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ISSN: 2254-2388

Revista Psinapsis 1 correccion - Instituto Europeo de ... · que componen el esquema emocional del sujeto (Greenberg 1993). 4. La experiencia, la interacción y la conducta se encuentran

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"Sólo podemos realizar a q u e l l o q u e h e m o s i m a g i n a d o h a b e r realizado"

Roberto Aguado   Presidente del IEPTL

R e v i s t a

BIENVENIDOS A NUESTRA NUEVA AVENTURACon este primer número de nuestra revista, pretendemos abrir

nuevos caminos para la difusión y la investigación dentro de

nuestra disciplina. Trabajamos con las ideas, por eso queremos

crear este espacio para que puedan habitar y desarrollarse.

Psi, la letra que es el símbolo de la psicología simboliza al mismo tiempo a Psique y a una mariposa con las alas desplegadas.

Apuleyo narra la historia de Psique y Eros, representación de la unión entre lo espiritual y lo físico. Eros se enamora de la bella mortal Psique, pero por miedo a los celos de su madre Afrodita han de vivir su romance en la oscuridad, sin que ella vea nunca su

rostro ni conozca su identidad de Dios.El contemplar con una lámpara la cara de Eros es lo que desencadena una serie de desgracias que se resolverán con un proceso iniciático (con bajada al Hades incluida) que concluirá con la apertura de un cofre prohibido (insaciable la curiosidad de nuestra Psique) y la consecución de la inmortalidad y deificación de Psique.Sirva esta historia para ejemplificar nuestro deseo de abrir todas las cajas

secretas y unir lo que nunca debió estar separado.

Edita: Instituto Europeo de Psicoterapias de Tiempo Limitado

C/ Ferraz, 78 - bajo dcha. - 28008 Madrid. Tlfnos: 902 10 38 38 - 669 85 43 23

Redacción y Administración: Roberto AguadoDiseño y Maquetación: Iván Arenas ISSN: 2254-2388

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TERAPIA DE INTERACCIÓN RECÍPROCAEn este primer número hemos querido

hacer un monográfico sobre la Terapia de Interacción Recíproca.

El descubrimiento del comportamiento de las rutas emocionales que inciden en nuestro psiquismo, es fundamental. Conseguir que estas rutas emocionales no sean dictadores

que condicionan nuestro presente, así como localizar las tramas traumáticas que determinan el sufrimiento humano, ha sido nuestro objetivo de investigación y desarrollo empírico, amén del espíritu fundamental de nuestra enseñanza.

"La emoción decide y la razón justifica. Si quieres saber de ti olvídate

de tu autodiálogo. Si quieres conocer el mundo dialoga con él"

Decálogo de Terapia

de Interacción

Recíproca.

* Roberto Aguado

Página 4

Terapia de Interacción

Recíproca en la

intervención en Sexología

* Roberto Aguado

Página 12

Deseos o necesidades

básicas, referencias y

conflictos básicos

* Roberto Aguado

Página 20

Motivo de

consulta

* Iván Arenas

Página 27

Hipnosis Clínica en

la Psicoterapia del

siglo XXI

* Roberto Aguado

Página 29

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1. E l ser humano tiene unas necesidades básicas tanto a nivel biológico como psíquico. La consecución de estas necesidades básicas está med ia t i zada po r l o s d e n o m i n a d o s mecanismos reguladores. E s t o s m e c a n i s m o s reguladores actúan tanto a n i v e l n e u r o n a l , endocrino, inmunológico como también psicológico (Gonzá lez de R ive ra 1980).

2. A nivel psíquico el “afecto” representa la necesidad básica por excelencia, de tal forma que si el bebé no percibe el afecto adecuado, sus mecanismos reguladores entraran en un proceso de “peligro vital”, que repercutirá tanto a nivel psicológico, emocional-motivacional, como biológico.

Para poder subsistir necesita ser atendido y cuidado, y solo el amor o el afecto positivo es lo que garantiza ese cuidado: “Si me quieren me cuidan”.

La enfermedad y la salud serán por tanto los dos extremos de un continuo de asimilación, adaptación y realización. Es en esta interacción donde se produce el crecimiento o la muerte del ser vivo, tanto en su expresión psíquica como orgánica.

3. Nacemos en un microcontexto que denominamos fami l ia , con todos los componentes hereditarios y ambientes característicos de esta. Por otro lado c onv i v imos den t r o de l d enom inado mesocontexto representado por el barrio, el pueblo, la escuela y el entorno que rodea a la

fami l i a de l su je to. Ot ro contexto aun mas vasto y que envuelve al mesocontexto, es el macrocontexto. En el mac rocon tex to podemos destacar la cultura, la religión, el país, la política y el clima donde el sujeto vive. En este macrocontexto se encuentran l o s í d o l o s s o c i a l e s , l a s costumbres de la época.

En todos estos contextos, el s u j e t o , a d q u i e r e s u s referencias básicas. Estas

referencias básicas están englobadas en recuerdos emoc iona les , esperanzas , expectativas, miedos y conocimientos obtenidos a través de las experiencias vividas que componen el esquema emocional del sujeto (Greenberg 1993).

4. La experiencia, la interacción y la conducta se encuentran profundamente influidas por estos esquemas emocionales. Las personas poseen esquemas emocionales diferentes asociados a las relaciones que mantuvieron con otras personas que fueron significativas en sus vidas.

En Terapia de Interacción Recíproca nos interesan los esquemas emocionales que están vinculados con la persona referencial básica, ya que estos son los determinantes para la percepción del autoconcepto del sujeto.

Los padres tienen muchas posibilidades de convertirse en la persona donde se fija el referente y por lo tanto en constituirse en la persona referencial básica. Pero esto no es siempre así, pudiendo en numerosas ocasiones ser otras personas que rodean al sujeto.

DECÁLOGO DE TERAPIA DE INTERACCION Recíproca

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La relación posterior con esta persona referencial básica es fundamental y esencial para la formación del autoconcepto del sujeto, por lo que si en este vinculo hay algún tipo de rotura, carencia o accidente, el sujeto puede tener mellado su autoconcepto, y por lo tanto su equilibrio. La persona referencial básica también puede ser alguien que represente una institución o un ideal.

Es importante preguntarse cual ha sido el motivo por el que la persona referencial básica, en los primeros años, no son los padres. Por otro lado, los referentes irán cambiando en la evolución del sujeto.

La persona referencial básica será entonces ese espejo donde el sujeto se mira y donde puede encontrar admiración o repudio. El autoconcepto esta condicionado por esta relación en espejo, de tal forma que si la persona referencial básica otorga lo que denominamos confianza básica, trasmitiendo al sujeto algo parecido a: “Tengo esperanza firme en ti, y te apruebo, con la seguridad de que puedes se r t a l c omo e re s ”. E l autoconcepto será muy positivo, el sujeto podrá admirarse, ya que su persona referencial básica, le mira y le contempla con aprobación. Al sentirse admirado el sujeto puede admirarse.

Si recibe repudio o no se siente admirado por su persona referencial básica, vivirá d e n t r o d e u n d e s a j u s t e e m o c i o n a l desequilibrante.

5. El ser humano que está sumergido en un autoconcepto desequilibrante, es un sujeto que se inunda de estrés, depresión, trastornos psicosomáticos y problemas interpersonales. Al proceso para salir de ese callejón sin aparente salida lo hemos denominado Terapia de Interacción Recíproca.

El primer supuesto de la Terapia de Interacción Recíproca dice:

”Sólo podemos realizar aquello que hemos imaginado haber realizado”

De la interacción con la persona referencial básica se infiere un segundo supuesto esencial:

“Para imaginar aquello que queremos realizar, nuestro personaje referencial básico debe haber imaginado que p o d e m o s l o g r a r r e a l i z a r l o q u e deseamos”

Si realizamos una entrevista a los padres o personas que fueron la persona referencial básica del sujeto, nos daremos cuenta de que hay bastantes casos en los que esta falta de confianza de estos padres sobre su hijo, era l i tera l . Por mot ivos de enfermedad, personalidad o cualquier otra razón más o menos advertida, nunca pudieron confiar en que su hijo/a pudiera conseguir sus deseos.

En otros casos el sujeto nos indica argumentos que van en la misma dirección y que producen idénticas interferencias en el crec imiento, ta les como: “ . . .nac í de casualidad, mis padres no me esperaban”, “...yo tenía que haber sido chica; mi madre no quería más chicos...”, “... cuando yo nací mi padre tuvo que dejar la carrera para ponerse a trabajar...”, “... en todo momento me sentí responsable de la depresión de mi madre...”, “...desde la operación de corazón nos decían que no la diéramos disgusto, que podía morir, esa sensación de ver a mi madre muerta me asfixiaba”, “...mi hermano tuvo toda la atención, yo sólo cuidaba de la casa...”,

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“...tenían que viajar tanto que yo me pasé la niñez y la adolescencia de internado en internado”, “... nunca pude decirle lo que sentía por él, no me salía...”, “...fracasé en la competición y desde entonces no he vuelto a dar pie con bola...”, “... sé que para él era muy importante que yo también fuera abogado...”, “...en todo momento tenía que hacer de intermediario entre los dos, era insoportable, no se hablaban...”, “...veía todas las tardes como escondía la botella de ron, olía a ron...”, “... mi madre nunca supuso que pudiera ser libre fuera del contexto religioso, los principios morales estaban por encima de mis deseos...”.

Podríamos hacer interminable esta lista de expresiones que tienen implícito la sensación de desconfianza, de no haber sido admirado/a, ya que en ese momento ocurría o había ocurrido algo que le colocaba o sentía que le colocaba en un segundo plano. Lo importante no es lo que te dicen, sino cómo te lo dicen y lo profundo que es ese sentimiento. Hay personas que arrastran sentimientos de incompetencia desde muy antiguo.

Todos estos argumentos que los pacientes nos indican, sin ser conscientes de que es el freno de su crecimiento personal, deben ser advertidos por el terapeuta. Muchos de estos argumentos no serán justos con la realidad, no habrán ocurrido tal cual; pues en muchas ocasiones pueden ser de un complejo del paciente. Pero eso a nosotros no nos interesa demasiado, no somos jueces ni policías que tengamos que descubrir cual fue la verdadera realidad. Además ¿quién sabe lo que es la verdadera realidad?. Nuestro interés debe estar sumergido en aquello que el paciente vive como realidad, y es en el cambio de esa percepción de su realidad patológica, en la que encontramos el cambio terapéutico, bien para que el paciente pueda reconciliarse con su persona referencial básica, o bien para que pueda continuar realizando sus deseos al

haber conseguido romper el ancla que le tenía encallado.

