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REVISTA EUROPEA. NDM. 45 3 DE ENERO DE \ 875. AÑO I. ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE EL PROBLEMA SOCIAL Uno de los caracteres de la época novísima, es la tendencia á completar y corregir las doctrinas que inspiraron las reformas, llevadas á cabo en la inme- diatamente anterior, en las esferas jurídica y econó- mica, principalmente en lo relativo al llamado, como por antonomasia, problema social. Lo primero en que se descubre esta tendencia es en el modo de estimar la extensión y carácter de dicho problema. Producido éste en medio de circunstancias históricas, en las que el prodigioso desarrollo de la in- dustria y la reivindicación del derecho eran, como ha dicho Dameth, dos signos del tiempo, no se vieron en él otros aspectos que el jurídico y el económico; ju- risconsultos'y economistas se atribuyeron la exclusiva competencia para resolverlo; y, aunque partiendo de distintos puntos, vinieron los unos y los otros á coin- cidir en proponer, como la solución única y total del problema, la libertad. De aquí nacieron dos errores de gran trascendencia; pues, que de un lado, conside- rando la libertad como fin y no como medio, como causa y no como condición, se esperaron de su pro- clamación y reconocimiento frutos que r.o había de (terj'y de otro, se dio á la vida económica una impor- tancia desmedida, viéndose en el desarrollo de los intereses materiales como la mejor y más excelente muestra de la civilización, y olvidándose que «el fin de la libertad es la virtud y no la riqueza (1)». Cuando se hubo comprendido que el derecho, sobre lodo cuando se le confunde con la libertad, es tan sólo un medio y condición para la vida, y por tanto la ne- cesidad de que en el seno de aquella sea ésta dirigida por principios, y no dejada á la arbitraria y caprichosa voluntad de los individuos, se conoció que al desar- rollo económico y jurídico debía acompañar otro aná- logo en los órdenes científico, moral y religioso; por consiguiente, que este problema, que esta gran crisis producida por el nacimiento de una clase á una nueva vida, por el advenimiento del cuarto estado á la vida social en todas sus manifestaciones, es compleja y tiene varios aspectos; y que no basta, por tanto, repa- rar la injusticia y remediar la miseria, sino que es preciso disipar la ignorancia, desarraigar el vicio y matar la impiedad y la superstición. Por esto se pro- clama por todos la necesidad de difundirla instrucción, y por razones permanente históricas según unos, de carácter permanente según otros, va siendo admitida por los más la instrucción primaria obligatoria; por esto se estinií» como el medio principal de alcanzar reformas serias y durables el reanimar, con relación á la propiedad, el sentimiento de los deberes que todos tienen que cumplir; deberes individuales de modera- ción y templanza en el uso de los bienes; deberes so- ciales de beneficencia, de ayuda, de socorro de los ricos para con los pobres; en fin, deberes de probidad, de lealtad y de justicia en todas las asociaciones que tienen por objeto la producción, la adquisición y el cambio de bienes (1); y se exige, como primera condi- ción para la reforma social, la restauración del Decá- logo (2) en las conciencias, y en la vida el cumplimiento de los deberes en todos, principalmente en las clases directoras (3). Por esto se reconoce por todos la ne- cesidad de una renovación religiosa: en el sentido de puro catolicismo, según unos, basada sobre el cristia- nismo con un carácter amplio y universal, según otros) partiendo tan sólo de la revelación de Dios en la conciencia, según algunos; de todos modos, procu- rando á los hombres principios que no estén como postizos en el espíritu, y sí penetrando la inteligencia, avivando el sentimiento y rigiendo la voluntad (4); re- velándosej»en una palabra, en la vida, pues que sólo entonces la religión podría producir el efecto que hacía decir al ilustre Tocquevüle: en mime temps que la loi permet av peuple américain de tout faire, la re- ligión I' empiche de tout concevoir et lui défend de tout oser (8); y entonces no habrá motivo para decir (1) «El Un supremo de la libertad es la virtud y no la riqueza. Cada ; dni estoy mas convencido de que la inteligencia de esta verdad contiene ; «a germen toda la ciencia social.» Le Play.—Reforma social, t. II, j pag. 8, •.' «d. i TOMO III. (1) Ahrens.—Filosafíi del derecho, t. II, pág. 193. (2) Le Play, en numerosos pasajes de sus obras. (3} Nuestro ilustre Balmes decía ya en su conocida obra sobre "El Prolcstnntitmo comparado con el Catoücisnti, t. III, cap. XLYII:— «Pasaron aquellos tiempos en que las familias opulentas se esmeraban á porfía para fundar algún establecimiento-duradero que atestiguase su generosidad y perpetuase la fama de su nombre ; ios hospitales y demás casas de beneficencia no salen de las arcas de los banqueros, como sa- lla» de los antiguos castillos, abadías é iglesias.. Es preciso confesarlo, por más triste que sea: las clases acomodadas de la sociedad actual no cumplen el destino que les corresponde; ios pobres deben respetar la propiedad de los ricos; pero Ios-ricos a su vez están obligados á socor- rer el infortunio de los pobres; asi lo ha establecido Dios.» (4) Señan fede in un principio non vi ha carallp.re, ne atwciazío' ne, ne sanittí, né vigoria.—La Scienza delle Storia p»r N. Marseül; prefacio, p. IX. (5) La democracia en América, t. I, cap. XVII. 20

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REVISTA EUROPEA.NDM. 45 3 DE ENERO DE \ 8 7 5 . AÑO I .

ALGUNAS OBSERVACIONES

SOBRE EL PROBLEMA SOCIAL

Uno de los caracteres de la época novísima, es latendencia á completar y corregir las doctrinas queinspiraron las reformas, llevadas á cabo en la inme-diatamente anterior, en las esferas jurídica y econó-mica, principalmente en lo relativo al llamado, comopor antonomasia, problema social.

Lo primero en que se descubre esta tendencia es enel modo de estimar la extensión y carácter de dichoproblema. Producido éste en medio de circunstanciashistóricas, en las que el prodigioso desarrollo de la in-dustria y la reivindicación del derecho eran, como hadicho Dameth, dos signos del tiempo, no se vieron enél otros aspectos que el jurídico y el económico; ju-risconsultos'y economistas se atribuyeron la exclusivacompetencia para resolverlo; y, aunque partiendo dedistintos puntos, vinieron los unos y los otros á coin-cidir en proponer, como la solución única y total delproblema, la libertad. De aquí nacieron dos erroresde gran trascendencia; pues, que de un lado, conside-rando la libertad como fin y no como medio, comocausa y no como condición, se esperaron de su pro-clamación y reconocimiento frutos que r.o había de(terj'y de otro, se dio á la vida económica una impor-tancia desmedida, viéndose en el desarrollo de losintereses materiales como la mejor y más excelentemuestra de la civilización, y olvidándose que «el finde la libertad es la virtud y no la riqueza (1)».

Cuando se hubo comprendido que el derecho, sobrelodo cuando se le confunde con la libertad, es tan sóloun medio y condición para la vida, y por tanto la ne-cesidad de que en el seno de aquella sea ésta dirigidapor principios, y no dejada á la arbitraria y caprichosavoluntad de los individuos, se conoció que al desar-rollo económico y jurídico debía acompañar otro aná-logo en los órdenes científico, moral y religioso; porconsiguiente, que este problema, que esta gran crisisproducida por el nacimiento de una clase á una nuevavida, por el advenimiento del cuarto estado á la vidasocial en todas sus manifestaciones, es compleja ytiene varios aspectos; y que no basta, por tanto, repa-rar la injusticia y remediar la miseria, sino que es

preciso disipar la ignorancia, desarraigar el vicio ymatar la impiedad y la superstición. Por esto se pro-clama por todos la necesidad de difundirla instrucción,y por razones permanente históricas según unos, decarácter permanente según otros, va siendo admitidapor los más la instrucción primaria obligatoria; poresto se estinií» como el medio principal de alcanzarreformas serias y durables el reanimar, con relación ála propiedad, el sentimiento de los deberes que todostienen que cumplir; deberes individuales de modera-ción y templanza en el uso de los bienes; deberes so-ciales de beneficencia, de ayuda, de socorro de losricos para con los pobres; en fin, deberes de probidad,de lealtad y de justicia en todas las asociaciones quetienen por objeto la producción, la adquisición y elcambio de bienes (1); y se exige, como primera condi-ción para la reforma social, la restauración del Decá-logo (2) en las conciencias, y en la vida el cumplimientode los deberes en todos, principalmente en las clasesdirectoras (3). Por esto se reconoce por todos la ne-cesidad de una renovación religiosa: en el sentido depuro catolicismo, según unos, basada sobre el cristia-nismo con un carácter amplio y universal, segúnotros) partiendo tan sólo de la revelación de Dios enla conciencia, según algunos; de todos modos, procu-rando á los hombres principios que no estén comopostizos en el espíritu, y sí penetrando la inteligencia,avivando el sentimiento y rigiendo la voluntad (4); re-velándosej»en una palabra, en la vida, pues que sóloentonces la religión podría producir el efecto que hacíadecir al ilustre Tocquevüle: en mime temps que laloi permet av peuple américain de tout faire, la re-ligión I' empiche de tout concevoir et lui défend detout oser (8); y entonces no habrá motivo para decir

(1) «El Un supremo de la libertad es la virtud y no la riqueza. Cada ;

dni estoy mas convencido de que la inteligencia de esta verdad contiene ;

«a germen toda la ciencia social.» Le Play.—Reforma social, t . II , j

pag. 8, • . ' «d. i

TOMO III .

(1) Ahrens.— Filosafíi del derecho, t. II , pág. 193.(2) Le Play, en numerosos pasajes de sus obras.

(3} Nuestro ilustre Balmes decía ya en su conocida obra sobre "ElProlcstnntitmo comparado con el Catoücisnti, t. III, cap. XLYII:—«Pasaron aquellos tiempos en que las familias opulentas se esmeraban áporfía para fundar algún establecimiento-duradero que atestiguase sugenerosidad y perpetuase la fama de su nombre ; ios hospitales y demáscasas de beneficencia no salen de las arcas de los banqueros, como sa-lla» de los antiguos castillos, abadías é iglesias.. Es preciso confesarlo,por más triste que sea: las clases acomodadas de la sociedad actual nocumplen el destino que les corresponde; ios pobres deben respetar lapropiedad de los ricos; pero Ios-ricos a su vez están obligados á socor-rer el infortunio de los pobres; asi lo ha establecido Dios.»

(4) Señan fede in un principio non vi ha carallp.re, ne atwciazío'ne, ne sanittí, né vigoria.—La Scienza delle Storia p»r N. Marseül;prefacio, p . IX.

(5) La democracia en América, t . I, cap. XVII.

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que, «la cena de los primeros cristianos no es ya des-graciadamente más que una ceremonia litúrgica, unfrió símbolo, en lugar de ser una realidad viva» (1).Pero decíamos al comenzar, que esta nueva tendenciatenía por objeto completar el sentido que hasta aquíha venido mostrando la revolución, porque realmentetiene este carácter y no uno puramente negativo. Poresto no contradicen estas nuevas exigencias la impor-tancia que antes se diera á los aspectos jurídico y eco-nómico del problema, sino que se limitan á levantar,al lado de eilos, los restantes, sin caer en el error .dedesconocer la virtualidad del derecho ni la utilidad dela riqueza, y por tanto el valor de las dos ciencias queestudian estos dos importantes asuntos.

Compruébase también dicha tendencia en el modode estimar el carácter de las soluciones dadas al pro-blema social. Los jurisconsultos partiendo, de un lado,del estado ante-social, de la «idea del hombre aislado,que en el siglo XVIII se encuentra en todas partes; enla Metafísica, en el hombre-estatua de Condillac; enMoral, en el hombre egoísta de Helvecio; en Política,en el hombre salvaje de J. J. Rousseau» (2), y de unconcepto abstracto y negativo del derecho; y, de otro,inspirándose en el espíritu unitario y de igualdad so-cial del derecho de la Roma imperial, en odio al opuestoespíritu del feudalismo, destruyeron, con el apoyoeficaz de los economistas, aquella organización social,dejando sólo en pié, como ha dicho M. Renán, un gi-gante, el Estado, y millares de enanos. Ahora bien; enfrente de este sentido vienen á colocarse á la vez con-servadores y reformistas, partiendo de distintos pun-tos de vista y aspirando á fines aveces opuestos,.peroconformes todos en afirmar que hemos llegado alsummum de individualismo, y en reconocer la necesidadde organizar según un ideal, histórico según unos, ra-cional según otros, la sociedad, para que sea un cuerpovivo y orgánico y no una suma de átomos. Es excu-sado hacer notar esta tendencia en la escuela conser-vadora, puesto que desde el comienzo de la revoluciónprotestó constantemente contra la obra de ésta. Perosí importa recordar aquí las aspiraciones de escritorescompletamente identificados con la civilización mo-derna. No es sólo M. Le Play, católico, conservador éindividualista, el que en sus numerosas obras sobre lareforma social hace cargos á la revolución por el ca-

.rácter desorganizador de su obra, sino que es M. kave-leye el que, sin temor á que le llamen reaccionario,como él mismo dice, afirma que la revolución francesaha cometido la falta, cada dia más manifiesta, de ha-ber querido fundar la democracia destruyendo lasúnicas instituciones que podían hacerla viable: la pro-vincia con sus libertades tradicionales, la communecon sus propiedades indivisas, los gremios, que unían

(1) Laveleye: De la propiedad y de sus formas p'imitivas, p. 293.(2) Baudrillart: Manual te Economía, pág. 16.

por un vínculo fraternal los obreros del mismo oficio,sin que pueda estimarse como sustitución bastante lacreación'de numerosas sociedades, pues algunas doellas, como las anónimas, por ejemplo, son hoy unmedio de asociar capitales, no á los hombres ,(1); esM. Renán (2) el que dice que el Código civil de la revo-lución parece hecho para un ciudadano ideal, naissantenf'ant Vrouvé et mourant célibataire, que hace impo-sible toda obra colectiva y perpetua, y que en él lasunidades morales, que son las reales y verdaderas, sedisuelven cada vez que muere un individuo (3); y esM. Lanfrey el que, al ver el estado de la familia, prin-cipalmente á consecuencia del sistema do legítimas (4),que Casi en todas partes ha venido á sustituir á las an-tiguas vinculaciones, declara que una fuerte constitu-ción de la familia es condición necesaria á una socie-dad democrática que aspira á ser litífe (5).

Pero aquí también debemos recordar la aspiracióná componer el sentido nuevo con el antiguo, y no ádestruir éste, como lo pretendía el socialismo no hámuchos años. Puede decirse que la obra de la revo-cion hasta aquí consiste en la exaltación de la perso-nalidad y en la destrucción de! régimen social antiguo,cuya base y fundamento era el Estado. Pues bien, laigualdad de derecho y el reconocimiento de todosaquellos que garantizan las cualidades y propiedadesesenciales de la naturaleza humana, son principios deque seguramente no reniega la época novísima, niésta aspira tampoco á restablecerlas cosas al ser yestado que antes tenían, convirtiendo de nuevo al Es-tado en rector casi exclusivo y universa! de la vida;lo que sí desea es que en el seno do la libertad, afir-mada por la revolución, rijan ó imperen sobre la vidalos principios racionales propios de todos los órdetiessociales como antes hemos visto, imponiéndose á lasconciencias por la fuerza de su verdad y el influjo dela acción social, no por la del Estado; y que éste, á lapar que con tanto empeño reconoce todos esos dere<-chos, cuyo fin es la personalidad, cuando se trata delos individuos, haga lo propio cuando se trata de laspersonas sociales; y no se atribuya el derecho á in-tervenir en su régimen interior, como cuando se sus-tituye al padre en la distribución de los bienes, ó so-mete á una reglamentación absurda al municipio ó laprovincia; ni la facultad de dar vida ó muerte á lassociedades particulares por una ley ó decreto, comosucede con el sistema de la autorización administra-tiva; ni el poder de reconocer unos derechos y negar

(1) Obra citada, pSg. 268.(2} Bien es verdad que este escritor ha ido tan allá á veces a! cenw-

rar en sus últimas obras a la revolución, que M. P. Janet ha podido de-cir que el autor de la Vida de Jesús daba la mano al autor de El Papa,

(5) Cuestiones contemporáneas', prefacio.14) Que ha reducido la familia, como dice con razón M. Laveleye,

á ser casi solamente una organización de la sucesión.(5) Historia de Napoleón I, t. II, pag. 128.

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N.°45 G. AZCÁRATE.— EL PROBLEMA SOCIAL. 299

ó mermar otros, como cuando limita el de adquirir delas asociaciones religiosas. Cuando estas garantíasexistan, será posible que espontánea y naturalmente,y aparte del auxilio que á este fin pueda prestar elEstado con carácter temporal é histórico, se produzcaun movimiento de organización que, sin volver á lossntiguos tiempos y sin abandonar el principio de li-bertad (1), afirmado hasta el presente por la revolu-ción, dé á la sociedad actual una constitución que res-ponda á la par á estos dos elementos que vienen luchando perpetuamente en la historia: lo individual ylo social, lo independiente y lo uno.

Nótase asimismo la tendencia que vamos exami-nando en el papel que ahora desempeñan la filosofía yla historia cuando se trata del problema social. Do-minados por un espíritu puramente racional é idea-lista, filósofos, jurisconsultos y economistas, todos es-taban conformes en desdeñar la historia y en negarqne ni en lo pasado ni en lo actual se encontrara nadabueno y esencial, que debiera componerse y" arrnoni-

, zarse con lo nuevo que se ideaba. Hoy, por el con-trario, no son sólo los conservadores los que hacenvaler la tradición pugnando por traer á la vida el es-píritu práctico ó histórico, sino que los reformistas,desde los más meticulosos hasta los más atrevidos,acuden á las revelaciones y enseñanzas déla historiapara mostrar en los pasados tiempos elementos devida y organización, algunos de los cuales eran con-siderados como pura creación de la fantasía de losutopistas.

Y no es maravilla que cambiaran los reformistas dearmas y de campo, porque así han podido, sin quese arguyera á sus doctrinas de irrealizables, puestoque las muestran realizadas, venir á conclusionesanálogas á las antes rechazadas por utópicas. De estasuerte M. Le Play, huyendo con exagerado empeñode todo procedimiento especulativo y ateniéndose aldeohservacion, único que él admite, estudiando portanto por si mismo la organización social de casi todoslos pueblos de Europa y América, y no encerrándoseen su gabinete, puede defender en nombre de la tra-dición la propiedad de la familia y del municipio, for-mas importantes de la propiedad colectiva, y la nece-

, sidad de acheminer al obrero á que sea dueño de sucasa y hogar; puede hacer justicia á los dolores delos trabajadores, censurando que se haya sometido álas mismas reglas la regulación del trabajo y del sa-lario que el cambio do mercancías, y no ocultando laresponsabilidad, que cabe en los conflictos produci-dos por el antagonismo social en los tiempos presen-tes, á las clases directoras, como él las llama, al ol-vidar sus deberes morales y al intentar imponer alerror el silencio en vez de mostrarle la verdad; y

puede, por último, pedir templanza al obrero, peroal mismo tiempo abnegación al patrono, sentimientode unión y de solidaridad á ambos, y neutralidad álos gobernantes (1).

De esta suerte, M. Laveleye, al estudiar las formasprimitivas de la propiedad, para llegar á conclusionesbien opuestas á las do M. Le Play, ha podido utilizar,para e> logro de su propósito, el predominio en lahistoria de la propiedad colectiva sobre la individual,la relación estrecha en que se presentan en la mismala condición de las personas y la de la tierra; y llegarasi, partiendo de los hechos, á la misma • conclusiónque antes llegara M. Vacherot, partiendo de los prin-cipios (2); decir que los juristas y los economistasson los que, ai destruir el derecho colectivo que exis-tía, han arrojado en el suelo conmovido de nuestrasociedad las semillas del socialismo revolucionario yviolento; ha podido, por último, hacer notar, que siel quod ab ómnibus, quod ubique, quod semper, esuna razón, estaría de parte de la propiedad colecti-va (3); en todo caso, que evidentemente, lejos de serla propiedad una cosa fija, ha cambiado adoptándolasformas más diversas; y, finalmente, que el socialismoes una cosa antigua y producto de la historia (4), y nonuevo ni efecto de las predicaciones de* los uto-pistas (8),

"Y no deben extrañarnos estas enseñanzas y deduc-ciones que los reformistas sacan de la historia, pueslos conservadores, al estudiarla, formulan juicios ysientan, por consiguiente, principios que pasan sin sernotados, siendo así que causarían sorpresa, y en oca-

(1). Le teul moyen de glorifier la revolution de 1789, etl de la

Ittmintr. Le Play; Reforma ricial; t. I, pág. 88.

(1) Orginizacloa del Inilnjo; pags. 165, 18S, 193, 490; la Reforma social; t. I, págs. 1K0, 219; 1. II, pSftS. 8, 11, 238, 464;t. III, págs. 426, 537, 539, 849, 560, y en oíros muchos pasajes deambas obras.

(2) Eílo-ws, que siendo la propiedad condición pava la libertad, to-dos han de ser propietarios de la tiorra. Pero ambos escritores olvidan,como hacen otros con frecuencia, que «la posesión de la tierra no esmás que uno de los medios de conservar la vida, y por lo tanto el queno puede adquirirla no queda privado por eso de los necesarios paracumplir su fin en el mundo.» Ensjyo sobre la historia de la propiedadterritorial en España, por D. Francisco de Cárdenas, obra que cita elmismo M. Laveleye en el prólogo de la suya, calificándola con justiciade excelente, pues para honra de nuestra patria bien puede ponerse aliado(le las mejores que sobre este asuntóse, han publicado en los tiemposmodernos, y tanto más estimable, cuanto que puede decirse qae el señor*Cárdenas es el primer historiador de la propiedad de España.

(3) Dice'M. Campbell, citado por M. Laveleye, pág. 350: «Es pre-ciso no olvidar que la propiedad territorial, Iranslerible á voluntad ypasaudo de mano en mono como una mercancía, no et una instituciónantigua y si una novedad que no existe aun en alguno» paise*.»

(4} A este propósito M. Laveleye copia nn párrafo de un discursopronunciado por D. Manuel Silvela en las Córleselo de Marzo de 1873),citado también por M. Cherbulier en la Revista de dos mundos (15 deNoviembre de 181Í5), en el que se dice que IR ¡dea socialista la hemosheredado del antiguo régimen y no es debida en modo alguno á las pre-dicaciones modernas, ni á lss promesas de los demagogos. El discursoleido por el Sr. Moret y PrendergaBt, al recibir la investidura de doctor,desarrollaba este mismo tema.

(8) Obra citada; págs. 3-24, 338, 380, 379 y 381.

