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211 “La acción pastoral es la vida misma de la Iglesia, al servicio del proyecto salvador que el Padre ha realizado en Jesús y que sigue impulsando en la historia con el poder del Espíritu Santo” “La acción pastoral es la vida misma de la Iglesia, al servicio del proyecto salvador que el Padre ha realizado en Jesús y que sigue impulsando en la historia con el poder del Espíritu Santo” Mayo 2014 / 211

Revista El Informador # 211

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“La acción pastoral es la vidamisma de la Iglesia, al serviciodel proyecto salvador que elPadre ha realizado en Jesúsy que sigue impulsando en la

historia con el poder delEspíritu Santo”

“La acción pastoral es la vidamisma de la Iglesia, al serviciodel proyecto salvador que elPadre ha realizado en Jesúsy que sigue impulsando en la

historia con el poder delEspíritu Santo”

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CONTENIDO

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® Arquidiócesis de MedellínISSN 1909-9584

PORTADA:Pentecostés (Óleo sobre lienzo) - Tiziano, 1545.Museo: Iglesia de Santa Maria della Salute de VeneciaCaracterísticas: 570 x 260 cmEstilo: Renacimiento Italiano

Mayo 2014, No. 211

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Cuando un ideal, un proyecto, una propuesta o un estilo de vida buscan permanecer y desarrollarse, se institucionalizan para trascender su momento inicial. De otra manera, pueden desvanecerse en el tiempo

ORGANIZACIÓN PASTORAL DE LA ARQUIDIÓCESIS

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Acción pastoral para hoy La acción pastoral es la vida misma de la Iglesia, al servicio del proyecto salvador que el Padre ha reali-zado en Jesús y que sigue impulsando en la historia con el poder del Espíritu Santo. Por tanto, la acción pastoral no puede verse como un acopio de sucesos aislados y eventos sin ninguna conexión, que se dan según las decisiones personales o la conveniencia de las circunstancias. Más que hechos sin orden y que actividades desarticuladas, la pastoral es un proceso de la comunidad eclesial, un movimiento de vida, en el que hay objetivos según las necesidades, un camino por etapas y una administración de los recursos, dentro de una organización bien pensada y estructurada.

Después del Concilio Vaticano II, la Iglesia comenzó con mucho entusiasmo una profunda renovación de la acción pastoral que respondiera a nuestro tiem-po, pero a medida que pasan los años parece que

Mientras el espíritu de la Nueva Evangelización se actualiza y se encarna para América Latina en la Mi-sión Continental, no se logra hacer realidad lo que se espera como respuesta a la urgente necesidad de transmitir la fe dentro de las características socia-les, culturales y religiosas de hoy. Por consiguiente, debemos esforzarnos y poner todos los medios para que la pastoral tenga unas características que, en el momento actual, resultan indispensables:

1. Pastoral con planeación. Es necesario superar la improvisación en la acción pastoral. Esta no se puede realizar según la intuición, la ocurren-cia o la posibilidad de última hora. Siempre debe

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la organización que le permitan ser un proceso dentro de un plan de conjunto.

2. Pastoral en comunión. Las decisiones y las

acciones pastorales no pueden concentrarse sólo en una o en pocas personas que olvidan las cualidades y la misión de los demás. Con fre-cuencia, se dejan en la Iglesia muchas personas como meros espectadores pasivos, impidiendo su participación, su crecimiento y la fecundidad de un trabajo orgánico y en común.

3. Pastoral de procesos. Es usual que cada uno

quiere iniciar desde cero “su obra”, sin valorar el trabajo ya hecho por otros y sobre todo la acción del Espíritu Santo, que siempre llega antes que nosotros. Es así como la pastoral se vuelve un permanente comenzar, una colección de reta-zos que no integran y una fatiga para la comuni-dad llamada continuamente a un nuevo ensayo.

4. Pastoral de conjunto. Si la pastoral es una

actividad en la que cada uno hace lo suyo, sin conocimiento ni conexión con lo que hacen los

camino más rápido para dilapidar los recursos, el tiempo y las fuerzas. De un trabajo fragmenta-

-sancio y la esterilidad.

5. Pastoral con calidad. La mediocridad nos mar-

gina, porque hoy el mundo vive en una compe-tencia de calidad. No podemos permitir en el arte supremo que es la salvación de la humanidad la

-ción pastoral que realmente transforme las per-sonas y ofrezca una válida esperanza al mundo.

6. Pastoral en la unidad. Tantas veces pareciera

que predicamos evangelios distintos, que tenemos

Iglesia. El paralelismo y aun la confrontación que generan la envidia y la competencia muestran que no sabemos mirar en la misma dirección, ni tender puentes que creen unidad. Es la perversión del egoísmo aun dentro de la casa del Señor.

7. Pastoral con actualidad. No podemos estar fuera de la realidad y del movimiento del mun-do en que vivimos. Por tanto, no cabe ni un tra-dicionalismo que nos estanca ni el esnobismo infructuoso. Es preciso responder a las necesi-dades de hoy con las propuestas que el Espíritu sugiere a la Iglesia. Si nos mantenemos sólo en la pastoral de conservación nos envejecemos y nos quedamos sin futuro.

Necesidad de estructuras e institucionesCuando un ideal, un proyecto, una propuesta o un estilo de vida buscan permanecer y desarrollarse, se institucionalizan para trascender su momento inicial. De otra manera, pueden desvanecerse en el tiempo. La Iglesia nace en la comunidad apostólica creada por Jesús para que perdure su persona y su misión a lo largo de los siglos. La Iglesia se ha institucionalizado con diferentes variantes en cada momento de la histo-ria y en cada latitud de la geografía. La Iglesia tiene su lado invisible en una institución, que implica una forma de organización, normas, ritos y planes de pastoral. El lado invisible de la Iglesia es la persona de Jesús que con el poder del Espíritu Santo habita y actúa en ella hasta dar cumplimiento a los planes del Padre.

La Arquidiócesis de Medellín es una expresión ins-titucionalizada de la presencia de Jesús y de la mi-sión que él entregó a sus apóstoles. La institución

La misión nunca cambia, pero la institución a veces

de la Iglesia no puede ser sólo como la de una em-presa económica o como la de una asociación civil

Iglesia es pastoral, una diócesis tiene que organizar-se de la manera que le facilite más el anuncio del Evangelio, la celebración del misterio de Cristo y el servicio integral a los más necesitados.

Como la institución y la organización en la Iglesia tienen que estar en función de la evangelización y no al contrario, cuando es necesario, se deben crear o

-cesos y actividades correspondan a su misión. Ésto es lo que señala la V Conferencia del Episcopado

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Latinoamericano: “Las transformaciones sociales y culturales representan nuevos desafíos para la Igle-sia en su misión de construir el Reino de Dios. De allí

la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institu-cionales” (A, 367). También indica que “ninguna co-munidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estruc-turas caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe” (A, 365).

Es así como estamos llamados en la Arquidiócesis a construir o perfeccionar una organización y una es-tructura que respondan a los desafíos que entraña hoy la acción pastoral, dados los cambios sociales y culturales, las circunstancias en que vive la pobla-ción y las características de la nueva evangelización. Por tanto, he visto, ante todo, la urgencia de crear el recomendado Consejo Arquidiocesano de Pastoral, que hasta ahora no ha existido en la Arquidiócesis y, a partir de él, crear Consejos Pastorales, a nivel vicarial y arciprestal. Estos, a su vez, estarán inte-grados a Comités Pastorales y a los Consejos Pas-torales Parroquiales. A través de esta organización, que tiene su orientación y animación en la Curia Ar-quidiocesana y que debe dar amplia participación al laicado, se llega a darle vida y articulación eclesial a las pequeñas comunidades y a los equipos apostóli-cos de las Parroquias.

Orientaciones del Magisterio acerca del Consejo Diocesano de PastoralSabemos que el Concilio Vaticano II urgió la respon-sabilidad de todos los cristianos a integrarse en la vida de la Iglesia y a participar activamente en su misión. Vale la pena recordar este texto importante de la Lumen Gentium: “Los Pastores son conscien-tes de que Cristo no los puso para que por sí solos se hagan cargo de toda la misión de la Iglesia para salvar al mundo. Saben que su excelsa función con-

-cios y carismas, de tal manera que todos, cada uno a su manera, colaboren unánimemente en la tarea común. Conviene, en efecto, que todos, realizando la verdad en el amor, crezcamos en todo en El que

es la Cabeza, Cristo. Por El todo el cuerpo, compac-to y trabado por todas las junturas que lo alimentan, con la actividad peculiar de cada uno de los miem-bros, va creciendo como cuerpo, construyéndose a sí mismo por el amor” (LG n. 30).

En este contexto, el Vaticano II señaló la importan-cia del Consejo de Pastoral, como un cauce especial para las diversas vocaciones eclesiales. El Decreto Christus Dominus dice: “Es de desear que en cada diócesis se instituya un Consejo especial Pastoral, al que presida el mismo obispo diocesano, y del que formen parte clérigos, religiosos y laicos especial-mente escogidos. Función de este Consejo será es-tudiar y sopesar lo que atañe a las obras pastorales y sacar del estudio conclusiones prácticas” (CD 27). La misma recomendación aparece en el Decreto Ad Gentes: “Para una mejor coordinación, el obispo constituya, en cuanto sea posible, un Consejo pas-toral en el que participen los clérigos, los religiosos y los laicos por medio de delegados elegidos” (AG 30).

Algunos documentos post-conciliares hacen nuevas referencias acerca de la importancia del Consejo de Pastoral. El Motu Proprio Ecclesiae Sanctae señala

“Estudiar, sopesar, sacar con-clusiones prácticas, en todo lo referente a las obras pastorales, con objeto de promover la conformidad de la vida y actos del Pueblo de Dios con el Evangelio”

Congregación para el Clero, publicada el 25 de enero de 1973, es el documento más completo sobre este tema. Luego, la Exhortación vuelve a insistir en su necesidad: “En este sentido el recien-te Sínodo ha solicitado que se favorezca la creación de los Consejos Pastorales diocesanos, a los que se pueda recurrir según las ocasiones. Ellos son la prin-cipal forma de colaboración y de diálogo, como tam-bién de discernimiento, a nivel diocesano” (ChL 25).

Igualmente, el Código de Derecho Canónico se re-

511 a 514, invitando a que se constituya en cada diócesis, señalando que es un organismo en el que se encuentra representada, por medio de diversas personas, toda la comunidad diocesana y que su ta-rea es promover la animación y coordinación de la

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acción pastoral en la diócesis. Después da indicacio-nes precisas para su constitución y funcionamiento.

Entre las orientaciones que ofrece San Juan Pablo II, en la Novo Millennio Ineunte, para la Iglesia que se adentra en el siglo XXI está la indicación de que los espacios de comunión deben ser ampliados de día en día, a todos los niveles, en el entramado de cada Iglesia particular.

“La comunión debe ser patente en las relaciones entre obispos, presbíteros y diáco-nos, entre pastores y todo el Pueblo de Dios, entre el clero y los religiosos, y se deben valorar cada vez más los organismos de participación previstos por el Derecho Canónico, como los Consejos presbitera-les y pastorales. Éstos, como es sabido, no se inspi-ran en los criterios de la democracia parlamentaria, puesto que actúan de manera consultiva y no delibe-

e importancia. En efecto, la teología y la espirituali-dad de comunión aconsejan una escucha recíproca

un lado unidos a priori en todo lo que es esencial y, -

cluso en lo opinable hacia opciones ponderadas y compartidas” (NMI 45).

Una organización pastoral a partir del Consejo Pastoral ArquidiocesanoEl Consejo Arquidiocesano de Pastoral es un orga-nismo eclesial de comunión y consulta, presidido por el Arzobispo e integrado por clérigos, religiosos y, sobre todo, por laicos, que representan toda la porción del pueblo de Dios que constituye la Arqui-diócesis. Es, por lo tanto, un organismo represen-tativo, permanente y consultivo. Las propuestas del Consejo que sean aprobadas por el Arzobispo son

-tividades pastorales, sugerir conclusiones prácticas sobre ellas, impulsar programas e iniciativas que

la vida del Evangelio en el Pueblo de Dios.-

mentalidad y comunión de la Iglesia particular y que ayuda en la orientación y animación de la acción pas-

toral. Su naturaleza consultiva no disminuye su va-

es descubrir, estudiar y valorar tanto los problemas generales como las posibilidades de la vida pasto-ral para sugerir prioridades, objetivos, instrumentos, recursos y medios que sobre el particular se deben

-zación, coordinación y evaluación de la acción pasto-ral. Igualmente, propicia el diálogo, el encuentro y la unidad entre diversas instituciones y miembros de la Iglesia y, de esta manera, promueve la comunión y la corresponsabilidad del Pueblo de Dios.

A partir de la Curia Arquidiocesana y del Consejo de Pastoral, mediante una organización bien esta-blecida y en articulación con todas las entidades ar-quidiocesanas, se debe estructurar y animar la vida pastoral en las Vicarías, los Arciprestazgos y las Pa-rroquias. De esta manera, como se ha hecho con diversas formas de participación desde el comienzo de la Iglesia, se crea la posibilidad de que presbíte-ros, religiosos y laicos vivan su vocación bautismal y la misión que conlleva. La organización e interac-ción de Consejos a diversos niveles, de Comités

sopiuqE ed ,selarotsap setnerf sotnitsid redneta arapapostólicos en las parroquias dan la oportunidad de que todos, y especialmente los laicos, puedan apor-

organicidad del Cuerpo de Cristo y a través de los cuales se realiza la misión.