La Psicoterapia puede ser esa segunda oportunidad. En la relación terapéutica se puede producir esta nueva oportunidad. La psicoterapia tiene como esencia dar permiso para que el sujeto restablezca el orden interior y pueda seguir su camino como persona autónoma.

Nuestro tercer supuesto básico en la Terapia de Interacción Recíproca refiere este a r g u m e n t o c e n t r a l d e l q u e h a c e r psicoterapéutico, que dice:

“La ps icoterapia puede ser un equivalente de la relación con el personaje básico. El terapeuta ayudará a cambiar el esquema emocional primitivo fruto de la interacc ión pr imaria , liberando al paciente de su incapacidad para poder imaginar aquello que desea y posteriormente realizar dicho deseo, pero esta vez con la sensación de tener la confianza de su figura básica, en este caso secundaria”

Cuando esto lo logramos aparece un momento fundamental en la Terapia de Interacción Recíproca, del que hemos hablado en el punto anterior. Ese momento le denominamos momento terapéutico de inf lexión , concepto muy simi lar a la exper ienc ia emociona l correctora de Alexander.

6. A partir de aquí el paciente establece de forma diferente su percepción de sus posibles recursos para realizar sus deseos, siendo en este momento el propio motor de su realidad.

El terapeuta utiliza su inevitable influencia con su paciente (Watzlawick). La Terapia de Interacción Recíproca se diferencia de otros modelos, sobre todo en la posición que adquiere el terapeuta dentro del proceso terapéutico.

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Esto no quiere decir que el terapeuta manipula a su paciente hasta llevarle al punto que considera óptimo, manipula el problema hasta que el paciente llega al punto que él considera óptimo.

El terapeuta admite siempre las partes sanas y nobles del paciente, así como todas las res istenc ias, conductas b izarras, pensamientos i r rac ionales, carenc ias afectivas, deseos reprimidos y dificultades en las relaciones interpersonales. Todo el universo del paciente será admitido y escuchado en las primeras sesiones y posteriormente se concluirá con la definición del foco o focos de tensión, que diseñarán el objetivo u objetivos del tratamiento y la meta o metas finales.

La Terapia de Interacción Recíproca es una terapia integradora, desde este plano, el terapeuta no tiene una sola óptica respecto a la etiología y la solución de la salud y la enfermedad humana. Hay muchos caminos para enfermar y muchos para sanar.

En la Terapia de Interacción Recíproca el modelo se ciñe al problema y no el problema al modelo.

En la Terapia de Interacción Recíproca tomamos un concepto de Jacques Lacan aunque no lo utilizamos tal como él lo hacía. Este concepto es: “estar presente”. El terapeuta debe estar presente no sólo físicamente, debe estar presente en el pensamiento y en el espacio emocional del paciente, de forma constante, mientras éste esté en tratamiento. Esta presencia será más necesaria cuanto más importante o grave es el trastorno del paciente. El tratamiento no se termina en la consulta, perdura también fuera de la consulta. Es poco probable que el terapeuta pida al paciente que realice registros o cuestionarios ínter-consultas, pero sí es bastante normal que el paciente nos diga: “... ayer cuando estaba con mi jefe,

pensé: si estuviera aquí (nombre del terapeuta) me diría ...”.

La presencia del terapeuta en la mente del paciente, cuando se encuentre en una situación relacionada con el problema a resolver, es para nosotros un signo de buena adherencia de éste en el proceso terapéutico. Los niños integran los personajes que les cuidan; de esta forma cuando tienen cierta edad, no necesitan a alguien que le lleve de la mano cuando tienen que cruzar de acera. La internalización de estos personajes da lugar al autocontrol y la autonomía, pero también a la imagen de sí mismo. Con la internalización del terapeuta, el paciente, consigue generalizar el aprendizaje que se realiza en terapia fuera de ella. Para que el paciente pueda realizar alguna conducta, que en este momento no tiene en sus patrones de comportamiento, necesita que su terapeuta se imagine que puede realizarla, consiguiendo superar la falta de confianza básica, es entonces cuando el paciente imagina poder realizar sus deseos.

7. El terapeuta recibe y acoge la idiosincrasia del paciente sin reservas (contención). Posteriormente guía al paciente hasta que puede imaginar que realiza aquello que desea (escoltar).

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El terapeuta se ocupa de lo relacional, y de las normas que dirigen la interacción del sujeto con el mundo en el aquí y ahora.

Cuando el terapeuta resuelve en su mente el problema del paciente, la percepción del paciente cambiará y podrá acercarse a su primera experiencia emocional correctora para hacer suya la solución, aunque ésta haya nacido en la mente del terapeuta.

“El terapeuta se dice así mismo y realiza delante del paciente aquello que quiere que el paciente se diga así mismo y que éste realice”.

El terapeuta se dice para sí aquello que quiere comunicar. Imagina aquello que el paciente debe realizar. De esta forma induce al “autodiálogo terapéutico” donde la simbolización le ayuda a transformar las e m o c i o n e s a s o c i a d a s a l r e c u e r d o , proporcionando una distancia segura, que protege al paciente de sentirse desbordado, y establece las condiciones para poder aprender el modo como aliviar un sí mismo frágil. Además, la terapia supone en sí misma el desarrol lo de estrategias adaptativas reguladoras de la emoción. Esto se lleva a cabo mediante la repetición de secuencias similares a aquellas que se producen en una infancia sana. En el contexto terapéutico los clientes aprenden a regular sus esquemas emocionales, a partir de la internalización de las interacciones de cuidado y alivio que tienen con el terapeuta, así como a través del desarrollo de la autoempatía. El trabajo con las emociones en terapia es análogo al desarrollo de la regulación de la emoción, que se produce en un proceso de desarrollo normal (Greenberg). De alguna forma el terapeuta realiza aquello que tuvo que ocurrir con la persona referencial básica: “Imaginar que el paciente puede realizar aquello que desea” es decir, entregarle “la confianza básica: Tengo esperanza firme en ti, y te apruebo, con la seguridad de que puedes realizar tus deseos y ser como eres”.

Resumen del proceso:

• El terapeuta recibe al paciente acompañándolo y sin poner barreras en la recogida de datos, aceptando en las primeras sesiones el significado que da este paciente a su problema o síntoma (contención).

• El terapeuta posteriormente escolta al paciente intentando participar con el mismo lenguaje y con semejantes ritmos en la expresión tanto verbal como no verbal.

• Realiza todo un análisis de las soluciones ya intentadas así como del diálogo que mantiene consigo mismo el paciente. Al terapeuta le interesa de este autodiálogo lo estructural del lenguaje (empleo de siempre, nunca, frases condicionales, empleo de universales, genera l i zac iones. . . ) as í como e l significado para el sujeto.

• La relación terapéutica está basada en el respeto y la confianza. Esta relación establece un vínculo asimétrico, hasta alcanzar el momento terapéutico de inflexión, donde el paciente invierte la asimetría (relación recíprocamente asimétrica).

• El terapeuta termina siendo un equivalente de la persona referencial básica del paciente (persona referencial secundaria).

• El terapeuta establece un plan de cambio en su paciente. Se imagina qué tendría que cambiar el paciente en su conducta, cogniciones, relaciones i n t e r p e r s o n a l e s , s i s t e m a d e representación de su entorno, etc. para conseguir una remisión del síntoma o del problema.

• Posteriormente, el terapeuta cambia su conducta y sus cogniciones en

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presencia del paciente. Este es uno de los aspectos más importantes en la Terapia de Interacción Recíproca. El t e r a p e u t a v a c a m b i a n d o s u comportamiento y su forma de pensar delante del paciente. De esta forma si los puntos anteriormente mencionados se han logrado, el cambio del terapeuta posiciona al sujeto en un nuevo ángulo respecto del problema, tal como una rampa de lanzamiento para la última de las partes del entramado terapéutico.

• Al final de cada intervención y en la misma sesión, el terapeuta realiza un análisis con el sujeto de los cambios originados con estas intervenciones tanto en su esquema emocional como en su visión del problema que se está tratando.

• El efecto terapéutico, y por lo tanto “el cambio” en el paciente, no lo realiza la intervención en sí, sino la discusión posterior junto con el cambio previo en la conducta y las cogniciones del terapeuta.

• Tras entrar en contacto y aproximarse a todos los planos del paciente mediante la admiración del terapeuta, el paciente introyecta este aprendizaje así como su propia admiración.

8. “El crecimiento interno se relaciona con el trabajo sobre la base de aceptar la imposibilidad de presencia del tu”.

“El crecimiento ínter-subjetivo se realiza aceptando a su vez la imposibilidad de ausencia del otro” Isidoro Berenstein (2001).

Es decir:

• No hay “yo” sin “tu”. La existencia del “yo” necesita del “tu” que no sólo le da vida física, sino que también le otorga del necesario equilibrio nutritivo y emocional. El “otro” manifiesta la

tendencia del “yo” hacia el “tu” y propone nuevos significados al “yo”.

• La introyección o interiorización del “tu” dará lugar al autodiálogo, y a los componentes de representación ideativos que tendrá el sujeto a lo largo de su vida, en definitiva la interiorización del “tu” dará lugar a la denominada “conciencia” del “yo”.

• El “otro” añade nuevos ángulos, nuevas perspectivas, que enriquecen al “yo” en su crecimiento, incorpora por tanto la “socialización” y la maduración en las relaciones con el mundo en que vive el “yo”. Integrar al “otro” enriquece los significados del “yo”, le hace flexible, le socializa.

• El “autoconcepto” será un reflejo de la suma de los esquemas emocionales inter ior izados desde el referente inmediato: “tu” y los elementos que son añadidos por el “otro”. El autoconcepto; por lo tanto aparece como una expresión de la interiorización del “tu” junto con la parte del otro que el binomio “yo-tu” ha podido aceptar.

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• Cuando rechazamos a l “o t ro” focalizamos en nuestro narcisismo, de igual forma cuando rechazamos al “tu” se rompe el ecosistema natural del “yo”.

Esta es la esencia por la que el terapeuta se debe convertir en la persona referencial básica del paciente. El terapeuta es “otro” en el primer momento de la intervención, que termina siendo “tu”; con ello integra una socialización y una conciencia con un nuevo significado mas adaptado a la realidad actual del “yo”, dándole la autonomía necesaria. Posteriormente, al final del tratamiento, el “yo” sabrá separarse del terapeuta por lo que p o d r á v i v i r s i n l a p r e s e n c i a d e l “tu” (crecimiento interno) y a la vez podrá v iv ir con la presencia constante del “otro” (crecimiento intersubjetivo), pero ya en este momento con un autoconcepto sano y maduro.

