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REVISTA EUROPEA. NÚM. 55 14 DE MARZO DE 1 8 7 5 . AÑO INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO D I LA FILOSOFÍA PLATÓNICA. i. Diógenes y Olimpiodoro tejen, al referir el naci- miento de Platón, tradiciones y leyendas que atesti- guan la veneración de los contemporáneos y suceso- res, y expresan el legítimo orgullo de los griegos de todos los siglos por glorias tan altas como la de Pla- tón; pero buscando lo cierto, tengo por averiguado que nació el año III de la 87. a olimpiada, que corres- ponde al 429 antes de Cristo. Como siempre sucede con nombres legendarios, re- fieren los biógrafos antiguos sinnúmero de señales, prodigios, portentos y sorprendentes coincidencias, acontecidos y observados, no sólo en los dias de su nacimiento y de su infancia, sino también en los pri- meros de su juventud; y aun cuando no acreditan estas leyendas sino el extremo del respeto humano, el sim- bolismo es curioso y bellísimo, ó importa recoger que era, en efecto, ilustre y muy principal la familia de Platón, como que pretendió descender del mismo Co- dró. Influye la condición social en el ánimo y espíritu del artista, del político y del pensador, y no se sus- trae Platón á estas influencias. Tomó el nombre de su abuelo Aristocles, según costumbre ateniense, por más que no lo haya celebrado la posteridad, sino con el que le procuraron la amplitud de su pecho ó la be- lleza de su ancha frente ó la profunda extensión de su espíritu. Consta, por testimonio unánime de los antiguos, que se educó sin olvidar ninguno de los elementos que la cultura griega ofrecía en su tiempo al adorno de lo corporal y á la vida del espíritu; y en la gimna- sia, como en la música, en la música, como en la geo- metría, siguió asidua y provechosamente las lecciones de los más acreditados maestros, llegando á ser peri- tísimo músico y profundo matemático, según advierten sus obras y nos enseñan las tendencias y caracteres de sus mismos razonamientos. El largo período político que va desde la muerte de Pericles hasta la sorpresa de las Termopilas por Filipo de Macedonia, pasando por la batalla deEgos-Pótamos, la toma de Atenas, las luchas de oligarcas y demago- gos, traiciones de mercenarios y corrupciones y envi- lecimientos del pueblo de Marathón y Salamina, no TOMO I V . convidaba á la vida pública, y el cuadro de la plebe ateniense pidiendo fiestas, teorías y repartos del Era- rio público, ó escuchando sin rubor los sangrientos sarcasmos de Demóstenes, alejó el ánimo nobilísimo y heroico de Platón de las corrientes democráticas corrompidas ya por la demagogia. Si su familia fundaba grandes esperanzas en su por- venir político, Platón las defraudó; porque muy luego abandonóla cosa pública, como renunció al cultivo de la poesía, si es que en efecto ensayó su genio en el dificilísimo arte de Esquilo y de Sófocles. Cumplía veinte años cuando por vez primera escu- chó la voz de Sócrates, y fascinado por esta encan- tadora, no supo separarse de él, hasta que ocho ó nueve afios después murió Sócrates del modo y manera que el mundo sabe. Una enfermedad que sobrecogió á Platón le impidió asistir á la última y conmovedora conversación de Sócrates con los suyos, y sin embar- go, la inolvidable escena le inspiró el más perfecto y hermoso de sus diálogos. Tengo para mí, que la educación filosófica de Platón fue debida exclusivamente á Sócrates, y lo creo más que lo sé, porque si bien fue imposible que escuchara á Protágoras que había muerto, y á Gorgias que per- manecía en Tesalia, pudiera haber asistido á las lee- ' ciones de alguno de sus imitadores; pero son tan pro- pios y naturales en Platón el método, la forma y la dirección socrática del pensamiento, que involunta- riament^ecuerda la espontaneidad y bizarría con que se levantan siempre del fondo del espíritu las ense- ñanzas recibidas en las primeras edades, ó el entu- siasmo y el aplauso con que siempre recuerda el alma las primeras luces que se entran por las puertas de nuestra razón. Disperso por justificados temores el cenáculo ilustre que presidía Sócrates, disgustado del doloroso espec- táculo que ofrecía Atenas dirigida por demagogos vul- gares, Platón siguió á sus condiscípulos á Megara, donde escuchó la Euclides y á Hermógenes, que le ini- ciaron en las doctrinasde la escuela Eleática, que tanta influencia debían ejercer en sus pensamientos. Comenzaron entonces sus viajes, que no tuvieron otro fin que el lograr ciencia, y en Grecia, Egipto, Sicilia ó Italia, y quizá en Fenicia, recogió el copioso caudal de conocimientos que esmaltan sus escritos, enseñoreándose de las doctrinas eleáticas, pitagóricas y jónicas, que por entonces se disputaban el asenti- miento de las inteligencias. En Siracusa trabó amistad y quizá concertó planes

REVISTA EUROPEA. - Ateneo de Madrid · sarcasmos de Demóstenes, alejó el ánimo nobilísimo y heroico de Platón de las corrientes democráticas corrompidas ya por la demagogia

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 55 1 4 DE MARZO DE 1 8 7 5 . AÑO

INTRODUCCIÓNAL

ESTUDIO D I LA FILOSOFÍA PLATÓNICA.

i.

Diógenes y Olimpiodoro tejen, al referir el naci-miento de Platón, tradiciones y leyendas que atesti-guan la veneración de los contemporáneos y suceso-res, y expresan el legítimo orgullo de los griegos detodos los siglos por glorias tan altas como la de Pla-tón; pero buscando lo cierto, tengo por averiguadoque nació el año III de la 87.a olimpiada, que corres-ponde al 429 antes de Cristo.

Como siempre sucede con nombres legendarios, re-fieren los biógrafos antiguos sinnúmero de señales,prodigios, portentos y sorprendentes coincidencias,acontecidos y observados, no sólo en los dias de sunacimiento y de su infancia, sino también en los pri-meros de su juventud; y aun cuando no acreditan estasleyendas sino el extremo del respeto humano, el sim-bolismo es curioso y bellísimo, ó importa recoger queera, en efecto, ilustre y muy principal la familia dePlatón, como que pretendió descender del mismo Co-dró. Influye la condición social en el ánimo y espíritudel artista, del político y del pensador, y no se sus-trae Platón á estas influencias. Tomó el nombre de suabuelo Aristocles, según costumbre ateniense, pormás que no lo haya celebrado la posteridad, sino conel que le procuraron la amplitud de su pecho ó la be-lleza de su ancha frente ó la profunda extensión desu espíritu.

Consta, por testimonio unánime de los antiguos,que se educó sin olvidar ninguno de los elementosque la cultura griega ofrecía en su tiempo al adornode lo corporal y á la vida del espíritu; y en la gimna-sia, como en la música, en la música, como en la geo-metría, siguió asidua y provechosamente las leccionesde los más acreditados maestros, llegando á ser peri-tísimo músico y profundo matemático, según adviertensus obras y nos enseñan las tendencias y caracteresde sus mismos razonamientos.

El largo período político que va desde la muerte dePericles hasta la sorpresa de las Termopilas por Filipode Macedonia, pasando por la batalla deEgos-Pótamos,la toma de Atenas, las luchas de oligarcas y demago-gos, traiciones de mercenarios y corrupciones y envi-lecimientos del pueblo de Marathón y Salamina, no

TOMO IV.

convidaba á la vida pública, y el cuadro de la plebeateniense pidiendo fiestas, teorías y repartos del Era-rio público, ó escuchando sin rubor los sangrientossarcasmos de Demóstenes, alejó el ánimo nobilísimoy heroico de Platón de las corrientes democráticascorrompidas ya por la demagogia.

Si su familia fundaba grandes esperanzas en su por-venir político, Platón las defraudó; porque muy luegoabandonóla cosa pública, como renunció al cultivo dela poesía, si es que en efecto ensayó su genio en eldificilísimo arte de Esquilo y de Sófocles.

Cumplía veinte años cuando por vez primera escu-chó la voz de Sócrates, y fascinado por esta encan-tadora, no supo separarse de él, hasta que ocho ónueve afios después murió Sócrates del modo y maneraque el mundo sabe. Una enfermedad que sobrecogió áPlatón le impidió asistir á la última y conmovedoraconversación de Sócrates con los suyos, y sin embar-go, la inolvidable escena le inspiró el más perfecto yhermoso de sus diálogos.

Tengo para mí, que la educación filosófica de Platónfue debida exclusivamente á Sócrates, y lo creo másque lo sé, porque si bien fue imposible que escucharaá Protágoras que había muerto, y á Gorgias que per-manecía en Tesalia, pudiera haber asistido á las lee- 'ciones de alguno de sus imitadores; pero son tan pro-pios y naturales en Platón el método, la forma y ladirección socrática del pensamiento, que involunta-riament^ecuerda la espontaneidad y bizarría con quese levantan siempre del fondo del espíritu las ense-ñanzas recibidas en las primeras edades, ó el entu-siasmo y el aplauso con que siempre recuerda el almalas primeras luces que se entran por las puertas denuestra razón.

Disperso por justificados temores el cenáculo ilustreque presidía Sócrates, disgustado del doloroso espec-táculo que ofrecía Atenas dirigida por demagogos vul-gares, Platón siguió á sus condiscípulos á Megara,donde escuchó la Euclides y á Hermógenes, que le ini-ciaron en las doctrinasde la escuela Eleática, que tantainfluencia debían ejercer en sus pensamientos.

Comenzaron entonces sus viajes, que no tuvieronotro fin que el lograr ciencia, y en Grecia, Egipto,Sicilia ó Italia, y quizá en Fenicia, recogió el copiosocaudal de conocimientos que esmaltan sus escritos,enseñoreándose de las doctrinas eleáticas, pitagóricasy jónicas, que por entonces se disputaban el asenti-miento de las inteligencias.

En Siracusa trabó amistad y quizá concertó planes

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políticos con Dionisio y con Dion, soñando constitu-ciones aristocráticas que precaviesen las dolorosasescenas de Grecia; pero sintió pronto el peso del ti-rano, y por milagro pudo escapar de sus malas artes,regresando á su patria, después de una ausencia deonce 6 doce años, por los 388 antes de Cristo.

La fecha es famosa y muy señalada en la historia.Entonces abrió en el gimnasio de la Academia la es-cuela gratuita en que debía, durante veintidós años,exponer sus convicciones, no mercadeando con la pa-labra, sino difundiendo con noble y perseverante de-sinterés la verdad conocida y amada.

La ocasión era propicia. La paz de Antalcidas quePlatón calificaba de vergonzosa é impla, adormecía áAtenas, y distraída la atención política con las haza-ñas de Pelópidas y Epaminondas que guerreaban conel eterno enemigo de Atenas, gozaron los atenienseshasta la batalla de Mantinea de una tranquilidad po-líüca muy semejante al letargo; pero que avivando elantiguo amor á las letras y á las artes sirvió al desar-rollo y crecimiento de la Academia.

La amistad de Dion le llevó de nuevo á Siracusapor los años 368 antes de Cristo, y aún volvió cuatroaños después corriendo riesgos y peligros que conju-raron los nobles esfuerzos de los pitagóricos de lagran Grecia, regresando á Atenas, en cuyo seno viocorrer los últimos años de su vida consagrados á laenseñanza y á la redacción y repaso de sus inmortalesdiálogos.

Murió el segundo año de la 108." olimpiada, quecorresponde al 347 antes de Cristo, y según la tradi-ción, repentinamente y en un banquete nupcial.

Los atenienses le hicieron magnificos funerales,levantando suntuoso monumento en el Cerámico, cercade la Academia que había inmortalizado; y para quesu gloria no tuviera rival en lo humano, su discípuloAristóteles le erigió un altar.

II.

Dejando á los eruditos del Renacimiento y á los neo-platónicos el cuidado de contestar á las malicias, á losepigramas y aun á las calumnias de la comedia ate-niense, de los sofistas y de los demagogos griegoscontra Platón, cuyos gustos aristocráticos y carácteraltivo y desdeñoso, y amistades con los tiranos y losreyes no niego, es indiscutible que se le debe la fun-dación de la primera escuela filosófica, en el sentidopreciso y rigoroso de la frase; es decir, un endoctri-namiento ordenado, metódico, incesante, sujeto á se-vera disciplina, á leyes pedagógicas.

No era esta la tradición socrática; tampoco la so-fistica, ni menos la pitagórica, que tendía á fines so-ciales. Sócrates encontraba siempre auditorio, porquelo eran cuantos se detenían en las calles, en las pla-zas, en las tiendas, á escuchar su profunda é ingenio-sísima palabra; pero Platón deseaba oyentes asiduos y

constantes. No había estipenáio, ni lozaneo oratorio enla Academia, como en las conferencias de los sofistas;tampoco misterios é iniciaciones, como entre los pi-tagóricos; la escuela era pública, gratuita; pero Pla-tón elige y forma el núcleo de aquel auditorio, y en-laza y prosigue las lecciones, y no avanza sino cuandolos oyentes, ya discípulos, son capaces de seguir suvuelo.

Hoy esta severa disciplina de escuela encontraríarudos y obstinados impugnadores, y quizá llevaríanlos impugnadores la mejor parte de verdad en la con-tienda; pero los tiempos son distintos, diverso el es-tado de la razón general, y muy desemejantes las exi-gencias de la cultura y de la ciencia.

En el siglo IV, antes de Cristo, después del floreci-miento de las escuelas Jónicas, de la Eleática y Pitagó-rica, después del trabajo crítico (como diríamos hoy)de los sofistas, fructificando el renacimiento Socrá-tico que abre una edad en la historia de la razón, elempeño de Platón era exigencia natural y de todopunto necesaria, como que el estado mismo de laciencia la imponía.

Asociados los discípulos selectos y viviendo de lamasa general de bienes, todos levantaban las cargasde la enseñanza, ya en lecciones públicas, ya en re-pasos y repeticiones mutuas, según el tema en quecada cual sobresalía.

Los banquetes modestos y frugales, eran reunionesen que se discurría en común sobre Dios, al mundo,la belleza, el bien y las artes, y Platón encaminabalos pensamientos y desataba los nudos que la discu-sión traía. Veintiocho, según Ateneo, eran los esco-gidos, y la erudición griega nos conserva los nom-bres de Speusipo, Xenócrates, Amyectas; despuésAristóteles, Philipo de Opunto, Hestico, Demetrio deAmpipolis, Heráclido, Theofrastro, Mneson de Focea,el misántropo Timón, Suidas, el matemático Hermo-doro, Eudemo de Chipre, Demóstenes y lo más ilus-tre de los hombres que en Grecia y en Asia menorcuenta la civilización en esta centuria.

Platón y su Academia conservaron á Atenas la su-premacía intelectual, cuando ya la militar y políticase habían eclipsado.

Las lecciones se daban según costumbre conser-vada por Aristóteles, paseando en el jardín de la Aca-demia plantado por Cimon de plátanos, y que fuesiempre propiedad de la escuela.

La enseñanza era ural; pero todos los discípulos re-cogían estenográficamente notas y apuntes, que jue-gan en la historia de la filosofía platónica, lo que de-muestra que no era la forma de diálogo, sino la delecciones expositivas, la seguida por el maestro, á di-ferencia de la empleada en sus escritos.

La existencia de este círculo íntimo de discípulosasiduos, consagrados á la filosofía, no autoriza la su-posición de que existiera en la Academia una doctrina

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velada é interior, comunicada sólo á los elegidos, yotra pública, dicha y profesada en voz alta.

No cabe en una doctrina verdaderamente filosóficaesa doble concepción que permite señalar distintasrazones de las cosas, y no se compadece el supuesto,con el carácter amplio, comprensivo y de universalaplicación del platonismo. Otra cosa es que, según loexige la naturaleza de los estudios y el propósito peda-gógico de Platón, razonara y ampliase en conferen-cias privadas lo sostenido en público.

Discípulo y continuador de Sócrates, que apetecíasiempre ocasión y momento de decir la verdad á to-dos los vientos; griego por excelencia, y por tantorefractario á misterios y enigmas que sólo el gustooriental mantenía; deseoso de que su doctrina arrai-gase profundamente en lo social y en lo político;creyente en la eficacia y valor real de la ciencia enla vida, el supuesto de una doctrina esotérica pugnacon las condiciones y necesidades del tiempo, de laenseñanza, del hombre y del filósofo.

Los que novísimamente han resucitado la tradiciónalejandrina de una enseñanza oculta, no tienen mejorapoyo que unos textos mal interpretados y el hechode atribuir Aristóteles á su maestro doctrinas queno se encuentran en los diálogos. Susceptibles lostextos de una intepretacion más natural y sencilla, yconvencidos de que Aristóteles, arrastrado por el de-monio de la controversia, no siempre expono con fide-lidad las doctrinas que refuta, quedan sin valor losargumentos capitales de Hermann y Stalbaum. «No eslícito mantener oculta la verdad,» escribe Platón enel Teetetes, y no es creíble hiciera lo contrario de loque enseñaba.

Los a-jpatpa Serrata, ó sean las notas y apuntesde sus discípulos asiduos, no contenían en el fondoenseñanza distinta de la públicamente profesada; por-que es increíble que un pensador diga y propale lasaplicaciones de sus doctrinas, al arte, á la moral y ála política, y guarde bajo llave los principios y las ver-dades por cuya aplicación se afana. Con punzanteironía Platón acusa, y hasta escarnece, á los que enpúblico alardean de oscuros y enigmáticos para exci-tar la curiosidad de las gentes, invitándoles á quevengan á buscar en conferencias secretas, pero retri-buidas, la clave del enigma. Si las doctrinas no es-critas contenían ampliaciones y comentarios de dis-cípulos de Platón, no es recto fundar, ni en su texto,ni en su existencia, la suposición de una doble cienciaplatónica.

Un dia en esta pacífica y estudiosa Academia es-talló la discordia y hubo gran confusión y perturba-ciones, que debían dejar huella profunda en la his-toria del pensamiento humano.

Cuentan unos, que durante el tercero y último viajede Platón á Sicilia, discípulos de los más queridosadmitieron novedades en la doctrina, levantando cá-

tedra contra cátedra. Eliano y Diógenes Laertio seña-.'an á Aristóteles como promovedor del cisma. Otrosrefieren que el caso sucedió en los últimos años de lavida de Platón y cuando Xenócrates regía la Acade-mia, porque la edad privaba al fundador de su antiguasolicitud y diligencia. El caso es que Aristóteles agru-pó en torno suyo á varios discípulos, consiguió audito-rio, y en el mismo jardin de la Academia expuso yexplicó aquellas novedades. Enfermo Speusipo, nopodía suplir á Xenócrates ausente, y Platón, quetocaba ya en los 80 años, hubo do cede» el campo ásu activo y joven rival, retirándose al jardiu privado,donde continuó con sus discípulos fieles, hasta que alregreso de Xenócrates reconocieron Aristóteles y lossuyos su irreverencia, y el anciano maestro volvió alteatro de sus glorias. No falta quien suponga que hubode intervenir la autoridad para reintegrar á Platón enel disfruto de su cátedra en el jardin público.

Sin insistir en la conducta de Aristóteles, que losplatónicos censuran con acritud, en la raíz de estaprimera escisión, se encuentra la razón del Liceo, yquizá dando al hombre lo que es humano y propio desu flaqueza, de la creencia aristotélica, de que no esel Liceo una escuela socrática y platónica, sino con-traria y opuesta al platonismo. De la Academia nacióel Liceo; discípulo de Platón fue Aristóteles, y no sedescubre por cierto en sus teorías influencia máshonda y permanente que la influencia platónica.

Más discípu.o de Platón es Aristóteles que Speusipoy Xenócrates, Crantor y Polemon: más fiel es Aristó-teles al sentido, no sólo de Sócrates, sino de Platón,que los mismos que se llamaron sus discípulos y seufanaron con el dictado de platónicos.

Esta verdad se significa de continuo en la historiade la filosofía, que así debe entenderse y explicarse elproyecto de los neo-alejandrinos de conciliar á Platóny Aristóteles, el afán de los SS. PP. que tiende al mis-mo objeto, y la intención de filósofos italianos y espa-ñoles, que en los siglos XVI y XVII acometen la mismaempresa, resumiendo sus esfuerzos nuestro Fox Mor-cillo. A nadie asalta el pensamiento de conciliar á losjónicos y á los eleáticos, á los epicúreos y á los estoicos,á Descartes y á Bacon; y en varios siglos y en distintasedades el parentesco entre las doctrinas platónicas yaristotélicas ha puesto en muchos el deseo de mostrarsu consanguinidad, por más que deslumhrados por elafán sostuvieran hasta la identidad de doctrina entreuno y otro, desconociendo leyes primeras y esencia-les de la vida y crecimiento de la filosofía en la his-toria.

Pero es un hecho que la Academia y el Liceo sub-sistieron separadamente y la fundación platónicacontinuó, siguiendo los eruditos la dinastía de susdirectores ó maestros hasta la olimpiada 17B. Nocarece de interés, y tiene mayor vordad de lo que cre-yeron sus autores, el cuadro genealógico de esta

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magnífica sucesión de escuelas. Como tronco común,colocaban los alejandrinos á Sócrates, y como ramifi-caciones de su doctrina á Antístenes, Aristipo, Eucli-des y Platón, como jefes de las escuelas Cínica,Cirenáica, Megárica y Académica. La filiación es cla-rís¡mámente socrática, y entre unas y otras escuelasexiste un parentesco que no es dado desconocer, yque, por vez primera en la historia, declara la marchapropia y natural del pensamiento humano, en los pasosde su desarrollo y crecimiento.

Acertaban también los alejandrinos al figurar lasucesión de las escuelas, á contar desde Platón, y deberepetirse el cuadro, escribiendo:

SÓCRATES.

ARTSTIPO. ANTÍSTENES. EOCLIDES. PLATÓN.

ARISTÓTELES.Escuela

Peripatética.

SPEÜSIPO.Primer

sucesor (lePlatón en laAcademia.

IXENÓCRATES.

ZENON. POLEMON.Escuela TercerEstoica. sucesor de

Platón.

En efecto, la Filosofía Griega, desde Sócrates, reco-noce un punto de partida y sentido y direccionescomunes. Se entra en los mundos de lo inteligible conaquel antecedente desde Platón; peripatéticos-estóicos-escópticos, y por último, neo-platónicos, completan,mutilan ó adulteran las enseñanzas platónicas, lleván-dolas en todas direcciones y sometiéndolas á lapiedra de toque de las más variadas y opuestas suges-tiones de una cultura pletórica de grandezas, de aspi-raciones y de corrupción.

Desde Polemon y Crantor comienzan las renova-ciones y los renacimientos de la Academia, habién-donos los eruditos alejandrinos, de segunda, tercera yhasta de cuarta Academia, en cuyo período exhaustode recursos la fundación, vino en su ayuda el E3tadoremunerando al profesor, originándose las escuelasoficiales de instrucción, que tanto crecieron después.

De notar es asimismo, que la doctrina de Platón,en los mismos labios de Speusipo, Xenócrates y Pole-mon, varió, cosa que acontece asimismo en la es-cuela cirenáica, en la peripatética, en la estoica y entodas las escuelas griegas. E! espíritu escolástico, elfanatismo de escuela, entendió después de muy dis-tinta manera esta disciplina, conviniéndola en literalrepetición, que degeneró luego en una fe mecánica yformularia. No lo entendieron así los griegos, y acer-taron al estimar que la escuela no exigía ni podíaexigir del adepto ó del discípulo el obsequio ni elsacrificio de su genial individualidad, y que por el con-trario, servíanla, prosiguiendo sus inspiraciones, ensa-

yando nuevas vías para fines no conseguirlos, en-mendando y corrigiendo lo que la ley de los tiemposseñalaba como infecundo é incompleto.

Las escuelas influyen en cuanto viven y no vivenencerrándose en un dogmatismo hosco y caduco, sinorespirando ia atmósfera histórica en que se encuentran,y ahondando con curiosidad creciente en el innagota-ble tesoro del espíritu deseoso de la verdad. El plato-nismo griego siguió estos caminos y pudo conciliar,gracias á tan recto pensar, la libertad y la espontanei-dad de la razón individual, con las ventajas que causanesas asociaciones de inteligencias en los que se obe •dece al mismo impulso y se interroga en todos senti-dos con el mismo propósito, prestándose mutua yeficacísima ayuda los asociados.

III.

Platón, á diferencia de su. maestro, es escritor, yun gran escritor. Figura dignamente, y en Jugar muyprincipal, en el siglo de los grandes prosistas griegos.Como testimonio del respeto que la antigüedad rindióá su nombre, se han conservado todos ó casi todossus escritos, y la crítica, desde el siglo XVI al actual,más ha debido ocuparse de escoger y distinguir losauténticos de los apócrifos, que en buscar escritos dePlatón.

En el cuadro general de su sistema y en el ordena-do índice de las cuestiones que la constituyen, apenashay vacíos. Los puntos capitales se encuentran ex -puestos, discutidos con extensión, las más veces,repetidamente en diversos diálogos.

Pero la forma de diálogos parciales daña á la cla-ridad y orden del conjunto. En los diálogos está porcompleto la doctrina platónica; pero es necesario or-denarla, reunir y comparar diferentes pasajes, relacio-nar unas doctrinas con otras, y gracias á esta exposi-ción, siempre difícil y ocasionada á errores, se obtieneel conjunto, el sistema. Explícase quizá por estacausa, porqué en la historia délos Renacimientos delplatonismo figuran Platones distintos. No es el Platónde los Alejandrinos el Platón de los SS. PP., ni el delos SS. PP. es semejante al de los italianos del Renaci-miento; ni la figura que embelesó á los cartesianos esel Platón que la crítica y la erudición novísimasmuestran, después de prolijos afanes. Platón es todoeso; pero no es todo él cada uno de los aspectos queel genio y carácter de las diversas edades se gozó enseñalar, dándose aires de haber agotado su estudio.

Fijándose exclusivamente en tres ó cuatro diálogosque el espíritu del expositor elige, hilvanando ó con-certando estos diálogos; admitiendo como dogmáticolo que es dubitativo ó puro artificio del diálogo, eshacedero mirar un Platón que responda como un eco,á las condiciones del expositor, ó que apadrine consu autoridad augusta, tendencias y sentidos de la EdadMedia, del Renacimiento ó del Cartesianismo.

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De aquí los trabajos que han engendrado la críticaplatónica, y que arrancan de los primeros períodos dela investigación alejandrina, sin que nadie los dé aúnpor terminados y concluidos.

Escribió Platón sus diálogos desde los veinticincoaños á los ochenta. Diógenes de Laertio conservó uncatálogo de los que en su tiempo corrían como dePlatón, pero los cinco que faltan, son cabalmente losque no eran considerados como auténticos ya en losdias alejandrinos. Pero Diógenes no se limita á denun-ciar como apócrifos los cinco diálogos perdidos, sinoque expone dudas sobre la autenticidad de los Rivalessobre el Hiparco y el segundo Alcibiades. No hubonecesidad de más. Las numerosas falsificaciones ale-jandrinas han justificado en toda edad los escrúpulosde la crítica, y la indicacioa de Diógenes no pasó des-apercibida para los eruditos.