Espero que la constitución del Consejo Pastoral Arqui-diocesano, que no ha existido en Medellín y que pronto se hará, sea el punto de partida para establecer una or-ganización pastoral estable y articulada en nuestra Igle-sia particular. Así se completa y se da mayor funciona-lidad a la estructura que se comenzó con la creación de las Vicarías Episcopales de Zona y los Arciprestazgos. De esta manera, tendremos, contando con el favor de Dios, una estructura y una organización que nos per-mita dinamizar, extender, articular y hacer efectiva la acción pastoral en nuestra Arquidiócesis. Los invito a todos a acoger y a comprometerse con esta iniciativa y estos propósitos que nos ayudarán a responder a la mi-sión de siempre y a las actuales exigencias de la nueva evangelización, cuyo espíritu y primeros horizontes nos han sido propuestos en el Concilio Vaticano II.

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Por: Pbro. Álvaro Jaramillo RamírezCoordinador Área de Acción Caritativa – Pastoral Social

LA SOLIDARIDAD COMO SIGNO

DE COMUNIÓN PASCUAL EN LA

VIDA DE LA IGLESIA.

(ACERCAMIENTO DESDE TEXTOS

DE LA OBRA LUCANA)

1. LA COMUNIÓN EN LA OBRA LUCANA

1.1 EL PAN COMPARTIDO ES UN PAN MULTIPLICADO

El texto de la perícopa de Lucas 9, 10-17, mejor llamada del “reparto del pan”1 -ción de toda la obra lucana de mostrar la salvación obrada en Jesucristo, aquel que tiene la fuerza que reconcilia a los hombres con Dios y a los hombres entre si. Es por ello que son tan importantes en su obra las parábolas de la misericordia y el ataque frontal a la tentación del dinero del cual brota la divi-sión entre los hombres, opuesto a la conformación de la comunidad.

Los cuatro evangelios contienen seis relatos sobre la llamada “multiplicación” de los panes: los de los cinco mil (Mc 6, 31,44; Mt 14,13-21; Lc 9,10-17), los de los cuatro mil (Mc 8, 1-10; Mt 15,32-39) y el de Juan (6,1-15). El evangelista Lucas, trabaja con

fuente “Q”.2

Quisiera referirme brevemente a algunos aspectos de dicha perícopa. En primer lugar, Lucas sustituye la compasión por la gente (mostrada en los otros evangelios) por la “acogida de la gente”, lo que

es la intención de mostrar a Jesús con actitudes concretas del amor, ya que el tercer evangelista lo

1 Cfr. BOVON, François. El Evangelio Según San Lucas. Traducción de Alfonso Or-tiz García. V.I. Sígueme. Salamanca, 1995. p.656

2 Ibid. p.657

La lectura de Lucas hoy tendría que ayudarnos a contemplar la vida de la Iglesia actual, sin ocultar sus fallos ni desconocer sus aciertos, sabiéndonos poseedores del Espíritu de Jesús y enviados al mundo con el Evangelio como viático.

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presenta como un amigo.3 Además, son los discí-pulos los que reparten el alimento a las gentes, en un signo amplio de su tarea posterior en la Iglesia de vivir en comunión. No es Jesús quien comparte el pan, él mismo es el Pan; los discípulos tienen la misión de compartir entre todos para multiplicar el pan. Para este evangelista, lo que importa es que las gentes se sacien hasta quedar satisfechos, no la multiplicación en sí misma, para poder darle im-portancia a la actividad propia de la Iglesia.

Jesús se lleva a los discípulos a orar y a conver-sar con ellos, pero lo impide la presión de la gente. Pospone así su primer objetivo para darle acogida a la gente. Como está tarde, Jesús se ocupa de darles de comer pero lo hace a través de lo que será la futura Iglesia, en la persona de los doce. La gente seguramente se siente unida alrededor de la comida, en un signo solidario de Jesús que acoge a la gente que lo sigue, pero que delega en sus dis-cípulos como un claro signo de comunión fraterna.

“La mediación que confía a los doce anticipa su futuro ministerio y sus futuras responsabilidades después de pascua. Así pues, Cristo instituye el mi-nisterio como un servicio, no como un dominio. La fuente de este ministerio y los bienes que de él se desprenden no reside en la persona del ministro, sino en Dios que elige y que da. El trabajo de los ministros, lo mismo que el trabajo de la Iglesia, se desarrollan hacia fuera (9, 1-6.10a) y hacia dentro (9, 10b-17); en la dispersión entre el mundo profano

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Así, el pan, aunque escaso, se comparte para todos en un signo de solidaridad y de comunión fraterna. El pan compartido es un pan multiplicado para la comunidad que comprende que es el mismo Jesús el que se dona como un amor “ágape”, un pan que se regala para ser alimento de todos.

1.2 UN SOLO CORAZÓN Y UNA SOLA ALMA

Uno de los textos con los cuales abre el libro de

3 Cfr. OÑORO CONSUEGRA, Fidel y Hernán Cardona Ramírez. Jesús de Nazareth

4 BOVON, François. Op. Cit. p.669

los Hechos de los Apóstoles, ofrece la pretensión de la obra lucana de presentar la esperanza de la comunidad cristiana pospacual en la misión de lle-var a todos el mensaje de Jesús. Pero ese mensa-je se transmite, no como una doctrina sino en las circunstancias concretas de una comunidad. Los textos de cómo vivía la primera comunidad cristia-na alrededor de los apóstoles (2, 42-47 y 4, 32-37)

signos muy concretos de comunión fraterna. Acu-dían asiduamente a la enseñanza apostólica, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones (2, 42). Vivían unidos y compartían cuanto tenían (2, 44), compartían sus comidas con alegría y con gran sencillez de corazón (2, 46), y ganaban la sim-patía de todo el pueblo (2, 47). Tenían un solo co-razón y una sola alma y todo lo tenían en común (4, 32), entre ellos ninguno sufría necesidad (4,34), y todo lo repartían según las necesidades de cada uno (4, 35).

“Su rasgo fundamental es la unanimidad que se tra-duce en el compartir. La comunidad tiene un solo corazón y una sola alma, expresión bíblica que sig-

-mo en todos, ánimo para vivir el proyecto de Dios y empeñar toda la vida al servicio de la conquista de ese proyecto”.5 “Y por si no quedara claro, recuer-da Lucas a su Iglesia cuáles fueron sus orígenes: la comunión de bienes y la solidaridad efectiva son recordados como situación habitual de los prime-ros días (Hch 2,44-45; 4,32-34); aunque su retrato es utópico y bien sabe que tampoco los primeros

11; 6,1-6), Lucas quiere inculcar a los suyos que sin fraternidad no puede haber vida cristiana y que las bendiciones de Dios y el aprecio de la gente dependen de su solidaridad efectiva (Hch 5,12-16; 6,7): la comunidad será una sola alma y un único corazón cuando en ella se pongan en común los bienes propios; la renuncia a los bienes no es cris-tiana si no es ejercicio práctico del amor al hermano más necesitado”. 6

5 STORNIOLO, Ivo. Cómo Leer los Hechos de los Apóstoles. El Camino del Evange-lio. Bogotá. San Pablo, 1998. p.66

6 BARTOLOMÉ, J. J. Lucas: La Salvación como Historia. Phase No. 185. Sept./Oct. 1991. Barcelona. p.423

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Un Ideal hecho práctica en el seno de una comuni-dad que no podía quedarse mirando al cielo, como en la ascensión, sino que había recibido del mismo Jesús, ya resucitado, el mandato del envío a los discípulos.

“Tras un escaso tiempo de convivencia, se han

cuando se les murió en la cruz; sepultado, al me-nos tenían un cuerpo que venerar; triunfante, pero en el cielo junto a Dios, habrían quedado huérfanos y desorientados, de no haber recibido una tarea a desarrollar en el mundo hasta que él vuelva: ser testigos del Señor en su ausencia. Lucas ha sabi-do solucionar –como Juan, pero con una respuesta bien diferente-, la angustia de su comunidad: Jesús no ha dejado a los suyos solos, porque les ha deja-do la evangelización del mundo como que hacer”.7

No hay una soledad desesperanzada en la comu-nidad por el hecho de que Jesús ya no esté entre ellos. Resulta que la comunidad pone el amor con-creto como fórmula para hacer presente al mismo Jesús resucitado en medio de ellos, para generar su presencia haciendo circular el amor recíproco, y esta vivencia se convierte en signo solidario para quienes, desde afuera, observan como viven.

“La intención del autor se explicita en la concentra-ción del proyecto de lo que debe ser una comunidad que ha oído el primer anuncio, se ha convertido, ha sido bautizada y ahora se formula la pregunta de cómo tendrá que vivir. ¿Cómo tiene que ser la vida de quienes se han comprometido con la causa de Jesús? Ese es un problema, tanto del pasado como de hoy, sobre todo en nuestra época, cuando las comunidades eclesiales… se preguntan acerca de su propia identidad y acerca de su práctica.”8

7 Ibid. p.4208 STORNIOLO, Ivo. Op cit. p.45

2. LA SOLIDARIDAD COMO SIGNO DE COMUNIÓN

Sin duda, la Iglesia no es una institución de carác-ter funcional, sino que ha sido creada por el mismo Cristo para ser testimonio del amor de Dios en el

la actitud de la comunidad. Esa comunidad se con-forma en la medida que la experiencia religiosa se concreta directamente a través de la vivencia del amor recíproco, que se traduce en solidaridad con el más necesitado. El amor produce la presencia de Jesús en medio de la comunidad, recordando cómo él se hace presente donde hay dos o más reunidos en su nombre.

“¿En qué consiste la comunión fraterna? La palabra griega κοινονια expresa la comunión de los cristia-nos, unión fundada en la misma fe y en un idéntico proyecto de vida. Se trata así de un compromiso con Jesús que genera unidad espiritual, unidad que se traduce externa y concretamente en la soli-daridad material.”9

fraternidad, inclusive con los no creyentes. “El prin-cipio de solidaridad es uno de los principios bási-cos de la Doctrina Social de la Iglesia. Según él, el desarrollo integral del hombre todo y de todos los hombres solo es posible mediante el desarrollo soli-dario de la humanidad”.10 Una actitud que se gene-ra en la comunidad creyente pero que se hace vida en el servicio desinteresado por el hermano solo y desamparado, por los más pobres. Esta virtud nos une al hermano reconociéndolo como sujeto de la caridad. Habría que pensar en el drama de la so-ciedad de hoy: desplazados, inmigrantes, desem-pleados, habitantes de calle, jóvenes esclavos de

donde la Iglesia asume solidariamente su compro-miso de tener “un solo corazón y una sola alma” en la comunión del amor a los hermanos.

“La solidaridad es también una verdadera y propia

9 Ibid. p.4610 BASTOS DE ÁVILA, Fernando. Pequeña Enciclopedia de la Doctrina Social de la

Iglesia. San Pablo, 1994. Bogotá. P.602

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males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al

de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. La solida-ridad se eleva al rango de virtud social fundamen-tal, ya que se coloca en la dimensión de la justicia, virtud orientada por excelencia al bien común, y en la entrega por el bien del prójimo, que está dispues-to a ‘perderse’, en sentido evangélico, por el otro en lugar de explotarlo, y a “servirlo” en lugar de opri-mirlo para el propio provecho (cf. Lc 22,25-27)”.11

La solidaridad hace posible que los creyentes tras-pasen sus fronteras para ver desde la óptica del amor aquellos que no tienen nada, porque hace desprenderse de aquello que no es necesario para generar la comunión. Esa comunión de los bienes espirituales y materiales fruto de la experiencia pas-cual es el modelo de solidaridad para la erradica-ción de tantos males modernos como el hambre y la pobreza. Lo que Jesús enseña a sus discípulos, y que nos deja entrever la obra lucana, es primero a compartir el pan para que se multiplique, y luego a vivir unidos para que todos tengan lo necesario; esto hace que la obra de Lucas tenga una gran ac-tualidad.

“El principio de solidaridad es uno de los principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia. Según él, el desarrollo integral del hombre todo y de todos los hombres solo es posible mediante el desarrollo solidario de la humanidad”.12

distribución de bienes, la remuneración del trabajo y la colaboración de las personas; va más allá de los bienes materiales. Difundiendo los bienes espi-rituales de la fe, la Iglesia ha favorecido a la vez el desarrollo de los bienes temporales.

“El grave desafío de nuestra época es precisamen-te este: el poder creciente de la técnica es capaz

-

11 PONTIFICIO CONSEJO DE JUSTICIA Y PAZ. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Bogotá: CELAM, 2005. No. 193

12 BASTOS DE ÁVILA, Fernando. Op. cit. p.602

duos como la comunidad de las personas”.13 “Lo que Dios ha puesto en el mundo está destinado al goce de todos. Bernabé comprendió a cabalidad la exigencia evangélica expresada en Lc 12, 32, y especialmente en Lc 18, 22: ‘todo cuanto tienes véndelo y repártelo entre los pobres… luego, ven y sígueme’. Este texto pone muy en claro que el seguimiento de Jesús exige ante todo compartir. El seguimiento de Jesús es camino: ¿cómo puede cualquiera caminar con una inmensa carga a cues-tas, la carga de la riqueza?”. 14

3. LA IGLESIA COMUNIÓN: ESPERANZA DE LA SOCIEDAD

Es interesante que el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia termine su exposición con una conclusión que desemboca en el ideal de construir la civilización del amor. Una construcción donde los hermanos se unen para donarse “en comunión” con los demás. Una sociedad más solidaria y más hu-mana. Esta comunión en la Iglesia es la condición de posibilidad fundamental para la realización de su misión. Por comunión entendemos una comunidad de vida de hondas raíces teologales. Sin la comu-nión en la fe, la esperanza y la caridad, la Iglesia perdería su identidad más propia y no sería capaz de realizar su misión.