El terapeuta acompaña al paciente desde la real idad actual , s in reservas, s in condiciones. Este primer momento de aceptación total equivale a un primer m o m e n t o e s e n c i a l e n e l “ y o ”, l a autoafirmación, como debe ser admitido en un primer momento el neonato.

Esta aceptación definitiva, no sólo no debe preocupar a aquellos que les parezca un claro movimiento inmaduro para el paciente, sino que es la esencia del segundo escalón para el cambio terapéut ico: la contención . Conteniendo al paciente le colocamos límites parando su inercia patológica. A partir de ahí podemos reestructurar nuevos autodiálogos, nuevos significados y una nueva visión de sí

mismo, y por lo tanto un nuevo autoconcepto que culmina en una nueva “conciencia” mucho mas adaptada y sana para el presente. Este ejercicio de reeducación del autoconcepto le denominamos escoltar.

9. Sea cual sea la característica del paciente en la relación con el terapeuta: sumisa, rebelde, suspicaz, resbaladizo, temeroso, dependiente, etc., el terapeuta tiene que percibir esta forma de relacionarse como propia del contenido del esquema emocional del paciente, y por lo tanto como denominador común de la relación referencial de este.

Conseguir que el paciente admire al terapeuta como un modelo o ídolo con el que identificarse no es necesario. Lo que sí es necesario es que el paciente pueda admirar al terapeuta como persona referencial básica secundaria, es decir; no tiene por qué ser

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ídolo, pero sí referente. Y además, es necesario que el paciente sea consciente de que este referente básico secundario tiene muchos indicadores de otros referentes básicos en los que depositó su esquema emocional.

Los hombres y las mujeres del siglo XXI deben sentir que alguien confía en ellos plenamente, deben percibir que alguien básico para ellos, de forma sincera, les mira en sus capacidades y se imagina que pueden realizar aquello que desean.

La mirada es importante para el ser humano. No es suficiente que te vean, es necesario que te miren. La mirada tiene un componente de contemplación. Mirar es dedicar un tiempo. Cuando una persona te ve o te observa se siente distinto a cuando te mira. El niño necesita sentirse bien mirado. Si esto no ocurre puede ser traumático, ya que desde ese momento cuando se pone delante del espejo se ve, pero no se mira.

10. Todo este engranaje se realiza dentro de una doble perspectiva:

• El terapeuta acoge y recibe al paciente atendiendo a su motivo de

consulta o problema concreto: dolor, ansiedad, fobia, obsesión, depresión, etc.

• Por su posición y al convertirse en persona referencial básica secundaria establece desde el vínculo y las técnicas antes explicadas un desbloqueo del antiguo autoconcepto desequilibrado secundario a la desajustada relación del paciente con su persona referencial básica.

Para poder mirarse al espejo, hay que admirarse. Necesitamos que alguien para nosotros básico nos haya admirado para poder admirarnos.

Este momento terapéutico de inflexión normalmente ocurre después de otro momento de crisis semejante al término propuesto por Gilliéron en 1972, durante el cual el paciente puede incluso verbalizarnos que se encuentra peor.

Todo el movimiento que se produce en las consultas previas al momento terapéutico de inflexión debe estar regulado bajo esa relación recíproca entre el terapeuta y las estructuras mentales del paciente, de las que iremos sacando los componentes necesarios para que éste ponga en marcha sus recursos y aptitudes tanto en el plano biológico, conductual, cognitivo como interpersonal.

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INTRODUCCIÓN

Psicoterapia es el arte con el que conseguimos darnos cuenta del permanente diálogo con nuestra b i o g r a f í a . P o r l o t a n t o , l a enfermedad hay que contemplarla en función de la trayectoria de una vida.

Roberto Aguado.

Es cada día más interesante en el trabajo del psicólogo clínico o el psicoterapeuta, indagar sobre aquellos acontecimientos que suceden en la relación entre el paciente y el terapeuta. Somos conscientes de que se han estudiado suficientemente todas las variables que influyen en el ser humano para que pase de un estado de sa lud a un estado de enfermedad. También hemos estudiado suficientemente todo lo que ocurre en la mente del psicoterapeuta mientras está realizando su labor; sabemos de sus ansiedades, de sus di f icultades ante situaciones que él no tiene resueltas. Incluso sabemos de aquello que puede proyectar o puede determinar sus decisiones. Sin embargo, poco sabemos y menos se ha investigado, sobre las verdaderas conexiones que se establecen en la propia relación entre el terapeuta y el paciente, y si en ellas se pueden encontrar las propias explicaciones de las soluciones que se producen. En definitiva, nos interesa saber si en la relación terapeuta-

paciente, por si sola, hay determinantes para desarrollar la solución o el empeoramiento del sufrimiento del paciente. Y por supuesto, nos interesa saber si también esta relación puede mejorar o empeorar al propio terapeuta en su salud mental.

Son muchos años los que llevamos estudiando el vínculo relacional como uno de los espacios más interesantes en el cambio terapéutico. La Terapia de Interacción Recíproca es una terapia que entiende que el vínculo es uno de esos espacios mágicos donde se puede y se debe intervenir en la psicopatología general y en la clínica sexual en particular.

Pensamos que las relaciones con las primeras personas referenciales son cruciales para el sosiego del sustrato biológico y neurológico que nos proporciona la sensación como mamíferos de seguridad o de peligro. Entendemos que un cerebro emocional

TERAPIA DE INTERACCIÓN RECÍPROCA EN LA INTERVENCIÓN EN SEXOLOGÍA: “La emoción decide y la razón justifica”

Roberto Aguado. Presidente del IEPTL

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codificado en peligro, no sólo gobierna la totalidad del sistema global, sino que en estas condiciones la enfermedad es una expresión necesaria dentro de una dinámica de aviso y comunicación sobre la inmediatez de un cambio que ayude a mantener una mejor manera de interacción con el exterior y el interior del psiquismo que está en conflicto.

Todas nues t ras representac iones , cogniciones, conductas o emociones, se pueden entender en clave de memorias, y estas memorias gobiernan no sólo en el presente, sino que nos abren los senderos del futuro y determinan nuestra experiencia en el pasado. Estas memorias necesitan para grabarse caldos de cultivo propicios, y después de mucho investigar y observar, tanto neurólogos, como biólogos y psicólogos hemos llegado a la conclusión de que los condimentos de este guiso son:

• Un estado mental determinado. Que para que se produzca debe contener una biología y una activación especifica.

• Un ambiente suficientemente ligado a componentes de seguridad-peligro para el sistema que memoriza.

Los vínculos son puntos de cruce, lugares en los que confluyen varias coordenadas de un mismo sistema. En estos puntos de cruce esta lo crucial, lo esencial. Cuando nacemos lo esencial es poder vincularse, si no lo hiciéramos moriríamos. Nuestro cerebro emocional está diseñado para que se produzca u n v í n c u l o c o n n u e s t r a s p e r s o n a s referenciales. Ser querido y alimentado es la plataforma necesaria para sobrevivir. Cuando nuestro cerebro límbico puede identificar que se están realizando las necesidades afectivas básicas, certifica que podremos sobrevivir, y esto da equilibrio al sistema. Es aquí donde se consigue el estado mental al que nos referíamos anteriormente, en este momento la biología subyacente consigue un clima de seguridad y de bienestar.

Los nu t r i en tes , no só lo podemos entenderlos como alimentos en forma de comida, también son nutrientes el cariño que n o s c e r t i f i c a q u e v a m o s a s e g u i r recibiéndolos, y que nos permiten seguir a nivel biológico percibiendo lo que ya existe a nivel emocional. Por lo tanto, el cariño determina la seguridad biológica y existencial, mientras que la comida asegura la vida en nuestro organismo. Si los vínculos no se producen entre los referentes y el nacido, aunque se dé comida y se intente el cariño; la relación vincular no fluye, en ese momento aparece la emergencia, como un punto de cruce que está en crisis desarticulando la homeostasis global.

De esta forma Renn concluye que cuando nos encontramos con traumas acumulativos en las relaciones, estos van a terminar por producir un impacto en la maduración del s istema orbito-frontal y generar una permanente falta de regulación en los estados de miedo. Los trabajos de Lyons-Ruth y Jacobvitz relacionan el apego desorganizado con una predisposición a la violencia en las relaciones personales, a padecer estados disociativos y trastornos de conducta en niños y adolescentes; así como a desarrollar en la vida adulta el denominado trastorno bordeline de la personalidad.

Si tuviera qué definir al ser humano desde una posición de psicólogo clínico, lo haría resaltando su universo vincular, de tal forma que el conjunto de los vínculos con el que nos relacionamos, podría ser una de las aproximaciones más cercanas a lo que rea lmente somos; y lo que es más importante, cómo nos comportaremos. La forma en que nos relacionamos y nos vinculamos, tanto con nosotros mismos, con quien nos rodea y por supuesto, con el ambiente en el que convivimos, es uno de los indicadores de nuestra forma de proceder, sentir y pensar. Aquel que tenga menguado su

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universo vincular, se sentirá solo, roto, abandonado, cuando no indefenso.

Por lo tanto los vínculos, que son puntos de cruce, son lo crucial, lo importante, lo que nos define, y sobre todo lo que nos hace ser como somos, para lo bueno o para lo malo. Lo crucial y lo esencial están muy cerca. Para descubrir nuestra esencia, tenemos que saber cuales son nuestros puntos cruciales. En ellos encontraremos nuestra debilidad y también nuestra fortaleza. De hecho, cuando se produce el desgarro o la pérdida de uno de estos vínculos, es muy probable que se produzca lo que en los modelos dinámicos denominan emergente; es decir, uno de estos vínculos rotos es fundamental para el mantenimiento de la red global, y por lo tanto si sufre algún daño, se produce un emergente en forma de motivo de consulta o de ataque de pánico, tristeza o dolor; y eso es la emergencia. La emergencia aparece cuando

un punto de cruce está en crisis y este desequilibra la homeostasis de la trama vital.

En Terapia de Interacción Recíproca sabemos bien que estos enlaces o vínculos tempranos no sólo nos dan climas de seguridad o de inseguridad, de dependencia o independencia, y sobre todo de simbiosis o autonomía; sino que son además las bases en las que nos apoyaremos permanentemente a lo largo de nuestra vida.

