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el prado l El encuentro con Jesucristo uuu ASOCIACIón DE SACERDOTES DEL PRADO Publicación periódica - Enero-Marzo 2014 / núm. 218 SUMARIO “El encuentro con Jesucristo” ...................... 1 r Testimonios Mi experiencia de encuentro con Dios en la oración............................................. 3 Manuel Medina Güedes Porque la fragilidad es parte del camino de la vida...................................... 6 La oración contemplativa de la vida..........9 Manuel Martín de Vargas r Artículo de fondo “Acepta la luz que recibes” Reflexiones sobre la fe desde la Lumen fidei..... 21 José Joaquín Castelló r Estudio del Evangelio Los encuentros de Jesús con Pedro...........36 Eugenio Lobo Conde Pablo comprende su vida y su misión desde el encuentro con Jesucristo............. 41 Angel Marino García

Revista El Prado Número 218 . Enero- Marzo 2014

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SUMARIO: “El encuentro con Jesucristo” ...................... 1. TESTIMONIOS: Mi experiencia de encuentro con Dios en la oración............................................. 3. Manuel Medina Güedes. Porque la fragilidad es parte del camino de la vida...................................... 6. La oración contemplativa de la vida..........9. Manuel Martín de Vargas. ARTÍCULO DE FONDO: “Acepta la luz que recibes”. Reflexiones sobre la fe desde la Lumen fidei..... 21. José Joaquín Castelló. ESTUDIO DEL EVANGELIO: Los encuentros de Jesús con Pedro...........36. Eugenio Lobo Conde. Pablo comprende su vida y su misión desde el encuentro con Jesucristo............. 41. Angel Marino García.

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Page 1: Revista El Prado Número 218 . Enero- Marzo 2014

el prado

l El encuentro

con Jesucristo

uuu

ASOCIACIón DE SACERDOTES DEL PRADO

Publicación periódica - Enero-Marzo 2014 / núm. 218

SUMARIO

“El encuentro con Jesucristo” ...................... 1

r Testimonios

Mi experiencia de encuentro con Diosen la oración............................................. 3

Manuel Medina Güedes

Porque la fragilidad es parte del camino de la vida...................................... 6

La oración contemplativa de la vida..........9Manuel Martín de Vargas

r Artículo de fondo

“Acepta la luz que recibes” Reflexiones sobre la fe desde la Lumen fidei..... 21

José Joaquín Castelló

r Estudio del Evangelio

Los encuentros de Jesús con Pedro...........36Eugenio Lobo Conde

Pablo comprende su vida y su misióndesde el encuentro con Jesucristo............. 41

Angel Marino García

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PRESENTACIÓN

En la vida cristiana, todo nace de la libre iniciativa de Dios que se acer-ca a nosotros y se hace el “encontradizo” en cualquier lugar y cir-

cunstancia. La gran sorpresa es que Dios nos busca, sale a nuestroencuentro, disfruta compartiendo el camino con nosotros. En los oríge-nes de la humanidad (cf Gn 3,8) Dios bajaba cada tarde a encontrarse conel hombre y a dialogar serenamente con él.

Tantas ganas tiene Dios de encontrarse con nosotros que ha enviado a suHijo muy amado y ha puesto su tienda de campaña entre nosotros (cf Jn1,1-18). Jesucristo es el Enmanuel, el-Dios-con-nosotros, lugar deencuentro entre Dios y los hombres. También Jesús sale a buscar lo queestaba perdido; los que tienen la suerte de encontrarse con Él experimen-tan que se abre un tiempo de gracia y salvación: Dios ha visitado a supueblo (Lc 7,16). Jesús elige a los Doce para que estén con Él y paraenviarlos a predicar el Evangelio (cf. Mc 3,14).

Jesús es el Enviado del Padre que nos envía a recorrer los caminos de loshombres para favorecer el encuentro con Él. El discípulo y apóstol es hijodel encuentro con Jesucristo y está al servicio de ese encuentro.

La misión evangelizadora entre los pobres brota y se alimenta en elencuentro con Jesucristo. La misión no es un acto de generosidad huma-na o de voluntarismo, sino la secuencia natural del encuentro conJesucristo. En la oración redescubrimos nuestra identidad –somos hijosmuy amados en Jesucristo- y nuestra misión –favorecer el encuentro delos pobres con Jesucristo-.

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El encuentro con Jesucristo, permanentemente renovado y alimentado enla oración, es el más profundo estímulo para la misión evangelizadoraentre los pobres.

“Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que seencuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal conJesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él”(Papa Francisco, EG 3).

. El encuentro con Jesucristo

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Realmente, el hombre no sabemás que aquello que experi-

menta” (Eloi Leclerc). Desde losdiecisiete años, la oración fue lle-gando a mi vida como don ycomo experiencia sanante, huma-nizadora, como encuentro con elque ha venido a buscar y salvar loque estaba perdido” (Lc 19,10) en míy en los otros. Y a los setenta y unaños, puedo seguir dando graciasal buen Dios cada mañana por-que el Evangelio no se me cae delas manos ,y porque la oraciónme hace honesto y me limpia losojos del corazón día a día (Feliceslos limpios de corazón, porque verána Dios”, Mt 5,8).

Desde 1972, cuando llegué auna parroquia rural y luego en el

mundo del trabajo, en el sur deGran Canaria, empecé a cultivarlo que decía el obispo profeta ymártir argentino Enrique ÁngelAngelelli: “Siempre he procuradotener un oído pegado a Cristo y elEvangelio, y el otro oído pegadoal pueblo, intentando descubriren la historia cómo Dios va reali-zando su historia de salvación”.Desde entonces, cada mañana oroa partir del Evangelio, y cadanoche a partir de los hechos deldía, de los encuentros del día, delo que he hecho en el día…¡Ycómo me ayuda a no pasar delargo por la vida y aproximarmeal corazón del Evangelio!

Soy tímido y miedoso y tiendoa ser esclavo del “qué dirán”. Y

MI EXPERIENCIA DE ENCUENTRO CON DIOS

EN LA ORACIÓN

h Manuel Medina Güedes

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. ”Mi experiencia de encuentro con Dios en la oración Manuel Medina

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en los años de Colombia, sobretodo en la década de los noventa,se quedó bien grabado lo dePablo VI “Orar es respirar en laGracia”. Porque estuve duranteun año, en aquellos tiempos deviolencia en los que viajaba fre-cuentemente por las carreterascolombianas, haciendo en mi ora-ción mañanera Estudio deEvangelio, recorriendo los evan-gelios con estas preguntas: SeñorJesús, ¿cuáles son tus miedos yqué te ayuda a asumirlos?, ¿quémiedos encuentras en tus discí-pulos y cómo les acompañas apartir de ahí?, ¿qué miedosencuentras en tu pueblo y cómolo evangelizas a partir de ahí?Qué luminoso me resulta desdeentonces lo de A. Ancel: “¿Quédiría o haría Jesucristo en milugar? Mirarlo, escucharlo, orar alEspíritu Santo y luego avanzardetrás de sus huellas”. Porque meimagino que el miedo me duraráhasta un cuarto de hora despuésde morir, pero ¡gracias a Dios!puede ser asumido y evangeliza-do.

Sé que sin oración no soy per-sona, me corrompo. En los añosde Ecuador me acompañó estaconvicción que va creciendoahora: “La oración hace el cora-

zón transparente. Y el corazóntransparente puede ver a Dios”(Teresa de Calcuta). También enesa etapa ecuatoriana pude culti-var la humilde fecundidad de laoración eucarística, penitencial ybautismal en Babahoyo, así comorenovar cada mañana la fraterni-dad con los compañeros en esoslaudes no rutinarios antes deldesayuno.

Del tiempo mexicano enCiudad Juárez, en los años ochen-ta, me queda el encuentro orantecon Dios que presenta Lucas ensu evangelio y que personifica enMaría de Nazaret. EntrelazandoLc 6,47 y 8,15 encontramos estospasos oracionales que iluminanmi referencia a la “llena de gra-cia”:

1) ir a Él;

2) escuchar su Palabra con uncorazón bien dispuesto;

3) retenerla, guardarla en el cora-zón, buscarle el sentido;

4) ponerla en práctica;

5) dar fruto gracias a su perseve-rancia.

Y, en el año que llevo de regre-so a mi diócesis de Canarias, vateniendo mucho sentido para mí,

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. ”Mi experiencia de encuentro con Dios en la oración Manuel Medina

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antes de abrir el evangelio en lamañana, mirar el Mural de Saint-Fons y dejarme penetrar por laspalabras de A. Chevrier: “Cuantomás pobre se es y más se humilla,más se glorifica y se ama a Dios yuno se hace útil al prójimo…Cuanto más se muere, más vidase tiene y más vida se da...Hacerse buen pan”. Es que estoycomenzando una nueva etapadonde el protagonismo, la luci-dez, la creatividad de antes… vancediendo el paso al dejarme reha-cer por estos dos barrios deZárate y El Lasso, fijos los ojos en elque inició y consumó la fe, en Jesús(Hb 12,2), ”convencido de queuna mirada contemplativa sobre

la vida, continuamente avivada ypurificada en la oración, es unafuente de conocimiento deJesucristo y de dinamismo misio-nero“ (Constituciones, 38).

Desde la impotencia y la per-plejidad, se me va convirtiendoen convicción cada vez más arrai-gada el ¡Bendito seas, Padre… por-que si has ocultado estas cosas a lossabios y entendidos, se las has revela-do a la gente sencilla! (Lc 10,21). Elpapa Francisco nos está confir-mando en esta fe.

Manuel Medina Güedes

Diócesis de Canarias

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“Esta mañana, orábamos en este texto del libro de la Sabiduría:

‘Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza,

como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra.

Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes,

cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan.

Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho;

si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.

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PORqUE LA fRAgILIDAD

ES PARTE DEL CAMINO

DE LA vIDA

En las aportaciones que los pradosianos hicimos a lo largodel curso anterior, en la etapa de la preparación de la

Asamblea 2013, aparecía la realidad de muchos compañerosque viven la experiencia de la enfermedad, de los achaques ylimitaciones propios de los muchos años que vamos teniendo.Incluso quedó recogido en el documento final de nuestraAsamblea Regional, que nos invita a: “Vivir nuestras enfer-medades, limitaciones y fracasos como experiencia de pobre-za y sufrimiento y como acción y servicio pastoral”.

Acogiendo esta situación cada vez más abundante en laAsociación, recogemos uno de los testimonios que nos regalóJesús Visa a lo largo de sus tres meses de enfermedad. Este loescribió el día 3 de Noviembre, 20 días antes de su encuentrodefinitivo con el Padre. Comparte con nosotros, en su particu-lar Getsemaní, con una fuerza y verdad increíbles su vivenciade la enfermedad entre el miedo y la confianza

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Y esto en mis circunstancias, enque sí que “busco tener los piesbien apegados a la tierra, peroque no me libra de mis miedos eincertidumbre”, (como el mismoJesús y los testigos fieles hansufrido), sigue alentando la con-fianza y la esperanza en elSeñor, me sigue confortando.Me alientan las palabras delPapa Francisco que hace unosdías nos recordaba con Pablo lahermosa carta a los Romanosque estamos leyendo: Dios estácon nosotros, ¿quién estará contranosotros. El que no perdonó a supropio Hijo, sino que lo entregó portodos nosotros, ¿cómo no nos darátodo con Él? Ninguna criaturapodrá apartarnos del amor de Diosmanifestado en Cristo.

Y me sentía llamado a orar conel Salmo: ¡Sálvame, Señor, por tubondad! Y orar en medio de las

inseguridades y dudas de fe ymiedos que experimento, sinencerrarme en mí mismo, pidien-do y acogiendo el apoyo de losdemás, de vosotros todos, sobretodo en estos momentos de difi-cultad.

Porque la fragilidad es partedel camino de la vida, quierovivirla fiado del amor, del com-promiso de nuestro Dios. Sí,Señor, quiero seguirte en fideli-dad en estos momentos de des-pojo final, como santa Maríaunida a la primera comunidad,como Pablo apóstol, como lossantos, buscando, como decía elPadre Nieto, “darme y consu-mirme para que otros empiecena florecer”. Vivir, en definitiva,el compromiso evangelizadorasumiendo con Jesús la encarna-ción con todas sus consecuen-cias.

. ”Porque la fragilidad es parte del camino de la vida”

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Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido?

¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado?

Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.

Todos llevan tu soplo incorruptible.

Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y losreprendes,

para que se conviertan y crean en ti, Señor.’ (Sab 11,22-12,3).

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Y con el P. Chevrier hacer míasu oración: ¡Ayúdame, Oh Cristo,Oh Verbo, mi Señor y mi únicomaestro, a escucharte y poner enpráctica tu divina palabra que séque viene del cielo, porque en ellaestá la vida, la alegría, la paz y lafelicidad!.

