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REVISTA EUROPEA. NÚM. 187 23 DE SETIKMBRE DE I87 r , AÑO IV. LA POESÍA CABALLERESCA Y LOS LIBROS DE CABALLERÍAS. xi. * Los poemas carlovingios, los de la Tabla redonda y los del Santo Graal no son los únicos monumen- tos que la poesía épica denominada vulgarmente poesía caballeresca presenta en el trascurso de la edad media. Los ciclos de Carlomagno y sus vasa- llos, los de Arlhus y sus paladines y los de Perce- val el Galles, tipos distintivos y característicos hasta los dias de Chrestien de Troyes, señalan el flore- oimiento de la épica francesa; pero este floreci- miento, como todas las grandezas, va seguido de una decadencia cuyos pasos y trances son en ex- tremo curiosos en la historia literaria de la edad media, y engendran formas artísticas dignas de es- . ludio. Al comenzar el siglo XIII, ni en palacios, cas- tillos ni plazas se escuchaban otros cantares en la Europa central, ni se prestaba atención á otras ha- zañas que á los poemas de la Tabla redonda y á las hazañas de Arthus, Lanzarole, Tristan, Isaías el Triste, Eric, Perceval, etc., etc. Las extensas nar- raciones épicas de Carlomagno y de Rolando ha- bian envejecido, y sus heroicos sentimientos y su rudo batallar nc encontraban eco. Este predominio déla poesía caballeresca oscureciendo por comple- to á la heroica y patriótica, inspiró á los troveros apegados^ la tradición, el consejo de remozar las historias carlovingias, aderezándolas al gusto caba- lleresco; y lo's poetas del siglo XIII fueron tan lejos en el empeño, que la metamorfosis se consumó muy luego, y los compañeros de Carlomagno se con- fundieron con los paladines de la Tabla redonda. M. bautier señala como dias de corrupción y de decadencia en la historia de la épica carlovingia la aparición de esos poemas híbridos, fruto del mari- daje de una y otra literatura, cuyos tipas, en mi sentir, son muy varios, y se reflejan en Gaulier i Aupáis, Brnn de la Montagne y otros muchos. Este período de confusión, que se exiiende desde los últimos años del siglo XII hasta los primevos decenios del XIII (1185-1235), nos ofrece las más * Véanse los números 161. 16¿, 163, 1(54, 165, 168 y 183: págiuaa 353,385, 422, 449, 481, 590 y 258. TOMO X. variadas combinaciones de los tipos heroicos car- lovingios, con las formas y maneras de la poesía caballeresca; de las formas tradicionales del poema heroico, con las que caracterizan al poema de aventuras; la fiereza de los barones rebeldes y en guerra con Carlomagno, con,el propósito alegórico y devoto que se originaba del Santo Graal; la brus- quedad y la furia franco-germana, con los refina- mientos afectados y galantes de la caballería eró- tica de ia Provenza. Con razón culpa M. Gautier á la poesía caballe- resca de haber precipitado la corrupción y deca- dencia de la poesía heroica de las gestas carlovin- gias, y señala como muestra de perspicacia el que la Iglesia patrocinara en esta lucha, si bien con escasa fortuna, á la poesía heroica, con su sencilla piedad y su robusta fe en lo sobrenatural. Pero las corrientes del gusto público arrastraron á juglares y troveros, y los poemas híbridos son el fruto del tiempo. Es de lamentar, con M. Gautier, y todos los escri- tores de su escuela, el cuadro que presenta la poe- sía épica en la primera mitad del siglo XIII. Reem- plaza á la antigua inspiración heroica el afán retó- rico de sorprender y asombrar al lector con casos maravillosos é inmditos, con tramas y misterios, sortilegios y encantamientos. El amor sensual y la galantería de la caballería terreslne campean en vez de la austeridad severísima de los héroes oarlovin- gios. La pasKfti dirige á las heroínas como inflama á los caballeros, y la traición, la doslealtad y todo género de malas pasiones quedan disculpadas con un afortunado bote de lanza ó con un rasgo de te- meraria audacia. Los gérmenes de idealidad é inspiración cristiana que pudieran descubrirse en los orígenes de la poesía bretona ó en los empeños heroicos de los carlovingios, desaparecen, y el poeta no aspira á más que á entretener con incidentes multiplicados- tomados de antiguos poemas y tradiciones, y á deleitar acariciando los impulsos sensuales de la juventud. Si en los primeros poemas caballerescos no hemos encontrado la hermosa idealidad que va unida al dictado de poesía caballeresca, en las obras de esta segunda edad, verdadero período de deca- dencia, ni se vislumbran los caracteres que la opi- nión general atribuye al genio caballeresco. El hecho es importantísimo y principal para nues- tra tesis. Sean las que fueren (ya quedan quilatadas)

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 187 23 DE SETIKMBRE DE I87r, AÑO IV.

LA POESÍA CABALLERESCA

Y

LOS LIBROS DE CABALLERÍAS.

xi. *Los poemas carlovingios, los de la Tabla redonda

y los del Santo Graal no son los únicos monumen-tos que la poesía épica denominada vulgarmentepoesía caballeresca presenta en el trascurso de laedad media. Los ciclos de Carlomagno y sus vasa-llos, los de Arlhus y sus paladines y los de Perce-val el Galles, tipos distintivos y característicos hastalos dias de Chrestien de Troyes, señalan el flore-oimiento de la épica francesa; pero este floreci-miento, como todas las grandezas, va seguido deuna decadencia cuyos pasos y trances son en ex-tremo curiosos en la historia literaria de la edadmedia, y engendran formas artísticas dignas de es-

. ludio. Al comenzar el siglo XIII, ni en palacios, cas-tillos ni plazas se escuchaban otros cantares en laEuropa central, ni se prestaba atención á otras ha-zañas que á los poemas de la Tabla redonda y á lashazañas de Arthus, Lanzarole, Tristan, Isaías elTriste, Eric, Perceval, etc., etc. Las extensas nar-raciones épicas de Carlomagno y de Rolando ha-bian envejecido, y sus heroicos sentimientos y surudo batallar nc encontraban eco. Este predominiodéla poesía caballeresca oscureciendo por comple-to á la heroica y patriótica, inspiró á los troverosapegados^ la tradición, el consejo de remozar lashistorias carlovingias, aderezándolas al gusto caba-lleresco; y lo's poetas del siglo XIII fueron tan lejosen el empeño, que la metamorfosis se consumó muyluego, y los compañeros de Carlomagno se con-fundieron con los paladines de la Tabla redonda.M. bautier señala como dias de corrupción y dedecadencia en la historia de la épica carlovingia laaparición de esos poemas híbridos, fruto del mari-daje de una y otra literatura, cuyos tipas, en misentir, son muy varios, y se reflejan en Gaulieri Aupáis, Brnn de la Montagne y otros muchos.Este período de confusión, que se exiiende desdelos últimos años del siglo XII hasta los primevosdecenios del XIII (1185-1235), nos ofrece las más

* Véanse los números 161. 16¿, 163, 1(54, 165, 168 y 183:págiuaa 353,385, 422, 449, 481, 590 y 258.

TOMO X.

variadas combinaciones de los tipos heroicos car-lovingios, con las formas y maneras de la poesíacaballeresca; de las formas tradicionales del poemaheroico, con las que caracterizan al poema deaventuras; la fiereza de los barones rebeldes y enguerra con Carlomagno, con,el propósito alegóricoy devoto que se originaba del Santo Graal; la brus-quedad y la furia franco-germana, con los refina-mientos afectados y galantes de la caballería eró-tica de ia Provenza.

Con razón culpa M. Gautier á la poesía caballe-resca de haber precipitado la corrupción y deca-dencia de la poesía heroica de las gestas carlovin-gias, y señala como muestra de perspicacia el quela Iglesia patrocinara en esta lucha, si bien conescasa fortuna, á la poesía heroica, con su sencillapiedad y su robusta fe en lo sobrenatural. Pero lascorrientes del gusto público arrastraron á juglaresy troveros, y los poemas híbridos son el fruto deltiempo.

Es de lamentar, con M. Gautier, y todos los escri-tores de su escuela, el cuadro que presenta la poe-sía épica en la primera mitad del siglo XIII. Reem-plaza á la antigua inspiración heroica el afán retó-rico de sorprender y asombrar al lector con casosmaravillosos é inmditos, con tramas y misterios,sortilegios y encantamientos. El amor sensual y lagalantería de la caballería terreslne campean en vezde la austeridad severísima de los héroes oarlovin-gios. La pasKfti dirige á las heroínas como inflamaá los caballeros, y la traición, la doslealtad y todogénero de malas pasiones quedan disculpadas conun afortunado bote de lanza ó con un rasgo de te-meraria audacia.

Los gérmenes de idealidad é inspiración cristianaque pudieran descubrirse en los orígenes de lapoesía bretona ó en los empeños heroicos de loscarlovingios, desaparecen, y el poeta no aspira ámás que á entretener con incidentes multiplicados-tomados de antiguos poemas y tradiciones, y ádeleitar acariciando los impulsos sensuales de lajuventud. Si en los primeros poemas caballerescosno hemos encontrado la hermosa idealidad que vaunida al dictado de poesía caballeresca, en las obrasde esta segunda edad, verdadero período de deca-dencia, ni se vislumbran los caracteres que la opi-nión general atribuye al genio caballeresco.

El hecho es importantísimo y principal para nues-tra tesis. Sean las que fueren (ya quedan quilatadas)

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las hermosuras y grandezas de la llamada poesíacaballeresca en el siglo XII y en la primera mitaddel siguiente, es un hecho que murió esta inspira-ción en el seno mismo del siglo Xllt, bajo el pesode los poemas híbridos, artificiosos y retóricos quelan elocuentemente anatematiza M. Gaulier, y cu-yos extravíos morales y artísticos provocaron ya lavis satírica de los poetas del tiempo.

Pero la serie descendente, ó la historia de las de-cadencias, tiene términos naturales. La carencia dela concepción estética engendra necesariamente lapérdida y el olvido de la representación artística.Vacía de contenido, la creación artística desapare-ció. La poesía, la rima, el verso, lo rítmico y la or-denación propia del poema, desaparecieron tan pron-to como faltó la creación del poeta, y las antiguasgestas y los antiguos poemas, así carlovingios comobretones, quedaron como cosa ininteligible y oscu-ra, enojosa y molesta para las muchedumbres. Latrasformacion se consumó, y la brillante concepciónheroica de los gestas y la seductora de los poemasbretones, no detuvo á los narradores que, rompien-do la antigua forma, tradujeron los poemas, escri-biéndolos en prosa, á manera de cuentos ó libroshistóricos, y en forma de narraciones prosaicascorren por Europa desde la segunda mitad del si-glo XIII.

Elocuentísimas son las páginas en que M. Gautierdeplora esta profanación, y no hay epíteto en lalengua francesa á que no acuda para inculpar y za-herir á los torpes prosistas que, al compendiar óparafrasear las antiguas gestas y poemas, les roba-ron su inspiración propia y general, su robusta fe,su grandiosidad sencilla y sublime, intercalandosentimientos afectados, prolijidades retóricas yadornos venidos de fuentes é influencias muy di-versas de las primitivas y originales que arrastraroná los juglares y á los troveros. Todo ello es cierto;pero la trasformacion sucesiva de los géneros lite-rarios es una ley literaria que encadena los unos álos otros y que refleja en el arte las mudanzas ycambios de la vida. Si causaban ya enojo y hastia-ban á nobles y villanos las antiguas canciones degesta y hasta los poemas caballerescos de Chres-tien de Trayes, como declara y demuestra el mismoM. Gautier con citas fehacientes, la veleidad delgusto acusa"con toda claridad una discordancia en-tre el arte y la vida, y revela que las antiguas crea-ciones no satisfacían las ansiedades y aspiracionesdel siglo XIII.

El cambio y mudanza de la forma poética á laprosaica, y la sustitución del poema por una narra-ción novelesca, no es un mero accidente en la his-toria de la inspiración caballeresca. Decae el ele-mento espontáneo y crece el reflexivo. Muere elentusiasmo y la exaltación, y el prosista, llevado

por un gusto retórico y afectado, intercala, am-plía y comenta los antiguos textos, recogiendo ,cuanto la erudición greco-latina y el saber de la •época guardaba como cosa peregrina y deleitosa.En prosa y á manera de crónicas las unas, con for-mas más novelescas las otras, se continuaron re-dactando los poemas Carlovingios y los de la Tablaredonda, durante la primera mitad del siglo XIII,ateniéndose algunos al texto poético, que seguíanservilmente, procediendo los más con mayor liber-tad, y dando entrada á todos los elementos artísti-cos conocidos entonces.

Este período literario, importantísimo para el es-tudio de la prosa en las lenguas romanas, presentauna singular confusión entre la crónica, la gestaheroica y la forma novelesca narrativa; pero en •vano los críticos buscarán la aparición ni el anun- ;)ció de nuevos elementos. Las narraciones caballe-rescas servirán de antecedentes preciosos al desen-volvimiento del cuento y de la fábula novelesca enlas literaturas occidentales; pero, último término,del desenvolvimiento y desarrollo de un género ar-tístico, carecen de vida y de originalidad.

Las redacciones en prosa de los antiguos poe-mas significan el último momento y la última for-ma de la creación caballeresca en la Europa central;,y contribuyen no poco á precipitar su decadencia ¡)ldesarrollo de las crónicas en el siglo XII y de lashistorias en lenguas romanas en el siguiente; la con-fusión natural entre la crónica crédula y heroica yel poema milagroso que alababa á un héroe semi-divino; el deseo común en el cronista y en el poetade ennoblecer y agrandar nombres y cosas de lamadre patria, y sobre todo de la religión, y el ejem-plo dado por los cronistas bizantinos conocidospor nuestros cruzados.

En los archivos y bibliotecas se encuentran, nosólo las treinta narraciones en prosa que citeM. Gautier, y que responden punto á coma á lasnarraciones poéticas de Agolanl, Aimon de Narbon-ne, Aliscamps, Antis el Amiles, Berle auxgrttiispies, la Reine Sibille, Renaud de Montaubau, etc.,cuyos reflejos se encuentran en los contados ma-nuscritos españoles del siglo con títulos análogos,que no son más que traducciones de las narracionesfrancesas. Del mismo origen son las narraciones in-terpoladas en las obras históricas de los siglos XIIIy XIV, y ecos perdidos y vagas reminiscencias d.9las mismas narraciones son los pocos romances ca«ballerescos que aparecen á mediados del siglo XIV.

M. Gauthier cree descubrir en el libro provenzalintitulado Philomena el tipo do las híbridas produc-ciones de esta época; pero en mi sentir, como re-sumen y espejo de todos estos orígenes y de todaslas trasformaciones y cambios señalados, puede es-timarse la famosa historia del Caballero del Cisne,

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interpolada en la traducción francesa del siglo X1Udéla Crónica de Guillermo deliro, y que traducidaal castellano, figura á la cabeza do la Gran Qon-quista de Ultramar, terminada en el siglo XIV, se-gún las mejores noticias.

El Caballero del Cisne no aparece do golpe enFlandes y en España en el siglo XIV. Es una leyendaque arranca de primitivas tradiciones bizantinas, yque, cantada por los troveros franceses, forma partode un importante ciclo épico consagrado á celebrarlos altos hechos de las Cruzadas.

El ciclo llamado generalmente do las Cruzadasconsta de cinco poemas: Helias ó Elias, Le cheva-lier au Cygne, L'Enfance dé Godefronl de Bouillon,

• Les Ckeli/s y AnliocAe; poro ol ciclo no se completahasta los últimos dias del siglo XIII, escribiéndoseel último de los poemas Helias, para dar antece-dente y comienzo á los domas. El más antiguo essin duda alguna la canción de Antioqoía, escrito ócompuesto por Ricardo el Peregrino, y remozadopor Graindoir de Douai; pero si el orden de la nar-ración exige que se enumeren los poemas comen-zando por Helias y las mocedades de Godofredo, el

•ordencronológico literario os el inverso, por per-tenecer estos dos poemas al siglo Xill y al anteriorla canción de Anlioquia.

Doy de mano á los cantos de gesta do las Cruza-,das, es decir, á la canción de Antioquía y á los Che-tif. Su estructura, sus formas, sus elementos litera-rios recuerdan el siglo de oro de las gestas earlo-vingias, y Ricardo el Peregrino tenia abundantísimosmodelos que seguir en el ciclo heroico, por más quesea evidente su esfuerzo para sujetarse á la verdadde los hechos y & las narraciones que conservabanlos cruzados, revistiendo en los más do los pasajeslos caracteres de una crónica rimada; y estos ca-racteres serían mucho más salientes en la gestaprimitiva, que refundió Grandoir do Douai, y que noha llegado ¿nosotros.

El mismo juicio merece á la crítica la continua-ción de la canción de Antioquía, ó sea los Chelif;pero los eruditos no titubean en señalar en estopoema resabios orientales y bizantinos, alegorías ymetáforas que tienen profundamente impreso elsollo oriental y que proclaman el triunfo del artealegórico.

Pero si los memorables hechos de las Cruzadasdetenían y enfrenaban la fantasía de los autores yrevisores de la Canción de Anlioquia y de los Chelif,libre y desembarazadamente corrió la de los trove-ros, que completaron el ciclo en el siglo XIII nar-rando las historias de los ascendientes de Godo-fredo de Bouillon y del celebrado Caballero delCisne.

El poema titulado Helias, del que M. Paris ha-bia estudiado dos redacciones distintas, posteriores

ambas á los poemas de la Tabla redonda, refiereque en un lugar de la Hungría vivía una dama demaravillosa hermosura, llamada Elioxa, dotada deldon de profecía y de otros dones prodigiosos, yanunció que daría á luz al conquistador de Jorusa-len y á otros cinco hijos y á una hija, que naceríancon la rareza de llevar al cuello collares do oro.Casada con el rey Lotario, murió al dar á luz á sietegemelos, durante la ausencia del rey, y la ven •gativa suegra, que miró siempre con malos ojosel matrimonio de su hijo con una desconocida,mandó que los recien nacidos quedaran abandona-dos en un solitario bosque. A la puerta de una er-mita dejó el mensajero á los gemelos, y el buen er-mitaño cuidó por espacio do algunos años de lospobres huérfanos. lino de los servidores de la abueladescubre á los niños en su retiro, y por su ordenles arranca los collares de oro, convirtiéndose enel acto en blancos cisnes, que lomaron vuelo, á ex-cepción de la niña que había conservado su collarde oro. Los cisnes van al palacio de Lotario, y lainslinliva solicitud del padre los aloja en un magní-fico estanque. Un dia reconocieron á su hermanaque llegaba al palacio, colmándola de caricias. Sedescubre la traición de la abuela, que devuelvecinco de los seis collares, y colocados en los cue-llos de los cisnes, recobran la figura humana, y elque permanece encantado es el cisne que su her-mano Helias coloca en la proa del buque en quepasa á lejanas tierras (1).

Helias, en el segundo poema, las Mocedades deGodofred-j, se encuentra en la corte del Emperadorcuando llega la duquesa de Bouillon, acompañadado su encantadora hija, pidiendo justicia contra elviolento Barón que la ha desposeído de sus listados.Todos teniej) al poderoso; pero Helias se declara suvaledor y vence á Rognior. El Caballero del Cisnelleva á cabo sorprendentes hazañas, se casa conBeatriz, la hermosa hija de la duquesa de Bouillon;poro guardaba el más sigiloso misterio respecto ásu origen y á su linaje, ó hizo jurar á su esposa quenunca le interrogaría sobre el particular. Pero Bea-triz,, como Psiquis y tantas otras, es infiel á su ju-ramento y prcgunla á Helias. Un mal hora lo hizo,imitan.lo á Eva, dice el trovero, porque el caballerodeclaró rota tan dulce compañía, despidiéndosecon ternura de su hija Ida y do su esposa, deján-doles por único gaje un cuerno de marfil, que seríael talismán que preservaría á Ida de las tramas desus enemigos. Ida casa con Eustaquio, conde deBoulogne, y es madre de un Rey, de un Duque yde un Conde, según le habían anunciado sueñosproféticos: de Godofredo, rey de .lerusalen, de Bal-

(1) Mr. de Reiffenljorg.—Le Chevalier au Cigne. dosolúiin^iit-'H, Bruselas, 1848.

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duino, duque de Rohais, y de Eustaquio, conde deBoulogne.

No merece olvido en la educación de Godofredoel rasgo de su madre, que la caracteriza por extre-mo. Ya era común en el siglo XIII el entregar ámanos mercenarias á los recién nacidos. El troveroelogia á Ida por haber ella misma amamantado á suhijo. Un día, en tanto asistía su madre al santo sa-crificio, para acallar ai niño lo pusieron al pocho deuna nodriza. La madre, al acariciarlo, notó teníahúmedos los labios. Pregunta la razcn, y enteradadel caso, trémula de espanto y de ira, coge al niflopor los pies, lo suspende y le obliga á devolver conviolentas sacudidas la leche que bebió en pechosextraños. Los biógrafos de San Luis atribuyerondespués el hecho á su madre, Blanca de Castilla.

En tanto corrían las predicciones entre los ára-bes, y Cornumaran, deseoso de conocer ;'i Godofre-do, llega á Europa, y sorprendido de la magnifi-cencia, brío y gentileza del mancebo, se estrechanlas manos , quedando aplazado el terrible duelopara la próxima expedición de Godofredo á Pales-tina, que sirve de asunto á los demás poemas quecomponen el ciclo de las Cruzadas (-1).

