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REVISTA EUROPEA. NIÍM. 90 14 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . AÑO II. OBSERVACIONES SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS DIMINUTIVOS CASTELLANOS. Al IHmo. Sr. D. Aureliano Fernandez-Guerra y Orbe. Muy respetable señor mió: Cuando se publicó la última edición de la Gramática de la Lengua, Cas- tellana por la Academia Española, me permití diri- gir á usted, privadamente y en tono de consulta, algunas observaciones sobre ciertas dificultades que se me ofrecían para admitir como buenas las reglas establecidas en aquel libro acerca de la for- mación de los DIMINUTIVOS. Ha pasado más de un año, y en tan largo período de tiempo no he mere- cido de usted una contestación que aclarase mis dudas ó desvaneciese mis errores, si acaso los pa- decía; por lo cual, é interpretando ese silencio del modo más favorable á usted y á mí mismo, he ve- nido á pensar que, al menos en esta ocasión, «quien calla, otorga,» y que bien puedo, sin ofensa de nadie y quizá en beneficio del común provecho, dar hoy á la pública luz aquellas mis observaciones. Al atreverme A proceder así, repetiré lo que ya dije á usted en su dia: «No me mueve el espíritu de rivalidad conquien reconozco inmensamente supe- rior á mí; no pretendo dar lecciones á quien pue- de dármelas y de quien las he recibido y las reci- biré siempre gustoso; no busco aplauso vano á costa de reputaciones literarias bien sentadas ó in- quebrantables, ni aun aspiro siquiera á que se tenga por crítica benévola, pero crítica al cabo, lo que pienso exponer; pues en mi posición modesta fuera eso indisculpable osadía.» Sólo atiendo á que us- ted ha dicho con la discreción y el acierto que le distinguen: «Aspiremos á poseer una Gramática ra- »cional y armónica en todas sus partes; no casuística »y embrollada; que busque leyes geneUnles, allí don- »depor esencia las ha de haber y se han de encon- »trar...;>» y sin ser académico de la Española ni te- ner pretensiones de llegar á serlo nunca, no creo que me esté vedada la aspiración de contribuir al descubrimiento de cualquiera de esas leyes. Ahora bien: ¿Podemos congratularnos de haber encontrado ya la ley que preside á la formación de los DIMINUTIVOS castellanos? Lo pongo en duda. La Gramática de la Academia, en su edición no- vísima, sienta como ley general, común á la forma- ción de los aumentativos y diminutivos, «que en las TOMO vi. »dicciones terminadas con una vocal, ésta desapa- rece y se trasforma siempre; 6 se elide cuando es «idéntica á la primera del incremento; y que si la «voz finaliza en consonante, subsiste la consonan- »te, y después de ella recibe el aditamento.» Paréceme queesta ley, por querer abarcar de- masiado, es algún tanto vaga y poco exacta; y así veremos que, si no me engaño, las reglas deduci- das de ella, con ser más de las necesarias, son in- suficientes ó incompletas; de lo cual resulta que aparezcan muy numerosas las excepciones, y que se noten muchas irregularidades donde no debe ha- berlas; como, por ejemplo, en los nombres propios de personas y otras voces usadas en el lenguaje familiar, que si algunas veces «rompe las leyes de los diminutivos,» no puede menos de ajustarse á ellas por lo común, siendo, como es, ese lenguaje, esencialmente afectivo, la fuente principal de tales palabras; fuente más fecunda de ellas que las len- guas madres de donde en parte procede la nuestra. No; el lenguaje familiar no rompe comunmente la ley natural de los diminutivos; romperá en todo caso la ley convencional de la Gramática. Dejando aparte los aumentativos, y deteniéndome á estudiar los DIMINUTIVOS, objeto único de mis ob- servaciones, creo advertir que, en las dicciones acabadas en vocal, ésta unas veces desaparece sin trasformarse realmente; otras, desaparece y se trasforma; otras, subsiste siempre, y ni se trasfor- ma, ni se elide; y si tal vez sucede esto último, es por ej»cepcion y en contadas palabras que revisten el carácter de despectivos ó de diminutivos irregu- lares; como en pobr'-ete, calV-eja, torr'-ejon, y al- guna otra; ó bien cuando al final de la palabra posi- tiva se encuentra un diptongo en io, ia, que enton- ces se elide la i, aunque no siempre. La última vocal desaparece sin trasformarse, á no ser que por trasformacion entendamos el trán- sito inmediato de la penúltima letra del vocablo po- sitivo á la primera de la desinencia diminutiva, en los diminutivos más usuales; como cas-ita lor-ito, pill-uelo, etc., etc. Desaparece y se trasforma la última vocal en aquellas palabras que, además de la desinencia di- minutiva, necesitan un incremento; como, por ejemplo, en vient-e-cillo, besli-e-znela. Subsiste siempre la última vocal del positivo en los diminutivos hombre-cito, bosque-cilio, fraile- cico,pié-ce-cito y otros muchos; y no se diga que, 4

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REVISTA EUROPEA.NIÍM. 90 1 4 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . AÑO II.

OBSERVACIONES

SOBRE LA

FORMACIÓN DE LOS DIMINUTIVOS CASTELLANOS.

Al IHmo. Sr. D. Aureliano Fernandez-Guerra y Orbe.Muy respetable señor mió: Cuando se publicó la

última edición de la Gramática de la Lengua, Cas-tellana por la Academia Española, me permití diri-gir á usted, privadamente y en tono de consulta,algunas observaciones sobre ciertas dificultadesque se me ofrecían para admitir como buenas lasreglas establecidas en aquel libro acerca de la for-mación de los DIMINUTIVOS. Ha pasado más de unaño, y en tan largo período de tiempo no he mere-cido de usted una contestación que aclarase misdudas ó desvaneciese mis errores, si acaso los pa-decía; por lo cual, é interpretando ese silencio delmodo más favorable á usted y á mí mismo, he ve-nido á pensar que, al menos en esta ocasión, «quiencalla, otorga,» y que bien puedo, sin ofensa denadie y quizá en beneficio del común provecho,dar hoy á la pública luz aquellas mis observaciones.

Al atreverme A proceder así, repetiré lo que yadije á usted en su dia: «No me mueve el espíritu derivalidad con quien reconozco inmensamente supe-rior á mí; no pretendo dar lecciones á quien pue-de dármelas y de quien las he recibido y las reci-biré siempre gustoso; no busco aplauso vano ácosta de reputaciones literarias bien sentadas ó in-quebrantables, ni aun aspiro siquiera á que se tengapor crítica benévola, pero crítica al cabo, lo quepienso exponer; pues en mi posición modesta fueraeso indisculpable osadía.» Sólo sí atiendo á que us-ted ha dicho con la discreción y el acierto que ledistinguen: «Aspiremos á poseer una Gramática ra-»cional y armónica en todas sus partes; no casuística»y embrollada; que busque leyes geneUnles, allí don-»depor esencia las ha de haber y se han de encon-»trar...;>» y sin ser académico de la Española ni te-ner pretensiones de llegar á serlo nunca, no creoque me esté vedada la aspiración de contribuir aldescubrimiento de cualquiera de esas leyes.

Ahora bien: ¿Podemos congratularnos de haberencontrado ya la ley que preside á la formación delos DIMINUTIVOS castellanos? Lo pongo en duda.

La Gramática de la Academia, en su edición no-vísima, sienta como ley general, común á la forma-ción de los aumentativos y diminutivos, «que en las

TOMO vi.

»dicciones terminadas con una vocal, ésta desapa-rece y se trasforma siempre; 6 se elide cuando es«idéntica á la primera del incremento; y que si la«voz finaliza en consonante, subsiste la consonan-»te, y después de ella recibe el aditamento.»

Paréceme que esta ley, por querer abarcar de-masiado, es algún tanto vaga y poco exacta; y asíveremos que, si no me engaño, las reglas deduci-das de ella, con ser más de las necesarias, son in-suficientes ó incompletas; de lo cual resulta queaparezcan muy numerosas las excepciones, y quese noten muchas irregularidades donde no debe ha-berlas; como, por ejemplo, en los nombres propiosde personas y otras voces usadas en el lenguajefamiliar, que si algunas veces «rompe las leyes delos diminutivos,» no puede menos de ajustarse áellas por lo común, siendo, como es, ese lenguaje,esencialmente afectivo, la fuente principal de talespalabras; fuente más fecunda de ellas que las len-guas madres de donde en parte procede la nuestra.No; el lenguaje familiar no rompe comunmente laley natural de los diminutivos; romperá en todocaso la ley convencional de la Gramática.

Dejando aparte los aumentativos, y deteniéndomeá estudiar los DIMINUTIVOS, objeto único de mis ob-servaciones, creo advertir que, en las diccionesacabadas en vocal, ésta unas veces desaparece sintrasformarse realmente; otras, desaparece y setrasforma; otras, subsiste siempre, y ni se trasfor-ma, ni se elide; y si tal vez sucede esto último, espor ej»cepcion y en contadas palabras que revistenel carácter de despectivos ó de diminutivos irregu-lares; como en pobr'-ete, calV-eja, torr'-ejon, y al-guna otra; ó bien cuando al final de la palabra posi-tiva se encuentra un diptongo en io, ia, que enton-ces se elide la i, aunque no siempre.

La última vocal desaparece sin trasformarse, áno ser que por trasformacion entendamos el trán-sito inmediato de la penúltima letra del vocablo po-sitivo á la primera de la desinencia diminutiva, enlos diminutivos más usuales; como cas-ita lor-ito,pill-uelo, etc., etc.

Desaparece y se trasforma la última vocal enaquellas palabras que, además de la desinencia di-minutiva, necesitan un incremento; como, porejemplo, en vient-e-cillo, besli-e-znela.

Subsiste siempre la última vocal del positivo enlos diminutivos hombre-cito, bosque-cilio, fraile-cico,pié-ce-cito y otros muchos; y no se diga que,

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en estos ejemplos, la e final de hombre, bosque,fraile, etc., se elide; porque conservando esa etoda su fuerza prosódica, se necesita hacer ciertaviolencia para arrancarla do su sitio natural y con-vci'tirla en parte del incremento en esta forma:hombr'-ecito, boscf-ecillo, fraiV-ecico. En cuanto ápié, claramente se ve que no sufre alteración al-guna.

Tenemos, pues, que la ley propuesta por la Aca-demia, en la parte que se refiere á las diccionesterminadas en vocal, no es general ni exacta; encambio es vaga, porque induce á suponer que todaslas vocailes indistintamente desaparecen y se trasfor-man, siempre en unos casos, ó se eliden en otros; locual vemos que no es así. La a y la o desaparecenó se trasforman; la e, si algunas veces desaparece,no se trasforma nunca, y antes por el contrario,tiene un valor especial en la formación de estas vo-ces, un algo que la llama á sustituir á otras vocales:no hablemos de la i ni de la «, pues aunque la pri-meva se elide acaso cuando forma parte de ciertosdiptongos, ninguna palabra que termine en estasletras se convierte en diminutivo: son vocales que,como la e, y á veces juntamente con ella, concurrená formar las terminaciones diminutivas; siendo delcaso repetir aquí lo que la Academia recuerda conoportunidad suma; es á saber: «que en las letras»hay algo propio de cada una, y algo común á otras;«algo qvie las une y atrae, y algo que las divorcia.»

Consecuente con su ley general, la Academiatraza el siguiente «cuadro de las desinencias diminu-tivas masculinas, con sus varias formas terminalesy los aditamientos ó crecimentos que á cada cualpertenecen:

ilo — ete — eto — otecito

ecitoececito

tilocilio

ecilloececillo

icocico

ecicoececico

•uelo — o lomeló

eziieloichueloachueloecezttelo

ajo — ejo — ijoacuajoarajo

istrajo

on — in — ino — iño.-o

Este cuadro supone un ímprobo trabajo de inves-tigación; pero es obra poco trabada y harto volu-minosa, que se cae por el peso de su propia ba-lumba. La mitad lo menos de esos aditamentos ydesinencias, ó son excepciones ó irregularidades, óconstituyen formas propias de los despectivos: sugran número no basta, sin embargo, á llenar los va-cíos que se notan en las reglas á continuación es-tablecidas per la Academia, como espero patentizarmás adelante.

Si yo hubiese de buscarlas reglas queha de haberpara la formación de los diminutivos, empozaría pordividirlos en regulares ó irregulares; porque enestas palabras, como en otras, nuestra Lengua tieneirregularidades. Trazaría luógo el cuadro de las de-sinencias diminutivas, con sus varias formas termi-nales y los correspondientes aditamentos, cuidandode no confundir en un mismo sistema lo regular conlo irregular, ni las terminaciones propias de los di-minutivos con las de los despectivos, por más quehaya entre unos y otros cierta semejanza y paren-tezco.

Así, pues, eliminaría del cuadro de los diminuti-vos regulares las terminaciones ajo, ijo con sus adi-tamentos y sus correspondientes femeninas; advir-tiendo de paso que, en mi humilde concepto, y salvoel respeto debido á la opinión de la Academia, laspalabras espumarajo, par tija y vasija no son diminu-tivos aunque lo parezcan; así como tampoco lo es, delagarto, lagartija; nombres con que se designan dosanimales distintos, algo semejantes en sus formas; yque, si bien es cierto que en nuestra lengua caste-llana, algunos vocablos al agrandarse cambian degénero y se hacen masculinos, no es igualmentecierto que otros se hagan femeninos al achicarse;pues lo contrario podría decirse de ratón y mosqui-to, por ejemplo, si estos vocablos fuesen, que tam-poco lo son, diminutivos de rala y mosca, y conmayor razón de camarote y camarín, islote, espolín,calcetín y otros muchos.

Juntamente con ajo ó ijo, apuntaría por separadolas demás terminaciones que forman diminutivosregulares, completando así el cuadro de las desi-nencias y aditamentos; pero de modo que no seconfundiesen Hios con otros.

Advertiría, por último, que en la formación de losplurales, la s del vocablo positivo se traslada siem-pre al final de la terminación diminutiva, guardandola palabra en todo lo demás la extructura que le espropia en singular; así como también que las de-sinencias femeninas acaban en a.

VIecho esto, formaría mi cuadro de las desinen-cias masculinas, con sus aditamentos respectivos,reduciéndolo á lo estrictamente necesario, á fin doobtener la mayor sencillez y claridad en la deter-minación de las reglas; y con este mismo objeto

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N/ 90 F. J. OREI.LANA. FOBMACION DE LOS DIMINUTIVOS. 43

clasificaría en dos órdenes las desinencias rítmicas,del modo siguiente:

DESINENCIAS RÍTMICAS DE LOS DIMINUTIVOS.

\.°: ito (ete) illo ico uelo ejo in ino2.°: cito (cete) cilio cico zuelo cejo

DESINENCIAS CON ADITAMENTO.

e-cito e-cillo e-cico e-zuelo

IRREGULARIDADES.

ce-cito ce-cillo ce-cico ce-vuelo rrit-inote, eto, ato, ñito olo ajo, ijo on

ich-ueloach-uelo

Parecerá excesivo el número de irregularidades;pero no lo es, si se considera 'que las cuatro prime-ras constituyen más bien una excepción única, ytodas las demás, menos ñito y olo, proceden de apli-carse á ciertos diminutivos las terminaciones pro-pias de los aumentativos y despectivos.

Dados estos precedentes, veamos si es posible en-contrar una ley general para los diminutivos regu-lares, en la seguridad de que los irregulares, aun-que la quebranten, siempre tendrán con ella ciertadependencia de relación ó analogía. Hé aquí la queme atrevo á proponer:

4." Todas las voces convertibles en diminutivos,acabadas en a ó en o, y las demás de dos silabas,finalizadas en e, pierden la última vocal, que es in-mediatamente sustituida por la primera de la de-sinencia, ó se trasfornía en la primera del incre-mento.

2." Los bisílabos acabados en e conservan siem-pre esta vocal, recibiendo en seguida la desinenciadiminutiva.

3.° Las palabras que terminan en consonante laconservan siempre, y reciben á continuación la de-sinencia, con ó sin aditamento; los monosílabos deesta clase toman por aditamento la e de sus plu-rales (4).

Do conformidad con las bases que anteceden, mepermito apuntar las siguientes

REGLAS GENERALES PARA LA FORMACIÓN

DE LOS DIMINUTIVOS.

i." Las desinencias del primer orden ito y ete,illo, ico, uelo, in, ino, con sus correspondientes £e-meninas, siguen á las palabras terminadas en a óen o, desapareciendo estas vocales. Ejemplos: bot-ita, bot-illo, bobina (derivados de bota); condes-ita, duqnes-ita, paj-ita, paj-uela, brwj-ito calc-eta,

(1) Como los nombres propios do personas no tienen plural, cuandoson raonosflabus terminados en consonante, reciben la desinencia dimi-nutiva más sencilla sin aditamento alguno, lo cual prueba la exactitud dela regla y la severidad con que la observa el lenguaje familiar.

cal-cet-in, calland-ito, cas-illa, cas-eta, camar-illa,hidalgu-illo, mon-ino, moz-uela, oj-tielos, pajar-ito,pequeñ-uelo, pequeñ-in, pill-uelo, pit-illo, plaz-uela, plaz-eta, qiied-ito, vain-ica, An-ita, Jacob-ita,Marian-ito, Sanch-uelo, etc.; y siguiendo esta mis-ma regla es como de chico se forma la rica variedadde diminutivoscMqu-ilo, chiqu-it-ito, chiqui-rrit-ilo (irregular)

chiqu-illo, chiqu-it-illo, chiqui-rrit-illo »chic-iielo, chiqu-it-uelo, chiqui-rril-uelo »

chiqu-it-ico, chiqui-rrit-ico •>•>chiqu-it-in, chiqui-rrit-in. » .

A la misma regla primera están sujetas las vocesde más de dos silabas acabadas en e; como AtoP-ico,bastant-ito, bonet-illo, boquet-illo, cadet-ico, decenl-ito, vinagr-illo, etc.; siondo de advertir que, cuan-do en la penúltima sílaba de esta clase de palabrasse encuentra el diptongo ie, desaparece la i, comoen calent-ilo, valent-ilo, de calante y vak>nle.

Es tan constante esta regla, que hasta los irregu-lares y los despectivos la obedecen fielmente cuan-do se trasforman en diminutivos de diminutivos: asíde Manolo se forman Manolito y Manolita; de gen-tuza, gentiic-illa; de calleja, callej-uela; de casu-cho, casuch-illo; de ventorro, ventorr-illo; de ca-marote, cámarol-illo, etc.

Exceptúase Dolores, que hace Dolor-citas; y, sinembargo, en el lenguaje familiar, también suele de-cirse Dolor-itas.—Lola, como Tula, Concha, Pacoy otras trasformaciones afectivas y amaneradas quese usan en lenguaje familiar, no son propiamentediminutivos. Cuando se quiere darles la forma detales, se sigue la regla diciendo: Lo-lita, Conch-ila,Paqu-ito, etc.

Regla 2.a—Las voces de dos sílabas, acabadas ene, conservan esta vocal, y se trasforman recibiendolas desinencias del segundo orden cito, cilio, cico,zue^o.—Ejemplos: bote-cilio (de bote), conde-cito,duque-cito, paje-cilio, aire-cito, bosque-cilio, coche-cito, fraile-cico, frente-cita, gente-cilla, g&nce-cito,gosqtte-cillo, grande-iuelo, hombre-cito, madre-cita,monte-cilio , padre-cito , pobre-cico , torre-cilla,triste-zuela, simple-cilio, diente-cilio, peine-cito,duende-cico, fuente-cita , fuerte-cito , puente-cilio (4).

Exceptúanse nene, Pepo y José, que hacen nen-ito, Pep-ito y Jose-ilo.

Conviene aquí observar, en corroboración de loexpuesto, que todas las palabras, cuya única dife-rencia consiste en la última vocal, 6 que la alteranpor el cambio de género, varían constantemente si-guiendo las reglas anteriores; de modo que botase trasforma en bot-ita, bot-illa, etc., y bote en bote-

(I) Nolese bien que la e final subsiste inalterable basta en ]a« vocescuya penúltima silaba es diptongo en ie, ei, ue; lo que no sucede conlos bisllabo's acabados en a ó en o.

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cilio; paia en paj-ita, y paje en paje-cilio; condey (hume hacen conde-cito y duque-cito; pero conde-sa y duquesa pierden la última vocal, y se trasfor-man en condes-tía y duques-ita.

Regla 3.a—Las palabras de dos ó más sílabas,acalladas en consonante, conservan la letra final yreciben por lo común las desinencias ito, illo, ico,uelo, ejo. Siguen esta misma regla los nombres pro-pios, aunque sean monosílabos, y cuando se hacenfemeninos pierden la a final, según Ja regla primera.—Ejemplos: reloj-ito, candil-illo, candil-eja, arbol-ito, caracol-illo (caracol-illa), papel-ito, pastel-illo, p&rol-ito; almacen-ito, bacin-illo, bacin-eta,cojin-lllo, cojin-ete; altar-ito, aljiler-ilo, pilar-illo,lugar-ejo, vasar-illo , francés-ito, (franees-illa),ingles-ito; rapaz-uelo.—Gil-ito (Oil-ita), Pascual-illo, Isabel-ita; Juan-ito fJuan-ita), Joaquin-illo,Agustín-ico; Colmenar-ejo, Baltasar-ito, Oaspar-illo; Lwis-ito (Luis-ita), Blas-ico, Mes-illa, An-dres-ito, etc.

Algunas palabras de esta clase acabadas en n ad-miten con preferencia las terminaciones cito, cilio,etcétera; como baron-cito, balcon-cillo, bribon-zue-lo, corazon-cito,gaban-cillo,galan-cele, imagen-cica,ladron-zuelo, millon-cejo, Carmen-cita, Mamón'cito; y sólo por excepción las admiten las aca-badas on r; como amor-cito, mujer-cita, mujer-zuela, Pilar-cita, etc. También se dice Pilar-ita, ypor contracción Pil-ita.

Jard'n, jazmín y sartén admiten indistintamentelas desinencias ito, cito, etc.

Regla 4."—Exigen la desinencia con aditamentoe-cito, e-cillo, e-cico, e-zuelo:

L" Los monosílabos acabados en consonante,que reciben la e de sus plurales para formar el di-minutivo. V. gr•.: red-e-cilla, troj-e-cica, sol-e-cito,pan-e-cillo, son-e-cico, flor-e-cita, dios-e-cillo, rey-e-tuelo, voz-e-cilla.—Exceptúase ruin-cillo.

2." Los bisílabos, cuya primera sílaba es dipton-go en ei, ie, ue, siendo a ú o su última letra, lacual so Irasforma en e; como rein-e-cita, ciegu-e-euelo, vient-e-cilio, viej-e-cilla, piec-e-cica, kuev-e-cillo, etc.; pero si la voz termina en e, sigue laregla común á las demás palabras de esta clase;como peine-cito, diente-cilio, puente-cica, etc.

3." Algunos bisílabos, cuya segunda sílaba esdiptongo enia, io, na, los cuales pierden la últimavocal, que se trasforma ene; por ejemplo: geni-e-cillo, bestti-e-dia, besti-e-zuela, legü-e-cilla, lengil-e-cita; y otros terminados en io no diptongo: comoúri-e-riat), fri-e-cillo, de brío y frío.

Acerca de las voces acabadas en diptongo ia, io,%a, sean de dos ó más sílabas, conviene advertirque obedecen por lo común á la regla primera; perocon la circunstancia de que en los dos primeros dip-tongos se elide -la i; por ejemplo: AmeV-ita, JuF-

ito, FaV-ilo, Ignac'-illa, ruV-ita, igles'-ita, des-pac'-ito; agü-ita, pascu-ita, eslatu-ita, etc.

Las trasformaciones que sufren los diptongos, yaestén al final, ya en medio de dicción, merecen serobjeto de un estudio particular. Se observa cons-tantemente que el diptongo ue se trasforma en o,aun en las palabras que lo han recibido de la termi •nación diminutiva uelo; por ejemplo: de cazuela seforman cazol-ita y cazol-eta; de plazuela, plazol-eta;de espuela, espol-in.

Fuera de las reglas que dejo indicadas no en-cuentro más que excepciones, coincidencias ó irre-gularidades. Prado, mano, llano y fleco coincidencon los acabados en o y en io, y hacen indistinta-mente pradito y pradecito, inanita y manecilla, lla-nito y llanecillo (i),Jlequito yjíeq-uezuelo.

Barco se trasforma, como todos sus semejantes,en barquillo, y este en barqvd-chuelo; fuerza, enforz-e-zuela; puerta, en port-e-zuela; puerto, enport-i-chuelo: rio se trueca en ri-a-chuelo; viejo, envej-ete; mozo, en moz-alv-ete; calle, en call-eja ycall-ejon; torre en torr-ejon, etc.; pero todo ello noson más que irregularidades ó excepciones.

Algunas palabras acabadas en la sílaba nio dip-tongo la pierden, transformándose esta en ñ; comoen demo-ñ-ito, Anto-ñ-ito.—Otras, que toman la ter-minación aumentativa ole, siguen fielmente, sin em-bargo, la regla 1.a de los diminutivos regulares;como isl-ote, camar-ote: cosa muy natural, porquela pérdida de la última vocal es ley común en laformación de los aumentativos.

Aquí pudiera dar por terminada mi tarea, si no meconsiderase obligado á justificar lo que dije al prin-cipio acerca de la superabundancia é insuficienciade las reglas que adopta la Academia. Para ello ne-cesito reproducirlas.

Dice así la i.": «ECECITO, ECECILLO, ECECICO, ECE-«ZUBLO. Reciben este muy largo incremento los mo-»nosilabos acabados en vocal, como de pié, pi'-nececito, pi'-ecezuelo.n

Quisiera equivocarme, pero no he sabido encon-trar, fuera de pie', ningún otro monosílabo al quepueda ser aplicada esta regla: y aun así, pié recibeel incremento cecito y no ececito; porque la primerae es la suya, y el aditamento ce debe suponersetraído en este caso, tal vez único, para dar eufoníaá la palabra. De aquí debo inferir que piececito cons-tituye una irregularidad, ó mejor una excepción, yque, por consiguiente, sobra la regla.

Dice la 2.a: «ECÍTO, ECIIXO, ECICO, EZUELO, ICHUELO,«ACHUELO. Exigen este menos largo incremento:

«1.* Los monosílabos acabados en consonante,ó en y.»

(1) Se observa, sin embargo, que llanito tiene más recta aplicaciónal adjetivo llano que ai sustantivo, y llanecito, por el contrario, se adaptamejor al sustantivo.

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N.°90 F. J. ORELLANA.—FORMACIÓN DE LOS DIMINUTIVOS. 45

Conformes; aunque presumo que la e inicial es unincremento eufónico, tomado del plural de estosmonosílabos; por lo cual, y revelándose en ello laarmonía de las leyes gramaticales, los nombres pro-pios monosílabos, que carecen de plural, no nece-sitan ese aditamento, y siguen la ley común de losbisílabos y demás voces terminadas en consonante.Creo también que sobran los aditamentos ichuelo yachuelo; pues en mi concepto sólo forman diminu-tivos irregulares.

«2.° Los bisílabos, cuya primera sílaba es dip-»tongo en ei, ie, ue.»

Esta regla me parece incompleta; porque sólotiene aplicación cuando la voz positiva termina ena ó en o; pues como estas vocales desaparecen siem-pre, aquí necesitan trasformarse por eufonía, y setrasforman en e. que rige cito, cilio, etc. Pero nosucede lo mismo si el bisílabo acaba en e; pues comoen este oaso no hay necesidad de suplir ningunaletra, el diminutivo se forma lisa y llanamente, se-gún la ley común de todas las voces de su mismaespecie. Por eso viento hace viente-cito, y dientE,dientE-cito; reinA, reinE-cita, y peiiiE, peina-cilio;huevo, huevE-cico, y fuellü, fuellE-cico.