“La comunidad cristiana se fundamenta en la soli-daridad, la cual desde la unión en la fe, desarticula toda forma de discriminación y toda diferencia que impida a los pobres participar en la vida política y

los amigos, en donde los bienes (políticos y econó-micos) son puestos en común, y en donde el poder y la riqueza se convierten en fraternidad y reparto, poniéndolo todo al alcance de todos”.

La obra lucana imprime un carácter solidario a las comunidades desde el principio de la comunión de los bienes materiales y espirituales, hace posible que, comenzando desde pequeños grupos de cre-yentes, se viva la unidad, apoyados por el amor

13 BASTOS DE ÁVILA, Fernando. Op. cit. p. 13914 STORNIOLO, Ivo. Op. cit. p.67

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recíproco de sus integrantes. La vida de esta primi-genia comunidad parte del convencimiento de que Jesús está vivo y se hace presente donde hay dos o más reunidos en su nombre. Es desde allí, desde esa presencia vital del resucitado, como la comuni-dad siente la necesidad de donarse oblativamente por el hermano. No se trata solamente de un hecho

un cuidado especial de alguien, que aunque no se conoce, ya hace parte de esa familia comunitaria.

“¿Es esta una utopía? ¡Sí! Pero utopía no equivale a algo imposible e impracticable. La utopía señala el horizonte, ciertamente inalcanzable para aque-llos que quedan parados, pero que cobra vida y se materializa en cada paso para quienes realmente caminan”.

Sin duda, el mensaje de Lucas es actualísimo para el mundo de hoy. La Doctrina Social de la Iglesia, nos propone el principio de solidaridad como res-puesta a la falta de fraternidad universal, al indivi-dualismo moderno y a la prioridad que se le da, en un mundo globalizado, a los intereses materiales.

“El principio de solidaridad implica que los hombres de nuestro tiempo cultiven aún más la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad en la cual están insertos: son deudores de aquellas condicio-nes que facilitan la existencia humana, así como del patrimonio, indivisible e indispensable, cons-

tecnológico, los bienes materiales e inmateriales, y todo aquello que la actividad humana ha producido. Semejante deuda se salda con las diversas mani-festaciones de la actuación social, de manera que el camino de los hombres no se interrumpa, sino que permanezca abierto para las generaciones pre-sentes y futuras, llamadas unas y otras a compartir, en la solidaridad, el mismo don.”

Para la Iglesia, que “no es del mundo pero está en el mundo”, adquiere un compromiso social en todos su integrantes, que debe animar a los no creyentes a poner su buena voluntad al servicio de los intere-ses de todos. Esta comunión se vuelve solidaridad

comunitaria que proporciona justamente a todos lo necesario para la promoción humana. La conse-cuencia de esta vida en el resucitado, es que se acaba la pobreza porque es la misma comunidad la que provee de lo necesario para vivir con lo su-

“Es necesario que la Iglesia descubra en la vivencia de comunidad, en vivir la fraternidad y la solidari-dad, como fruto de un acompañamiento en el que se reconoce el rostro de Dios; donde se abrace, se llore de alegría, y se ría. En el que se ve expresa-do este vivir de hijos de Dios que los llena de luz, esperanza y miedos. Sin duda, es un proceso en el cual esta Iglesia debe asumir un acompañamiento no sólo con una comunidad, que sea llevado a una práctica a su ser y compartir con otras pequeñas comunidades llegando al ideal evangélico”.

La acción solidaria de la Iglesia es la acción de la sociedad. La comunión de la Iglesia es el aporte a la vida de la sociedad, para que adquiera actitudes solidarias que marquen la ayuda material y humana para las comunidades. No puede haber indiferen-cia ante la realidad de nuestros jóvenes tentados a realizar su vida en el engranaje de la violencia, o de nuestros hermanos que habitan las calles de nuestras ciudades, o de la pobreza y la margina-ción, o la de tantos desplazados, o de las víctimas de los despojos de tierras, o del sufrimiento que se desprende de la falta de trabajo y de políticas de

del Resucitado el que va guiando a la comunidad -

sidad, la pobreza, el sufrimiento de los hermanos, para buscar la justicia.

“La lectura de Lucas hoy tendría que ayudarnos a contemplar la vida de la Iglesia actual, sin ocultar sus fallos ni desconocer sus aciertos, sabiéndonos poseedores del Espíritu de Jesús y enviados al mundo con el Evangelio como viático. Quien intuye que, viviendo en común su fe y predicándola en co-mún, lleva adelante un proyecto de Dios, no tiene razón para sentirse perdido en el mundo ni dejará de saberse querido por Dios”.

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¿Cuál es el Mensaje Cristiano de la Reconciliación?

Qué importante hacernos esta pregunta en estos mo-mentos de nuestra historia colombiana donde se nos pide que seamos profetas, que anunciemos y denun-ciemos, aplicando y siendo coherentes con la fe que profesamos en Jesucristo ayer , hoy y siempre.

En el día a día tenemos muchas personas que se nos acercan para pedirnos luces ante la realidad

-liar, comunitario, etc. y creo que llegó la hora de

-labra reconciliación y así poder vivir el papel que nos corresponde en esta historia de salvación.

Miremos seguidamente en 5 puntos lo que es el núcleo de la enseñanza paulina sobre la reconci-liación que nos puede servir como una ruta para aplicar en nuestras vidas y comunicarla a los de-más, según Robert J. Schreiter y Gabriel Cifferman, expertos en temas de reconciliación.

es obra de Dios: es Él quien a través de Cristo la inicia y la lleva a su culminación en nosotros, he

Apóstol: “Dios nos reconcilió consigo… ya desde ahora nos ha concedido la reconciliación”. (Rm. 5, 10-11). ”Todo viene de Dios que nos ha reconcilia-do consigo… dejaos reconciliar por Dios”. (2 Cor. 5, 18-20). “El (Cristo) ha reconciliado a los dos pue-blos (judíos y gentiles) con Dios”. (Ef. 2, 16). “Dios

Por: Pbro Fabian Emilio Jiménez. Delegado Arzobispal para la Vida, la justicia y la Paz

…creo que llegó la hora de que tomemos consciencia de lo que

reconciliación y así poder vivir el papel que nos corresponde en esta historia de salvación

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tuvo a bien reconciliar consigo todas las cosas, tanto lo del cielo como las de la tierra”. (Col 1,20).

la historia de las religiones. En la religión griega, las divinidades vivían tan alejadas de los seres huma-nos que una reconciliación con ellos (mucho más si la iniciativa era divina) era impensable. Calmar su

-ban ofendidos era la única salida para los hombres. La religión romana y la germánica compartían esta misma convicción. El pensamiento paulino de la re-conciliación se opone diametralmente a ella: Dios no es una divinidad a la que hay que aplacar, él es el agente de la reconciliación en su amor gratuito y

-mente en ella.

En su realidad más profunda, la reconciliación no es un logro humano, sino más bien el resultado de la acción de Dios en nosotros. Además Dios inicia la obra de la reconciliación en las vidas de las vícti-mas. Normalmente consideramos que el arrepenti-miento de los agresores es necesario para que pue-da comenzar la reconciliación. Pero la experiencia enseña que estos rara vez están dispuestos a reco-nocer sus abusos y mucho menos a dar el primer paso. La experiencia de la reconciliación es una gracia Divina. La humanidad de la víctima había quedado deteriorada, es ahora restaurada merced

-manos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1, 26). Es precisamente ese ser ima-gen de Dios gracias a lo cual la humanidad puede

la comunión con ella, lo que es restaurado.

Que Dios comience su obra por las víctimas y no por los agresores, está en perfecto acuerdo con la forma que Dios tiene de actuar en la historia: Dios toma partido por los pobres, por las viudas, los perseguidos, por los oprimidos y los encarcela-dos; por los sin poder, por los abandonados, no por

decir con su propio Hijo donde Dios comienza el proceso para conducir a la reconciliación de todo en Cristo (Col. 1, 20). Sin embargo, también el victi-

mario ha atropellado su propia dignidad humana al no actuar como humano.

Un agresor o victimario dudará de aceptar su res-ponsabilidad o culpa, pues, implicará un posterior juicio penal. Hemos de liberarlo de todo lo que le oprime para que conozca su salvación. Y dicha li-beración comienza por darle la oportunidad de ex-presar lo que le oprime en su consciencia, de ahí que el sacramento de la reconciliación debe ser predicado como el lugar donde se encuentra y ejer-ce la Gratuidad de Dios, donde el victimario puede decir su pecado y escuchar que Dios Tri-Unidad lo perdona y lo anima a la reparación debida. No he-mos de creer ni en la guerra ni en el Estado, sino en el Amor Gratuito que le dará esa gracia al vic-timario. Hemos de crear las condiciones para que el victimario disponga su voluntad de dejarse amar por la Gratuidad de Dios y como consecuencia, de-jarse reconciliar por Él, encontrándose con Cristo, pues, la reconciliación no es un método, sino una Persona. Esa claridad en la gratuidad, le aportará verdad, para perdonarse y pedir perdón. No siem-pre el tiempo lo cura todo. Lo que arruina la vida no es un acontecimiento, sino la interpretación que se le da. La pastoral de la reconciliación ha de con-ducir al victimario y a la víctima (ambos deudores de un substrato cristiano-católico innegable) a in-terpretar sus realidades a partir de su fe en Dios y a interpretar a Dios desde sus propias realidades, con la clave teológica de Dios como Amor gratui-to. Se trata de descubrirme a mí mismo en mi fe, creándome un piso, preguntándome y respondién-dome, en referencia a ¿cómo hallo gracia en mi desgracia? ¿Qué logra en mí, trascenderme en mi propia devastación, sin evadir en absoluto mi reali-dad? La respuesta está en lo que más hondamente sentimos, buscamos y creemos de la vida; aquello en lo cual tenemos puesta nuestra fe.

En segundo lugar, la reconciliación tiene más de espiritualidad. Si la reconciliación es ante todo obra del propio Dios, entonces somos embajadores de Cristo (2 Cor. 5, 20). La Reconciliación tiene lugar por la acción gratuita de Dios que obra a través de

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relación con Dios: es este el medio que hace posi-ble que la reconciliación llegue a ser realidad. Dicha relación expresa en una práctica que crea espacio para la verdad, para la justicia para la curación, para la irrupción de nuevas posibilidades, una prác-tica espiritual que origina comunidades de memo-rias, lugares seguros a cuyo amparo cabe recordar un pasado doloroso y cultivar la narración de una verdad que permite superar las mentiras de la injus-ticia y la opresión. Gracias a esa práctica espiritual, surgen igualmente comunidades de esperanza, ca-paces de imaginar y celebrar un futuro nuevo, como por ejemplo las madres de la Candelaria.

El contenido del Cristianismo no es un libro, sino una Persona, no celebramos una nostalgia, sino una Presencia. La Revelación no son meras doc-trinas, sino un Alguien que nos protege y se da gratuitamente a Sí Mismo en cuanto Dios. Nuestra relación no es con un Cielo, un Paraíso, una Je-rusalén celestial, sino con un Dios Personal con quien podemos establecer una relación, que se

-lación con los otros. Esto debe estar a la base de

una víctima acepte que no puede con todo lo que le pasó y le hicieron a sus seres más amados. Siem-pre esa víctima estará sola en lo solo; tan sola que solo Dios puede venir. La pastoral ha de fomentar dicha espiritualidad, desnudando primero a la Gra-tuidad de Dios de todas las conveniencias que in-

persona ame que Dios se le dé no lo que Él le da. Que en esa intimidad y relación encuentre consue-lo y Gracia en su desgracia. Que su espiritualidad sea a partir de un Dios que no la salvó del dolor y del sufrimiento, sino en el sufrimiento y la pérdida, porque es un Dios Solidario. Tal espiritualidad de reconciliación, me envía a la solidaridad concreta con los que sufren, con sus rostros y sus experien-cias reales. Nos lleva a formar comunidades de

Iglesia el fortalecimiento de la voluntad social para que nunca más se repitan hechos que afecten la dignidad del ser humano, en especial de aquellos

que tienen menos poder, siendo para ellos la Voz de los sin voz.

Muchas veces hemos escuchado que sólo las víc-timas pueden perdonar. Generalmente existe una confusión bastante grande entre el perdón indivi-dual, que va de corazón a corazón, y sobre el cual nadie tiene poder, y el perdón otorgado por la socie-dad o la comunidad. Puede darse que una madre perdone al que mató a su hijo y que, paralelamente, el Estado lo condene; o viceversa: el Estado pue-de amnistiarlo y la madre, no perdonarlo. Es decir, existen dos niveles diferentes: el perdón individual y el comunitario. El primero de ellos, el perdón de corazón a corazón, aquel que sólo puede entregar alguien desde su intimidad, desde la soberanía de su propia conciencia, es personal y gratuito. Si es otorgado sin ninguna condición, como un gesto especial de generosidad, de caridad, se valora es-pecialmente; sin embargo, no se puede imponer. Por otra parte, el perdón de la comunidad, llámese Estado o institución eclesial es un perdón que se

-brantado.