Esta famosísima historia del Caballero del Cisnese encuentra en la Gran Conquista de Ultramar,mandada traducir por D. Sancho IV de Castilla, ó enlos dias de Fernando IV, que es lo más verosímil, ypor los añas1 'lái2 á 1820. No cabe duda que el li-bro castellano es: una traducción del libro francosen que se vertiei'on éñprosá las hazañas celebra-das en los poemas •'Aé^Bttws'j las''Mb'¿eU*$&iie Go-do/redo, siguiéndose1 én' ésto la íey'd«£!dksénvol-vimiento y trasl'ormacion de las creacknids* caba-llerescas, que pasan de una forma poética á otra ypor lin se conservan en la de narraciones en prosa,"tata'coriiuries á lines del siglo XIII.• 'Pero si es dado seguir la historia de la leyendadel Caballero del Cisne desde los poemas do Heliasy las Mocedades de Godo/redo hasta la-traduccioncastellana del siglo XIV, no sucede ¡o misnio conlos orígenes y primitivas formas de osla leyenda.No es oriunda del Norte, como al parecer entiendoel Sr. Gayangos, porque si bien es cierto que espopular en los Países Bajos, se debe el hecho alpoema flamenco del siglo XIV, últimamente publi-cado por M. de Reiffemberg, y que no es más queuna nueva redacción de los poemas de los troverosfranceses. La leyenda pasé de Francia ú Flandes,pero no procede de Flandes.

En mi sentir, la leyenda tampoco es original delos redactores del poema de Helias, aun conside-rando la más antigua de las redacciones. Cierto,como afirma el Sr. Gayangos, que no se encuentra

en las historias de Guillermo de Tiro, que sólo lle-gan á 4190; poro no es menos exacto que Guiller-mo de Tiro conocía la leyenda, y de consiguiente,tuvo esta una forma anterior á la que reviste enFrancia en el siglo X1I1. La crónica latina, al referirel linaje y ascendencia de Godofredo de Bouillon,dice: «Prcterimus denique studiose, licet id venmi«fuisse plurimorum astruat narratio, cygni fabulam,«unde vulgo dicitur sementivan eis fuisse originem,»eo quod á vero videatur dcficere talis asserlio.»jAqué tradiciones aludía el cronista latino? Es eviden-te que no aludía al poema de Helias, que es mu\ pos-terior, ni á ninguno de los poemas del ciclo délasCruzadas, porque el más antiguo, la Canción dt -jjlAnhoquía, so escribe asimismo después do lacró-nica latina y aprovechando Ricardo el Peregrino .'•'los datos de Guillermo de Tiro. No es menos evi-dente que el vulgo á que aludo el cronista no es elde Occidente. Alude á los cruzados, á las gentescristianas que pululaban en Asin, y entre las quecon-ian exornadas con mil maravillas todas lasleyendas referentes á Godofredo. En un libro deorigen bizantino, en el Dolopathos, se encuentrauna leyenda, que M. Puymaigre (1) confiesa que nodifiere esencialmente de la afamada del Caballerode', Cisne y uno y otro dato, y la consideración deser muy del gusto del arte greco-asiático estas me-tamorfosis, en tanto que repugnan al occidental,me inclinan á la creencia del origen bizantino délatradición famosísima y maravillosa que el entusias-mo de los cruzados enlazó bo'n los linajes y ascen-dencia del conquistador de Jerusalen. Desdeñadala tradición por Guillermo de Tiro, la recogió eltrovero autor del poema Helias,)/ do la poesía pasóá la prosa intercalada en la traducción francesa dela crónica det piadoso arzobispo, en donde la en-contraron los traductores castellanos de la narraciónfrancesa en los primeros años del si: lo XIV.

Esta confusión del elemento poético con el his-tórico1, de la crónica con el cantar de gesta y conel poema caballeresco, de la cual es insigne ejem-plo la Historia de Espanna de Alfonso X de Castillay que imitaron los autores de la Gran conquista deUltramar, señala en mi juicio la última etapa y tér-mino de las trasforniaciones de la inspiración caba-

| lleresca, que nacida en las crónicas monásticas yI en las tradiciones greco-latinas, pasa por las for-

mas de la poesía épica, se mezcla y confunde conI el poema heroico y con el de aventuras reviste for-

mas prosaicas, y encuentra una última existencia enlas crónicas y cronicones del siglo XIV.

Al través de esta curiosa serie de tras formacio-nes, y dejando á un lado la exaltación mística deWolfram d'Eschcnbach en su Perceval, hay una ra-

(1) líisi. litt. de la Frunce. Tomo XXII, páy. 399. (1) Puymaig-re. Les vieux auteurs, etc.— París, 1861.

¿T 187 N. JOI.Y. LA ANTROPOFAGIA, 389

pical diferencia entre todas estas creaciones y lahermosísima del Amadis de Oaula, y do los librosde Caballería, que son el alma y el espejo délasociedad del Renacimiento.

Los libros de Caballerías no so enlazan con lasnarraciones prosaicas earlovingias ó de aventurasde los siglos XIII y XIV. Las narraciones en prosay sus sucesivas trasformaciones no tienen expre-sión más alta y acabada en el siglo XIV que la his-toria del Caballero del Cisne, y entre el Caballerodel Cisne y el Amadís de Gaula existe la diferenciaartística que separa en la historia la Edad Mediade la Edad del Ke.nacimiento.

La Edad Media, á vueltas con el maravilloso greco-latino, las tradiciones monásticas y las leyendas degesta que fermentan en Europa desde el siglo VIHal siglo XIII, aderezándolas con el simbolismo bi-zantino y gnóstico y los plagios de la literatura la-tina, engendra esa abundantísima poesía épica queva desde la Canción de Arthus hasta la historia delCaballero del Cisne, sin que en esta abundancia dehéroes y de hazañas descubra la crítica una inspi-ración original y una idealidad estética que respon-da á una concepción de lo divino, de lo humano óde la naturaleza, propia y característica de una ci-vilización novísima.

Por eso el movimiento literario de la Edad Mediatritura, desmenuza, combina y adereza de mil ma-neras las leyendas antiguas, las trasforma á cadapaso, las viste con el decasílabo, después con elalejandrino, con el asonante y el consonante; porúltimo, las vierte en prosa y las ingiere en las cró-nicas, en los libros morales á manera de ejemplosy moralidades, las parodia eu los fabliaux, las re-cuerda en fugitivos romaneos, perdiendo y adqui-riendo en esta perpetua metamorfosis los livianos ypasajeros caracteres que los accidentes políticos ysociales estampan en las obras del espíritu humano.

En raras ocasiones y á manera de relámpago,alcanzan los trovadores y troveros, ni los erudi-tos prosistas del siglo XIV, la hermosa idealidad,acabada y perfectísima del espíritu humano. Estagloria la guardaban los tiempos para la edad siguien-te. No eran los poemas caballerescos, sino los li-bros do Caballerías los que debían satisfacer y lle-nar la aspiración ideal del arte verdaderamentemoderno; y al decir los libros de Caballería, claroes que pongo la atención en el prototipo y modelo,en el inspirador fecundo de aquellas gloriosas di-nastías, en el inmortal Amadis de Gaula. No ora laEdad Media, sino la Edad del Kenaéimiento la quepodía levantar el vuelo de tan maravillosa manera.La poesía épico-heróica es la única creación origi-nal de la Edad Media; el sentimiento de raza ó denacionalidad sus únicas musas, y la crítica rinderuidoso y justo tributo de admiración á la canción

de Roland, al poema del Cid, á los Nibelungos; perola idealización moral y nobilísima de la individuali-dad cristiana, la apoteosis del que cree y espera yescucha únicamenLo el consejo del deber en su na-tural pureza, era asunto que excedía las fuerzas dela fantasía de los siglos medios, y requería el con-cierto en lodo lo imaginario y creído, en el cursode las pasadas civilizaciones y en la historia de lacristiana.—Así sí eslabonan por ley natural las eda-des, y asi crece y aumenta la creación artística queennoblece á los pueblos.

F. DE PAULA CANALEJAS.(Continuará.)

LA ANTROPOFAGIAY r.OS SACRIFICIOS HUMANOS EN I,OS TIEMPOS

PREHISTÓRICOS Y EN LA ÉPOCA ACTUAL.

Se cree, pero nada lo prueba hasta ahora de unamanera evidente, que los pueblos primitivos erandados á la antropofagia. Sin embargo, cuando seconsidera que esta bárbara costumbre se halla aúnmuy generalizada en toda la Polinesia, eu la Nueva-Zelanda, la Australia, las islas do la Sonda, Suma-tra, el África central y meridional (1), entre alguaashordas do la India y de América; cuando Strabon yPlinio nos alirman que los antiguos Germanos y losCeltas eran verdaderos caníbales; cuando César, enfin, nos dice que, en su tiempo, los Vascones erantodavía antropófagos, no habría por qué asombrarsesi averiguaciones ulteriores nos demostraran de unmodo cierto que el hombre europeo cuaternario separecía á aquellos en este punto.

Existen además ciertos indicios que parecen con-firmar tan odioso parecido, como el descubrimientohecho en algunas cavernas, en Bélgica, do huesoshumanos, más ó menos carbonizados ó hendidoscomo los de, los animales, probablemente con elobjeto' de extraerles la médula, considerada enton-ces como un manjar muy delicado. Algunos de ellostienen, en sus extremidades porosas, estrías raras,pero muy visibles, y hasta mordeduras que, segúnvarios paleontólogos, podrían muy bien haber sidohechas por dientes humanos.

No olvidemos, por otra parte, que en la estaciónde Sainl-Marc (cerca de Aix en Provenza), el profe-sor Marión ha visto despojos humanos mezcladoscon los restos de hogares, y entre ellos huesoscalcinados, hendidos de manera que fuese fácil la

(1) Entre los .laynsis, negros africanos. la carne huma-na figura.sobre el tabanco ó mostrador de los carniceros.

390 REVISTA ECJjfOPEA. 2 3 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 7 .

extracción de la médula. M. Marión no vacila enconsiderar este hecho corno prueba evidente de quelas poblaciones de la época arqueolítica se alimen-taban algunas veces de carne humana. Hay queadvertir que todos aquellos huesos carbonizados ypartidos á lo largo pertenecían á individuos jóvenes,y que la estación de Aix no ha ofrecido por ningunaparte los vestigios de una sepultura.

Capellini, además, dice huber encontrado recien-temente en la isla de Palmaria las primeras huellasde la antropofagia en Italia.

Observación' s análogas á las que preceden sebabian hecho ya respecto á huesos de mujeres yniños, en Escocia, por Ricardo Oven; en Bélgica,por Spríng, y ambos sabios dedujeron de ellas cos-tumbres caníbales. El mismo 31. Vorsaé cree en laexistencia de la antropofagia y de los sacrificios hu-manos entre los antiguos Daneses.

El número de pruebas reunidas en favor de estaopinión no es aún, en verdad, bastante considera-ble; pero, tal como es, nos parece suficiente parahacerla probable; y fundándonos en datos de lamisma índole recogidos en nuestros dias en diver-sos puntos del globo, nos sentimos inclinados áadoptarla.

Podría ser, sin embargo, que las estrías obser-vadas en muchos huesos humanos, y atribuidas ámordeduras de humanos clientes por algunos pa-leontólogos, fuesen sencillamente obra de ciertosroedores, l'osratones, por ejemplo. A ellos atribu-ye, en electo, nuestro sabio colega el profesor Nou-let las señales parecidas que ha visto en tres por-ciones de húmeros humanos extraídos por él deuna sepultura del tiempo de la piedra pulida.

Pero que se adopte ó no esta manera de ver, ¿se-ría aventurado suponer que el hambre de los pri-meros moradores del suelo europeo no siempre soha visto satisfecha, y que la salvaje aspereza dosus pasiones les hiciera alimentarse, al menos acci-dental y localmonte, con la, carne do sus seme-jantes?

El profesor Sehaaffhausen no vacila en decir:«No nos causa ya el menor asombro oir hablar

de un pueblo dado á la antropofagia. En todos pue-de encontrarse la huella de esta barbarie primitiva;es en cierto modo una necesidad que todoá elloshan experimentado.»

Cari Vogt es todavía más explícito sobre, tan im-portante punto: '" " ' .''' ' ' *

«No hay, dice, raza alguna,' liinguri pueblo, con-siderable, ningún grupo geográfico importante dela humanidad, en el que antiguamente no existie-1

rárt lá aíltl'opofagía y Tos sacrificios humanos1,—'hombres negros, morenos, amarillos ó""blancos;ulótricos'"frf¿ "cabeMes crespos y lanudos) y leiotricosfde cabellos"Mió$); europeos, asiáticos, africanos,

americanos; australianos y polinesios, arianos,- se-mitas y ebaaiitas,—todos, sin excepción, han sacri-ficado y devorado á-sus semejantes, y los huesospartidos y roidos-hablan-claramente donde no hayescritos ni documentos históricos.»

Por su parte, uno de nuestros más amables y eru-ditos sabios, lejos de convenir con la paradoja deJ. .1. Rousseau, que aíirmaque esj perfecto cetontosale* ftk lívs-'manos de la naturaleza, ve en el caniba-lismo primitivo la prueba de una imperfección bas-tante grande.'-'o-EJ hombre, dice, en el momento BUque salía de las'manos de la naturaleza, para em-plear el lenguaje de Rousseau, no era absolutamen-te escrupuloso en su lucha para la existencia, yAsise comia á los animales 'que la caza le podia pro-porcionar, no le repugnaba un trozo do cualquiera ide sus semejantes. Perdóneseme-el- juego de pala- jbras: «el hambre (d) entonces justificaba los me-dios.» • " ' ' . • ; • •

»Pero si tales medios de alim'entars'e'sfe" explicany hasta se disculpan por la necesidad' de !DSJtrem]1 l

pos en que comunmente se usaban, no1 se tes puede1

invocar como prueba convincente de la perfecciónde la humanidad primitiva.

»Un gran progreso, por el contrario, se encuen-tra realizado, y la humanidad camina hacia un es-tado mejor el dia en que, por la conquista tié losanimales domésticos, asegura ella su oxisttínéiadeldía siguiente. Este punto do vista aumfertta-singu-larmente los servicios de que somos deutJdná§'4nuestros hermanos inferiores, como los llama SanFrancisco de Sales, que han salvado al hohrbre desí mismo, es decir, de los furores de su insatísdo"apetito que le impulsatiá á' hacer presa de su seme-jante.» • • "" • . . . • - •

: Éti';efecto, desde que un pueblo se dedica A la'agricultura y posee animales domésticos, es muyraro que no renuncie á comer carne humana, supo-niendo que ántoshaya tenido esa costumbre. Pruebade ello son los habitantes de las-islas de la SocieiiadfCuyo admirable clima' y abundante vegetación -han1

favorecido maravillosamente este cambio, yun gran-dísimo número do tribus errantes y salvajes delNuevo-Mundo, sacadas del más completo estado debarbarie, y ahora establecidas, merced á los queles llevaron, con palabras de paz, los primeros aní-males domésticos y las primeras nociones de agri-cultura. Eiós pueblos, antes caníbales, han visto1

suavizarse sus costumbres, la vida del prójimo hallegado á ser sagrada para ellos, como debe serlopara todos los miembros de la gran famila que sellama humanidad.

Las leyendas relativas á los tiempos fabulosos de

(1,1 Un francés la faim, que suena lo mismo que la fin,:el fin. ' - • • - . - - • . ,

n; m N. JOLY. LA. ANTROPOFAGIA. 391

la-Grecia y de Egipto no son, pues, mitos ereadosá placer por la brillante imaginación de aquellos an-tiguos pueblos. Cores y Tviptolemo, al inventar elarado, han dado origen realmente á la civilización.

Pero el hambre no es por desgracia el único mó-vil que arrastra ó arrastraba á ciertos pueblos á laantropofagia, y que hasta les ha impulsado á hacerde ella una institución nacional. El abuso del podersupremo, la venganza y la superstición entran tam-bién por mucho en esa bárbara costumbre, en esecrimen de lesa-humanidad.

Así, por ejemplo, en las islas Viti, con un admira-ble clima, en un pueblo que cultiva la bátala y elturo, que sabe fabricar tisús y vajillas do un notabletrabajo, en 1854 existia aím la antropofagia comoinstitución nacional.*fc Alban, capital de la isla yresidencia del rey Tukamban, la carne humana sevendia públicamente, los hwnos y las ollas destina-das á cocerla no se dejaban-enfriar, y en diversospuntos de la isla se veian mataderos donde diaria-mente, sobre todo en las ocasiones de ciertas so-lemnidades, se inmolaban sin piedad humanas víc-timas. Según la dramática narración de Seeman yPritchard, testigos oculares de los hechos que re-fieren, cuando el hijo del Rey, llegado á la edad dela pubertad, iba á revestir el maro, se degollaba ensu boaor á centenares de culpables y prisionerosreservados para tal circunstancia.

«Los cadáveres .debian reunirse formando unvasto montón, sobre el cual se arrojaba un esclavovivo. El joven iniciado, desnudo hasta entonces(porque los hombres sólo llevan un fragmento devestidara), se separaba de sus compañeros de in-fancia, stibia á. la espantosa pila'de cadáveres, y,eon los pies sobre el pocho del esclavo vivo, agita-ba un maéhete ó maza, mientras los sacerdotes in-vocaban'para él la protección de los genios, pidién-doles que le hicieran salir victorioso de todos loscombates. La multitud acostumbraba á mezclar conestas imprecaciones, horribles aplausos. En segui-da, dos tíos del principe escalaban, á su vez, elmontón de las víctimas. Ellos eran los encargadosde ceñirle el maro, cinto de lapa, lela del país,blanca como la nieve, de seis ú ocho pulgadas'¡deancho, pero de doscientos metros de largo, desuerte que quedaba completamente envuelto.»

Aun en nuestt'os días se practica la inmolación devictfmas humanas en Da'nomey (África central), enmuy gcSnáS escala; y el mismo Monarca no se des-deña en :baflaí'-sus reales manos en la sangre de sussubditos ó. ele prisioneros de guerra cogidos alastribus enemigas. ¿Puede llevarse más lejos el abusode la autoridad suprema,el desprecio de la vida hu-mana, creadapor Dios, y la crueldad?

Entre los salvajes, táatar á un enemigo ó impo-'nerle atroces >ferUll»ag, i y después repartirse sus

carnes palpitantes ú ofrecerlas á los dioses, es unhomenaje debido ó uno de los más eticaces mediospara obtener su favor ó apaciguar su enojo. Esademás el procedimiento más seguro para inocu-larse el coraje, la fuerza y todas las cualidadesmorales ó intelectuales de la víctima; en una pala-bra, para asimilársela.

Hó aquí precisamente lo que explica esos actosde canibalismo y esos sangrientos sacrificios queaún subsisten, no solo entre los incultos polinesios,sino también en pueblos que hace mucho tiemposalieron del estado de barbarie y, lo que es más,que se hallan en contacto diario con la civilizaciónadelantada de los ingleses establecidos en la Indiaó de los franceses en las islas Marquesas y áun:.enArgelia (1).

Voltaire se admiraba, con razón, de la generali-dad de tan acrueles usos. «¿Cómo, decía, hombres,separados por tan grandes distancias han podidounirse en tan horrible costumbre? Habrá que cj'eerque no es absolutamente tan opuesta á la iKJWca-leza humana como parece ("i). • • ;

A pesar de cuanto esta confesión tiene de penosa,preciso es convenir, ante las pruebas suministradaspor la paleontología, en que la horrible costumbrede que habla Voltaire se hallaba antiguamente y aunhoy lo está, más extendida ó generaliza de lo que.suponia el ilustre escritor.

Loase en el Diario de los S-bios (Agosto do 1867)el notable trabajo de M. ISarthelomy Saint-Hilairesobre l»s sacrificios humanos en la India, y se veráá los Khonds establecidos en las montañas del Oris-sa, una de las partes más fecundas de la península,cultivar la tierra con cuidado, recoger ricas cose-chas y, sin embargo, despedazar como á capricho ásus meriahs (3), para distribuir los trozos de carneá la asistencíl y ofrecer á Bera, cliosa.de la tierra,hecatombes humanas que sólo se podrían compararalas de los antiguos mejicanos (4).

(1) Un hecho muy reciente (1873), el asesinato del ca-pitán Hurt y su mujer, comidos ambos por los habitan-tes de las islas Marquesas, no permite dudar sobre la per-sistencia de ciertas prácticas pagadas casi en el estado de.instintos hereditarios.

(«) Voltaire, linsayu sobre las costumbres y el espíritu delas naciones.

(3) Es el nombre do las víctimas, cuidadosamente en-gordadas, que se destinan á Bera.

(4) líl número de las víctimas Iranianas sacrificadas álos dioses se elevaba anualmente á más de 20.000 sólo enla villa de Méjico. Los sacrificios humanos parecen ha-berse usado hasta entre los antiguos Lottnd-ijuilrters, ócontructores de parapetos de los valles del Obío y del Mis-sisippi. respecto á los cuales corren aún tantas incertidum-bros históricas. Wilson d'ica, 'en efecto, que se han encon-trado sobre uno de los altares levantados por sus manosy cubierto dü'^ent'.-vjuolas de mica plateada, huesos huma-nos carbonizados y bastante numerosos para que entretodos se pudiese formar un esqueleto entero.

392 REVISTA EÜBOPEA. 2 3 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 7 . N.°I87

«¿Qué razas son esas,—exclama M. BarthelemySaint-Hilaire,—en las que son posibles tales horro-res en tan vasta proporción y de una manera tandurable? ¿Qué son, en particular, esas poblacionesde los Khonds, donde se matan criaturas humanasmás fácilmente y en mayor número que animales semataban en el paganismo griego y romano? Aquí, lamisma palabra hecatombe es insuficiente y no ex-presa toda la realidad. En la antigüedad paganarara vez se sacrificaban cien bueyes; en la Orissa sedegüellan de una vez muchos cientos de seres hu-manos en algunas ciudades que se ponen do acuerdosolamente para esto, mientras en todo lo demás sehallan en perpetua disidencia. El pueblo romano ensus fiestas y para satisfacer un frenesí de espectácu-los homicidas, entregaba á la muerte miles de gla-diadores en un solo dia. Otros pueblos, y si sequiere, la mayor parte de ellos, se dedicaban anti-guamente á estas iniquidades. La Inquisición en Es-paña ha encendido ¡numerables hogueras hasta elsiglo XV11I. ¿Dónde hallar crímenes cometidos contal sangre fría, en nuestros dias, al contacto denuestra civilización? Los antropófagos son más ex-cusables y pueden al menos alegar las torturas delhambre y la inminencia de una muerte que no sabenevitar más que por medio de sangrientas comidas.¿En qué escalafón de la humanidad se deberá, pues,colocar á los KJiondut ¿Qué puede haber por bajode ellos?

