres; Pérez Ra-mos y Rojas Oña modifican ostensiblemente sus composi-

ciones; Rojano y Pineda Barroso alternan flores y mari-nas, y López Palomo y Perdiguero adelantan una muestrade sus recientes sendas pictóricas.

De forma concluyente, esta exposición demostró dos reali-dades: a nivel colectivo, la fragmentación era ya un he-cho patente desde las últimas convocatorias, donde elímpetu comunal había menguado drásticamente hastareducirse a varias efemérides en la década de los ochen-ta, como ya hemos visto. A nivel individual, brotan cues-tiones estéticas y estilísticas que el tiempo transcurrido–veinte años– exterioriza sin recato: quedan al descubier-to significativos avances y clamorosos retrocesos; adverti-mos búsquedas denodadas de singularidad frente a acti-tudes vegetativas y autocomplacientes; altibajos creativosprovocados, en ocasiones, por sucesos familiares quehemos silenciado para no despertar fantasmas olvidadose ingratos. Una exposición, en suma, que fue principio yfin; el final de una ilusión, duradera y entusiasta, me cons-ta que añorada por todos ellos, sostenida por dos pilarespoderosísimos, la amistad y la pintura; el principio de uncamino incierto, a solas, cada cual con su bagaje pictóri-co y bajo su única responsabilidad, al desnudo, sin másvestimenta que una sensibilidad innata, germen indispen-sable en toda aventura creativa y cualidad consustancialen cada uno de los componentes del grupo.

Pérez Ramos:Pescadores, 1982, O/L.

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Nos resta por describir la obra de tres integrantes delcolectivo: Pérez Ramos, Pineda Barroso y Rojano. Conellos, finalizamos los comentarios individuales así comola relación, exhaustiva y detallada, del calendarioexpositivo de los «Nueve pintores», desde su precipitadae imprevista creación en 1973, hasta su disgregacióndefinitiva dos décadas más tarde, en abril de 1993.

El ambiente rural es el tema predilecto de Pérez Ramos(Madrid, 1946). Ya advertimos esta disposición desdeantes de su integración en el grupo, actitud que mantienesin apenas variaciones sustanciales, salvo los paisajes ymotivos marineros80 . Gusta el autor de plasmar el mundolaboral en toda su intensidad y rigor; sus campesinos,marengos o pescadores luchan por el sustento diario eignoran la presencia del pintor, que realza, con sereni-dad y empaque, el esfuerzo del que es cronista inapela-ble (F.12). Los títulos de sus obras, «La siega», «Casa delabor», «Barcas de pesca», etcétera, certifican la voluntadde dignificar un modo de vida apartado del ajetreo urba-no, supuestamente lejano, pero siempre presente en laconciencia colectiva de una sociedad con profundas raí-ces agrícolas. Su estilo, aunque se ha resaltado el hábilmanejo de la luz81 , evoluciona con los años hacia uncromatismo de amplias manchas tonales y gran solturatécnica.

Sorprende la variedad temática de un pintor tan polivalentecomo Pineda Barroso (Málaga, 1948), donde la unifor-midad plástica preside un repertorio que abarca desde,naturalmente, paisajes, hasta flores, marinas, e inclusoretratos82 . No obstante, en el inventario de su producciónsobresalen flores y marinas, género este último que aquíestudiaremos por concordar mejor con la línea estéticaseguida por los «Nueve». El mar es el objetivo prioritariode atención, bien en rompiente contra rocas u orillas, bienen plácida y sosegada calma, por lo que rehuye, en ge-neral, de elementos secundarios en la composición (bar-cas, gaviotas, etc.), evitando, de este modo, el carácteranecdótico de la escena. Prefiere amaneceres y crepús-culos, cuya carga emotiva intensifica con celajes borras-cosos y aun amenazadores (F.13). La crítica ha resaltado,justamente, la extraordinaria riqueza cromática llena dearmonía83 , aunque también, añadimos nosotros, aprecia-mos unas tonalidades verdes que nos recuerdan, vaga-mente, a otro insigne marinista local: Verdugo Landi.

Al igual que Pineda Barroso, no es en el paisaje dondeRojano (Málaga, 1937) halla el venero de su creación

Torres Narváez: Paisaje, 1980, O/L.

Rojano: Bodegón con limones, 1983, O/L.

Pineda Barroso: Atardecer, 1981, O/L.

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artística, sino en las flores y los bodegones (F.14). En unaciudad donde ha habido magníficos cultivadores de latemática floral (Bracho Murillo, Nogales, Lengo, etc.), elautor verifica una sensibilidad acreditada84 , exquisita,destilada a través de una pincelada certera y envolvente,que armoniza el conjunto sin requiebros ni desfasescromáticos. En las dos tipologías clásicas –flores con ja-rrón, o, aisladas, en un ramillete– , Rojano confía en sufina observación y depurada técnica para prolongar, enun rapto de sublimación estética, la brevedad existencialde un motivo natural, la flor, que según Aldana Fernández,«encierra una armonía difícilmente superable y es motivo,en su contemplación, de génesis de sensaciones agrada-bles»85, definición perfectamente atribuible a la obra delpintor malagueño.

Epílogo

En 1957, Lafuente Ferrari publicó un conocido artículodonde valoraba la evolución de la pintura de paisaje enEspaña entre dos siglos (1856-1956). Entre sus muchasconsideraciones, se lamentaba de que con insistente fre-cuencia la historia olvidase, salvo las personalidades pun-teras de cada período, los nombres de tantos otros pinto-res cuyos intentos, estimables o frustrantes, perseguían unaversión directa y digna del paisaje español86 . Ese ha sidoel origen de este trabajo: la revalorización y plena vigen-cia de un paisajismo de corte tradicional, cuya amplitudde miras ha superado las taras finiseculares y se renueva

día a día con las aportaciones de otros terrenos pictóri-cos, incluidas las vanguardias. En nuestra sociedad ac-tual, donde las corrientes artísticas se caracterizan por susimultaneidad y plena coexistencia, sería absurdo debatirentre tradición y modernidad, pues ambos caminos pue-den conducir, evitando megalomanías personales y crite-rios disparatados, a creaciones de referencia obligadapor sus logros técnicos y alto grado de innovación. Qui-zá por eso, resulte excesiva la aplastante superioridadmediática e institucional del «arte nuevo» en detrimentode un estilo que, muchas veces injustamente, ha sido con-siderado «anquilosado» o «trasnochado».

¿Debemos considerar anquilosada la producción de los«Nueve pintores»? No lo creemos así. Ellos únicamentehan pretendido captar en sus lienzos el medio físico queles rodeaba; un medio físico con el que estaban total yabsolutamente identificados. Para ello, se han servido,como base, del arte figurativo, a partir del cual han sumi-nistrado cualidades que no sólo pudiéramos llamar gené-ricas del paisaje, sino también otras, específicas de cadapintor, que determinan el resultado final del procesocreativo, un compendio de valores –síquicos y sensoria-les– que, según Jiménez Placer, configuran el signo estéti-co del paisaje87 . Entre las cualidades específicas que citael autor, nos interesa aquí resaltar una: el imponderablesentimiento de la Naturaleza, virtud imprescindible paraser intérprete «de una modalidad de la realidad bella».Obviando el controvertido y siempre polémico tema de labelleza, los «Nueve pintores» percibieron, quizá innato,

X aniversario, Sala La Económica, Málaga, 1983. XX aniversario, Galería Nova, Málaga, 1993.

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ese sentimiento a través de un impulso irresistible, atávico,frente al entorno natural, que materializaron mediante unaindisoluble dualidad: por un lado, la percepción sensible,que delimita y selecciona facetas de una realidad aparen-te, y, por otro, la intuición creadora, estímulo que actúa trasdepurar las diversas emociones internas que condicionanal pintor en la elección del código estilístico. En la medidaen que ambas variables interaccionan, la obra resultantereflejará la comunión necesaria –a veces imprevisible– en-tre visualidad genérica y sensibilidad latente.

Respecto a su lugar en la pintura malagueña, ya hemosdemostrado que constituyeron el último bastión luministaen un período (1973-1993) de pleno auge y posteriorconfirmación de movimientos renovadores todos ellos en-caminados, con mayor o menor ímpetu, a destruir el artefigurativo tradicional. Sin embargo, la verdadera aporta-ción de los «Nueve pintores» estriba, a mi juicio, en suinquebrantable relación con las raíces vernáculas. La nove-dad no reside en la galería iconográfica (la plasmación detipos populares, paisajes campestres o marítimos y esce-nas cotidianas son una constante en la pintura malagueñadesde finales de siglo); la descripción de sus tierras y susgentes va más allá de lo meramente físico; la inquietudanímica del grupo trasciende la supuesta realidad palpa-ble, y se afanan por exteriorizar ese locus amoenus querepresenta para ellos Málaga y su provincia.