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300 REVISTA EUROPEA.—3 DE ENERO DE 1 8 7 5 . N.°45siones escándalo, si fuera un filósofo teórico ó utopis.ta quien los consignara. Así, sólo el hablar de reformade la propiedad asusta ú todos aquellos que, no con-tentos con atribuir á este derecho el respeto á todosdebido, lo declaran sagrado (1) y superior hasta áaquellos que tienen por objeto garantir condiciones ypropiedades tan esenciales ó íntimas como la vida, elhonor, la libertad, la personalidad; elevan sobr» él unacomo á manera de religión, conviniendo su forma his-tórica presento en una especie de dogma, y la hacen in-móvil é inmutable. Pero si un historiador estudia lastrasformaciones de la propiedad, la cual, como ha di-cho Lerminier, no es una entidad metafísica que norauda ni cambia, necesariamente ha de juzgar, asíaquellas formas inspiradas por un principio individua-lista, como las que son aplicación de-un principio so-cial y las que son combinación de estos dos elementos,y de estos juicios ha de resultar un criterio, según elcual se ha de reformar lo que con él no esté de acuer-do; y aun puede suceder, por ejemplo, que estimandobase fundamental de la sociedad la desigualdad de for-tuna, crea que, debiendo el legislador «dictar 3us man-datos de acuerdo con aquel hecho necesario y primiti-vo, en vez de procurar la nivelación de fortunas, comoideal de su obra, ha de respetar su desigualdad ó ten-der, cuando más y siempre por medios indirectos, sies posible, á que desaparezcan con el tiempo las gran-des desigualdades, qué por su enormidad puedan serpeligrosas (2)» donde si bien con mucho miramientoy numerosas atenuaciones condicionales, se admitela posibilidad, justicia y conveniencia de reformar enciertoscasos la propiedad (3). De igual modo, siempreque los socialistas, sacando las consecuencias lógicasdel principio sentado por Adam Sniith y otros- econo-mistas, han hablado de los derechos que el trabajo con-fería sobre la tierra, causó escándalo semejante doctri-na; y sin embargo, un distinguido escritor español,que no es seguramente utopista ni soñador, ha escrito,

(!) Sacratísimo le ¡lama el Sr. Alonso Martínez en uno de los ar-tículos que sobre esta materia está publicando en la Revista de España,Cuando uno ve esta y otras exageraciones de parte de los que llevan lavoz en nombre de las clases conservadoras, ó de las clases ricas, queno es lo mismo, vieae á la memoria la duda que asaltaba al espí-ritu de M. Le Play, de este escritor cuyos principios fundamentales pro-ponía el Conde de Montalembert como programa á su? correligionarios,y de quien decia M. Sainte-Beuwe que era unBonald rajeuni, progresífet scienliftqite, cuando escribía: «ai estudiar los diversos elementos deia organización social, me he preguntado con frecuencia, sin resolver lácuestión, si las crisis periódicas que arruinan nuestro país deben seratribuidas á los conservadores obslivados que no ven el mal 6 á losinnovadores imprudentes que reclaman remedios peligrosos.» La Re-forma social; t. II, pág. 219.

(8) Obra citada del Sr. Cárdenas; pág. 126.

(3) Ya no parecerá tan extraño, por ejemplo, que M. J. Brightllamara la atención de sus oyentes, en un discurso pronunciado en Bir~roingham el 27 de Agosto de 1866, sobre el hecbo de estar la mitad delsuelo de Inglaterra en manos de ciento cincuenta individuos, y la mitaddel de Escocia en poder de diez ó doce personas.

hablando de los labradores vascongados, que «el al-deano, lejos de apesararse de que sus mayores benefi-ciasen la casería y heredad ajena, ve en estas mejorasla prenda de su seguridad, el lazo indisoluble que leune al terreno, el derecho, en fin, que le constituyeen dueño de la finca, haciendo imposible el desliandopara él y para sus hijos; imposible, pues, si un dueñoavariento y cruel lo pretendiera, aparte de las recla-maciones pecuniarias, se vería condenado por la opi-nión del país y abrumado bajo el peso de la públicaexecración» (1). Hé aquí una doctrina que no acep-tarán seguramente ningún economista, ni ningún legis-ta de los partidarios del jus utendi et abutendi (2).Y otro escritor, también español, no menos distin-guido que el anterior y más conservador que él, dice:«pero como el trabajo constituye sobre la materia una ,especie de derecho,, que es titulo moral de dominio,y la agricultura no prospera sin la seguridad y estabi-lidad del cultivador en la posesión, de sus tierras, losbeneficiados tendían constantemente á ampliar y ase-gurar sus precarios derechos» (3). Ni ¿cómo estemismo ilustre jurisconsulto ha de juzgar de igual modolas aspiraciones del proletariado de hoy, por irracio-nales que puedan ser, y lo son con frecuencia, queaquellos escritores consagrados á excitar en las clasesconservadoras los instintos egoístas, como los dema-gogos excitan en las masas otras malas pasiones, siól ha encontrado que el «lento progreso del derecho yde la libertad del colono, á costa de la autoridad y delderecho del señor, es lo que constituye á la vez la his-toria de la propiedad y de las clases sociales durantela Edad Media?» (4).

¿Sabrá también en este punto la época actual armo-nizar el sentido histórico y práctico con el teórico yespeculativo? La verdad es que así como se nota latendencia á prescindir de las utopias (8), no há muchotiempo tan numerosas, apenas hay escritor, cuales-quiera que sean sus propósitos y aspiraciones, que in-atento restablecer en fondo y forma las instituciones ysistemas de organización de los tiempos pasados. Loque se desea por todos los que buscan enseñanza enel pasado con uno ú otro intento, es hacer ver cómo enla historia se encuentra constantemente ese elemento

(1) Fomento de la población rural, por D. Fermín Caballero»pág. 51.

(2) Según suele entenderse, y no como lo entendieron quizás losredactores de las Siete Partidas, que con profundo sentido dijeron: Se-fioi-io es poder que orne há en su cosa de facer delta, é en ella lo quequisiere, según Dios, é segund fuero.

(5; Obra citada del Sr. Cárdenas; pág. 62.(4) ídem, pág. 315.

\&) En el último Congreso celebrado por la internacional, apare-cieron los obreros divididos en dos grupos: uno el de los municípalistas 6commnniste$, representado por M. Cé9ar Paepe, pretende hacer arran-car ias reformas de lo existente; el otro, el de los anarquistas, represen-tado por M. Schevitzguebe!, propone no dejar piedra sobre piedra de loactual.

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N-.° 45 A. M. FABIÉ.—HAECKEL. 301común y social, que nunca aparece tan subordinadocomo en los tiempos présenles al elemento particularó individual, y por tanto la necesidad de componer yarmonizar estos dos principios que corresponden á doscualidades esenciales del hombre, ser á la par social ylibro. Si á otra cosa aspiraran los que quieren que lahistoria contribuya á la solución del problema social;si este regreso á la consideración del camino recorridopor la humanidad envolviera el abandono de los prin-cipios y la negación del ideal, la sociedad entraría poruna senda no menos peligrosa que la antes seguida áimpulsos de las teorías abstractas y utópicas. No bastala constante reproducción de un hecho para erigirlosin más en ley de la vida: siempre queda por distin-guir el fondo y 1a forma, lo que tiene de esencial ypermanente de lo que es efecto de las circunstancias enque se produce y manifestación del espíritu y de laíndole de la época en que se verifica; de otro modovendríamos á parar, por ejemplo, en que si las cues-tiones entre ricos y pobres se resolvieron á sangre yfuego en Grecia y Roma, de igual forma han de re-

. solverse en los tiempos presentes; de que si la his-toria nos muestra unas clases supeditadas á otras cla-ses, habla de reproducirse hoy lo mismo, sin más quecambiar de papeles dominadores y dominados. ,

Resumiendo lo expuesto sobre esta tendencia gene-ral á corregir y completar el sentido con que antes seestimara la extensión y carácter del problema social,podemos decir que en suma es el punto de vista desdeel cual se estudia hoy esta cuestión, más amplio ycomprensivo que aquel desdo el cual antes se considerrara. No se desconoce la parte importante que toca enla solución al Derecho y ala Economía política (l),sinoque se afirma que al lado de ellas, y aun sobre ellas,lá Ciencia, la Moral y la Religión tienen que contri-buir al mismo fin; no se desconoce el valor y trascen-dencia de la obra llevada á cabo por jurisconsultos yeconomistas, exaltando la personalidad individual ydestruyendo la organización social que descansaba enel Estado, absoluto regulador de la vida toda, sino quese afirma que la constitución atomística, que se ha ori-ginado naturalmente déla demolición de la antigua, hade ser sustituida por otra, pero producida á impulsosdel movimiento libre de la sociedad, protegido y am-parado tan sólo por el Estado; no se desconoce, por

" último, la eficacia de los principios, ni tampoco que elideal de la humanidad está en el porvenir y no en elpasado, sino que se afirman aquellas leyes eternas dela historia, según las cuales lo que se produce en lavida tiene algo de esencial y no es un puro accidentesin valor, habiendo de servir, por tanto, lo pasado de

(1) En la última sesión celebrada recientemente en Glasgow por la

Sociedad de ciencias sociales, Lord Rosseberry, Sir Goorge Campbell y

el doctor Playfair reconocieron que la pura Economía política no puede

porsf resolver las dificultades ó problemas políticos y sociales.

enseñanza y lo existente de punto de partida, paraemprender por nuevos caminos, siendo el cuerpo enque han de encarnar las nuevas ideas, el legadoque la época anterior deja á la siguiente, la cual notiene derecho á destruirlo, aunque sí el de modificarsu forma y alterar su fondo (1).

GrUMEllSÍNDO DE AzCARATE.

EXAMEN DEL MATERIALISMO MODERNO.

Generalizando el principio de la selección, Haeckelha creado la hipótesis de la evolución universal, y, áfuer de materialista consecuente, afirma que no haymás que una sola sustancia sometida á leyes quelo son inherentes, y que, lo que se llama materia or-gánica, no es sino una agrupación molecular análoga ála que da origen alas cristalizaciones que se nos pre-sentan en el mundo mineral ó inorgánico. Ta) es la basede la obra que comprende la totalidad de su sistema,á la que ha dado Haeckel el significativo y pretenciosonombre de Historia de la creación según las leyesnaturales: partiendo de dicha hipótesis, y admitiendocontra los principios fundamentales del empirismo, quetoda escuela materialista profesa una tendencia uni-versal á la perfección y al progreso, que aquí ni se ex-plica ni so funda en razón alguna, afirma Haeckel quelas clasificaciones de todos los sores deben ser verda-deras genealogías.

Para ser justos, debemos decir que Haeckel no hahecho más que dar forma nueva á conceptos que deantiguo eran conocidos y que en los tiempos moder-nos han parecido, ya en forma general, ya aplicadosá determinadas especialidades científicas. Por unaparte, los físicos ingleses han preparado el terreno ála teoría de la evolución universal, estudiando la equi-valencia de las fuerzas físicas, sobre cuya materia es-cribió Growe una obra que es el fundamento de lafísica moderna; el famoso astrónomo Secchi va to-davía más lejos, pues afirma la unidad de dichas fuer-zas, y en la obra que ha escrito sobre este asuntodice: «El resultado más importante de nuestro análi-»sis so puede formula.r en algunas líneas. Todas las

[ 1} «La generación madura traspasa 6 la joven generación este cú-

mulo de entidades, con Ja forma que en el curso de su vida al manejar-

las les ha impreso, y con la huella de esta forma que ha penetrado hasta

el fondo. Pero la generación joven, que si está dotada de receptividad y do-

cilidad, está dotada también de espontaneidad y originalidad, al recibir

este cauda], modifica A su vez la forma y altera a su vez el fondo. El

acto (le la generación que se va, es lo quemas usualmenle llamamos tra-

dición; el acto de la generación que se queda, es lo que llamamos pro-

greso.» Discurso leído en la Academia de Jurisprudencia y Legislación

el dia 2 de Enero de 1869 por D. Antonio de los Rio» y Rosa».

Véame los números 40, 41 y 43, páginas 12!), 161 y 225.

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302 REVISTA EUROPEA.—3 DE ENERO DE 1 8 7 5 . N.° 45«tendencias abstractas, lasv cualidades ocultas délos«cuerpos, los numerosos fluidos imaginados hasta aquí«con el propósito de explicar los agentes físicos, de-íben ser desterrados del dominio de la ciencia, porque»todas las fuerzas del universo dependen del movi-vmiento.» El P. Secchi, no obstante su ortodoxia, ad-mite explícitamente la doctrina evolucionista, pues silas fuerzas físicas forman una unidad, mejor dicho, sino hay má3 que una fuerza, y si sólo existe una ma-teria, la inmensa variedad de objetos que nos ofrece lanaturaleza son metamorfosis ó meros aspectos de unasola y sustancial realidad, y esto viene á decir el sabioastrónomo en los siguientes términos: «Una sencilla«mirada dirigida á los resultados obtenidos mediante«esfuerzos renovados sin cesar, nos muestra que todo»se liga en la naturaleza, y que los fenómenos del»universo son innumerables anillos de una cadena

Estudiando más especialmente les fenómenos vita-les, Moleschot llega á conclusiones muy análogas ensus cartas sobre la circulación de la vida, que no espara este sabio más que el movimiento de la materiaque produce la unión y la desunión de los átomos, ólo que es lo mismo, la composición y la descomposi-ción. «La materia, dice, se desarrolla sin saltos en los»dos sentidos; los cuerpos más elementales, experi-«mentando una pérdida gradual de oxígeno, se-con-«vierten en cuerpos organizados; y produce el oxígeno«después en ellos una descomposición completa, si-«guiendouna evolución tan constante como la que«ocasiona la composición. Tenemos pruebas tansegu-»ras de estas verdades, que una profesión de fe ma-terialista no se puede, en los actuales momentos,«considerar ni como un presentimiento de grande im-«portancia, ni como una profecía atrevida, sino como«efecto de una convicción profunda y arraigada*.»

Esta profesión de fe materialista, en el sentido másabsoluto é intransigente, la ha hecho Buchner en ellibro titulado Fuerza y materia, cosas que considerainherentes y como una sola, cuyas modificacionesproducen todo lo que existe, no sólo el universo mate-rial sino los fenómenos psíquicos y sociales.

Con tales precedentes y con otros muchos análogos,y fundándose en ellos, esiablece Haeckel su teoría dela evolución universal que, por lo nuevo del nombre,por servirle de principal materia la vida y por ser lageneralización de las doctrinas de Darwin, llama hoytan profundamente la atención de los aficionados á losestudios científicos.

Para Haeckel y sus partidarios, el universo entero,los fenómenos que lo constituyen, pues el mundo noes para los empíricos más que un conjunto de fenó-menos; el universo entero, repito, está formado delas series, inmensas en su extensión, que en todas di-recciones forman las metamorfosis de la materia, quedesde el estado amorfo en que existe en la nebulosa

llega á través de infinitas modificaciones hasta pro-ducir el hombre, á quien todavía conceden los trasfor-mistas el ser el tipo más perfecto de la creación orgá-nica, sin que se diferencie mucho por otra parte, segúnha pretendido demostrar Huxley, de los antropoideos,nombre dado á los monos por estos sabios, que supo-nen que nosotros somos descendientes inmediatos delos simios.

Haeckel, á fuer de alemán, restituye á Kant la pro-piedad de la teoría de la formación del universo, ómás propiamente del sistema solar, que los francesesatribuyen exclusivamente á La Place, llegando en laevolución de la materia con el astrónomo francéshasta el. momento de la formación del agua, cuandola tierra se enfrió lo necesario para la condensa-ción de los vapores que antes formaban la densísimaatmósfera de nuestro planeta. La existencia delagua, que había de coincidir con cierto grado desolidez en la corteza de la tierra, hace posible laorganización; y la organización no es «para Haeckel un"nuevo hecho, sino una mera forma de agregación dela materia; agregación mecánica en cuya virtud loscuerpos organizados reúnen en sí "los tres estados,sólido, líquido y gaseoso, que pueden tener los cuer-pos inorgánicos; y agregación química mediante lacual la unión del oxígeno, del hidrógeno y del car-bono, y alguna vez del ázoe, produce la forma mu-cilaginosa ó albuminosa. Según Haeckel, una de lasgrandes victorias de la biología.moderna y especial-mente de la histología, es haber reducido á ciertoselementos materiales el milagro de los fenómenos dela vida, y haber demostrado que las propiedadesfísicas y químicas, infinitamente variadas y comple-jas.de los cuerpos albuminoides, son las causas esen-ciales de los fenómenos orgánicos ó vitales.

Por lo demás, un organismo se forma del mismomodo que un cristal inorgánico. Cuando se evaporauna disolución salina inorgánica, dice Haeckel, se

• forman en ella cristales de sal que crecen á medidaque el agua se desprende, y este crecimiento consistoen que van solidificándose y adhiriéndose al cristalnuevas moléculas. El crecimiento de los organismosse verifica-también por la agregación de nuevas mo-léculas; la diferencia entre ambos modos de crecerconsiste en que las nuevas moléculas penetran, en elinterior del organismo, y en los cuerpos inorgánicosse quedan en la superficie; pero, según este naturalista •intenta demostrar en su tratado de morfología gene-

'ral, no hay ninguna diferencia importante ni de for-ma, ni de estructura, ni de materia, ni de fuerzaentre los cuerpos orgánicos y los inorgánicos, y lasúnicas que efectivamente existen proceden de la na-turaleza especial del carbono, sin que haya entre am-bas especies de cuerpos ningún abismo, ninguna divi-sión absoluta.

Por lo tanto, al llegar la tierra al período lauren-

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N.°45 A. M. FAB1E.—HAECKEL. 303ciano, la solidez relativa de la corteza del planeta y elestado líquido del agua, hacen que la materia, que hastaentonces sólo había dado origen á cristales, produzcaorganismos sin órganos; esto es, masas de materiaalbuminosa tan homogénea como la de los cristalesinorgánicos, organismos análogos á los que ahoraexisten y se denominan protumibos y protomyeetos,que sólo se diferencian de los cristales en la nutricióny la reproducción. Estos organismos no son todavíacélulas, pues carecen de membrana y de núcleo, porlo cual Haeckel afirma que las células provienen delas,wioneras, cuya masa gelatinosa produce por con-centración la película externa y el núcleo. Una vezformada la célula primitiva, los organismos superioresproceden de ella, pues este elemento orgánico se re-produce por segmentación. Resulta, pues, que la mo-nera, agregado de materia análogo al cristal, e3 la raízdel árbol genealógico que forman todos los seres or-gánicos, así animales como vegetales.

Estos dos reinos, que hasta ahora se habían creidodistintos aunque difíciles de distinguir en sus espe-cies más sencillas, están confundidos formando unaespecie de reino neutral ó indeterminado, llamado delos prolistos, dividido en ocho clases, cuyos nom-bres omito por lo peregrinos, y porque no aclararíanesta exposición. Lo.que conviene decir es que, segúnesta teoría trasformista y monogenética, de los pro-tistos se deducen por generación los animales y losvegetales, sin que se nos diga por qué ni en virtud dequé causas; pero, pasando por alto ahora esta impor-

- tantísima omisión de que luego me haré cargo, delos protistos vegetales ó protóñtos salen los algas ylos hongos, los liqúenes, los musgos, los heléchos, ypor último las plantas fanerógamas ó vasculares, mo-nocotiledóneas y dicotiledóneas, hasta llegar en éstasá las familias que representan el organismo vegetal ensu mayor grado de complicación; de los protistos ani-males ó protozarios se derivan y descienden los zoófi-los y los gusanos, y de éstos, con cierto paralelismo,los moluscos, los equinodermos y, por último, los ver-lehrados hasta llegar al hombre.

Pretenden los transformistas confirmar esta teoríacon los'hechos que* les suministra la embriología y conlos que creen descubrir en la paleontología. En efec-to; lodos los seres orgánicos empiezan por una célulaque Be multiplica por segmentación, esto es, dividién-dose y dando lugar á nuevas células, qué se desarro-llan absorbiendo la materia que las rodea, dividiéndose¡í su vez y formando grupos, que son el punto de par-tida de los diferentes órganos. En los animales supe-riores estos grupos de célula son tres, unidos entre sí,y de ellos nacen los complicados aparatos que formanel organismo del mamífero más perfecto, esto es,del hombre. El embrión va diferenciándose en el pe-riodo üe su. desarrollo hasta constituir un ser análogoá aquel de que procede; en el primer momento es una

simple célula como las que constituyen todos los or-ganismos, y el germen da los animales superiores atra-viesa en su desarrollo todos los estados y formas delos animales inferiores, siendo imposible distinguir alprincipio el embrión de las diferentes familias de losvertebrados que se va diferenciando y determinandoá medida que se desarrolla.

Además de esta sucesión embriológica, como ya hodicho, fundan su doctrina los monogenistas ó parti-darios de la evolución en la sucesión que llamaré geo-lógica: según ellos, en la formación laurenciana apa-rece el organismo más sencillo de todos los fósiles quecorresponde al reino de los protistos y á que se hadado el nombre de oozoon canadiensis. En los terre-nos superiores, que constituyen la formación cam-briana, se encuentran grandes algas, crustáceos y ver-tebrados acranianos; en la siluriana superior se venya algunos peces. Estas tres formaciones geológicasconstituyen el primar ciclo del organismo y le llamaHaeckel edad arqueolítica ó primordial; el segundociclo, á que denomina edad paleolítica ó primaria, secompone de las formaciones devoniana, carbonífera ypermiana, que es la época de los peces y de ¡os helé-chos.

El tercer ciclo es la edad mesolítica ó secundaria, yse compone de las formaciones triásica, jurásica ycretácea; es la época de las coniferas y de los repti-les. El cuarto ciclo es la edad genolítica ó terciaria,constituida por los terrenos eoceno, mioceno y plio-ceno, y es la época de los árboles do hojas caedizas yde los mamíferos; por último, el quinto ciclo, llamadoedadanlropolítiea ó cuaternaria, comprende el períodoglaciario, el postglaciario y el de la civilización, siendola época de las plantas cultivadas y del hombre.

Estas series formadas con tan notable artificio, de-muestrasW contra la voluntad de su autor, la falsedadde su hipótesis monística ó trasformista; no basta de-cir que i¡o existe entre la materia inorgánica y la or-gánica ningún abismo infranqueable, pues se tieneque reconocer y confesar lo contrario, y el mismoHaeckel declara que los cristales, que son los cuerposinorgánicos más perfectos, crecen por juxta-posicion,mientras que los organismos elementales, las monerasó masas albuíninoides, se desarrollan por intusucep-cion; además ¿cómo un escritor que ha consagradouna obra especial al estudio de la forma en general, áque hace tanto tiempo han dado los naturalistas gran-^de importancia, deja de notar que mientras en el mundoinorgánico las formas están determinadas por líneasrectas, en el orgánico lo están por las curvas y prin-cipalmente por el circulo, que es la linea de la razón,la línea infinita, al paso que la recta es la línea del en-tendimiento, la línea finita y mecánica? Por otra par-te, si las propiedades del organismo dependen- de lasde la albúmina y éstas de las del carbono, ¿en qué con-siste que dichas propiedades sean especiales y distin-

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304 REVISTA EUROPEA. 3 DE ENERO DE 1 8 7 5 . N.° 45

tas de las de los cuerpos inorgánicos, aunque en ellosexista también el carbono, como existe en tantos ytantos minerales?