En tercer lugar, resaltamos la idea de que la expe-riencia de la reconciliación hace tanto de las vícti-mas como a los agresores, nuevas creaturas (2 Cor. 5,17). En nuestro proceso pedagógico espiritual de la reconciliación nos encontramos con el testimo-nio de cómo las víctimas recuperan su dignidad y humanidad, con la fortaleza adecuada de afrontar el pasado, transformando lo vivido con nuevas na-rrativas en algunas oportunidades con el agresor, desarrollando la compasión, la ternura, la bondad en otros términos mirando con nuevos ojos lo que pasó. Esto permite que las víctimas recuperen su dignidad, siendo nuevas criaturas, así las víctimas ven su vida renovada y sienten con frecuencia la vocación de curar a otros. La nueva creación que se ofrece tanto en víctimas como en agresores es signo de la presencia de Dios.

Una víctima que ha perdido toda dignidad y ha sido abandonada ni siquiera siente que tiene a Dios cerca, sólo se tiene a sí mismo, pero ahí toca su

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ser; sabe quién es realmente y puede por ello ser más humano, para luego abandonarse y desplegar su ser hacia Dios. Aquí Dios no es un parche a su herida que con el tiempo se seca, se despega y se cae al suelo. Aquí Dios ha sido exprimido des-de el sin-sentido, desde la nada. Sólo la Gracia de Dios puede extraerse desde situaciones de enorme dolor, sólo Él puede hasta emerger de esa nada y desde ella, ser nueva creación. Los sufrientes (víc-timas) han sido tocados por lo peor del ser humano (victimarios), y con el misterio de la gracia de Dios ha emergido en ambos lo mejor de sus personas. Es una nueva creación, no en cuanto a hacer co-sas nuevas, sino nuevas las cosas. Se trata de re-novar, re-crear, re-conciliar.

El cuarto punto, es el proceso de la reconciliación por excelencia, el que pone en marcha la creación de una nueva humanidad, lo podemos encontrar en la historia de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo: cada tres segundos en el mundo entero los cristianos hacemos el memorial que el mismo Jesucristo nos dejó: “hagan esto en memoria mía”, es decir, seguir entregándonos con toda la pasión en el servicio a los hermanos, hasta dar la vida, pro-moviendo, formando, defendiendo la dignidad del ser humano, con la bondad, la honestidad y la justi-cia que nos da la gracia: “donde abunda el pecado sobreabunda la gracia”. (Rm. 5,20).

dando el ejemplo de dar la vida, ante una sociedad que enfatiza la felicidad como autorrealización per-sonal y no como relación fraterna; un sistema que apunta a la inequidad y no a la igualdad, una edu-cación que forma para competir y no para compar-tir, una creencia que a veces termina ideologizando una espiritualidad o espiritualizando una ideología; una religión que propone a Dios como último recur-so terapeuta. Cada uno es parte del Pueblo de Dios que es la Iglesia y está llamado a dar la vida para dar vida a un proceso de reconciliación concreto. Se necesita una teología que despierte líderes en el pueblo de Dios colombiano, porque la gente sigue al que tiene el por qué, no al que posee el cómo. Orar para que Dios nos regale un líder que no en-

tregue amnesia, sino memoria re-interpretada con el sentido de la fe cristiana, que venga de los nues-tros y sea de los nuestros.

El quinto punto es el proceso de reconciliación, sólo -

La reconciliación está orientada a romper el círcu-lo de la violencia. Los cristianos creemos que Dios Padre lo rompió radicalmente al no responder se-gún la lógica de la venganza a los malhechores,

-ción de Dios que nos reconcilia en la cruz de Jesús, quién muere diciendo: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Desde entonces para no-sotros es posible desactivar con la gracia del Cru-

espirales violentos de la historia, al desactivar la espiral violenta, deshacer el resentimiento y pro-mover el perdón y la reconciliación entre víctimas y victimarios, el terreno está preparado para que se sanen muchas relaciones rotas. Las personas en-frentadas vuelven a saludarse, los grupos cerrados por su ideología vuelven asumir la pluralidad social y el respeto por los DDHH, las instituciones inco-municadas entre sí restablecen el diálogo. La onda reconciliadora enriquece a la sociedad al mejorar la calidad de sus relaciones.

Es necesario en nuestras parroquias y lugares don-de vivimos, vincular explícitamente los Derechos Humanos a la evangelización y sin hacer proseli-

nos convencimos de que los Derechos Humanos pertenecen al corazón del Evangelio. Dios hecho carne es la proclamación más eximia de la dignidad humana y, por lo tanto, no puede haber una pasto-ral del Verbo encarnado que no esté preocupada por los Derechos Humanos. Estos forman parte im-portante del basamento fundamental de una socie-

viola los Derechos Humanos lo que está haciendo -

mover los Derechos Humanos es entonces defen-der y promover la base mínima social de un grupo

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humano. Hemos de respetar los DDHH hasta que duela, incluso con el victimario. No puede haber una acción evangelizadora sin un compromiso con los Derechos Humanos. La acción pastoral básica de la Iglesia, o incluye la dimensión de la gratuidad y la misericordia, o no hay misión evangelizadora propiamente tal. Se trata de una promoción huma-na, en cuanto a una reconciliación y solidaridad li-

en agentes de su propia liberación.

En suma tenemos una convicción de que cada cris-tiano que haya vivido su experiencia de encuentro con Jesucristo debe tomar la bandera de servicio de ser reconciliado y reconciliador, y desde su op-ción de vida que tenga se convierte en un testigo

transformar vidas desde una espiritualidad reconci-liadora, ese es el papel de nuestra Iglesia que debe

-no del Evangelio para defender la dignidad de la persona humana, es estar al lado de los que sufren. Uno piensa distinto cuando está cerca de los que sufren. Y la Iglesia se convierte más en una Igle-sia misionera, caritativa, real, valiente, visionaria y

la indiferencia en el pueblo cristiano católico. Cree-mos que la Iglesia tiene vocación de entendimiento y no de enfrentamientos.

el presente y perseguir la felicidad a toda costa, las víctimas aparecen como un estorbo. La sociedad

-dio de las víctimas como si ellas no estuvieran. No podemos cambiar nuestro pasado, sólo nos queda aprender de lo vivido. Y diagnosticar nuestra socie-dad actual colombiana para sanar la raíz del temor, la indiferencia y la indolencia ante el horror. Una Iglesia que pretenda ignorar la realidad, no podrá después ignorar las consecuencias de haber igno-rado la realidad. La Iglesia desde el Evangelio, que no es religión, sino liberación y sentido para todo ser humano y todo en el ser humano, quiere acoger a las víctimas desde la compasión y gratuidad de Dios, sosteniéndolas en el sentido de la vida, sin un

silencio cómplice, sino anunciando todo lo que vaya a favor de la vida, la reconciliación y la solidaridad, y denunciando a su vez todo lo que vaya en contra de la construcción de una sociedad que no respete la vida y los DDHH.

La verdad no sólo debe conocerse sino también reconocerse. La verdad debe colocarse de una manera ritual, como una especie de sacramento cívico, sobre el tapete. Al mismo tiempo, los dis-tintos sectores involucrados deben reconocer sus responsabilidades históricas, políticas o morales, asumir que fallaron de una manera u otra. No se trata de exigir la confesión individual de responsa-bilidades penales, pues no es lícito forzar a nadie a incriminarse a sí mismo. Se trata de establecer lecciones históricas o morales para el futuro. Las responsabilidades legales de tipo individual corres-ponde determinarlas por vías judiciales. Además de ser necesario que la verdad se conozca y se reco-nozca, es preciso que exista una voluntad social,

a suceder. Al mismo tiempo, es preciso disponer

verdad, el reconocimiento, la reparación y algún

justicia, particularmente respecto de los crímenes más graves. Pero también se hace necesario algún grado de clemencia o perdón.

¿Cuándo es legítimo otorgar el perdón social o co-munitario por violaciones de los derechos huma-nos? Es legítimo cuando se ha conocido y recono-cido la verdad, cuando hay una disposición a que lo ocurrido no vuelva a suceder. Esto es, cuando

-res transgredidos. Estos nuevos dilemas nos están exigiendo un pensamiento no sólo generoso sino creativo. Pero no tan equivocadamente generoso que por el afán de extenderle a todos el perdón que como individuos pudiéramos estar dispuestos a otorgar, queramos que la comunidad olvide su deber de reconstruir sabiamente aquello que fue quebrantado; ni tampoco tan rígidamente justiciero, que nos haga olvidar que precisamente el propósito principal es uno: de recuperación y de reconcilia-ción, y no de venganza.

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Por: Pbro. Julián Andrés Cano EcheverryPárroco Parroquia Personal Penitenciaria Capellán del INPEC

Todo cristiano, aunque haya caído muy hondo, es un bautizado, un hijo de Dios, que por lo tanto merece respeto y tiene todo el derecho a una atención pastoral. Ellos forman la Iglesia en prisión que cuenta siempre con la Iglesia en libertad” 1

1 Manual de capellanes y agentes de pastoral penitenciaria católica, Capellanía ge-neral del INPEC pág. 5

Con ocasión de la Fiesta de Nuestra Señora de las Mercedes, tradicionalmente conocida como patro-na de los reclusos, que se celebra el próximo 24 de Septiembre, se elabora este artículo para dar a conocer la misión que Dios encomienda y suscita en su Iglesia para anunciar a Jesucristo y “hacer sus discípulos” a todos los hombres y mujeres que privados de la libertad, no son privados de su digni-dad y como Cristianos Católicos tienen el derecho de ser atendidos espiritualmente por sus pastores para fortalecer aún en estos momentos de penuria su encuentro personal con el Señor. Es tarea de la Iglesia libre orar y ayudar en la tarea de evangelización a la Iglesia en prisión; “Una reali-dad que golpea a todos los sectores de la población pero principalmente al más pobre es la violencia, producto de las injusticias y otros males que duran-te largos años se han sembrado en las comunida-des. Esto induce a una mayor criminalidad y, por ende, a que sean muchas las personas que tienen que cumplir penas en recintos penitenciarios inhu-manos, caracterizados por el comercio de armas, drogas, hacinamiento, torturas, ausencia de pro-gramas de rehabilitación, crimen organizado que impide un proceso de reeducación, y de inserción en la vida productiva de la sociedad. Hoy por hoy las cárceles son, con frecuencia, lamentablemente, escuelas para aprender a delinquir”.2

2 Documento de Aparecida # 427

“El mundo penitenciario, un desafío para la Iglesia”

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Hoy en día al ver este panorama nos encontramos con un fenómeno que debe preocuparnos: es el es-tado creciente de “prisionalización”; un poco más de 115.626 reclusos están internos en los diferen-tes centros penitenciarios de orden nacional, algu-nos se encuentran sindicados, otros ya cumplen una condena sentenciada por el crimen cometido; la Iglesia comprometida con la misión los acompa-ña, no para condenar sino para mostrar el amor de Dios que salva y libera.

Si damos una mirada a la Historia de la Iglesia nos encontramos que ha estado en las cárceles y en los centros de reclusión desde su origen. Es allí donde encontramos a los primeros cristianos que por con-fesar el nombre del Señor “les echaban mano y los encerraban en la cárcel” (Hch. 4,3; 5,18), algunos eran azotados (Hch. 5,40) los soltaban y les prohi-bían predicar; pero otros no corría con tan buena suerte pues eran condenados a la muerte como es el caso de Esteban (Hch. 7, 57-59); la primitiva co-munidad cristiana anunciaba sin temor a Jesucris-to, fortalecidos por el Espíritu Santo; aun cayendo en las prisiones o condenados a muerte dieron tes-timonio si temor de Cristo El Señor. Estos nos per-mite comprender que la Iglesia no es ajena a esta realidad sino que ella la ha vivido desde su origen.

Para la Iglesia hoy su tarea fundamental es anun-ciar a Jesucristo en todas partes y en todo lugar, llevarlo como un mensaje de esperanza y de sal-vación que permita a los hombres encontrarse con Dios que los ama y nunca los abandona. La Iglesia es donde Cristo acompaña, redime y salva.

La pastoral penitenciaria hace parte de la pastoral social de la Iglesia, da cumplimiento a la obra de caridad y misericordia de visitar a quien ha caído en la cárcel pues en el rostro del interno está el rostro de Cristo que me dice “estuve en la cárcel y me visitaste” (Mt. 25,36).

La Iglesia obediente a Cristo responde así al de-safío del mundo penitenciario que crece cada día. Encontramos, querido hermano lector, que nuestra vocación y carisma es ayudar al Interno a quien

después de recibir malas noticias, se le anuncia la buena noticia del Evangelio, para que en Cristo tengan vida y esperanza. Esta vocación y carisma de ayudar al interno, de darle esperanza, surge sin duda alguna en el amor apasionado a Cristo reden-tor, que viene a la tierra, asumiendo la cautividad de la condición humana pecadora para devolverle al hombre la libertad de hijo de Dios, su dignidad primera que no se le puede arrebatar.

Quienes pertenecemos a la Pastoral Penitencia-ria Católica respondemos al llamado de Dios a la

creativa, en el fortalecimiento de su presencia en el mundo penitenciario3. Esta misión se asume con alegría y entusiasmo por un equipo de Sacerdotes y voluntarios que va conformando un grupo inter-disciplinar inspirados en el mandato de Jesús cuan-do dice “Estuve en la cárcel y viniste a verme” (Mt. 25,36) para que el interno o cualquier miembro que labora en la cárcel, conozca la radical novedad cris-tiana que deriva del bautismo, por el cual somos regenerados a la vida de los hijos de Dios.

Cuando el sacerdote y el agente de pastoral peni-tenciaria, evangeliza al interior o fuera del penal, cumple con este mandato del Señor y ejerce la ac-ción de la Iglesia. San Juan Pablo II, de tan grata memoria, alienta con palabras que hoy todavía es-tán presentes el trabajo de tantas personas que de manera abnegada y voluntaria se entregan a este servicio, dice el santo: “todos ellos, hacen presente en los centros penitenciarios la preocupación ma-ternal de la Iglesia por los hijos que se encuentran privados de la libertad”.