La definición plástica de ese «lugar agradable» –en elque, no en vano, tiene su génesis la pintura de paisajecomo ambición de una arcadia soñada–88 se articulacon las múltiples propuestas individuales que luego, encada exposición colectiva, componen un mosaico vivísimoy altamente enriquecedor de cara no sólo a un reconoci-miento emocional del lugar, sino también –lo más impor-tante– a suscitar en el espectador una profusión de imá-genes evocadoras y sugerentes, reales y a la vez imagi-

narias de un entorno concreto, sin descender nunca alanálisis topográfico ni a la descripción exacta del terre-no, donde cada retazo de tela exhala, se acepte o no suestilo, dos características básicas en su proceso creativo:honradez y oficio.

En unos artistas donde lo malagueño ha superado a loartístico, como bien dedujo Garrido Moraga, estos oncepintores, «Nueve» según sus iniciales pretensiones, enca-bezaron, como grupo, una forma de ver el paisaje, tradi-cional si se quiere, pero jamás acotada por la cerrazón oel conformismo. En esta labor de difusión de las excelen-cias del paisaje malagueño en clave realista, considera-mos de justicia nombrar a otros artistas locales, seguido-res, en algún momento o en la totalidad de su sendapictórica, del paisajismo naturalista; paisajismo que, nohay que olvidar, al ser profundamente humano y recono-cible, recibe en la actualidad el favor de un amplio sectordel público. Citamos, verbigracia, los casos de FernándezBéjar o Antonio López Muñoz, cultivadores, en sus ini-cios, de este género, aunque hoy completamente integra-dos en las vanguardias locales; destacamos asimismo almalogrado –y ya mencionado– Muñoz García; los nota-bles intentos y consagradas trayectorias de paisajistashabituales como Hidalgo Ayuso, Sánchez Leal, SalinasOliver, Miguel Pescador o Sánchez Gallardo, y, en fin,dos pintoras con buenas maneras y cierto renombre aprincipios de los setenta, Ninfa del Amo y Santa Moriñigo.

En definitiva, los «Nueve Pintores», durante su espaciada eilusionante aventura artística, plena de camaradería y esca-sa en discordias, han mantenido viva una luz ensombrecidapaulatinamente, y con frecuencia detestada, por la vanguar-dias renovadoras: la luz del Mediterráneo.

Jábega-86

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N O T A S

(1) Huelga decir que Picasso, desde el final de la Primera GuerraMundial, ya era famoso y uno de los pilares de la vanguardiainternacional. Los homenajes, pues, comenzaron mucho antesde su fallecimiento. Recordemos, sin un afán exhaustivo, lamultitudinaria exposición celebrada en París (1967) conme-morativa de su 85 aniversario; retrospectiva en el Museo deArte Moderno de Nueva York (1970); al cumplir 90 años,diversos homenajes en numerosos países: Francia, España,Japón, Canadá, Suiza, etc.; el año de su muerte, 1973, ex-posición en el Palacio Papal de Aviñón donde se mostraronlas últimas obras del artista, y exhibiciones en ciudades euro-peas y americanas: Cleveland, Berna, París, Ceret, Montpellier,Hannover, Ginebra, Barcelona y Metz; dos importantesantológicas en 1980: París y Nueva York, etcétera.

(2) Por lo que respecta a artículos y publicaciones, debemos re-saltar la aparición en 1981 –centenario de su nacimiento– deCentenario-Málaga-Picasso, Madrid, Ministerio de Cultura,1981. Coordinada por Rafael Puertas Tricas y elaborada porel profesorado de la Universidad de Málaga, la obra reúne, entres tomos, trabajos de investigación que abarcan no sólo latrayectoria pictórica del artista, sino también desde el ambientehistórico-social de la Málaga que vivió hasta sus más remotasinfluencias en las vanguardias locales contemporáneas.

(3) Ya existían algunos precedentes. En 1970, por ejemplo, la Dipu-tación había mostrado su apoyo decidido a las corrientesvanguardistas con la organización de dos exposiciones: La pin-tura de vanguardia en Málaga y Muestra Málaga 70, celebra-das respectivamente en los meses de enero y julio de ese año. Apartir de noviembre de 1971, la Sala de la Diputación se erigiócomo la gran difusora del nuevo arte en Málaga al institucionalizar,de forma permanente e ininterrumpida, un amplio programaexpositivo donde han mostrado sus obras no sólo los artífices dela vanguardia autóctona, sino también las generaciones siguien-tes, tanto locales como foráneos. Véase Catálogo de la exposi-ción «Veinticinco años de la Sala de Exposiciones de la Diputa-ción de Málaga. 1971/1996». 3. Málaga, del 23 de mayoal 21 de junio de 1996.De distinto estilo, aunque con idéntica voluntad conciliadora,Miguel López Castillo, director y fundador de la galería Picasso,homenajeó al genial malagueño con una exposición que bajoel subtítulo de «Pintores que en Málaga, fueron compañeros,amigos, coetáneos y conciudadanos de Pablo Picasso, entrelos años 1881-1901», presentó cincuenta y siete obras deautores afectos al realismo más tradicional, como FernándezAlvarado, Denis Belgrano, Luis Berriobianco, Burgos Ons,Capulino Jaúregui, Carlos de Haes, Enrique Jaraba y MorenoCarbonero entre otros. Catálogo de la exposición homenajea «Picasso. De los pintores de la Málaga de su tiempo comomotivo del Primer Aniversario de Galería Picasso». Málaga,14 de febrero de 1970.

(4) AGUILERA CERNI, Vicente. Iniciación al arte español de la post-guerra. Barcelona, Ed. Península, 1970, pág. 43.

(5) Prueba de ello es el pintor malagueño Joaquín CapulinoJáuregui, que realizó su última exposición en la Económica enmarzo de 1962, cuando tenía 83 años. Para más informa-ción sobre este exquisito paisajista, véase SANJUÁN LÓPEZ,José Manuel. Vida y obra del pintor Joaquín Capulino Jáuregui(Málaga 1879-Granada 1969). Málaga, Ed. Universidadde Málaga y Fundación Unicaja, 1999.

(6) Fundada, en su origen, por Jorge Lindell, Alfonso de Ramón,José Guevara, Virgilio y Enrique Godinos. Más tarde se lesunirían Gabriel Alberca, Francisco Hernández, Pérez Estrada,Rodrigo Vivar y otros. Con estilos muy diferentes, el comúndenominador de todos ellos era el voluntario alejamiento dela pintura realista tradicional.

(7) A raíz de un conocido y sobradamente divulgado viaje aAntibes para visitar a Picasso, sus protagonistas, Alberca,Guevara, Alfonso de Ramón, Virgilio y Vicente Serra, fundandicho grupo.

(8) Fundado por los pintores Stefan Von Reiswitz y Jorge Lindell.En el catálogo que he utilizado exponían los siguientes artis-tas: Marina, Mc Donald, Lindell, Campbell y Stefan. Catálo-go exposición gráfica «El Pesebre». Málaga, Sala de la Cajade Ahorros de Antequera, marzo 1974.

(9) Compuesto por Fernando Arcas, Santi del Campo, GalánAndrade, Lourdes Martín, María del Carmen Martín y PedroMayorga. Catálogo-exposición «Grupo 75». Málaga, Sala deexposiciones de la Caja de Ahorros de Antequera, abril 1976.

(10) El Colectivo Palmo estaba integrado por Lindell, Stefan,Brinkmann, Barbadillo y Béjar. El taller de grabados y edicio-nes 7/10 lo fundaron José Bonilla, Rafael Carmona, FranciscoSantana, Diego Santos, Alfonso Serrano, Pedro Somera, Ruiz-Juan y el historiador de arte Francisco J. Palomo; meses mástarde, disidieron los tres últimos. PALOMO DÍAZ, Francisco J. «Entorno al Magicismo. La pintura de vanguardia en Málaga»,t.III, en Centenario-Málaga-Picasso, Op. cit. pág. 56.

(11) Formado por José Faria, Francisco Aguilar y Nuño Ruiz. Elprofesor Palomo Díaz colaboró con este grupo, a petición desu fundador, el ya citado grabador portugués José Faria, entareas de traducción y edición de textos.

(12) CARRETE, Juan; VEGA, Jesusa; BOZAL, Valeriano y FONTBONA,Francesc. El grabado en España (Siglos XIX-XX). Col. SummaArtis, Vol. XXXII, Madrid, Ed. Espasa Calpe, 1988, pág. 768.

(13) Donde destacan la diversidad de sus propuestas estéticas;aún así, se distinguen cinco corrientes plásticas predominan-tes: Informalismo, Abstracción Geométrica, Surrealismo,Neodadaísmo y Figurativismo Vanguardista. COLOMA MARTÍN,Isidoro. «La renovación de la plástica malagueña actual» enAA.VV. Málaga, tomo III, Granada, Ed. Anel, 1984, págs.1009-1019.