Por lo que se refiere á la serie que forman los em-briones de los diferentes organismos, partiendo de losmás sencillos á los más complicados, paralela á la quese puede considerar formada por los diferentes perío-dos del desarrollo del germen de cada sor, á que llamaHaeckel ontogenia, basta sólo para probar su inefi-cacia, como fundamento de la doctrina monística,considerar que en la segunda sarie, es decir, en laformada por los diferentes períodos del desarrollo delgermen de un solo ser, esto es, en la serie ontogeníti-ca, no se da nunca el caso de que el embrión de un ani-mal inferior produzca otro superior y que engendre,por ejemplo, un caballo un león, ni tampoco lo contra-rio, esto es, que un tigre dé origen á una liebre. Locual prueba, que á pesar de la aparente igualdad delos gérmenes, cuando sólo son una célula ó un com-puesto de células, hay algo en ellos que determina yproduce su ulterior desarrollo, y este algo es la idea,que comprende no sólo el elemento inmediato, y, pordecirlo así, abstracto del organismo; la célula, ó si sequiere el protoplasma, sino las determinaciones queson propias y características de cada tipo.

Además, es de ver cómo los trasformistas descono-cen ó prescinden de las cosas más importantes quese refieren al organismo, y especialmente de las dife-rencias y relaciones que existen, y no pueden menosde existir entre el reino vegetal y el reino animal; sa-tisfechos con haber creado el reino neutral de los pro-tistos, nada dicen acerca del papel que unos y otrosorganismos hacen en la naturaleza, ni indican por quérazón el desenvolvimiento progresivo de la monerallega por un lado, según ellos, á producir el hombre,y por el otro á crear el árbol más desarrollado y per-fecto; y si una sola materia y unas mismas propieda-des fueran origen de cuanto existe, no se podría ex-plicar esta dualidad del mundo orgánico.

Pero vengamos al examen de la serie paleontológicaque se alega como confirmación de la doctrina evolu-tiva, y veremos que lejos de serlo la desmiente de tal ytan evidente manera, que no obstante el inmenso nú-mero, no de años, sino de siglos, que ha trascurridodesde la edad primordial ó arqueolítica á la cuater-naria ó antropolílica, en una y otra coexisten las mo-

r ñeras y los vertebrados y las plantas fanerógamas, estoes, los dos extremos del mundo orgánico. Todo estotiene su explicación verdadera, que no es la que lostrasformistas suponen, y que consiste en quo la natu-raleza es un sistema comprendido en el sistema abso-luto ó déla idea; y las partes que constituyen aquellano forman ni un proceso cronológico, ni un procesode lo simple á. lo compuesto, sino un proceso real yconcreto, un conjunto de condiciones para que apa-rezca en la naturaleza el espíritu, á cuyo fin la idea

pone el mundo astronómico, el físico, el químico y elorgánico.

El hombre, pues, es el fin de la creación, y si con-siderada nuestra especie como mero organismo, no essólo una suposición gratuita, sino un verdadero ab-surdo afirmar que somos hijos naturales, herederoslegítimos de un cuadrumano distinto, pero muy aná-logo al orangután, al chipancí ó á gorrilia, animal quenadie ha visto pero á quien Haeckel ha puesto el nom-bre de Pitecántropo. ¿Qué diremos de loque es pecu-liar y característico de nuestra especie del espíritu,imagen de la divinidad que Dios puso en nosotros, yque es la idea que tiene conciencia de sí, la cual tratande explicar los trasformistas como una mera propie-dad de la materia? Ya veremos cómo salen con su in-tento, apenas confesado ánte3 por Darwin, pero aco-metido con despreocupación notable por sus discípulos,á los cuales ha tenido que seguir el maestro, confe-sando que antes le habían detenido ciertas considera-ciones de bien parecer, pero en su libro sobre la des-cendencia del hombre, y en otro que tira á demostrarque la palabra humana es resultado de la evolucióndel gesto y del grito de los animales, está conformeen el fondo con los más exagerados trasforniistas yasiente á las conclusiones de Huxley, de Haeckel y deSmidt, que siguen por cierto con gran fidelidad, aun-que otra cosa pretendan, las ideas y conceptos de lossensualistas del pasado siglo.

Este género U.e dificultades no detienen á los tras-formistas, que, olvidándose por completo de que, se-gún ellos, no debe admitirse en la ciencia nada que noresulte de la observación y de la experiencia, constru-yen á su antojo el árbol genealógico del hombre.Haeckel nos le.da hecho, formando una serie ó cadenacompuesta de veintidós grados ó eslabones,-que se di-vide en dos partes desiguales, la una compuesta de losantepasados invertebrados, y lastra de los progenito-res vertebrados del hombre. El primer grado es lamonera distinta de las actuales, pero análoga ú ellas yconstituida por una masa de protoplasma; el segundouna ameba ó emiba, organismo monocelular, como laamiba vulgar que hoy existe; al tercero le ha dadoHaeckel el nombre de sinamiba para indicar que es unser compuesto de varias células procedentes de la seg-mentación de la primera, y corresponde este organis-mo al segundo estado del desarrollo del germen, nohabiendo en la naturaleza ningún ser que en la actua-lidad lo represente, y siendo por tanto un supuestogratuito la afirmación de que haya existido en algunode los anteriores períodos geológicos. El cuarto gradolo forma el organismo llamado planeades, que es unaespecie de larva ciliada; pero es de advertir que elgermen humano en su evolución no presenta estaforma, y Haeckel, para llenar esta laguna de la onto-genia humana, la toma del desarrollo del anfioxuH,como pudiera de cualquier otro animal; es decir, ar-

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N.°45 A. M. FABIÉ. HAECKEL. 305

bitraria y caprichosamente. El quinto grado está con-formado por la gastreades, momento que tampocoaparece en el desarrollo del germen humano, y queloma para su propósito del del anphioxus el autor deesta serie. Rl sexto grado supone Haeckel que es laturbelaria, no por otra razón, sino porque en su ge-nealogía universal el tipo de las turbelarias actuales,no sólo está considerado como la raíz y origen detodos los gusanos, sino también de los cuatro tiposzoológicos superiores. El sétimo grado de esta cadenado antepasados del hombre son los Scolecidos, y aun-que no se puede determinar cuál de ellos sea aquél deque descendemos por línea recta, cree Haeckel quedebía ser análogo al Balanoglosus actual. El gradooctavo pertenece á los gusanos sacciformes, porque deellos se derivan los vertebrados, al decir de los moni-las, que llenan con ellos el enorme abismo que separalos animales invertebrados de los que tienen vértebras.

En el eslabón ó grado nono de la serie empieza lasegunda sección de las dos en que, como he dicho, sedivide la serie fantástica de nuestros antepasados que,por lo que se ve y se ha de ver, no tienen nada de¡lustres; este grado noveno lo forman los animalesucranianos, es decir, sin cabeza, hoy representadospor el anphioxus lanceolatus. El décimo grado lo*forman los animales monorrinos, hoy representadospor las lampreas y otros peces cartilaginosos. El on-ceno grado lo forman los selacianos, que ya tienen lanariz dividida, y que siendo análogos á los actualessqualos, alcanzaron la honra de contar entre sus suce.sores al hombre. El duodécimo grado lo forman losdipneustos, y el que supone Haeckel que fue nuestroantepasado debía ser parecido á los actuales Ceratodusó Protoplerus. El grado decimotercero es el de los So-sobranchios, los cuales son los más antiguos de nues-tros antepasados anfivios, que debieron vivir hacia lamitad de la edad paleolítica, y de los que se derivó elgrado décimo cuarto, que está formado de los Sozu-ros, amphivios que perdían por metamorfosis las aga-llas al llegar á la edad adulta, como pasa con las ranas4ue hoy viven.

El grado decimoquinto es, como los anteriores,un mero nombre inventado por Haecke! para com-pletar y arreglar su arbitraria serie, y á los anima-les imaginarios que lo constituyen les da el nombrede Protomniatos, por suponerlos raíz y origen delas tres clases de vertebrados superiores, y se suponeaitibitum, que debieron vivir en la edad mesolítica ósecundaria: de ellos, como se han inventado para eso,ha sido fácil derivar el decimosexto grado de estaserie de nuestros abuelos, y se les ha dado el nombrede Promamalianos, justificando la creación de estegrado con la existencia actual del ornitorinco y otros'animales análogos.

Ya para el grado decimoséptimo se ha podido echarmano de ios marsupiales, y de uno de éstos, que

debió vivir en el periodo jurásico según Haeckel,se derivaron los prosimianos, que forman el gradodiez y ocho, los cuales, según Haeckel, son los ma-míferos más interesantes, porque entre ellos-esta-ban los verdaderos antepasados de los monos y delhombre, y debían parecerse á los makis; de esta clase1

de animales salieron los menocercos que forman elgrado decimonono de nuestro árbol genealógico, queestá compuesto de monos catarrinos, que todavía con-servaron el rabo ó cola, si bien ya habían modificadosu dentadura y convertido sus garras en uñas; de estosmqnos salieron los antropoideos que forman el gradovigésimo de la serie, los cuales aparecerían en el pe-ríodo myoceno, y de uno de ellos, parecido al gibon,al oranggutan ó z\ gorilla, procedió el animal com-pletamente fantástico, de que ya he hablado, queforma el grado veintiuno y á que ha dado Haeckel elnombre de Pitecántropo; es decir, hombre-mono quetodavía no poseía la palabra, signo característico denuestra especie, último eslabón de esta cadena. Perola palabra no es una cosa especial y mi generis, sinouna perfección del grito que se ha conseguido por me-dio de la modificación de la laringe que ha producidoluego cuando ya ha podido articular el sonido, desar-rollos d3 la masa encefálica, que han favorecido elprogreso de la inteligencia hasta el punto que hoy laposee el hombre.

No hay necesidad de detenerse mucho para demos-trar lo arbitrario, lo verdaderamente anticientífico doesta serie de nuestros antepasados, compuesta deseres fantásticos, y que se suponen parecidos á ani-males hoy existentes, y creados otros por la imagi-nación de Haeckel ex profeso, fuera de toda especie deanalogía, para salir con su sistema adelante, lo cual esfácil cuando se prescinde de la realidad; pero entoncesla ciencia si convierte en el delirio de un calenturien-to, pues lo real y lo racional deben ser y son una mis-ma y sola cosa, y cuando esto no sucede es porquenos apartamos de la idea y de sus determinaciones, lascuales son y comprenden la existencia y el conoci-miento.

Una vez producido el hombre por esa serie de tras-formaciones de la materia, que empieza en la nebulosa,abordan los trasformistas los problemas que ofrecenuestra especie, y el primero de todos los que examinanes el ya famoso, que consiste en determinar si todos loshombres proceden ó no de una sola pareja; á pesarde que su sistema debiera ser poligenista, Haeckel seinclina á creer que toda nuestra familia procede delhombre-mono, por él imaginado, que debió apareceren un continente hoy sumergido, que ponía en comu-nicación el Asia, la Oceanía, el África y la'Améri-ca. Este hombre-mono, que, como se ha dicho, no po-seía todavía la palabra, se extendió por todos loscontinentes antes de hablar, por lo cual son irreducti-bles los idiomas que se conocen; y, diversificándose el

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tipo humano, ha dado origen á las variedades hoy exis-tentes que forman, según Haeckel, seguido en estaparte por el filólogo Federico Muller, dos especies dis-tintas. Por lo tanto, la humanidades para estos sabiosun género,zoológico déla familia de los antropoideos,para cuya afirmación aducen los' trabajos anatómicosde Huxley, de Broca y de otros naturalistas, y las teo-rías filológicas del mismo Muller. Estas dos especiesse caracterizan, la una por tener la cabellera lanosa yla otra por tenerla lisa. La especie de cabellera lanosase subdivide en una sección que la tiene dividida entufos, colocados como los haces de cerdas de un cepi-llo, y á ella corresponden los Papúes y los Otentotes;y en otra, cuyo3 cabellos forman un vellón, y estáconstituida por los Negros de África y por los Cafres.La especie caracterizada por la cabellera lisa se subdi-viile en hombres de cabellos rígidos y hombres decabellera más ó menos ondeada: los primeros formanlas razas de Oceanía, que habitan la Australia, las cos-tas del Océano Ártico y la América, y las razas del'Asia oriental, que son los Malayos y los Mogoles. Loshombres de cabellos ondeados son los del interior delos continentes, los de la Nubia y los de la costa delMediterráneo, que comprenden cuatro tipos lingüísti-cos: los vascos, los caucasianos, los semitas y los in-do-europeos.

Lo arbitrario de esta clasificación del género huma-no es tan evidente, que basta una atención superficialpara conocerlo. En primer lugar, si se admite la ideade especie tal cual la explican los naturalistas quese han dedicado á las clasificaciones ó sea á la taxono-mía, la humanidad fomia una sola especie como loprueba la fecundidad indefinida de los cruzamientos,la cual es de tal índole, que los mismos etnólogostrasformistas reconocen que, á partir del siglo XVI, laconfusión y mezcla de las razas va creciendo de modoque dificultan, si no hacen imposible, cualquier clasifi-cación. Pero este fenómeno de las mezclas de razas esmuy antiguo, y desde el origen de la historia se hanverificado sucesivas emigraciones y conquistas que hanproducido ese resultado; por lo cual, á mi parecer, loque se puede asegurar respecto de este punto, es quela humanidad, término superior del desarrollo siste-mático de la naturaleza y manifestación en ella delespíritu, tiene unidad real "é ideal, y por tanto quecontiene en su seno la variedad producida por su ne-cesidad interna, determinada por el medio geográfico ypor el medio social para formar el-organismo humano,que comprende toda nuestra especie en su existenciaterrestre.

Ya hemos visto que en la clasificación de Haeckel yMullor, aunque el cabello es e} carácter diferencial delgénero humano, los idiomas se Tienen en cuenta paraformar las últimas divisiones, aunque éstos constituyenuna dificultad insuperable para los materialistas de to-das las épocas, quienes por lo mismo han puesto el

mayor empeño en explicar la creación del lenguaje; áeste fin han afirmado que ese atributo peculiar delhombre es mero resultado de su organización, y atri-buyen á los animales más elevados la facultad de ex-presar sus afectos, llamando lenguaje natural á lasactitudes y gritos que son los signos exteriores deaquellos, y lenguaje artificial á la palabra.

No podían los trasformistas modernos dejar de se-guir en esta materia las huellas de sus predecesores,y como ya he dicho, Darwin, jefe de la secta, ha tra-tado esta grave cuestión en un libro dedicado á ellaexclusivamente. Con arreglo á los principios de laconcurrencia vital, de la selección y de la herenciaque ya hemos visto obrando toda la diferenciación ytodo el progreso del mundo orgánico, el gesto ó gritoque expresa las pasiones del animal y le reporta algu-na utilidad, ya porque cause temor á sus enemigos, yaporque le procure el auxilio de los de su especie, yaporque le facilite el ejercicio de las funciones de repro-ducción, se repite en circunstancias análogas á las quepor primera vez lo produjeron, se perfecciona y sedeja por herencia á los descendientes. Por este proce-dimiento, desde de la contracción y dilatación que lairritabilidad produce en las células, más todavía en elprotoplasma de que están compuestas las moneras, sellega por sucesivas metamorfosis á los medios máscomplicados y perfectos de expresión, á los poemas deHornero, á los discursos de Demóstenes y á los escritosde los grandes filósofos de la antigüedad y de lostiempos modernos, que abarcan y expresan la totalidadde la idea, el espíritu y la naturaleza.

Para dar más verosimilitud á sus opiniones, lostrasformistas modernos, y entre ellos Haeckel, traenen su apoyo una ciencia, si tal nombre merece, quecontando poco tiempo de vida no pudieron utilizar losantiguos empíricos materialistas y sensualistas; hablode la filología comparada, esto es, del estudio compa-rativo de las diferentes lenguas que sé hablan ó se hanhablado en el mundo, y de que hasta ahora se tienenoticia. No es posible exponer, aunque sea en resumen,las teorías de la moderna ciencia del lenguaje en uñescrito como el presente, teorías que se tratan de sus-tituir á aquel capítulo de la lógica que pretendieron al-gunos convertir en ciencia independiante, bajo elnombre de gramática general, y que comprendía lasleyes generales de la palabra deducidas á prioriáe sunaturaleza. La filología comparada pretende llegarpor medio de la observación al conocimiento de losprincipios generales del lenguaje, á la determinación'de su origen y á la exposición de su desenvolvimiento,ó lo que es lo mismo, á la narración de su historia.

Del estudio comparativo, de las lenguas conocidas,deducen los filólogos que la palabra fue primero mo-nosilábica, y algunos de ellos, que estos monosílabosson las interjecciones, las cuales no son mas quelos gritos ya articulados con que el hombre primitivo

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manifestaba sus afectos. La repetición de estos gritosarticuladas, los determinó y distinguió cada vez más,tomando cada cual una signiñcacion propia; más ade-lante se unieron estos monosílabos para expresar mo-dificaciones de los primitivos significados, formán-dose las lenguas de aglutinación. La unión de losmonosílabos primitivos llegó á ser tan íntima por eluso constante de los grupos aglutinados, que se per-dió la memoria de las raices primitivas, modificándoseel sonido de ellas para ma#yor facilidad de la pronun-ciación, y de este modo se llegó á la formación de laslenguas de flexión, instrumento propio de las razassuperiores, con cuyo auxilio han alcanzado el grandesarrollo intelectual que hoy las distingue.

La antigua lengua chinesca os el único ejemplarconocido de los idiemas monosilábicos; de los deaglutinación existe grandísimo número, y en realidadlos filólogos, bajo esta rúbrica, comprenden infini-tas lenguas poco estudiadas que deben tener, por lo quede ellas se sabe, muy diversos caracteres. Las lenguasde flexión forman dos familias que hasta ahora son lasque únicamente se han analizado con alguna profun-didad; á saber: la de las lenguas semíticas y la de laslenguas indo-europeas; pero especialmente respectoá la primera, no se puede decir que forme todavíauna especialidad científica bien determinada, y aunqueel descubrimiento del sanskrit y la gramática com-parada de Bop han contribuido á formar un sistemade aspecto científico con las lenguas llamadas indo-europeas, todavía está tan distante de ser definitivo,que mientras que Diez y la mayor parte de los filólogostienen como lengua neo-latina el francés y los dialec-tos antiguos y modernos que comprende, un escritormoderno, Pablo Barbe, afirma que esta lengua escéltica.

Por otra parte, son tan infundadas las pretensio-nes de la filología comparada, al querer explicar elorigen del lenguaje, que no pueden serlo más, su-puesto que ni aun posee todavía' esta especialidadcientífica el conocimiento de la materia que debe for-mar su inmediato contenido; nuestro compatriota, eljesuíta Hervas y Panduro, fue el primero que procuróreunirlo en su famoso Catálogo de las lenguas, paracuya formación le fueron de tan-gran provecho las gra-máticas y glosarios de las lenguas de América, hechospor nuestros misioneros en los siglos XVI y XVII; peroes tanto lo que resta por saber en esta materia, queW. W. Hunter formó hace poco un glosario de cientocuarenta y cuatro lenguas antes desconocidas, que sehablan en la India y en la alta Asia. De los idiomas delÁfrica poco ó nada se sabe, y para mayor confusión, nisiquiera existe relación algima entre las razas y laslenguas. El hombre llamado ahora mediterráneo, quees el que antes se denominada caucasiano, habla di-versos idiomas, que corresponden á cuatro tipos irre-ductibles: el vasco, el caucásico, el semítico y el indo-

europeo, por lo cual llaman poliglota á esta raza .losetnógrafos, y también lo son los negros africanos,creyéndose probable que estén en el mismo caso losmogoles, los árticos y los americanos.

Sucede, pues, con la lingüística lo que hemos vistocon la paleontología cuandole ha queridobuscar en ellala serie de nuestros antepasados: todo son hipótesisarbitrarias, lagunas inmensas- en el encadenamientode los hechos, y, en una palabra, lo que resulta esque se trata de explicar obscurus per obscurius. Lasuposición de que el hombre empezó á hablar lenguasmonosilábicas es enteramente gratuita, nadie puedeasegurar que sean monosílabos las raices de las len-guas de flexión; las trilíteres de las lenguas semíticasno lo fueron sin duda en su origen, y es evidenteque eran polisilábicas muchas raíces de las lenguasindo-europeas, pues como tales deben considerarsemuchas palabras no monosilábicas que son comunes átodas las lenguas de esta familia.

Ni aun admitiendo la teoría que hace derivar el len-guaje délas interjecciones, que es lo que más se pa-rece á los gritos inarticulados de los animales, seprueba que las lenguas primitivas fueran monosilábi-cas, pues muchas interjecciones, quizá las" más natu-rales y frecuentes, constan i)e más de una sílaba. Perodemos de barato cuanto en esta parte aseguran «lostrasformistas; ¿en qué consiste y cómo se demuestrala transición por cuyo medio el grito ó el canto seconvierte en lenguaje? El famoso Max-Muller, ante laimposibilidad de explicar esta transición, admite enel hombre una facultad de crear las raíces de las len-guas, análoga á la voluntad que produce sus actos,porque si la voz es por una parte la animalizacion delsonido y por otra la base material de la palabra, estostres términos: sonido, voz y palabra, forman un sis-tema producido por tres'determinaclones de la idea,relacionadas, pero distintas, y sólo pueden confun-dirse por los que olvidan que la unidad y la diferenciason elementos igualmente necesarios en la realidad yen el conocimiento; quererlos unir confundiéndolos,sería más absurdo que tratar de echar puentes eiKrelos astros, pues cada término pertenece á diferenteesfera, el sonido ai mundo físico, la voz al orgánico yla palabra al espíritu.

Si el lenguaje fuera sólo consecuencia de ciertas par-ticularidades orgánicas, se podría dar con propiedadeso nombre á la repetición mecánica de las palabrasque ejecutan con maravillosa perfección algunas aves,y nadie lo hace, sin embargo; anatómica y fisioló-gicamente nada falta á estos animales para, poseer lapalabra, pues los vemos articular con precisión y cla-ridad; luego Ib que les falta es el elemento supra-or-gánico, aquello que no es resultado de ninguna com-binación física ú orgánica, la cual, aunque sea condi-ción para la manifestación del lenguaje, no es en ma-nera alguna su causa ni su esencia,

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Basta reflexionar con alguna atención acerca de lanaturaleza de la palabra, para convencerse de que esatributo peculiar de nuestra especie, pues lo primeroque esta facultad presupone es la conciencia de sí enquien la ejerce, y el uso de todas las demás funcionesdel espíritu, por lo cual los*psicólogos, que considerancomo diversos aspectos del alma las propiedades delespíritu, dan el último lugar á la palabra.