Entre los asombros que nos guarda la historiadel género humano, ¿puede haberlos más tristes,más inauditos? El mismo rey de Dahomey, en laparte más atrasada é inhumana del África, ¿es infe-rior á los moullikas de Gounesora, deBoadydeTchinna-Kennedy? ¡Qué problemas para la filosofíade la historia! ¡Lo que es el hombre, considerado enesa cloaca de sangre y cieno!»

Gracias al enérgico valor del comandante JhonCampbell y del teniente Macpherson, dícese quelos feroces habitantes de la Orissa han concluidopor renunciar, no sin grande trabajo, á sus san-grientos sacrificios. Y una prueba de lo que la cos-tumbre habia arraigado en ellos el gusto y de cuanfortificado se hallaba por la superstición, son lasquejas casi sinceras que exhalaban en presencia de¡os representantes de Inglaterra, y la especie deresponsabilidad que hacian pesar sobre sus nuevosseñores en el caso de que la diosa Bera, desconten-ta, llegase á retirar á los pueblos del Khourdistan laprotección que hasta entonces les habia dispensado.

Esos lamentos son completamente característi-cos: prueban con qué facilidad se adormece y per-vierte la conciencia humana cuando la supersticióny el interés le hacen oir su lenguaje extremada-mente persuasivo.

Ante tales hechos, demasiado auténticos, por

desgracia; en presencia de los huesos, medio con-sumidos, de mujeres y niños que se han encon-trado en Chanvaux, en Bélgica, en Londres, Ar-bas, Bruniquel y otros puntos; teniendo á la vistahuesos humanos, como los de los animales, ¿seráaventurado suponer que los pueblos que habitabanla Europa en las edades anti-metálicas, eran, algu-nas veces por lo menos, caníbales, é inmolabanvíctimas humanas sobre las tumbas de sus jefes óen los altares de sus diosos? De cualquier modo, la '.violencia de su carácter se halla suficientementedemostrada por los cráneos de mujer que Luis Lar-tet, el digno hijo del eminente paleontólogo, ha ob-servado en Cro-Magnon (Üordoña), y en la gruta deDntruthy, en los alrededores de Pau, cuyos cráneostenian también una profunda herida.

No terminaremos estas consideraciones sobre laantropofagia y los sacrificios humanos, sin mencio-nar, aunque sea de paso y muy concisamente, lasideas emitidas sobre este asunto cuando se celebróen Bologne el último congreso prehistórico, poruno de los más célebres representantes de la cien-cia helvética.

Partiendo del principio, muy discutible por cier-to, de que toda religión, sin excepción alguna, eshija del miedo y de la ignorancia, ó bien la adora-ción de lo desconocido, y de que Dios no es másque «un superlativo cuyo positivo es el hombre,»Cari Vogt ve en la antropofagia y en los sacrificioshumanos, que son su consecuencia lógica, un hechouniversal y, por lo tanto, una fase necesaria en.eldesarrollo de la civilización, el indicio de un gradorelativamente elevado de esa misma civilización.

Desconocido entre nuestros antepasados prehis-tóricos del tiempo del rengífero y del manmout, elcanibalismo empezó á generalizarse al final de laépoca neolítica. Desde entonces se encuentran poptodas partes pruebas ineludibles; y lo mismo sucederespecto á los sacrificios humanos, tan comunesentonces como lo fueron más tarde en pueblos mu-cho más civilizados (hebreos, egipcios, griegos, ro-manos, galos, etc.) y como lo son todavía en pue-blos que aun no han salido del estado de barbarie.

Pero ¿cuáles son las causas, cuál el objeto deesas malas costumbres?

Naturalmente frungívoro, como los monos antro-pomorfos, y hasta insectívoro, como los cuadruma-nos inferiores, el hombre no ha llegado á ser omní-voro sino en un estado relativamente avanzado desu evolución; menos caníbal era primitivamente.

El hambre, el deseo de venganza, la superstición,sobre todo; estos son los verdaderos orígenes de laantropofagia.

El salvaje caníbal cree que el alma y el cuerpoforman un conjunto inseparable, lo mismo durantela vida que después. Cada parte del cuerpo de1

A. BRAVO Y TÜDELA. ESTUDIO SOBRE CICERÓN. 393

hombre, y aun de los animales, tiene funciones pro-spias y cualidades especiales.*• Así, el corazón es la residencia de la intrepidezy del valor guerrero; en los ojos reside la perspi-cacia; en los órganos genitales la virilidad, y en lasangre la vida. La carne de ciervo da agilidad, y lade bisonte ó toro montaraz una fuerza extraordi-naria.

Estas cualidades, inherentes á ciertas partes delcuerpo, pueden trasmitirse al que se alimenta deellas, las absorbe y se las incorpora. Además, devo-rando al objeto de su venganza, comiéndose alenemigo muerto en el campo de batalla, el vence-dor se asimila completamente el cuerpo y el almadel vencido.

Comer carne humana es, pues, naturalmente unprivilegio reservado á los más valerosos, á losguerreros, al jefe de la tribu. Y como entre los sal-vajes los dioses eran los jefes supremos, se llegagradual y lógicamente á ofrecer á la divinidad,cualquiera que sea, cuanto se cree más á propósitopara obtener su favor ó apaciguar su enojo.

De aquí los sacrificios humanos, la inmolaciónde vírgenes, de esclavos, de niños, de prisionerosde guerra; y como á la idea de sacrificio se asociatan frecuentemente la de expiación, la víctima ele-gida deberá sor tanto más perfecta y preciosa cuantomás grande sea la falta que haya que expiar.

Pocoá poco se va purificando la ¡dea religiosa; yde real que era al principio, el sacrificio llega á ser

. puramente simbólico. Tal es, por ejemplo, la Cenade los cristianos, considerada por Cari Vogt y porel profesor Waitz, de Marbourg, como análogaá ciertos sacrificios usados entre los antiguos meji-canos (tiesta del dios Euitziíipochtli). ¿No dijo elmismo Jesús: «El que come de mi carne y bebe demi sangre vive en mí, y yo en él?»

Como se ve, dice Cari Vogt, estas palabras sefundan completamente en la idea, aún en vigor en-tre los judíos, de que la vida está en la sangre, yde que, ingiriendo la carne y la sangre, se trasmitela vida del ser ingerido.

Dejamos á nuestros lectores el cuidado de juzgarestas ideas para nosotros tan extrañas como nue-vas; pero dudamos que alcancen la aprobación ge-neral, sobre todo entre los casuistas cristianos.Por lo demás, relacionadas tan de cerca con la teo-logía pura, no creemos muy prudente aventurarnoson tan escabroso terreno. Los que deseen conocerla opinión de Cari Vogt algo mejor que por un sim-ple análisis, pueden satisfacer su curiosidad leyendola Memoria original que aquél ha publicado en lasactas del Congreso prehistórico celebrado en Bo-logne en 1870.

DR. N. JOLY.

CICERÓN. *ARITÍCULO 3.°

Cicerón orador forense.—Cicerón orador político.

I.

¡Cicerón!... nombre augusto; nombre que losabogados no podemos menos de pronunciar- con or-gullo; nombre que enciera, que encarna y sintetizaen todo su esplendor la elocuencia de los tribuna-les; esa santa elocuencia cuyos objetos son la justi-cia y la inocencia, y cuya desaparición del templode las leyes significaría la ruina de la dignidad, dela independencia, del decoro y la libertad humana.

Leyendo y admirando á Cicerón es como se com-prende cuan necesaria es la palabra en los debatesforenses.

¡Ah! no lo dudéis; sin ella la razón y la inocencia,la verdad y la justicia, se verian privadas de un po-deroso amparo y de un sosten precioso ante laspasiones de los hombres en quienes la sociedad de-posita la terrible, á la vez que sacrosanta, facultadde dictar un fallo civil ó una sentencia criminal.

Abogados y jueces hemos sido, y como abogadosy jueces pedimos, llenos de sinceridad y buena fe,la publicidid, la mayor publicidad posible en losprocedimientos civiles y criminales; aquella quemás circunscriba, que reduzca más á lo puramentepreciso la tramitación escrita y dé á la palabra elmayor lugar, la mayor cabida en todas y cada unade las fases y las vicisitudes de un pleito ó de unproceso.

La justicia con grandes preeminencias sociales,ejercida coo^'espetabilidad y decoro, defendida yrecompensada ampliamente; sin atributos ni facul-tades ocultas y misteriosas; sin fórmulas sibilíticas,sin nada que la haga terrible y tenebrosa.

La justicia incólume é intachable, en mano3 ex-pertas y honradas, serena y tranquila ante los cam-bios de la opinión y las turbulencias de los tiempos.

La justicia sin odios que temer, sin amenazas quecohiban su acción, sin imposiciones que la rebajeny denigren, sin el favoritismo que la desprestigiay mata alterando las escalas y olvidando los gran-des estímulos y las debidas recompensas.

La justicia al servicio de la hacienda, de la honray de la vida de los ciudadanos, sin trabas, sin difi-cultades, sin intermediarios enojosos, sin ruedas

¡ inútiles, gratuita, asequible, expedita, fácil y pron-ta en su acción.

La justicia ajena á la política, extraña á los par-tidos, campo neutral en la manera de ser de los

* Véanse los números 185 y 18S, fágs. 321 y 361 •

394 REVISTA EÜÜ0P1ÍA. — 2 3 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 7 . N.° 187

municipios, de las juntas y elecciones populares.Jueces instructores, tribunales colegiados, un

alto tribunal de casación; personal subalterno y au-xiliar bien retribuido y garantido por la más rigu-rosa inamovilidad.

Reducción en las fórmulas, minoración en las di-ligencias, supresión do trámites dilatorios, públi-cos y amplísimos debates... Dadme una organiza-ción semejante, estadísticas bien hechas, registrosde penados, policía judicial, y nada habría que de-sear, nada que pedir, aada que oponer en lo que serefiere á la administración de justicia superior, nimejor, ni más económico, ni más beneficioso, nimás perfecto y liberal.

Prosigamos..La palabra de Cicerón, resonando en los tribuna-

les con todo el valor y la altísima significación queól supo darla, asombra con razón, dice Plutarco, álos más famosos oradores de Roma; y aun hoy, des-pués del cambio operado en las costumbres y enlas leyes, muchos de sus informes parecen escritospara pronunciarse ante nuestros tribunales.

La elocuencia de Cicerón marca el dia más ven-turoso para la noble profesión de la abogacía, basedesde entonces de las más altas reputaciones y re-fugio de los talentos más privilegiados y esclare-cidos.

La vez primera qUe el joven Cicerón avanza hacialos roslres, llevando bajo el brazo izquierdo lastablillas enceradas, y en su mano derecha el es-¿y lo (-1), y flaco, quebrado de color, pero interesantecorno lo es siempre el que revela en su persona ladistinción de las fatigas del estudio, un grito deasombro, de viva curiosidad, resonó entre la mul-titud.

El novel abogado no se intimida; se le ve con-moverse, pero no inmutarse. Todos callan, lodosse agolpan, para no perder una Sola frase de suboca.

De sorpresa en sorpresa, de emoción en emoción,de encanto en encanto, Cicerón se hace dueño desu auditorio, y al terminar su informe no hay quiendeje de aclamarle por el primero, por el mayor ymás famoso orador de Roma.

¡Triunfo sin igual y sin ejemplo en las edades an-tiguas!

A casi todos cuesta la fama muchos ensayos, y áno pocos, como á Demóstenes, pasar por verdade-ros contratiempos y públicas derrotas.

A Cicerón se le otorga desde su primor discursoforense ia corona del vencedor, y con ella, ceñidala frente, se nos presenta majestuoso y grande antelas generaciones y ante la historia.

(1) Eslylum, graphium: punzón para escribir y borraren cera.

Maestro en el decir, no limita- ^u-mftgisterio á su¿,jsiglo, á su época, á su pueblo,1 Siaé ^ne, guia,' í?V*-|•pío y modelo del mundo todo, rVo hay siglo,'til'época, ni nación alguna que antes y ahora no lehaya concedido y le conceda el privilegio de ilus-trar y dirigir á la juventud, pudiendo pronosticarsesin énfasis ni ridicula osadía que sus trabajos ora-torios y sus obras retóricas serán siempre de igualestima que lo fueron antes y lo son en la actualidad.

Entre los trabajos de Cicerón descuellan, sobre-salen y se distinguen en primer término, sus ale-gaciones jurídicas, sus defensas y acusaciones fo-renses.

Cicerón es el primor orador forense de los tiem-pos antiguos, y según la opinión más aceptada, el•primer orador forense del mundo.

Corrompidas las costumbres, depravada Romapor el lujo, por las guerras, por los vicios de suconstitución política y por las proscripciones deSila y de los triumviros, nunca fueron tan frecuen-tes los crímenes, las espoliaciones, los robos, queen los últimos tiempos de la república y los co-mienzos del Imperio: Corruplissima respublko,plurime leges, escribe Tácito con su admirable pre-cisión sobre esta época.

Y si de ello pudiéramos abrigar alguna dada,bastarían á desvanecerla las defensas jurídicas deCicerón, pro Seos. Rostió de Amelia, acusado deparricidio; pro A. duendo Avilo, acusado por supropia madre do asesino de su padre político; pnO. Rabino, que lo fue de asesinato en la personade un tribuno de la plebe; pro L. Valerio Flaco, decohecho; pro P. Cornelio Sila, encausado por so-borno para obtener el consulado; pro M. CelioRufo, perseguido por violencia y tentativa de ase-sinato, y sus famosas acusaciones contra Yerres,P. Servilio Rulo, P. Vatinio, y la renombrada enfavor de T. Anio Milon.

Alas luchas del foro acudían, no sólo los hom-bres más notables de Roma, sino las mujeres y losciudadanos todos, ya por el carácter de vida públi-ca que entonces se hacia, ya porque esas luchas én-volvian, según dejamos dicho, los intereses de larepública, dada la solidaridad de aquellos tiempos.

Por tales caminos, ¡a elocuencia forense en Romase habia ido formando y creciendo, elevándose conCicerón á una altura que no ha vuelto á tener hastacasi nuestros dias, y de la cual se precipitó alacaida de aquel gran Imperio, salvándole tan sólo el -derecho, que, siendo, como dice Loibuizt, la razónescrita, habia de sobrevivir y ser la base de las mo-dernas legislaciones.

A aquellas lamosísimas lides acudieron matronascomo Amesia Sentía, en tiempo de Octavio; CayaAfrania, mujer del senador Bucio; Hortensia, antescitada, y otras.

A. BRAVO Y TUDELA. ESTUDIO SOBRE CICERÓN. 395

La oratoria formaba parte de la educación do la iíventud y se conceptuaban sus ejercicios tan útiles1 guerrero como al legislador, al magistrado y aun1 más humilde ciudadano; prueba ostensible, prue-ia inequívoca de que se comprendía toda la tras-¡endencia de la palabra en la gobernación de losraeblos y en la suerte y los destinos de los hom-ire3 que viven en sociedad.

La vida humana en su triple manifestación, moral,social y política, encuentra en la oratoria elementosde vida que no pueden negarse ni desconocerse sinofuscación. La vida, la propiedad, el honor, la fa-milia, constituyen la personalidad jurídica de todociudadano, formando parte integrante do su propioser. El derecho, teniendo su arranque y su raíz enelhombre, es el alma de su existencia social; hoyel elemento individualista de la moderna civiliza-ción, y á no dudarlo, la gran palanca de su mayorprogreso y seguro porvenir.

El derecho, como institución y como ciencia, espara el hombre, socia'.mente considerado, do unaprecisión absoluta, y la oratoria forense es y seráen lodos tiempos su complemento.

Por eso para nosotros la oratoria forense tienetan altísima significación y ofrece tan grandes difi-cultades su acertado desempeño.

Comprendemos mejor y es más fácil ser un buenorador político, un excelente orador sagrado, unnotable orador académico y militar, que un medianoorador forense.. Todo lo externo, todo lo accidental favorece álos primeros; todo lo que no dependo déla volun-tad, del estudio y del talento, se opone al mejoréxito del orador forense.

Losjueces, el auditorio, la opinión pública, los au-tos, el proceso, el tecnicismo forense, el contrario,ekreo, las más do las veces confeso, ó convicto porlómenos, los testigos... ¡Cuántas trabas! ¡Cuántosobstáculos!

Pues todos ellos no sólo supo vencerlos Cicerón,sino que llegó á servirse de ellos y á eonvertilos enauxiliares poderosos de sn palabra.

El mayor mérito del orador romano estriba, ennuestro sentir (1), en la maestría con que aprovechaen beoelicio de su nombre y de su fama las grandí-simas contrariedades que rodean, que cercan, queoprimen al orador forense.

J. J. Rousseau dice en son de menosprecio:«que asi como Demóstenes fue un orador. Cicerónno fue más que un abogado.»

Aceptamos el juicio; sólo que, para nosotros, en

(1) Según hicimos al emitir nuestro juicio sobre De-mó&tenes, hacemos en este momento;es decir .salimosdelcamino más usado de la critica, como tributo de respeto ánuestros lectores; pero desconfiando mucho del acierto,dada esa misma novedad.

vez de rebajará Cicerón, coir.o pretende Rousseau,lo eleva á s;: más grande altura.

Cicerón es un abogado, sí: Vir bonus dicendi pe-riíus, varón esclarecido, varón justo, varón buenoy peritísimo en el decir.

Varón para quien, como él mismo escribe, hacer%n discurso es algo más que un juego, algo más queun mero alarde de talento, de erudición y de buengusto

Que esto y no otra cosa es en la mayoría de loscasos la tarea de un orador, al paso que para elabogado hacer un discurso es siempre acometer laobra más arriesgada, más atrevida y más grave,cuando no, dice textualmente el mismo Cicerón, laobra más superior de las obras humanas.

Sentencia propia de quien conocía por experien-cia las dificultades de la oratoria forense, la máscomprometida, la de menos recursos, mayores exi-gencias y más penosos deberes.

Sentencia propia de quien se mostró siempre dig-no representante do la inocencia y la verdad, dequien, libre de indignas pasiones, no encontrabapremio bastante al trabajo del abogado, y prodigógeneroso su palabra, colocándola gratuitamente alservicio de los más difíciles empeños.

Si J. J. Rousseau hubiese meditado un poco, nohubiese escrito con su habitual acrimonia en contrade Cicerón, y en contra, á la vez que en la personadel orador romano, de toda la nobilísima profesióndéla abogacía.

El ilustre escritor no paró mientes, ó mejor queesto no conocía, no se hizo cargo ni supo estimarla posición angustiosa del orador forense, las exi-gencias que se le imponen y lo mucho que estorbasu camino aun en el sentido meramente artístico yliterario.

No quiso v^renel abogado al patrono de un reoinocente, al defensor de una victimado la avaricia,de la difamación, del engaño y de las más bajas ymiserables pasiones; turbada, confundida, anonaday perse guida; amenazada de muerte quizás si pro-nuncia una palabra, si cita un testigo ó presentauna prueba.

No quiso contemplar á Cicerón defendiendo áRoscio ó acusan lo á Sevres; á Papiniano negándoseá hacer la apología de un crimen odioso; áMeles-herbes abogando por Luis XVI ante la Convención,seguro de pagar con su vida el cumplimiento desus deberes.

Abogados fueron Berreyer, Heurrion de Pansey yD'Aguesseau.

Abogados fueron y son hoy esclarecidos magis-trados, juriconsultos ilustres y famosos gobernan-nantes, cuya enumeración fuera impropia de estesitio.

Sí; non posse oratorem esse nisi bonumvirum;

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á cuyo axioma añade Quintiliano: Plurimum adom-nia momenti esl in hoc posititm, si vir bonus credi-lur. Sic enim conligü %t non siudivm advocad vi'dea tur aferré, sed pene testis fidem.

No son abogados, no, como supone Rousseau losque venden su palabra, prostituyen su toga ó deni-gran su profesión. Esos desdichados tienen otronombre que el que la sociedad concede á los quellenan en la abogacía sus penosos deberes con ta-lento, con hid ilguía y desinterés; á los que cuinoCicerón poseen la ciencia del derecho para defendery abogar, la abnegación y la honradez como atribu-tos inherentes á tan augusto sacerdocio, y la elocuencia, sin la cual el abogado no puede satisfacerpor entero su misión. ¡Misión importantísima en larealidad de la vida, y que no concebimos cómo seatrevió á desconocer y menospreciar un pensadortan esclarecido como Rousseau! .

Oratoria difícil la forense hemos dicho; la másdifícil quizá hemos añadido, y no nos arrepentimosni nos desdecimos de esta que parecerá á algunosatrevida afirmación. Fijémonos por un momento yaque hace á nuestro intento, en este género de consi-deraciones.

La belleza en la forma, el patético, los afectos,los arranques de la pasión y del sentimiento; lasimágenes, las figuras, los símiles, los ejemplos, lasdigresiones; cuanto conmueve, cuanto seduce y ar-rastra... nada está vedado al orador político, al ora-dor sagrado; de todo ello ha de valerse en cam-bio con sobriedad y economía el orador forense.

Los vuelos espontáneos de la imaginación, la li-bertad en la acción, el abandono más ó menos na-tural ó hábilmente estudiado, recursos son de quese vale con éxito la elocuencia en todas sus mani-festaciones; recursos vedados, prohibidos casi alorador forense.