(14) La prensa local difundió ampliamente este acontecimiento, tantoantes como después de su inauguración. Véase «Sur», de

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Málaga, 12-4-1973; «Hoja del Lunes», de Málaga, 16-4-1973 y «Sur», de Málaga, 23-4-1973.

(15) Catálogo de la exposición «Nueve Pintores». Málaga, Socie-dad Económica de Amigos del País, del 14 al 28 de abril de1973.

(16) Sin ánimo de excluir a nadie, y con carácter meramente infor-mativo, baste recordar de Torres Matas su medalla «IIGattamelata di Donatello»; Perdiguero, medalla de oro en elCertamen Nacional de Pinturas de Valladolid (1969); LópezPalomo, primer premio de dibujo peninsular «Ricardo Ansaldo»(1967); Rodrigo Vivar, I Medalla en la V Exposición Provincialde Arte de Málaga (1957); etcétera.

(17) La Buena Sombra era un establecimiento de comidas y bebi-das situado en la céntrica calle Sánchez Pastor, muy frecuen-tado por nativos y foráneos por su peculiar ambiente, unasugerente mezcla ente taberna y galería de arte. Existía unaexposición permanente de óleos, dibujos y un centenar depersonajes caricaturizados por Parejo Miranda. Uno de losclientes más asiduos era el carismático pintor Francisco GarcésGómez, de avanzada edad aunque muy querido por la ju-ventud, quien ocasionalmente colgaba allí algún cuadro que,por su precio irrisorio, vendía inmediatamente.El propietario del local, Vicente Martín Bonilla, hombre bon-dadoso y amigo de los pintores malagueños, jamás negó lasparedes de su local a cualquier artista que lo solicitase, eincluso organizó varios certámenes de pintura. Véase LÓPEZ

MARTÍN, Francisco. «Nuestras entrevistas. Hoy: don Vicente Mar-tín Bonilla», «Hoja del Lunes», de Málaga, 10-mayo-1971.

(18) «Sur», de Málaga, 23-4-1973.(19) Recordemos que ambos participaron activamente en la «Peña

Montmatre» (1954-56) aunque, con los años, su pintura fueevolucionando hacia posiciones estéticas más conservadoras.

(20) SAURET GUERRERO, María Teresa. «La pintura del siglo XIX: Delestancamiento a la renovación» en AA.VV. Málaga, tomo III,Granada, Ed. Anel, 1984, págs. 970-972.

(21) PALOMO DÍAZ, Francisco J. Historia social de los pintores delsiglo XIX en Málaga, Málaga, Ed. del autor, 1985, págs.196-197.

(22) PALOMO DÍAZ, Francisco J. «La pintura costumbrista del siglo XIXen Málaga», Boletín de Arte de la Universidad de Málaga,núm. 9, 1988, pág. 268.

(23) Es cierto. La propia entidad de Educación y Descanso organi-zaba, anualmente, los llamados Cursos de Orientación Artís-tica donde asistían los pintores más destacados de ese perío-do, uno por cada provincia española. Los Cursos durabanquince días, se celebraban en Madrid y en época estival.Uno de los agraciados por esta selección , el pintor Perdigue-ro, recordaba, en conversación mantenida el diez de juniodel 2000, su estancia en este evento el año 1968: por lasmañanas, sesión casi diaria de pintura con tema libre; por lastardes, se alternaban las visitas a los estudios de artistas muypunteros a nivel nacional como Lucio Muñoz, Lapallese,

Sempere, Barjola, Viola, Zarco, etc., o bien, recorridos pormuseos, como el Prado o el de Arte Contemporáneo. De igualmodo, asistían a conferencias sobre temas artísticos cuyosponentes eran especialistas tan reputados como José Hierro,Carlos Fisac, Carlos Areán o Castro Arines, entre otros. Alfinal de este periplo madrileño, se convocaba un concurso detres primeros premios y se valoraba el conjunto de la obrapresentada en esa quincena. En esa ocasión, a Perdiguero lecorrespondió el segundo galardón.

(24) CALVO SERRALLER, Francisco. Pintores españoles entre dos finesde siglo (1880-1990). De Eduardo Rosales a Miguel Barceló.Madrid, Alianza Editorial, 1990, pág. 36.

(25) CLARK, Kenneth. El arte del paisaje. Barcelona, Ed. Seix Barral,1971, pág. 109 y ss.

(26) Catálogo de la exposición «Nueve Pintores». Málaga, Salade exposiciones de la Caja de Ahorros de Ronda, del 1 al15 de abril de 1974.Catálogo de la exposición «Nueve Pintores». Fuengirola, Salade exposiciones de la Caja de Ahorros de Ronda, del 22 dejulio al 3 de agosto de 1974.Catálogo de la exposición «Nueve Pintores». Málaga, Gale-ría Picasso, del 1 al 15 de octubre de 1974.

(27) Catálogo de la exposición «Nueve Pintores». Málaga, Casadel Consulado, del 26 de marzo al 8 de abril de 1975.I/Certamen de Arte/San Isidro Labrador/Churriana/Mála-ga/Finca La Cónsula/Del 17 al 31 de Mayo de 1975. Di-cha exposición, finalmente, y gracias al notable interés susci-tado, se prorrogó hasta el día 7 de junio. «Sur», de Málaga,20-5-1975 y «Sur», de Málaga, 3-6-1975.Catálogo de la exposición-homenaje «Mariscal». Málaga,Casa del Consulado, 31 de octubre al 11 de noviembre de1975. Participaron en este homenaje cuarenta y dos pinto-res, seis escritores y cinco entidades patrocinadoras.

(28) Catálogo de la exposición «Nueve Pintores». Málaga, Casadel Consulado, del 30 de marzo al 16 de abril de 1976.II/Certamen de Arte/San Isidro Labrador/Churriana/Mála-ga/Finca la Cónsula/Del 15 al 30 de Mayo de 1976.

(29) «Sur», de Málaga, 13-abril-1976.(30) Catálogo de la exposición «Nueve Pintores». Málaga, Caja de

Ahorros Provincial de Málaga, del 1 al 15 de abril de 1977.(31) Catálogo de la exposición «Nueve Pintores». Jaén, Sala de la

Obra Cultural de la Caja General de Ahorros y Monte dePiedad de Granada, del 4 al 11 de marzo de 1978.Asimismo, aparecieron tres artículos en prensa sobre dichaexposición: «Jaén», 5-3-1978; «Sol de España», 7-3-1978 y«Jaén», 12-3-1978.

(32) Catálogo de la exposición «Nueve Pintores». Fuengirola, Salade exposiciones del Complejo Pyr, del 18 al 31 de marzo de1978.

(33) Catálogo de la exposición «Nueve pintores malagueños». Cór-doba, Casa Palacio de la Merced, del 30 de abril al 13 demayo de 1978.

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(34) Como preámbulo a la inauguración, Antonio Garrido Mora-ga glosó en un prolija presentación las virtudes artísticas yhumanas de cada uno de los pintores, y, a continuación, elcrítico de arte José Mayorga comentó una proyección dediapositivas de la obra pictórica del grupo. Catálogo de laexposición «Nueve Pintores». Málaga, Sala La Económica,del 3 al 15 de noviembre de 1978.

(35) Según me manifestó Ángel Giró, en entrevista realizada el día29 de agosto de 2000, dicha exposición se hubo de prepararcon toda premura ante la inminente visita del ministro y evitarque esa sala de la Casa de la Cultura se mostrase vacía, puesaún no había sido determinado su uso. Esta es la razón por laque no existe catálogo de este acontecimiento, aunque sí serecoge en prensa como noticia del día; sobre los Nueve Pinto-res se dice concretamente: «En el mismo local, el ministro deCultura visitó la exposición de nueve pintores malagueños, conlos que dialogó durante unos minutos para interesarse por eltrabajo realizado.» «Sur», de Málaga, 20-12-1978.

(36) A la Beca Picasso de 1979 se presentaron 31 artistas queaportaron un total de 84 obras entre pinturas, esculturas ytapices. Finalmente, el jurado, reunido el día 26 de enero,otorgó el premio al pintor-escultor Diego Santos Ortiz. «Sur»,de Málaga, 27-1-1979.

(37) Catálogo de la exposición «Nueve pintores malagueños». Gra-nada, Galería de Exposiciones de la Caja Provincial de Aho-rros, del 16 de febrero al 3 de marzo de 1979.

(38) «Ideal», de Granada, 25-2-1979. Días antes, también habíaaparecido otra reseña periodística, aunque en esta ocasiónse limitaba a comunicar el curriculum personal de cada pintor.«Hoja del Lunes», de Granada, 12-2-1979.

(39) El centro comercial era El Corte Inglés, que celebró con ungran ágape la apertura de su nuevo establecimiento en Mála-ga. Catálogo de la exposición «Nueve pintores malagueños».Málaga, Galería de Arte de El Corte Inglés, del 26 de mayoal 16 de junio de 1979.

(40) Catálogo de la exposición «Pintores de Málaga». Madrid,Galería Espalter, del 1 al 15 de octubre de 1979.