El conjunto y combinación mecánica de sensacionesy los actos que de ella se originan, así como la unidadsustancial y sistemática de la vida de los animales,son una preparación para el advenimiento del espíri-tu; pero esta determinación superior de la idea distadel animal más que éste dista del mundo inorgánico;el animal no es causa de sí, no obra por propio movi-miento, sino obedeciendo á impulsos más ó menosenérgicos, más ó monos próximos, que están fuera deél, por lo que Descartes llamó, no sin propiedad,autómatas á los animales; así es que los gestos ó losgritos, que producen, son la repercusión de las impre-siones que experimentan, mientras que la palabra su-pone la intervención del sujeto libre, del yo, de la per-sona, que ya á consecuencia de impresiones externas,ya de un modo espontáneo se manifiesta, se exteriorizadando cuenta reflexiva de sus modificaciones y estados,que pueden ser y son á veces contrarios á lo que de-bieran ser, si sólo estuviera el hombre sometido á lasleyes de la naturalezn, si no fuera superior á ellas ycapaz de someterlas á su albedrío.

La serie cronológica de las lenguas es un supuestotan gratuito como la serie cronológica de los organis-mos, y la misma razón hay para creer que el espírituse manifestó primero en la naturaleza por la palabramonosilábica que por la polisilábica; siendo lo ciertoque las lenguas se determinan en su naturaleza y for-ma por las condiciones del medio geográfico, por lasparticularidades anatómicas y fisiológicas de las razasy principalmente por el momento y grado de culturay civilización de los pueblos.

Si la ley de progreso y perfección que admiten con-tra sus principios los trasformistas fuera absolutamen-te cierta, resultaría que los idiomas serían más per-fectos cuanto fuesen más modernos, y esto, como sesabe, no es exacto. Por lo qae se refiere á las propie-dades artísticas de las lenguas, la cuestión no admiteduda, y todo el mundo reconoce que el sansckrit, elgriego y el latín poseen en el mayor grado las condi-ciones necesarias para la poesía y la elocuencia, nohabiéndose producido en cuanto abarca la historiaobras superiores á los poemas y discursos escritos enestas lenguas de la familia indo-europea, y nada hayen los idiomas semíticos que aventaje á los libros delViejo Testamento. Ni es tampoco exacto decir quepara las ciencias, llamadas impropiamente abstrac-tas, sean más adecuadas las modernas; la lengua quesirvió para sus explicaciones á Euclides, á Platón y á

Aristóteles, bien pudiera servir á los más profundossabios de los tiempos modernos, aunque sean trasfor-mistas, pues ya hemos visto que el mismo Haeckelacude al griego pnra sacar los elementos de su tecni-cismo, según se ha hecho para todas las ciencias.

Véase cómo, lejos de dar apoyo y fundamento á ladoctrina trasformista el estudio de las lenguas, sumi-nistra refutaciones victoriosas y concluyentes de suspretendidas leyes, que si son inaplicables á la natu-raleza, si no bastan para explicar sus diversas mani-festaciones, son todavía más insuficientes para com-prender el mundo del espíritu.

ANTONIO MARÍA FABIÉ.

LAS PINTURAS DE JERÓNIMO BOSCO

QUE SE HALLAN EN EL MONASTERIO DEL ESCORIAL.

I.

El querer juzgar todas las épocas con el mismocriterio que la nuestra, sin tener presentes lasvarias alteraciones de las costumbres, ha dadolugar muchas veces á apreciaciones erróneas delos hechos históricos.

Convencidos de esto, y para poder examinarlos sucesos con crítica más racional y exacta, losescritores modernos tratan de investigar, por to-dos los medios posibles, el estado moral é intelec-tual de cada pueblo en cada tiempo, y para con-seguirlo no tienen seguramente un auxiliar máseficaz y fehaciente que la literatura y las artes.Por eso son del mayor interés todos aquellos es-tudios que, aunque á primera vista parezcan depequeña importancia, tienden, sin embargo, á se-ñalar una extrañeza incompatible con nuestrosusos, y tratan de darla una explicación; porque,aun dejando sin resolver el problema, plantearlesólo puede ser ocasión para que ingenios másfelices consigan el resultado que no logró el ini-ciador de la cuestión, viniéndose acaso por mediode la investigación de pequeñas cosas al eselare>-cimiento de las más grandes.

Las excentricidades y rarezas que se encuen-tran esculpidas en las portadas de las iglesiasgóticas, pintadas en los libros de rezo ó en cua-dros de devoción, y grabadas en estampas querepresentan asuntos sagrados, son seguramentetenia á propósito para muy largas y eruditas es-peculaciones. Se han hecho muchas, pero no tangenerales como fuera de desear, pues se contraencasi siempre á descifrar el simbolismo que pue-dan tener las caprichosas invenciones de los es-cultores de las catedrales, dejando otros muchospuntos sin aclarar, y haciendo caso omiso de loscuadros y estampas de épocas posteriores.,.

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N.° 45 C. ARAUJO.—'LAS PINTURAS DE JERÓNIMO BOSCO. '309

En Inglaterra y en Francia se han publicadohistorias de la caricatura y de lo grotesco, llenasde erudición y de datos; en ellas se tratan muchasde las cuestiones que entrañan Ia3 diferentes cla-ses de imágenes, cuya originalidad las hace in-comprensibles ó poco en armonía con nuestrascostumbres. En un todo conforme con las apre-ciaciones que en dichas historias se hacen, creosin embargo que puede apurarse aún más la ma-teria considerándola bajo el aspecto de las condi-ciones que tienen las artes gráficas para poderexpresar las ideas y hallar la explicación de nopocas rarezas y monstruosidades, en habersetraspasado los límites en que cada manifestacióndel arte se encuentra circunscrita.

Se conserva en la biblioteca del Monasterio delEscorial un Psalterio que perteneció al emperadorCarlos V, adornado con preciosas miniaturas (1).Hay dos, entre ellas, tan notablemente deshones-tas, que no pueden monos de causar extrañeza,porque ni en libros profanos se tolerarían hoy,y bien merecen pararse á pensar las causas quepudieron dar lugar á que entonces se admitierancomo cosa corriente estas imágenes. Representala una á Betsabé en el baño, la cual se halla en elcentro de la composición en pió dentro del aguade un estanque, que la llega hasta las rodillas;por todo traje tiene un turbante en la cabeza yuna ligera gasa en la cintura, tan ligera que más•parece diáfano cristal; su objeto no es cubrir loque tan necesario era que estuviera oculto, y quela posición particular pone más de manifiesto. Ensegundo término, á la izquierda, sentada en laorilla del estanque, se ve á una criada, y á la de-recha un emisario de David, que hace á Betsabéproposiciones á nombre de su amo; éste se hallaen el fondo asomado á una ventana contemplandotoda la escena. La otra miniatura representa áDavid recibiendo a Abigail en su lecho, y estátratada- con tanta falta de pudor como la prime-ra. Teniendo forzosamente que reconocer que

'.. aquellas imágenes no están ejecutadas con inten-ción burlesca, no es fácil explicar lo extraño delas posturas y lo obsceno de los desnudos; porquesi bien es verdad que la honestidad y la pulcritudno eran tan exigentes en el siglo XVI como en elnuestro, no basta esta razón tratándose de es-tampas de un libro devoto.

No son menos extraños los caprichos que el fa-moso Jerónimo Bosco representó en los dos tríp-ticos que se conservan también en este monaste-rio de San Lorenzo, y ellos me han movido átrazar estos renglones, en los que será vano bus-car más que un conjunto de observaciones, mu-

[i) i¡¡—é—8-Bibl. Esc.

chas veces inconexas, como las haría de palabraá cualquier amigo con quien estuviese viendo unacolección de cuadros ó de estampas. He preferidoeste sistema, tanto por estar más conforme conmi manera de discurrir, cuanto porque cuestio-nes tan complejas y difíciles son para resueltasentre muchos, y sería pretensión ridicula en míel hacer un gran volumen cuando no me sientocon fuerzas para ello.

Todos los cuadros y estampas que he de citarpor incidencia son bastante conocidos de los afi-cionados; la mayor parte se hallan en la Biblio-teca del Escorial; por medio de notas señalaré álos que no las conozcan las signaturas con queestán catalogadas.

No creo haber logrado resolver ninguna duda,ni siquiera haber sido el primero que plantee elproblema; pero si de cualquiera de mis apuntespuede algún erudito sacar provecho para hacermayores y más sabias investigaciones, aunquesea irripugnando las ideas que emito, me darépor satisfecho, y habrá sido de no poca utilidadeste ensayo.

Hubiera podido abarcar un plan más general,que comprendiera el estudio de todas las obsce-nidades representadas por el arte, desde la anti-güedad hasta los tiempos modernos; pero, comoya he dicho, si para hacer un capítulo considerodébiles mis fuerzas, serían totalmente nulas tra-tando de acometer tamaña empresa.

He elegido como ejemplo dos obras de JerónimoBosco, porque puede decirse que son el compen-dio de todas las rarezas que se encuentran en lasestampas y cuadros de otros autores, y tambiénporque, teniendo por asunto ideas morales y reli-giosas, soii más dignas de atención que si se tra-tase de escenas profanas. Las obras de MiguelÁngel, de Hemskerk, de Bruegel, de Rembranty otros autores, que cito incidentalmente, reúnenla misma circunstancia de tener por pretextoasuntos morales; contraste sobre el que me pro-pongo llamar la atención principalmente, pues notendrían la misma significación obras destinadasá tener una publicidad clandestina, como las deJacobo Caraglio ó Agustin Carracho, que las quese hacían para adornar los conventos y palacios,y para la edificación de fieles católicos.

Entre los varios cuadros de Jerónimo Boscoque aún posee el monasterio de San Lorenzo delEscorial, son muy notables los dos trípticos deque voy á tratar. Ambos quieren representar lamisma idea moral, aunque expresada de diferentemodo. La creación del hombre, su embruteci-miento por el pecado y el castigo del pecador enlos infiernos; tal es la idea.

Querer interpretar una á una y en su justo Ya-

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lor las alegorías, atributos y obscenidades quecontienen estas tablas, equivaldría á querer redu-cir á términos razonables los delirios de un loco.No tengo tal pretensión; mi objeto es sólo el va-lerme de estas pinturas para apoyar algunas ob-servaciones, tanto sobre las obras de Bosco, comosobre el alcance de las artes gráficas.

El más pequeño y menos complicado de ios dostrípticos es conocido con el nombre de El carrodel heno.

«Cerradas amias puertas—dice el catálogo dePoleró,—se representa un país con la figura de un,labriego huyéndole unos ladrones, que en el fondomaltratan á un caminante.* Yo creo ver algo másque el catálogo; porque en el fondo, en segundotérmino, á la derecha, hay pintado un pastorque descuida el ganado que debiera guardar, porentretenerse danzando con una mujer, al son dela zampona, que toca un juglar sentado en unribazo; grupo que representa, á mi ver, el des-arreglo y la vagancia, y que sirve de principio ála moraleja que el autor se propone desarrollar.Del desarreglo y la holgazanería á la miseria secamina á pasos agigantados, y la miseria es lo querepresenta la figura del primer término. Luego, ála izquierda, se ve cómo unos ladrones despojaná un caminante, ó sea el crimen, segunda conse-cuencia de la vagancia; y como final de la histo-ria, el criminal conducido a la horca, que se veen último término, acaba de completar la lección.Creo lógica esta interpretación del asunto, por-que completa la idea expresada en la parte inte-rior del tríptico, colocando al hombre malo en elduro trance del castigo por la justicia humana,por sus delitos; y por la divina, por sus pecados.

No es mi ánimo de ningún modo el corregir ladescripción que hace el catálogo, y mucho menoscriticar á su autor; antes al contrario, respeto suopinión, y creo que habrá muchos que la celebreny que no se conformen con la mia. Si cito la in-terpretación que da á estos cuadros una personatan inteligente como el Sr. Poleró, es para hacerver cuan lejos se encuentra la Pintura de poderexpresar ideas de una manera perfectamente con-creta, puesto que cuando no tenemos un conoci-miento anterior del asunto que el autor ha que-rido representar, casi cada espectador encuentrauna significación distinta.

Abiertas las portezuelas del tríptico , en la dela izquierda se ven representados tres asuntos:la creación de Eva, Adán y Eva reprendidos porsu pecado, y arrojados del Paraíso.

El argumento de la tabla del centro está to-mado de las palabras de Isaías: Toda carne esheno y toda sit gloría como flor del campo. En elcentro se ve un carro cargado de heno, sobre el

que está sentada una dama ricamente vestida, yá su lado un joven tocando el laúd; grupo muyelegantemente dispuesto y que parece represen-tar los goces mundanos. Tiran del carro variosmonstruos con cuerpos de hombres y grupas deleones, perros, lobos, osos y peces; simbolizandoacaso los pecados capitales, A la izquierda, ungrupo de personajes montados en caballos seacercan á coger el heno, y entre ellos se distin-guen el Papa, reyes, príncipes, generales, ecle-siásticos y caballeros; gentes de condiciones máshumildes llegan á pié y se abalanzan también ácoger el heno por asalto. En un grupo de dosfrailes que se disputan á brazo partido la pose-sión de unamujer, se ve el vicioménos alegórica-mente representado; así como en otro grupo delprimer término, á la derecha, en el que se ve áun fraile orondo y mofletudo que, sentado al ladode una mesa, saborea un gran vaso de vino ymira con regocijo á varias monjas revoltosas, queya cogen del heno á manos llenas, ya cargan conel saco que le contiene, ó ya invitan á un músicocallejero á que acompañe con los acordes de suinstrumento la ronda que se proponen bailar.

También en primer plano , hacia la izquierda,una mujer, sentada en el suelo, se ocupa deasear á su hijo, operación que pudiera haber idoá e|ecutar á otra parte, y que no se me alcanzaqué conexión pueda tener con el pecado, á que lasdemás figuras de la composición parecen entre-garse con tanto afán.

Las altas dignidades de la tierra, y más espe-cialmente el clero, componen la mayoría de lospecadores que se entregan al vicio de la carne.Tal vez Bosco ha querido hacer ver más palpa-blemente la flaqueza humana, que no logra ven-cerse ni aun por aquellos que están obligadospor votos; ó aumentar la gravedad del pecadopor la calidad de los pecadores.

En la portezuela de la derecha ha representadoel autor los castigos del infierno, según los dife-rentes pecados cometidos.

Esta es en conjunta la descripción del trípticodel carro del heno.

II.

La biografía de Jerónimo Bosco es muy pococonocida. Ni Karel Van Mander, ni Decamps, niotros autores dan más detalles de su vida que elsuponer nació en Bois le Duc en la segunda mi-tad-del siglo XV, y haber muerto en el mismopueblo en 1518. No consta que viniera á España,como algunos suponen, y es muy probable queasí no fuera.

Alfredo Michiels, en su Historia de la pinturaflamenca y holandesa, dice: «Las visiones de Bosch

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N.°45 C. ARAÜJO. LAS PINTURAS DE JERÓNIMO BOSCO. 311

«convenían á la lúgubre piedad de esta nación»feroz (Kspaña). Nación á quien Dios no aparece«como el poder creador y conservador, sino que«le da el aspecto terrible de un juez, los sangui-narios pensamientos de un tirano. Parece una«de esas tribus indias que han abjurado el culto«de Brahma y de Wishnou, las deidades pater-«nales, para obedecer á Siva, el genio bárbaro,«acostado en sus momentos de agradable des-«canso sobre la serpiente Ananta, cuyas fauces«destilan sin cesar mortal veneno. Loa espectros«de Jerónimo Bosch, sus delirantes invenciones,»las torturas de los condenados, las espantosas«lontananzas del abismo, la representan el enl-abíenla de sus concepciones religiosas.» Seríamuy extraño, de ser cierto lo que Michiels su-pone, que un extranjero, de quien no hay noticiasde que estuviera en España, fuera el intérpretede nuestros sentimientos^ al paso que los pinto-res nacionales de aquella época, que trabajaronen Avila, Toledo, Aragón y otras provincias, en

• nada se parecen al fantástico holandés, y quemás tarde Juanes, Murillo y Alonso Cano no con-servaran algo del sentimiento feroz de la patriaque les vio nacer.

Las extravagancias de Bosco, que así puedenllamarse, no representan las ideas de ningún pue-blo, sino simplemente las extrañas fantasías delautor, que la mayor parte de las veces tienen másde burlescas que de feroces; tanto porque no pa-recen concebidas en serio aquellas visiones, cuántoporque, aunque lo estuvieran, la hipérbole exage-rada produce el efecto contrario.

Michiels concluye el artículo que trata de Boscocon estas palabras: «No se crea, sin embargo,«que Jerónimo Bosch sea un pintor burlón y«que ponga sus asuntos en ridículo; el humor,»la fantasía, completamente libre, desnuda de

. «toda creencia íntima y tomando por juguete el«mundo entero, no debía lanzar sino más tar-»de, en la noche de la duda, los caprichosos ful-«gores de sus fuegos artificiales. En esta época,«la devoción reinaba aún. Jerónimo Bosch tenía«fe en el cristianismo, y temblaba tal vez delante«de sus espantosas composiciones. Quería hacer«piadosos á los hombres por el terror, como Juan«Van Eyck por más dulces sentimientos. No te-«nía idea de que personificaba sueños, sino que«creía revestir de una forma plástica verdades in-»controvertibles. Inteligencia sombría y melancó-«lica, veía en todas partes lo perecedero de las«eosas humanas; despojando la vida de sus ricos«atavíos, mostraba sus horrores secretos, arran-• candóla su máscara de seda para hacer aparecer«detras una calavera que helase de temor á los«espectadores. Sus alegorías tenían todas el mismo

• fin; de este número es el famoso cuadro del Es-«corial, titulado: Ortinis caro fceaum. Ha pintado>enél los placeres sobre un carro arrastrado por«monstruos, precedido por diablos, y seguido por»la muerte.»

Michiels ha conseguido escribir algunas frasesde más ó menos efecto; pero positivamente ha-bía visto muy pocos cuadros de Bosco, cuandoescribió su libro, y de estos pocos no era uno Elcarro del heno. Si le hubiera visto, no hubieraencontrado á la Muerte en ninguna parte, ni leparecería el cuadro tétrico ni melancólico, puessólo se ven en él escenas de desdfrden, que si bientendrán su castigo en el infierne, como se repre-senta en la portezuela de la derecha, por el mo-mento, ni los frailes que se disputan la posesiónde la moza, ni el que se emborracha, ni las mon-jas que quieren bailar, presentan más que unaescena animada, digna de una romería de la época.

No es fácil calcular cuáles serían las creenciasde Bosco; pero es menester recordar que sus obras,cuando no tienen por motivo asuntos ó alegoríasreligiosas, son siempre sátiras ó caricaturas como:los dos ciegos (1), las monjas y los frailes en la, co-cina (2), y otras por el estilo; lo cual parece pro-bar que el autor se preocupaba más de lo grotescode los tipos ó de las escenas, que del decoro y dela propiedad.

Supone la tradición que en la tabla que repre-senta á Jesús presentado al pueblo, que está tam-bién en el Escorial, todas las figuras son retratos;el del autor, el Jesús, y los de sus émulos y de-tractores, los judíos que le rodean. Es posible queasí sea; pero me inclino á no creerlo, pues exacta-mente los mismos tipos se encuentran en su cua-dro de Jesús con la eruz en el camino del calvario,en la estampa de los dos ciegos, y en otros de suscuadros, no siendo creíble que una misma ideale inspirase tantas veces. El tipo marcado de in-dividualidad que tienen todas las figuras de quevoy hablando, hace presumir que son retratos;pero á mi entender de modelos extraños y con-trahechos de los que se servía para representar álos judíos, pues en aquella época y aun después,era costumbre admitida pintarlos feos y mal for-mados, para hacerlos más odiosos; porque aun-que no sea un sentimiento justo, la verdad es queal hombre malo nos le figuramos deforme y feo.

No continuaré las muchas consideraciones queaúji he de hacer sin describir ligeramente el otrotríptico, que es de mayor importancia y tamañoque el del carro del heno.

(1) Estampas que pueden verse en la Biblioteca de) Escoiial,~MAc—j— 14, pág. 1S4.

(2) Ac—iij—9. B. E.

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III. -El tríptico que voy á examinar no tiene como

el otro un nombre vulgar, quizás por ser menosconocido. Ningún título le cuadraría mejor que elde la Lujuria.

Cerradas las dos portezuelas, se representa enellas la creación de la tierra. Ocupa casi toda lacomposición la esfera terráquea cómo en embrión,sobre la que empiezan á distinguirse los montes,los árboles y los rios. En lo alto se ve al PadreEterno. Todo este cuadro está pintado á clarooscuro.

Abierto el tríptico, 3n la portezuela de la iz-quierza se ve la creación de la mujer.

El asunto de la tabla del centro es el hombreembrutecido por la lujuria. Si supiera interpretaruno á uno la multitud de grupos de figuras hu-manas, de animales, de montañas, de plantas yde accesorios que formaa el conjunto de este cua-dró, los interpretaría; pero lo creo superior á misfuerzas; más aún, lo creo imposible. En primertérmino, á un lado, se ve un grupo de hombresdesnudos que cada cual tiene sobre la cabeza unafruta; unos una cereza, otros una mora, otros unafresa: entre ellos hay un negro. A.1 lado opuestohay otro grupo de mujeres, también desnudas, ycon frutas en la cabeza, y entre ellas hay una ne-gra. En medio de estos dos grupos, en el mismotérmino y algo más retiradas, hay multitud defiguras de hombres y mujeres, siempre desnudos,saliendo de flores colosales, juntándose en lúbri-cas posturas, montándose en pájaros, bañándose,disputándose racimos de frutas. Un hombre vacargado con una almeja colosal; por entre los bor-des entreabiertos de la concha se ven en partedos figuras que van acostadas dentro y que ofre-cen la particularidad de sudar, 'perlas. Más lejosuna turba inmensa de jinetes montados en caba-llos, bueyes, girafas, unicornios y mil otras es-pecies de animales, corren alrededor de un circuloformando como un picadero; algunos van en piésobre las cabalgaduras haciendo ejercicios gim-násticos. Una de estas figuras es muy notable porlo poco decoroso de la postura y el sitio poco lim-pió en que le pica un pájaro que sostiene en unapantorrilla.

Más lejos aún, se ven grandes lagos con nave-gantes, sirenas y delfines abrazándose, y final-mente, en la parte superior del cuadro, montañasy castillos formados por plantas extrañas y atra-vesados por tubos de cristal.