Larga es la historia de estas dudas; pero su explo-sión es de nuestra edad, en que la exegesis, el análisisfilológico y el cotejo de textos y códices, ha servidoen no pocas ocasiones de aparato para desvirtuar tes-timonios y noticias, que no cuadraban con teorías muyqueridas.

La crítica interna de la escuela de Wolf es elementopeligroso para la crítica, y á poco que se siga esapendiente, brotan con asombrosa fecundidad razonespara negar la autenticidad de todos los escritos queno compaginan con el carácter y condición que ánuestro entender tuvo un prosista ó un poeta.

Lo averiguado es, que aún viviendo Platón, su dis-cípulo Hermodoro coleccionó y publicó, como se diríahoy, todas las obras, y á su muerte, sólo las Leyes nose habían publicado, lo que hizo su otro discípuloPhilipo de Oppunto, y la escuela cuidó, como era sudeber, de conservar y divulgar esta colección.

Condiciones soti éstas que infunden confianza, y mássi las citas de Aristóteles, su discípulo y contemporá-neo, corroboran la existencia por lo menos de diez ynueve de los diálogos platónicos, sin que el no habersido citado por Aristóteles un diálogo, induzca cosacontra su autenticidad (como sucedería, por ejemplo,con el Parménides) en atención, entre otras razones,á que Aristóteles, ai impugnar, no impugna textosdeterminados sino doctrinas completas.

Diógenes de Laertio y Ateneo, al hablar de Platón,se apoyan siempre en la autoridad de escritores con-temporáneos ó discípulos del gran escritor, y susdichos tienen la prueba que suministran AristoxenoDicearco, Heráclido del Ponto, Polemon Theo-pompo, etc., etc.; y por último, Aristófanes deBizan-cio y Trassyllo, al formar después el catálogo de losescritos de Platón, añaden, el uno seis diálogos álos citados por Aristóteles, y diez el otro, y tantoAristófanes como Trassyllo, pesan como verdaderasautoridades en bibliografía griega, el primero por sucarácter do bibliotecario oficial de Alejandría, bajo

Philopator, y el segundo, porque su favor cerca deTiberio le procuraba medios y auxilios para formar lacolección de las obras del maestro, que emprendióestudiando con gran detenimiento lo referente á suautenticidad.

Sin llegar á escepticismos que son infundados, lasmejores autoridades en crítica, Ast, Schleiermacher,Hermann, Socher-Stallbaum y Cousin rechazan comoapócrifos el Álcyon, el Sisipho, de la Virtud, las Di-visiones y las Definiciones, de acuerdo con los catá-logos de Diógenes, Aristophanes, y Trassyllo.

Las Doctrinas no escritas, los famosos Aypa<paSopeara, suscitan mayores dificultades. Ya no existe elargumento nacido de que Aristófanes ó Trassyllo nolo incluyen en sus catálogos, y Aristóteles, aunque unasola vez, cita las Doctrinas no escritas, en el libro IVde la Física. La cita de Aristóteles es importante;pero no la estimo decisiva. Por ella puede decirse, queen los dias de Platón se habían escrito las Doctrinasorales y que Aristóteles juzgaba que eran imputablesá Platón. Simplicio afirma que Platón expuso en con-ferencias privadas, á las cuales asistían Aristóteles,Speusipo, Heráclido, etc., la doctrina del Bien, y quelos discípulos copiaban literalmento la doctrina delmaestro, por oscuras y enigmáticas que fuesen suspalabras.

No hay más autoridades dignas de respeto, y esde conceder que los discípulos de Platón, como Her-modoro, escribieron exposiciones de las doctrinas delmaestro; que recogieron notas; que estas apuntacio-nes corrieron de mano en mano; pero aun llegando álo que afirma Simplicio, nada demuestra ni pruebaque Platón escribiera las Doctrinas no escritas.

No son debidas á Platón; pero Aristóteles imputa áPlatón las doctrinas contenidas en las Doctrinas noescritQQ- ¿Por que? Si se supone, como alguien afir-ma, que Aristóteles citaba con tal seguridad, porqueél mismo, como discípulo, redactó las Doctrinas,débese replicar que no hay autoridad que convenzade ello, y que, aun siendo así, no es aceptable queAristóteles busque en textos redactados por ól mismolos puntos de refutación de su maestro; porque essabido cuan de lejos se inicia la idea en la razónhumana, y podría la redacción de Aristóteles adole-cer ya del sentido que sirvió después para la refu-tación.

Aristóteles pudo utilizar las Doctrinas no escritascuando refutaba á la Academia y á la Escuela, sies que el libro gozaba de crédito entre sus adeptos;pero no debió formular acusaciones contra Platón,apoyadas en textos cuya autenticidad no se com-prueba.

En cuanto al diálogo Hipparco, aunque Trassyllolo incluyó en su catálogo, la crítica moderna lo re-chaza, aunque reconociendo que es de la buena épocay socrático en su fondo, y cosa semejante acontece

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con el II Akibiades y con los Amantes, de cuya au-tenticidad ya dudaba Trassyllo.

Las cartas de Platón aún están en tela de juicio;Trassyllo, Ar¡stophane3, Cicerón, Plutarco, Ate-neo, etc., las estimaron como auténticas, indicandoque eran inferiores en condiciones de estilo y len-guaje á sus demás obras; pero la crítica moderna con-sidera, en mi sentir con razón, como apócrifas unascartas ficticias (lo que era artificio de sofistas), reduci-das á consignar noticias sobre la vida y doctrina dePlatón, y no las estima, admitiendo á lo sumo que latercera, por ejemplo, puede atribuirse á Speusipo, laquinta á Dion, ó que algún filósofo de su escuela lasredactó poco después de su muerte y cuando ya ladoctrina tomaba tintes pitagóricos en manos de losunos, y sensualistas en las de los otros. Las razonesson de crítica interna; pero tantas y tan vivas, que espreciso rendirse á la evidencia de que Platón no pudoescribir las cartas, que difieren de las doctrinas desus diálogos.

No lleva más allá la crítica prudente y circunspectasus negativas, y acepta como auténticos el Hippias,el Cltíiphon, el Minos, el Theages, el Laches, el Ion,el Akibiades I, el Charmides, el Lysis, el Protágoras,el Eutydemo, la Apología de Sócrates, el Criton, el(¡orgias, el Eutyfron, el Menon, el Hippias I, elCratylo, el Teetetes, el Sofista, la Política, el Par-ménides, el Phedro, el Banquete, el Menexeno, elPhedon, el Philebo, la República, las Leyes, el Ti-meo, el Epinomis y el Critias.

No es esto suponer que queda cerrado el períodocrítico de las obras de Platón, que mucho debe ata-rearse el que desee dar cumplida respuesta á las ob-jeciones que se formulan por doctísimos escritores,contra muchos de los diálogos enumerados bajo !arúbrica de auténticos. Ast, Schleiermacher y Zellerniegan la autenticidad del Hippias ó de las mentiras;llermaun, considera el Clüiphon como un trabajo deescuela; Boeckh cree que el Minos lo escribió Simónde Atenas; Schleiermaoher, Ast y Stallbaum, recha-zan el Theages; Ast no admite el Laches; condena elIon Schleiermacher; y el Alcibiades, Schleieraiachery Ast; Socher no reconoce como de Platón el Luis;Ast duda respecto al Eutydemo y al Criton; el Hip-pias 6 lo Bello no es de Platón, según Schleierma-cher; el Sofista mismo no se liberta de las negativasde Socher; sobre el Parménides hay trabada larga ydefleilísima contienda, en que militan de una parteAst, Schleiermacher y Cousin, y de otra Proclo, He-gel, Zeller, C. Ficher y Fouiller; el Menexeno levantatempestades de parte de los helenistas; y por úl-timo, Ast y Zeller niegan en redondo que las Leyesdeban considerarse como obra de Platón, y el Epino-mis y el Critias son rechazados por Socher.

No paran aquí las grandes preocupaciones de la crí-tica platónica, que otras no menos punzantes se ori-

ginan de los argumentos y de las clasificaciones á quese prestan. Desde los tiempos de Aristophanes yTrasyllo corre como tema de estudio el de la clasi-ficación de los diálogos. No es la cuestión de tanto in-terés como la de la autenticidad, y por tanto, bastarecordar que unos platónicos presumen haber esta-blecido el orden cronológico de los diálogos, y otros,estimando el empeño como inasequible, vuelven so-bre el orden lógico. Schleiermacher, Hermann, Stal-baum proponen diversas bases para la construcción óagrupación sistemática de los diálogos, pero tan oca-sionadas á error, como lo es el determinar las diver-sas fases del desarrollo intelectual de Platón, ó de lnsucesiva aparición en su espíritu de las diversas teo-rías que constituyen el sistema, ó del progreso en lar.artes del estilo y del diálogo. El caso es arduo y, enmi sentir, quimérica la empresa, y tengo por menosatrevido, aunque por arbitrario, el clasificar según latrabazón de los diálogos, agrupándolos de la mismamanera, ó modo semejante, al seguido por Aristopha-nes. Este gramático agrupaba los diálogos en trilo-gías. Trassyllo, en tetralogías; lo que ha repetido úl-timamente Hermann.

Aguzando el ingenio, no es difícil encontrar rasgos ynoticias que cohonesten estas clasificaciones; pero sonmás ingeniosas que exactas, como lo son también lasimaginadas á ssmejanza de lo que estableció Albino180 años después de Cristo, fundadas en los caracte-res pedagógicos del diálogo ó en la forma exterior óretórica de la exposición. Lo más juicioso es repetirla clasificación ciceroniana en diálogos socráticos ydiálogos platónicos.

IV.

¿Por qué escribió Platón en prosa?—pregunta unerudito alemán.—No es de contestar la pregunta conel «porque así le plugo,» que estampa un profesorfrancés; porque en Grecia el título de logógrafo corríaparejas en la estima pública con el de sofista, y sor-prende que un hombre de nobilísima alcurnia y deraza señalada descendiera á lo que apenas se dispen-saba y consentía á los poetas. No ennoblecía escri-bir en verso; pero escribir en prosa afrentaba. Elmismo Platón lo escribe en dos pasajes famosos delPhedro.

¿Por qué Platón escribió en prosa, ó por qué escri-bió?—pudiera preguntar Hermann, y la pregunta noes ociosa.—¿Por qué Platón que juzgaba severísima-mente á los logógrafos lo fue? ¿Cómo explicar estacontradicción? Si la escritura y el libro no son medioseficaces para la difusión de la filosofía, según Platón,¿por qué acudió á ese medio que con tanta severidadcondenaba, y que su maestro Sócrates miraba asimis-mo con menosprecio?

No faltará quien, recordando antecedentes y citas,niegue en redondo que Platón acudiera á la escritura;

N.° 55 F . DE P . CANALEJAS. LA FILOSOFÍA PLATÓNICA. 47

pero sin llegar á este extremo, atormenta mucho elcaso á los comentadores de Platón, y algunos muycircunspectos, como Ast, sostendrán que los diálogosno son otra cosa que exposiciones de pormenor y ejer-cicios de escuela, formas de polémica y controversia,temas para probar á los discípulos; en una palabra, lacorteza y el exterior del platonismo; porque la esenciadoctrinal quedaba reservada á la palabra hablada,forma de vida, vida también que arrastraba y encen-día el alma con el contacto que se cumple de espíritucon espíritu.

Seguiríase de aquí que el platonismo no reconocíapor fuente y autoridad lo escrito en los diálogos, y seocurre la duda de cómo conseguir y por qué caminoalcanzar el conocimiento de la doctrina. Basta un ras-go, basta un miembro, se dice, para reconstruir elsistema, y ese punto de partida, ese elemento orgá-nico, puede encontrarse y se encuentra en esos diá-logos exotéricos ó en las refutaciones Aristotélicas; ycon ellos y con esta ayuda, es hacedero repetir el mi-lagro de adivinación de Cuvier. Perdonen, Hermann,Ast y los que tras ellos han escrito cosas parecidas.Tratándose de organizaciones naturales, definidas ge-néricameute, difícil era, pero no imposible, el empeñoatribuido á Cuvier: tratándose de creaciones ó intui-ciones del espíritu soberanamente espontáneas, el pro-pósito raya en desvarío. O no hay platonismo, ó elplatonismo es el sistema que palpita en los diálogosreconocidos como auténticos.

Que estos diálogos son cosas fútiles y trabajos deescolares, temas y ejercicios sobre puntos de escasamonta y trascendencia, es grave afirmación, tratándo-se del Sofista, del Parménides, del Teetetes, del Phe-don, de la República, del Gorgias y el Protágoras,que no sé yo que siguiendo el correr de la edades sehaya discurrido y meditado con mayor profundi-dad y alcance sobre el Ser, las Ideas, la Esencia, elBien, la Belleza, y se hayan refutado de mejor y máscumplida manera las tesis contrarias. Grande alabanzase reguiría para Platón si eso que ha engendrado sis-temas y escuelas al través de veintitrés siglos, nofuera más que un ropaje y cobertura de la verdaderadoctrina; un pormenor y mera explicación del sistemaoculto que sólo se fiaba á la palabra hablada.

Si así fuera, habría de convenirse en que con ellaha vivido la humanidad, y deplorando no recibir todoel lleno de la luz, debemos contentarnos con el res-plandor y aroma que los Diálogos contienen y procu-ran, que eso y no otra cosa sería el Platonismo.

iCómo explicar el texto del Phed.ro, causa de todasestas perplejidades? No lo tengo por imposible. Nopasaría á los ojos de la buena crítica por temerario elque sostuviese qae el texto no es explícito, ni redondoel pensamiento, porque Platón censura á los que escri-ben por escribir, y después no saben darse cuenta, nicomunicar á los demás de palabra lo que han escrito;

pero concediendo mucho más de lo que es de conce-der, se explica muy racionalmente el hecho, atendien-do á que el Phedro es á todas luces un diálogo socrá-tico, y según todas las señales uno de los que escribióPlatón en los primeros años de su socratismo, sino esde los que Diógenes de Laertio indica que se escribie-ron viviendo Sócrates.

Convence de esto la materia del diálogo, su perfec-ción, las galas y ornamentos de estilo en que abunda,riqueza que acusa viva fantasía y gusto juvenil. Creyóentonces Platón que el ascendiente de la palabra bas-taba, y lleno su espíritu de las admiraciones que leprodujo la singular habilidad de Sócrates, tuvo porineficaz y afectada la forma escrita. Pero la muerte deSócrates, las tristes escenas que procuraban las agita-ciones demagógicas de Atenas desde la muerte dePe-ricles y las aventuras de Alcibiades, sus viajes y ladispersión de los socráticos, esterilizándose unos en laescuela de Megara, corrompiéndose otros en la Cire-náica, hizo brotar en él la convicción de la necesidadde una disciplina vigorosa, continuada y metódica;porque era labrar las olas perseverar en la propaga-ción oral. De aquí el proyecto de abrir escuela, propó-sito no menos contrario á las tradiciones socráticasque el de escribir. Existiendo un centro, una institu-ción perdurablemente consagrada á mantener viva laenseñanza; exigiéndose á los discípulos que recogie-ran casi estenográficamente las enseñanzas del maes-tro; el escrito llegaba por sus pasos contados y comocomplemento indispensable de la escuela, como unfruto propio de los mutuos apuntes y temas recogidospor los oyentes.

¿Por qué Platón fundó escuela? Dicho se está; y porhaber fundado escuela escribió, rectificando su juicioy sus opiniones sobre el valor de la palabra escrita.

Platón no escribió en verso, porque la edad de lospoemas didácticos había pasado, y la tendencia prácticay razonadora del socratismo contradecía las formasépico-dogmáticas do los jónicos y de los eleáticos.Escribió en diálogo, porque era la tradición socrá-tica, recordada hasta por Aristóteles, y la forma lite-raria más cultivada por los griegos y la que en ma-nos de trágicos y cómicos despertaba mayor númerode sentimientos y de aspiraciones en el pueblo ate-niense.

La severa exposición doctrinal, regular, metódica,no se ajustaba á una escuela como la socrática, quefiaba mucho en la espontaneidad de la razón y esti-maba al hombre en la variedad de sus propiedades. Eldiálogo, como que llevaba á la piedra de toque la doc-trina, examinándola en relación á sus aplicaciones,hasta en sus analogías, exigía el concurso activo deloyente, lo que era muy del gusto de Sócrates, y se con-formaba con la vivacidad helénica y satisfacía el ape-tito de variedad y de belleza propio del siglo pla-tónico.

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Que en esto intervenía un elemento artístico, no hayque dudarlo, y la antigüedad lo reconoció hasta elpunto de estimar como escenas dramáticas los Diálo-gos Platónicos, representándolos, como escribe Plu-tarco, en los banquetes, entre dulces y perfumes.

La variedad de los caracteres, la diversidad deestilos, la rapidez ó la gravedad en la marcha del pen-samiento, el tono natural y sencillo que no obsta á lamajestad y á la elocuencia; todo contribuía á revestirá los diálogos del aspecto de los Mimos siracusanos,que estudió Platón y que se representaban sin máscarani aparato escénico, en los aposentos y comedores pa-tricios.

No es este el gusto moderno, ó por lo menos, no eseste el gusto más generalizado en estos dias, porque ápesar del ejemplo de Cicerón, Malebranche, Leibnitz,Mamiani Vacherot, etc., y otros nombres más ó menosilustres en la literatura filosófica, se cree que la preci-sión filosófica es incompatible con la belleza y traspa-rencia de la forma, y mucho más con las exigenciasdel diálogo. No falta, por último, quien crea se compa-dece mal el escritor con el filósofo y que daña labelleza de la forma al fondo real y verdadero del pen-samiento. Sucede así en quien no es ni escritor nifilósofo; pero no en el que es lo uno y lo otro, en cuyocaso aparecen las maravillas de Platón, de Cicerón,de Séneca, de muchos SS. PP., de Malebranche, dePascal, de nuestros dos Luises, de Bossuet, de Fene-lon, de Schelling, Fichte, Globerti y Mamiani, y otrosmuchos que son modelos acabados de precisión ynovedad, y á la par de sencillez y de elocuencia. Muyal contrario, el bien como la verdad, llaman podero-samente á la belleza, que es su natural forma deexpresión, y no están reñidas ambas ideas ni crecenen el espíritu unas facultades esterilizando á las otras,sino todas á la vez y llevadas por la misma fuerzainterior.

Lo que sí es cierto, y ya queda dicho, es, que laexposición en diálogos parciales dificulta mucho lareconstitución de un sistema para mirarlo y verlo ensu conjunto; pero atendiendo á una cuestión concreta,es el diálogo forma muy provechosa de exposición,por más que convenga advertir es difícil su empleo yrequiere grandes condiciones artísticas, y principal-mente una serenidad de espíritu divina, que permitay consienta ver, en las propias ideas, los vacíos y lascontradicciones.

FRANCISCO DE PAULA CANALEJAS,

de la Academia Española.

(Se concluirá.)

HISTORIADEL

MOVIMIENTO OBRERO EN LA GRAN BRETAÑA.

i.Ojeada histórica de Inglaterra desde su gran revolución.—Antigua situa-

ción del proletariado inglés.—La Utopia de Thomas Morus.—Refor-mas en la legislación de pobies.—Formas diversas de la miseria.—Legislación sobre las asociaciones obreras.—Sociedades de Amigos tíde socorros mutuos (Friendly Societies); sociedades cooperativas(Cooperatift Socielies); sociedades de resistencia (Trade's Unions,United Tradm, Trades Svcieties}.

Más de un siglo adelanta Inglaterra á Franciaen la obra revolucionaria. Allí como aquí hubo unrey decapitado por la justicia del Parlamento, untrono hecho pedazos por la ira popular, y una se-rie de reformas civiles y políticas que menguaronlos antiguos privilegios de clases superiores, parair poco á poco estableciendo en su lugar el derechode todos. Hubo también en una y otra parte escenassangrientas, intrigas departidos, luchas terribles,golpes de Estado, violencias, dictaduras, reaccio-nes, restauraciones; todo esto sin razón ni medidacalculada por las circunstancias y necesidadespúblicas. Inglaterra , presa de las guerras civiles,pasó de unas á otras dinastías sin ganar más quela humillación de aquellos orgullosos barones queno conocían trabas á su poder feudal. Quedó, enefecto, abolida la dignidad real por haberse im-puesto á la soberanía de los Parlamentos; pero laanarquía imperante, después del protectorado deCrom'well, determinó el triunfo de la restauración,cuya política, favorable en un principio á los ele-mentos protestantes, luego á los católicos, unasveces á los liberales, otras á los reaccionarios, sintener jamás en cuenta las justas y razonadasexigencias de la opinión, fue causa del definitivodestronamiento de los Estuardos. Más tarde laConvención de Wetsminster votó un bilí que con-fería la corona á la casa de Orange, con la condi-ción de respetar las libertades inglesas. La nuevadinastía logró formar el reino unido de la GranBretaña, pero sobre grandes y costosas luchas in"teriores y exteriores, continentales y marítimas.Pasaron los tiempos, y sucesivas manifestacionespopulares han venido modificando la política in-terior de Inglaterra, hasta disminuir el influjo delos nobles y señores territoriales en el país llano,y el de los poseedores de grandes capitales en lasciudades manufactureras. Hoy el pueblo inglés,que se señala entre todos por su sentido prácticoy una gran moderación en el ejercicio de sus dere-chos, está en vísperas de realizar pacíficamentesu total emancipación política y social, económicay religiosa, por lo mismo que ha adquirido perfec-tamente idea de su destino en la revolución deEuropa.

N.° 55 J. M. OLÍAS. EL MOVIMIENTO OBBERO EN INGLATERRA.

En medio de tantas agitaciones y tantos cam-bios de dinastías é instituciones, los obreros in-gleses han vivido en la miseria más espantosa,habitando los barrios infames de Londres y lospuntos más repugnantes de otros grandes centrosmanufactureros, alimentándose con desperdiciosde las comidas de otros más favorecidos por lafortuna, sin ropas con que abrigar sus carnes ócubrirlas honestamente, víctimas de una profundaignorancia y del embrutecimiento provocado porla embriaguez. Como ninguna otea nación delmundo civilizado, Inglaterra presentaba á ñnesdel pasado siglo y principios del actual una opu-lencia excesiva al lado de una pobreza viciosa ydegradante. No estaba el mal social sólo entre losasalariados con jornales mezquinos é insuficien-tes para llenar las primeras necesidades de la vida,sino que llegaba á los pequeños propietarios, cu-yos capitales ó intereses, fábricas, casas, indus-trias, comercios ó tierras, de sus manos pasaroncomo por encanto á las de los ricos y nobles, yaefecto de las continuas guerras civiles ó interna-cionales, ya por las inmensas contribuciones quese hacían necesarias para nivelar los excesivospresupuestos de gastos con los escasísimos presu-puestos de ingresos. A pesar del liberalismo dela Constitución inglesa y de las declamaciones deciertos economistas acerca de la felicidad del pue-blo inglés desde los tiempos de su gran revolución,es lo cierto que en la época á que nos referimosexistía un malestar horrible del proletario al ladode grandes y cuantiosos capitales, cuyo origenen la mayoría de casos era ilegal ó injusto.

Esta antigua situación del proletariado enfrentede la posición que disfrutaban los grandes seño-res de Inglaterra, inspiró en el siglo XVI la céle-bre Utopia, donde el canciller Thomas Morus ex-puso con elocuente claridad sus ideas críticas delorden social, su atrevida negación de la propiedad,sus cuadros estadísticos sobre la miseria de lostrabajadores, su notable defensa del comunismo,para deducir la justicia y conveniencia de una or-ganización de la sociedad, aplicable á Inglaterra,por mas que el autor encubrió su propósito conun sitio imaginario, la isla de Utopia, en dondefiguran instituciones y costumbres predicadasdespués con entusiasmo por los reformadores re-ligiosos de Alemania y los revolucionarios de to-dos los pueblos. Creía Morus, según los diálogosde su obra, «que allí donde la posesión es indivi-dual, donde todo se mide ó calcula con dinero,nunca puede reinar la justicia ni asegurarse laprosperidad pública. Para restablecer el equilibrioentre las relaciones humanas, necesario es abolirel derecho de propiedad. En tanto que subsistaeste derecho, la clase más numerosa y estimable

no tendrá sobre sí más que el peso de sus inquie-tudes, miserias y tristezas. Yo sé que hay reme-dios que pueden aliviar el mal, pero son impoten-tes para estirparle radicalmente. Es posible, porejemplo, decretar un máximun de posesiones in-dividuales en tierras ó dinero, ó bien se puedeprevenir el exceso de riquezas con leyes fuertes.Es posible castigar la intriga, impedir la ventade las magistraturas, suprimir el lujo y la repre-sentación fastuosa de los altos empleos, y puedeevitarse que los ricos tengan cargos que sólo de-ben poseer los más capaces. Estos medios sonpaliativos que adormecen el dolor, pero no debeesperarse el restablecimiento de la salud y fuerzaen un pueblo donde exista la propiedad individual.Hay en la sociedad actual un encadenamiento tanarbitrario y caprichoso, que si tratamos de curaruna de las partes enfermas, el mal de otra seagrava ó empeora. La causa principal de la mise-ria pública es el número excesivo de nobles y zán-ganos que se nutren del sudor y del trabajo deotros... ¿No es asombroso que el oro haya adqui-rido una estimación superior á la del hombre, yque un rico con inteligencia de plomo, estúpidocomo un leño, tan inmoral como necio, tengabajo su dirección ó dependencia á hombres sabiosy virtuosos? ¿Es justo que un noble, un rico, unusurero; un hombre que nada produce, lleve unavida regalada en medio de la holgazanería ó deocupaciones frivolas, en tanto que el obrero, elartesano, el agricultor, tiene siempre consigo lamiseria y apenas si le es posible procurarse unaalimentación regular? Estos últimos, sin embargo,se hallan sujetos á un trabajo duro y constante,que apenas si las bestias de carga pueden sopor-tar; t^n necesario que sin él no subsiste sociedadalguna. Verdaderamente que la condición de aque-llas es preferible, porque ni trabajan tanto tiem-po, comen más y quizá mejor y no temen al por-venir. ¿Pero cuál es la suerte del obrero? Untrabajo para él infructuoso, estéril, le consumelentamente hasta matarle entre una vejez repug-nante y una miseria espantosa. Su salario es taninsignificante que jamás alcanza á satisfacer lasmás imperiosas necesidades de cada dia. ¿Cómo,pues, ha de ahorrar algo de lo superfluo para susdias de enfermedad, huelga ó vejez? No es estotodo. El rico disminuye de dia en dia el salariodel pobre, no solamente por medios fraudulentos,sino haciendo leyes con tan criminal objeto. Re-compensar tan mal á los que merecen lo mejor dela república, debe parecer á todos una injusticiaevidente; pero los ricos han hecho de esta mons-truosidad una justicia, sancionada luego por lasleyes. Así, cuando examino y profundizo la situa-ción de Estados hoy florecientes, no veo más que

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una conspiración de ricos que hacen su negocio •Los conjurados buscan por todos los caminos po-sibles, buenos ó malos, llegar á este doble fin:asegurar la posesión de una fortuna más ó menosmal adquirida y abusar de la miseria de los pobres,abusar de sus personas, como se hace con los ani-males, y comprar al más ínfimo precio su indus-tria, su obra, su trabajo. ¡Y estas maquinacionesdecretadas por los ricos en nombre del Estado, ypor consiguiente, en nombre también de los po-bres, se han convertido en leyes!... Poned un frenoá la avaricia y al egoísmo de los ricos; quitadlesel derecho de acapararlo y monopolizarlo todo;que no haya más holgazanes; dad á la agriculturaun gran impulso; cread nuevas ramas á la indus-tria, para que puedan o'cuparse útilmente esasmultitudes de pobres que la miseria convierte envagabundos y ladrones.»