(41) VALLÉS, José Manuel. Comentario recogido en Catálogo de laexposición «Ángel Giró», Málaga, Galería de Arte Nova, del24 de noviembre al 20 de diciembre de 1995.

(42) PENA LÓPEZ, María del Carmen. «Presentación» en Catálogode la exposición «Centro y periferia en la modernización dela pintura española, 1880-1918», Madrid, Palacio deVelázquez, 1993-1994, págs. 19-21.

(43) Véase a este respecto Catálogo de la exposición «Colecciónde Arte de la Diputación de Málaga. Siglo XIX». Málaga,Sala Alameda, del 5 al 30 de mayo de 1999, sección «Pai-saje», págs. 95-123.

(44) GAYA NUÑO, Jose Antonio. «En el centenario de Collantes.Escenarios barrocos y paisajes disimulados». Goya, núm. X,Madrid, enero-febrero 1956, pág. 226.

(45) CÁNOVAS VALLEJO, A. Apuntes para un diccionario de pintoresmalagueños del siglo XIX. Madrid, 1908, pág. 5.

(46) GÓMEZ ROPERO, Manuel. «Paisaje artístico y paisaje físico: Unaaproximación comparada» en HERMOSILLA ÁLVAREZ, Mª. Ángeleset al. (editores) Actas del Congreso «Visiones del Paisaje».Priego de Córdoba, 27 al 29 de noviembre de 1997. Cór-doba, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdo-ba, 1999, pág. 656.

(47) Hemos descartado el estudio individualizado de Francisco To-rres Matas (Málaga, 1945), miembro de la formación originaldel grupo en su primera exposición, en abril de 1973. La ra-zón estriba en que es pintor, fundamentalmente, de la figurahumana y composiciones donde ella es el primordial motivopictórico, por lo que se aleja de la mayoritaria línea paisajistaseguida por los «Nueve pintores». Torres Matas figuró en elcatálogo esa única vez por solidaridad con el evento (falleci-miento de Picasso) y por su amistad con los restantes pintores.

(48) Entre otros, Manuel Urbano, 1979; Segovia Lobillo, 1986;Gómez Yebra, 1992.

(49) PALOMO DÍAZ, Francisco J. «La luz del sur mediterráneo» en AA.VV.Pintura Base 7. Málaga, Ed. de los autores, 1987, pág. 70.

(50) «Sur», de Málaga, 19-3-1969.(51) CHAURIT, Pablo. «Mirando un catálogo» en Pintura, Base 7.

Op. cit. pág. 106.(52) Apreciación también compartida por Moreno Mesías. Crítica

recogida en Catálogo de la exposición «Rojas Oña». Valen-cia, Sala Braulio, del 18 de febrero al 3 de marzo de 1978.

(53) Crítica recogida en Catálogo de la exposición «Miguel RojasOña». Málaga, Sala de exposiciones de la Caja de AhorrosProvincial de Málaga, del 29 de octubre al 9 de noviembrede 1976.

(54) AREÁN, Carlos. La pintura expresionista en España. Madrid,Ibérico Europea de Ediciones, 1984, pág. 6.

(55) URBANEJA, Antonio S. Rodrigo Vivar. Málaga, Colección Pinto-res, núm. 28, Publicaciones de la Galería Benedito, abril1991, pág. 29.

(56) Párrafo del texto completo (un folio mecanografiado) de suautor, emitido por Radio Nacional de España, el miércolesseis de abril de 1983.

(57) Catálogo de la exposición «X aniversario. Nueve pintores».Málaga, Salas A y B de la Sociedad Económica de Amigosdel País, del 2 al 16 de abril de 1983.

(58) La relación final de pintores quedaría de la siguiente manera:Ángel Giró, De la Fuente Grima, Guevara, López Palomo,Perdiguero, Pérez Ramos, Pineda Barroso, Rodrigo Vivar,Rojano, Rojas Oña, Torres Narváez. Véase SANJUÁN LÓPEZ,José Manuel. Un homenaje y un recuerdo. «Sur», de Málaga,30-12-1998.

(59) CORTÉS, Rafael. Nueve pintores, un grupo que se supera. «Sur»,de Málaga, 16-4-1983.

(60) Entre las muchas opiniones posibles, destacamos la de GayaNuño, quien defiende, exclusivamente, la filiación impresionistade Beruete, Regoyos y Gimeno. En el extremo opuesto se en-cuentra Calvo Serraller, que manifiesta que no hubo ni un solopintor impresionista español, ni siquiera el caso de los paisajistas

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catalanes. Una posición intermedia sería la propuesta por Ma-ría Elena Gómez-Moreno, que atribuye un impresionismo ensentido estricto, a la francesa, a los pintores Adolfo Guiard,Anselmo Guinea, Pablo de Uranga, José Salís, Regoyos, Gimeno,y los catalanes Eliseo Meifrén y Nicolás Raurich. Cfr. GAYA NUÑO,Juan Antonio. La pintura española del siglo XX. Madrid, IbéricoEuropea de Ediciones, 1970, pág. 31. CALVO SERRALLER, Francis-co. Del futuro al pasado. Vanguardia y tradición en el arte espa-ñol contemporáneo. Madrid, Alianza Editorial, 1988, pág. 74.Gómez-Moreno, María Elena. Pintura y escultura españolas delsiglo XIX. Col. «Summa Artis», Vol. XXXV, Madrid, Espasa-Calpe,1993, págs. 497-511.

(61) HOFMANN, Werner. Los fundamentos del arte moderno. Barce-lona, Ed. Península, 1992, pág. 154-5.

(62) LHOTE, André. Tratado del paisaje. Barcelona, Ed. Poseidón,1985, pág. 47.

(63) Catálogo de la exposición «I Macchiaioli, Origine eaffermazione della macchia, 1856-70». Roma, Museo delCorso, 16 maggio-24 settembre 2000, pág. 11.

(64) Cita recogida en FRANCASTEL, Pierre. Historia de la pintura fran-cesa. Madrid, Alianza Editorial, 1970, pág. 271.

(65) PENA LÓPEZ, María del Carmen. Pintura de paisaje e ideología.La Generación del 98. Madrid, Ed. Taurus, 1982, pág. 91.

(66) Crítica recogida en Catálogo de la exposición «Ángel Giró».Málaga, Sala de Arte Goya, del 17 al 29 de enero de 1983.

(67) MAYORGA, José. «La realidad, en gozosa instalación de lo ar-monioso». Presentación al Catálogo de la exposición «Delblanco al infinito. Ángel Giró». Málaga, Galería de Arte Nova,del 15 al 29 de enero de 1993.

(68) «Estudié algunos cursos de dibujo en la Escuela de Bellas Ar-tes de San Telmo de Málaga, pero en lo concerniente a pintu-ra, confieso que soy autodidacta, esto es, empecé a combi-nar colores como creí conveniente,...» Texto extraído del Ca-tálogo de la exposición homenaje «Málaga y sus pueblosvistos por De la Fuente Grima». Málaga, Sala de Exposicio-nes de la Caja Rural de Málaga, del 22 de septiembre al 3de octubre de 1997, pág. 58.

(69) Texto de presentación al Catálogo de la exposición «De laFuente Grima». Málaga, Galería Porticus, noviembre de 1994.

(70) En dos textos introductorios de sendas exposiciones individua-les podemos encontrar explícitas referencias a este ideal, utó-pico y bienintencionado, del pintor. Catálogo de la exposi-ción «J. Guevara». Marbella, Galería del Edificio Palmeras,«Sofico», del 25 de octubre al 5 de noviembre de 1972; ytambién en Catálogo de la exposición «Guevara». La Carihuela(Torremolinos), Galería de Arte Edificio El Remo, del 16 al 31de octubre de 1974.

(71) A este respecto, Segovia Lobillo argumenta, además, que JoséGuevara «no sabe que su vida consiste en una salvada por-ción de sensibilidades». Catálogo de la exposición «Guevara».Málaga, Sociedad Económica de Amigos del País, del 2 al12 de marzo de 1974.

(72) Texto de presentación incluido en el Catálogo de la exposi-ción «Torres Narváez». Málaga, Galería Díaz Lario, del 21de octubre al 4 de noviembre de 1975.

(73) Respecto a esta cuestión, Edelmiro Trillo considera el resulta-do final de la obra como un «conjunto armónicamente enfoca-do». Crítica recogida en Catálogo de la exposición «TorresNarváez». Málaga, Galería de Arte Benedito, del 18 al 30de octubre de 1985.

(74) La exposición de este colectivo se celebró en las salas A y Bde la Sociedad Económica de Amigos del País, de Málaga,del 3 al 14 de marzo de 1987. El acto fue presentado por elprofesor Antonio Garrido Moraga.

(75) AA.VV. Pintura, base 7. Málaga, Ed. de los autores, 1987.(76) La relación de escritores era la siguiente: José Mayorga, Rosario

Camacho Martínez, Francisco J. Palomo Díaz, José Luis RomeroTorres, Antonio Almeda, Pablo Chaurit y Juan Ramírez de Lucas.