La portezuela de la derecha representa los tor-mentos que los reprobos sufrirán en el infierno,cada uno según el vicio que en el mundo le domi-nó. Un monstruo con semblante de ave de rapiña,

cubierta la cabeza con un caldero y calzado conpucheros; sentado en un sillico va tragándose álos glotones, que digiere y arroja en una cloaca;otro glotón acurrucado al borde expele monedas,y otro que es aproximado á este.pozo inmundo porun diablo, arroja la comida de asco. Una mujervanidosa ve reproducidas sus gracias en un es-pejo convexo que forma las asentaderas de otromonstruo. En un concierto extraño, son obliga-dos los chismosos , á' soplar en instrumentos de 'viento de enorme tamaño, y á splfear notacionesescritas en el trasero de otros.

Unos arden ren incendiados castillos; otros sehielan en grandes lagos; uno sufre la agonía decaminar al suplicio, y finalmente, dos orejas hu-manas de tamaño colosal, cortadas por un grancuchillo, que no sé si querrán hacer alusión á losindiscretos; y una barca, cuyos mástiles son laspiernas y brazos arborccfe de un monstruo cuyocuerpo es un cascaron roto, y que lleva en la ca-beza sombrero de pastor, completan esta fantás-tica composición, en la que hay otros muchosgrupos ó invenciones interesantes.

Tal es la sucinta descripción del segundo tríp-tico, que he creido debe llamarse de la Lujuria,por ser el único vicio que veo representado enla tabla principal.

Ya he citado la opinión de Alfredo Michielssobre las obras de Bosco en general, y aplicadaal carro del heno. La he combatido, sólo bajo elpunto de vista en que supone que representa lasideas feroces de los españoles; pero aún hay otrosmuchos aspectos bajo los que impugnar las apre-ciaciones del autor de la historia de la Pintura enBélgica y Holanda, autor único que conozco quehaya hecho un estudio detenido del carácter delas obras de Bqsco, y que está conforme en mu-chos puntos con otros escritores que han tratadomás ligeramente del fantástico holandés.

Primeramente hay que considerar cuáles sonlas ideas que se propuso desarrollar el pintor; ensegundo lugar, qué recursos le ofrecía su artepara la representación de estas ideas, y cuálesfueron los que adoptó; y por último, por qué susobras fueron aceptadas en serio no siéndolo enrealidad.

IV.

Hay ciertos principios dé moral que todas lasreligiones han admitido, y que hasta los ateosreconocen. El castigo eterno para los que faltan áestos principios, es también dogma por todas ad-mitido, y quizás ninguna deja mayor esperanza deperdón por medio del arrepentimiento que la reli-gión católica. Si los castigos con que amenazan alpecador én la otra vida son horrorosos, no puede

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N.° 45 C. ARAO.1O.——LAS PINTURAS DE JERÓNIMO BOSCO. 313

por eso tacharse de más crueles á los cristianos,pues la invención de los tormentos de Tántalo yPrometeo, por ejemplo, que encontramos en elpoliteísmo de los paganos, nada tienen que envi-diar á los más refinados suplicios.

Si España tuvo la Inquisición, no fue sola, yaunque los castigos empleados por ella fueranuna anticipación de los placeres del infierno, nopor eso hay motivo para suponer á esta naciende una ferocidad especial, pues los tormentos yejecuciones que empleaba, no eran otros que losusuales en la legislación civil de toda Europa.

Estas crueldades demuestran que aquí y en to-das partes los hombres son fieras cuando se ha-

«lian dominados de un fanatismo cualquiera; yhoy que las costumbres son muy distintas que lasde los tiempos de la Inquisición, los fusilamientospolíticos, las iniquidades cometidas en las guer-ras prueban este aserto. Si nosotros hemos tenidoun Felipe II, Francia tuvo un Luis XI. En Espafía se cometieron horrores por el fanatismo ca-

, tólico, exaltado por la prolongada lucha con losmahometanos, fanatismo en el que las ideas dereligión y de patria iban mezcladas. En todaspartes y en todos tiempos se han cometido hor-rores indisculpables, tan grandes como los de laInquisición, lo que ha variado ha sido la idea queha impulsado á cometerlos. Es injusto, pues, ta-charnos á los españoles de tribu india.

Bosco varía poco sus temas; por lo generaltoma como asunto los pecados del hombre, y sucastigo en ei infierno, ya como se ven tratados en

• los trípticos descritos, ya como visión de SanAntonio, ó como enseñanza que algún ángel pre-senta á algún doctor ó á algún mancebo. Algunasveces también representa la vanidad de las cosashumanas. Como se ve, son ideas que en todas lasedades han preocupado á los hombres; pero que enla época de Bosco estaban de moda entre los.ar-tistas alemanes, flamencos, holandeses, y hasta

' entre los franceses por imitación de los otros, ydieron por resultado infinidad de alfabetos de laMuerte, grabados y pintados, y escenas del Juiciofinal. Las visiones nunca han tenido intérpretesen España, y nuestros pintores, que siempre fue-ron naturalistas, fueron quizás los únicos libresdel contagio.

4 La pintura, que no dispone en realidad de otromedio para expresar las ideas que la representa-

. cion material de las cosas; que está sujeta por lascondiciones de espacio y de tiempo, y que por es-tas razones no puede tener la pretensión de ense-ñar de una manera directa y concreta, ha creado elsímbolo y echado mano muchas veces del recursode representar en un mismo cuadro ó en varios,diferentes momentos de la misma acción. Otras

TOMO III.

veces ha desarrollado una idea en diversas esce-nas, saliéndose de su esfera y no consiguiendopor eso el efecto que se proponía. Bosco ha se-guido estos falsos caminos, y lejos de ser más in-teligible se ha hecho más oscuro.

V.

He sentado en el párrafo anterior que los símbo-los y la representación de diferentes escenas enun mismo cuadro eran medios, que si bien se em-pleaban, sacaban á la pintura de su centro y nolograban el fin "deseado. Esto merece una digre-sión para demostrarlo y para fijaralmismo tiempohasta dónde alcanzan los recursos propios de estearte; digresión que no será inútil, porque los prin-cipios sacados de estas pruebas tendrán su apli-cación en el análisis de los trípticos de que voytratando.

Todo símbobo tiene el defecto capital de que susignificación no está en la cosa representada, sinoen el valor convencional que se la ha dado; porlo cual, el que' desconoce este valor nada com-prende. En este caso de no ser comprensibles, seencuentran multitud de símbolos de diferentesépocas y países, cuyo secreto se ha perdido, yaquellos de creación particular de cada artista.¿Qué significación pretendió dar Bosco á las fru-tas que coloca sobre la cabeza de muchas de lasfiguras del tríptico de la Lv,j%ri<xl

¿Qué indican aquellos enormes pájaros?... Véasecuan poco eficaz es el recurso de los símbolos, ycómo son extraños á la pintura, cuando por sisó-los no expresan nada.

Tampoco se consigue el hacer que la idea seamás comp^nsible, representando diferentes esce-nas relativas al mismo asunto; porque si es co-nocida la acción á que se refieren, son inútiles, ysi es desconocida, sucede io que con la tabla quecité al principio, pues al verla, unos se figuraránque el labriego huye de los ladrones, y otros quelejos de ser así forma parte de ellos.

Fuera de estos casos, hay otros muchos en que,aun valiéndose la pintura sólo de sus propios re-cursos, no consigue el fin que se propone, y sí elcontrario. La idea moral que encierra la virtud delcasto José rechazando los halagos de la mujer dePutifar es indudable, y sin embargo, pintada laescena, siempre resultará poco edificante. Lomismo sucede con el asunto de la casta Susanay muchos otros de distintos géneros, que no sólono hay modo de que su representación corres-ponda con la idea moral que encierran, sino quepor lo mismo sirvieron de pretexto á los artistaspara hacer pinturas más ó menos eróticas.

Con la pintura no pueden de ningún modo, nicon ningún recurso, determinarse ideas, de una

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manera perfectamente concreta; esto está reser-vado sólo á la palabra hablada ó escrita.

Para describir una mujer hermosa, por ejemplo,basta con pronunciar la frase, siendo en seguidacomprendida por todos; aunque se den detalles, yno correspondan en parte con el gusto ó el capri-cho del que oye ó lee la descripción, siempre hallamodo de prescindir de aquellos detalles, ó de aco-modarlos al tipo que se ha forjado.

El pintorval fijaren el lienzo su tipo de mujerhermosa, por lo mismo que le determina de unamanera invariable, encontrará muchos especta-dores que no se conformen con él.

Puede, el que escribe,hacer ver toda la miseriadel Hijo pródigo, al verse obligado á guardar ga-nados; pero el artista no puede hacer ver más queá un pastor cualquiera, y aunque desarrolle lahistoria en tres ó cuatro cuadros distintos, no lo-grará producir otra impresión, porque el espec-tador no establecerá el enlacé necesario, y se inte-resará en cada cuadro en particular. Si no conocela historia de que se trata, no la comprenderá ó laadivinará muy vagamente; si la conoce será difí-cil que su sentimiento y el del un artista con-cuerden.

Sucede con la pintura otra cosa extraña, y esque la cosa pintada no produce siempre la mismaimpresión que produce el natural. Así vemos quemuchos horrores pintados, como los fusilamien-tos, de Goya; los martirios de santos, de Ribera;ó las imágenes de Jesús crucificado, no causanhorror, y se ven sin extraneza hasta por mujeresy niños que sufrirían un desmayo si vieran uncadáver mucho menos destrozado. La represen-tación de una batalla no causa ni temur ni emo-ciones bélicas en los espectadores; muy pocas sonen fin las ocasiones en que lo pintado produce unefecto semejante al que causaría la realidad,fuera de los asuntos que se refieren á la lascivia;por eso, aunque Bosco hubiera representado esce-nas verdaderamente horribles, no por ello podríasuponerse q íe los aficionados á sus obras fueranpersonas crueles, al paso que podría tacharse detales á las que tuviesen por distracción el presen-ciar al vivo 3scenas de tortura y de Tsu suplicio.

Todos los asuntos, todos los terrenos son bue-nos para demostrar el pintor su saber y conoci-mientos en el arte; pero si se propone desarrollaruna idea, se ve obligado por la esencia misma delmedio de que se vale á sujetarse á condiciones de-terminadas.

Una de las cosas en que ha de pensar con pre-ferencia si se propone expresar una idea es, quesi el asunto está tomado de las historias ó de lospoetas, tenga circunstancias á propósito para quepueda interesar y dar idea de lo que se trata, aun

á los que no conozcan la historia ó el libro á queel asunto se refiere; porque no debe olvidarsenunca que la pintura no puede concretar perfec-tamente el pensamiento por sí sola, y el valersede letreros ó medios análogos, es sacarla de sucentro,

Catalogando una colección de estampas, meencontré con una (1) que representaba á un an-ciano, que incorporándose en la cama en que es-taba acostado, clavaba una daga en el cuello á unjoven tendido en el suelo, y vestido con traje delsiglo XVI. Como no conocía el asunto á que laescena se refería, no me produjo otra impresiónque la que me hubiera producido la representa-ción de un asesinato cualquiera, y la historia queyo me forjé, ó por mejor decir, las historias, esta-ban todas muy distantes de la verdadera; despuésde un detenido examen vi que en la cabecera dela cama había una pequeña cartela con una ins-cripción latina que venía á decir: el padre al hijo.Esta indicación me aclaró un poco las ideas yme aproximó al buen camino de la interpretación,aunque no logré adivinarla por completo. Des-pués he averiguado que aquella estampa se refe-ría á una tradición belga, que supone había enBruselas en el siglo XI un juez llamado Hencker-land, tan recto y justiciero, que habiendo sabido,encontrándose en el trance de la muerte, que suhijo había deshonrado á una doncella, y no ha-llando mo/lo de castigarle antes de morir, le hizovenir á su lado á pretexto de hablarle, y le dego-lló con un cuchillo que tenía prevenido al efecto.¿Cómo era posible figurarse que en tal escenafiguraban un padre y su hijo, ni los móviles queleJimpulsaban?

El autor se propuso sin duda presentar unejemplo de rectitud y de honradez exageradas,pero no logró dar idea más que de un asesinatocriminal. .

Un asunto más sencillo, y otra estampa muynotable voy á poner también por ejemplo, paravolver á demostrar la ineficacia de los símbolos,aunque sean conocidos. Andrés Mantegna grabóuna estampa que representa á Jesús resucitado,entre San Andrés y San Longinos (2), y sin em-bargo, hay inteligentes que quieren ver en lossantos colaterales á San Pedro y San Pablo, yotros que van más allá y se figuran ver á SanPedro y Constantino, suponiendo que se ha que-rido representar alegóricamente en este grabado

-á Cristo instituyendo la soberanía espiritual ytemporal del Papado. —v-

Por lo expuesto se ve cuan vago es el signifl-

Ac—j—1— p íg . 16. B. E .Ac—j—9—pág. 96 .

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cado de la pintura. Cuando el autor busca elasunto en su propio sentimiento inspirándose enel natural, es cuando está de lleno dentro de suverdadero terreno; así vemos que los cuadros lla-mados de género son mejor comprendidos por elvulgo. La razón de esto consiste en que el espec-tador tiene mayor libertad para formar su juicio,no encontrándose con el embarazo de tener queadivinar el .asunto, sino conoce la historia, ni conel de no hallarse conforme con la interpretacióndel artista si la conoce.

Creo que los grandes pintores del siglo XVIcometieron la mayor parte de las impropiedadesque se les critican, más que por ignorancia, por-que trataban de hacerse comprensibles de la ge-neralidad de las gentes, pues al pa8O que comoPablo Veronés en sus bodas de Ganaan, Lúeas deLeyden en casi todos sus cuadros y estampas, yotros muchos, casi todos, visten á los personajesbíblicos con trajes modernos, y disponen las es-cenas y accesorios de la misma manera; por elcontrario, cuando pintan personajes históricos desu tiempo, como á Carlos V, por ejemplo, leívis-ten á la romana.

Sentados estos principios; y visto el alcance delos recursos que tiene la pintura para expresarlas ideas, se explican mejor las aberraciones deBosco, que quiso valerse de medios que no tenía.Falta ahora explicar cómo se valió de ellos.

VI.

Prescindiendo del sentimiento moral del amor,ninguna de sus necesidades preocupa al hombreen tan-alto grado como la de su reproducción,puramente como goce material.

El cristianismo, que de la castidad ha hechouna virtud, desterró con el culto de los ídolos losque se referían á la fecundidad y á la reproduc-ción humana; pero con esto no logró variar losinstintos del hombre, por más que consiguieramodificar las costumbres y hacer ver lo que ha-bía de repugnante y escandaloso en las antiguassaturnales.

Las tribulaciones que sufrieron hombres de lafe y fuerza de dominio sobre sí mismos, comoSan Jerónimo y San Antonio, son una prueba dela preponderancia que esta pasión ejerce en elcorazón humano. Sería prolijo y excusado enu-merar las aberraciones á que han dado lugar lastentaciones de la carne; baste decir que ningúnotro móvil, ni aun la avaricia, las han producidoiguales; así es, que cuando los adoradores deLicinia y de Pan hubieron desaparecido, las pin-turas eróticas no desaparecieron, y bajo el pre-texto de hacer odiar el pecado de la lujuria, serepresentaban en las miniaturas de los libros y

en las columnas de las basílicas, escenas lúbri-cas toleradas sin duda en gracia de la intención,ó que pasaban casi desapercibidas, ya por la tos-quedad á que las artes habían quedado reduci-das, ya también porque estas escenas se represen-taban muchas veces con figuras de animales, ómonstruos incomprensibles. La literatura, á suvez, no era escasa en canciones picarescas y cuen-tos verdes, que servían frecuentemente de inspi-ración á los artistas.

Conforme con los tiempos las artes fueron ade-lantando, estas representaciones de obscenidadesiban siendo más notables, y si hasta la épooa delrenacimiento se escudaron siempre con el fin mo-ral que querían tener, en este tiempo, sobre todoen Italia, aparecieron muchas veces resucitandolas fábulas del paganismo. Todavía continuabanlos pecados capitales sirviendo de pretexto á lasmás escandolas imágenes, y cuesta trabajo creerque circulase sin escándalo la conocida estampade Miguel Ángel, en que se representa la lujuriade una manera tan brutal (1). Hay otras estam-pas en las que, ideas tan desconsoladoras comola vanidad de las cosas humanas, se representanpor una mujer hermosa completamente desnuda,contemplando sus encantos en un espejo (2),modo muy poco á propósito para inspirar melan-colía, por más que en segundo término se veaun esqueleto figurando la muerte que apresurasu llegada caminando en carroza. Estas pinturas,con disfraz ó sin él, tenían grata acogida en lospalacios de los príncipes y magnates, y hasta enlos de los cardenales, como sucede en la Farne-sina. A pesar de esto, se hacían los espantadizoscon las obras impúdicas de Marco Antonio »j deJacobov1fcaraglio, no porque fuesen más indecen-tes, sino porque aquellas producciones demostra-ban abiertamente una intención obscena, sin bus-car pretexto alguno que las cohonestase, puesde otro modo no se explica que fueran persegui-das cuando se toleraban monstruosidades comolas de los Pecados capitales, ó indecencias comolas del Juicio Anal, de Miguel Ángel.

Rafael, Julio Romano, Lúeas Penni, Roso, Pri-matice, Ticiano y la mayor parte de los grandesartistas de aquella época tributaron culto, enmuchas de sus obras, no al antiguo, sino á la lu-juria. La multitud de pintores flamencos, holan-deses y alemanes que acudían á estudiar á Roma,siguieron en este punto las huellas de los grandesmaestros, si bien rebajando de una manera gro-tesca, la manera épica, digámoslo así, con que lositalianos trataban todos los asuntos.

(1) Ae—j—7—pág. 18. B. E.(2) Ae—j—11—pág. SS. B, E.

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Martin Hemskerck, por ejemplo, no tiene reparoen elegir pasajes bíblicos, como Tamar pariendolos gemelos (1), ó la circuncisión de los isrealitasordenada por Josué (2), temas ambos imposiblesde representar gráficamente de una manera de-corosa. Formositas Bina exeitabit SicJiem ad illi-citam voluptatem (3), es la leyenda de otra.es-tampa del mismo autor, cuyo asunto está tra-tado todo lo libremente posible, lo cual no es muyextraño, porque aun cuando el motivo se pres-tara á ser expresado de un modo conveniente,solía Hemskerck hallar traza de introducir algúndetalla chavacano, como puede verse en una es-tampa que representa á Daniel haciendo derribarlos falsos ídolos (4), en cuyo primer término hacolocado dos bufones que escarnecen la cabeza deuna de las imágenes que yace en el suelo, orinan -dose en la boca uno de ellos, y el otro lanzandosucias detonaciones. No muy limpia resulta estadescripción; pero lo es mucho comparándola conla que resultaría si se hubiera de hacer del gra-bado que representa el Infierno (5), en el que lasasquerosidades y la lubricidad se hacen compe-tencia; libertades tanto más extrañas cuanto queson empleadas con un fin piadoso y destinadas ála inmensa circulación de todo impreso.

Bosco siguió en este punto el gusto de sutiempo; la sequedad de formas que dio á las figu-ras y los símbolos que introdujo en sus composi-ciones, hacen ver que estudió mucho las escultu-ras talladas en los capiteles románicos y lasgóticas portadas; por esto sus cuadros, aunqueparticipen de sentimiento obsceno, son menos im-púdicos que los de aquellos artistas que se valíande unas formas más puras, sin que por ello lo-gren tener la edificante moralidad que creía en-contrarlos el P. Sigüenza cuando combatía á losque en su tiempo criticaban ya de escandalososlos trípticos de que voy tratando.

La misma vulgaridad que he encontrado en lasobras de Martin Hemskerck, se nota en las con-cepciones de Bosco. Así, por ejemplo, la idea depresentar á la mujer vanidosa obligada á contem-plar su semblante en un espejo convexo que sirvede grupa á un demonio (6), no se le hubiera ocur-rido á un italiano, y ciertamente tiende más áprovocar la risa que á infundir temor al castigo.Otras veces, como sucede en el grupo del hombrecargado con la almeja (7), la idea es oscura, pero

(1). Ac—üj—1—B. E.(8) Ac—j—18-pág. 70.-B. E.(3} Ac—üj—1—B. E.(4) Ac—üj—1—B. E.H5y Ac—j—13—B. E.1(6) Triplico de la Lujuria.(7) Tríptico de la Lujuria.

no se presta nunca á una interpretación sombría.Algunos creen ver en estas figuras la representa-ción del marido que consiente las liviandades desu mujer, y carga con el oprobio á trueque de re-coger las perlas que le produce. Tampoco el cri-men de la sodomía, que está representado en otrogrupo, tiene más nobleza, y aunque indecente, nolo es tanto como era de esperar en ia manerabrusca de expresarse del autor, que se manifiestamás vivamente en la figura de un equilibristaecuestre que se ve en el círculo de jinetes del se-gundo término, de que hablé al describir el trípti-co, figura más decente casi para vista que paraexplicada. Si fuera examinando una á una todaslas escenas que se encuentran en esta obra y entodas las de Bosco que conozco, que son algunas,con dificultad encontraría espectro ni visión ter-rorífica que pudiera hacer temblar á nadie, y mu-cho menos al autor, como supone Michiels.

Si Jerónimo Bosco hubiera sido escritor, susobras hubieran sido satíricas, y como tales amar-gas en el fondo, pero no en la forma. Como fue -pintor, y en la pintura la forma es el todo, susimágenes, son sencillamente burlescas ó incom-prensibles, necesitándose un esfuerzo de la ima-ginación como para descifrar un geroglífico si sequiere intentar el comprender la idea moral quepuedan encerrar.

Las más de las veces, los autores festivos sue-len ser hombres de genio melancólico, y su incli-nación á la burla depende de la triste propensiónque tienen á ver en las cosas antes el lado feo queel hermoso, lo cual unido á una organización de-licada y fina, amante de la belleza moral y ma-terial, produce el deseo de poner en ridículo lafealdad para hacer que los demás la odien. Comono todos los temperamentos son iguales, sucedecon frecuencia que los que han de apreciar la sá-tira se enamoran de la forma y gozan con lagracia que encierra, fijándose poco en la lecciónque va envuelta, sin considerar que el chiste quéellos ríen le trajo á la mente del autor la pena deun desengaño.