El vínculo que se establece entre dos mamíferos, en el que uno de ellos es identificado cómo autoridad, es casi siempre un vínculo que produce seguridad. Ese tipo de vínculos se consigue en psicoterapia, y desde esa opción, el terapeuta es capaz de conseguir cambiar las memorias emocionales, los vínculos, y las relaciones con los personajes básicos de la vida del sujeto, y de esta forma liberarle de la amenaza constante y sobre todo del intento voluntario para conseguir el control.

En cada emergencia se tiene una gran oportunidad para hacer una crisis, por lo tanto no debemos dejar que las crisis sean sólo momentos para pasarlo mal, y de este modo un recuerdo de que eres incapaz, en cada una de las crisis que tengas en tu vida, tienes la oportunidad de renacer, y por qué no, de sacar de ti aquello que te sobra.

La clínica sexual ocurre cuándo nuestros vínculos están afectados, sobre todo los vínculos que establecemos con nosotros mismos y nuestra capacidad de afrontar cada uno de los escalones de nuestra vida evolutiva. Es un error quedarse en el intento de solución de la disfunción, del displacer o del trastorno sexual sólo desde la emergencia o síntoma, ya que este sólo nos avisa; es c ó m o e l c a r t e r o q u e n o s t r a e l a correspondencia, nuestra energía debería dirigirse a averiguar qué vínculo dentro de n u e s t r a r e d g l o b a l s e e n c u e n t r a

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excesivamente presionado o a punto de romperse.

Para ejemplificar toda esta dinámica, nos sirve la clásica explicación que podemos imaginar, si al abrir el embozo de nuestra cama encontramos una serpiente. En ese momento, mucho antes de poder interpretar l a s i t u a c i ó n , t e nd r í amos t o do s l o s desencadenantes antes mencionados, hasta que nuestro cerebro intelectual-cognitivo se da cuenta de que esa serpiente es de plástico. Cuándo esto sucede, tanto el hipocampo como el lóbulo orbital frontal interpretan la situación como no peligrosa y consiguen activar toda la respuesta de conservación de energía, y de esta forma desactivan la parte del sistema límbico que se había preparado para la activación de gasto energético ante una situación de amenaza.

El inconveniente es que hay cerebros que esta interpretación no tienen oportunidad de poder realizarla, es decir no tienen la c a p a c i d a d d e p o d e r r e a l i z a r u n a reorganización de la situación, ya que los circuitos corticales e hipocámpicos quedan bloqueados ante la situación de amenaza. Esta forma de proceder es propia de un sistema de seguridad ante peligros vitales, en los que no se pierde tiempo en interpretar ya que es necesar ia una respues ta de supervivencia, y en consecuencia no se tiene l a c a p a c i d a d d e p o d e r i n h i b i r e l engatillamiento de la química del pánico. Esta forma de proceder es fantástica cuando estamos ante peligros reales, en los que nuestra v ida corre pe l igro; pero es verdaderamente nefasta cuando nos encontramos ante situaciones en que el cerebro de aquel que tiene un trastorno sexual, identifica situaciones para el resto de los mortales normales, como de extremada peligrosidad, impidiendo que la razón, la inteligencia, el sentido común, la lógica analítica-formal (y por lo tanto las estructuras neurológicas que las sustentan) puedan

cambiar la situación de amenaza por normalidad. De tal manera que el cerebro del paciente con patología sexual en numerosas ocasiones es un cerebro secuestrado por el programa de seguridad para situaciones terroríficas, impidiendo que se produzca una interpretación racional de la situación y respondiendo como si algo verdaderamente peligroso se estuviera viviendo.

Todo este estudio respecto a lo que ocurre en una s i tuac ión de ac t i vac ión nos p r o p o r c i o n a t r e s i n f o r m a c i o n e s trascendentales para el tratamiento y la tecnología a emplear para que la terapia sexual sea no sólo eficaz, sino también válida para la integración vital del sujeto que la padece:

• El cerebro ante una situación de disfunción sexual está gobernado y funciona de forma completamente distinta, tanto desde el punto de vista neurofisiológico como psicológico, si es un cerebro que no consigue una respuesta sexual adecuada, a si es un cerebro que no padece este desorden. Es decir, el cerebro que tiene miedo al miedo incapacita el control cognitivo, mientras que el cerebro que vive el miedo, pero no tiene miedo al miedo, es capaz de controlar desde la razón la respuesta emocional. Por lo tanto en cuanto al manejo del miedo son dos cerebros completamente distintos.

• Las estructuras superiores, en el cerebro que tiene miedo al miedo, están incapacitadas para poder reconstruir la situación, y curiosamente emplear en este tipo de cerebro la reestructuración cognitiva, es una metodología útil para un número de sujetos, más o menos el 65 %, pero no para todos, ya qué hay un porcentaje elevado – 35 % - a los que esta tecnología no sólo no les mejora, sino que en muchos casos les somete en una indefensión terapéutica. Este 35 %

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corresponde a todos los que, en el proceso terapéutico, han sido incapaces de restablecer desde el neocortex un control del sistema límbico.

• La solución, en la mayoría de estos cerebros, debemos encontrarla en la p r ime ra i n t e rp re ta c i ón ce reb ra l (emocional) y no tanto en la segunda interpretación (intelectual o cognitiva). Es decir si tenemos una borrasca podemos poner diques al mar (emplear la razón para combatir la emoción descontrolada del miedo), pero si a lo que nos enfrentamos es a un tsunami, entonces lo único que podemos hacer es apaciguar el mar, ya qué por muchos d iques que pongamos, no serán suficientes. Pero... ¿Cómo apaciguamos el mar? Más adelante lo explicaremos y para ello emplearemos un programa qué nos ayude a sobrevivir.

Estas conclusiones tienen una importancia sublime para la intervención ante el miedo a tener miedo, ya que aunque toda la comunidad científica esté de acuerdo en las premisas anteriormente expuestas; sin embargo, es habitual, por no decir global, la creencia científica de que la forma en que hay que resolver este cortocircuito neurológico entre el sistema límbico y el sistema neocortical, es enseñando al sujeto a realizar la interpretación cognitiva de la situación a través de la psicoterapia. Cuando se aplican t e c n o l o g í a s t e r a p é u t i c a s d e e s t a s c a r a c t e r í s t i c a s , r e a l m e n t e a n i v e l neurofisiológico, lo que se hace es conseguir que el cerebro cortical sea capaz de poder intervenir en el proceso, reestructurando la respuesta del sujeto desde el sentido común y el aprendizaje de que en estas situaciones no hay nada que temer; y de esta forma el sujeto sea capaz de identificar la normalidad del estímulo y por lo tanto pueda inhibir la respuesta de pánico por otra de tranquilidad (desensibilización). Tal como hemos referido

anteriormente, esta forma de intervención no es eficaz para todos los pacientes y la realidad clínica nos indica que cerca del 35 % de sujetos que padecen este trastorno no son capaces de salir de la cárcel psicológica en la que se encuentran con estos procedimientos, ya que su cerebro límbico impide que puedan retomar desde la razón el control. Y es en este punto donde comienza nuest ra investigación, ya que todos sabemos que las conexiones entre el sistema límbico y la corteza cerebral pasan por unos canales muy potentes; es decir, la emoción inunda la cognición y la neutraliza. En cambio, la comunicación inversa entre la corteza cerebral y el sistema límbico pasa por unos canales muy delgados que se pueden colapsar con facilidad impidiendo la comunicación. De aquí nuestra sentencia: “la emoción decide y la razón justifica”. El problema es que en muchas ocasiones la justificación no cambia la decisión que ya ha sido tomada.

Proponemos cambios en la forma cómo interpretamos desde nuestra atalaya de psicólogos y psiquiatras, al paciente que tiene miedo a tener miedo. Y para ello invitamos a la comunidad clínica a que se dé cuenta de que cambiando dónde intervenimos, evitamos estériles sufrimientos a los pacientes. La reestructuración desde la razón debe hacerse siempre, esto está claro, pero para conseguir

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un cambio terapéutico en un porcentaje mayor que el actual, hay que trabajar las memorias emocionales que impiden dicha reestructuración, de tal manera que en primer lugar hay que intervenir en la emoción para cambiar dichas memorias.

Una vez conseguido, es cuando podremos realizar la reestructuración cognitiva. La creencia de que la razón siempre es capaz de modificar la respuesta emocional, no sólo no se sost iene desde el punto de vista neurológico, sino que no deja de ser una especie de idealismo, impropio de científicos. Metafóricamente podríamos decir que si es una borrasca, pones diques en el puerto; si es un tsunami debes conseguir que el maremoto no vuelva a producirse, y para esto hay que intervenir en el propio mar, en ocasiones en sus profundidades, para que el choque de las placas continentales no genere un impacto tan brusco. Es difícil pero es posible.

Hasta la fecha el modelo más utilizado para tratar trastornos de pánico ha sido, desde el punto de vista de la intervención psicológica, el modelo Cognitivo-conductual. Es el modelo fundamentalmente estudiado en las facultades de psicología españolas, y ha sido catalogado como el único modelo psicológico de carácter científico. Hay muchos otros modelos adecuados, yo me he preocupado por conocer concienzudamente muchos, de tal forma que he estudiado no sólo este modelo, sino que me he permitido ahondar en otros como el psicoanálisis, gestalt, terapia interpersonal, psicoterapia sistémica, terapia estratégica y muy en profundidad todas las corrientes trasversales que de alguna forma entendían que el sujeto construye su salud y su enfermedad mental (Constructivismo). Puedo acreditar que he puesto en práctica cada una de estas variantes de intervención con cientos de pacientes, y es verdad que la más eficaz para este tipo de trastorno es el modelo cognitivo-conductual. Pero también certifico que en mi

experiencia la mejor intervención es aquella que recoge tecnología de cada uno de estos modelos, siendo más eficaz que ninguna el eclecticismo, que puede intervenir en cada paciente desde una vertiente distinta según el momento y las características psicológicas de este.

Es por ello que me gustaría salvar del sectarismo ideológico a nuestro lector no profesional – al profesional simplemente le invito a que también se salve, trasmitiéndole que lo importante realmente (R. Aguado 1993, 1997, 2002, 2005) es la relación vincular que se establece entre el terapeuta y el paciente. Es decir, sea cual sea la estrategia de intervención, lo que más prima para que el paciente mejore es lo que ocurre en ese espacio mágico que emerge entre dos seres humanos, al que denominamos vínculo; en este caso el vínculo terapeuta-paciente. Por supuesto, es necesario una comunicación terapéutica y unas acciones terapéuticas, pero estas no tendrán éxito si no se establece un vínculo terapéutico adecuado.