¿Por qué os expreso esto?Porque cuento con vosotros, por-que quiero seguir siendo familiade Dios, hacer realidad la comu-nión de los santos, que recordá-bamos y nos recordaba el Papa eldía de la fiesta de Todos losSantos y porque me siento en“noche oscura”, como el mismoJesús, y desde esta situación quie-ro seguir gritando: hágase tu

voluntad, porque para eso he venido,para manifestar la gloria de Dios.

El miércoles tengo cita con eloncólogo. Ya os comunicaré losresultados. En todo caso oradconmigo.

Gracias. Unidos en el SeñorJesús.

Gracias a ti, Jesús Visa, por eltestimonio de tu vida al serviciode la evangelización de los jóve-nes pobres y por tus aportacionesa lo largo de tu enfermedad.¡Ruega por nosotros ante elPadre!

. ”Porque la fragilidad es parte del camino de la vida”

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En el paseo, en el mercado y enla cocina

Hace unos días viajando en elautobús urbano vi cómo un niñode unos diez años, con gafasnegras, entraba por el pasillo lle-

vado por una señora que le poníalas manos sobre los hombros; elniño era ciego y yo sentía en miscarnes el dolor del niño y su fami-lia, y elevé al Señor una pequeñaoración. Días después los infor-mativos manifestaban que en la

LA ORACIÓN CONTEMPLATIvADE LA vIDA

h Manuel Martín de Vargas

Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo: Amarás,pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con

todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu cora-zón, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendode camino, acostado y levantado (Dt 6,4-7).

Siglos más tardes, S. Juan Crisóstomo (Col 2) decía: “Es posible,incluso en el mercado o en un paseo solitario, hacer una frecuentey fervorosa oración. Sentados en vuestra tienda, comprando ovendiendo en el mercado, o incluso haciendo la cocina”.

En el mercado y en la cocina, donde “la hermana madre tierra daen toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color” (S.Francisco de Asís).

Pues esos y otros espacios van a ser los lugares teológicos dondelos sucesos, acontecimientos y sentimientos que en ellos discurranvan a ser iluminados y transcendidos por la Palabra para quedesde una nueva Lectio divina se pueda llegar a la oración con-templativa.

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. La oración contemplativa de la vida Manuel Martín de Vargas

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capital de Kenia había unos50.000 niños abandonados porsus padres, y sensibilizado volvía elevar al Señor una oración. EnPerú he tratado a algunos de esosniños que allí llaman “petisos” yque terminan en la droga, la pros-titución, la cárcel y algunos en lamuerte.

Creo que a todos les han pasa-do sucesos semejantes, y todoshabrán tenido también algunaoración o algún silencio interior;pero lo que es circunstancial yespontáneo en la vida parece quedebe ser habitual y frecuente.Hacer presente la fe en nuestrosencuentros diarios. Porque es asíy así lo hacía el Señor Jesús y asínos lo atestiguan los Evangelios.

La oración contemplativa deJesúsJesús aprendió a orar desde niño.Pertenecía a una familia piadosaque rezaba como cualquiera otralas oraciones prescritas. Sus padressolían ir cada año a Jerusalén por lafiesta de la Pascua (Lc 2,41).Elevaban su corazón a Dios paraalabarlo en una oración típicamen-te judía llamada bendición.Oración que comenzaba con la ala-

banza: “bendito seas, Señor…”,seguida del motivo que provoca-ba la acción de gracias. Para unisraelita todo podía ser motivo debendición a Dios.

Ciertamente su “abba” e“Inma” (padre y madre) le ense-ñaron a rezar y Jesús fue metien-do en su alma la vida de las gen-tes. Lucas nos dice que Jesús cre-cía y se fortalecía en el espíritu (Lc2,40); Jesús iba contemplando lavida. Lo había hecho muchas vecesal ver a su madre amasar el pan decenteno, al igual que hacían otrasvecinas de Nazaret; más tarde elfermento que da el crecimiento a lamasa le pareció a Jesús semejanteal desenvolvimiento del Reino. Sumadre en alguna ocasión ha per-dido el anillo de boda o un pen-diente y lo ha buscado afanosa-mente; más tarde Jesús compara-rá la alegría del encuentro a laentrada feliz en el Reino de Dios.Y cuando el cabrito se ha perdidoen la espesura, la alegría queexperimentan los vecinos alencontrarle se asemejará a la quesiente un padre al encontrar alhijo perdido (cf. Lc 15,7.10.20-24).Y se maravilla de que las aves delcielo encuentren comida sin tenerque sembrar o cosechar (cf. Mt6,26). Y queda fascinado por el

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. La oración contemplativa de la vida Manuel Martín de Vargas

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misterio que envuelve el creci-miento de la semilla (cf Mc 4,27).

Jesús tiene muy adentro lavida y cuando sobreviene elencuentro brota espontáneamen-te la oración y el sentimiento deacogida, de cariño y de misericor-dia. El Evangelio nos habla decómo se detiene ante la vida aladmirarla, maravillarse, extrañar-se y conmoverse profundamenteante el actuar humano. La vida yla naturaleza le están hablandode su Padre y a su Padre lo con-templa en la vida.

La oración de Israel en tiempode JesúsEn el mundo griego la oraciónestaba desacreditada; algo muydistinto ocurre en el Judaísmo. Lahistoria de Israel viene a ser undiálogo continuado con Dios entodos los avatares que el pueblofue pasando. Israel es un puebloque reza, y la oración tiene unlugar indiscutible en la religióndel pueblo judío.

Según Josefo, recitaban dosveces al día la acción de graciaspor los dones que Dios hizo: serecitaba la “shemá”, dentro deunas bendiciones y se considera-

ba el mínimo de la práctica reli-giosa; el que prescindía de estacostumbre se apartaba de lacomunidad. Más tarde, sobremediados del siglo II a.C., fuerontres veces al día: por la mañana(al levantarse), a la puesta del sol(al acostarse) y por la tarde, a lahora en que en el templo deJerusalén se ofrecía el sacrificio,asociándose así a la oración y alacto cultual. Esas tres horas fue-ron en los tiempos de Jesús cos-tumbre piadosa del pueblo deIsrael.

Ciertamente, Jesús pertenecíaa una familia que cuidaba la tra-dición y así se dice que Jesús asis-tió el sábado a la lectura sinago-gal como era su costumbre (Lc 4,16).Pero Jesús introdujo nuevas for-mas de oración:

1. No se contentó con la prácticade los tres tiempos de oracióny buscó otros tiempos y espa-cios diferentes del templosagrado. Solía retirarse a despo-blado y se entregaba a la oración(Lc 5,16). “En descampado…en el monte… por la noche”.Pedro ora en la azotea (cfHech 10,9); Pablo en la orilladel río y en la playa (cf Hech16,13).

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. La oración contemplativa de la vida Manuel Martín de Vargas

2. El pueblo judío oraba y recita-ba en lengua hebrea; en cam-bio, el Padre nuestro se rezó enarameo, el lenguaje común, yasí Jesús separaba la oracióndel marco litúrgico de la len-gua sagrada.

3. Y sobre todo el contenido. Sele ha pedido a Jesús una fór-mula de oración, y en la res-puesta va a aparecer unanueva forma de orar. Jesús enla oración habla con su Padrecon la sencillez, cariño y segu-ridad del hijo hacia su padre.Por eso, en la comunidad cris-tiana primitiva se exhorta, enrelación con el Padre nuestro,“tres veces al día tenéis queorar” (Didajé, 8); incluso no secontenta con lo establecido.Pedro reza al mediodía (cfHech 10,19). Pablo y Silasrezan en la cárcel a mediano-che y en las vigilias que a vecesse prolongan hasta el amane-cer.

Mucho más tarde dirá S.Juan de la Cruz que “aunquelos templos y lugares apaciblesson acomodados a la oración,se debe escoger aquel lugar quemenos ocupe y lleve tras sí elsentido”.

La actividad contemplativa deJesúsJesús observaba y vivía la desgra-ciada situación que sufrían loscampesinos de Galilea encontrán-dolos extenuados y abandonadoscomo ovejas que no tienen pastor (Mt9,36). La primera mirada de Jesúsno era al pecado sino al sufri-miento, y al observar a esa gentepobre que clamaban por su digni-dad, su salud y el pan de cada díacomprendió que necesitaban unasanación integral y comenzó ahacer curaciones con el poder delSeñor y a cumplir de este modo lavoluntad del Padre.

Un recorrido por los Evan-gelios nos muestra las actitudes ysentimientos de Jesús:

a) Se compadece de cualquiersufrimiento:

- Acercándose y tocando alleproso (cf Mc 1,41)

- Marchándose apresurada-mente con Jairo (cf Mc5,38)

- Al ver a la viuda de Naím(cf Lc 7,13)

- Curando al ciego Bartimeo(cf Mc 10,52)

- Con el hombre de la manoseca (cf Mc 3,5)

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- Con la hija de la mujerpagana (cf Mc 7,25)

- Con el endemoniado deGerasa (cf Mc 5,19)

- Quiere la curación de unleproso (cf Mt 8,3)

- Curando a muchos enCafarnaún (cf Mc 1,34)

- Junto al lago (cf Mc 3,10)

- En Genesaret (cf Jn 6,16).

b) Busca a todo el que lo nece-sita: Zaqueo (cf Lc 19,5); elciego de nacimiento (cf Jn9,35); las comidas con publica-nos y pecadores (cf Lc 5,29).

c) Se fija con atención en laspersonas: al ver la fe de loscompañeros del paralítico (cfMc 2,5); al pasar vio sentado aLeví (cf Mc 2,14); animando ala fe al epiléptico (cf Mc 9,23).

d) Siente profunda angustiaen Getsemaní (cf Mc 14,34).Se estremece ante los ham-brientos (cf Mc 8,2). Se emo-ciona profundamente ante lamuerte de Lázaro (cf Jn11,33.35-38). Se indigna antequien escandaliza a los niños(cf Mc 9,42) y se apena por ladureza de corazón de los fari-seos (cf Mc 7,6).

e) Se admira de la fe del centu-rión (cf Lc 7,9), de la generosi-dad de la viuda pobre (cf Lc21,3), de la sabiduría de lasgentes (cf Mc 12,34). Y seextraña de la falta de fe de susvecinos (cf Mc 6,6).

Jesús entendió que la sanaciónhabría de ser tanto física y psico-lógica como espiritual, sin incu-rrir en esa distinción que no cono-ce la Biblia y las tradiciones afri-canas y que ahora está empezan-do a descubrir la medicina occi-dental. La práctica de Jesús detratar a las personas como perdo-nadas, haciéndoles ver que no seencontraban en estado de culpa ode pecado, tenía un fuerte efectosanador, ya que les habían dichosiempre y así lo creían ellos, queeran culpables de su mal y portanto rechazados por Dios. Así seobserva en la curación del paralí-tico llevado en camilla, y con lamujer que lavaba los pies de Jesús(cf Lc 5,23 y Lc 7,44). Asimismo,entre los comensales de Jesús, lospublicanos y los pecadores alverse admitidos a la mesa por unmaestro bueno que venía de partede Dios les hacía ver por primeravez en sus tristes vidas que la dig-nidad no estaba perdida, provo-cando en ellos el agradecimiento

. La oración contemplativa de la vida Manuel Martín de Vargas

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. La oración contemplativa de la vida Manuel Martín de Vargas

y el deseo de conversión.

Todos estos acontecimientosse envuelven en la actitud con-templativa que Jesús tiene ante lavida. En algunos casos elEvangelio nos dice que Jesúsantes de proceder a la acciónelevó los ojos al cielo (cf Mc 6,41;Jn 11,41), actitud propia del queora, tal como se afirma en la ora-ción del publicano que no se atre-vía ni a levantar los ojos al cielo (Lc18,13). En sus largas noches deoración, en las que oraba en des-campado o lugares solitarios,tiene necesidad de orar porque lavida se lo está exigiendo.

Otras veces alaba a su Padreporque el Reino se revela a lospequeños (cf Mt 11,25). En el regre-so de la misión de los 72 discípu-los, Jesús invoca al Padre comoSeñor del cielo y de la tierra, conuna aclamación que recuerda lasoraciones familiares. Da graciasante la tumba de Lázaro (cf Jn11,41) y ruega por los discípulos ypor todos (cf Jn 16 y 17).

