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REVISTA EUROPEA. NÚM. 1 2 17 DE MAYO DE 1874. AÑO I. EL SITIO DE BILBAO UN TESTIGO OCULAR. PRELIMINAR,. Plan.—Mis opiniones políticas.—Literatura délos sitios.—Fases de un bloqueo.—Necesidad de un ideal.—Causas déla guerra.—Los pro- pietarios vascongados. No voy á relatar, lector amigo, las diversas im- presiones que he experimentado durante el sitio y bombardeo de Bilbao, tal como se produjeron en mi ánimo, porque he tenido ocasión de rectificar algunas de ellas, ya con acontecimientos posteriores, ya con las noticias que á la terminación del bloqueo he ad- quirido sobre lo que entonces ocurría fuera de esta villa, lo cual se presentaba á nuestros ojos en aquella época como imágenes caprichosas ó inexactas de un terrible kaleidóscopoco. El diario escueto de mis apuntes, que tuve la paciencia de llevar durante todo el cerco, no te daria, lector benévolo, idea siquiera aproximada de lo ocurrido en la invicta villa, á no ser que conocieras su modo de ser, sus vicisitudes an- teriores, y ese conjunto de pequeneces que constituye la fisonomía característica de cada pueblo. Por estas razones, y otras de menor entidad, pro- curaré relatar mis impresiones sucesivas; pero recti- ficándolas con lo que pueda hacerlas de alguna utili- dad para la comprensión de los acontecimientos que he de narrar; al propio tiempo indicaré los antece- dentes necesarios para la mejor explicación de tal empresa. Otra ventaja tiene mi escrito actual sobre sus ori- ginarios apuntes, cual es desposeerlo de la enconada pasión política. Ignoro á cuál de los numerosos parti- dos que existen en España pudiera en conciencia afi- liarme: sólo que no soy ni he sido federal, y que detesto al carlismo, no tanto por las amarguras y sin- sabores que me ha hecho sufrir, como por ser un anacronismo brutal en medio de las corrientes civiliza- doras de nuestra época. Verdad es que tampoco se han distinguido los demás moradores de Bilbao por su afi- ción á las cuestiones políticas, salvo algunos afiliados á larepública federal, que ayudados de intemaciona- listas, han tenido cierta influencia en los momentos de comenzarse el sitio: de ellos me ocuparé en su respec- tivo lugar. La mayoría de los bilbaínos, laboriosa y activa, es poco afecta á las cuestiones políticas, y de- TOMO I. testa tanto la empleomanía como el militarismo, que son en España sus asiduos acompañantes. Por desgracia de la humanidad van siendo tan fre- cuentes ya en nuestro siglo los sitios célebres de pla- zas, que constituyen una literatura peculiar y carac- terística. En unprincipio se van dificultando las co- municaciones, se empieza á provisionar la población, huyen las gentes timoratas ó comprometidas con el enemigo, el comercio languidece, la industria se es- tanca: muchos creen que la cosa no llegará á reali- zarse y esperan confiados; otros, más cuerdos y pre- visores, lo temen todo y se aprestan á una ruda campaña. Un día dado, cuando menos se espera, comienza el bloqueo; desde esta fecha nadie puede entrar y salir impunemente en la plaza. Las comunicaciones no se cierran, sin embargo, por completo; recibense, aunque con dificultad, noticias del exterior; no falta quien, á impulsos de una segura ganancia, introduce algunas vituallas. El ánimo de la población es exce- lente: se esperan socorros inmediatos de los ejércitos amigos: se hacen protestas continuadas y enérgicas de morir antes de consentir que el enemigo deshonre con su planta la ciudad que ataca. Hombres, mujeres y niños se aprestan á la lucha ó á la resistencia: dic- tanse medidas eficaces para ésta, y señálase á cada uno su puesto, que el patriotismo confirma y el amor propio asegura. Pasan (1$ esta suerte uno ó dos meses, y al cabo de ellos empieza á notarse que ciertas provisiones esca- sean, y que el socorro apetecido tarda en llegar. Algu- nos desfallecen y murmuran; los más se enardecen y entusiasman; varios, que habían sido espectadores pasivos, se convierten en defensores activos. En esta época suele acontecer una de las mayores desgracias de una plaza sitiada, el bombardeo. Los primeros pro- yectiles se miran caer con curiosidad y sin temor; pero no se tarda en notar sus terribles efectos y el pavor que infunden aun enlos ánimos más varoni- les. Mujeres, ancianos y niños se llenan de terror; el odio germina en los ánimos esforzados al ver emplear este traidor y ciego medio de destrucción. Poco á poco se acostumbran las gentes á las bombas y renace la calma, aumentando, sin embargo, el deseo de ven ganza. El tercero y último período de un sitio es aquel en que, continuando las calamidades anteriores, muestra ya el hambre su descarnada faz, se propala la mortandad por enfermedades epidémicas, y suelen 23

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 1 2 1 7 DE MAYO DE 1874. AÑO I.

EL SITIO DE BILBAO

UN TESTIGO OCULAR.

PRELIMINAR,.

Plan.—Mis opiniones políticas.—Literatura délos sitios.—Fases de un

bloqueo.—Necesidad de un ideal.—Causas déla guerra.—Los pro-

pietarios vascongados.

No voy á relatar, lector amigo, las diversas im-presiones que he experimentado durante el sitio ybombardeo de Bilbao, tal como se produjeron en miánimo, porque he tenido ocasión de rectificar algunasde ellas, ya con acontecimientos posteriores, ya con

las noticias que á la terminación del bloqueo he ad-quirido sobre lo que entonces ocurría fuera de estavilla, lo cual se presentaba á nuestros ojos en aquellaépoca como imágenes caprichosas ó inexactas de unterrible kaleidóscopoco. El diario escueto de misapuntes, que tuve la paciencia de llevar durante todoel cerco, no te daria, lector benévolo, idea siquieraaproximada de lo ocurrido en la invicta villa, á noser que conocieras su modo de ser, sus vicisitudes an-teriores, y ese conjunto de pequeneces que constituyela fisonomía característica de cada pueblo.

Por estas razones, y otras de menor entidad, pro-curaré relatar mis impresiones sucesivas; pero recti-ficándolas con lo que pueda hacerlas de alguna utili-dad para la comprensión de los acontecimientos quehe de narrar; al propio tiempo indicaré los antece-dentes necesarios para la mejor explicación de talempresa.

Otra ventaja tiene mi escrito actual sobre sus ori-ginarios apuntes, cual es desposeerlo de la enconadapasión política. Ignoro á cuál de los numerosos parti-dos que existen en España pudiera en conciencia afi-liarme: sólo sé que no soy ni he sido federal, y quedetesto al carlismo, no tanto por las amarguras y sin-sabores que me ha hecho sufrir, como por ser unanacronismo brutal en medio de las corrientes civiliza-doras de nuestra época. Verdad es que tampoco se handistinguido los demás moradores de Bilbao por su afi-ción á las cuestiones políticas, salvo algunos afiliadosá la república federal, que ayudados de intemaciona-listas, han tenido cierta influencia en los momentos decomenzarse el sitio: de ellos me ocuparé en su respec-tivo lugar. La mayoría de los bilbaínos, laboriosa yactiva, es poco afecta á las cuestiones políticas, y de-

TOMO I .

testa tanto la empleomanía como el militarismo, queson en España sus asiduos acompañantes.

Por desgracia de la humanidad van siendo tan fre-cuentes ya en nuestro siglo los sitios célebres de pla-zas, que constituyen una literatura peculiar y carac-terística. En un principio se van dificultando las co-municaciones, se empieza á provisionar la población,huyen las gentes timoratas ó comprometidas con elenemigo, el comercio languidece, la industria se es-tanca: muchos creen que la cosa no llegará á reali-zarse y esperan confiados; otros, más cuerdos y pre-visores, lo temen todo y se aprestan á una rudacampaña.

Un día dado, cuando menos se espera, comienzael bloqueo; desde esta fecha nadie puede entrar ysalir impunemente en la plaza. Las comunicacionesno se cierran, sin embargo, por completo; recibense,aunque con dificultad, noticias del exterior; no faltaquien, á impulsos de una segura ganancia, introducealgunas vituallas. El ánimo de la población es exce-lente: se esperan socorros inmediatos de los ejércitosamigos: se hacen protestas continuadas y enérgicasde morir antes de consentir que el enemigo deshonrecon su planta la ciudad que ataca. Hombres, mujeresy niños se aprestan á la lucha ó á la resistencia: dic-tanse medidas eficaces para ésta, y señálase á cadauno su puesto, que el patriotismo confirma y el amorpropio asegura.

Pasan (1$ esta suerte uno ó dos meses, y al cabo deellos empieza á notarse que ciertas provisiones esca-sean, y que el socorro apetecido tarda en llegar. Algu-nos desfallecen y murmuran; los más se enardecen yentusiasman; varios, que habían sido espectadorespasivos, se convierten en defensores activos. En estaépoca suele acontecer una de las mayores desgraciasde una plaza sitiada, el bombardeo. Los primeros pro-yectiles se miran caer con curiosidad y sin temor;pero no se tarda en notar sus terribles efectos y elpavor que infunden aun en los ánimos más varoni-les. Mujeres, ancianos y niños se llenan de terror; elodio germina en los ánimos esforzados al ver empleareste traidor y ciego medio de destrucción. Poco ápoco se acostumbran las gentes á las bombas y renacela calma, aumentando, sin embargo, el deseo de venganza.

El tercero y último período de un sitio es aquelen que, continuando las calamidades anteriores,muestra ya el hambre su descarnada faz, se propalala mortandad por enfermedades epidémicas, y suelen

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acontecer los asaltos ó ataques del ejército sitiadorcontra la guarnición, ó recíprocamente. La desespe-ración suple á la confianza, el odio reemplaza al pa-triotismo; nadie piensa en rendirse, apelando antes ála muerte: se juega el todo por el todo. Uno ha per-dido á sus hijos, otro ha visto hundirse sus casas, ytodos juran vender caras sus vidas. Incesantemente seespera el socorro, pero, llegue ó no llegue éste, nadiepiensa en capitular.

Estas fases son las que ha pasado también el pue-blo de Bilbao en su bloqueo de 12b dias, salvo la parterelativa á ataques formales entre guarnición y ejér-cito sitiador. Dentro de ellas habia fluctuaciones; enun dia dado la confianza de socorro era grandísima; alsiguiente se perdía por completo la esperanza: el re-cuento de provisiones aseguraba hoy la vida por mu-chos meses, mientras que ayer sólo se hallaban lasnecesarias para unos cuantos dias de existencia. Estasoscilaciones, determinadas á veces por un aconteci-miento imprevisto, ó por las conversaciones de unpesimista, no alteraban la marcha general de la opi-nión pública en las fases ya citadas.

Claro es que, al referirnos á estos estados fisiológi-co y patológico de los sitios, sólo aludimos á las po-blaciones de ánimo esforzado, tan comunes en la pe-nínsula Ibérica, cuyos habitantes todos intervienen enla suerte de las mismas. En manera alguna tratamosdo las ciudades que anteponen su bienestar del mo-mento á lo que su verdadero interés y patriotismo lesdeben aconsejar, ni tampoco á las plazas fuertes cuyaguarniciones la única responsable ó meritoria. El pue-blo todo de Bilbao ha obrado y sentido durante subloqueo, sobreponiéndose á lo que el deber indicaba ásu guarnición, sintiendo y palpitando como un soloindividuo, despreciando el peligro ante el honor, yanteponiendo la gloria á las necesidades materiales.

Quizas algunos croan ver en la resistencia heroicade Bilbao exclusivamente la defensa de sus interesesmateriales, puesto que de haber entrado en ella loscarlistas lo hubieran abrumado con impuestos y axac-ciones. No he de negar yo que este ha sido el origende la resistencia, debido también á un antagonismoentre la capital y el resto de la provincia; pero unagran parte del pueblo era ajena á estos intereses, ygerminó en todo él un verdadero ideal después de co-menzada la lucha Este ideal es el del espíritu moder-no contra las exageraciones fanáticas de la huestecarlista: todos le tenían presente; como bálsamo bené-fico corria por las arterias de la población. Menguaday pobre es siempre toda empresa en que intervienenla vida y la honra de los pueblos si no hay un idealque la santifique y ensalce, que la purifique y la eleve.¡Pobres de los que sólo ven en los hechos de la hu-manidad el móvil exclusivo de los intereses materia-les y que desconocen la significación de las hermosaspalabras, virtud, honradez, patria, libertad!

Débese precisamente la fuerza del carlismo á losideales de religión y fueros que la mayor parte de sussoldados abrigan. No puedo negar la actividad, em-puje y valor de las huestes carlistas en los combatesy fatigas correspondientes al sitio de Bilbao.

Las exageraciones de casi todos los gobiernos, des-de 1868 hasta la fecha, ya en la cuestión religiosa, yaen la política; las arbitrariedades de algunos goberna •dores y capitanes generales de las provincias vascon-gadas; las intransigencias de algunos liberales quequerían responder á las no menores de los carlistas;las cuestiones de la Diputación foral y del ensanchede Bilbao determinaron el alzamiento en armas deestas provincias, instigado por un clero ignorante, porunos cuantos mandarines ambiciosos, y dirigido poralgunos aventureros políticos que se afiliaron á labandera de D. Carlos, con la idea de medrar rápida-mente en su carrera. Estos elementos, unidos á lafalta de fuerza en el gobierno central, promovieron elcrecimiento de los carlistas armados. Su mayoría, yavoluntaria, ya arrancada por la fuerza de las faenasagrícolas, es gente de buena fe y que no aspira á Bife, •,dro alguno personal; pero está supeditada á unoscuantos que desean las revueltas y perturbacionespara vivir con menos fatiga que la producida por eltrabajo diario y constante.

Un elemento verdaderamente desgraciado hay ac-tualmente en las provincias vascongadas; me refieroal propietario rural. Sus colonos no le pagan, antesbien le exigen algo por no abandonar sus tierras; loscarlistas le abruman con contribuciones; las columnasdel ejército talan sus campos y queman sus casas.Estos propietarios, generalmente liberales, han tenidoque emigrar, en su mayor parte, de sus pueblos y re-fugiarse en las capitales.

Entre ese número me encuentro yo, que sin ser nicarlista ni federal, he sufrido las vejaciones de unos yotros. Acudí, pues, á Bilbao muchos meses antes desu bloqueo; me instaló como Dios me dio á entender;no tomó las armas, porque el estado de mi salud nome lo permitía, amen de mi singular posición, y estome ha permitido observar desapasionadamente y ano-tar con algún cuidado lo aquí ocurrido. Tales son elorigen y posición del autor de este escrito; á pocaperspicacia que tengan mis lectores comprenderánvarias razones que abonan lo que brevísimamente dejoindicado al leer mi narración desapasionada ó im-parcial.

I.

Movimiento fluvial.—La ria de Bilbao.—Provisionamíento de la plaza.—

Fortificaciones de Bilbao.—Guarnición y milicia.—Emigración.—

Carácter de los bilbaínos.—Extracción de mineral.

Desde el dia 1.° de Agosto en que los carlistas ata-caron á Portugaiete, de donde fueron rechazados porsu guarnición, comenzaron á hostilizar el paso de los

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N.° EL SITIO DE BILBAO. 355

buques por la ria. El ferro-carril de Bilbao estaba in-terrumpido hacia ya algunos meses; las carreteras sehallaban todas en poder de los carlistas; de suerteque Bilbao sólo comunicaba con el resto de Españapor el intermedio de su ria. Puede decirse que todoel movimiento se hacia con vapores que iban á San-tander, cuyo puerto se une á la red de ferro-carrilesde todo España. Si por consiguiente se cortaba la riade Bilbao, el bloqueo era completo, aunque ya lo su-fríamos á medias, no comunicándonos más que por lavia fluvial.

Para comprender bien la facilidad de interrumpir laria, basta saber que ésta tiene unos 14 kilómetrosdesde Bilbao al mar, bordeada por elevadísimas mon-tañas. A la mitad del camino próximamente se des-tacó por entonces unos 100 hombres al pié del puentede Luchana, que tan célebre fue durante la guerracivil anterior; entre este punto y Bilbao, en Olaveaga,habia otro destacamento de carabineros. Al extremode la ria se halla la villa de Portugalete, bien guarne-cida, y que se empezó á fortificar á consecuencia delataque citado: entre Portugalete y Luchana, en el De-sierto, se construyó un fuerte algún tiempo después,dotado con 200 hombres y un cañoncito. Varios bu-ques de guerra se hallaban surtos en la ria.

Todos estos medios de defensa eran poco eficaces;los carlistas disparaban á mansalva sobre todos losvapores que cruzaban la ria, desde las crestas y frago-sidades de los montes que la cercan. La navegación eramuy difícil; habia sido preciso hacer en cada buqueuna torrecilla blindada, dentro de la que iba el timo-nel para librarle de las balas de fusil de los carlistas-éstos no tenían por entonces en Vizcaya cañón alguno;los viajeros iban en las cámaras cubiertos con colcho-nes y con más temor que contianza.

Todo el mundo preveía que más pronto ó más tardela ria quedaría interrumpida, y que los viajeros notendrían asilo seguro en las cámaras de los buques silos carlistas dispusieran de algún cañón. De aquí elafán de traer provisiones para la plaza en la previsiónde un bloqueo riguroso, tomando parte no sólo la ad-ministración militar, sino también el ayuntamiento deBilbao y el gobernador de la provincia.

No se crea que eran muchas las fuerzas que asedia-ban á Bilbao; el grueso de la facción se hallaba enNavarra luchando con Nouvilas y luego con Moriones.De esta suerte se pasó el verano y aun el otoño. En-tre tanto se realizaban las obras de fortificación deBilbao, activamente impulsadas por el capitán de in-genieros militares señor Mariátegui. Son éstas el fuertedel Morro, situado al Sur, á dos kilómetros escasosde la población y dominando un gran horizonte. Cons-ta de obras de tierra, y contiene tres piezas, una de16 centímetros, una de á 12 y otra de á 8; el deMiravilla, colocado en una altura situada sobre laparte de la población llamada Bilbao-la-vieja, en la

margen izquierda del rio, ó sea en la opuesta á la pe-queña llanura en que se halla asentada la población;tiene dos piezas. El tercer fuerte, que es el de Mallo-na en la parte Norte, en el campo santo de la pobla-ción, tiene sólo una pieza de á 8.

Hay además las baterías del Diente; inmediata yun poco debajo de Maltona, la del Choritoque (nom-bre equivalente al de glorieta) cerca de la anterior, yencima del sitio que ocupaba el convento de SanAgustín, tan célebre en la otra guerra civil; el reductode San Agustín, al lado de la anterior; la batería dela Estación, situada en la margen izquierda, en el co-mienzo del ferro-carril; la de la Muerte, no lejos deSan Agustín, en el punto denominado la Sendeja, lade Solocoeche al lado de la cárcel nueva; la Brigadiera,en la pradera inmediata á la iglesia de Albia, y la deZabálburu, bajo del palacio perteneciente á la familiaasí apellidada, y dominando la carretera de Valmase-da y Portugalete. Están servidas estas baterías delmodo siguiente: la 1.° por dos piezas, una de á 16 yotra de á 8; la 2.a por otras dos de a 12 y 8; la 3."por dos cañoncitos de á 4; la 4.a por uno de 16 yotro de 12; la 5.a por uno de 12 y otro de 8; la 6.a

por dos de 8; la 7.a por uno de 12; la 8.a por uno de8. Se esperaba del Ferrol artillería más gruesa, queno pudo llegar á tiempo. Además habia varias obrasde fortificación consistentes en trincheras y barri-cadas.

Esto en cuanto á las fortificaciones. Respecto delos defensores,eran: el regimiento Inmemorial, cuatrocompañías del de Zaragoza, el batallón de cazadoresde Alba de Tormes, escasa fuerza de carabinerosy guardia civil, apenas la artillería necesaria parala dotación de las piezas, y una compañía de inge-nieros.

Habia adftnás la guardia foral, pagada por la Dipu-tación, que formaban un conjunto de 400 hombresescogidos; una compañía de movilizados, otra asimi-lable á la anterior y mandada por Armona, una con-tra-guerrilla de 80 hombres capitaneada por Aba-sólo (a) Vinagre, torero de invierno en Madrid, y pri-mer espada en Yalmaseda, su pueblo natal, hombreatrevido y emprendedor. La milicia nacional constabaentonces de dos batallones, uno muy mermado, com-puesto de federales ó intemacionalistas, y otro másnumeroso, en el que se alistaron propietaros, comer-ciantes y jóvenes distinguidos de la población. Tomóel modesto nombre de batallón auxiliar, y ha sidoel nervio y fuerza principal de la resistencia deBilbao.

El vapor Aspirante quedó dentro del recinto blo-queado. La población comprendida en la zona era deunas 18.000 almas.

Como anteriormente he dicho, todo el mundo veíaacercarse al principio del invierno el dia en que sehabría de cerrar por completo el rio, y de aquí la

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emigración de muchas personas. Esta se hizo princi-palmente á dos puntos; á Bayona y sus cercanías lasgentes tachadas de simpatizar con el carlismo, y lospropietarios ó familias acomodadas; á Santander loscomerciantes, que viéndose aislados en Bilbao trasla-daron sus penates á la ciudad vecina en que Mercuriooscureeftó á Marte.

De aquí los cantos populares, no desprovistos degracia, que decían, el primero:

Para pitos, Compostela;Para trompetas, Gerona;Y liberales de pegaLos que se han ido á Bayona.

Y el segundo:La cuestión de liberales

Tiene mucho que entender,Unos quedan en BilbaoY otros van á Santander.

Como se ve, no brillan estos versos por su méritoliterario, pero tienen oportunidad. No es Bilbao unpueblo en que florecen las artes ni las letras, pero hasido muy oportuno en sus críticas; ha prodigadosiempre con mucha sal Io3 motes, y ha suplido en élel buen humor y la espontaneidad á la lectura y es-tudio. Gente impresionable, viva, decidora, arriesgaday de buen ojo en sus operaciones mercantiles, gene-rosa y hasta esplendida; tal es la bilbaína, que tiene deeuskara la energía y terquedad, careciendo de su pe-sadez y torpeza.

Por esto ha adquirido Bilbao gran preponderanciaen el comercio y en las empresas industriales; poresto también se ha inmortalizado con s»s heroicasdefensas.

El comercio de la población habia cesado por com-pleto en Diciembre. El mineral de hierro que se ex-traia de los montes inmediatos al valle de Somorros-tro y se embarcaba casitotalmente en el punto de laría denominado el Desierto, y algo más arriba para elque procedía de Ollargan, al Sur de la población, ha-bia cesado también, no tanto por las dificultades de lanavegación, cuanto por haber los carlistas impedidola extracción del mineral. Se enviaron algunas fuerzasp&ra proteger á los obreros, pero esto era inelicaz, yhubo que suspender la explotación minera.

