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Tenemos FuTuro $5.000 MATERA Issn: 2145-9746

Revista Matera 2: Futuro

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Una revista sobre el futuro. A magazine about the future.

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Tenemos FuTuro $5.000

MATERAIssn: 2145-9746

Número 2

MurielAlain Resnais (1963)

A Matera llegan las cosas. Como esta película Muriel, tan famosa y demás, que nunca habíamos visto, que pusimos por primera vez la otra noche. Y resultó ser increíblemente apropiada para este número, tan sobre el presente, el pasado y el futuro, sobre cómo la consciencia navega ahí en medio de todo, medio confundida, medio extrañada, medio a gusto y medio a disgusto.

Y hay una parte casi al final que acá ponemos. No tiene nada que ver con lo sucedido antes y al ponerla no le dañamos la película a nadie. En esta parte el personaje de cara alargada canta esta canción sobre cómo pasa el tiempo, sobre cómo uno es joven y luego, sin saber cómo, ya tiene canas e hijos.

Nos toca ponerla sin mú-sica y sin mayor explicación. Dejándolos sólo con la recomenda-ción de que vean Muriel. Advir-tiéndoles que los subtítulos del dvd pirata que se consigue por ahí están mal sincronizados, hacién-dola aún más difícil de entender. Pero es increíble. Con decirles que la noche cuando comenzamos a verla soñamos con ella.

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Tercer ojoNatalia Valencia

“Pensaba que si algún día lograba despertar su tercer ojo, ojalá que éste saliera bonito y natural, incluso con un toque de sombras rosas celeste. Que su clarividencia del futuro y el pasado no fueran a afectar su impecable look del presente”.

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El futuro a la manoMaría Isabel Rueda

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Era un señor apreciadoA quien le gustaba reír acostado.Su esposa también se reíaHasta tener dolor de barriga.Ahora ambos están muertosYa no hay risa, sólo silencio.

Rimas de futuros lúgubres

Cuando vivía, leía y pensaba,Ahora está muerta y no piensa nada.

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Unos niños encontraronSu calavera en un isloteY, sin entender lo que hacían,Le dibujaron un bigote.Ahora, por fin, descansa él en paz,Necesitaba un bigote para irse de acá.

Era bonita, inteligente, exitosaLa gente la veía y decía “qué hermosa”Tenía un Blackberry que no paraba de sonarY un sueño recurrente de ahogarse en el mar.El día de su muerte le mandó a sus amigosUn mensaje de texto donde agradecía lo vivido.

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Lo que el futuro traerá

Lo que el futuro traeráEs cualquier cosa,Lo que le quepa, lo que se pueda.Lo que el futuro traerá,Un zapato alcanzando al otroEl aire entre el cielo y los pulmones.Lo que el futuro traerá,Un amor inmortalY la temporada de lluvias.Lo que el futuro traerá,Una caja de pinoY un letrero a la posteridad.Lo que el futuro traeráEs cualquier cosa,Lo que le quepa, lo que se pueda.Lo que el futuro traerá…

Las Malas Amistades

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La canción en http://myspace.com/malasamistades

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L. nunca llega (dos versiones)Alejandro Martín

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Y no dejo de esperarla.

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Son las ocho de la noche. Hace dos horas fue la última vez que hablamos por teléfono. Me llamó de donde sus padres y me dijo que ya había llamado al taxi. Desde allí hasta aquí, hoy domingo, no son más de veinte minutos. La llamo al celular y no contesta nadie, parece apagado. ¿Debería preocuparme? ¿Debería llamar a alguien a ver si saben donde está? Me da cosa llamar y preocupar a su mamá. ¿Por qué será que me pone siempre en estas? Habíamos hablado al mediodía y me dijo que venía después de almuerzo. Me tiré en la hamaca porque imaginé que tardaría un poco más. Bien pasadas las cuatro volvió a llamar. Con voz de que el almuerzo no había sido muy suave y que había necesitado una siesta después. ¿En serio quieres venir? Sí, sí, voy para allá. Una hora después volvió a llamar. Esta vez con voz de capricho, con voz de quién sabe qué tragedia. ¿Cuál historia estaría detrás de todo esto? Eso me lo tenía que preguntar ahora. Allí debía estar la razón de la nueva desaparición. ¿Pienso eso y me quedo tranquilo? ¿O llamo? Yo ya debería haber aprendido. ¿Será que no me preocupo? ¿Por qué será que tenemos que preocuparnos por los taxis? ¿Sí es probable que pasara algo? Si hubiera pasado algo, ya se sabría. ¿Qué hacer? Llevo todo el día esperando. Y si bien toda la tarde la pasé bien, porque sabía que no llegaría pronto, ya me empiezo a cansar. Dormí siesta, leí. Incluso pensé en llamar a M. y hacer otro plan, pero luego, ¿qué hacer si L. aparecía? Pero no, ya tenía ganas de verla. Y hoy era un buen día para no hacer nada. Pero debo confesar que desde la última llamada no hago más que esperar. Ese plan que me divertía de ver cómo L. posponía la cita una y otra vez había deja-do de ser divertido. Ya llevo una hora que no hago más que esperar el sonido del timbre. ¿Llamo a ver si pasó algo? Ya alguna vez termina-mos su familia y yo esperando que apareciera. No puede ser que caiga otra vez en lo mismo. No ahora que la conozco tan bien. Sin embargo, aquí estoy, una vez más, esperando...

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Los Diarios de MusilRobert Musil

Entonces el tiempo pasa y lo que era presente se vuelve pasado y lo que no era se vuelve presente. El futuro sale de su lugar, donde estaba guardado y se presenta en el escenario diciendo “ya llegué, es mi hora, aplaudan porque llegué y me han estado esperando todo este tiempo”. Pero cuando llega ya es el presente y no hay aplausos porque en un parpadeo ya es pasado y llegó otro pedazo de futuro promovido a pre-sente que pide aplausos y así. Y esto no lo escribió Musil, porque Musil escribía distinto, pero es la razón por la que ponemos acá dos trocitos de sus diarios.

El primero corresponde a una de las primeras entradas de la edición gringa de sus diarios (es una edición muy bien diseñada que Basic Books publicó en 1999), escrita cuando tenía 22 años. Y la última corresponde a la última, que escribió a los 61, pocos meses antes de morir. Entre esas dos entradas pasó la vida de Musil que dejó, además de una decena de cuadernos autobiográficos, una novela monumen-tal e inconclusa y otras obras varias (novelas cortas, cuentos largos, ensayos) todas inteligentes y penetrantes.

Son maravillosos los diarios en general y los de Musil en particular. Qué impresión la disciplina de la gente que se dedica a escribirlos con constancia durante tanto tiempo. Hasta los malos muestran eso: el futuro que nos cae en el regazo a todos. Porque en ese transcurrir de días se ve el presente que se va renovando poco a poco, el futuro que se hace presente y que se va gastando hasta terminarse y dejar a la persona vuelta cadáver.