La grandeza, la sublimidad han de subordinarseen la oratoria forense á la gravedad y la sencillez;la imaginación y el genio al estudio y la reflexión.

Y tanto es esto así, cuanto que no se ha tenidoni se tendrá nunca por mejor abogado al que hablemejor, siró al que ostente en los debates forensesmás fria razón, más recto juicio, más severa críti-ca, y demuestre haber estudiado con mayor dete^nimiento y mejor fruto los autos ó el proceso.

¿Han pensado en esto cuantos han censurado áCicerón, cuantos han rebajado en su persona á unaclase cuyos servicios á la sociedad son tan notoriosé indiscutibles?

Sólo conociendo, sólo fijándose en las dificulta-des que tuvo que vencer Cicerón como orador fo-rense, es como, repetimos una vez más, puede apre-ciarse su mérito singular y su grandeza.

Si de las observaciones anteriores pasamos áotro género de trabas que hacen preciosa y com-

prometida la situación del abogado en el sentidooratorio, veremos cuan raro es que un hombros»eleve en tan espinosa carrera á la altura de Cicerón.

El tribunal ó c\juea tienen altísimos deberes quecumplir en oposición al mayor éxito del oradorforense. Han de ser impasibles, fi'ios; examinar porsí las interioridades y los menores detalles del pro-ceso; leer las declaraciones do los testigos, compa-rarlas, cotejarlas; medir matemáticamente lo ale-gado y probado, sin que en oposición á esto haganen ellos ni deban prestar oidos á las galas del decir,ni á los encantos de la imaginación, ni á los acentosde la elocuencia, si chocan y contradicen la verdadjurídica, la verdad legal.

¿Para qué entonces la palabra forense? exclama-rán algunos. ¡Ah! lo que decimos en su defensa noexcluye ni amengua su importancia.

El juzgador necesita quien le guie, quien le ense-ñe, quien le ilumine en la ardua tarea de dictar unfallo ó pronunciar una sentencia.

El cliente ó el reo quien abogue por él, quienlleve su voz en la tremenda contienda, en la luchatitánica no pocas veces de las apariencias que enga-ñan, del tiempo ó la mala fe que destruyen y borranlos medios de descubrir y hacer triunfar la verdad.

Y por último, el auditorio mismo quien combatasus injustas prevenciones, sus indebidas suscepti-bilidades ó inmerecidos apasionamientos; móvilesque por lo común ocasionan los más lamentablesextravíos de la opinión y conducen no pocas vecesal predominio de la sin razón y la injusticia.

¡Sublime elocuencia que tales deberes está llama-da á llenar cerca del juzgador, respecto del reo óel cliente, del aud.lorio y la opinión, pública!

¡Elocuencia tan solo perseguida y calumniada porla ofuscación, por la tiranía ó el desconocimiento detus atributos, yo te aplaudo, te ensalzo y encomjpal ensalzar y aplaudir á tumás legítimo represen-tante en la antigüedad, al orador romano!

Si en vez de sacerdotes de la noble profesión dela abogacía, me presentáis juglares de la palabraforense; si en vez de mártires de sus deberes, medais hombres venales, fáciles de prostituir sus talen-tos; si en vez de jueces rectos, entendidos é impar-ciales, ine ofrecéis ciudadanos corrompidos ó inca-paces do apreciar la verdad; si en vez, en fin, de unauditorio comedido, atento, á quien infunda confianza y respeto el tribunal, suponéis masas que gritan,que gesticulan, que amenazan, que se imponen...esto será desnaturalizarlo y subvestirlo todo, y'con tales elementos razón os que anatematicéis, noya la palabra como lo hicieron los griegos ante elAreópago y los Egipcios en sus tribunales, sino poridéntica razón toda forma, todo aparato de juicio.

'Por más que la verdad sea la constante y fiel aspi-ración del espíritu humano, se dice; por más que la

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verdad se manifieste y su sencilla é ingenua expo-sición no se oponga á la verdadera elocuencia, estal el predominio que tiene en el hombre la imagi-nación, obran sobre nuestro ánimo tan' directamentelas cosas sensibles, nos apasionamos tan pronto ytanto de la belleza, que una misma verdad, simple-mente enunciada ó rebatida con todas las galas dellenguaje y los recursos del arte oratorio, no se haceescuchar de igual manera, ni con el mismo Ínteres.

Esto es cierto, esto es evidente, y por ello* preci-samente la elocuencia forense tiene trabas enojosas^necesarias que la distinguen, que la diferencian delos otros géneros do elocuencia.

El pueblo griego, impresionable, vehemente, vo-luble ó inconstante, dado á la osterioridnd y á laforma; apasionado, ligero, idólatra de la belleza, noera el más á propósito para llevar á el Areópago lasexageraciones de una palabra artificiosa, y ante ejem-plos como el de la cortesana Frine, que dejamosreferido, y otros análogos (-1), no es extraño que seprohibiese en el Areópago el uso de la elocuencia.

¿Pero de qué clase de recursos se habla, de quéelocuencia para llevar al ánimo la persuasión quese pretende? No ya de recursos impropios da la elo-cuencia forense, sino de todo género de oratoria;no de la elocuencia propiamente dicha, sino de losextravíos y las excentricidades del ingenio, que notacen regla, ni necesitan otro correctivo que unbuen sentido.

Por lo que hace al auditorio, ¿cuan distinto es eldel orador forense al délos demás oradores? Me-nester es la fuerza de !a convicción y la fuerza deldeber para que el orador forense contraroste las[nafas condiciones en que de ordinario le colocanun auditorio escaso (u2), ó un auditorio apasionadocuando es crecido y numeroso.

Agregúese á cuanto llevamos dicho la índole desumisión, no pocas veces impuesta y forzada; olrigorismo y la severidad de la ley; las citas obliga-das de los artículos del Código ó de los anticuadospreceptos de la legislación civil; la demostracióncrítica, filosófica y jurídica de los hechos; la oposi-ción del contrario, y dígasenos, si no es exactoel juicio que dejamos formulado acerca de la elo-cuencia forense de ser la más espinosa, la más

(1) Rl rúst ico que condenó á Ar í s t idcs diciéndole: -Ks-toyeansadode o i r to l l amnr c l j u s t o , y por eso te condeno.»y el hecho de que Alcibiades para d i s t rae r al senado sol-tase un pájaro, se c i tan como p r u e b a de lo per judicial quees el uso de la e locuencia en el foro.

(2) Recordamos al escr ibi r es tas l íneas la admirac iónque nos produjo en cierta ocasión ver e levarse á la m á sgrande altura á uno de nuestros primeros oradores foren-ses, á nuestro distinguido amigo el Sr. Martos (D. Cris-tino) eu la defensa de un reo, lieclia sin otro auditorio queel juez, el fiscal, cuyo cargo ejercíamos, y el escribano dela causa.

difícil y comprometida, y si de todo ello no sedesprende el mayor elogio que puods hacerse doCicerón al afirmar que supo vencer tantos obstácu-los cual ninguno antes ni después en los antiguosy los modernos tiempos.

Cicerón es como Demóstenes, una primera figu-ra en la historia de la palabra, y sus alegatos for-man la corona más rica y variada de su envidiablereputación y de su gloria.

Y cuenta que la necesidad artística de sentir ycomunicar á otros los propios sentimientos no fuótan general entre los romanos como entre los grie-gos, por cuya razón los triunfos de Cicerón sonmás meritorios y representan un mayor esfuerzopor su parte que el de los más afamados oradoresgriegos.

Esto explica que en Cicerón prepondere el artesobre la naturaleza, mientras en Demóstenes pre-pondera la naturaleza sobre el arte.

UiiO y otro, dando una distinta dirección á sustalentos oratorios, respondieron admirablemente álas necesidades del auditorio á quien habían de di-rigir su palabra.

Se dice que Cicerón componía con gran esmerolos exordios y en el resto se abandonaba á las im-presiones del momento. La lectura de sus compo-siciones oratorias nos demuestra lo inexacto -deesta observación.

Cicerón presenta idéntica atención y el mismo es-mero en las partes todas de sus discursos.

Poseía, en efecto, una maravillosa habilidad parapredisponer desde las primeras palabras á sus jue-ces y excitar vivamente su interés hacia la causa;pero no era menor su acierto al ordenarlos perío-dos do la narración, al disponer los hechos, al re-futar á su contrario y al poner fin á sus informesjurídicos, etf^o cual, escribo Pierron, ooencuentrarival. «En las conclusiones es donde el orador ro-mano reconcentra, si así puede decirse, todos losrecursos del arte, todas las fuerzas de su espíritu,todas las grandes dotes do su ingenio, y dondeaparece con todas sus ventajas.»

11.

Como orador político, Cicerón no ha sido gene-ralmente juzgado con acierto, con imparcialidad ybuena fe..

El mérito de sus discursos se ha desconocido yse ha negado no pocas veces cediendo á considera-ciones que la crítica no debe nunca lomar en cuen-ta, que no son en manera alguna de su jurisdic-ción ni competencia.

Si so nos dice que Cicerón nació para abogado;que en un período histórico normal, menos agitadoy turbulento no hubiera sido ni debido ser otracosa; que como hombre público no tiene la talla,

3 9 8 REVISTA EUROPEA. 2 3 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 7 . N."187

la altura que como orador forense, nosotros no ne-garemos la exactitud de estas observaciones.

Pero de esto á cerrar los ojos á la evidencia; deesto á acriminarle agria y severamente; do esto,en fin, á pretender rebajar el valor artístico y lite-rario de sus Catilinarias y sus Filípicas, hay unagran distancia.

Alma demasiado impresionable; carácter pocoenérgico y decidido; corazón noble y sincero, noaprendió á fingir ni acerrar su pecho á las suges-tiones de su conciencia.

Fue siempre el mismo: ni el tiempo ni los añosle enseñaron á sobreponerse ni á imponérsela losdemás.

Con un prestigio y un talento superior al de Pom-peyo, al de César y al de Octavio, fue dócil instru-mento de estos ambiciosos y juguete de los bandosque sucesivamente capitanearon para conseguir elpoder.

Se le censura por lo que merece mayor y másgrande elogio; por no haber querido transigir, porno haber querido contemporizar un solo instante conlos enemigos de toda autoridad, de todo principio deurden y de justicia, de todo bien y prosperidad parasu patria.

Azote perpetuo de la demagogia; constante y va-leroso ariete de los encubiertos tiranos de la repú-blica, á oirse sus consejos y seguirse sus inspira-ciones, Roma se hubiera salvado.

Los ruegos de su mujer, de sus amigos y admira-dores le decidieron á solicitar los primeros puestosy las más importantes magistraturas; su carácter,sus gustos, sus aficiones, le llamaban de continuoal reposo, al sosiego y á los goces del campo y delestudio.

En su primer destierro pretendió ya reunir sumodesto patrimonio y establecerse en Atenas, «á finde consagrar, dice Plutarco, el resto de sus dias,á la contemplación de lo bello, á la averiguación dela verdad y á los goces del arte.»

En medio de las vicisitudes y los azares de suexistencia, mostróse siempre partidario de los pla-ceres puros y tranquilos de la familia y la amistad.

A su regreso de la Grecia, como hemos visto (4),vive algunos años alejados voluntariamente de lospartidos, sin pretender nada de sus jefes, que se ledisputaban, ni del pueblo que le quería, hasta elpunto de verse todos obligados á menospreciarle porel menosprecio que él hacía de los demás. Roscio,el actor, era su mejor amigo y uno á otro se estu-diaban; «el actor, esforzándose, dice Lamartine, enimitar las entonaciones, las actitudes y los gestosque la misma naturaleza inspiraba á Cicerón; elorador, aprendiendo la acción que el arte enseñaba

(1) En la biografía.

á Roscio, de cuya lucha entre la naturaleza queinspira y ei arte que acaba, resultaba para el adory para el orador la perfección, que consiste parael actor en no fingir nada en el teatro que no salgade la naturaleza, y para el orador el no ensoñar enla tribuna nada que no sea reconocido por el arte yconforme á esa suprema conveniencia de las cosasque llamamos belleza y sabiduría.»

En sus discursos, en sus obras, y sobre todo ensus cartas, Cicerón suspira de continuo por el ale-jamiento, la soledad, el amor y el estudio.

Siempre que vuelve á la vida retirada, después delejercicio de los cargos públicos, se muestra con-tento, y se consagra con mayor ardor á sus escri-tos, que «dedica, dice, á la ilustración y al consuelode los romanos.»

No tienen, por lo común, sus discursos políticosla fuerza, la energía, la behemencia que requiere latribuna, y á que los romanos estaban acostumbra-dos. Si por acaso muestra el ardor y la ceguedaddel tribuno, presto transige, luego cede, olvida yperdona.

Esto que le ennoblece á nuestros ojos, le perjudi-ca en el concepto de aquellos que no aprecianlos verdaderos móviles de su conducta, do aquellosque miran la elocuencia de Cicerón al través delprisma de sus opiniones de escuela y de partido, yno ceden un punto aunque reconozcan en el fondoel mérito que la distingue y señala.

Frecuente cosa es que los partidos hagan causacomún con los errores de aquellos que en el pasadoles son afines. Como si pudiera estimarse de igualmanera la libertad en todos los países, en todas lasnaciones y en todas las épocas; como si lo que con-viene á un siglo fuese idéntico y adaptable á otro;como si un grado de civilización y de progresoexigiese iguales fórmulas é- idénticos procedimien-tos que otro distinto.

Y así, como bajo estas equivocadas impresionesse juzga y se escribe la historia, así se ensalza ódenigra de igual manera á los hombres superiores,lanzando contra ellos anatemas que no merecen, órebajando su mérito por espíritu de intransigencia,de rutina ó de cálculo.

Vindicar á Cicerón en este sentido es vindicar suelocuencia siempre robusta, "siempre grande, aunen sus composiciones más tenues y desprovistas deinterés, como dice oportunamente el A. Andrés.- Pudiendo haber sido dueño de Roma, Ciceróndejó siempre que lo fueran otros después de servir-se de él y de fingir hipócritas cualidades que esta-ban lejos de poseer.

Cicerón fue seducido, engañado, y esto le honratanto más, cuanto que los que así burlaron su since-ridad, invocaron para ello los nombres augustos depatria y libertad, que el orador romano amaba con

E. SEKHANO. DIVERSAS FORMACIONES CELULARES. 3 9 9

delirio, y por los cuales no escaseó nunca sacrificioalguno.

Berryer elegía su indecisión, porque á ella atribu-ye la variedad y los distintos tonos, los diversosmatices de la elocuencia política de Cicerón.

Plinio hace una magnífica apología de las Cati-linarias y las Filípicas, y desdeña las magníficasacusaciones contra Yerres y la sublime y conmove-dora defensa de Milon.

«Si Cicerón,—dice' Berryer,—hubiese abrazadofrancay resueltamente el partido de César, el dePom-peyo, el de Antonio y Catilina, se habría perdido lamitad del mérito de su elocuencia, puesto que lagran significación política que esto le hubiera dado,le habría hecho perder en cambio aquella flexibili-dad que admiramos en él y que nos revela las inde-cisiones, las fluctuaciones de su carácter y las_ lu-chas perpetuas de su alma.»

Berryer aprecia, en nuestro sentir, al expresarseasí, como se merece la oratoria política de Cicerón,es decir, la aprecia más por su lado artístico y lite-rario que por su lado político, que es como nosotrosen estos estudios estamos llamados á presentarla yofrecerla á la consideración de nuestros lectores yal ejemplo de la juventud.

Cicerón defendió la libertad de su patria cuandola república llevaba en su seno los gérmenes de suruina. Su palabra fue en su época la única inspiradaen libres y patrióticos sentimientos.

Todos sus discursos políticos los pronunció ócompuso Cicerón después de su elevación al consu-lado, y á excepción de su oración pro lege Manillay contra Catilina, las demás son comunmente cen-suradas y tenidas por muy inferiores á sus alegacio-nes ó informes forenses. El tribuno Rullo habiapropuesto el restablecimiento de la ley agraria parala repartición de las tierras conquistadas, y Cicerónle contestó en tres discursos, pronunciados uno enel Senado y los otros dos ante el pueblo.

Su estilo en estos trabajos es sencillo y natural;sencillez y naturalidad hermanadas con la mayorgrandeza cual sólo se ve en Cicerón.

Más vehementes, más enérgicas las Oatilinarias,no hay crítico que se atrava á desconocer su méritoartístico y literario.

¿Qué hay, qué puedo haber de superior, de másenérgico y elocuente al sublime apostrofe con quelas da principio? Apostrofe que, según Lamartine,ha dejado sobre el nombre de Catilina una huellaidéntica á la que el fuego del cielo deja sobre unmonumento arruinado.

El pensamiento se precipita, la palabra se hacebreve, la indignación y el patriotismo no dejantiempo á la reflexión, al cálculo .ni al estudio (1).

(1) Quotísqwe tándem, Catilina, ábutere patientianosíra.

La palabra humana se ha elevado rarísima vezá semejante altura.

La primera de las Catilinarias es la mejor; lasotras no valen tanto, bajo el punto de vista del gé-nero á que pertenecen. Destinadas á congratular alSenado, á dar gracias á los Dioses y á demostrarque debian ser castigados los cómplices de Catilina,carecen de la energía y la fuerza do la primera.

En cuanto á su oración pro lega Manilia, hay mu-chos que la conceptúan superior como arenga polí-tica á las Catilinarias. Es ciertamente una de lasmás hábiles y más notables de Cicerón.

Cicerón, como orador político, se diferencia ysepara mucho de los demás oradores griegos y ro-manos; es una excepción y una especialidad.

Se revela en sus oraciones políticas más al abo-gado que al tribuno. Es por lo común más dulce ypersuasivo que enérgico y varonil; más correcto,más sutil ó ingenioso que espontáneo y libre; perode advertir es que esto era lo que convenia á unauditorio grave, austero, razonador; lo que exigíaun idioma como la lengua latina, muy diversa de lagriega, aun después del influjo que en la misma sehizo sentir después de la comunicación literaria deambos pueblos.

Cualquiera que sea, dice un historiador, elpuesto que los diferentes juicios y gustos señalen áCicerón éntrelos principales ingenios de la antigüe-dad, nadie rehusará el colocarle en el número delos hombres de más talento de los tiempos pa-sados.»

A. BRAVO Y TUDELA.(Concluirá.)

DIVERSAS FORMACIONES CELULARES.

(Continuación.) *

SUSTANCIAS PROPIAS DE LA CÉLULA VEGETAL.—CLORO-FILA.—Como hemos dicho antes, se denomina cloro-fila á la materia verde que, bajo la forma de masasmás ó monos redondeadas ó caprichosas, da color álos elementos vegetaies. Los granos de clorofila semuestran siempre en medio del protoplasma: á ve-ces se ofrecen estos en contacto con las paredescelulares; cuando una pelota de sustancia funda-mental rodea al núcleo, nacen en ella los granos dela materia que nos ocupa. En inmediato contactocon los vacudos no se ven nunca los citados gra-nulos: una capa de.proloplasma hialino los separasiempre de estos últimos órganos.

La generación de la clorofila, ó mejor dicho, la de

Véase el número anterior, pág. 367.

400 REVISTA EUROPEA. 2 3 DE SETIEMBRE DE 4 8 7 7 . N.*187

los cuerpos que la contienen, se debe siempre á unaespecie de segmentación.

En determinados momentos se ven redondearseá determinadas porciones del protoplasma agru-pándose alrededor de varios puntos. Estos puedenestar alejados unos de otros ó próximos. En el pri-mer caso no habrá contacto entre los granos reciénformados; estos ofrecerán entonces la forma esféri-ca. En el segundo, se podrán tocar sus superficiesy comprimirse mutuamente: en las citadas condi-ciones se manifiesta la forma poliédrica. Puedenotarse en lo anterior que desde un primer mo-mento tiene ya lugar la aparición de estas dos dife-rentes hechuras.

Además, los granos engendrados de tal modoconstan de dos partes diferentes.

Tratados, como se aconseja ordinariamente, porla bencina, por el alcohol, por el éter, por el cloro-formo y por otras sustancias diversas, se les deco-lora: la sustancia más propiamente colorante esarrastrada por dichos disolventes: la fundamental enque se encuentra ésta queda en el mismo sitio enque se hallaba. La última conserva no sólo su forma,sino que también aparentemente guarda su volumen,y este hecho nos dice á la vez: 1.°, que en ella esdonde reside la facultad de presentar una formadeterminada, hallándose la otra simplemente comotiñéndola; 2.°, que la primera entra por muy escasaproporción y se halla infiltrada entre los intersticiosde aquella. Reunidas las dos, forman verdadera-mente el cuerpo clorofiliano; pero la segunda pareceser e¡ centro de la actividad de éste, y la primerauna materia elaborada mediante la acción de dichaenergía en determinadas condiciones.

La materia tintórea necesita para formarse de lapresencia del hierro.

La sustancia fundamental de los granulos presen-ta los mismos caracteres que el protoplasma.

Acerca de la sustancia verdaderamente tintórea,se conoce muy poco. Respecto de la segunda, puedeafirmarse todo lo que se ha dicho del protoplasma.-Cuando los granos de clorofila son jóvenes, son muyblandos y untuosos al tacto; puestos en el agua seforman en ellos vacilólos que aumentan luego devolumen trasformándose en verdaderas vesículas.Los granulos más viejos se ofrecen ya como coagu-lados en parte y no se prestan tan fácilmente átales acciones. En una condición análoga á la últimase hallan dichas masas cuando se ha extraído deellas la materia colorante: los disolventes con q.uese realiza esta operación, semejan ejercer tambiénla indicada acción coaguladora.

Su diferenciación física y química es tan marcadacomo en las demás masas protoplásmicas.