Para calcular los inmensos perjuicios que esto h&ocasionado á la provincia, basta saber que habia 3.000ó 4.000 obreros en las minas, y otros tantos en laconstrucción de tres ferro-carriles mineros. Casi todoel mineral se exportaba á Inglaterra; el número debuques que afluía era muy considerable, y la riquezay bienestar que reinaban algunos meses atrás en todala región izquierda de la ria y en el valle de Somor-ro tro, sólo son comparables á la desolación y ruinaen que hoy se encuentran. La parte más florecientede la provincia ha sido la más castigada en la guerra,

en expiación de su crimen, según afirman los que nola encuentran justificada, en prueba de la anteposi-ción de los intereses morales á los materiales, con-forme aseguran los simpatizadores con el movi-miento.

II.Mis deseos.—Interceptación de la ria.—Movimiento del ejército.—Sitio

de Portugalete. —Actitud de la marina.—Resistencia de la plaza.—

Capitulación.—Destacamento y fábrica del Desierto. — Noticias en

Bilbao.—Precios de los periódicos.—Aprieto del bloqueo.

La ria estaba, pues, reducida á permitir con grandificultad el paso de los vapores que traían de San-tander algunas vituallas y la correspondencia, y estocon cierta irregularidad. Habíamos pasado las fiestasde Navidad con dolor y tristeza: éstos eran más nota-bles en mí, alejado por fuerza de mi casa y bienes porno haberme querido afiliar al partido carlista. Mis hi-jos echaban de menos las comodidades de la casa so-lariega y el aire puro de sus campos. Todos veíamoscon pena que la situación se agravaba cada vez más,y que quizás, al cabo de algún tiempo, hallaría yo4e-solacion y ruina en lugar de la alegre y feliz comarcaen que pasé mis primeros años, y que á la termina-ción de mis estudios universitarios hice bendecir conel santo vínculo del matrimonio y el dulce don de lapaternidad.

El día 29 de Diciembre supimos al despertarnos quela ria habia sido interceptada poco más abajo de Ola-veaga con cadenas, calabrotes y los cables de un fer-ro-carril aéreo para el trasporte del mineral. Estasamarras iban de orilla á orilla, formando un ángulo deunos 4b grados con el eje de la ria, de suerte que noeran fácües de quebrantar á viva fuerza por un vaporen marcha, pues éste seria empujado nuevamente áuna de las orillas. Dióse al principio poca importanciaal hecho, pues los optimistas de la población, y eranen su mayor parte, no creian á los carlistas capacesde efectuar cosa alguna que no fuera fácilmente des-truible por los liberales.

Salió al dia siguiente una columna de 1.200 hom-bres con objeto de destruir esta barrera por la mar-gen derecha; pero el fuego que desde la izquierdahacían los carlistas sobre el muelle, impidió la ope-ración.

Se ideó otro medio más ingenioso para destruir eltropiezo, valiéndose de la dinamita encerrada en lapoblación, y decomisada meses atrás á la fábrica deGaldácano, que era la única en-España en que se haciaesta sustancia explosiva. Al efecto se colocó en unagabarra ó pinaza, que fue llevada por el vapor deguerra blindado Aspirante durante la noche á lascercanías de la barrera; se soltó allí la gabarra conuna mecha graduada; pero la explosión tuvo lugarantes de tiempo, y no se logró el objeto.

Comenzó, pues, el dia 29 el bloqueo por mar de la

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EL SITIO DE BILBAO. 357plaza. Los primeros dias de Enero los emplearon loscarlistas en reforzarlas barreras de la ria.

Circulaban entre tanto en la plaza los más diversosrumores sobre el movimiento del general Moñones,lo cual nada tiene de particular, pues aún hoy nadiesabe con fijeza, excepto los autores del plan que se lohan callado, si su embarque en San Sebastian teniapor objeto venir á castigar las facciones que bloquea-ban á Bilbao, desembarcando al efecto en Portugalete,ó bien si su dirección á Santoña obedecía á buscar uncamino corto para Madrid, con objeto de prepararseal golpe de Estado que se dio el dia 3 de Enero,y que fue aceptado por todos los ejércitos de Es-paña.

Sea de ello lo que quiera, es lo cierto que Morionescontaba con escasas fuerzas, y que toda la facción deestas provincias se colocó para impedirlo el paso des-de Castro á Bilbao. El general hizo una rápida mar-cha hacia Miranda, amagó á Navarra, tomó á la Guar-dia y volvió á su punto de partida á mediados deFebrero, después do haber reforzado algún tanto suTejórcito. En la plaza ignorábamos todo esto, ó mejordicho, lo fuimos sabiendo con retraso, y esperábamossocorro por 1odas partes, aunque inútilmente: losjefes debian, sin embargo, estar informados por entón-eos de la verdad.

Desde el dia 28 oíamos el vivísimo fuego que loscarlistas hacían sobre Portugaleto. Estaba ocupadaesta villa por el batallón muy completo de cazadoresde Segorbe, dos cañones de montaña, una sección deartillería y otra de ingenieros, al mando todo del te-niente coronel Sr. Quijada. El fuego era muy nutrido,y la resistencia tan vigorosa como el ataque.

Se había cometido la imprudencia de no fortificarlas dos eminencias de San Roque y de Campanzar quedominan á Portugalete, hallándose, sobre todo la pri-mera, á cortísima distancia de la plaza. Los carlistascolocaron en San Roque y Lestao unas piezas antiguas,que sólo hacían daño por hallarse muy cerca de lapoblación. Contra ella dispararon balas rasas y grana-das, destruyendo muchas casas y la preciosa iglesiade esta villa.

Protegían á la guarnición en su defensa algunosbuques de guerra surtos en la ria; pero la situación deéstos fue comprometida desde que los carlistas esta-blecieron una batería en la orilla opueslaá Portugalete,en el sitio llamado las Arenas. Así continuó la resis-tencia de Portugalete hasta el dia 9 de Enero en quellegó otro buque de guerra en socorro de la plaza, yen que los carlistas avanzaron mucho por la parte bajade ésta; pero en el día siguiente fue tal el número deproyectiles que cayeron sobre los citados buques, queéstos salieron al mar, dejando á Portugalete abando-nado á sus propias fuerzas.

La plaza siguió resistiendo sin embargo varios dias,recibiendo un sinnúmero de proyectiles de cañón, que

la obligaron á rendirse el dia 21 de dicho mes, sinque en este intermedio recibiera socorro alguno pormar, puesto que Bilbao no podía dárselo.

La defensa de Portugalete no llegó á ser heroicacomo se ha dicho, pero sí muy enérgica. El fuego quese hizo sobre los valientes de Segorb8 fue terrible ycontinuo. La marina dejó abandonada la péfclacion,bien por no permitir socorro alguno el temporal, bienpor no tener buques á propósito para esta guerra,bien por cualquiera otra causa que no es del caso ave-riguar. Aún había cartuchos y víveres en la plaza,poro escaseaba la carga de cañón. El ataque era tanfuerte y por tantos puntos, que la guarnición apenaspodía hacerle frente. Cuando ya perdió la parte avan-zada del Cristo, ea particular la casa de la familia deVicuña y el convento de Santa Clara, la resistenciaera difícil, aunque no imposible.

La plaza capituló, mereciendo su guarnición todaclase de distinciones por parte de los carlistas, ysiendo en breve canjeada. El casco de la poblaciónsufrió enormemente, siendo incendiadas por completovarias manzanas de casas recientemente construidas.Las desgracias personales no fueron relativamentetan grandes.

Hoy podemos apreciar en todo su valor el granfracaso que experimentó Bilbao con la pérdida dePortugalete. Sin ésta no hubieran tenido importanciaalguna los terribles combates de Somorrostro, pues sehubiera podido desembarcar allí un ejército y veniren socorro de Bilbao. La suerte de éste no se hubieralibrado entonces en el citado valle, sino como el año1837, más cerca de Bilbao.

Por eso nosotros seguíamos con ansiedad desde lainvicta villa el fuego que incesantemente oiamos haciaPortugalete. Supimos que el destacamento de Lucha-na se habít entregado sin gran resistencia el dia 12 deEnero. El dia 22 oímos gran algazara en las avanza-das carlistas y repiques de campanas en los pueblosinmediatos; era que se nos comunicaba la rendiciónde Portugalete. Al dia siguiente supimos que el des-tacamento del Desierto habia capitulado sin dispa-rar un tiro, y no tardamos en averiguar que la riahabia sido interceptada por varios puntos, inclusa sudesembocadura.

La situación se iba haciendo grave: Bilbao tenia quopensar en una resistencia más seria de lo que algunoscreían. Los carlistas habían mostrado gran pujanza enPortugalete: envalentonados con su triunfo, dueñosde tres cañones y 1.000 fusiles más, concentraríanahora todos sus esfuerzos contra nosotros, pudiendoaplicar en nuestro perjuicio las fuerzas materiales queantes tenían ocupadas en la ria.

Otra ventaja alcanzaron con este triunfo, cual fuela tranquila posesión de la magnífica fábrica de hierrodel Desierto, en la que pudieron desde luego fundircuantos proyectiles y obuses hubieron menester. En

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ella encontraron mineral y carbón en abundancia; te-nían en sus filas obreros, capataces y aun ingenieros;fácil les fuó, pues, conseguir su objeto.

Entre tanto Bilbao sólo comunicaba con el exteriorá fuerza de dinero gastado en confidencias, aunque te-niamos algunas noticias por intermedio de los cónsu-les extílnjeros. Viva ansiedad habia en nuestro ánimopor saber cuándo vendría el ejército liberal en nues-tro socorro, sin que acertáramos á explicar las causasde su lentitud y tardanza. Olvidábamos estar en estatierra de España, tan espontánea como imprevisora,tan audaz oomo descuidada.

Supimos la rendición de Cartagena, que fuó ungolpe mortal para los fieles aliados del carlismo, loscantonales, y las miserias y ridiculeces de que fuetestigo tan fuertísima plaza. Conocimos también elgolpe de Estado del 3 de Enero: no sé cómo opinaríanlos demás; yo me alegró del fin deplorando el medio:esta noticia llegó á nosotros el dia 6, comunicada porMoriones desde Laredo.

Teníamos también noticia de que D. Carlos se habiaacercado con su ridicula y bufa corte hacia nosotros,y que el espíritu carlista estaba muy levantado: nadatemíamos, sin embargo, sino lardar mucho tiempo envernos libres del cerco. La confianza en nuestras fuer-zas era grande. Yo, espectador más bien que actor deeste drama, sentía ylatia al unísono de sus persona-jes. Jamás cruzó por nuestra mente la idea de ren-dirnos.

El afán de noticias era tan grande, que algún pe-riódico suelto que entraba en la plaza se vendía á 80 ó100 reales cada uno. Los carlistas emplearon mediosbárbaros para impedirlo; apaleaban á las personas dequienes sospechaban que nos suministraban noticias;fusilaron algunas comprometidas en esta operación.

Los campesinos más inmediatos á la plaza introdu-cían, no sin riesgo, algunas legumbres y carnes; peroestrechado más el cerco, no tardaron en abandonar-nos. Las provisiones abundaban, el buen humor rei-naba en la población. Yo vivia en la Plaza Nueva, yatento al cuidado de mi familia, aunque no olvidadodel interés público, veía prolongarse una situaciónembarazosa sin que brillara aún el dia de salvación.Todos gozábamos de buena salud y hacíamos fervien-tes votos por la terminación de la guerra.

III.

Nuevo ayuntamiento.—Disolución del batallón federal.—Batallón deauxiliares.—Autoridades.—Junta de armamento.—Cuestión de provi-siones.—Agua y carbón.—Otros artículos.—Comunicación con elinterior.—Periódicos.—Haberes de la guarnición.—Comedor econó-mico.—Movimiento carlista.

El ayuntamiento colocado al frente de la poblaciónestaba compuesto de los republicanos más significadosy de algunos intemacionalistas. La necesidad de traerprovisiones y de fortificar el recinto, ocasionó grandes

gastos al municipio, al propio tiempo que disminuíansus ingresos por causa de la guerra. Fue preciso, porconsiguiente, levantar un empréstito, pero se obtuvomuy poco resultado.

Las personas que regían los intereses de la villa sevieron, por lo tanto, obligadas á dimitir para ver si ele-gidas otras de mayor arraigo infundían más confianzaá la gente acomodada. Hubo muchos esfuerzos y tra-bajos para nombrar un nuevo ayuntamiento, ya por-que la carga no era apetecible, ya por cuestiones po-líticas.

Por último, después de empezado el sitio, el dia 3de Enero tomó posesión el nuevo Ayuntamiento, de-signado por el Gobernador militar y la Diputaciónforal, compuesto de personas ajenas á la política, yque representaban todas las fuerzas vivas de la pobla-ción. Fuó nombrado alcalde D. Felipe Uhagon, per-sona bien quista y de buena posición.

Como se ve no influyó en esto el cambio político deMadrid, ocurrido precisamente el mismo dia, y que enBilbao se supo algunos después. Siguió en esto Bilbaosus antiguas tradiciones de hacer completamente in^-dependiente la administración local de la política.

Existia cierta rivalidad entre los dos batallones dela milicia nacional. Habia hecha pasar el federal al deauxiliares por las horcas caudinas de la jura de larepública, esperando que, como compuesto de gentescasi todas sin color político ó simpatizadoras con lamonarquía constitucional, dejarían las armas. Nosucedió así, y nunca será bastante ponderado esteacto de patriotismo por parte de los auxiliares, quie-nes, si no defendieron con entusiasmo á la repúblicafederal, no la hicieron nunca traición.

En los primeros dias del mes de Enero, y sabido yalo ocurrido en Madrid el 3, se pensó en disolver elbatallón republicano. Pero esto era casi innecesario:habíase mermado tanto, y era tan corto el número demilicianos federales que acudía á las guardias, sobretodo desde que eran gratuitas, que el Gobernadormilitar hubo de quejarse. Se pensó ssriamente en ladisolución. Algunos intransigentes amenazaban conirse á los carlistas antes que dejar las armas; la mayo-ría fuó sensata y obedeció la disolución, que hizo elalcalde.

La parte más formal de esta fuerza se refundió enel batallón de auxiliares, así como algunos emigradosliberales de la provincia, que habian formado unacompañía suelta. Algunos otros reforzaron la com-pañía de Armona, de que ya hemos hablado, y la con-tra-guerrilla de Abasólo.

Quedó, pues, constituido el único batallón do mi-licia con ocho compañías muy completas, algunas dehasta 140 plazas. Su único distintivo era una gorritaescocesa con una escarapela, en la que llevaban el dis-tintivo las clases y la oficialidad: posteriormente lle-vaba cada 'gorra el número de la compañía á que psr-

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ppr

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tenecia su individuo. Habia además otra compañía deveteranos, compuesta de ancianos, cuyo único objetoera patrullar y custodiar la población.

Este batallón es el genuino representante del pueblobilbaíno y el alma de toda la resistencia. Ha trabajadosin descanso durante todo el sitio, sin quejarse nimurmurar nunca. Todas las clases sociales, todos lospartidos liberales tenían en él su representación. Nose movia por ambición de unos cuantos, ni siquierapor la vanidad mujeril del uniforme, como sucede enotros puntos, sino únicamente por puro patriotismo yen defensa de legítimos intereses.

Ni jefes ni oficiales descuellan en él, y parece que laverdadera igualdad ha sido su norma. Todos sus in-dividuos han cumplido como buenos, y algunos hansellado con su vida la promesa que hicieron de defen-der á Bilbao. Dignos hijos de aquellos milicianos quedesde 183b á 38 sostuvieron tres sitios, rechazandosiempre á las huestes carlistas.

Era gobernador civil de la provincia un antiguo fe-deral residente en Bilbao, aunque no hijo de la villa,<sJ cual habia perdido por completo su popularidad alhacerse las provisiones de la plaza. Dimitió en losdías en que se disolvió el batallón federal, quedandoluego de espectador pasivo de toda la contienda. En-cargóse el secretario del gobierno civil, aunque ésteera in partibus in fidelium, puesto que estaba eclip-sado por el gobernador militar y por el alcalde.

La primera de estas autoridades era el mariscal decampo D. Ignacio María del Castillo, militar serio, delos que nunca se han sublevado (rara avis in térra)y procedente del cuerpo de ingenieros militares, unode cuyos regimientos mandó durante muchos años.Nadie dudó de la caballerosidad y firmeza de tan dis-tinguido jefe.

Un defecto, sin embargo, le he encontrado yo parasu puesto, cual es la falta de arranque para mantenerelevado el espíritu de la plaza, aunque éste no decayó,gracias á la impetuosidad del carácter bilbaíno. ElSr. Castillo es quizá demasiado fino para su puesto, yaunque yo soy enemigo do las populacherías, como loes él, creo pueden disculparse en los sitios de las pla-zas para que no decaiga el espíritu público, aunqueusándolas siempre con gran reserva.

De todas suertes, preciso es reconocer que la ente-reza y capacidad del Sr. Castillo han contribuido albuen resultado. Le han ayudado en tal empresa losjefes señores Pino, Araoz, Morales, y algún otro.

Habia también una junta de armamento y defensa,que era bastante numerosa, la cual algún tiempodespués fue reducida á una comisión permanente pre-sidida por el entusiasta brigadier D. Ramón Salazar yMazarredo, y cuyo secretario era el inteligente inge-niero industrial D. Julián Peña. Ella ha coadyuvado ála defensa de Bilbao tomando acertadas medidas enlos momentos de mayor apuro.

Tales eran los elementos con que contábamos.Desde el principio del sitio se habia probibido la

exportación de provisiones al interior de la provincia,con objeto de que no fueran á caer en poder de loscarlistas. Como el ganado se traia al dia en los vapo-res, ó bien era introducido por los aldeanos del país,nos encontramos con escasez de carne fresc^desde eldia 2 de Enero, por lo cual el ayuntamiento ordenóque no se vendiera más que á los enfermos, mediantepapeleta dada por un médico. Al dia siguiente hizouna salida la contra-guerrilla de Abasólo y trajo 160reses, que se pusieron á la venta pública.

Todos nos apresuramos á comprar carne para sa-larla, en la previsión de un largo sitio. Yo conseguí al-gunas libras, y quedó tranquilo en este punto por mispobres hijos, cuya alimentación me preocupaba mucho.Habia también en la plaza grandes existencias de harinay galleta; me apresuró á comprar una arroba de éstasy dos de la primera. Creo que todas las familias me-dianamente acomodadas hicieron lo mismo, aunquesin comunicárselo unas á otras. Comenzaba á escasearla leche, lo cual me preocupaba mucho, pues mis po-bres hijos estaban acostumbrados á bebería en gran-des cantidades. Poco á poco fueron acostumbrándoseá dejarla, y ya últimamente tomaban muy poca can-tidad, que me costaba seis reales cuartillo, suminis-trada por ocho vacas que habia hecho conservar elayuntamiento.

Los carlistas habían cortado los mejores viajes deagua, y fue preciso servirse de la que en otro tiempoalimentaba las locomotoras del ferro-carril. Para losusos domésticos se montaron bombas en la orilla delrio, procurando sacarla en la baja marea.

Recordábamos todos que uno de los mayores apurosde Bilbao en el sitio de 1837 habia sido la falta decombu^ble, ya para cocer los alimentos, ya paraabrigarlas personascontra las inclemencias del tiempo.Por esto se apresuró el ayuntamiento á talar algunospaseos inmediatos y dedicar el ramaje de sus árbolesal carboneo Pronto nos apercibimos de que la Provi-dencia habia velado por nosotros en este asunto.

Habia bastante carbón de piedra en los almacenesde la población, algún cok en la fábrica del gas ycomo unas 8.000 toneladas de buen carbón inglés enla estación del ferro-carril, el cual estaba destinado áBarcelona. Pobres, como ricos, se apresuraron á mon-tar cocinas económicas, y esto desde muy á princi-pios del sitio. Los varios talleres de fundición quehay en Bilbao construían dichas cocinas, y elcarbón de piedra no ha pasado nunca de 14 realesquintal.

El petróleo nos faltó desde el principio; en cambiohabia grandes existencias de bujías esteáricas, cuyoprecio ordinario no se ha alterado durante todo el sitio.Otro tanto ha sucedido con la sal, el chocolate, café,azúcar y algunos otros artículos. El vino subió de

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precio y no tardó en faltarnos, teniendo que hacerseun brevaje, que se llamaba vino artificial. El aceite or-dinario también faltó, pero fue sustituido con el refi-nado que habia para las varias fábricas de conservasalimenticias situadas en la ria. Estas conservas hansido nuestro gran recurso, pues si bien eran en sumayor parte de pescado, nos proporcionaron un ali-mento, ya que no variado, al menos sano.

El dia 21 de Enero se prohibió ya la compra de ali-mentos más que para el consumo del dia, y al si-guiente se comenzó á hacer efectivo un anticipo dedos millones de reales, semiforzoso.

Después de la toma de Portugalete se estrechó elcerco. Dejábamos una guardia en la iglesia de Deusto,esto es, sobre Olaveaga; pero fue preciso retirarla eldia 24 de Enero, porque corría riesgo de caer en po-der de los carlistas. La avanzada de dia no llegabamás que hasta la Salve, á pocos metros de la pobla-ción.

Ya á fines de Enero era muy considerable el númerode pobres que andaba de puerta en puerta; pero elbuen humor no habia disminuido. Se bailaba los diasde fiesta en las plazas al son del tamboril.

El dia 31 de este mes salieron los cónsules extran-jeros á conferenciar con los jefes carlistas para queéstos evitaran las numerosas y sensibles desgraciasque sus fusiles hacían en las mujeres, niños y hom-bres no armados de las inmediaciones de la plaza. Enlos primeros dias del mes siguiente pudieron comuni-carse estos cónsules con algún buque extranjero quellegó al Abra. Los carlistas querían faltar á los máselementales preceptos del derecho internacional;pero transigieron en algunas cosas, ya que no entodas.

Por aquella época pudimos comunicar con algunosparientes ó amigos que teníamos en el interior deEspaña. Debimos esta atención al Iruracbat, quienpublicó lacónicas noticias que le remitimos varias fa-milias. El Imparcial y la Época copiaron esta corres-pondencia, y nos contestaron por medio del primerode estos periódicos, haciéndolo éste sin cobrar esti-pendio alguno. Tratamos de escribir segunda vez,pero no hubo medio de hacer el cambio de perió-dicos.

Quedamos desde entonces completamente á oscurassobre el estado de salud de nuestros deudos, amigos yparientes, aunque era mucho mayor la impaciencia deéstos por saber de nosotros.

Contribuían á mantener vivo el espíritu público elcitado periódico bilbaíno y la Guerra, que aunque deideas republicanas bastante avanzadas, tuvo por cola-boradores, sobre todo al principio, á varias personasdistinguidas de la población no afiliadas á dicha ban-dera política. Procuraban desvanecer las voces alar-mantes, y propalaban cuantas noticias favorables lle-gaban á sus redacciones, pigua es de elogio esta con-

ducta, verdaderamente patriótica en aquellas circuns-tancias.