Y los diarios de Musil, con esa inteligencia, dan el placer adicional no sólo de mostrarnos el futuro que se materializa (un futuro que en su caso incluyó la desintegración del imperio Austro-Húngaro, a Hitler y la Segunda Guerra Mundial) sino de un entendimiento del mundo que se va puliendo en el tiempo. Como si el futuro, en algunos casos, refinara la inteligencia para volverla sabiduría. Aunque quién sabe con Musil. De pronto era sabio desde siempre.

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20 de febrero 1902

La fórmula eterna, la llave de este mundo y el próximo. (Ay, Robert, ¡¿por qué usas, para cosas que te son tan indiferentes, palabras tan cargadas?!), ¿La descubrió Kant, la descubrió alguien más? ¡¿Será que alguien podrá encontrarla jamás?!

Nunca terminé de leer a Kant, pero eso no me quita el sueño en las noches, ni tampoco siento que deba morir avergonzado porque otro hombre ya entendió el mundo en su enteridad.

Hay verdades, pero no verdad. Muy bien puedo declarar dos cosas opuestas y tener razón en ambos casos. No es permisible sopesar ideas, unas contra otras –cada una tiene una vida propia. Cf. Nietz-che. Qué fiasco es cuando uno intenta descubrir algún sistema en su trabajo excepto en ese espíritu que el hombre sabio escoje como guía.

Hay otra especie compuesta por aquellos que amaron mucho –Cris-to, Buda, Goethe– yo mismo, en esos días de otoño cuando estaba enamorado de Valerie.

Estos no buscan cualquier verdad, pero sienten que algo en su inte-rior se está aglutinando para conformar un todo.

Hay en esto algo puramente humano –un proceso natural.Y gente así puede equilibrar una idea contra la otra, porque esa

cosa nueva que les crece por dentro tiene raíces fastidiosas.

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6 de noviembre 1941

Una mañana, acompañada, tierna, de hecho, pero sin c[oito].¿Cómo fue en todos esos días, en todos esos años? ¿Cómo estaban

colocadas las camas en todos esas habitaciones? ¿Qué fue lo que sucedió como preámbulo incuestionable? ¿No había un sentido de sa-ciedad, de exceso? A veces una o dos señales de esto, pero post [coito]. ¿Cómo sucedieron las transiciones?

En todo caso, el matrimonio que sigue intacto tras décadas sirve de ejemplo.

Quedan pocos detalles en la memoria. Los que quedan se han vuel-to líricos: la dorada “fruta del higo” en la sábana blanca de la Calle M[artin] L[utero]. La cobija verdosa-azul debajo de ella. La luz de gas.

El cáliz escarlata de retoños. Ver el poema, el pasaje en “Grigia” con su efusión lírica.

El cabello negro en la funda de la almohada en Weißgerberstraße. La cabeza con las trenzas negras una mañana en la ventana en la habitación contigua en Lofer. No queda nada de muchos lugares: Venecia, Lavarone, Pergine, Schüsselgasse y Schlösselgasse, Koserow, etc.

A pesar de eso, sin dudas sobre ser gente sexual y erótica.Se ha vuelto parejo y equilibrado, incluso estadístico.En retrospectiva, ¿cómo se ve? Esto es parte del significado mismo

de la vida. Nos volvemos a despertar para nosotros mismos en un sentido

virtualmente estadístico. Nos observamos a nosotros mismos según las características del promedio. Ocasionalmente revitalizados por la manera en que el espírituo, también, ha tenido su porción de vida.

[…] Historia personal con la historia de la “Idea”. El momento apro-piado en Suiza durante la batalla de Moscú.

¿Cómo podemos identificar lo que tenemos de estadístico en rela-ción con lo que tenemos de individual?

Una perspectiva de interés general: ¿cómo cambia una relación bajo la influencia de la sexualidad entre la juventud y la vejez?

El cuerpo femenino expresivo y más hermoso. (Reflección sobre algunos poemas). Lo que debe sufrir. Como sustituto, pertenecer jun-

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tos. La ternura de la vida posterior. La importancia de la piel delicada y otras cosas. Cf. Los éxitos del viejo N[inon] d[e] Lenclos. Lo que se pierde cuando la belleza desaparece; lo que, incluso en términos físi-cos, es más permanente; de hecho, más importante que la belleza.

Cuando uno es joven, uno es más exigente, más crítico –y más suceptible a las decepciones. Lo que me inhibe a mí es ese condenado poema de Goethe en Fausto, Parte II, “Philemon y Baucis”…

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El primer viaje de este recorrido fue Madrid-Argelia. Corrí metro arriba y metro abajo por Madrid pues suponía que iba 10 minutos tarde. Llegué al check-in preguntando con la neurosis propia del o la artista que le ha tocado producir, gestionar y escribir además de hacer arte. Pregunté cual era exactamente la fila pues no la vi anunciada y entre un grupo de gente una voz me dijo “tranquila que de ahora en adelante el tiempo cambia”. Esta primera referencia al tiempo colombiano me dejó un poco confundida pues parecía la clave para entender la entrada a la cueva de Alí Babá. Desubicada en medio de artistas europeos (¡sobre todo españoles!) fui con Andrés por una one euro hamburguer y una Coca Cola, eso sí, muy camuflada para no herir susceptibilidades activistas.

La primera demora fue de 3 horas más o menos, las cuales aguanté dificultosamente pues el día anterior (solo hasta el día anterior) había conocido lo que es la marcha española y me había llenado ansiosa-mente de cerveza y de chorizo. Me monté al avión Madrid-Argelia, vuelo muy corto y agradable pues un argelino a mi lado me cuidaba “como un caballero”, preguntándome cada dos minutos si estaba bien, justo antes de que me fuera a dormir. Igual, la compañía fue buena, pues me enteré un poco de la situación de Argelia a través de una persona que había emigrado desde ahí en los años ochenta a bus-car trabajo en España y cada tanto, por nostalgia, iba a visitar su fami-lia pues “a pesar de vivir en España nunca dejaba de ser argelino”. No solo el audio influyó en mis memorias de ese momento, sino también un pollo (frío pero “pollito”) que sirvieron en medio de turbulencias.

El avión aterrizó en el aeropuerto de Argel, un aeropuerto lleno de palmeras -y policías- y pájaros que cantan igual que los loritos pero que no eran tal. Muy vigilada hubo una segunda demora de varias horas, la cual amenicé con una caminata por el aeropuerto en un atar-decer muy bonito. Mi participación en el taller del Sahara Occidental de alguna manera representaba un paso de una búsqueda un poco muy vanguardista de mi futuro como artista (y pasado como persona). Llamaron al segundo avión Argel-Tiduf, pero antes debimos (aquí ya empezamos todos los invitados al taller a constituirnos como masa) pasar por donde estaba parqueado el avión, a reconocer cada uno

Clínica dientes falsosCatalina José Renjifo

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su maleta y subirla cada uno a un camión, pues los de la agencia no querían que pasara lo que pasó en el primer vuelo, donde había una maleta sin dueño que nadie supo cómo llegó al equipaje.

