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Revista San Teófimo Num. 105

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Esperanza. Ayer seminaristas... Hoy sacerdotes...

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La verdadera experiencia del Amor Divinoen un cristiano le lleva a vivir la gracia dada por Jesúsen el Misterio Pascual. Esto queda expresado en laapertura del horizonte de realización de su propiapersona, puesto que el Amor Divino nos lleva areconocernos como quienes en verdad somos, tantocon nuestras cualidades y limitaciones, siendo desdeahí donde iniciamos la proyección de nuestra propiavida a la Luz del Amor Divino (en la voluntad de Dios,que es nuestra felicidad). La proyección de la propiavida es ya una vivencia de la esperanza cristianaemanada de la experiencia de Dios, siendo Él el sentidode nuestra propia existencia, pues de Él surgimos, enÉl existimos y hacia Él nos dirigimos desde el Amor.

Viendo la esperanza cristiana como un fruto de laexperiencia de la caridad podemos decir que se puedecomprender desde tres dimensiones: a) esperanza enDios, es en ella en donde caminamos con confianzadesde la fe, teniendo la certeza de que Él siemprecumple sus promesas y que desde su presencia ennuestra vida podremos realizarnos como sus hijos yllegar a la plenitud en su presencia (la vida eterna); b)esperanza en la propia persona, cuando cada unoreconoce su dignidad filial logra abrazar su propiapersona y ve que en sí mismo puede esperar, pues sereconoce como un ser que se puede realizar en sulibertad en una conciencia de que ello es una gracia

dada por el mismo Creador; c) esperanza en las demáspersonas, la misma dignidad de filiación le hace revalorarla dignidad de fraternidad y en esta última se extiendela esperanza en el prójimo, pues se le reconoce comoun tú que posee la misma dignidad del yo y que tambiénpuede realizarse en su libertad. En pocas palabraspodemos decir que la esperanza cristiana, puesta enDios, nos permite ver que tanto el prójimo como nuestrapropia persona somos dignos de esperanza.

La real experiencia de la caridad nos empuja a teneruna vida que proyecta la esperanza, puesto que encada acto que realicemos lo efectuaremos en pro a lapropia realización en consideración del prójimo, puestoque nuestra propia dignidad de hijos de Dios nos llevaa realizarnos en la fraternidad.

Es esta experiencia del Amor Divino la que nos haempujado, a quienes participamos en el presente númerode la Revista San Teófimo, a compartir nuestra propiavida de esperanza ofreciendo nuestro testimonio de feen sencillas reflexiones y esperando que sean deprovecho para alimentar la experiencia de esperanzaen los lectores.

La Esperanza como manifestación de la Caridad Cristiana

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Al ver tu cielo, hechura de tus dedosla luna y las estrellas, que fijaste tú,

¿qué es el hombre para que de él te acuerdes,el hijo de Adán para que de él te cuides?

Apenas inferior a un dios le hiciste,coronándole de gloria y de esplendor,

le hiciste señor de las obras de tus manos,todo fue puesto por ti bajo sus pies.

(Sal 8, 4-7)

Me he preguntado por el macro y micro cosmos, he obtenidorespuestas, pero sigo sin entender. El acaso del universo no essuficiente, la perfección del momento no justifica: "¿qué es elhombre para que..."

En la inmensidad del cosmos, encuentro el polvo deestrellas que hay en el ser humano. La conjunción de elementosno da como resultado la suma, hay un "plus". Trasciende, rebasalos límites y el universo queda pasmado, el hombre extático yse dirige a lo desconocido e inexplorado.

Estoy seguro de lo que he vivido, del tangible resultadodel obrar pasado. El obrar se dirige al pretendido desconocido,pero preconocido. Sin embargo el temor se apodera del corazónpor el peligro del camino y solo se disfruta el resultado en laesperanza del encuentro final.

Cuando soy rico en tiempo para meditar recuerdomomentos pasados, me descubro partícipe de la historia, sinser dueño de mi destino me fortalezco en los aciertos pasados.En los instantes de lucha, recuerdo "aquellos días en que Dios

Esperanza

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cuidaba de mi hogar" (Job 29,4) y en el momento del éxito, delpoderío tomo conciencia de la grandeza del hombre "apenasinferior a un dios le hiciste" (Sal 8,6).