«:-¡.° Los bisílabos, cuya segunda sílaba es dip-«tongo de ia, io, ita.v

«4.° Muchas voces de dos sílabas que terminan»en io, como 6ri-ecico.»

No es muy constante esta regla; pues, como heobservado antes, son menos las voces que la siguenque las que se apartan de ella. ¿No habrá algunaotra ley que rija á estas dicciones y á las de más dedos sílabas, acabadas en los citados diptongos? Debeadvertirse que hay muchas voces terminadas enellos, que ó los pierden totalmente, ó solo pierdenla a ó la o, recibiendo á continuación el más senci-llo de los incrementos.

«S.° Todos los vocablos de dos sílabas termina-»dos en e; v. gr.: haiV-ecilo, etc.»

Para que esta regla tenga alguna aplicación espreciso trasladar la e final del vocablo positivo alincremento. Pero ¿qué necesidad hay de tal violen-cia, si la e subsiste siempre con toda fuerza y valor,y además tenemos las terminaciones más sencillascito, cilio, etc.?

Dice la 3.a: «CITO, CILLO, CICO, ZUELO. Toman este«otro incremento: 1.° Las voces agudas de dos ó«más sílabas, terminadas en n ó r.—2.° Las diccio-»nes graves acabadas en ».»

Esta regla deja mucho que desear: para admitirlaes preciso dejar fuera de la ley un gran número dediminutivos de nombres propios do personas, y ex-ceptuar otras muchas voces, sobre todo, de las aca-badas en r, que toman el incremento ito, illo, etc.,como creo haber demostrado al tratar de los voca-blos terminados en consonante.

4." regla: «ITO, ILLO, ICO, UELO. Todas las palabrasque sin las condiciones especificadas hasta aquí,

«pueden variarse en forma diminutiva, sólo admiten«este menor incremento.«

Hemos visto que reciben este menor incrementomuchas voces agudas acabadas en n ó r, y en par-ticular los nombres propios de personas, en laacepción masculina y en la femenina: también loreciben los monosílabos de esta clase acabados enconsonante, sea cual fuere, y no pocos bisílabos,cuya última sílaba es diptongo en io, ia, ua. Luegoesta regla que, por su vaga generalidad, pudierallenar los vacíos de todas las otras, tampoco esaceptable; porque excluye bastantes palabras enque concurren las condiciones especificadas ante-riormente, y que sólo en ella pudieran tener cabida.

«El caprichoso lenguaje de familia (dice por últi-«mo la Academia en su Gramática), queriendo a<uhi-«earso con el de los niños y extremar la expresión«de la ternura é íntimo afecto, rompe las leyes de«los diminutivos ó las inventa nuevas, sobre todo en«los nombres propios de personas, los cuales casivnwnca se ajustan á las reglas constantes de las de-vinas palabras. Así decimos Gil-ito, Juan-ito, Blas-iñllo, Luis-ico, Oaspar-ito, Agustin-illo, Joaqioin-»ito; de Catalina, Caíanla y Catana; de Concepción,•a Concha; do Dolores, Lola; de Gertrudis, Tilla: do«Josefa, Pepa; de Francisco, Fr antis quito, Fras-yquito, Paco, Paquito, Pancho, Curro, Quico, etc.»

Esta observación sería justa en parto si las reglasideadas por la Academia fueran exactas y constan-tes; si la ley que rige á los diminutivos hubiera sidoencontrada; pero no siendo así, puede asegurarseque el lenguaje de familia no inventa leyes nuevas,y sobre todo en los nombres propios de personascasi nunca deja de ajustarse á las reglas esencialesde la Gramática racional. Así, pues, nadie que noesté preocupado pondrá en duda que Güito, Juaci-lo, Blasillo, Luisico, Gasparito, Agustinillo, Joaqui-nito, Francisquito y Paquito son diminutivos regu-lares y perfectos; ni tendrá la pretensión de consi-derar como diminutivos los caprichosos nombres deCaíanla ó Catana, Concha, Lola, Tula, Pepa ó Pepe,Frasco, Paco, Pancho, Curro y Üuico; voces forma-das, ora por contracción, ora por imitación delbalbuceo cariñoso de los niños, ora por efecto deotras circunstancias casuales ó intencionales. Elprimer Pancho (en América) debió de ser un Pacorechoncho, pequeño y gordiflón, y Frasco pudonacer de la abreviatura de Francisco escrito: deigual modo que hoy mismo convierten muchos, conharta impropiedad, el kilogramo en Mío. Pero si ellenguaje familiar quiere hacer diminutivos esosnombres, observará rigurosamente las reglas, sinconocerlas, y dirá: Conchita, Lolita, Pepita, Julila,Frasquito, Piquito y Panchito.

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REVISTA EUROPEA.—-4 4 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 90

No canso á usted más, mi Sr. D. Aureliano, yconcluyo reiterando las protestas que hice al prin-cipio de estos desaliñados apuntes. Si algún méritopuedo acaso reconocerse en ellos, por mi parte sóloadmitiría el de haber intentado contribuir, con ayu-da de las luces que usted me ha dado, al esclareci-miento de un punto dudoso, en materia de suyointeresante, por ser de las que más revelan lariqueza y la armoniosa flexibilidad de nuestra len-gua. Quizá cuanto he dicho no sea más que untejido de errores, en cuyo caso, cuando se mepruebe,, acataré sumiso el fallo de la Academia y elde usted, que tanto vale.

Por lo demás, no temo que usted lleve á mal lapublicación de mis pobres observaciones; pero si esverdad, como dicen, que los buenos amigos primerolian de ser reñidos, enfádese usted luego y riñacuanto antes con su afectísimo paisano y atentoS. S. (i. B. S. M.

FRANCISCO J. ORELLANA.

Barcelona, 26 de Octubre de 187».

LA AGRICULTURA MODERNA.

GUANO.En nuestro artículo anterior hemos empezado á es-

tudiar los abonos orgánicos, dando la preferencia alestiércol que, en nuestro concepto, ocupa el primerlugar, no sólo por reunir todos los principios nutri-tivos de las plantas y ser, por lo tanto, el más útilpara todos los cultivos, sino porque con su aplicaciónse utilizan los restos de los vegetales, después de ha-ber servido en gran parie de alimento á los animales.

Hemos ya demostrado de un modo, á juicio nues-tro, evidente, que el estiércol es insuficiente para lasnecesidades de la agricultura; aun suponiendo que seaprovechasen todos los restos vegetales, no se de-vuelven al suelo todos los principios que pierde encada cosecha, puesto que el grano, las legumbres ylos frutos que sirven Je alimento al hombre son arras-trados poír los ríos en forma de materias fecales, yhasta hoy no se ha hallado el medio de utilizar estaimportante materia fertilizante: dia llegará en que laciencia encuentre un procedimiento para desinfectary hacer diesaparecer el asco y la repugnancia que pro-ducen los excrementos humanos; pero mientras seresuelve este-importante problema, la agricultura, paraproveer ái sus apremiantes necesidades, debe investi-gar otras materias fertilizantes que compensen estapérdida sensible, pero hasta hoy irremediable.

Preocupados los agricultores con la creciente dis-minución de las cosechas por el estado de esquilmoen que iban quedando los campos, dada la insuficien-

cia del estiércol, único abono que hasta entonces seempleaba, miraron como un don providencial el des-cubrimiento de los grandes depósitos de materias fer-tilizantes que, procedentes del Sud de América, seimportaron á Europa, y á los cuales se da el nombrede Guanos, cuya formación vamos ligeramenteá es-tudiar.

Se designa con este nombre un abono de una granactividad que se ha encontrado en muchos puntos,pero más principalmente en algunos islotes del mardel Sud.

Son dignas de mención las condiciones especialesque se han reunido para depositarse en el litoral delPerú las enormes masas de guano: la 4.a, la granabundancia de pescados en la corriente de agua rela-tivamente fria que sube del cabo de Hornos por todala costa de Chile y del Perú, dirigiéndose primerodel Sud ai Norte, después, á partir de la bahía deArica, del Sud-Sudesteal Nor-Noroeste; y 2.*, la faltade lluvias. Se encuentra ciertamente el guano en al-gunos puntos donde llueve; pero no es de tan buenacalidad como el del Perú, por la pérdida de sus prin-cipios solubles.

M. Boussingault dice que en ninguna parte delmundo el pescado es tan abundante como en las cos-tas del Perú, en donde sucede con alguna frecuenciaque llegan á chocaren la playa un número considera-ble de peces huyendo de un enemigo muy terrible, delos tiburones, que son muy comunes en aquellasaguas.

D. Antonio ülloa, en su expedición al Ecuador, diceque se encuentran en las aguas del Perú las anchoasen tan gran abundancia, que es difícil formarse unaidea de una masa tan considerable de pescado. Estospeces sirven de alimento á unos pájaros conocidoscon el nombra de GUANAES, entre los que hay muchasespecies de cuervos marinos. Cuando se elevan sobreestas islas, forman como una nube que oscurece com-pletamente el sol. Es curioso y divertido el modo quetienen de hacer su pesca. Se elevan en el aire á unaaltura considerable, y cuando ven un pescado, inclinanla cabeza hacia abajo, plegan las alas sobre el cuerpoy se precipitan con tal velocidad, que se oye desdelejos el ruido que hacen al zambullirse en el agua, yvuelven á tomar su vuelo, llevando cogido un pes-cado: sucede á veces que las aves quedan algún tiempodebajo del agua y no salen por donde se sumergieron,sin duda porque el pescado que perseguían hace es-fuerzos por salvarse, procurando nadar con más lige-reza que su perseguidor. En el Callao, según refiereel Sr. Ulloa, las aves pasan la noche entre las islasy los islotes situados al Norte de este puerto, salenpor la mañana muy temprano á hacer su pesca á lacosta del Sud, y vuelven á pasar la noche al mismopunto de donde salieron. Cuando empiezan á atravesarel puerto no se ve ni el principio ni el fin.

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N/90 L, M. L'TOR. EL GUANO. 47

El guano está formado por las deyecciones de estainmensa cantidad de Guanaes y de los desperdicios delos pescados que les sirven de alimento, que debe serde consideración, atendida la abundancia de provisión.

Se calcula que la cantidad de guano de las islaáChinchas ha debido ser de 378 millones de quintalesmétricos, y para formar esta'euorme cantidad con lasdeyecciones de estos pájaros se cree que esta forma-ción debe ser antidiluviana, porque, según Humboldl,habiendo sido la capa de guano de estas islas de unespesor de 30 metros, ha necesitado millares de años,toda vez que se necesitan tres siglos para formar unacapa de un centímetro de espesor.

COMPOSICIÓN DEL GUANO. LOS primeros trabajosanalíticos para determinar la composición del guano fue-ron hechos por Fourcroy y Vauqueiin, de unas mues-tras tomadas en las islas Chinchas y remitidas á Fran-cia por Humboldt; y los cuerpos encontrados fueron:

1." Acido úrico, combinado una parte con el amo-niaco y otra con la cal.

2." Acido oxálico, combinado con el amoniaco ycon la potasa.

3.° Acido fosfórico, unido á las mismas bases y ála cal.

4." Pequeñas cantidades de sulfato de potasa, clo-ruro de potasio y de amonio.

5." Un poco de materias grasas.6." Arena, en parle cuarzosa,en parte ferruginosa.Los resultados favorables qae se obtuvieron al apli-

car el guano en Europa en el cultivo de los campos,ha hecho que se verifique multitud de análisis, en losque principalmente se ha determinado el ácido fosfó-rico y el amoniaco, porque se creía que á estos doscuerpos aran debidas exclusivamente sus propieda-des fertilizantes.

GUANOS AMONIACALES

Materias orgánicasFosfato de calAcido fosfóricoSales alcalinas . .Sílice y arenaAgua

Fosfato de cal solubleídem insolubleFosfato totalÁzoe dosadoEquivalente en amoniaco..

ANGAMES.

(Sobre la costa lie Bolivia.)

GUANO BLANCO.

1

70,21., 8,78

3,489,373,557,64

100,00

7,558,78

13 3020,0924,36

2

82,9218,601,088,997,08

11,33100,09

2,3518,60

20 9b14,3817,44

Y FOSFATADOS

Islas

Chinchas.

52,5219,523,127,561,46

15,82100,00

6,7619,52

26,2814,2917,32

Lobos.

46,1019,303,71

11.542,85

16,80100,00

8,03

10,8011,88

Pabellón

de Pisa.

(Peni.)

33,5028,802,70

14,458,08

15,50100,00

5,85

6 137,44

Isla (le

los Patos.

(Califor-

nia.)

32,4527,453 377,382,55

26,80100,00

7,30

5 927,18

Bolivia.

23,0041,783,17

11,717,34

13,00íoo.ooj

7,20

3 384,10

GUANOS AMONIACALES Y FOSFATADAS (ANÁLISIS DE M. NUBIT.)

Materias orgánicasFosfato de cal tribásicoAcido fosfóricoFosfato de hierro y alúmina.Sales alcalinasSulfato de cal hidratadoCarbonato de calSílice y arenaAgua

Fosfato de cal solubleÁzoe dosadoEquivalente en amoniaco,..

GUANO DE LA ISLA DE ELIDA

:KUCA DE LA COSTA DE CALIFORNIA.

34,5024,052,19)>7,16

3,6028,50

100,00

4,786,988,46

33,0025,972,00»10,13

3,8028,00

100,00

5,455,716,93

27,3714,35

13,80

9,463,12

25,906.00

100,00

1,341,62

GUANO DK LAS ISLAS FALKLAND.

28,6820,28

»3,764,904,45»

23,9319,00

100,00»2.262,74

18,0020,12»5,509,319,87»

26,7010,60

100,00»0,860,68

17,3816,61

4,85»

29,14»

28,653,40

100,00»

0,630,77

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REVISTA EUROPEA.—14 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 90GUANOS DE DIVERSAS LOCALIDADES.

Materias orgánicasFosfato do cal tribásico.Sales alcalinasCalMagnesiaSulfato de cal hidratado.Carbonato de c a l . . . .Oxido) de hierro y alú-

miraaSí'.ioo y arenaAgua

Ázoe dosadoEq ui valente en amoniaco

Islote dePedro-Rey.

(Costade Cuba.)

6,1648,820,900,881,091,92

21,71

1,000,48

17,40

100,000,280,34

Costa de Méjico.

17,968,016,89

9,811,82

8,0938,3812,34

100,003,484,19

13,8628,60

10,8646,14

0,603,24

100,000,210,26

So ha importado igualmante desde hace algunosaños á Europa un guano terroso procedente de las islasBaker y Jervis, en el Océano Pacífico, muy rico enfosfatos.

lié aquí el análisis dado por Mr. Liebig:GUANO BAKER.

Fosfato de cal tribásico 78,798Ídem de magnesia 6,128Ídem de hierro 0,126Sulfato de cal 0,134Acido sulfúrico, álcalis, materias

orgánicas y agua 14,980

TOTAL 100,133

GUANO JERVIS.

Fosfato tribásico de cal 17,397) ,„ ,„„ídem bibásico de id 16,026} ió^¿i

ídem de magnesia 1,241Ídem de hierro 0,160Sulfato de cal 44,S49Acido sulfúrico, polasa, sosa, clo-

ro, materias orgánicas y agua.. 20,886

TOTAL 102,289

Antes de pasar adelante, haremos observar que lapotasa y la sosa, ó las sales alcalinas, se encuentrandosadas juntas, y tal vez esto haya sido hecho con in-tención de ocultar la pequeña cantidad de potasa quecontienen.

Recordemos también que, aunque algunos incluyenentre los; principios nutritivos la sosa, forma parte delas cenizas de los vegetales en cortísima cantidad, y,pof el contrario, la potasa está en mucha mayor pro-porción.

En la ¡mayor parto de los guanos, las sales alcalinasestán formadas casi exclusivamente de sosa; por lotanto, el elemento potasa, que goza un papel tan im-portante en la vegetación, se encuentra en una propor-

ción muy débil, y en algunos, como en la isla de losLobos, no existen ni aun indicios.

El guano es el abono que ha dado lugar á más controversias respecto á la utilidad de su empleo: entrelos labradores hay unos que han creido, y aun siguencreyendo, que es el abono que da mejores resultados,el que ha producido mayores beneficios á la Agricul-tura, el que ha duplicado y triplicado las cosechas; yotros opinan que es el que ha producido mayores ma-les, el que ha llevado la ruina á los campos donde soha usado, por quemar unas veces las plantas y produ-cir otras el esquilmo del suelo, y con él su empobreci-miento, y, por lo tanto, la ruina de la Agricultura.

Mientras que unos consumen grandes cantidades deguano empleándolo uno y otro año en todos los culti-vos con absoluta exclusión de lodo otro abono, hayotros que se niegan con tal insistencia á usarlo, queprefieren no cultivar sus campos si les falta el abonocomún ú ordinario, antes de agregar un solo átomode guano á sus tierras.

Estas opiniones tan díametralmente opuestas son engeneral muy exageradas: vamos á examinar con im-parcialidad, ó, mejor dicho, con un criterio puramentecientífico, los fundamentos en que se apoyan estos dospuntos de vista, y estudiaremos después los principiosnutritivos que contiene, para deducir en qué casospuede emplearse con ventaja, y cuándo puede ser no-civo ó perjudicial.

Hoy todo el mundo sabe que llegan al comerciomultitud de guanos que son diversos en su aspecto fí-sico y en su composición; que unos tienen un colorrojo oscuro y otros casi negro; que siendo unos de unfuerte olor amoniacal, otros recuerdan el ácido vale-riánico; que mientras unos tienen fuertes cantidadesde fosfatos tórreos, en otros disminuye considerable-mente su propercion; y, por último, que hay unos quetienen una reacción neutra ó ligeramente básica, yotros presentan una reacción acida.

Gran dificultad ofrece este estudio, dada la diversi-dad de guanos que existen en los mercados en quees estimado este abono: hay unos que prefieren eluso de los guanos brutos ó naturales, es decir, talcomo se encuentran en las diferentes islas de dondeproceden; mientras que otro» aprecian como de mejorcalidad el que ha sido sometido á la pulverización yal tratamiento del ácido sulfúrico, con cuyas operacio-nes se consigue darle mayor homogeneidad y evitar lapérdida del amoniaco.

La composición de los guanos es tan variable, quemientras unos tienen grandes cantidades de ácido fos-fórico y cortas cantidades de amoniaco, en otros, porel contrario, domina el amoniaco y disminuye consi-derablemente la proporción de ácido fosfórico.

En la imposibilidad de hacer un estudio detenidosobre productos de composición tan diversa, nos pa-rece conveniente elegir el tipo del mejor guano, el que

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N.°90 L.- M. ÜTOB.—EL GUANO. 49ha sido estimado como el de mejor calidad, el guanode las islas Chinchas. Cierto es que este guano hadesaparecido hace ya algunos años; pero, teniendo encuenta que el gobierno del Perú ha dicho que ha en-contrado guanos tan ricos como el de las islas Chin-chas, no hay inconveniente en tomar este tipo. Sinosotros probamos que en algunos casos no es con-veniente para los intereses del labrador el uso deestos abonos de superior calidad, con mayor razón sededucirá que son perjudiciales los más inferiores.

El verdadero guano del Perú, según el análisispracticado por las celebridades químicas de Europa,está compuesto de 66 á 67 parles de materias voláti-les, y de 33 á 34 de sustancias fijas.

Las. materias orgánicas que contiene, incluyendo elagua y el amoniaco, es decir, ¡as materias volátilescontenidas en 100 partes de guano, están formadaspor los principios siguientes:

Agua 14 á 15 por 100.Amoniaco 10 á 12 —Acido úrico 16 á 18 —Acido oxálico 9 á 10 —Guanina 11 á 12 —

Las sustancias fijas contenidas en las mismas 100partes de guano tienen la composición siguiente:

Acido fosfórfco 12 á 14 por 100.Potasa 0,5 á 0,6 —Sosa 1 á 1,8 —Cal 15 á 16 —Magnesia 0,7 á 0,8 —

Antes de pasar adelante, debo indicar que los gua-nos que hemos analizado en nuestro laboratorio, esdecir, en el laboratorio de los señores Saez, Utor ySoler, tienen menor proporción de amoniaco y de ácidofosfórico: tal vez esto dependa de que no llegan á nues-tro país los guanos análogos al de las islas Chinchasque tanta estimación alcanzaron en su tiempo, y quizássea debida la menor proporción de estos principios á laconcesión que \Q ha sido otorgada por el gobierno delPerú á la Compañía que explotaba los guanos en Eu-ropa, de FALSIFICARLOS HASTA CON UH 20 POR 100.

Basta sólo examinar la composición de este guanotipo, para comprender que contiene suficiente propor-ción de ácido fosfórico, de cal y de amoniaco; pero lascantidades de potasa y de magnesia son insuficientespara las necesidades de todas las plantas.

Ya hemos indicado que la cantidad de potasa quecontiene como término medio la caña de azúcar quese produce en una hectárea do tierra, es de 80 kilos;y aun suponiendo que se emplean 24 quintales porhectárea, no resultan más que ocho kilos de potasa enel abono, y el suelo tiene que suministrar los 72 kilosrestantes; y esta exacción constante de este elementofertilizante ha de concluir por esterilizar el suelo alcabo de un cierto número de años.

El arroz, es una planta que asimila menor can-

tidad de potasa que los cereales, que las leguminosas,que la patata, el nabo, la vid, etc., etc., y casi pode-mos decir que, á excepción de las plantas marinas,es la que asimila menos potasa. Según cálculos queya hemos hecho, el arroz cosechado en una hectáreade tierra necesita asimilar 83 kilogramos; y como elguano no proporciona más que ocho kilos, aun supo-niendo que se emplean 24 quintales de guano por hec-tárea, ó, lo que os lo mismo, dos quintales porhane-gada, resulta evidentemente que el suelo tiene quesuministrar por lo monos 4J kilos de potasa.

Si hiciéramos un cálculo análogo para la magnesia,deduciríamos igualmente que el guano no contiene ¡aproporción de esta base, que necesitan indispensable-mente asimilar la casi totalidad de las plantas alimen-ticias; y en concepto de algunos fisiólogos, la magne-sia goza un papel importante en la vegetaeion, puesse ha observado que los granos la contienen en mayorproporción que la paja, y que la vegetación es másvigorosa cuando ios granos asimilan mayor propor-ción de esta base.

Las consideraciones anteriores nos conducen á afir-mar que el guano no producirá evidentemente resul-tados satisfactorios en terrenos pobres en potasa y enmagnesia; y si en los suelos ricos en estas dos basesproducen buen resultado en los primeros años; irremi-siblemente la tierra se irá esquilmando á consecuen-cia de esta exacción continua, y tardará mayor ó me-nor número de años, pero forzosamente ha de llegarun dia en que quede esquilmada ó infértil.

Nadie puede poner en duda esta verdad, que es loque los matemáticos llaman un axioma: tomad unacaja llena de oro, y aunque esté tan provista como lade Urquijo ó la de Manzanedo, si todos los dias sacáisun puñado de oro sin reponer jamás ni un céntimo,nadie pondrá en duda que al fin la caja quedará vacía.

Los agricultores no deben emplear el guano comoúÑÍfco ABONO para abonar sus tierras: el uso continua-do en una misma tierra, cualquiera que sea el cultivoá que so la dedique, ha de conducir con completa se-guridad al esquilmo de la tierra; el labrador poco ápoco, es decir, cada año, se va comiendo una parte desu capital, que es la riqueza de su tierra, y tardará másó monos tiempo, pero concluirá por comerse todo elcapital, ó, lo que es lo mismo, dejará la tierra sinningún valor.

Vamos á examinar los fundamentos en que se apo-yan los labradores que son partidarios del guano y lecolocan en primer término entre todos los abonos co-nocidos.

Estos agricultores, rindiendo culto á la verdad quepara ellos es evidente, observan que el guano les pro-duce mayor efecto que el estiércol, la palomina y todootro abono orgánico; y sin estudiar ni profundizar nuásla cuestión, el resultado que inmediatamente tocanes el aumento de las cosechas: ignoran si la planta

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50 REVISTA EUROPEA.—14 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N." 90

contiene potasa, ni saben tampoco si lo contiene elguano; lo único que ven es que si no emplean esteabono, la cosecha es escasa y se arruinan, y, por elcontrario, si lo agregan, la cosecha es abundante ytienen una utilidad: la evidencia les seduce, y no debeextrañarse que amen, y hasta veneren, el productoque les asegura la recompensa de su trabajo.

Los cultivos en los que se emplea casi exclusiva-mente el guano son el arroz y la caña de azúcar. Yahornos indicado en otra ocasión cómo obra este abonopara producir cosechas abundantes; pero como estacuestión tiene una gran importancia, nos será permi-tido quie ampliemos aquí las consideraciones que an-tes hicimos.

Los terrenos en que se cultivan estas dos plantasson evidentemente ricos en potasa y en magnesia,condición indispensable para que en ellos puedanvivir. La potasa generalmente se encuentra al estadode silicato y de carbonato; la magnesia se presentaen I'ornaa de sulfato y de carbonato.

La materia orgánica, que en tanta abundanciaexiste en el guano, se descompone y da lugar entreotros productos al ácido carbónico; este ácido, ac-tuando sobre el silicato de potasa, da lugar á carbo-nato de potasa, que es asimilable, y á sílice soluble;ebra igualmente sobre el carbonato de magnesia y lodisuelve, es decir, lo hace asimilable. Así, pues, me-diante estas reacciones tan sencillas, si la tierra con-tiene sales de potasa y de magnesia insolubles, laplanta puede vivir mediante el concurso que le prestael ácido carbónico, ya del agua de lluvia, ya del queresulta de la descomposición de la materia orgánica.Los demás principios nutritivos, el ácido fosfórico,el amoniaco y la cal, los contiene el guano; luego lasplantas vegetan desde el momento en que se reúnenlodos los elementos que son indispensables á su ali-mentación.

Sin embargo, los labradores inteligentes se preocu-pan ya hoy al ver que cada año tienen necesidad deaumentar la proporción del guano, y como tiene unprecio bastante elevado, empiezan á tener alguna di-ficultad en continuar con su uso, se quejan amarga-mente y lo atribuyen á que su calidad va siendo cadadia más inferior; y aunque esta verdad contribuyaalgo, es lo cierto que ia causa principal de este au-mento es que el terreno se va empobreciendo de esteálcali y requiere mayor proporción de guano.

En efecto, en toda tierra arable los principios queconstituyen su fertilidad se hallan bajo dos formasdistintas, la una en estado de división extrema, en unestado de desagregación tal que se disuelven con fa-cilidad, ya en el agua pura, ya en el agua cargada deácido carbónico, y á esta forma de la materia la llamaLiebig combinación física; y la otra forma la consti-tuyen partículas más ó menos gruesas, en un estadotal de agregación que se disuelven con dificultad, y

este es el estado que denomina Liebig combinaciónquímica.

Los primeros ensayos practicados por los agricul-tores valencianos en el cultivo del arroz, y por los an-daluces en el cultivo de la caña, encontraron los sili-catos de potasa en un estado de desagregación talque se disolvían con gran facilidad, y débiles cantida-des de ácido carbónico bastaban para llevar á la plantatoda la cantidad de potasa que requiere su alimenta-ción; pero á medida que esta sal alcalina, fácilmenteasimilable, iba desapareciendo y la que quedaba en elsuelo era menos soluble, había de necesitar indudable-mente mayor proporción de ácido carbónico en unmomento dado, y forzosamente era preciso aumentarla proporción de materia orgánica, que es la que pro-porciona el disolvente de la potasa.