La actitud contemplativa del dis-cípuloLa vida nos da muchos toques deatención y es a través de ellos

cuando podemos entrar en ora-ción; no solamente la súplica paraver a Dios en la situación y acti-tud que se observa o se vive, sinotambién con la alabanza y laacción de gracias. Estamos pro-fundamente agradecidos portodos y queremos ver reflejadasen nosotros las actitudes de Jesús:asombrarse, maravillarse, compa-decerse… “tener entre nosotroslos mismos sentimientos deCristo Jesús” (cf Flp 2,5). Y asípoder acceder a la contemplaciónporque la vida se nos puede esca-par como el agua se escurre entrelas manos, “ya que el agua de llu-via viene muchas veces cuandomás descuidado está el hortela-no” (Sta. Teresa).

Para que esto sea posible,parece necesario amar profunda-mente la vida, sus tensiones,sufrimientos, alegrías y esperan-zas y particularmente las de lospobres. Pero si es difícil entrar enel misterio de cada persona, másdifícil es entrar en el misterio delpobre, cuya sencillez es a vecesaparente: un mundo cerrado porvivir entre la carencia de lo nece-sario, las marginaciones y las des-confianzas recíprocas. Y la cues-tión no sólo está en respetar, valo-rar y amar sino en hacerlo del

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modo que ellos necesitan; no anuestro modo, sino a su manera ycostumbre.

He tenido experiencias muyfuertes:- Desde la más sencilla: un hom-

bre joven almuerza en mi casay me dice: padre, deme Vd.una cuchara porque no sécomer con tenedor”.

- A la más trágica: a punto demorir, llevamos a un hombrejoven al hospital. El médico pideunos medicamentos y doy eldinero al padre para que loscompre. Pasa la noche y el padreno aparece y cuando lo hace,borracho y sin medicamentos, elhija ya estaba muerto.

- Sucesos insospechados: pasauna viejecita y ante el fuerteolor a comida de un restauran-te dice: ¡qué pena, un olor decosas tan ricas y no podercomerlas!

- Voy a almorzar con una fami-lia. Aparece la señora con unplato de comida y me invita apasar al dormitorio donde seencuentran dos hijos sentadosen un camastro. Yo me sientoen otro y empezamos todos acomer. Obviamente, no tienensillas ni mesa.

Recordar todo este mundo demiseria me hace daño y me hacesentirme mal y no me queda otrasolución que acogerme una vezmás a tu misericordia, Señor.

Pero también te doy gracias,Señor, por haberme permitidoentrar en la vida de los pobres yhaberme concedido tantosmomentos de paz y gozo. Y ahoraque recuerdo estos hechos, quierovolver a suplicarte que hayas aco-gido a este hijo tuyo que no pudovivir su juventud, que tengasmisericordia de su desquiciadopadre, y que concedas a esa vieje-cita, sufridora de olores, un pues-to en el banquete prometido de“ricos manjares y vinos añejos”.Quiero pedirte que las familiaspobres tengan un hogar en el quese encuentren cómodas y a gusto.

Y ahora, es bueno traer a cola-ción el dolor humano que nosrecuerdan tantos datos y cifrasque dan escalofríos y que “puededecirse que es el propio Cristoquien en los pobres levanta suvoz para despertar la caridad desus discípulos” (GS 88). Nosduele pensar que muchos noquieran ver el sufrimiento huma-no. Verdaderamente, “todo essegún el dolor con que se mira.

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. La oración contemplativa de la vida Manuel Martín de Vargas

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Es importante recordarnos a nosotros mismos cuánto hace laIglesia en el mundo de la marginación y de la pobreza:

. La oración contemplativa de la vida Manuel Martín de Vargas

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AFRICA 1137 5375 184 834 1285 2038 1673 2882

AMERICA 1717 5516 45 4143 2679 3867 5044 14374

ASIA 1130 3547 285 2234 3437 3374 1000 5353

EUROPA 1288 3004 12 8265 2448 2507 5991 10979

OCEANÍA 156 583 3 509 113 116 237 662

TOTALMUNDO

5428 18025 529 15985 9962 11902 13945 34250

AFRICA 12689 34162 10536

AMERICA 15764 22906 10753

ASIA 14172 16236 9903

EUROPA 23611 17109 10345

OCEANÍA 1612 2902 6973

TOTAL MUNDO 67848 93315 47234

ESCUELAS

INFANTILES

ESCUELAS

PRIMARIAS

ESCUELAS

SECUNDARIAS

HOSPI-

TALES

DISPEN-SARIOS

LEPRO-

SERÍAS

C. ASIS-TENCIA-

LES

ORFANA-TOS

GUAR-DERÍAS

C. PL.FAMILIAR

EDUC.SOCIAL

Fuente: Anuario Estadístico de la Iglesia 2009

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Toda esta realidad nos asegurala presencia del Reino de Dios ysupone una motivación más ennuestros esfuerzos a favor de losnecesitados y una oración más degratitud al Señor por esta fideli-dad de la Iglesia.

La oración de los hijos“El sol ya ha salido. El que yoabra mis postigos no hace quehaya salido el sol; únicamentehace que el sol entre en mi casa, lacaliente y la ilumine. Esta es laprimera función de la oración:Dios ya ha salido sobre mi vida yyo lo dejo entrar” (F. Varane, ElDios ausente).

Los discípulos han pedido aJesús enséñanos a orar. Así pues, laoración debe aprenderse y en elNuevo Testamento se reconoce ladificultad para orar; y por eso seofrece la ayuda, aunque a vecesno pueda alcanzarse por la limita-ción humana (Gandhi: “la ora-ción es la aceptación diaria denuestra debilidad”). De otromodo, la exhortación a orar siem-pre, sin interrupción, en toda oca-sión (cf Ef 6,18) no tendría senti-do.

Jesús, con la entrega delPadrenuestro a los discípulos, lestransmite poder decir “Abba”,

Padre; y al decir “Abba” tieneque reservarse para Dios y porellos prohibe a los discípulos quelo utilicen como tratamiento deurbanidad (cf Mt 23,9).

Gritar “Abba” supera la capa-cidad humana y sólo es posibleporque el Hijo ha establecido unanueva relación del hombre conDios y Dios nos da esa seguridady nos lo confirma: podéis estarplenamente seguros de ello. Es loque Juan enfatiza: mirad qué amornos ha tenido el Padre para llamar-nos hijos de Dios, pues ¡lo somos! (1Jn 3,1). Y esta rotundidad de Juanasegura la necesidad de asumirplenamente que somos hijos deDios, porque sólo puede llamarsePadre al que es verdaderamentesu hijo, y los que no lo son lo lla-marán de otra manera.

Ciertamente, creemos queDios es nuestro Padre, pero pare-ce que no se ha asumido delmismo modo que somos sushijos, y esto es muy importanteporque en la oración sólo tienesentido que nos dirijamos alPadre si nos afirmamos comohijos. Oramos al Padre porquesomos hijos de Dios y, a la inver-sa, somos hijos de Dios porque loinvocamos como Padre. “En elcorazón de nuestra oración hay,

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más profundamente que una acti-tud filial, un ser de hijos” (P.Benoit).

Y un padre de verdad no es elque se limita a traer hijos almundo, sino el que cuida de ellos,los alimenta y los educa. Unpadre verdadero no está de bra-zos cruzados. Sea lo que nos ocu-rra, lo que nos pueda suceder,por muy extraña que sea la locu-ra que un día hayamos hecho o sepueda hacer, por muy enredadoque se esté en la maleza del peca-do viviendo como un perdido…¡tranquilo, Dios me busca!

La doctrina paulina de la oraciónDios viene en nuestra ayuda puesnosotros no sabemos pedir como con-viene (Rom 8,26), por lo que elEspíritu tiene que hablar en nos-otros para hacer viable la oración:Dios habla en nuestra oración pormedio del Espíritu Santo que estáen nosotros (cf Rom 8,11). Y estapresencia del Espíritu Santo en laoración significa dos cosas: elEspíritu Santo nos anuncia supresencia y nosotros damos res-puesta a su presencia en la ora-ción.

Así Pascal cuando oyó la inter-pelación de Dios: “No me habrías

buscado si no me hubieras encon-trado”. Algo semejante habíadicho S. Bernardo: “Sólo puedebuscarte el que ya te haya encon-trado”. Y siglos antes también S.Agustín se expresaba en términosparecidos: “Tú estabas dentro demí y yo fuera. Tú estabas conmi-go, mas yo no estaba contigo”.Todo esto es muy claro para S.Pablo, para quien la oración estáintensa y estrechamente ligada ala conciencia de la posesión delEspíritu Santo y a la relación indi-soluble que establece entre ora-ción y Espíritu Santo. Para S.Pablo es imposible orar sin elEspíritu Santo: nadie puede decir‘Jesús es Señor’, sino por el EspírituSanto (1 Cor 12,3). Como sois hijos,Dios envió a nuestros corazones elEspíritu de su Hijo, que clama ‘Abba,Padre’ (Gál 4,6).

Así, pues, si el Espíritu nosinspira a orar en nombre delPadre, eso significa que Dios nosproclama hijos suyos. “Y tan con-vencido está S. Pablo de que elEspíritu Santo habla en la oraciónque quiere permanecer en ellapara estar animado constante-mente por el Espíritu, y está tam-bién convencido de que el conoci-miento de Dios no es posible sinla oración” (O. Cullmann). Poreso mismo, S. Juan de la Cruz

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hablará de la oración “que se pro-longa día y noche sin interrup-ción”.

En el trabajo, en el descanso y enla calleAnte la vida siempre es posibledejarnos llevar por el Espíritu dediversos modos. “Orar es como elvolar de los pájaros, cada uno asu manera” (S. Agustín). Ya quesomos templo del Espíritu Santo,dejémonos llevar por el consejoque el apóstol Pablo nos da: dejaosllenar del Espíritu (Ef 5,18). Somosconscientes de que El espíritusopla donde quiere (Jn 3,8).

Y cada suceso, acontecimientoo encuentro puede provocar ennosotros:

- La acción de gracias. “Si la ora-ción es simplemente ‘gracias’,es suficiente” (MaestroEckart).

- El ‘silencio interior’. Los maes-tros espirituales entienden quela contemplación consiste pre-cisamente en escuchar en elsilencio. “Nada se parece mása Dios que el silencio”(Maestro Echart). “Orar esamar en silencio” (S. Juan de laCruz). Perdámonos en el silen-

cio de Dios como la suavebrisa envolvió a Elías (cf 1 Rey19,12).

- Asumir el misterio. El misterioque se esconde y se manifiestaa la vez en todos los órdenesde la vida. Es bueno recordarlas palabras de A. Einstein: “Elmisterio que nos es dado sentires la sensación fundamental, lacuna del arte y la ciencia ver-dadera. Quien no la conoce,quien no puede sorprenderseni asombrarse, está muertoporque tiene cerrados losojos”.

- La jaculatoria. Tan frecuenteen la oración de las primerascomunidades cristianas, y queresurge en la actualidad porexperiencias espirituales orien-tales. Son muy abundantes enlos Evangelios: Ten compasiónde nosotros; si quieres puedes lim-piarme; aumenta nuestra fe;Señor, que vea…

- Elevar los ojos al cielo.

- La alabanza y la bendición.

Enseñar a orarSe constata que muchas personasoran con frecuencia, pero pareceque algunos no saben orar. Saben

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pedir -¿ante quién?-, pero noalcanzan el trato con el Señor. Esfrecuente que las gentes hablenen nuestros templos; ¿por qué lohacen? ¿será porque se aburren yno saben orar?

Es una pena grande quemuchos no disfruten de la ora-ción y de la situación anímica enla que ésta nos deja ya que nos hacabido en suerte una fe tan precio-sa como la nuestra (2 Ped 1,1).

Parece tarea necesaria en laevangelización enseñar a orar.¿Tan importante como la prepa-ración a los sacramentos? Ense-ñar a orar, orando. Enseñar a orarpara que disfruten.

Manuel Martín de Vargas

Diócesis de Huelva

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“…Igual que en la liturgia pas-cual la luz del cirio enciendeotras muchas velas. La fe setransmite, por así decirlo, porcontacto, de persona a persona,como una llama enciende otrallama. Los cristianos, en supobreza, plantan una semilla tanfecunda, que se convierte en ungran árbol que es capaz de llenarel mundo de frutos” (Lumen fidei37).

En medio de la oscuridad de lanoche, después de unos días deintensas experiencias religiosaslos cristianos se reúnen en terrenoprofano alrededor de una peque-ña pila de leña que se enciendeante la expectación de todos; losreunidos comienzan a mirar elfuego que ilumina la noche. Lavoz del ministro emerge de entrela penumbra y anuncia que Cristoes el comienzo y el final de nues-

“ACEPTA LA LUZ qUE RECIBES”Reflexiones sobre la fe desde la Lumen fidei

h José Joaquín Castelló

Esta reflexión sobre la encíclica Lumen fidei no quiereser un análisis pormenorizado de la misma. La encícli-

ca tiene un estilo dialogal, va interpelando y ofreciendo laverdad honda y luminosa de la fe al que no la tiene, al queparece haberla perdido, al que se defiende de ella con razo-nes de corto alcance, al que tiene la tentación de pensarsobre la fe y no vivir la comunión, al que se ve tentado deprescindir de la comunidad cristiana. Intentaré ser fiel aesta pretensión de la encíclica y dejar que guíe e impulseuna profundización en la fe, desde la espiritualidad y losmedios del Prado.