Cuando llegamos a Tinduf nos recibieron con otro papelito de inmigración para llenar, pues este territorio aunque es de Argelia es el que acoge los campos de refugiados del Sahara Occidental, que está esperando en el futuro, según el derecho de autodeterminación de los pueblos, hacer un referendo para constituirse legalmente como país y volver por antiguos territorios actualmente ocupados militarmente por Marruecos con acceso al mar, minas de fosfato y otros minerales muy apetecidos.

Las maletas salían por un huequito, se iban amontonando una por una y una masa trataba de seleccionarlas. Unos carros, que creo dije-ron que se compran en el estrecho de Gibraltar, nos recibieron y nos llevaron a la tercera parada, que eran los campos de refugiados donde las chicas saharauis nos recibieron con un té a las 4 de la mañana.

Dos días estuvimos allí y nuestros amigos presentaron trabajos que habían estado desarrollando por dos semanas. Luego cogimos otros de esos carros vía Tifariti cruzando el desierto en un recorrido de 8 horas en medio de saltos que a la final no me molestaron pues me traían a la memoria los mismos saltos que uno da en la lancha para ir de Buenaventura a Ladrilleros por mar o en el bus de Cali a Quibdó por tierra. Llegamos a Tifariti, un territorio militar, que busca ser ciudad, medio abandonado como de película de zombies, donde no llenamos más papelitos y yo después de todo y por arte de magia (después de varios meses en Berlín) me sentía como en familia.

¿El futuro? ¿Son mis predicciones, siem-pre negativas, de lo que podría pasar? ¿O son el resultado final de mi actual pasado, que son futuro del pasado aún más atrás en la fila? Pero el tiempo no es una fila, es una burbuja del tamaño de mi cuerpo, que ahueca o consume, como un túnel de hormiga, una masa sólida de existencia.

Mi futuro está potencialmente frente a mis ojos. Mis hijos reflejan una especie de futuro.

Puedo determinar mi futuro, por ejemplo, comprando tiquetes de avión que me lleven algún día de vuelta a Colombia. Así como una vez compré tiquetes para ir a Camerún donde ví la valla de una Clínica Dental que advertía a quien quisiera leerla que si uno era falso con sus dientes, ellos serían, a su vez, falsos con uno...

Pienso en esa clínica y veo que mi idea del futuro está informada por mi pasado, y que mi futuro real tal vez esté determinado.

Y pienso también que, incluso si uno no es falso con sus dientes, llegará el día en el que ellos serán falsos con uno.

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Luisa Roa

Llegó el futuro

Cuando entendí qué era el futuro, vivía en un pueblo donde esa pala-bra no tenía mucho sentido. Los días eran casi idénticos, a excepción de las mañanas en que una vaca de las que andaban sueltas por ahí se comía las flores que mi tía trataba de sembrar o se cagaba frente a nuestra puerta. Las vecinas charlaban tranquilamente sobre los mismos temas, creo que si alguien les hubiera preguntado sobre el futuro no habrían podido responder. Así que en un colegio de mojas, en jornada diurna, en un salón con olor a talcos y orines, tratábamos de entender el tiempo futuro. Me sorprende que esa idea exista en mi cabeza, y me pregunto si existirá en la cabeza de otros. Creo que hay lugares donde la gente no piensa en eso, o por lo menos no como nos enseñaron a algunos: proyectándonos en años y llenando este tiempo de expectativas. En el pueblo en el que yo vivía el futuro era una idea más bien inmediata, a corto plazo; estaba más conectada al presente y a necesidades muy puntuales: me parece que la biología determinaba todo este asunto, ya que estaba marcado por el destino de los cerdos, las gallinas y las vacas cuyo único futuro posible, después de crecer y engordar, era el matadero. Cuando empecé a tener expectativas mi corazón se rompió. De este tiempo idílico de vacas impertinentes y vecinas chismosas pase al tiempo de la decepción. De ahora en ade-lante desearía cosas y el futuro se aparecería ante mí como un lugar nublado, resbaladizo, donde sostenerse sería muy difícil.

Entonces llegó el futuro y yo no sabía muy bien qué hacer con él. A mi alrededor muchas personas de mi edad ya lo vivían y amaban y odiaban según las circunstancias, y hacían planes y se preguntaban entre ellas qué pasaría en unos años. Yo permanecía sentada mirando a la gente y pensando en el futuro como una idea rara que traspasaba mis propias manos. Era extraño saber que estaría en otro lugar, que mi cuerpo cambiaría, eso me producía mucho miedo, sobre todo en un lugar donde nada cambiaba, pues las monjas de mi colegio siem-pre fueron viejas, desde que llegue a los cinco años hasta cuando me fui a los 16. A ellas en apariencia no les importaba el futuro, así que

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en un ataque de pánico llegue a considerar que lo ideal sería hacerme monja. Pero ese pensamiento no duró mucho, ser viejo por anticipado no me animaba.

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En el colegio siempre fui invisible, me costaba mucho trabajo hablar; es más, no tenía nada que decir; siempre estaba sorprendida por las ideas, me parecían muy raras. Primero nos hablaron de los misterios del rosario; las monjas nos contaban hechos inverosímiles sobre la vida de la Virgen y Jesús y luego nos decían: bueno, es mejor no pensar mucho en eso porque es un misterio. Y así también era el futuro, era un misterio, pero se especulaba sobre él. A las chicas que tenían ciertas habilidades les auguraban una profesión: tú vas a ser médico, por ejemplo. Pero yo no parecía tener alguna habilidad, no era mala pero tampoco excelente, así que mi futuro no existía, o por lo menos como un espacio sobre el cual decir algo. Me di cuenta de que el futuro podía ser cualquier cosa, igual que los misterios. Después de mi sorpresa ante este tiempo tan ajeno a mi vida, aproveché el hecho de que el futuro no presentaba tantas restricciones como el presente: hacer fila en las mañanas para rezar el rosario, bañarse todos los días o limpiar la mierda de las vacas. Mientras mi boca pronunciaba el Ave María, mi cabeza trataba de llenar ese salón amplio que llamé futuro. Ciertamente estaba restringido para las monjas, Jesús y la Virgen. Allí entraron aviones, animales, muebles, vestidos, zapatos, gente bonita y no tan bonita, carros, casas, jardines, edificios, ciudades, artefactos raros, electrodomésticos, barcos, montañas, cantantes, conciertos, skaters, playas, películas, monstruos, los amigos que nunca tuve, fiestas, belleza, romances, éxito, fortuna. Cuando ya estuvo bien lleno y no cabía nada en el futuro, en mi futuro, empezó a desocuparse: el presente y sus restricciones iban saqueando lo que yo había llenado con tanto esmero.