Desde principios de Febrero se notó cierto disgustoen la guarnición, porque no cobraba sus haberes. Elsoldado ha sido y será siempre el mismo en este pun-to. El ayuntamiento hizo entonces un empréstito vo-luntario de 40.000 duros, iniciándolo con entusiasmouna de las personas que con mejor buena fe han traba-jado en toda esta campaña, el rico propietario señorAllende Salazar, que dio en el acto 1 .000 duros. HastaÍÜO.OOO duros ha snministrado en todo el trascursodel sitio el pueblo de Bilbao á la guarnición en pagode sus haberes. Nunca ha faltado á ésta una alimenta-ción abundante. Las escaseces y sinsabores han sidoprincipalmente para el pueblo.

El Carnaval pasó sin grandes novedades. Se cele-braron los mismos bailes y diversiones que en otrosaños. El buen humor y la animación no decaían.

¡Cuántas veces me ha venido á las mientes la com-paración entre el pueblo bilbaíno y el de París encuanto á su animación y afán de divertirse!

Las noticias del interior de España eran cada vesmás escasas. Se susurraba que comenzaría el bombar-deo. El dia 13 de Febrero se dijo que las tropas libe-rales acudían á Somorrostro, y el 17 corrió la noticiade que el célebre Andéchaga habia sido rechazado enOnton. Los carlistas apretaban el cerco construyendobarricadas, y se notaba cierta actividad en las alturasque dominan la población.

La cuestión de subsistencias comenzaba á alarmar álas gentes; las gallinas costaban cinco duros par; laspatatas se pagaban á ocho duros quintal; la carne sólose daba á los enfermos, y á gran precio. En vista deesto se abrió el dia 7 el comedor económico, basadosobre otro que pocos años antes habia producido ex-celentes resultados. Este comedor estaba sostenidopor suscricion particular y por fondos municipales, yse suministraba á los pobres un rancho abundante yración de pan por la exigua cantidad de cuatro cuar-tos. No ha contribuido poco esta institución á mante-ner en buen estado á las clases menesterosas de lapoblación, que sin ella, y careciendo por completo deingresos, hubieran caído en la mayor miseria. La pre-sidia el arquitecto Sr. Achicarro, que tanto se hadistinguido por su actividad ó inteligencia en este yotros asuntos del sitio.

Mi familia seguía gozando de buena salud, y á faltade algunos artículos de alimentación nos arreglába-mos con otros. Ningún peligro grave nos amenazaba.

Sabiamosque D. Carlos se hallaba en las inmedia-ciones de Bilbao, muy festejado por los suyos, y quehabían establecido puentes y presas en varios puntosde la ria.

Notábase siempre en las avanzadas carlistas ungran deseo de hablar con las nuestras, y se les oiagritar en s"u lenguaje medio español, medio vascuen-

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ce: «habléis, guiris, habléis, aunque sea á tiros»; nosgritaban que dentro de poco entrarían en Bilbao, y queno podíamos prometernos socorro alguno del exte-rior. Los nuestros respondían con el más profundosilencio, y se hizo popular, aludiendo á este hecho, lasiguiente canción:

Cuando estoy de centinelaY los oigo rebuznar,Por no matar un borricoNo me atrevo a disparar.

El dia 20 nos despertamos con una terrible noticia:las autoridades nos avisaban por medio de patrióticasalocuciones que iba á comenzar el bombardeo.

IV.

Jefes carlistas.—Ello.— Dorregaray.—Velasco.—Valdespina.—AndécVia-ga.—Patero.—Importancia de Bilbao para los carlistas.—Precaucio-nes contra el bombardeo.—Baterías enemigas.—La primera bom-ba.—Primer dia de bombardeo.—Segundo dia.—Tercer dia.—Losespías.—La catástrofe.

Antes de comenzar á dar noticias del bombardeo, noestarán de más algunas indicaciones relativas á los je-fes carlistas que tomaron parte en nuestro sitio. Nohablaré de D. Carlos, que paseado do un lado á otropor sus partidarios, es el más inofensivo de todosellos: verdadero rey de bastos, que no oyó silbar decerca las balas y que procuraba darse vida cómoda yregalada, rodeado de unos cuantos que constituian sucorte, mientras sus adeptos sufrían una ruda campa-ña. El general en jefe, Elío, es un hombre anciano yapático, no desprovisto de inteligencia y consecuenteen sus ideas. Era sustituido generalmente por Dorre-garay, persona ambiciosa, no mal militar, y que hadado mayores pruebas de competencia en asuntos deguerra que de constancia en ideas políticas.

Velaseo, hombre oscuro y sanguinario, mandaba enVizcaya como comandante general y habia contribuidocon sus medidas de terror á levantar el país. 4 fuerzade palos y maltratando á los parientes, habia con-seguido sacar de los hogares á la juventud vasconga-da, cuyo carácter es tímido en un principio, peroterco cuando ha emprendido un camino. Lizárraga,más devoto que guerrero, mandaba Guipúzcoa: Olio,el general de más cabeza carlista, era comandante ge-neral de Navarra; el antiguo albañil Radica, de valorliomórico y de actividad prodigiosa, mandaba á losnavarros. Habia además otros generales de menorimportancia, como Lirio, Navarrete, Larramendi,Mendiri, Pérula, etc.

De intento he dejado para el último los tres que másparte han tenido en el sitio de Bilbao, que son: Val-despina, Andéchaga y Patero. Es el primero unmarqués con todas las preocupaciones de la antiguanobleza, de más corazón que cabeza, vengativo yenérgico, pero iluso y extraviado en todos y cadauno de los actos de su vida política. Esto, unido á una

exagerada sordera, le ha hecho el héroe de algunascanciones que circulaban por la invicta villa. A, él se leencomendó la dirección del bombardeo, y los ojalate-ros de Bayona le regalaron una espada de honor parael dia de su entrada en Bilbao: supongo que no se lapondrá.

Andéchaga era un anciano fanático, de buena posi-ción y de excelentes costumbres privadas; buen guer-rillero, activo y valiente, y que del 20 al 23, y del33 al 39 se mantuvo insurrecto en las Encartaciones.Sea por los años, sea por disgusto, se habia hechoferoz y sanguinario, y era uno de los corifeos de laintransigencia en las huestes carlistas. Él dirigió elsitio de Portugalete; él manifestó decidido empeño entomar á Bilbao, haciéndose eco de los odios de la pro-vincia contra la capital; él sostuvo la conveniencia dearriesgarlo todo en las posiciones de Abanto, sellandoallí con su sangre tan temeraria empresa: su voto fuedecisivo para el bombardeo de Bilbao.

Patero era el comandante de la goleta Consuelo,que, haciendo traición al gobierno, consintió y encu-brió varios alijos de armas que los carlistas hacian porlos pueblos de la costa antes del sitio. Desertó á lafacción poco antes de comenzar éste; dirigió los cortesy obras de la ria, hechos con alguna inteligencia.

Celebraron vario3 consejos los jefes carlistas para latoma de Bilbao. Los navarros, alaveses y guipuzcoa-nos no veian con gusto que la guerra se hiciese en laparte más occidental de Vizcaya, con retirada difícil ylejos de su país y de la frontera francesa, por donderecibían tantos socorros de los legitimistas franceses.Al tratar de este punto, debo hacer constar que todoel mediodía de Francia se interesa por el carlismo,en razón á que esto les proporciona ganancias segu-ras, ya con la gente emigrada, ya con el contra-bando^ a con las contratas y provisiones al mejorpostor.

Los partidarios del sitio de Bilbao alegaban comorazón principal la riqueza de este pueblo y la influen-cia moral que su posesión tes daria, así como las ges-tiones muy adelantadas en el extranjero para contratarun empréstito luego que D. Carlos fuera dueño deBilbao. Parece que también plgunas potencias euro-peas habían hecho indicaciones sobre el reconoci-miento de los carlistas como beligerantes, tan prontocomo entraran en dicha plaza. De aquí la gran impor-tancia que muchos daban á la toma de Bilbao y los sa-crificios que con este objeto se impusieron los car-listas.

Como he dicho antes, se anunció el bombardeo eldia 20, habiendo concedido el marqués de Valdespinaun plazo de 24 horas para que pudieran salir de lapoblación las mujeres, ancianos y niños, el cual ter-minaba en la mañana del 21, y fue prolongado hastalas doce de dicho día, gracias á las gestiones de loscónsules extranjeros. No fue mucha la gente que sa-<

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lió, pues no temíamos el bombardeo y confiábamos enla próxima llegada de Moriones.

La autoridad tomo sus precauciones. Estableció enlas torres vigías para indicar el momento en que dis-paraban los morteros: tuvo preparadas todas las bom-bas y bomberos para aeudir á los edificios que se in-cendiaran, y al propio tiempo disponía con igualobjeto de una compañía de zapadores formada con loscarpinteros y albañiles de la población, y mandadapor arquitectos ó ingenieros; se colocaron en todaslas calles barricas llenas de agua para acudir á losincendios; se hizo tener abiertas todas las puertas delas casas y alumbradas sus escaleras; se desocuparonlas bohardillas de todas las sustancias combustibles, yse tomaron algunas otras precauciones análogas, acon-sejando al propio tiempo al vecindario ocupara los pi-sos bajos.

Las baterías de los carlistas eran las siguientes: lamás próxima á la plaza era la situada en el mirador deQuintana, casi encima de San Agustín; la segunda erala colocada junto á una casa llamada de Pichón, y latercera sobre otra derruida llamada Casa-Montes, lastres en las estribaciones del monte Archanda, quedominan á la ria y á la pieza. El número de morterosde cada una era variable, pero dos era un términomedio. Se hallaban perfectamente construidas y si-tuadas en la vertiente opuesta, de modo que no po-dían disparar sino por elevación.

Montaron también encima de Begoña, en el sitio lla-mado Artagan, una batería que disparaba bombas ybalas rasas, con la que hostilizaban constantemente ála guardia foral, que se hallaba en la iglesia de Be-goña. Más al Sur aún que esta última, y en direcciónopuesta á las tres anteriores, montaron otras dos ba-lerías, una en el convento de Santa Mónica y otrajunto al criadero mineral de Ollargan: ambas dispa-raban bombas y balas rasas.

Con curiosidad, más bien que con terror, vimosllegar la hora del bombardeo. Yo habitaba un pisoprincipal de la Plaza Nueva, en casa de no mala cons-trucción, y no había querido acudir á algunas bode-gas ó entresuelos que se me habian ofrecido por al-gunos parientes ó amigos. Mi mujer hizo nuevo re-puesto de provisiones, con esa laudable previsión quehay en las madres de familia. Una ventaja y un in-conveniente habíamos sufrido en este punto: las cria-das, que eran del país, nos habian abandonado diasatrás, aterradas ó amenazadas por sus padres, lo cual,si bien nos privaba de sus servicios, nos libraba tam-bién de su buen apetito. Únicamente quedó en nues-tra compañía una criada anciana y fiel, de esas queforman parte de la familia, que comparten sus triste-zas y alegrías.

El sábado 21 á las doce y media del dia vimoselevarse un penacho de humo en la batería de Pichón,y oímos la primer campanada que anunciaba una

bomba; al cabo de pocos segundos sentimos la detona-ción, pero nadie la vio caer; debió reventar en el aire yquedar eorta, aunque lo más probable es que fue undisparo hecho con pólvora sola. Todos recibimos conalgazara y chacota este primer disparo y los que lesucedieron. Verdad es que confiábamos en la impe-ricia de los carlistas, y creíamos que su artillería se-ria rematadamente mala.

Al poco rato vimos caer algunos proyectiles, ya enla ría, ya en las casas, siendo la primera de éstas enArtecalle, causando destrozos, pero no desgracias per-sonales. Otra bajó al paseo del Arenal, y habiéndosearrojado sobre ella un soldado á arrancarla la espo-leta, quedó mal herido. El casino, punto de reuniónde las personas más distinguidas y de los forasteros,notable por su buen servicio y conocido con el nom-bre de Sociedad bilbaína, recibió una bomba, queentró por un balcón en sus billares, causando variasaverías.

Los fuertes y baterías de la plaza hicieron fuego,aunque con poco éxito, á las baterías enemigas: lasgentes circulaban por las calles sin alarma. Ya cercadel anochecer cayó una bomba en el atrio de San-tiago, hiriendo á un hombre, y otra en el Arenal, mal-tratando á un artillero. Prodújose en la calle delCorreo un incendio á consecuencia de un proyectil,pero fuó sofocado al poco rato. En el teatro se intro-dujo otro que reventó dentro, causando bastantesdestrozos. Cosa análoga ocurrió en una de las salasdel hospital militar, establecido en el Instituto, hi-riendo levemente á dos enfermos, por lo cual se tras-ladaron éstos al piso bajo del mismo, en cuyo techoondeaba la bandera de la Cruz roja.

Continuó el bombardeo toda la noche, y entoncescomenzamos á ver que la cosa iba de veras, y quelos carlistas apuntaban bien. Excuso decir que casinadie se acostó: yo comencé á asustarme, aunqueprocuraba disimularlo para infundir ánimo á mi fa-milia. Mis chicos eran los más serenos de todos. ¡Di-chosa edad en la que ni se nota el peligro ni se piensaen lo porvenir!

Vi algunos de los proyectiles disparados: eran bom-bas de peso diverso, pero cuyo término medio era de100 libras: su espesor variaba mucho. Gran indigna-ción nos causó este primer dia de bombardeo. A laalgazara del primer momento siguió la ira, sobre todoal ver que los carlistas no disparaban á las fortifica-ciones sino á la plaza, y que en ésta no respetabanlos hospitales. La reflexión nos ha hecho comprenderdespués que su objeto era atemorizarnos, por lo quedisparaban contra nosotros, y que no es fácil salvarciertos edificios en la dirección de fuegos curvos porhábil que sea el tirador.

Continuó el bombardeo durante el dia siguiente. Senotó que éste procuraba dirigir sus proyectiles á laiglesia de San Nicolás, convertida en parque de arti-

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Hería, por lo cual caían algunos no muy lejos do lacasa que yo habitaba; comencé, pues, á preocuparmepor la suerte de mi familia. Esta se mantenía, sinembargo, muy animada; no habia visto aún muy decerca los estragos de las bombas.

Unas 140 fueron las arrojadas en este dia por elenemigo. La noche fue intranquila, como es consi-guiente; sólo mis niños dormían á pierna suelta.

Nublado y triste amaneció el dia 23, tercero delbombardeo. Un proyectil mató á dos hombres en Bar-rencalle; el fuego era más nutrido que en los dias an-teriores; unas 200 bombas habian caido. Disparadasdesde dos kilómetros de la plaza y por elevación pro-ducían terribles efectos en el caserío. Una de ellasrompió uno de los cables del puente colgado do SanFrancisco, cayendo al agua el tablero en el momentoen que llegaban varias personas á poner el pié en él,salvándose casi milagrosamente. Una de éstas sequedó colgada cerca del estribo, siendo cogida porotras que volaron en su socorro.

Algunos proyectiles estallaban en la ria causandola muerte ó el atontamiento de los peces, que eranprontamente cogidos por algunos hombres que espe-raban este acontecimiento en pequeños botes desde laorilla. Esto nos proporcionó algún pescado fresco;del mal el menos, según dice un proverbio bil-baino.

Algunos trataron de reanimar el espíritu público dis-parando cohetes; habia gentes cantando por las calles,y por la noche circulaban patrullas de jóvenes anima-dos empuñando guitarras y panderos.

Desde muy al principio creíamos que los carlistastenian dentro de la villa personas que les indicaban,por medio de señales convenidas, cuanto en ellaocurría. Achaque es este común á todas las plazas si-tiadas; y asi como los parisienses creían notar á cadamomento espías prusianos, así también figurábanselos bilbaínos hallar á cada instante espias carlistas. Sedetuvo por esta razón á algunas desdichadas familias,en cuyas casas se decia haber luces de señales; peroeran pronto puestos en libertad después de averi-guada la errónea presunción. Ello es lo cierto que loscarlistas estuvieron siempre muy bien enterados de loque en la plaza ocurría, y que su sistema de espionajeen todo el país ha sido y es muy eficaz, por más quelos medios empleados sean en su mayoría poco dignosde imitación.

Los desperfectos del bombardeo en estos tres diaseran sensibles; notábanse en algunas calles y plazasgrandes huecos abiertos por las bombas. Una de éstashabia atravesado tres pisos en una casa inmediata á lanuestra. Otra habia estallado no muy lejos, produ-ciendo terrible estrépito y asustando mucho á mispequeños. Las familias vecinas y las pocas personasque venían á mi casa habian alarmado algún tanto ámi esposa, por más que yo procuraba traerla noticias

consoladoras, en los cortos instantes que la abando-naba para informarme de la verdad de los sucesos.

Llegó la noche. El bombardeo continuaba. Comen-zó mi señora á indicarme la conveniencia de buscarotro sitio más seguro. Yo tenia poca fe en todos ellos,y confiaba más en los favores de la Providencia que en]a solidez de los edificios, pues sabia que no hay enBilbao uno solo á prueba de bomba. Las casas de estapoblación carecen de cuevas y sótanos por lo bajo yhúmedo del terreno: si al menos hubiera, como enMadrid, sótanos abovedados á rosca, yo no hubieravacilado en llevar mi familia á uno de éstos. Las bo-degas ó lonjas de Bilbao están al nivel del terreno, yno ofrecen sobre los pisos superiores más ventajasque la de tener algunos suelos intermedios.

Para mayor desdicha, estos suelos no tienen entra-mados entre las viguetas, ni siquiera sobre ellas unacapa de tierra para el ladrillo en su mayor parte: cons-tan de las vigas; encima las tablas del suelo, y de-bajo el cielo raso. Las bodegas presentan además elinconveniente de que una bomba que estalla en lacalle puede penetrar por un hueco y causar dentrograndes averías. Verdad es que se hallaban blindadosmuchos de los huecos de estas bodegas con sacos ótoneles llenos de tierra y con tablones recubiertos decueros.

Todo esto, que brevemente indico, hacía yo presenteá mi esposa durante aquella terrible noche: ella, sinembargo, con esa tenacidad inconsciente, propia debello sexo, temia que alguna de las muchas bombasque llegaban á nuestra inmediación estallara dentro dela casa, y proponia que inmediatamente buscáramosotro asilo.

En esta conversación oímos un terible ruido enci-ma de nuestra casa; parecía que ésta se desplomabapor completo: sentimos una detonación horrible, ynos hallamos envueltos en escombros. Yo estaba casiciego con la cal, humo y polvo que inundaba la habi-tación. Instintivamente nos levantamos y corrimos alcuarto inmediato en que dormían nuestros hijos. Es-tos se habian despertado con gran susto, pero estabanilesos. Comenzamos entonces á reconocernos para versi estábamos heridos. Felizmente sólo yo tenia algu-nos rasguños de poca importancia en la cara.

No hubo medio humano de contener á mi esposa.Cogió á dos menores de nuestros hijos y se precipitó ála escalera. Yo agarró al tercero y la seguí. Todo estopasó en menos tiempo del que empleo en nar-rarlo.

Mi mujer se lanzó por las calles como una loca; yoapenas la podia alcanzar.

UN TESTIGO OCULAR.

(La continuación en el próximo numero.)

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364 REVISTA EUROPEA .—17 DE MAYO DE 1874.

RUBENSDIPLOMÁTICO ESPAÑOL.

sus VIAJSS A KSPASA,

SUS GESTIONES COMO AGENTE DIPLOMÁTICO SECRETO

OBHAS DE SU «ARO QUE AUN SE CONSERVAN EN MADRID.

CAPÍTULO V. *1629 Y16SO.

Gestiones de Rubens en Londres.—Su correspon-dencia.— Parte Rubens para Bruselas.—Fír-mase la paz.—Sus pretensiones de ser ministroresidente de España en Londres.

Breve, cuanto ser podía en aquellostiempos, fue el viaje de Rubens desde Ma-drid á Bruselas y luego á Londres, puesque al empezar el mes de Junio ya se hallainstalado en este último punto, y ha dadoprincipio á sus trabajos en la corte del reyCarlos, poniendo en conocimiento de la in-fanta Doña Isabel Clara Eugenia y delConde-Duque el estado en que encontrabalos ánimos del rey y ministros ingleses. Lacuestión en su esencia habia cambiado muypoco de aspecto en lo principal, porquecontinuaba Inglaterra manteniendo comocondición sine qua non, la restitución delPalatinado. Así lo dice la infanta terminan-temente en carta cifrada á S. M. fechada enBruselas á 10 de Julio de 1629: (Estado.=Leg. 2.043, f. 169.)

Señor:

A V. M. di quenta de hauer pasado á Inglaterra Pe-dro Pablo Rubens, y que quedaua esperando auiso suyode lo que allí negociaua, con deseo de asentar la sus-pensión de armas conforme á la orden y voluntadde V. M., y el poder que me ha embiado.—El dichoRubens me ha escrito en sustancia, que en Inglaterramuestran buen deseo de hazer la paz con V. M. y es-trechar la amistud y buena correspondencia mas quenunca, pero desean cosa segura y caminar de una vezá la paz, dando á entender que se ha de restituir conefecto al Palatino, y que no es necesaria suspensiónde armas, auiéndose de concluir la pan conforme á ladicha restitución, como mas en particular lo ha re-presentado Rubens, y escriue de nuevo á que meremito. V. M. mandará considerarlo y tomar la reso-lución que más conuenga á su Real servicio. NuestroSeñor, etc.

Véanse los números 1, 2, 4, 5, 8 y 10; páginas 6, 40, 91, 129,22S y 289.

La carta á que se remite la señora infan-ta, para que se entendiese bien lo que Ru—bens más por extenso manifestaba, no seconserva, pues la primera que aparece tienefecha 6 de Julio, y es la primera tambiénque en Simancas se ha hallado de más re-ciente fecha á su llegada á Londres. Estáescrita en italiano como casi todas, no muypuro y castizo en verdad, ni exento de fal-tas ortográficas, pero muy corriente y comode persona acostumbrada á servirse de aquelidioma. Por ella se ve que en Simancas fal-tan algunas cartas de esta curiosísima é in-teresante correspondencia, y precisamentefalta la primera en que diria el Conde-Duquela fecha de su arribo en Londres y las pri-meras impresiones que recibiera al penetraren la corte de Inglaterra; asi como faltantambién, y es de lo más interesante, lascondiciones que aquí se le dieron á Rubenspara que las presentara en Londres, y fal-ta igualmente la copia del papel que sinfirma exigia Gerbiers á España. Por el con-testo de toda la correspondencia puedeadivinarse lo que pudieran contener estosdocumentos, que resultan inútiles despuésde firmado el tratado de paz. (Estado.=Leg. 2.519, f. 121.)

Carta autógrafa de Pedro Pablo Kuhens al Conde-Duque, fechada en

Londres A 6 de Julio de 1629 {i).