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tra historia, el sentido de nuestravida y la plenitud de toda lahumanidad. Vela a vela, vida avida se va transmitiendo una luz,que al compartirla se agranda yse convierte en un río que inundapoco a poco el templo. Se caminaen medio de la oscuridad de lanoche, guiado por la luz de lapropia fe y la de los que nosacompañan en el camino…

Nada hay más difícil quehablar de lo que, por ser como elaire que respiramos, se nos mues-tra en una transparencia que todolo penetra y lo inunda. Las verda-des más necesarias y evidentestienen esta virtualidad de latransparencia a nuestros ojos. Esoocurre con la fe a los creyentes. Acada paso nos acompaña, en ellavivimos el sentido de nuestravida y por ella creemos quesomos hijos y hermanos, y cuan-do queremos hablar de ella se nosescapa entre las palabras, como elagua que se quiere recoger en unacanasta de mimbre. Esta es la pri-mera sensación que se puedetener al leer la primera encíclicadel Papa Francisco en la que reco-ge, según su propio testimonio,las notas que Benedicto XVI yatenía elaboradas para completarla trilogía sobre las virtudes teo-

logales. Una encíclica bíblica yespiritual que desea alentar nues-tra fe, más que definirla.

La metáfora que hilvana todala encíclica y que le da título es lametáfora de la luz. “La luz de la fe:la tradición de la Iglesia ha indicadocon esta expresión el gran don traídopor Jesucristo, que en el Evangelio desan Juan se presenta con estas pala-bras: «Yo he venido al mundo comoluz, y así, el que cree en mí no que-dará en tinieblas» (Jn 12,46)”(Lumen fídei 1).

Esta metáfora también esomnipresente en los textos delPadre Chevrier, en sus cartas y enel Verdadero Discípulo, no dejade hablar de la fe como la luz denuestras vidas. “Haz venir un rayode esa divina luz sobre mi pobrealma, para que yo pueda verte y com-prenderte”, rezamos todos los pra-dosianos. Y con esta hermosa ysencilla metáfora comenta elcomienzo del Evangelio de Juan:“Cuando Dios creó el mundo, le dioel sol para iluminar los ojos de nues-tro cuerpo, mas cuando creó nuestrasalmas nos dio a Jesucristo, su Verbo,para iluminar nuestras almas ynuestras inteligencias. Jesucristo esla luz de nuestras almas, como el soles la luz de nuestros cuerpos. El solalegra nuestros ojos, nos ilumina,

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nos descubre los objetos, nos haceconocer y apreciar cada cosa, cadaobjeto y nos muestra el camino quedebemos seguir (VD 90).

En los últimos periodos de lacultura europea, se ha contra-puesto la fe a la luz, haciendo dela racionalidad materialista laúnica luz de la humanidad, y dela fe un ámbito de creencia irra-cional y ciega. El Papa señala laluminosidad transparente de lafe, cómo sin ella nuestra culturaha perdido el horizonte de digni-dad de la persona, y cómo losvalores de la solidaridad y la jus-ticia han acabado reduciéndose amera sombra de lo que son. “En la«modernidad» se ha intentado cons-truir la fraternidad universal entrelos hombres fundándose sobre laigualdad. Poco a poco, sin embargo,hemos comprendido que esta frater-nidad, sin referencia a un Padrecomún como fundamento último, nologra subsistir” (Lumen fidei 54).

1.- Dios crea una humanidadque lo busque y lo ame, y queamarlo sea su felicidad.Ante las críticas a la fe y a la reli-

gión, los filósofos creyentes y losteólogos durante todo el siglo XX

se han esforzado por manifestarla estructura antropológica a laque responde la fe religiosa. La feno es ni una imposición de laTrascendencia, ni una negaciónde nuestra propia realidad, sinoel signo existencial que muestrala profundidad y el alcance denuestra realidad humana. Sinmencionarlo, la encíclica tienemuy presente la reflexión de KarlRahner sobre la fe: hemos sidocreados abiertos a la presencialuminosa de Dios; todo hombre,toda mujer, lo sepa o no, cuandobusca sinceramente la verdad desu vida está buscando la presen-cia inmanente de un Dios que nosha creado para que vivamos delencuentro con Él. Cuando elhombre renuncia “a la búsquedade una luz grande, de una verdadgrande, y se ha contentado conpequeñas luces que alumbran elinstante fugaz, pero que son inca-paces de abrir el camino. Cuandofalta la luz, todo se vuelve confu-so (Lumen fidei 3). Esa luz no esuna estructura de nuestro ser,como la luz de la mañana no es laventana que nos permite verla. Lafe nos ilumina porque es Diosquien quiere encontrarse con nos-otros para llevarnos a su pleni-tud. “Una luz tan potente no puede

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provenir de nosotros mismos; ha devenir de una fuente más primordial,tiene que venir, en definitiva, deDios. La fe nace del encuentro con elDios vivo, que nos llama y nos reve-la su amor, un amor que nos precedey en el que nos podemos apoyar paraestar seguros y construir la vida”(Lumen fidei 4). Recoge la encícli-ca toda la reflexión de VonBalthasar, sin nombrarlo, que haseñalado la gratuidad de la reve-lación, y la glorificación quedebemos a un Dios que nos sigueguiando en la oscuridad.

Cuando en el siglo XX los filó-sofos existencialistas afrontaroncon sinceridad la libertad huma-na en la soledad de la increenciano pudieron encontrar otra pala-bra para describir su sensaciónque la palabra “angustia”. El retode ser persona en una temporali-dad que convierte en definitivosnuestros errores y nuestra super-ficialidad solo puede dejarnosuna inmensa sensación de fracasoy de vacío. Para afrontar ese reto,además, estamos radicalmentesolos. ¿Cómo compartir nuestraintransferible libertad? Pero Diosno nos creó para la angustia, sinopara la comunión con Él, elcre¬yente afirma así que el centrodel ser, el secreto más profundo

de todas las cosas, es la comunióndivina (Lumen fidei 45). Nuestralibertad no desemboca en angus-tia porque siempre estamosacompañados por la presenciapaternal de Dios que nos abre elcamino de un futuro pleno. “La fees luz que viene del futuro, que nosdesvela vastos horizontes, y nos llevamás allá de nuestro «yo» aislado,hacia la más amplia comunión”(Lumen fidei 4).

La fe es una experiencia de laque no duda quien la vive.Abrahán no dudó de abandonarla casa de sus padres e ir a unatierra que no conocía. Los apósto-les no dudan de la profundidadde vida que experimentaronjunto a Cristo: Lo que existía desdeel principio, lo que hemos oído, lo quehemos visto con nuestros ojos, lo quecontemplamos y tocaron nuestrasmanos acerca de la Palabra de vida, -pues la Vida se manifestó, y nosotrosla hemos visto (1Jn 1,1-2). La expe-riencia de la fe es acoger y dejarseconfigurar por una Palabra, poruna Presencia que nos desborda,de la que no somos dueños, queva dando peso y sentido a nues-tra vida. La experiencia de fe noes una nueva interpretación de lavida, ni un sentido nuevo para laexistencia. Eso podrá venir más

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tarde. La fe es una experienciaque rompe las expectativas y lospropios deseos de quien la expe-rimenta, y lo colma de una vidanueva, lo abre a una esperanzanueva, lo hace capaz de una ver-dadera comunión. El camino querecorre la encíclica para acercarsea la transparencia de la fe esacompañar a quienes han vividoy caminado en la fe.

En una misa que ofrecimos por elcura Diamantino, el cura de losjornaleros, yo hice hincapié en lafe que fundó su vida y su com-promiso. Al final de la misa, unamujer de mediana edad vino a lasacristía y me dijo: “Joaquín, yoquiero aprender a rezar. Porquealgunas veces siento dentro algotan grande que no sé explicar conpalabras y que me llena de unamor y una alegría que no sientoen ningún otro momento. Esotiene que ser algo de Dios”.

2.- El camino en la fe de los cre-yentes: la Primera Alianza.-Como el autor de la carta a losHebreos, el Papa apunta que la fe“acompaña nuestros pasos a lo largode la historia. Por eso, si queremosentender lo que es la fe, tenemos que

narrar su recorrido, el camino de loshombres creyentes, cuyo testimonioencontramos en primer lugar en elAntiguo Testamento” (Lumen fidei8). El capítulo 11 de la carta a losHebreos quiere narrar precisa-mente el primer testimonio de lafe de los creyentes. Estos testimo-nios nos muestran la fe como con-fianza en la bondad y en la bendi-ción de Dios. La fe es la garantía delos bienes que se esperan, la plenacerteza de las realidades que no seven (Hb 11,1). La única garantíaque podemos tener de los bienesque esperamos, de la plenitudanhelada y deseada de comu-nión, es el amor con que Dios nosama. La fe es creer que el amorconcreto y, a veces, ambiguo queexperimentamos es signo de unamor más grande y más plenoque nos espera. La fe es certeza enel amor de Dios. Por ella nuestrosantepasados fueron considerados dig-nos de aprobación (Hb 11,2). La fees, por eso, acogida conscientedel amor que Dios nos tiene.

Tener fe es vivir como signodel amor de Dios a toda la crea-ción: Por la fe, comprendemos que laPalabra de Dios formó el mundo, demanera que lo visible proviene de loinvisible (Hb 11,3). Acoger la vidacomo don de Dios, como regalo

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de su amor es un primer escalónen el ascenso a la fe. La vida aco-gida como don hace que los hijosde Adán quieran ofrecerle a Diosun gesto de agradecimiento.Tanto Caín como Abel quisieronofrecer a Dios signos de su traba-jo y de su esfuerzo. Pero sólo unode ellos mantuvo una verdaderaactitud de fe: Por la fe, Abel ofrecióa Dios un sacrificio superior al deCaín, y por eso fue reconocido comojusto, como lo atestiguó el mismoDios al aceptar sus dones. Ahorabien, sin la fe es imposible agradar aDios, porque aquel que se acerca aDios ha de creer que Él existe y es eljusto remunerador de los que lo bus-can (11,4.6). Caín no creyó queDios es justo remunerador de losque lo buscan; andaba sopesandocómo Dios le favorecía a él ycómo a su hermano, y consideróque Dios era más bondadoso consu hermano que con él. La des-confianza en que Dios es justoremunerador de los que lo buscantorció su actitud. También nos-otros, en muchos momentos denuestra vida, estamos tentados deofrecernos como Caín, mirando sinuestra ofrenda tiene la recom-pensa esperada. Entregándonos aDios con cálculo egoísta, no nosentregamos, negociamos; perde-mos la fe. Tener fe es agradecer,

sin más, la vida. Cuando quere-mos “ganarnos la vida” y el bene-plácito de Dios, se desvanece laposibilidad de disfrutar la vidacomo un regalo.

La obediencia de Noé yAbraham nos muestra que la con-fianza en la bondad de Dios noslleva a obedecer sus mandatos. Elcreyente escucha y obedece, aunen la oscuridad. Noé se pone aconstruir el arca, al ser advertidopor Dios acerca de lo que aún no seveía (Hb 11,7). De la misma mane-ra, y por la fe, Abraham, obedecien-do al llamado de Dios, partió hacia ellugar que iba a recibir en herencia,sin saber a dónde iba (Hb 11,8). Noéconfió; aunque nada aún se veía;Abraham confió, aunque ni sabíaa dónde tenía que ir. Esa confian-za que lleva a obedecer a Dios, sinser esclavo de las seguridades, essigno de acogida verdadera delamor que Dios nos tiene. Vivirfiado sólo de lo que uno puedecontrolar y manejar es una duracondena. Fe es entrega confiadaal misterio fecundo de la vida.