"Cada mañana le expongo (a Dios) mi causa y me quedoaguardando" (Sal. 5, 4) y mi confianza en Él ensancha miesperanza. La fe me hace magnificar lo esperado, y la esperanzadevuelve del tama o de lo esperado. Y al ver mi aquí y ahorame doy cuenta que me faltan muchas cosas pero "nada fe faltaporque Tu (Dios) estás conmigo" (cfr. Sal 23).

El proyecto es inmenso, viví su inicio y conozco el finalpero no se la trayectoria a recorrer. Aun que lo oscuro delcamino me alertan, "Aunque pase por valle tenebroso, ningúnmal temeré; pues junto a mí tu vara y tu cayado, ello meconsuelan" (Sal 23, 4) En la esperanza anticipo y pregusto elfinal, arras de salvación a la que me llamas: ¡soy partícipe de lahistoria de salvación! Me has identificado y llamado por minombre.

La inmensidad de la misión y la grandeza del llamado,configuran la esperanza. Pero yo polvillo de balanza debocontemplar a Dios, quizá en el regazo de María Dios ni o mepueda educar para poder responde al llamado y vivir conintensidad el proyecto de salvación de Jesús, que siendo elproyecto de otro magnifica el proyecto personal y mi pequeñezengrandece desde la esperanza.

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La promesa de Dios, que es la salvación

en cuanto plenitud humana, nos coloca ante un

futuro que deja al hombre y a la mujer

comprometidos existencialmente. Una esperanza

que no mueve hacia su consecución no es

auténtica esperanza cristiana. El contenido de

dicha promesa, que coincide con el objeto de la

esperanza, es Dios mismo: Yo seré tu Dios.

En nuestra Iglesia se ha privilegiado casi

exclusivamente, para identificar y definir al

cristiano, la fe; de tal manera que, el cristiano

es preponderantemente un creyente. A nadie le

queda duda que ser creyente ha sido para

muchos el respaldo a una vida carente de

compromiso evangélico. La forma cómo se ha

Por: Pbro. VALENTÍN TREVIÑO

Cristiana

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entendido, o quizá trasmitido la fe no ha

conducido al compromiso, al entusiasmo, a la

responsabilidad seria por alimentar la vida desde

la Palabra de Dios. La fe en la mayoría de los

casos ha quedado reducida al ámbito noético y

eso con mucha vaguedad: se cree que existe

Dios, se cree en una doctrina, pero la vida no

queda afectada a profundidad.

Para corregir la apatía existencial cristiana

puede ayudar, además de provocar una

concepción más precisa y completa de la fe,

imprimir en la vida cristiana la dimensión de la

esperanza. El tema de la esperanza actualmente

tiene un tratamiento especial que se podría

afirmar que impregna de sentido cristiano la vida

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misma. Por supuesto que es una virtud

trascendente, metahistórica, pero con las raíces

bien puestas en la realidad actual, en lo temporal,

y que de ninguna manera sustenta la fuga mundi.

En sana postura se ha de decir que la

esperanza no es algo que venga independiente

de la fe, sino que es intrínseca a ella. Fe y

esperanza no se dan separadas, así lo percibimos

en el mismo Abraham (Gn.12-15). A ambas las

aglutina y hace eficaces el amor. El amor hacia

el hombre mueve a Dios a revelarse, a prometer

y a prometerse. El amor hacia Dios sostiene al

hombre en la fe y mantiene viva la esperanza

en las promesas. En realidad fe, esperanza y

amor no son realidades separables, son aspectos

de la vida cristiana.

La esperanza cristiana no sirve para

refugiarse en un más allá patrocinador de una

postura estéril frente al más acá, al contrario, la

esperanza impulsa el compromiso del cristiano

a favor del prójimo en el plano individual y social,

hasta la entrega de la propia vida, aun dentro

del fracaso en este mundo, ya que la esperanza

no se quiebra ni siquiera con la muerte, pues

saca su potencialidad de Aquél que ha vencido

la muerte y el aparente fracaso existencial.

Siendo trascendente y personal, la

esperanza, no se satisface con ninguna

adquisición inmanente e impersonal. La esperanza

esperante fundada en una promesa personal de

Dios, mueve al hombre, ayudado y sostenido

por la gracia, a afrontar con decisión de mártir

el anhelo de una vida plena en el futuro

trascendente, asumiendo con valentía todos los

riesgos históricos que encuentre.