Por tanto la razón primera de nuestra misión pri-mera en el mundo penitenciario es el anuncio del Evangelio; nuestra preocupación debe ser la mis-ma de San Pablo “Ay de mi si no Evangelizo” (1Cor. 9,16). Todo se convierte por tanto en el apoyo a la tarea de re socializar, fortaleciendo la vida espiritual de quienes se encuentran allí, tras las rejas.

3 Encuentro Pastoral Penitenciaria Católica 15 al 17 de Noviembre de 2003

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El Gobierno Nacional en cabeza del Ministerio del Interior y del INPEC hace un gran esfuerzo para lograr que la cárcel sea un espacio de resocializa-ción y dignidad humana; sin olvidar el desafío que en este sentido tiene también la Iglesia y la socie-dad. La Iglesia mirando este gran esfuerzo e im-pulsada por el deseo del anuncio de Evangelio le recuerda y le muestra a cada interno y a su familia que aunque ellos están privados de la libertad no están privados de su dignidad; que su tiempo en la cárcel es un período para rehacer la vida y enmen-dar el daño causado.

El compromiso como Iglesia frente al mundo peni-tenciario, no es sólo de quienes trabajamos en este frente pastoral, es una misión que debe comprome-ter a todos los bautizados quienes con su oración y su ayuda material ayudan a la Evangelización y a la acción social realizada a favor de aquellos estig-matizados por la sociedad como los menos útiles, pero por quienes el Señor ha tenido una gran pre-ferencia pues “hay gran alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos” (Lc. 15,7).

La Iglesia que camina en la Arquidiócesis de Me-dellín consciente de esta realidad y en respuesta al mandato del Señor, avanza en un proyecto que va encaminado a brindar una buena atención es-piritual en los centros penitenciarios a todos los hombres y mujeres que han caído por una u otra razón, conformando de esta manera la parroquia “Personal Penitenciaria de Nuestra señora de las Mercedes” creada en la Arquidiócesis de Medellín por el entonces Arzobispo Mons. Alberto Giraldo Jaramillo, destinándola a la evangelización y acom-pañamiento de esta población.

Hoy en día nuestra parroquia, poco conocida, conforma el mundo penitenciario que tiene como destinatarios una población promedio de diez mil internos recluidos en los centros penitenciarios del INPEC de orden nacional ubicados dentro de la ju-risdicción de la Arquidiócesis como son: Bellavista, Cárcel Alta y Mediana Seguridad de Itagüí y el nue-vo establecimiento de Pedregal que se encuentra

en San Cristóbal; al igual que en los centros car-celarios municipales donde nuestros 57 voluntarios distribuidos en ellos acompañan y realizan una ta-rea de evangelización; además también se brinda atención pastoral al cuerpo de custodia y vigilancia y demás funcionarios administrativos del INPEC, familiares de internos y familiares de los funciona-rios, abogados, funcionarios del área de salud y ali-mentación.

Nuestra parroquia se encuentra conformada por tres sacerdotes el padre Julián Andrés Cano Eche-verry párroco de la Parroquia Personal Peniten-ciaria Nuestra Señora de las Mercedes y Capellán del establecimiento penitenciario de Bellavista, con una sobre población de 7300 internos; el Padre Diego Fernando Gaviria Carvajal recientemente nombrado por el Señor Arzobispo como capellán de la Cárcel de Pedregal, establecimiento que a su vez son dos cárceles, a saber: la reclusión de mu-jeres, antes el “Buen Pastor” y la cárcel de hombres sindicados, con una población de más o menos 2500 internos, y el capellán de la Cárcel de Alta y Mediana seguridad de Itagüí, con una población de 530 internos; a su vez dos Diáconos permanentes y 57 voluntarios quienes se distribuyen en los dife-rentes centros penitenciarios.

La realización de la Pastoral en el mundo Peniten-ciario se va desarrollando en respuesta a las dife-rentes circunstancias que presenta cada centro pe-nitenciario como son su sobrepoblación y la clase de población que se encuentra allí recluida, pero sobre todo y como gran motivación para el desarro-llo de la evangelización, la Población Cristiana Ca-tólica que se encuentra en estos lugares, en otras palabras la población interna es en un 85 % católi-ca, lo cual nos debe llevar a comprender que es un compromiso de toda la Iglesia.

Dios en su designio amoroso va suscitando dentro de su pueblo carismas y dones que permiten llevar su Palabra a todos los lugares y rincones del mun-do; nuestros agentes de pastoral se distribuyen en actividades en las cuales son especialistas, de tal forma que desde su labor Evangelizan a la pobla-

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ción recluida en los centros penitenciarios, entrando a formar parte de las actividades caracterizadas por el INPEC para la redención de pena de los internos.

La pastoral penitenciaria apoya los procesos de formación en el área de Educación donde el inter-no redime su pena realizando estudios de prima-ria, secundaria y universitarios; allí docentes en las diferentes áreas del saber apoyan el aprendizaje de quienes se encuentran estudiando, se enseña a leer y escribir a quienes no saben, se forma en valores y principios cristianos buscando con esto una sana convivencia dentro del penal. Además se brindan cursos bíblicos que ayuden a tener una mayor comprensión de la presencia de Dios, que acompaña la historia de la humanidad; experiencia de madurez de vida cristiana.

Los voluntarios que tienen conocimiento de artes u -

ño, la elaboración de muñequería, el tejido punto de cruz, la pintura en cerámica, la elaboración de ambientadores, entre muchos otros, son a su vez la forma de llegar a los internos y evangelizar.

Quienes son psicólogos, trabajadores sociales y pedagogos nos ayudan en la atención psico-social fortaleciendo el estado anímico de quienes han per-dido toda clase de esperanzas. Estos a su vez, junto con los sacerdotes, estimulan procesos de re-conciliación dentro del penal para ayudar y apostar a la sana convivencia dentro del mismo. Las señoras voluntarias se convierten al mismo tiempo en las madres adoptivas de los internoss quienes con un trato respetuoso y cariñoso los tra-tan como “madresitas que nunca nos desamparan, que nunca nos olvidan y siempre están ahí” per-mitiendo con esto que el interno tenga un medio para desahogar sus penas. Ellas a su vez, desde su experiencia y piedad, brindan consejos que aco-gen los internos con agrado, orientándolos así al sacramento de la reconciliación donde el sacerdote le muestra la misericordia de Dios que acoge al pecador.

El documento de Aparecida expresa la gratitud de la Iglesia en el numeral 429 para con los sacerdo-tes capellanes de establecimientos penitenciarios y grupos de voluntarios de pastoral penitenciaria que con entrega pastoral trabajan en los recintos carce-larios. Pero al mismo tiempo se hace un llamado de atención para que se fortalezca esta tarea y misión de la Iglesia tras las rejas con la ayuda material en elementos de aseo, cobijas y ropa en buen esta-do, además de la ayuda en dinero que permitirá la compra de elementos y material necesario para la Evangelización y misión en las cárceles. A los párrocos los invitamos a unirse en esta tarea de Iglesia concientizando a sus comunidades de esta realidad que nos toca a todos.

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Por: Diácono Luis Albeiro Muñoz Suescún.Coordinador Programa de Formación y Evangelización de lo Social.

EN TORNO A LOS MÍNIMOS PARA LA RECONCILIACIÓN Y LA PAZ

Conviene que participemos con nuestras opiniones, con nuestras críticas, siempre constructivas, nunca negativas ni ideologizadas o sectarias, porque la idea es que entre todos construyamos la paz

Aunque aún no se ha llegado a un acuerdo sobre el tercer punto de los acuerdos de paz que se están llevando a cabo en La Habana, esto es, el tema de las drogas ilícitas, se sigue generando mucha con-troversia en torno a los dos acuerdos ya logrados y en especial al tema del segundo punto; opiniones di-vididas, unas a favor, otras en contra, pero de todos modos opiniones que tienen que ser escuchadas, va-loradas y sopesadas para saber qué es lo que pensa-mos los colombianos en torno a algo que nos compe-te a todos y cada uno, la anhelada paz en Colombia.

Un segundo punto que como todos sabemos trata-ba sobre el difícil asunto de la participación política de estos grupos que dejando las armas, dejando de lado el enfrentamiento violento, quisieran tener una incidencia en la vida política y democrática de nues-tro país. Algunos dicen que esa participación debió haberse dado desde hace mucho tiempo, sin haber pasado por el recurso de la violencia, sostienen que por eso los violentos han perdido legitimidad y por

-cios de la democracia; sin embargo, son cosas del pasado que tenemos que mirar con otra óptica, con otro lente, dadas las circunstancias actuales.

Ha sido muy polémico también aquello de que se hable de dejación de armas y no de entrega; es uno de los puntos más espinosos del asunto porque se considera que mientras no haya entrega de armas sino simplemente dejación, en cualquier momento estos grupos insurgentes podrían volver a retomar las que tendrían guardadas no sabemos dónde.

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El tema ha generado impacto, y todos los colom-bianos tenemos que estar enterados de él. Convie-ne que participemos con nuestras opiniones, con nuestras críticas, siempre constructivas, nunca ne-gativas ni ideologizadas o sectarias, porque la idea es que entre todos construyamos la paz. Sabemos que la oposición tiene derecho a emitir sus opinio-nes y que quienes están a favor de las acciones del gobierno también; el hecho es que todos, unos y otros, lo hagan con respeto, con moderación y so-bretodo, con argumentos fuertes, que le permitan a los ciudadanos colombianos adherirse a una u otra forma de pensar, apoyar una u otra iniciativa.

Es por demás interesante ver cómo se están plan-teando temas como las zonas especiales de trata-miento democrático para un posible escenario de

realce a lo que son las garantías del voto, de par-ticipación de los ciudadanos; hay sectores del país

condiciones electorales tienen que ser especiales; algunos opinan que lo que se busca con eso es, de

una curul por parte de representantes de los grupos armados; otros argumentan que es un mecanismo para que precisamente las personas que son vícti-mas de estas situaciones que ahora vivimos tengan un espacio para poder llevar su voz y sus conside-raciones al Congreso de la República. Unos y otros pueden tener razón.

En los primeros días de Noviembre se hicieron los anuncios del acuerdo, y paradójicamente antes de ello, teníamos ya la posibilidad de que la Iglesia nos estregara un documento muy importante: el libro “Propuestas de mínimos para la reconciliación y la paz en Colombia”, un texto que luego de bastante tiempo de preparación fue dado a conocer por el Episcopado colombiano, presentado por Monseñor Rubén Salazar Gómez. Son ocho parámetros que tendríamos que tener en cuenta para lograr que en

tiempo realmente sostenibles y le den nuevas opor-tunidades al país en términos de reconciliación y de paz.

Nuestro Cardenal en la presentación puso de presente cuál era la intencionalidad de esta pu-blicación; expuso el porqué es importante que en nuestro país se logren consensos; cómo es que no-sotros tendríamos que propender en todo momento por que llegue a nuestra nación una paz duradera, que sea estructural, no simplemente un argumento del momento, una emoción pasajera, una manera de actuar de algunos cuantos en una determinada circunstancia; necesitamos que de aquí en adelan-te situaciones lamentables, hechos ya históricos no se vuelvan a repetir.

De algún modo podríamos tener soluciones con-cretas para la época actual, para la coyuntura que estamos viviendo, pero hay un gran interrogante entorno a si esas soluciones que se dan en este momento puedan perdurar, si puedan constituirse realmente en la base para que se le garantice a los ciudadanos colombianos un ambiente de paz y de armonía; en ese punto hay que trabajar ardua-mente y estos mínimos de acuerdo nacional para la reconciliación y la paz apuntan a eso, a que se consiga una paz estructural, no una mera salida del

-miento entre las fuerzas militares y un grupo disi-

-camente de la paz en Colombia en términos macro, duraderos.

Cómo hacer duradera la paz, cómo hacer que sea realmente estructural? La Conferencia Episcopal en este documento, estipula que básicamente te-nemos que tener en cuenta la justicia, la solidaridad y la fraternidad. Mientras estos tres elementos no estén presentes en el diario vivir de nuestra socie-dad, difícilmente vamos a conseguir una paz que perdure; la justicia tiene que ser aplicada con todo rigor, la solidaridad tiene que hacer parte de nues-tro quehacer social; la fraternidad, que incluye el perdón, la reconciliación, que propende por la con-

Tenemos que hacer una amalgama de estas tres realidades y con ella, con esa relación de unas y

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otras, con esa concatenación de justicia, solida-ridad y fraternidad podemos construir realmente una paz que sea fundante, sobre la cual podamos apoyarnos, superando la problemática que ha ge-nerado tanta violencia y tanta desigualdad a través

Colombia; esa es la meta, el propósito; que con jus-ticia, solidaridad y fraternidad, solucionemos nues-tros problemas, que no solamente son económicos, sino que tienen que ver con la integralidad del ser de los ciudadanos. Muchas cosas generan violen-cia y desigualdad, muchos factores inciden, todos ellos hay que tenerlos en cuenta y superarlos para poder fundamentar una paz que perdure, que nos permita mirar hacia el futuro con tranquilidad, con

Estos acuerdos nacionales para la reconciliación y la paz, estos mínimos que presenta la Conferen-cia Episcopal Colombiana son el resultado de un proceso que se inició en el año 2009; ya se llevan alrededor de 4 años trabajando en una iniciativa en la que han participado representantes de la vida social, económica y política del país; es un consen-so entre las partes interesadas, que somos todos, pero con una representatividad muy evidente por parte de grupos de importante incidencia en la rea-lidad de nuestro país. De alguna manera lo que se está tratando con estos mínimos, con esta propues-ta que lidera desde la Comisión de Reconciliación Nacional la Iglesia Católica, es propender por una

-pués de que las difíciles situaciones por las que atravesamos se superen, con la ayuda de Dios.