Hé ahí los pasajes de Utopía que más relaciónguardan con el estado de la clase obrera en In-glaterra por el siglo XVI. Aparte de que obra tannotable lleva en sí los mismos errores que hemoscombatido al exponer y comentar las doctrinas delos comunistas franceses, tiene á su favor la crí-tica racional y justa de una organización econó-mica como la existente entonces, que las relacio-nes entre ricos y pobres, propietarios y proleta-rios, fabricantes y obreros eran constantementede privilegio, explotación y fuerza de los primerospara con los segundos. Las ideas de Thomas Mo-rus causaron admiración en unos, terror en otros,curiosidad en muchos, y han contribuido no poco,en unión de las predicaciones reformistas de Ale-mania, al movimiento comunista religioso que enaquella época conmovió profundamente á una granparte de Europa. Las medidas violentas emplea-das por los gobiernos detuvieron las insurreccio-nes populares y las manifestaciones de las clasesjornaleras; mas como no con eso mejoraba la si-tuación del infinito número de pobres que pulula-ban por el Reino Unido, empezó á legalizarse lacaridad,medida tanto más urgente, cuanto que lareforma religiosa de Inglaterra trasladó las in-mensas riquezas territoriales del clero católico ámanos del clero protestan te, suprimió las órdenesconventuales, confiscó los cuantiosos bienes de loshospitales y hospicios, á la sombrado los cuales sealimentaban diariamente los más de los necesita-dos. De aquí las leyes dictadas por Enrique VIII,Eduardo VI é Isabel, sobre el derecho del indi-gente ó pobre á la asistencia parroquial; leyes quecon algunas modificaciones indicadas por las cir-cunstancias de localidad, las necesidades de lostiempos y las exigencias del progreso, fueron re-conocidas, respetadas y practicadas hasta elpresente siglo. Al -lado de la caridad pública,

oficial, legal, ha venido desenvolviéndose desdetiempos antiguos la caridad particular y priva-da, la cual es indudable que favoreció notable-mente al proletariado inglés por medio de estable-cimientos y sociedades para el cuidado de niñosexpósitos, casas de maternidad, asilos de inváli-dos, refugios de ancianos, pensiones á los inváli-dos del trabajo, depósitos de materias alimenti-cias, casas de obreros, baños y lavaderos públicos,colegios de párvulos y adultos, escuelas indus-triales y agrícolas, conferencias sobre puntos demoral y religión, misiones de protección y tem-planza, adopción de los hijos de condenados ápresidio perpetuo, asociaciones de socorros mu-tuos, etc., etc. Cierto es que algunos de estosmedios aliviaban la miseria de las clases pobresy trabajadoras, pero no mejoraba, ni menos cam-biaba radicalmente su condición intelectual, mo-ral y material.

Revestía innumerables formas esta miseria casigeneral. Y tan extendida se hallaba por todo elreino, que en las parroquias ó distritos se hizo in-dispensable la formación de listas para socorrerdiariamente con la limosna oficial. En Londres,millares de familias carecían de casa que habitary cama donde descansar. En Liverpool, la mayo-ría de los obreros vivían en cuevas fétidas, sinluz ni aire, casi desnudos, sin probar un pedazode pan blanco durante el año, confundidos lossexos, olvidada la familia, despreciada la moral;en una palabra, haciendo la vida de bestias. Pa-saba en Manchester, Leeds, Pendleton, Ampthill,Mottisford, Lancashire, Birmingnam, Salford,York y otras ciudades populosas, lo mismo casiexactamente que en Liverpool. Ninguno de los re-medios proyectados entonces bastaron á contenerlos estragos horribles del mal, antes contribuye-ron á empeorarle el egoísmo de los nobles y losricos y las violencias empleadas por los gobier-nos, tales como las suspensiones del Habeas Cor-pus contra las manifestaciones populares, y lostumultos de las ciudades, las descargas de fusi-lería y las cargas de caballería contra los obrerosexcitados á la insurrecion por los tormentos delhambre.

Es indudable que todo esto reconocía comocausa la mala ó Viciosa organización del trabajo,y de aquí la serie de reformas predicadas y ensa-yadas de un lado por los economistas, de otro porlos comunistas. Producir mucho y muy barato hasido siempre el ideal de los industriales ingleses,sin que nada les importe el cumplimiento de lajusticia, que exige para el obrero el producto desu trabajo. Ese antagonismo entre los interesesde los maestros, fabricantes ó propietarios, y losintereses de los obreros, fue causa de la miseria

N.°55 J. M. OLÍAS. EL MOVIMIENTO OBRERO EN INGLATERRA. 51

general del pueblo, que aumentaba escandalosa-mente á medida que los industriales preferían losniños y las mujeres como instrumentos más ba-ratos para la explotación de sus máquinas, dandolugar con esta nueva forma de la esclavitud alcomercio más odioso, inmoral y repugnante. En-tre tanto, los gobernantes y legisladores, másconfiados en las medidas represivas que en laspreventivas, organizaron la limosna diaria á lospobres y establecieron penas severas y castigosduros, lo mismo á cuantos no querían pagar ensu parroquia respectiva la cuota prefijada, que álos que se negaban á recibir el socorro establecidooficialmente. Fue, pues, perseguida y condenadala vagancia, hasta con mutilaciones ó mareas defuego, más tarde con el trabajo forzado. Es nece-sario venir á este siglo para encontrar una legisla-ción sobre pobres y mendigos más en armonía conlos principios humanitarios que deben imperarsiempre en toda nación civilizada, puesto que esacuestión de miseria y pobreza, indigencia y va-gancia, depende de variadas circunstancias, y unaprincipal es la falta de trabajo. En Londres, porejemplo, y en muchos puertos de Inglaterra, ha-bía y aun hay miles de individuos cuya alimen-tación se relaciona con las vicisitudes atmosfé-ricas. ¿Hay viento? Pues cuantos desgraciadosestán sin trabajar en su habitual oficio, acuden áprestar sus servicios en los docks y en la carga ydescarga de los buques, donde encuentran un sa-lario mezquino, pero que al menos satisface lanecesidad del dia. ¿No hay viento un dia, dos,tres, una semana, un mes? Pues forzosamente losobreros sin trabajo han de ser mendigos, ladro-nes ó suicidas.

# *Cuando Inglaterra entró de lleno en el movi-

miento progresivo de la industria y el comercio,aunque sin consideración de ningún género nirespeto de ninguna clase al mayor número de losque viven solamente de su trabajo diario, aumen-taron de repente los conflictos y agraváronse lasya de antiguo tristes condiciones del proletaria-do. Las máquinas, por de pronto, lanzaron de lasfábricas á multitud de obreros, los salarios ba-jaron rápidamente, comenzaron las emigracionesy deportaciones de grandes masas, estallaron des-órdenes sangrientos, sobrevinieron quiebras con-siderables, aumentaron las huelgas; y entre tan-tas calamidades, los remedios por todos apeteci-dos con ansia, no se indicaban ni manifestabanpor ninguna parte. En 1793, durante el reinado deJorge III, solamente se reconocieron y reglamen-taron laa sociedades de amigos (Friendly socie-tiesj, cuya fundación data de principios del siglopasado, y que tienen por objeto socorrer á los aso-

¡iados en los momentos más difíciles, tales comonfermedad, falta de trabajo, vejez y demás con-

diciones señaladas en los reglamentos y estatutos,no á título de caridad, sino como obligación sa-grada de la sociedad para con los individuos quela forman y sostienen. A ejemplo de Francia queen 1789 trasformó la corporación en asociaciónlibre y voluntaria, el Parlamento inglés reconocióel derecho de asociación como un derecho común,y aprobó luego la constitución de toda sociedad,cuyos estatutos no fuesen contrarios á las leyesgenerales del país, con acción independiente y li-bre para ayudarse ó socorrerse sus miembros re-cíprocamente, y con ciertos privilegios que favo-recían su desarrollo y moralizaban sus fines. Deahí la gratuidad en todos los procedimientos judi-ciales para la recaudación de las obligacionessuscritas, y para el caso en que los gerentes y ad-ministradores y tesoreros descuidasen la presen-tación de cuentas por negligencia ó mala fe, ó dis-pusiesen de los fondos sin autorización de la aso-ciación, ó desapareciesen con la caja social. Asívivieron y fomentaron estas sociedades de amigos,mejorando cada vez más su legislación con modi-ficaciones sucesivas que introdujo el Parlamentopor los años de 1195, 1796, 1803, 1809 y 1817. Enéste quedaron autorizadas las Friendly societiespara depositar sus fondos en las cajas de ahor-ros, con la garantía del Estado, el cual daba uninterés de 4 */2 por 100. A últimos del siglo pa-sado había unos 9.000 obreros en las diversasFriendly societies. A principios del siglo actual, yal amparo de una nueva legislación, el númerode los asociados ascendía á cerca de un millón.

Sin embargo de tanta actividad para la consti-tucioñ-^ie estas asociaciones obreras, seguía eldesconcierto general y el antagonismo entre elcapital y el trabajo; en una palabra, el mal quecon creciente empuje minaba profundamente elorden político, económico, religioso y social delReino Unido. Para remediarle aparecieron mediosdistintos, entre los cuales hay dos que principal-mente se disputan la preferencia, uno el de la re-sistencia, otro el de la cooperación. El deseo delos obreros en resistir abiertamente las exigen-cias de los capitalistas y los abusos de los maes-tros en las cuestiones del salario y las horas detrabajo, provocó la organización de las sociedadesde resistencia, Trade's Unions, cuyo desarrollo estan considerable, que ya cuenta hoy la Inglaterracon millones de obreros afiliados en ellas y uncentro común de acción que dirige, gobierna yadministra con juicio y prudencia esas multitudesde obreros asociados para cambiar con la guerraal capital las condiciones del trabajo. De otrolado está la institución cooperativa, cuyos resul-

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tados en el orden económico-industrial, en el mo-ral é intelectual, en el político-soeial y en el in-ternacional, hacen suponer que por sí sola puederealizar la emancipación del proletariado mo-derno. Las Cooperatifs Societies son, como vere-mos luego, las asociaciones llamadas en no lejanodia á modificar prudentemente el organismoobrero de Inglaterra, sin salir nunca de las víasde la razón y del derecho.

Hagamos, pues, la historia de cada una de es-tas sociedades.

II.Sociedadps de amigos ó de socorros mutuos (Friendly- Societies),—Ori-

gen y objeto.—Primeras dificultades y ¿ápido desarrollo.—Número,capital y renta.—Influencia de estas asociaciones, extensión de sus es-tatutos.— Otras sociedades creadas al amparo de las de socorros.—Building Societtes, ó asociaciones para la "construcción de casas paraobreros.—Reformas en la legislación sobre unas y otxas.

Sociedades de resistencia (Trade's DnionsJ.—Reformas legislativas.—Tiade's Unions y Trade's Societies.—Alarmas y protestas contra laautorización y reconocimiento legal dtí las uniones de oficios.—Co-mentarios.—Rápida organización de estas asociaciones.—Coalicionesnotables.—Su influjo directo en el aira de los salarios y la disminuciónde boras de trabajo.—Habilidad y sensatez de los comités directivos.—•Diferencias entre algunas sociedades de resistencia.—Tendencia de lasTrade's Unions, propiamente dichas, á entrar en el movimiento coope-rativo de Inglaterra.—Ultimas manifestaciones.

Tienen origen las Friendly Societies por la épocaen que terminó la corporación como forma legalde la organización del trabajo. Las más antiguasse conocieron en Londres por los años 1700 y 1703,en Newcastle y otros puntos manufacturerosaparecieron de 1706 á 1719. Casi todas estas a30-ciones obreras basan sus estatutos en combinacio-nes de seguros sobre la vida y repartición igual deutilidades al fin de cada año á los miembros su-pervivientes. La mayoría de ellas tiene tendenciaá la mutualidad. Lucharon desde el principio congrandes dificultades, hasta dudarse de su éxitosatisfactorio por la mala administración, ó con-fusión en las cuentas, ó dilapidaciones de los ge-rentes, ó falsos cálculos, ó negociaciones funestas,insuficiencia de los cobros, etc. Más adelante,en 1764, algunos franceses fundaron en Londresnuevas sociedades de este género, de las que aúnfuncionan algunas con grandes utilidades. De1300 a 1815 se tomó con grande y general entu-siasmo la propaganda de estas sociedades obrerasde socorros; y desde la última fecha hasta nues-tros dias las estadísticas registradas en las Cá-maras del Reino Unido arrojan unas diez y seismil Friendly Societies, que comprenden más demillón y medio de obreros, con un capital de500.000.000 de reales, y una renta que no bajade 40.000.000. Si á estos datos sobre las socieda-des aprobadas, reconocidas, autorizadas y legali-zadas, unimos otros no menos exactos de las so-ciedades del mismo carácter, pero que carecen delas formalidades necesarias para su reconoci-miento legal, la cifra total sube á 34.000 asocia-ciones, 3.500.000 afiliados, 1.000.000.000 de reales

por capital, y cerca de 100.000.000 de renta. Másde la mitad depositan sus fondos en cajas deahorros y bancos de crédito, ó los emplean en tí-tulos de la deuda nacional.

Las Friendly Societies conservan algunos signosy símbolos, usan ciertas fórmulas y ceremoniasque tienen cierta analogía con la institución ma-sónica. Según el diario más acreditado de Ingla-terra, están casi todas bajo la protección de per-sonajes distinguidos en las letras, las armas y laalta banca, y sirven como de potencia de primerorden para la seguridad material y la grandezamoral del país. Hó ahí por qué los gobiernos y laadministración han apoyado y apoyan de verasesta marcha progresiva de las asociaciones obre-ras de socorros mutuos, ya con protecciones visi-bles y positivas, ya mediante reformas legislati-vas que aseguran su prosperidad, dejándolas ácubierto de ruinas y quiebras por inmoralidad desus gerencias. A pesar de que en parte algunacomo en el Reino Unido de la Gran Bretaña hainspirado más recelos, prevenciones ó desconfian-zas la intervención del Estado en aquellas cues-tiones que parecen ser exclusivas de la iniciativaindividual, sin embargo, con una sabia moderacióny prudente habilidad allí el Estado interviene parasepararlos obstáculos que se oponen al desenvol-vimiento del individuo y progreso de la sociedad.En el punto concreto del trabajo de las mujeres ylos niños se adelanta cada dia con reformas legis-lativas en un sentido más equitativo y humano.No viven ya las Friendly Societies como antigua-mente, sobre un ideal de caridad y beneficencia,sino sobre bases de derecho, con el cambio mu-tuo de servicios, por medio de la reciprocidad enlas relaciones de unas con otras y la fraternidadentre todos los miembros. Se han simplificadoúltimamente sus funciones: socorrer en dinero álas viudas y huérfanos de los societarios; pagarlos gastos de enterramiento; pensionar á los vie-jos é inutilizados por el trabajo; aliviar el estadode los enfermos con una cuota en metálico, conalimentos y completa asistencia facultativa; ase-gurar las pérdidas procedentes de epizootias, in-cendios, naufragios y demás siniestros que se ha-llan dentro del cálculo de probabilidades; mejorarlas condiciones del combustible y comestible,casa y vestido; garantizar la educación de los ni-ños y la dotación de las niñas; facilitar la emigra-ción en épocas funestas para el trabajo en susrespectivas localidades, etc. Al amparo de lasFriendly Societies, y una vez modificada la legis-lación, se crearon en 1836 otras llamadas BenifllBuilAing Societies, cuyo fundamental objeto es laformación de un capital pequeño, pero suficienteá cada societario para adquirir, mediante cotiza-

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ciones periódicas, una modesta finca urbana órural. Loa cajeros de estas sociedades depositanen el Banco de Inglaterra grandes fianzas en me-tálico.

Tienen estas sociedades para la construcción decasas obreras ei triple carácter de sociedades decrédito, de producción y de consumo. Apenasformado el capital, se verifica el préstamo alobrero, quien hace la devolución por medio desucesivas imposiciones metálicas, que equivalenal pago mensual de su habitación si estuviesealquilada. Claro está que el secreto de sostenersebien las Building Societies está en no haber cons-truido desde su primera época de fundación, niposteriormente construir muchas casas á la vez.Algo más difícil es mantener el orden por el quecada asociado tiene derecho á los beneficios de laasociación; pero la práctica constante del sorteoevita privilegios y diferencias entre los obrerosque aspiran á la calidad de propietarios. Otro delos procedimientos empleados con el mismo ob-jeto es sacar á pública subasta un lote de terreno;así los más impacientes pueden realizar su deseo,añadiendo al precio total de la casa la suma áque ascendiera el terreno subastado, suma quepor otra parte aprovecha al fondo común de lasociedad.

Mas como el mecanismo de estas asociaciones,que convierten al obrero en capitalista, al prole-tario en propietario, es propio de la idea coopera-tiva, remitimos á nuestros lectores al capítulosiguiente, donde encontrarán datos seguros yexactos sobre ese inmenso movimiento que señalacon razón á Inglaterra como un país eminente-mente práctico en las cuestiones más arduas dela organización social.

En 1793, bajo Jorge III, célebre por ocurrir ensu reinado la emancipación de las colonias ingle-sas en la América del Norte y la reunión parla-mentaria de Inglaterra é Irlanda, comenzó lalegislación á favor de las asociaciones mutuas óFrietidly Societies. Consistían sus privilegios enla gratuidad de la acción judicial y el procedi-miento sumario en el caso de negligencia porparte de los gerentes ó administradores en la pre-sentación de cuentas; en la facultad de no pagarla sociedad multa alguna en caso de malversa-ción de fondos y prevaricación de sus gerentes óadministradores; ei derecho á todo socio perjudi-cado por la sociedad de pedir un juicio por la víadel sumario, y otros relativos á casos particula-res y generales. Referíanse las condiciones res-trictivas á la entrega de los estatutos y reglamen-tos al poder judicial, á la promesa formal de nomodificar éstos sin el consentimiento de las trescuartas partes de los miembros presentes en la

asamblea general; á la prohibición de todo repartoy empleo del fondo social fuera de los casos pre-vistos en su acta de fundación. Esta disposiciónó acta sufrió diversas modificaciones á medidaque aumentaban y progresaban las Frietidly So-cieties, y en 1817 quedaron estas autorizadas paraimponer sus fondos en cajas de ahorros, garan-tizando el Estado un interés de 4 1/2 por 109.Hacia 1830 se verificaron varias conf jrencias en-tre una comisión parlamentaria y otra de las so-ciedades amigas, que dieron por resultado nuevasmodificaciones en la legislación, siempre conidéntico sentido de favorecer las asociaciones re-conocidas, aprobadas y autorizadas, hasta queen 1855, y en vista del gran número de disposi-ciones, de la diversidad,y en cierto modo contra-riedad de unas leyes con otras y unos decretoscon otros, se hizo, con el nombre de Acta generalde consolidación, una recopilación de todo lo másútil, razonado y equitativo en materia de socie-dades de socorros. Aunque tal es el fundamentode la legislación inglesa sobre este punto, la opi-nión pública reclamó en justicia por los años 1858y 1860 mayores concesiones y seguridades paralas Friendly Societies. Y como en Inglaterra siem-pre las manifestaciones legítimas se abren pasoentre los poderes políticos, administrativos y ju-diciales, se ha conseguido con sabias medidasimpedir la mala administración interior de dichassociedades, organizarías científicamente y dirigir-las bajo la prudente vigilancia del Gobierno. Des-pués de esto, ¿á quién asombrará el número,capital y renta de las sociedades inglesas de ami-gos ó de socorros mutuos?

* *TRA.DE*? UNIONS, UNITED' TRADES, TRADES SOCIE-

TIES.—Asociaciones obreras que se formaron áprincipios de este siglo en medio de las luchasentre empresarios ó capitalistas y proletarios ójornaleros, para conseguir éstos de aquellos elaumento de los salarios y la disminución de horasde trabajo. El medio comunmente empleado, esla coalición de obreros de un mismo oficio, queen un dia y á una hora se declaran en huelga conobjeto, unas veces de resistir las exigencias desus patrones, fabricantes ó empresarios, otras depedir á éstos quo les mejoren las condiciones deltrabajo. De muy antiguo vienen coaligándose losobreros de Inglaterra. Siempre mal pagados ycruelmente explotados y tratados, han buscadoen la coalición, si no un remedio á sus males,cuando menos una satisfacción de venganza paracon los privilegiados por la fortuna y la ley, queveían muchas veces en la paralización de sus in-dustrias y la clausura de sus fábricas ó talleres,una quiebra de sus capitales y una ruina de sus

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empresas. Hasta el año 1824, la coalición se con-sideró como un delito de insurrección, severa-mente penado por los códigos; pero la libertadpolítica consagrada en la Constitución, que exigíauna reforma á favor de las manifestaciones pací-ficas de los obreros en demanda de condicionesque estaban dentro de la esfera del derecho yeran apoyadas por la razón, exigía del Parla-mento la supresión de todas las leyes restrictivasy de todos los derechos contrarios, á las coalicio-nes, quedando éstas consentidas desde aquellafecha, siempre que los obreros no empleasen laviolencia en ninguna de sus manifestaciones, niejerciesen coacción ó amenaza sobre los obreroscompañeros suyos que no quisieran abandonarel trabajo en la fábrica ó taller señalados comovíctimas de la huelga, ni acompañasen sus pre-tensiones de atentados contra las leyes generalesdel país.

Sin embargo de estas prohibiciones legales,los obreros de Inglaterra, coaligados para lahuelga, fueron por mucho tiempo no sólo un obs-táculo al mercado, sino el terror de los fabricantesó empresarios. En la mayoría de los grandescentros manufactureros, las manifestaciones obre-ras se dejaban sentir por actos de esterminiocontra todas las cosas y personas que no repre-sentaban los intereses, las esperanzas, los de-seos, los propósitos, las simpatías del proletaria-do. El incendio, el saqueo y el asesinato, medioseran que los coaligados no desechaban en laguerra con sus enemigos; y tales crímenes se re-petían con exceso y hasta la exageración, á me-dida que se perseguían ó castigaban sus autores,cómplices ó instigadores. Cundió el pánico entrelas clases altas y medias de Inglaterra por la serieno interrumpida de venganzas llevadas á cabo enShcffield y Manchester, y el gobierno pidió auto-rización al Parlamento para nombrar comisionesde individuos procedentes de todos los partidospolíticos y todas las clases sociales que investi-gasen lo relativo á tan horribles crímenes. Lamedida produjo excelentes resultados; porque lascomisiones desempeñaron con celo la delicadamisión que les confiaran el gobierno y las Cáma-ras, hasta el punto de dar publicidad de sus actosuna vez cada mes, para que el país formase jui-cio exacto de la organización de la clase obrera yfallase en justicia sobre la cuestión social que eraobjeto de tanta alarma, no ya en Inglaterra, sinoen Europa.

El conde de París, autor de un estudio concien-zudo é imparcial de las Trade's Unions, y que haseguido fielmente el trabajo de las comisiones ci-tadas, dice así sobre los crímenes de Sheffield yManchester, que tanto influyeron en la seguridad

y la honra de las sociedades obreras del ReinoUnido.

«Un obrero llamado Fearnough cesó en la so-ciedad unión de los afiladores: á juicio de sus ca-maradas eso fue una deserción ante el enemigo.El 8 de Octubre de 1866, una violenta explosióndestruye la modesta casa que habitaba con sufamilia, salvándose todos por milagro. El autordel crimen permaneció ignorado. En los añossiguientes, Sheffield sintió más de diez explosio-nes análogas, y muchos cuchilleros fueron asesi-nados sin que la justicia quedase nunca sa-tisfecha.» *

«Ya en 1859, un obrero apellidado Linley cayóen una sala llena de gente, muerto por una balasilenciosa, disparada sin duda con un fúsil deviento. Tampoco se descubrió al asesino.»

«Como tales atentados se dirigían siempre con-tra personas hostiles á las Trade's Unions, la vozpública les acusaba de culpabilidad. Los obrerosprotestaron indignados contra semejante suposi-ción, y la misma unión de los afiladores, á la queperteneció algún tiempo Fearnough, se distinguióentre las demás de su clase por el celo que em-pleara en ayudar la acción de los tribunales paraencontrar el autor ó autores de la explosión del 8de Octubre. Su secretario, Broadhead, inició unasuscrieíon destinada á aumentar la recompensaprometida al denunciador. Más todo fue inútil...»

Las escenas de Manchester tuvieron el mismocarácter é idéntica tendencia que las de Shelffield.

En la misma época á que nos referimos, el te-sorero de una de las sociedades parciales de lasTrade's Unions, robó á la caja unos centenares defrancos. Perseguido ante los tribunales de justi-cia, quedó absuelto. Fundaron los magistrados laabsolución en que las Trade's Unions conteníanunos estatutos contrarios á las leyes y que nopodía reconocerse en ellas el derecho de posesión;por consiguiente, que no había lugar á la recla-mación. Esta sentencia íué confirmada luego porel tribunal supremo. De seguida se extendió laalarma por todas las sociedades de resistencia,puesto que sus cajas, que á veces contienen can-tidades de inmensa consideración, quedaban ámerced de tesoreros buenos ó malos, fieles ó in-fieles. Se hizo de todo punto necesaria la disolu-ción si los obreros no alcanzaban una reformalegislativa que protegiese y garantizase sus capi-tales ó intereses. Para preparar esa legislaciónprotectora, la Corona nombró una comisión en12 de Febrero de 1867; el 18 de Marzo celebróen Londres la primera sesión pública.