Excelentísimo Signor:Ho scrito á V. Ex.a largamente il 30 del passato et il

primo di questo mese de tutto quello che mi occorre-

(t) Londres 6 Julio 1629.—Al Conde-Duque.—Excmo. Sr.:Hees-crito á V. E. largamente ei 30 del pasado y el 1.° de este mes de todoaquello que me pareció deber avisarle, y ahora sólo le diré que esterey continua en las proposiciones avisadas y que me ba mandado daraviso á V. E., lo que he disimulado nacer hasta hoy por muchas razones,que no debo alegar para mayor brevedad. El Señor 81 (Cotinton) meha prometido escribir á V. E., pero le veo tan ocupado en negocios deimportancia, que no pienso podrá hacerlo por este correo, y el gran te-sorero tiene mal de piedra, de manera que es preciso excusarle por estavez, pues verdaderamente ni al uno ni al otro faltan la buena intención.El principal objeto de mi carta es escribir que el rey de Inglaterra meha mandado avisar á V. E. que ba nombrado su embajador para España,el cual es el Sr. Cotinton, como avisé á V. E. el 1.° de Julio, y seña-lado el primero para su marcha, bajo la condición de que entre tanto sele avise que S. M. Católica ba hecho lo mismo tocante á la persona y altiempo. Pero sobre todo, dice el rey de Inglaterra, que desea sabercuál sea la intención de S. M. Católica y acerca de sus proposiciones,antes de partir de aquí el Sr. Cotinton, á fin de poder darle mejores ymás particulares instrucciones, y que por eso no se hará aquí nada deesto entretanto, pues podría ocasionarse alguna dilación á la marcha desu emb&jador. Esto es cuanto me ocurre por ahora, remitiéndome paratodo lo demás á lo que ya he escrito en mis anteriores, y solamente aña-diré que habiendo yo instado dias pasados al rey de Inglaterra para que

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N.° CRUZADA. RÜBENS. DIPLOMÁTICO ESPAÑOL. 365

ua d'auisarli, solo diró adesso, che queslo Re conti-nua nelle propositioni auisate et chemi hacommandatodi darve auiso á V. Ex." che ho disimúlalo d'hauerfatto sin adesso per molte raggioni che non occorreallegar per maggior breuitá. II signor 81 (1) me hapromeso de scriuer á V. Ex." ma lo veggo tanto occu-pato in negoci d'imporlanza che non pensó potra conquesto corriero, et il gran tresoriero sta male de pietrade maniera che bisogna tenerlo per iscusato perquesta volta, che veramente ne a luno ne l'altro man-cha la buona intentione. II principal suggetto del mióscriuero, scriuere de questo che il Rey de Inglaterra

me permitiera marchar á Bruselas a llevar estas instrucciones á la señora

infanta, me comestó que esto se podría hacer por cartas, y que lo mismo

se podrían expedir éstas desde aquí como de Bruselas para España, y

que hallaba que era mas necesario, para quitar toda sombra de sospecha

al rey de España, que yo me quedase aqui para ser testigo de cuanto

pasara entre él y el embajador (le Francia, de lo cual me daría parte,

para poder asegurar mejor á mis amos, y para quitar á los franceses el

modo de trastornar con falsos y artificiosos rumores, según su costum-

bre, nuestra practica. Con lo que me confirmo de nuevo todo cuanto

avisado dejo á V. E. en mis anteriores, principalmente que no haría liga

con Francia contra España.

El embajador de Holanda pide un socorro al rey (le Inglaterra de seis

mil infantes, pagados, puro no lo obtendrá. Como Cotinlon me dice, ha

empezado su discurso lamentándose de que S. M. tratase con España

sin su intervención, y se le contestó que ya se le había avisado muchas

veces á los Estados y al príncipe de Orange (le esto, con persona ex-

presa, de parte de S. M., con lo que pensaba haberlos satisfecho; pero

que si querían, sin embargo, declararse y entrar ahora en tratos con

España, que el rey de Inglaterra tomaría en ello participación con

gusto. A lo cual respondió el embajador que sí, y que S. M. haría

grata cosa á los Estados; pero que era preciso hacer la paz de manera

que pudiesen desarmarse ambas partes, para librar á sus pueblos de

tantos gastos, impuestos y gabelas, que fueron obligados á imponerlos

por todo el tiempo que duró la pasada tregua. Sobre esto se ha mandado

a Holanda y á Flandes al comisario Rpsseler. Pero en este asunto no me

atrevo á abrir aquí la boca, porque la serenísima infama me lo ha prohi-

bido, y supongo que este negocio deberá haber llegado ya a buen término,

y á decir verdad, esta coyuntura del asedio de Boldiuq es muy á propósito,

pues mientras dura la empresa en ambas partes existe la esperanza y el

temor. El rey de Inglaterra me dice sólo una palabra sobre este paritcular,

que no obstante que el rey de Dinamarca había hecho la paz con el em-

perador, sin el consentimiento de sus aliados, estaba bien seguro de que

los holandeses no la harían jamas sin su intervención, y que me encar-

garía de algún mensaje sobre esto para la serenísima infanta. Pero

pasé ligeramente sobre estas cosas, no sabiendo, por lo que llevo dicho,

cómo gobernarme en este particular.

Hoy ha llegado á esta ciudad M. de Chateauneuf, embajador de Fran-

cia, con poco aplauso y tan mal recibido, que la mayor parte de los co-

ches fueron solos, que no pasaron de veinte.

Escribo á V. E . aún estas menudencias porque me mandó al salir de

Madrid que le contase todo, por insignificante que fuese. He recibido

hoy su muy grata del 11 de Junio, á ia cual no sé qué responder, ha-

biendo ya prevenido con mis anteriores de avisar á V. E. lo que ocurría,

de manera que V. E. habrá entendido sobre el particular de M. de

Subise en qué para su asunto, y a su tiempo tendré cuidado de lo que

V. E. me encarga, pero sobre todo será necesario penetrar el secreto

de cuanto trate el embajador de Francia con este rey, de lo que daré

á V. E. continuamente aviso, porque no me faltará medio de hallarme

bien informado; y no habiendo otra cosa por ahora, beso á V. E. con

toda sumisión y reverencia los píes, y humildemente me recomiendo a

su buena gracia. De Londres el 6 de Julio de 1629. Do V. E. humil-

dísimo servidor.—PIKTRO PAOLO RUBÉN».

(1) Cotinton.

mi ha coumandato d'auisar V. Ex.» che ha bene nomínalo al suo embaxador per Spagna. II quale e il sig-nor Cotinton, como ho auisato a V. Ex.a il primo deGiulio, et determinato >1 primo per la ma partenza, sotocondicione: pero che in quel mentre sia auisato cheS. M. católica habbia fatto il midesimo del suo canto,tocante la persona et il tempo, roa sopra tutto dice ilRe de Inglaterra che desidera de saper qual sia l'in-tentione di sua M. cattólica circa le sue proposicioniinanci che partirá il signor Cotinton, a fine che possadargli meglior et piu particolar instrucione che perció se non intendera niente de questo, fratanto po-tria causar qualque dilacione alia partenza del suoembajatore. Questo e quanto mi ocorre per adesso,rimettendomi del resto a quello che ho scritto collemié antecedenti solamente aggiungeró che facendo iogli giorni passali instanza al Re de Inglaterra di poter-mi retirar á Bruselles per portar queste sue proposi-tioni la signora Infanta, mi dissse che QÍO si poteva farper lettere et che si poteua tanto spedir de qui quantoda Bruselles per Spagna, et che se trovava esser piunecessario per levar ogni ornbra e sospetto al Rey deSpagnn ch'io restasi qui per esser testimonio di quantopassaria fra lui et il embaxator de Francia, de che midarebbe parte per poterve asicurar gli mei padroni etper levar a francesi il modo de guastar con falsi etartificiosi rumori secondo il lor costume la nostra Prat-tica. Con che mi confirmo de nouo tutto quello cheho auisato á V. Ex.* eolio mié prec.edenti, e particolar-menle che non farrebba liga con Francia contraSpagna. El embaxator de Holanda domanda aiuto alRe de Inglaterra de sey mille fanti pagati, ma non gliobtenerá. Por (si come il Cotinton mi disse) e entratoindiscorso come lamentandosi che S. M. trattasseconSpagna senza la lor ¡nteruentione et gli fu risposloche gia se haueua dato auiso piu volte a gli stati, el ilPrincipé Doranges di questo con persona espressa daparte de S. M. con che pensava d'hauer sodiffato, sepero si voleuano dichiarare et entrar ancora in trattatocon Espagna ch'elRey de Inglaterra s'intrometterebbevolantieri. A che riposse l'imbaxatore de Holanda chesi, etche S. M. faria cosa grata ali stati, ma che bisog-naria far la paz de maniera che potressero dissarmaredambe la parti per sgrauar gli lor populi de tantecoste, imposte et Gabelle che furono costretti de con-tinuar per tutto il tempo de la tregua passata. Sopraquesto se e spedito in flandra peí il comis Resseier inHolanda, ma in questa materia io non ardisco de aprirequi la bocea per che la Sereníssima Infanta me l'ho haprohibito, et spero che gia questo negocio deue esserridolto a buon termino et a dir il vero questa congiun-lura del assediode Roldiuq e molto a proposito mentreche pende l'impresa sta la speranza et il timori d'am-bele parti. II Re de Inglaterra mi disse solo una parollasopra questo particolar, che non ostante che il Re deDinamarca haueua fatta la paz col emperador senza il

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366 REVISTA EUROPEA. M DE MAYO DE 1 8 7 4 .

parer de gli suoi confederati ch'egli era ben sieuroche si holandesi non la farrano giamai senza la suainteruentioni et che rae darrebbe da far qualque mes-saggio da fare alia serenissima Infanta; ma io passaiqueste cose liggiermente non sapendo per le causesopraditte come gouernarmi. Hoggi earrivato in ques-ta citta Mons. de Chasteau neuf ambasciator deFrancia con poco aplauso e tanto mal incontrato che lamaggior parte delle carozze fu sola, che pur non pas-savano il número de 20.

Scriuo á V. Ex." ancora queste minutizze porchi micommando al mió partir de Madrit di fargli relacionedogni cpsa pur mínima che fosse. Ho riceuuto hoggi lasua gratissima del 11 de Giunio alia quale non só cherispondere hauendo gia pereuenuto colle mié anteee-denti d'auisar V. Ex." quello cheoccorreua; de manierach'ella auerá inteso sopra il particular de Mons. deSubisse in che para il suo negocio, et a suo tempohauero cura de quello che V. Ex.a me aceenna: ma so-pra tutto bisogna penetrar bene il secreto da quantotrattara l'ambaxator de Francia con questo Rey, de chedaró á V. Ex.8 continuamente auiso, poi che non sinmancara il mezzo d'esser ben infórmalo y non hauendoaltro per adesso bacio a V. Ex." conognisummisionee riuerenza gli piedi et homilmente mi racomandonella sua buoua gracia.—Di Londra il 6 de Giulio1629.—Di vostra Excellenza, humillissimo servitore,Pietro Pauolo Rubens.

Como se ve por el contexto de esta carta,Rubens no había perdido el tiempo. Apenasllegado á la corte de Inglaterra, con carác-ter puramente oficioso, consiguió que se de-cidiera el rey Carlos á mandar á Madrid suembajador oficial, y esto aun antes de sa-berse fijamente, como el rey le pedia, lasúltimas condiciones de España.

Rubens indicaba con sumo acierto el es-tado de la corte en que estaba oficiosamenteacreditado como agente de España, al ma-nifestar las divisiones que allí existían entrelos dos partidos políticos, y así como lalucha de los parlamentarios, con los queseguían al rey, y pasaban por afectos alcampo católico. Las personalidades del se-ñor Cotinton, del gran tesorero, del duquede Buquinghan, de los embajadores deFrancia y de cuantas personas directa ó in-directamente marcaban el rumbo á la polí-tica inglesa, salen todas admirablemente demano de Rubens, que no olvida tampoco de-talle ninguno de algún interés que puedacontribuir en algo á dar á conocer en Ma-drid el grado de influencia, la importancia y

aprecio que gozaban en Londres los persona-jes políticos, amigos ó enemigos de España.Los que hemos pertenecido á la carrera di-plomática, y contribuido desde un puesto enuna legación á enterar á nuestro país decuanto debia saber de todo lo que pasabaen aquel en que nos encantrábamos, habre-mos de hallar á Rubens, en toda su corres-pondencia, como consumado diplomático,celoso cual ninguno, prudente en sus ges-tiones, activo sin igual, sufrido y resignadohasta el último límite, y, sobre todo, des-prendido de su personalidad, atento exclusi-vamente á no rayar ni un punto más ni unpunto menos del límite que se le marcabadesde España, dulcificando cuanto pudieraparecer agrio de lo que el Conde-Duque leencargara comunicar, y hasta achacando á supersona culpas ó errores que no habia co-metido, si con estos achaques lograba ace-lerar sus propósitos y conseguir sus finesen servicio de España.

Como Rubens sabia aprovechar muy bienlas dotes todas de su raro talento, valíasegrandemente de su condición de pintor paracon ella disimular su cargo de diplomático,y saber más y comunicarse mejor y ganar-se la voluntad del rey Carlos mientras pin-taba lienzos para su real galería, ó retratabasu persona. Con seguridad puede afirmarseque cualquiera otra persona que nada másque diplomático hubiera sido, habria halladomuchísimas dificultades, que no habria podi-do vencer tan fácilmente como las venceriaRubens con su cualidad de pintor, sobre todopara conseguir, sin que nacieran grandessospechas, llegar con frecuencia á presenciadel rey Carlos. El segundo despacho deRubens, autógrafo como todos, era de fecha4 9 de Julio, y contenía las proposicionesúltimas de Inglaterra, y por lo tanto muyinteresante, razón por la cual falta tambiénen Simancas. Pero como la importancia deesta correspondencia no está, á juicio delque esto escribe, en el mayor ó menoracierto de las cortes de Madrid y de Londrespara sus negocios políticos, sino en que porella se conoce, pintado por él mismo, el ta-lento, el juicio, la nobleza, el interés y lascondiciones todas que para diplomático re-unia un hombre que en otro orden de ideas

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N.° CRUZADA. RUBENS, DIPLOMÁTICO ESPAÑOL. 367

bien distinto á fe, y aun puede decirse queantitético á éste, era una verdadera eminen-cia, una gloria del arte de la pintura en elmundo entero, puede consolarse el lectorde aquella falta con la abundancia de curio-sas noticias y acertados juicios que formulaRubens de la política y los políticos enLondres por aquel entonces.

Continúa dando noticias, y dice al Conde-Duque en %% de Julio: (Leg. 2.519, f. 18,Estado):

(1) Excellentissimo Signor:Questa serue solamente per aceompagnar le due

incluse dil gran tresorero et de signor Cotinton nelle

( i ) Londres 22 Julio, 1629.—Al Conde-Duque.—Excmo. Señor:—

Esta sirve solamente para acompañar á las dos que incluyo del gran te-

sorero y del Sr, Cotinton, (!e quienes V. E . conocerá la buena dispo-

sición. El Sr. Cotinton se está preparando para el viaje, que espanta

grandemente al partido francés, cuyo embajador hace todo género de es-

fuerzos para impedir este viaje, y negocia estrictamente pora conseguir

una liga ofensiva y defensiva entre Francia é Inglaterra conira España,

6 por mejor decir, contra la casa de Austria, como ya lo he dicho varias

veces á V. E. El embajador de Francia conferencia sobre su asunto con

seis comisarios, que son: los condes de Carleil y de Holanda, el mayor-

domo mayor Pembrocq, que hasta ahora no ha comparecido, y el gran

tesorero, el gran mariscal, conde de Arundel y el secreterio de Estado

Carlethon. Les ha propuesto que este rey debe unir fuerzas con 'as del

rey su señor para la recuperación del Palatinado, y para libertar á Ale-

mania de la opresión de la casa de Austria, la cual viene usurpando el

imperio coo perjuicio de todos los reyes y príncipes católicos y protes-

tantes de Europa, como se sabe públicamente y se habla en las calles y

en Ia9 plazas de Londres, Pero se ha empezado ya á demostrar, por in-

dicación de algunos grandes de esta corte, y particularmente, como de

buena parte lo he sabido por el conde de Holanda, la necesidad en que

se halla el rey de Inglaterra de convocar el Parlamento, sin el cual es -

tará siempre en malas relaciones con sus subditos y no conseguirá

jamás dineros ni hombres para poder ayudar á sus amigos y ofender á

sus enemigos. La intención del embajador no se funda en la utilidad del

rey de Inglaterra, sino en <jue sabe que puede de aquel modo coi:ci-

liarse la benevolencia del pueblo y aplazar, infaliblemente, la paz con

España; pero parece odioso é impertinente á muchos que un ministro de

un enemigo apenas reconciliado se quiera entrometer ya en los asuntos

interiores y domésticos de este reino. El autor de este consejo, como

dice el conde de Holanda, es jefe de los puritanos, de quienes se com-

pone casi el cuerpo del Parlamento, cuyo designio es derrotar, por medio

del Parlamento, á el gran tesorero, el cual es del partirlo contrario, y no

podría en tal caso sostenerse, por ser odiadísimo de los parlamentarlos,

no por otra cosa más que porque sospechan que sea católico. Creo ser

cierto que el conde de Holanda sea contrario á España, pues el rey, con

quien tanto priva, no le ha enseñado hasta ahora las proposiciones con-

tenidas en el papel, cuya copia espero que haya recibido V. E. a estas

horas, pues se la envié el 15 de Julio por la vía de Bruselas; y e! cual

ha cousultado con el conde Carleil y con Weston y con Cotintony hasta

con Pembrocq con grandísimo secreto; de manera que el rey no me

permite comunicar estas sus proposiciones, y menos al Barozzi, agente

de Saboya. Ya se aproxima el dia señalado para la marcha á esa de

Cotinton, por lo cual no se insta más en consideración á la brevedad de

término, como creo que V. E . verá en las cartas que incluyo de estos

señores, cuya respuesta se le podrá dará su llegada á España, para

tratttr el caso con toda conveniencia y en competente forma é la gravedad

del negocio, que es todo cuanto sobre este particular puedo decir á V. E.

Ahora seTá bueno que advierta áV. E. las condiciones de esta eerte,

donde es Je notar in primia que todos estos sefiores principales llevan

qualle Y. Ex.» cognoscera la buona dispositione diquesti signori. II Cotinton si va disponendo alviaggioche spaveuta grandemente la faction francesa, il euiembaxator fa ogni sforzo per impediré questa andataet negocia strittamente sopra una liga offensiua y de-fensiua fra Francia et Inglaterra contra Spagna, ó perdir meglio contra la casa de Austria come gia hopiu volte emisato á V. Ex.a L/ambascialor di Franciaconferisce del suo negocio con sey commissarii chesonó gli conli di Garleil et de Hollanda, il Mayorduomomayor Pembrocq, che sin adeso non e comparso, et iigran tresoriero, il gran marischal Conté de Arundelet il secretario del Stato Garlethon lui ha^proposto chequesto Re debba congiungere le sue forze con quelledel Re suo signore per la recuperaejone del Palatinatoet per liberar 1'Allemagna della oppressione della casad'Austria della quale viene usurpato l'imperio tirá-nicamente con pergiudicio de tutti gli Re et Principicattolici e protestanti d'Europa, come si sa publica-mente et se nc parla nelle piazze et strade di Londra.Ma dipoi ha comminciato a rimostrare per l'instrut-tiondaleuni gran«Ü de questa corte e particularmentecome ho inteso da buona parte del conde de Holanda,la necessita che ha il Re d'Ingliterra de conuoccare elParlamento, senza il quale restara sempre in malacorrespondenza con gli souir sudditi né haueragiamai danari ne forze per poter assistere gli suoiamici né offendere gli nemici; ma la sua intentionenon si funda nella utilita del Re d'Inghilterra maperche cognosce potersi per quella via conciliare labeneuolencia del populo e diuertire infallibilmente lapaz con Spagna. Ma pare odioso et impertinente emolti che un ministro de un nimico apena reconcüiatosi voglia intromettere di gia nelle cosí intestine et do-mestiche de questo Regno. L'aulore pero di questoconsigliq^ come dize il conde de Holanda, persona po-pulare e capo de puritani, de quale consiste quasi ilcorpo del Parlamento, ii cui disigno proprio é di ruy-nar per mezzo del Parlamento il gran tresoriero, elqual e di faction contraria e non potrebbe in tal casomantenersi per esser odiosissimo a gli parlamentary,

una vida espléndida y tienen grandísimos gastos, de modo que la mayor

parte están fuera indudablemente. Entre estos se cuenta el primero el

conde Carleil, el conde de Holanda, que con su buena mesa se mantiene

en el cortejo y séquito de la nobleza, siendo el esplendor y la liberalidad de

grandísima consideración en esta corte. Pero hay otros muchos señores

y ministros que no teniendo, en su mayor parte, bastantes rentas para

mantenerse, se ven forzados á buscarse la vida como pueden, y por esto

se venden los negocios públicos y_ privados á dinero contante. Y sé de

buena tima que el cardenal Richelieu es liberalísimo y muy práctico

para ganar amigos de esta manera, como V. E. verá por el aviso que va

incluso en ésta, que fue escrita antes de la llegada del despacho de

V. E. para acompañar las que lleva dentro.

Tiénese por cierto que por los medios que acabo de indicar se hace la

paz con Francia, y se harán otras cosas, si no me engaño, que podrá todo

servir á V. E. de aviso, y humildemente beso los pies de V. E.

Humildísimo servidor.—PIETRO PA.OLO RUBEKS. — De Londres 22

Julio, 1629.

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non per altro sino che lo sospettano per católico. Mipare essor certo judicio che il conde de Holanda siaconcontrario á Spagna, che il Rey col quale lui priuatanto non gli ha sin adesso comunicato le propositionecontenute nel pápelo del quale spero V. Ex.» hauerariceuuto la copia mandata gli il 13 de Julio per via deBrusselles il quale ó stato pero consultato col condeeardil oltra il Weston et il Cotinton et ancora colPembrucq con grandissima secretezza, de manierache ii Rey non mi permise di communicar queste suepropositione ne manco il pápelo sudetto col Baroizzi,Agente di Sauoya. Gia s'auicina tanto il giorno desti-nato per la gartenza del Cotinton per la quale non sifa piu instanza considerando la breuita del termino,come credo V. Ex.» vedera nelle iettere incluse diquesti signori, che la risposta si potra rimettere alsuo arriuo in Spagna per tratarue con maturita et informa competente alia grauita del negocio. E questo equanto poso diré a V. Ex.» toccante il negocio. Horasara bene aduertirla della condicione de questa corteoue e da notare in primis che tutti quesli signori prin-cipali faano una vita molto splendida et grandissimigasti de maniere che la mayor parte éfuori, de modoindebitate tra quali sonó il primi il conde Carlil condede Holanda, che col buon trattamento de la lor tauolasi mantengono il cortegio e seguito della nobilta sendoil splendore e liberalila di grandissima consideracionein questa corte; ni intendo de parlar solo di questiraodi molti altri signori é ministri li quali hauendo lamayor parte poca intrata da sustentarse, sonó sforzatia buscarsi la vita como posono, et per ció que si vede-no gli negoci publici et priuati a dinari contanti. Etho di buona parte che il Cardinal de Richeliu e libe-ralisimo et molto prattico a guadagnar amici di ques-ta maniera come V. Ex.a vedera per l'auiso che va quigiunto. Questa fu scrita inanci larriuo del despachode V. Ex.1 per accompagnar le due incluse.