La fe de Abraham es puesta aprueba cuando Dios le pide quesacrifique a su hijo Isaac: Por la fe,Abraham, cuando fue puesto a prue-ba, presentó a Isaac como ofrenda: élofrecía a su hijo único, al heredero de

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las promesas, a aquel de quien sehabía anunciado: De Isaac nacerá ladescendencia que llevará tu nombre(Hb 11,17-18). Pero esa mismapetición la hacían los ídolos de lasreligiones cananeas, y esa mismaofrenda se dispusieron a hacerlamuchos padres y madres de laépoca de Abraham. No es la dis-posición a sacrificar a su hijo loque caracteriza la fe de Abraham,sino su convicción interna de labondad de Dios. No ofreció a suhijo porque pensara que con elloiba a aplacar la ira o el castigo deDios. Lo ofreció, porque pensaba queDios tenía poder, aun para resucitara los muertos. Por eso recuperó a suhijo, y esto fue como un símbolo (Hb11,19). Lo que convierte aAbraham en símbolo de la fe essu confianza en la resurrección. SiAbraham hubiera sacrificadorealmente a su hijo no habríahecho nada que no se hacía enotras religiones, y no hubiese sidosímbolo de nada. Lo específico dela fe bíblica es que Dios es Dios deVida. El creyente reconoce enDios Padre la palabra de resurrec-ción y de vida.

A veces es difícil mantenerse enla fe en la bondad de Dios. Leonorlo hizo. Su hijo único muere enaccidente de tráfico con treinta

años, y cuando yo la conozcocuida a su marido impedido en lacama, al poco tiempo tambiénfallece. Ella se mantuvo, en laoscuridad del Calvario en la fe.Cuando se incorporó a los gruposde la parroquia su palabra, lapalabra de alguien que no sabíaleer ni escribir, siempre abría elcamino de la luz de la fe en cual-quier acontecimiento que revisá-ramos.

3.- El Hijo único nos da a conoceral Padre. Como el autor de Hebreos, laencíclica Lumen fidei señala laradical novedad de la fe en elPadre al vivirse como seguimien-to de Jesucristo. En Jesús deNazaret se nos ha revelado, demanera definitiva, el rostro delPadre. “La fe sabe que Dios se hahecho muy cercano a nosotros, queCristo se nos ha dado como un grandon que nos transforma interiormen-te, que habita en nosotros, y así nosda la luz que ilumina el origen y elfinal de la vida, el arco completo delcamino humano” (Lumen fidei 20).Esta revelación sigue siendo reve-lación personal, hecha a nosotrospersonalmente, por parte delPadre a través de la persona de su

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Hijo. Por eso, es una revelaciónque nos transforma interiormen-te. La revelación respeta los dina-mismos de nuestra realidad per-sonal.

Como el saber que quien que-remos está enamorado de nos-otros; como el reconocimiento dela entrega de nuestros padres;como la noticia de la muerte deuna persona querida…; la noticiade que el Padre nos ha mostradotodo su amor en Jesús de Nazaretcambia nuestra vida. “La salvacióncomienza con la apertura a algo quenos precede, a un don originario queafirma la vida y protege la existencia.Sólo abriéndonos a este origen y reco-nociéndolo, es posible ser transfor-mados, dejando que la salvación obreen nosotros y haga fecunda la vida,llena de buenos frutos” (Lumenfidei 19).

En las palabras de Jesucristo,en la entrega de su vida en la cruzy, radicalmente, en su resurrec-ción, los creyentes contemplamosla acción del Padre en nuestra his-toria. Una acción que no es mera-mente de “interpretación” denuestra vida, sino que es unaacción real, histórica, comprome-tida con nuestra salvación y nues-tra plenitud. Acertadamente nosdice la encíclica: “Nuestra cultura

ha perdido la percepción de estapresencia concreta de Dios, de suacción en el mundo. Pensamosque Dios sólo se encuentra másallá, en otro nivel de realidad,separado de nuestras relacionesconcretas. Pero si así fuese, siDios fuese incapaz de interveniren el mundo, su amor no seríaverdaderamente poderoso, ver-daderamente real, y no seríaentonces ni siquiera verdaderoamor, capaz de cumplir esa felici-dad que promete” (Lumen fidei17).

El Evangelio nos transmiteconstantemente la historicidad dela acción de Dios en nuestra vida.Después que Juan fue entregado,marchó Jesús a Galilea; y proclamabala Buena Nueva de Dios: «El tiempose ha cumplido y el Reino de Diosestá cerca; convertíos y creed en laBuena Nueva (Mc 1,15). Estas, sonlas primeras palabras de Jesús. Ycon estas palabras se define algomuy importante para la fe cristia-na. El Reino no es un descubri-miento inmanente, sino un acon-tecimiento en nuestra vida. Aveces se ha olvidado que el Reinoes un acontecimiento en elmomento del anuncio de Jesús, yque también hoy es un aconteci-miento vital. El Reino no es una

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interpretación de lo que ya vivi-mos, es la irrupción de algonuevo.

El anuncio del advenimientodel Reino no se frustró. Jesucristoes el Reino que Él mismo anuncia.Y sus acciones, su palabra y supersona son los momentos consti-tutivos del Reino y de su primerplan de evangelización. Quiencon Él se encuentra se ha encon-trado con el acontecimiento delReino. El advenimiento radical essu propia persona. El Reino es elpropio Jesús de Nazaret que, enla resurrección, se convierte enhermano cercano a todos, hacién-donos a todos hijos de Dios.Acoger el acontecimiento delReino es acoger la persona deJesucristo desde una forma nuevade relación personal. Una rela-ción personal que es a la vez delibertad y de obediencia, de efec-tividad y de contemplación, dedecisión personal y de espera deuna llamada que cambie la propiavida. Nunca se agotarán los mati-ces de los hermosos textos de lallamada a los discípulos:Bordeando el mar de Galilea, vio aSimón y Andrés, el hermano deSimón, largando las redes en el mar,pues eran pescadores. Jesús les dijo:«Venid conmigo, y os haré llegar a

ser pescadores de hombres.» Al ins-tante, dejando las redes, le siguieron(Mc 1,16-18).

Acoger el acontecimiento deCristo supone acoger una formanueva de relación personal,haciéndonos discípulos y segui-dores de quien hace resonar ennuestro interior lo que dice y hace(Mc 1,21). Supone acoger unanueva forma de trascendenciaque pone los ojos no en un másallá innominado, sino en la pro-funda libertad de Cristo, en sumanera radical de vivir la huma-nidad, en su manera de caminarsiempre delante de nosotros (Mc1,38). Acoger la novedad deJesucristo nos abre, también, auna confianza radical en el Padre,como salvación de todo lo quesomos, de todas las las dimensio-nes de nuestra vida, esperar de Élla verdadera plenitud que anhe-lamos (Mc 1,32-34). La experien-cia de acoger la llamada deJesucristo se realiza al ser acogidoen una comunidad de pecadores;somos acogidos por nuestrariqueza humana con nuestraslimitaciones y errores, y acoge-mos a los otros también por lariqueza de su humanidad, consus limitaciones y errores. Elacontecimiento de Cristo se expe-

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rimenta siempre en comunidad(Mc 2,13-17). Los primeros capí-tulos del evangelio de SanMarcos nos muestran los prime-ros momentos del acontecimientode Cristo en la vida de los discí-pulos.

La espiritualidad del PadreChevrier, en el fondo y en laforma, no puede estar más cen-trada en Jesucristo, su vida y suspalabras. “La única y verdaderaciencia es conocerlo. Amarle es lafelicidad total, seguirle es la ver-dadera perfección, nuestro únicodeseo, “¡habla! Tú eres mi Señor ymi Maestro... No quiero escuchara nadie más que a Ti!” (VD 108).La única respuesta verdadera-mente humana a las preguntasque las personas nos hacemos esuna persona que con su vida lasprofundice y las responda. Sólopuede ser una persona que, entre-gado por amor a nosotros, es porDios resucitado, y puede acercar-se así íntimamente no ya a ungrupo de hombres y mujereslimitado, sino a quien se abra confe a su presencia. “Él es el princi-pio y el creador de todas lascosas, el fundamento sobre elcual todo descansa, la raíz dedonde hemos de sacar la saviaque tiene que darnos la vida, el

centro en el que todo converja, eltérmino en que todo desembo-que. Él es, en fin, la resurrección yla vida. ¡Este es Jesucristo! (VD107).

Ante la pregunta dónde hemosexperimentado más cerca a Jesús,en un grupo de la parroquiaFrancisco nos dijo: “En el taco-neo de mi mujer al visitarmecuando estaba en la UCI por elinfarto. Una oración de acción degracias a Jesucristo brotaba comouna brisa suave en lo más hondode mi maltrecho corazón. Yosabía que Jesucristo quería queviviera para amar más”. HoyFrancisco es diácono permanen-te.

4.- Dinamismo Espiritual de lafe: la “conjugación” del verbocreer.Escuchar, creer y contemplar;anunciar y amar: con estos verbosse marca el ritmo espiritual de lafe cristiana, un ritmo que noslleva y nos trae de la altura alinterior; de lo íntimo de nuestrocorazón a la vida concreta y a lahistoria de nuestro pueblo. ElEspíritu inicia, impulsa y armoni-

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za nuestra experiencia creyenteen el seno de la comunidad cre-yente. El Espíritu conjuga en la felas diversas dimensiones de nues-tra realidad personal, y pone enconcordancia la comunidad cre-yente con la voluntad del Padre yla vida de Jesucristo. Todo esto seinicia en nuestra vida con la escu-cha de un testigo de la fe. La escu-cha del testimonio de un creyenteresonó en nuestra vida de talmanera que provocó nuestra aco-gida del amor de Dios.

Uno de los motivos recurren-tes de la encíclica es la escucha dela fe. La fe no sólo se manifiestacomo luz, sino como palabra quese escucha. “Fides ex auditu, la fenace del mensaje que se escucha”(Rm 10,17). El conocimiento asocia-do a la palabra es siempre personal:reconoce la voz, la acoge en libertad yla sigue en obediencia. Por eso sanPablo habla de la obediencia de la fe”(cf. Rm 1,5; 16,26). En los capítu-los 9 al 11 de la Carta a losRomanos, de donde se toma estaexpresión clásica, San Pablo sedebate en un problema profunda-mente sentido por él: muchos desus compatriotas, los judíos, hanescuchado el mensaje de la fe y nohan creído. Y esto es para él algoincomprensible que lo llena deestupor (Rom 9,2-4; 10,1). En

medio de esa meditación en pri-mera persona, nos deja una refle-xión profunda sobre la experien-cia de fe.

Para San Pablo, la experienciade fe se da en la escucha de la tra-dición de un pueblo que recoge laPalabra de Dios revelada en lahistoria. La fe supone escuchar aquienes la anuncian: hombres ymujeres de un pueblo que trans-miten un tesoro que los desborda,que cada uno de ellos no puededesentrañar del todo. La escuchade la fe, tal como la entiende SanPablo, es la escucha a Dios a tra-vés de la experiencia del puebloelegido. También la fe cristianatoma su inicio en la escucha delos discípulos. Éstos pueden dartestimonio de las palabras y lavida de quien el Padre ha envia-do. La experiencia de fe nos inser-ta en la comunidad de los creyen-tes que tiene su origen en Jesús deNazaret, en su predicación y ensu vida. Dios quiso sujetarse a lapobreza de nuestra predicación ynuestra vida para que éstas seanel cauce de su misericordia y subondad para con toda la humani-dad.

La escucha de la que procedenuestra fe es la escucha a un testi-go de la misma, con sus deficien-

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cias y limitaciones. Pero en esapredicación el Padre hace el mila-gro de poner en el corazón delque escucha la semilla de la vidanueva. Semilla que cuando broteserá más grande que la predica-ción que la hizo posible y queserá más pequeña que la predica-ción que haga brotar del nuevocreyente. Es nuestra experiencia:lo que anunciamos es más de loque somos; pero, a la vez, la res-puesta creyente a nuestra predi-cación es una sorpresa ante la tor-peza de nuestras palabras. Laescucha de la fe no se configura,en un primer momento, en lasoledad del creyente, sino en eltestimonio comunitario de fe queresuena en cada persona conmatices distintos.

La experiencia de fe se desa-rrolla y se profundiza dando tes-timonio, anunciando lo que seestá viviendo: Damos testimonio yos anunciamos la Vida eterna, queestaba vuelta hacia el Padre y que senos manifestó -lo que hemos visto yoído, os lo anunciamos (1Jn 1, 2-3).Es lo que les ocurre a Andrés yJuan, que al narrar su encuentrocon Jesús reconocen su profundi-dad y alcance. La experiencia defe cristiana no puede sino seranunciada, y al ser anunciada

alcanza su verdadera profundi-dad. El anuncio del evangelio esun momento constitutivo de laexperiencia misma de vivir elevangelio. Lo mismo que la Vida,que estaba vuelta hacia el Padre,se manifestó a los discípulos,ellos, que estuvieron afrontadospor la Vida, se vuelven hacia nos-otros con su testimonio.