Entre tanto, las comisiones investigadoras delos crímenes de Sheffield y Manchester abrieronsus sesiones el 3 de Junio de 1867 en el primer

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punto, el 4 de Setiembre del mismo año en el se-gundo. La opinión pública formó al momento unjuicio exacto sobre aquellos acontecimientos fu-nestos, y concluyó bien pronto por aplaudir laresolución de los jueces, que fue favorable á lassociedades acusadas por entonces sin razón ni mo-tivo suficientes. Por otra parte, los procedimien-tos de la comisión nombrada por el Gobierno ápropuesta del Parlamento, á fin de reformar lalegislación sobre las Trade's Unions, duraron dosaños, en los cuales las discusiones fueron todo loamplias que podía prometerse el país, claro y ter-minante el examen de los obreros y maestros,fabricantes y empresarios, llamados todos á de-clarar sobre puntos tan vitales al organismo in-dustrial de Inglaterra. «A pesar del celo de lacomisión, añade el ilustre publicista Luis Felipede Orleans, no pudo abrazar por declaracionesverbales solamente toda la materia inmensa quese había sometido á su deliberación. Limitóse alestudio de los tipos principales que aparecen portodas las Uniones, sobre las que han normalizadosu organización, y al examen profundo de las lu-chas que han desordenado las grandes manufactu-ras de Inglaterra. Diez volúmenes en folio, quecontienen veinte mil preguntas y otras tantas res-puestas, forman la crónica de cuarenta y ochosesiones celebradas por la comisión parlamenta-ria. Los grandes industriales y los representantesmás caracterizados de las sociedades de resisten-cia han concluido por entregar un formulario delos objetos principales y los asuntos preferentes desus funciones en la esfera del trabajo. Lord Stan-ley ha recogido y publicado una colección de in-formes y despachos de todos los representantesdel Reino Unido en el extranjero, que son datospreciosos sobre las asociaciones obreras de losdistintos países en que estaban acreditados.» Enestos notables trabajos y concienzudas investiga-ciones se han inspirado los escritores modernospara estudiar la cuestión económica y social enInglaterra, y allí nosotros también vamos á ins-pirarnos para el mismo objeto. Veamos si con-seguimos idénticos resultados.

Es indudable que las ligas ó uniones de oficioshan ejercido una considerable influencia en la si-tuación del proletariado inglés , mejorándola ámedida que el alza de los salarios fija mejor cadadia el equilibrio entre los empresarios y obreros.La3 huelgas que han ocurrido por este siglo enlos grandes centros manufactureros, dicen bienelocuentemente hasta dónde llega la fuerza deuna asociación que tiene caja permanente de re-serva, y cuyos fondos son cuantiosos si pasan dosaños siquiera aumentando el ingreso de socios.Pero los muchos casos que se han presentado á

las Trade's Unions de hallar sus cajas vacías pordisminución de entradas, falta de exactitud enlos pagos de las cuotas establecidas, excesivo nú-mero de individuos asociados á quienes socorrerpor falta de trabajo, enfermedades ó huelgas muyprolongadas, hicieron pensar á todos los obre-ros una organización solidaria ó íntima, bajo ladirección ó inspección de una junta suprema ócentre directivo, que pudiese decidir en los mo-mentos más críticos de las cuestiones más tras-cendentales á la vida y prosperidad de las socie-dades obreras.

Las Trade's Unions no son otra cosa que losobreros organizados para la huelga; y como quesin caja de alguna consideración no pueden resis-tir la acción del capital, ni defender sus intere-ses, ni apoyar sus pretensiones, ni sostener susnecesidades diarias, claro es que en aquella es-triba el fundamento de tales asociaciones, lascuales evitan el riesgo de sus fondos en aventu-ras y exigencias de dudosa utilidad por caprichode unos pocos díscolos, ambiciosos ó egoístas.Generalmente están administradas por un con-sejo de vigilancia, elegido cada año en votaciónsecreta, el cual tiene presidente, secretario y ca-jero. Son atribuciones del consejo la admisión yexpulsión de socios; las decisiones sobre declara-ción, suspensión y terminación de las huelgas, elreparto de las indemnizaciones, la administraciónde fondos, la presentación de cuentas, las rela-ciones entre maestros y obreros. Esas atribucio-nes varían según las sociedades son ó no podero-sas por el número de sus individuos y la sumade sus capitales, según extienden ó no su acciónal socorro de los enfermos ó á las pensiones delos viejos^ inutilizados por el trabajo, según quevivan ó no limitadas á la simple resistencia con-tra el capital y aumento de salarios y disminu-ción de horas. Estas últimas son las que con-servan más propiamente el nombre de Trade'sSocieties; las otras se llaman Uniones mixtas, yes objeto su formación de grandes ataques porlos partidarios de la resistencia como fin absolutoy esencial de la Asociación.

Por mucho tiempo han estado las Trade'sUnions sin existencia legal; pero tampoco tuvie-ron el carácter de asociaciones secretas. Siemprefueron reconocidas y autorizadas, por lo mismofuncionaron públicamente, á la luz del dia, perosin gozar de las ventajas y privilegios de lasFriendlyy Oooperatifs Societies. Unas son de es-caso número y pequeño capital; otras cuentan unnúmero considerable de asociados y cuantiososcapitales. Generalmente sus miembros pertene-cen á diversas sociedades de socorros, de con-sumo y de producción. Son pocas las uniones

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de un mismo oficio que funcionan aisladas, locomún es que, sin perder su autonomía, se amal-gamen ó coaliguen bajo la dirección de un con-sejo superior, compuesto de uno ó dos delegadospor cada una de ellas. Todos los nombramientosson de sufragio universal entre los obreros aso-ciados. El comité central ó supremo, formado por50 delegados de distintos oficios, reside en Lon-dres, sin carácter autoritario, sin más misiónque la de recibir y trasladar las comunicaciones,informes, despachos, actas de reuniones, etc. Tanrápidamente se organizaron las Trade's Unions,que hacia el año 1860 se calcularon dos mil sóloen Inglaterra, á las cuales se hallaban añiladoscerca de un millón de trabajadores. En la mismafecha ascendía el total de las cotizaciones anualesá cien millones de reales, y muchas de las socieda-des parciales poseían en sus cajas sumas de uno ádiez millones. Sostienen las huelgas tanto tiempocomo dura el capital, y aunque no fueron muchaslas que por entonces (1860) sacaron grandes ven-tajas, otras, en cambio, alcanzaron importantesalzas de los salarios y disminución en las horasdel trabajo, como los albañiles de Londres y Man-chester, los afiladores y cuchilleros de Sheffield,los mineros del país de Galles, los carpinteros,maquinistas, herreros y otros oficios en diversospuntos de Inglaterra.

No se crea por esto que es muy íntima la soli-daridad entre todas las uniones ni aun entre lasde un mismo oficio. Si la coalición, greve ó huel-ga de los obreros de un punto dado no reconocejusta causa, en vano piden adhesión y socorro áotros centros de la misma índole; limítanse éstosá cumplir como arbitros y mediadores entre ellosy los fabricantes ó los maestros. Pero si la huel-ga es motivada en razón y derecho, acuden todosá sostener su demanda inmediatamente despuésde discusiones muy detenidas sobre consultas,iniormes y avisos recibidos al efecto. Para esto,bien cuidan los obreros que la elección de cargosen los comités recaigan en personas de recono-cida ilustración y honrada conducta, evitando detal modo que las resoluciones ó los acuerdos notengan la formalidad necesaria y el acierto de-bido. ¿Tal prudencia, no quiere decir que las Tra-de's Unions se desvían cada vez más del régimende guerra que adoptaron desde su creación, y seinclinan al régimen de paz que es el propio y na-tural para el progreso económico en todas las es-feras del trabajo? ¿No se ven desaparecer las huel-gas en aquellos sitios en que la asociación adoptael principio cooperativo en forma de participa-ción, consumo, producción ó crédito mutuo? ¿Allídonde apenas existen las sociedades cooperativas,no son las coaliciones una manifestación perma-

nente é inevitable de las quejas de los obrerosasalariados y de las luchas entre éstos y los em-presarios?

Hé aquí la diferencia de las Trade's Sócieties ylas Trade's Unions. Mientras aquellas no tienenotro objetivo que la resistencia á todo trance y nose cuidan de si sus cajas quedan ó no pronto va-cías por las huelgas casi permanentes que apo-yan ó sostienen, las segundas piensan ya y dis-cuten en que si los fondos enormes empleados encoaliciones (calcúlanse en 200.000.000 rs.), y loscapitales cuantiosos que han perdido los patronespor la misma causa, se hubiesen aplicado á laformación y fomento de sociedades cooperativas,la concurrencia con estos últimos quizás fuesehoy más provechosa para los obreros y mejor ase-gurado estaría su bienestar material. Sobre estepunto de tanta importancia al proletariado in-glés, giró la discusión de los representantes ó de-legados de las Trade's Unions en los Congresosde Nottingham y Leeds, organizados por Mac-Donald, hombre de profundo talento y notableerudición, trabajador en las minas de carbón depiedra y miembro de la Cámara de los Comunes.Aún no han decidido dar otro destino á los fon-dos de las asociaciones, pero no dudamos en quepronto se hará conocer por todo el mundo el gransentido práctico de los obreros ingleses en la so-lución de las cuestiones que afectan al trabajo.¡Qué inmensas ventajas para la emancipación delproletariado inglés el dia en que sea un solo ca-pital el de las sociedades de resistencia y el delas sociedades cooperativas, para que sirva comode palanca al crédito de los trabajadores y miem-bros asociados de unas y otras!

La misma división de los obreros de Inglaterra,unos que siguen tenazmente su camino de in-transigencia é intolerancia, otros que aceptansoluciones armónicas entre el capital y el traba-jo, demuestran que la tendencia de las Trade'sUnions es hacia la cooperación principalmente,adoptando unas veces la forma de participación,ó la de consumo, ó la de crédito mutuo. LasTrade's Sócieties apenas si en largo tiempo con-servan intactas sus cajas, por su continua luchacontra los empresarios y maestros; y no puedesuceder otra cosa, pues sea el capital acumuladotodo lo grande que puedan ó quieran, casi nuncaalcanza á satisfacer los gastos enormes de unalarga y numerosa huelga, accidente que, por otraparte, determina dificultades mayores al obreropara que pueda satisfacer las primeras y másurgentes necesidades de su vida.

En Inglaterra, como en los países donde la coa-lición está consentida por las leyes, los reaccio-narios han levantado el grito al cielo, por ser

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aquellas, dicen, un ataque á la propiedad, unabuso de la libertad, un atentado contra el ordenpolítico, económico y social, sin reflexionar queson unos mismos los derechos del trabajo y elcapital, ó cuando menos tan sagrados ó inviola-bles unos como otros, que las leyes deben ampa-rarles de igual manera, que tanto hay violenciaó agresión si el propietario abusa del trabajador,como si éste se excede en sus pretensiones conaquél. Reconocemos que la asociación es un de-recho, que la violencia es un delito; hó ahí porqué, cuando los obreros se asocian de un modolibre, voluntario, espontáneo, autónomo: cuandose reúnen pacíficamente para reclamar ventajasen su trabajo, sin perjudicar el derecho ni atacarla libertad de otro ú otros, creemos que á nadiele sea dado perseguirles ni menos castigarles. Enestas mismas ideas inspiráronse los ingleses pararedactar la ley de Julio de 1825, que dice así: «Lacoalición es un derecho permitido á los que sereúnen con el fin de discutir ó consultar sobre latasa ó el precio de los salarios, á los que se aso-cian con el objeto de resolver ó decidir sobreaquellas cuestiones que se relacionan con el pagode su obra y aumento ó disminución de las horasde trabajo concertadas con los jefes de la fábrica;taller ó industria.»

La manera con que los obreros se han condu-cido generalmente después de esta reforma legis-lativa, viene á demostrar que la libertad es laprimera y más indispensable condición del orden,contra la opinión comunmente aceptada por losreaccionarios de todos los países. Sin embargo,entre éstos hay algunos que han modificado su*juicios basta reconocer el perfecto derecho en losobreros de asociarse y coaligarse para fines queinteresan al trabajo; pero temiendo siempre lasconsecuencias funestas que pueden sobrevenir alpatrón ó capitalista con la caja de resistencia,cuyos fondos sirven al socorro de los huelguistas.El egoísmo les hace faltar á las reglas de la lógi-ca. Aceptado y reconocido tal derecho de los obre-ros, claro es que desde el momento de practicarlehan de quedar interrumpidas por poco ó muchotiempo las relaciones entre ellos y los propieta-rios, patrones, fabricantes ó empresarios; es unaguerra la que se entabla, no precisamente deltrabajo con el capital, sí de los trabajadores con-tra los capitalistas; es una lucha del que nadatiene contra el que lo posee todo, y en la cualcasi siempre la razón está por parte de aquél. ¿Sequiere, pues, que en esta guerra tan desigual, enesta lucha tan difícil y costosa, viva por sí y so-bre sí mismo el obrero sin trabajo, sin ahorros,sin economías, sin reservas metálicas ni de nin-guna clase, y que escuche impasible el ronco

grito de hambre que á todas horas le dirigen sumujer é hijos? ¡Si precisamente para mejorar laretribución de su trabajo se asocia y coaliga consus compañeros de oficio, ya que individual óaisladamente jamás le ha sido posible conseguirtan sagrado fin!

No se nos crea, por esto que decimos, defensoresciegos de las huelgas ó coaliciones. Son éstas unbies y un mal, según que los obreros aprovechenó no las circunstancias de localidad, las condicio-nes de su organización y las relaciones entre ellosy los patrones. La huelga es un arma de doble filo,que de no manejarse con destreza y fuerza, lo mis-mo puede herir que defender á los que la emplean.No resuelve, antes complica, agrava y dificúltalascuestiones entre el capital y el trabajo, y no me-jora sino temporalmente y de una manera ficticiala situación del proletario; y como quiera que lasmás de las veces, la fijación del precio de los sa-larios y de las horas del trabajo no depende delempresario ni del obrero, sí del público consumi-dor, de no tener unos y otros esto en cuenta,mantiénese constantemente una lucha que tardeó temprano consume la industria, paraliza el co-mercio, y pone en las más pobres ó miserables con-diciones de la vida á los que, viven solamente desu trabajo diario, ordinariamente mal retribuido.Y ya lo hemos dicho, sobre la organización parala resistencia, tienen las clases jornaleras otrosmedios mejores de alcanzar su emancipación eco-nómica, y es la asociación de socorros mutuos yaún más la cooperación, haciendo solidarias luegotodas las formas de que sea ésta susceptible.

JOAQUÍN MARTIN DE OLÍAS.

LA AGRICULTURA MODERNA/

n.ASIMILACIÓN DEL ÁZOE.

Hemos dicho en nuestro artículo anterior, que lamateria orgánica de las plantas alimenticias estabaformada de cuatro elementos: oxigeno, hidrógeno,carbono y ázoe. La proporción en que se encuen-tran estos elementos es variable, pero podemos to-mar con alguna aproximación el término medio si-guiente para un gran número de plantas:El oxígeno y el hidrógeno forman e l . . . SO por 100.El carbono 4b id.El ázoe 1 á 2 id.

Es decir, que siendo de atí á 97 por 100 el peso dela materia orgánica, el ázoe está representado por

* Veaie el número anterior, pág. 8.

REVISTA EUROPEA. 1 4 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 5 5

sólo el 1, y á lo más el 2 por 100: el 3 ó 4 por 100restante lo forma la materia mineral.

Todos los químicos y fisiólogos están conformes enque el oxígeno, el hidrógeno y el carbono, que nece-sita asimilar cada planta, lo suministran los orígenesnaturales; por esta razón no nos vamos á ocupar eneste artículo más que de la asimilación del ázoe, quees donde la opinión está dividida.

Antiguamente se creía que el ázoe no formaba partede los vegetales, y hoy la química analítica nos de-muestra que no existe uno sólo que no asimile esteelemento.

Demostrada por la ciencia la presencia del ázoe entodas las plantas, vamos á pasar revista á las diversasopiniones que se han emitido sobre este punto impor-tante de la ciencia agronómica.

El ázoe se encuentra en la naturaleza en una pro-porción bastante considerable; forma próximamente lascuatro quintas partes del aire atmosférico: el ázoe seencuentra también en la atmósfera en el estado deamoniaco, como se puede comprobar directamenteanalizando un volumen de aire; el agua de lluvia arras-tra consigo una cierta cantidad de amoniaco; la tierracontiene igualmente cantidades considerables de amo-niaco y de materia azoada, susceptible de trasformarseen carbonato amónico; y por último, recientemente,el sabio profesor Schonbein ha demostrado que seforma en el aire el nitrito amónico, cuando se com-biaa el carbono con el oxígeno, y en otras muchasreacciones químicas.

Como se ve, el ázoe existe en abundancia; ahoraes preciso examinar en qué estado debe encontrarsepara ser asimilado por las plantas.

La experiencia, á la que siempre debemos acudiren las ciencias naturales, nos ensena:

1." Que hay plantas ricas en ázoe, como las ha-bas, los guisantes, el trébol y otras leguminosas quedan cosechas abundantes sin que sea necesario em-plear abonos azoados; lo cual ha conducido á muchosagricultores á admitir que estas plantas toman el ázoedel aire.

2.° Que existen otras, como el trigo, la cebada,la avena y demás cereales, para cuya buena vegeta-ción se cree indispensable que las tierras sean ricasen materias azoadas, por lo que muchos opinan que elázoe lo suministra el suelo.

En el primer caso hay unos que creen que el ázoeasimilado por las plantas proviene del amoniaco yácido nítrico que existe en el aire, y otros, que pro-cede del ázoe libre que en tan gran proporción se en-cuentra en la atmósfera.

En el segundo caso hay también dos opiniones: unoscreen que todo el ázoe lo suministra el suelo, y otrosque es asimilado simultáneamente por el amoniacodel suelo y el del aire.

Varias son las experiencias que se han hecho para

demostrar estas diferentes opiniones; y como son degran interés para el estudio que nos hemos propues-to, vamos á indicarlas, sintiendo que los estrechos lí-mites de un artículo no nos permitan describirlas conmayor extensión.

Boussingault, uno de los químicos de la vecinaRepública que más servicios ha prestado á la Agri-cultura, fue ei primero que trató de comprobar si losvegetales tomaban su ázoe de la atmósfera. Para ellotomó algunos granos de trébol, cuya composición fuódeterminada con exactitud, y los colocó en un tiestolleno de arena calcinada y humedecida de agua desti-lada, y depositó esta vasija en una cámara cerradacon cristales, por donde los rayos solares pudieranpenetrar sin el menor obstáculo. Cuando las plantascultivadas habían adquirido todo su desarrollo, fueronseparadas con cuidado de su suelo artificial y agitadassuavemente para que se desprendiera la arena adhe-rente. Desecadas en la estufa y analizadas, dieron elsiguiente resultado:

PRIMERA EXPERIENCIA CON EL TRÉBOL.

Gra-mos.

Car-bono.

Hidró-geno. Ázoe.

Oxi-geno.

Se lomaron va-rios granos detrébol que pe-

nsaban juntos.. 1,586 y contentan 0,806 0,093 0,114 0,571y dieron una co-

secha represen-tada en pesopor 4,106 — 2,082 0,271 0,136 1,597

E¡ aumento du-rante el cultivoha aido." 2,520 representado por 1,276 0,176 0,042 1,025

Los granos de trébol han tomado 0,042 gramos deázoe de la atmósfera.

SEGUNDA EXPERIENCIA CON LOS GUISANTES.

Gra-mos.

Car- Hidró-bono. geno. Ázoe.

Oxi-geno.

Se tomaron va-rios granos deguisantes quepesaban 1,072 y contenían 0,M5 0,069 0,046 0,442

y dieron una co-secha represen-tada en pesopor 4,441 — 2,376 0,284 0,101 1,680

El aumento du-rante el cultivoha sido 3,369 representado por 1,861 0,215 O.OSS 1,238

Los guisantes han tomado de la atmósfera 0,0b5gramos de ázoe, es decir, más del doble que conte-nían las simientes.

TERCERA EXPERIENCIA CON EL TRIGO.

Gra- Car- Hidrú- A Oxl-mos. bono. geno. e ' geno.

Se tomaron va-rios granos detrigo que pesa -ban 1,644 y contenían 0,767 0,095 0,057 0,728

y dieron una co-secha represen-tada por 3,022 — 1,456 0,172 0,060 1,333

El aumento du-rante el cultivoha sido 1,378 representado por 0,689 0,078 0,003 0,608

N.° 55 L. M. UTOR. LA AGRICULTURA MODERNA. 5 9

El trigo apenas ha tomado de la atmósfera una can-tidad apreciable de ázoe, comparada con la que ha to-mado el trébol y los grasantes.

CUARTA EXPERIENCIA CON LA AVENA.Gra- Car Hldrt- . Oxi-mos. bono. geno. ' geno.

La avena pesaba. 1,860 y contenía 0,827 9,106 0,099 0,868y dio una cose-cha representa-daen peso por. 3,118 — 1,800 0,193 0,083 1,372

£] aumento du-rante e! cultivohasido 1.S58 representado por 0,673 0,087 0,006 0,804

En este cultivo no ha tomado la planta ningunacantidad de ázoe del aire; antes, por el contrario, hahabido pérdida.

Las experiencias anteriores demuestran que de lasplantas cultivadas en vasos cerrados, hay unas, comoel trébol y los guisantes, que asimilan el ázoe del aire,y otras, como el trigo y la avena, que apenas absor-ben de él cantidad sensible.

Teniendo en cuenta estos resultados, la mayorparte de los agricultores clasifican las plantas en dosgrupos: en el 1,° los vegetales que toman el ázoe delaire como el trébol, los guisantes y las habas, y enel 2.°, el trigo, la cebada y la avena que toman ázoedel suelo, para lo cual necesitan que éste sea abundanteen materias azoadas.

Tanto los ensayos hechos por Boussingault, comootros practicados por algunos agricultores, nos de-muestran que hay un gran número de plantas queasimilan su ázoe del aire, pero es preciso investigarsilo suministra el gas ázoe libre del aire, ó si pro-viene del amoniaco ó ácido nitrico que existo en laatmósfera.

Varios son los químicos que han tratado de com-probar si el gas ázoe, que en tanta abundancia se en-cuentra en el aire, sirve de alimento á las plantas, yentre otras merecen citarse las experiencias de Bous-singault.

Para ello se cultivaron varias plantas, como habas,guisantes y avena, y el resultado fue que no se habiafijado en la cosecha ninguna cantidad de ázoe; es de-cir, que la cantidad de ázoe contenida en la semilla,era igual, cuando no menor, á la contenida en la co-secha.

En estas experiencias, su autor se propuso ponerseen las condiciones ordinarias, procurando que el airecontuviese siempre la cantidad de ácido carbónico ne-cesario á la vegetación y que estuviese desprovisto deamoniaco, agregando además como abono, ceni-zas de estiércol y de la misma planta. Todo se habíaprevisto, al parecer, y sin embargo, la vida vegetal fueen extremo difícil.

Nada tendría que objetar á estas experiencias sirealmente se hubieran agregado en estado de asimila-ción todas las sustancias minerales que habían deservir de alimento á las plantas. En primer lugar,

observaré que las cenizas se habían calcinado á unatemperatura elevada para destruir los últimos restosde la materia orgánica, y en estas condiciones losfosfatos de cal y magnesia son completamente in-solubles y aun se disuelven con dificultad en elácido carbónico: en segundo lugar, se había calcinadofuertemente la arena que servía de suelo artificial, yen esta operación, la sílice anhidra que resultaba, noera de ninguna manera asimilable. Faltaba, pues, lasílice que la planta requería para su nutrición, ycomo ya hemos dicho, faltando un sólo elemento, lavegetación se hace anormal y difícil.

Por las razones expuestas, vemos que las deduccio-nes que hace Boussingault no son exactas; porque lasplantas no se han encontrado en las condiciones ordi-narias y normales que exige su cultivo.

Para que estas experiencias hubieran sido decisi-vas, debería haberse agregado al suele artificial lasílice gelatinosa ó el silicato de potasa, y tambiénhabría sido conveniente, que las cenizas que sirvieronile abono, hubiesen sido tratadas por el ácido sulfú-rico para facilitar la asimilación.

Jorge Ville, químico francés que hace algunos añosse dedica al estudio de la agricultura, ha hecho tam-bién experiencias diversas, y de ellas resulta:

i ° Que las leguminosas no asimilan su ázoe delamoniaco que se encuentra en el aire, sino del ázoeelemental de la atmósfera.

2.° Que los cereales toman el ázoe del suelo.Como se ve, la primera conclusión de Jorge Ville

es enteramente opuesta á la de Boussingault, y estasdos deducciones contrarias, basadas en experiencias,directas y sacadas por personas tan competentes,llevan la duda hasta á los hombres de ciencia; y loúnico que podemos afirmar es, que este punto impor-tante d^la ciencia agronómica no está aún resuelto,porque todas estas experiencias se han hecho de unamanera anormal.

Liebig, uno délos químicos alemanes que ha estu-diado con más detenimiento la asimilación del ázoe,opina que, lo mismo las leguminosas que los cerealesy todas las demás plantas, toman siempre el ázoe delamoniaco y del ácido nítrico que se encuentra en elait'e y en el suelo, y opina que estos cuerpos se en-cuentran en la naturaleza en suficiente cantidad paraproporcionar todo el alimento azoado que necesita lavida vegetal.

Como es de grande importancia, para apreciar bienla opinión de Liebig, conocer las cantidades de amo-niaco y de produelos azoados que contienen los oríge-nes naturales, vamos á indicarlos, siquiera sea conalguna brevedad.

En primer lugar, el amoniaco y el ácido nitrico seencuentran en el agua de lluvia, y según los trabajospracticados por Bineau Knop y Boussingault, se puedecalcular, como termino medio, que la cantidad de ázoe

60 REVISTA EUROPEA. 4 4 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N." 55

recibida en una hectárea de tierra por el agua delluvia, es de 30 kilogramos.

El aire contiene igualmente amoniaco, como se de-muestra por las experiencias de Boussingault. Un kilo-gramo de las materias siguientes, calentadas previa-mente al rojo vivo, absorbió las siguientes cantidadesde amoniaco, después de tres dias de exposición alaire en una cápsula de porcelana:1 kilogramo de arena cuarzosa... 0,60 miligramos.1 — de cenizas de huesos.. 0,47 —i — de carbón 2,90 —

La cantidad de amoniaco que se encuentra en unlitro de aire es pequeña, pero no hay que olvidar quese renueva constantemente.

Además del amoniaco que se forma en el aire porla acción eléctrica, se produce también por las accio-nes químicas, como lo indican las notables experien-cias de Schonbein, que demuestran la formación delnitrito amónico durante la combustión de los cuerposque arden con luz.

Difícil es hoy dar una explicación teórica á las expe-riencias de Schonbein; es probable que el ázoe del aire,por una especie de inducción, se combine con tresequivalentes de agua, formando por un lado ácidonitroso, y por otro amoniaco, según demuestra la ecua-ción siguiente:

2N-t-3H0 = N03NH3.La formación del nitrito amónico durante las oxi-

daciones, tanto rápidas como lentas, permitió creer áLiebig que aquella sal se produce siempre que el oxíge-no entre en combinación con algún cuerpo, y por con-siguiente el mismo fenómeno que convierte el carbonoen ácido carbónico es un origen de alimento azoado.

Poco tiempo después de los trabajos de Schonbein,demostró Kolbe que, cuando se dirige una llama dehidrógeno en el cuello abierto de un matraz lleno deoxígeno, éste se llena de vapores rojos de ácido hipo-nítrico.