Cómo vamos a garantizar que perduren en el tiem-po estas iniciativas, estos acuerdos a los que se llegue? Hay que tener unas estrategias; a lo me-jor, dicen algunos, no estamos preparados para el

en la medida en que vamos viendo ya en el horizon-te posibilidades muy concretas, porque estos dos acuerdos a los que se ha llegado en las rondas de

-vos; recordemos que el primero tenía que ver con el tratamiento del tema agrario y ahora este tema de

la participación política, que si bien es complejo, ha logrado también tener una salida; por lo tanto lo que

esquina, tenemos que ir elaborando las estrategias para ello y que mejor manera que teniendo una re-

la paz.

Cuáles son las circunstancias que nos preocupan y -

do nacionales para la reconciliación y la paz, estos ocho mínimos de los que venimos hablando? Hay temas fundamentales, ya hemos mencionado algu-nos de ellos; en primer lugar está el propender por la justa distribución de la tierra; un problema que

de violencia a lo largo de todos estos años de vida nacional, casi que desde que ostentamos nuestra dignidad de país independiente; el mal manejo que se hace de la tierra es una situación que hay que solucionar porque de ello depende el sentido de pertenencia, el sentido de participación, el sentido de estar involucrado dentro de la realidad de una nación. Cuando la gente no tiene tierra y no obtiene de ella los recursos para poder subsistir, se siente maltratada, se siente ubicada en condiciones de in-justicia.

También tenemos que hablar de un auténtico de-sarrollo económico que no se limite única y exclusi-vamente a los macro-proyectos, a las macro-estra-tegias sino que llegue también a los campesinos, a los pequeños trabajadores de las empresas par-ticulares, a quienes tienen la expectativa de salir adelante con su actividad laboral; el auténtico de-sarrollo económico no se consigue únicamente con medidas neoliberales sino pensando en el desarro-llo integral de las personas, que poco a poco, con su emprendimiento, con su manera de trabajar la tierra, van labrándose un futuro.

Importante también que en todas estas considera-ciones se hable de los escenarios para el perdón; necesitamos que la justicia, la solidaridad y la fra-ternidad estén presentes, y dentro de la fraternidad ocupa un espacio importante y grande el perdón;

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si no estamos dispuestos a perdonar difícilmente vamos a lograr acuerdos; hay muchas situaciones lamentables que todos conocemos pero no nos po-demos quedar en eso, tenemos que salir adelante con nuestras consideraciones y con nuestras pos-turas frente a ellas, si no perdonamos, difícilmente vamos a poder reencauzar el rumbo de nuestra pa-tria; hay que acompañar a las víctimas, que tienen derecho a la verdad, a la justicia, a la reparación; puede existir el perdón pero tiene que darse en un marco de justicia, de garantías, de retribución a quienes han sufrido a causa de la violencia, y tam-bién de asumir las responsabilidades por parte de quienes han ocasionado todas estas situaciones; justicia pero perdón, perdón pero justicia.

Es muy importante no solamente hablar de las vícti-mas sino también de los victimarios, si ellos quieren entrar a la vida civil, volver a encauzar su ciuda-danía, su participación en la política colombiana, tienen que darse condiciones de reincorporación, eso es un hecho, no podemos pasar por encima de esa consideración; que se lo merezcan o no, eso es otro asunto, pero que tiene que darse la posibilidad de que ellos participen políticamente es una premi-sa necesaria, porque para eso se están haciendo estos acuerdos, se están adelantando estos diálo-gos, para que la participación ya no sea por medio de las armas y la violencia sino que sea debatien-do las ideas. La participación política tiene que ser una realidad, una opción para que los involucrados en estas negociaciones sientan que realmente van a recibir garantías que les permitan, ya no utilizar los métodos violentos para llegar con sus ideas al pueblo colombiano, sino otros, como lo son los de la democracia.

Se tiene que hablar también de la formación pe-dagógica en torno al tratamiento no violento de los

estas circunstancias y las ha asumido con mucho dolor, vienen también generaciones nuevas a las que hay que formar en la no violencia, en las que tenemos que inculcar que aunque los problemas

permitir un tratamiento mal dimensionado para so-

lucionarlos; no es con las armas, con la violencia, con el desconocimiento de los derechos del otro como podemos llegar a la paz; por eso hay que ha-blar de una formación ética, pedagógicamente ten-diente a que las soluciones siempre vayan a estar bajo la óptica de la tolerancia.

Terminemos entonces haciendo mención de estos ocho mínimos: en primer lugar se habla de “una po-lítica de reconciliación y paz, los fundamentos para acompañar los procesos de la post-negociación, y el logro de acuerdos para garantizar el avance en los mismos”.1 Se plantea también “la equidad en el ac-ceso a los derechos para garantizar una vida digna y construir una política de igualdad en Colombia” 2

Se necesita, y fue el primer tema de las conversa-ciones en La Habana, de una “reforma agraria am-plia e integral a partir de un acuerdo sobre la tierra y el territorio para alcanzar la paz en el campo”3; el tema agrario en el país es absolutamente indispen-sable, la reforma agraria que todos los gobiernos quieren emprender es una necesidad imperiosa para la consecución de una paz estable, duradera, que pueda estar estructurada sobre fundamentos sólidos.

Se requiere de una “educación con calidad y co-bertura para todos, como un derecho fundamen-tal que permita la movilidad social y reduzca la desigualdad”4 . Un país educado, unos ciudadanos que sean conscientes de su propio destino; contra-rio a lo que muchos piensan, genera condiciones de igualdad, de diálogo, de participación con el mis-mo nivel de conocimientos y de intelectualidad; no podemos seguir pensando en una población margi-nada, aislada de la educación, ignorante, frente a otra población que se forma, que se educa, y que muchas veces pretende desde esa posición sub-yugar a quienes no tienen la instrucción necesaria; la educación tiene que ser dada a todos por igual, tener una gran calidad y lo más importante una total cobertura.

1 Comisión de Conciliación Nacional. Propuestas de Mínimos para la Reconciliación y la Paz en Colombia.

2 Idem.3 Idem.4 Idem.

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Se tiene que hablar también de una “democracia real y la transparencia en el uso de los recursos pú-blicos para fortalecer la legitimidad de las políticas y el estado”5 ; no a la corrupción, no a las malas prácticas, no a los ladrones de cuello blanco, como algunos los llaman; una transparencia que nos ga-rantice a los colombianos el que con el dinero de nuestros impuestos se estén haciendo realmente

contribuyan a fundamentar la paz; porque cuando hay dudas, cuando la corrupción está presente, la ciudadanía reacciona de una manera negativa que muchas veces termina en actos violentos.

“La construcción del país desde la diversidad regio-nal para avanzar en el proceso de la descentrali-zación como garantía del desarrollo territorial”6 ; es un tema que se ha venido tratando desde tiempo atrás, no podemos seguir condensando todo en la capital, pensando en Colombia como un país de pocas alternativas para las personas que llegan a la gran urbe desde otros sitios; Colombia no es solamente una ciudad, no es solamente Bogotá y tres o cuatro ciudades satélites, Colombia es un territorio extenso que necesita atención, ayudas, que necesita de la solidaridad y del compromiso de todos para sacar adelante los procesos regionales, particulares de cada sitio de nuestra región colom-biana; hay que hablar por ejemplo del Chocó, de los Llanos Orientales, de la Amazonía, tantas zonas de nuestro país que siguen padeciendo el olvido; nos acordamos de San Andrés porque Nicaragua nos puso a prestarle atención, pero si no hubiera sido por eso tal vez seguiría estando en una situación de olvido por parte del estado colombiano; es una realidad que hay que combatir como mínimo para la consecución de la paz; no más zonas olvidadas, apartadas; se ha de procurar un desarrollo que lle-gue a todos por igual, potencialice las regiones y las lance hacia el futuro.

Se tiene que hablar también de “alternativas produc-tivas sostenibles como propuestas para una econo-

5 Idem.6 Idem.

humano y sostenible”7 ; cómo vamos a revitalizar la producción, la economía en un escenario en donde muy posiblemente, quiera Dios, problemas como el secuestro, como el desplazamiento, como el narco-

a responder entonces con alternativas productivas a ese “hueco” que dejaría la no existencia del nar-

subsanar, negativa obviamente, pero que requiere del impulso de nuevos procesos y estrategias para que económicamente las regiones azotadas por el

Y por último, a manera de conclusión, se habla de la “participación ciudadana en la construcción de los destinos colectivos para avanzar en la legitimi-dad de las políticas públicas de nuestro país”8 ; un llamado ya no sólo a los entes gubernamentales o a los actores armados a ser constructores de la paz, sino a cada uno de nosotros, desde nuestro sentido de pertenencia a esta bella nación.

7 Idem.8 Idem.

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“EL CONCEPTO DE TRABAJO DECENTE EN LINEA PASTORAL:Trascendiendo del derecho a la justicia”

Por: John Fredy Morales CarmonaAsistente del programa de Transformación HumanaPastoral Social.

El trabajo es, sin lugar a dudas, un factor clave en la vida y desarrollo de todo ser humano, cualquiera que sea la condición social, económica o cultural que le rodea; importancia que pone en evidencia e imprime un carácter connatural en su vida misma.

representa el concepto de trabajo en nuestra socie-dad, más aún, se ha convertido incluso en un tema tan inquietante para el ser humano por su connota-ción económica y social que ha venido siendo con mayor fuerza durante las últimas décadas objeto de debate en múltiples escenarios desde puntos de vista tanto políticos, como sociales, económicos y jurídicos.

La Iglesia por su parte, no ha sido ni es ajena a las situaciones y realidades que rodean la vida del hombre, por el contrario, se ha visto cómo a lo largo de la historia ha estado presente e inquieta por las cuestiones que le aquejan, así pues, es el trabajo humano decente y digno una de estas cuestiones importantes por la que la Iglesia Católica se ha preo-cupado desde su labor evangelizadora y pastoral po-niendo en práctica el Evangelio y su doctrina social.

Para ello, antes de abordar el tema resulta necesa-rio recordar la importancia del concepto de traba-jo decente que ha venido desarrollándose a nivel internacional y que ha sido acogido positivamente por diversos Estados en el mundo para ser implan-tado y luego desarrollado en sus ordenamientos ju-rídicos respectivos, viéndolo como una oportunidad

… la Iglesia, sus pastores y todos

comprometidos, deben propender incansablemente a través de su labor evangelizadora por la promoción del derecho al trabajo decente en todas las esferas de la sociedad

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clave para el desarrollo social y económico de cada Estado. En este sentido, es como la Organización Mundial del Trabajo (OIT) pregona incluso desde su misión y objetivos el trabajo decente como un presupuesto indispensable para la obtención de

“…la paz laboral es esencial para la prosperidad”; y para ello, continúa su misión manifestando que la OIT “favorece la creación de trabajo decente y las condiciones laborales y económicas que permitan a trabajadores y a empleadores su participación en la paz duradera, la prosperidad y el progreso”.

Presupuestos del Trabajo decente

La noción de trabajo decente dada a conocer por primera vez en la 87ª reunión de la Conferencia In-ternacional del Trabajo de 1999 propone esencial-mente cuatro elementos importantes para un ade-cuado análisis del concepto1. El primero de ellos hace referencia a la noción de empleo humano tan-to desde el punto de vista cuantitativo (oferta) que se traduce en oportunidades de empleo, como des-de lo cualitativo (condiciones de trabajo y calidad de remuneración). Dentro de este primer elemen-to deben considerarse todas las clases de trabajo existentes, esto es, el empleo de los trabajadores de la economía formal o regular, el de los trabajado-res de la economía informal y el de los trabajadores que laboran de manera autónoma e independiente. El segundo elemento, apunta a la seguridad en el trabajo y a la existencia de unas condiciones ade-cuadas y dignas para laborar (protección social), lo cual se traduce en el debido acceso a la seguridad social del trabajador. Un tercer elemento tiene por objeto proteger las relaciones sociales y laborales de los trabajadores (derechos fundamentales del trabajo decente como lo son por ejemplo, el dere-cho de asociación, la protección contra la discrimi-nación laboral, el trabajo forzoso y el trabajo infantil, entre otros); y un cuarto y último elemento consiste en aquella posibilidad que tienen los trabajadores de hacer uso del derecho a exponer sus opiniones, defender sus intereses y establecer pactos o con-

1 TRABAJO DECENTE. Concepto e indicadores; Revista Internacional del Trabajo, vol. 122 (2003), núm. 2

venciones con sus empleadores sobre temas rela-cionados con sus labores (diálogo social). Es así, como a partir de la consecución de estos cuatro elementos propuestos pueden generarse las posibilidades para hablar de un trabajo decente cuyo propósito será el de provocar cambios o trans-formaciones positivas en la vida de las personas por medio de su quehacer laboral, lo cual permi-te a su vez una efectiva reducción de la pobreza, un desarrollo equitativo inclusivo y sostenible de la economía y por ende una globalización realmente justa.

Un mirada desde las Escrituras y el Evangelio

Ahora bien, la Iglesia iluminada por el Evangelio y la Doctrina Social en su quehacer pastoral y evan-gélico nos ofrece una mirada trascendental y pro-funda sobre el concepto de trabajo decente; mirada

e importancia para el ser humano, atendiendo más allá de lo estrictamente jurídico y social para ir en busca de aquello que se acerca mucho más a uno de los principales valores propuesto por Jesús en el Evangelio; la justicia.