Et si tiene per certo che aquesto modo se fece lapaz con Francia et si farjnno delle altre cose se nom'iganno che potra seruire á V. Ex." dauiso alia qualehumilmente bacio gli piedi di V. Ex.a

Humilissimo seruitore,

PlETRO PAOLO RUBEHS.

DiLondra¡122

Parece, por la siguiente carta, que lospoderes de Rubens eran para tratar de unasuspensión de armas, y que llevaba ademásen sus instrucciones, secretas órdenes decaminar muy cautamente en sus negociacio-nes, exigiendo desde luego que á Españase mandara inmediatamente un embajadoringlés, quedando obligada España á enviaral mismo tiempo otro embajador con el

mismo carácter que el que aquí viniese,(¡orno en Madrid vieran que Rubens allana-ba las dificultades, que el embajador inglésestaba nombrado, y que el mismo rey par-ticularmente trataba con Rubens condicio-nes de paz, y que por lo tanto se estrecha-ban las distancias é iba la cosa á paso másligero del que se queria, dirigiósele un des-pacho en el cual se le reprende por un ex-ceso de celo, y sin querer recordar las ins-trucciones que se le dieran, cúlpasele de loque sucedia. Muy bien se sincera Rubensde estos cargos, y con delicadeza los recha-za al ofrecer, como ahora decimos, su di-misión, pidiendo que muy pronto se enviéel nuevo embajador, y que se le permita áél volver á su casa. Esta carta es suma-mente curiosa y dice así: (Estado.=Lega-jo 2.519, f. 19.)

Carta autógrafa de Pedro Pablo Rubens al Conde-Duque, fechada en

Londres á 22 de Julio de 1629 (1).

Excellentissimo Signor:

Ho riceuuto il despacchio di V. Ex.a del 20 di Julioe visto l'ordine chella me da, al quale io non pensó

(1) Londres 22 Julio, 1629.—Al Conde-Duque.—Excmo. Señor:He recibido el 20 de Julio el despacho de V. E. del 2 del mismo, yvisto la orden que en él me da, y á la cual no creo habia faltado, puesme he conducido siempre con arreglo á la instrucción que me dioV, E. alpartir de Madrid. Sabe Dios y saben estos señores, y particular-mente el Sr. Cotintun y el gran tesorero me serán testigos de quejamás he dado ocasión á que este rey ni sus ministros abran negocia-ciones sobre algún olro tratado que no sea una suspensión de armas.Pero si, como ya he advertido á Y, E., el rey me manda llamar expre-samente de Gruenwys y me propone las condiciones ya anunciadas enmis despachos de 30 de Junio y de 2 de Julio, y si, dicíéndole yo queestas cosas deben remitirse para cuando llegue el embajador, me res-ponde que mis instrucciones exhibidas en Veston eran suficientespara oir mis relaciones y avisarme donde conviniese para ganartiempo mientras los embajadores comenzasen sus trabajos en una yotra parte... Yo no he manifestado al rey juicio mió alguno sobre quesus proposiciones hayan de ser bien ó mal recibidas en España. Sola-mente he prometido dar de ellas parte a V. E. bajo condición de que,entre tanto dure el tratado con España, no haría liga alguna con Franciacontra España; y esto lo he hecho de urden de la serenísima infanta queme mandó un propio a Dunquerque. Y era bien necesario, por el es-fuerzo grande que hace el embajador de Francia, y por otro camino aúnel cardenal de Richelieu, como V. E. verá en el papel que incluyo. Heinsistido, sin embargo, continuamente en que se enviase aquí cuanto antespersona autorizada en España, cuyo nombramiento se habia casi hechoobligatorio á mi llegada aquí, no verificándose á pesar de que el señorCotinton ha escrito á V. E. que partiría pronto para España, lo que hahecho solamente por la duda que habia de que este negocio se encon-trase con la paz con Francia. He conseguido con buena asistencia delBarotzi,—y sabe muy bien este señor las diligencias que se han hechoy cuántas dificultades ha habido que vencer para conseguir este nom-bramiento en estos momentos en que ha llegado el embajador de Fran-cia,—-y obtenido el nombramiento de la persona y el señalamiento deldia de su marcha, de lo cual be avisado á V. E. en mis cartas de 2 deJulio, y luego me ha instado el rey de Inglaterra, como lo he escrito

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N." 42 CRUZADA. RÜBENS, DIPLOMÁTICO ESPAÑOL. 369d'haber contrauenuto sendomi gouernato puntual-mente secondo la instructtion che V. Ex.a mi diedeal mío partir de Madrid. Sa il signor Idio e questi signori

muchas veces a V. E. , para que hubiese respuesta á sus proposiciones

antes de que partiese de aquí Cotinton, y he llevado el negocio de

modo, que tomando por pretexto quererlo por escrito, antes de avisará

V. E. , dije que no había bastante tiempo para que llegase y me he sabido

conducir de modo que no se retarde por esto un solo momento la salida de

Cotinton, como V. E. verá por Jas cartas del gran tesorero y del señor

Cotinton, quien, además, me dice que irá por mar y que piensa desem-

barcar mejor en Lisboa que en la Coruíía, por ciertas razones que me

alegó, no pareciéndele más largo un camino que otro, y ya se ha concer-

tado el buque que lo ha de llevar y hecho la policía del cambio, si bien

creo que la infinidad de sus negocios la harán retardarse algunos días, por

ser él, en todos los negocios de estado y hacienda, si no en la apariencia,

en realidad, la primera persona de esta corte. Por esto digo que ninguna

otra cosa podrá hacerle retrasar si no son sus ocupaciones, de las

cuales temo no pueda verse libre tan presto, como Veston me dice; pero

no obstante partirá dentro de pocos días, en lo cual yo no puedo hacer

más que lo que he hecho. Bien extraño parecerá al rey de Inglaterra

que entre lanío no llegue noticia del nombramiento de la persona que

dehe venir aquí. Yo no creo haber empleado mal el tiempo que he estado

aquí ni haberme excedido en nada de los términos de mi comisión, sino

entes al contrario creo haber servido al rey nuestro señor con el celo y

juicio que conviene ó la importancia del negocio que me fue confiado.

Hágame V. E. la gracia de recordar que la instrucción que me dio con-

tiene estos artículos: que yo debia asegurar al rey de Inglaterra que

S. M. Católica tiene la misma buena voluntad para ei acomodamiento

que S. M. el rey de Inglaterra, etc.; y que siempre que el rey de In-

glaterra enviara á España persona autorizada para tratar de la paz, en-

viará el rey nuestro señor otra persona a Inglaterra, etc.; cuyos dos

puntos me parece q\ie he satisfecho puntualmente.

Y tocante á intereses de los parientes y amigos del rey de Inglaterra,

que se hará de parte de S. M. Católica con el emperador y el duque de

Baviera los oficios que pudiere. Yo lo he hecho en términos generales y

he referido á V. E . fielmente la respuesta del rey de Inglaterra, como

estaba obligado á hacerlo, con todas las particularidades propias del

caso, en lo que S. M. el rey de Inglaterra se ha obligado á alguna cosa

de su parte y por escrito con entera libertad por nuestra parte, y yo no

creo que de esto pueda surgir inconveniente alguno, porque por

esto no 3e retrasará un solo día la marcha del Sr. Cotinton. Y en cuanto

á lo que V. E. me encarga en la misma instrucción,—que, procure de

desviar en cuanto pudiere los conciertos que se platicaran allí con Fran-

cia,—creo haberlo satisfecho enteramente.

No haré mención del asunto de M. de Soubisa, porque cesa comple-

tamente con la paz del rey de Francia con los hugonotes.

He avisado además á V. E. , como me lo encargaba, haber hecho lodo

lo que diligentemente he ido inquiriendo y ha llegado á mi noticia, y

HO recuerdo haberle referido cosa alguna falsa temerariamente creida, ni

fuera de propósito.

Conque, habiendo cumplido las órdenes que el rey nuestro señor

y V. E . me hicieron el honor de darme, le suplico se sirva parecerle

bien que me retire ó mi casa, á cuyo interés prefiero siempre el servicio

de S. M., pues viendo que ahora no ocurre otra cosa me perjudicaría

mayor dilación. Entiendo, sin embargo, que debo continuar aquí aún.

todo ei tiempo que el rey de Inglaterra juzgue necesario, para poder dar

cuenta á V. E. de cuanto negociare con él el embajador de Francia, si

como ya me ha dicho con su propia boca, las primeras proposiciones, y

continúa haciéndolo por medio (le Cotinlon. Entre tanto suplico áV. E. se

sirva hacerme saber su voluntad para poder retirarme, salvo siempre su

buena gracia, cuanto antes á Flandes, y en el ínterin me recomiendo hu-

mildemente á su benevolencia y de todo corazón y con el debido respeto

te beso los pies. X)e V. E. humildísimo y devotísimo servidor.—PIETRO

PAOLG RÜBENS.—-De Londres á 22 de Julio de 1629.

Ei agente de Saboya me ha dicho que el Sr . D.Francisco Zapata

viene de embajador á Inglaterra, y suplico á V. E . me haga saber lo

cierto para poder dar parte donde conviene.

He dado ai Sr. Cotinton la carta de V. E. , que leyó en mi presencia, y

TOMO I,

e particularmente il gran tresoriero et il signor Cotin-ton mi saranno fede di non hauer gia mai proposto nedatooccasionea questo Re ne a gli suoi ministri de faralguna apertura d'alcun altro trattato che de sus-pensión de armi, ma si come ho auisato V. Ex.a il Reymi fece chiamar espressamente á Gruenwyts et mipropose le condicioni, gia auisate col mió despacho di30 de Junio et 2 de Julio, e dicendo io che si doueuanorimettere queste cose a gli embaxador, mi rispóse chela mia instruttione essíbita al Veston era bastante perintendere gli sui discorsi e darue auiso dove con-ueniua porguadagnar tempo menlre che gli embaxa-dor si metterebbono al ordine d'una parte e d'altra. lonon ho dato alcun judicio al Rey se le sue proposicio-ne sarebbeno tróvate buone o male, acertate ó ricu-sate in Spagna, ma solamente promeso di darve partea V. Ex.a soto condicione che fra tanto che durarebbeil tratato con Spagna non farrebe alcuna liga conFrancia contra Spagna: e questo ho fatto con ordinedella Serenissima Infanta che mi spedi un espressoper cío a Duvnqkercque, et era ben necessario per ilsforzzo grande che fa l'embaxador de Francia et peraltra via ancora il cardenal Richeliu, come V. Ex.a ve-dera nel papel qui incluso. Ho pero insistito sempresopra tuto che se inviasse quanto prima, persona au-toritata in Esp3gna la cui nominacione era rimessaquasi in obRccione al mió arriuo, non obstante che ilCotinton hauesse scritto a V. Ex." che partirebbe sú-bito che fu solamente per il dubbio che si haueua quiche il negocio si fosse trauersato colla paz de Fran-cia. Ho procurato con buona assistenza del Barotzi—et sa bene ií signor Barrozzi quante diligenze si sonófatto e quante difficulta supérate per ottener questanominacione in questa congiuntura della venuta del

embaxador de Francia e ottenuto la nominatione della^_

se maravillaba de que hubiese sido esperado tan pronto en España, no

recordando haber escrito de aquel modo. Yo creo que ahora si escribiría

alguna cosa más de aquello que pensaba cuando temia que la paz con

Francia fuera causa de que se alteraran algún tanto las buenas predis-

posiciones de España para hacer la paz con Inglaterra, como el mismo

rey de Inglaterra me lo confesó, y también Cotinton, Es también verdad

que á mi llegada aquf no estaba aún decidido si seria él quien debia ir, 6

seria otro, y que caminaba muy lentamente la resolución, y tanto, que,

si no hubiese sido por ei impulso que la dimos Barozzi y yo, quizá aún

hoy dia no habría nombrado ninguno. Aun ahora, á pesar del buen es-

tado en que se encuentran las cosas, y lo que yo he avisado, V. E . ó el

abate Scaglia podrían escribir á estos señores, no sabiendo la disposición

presente, alguna cosa que pudiera alterar aquella predisposición. Yo

creo que V. E. me dará licencia y tendrá á bien que, considerando el

contenido de lo que se me escriba, por lo que easi se puede inferir lo

demás, disponga yo según me parezca lo que sea más á propósito, esto

es, ó darlo curso 6 guardármelo para mayor seguridad del negocio,

después de haber dado de ello conocimiento, hasta que V. E . haya re -

cibido ésta y ordenado de nuevo lo que juzgue que debe hacerse. Lo

mejor seria y lo más seguro mandar estas cartas bajo el sello volante.

Yo seria de parecer de retener las cartas que el señor abate ha escrito

ai rey yá otros muchos señores con esta estafeta del 2 de Julio; pero ha-

biéndolas visto el Sr. Barozzi, no estaba ya en mi mano detenerlas.

Cierto es que si no hacen daño no pueden tampoco colocar el negocio

en mejor estado del que se encuentra.

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370 REVISTA EUROPEA. 4 7 DE MATO DE 4 8 7 4 .

persona et il giorno che douera partiré di che ho aui-sato V. Ex." con lettere de 2 de Julio, e poi faccendomi instanza il Re d'Inghiltera, si come ho scrito piuvolte a V. Ex." per hauer risposta sopra le sue propo-sitione, prima della par tenza del Cotinton ho portatoil negocio de maniera auanti soto pretesto di volerlein scritto prima de auisarle a V. Ex.1, che non ci e piulempo per mezzo ad aspettar la risposta, et mi sonóadoperato de maniera che per quella causa la parten-za non sara differita de un giorno, come V. Ex." vederadalle lettere del gran tresoriero et del signor Cotin-ton, il quale me disse l'altieri che andarebbe per maree pensaua desenbarcar piu tostó a Lisboa che a laCoruna per alcune ragioni che mi allegaua, no paren-dogli piu lunga l'una strada che l'altra e gia se e con-certato il naivo e fatte le polizze de cambio; ma benpensó que la infinita de gli suoi negocii lo potrebbonoritardar de qualque giorno sendo lui in tutte le mate-rie di stato e hacienda, si non in apparenza eerto insostanza et effecto, la prima persona de questa cortedico per ció, che nisuna altra cosa lo ritardara si nonsonó le sus óccupationi delle quali temo non potrasbregarsi cosí presto come il Veston mi disse, che peroparera in poehi giorni et aquesto io non posso far da-uantaggio di quello si e fatto. Ben parera strano peroal Re d'Inghilterra si in quel mentre non viene lanominacione de la persona che douera venir in Inghil-erra. Yo non pensó d'hauer impiegato male i) tempo

che sonó stato qui, ni d'hauer exceduto in miente glitermini della mia commissione, ma d'hauer seruito alRey nostro signor col zclo e giudigio che conueniuaalia grandezza del negocio che mi fu confldato. Ricor-dasi V. Ex.a di gracia che la instruttion chella mi diedecontiene questi articoli: ch'io doueua assicurar il Red'Inghilterra S.M. católica la misma buona voluntad alaccomodamento che tiene S. M., etcétera; et che siem-pre que il Re d'Inghilterra embiare a España personaautorizada para tratar déla paz embiara elRey nuestroseñor otra persona a Ingalaterra, etcétera, et gli qualiduoi punti mi pare de hauer sodisfatto puntualmente.

E toccante a los intereses de los parientes y amigosdel Rey d'Ingalaterra que se hará de parte de S. M.católica con el empsrador y el Duque de Baviera losofficios que pudiere.- io l'ho fatto in termini generali etho rifferito a V. Ex." üdelmente la rispota del Re d'In-ghilterra comoio era obligato de fare con tutte lepar-ticolarita alie quaii lui venne dal suo propio motiuonella quale si il Re d'Inghilterra si e obligato a qual-que cosa di sua parolla et in scrito con inliora nostraliberta, io non pensó essernida nascere inconuenientealcuno. Por che per ojo non si ritardara di un giornola partenza del signor Cotinton et per quanlo cheV. Ex." miincarga nella medisima instruttion que pro-cure de desuiar en quanto pudiere los conziertos quese platicaren allí con Francia; io pensó d'hauer sodis-fatto intieramente.

Non fard mención del negocio de Mons. de Soubisapoiche cessa totalmente con la paz del Rey de Franciacon Hugonoti.

Ho auisato ancora V. Ex." come mi incargaua defare de tutto quello che peruenuto diligentemente in-quirendo alia mia noticia, ne mi ricordo d'hauerli riffe-ritto qualque cosa falsa temerariamenie creduta necosa fuori de proposito.

Con che hauendo sodisfato a gli ordini che il Renostro signor e V. Ex." mi fecero l'honore di darmi, lasupplico sia seruita de trouar bouno ch'io mi retiri acasa mia al cui interesse perferiró sempre il seruiciode S. M.: ma vedendo che qui non occorre altro peradesso saria dannosa a me magior dilatione. Intendopero di fermarmi qui ancora quel poco di tempo chelRe d'lnghilterra giudicliaria esse necessario per poterrender contó a V. Ex."'de quanto negociarebbe secol'embaxador de Francia, si come ha gia dato mi partedi sua bocea propia delle prime sue propo3itioni, e con-tinua di fare per via del signor Cotinton e fra tantosupplico V. Ex." sia seruita di farmi saperia sua voluntaper potermi retirare, salua la sua buona gracia quantoprima in fiandra et in quel mentre mi raccomando hu-milisimamente nella sua beneuolenza et de verissimocuore e col debito rispetto le bacio y piedi diV. Ex.a

humilissimo e deuottissimo seruitore

PlETRO PAOLO R Ü B E N S .

Di Londra il 22 di Julio 1629.

II agente di Sauoya mi ha detto che il signor donFrancisco Capata viene per Ambasciatore in Ingla-terra che supplico V. Ex." mi faccia sapere de certoper poter ne dar parte doue conuiene.

Ho dato al signor Cotinton la carta de V. Ex." che lalesse in presenza mia et si maravigliava che fossestato aspettato cosi de repente in Spagna, ne si ricor-daua d'hauer scrito de quella maniera, ma io credo cheallora si scrisse qualque cosa piu di quello si pensauateniendo che la paz con Francia causase qualque alte-racione nella buona inclinacione di Spagna alia pazcon Inglaterra, come il Re d'Inglaterra propio mi con-feso. Certo e che al mió arriuo si staua irresoluto selui doueua andaré o alcun altro et si andaua fridda-mente alia risolutione e si non fossero stati spintidame e del Barozzi fosse non se sarebbe nominato an-cora alcuno et il Cotinton ancora. Pur considerandonel buon stato che le cose sonó adesso et che soprale cose auisate dame, colle mié precedenti, V. Ex." o ilabbate Scaglia potrebbono scriuere a questi signori nonsapendo la disposición presente alcuna cosa che po-trebbe alterarla, io credo che V. Ex." mi dará licenzaet hauera perbene che, considerando'del contenuto diquelle che si scriuevanno a me quasi quello se po-tranno inferiré le aitre io ne disponga secondo che miparera piu a"proposito de ricapitarle oritenerle appres-so di me per maggior sicurezza dil negocio siu che

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N.° 12 CALVO MARTIN. EL VITALISMO. 374

V. Ex.a hauera ricevuto questa et hauera ordinatodinovo quello giudichara doversi fare. II meglio sarebbeet il piu sicuro mandarmi quelle lettere soto il sigillovolente.

Yo sarei stato de parer de ritenere quelle che ilsignor Abbate ha scrito al Rey et altri molti signoricon questo dispachio del 3 di Julio, ma hauendole ve-duto il signor Barozzi non staua piu in mia mano diretenerle.

Certo e che si non fanno danno non possono ri-durre il negocio in meglior stato di quello che staadeso.

Gr. CRUZADA VILLAAMIL.

(La continuación en el próximo número.)

EL VITALISMO.1

Sr. Director de la REVISTA EUROPEA.

Mi estimado amigo.—Con motivo de vuestra REVIS-TA apeláis á notables hombres de ciencia en busca desus opiniones sobre ciertas materias, útiles para dará conocer el movimiento científico en nuestro país.Demasiado favorecido por vuestro criterio, y deseandocomplaceros, hallo en el número 8 un artículo críticode la doctrina de Bouillier acerca del principio vital:notándose en él cierto sabor físico-químico, que esla tendencia señalada en todos los trabajos modernosde los que se afilian en la bandera ó doctrina de losfenómenos físicos de la vida.

Y pues el autor Ribot expone las objeciones quesaltan á la vista contra la unidad del principio vital,compláceme indicar las que siempre se interponenante mi razón para ser partidario del. célebre Ma-gendie y sus discípulos.

Si la cuestión se limitase sólo á las manifestacionesdel elemento más sencillo de cualquier organismo, ála célula de Swan ó de Schmeider, tal vez pudiera ar-monizarse en parte la teoría físico-química con la opi-nión de casi todos los fisiólogos.

Pero como los seres forman en categorías suaesi-vas, desde el entozoario hasta el hombre, y cada seres en el todo una unidad típica desde el nacer hastael morir, reproduciéndose constantemente bajo lamisma forma por variadas materas de generación,tan sólo por una partícula de ambos macho y hembra,de aquí la dificultad de conformar opiniones, que sehacen más divergentes á medida que se eleva el pen-samiento y se contempla en el último término de laescala zoológica-ia vida del hombre, tan superior almás caracterizado vibrión.

(i) Este articulo eB contestación al de M. Ribot, que con el titulo deEl principio vilal publicamos en el número 8, página 254 de estaRsvisiA.

Afirma el autor que la hipótesis vitalista pierde ter-reno, y no hace distinción entre las diversas manerasde concebir el vitalismo, bien distintas, muchas deellas, de la que defiende Bouillier, suponiendo unafuerza independiente y aislada de todo subsíratummaterial: y supone con algún fundamento, que la hi-pótesis vitalista vive menos por su propia fuerza quepor la debilidad de sus adversarios.

Negar el gran deseo, el incesante afán de todos losfisiólogos en explicar la vida por los fenómenos físico-químicos, seria una quimera, dada la esperanza con-rcebida por este deseo, de descifrar intrincados enig-mas y funciones oscurísimas en la vida de los seres,con la posible seguridad que hoy alcanza la física yquímica.

Pero también aspira la cosmología á que le expli-quen la geología y paleontología la formación delmundo, y por ahora se contenta con tan prematuraaspiración.