(77) Aunque la prensa escrita dedicaba cada vez más espacio alos movimientos renovadores en detrimento del realismo tradi-cional, este evento no pasó desapercibido para el diario «Sur»,que publicó tres reseñas informativas los días 3, 8 y 15 demarzo de 1987.

(78) Catálogo de la exposición «Nueve pintores». Málaga, Gale-ría de Arte Nova, del 1 al 20 de abril de 1993.

(79) «Sur», de Málaga, 6-4-1993.(80) Cfr. Catálogo de la exposición «Pérez Ramos. Pinturas». Má-

laga, Sociedad Económica de Amigos del País, del 15 al 27de septiembre de 1973. Catálogo de la exposición «PérezRamos». Málaga, Sala de exposiciones de la Caja de Aho-rros de Ronda, del 16 al 30 de abril de 1975.

(81) AA.VV. Gran Enciclopedia de Andalucía. Tomo VI, Sevilla,Ediciones Anel, 1979, págs. 2706-7.

(82) Véase Catálogo de la exposición «Oleos de Pineda Barroso».Málaga, Sala de exposiciones de la Sociedad Económica deAmigos del País, del 2 al 14 de septiembre de 1973.

(83) Comentario de Rafael Cortés recogido en Catálogo de la expo-sición «Nueve pintores malagueños». Málaga, Galería de Artede El Corte Inglés, del 26 de mayo al 16 de junio de 1979.

(84) BANDA Y VARGAS, Antonio de la. De la Ilustración a nuestrosdías. Col. «Historia del Arte en Andalucía», Vol. VIII, Sevilla,Ed. Gever, 1991, pág. 482.

(85) ALDANA FERNÁNDEZ, Salvador. Pintores valencianos de flores(1766-1866). Valencia, Edita Instituto Alfonso El Magnáni-mo, Diputación Provincial y Caja de Ahorros y Monte de Pie-dad de Valencia, 1970, pág. 21.

(86) LAFUENTE FERRARI, Enrique. «Un siglo de paisaje en la pintura espa-ñola», Goya, núm. 17, Madrid, marzo/abril 1957, pág. 282.

(87) JIMÉNEZ PLACER, Fernando. La pintura y la escultura españolasde la segunda mitad del siglo XIX en «Historia del Arte», tomoXV, Barcelona, Ed. Labor, 1944, pág. 222.

(88) LITVAK, Lily. El tiempo de los trenes. El paisaje español en el artey la literatura del realismo (1849-1918). Barcelona, Edicio-nes del Serbal, 1991, pág. 51.

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«Los campesinos andalusíes veían en el jardín (yanna) laimagen perfecta del paraíso. El jardín es el espacio hi-dráulico más intenso y artificioso, como son, supongo,todos los paraísos... Actualmente estamos en trance deno poder conservar su vieja y arrebatada herencia. Esta-mos, incluso, perdiendo los paraísos perdidos».

Miquel Barceló. «El agua que no duerme».

Introducción

Si existe algún aspecto que singularice especialmente elpaisaje del valle del Genal, entre otros valores de carác-ter ambiental y etnográfico, es el de la extraordinaria va-riedad de sus arboledas. Aunque la vegetación naturaldominante se compone esencialmente de frondosas(alcornocal, quejigal y encinar) y coníferas, existen infini-dad de espacios cultivados, en forma de una abigarradaarboricultura de vertiente, ubicándose en las solanas elolivar, la higuera y el almendro (y antes la vid), y cerezos,ciruelos, nogales y otros en las umbrías, a los que hayque añadir el castaño, hoy día el árbol rey de este valle.

Algunos de estos espacios cultivados constituyen peque-ños ager regados, a expensas de arroyos, surgencias y

POLICULTIVOS IRRIGADOSEN LAS LADERAS DELGENAL: UN EJEMPLO DESABIA UTILIZACIÓN DELOS RECURSOS HÍDRICOSJOSÉ ANTONIO CASTILLO RODRÍGUEZ

El valle del río Genal seextiende por la zonasuroccidental de la serraníade Ronda. En esta área sepractican unos sistemas deagricultura que han dado lugara un paisaje específico en elque el agua es indisociablede la vida campesina.El autor, profundo conocedordel Valle del Genal, analiza lapervivencia de estos usos queen gran medida provienen de laépoca islámica.

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manantiales, situados casi siempre a media ladera, enlas aureolas de cultivos más cercanas a las poblaciones.

En la escasa importancia económica de estos ager inter-vienen factores de carácter puramente físicos (pendientesacusadas, inaccesibilidad, mediocridad de los suelos),como los de índole humana (minifundismo exagerado,hasta llegar a la microparcelación, arcaísmo de los méto-dos de explotación, descapitalización y ausencia gene-ralizada de innovación tecnológica, envejecimiento delcampesinado...). Todo ello se traduce en la marginalidadde este tipo de explotaciones, cada vez más alejadas delos circuitos económicos y la moderna comercialización.

Sin embargo, aunque el aspecto económico no es preci-samente un elemento de reclamo para la investigación,estos son espacios de un elevado interés paisajístico porcuanto su pervivencia supone: de un lado, la vigencia deun agroecosistema que fue capaz de introducir y adaptararboledas a la montaña, sobre todo los cítricos; de otro,la actualizada herencia de una sabia cultura del agua

legada por los musulmanes beréberes que colonizaronestas y otras sierras del Mediterráneo.

Se puede deducir de lo anterior que estamos hablandode una superficie insignificante, incluso para la no menosescasa tierra cultivada del Genal: Según el Catastro deRústica, de las 7.085 Has. cultivadas de este valle, losespacios regados constituyen algo menos de 500 hás,esto es, el 7% del total cultivado, y el 1’02% de la super-ficie total de los municipios de esta comarca. Pero lascifras bajarían ostensiblemente si advertimos que la ma-yoría de estos terrazgos que se citan en el Catastro serefieren a las huertas del Bajo Genal, y a las que se esta-blecen en las orillas del Guadiaro, en los términos munici-pales de alguno de estos municipios.

El presente trabajo no pretende ser, pues, una relaciónestadística ni una descripción agrológica y técnica deestos agroecosistemas. Su realización se fundamenta másbien en un expreso deseo de reivindicar la pervivenciade unos usos que han consagrado un paisaje, o mejor

Plataforma superior del Travertino de Faraján. Policultivos irrigados.

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aún, que han completado un paisaje, en el que el aguaes elemento indisociable de una buena parte de la vidacampesina. Esta amalgama agua-hombre-paisaje, irrele-vante desde el punto de vista económico y comercial eneste ámbito de las Serranías Béticas, conserva aún buenaparte de su pasado, como herencia preciada, casi intac-ta, del viejo modelo del huerto-jardín musulmán, que esextrapolable a otras culturas del Mediterráneo, y que fuesíntesis perfecta y armónica del goce de los sentidos, enel aspecto de la contemplación de la fertilidad, y en el dela producción para la supervivencia.

El soporte físico

La instalación de los bancales regados en las laderas re-quiere en principio de una serie de elementos físicos quehan de hacerla posible. El primero es, claro está, la exis-tencia de manantiales o arroyos con corriente suficienteen los meses estivales. El agua, además, necesitará dependientes para que, por gravedad, pueda llegar a lasparcelas de riego.

En el Havaral o Alto Genal, son las principales fuentes delrío las que nutren generosamente de agua a los pequeñoshuertos que se encuentran justo debajo de las poblacio-nes. Estas fuentes proceden de dos acuíferos, el del siste-ma denominado Yunquera-Las Nieves, y el de Jarastepar.

En el primero, los materiales carbonatados de edad triásicay liásica contactan con las rocas impermeables de losmantos metamórficos que lo cabalgan, y dan lugar a labella surgencia vauclusiana de Igualeja (230 l/s), y a lasfuentes de Parauta y Cartajima, de las que se origina elrío Nacimiento.

El de Jarastepar se sitúa en las formaciones jurásicas deSubbético, con unos recursos de unos 8 Hm3/año, ycuyo manantial más notable se halla en Júzcar (185 l/s),en el contacto de dolomías, calizas y brechas con losmicaesquistos alpujárrides. Otros manantiales de este sis-tema se encuentran en los travertinos de Alpandeire (Foncal,Huertos, Pozancón, Alfaguaras), y Faraján (Balastaz).

Es en este tramo del valle donde se aprecia mejor cómo loscultivos regados se establecen justo debajo de las pobla-ciones, que se instalan precisamente en el lugar adecuadopara no interferir el funcionamiento del sistema, junto a losmanantiales y surgencias, formando una línea de rigidez,

esto es, un segmento imaginario (figura 1) que trazáramosen las laderas, por encima del que es imposible aumentarlos regadíos, y por debajo del cual se establece todo eltrabajo y la organización del espacio irrigado. (BARCELÓ etalii, 1996). Esta línea de rigidez coincide de manera casiestricta con el límite de los materiales calcáreos (calizas,dolomías, brechas) con los impermeables de los mantos(gneis, filitas, esquistos, micaesquistos), que es donde sur-gen precisamente los manantiales.