El análisis practicado, tanto en las tierras de An-dalucía como en las de Valencia, nos dice que todavíano se ha agotado la provisión do potasa en estos ter-renos; pero es indudable que ha desaparecido casitoda la que estaba en estado de combinación física, yde aquí que los vegetales no adquieren la lozanía quehace algunos años, á pesar deque se ha aumentado laproporción del guano empleado.

No hace muchos años que en las mismas tierras enque se cultiva el arroz la producción era abundanteen muchos pueblos de la Ribera: en Alcira, en Albe-rique, en Albalat, bastaban dos arrobas de guano paraobtener una cosecha que excedía de tres cahíces doarroz por hanegada, y hoy se agregan seis y hastaocho arrobas en una misma superficie, y apenas sillega á tres cahíces en los buenos años.

El mismo fenómeno, aunque con caracteres másgraves, se produce en Andalucía en el cultivo de lacaña: no hace aún diez años.que con solo dos arro-bas de guano se cosechaban más de 400 arrobas decaña por marjal, y hoy, empleando seis y hasta ochoarrobas, no se recogen ni aun 300 arrobas.

Aquí el mal es mayor, á pesar de que en Andalucíahace menos tiempo que se emplea el guano para elcultivo de la caña que el que se viene aplicando enValencia en el cultivo del arroz. La ciencia nos explicabien por qué este mal camina con más rapidez en An-dalucía que en Valencia.

La caña de azúcar, según hemos hecho notar antes,necesita asimilar 80 kilogramos de potasa por hectá-rea, mientras que el arroz tiene suficiente con 83 kilo-gramos; la asimilación de la potasa en la caña de azú-car se verifica más principalmente en los meses degran calor, en el mes de Julio y Agosto, mientras queel arroz va tomando este alimento casi proporcional-mente en los cinco meses que vive en la tierra, demodo que on los dos meses citados de gran desarrolloen la caña necesita asimilar doble y aun triple canti-dad de este álcali: desde el momento en que el suelono puede acudir á la alimentación de este vegetal, la

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N.° 90 L. M. ÜTOR.—EL GUANO.

producción se ha de resentir, y por esto la experiencianos confirma que los campos dedicados al cultivo dela caña de azúcar se esquilman mucho más rápida-mente que los destinados al cultivo del arroz.

El mal camina ya con demasiada rapidez, y es for-zoso que el labrador piense en un remedio eficaz, yeste no puede ser otro que abandonar preocupa-ciones y errores antiguos, seguir el camino que trazacon mano segura y cierta la ciencia, es decir, dará la planta todos los principios nutritivos que requierasu constitución, ó, lo que es lo mismo, emplear abo-nos más ricos en potasa y en magnesia que el guano.

Antes se creía que la fertilidad de un abono depen-día de la cantidad de amoniaco que contenía; pei<odesde el momento en que la practica nos ha confirmadoque el guano, agregándole doble y aun triple cantidadde ázoe, no aumenta su producción, al paso que esvisible este aumento cuando se le incorpora el 10 óe l l 2 por 100 de potasa, es menester rendir culto á laciencia, sobre todo cuando la práctica se encarga deevidenciarlo de una manera tan concluyente.

Yo no comprendo cómo Inglaterra, país tan enten-dido y tan práctico, no se preocupa del estado de es-quilmo á que forzosamente han de llegar á quedarreducidas sus tierras con el gran con3umo que hacede guano todos los años, que se eleva á la considera-ble suma de 300 á 400 millones de reales.

Hace algunos años, cuando yo leía por primera vezá Liebig juzgar del estado de los conocimientos deInglaterra en las ciencias naturales, y sobre todo enla ciencia agronómica, había creído que dominaba unagran pasión á este sabio alemán, que me ha parecidodisculpable al ver que nada menos que la Sociedadmás importante de Londres, la Real Sociedad deAgricultura, había dicho por boca de su Presidenteque la Agricultura no tenía que esperar ningún auxi-lio de la química.

Este error tan grosero no me parecía, sin embargo,bastante para caliticar á un país de ignorante en lasciencias naturales, porque hubiese una Sociedad y á sufrente un Presidente que desconociera los elementosmás vulgares de la fisiología vegetal; pero al ver otroshechos que comprueban la más crasa ignorancia res-pecto al papel que desempeñan los principios nutriti-vos que son indispensables en la vegetación, hay quereconocer que existen en este país muchos agriculto-res que desconocen los más vulgares elementos de laciencia agronómica.

En efecto, algunos de los abonos que se han impor-tado de Inglaterra con destino á. nuestro país para elcultivo de la patata, de la vid, de la caña de azúcar yde los cereales no contenían ni un átomo de potasa,según hemos tenido ocasión de comprobar por el aná-lisis. Y hay lugar á pensar que de este error partici-pan, no sólo los agricultores, sino los fabricantes,cuando vemos que la respetable casa de MM. GIBBS

Y COMPAÑÍA, de Londres, han presentado en la Expo"sicion de Viena un abono especial para plantas-raíces,que requiere mucha potasa, y, según el análisis dadopor los mismos fabricantes, no contiene ni un soloátomo de ella.

Parece imposible que haya quien ignore que lapotasa ocupa hoy entre los principios nutritivos dutodas las plantas el papel más importante. El análisisquímico nos enseña que las plantas todas contienen óasimilan cantidades notables de este álcali, y ademásestá demostrado de una manera concluyente el papelfisiológico que desempeña en ¡a vegetación, y, segúnhemos demostrado, es imposible que pueda vivir unaplanta con ausencia de la potasa.

Si en los campos de Inglaterra, como en los deEspaña, se obtienen cosechas regulares empleandoexclusivamente, ya e) guano, ya otros abonos que nocontienen potasa, es porque existen en el suelo; per©es evidente aquí, como allá, que por esto camino seva derecho al esquilmo de las tierras: el tiempo enque esto se verifica será más ó menos largo, depende-rá, como ya hemos dicho, de que la caja esté más ómenos repleta; pero, seguramente, continuando laexacción, ha de quedar completamente vacía.

La causa por que el guano tiene tantos partidarioses debida á que su acción es más rápida que la delestiércol, de la palomina y de todos los abonos orgá-nicos: esta acción se hace sentir á los pocos dias, yaunque su duración es más corta que la de los demásabonos, produce en menos tiempo más efecto útil.

La causa de esta mayor acción depende de la pre-sencia del ácido oxálico, que obra de la manera si-guiente: Si tomamos una pequeña cantidad de guanoy la disolvemos en el agua, la disolución después defiltrada contiene el sulfato, el fosfato y el oxalato deamoniaco: evaporada ésta hasta consistencia de ex-tracto, se observa que el oxalato amoniaco cristaliza yse hilia en abundancia. Pero si nos limitamos sola-mente á humedecer el guano, y después de algúntiempo tomamos una pequeña cantidad del mismo yla disolvemos sucesivamente en el agua, como anteshicimos, observamoo entonces que aumenta la canti-dad de ácido fosfórico y disminuye la del ácido oxáli-co. Mediante la reacción que se verifica entonces, elácido oxálico se combina con la cal del fosfato de cal,dando lugar al oxalato do cal y al fosfato de amoniaco.

Esta reacción es muy importante, porque el ácidofosfórico se encuentra en estado de fosfato alcalino, yla planta encuentra reunidos el ácido fosfórico y elamoniaco.

El efecto del guano puede compararse á un abonoartificial formado de superfosfato de cal y de sulfatode amoniaco, y producirá iguales resultados que elguano en un suelo arcilloso; pero en un suelo calcá-reo, el abono artificial así formado producirá menosefecto, porque el superfosfato de cal en presencia

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REVISTA EUfiOPEA. 4 4 DE NOVIEMBRE DE 4 8 7 5 . N.° 90

del carbonato de cal se trasformará en fosfato bá-sico de cal, en cuyo estado es insoluble, y por lotanto no es asimilable: el guano que ha trasformadomediante la reaceion que antes hemos explicado sufosfato de cal en fosfato de amoniaco, uo se descom-pone en presencia del carbonato de cal, y hé aquí ex-plicado el por qué el guano obra igualmente en unterreno calizo que en un terreno arcilloso. El fosfato deamoniaco, que se forma cuando se humedece el gua-no, está formado por un equivalente de ácido fosfóricodos de agua y uno do amoniaco. Todos los labradoresen Valencia saben bien que el guano perfectamenteseco mo se altera; pero si se humedece, ya en el tras-porte, ya de una manera fraudulenta, disminuye devalor por la pérdiJa de amoniaco que sufre.

Si antes de escampar el guano en la tierra se hu-medece con ácido sulfúrico diluido, de manera quepresente \ma ligera reacción acida, ia descomposiciónanteriior, en lugar de verificarse en algunos dias, notarda más que un corto número de horas, con la ven-taja de que el amoniaco queda fijo. Esta observaciónhecha por primera vez por Liebig ha dado origen áuna fabricación muy importante, de la que nos ocupa-remos en seguida.

Las ventajas del guano sobre los abonos artificialeshan consistido hasta ahora en la forma en que se en-cuentra el ácido fosfórico y el amoniaco; pero estaventaja deja de existir desde el momento en que setrasformase industrial y económicamente los fosfatostórreos en fosfatos alcalinos.

El guano del Perú, que ha sido reconocido como elde mejor calidad, el guano do las islas Chinchas, hadesaparecido hace ya algunos años, y los guanos delas islas de Guañape y de Macabit, concluyeron esteaño pasado, y los que se importarán este año anEuropa contienen menor cantidad de amoniaco y deprincipios fijos.

El gobierno del Perú, preocupado con las voces quecirculaban eu Europa respecto á la conclusión de susdepósitos de guano, hizo publicar en el número deTimes correspondiente al 2S de Octubre de 1873 un"Jcarta firmada por el Sr. Gómez, ministro de aquellaRepública, en la que consignaba que había encontradocuaremta y cuatro nuevos depósitos, de los cuales diezeran de tan buena ca¡idad como el guano de las islasChinchas. A la verdad que esta afirmación no se havisto prácticamente confirmada, porque los guanosque llagan á España d istan mucho de tener la riquezaque se ha supuesto.

Además, en la Exposición universal de Viena, cele-brada e! año pasado, estaban expuestos un gran nú-mero de guanos de otras procedencias, tales como elde las islas HOWLAKI), de las islas MALDEH, de la islaEDDEIÍBERRY, el MEGILLONES GUAWO, el guano deNUEVA-OIUEANS, el Mejicano, el de AUSTRALIA, el delCabo de BUEÑA-ESPERANZA y el CURAZAO GUANO. To-

dos estos guanos son inferiores á los guanos de Gua-ñape y de Macabit, que son, como ya he dicho, los queha^ta el año pasado se consumían en Europa; sin em-bargo, se hace mención en el mercado de Londres dela riqueza en fosfatos del CURAZAO GUANO, pero tieneel inconveniente de ser muy pobre en amoniaco.

El guano del Perú de buena calidad produce mejo-res resultados que los demás abonos orgánicos, aun-que no es superior á los abonos artificiales que prepa-ramos, según trataremos de demostrar par medio deensayos que estamos practicando y que publicaremosoportunamente. La bondad del guano es debida, comoya hemos dicho, á la riqueza en fosfato y sales amo-

| niacales; además contiene notable cantidad de mate-rias orgánicas, que por su fácil descomposición danlugar á grandes cantidades de ácido carbónico, quedescomponen los silicatos de potasa del terreno, de-jando en libertad la sílice y la potasa.

El guano, sin embargo, ofrece el grave inconve-niente de tener una composición muy variable, no so-lamente en los productos de una misma procedencia,sino en los que proceden del mismo cargamento. Lafalta de homogeneidad del guano bruto no presenta alGobierno del Perú ni á sus consignatarios en Europauna garantía de su riqueza en ácido fosfórico y deamoniaco, porque, independiente de su falsificación,se encuentran guanos naturales en los que varía la ri-queza de amoniaco desde el 2 hasta el 13 por 100.

Hace algunos años, cuando todavía llegaban al co-mercio los guanos de las islas Chinchas, que teníanuna composición poco variable, la Agricultura consu-mía grandes cantidades de guanos naturales, es decir,que sin ninguna preparación industrial, tal como lle-gaban en los distintos cargamentos, se desembarcaba,se ensacaba en los diversos depósitos y se escampabaen la tierra; pero desde que empezaron á llegar gua-nos de diversas procedencias y de composición tan va-riable como acabamos de indicar, apenas se consumenhoy guanos naturales, y todos ellos se sujetan á unprocedimiento por medio del cual se obtienen pro-ductos homogéneos.

Eí estudio hecho por Liebig sobre el efecto produ-cido por el ácido sulfúrico diluido sobre el guano haoriginado un nuevo procedimiento que trasforma elguano bruto en un producto de una composición ho-mogénea, lo que permite vender el guano con unariqueza fija en amoniaco y ácido fosfórico.

MM. Ohlendorff y Compañía, de Hamburgo, han es-tablecido fabricasen Hamburgo y en Emmerich, sobreel Rhin, para tratar los guanos brutos ó naturales pormedio del ácido sulfúrico, y producen 7B millones dekilogramos; y tal es la importancia que ha tomadoesta fabricación, que Alemania no consume hoy unsolo kilo de guano bruto. El establecimiento de Ham-burgo ocupa 300 obreros, y por medio de siete máqui-nas de vapor se pulveriza el guano bruto, se ataca

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N.° 90 L. M. UTOR. EL GUANO. 53

después por el ácido sulfúrico, y después de bien secose somete á un nuevo pulverizado y tamizado. Estosfabricantes tienen establecidas sucursales en Amberesy en Londres.

MM. James Gibbs y Compañía, de Londres, vendentambién guano tratado por el ácido sulfúrico con elnombre de Patent-Ammoniafiwed Guano, y tambiénse encuentra en el comercio el Guano Bell, en el quese fija igualmente el amoniaao por el ácido sulfúrico.

Comparando ahora los guanos así preparados porOhlendorff (guano disuelto) con los guanos brutos ónaturales que existen en las diversas guaneras, encon-tramos las ventajas siguientes:

1." El amoniaco no se evapora al aire por estarfijado por el ácido sulfúrico. Todo el que haya tenidoen la mano un pedazo de guano bruto habrá observadoun fuerte olor amoniacal, el cual proviene de la tras-formacion del ácido úrico en carbonato de amoniaco,que por ser muy volátil ocasiona siempre una pérdidade amoniaco; la acción del ácido sulfúrico trasformala sal de amoniaco volátil en otra sal fija.

2.° El guano tratado por el ácido sulfúrico con-tiene el ácido fosfórico en un estado soluble.

3.° Una de las ventajas principales que se obtienencon este procedimiento es el que el guano que se pro-duce es seco, homogéneo, pulverulento, sin piedrasni nodulos, y se puede escampar con facilidad sin te-ner que deshacer los terrones que trae el guano bruto.

Cuando nos ocupemos de la fabricación de ios abo-nos artificiales veremos que el guano, á pesar de serun abono natural, ha tomado el procedimiento de lafabricación artificial: día llegará, y no debe estar muylejano, que se reconozca la necesidad que enseña laciencia y se agregueu las sales de potasa y de mag-nesia, única manera de constituir un verdadero abonocompleto, un abono que no sea esquilmador comohoy io es.

El guano de MM. Ohlentíorff y Compañía S8 vendecon la garantía de

9 por 100 de ázoe fijo.9 por 100 de ácido fosfórico soluble en el agua.Si comparamos esta composición con la del verda-

dero guano de las islas Chinchas, se ve claramenteque ha disminuido la riqueza de este abono, cosa quesaben bien todos los labradores.

Este mal no sería todavía de mucha consideraciónsi los guanos no estuviesen sometidos á una falsifica-ción que, desgraciadamente, va aumentando de diaen dia.

Vamos á examinar ahora algunos despojos de ani-males, que á causa de su poco valor reciben una útilaplicación, empleados como abono en la Agricultura.

ABONO DE PESCADO.

Desde hace algunos años se preocupan los agricul-tores de aumentar la masa de sustancias fertilizantes,

toda vez que el estiércol es insuficiente para las nece-sidades de la Agricultura, y que el guano, dadas lascondiciones de su formación, no es posible que duremás que un reducido número de años.

Mr. de Molón ha prestado un gran servicio á laAgricultura, estableciendo por primera vez la fabrica-ción de abono de pescado. En primer lugar, practicóalgunos ensayos utilizando en sus tierras de Finisterrelos desperdicios que se obtienen en la preparación delas sardinas en la costa de Bretaña, y observó quelos resultados en el cultivo de algunas plantas habíansido completamente satisfactorios, y concibió enton-ces la idea de trasformar en abonos los despojos dealgunos pescados que se utilizan para el alimento delhombre, y de otros que, sin estimación alguna, puedenemplearse con gran ventaja para aumentar la masa dematerias fertilizantes.

El procedimiento que M. de Molón primero, y deis-pues M. Rohart han empleado para fabricar el abonode pescado, está reducido á hacer cocer el pescadoen aparatos especiales, eliminando de una maneracasi completa el agua y el aceite, después desecandoel producto resultante, y, por último, reduciéndolo ápolvo.

Para que se pueda formar una idea del valor deeste producto, damos á continuación el análisis queha hecho M. Payen de este polvo en estado seco:

Agua 1,00Materias orgánicas azoadas 80,10Sales solubles conteniendo principalmente

cloruro de sodio, carbonato amónico deindicios de sulfato 4,80

Fosfatos dtí cal y de magnesia 14,10Carbonato de cal 0,06Sílice 0,02Magnesia y pérdidas 0,22

v% ' 100,00Como se ve, en este abono, según indica el análisis,

el polvo de pescado desecado contiene:12 por 100 de ázoe.14,10 por 100 de fosfatos.La cantidad de magnesia es en extremo débil, y

nula la proporción de potasa; asi es que, bajo estepunto de vista, el abono de pescado es muy análogoal guano, cosa que nonos debe llamar la atención,sabiendo que éste se forma de los excrementos deciertas aves que se alimentan de pescado.

Sensible es que todos los agricultores persistan enel error de dar una importancia casi exclusiva al amo-niaco y al ácido fosfórico, olvidando que la potasa y lamagnesia son principios nutritivos indispensables á iavida de todas las plantas, y que si hay terrenos ricosen potasa y en magnesia, hay otros en donde empiezanya á faltar estos elementos. Ejemplos mil podríamoscitar en apoyo de nuestras ideas: los renombrados vi-

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REVISTA EUROPEA.- DE NOVIEMBRE DE 1875. 90

ñedos de las islas Canarias han desaparecido casi de)lodo por faltar en las tierras este álcali, que es indis-pensable para la nutrición de esta planta; las cañas deazúcar de Andalucía se resienten ya igualmente de lafalta de esto alimento; el culLivo del tabaco en algunospuntos de América empieza también á dar á conocerla necesidad de abonar estas tierras con abono potá-sico, y, por último, la pérdida casi total de los noga-les, de ios almendros y de las leguminosas en las pro-vincias de Murcia, Alicante y Csetellon, son indiciosseguros de la falta de este precioso y quizás el másimportante principio nutritivo de la vegetación.

Tamto el abono de pescado como el guano sonmaterias fertilizantes de gran importancia, que po-drían convertirse en abonos completos agregándolesbs sales potásicas y magnesianas que les faltan, encuyo caso se prestaría el mayor beneficio á la Agricul-tura. Nunca insistiremos bastante en este punto, áver si algún dia Jos labradores, comprendiendo estasverdades, que no llamaremos ya teóricas, sino ente-ramente prácticas, obligan á los expendedores delguano y á los fabricantes de abonos orgánicos á com-pletarlos, agregándoles las sales que les faltan paraelaborar un producto que no sea esquilmador, con loque se: evitaría la ruina de muchos labradores quedesconocen las necesidades de sus tierras.

Hay algunos otros despojos de animales, como lalana, la sangre desecada, y la carne muscular de ani-males muertos, después de desecada, que se empleanigualmente para la fertilización de los campos. Lacantidad de amoniaco y de fosfatos que contienen de-ben utilizarse como materia fertilizante, sobre todo sise agregan las sales minerales que necesita para con-vertirse en abonos completos.

Entre los despojos de animales que tienen más im-portancia para la Agricultura, se encuentran los hue-sos do animales que son muy ricos en fosfatos y quecontienen también algunas centésimas de ázoe: redu-cidos á polvo, se han empleado con ventaja en al-gunas tierras, y reducidos á cenizas y después ata-cados por el ácido sulfúrico, han servido para la ob-tención del superfosfato de cal, base de los abonosminerales que serán el objeto del siguiente artículo.

Las consecuencias que sacamos de lo expuesto enel siguiente artículo son:

1.a Que el guano ha producido grandes resulta-dos en bien de la Agricultura, empleado para abonarlas tierras en las que no ha faltado la potasa.

2." Q>ue este abono empleado exclusivamente parafertilizar los campos en que se cultiven plantas querequieren mucha potasa, como la vid, la remolacha,la caña de azúcar, el nogal, el almendro, y casi todoslos árboles frutales, las leguminosas, plantas-raíces,etcétera, produce el esquilmo ó empobrecimiento delsuelo, y por lo tanto la ruina del labrador.

3." Que habiendo concluido la provisión de guano

de las islas Chinchas, de Guañape y de Macabit, laAgricultura ha perdido un importantísimo recurso,máxime cuando las guaneras que ahora se empiezaná explotar son monos abundantes y dan un productomenos rico en fosfatos y en amoniaco.

4." Que la nueva industria de abonos de pescados,aún en la infancia, puede ser muy favorable al pro-greso de la Agricultura, sobre todo si se le incorpo-ran los principios nutritivos que le faltan para cons-tituir un abono completo.

Luis MABÍA UTOR.

LA INVENCIÓN DE LA ESCRITURA.tOS ORÍGENES Y EL DESENVOLVIMIENTO DE LOS ALFABETOS.

(Conclusión.) *

II.

Los mejicanos, los chinos y los asiríos quedarondetenidos en los diversos grados del fonetismo; nose elevaron más allá de la idea do una imagen de lasílaba. Los egipcios habían llegado al mismo puntodesde la más remota antigüedad; mas muy anterior-mente habían dado un paso de avance y concebidola noción de las letras, representando no sólo la vo-cal sino también la consonante, haciendo abstraccióndel sonido vocal que permite articular aquella másclaramente y le sirve, como dicen los gramáticos,de motion. La misma naturaleza de la lengua egip-cia pudo conducir á los que la hablaban á esta disec-ción de la sílaba. El idioma divulgado en las orillasdel Nilo, de que el copto es la última trasformacion,tenía de común con las lenguas semíticas el que lasvocales no ofrecían allí la plenitud y la sonoridad quetienen en los idiomas europeos, sino que afectabanun sonido sordo que se prestaba con más facilidadá los cambios en su pronunciación, variable segúnel papel gramatical de la palabra: el número, eltiempo, etc.; en suma, eran lo que se llaman vagas.Tal pronunciación debió, en la lectura de los signossilábicos, atenuar la importancia de la vocal y hacerinsistir por más tiempo sobre la articulación de laconsonante. Esta es, pues, la que tendió, cada vezmás, á expresar el carácter fonético, que en un prin-cipio expresaba una sílaba, y al fin, en muchos ca-racteres el signo no respondía en realidad más queá la consonante, mientras que en los caracteres querepresentaban una sílaba formada sólo de una vocaló de un diptongo, se llegaba á tener signos re-presentativos de vocales. Estas dos clases de repre-sentaciones del sonido suministraban todos los ele-

(*) Véase el número anterior, pág. 24,

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N.° 90 A. MAüBY.—LA INVENCIÓN DE LA ESCRITURA.

mentos del alfabeto; verdaderas letras eran arran-cadas, por vía de reducción ó disminución, de estevasto aparato ideográfico que se denomina «los ge-roglíflcos egipcios». Los signos habían pasado delestado de figuras al de ideogrammas y del de ídeo-grammas al de sílabas, y vinieron a expresar la ar-ticulación inicial de la silaba, ya fuese vocal, ya con-sonante. Entonces se produjo el fenómeno de queantes he hablado á propósito de la escritura japone-sa: muchos signos respondieron á la misma letraporque procedían de palabras que comenzaban porla misma articulación.

La escritura egipcia se plaga, pues, de una mul-titud de caracteres homófonos, cuyo empleo velaba,por decirlo así, el alfabetismo; pero el principio deeste estaba, sin embargo, descubierto y fue aplicadoen las riberas del Nilo desde la más remota antigüe-dad, juntamente con ol procedimiento ideográfico.Los fenicios separaron ambos procedimientos, re-chazando uno y adoptando el otro. Los antiguos es-tán de acuerdo, en efecto, en atribuirles el honorde la invención del alfabeto, del que muchos auto-res, como Platón, Diodoro de Sicilia, Plutarco yTácito, añaden que los fenicios lo tomaron del Egip-to. Los trabajos de los egiptólogos han confirmadoplenamente este hecho; y en una notable Memoria,estableció M. Emmanuel de Rongó el origen egipciodel alfabeto fenicio; encontrando su prototipo enlos caracteres alfabéticos de la escritura hieráticausada en tiempos del antiguo imperio, más de dosmil años antes de nuestra era, y principalmente enlos delpapyrus Prisse. De las veintidós letras del al-fabeto fenicio, una docena, próximamente, están re-conocidascomoimitacionesligeramente alteradas delos antiguos signos hieráticos que corresponden álas mismas articulaciones. Tal vez hayan sido sumi-nistrados los prototipos para otros caracteres feni-cios por los mismos caracteres geroglíficos. Sea loque quiera, los cananeos estaban cercanos á latierra de los faraones, en la que más de una vez seestablecieron, y debieron tomar de la escritura egip-cia (y esto en una época muy anterior á la invasiónde los pastores) los caracteres de que usaron paratraducir los sonidos; y como no tuvieron las mis-mas razones que los egipcios para respetar el valorideográfico de estos antiguos ideogrammas, toma-ron solamente los que podían expresar las articula-ciones de su propio idioma, imaginando algunossignos nuevos para representar los sonidos que noposeía la lengua egipcia. El alfabeto así constituidofue colocado en un cierto orden, cuyo origen nos esdesconocido; pero que data, ciertamente, de mu-chos siglos antes de nuestra era, pues este ordense encuentra en el alfabeto griego, siendo anterioren consecuencia, á la introducción de las letras enGrecia. No sólo el orden y los nombres de las letras

fenicias que nos ha conservado el hebreo no se en-cuentran en Egipto, sino que además están en des-acuerdo con la primitiva significación ideográficade los caracteres. Los nombres semíticos de lasletras aleph, beth, ghimel, daleth, etc., tienen en fe-nicio y en hebreo un sentido que no responde enningún concepto á las figuras que recordaban lossignos hierátieos. Así, la primera letra del alfabetofenicio, déla cual se deriva la A de los griegos y delos latinos, no es más que la alteración del signoque representaba un águila en el sistema gero-glífico; pero este nombre de aleph, que se ha con-vertido en alpha en el griego, quiere decir buey enhebreo. Evidentemente, los fenicios no han podidoatribuir semejantes nombres á sus caracteres, másque cuando hubieron olvidado la significación de lasfiguras que tomaron del Egipto. Debía, pues, habertrascurrido un gran lapso de tiempo entre la in-vención primera y la adopción de estas denomina-ciones, ya de suyo muy antiguas, lo cual confirmala remota antigüedad del alfabeto fenicio.