Por un tiempo estuve muy desilusionada, me parecía que el futuro era un tiempo de deseos no satisfechos, un lugar en el que todo podía aparecer y desaparecer. El futuro jugaba conmigo, más le habría vali-do dejarme entre las vacas y los cerdos que no piensan en eso. Aunque luego lo pensé bien y concluí que finalmente sin el futuro todo habría sido muy aburrido y quizás sería monja en este momento.

25El cohete será la catedral.

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27Paola Gaviria (Powerpaola)

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Señores, señoras, damas y caballeros. He tratado de salir adelante. Quiero dejarles eso en claro desde el principio, para que no piensen que soy de esas personas que no quieren salir adelante sino quedarse en un sitio, en un agujero o en una caverna, cubiertos de periódicos y de las cosas que el viento les echa en su agujero o caverna. Porque hay gente así, me consta. Aunque no sea uno de ellos, los he conocido, he visto como viven y no soy así.

No voy a decir que no se me presenten oportunidades, porque men-tiría. Oportunidades para salir adelante, digo. No para quedarme en un agujero o caverna, que también las he tenido. Hablo de estas oportuni-dades que han tocado a mi puerta pero que terminan en nada: al final me encuentro de vuelta en el mismo sitio. O atrás, incluso. Incluso atrás, les digo.

Quiero pedirles señoras y señores si saben lo que sucede, que me lo digan. Me lo comuniquen. No puedo seguir en esta vida así.

Siempre he querido salir adelante, insisto. No hay nada más que haya yo querido. Pregúntenle a mi madre, a mi padre, a mi abuela que ya está muerta. Nada más he pedido. En Navidad me preguntaban qué quería que me trajera el niño Dios y yo respondía “no quiero nada material, madrecita mía, sólo quiero que se me ayude a salir adelante”. Perdía la oportunidad de tener un juguete, una bicicleta, un destorni-llador o una cometa con la cual sacarme un ojo, todo para poder luego salir adelante en mi vida, con mis cosas, con mis sueños y aspiracio-nes.

Por nada más he trabajado. Nada más he deseado. Hay mujeres que se me han echado en los brazos. Pero yo las he mirado a los ojos y he pensado que detrás de esos ojos no había nada que me ayudara a salir adelante y las he dejado caer al piso. Algunas se han roto dientes, nari-ces, brazos. La delicadeza del sexo femenino no deja de sorprenderme. Me han odiado por eso, también. “Nunca saldrás adelante, baboso”, me han dicho con sangre saliendo de sus labios, narices, codos.

Pero yo no me dejaba perturbar por sus insultos. Tampoco perdía

Salir adelanteManuel Kalmanovitz G.

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la esperanza y seguía en mi rutina, sabiendo que a punta de esfuerzo y de seguir caminando sin mirar atrás, terminaría por salir adelante. ¿Cómo más podría terminar?

Cuando me levantaba pensaba “hoy quiero salir adelante”. Al acos-tarme, lo mismo, “Dios santo y ángeles de la guarda, ayúdenme a salir adelante”, les rezaba. A veces lloraba al rezar con la esperanza de que las lágrimas lubricaran la llegada de mis plegarias al cielo.

Pero nada. Ahora siento que nunca saldré adelante. De hecho, hago una evaluación de mi situación y cada día me doy cuenta de que no he salido adelante; de que, si acaso, sigo en el mismo sitio. A veces miro bien y pienso que ni siquiera: estoy es atrás. Para darles un ejemplo: me estoy quedando calvo.

¿Eso es salir adelante? ¿Para eso sirven mis ruegos? ¿Para que la calvicie me invada?

He pensado cambiar mis rezos. Dejar de pedir lo que siempre he pedido y pedir, en cambio, salir atrás. No más adelante, pero al menos atrás. O salir, a secas: “Diosito, ayúdame a salir”.

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Salir a no importa dónde. Pero de mí mismo. Salir y despertar sien-do otra persona que está en un lugar más adelante que el mío. O no, no más adelante. Como les dije, ya decidí que no importa si es adelan-te o atrás. Mientras sea un atrás serio, no el atrás chiquito y patético de mi calvicie y mi impaciencia, de mis plegarias desatendidas.

Conocí a una muchacha. En su mirada ví que podía ayudarme a salir adelante. Tenía ojos cafés, ojos de esperanza, ojos de remolque. Cómo la amé, cómo la deseé, le escribí canciones basado en otras canciones, que le cantaba en karaoke, parasitando los originales sin pudor. Las intitulé “Ayúdame a salir adelante”. “Juntos, adelante”. “Adelante nos espera el sol, ayúdame a alcanzarlo”. No rimaban, pero eran sentidas.

No sé qué pasó, pero sus ojos cafés dejaron de verme con dulzura, se endurecieron y la vi alejarse de mi. ¿Entienden ustedes lo que es eso? Es estar en el fondo de una mina y ver partir el último tren a la super-ficie. Es perder el último vuelo de una ciudad en llamas. Es dejar caer la última muda de ropa interior a un pozo séptico. El horror; simple y llanamente, el horror.

Hay algo que encuentro particularmente irritante y es que hay gente que, sin tratar, sale adelante. Amigos míos. Nada, no les importa. No pedían de Navidad salir adelante. No rezan antes de dormirse pidiendo salir adelante. No hacen nada, nada, por salir adelante y sin embargo los veo y me digo “este man, sí está saliendo adelante”.

De pronto se cuadraron con la chica de los ojos cafés y los remolcó a un lugar seguro. De pronto hay dos clases de gente, los que salen adelante y los que no. Siendo yo de los segundos. Tristemente.

De pronto mi lugar, damas y caballeros, es con esos que viven en agujeros y cavernas, los que recojen agua en galones vacíos de pin-tura, los que ni rezan ni se lavan los dientes antes de dormir. Los que leen sólo libros robados, con errores tipográficos y de ortografía.

Es posible, en síntesis, que yo sea de quienes nunca sale adelante. Ni atrás. De esa gente que se muere sin haber nacido.

Pero si, a pesar de todo eso, damas y caballeros, quieren comprarme uno de estos deliciosos caramelos, créanme que me estarían ayudan-do a recobrar mi fe. Y a salir adelante. Tienen un precio de uno en doscientos y tres en quinientos.

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Matera es vocación y éxito.Un trabajo en equipo, que construye una obra con constancia.

Alrededor de Matera hay un deseo irresistible por una propuesta novedosa, un despertar de algo nuevo.

Matera es la fuerza para conciliar. Viene de fuerzas ocultas en un proceso algo caótico y de naturaleza onírica.

Matera será una madre dominadora, con un secreto conocido únicamente para quienes lo saben descifrar.En el silencio se publica una gran obra.