De mucha menor entidad son los manantiales del GenalMedio. El acuífero Benadalid-Gaucín, en los contactosde las calizas de la Dorsal y las calizas alabeadas, y losmateriales metamórficos del Manto Maláguide, da lugara pequeños, aunque muy numerosos, manantiales que,tradicionalmente, han provisto de agua a las poblacio-nes. Aunque se puedan encontrar algunos pequeños siste-mas regados a expensas de estas fuentes, lo cierto es quetanto en la orilla derecha, como en la izquierda del GenalMedio, los bancales se establecen generalmente en lascercanías de los arroyos: Benamaya, Veguetas, Bena-jamuz, Algatocín, a la derecha, Guadarín, Rigerta,Monardilla, Estercal-Almarchal, a la izquierda.

Un segundo elemento lo constituye el clima, o mejor, elmicroclima. La existencia de los cultivos regados a medialadera en la montaña mediterránea es una constante quese repite en bastantes de estos ámbitos. En nuestro casoes consecuencia de la ubicación de las poblaciones: lasqurà (alquerías, aldeas clánicas) de los musulmanesberéberes se establecieron en este valle entre los 517 ylos 846 metros de altitud. Aparte de razones de índoledefensivo-estratégica, jalón de un camino, etc..., estospobladores imitan en el Genal las condiciones delpoblamiento de los valles rifeños o de la Kabylia, dondelos asentamientos se establecen siempre por encima delos fondos de valle. (ISNARD, 1966 / MIGNON, 1982).

Este fenómeno es producto de una adaptación a las con-diciones ambientales, bastante similares, entre las que nopodemos soslayar el factor bioclimático: en primer lugar,las abundantes precipitaciones invernales favorecen lapermanencia de las corrientes de agua (también, por su-puesto, la existencia de los depósitos carbonatados delN y NE). Pero además, desde el punto de vista térmico,los campesinos huyen de las más adversas condicionesde los fondos del valle, que en el curso alto y medioofrecen una excesiva umbría a causa de la especialconfiguración geomorfológica de las laderas metamórficas,

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con meandros y encajamientos muy acusados que gene-ran pantallas que no propician precisamente la ilumina-ción, y que por el contrario dan lugar a frecuentes fenó-menos de irradiación y escarcha.

Por otra parte, los regadíos por gravedad son muy fácilesen las laderas precisamente por el factor pendiente, mien-tras que en el río, los huertos necesitan de continuas obrasy adaptaciones, como el azud y el caz, aquél ademásefímero por el efecto de las crecidas periódicas. No ocu-rre así en los sistemas de ladera, donde el trabajo realiza-do requiere mucha menor conservación. Aquí no hayazudes, sino albercas, elemento estático que no necesitaexcesivos cuidados, y regaderas o acequias que se refor-man con menos trabajo.

Así pues, queda más que justificada la existencia de estapequeña hidráulica, porque, si bien es cierto que en laszonas más abiertas del río podemos hallar cultivos decítricos y hortalizas, los campesinos han sabido aprove-

char las ventajas térmicas de las laderas, que invitan a laimplantación de una mayor gama de cultivos, a la madu-ración precoz y a evitar los riesgos de heladas. (RODRÍGUEZ

MARTÍNEZ, 1977).

El tercer elemento lo constituye la accesibilidad. Los cam-pesinos, en un mundo tan compartimentado donde lascomunicaciones se muestran tan difíciles, optan por esta-blecer sus principales cultivos lo más cerca posible de susaldeas y pueblos. Esta cercanía facilita el acceso y aba-rata costes, de ahí que casi todos estos huertos aparez-can generalmente en las primeras orlas de cultivos.

Origen y pervivencia

En el establecimiento de estos campos regados intervie-nen dos tendencias que pueden explicar muy bien tantola instalación, como el desarrollo y la pervivencia delagrosistema:

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• Desde un punto de vista endógeno, el campesinonecesita aprovisionarse de frutos y hortalizas parasu autoconsumo. No se olvide que estamos en unmundo aislado, alejado de los circuitos del comer-cio. Este hecho, que en la época en que se instalanlos pobladores podría parecernos una obviedad, hapervivido en este valle por las especiales circunstan-cias históricas que aquí se han vivido, incluyendo unaumento demográfico en la última etapa del Reinode Granada, que exigió acrecentar y diversificar laproducción. (GÓMEZ MORENO, 1989). Posteriormen-te, el Genal permaneció agazapado en su escondi-te, olvidado y sin apenas contactos con las áreasmás dinámicas de alrededor, hecho constatable has-ta, prácticamente, después de la Guerra Civil.

Por tanto, es esta necesidad de autoabastecimiento laque da lugar a la implantación de multitud de arboledas,y a la necesidad de contar con espacios irrigados paraque muchas de ellas pudieran desarrollarse.

• Desde un punto de vista exógeno, este tipo de culti-vos corren la misma suerte de las arboledas de seca-no que producían los frutos secos, y que eran objetode exportación en los mercados bajomedievales. (LÓPEZ

DE COCA, 1977). Efectivamente, el Reino Nazarí seconstituye en exportador de estos productos al NWde Europa, exportación que se realizaba precisamentedesde el puerto de Málaga, a cargo de agentesgenoveses (trata della frutta), y que incluía, ademásde higos, almendras y uvas, alguna de las frutas deregadío que se conservaban secas y/o confitadascon miel. Este hecho, común a toda la montaña deMálaga, debió significar en este valle una razón másque poderosa para la instalación de las parcelas irri-gadas. Así se comprueba en la zona del Bajo Genal,en el Señorío de Casares, donde, además de huertosen el río, los bancales de media ladera se nutrían delagua de albercas, detectándose en Benestépar(Genalguacil), un sistema de bancales y acequias.(BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, 1982).

La organización del espacio en los sistemasregados. Dos modelos tipo

Los espacios regados de las laderas se pueden presentarcomo microparcelas dentro de la misma explotación, aun-que a veces ésta se constituye en su totalidad como de

riego, en este caso en la modalidad de bancales. Estosdos modelos se hallan en todo el Genal, pero son másfrecuentes en el Valle Medio. Otras veces nos encontra-mos con un sinnúmero de pequeñas explotaciones queconviven con otras algo mayores, por lo general de distin-tos dueños, formando un complejo e intrincado parcelario,y cuyos límites suelen ser los propios bancales, o cerca-dos de piedra. Este modelo es el que se aprecia en elsistema del travertino de Faraján, que suele repetirse enotros sistemas similares de los acuíferos del Havaral.

Para el primer caso tomamos en modelo de las explota-ciones con parcelas de riego del Arroyo de Veguetas, enBenalauría. Esta corriente forma un valle orientado al E-SE, que se extiende desde los riscos calcáreos de la Dor-sal hasta la desembocadura con el Genal. Las pendientesde ambas laderas son muy acusadas en el curso alto,pero se suavizan desde el tramo medio, sobre todo en lade umbría, donde hemos medido porcentajes de un 25 %en algunas zonas de bancales.

Los espacios regados se establecen preferentemente aquí,unas siete has. (78 %), mientras que en la solana encon-tramos alrededor de una hectárea y media (22%). La ra-zón de esta desproporción es bien simple: los manantia-les de la umbría son más abundantes y generosos, y per-sisten mejor durante la sequía estival.

La extensión de las parcelas regadas es muy pequeña:las mayores que hemos hallado ocupan 86 áreas, dos entotal, una de 52 áreas, varias entre 20 y 30, y el restopor debajo de 20, con 14 por debajo de 10 áreas.Prácticamente la totalidad de estas propiedades acusanel sistema de explotación directa.

La producción se ajusta al autoconsumo, aunque existenexcedentes de algunos frutos, principalmente ciruelas ynaranjas, cuya comercialización es muy problemática acausa de los difíciles accesos y del arcaísmo de los usosagrícolas. Otras arboledas forman pequeños grupos opies sueltos de cerezos, nogales, que en umbría suelencultivarse en secano, granados, kakis, nísperos y membri-llos. Igualmente, los campesinos disponen de algunasparcelas para establecer huertos, que en invierno siem-bran de patatas, cardos y otros, y en verano se cubrencon tomates, pimientos, berenjenas, pepinos, calabacines,judías verdes, etc..., siempre para el autoconsumo o parala venta directa en el pueblo si hay excedentes. La mayo-ría de estos bancales se riegan con agua de albercas de

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manantial, en algún caso compartida, pero las más próxi-mas al arroyo toman el agua de la corriente, atrapándolamediante un albercón, para poder conseguir la suficientepresión. En años excepcionalmente secos, esta corrientees muy exigua o llega a desaparecer en el tramo medio,de manera que el agua no llega más que para los prime-ros riegos, es decir, junio y julio.