Por eso, la fe cristiana, y nues-tra vocación pradosiana, es esen-cialmente apostólica, tiene comomomento intrínseco el anuncioalegre de la Vida encontrada. ElPadre Chevrier anhelaba tenercatequistas pobres para lospobres. Especialmente los sacer-dotes son llamados a vivir esteimpulso misionero. Esta orienta-ción evangelizadora del ministe-rio exige que todo nuestro estu-dio y nuestra reflexión tengancomo momento intrínseco laevangelización. La misma teolo-gía ha de estar “al servicio de la fede los cristianos”, y “custodiar yprofundizar la fe de todos, espe-cialmente la de los sencillos”(Lumen fidei 36).

La espiritualidad cristiana nopuede dejar nunca a un lado laescucha de Cristo en lasEscrituras, y la contemplación deCristo en la vida. Ese dinamismo

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se concreta con el Estudio delEvangelio y el Cuaderno de Vida.El estudio de Cristo en elEvangelio nos permite contem-plar la vida con sus ojos y alentare impulsar la misión evangeliza-dora. Ninguna oración nosimpulsa más a la misión, ni nosofrece más luces y caminos nue-vos de misión que la contempla-ción creyente de la vida. “Para lafe, Cristo es también aquel conquien nos unimos para podercreer. La fe no sólo mira a Jesús,sino que mira desde el punto devista de Jesús, con sus ojos: es unaparticipación en su modo de ver”(Lumen fidei 18).

Otro de los rasgos de la voca-ción pradosiana, la llamada a ser-vir especialmente a los pobres ylos débiles, también encuentraeco en la reflexión del Papa sobrela fe. El Padre Chevrier vivió unencuentro “más de cerca” conCristo en los pobres. “La luz de lafe no nos lleva a olvidarnos de lossufrimientos del mundo”.

¡Cuántos hombres y mujeresde fe han recibido luz de las per-sonas que sufren! San Franciscode Asís, del leproso; la BeataMadre Teresa de Calcuta, de suspobres. Han captado el misterioque se esconde en ellos.

Acercándose a ellos, no les hanquitado todos sus sufrimientos,ni han podido dar razón cumpli-da de todos los males que losaquejan. La luz de la fe no disipatodas nuestras tinieblas, sino que,como una lámpara, guía nuestrospasos en la noche, y esto bastapara caminar” (Lumen fidei 57).Es teologalmente contradictoriotener fe y desentenderse del amora los hermanos que sufren.

En su primer compromiso alPrado comentaba un compañero:Al Prado me trajo una pobreza yuna riqueza. La riqueza es elsaberme llamado a evangelizar alos pobres. Esa llamada la experi-mento como una inmensa rique-za en mi vida. La pobreza es elexperimentar humildemente quesin la ayuda de los compañerosno puedo ser fiel a esa vocación.Sin el estudio de evangelio y sinel testimonio de los sacerdotespradosianos me habría perdido enel camino.

5.- La purificación de la fe y elamor.La fe, como toda experiencia per-sonal, no se consigue de una vezpara siempre. Todo lo personal

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ha de ser acogido cada día.Nunca amamos con el amor deayer; no podemos creer con laexperiencia de fe de otros tiem-pos. La fe necesita renovarse cadadía en cada circunstancia por laque nuestra vida va transcurrien-do. Esa acogida se hace en unaconstante experiencia de profun-dización y purificación. En la 1ªcarta de San Juan, uno de los tex-tos recurrentes de la encíclica, senos hace una invitación paternala profundizar y purificar la fe quenos hace estar en comunión conDios. Por eso, me parece necesa-rio entrar en el dinamismo queestos textos de la Escritura abrenen relación nuestro compromisopradosiano.

El autor deja claro el motivo desu carta: Os escribimos esto para quenuestro gozo sea completo (1Jn 1,3-4). Esta profundización del gozode la fe y del amor cristianos sedescubre en la medida sin medi-da de la entrega de Cristo pornosotros: En esto consiste el amor:no en que nosotros hayamos amado aDios, sino en que él nos amó y nosenvió a su Hijo como propiciaciónpor nuestros pecados (1Jn 4,10).Será la vida la que nos mostrará,en el gozo del amor, en el sufri-miento de la enfermedad, en la

entrega a la misión, hasta quépunto nos ama el Padre. Será lavida la que nos permita conocerla altura y la profundidad delamor de Jesucristo. Por eso, elamor es un mandamiento nuevoy antiguo a la vez: Queridos, no osescribo un mandamiento nuevo, sinoel mandamiento antiguo, que tenéisdesde el principio. Este mandamientoantiguo es la Palabra que habéisescuchado. Y sin embargo, os escriboun mandamiento nuevo - lo cual esverdadero en él y en vosotros - pueslas tinieblas pasan y la luz verdaderabrilla ya (1Jn 2,7-8). La experienciade fe cristiana es una experienciadinámica, siempre nueva. Porqueel amor va iluminando todas lassituaciones de sombras queencontramos en nuestra vida:Todo el que tiene esta esperanza en élse purifica a sí mismo, como él espuro (1Jn 3, 3). El dinamismo de lafe impulsa a una mayor entrega, auna mayor purificación.

El amor cristiano, nuestroamor sacerdotal, busca hacerseactual con las personas que nosrodean, en las circunstancias quevivimos; es un amor que es cons-ciente siempre de la necesidad depurificación. El amor del Padreentregándonos a su Hijo es tangrande que nuestra respuesta

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siempre es pobre y limitada. Elamor cristiano camina en la sendade la plenitud del amor delPadre, ¿cómo no ser conscientesde la necesidad de mayor integri-dad ante la limitación y la medio-cridad de nuestra entrega?

En la espiritualidad del P.Chevrier el camino de la purifica-ción de nuestra fe y nuestro amorse nos ofrece en el cuadro deSaint Fons. En él se recoge la frasede Jesús en la que exhorta a losdiscípulos a seguirle con la radi-calidad de su propia entrega: “Oshe dado ejemplo para que comoyo he hecho hagáis también vos-otros”. El pesebre, la cruz y laeucaristía –vivir pobres y humil-des, morir a nosotros mismos, yentregarnos a los hermanos contodo lo que somos-, son los cami-nos de purificación que nos pro-pone el Padre Chevrier. Caminosen los que Cristo mismo noscapacita para amar y vivir desdela fe. Pesebre, cruz y eucaristía noson exigencias ascéticas que bus-

quen la propia perfección moral,sino las condiciones que la propiavida nos va marcando para poderamar a los demás como Cristo losamó, para que nuestra fe en elPadre sea auténtica como lo fue laCristo.

En un pequeño establo habilitadopara retirarse a rezar AntonioChevrier escribió en las paredes:“El sacerdote es un hombre des-pojado. El sacerdote es un hom-bre crucificado. El sacerdote esun hombre comido. Es necesariohacerse buen pan” (VD 483). Elcuadro de Saint Fons no fue parael Padre Chevrier un camino deauto-superación; en él muestracómo abrir la vida a la luz, alamor y la alegría del evangelio.

José Joaquín Castelló

Diócesis de Sevilla

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Cada encuentro de Jesús conPedro nos puede ir revelando latransformación que también nos-otros hemos experimentado ennuestra vida. El resultado finalserá siempre la experiencia de laúnica gran verdad: Señor, ¿a quiénvamos acudir? Tú tienes palabras devida eterna (Lc 5,4).

- El primer encuentro.- Andrés,hermano de Simón Pedro, era unode los dos que oyeron a Juan ysiguieron a Jesús; encuentra pri-mero a su hermano Simón y ledice: “!Hemos encontrado alMesías!” Y lo llevó a Jesús. Jesússe le quedó mirando y le dijo: “Túeres Simón, el hijo de Juan; tú tellamarás Pedro” (Jn 1, 41-43).

El encuentro con Jesús se reali-za a través de la mediaciónhumana que Dios pone en nues-tro camino. En nuestro pasadosiempre podemos recordar aalguien que nos llevó a Jesús,contándonos la experiencia de supropio encuentro.

En nuestra historia siemprehay un “antes y un “después”.¿Cuándo experimentamos lamirada de Jesús y fuimos llama-dos por nuestro nombre?Entonces algo nuevo comenzó anacer en nosotros.

- ¿A quién vamos acudir?.-Entonces Jesús les dijo a los doce:“¿también vosotros queréis mar-charos?” Simón Pedro le contes-tó: “Señor, ¿a quién vamos acu-

LOS ENCUENTROS DE JESÚS CON PEDRO

h Eugenio Lobo

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. Los encuentros de Jesús con Pedro Eugenio Lobo

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dir? Tú tienes palabras de vidaeterna” (Jn 6, 67-69).

Conocemos la historia de losque se fueron o se salieron. Jesúsno quiere obligar a nadie en suseguimiento. A veces puede venirla duda: ¿No me habré equivoca-do? Pedro no lo tiene todo claro,como nosotros, pero conoce losuficiente a Jesús como paradecir: ¿a quién vamos acudir?. Laperseverancia será siempre frutode la gracia más que de nuestroesfuerzo.

- Por tu palabra echaré lasredes.- S. Lucas nos dice:Subiendo Jesús a una de las bar-cas, que era la de Simón Pedro, lepidió que la apartara un poco detierra. Desde la barca, sentado,enseñaba a la gente. Cuandoacabó de hablar, dijo a Simón:“Rema mar adentro, y echadvuestras redes para pescar”.Respondió Simón y dijo:“Maestro, hemos estado bregandotoda la noche y no hemos recogidonada; pero, por tu palabra, echarélas redes”. Y, puestos a la obra,hicieron una redada tan grande depeces que las redes comenzaron areventarse…Al ver esto, Simón

Pedro se echó a los pies de Jesúsdiciendo: “Señor, apártate de mí,que soy un hombre pecador”…YJesús dijo a Simón: “No temas;desde ahora serás pescador dehombres” (Lc 5, 3-9).

Jesús invade el territorio dePedro sin más y además se atrevea pedirle que aparte la barca de latierra. Él tiene siempre la iniciati-va como Señor y Pedro no poneresistencia desconociendo el ries-go que corría dejándolo entrar ensu barca. Cuando se dio cuenta yaera tarde: Jesús se había adueña-do de su vida. Ahora era Jesúsquién daba las órdenes: Rema maradentro, y echad vuestras redes parala pesca. Se trata de una orden sinsentido y fuera de lugar, conde-nada al fracaso, pero Pedro ya noes el que manda y por eso obede-ce: Por tu palabra echaré las redes.

Cuando después Pedro ve lasredes repletas de peces a puntode reventar, su encuentro conJesús toca fondo y cae de rodillasmanifestando su pequeñez: Señor,apártate de mí, que soy un hombrepecador. El encuentro con Jesúsnos descubre nuestra identidadde pecadores junto al derroche degracia de Jesús.

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Pedro, asombrado, descubreque no es digno de estar junto aJesús, pero es entonces cuandoJesús le llama para seguirlo: Notemas, desde ahora serás pescador dehombres.

Al final, lo importante no es loque nosotros hagamos sino lo queJesús ha hecho en nosotros yquiere continuar haciendo.

- Mándame ir a ti (Mt 14, 28-33).La fe de Pedro avanzó desde laactitud pretenciosa de su fuer-za a la confianza en la graciade Cristo.

El episodio de la barca, prota-gonizado por Pedro, manifiesta lafragilidad de su fe. Pedro se deba-te entre la confianza en Jesús y elmiedo.

Estamos llamados a afrontarvalerosamente, como Pedro, elriesgo del encuentro con Jesúsandando sobre el agua que nosresulta insegura, para que sin-tiendo siempre su presencia novacilemos, ni tengamos miedoapartando la vista de Él asusta-dos por los vientos de las dificul-tades.

- La necedad de Pedro.- (Mc 9,4-6). Pedro piensa que ha lle-

gado al final feliz de la pelícu-la de su vida y quiere detenerpara siempre la imagen deJesús transfigurado en elTabor. No sabía lo que decía.Ignora que antes hay quepasar por la pasión. Pedroimagina un Mesías triunfadorque restauraría la soberanía deIsrael. Se equivoca pensandoque debe seguir a un Mesíasdel bienestar y del triunfo.

- Las resistencias de Pedro.- (Mt16, 21-23). Pedro se enfrenta alverdadero mesianismo deJesús. Antes había declarado,delante de Jesús y de losdemás discípulos, que Jesúsera el Mesías prometido, perodespués se resiste a la idea deun Mesías que tuviera que pade-cer y morir ejecutado: !Lejosde ti tal cosa, Señor!, eso nopuede pasarte.

En este cuerpo a cuerpo dePedro con Jesús, este se volvió ydijo a Pedro: Aléjate de mí, Satanás.Eres para mí una piedra de tropiezo,porque tú piensas como los hombres,no como Dios. Pedro tendrá queaprender a seguir a Jesús comoun Mesías diferente a sus proyec-tos.