Matera significa moderación, comunicación y purificación del alma.

Es el flujo del pasado en el presente y hacia el futuro.

Matera es una mensajera que aporta el don de la receptividad.

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Matar el tiempo

Es un acto de poca fe el sentir el tiempo como algo valioso. De ahí que se pueda asumir la posibilidad de vegetar. Vegetar impone un estado mortal. Es como estar insomne tratando de hablar con un sonámbu-lo, pensando que está despierto.

Uno está metido en una temporalidad distinta, haciendo muchas cosas sin darse cuenta de ellas. El otro está aquí, conscientemente desocupado y con una sobredosis de desesperación. Desesperarse es no respirar por uno mismo. Como una violencia.

Noviembre 2009.

Milena Bonilla

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Predicciones virtualesNatalia Sorzano

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Pero si habíamos quedado…

Fotonovela

Eso fue antes, esto es ahora. En lo que habíamos quedado era que entre los dos ha-ríamos un futuro, pero tú querías que lo hiciera yo sola y aún así disfrutarlo.

Voy a empacar nuestro futuro y a llevármelo.

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Ahora me ves partir con el futuro que pudimos tener en esta maleta, sabiendo que nunca lo

volverás a ver.

No seas así. Para mí seguimos teniendo futuro.

Sin duda: un futuro de soledades.

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Juegos futurosHumberto Junca

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SepiaAlain de Beaufort

Cuando tenga ochenta y tres años de edad no seré tan arrecho, pero todavía haré el amor. Por lo general, daré un preaviso de por lo menos un día: “Bizcocho, ¿qué tal si nos revolcamos mañana por la maña-na?” Y ella revisará su agenda mental y dirá que mejor por la noche, que tiene ocupada la tarde con nuestros bisnietos. Desde ese momen-to me pondré a escribir un poema. Si está lloviendo me sentaré en la mesa del comedor con mi portátil; si está haciendo sol, me haré en una silla reclinable a la sombra del magnolio.

Abriré un documento nuevo y lo titulare, “Sepia”. Será la primera palabra que me vendrá a la mente. Tal vez sea por la calidad de la luz de esa mañana, o quién sabe qué operación azarosa de mi subcons-ciente. Respiraré profundamente y exhalaré mirando a un punto fijo. Simultáneamente tres vertientes caudalosas brotaran de mi plexo solar: presente, pasado y futuro. Inicialmente tendrán trayectos diferentes, pero gradualmente se combinarán y formarán una copia de mi alma.

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La copia de mi alma, al compás de la música aleatórica, ejecutará una danza interpretativa. Será un acto improvisado pero lleno de gra-cia. Empezará marchando como un soldado ruso, luego nadará hacia atrás, imitará un ataque epiléptico, cavará una tumba, se desenterrará, brincará alcanzando frutos, rodará por el suelo apagando llamas, se lavará el pelo con champú, y terminará dando a luz en una maloka, agarrándose de un lazo atado al techo, riendo y llorando a la vez.

Se sentará junto a mí y mirará lo que está escrito en la pantalla. “Se supone que este poema sea romántico, que ponga caliente a su

esposa, ¿seguro quiere titularlo Sepia?”, me preguntará.“Sí, quiero darle una connotación erótica al color sepia, o a la

palabra. Creo que eso es lo que quiero hacer, porque tampoco es que lo haya pensado a profundidad, sólo se me ocurrió y me pareció que tenía posibilidades líricas, creo que eso pienso, pero quizás sea mejor que lo empiece a escribir sin pensar tanto”, diré yo.

A tejer, desnudaDespués de escribir estas palabras nos quedaremos en silencio un

par de horas. Las sombras cambiarán de lugar y me empezará a dar un poco de hambre.

“¿Se varó?”, preguntará la copia de mi alma.“Siento que las posibilidades se han reducido. Siento como si solo

hubiera una combinación exacta de palabras que me permitiría seguir a la siguiente línea”, le diré yo.

“Permítame”, me dirá la copia de mi alma tomando el portátil.Una seda desteñidaMas suntuosa, pero menos coloridaApretaré mis labios y mis ojos mostrando que estoy reacio. “Sí, por ahí es la cosa, pero fluye de manera aficionada. Dejemos

hasta suntuosa y pensemos en un sinónimo de desteñida”, diré yo.“¿Descolorida?”, dirá la copia de mi alma. “No, tampoco funciona.

Lo que necesitamos es una palabra sin prefijos, ni sufijos”.“¿Pálida?”“Siento que esa palabra tiene una connotación negativa, me gus-

taría algo más parecido a la palabra wan, en ingles. Esa palabra es lo mismo pero suena mas romántica”, diré yo.

“¿Lo que busca es más como un dorado mate?”

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En ese momento, Jan Bervin, vendrá a decir que el almuerzo está listo y me servirá jugo de guayaba que no me gusta ahora, pero me gustará. Almorzaré en el comedor con Jan y Paco, mi nieto más joven. Jan es un sueco que contrataré para que nos cocine.

“¡Qué sopa tan exquisita, Jan!”, diré.“Es una sopa campesina que improvisé”, dirá el, “el caldo es de

pato”.“Está poderosa”, dirá Paco. “Voy a andar parolo toda la tarde”.“Y eso que no he servido el seco: almejas gratinadas con miga de

pan y vino Albariño”.Paco se estará quedando con nosotros un par de meses. Estará

trabajando en un guión de cine basado en mi vida. “¿Por qué no te comes a la vecina? La socióloga… ¿cómo se llama?”

le preguntaré a Paco.“Constanza”, dirá Jan.“Ya me la comí, la semana pasada, fue un poco errático. No sé si era

que estábamos demasiado sobrios, o si faltó conocernos mejor, pero casi se me ablandó en la mitad del coito”.

“Pues que lástima, porque esa pelada me parece súper chévere. El otro día me hizo una compilación de música muy sollada, había una pista que remezclaba una tormenta de truenos con una demostración de estudiantes en Kenya”.

“Sí, ella es una delicia, pero como no toma trago, ni mete nada, me queda de pa’ arriba”, dirá Paco.

“También hay que tener en cuenta que todavía tienes el corazón partido por Topacio. Seguramente pensaste en ella cuando estabas con Constanza. La añoranza no te permitió estar inmerso en ella, no de espíritu. Deberías llamarla y pedirle que venga a comer postre”.

“Islas flotantes”, dirá JanEn esos momentos la copia de mi alma paseará por el jardín.

Recogerá una envoltura de chocolatina que alguno de mis bisnietos habrá botado y se la meterá en el bolsillo. Caminará hacia los rosales y aspirará la exquisita fragancia cerrando sus ojos. Al volver a abrirlos un colibrí se habrá asentado sobre su hombro derecho. La copia de mi alma tratará de no moverse para no ahuyentar al pájaro.

“Ojalá tuviera a alguien aquí para que me tomara una foto”, se dirá.