En estos agroecosistemas regados del Genal Medio, laalberca se constituye en elemento indispensable para elalmacenamiento del agua del manantial. Casi todas ellasson del modelo de caja, esto es, un paralelepípedo concuatro paredes, en realidad tres exentas y una adosadaal talud, con la parte superior rematada en ladrillo, y conun registro en el orificio de salida para amortiguar la pre-sión del agua. Estas albercas pueden ser también del tipocilíndrico, y las hemos visto de todos los tamaños, desdeun par de metros cúbicos, hasta capacidades por encimade los 50.000 litros. Aparecen por lo general, las queaún se utilizan, muy bien conservadas, enjalbegadas, in-cluso adornadas con macetas.

El chorro del manantial, de teja o tubo de hierro, llena laalberca de noche, o en 24 horas completas, que es lomás usual, y hablamos de un año normal en cuanto a lasprecipitaciones, y luego el campesino riega su propie-dad, casi siempre al atardecer, llevando el agua por unaregadera principal hasta la erilla más lejana, aprovechan-do así el máximo de presión, y va retrocediendo luegoerilla a erilla, hasta la más próxima al depósito. El pasode un bancal a otro se realiza mediante un regajo, ele-mento que hemos hallado incluso empedrado, para evi-tar el acarcavamiento, y paralelo a éste, un paso conescalones o transversal al talud. Estos sistemas de riegovan siendo sustituidos en la actualidad por el de las man-gueras, el goteo, o incluso el microaspersor. (CASTILLO

RODRÍGUEZ, 2001)

Dado que la mayoría utilizan albercas propias, no existeningún tipo de reglamentación para tandas y turnos deagua, ni autoridad alguna que controle este menester. Enel caso de los albercones nutridos con aguas del arroyo,estos se llenan por la noche, poniéndose directamente deacuerdo los propietarios cuando el agua escasea.

Estas explotaciones, ya se ha dicho, se repiten mimé-ticamente en todo el Genal Medio. Así, en el arroyo deBenamaya, en el de Benajamuz, con huertos tanto a me-dia ladera, con manantiales, como junto al arroyo, hasta

Bancales inferiores del Travertino de Faraján, dedicados acítricos y Horticultura familiar

Microparcelas irrigadas en los tramos bajos de Balastaz (Faraján)

Sistema irrigado de “Las Huertas”, Alpandeire.

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casi la desembocadura. Aquí hemos detectado la recons-trucción de una alberca y la reposición de arboleda enlos bancales, así como la adecuación de la casa de la-bor, aljibe, injertas etc... Igual podemos decir de las lade-ras del arroyo de Algatocín, o del Monarda y Monardilla(Jubrique), con frecuentes huertos con cítricos en bancalesentre alcornoques y quejigos, y de otras vertientes de lostérminos de Benarrabá, Genalguacil y Gaucín.

El Almarchal presenta, sin embargo, verdaderas huertasen el tramo medio y bajo, con hasta nueve azudes y dosmolinos. Sin embargo, el espacio más característico parael estudio que nos ocupa es el del Estercal, un arroyo quebaja desde las peridotitas de Sierra Bermeja, en similarorientación a la del Genal, y que posee un conjunto dehuertos regados, casi pegados al arroyo, que captan lasaguas con albercones o azudes, al menos cuatro existenaún, con un muy bien conservado policultivo.

La edad media de estos horticultores es alta, pero hemosobservado que hay jóvenes que, a tiempo parcial, persis-ten en el cuidado del huerto. El riego constituye paramuchos de ellos una ceremonia en que el olor a tierramojada, el amable sonido del agua y la recolección dealgunas hortalizas, funde al hombre, en un momento casimágico, con el agua, los árboles y la tierra.

El segundo modelo que exponemos se basa en elagrosistema de huertos del travertino de Faraján. Forma-do a partir del arroyo de Balastaz y el manantial de ElCharco, el espacio se estructura al menos en tres nivelesfundamentales: el primero, el más extenso y de menorpendiente, antes del dique travertínico, un segundo conbancales alargados, a ambos lado del arroyo, y un terce-ro algo más abajo, también con bancales.

Según el Catastro, se pueden medir hasta unas 7 has deriego, que es prácticamente el terrazgo de estas explota-ciones, al menos en los sistemas de debajo del dique. Lamayor propiedad es una parcela de 1’63 has., y le siguenotras varias de 66 y 60 áreas, una de 47, de 44, y elresto por debajo de estas cifras, con 6 de ellas con menosde 10 áreas, el 20% de las que se hallan en este sector.

El sistema de riego es por gravedad. La acequia principalparte de «El Charco», de la que deriva al este un ramalque describe una curva para regar la plataforma supe-rior, curva que afluye de nuevo en la acequia. Aquí elespacio aparece bastante fragmentado, con las lindes

trazadas con muretes de piedra cubiertos por trepadoras.De las acequias salen multitud de canalillos que se diri-gen a cada una de las parcelas, formando un entramadoen muy buen uso y conservación. (Figura 2)

A partir de aquí, el agua toma un itinerario hacia el oeste,para regar los bancales de abajo, si fuera menester, o seprecipita por una imponente chorrera que cae en picadodesde unos 20 metros, añadiendo al paisaje de Balastazla presencia y el sonido amable y fresco del agua puradel manantial que privilegia este auténtico jardín.

Una vez salvado el travertino, el agua que no se ha utili-zado en los bancales adyacentes al dique se distribuyeentre el resto de parcelas y bancales, bajando hasta lle-gar casi al fondo del valle, donde un último espacio rega-do, la «Huerta del Patronato», capta el sobrante del arro-yo de Balastaz por la noche, en que se llena un albercónpara poder regar en la siguiente jornada.

Las arboledas de este sistema se componen esencialmen-te de cítricos, nísperos, higueras y otros árboles heliófilos,por la orientación a solana. Existen igualmente parcelasdedicadas a huerto de hortalizas, delicadamente trabaja-dos, donde incluso hemos hallado el elemento que confir-ma esa idea de huerto-jardín musulmán: en algunos delos taludes crecen multitud de rosales de todos los coloresimaginables.

La reglamentación del uso del agua es muy simple: Lacantidad de agua utilizada es directamente proporcionalal tamaño de la tierra. Los propietarios de arriba del di-que riegan sus parcelas una vez por semana, que es lousual, y el agua que se precipita por la chorrera, que seconsidera sobrante, se reparte entre los bancales de aba-jo. No existe en la actualidad, ni en un pasado próximo,ninguna otra regulación jurídica, escrita o consuetudina-ria, ni la figura del Alcalde del Agua (Qaid Al ma’a), quesí parece haber existido en Igualeja, y en los riegos de losherbazales del Guadiaro, en los manantiales de Fuensanta(Benadalid-Benalauría) y Salitre (Algatocín).

Este sistema de Faraján se repite simétricamente en eltravertino de Los Huertos, en Alpandeire, a expensas devarios manantiales, con bancales escalonados hasta casila confluencia del Gorgote. En ambos sistemas, además,se da la circunstancia de la existencia de sendos molinoshidráulicos de cubos, hoy desaparecidos, lo que demues-tra la realidad de una compleja organización hidráulica

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por parte de las poblaciones, que pretendían un aprove-chamiento integral de los recursos.

En este sentido, estos agrosistemas del Havaral necesita-ron de algún tipo de organización por parte de la autori-dad clánica o tribal, o posteriormente señorial o del Con-cejo, para poner en marcha un entramado de estas ca-racterísticas. Si en el Genal Medio asistimos a iniciativasparticulares, aprovechando un pequeño manantial dentrode la explotación, salvo quizá en caso del Arroyo delEstercal, en Jubrique, en estos espacios más complejos senecesitó de una ingente mano de obra campesina quepusiera en cultivo las laderas, estableciendo los banca-les, acequias y regaderas, a la vez que se hacían preci-sos los repartos del agua en tandas y turnos, que si bienhoy no parecen tener regulación, sí que debieron tenerlaen una época de mayor carga demográfica y de una másintensa utilización del terrazgo. Estamos en presencia, pues,de un espacio irrigado en el que puede observarse unaespecie de prediseño (KIRCHNER-NAVARRO,1993), primeroactuando sobre la plataforma del dique, que es un lugar

de fácil irrigación, más tarde adecuando la pendientemediante bancales artificiales construidos a base de pie-dras de toba, como consecuencia de la necesidad de au-mentar el terrazgo irrigado por el aumento demográfico olas tendencias comerciales del momento.

Estas apreciaciones son perfectamente aplicables a lossistemas regados de Igualeja o de Júzcar, aquí, además,con la existencia de una importante derivación, «la ace-quia larga», que parte del tramo medio del Riachuelo yrecorre en sentido descendente toda la ladera derechahasta llegar prácticamente a la orilla del río, a unos treskilómetros de la toma, donde riega varias huertas. Nosdicen los campesinos que la generosidad del acuíferohace inútil cualquier tipo de regulación o reparto.