¿Quiere esto decir que sin realizar psicoterapia no es posible resolver los ataques de pánico? Pues en los casos donde el ataque de pánico está arraigado a memorias emocionales vitales, estoy completamente seguro de que es necesaria la psicoterapia con un profesional. No obstante, conozco casos graves que se han resuelto, ya que la persona ha tenido un vínculo con un amigo, otro paciente, un maestro… que sin realizar psicoterapia profesional, han conseguido g r a b a r n u e va s m e m o r i a s d e s d e e l estab lec imiento de lo que l lamamos experiencias emocionales correctoras. Por citar algunas, encontramos esa persona que conoce a otra que tiene la capacidad de hacer la descubr i r sus capacidades y desalojarse de sus miedos. También sucede en personas que al ser padre o madre son capaces de rea l i zar, expos ic ión t ras exposición, una nueva forma de interiorizar

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aquello que les producía pánico. Otro ejemplo más lo tenemos en las personas que han vivido un peligro vital real, y después de este acontecimiento, son capaces de salir de su pánico y dejan de tener miedo a tener miedo. En todos estos casos si hacemos un estudio de meta-análisis, encontraremos que se puede hacer psicoterapia sin realizar psicoterapia profesional, pero de alguna forma se ha hecho.

Por lo tanto queda claro que si alguien deja de tener crisis de ansiedad por leerse un texto, incluido este; es simplemente porque ha realizado, solo/a, todo el reaprendizaje que normalmente es necesario hacer en compañía de un profesional.

En la mayoría de las ocasiones, en aquellas mentes en las que el miedo sólo es una emoción más, la razón tiene capacidad para colocar en su sitio a la emoción, puede recomponer y solventar cualquier situación que pueda ser interpretada como peligrosa, dando una respuesta coherente; de tal forma que si es necesario huir, lo hace, y si no es para tanto, es capaz de introducir una información de perspectiva que restablece la sensación de seguridad. Sin embargo, si este cerebro tiene miedo a tener miedo, no sólo avisa de un peligro, sino que percibe ese

peligro cómo vital; la razón queda en segunda fila, queda apartada y no es capaz de retomar el mando hasta qué de nuevo la mente emocional vuelve a comunicar que el organismo vive una situación de normalidad y de seguridad.

“ L a e m o c i ó n t i e n e q u e v e r fundamentalmente con la motivación y la acción; mientras que la cognición está relacionada con el conocimiento y conlleva el análisis de la situación y la decisión de hacer, la acción es emotiva” (Izard 1993).

El ejemplo más simple sería el de un país, que es gobernado en todo momento por su consejo de ministros y su presidente, y éstos se basan para el gobierno en la lógica racional, el sentido común, y lo que debe ser. Sin embargo, cuando este país es atacado por una epidemia vírica que puede matar a todos sus ciudadanos, el mando pasa al ejército, que aunque siga desde el punto de vista estratégico necesitando de la firma del presidente, en todo momento son los militares los que deciden la estrategia a seguir, quedando los políticos en un segundo plano, justificando en lenguaje político las decisiones tomadas, de tal forma que sólo deciden sobre el abanico de decisiones determinadas por los militares, y por todo ello ya no toman decisiones globales; deciden sobre las decisiones ya tomadas, y es sólo cuando ha pasado el peligro, cuando podemos volver a la situación inicial; siempre que los militares no se perpetúen en el poder, trasmitiendo bajo su lógica especial, que seguimos en peligro vital, pero eso es otra historia.

La razón debe ser capaz de modular la emoción. Estar bajo la dictadura de las emociones no es conveniente. Pero saber que esto tiene que ser así, no significa que siempre lo sea; de tal forma que cuando la emoción es la que gobierna sobre la razón (programa supervivencia), en ese momento de poco sirve lo que tiene que ser y es en esta situación donde tenemos que dejar la

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ideología psicológica y reconocer los hechos. Para poder intervenir con un cerebro en el que la emoción es la que lleva las riendas, hay que incidir sobre la emoción en si misma, y en este territorio la reestructuración cognitiva no nos sirve. Tenemos que trabajar con la emoción y ser capaces de engatillar otro programa emocional incompatible o antídoto al anterior; en ese momento el nuevo clima de calma propiciará que de nuevo la razón pueda incidir y por lo tanto volvamos a la situación ideal, en la que la lógica formal gobierna sobre la lógica caótica de la emoción. De esta manera debe quedar clara esta primera premisa:

“En un cerebro que tiene miedo a tener miedo, la emoción gobierna sobre la razón, y es sólo cuando intervenimos en la emoción, activando otro programa emocional incompatible con el anterior, cuando volveremos a un clima de calma, y es ahí dónde la razón podrá ejercer de nuevo su gobierno”.

De todo esto concluyo que la verdadera intervención eficaz ante un cerebro que tiene miedo a tener miedo, es aquella que activa un programa emocional incompatible o antídoto con el anterior, en este caso el miedo, tal como ocurre con el engatillamiento de emociones del tipo: seguridad, rabia, sorpresa, interés, alegría, admiración, o incluso si se sabe manejar adecuadamente la tristeza. Ya que si hacemos un estudio de la naturaleza de la emoción comprenderemos que la emoción en sí es un patrón innato (me refiero a las emociones básicas) y aunque posteriormente aprenderemos en qué situaciones se engatillan éstos, la emoción tal cuál no es aprendida. Pues bien, cuando un patrón emocional se engatilla, éste lo hace para encaminarnos a una acción específica. En el caso del miedo, la acción será querer huir, protegerse, escapar. En cerebros que no tienen miedo a tener miedo, desde la lógica de la razón somos capaces de engatillar una

emoción incompatible con el miedo tal como sucede con la seguridad, el interés, la alegría etc., permitiendo que el sujeto pueda recomponer su respuesta ante estos nuevos patrones que le mueven hacia el dominio de la situación, tales como, tener las riendas (seguridad), observar mejor, prestar a nuevos elementos de la situación atención (interés), o simplemente vivir lo cómico de la situación o

lo excitante (alegría o euforia). Pero en los cerebros que tienen miedo a tener miedo, esto es imposible, ya que al vivir una situación de supervivencia la razón no puede gobernar, y por lo tanto es prec iso d i rec tamente inc id i r sobre pat rones emocionales incompatibles como los descritos anteriormente. Neurológicamente ya lo he explicado, en un programa de supervivencia, el lóbulo orbital frontal no inhibe las e s t r u c t u r a s l í m b i c a s , y a q u e e s t á desconectado.

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Deseos o necesidades básicas. Categorización.

Tal como Freud denomina “insatisfacible carga de anhelo”, en “Inhibición, síntoma y angustia (1926)”, para expresar lo específico de la reacción frente a la pérdida de objeto y que posteriormente Hugo Bleichmar (1999) recoge para comprender el sentimiento de impotencia y desesperanza que tiene una persona deprimida. “Esta “insatisfacible carga de anhelo” es un estado afectivo integrado por un doble componente: uno ideativo, se representa el deseo dirigido hacia el objeto como no realizable; y, como consecuencia de representarse el deseo como irrealizable, surge un sentimiento doloroso...” (Brenner, 1982; Hoffman, 1992. En “Avances en psicoterapia psicoanalítica” Hugo Bleichmar 1999). Y un segundo emocional, afectando al psiquismo y al comportamiento.

Esta misma insatisfacible carga de anhelo puede encontrarse tanto en su vertiente ideativa como emocional cuando algún deseo central o necesario para la supervivencia física o psicológica del sujeto no se ha podido realizar. Estos deseos centrales son los determinantes de distintos sentimientos de incapacidad cuando el sujeto no los puede imaginar realizados, al igual que pueden representarse como angustia ante el peligro, cuando son deseos amenazadores que no encuentran salidas posibles. Esta incapacidad del sujeto, produce una sintomatología psicosomática o directamente una clínica psíquica, a la que posteriormente le damos categoría de trastorno o enfermedad en el DSM o el CIE.

Con el ánimo pedagógico de realizar una clasificación donde nuestro lector pueda situarse, voy a describir los grupos de deseos básicos para el ser humano. Dentro de estos deseos hay algunos que son imprescindibles para existir y sobrevivir en el plano biopsicosocial, otros cuando no se pueden realizar crean expresiones de la carencia que p r oducen l a s an t e r i o r e s pa t o l og í a s mencionadas. Los grupos de deseos que aquí exponemos no son ni con mucho todos los que podemos advertir en el ser humano, pero sí aquellos que han sido los denominadores

DESEOS O NECESIDADES BÁSICAS, REFERENCIAS BÁSICAS Y CONFLICTOS BÁSICOS

Roberto Aguado. Presidente del IEPTL

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comunes de las necesidades básicas humanas; por lo tanto, aunque siendo poco exhaustivo, expondré a continuación una relación para explicar sus características y posteriormente haré una categorización de estos por orden de importancia en cuanto al impacto cuando no se realizan.

1. Grupo de deseos de satisfacción de impulsos o necesidades biológicas o psíquicas, que una vez realizados reducen los niveles de tensión tanto física como mental. Este grupo de deseos está muy ligado a las inercias motivacionales de desarrollo y evolución humana. Suelen ser secundarios a los mecanismos reguladores anteriormente mencionados tanto a nivel neuronal, inmunológico, endocrino como psicológico. Su no realización en el tiempo, sobre todo a nivel físico, produce la muerte del individuo, y cuando no se realizan a nivel psicológico desencadenan un estado mental patológico en muchos casos irreversible. Cuando estos deseos no se pueden realizar a nivel de representación ideativa, aunque sí se estén realizando en la práctica, provocan una gran frustración y colocan al sujeto en un estado de alarma permanente.

2. Grupo de deseos de Apego (Bowlby 1969). El sujeto necesita estar en contacto físico con el referente, para compartir emociones y contextos. Cuando ha habido carencias en estos deseos, son posibles las conductas anormales en la convivencia con los demás; así podemos encontrar en sujetos con estas carencias deseos patológicos como son la absoluta necesidad de fusionarse con el referente (Hugo Bleichmar). Una variante puede ser el deseo opositorio de no tener ninguna relación con el referente, como una incapacidad de poder sentir emociones compartidas, no obstante este movimiento no es menos vincular con el referente que los anteriores, ya que a partir de ese momento el sujeto se imagina sus deseos opuestos al

referente, pero sigue estando mediatizado por éste.