Todos los alfabetos modernos, salvo acaso el queusan los coreos (que lo han sacado de los caracte-res chinos, pero todavía bajo la influencia del cono-cimiento de un sistema alfabético derivado del feni-cio), proceden de la creación cananea. Las indaga-ciones proseguidas desde hace más de medio siglo,sobre la historia del alfabeto, han establecido que elfenicio es el progenitor de todos los que existen enEuropa y en Asia, habiéndose separado de la fuenteprimera de esta gran concepción, diversas corrien-tes que han avanzado en diferentes direcciones,constituyendo ramas multiplicadas. Modificacionesgradualmente introducidas en la configuración delos caracteres y la adición de nuevos signos desti-nados á representar articulaciones que el alfabetotipo no traducía, han dado origen á multitud de al-fabeto^ particulares. Los griegos, que designabancon el nombre de letras fenicias las formas másarcaicas de su alfabeto y que hacían remontar suinvención á un personaje fabuloso llamado Cadmo,los habían recibido manifiestamente de la Fenicia.El nombre mismo y el orden que ciaban á las letraslo prueban; pero al apropiárselo, asignaron á algu-nas de esas letras un valor vocal más marcado queel que tenían entre los pueblos de la Palestina,donde usando caracteres especiales para las letras,se olvidaba, como acontece todavía hoy en el árabe,indicar las vocales interiores de las palabras. Lanotación gráfica no ofrecía más que la armazónestable y más fija de las consonantes y la vocalquedaba, por lo tanto, unida, en cierto modo, á laconsonante escrita, aunque su sonido pudiera mo-dificarse en la palabra. Así, más tarde, cuando seadquirió el hábito de anotar la vocal y tendía á per-derse el recuerdo de la que había que suplir, debióle

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recurrir á un conjunto de signos colocados encima,debajo ó dentro de las letras para señalar las voca-les. Tal es el sistema cuya invención se ha atribui-do erróneamente á los masoretas, y que habla sidoprecedido de otros más sencillos, pero menos pre-cisos, de los cuales puedo dar una idea la acentua-ción árabe y siriaca.

El alfabeto griego más antiguo que ha I-legadohasta nosotros, es el que suministran las inscripcio-nes de la isla de Théra, el cual se remonta, segúntodas las apariencias, al siglo IX ú VIII antes deJesucristo. Las letras tienen allí un aspecto entera-mente fenicio. En los siglos siguientes se modificóla configuración de los caracteres, y la direcciónadoptada en el tratado de los mismos cambió total-mente. Los griegos habían escrito en un principio,a la manera de los fenicios, de derecha á izquierda,y la costumbre que tenían de inscribir alrededor delas figuras el nombre de los personajes, de trazarcircularmente en un vaso, ó en algún otro objeto, lainscripción que daba á conocer el nombre del ar-tista ó del poseedor del objeto, generalizó la cos-Imnbre de esos trazados denominados bustrofedon,en el cual alternaba la dirección de las líneas, demodo que si la primera era escrita do derecha á iz-quierda, según el método semítico, la segunda loora de izquierda á derecha. Esta última direcciónconcluyó por prevalecer, y es la que habían adop-tado con mucha anterioridad los asirios. Los cam-bios que en sus formas sufrieron los caracteresgriegos, engendraron diferentes alfabetos, que sedistinguen á la vez por la fisonomía y el número delas letras, de las que sólo tiene 23 el alfabetode las inscripciones de Théra. M. Kirchhoff, á quiense debe un trabajo muy interesante sobre la historiadel alfabeto griego, admite que en una época ya le-jana, se operó una división en el modo de escrituraentre los pueblos griegos, quedando los unos fielesá los tipos del Oriente, mientras que los otros, losque estaban establecidos en Occidente, alteraronnotablemente sus formas. De aquí dos alfabetos ar-caicos: el Oriental, que cuenta 26 letras, y el Occi-dental, que sólo tiene 25; mas los arqueólogos re-conocen generalmente en la antigua Grecia, cuatroalfabetos que tienen formas esencialmente distintas,ofrece cada uno leti as particulares y encierran unnúmero diferente de caracteres: 4.° el alfabeto eolo-dórico, que comprende diversas variedades y tiene28 letiras; 2." el ático, que sólo tiene 21 de éstas;?>." el jjónico, que tiene 24, y 4." el de las islas, quecucnlai 27. El primero de estos alfabetos, usado enla Tlieisalia, en la Beocia, en la Eubea y en una granparto del Peloponeso, fue llevado á Italia por lascolonias helénicas de la Sicilia y de la Campania, yda origen: primero, al alfabeto etrusco, cuyas va-riedades aparecen en el que usaron para su idio-

ma otras poblaciones del cenlro de Italia, como loshabitantes de la Umbría, los óseos y las tribus deno-minadas sabéücas; y segundo, al alfabeto latino, alcual estaba reservado ser el prototipo de los alfa-betos de la Europa occidental. De los cuatro alfabe-tos griegos, el de las islas fue el que menos se ex-tendió, y en cuanto al ateniense no estuvo en usoen el Ática más que hasta últimos del siglo V, antesde nuestra era. Durante el arcontado de Euclides,los atenienses lo abandonaron por el alfabeto jónicode 24 letras, y su ejemplo fue bien pronto seguidopor todos los pueblos do la Grecia propiamente di-cha, que en adelante no conoció más que un soloalfabeto, que todavía se usa para escribir el griego.Sabemos muy poco de la historia de la escritura enel Asia Menor. El corto número de inscripcioneslicias, frigias y carias que se han encontrado, nosofrecen letras bastante distintas de las de los he-lenos. Los licios, sobre todo, usaban ciertos carac-teres extraños al alfabeto griego, si bien la formade la mayoría de sus letras recuerda á este mucho.A juzgar por la fisonomía exterior de los caracteres,los pueblos de las provincias occidentales del AsiaMenor debieron recibir de los griegos, más bien quode los cananeos, el beneficio de la escritura.

Las naciones que hablaban lenguas pertenecien-tes á la misma familia que la fenicia, no tuvieron quehacer experimentar al valor de los caracteres pri-mitivos, los cambios que eran indispensables paraadaptarlo á determinados idiomas, pues la pronun-ciación se aproximaba entre ellos á la de los feni-cios. Se comprende, pues, que en los alfabetos de lamayoría de las lenguas semíticas se halle menos al-terado el tipo fenicio. En todos esos idiomas las vo-cales tenían un carácter vago, y no ha sido necesa-rio representarlas, como entre los griegos, por le-tras tomadas de lo que no era entre los feniciosmás que guturales dulces ó aspiraciones; poro no to-das las lenguas semíticas contaban el mismo nú-mero de articulaciones, y fue necesario recurrir ásignos nuevos para el alfabeto de muchas de ellas.Por otra parte, las configuraciones no permanecie-ron las mismas, y cada alfabeto ha pasado, como elfenicio, por diversas formas.

La cronología de los monumentos escritos en elidioma de los fenicios, presenta todavía algunas os-curidades que no permiten establecer con enteracertidumbre la sucesión de las formas que han atra-vesado los caracteres que usaba aquel pueblo. Seposeen desde muy antiguo textos de la lengua cana-nea, tales como la gran inscripción de Mesa ó Mes-cha, rey de Moab; la de los pesos de bronce, enforma de león, encontrados en las excavaciones deNímrud; las de Malta, de Nora y de muchas piedrasgrabadas; en fin, la inscripción del célebre sarcófagode Eschmunasar, que actualmente se halla en el

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Louvre. Este último presenta un tipo gráfico, quediversos epigrafistas creen mas moderno y que pa-rece referirse al de los monumentos mucho másnumerosos y menos antiguos, descubiertos tanto enFenicia como en Chipre y en otros puntos. A la es-critura de estos últimos monumentos se unen tam-bién los caracteres empleados en las leyendas de lasmonedas y de las piezas grabadas. La stela de Mesay los pesos de Nímrud nos ofrecen el estado delalfabeto semítico en el siglo IX próximamente, antesde nuestra era. Sería menester todo un libro paradesenvolver la genealogía de los diversos alfabetosasiáticos derivado del tronco fenicio, ya directamen-te, ya por el intermedio de otros alfabetos; pero medebo limitar á indicar los grandes lineamientos deesta larga emigración gráfica. El alfabeto hebreo esincontestablemente uno de los primeros que so handesprendido de este tronco fecundo; pero este alfa-beto no es el hebx'eo cuadrado, cuyo tipo nos sumi-nistran muchas biblias hebraicas, y sobre cuya fechaoriginaria se ha discutido mucho en estos últimostiempos.

El alfabeto hebreo de forma cuadrada so encuen-tra en la Palestina en monumentos, tales como elsepulcro llamado de Santiago y el denominado delos Reyes, cuyas fechas han sido igualmente muydiscutidas, sin embargo do lo cual son tenidos ge-neralmente como pertenecientes al siglo I de nues-tra era. Los judíos designan esta escritura con elnombre de asiría, porque el pueblo de Israel la ha-bía traido, según dicen, de las riberas del Eufrates,á su vuelta del cautiverio. La tradición talmúdicaconforma con el testimonio de muchos padres de laIglesia, para representarla como habiendo sido in-troducida en Palestina por Esdras. Es cierto que elhebreo cuadrado no pertenece á la misma rama quela primitiva escritura de los judíos, sino que se re-fiere á otra de la que brotan numerosos vastagos:la rama aramea ó siria, cuya descendencia indicarémás adelante. De la primitiva escritura hebraica seencuentran las formas, si bien ligeramente altera-das, en las monedas judías de la dinastía do los as-moneos. Gracias á los monumentos descubiertos enAsiria y en Chipre, y á las piedras grabadas que con-tienen antiguos caracteres fenicios, se ha podidollegar hasta el más antiguo tipo de las letras en estaparte del Asia, lo que ha permitido encontrar elvínculo que existe entre la primera escritura de losisraelitas y los antiguos caracteres de los fenicios.El alfabeto hebreo primitivo reproduce la fisonomíageneral de estos caracteres, sólo que los trazos sehan redondeado y simplificado, los palotes que ex-ceden por la parte superior del cuerpo de la letra yque son propios del fenicio arcaico, se encorvan yse doblan. Esta antigua escritura judía, cuyas for-mas se han conservado con ligeras alteraciones en

TOMO V I .

el alfabeto empleado por los samaritanos, entra enla categoría do las escrituras llamadas oncia les. Es-taba manifiestamente destinada á ser trazada conuna caña en el papiro ó en las pieles que se prepa-raban para escribir, mientras que los caracteres fe-nicios arcaicos que nosotros conocemos más, pare-cen especialmente concebidos para ser grabados enplanchas. Esto no quiere decir que los mercaderescananeos no hayan usado desde do el principio deuna escritura cursiva, que debió serles muy nece-saria por sus hábitos mercantiles; pero los monu-mentos de esta escritura no han llegado hasta'nos-otros. Todos los demás alfabetos, que pueden cali-ficarse de semíticos, así como los de las diversaslenguas, á las cuales no podría convenir este epíte-to, han nacido de una rama diferente que brotó enun principio del tronco primitivo: tal es la ramaaramea que, una vez implantada en países comióla Asiria y la Babilonia, que por su situación cen-tral estaban en relación con una multitud de pue-blos, se propagó rápidamente y proyectó ramifi-caciones en todas direcciones. La escritura arameaestaba ya formada en el siglo VII antes de nuestraora, y sus más antiguas formas nos fueron suminis-tradas por monumentos descubiertos en Asiria, porfirmas que so leen en contratos escritos en barrococido con caracteres cuneiformes, en ladrillos,piedras preciosas y monedas.

Basta comparar las letras arameas más antiguascon el primitivo alfabeto fenicio, para convencersede que se derivaron de él en la época en que co-menzaba este alfabeto á emplear un segundo tipo;mas los mismos caracteres árameos se modificangradualmente, como lo prueban las monedas de Si-licia, de Capadoeia, de Ilierápolis de Siria y diversasinscripciones, resultando de aquí una escritura quese ha denominado aramea secundaria, la cual hechaen k>s papiros, sufrió una nueva modilicacion que seencuentra en ciertas inscripciones. Durante esta se-gunda fase de la escritura aramea se manifiesta,por la vez primera, una tendencia por la cual sedistinguen la mayoría de las escrituras nacidas délasderivaciones posteriores, la tendencia á ligar entresí las letras. «Esta disposición, hace notar M. Fran-cisco Lenormant, se debe á la naturaleza esencial-mente cursiva de la escritura, y antes de conver-tirse en una regla de adorno caligráfico, es el resul-tado de la facilidad con que el pincel ó la caña, des-lizándose sobre el papiro, pasa del trazado de unaletra al de otra, sin que el escriba tenga necesidadde corregir á cada vez. La tercera fase del alfabetoarameo se nos presenta en un alfabeto de trazosgruesos y cuadrados que se encuentra empleado enlos monumentos de Palmira: de aquí el nombre díepalmirense que se le ha dado. Comparado al arameoprecedente, se distingue este alfabeto, sobre todo,

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por ciertos rasgueos, por ciertas formas finales,f/is monedas de la ciudad de Sidé, en Paufllia, nospresentan todavía otra variedad de alfabeto quedebe referirse al tipo araweo por el palmirense, yque está á la cabeza de un conjunto de generacio-nes que tienen por ascendiente ei arameo en suI creerá forma. A esta posteridad pertenece el alfa-beto uuranítico que nos suministran las inscripcio-nes descubiertas en el Hauran, por dos sabios viaje-ros, convertidos hoy dia en dos hombres políticosdistinguidos, M. II. Waddington y el conde Melchorde Vogüé. lina de estas inscripciones, la del sepul-cro de Suéídeh, en que la traducción griega acom-paña al texto, debe ser referida, si ha de juzgarsepor el estilo, á la época de Herodes el Grande, y hadado la clave del alfabeto, que no es más que unadegeneración del palmirense. En la misma catego-ría que el auranítico, se clasifican los alfabetos sa-lioo y estrangel, el más antiguo de los que ofrecenlos manuscritos siriacos. El auranítico engendró eliiíibaleo, cuyos caracteres han servido para compo-ner las numerosas inscripciones descubiertas en elSin:ií, y del cual parece haber salido el alfabetoárabe, del que existen dos variedades: una usadatodavía en los manuscritos, denominada neskhy óescritura de los copistas, y llamada la otra Kufy,de una ciudad del Irak apellidada Kufa, en donde,segun la tradición, se comienza á hacer uso de él.üajo la forma lapidaria, en que los trazos ofrecenmás dureza y terminan con una especie de gancho,el kúfico ha sido utilizado desde los primeros siglosde la Egira para la decoración de los mosaicos y lade las mezquitas y palacios. Por su agrupamiento,las letras kúíicas constituyen verdaderos dibujos,figuras de mil clases, que nosotros llamamos ara-bescos, del nombre mismo del pueblo que las hausado. Distínguense en Oriente diversos géneros deneskliy más ó menos elegantes. La escritura árabedebe á los progresos del islamismo una gran fuerzade expansión. Mientras que el kúfico producía alNorte de África el maghreb, el neskhi daba origen ála escritura de los persas, que han añadido ciertasletras al alfabeto árabe á fin de expresar sonidos,falos como la p y la g, que la lengua árabe no tiene,y á la escritura de que hacen uso los madecasos, deMadagascar, convertidos al islamismo. La escriturapersa engendró á su vez la escritura turca y lade urdía, el idioma de los musulmanes del Indos-lan, em el que se introdujeron modificaciones paraexpresar con menos imperfección la vocalizaciónpropia de las lenguas á las cuales se aplicaba estealfabeto. Por su parte, el antiguo estrangel, des-pués de haber pasado por diferentes formas, pro-dujo dos vastagos: engendró el alfabeto siriaco,propiamente dicho, ó preschito; y llevado á las po-blaciones tártaras, á las cuales comunicó la ciencia

de la escritura, da origen, entre los uígures ó turcosoccidentales, á un alfabeto particular que por largotiempo estuvo ignorado de los europeos, y que nose conoce más que por un reducido número de ma-nuscritos y por algunas monedas. Misioneros nesto-rianos lo llevaron á los uígures, y esos apóstoles dela fe cristiana, que se adelantaban hasta la China enlos siglos VII y VIII de nuestra era, hicieron pene-trar en el corazón del Asia la luz del Evangelio. Lanoción que estas comarcas recibieron del alfabetosirio está atestiguada por la famosa inscripción siro-china de Si-"ngan-fu, cuya autenticidad, por muchotiempo discutida, ha sido definitivamente probadapor M. G. Pauthier. Ya se ha visto que los tártarosse servían anteriormente de los khe'-mou ó palillosentallados.

Los uigures, cuya escritura sólo hizo sufrir á lasde los nestorianos modificaciones poco pronuncia-das, cambiaron; sin embargo, la dirección del tra-zado de los caracteres. Los sirios escribían el es-trangel, como se escribió el peschito, de derecha áizquierda, según la costumbre semítica: los tártarosprefirieron la disposición vertical, que es la de laescritura china. De esta manera está escrita la ins-cripción de Si-'ngan-fu. De la escritura uigur hansalido las escrituras mongola, kalmucay mandehú.El alfabeto de origen arameo es , pues, el que haproporcionado al Asia Central el beneficio de la es-critura. Este alfabeto, penetrando en las comarcasdonde continuaba usándose el sistema cuneiformepara escribir en la roca y en el ladrillo, se convierteen la escritura cursiva de los habitantes, y da orí-gen á una escritura nueva que concluye por despo-seer completamente al antiguo cuneiforme. Esa esla escritura peM, así llamada del nombre de la len-gua á la cual fue adaptada, lengua que predominabaen la corte de los reyes parthos arsacidas. La es-critura pelví continuó siendo empleada en Asia y enPersia durante muchos siglos, sobreviviendo aún ála caida de los sassanidas , pues se la encuentrausada todavía bajo los primeros califas y bajo losregentes ó ispehabedes del Taberistan.

Las formas del alfabeto pelví, cuyo origen ara-meo ha establecido Silvestre de Sacy , han variadosegún las épocas: no son las mismas en las incrip-eiones y en las monedas sassanidas, encontrándoseotro tipo en los manuscritos. Del alfabeto pelví seha derivado, según todas las apariencias , el alfa-beto zendo, con cuya ayuda fueron escritos muchosde los libros de Zoroastro, que conservan los parsis.Reemplazó, así como el pelví, á una escritura queprevaleció entre los persas en tiempos de la dinas-tía de los Achemenidos , y que se ve empleada enlas inscripciones de Penépolis de Hamadan , y enuna de las tres columnas de la célebre inscripcióntrilingüe de Bisutun, cuyo desciframiento se debe á

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N.°90 A. MAÜRY. LA INVENCIÓN DE LA ESCRITURA. 59las indagaciones de E. Burnouf, de H. Rawlinson,de J. Oppert y de otros orientalistas, y que es alfa-bética, por más que los caracteres estén compues-tos con el auxilio de elementos cuneiformes. Tal vezhaya tenido origen bajo la influencia de la escrituraaramea de Asiría; más su alfabetismo conserva to-davia huellas del silabismo anario, y aun del uso delos ideogrammas. Esta escritura, nacida en la Su-siana, desapareció después de la caida de los Ache-menidos, y la influencia de las conquistas de Ale-jandro hizo penetrar hasta las orillas del Eufratesel alfabeto griego, al mismo tiempo que la lenguahelénica se hacia lengua oficial del imperio de losSeleucidas. En cuanto al antiguo cuneiforme asirio,depositario de la ciencia caldea, resistió más tiempo,siendo todavía aplicado algunas veces en la épocade los Arsacides. Las conquistas del Islam debieronconducirle á su completo aniquilamiento, y no dejóotro recuerdo en Mossul que el de una escritura enla que cada carácter podía tener muchos sentidosdiferentes. Las poblaciones musulmanas le tomaronen su ignorancia por un conjunto de signos mági-cos, mientras que en Persia pasaban las inscripcio-nes persepolitanas por obra de los héroes fabulososdel país do Djemschid ó de Fesidun. Si el alfabetozendo vivió poco, tuvo en cambio una descenden-cia que ha dado pruebas de más longevidad, puesque parece haber engendrado al que reemplazó enla Armenia al sistema cuneiforme particular, delque nosotros conocemos algunos monumentos. Alcomienzo del siglo V de nuestra era, un prelado ar-menio llamado Mesrob, tomando por modelo las le-tras zondas, inventó, si ha de creerse la tradición,los alfabetos armenio y georgiano.

El alfabeto fenicio no se extendió solamente alNorte y al Este de la Siria para llamar á la vida unacantidad de escrituras; se propagó también al Sud,en la Arabia, donde se formó un alfabeto de fisono-mía particular que debió ser á su vez tronco de unaposteridad poderosa. Este alfabeto es el himiarí-tico, que nos han hecho conocer numerosas inscrip-ciones, en cuya interpretación se ejercita desde hacemás de un cuarto do siglo la sagacidad de los filó-logos. La lengua á que estas inscripciones pertene-cen, aunque semítica, es muy diferente de la árabeque la reemplaza al presente; en ciertos puntosse aproxima al hebreo, y vestigios suyos pareceque se han conservado en el dialecto ehkili. La es-critura himiarítica es, según todas las apariencias,la que los historiadores árabes mencionan con elnombre de musnad. Ignoramos á qué fecha debereferirse la institución de este alfabeto, ciertamenteanterior al islamismo, y cuya forma arcaica pareceremontarse á una época muy antigua. «Puede ser,dice M. E. Renán en su Historia general de las len-guas semíticas, que la tradición de la estancia de

los fenicios en la Arabia, en las orillas del MarRojo, encontrara aquí su confirmación. Esperamosque los estudios comparativos, á que no dejará dedar lugar el corpus de inscripciones semíticas queprepara la Academia de las Inscripciones, y que hamotivado ya importantes descubrimientos, esclare-cerán un dia este problema. El alfabeto himiarítieo,usado en el Yemen, se aloja ya notablemente de suprototipo fenicio; pero sus derivados se separantodavía más, pues del alfabeto citado ha salido elalfabeto ghez ó etiópico, más rico en letras que suprogenitor: la vocal se une en él á la consonantebajo la forma de un signo particular, ó está indicadapor la modificación ligera que experimenta la confi-guración de la misma consonante; de manera queol alfabeto etiópico conserva el carácter de un ver-dadero silabario. Cuando la lengua ainliarica ocupóenAbisinia el lugar del antiguo etíope, adoptó el alfa-beto de éste, añadiéndole siete nuevas letras para ex-presar articulaciones que le eran propias. ¿Por quéintermediario el antiguo alfabeto del Yemen,—quesuministraba á la Etiopía su escritura, en la que lasletras se dispusieron, como en el griego, de izquierdaá derecha,—fue llevado á la extremidad del Áfricaseptentrional, á la Libia y hasta la Nuniidia? Lo igno-ramos. Todo lo que ha podido hacerse constar esuna conexión entre las letras himiaríticas y las dela escritura llamada tijinag, de que se han encon-trado monumentos en Argelia y en el país de losTuareg. El desciframiento de estas inscripcionesocupa todavía la sagacidad de los eruditos. Ese fueya en todo caso un vastago estéril, pues la inven-ción del alfabeto árabe hirió de muerte al iiftnag.

No se sabe tampoco de un modo preciso cómo elalfabeto himiarítieo fue á implantarse en el Indostanseptentrional. La escritura magadhi, que conoce-mos por antiguas inscripciones todavía subsisten-tes en el Norte de la península gangótica, ha sidoreconocida en estos últimos tiempos como deriva-ción de la antigua escritura del Yemen; estos carao-teres, que deben su nombre á la provincia de Ma-gádha, cuyos reyes extendieron su poder al Nortede la India, en el siglo IV antes de nuestra era,revelan en su forma algo de rigidez y pesadez quenos lleva completamente al himiarítieo, y son 36 quese leen de izquierdaá derecha. La escritura magádhies el tronco de todos los sistemas gráficos usadosposteriormente en la India: los que han nacido deella por vía de modificaciones, pueden dividirse endos grupos principales. El primero afecta formascuadradas ó redondas, que tienen más de ancho quede alto: tales son los alfabetos tamul y birmano. Elsegundo presenta caracteres más altos que anchos:á este grupo pertenece la escritura devanagasi, lla-mada por otro nombre escritura divina de las ciuda-des, que es por excelencia la de los libros sánscritos,

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60 REVISTA EUROPEA.—14 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 90y que apenas data, al menos bajo su forma actualregular, más que del siglo VII al X de nuestra era:<!8 elegante y clara, y todas sus letras tienen por en-cima una barrita horizontal que las cierra como enun cuadro y permite alinearlas exactamente por laparte superior. Se diría que las letras están dispues-tas sobre un pentagrama de música; pero existeotra forma más cursiva en que la barra horizontalha desaparecido y en que el trazado es menos ele-gante. El alfabeto devanagasi ha sido distribuidopor los gramáticos indios, en categorías de letras,segun su pronunciación, de manera que suministretoda una escala vocal. El devanagasi, como el ma-gadhi y el persopolitano, ofrece un último vestigiodel silabismo primitivo, pues la «breve se pronunciaen él con toda consonante simple que no se liguedirectamente á otra vocal.

No enumeraré aqui todos los alfabetos que se de-rivan inmediata ó mediamente del magadhi, porquetendría que formar una genealogía demasiado larga,pues su descendencia ha avanzado hasta Macasar. Elalfabeto se hubiera tal vez remontado hasta el Ja-pon, si no hubiese sido detenido en Cochinchinapor la escritura china que los annamitas usaban, yque se levantó ante él cual otra muralla de laChina. La ola de la invasión alfabética vino á moriraqui; más tarde el mismo viento debía impulsaruna segunda ola que partiera de la misma ribera,pero que no se extendió por espacio tan vasto. Elislamismo trajo consigo la escritura árabe, que seintrodujo así en el Indostan y se apoderó en seguidadel idioma malayo.