Hace siglos que busca el hombre las reglas de laciencia teórica, y como no conoce bien de las causasdesconocidas más que los actos sensibles, se apoyaintensamente en la ley de casualidad. Todo cambio enla naturaleza supone causa suficiente.

Las causas más próximas son variables ó invaria-bles. Si son variables, buscamos la causa de la varia-ción hasta encontrar la ley fija, que produce siempreel mismo efecto.

Será, pues, el fin de las ciencias teóricas encon-trar las causas constantes de los fenómenos. No setrata de decidir si realmente todos los hechos se re-fieren á tales causas; si siempre es inteligible la na-turaleza, ó si ofrece variaciones, que ocultándose á laley de casualidad necesaria, pertenecen á la esponta-neidad ó libertad. Lo indispensable es, que la cienciaque desea conocer la naturaleza admita la posibilidadde este concepto: así adquirirá la certidumbre de quenuestros conocimientos son limitados. Razón teniaSidhenan cuando dijo: Nikil de rerum causis abditiscognoscimus.

I.a ciencia considera los objetos del mundo exte-rior bajo dos puntos de vista distintos. Consideraprimero su existencia, con exclusión de todo actosobre otros objetos, ó sobre nuestros órganos, desig-nándoles con el nombre de materia.

La existencia de la materia en si es sin actividad:reconocemos entonces extensión y cantidad, que eseternamente invariable.

Las diferencias cualitativas no pueden atribuirse ála materia misma; porque tratándose de materias di-ferentes, las diferencias residen en sus acciones ófuerzas. La materia en sí misma no experimenta otrocambio que el de la posición en el espacio; es decir,el movimiento.

Pero como nada existe en la naturaleza sin activi-dad, debemos el conocimiento de los objetos á su in-

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fluencia sobre los órganos. Los efectos nos conducená la causa ó agente.

De suerte, que para conocer bien los cuerpos, espreciso añadir al primer punto de vista un segundoabstraído hasta aquí: es decir, la facultad de obrar óla fuerza.

Siendo cierto que las ideas de materia y fuerza soninseparables, la materia pura seria indiferente parael mundo, puesto que no modificaría ningún otro ob-jeto, ni afectaría nuestros órganos; y si la fuerza puraexistiese, ella no seria más que la llamada materia.

Es, pues, un contrasentido considerar la materiacomo real, y la fuerza como simple concepto: la ma-teria y la fuerza son dos atributos de la realidad; dosabstracciones formadas por el mismo procedimientointelectual. Nosotros no conocemos más que la mate-ria activa.

Hemos visto que los fenómenos naturales debenser atribuidos á causas definitivas invariables: es de-cir, que las causas finales son fuerzas que no varíanBino en el tiempo.

Se llama elemento químico á toda materia dotadade fuerzas invariables (de cualidad inalterable). Ima-ginemos el organismo dividido en elementos de cua-lidad constante. Hallaremos en él dos clases: losque siempre son inorgánicos binarios cuando más,que sufren á cada instante descomposición y elimina-ción; y los que son orgánicos poco estables, que se'reponen y descomponen de su forma ternaria y cua-ternaria, hasta pasar á fuerza de cambios de posiciónó movimientos á elementos químicos más simplesque necesitan eliminarse.

De suerte, que la materia orgánica en equilibrio ins-table deja de serlo á fuerza de movimientos, y aban-dona su cualidad constante especial para tomar la in-orgánica, más estable en nuestro planeta. Es decir,que la causa final orgánica ha variado en el tiempo ycambiado su cualidad en inorgánica, para volver denuevo á fuerza de combinaciones y movimientos á serotra vez lo que fue, dentro de otro organismo que laelabore.

Asi resulta, que la materia orgánica para ser nece-sita un agente especial que ejecute las combinacionesde los elementos minerales; y este agente, hasta lafecha, es cuantío menos un ser vivo, un vegetal, en elque se hallan las condiciones necesarias de tal agente.

Si, pues, la materia orgánica del vegetal es pre-existente como tal, y capaz por su fuerza propia de asi-milarse la inorgánica, su elemento químico mientrasexiste, mientras vive, goza de una fuerza invariablesuperior á la inorgánica, á cuya actividad domina,siendo la suya de más elevada cualidad ó gerarquía.

Por estas consideraciones creia posible cierta ar-monía físico-química en el terreno elemental, ó ató-mico de las dos clases; pero si elevamos el entendi-miento á mayor altura, veremos constantemente y en

círculo perpetuo, moverse á la materia inorgánicapara el servicio de la vida, que la abandona cuandoha depurado su perpetua necesidad de nutrición.

Desde el ser más diminuto hasta el hombre, gozande este privilegio; y eternamente tal vez serán dis-tintas en el orden gerárquico la materia inorgánicay su actividad, de la materia orgánica y su fuerza.

Para identificar losfenómenos físicos en ambas ma-terias, todos los dias se habla de los progresos de lasíntesis química en materias orgánicas; pero se dejanarrastrar más por una ilusión que por la realidad. Elanálisis ha llegado á investigar las proporciones enpeso de sus elementos combinados; pero en síntesis,sólo se ha alcanzado la formación de algunos éteres, al-dehydes fenol y cuerpos grasos, compuestos oxigena-dos ternarios; y el cianógeno, la urea, la taurina, etc.,como sustancias azoadas. Los químicos no han llega-do á reproducir las verdaderas sustancias organiza-bles, los albuminoides, elementos fundamentales detoda organización.

¿Y cómo es posible cuando en el mundo mineraltiene límites el poder sintético de la química, ante eljacinto, el diamante cristalizado, el zafiro, las esme-raldas, etc.? No aventurarse: esperemos á que con eltiempo se alcance á descubrir las condiciones necesa-rias para toda síntesis de materia azoada neutra: peroentre tanto preciso es confesar que la síntesis orgá-nica es todavía un escollo para la química.

Por su aspecto, textura y propiedades las sustan-cias organizadas se separan de las que componen elmundo mineral; y aunque sometidas al análisis, todaslas primeras son producto de combinaciones, en pro-porción diversa, de los tres ó cuatro elementos, oxí-geno, hydrógeno, carbono y ázoe; en estado vivientehay maravillosa diferencia entre el átomo mineral y !acélula vegetal de Schneider.

No importa que la tierra, el aire, el ácido carbóni-co, el amoniaco y el agua contengan los principioselementales de los tejidos y órganos de los seres vi-vos; nunca formarían parte de ellos sin la elaboraciónincesante del sor viviente. Tierra y atmósfera sonlos reservorios de materia mineral que prestan á laplanta los elementos necesarios á su desarrollo, bajola forma de agua-sales, oxígeno, ácido carbónico yamoniaco.

En la parte verde del vegetal, y bajo la influenciade la luz solar, el ácido carbónico es reducido: su oxí-geno pasa á la atmósfera, su carbono entra en nuevascombinaciones con los elementos del agua y amonia-co: y con este trabajo interior, la planta fabrica sustejidos y jugos con materias de naturaleza mineral;produce sustancias orgánicas, como almidón, azúcar,goma, aceite, etc., que se componen de oxígeno, hi-drógeno y carbono; y otras más complejas, que comoel gluten contiene oxígeno, hidrógeno, carbono yázoe.

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Desde el modesto musgo pegado á las rocas; desdeas elegantes plantas de nuestros jardines, hasta losárboles gigantescos de los bosques, toda planta es unlaboratorio de síntesis orgánica, una actividad especialque el sol anima con sus rayos y que en vano el arteintenta imitar.

Es en vano que el botánico y el químico esfuercensu ingenio y obliguen á los mismos elementos á com-binarse de mil modos: nunca saldrá de su fábrica laplanta sin el germen preexistente que posee la verda-dera función y actividad.

Así fabrica con ella las diversas materias albumino-sas: albúmina, fibrina, casenia vegetales, glutina, le-gúmina, amandina, cafeína, theina, etc.; y las infini-tas no azoadas, desde la celulosa, féculas, azúcares ygomas, etc., hasta las grasas y ceras vegetales.

El animal está sometido á condiciones de existenciay desarrollo distintos, y tomando del aire el oxígenoque se mezcla con su sangre, y apropiándose las ma-terias orgánicas acumuladas en los vegetales y otrosalbuminóideos del reino animal, las modifica y digie-re, las absorbe y envia á los vasos, donde en presen-cia del oxígeno, unas se asimilan á los tejidos, otrasse someten á lenta combustión, y finalmente son eli-minadas al mundo exterior, bajo forma de agua, áci-do carbónico, ázoe y materias azoadas de más simplecomposición.

Allí se forman los infinitos principios albuminóideos,grasos y azucarados: los primeros sirven para incor-porarse al organismo y sufrir combustión incompletapara eliminarse por la piel y riñones. Los segundos,más combustionados, se retienen en parte, y la mayorsirve á la calorificación. Los terceros, casi combustio-nados en totalidad, sólo sirven en parte mínima, y des-pués de grandes trasformaciones, para entrar en laconstitución de las células orgánicas.

Así se establece en la vida ese movimiento continuoy el círculo perpetuo de la materia desde los mine-rales al vegetal, desde éste á los animales; y al fin poreliminación ó por muerte, de nuevo al mundo inorgá-nico, atmósfera y tierra.

Ahora bien: ¿qué resulta de todas estas considera-ciones1? Impotencia actual de síntesis orgánica fueradel laboratorio viviente, y diferencia cardinal en lafuerza ó actividad de la célula vegetal ó animal, com-parada con el átomo del más celebrado mineral.

La célula del proto-organismo más simple entra encomercio con el medio que le rodea; cambia sus ma-teriales y esto revela una actividad que es la vida dela célula. En vano se busca, aun en medio de la albú-mina, que se forme espontáneamente un proto-orga-nismo ó una célula activa, y menos todavía en el senode una materia mineral. Pouchet y Pasteur luchan, perocon ventaja y creencia generalizada en el segundo. Elgermen se halla diseminado por el mundo con su ac-tividad especial que le lleva en alas de su fuerza ha-

cia una dirección típica, y es preciso considerar lasactividades propias de los elementos histológicos comoirradiaciones de esa fuerza representativa de la unidaddel ser.

El espíritu humano verá siempre como teniendoexistencia real el resultado de las nociones abstractasque produce; y ante las manifestaciones vitales tanmúltiples como caracterizadas, crea, por facultad su-perior del entendimiento, la noción abstracta del prin-cipio vital: idea general de las fuerzas vivas ó activi-dades vitales diseminadas en los elementos histológi-cos constitutivos del ser.

lias disputas serán tal vez eternas por lo inherente ósobrepuesto de este principio vital á la materia; perocomo nosotros no conocemos, ni podemos conocermás que la materia activa, y en esta cuestión delmundo orgánico é inorgánico la actividad de la unatiene caracteres gráficos que le distinguen de la otra,la disputa entre lo inherente ó sobrepuesto me pare-ce estéril, toda vez que nuestro entendimiento limi-tado no alcanza á resolverla experimentalmente, y sísólo por ingeniosas hipótesis. Admítase la diferenciaentre ambas actividades: y toda vez que la física aspiraá realizar la unidad de las fuerzas físicas, á cuya uni-dad, una vez realizada, la llamará principio ó ley,haya tolerancia para los biologistas que llamen prin-cipio, ley ó fuerza vitad á la unidad que preside almundo organizado.

DR. CALVO Y MARTIN.

LA REFORMA INTELECTUAL Y MORAL.

Lleno de buen deseo y de esperanza por lo im-portante del asunto y por el nombre del autor, heabierto el libro de M. Renán titulado La reformeintellectuelle et mor de de la Frunce, libro que sólona producido en mi ánimo desaliento y tristeza (1).Que Francia necesita una reforma moral es indu-dable. Una nación que en 1871 ha contempladocon inerte indiferencia la desmembración de susuelo y pasado de esto á un vandalismo que tras-formaba la santidad de la fé republicana en orgíade odio y de venganza; una nación que ha tomadopor ideal la idolatría de los sentidos y de la mate-ria , está irrevocablemente perdida , á menos queno se intente supremo esfuerzo para traerla denuevo á la esfera de los pensamientos elevados, ála adoración del ideal, á la religión del deber y delsacrificio.

A. las grandes inteligencias de Francia incumbe

( i) Este es el último estudio que ha escrito Mazzini. Lo terminó el

3 de Marzo de 1872, ocho días antes de su muerte.

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el cuidado de dar este impulso fecundo, de tomaresta generosa iniciativa; la empresa correspondeá los escritores capaces de comprender las causasdel mal y de encontrar los remedios que indicanla tradición nacional y las aspiraciones de la Eirropa moderna. Estos escritores son numerosos enFrancia, y M. Renán se encuentra en primera fila;teníamos, por tanto, derecho á esperar que sulibro sobre la Reforma intelectual y moral conten-dría poderoso análisis de las causas que han détenido el progreso de Francia desde 1815, algunaindicación de los métodos por los cuales se podriadar nueva vida al organismo nacional y un llama-miento á los espíritus que trabajan por la mismacausa, aconsejándoles que formen con él una cru-zada moral. Estas esperanzas se han visto frus-tradas.

No es la primera decepción de igual clase. Lainercia y, en cierto modo, la abdicación de lasgrandes inteligencias ha sido general en Franciadurante las últimas tempestades, y es uno de lossíntomas graves de la decadencia que deploro.

En la esfera de acción admira y duele ver hom-bres como Ledru-Rollin, Luis Blanc, EdgardoQuinet, Schoelcher, Arago y otros permanecertestigos pasivos de la insurrección de París , quehubieran podido dirigir con su intervención á unfin más noble, y vacilar entre una Asamblea quecreian funesta y un movimiento que, abandonadoala dirección de materialistas incapaces, habiade acumular desastres sobre desastres.

En la esfera de las ideas, los talentos más gran-des permanecen mudos y desanimados , comoQuinet; ó persisten, á despecho de todo, en glori-ficar la grandeza y la omnipotencia de Francia,como Hugo; ó buscan remedio á los males presen-tes en la vuelta á lo pasado, como hace M. Renán.No hay uno solo que tenga el valor de denunciará su patria las faltas y los errores que la han re-ducido á tal estado; que se atreva, sin espíritu departido, pero con confianza en el porvenir, á ense-ñarle que encontrará su fuerza y su grandeza enel olvido de un pasado, muchas veces glorioso ymuchas más impuro.

Este fue el valor que tuvo Dante y este el ser-vicio que prestó á Italia.

La costumbre muy generalizada, y particular-mente en Francia, de buscar un individuo ó ungrupo de individuos para hacerles responsablesde las faltas ó de las desgracias de un pueblo en-tero es deplorable, porque conduce á la adulacióny á la inercia. El primer Napoleón, su sobrinodespués, miserable parodia de aquel, el supersti-cioso respeto que á lo pasado profesaban los par-tidarios de los Borbones, el egoísmo mezquino deLuis Felipe, son incidentes, vulgares ó heroicos,

de la historia de la nación: no son causas, sinoconsecuencias. No trato de paliar las faltas de losindividuos ni de aligerar la responsabilidad ter-rible que pesa sobre los que, en provecho suyo,explotan los vicios del pueblo; pero las fuentes delmal están más profundas y el tentador penetra poruna brecha que estaba ya abierta. Cuando unanación cambia de soberano y de gobierno cadaquince ó veinte años, y durante tres cuartos desiglo alterna entre pasajeros impulsos de libertady profundas caidas, sin salir de un círculo fatal,aspirando siempre al progreso é incapaz de avan-zar un solo paso, bien se advierte que el mal hallegado hasta las fuentes de la vida. Necesario esentonces buscarle, definirle, atacarle en sus raices,sin prevención de ninguna clase, y no veo queFrancia intente ningún esfuerzo en este sentido.

Treinta y siete años hace que publiqué por pri-mera vez mi opinión sobre el carácter y los pro-gresos del movimiento democrático en Francia yen Europa. Decia entonces que este movimientose desvia y detiene á causa de dos errores funda-mentales; la opinión arraigada en Europa, y par-ticularmente en mi patria, de que la iniciativa delmovimiento civilizador es misión propia de Fran-cia, y la cereencia, ciegamente aceptada por elpartido de acción francés, de que la revolución del89 ha inaugurado nueva era, y que la obra porrealizar consiste sencillamente en llevar á lapráctica los principios de esta revolución. Confrecuencia he hablado del primero de estos erro-res. El segundo nos explica el estado actual deFrancia, y el libro de M. Renán me induce á es-tudiarlo más de cerca.

La teoría política que domina las obras esen-ciales de esta revolución es la teoría de los dere-chos, y la doctrina moral de donde ha salido esla materialista, para quien la vida es la investi-gación de la felicidad. Esta doctrina inaugura lasoberanía del Yo, y la teoría que de ella nace inau-gura la soberanía de los intereses. Poco importanlos rayos de luz proyectados sobre las vias delporvenir por hombres que han muerto, profetasó mártires de otras ideas y de otras aspiracio-nes: el carácter fundamental de la revolución esel que acabo de indicar. Francia se ha apropiadoeste carácter, sin modificarlo en nada absoluta-mente, cuando el despotismo ha sucedido á laviolencia, á las agitaciones revolucionarias, sinvariarlo tampoco después de sus últimas der-rotas.

Quien conoce la lógica de la historia deduce fá-cilmente las consecuencias. Los derechos de di-ferentes individuos ó de distintas clases sociales,cuando no están santificados por la realización deun sacrificio, ni atemperados por una fe común

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en alguna ley moral, producen, más ó menospronto, un conflicto, y á toda reivindicación quese haga mezclaráse la pasión y el odio. La falta deuna ley moral, superior á los derechos, y á la cualtodos los partidos pudieran apelar, conduce in-sensiblemente á los hombres á aceptar los hechosconsumados: el éxito se convierte en signo y sím-bolo de la legitimidad, y se sustituye el culto delo verdadero absoluto por el culto á lo que exis-te, disposición de ánimo que acaba pronto por laadoración de la fuerza. Poco á poco buscan lafuerza hasta los que invocan los nombres sagra-dos de justicia y de verdad, y la buscan como elmejor medio de alcanzar el triunfo. La defensade la libertad se confia á las armas de la tiranía;la revolución se encarna en Saint-Just y en Ro-bespierre, y el terror, elevado á sistema, se erigeen apostolado.

Cuando á la revolución, ahogada por un solda-do de fortuna ó por el maquiavelismo, sustituyeun nuevo estado de cosas, las naciones educadasen estas doctrinas políticas permanecen ñeles áellas hasta en la nueva organización; la fuerza seconvierte en centralización administrativa, y lavida pública queda entregada al monopolio delEstado; quien entonces trata de salir de la iner-cia es implacablemente reprimido. El egoísmo seinsinúa al mismo tiempo en el corazón de los hom-bres por la falsa definición de la vida que la con-vierte en aspiración á la felicidad: los impulsosgenerosos que, en la fuerza de la juventud ó en elmovimiento espontáneo de una revolución, hacensoñar con la felicidad universal, armonía entrelos intereses individuales y los de la humanidad,quedan ahogados, gracias á la ausencia de fe yde deber, por los frios cálculos de la edad maduraó las realidades de la hora presente.

Los que han logrado, fraternizando un mo-mento con el pueblo, obtener lo que deseaban,olvidadizos de sus promesas y del pacto de soli-daridad que han jurado, conténtanse con gozarde sus propios derechos, y en cambio dejan alpueblo adquirir otros por todos lo medios. Los in-tereses materiales se convierten en única medidade todas las cosas; riqueza y poder son sinónimosde grandeza á los ojos de la nación. La políticanacional es una política de desconfianza, de celos,entre los que gozan y los que sufren, entre losque tienen el uso de la libertad y aquellos paraquienes la libertad es una palabra sin sentido. Lapolítica internacional pierde de vista toda reglade justicia, todo sentimiento de derecho, y seconvierte en política de egoísmo y de engrandeci-miento, á veces de degradación, á veces de gloriaadquirida á costa de otro. El sofisma y el espíri-tu sistemático ennoblecen los crímenes y los er-

rores, ensenan la indiferencia ó la muda contem-plación, el culto de la forma en el arte, la sumi-sión ciega ó la salvaje, rebelión en política, la sus-titución del problema de la producción económicaal problema humano; ó bien, volviendo los ojosal pasado, se renuncia á la acción y se escribe lahistoria.

La expiación sigue al crimen, más ó menos rá-pida, más ó menos rigurosa, pero inevitable, in-placable. Hé aquí, pues, el estado á que ha venidoá parar Francia por adoptar la teoría de los de-rechos y de la felicidad como fin de la vida. Laexpiación, que empezó por la imposibilidad deromper el círculo fatal de lo presente y avanzaren la via de lo porvenir, ha entrado en segundoperíodo, más decisivo. Se agravará todavía si lospensadores de Francia, los hombres capaces deun patriotismo viril, no se ponen de acuerdopara hacer oir resueltamente la verdad á suscompatriotas, pues la verdad, dicha por pensa-dores extranjeros, provoca la resistencia del or-gullo nacional que sobrevive á los desastres.

En vez de reparar los pensadores del pueblo,que es lo que hacen con frecuencia M. Renán,M, Montegut, y otros, todos los franceses quetienen influencia y sincero amor á su patria debenunirse para ejercer continuo apostolado de laverdad.

Y voy á decir la verdad.La teoría de los derechos puede ocasionar la

destrucción de una forma social tiránica ó en de-cadencia, pero es incapaz de fundar sobre baseduradera una nueva sociedad. La doctrina de lasoberanía del yo no puede crear más que el des-potismo, ó la anarquía. La libertad es un medio dellegar al bien, pero no es su objeto. La igualdad,comprendida en su sentido material, es una ne-gación absurda de la naturaleza, y, si pudierarealizarse, conduciría á la inmovilidad. El secretode una organización social armoniosa no saldrádel sufragio, de un hombre, de una oligarquía óde un pueblo entero, á menos que este voto nodescanse en la aceptación previa de algún prin-cipio moral, principio que ponga en armonía latradición religiosa é histórica del país y las in-tuiciones de la conciencia individual, viniendo áser el alma de una época. El pueblo no es unaficción, es el conjunto da personas y de clases,asociadas para formar una nación, animadas deuna fe común, fieles á un pacto común, encami-nadas al mismo fin: este fin es el soberano ver-dadero.

La revolución sólo es sagrada y legítimacuando se ha emprendido á nombre del progresoy es capaz de verificar una reforma moral, inte-lectual y material en el pueblo entero. Las re

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voluciones emprendidas para la supremacía exclu-siva de una fracción del pueblo sobre las demássólo son rebeliones, tan peligrosas como estériles.

La revolución verdadera consiste en sustituirun nuevo problema de educación al precedente.El verdadero gobierno es la inteligencia, es el sen-timiento del pueblo, consagrado á convertir enhechos el nuevo principio de educación. Debe,pues, organizarse el gobierno de tal manera quesea capaz y esté obligado á ser fiel intérprete deeste principio, y que no tenga ni la tentación ni elpoder de alterarlo. Todas las teorías de gobiernofundadas en la desconfianza, la sospecha, la re-sistencia, la libertad por sí misma, el antago-nismo entre el gobierno y el gobernado, cual sifueran una idea orgánica, caracterizan períodos detransición, siendo protesta generosa y temporalcontra un orden de cosas anormal y sistemático,pero estériles é incapaces de imprimir á la na-ción un impulso serio y eficaz.