3. Grupo de deseos de contención. Es necesario desde nuestros primeros momentos de vida la socialización, y de aquí la expresión “ser alimentado con amor”. Esta primera contención da la posibilidad de sentirse parte de un clan o grupo primario (familia), en el que es fundamental para el psiquismo sentirse seguro en un refugio físico, que salve de las amenazas no solo climáticas, sino de alguna forma de los distintos contextos. Por último es necesario para el equilibrio psíquico poder tener un marco de defensa de su identidad y de su dignidad. Todos los seres humanos necesitamos que un adulto nos proteja y nos dé la seguridad que en algunos momentos nos falta; sobre todo en las primeras etapas de nuestra vida, y en concreto cuando tenemos l a s p r i m e r a s e s c a r a m u z a s c o n e l mesocontexto. La contención es posible cuando nos sentimos seguros, si el ser humano siente en su aparato neurológico defensivo una amenaza vital, su inseguridad le hará saltarse los límites y será imposible el equilibrio psíquico.

4. Grupo de deseos de delimitación. Todo ser humano debe ser canalizado y limitado dentro de las coordenadas de la realidad biopsicosocial en donde nace. Tener límites es una de las necesidades básicas para ser un adulto equilibrado. Pero estos límites deben ser adquiridos desde la imitación o el cariño, los límites aprendidos desde el miedo suelen tener consecuencias paradójicas. De la misma forma es necesario poder haber tenido una segunda oportunidad, pieza fundamental en el aprendizaje: equivocarnos o hacerlo mal y tener alguien que nos dice como hacerlo bien y además nos permite no tener una etiqueta de por vida por nuestra equivocación. El ensayo y error es uno de los elementos fundamentales del aprendizaje humano, pero para poder realizarlo tenemos que sentir que hay una segunda oportunidad.

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5. Otro grupo de deseos (deseos secundarios) son aquellos que se realizan para compensar la carencia de la no realización de un deseo primario. Uno de ellos es el descrito p o r H u g o B l e i c h m a r c o m o d e s e o s narcisistas, tal como los de reconocimiento y valoración. Estos deseos necesitan para poder representarse como realizados que sean convalidados por el referente.

Hay numerosas variaciones, entre ellas:

a. Orgullo de sentir que se dominan los p r o p i o s i m p u l s o s , e m o c i o n e s , funcionamiento mental, el medio circundante.

b. Orgullo por la perfección física, mental o moral.

c. N e c e s i d a d e s d e a d m i r a c i ó n incondicional.

d. Control omnipotente sobre uno mismo o los demás.

Cuando encontramos en un ser humano estos controles excesivos o estos orgullos tan elaborados, debemos analizar si este deseo narcisista no es secundario a la no realización de otro deseo más básico.

Dentro de esta categoría de deseos secundarios encontramos los Deseos relacionados con el bienestar del referente, de tal forma que el sujeto sólo se siente capaz de realizar sus deseos cuando su referente realiza los suyos. Este deseo si no puede realizarse a nivel al menos ideativo, produce numerosos sentimientos de culpa y de desesperanza, provocando en numerosas ocasiones sintomatología obsesiva y síntomas autopunit ivos. Estos mecanismos son elementos de compensación de la culpa. Es normal en estos casos encontrar sujetos que son sólo felices cuando el referente es feliz. Sint iéndose el los responsables de la infelicidad del otro.

Otros dos deseos secundarios son los de adquis ic ión mágica y hedon ismo constante. En el primero el paciente al tener una carencia de un deseo primario, tiene la actitud vital de conseguir sus deseos de forma mágica, sin enfrentarse a la situación, o simplemente esperando que el tiempo o alguien se lo regale porque sí. En el segundo, la persona realiza continuamente acciones que van encaminadas a la consecución del placer inmediato; no puede demorar refuerzos, no puede frustrarse, por lo que solo escoge el camino del placer y hacia el van en cam inada s t oda s s u s a c c i o ne s y cogniciones.

6. Grupo de deseos de incorporación a todos los niveles tanto orgánico como psíquico. En este deseo endógeno el paciente debe saber incorporar al TU, al OTRO, a la familia, al mesocontexto y al microcontexto en lo que se refiere a lo social. Debe

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incorporar sustancias, nutrientes, oxigeno y por qué no, virus y bacterias que están en su entorno. En el plano psicológico debe incorporar los afectos, la frustración, la negación, el éxito y el fracaso etc.

7. Grupo de deseos de retención. Por ser un deseo endógeno, el sujeto debe conseguir retener los sentimientos, los alimentos, los contextos, los aprendizajes, así como las dificultades y el placer.

8. Grupo de deseos de eliminación. Para poder crecer hay que saber separarse, hay que terminar etapas para poder empezar otras nuevas. El sujeto debe conseguir deshacerse de e lementos b io lógicos, psicológicos y sociales a lo largo de su evolución, de no ser así expresará el conflicto de la carencia de este deseo.

Todas estas categorías de deseos son complementarias y no excluyentes. Las emociones que encontramos en los sujetos que no pueden escapar de estos deseos, ya que están centrados en ellos, y por otro lado no pueden realizarlos, incluso a nivel ideativo son: la rabia, la tristeza patológica, la fantasía distorsionante, el autoreproche, la culpa, el odio, la ira, impotencia, desesperanza, miedo, pánico etc. Todas estas emociones son las que percibimos en nuestras consultas, y es frecuente que el paciente las tenga desde su relación básica.

Desde el punto de vista del sujeto, los deseos de incorporación, retención y eliminación podrían denominarse deseos endógenos o propios del sujeto. A estos d e s e o s l o s d e n o m i n a m o s t a m b i é n enmarcadores o encuadradores, ya que todos los demás deseos tienen a su vez una variante del deseo de incorporación, retención y eliminación.

Mientras que los deseos de satisfacción de necesidades biológicas y/o psíquicas, deseos de apego, deseos de contención, d e s e o s d e d e l i m i t a c i ó n , d e s e o s

narcisistas, deseos de satisfacción del referente, deseos de adquisición mágica y deseos de hedonismo constante son deseos exógenos o externos en cuanto a la etiología y respecto al sujeto, en definitiva transferidos. A estos deseos el sujeto se tendrá que adaptar para metabolizarlos (José Ignacio Fernández 2004).

Hay que diferenciar en estos deseos exógenos a los dos primeros: satisfacción de impulsos o necesidades biológicas y/o psíquicas y deseos de apego, como deseos básicos que deben ser realizados para obtener el equilibrio esencial tanto físico como psíquico. De ahí que al primero, muy ceñido al deseo central (deseo de supervivencia o conservación) “sine qua non”, se le dé una entidad de mayor importancia vital que al segundo. Estos dos deseos componen el espectro de deseos primarios.

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Mientras que los deseos secundarios, son deseos que aparecen y se potencian para reparar una carencia de uno de los deseos anteriores. Estos deseos son por lo tanto como una segunda oportunidad en la que se ve envuelto el sujeto para compensar una necesidad no realizada más vital.

Por último, en el deseo de apego, he diferenciado distintos tipos de vínculos o niveles de relación con el o los referentes, de tal forma que tenemos que diferenciar si el sujeto ha sido admirado o no de forma incondicional, si ha sido valorado o no y si ha sido identificado como persona única o no.

CATEGORIZACIÓN DE DESEOS O NECESIDADES ESENCIALES

• DESEOS EXÓGENOS O TRANSFERIDOS

1. Deseo de supervivencia o conservación (Deseo central).

2. Deseo de satisfacción de impulsos biológicos y/o psíquicos (Deseos primarios).

a. Deseo de satisfacción de impulsos biológicos.

b. Deseo de satisfacción de impulsos psíquicos.

i. Deseo de Apego (Bowlby 1969) o compañía (J. M. Román 2004).

1. Deseo de Admiración incondicional.

2. Deseo de Identificación como ser único.

3. Deseo de valoración.

ii. Deseo de contención.

1. Deseo de pertenecer a una familia.

2. Deseo de tener un lugar de convivencia.

3. Deseo de defensa y protección.

iii.Deseo de delimitación.

1. Deseo de ser limitado.

2. Deseo de autoridad desde el cariño.

3. Deseo de una segunda oportunidad.

3. Deseos secundarios (mecanismos de defensa).

a. Deseo Narcisista (Hugo Bleichmar).

b. Deseo del Bienestar del referente.

c. Deseo de adquisición mágica.

d. Deseo de hedonismo constante.

• DESEOS ENDÓGENOS O ENMARCADORES

1. Deseo de incorporación.

2. Deseo de retención.

3. Deseo de eliminación.

Los deseos esenciales o fundamentales que podemos encontrar en el análisis del paciente y a los cuales el sujeto está fijado, de tal forma que cuando no los realiza le produce una carencia nefasta para su ecosistema, les llamamos deseos básicos.

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Estos deseos básicos están todos ellos supeditados por el deseo de supervivencia o conservación, que es a su vez, el mediador de los mecanismos reguladores que inciden sobre los impulsos elementales del ser humano.

Es importante no obstante, volver a recordar que lo más negativo para el sujeto no es no poder realizar un deseo o necesidad básica, sino ser incapaz de representarse ese deseo realizado. Hugo Bleichmar (1999) denomina es te sent imiento como la “insatisfacible carga de anhelo”, sensación tremendamente primitiva y que hunde al sujeto en una carencia insoportable.

Distinguimos los deseos básicos de los no esenciales, fundamentalmente por el hecho de que a los primeros el sujeto se encuentra fijado, es decir; no puede renunciar, ya que su no r e a l i z a c i ó n , s ob r e t o do a n i ve l representacional, le sume en una situación de peligro vital y de caos. Esta sensación de peligro vital, queda grabada en estructuras neurológicas límbicas que inciden en una posterior manifestación tanto psicológica, psicosomática, cuando no directamente orgánica. La interpretación cognitiva del sujeto de estas sensaciones y percepciones interoceptivas es normalmente atribuida a una enfermedad o situación vital desafiante.

Antes de proceder a determinar los distintos deseos básicos y sus manifestaciones en los distintos niveles, tenemos que explicar algunos conceptos:

Cuando hablamos de conflicto, nos referimos a un complejo englobado por un deseo, la carencia o no realización de ese deseo, y un esquema emocional (motivación-emoción-cognición) que le acompaña y que hace sentir al sujeto, de alguna forma y en algún nivel el problema.

Deseo es una necesidad y por lo tanto una motivación, en el deseo encontramos la pulsión y la meta; también en el deseo

apreciamos el motor de la existencia. Luego el deseo engloba: la necesidad, la movilización y la meta.