Conclusión

La persistencia de los espacios irrigados en el Genal consti-tuye un ejemplo o modelo de lo que se ha venido en llamar

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«pequeña hidráulica», común a toda la Montaña Medite-rránea, y que tiene aquí una singular presencia gracias a laabundancia de acuíferos. Esta singularidad se acrecientacon la adecuación al paisaje, formando islas de ager irriga-dos entre las frondosas y el resto de las arboledas introduci-das. La adecuación de la que hablamos, lejos de romper odañar los ecosistemas, enriquece con su presencia y varie-dad los valores naturales y paisajísticos, acrecentando labiodiversidad del Valle, y constituyendo un patrimonioetnográfico que es preciso preservar a toda costa.

La calidad de algunos de los frutos de estos agroeco-sistemas contrasta, sin embargo, con la casi nula rentabi-lidad de la producción, lo que demuestra la marginalidadde estos cultivos, y la escasas perspectivas de que sobre-vivan a medio plazo. No obstante, observamos que, atiempo parcial, algunos lugareños, incluso los más jóve-nes, obtienen un complemento a sus rentas del trabajo noagrario, a la vez que procuran ciertas ventas en los mer-cados locales, dado que, insistimos, la calidad de losproductos los hace muy solicitados.

La continuidad, entre los habitantes del Valle, de esta, pu-diéramos decir, «mentalidad» de cuidar el terrazgo irriga-do que la tradición familiar les ha legado, es un elementopsicológico que no debe ser soslayado. Conservar estossistemas no es tarea fácil, pero las soluciones podrían venir

de la mano de una comercialización selecta, derivada haciala agricultura ecológica, hecho que se da en la práctica, oen el envasado de estos productos en los pueblos dondeexisten ya obradores y, desde luego, en la protección porparte de los organismos competentes.

En este sentido, no nos explicamos cómo se subvencio-nan todo tipo de productos agrícolas y ganaderos, y sedejan desaparecer día a día este y otros aspectos de lavida campesina: si se apuesta por conservar el paisaje,¿por qué no preservar aquellos elementos que le sonindisociables, y que el hombre ha introducido con un res-peto y adaptación al medio fuera de toda duda?. Sonretazos de la vieja cultura campesina de la montaña losque desaparecen año tras año, sin que se ponga reme-dio a la desarticulación y el desarraigo de estas peque-ñas comunidades rurales, herederas y garantes de multi-tud de usos y tradiciones. Uno de los más notables es ésteque nos ocupa, en forma de un manejo sabio, coherentey respetuoso de sus manantiales, ejemplo para planifica-dores y manipuladores de los recursos de toda índole,especialmente del agua.

La protección de alguno de estos usos es aún posible, comoposible es la protección del paisaje que ha resultado deellos; no nos engañemos: la montaña no ha de servir exclu-sivamente de escaparate de políticas medioambientales

Huerto familiar deverano, adornado con“galafrancia” (Banalauría)

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donde el hombre que la habita apenas cuenta. Si se hablade conservar, se ha de hacer contando con estos hombres,y para ello, se les ha de procurar el sustento, haciendoposibles algunas de las formas de vida rural que aúnperviven. Sólo así será posible la pervivencia de estos pai-sajes, tal y como hoy los contemplamos.

Las políticas de protección y conservación tienen, por tanto,que procurar de forma paralela la fijación de población enla montaña, premisa indispensable para el mantenimientode los viejos usos campesinos. Entendemos que ha llegadola hora de que las ayudas y subvenciones se dirijan tambiéna este tipo de explotaciones que acabamos de estudiar, o aotras similares, que conforman ese entramado hombre-natu-raleza que, por suerte, aún está presente en algunas de lasmontañas de nuestro viejo y complejo mundo mediterráneo.

Explotación de cítricos en bancales,en el río Monasdilla (Jubrique)

Glosario

Ager: Espacio cultivado, en contraposición a saltus, espa-cio no roturado, bosque.

Agrosistema: Modelo de explotación agraria. Genérica-mente se puede hablar de agrosistema paleotécnico,o agrosistema neotécnico, haciendo referencia a losmodelos de agricultura tradicional, que es la que nosocupa en este trabajo, o de agricultura comercial. Unagroecosistema es un modelo de práctica campesinarespetuosa con el medio.

Albercón: Se trata de un depósito, mayor que la alberca,que recoge agua de un arroyo o un gran manantial.

Alcalde del Agua: Campesino elegido por los propieta-rios o productores que explotan los sistemas irrigados,encargado de cuidar de los turnos y tandas del agua.Es figura proveniente de la tradición musulmana: QaidAl-ma’a, Sahib Al-ma’a, «juez, señor del agua».

Azud: Pequeña presa hecha con elementos naturales. Enel Genal los campesinos deforman el vocablo y lo pro-nuncian súa.

Caz: Canal, acequia. La voz cao, es deformación de loshorticultores y molineros.

Chorrera: Cascada que forman algunos arroyos.

Cubo: En molinería hidráulica, el cubo es un cilindro he-cho de fábrica, al final del caz, que se llena de aguapara procurar presión. El agua sale luego por un orifi-cio o saetillo para mover el rodezno.

Erilla: Especie de alcorque que retiene el agua en cadaárbol, o en cada grupo de hortalizas.

Havaral: Alto Genal; voz resultante del linaje beréberHawara.

Línea de rigidez: Término acuñado por Miquel Barceló paradesignar una línea imaginaria que separa en una lade-ra o valle la posibilidad de irrigación por gravedad, delos espacios situados por encima de los acuíferos.

Qurà: Plural de qarya, alquería, aldea que instalaron losberéberes en el Genal, y que reciben casi siempre elnombre de un linaje: Banu-l-Jalid, Al-Attus, Banu-l-Hawria...

Jábega-86

Mi agradecimiento a los campesinos hortelanos de los sistemas citados, en Faraján y Júzcar, y muyespecialmente a Antonio Higuero, de Alpandeire, y Francisco Guerrero, de Benalauría.

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Regajo: paso de un bancal a otro de la acequia secundaria.

Tanda: Volumen de agua estipulado para cada explota-ción regada.

Toma: Azud, en el Alto Genal.

Travertino: Depósito de carbonato cálcico formado a par-tir de una solución muy concentrada que contiene res-tos orgánicos fosilizados, alrededor o bajo una fuenteo surgencia. El travertino se compone de uno o variosdiques, que sirven de tope para los depósitos de ma-teriales sedimentarios que conforman una plataforma.

Turno: Frecuencia de las tandas de agua a que tiene de-recho una explotación irrigada.

B I B L I O G R A F Í A

BARCELÓ M. et alii.(1996) El agua que no duerme. Funda-mentos de la arqueología hidráulica andalusí.

BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, R.(1982) Moriscos y cristianosen el Condado de Casares.

CASTILLO RODRÍGUEZ, J.A. (2001. En prensa) El Valle delGenal: Paisajes, usos y formas de vida campesina.

GÓMEZ MORENO, Mª Luisa. (1989) La montaña malague-ña. Estudio ambiental y evolución de su paisaje.

ISNARD, H. (1966) Le Magreb.

KIRCHNER E, NAVARRO C. (1993) Objetivos, métodos y prác-tica de la arqueología hidráulica. Archeologia Medievale.

LÓPEZ DE COCA, J.E. (1977)La Tierra de Málaga a fines de1500.

MIGNON, CH. (1982) Campos y campesinos en la Anda-lucía Mediteránea.

RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, F. (1977) La Serranía de Ronda. Estu-dio Geográfico.

Documentos, cartografía y consultas:

Parcelario de los Catastros de Rústica de Faraján yBenalauría.

Mapas topográficos 1/10.000. Consejería de ObrasPúblicas y Transportes. Junta de Andalucía.

Mapas geológicos 1/50.000. Hojas de Cortes de laFrontera y Marbella. IGME.

Atlas Hidrogeológico de la Provincia de Málaga. Diputa-ción Provincial. Málaga, 1988.

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FE DE ERRATAS

En la página 2, donde dice:

Cubierta:Palacio de los Marqueses de Beniel(Vélez-Málaga)

debe decir:

Cubierta:Convento de San Francisco(Vélez-Málaga)

FE DE ERRATAS

En la página 2, donde dice:

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debe decir:

Cubierta:Convento de San Francisco(Vélez-Málaga)

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Cubierta:Convento de San Francisco(Vélez-Málaga)

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Cubierta:Convento de San Francisco(Vélez-Málaga)

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Cubierta:Palacio de los Marqueses de Beniel(Vélez-Málaga)

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Cubierta:Convento de San Francisco(Vélez-Málaga)

FE DE ERRATAS

En la página 2, donde dice:

Cubierta:Palacio de los Marqueses de Beniel(Vélez-Málaga)

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Cubierta:Convento de San Francisco(Vélez-Málaga)