Boussingault observó además que el agua obtenidapor la combustión del gas del alumbrado en la fábricade gas de Lenoir, contenía amoniaco y ácido nítrico.Boflgen ha pullicado recientemente que se forma ni-trito amónico cuando se verifica la combustión de lasmaterias hidrocarburadas en presencia del aire.

Todos estos hechos han sido comprobados por quí-micos notables, de modo que para nosotros no admiteningún género de duda que el aire es un origen len-to, pero constante, de amoniaco y ácido nitroso.

No hay dificultad alguna para determinar la canti-dad de amoniaco y de ácido nítrico que recibe uncampo anualmente por el agua de lluvia: un pluvíme-tro y análisis hechos de este agua nos darán conexactitud este resultado; pero no podemos de la mis-ma manera determinar la cantidad de nitrito amó-nico que contiene el agua de rocío, ni tampoco la can-tidad de amoniaco que existe en el aire.

Liebig, sin embargo, fundado en los resultados ob-tenidos en algunos cultivos de la América central, endonde llueve muy poco y las plantas cultivadas y sal-vajes no reciben su alimento azoado más que direc-tamente del aire y del agua de rocío, opina que lacantidad de ázoe que reciben los vegetales de la atmós-fera, es aproximadamente igual á la que fija en latierra el agua de lluvia: en un caso el ázoe es absor-bido por las raices, y en el otro por las hojas, y seconcibe fácilmente que la cantidad de ázoe asimiladadepende de la extensión de las superficies absorben-tes; es decir, de la magnitud y desarrollo de las raici-llas y de la anchura de las hojas.

Recordemos ahora que hemos calculado aproxima-damente en 30 kilogramos la cantidad do ázoe querecibe la tierra en forma de lluvia; y si el aire sumi-nistra en forma de amoniaco, y de nitrito de amo-niaco una cantidad igual, resultará que la naturalezase encarga de proporcionar gratuitamente á las plan-tas 60 kilogramos de ázoe.

Además de estos orígenes, todavia la naturaleza nosproporciona otro que contiene grandes cantidades deázoe: la tierra.

Toda persona que ha estudiado algo de química,sabe que la capa arable contiene grandes cantidadesde amoniaco y de ácido nítrico: estas sustancias pro-vienen además de la del agua de lluvia y del rocío,de los despojos ó detritus vegetales acumulados porlas generaciones de las ¡llantas que en la tierra hanmuerto, y de los detritus animales que el suelo con-tiene ó que el hombre le ha incorporado. Los excre-mentos de los animales, y los cadáveres enterradosen el suelo, desaparecen al cabo de cierto número deaños, y no dejan sino sus elementos incombustibles:el ázoe do la materia orgánica se trasforma en amonia-co gaseoso, que se dispersa en las tierras próximas.Poderosos yacimientos de despojos y de animales quepertenecen á especies enterradas en las capas geológi-cas, y que forman cierto piso de la corteza sólida denuestro globo, atestiguaban la vasta extensión de lavida orgánica en los tiempos anteriores á la época ac-tual: los elementos azoados de estos seres, trasformadosen amoniaco y ácido nítrico, juegan aún hoy un papelactivo en la economía del mundo vegetal y animal.

Liebig, para hacer desaparecer toda clase de dudassobre las cantidades de amoniaco que existen en latierra arable, cita las experiencias hechas por Schmidé IsidoroPierre, que han sido publicadas en los Comptesrendus de la Academia de Ciencia de Paris.

Schmid analizó algunas tierras de Rusia, y encontróque cada hectárea de tierra contenía:

Kilogramos.

A10 centímetros do profundidad.. 10 890 de ázoe.Desde 10 á 20 idom 4.980 —Desde 20 á 30 idem 3.630 —En una profundidad de 30 idem... 19.470 —

55 L. M. UTOR. LA AGRICULTURA MODERNA.

Isidoro Pierre hizo el análisis de las tierras de losalrededores de Caen, y encontró que cada hectáreacontenia, á la profundidad de un metro, 19.614 kilo-gramos, repartidos de la manera siguiente:

En laEn laEn laEn la

1.a

2.a

3."4.a

Centímetros.capa 28 de profundidad., de 28 á 80 —, de 80 á 7b —, de 78 á 100 —

Kilogramos.8.360 de ázoe.4.989 —3.479 —2816 —

19.614 —Observando con cuidado el resultado de estos aná-

lisis, se ve claramente que las capas superiores, ómejor dicho, la verdadera capa arable (á 28 centíme-tros de profundidad) es la más rica en ázoe; en lascapas más profúndasela cantidad de ázoe va disminu-yendo. Las tierras cultivadas pierden evidentementeuna cantidad de ázoe en cada cosecha; luego, para quela capa arable contenga siempre mayor proporción deázoe que las capas más profundas, es evidente queeste elemento lo toma la tierra de la atmósfeni.

El análisis de las tierras más variadas, ejecutadoen diversos países, y en una profundidad do 28 cen-tímetros, demuestra que no existe tierra de pan lle-var, que por hectárea no contenga al menos de 8.000á 6.000 kilogramos de ázoe: si comparamos esta can-tidad con lo que las plantas toman del suelo, se deducefácilmente que no se apoderan más que de una frac-ción mínima de la provisión, y que de todos los ele-mentos nutritivos que necesitan las plantas, el ázoe esel que debe agotarse menos rápidamente.

La teoría de Liebig, generalmente admitida por to-dos los hombres de ciencia, nos enseña que los orí-genes naturales son suficientes para proveer del ali-mento azoado que se asimilan las plantas, y que elaprovechamiento de los detritus orgánicos y restosde vegetales y de animales que se agregan á la tierra,juntamente con el amoniaco que se forma en el aire,son suficientes psra restituir el ázoe que se exportaen forma de grano.

Sin embargo de que la teoría y la experiencia de-muestran que el ázoe no puede faltar á las plantas, yque se encuentra siempre en mayor proporción que lasnecesidades de cada cultivo, es cierlo que los labra-dores de todos los países se preocupan constante-mente de buscar abonos azoados, y algunos llegau ácalcular su valor por la cantidad de ázoe que contienen.

En algunos países de Europa, la Agricultura pro-gresa de una manera rápida, merced al concurso quele han prestado las ciencias, y de acuerdo con lo quela práctica enseña. En la mayor parte de los terrenodedicados al cultivo, se cuida siempre de que el sueloesté ampliamente provisto de las sustancias nutritivasque han de servir de alimento á cada planta, y paraello se establece una rotación entre éstas, de maneraque se aprovechen completamente todos los principiosasimilables. Así, en una tierra en la cual se ha sem-

brado en un año trigo que requiere grandes cantidadesde ácido fosfórico y de sílice, se cultiva al año si-guiente la patata, por ejemplo, planta que necesitacortas cantidades de ácido fosfórico y de sílice: des-pués, al tercer año, se cultiva nuevamente otro cereal,la avena ó la cebada, que necesita mayores cantidadesde ácido fosfórico y de sílice, y termina esta rotacióncon una leguminosa que asimila mucha potasa y apó-nas necesita sílice.

Sucede también que hay plantas cuyo cultivo pro-duce mayores beneficios que otras, y los agricultores,atraídos por esta mayor ganancia, dedican sus tierrasá estos cultivos; tal sucede en Valencia con el delarroz, y en algunos puntos de Andalucía con el de laaña de azúcar; pero los labradores no deben olvidar,

que aunque ciertos elementos de la vida vegetal seencuentran en gran cantidad, hay otros que llegan áquedar en proporción tan mínima, que hacen dismi-nuir las cosechas. Naturalmente el cultivo do una mis-ma planta y en un mismo terreno, requiere un cono-cimiento exacto de todas sus necesidades, para quenunca le falte ningún elemento.

Ocupémonos del cultivo del arroz, tal y como sepractica en la provincia de Valencia, en los pueblos dela Ribera del Júcar. Esta planta se siembra en terre-nos preparados al efecto: esta preparación se efectúade la manera siguiente: se siembran habas, desde el Ibal 30 de Setiembre, en las tierras que han de servirpara formar plantel, y, desde esta fecha hasta últimosde Octubre, en las que se ha de trasplantar despuésy se abonan con estiércol generalmente; pero tambiénse usa el excremento ó el guano del Perú: hay, sinembargo, muchos que usan las cenizas de la cascarade arroz. Tanto en los campos destinados para plan-tel, como en los que se han de trasplantar, se entier-ran las habas antes de que lleguen á granar.

La cantidad de arroz que se siembra por hanegadaen las tierras destinadas á formar planteles, es ordi-nariamente tres barchillas, ó sean próximamente tresarrobas: y la época de la siembra es á mediados deMarzo: en los primeros dias de Mayo ha adquiridoun estado regular de desarrollo para formar 700 hacesde planteles por hanegada; pero si se anticipa su ex-tracción déla tierra, es más tierno y tiene monos des-arrollo; entonces el número de haces es menor, asícomo también es mayor si se dilata la extracción delplantel de la tierra. El diámetro de cada haz es comode un palmo valenciano, en el punto donde se practicala ligadura.

Las tierras en que se trasplanta el arroz, ya prepa-radas con el habar enterrado, se abonan además conun quintal, y más frecuentemente con dos quintalesde guano del Perú. El número de haces de plantelque se trasplantan en cada hauegada es variable: sison muy tiernos bastan 30; pero si tienen más desar-rollo, puede llegar á 40, 80 y hasta 100.

REVISTA EUROPEA. \ 4 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 55

La época en que se verifica la cosecha del arroz es áfines de Agosto y primeros de Setiembre; así, pues,esta planta está vegetando en la tierra unos cinco me-ses próximamente. La cantidad de arroz que se reco-lecta por hanegada es de tres á cuatro cahíces, ó seande 36 á 48 barchillas.

Para que nuestros cálculos se refieran siempre á lamisma unidad, diremos que la hectárea contiene 12hanegadas, y que la cantidad de arroz recolectada enuna hectárea, la podemos calcular, término medio, decinco á seis mil kilogramos de grano, y próximamenteel mismo peso de paja. Como se ve, estas cosechasson abundantes, pues se llegan á obtener 200 granosy aun más por uno de semilla, y ahora se compren-derá por qué estiman tanto los agricultores valencia-nos el cultivo de esta planta.

En el estudio que estamos haciendo, no nos inte-resa conocer la proporción de todos los elementosque forman la materia orgánica, bastando á nuestropropósito dejar consignado, que el arroz contienemedio por ciento de ázoe, y las habas el dos por cien-to, es decir, que el arroz no necesita más que la cuartaparte del ázoe contenido en las habas.

La composición de las cenizas de estas dos plantastiene gran interés para nuestro estudio, y es comosigue:

COMPOSICIÓN DE LAS CENIZAS DE ARROZ.

Grano. Paja.

Ácido fosfórico 3b,488 4,002Potasa ysosa 22,167 14,048kc'ito siifiuriuu \ /O»1/ Vi^JiCal 7,348 0,682Sesquióxido de hierro 7,817 1,009Magnesia 9,003 5,102Sílice 16,803 74,008

100,000 100,000

La cantidad de cenizas que contiene el grano dearroz sin cascara es solamente el medio por 100 y conla cascara el 4 por 100, y la paja el 9,82 por 100. Elgrano de arroz con cascara está formado por 18,87de cascara y 81,43 de grano: la cascara tiene unacomposición análoga á la de la paja.

COMPOSICIÓN DE LAS CENIZAS BE LAS HABAS.

Grano. Paja.

Potasa 44 » 40,148Cal 6,213 8,127Magnesia 8,361 10,34bÁcido fosfórico 38,002 24,287ídem sulfúrico 1,020 6,887Sílice 1,201 7,104Oxido de hierro 1,203 3,132

100,000 100,000Comparando la composición de las cenizas de estas

dos plantas, observamos que el grano y los tallos delas habas apenas tienen sílice, y el grano, la cascara

y la paja del arroz lo contienen en gran proporción.Por lo que llevamos expuesto, se ve que el arroz es

una planta que se cultiva con abonos azoados; por lotanto, en concepto de algunos, debe clasificarse entrelas que toman el ázoe del suelo.

Nosotros creemos que no se aprecian bien los he-chos en la nutrición de las plantas. Es cierto que lashabas crecen, como todas las leguminosas, sin necesi-dad de agregar abonos azoados, y que el arroz da co-sechas abundantes cuando la tierra es rica en sustan-cias azoadas; pero de aquí no se deduce que unasplantas tomen el ázoe del aire, y otras del suelo, comose supone generalmente.

Ya hemos dicho que la cantidad de arroz produ-cido en una hectárea es de 8 á 6.000 kilogramos degrano, y como contiene medio por ciento de ázoe, aunsuponiendo el máximun de producción, es decir, 6.000,sólo contiene 30 kilogramos. Ya recordarán nuestroslectores que el agua de lluvia arrastra 30 kilos de ázoe,y que en el aire se encuentra igual cantidad; luegotanto el aire como la tierra puede suministrar á estaplanta todo el ázoe que necesite.

Vamos á examinar la cantidad de ázoe que se en-cuentra en los campos de arroz. En primer lugar latierra recibe por el agua de lluvia 30 kilogramos: su-poniendo SOLAMENTE un quintal de guano por ha-negada para abonar el plantel y las tierras de arroz,resulta que á la hectárea le corresponden 600 kilo-gramos de guano, y teniendo éste sólo el 12 por 100de ázoe, recibe la tierra por este concepto 72; la can-tidad de ázoe que tienen las habas, según ya hemosdicho, es cuatro veces mayor que la del arroz, demodo que le corresponden 120; sumando ahora estascantidades resultan 222 kilogramos de ázoe PARA QUELA PLANTA TOME SOLAMENTE 30 .

A la verdad, que si toda la sustancia azoada que seagregue en el cultivo del arroz no tuviera más objetoque suministrar el ázoe, con razón podríamos decir queesta planta es muy DESPILFARRADORA; pues necesitamás de 7 libras para consumir una sola; es un despil-farro que no puede ser permitido á ningún vegetal, yno se crea que hemos exagerado: los agricultores deesta comarca saben bien que para abonar el plantel ylas tierras en que se trasplanta, se agrega siempre másde un quintal de guano y que éste contiene por lo me-nos el 12 por 100 de ázoe.

En concepto nuestro, todas las plantas asimilan elázoe de los orígenes naturales, en los cuales, según yahemos dicho, se encuentra este elemento en cantidadmás que suficiente, y la materia azoada tiene otroobjeto, como vamos á demostrar.

Observamos en primer lugar que á todas las plantasque no asimilan más que cantidades insignificantes desílice, como las leguminosas, no necesitan agregárse-les abonos azoados para dar cosechas abundantes, ypor el contrario, se observa que todas las gramíneas

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que contienen siempre grandes cantidades de sílice,requieren sustancias azoadas para dar resultados satis-factorios.

La sílice del suelo se encuentra en el estado de are-na, de silicato hidratado de alúmina (arcilla) y de silicatode potasa: en estos estados la sílice no es asimilable, y,para conseguirlo, es preciso emplear cuerpos que veri-fiquen la disolución, y esto se consigue por medio delas sustancias azoadas.

En efecto, estas sustancias, como ya hemos expli-" cado repetidas veces, dan lugar á ácido carbónico, quedescompone los eilicatos de alúmina y de potasa,dando lugar á la sílice soluble, á la alúmina y al car-bonato potásico, además se produce carbonato amo-niaco: los carbonatos alcalinos tienen la propiedad dedisolver la sílice, y esto nos explica perfectamente elpapel que desempeña la materia orgánica en las plan-tas que necesitan asimilar grandes cantidades de estealimento, y nos explican igualmente por qué no espreciso agrsgar las sustancias azoadas á las plantasque se hallan casi desprovistas de sílice.

Hay un grave error en la mayor parte de los agri-cultores al suponer que la sílice no tiene ninguna im-portancia en la vegetación, porque encontrándose enel suelo en tan gran cantidad, cada planta puede asi-milar lo que necesita para su constitución. Desgracia-damente no es así; la sílice, como todos los elemen-tos que asimila un vegetal, debe estar en cantidadsuficiente y en un estado tal, que la planta pueda asi-milarlo; y cuando estas condiciones no son satisfe-chas, el movimiento, ó sea la vida vegetal, se paraliza,como'ia experiencia nos'io est'a enselraníro ü'rar'umftni-te. Este caso se presenta con frecuencia en el ar-roz, y los labradores saben que, echando un poco deguano, la planta recobra su lozanía; atribuyen el efectoá la falta de ázoe, cuando es el elemento que está enexceso. Es mucho más lógico y más natural atribuirel fenómeno de la paralización de la vida vegetal alelemento que falta, y que en tan gran proporción ne-cesita asimilar esta planta; y la explicación entonceses en extremo sencilla: el guano, por su pronta des-composición, pone en libertad la sílice asimilable, yla planta puede ya asimilar todos los elementos que leson indispensables.

Al querer darme cuenta de las razones por qué losagricultores no se han preocupado de la sílice, encuen-tro que tal vez la idea que les ha conducido á errores el haber leido en todos los libros de química quelos silicatos son sustancias muy fijas, y que no sedescomponen por el calor á las más altas temperatu-ras; pero no se han fijado en que por vía húmeda lossilicatos hidratados son descompuestos por los ácidos,y entre ellos por el ácido carbónico, como se puedecomprobar en un laboratorio, haciendo pasar unacorriente de este gas á los silicatos de potasa y dealúmina que se encuentran en el suelo.

Sin esta sabia disposición de la naturaleza, no serlaposible la vida vegetal: al concluir la sílice asimila-ble de las tierras, no podrían vivir ni el trigo, ni lacebada, ni la caña, ni el arroz y otras gramíneasque en tan gran proporción asimilan este elemento;y por esto admiramos la sabiduría con que todo estáprovisto por el Creador: el ácido carbónico que seencuentra en el aire y es arrastrado á la tierra porel agua de lluvia sirve de alimento á las plantas des-pués do haber disuelto los fosfatos y después de ha-ber descompuesto los silicatos, dejando en libertad lasílice asimilable.

Pero el ácido carbónico que se forma en el suelo yel que es arrastrado por el agua de lluvia tiene unlímite, y por lo tanto la sílice que se pone en liber-tad es también limitada: por esta razón los labrado-res que consultan su interés aprovechan primero elestiércol y no cultivan dos años seguidos trigo, y ha-cen la rotación alternando las gramíneas con las le-guminosas; es decir, plantas que llevan mucha sílice,con las que toman una escasa cantidad de ella.

Pero cuando no se aprovecha la paja y se cultivatodos los años una de estas plantas, como por ejem-plo el arroz, los labradores tienen que forzar la na-turaleza para preparar en estado soluble la sílice queforzosamente requiere este vegetal; y hé aquí porqué para obtener grandes cosechas siembran las ha-bas, y por qué las entierran, y por qué abonan confuertes cantidades de abonos azoados.

COMPOSICIÓN DE LAS CENIZAS DE LA CAÑA DE AZÚCAH.

46,48 80

7,828,78

18,6111,93

87i

3,88

6,408,09

13,0113,69

1,33»

3,92

Sílice 46,46 41,37AciQo'iosYof reo.. %?& 'aítfbAcido sulfúrico.. 4,68 10,93Cal 8,91 9,11Magnesia 4,80 6,92Potasa 10,63 18,99Sosa v •' " *Cloruro potásico. 7,41 8,96Cloruro sódico.. 9,21 2,13

100 100 100 100La cantidad de cenizas que producen 100 partes de

tallo es de 1,48, y 100 partes de hojas dan 9,44.Las consideraciones que hemos hecho para el culti-

vo del arroz, son aplicables á la caña de azúcar, dondetampoco se aprovecha el bagnzo como estiércol. Estaplanta contiene también grandes cantidades de sílice,como nos demuestran los análisis de cuatro muestrasde cañas, practicados por el doctor Stenhouse.

En el cultivo de esta planta se obtienen cosechasabundantes cuando las tierras están provistas de todala sílice asimilable; así es que en todos los países, losresultados han sido satisfactorios en los primeros añosen que las tierras están dedicadas á este cultivo. Amedida que la sílice asimilable se ha ido concluyendo,las cosechas han empezado á disminuir, y los labra-dores creen que depende esta disminución de la faltade ázoe.

64 REVISTA EUROPEA.- DE MARZO DE 1875. N.° 55

Para probar este error basta hacer repetidos análisisy convencerse de que el ázoe contenido en estas tier-ras no ha disminuido, y por el contrario, en muchasha aumentado: lo que falta es sílice soluble, sobretodo cuando no se devuelve á la tierra ninguna canti-dad de estiércol, ya de cuadra, ya formado por elbagazo.

La experiencia nos enseña que esta planta, por lagran extensión superficial de sus hojas, toma la mayorparte del alimento azoado del aire. Así es que muchosagricultores colocan esta planta entre las que tomanel ázoe del aire, por haber hecho sus experienciascuando la tierra estaba provista de sílice soluble; yotros, por el contrario, la colocan entre las quetoman el ázoe del suelo, porque han verificado susensayos cuando la tierra iba empobreciéndose de esteelemento indispensable.

Tanto en el cultivo de estas dos plantas, el arroz yla caña, como en todos los cereales, la experiencia haenseñado al labrador la utilidad de agregar mayor ómenor cantidad de abonos azoados, según que las tier-ras tengan más ó menos proporción de sílice soluble.

Las consideraciones anteriores nos conducen á lassiguientes deducciones:

1 .* Que no está probado que las plantas asimilen elázoe libre de la atmósfera.

2.* Que no es cierta la clasificación admitida poralgunos agricultores, de que hay plantas que asimilanel ázoe del aire, y otras del suelo.

3.a Que todas las plantas asimilan el ázoe de losorígenes naturales ó sea del aire y del suelo.

4.* Que la clasificación más lógica sería la de plan-tas que asimilan mucha sílice, y plantas que apenasnecesitan sílice.

LUIS MARÍA UTOR,Director del Conservatorio de Artes y Oficios de Madrid.

LA CREACIÓN Y LA EVOLUCIÓN.

i.I A HIPÓTESIS DE LAS CREACIONES ESPECIALES.

Las primeras opiniones rara vez son ideas ver-daderas. La inteligencia en estado bruto, sea en elindividuo, sea en la raza, se forma de opinionesque necesitan ser revisadas varias veces antes delograr que correspondan medianamente con larealidad; de otra suerte, no habría descubrimien-to, ni acrecentamiento intelectual. Lo que llama-mes^i progreso de los conocimientos consiste enponer en armonía las ideas con las cosas, lo cualsupone que las primeras ideas estaban en com-pleto desacuerdo con las cosas, ó incompletamentede acuerdo con ellas. Si necesitáramos ejemplos,los suministraría la historia de cada ciencia.

Las nociones primitivas del género humano, encuanto á la estructura del cielo, eran falsas, ylas que les reemplazaron fueron sucesivamentemenos falsas; la creencia primitiva respecto á laforma de la tierra era falsa, y este error ha sobre-vivido durante todo el curso de las primitivascivilizaciones; las primeras ideas relativas á lanaturaleza de los elementos eran falsas, y sólo enlos últimos tiempos se ha comprendido mejor lacomposición de la materia, en sus diverjas for-mas: las interpretaciones dadas de los hechos me-cánicos, meteorológicos y fisiológicos fueron enun principio malas; en todo caso se partía decreencias, que si no eran absolutamente falsas,sólo contenían débil suma de verdad, velada porenorme masa de errores.

Por consecuencia, la hipótesis que atribuye laexistencia de los seres vivos á creaciones especia-les, siendo una hipótesis primitiva, es probable-mente una hipótesis falsa. Si las interpretacionesacerca de la naturaleza encontradas por los hom-bres de los primeros tiempos fueron erróneas enotros puntos, es muy probable que suceda lomismo en éste, pues sería extraño que los prime-ros hombres no hubiesen acertado con la verdaden tantos casos en que, relativamente, salta á lavista, y que la hubieran encontrado en uno en queestá profundamente oculta.

Independientemente de lo improbable que es lacreencia de las creaciones especiales por el lazoque la une á las falsas creencias de los primerostiempos, hay otro género de improbabilidad queagrava el primero, y que proviene de la a.socia-cion de esta creencia con una clase especial decreencias erróneas. Pertenece, en efecto, al gé-nero de creencias, que los progresos de los cono-cimientos han ido destruyendo sucesivamente, ypuede decirse que es el único miembro de este gé-nero que sobrevive en la mente de las personasinstruidas.

Todos sabemos que, para el salvaje, cada fenó-mejto ó cada grupo de fenómenos que le sorprendeestá causado por un agente personal distinto. Loselementos de este concepto fetichista se forman ácausa de un concepto politeísta, en el cual sé ge-neralizan diversamente estas personalidades me-nores, trasformándose en divinidades que presi-den á las distintas divisiones de la naturaleza. Enlas creencias religiosas de todas las razas se en-cuentra esta reducción progresiva del número deagentes naturales, y está lejos de terminaren lasde las razas más adelantadas. El rústico ignoranteque labra la tierra deja subsistir en su ánimo, allado de la creencia de un poder supremo, los con-ceptos primitivos de buenos y malos genios, losencantamientos y los poderes ocultos que residen

N.° 55 HERBERT SPENCBR. LA CREACIÓN Y LA EVOLUCIÓN. 65en los objetos particulares. La manera primitivade pensar no cambia sino en cuanto el espíritureconoce las relaciones constantes entre los fenó-menos. Sabido es también que á medida queel aumento de los conocimientos hace más va-gos los conceptos de los agentes naturales per-sonales, y los absorbe en las causas generales,destruye la costumbre de concebirlos como seresque obran conforme á los procedimientos de agen-tes personales. Nosotros no creemos como Ke-plero, que los espíritus directores mantienen á losplanetas en sus órbitas: ya no es tampoco creen-cia universal que la mar haya sido separada me-cánicamente y de una vez de la tierra firme, ni quelas montañas hayan sido colocadas en los luga-res en que las vemos por un repentino acto decreación. Todo el mundo, excepto corto númerode personas, ha dejado de admitir que el buentiempo y las tempestades se presenten en suce-sión arbitraria. La mayoría de las personas ins-truidas no cree ya que las epidemias sean cas-tigos enviados por una divinidad irritada. Lasgentes del pueblo han dejado de considerar á loslocos como poseídos del demonio, y todo esto de-muestra que por todas partes desaparece la con-cepción antropomórflca de la causa desconocida.Pieza á pieza se va abandonando el método deinterpretación que atribuye los fenómenos á unavoluntad análoga á la voluntad humana, obrandopor medio de procedimientos análogos á los pro-cedimientos humanos.