La autoridad es sagrada; no cuando es el cadá-ver de una autoridad muerta ó una mentira, sinocuando está dotada de la fuerza y de la capaci-dad necesarias para desempeñar su misión, queconsiste en representar y desarrollar el principiomoral de la época. El eterno problema de la hu-manidad consiste, no en destruir la autoridad,sino en sustituir, á las autoridades facticias, unaautoridad legítima. No se destruye nada ni se creanada, pero todo se trasforma conforme al gradode educación á que hemos llegado ó somos capa-ces de llegar.

La educación, la familia, la libertad, la asocia-ción, la propiedad, la religión son los eternos ele-mentos de la naturaleza humana. No se les puedeseparar, pero cada época tiene el derecho y eldeber de modificar su desarrollo, conforme á lainteligencia del tiempo, á los progresos de laciencia y á las condiciones sucesivas de las re-laciones humana-. Ilustrada por estas ideas, lademocracia debe abandonar la via de las nego-ciaciones. Útiles y oportunas cuando se tratabade romper los anillos que encadenaban la huma-nidad á lo pasado, son peligrosas hoy que nuestraempresa consiste en la conquista de lo porvenir.Si la democracia no abandona esta via se con-dena á perecer, como toda reacción, por la anar-quía y la impotencia.

La vida no consiste en la investigación de lafelicidad, de una felicidad que es imposible eneste mundo. O la vida es una misión, ó no tienevalor ni sentido. La vida no nos pertenece, es deDios, y por ello tiene un fin y una ley. Nuestraempresa consiste en descubrir esta ley, encon-trar este fin y conformar á él nuestro pensa-miento y nuestras acciones. Es indispensable que

áesta empresa presida la fórmula sagrada deldeber. El hombre no tiene derechos naturales,salvo el de librarse por sí mismo de los obstáculosque le impidan cumplir libremente sus deberes'

Los demás derechos son únicamente consecuen-cia de nuestras acciones, realización de nuestrosdeberes. La propiedad material y la intelectualson únicamente medios de realizarlos, instru-mentos que nos permiten desempeñar nuestramisión, nuestro fin, y no son sagrados sino conrelación á este fin. Considerándolas objeto de lavida lograremos acaso trasportar el egoísmo deuna clase á otra, pero no que el egoísmo se sa-crifique al bien general. Cualquiera que sea laley, cualquiera que sea el fin que nos esté asig-nado, y á cada edad que pase, con mayor claridadse nos revela; no podemos avanzar en el descu-brimiento de la primera, ni en la realización delsegundo, sin poner en ejercicio todas las fuerzasde la humanidad. Nuestra unión íntima connuestros semejantes, es por tanto un deber. Cadacual d3 nosotros vive, no para sí mismo, sinopara la humanidad entera, y, fuera del generalprogreso, no podemos realizar ninguno indivi-dual. La virtud suprema es el sacrificio y con-siste en pensar, obrar, y, si necesario fuese, su-frir, no por nosotros mismos, sino por los demás,por el triunfo del bien sobre el mal. Las condi-ciones del problema no han variado; nuestramisión, hoy como antes, consiste en realizar lafelicidad de todos; pero el espíritu no es igual,se ha modificado la intención con que la empresase acomete, el camino que se emprende es nuevo,y esta diferencia producirá resultados diversos:educaremos la humanidad para el amor y la vir-tud, no para ese egoísmo odioso que es hoy laplaga del mundo.

Francia ha olvidado estas reglas, entregandoal materialismo sus nobles instintos; su amor ála humanidad se ha trasformado en idolatría na-cional; en vez del ideal á que rendia culto, lo quebusca es el placer; sus aspiraciones á lo porvenirlas ha sustituido con adoración ciega y vana áuna revolución, cuyo único objeto fue poner tér-mino á una época pasada. Su adhesión á las na-ciones hermanas y su creencia en la igualdad, lasha reemplazado con no sé qué ensueño de domi-nación, moral. Merecidas son las pruebas por queha tenido que pasar recientemente, expiación desu falta de fidelidad á las promesas con que habíaengañado á los pueblos, de su conducta respectoá Polonia, de su invasión en España en 1823, deeste odio de clases que ha sustituido á la frater-nidad republicana, de la cobardía que ha come-tido, aceptan/lo el segundo imperio, Roma, Mé-jico, Niza y la última guerra.

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Para renovarse y recuperar su grandeza es pre-ciso que Francia repudie los últimos setenta ycinco años, y que entre por distinto camino.

II.

El franco y viril lenguaje que yo esperaba diri-giesen los pensadores franceses á sus compatrio-tas, no lo he encontrado en el libro de M. Renán.Para el renacimiento de Francia" evoca su pasado,el pasado al cual puso fin el 89. M. Renán es mo-nárquico. Estudiando la historia de Francia, en-cuentra que la monarquía ha fundado la unidadterritorial; y de este hecho, que por cierto exa-gera, deduce que su patria debe continuar siendolo que era, monárquica; habiendo consistido elerror de la revolución en decapitar la monarquía.Es muy cierto que las instituciones duraderas nose pueden crear a priori, ni por la imitación deun tipo ideal que presente un pueblo extranjero,ni por la intuición solitaria de un individuo. Eneste error, que M. Renán combate, han incurridocasi todos los socialistas modernos, y yo tam-bién. Las instituciones no se crean; son conse-cuencias, resultado de las tendencias de las fa-cultades especiales de un pueblo, de la organiza-ción social y de las costumbres que por largotiempo se han formado en él, de la tradición his-tórica que nos revela la ley de su existencia. Perosi el estudio de esas tendencias, de esas faculta-des, de esas tradiciones, puede y debe guiarnos enel descubrimiento del principio que debería presi-dir á las leyes de ese pueblo y á sus instituciones,no bastaría para indicarnos el mejor método depracticar el principio. El error de M. Kenan, errorcasi increíble en un pensador, consiste precisa-mente en confundir el principio y el método quedebe aplicársele. La monarquía no es un principio,es un método de gobierno, un instrumento queha realizado ya su misión.

Lo que nos revela la tradición histórica de unpueblo es su misión en el mundo, y á ella apro-piamos la educación y las leyes; pero ¿de qué for-ma y manera se realizará esta misión entre lasnaciones? Este es el problema que varía en cadaedad.

Roma tuvo, más que ningún otro pueblo, lamisión de civilizar á Europa y de formar el mun-do latino-germánico. Esta misión la realizó pormedio de diferentes métodos, por la espada dela república y del imperio, durante el gran pe-ríodo romano, por la palabra pontificia en se-guida, y en fin, durante el segundo gran período,por el ejemplo de nuestras municipalidades.

Un principio atraviesa largos siglos hasta que,como antes he dicho, cuanto en él hay de fuerzay de vida se identifica con la humanidad y se

encarna en ella; pero los instrumentos que estánal servicio de este principio cambian con frecuen-cia, según la educación progresiva de las na-ciones.

Es cierto, aunque no tan en absoluto comoM. Renán cree (1), que la monarquía, por sus lu-chas contra el feudalismo, contribuyó á formarla unidad nacional de Francia, del mismo modoque la aristocracia inglesa, oponiéndose á lastendencias despóticas de la monarquía, contribu-yó á desarrollar el rasgo característico del genionacional. También es cierto que Francia debe áesa unidad interesada que le dio la monarquía sutendencia á la centralización política y adminis-trativa, y de aquí su inclinación á someterse átodo individuo coronado del prestigio que pro-duce la victoria ó la tradición dinástica, y á im-plantar la libertad por la violencia, á sustituir lagloria militar á la obra de fraternidad y deafecto: de aquí también su ardiente deseo deigualdad, con tanta frecuencia mal entendida.

En Inglaterra, al contrario, la larga lucha delpatriciado contra el poder absoluto del rey en-gendró la tendencia á la descentralización , elgusto á la libertad individual, que predomina so-bre todos los demás, y el respeto á la aristocracia,uno de los elementos históricos de la nación (2).

Pero porque la educación del pueblo la hayadirigido en un principio una institución domi-nante ¿debe deducirse que continuará dominandoal través de todas las fases? El elemento históricoes importante en la vida de un pueblo; pero ¿pue-de negarse que la intuición, la espontaneidad, elpresentimiento de un nuevo porvenir existen tam-bién en̂ %l pueblo? Nuestros municipios han te-nido incontestable grandeza, pero ¿es razón bas-tante para volver á lo pasado y permanecer in-móviles entre las tumbas de nuestros anteceso-res? ¿Deben confundirse con la misma vida ciertas

(1) Las municipalidades francesas, aunque inferiores por su origen,

carácter y forma * las de Italia, son, sin embargo, un elemento importan-

te en la historia de Frauda, y por la regularidad de su desarrollo en los

siglos xt y XII prepararon las vías de la unidad nacional. M. Renán no

hace alusión alguna á esta influencia, ni á los nobles esfuerzos de Este-

ban Marcel y de Roberto Lecoq en el siglo xiv, ni 4 Juana de Arco, ni á

las audaces peticiones de los Estados Generales en 1601, nt a ninguna

otra manifestación popular ó de la burguesía. Felipe Augusto, San Luis,

Felipe el Bello y los siguientes reyes, conocieron bien la importancia de

este movimiento, pero, sirviéndose de él contra la feudalidad, hicieron

cuanto les fue posible por desviarte. La monarquía ha hecho la unidad

territorial de Francia; la unidad moral, el alma de la nación, ha salido

allí, como en todas partes, de los instintos populares.

(2) Nosotros, los italianos, no debemos nuestras tendencias nacio-

nales á ningún principio monárquico ni aristocrático cuya historia esté

íntimamente unida á la nuestra. La vitalidad entre nosotros ha tenido

el principio aristocrático; descansa en algunas grandes familias, no en la

fuerza de un partido. No es i la monarquía, sino únicamente al pueblo

á quien pertenece la iniciativa de toda empresa en favor de ta unidad ó la.

libertad nacionales.

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manifestaciones de la vida que estamos presen-ciando, y convertir el porvenir en un mosaico desustancias desenterradas de las ruinas?

La vida es inmortal; sucesivamente revistenuevas formas, según los objetos inmediatos ó se-cundarios á que aspira en su camino hacia el Unsupremo. La teoría de M. Renán es- contraria ála sana concepción de la historia, contradice laley del progreso que se impone al hombre cuandoestudia los sucesos de la historia.

El error de la revolución francesa no ha sido laabolición de la monarquía, sino la tentativa quehizo de edificar una república basada en la teo-ría de los derechos que, aislada, conduce fatal-mente á reconocer el hecho consumado, fundadoen la soberanía del yo, y ésta, más ó menos pron-to, lleva á la soberanía del yo más fuerte; basadatambién en el método, esencialmente monárqui-co, de la centralización, de la intolerancia y de lafuerza; basada, por último, en esa falsa definiciónde la vida de que antes he hablado, definicióndada por los hombres de la monarquía, por losmaterialistas que, habiendo suprimido á Dios,debian caer en el culto de la fuerza. Cuando elyo más poderoso de este período, Napoleón, se le-vantó, apoyándose en la fuerza, y dijo: i prostér-nate», la Revolución se prosternó delante de él, y(con rarísimas excepciones) cuantos habían ju-rado vivir ó morir como hombres libres se incli-naron y tomaron asiento en el Instituto ó en elSenado conservador. La verdadera causa de la im-potencia que hace languidecer á Francia consisteen esa contradicción entre el método y el fin, enesa educación inmoral con la cual la monarquíaha pervertido los buenos instintos de Francia, ycontra la que no han luchado bastante las inteli-gencias más preclaras.

La monarquía, que ha largo tiempo cumplió lamisión asignada por las circunstancias; la mo-narquía, derribada por una revolución que reasu-me todos los movimientos populares precedentes;la monarquía, reanimada un momento, como cuer-po galvanizado, por las bayonetas extranjerasdespués de la dictadura de Napoleón, puesta entiela de juicio cada veinte años por nuevas revo-luciones, culpable de haber ocasionado dos vecesla invasión extranjera, desprovista de la confianzade sus mismos partidarios; la monarquía, que sesostiene por viles complacencias, que carece defuerza vital, que sólo tiene apariencia de vida,gracias á compromisos denigrantes, á forzadasconcesiones, á hipocresías demasiado deshonro-sas para ser de buenefecto; la monarquía, repito,llámese Chambord, Orleans ó Bonaparte, podráañadir á las demás nueva capa de corrupción,pero no devolverá la vida á la Francia,

Es aflictivo que un hombre del mérito de M. Re-nán la proponga como remedio, y admira verle,arrastrado por las consecuencias de su primer er-ror, caminar de ruinas en ruinas en busca de ele-mentos de una vida nueva, de un recalentamientode instituciones esencialmente malas, y, por aho-ra, imposibles.

Las instituciones religiosas y políticas que laobra del tiempo destruye no pueden ser restaura-das, y la grande inteligencia de Machiavelo in-currió en un error al asegurar que de vez encuando era preciso remontar la corriente de losacontecimientos. Las tentativas hechas para queel cristianismo tenga sus primitivas virtudes,para reconciliar el Pontificado con la vida eman-cipada de los pueblos modernos, para renovar lamonarquía en Europa, son ensueños de espíritusenfermos de ceguera intelectual é incapaces decomprender los destinos reservados á Europa.

El arte mismo no puede rejuvenecerse en lasfuentes de lo pasado. Las tentativas de Owerbecky de su escuela en Alemania, las imitaciones de laescuela umbriana, los esfuerzos religiosos de al-gunos pintores ingleses han fracasado y fracasa-rán siempre. Estos artistas reproducirán las for-mas antiguas, pero no harán revivir el alma delos pintores que han tomado por modelo. FraAngélico se arrodillaba, rogando en éxtasis antesde ponerse á pintar, y los artistas á que antesaludo no rezan. La fe en los dogmas cristianos seapaga en el corazón de los hombres.

M. Renán propone crear una nueva aristocra-cia. «No hay monarquía sin nobleza, dice. En elfondo ambas instituciones descansan en el mismoprincipio (pág. 77).» Esto es verdad, pero es unargumento más en apoyo de nuestra fe republi-cana. ¿Puede crearse una aristocracia? Napoleónlo intentó, y su tentativa produjo miserable pa-rodia.

«La base de la vida provincial debia ser unhonrado y leal caballero de pueblo y un buenpárroco de aldea, completamente dedicado á laeducación moral del pueblo (pág. 78).»

¿Dónde encontrareis ese honrado caballero dealdea y ese párroco exclusivamente dedicado á laeducación moral del pueblo? ¿Dónde está esa aris-tocracia ilustrada de que habláis en otros párra-fos, que se eleva sobre el nivel de las demás cla-ses, y que es depositaría de la conciencia nacional?No se puede crear una aristocracia. O nace de laconquista, implantándose por medio de la espadaen las naciones que el despotismo ha corrrompido>ó de una superioridad individual incontestable, óde largos servicios que á la patria han prestadoalgunas familias privilegiadas. Las antiguas fa-milias nobles se han extinguido ó han degene-

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rado. Las deudas contraidas por indignos descen-dientes, las hipotecas, han hecho desaparecer lamás sólida parte de su fortuna: sus bienes in-muebles están en manos de plebeyos prestamis-tas, y la navegación, los progresos de la indus-tria y del comercio y su infatigable perseverancia,han hecho de la clase media una nueva fuerzasocial. La instrucción más generalizada, la prensa,el espíritu público han abolido las castas intelec-tuales, y la ciencia y la inspiración encuéntransehoy en todas las clases sociales. Es raro en estostiempos ver unido un nombre aristocrático á al-guna obra importante de la ciencia, de la filosofía,de la literatura, de la política, en una palabra,del progreso. La aristocracia hereditaria, la no-bleza de sangre, no existe en Francia más que denombre. El fabricante ha reemplazado al caba-llero. La única aristocracia hoy dia es la de lafortuna, y la única en lo porvenir será la del ge-nio; pero ésta, como cuanto de Dios proviene, sal-drá del pueblo y trabajará para él.

Los Estados no pueden descansar sino en ele-mentos vivos que comuniquen la vida, y la vidaes el progreso, es la iniciativa. La monarquía yla aristocracia no viven, y por lo tanto no puedencomunicar la vida. La monarquía resiste, vejetapor medio de concesiones. La aristocracia mueredel lento siicidio de la holganza. ¿Basta abrir unatumba para reanimar lo que en ella duerme?

«La victoria de Prusia ha sido la victoria de lamonarquía del derecho casi divino, del derechohistórico.»

No, la monarquía prusiana es la más joven deEuropa; el verdadero vencedor es la nacionalidadalemana. Amenazar el Rhin era preparar Sedan.Esta amenaza es la que ha vuelto contra Napo-león III á la Alemania del Sur, k la Alemaniacatólica, con las cuales contaba. El rey de dere-cho casi divino no ha triunfado sino porque enar-bolaba la bandera de la unidad.

La monarquía, la aristocracia, las dos cámarascon sesiones secretas, Paris privado del derechode elegir alcalde y ayuntamiento, la China colo-nizada por la conquista, todos estos remediosque M. Renán propone para los males presentesson ineficaces. El verdadero remedio está en otraparte, y M. Renán se ha engañado grandementeen el problema que quiere resolver. La siguientefrase prueba que no ha comprendido toda la gran-deza del asunto.

«Si es cierto, como parece, que la monarquía yla organización nobiliaria del ejército están per-didas en los pueblos latinos, preciso es decir quelos pueblos latinos llaman una nueva invasióngermánica, y la sufrirán.»

La invasión germánica que subyugó á las razas

latinas en el siglo V, no triunfó porque á estasrazas faltasen monarcas y patricios, sino porquela monarquía, convertida en despotismo, no rea-lizaba ninguna misión, y el patriciado, sombrade sí mismo, no tuvo la energía de identificar sudestino con el de la patria; porque la riqueza ha-bia sustituido el materialismo á la antigua fe enel porvenir de Roma; porque el porvenir pertene-cía al cristianismo, y esto no lo comprendieronlos señores de las razas latinas; porque los escri-tores eran escépticos; las clases ricas, focos decorrupción; el pueblo (exceptuando los cristianos)un monstruo de brutalidad, de superstición, deservidumbre.

El problema que se propone á Francia es t r i -ple, político, social y religioso. Trátase de asegu-rar la mejor organización para colocarla nueva-mente en vias del progreso, resolver la cuestióndel trabajo, formar la educación moral, intelec-tual, económica de esta numerosa clase que eltiempo ha hecho entrar en la razón social. Trá-tase de establecer por medio del sentimiento reli-gioso la noción de un deber común y el deseo decumplirlo.

En cuanto al problema político, ya he dichoque M. Renán busca la solución en la vuelta álo pasado. Del problema social nada dics. Encuanto al religioso cree resolverlo por medio delcompromiso más extraño, y añadiré, más inmoralque pensador alguno ha imaginado. Dirigiéndoseá la iglesia, la dice:

«En cierto grado de cultura intelectual, es paramuchos imposible la creencia en lo sobrenatural.No les obliguéis á que carguen con una losa deplomo. No os mezcléis en lo que nosotros enseña-mos ó escribimos, y no os disputaremos el pueblo;no nos disputeis nuestro puesto en la Universi-dad, en la Academia, y os abandonaremos por com-pleto la enseñanza de los campesinos.

Libro que contiene tal frase ¿cómo puede titu-larse Reforma intelectual y morali Libro que pro-clama de tal suerte una moral doble que dice:«concedednos á nosotros los sabios la verdad,dejad al pueblo en el error»; libro que admite fra-ternidad activa entre hombres creyentes en ladoctrina de Jesucristo y hombres adictos á ladoctrina del progreso; entre los que esperan en lagracia y los que creen en la justa retribución delas acciones humanas; entre los que consideranla tierra teatro fatal del pecado y los que ven enella una etapa en el camino del eterno ideal; queeste libro lleve semejante título es para mí in-comprensible. Podrá ser esta la doctrina monár-quica, pero nunca será la nuestra.

Continuemos siendo republicanos y apóstolesde nuestra fe para el pueblo y con el pueblo. Res.-

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petemos el genio, pero á condición de que, como elsol, esparza su luz, su calor y su vida sobre lasmasas. La verdad es la sombra de Dios en estemundo, y quien procura monopolizarla es tanmatador del alma como quien, oyendo los gritosde un moribundo á quien podría socorrer pasaadelante, es matador del cuerpo. La inteligencia,como todos los dones de Dios, ha sido dada alhombre para el bien general; quien ha recibidodoble parte, ha recibido también doble obligaciónde contribuir á él. Nuestra vida debería ser unapostolado incesante de palabras, obras y ejem-plos en pro de lo que creemos ser la verdad. Quienno ejerce este apostolado, niega la unidad deDios y de la humanidad. Quien desespera de la in-teligencia del pueblo, falta a la historia, en la cualvemos que siempre el ignorante acoge con la lógi-ca del corazón las nuevas verdades de la religión.

Verdad es que el pueblo en Francia y en otrospuntos está hoy extraviado y pervertido por losdemagogos que especulan con la credulidad deunos y la ignorancia de otros, por los apetitosmaterialistas, por la exageración de principiosverdaderos en sí mismos, y por las ideas domi-nantes de la antigua revolución, legítima en sutiempo respecto á las injusticias que combatía yque para Francia continúa siendo promesa denueva era.

Pero ¿no estamos acaso en un período de tran-sición? ¿No se encuentran los mismos errores enotros períodos análogos? ¿No se disiparán prontoestos errores, permitiendo á la idea á cuyo alre-dedor se habían amontonado, brillar con el puroresplandor de una luz bienhechora? La hora queprecede al alba, ¿no es acaso siempre la más os-cura, lo mismo en el cielo de los espíritus que enel cielo físico? ¿Es conveniente, por despechocontra los vapores que lo envuelven, maldecir delastro del dia? Permanezcamos fieles á nuestra ferepublicana; luchemos por ella, con la concienciaserena aunque entristecida, rechazando á la vezla calumnia y el menosprecio, la exageración y laingratitud, el er:.*or j el mal. No abandonemos laverdadera fe bajo pretexto de herejía. Respete-mos las ruinas de cuanto ha sido grande en lopasado; pero sin que este respeto nos detenga ennuestro camino. Símbolo son de la vida de la hu-manidad nuestra madre, pero el porvenir estámás allá. Las pirámides son imponentes, pero in-móviles; son tumbas. Para nosotros, viajeros «enel vasto océano del ser», la consigna es el deber,la condición de la existencia el movimiento.

III.