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“Pero ¿qué digo? Si igual no registro. Más bien debería estar pensando en el poema”.

Veinte años antes, estaremos viviendo con mi esposa en St. Augusti-ne, en La Florida. Estaré dando talleres de escritura creativa en Flagler College. Mi esposa estará teniendo una aventura con el curador del Museo Ripley’s de Curiosidades, un tal Barney. Tendrán sexo apasio-nado en los oscuros salones del museo cerrado. Ella se lo dejará meter por detrás y lo disfrutará, cosa que conmigo nunca hará. Yo también tendré un desliz, aunque no tan divertido. Brett Scarpi, uno de mis alumnos, me convencerá de que tiremos. Siempre había sentido cierta frustración al no entender los encantos de la homosexualidad. En cierto nivel lo entendía, pero en otro nivel me repugnaba. Me parecerá que Brett es bien parecido y su entusiasmo me alentará. Nos vere-mos en un Motel 6 junto a la interestatal pero mis expectativas de un mayor entendimiento de la naturaleza humana se verán frustradas.

Entraré en un periodo de depresión de ocho años que culminará cuando mi esposa me confiese lo que tuvo con Barney. Ahí, estaremos viviendo en Bogotá nuevamente y después de muchos años le haré el amor con un renovado vigor alentado por el relato gráfico de sus coitos adúlteros.

Estaremos en la sala de estar, sentados alrededor de la chimenea. Constanza estará vestida con una ruana púrpura de cachemir.

“¿Y dónde esta la Señora Lara?”, me preguntará.“Esta en Expoartesanías con unas amigas”, le diré. “Ojalá se compre

una ruana tan chévere como la tuya”.“Esta la tengo hace años. Me la hizo una amiga que estudiaba Texti-

les en Los Andes”.“Sí, resalta el color de tu ojos”, dirá Paco.“Tú ni me hables, que estoy muy dolida contigo”. Y luego a mi: “su

nieto me sedujo la semana pasada y luego no me llamó”.“Oye, lo que paso, es que mi desempeño fue deplorable y me daba

pena dar la cara”, dirá Paco.“No puedo creer que hoy Martes 12 de Agosto, del 2049 todavía

tenga un hombre dificultad en hablar estas cosas. Me parece absur-do. Sólo es cuestión de dialogar y el asunto queda solucionado. En cambio yo, que pensé que había sido deli, terminé repasando esos

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momentos incesantemente en mi cabeza”, dirá Constanza.Nos quedaremos en silencio escuchando las brasas chispear.“Pues si quieres, podemos ir a mi cuarto”, dirá Paco y se parará.

Constanza sonreirá, Paco la tomará de la mano y la jalará hacia él.Saldré al jardín y me sentaré junto a la copia de mi alma que estará

bajo el magnolio con el portátil en su regazo. Las siguientes palabras estarán escritas en la pantalla:

El tiempo ha cambiado el color de mi piel, El color de mi sangre, el color de mi llanto Me quedaré mirando esta frase y le preguntaré a la copia de mi alma

que si borró lo otro que había escrito y dirá que sí. “¿Y no lo salvó?” “Se cortó como una leche expirada. Ya olía a feo”, dirá.Respiraré profundamente y la copia de mi alma se convertirá en

motas de polvo que mi plexo solar aspirará. Sentiré que he sido trai-cionado y me tomará unos momentos tranquilizarme. Para entrar en calor nuevamente haré unos ejercicios de escritura automática.

Mientras, en el cuarto de huéspedes, Constanza estará al borde de la cama y Paco estará quitándole las botas de cuero –lo que requerirá más esfuerzo del que él imaginaba. “Compré estas botas en un alma-cén de ropa usada en Chapinero, me quedan un poco apretadas pero siento que me veo tan bien al usarlas, que no siento dolor”.

Después le quitará las medias y le chupará los dedos de sus pies impregnados de un olor a naftalina y jabón de toronja. Ella sentirá cosquillas y sin querer le rasgará la comisura de sus labios.

“¡Juepucha, soy una güeva!”, dirá ella.“No, fresca. Estoy bien”, dirá Paco limpiándose con la camiseta una

pequeña gota de sangre. “Pero siento que todas mis iniciativas salen mal contigo. La otra noche no podía parar de hablar. Era como si el si-lencio me diera ganas de toser, pero, en vez de toser, hablaba. Y quería parar de hablar, porque cada palabra me definía como otra persona, porque las cosas que decía no eran mis opiniones, no reflejaban lo que pienso, eran cosas que, si yo escuchara de otra persona, la descali-ficaría. Y seguías ahí, mientras yo esperaba que salieras con alguna excusa para irte. En vez de callar, decía cosas como: “No me gustan las chancletas, me parecen que son solo para la playa… Mi mamá me cogía a correazos por tomar Coca Cola… Compré estos tenis a

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mitad de precio en el almacén de fábrica… Leí un libro que dice que el mundo terminaría en el año 2012… Cuando estaba en la universidad me hice una limpieza intestinal hindú”…

“Y luego lo hicimos y me sentí tan consciente de mí que el sonido de mi respiración me aturdía. No dormí bien esa noche. Me retorcía de la vergüenza; en mis sueños leves me daba puños en el estomago. Por la mañana, mis mecanismos de defensa emocional actuaron y vi que no había sido tan grave. El tiempo borraría la impresión que había dejado y podría empezar de nuevo. Mientras tanto sería cortés y esperaría a que las condiciones volvieran a ser propicias para coquetearte”.

Constanza tomará su cara en sus manos y lo besará suavemente. “Quitémonos la ropa y metámonos debajo de la cobijas”, dirá.El viento ha cambiado el tono del cielo y del suelo, El viento no alcanza a tocar a mis recuerdos, recuerdos deTumbos en la nieve, bailes en el mar y besos en el cerro,Ba barab, barab, barab, barab, bap, bap, barab, barab, bap, babMe quedaré mirando el resultado de mi ejercicio de escritura auto-

mática hasta dormirme. No se cuanto tiempo pasará, pero mi esposa me despertará y estará a punto de llover.

“Te traje un postre de natas de la feria”, dirá.“Gracias. Me lo como de una”. Ella abrirá el envase y me dará una

cucharita desechable. “¿Con quién está Paco en su cuarto?”“Con Constanza”.“Severo escándalo que hace esa niña”.En ese momento me percataré de los gritos de placer emanando

desde la casa. “Güau, pero ¿qué le estará haciendo?”, preguntaré.“No sé, pero lo va a dejar sordo”. Y nos reiremos.La siguiente noche apagaremos la luz y el televisor después de ver

una biografía sobre Heath Ledger. Ambos estaremos listos; yo estaré erecto y ella estará lubricada. Nos besaremos. Ella me acariciara la próstata y yo recorreré mis manos por todo su cuerpo. Me haré enci-ma y se lo meteré y será como si el tiempo no hubiera pasado, como si nunca fuera a pasar de ese momento, como si nada más importara, como si pudiera morir en paz y la puerta al cielo se me abriera sin tener que hacer fila ni nada.