Bosco es muy probable que no tuviese inten-ción de burlarse al pintar sus caprichosas fanta-sías; tal vez creía de buena fe que todas las mise-rias del hombre provenían del nacimiento de lamujer, y por eso comienza con la creación deEva la alegoría moral del tríptico de la lujuria;idea que, aunque tiende á negar el libre albedrío,estaba bastante admitida en su tiempo y dio oca- •sion á varias colecciones de estampas que teníanpor objeto poner al hombre en guardia contra lasasechanzas de su compañera, que forzosamentehabían de traer su daño. Véase el orden de asun-tos de una de estas colecciones, grabada por Fe-

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lipe Galle (1), para poder apreciar la exactitud demi observación y lo falso de la filosofía que ins-piraba aquellas imágenes , que hubiera tenidoigual motivo para sgponer que Abel era el res-,ponsable del crimen de Caín. La primer estamparepresenta á Eva dando á Aiam la manzana; si-guen despaes: Salomón adorando los ídolos, porsugestión, de sus concubinas; Dalila cortando el peloá Sansón; Judit matando á Hulofernes; Lot embria-gado por sus hijas, y Jael matando á Sisara. Comose ve, el autor al escoger los asuntos ha prescin-dido de los móviles que impulsaron á aquellasmujeres; no ha visto más que al hombre envueltoen las redes que le tendian y siempre vencidomiserablemente. Ni la experiencia del viejo Lot,ni la sabiduría de Salomón, ni la fuerza de San-son valen nada ante los atractivos y la astucia delas mujeres, á quienes parece se proponía hacermás de temer que á los demonios. Considerandosu poder tan irresistible y su maldad tan grande,

' pierde mucha importancia la significación quepueda tener el que los monjes y clérigos se veanmezclados en las escenas de desorden que he des-crito, pues se puede creer que se entregan al vi-cio, más por la fuerza de la fatalidad que porvoluntad deliberada, y mirada la cuestión de e3Íamanera se pueden interpretar estas pinturas, notanta con intención de zaherir á los malos, comocon la de aconsejar á los buenos los peligros quehan de evitar. De cualquier modo que sea, esmenester divagar mucho para venir á sacar estasdeduccciones, y serán muy pocos los que hacién^dolas puedan ver en tan extrañas figuras otracosa que la obscenidad que en sí tienen; perocomo era más justificable á los ojos del clero ylos magnates de la devota corte de España gozarcon la vista pinturas lúbricas que tuvieran porfundamento la moral y la religión, que no des-vergonzadamente las escenas mitológicas y paga-nas con que Francisco I decoraba su palacio deFontainebleau , era natural que prefirieran loscuadros de Bosco y Bruegel, ó las estampas deHemskerck, y lejos de demostrar con esto queapreciaban la lúgubre piedad de aquellos artistas,no hacían sino dejarse llevar por las sugestionesdel apetito carnal, que complacían hipócrita-mente con estas imágenes, lascivas unas veces, ybufonescas otras.

Una prueba de que no eran,entonces,ni lascostumbres tan rudas, ni los hombres tan ino-'centes ó tan admiradores del arte que mirasen eldesnudo con un idealismo platónico, la tenemosen la extrañeza que causaron las desnudeces delas figuras de El Juicio final, de Miguel Ángel, y

(1) Ac—j—16."B. E.

en que poco después se hicieron adecentar porDaniel de Volterra.

En España, ni entonces, ni después, la severi-dad de las costumbres permitió á los artistasaventurarse en esta senda, y es muy raro el en-contrar figuras desnudas en sus composiciones, ymucho menos que se trasluzca la más ligera ideadeshonesta , ni con pretexto de hacer pinturacristiana ni mitológica. Generalmente se ocupa-ron en representar asuntos del Nuevo Testamentoy vidas de los santos, que no se prestan tantocomo los del Antiguo Testamento, las represen-taciones del infierno y las alegorías dé los peca-dos, á ser interpretados de una manera equívoca.Esto demuestra también que la corte y el círculorelativamente reducido, de monjes que se edifica-ban con los cuadros de Bosco, no dejaban de co-nocer que eran pinturas poco convenientes paraexcitar devotos pensamientos, pues al propiotiempo que se reservaban la contemplación deestas imágenes y las que encerraban sus colec-ciones de grabados, hacían cubrir una pierna des-nuda que tenía la Santa Margarita, de Tiziano, sinduda porque estaba más al alcance de la vulgarcontemplación.

VIL

No creo, como dije al principio, haber logradoexplicar nada, porque la imaginación se confundequeriendo encontrar el fundamento de hechos,como el de haber Benvenuto Cellini esculpido entoda su desnudez una figura destinada al culto delos fieles, como lo es el Crucifijo que está en elmonasterio del Escorial; pues por mucho que elarte preocupara al autor, no podía preocupar lomismo #las personas á quienes se destinaba. Estecaso especial me hace dudar y presumir que pararesolver satisfactoriamente estas cuestiones, sonnecesarios más datos que los que me-- suministrami fatal memoria, más que mi escasa erudición.Mas si este ensayo diera ocasión á que algúnsabio investigador fije y resuelva mejor las dudasque suscitan las pinturas deshonestas, cuyo pre-texto, al hacerse, ha sido conseguir un fin moral,ó religioso, sobre todo las de aquellas épocas yaquellos autores en quienes no es posible suponeruna intención descaradamente burlesca, como laque tienen las obras de Rembrant, no habrá sidodel todo inútil mi trabajo.

CEFERINÓ ARAUJO SASCHEZ.

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LA. MANTECA ARTIFICIAL.

Todo el mundo sabe que la manteca natural esuno de los principios inmediatos de la leche. Cons-tituye la materia grasa de ese líquido que con-tiene un 3 por 100 de manteca, 5 por 100 de lac-tosa (azúcar de leche), 3 por 100 de cásea, Ij2 por100 de materias minerales, y 88 por 100 de agua.Cuando se abandona la leche á sí misma, sobre-nada en seguida en su parte superior la nata.Esta nata, batida en la mantequera, se separa dela caseina y del suero, y la manteca que contienepermanece adherida á las paletas de madera delaparato.

La manteca está comprendida en la clase de lassustancias que los químicos designan con el nom-bre de cuerpos grasos. Hasta 1813 creíase que es-tos cuerpos grasos, que comprenden los aceites,las grasas, la manteca, eran principios inmedia-tos, pero Mr. Chevreul demostró con trabajosinolvidables en la historia de la química, que es-tán, por el contrario, formados con muchos prin-cipios particulares, mezclados entre sí en distin-tas proporciones. Tomemos un aceite vegetalcualquiera, por ejemplo, el aceite de olivo; some-támosle á la baja temperatura de 0o y se helará:pongamos este aceite congelado entre dos pape-les porosos; los papeles se impregnarán de un lí-quido aceitoso que permanece líquiüo á—4° y que-dará entre ellos una sustancia sólida, dura, for-mada con pajillas nacaradas y que se funde á 28°.Resulta, pues, que el aceite de olivo, una de lassustancias que se encuentran en la lista de loscuerpos grasos, está compuesto de dos principiosmuy distintos y que separamos fácilmente. Unosólido llamado margarina, porque su aspecto na-carado es análogo al de la perla (margarita). Elsegundo líquido se llama oleina,f>OT asemejarse alaceite foleiim).

Lo mismo sucederá con otros cuerpos grasosque se analicen; pero en cuanto á la grasa ani-mal, al sebo de carnero, por ejemplo, se puede ob-tener, no sólo oleína y margarina, sino ademásuna tercera sustancia, la estearina, nombre to-mado de una palabra griega que signiflca sebo yque es la materia empleada en la fabricación debujías.

Oleína, margarina y estearina son los princi-pios inmediatos de los cuerpos grasos. Los aceitesvegetales y la manteca de vaca están formados deoleína y de margarina. Losjcuerpos grasos de orí-gen animal, las grasas y el sebo, contienen oleína,margarina y estearina.

Comprenderáse fácilmente que, á causa de estassemejanzas de composición, los químicos no hayan

considerado imposible la trasformacion del seboen manteca. Después de una serie de investigacio-nes importantes, un sabio conocido ya por susgrandes trabajos, y que ha tyiido su nombre á unnuevo procedimiento de panificación, Mr. Mege-Mouries, ha sabido obtener con ayuda de la grasaanimal un compuesto de oleína y de margarinaque presenta una constitución química semejanteá la de la manteca natural. Estos interesantes re-sultados han llamado desde hace tiempo la aten-ción de las autoridades y del público, y el Consejode salubridad de París encargó el examen de lanueva sustancia á Mr. Boudet, que ha publicadosobre este asunto un trabajo completo, del cualreproducimos los siguientes datos:

Hace muchos años, dice Mr. Boudet, en laépoca en que Mr. Mege-Mouries, encargado por elgobierno de estudiar algunas cuestiones de eco-nomía doméstica, se ocupaba de la fabricaciónnormal del pan, íué invitado á hacer investiga-ciones con el fin de obtener, para uso de la marinay de las clases poco acomodadas, un productoque pudiera reemplazar la manteca ordinaria ámenor precio, y capaz de ser conservado sin con-traer el gusto acre y olor fuerte que la mantecaadqui'ere al cabo de algún tiempo.

Hizo para ello Mr. Mege las siguientes expe-riencias en la granja de Vincennes. Puso muchasvacas lecheras á dieta absoluta. Al poco tiempolas vaca3 habían disminuido de peso y dabancada vez menos leche, pero esta leche continuabateniendo manteca. ¿De dónde procedía esta man-teca? Mr. Mege no titubeó en creer que la producíala gíasa del animal que, absorbida y arrastradaen la circulación, se desprendía de su estearinapor la combustión respiratoria, y proporcionabala oleo-margarina á las tetas, donde, bajo la in-fluencia de la pepsina mamaria, se trasforma-ba en oleo-margarina mantecosa, es decir, enmanteca.

Guiado por esta observación, aplicóse Mr. Megeinmediatamente á copiar la operación natural em-pleando la grasa de vaca primero, después la debuey, y obtuvo pronto, por medio de un procedi-miento tan sencillo como ingenioso, una grasafusible casi á la misma temperatura que la man-teca y de un sabor dulce y agradable, trasfor-mando después esta grasa en manteca por unprocedimiento parecido al de la naturaleza.

La grasa de mejor calidad de los bueyes se colo-ca, el mismo dia en que son éstos muertos, entredos cilindros con dientes cónicos que la aplastany desgarran las membranas en que está contenida.Desde este aparato cae en una cuba profunda ca-

" lentada al vapor, y en la cual hay, por cada 1.000kilogramos de grasa bruta, 300 kilogramos de

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N.°45 G. T1SSANDIER. LA MANTECA ARTIFICIAL. 319

agua y un kilogramo de carbonato de potasa.Se eleva la temperatura á 45°. Remuévese la masa.Al. cabo de dos horas, desprendida la grasa dolas membranas que la envuelven, encuéntrasefundida y reunida en la parte superior de la cubay se escancia por medio de un tubo móvil puestoen contacto con una bomba en una segundacuba, calentada al baño de maría á 30 ó 40 gra-dos y adicionada con 2 por 100 de cloruro de sodioque favorece la depuración. A las dos horas dereposo la grasa, clara y limpia, presenta un bellocolor amarillo; su olor no es desagradable y secuela en cristalisorios, donde se fija. Cuando estásolidificada se la empaqueta con telas y se la co-loca en una prensa hidráulica. Bajo una presiónconveniente, en un taller que esté á 25", se divideesta grasa en dos partes: una que representa 40 ó50 por 100 de la materia es la estearina, fusibleentre 40" ó 50"; otra es la oleo-margarina líquidaque se ñja por enfriamiento.

La estearina encuentra su empleo en las fábri-cas dé hujías. La oleo-margarina fijada, que pre-senta un aspecto granoso, se funde en la bocacomo la manteca, mientras que el sebo, según sesabe, se une más ó menos al paladar á causa dela estearina que contiene. Esta oleo-margarinaconstituye la grasa ordinaria que se emplea en lasfaenas domésticas. Consérvase largo tiempo sinponerse rancia, y bajo este concepto se la apreciamucho para la marina.

Coa esta oleo-margarina fabrica Mr. Mege-Mou-ries su manteca artificial.

Habiendo observado que las glándulas mama-rias, de la vaca que segregan la leche contienenuna sustancia particular, una especie de pepsina,dotada de la propiedad de emulsionar ó mezclarlas grasas con el agua, ha aprovechado esta obser-vación para trasformar la oleo-margarina en natay después esta nata en manteca.

Introduce en una mantequera 50 kilogramos deóleo-margarina fundida, unos 25 litros de leche devaca, que representan menos de un kilogramo demanteca, y 25 kilogramos de agua, conteniendolas partes solubles de 100 gramos de tetas de vaca,muy divididas y mantenidas durante algún tiem-po en maceracion; para darle color añade uqacorta cantidad de achiote. Pónese en movimientola mantequera, y al cabo de un cuarto de hora, elagua y la grasa se encuentran emulsionadas ytrasformadas en una nata espesa, análoga á lade la leche: continuando el movimiento de lamantequera se ve la nata trasformarse á su vezen manteca al cabo de un tiempo más ó menoslargo, según las condiciones de la operación: porregla general bastan dos horas.

Terminada esta operación, se derrama agua

fría en el mantequero, y la manteca se separa,conteniendo, como la manteca ordinaria, leche demanteca que es preciso separar. El producto secoloca entonces en un aparato compuesto de unaamasadera y dos cilindros moledores, puestosbajo una caida de agua en forma de lluvia, y allíse trabaja de modo que pueda trasformarse enmanteca bien lavada y de pasta flna y homogénea.

La manteca artificial ha sido analizada por losseñores Boudet y L'Hote: según estos quimicos,tiene menos agua que la manteca natural y me-nos materias animales propias para enranciarla.En el mismo peso contiene más manteca rea|.

Pero al lado de estas ventajas, la manteca ar-tificial, dígase lo que se diga, tiene un gustodesagradable que recuerda el sebo, de donde pro-viene. Su precio es la mitad que la manteca natu-ral, y presta indudablemente grandes servicios álas familias modestas y económicas: se" conservamucho tiempo 3' es muy apreciada para largosviajes; pero bajo el punto de vista del aroma ydel gusto, preciso es convenir en que su saborrepugna á todo paladar delicado. Su composición,análoga á la de la manteca natural, la hace muyá propósito para falsificar ésta; la oleo-margarinala compran los defraudadores para enviarla á Bre-taña, donde se mezcla con manteca natural. Uti-lízase también para preparar leche artificial, des-liéndola en agua.

Indicaremos el medio de reconocer estos frau-des. La manteca natural (todo el mundo puedehacerla con leche de vaca) disuelta en éter, dauna solución, que evaporada á seco en el baño demaría, deja un residuo de olor de manteca muycaracterístico. Cociendo ligeramente este residuoaumentad olor. Si la manteca contiene oleo-margarina, la cocion del residuo dará, por el con-trario, vapores de olor de sebo, que se conocenfácilmente.

Sería injusto censurar á Mr. Mege-Mouries porlos recursos que la oleo-margarina puede propor-cionar á los comerciantes desleales. Los fabri-cantes de manteca artificial no son responsablesde las falsificaciones que pueden realizarse conel producto que venden. Estos son los inconve-nientes que tendrán siempre las materias alimen-ticias artificiales ó de calidad inferior. El alcoholde remolacha se adorna muchas veces con el tí-tulo de aguardiente de Cognac; la achicoria tomael nombre de café, y la fécula de patata se mez-cla á veces con la Harina de trigo; pero el desti-lador de alcohol y el fabricante de achicoria ó defécula, son inocentes del empleo culpable que, sinconocimiento suyo, se hace de las materias quevenden por lo que son. Lo mismo sucede con lamanteca artificial.

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320 REVISTA EUROPEA. 3 DE ENERO DE 1 8 7 5 . N.° 45

El único y real inconveniente que tiene la nuevasustancia, es el sabor que, digan cuanto quieransus admiradores, es bastante distinto del de lamanteca natural. No por ello deja de constituir laoleo-margarina una materia notable bajo el puntode vista de su constitución, de su origen y de sumodo de preparación. Su descubrimiento honraal sabio químico que la ha producido, y que es-peramos sabrá mejorarla, con gran ventaja de laalimentación pública.

GASTOH TISSANDIER.

LOS FUNERALES DE UN ROMANO.

i.

Tan acostumbrados estamos á enterrar losmuertos, qutí nos cuesta trabajo pensar puedadárseles cualquier otro destino. Las costumbres,sin embargo, en este punto se han diferenciadomucho y la consagración que adquiere la prácticatradicional en cada pueblo, hace mirar con horrorlas demás prácticas. Cuando encontró Dario enla India una tribu que se comía los muertos, á losindividuos de esta tribu no les indignó menos laidea de quemarlos, que á los soldados de Dario elcanibalismo indio. Aun después que la vida hadesertado del cuerpo, los yertos despojos denlosque hemos amado no nos son menos queridosque cuando estaban animados por el aliento vital;pero la costumbre produce manifestaciones di-versas de este sentimiento de cariño, y cada unade estas manifestaciones es una protesta inútilcontra la ley inexorable que reduce el cuerpo deldifuntoá gases impalpables y á átomos de polvo.

Los egipcios embalsamaban sus muertos; loshebreos los inhumaban fuera de la vista de losvivos. Los griegos inhumaban unas veces y otrasquemaban. Este último procedimiento se genera-lizó con los progresos de la civilización. Los per-sas, si damos crédito á las alusiones de sus pri-meros historiadores y al aserto de sus historiado-res más recientes, depositaban sus muertos en latechumbre de un edificio donde los abandonabaná las aves de rapiña y á los vientos del cielo. In-humar, quemar, embalsamar, tales son las tresgrandes alternativas adoptadas por la humanidadpara disponer de los muertos. La posición del di-funto en la inhumación ha sido diversa según lospueblos: unos han creído conveniente inhumar depié; algunas tribus de pieles-rojas los colocansobre ramas de un árbol, y los etiopes sobre unalosa de cristal. Los pueblos marítimos han hon-rado algunas veces á sus jefes, colocando congrandes ceremonias el cadáver en un buque, al

cual ponían fuego y abandonaban á las olas. Al-gunos de estos pueblos escogían para dichos fune-rales rios sagrados, y otros el mar. Hay puebloque abandona los cuerpos muertos hasta que des-aparece la carne, y sólo entierra los huesos. Loshay también, que, separando la carne de loshuesos inmediatamente después de la muerte,visten y adornan el esqueleto. Enterrar á unhombre vivo todavía era en una tribu de Américaprueba de afecto, y en otra tribu no menos bár-bara esta prueba de afecto consistía en dejar almoribundo expuesto á que le devorasen las fieras.

Herodoto refiere que en su tiempo existía uuatribu, en la cual, cuando uno enfermaba, susmás íntimos amigos iban á decirle que la dolen-cia iba á estropear su carne, y por más que el en-fermo protestase y asegurara que se encontrababien, se le mataba y se le comía, (Thalía, 99).

Imposible es clasificar estos horrores entre losdiversos modos de sepultura, y no hablaremos deesas tribus que se beben, sus muertos, después dereducirlos á cenizas. Baste decir que no hay cos-tumbre funeraria, por rara y repugnante que sea,que no haya sido adoptada por alguna de las va-riedades del hombre salvaje.

En los pueblos civilizados, los dos procedimien-tos funerarios han sido la cremación y la inhuma-ción; el último comprende el embalsamamiento.No creemos que el primero caracterice á las razasarianas y el segundo á las semíticas. AunqueLuciano llama á la inhumación costumbre de losbárbUros y á la cremación costumbre de los griegos,es innegable que ambos procedimientos se usa-ron alternativamente en Roma y en Grecia. Lainhumación es, al parecer, la primera sugestiónde respeto que el muerto inspira á sus parientes yá sus amigos, quienes más tarde consideran me-jores medios de conservar sus restos el embal-samamiento ó la cremación. Los egipcios pre-ferían el embalsamamiento para preservar loscuerpos de las fieras y de los gusanos, conside-rando el fuego un medio destructor. Los griegos,por el contrario, veían en la cremación un mediode conservar cuanto podía sobrevivir material-mente al hombre mortal, depositando sus cenizasen ricas urnas. Interesa, pues, recordar lo quesucedía á nuestros antepasados en la civilización,los griegos y los latinos, en la última triste dea-pedida de algún amigo querido. Vamos á describirlas ceremonias de las honras fúnebres en el pue-blo que, de los dos citados, nos es más conocido.

II.

Estamos en Roma en los primeros años del im-perio, y ha trascurrido una semana desde el falle-

I cimiento de Cayo Cornelio Scipion. Su cadáver

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N.° 45 LOS FUNERALES DE ÜN ROMANO. 321

está expuesto en el vestibulo de su casa sobre elPalatino, una de las últimas residencias senato-riales sobre la colina que el emperador deseaapropiarse. En este vestíbulo están las estatuasde los hombres ilustres de la familia, que ven allíinmóvil y mudo como ellos, el que ha ido á unirseá sus ilustres antapasados (ad majares). Su hijoLució, arrodillado próximo al cadáver, ha recogi-do en un beso de supremo adiós el último suspiroy quitado el anillo de su dedo. Este anillo se levuelve á colocar en el momento de las honras.Los. parientes, en la habitación mortuoria, hanexhalado uu gran clamor con la vana esperanzade reavivar al difunto si no ha sucumbido alsueño final. Esta exclamación de duelo ha pro-porcionado á la lengua latina la palabra con-clamatio para hacer constar que todo ha conclui-do. Entre tanto un mensajero ha ido á avisar álos Ubitinarü (1), los empleados de pompas fúne-bres. Los criados de la casa lavan el cuerpo conagua caliente, y á su vez los Ubitiaarii lo bañanen agua perfumada, derraman sobre éi pomadasolorosas y lo visten con la toga pretexta, traje ofi-"cial de la muerte como de la vida para los perso-najes consulares. Conforme á una costumbresecular se pone una moneda en la boca del muer-to para pagar el paso de la Stigia. La fíente estáadornada con una corona de laurel, ganada porCornelio en los campos de batalla. El vestíbuloestá lleno de flores y de hojarasca; un ramo deciprés, plantado al lado de la puerta exterior,sirve de invitación para entrar á los amigos, yde advertencia para los que por motivos religio-sos no pueden entrar en una casa donde está ex-puesto un cuerpo muerto. Durante siete dias los"clientes afligidos vana ver por última vez el rostrode su patrono y á pagarle el tributo de sus respe-tos: ellos con sus parientes son los que trasportanel cadáver fuera de la ciudad hasta la pira funera-ria y los que depositarán la urna que contengasus cenizas en el mausoleo donde están las urnasde los héroes de su raza.

Un heraldo ha recorrido la ciudad para convo-car á los que quieran formar parte del cortejo,porque el que ha muerto no es un oscuro ciudada-no-Boma le conocía bien, y hay seguridad de quesu familia le hará honores correspondientes á surango. Y no se verificarán éstas de noche, comolas de cualquier pobre plebeyo que parte para elgran viaje, sino que se harán con todas las solem-nidades que puedan exigir los ministros de ladiosa Iiibitina.

(1) Libitina, confundida algunas veces con Proserpina, era la divi-nidad de ios funerales, y su templo en Roma depósito de accesorios detu ceremonias fúnebres. El principal funcionario de las pompas fúnebres

I H llamaba Ubitinarius. Tenía, como es natural, empleados subalternos.