Los granos de clorofila crecen, y creciendo, lle-gan al contacto los que antes no lo estaban, y se

comprimen cada vez más fuertemente los que se jhallaban ya en dichas condiciones. Merced á esta ¡variación pueden alcanzar las formas más capri- jchosas. J

Veamos cómo ha podido llegarse á la compraba- jcion de los principios expuestos.

Si nosotros atendemos al interior de diversas cé-lulas y vamos comparando sucesivamente, porejemplo, los elementos histológicos de los vegetalessuperiores con los corpúsculos que constituyen álas algas de todos los grupos, notaremos fácilmenteque la forma de los cuerpos clorofilianos es en ellosmuy caprichosa y variada. En unos se descubrenuna serie de granulos redondeados que, aun teniendola misma significación que todos los demás, hanrecibido el impropio nombre de granos de clorofila,;en otros existen masas más ó monos aplastadas <5elipsoidales, y reunidas en mayor ó menor númerodentro de cada contenido celular; en los tercerosaparecen ya dichas masas limitadas por numerosasfacetas y en forma de poliedros; en otros cuartosposeen el aspecto estrellado, ó de núcleos dotadosde apéndices filiformes; y, por último, se dan tara-bien algunos casos en que se extienden en fajas 6en espiras.

¿De qué proceden tan opuestas condiciones?Acabamos de indicar que los cuerpos Clorofilianos

son masas protoplásmicas teñidas por una materiacolorante, y esto nos debe hacer comprender quetienen todas lasmismas propiedades, y están sujetasá cambios idénticos á los que hemos descrito al ha-blar de la sustancia fundamental.

Apreciando mayor número de circunstancias, no-taremos la siguiente serie de coincidencias:

Primero, las masas que tienen la forma esféricase hallan libres y son relativamente más pequeñas.

Segundo, aquellas que son elipsoidales se en-cuentran también separadas unas de otras; pero po-seen ya mayor volumen que las anteriores.

Tercero, las que aparecen como poliedros estánagrupadas en gran número en un mismo sitio y secomprimen entre sí.

Cuarto, las estrelladas se hallan dispuestas den-tro de células en cuyo contenido no se adviertegran homogeneidad, por lo monos durante la for-mación de aquellas.

Quinto y último, las dispuestas en espira perte-necen siempre á células que han sufrido grandesdilataciones longitudinales.

Asociando ahora y comparando entre sí los ante-riores datos, vendremos ya á deducir que allí impe-ran primero las fuerzas moleculares, y reciben des-pués la superposición á estas de los efectos de lagravedad, de las presiones exteriores ó del desarro-llo de la membrana. La reunión de todas estas activi-dades es efectivamente la única que puede dar com-

1.87 K. SERRANO—DIVERSAS FORMACIONES, CELULARES. 401

pletócuenta délas particularidades observadas. Estasapariencias son casi todas las mismas que hemosvisto presentarse ya en el protoplasma; pero auntomando sólo lo anterior como una ligerísima indi-cación, se podrá llegar aquí á mayores comproba-ciones, aplicando á este caso métodos idénticos álos que allí nos sirvieran. ;

Empleando primero la observación directa, se veque no hay cambio de la forma esférica hasta queel volumen se hace más considerable. Cuando loanterior sucede, la gravedad va influyendo ya deuna manera cada vez más apreciable y deprime aleuerpo clorofiliano.

En todas Ia3 ocasiones en que estos granos semultiplican rápidamente, se nota que al llegar alcontacto principian á obrarlos unos sobre los otros,apareciendo en aquellos puntos planos de separa-^cion. Los granulos que sean así comprimidos endiversos sentidos, serán limitados por tales super-ficies en todas estas direcciones. Una observaciónpaciente y continuada permite descubrir, poi' lotanto, la formación de los susodichos poliedros,v Atiéndase á los distintos estados por que va pa-sando una célula de Zignema, y se comprenderáque sus cuerpos clorofilianos crecen extendiéndosepor aquellos sitios en que encuentran menor resis-tencia, y adquiriendo de este modo la forma estre-llada bajo la cual la contemplamos después.

Si se comparan los diversos períodos por que atra-viesan los elementos histológicos de las Spirogyras,se notará bien evidentemente que las masas proto-plásmicas principian por construir un saco' parietalal ensancharse la membrana, y que el ulterior creci-miento en longitud de aqiteüa determina la rasgadu-ra de la indicada guarnición por ciertos puntos,constituyendo así las elegantes espiras que ostentaen su estado adulto.

Pero este procedimiento es muy pesado; y ade-mes deja pasar desapercibidos siempre gran partededos estados intermedios.

En su sustitución, ó á continuación de él, puedeusarse otro que podremos calificar de inverso. Loscuerpos clorofilianos, lo mismo que el protoplasma,se desarrollan mediante la absorción de agua, y re-ciben gran parte de sus modificaciones á conse-cuencia de su última unión con la membrana. Sinosotros retiramos la primera por medio de mate-rias desecantes, y conseguimos al mismo tiempo laseparación desde la envoltura celular solidificada,podremos obtener el regreso de aquellos á su pri-mitivo estado, y examinar todas las formas inter-medias por que va pasando.

La aplicación de este segundo método ha condu-eidoálos mismos resultados que el anterior.• Las élioes de Xas Spirogyras, por ejemplo, que

son indudablemente las más rebeldes á tales cam-

bios, unen, sin embargo, inmediatamente sus vuel-tas, se desprenden de la membrana, se constituyenen aproximadas superficies cilindricas, disminuyencada vez más el espacio hueco que queda dentro deésta, y llegan á formar, por último, una verdaderamasa unida y de hechura más ó menos...redon?deada (1). ¡

Lo que indicamos acerca de íeste caso, podría de-cirse también de todos los demás., ; ,

Los cuerpos clorofilianos se conducen, por lotanto, como verdaderas formaciones protoplásmi-cas; y repetiremos que su constitución y sucesivasmodificaciones son la constitución y modificacionesde la sustancia fundamental. Las circunstancias di-námicas particulares en que se colocan son sólo lasque los diferencian en algo, haciéndolos aptos parala generación de la clorofila; una vez creada ésta,son ya centros mucho más importantes de elabora-ción de productos y de desarrollo de energía*

Tales son los principales fenómenos que acompa-ñan á la determinación de la forma de la sustanciaque nos ocupa.

Su estructura es bastante semejante en algunosdetalles á la que presentan todas las. esferas lí-quidas. La capa superficial es la que posee mayordensidad; su interior es mucho más fluido. Entreun extremo y otro se encuentran capas de den-sidades sucesivamente decrecientes. No se nota enellas la presencia de una membrana bien determina-da; Pei>0 aunque limitándose sólo al caso de laBryopsis plumosa, ha sido posible observar una di-visión de las porciones más exteriores en un doblesistema de láminas cruzadas semejantes á las cutí-culas de las envolturas celulares.

El trabajo químico de los granos de clorofila setraduce, ant^todo, por la creación en su interior degranos de almidón.

Los citados corpúsculos de fécula aparecen pri-meramente de una manera apenas visible. Sobre latinta verdosa de la clorofila se advierte un puntodotado de distinta refringencia; luego crece éste; in-vade poco á poco el espacio que ocupa el cuerpoque le contiene; la clorofila llega á quedar reducidaá una túnica verdosa que rodea á éste*, y última-mente desaparece. De este modo llegan á ofrecer lascélulas un contenido amiláceo, en vez de la cloro-fila normal que antes poseían.

La constitución do la clorofila comprende una par-te de los términos de otra serie más extensa. .

La aparición de la materia verdosa dentro de es-tas masas, representa ya un cierto período de laevolución. Los granos de clorofila aparecen efecti-vamente incoloros en las Bryopsis y Vancherias, y

(1) Los principales ejemplares en que hemos hecho estos ensayos nos han sido traídos del sitio denominadoFuente del Arzollw, por el profesor D. Eduardo Boscá. ,

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amarillentas en las hojas de ciertas fanerógamas,sufriendo luego su enverdecimiento á medida que laluz obra sobre ellos. La influencia del calor parecesustituir algunas veces á la de esta última en la mis-ma función: así se nota que en los heléchos y coni-feras se realizan tales cambios en medio de la os-curidad.

Las modificaciones de la clorofila dan lugar á nu-merosos derivados, de los cuales merecen citarselos siguientes:

1.° Los dos principios, uno verde y otro rojo,que se encuentran en las Florideas (i).

El primero, que habia sido considerado comoclorofila ordinaria, se halla poco separado todavíade esta sustancia, es insoluble en el agua y solubleen el alcohol. El segundo, que se disuelve, por elcontrario, en aquel vehículo y resiste á la acción deéste, habia recibido antes el nombre de Phycoery-thrina.

2." La etiolina ó principio amarillo que coloraá las plantas aisladas.

3.° La anthoxanthina que se encuentra en lospétalos amarillos.

4.° La xanthophyla, materia colorante que po-seen las hojas en otoño.

5.° La solano-rubina, descubierta por Millardeten los tomates (2).

La derivación de este último cuerpo desde la clo-rofila ha podido ser observada directamente. Latolano-rubina es insoluble en el agua y muy pocosoluble en el alcohol: se disuelve en mayor propor-ción en el sulfuro de carbono, en el éter, en la ben-cina y en el cloroformo: sus disoluciones no sonfluorescentes. En el interior de la célula del frutoque la contiene aparece, bajo la forma de unos cris-tales sumamente finos. Si se la trata por el ácidosulfúrico, adquiere una tinta azul; cuando se la al-tera ó destruye por cualquier medio , pierden lostomates su coloración roja intensa. La madurez deéstos marca el momento de la aparición de aquella,En su espectro se distinguen cuatro bandas princi-pales: una en el añil, otra en el azul y dos en elverde.

A los anteriores derivados podrian agregarseotros muchos cuya composición y propiedades nose hallan bien conocidas.

ALMIDÓN.—Bien conocida es la sustancia que de-nominamos almidón ó fécula.

Extraída de las plantas, preparada en masas algoconsiderables y estudiada químicamente, presenta

(1) H. Pringsheim. Sobre la naturaleza de las modifica-ciones de la clorofila y .los principios colorantes de lasFlorideas, Berlín, Diciembre de 1875.

(2) A. Millardeí. Nota sobre una nueva sustancia colórante (solano-rubina) descubierta en el tomate. Nancy,isns. . . . •

los caracteres de ser blanca, pulverulenta, inodora,insípida, poco soluble en el agua, y completamenteinsoluble én el alcohol y el éter. Encerrada todavíaen las células, ofrece el aspecto de unos granulosdotados de formas que varían según las distintasespecies vegetales en que se hallan, dotados desuperficies que á primera vista aparecen surcadaspor diferentes curvas, y cuyas dimensiones oscilanpor regla general entre 70 y 18S milésimas de mi-límetro.

Tanto en un estado como en otro, se ha podidocomprobar que es susceptible de sufrir un aumentoconsiderable de volumen bajo la influencia del aguacaliente. Lo mismo en las primeras que en las seagundas condiciones cambia su color por un azul vio-láceo, tan luego como es puesto en contacto du-rante algunos momentos con la tintura ¡alcohólicade yodo.

Hé aquí además algunas propiedades que se de-muestran en la materia amilácea ya preparada.

La acción de los fermentos, de los ácidos dilui-dos y de la potasa, la ebullición á 100 grados, y lastemperaturas que llegan á 160, la desdoblan enunamateria blanca, semitrasparente, de aspecto gomo-so, muy soluble en el agua é insoluble en el alco-hol, que se denomina dextrina, y otra incolora, do-tada de una como tendencia á cristalizar y solubleen el alcohol, que ha recibido el nombre de de®-irosa. Mediante la acción de diversos agentes, seconsigue también el tránsito de la primera á la se-gunda.

La fécula es trasformablc también en ácido oxá-lico mediante la acción del nítrico.

Indicado, siquiera sea ligeramente, lo anterior,entremos en el estudio de esta sustancia, tal comose muestra en el contenido celular.

Los granos de almidón constituyen, como hemosdicho, «no de los cuerpos figurados más importan-tes que se encuentran en el interior del elementohistológico vegetal. Su forma es esférica en los másjóvenes; lenticular en el trigo ; elipsoidal en los co-tiledones de las judias y guisantes; ovoidea, más ómonos irregular, en la patata; constituida por nu-merosos fragmentos poliédricos en el albumen de laavena; do aspecto de mora en la calabaza.

Su estructura es también variada, por mas que undetenido examen permita reducir todos los tipos áuna serie común.

Figurémonos por un momento que se tuvieran un'conjunto de esferas concéntricas, y veríamos apro-ximadamente representada por esto la de los granosya algo desarrollados, pero que conservan todavía.laforma citada; admitamos que estas esferas fuerancomprimidas á la vez ó simultáneamente, y resulta-rían condiciones análogas á las que manifiestan loslenticulares y elipsoidales; consideremos que su

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espesor aumenta, aunque no de una manera regular,que en un momento es casi nulo.au crecimiento,que en el que se halla diametralmente opuesto pre-senta éste un máximun, y que del uno al otro, y entodas las direcciones posibles alrededor del primero,aumenta dicho grueso de una manera insensiblehasta el valor que presenta en el segundo: estas sonlas condiciones que poseen los granos de almidón enia patata.

.Añadamos, sin embargo, á lo anterior, que talesfqrmas y estructuras no pueden ser consideradascomo propiedades que cada uno de ellos presentadesde su origen mediante las influencias que ejer-cen unas ú otras especies vegetales. Estas variacio-nes indican por el contrario que en-cada uno de lostipos es llevado más adelante el crecimiento, pormás que tal desarrollo recorra en todos el mismoperiodo. Comprueba la verdad de este principio elhecho de que todos los granos jóvenes,, son esféri-cos y casi compactos, cualquiera que sea la planta áque pertenezcan: el trascurso del tiempo lleva con-sigo esta diferenciación que puede estudiarse direc-tamente.

Así, por, lo tanto, podemos aprovecharnos de laexistencia de estas formas y estructuras para mar-car la serie de desarrollo.

.Los granos jóvenes aparecen, como ya sabemos,bajo el aspecto de un punto en medio de los cuerposcloroíiiianos: su forma es redondeada, su estructu-

. rahomogénea. Después crecen; en su interior apa-rece una especie de hueco lleno por materia menosdensa. En nuevos periodos se forma allí un núcleoacuoso, que no es sino el espacio antedicho ya des-arrollado, y la porción superficial que le rodea sesegmenta en tres capas, una menos densa en medio,y dos de densidad más considerable, que encierran ála anterior. Cuando el volumen aumenta mucho, laforma se va al mismo tiempo separando de la esfé-rica para ser discoidea, elipsoidal ú ovoidea. Lascapas nuevamente formadas crecen á su vez; las queadquieren suficiente grueso se desdoblan de nuevoen otras tres; en las poco densas aparece en mediouna más opaca y á sus lados dos diáfanas; las másdensas dan lugar á la misma segmentación que des-cribirnos en primer término. Si el crecimiento no serealiza por igual en las diversas direcciones alrede-dor, del centro, todas las capas, tanto las primitivascqmo las procedentes de diferenciación, presentar)aquella serie de espesores sucesivamente crecientesíqueáptes acudimos. Así es como se forman losgranos ovoideos.

Mas ao son estas ni las únicas ni las más compli-cadas formas que presentan los granos de almidón.

Bernos hablado antes de granulos compuestos porfragmentos poliédricos y deberemos decir* por lo

alguna cosa sobre su modo de formación.

Dichos cuerpos proceden siempre de granos de al-midón en los cuales se ha segmentado el núcleoantes de que estos tomaran un gran desarrollo.Cuando esto sucede, las capas se van diferenciandoconforme antes se expuso, pero haciéndolo á la ^ezalrededor de los dos núcleos. La más completa seg-mentación de estos tiende á separarlos,: y producepor tensión una hendidura perpendicular á la líneade los centros que se propaga hasta las capas másexteriores. ,Si cuando los núcleos se segmentan exis-ten ya formadas varias capas, estas quedan envol-viendo al doble sistema de las que se desarrollan,después. La producción de dos, tres ó más hendidu-ras en un migmo grano multiplica el número de losfragmentos que luego se observan en él (1).

Réstanos añadir que lodos estos crecimientos pa-recen realizarse por intussuscepoion. Razones aná-logas á las expuestas al tratar de la membranaobligan á dar la preferencia á tal hipótesis; creemos:,por lo tanto, no tener necesidad de repetirlas.

Los granos de almidón se encuentran siempreformados por dos sustancias, á saber: 1.", la granu-losa,, que es fácilmente soluble y se tiñe de un her-moso azul bajo la acción del agua y del yodo, en-trando en la proporción de un 94 á un 98 por 100del peso total do la sustancia amilácea seca. 2.', lacelulosa amilácea, mucho menos soluble, de reac-ciones muy semejantes á las de la celulosa ordina-ria, que forma de un 2 á un 6 por 100 del peso total.Agregándose á estas sustancias agua y algunos lige-ros indicios de materias minerales, se habrá formadola lista entera de los cuerpos químicos que constitu-yen á los indicados granulos.

Debe tenerse en cuenta, además, que dichas mate-rias se encuentran dispuestas en intimisima mezcla.Si se extraen varias.de ellas, y se deja únicamenteuna sola, permanecerá ésta bajo la forma de un es-queleto más ó menos tenue, pero de una hechurasemejante á la que presentaba todo, el grano; y eslo curto que tal principio no ha. podido ser, comprobado directamente para la granulosa, mas elhecho de cumplirse en la celulosa amilácea y paralas materias minerales lleva consigo la demostra-ción de que aquella se halla íntimamente,mezcladaá estas. Decirlo de unas ó de. otras, es afirmar lamisma cosa con palabras diferentes.

Para ser utilizado por la planta, el grano de alrmidon necesita ser disuelto. LQ que no se alcanzanunca completamente en el exterior de la célula,se consigue en ella mediaate las acciones que ejer-cen sobre tal sustancia por un lado el protoplasmay por otro las variadas materias contenidas en losjugos celulares. Esto hace ver que las .condiciones

(1) No se debe confundir á estos cuerpos con los que seoriginan mediante Ut soldadura de utros grano a que hannacido en un¡ misino cuerpo cloronlíauo, : , i .

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dinámicas son muy distintas en un caso y en otro.La descomposición de los granos bajo la influen-

cia de los indicados agentes se realiza dé variasmaneras.

Unas veces desaparece la granulosa por completoantes de que haya podido ser disuelta en proporciónalguna la materia unida á ella; en otras ocasionesel granulo es el atacado en ciertos sitios, roto envarios fragmentos á consecuencia de lo anterior, ydestruido luego por partes de una manera sucesi-va. Cuando esto segundo ocurre, podemos darnoscuenta de la marcha del fenómeno, valiéndonos dela tintura de yodo: los sitios donde hay todavía gra-nulosa, se tifien de azul; aquellos en que talmateriano existe ya, afectan una coloración de un rojo co-brizo. La predominancia de uno ú otro de estos ma-tices nos da las indicaciones pedidas, mostrándo-nos cuál es la materia que allí sigue entrando pormayor proporción.

Cuando los granos de almidón son calentados enel agua á 55 grados, aumentan de volumen y seproduce el engrudo.

Veamos cuáles son las condiciones de los demáselementos figurados que se hallan en las célulasvegetales.

ENRIQUE SERRANO FATIGATI,

Profesor del Instituto de Ciudad-Real.(Concluirá.)

VIAJE SOBRE UNA BALLENA.AVENTURAS DEL CAPITÁN ROBERTO KINCARDY.

CAPITULO XV.*

LAS ISLAS DE TIUSTAN DE ACUNA.—LA NUEVA BARATA-RÍA.—MAL ENCUENTRO.—Los PILOTOS.—Miss VICTO-RIA EN PELIGRO. — LUCHA DE TARQUÍN GON ÚN TIBURÓN.VALOR DE Picotr.—Los TIBURONES.—CAPE-TOWN.—GUIGNARD Y TONY-HOGG. U N A PATRULLA DE HOTEN-TOTES POR EL SUELO.

Roberto Kincardy meditó un instante sobre laruta que debian seguir.

—Si costeamos el litoral oriental de la América,—dijo,—nos veremos obligados á atravesar cons-tantemente corrientes templadas, además de que elmar de las Antillas está poblado de animales mari-nos feroces, y ambas razonas harán que Fanny, in-comodada 6 asustada, rehuse marchar como esdebido.

—Pues bien,—replicó Montgeron,—lancémonosal Océano Atlántico.

• Véanse los números 178, 1T9. 180, 182, 183, 184, 185y 186, pag-s. 124, 155, 182. 250, 280, 300, 848 y 318.

—Esa ruta me convendría más; pero los puertosde refugio son muy escasos. Iremos, pues, á tomarla gran corriente polar antartica que va del cabode Hornos al cabo de Bueña-Esperanza y Sube porla costa africana hasta el golfo de Guinea. El cursode esta corriente es muy rápido y favorecerá lamarcha de la ballena. Descansaremos en las islasde Tristan de Acuña en el Cabo, y volveremos á su-bir conservando la proximidad á tierra.

Roberto modificó ligeramente la dirección quehabia tomado Fanny, y la dirigió al Nordeste. Al ter-cer dia distinguieron la Georgia meridional (20 gra-dos longitud 0. por 54 grados latitud S.), isla suma-mente grande, inhabitada, montuosa y casi constan-temente rodeada de espesos matorrales. Al Sudesteencontraron las islas del Marqués de Travesse, decuyas islas una tiene un volcan. A medida'que losviajeros se alejaban dé las tierras antarticas, el cli-ma se dulcificaba y perdía en dureza. Bien prontolos rayos del sol rompieron el cortinaje de nubes,esparcieron sobre las olas vivísima luz y confortablecalor. Ningún accidente notable marcó tan largatravesía. Aprovechando la velocidad de la corriente,la ballena avanzaba tan rápidamente como un trená todo vapor. En todo el trayecto, solo encontrarontres ó cuatro buques ingleses, porque por aquelloslugares la mar es muy poco frecuentada. Por flti,el7 de Agosto apercibieron las islas de Tristan deAcuña.