Al Occidente de Europa una nueva corriente, cuyadirección seguimos mal en las profundidades cro-nológicas en que se ha operado, trasportó hastaIberia el alfabeto fenicio, dando origen allí á unaescritura especial que conocemos por las monedasy las inscripciones, y dotando así á España de susprimeros monumentos escritos. Sin duda que estofue resultado de las colonias fenicias y cartaginesas:¿llegaron acaso más lejos y, no limitándose á aven-turarse en el Océano para ir á buscar el estaño á lasislas Cassitéridas, han llevado estos dos puebloscongéneres á lejanos parajes la maravillosa inven-ción de la escritura? Es cierto que los rímicos,representados por la tradición de los pueblos delNorte! como una revelación de Odin, y que se em-pleabian entre los germanos y en la Escandinaviaantes; del Cristianismo, presentan ciertos carac-teres que recuerdan muchas letras fenicias deltipo siidonio. Puede ser que estas analogías seanengañosas; mas, sea lo que quiera, las runas llama-das alemanas, mencionadas ya en el siglo VI por elpoeta Fortunato, y que se trazaban en tablillas ó enla corteza de los árboles, tienen sus prototipos enlos caracteres rúnicos escandinavos, que tal ve¿

no eran en su origen más que signos puramentemágicos, ó, cuando menos, meros dibujos conmemo-rativos. Otro tanto es preciso decir acerca de loscaracteres oghámicos de Irlanda, cuya invención seatribuía en la Edad Media á un pretendido Ogma,hijo de Elathan. Estos caracteres oghámicos se tras-formaron en un alfabeto, cuyo origen latino es di •ficil de desconocer, por más que el orden de susletras no sea el del alfabeto latino. Los anglo-sajo-nes, á los cuales pidieron los irlandeses más tardosu alfabeto, tenían también caracteres rúnicos queprocedían de los escandinavos, y cuyas formas, aso-ciadas con las letras latinas, han suministrado loselementos del alfabeto anglo-sajon. Hubo, pues, alNorte de Europa, entre las ramas diversas del troncográfico, especies de anastomosis: así, combinandolas runas germánicas con las letras griegas, Ulfilas,obispo de los godos de Mesía en la segunda mitaddel siglo IV, formaba el alfabeto llamado meso-góti-co, que se encuentra empleado en el famoso codexArgentéis, que contiene en lengua gótica la versiónde los cuatro Evangelios. Los vindos ó eslavosseptentrionales, tenían igualmente caracteres rúni -eos que, sin duda, habían recibido de los escandi-navos, y no es imposible que algunos de estos sig-nos suministraran al apóstol de los eslavos, Cirilo,las letras que juntó á los caracteres griegos paracomponer el alfabeto que ha tomado su nombre yque data del siglo IX. Todos los eslavos del ritogriego adoptaron el alfabeto cirilense, cuya confi-guración primitiva nos han conservado numerososmonumentos, y del que no son más que modifica-ciones los alfabetos ruso y servio. Hacia el si-glo XII, los eslavos de la Dalmacia, que seguían laliturgia latina, recibieron de uno de sus sacerdotesotro alfabeto, imitado en parte de las letras cirilen-ses, y en parte de las latinas, y cuyo origen se haquerido hacer remontar hasta San Jerónimo. Estealfabeto es conocido con el nombre de bukvitüanoó glogolítico, nombre que debe á la denominaciónque tienen en el alfabeto eslavo las letras B y G, ysus formas se separan sensiblemente do las figurascirilenses, siendo más habitual en ellas la disposi-ción rectangular ó circular; por eso se percibe me-nos, al primer golpe de vista, el origen griego demuchas de estas letras.

Tal es, rápidamente bosquejado, el conjunto deescrituras que tienen por antecesor común el alfa-beto que imaginaron los fenicios bajo la influenciadel Egipto. Estos alfabetos constituyen como unaserie de generaciones que se reparten por familias,por ramificaciones y por ramas, que habiéndose se-parado á diferentes alturas de un mismo tronco, hanproyectado sobre espacios más ó menos extensossu follaje, destinado, no á impedir el que la luz pe-netre, sino á asegurar su difusión.

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m.Los alfabetos de que acabamos de ocuparnos, no

difieren solamente, comparados los unos con losotros, por la naturaleza y el número de las letras,sino que todavía varía en un mismo alfabeto la con-figuración de los caracteres, según las épocas y elgénero de escritos á que se han aplicado. Cadaalfabeto tiene su historia, y ha pasado por trasfor-maciones unas veces ligeras, y otras muy pronun-ciadas. Las letras han tenido las aplicaciones másdiversas, y su existencia está ligada á las costum-bres de los escribas y á los procedimientos emplea-dos para el trazado. Mientras que ciertos alfabetosno tuvieron más que una corta carrera, otros handurado siglos, han realizado incesantes conquistas,pues la nación que ejercía sobre sus vecinos la pre-ponderancia intelectual, imponía su lengua y su li-teratura, y al propio tiempo su escritura. Así puededecirse con alguna verdad, que el grado de exten-sión de un sistema gráfico es proporcionado al po-der del pueblo á que pertenece. Las religiones hansido también grandes medios de propagación grá-fica, pues que, difundiendo su enseñanza, han difun-dido la escritura de sus libros. Bel mismo modoque la preponderancia de una nación ó de una reli-gión ha hecho lugar á la de otras, así esciiturasdesde un principio usadas, han sido desposeídaspor un modo diferente traido por un pueblo con-quistador ó por un culto nuevo. De esta maneralos establecimientos focenses hicieron penetraren la Galia el conocimiento y el uso de los caracte-res griegos, que más tarde debía suplantar el alfa-beto latino llevado por los romanos. Los griegosdesposeyeron en las riberas del Nilo á la antigua es-critura sagrada cuando la predicación del Evange-lio proscribió los geroglíficos, tan profundamenteimpregnados del antiguo paganismo faraónico. Estoque debía suceder á los eslavos convertidos porCirilo y Melhodius, acaeció también á los egipcios,iluminados por la luz del Evangelio. El alfabeto grie-go , aumentado con algunas letras suministradaspor la escritura hicrática, reemplazó á los geroglífi-cos, y desde entonces los libros sólo fueron escritosen ese alfabeto que apellidamos copto. Y así comono hay nación alguna de la antigüedad que hayaextendido más allá que los romanos sus conquistas,del mismo modo no existe alfabeto alguno cuyapropagación haya sido tan grande como la del alfa-beto latino. Penetrando por todas partes donde losapóstoles de la fe católica llevaron la liturgia latina,se hizo aceptar por pueblos de idiomas de otras fa-milias que la latina; mas si el imperio de este alfa-beto fue vasto, también fue el más expuesto á va-riaciones, según los países y las edades, de modoque concluyó, siempre guardando la misma compo-

sición, por dividirse en una multitud de trazadosque constituyeron variedades gráficas particulares.Las letras latinas fueron, pues, como las obras lite-rarias de los romanos, más bien modelos que se imi-taron de lejos, que tipos que se reproducían servil-mente. La ignorancia de unos, el capricho de otros,conveniencias particulares, predilecciones locales,modificaron poco á poco la forma de las letras y lamanera de unirlas. La escritura tomó gradualmenteen cada comarca principal una fisonomía originalque dio ocasión, cuando se mulljplicaron los monu-mentos de las lenguas nacionales, á configuracionesde todo punto distintas. El alfabeto latino ha pasadopor trasformaciones casi tan numerosas, como lasque sufrió el antiguo alfabeto fenicio, para llegar álas bellas versales que so encuentran grabadas enlos ediíicios del reinado de Augusto.

El conocimiento de la historia de esta escrituraes objeto de una ciencia especial que se denominapaleografía; cada país tiene la suya; y en Francia,gracias á los trabajos de los benedictinos, comple-tados por los de muchos eruditos contemporáneos,sobre todo por los que fundaron ó ios que han con-tinuado la enseñanza de la escuela de diplomática,la paleografía, como su hermana la diplomática, hallegado á sor uno de los conocimientos más segurosy más positivos, prestando á la historia serviciosinapreciables. La sucesión de las formas, y, estoypor decir, de los modos que se han adoptado paralas letras, es por sí misma una historia de las másinteresantes, que puede leerse en tratados talescomo los de MM. Natalis de Wailly, W. Wallen-hach y C. Lupi. El museo de los archivos naciona-les ofrece al público una curiosa colección de do-cumentos de todo género; que comprende desde elsiglo VII hasta el comienzo del nuestro, y que dauna idea completa de las innumerables trasforma-ciones de la escritura latina. Semejante variedad eneb$razado hace difícil una clasificación algo rigu-rosa, tanto más, cuanto que en estas metamorfosisel hombre ha procedido como la naturaleza, no porcambios bruscos, sino por modificaciones insensi-bles. Se pueden, sin embargo, distinguir tres gran-des épocas, y en cada una de ellas cierto númerode matices. La primera época se extiende desde elestablecimiento de los bárbaros hasta el siglo X1I1;la segunda desde éste al comienzo del XVI, y latercera desde esta fecha hasta nuestros días.

Para las dos primeras, las dimensiones y la formade las letras nos suministran tres clases bastanteclaramente definidas: las mayúsculas, usadas en lasinscripciones y en las monedas y para ciertos títu-los y ciertas iniciales; las minúsculas, generalmenteempleadas para las obras literarias, y las cursivas,adoptadas para las actas: á veces se reconocíanmuchas variedades de cada una de estas especies

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REVISTA EUROPEA.—14 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 90

de escrituras. Durante el primer periodo de la EdadMedia, la escritura de mayúsculas, heredera directadel antiguo alfabeto latino, no tiene ya esas formasmajestuosas y regulares que admiramos en los fron-tones de los lemplos, en el zócalo de las estatuas yen los postes miliarios, elevados por los romanos du-rante los primeros siglos del Imperio. Las mayús-culas pierden mucha de su elegancia, y concluyenpor no ser más que torpemente dibujadas y por cons-tituir lo que se ha llamado las mayúsculas rústicas.En los manuscritos*principalmente, se prefirieroncaracteres cuyo trazado exigía menos cuidado yseguridad en la mano, y cuyos rasgos requeríanmenos ligereza y flexibilidad; los copistas adoptaronmayúsculas de una forma más pesada, que era, pordecirlo asi, una especie de cursiva, en la que seliabian forzado las dimensiones y engrosado los ca-racteres, al punto de darles una pulgada de longi-tud, ó, como decían los romanos, un onza (uncia),pues que la onza era la duodécima parte de su pié:de aquí el nombre de escritura oncial dado á estadase de mayúsculas, que, por tanto, no teníansiempre más que una onza de altura, próximamente.Como lo que en la mayúscula exigía tiempo y des-treza eran especialmente el trazado de las líneasrectas y la regularidad de los ángulos, se redon-dearon en la oncial las lineas, se encorvaron lospalotes y se redondearon muchas veces las curvas.La oncial fue, como juiciosamente la apellida Scho-ncmann, la cursiva de la mayúscula. Los antiguosromanos emplearon para el uso diario caracteresmás fáciles de trazar y menos separados unos deotros que lo están las mayúsculas: este tipo cursivose había modificado grandemente bajo la influenciade diversas causas, entre las cuales debe mencio-narse la sustitución por la pluma de ganso, de gru-lla ó de otra ave, del calamus, ó caña, de que hastaentonces se había usado con preferencia, y cuyasustitución se operó desde el siglo V al VII. Losbárbaros recibieron la cursiva romana bajo su últi-ma forma; pero ésta no podía menos de sufrir entreellos nuevas alteraciones, pues es propiedad de lasescrituras cursivas el estar expuestas á separarsemás del tipo de que proceden. Cuanto más rápida-mente se quería trazar los caracteres, tanto más secaminaba á multiplicar los ligamentos, á íin de tenerque levantar cada vez menos la mano. Así, en lacursiva que nos ofrece el período de la Edad Media,se ve frecuentemente enlazarse las letras unas conotras, al punto que casi no se las puede distinguir.La limpieza, las formas fijas que presentaba la on-cial han desaparecido, y la cursiva merovingia nosofrece á veces un extraño conjunto de garabatos,en que las letras engarabitadas y contorneadas noremediaban con sus grandes dimensiones la oscu-ridad que resultaba de su deformidad. Otra cosa

sucede en la especie de taquigrafía, empleada fre-cuentemente en los diplomas merovingios y carlo-vingios por los refrendarios, en las notas tironenses,así llamadas porque se hacía remontar su inven-ción á un liberto de Cicerón llamado Julio Tirón.Recurríase á esta estenografía para proteger lasactas contra la habilidad de los falsificadores. Laescritura llamada minúscula, intermediaria entrela mayúscula y la cursiva, proviene de ésta, de lacual ha tomado muchas de las formas y de los tra-zos, siguiendo todavía los procedimientos de lamayúscula. Las letras están en ella más redondea-das que en la oncial y son de menos dimensiones,mirándose, sobre todo, á ganar espacio y á abreviarel trazado, haciéndole más rápido, por lo que sesuprimieron panzas y travesanos, sustituyéndose áveces por sencillos trazos lineas más señaladas yenroscándose las barras y los finales; pero aunsimplificando en esta minúscula las formas de laoncial, se conservaron sin cambio los caracteresmenos complicados de ésta. Semejante modo deproceder no excluye cierta elegancia, ni aun loscaprichos y adornos, que se observan sobre todoen la especie de minúscula llamada diplomática,cuya aparición data del siglo XI. En ella los pa-lotes y los finales se prolongan con frecuenciatan desmesuradamente, que se diría que el copistano ha podido detener el impulso de su mano.' Estaminúscula diplomática, que toma de la cursiva mu-chas letras, concluye, al declinar la primera época,por reemplazarla casi por completo. También seempleó anteriormente otra escritura, en la que lospalotes adquirieron dimensiones aún más exagera-das: ésta es la semi-oncial ó escritura mixta, en laque las letras pertenecían, ya á la muyúscula, yaá la minúscula, y cuya desaparición de los diplomasse refiere al siglo IX.

Las modificaciones graduales que sufre la escri-tura en los últimos siglos de la primera época, acu-mulándose, por decirlo así, terminaron en un estilográfico verdaderamente nuevo, la escritura que tanimpropiamente se ha denominado gótica, que algu-nos llaman ludoviciense, porque data principalmentede la época de San Luis, y para la cual se ha pro-puesto, con mucho acierto, el epíteto de escolástica.Las formas que hizo prevalecer operaron una ver-dadera revolución en el trazado gráfico. La Italiaabandonó su escritura llamada lombarda , usadahasta los comienzos del siglo XIII, por esta nuevamoda, de la que no se cansa hasta el siglo XV, que-dando todavía en la corte de Roma, que frecuente-mente recurría á ella para trascribir sus Breves.Hacia la misma época obraba España del mismomodo repecto de su escritura visigoda, una de cu-yas formas persistió hasta el final del siglo XVI. Sepueden distinguir en la escritura gótica las mismas

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cuatro variedades señaladas en el período prece-dente: la mayúscula, la minúscula, la cursiva y lamixta; pero hay subdivisiones esenciales que esta-blecer, según que se tome la escritura de los ma-nuscritos, de los diplomas, de los sellos ó de lasmonedas. Además de los caracteres generales queofrecen las diversas especies de escritura gótica ensus diferentes épocas, cada provincia tiene en sumanera de escribir un carácter propio, que es á laescritura lo que el acento es á la lengua. En el Me-diodía, las letras son más cuadradas; en las provin-cias de) Oeste, más agudas; en Champaña, más re-dondas; en Flandes, más finas, etc. En Italia lasdiferencias son todavía más pronunciadas, según lasprovincias.

La caligrafía de los manuscritos, que había llegadoen el siglo XV á constituir un verdadero arte, ycuyo empleo estaba realzado por la mezcla de loscolores, las orlas de miniaturas, flores y adornos domil clases, recibió un golpe mortal con el descu-brimiento de la imprenta, que data de mediados delsiglo XV. Al desaparecer los confeccionadores demanuscritos, dejaron sin principios y sin guía á loscopistas de cartas y actos públicos, y la tradicióngótica se perdió gradualmente. Con todo eso, loscaracteres tipográficos trajeron modelos que lasobras maestras ehirográficas no suministraban. Lasprimeras impresiones en madera habían imitadoantes la escritura; pero más tarde se observa confrecuencia en esta una imitación de la impresión encaracteres móviles. Las letras, que en los documen-tos públicos del fln del siglo XV vuelven algo á lasformas de lo oncial, se aproximan en tiempo deLuis XII á los caracteres llamados romanos, de losque las prensas de Venecia habían dado perfectosmodelos. Mas no es solamente á la invención deG-uttenberg á lo que se debe la decadencia del artede escribir caligráficamente, sino también á la mul-tiplicidad de las escrituras, á lo que pudiera lia?-marse el progreso de la papelería, que data princi-palmente del tiempo en que el papel sustituyó alpergamino. Una de las causas que contribuyeron áque se abandonara la minúscula por la escrituramixta gótica, es la de que las actas se habían hechomuy numerosas y no había tiempo, como en el pa-sado, para pintar las palabras. Así, la caligrafía delos diplomas de los siglos XII y XIII, cuya tinta haconservado tan sorprendente negrura, se perdió enel siglo siguiente. La rapidez de la ejecución: héaquí á lo que aspiraban los notarios, los procurado-res y los cartularios; solamente los frailes, en suvida pacífica, no contaban con el tiempo, y hé aquípor qué en el siglo XVI sólo se encuentran las be-llas formas góticas de la época precedente en losescritos que proceden de algunas comunidades yestablecimientos religiosos; pero esto no es ya más

que un arcaísmo. Sin embargo, la escritura de lasactas públicas guarda por más tiempo las tradicio-nes y vuelve aún para la minúsculaá las costumbresdel siglo IX. Como el conocimiento de la lectura segeneralizaba; como las actas se dirigían desde en-tonces á mayor número, se miraba más á la clari-dad, y las abreviaturas ineesantes de la época pre-cedente se hicieron raras en el siglo XVI y recaíancasi exclusivamente sobre el final de las palabras.Más tarde se hizo sentir la influencia de las canci-llerías italianas en las actas de nuestro país; loscaracteres se enderezan y se adelgazan, recordandoesa escritura llamada itálica, que había imitadoAldo en su Virgilio, impreso en 1500, según sedice, de la escritura de Petrarca, y que se apellidaaldina. Sin embargo, la cursiva, ya cuadrada, yaredonda, ha continuado usándose; en esta cursiva,en donde la alteración de la forma antigua se ob-serva más, se individualiza, porque cada cual obe-dece en sus escritos á su capricho y á su comodidad.La necesidad de escribir con rapidez modifica suce-sivamente su fisonomía y hace que la escritura cor-riente todavía casi gótica en tiempo de Luis XII,cuadrada ó redonda bajo Francisco I, se incline óse prolongue á medida que se aproxima la conclu-sión del siglo XVI. Los principios de !a buena cali-grafía se abandonan cada vez más.

En la época de Enrique IV la cursiva se usa exclu-sivamente; pero las letras, muy juntas las unas álas otras y por lo general muy regulares, conser-ban frecuentemente restos de las formas angulosasde la gótica. Estas no tardan en desaparecer porcompleto en tiempo de Luis XIII, en cuya épocatomaron las letras mayores dimensiones; cuandotienen formas elegantes, es la redondilla, no la gó-tica, la que se ofrece á la vista; pero cuando se miraante todo á la rapidez de la ejecución, lejos de ha-cerse más clara y más limpia, la escritura parecequé"*exagera los garabatos menos legibles de lasépocas más antiguas. En las minutas de los nota-rios, en los instrumentos de escribanía, se confun-den unas con otras las palabras y apenas dejan dis-cernir las letras. Abreviaturas sinnúmero y excesi-vas aumentan aún la oscuridad, y lo que se producíaya en los comienzos del siglo XVI, se continúa enlas cortes de los soberanos y en los tribunales enel siglo siguiente.

La uniformidad desapareció cada vez más en lossiglos XVII y XVIII. Cuando se hojea una colecciónde autógrafos de esta época, se observa que no reinóen ella un estilo susceptible de ser claramente defi-nido, por más que ciertas configuraciones de letrasafecten aún en tal ó cual período una fisonomía quepueda servir para averiguar su fecha. La escrituravaría bastante sensiblemente de una persona á otra,teniendo en los individuos de una clase determinada

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un aspecto distinto que en los de otra; pues mien-tras que generalmente guarda en manos de gentesde calidad sus caracteres prolongados, se acorta,hiciéndose más recogida ó más menuda, en la clasemedia. Los escritores de profesión, los eruditos, losamanuenses que tienen necesidad de escribir muchoy de prisa, no daban ya á las letras estos aires degentiles-hombres que conservaron en los escritos deun Bossuet, de un Racine ó de un Fenelon. Ya enel siglo precedente había sufrido la escritura entrealalinos esta modificación por las causas que debíanobrar mas poderosamente en el siglo XVIII. La es-critura del célebre erudito üu Cange, que escribióen la mitad del siglo XVII, es casi menuda; la deColbert, menos regular, es menuda también; y esque el gran ministro había sido en un principio meroempleado y tenía que escribir á cada instante. Com-parad su escritura á la del marqués de Torcy, susobrino, y veréis cómo en éste las letras se prolon-gan y cómo los palotes han ganado en altlira: esque el marqués de Torcy se sentía ya de noble raza,y ha tomado los hábitos de los gentiles-hombres,que daban á sus caracteres mayor amplitud. Peroal aproximarse la revolución, la escritura tiende,aun entre las gentes do calidad, á reducirse, vi-niendo á ser la imagen de lo que pasó, y a mostrar-nos el abatimiento de los grandes. Comparad losescritos de Luis XVI con los de Luis XIV, y podréisdecir, sólo con aquellos caracteres, que el infortu-nado monarca no debía ser más que el herederomuy empequeñecido del gran rey. Y. aún parece quesu escritura era todavía más menuda después de latorna de la Bastilla, en cuya época escribía como unburgués: es que los acontecimientos le obligaron áescribir con más frecuencia, á anotar marginal-mente una multitud de documentos, y á escribir deprisa, mientras que los reyes sus antecesores y losantiguos gentiles-hombres escribían poco y se to-maban tiempo.

A contar de la segunda mitad'del siglo XVIII, nohay disciplina á que se sujete la mano; ya se ha sa-cudido la tradición, se está en plena anarquía, ó,mejor dicho, en pleno individualismo. Cada uno es-cribe á su manera: unos guardando más ó menoslas antiguas formas, y otros siguiendo en el trazadosu comodidad persenal; y esta divergencia crecien-te en los estilos gráficos, se aumenta cada vez másen el período subsiguiente. Así, la configuración delas leitras revela no tanto la fecha como la fisono-mía diel escritor. El carácter del que escribía segrabai de tal manera en la escritura, que muchasgentes pretendían entonces reconocer el tempera-mento del hombre por su mano, y su pretensión noera siempre quimérica: en muchos escritos se dis-cierne algo que responde al carácter de la persona.Pasad la vista, por ejemplo, por los registros de ac-

tas de la Asamblea nacional, donde constan losnombres de los que en la sesión del 20 de Juniode 1789 suscribieron el famoso juramento del Jue-go de pelota, y comparad esas firmas con el ca-rácter de los que las trazaron. ¡Qué de curiosasconformidades atestiguadas por autógrafos más ex-tensos de otras piezas emanadas de personajes nomenos conocidos en nuestra historia contemporá-nea! ¿No aparece Robespierre, tal como la revolu-ción nos lo ha mostrado, en esa escritura pequeña,seca y sin ligadura? Su nombre está inscrito en elacta de la sesión del 20 de Junio muy próximo al doBoissy-d'Anglas, cuya escritura grande y francacontrasta con la de aquél. No lejos de estas se hallala firma pesadamente pretensiosa del fundador de lasecta de los Teofilántropos, uno de los directoresde la república francesa, L. M. De la Revelliere deLépeaux, como él lo escribía. El carácter resueltoy tenaz de Lanjuinais se lee bien en esas letrasachatadas hechas por una mano pesada. Igualmenteatrevida, es monos firme la escritura de Rabaut-Saint-Etienne. La de Talleyrand es tortuosa, y lade Mirabeau recuerda la grande escritura de losgentiles-hombres del siglo XVII, que es una espe-cie de oncial, pero más apretada, en la que la arro-gancia se mezcla con la impaciencia. La firma deISarnave descubre la emoción, y la de Merlin deDouai la obstinación. Comparad la escritura de Fou-quier-Tinville con la del verdugo Sansón, y ¡cuántaanalogía en la brutalidad del trazado! En fin, paramencionar las víctimas después de los verdugos,¿no se siente el observador impresionado de la no-ble firmeza qne revela la escritura de María Anto-nieta escribiendo á madame Élisabeth después desu condenación á muerte? La mano no ha temblado,y los caracteres permanecen siendo por su aspectolo mismo que cuando la mujer era reina: no se des-cubre en ellos ni afectación ni cólera. Esta escritu-ra pertenece á la misma familia que la de CarlotaCorday al ir á comparecer ante sus jueces, y seaproxima, aunque de más lejos, á la de madameRoland.

En materia de escritura no se atiende ya á la ca-ligrafía, sino que nos contentamos con copias cla-ras y legibles. El oficio de escribir, que era un artecuando se necesitaba hacer trascribir un libro tan-tas veces como ejemplares querían poseerse, ycuando era moda agregar á las letras iniciales gra-ciosos y caprichosos adornos para hacer resaltar suforma, no es al presente más que un mísero oficio.Cuanto más adelantamos, remitimos á procedimien-tos mecánicos el cuidado de las trascripciones:cuando no se imprime, se autografía. La litografía yel foto-grabado se prefieren hoy á los mejores co-pistas, porque son más exactos; y hasta la mismafotografía eléctrica encarga á un aparato escribir el

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despacho que recibe. Sin embargo, si se busca larapidez, se manifiesta cada vez más la necesidad declaridad que se hacía sentir ya en el siglo XVI. Enla escritura cursiva la imperfección y la arbitrarie-dad en el trazado ponen á veces bastante a pruebanuestra perspicacia para que no se añada allí la di-ficultad de las abreviaturas, que, salvo un corto nú-mero, han sido destorradas totalmente. No obstan-te, á pesar de las alteraciones que hasta en nues-tros dias ha hecho sufrir á la escritura usual elcapricho ó la falta de destreza, la cursiva conservaen Francia más claridad que entre los alemanes,que han conservado ligaduras abreviativas que nos-otros rechazamos, y prolongado el cuerpo de lasletras de modo que vienen á resultar meros trazos.Más apegados que nosotros á las tradiciones de laEdad Media, nuestros vecinos han conservado en laimpresión el uso de los caracteres góticos, cuyosángulos han suavizado, sin embargo, desde hacedos siglos: antes servíanse aún de una gótica quela Inglaterra y la Francia habían abandonado muchotiempo hacía. Entre muchos pueblos en que la in-fluencia germánica se ha hecho sentir, ha prevale-cido la escritura alemana, al menos en la tipogra-fía; pero la claridad, la pureza, y, como dirían lostipógrafos, el bello ojo de nuestro alfabeto romano yde nuestra itálica, tales como han salido de los pro-gresos del arte, les hacen preferibles al alfabetoalemán. Desde hace algún tiempo se han adoptadopara un gran número de libros impresos on lenguaalemana las letras latinas; y los rumanos, que bajola influencia eslava se sirvieron en un principio delas letras cirilenses, que abanbonaron en seguidapor un alfabeto formado del ruso enriquecido conalgunas letras, han concluido por sustituirle con elalfabeto latino, cuyos derechos sobre su idioma sonseguramente muy fundados, pues que pertenece á lafamilia de las lenguas romanas.

La invención de la imprenta tiene la ventaja dehacer la escritura menos variable que era cuandose trazaba á mano; ha hecho, respecto de la escritu-ra, algo de lo que había verificado por lo que toca allenguaje. Uniformando los estilos, ha dado más uni-dad al modo do formar las letras, y ha facilitado poreste medio las comunicaciones intelectuales. ¿Debecreerse, por esto, que haya hecho imposibles parasiempre nuevas y profundas modificaciones en laescritura, que haya fijado irrevocablemente el alfa-beto é impuesto un trazado cursivo del que seráimposible deshacernos? Al considerar lo generali-zada que se halla la escritura, la multiplicidad de lacorrespondencia, la necesidad para los pueblos ci-vilizados de ponerse cada vez más en relación es-crita unos con otros, seguramente que dan inten-ciones de admitir que llegará un dia en que todoslos pueblos adopten un solo y mismo alfabeto, y

TOMO V.

consecuentemente, un procedimiento uniforme deescritura. Esta unificación gráfica, de la que pudieraconsiderarse como precursora la unificación de losposos y medidas y de las monedas, presenta, sinembargo, grandes dificultades; pero si es apeteciday no imposible, exige al menos la solución previaque muchos otros problemas del mismo género ymuy dificultosos de resolver. Un alfabeto único,sería ya tenor andado la mitad del camino para lle-gar á una lengua universal, pues semejante unifica-ción entrañaría para cada idioma cambios de orto-grafías, y, por consiguiente, de pronunciaciones, quedarían por resultado borrar muchas diferencias en-tre las diversas lenguas. Puede juzgarse de esta di-ficultad por la que ofrece un problema seguramentemenos complejo, cual es la adopción de un mismosistema de transcripciones para representar las pa-labras pertenecientes á las lenguas orientales. Cadapueblo, y casi cada autor, ha adquirido el hábito derepresentar á su manera, y según la ortografía desu lengua, los sonidos que traduce tal ó cual pala-bra de uno de esos idiomas, de representar tal letradel alfabeto árabe ó tibetan, tal sonido chino ó ja-ponés, por una letra ó un conjunto de ellas; reinan-do á este respecto una singular confusión, cuyo re-sultado ha sido desnaturalizar los nombres orienta-les cuando pasan de una á otra población europea.Esto es precisamente lo que sucede con todos esosnombres geográficos que nos suministran los ingle-ses y los anglo-americanos, traídos por ellos de laIndia ó del far-west, bajo el disfraz de su propiapronunciación; nosotros adoptamos su ortografía, yfrecuentemente formamos la idea más falsa de loque son en realidad esas palabras. El problema dela transcripción de los nombres ha ocupado mucho áciertos sabios. El célebre viajero Volney, que, des-pués de Maimieux y de Brosses, intentó componerun alfabeto armónico á propósito para representarto^os los elementos posibles de la palabra, vio fra-casar su empresa.