Desde por la mañana se les ve á la puerta de lacasa, vestidos con trajes de duelo, llegando des-pués los que arreglarán el orden y las filas de laprocesión de acuerdo con los agentes de la policía.Va á empezar la marcha, porque los parientesmás inmediatos colocan el cuerpo del difunto en elataúd, que no es, como equivocadamente se cree,una suntuosa litara de marfil, sino de maderaesculpida con ricos cortinajes. A una señal dada,los parientes y los clientes la ponen sobre sushombros, y seguidos de largo cortejo, la traspor-tan al lugar donde está la pira, no lejos de la se-pultuía de la familia.

Al frente de la procesión van los clarines quehacen vibrar el aire Con melancólicos sonidos;preceden á las mujeres, quienes celebran en ele-giacos cantares las virtudes del difunto; detrasde las cantoras van los actores asalariados, reci-tando versos apropiados á las circunstancias; eljefe ó principal actor representa por medio deuna pantomima muda las acciones que más famadieron al difunto (1).

Pero ¿quiénes son los personajes que van detrasde los actores? ¿Han resucitado los muertos pararendir homenaje á sus descendientes? No; son ,otros actores que llevan sobre su rostro máscarasde cera modeladas sobre los bustos del gran ves-tíbulo' de la casa del difunto, y vestidos con lostrajes que representan á los vencedores de lasguerras de Apuliaj de Samnium, de las Gralias yde Cartago. Entre estos personajes los especiado- 'res reconocen á Scipion, el más famoso de todos,que en la historia conserva el nombre de Africa-no, al que conquistó el nombre de Asiático com-batiendo^ Antioco; al que reunió el valor del ro-mano á la ciencia elegante del griego; al austero

•patriota que aprobó la muerte de sus propios pa-rientes acusados de usurpación; al que una maes-tra pluma confirió segundo título de inmortali-dad, como el amigo de Lelio. Y no son éstos losúnicos que, famosos en vida y sobreviviendo enla memoria de los romanos, honran con su pre-sencia las exequias de Scipion. Ninguna familiacuenta tantos hombres ilustres.

Hasta ahora la comitiva es puramente teatral.Vienen después los esclavos emancipados por laliberalidad testamentaria del difunto; liberalidadque es testimonio de recíproco afecto del amo ysus servidores, y no osteutacion orgullosa comola de esas almas vulgares que emancipan nume-rosos esclavos á costa de sus herederos; por eso

(4) El articulista omite otro actor que acaso no era admitido en to-das las ceremonias fúnebres; el arcbiinimo ó bufón que imitaba cómica-mente el aspecto, los gestos y las maneras de quien los actores serios'figuraban ser un personaje heroico. Era la parodia al lado de la apo-teosis.

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se ven en sus ojos verdaderas lágrimas y verda-dera aflicción en su semblante.

Esta expresión de duelo sincero es también ladel mayor número de los parientes y amigos deambos sexos que siguen inmediatamente al fé-retro. Los hombres van vestidos de negro, las mu-jeres de blanco, innovación reciente que da oca-sión á observaciones criticas. Las mujeres llevanla cabeza descubierta y los cabellos sueltos, ycaminan golpeándose el pecho. Los hombres cu-bren su cabeza con un velo.

¡Qué afluencia! Allí se ven todas las clases dela población de Roma. El Senado completo; lossimples conocidos del difunto van mezclados ásus amigos, algunos por satisfacer sencilla curio-sidad, pero el mayor número deseosos de honraren la muerte al que por tanto tiempo honraronen vida sin acercársele.

La comitiva entra en el Foro y en medio deaquel grande espacio, donde la justicia se admi-nistra al aire libre, se detiene, sentándose en se-micírculo los representantes de los antepasadosen las sillas de marfil de los magistrados. Publio,el sobrino de Cornelio, orador famoso, aparece

. sobre los rostros para pronunciar el panegírico desu tio. Refiere extensamente toda su vida tanlaboriosa; su juventud consagrada al estudio yálos ejercicios militares; su edad madura empleadaen combatir á los enemigos de Roma ó en mante-ner el orden en la ciudad; Qjnpresa más fácildesde que el emperador ha venido y sometido átodos los facciosos del interior. Publio habla de supiadoso respeto á los dioses; de su amor á su es-posa y á sus hijos, de su celo para con susclientes y de su bondad con todos aquellos quecon él estaban relacionados.

«En toda cosa , dice, se muestra digno de su'ilustre origen, digno ¿e sus abuelos, cuyas efi-gies están aquí presentes, larga fila de grandeshombres que hicieron la grandeza de la repú-blica.»

El sentimiento que experimentaban los ciu-'dadanos de Atenas al oir celebrar los nombresde aquellos griegos que habían- combatido enMarathón, lo experimentaban también los ciuda-danos de Roma, á quienes un orador recordabalas gloriosas empresas dé los Scipiones.

Después de este alto en el Fpro,' vuelve á sercolocado el féretro sobre los hombros de los quecomparten el honor de llevarlo, y sigue la marchaal través de las calles de la Ciudad Eterna, pa-sando por la famosa puerta Capena, y siguiendola vía Apia. Ordinariamente muchos de los quevan en la comitiva se separan de ella al llegará la puerta Capena; pero en el caso actual tie-nen poco trecho que andar, porque el sepulcro

de los Scipiones está próximo, á uno de los ladosde la vía Apia. No ha disminuido, pues, muchola afluencia de gente cuando se llega al sitiodonde hay una gran pira, compuesta de gruesostrozos de madera,, entremezclados con diversasmaterias inflamables, y que por su forma cuadri-longa parece altar dedicado á los poderes invi-sibles.

Una cortina de cipreses trasplantados con mo-tivo de la ceremonia, esparcen lúgubre sombra.Sobre aquella pira se coloca el féretro con todossus magníficos adornos. Se vierten sobre él abun-dantemente los más preciados perfumes, nardo,incienso y todas las esencias odoríficas que pro-ducen Palestina y Siria, Arabia y Cilieia.

Todo está dispuesto, y Lucio Scipion se acerca.Al verle, las mujeres dan agudos gritos, y pue-den notarse las lágrimas en los ojos del joven,porque vuelve la cabeza para no ver la pira altiempo de prenderle fuego con la antorcha que ensu mano temblorosa lleva. Sube rápidamente alcielo la llama, exhalando torbellinos de vaporoloroso, y cuando llega al cuerpo redoblan los la-mentables clamores de las mujeres. Los hombresguardan silencio. No se verifican juegos fúnebresmientras que el fuego consume al difunto. Susparientes no han adoptado la bárbara costumbrede arrojar sobre la pira las armaduras, los vesti-dos y otros objetos del muerto para que seanquemados con él. La multitud permanece de pié,inmóvil y en muda actitud de dolor.

Poco tiempo basta para reducir á cenizas losrestos mortales entregados á un fuego que man-tienen materias resinosas; y cuando sólo quedanalgunos calcinados tizones, la multitud se dis-persa, dejando á la familia realizar los últimosritos de la ceremonia. Los humeantes tizones sonapagados con vino, y se dirige una invocaciónsolemne al alma del difunto. Los que intervienenen ella se lavan en seguida las manos con aguapura y recogen los huesos, fáeiles de distinguir,entre las negras cenizas que los cubren.

Estas preciosas reliquias, rociadas primero convino y después con leche, las secan con un lienzode lino y las colocan en una urna de alabastroperfumada, la cual ocupa en el sepulcro el nichoque le estaba destinado. Alrededor de este se-pulcro hay nichos semejantes, cada cual con suinscripción, como en los cementerios modernos (1).

Terminada la ceremonia, la familia se despidedel muerto con esta piadosa frase: «paz al lugarde tu reposo.» Un sacerdote, á la entrada del mo-numento, rocía tres veces agua lustral sobre losque de él salen, para purificarles de toda mancha

De aquí procede el nombre de Colombarium.

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LOS FUNERALES DE DN ROMANO. 323

producida por el contacto del cuerpo, y les des-pide con la antigua fórmula: Ilicet; «podéispartir.»

La familia y los parientes se retiran tranquila-mente por la Vía Apia, cuyas márgenes estánsembradas de sepulcros, como de quintas las inme-diaciones de una ci udad moderna. Encuentran ya lascalles de Roma con su habitual aspecto. Al llegar aldintel de la casa del difunto son por segunda vezpurificados por medio del agua/ del fuego, rodán-dolos de agua y pasando por debajojde una llama.Durante nueve dias vivirán aparte llorando al queno existe; el noveno ofrecerán un sacrificio á losdioses de la morada sombría, y darán un granbanquete fúnebre, al que asistirán vestidos deblanco todos los convidados. Acaso haya tambiénjuegos públicos y combates de gladiadores, condistribución de alimentos al populacho. Hecho locual, la familia volverá á sus ocupaciones habi-tuales, quitándose los hombres el traje de luto,llevándolo las mujeres algún tiempo más, y laviuda probablemente un año. Nopor elle será ol-vidado el difunto; de ves en cuando llevarán floresy perfumes al mausoleo, encendiendo en él lám-paras para iluminar la oscuridad sepulcral, y enlas épocas conmemorativas se reunirán en ban-quetes los parientes y amigos vestidos de luto.

Así eran los funerales en la antigua Roma;pero entiéndase que sólo los de la aristocracia secelebraban con esta solemnidad y esplendor: losliíitinaríi encargados de las pompas fúnebres losdistinguían en dos clases, designando á cada unapor su nombre propio. Los de los pobres se ha-cian generalmente de noche, y es probable quelos romanos tuviesen piras comunes como tene-mos nosotros la fosa común. Cuando el difuntoera joven desaparecían muchos detalles de la ce-remonia, y los niños no eran quemados sino in-humados.

El lujo de los funerales provocó leyes suntua-rias especiales. La ley de las Doce Tablas autori-zaba tan sólo diez músicos y tres lloronas asa-lariadas; prohibía los perfumes vertidos sobre elfuego, y el empleo del oro en los accesorios ó de-coración del féretro; prohibición tan terminante,que sólo exceptuaba los cuerpos cuya dentadurahabía sido orificada. Mientras la cremación fue elmodo popular de sepultura, estas leyes fueroncon frecuencia violadas ó eludidas.

Con la introducción del cristianismo se fueabandonando poco á poco la cremación, y haciael siglo IV la inhumación la había reemplazado;lo cual se explica por el origen hebraico de lanti8va religión, y sobre todo por la creencia, muyesparcida, do la segunda venida del Mesías inme-diato. La mayoría de los primeros cristianos

creían que los cuerpos confiados á la tierra resu-citarían, y serían purificados de las manchas dela muerte el dia de la 'resurrección universal.Inútil es decir que esta opinión se opone direc-tamente á la enseñanza de la primera epístola deSan Pablo á los Corintios, donde el apóstol dicede un modo positivo que no sabemos en quécuerpo serán resucitados los muertos. La expe-riencia de los siglos ha revelado á los hombresel verdadero sentido de este sublime pasaje delapóstol. Rápida y cierta es la destrucción denuestra forma mortal que entregamos á la llamadevoradora ó la tierra corruptora, y al cabo de -cien años poco importa saber cuál ha sido nues-tra sepultura. Los átomos que componen nuestrocuerpo habrán sido disueltos y desparramadosen mil lugares, tomando nuevas formas y siendopartícipes de Otros organismos. Lo que hoy lla-mamos nuestro cuerpo se compone de lo que hacesiglos formaba acaso el cuerpo de otro hombre.La naturaleza economiza sus materiales y los em-plea más de una vez, pero el cuerpo espiritualque esperamos revestir el dia del juicio universal,es distinto del cuerpo natural. En la resurrecciónfutura no será dado ni recibido-el maridaje; lasdistinciones de la vida mortal se perderán. He-mos llevado en la tierra «la imagen terrestre; enel cielo llevaremos la celestial, según la expre-sión del apóstol.» ¿Qué llegaremos á ser? Lo ig-noramos, pero al menos no estaremos en estaprisión de nuestros sentidos encadenados porcondiciones corporales. En la seguridad de estacreencia contemplamos sin temor la disolucióninevitable de nuestra carne perecedera; sus áto-mos desaparecerán en el Océano de la materia,como nuestro aliento desaparece en el Océano delaire; porque las leyes físicas que rigen ese remo-lino kaleidoscópico de átomos y de organismos,esperan la voluntad de Aquel que nos ha prome-tido una felicidad inmortal, sin que el corazón delhombre pueda concebir lo que Él prepara á aque-llos que le aman.

Fraser Magazine.

En una obra del cirujano A. Walker se leen lossiguientes detalles que completan los del artículodel Fraser Magazine:

Los primeros romanos conservaron durantealgún tiempo la costumbre natural de inhumarsus muertos, y los inhumaban en la misma ciu-dad con el derecho de construir los sepulcros defamilia en sus casas de campo.

Numa fue enterrado sobre el monte Janículoque no estaba entonces comprendido en el recintode la ciudad. Los reyes sucesores de Numa teníansus sepulcros en el Campo Marcio, situado entre

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324 REVISTA EUROPEA. 3 DE ENERO DE 1 8 7 5 . N.° 45

la ciudad y el Tíber. Las vestales gozaban el pri-vilegio de ser inhumadas en la ciudad. Las quehabían violado su voto dte castidad eran enterra-das vivas en un campo llamado Campus Scele-ratus.

La ley de las Do'ce Tablas prohibe expresa-mente inhumar ó quemar ningún cuerpo muertoén el recinto de Roma. Hominem mortuum in urbene sepelito nevé urito, términos que demuestranclaramente que desde el siglo IV de la república,los romanos adoptaban indiferentemente la cre-mación ó la inhumación. (Muchas familias ilus-tres jamás adoptaron la costumbre de la crema-ción. La familia Cornelia, por ejemplo, continuóinhumando sus muertos hasta la época de Sila,el primero de su familia que ordenó que su cuer-po fuese quemado, por miedo sin duda de quecon él hicieran lo que él había hecho con el deMario). Las sepulturas declaradas inviolables y"sagradas eran protegidas por leyes especiales, yel respeto religioso estaba de acuerdo con estasleyes.

Bajo el consulado de Duilio, las familias másilustres tenían las sepulturas en sus posesiones,y tal fue la extensión de los campos consagradosá estás sepulturas, que los magistrados creyeronnecesario limitarla por interés del cultivo de latierra. Los sepulcros fueron entonces construidosá lo largo de las avenidas y de los caminos queconducían á la ciudad. Allí se encuentra lo quequeda de los sepulcros de los Mételos,, de losClaudios, de los Scipiones, de los Valerios, de losServilios. Los nombres de. Vía Aurelia , Vía Fla-minia, Vía Lucilia, Vía Apia y Vía Julia, etc.,provienen de estas sepulturas. Muchas familias,sin embargo, preferían para sus muertos ía Collishorticultorwm, algo más arriba del Campo MarciQ.La clase plebeya tenía también terrenos de cre-mación y de sepultura. (Roe misera plebi stabatcommune sepulcrwm, dice. Horacio.) Estos terrenosconocíanse con el nombre de puticidi, bien por-que fueseií cavidades abiertas como pozos, ó biená causa del horrible olor que esparcían por lasinmediaciones; lo cierto es que consistían en ho-yos donde eran arrojados los cuerpos de los ple-beyos. Los sitios donde los romanos quemabanlos cadáveres se llamaban itstrinm. Los puticuliestaban primitivamente en la colina Esquilma;pero esta fosa común de Roma no existía yacuando escogió Mecenas dicha colina para sitio desu sepulcro; más tarde tuvo también allí Horacioel suyo, próximo aljde su amigo el favorito deAugusto. La donación de estos terrenos .para elpueblo era una de las liberalidades con que losciudadanos ricos adquiríanlos sufragios. La ge-nerosidad de los pontífices procuraba á los pobres

funerales gratuitos, y esta era una caridad, comolas exequias á costa de la república eran un honorpara un ciudadano rico.

Cuando casi todos los sepulcros estuvieron fue-ra de los muros, el privilegio de ser inhumadodentro del recinto de Roma era una excepción enfavor de las Vestales, de los generales que habíanobtenido los honores del triunfo, de los sacerdo-tes y de los servidores de un templo. Este privile-gio llegó á ser una distinción muy codiciada,aunque algunos Césares tuvieron sus sepulcrosfuera de Roma, Domiciano en la Vía Latina,Séptimo Severo en la Vía Apia, y otro emperadoren la Vía Lavinia.

Pródigamente concedido después dejó este pri-vilegio de ser deseado, y para detener al mismotiempo el abuso, Antonino Pió, prohibió la sepul-tura en lo interior y hasta en los arrabales de lasciudades de su vasto imperio.

Casi en la misma época cesó también la cos-tumbre de embalsamar á los muertos.

Er> tiempo de este emperador, la costumbre dequemar los muertos era ya menos común, perono cesó por completo hasta la época del empera-dor Graciano.

Revite Britanique.

SMÍTJNTAIA,DRAMA EN SIETE ACTOS

DEL POETA INDIO KALIDASA.

ACTO CUARTO. *

INTRODUCCIÓN.

Entran, las dos amigas Anaséya y Priyanvadáhaciendo como si leyesen enflores..

ANASUYA. Amiga Priyanvadá, mucho ha celebradomi corazón el que Sakúntalá se haya unido fcndulce himeneo, al modo de los Gandharvas, conun esposo digno de su mérito y nobleza; masno puedo echar de mí cierta inquietud que mehace temer por las consecuencias.

PRIYAMV. ¿Cómo así? Explícate.ANASUYA. Hoy mismo, terminado el sacrificio, se

ha despedido el principe de los sabios Rishis.Llegado que sea á la ciudad, se presentará alasbellas damas de su rico harem, y quiéntal vez no conservará memoria de sus compro-misos y olvidará por completo á nuestra amigay su esposa.

PRIYANV. Ten confianza. No juegan así con lavirtud y el honor varones tan ilustres como elrey Dushyanta. Pero lo peor del caso es que nosabemos cómo el Maestro interpretará el hecholuego que le conozca.

ANASUYA. Enmi opinión, otorgará su asentimientoá todo.

Véanse los números 40, 41 y 42, páginas 1S3, i&i y 315.

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K° 45 F . GARCÍA AYUSO. SAKÚNTALA, DRAMA INDIO. 325

PRIYAMV. iPor qué lo crees así?AHASUYA. Porque su primer pensamiento fue dar

la mano déla niña á un varón sabio y virtuoso;si el destino le ha deparado éste, que lo es, ynoble, verá en un dia logrados sus intentos conpequeño esfuerzo.

PRIYANV. (Examinando el cestito de «oros.) Mi ra y Ve SÍ l a sflores que llevamos recogidas bastan para lasceremonias del sacrificio.

AKASUYA. Ten presente que vamos á dar,culto álos Dioses tutelares de nuestra muy amadaSakúntalá.

PRIYASV. Y es muy justo que lo hagamos conatención y Celo. (Sigue cogiendo ñores. Luego se oye detrásdet escenario una)

Voz. Yo soy; ¡eh!ANASUYA. (Coa atención.) Me parece voz extraña. Tal

vez se anuncian nuevos huéspedes.PRIYAHV.-Sakúntalá está en su pabellón. (Aparte.)

Por más que su corazón no está con ella.ANASUYA. Mira, ya tenemos más que suficientes

flores. (Dan algunos «pasos para salir, y se oye detrás de la es-

cena uoa)Voz. ¡Ay de tí, que has despreciado al hombre. reoto y virtuoso! Fija el alma en aquel á quien

has dado posesión absoluta de tu memoria, nopercibes que yo también soy penitente. Puesbien; escucha mis palabras: se acordará de tí yno te reconocerá por esposa, como el que haperdido el juicio, que no recuerda la palabraapenas salida de sus labios. •

PRIYANV. ¡Oh, dolor! ¡Oh, pena! Algo desagrada-ble ha pasado. Sakúntalá, distraída en sus dul-císimos ensueños, ha, quizá, ofendido á algúnanacoreta venerable, digno de honor y de res-peto. (Observando á los costados.) Y, á lo que parece,ha sido á un respetable individuo de la Laura,nada menos que al gran Rishi Durvásas, de ca-rácter irascible y ligero. Después que ha lan-zado tan.terrible anatema, le he visto retroce-der con paso tembloroso, pero tan veloz, queme pareció un huracán irresistible; y su poder,

. semejante al de Agni, invencible, mensajero delos Dioses.

ANASUYA. Anda, óchate á sus pies, y muévele áque absuelva á nuestra amiga; yo Voy entretanto á preparar él agua sagrada.

PRIYANV. Voy en seguida. (Sale.)AüASUYA. (Tropieza y deja caer las Dores.) ¡ O l í , d o l o r ! E l

cestito de flores se me ha deslizado de la mano.(Recoge tas Sores. Después de una breve pausa entra)

PRIYANV. Amiga mia, este santo varón ha demos-trado una vez más conmigo su carácter repul-sivo y sus maneras bruscas; aunque me parecehaberle movido un poco á benevolencia, estáresuelto á no cambiar una sola de sus palabras.

AHASTIYA. Y no es poco si de su dureza has logradoeso. Cuéntame lo que ha pasado.

PRIYANV. Cuando noté que persistía en no volveratrás la vista, le hablé de esta manera: «Varónsanto, considera que esto ha pasado hoy, porvez primera. La hija del nobilísimo Rishi igno-raba la virtud del Tapas terrible. Perdona, pues,

. esta única ofensa de la amada compañera.»AMASUYA. ¿Y cuál fue su respuesta? Habla pronto.PWYAHV. Luego me dijo: «Mi palabra no puede

cambiarse; pero escucha: cesará la maldiciónSn el momento de ver el Rey una joya, que serála señal de reconocimiento.» Así habló, y en elinstante mismo desapareció por virtud propia.

ANASUYA. Ya podemos respirar tranquilas; precisa-mente al partir puso el rey generoso en su dedoun anillo por recuerdo, y en él está grabadosu nombre augusto. En esta joya tendrá Sa-kúntalá un talismán seguro contra la maldi-ción dol Rishi, de que podrá usar libremente.

PRIYANV. Vamos, es llegada la hora de cumplirnuestro deber en el servicio de los Diosea.(Andan unos pasos observando, y sigue.) ¿ Q u é Veo ' A c é r -cate, Anasuya, y mira. Apoyada la mejilla enla mano izquierda, está allí nuestra preciosaamiga, fijo su pensamiento en el amado esposo,sin darse cuenta siquiera de sí misma. ¡Cómoha de observar lo que en torno suyo pasa!

ANASUYA. Priyanvada, yo creo que este suceso nodebe salir en modo alguno de nuestro pecho.Trataremos también con la mayor dulzura á laamiga, que es naturalmente sensible y delicada.

PRIYANV. Indudablemente, debemos hacerlo así;no podría, sin grave daño, regarse con aguahirviendo á la tierna flor Navamáliká. (Salenlas dos.)

FIN DE I.A INTRODUCCIÓN Ó VI3HKA.MBHAKA .

Entra %n discípulo que acaba de levantarsede dormir.