Puesto que esta familia de creencias, antigua-mente innumerable, ha perdido la inmensa ma-yoría de sus miembros, no es aventurado esperarque el corto número que queda desaparecerá tam-bién. Uno de ellos es la creencia que examinamosen este momento, y que atribuye cada especiede organismo á una creación. Muchas personas,que, en todo lo demás, han renunciado á la primi-tiva teoría de las cosas, conservan aún este ves-tigio. Preguntad á un hombre medianamente ins-truido si acepta la cosmogonía de los indios, lade los griegos ó la de los hebreos, y tendrá lapregunta casi por una ofensa, y sin embargo, esprobable que conserve el elemento común de es-tas cosmogonías, olvidando el origen. En efecto,¿de dónde le viene la creencia en las creaciones es-peciales? Interrogadle, apremiadle, y se vsrá obli-gado á confesar que la ha recibido en su infanciacomo parte de una historia que rechazó en con-junto hace largo tiempo. ¿Por qué ha de ser ciertaesta parte cuando todo lo demás es falso? No sa-brá decirlo. Tenemos, pues, derecho á esperarque, al abandono de todas las demás partes deesta historia, seguirá poco á poco el abandono dela que resta.

TOMO IV.

La creencia que juzgamos dudosa por su ca-rácter primitivo, y porque pertenece á una fami-ia de creencias casi extinguida, no tiene en suavor ni un solo hecho. Nadie ha visto una crea-ñon especial; nadie ha encontrado jamás unaprueba indirecta del acontecimiento de una crea-ción especial. Es significativo, advierte el doc-tor Hooker, que los naturalistas que suponenla producción milagrosa de nuevas especies, su-ponen también ordinariamente que esta creaciónse ha verificado en algún lugar alejado de los ob-servadores. Ba todas partes donde el orden de lanaturaleza orgánica está expuesto á las miradasde los zoólogos y dé los botánicos, este conceptono existe; concepto que, por lo demás, no sobre-vive sino á condición de estar relacionado con lu-gares imaginarios, donde el orden de los fenóme-nos orgánicos es desconocido.

No sólo esta hipótesis carece de prueba que ledé apoyo externo, sino que tampoco podría soste-nerse por la prueba interna, siendo imposibleformarse de ella una idea coherente. Es uno deesos conceptos simbólicos ilegítimos, que de con-tinuo se toman falsamente por conceptos simbóli-cos legítimos (Primeros principios, § 9,) y quepermanecen sin comprobación. Cuando se trata dedar á esta idea una forma definida, se ve quees una pseudo-idea que no permite ninguna. Su-pongamos que un organismo nuevo, en el mo-mento en que es objeto de una creación especial,es creado de la nada. En caso afirmativo, se su-pone una creación de la materia, y sabemos que-la creación de la materia es inconcebible, que im-plica en el espíritu el establecimiento de unarelación entre alguna cosa y nada, relación á lacual fajjta uno de los términos, es decir, relaciónimposible. Supongamos que la materia de quese compone el nueve organismo no está creadapara el caso, sino tomada á formas ya existentesy arreglada bajo nueva forma. En tal caso trope-zamos con la cuestión de cómo se ha verificadoeste arreglo. ¿Acaso los átomos, que entran pormillares en la composición del nuevo organismo,dispersos anteriormente en el aire y en la tierrainmediatos, se separan de sus combinaciones paraunirse unos con otros y formar composicionesquímicas apropiadas, yendo cada uno al lugardesignado en el agregado de tejidos y de órganoscomplejos? La suposición de millares de impulsossobrenaturales diferentes, por su dirección y suintensidad impresos á tantos átomos distintos,es más bien una multiplicación de misteriosque la solución de un misterio. En efecto, nosiendo cada uno de estos impulsos resultado deuna fuerza existente en cualquiera parte bajootra forma, implica la creación de la fuerza, y la

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6(5 REVISTA EUROPEA. 1 4 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 55

creación de la fuerza es tan inconcebible comola creación de la materia. Lo mismo sucederespecto á todas las demás vías abiertas parallegarse á representar la creación. La anti-gua idea hebraica de que Dios tomó un poco dearcilla y modeló una nueva criatura, como unalfarero un cacharro, parecerá demasiado antro-pomórflca para que quiera adoptarla ningún de-fensor moderno de la doctrina de la creaciónespecial. Pero, abandonada esta grosera creeacia,¿con cuál se la sustituye? Si no se produce de estemodo un nuevo organismo, ¿de qué manera sehace? Ó mejor dicho, ¿de qué manera puede conce-birse la producción de un organismo nievo? Nopediremos una contestación categórica, y nos Con-tentaremos con que la cosa pueda imaginarse sincontradicción. Pero no sucede así. Los que admi-ten que cada especie de organismo es resultadode la intervención divina, no pueden hacerlo, sinoá condición de dispensarse de traducir las pala-bras en ideas. En este caso, como en tantos otros,no se cree realmente, se cree que se cree. En efecto,la creencia propiamente dicha, implica una repre-sentación mental de la cosa creída, y ningunarepresentación mental de este género es posible-

Figurémonos el género humano observado poruna criatura de corta vida, como, por ejemplo,por el insecto llamado efímero, poseyendo unainteligencia igual á la nuestra; figurémonos queesta criatura estudia los hombres y las mujeresdurante las cortas horas de su vida, y que in-vestiga el modo por el cual estos seres han ve-nido á la existencia. Si razona conforme á losprocedimientos ordinarios, supondrá que el hom-bre j la mujer han sido creados separadamente,puesto que ningún cambio apreciable de estruc-tura ocurre en el hombre ni en la mujer en lascortas horas durante las cuales ejercita su obser-vación , y deducirá probablemente que ningúncambio de estructura se produce ni se ha produ-cido en estos seres, poseyendo, desde un principio,cada hombre y cada mujer todos los caracteresque advierte, y creyendo que han sido formadoscon estos caracteres. Tal sería naturalmente suprimera impresión. Veamos el partido que puedesacarse de esta comparación. La vida humana esefímera comparada con la vida de una especie;hasta puede decirse que el período á que alcanzanlos recuerdos de la experiencia humana es efí-mero, en comparación de la vida de una especie.Existe un contraste análogo entre las series in-mensamente largas de cambios que se verificandurante la vida de una especie, y la pequeñísimaparte que se presenta á nuestra vista. No hayrazón alguna para creer que la primera deducción,sacada por los hombres de la débil parte de la

serie que pueden ver, está más cerca de la verdadque lo estaría la deducción del efímero relativa-mente á loa hombres y á las mujeres.

Esta semejanza nos hace pensar que la hipóte-sis de las creaciones especiales es puramente unafórmula destinada á cubrir nuestra ignorancia.En tal caso se presenta esta cuestión. ¿Qué razóntenemos para suponer creaciones especiales deespecies, cuando no podemos suponerla de indi-viduos, si no es la de que, cuando se trata de indi-viduos, sabemos por observación directa que elprocedimiento de su producción es distinto, yque, cuando se trata de la especie, no sabemosdirectamente si hay otro procedimiento? ¿Tene-mos algún motivo para deducir que las especiesson producto de una creación especial, excepto elde qua no poseemos ningún conocimiento inme-diato de su origen? ¿Nuestra ignorancia acerca dela manera cómo se han producido, nos autorizaá afirmar que deben su existencia á una creaciónespecial ?

De esta analogía nace otra cuestión. Los que, áfalta de una prueba inmediata de la manera cóm ola especie ha nacido, afirman que su origen nopuede ser análogo al de los individuos, sino quedebe realizarse de distinto modo, creen honrar conesta suposición la Causa desconocida de las co-sas, y combaten las doctrinas contrarias, cual siestas excluyeran del mundo el poder divino. Perosi el poder divino se demuestra por la creación se-parada de cada especie, ¿no se demostraría mejorpor la creación separada de cada individuo? ¿Porqué existe una forma natural de generación? ¿Porqué no se prueba la omnipotencia por la produc-ción sobrenatural de las plantas y de los anima-les por todas partes, en el mundo entero y á todashoras? ¿Diráse que el Creador puede hacer quenazcan individuos unos de otros en una sucesiónnatural, pero que no puede hacer nacer la espe-cie de igual manera? Esto equivale á limitar supoder, en vez de enaltecerlo. ¿Diráse que la pro -duccion milagrosa de una especie es practicablede vez en cuando, pero que la producción mila-grosa, perpetuamente renovada, de innumerablesindividuos es impracticable? Esto supone tam-bién un empequeñecimiento de la Potencia crea-dora. O es posible crear las especies y los indivi-duos por el mismo método, ó es imposible: decirque DO es posible, equivale, para los que se sir-ven de este argumento, á un verdadero suicidio, ysi es posible, se pregunta á qué fin responde lacreación especial de las especies, que no estuvieramejor realizado por la creación especial de losindividuos. Y no basta esto: ¿qué debe pensarsedel hecho de que la mayoría de estas pretendi-das creaciones especiales se hayan verificado

N.°55 HERBERT SPENCER. LA CREACIÓN Y LA EVOLUCIÓN. 67

antes de que existiera el género humano? Losque piensan que el poder divino está demostradopor las creaciones especiales, tienen que respon-der á esta pregunta: ¿demostrado? ¿Por quién?Tácita ó expresamente consideran estas demos-traciones provechosísimas al género humano.Siendo así, ¿por qué se han realizado á milla-res en la tierra, cuando no había ningún serinteligente que las contemplase? ¿Acaso lo Des-conocido quería demostrar su poder á sí mismo?¿Quién tendrá la temeridad de decir que necesi-taba probárselo? No hay alternativa: ó se con-sideran estas demostraciones como un exceso su-pérfluo de poder; suposición degradante; ó comoun ejercicio de poder necesario, porque las espe-cies no podían ser producidas de otra manera, locual es también una suposición degradante.

Los que adoptan la hipótesis de las creacionesespeciales tropiezan con otras dificultades teoló-gicas. La suposición de que cada especie de or-ganismo está especialmente creada como partede un plan, lleva consigo la de que el autor delplan ha querido todo lo que de ól resulta, y pre-ciso es admitir, que si cada organismo ha sidoconstruido con un fin respectivo, el carácter desu autor está indicado por los mismos fines ypor la perfección ó la imperfección con que losorganismos son adoptados. Veamos las conse-cuencias. Sin investigar por qué, durante un nú-mero desconocido de millones de años, no ha exis-tido en la tierra ningún ser dotado de aptitudpara grandes pensamientos y sentimientos eleva-dos, nos limitaremos á preguntar por qué en laactualidad está cubierta la tierra de gran núme-ro de seres que se causan unos á otros, y aun á símismos, tantos sufrimientos. Prescindamos dela raza humana, cuyos defectos y miserias pre-tende explicar la teología reinante, y limitémonosá los seres inferiores al hombre. ¿Qué debemospensar de esos instrumentos y de esos instintostan numerosos y diversos de que están provistoslos animales y que son destinados á producir do-lor? No es solamente hoy, no es después que elhombre apareció sobre la tierra, cuando ésta hasido teatro de guerra entre criaturas dotadas desentimiento. La paleontología nos demuestra quedesde los más antiguos tiempos geológicos co-nocidos, se produjo esta carnicería universal. Lasestructuras fósiles, como las de los animales queen la actualidad existen, nos permiten ver armashábilmente preparadas para la destrucción deotros animales. Tenemos indudables pruebas deque en todos los pasados tiempos, el inferior hasido presa del superior, y el débil sin cesar de-vorado por el fuerte. ¿Cómo se explica este he-cho? ¿Por qué han sido organizados los anima-

les de tal modo que hagan necesario el derra-mamiento de sangre? ¿Por qué, en casi todas lasespecies, el número de animales nacidos anual-mente es tal que la mayoría perece de miseria óde muerte violenta, antes de llegar á la edadmadura? Quien sostenga que cada especie deanimales ha sido destinada determinadamenteá un fin, debe sostener también que el Creadortenía intención deliberada de producir esos re-sultados ó que no ha sido capaz de impedirlos.¿En esta alternativa, cuál debe ser la decisión?¿Se censurará el carácter divino, ó se afirmaráque Dios sólo tiene un poder limitado? Ningúnvalor tiene el argumento de que la destruccióndel menos fuerte por el más poderoso es un me-dio de prevenir las miserias de la decrepitud yde la impotencia, y por tanto, cosa aprove-chable al ser destruido, porque entonces, auncuando el peso de la mortalidad recayese másbien sobre los seres viejos que sobre los jóvenes,habría otra cuestión, á la cual no se puede con-testar de ningún modo satisfactorio; ¿por qué nohan sido construidos los animales de tal formaque eviten estos males? ¿Por qué no se han calcu-lado y arreglado su multiplicación, su inteligen-cia y sus inclinaciones, de modo que se eviten es-tos sufrimientos? Si la aminoración de las fuerzasdebía ser consecuencia de la edad, ¿por qué no seha provisto de modo que las acciones orgánicascesen por una muerte súbita, cuantas veces seaninferiores al nivel de una existencia agradable?Entre los que pretenden que ios organismos hansido creados con un fin especial, ¿quién afirmaráque no era posible darles un fin que impidiese eldolor? ¿Si se admite que es posible crear los or-gasmos de tal modo que se les evite el sufri-miento, se afirmará que el Creador ha preferidohacerlos de maneia que sufran? La dificultad, ánnen esta forma, es bastante grande, pero apareceincomparablemente mayor cuando se examinanlos hechos más de cerca. Mientras nos limitemosá considerar la destrucción del inferior por el su-perior, vemos que del mal resulta algún bien;determinada cantidad de vida de un orden supe-rior tiene por base el sacrificio de gran canti-dad de vida de un orden inferior. Mientras sólotengamos en cuenta tal género de mortalidad,que, arrebatando los miembros menos perfectosde cada especie, permite continuar viviendo á losmás perfectos, vemos que resulta algún provechocompensador del sufrimiento causado. Pero, ¿quépuede decirse en vista de los innumerables he-chos en que, el sufrimiento causado, no da oca-sión á ningún provecho compensador? ¿Qué debedecirse cuando se ve al inferior destruir al supe-rior? ¿Qué debe decirse del espectáculo de dispo-

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siciones tan bien preparadas que aseguran laprosperidad de organismos incapaces de sentir,á costa de la desgracia de organismos suscepti-bles de felicidad?

En el reino animal, tomado en conjunto, másde la mitad de las especies son parásitas. «Puedeformarse una idea del número de estos parásitos,dice el profesor Owen, calculando que cada ani-mal conocido alimenta una especie que le es pro-pia, en general más de una, y á veces tantas yaun más de las que infestan el cuerpo humano.»Prescindamos de estos males impuestos á los ani-males de rango inferior, y ocupémonos solamentedel hombre. El bothriocéphalo ancho y la Tmnia so-Uum son dos especies de gusanos solitarios queprosperan en los intestinos del hombre, produ-ciendo grandes perturbaciones en la salud, y áveses la locura. Los gérmenes de la tgenia, tras-portados á otras partes del cuerpo, producen cier-tas formas incompletamente desarrolladas que sellaman cesticercos, equinococos, cenuros, que oca-sionan desorganizaciones más ó menos extensasen el cerebro, en los pulmones, en el hígado, enel corazón, en los ojos, etc., y que, con frecuen-cia, causan la muerte del enfermo, después de lar-gos sufrimientos.

En las visceras del hombre se encuentran otroscinco parásitos pertenecientes á diferentes clases;el tricocéfalo, el oxiuro, el stronglo (dos especies),el anguüostonio, el ascáride, que producen, no sólofaltas de nutrición, como efecto necesario, sinotambién una irritación local, primera causa deuna desmoralización completa. Hay otras cincoespecies de otra clase de entozoarios pertene-

á la subdivisión de los tremátodos que secuerpo del hombre, en el higado,

en el conducto cístico, en la vena porta, en losintestinos, en la vejiga y en los ojos. Encontra-mos después la trichina spiralis que pasa unaparte de su vida metida en los músculos y otraen los intestinos: la trichinosis, enfermedad pro-ducida por este parásito, ocasionó hace pocotiempo en Alemania verdadero pánico. Prescin-diendo de esta lista de entozoarios que es bas-tante incompleta, pasemos á los epizoarios. Cono-cemos dos especies de acares, uno que habita enlos folículos de la piel, y otro que produce lasarna.

Hay otros animales que penetran debajo de lapiel y depositan allí sus huevos, y tres especiesde piojos que infestan la superficie de la piel. Yno basta esto: además de los animales parásitoshay diversos vegetales parásitos que crecen y semultiplican á nuestra costa. La Barcina, ventriculihabita en el estómago, y produce en él pertur-baciones gástricas. La Leptothri® buccalis es muy

común en la boca, y acaso contribuye á la pér-dida de los dientes. Además hay setas ú hongosmicroscópicos que producen la herpe arrollada,la tina, la pitiriasis, las aftas. El cuerpo del hom-bre es, pues, habitación de parásitos internos y ex-ternos, animales ó vegetales que forman dos ó tresdocenas de especies, muchas de ellas particularesal hombre, causando la mayoría grandes sufri-mientos, y algunas la muerte. ¿Qué interpretaciónnos darán de estos hechos los partidarios de ladoctrina de las creaciones especiales? Según dichahipótesis, todos estos parásitos han sido creadospara el género de vida que les es propio. Han sidodotados de una constitución tal, que pueden vivirabsorbiendo los jugos del cuerpo humano; estánprovistos de instrumentos, á veces formidables,con los cuales pueden implantarse en el cuerpo óen la superficie; son de una fecundidad increíble,y sus gérmenes pueden introducirse fácilmenteen el cuerpo del hombre. Todo está, pues, com-binado para asegurar la continuación de su espe-cie, é impedir absolutamente á las generacioneshumanas desembarazarse de estos enemigos áquienes sirven de presa. ¿Qué puede decirse deeste arreglo? ¿Diremos que el hombre, la cabezay el coronamiento de la creación está en el plandivino destinado á aumentar dichos parásitos, óque estos seres inferiores, incapaces de pensa-miento ó de felicidad, han sido creados para des-gracia del hombre? Los que pretenden que cadaespecie de organismo ha sido objeto de una in-tención especial del Creador, tienen que escogerentre estos dos términos. ¿Cuál prefieren? Los he-chos se conforman bastante con la concepciónde los dos poderes antagónicos, uno autor delbien y otro del mal en el mundo. Pero estos ma-les y estos suplicios impuestos gratuitamente alhombre y á las demás criaturas terrestres capa-ces de sentimiento, son de todo punto incompa-tibles con el concepto de un Creador soberana-mente bueno.

Veamos los resultados de nuestro examen : lacreencia de las creaciones especiales de organis-mos nació entre los hombres en la época de lasmás profundas tinieblas, y forma parte de unafamilia de creencias, que casi todas han perecido,á medida que progresaban las luces. No tiene unsolo hecho positivo en que pueda apoyarse, ycuando se le quiere dar una forma definida, seadvierte que es una pseudo-idea. Esta hipótesispuramente verbal, que se admite sin examen comohipótesis real y concebible, es de la misma natu-raleza que sería una hipótesis basada en la ob-servación de un dia, según la cual, cada hombrey cada mujer habrían sido producidos por unacreación especial, hipótesis que no proviene de

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los hechos, sino de una falta de hechos que da ála ignorancia absoluta una forma parecida alconocimiento positivo. Vemos además que estahipótesis, sin apoyo alguno, esencialmente in-concebible, é incapaz, por tanto, de satisfacer lanecesidad de interpretación que atormenta al es-píritu humano, es también incapaz de satisfacersus sentimientos morales. Esta creencia es detodo punto incompatible con las ideas que los cre-yentes pretenden profesar sobre la naturaleza deDios. Si se quisiera demostrar la existencia deun poder infinito, la creación especial de cada in-dividuo ó la producción de especies conforme áun método parecido al que se emplea para laproducción de los individuos, la demostraríanmucho mejor que el empleo de dos métodos, cuyahipótesis se admite por la necesidad. Si fuerapreciso demostrar la bondad infinita, las disposi-ciones de las estructuras orgánicas, suponiendoque obedecen á intenciones especiales, no sólo nola demostrarían, sino que producirían una masaenorme de hechos, más propios para probar lamaldad que la bondad. Por cualquier lado que sela considere, la hipótesis de las creaciones espe-ciales no tiene valor ninguno: no lo tiene por suorigen ni por su incoherencia intrínseca, ni porestar absolutamente desprovista de prueba; notiene valor porque no da satisfacción ninguna álas necesidades del espíritu, ni tampoco á nin-guna necesidad moral. Debemos, pues, conside-rarla como nula y sin efecto ante otra hipótesissobre el origen de los seres orgánicos.

II.LA HIPÓTESIS DE ík EVOLUCIÓN.

La suposición de que las razas de organismoshan sido creadas especialmente, no merece créditopor su origen; por el contrario, la suposiciónde que las razas de organismos son producto dela evolución, merece confianza á causa de suorigen. Lejos de ser una creencia nacida enel espíritu y aceptada cuando el género humanovivía en profunda ignorancia, es una creencianacida en una época en que las luces están com-parativamente desarrolladas. Además, la creenciade que todas las formas orgánicas han nacidoconforme á leyes constantes, en vez de nacer porviolaciones de leyes constantes, es una creenciaque se ha formado entre las personas más ins-truidas, en la época de mayor ilustración. No hanacido por cierto esta creencia entre las gentesque jamás prestan atención al orden de la natura-leza, sino entre los familiarizados por sus estudioscon el conocimiento de dicho orden: por ello elorigen de esta hipótesis moderna es tan favorablecomo desfavorable es el de la antigua.

Entre las dos familias de creencias á las cualespertenecen respectivamente las que comparamos,existe una antítesis análoga. A proporción que launa se extingue, la otra se multiplica. Inmedia-tamente que se ha dejado de considerar las di-versas clases de fenómenos como causados poragentes personales, obrando de un modo irregu-lar, se ha empezado á considerar las diversasclases de fenómenos, como causados por unafuerza general que obra uniformemente. Los doscambios son correlativos. Del mismo modo que haperdido terreno la hipótesis que atribuye cada es-pecie á un acto sobrenatural, y con ella lo hanperdido también casi todas las hipótesis que le es-tán relacionadas con ella, las cuales pronto desa-parecerán; así también la hipótesis de que cadaespecie es el resultado de la acción de causas na-turaies, por pertenecer á una familia de hipó-tesis cada vez más numerosa, necesariamente hade sobrevivir y acreditarse.

La probabilidad de su advenimiento y de susupervivencia, nos parece todavía más grandecuando observamos que pertenece á un género dehipótesis que se ha extendido rápidamente. Lainterpretación de los fenómenos por la evoluciónha nacido independientemente en diversos domi-nios científicos muy alejados unos de otros. Lasuposición de que el sistema solar se ha formadogradualmente por la evolución, á costa de unamateria difusa, es una suposición astronómicaen su origen y en su aplicación. Sin dejarse in-fluir por consideraciones astronómicas, los geó-logos adquieren paso á paso el convencimientode que la tierra ha llegado por una evolución á lavariedad de estructura que hoy posee. Las inves-tigaciones de los biólogos han probado la false-^dad de la creencia, generalizada en pasados t iem"pos, de que el germen de cada organismo es unarepetición en miniatura de organismo llegado asu madurez, y diferente sólo por el volumen; handemostrado, por el contrario, que cada organismonaciente de una materia en la apariencia unifor-me, avanza hacia la multiformidad definitiva porcambios insensibles. Entre los pensadores que seocupan de filosofía política, la idea de que el pro-greso de la sociedad es una evolución, ha ganadoterreno: el principio de que «no se hacen consti-tuciones sino que crecen», es un elemento delprincipio de que las sociedades no se hacen sinoque crecen. Los fisiólogos admiten ya universal-mente, que en vez de tener un origen artificial ósobrenatural, los idiomas son productos de des-arrollo. La historia de la religión, de la filosofía,de la ciencia, de las bellas artes y de la industria,demuestra que todo ha pasado por fases tan in-sensibles como las que atraviesa el espíritu de un

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niño hasta llegar á la madurez. Si, pues, se hareconocido cada vez más la evolución como leyde tan diversos órdenes de fenómenos, bien pode-mos creer cosa muy probable, que se vea prontoen ella la ley de los fenómenos que examinamos.Todos los progresos del nacimiento confirman lacreencia de la unidad de la naturaleza, y el des-cubrimiento de que la evolución se realiza en tan-tos órdenes de la naturaleza, acredita la creenciade que se realiza en todos.

Entre las hipótesis de la creación especial yde la evolución, el contraste no es menos grandesi se le examina bajo el punto de vista de sulegitimidad á título de hipótesis. La primera,según hemos visto, pertenece al orden de con-ceptos simbólicos, que á causa de la imposibili-dad de concebirlos, sólo son ilusiones; la segundaes uno de esos conceptos simbólicos que se pue-den concebir más ó menos. La producción de to-das las formas orgánicas por la lenta acumula-ción de modificaciones sobre modificaciones, ypor la divergencia lenta que resulta de la adicióncontinua de nuevas diferencias á las diferenciasya adquiridas, puede concebirse en sus grandeslíneas, sino en los detalles. Hay diversos génerosde experiencias que nos permiten concebir laoperación. Examinemos uno de los más sen-cillos.

No existe semejanza aparente entre una línearecta y un círculo. El círculo es una curva, y ladefinición de la línea recta excluye la idea de cur-vatura. El círculo encierra un espacio; la línearecta, aun prolongada hasta lo infinito, no en-cierra espacio alguno. El círculo es finito; la línearecta puede ser infinita. Sin embargo, por opues-tos que sean en todas sus propiedades, se puederelacionar el uno á la otra por una serie de líneas,cada una de las cuales no difiera de su inmediatade un modo apreciable. Cortando un cono porun plano perpendicular á su eje, resultará uncírculo. Si en vez de estar perfectamente á án-gulo recto con el eje, el plano forma con él un án-gulo de 89° 59', se obtendrá una elipse que la vistahumana, aun ayudada por un compás de preci-sión, no sabría distinguir de un círculo: haciendodecreer el ángulo por minutos, la elipse comen-zará á aparecer un poco excéntrica, manifestán-dose después á la simple vista, y tomando pocoá poco una forma extraordinariamente alargada,de modo que no tendrá semejanza alguna con elcírculo, Continuando la operación, la elipse seconvierte en parábola. Si se disminuye todavíamás el ángulo, la porábola se convierte hipérbole.Finalmente, si se hace al cono cada vez más obtu-so, la hipérbole pasa al estado de línea rectacuando el ángulo del cono se aproxima á 180*.

Ahora bien; en este ejemplo vemos cinco especiesde líneas: el círculo, la elipse, la parábola, la hi-pérbole y la línea recta, teniendo cada cual deellas sus propiedades particulares y su ecuaciónpropia, pero que siendo la primera y la últimaopuestas por su naturaleza, están ligadas comomiembros de una misma serie, y pueden ser pro-ducidas por un sencillo método de modificacióninsensible.