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Desde el 2003 vivo en una casa en Chapinero Alto. Antes, durante dos años y por primera vez en mi vida, viví en un apartamento y nunca me terminé de acostumbrar a ese espacio tan como en vitrina, porque tenía unas ventanas muy chiquitas y no era como las casas, donde el afuera se siente adentro, que es lo chévere de las casas.

Desde que me fui a vivir en la casa salgo a caminar por el barrio. Me gusta sobre todo ver las casas hacia adentro especialmente de noche, porque se ven las luces y la vida que hay adentro y los objetos y la forma en que la gente ha decorado sus casas con las lámparas y mesas. Voy buscando casas que tengan cosas de su época, como si fueran fragmentos de un momento.

En esas caminatas a veces hay casas que antes estaban habitadas y luego ya no. Porque la gente se muere y les queda a los hijos que de pronto ya no quieren casas, porque son demasiado espaciosas, puede ser. O por los problemas de seguridad. Por eso prefieren los aparta-mentos, no les importa lo que pierden en privacidad, con esas paredes que dejan oír lo que hacen arriba y abajo.

Da pesar encontrar estas casas vacías, pensar en el jardín que es cosa de muchos años, en los árboles y las flores y los objetos que ya no se podrán ver por las ventanas. Como que hace pensar en que todo desaparece, cosas que la gente quiere mucho y que luego ya no están.

Ver estas casas es pensar en lo que vendrá, que son edificios sin privacidad ni jardines, con espacio para una o dos maticas, si acaso. Y con un ipod para poner toda la música. Como todo reducido y virtual.

Hay algo nostálgico en este trabajo y en todo este ejercicio. Pero más que nostalgia es una cuestión de archivo, es un intento de conservar parte de ese mundo de otro tiempo que se ha visto desde afuera, a través de las ventanas, antes de que desaparezca, de que lleguen las máquinas a tumbar las casas y a reemplazarlas por otra cosa. Por edificios.

Aunque lo nostálgico no está tanto en la ejecución, vale aclarar. No es que con cada color que pongo esté suspirando por la destrucción

Estudios de CasoGiovanni Vargas

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de las casas; mientras los hago pienso en encontrar los colores que son y las formas que son y que los dibujos queden bien.

Una cosa que ha pasado desde que hago este trabajo es que, al prin-cipio, todos estos edificos me parecían horribles. Y a medida que he avanzado me han parecido menos. Como que me he acostumbrado a ellos y no son ya tan terribles. Puede ser una aceptación de ese futuro que dicen que viene. Como que la única actitud posible de verdad es tratar de dejar una documentación, de cuando Chapinero era un ba-rrio de casas que a la gente luego ya no le tocará. A la gente que luego pensará que Chapinero ha sido desde siempre un barrio de edificios.

También hay algo como dramático y apremiante para mi en este trabajo porque se tumban más casas de las que alcanzo a dibujar. A veces veo que tumban una y me da rabia no haberle tomado la foto para poderla colorear. Esa rabia viene de una sensación de impoten-cia, porque son más veloces que uno en ese proceso. Entonces está esa paradoja: se trata de hacer un archivo haciendo dibujos que toman mucho tiempo, pero lo que está pasando es tan veloz que a veces no alcanza a documentarse.

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Philip Larkin (1954)

Born Yesterday

for Sally Amis

Tightly-folded bud, I have wished you something None of the others would: Not the usual stuff About being beautiful, Or running off a spring Of innocence and love— They will all wish you that, And should it prove possible, Well, you’re a lucky girl.But if it shouldn’t, then May you be ordinary; Have, like other women, An average of talents: Not ugly, not good-looking, Nothing uncustomary To pull you off your balance, That, unworkable itself, Stops all the rest from working. In fact, may you be dull— If that is what a skilled, Vigilant, flexible, Unemphasised, enthralled Catching of happiness is called.

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Nacida AyerPhilip Larkin (1954)

para Sally Amis

Capullo bien envuelto Te deseé algoQue ninguno de los otros te deseará:No las cosas usualesDe ser hermosa,O salir de un arrolloDe inocencia y amor –Todos te lo desearán.Y, de resultar posible,Bueno, serás afortunada.Pero si no, entoncesQue seas ordinaria:Que tengas, como otras mujeres,Un número de talentos:Ni fea, ni bonita,Nada desacostumbradoPara hacerte perder el equilibro,Que, inservible en sí mismo,No permita que lo demás sirva.De hecho, ojalá seas aburrida…Si así llamamos a una talentosaVigilante, flexible,Sin énfasis, concentradaRecepción de la felicidad.

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Este poema tiene una postdata. Philip Larkin era un poeta inglés, amigo de Kingsley Amis desde cuando ambos estudiaban en Oxford, que trabajó toda su vida como bibliotecario en la Universidad de Hull.

Se imagino uno la vida de ellos como una vida de refinamiento y fastidio, que al fin y al cabo sin primos –si no hermanos. De embo-rracharse y decir cosas horribles y agudas frente a una chimenea majestuosa donde los troncos se consumen susurrando. La imagen del cuncho del Imperio Británico pasándose sorbo a sorbo, amarga-mente pero con gracia.

Ahí llegó al mundo Sally Amis, hija menor de Kingsley y hermana de Martin Amis, el escritor que odia al cliché.

Con qué poema más bonito la recibieron al mundo. No hay nada mejor que desearle a nadie. Es como uno de esos regalos perfectos que a todo el mundo gustan: una camisa mágica que le queda bien a todos, a la medida, justa. Una camisa que la gente se pone y se tiene que ver en el espejo una y otra vez para confirmar que le queda tan bien como le queda.

Es un deseo que tiene la claridad de la sabiduría. De desear no un algo sino un cómo. De desearle al capullo bien envuelto un entendi-miento que le permita ver en el mundo la felicidad que por ahí corre. Una felicidad disponible para los que tienen la buena fortuna de verla, el estado físico para alcanzarla y la terquedad de no dejarla ir.

¿Qué mejor deseo que ese? Así el futuro de cualquiera sería un buen futuro sin importar los obstáculos que la vida ponga en su camino. Pero la posdata real es que la pobre Sally Amis no tuvo el futuro que le deseaba Larkin.

Su futuro fue alcoholismo, esquizofrenia y promiscuidad, según su hermano Martin. Su futuro fue una cercanía excesiva con su padre, el poderoso Kingsley, que tras su muerte la dejó desubicada. Su futuro fue morir en el año 2.000, cinco años después de él. Y ya.

Aunque también no. También su futuro es seguir viva en el poema-regalo que acá pusimos y que es, a través de ella, un regalo para todos. Un deseo infinitamente endorsable, un futuro que podemos desearle esperanzados a cualquiera que se nos atraviese por el camino. Acep-tando al mismo tiempo la triste posibilidad de que el futuro que les caiga en el regazo no sea el deseado.