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En el cenáculo Pedro se oponea que Jesús le lave los pies: A mínunca me lavaras los pies. Esto con-trasta con su modo de ver la rela-ción entre maestro y discípulo, ychoca con su idea de Mesías. En elfondo su resistencia a dejarselavar los pies es no comprendertodavía el sentido de la cruz. Mástarde comprenderá que el poderdel Mesías es diferente y queentrará en su gloria después depasar por la pasión y la muerte enla cruz. Es fácil resistirse a mante-ner una actitud de servicio per-manente con los demás, dejándo-nos comer como buen pan.

- El Pedro pretencioso.- (Mc 14,29-31. Pedro se siente segurode sí mismo incluso compa-rándose con los demás discí-pulos: Aunque todos caigan, yono. Jesús le descubre a Pedroque aunque esté “dispuesto”no está todavía preparado: Enverdad te digo que hoy, antes deque el gallo cante dos veces, tú mehabrás negado tres. Pero Pedrono quiere reconocer su debili-dad y vuelve a insistir Aunquetenga que morir contigo, no tenegaré. Es necesario vigilar yorar siempre: El espíritu estápronto, pero la carne es débil (Mc14, 38).

- El encuentro con la miradamisericordiosa.- (Lc 22, 60-62).Sin la mirada misericordiosade Jesús a Pedro aquellanoche, el canto del gallo nohubiera sido señal de nada.Ninguna mirada de reprochenos descubre nuestra propiaverdad. Sólo la misericordianos abre el corazón para vernuestra infidelidad.

- La impetuosidad de Pedro.-(Jn 21, 7). Pedro se adelanta alencuentro de Cristo impetuo-samente, y no espera llegar enla barca como los demás discí-pulos. El ímpetu nace de laseducción y no del razona-miento. El ardor en la evange-lización nace de nuestroencuentro con el Resucitadoque provoca en nosotros la“impaciencia”.

- El encuentro definitivo.- (Jn 21,15-24). Al final, el encuentrocon Jesús nos plantea, como aPedro, una pregunta definitiva:¿Me quieres más que estos?

Pedro contestó humildementesin comparase con los demás,como había hecho en otromomento.

Jesús vuelve a hacer la mismapregunta por tres veces, porque

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no le interesa saber otra cosa dePedro para pedirle después quelo siga como pastor.

Pedro, ante la reiteración deJesús, se pone triste recordandoaquella noche donde Jesús lomiró después del canto del galloy solo se atrevió a contestar:Señor, tú conoces todo: (mi orgullopretencioso, mi debilidad, mi nece-dad, mis resistencias, mis ideologí-as…) Pero también: Tu sabes quete quiero.

Pedro había madurado poco apoco en cada encuentro con Jesús.Ahora no se ciñe y va a dondequiere sino que “Otro” lo ciñe ylo va llevando a donde no quiere.El proceso de la fe de cada unopasa por ir descubriendo que loimportante no es lo que nosotroshagamos, sino lo que Jesús vahaciendo en nosotros y en losdemás.

Los encuentros con Jesús nosvan purificando de ideologías ypersonalismos que rompen lacomunión.

Sólo la experiencia del encuen-tro nos capacita para la evangeli-zación: María la Magdalena fue yanunció a los discípulos: “He visto alSeñor y ha dicho esto” (Jn 20, 18).

Pedro y Juan tienen valor sufi-ciente para anunciar el evangelioa los demás por su experiencia deencuentro con el Resucitado: Pornuestra parte no podemos menosde contar lo que hemos visto yoído (Hch 4, 20).

Eugenio Lobo

Diócesis de Huelva

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Todo lo que San Pablo es y hacetiene su origen en el proceso deencuentro con el Resucitado,camino de Damasco, relatado portres veces en el libro de losHechos. Unos veinte años mástarde Pablo escribe desde la cár-cel, probablemente en Éfeso, auna comunidad especialmentequerida para él: los cristianos deFilipos. Es una carta que tiene lafunción principal de mantener elvínculo de amor y comunicacióncon la comunidad; es como unaconversación entre amigos, atra-vesada por lo que es la convicciónmás profunda de Pablo: la identi-

ficación del discípulo conJesucristo, el único Señor.

1. El giro de una biografía. Viviren Cristo. Servidor y testigo.Hallado…Es sobre todo en el capítulo 3donde Pablo habla, en primerapersona, de su propia experienciaen la que hay un antes y un des-pués, a partir del encuentro conJesucristo, “El Señor”, el títulopreferido por Pablo para referirsea Jesús.

Pablo no se cansa de comuni-car una y otra vez a Jesucristo

PABLO COMPRENDE SU vIDAy SU MISIÓN DESDE EL

ENCUENTRO CON JESUCRISTO

h Angel Marino García

“Y ser hallado en él, no con una justicia mía, la queviene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, lajusticia que viene de Dios, apoyada en la fe. Y conocer-le a él y el poder de la resurrección” (Flp 3,9)

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. Pablo comprende su vida y su misión desde... Angel Marino García

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“EL SEÑOR”, y ello no como un“tema” sino como una experien-cia vital para sí mismo y para susinterlocutores: volver a escribiroslas mismas cosas a mí no me esmolestia y a vosotros os da seguri-dad… (3,1). El amor ni cansa ni secansa.

El encuentro con el SeñorResucitado fue el giro decisivode su vida, como lo es para todoaquel que se encuentre conJesucristo. A partir de esteencuentro todo queda transfigu-rado y adquiere un nuevo senti-do: el pasado (lo que era para míganancia, lo he juzgado pérdida acausa de Cristo), el presente (másaún juzgo que todo es pérdida ante lasublimidad del conocimiento deCristo Jesús, mi Señor, por quienperdí todas las cosas) y el futuro (ylas tengo por basura para ganar aCristo y ser hallado en él, no con lajusticia mía, la que viene de la Ley,sino la que viene por la fe de Cristo…hasta hacerme semejante a él en sumuerte, tratando de llegar a la resu-rrección de entre los muertos (Flp3,7-11)

Desde la perspectiva delencuentro, resulta especialmentesignificativa la fórmula elegidapor Pablo para expresar la meta

definitiva de su vida: “ser halladoen él” (Es como si dijera: si mequeréis encontrar, buscadme enJesucristo)

“Ser hallado” nos evoca lasparábolas de la misericordia delevangelio de Lucas, sobre todo elencuentro del Padre con hijo queregresa: este hijo mío, estaba muertoy ha vuelto a la vida; estaba perdido yha sido hallado (Lc 15,24). Es lamisma expresión de asombro yalegría plena de quien encuentrael mayor tesoro (como el famoso“¡eureka!” de Arquímedes). Elencuentro con Cristo es realmen-te nacer de nuevo, por la fe enJesucristo. Pablo nos dice que hapasado de las obras muertas de laley a la vida que nace de la fe deCristo, para mí la vida es Cristo (Flp1,21). Pablo es ante todo, cristiano,“de Cristo”, esa es su verdad másprofunda, su auténtica identidad,pertenecer a Jesucristo. Es una con-fesión y una provocación paraquien le escucha a compartir congozo esa misma identidad. Si estoes así, Jesucristo es el principioabsoluto de la identidad propiadel discípulo, de modo que la feen Jesucristo, la adhesión aJesucristo, es la fuente de realiza-ción de la persona. Con frecuen-cia pensamos de otra manera: lo

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. Pablo comprende su vida y su misión desde... Angel Marino García

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primero que me caracteriza es“mi yo y mis circunstancias deorigen, lugar, tiempo…”, y luegovendrá lo de “ser cristiano”. SanPablo invierte los términos: mi“realización” (donde soy hallado)es Jesucristo. Con otro lenguaje,el propio de un himno litúrgico,expresa la misma experiencia defe: “nos ha elegido en él antes dela creación del mundo”. La refe-rencia a Jesucristo no es un añadi-do religioso, sino el fundamentoy orientación definitiva, es eltodo, es la vida: para mí la vida esCristo (Flp 1,21), es Cristo quienvive en mí (Gal 1,20).

El Padre Chevrier, para quienSan Pablo es el modelo apostólicoa seguir, se hace eco de esta expe-riencia fundante: “Piense el mundolo que quiera, poco importa, que metengan por loco, poco importa. Yosoy de Jesucristo” (VD 116). Y enuna carta a sus seminaristasescribe: “conocer a Dios y a suCristo: en eso consiste todo el serdel hombre, del sacerdote, delsanto” (Carta 105). Es el “ser del

hombre” lo que queda transfor-mado, la propia personalidad entodo el ser y el hacer… , no es unañadido, es algo más profundo,es, en definitiva entrar en el terre-no de la vocación en su sentidomás genuino1.

Servidor y testigo (Hch 26,1)Pablo se presenta en la carta, consu discípulo y compañeroTimoteo, como siervo de CristoJesús (Flp 1,1). En el encuentrocon el Señor Resucitado, caminode Damasco, Pablo preguntó porla identidad de la voz: ¿quién eres,Señor?. Jesús se le revela comoidentificado con la comunidad dehermanos, a quienes Pablo persi-gue Soy Jesús, a quien tú persigues;y es Pablo mismo quien recibeuna identidad que le constituyeen el ser y en la misión: levántate yponte en pie; pues me he aparecido ati para constituirte servidor y testigo(Hch 26,16). Los títulos con quePablo se presenta en las cartasson justamente los de servidor,testigo, apóstol (apóstol por voca-

1. La vocación cualifica la persona en sus relaciones constitutivas, con Dios, con los hombres y con elmundo. Pero, en la mayoría de las corrientes antropológicas de nuestro entorno cultural, la vocación tien-de a confundirse con la profesión.… La dinámica bíblica de la vocación se presenta de forma muy diferen-te, aun si intervienen diferentes elementos de la biografía personal. La vocación arranca de un Tú y no delas cualidades o estructuras de carácter del sujeto (A. Bravo, Seguir a Jesucristo)

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ción, apóstol por voluntad de Dios,escogido para el Evangelio). La ver-dadera identidad de Pablo noviene de la carne y la sangre, sinode Dios mismo que le constituyeen servidor y testigo, discípulo yapóstol, como lo recuerda en lacarta a los Gálatas: Aquel que meseparó desde el seno de mi madre yme llamó por su gracia tuvo a bienrevelar en mí a su Hijo, para que leanunciase entre los gentiles (Gal1,15). Así pues, a partir delencuentro con el Resucitado,Pablo, Cristo y los hermanos soninseparables; en el ejercicio de lamisión se configura la vocacióncomo respuesta a la llamada queconstituye a la persona en unacriatura nueva.

Servidor del Cristo Siervo (Flp2,5-11)¿Quién es este Jesús con el quePablo se ha encontrado de mododefinitivo? En el himno de FlpPablo nos lleva a la contempla-ción de Jesucristo, Siervo y Señor:el Dios amor que se derrama en laentrega de sí mismo. En

Jesucristo el rostro de Dios es eldel Servidor. Ser igual a Dioshabía significado para Adánaprovecharse de ello en beneficiopropio; en el testimonio de Pabloser igual a Dios significa humillar-se, tomar la condición de esclavoy hacerse obediente. Jesús humi-llado hasta la cruz es la imagenperfecta del Padre, la bondad ybelleza. “En su pasión es dondeha sido nuestro Señor el más her-moso y el más perfecto” decía elPadre Chevrier (Escritos Espiri-tuales, pg. 84). Como Pablo,Chevrier contempla la belleza delVerbo encarnado. El Dios crucifi-cado es la revelación de la bellezaque salva2.

El encuentro con este Cristo,Servidor y Señor, lleva a Pablo y aquienes se encuentran con él avivir su misma vida, tener susmismos sentimientos, traspasar laquerencia natural de vivir parauno mismo a vivir para losdemás. Es realmente nacer denuevo y nacer en una nueva fami-lia: Por tanto, yo os pido por el estí-mulo de vivir en Cristo, por el con-

. Pablo comprende su vida y su misión desde... Angel Marino García

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2 “Sobre la roca del Calvario está la cruz de la Belleza… La eternidad ha entrado en el tiempo para que eltiempo pudiera entrar en la eternidad. Esta es la eternidad del cristianismo, su verdad simple y grande, elo-cuente hoy como en los primeros comienzos del movimiento cristiano: la belleza que salvará al mundo esla del “buen Pastor”, crucificado y resucitado por amor a cada uno de nosotros a todos” (B. Forte, La esen-cia del cristianismo, p 155).