Desde el inicio de la historia de la salvación, el anti-guo testamento presenta a Dios como Creador om-nipotente, así lo relata el libro del Génesis 1, 1, “En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra”, obra que logra su mayor plenitud cuando crea al hombre a su imagen y le invita a trabajar la tierra que creó para él; más adelante diría el salmista “le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies” (Sal 8, 6). Es así como Dios declara al hombre como criatura superior y le

pero a su vez, le delega la responsabilidad y el de-ber de cuidar y de cultivar la tierra, es decir, de tra-bajar incansablemente para que su obra creadora perdure y se propague a toda la humanidad veni-dera.

El trabajo es pues un elemento connatural y origi-nario a la existencia misma del hombre creado por

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Iglesia (núm. 256) y cuya promesa hecha al hombre de hacerle señor de sus obras no se vio alterada ni quebrantada por el pecado de Adán y Eva. Por el contrario, Dios deja intacta tal promesa e instruye al hombre para que éste haga un buen uso de la tierra y no se extralimite en su labor de cultivarla por querer obtener más de lo justo, pues el trabajo debe ser honrado al ser fuente de riqueza o, al me-nos, de condiciones para una vida decorosa, y, en

-breza, mucho trabajo, riqueza.” (Pr. 10,4), y en ese mismo sentido continúa diciendo: “Mejor es poco con temor de Yahvéh, que gran tesoro con inquie-tud” (Pr. 15,16).

de Jesús de Nazaret como un hombre cuyo estilo de vida logró captar la atención del pueblo de Israel, desde los más pobres hasta los más ricos y adi-nerados personajes. Su estilo fue auténtico, Jesús mismo enseñó a predicar el trabajo con su labor co-tidiana (Cf. DSI núm. 259). Él “se hizo semejante a nosotros en todo, dedicó la mayor parte de los años de su vida terrena al trabajo manual junto al banco del carpintero”2 en el taller de José. Es entonces, como a Jesús desde su niñez y juventud le resulta cercano y familiar el ejercicio de trabajar; más tarde las mismas enseñanzas contenidas en sus parábo-las darían fe de ello, pues para ser tan claro y sabio al respecto necesitó con seguridad haber vivido ta-les experiencias muy de cerca, conoció de primera mano de la labor de sembrar la tierra como nos lo narra la parábola del sembrador (Mt 13, 1-9) y de cómo obtener los mejores frutos de una cosecha tras haberla cultivado debidamente (Mt. 12,33).

Por su parte, la doctrina social de la Iglesia propo-ne abordar la noción de trabajo desde un elemento clave que se encuentra implícito en todas las accio-nes de Jesús y que obedece a la naturaleza misma del hombre y su importancia para el Reino de Dios: La dignidad. Es la dignidad del trabajo la que permi-te entender lo estrictamente ligado que se encuen-

2 Juan Pablo II, Carta enc. Laborem Exercens, 6: 1981; pág. 591

tra el hombre como hijo de Dios y como objetivo

“mediante el trabajo, el hombre gobierna el mundo colaborando con Dios, junto a Él, es señor y realiza obras buenas para sí mismo y para los demás” (DSI núm. 265). Y continúa la doctrina proponiendo dos dimensiones del trabajo, una objetiva y otra subje-tiva que permite evidenciar su condición de trabajo digno. La primera obedece a aquel conjunto de ac-tividades, recursos, instrumentos y técnicas de las que el hombre se sirve para producir, y la segun-da, consiste en el actuar del hombre en cuanto ser dinámico, capaz de realizar diversas acciones que pertenecen al proceso del trabajo y que correspon-den a su vocación personal (núm. 270 DSL).

-zado por el hombre- aunque fuera el trabajo “más corriente”, más monótono de la escala del modo común de valorar, e incluso el que más margina-, sigue siendo siempre el hombre mismo” 3.

De acuerdo con lo anterior es posible deducir una característica más con relación al trabajo decen-te y en condiciones dignas: esto es, la necesidad del trabajo para el ser humano, partiendo desde su misma condición de derecho humano universal y derecho fundamental por cuanto le hace bien al hombre trabajar. “La Iglesia enseña el valor del tra-bajo no solo porque es siempre personal, sino tam-bién por el carácter de necesidad”4

Es precisamente en razón del carácter necesario del trabajo que la Iglesia, sus pastores y todos los

-cansablemente a través de su labor evangelizado-ra por la promoción del derecho al trabajo decente en todas las esferas de la sociedad, desde la ca-tequesis misma de los pueblos para educar hacia el empleo hasta la promoción y defensa ante los gobiernos nacionales y locales para la implementa-ción de políticas y acciones de gobierno que, lejos de cualquier interés particular por parte de estos,

3 Juan Pablo II, Carta enc. Laborem Exercens, 6: 1981; pág. 592 cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2428.

4 León XIII, Carta enc.Rerum Novarum; 1892; pág. 128.

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trabajo como presupuesto indispensable para la consecución de la dignidad personal, la estabilidad familiar, la paz en comunidad y, por ende, el cre-cimiento económico bajo principios de igualdad y justicia social.

Para concluir, resulta necesario comprender y darnos cuenta de la gran oportunidad que se está presentando en la actualidad para el ser humano como sujeto universal de derecho, con miras a ma-nifestar a la luz de su misma realidad las luchas y los esfuerzos realizados en busca de recuperar su dignidad perdida o maltratada por los diferentes problemas sociales que le aquejan; uno de ellos es, precisamente, su derecho al trabajo digno y justo.

En ese sentido, es importante recordar la necesi-dad de continuar empoderando al ser humano, en-tendiéndolo también desde su condición de sujeto perteneciente a una sociedad organizada; en pala-bras de Pablo VI, “Hay que ser conscientes de que el trabajo humano es un derecho del que depende directamente la promoción de la justicia social y de la paz civil. Tareas importantes en esta dirección corresponden a las Organizaciones Internaciona-les, así como a las sindicales: uniéndose en las for-mas más oportunas, deben esforzarse, ante todo, en el establecimiento de « una trama cada vez más compacta de disposiciones jurídicas que protejan el trabajo de los hombres, de las mujeres, de los jó-venes, y les aseguren una conveniente retribución”

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Arzobispo de Medellín DECRETOS DENOMBRAMIENTOSEnero - Mayo 2014

1. Se nombra al Presbítero Edilber David IGUA-RÁN PINTO vicario parroquial de la parroquia “EL SAGRARIO” (Decreto 829N/14) 23-may-14.

2. Se nombra al Presbítero Michael George CAD-

HIT GONZÁLES párroco de la parroquia “SAN PÍO DE PIETRELCINA” (Decreto 828N/14) 23-may-14.

3. Se nombra como Tesorero del Convictorio

Eclesiástico de la Arquidiócesis de Medellín en Roma, al Presbítero Jorge Alberto RUIZ TOBÓN, con las funciones que determinan los propios estatutos (Decreto 827N/14) 23-may-14.

4. Se nombra al Presbítero Carlos Enrique MESA

OCHOA vicario parroquial de la parroquia “SAN JUAN DE LA CRUZ” (Decreto 826N/14) 31-may-14.

5. Se nombra al Presbítero Luis Santiago FIGUE-

REDO CASTELLANOS, Sch.P., de la Orden Religiosa de las Escuelas Pías, vicario parro-quial de la parroquia “SAN JOSÉ DE CALA-SANZ” (Decreto 825N/14) 6-may-14.

6. Se nombra al Presbítero Luis PADILLA LÓPEZ,

Sch.P., de la Orden Religiosa de las Escuelas Pías, vicario parroquial de la parroquia “SAN JOSÉ DE CALASANZ” (Decreto 824N/14) 6-may-14.

7. Se nombra al Presbítero Carlos José ARIAS CASTRILLÓN párroco de la parroquia “SAN ESTEBAN PROTOMARTIR” (Decreto 823N/14) 6-may-14.

8. Se establece la Comisión Arquidiocesana para

-mites parroquiales, en directa vinculación con la sección administrativa de la Vicaría Gene-ral. Se nombra, por un período de tres años, como miembros de la Comisión a las siguientes personas: S.E. Mons. Edgar Aristizábal Quin-tero, Coordinador de la Comisión. Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez, Vicario Gene-ral. Pbro. Wilson Uribe González. Pbro. Wilfer Antonio Gómez Aristizábal. Pbro. John Aran-go Tobar. Pbro. Jorge Alberto Yepes Garcés. Pbro. Julio Enrique Montoya Restrepo. Pbro. Silvio Guiller Peña Vanegas. Abogado Gustavo Adolfo Ortíz Cano. Arquitecto Darío Jaramillo Molina (Decreto 822N/14) 3-may-14.

9. Se nombra al Presbítero Julián Enrique BE-

TANCOURT ESCOBAR, de la Compañía de María, Misioneros Monfortianos, vicario parro-quial de la cuasiparroquia “SAN CIRILO DE JE-RUSALÉN” (Decreto 821N/14) 31-abr-14.

10. Se aprueba, como Vicepostulador de la Cau-

sa de Canonización del Siervo de Dios Jesús Antonio Gómez Gómez, al Pbro. Jorge Edwin MARTÍNEZ ARBOLEDA (Decreto N° 136G/14) 14-may-14

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11. Se aprueba, como Vicepresidente y represen-tante legal suplente de la “Fundación Canó-nigo Jesús Antonio Gómez Gómez”, al Pbro. Luis Humberto Arboleda Tamayo (Decreto N° 135G/14) 3-may-14

12. Adminístrese la Corporación Arquidiocesana

de Servicios Exequiales El Tabor – La Candela-ria desde la Fundación Pía Autónoma Cemen-terios Campos de Paz (Decreto N° 134G/14) 3-may-14

13. Se prolonga por un nuevo periodo de tres años,

la erección canónica de la asociación pública de

(Cf. Can. 312 del CIC) (Decreto N° 133G/14) 3-may-14

14. Se erige, en la vicaría episcopal del norte, zona

pastoral Nº 8 (Norte), arciprestazgo Santiago Apóstol (Bello – París – Cabañas – Barrio Nue-vo), la cuasiparroquia “SAN CIRILO DE JERU-SALÉN”, con personería jurídica canónica (Cf. Cánones 114 y 516 §1 del CIC) y se nombra como Sacerdote encargado de la cuasiparro-quia “SAN CIRILO DE JERUSALÉN” al Pres-bítero PARMENIO GÓMEZ BLANCO, de la Compañía de María – Misioneros Monfortianos (Decreto N° 132G/14) 30-abr-14

15. -

gal de la Fundación Banco Arquidiocesano de Alimentos de Medellín al Diácono Permanente Luis Guillermo Bonilla Cifuentes, por un perío-do de dos años (Decreto N° 131G/14) 30-abr-14

16. Se eleva a la categoría de Parroquia la Cuasi-

nombre por el de “SAN JUAN XXIII”, en la vica-ría episcopal del norte, en la zona pastoral N° 2 (Nor-Occidental), en el arciprestazgo Santa Laura Montoya, con la personería jurídica que ya posee y Se nombra como administrador parroquial al Presbítero Samuel ARIAS ÁLVA-REZ, de la Congregación Religiosos Terciarios

Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores (Decreto N° 130G/14) 30-abr-14

17.

de la Pía Sociedad Salesiana Inspectoría San Luis Beltrán – Medellín, se abroga todo lo que les sea contrario, y se anexa copia de los nue-vos Estatutos al presente Decreto (Decreto N° 129G/14) 14-abr-14

18. Se aprueba, ad experimentum por un año, la

reforma de los Estatutos de la Fundación Autó-noma Sacerdotal Padre Arcila, se abroga todo lo que le sea contrario (Decreto N° 128G/14) 7-abr-14

19. Se renueva la aprobación ad experimentum,

por un período de tres años, a los Estatutos de la Asociación Privada de Fieles “Lazos de Amor Mariano”, anexados al Decreto ya citado. Se nombra como Asesor Eclesiástico de la Aso-ciación “Lazos de Amor Mariano” al Presbítero Alfonso LÓPEZ SERNA (Decreto N° 127G/14) 7-abr-14

20. Se eleva a la categoría de Parroquia la Cuasi-parroquia “SANTA MARÍA DE LA LUZ”, en la vicaría episcopal del norte, en la zona pastoral N° 8 (Norte), en el arciprestazgo Nuestra Seño-ra de la Asunción (Bello-Niquía-Copacabana). Se nombra como primer párroco al Presbítero Cesar Augusto RAMÍREZ GARCÍA (Decreto N° 125G/14) 25-mar-14

21. Se eleva a la categoría de Parroquia la Cuasi-

parroquia “SANTA TERESA DE LOS ANDES”, en la vicaría episcopal del norte, en la zona pastoral N°. 2 (Nor-Occidental), en el arcipres-tazgo Santa Laura Montoya. Se nombra como primer párroco al Presbítero John Fredy DAVID MACÍAS (Decreto N° 124G/14) 25-mar-14.

22.