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EternidadesJuan Ramón Jiménez (1917)

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DesdentadoSabemos que nos espera un futuro sin dientes. Nos quedamos pensando en eso y nos tocamos con la lengua los dientes que aún tenemos y que son la mayoría, como contándolos, como pensando en cuando no los tegamos más. Apreciándolos, mejor dicho, mientras aún nos sirvan para morder y masticar y sonreír simpáticamente.

Pero también extrañándolos por anticipado. Y preguntándonos cómo sucederá todo, cómo será que nos quedaremos sin dientes.

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64 Carlos Bonil

65Carlos Bonil

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No sé si han visto La quimera del oro, de Chaplin. Es una película de 1924 y ahí Chaplin es un buscador de oro que por puro suertudo termina siendo millonario y quedándose con la chica, sin dejar de ser el tipo querible, distraído y poco ambicioso que es. Pero eso no tiene nada que ver con lo que hay de interesante ahí.

Osos y astronautas

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Al comienzo de la película, después de unas tomas donde muestran cientos de personas subiendo por una cuesta nevada, vemos al ex-plorador Chaplin por primera vez. Está en unas montañas claramente falsas, claramente de estudio, andando con su sombrero y su bastón, igualito que como andaba por las ciudades.

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Va caminando y de pronto atrás de él aparece un oso, pero no lo ve y sigue tranquilo. Nosotros, en la audiencia, tememos que el oso se lo coma, claro. Así sepamos que la película apenas comienza y que dura hora y media, y así el oso se vea más bien manso, melancólico, un poco perdido y hasta con dolor de estómago o espalda. El caso es que tememos por él.

Chaplin sigue caminando y el oso también y luego el oso coje para un lado y ahí finalmente Chaplin voltea a mirar y no ve nada, enton-ces sigue tranquilo. Es como diciendo que no hay que preocuparse tanto por ciertas cosas, que si uno se alarma todo sería peor.

De pronto también habla de ciclos, de ritmos distintos que coin-ciden en ciertos momentos, como sucede con la música polirítmica. Y que no es conveniente cambiar un ciclo por estar alarmado o paniqueado por algo que en realidad tiene su propio sentido indepen-diente de uno.

Hay otra cosa interesante en ese oso. En un artículo de 1952 sobre la película, Edmund Wilson dice que el oso es uno de los elementos que Chaplin tomó del teatro popular inglés (que fue donde se entrenó antes de ir a Hollywood). Escribe en su artículo: “siempre había una escena en la que los comediantes se perdían en el bosque y solía aparecer un oso1”.

Pero cuando Wilson vio el oso en 1952, ya había cambiado: el oso era un astronauta.

Es interesante pensar en ese cambio, que sigue siendo muy extraño, ¿no? De todas las transformaciones posibles, terminar siendo un as-tronauta. Aunque sí tienen algo plástico en común. La forma de andar encorvada. O como el hecho de ser tan grandulones y torpes, la idea de que son seres muy fuertes que no controlan del todo su fuerza, que de hecho son controlados por su fuerza.

Aunque, claro, la fuerza tiene un carácter distinto en un oso y en un astronauta. El oso es la fuerza animal y lo del astronauta podemos verlo más bien como la fuerza de la tecnología. Entonces el miedo o la risa que da ver a una pareja perseguida por un oso o por un astronauta

1 El artículo “La nueva comedia de Chaplin” está reproducido en la revista Archivos de la Filmoteca, número 34, Febrero del 2000.

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es muy distinta. En un caso es el miedo a lo animal y lo natural, a lo no civilizado que nos puede partir en dos en cualquier momento sin explicación ni piedad. Mientras el astronauta quizás sea el miedo a la tecnología desbocada que también nos puede partir en dos y que, igual que uno oso, no tiene piedad ni remordimiento, solo que viene de nosotros mismos.

Ya hay otra película (documental, además) sobre una pareja que termina devorada por un oso: Grizzly Man, de Herzog. Hace falta la película compañera, de una pareja que termine asesinada por un as-tronauta, aunque seguramente haya algo parecido entre esas películas paranoicas gringas de ciencia ficción de los años 50. También podrían hacer una película sobre un oso astronauta y asesino, pero esa sí seguro que no existe en la ciencia ficción de ningún país.

Lo que es una lástima, porque hay algo que resuena potentemente cuando pensamos que el futuro del oso fue el astronauta.

Es la idea que las cosas pueden evolucionar y cambiar y ser muy diferentes, pero aún así seguir siendo amenazantes y terribles. Que por más que avancemos y tengamos tecnologías increíbles que antes no se hubieran podido ni imaginar, ese sentimiento de precariedad de la vida sigue estando ahí.

Es como si eso fuera eterno, ese miedo y esa sensación de que lo único que nos separa de eventos terribles es un hilo delgadísimo que en cualquier momento puede romperse y acabar con la vida que conocemos. Y que las causas de ese rompimiento pueden cambiar con el tiempo, evolucionar, tener un pasado y un futuro; podía ser antes un oso y ahora un astronauta, pero que el rompimiento mismo, la caída, seguirá por siempre presente, mientras haya vida y parejas que caminen por bosques despoblados.

MKG

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ÍndiceMuriel (Alain Resnais) 2–5

Tercer ojo (Natalia Valencia) 6El futuro a la mano (María Isabel Rueda) 8–9

Rimas de futuros lúgubres 10-11Lo que el futuro traerá (Las Malas Amistades) 12-13

L. nunca llega (Alejandro Martín) 14–15Diarios (Robert Musil) 16-19

Clínica dientes falsos (Catalina José Renjifo) 20–21Llegó el futuro (Luisa Roa) 22–25 Sin título (Paola Gaviria) 26–27

Salir Adelante (Manuel Kalmanovitz) 28–31Sin título (Nicolás Consuegra) 32–37

El futuro de Matera (Mónica Páez) 38-39Matar el tiempo (Milena Bonilla) 40–41

Predicciones virtuales (Natalia Sorzano) 42–43Fotonovela 44–45

Juegos Futuros (Humberto Junca) 46–47Sepia (Alain de Beaufort) 48–53

Estudios de Caso (Giovanni Vargas) 54–57Born Yesterday/Nacida Ayer (Philip Larkin) 68–60

Eternidades (Juan Ramón Jiménez) 61Desdentado 62–63

Sin título (Carlos Bonil) 64–65Osos y Astronautas (MKG) 66–69

Pedro (Mauricio Rico) 78–79La contracarátula es un dibujo de Teddy Ramírez

Revista Matera. Número 2. I semestre 2010. Issn: 2145-9746

Matera se publica en Bogotá, Colombia, dos veces al año. Su director y diagramador es Manuel Kalmanovitz.

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