Estas islas (tres) llevan el nombre del capitán quelas descubrió en 1506. Tienen excelentes aguas,dos magníficos puertos, abundan en pájaros de todasclases, en cabras y otros animales. Situadas bajoun clima privilegiado, se desarrollan la agriculturay cultivo en todas sus manifestaciones. Las Acuñapertenecen á los ingleses desde 1815, época en laque establecieron una guarnición para vigilar la islade Santa Elena, en la que estaba desterrado Na-poleón. Después de la muerte del prisionero empe-rador, dicha guarnición desapareció. No quedanmás que un corto número de familias que viven canun régimen verdaderamente patriarcal y con losproductos de tan fértil tierra.

—Otro reino liliputiense, —exclamó Kincardy,señalando las Acuña,—semejante á las islas de Pas-cua, durante el reinado de Picou.

— ¿Cómo es eso?—dijo Máximo Montgeron: —¿acaso esas islas no están bajo el dominio de'In-glaterra?

—Solamente desde 1815. No sé cómo calificar esased de dominación que se apodera del hombre cuan*do,puede ejercer un derecho cualquiera de sobera-nía sobre un palmo de terreno. ¡Cuántos SanchosPanzas que aspiran á gobernar una Barataría! En1810, uno de mis compatriotas, Lumbert, llegó álas islas de Acuña; y el 5 de Febrero de 1811 envió"

N.* 187 A. BROWN. VIAJE SOBRE UNA BALLENA. 4 0 5

un mensaje á todas las potencias del mundo, mani-fiesto salido de una cnancillería imaginaria, refren-dado por un ministro de Estado, el marinero AndrésMillet, anunciando á todos los monarcas que teníanun nuevo compañero.

Lambert, en efecto, se declaraba rey de esas is-las; pero sin duda no encontró fácilmente una listacivil, ni los honores debidos á su rango, puesabandonó las Acuñas en 1813.

Los viajeros fueron perfectamente acogidos porlos habitantes de las islas; renovaron la provisiónde agua, y la hicieron de varias parejas de pintadas,aves salvajes que\iven especialmente en la islallamada Inaccesible. Se detuvieron tres horas, yvolvieron á partir para ganar el- Cabo.

Después de haber recorrido 200 ó 300 kilómetros,Fanny demostró algunas inquietudes. Soplaba conmás fuerza que de costumbre, y se apartaba de lalínea recta, describiendo algunas curvas inespe-radas.

—¿Habrá cachalotes por aquí cerca?—murmuróTony Hogg.

—No lo creo,—respondió Roberto;—esos anima-les pasan raramente los trópicos.

—Somos escoltados por tiburones, — exclamóJ^ontgeron.

Y designó un resplandor argentífero que aparecíay desaparecía en la estela trazada por la ballena.Toda la tripulación miró con ansiedad en la direc-ción indicada, y distinguió dos enormes tiburones,de ocho á diez metros dé largos, nadando con granvelocidad, echándose á un lado y á otro, mostrandosus largas bocas y sus blancos vientres. Ningúnanimal produce tanto temor á los marinos como lavista de este feroz enemigo. Tarquín, Guignard yTony Hogg se armaron en el acto de lanzas, picas,hachas y revolverá.

—Creía que estos escualos no atacaban nunca á laballena,—dijo Montgeron.

—¡Hum, hum!—replicó Tony:—lo ignoro; peropuedo afirmaros que un trozo de lardo no les der-agrada. Frecuentemente cuando subimos ballenas ábordo de nuestros buques para despedazarlas, lleganlos tiburones y se llevan hasta veinte quintales degrasa antes de que tengamos tiempo de cazarlos.Si ese condenado animal (que Dios confunda y ex-termine) muestra su afición á la ballena muerta, esde creer que lo satisfaga mucho más la viva.

—Pues bien, preparémonos á recibir á esosmonstruos con todos los honores que se merecen.

Todo el mundo, incluso miss Victoria y el tímidoPicou, que temblaba algún tanto, ocuparon su sitiosobre el puente del hydrostat. Guignard señaló cin-co ó seis pescados un poco más grandes que losarenques, de color gris azulado, que corrían de unlado áptro, llegaban hasta Fanny, volvían á los ti-

burones, repitiendo constantemente este movimien-to de ida y venida.

—Son los pilotos,—dijo Roberto Kincardy.—Per-tenecen al orden de los acantopterygios, familia delos escomberoides, y sirven de exploradores á losescualos.

Esta explicación era exacta. El piloto precedesiempre al tiburón, y le guía hacia su presa. Estehecho indudable ha sido confirmado por Geoffroy-Saint-Hilaire, y no podemos resistir al deseo de re-producir su curiosa observación, que sin duda al-guna.será agradable á nuestros lectores.

«El 6 prairial, año VI, escribe el gran naturalista,me encontraba á bordo de la fragata Álceste, no le-jos de la isla do Malta. La mar estaba tranquila; lospasajeros, cansados de una calma prolongadísima,cuando su atención se fijó en un tiburón que avan-zaba hacia el navio. Iba precedido de sus pilotos,que conservaban igual distancia entre ellos que en-tre el cartilaginoso animal; los dos pilotos se diri-gieron á la popa del buque, la reconocieron dosveces por uno y otro lado, y después de haberseasegurado de que por allí no había nada que lesconviniera, tomaron de nuevo el camino que anteshabían seguido. Durante sus movimientos, el tibu-rón no les perdió de vista, ó mejor dicho, los siguiócomo si hubiese sido arrastrado.

Apenas fue distinguido el animal, cuando un ma-rinero preparó un grueso, anzuelo cubierto con ungran trozo de lardo, pero el tiburón y sus compa-ñeros se bollaban á 25 metros de distancia, por loque echó á la casualidad el pedazo de lardo al mar.El ruido de la caida se extendió bastante lejos, y losviajeros acuáticos, asombrados, se detuvieron: lospilotos se destacaron en el acto y se acercaron albuque para informarse de lo que ocurría. El escua-lo, miéntra^anto, se entretenía graciosamente enel agua; se echaba de un lado ó de otro; se tumbabapanza arriba; se zambullía, pero siempre permane-cía en el mismo sitio. Los dos pilotos llegaron á lapopa de la Alcesle y pasaron junto al lardo, y nobien lo hubieron apercibido, volvieron rápidamentehacia el tiburón. Como se esperaba, éste continuósu camino: entonces los pilotos, nadando uno á suderecha y otro á su izquierda, hicieron todo génerode esfuerzos para alcanzarle; y una vez conseguido,daban vueltas del buque al tiburón y de éste á aquel:el terrible animal los seguía, y gracias á la sagaci-dad de sus cómplices, distinguió la presa que se ledestinaba. Aseguran que el olfato no es sentido muydesarrollado en los escualos, por lo que presté granatención á lo que ocurrió cuando el monstruo se en-contró cerca del lardo, y mé pareció que no se en-teró de su existencia hasta que los pilotos significa-tivamente se lo dieron á entender: entonces nadócon velocidad, ó mejor dicho, dio un gran salto para

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conseguir su objeto. Arrancó un gran trozo la pri-mera vez sin ser cogido, pero á la segunda quedóenganchado; el anzuelo prendió en .el labio, y fuetrasladado á bordo después de muerto.»

Oida la relación precedente, los viajeros de Fan-ny no perdían de vista á los tiburones, y se coloca-ron resueltamente á la defensiva. Uno de ellos seaproximó y quiso saltar al kydroüat. Guignard leenvió una bala, pero el proyectil resbaló sobre lapiel del monstruo y ni siquiera le hirió. El otro se tdirigió á uno de los costados de la ballena y procu-ró morderla. Resguardada por una de las cinchas,Fanny no sintió penetrar los dientes en su carne;pero al verse atacada se estremeció, y el tiburónvolvió á la carga con mayor furor. Tony Hogg leaplicó algunas lanzadas en las partes que creía másdébiles y á propósito. Hubo un momento de respiro:los dos escualos parecían ponerse d̂ e acuerdo pararepetir el cómbate.

—Si tuviéramos un gancho, — dijo Guignard,—nos veríamos pronto libres de esos terribles ene-migos.

—¿Y qué haríais con el gancho?—dijo Picou convoz temblorosa por el miedo.

-^Un grueso y fuerte anzuelo, que cubriríamosde carne y que lanzaríamos á los tiburones paracogerlos: son tan inocentes, que el resultado seríaseguro.

—Esperad,—dijo Roberto:—vamos á ensayar unanzuelo de nuevo género.

Inmediatamente colocó una granada, unida á unhilo metálico, cubierta con el cuerpo de una pin-tada, y lanzó el parato al mar.

—Atención,—dijo á miss Victoria; — prepáratepara producir una corriente eléctrica con la bobinade Rumkorff tan pronto uomb sientas una sacudida.

Un piloto se acercó á examinar la pintada, y en-seguida fue en busca del tiburón. Este llegó, abrióuna boca descomunal y se tragó el cadáver del pá-jaro. En el acto se dejó oír una detonación; una nubede sangre enrojeció el agua, y el escualo sucumbió.Durante este tiempo, el otro se precipitó de nuevosobre Fanny. La ballena blandió su cola y dio ungran salto, elevándose dos ó treS pies por cima delas olas. Aquel movimiento fue tan brusco é inespe-rado, que loa viajeros tuvieron que agarrarse ins-tantáneamente para no caer del Aydroslat; missVictoria, menos fuerte ó peor colocada, fue lan-

.zada al mar. Un grito de terror se escapó de to-dos los labios. El tiburón se-lirigió á la joven; peroantes de qué la hubiese alcanzado, Tarquín y el tímido Picou se lanzaron al agua. Tarquín, armado deun agudo puñal, marchó rectamente al monstruo,evitó su terrible boca, se sumergió y le clavó el cu-chillo en el vientre. El animal se volvió ciego de fu-ror contra el negro é intentó hacer presa. Picou en-

tonces agarró á miss Victoria por sus flotantesvestidos, se acercó á la ballena, que tenían parada,y depositó su preciosa carga en brazos de MáximoMontgoron y Roberto Kincardy, los que, á pesar désu valor, estaban lívidos y aterrados. Tony Hogg yGuignard seguían con ansiosa mirada el terrible;ombate que el intrépido Tarquín sostenía con el

tiburón. El animal mugía, revolviéndose feroz paracoger al hombre y triturarle entre sus mandíbulas;pero éste esquivaba al enemigo, se sumergía, le he-ría por el flanco con su cuchillo, aparecía para res-pirar, volvía á zambullirse y repetía los golpes sincesar. Esta lucha formidable duró diez minutos, peropor fin el monstruo sucumbió. El negro se colocósobre su flotante cadáver y lanzó un grito de triun-fo, incorporándose en seguida al hidrostat.

—Y mí ama, ¿cómo está?—preguntó.—La habéis salvado la vida,—querido Tarquín,—

dijo Máximo apretándole la mano.Miss Victoria, repuesta del susto y natural desfa-

llecimiento, dio gracias con efusión al negro y áPícou.

—Sin vuestro valor, sin vuestra presencia de áni-mo, hubiese muerto. Habéis expuesto vuestra vidapor mí y no lo olvidaré nunca.

—Ama,—dijo Tarquín besándola la mano, -miquerida ama...

El negro no pudo seguir. Dos lágrimas corrieronpor sus mejillas. Se espantaba del peligro que ha-bia corrido miss Victoria: ¡él, que acababa de soste-ner una lucha homérica!

Pero lo más raro era que Picou, el poltrón, elcobarde, el tímido Picou, se hubiese lanzado al mary á pocos pasos de un tiburón.

Esta acción daba al traste con el concepto quede él tenian todos formado.

—Explieadnos,—le dijeron,—cómo no habéis te»mido arrostrar el peligro que os amenazaba.

—¡Qué queréis!—respondió simplemente,—-pare-ce que tengo valor.

Hasta Tony Hogg estaba sorprendido, y desdeentonces cesó en las bromas de mal gusto con queatormentaba al benévolo criado, demostrándoleafecto. En cambio, su enemistad se manifestó másfuerte y violenta contra Ambrosio Guignard; pero elfrancés tenía la lengua bien puesta y sabía contes-tar oportunamente al arponero.

Desembarazada de sus enemigos, la ballena si-guió su curso hacia el Cabo. Naturalmente, se hablócon frecuencia de los tiburones, y estos voracesanimales fueron el objetó de la conversación du-rante algún tiempo. Roberto Kincardy dio ampliosdetalles sobre sus costumbres.

—El tiburón, —dijo,—es una de las plagas delmar. Inspira temor y espanto á todos los habitan-tes de las olas. ¡En cuántos dramas siniestros es el

A. BHOWN. VIAJE SOBRE DNA BALLENA. 407

héüoe! ¡Cuántos náufragos, bañistas y buzos ha per-seguido y devorado! Su fuerza es extraordinaria yno conoce la fatiga. Se le ha visto perseguir bu-ques jugando y describiendo mil círculos á su alre-dedor. Su boca, adornada de seis filas de dientestriangulares y acerados, es de unas dimensionesenormes. Tiene la ferocidad del tigre, la ligerezadel pájaro y la glotonería del cerdo. Su boca estácolocada treinta ó cuarenta centímetros detrás ópor bajo del hocico, y gracias á esta disposición, eltiburón tiene que volverse para hacer presa en lavíctima, y esta puede huir. Mata solo por el placerde matar. La carne es su único delirio, como lo erapara los sanguinarios negros que poblaban las islasdel golfo de Méjico, ó que vivian en las costas afri-canas. Con sujüboat (barco q je vuela), aquellos ter-ribles aventureros se abandonaban á los caprichosde la mar, y se arrojaban, ávidos de pillaje, sobretodo cuanto se presentaba, lo mismo sobre el ino-fensivo brick que se ocupaba de las necesidadescomerciales, como sobre los buques de guerra. Porla noche caian de improviso en una población des-cuidada ó mal guardada, tal como Maracaibo, Gua-yaquil, etc., y se hartaban de sangre; después cor-rían á encerrarse en sus inaccesibles Keys y con-sumían en orgías desenfrenadas el producto delbotin. «No haya piedad, guerra á muerte.» Tal erasu grito de guerra. Montbars, el extenninador, pasa-bala hoja de su sable de abordaje cubierta de sangrepor sus labios y sorbia con deleite el horrible lí-quido. Se asegura que los tiburones tienen marcadapredilección por la carne humana, y sobre todo porla de negro: el padre Labat afirma asimismo queprefieren los ingleses á los franceses. Las pruebasde esta afirmación no son conocidas, y supongoal padre Labat más conocedor de la teología que dela historia natural de los escualos. Nada de extrañotiene que los tiburones prefieran la carne de los ne-gros, porque los negreros, tan feroces como esosmonstruosos animales, les arrojan como alimentonegros cuando su cargamento es demasiado fuerte,y además les echan á los enfermos y muertos que

. estorban á bordo. Todo huquc negrero va seguidoconstantemente de gran número de tiburones. Elinfame mercader de carne humana y los monstruosmarinos se comprenden: «Impedid las evasiones,cuidad de mi buque, dice el negrero, y os alimen-taré.» — «Echadnos cadáveres, echadnos cuerposhumanos, y seremos buenos guardianes, respondenios escualos.»—¡Ah, si las olas pudieran contar loslamentables episodios de que han sido impasiblestestigos! ¡Qué lúgubres relaciones! ¡Qué horribleshistorias! A veces, el capitán negrero dice á sus dig-nos subordinados en los momentos de respiro queles proporcionan las calmas: «Nos aburrimos, y lostharkt tienen hambre; vamos á entretenernos.» Se

sacan algunos esclavos de la.cala, son lanzados alagua, y los sharks se arrojan gozosos sobre la víc-tima, destrozándola y devorándola entre las risas delos del buque. Negreros y tiburones desapareceránun dia del mundo. La hora fatal ha sonado ya para losprimeros: también sonará para los segundos, por-que todo lo que vive en la tierra y en el mar losodia. En las Indias, en Noruega, en Java, en todaspartes donde habitan se les persigue, se les caza yse les mata...

Después del combate sostenido contra los tiburo-nes, el viaje no sufrió nuevo contratiempo. El 11 deAgosto Fanny entró en la bahía de Tabla, puertoprincipal de la ciudad del Cabo. Como en Honolulú yen Valparaíso, los habitantes se trasladaron en tro-pel á los muelles y embarcaciones para ver de cercaá la ballena y felicitará sus domadores. El Cabo, ó,mejor dicho, Cape-Town, es una ciudad grande ymagnífica, regularmente construida, que encierraedificios públicos notables, iglesias, un castillo, unaBolsa, un Jardín botánico, un Observatorio, un ar-senal y bibliotecas. La población se aproxima á cua-renta mil almas. Se creia que la apertura del canalde Suez disminuiria la importancia de Cape-Town yde la colonia de que es capital, pero estos cálculoshan salido fallidos. El comercio crece y toma nuevaactividad, la agricultura prospera y los trabajos in-dustriales proporcionan recursos que era precisopedir en otro tiempo á la exportación europea. Handescubierto oro en Queenstown y en Tatin, cercade los montes Koloben; hulla en Stomberg; diaman-tes en los bordes de Vaal, en Beers's-New-Rusk; yen diferentes sitios plomo, cobre y hierro. Los ingle-ses, esos admirables colonizadores, han sacado ex-celente partido de unas costas que no habían sabidoaprovechar los holandeses. Hoy dia tienen el mono-polio comero^l de toda el África austral, y propor-ciona, su posesión ganado lanar, algodón, vino, azú-car, arrow-root, plumas, café etc., etc.

El gobernador de la colonia, seguido de las nota-bilidades inglesas é indígenas, fue á presentar sushomenajes á los atrevidos viajeros y á ofrecerlesuna cordial hospitalidad. Se envió á la ballena á unagran ensenada de Table-bay, no lejana del arsenal,y se la proporcionó abundante provisión de carnefresca y pescadillos. Por la noche hubo recepciónde gran gala en el palacio del gobierno, y miss Vic-toria fue objeto de las atenciones más delicadas ycorteses. El capitán Boberto Rincardy y MáximoMontgeron tuvieron que relatar los incidentes de sufabuloso viaje, y contestar á la multitud de pregun-tas que les hacían. Tony Hogg, Tarquín, Guignard yPicou, confortados con una excelente comida y unmejor vino de Constancia que se coge cerca delCape-Town, y engreídos con la parte de gloria queles correspondía, decidieron visitar la ciudad. Aban-

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donaron, pues, los salones del gobernador y circu-laron por las calles; pero Tony, el incorregibleTony, hizo frecuentes paradas en casa de todos losvendedores de brandy.

—No me gustan los cumplidos,—decía;—no pue-de uno beber á su gusto entre gentes de buen tono.Una Tuerté mesa de una taberna es preferible á lasmesas de todos los gobernadores del mundo.

—Tony,—decía Picou,—te vas á emborrachar.Desde que Picou había tenido conciencia de su va-

lor, echaba al diablo su timidez pasada, y tuteaba alarponero, y éste encontraba la cosa completamentenatural.

—¿Emborracharme?—replicaba, — eso só quedapara alfeñiques y cobardes como Guignard, que nopuede soportar un cuarto de pinta de brandy sincaer de cabeza.

—Tal vez suceda así,—replicó Guignard;—perolos cobardes como yo no temen á un valiente tonelcomo tú.

—¡Desgraciado! Si no me dieses lástima...—Lástima ó no, no me incomodes, ¿has oído,

Tony?—Con solo dejar caer mi mano sobre tu cabeza

te deshago.—Prueba á ver.—Bueno. ¿Quieres boxear?—No só boxear; pero si me atacas, me defenderé.—Miserable entre los miserables, ¿no conoces

que la roca siempre aplasta al sapo?— Pues bien, ven conmigo. El sitio en que nos

encontramos está bastante solitario, y podemos en-tendernos un rato. Te demostraré que no eres tanterrible como pareces, y que tu orgullo merece unalección.

—Vamos; lo deseaba hace mucho tiempo.Tarquín y Picou procuraron oponerse y evitar el

combate; pero los dos adversarios no quisieron es-cuchar razón alguna: siempre sucede lo mismo enigqales casos.

Tony Hogg se afirmó sobre las piernas, arrimósus hercúleos puños contra el pecho, y tomó la po-sición de un boxeador adiestrado que se prepara alataque.

—¡Toma este!—gritó enviando un formidable pu-ñetazo á Guignard.

Pero él francés, ágil y listo como una ardilla, sebajó, evitó el golpe, y se lanzó sobre Tony, que sepuso á la defensiva.

—Allá va, en cambio, éste, este y este,—deciaGuignard.

Tony bramaba de rabia, no á causa del mal quele hacía, porque su adversario pegaba débilmen-te, sino porque no podia él tocar al francés.

—Si te cojo, te aseguro que me las pagarás,—exclamaba.

Pero Guignard saltaba, corría, se movia, no es-taba quieto un instante, y hasta se reia del arpo-nero.

—Parece, Tony, que todavía no estoy en tierra;estúpido, ¿lo ves? nada valen tus puños; en cambio,para este golpe.

De repente se presentaron cuatro milicianos no-tentotes mandados por un agente de policía.

—Se están batiendo,—gritó el agente de la auto-ridad;— prendedlos y llevadlos al puesto de policía.

Tarquín, Picou y Guignard se apresuraron á esca-par; pero Tony, menos listo ó aturdido por lo quele ocurría, no tuvo tiempo de huir.

Orgullosos de la captura, los hotentotes coloca-ron entre ellos al arponero, y le condujeron coimás triunfo que sí fuese un rey el prisionero.

—¿Vamos á dejar abandonado á nuestro compa-ñero?—exclamó Guignard;—eso seria indigno de latripulación de la Fánny.