Es importante que tengamos en cuenta esta definición de deseo para poder entender posteriormente el entramado teórico de la Terapia de Interacción Recíproca. En el deseo hay una inercia, una fuerza que nos mueve y nos empuja al conocimiento, a la acción y al sentir.

El deseo nos lleva a conocer y a explorar, nos hace ir mas allá de los límites en los que nos encontramos, por todo esto, es importante que el deseo pueda ser encauzado y trasformado en numerosas ocasiones; ya que ese deseo puede que no sea el momento propicio de realizarlo, o incluso sea dañino para nosotros o para aquellos que nos rodean.

En el deseo encontramos también un elemento de apropiación e incluso de posesión; al realizar el deseo somos dueños de aquello que deseábamos.

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Por último en el deseo apreciamos una satisfacción con la realización y por tanto placer, pero también ese placer se puede conseguir si somos capaces de demorar o elegir no realizar un deseo que no sea positivo para nosotros o para los que nos rodean. El placer no se vive por la realización del deseo, el placer esta más unido a la posibilidad de poder imaginar realizarlo, y posteriormente culminarlo o no, dependiendo de aquello que más nos conviene como personas.

Necesidad es la pulsión sin la que no podemos estar en equilibrio. La necesidad tiene una parte emocional y otra biológica, es decir en lo psíquico se manifiesta lo biológico y viceversa.

Impulso es la sensación de la pulsión, con él desarrollamos todos los movimientos necesarios para aplacar la necesidad y realizar el deseo.

A modo de resumen y qu izás como una expresión del punto de vista filosófico de la Terapia de Interacción R e c í p r o c a , e n l a s i g u i e n t e f i g u r a exponemos la cadena de eslabones que suceden para comprender tres p r e g u n t a s e n l a t e o r i z a c i ó n d e l a psicopatología humana: ¿Como enferma el ser humano?, ¿Para que e n f e r m a psicológicamente el ser humano? y ¿Cuales son los canales de expresión de la enfermedad?

* Las imágenes de este artículo son obra de Nir Hod (Tel-Aviv - Israel, 1970), dentro de su colección Genius

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Los psicoterapeutas llamamos motivo de consulta a lo que nos trae el paciente, y sobre todo a lo que trae al paciente a donde nosotros.

Unos vienen por una fobia a volar, otros por que no pueden salir de casa solos, otros por pensamientos rumiantes y ritos mágicos. En fin, todo un espectro de "peculiaridades" tan rico como lo es la naturaleza humana.

Lógicamente, el objetivo del tratamiento es y debería ser ese motivo de consulta: al que tiene miedo a los perros, que le desaparezca. Si tiene una depresión de caballo, que salga de la consulta a lomos de la alegría. Efectivamente, así debería ser... Pero así no debe ser. No siempre. Me explico: Hay una diferencia abismal entre las dos frases del primer párrafo ("lo que nos trae el paciente, y (...) lo que trae al paciente a donde nosotros"). Lo que nos trae el paciente es evidente: un dolor, una angustia, un no poder dormir... Pero... ¿realmente es eso lo que le ha traído donde nosotros? Muchas personas tienen miedo a las ratas, a las arañas... Pero no todos se pelean por llegar los primeros a un gabinete de psicología. ¿Cuál es la diferencia entre los que lo ven oportuno y los que no? ¿Sensibil idad, cultura, poder adquisitivo, "manías", un conocido al que le ha funcionado? Podría ser, y muchas veces lo es; pero no siempre. Hay veces en que lo que realmente trae al paciente a consulta es un no poder aguantarse a si mismo, el no poder vivir con su VIDA. Seamos serios: en una ciudad se puede vivir perfectamente con miedo a las arañas. Si no vives en una charca, puedes sobrevivir con el miedo a las ratas un mes más.

Ya hemos diferenciado entre lo que nos trae el paciente y lo que le trae. Ahora seamos aún más sutiles. Hay una diferencia entre el objetivo de una psicoterapia y su objeto (su razón de ser, su campo de actuación). El objetivo de una psicoterapia es que puedas mirar por el balcón de un doceavo piso sin despeinarte, que puedas rodearte de un enjambre de abejas riéndote (vete tú a saber por qué y de qué). A demanda, vamos. Y ese objetivo que nos trae el cliente debe ser cumplido. Pero eso no es el objeto de la psicoterapia. El objeto de la psicoterapia es el miedo, el abandono, la insatisfacción... Pero todo eso en mayúsculas (el MIEDO, el

MOTIVO DE CONSULTAIván Arenas. Director de Nuevas Tecnologías del IEPTL

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ABANDONO, la INSATISFACCIÓN). El miedo no es a una rata, es a todas las ratas, es a morir devorado por las ratas. Es decir, el miedo es a morir. El miedo a salir solo de casa no es sólo el miedo a salir: es el miedo a salir solo. Es el miedo a "salir" sin esa persona/as que es la única o únicas con las que puede salir: las únicas con las que se siente seguro, a salvo. Aún más claro es en los casos en que la ansiedad no es a algo específico, es la ANSIEDAD. Desensibiliza tú eso. Ordenando del 1 al 10 lo que me produce menos ansiedad y lo que más, pondría en el primer lugar... TODO y en el segundo... y en el tercero... Y así hasta l lenar la l ista. Desensibiliza a esa persona de su vida, porque es lo que le produce ansiedad. Y si puedes, consigue que se sienta distante de sí mismo; porque es en sí mismo y en todo momento cuando sufre esa ansiedad.

Mal lo tenemos, hay que reconocerlo. Pero también tenemos más trucos que Harry Potter. Y sobre todo uno: la magia suprema. Sabemos escuchar. En el discurso del paciente (en el discurso total, no solo en sus palabras) se infiltran elementos extraños que si sabemos como recolocar, redimensionar, reconducir; constituyen un segundo discurso: nos hablan de una segunda realidad. Nos traen el eco de otros miedos, de otras angustias. Y ese es nuestro objeto de trabajo. Eso es lo que tratamos. Eso es lo que cambia al paciente. Eso es lo que cambia la realidad con la que vive el paciente. Y cuando cambia esa "realidad" amenazante, desaparece el miedo. Cuando cambia ese mundo oscuro, desaparece la tristeza. Y quizás no salga de consulta montado a lomos de un caballo, pero podría hacerlo si quisiera.

Y de pronto todo ocupa el lugar que debiera. No es tonto. Nunca lo ha sido. Lo que le pasaba no era ninguna tontería, era una experiencia vital que cobra todo su sentido dentro de su historia de ser humano. Tenía motivos para tener MIEDO, pero ahora ya no. Nunca más.

Y el perro sigue siendo un perro... pero ya no nos da miedo... y nuestra VIDA tampoco.

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El vocablo hipnosis deriva del griego υπνοω (Hipnos), que significa “sueño”. Fue James Braid en 1843 quien acuña este término. Esta será la primera contradicción, ya que el sujeto hipnotizado no está dormido, ni tiene una actividad onírica como la que ocurre en el sueño natural, aunque eso sí, con hipnosis el insomne podrá entrar mucho antes en dicho sueño natural.

Una segunda acepción del término hipnosis es “adormecer”, término quizás más exacto para la realidad del estado hipnótico, ya que siendo un estado diferente al que tenemos en vigilia, no tiene nada que ver con el de dormir que todos tenemos en el ciclo sueño-vigilia.

Si continuamos mirando en el diccionario encontramos la palabra hipnotismo que proviene del vocablo anglosajón “hipnotism” y que se puede traducir como “método para producir un sueño artificial...”; en esta definición ya se diferencia el hipnotismo como una forma de introducir al sujeto hipnotizado en un estado diferente del sueño natural.

Otro concepto contradictorio o que puede llevarnos a errores desde el propio lenguaje será el de los sinónimos que se aceptan como voces del término “hipnosis”. De esta forma en el diccionario general de sinónimos y antónimos de la lengua española de José Manuel Blecua, encontramos como sinónimos de hipnotizar: magnetizar, fascinar, hechizar, seducir, cautivar y asombrar. Muy lejos está todavía, hoy, el significado de estas palabras o expresiones de comprender y, por lo tanto, definir las verdaderas sensaciones que tiene un sujeto hipnotizado. Quizás todos estos sinónimos serían capaces de explicar mejor la sensación, emoción u opinión que podrían

tener los espectadores en una sesión de hipnosis, y no lo que siente o le ocurre al sujeto hipnotizado.

Todas estas contradicciones son explicables al analizar la historia de la hipnosis. De esta forma nos daremos cuenta de cómo los procedimientos y rituales empleados al comienzo del suceder hipnótico fueron entendidos como poderes del hipnotizador (Mesmer) o influenciados por estados mentales patológicos (Charcot). No obstante a lgunos au to res desde un p r inc ip io entendieron la realidad del estado hipnótico. Un ejemplo de ellos fue José Custodio de Faria, abate de Faria (1756-1819), definiendo dicho estado como “sueño lúcido” y relacionándolo, por lo tanto, con el sueño, pero poniendo un margen de diferencia con el sueño natural. Faria especificó que en este

HIPNOSIS CLÍNICA EN LA PSICOTERAPIA DEL SIGLO XXI *Roberto Aguado. Presidente del IEPTL

* (Artículo publicado originalmente en la Revista del Colegio de Psicólogos de Castilla La Mancha)

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sueño “la persona tenía conciencia de lo que estaba sucediendo”.

En otro orden de cosas, y como referencia a las cualidades del hipnotizador, numerosos estudios nos indican que las cualidades que definen a un hipnotizador exitoso son muy, muy mínimas. Una gran variedad de personas, incluyendo algunas que hablan mal el idioma que usan en el evento, pueden hipnotizar con todo éxito (E.R. Hilgard).

La hipnosis en sí no contiene ningún peligro, aunque no se recomienda en psicóticos, trastornos de la personalidad graves y epilépticos. Es una técnica que puede ser aprendida, sin embargo, al igual que ocurre con un bisturí, su uso será diferente, si el hipnotizador sólo sabe realizar la técnica o t iene conocimientos más ampl ios de Psicología, medicina o psicoterapia. Es quizás ésta, una de las causas por la que la hipnosis ha tenido mala prensa, por haberla utilizado personas para el espectáculo o para otros menesteres menos sensatos. No obstante y volviendo a citar a Hilgard “si la hipnosis funciona, no es ofensivo el que un poco de magia se combine con la ciencia”. La magia a la que se refiere Hilgard es la magia racional, que nos sirve para saturar la parte más crítica y analítica de la mente humana y de esta forma poder mandar mensajes a la parte simbólica donde se ubica la imaginación, que es precisamente con la que trabajamos en hipnosis. Por lo tanto los usos de la hipnosis son el problema, y no la técnica en sí.