Laura Montoya Upegüi y Santa Catalina de Sena por el de Parroquia Santa Laura Montoya (Decreto N° 123G/14) 25-mar-14

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23. Se concede al Colegio San José de las Vegas por el período de un año y bajo el cuidado del Padre Capellán, la autorización de tener Orato-rio con la Reserva del Santísimo Sacramento, guardadas todas las normas de Derecho y de Liturgia (Decreto N° 122G/14) 1-abr-14

24. Se autoriza al Seminario de Misiones Extranje-

ras de Yarumal establecer su domicilio principal en la Arquidiócesis de Medellín, Carrera 81 Nº 52B - 120, Municipio de Medellín. Y se le con-cede tener allí un Oratorio con la Reserva del Santísimo Sacramento, guardadas todas las normas de Derecho y de Liturgia (Cfr. Canon 608, 733, 934, 936 del Código de Derecho Ca-nónico) (Decreto N° 119G/14) 28-feb-14

25. Se concede a la sede de la Fundación SACIAR,

en la Carrera 50 N° 25-261 Medellín, por el pe-ríodo de un año, la Licencia de tener Oratorio con la Reserva del Santísimo Sacramento, guardadas todas las normas de Derecho y de Liturgia (Decreto N° 118G/14) 28-feb-14

26. Se aprueba al Señor José Gerardo Salazar

Granada, Coordinador Nacional de “Talleres de Oración y Vida” (Colombia Noroccidente), como Representante Legal de esta entidad (Decreto N° 114G/13) 27-nov-13.

27. Se aprueba el Consejo Directivo de la “Fun-

dación Canónigo Jesús Antonio Gómez Gó-mez” conformado por las siguientes personas: Miembros principales: Monseñor José Camilo Gómez Gómez, Monseñor Adolfo Duque Arbe-láez, Presbítero Carlos Alberto Rendón Tobón, Presbítero Luis Humberto Arboleda Tamayo, Licenciado Demetrio Quintero Quintero. Miem-bros suplentes: Presbítero Luis Eduardo Gavi-ria Londoño, Presbítero Jorge Edwin Martínez Arboleda, Presbítero José Renato Montoya Muriel, Presbítero Jaime Omar Betancur Mejía, Señorita Rosa Antonia Franco Agudelo (Decre-to N° 113G/13) 27-nov-13

28. Se nombra al Presbítero Juan Albeiro ÁLVA-REZ FORONDA vicario parroquial de la pa-rroquia “SANTA RITA DE CASIA” (Decreto 820N/14) 4-abr-14.

29. Se nombra al Presbítero Juan David QUINTE-

RO MOLINA vicario parroquial de la parroquia “SANTA ANA” (Manrique Oriental) (Decreto 819N/14) 21-mar-14

30. Se nombra al Presbítero Ricardo León CALLE

PÉREZ párroco de la parroquia “MADRE DEL AMOR DIVINO” (Decreto 818N/14) 21-mar-14.

31 Se nombra al Presbítero Carlos Andrés RICO

ORTÍZ vicario parroquial de la parroquia “SAN CRISTÓBAL” (Decreto 817N/14) 21-mar-14.

32 Se nombra al Presbítero Jhon Edison Adrián

AYALA FLÓREZ vicario parroquial de la parro-quia “NUESTRA SEÑORA DE LA VALVANE-RA” (Decreto 816N/14) 21-mar-14.

33. Se nombra al Presbítero Vicente Augusto RES-

TREPO LOPERA párroco de la parroquia “LA DIVINA PROVIDENCIA” (Decreto 815N/14) 21-

34. Se nombra al Presbítero Carlos Alberto MON-CADA FRANCO párroco de la parroquia “CRIS-TO RESUCITADO” (Decreto 814N/14) 21-mar-14.

35. Se nombra, a partir de la fecha de expedición

del presente Decreto y por un período de dos años, Arcipreste del Arciprestazgo Beato Ma-riano Eusse, al Presbítero Martín Alonso Arias Hernández. Arcipreste del Arciprestazgo San Juan de Ávila, al Presbítero Jaime Humberto Mejía Jaramillo. En la Vicaría Episcopal del Oriente: Arcipreste del Arciprestazgo Nues-tra Señora de Guadalupe al Presbítero Jairo Alberto Cardona Álvarez. Arcipreste del Arci-prestazgo Santo Tomás Apóstol al Presbítero Juan Carlos Isaza Velásquez. Arcipreste del Arciprestazgo San Pedro Apóstol al Presbítero

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Jorge José Luis Sánchez Gallego. Arcipreste del Arciprestazgo San Felipe Apóstol al Pres-bítero Norberto Gómez Rodríguez. Arcipreste del Arciprestazgo Nuestra Señora del Sagra-do Corazón al Presbítero Mauricio Humberto Molina Molina. Arcipreste del Arciprestazgo Nuestra Señora de la Candelaria al Presbítero Pbro. Carlos Arturo Yepes Vargas. En la Vica-ría Episcopal del Occidente: Arcipreste del Ar-ciprestazgo San Juan Evangelista al Presbítero Luis Humberto Arboleda Tamayo. Arcipreste del Arciprestazgo San Simón Apóstol al Pres-bítero Álvaro León Murillo Castaño. Arcipreste del Arciprestazgo Nuestra Señora del Carmen al Presbítero Héctor Adolfo Serna Cardona. Arcipreste del Arciprestazgo San Matías Após-tol al Presbítero Julio Cesar Martínez Giraldo. Arcipreste del Arciprestazgo San Bartolomé Apóstol, al Presbítero Luis Alberto Ángel Ál-varez. En la Vicaría Episcopal del Norte: Ar-cipreste del Arciprestazgo San Judas Tadeo Apóstol al Presbítero Juan David Torres Martí-nez. Arcipreste del Arciprestazgo Santa Laura Montoya al PresbíteroJhon Arango Tobar. Arci-preste del Arciprestazgo San Mateo Apóstol al Presbítero Aldemar de Jesús García Ceballos O.P. Arcipreste del Arciprestazgo San Andrés Apóstol al Presbítero Omar Alexander Cardona Rojas. Arcipreste del ArciprestazgoSantiago Apóstol al Presbítero Carlos Arturo González Betancur. Arcipreste del Arciprestazgo Nues-tra Señora de la Asunción al Presbítero Hernán Darío Acevedo Agudelo. En la Vicaría Episco-pal del Sur: Arcipreste del Arciprestazgo San Marcos Evangelista al Presbítero Bernardo de Jesús Restrepo Montoya. Arcipreste del Arci-prestazgo San Lucas Evangelista al Presbítero Gustavo Alonso Montoya Montoya. Arcipreste del Arciprestazgo San Pablo Apóstol al Presbí-tero Jaime Alberto Ríos Gómez. Arcipreste del Arciprestazgo Nuestra Señora de Chiquinquirá al Presbítero Diego Aurelio López López (De-creto 813N/14) 19-mar-14.

36. Se nombra al Presbítero Germán Andrés BUS-

TAMANTE TAMAYO adscrito a la parroquia

“SAN JUAN DE LA CRUZ” (Decreto 812N/14) 15-mar-14.

37. e nombra al Presbítero Adrián ZULETA ORTÍZ

Asesor Espiritual de la Fundación Francisco y Clara de Asís (Decreto 811N/14) 15-mar-14.

38. Se nombra al Presbítero Ferney Alberto GRAN-

DA RESTREPO, cjm, de la Congregación de Jesús y María, vicario parroquial de la parro-quia “SAN MIGUEL ARCÁNGEL” (Decreto 810N/14) 13-mar-14.

39. Se nombra a los Presbíteros Fray Miguel An-

gel HERNÁNDEZ LÓPEZ OFMCap., Fray José Nelson LONDOÑO MONTOYA OFMCap. y Fray Jesús María QUINTERO CHICA OFMCap, Ca-pellanes del Monasterio Pobres Clarisas (Bello) (Decreto 809N/14) 10-mar-14.

40. Se nombra al Presbítero Carlos Enrique GON-

ZÁLEZ GONZÁLEZ, de la Diócesis de Ocaña, por un año a partir de la fecha de expedición del presente Decreto, adscrito a la parroquia “SAN JUAN EUDES” (Decreto 808N/14) 4-mar-14.

41. Se nombra al Presbítero Reinaldo Alonso

SUÁREZ MÚNERA párroco de la parroquia “SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS” (Decreto 807N/14) 3-mar-14.

42. Se nombra al Presbítero José Renato MONTO-YA MURIEL Capellán del Colegio de la Presen-tación (Envigado) (Decreto 806N/14) 3-mar-14.

43. Se nombra al Presbítero Fredy Aurelio GIRAL-

DO ALZATE vicario parroquial de la parroquia “CRISTO REY” (Decreto 805N/14) 3-mar-14.

44. Se nombra Coordinador del Área de Evan-

gelización, dentro de la Sección Pastoral, al Pbro. Jorge Enrique García GómezDelegado Arzobispal para la Pastoral Familiar (Decreto 804N/14) 28-feb-14.

45. Se nombra al Presbítero Juan David QUINTE-

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RO MOLINA vicario parroquial de la parroquia “SANTA MARÍA DE LOS ÁNGELES” (Decreto 803N/14) 27-feb-14.

46. Se nombra al Presbítero Juan Albeiro ÁLVA-

REZ FORONDA vicario parroquial de la parro-quia “NUESTRA SEÑORA DE LA VALVANE-RA” (Decreto 802N/14) 27-feb-14.

47. Se nombra al Presbítero Nixon Alejandro

PUERTA VILLEGAS párroco de la parroquia “SAN JOSÉ – LA CIMA” (Decreto 801N/14) 27-feb-14.

48 Se nombra al Presbítero Juan Camilo TORRES

CHISABA, de la Orden de Augustitos Reco-letos, vicario parroquial de la parroquia “SAN NICOLÁS DE TOLENTINO” (Decreto 800N/14) 26-feb-14.

49. Se nombra al Presbítero Luis Felipe CAMPO

SEPÚLVEDA, de la Orden de Augustitos Re-coletos, vicario parroquial de la parroquia “SAN NICOLÁS DE TOLENTINO” (Decreto 799N/14) 26-feb-14.

50. Se nombra al Presbítero Nicolás Juvel ZULUA-

GA DUQUE, de la Orden de Augustitos Recole-tos, párroco de la parroquia “SAN NICOLÁS DE TOLENTINO” (Decreto 798N/14) 26-feb-14.

51. Se nombra al Presbítero Johnny de Jesús

PÉREZ TANGARIFE párroco de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD DEL COBRE” (Decreto 797N/14) 26-feb-14.

52. Se nombra al Presbítero Gonzalo de Jesús BE-TANCUR MONTOYA Capellán del Hogar Revi-vir (Decreto 796N/14) 26-feb-14.

53. Se nombra al Presbítero GONZALO DE JESÚS

ZAPATA PUERTA, O.C.D., de la Orden de Car-melitas Descalzos, párroco de la parroquia “EL SEÑOR DE LAS MISERICORDIAS” (Decreto 795N/14) 24-feb-14.

54. Se nombra, a la Señora Clara Marina CAMPU-ZANO DE DIAZ Representante Legal Suplen-te por un período de seis meses, a partir de la fecha de expedición del presente Decreto (De-creto 794N/14) 24-feb-14.

55. Se nombra al Presbítero Manuel José CAR-

VAJAL HENAO, de la Pía Sociedad Salesiana – Salesianos de Don Bosco, párroco de la pa-rroquia “SAN JUAN BOSCO” en el centro de Medellín (Decreto 793N/14) 12-feb-14.

56. Se nombra al Presbítero Luis Eugenio VAR-

GAS ISAZA, de la Pía Sociedad Salesiana – Salesianos de Don Bosco, párroco de la parro-quia “NUESTRA SEÑORA DEL SUFRAGIO” (Decreto 792N/14) 12-feb-14.

57. Se nombran, por un período de dos años, como

miembros de la Comisión de Arquitectura y Arte Sagrado, a las siguientes personas: S.E. Mons. Elkin Fernando Álvarez Botero, Obispo Auxiliar de Medellín, Coordinador de la Comisión; Pbro. Octavio Barrientos Gómez, Vicario de asun-tos económicos y administrativos; Pbro. Juan David Muriel Mejía, Delegado Arzobispal para Construcciones y Reformas Litúrgicas de los Templos; Mons. Carlos Luque Aguilera; Pbro. Hader de Jesús Gómez Gómez, Secretario de la Comisión; Arquitecta Silvia Patiño López; Arquitecta Margarita María Arenas Madrigal; Arquitecta Sandra Salazar Martínez; Arquitec-to Samuel Ricardo Vélez González; Arquitecto Leonardo Correa Velásquez; Arquitecto Juan Carlos Vélez Montoya; Arquitecto Carlos Mario Pérez Nanclares; Arquitecto Jhon Ferney Aran-go Flórez; Arquitecto Héctor Mejía Vélez. Se nombran, por un período de dos años, como asesores de la Comisión de Arquitectura y Arte Sagrado, a las siguientes personas: Arquitecto Álvaro Sierra Jones, Pbro. Francisco Eduardo Toro Betancur, Pbro. Jhon Jairo Osorio Arango, Pbro. Juan Diego Ruíz Arango. Se crea, en la

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sorar y resolver las materias que en el campo

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de construcciones y reformas litúrgicas de los templos se presentan. (Decreto 791N/14) 11-feb-14.

58. Se nombra al Presbítero Javier Antonio RON-

DÓN RONDÓN, de la Orden de Frailes Me-nores Conventuales, vicario parroquial de la parroquia “HERMANO FRANCISCO” (Decreto 790N/14) 10-feb-14.

59. Se nombra al Presbítero Antonio José QUI-

CENO COSSIO, OFMConv., de la Orden de Frailes Menores Conventuales, párroco de la parroquia “HERMANO FRANCISCO” (Decreto 789N/14) 10-feb-14.

60. Se nombra al Presbítero Alberto KLEIN, SVD,

de la Congregación Religiosa del Verbo Divino, párroco de la parroquia “EL VERBO DIVINO” (Decreto 788N/14) 10-feb-14.

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