—Masa Guignard tiene razón,—dijo tarquín.—¿Qué es preciso hacer para librarle?—anadié

Picou.—Arrojarnos sobre esos hombres brusca y pron-

tamente, dejarles caer y huir con Tony.—Pero si la policía inglesa sabe que hemos atro-

pellado á sus agentes, podemos pasarlo mal.—¡Bah! la policía inglesa no nos conoce, y debe-

mos partir mañana temprano. Además, jamás podráncreer que gente que se ha sentado á la mesa delgobernador es capaz de faltar á la policía.

—Pues ataquémoslos,—dijo Picou.El criado de Montgeron se sentía también hnmi-

lladó de que en su presencia y á su vista se llevasená un compañero. :

Los tres hombres corrieron hacia la patrulla quelos habia sorprendido, se ocultaron en la sombra ycayeron de improviso sobre los hotentotes, queantes de volver de su asombro estaban tumbadosen el suelo. Tony Hogg comprendió que venían ensu ayuda, y empujó fuertemente al agente de poli-cía, que fuó á caer junto á una pared, aprovechandoel arponero aquel momento para escaparse con sussalvadores. Los cuatro se fueron por una calle de-sierta y casi á oscuras';' nadie les perseguía.

¡Bien!—dijo Guignard á Tony,—te dejas cogercomo una liebre encamada. Si no es por nosotros,mañana hubieras tenido que comparecer ante eijuez de paz, y cuando menos, te hubiese costadouna fuerte multa, sin contar con el disgusto quehubieses ocasionado al capitán Roberto.

—Soy un bruto,—exclamó Tony;—soy un borra-cho, y merezco la lección que me has dado, Gui-gnard. ¿Quieres que olvidemos todo lo ocurrido?

—Con toda mi alma.—Dame la mano.—Con mil amores. ; -

N,° 187 3. 0LMED1LLA. ALGUNOS DE LOS ALIMENTOS MÁS USUALES. 409

Y el americano y el francés se prometieron eter-na amistad, con gran contentamiento de Picou yTarquín.

—Ahora,—dijo Guignard,—somos cuatro verda-deros y buenos amigos, y hay la seguridad de queprestándonos mutua ayuda y apoyo, venceremoscuantos obstáculos puedan presentarse.

—Los cuatro mosqueteros,— añadió Picou, de-mostrando así sus conocimientos de literatura mo-derna.

A. BROWN.:(Continuará.)

ALGUNOS DE LOS ALIMENTOS MAS USUALES.

i.

Dados á conocer en otros artículos la atmósferay el agua, parece oportuno tratar ahora de los ali-mentos. ¿Qué debe entenderse por alimento, cómose dividen y cuáles son las adulteraciones que másfrecuentemente se presentan en los mismos?

Sólo la enunciación de estas ideas, desde luegomanifiestan la importancia grandísima que encier-ran. Én las grandes poblaciones es uno de los mo-tiVos más frecuentes de alteración en la salud pú-blica, las cualidades perjudicialísimas de los ali-mentos.

Én muchas ocasiones no es sólo el fraude la cau-sa de las nocivas propiedades de un alimento: estambién la alteración producida por los cambiosconocidos con el nombre de fermentaciones. Sonéstas unas espontáneas descomposiciones que lassustancias orgánicas sufren cuando, privadas de lavida, se hallan bajo las influencias del aire, hume-dad, y una temperatura de veinte á treinta grados.Las fermentaciones son el origen de inmenso nú-moro de fenómenos que á toda hora tienen lugar ánuestra vista, y que no son menos interesantes porrepetirse multitud de veces. En la vida misma tie-nen lugar gran número de fermentaciones, causasmuchas de ellas de no pocas enfermedades de difí-cil diagnóstico y de oscuro tratamiento.

Estas descomposiciones tienen lugar por la pre-sencia de ciertos agentes, que una vez iniciado elmovimiento de descomposición en un punto de lamasa, lo comunican á las demás moléculas. Estosagentes se denominan fermentos.

La mayor parte de los químicos de alguna impor-tancia se han ocupado con detención del estudio delas fermentaciones. Así es que Lavoisier, Thenard,Berzelius, Quevenne, Dobereiner, Desmazieres, Ca-gniard Latour, Liebig, Pasteur, Pelouce, Berthelot,Schutzemberger y otros, han dejado gratas y pro-

fundas huellas de su paso por el interesantísimoestudio de las fermentaciones.

La putrefacción de las carnes y pescados; la aci-dez de los vinos; lo que se conoce con el nombrevulgar de cortamiento de la leche; el cambio pro-fundo que experimentan las frutas cuando con ex-ceso ha trascurrido el período de la madurez; elenranciamiento de las materias grasas; lodos estosfenómenos se hallan dentro del dominio de las fer-mentaciones, y todos ellos son asimismo causaspermanentes de alteración profunda en la salud.Pero aun dentro de estas circunstancias, tambiénla mala fe y el delito se ejercitan, tratando de ocul-tar el estado en que los alimentos se hallan, simu-lando los caracteres que presentan en su estado deperfecta aptitud para la alimentación. Por eso laadministración pública no debe descansar un mo-mento en la continua vigilancia de los estableci-mientos dedicados á la expendicion de alimentos ybebidas. Parecerá atentatorio, hasta cierto punto,á los derechos autónomos del individuo, pero lo re-clama la utilidad pública, y en estos casos (comoen otros muchos) estamos por el sistema preventi-vo, que tan magníficos y brillantes resultados pro-duce.

Trataremos en este artículo de tres de los ali-mentos y bebidas más usuales, que son el pan, laleche y el vino (1).

II.PAN .

Alimento universal, resultado de una preparaciónespecial que se hace experimentar á la harina delos cereales, y á cuya preparación se denomina pa-nificación.

Sostiene las fuerzas sin aumentarlas de un modosensible, ^conviene en todas las edades y sexos,sin producir (generalmente hablando) enfermeda-des, á no ser que se traspasen con gran exceso loslimites de la prudencia.

Consta la panificación de varias partes. Hay quecomenzar por la formación de la pasta, para lo cualse mezcla la harina con agua, empleando treinta ácuarenta partes de este líquido para ciento de hari-na, á la cual se adiciona levadura de cerveza ó biendel mismo pan, procedente de anteriores operacio-nes, y una corta cantidad de sal común. Una vezasí formada la masa y perfectamente malaxada, sedivide en pequeños pedazos que son los panes, secolocan en un sitio caliente para que empiece lafermentación, que es de naturaleza alcohólica, ó loque es lo mismo, se trasforma en alcohol y ácidocarbónico. Después se traslada al horno, á fin deimpedir que continúe la fermentación y pase á acé-

(1) El alimento puede definirse, diciendo que es «todasustancia capaz do nutrir, directa ó indirectamente.»

410 REVISTA EUROPEA.. 2 3 DE SETIEMBRE DE 1 8 7 7 . N.°186

tica. La temperatura del horno suele sei1 de 300grados, y la exposición de quince á treinta minutos.

El pan, como hemos dicho, es el mejor de losalimentos, por tener más proporción de fécula y elgluten más plasticidad. El que tiene buenas condi-tíiones se revela desde luego en su aspecto físico;debe ofrecer la corteza un color amarillo dorado,sin gran número de resquebrajaduras, y la migablanca, elástica, do estructura esponjosa, con buenolor y buen gusto.

Cuando la cocción del pan se lleva más adelantede lo que hemos dicho, se producen las galletas ybizcochos, que sirven admirablemente para la pre-paración de sopas y para el trasporte en los viajesterrestres ó marinos, principalmente para la ali-mentación de gran número de personas, como ejér-citos en campaña ó tripulaciones.

Las adulteraciones más frecuentes del pan sonlas harinas de otros cereales, un exceso de agua óla adición de sustancias minerales. Se reconoce laharina de cebada, porque el gluten no forma liga;la avena contiene un principio extractivo y aromá-tico en la cubierta, y la harina de arroz contienemucha fécula, poco gluten y bastante materia gra-sa. El agua se reconoce desecando una porción delpan á 160° por medio del baño de aceite, y exami-nando la pérdida de peso que experimenta, pues elagua que ordinariamente debe contener es de un40 por 400.

Las sustancias minerales que adicionan son elsulfato cúprico, el alumbre, los carbonatos potási-co, amónico y magnésico y la cal. La incineracióndel pan y la investigación en las cenizas de las re-feridas sustancias por los reactivos, es el medio másadecuado para resolver el problema. Adicionan elalumbre con objeto de que la harina absorba mejorel agua: se reconoce macerando en agua destiladala miga de pan por dos ó tres horas, filtrando el li-quido y adicionando amoniaco, que producirá unprecipitado gelatiniforme. El carbonato amónico sedescubre colocando el pan por espacio de docehoras en agua destilada, y la adición de la potasadará por resaltado el desprendimiento de amoniaco.

El sulfato cúprico que emplean principalmente enBélgica para simular una superior harina, cuya pu-nible alteración es tan nociva á la salud, se recono-ce sin más que humedecer con un pincel impreg-nado en la disolución de cianuro ferroso-potásico lamiga del pan adulterado, que dejará una huellarojiza. También se puede emplear el procedimientode Kuhlman, que consiste en incinerar 200 gramosde pan, tratar la ceniza por ácido nítrico, evaporar ásequedad, añadir agua destilada y proceder á la fil-tración. Después se adiciona un exceso de amonia-co , se filtra, se acidula ligeramente con ácidonítrico y se evapora. Esta disolución da, con el

cianuro ferroso-potásico y sulfhidrato amónico, losprecipitados rojo y negro, propios de las sales cú-pricas. El procedimiento que acabamos de indicardescubre mínimas cantidades de cobre, pero espreciso al emplearle no olvidarse de que hay trigosque contienen cobre, y en este caso hay que proce-der á una análisis cuantitativa más detenida.

La cal, que adicionan con objeto de que no seagrie el pan, se reconoce porque la maceracibn dela miga en agua convierte á este líquido en alcalino,y además en las cenizas se demuestra su presenciade un modo evidente. La adición del yeso y creta sereconoce con solo partir el pan, el cual nos presentaalgunos pequeños puntos blancos, que se notan pormuy corta que sea la cantidad adicionada.

III.

Hé aquí un líquido alimenticio cuyo generaliza-do uso hace necesaria la intervención de la cienciaen el reconocimiento de sus cualidades. Las altera-ciones á que se halla sujeta y las adulteraciones quécon tanta frecuencia se observan en él, son causasde que sea tan interesante su estudio y formen noescaso número de volúmenes los escritos relativosalas leches.

Este líquido es una emulsión natural, cuyos com-ponentes son, en general, caseína, grasa, azúcar,agua y sales minerales. Es alcalino, blanco, opacoy de sabor dulce, segregado por las glándulas ma-marias de las hembras de los animales mamíferos.Examinado al microscopio, se ve que tiene en sus-pensión partes sólidas llamadas glóbulos, cuyo diá-metro varía entre uno y cinco milímetros. A estosglóbulos es debido el color blanco, y ellos son losque, reunidos, como más ligeros, en la parte supe-rior, forman la crema. La materia grasa suspendidabajo la forma de glóbulos hace variar por sí sola lapesantez específica de la leche, y" después de sepa-rada por filtración, se encuentra que la densidadde la leche filtrada no varía sensiblemente, cual-quiera que sea la diferencia que presenten las mis-mas leches antes de la filtración.

La leche de vacas fresca, .abandonada espontá-neamente al contacto del aire, absorbe el oxígenoy desprende ácido carbónico, siendo el volumendel gas desprendido mayor que el del oxígeno ab-sorbido.

Reúne la leche todas las condiciones de un ali-mento^ completo, es decir, plástico y respiratorio:la parto nitrogenada está representada por el cáseo;la manteca y el azúcar representan los.alimentos nonitrogenados, y el agua y las sales las sustanciasminerales indispensables para la nutrición.

Las proporciones de estos diversos cueepos va-rian según una porción de condiciones. En primer

.° 187 J . OLMRDILLiV.- -ALGUNOS DE LOS ALIMENTOS MAS USUALES. 411

lugar, el régimen, y en general todas las reglas hi-giénicas, tienen una gran influencia en la compo-sición de la leche. Hay algunos alimentos que lacomunican su sabor, por ejemplo, las plantas cru-ciferas y los guisantes verdes; otros su color, comola raíz de rubia, el azafrán y algunas plantas delgénero indigófera; y los señores Parmentier yDeyeux han demostrado que la leche de una mismavaca ofrece diferencias marcadas en las diversashoras del dia, y alguna vez bajo la influencia de loscambios atmosféricos.

Respecto á la estructura de los glóbulos de la le-che, hay dos opiniones. Según unos, están rodea-dos de una envoltura untuosa que encierra la sus-tancia grasa; otros los han considerado desprovis-tos de cubierta y constituidos solamente por lamanteca que flota en el líquido, como sucede conél aceite en las emulsiones.

El alcohol y diferentes ácidos coagulan la leche, yalgunos añadidos en exceso redisuelven el precipi-tado primeramente formado, como tiene lugar conlos ácidos acético, clorhídrico y fosfórico.

Es la leche un alimento que conviene á la mayorparte de las edades, y se aconseja en ciertas enfer-medades, ya como medicamento, ya también comorégimen dietético en los convalecientes.

Expuesta durante algún tiempo á la acción delaire, experimenta una profunda alteración. De unliquido neutro ó insípido, se trasforma en una sus-tancia de sabor y reacción marcadamente ácidos.Este fenómeno reconoce por causa el haber expe-rimentado el líquido una fermentación conocidacon el nombre de láctica. El azúcar se ha cambiadopor la acción de un fermento, que es el cáseo, enácido láctico. Pasteur, cuya autoridad en la mate-ria es indiscutible, admite la existencia de un fer-mento particular, de una levadura láctica.

La leche recibe diferentes adulteraciones, que son:agua, almidón, goma, dextrina, carbonato sódico,pulpa cerebral, emulsión de almendras y de otrasbarias semillas. El agua, que es la más frecuente,sé reconoce por medio del lactóscopo, del cremó-metro y del lacto-densímetro.

El lactóscopo está fundado en la opacidad quelos glóbulos de grasa comunican á la leche.

El cremómetro es una probeta de 42 milímetrosde diámetro y 60 centímetros de altura, y cuya ca-pacidad es de dos decilitros. Esta probeta está divi-dida en medios milímetros, y lleva una escala gra-duada en cien centímetros, cuyo cero correspondeá la mitad del primer decilitro, y el grado cuarenta

'al limite de este decilitro. Para hacer el ensayo, sellena la probeta hasta el cero, y después so aban-dona á sí misma por espacio de veinticuatro horas.

•La crema se dirige á la parte superior, y debe for-mar en la leche pura una capa de diez milímetros.

El lactodensímetro es un areómetro que estágraduado convenientemente, y donde la leche puradebe marcar 30,8 de grado.

Las féculas se reconocen en la leche porque secolorean de azul por la acción del yodo ó del aguayodada. La emulsión de almendras ocasiona en laleche un coágulo de aspecto oleoso que mancha elpapel y los dedos.

Por último, la adulteración con pulpa cerebral,repugnante hasta el extremo, pero que la facilidadde cometerla y el proporcionar á la leche las apa-riencias do buena calidad, son motivos para que losencargados de velar por la salud y los intereses pú-blicos, se esfuercen en descubrir para castigar.Para hacer la investigación, se evaporan á seque-dad 100 gramos de la leche sospechosa, se pulve-riza el residuo y se trata por éter concentrado paraaislar la sustancia grasa. Medio gramo de esta gra-sa se calcina en una capsulita de porcelana, y elresiduo, en contacto con agua destilada, enrojeceráel papel de tornasol, debido al ácido metafosfórieoformado á expensas de la combustión de la grasafosforada del cerebro.

IV.VINO .

Es el producto de la fermentación del mosto ózumo de la uva en estado de madurez. Recien ex-traido es azucarado, pero pronto pierde su saborpara adquirir otro distinto, que es lo que se deno-mina alcohólico. Necesariamente la calidad de lauva ha de influir en la del vino, y la elaboración deeste líquido consta de varias operaciones, que son:la vendimia ó recolección de la uva, el despalilladoó separación del escobajo, la extracción del zumo,la fermentación tumultuosa, el trasiego y la fer-mentaciorLJenta.

La vendimia debe hacerse, siempre que sea posi-ble, en tiempo seco, y es, por consiguiente, condicion indispensable en la buena calidad del vino lamadurez completa de la uva.

El despalillado consiste en la separación de lospedúnculos, lo cual es necesario para evitar quelos vinos resulten astringentes.

La extracción del zumo se hace por expresión dela uva, que debe practicarse de un modo perfecto,porque de otro modo no se veriliea bien la fermen-tación.

Existen en el zumo de este fruto, entre otrosprincipios: glucosa, fécula, gluten, albúmina, agua,materia colorante aEul y varias sales. El vino varíaalgún tanto de esta composición, puesto que con-tiene agua, alcohol, azúcar que no ha fermentado,ácido acético, materia colorante y éter pelargónico,que es, entre otros, el que le da el aroma llamadopor los franceses bonquet.

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Los vinos se clasifican, según su color, en blan-cos y tintos. También se dividen en dulces y secos,según contengan ó rió azúcar sobrante de la fer-mentación; y.en espumosos ó no espumosos, enatención á contener más ó menos cantidad de ácidocarbónico que el que puedan disolver.

Los vinos so clarifican adicionándoles la albúminaó una disolución de gelatina.

Con relación á su color, se clasifican en tintos yblancos; con arreglo á la cantidad de ácido carbó-nico, en espumosos y no espumosos; por la propor-ción de azúcar, en dulces y secos.

También sufre el vino alteraciones, y es objeto defrecuentes falsificaciones. Su mala conservación, yla adición de diferentes sustancias, ya minerales,ya orgánicas, es lo que constituye las sofisticacionesdel vi»©. ••-

Para determinar la cantidad de alcohol que existeen los vinos, se emplea el procedimiento de GayLussac, ó sea la destilación de un volumen dado devino en un pequeño alambique, cuya operación nosdará el alcohol, y, por consiguiente, la riqueza delvino en este líquido. Este procedimiento se hallaventajosamente modificado por Salieron.

La evaporación del vino hasta sequedad nos daráá conocer las sustancias fijas adicionadas, que sedistinguen por sus reactivos especiales.

Una de las circunstancias que más influyen en elaroma de los vinos, es la edad, que se halla en ra-zón directa del mismo, así como también el esmeroen su preparación y conservación.

Sus efectos en la economía no son puramente lo-cales del estómago, sino que rápidamente irradia átodos los órganos, sobre todo al cerebro, cuya ex-citación produce hasta dar por resultado cuando seingiere en exceso, á la perturbación de las faculta-des intelectuales.

JOAQUÍN OLMEDILLA. Y PUIG.

EL DÍA DE MODA.

La moda es reina absoluta; lo avasalla todo, ab-sorbe todos los derechos; para ella no hay costum-bres, ni tradiciones, ni hábitos adquiridos. Dicta susórdenes desde trono ignorado, á distancia remota;se parece á Dios, porque está en todas partes é ins-pira temor sin darse á conocer. Como á la Providen-cia, se la conoce de oidas; poro ¿qué importa, si endiciendo ella lo hay que hacer, se hace?

Ella nos puso sobre la cabeza estos tubos de chi-menea que se llaman sombreros de copa; ella nosmanda llevar hoy el gabán largo, mañana corto, tan

pronto con mangas anchas frailunas como con man- •gas de bala forzada...

Pero mientras la moda solo se extendía á los trajesy sus leyes eran indumentarias, pase. Lo peor delcaso es que la moda, apoderándose de todo, ha in-vadido el terreno del arte, el de la ciencia: está enmoda el extracto de Liebig y la deliciosa Revalentaarábiga; está en mod'Atel ye'nero en la pintura; estáen moda el realismo en la escena, y hasta la mane-ra de oír las comedias se ha sujetado al capricho dela veleidosa deidad. Para oir una comedia con arre-glo al reglamento del buen tono, hay que oiría enun dia determinado de la semana; los demás dias noson de moda; la persona á quien le guste un dramaen viernes, es cursi, si aquel viernes, por ejem-plo, no es el dia de moda en el teatro donde la co-media se ejecuta.

«La señora de K... se queda en casa los lunes,»dicen sus amigos; y van á verla el lunes sin faltaporque es el dia de moda de la señora. Santo y bue-no que la señora de K... resuelva no tener mas queuna molestia cada siete dias, ó no proporcionarla,según los casos y las cosas; pero ¿qué utilidad pue-de reportar una empresa, de que el público acudacomo un solo hombre un solo dia de la semana?

—No, no es la empresa, me dice un empresarioal oido; es el público el que ha inventado eso.jYesono es moda, es economía.

¡Economía! ¡Yá! Antes las familias iban al teatrodos veces por semana, lo cual, efectivamente, saliamás caro... :

Aquí me interrumpe un espectador para haceruna declaración terrible.

—No vamos más que un dia á la semana, dice,porque para ver malas comedias hechas por maloscómicos, bastanicuatro tomas al mes.

Vuelvo á meditar sobre esta razón, que sería po-derosa si una señora que no recibe ni los lunes nilos martes, ni los domingos, no me dijera con ado-rable franqueza:

— La verdad es que vamos" el dia de moda alteatro, no por el teatro, ni por la comedia, ni por elautor, ni por los actores, sino porque se convierteel teatro en una soirée donde reina la más completaindependencia. Allí nos vemos todos y todas. Se luceel traje, se mira al novio, se habla de polí,tic#t secuenta lo que pasa; y consta que somos de los quepueden gastarse cuatro duros en una butaca.

Declaro que después de oir directa ó indirecta-mente todas estas razones, no sé por qué hay dia demoda.

Pero le hay; esto es indudable. Los lunes en laComedia; el primer turno del Teatro Real; los vier-nes de Variedades; los martes de Apolo...