Y basta ya en respecto á los errores que contie-ne el libro de M. Renán. Siendo á veces tan'pene-

trante y audaz en sus miras ¿cómo ha podido co-meterlos? Familiarizado con la historia, debiahaber aprendido en ella la ley del progreso y cómose realiza. ¿En qué consiste que el hombre quedeclara extinguida la fe en lo sobrenatural creeen el principio monárquico, muerto desde liacetanto tiempo? ¿Por qué esta desanimación? ¿Porqué aconsejará Francia el culto de lo pasado,cuando en todo lo demás las miras de M. Renánse dirigen á lo porvenir? El movimiento ascen-dente de la democracia es tan cierto para los quelo temen como para los que lo aplauden; es unhecho europeo que preside las manifestaciones dela vida moderna; la represión es impotente por-que, reprimido en un punto , estalla en otro conmás fuerza. Cien años de continuo desarrollo re-velan una vitalidad imperecedera. ¿Cómo quiereM. Eenan que Francia vuelva á los reyes de laEdad Media, al noble de pueblo y al cura de aldea?

El campo de la democracia está surcado de erro-res. Le desfiguran y alteran algunas ideas queconducen á inmorales consecuencias y algunasexageraciones tan salvajes como peligrosas, ¿Porqué no atacarlas? Todos los errores de la demo-cracia contemporánea nacen de la misma fuente,de una falsa dirección impresa á la idea democrá-tica, de una concepción imperfecta de la vida ydel mundo. Importa, pues, indicar esta fuente,examinar esta concepción. Otros escritores políti-cos siguen la misma tendencia de M. Eenan;pero las anteriores obras de éste le dan una im-portancia considerable y mis observaciones seaplican con más utilidad á él que á cualquierotro.

j La forma, el lenguaje y algunas ideas secun-darias tomadas de nuestra escuela, inducen á al-gunos lectores superficiales á atribuirle tenden-cias espiritualistas, y, sin embargo, su doctrinaes una emanación, una variante de ese materia-lismo que impide reconocer la idea del progreso;idea destinada á ser síntesis y ley religiosa en losnuevos tiempos. El materialismo de M. Renán noes ciertamente el materialismo grosero del si-glo XVIII, ni el de los alemanes degensrados dehoy dia; es el materialismo dulce, velado y unpoco jesuítico de la escuela hegeliana. Para lossectarios de esta escuela, la verdad existe, peroes relativa, refleja, resulta de la duración y ex-tensión, cualquiera que sea la forma que revista;es legítima en cuanto es la manifestación del yo.

i El mundo existe, pero sólo como una sucesión defenómenos, siendo nuestra misión estudiarlos ycomprenderlos. El ideal existe, pero en nosotros yno fuera de nosotros, y es la forma más elevadade nuestras'nociones de lo bello, de lo justo, de loútil; es una concepción, no un fin.

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Todas las cosas existen porque deben existir; elhecho sólo de su existencia es su razón de ser.Toda evolución, todo fenómeno, es á la vez causay efecto. El bien no existe en si, ó al menos esinútil é imposible descubrir si existe ó no; peroel hombre lo crea, y habiendo hecho de él la tra-dicion un elemento histórico considerable, es útilpreservar el símbolo y el nombre. Estas son lasconsecuencias de la concepción materialista, quesólo ve en el mundo una serie de fenómenos pro-ducidos por la fuerza de la materia, encadena-dos por un lazo fatal, y constituyendo un movi-miento circular, no progresivo.

El efecto de estas ideas en el método históricosalta á la vista, y explica las miras de M. Renánsobre Francia. Habiendo eliminado todo ideal ab-soluto y supremo, toda ley providencial, sólo lequeda el hecho, el fenómeno, para juzgar á losnombres y las cosas. La realidad móvil, contin-gente, relativa, toma el lugar de la verdad eterna.Toda concepción de vida colectiva es imposible.Es el triunfo del análisis, pero del análisis inca-paz de ascender al origen de los fenómenos, deagruparlos en clases, de estimar su verdadero va-lor. La tradición es el único criterio, el únicomedio de formar idea del pasado de los pueblos,y este criterio se detiene necesariamente ante losmisterios de lo porvenir. La tendencia innata delespíritu humano á ascender de fenómeno en fe-nómeno, le conduce á reunir las tradiciones y áaleccionarse en lo pasado. Una nación es, para laescuela materialista, la expansión necesaria deun germen primario (ó hecho) que engendra largaserie de consecuencias fatales, y de la mismasuerte que la semilla contiene la serie de mani-festaciones que constituyen el árbol, serie queforma un círculo, de la misma manera la nación,cuando las consecuencias del primer impulso devida que la ha formado están agotadas, no puederenovar su existencia sino volviendo á la fuentede donde ha sacado su primera vitalidad. Si, pues,la tradición revela que tal ó cual nación, en suprimera vida, ha tenido la forma monárquica, lamonarquía llega á ser una necesidad para losdiscípulos de esta escuela. Si se puede probar quela libertad ha llegado á cierto grado de desarrollobajo el régimen monárquico, resulta para ellosprobado que la monarquía es la salvaguardia dela libertad; y si queda establecido que la noblezase ha opuesto en los tiempos pasados á las usur-paciones de los reyes, señal es de la necesidad dela nobleza para el mantenimiento del equilibrio na-cional. El ideal del gobierno de un pueblo consisteen preservar todos los elementos que han contri-buido á su existencia en lo pasado y en hacer quevivan uno junto á otro en la mejor armonía.

Fundándose en esta doctrina, M. Guizot ha pro-clamado la eternidad, la eterna legitimidad de loacuatro elementos, la teocracia, la monarquía, laaristocracia, la democracia, cuyo sucesivo des-arrollo al través de la vida política de los pueblosha descrito. Por ello también Oousin proclamaba

que el secreto de la Filosofía consiste en la unión,la fusión de los cuatro elementos, el idealismo, elmaterialismo, el escepticismo y el misticismo,porque sucesivamente los encontró en lo pasado.

Hegel decia que las instituciones de Prusia ha-bían llegado á los últimos límites del progreso, yde igual suerte Cousin y Guizot proclamaban lainviolabilidad de la Constitución concedida á Fran-cia por Luis XVIII, donde se encuentran en efectorepresentados, más ó menos imperfectamente, loscuatro elementos del pasado.

El fatalismo—optimista ó pesimista, poco im-porta—es resultado inevitable de las enseñanzasde esta escuela, y las consecuencias del fatalismoson la justificación del mal, la contemplación sus-tituida á la acción. ¿Quién condenará el mal, enefecto, si todos los hechos están inevitablementeencadenados por una serie de fenómenos, á la vezefectos y causas, en virtud de ciertas fuerzas dela materia, inmutables porque son ininteligentes?¿A. qué luchar contra acontecimientos que lesbasta serlo, para ser legítimost

¡Cuántos escritores franceses, ingleses, alema-nes hemos visto en estos últimos años hacersabiamente la apología del mal y profanar laaustera moral de la historia con la rehabilitaciónde César, de Sila, de Nerón, de Caligula!

Un espíritu de contemplación muda é inerte,que se."»contenta con comprender y admirar, hareemplazado en la mayoría de los pensadores alespíritu de acción que deduce, prevé, tranfor-ma. El estudio del pasado absorbe casi todas lasinteligencias del siglo. El carácter de casi todaslas obras que la imprenta ha producido en nuestraedad es la crítica, y parece que la conciencia de loporvenir se ha extinguido entre nosotros. El artese lamenta, maldice ó imita. No conozco ningunapoesía, excepto la de Polonia, que demuestre elsentido de su verdadera misión, el cual consisteen excitar al hombre á la acción.

«El sabio se propone un objeto especulativo,sin aplicación directa al orden de los hechos con-temporáneos... El pensador se cree con escasoderecho á la dirección de los asuntos de su pla-neta, y, satisfecho de esta participación que lecabe en suerte, acepta la impotencia sin pesar.Espectador en el universo, sabe que el mundo nole pertenece sino como objeto de estudio.»

Estas líneas, escritas por M. Renán en el pró-logo de sus Estudios de historia religiosa, reasu-

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men perfectamente la situación del espíritu detodos los pensadores contemporáneos. En estaescuela ha adquirido M. Renán, no sólo sus gus-tos á la contemplación estéril, sino también suinclinación hacia el extraño remedio que proponeá la Francia enferma, el escepticismo que respi-ran las mejores páginas de su obra, la tendenciaá aislar aljhombre que piensa, del hombre del pue-blo, del vulgo, y ese espíritu de indiferencia re i-giosa que tan poco se parece á la tolerancia. Lascuestiones que se ha dedicado á tratar con una se-renidad impasible, son cuestiones que han costadoy costarán todavía á la humanidad lágrimas desangre. El pensador no tiene derecho á conver-tirlas en objeto de análisis, de gimnasia intelec-tual, á permanecer indiferente á su soluciónpráctica, ó faltar, por gustos de estética, al debermás sagrado que al hombre incumbe, al deberde propaganda, al apostolado de lo que consideraverdad.

La inteligencia es el tesoro, el depósito sagradoque Dios confia al pensador, á fin de que lo dis-tribuya entre sus semejantes. Aristófanes y Só-crates, el acusador y la víctima, tienen respecti-vamente su razón de ser (esta frase es de M. Re-nán), pero á condición de que condenemos lamemoria del primero, y elevemos un altar ennuestros corazones en honor de Sócrates mártir.La tiranía tiene también á vecer su razón, de seren la concepción de un pueblo, en la sustitucióndel egoísmo á la religión del deber; pero lasalmas honradas están obligadas á encender lallama de la virtud, á excitar á la resistencia, áesgrimir la pluma y la espada contra la tiranía ylos tiranos; el mal es el instrumento ciego, in-consciente del progreso en el mundo, pero sólo ácondición de ser combatido, acosado, eliminadopoco á poco. Estamos en esta tierra, no paracontemplar, sino para trasformar la criatura,para fundar, en cuanto de nosotros dependa, «elreino de Dios en este mundo,» no para admirarlos contrastes del universo. Bajo la contempla-ción, lo que frecuentemente se oculta es elegoismo. Nuestro mundo no es un espectáculo, esun campo de batalla donde todos aquellos queaman lo justo, lo bello, están obligados á ocuparsu puesto, como capitanes ó como soldados,como conquistadores ó como mártires.

Tengo gran necesidad de consignar estos prin-cipios en mi patria, donde los espíritus recien sa-lidos de las tinieblas, del silencio y de la inmovili-dad, tienen, más que en ninguna otra parte, sed denuevas doctrinas, son poco capaces de compren-der los peligros, forman juicios precipitados yestán muy dispuestos á prendarse de cuanto tieneun exterior bello ó apariencias de audacia.

La escuela á que pertenece M. Renán ha des-viado desde M. Guizot los estudios históricos ypervertido la inteligencia de lo pasado, contri-buyendo poderosamente á entorpecer el sentidomoral y á debilitar el espíritu de acción, que esel único lazo entre el pensador y el hombre delpueblo. Esta escuela confunde la historia de laciencia política y de la filosofía con la ciencia y lafilosofía en sí misma, la vida con alguna de suspasajeras manifestaciones; las ideas con los ins-trumentos destinados á hacerlas prevalecer en larealidad. Es la negación del progreso, porque e!progreso es una revelación continua de la libertadhumana, que es la elección responsable entre elbien y mal; de la moral que absuelve ó condena;de la historia que trascribe y conserva los jui-cios de la moral.

A esta escuela, nuestra escuela italiana, si te-nemos alguna, opondrá las sencillas pero fecun-das afirmaciones siguientes: Toda existencia tieneun fin. La vida humana, con la conciencia delsuyo, tiene la misión de cumplirlo y marchar sincesar hacia adelante, librando eterno combate álos obstáculos que obstruyen su camino. El idealno está en nosotros, sino fuera de nosotros, nosiendo creación del hombre y descubriéndolopoco á poco la inteligencia. La ley que presideeste descubrimiento se llama progreso. El mé-todo, por el cual se realiza este progreso, es laasociación, asociación de todas las fuerzas y detodas las facultades humanas. La Providencia nosha dado tiempo y espacio para realizar este ideal,y en él está el campo de la libertad y de la res-ponsabilidad para cada uno de nosotros. Tenemosque elegir entre el mal, que es el egoismo, y elbien, que es el amor, el sacrificio. Habiéndonosconcedido Dios la facultad de escoger, de descu-brir el camino del progreso, las instituciones so-ciales tan sólo son medios por los cuales traafor-mamos nuestro pensamiento en acción, para reali-zar los designios de la Providencia.

Las obras colectivas exigen la división del tra-bajo. La diversidad de naciones es una conse-cuencia de esta necesidad. Cada nación tienemisión especial y actitud particular que la induceá realizarla. Este es el signo. Cada nación es unode los obreros de la humanidad que para el biengeneral trabaja. Las naciones que descuidan elcumplimiento de su misión propia, que se aban-donan al egoismo, caen y entran en un período deexpiación proporcionada á su error, á sus equivo-caciones. Lo mismo para las naciones que parala humanidad, las fases de la educación sucesivase llaman épocas. Cada época revela una partedel ideal, un rasgo de la divina idea. La filosofíaprepara las vias de este descubrimiento; la reli-

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gion santifica después é impone como deber lanueva idea, la política la traduce en hechos en lavida práctica y el arte la simboliza.

La iniciación de una nueva época ó proclama-ción de un nuevo principio se verifica por mediode una revolución. El desarrollo pacífico de esteprincipio constituye la época que comienza.

Durante la evolución adoptan y emplean las na-ciones diversos instrumentos, distintas herra-mientas. La monarquía, la nobleza, la teocracia,son otros tantos instrumentos que se cambian se-gún los tiempos, según los mayores ó menoresservicios que pueden prestar, hasta que el puebloentero, llegando á comprender completamente elprincipio y asimilándose á él, se convierte en suintérprete ilustrado y progresivo.

Las revoluciones son á los pueblos y á la hu-manidad lo que la instrucción es al individuo.

De esta suerte se divide la tradición de un pue-blo en períodos, señalado cada uno de ellos poruna revolución que crea un instrumento, en lu-gar del antiguo usado ya. Esta tradición no sepuede conocer á fondo sino por el estudio de unoó dos períodos. El período nuevo debe en efecto to-mar del pasado los elementos que le han sido úti-les y no están en desuso. Gracias únicamente áeste estudio de toda la tradición podremos esco-ger con provecho los materiales del porvenir.

JOSÉ MAZZINI.

(FortnigMly Reviem.)

GUILLERMO KAULBACH.

En la mañana del 7 de Abril ha fallecido enMunich este célebre artista, víctima de un ataquede cólera.

Kaulbach nació en 1805, siendo su padre artí-fice joyero en Arolsen, en el principado de "Wal-deck. Aprendió primero el oficio de su padre,más tarde se dedicó á la agricultura, pero aban-donó ambas ocupaciones para cultivar el arte,hacia el cual había mostrado decidida vocacióndesde su edad temprana. En 1823 entró de alum-no en la Academia de Dürseldorf, que entoncesestaba dirigida por Cornelius, y á los veinte añosya le empleó este maestro en la Gylptoteca: estofue en 1825. Pintó algunos frescos en la arcada deljardín, y ejecutó otras obras que mostraron gran-des dotes para seguir el nuevo movimiento que yahabían iniciado en el arte Cornelius, Schnorr vonCarolsfeld, Schadow, y otros, cuyo propósito fue,no ya la regeneración del arte en Alemania, sinosu formación, según propios conocimientos. Elgenio de Kaulbach probó ser de más rica vena que

el de aquellos didácticos, quasi grandes maestros,sus predecesores. En efecto, en 1828 ya se des-hizo de casi todas las trabas creadas por un exa-gerado eclecticismo, y produjo la obra conocidapor el nombre de la Casa de locos, cuya composi-ción habia meditado hacia largo tiempo, pues seafirma que los estudios que para ella le sirvieronfueron ejecutados durante la permanencia del ar-tista en Dürseldorf. Esta obra ha sido grabadamás de una vez en Alemania y también en Fran-cia. Produjo numerosa sensación por su fidelidaden la representación de la naturaleza, cosa tan raraentonces, siendo esta cualidad la que más consi-deración le dio. Hoy, según la crítica del dia, juz-gamos de distinto modo esta, en verdad, nota-ble producción. El genio alemán que acogió siem-pre afablemente á Hogarth, no habia vuelto á vernada tan realista desde que los dibujos de este granartista inglés mostraron á los alemanes la re-lación del arte con la vida humana. Esto pruebaen cierto modo el agrado con que fue recibida laCasa de locos, obra cuya inspiración es de lamisma especie que la que guiara á Hogarth en laejecución de las suyas; aunque, por otra parte, esinnecesario decir que la ejecución de esta pin-tura difiere totalmente de las de Hogarth. Kaul-bach confesaba las relaciones que sus obras te-nian con las del pintor inglés, á cuyo estudio sededicaba abiertamente.

La naturaleza del talento que pudo á un tiempoaunar el estilo de Hogarth con el de Cornelius,sin dejar por eso de obrar bajo su propia inspira-ción, es, sin duda alguna, un asunto muy intere-sante y digno de estudio. Este propósito de armo-nía ful característico del genio del hombre queprodujo los admirables dibujos del Zorro (Rei-neke Fnchs), de Goethe, y la grandiosa compo-sición de la Batalla de los Hunos (Hunens-chlacht.) También se ocupó con no menor éxitoen pintar diversos «.bonitos eclecticismos» y ale-gorías déla pretensiosaescuela moderna alemana.Tuvo Kaulbach la suerte de que Luis, el rey deBaviera, le encargara, mucho antes de que fueseconocida La batalla, la pintura al fresco y al en-causte de diversas obras en Munich, las cualescreernos son hoy miradas con bastante indiferen-cia. Los asuntos de éstas están enumerados en va-rias guias de viajeros, y están tomados de Wieland,Goethe, Klopstock, etc. La batalla le ocupó porintervalos durante mucho tiempo, y no fue ter-minada hasta 1837, en cuya fecha obtuvo su tras-cendental éxito. Ha sido grabada diferentes veces.Lo que más llama la atención en esta obra es que,mientras los cuerpos de los guerreros muertosyacen en tierra, sus aún enfurecidas almas re-nuevan la lucha en los aires sobre el campo de

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batalla. Aunque la concepción de esta obra esfantástica, es de un vigor tal, que se ha impuestoá las objeciones de los críticos, y aún conserva unalto puesto en el juicio de todos. Hay que confe-sar, no obstante, que ésta, como muchas otrasobras maestras de los modernos alemanes, no su-friría con éxito brillante un concienzudo examen.Con todo, es, en nuestro juicio, producto de unamás alta é incomparablemente más bella inspi-ración que la que ha presidido á la mucho másalabada Destrucción de Jerusalen por Tilo. Estapintura", que es una alegoría, representa de unmodo simbólico, aunque no dramático, lo másculminante del poético asunto á que se refiere. Esconocida por el grabado y por las pinturas queNilson hizo de los estudios de Kaulbach para losmuros exteriores de la nueva Pinacoteca deMunich. Presenta esta composición á Tito plan-tando el águila romana en el altar de Jerusaleny en derredor los sacerdotes judíos dándosemuerte á sí propios, mientras las mujeres lamen-tan la ruina de su pueblo.—Para que resulte elasunto aún más extraño, los ángeles se presentanconduciendo á los cristianos fuera de Jerusalen,como presintiendo el triunfo del Cristianismo.Estas fueron las obras capitales de Kaulbach. Pro-dujo además gran número de retratos, ilustra-ciones para libros, alegorías menos importan-tes, y asuntos humorísticos y domésticos, etc.Fue nombrado director de la Academia de Mu-nich en 1849, logrando en esta ciudad alta y hon-rosa consideración. Hombre de raro poder crea-dor, aunque no bastante original para librarse delas impresiones que dejaran en él los estudios desu juventud y de las influencias de sus contempo-ráneos; hombre de bellas concepciones, de pode-rosa invectiva y de una destreza prodigiosa, sihubiera Kaulbach nacido en una generación pos-terior dejara ciertamente impresión más profun-da en la memoria de los hombres que la quecreemos se conservará de él. Su fama-para la pos-teridad quedará principalmente á causa de La ba-talla, más bien que por la Jerusalen, El Zorro, elCupido y Psyckis y la serie de obras de este ordenqiue produjo. Entre las obras más pretensiosasestá la colosal llamada La Época de la Reforma,que muchos de nuestros lectores recordarán ha-ber visto en la Exposición universal de Parisde 1867. Los que no conocían á Kaulbach y creíanen la validez de su reputación tuvieron esta obrapor un extravío; los mejor informados la miraroncon doloroso asombro: su aparición no hay dudaque extendió una espesa sombra sobre la famadel pintor.

(The Aihenceum.)

EXPOSICIÓN PERMANENTE

DE CUADROS CONTEMPORÁNEOS.

En el antiguo edificio conocido con el nombrede Platería de Martínez, se ha establecido definiti-vamente una exposición de cuadros de autores es-pañoles contemporáneos. Abierta ya al público,hemos podido juzgar, aunque ligeramente, del mé-rito de las pinturas expuestas; pero no es la pre-sente ocasión de emitir nuestro parecer en la me-dida que deseamos. Baste por hoy, á fin de que ellector alcance la importancia de la colección re-unida, que entre las firmas hemos leido las de losseñores Madrazo (D. Federico, D. Luis y donRaimundo), Fortuny, Sanz, Rosales, Haes, Gon-zalvo, Puebla, Mélida, Monleon, Rivera, Espal-ter, Francés, Jiménez, García Hispaleto, Pellicer,juntamente con otros no menos conocidos, ó queahora se revelan, demostrando envidiables apti-tudes y muy nobles ambiciones.

Demás de cuadros de historia, de variedadesy costumbres, hay paisajes selectos y perspecti-vas magistralmente figuradas. Abunda el génerorealista, puesto en moda por Meissonier y su es-cuela, y no faltan testimonios del novísimo rena-cimiento pictórico español que estamos presen-ciando.

Muestran las acuarelas, donde brilla Fortuny consus talentos privilegiados, los progresos que enesta especialidad ha hecho nuestra juventud, se-ñalándose los trabajos de Pradilla con caracteresque singularmente los recomiendan.

Ni faltan grabados y aguas fuertes, ni monosjoyas engendradas por el cincel y el mazo. En re-sumen, el edificio en cuestión hase convertido entemplo, donde recibirán culto las artes bellas dela España actual, siendo apropiado testimonio delos medros de nuestra cultura contemporánea.

Han realizado los dueños del edificio grandesmejoras en lo material, que redundan en prove-cho de la exposición: el decorado corresponde álas buenas condiciones ópticas, y el conjuntodice la inteligencia, gusto y hasta amplitud conque todo ha sido concebido y dispuesto.

Auguramos el éxito más lisonjero al pensa-miento, y no dudamos que desarrollado, segúnlas miras que á él presidieron, contribuirá nosólo á que los artistas se estimulen recibiendo elpremio de sus labores, mas también á extender elcírculo de las aficiones estéticas en nuestra so-ciedad, creando atmósfera inteligente y simpáticaá la Bellas Artes.

Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo. Rubio, 25.