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suelo del amor, por la comunión en elEspíritu… nada hagáis por rivalidadni por vanagloria… buscando cadacual no su propio interés sino el delos demás. Tener entre vosotros losmismos sentimientos que tuvo Cristo(Flp 2,1-5)

Por la alegría que le da… (Mt13,44)Toda la carta a los Filipenses estáatravesada por la alegría comoexpresión de la fe; una alegríasustentada en el Señor (Flp 3,1),no razonable, arraigada en elcorazón por encima de las cir-cunstancias favorables o adver-sas; estar encarcelado, tener difi-cultades etc. no podrán robar laalegría de quienes se han encon-trado con el Señor: estad siemprealegres en el Señor; os lo repito, estadalegres (Flp 4,4). Es la misma pro-mesa de Jesús: nadie os podrá qui-tar vuestra alegría (Jn 16,22).

La alegría, pues, es algo másque un estado de ánimo; es unelemento constitutivo para quiense ha encontrado con Jesucristo; yes expresión de la profunda uni-dad que nace en la nueva familia:hermanos míos queridos y añorados,mi gozo y mi corona (Flp 4,1). En lacarta a los Gálatas, que tienemucho en común con Flp, la ale-

gría es el fruto del Espíritu queviene inmediatamente despuésdel amor (cf Gal 4,22). Es, en defi-nitiva, la alegría de quien haencontrado un tesoro, el sentido yorientación definitiva de todauna vida que arriesga todo “porla alegría que le da”.

La alegría se expresa, en pri-mer lugar, en la oración y en laacción de gracias por la comuni-dad: Doy gracias a mi Dios cada vezque me acuerdo de vosotros, rogandosiempre y en todas mis oraciones conalegría por todos vosotros a causa dela colaboración que habéis prestado alEvangelio (Flp 1,3-6). Es una ale-gría apostólica, no encerrada enun pequeño grupo: el tesoro deJesucristo, su riqueza, es paratodos, incluso cuando su anuncioesté empañado por interesesespurios, si Cristo es anunciadoya es motivo de gozo: Al fin y alcabo, hipócrita o sinceramente,Cristo es anunciado, y esto me alegray seguirá alegrándome (Flp 1,18).

La propia misión de Pablo estáen función de hacer progresar elgozo de la fe de los hermanos,por encima de su propio gusto:me quedaré y permaneceré con todosvosotros para progreso y gozo devuestra fe, a fin de que tengáis por micausa un nuevo motivo de orgullo en

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Cristo Jesús (Flp 1,25-26). En elencuentro de Damasco, Pablopreguntó ¿qué he de hacer,Señor?. El hacer de Pablo es ser-vir a la alegría de la fe de lacomunidad y, para ello, proponeel criterio siempre válido paratodo discípulo misionero: “estarno donde más me agrada, sinodonde soy más necesario”. Así,sea donde sea, en abundancia oen escasez, encarcelado o en liber-tad, no le abandona la paz ni laalegría bien fundada en Aquel queme conforta (Flp 4,12-13).

La alegría de la fe va unidacon la fecundidad de la cruz: ElSeñor le había revelado a Ananíasrespecto de Pablo: yo le mostraré loque tendrá que padecer por mi nom-bre (Hch 9,16). Pablo escribedesde el sufrimiento de la cárcel(me hallo en cadenas por Cristo)como fuente de fecundidad apos-tólica: la mayor parte de mis herma-nos, alentados en el Señor por miscadenas, tienen mayor intrepidezpara anunciar sin temor la Palabra(Flp 1,13-14). Considera una gra-cia tener la oportunidad de pade-cer por Cristo, como él lo estádesde la cárcel; es una gracia queva ligada al compromiso personalcon el Evangelio. Invita a los fili-penses a soportar las persecucio-

nes con firmeza, con alegría, conunidad y en solidaridad con quie-nes sufren también persecución:Se os ha concedido la gracia de quepor Cristo no solo creáis en él, sinoque también padezcáis por él (1,18).Todos en el mismo combate, conla misma fuerza que es el Espíritude Jesús.

La fecundidad se muestra jus-tamente en la vitalidad de lanueva familia, la comunidad dehermanos que comparten los mis-mos sentimientos de Cristo. Es enla debilidad donde se manifiestala fortaleza hasta el punto depoder decir estoy lleno de consueloy sobreabundo de gozo en todas nues-tras tribulaciones (2 Cor 7,4). Laofrenda de la propia vida comotestigo (mártir) de la fe es causade alegría compartida que hacecrecer la comunidad: Y aun cuan-do mi sangre fuera derramada comolibación sobre el sacrificio y la ofren-da de vuestra fe, me alegraría y con-gratularía con vosotros. De igualmanera también vosotros alegraos ycongratulaos conmigo (Flp 2,17-18).Recordamos las palabras delPapa Francisco: “La alegría delEvangelio que llena el corazón yla vida entera de los que seencuentran con Jesús. Quienes sedejan salvar por Él son liberados

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del pecado, de la tristeza, delvacío interior, del aislamiento.Con Jesucristo siempre nace yrenace la alegría” (Evangelii gau-dium, 1).

Ganar/perder. Recordar/olvidarEl encuentro con Jesucristo, la lla-mada a seguirle, conocerle yanunciarle, es el criterio de dis-cernimiento para valorar lo quees pérdida o ganancia: lo que erapara mí ganancia, lo he juzgado pér-dida a causa de Cristo. Y más aún,juzgo que todo es pérdida ante lasublimidad del conocimiento deCristo, mi Señor (Flp 3,7-8). El jui-cio de valor no es un análisis teó-rico y frío, sino desde el segui-miento de la persona deJesucristo; es sugerente compro-bar que el original griego utiliza-do por San Pablo para expresar eljuicio de valoración es “hegeomai”que significa “ir delante, serguía”, es decir, un verbo dinámi-co, de relación con alguien que vapor delante; seguir a Jesucristo eslo único necesario, todo lo demáses consecuencia. Como los após-toles de la primera hora: dejándolotodo, le siguieron. El encuentro conJesucristo es verdaderamentetransformador en el pensar, en elquerer y en el obrar: Es Dios quien

obra en vosotros el querer y el obrar(Flp 2,13).

Cuando Pablo repasa su histo-ria no la desprecia, pero la valoracon una luz nueva. No es el des-precio, sino el amor, que juzgaque todo queda sin valor fuera deJesucristo y del Reino. Es buenohacer memoria, recordar todo elcamino que Yahvéh tu Dios te hahecho andar… (Dt 8,2), agradecerel camino, muchas veces no pre-visto, por el que Dios nos haceavanzar con perspectiva de futu-ro: firmemente convencido de quequien inició en vosotros la buenaobra la irá consumando hasta el Díade Cristo Jesús (Flp 1,6). Es unallamada a hacer memoria sin nos-talgia y responder a una vocaciónque se realiza día a día: Yo, herma-nos, no creo haberlo alcanzado toda-vía. Pero una cosa hago: olvido lo quedejé atrás y me lanzo a lo que está pordelante, corriendo hacia la meta, paraalcanzar el premio a que Dios mellama desde lo alto en Cristo Jesús(Flp 3, 14). Vivir la fe y el segui-miento, aun siendo un tesorocierto, no se vive sin tensión. Noes voluntarismo, sino respuesta auna gracia que nos precede yacompaña y que se despliega enel mismo caminar en la escucha.El discípulo nace con la llamada yse hace en el seguimiento.

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Vivir para la familia La relación de Pablo con la comu-nidad de Filipos es la de una ver-dadera familia, en el modo comolo expresa el Padre Chevrier:“cuando dos almas, iluminadaspor el Espíritu Santo, escuchan laPalabra de Dios y la entienden, secrea entre ambas una unión deespíritu muy íntima, de la cualDios es principio y nudo” (VD151).

Son hermanos queridos, mi gozoy mi corona; se preocupa por elmáximo bien, el progreso de la fe(Flp 1,25). No busca el propiobeneficio sino el bien de la comu-nidad, busco que aumenten los inte-reses en vuestra cuenta (Flp 4,17) seatreve a presentarse como“modelo” pero para seguir juntosal único Modelo: Jesucristo cruci-ficado (Flp 3,17-18)

Forman una comunidad entensión y en esperanza: somos ciu-dadanos del cielo, de donde espera-mos como Salvador al SeñorJesucristo (Flp 3,20). Llamados avivir en la unidad, como signo deJesucristo mismo, buscando cadauno no su propio interés sino el

de los demás, teniendo los mis-mos sentimientos que tuvo Cristo(cf Flp 2,1-5). Cada uno tiene supropio ritmo en el seguimiento yel compromiso; Dios no pide atodos las mismas cosas y almismo tiempo: por lo demás, desdeel punto adonde hayamos llegado,sigamos adelante (Flp 3,16).

En todo momento Pablo vivesu experiencia en relación comu-nitaria; el mismo comienzo de lacarta, no lo hace sólo, sino conTimoteo; el envío de la carta a tra-vés de Epafrodito mi hermano (Flp2,25 s.) es una comunicación de fey de alegría en el Señor, elemen-tos que hacen la familia; el saludofinal es de todos y para todos (Flp4,21-22).

CONCLUSIÓN: SERVIDORESY TESTIGOSEl encuentro con Jesucristo hacede San Pablo un servidor y untestigo, como se lo había anuncia-do el Señor en la revelación cami-no Damasco3. Se ha ido realizan-do a lo largo de toda su vida yministerio, en clave de vocación y

3 A propósito del encuentro de Damasco y el proceso de búsqueda de San Pablo es interesante la conferen-cia del P. Rómulo Cuartas, Libertad y liberación en la experiencia mística de San Pablo, que se puedeencontrar en la siguiente dirección: https://www.youtube.com/watch?v=mC1Fx-d37-U

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de vida nueva (hallado en El). Esel Señor quien tiene la iniciativa,quien comenzó la “obra buena” yla irá consumando (Flp 1,6). Peroen Pablo hay un dinamismo per-manente de encuentro progresivocon el Señor Jesús: continúo micarrera por si consigo alcanzarlo,habiendo sido yo mismo alcanzadopor Cristo Jesús (3,12). Los 20 añostranscurridos desde el encuentroinicial, son motivo de acción degracias y de compromiso por elEvangelio. Hace veinticinco añosun grupo de seis compañeros dedistintos países comenzábamos el“Año de formación del Prado” enChihuahua (México); ciertamenteun año referencial4. Al final evo-cábamos una frase del PadreChevrier: “No basta comenzarcon Dios, hay que obrar y termi-nar con Él”. (VD 103).

Al hilo del testimonio de SanPablo, me viene al recuerdo unaobservación escuchada entonces,a propósito de dos tentacionesdel pastor: convertirse en funcio-nario o convertirse en líder. Tantoel funcionario como el líderpodrían actuar con brillantez y

eficacia, pero sin hacer la expe-riencia del encuentro conJesucristo y con los pobres. SanPablo nos indica que la identidaddel apóstol nace del encuentrocon Jesucristo y le convierte en“servidor y testigo”. El PadreChevrier lo dice con otra expre-sión: “tener el espíritu de Dios” y,en el contexto de su época, haceunas observaciones llamativas:“El espíritu de Dios no está en lostítulos, ni en los cargos, dignida-des ni honores. Esas cosas exte-riores suponen el espíritu deDios, mas no lo dan. Puede unoser sacerdote, canónigo, obispo,superior, religioso y no tener elespíritu de Dios, pues el espíritude Dios no está ligado a títulos,honores, dignidades. Lo supo-nen, pero no lo dan… Sólo Dioses quien nos da su espíritu y no sele puede tener sin haberle com-prado, incluso a precio elevado ya sus propias expensas… Se debepensar caritativamente que cuan-tos tienen una dignidad, un santohábito o algún alto cargo, tienenel espíritu de Dios. Los que tienenel hábito y la dignidad deben

4 Agradezco el testimonio de los compañeros de camino: Carlos Pérez, mexicano ; Daniel Houry (francésen Chile); José Vasconcellos y Esmeraldo Barretto, de Brasil; Luis Canal (italiano en Brasil). Los acom-pañantes mexicanos René Blanco y Juan Olloqui y una parte del camino Antonio Mª Guerin, sin olvidar lasesión de Ejercicios de Antonio Bravo. Muchas gracias

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temer no tenerlo y poner todoslos medios para adquirirlo más ymás pidiéndolo a Dios todos losdías” (VD 219).

En la misma línea hoy escu-chamos el testimonio del PapaFrancisco, cuando nos advierte dela “mundanidad de la iglesia” yafronta las tentaciones de losagentes pastorales: “Sí al desafíode una espiritualidad misionera”;“sí a las relaciones nuevas quegenera Jesucristo” (EvangeliiGaudium 76.109).

Estamos, pues, llamados a cul-tivar el encuentro con Jesucristopara dejarnos hacer por Él, queinicia y consuma la fe, como ser-vidores y testigos: pobres, humil-des, creyentes y libres.

Angel Marino García

Diócesis de Burgos

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