La solución del problema exigiría que quien la in-tentara se pusiese primero de acuerdo sobre el nú-mero de esos mismos elementos; lo que todavía no seha hecho. Así, mientras que, según un filólogo fran-cés recientemente arrebatado á la ciencia, Mr. Ei-chhoff, el número de las articulaciones simples sereduce á 50, Büttner cuenta más de 300. El des-acuerdo que reina á este respecto ha concluido porhacer abandonar hasta el estudio de la cuestión; yel premio fundado en el Instituto por Volney en fa-vor de quien la resolviera, ha tenido que ser tras-formado en un premio de filología comparada, cuyainstitución ha dado mucho mejores frutos. Se ha lle-gado, no obstante, á un acuerdo respecto de diver-sas clases de sonido ; algunos de los sistemas pro-puestos responden en cierta medida al fin que se

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REVISTA EUROPEA.- -U DE NOVIEMBRE DE 1875. N.° 90fispira alcanzar. Citaré el de un célebre egiptólogoaloman, Mr. Lepsius, al que muchos filólogos conti-núan conformándose, y el de un orientalista francés,Mr. León de Rosny, autor de un erudito trabajo so-bre los alfabetos. Así se ha llegado para la trascrip-ción del alfabeto devanagasi á cierto acuerdo, mer-ced al cual se pueden reproducir bastante fielmentetextos sánscritos, sin tener que recurrir á los carac-teres originales. La unificación de las escrituras cur-sivas ofrece todavía más dificultades que la de los ca-racteres tipográficos, y nos veríamos reducidos, sise tratara de hacer una escritura universal, á mediosartificiales y medianamente arbitrarios; muchos im-plican la adopción de un sistema de trasmisión fo-nética común, que no es menos embarazoso que launificación de los signos gráficos, y para el cualhasta se llega, como tiene lugar en el procedimientode Mr. Sudre, áhacerintervenirel elemento musical.

La unidad de las notaciones para la música pare-ce, en efecto, suministrarnos la prueba de que unsistema común de notaciones fonológicas no es unaquimera; pero la generalización de un método queexige una educación delicada del oido es todavíamás difícil que la de un procedimiento como la es-tenografía, que requiere una gran destreza de lamano. La estenografía, á la cual recurrimos parareproducir los debates de nuestras Asambleas deli-berantes, se halla, por otra parte, muy lejos de adap-tarse á todas las lenguas. Precisamente porque larapidez del trazado exige que se prescinda de la or-tografía, que se limite á representar estrictamenteel sonido, el acuerdo debo ser muy completo en loque toca á la pronunciación de las letras, lo que noes posible entre idiomas de genio fonético muy di-ferente. Seguramente que nuestra estenografía esmuy superior á ciertas taquigrafías usadas en laantigüedad y en la Edad Media. Se podrá simplificarnotablemente los medios de ejecución, llegar áreemplazar, como recientemente se ha propuesto,la mano armada de la pluma por el acto de tocaren un teclado ó por pedales que escribirán en vezdel estenógrafo, y permitirán reproducir un dis-curso con tanta prontitud como se ejecuta un trozode música; mas es muy de temer que se pierda enlal caso en claridad lo que se gane en rapidez, pueshágase lo que se quiera, se tropezará siempre conla dificultad de inventar un sistema de signos quepueda s.er adoptado para todas las lenguas y todaslas pronunciaciones.

Para resolver el problema de una escritura co-mún, parece que se debe volver á lo que era la es-crilura en el principio, á un conjunto de ideogram-mas, en los cuales el sentido fuera independientedel valor fonético que pudiera dárseles; pero el usode estos signos universales de ideas conduciría álos hombres á no servirse más que de una lengua

tan infantil, tan tosca como la que nosotros llama-mos lengua de negros, á la que nos conduce untanto, es preciso convenir en ello, la redacción delos telegramas. Un sistema semejante sería á lo su-mo aplicable á ciertas correspondencias muy ele-mentales y á ciertos cambios muy limitados de ideas;pero no podría prestarse á la composición de lasobras literarias, ni sería aceptable en parte algunadonde importe expresar los matices del pensamientocon claridad, precisión y elegancia.

Como se ve, estamos bastante lejos de una escri-tura universal, tanto, acaso, como de una lenguaúnica; pero si al presente no puede operarse la uni-ficación entre alfabetos radicalmente diferentes ydesde largo tiempo en uso, se puede al menos redu-cir el número de los que existen; se producirá, sinduda alguna, para los sistemas gráficos lo que ya seha producido respecto de las lenguas. Muchos idio-mas tienden á desaparecer para no dejar en la su-perficie del globo sino unos cuantos que concluiránpor dividirse su posesión. Los alfabetos particula-res de ciertas lenguas morirán con estos mismos,y no se contarán en la tierra más que un númeromuy reducido de escrituras. El alfabeto latino haocupado ya el lugar de muchos otros, por la sustitu-ción del uso de una lengua europea á un antiguoidioma nacional.

La historia de la escritura da lugar todavía á unacuestión. ¿El sistema alfabético es la última palabrade los procedimientos gráficos? ¿Hará lugar un (lia áun sistema más sencillo? No lo pensamos, y hé aquílos motivos de esta opinión. No todas las invencioneshumanas son susceptibles de un progreso indefinido,pues encuentran límites en la esencia misma denuestras facultades, cuyo ejercicio facilitan exten-diendo su aplicación, pero sin poder cambiar su na-turaleza. Una vez que una invención ha hecho pro-ducir á la idea sobre que se funda todo lo que estapuede entrañar, debe detenerse, asolutamente comoen geometría sucede, donde una vez descubierto elmodo de evaluación de una superficie ó del conte-nido de un volumen, ya no se puede imaginar otromedio de hacerlo completamente diferente. Muchohemos perfeccionado nuestros procedimientos, enverdad: la industria humana ha hecho en nuestrosdias prodigios; pero hay artes que agotan todos susrecursos, y, pasado cierto término, no se acrecientasu dominio, por más que pueda ser cada dia mejorcultivado. Cuanto más sencillo es por naturaleza unprocedimiento ó un arte, más cerca está del términoque no puede traspasar. Así, en muchas de esascosas que no exigen ni grandes combinaciones ni ungasto siempre nuevo de inteligencia, nos hemosquedado detenidos en el punto en que estaban nues-tros abuelos, y aun la antigüedad. ¿No habían alcan-zado las bellas artes, en tiempo de los griegos, ma-

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N.° 90 F . CHA.HMES. NAPOLEÓN I Y EL REY LUIS. 67

yor altura todavía que tienen entre nosotros? ¿Novemos producirse el mismo hecho en otro orden detrabajos?

La fabricación de una multitud de objetos muysencillos no ha variado, desde hace siglos, más quelo ha hecho la manera de ejecutar las cuatro reglas.El espíritu de invención se aplica á actos más com-plejos, lo cual nos explica por qué las sociedadesen que las necesidades intelectuales y físicas per-manecen poco desenvueltas, en que casi no se co-nocen más que métodos elementales, se detienenpronto en el camino del progreso, pues es precisoque las necesidades del hombre se extiendan, se di-versifiquen y se refinen para que su inventiva sesutilice-y se ejercite. Esta observación nos hacecomprender, dicho sea de paso, por qué los anima-les aparecen estacionarios en sus costumbres, quedesde hace mucho tiempo han sido miradas, nocomo el resultado de conocimientos adquiridos ytrasmitidos por la educación, sino como el efectode un instinto expontáneo, aunque baste observar-les en el ejercicio de su industria para convencersede que á ella aportan inventiva é inteligencia, y mo-difican ciertos pequeños detalles de sus procedi-mientos, según las necesidades del momento. Sien-do las necesidades de los animales, como sus facul-tades, mucho más restringidas que las nuestras, suinteligencia ha hallado pronto sus límites, y no sehan necesitado muchas generaciones para traerlosal punto en que hoy los observamos, que apenaspodrán ya traspasar, por lo que no hay razón paraque veamos en esto una prueba de la expontanei-dad de sus aptitudes.

El hombre ha llegado ya en ciertas cosas á estelímite infranqueable, pero en muchas otras tienetodavía un largo camino que andar. Así como la va-riedad infinita de las formas de actividad de nuestroser intelectual y moral engendra sin cesar necesi-dades nuevas, del mismo modo nuestro genio in-ventor encuentra sin cesar móviles nuevos. La pa-labra en sus diferentes modos de expresión, y la es-critura, que es su manifestación visible, deben en suevolución alcanzar un término final, un estado másallá del que será imposible avanzar, como llegaráun tiempo en que no nos será dado descubrir ennuestro globo comarcas desconocidas. Esas grandesinvenciones, frutos precoces y primaverales denuestra inteligencia, han llegado desde un principioá constituirse con lo que tenían de más esencial, nohabiendo sufrido, en consecuencia, más que lentasmodificaciones, que no son otra cosa que mejora-mientos de detalles, perfeccionamientos secunda-rios, que más se refieren á los instrumentos emplea-dos que al fondo mismo del procedimiento. La es-critura ha atravesado ya las grandes fases de suexistencia, y no le es posible operar metamorfosis

tan profundas como las que lian señalado el pasodel ideogramma al silabismo y de este al alfabetis-mo; y los escasos progresos que todavía puede rea-lizar, parece que no deberán cambiar ni sus elemen-tos ni su sistema.

ALFREDO MAURY.

(Rev%e de deux mondas.)

NAPOLEÓN I Y EL REY LUIS.

M. Félix Rocqiiain acaba de publicar, con el títuloque sirve de epígrafe á estas líneas, la correspon-dencia auténtica, y por esta vez completa, cambiadaentre los dos hermanos desde el 6 de Junio de 1806hasta el 23 de Mayo de 1810. «lisia última carta queos escribo en mi vida», decía el 23 de Mayo de 1810Napoleón á su hermano; y ha cumplido su palabra.Después de lo que había pasado entre ellos, Napo-león y el rey Luis no podían mantener relacionescordiales: vivieron sin verse y sin tratar de encon-trarse; sin embargo, se encontraron una vez todavíaen los dias dé las últimas desgracias, pero su entre-vista fue seca y fria; el lazo que los había unidolargo tiempo se había rolo definitivamente. Napo-león, sin embargo, había amado á su hermano Luis,y quizá había sentido por él, entre todos los demás,un afecto particular.—«Yo os he educado; os hehecho lo que sois.»—Y, en efecto, Napoleón, demás edad que su hermano, se había encargado desu educación y había consagrado á ella sus cuida-dos durante aquellos primeros años en que él mismobuscaba el camino de la fortuna. En Paris, el 6 deSetiembre de 1795, un mes antes del 13 Vendimia-rio, Napoleón escribía á José: «Estoy muy contentocon Luis; responde perfectamente á mis esperanzasy albricio que de él había formado. Es un buen mu-chacho. Entusiasmo, gracia, salud, talento, puntua-lidad, bondad; todo lo reúne. Tú ya lo sabes, amigomió, yo no vivo sino por el bienestar que puedoproporcionar á los mios. Si mis esperanzas son se-cundadas por esa felicidad que no me abandonanunca en mis empresas, podría haceros felices ycumplir todos vuestros deseos.»

Esto es lo que escribía Napoleón á los veintiséisaños, es decir, antes de la gloria. Esta carta escuriosa, sobre todo si se la compara á la larga cor-respondencia que M. Félix Rocquain acaba de pu-blicar.

Se encuentra en la correspondencia publicadapor orden de Napoleón 111; pero no estaban todas, nicon mucho, y M. Rocquain ha descubierto un grannúmero de las más preciosas, que se hallaban com-pletamente inéditas. En estas últimas cartas, Napo-león retira sucesivamente á su hermano todas las

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08 REVISTA EUROPEA.—1 4 I)K NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 90cualidades que antes le había reconocido; todas, ócasi todas, porque no disputa á Luis la bondad: he-mos de ver bien pronto cómo juzga esta bondad ycómo la aprecia. Hé aquí, pues, la opinión del empe-rador: «¡Entusiasmo! ¡gracia! ¡talento! ¡salud! todoscslos dones que una hada bienhechora había reunidosobro la cuna del rey Luis se han desvanecido comoel humo. Luis es flojo, inconsiderado, ridículo, ab-surdo!» Todos estos adjetivos le son brutalmenteaplicados por su hermano. «Yo os creía otro hombredistinto de loque ahora parecéis, exclama de repen-te. Doy gracias al cielo porque puedo pasarme per-fectamente sin vos.» En fin, Napoleón concluye unade sus cartas más largas y más vivas con estas frasespreñadas de amenazas y de injurias: «Luis, vos noqueréis reinar mucho tiempo; todas vuestras accio-nes manifiestan mejor que vuestras cartas intimas lossentimientos de vuestra alma. Escuchad á un hom-bre que sabe más que vos... Con la razón y la polí-tica se gobiernan los Estados, no con una linfa acrey viciada.-»

Las cartas del desgraciado Luis son una queja yun gemido continuos. Se excusa, suplica, implora,llora con una buena fe conmovedora y un acento dedolor1 al que no falta ni elocuencia ni nobleza, por-que tío es su causa tan sólo la que defiende el reyLuis, es la causa de Holanda, de la que se le ha he-cho rey, y cuyos intereses patrocina sinceramente.Cuando él se humilla, cuando pide perdón y acumu-la buenas promesas para el porvenir, no es su co-rona la que defiende, es la independencia de la Ho-landa, lo poco que quedaba al menos de esa inde-pendencia, en otro tiempo tan grande y tan altiva yentonces tan miserablemente rebajada. Se le habíaexigido que fuese holandés y lo era; pero Napoleónjuzgaba que lo era demasiado y que había excedidola medida. ¿Estaba el emperador en lo cierto?

No tenía razón en la política general que seguíaen aquella época; pero tenía en gran parte razóncontra el rey Luis. Sin duda el bloqueo continentalera una locura, y pretender aplicarlo á Holanda conrigor absoluto era materialmente imposible. El es-lado financiero y comercial de la Holanda, en elmomento en que Luis fue nombrado rey, era lamen-table. No era cerrando el mar á los holandeses; noera, como el emperador lo hizo poco después, cer-rándoles la misma Francia, como se podía hacerlessoportar las cargas, cada vez más pesadas, que laguerra les imponía. La Holanda, ya se sabe, no pro-ducía gran cosa; si hubiese sido un país productor,sufriría cruelmente perdiendo todas sus salidas;pero ¡cuánto más debía sufrir una nación cuya in-dustria se reducía á hacer ó facilitar los cambios!

Los holandeses podía decirse que eran los comi-sionistas del mundo entero. Reunidos sobre un suelo(pie habían arrancado al mar y colocados como un

centinela avanzado del comercio europeo, recibíanlas mercancías inglesas ó americanas y las distri-buían en el continente: en cambio esparcían por to-dos los mares las mercancías de la Europa. ¿Quéiba á ser de la Holanda si se le cerraba á la vez elcontinente y el mar?

Esta fue la suerte, sin embargo, que la asignó elemperador; y al mismo tiempo este pobre país sevio obligado á mantener y á aclimatar sobre susuelo tropas francesas cuyo número variaba, peroera siempre considerable, y á proporcionar á losejércitos imperiales soldados que Napoleón siemprejuzgaba pocos. Luis se quejaba sin cesar y se es-forzaba en alejar las tropas francesas que debíamantener; pero Napoleón no le escuchaba y nopensaba naturalmente más que en el interés de suvasto imperio. Luis pedía dinero; Napoleón lo rehu-saba riñendo, y declaraba terminantemente que norenunciaría nunca al sistema de hacer vivir, sus tro-pas á expensas del país que defendían. «Levantadun ejército holandés, decía Napoleón, y yo retiraréuna parte del mió.»

Pero la Holanda era un país poco militar, y Luisno sabía cómo arreglarse para sacar más soldados.¡Estableced las quintas! aconsejaba el emperador.¡Las quintas! ninguna palabra podía sonar peor enlos oidos de los holandeses. Nos engañamos: otraera más impopular todavía; era la reducción de larenta. Sin embargo, el emperador no vacilaba yrepetía sin cesar en sus cartas á Luis que era pre-ciso reducir á una tercera parte la renta pública.«¿Es preciso que me vaya? respondía tristementeLuis. Consiento en ello voluntariamente, con tal queno deje detrás de mí la fama de haber hecho trai-ción... No hay más que una cosa que yo no puedahacer, que no haré jamás, y es la bancarota. Esinútil y también funesta á la hacienda, al Estado, ámi y á vuestro nombre.»

Después de la anexión de la Holanda al Imperio,la primera medida de Napoleón fue precisamente el.reducir la renta á una tercera parte. El consejo quedaba á Luis estaba, pues, dispuesto á seguirlo élmismo, y él no era hombre que retrocediera comosu hermano ante los obstáculos que se opusieran ásus designios.

Pero lo que Napoleón ha podido hacer, ¿era Luiscapaz de llevarlo á cabo? Es muy dudoso. Luis notenía ni el prestigio ni la fuerza del emperador;tampoco disponía de sus recursos. Napoleón redujola renta, es verdad, pero en cambio hizo pagar in-mediatamente los atrasos de dos años, lo que paraun gran número de pequeños rentistas alivió ex-traordinariamente el rigor de la reducción. La líneade aduanas que las separaba se levantó muy pronto.

Si la Holanda perdió una independencia que noera más que nominal, adquirió en cambio ventajas

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N.° 90 F. CHARMES.—NAPOLEÓN 1 Y EL REY LUIS. 69considerables, dada la miseria en que se hallaba, liéaquí por qué Napoleón podía hacer lo que no hubierasido posible para Luis á no convertirse en un sen-cillo prefecto del imperio; pero Luis quería ser rey,rey serio, rey de un país poco extenso, pero libre;aspiraba á gobernarlo y á administrarlo paternal-mente, y el emperador le replicaba entóneos concólera y desprecio: «Veo con dolor que no poseéisla gran política». ¡La gran política no pertenece átodo el mundo! No era tan sólo el carácter dulce yhonrado del rey Luis el que le prohibía usar de losmedios poco escrupulosos que eran 1'amiliares á suhermano; su situación no le permitía tampoco re-currir á ellos, por la falsedad de su origen, lo cualfue para él un largo martirio.

Así, pues, ¿en qué tenía razón el emperador con-tra Luis? En que Luis se esforzaba ciegamente enno comprender la falsedad de su situación y se obs-tinaba en ser un buen rey, un soberano modelo,padre de un pueblo, benévolo para sus subditos,amado por ellos, y reinando con cierta pompa ino-fensiva, propia solamente para alegrar ios ojos éinspirar un tierno respeto. Quería hacerse coronarsolemnemente: so rodeó de una guardia, fundó unaorden de caballería; rey de un pequeño pueblo, queno tenía apenas soldados, creó mariscales. El em-perador so indignaba cuando sabía estas noticias.Su propia corte, tal como la había dorado é ilumi-nado, ha parecido á la posteridad bastante ridi-cula, sin que él se hubiese quizá apercibido de ello.Pero cuando veía á su hermano imitar institucionesde las cuales él pretendía reservarse el monopolio,el punto cómico de todas estas creaciones artificia-les le aparecía de súbito y escribía bruscamente:—¡Queréis, pues, ponerme en ridículo!—Había indu-dablemente recomendado á su hermano que hiciesecolocar del modo que fuera posible «un trono enuna sala de su palacio.» Un trono siempre está bienen un palacio; pero esto es lo suficiente para mani-festar que se es rey. ¿El coronamiento? ya veremosmás tarde.¿Una guardia? eso cuesta demasiado caro,y no es bueno más que para los grandes soberanos.¿Una orden de caballería? «En cuanto á vuestrascondecoraciones que ofrecéis á todo el mundo,decía el emperador, mi intención es que nadie laslleve en mi presencia, estando resuelto á no llevar-las yo mismo. Si me preguntáis la razón, os diréque vos no habéis hecho nada todavía para merecerque los hombres lleven vuestro retrato.» ¿Marisca-les? con esto sobre todo es con lo que el emperadorse indignaba. «¿Creéis, exclamaba, que un general dedivisión francés consentiría en ser mandado por unmariscal holandés? Vos remedáis la organización dela Francia, cuando os encontráis en condicionesmuy distintas. Comenzad por establecer una quintay tener un ejército.» Tal es lo que siempre se lee

en las cartas de Napoleón: reniega con dureza deeste reinado piadoso con que Luis había soñado. Apesar de todo, Luis persistía en su sueño, y el empe-rador perdía su tiempo en repetirle: «¡Energía!¡energía! No se ejecuta el bien de los pueblos sinodesafiando la opinión de los débiles y de los igno-rantes.» Los débiles y los ignorantes eran, á los ojosdel emperador Napoleón, aquellos que anteponíanel interés particular de su fortuna, ó de su ho-nor y de su vida, al interés de la gloria y del éxito:eran todos los holandeses, todos los subditos delinfortunado rey Luis, que, colocado entre un puebloy su hermano, no sabía á qué partido quedarse. Éltemía menos, hagámosle esta justicia, hacer des-contentos que desgraciados: los descontentos po-drían ser obligados á callar, pero los desgraciadossufrían y torturaban el corazón del rey. «Dejadgritar á los comerciantes, decía el emperador;¿creéis que los do Burdeos no gritan?... Vos go-bernáis como un capuchino... Parece que queréishacer la corte á todo el mundo... Cambiad de con-ducta; no os dejéis seducir por prevenciones ridi-culas, y tened por amigos los antiguos amigos de losfranceses. Se os dirá que son detestados: ¡tontería!Lo mismo se decía en Francia de mis generales, demis ministros, de los senadores, de los consejerosde Estado. Vos que habéis asistido en Paris á todolo que he hecho, ¿no habéis visto nada?»

Luis se sentía cada vez más impotente para seguirlas instrucciones que se le daban con un tono tanimperativo, y sin embargo, preciso es confesarlo,Napoleón estaba en su derecho dándolas, porque élno había enviado á Luis á Holanda para hacer la fe-licidad del uno y de la otra, sino para tener en Ho-landa un rey y un hombre suyos. En el estado vio-lento en que la política imperial había puesto alcontinente; en medio de osa guerra absurda, peroseguida por los medios más desastrosos, la Holandaera\in punto delicado y sensible donde el bloqueodebía ser mantenido con tanto más rigor, cuantoque su aplicación era más difícil y el contrabandose hacía más fácilmente. «¡Impedid á la piel traspi-rar!» exclamaba Luis con desesperación. La compa-ración era justa, pero no era lo bastante para desar-mar al emperador. Sí, era preciso, aun á riesgo deahogar, impedir que la piel traspirase: Napoleónhabía jurado vencer á la Inglaterra con el uso deeste sistema implacable. Luis ¿no lo sabía? ¿Igno-raba aceptando esta corona los compromisos tácitosque contraía? No había reflexionado bastante quizá,y cuando se encontró enfrente de la tiranía, á lacual se le condenaba, su alma la rechazó. Napoleónlo exhortaba á manifestar más valor. Hacía brillarante sus ojos las perspectivas seductoras, pero leja-nas, de una paz ventajosa que volvería á la Holandatodas sus colonias. Pero ora preciso, para gozar los

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beneficios de esta paz, que la Holanda hiciese gran-des sacrificios, y la Holanda estaba agotada. Hé aquidónde estaba la falsedad de la siluacion. Luis teníarazón en contra de su hermano cuando decía que laHolanda había agotado ya sus fuerzas, y éste sufríael primero la lógica implacable de su sistema cuandorespondía con nuevas exigencias. Algunas de suscartas, si se prescinde de los términos duros contraLuis y las expresiones triviales, son ciertamente muybellas. «Levantad guardias nacionales para defendervuestro país, escribía el emperador. Pagad á mistropas. Pedid muchas quintas á la nación. Un prín-cipe que el primer año de su reinado pasa por sertari bueno, es un príncipe de quien todos se burlaránel segundo. El amor que inspiren los reyes debe serun amar varonil mezclado de un respetuoso temor yde una gran opinión y aprecio. Cuando se dice queun rey es un buen hombre, está perdido.» Este len-guaje tiene gravedad y elevación, y si se tiene encuenta que iba dirigido á un príncipe notoriamentedébil 6 indeciso de carácter, se reconocerá que noestaba fuera de lugar.

Mas hé aquí donde aparece bien clara la diferenciade los dos hermanos: el uno no comprendía el poderreal siin una fuerza inflexible para sostenerlo; elotro quería sostenerlo más bien por la dignidadmoral y por el respeto á los deberes encomendadosá un soberano. El primero de estos deberes para elrey Luis era la fidelidad á su pueblo, fidelidad estre-cha y duradera, inquebrantable, eterna. Despuésde la caida, Luis echó de menos con frecuenciala corona é hizo algunas tentativas para que Napo-león se la volviese, sentimiento que sería un pocomezquino después de todo lo que había pasado, siLuis, rey de Holanda, no hubiese rehusado noble-mente una corona más brillante y que parecía en-tonces más apetecible: la corona de España. «Elclima de la Holanda no os conviene, escribía elemperador á su hermano el 27 de Marzo de 1808.Por otra parte, la Holanda no acierta á salir de suruina. En este torbellino del mundo, que la pazvenga ó no venga, no hay medio de que pueda sos-tenerse. En este estado de cosas, yo pienso en vospara el trono de España. Vos seréis soberano deuna nación generosa de once millones de habitantesy de colonias importantes... Respondedme categó-ricamente. Si os nombro rey de España, ¿lo acepta-reis? ¿Piuedo contar con vos? Como sería posible quevuestro) correo no me encontrase ya en Paris y seriaprecisoí entonces que atravesase la España pormedio de peligros que no se pueden prever, con-testadme solamente estas dos palabras: «He recibidovuestra carta de tal dia; respondo que si, y enton-ces comprenderé que haréis lo que deseo, ó no', loque significará que no aceptáis mi proposición.» Luisno vaciló, y contestó-que nó. En sus Memorias nos

da á conocer cuánto le había herido esta oferta de suhermano. «Yo no soy su gobernador de provincia,dice. ¿Con qué derecho voy á exigir juramento defidelidad á otro pueblo si no soy fiel al que he pres-tado á la Holanda cuando subí al trono?» Talespalabras y tales sentimientos rehabilitan al rey Luisy le elevan moralmente por encima de su hermano.Tenía el honor más delicado. No podía resolverse ámirar su trono de Holanda como una prefectura quese deja para ascender. Él lo tomaba para siempre.Nada le puede honrar más, pero nada muestra mejorhasta qué punto se hacía ilusiones sobre el papelque se le había confiado. Leyendo atentamentela carta del emperador, podría convencerse ¡ay! deque si la anexión de la Holanda á la Francia no es-taba resuelta todavía, el pensamiento había nacidoya en el espíritu de Napoleón. Al lado de aquellasresoluciones prontas y repentinas, ejecutadas tanpronto como habían sido formadas, Napoleón teníaotras que preparaba de antemano, que alimentabaen silencio, sobre las cuales su voluntad vacilabamucho tiempo antes de pronunciarse desuna maneradefinitiva, pero que tarde ó temprano llegaban áser más firmes y más puras, y eran bruscamenteconvertidas en actos. Así fue como el emperadorpreparó su divorcio con Josefina, y también laanexión de la Holanda y el despojo de su her-mano.