La disociación (capacidad de operar mentalmente en más de un nivel al mismo tiempo) suele ser una consecuencia del estado hipnótico. Como ya sabemos, los cuadros psicóticos y algunos trastornos graves de la personalidad tienen como uno de sus síntomas más negativos la disociación de la realidad a través de alucinaciones y discursos delirantes. Si realizamos hipnosis con sujetos con historia de crisis psicóticas o con un trastorno de la personalidad grave, al ser

hipnotizados, pueden tener una crisis o brote, por lo que no es aconsejable utilizar hipnosis con estos pacientes. Realmente su uso en personas con diagnóstico psicótico no les produce ningún daño en sí, el problema puede aparecer s i e l h ipnot i zador no está familiarizado con estos cuadros o no tiene recursos para controlarlos y manejarlos. Además no es de recibo provocar crisis.

Otro grupo de sujetos en los que no es recomendable utilizar la hipnosis, es aquel que ha tenido crisis epilépticas. En este caso también se puede producir un cuadro comicial al realizar hipnosis. No obstante, una vez más, el motivo de estas reservas, no es por lo dañino del estado hipnótico, sino por el poco uso que tiene provocar las crisis. Es importante seguir esta máxima psicoanalítica: “si llamas a los fantasmas y vienen, no puedes salir corriendo”. Por lo tanto, recomiendo que sólo deberíamos realizar hipnosis en aquellas situaciones en las que sabríamos qué hacer y estamos preparados para ello por nuestra formación, sin hipnosis.

El tratamiento de niños y ancianos con hipnosis clínica tiene unos resultados muy positivos. He podido oír, no tanto leer, opiniones negativas sobre el uso de la hipnosis en estas poblaciones. Personalmente creo que son opiniones infundadas por la confusión y la ignorancia. No hay ninguna razón, que no sea la anter iormente mencionada, para no realizar hipnosis en estos grupos de edad. Es mas, tanto niños como ancianos, en ocasiones tienen a través de la hipnosis un único vehículo de comunicación emocional dentro de lo que denominamos psicoterapias de tiempo limitado.

Tanto es así que es muy utilizada en nuestra practica una técnica denominada “brazo soñador”, propia de Bandler y Grinder fundadores de la PNL. En ancianos funciona de maravilla estimularles para que hablen de su pasado. En ese momento se nota cómo

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poco a poco van visualizando lo que ocurrió, cambiando su estado mental y entrando en un estado hipnótico profundo.

Sin embargo en la comunidad científica son pocos los que se acercan al aprendizaje de la hipnosis. Es posible que sea por un desconocimiento de la técnica y por la escasa divulgación que todavía existe hoy en este campo. No obstante todos tendremos que tener en cuenta que cualquier profesional que realice relajación mental, lo sepa o no, está consiguiendo en un 60 % de la población, un estado hipnótico. Es decir, aquellos profesionales que trabajan con relajación mental y que no tienen conocimientos de hipnosis clínica, inducen, sin que ellos quieran hacerlo, estados hipnóticos a más de la mitad de los sujetos que relajan. Este hecho nos preocupa, ya que es un acto improp io y deon to l óg i camente negativo, que aquel que no conoce y en muchos casos no confía en la hipnosis clínica, induzca, sin saberlo, un estado hipnótico. Por lo tanto, es importante que aquel que trabaje con relajación mental, esté obligado a conocer a fondo la hipnosis clínica, para que de esta forma no la provoque. Son cuatro los puntos a tener en cuenta:

1.- El estado hipnótico en si, no implica problema alguno para ninguna otra persona s a l v o e n l a s p o b l a c i o n e s a n t e s mencionadas, todo lo contrario, en este estado podemos manejar las estructuras neurológicas que están incidiendo en t rastornos de ans iedad, a fect ivos, psicosomáticos, dolor, intervención en quirófano, tabaquismo, técnicas de concentración y mejora en deportistas, entre otros.

2.- Que a pesar, de esta falta de riesgo fuera de las poblaciones anteriormente señaladas, no es de recibo que un

profesional de la salud esté provocando con su actuación, que el paciente o cliente o persona con la que trabaja, entre en un estado mental que no conoce, no sabe que está ocurriendo, o no esta especializado en poder manejarse cuando ocurra.

3.- Que en el colectivo de psicólogos y médicos, existe (generalmente desde la desinformación, la falta de conocimiento y los preju ic ios) , un sent imiento de alejamiento de la hipnosis clínica, y de mucho acercamiento de la relajación mental.

4.- Que paradójicamente personajes cualificados como Pavlov, Bechterev, Thordike, Tolman, Hull, Wolpe, Schultz, Weakland, Jay Haley, Paúl Watzlawick, Stampfl, George Kelly, Albert Ellis, Aarón Beck y Donald Meichenbaum, realizaron muchas de sus intervenciones en estado hipnótico, sabiendo que lo hacían en estado hipnótico, aunque luego lo llamaron relajación mental.

En la actualidad son numerosos los trabajos que han resaltado el valor del estado hipnótico dentro de un uso clínico, y han

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encontrando mejores resultados al utilizarlo en cualquier técnica terapéutica ya conocida. Irving Kirsch observó una mejoría del 80% cuando sumaba al tratamiento cognitivo-conductual la hipnosis. Es en esta línea en la que queremos proponer toda una serie de protocolos que inserten la hipnosis dentro de la psicoterapia, sea cual sea el modelo teórico que se utilice.

En de f in i t i va c reemos y es tamos convencidos de que la utilización y la inserción de la hipnosis clínica en la psicoterapia es una de las necesidades de la psicoterapia contemporánea del siglo XXI. Por esto y con un argumento central que se puede enunciar como: “Sólo podemos realizar aquello que hemos imaginado haber realizado”, hemos desarrollado un modelo terapéutico empleado en más de 8.000 pacientes con diagnósticos dentro de los trastornos de ansiedad, afectivos, psicosomáticos, del comportamiento alimentario, dolor crónico, tabaquismo e intervención en quirófano, así como en aplicaciones pedagógicas y deportivas, sobre todo en el deporte de elite (Julieta Paris, Olimpiadas 2008 en Pekín). Este modelo denominado Terapia de Interacción Recíproca es el primero dentro de las Psicoterapias de Tiempo Limitado (Aguado, R. Manual Practico de Terapia de Interacción Recíproca (2005) Síntesis), con él hemos

conseguido conectar con las memorias más profundas que afectan al sufrimiento humano.

La necesidad de insertar la hipnosis en la psicoterapia, independientemente del modelo teórico que se esté empleando, es la tesis nuclear de este artículo.

Sistematizar programas de intervención en es tado h i pnó t i co , s i n neces i dad de desvincularse de los conocimientos y las herramientas propias de modelos tales como el psicoanálisis, cognitivo-conductual, estratégico o interpersonal, o en la propia Terapia de Interacción Recíproca, respetando los fundamentos teóricos de estos modelos y que al realizarlos con tecnología hipnótica los resultados terapéuticos sean mejores, menos costosos en el tiempo y puedan beneficiar al mayor número posible de pacientes, es realmente el objetivo.

La inserción de la hipnosis clínica en la p s i c o t e r a p i a e s p a r a n o s o t r o s u n enriquecimiento de los recursos ya existentes en psicoterapia, puesto que desbloquea callejones sin aparente salida (resistencia al tratamiento, alexitimia, idioma etc.) y utiliza el lenguaje natural de las emociones y estructuras que intervienen en la mayoría de los trastornos humanos que necesitan de tratamiento especializado.

El estado hipnótico crea por sí mismo una relación insólita entre la persona que ofrece la sugestión (terapeuta) y la que la recibe (paciente) tal como señaló Shor en 1962. La persona que está siendo hipnotizada experimenta un tipo de transferencia que engloba tanto los sentimientos como los actos que la persona tuvo con quien le cuidó en una etapa temprana de su vida. De hecho, puede ser que esa cualidad transferencial de la experiencia hipnótica constituya un factor determinante en la eficacia clínica (Barber 2000).

Del estudio realizado en los últimos dieciseis años (1992-2008), en nuestra

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practica clínica y en la investigación dentro del “Master en Psicoterapia de Tiempo Limitado y Psicología de la Salud”, fué desarrollándose con todas estas premisas un cuerpo t e r a p é u t i c o a u t ó n o m o , c o n c l a r a s vinculaciones con la terapia estratégica y la psicoterapia breve. A este nuevo marco conceptual operativo le hemos dado el nombre de Terapia de Interacción Recíproca. En este modelo terapéutico se inserta la tecnología de la comunicación hipnótica, aunque no es necesario que el paciente esté en estado hipnótico, dentro de un proceso de relación recíproca vincular entre el terapeuta y el paciente, que le dé a este último la oportunidad de exponerse de nuevo, bajo circunstancias más favorables, a situaciones emocionales que no pudo resolver en el pasado tal como refirieron Alexander y French en 1946 con el concepto de experiencia emocional correctora.

La Terapia de Interacción Recíproca parte de otro supuesto nuclear: “Sólo podemos realizar aquello que hemos imaginado haber realizado”. Tras este supuesto exponemos la figura de la persona referencial básica, muy concomitante con la figura de la madre o del padre, aunque no siempre coincide con estos.

De la interacción con la figura referencial básica se establece un segundo supuesto esencial para la Terapia de Interacción Recíproca: “Para imaginar aquello que queremos real izar, nuestro personaje referencial básico, debe haber imaginado que podemos lograr realizar lo que deseamos”.

La psicoterapia puede ser un sustituto cuando esto no ha tenido lugar, bien en la realidad o en la mente del sujeto, de tal forma que llegamos al tercer supuesto de la Terapia de Interacción Recíproca: “La psicoterapia puede ser un equivalente de la relación con el personaje básico. El terapeuta ayudará a cambiar el esquema emocional primitivo fruto de la interacción primaria, liberando al

paciente de su incapacidad para poder imaginar aquello que desea y posteriormente realizar dicho deseo, pero esta vez con la sensación de tener la confianza de su figura básica, en este caso secundaria”.

Para finalizar, con la creación de las técnicas M.C.I. (Movimientos de cabeza inducidos) conocidas en ingles como H.I.M. (Head Induced Movements) logramos poder intervenir en quirófano, y por lo tanto abriendo la intervención psicológica en el campo de la cirugía del siglo XXI.

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