Disc. El noble Kacyapa ha vuelto de su excursióny me ordena que vea la señal de la hora. Voy ásalir al aire libre, y en un instante veré lo queresta da la noche. A ello, pues. (Da unas vueltas y ob-serva.) ¡Hola!'ya hay luz; y de este lado veo queel rey de la plantas y antorcha de la noche sedirige á la cima d(¿ la montaña de poniente;por el lado opuesto se presenta ya el sol, prece-dido de su veloz auriga la aurora. La manerade estar de los hombres en la tierra se cambiaigualmente en los momentos simultáneos desalir y ponerse las dos grandes luminarias. Yes singular que.^apénas desaparece el astro dela noche, se esconde á /ni curiosa mirada unaespecie de flor Lotos, cuya belleza primeraqueda siempre fija en la memoria. Así las pe-nas de unaJ)ella producidas por la ausencia desu amadoSfon ciertamente sobre toda medidapenetrantes . (Entra precipitadamente.)

ANASUYA. Pur más que una muchacha que vivealejada de estos asuntos no los entiende, paramí es indudable que el rey Dushyanta no haobrado rectamente con Sakúntalá.

Disc. Voy á anunciar al Maestro que es ya llegadala hora de celebrar el sacrificio Soma (Sale).

AHASUYA. Ahuyentado el dulce sueño de mis ojos,¿qué hacer? Pies y manos apenas quieren po-nerse en movimiento para dar comienzo á mistareas ordinarias. El divino Amor puede estar 'contento de su obra. La infortunada Sakúntalá,impulsada por su influjo irresistible, da sumano á un hombre que, faltando á su fe y á supalabra, la deja abandonada á los pocos mo -mentos de celebrado el himeneo. Su tierno co-razón vive penando en profunda soledad y des-consuelo. Pero no... La maldición de Durvásas,y noel rey, ha producido tanto daño. Porque,al menos, el generoso príncipe, que tales cosasobró y dijo, hubiera enviado, después de tantosdías, una carta ó un sencillo mensaje. Le man-daríamos, para recuerdo de su palabra, el anillode reconocimiento; pero ¿quién informa del su-ceso á un hombre endurecido por el pesar y por

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326 REVISTA EUROPEA. 3 DE ENERO DE 1 8 7 5 . N.° 45

el tapas? Y aunque Sakúntalá está libre deculpa en el asunto, me falta valor para anunciará Kácyapa que se ha enlazado en himeneo conDushyanta. y que ahora es tan desgraciada.¿Pero si nuestras precauciones no bastan á con-servar el secreto?... Cómo saldríamos de estee n r e d o ! . . . (Entra precipitadamente.)

PRIYANV. (Con júbilo.) Corre, corre, ven á completarnuestra alegría: Sakúntalá sale hoy mismopara unirse con su esposo.

ANASUYA. ¿Qué dices? Cuenta;- ¿cómo puede seresto?

PRIYANV. Escucha un momento. Me dirigía á latienda de Sakúntalá para informarme de su es-tado y saber cómo había pasado la noche.

ANASUYA. ¿Y qué?PRIYAHV. Entonces el Maestro Kácyapa, abrazán-

dola con dulzura, la saludó con estas palabras,que hicieron aparecer en su hermoso rostro elbello carmín de la vergüenza: «Afortunada eres.El sacrificio cayó en el fuego aunque el humoperturbó un momento la faz del sacerdote. Hijamia, tu porvenir se presenta risueño y envidia-ble como la ciencia que se entrega á un discí-pulo prudente y aplicado. Hoy mismo partirásal lado de tu esposo, escoltada por varonesprudentes y sabios y por damas de autoridad yde respeto.»

ANASUYA. ¿Y quién ha manifestado á Kácyapa eloculto suceso?

PRIYAHV. Al penetrar en el recinto del sagradofuego, una voz pronunciada por un ser invisiblese lo dijo.

AHÁSUYA. (Conasombro.) ¿Qué le dijo? Prosigue.PRIYANV. (Hablandoens»nskr¡t.) «¡Oh, Brahmán! Sa-

kúntalá lleva en su seno un rayo de luz que'harecibido de Dushyanta para salud del mundo,á la manera que la planta Cami encierra el ger-men del fuego.»

ANASUYA. (Abrazando 4 Priyinvada.) £>h\ qué placer taninmenso me produce esta nueva. Pero ¿qué digo?Cuando pienso que noy mismo se llevarán áSakúntalá, siento en mi ánimo gozo mezcladode tristeza.

PRIYANV. Nosotras debemos justamente procurarque la tristeza no turbe la tranquilidad de súalma: la bella solitaria debe estar hoy llena decontento.

ANASUYA. ASÍ pienso yo también. Por eso precisa-mente he guardado una guirnalda de floresKesaras, que conservan su belleza largo tiempo,en esa bajita de coco que ves ahí colgada de larama de Mango. Tómala tú y guárdala con cui-,dado. Entre tanto yo voy á preparar de este al-mizcle, con tierra del suelo del baño sagrado ytiernos tallos de la planta Dúrva, un perfumedelicioso y símbolo de ventura.

PRIYANV. H a g á m o s l o a s í . (Sale Anasflya y Priy.nvadá sepone á coger florea. Entre tando se oye una)

Voz. Gautami, que Cárngarava y los compañe-ros vayan en busca de Sakúntalá.

PRIYANV. (Prestandoatención.) A n a s ú y a , escucha, yallaman á los sabios que han de acompañar áSakúntalá á Hastinápura.

ANASUYA. Vamos también nosotras. (Andan unospasos.)PRIYANV. Aquí viene Sakúntulá radiante de her-

mosura: ya trae lavada y arreglada la cabeza.Lindas jóvenes la rodean y saludan, diciéndolabendiciones y presentándola el arroz del sacri-ficio. Acerquémonos á ella. (Entran 4 Sakúntala «miada

en un sillón de mano, con el acompañamiento dicho, y tres mujerespenitentes.)

1/PEWT. (A SaMntaiá.) Hija mía, recibe desde hoyel título de «Gran Reina» que simbolice la esti-mación y cariño del augusto esposo.

2." PENIT. Hermosa niña, que seas pronto madrede un héroe dominador del mundo.

3." PENIT. Afortunada esposa, que seas siemprehonrada con el cariño más profundo de tua m a d o . (Las tres penitentes salen, quedando Gautami. Despu»entran las amigas.)

PRIYANV. Adorable amiga, deseamos con todonuestro corazón que el baño te devuelva tu vi-gor y lozanía.

SAKÚNT. Bienvenidas sean mis queridas amigas;tomad asiento á mi lado.

AMIGAS. (LO hacen.) Sakúntalá amada, debes estardispuesta para partir: entre tanto, vamos nos-otras á preparar el perfume de la fortuna.

SAKUNT. ¡Oh! cuánto debo estimar estas muestrasde vuestro cariño. Tal vez nunca más tendré ladicha de ser adornada pon manos tan queridas.(Se limpia las lágrimas.)

AMIGAS. NO está bien que llores en estos momen-tos de tanta dicha y de la más grande venturaq u e e n l a t i e r r a Cabe . (Lloran. Luego empiezan a vestirla iadornarla. \

PRIYANV. El cuerpo hermoso y elegante forma ex-traño contraste con los preciosos vestidos, quefácilmente pueden adquirirse hasta en unaLaura de solitarios y penitentes. (Entran dos ¡oven»

con regalos en las manos.)JÓVENES. Aquí tenéis un adorno precioso; ponedle

también á la nobilísima niña. (Les miran asombrad»!.)GAUT. Hijo mió Nárada, ¿de dónde ha venido tan

rico adorno?NARADA Del gran poder del venerable Kácyapa.GAUT. ¿ES obra de su espíritu elevado.2.° JÓV. No, ciertamente, no habéis pensado bien;

escuchad y sabréis su origen. El gran Kácyapanos dijo lo siguiente: «Andad y coged flores delos árboles para Sakúntalá.» Y cuando estába-mos en esta ocupación, hé aquí que un árbolprodujo un vestido de lino, colorrojizode luna,portador y símbolo de ventura: otro destilabauna suavísima sustancia resinosa, cuyo uso esmuy benéfico en los pies delicados de una bella:otros daban adornos de sus tallos nacientes, ytodos se mostraban generosos, como haciendocompetencia á las manos benéficas y espléndi-didas de las divinidades de las selvas que der-ranlan la dicha y la fortuna.

PRIYANV. Indudablemente, favores tan señaladosdemuestran y anuncian la felicidad sin límites,que gozarás en la morada del esposo.

NARADA. Ven, Gautama, ven; corramos á darcuenta al maestro Kácyapa, que sale del baño,de los ricos dones que los árboles han prodi-gado á Sakúntalá.

3." JÓV. Sí, >í, corramos. (Salen.)AMIGAS. ¡Oh dolor! jamás hemos puesto un ador-

no; pero la práctica que tenemos en la pinturanos servirá de norma para ajustar con elegan-cia el traje y los adornos á tu lindo cuerpo.

SAKUNT. Be todo os sacará bien vuestra especialdestrezsf. (Se ponen á adornarla. Pocos momentos después entflKaqyapa que Tiene del baño.)

KACYA. Hoy se irá Sakúntalá; mi corazón está •oprimido de pena. Gruesas lágrimas se agolpan

. á mis ojos y ahogan mi garganta, mi vista se

i

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F . GARCÍA AYUSO.——SAKÚNTALA, DRAMA INDIO.- 327

turba y se ofuscan mis sentidos ante la muche-dumbre de cuidados y disgastos; si el cariñoque profeso á esta niña produce en todo mi serperturbación tan grande, y soy anacoreta y herenunciado al mundo y sus encantos, ¡cuál seráel martirio de un padre al verse privado porvez primera de su hija muy queridal (Anda comoturbado.)

PRIYAMV.Bella Sakúntalá,ya estás vestiday ador-nada; échate ahora el manto doble por encimade los h o m b r o s . (Se levanta y la echa el manto.)

GAUT. Hija mia, aquí ostá tu padre, en pié, espe-, rando tu abrazo, con los ojos henchidos de lá-

grimas; su gozo, al verte dichosa, es grande;no faltes tú á los deberes de hija bien educada.

SAKÚNT. ¡Padre querido! bien venido seas,KAQYA. El más ardiente deseo de mi corazón es

que seas honrada por tu esposo augusto comoQarmühtá por Yayati, y que tengas también unhijo destinado á ser dominador y rey supremo,como aquella tuvo al gran Puru.

GAOT. Señor mio^ vuestras palabras son para ellaprenda segura de que obtendrá tan altos dones.

KAIJYA. Ahora, hija mia, da una vuelta al sa-grado fuego, en dirección de la derecha, (TOJOSdan la vuelta: entre tanto dice en tono sentencioso al modo de los«rwsdeiRigveda.) «Estos fuegos tomados del arasagrada, puestos sobre el altar con nuevo com-bustible, y la hierba kuca esparcida en sus ex-tremos, con el suavísimo olor del sacrificio,aparten lejos de tí el pecado y limpien tu cora-zón de toda mancha.» Ya puedes emprenderconfiada la marcha. (Queda pensativo.) ¿üónden es-tán C'árngarava y sus compañeros?

CARN. Señor, aquí estamos todos.KAIJYA. Anda y vé delante, para que muestres el

camino.QARH. Por aquí, señora mia.KA<;YA. ]Oh, vosotras, flores y plantas de esta. Laura deliciosa! Sakúntalá, que con solícito

cuidado refrescaba vuestros ardores antes deapagar la sed propia, que, por cariuo á vos-otras, jamás arraneó de su lugar un tallo ni uncapullo para usarlo como adorno; que celebrabacomo gran fiesta el primer dia en que apare-cían vuestras flores y tiernos botoncitos; la quesiempre fue alegría de estas selvas, pide vues-tra venia para marchar al lado de su esposoamado. No le neguéis este consuelo... (Hace o¡r u>»gorjeos de un kokiia.) Escuchad. Sakúntalá obtiene delas plantas y flores, compañeras y amigas desus tiernos años, la venia para emprender suviaje. Así lo manifiestan por los dulces sonidosde este kokiia (1)^ (Se oye en el aire una)

Voz. Que los risueños lagos, con sus verdes yplácidas riberas, vestidas de Lotos, hagan li-gero y ameno el viaje; las sombras de tupidosárboles cierren el paso á los rayos del sol ar-diente; suavísimo y perfumado polvo de Lotos,llenando los espacios, dé placer á la hermosaviajera; vientos suaves, apacibles y tranquilosi m p u l s e n SU m a r c h a . (Todosescuchan asombrados.)

GAUI. ¡Bella mia! Los genios tutelares de nues-tra Laura te dan su bendición para el viaje, enpremio del amor con que les has rendido ado-ración y culto. Honra una vez más á los benéfl-

. eos Dioses.

(1) Kokiia, cuculm iniicu*. El macho de esta ave tiene un eantbmuy «graduóle. Lo» poetas indios le celebran con frecuencia.

SAKÚNT. {"Haciendo venias en diversas direcciones. Luego diceaparte.) Querida Priyanvadá, aunque mi corazónsuspira justamente por estar con el amado es-poso , ahora que llega el momento de abando-nar este retiro, me faltan las fuerzas f los piesse mueven con trabajo.

PRIYANV. ¡Oh! Todos los moradores de la Laura ylos seres que viven en la selva dan claras seña-les de la profunda pena que tu marcha les pro-duce. ¿No lo ves? Cas graciosas gacelas dejancaer el bocado; los pavos reales suspenden susalegres danzas y gorjeos; las Trepadoras y Lia-nas despiden una á una sus hojas amarillas,como lágrimas de pesar y de ternura.

SAKÚNT. Padre mió, dejadme despedir también dela trepadora Vanachiotsna, que ha sido para mícomo una hermana.

KACTA. Ya sé que la querías como á hermana;ahí-la tienes á tu derecha.

SAKÚNT. (Da-unos pasos hada la planta.) ¡Luz d é l a noche!Aunque asida fuertemente al árbol Mango, es-tréchame también con estos ramos, que , comobrazos, tienes extendidos; desde hoy no porirédarte mis cuidados.

KAC, ÍA. Al modo que esta planta Navamálika seha enlazado con el árbol Mango, has obtenidotú un esposo digno de tu nombre y de tus vir-tudes; por tu suerte, como por la suya, estoylibre de cuidados... Ea, pues, tiempo es ya deemprender la marcha.

SAKÜNT, Amigas mias, á vuestro cuidado enco-miendo mis flores y mis plantas.

AMIGAS. ¿Y quién cuidará de nosotras y de nues-tro destino? (Lloran.)

KACVA. Basta de llorar, Anasüya. (Todos andan a<gu-nos pasos.)

SAKÚKT. ¡Padre mió! Cuando esta pesada gacela,que se mueve con penoso esfuerzo alrededor delas tiendas tenga un hijito, despachadme al-gún correo que me dé la buena nueva.

KAQYA. Te prometo cuidar de esto.SAKÚNT. (Haciendo como si alfb se- opusieras su marcha.) ¿ Q u i é n

se pega tanto á mi vestido?KACYA. La que no quiere dejarte libre el paso es

aquella gacela agradecida que, atormentadapor una elpina de Kuc.a, la curaste, rociando laherida con ungüento suavísimo de aceite In-gudi; después has usado con ella gran cuidado,tratándola en todo como á hija muy querida.

SAKÚNT. Linda gacela, ¿á qué me sigues ahoraque abandono este recinto? Sin la madre queperdiste en los primeros momentos de tu vida,has sido criada; el amable maestro te cuidaráen mi ausencia. Vuélvete, pues, y déjame libreel paso. (Llora.)

KAQYA. NO dejes caer tu espíritu en abatimiento;cese ya de tua ojos el llanto, que impide la eje-cución de buenas obras, y levanta tus hermosospárpados al cielo. Si en tu marcha no prestasatención á las quebraduras y asperezas, trope-zarás y caerás seguramente.

yARN. Maestro venerable, «hasta un depósito ócorriente de aguas se debe únicamente acom-pañar á la persona amada.» Así lo ordena laley santa. A la vista tenemos la ribera de unlago; comunica tus postreras órdenes, y puedesretirarte.

KAC;YA. Has hablado rectamente; pero deja quedescansemos un momento á la sombra deaquella .frondosa higuera... (Se dirigen todo» ai punto

Page 32: REVISTA EUROPEA.ateneodemadrid.com/biblioteca_digital/periodicos/Revistas-00350.pdf · REVISTA EUROPEA. NDM. 45 3 DE ENERO DE \ 875. AÑO I. ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE EL PROBLEMA

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señalado.) ¿Qué mensaje llevarías de nuestra partey digno de nosotros al rey Dushyanta? (Quedapensativo.)

SAKÚNT. Mira, Anasúya, y escucha; la tierna ave-cilla O'akravaka da gritos, llamando á su ama-do compañero, que se oculta" detras de unashojas de Lotos, y le dice: «sufro mucho.»

ANASUYA. Calla, y no atormentes tu corazón contales pensamientos. No ves que esta mísera ave-cilla pasa resignada la noche, que la ausenciade su amado hace mucho más larga y penosa?La dulce esperanza hace más ligeros los pe-sares.

KACYA. C&rngarava, cumplida tu primera misiónde presentar á Sakúntalá al Rey, le dirás en minombre...

CARN. LO que ordene el venerable maestro.KACYA. «Considera, noble príncipe, con el mayor

detenimiento, que nuestra riqueza y la base denuestra dicha está en la negación y dominio dela voluntad propia. Si tu familia es de ilustredescendencia, no es menos elevado el nacimientode esta nobilísima princesa; el amor de su almaes puro y espontáneo su cariño, y no criado porinspiraciones de familia, Lo que tenga decre-tado el inmutable destino debe cumplirse y nopueden cambiarlo ni juzgarlo siquiera los pa-rientes de la esposa.»

CABN. Está comprendido vuestro mensaje.KACYA. Hija mia : escucha mis últimas palabras,

y graba en tu corazón mis consejos. Aunquemoradores de las selvas, no desconocemos deltodo los asuntos de la tierra. ,

CARN. Nada, ciertamente, se oculta á la miradapenetrante del verdadero sabio.

KA (¿YA. Cuando estés en la morada de tu esposo,escucha la voz de los maestros y de los sabios:obra con las compañeras de palacio como sin-cera y cariñosa amiga; no contrarí s con enconola voluntad de tu esposo, aunque defiendas lajusticia; sé atenta y amable con los que te sirveny rodean, y modesta en la próspera fortuna: lasjóvenes que así obran son verdaderas señorasde su casa; las que no guardan esto son en ellauna carga pesada. ¿Qué opina Gautami de loque estoy diciendo?

GUUT. No debe ser otra la costumbre de la mujer:conserva todo esto en tu corazón y serás di-chosa.

KACYA. ES llegada la hora de nuestra separación:dame el último abrazo, y hazlo también contus amigas.

SAKÚNT. (Abraza ai Mae.tro.) Cómo podré soportar lavida, arrancada para siempre del seno del amadopadre, cual la planta C'ándana, trasportada áotro suelo desde la pendiente del Malaya!

KACYA. ¿Qué pensamientos abaten tu corazón yofuscan tus sentidos? Cuando te veas estimaday honrada por un esposo de glorioso nombre yde nobilísimo linaje que te haga señora, de sucasa; cuando deberes altos y sagrados ocupensin cesar tu mente; cuando, en no lejanos dias,nazca de tí un hijo hermoso como el sol de lasregiones orientales; entonces, hija mia, no tur-bará tu dicha el recuerdo del padre, que pasalejos de tí los postreros días de su vida... (SaWnu)ácae á los p¡és del Mae«tro.) ¡ Ojalá que tengas todo loque para tí deseo!

SAMJKT. (A las amig.».} Dadme las dos un fuerteb (Lo hacen.) ,

PRIYÁNV. Si el Rey augusto, influido por fuerzaextraña, desconociese tu persona y negase tus-derechos, preséntale este anillo que lleva gra-bado su propio nombre.

SAKÚNT. Esta siniestra dúdame hace temblar. Di-ces bien. •

PRIYANV. Nada tejnas; el amor sospecha siempremal del ser amado.

CARN. El sol ha pasado ya del punto medio de sucarrera; no debemos. dilatar más tiempo lamarcha, señora.

SAKÚNT. (Mirando á la Laura.) lOh, cuándo verán misojos esta Laura que tan gratos recuerdos en-cierra.

KACYA. Escucha, cuando hayas sido, el tiempo de-cretado por el destino, señora de la anchurosatierra y hayas dado también esposa al hijo in-comparable de Dushyanta y tuyo, entonces pi-sarán una vez más tus plantas esta Laura, contu esposo, que, confiado, echará sobre el nuevoprincipe la carga del Gobierno.

GAUT. Ea, pues, pongamos término á la des-pedida; el tiempo ftás precioso para el viajese pasa; no detengas más, hija mia, al'padrecon nuevos discursos. Y tú, noble maestro,vuelve á dirigir los asuntos de la Laura.

KAC/VA. Dices bien; he descuidado largo tiempomis prácticas sagradas:

SAKÚNT. (Le abraia otra vez.) Vos, padre mió, ator-mentáis demasiado vuestro cuerpo con priva-ciones y penitencias. Siquiera por mí, contenedel celo de vuestro espíritu.

KACVA. ¡Cómo ha de tener fin mi dolor, hijamia,* cuando mis ojos vean crecer á la puertade tu morada las flores, hierbas y el arroz delsacrificio que tus manos plantaban. Anda, queSea p r ó s p e r o tU Viaje. (Sale Sakúnlalá con su comitiva.)

AMIGAS. (Mirando en la misma dirección.) ¡Oh doloV, do-lor! ¡Sakúntalá desaparece para siempre entrelos árboles del bosque!

KAIJYA. Hijas mias, la hermosa compañera devuestras inocentes diversiones, cuya dulce vozanimaba nuestros actos religiosos, nos aban-dona para siempre. No dejéis por eso abatiivuestro espíritu, y seguidme, á la Laura.

AMIGAS. Maestro, ¿y cómo podremos soportarlavida en ella? Sin Sakúntalá encontraremos ló-bregas y tristes sus antes risueños pabellones,

KACYA. Ciertamente; así pinta los objetos ela m o r V e r d a d e r o . (Se pasea en ademán triste y mesurado.'Ahora, hijas mias, que he enviado á Sakúntalíá la morada del esposo amado, vuelve la tran-quilidad á mi alma. Y en verdad, esta niña era,en mis manos, un tesoro ajeno. Restituido, eneste dia, á su dueño legítimo, el esposo, renacíen mi corazón la paz y la ventura que, por bre-ves momentos le habían abandonado. (Salen todo»/

FIN DFX ACTO CUARTO.

FRANCISCO.GARCÍA AYÜSO.

En Washington se va á verificar un certamende cajistas de imprenta. Ganarán los premios,que consisten en componedores de oro y de plata,los que más rápidamente y con menos erratascompongan un texto determinado.

Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, Rubio,35. •