Parece que ya desde un principio se había im-puesto la tarea de disgustar á Luis de su triste co-rona á fuerza de hacerle sentir el peso por mediode humillaciones, cada dia más difíciles de devorar.No es solamente la vida pública de Luis lo que élataca y lo que pone en ridículo; es también su vidaprivada; ¡busca querella con el hombre, con el ma-rido de la reina Hortensia tanto como con el rey, yen qué términos! «Tenéis la mujer mejor y más vir-tuosa, y la hacéis desgraciada. Dejadla bailar cuantoquiera, pues es propio de su edad. Yo tengo unamujer que tiene cuarenta años; desde el campo debatalla la escribo que vaya al baile; ¿y vos queréisque una mujer de veinte años que aún tiene todaslas ilusiones, viva en un claustro y esté como unanodriza siempre cuidando á su hijo? Sois demasiadoegoísta en vuestra vida privada y muy poco envuestra administración. No os diría esto sin el in-terés con que os miro. Haced feliz á la madrede vuestros hijos. No tenéis más que un medio,que es el de darla pruebas de mucha estimacióny confianza. Desgraciadamente, tenéis una esposademasiado virtuosa; si tuvierais una coqueta, ellaos conduciría por las narices; pero poseéis una mu-jer orgullosa, á quien la sola idea de que podáisformar de ella mala opinión subleva y aflige. Oshabría hecho falta una mujer como las que yo co-nozco en Paris. Ella os tendría sujeto á sus pies. No

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N.° 90 F . CHARMES. NAPOLEÓN I Y EL REY LUIS.

es. culpa mia, lo he dicho frecuentemente á vues-tra esposa.»

Se ve que no es solamente al rey á quien el em-perador daba consejos, sino también á la reina. Noentraremos á investigar cuál de los dos los seguíamenos. Pero ¡quién no compadecerá á aquel que re-cibe semejantes lecciones y que no puede respon-der más que con desgarradores lamentos! Un dia,por ejemplo, Luis, en el colmo del dolor, escribía ásu hermano: «Aunque yo haya estado ligado á lavida, porque tengo deseos moderados y hubierapodido gozar algunos dias tranquilos, pienso que silos moribundos son dignos de compasión, los muer-tos son bien felices.»

No relataremos los detalles políticos que hanacompañado al fin de esta lenta agonía. Mr. Roc-quain ha hecho preceder la correspondencia quenos muestra de un estudio muy bien hecho, donderesume y explica todos estos hechos tales comoaparecen de los documentos que ha publicado. Ho-landa fue absorbida por la Francia. Se encontrarála historia de. la residencia de Luis en París , de lavigilancia ejercida sobre él por la policía, de la pro-hibición de volver á Holanda hasta el instante enque el desmembramiento se consumó. Napoleón es-cribió entonces á su hermano para hacerle obser-var su longanimidad.

Hubiera podido tomar el todo, y no habia tomadomás que la parte. «Todas las razones políticas, dice,me pedían que reuniese la Holanda y la Francia.Pero veo que esto os causa tanta pena, que por laprimera vez voy á plegar mi política al deseo deproduciros un placer... Que lo que ha pasado ossirva para el porvenir.» Luis volvió con estas bue-nas palabras; dio gracias al emperador por la con-servación de la Holanda. A la verdad, lo que queda-ba de la Holanda pudiera considerarse como unpedazo que se reserva para más tarde. Algún tiempomás adelante , Napoleón escribía que «la Holanda,débil, sin alianza, sin ejército, podía ser conquistadael dia que eso le viniera bien. La frase traducía de-demasiado fielmente su pensamiento, y la borrópara escribir en su lugar: «el dia en que ella se pu-siera en oposición directa con la Francia.» Mas es-taba bien claro que la oposición aparecería tanpronto como á él le conviniera , lo que, en efecto,no dejó de suceder. Una imprudencia ligera, unadisputa frivola en medio de una nación indigna-da , se convirtió en un insulto á las «águilas» fran-cesas, y sirvió de pretesto. Las «águilas» entraronen Amsterdam, y el rey Luis se ocultó como un reyde comedia, sin que se pudiese saber durante algu-nos dias dónde habia ido. «Yo no temo más que unacosa por el rey , escribía Napoleón á Jerónimo , yes que esto lo haga pasar por loco: hay en su con-ducta un tinte de locura. Si sabéis dónde se ha ocul-

tado, le haréis un servicio en obligarle á volver áParís y á retirarse á Saint-Leu, cesando de ser larisa de la Europa... La familia tenia mucha necesi-dad de su juicio y buena conducta. Esto no darámuy buena opinión de ello en Europa.» En fin, sellega á tener conocimiento de la presencia de Luisen las aguas de Teplitz en Bohemia. «Como vos ha-béis debido experimentar mucha inquietud con sudesaparición, escribió el emperador á su madre, nopierdo un momento en daros esta noticia, que ostranquilizará. Su conducta es tan extraña , que nopuede explicarse sino con su enfermedad.»

Asi debió terminar esta aventura real de Luis Bo-naparte. No hemos querido señalar aquí más que laoposición que existe entre el carácter generosopero débil de este príncipe, y el carácter duro yfirme del emperador; entre el talento distinguidopero incoherente y vago del rey de Holanda, y e\talento recto, sencillo, algunas veces trivial y gro-sero, pero admirablemente sólido y preciso, de suterrible hermano. Se concluye turbado, conmovido,inquieto y perplejo la lectura de las cartas de Luis:se diría que las cartas de Napoleón están escritascon saca-bocados. Sin temor de equivocarse, se po-dría decir que estos dos hombres no estaban hechospara colaborar á una misma obra política. Luis hu-biera sido un buen rey, aplicado, concienzudo yfeliz, sin duda, en un tiempo ordinario; su destinoha sido estrellarse contra dificultades que la buenavoluntad sola no podía resolver. Napoleón marcha-ba á su objeto rompiendo los obstáculos, y cuandosu hermano se le ha presentado como obstáculo, loha roto. Sin embargo, él no alcanzó su objeto y fueroto también. El uno ha sido desacertado en suconducta; el otro insensato en sus proyectos, y sucaida ha mostrado que si la honradez no puedenada sin la decisión del talento y del corazón, elgemí mismo fracasa en sus empresas si no tienemoderación y sentido común. ¡Lucha curiosa la deestos dos hombres! Porque hay entre ellos lucha dedos naturalezas, y Luis tuvo también un momentola puerilidad culpable de creer que podría soste-nerla con las armas. En adelante la historia de estossucesos nos es ya bien conocida, y la publicaciónde M. Rocquain nos revela las más minuciosas vi-cisitudes.

FRANCISCO CHAMES.

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REVISTA EUROPEA.—H DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N,° 90

CRÓNICA CIENTÍFICA.

EL GRAN TELESCOPIO DEL OBSERVATORIO DE PARÍS.

Astronomía: El Observatorio de París.—El gran telescopio de 1 metro20 centímetros de abertura. — Ojeada retrospectiva.—Los telescopios ylos diferentes sistemas.—Telescopio de Herscbel.— El Levialhan de lordKo°«ie.,—El telescopio de Melbourne.—Los instrumentos monstruos.—Caíioms de la Edad Media.—Por qué no ve nada un cualquiera con ungran telescopio.—Aprendijaje necesario á los astrónomos.— La cues-tión de los espejos metálico!» y los de cristal plateado.—Examen delimevo telescopio del Observatorio de París,

Acaba de montarse en el Observatorio de Parísuno de los telescopios más hermosos que existenen el mundo. No diremos, como han dicho algunoscon sobrada ligereza, que es el más grande y el máspoderoso de los telescopios actuales, porque sola-mente usándolos se pueden juzgar estos gigantescosinstrumentos, y apenas si está terminado el nuevotelescopio; pero en todo caso se puede decir sinexageración que el telescopio de París es el másperfecto y mejor concluido que posee actualmentela ciencia, incluso el magnífico instrumento que laSociedad Real de Londres hizo construir en 1869para el Observatorio de Melbourne.

El Observatorio de París no había tenido nuncaun telescopio poderoso. El telescopio de 50 centí-metros de diámetro, construido por M. Foucault en1862, se mandó á Marsella. Pero el aparato de queactualmente dispone es único en su género, y conrazón despierta la curiosidad de los inteligentes.

Este gran telescopio, construido por los señoresEichens y Martin, ha sido colocado casi en el cen-tro del jardín del Observatorio, en una especie de(•aja do 10 metros de altura por ocho de larga. Estagran caja de madera está montada sobre ruedasque giran sobre rails para dejar al aire libre el apa-rato cuando se trata de operar. La caja esta cerra-da por todas partes, exceptuando por el lado delSur, en el que existe una gran puerta, cuyos ba-tientes se doblan como un biombo para dejar pasoal instrumento.

En el centro de la enorme caja se alza el teles-copio inmoble sobre su pedestal de piedra. Pero¡quó telescopio! ¿Es realmente un telescopio? sepregunta quien por pi-imera vez lo ve. ¿Es realmen-te un instrumento astronómico? Tan acostumbradosestamos á ver en astronomía instrumentos de for-ma deificada, que el aspecto de este es el más á pro-pósito ¡para inducir á error. Al entrar en la enormecaja, parece que se encuentra uno en la cámara delas enormes máquinas que mueven en la actualidadlos grandes vapores trasatlánticos. Créese ver lashielas y manivelas y los enormes ejes de las má-quinas de buque. Masas de hierro forjado elevándo-se á nueve metros del suelo; una cosa enorme,aplastadora. Los asombrados ojos contemplan el

enorme tubo de -t"'2O do diámetro y 7 metros delargo, que, colocado sobre sus ejes, parece suspen-dido sobre la cabeza del visitador como pesado ca-ñón de marina. Todo aquello es mecánica grande yal mismo tiempo mecánica de incomparable preci-sión. Un aparato de tal manera gigantesco y com-plicado no se describe; es necesario verlo. Pero áfin de que pueda formarse idea aproximada de esteinstrumento, recordaremos brevemente en qué con-siste un telescopio.

No se debe confundir el telescopio con el an-teojo astronómico. Reducido á sus elementos mássencillos, el telescopio se compone de un tubogrueso abierto por un extremo y cerrado por elotro con un espejo reflector parabólico. Los rayosdel astro que se observa, entran por la abertura yllegan al espejo del fondo, que los refleja en unpunto único, en,el foco, donde se forma la imagendel astro. En la abertura grande se encuentra unocular que mira al instrumento; con este ocular deaumento, el astrónomo observa la imagen reflejadapor el espejo. Tal es el telescopio llamado frontvien ó telescopio de Herschel. El astrónomo ve elastro dirigiendo la mirada al interior del instru-mento como al fondo de un canon. Gregory adoptóotra disposición: dejó una abertura en el fondo delespejo, y colocó en el foco un reflector paqueño.La imagen reflejada por el espejo grande la mandael reflector pequeño á un ocular de aumento, ha-ciéndose las observaciones por la parte interior deltelescopio. El aparato construido de esta manerase conoce generalmente en la actualidad con elnombre de telescopio Cassegrain, y este sistema seadoptó para el gran telescopio de Melbourne.

Hoy se construyen con preferencia los telescopiosdel sistema newtoniano (1). La imagen reflejadapor el grande espejo parabólico , se reproduce enun espejito colocado en la parte superior del tubo,cerca de la abertura, y este espejito , que tiene laconveniente inclinación, la manda al ocular coloca-do lateralmente.

En la actualidad se montan los telescopios para-lácticamente. Es decir, que el tubo se coloca sobreun soporte longitudinal colocado en la meridiana ycon la inclinación del eje del mundo. Además, eltubo puede girar alrededor del soporte y moversetambién en su plano propio. Fácilmente se com-prende la razón de este doble movimiento. Las es-trellas, en su movimiento aparente, describen circu-ios alrededor del eje del mundo, y para poder ob-servarlas cómodamente, es indispensable que el te-lescopio describa también un círculo alrededor deleje del mundo. En cuanto al movimiento de alto

(i) Newton construyó el primer telescopio en 1672, poniendo enpráctica una idea emitida ya por el I». Mersenne en t639, y por Gregoryen 1666.

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N.° 90 E. PARV1LLE. EL TELESCOPIO DEL OBSERVATORIO DE PARÍS. 73abajo y vice-versa que el telescopio tiene en su mis-mo plano, desde luego se comprende que es obli-gatorio; de otro modo solamente podría dirigirse elinstrumento á determinado punto del cielo.

Tal es el telescopio. Cuando es pequeño, fácil-mente se obtienen los movimientos de inclinación yde rotación necesarios,'por medio de un mecanis-mo de relojería; pero cuando se le dan dimensionesgigantescas, es necesario apelar á todos los recur-sos de la mecánica moderna para vencer la dificul-tad, porque apenas se concibe que se muevan masasmonstruosas con la delicadeza de un reloj de bol-sillo.

Daremos algunos detalles sobre el nuevo telesco-pio. El tubo que amenaza aplastar la cabeza del vi-sitador es de hierro forjado, formándolo anillosajustados y atornillados con precisión matemática.Tiene 7™ 30 de largo y pesa 2.200 kilogramos. Enun extremo el espejo, en el otro el ocular y el indi-cador, y además un contrapeso de 800 kilogramos,necesario para el equilibrio.

El soporte, que se dirige oblicuamente á manerade enorme biela de máquina de vapor, pesa 2.600kilogramos. El aparato en conjunto pesa cerca de49.000 kilogramos, ¡casi 20 toneladas! Necesario hasido un complicado sistema de andamios para mon-tar el instrumento, como si se tratase de una de lasgrandes máquinas modernas.

Veamos ahora lo maravilloso de esta construcciónastronómica: Cuantos han aplicado la vista á unfuerte anteojo astronómico, han podido observarque apenas se ve una estrella, desaparece arras-trada fuera del campo del instrumento por el movi-miento de la tierra. Necesario es para observar queel telescopio gire también y siga al astro automáti-camente á medida que aquel huye. Ahora bien, sola-mente un reloj puede imprimir al telescopio un mo-vimiento de rotación bastante uniforme para man-tener el astro en el campo de visión; y, en efecto,un reloj sirve de motor á esta masa de hierro quepesa varias toneladas. Un admirable mecanismocomunica el movimiento al enorme tubo que gira enel espacio alrededor de su eje, como la aguja en laesfera del reloj; ¡esfera de 15 metros de diámetro,aguja de 12 toneladas de peso!

Todo el sistema está tan perfectamente equilibra-do, es tan dócil, que poniendo la punta del dedoen una manivela, hemos podido hacer girar la enor-me masa. Es una verdadera obra maestra de mon-tura y ajuste.

El ocular está colocado en la boca del instrumen-to y puede girar alrededor del tubo para estar másá la mano del astrónomo. Como está colocado áocho metros de altura, ha sido necesario construiruna escalera de hierro, de elegante espiral, colo-cada sobre una plataforma movible. Desde lo alto

de ella puede el astrónomo observar cómodamente.La escalera gira alrededor de su eje, arrastrando ensu movimiento el balcón superior, pudiendo porconsiguiente el astrónomo dar vuelta alrededor dela abertura del telescopio.

Cuando se quiere emplear el aparato, se haceavanzar la caja de Sur a Norte, quedando descu-bierto el telescopio. Se empuja la escalera sobrecarriles perpendiculares á los de la caja; pero comotiene que girar alrededor del telescopio, ha de ha-cerlo sobre carriles circulares. Por medio de unapequeña aguja de ferro-carril se cambia la vía; unasruedas que se han mantenido levantadas hasta en-tonces, se bajan, levántanse las primeras, y la es-ealera-wagon entra sin dificultad en su vía curva.Tres hombres bastan para el servicio del telescopioy para empujar la escalera, porque, de cuarto encuarto de hora, el inmenso tubo gira lo bastanteliara que el astrónomo no llegue al ocular.

La potencia del nuevo aparato permite obtenerun aumento de 2.400 diámetros, pudiéndose ver laluna á treinta leguas de la tierra; pero la visión se-ria mala en estas condiciones. Probablemente jamásse apelará á este aumento, porque es necesario te-ner en cuenta otro instrumento que se llama el ojo.La relina tiene próximamente de dos ó tres milíme-tros cuadrados de superficie, y para ver con clari-dad, es indispensable que la imagen que se pintaen ella ocupe toda su superficie, y llevando dema-siado lejos el aumento, se excedería este límite.Sin duda se adoptará—nada se puede asegurar aunsobre esto—el aumento de S00 diámetros. Con unaumento de 200 veces, solamente se ve un espaciode cielo de doce minutos de arco, es decir, un trozocasi como la mitad de la luna próximamente; con2.400, solamente se vería un minuto de arco. Ha-ránse oculares comprendidos entre 260 y 1.200 au-máhtos.

El espejo, de lm20, no es metálico como el delmagnífico instrumento del Observatorio de Melbour-ne, sino del sistema Foucault, de cristal plateado.Aunque en Inglaterra no está dilucidada aún la cues-tión, creemos, sin embargo, que el espejo de cristalde Foucault ofrece ventajas sobre el espejo metá-lico. La comisión de la Sociedad Real prefirió parael telescopio de Melboume un espejo metálico, yresulta de los experimentos de M. Jamin sobre lareflexión de los rayos luminosos, que un espejocomo el de Melbourne refleja por término me-dio 0'64 de la luz incidente. Después de la reflexiónsobre el espejito del sistema Cassegrain, el obser-vador no recibe más que 0'46 de la luz que emite elel astro. Los experimentos de M. Wolf demuestranque un espejo de cristal plateado, después de seisaños de haber recibido el plateado, refleja 0'92 dela luz incidente, y, teniendo en cuenta la segunda

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74 REVISTA EUROPEA. 1 4 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.°90

reflexión sobre el espejito inclinado, un instrumentode las dimensiones del de Melbourne debe mandaral observador 0'80 de la luz emitida por el astro,algo más del doble de la que dan los espejos me-tálicos.

Kl gran telescopio de Melbourne no debe dar másluz que un objetivo de 98 centímetros de abertura,y tiene Jm22 de diámetro. Un espejo de cristal pla-teado de 90 centímetros, en vez de 1""22, daríala misma cantidad de luz que el espejo metáli-co de Melbourne. La experiencia decidirá en úl-timo «aso sobre esto. Puede añadirse que el re-flector de cristal de Dorpart, midiendo O"124, ri-valiza con el de 18 pulgadas (0m45) de Herschel, yel anteojo de Poulkowa (0m38 de abertura), con eltelescopio de cuatro pies (1ra 22) de Loisel. El an-teojo de Darrest, en Copenhague (0™28), sobrepujaal telescopio de 18 pulgadas de Herschel, y casi¡guilla al Leviathan (1ra 83) de lord Rosse. Segúnesto, parece demostrado que un objetivo de abertu-ra igual á la unidad equivale á un espejo metálicode lm35 de abertura (1).

El espejo de León Foucault puede retocarse fácil-mente, y es mucho más ligero que el espejo de me-tal. Cuando se deslustra su superficie, se puede lim-piar y hasta platear de nuevo el cristal sin quesufran alteración sus propiedades ópticas.

No sucede así con el espejo metálico. Para tras-ladar desde Inglaterra á Melbourne el espejo metá-lico en -1870, tuvieron la precaución de cubrirlo conuna capa de pez; pero no por esto dejó de filtrarsehasta el metal el agua del mar, siendo por tantonecesario pulimentarle de nuevo. M. Lesueur, des-pués M. Mae-George, y últimamente M. Elleng, hantratado sucesivamente de devolverle las propieda-des que poseía al salir de los talleres de M. Grubb.Creemos que los trabajos no han terminado aún ásatisfacción del astrónomo, y se habrán de hacer to-davía algunos retoques. ¿Quién no conoce las fati-gas ele ITerschel para pulir sus espejos? Construyópor sí mismo hasta 200 espejos newtonianos desiete pies ingleses (2m 13 de foco), 150 de 10 pies(3™ 5) y 80 de 20 pies (6" 94) (2). «Cuando Hers-chel empieza á pulimentar su espejo, dice Lalande,tiene para diez, doce y hasta catorce horas de tra-bajo continuo; no lo abandona un instante, ni si-quiera fiara comer, recibiendo de manos de su her-

(1) La Hucha entre anteojos y telescopios continúa aun. Desgracia-

damente, es muy difícil construir objetivos enormes; á no ser asi, con

vendría recurrir á los anteojos. Se puede tener seguridad en un anteojo

cuando está bien construido, y el telescopio es uu instrumento caprichoso:

el espejo se deslustra; ocurren flexiones en las piezas de sostenimiento y

se altera el eje óptico. En el Observatorio de París se empieza actual-

mente á construir un anteojo (le 17 metros SO de longitud.

(2) Estos espejos metálicos son de bronce: 67 de cobre y 35 do es-

taño, con un poco de lalon, pl«t«, arsénico y platino.

mana los alimentos, sin los cuales no podría sopor-tar tan continuada fatiga; por nada del mundoabandonaría Herschel su trabajo, porque, según él,equivaldría esto á perderlo.»

Seguramente el telescopio del Observatorio deParis, si no es el mejor que existe, puesto que aúnno está demostrado, no es desde luego el másgrande. En esto ocurre algo parecido á lo que hasucedido con la artillería.

En otras épocas se construyeron cañones más gi-gantesco que los actuales de murallas, que hoy sonasombro universal. Recordaré el cañón de los Países-Rajos, Tolle-Grete, Margarita la Rabiosa, de 5m S delongitud, de un metro de diámetro y 0™64 de cali-bre; el Mons-Meg de Escocia, que se conserva aúnen el castillo de Edimburgo, de 4 metros de largo y de0»>73 de diámetro; el Messe-Pourrie, de Brunswick;el canon de Moorshedabab, de 5 metros de largo;el cañón del Renegado Urbano, también de variosmetros de largo, etc. Estos cañones no tienen al-cance en comparación del de las piezas modernas,aunque estas son mucho más pequeñas. Lo mismosucede con los telescopios actuales, que siendo mu-cho menos voluminosos que los antiguos, tienenuna potencia muy superior á la de aquellos. El te-lescopio de Herschel tenía 12 metros de longitud ylm 47 de abertura. El hermoso telescopio de lordRosse, colocado en su parque de Parsontown, en1848, tenía proporciones realmente gigantescas.Este instrumento, al que se dio el nombre de Le-matñan, mide 16m60 de largo; el espejo tiene 1ra 82de abertura y pesa 3.809 kilogramos. Costó 300.000francos (1) y es el más grande de cuantos se hanconstruido hasta ahora; pero no es el más poderoso,á pesar de que alcanza aumentos de 6.000diámetros.

Inútil es decir que el famoso telescopio de Hers-chel, en el que se podía bailar, pertenece á la fá-bula. Apenas si en el telescopio de Slough se podríaentrar encorvándose. Algunas memorias de la épocadicen que se confundió al astrónomo Herschel conel cervecero Maux, y al telescopio con la enormecuba en que fabricaba la cerveza.

Los telescopios construidos desde hace algunosaños, aunque gigantescos, aún no llegan á aquellascolosales dimensiones, y son, sin embargo, máspoderosos. Hé aquí el peso y dimensiones del teles-copio de Melbourne, único que puede compararsehoy al de Paris.

Espejo y montura, 1.S90 kilogramos; tubo (partemaciza), 590; tubo (parte hueca), 620; eje polar(cuatro metros de largo), 1.450; eje de declinación(tres metros de largo), 680; centro (peso), 2.130;accesorios diversos, 4.180. Total, 8.240 kilogramos.

( i ) Con este instrumento ha hecho lord Rosse sus interesantes ob-

servaciones sobre la nebulosa <Ie Orion, sobre el calor lunar, etc.

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N.°90 J . VILANOVA. ORIGEN Y VICISITUDES DE LA TIERRA. 75

El telescopio de Melbourne pesa mucho menosque el de París, á causa de su montura. Es del sis-tema Cassegrain. El ojo se aplica al fondo y no á teabertura superior. No hay, por consiguiente, nece-sidad de suspender el tubo por el centro á tanta al-tura. Las piezas de sosten no son tan fuertes, por"que no hay que temer tantas flexiones; se suprimentambién los contrapesos; en fin, el espejito reflectorestá colocado fuera del tubo en. una envoltura for-mada por una celosía de hierro. Todo esto reduceel peso del conjunto. Bajo el punto de vista mecá-nico, esta colocación nos parece mejor que la delaparato de París; pero bajo el punto de vista astro-nómico ofrece un inconveniente: hay que limitarmucho el campo de visión, puesto que queda re-ducido al espacio cónico que se apoya por una parteen el ocular, donde aplica la vista el observador, ypor la otra, en el espejilo colocado en la celosíaque solamente tiene 0"> 23 de diámetro.

El nuevo telescopio tiene más campo; pero sumontura es mucho más pesada y ha exigido grandescuidados de construcción. Los señores Eichens yMartin han realizado una obra muy notable. Com-prenderáse cuántas dificultades ofrece la construc-ción de un instrumento, teniendo en cuenta que unerror de tres ó cuatro milímetros en la longitud fo-cal del espejo, un error igualmente pequeño en laconfección del gran tubo de hierro forjado, una fle-xión insignificante en piezas tan pesadas como eltelescopio y los ejes de sostenimiento, hubieseninutilizado tantos esfuerzos, siendo necesario em-pezar de nuevo. Ni los cimientos del pedestal debíantener el menor movimiento; y en cuatro años quehace que se construyeron, no ha habido el menoraplanamiento. En una palabra, todo ha resultadocomo podía desearse, y el Observatorio de Parísposee al fin un instrumento digno de su importancia.El telescopio, que pronto empezará á funcionar,cuesta 200.000 francos.

Pocas palabras para concluir esta descripción algolarga y muy incompleta.

Créese generalmente que cualquiera puede veren un telescopio; pero no sucede así: necesítasemucha práctica para poder servirse conveniente-mente de los grandes aparatos de astronomía. Apli-cando la i vista al ocular, el curioso no ve absoluta-mente nada. También en esto sucede algo parecidoá lo que ocurre en artille»!». Cualquiera puedeservirse perfectamente de un revólver ó de un fusil.Una pieza de á 12 empieza ya á serle difícil de ma-nejar, una de 18 le pone en grave aprieto, y unade 36 le sumirá en grande vacilación, porque estasarmas no se manejan como una pistola de salón. Dela misma manera hay telescopios y telescopios. Po-demos decir también que, en la actualidad, ni losmismos astrónomos saben qué partido podrán obte-

ter del enorme instrumento, que todavía descono-cen. Necesitarán largo aprendizaje antes de utilizarconvenientemente el nuevo telescopio; tantearlo yestudiarlo durante muchos meses, porque en eslo,como en todo, la práctica reina como señora ab-soluta.

ENRIQUE DE PARVILLE.

Ateneo de Madrid.

CIENCIA PREHISTÓRICA,l.

ORÍGEN Y VICISITUDES DE LA TIERRA.