Pero las experiencias que revelan con más cla-ridad la operación de la evolución general son lasde la evolución especial, repetida en cada vegeta,ó en cada animal. Cada organismo presenta, encorto espacio de tiempo, una serie de cambiosque extendiéndose por suposición á un lapso detiempo infinitamente grande, y realizándose dediversas maneras, en vez de una sola, nos da unconcepto suficientemente claro de la evoluciónorgánica en general. En un desarrollo individualencontramos comprimida, dentro de un espacioinfinitesimal, una serie de metamorfosis tan bastacomo las que la hipótesis de la evolución nosmuestra realizándose durante las épocas, imposi-bles de medir, que supone la corteza terrestre. Unárbol difiere inmensamente de una semilla bajotodos los puntos de vista, en volumen, en estruc-tura, en color, en forma, en peso específico, encomposición química; difiere de tal modo, que nose sabría descubrir entre uno y otro semejanzavisible de ningún género; y sin embargo, bastanalgunos años para que la semilla se convierta enárbol: el cambio se realiza tan gradualmente, queno hay momento alguno en que pueda decirse:ahora cesa de ser la semilla y existe el árbol.¿Puede haber dos cosas más perfectamente dis-tintas que un niño recien nacido y la esfera mi-croscópica de gelatina semi-trasparente, que cons-tituye el huevo humano? La estructura del niñoes tan compleja, que se necesita una enciclopediapara describir todas las partes que lo forman.La vesícula germinativa es tan sencilla, que sela puede definir en una línea. Sin embargo, bas-tan algunos meses para que el huevo se conviertaen niño por vía de desarrollo, y por una serie demodificaciones tan pequeñas, que si se examinarael embrión de minuto en minuto, apenas se des-cubrirían con el microscopio cambios apreciables.Gracias á estos hechos, el concepto de la evolu-ción general puede llegar á ser tan definido comocualquiera de nuestras concepciones complejas.Si en vez de los minutos sucesivos de la vida fetalde un niño, tomamos generaciones sucesivas deseres vivos, y consideramos que estas generacio-nes sucesivas no difieren una de otra más de loque difiere el feto en los minutos sucesivos, senecesita que nuestra imaginación sea muy débil

N.° 55 HERBERT SPENCER.—LA CREACIÓN Y LA EVOLUCIÓN. 71

para no llegar á tener el verdadero concepto dela evolución, que hace salir el organismo máscomplejo del sencillo. Si una célula única en con-diciones apropiadas se convierte en un hombre alcabo de algunos años, no costará, seguramente,gran trabajo comprender cómo, en condicionestambién apropiadas, puede igualmente una célu-la, durante el curso de un número desconocido deaños, dar nacimiento al género humano.

Verdad es que las experiencias de los hechos dela naturaleza, con que se construye este concepto,íaltan á tantos espíritus, que en realidad lescuesta gran trabajo formarlo. Habituados á consi-derar las cosas, más bien por su estado estáticoque por su estado dinámico, jamás conciben quecrecimientos pequeños de modiñcaciones puedanengendrar una suma cualquiera de modiñcacio-nes. La sorpresa que experimentan al ver con-vertido en hombre á un individuo que conocieronniño, se trueca en incredulidad cuando el grado decambio es mayor. Para ellos, la hipótesis de que,por una serie de cambios, un protozoon pueda darnacimiento á un mamífero es, por lo menos, tangrotesca como la afirmación del movimiento de latierra hecha por Galileo, lo era para los aristoté-licos, ó la de la esfericidad de la tierra le es paraun indígena de Nueva Zelanda. Pero es naturalque los que aceptan, como muy satisfactoria, unaproposición literalmente inconcebible, cometan,por el contrario, la falta de no aceptar una pro-posición muy comprensible.

Hay, además, otro punto de vista en el cual lahipótesis de la evolución contrasta con la de lascreaciones especiales. La hipótesis de la evoluciónes pura y simplemente legítima, mientras que lade las creaciones especiales es ilegítima, porquela primera puede estar representada en el espírituy la segunda no; porque aquella cuenta hechos ensu apoyo y ésta no. Los hechos que pueden desdeluego alegarse para probar directamente que lasrazas de organismos que parecen distintas puedenser resultado de razas anteriores progresivamentemodificadas, no son suficientes, sin duda alguna;pero hay, sin embargo, numerosos hechos capa-ces de desempeñar este papel. Es cosa ya indu-dable que la diferencia de estructura sobrevienepoco & poco entre los descendientes de una mismarama, verificándose una operación modificadoradel género, de las reconocidas como causas dediferencias específicas, operación que, por lentaque sea en su acción, produce con el tiempo, silas circunstancias lo exigen, cambios visibles;operación que, según todas las apariencias, pro-ducirá en millones de años, y bajo la influenciade la gran variedad de condiciones que suponenlos archivos geológicos, toda cantidad de cambios.

Aunque relativamente se haya prestado pocaatención á este asunto hasta los últimos tiempos,los hechos observados derauestran que se han rea-lizado, durante las generaciones sucesivas, cam-bios de estructura tan marcados como los que du-rante los períodos cortos y sucesivos se verificanen el embrión; con frecuencia son aún más mar-cados, pues además de las diferencias debidas álos cambios en el volumen relativo de las partes,se producen algunas veces diferencias debidas áadiciones ó á supresiones de partes. La modifica-ción de estructura que se realiza desde que seobservan los organismos, no es superior á lo quela hipótesis demanda: con relación á tan cortoperíodo, presenta un cambio tan grande como latotalidad de cambios de estructura observados enla evolución de un organismo completo, á partirde un sencillo germen, atendiendo á inmensoperíodo durante el cual han existido en la tierralas fuerzas vivas.

Puede decirse que las pruebas directas quetenemos de la producción gradual de todos losseres orgánicos por las acciones de las causas na-turales, son de la misma especie y en igual can-tidad que las del desarrollo de la corteza del globocon toda la variedad y complejidad de su estruc-tura. En mi opinión, puede asegurarse que, entrelas modificaciones comprobadas de los organis-mos y la totalidad de las modificaciones pre-sentadas por sus estructuras, no es mayor ladesproporción que entre los cambios geológicoscomprobados y la totalidad de cambios geológicosque se atribuyen por hipótesis á parecidas cau-sas. Por todas partes se advierten depósitos sedi-mentarios que se forman lentamente en la épocaactual. Aqui es una costa que en considerable exrtensi^i, y en época de que no se tiene noticia,ha invadido la mar: allá es un estuario, cuyofondo se ha levantado durante el curso de algu -ñas generaciones. En una región se verifica unlevantamiento general á razón de algunos piespor siglo: en otra se ve que los terremotos pro-ducen ligeras variaciones de nivel. Puede obser-varse en algunas localidades una extensión apre-ciable de terreno que, por la retirada de las aguas,ha quedado en seco; en otras se sorprenden gla-ciares, labrando la superficie pedregosa por dondese deslizan. Pero los cambios que estos hechosatestiguan son infinitamente pequeños en compa-ración del conjunto de cambios que revela lacorteza terrestre, aun en el sistema de capas quetodavía existe. Si, pues, los débiles cambios quese operan actualmente en la superficie del globo,bajo la influencia de fuerzas naturales, nos auto-rizan perfectamente á deducir que todas las com-binaciones que hacen tan complicada la estructura

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de la corteza terrestre son efecto de las mismasfuerzas naturales en acción durante épocas inmen-sas, ¿no podemos deducir paralelamente, fundán-donos en las débiles modificaciones que conoce-mos, producidas en las razas de organismos porfuerzas naturales, que éstas han dado gradual-mente nacimiento á las combinaciones que hacentan complicada la estructura observada en dichasrazas?

La hipótesis de la evolución se apoya, pues, enhechos que, aunque en corto número, son de na-turaleza probatoria: además, la proporción en queestán con la deducción, parece tan grande comola que existe entre los hechos y la deducción'enotro caso, en el cual esta proporción obliga áaceptar la deducción.

Pongámonos por un momento en el caso de losque deducen de la experiencia de los modos deobrar de los hombres, el modo de acción del Om-nipotente, que se manifiesta á nosotros por me-dio de los fenómenos. La suposición de que cadaespecie de organismo ha sido intencionalmentecreada, nos parecerá mucho menos de acuerdocon la idea que ellos profesan del Omnipotente,que la suposición, según la cual todos los orga-nismos son resultado de una acción no interrum-pida. La irregularidad de método es señal de de-bilidad, y la uniformidad de método señal defuerza. Una intervención insuficiente para modi-ficar un sistema preestablecido de acción, suponeen éste un arreglo defectuoso. Si los trabajadorescuyas primeras máquinas necesitaban continuoimpulso, muestran los progresos de su habilidadhaciendo máquinas que marchen por sí solas,las personas que se figuran el mundo y los seresque lo habitan hechos por «un gran artista,» es-tán obligados á admitir que la realización de esteplan, por una operación persistente, adaptada átodas las eventualidades, supone mayor habilidadque su realización por medio de operaciones queluchan con eventualidades á medida que se pro-ducen.

Lo mismo sucede con el aspecto moral del con-traste de ambas hipótesis. Hemos visto que lahipótesis de las creaciones especiales tropieza conla dificultad de la ausencia de las formas supe-riores de la viia durante estas épocas inconmen-surables de la existencia de la tierra que nos re-cuerda la geología. Pero, para la hipótesis de laevolución, la ausencia de estos seres no es unadificultad. Aceptando la evolución, esta cuestiónqueda necesariamente eliminada. Aceptando lascreaciones especiales, esta cuestión se presentainevitablemente, siendo de imposible resolución.Mucho más marcado es todavía el contraste deambas hipótesis ante la inmensa cantidad de su-

frimientos impuestos á todo género de seresdotados de sensibilidad á causa de su adapta-ción imperfecta á las condiciones de su vida, ylos demás sufrimientos aún más grandes que lescausan sus enemigos y sus parásitos. Hemosvisto que si cada organismo estuviera colocadointencionalmente en el lugar que ocupa en la na-turaleza, no se podría evitar la deducción de quemillares de especies de organismos inferiores quehacen presa en los superiores, habían sido crea-dos con la intención de producir todos los dolo-res y la muerte, que son sus consecuencias. Aho-ra bien: á la hipótesis de la evolución no puedeaplicarse este dilema. Lenta, pero seguramente,la evolución realiza mayor suma de felicidad, nosiendo todos los males sino consecuencias acce-sorias. Por su naturaleza esencial, la evolucióndebe producir por todas partes una adaptaciónmás exacta á las condiciones de existencia,cualesquiera que sean estas condiciones. Apli-cándose lo mismo á las formas inferiores que álas más elevadas de la vida, produce por todaspartes una adaptación progresiva, y asegura lasupervivencia de la forma mejor adaptada. Si enla marcha de la operación los organismos de tipoinferior, al desarrollarse, hacen presa en los quecorresponden á tipos superiores, los males que re-sultan sólo constituyen una disminución de ven-tajas. La tendencia universal y necesaria haciala supremacía y la multiplicación de los mejores,tendencia que dirige, tanto la creación orgánicaen su totalidad, como de la cada especie, no cesa deaminorar el mal producido, y tiende de continuoá conservar los organismos superiores que, de unmodo ó de otro, evitan las invasiones de las espe-cies inferiores, encaminándose á producir un tipoque no esté expuesto á ellas. Los males que acom-pañan la evolución, no cesan de eliminarse á simismos. Puede sin duda alguna objetarse. ¿Porqué no han sido evitados? Pero hay otra objeciónque no puede hacerse; la de ¿por qué han sidoimpuestos intencionalmente? Créase lo que sequiera, es evidente que no suponen en su autoruna malevolencia gratuita.

Resulta, pues, que bajo todos puntos de vistala hipótesis de la evolución contrasta de una ma-nera favorable con la hipótesis de la creación es-pecial. Se ha formado en una época relativamenteculta y en la clase más ilustrada de la sociedad.Es una de esas creencias en la producción regu-lar de los fenómenos que no cesan de suplantarlas creencias en la producción irregular y arbi-traria de los acontecimientos. Pertenece á ungénero de creencias que en los últimos tiemposha hecho rápidos progresos. De esta hipótesis,puede tener el espíritu concepto definido, su-

N.°55 C. FLAMMAIUON. LA ATMÓSFERA BE VENUS. 73

puesto que sólo es una extensión al mundo or-gánico en general de un concepto construido conlos hechos que nos presentan los organismos in-dividuales; de igual manera que la hipótesis dela gravitación universal era una extensión delconcepto que resultaba de los hechos de la gravi-tación terrestre. Esta hipótesis, de la cual, segúnhemos dicho, puede tener el espíritu un conceptodefinido, además del apoyo de la analogía, basadoen gran número de hechos, cuenta también con elde la prueba directa: tenemos una prueba positivade que se realiza una operación de este género, ysi los resultados, tales y como se comprueban ac-tualmente, son pequeños en comparación de latotalidad de los resultados que se atribuyen á laevolución, no dejan de tener con esta totalidaduna relación tan grande como la que sirve parajustificar una hipótesis análoga. Finalmente, elsentimiento que se pretende satisfacer con ladoctrina de las creaciones especiales encuentrauna satisfacción más cierta en la doctrina de laevolución, puesto que esta doctrina no suscitaninguna de las cuestiones contradictorias relati-vamente á la Causa desconocida, que lleva en símisma la opuesta doctrina.

HERBERT SPENCER.

LA ATMÓSFERA DE VENUS.

Como habíamos previsto, las expediciones en-viadas parala observación del tránsito de Venus,han obtenido, aparte del objeto especial de sumisión, resultados imprevistos, extraños á él éinesperados.

De estos resultados, uno de los más importan-tes é interesantes es, sin duda alguna, la compro-bación de la existencia de la atmósfera de Venus,su demostración definitiva y su análisis espectral.Llamaremos por un momento la atención acercade este punto capital, que es nuevo y preciosotestimonio en favor de la verdad de nuestra doc-trina de la multiplicidad de mundos habitados.Después del planeta Marte, habitable como laTierra, según está hoy demostrado, llega Venus,más difícil de observar, pero examinado afortu-nadamente en circunstancias especiales, haciendoavanzar rápidamente nuestro conocimiento sobresu estado físico.

La primera relación del tránsito de Venus rela-tiva á la atmósfera de este planeta, es la del as-trónomo italiano Tacchini, del Observatorio dePalermo, jefe de la comisión italiana enviada áMuddapur (Bengala). En carta que escribió, al diasiguiente del tránsito de Venus, al ministro de

Instrucción pública de Italia, y que ha sido pu-blicada en el Boletín de ¡a Sociedad de espectroco-pistas italianos, el sabio observador exponía el he-cho en los siguientes términos.

«Antes del tercer contacto, dice Tacchini, en unmomento en que el cielo estaba purísimo, exa-minó el espectro del sol en la proximidad de lamagnífica banda oscura formada por Venus, y en-contré que todo continuaba en estado normal, áexcepción de dos posiciones, en las cuales, des-pués del paso de la banda del planeta, veíase to-davía una ligera oscuridad en dos puntos del rojo,correspondientes á las bandas negras de nuestraatmósfera: el fenómeno debíase, al parecer, á lapresencia de ¡a atmósfera de Venus, probablementede la misma naturaleza de la nuestra.*

Tal es la observación espectrocopia capital delos astrónomos italianos.

Muy versados en el estudio del análisis espec-tral del sol, y habituados, desde hace muchosaños, á hacer diariamente este análisis, los as-trónomos italianos tenían especialmente por ob-jeto aplicar la espectroscopia á la observación delpaso de Venus. Durante esta observación é im-pensadamente, no han visto con un anteojo, sinocomprobado por medio del espectróscopo, la exis-tencia de la atmósfera en este planeta, atmósferaque tiene analogía química con la que respiramos

Mientras se hacía esta observación en Bengala,en el Japón, á mil leguas de distancia, ocurría unhecho muy distinto del anterior, pero que lo con-firma de un modo especial. Los astrónomos de lacomisión que había ido á Saigon no observabanpor medio del espectróscopo, sino con anteojosordinarios. Véase lo que el jefe de la comisiónM. Heraud dice en el informe enviado á la Acade-mia de Ciencias: no han comprobado de la mismamanera la acción de la atmósfera de Venus sobrela luz solar, sino que han visto esta atmósfera di-rectamente y en una circunstancia de igual modoinesperada. Véase, repito, lo que dice el informedado á la Academia por el jefe de la expediciónM. Heraud, y publicado en Les Cantes Rendns dela Academie de Sciencies.

«... A 21 h. 11 m. el planeta había entrado yamás de dos tercios en el disco del sol; y adviertoque, la parte exterior de su limbo está clara-mente indicada por un hilo luminoso, pálido,que reunido á las franjas de la imagen interior,forma una redondez perfecta. No esperaba este fe-nómeno, y no puedo notar el intante exacto de suaparición...»

¿Qué era este hilo luminoso que rodeaba elplaneta, dibujando en el fondo del cielo, al ladodel sol, la parte del planeta que estaba aún fueradel astro del dia? Era la atmósfera de Venus ilu-

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minada por el sol, y refractando hacia nosotros laluz del astro del dia. Esta es la única explicaciónposible del fenómeno.

El mismo hecho lo ha observado también enSaigon otro astrónomo, M. Bonafay, que dice so-bre él lo siguiente:

«A 21 h. 18 m. (el momento no es exactamenteigual al de la observación precedente), el contornode Venus, exterior al disco del sol, se iluminó lige-ramente, empezando por la base de la imagen, quepermanecía constantemente más visible que la al-tura. La circunferencia planetaria aparecía asímuy visible en el cielo por este arco luminoso,que, al parecer, la continuaba exactamente. Esteefecto subsistía cuando el planeta avanzaba.Al acercarse el momento del contacto, se conti-nuó viéndose el borde del planeta que permane-cía ligeramente luminoso...»

Observación curiosa. Este fenómeno de la ilu-minación del contorno de Venus no se ha repro-ducido á la salida del planeta. Los dos astróno-mos citados creyeron que se renovaría, pero loesperaron en vano. ¿A qué se debe esta diferen-cia? 4N0 es la atmósfera de Venus igualmentetrasparente en el meridiano oriental que en el oc-cidental? ¿Estaba pura en el primer caso (refrac-ción visible), y cargada de nubes en el segundo, óse debía la diferencia á la mayor oblicuidad delos rayos solares relativamente á los observa-dores?

Contestaremos en seguida.Tales son las observaciones directas de. este

hecho inesperado. Pero hay más. Mientras quelos astrónomos italianos, instalados en Bengala,y los astrónomos franceses que se encontraban enel Japón, comprobaban así la atmósfera de Venus,los astrónomos ingleses hacían una comprobaciónanáloga en Egipto. EnLuxor, por ejemplo, el al-mirante Ommanney, el coronel Campbell y laseñora Campbell, tenían cada cual su telescopio.También citaré aquí textualmente la parte delinforme del almirante, que concierne al asunto deque tratamos, informe publicado en el Mon-tlliy Notices de la Sociedad real astronómica deLondres.

«Inmediatamente después del contacto interno,para la salida se presentó un fenómeno notable.La porción del disco de Venus que había salidodel borde del sol se iluminó con un borde blancoque permaneció visible y muy luminoso en todoel contorno de Venus, hasta el momento en quesalió la mitad Üel planeta. Entonces disminuyóla luz y desapareció, unos siete minutos antes delúltimo contacto externo.»

Se ve, pues, que, en este caso, la observación hasido hecha, no antes de la entrada, como en Sai-

gon, sino después de la salida. La entrada eraademás invisible en Egipto. ¿Por qué la ilumina-ción de la atmósfera de Venus por el sol, que vie-ron á la salida del planeta los astrónomos deLuxor, no ha sido vista por los de Saigon? Lacausa no debe ser astronómica sino terrestre, ydepender del estado de la atmósfera en Saigon, ála hora de la salida.

Además de estas tres observaciones distintasrelativas á la atmósfera de Venus, encontra-mos otra notable, aunque menos directa, en otroinforme, el de Mr. Janssen, que estaba en Naga-saki (Japón).-

Cuando el planeta llegó al contacto con el sol,la imagen de Venus se presentó redonda, biendeterminada, y la marcha relativa del disco delplaneta con relación al disco solar, se ejecutógeométricamente, sin ninguna apariencia de liga-dura ni de gota. Pero trascurrió un tiempo bas-tante largo desde el momento en que el disco deVenus apareció tangente interiormente al discodel sol, y el de la aparición del filete luminoso,que debía presentarse en el momento en que, ha-biendo entrado Venus por completo, abandonabael borde del sol, para atravesar el astro.

«Hay aquí, dice Mr. Janssen (Comptes rendíasdel 8 de Febrero), una anomalía aparente, quepara mí consiste en la presencia de la atmósferadel planeta.*

Una fotografía tomada en el momento mismoen que el contacto parecía geométrico, demuestraque el contacto real no se había verificado aún. Elhecho se explica fácilmente, suponiendo que lascapas inferiores de la atmósfera de Venus estabanmás ó menos cargadas de brumas ó de nubes,formando pantalla. Aun en una atmósfera pura,la refracción por sí sola produce diferencias aná-logas.

Hó aquí, pues, cuatro hechos distintos causa-dos por la atmósfera de Venus durante la obser-vación del tránsito. Ya sabíamos que este mundoestá rodeado de una atmósfera, porque la líneade demarcación, entre su hemisferio oscuro y suhemisferio iluminado, no es neta y recortada comoen la luna, sino semi-iluminada por una pemun-bra, que, para nosotros, es indicio evidente de lapresencia de la atmósfera, produciendo la auroray el crepúsculo en los meridianos, por los cualesaparece y desaparece el sol. Distinguimos, puesel alba y la caida de la tarde en esta tierra celeste,hermana de la nuestra, cuyos dias son de 23 ho-ras 21 minutos, casi de la misma duración quelos nuestros; pero estos nuevos hechos son unaconfirmación, una comprobación preciosa parala astronomía física.

¿Está compuesta dicha atmósfera de oxígeno,

N.° 55 G. JAEGER. LAS GLÁNDULAS MAMARIAS DE LOS MAMÍFEROS. 75

ázoe y vapor de agua, como la que nos hace vivir?La observación espectral de Tacchini parece de-mostrarlo, puesto que ha encontrado en su espec-tro los mismos caracteres que tiene el espectro dela atmósfera terrestre.

«Siendo muy débiles las modificaciones queesta atmósfera producía en el espectro solar, dice(NaturforscTier, vir, 36), hay que deducir que losrayos solares que nos envía Venus son reflejadosordinariamente en la superficie de la capa de nu-bes que le envuelve, casi sin penetrar es el inte-rior. Proviniendo en gran parte las rayas de esteespectro del vapor de agua, puede admitirsecomo muy probable que la atmósfera de Venuscontiene agua, elemento tan indispensable parala vida.»

Cuando en una tranquila y silenciosa noche deprimavera contemplamos este blanco planetameciéndose muellemente en el éter, podemos confundadísima esperanza ver en él una estanciaanáloga á la que habitamos, organizada coüíormeá un sistema físico y meteorológico poco distintodel nuestro, aunque quizá más rudo (las estacio-nes son allí más rigurosas) y poblado de una razahumana desconocida. De este modo, los progre-sos de las ciencias concurren á aumentar la certe-za de las probabilidades filosóficas, que antessólo se fundaban en la lógica y en el estudio ge-neral de la naturaleza.

CAMILO FLAMMARION.

LAS GLÁNDULAS MAMARIAS DI LOS MAMÍFEROS.

Mivart, uno de los adversarios más ingeniososde Darwin, dirigió á éste, entre otras, la siguientepregunta: «¿Cómo pudieron formarse por mediode la selección natural las glándulas mamariasde los mamíferos y la costumbre de mamar en lascrias cuando éstas no habían empezado á extraerleche alguna?» A cuya "objeción contestó Darwin:«Así como entre ciertos peces las crias son ali-mentadas en una especie de bolsa, probablementepor medio de la secreción de losx folículos mucí-paros, del mismo modo pudieron también los pri-meros mamíferos segregar un fluido alimenticiopor medio de los expresados folículos sebáceos ómucíparos.»

Esta respuesta de Darwin no resuelve efectiva-mente lo sustancial del argumento, es decir, loque da origen á la primera dificultad para que severifique la secrecijm de la leche; pero es absurdoque Wigand, en su obra: El Darvinismo y la in-vestigación de la naturaleza, pág. 133, saque de

aquí la consecuencia de que no pueda ser re-suelta de modo alguno dicha dificultad. Lo queúnicamente podrá afirmar es, que con la res-puesta de Darwin no ha quedado satisfecho yconvencido. Por mi parte, creo que á toda razo-nable pregunta en esta materia puede darse lacorrespondiente explicación.

Ocasiona la primera dificultad del problema quenos ocupa, la costumbre de lamerse, observadaen muchos animales. Sin duda, en el estado ac-tual de las cosas entre los mamíferos, la madrees más bien la que lame á sus hijos, sencilla-mente porque éstos, existiendo ya las glándulasmamarias, saben hacer algo más agradable yprovechoso que lamer. Sin embargo, he tenidoocasión de observar en muchos animales que criésin madre, que empezaban á lamerse recíproca-mente tan pronto como sentían la necesidad dealimento.

La primera pregunta debe ser, pues, si estacostumbre reporta ó no utilidad. En absolutocontestamos afirmativamente: 1.° Porque la ac-ción de lamer, produciendo un aumento de secre-ción salival, humedece, por consiguiente, la cavi-dad de la boca y satisface á la sensación de lased, originada principalmente de la sequedad deaquella. Recuérdese á este propósito el medio efi-caz empleado por el hombre para combatir lased, masticando un trocito de madera ó una ra-mita. 2." Las glándulas mamarias son los folícu-los sebáceos hypertrofiados. Naturalmente los úl-timos deberán ser ahora antepuestos, y el señorWigand habrá de permitirme que sustituya laprimera pregunta con esta otra, á saber: i cómolos folículos sebáceos pudieron convertirse englándulas mamarias? en vez de ¿cómo se han formado las\lándulas mamarias? En lo cual podrécomplacerle de nuevo. Partimos, pues, de los fo-lículos sebáceos. Estos suministran una secreciónproducida por las células grasientas , que, ya enla forma ordinaria de sebo de la piel, constituyeuna materia alimenticia. A ésta se asocian luegolos productos desprendidos de la descamación cu-tánea, constituidos por e\ Keratin, sustancia áque igualmente no es posible negar cierto valoralimenticio. El lamer, por tanto, no sólo aplacala sed, sino que también alimenta, y los anima-les, cuyos hijos adquirieron la costumbre de la-mer á sus madres en el vientre, tuvieron así unaventaja con relación á su crianza.

Para la mejor inteligencia del proceso que nosocupa, es necesario tener presente el hecho cono-cido de que todo estímulo mecánico que afecta áuna superficie cualquiera de la piel, provoca inme •diatamente la hyperemia por medio del aumentodel aflujo sanguíneo, y más tarde la hypertrofla;

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y que tan pronto como la piel es atacada de laliypertrofla, sobreviene constantemente un au-mento de secreción. Con lo cual, no sólo quedaexplicada la primera dificultad, sino también des-envuelto todo este mecanismo.

Como primer período, hay que suponer la for-mación en el vientre de un espacio conexo de fo-lículos sebáceos hipertrofiados, en forma de ban-da , esto es, en la extensión de la superficielamida por la cria.