Meditemos. El empresario aquel se equivoca.Asegura que el dia de moda es una economía;

íi*: 4 87 E. BLASCO. EL DÍA DE MODA. 413

pero en el momento en que la buena sociedad vatodos los dias al teatro ya no hay tal cosa. Yo biensé lo que es. La buena sociedad quisiera ir todas no-ches á todas partes, porque en Madrid existe la mo-aomanía de la diversión; en la imposibilidad de di-vertirse englobo, necesita repartir la semana; ycomo la buena sociedad en Madrid es un cuerpo,un instituto, un coro que tiene que ir siempre encorporación á las diversiones, ha hecho de las di-versioués moda inevitable.

No hay que dudarlo: eso que llamamos en Madridla gente conocida, ó á veces todo Madrid, 6 la bri-llante concurrencia, etc., etc., se compone de indi-viduos de ambos sexos que no se divierten si no es-fán juntos.

El Español de posibles, como dice el vulgo, no esfeliz en Paris, ni en Londres, ni en Viena. A los dosmeses de permanencia en una gran capital, se abur-re, se desespera y se vuelve á su Madrid... Pero noes la nostalgia en toda su pureza la que le trae; esque allí no lo conoce nadie, no repara nadie en sutraje nuevo; ni en su coche flamante, ni en el abo-nodel teatro, ni nadie le saluda, y se le pasan cuatroó seis dias sin encontrar á un conocido que diga:—Ahí va Fulano, conde ó marqués, ó banquero, bienacomodado ó bien vestido.—La sociedad de Madrides una botica. Cada frasco debe llevar en letras muygordas el nombre del contenido.

Si vais por las tardes á la Castellana, veréis siem-pre las mismas personas en los mismos coches, losmismos jinetes en los mismos caballos: esas mis-mas personas son las que estarán de fijo por la no-che en el Teatro Real (primer turno), ó en el Circo(lunes), ó en Apolo (martes), etc., etc. Esas perso-nas son las que constituyen la gente conocida. Elpúblico pasea en el Prado, en el Retiro, en la Mon-taña; va en una misma noche al Circo, al Español, ála Zarzuela, á Variedades, á Eslava, á Capellanes, ála Plaza de la Paja ó á la de la Cebada. Para ese pú-blico no hay lunes, ni martes, ni miércoles preferi-do; para ese público no existe dia de moda, porqueva al teatro á divertirse ó á olvidar sus penas. El diade moda es, pues, una necesidad personal de lasmil personas que no pueden gastar sin que lo sepansus parientes y amigos, que no pueden estrenar untraje sin que lo celebren ó envidien sus relaciones,que no pueden amar sin que la gente se entere, yque irlo pueden ser novios, amantes ó casados sinponerá disposición de su círculo sus afecciones, susamores, sus guiños, sus sonrisas, sus brillantes, susflores, sus blondas, sus pieles, sus manos, sus pies,sus brazos, sus hombros, sus bocas, sus ojos, y todolo que con, en, por, sobre ó para ellas se haee enéste picaro y deshonesto mundo, tan defectuosocomo cosa hecha en siete dias según una frasecélebre.

Ahora, con el permiso de todo el que tenga laimpertinencia de darse por aludido, examinemos elteatro en el dia de moda.

Tended la vista en derredor uno de esos dias enque la picara vanidad nos reúne en la sala de unteatro á todos los que voluntaria ó furiosamente (porque no hay fuerza motriz superior al amor propio)nos lleva á figurar entre la gente conocida, y notadconmigo un triste fenómeno económico, cuya solaobservación puede captar al cronista la enemistadde muchas gentes.

En un palco la duquesa de ***, cuya colosalfortuna conocemos todos; en otro el banquero***,cuyos innumerables millones son una verdad con-firmada; en otro un propietario acaudalado; en elde más allá un grande de España de los que aun nohan perdido ó malgastado sus rentas; aquí un ex-ministro a quien nadie negará su breve enriqueci-miento: todos esos pueden haber gastado durantetoda la semana diez veces más de lo que representasu palco, su coche, su vestido.

Pero fijémonos en los palcos de enfrente, en lasbutacas donde están mezclados pélemele los astrosy los satélites, los soles y las estrellas, la luz y elreflejo. ¿Quién puede explicarse que al lado delbanquero, enfrente del opulento duque, detrás delpropietario y delante del usurero figuren con idén-ticos trajes, en iguales asientos, con el mismo satis-fecho semblante, el modesto empleado de ditz milreales, la viuda sin pensión, el artista sin fortuna,el teniente de reemplazo, las hijas del cesante, laesposa del auxiliar, el vago de Oficio y el pollo sincarrera?

Y no hay que dudarlo: la misma modista hizo eltraje para la duquesa y para la comandanta; elmismo sastre viste al banquero y al auxiliar do ladireccionj^lo la misma tela es la falda de la granseñora y de la alegre viuda. Todos han tomado lascamisas de casa de Escribano, el frac de la do Cara-cuel, los guantes do la de' Arroyo, las botas de lade Cayatte, el sombrero de la de .Aimable. MadamaHonorine trabaja sin descanso dia y noche para to-das estas elegantísimas mujeres. La igualdad antela renta es asombrosa en los países en que no sepaga. Pues bien: declarémoslo con franqueza: alsolo anuncio del dia de moda, del turno brillante,todo el mundo quiere ser buena sociedad.

A medida que progresa la democracia, todo elmundo se viste de frac y se codea con el duque;conforme va desapareciendo el privilegio y el tra-tamiento, se multiplican los grandes señores. Laverdad es que cuando los palcos regios estaban va-cíos, cada palco parecía un trono. Somos muy demo-cráticos, pero desdichado del cronista que se olvidede nombrar á la señora progresista ó al milicianocon excelencia. ¡La guerra nos devora, las contri-

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bueiones nos arruinan, los donativos para los heri-dos no se acabarán nunca! ¡El cupón no se paga! ¡LaBolsa baja! ¡La cosecha se pierde! ¡Los madrileñosno tienen razón, mejor dicho, la han perdido! ¿Pueshay más que acudir al dia de moda para convencersede que cada uno es tan rico como el acreedor per-mite? Y ese dia de moda es Madrid retratado engrupo fotográfico, porque en cuanto Madrid se en-tera de que hay un dia en que la gente que va alteatro es distinguida, y de que tal vez el nombredel concurrente saldrá en letras de molde, no hayremedio, todos, grandes y chicos, altos y bajos, po-bres y ricos, nobles y plebeyos necesitan competir enrumbo y en posibilidad, porque el dia de moda es elresumen de la inmoralidad presente y de la ruinatotal futura. Es la soberbia de los grandes luchan-do en las postrimerías de una nación con la envidiade los pequeños.

EUSEBIO BLASCO.

M I S C E L Á N E A .

Las pirámides de Egipto.

Un viaje á las pirámides es ciertamente en lavida de un hombre un acontecimiento tan notable,que difícilmente puede,ser superado por otro en lossentimientos que produce y en las emociones quecausa. Aquellos inmensos monumentos que descan-san sobre una área de medio millón de pies cuadra-dos, y que tienen hasta sesenta pies más de alturaque la torre de la catedral de San Pablo, en Lon-dres, no pueden menos de despertar en el hombrecivilizado un tropel de emociones insólitas y fuer-tes. Añádese, además, á sus dimensiones titánicas,las sepulturas que llevan en su seno, sepulturas glo-riosas de reyes, conservados por un secreto indes-cifrable y que aumentan con sus lúgubres presen-cias la majestad del monumento. Nada hay, enverdad, de más imponente y admirable, y aunquemás pigmeas comparadas con las pirámides de Dios,con los Alpes, la mano audaz del hombre no ha po-ilido elevar más la cima de cualquiera otro edificio.Todos las admiran. El peregrino que se acerca á subase, se siente al instante sobrecogido de una ciegaadmiración, cuando fija su vista en esas montañas,misteriosas como el gran Esfinge, y que parecenser la idea de Dios con las formas de los cíclopes.Abraham, José, Moisés, el Éxodo, el Egipto de losFaraones, de los Tolomeos, de los sarracenos, delos turcos, todo acude en tropel á la memoria,toda la historia se desenvuelve al calor de un tanmagnífico recuerdo, y nadie se dispensa de repetirallí la frase elocuente con que el gran Bonaparte

encendió el valor de sus legiones:» ¡Soldados, de laaltura de esas pirámides cuarenta siglos os con-templan!»

La más notable y á la vez la más noble y curiqsade todas, es la gran pirámide de Cheops, y después lade Cephreu. Según Herodoto, que no es sino el ecode la tradición, los egipcios emplearon á la vez cer-ca de 370.000 hombres para construir la gran pirá-mide, y el coste solo del alimento de los obreros as-cendió á d.000.000 de pesos. Sin embargo, como lamejor y más" severa investigación histórica puedetal vez notar en esta relación de Herodoto algunasinexactitudes, es de temerse que el historiador deGrecia haya incurrido en alguna exageración. I,Qque la gran pirámide fue en su origen, respecto desu forma y sus adornos, es difícil determinarlo hoy,porque el vandalismo de los griegos, de los roma-mos, y sobre todo, de los sarracenos, la ha despo-jado de sus pulidos adornos de granito. Asimismo,el colosal Esfinge, esculpido en la base de la pi-rámide, no es sino una ruina elocuente de lo quefue, cuando entre sus patas de león, de cincuentapies de largo, se elevaban sacrificios á la divini-dad. No obstante esto, tanto y tan majestuoso essu aspecto, que aún causa gran impresión verle enreposo contemplando las márgenes del Nilo y lainmensidad del desierto, como símbolo de la sobe-ranía, de la fuerza y de la inteligencia. Según algu-nos eruditos anticuarios, este titánico Esfinge no esotra cosa que la representación del dios Horo, hijode Isis y Osiris, y que con objeto de vengar lamuerte de Osiris, dando muerte al enemigo Tifón,asumió la forma del monarca de las fieras con ca-beza de hombre. Los árabes llaman el Esfinge Aíoo-el-hol, Padre del terror 6 de la inmensidad. Recuér-danos el Esfinge siempre aquellos misterios de laeternidad: «Ó moriremos nosotros, ó Islam se mar-chitará; pero siempre esa roca que no duerme vigi-lará las obras de otra ocupada y nueva raza, con losmismos ojos tristes y coa el mismo sempiterno re-poso. Tú no osarás burlarte del Esfinge.»

Volvamos á la pirámide. Ascendiendo á la elevadacima, deleitase la vista en el panorama que se ofre-ce al viajero. El gra-n desierto se desenvuelveá nuestros pies y se pierde entre las nieblas de unhorizonte gris, y el contraste que con su monótonaaridez forman las florestas fértiles del Nilo, es de lojiiás bello que puede uno imaginarse. Además, sedi.yisa desde la altura de la pirámide un paisajeq¡ue no tiene rival. Aquí corre mansamente el ma-jesluQSQ, rio; allí se ven las graves palmeras, y máqlejos, Ja ciudad del Cairo con su fortaleza, sus pa-lacios y sus mezquitas. Pasando ahora de la cúspide,de la pirámide al centro, se vuelve uno espectadorde otra escena, que,,¡aunque de distinto género alaanterior, no és menos sorprendente y solemne.

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Aquí, lo que impone al ánimo estupefacto es el mis-terio de la muerte y la eternidad. Piazzi Smith, elcélebre egiptólogo, ha notado en el interior de estereal mausoleo tal y tan justa simetría, que, segúnél, sólo un gran adelanto en las ciencias geométricay astronómica pueden producirla, y cree el mismoautor que el designio de las pirámedes fuó la reve-Jacion divina. En esto, sin embargo, difiere el ilustreegiptólogo de todos sus colegas, quienes las creendestinadas á ser sepulturas de reyes y principes, yapoyan esta.aseveración en el hecho de encontrarsetoda pirámide situada en un necrópole y de ser susapariencias las de los depósitos de momias, sin ven-tanas, sin puertas y sin apertura externa alguna-tina observación oportuna y juiciosa de MariettaBay, la presente superintendente délas antigüeda-des egipcias, prueba de un modo concluyente quetampoco fueron las pirámides destinadas al estudiode la astronomía. «El hecho, dice Marietta Bay, deque sólo una de las pirámides tiene cuartos accesi-bles para observaciones astronómicas, prueba sindisputa alguna que este no fue el objeto á que enStt origen fueron destinadas las pirámides. ¿Y serájusto creer que su objeto fuó la idolatría? La ausen-cia completa de vestigios idólatras en las pirámides,demuestra hasta la convicción que en Egipto existióel monoteísmo, y aunque es verdad que se conocíael Esfinge, está ya fuera de toda duda que este exis-tía mucho antes de la construcción de la pirámide.»MIComo todos los edificios de Egipto, las pirámi-des deben su- principal interés á sus dimensionescolosales, á su edad y al lugar pintoresco en queestán sitifadas. El arte no preside á ninguna de susobras. Las ruinas de sustemplos, de sus tumbas yde sus palacios, embargan la atención, tanto por eltamaño cíclope de sus dimensiones, como por eltrabajo que la trasportación de esas inmensas pie-dras debió haber costado; pero tOjdo.S ¡los edificiosestán vedados de gracia ú ornato, artístico y hartodesfigurados por los signos toscos de la más bajaidolatría. El ánimo vacila entre un sentimiento deadmiración que despiertan sus formas gigantescasy otro de desprecio para el pueblo que profanabasus obras con los cultos del p.aganismo. Ranas, ga-tos y cocodrilos, tales eran sus dioses; y si en unatumba sublime encerraban los restos .mortales de-sús monarcas, también al lado levantahan otra nomenos notable á su toro Sahara. Es de creerse tam-bién que en tiempos de la construcción de las pirá-mides, el más absoluto despotismo y la más servilesclavitud reinaba en Egipto. El rey y el sacerdotemanejaban al pueblo cual si fuera una manada demansos corderos. Era el hogar de la servidünbre,como dice la Biblia hablando del Egipto en tiemposde Moisés.

Difícil es y quizás hasta imposible descifrar el mis-

terio de la antigüedad y descubrir la fecha exactaen que se construyeron las pirámides, y el nombreque les. dieron los egipcios. Sábese solamente queesta eosiumbre de elevar pirámides sobre las sepul-turas de los reyes no duró sino hasta el año 2.000antes de Jesucristo. Exceptuando algunas muy rarasy pequeñas que se levantaron en Tébas, ni una solapirámide ha sido construida en Egipto después deesa época; pero, en cambio, 700 años antes de Jesu-cristo, so introdujo esta costumbre en Etiopia, yaun pueden verse en la isla de Meroe, y en los ce-menterios inmensos de Barkal, formas de pirámides,no solamente reservadas á la tumba de los reyes,sino á las sepulturas de todo habitante de aquellascomarcas. Es de creerse, según las investigacionesde todos los egiptólogos antiguos y modernos, quelas principales pirámides de Egipto fueron levantadas entre los años 3.500 y 2.400 antes de la eracristiana. Las de Abou Roasch, de Ghizeh, de Abou-sir, de Sahkara y de Dasheour fueron destinadas álas dinastías de Memphis. Las más antiguas, las deDahscour, á la tercera dinastía; las, más grandes,que son las de Ghizeh, á la cuarta; á la duodécimala de las cercanías de Fayoum, y el resto á las demásdinastías. Cosa rara que Hornero no haga menciónde ellas, ni aun la Biblia, que solo en el libro de Jobhabla de un charaboth, palabra hebrea que significa«sepulcro elevado» ó pirámide, de pirami, altura.

Cualesquiera que sean en la actualidad la degrada-ción y el atraso del moderno Egipto, el estudio bí-blico encontrará siempre en sus pirámides y en susruinas una fuente inagotable de instrucción y derecreo. En las márgenes del Nilo es donde puedenleerse con ventaja los libros de Moisés, del granprofeta que allí encontró su cuna y sus altares, ysiempre visitará el estudiante con interés la tierraantigua donde Dios escogió á su Hijo y que tantosservicios aprestado al cristianismo con la sabiduríade Orígenes, el más profundo escritor de la Iglesia,y por la influencia de la ortodoxia de Atanasio.¡Ojalá que la Iglesia disipe las tinieblas de la tierradel Nilo!

La beldad en la vejez.

La historia está llena de relaciones acerca demujeres fascinadoras cuando ya habian cesado deser jóvenes. Entre otras muchas, pudiéramos citarel caso de Helena, esposa de Menelao, que pasaba delos cuarenta años de edad cuando cometió el es-cándalo de fugarse con Páris, y fue causa de la fa-mosa guerra- de Troya. Y como esta duró diez años,no.podía ella ser joven cuando el amántese la de-volvió al marido, quien se dice la recibió lleno degratitud y abrasado de amor por su infiel mitad.

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Perícles se casó con Aspasia cuando esa cortesanacontaba treinta y seis años de edad; y se afirma quepor otros treinta ó más mantuvo alto el cetro de subelleza peregrina. Cleopatra tenía treinta años cuan-do Antonio, el vengador de César, se rindió á suspies, perdidamente enamorado desús encantos,du-rando su amor por ella mientras le duró la vida, esdecir, diez años después de haberla visto por la pri-mera vez. Livia tenía treinta y tres cuando conquis-tó el amor de Augusto, sobre el que mantuvo un do-minio sin igual hasta su muerte.

Pero si volvemos los ojos á los hechos más mo-dernos de la historia en que es posible verificar lasfechas con mayor exactitud, encontraremos el ex-traordinario de Mad. Poitiers, quien contaba treintay seis años de edad cuando arrebató el corazón deEnrique ÍI de Francia, entonces duque de Orleans,y justamente diez y seis años menor que ella. Hastala muerte de éste y ascensión al trono de Catalinade Mediéis, se consideró la Poitiers como la primermujer de la corte y la más hermosa de su tiempo.Contaba Ana'cle Austria treinta y ocho años de edad,cuando los ésovitores contemporáneos se unían parapintarla como la reina más hermosa de Europa,siendo admiradores celosos de ella personajes de nomenor cuantía que Buckinghan y el cardenal Riche-lieu. La Nirian de Léñelos, célebre por su beldad ysu chiste, fu'é el ídolo de tres generaciones de la ju-ventud más granada de la Francia, y tenía setenta ydos años cuando se enamoró de ella el abad Berais.Verdad es que en el caso de esta señora concurríala más rara combinación de cultura, talentos yatractivos personales, que parecían haberla revesti-do'con el don déla eterna juventud.

Blanca Cabelló había cumplido los treinta y ochoaños de su'edad cliando cayó cautivo de sus encan-tos el gran Francisco de Florencia y se casó conella, no obstante que le llevaba cinco años. Luis XIV,asimismo, se casó con Mad. de Maintenon cuandoésta contaba cuarenta y tres años de edad. TeníaCatalina 11 treinta y tres años cuando se apoderó deltrono de Rusia y ganó el corazón del bizarro gene-ral Orloff. Hasta la hora de su muerte, á los sesentay siete de su edad, parece cierto que ella conservólos encanto:? que hicieron eterno su reinado sobrelos corazones de los hombres más célebres de sutiempo y cuya pérdida lamentaron sinceramentetodos cuantos la conocieron y trataron. La señoritaMars, famosa trágica francesa, no llegó al apogeo desu belleza y poder sobre los contemporáneos hastaios cuarenta ó cuarenta y cinco años de edad. • Porese tiempo eran objeto de elogio y de admiracióngenerales lo bien Corheado de sus brazos, y sobretodo la lhnda estructurare sus manos. Cuando Bar-ras fúé lanzado del poder, tenía la célebre madamaRecámier treinta y ocho años de edad, y por con-

sentimiento general de Europa era la mujer máshermosa que existía entonces, concepto en que sela tuvo por quince años adelante.

La flauta primitiva.

Ateneo, en el Geipnosoíista, hablando de la flautahecha del hueso de la canilla del cabrito, aseguraquefuó invención de tebanos de Grecia, y que la ele-fantina, ó de marfil, la taladraron los fenicios. Segúnlos clásicos griegos, también se hicieron flautas dehuesos de asno, que se dice son muy sólidos, y po-seen cualidades especiales para dar tonos llenos ymelodiosos.

El doctor Schliemann, en sus excavaciones enHissarlik en busca de las ruinas de Troya, descu-brió una flauta de hueso ricamente ornamentada;Según se afirma, las flautas de los araucanos, al ex-tremo meridional de la América, estaban hechas delos huesos del antebrazo y de la pierna de los pri-sioneros ofrecidos en holocausto á sus dioses. Losindios caribes de las islas y del continente america-no empleaban al principio huesos humanos, y en éldia los de jaguar, para esos instrumentos. Teníanlos suyos tres agujeros, y, como la flauta débambú de los indios de Guayana, se toca soplandocontra la orilla del agujero principal. ;

En el museo nacional de Washington existe una1

flauta de Guayana decha del hueso del muslo de untigre americano. Los indios Uapó del Brasil hacenpífanos y flautas de carrizos y de huesos de venado,habiendo visto Wallace un silbato hecho del huesode la cabeza de dicho animal. De esa misma sustan-cia son los flajolés del Brasil, compuestos, por tér-mino medio, de 2 huesos de 12 pulgadas de largo ytres octavos de pulgada de calibre, unidos con hilosexquisitamente tejidos y formando obra graciosa.Detras de la parte inferior del instrumento estánabiertos los agujeros para lps dedos. La boquillapara soplar está formada de un cono de cementoresinoso, cuyo camelon se va elevando hasta el cen-tro del tubo.

Los silbatos de los kafir se hacen de hueso ó demarfil, y se tocan soplando á la manera que se silbacon el hueco de una llave, mientras se sujeta élinstrumento al borde del labio inferior. Las flautasdo los Mahoris se hacen de los huesos del muslohumano, prefiriéndose el del enemigo. Dos especiesde caramillos antiguos peruanos de hueso, tenían'cinco agujeros para los dedos, y otro, de hueso hu-mano, cuatro.