Señores:Al reanudar nuestras interrumpidas tareas en esite

centro propagador de todos los conocimientos hu-manos, creo oportuno reseñar en breves frases laespecial índole de la ciencia nueva, de cuya ense-ñanza hace años estoy encargado. Por fortuna, des-vanócense poco á poco las infundadas prevencionesque en un principio inspirara este ramo del saber,merced á la perseverancia de sus propagadores y albuen juicio del público, que va persuadiéndose délaverdad que encierra y de que no es contrario suestudio á los principios fundamentales de nuestrasanta religión: quizás no esté lejano el dia en quesea familiar su conocimiento á todas las clases dela sociedad. Entonces, señores, cumplida ya la mi-sión que voluntariamente me he impuesto, animadodel noble deseo de contribuir con mis escasas lucesá la cultura general del país, abandonaré gustoso ysatisfecho esta enseñanza, dando un nuevo giro ála propagación de la geología y do sus múltiples yvariadas aplicaciones. Y como quiera que la Prehis-tofíl puede considerarse como rama desprendidade la historia terrestre, en cuyos confines se con-funde ésta con la humana historia, ya que sus pri-meros materiales yacen en las capas más recientesde nuestro planeta, paróceme que no tomareis ámal el que os trace por vía de Introducción una so-merísima reseña del origen y vicisitudes por que hapasado el globo que habitamos.

Desprendido éste de la atmósfera solar, según lateoría de Laplace, en forma de anillo con su núcleocentral como el que ofrece hoy Saturno, tuvo exis-tencia propia, obedeciendo desde aquel momento álas leyes generales de la materia entre las cualeslas afinidades químicas que en su seno se realiza-ban, y la propia gravedad en perpetua lucha conla fuerza centrífuga como resultante del primitivomovimiento de impulsión, puede decirse que fueronlas primeras en actuar, determinando la forma deesferoide achatado en los polos y abultado en el

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76 REVISTA EUROPEA.- -14 DE NOVIEMBRE DE 1875. N.° 90

odiador, y la formación de la costra sólida que, au-mentando sucesiva é incesantemente de espesor,bahía de ser un dia el centro de actividad terrestredonde se verifican y hánse realizado los aconteci-mientos, no sólo más importantes de su historia,sino también los que más directamente nos intere-san por lo que refluyen en la vida de la superficiey por ser los únicos que están á nuestro alcance.

Inmensa masa de fuego análoga á la actual solar,por electo de la enorme presión desarrollada porla materia terrestre al agruparse alrededor de sunúcleo,, giraba nuestro planeta sobre sí mismo yrecorriendo la órbita que le estaba señalada, sinque por entonces existieran á la superficie ni aguas,incompatibles con tan elevada temperatura, ni con-tinentes aún no trazados, ni mucho menos la vida,para la uual se necesitan condiciones que á la sazónno podía ofrecer el globo. Pero andando el tiempoapareció la primera película sólida, efecto del en-friamiento y oxidación , determinando sin duda al-guna munchas análogas á las que hoy enturbian ladeslumhrante brillantez solar, hasta que con el au-mento sucesivo de aquella llegó á formarse una cos-tra sólida que, interpuesta entre la capa gaseosadel exterior y la masa interna en fusión ígnea, fue ycontinúa siendo un obstáculo para la salida do ésta,principiando en aquel instante una serie de fenó-menos interesantísimos que se manifiestan por lareacción de la pirosfera terrestre contra la capasólida, fenómenos que, según la elegante frase delgran liumboldt, se sintetizan con la palabra volca-nismo, representado hoy por las erupciones de to-dos géneros, por los terremotos y hasta ciertopunto también por las oscilaciones lentas de loscontinentes.

Las primeras manifestaciones de la interior acti-vidad terrestre dieron por resultado la formación degrietas en la costra sólida, por donde, saliendo lamateria ígnea en estado pastoso, determinó los másantiguos relieves del globo. Formáronse por esteprocedimiento las primeras montañas, cuyo númeronecesariamente se hallaba en razón inversa de suexigua altura, determinando los delineamientos delo que en tiempos posteriores había de constituir laosamenta terrestre, por decirlo así. Lenta y paula-tinamente, pero de un modo continuo é incesante,iba de esta manera aumentando el espesor de lacostra sólida, mejorando al propio tiempo las condi-ciones lermoméirieas de la superficie, hasta el puntode permitir el descenso de las aguas, que ya forma-das por la combinación del oxígeno con el hidró-geno permanecían en estado gaseoso en las másaltas regiones de la atmósfera. Y aunque al presentees opinión bastante generalizada la de que á la for-mación de las primeras rocas eruptivas.contribuyóel agua tanto como el fuego, razón por la cual re*

ciben aquellas (granitos y pórfidos) la denominaciónde hidro-termales, es lo cierto que el agua se en-contraba á la sazón á la superficie en un estado quealgunos comparan con el llamado esferoidal de loslíquidos, cuando arrojados en una superficie can-dente toman la forma globular sin evaporarse mien-tras la temperatura se mantiene elevada; cuandoésta desciende verifícase una explosión precursorade la instantánea desaparición del citado líquido.Admirable espectáculo el que ofreciera entonces latierra en perpetua lucha ambos agentes, para asen-tar sobre sólidos é imperecederos cimientos lo queandando el tiempo había de ser teatro de la vida engeneral y habitación del microcosmo humano.

Establecidas las aguas á la superficie del globopor efecto del enfriamiento de la costra sólida y dela formación de los primeros relieves que habían deservir de límite á los futuros mares, ocurrieron dosacontecimientos que completaron la historia primi-tiva de nuestro planeta; á saber: la circulación delelemento líquido por la parte continental y forma-ción en el fondo del mar de los depósitos de sedi-mento, y la misteriosa aparición de la vida, cuyosrestos se conservan en estado fósil en los primerosy más profundos estratos ó capas terrestres. La des-composición de las rocas, más enérgica entonces, yel acarreo de sus detritus hasta el seno de los ma-res, determinó los primeros terrenos de sedimento,cuya característica se funda así en la naturaleza desus materiales pizarreños y cuarzosos, como en sudisposición estratigráflea y en la peculiar índole delos restos orgánicos que encierran, todos ellos es-pecíficamente extinguidos. Aquel primer período desedimentación fue interrumpido por repetidas erup-ciones de materiales ígneos que, determinando el ejede verdaderas cordilleras de montañas, ocasiona-ron el levantamiento ordenado de los bancos depo-sitados en el fondo del mar, á la sazón inmenso enextensión, los cuales formaron las primeras estri-baciones que, coordenadas á la dirección del eje delevantamiento, habían de completar aquellas prime-ras cordilleras. Con estos acontecimientos las aguascambiaban de lugar, y variando también las condi-ciones biológicas del globo, aparecían nuevos or-ganismos, la mayor parte específicamente distintosde los anteriores, los cuales á su vezarán ¡sepulta-dos entre los materiales-de la segunda .sedimenta-ción, caracterizándola iinevo periodo de la pere-grina historia de nuestro planeta. De esta manera,combinada la acción del agua y dé la atmósfera alexterior, con la interna expansión de materiales,produciendo en los bancos de sedimento notablesdislocaciones, levantamientos, grietas, fallas, etc.,y cambiando á tenor la fauna y flora que hermo-seaba la superficie, iba delineándose de un modoadmirable la historia terrestre, hasta que llegado,

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N.°90 J. M. KSPERANZA. REVISTA MUSICAL. 77por decirlo así, el tiempo de la plenitud, aparececomo digno coronamiento de la creación el hombre,á quien con razón debe considerarse como un mundoen pequeño, por cuya razón lo llamaban los griegosmicrocosmo.

Otros muchos acontecimientos caracterizan lahistoria de nuestro globo, tales como la formaciónde los filones, atribuida hoy, con bastante funda-mento, á la acción hidrotermal, cuando las aguas,viniendo directamente del interior ó procedentes dela superficie, impelidas por la temperatura que enlas profundidades reina, cambian do rumbo y, alaparecer de nuevo á la superficie, van depositandoen las paredes de las grietas, por donde salen al ex-

. terior, las sustancias metálicas y de cualquier otranaturaleza que llevan disueltas ó en simple suspen-sión, dando por resultado aguas minero-termales,que el hombro utiliza para curar sus dolencias, ódepósitos de materias útiles, que se explotan confines muy diversos.

Pero lo que verdaderamente distingue IR historiade nuestro planeta es la formación de materiales desedimento en el fondo del mar, en bancos sensible-mente horizontales, y el levantamiento determinadopor la aparición, á su través, de los materiales pro-cedentes del interior de la tierra., con cuyos acon-tecimientos coincide la renovación de las faunas yfloras que ordenadamente so han sucedido en lahistoria de nuestro planeta.

Fundados en estos datos, los geólogos admitenhoy cuatro grandes períodos que, procediendo deabajo arriba, se llaman paleozoicos, mesozoicos,cenozoicos y neozoicos, denominaciones que hacenreferencia á la índole especial de las faunas carac-terísticas de cada uno y á su diferente distribución.Con efecto, los animales y las plantas del primerperíodo se distinguen por pertenecer a la categoríade extinguidos todos sus representantes específicosy aun muchos genéricos; su distribución es muyuniforme, y tan universal, que puede decirse ser elcosmopolitismo el hecho más culminante de esteperíodo, y la razón consiste en que las condicionesclimatológicas dependía» del calor propio de latierra, por lo cual el eminente Locoq llama terres-tre á aquel clima, que dio vida á zoóíitos, equino-dermos, moluscos, articulados y vertebrados.

El período mesozoico ha sido llamado por elmismo autor de climas mixtos, fundado en la natu-raleza especial de la fauna y (lora que, conservandoaún ciertos rasgos de las anteriores, delineaba yalos caracteres de los animales y plantas que habíande sucoderles; y es que, si por una parte se dejabasentir la acción del calor propio de la tierra, porotra actuaba de una manera más eficaz el calor so-lar. Por último, en el período cenozoico piérdesecasi por completo la acción terrestre, dominando en

absoluto la influencia del astro del dia, y de aquí elcarácter esencialmente solar de los climas de dichoperiodo y del actual, que se distingue principal-mente por la localizacion de las faunas y floras,hasta el punto de que sólo el hombre puede consi-derarse como ser expontáneamente cosmopolita enol sentido de ocupar todos los puntos habitablesdel globo.

Al terminar el período cenozoico ó terciario, en-tra en función otro agente cuyos resultados sontanto más importantes, cuanto que se enlazan conla historia de nuestra especie. Me refiero al aguasólida que, en forma de hielo ó nieve perpetua, hadeterminado cambios climatológicos muy notablesen lo que propiamente se llama periodo cuaterna-rio, cuya detallada historia, como más inmediata-mente relacionada con la primitiva del hombre, mereservo para la próxima conferencia.

J. VJLANOVA.

Madrid 9 Noviembre 187S.

REVISTA MUSICAL.

AlSO.NO O n U G A . — P o l i u t O Y EL SUICIDIO DE NOURHIT.—La Favorita, Rigoleío y Aída.—El hidalguillo deRonda, DEL SR. LÓPEZ ALMAGRO.—Las nueve de lanoche, DEL SR. FERNADDEZ CABALLERO.—-EL CENTE-NARIO DE MIGUEL ÁNGEL Y LA CONDUCTA DE VERDI.

A juzgar por el número de teatros que en el pa-sado mes han inaugurado su campaña, y la come-zón que ha entrado á los vecinos de la coronadavilla de acudir á ellos, de lo cual pueden dar fe y tes-timonio los libros de las respectivas contadurías,España goza de una paz y bienandanza envidiables;la guerra debe ser cuento inventado para asustar-nos; ios apuros del Tesoro, bromas del ministrode Hacienda, y el va y viene de políticos de todascastas, murmuración de solteras desengañadas; ensuma, mentira insigne y descomunal cuanto tiendaá no considerar á Madrid un segundo paraíso y á susmoradores los seres más felices, envidiables y,sobre todo, divertidos de la tierra.

Así cantan los hechos, y á ellos me atengo, de-jando el averiguar el quid en qué consistan á esta-distas y políticos, tanto porque tengo para mí queDios no me ha llamado por ese camino, cuanto por-que siempre he procurado evitar el promover con-flictos de jurisdicción, y la mia no pasa aquí de losarmónicos y pacíficos límites del do-re-mí-fa-sol.

Bien mirado, si á juzgar fuéramos tan sólo por elnúmero de los templos en que se rinde culto á lasconsabidas hermanitas, Euterpe no es la que salemejor librada. La mayoría la constituyen los teatrosde verso, desde el que divierte al ilustrado público

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eon piececitas en un acto al mismo precio quecuesta una barba (en lenguaje de rapistas), hasta elque solaza á los amigos de emociones fuertes, cul-livando el drama espeluznante, emblemático, tétricoy espasmódico, como diría el Curioso Parlante, y lasusodicha diosa tiene que contentarse con uno ymedio, pues que, aparte de un tercero del que niacordarnos queremos, en otro de ellos sólo faltanpara que aquella reine en todo su esplendor, artistasque tengan voz, canten bien y declamen, por lomonos, regularmente.

En cuanto á la calidad, ya varía el asunto: la mú-sica es, á nuestro juicio, la que mejor librada sale,aun cuando para el caso no contemos más que conel teatro Real. Verdad es que algo y aun algos pu-diera decirse, y no hemos de callarlo cuando viniereá cuento, de algunos de los componentes de lo queen lenguaje de bastidores se llama cuadro de lacompañía; del abandono de la escena, tradicionalya en el regio Coliseo; de lo más ó menos, peor ómejor ensayadas que allí se cantan las óperas; pero,aun dado todo esto, hay superioridad notoria res-pecto de los demás teatros, cuyo personal viene áser, por lo común, un conjunto más ó menos abi-garrado de nulidades ó, á lo más, de medianías, conuno ó dos cómicos regulares ala cabeza, y en dondees imposible que en la representación de las obrasdramáticas haya el conjunto, la igualdad y la per-fección artística que fuera de desear y que aun he-mos alcanzado los que ya contamos más años delos que quisiéramos.

En suma; no hay un teatro de verso cuya compa-ñía pueda llamarse buena en toda la extensión dela palabra; y el de la Ópera, aun cuando no todoslos artistas que forman en primera línea merezcanel aditamento de primissimo cartello (tan vulgari-zado y usado ya como el de «extraordinariamenteaplaudida» á toda obra dramática que no ha sidosepultada bajo el peso de una tremenda silba),el conjunto presenta más igualdad y cabe mayoresmero en la ejecución de las obras. Esto, que porsí es plausible, y el constante favor del públicohacia el teatro en cuestión, son motivos para quela crítica á su vez tenga el derecho de ser algo másexigente y descontcntadiza, puesto que, á nuestrojuicio, para las empresas teatrales, tanto como no-bleza, abono obliga.

Vesltido de limpio, que harto lo necesitaba, abriósus puertas el teatro Real, y Polinto, La Favorita,Rigoletto y Aída han sido las óperas que han figu-rado en sus carteles durante el pasado mes.

Poliuto, como siempre, ha sido ocasión de untriunfo más para Tamberlick.—Nadie como él hasabido interpretar el entusiasmo y el ardor del neó-

fito, ni decir eon más verdad ni más calor la ins-pirada frase

Credo in Dio...

del magnífico sexteto del inmortal Donizetti.—Lás-tima grande que, á excepción de Boccolini, los do-mas artistas no hayan hecho al celebrado tenor másque una regular compañía en la interpretación detan bella ópera, incluso la Fossa á quien el públicomanifiesta especial predilección que respeto perode la que, con sentimiento, no participo del todo.

Los merecidos aplausos que en la obra en cues-tión obtiene Tamberlick, traen siempre á nuestramemoria el recuerdo de otro gran artista cuyo trá-gico fin está enlazado, como verán nuestros lecto-res, con el spartilto que nos ocupa.

Nourrit, después de una larga carrera de triunfosy gloria en la ópera francesa, y donde su genio yclaro talento habían inspirado la creación de nopocas obras maestras que hoy admiramos, abandonóla escena, y tras largas vacilaciones que revelabanya algún trastorno en su mente, emprendió un viajepor Italia. El estilo algún tanto afrancesado con-que, á pesar de sus esfuerzos, cantaba las óperasitalianas, y más que todo la decadencia notable desu antes prodigiosa voz, hicieron que no fuera deltodo afortunado en su peregrinación artística, vién-dosela causa de ello, presa de una terrible melan-colía. Creíase perdido para el arte, y á tal puntoeran inútiles los esfuerzos que sus amigos hacíanpara disuadirle de tan fatal idea, que hasta losaplausos con que el público de Ñapóles le acogíasiempre, los miraba como insultos á su persona.En tal estado, buscaba con ansia la ocasión de des-quitarse de las ofensas que su cerebro, ya honda-mente perturbado, le hacía ver en cada muestra deaprecio que reciMa.iLa lectura del Polyeucte deCorneille le inspiró la idea de una ópera, viendo enella su tabla de salvación. Comunicó el pensamientoal poeta Cammarano y á Donizetti, y fuese la subli-midad del asunto, ó el deseo de aquietar el ánimode su contristado amigo, ó tal vez ambas cosas,pusiéronse uno y otro á trabajar con fe y entusiasmoen la composición del Poliuto. ¡Tarea inútil por elpronto! La censura napolitana prohibió la ópera, yNourrit no pudo soportar este revés: su razón seextravió por completo, y á muy poco su desgraciadaesposa sufría el dolor horrible de ser la primera enver los mutilados restos del artista, que, en un acce-so de demencia, se había suicidado, arrojándose delalto de la terraza del hotel Rarbaja que habitaba.

La Favorita, en la que tanto brillaron en el esce-nario del regio Coliseo, Mario, Giulini, y, si mal norecordamos, el mismo Tamberlick, ha sido la óperacon que este año se ha presentado al público eltenor Stagno. Cabe evitar comparaciones, porque

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no sin razón se ha dicho que son odiosas, pero noes posible borrar recuerdos, y estos no han sido, ennuestro concepto, favorables á dicho artista. A ma-yor abundamiento, la timidez ó frialdad con que,aparte del primer acto, cantó la ópera, y una in-oportunísima innovación (libertad siempre censura-ble aun á los más grandes artistas) que se permitióhacer en la bellísima romanza del acto cuarto, que sedespegaba por completo de la situación y del carác-ter de la melodía, hicieron que el público, que á susalida lo recibió con grande aplauso, se mostraseluego un tanto reservado y frió.

La señora Pozzoni es una verdadera artista y tieneuna gran voz. De desear es, sin embargo, que seaparte del camino emprendido en la ópera que nosocupa, el cual no creemos ha de favorecerla grancosa. Es este, el de cantar casi siempre fuerte, seapor el deseo de mostrar en toda su plenitud lasgrandes facultades vocales que posee, ó tal vez, yá esto nos inclinamos, el que su garganta no sea tanobediente cual ella misma quisiera, resultando untodo que, por la natural falta de matices, se hace alcabo monótono.

Tampoco el barítono Boccolini fue afortunado enla interpretación del spartitto de Donizetti, debién-dolo también á las libertades que se tomó en el ariade salida y á la fermata de dudoso gusto con queterminó el andante.

Desquitóse de los pocos aplausos que recibió enLa Favorita, con el Bigoletto, y nuestros lectoresnos perdonarán que hagamos por hoy caso omiso delos demás artistas que cantaron esta ópera, en esperade mejor ocasión en que poder apreciar su mayor ómenor mérito.

Aida, por último, ha sido la ópera que mejoresresultados prácticos ha dado á la empresa. Poco ónada hemos variado del juicio que de esta partituraemitimos hace ya algún tiempo en la REVISTA: elpúblico, por lo visto, no ha opinado lo mismo, ypues lo paga, es justo... que el empresario le ha-ga saborear la última elucubración dramática deVerdi.

A imitación de los antiguos heraldos, bien po-dríamos decir, al hablar del teatro de Jovellanos:«La zarzuela por Murcia,» pues que la música de lasdos obras nuevas que allí se han puesto en escenahan sido obra, en su mayor parte, de dos hijos dela ribera del Tader.

El hidalguillo de Ronda, ó soase el compendioabreviado (y harto adulterado, por querer abarcarmucho en poco espacio) de la elevación, privanzay caida del famoso valido D. Fernando de Valen-zuela, ha dado ocasión al Sr. López Almagro parahacer sus primeras armas en el género lírico-dra- i

mático. De desear fuera que quien muestra la viscómica que revela el coro con que termina el pri-mer acto, y el sentimiento dramático de que estáimpregnada toda la escena de la excomunión deltercero, trate de ser más original en sus melodíasy de dar á estas mayor desarrollo, sin cortarlasbruscamente, cual sucede en la zarzuela en cues-tión, sino haciéndolas sucederse con el convenien-te enlace y cohesión, á fin de dar aquella unidad enla variedad tan recomendada por los preceptistas.

De todas maneras, el Sr. Almagro es, por lo me-nos, una esperanza, y excusado es decir el buendeseo que nos anima de que prosiga con honra yprovecho la carrera que ha emprendido con unabuena suerte que no todos alcanzan.

Con una letra que, al decir de un diario satírico,ni con sangre entra, han escrito los Sres. Fernan-dez Caballero y Casares la preciosa música de lazarzuela Las nueve de la noche. Corrección, origi-nalidad relativamente bastante y, sobre todo, unamagistral instrumentación; hé aquí las cualidadesque más resaltan en dicha obra. ¡Lástima grandeque no podamos decir otro tanto de la verdad, que,á no dudar, habrá recomendado más de una vez alSr. Fernandez Caballero su sabio maestro Eslava! Yaen otro lugar hemos dicho, y repetiremos aquí, queel lenguaje musical que los maestros en cuestiónhan puesto en boca de los personajes de Zas nuevede la noche, supone espléndidos salones, damas lu-josamente ataviadas,y galantes y caballerescos cor-tesanos, no un pueblecillo de Aragón, humildes la-bradores y unos soldados, cuya educación y cuyavida de campaña se avienen mal con frases atilda-das y delicados conceptos. Aparte de este lunar,del que sólo se ve libre la jota con que, puede de-cirse, comienza el acto segundo y que es obra maes-tra en su género, la partitura de que nos ocupamoses de reconocida importancia, y merecidísimos losaplausos con que ha sido acogida.

Italia, como saben nuestros lectores, ha celebra-do con inusitada pompa el centenario de MiguelÁngel, y Florencia ha dado albergue durante algu-nos dias en sus espléndidos palacios á las más re-nombradas celebridades artísticas de nuestros diasque allí han acudido á tributar el homenaje de suadmiración y entusiasmo hacia el gran coloso delarte, el gran pintor del Juicio final.

Sólo un compatriota del vecchio Buonarotti no haquerido tomar parte en este tributo rendido al ge-nio, y ni el sentimiento de nacionalidad, ni el amorá las bellas artes, ni siquiera el deseo de corres-ponder á la galante invitación del comité florentino,han sido bastantes para arrancarle del dolce farniente á que se hallaba entregado en sus tierras de

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l'usseto, ó despertarle de las abstracciones filosófico-musicalos á que, á juzgar por las últimas muestras,se halla entregado hace tiempo. Este hombre hasido el autor de La Traviata, y hé aquí las donosasrazones en que se ha fundado: «Si yo aceptase, diceen su carta publicada por el periódico La Nazione,tendría luego que ir á Ferrara por Ariosto, á Páduapor Petrarca, á Bergamo por Donizetti y Simón Ma-yur, y así á otros muchos países.»

Creemos excusado todo comentario, pues que,bien mirado, puede decirse con cierto sabido verso:

Esto, Inés, ello se alaba,No es menester alaballo,

y, sin embargo, no podemos resistir á la tentaciónde recordar á nuestros lectores, que ese mismoVcrdi que tantas molestias prevé y siente para suindividuo cuando de la fama ajena se trata, no hadado paz á la mano ni excusado fatigas en buscade aplausos y ovaciones, con todas sus justas y na-turales consecuencias (usando de una frase hartoconocida), en tiempos tan materializados como losque vivimos, cuando ha sido en provecho propio.Asile hemos visto andar, no el corto trayecto deliusseto á Florencia, sino á San Petersburgo á estre-nar la Fuerza del destino, correr á Madrid con elpropio objeto, marchar á París á dirigir los ensayosde las Vísperas Sicilianas, y emprender no há mu-cho una peregrinación de Milán á París y de allí áLondres con su indigesta Misa de Réquiem bajo elbrazo.

Dice el diario de donde tomamos la noticia, que«tal vez, pensando que cada hombre ilustre de losque viven es heredero en algo de los que le prece-dieron, y que por esto, aquel que llega á tenor granfama debe considerarse obligado á rendir homenajeá los que llenaron el mundo con el brillo de sunombre, el comité florentino quiso procurar á Ver-di el medio de pagar solemnemente su deuda, hon-rándose á sí propio al honrar á Miguel Ángel.» Verdi,por lo que nuestros lectores han visto, no ha opi-nado así. Tanto peor para él. La Italia actual haacogido como se merecía tan presuntuosa negativa:la posteridad, de temer es no pueda tomar la re-vancha, porque si sólo celebra y conmemora loshombres de la altura de aquellos que el maestroitaliano menciona en su famosa epístola, el autor dela Fuerza del destino, del Don Carlos y de la Misade Mequiem no tendrá centenario.

J. M. ESPERANZA Y SOLA.

TEMBLORES DE TIERRAEN LOS ESTADOS UNIDOS Y EN LA TURQUÍA ASIÁTICA.

¿QUÉ R E L A C I Ó N E X I S T E E N T R E LOS F E N Ó M E N O S

ATMOSFÉRICOS Y LOS PLUTÓNICOS?

Poco tiempo después de las erupciones volcáni-cas que han desgarrado el suelo de Islandia, y de lascuales hemos dado cuenta á los lectores déla REVISTAen una de nuestras últimas Crónicas, se han experi-mentado grandes temblores de tierra en la mayorparte de los Estados del Oeste de los Estados-Unidos,y especialmente en los de Indiana, Ohío é Illinois. El•18 de Junio último se conmovieron profundamentetodos los edificios de la ciudad de Anderson (In-diana) y Armea (Ohío). En Urbana experimentaronlos edificios un movimiento de oscilación aterra-dor. En Chicago y en Cincinnati ha habido ademásdesgracias personales.

Más terrible que estos ha sido sin duda alguna eltemblor de tierra ocurrido un mes antes en la Tur-quía asiática, á juzgar por una carta escrita al Le-vant Herald con fecha 25 de Mayo. En todo el dis-trito de Ichikli no han quedado en pié más quecincuenta casas. En Zivril, ciudad muy industrial domás de 2.000 habitantes, no se ha salvado de la des-trucción ni un solo edificio. A poca distancia deZivril, el temblor de tierra produjo la formación deun cráter por donde han salido durante muchos diasgrandes cantidades de agua hirviendo.

En vista de los citados hechos, debemos hacerobservar que las erupciones volcánicas de Islandia,los temblores de tierra de la Turquía asiática y delos Estados-Unidos, las perturbaciones atmosféri-cas y las inundaciones en Francia, han ocurrido su-cesivamente en épocas muy cercanas. En muchasobras antiguas y modernas se puede ver, no comoaxioma científico, sino como hecho muy repetido,aunque no explicado, que los temblores de tierravan por lo general acompañados, precedidos ó se-guidos de tempestades atmosféricas, huracanes,tormentas, etc.

¿Habrá alguna relación intima entre los fenóme-nos atmosféricos y los fenómenos plutónicos? Debe-mos limitarnos á plantear este problema, que laciencia no puede quizá resolver todavía, pero quees interesante y debe ser estudiado.

A. LEÓN.