La reducción á una sola mama no ofrece difi-cultad alguna especial. Tan pronto como el jovenanimal no se satisfizo ya con lamer, sino que co-gió y exprimió con la boca una porción de esteespacio glandular, debió fluir más abundante se-creción, proporcionarle así una ventaja, y la con-secuencia hubo de ser, sin duda, una hypertrofialocal de esta parte determinada de las glándulas,que, á su vez, según la ley del fenómeno del cre-cimiento, tuvo por efecto una reducción de lasglándulas colindantes completamente abandona-das. La formación de varias de estas porcionesde glándulas es una consecuencia de la circuns-tancia de que muchas crias se esfuercen por ali-mentarse á un mismo tiempo. La verosimilitudde esta suposición resalta todavía más, si tene-mos presente que aun hoy el número de las ma-mas está en relación directa con el número dehijos en cada parto.

El tercer período de desenvolvimiento del fenó-meno está determinado por el comienzo de la ac-ción de mamar. Mientras las crias cogieron yexprimieron sólo una parte determinada de laextensión de la glándula, probablemente tuvoesta parte la forma de una protuberancia prolon-gada. Pero luego que empezó la succión, debió re-cibir la forma de una pupila cónica, con ó sin pe-zón. Así se produjo la forma que hoy afecta enia mayor parte de los mamíferos, incluso el hom-bre. Cómo se formó el conducto de las mamas delos rumiantes lo han demostrado ya Gegenbaury Husz en el Diario de Jena (año 1872).

Tenemos, pues, que distinguir tres períodos enel desarrollo del fenómeno de la lactancia: 1." Sta-iliim lamiendi; %." Sladium esoprimendi; 3." Sta-diurn sitgendi.

Una advertencia más y terminamos: para res-ponder satisfactoriamente á preguntas tales comolas que Mivart y otros antidarwinistas nos diri-gen, se necesitan conocimientos y experienciasdeterminadas, y cuando no los posee , ni indivi-dualmente el preguntado, ni en cuanto es posiblela ciencia en general, es necesario economizarlasen el camino de la investigación de los detalles, yno contestarlas de improviso. Si, esto no obs-tante, de la falta de una respuesta inmediata,

antidarwinistas como Mivart y Wigand, sacan laconsecuencia de que sea falsa la doctrina deDarwin, no hay sino recordarles el conocido ada-gio: «más pregunta un tonto, que pueden contes-tar diez sabios.»

DR. GUSTAVO JAEGER.{Das Ausland)

EL PAÍS DEL ESPLIEGO.

Cuando se va por el ferro-carril de Londres áBrighton, entre West-Croydon y Sutton, se ve é.cada lado del camino, á partir de Waddon, tantocomo la vista abarca, largas y estrechas bandasde espliego, y á veces campos enteros cubiertosde esta planta. Después de una tempestad acom-pañada de lluvia, el color de la planta es más in-tenso, más oscuro, y el olor se esparce hasta so-bre el camino que recorre el tren. Cuando el solbrilla con gran esplendor, le parece, al que se en-cuentra en medio de estos campos, que refleja elcielo el color de la tierra, es decir, que se im-pregna de las tintas azules del espliego.

Sutton es el punto donde, por ahora, terminaeste cultivo. Echemos pié á tierra para seguir elcamino que vuelve bruscamente á la derecha, ypasa por delante de la posada del Gallo, conocidí-sima de los aficionados á las fiestas campestres;camino que conduce en la dirección de Carshal-ton. Si tomamos á la izquierda de la vía férrea,llegamos á una llanura que se extiende á lo lejosdesde Banstead-Downs hasta Epsom-Downs. Elpaisaje tiene algo de insólito y particularmenteatractivo. No puede decirse que sea tan pinto-resco un paseo á través de una decoración de es-pliego, como por los viñedos de la Costa de Oro,ó por las accidentadas orillas del Rhin; pero elespliego tiene también derecho á fijar la atencióndel viajero. La humilde planta posee cualidadesmedicinales infalibles que aprecian los trabaja-dores de los campos. Además, entra más ó menosen la preparación de multitud de perfumes, y losobjetos de tocador no son ciertamente fútiles ennuestro siglo de lujo desenfrenado. Además, sitodo el mundo no tiene á su disposición las rarasesencias preparadas en Londres y Paris, ¿quiénno posee en el fondo de cualquier cajón una ó dosalmohadillas de espliego?

El camino sube, descubriéndose desde él ex-tenso panorama; los campos de espliego pareceque se multiplican á la vista en todas direcciones;algunos están á nuestro lado; otros tapizan elfondo del valle. Nuestros ojos, no acostumbradosá este espectáculo, se admiran del extraño efecto

N.° 55 EL PATS DEL ESPLIEGO. 77

que produce el contraste de estos azules tapicescon el dorado color del trigo y el verde sombríode los árboles. En el horizonte el sol presta á esteconjunto la magia de sus purpurinos rayos.

La cosecha que presenciábamos se preparabaadmirablemente, y creímos que para un paseantedesocupado, el estudio de este asunto ofrecía al-gún interés. Las fuentes de informe estaban á lamano, y nos bastaba interrogar al primer campe-sino que viéramos. Seguimos el camino que fre-cuentan los pescadores de truchas y todos losdemás caballeros de la caña, en dirección áCarshalton, que, en opinión de un gran crítico,es la más pintoresca de todas las aldeas de Ingla-terra. Un arroyo que seguía el camino, y parecíaluchar en velocidad con nuestras piernas, des-apareció entonces; inmediatamente una bruscarevuelta á la derecha nos condujo á Wallington,cuartel general de nuestras operaciones.

El distrito de Beddington, célebre por la magní-fica residencia que allí tiene el arzobispo de Can-torbery, y á cuyo lado Wallington es una choza,contiene unas 80 hectáreas de terreno dedicado alcultivo del espliego, y según nuestro guía, entodo aquel país, comprendiendo Sutton, que essu límite extremo, Carshalton y Mitcham, habráunas 120 hectáreas de este cultivo. Mitcham es elpunto principal donde se ejecuta, y hace doce óquince años se trasplantó espliego de esta locali-dad á Beddington. Desde entonces se ha extendi-do el cultivo por las comarcas próximas, inva-diendo la región hasta el punto de verse hoygrandes sabanas azules de espliego que embalsa-man el aire con su perfume.

En ningún otro punto de Inglaterra se ejecutaeste cultivo con tanto éxito, á no ser en el conda-do de Cambridge, donde la producción es inferior,según se dice, si bien los habitantes de dichocondado sostienen lo contrario. Positivamente lomismo sucede con los lupulares de Kent y de Sus-sex: hay en el suelo, ó en el clima del país, ó qui-zá en ambas cosas, algo particularmente favora-ble á estas plantas.

Quien haya atravesado las llanuras de la Ex-tremadura española, ha podido ver grandes tro-zos de tierra inculta, cubiertos de lavendulce, ylos horticultores sostienen que, si se emplease lamisma habilidad que en Inglaterra para mejorarla naturaleza de la planta, podría también produ-cir España estas excelentes cosechas, que tomanprimero el camino del destilatorio, para pasardesde allí al laboratorio del perfumista ó del far-macéutico.

La única particularidad que debe observarsepara este cultivo es la elección de un terreno quetenga una capa superior de arcilla de muchos

pies de espesor, sobre una capa inferior de cretade una naturaleza muy coesiva, aunque seca. Lalabranza no se hace tan profunda como en los pri-meros tiempos, por la circunstancia de que, envez de reproducirse la planta ocho ó nueve añoscomo otras veces, hoy no se reproduce más quetres ó á lo más cuatro años. En una llanura dedoce hectáreas en Wallington, donde está el ma-yor cultivo de espliego de la localidad, observa-mos diferentes plantas de uno, de dos y de tresaños. Junto á ella había un cercado de 120 áreastan bien cultivado, que parecía una mesa de bi-llar. Es preciso abonar la tierra ligeramente alprincipio del otoño cuando se verifica la planta-ción, y después de la siega del primer año lasplantas se reproducen en tales proporciones, quede cada dos filas hay que quitar una, y en la quequeda, de cada dos pies arrancar uno. Las cose-chas del primer año son las primeras en madurar;después siguen las del segundo, y últimamentelas del tercero. La recolección se verifica enAgosto. La siega se hace con hoces, y exige unarte y un cuidado especial para practicarla, por-que la forma en que se haga influye en la recolec-ción del año siguiente. Detrás de los segadoresvan mujeres y muchachas que forman inmediata-mente haces con el espliego y los envuelven conesteras para evitar que les den los rayos del sol,lo cual aminoraría considerablemente la esenciaque ha de extraerse. Antes de la completa ma-durez se siegan corto número de plantas para elmercado de Covent-Garden ó para ser vendidas,en las ciudades y aldeas de las inmediaciones.

Los aparatos para destilar se trasportan al sitiodel cultivo, y las nubes de humo de muchas chi-meneas, como el penetrante olor de las hierbasen las inmediaciones de los edificios donde se hacela destilación, indica claramente lo que se estáfabricando. No debe olvidarse que la menta, elromero, el hinojo y la manzanilla, tienen que pa-sar por la misma prueba que el espliego.

Bajo un cobertizo de ladrillos se encuentra unafila de alambiques provistos de sus serpentinas.En el piso bajo se cuida de los hornillos y se vi-gila el filtro, y el ruido de las gotas que caen de-muestra la extracción de la esencia. Por encimade los hornillos están los alambiques, de bastantedimensión para contener media ó una tonelada deplantas de espliego, y el cobertizo es bastantegrande para que entren en él los carros cargadosde plantas.

El alambique se llena tres veces cada veinti-cuatro horas, ó sea una vez cada ocho horas. Loshombres, instalados en el piso superior, levantanel capitel del alambique con una palanca, y des-pués separan el espliego de las, esterillas que lo

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envuelven, y aplastan la planta con los pies, á finde que la cuba ó cucúrbita se llene hasta los bor-des. El líquido se recoge en lo alto de la serpen-tina en estado de ebullición, aunque en el fondo yen la parte inferior el agua esté fria. Los horni-llos empiezan entonces á funcionar. La serpen-tina se compone de un tubito fijo al capitel delalambique y que da muchas vueltas al receptáculoque contiene el agua fria. Los trabajadores vigi-lan el momento en que el líquido empieza á pasardel capitel á la serpentina. Cuando, esto sucedees señal de que va á empezar á correr la esencia,ó inmediatamente se apagan los hornillos. El ar-diente licor extraído de las hierbas, al pasar altravés del tubo sumergido en agua fria, se con-densa, y la esencia se separa del agua para pasaral filtro, al pié de la serpentina.

El instante en que el líquido sube es el más crí-tico de toda la operación, necesitándose entoncesgrande atención y experiencia, pues de lo contra-rio la hierba, tallo y flor, pudieran entrar en laserpentina y estropear la esencia. Esto sucederara vez, porque los trabajadores que hacen ladestilación están muy bien enterados de su oficio.

Desde el filtro la esencia se coloca en frascos decristal negro, de cuello estrecho,' conteniendocada uno de cuatro á siete libras, y queda dis-puesta para la venta. Cuando está destilada unacuba, se separa el capitel del alambique con unapalanca y el residuo se saca con largas horquillas.El humo y el vapor que salen son grandes y aho-gan al que no está acostumbrado. Esta parte de laoperación es muy penosa y rudo el trabajo paraapartar estos desperdicios, que se amontonan in-mediatamente fuera del cobertizo empleándoloscomo abono.

Llónanse de nuevo las calderas de plantas deespliego, se echa agua en el refrigerante para re-emplazar el agua salida por el alambique y des-aparecida por la constante evaporación, hecho locual empieza de nuevo el trabajo.

La cantidad de esencia extraída de una tone-lada de espliego varía según la estación: 15 ó 16libras (ó sea unos 6 k. 750 ó 7 k. 200) por cada1.015 kilogramos, se considera una cosecha me-diana. Es rara la que llega á 21 libras (9 k. 450),y algunas veces sólo da 10 libras (4 k. 500). Ladestilación dura dos meses próximamente, desdela primera semana de Agosto á la segunda deOctubre, según la mayor ó menor abundancia dela recolección. La destilación y el cultivo del es-pliego constituyen dos oficios distintos. Tantolos pequeños como los grandes cultivadores, lle-van sus productos al destilatorio y pagan ciertoprecio convenido por tonelada.

Se pueden ver estas operaciones y juzgar por

sí mismo, siguiendo, como lo hemos hecho nos-otros, el camino de Sutton á Wallington por Cars-halton, y siguiendo los senderos que, á través delos campos de espliego, conducen á Beddington, ydesde allí á la estación de "Waddon.

(Journal of Applied Science.)

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Ateneo científico y literario.

CIENCIA PREHISTÓRICA.10. a LECCIÓN.—9 MARZO.

ANTIGÜEDAD DEL HOMBRE.

PRIMERA EDAD, PALEOLÍTICA.

Indicado en la sesión última el modo cómodeben considerarse y el significado que en reali-dad tienen los diferentes caracteres de que nosservimos para determinar cada una de las edadesde piedra y de los metales en que de comúnacuerdo se ha convenido dividir los llamadostiempos prehistóricos, llegado es ya el caso dehacer aplicación de todos ellos á la descripcióndel período más antiguo, ó sea el paleolítico.¿Dónde y en qué circunstancias se encuentranlos restos del hombre primitivo y de su incipienteindustria; cuáles son los animales y las plantasque los acompañan; qué carácter ofrece el hom-bre de tan remotos tiempos, y por qué clase deobjetos se manifestó su actividad? A esto se re-duce en puridad lo que, valiéndonos del lenguajecientífico, calificamos de caracteres geológico, pa-leontológico, antropológico y arqueológico. Ahorabien, á la primera pregunta la contestación nopuede menos de ser por demás ambigua, puesfalta todavía mucho que explorar para que cate-góricamente podamos decir el hombre primitivose encuentra en el terreno cuaternario, en el ter-ciario ó en el cretáceo. Pero limitándonos á expo-ner lo que sobre el particular se sabe hoy, á re-serva de lo que nuevos descubrimientos puedanesclarecer el asunto, debemos repetir lo que másde una vez he significado ya; á saber: que si res-pecto al hombre del terciario medio ó miocenocabe todavía dudar, no así tocante al plioceno, ycon mayor razón al cuaternario ó diluvial. Antes,empero, de detallar los documentos en que sefunda este aserto, conviene averiguar si, teórica-mente considerado el asunto, puede admitirse laposibilidad de que nuestra especie hubiera apare-cido durante el terreno terciario. No hay razónalguna científica que se oponga á la admisión delhecho; antes por el contrario, según se desprendede las pacientes investigaciones de geólogos ypaleontólogos tan distinguidos como Héer, Sa-parta, Shimper y otros, el clima de Europa, en elperíodo mioceno, difería poco del de hoy, oscilandosu temperatura media entre 18° y 19°, siendoquizás algo más húmedo y uniforme que el actual;así se deduce al menos del estudio de la Fauna yFlora de dicho horizonte, en las cuales se nota quela mayor parte de las especies actuales vivían ya,pero en comarcas situadas, por regla general, enlatitudes más altas. Como confirmación de lo di-cho, pueden citarse varios descubrimientos, y en

N.° 55 G. TISSANDIER. EL COBRE EN EL ORGANISMO. 79

especial el de restos y huevos de flamenco, en elterreno terciario de Auvernia, el del DryopithecusFontani, mono encontrado por Lartet en SanGaudens (S. O. de Francia), el de varias especiesde elefantes, hipopótamos, hienas y otros anima-les, cuyos análogos, si no idénticos, viven hoy enregiones africanas ó asiáticas más cálidas que laseuropeas.

Teóricamente considerada, es, pues, posible laexistencia del hombre en nuestro continente du-rante la época terciaria, media y superior. ¿Con-firman los hechos semejante sospecha? En honorá la verdad, única aspiración en todos nuestrosestudios, en Europa no se han encontrado hastael presente restos del hombre fósil que por su ya-cimiento puedan referirse á los horizontes mió yplioceno; pero, á falta de esto, se puede compro-bar su existencia por las manifestaciones de suactividad; lo que falta averiguar es si realmentedebe referirse á la acción del hombre lo que seha considerado como tal, y si las condicionesdel yacimiento corresponden al terreno terciariomedio, de la molasa ó del falún en otros térmi-nos. La primera indicación que en este particularse hizo, fue la del abate Bourgeois, en el Congresode arqueología prehistórica, celebrado en Parisen 1867, en cuya sabia asociación dijo haber en-contrado en los horizontes inferiores del terrenomioceno cascos y otros utensilios, que creia la-brados por el hombre, asociados á restos de ani-males característicos de dicho período geológico.El corte que ea Thenay, lugar del hallazgo, re-presenta la disposición y naturaleza de los mate-riales, es el siguiente, de arriba abajo: 1." aluvio-nes antiguos; falún de la Turena ; arenas fluviá-tiles del Orleanés; caliza de la Beauce; arcilla ycaliza cretosa; marga caliza lacustre; otra margamás arcillosa con algunos pedernales, al parecerlabrados , siquiera toscos y en corto número;marga con nodulos de caliza con pedernales ta-llados; arcilla amarilla y verdosa, principal yaci-miento de las piedras labradas; otra marga conescasos sílex y arcilla desprovista de instrumen-tos, y que forma la base del terreno.

Posteriormente otro sacerdote trances, el señorDelaunay, encontró en los alrededores de Pouan-có costillas y un húmero de Halitherium conincisiones profundas, que creía ser obra del hom-bre, á lo cual hay que agregar el descubrimientohecho por Bourgeois Dalaunay y el marqués de"Vibraye en Billy, de varios pedernales negroscuarteados y hendidos, según aquél, por el hom-bre, asociados á muchos huesos de Rinoceronte,de Tapir, de Paleocherus y de otros mamíferosfósiles, llevando una mandíbula de Rinocerospleuroceros profundas incisiones que atribuían ála acción del hombre. Estos y algunos otros dem énos significación, son los datos en que hoy porhoy se funda la creencia de ser el hombre con-temporáneo del terreno mioceno. Pero para quese vea la circunspección con que se miran estosasuntos, todavía no se acepta este hecho comodato positivo de tan remota antigüedad de nues-tra especie, pues habiéndose nombrado comisio-nes del Congreso de Bruselas, en particular, paraque en vista de los documentos emitieran dic-tamen, no habiendo unánime acuerdo en sus in-dividuos, se ha aplazado para cuando se reúnamayor número de materiales y de carácter másdecisivo, la definitiva solución del asunto.

De ser cierta la existencia del hombre en elhorizonte mioceno, aumentaría de un modo nota-ble ,su antigüedad, tanto por la fecha á que serefiere dicho horizonte geológico, cuanto por lacircunstancia de ser sus representantes productode la sedimentación mecánica y química, siempremucho más lenta en su proceso que los materia-les de acarreo antiguo ó moderno. De tan remotafecha se ha querido sacar, en mi concepto equi-vocadamente, un argumento en pro de la teoríatrasformista, suponiendo, como hace Haekel, queel hombre terciario era, por decirlo así, el tránsitoentre los monos antropomorfos y el hombre per-fecto actual, y que por la misma razón, los ins-trumentos de dicho período no podían menos deser muy toscos é imperfectos.

Más racional y sensato el distinguido geólogobórdeles, Sr. Roulin, reconociendo la procedenciahumana de dichos silex y su yacimiento mioceno,se sorprende del hedió extraordinario de ser laespecie humana contemporánea de las cinco fau-nas que desde entonces hasta hoy se han sucedi-do, conservando aquella todos sus atributos ca-racterísticos. Hecho es este excepcional en ladistribución y desarrollo de los vegetales y ani-males fósiles, pues cuando más se observa queun reducido número de especies pasa de un ter-reno al inmediato superior, pero hay que tener encuenta las condiciones especiales del hombre,quien, dada su inteligencia, pudo perfectamentesobrellevar y hacerse superior á los cambios cli-matológicos que hacían perecer á las restantesespecies.

Nada hay, pues, de cierto y definitivamenteacordado respecto del hombre mioceno; pero encuanto á su existencia en el plioceno, parece quela cosa varía de aspecto, según trataré de demos-traros en la sesión próxima.

JUAN VIL ANO VA.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

v> El cobre en el organismo.El lector no habrá olvidado el drama horrible

del asesinato de una sonora en Saint-Denis, enve-nenada por su marido. Este crimen ha dado lugará una notable autopsia hecha en el cadáver de ladesgraciada víctima, por el doctor Bergeron yM. L. Hote, químico. Estos facultativos han reve-lado el atentado, encontrando en el cadáver pro-porciones de cobre muy anormales; además hanofrecido á la cisncia datos nuevos y de gran in-terés.

Sabido es, desde Orilla, que los venenos mine-rales tienen la propiedad de localizarse en losgrandes aparatos de la secreción, el hígado y losríñones. Los señores Bergeron y Hote han demos-trado, en efecto, en el envenenamiento de Saint-Denis, que la totalidad del cobre absorbido se en-contraba en esos órganos secretores. La propor-ción del metal tóxico era muy superior á la queexiste casi siempre en el cuerpo humano, comolo acaban de demostrar las investigaciones de quedamos cuenta.

Estas investigaciones se han hecho en catorcecadáveres cuyo origen era conocido, y los análisisse han operado sobre una masa orgánica de un

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kilogramo próximamente, comprendiendo la mi-tad del hígado y un riñon. La materia desecadaestaba en seguida carbonizada. La incineracióndel carbón se efectuaba por medio de la mufla átemperatura muy baja. Las cenizas obtenidas,tratadas por el ácido nítrico, evaporadas en seco,han sido recogidas por el agua. La solución obte-nida, neutralizada por el amoniaco en exceso yfiltrada, ha sido acidulada por el ácido nítrico. Ellicor así formado ha presentado todos los carac-teres de una solución de cobre en los catorce aná-lisis. En ciertos casos, los operadores han podidocalcular las dosis con ayuda de un método colori-métrico muy sencillo, basado en la tintura azulceleste que da el amoniaco con las sales de cobre.Kn once individuos, de 26 á 58 años, los señoresBergeron y Hote han encontrado una cantidad decobre que variaba entre 0mm,7 y un miligramo; enun individuo de 78 años, el cobre se elevaba en laproporción de lmm,5; en los otros dos individuoslas huellas del cobre, no calculadas en dosis, eranmuy apreciables.

Por estos análisis se ha demostrado que el cuer-po humano encierra siempre cobre en el hígado yen los ríñones; ese metal, acumulado en esos ór-ganos, proviene probablemente de la alimenta-ción, que en muchos casos se prepara en vasijasde cobre, y puede proceder también del contactode objetos de cobre y monedas del mismo metal.En estado normal, la masa total de cobre conte-nida en el hígado y los ríñones no se eleva másde dos n iligramos y medio ó tres miligramos. Elcadáver de Saint-Denis contenia, como hemosdicho, cantidades mucho más grandes.

Añadamos, para concluir, que los Sres. Berge-ron y Hote han encontrado también cobre en loshígados, procedentes del feto. Este hecho es dealta importancia, y parece indicar que hay_ allíuna acumulación de materias minerales análogaá la que ha sido demostrada en los granos de los

GASTÓN TISSANDIER.

El respirador Tyndall.Numerosos ensayos se han hecho para conse"

k'Uir la estancia en medios irrespirables ó deleté-reos, sea en caso de incendio, sea para los traba-jos de minas. El problema está hoy resuelto, porpunto general, por medio del aparato Denayrouze,que permite respirar siempre aire puro hasta enlos puntos quü carecen de él por completo, y queposee además la ventaja, preciosa para los traba-jos mineros, de que la lámpara que contiene estátambién alimentada de aire puro y la combustiónse hace de un modo independiente al medio cir-cundante.

El profesor Tyndall ha encontrado otra soluciónmás sencilla, pero menos general. El procedi-miento que ha ideado sólo permite una duraciónlimitada en un medio, no desprovisto por com-pleto de aire atmosférico , sino hecho irrespirablej>or una proporción más ó menos fuerte de humo6 de gases deletéreos. En otros términos, con estenuevo procedimiento es siempre el aire circun-dante el que se respira, pero desembarazado pre-viamente del gas cuya acción puede ser funestaen los pulmones. Este procedimiento puede pres-tar grandes servicios en muchos casos, especial-

mente en los incendios. Consiste sencillamente enhacer pasar el aire, antes de respirarlo, por algo-don empapado en diversas sustancias que purifl-can_el aire atmosférico, purgándolo de gases ex-traños. El profesor Tyndall ha demostrado que,gracias á este medio, se puede permanecer mediahora en una atmósfera en que, si no se empleara,no se podría estar ni un minuto. Habiendo comu-nicado su idea al capitán Shaw, jefe de la brigadade bomberos de Londres, éste ha hecho ensayosque le han dado los resultados más satisfac-torios.

Ha sugerido al profesor Tyndall la idea del res-pirador de que hablamos, el uso que hace, desdemucho tiempo antes de filtros de algodón parahacer ópticamente puro el aire que emplea en susinvestigaciones de física. El aparato se componede dos partes, la máscara y el respirador propia-mente dicho. La máscara protege los ojos sin im-pedir la vista, cierra parcialmente la nariz, y suparte inferior desaparece bajo el cuello de la tú-nica. El respirador consiste en una caja con vál-vulas, y en un tubo filtrador de cerca de O01,10.Va exteriormente, pero se ajusta al interior poruaa embocadura de madera que se lleva entre loslabios. Para cargar el tubo se vuelve lo de arribaabajo, se le quita la válvula inferior y se ponenlas sustancias siguientes:

Algodón seco, 0m,01; algodón saturado de gli-cerina, 0,02; algodón seco, capa delgada; frag-mentos de carbón vegetal, 0,01; algodón seco,0,01; fragmentos de cal, 0,01; algodón seco, 0,02.

(La Natiire.)

Balanza mercantil de Alemania.No ha mucho hicimos la afirmación de que el

comercio de Alemania era pasivo, sin que porentonces nos fuera posible presentar cifras enprueba de nuestro aserto. El fioersencourier deBerlin nos comunica que la última hábilmenteordenada balanza mercantil de 1873, arroja 1.419millones de thalers por la importación, y 829 porla exportación. Cierra, por lo tanto, con 590 mi-llones en contra de Alemania, cifra colosal, quesupera á todas nuestras presunciones, y cuya im-portancia resalta más comparándola con la delaño anterior de 1872. En ésta ascendió el pasivosólo á 40 millones; el actual aumento de 550 mi-llones en el trascurso de un año, es demasiadoenorme. La balanza mercantil de Francia, por elcontrario, ofrece un resultado en extremo favora-ble. Por más que hayan pasado ya los tiemposen que se creía que la prosperidad económica delos pueblos era dependiente del equilib'-io de susrespectivas balanzas, es, sin embargo, indudableque estos documentos no dejan todavía de ofrecerla más segura muestra de los adelantos de lasnaciones. Bajo este punto de vista, las cifras in-dicadas se prestan á graves consideraciones, y entodo caso, prueban bien que la actividad indus-trial del pueblo alemán no sólo no ha marchadoal compás de su pretendido engrandecimiento,sino que, ya que no ha disminuido, se ha esta-cionado de un modo alarmante. Sólo para cubrirpor sí misma dos tercios de sus necesidades, haprosperado Alemania; la otra tercera parte la hasacado del extranjero. (Das Ausland.)