La esperanza cristiana es la anticipación

del futuro de Dios en el aquí y ahora, pero tal

sentido en el aquí y ahora no se identifica porque

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el hombre y la mujer tienen que ser salvados

incluso de la misma historia; su realización total

y última no puede quedar dentro de lo temporal

sino que va más allá: hacia lo trascendente, hacia

el Trascendente: Dios.

Dentro de la historia encontramos lo

siempre progresivo. A cada realización sigue un

futuro por realizar. Siempre hay la posibilidad

de un más, por lo que las realizaciones no dejan

de ser provisionales. Dentro de la historia

encontramos la constante dialéctica: amor -

pecado, apertura a Dios y negación; salvación

incoada pero en peligro de perderla por posibles

futuras decisiones contrarias. Nadie está

totalmente seguro de su salvación dentro de la

historia: esa es la consecuencia de la afirmación:

estamos salvados en la esperanza (Rom.8,24).

La plenitud salvífica del hombre y la mujer

implica la total posesión y apertura a Dios y a

los demás, que en la historia jamás se puede

dar. La presencia de la concupiscencia, secuela

del pecado, hace que el hombre experimente a

cada paso esa división interior que lo lleva a

hacer lo que no quiere y a no hacer lo que quiere

(Rom.7,15-23), no sólo en cuanto actos, sino

en cuanto a su realización definit iva.

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Se necesita, por tanto, una teología de historia

que afirme la culminación positiva de la misma,

el fin de la lucha entre Cristo y el mundo, la

superación del mal por la gracia, la supresión

de la ambigüedad debida a la libertad del hombre

que puede encubrir o rechazar la gracia y, por

lo tanto, poner en entredicho su salvación.

La victoria final de la gracia, que al

momento nos está escondida. En fin, que mientras

vivamos en este mundo, no llegamos a ser el

hombre y la mujer que Dios ha querido que

seamos. Es en el coronamiento de una vida

cristiana, coronamiento que se da pasando por

la muerte creyente, cuando llegaremos a ser el

verdadero hombre y mujer.

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El hombre comienza con la necesidad deresponder a la pregunta: “¿Qué sentido tiene mi vida?”.Lo que en realidad el hombre más necesita es encontrarun sentido a su existencia, ubicarse en el mundo delporqué y saber si todo tiene un sentido. Se puededescubrir el sentido de nuestra vida, pero no se puedeinventar.

El sentido de nuestra vida es: la libertad, lafelicidad, buscar lo bueno, lo bello, lo verdadero, hacerel bien, amar, disfrutar, realizarse, preguntarse yresponder a sus preguntas, tener un proyecto de vida,florecer, trascender, etc.

Desafortunadamente hay hombres que no sepreguntan por saber cuál es el sentido de su vida,siendo ahí donde los hombres comienzan a experimentarel vacío, perdiéndose el sentido de la vida y cayendoen la desesperación; por lo tanto esto es lo queconstituye la angustia existencial del hombre, viviendola experiencia llena de tensión, de conflicto, etc.

Algunos hombres en su intento por huir de estarealidad, comienzan a compensarla con el dinero, elsexo, la droga, el poder, el placer, etc. Pero hay unmomento en que el hombre, al seguir experimentandoese vacío, reflexiona y se pregunta si vale la pena loque está haciendo. En el momento de la caída, elhombre empieza a vislumbrar una esperanza de vida.Pero, ¿qué es la esperanza? Hay diferentes puntos devista, por ejemplo, la confianza de que ocurra o se

logre lo que se desea, así se tiene esperanza deconseguir un trabajo, objeto o persona. En otrasocasiones se ve a la esperanza como un sueño aproponerse y lograr. También se habla de la esperanzade vida. Todos estos son algunos ejemplos de laconcepción de la esperanza.

Veamos la esperanza como un sueño. Muchas

Por: GONZALO E. SILLER RAMÍREZPor: Francisco Tadeo Flores

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veces, en el apostolado veo a la gente pasar por lacalle, tanta gente con su propia historia, buena o mala,el mundo está lleno de gente. Pero ¿Qué motiva a esagente vivir? Son los Sueños de un mundo mejor, sueñosnobles, retorcidos o distorsionados por la mismasociedad, de tal manera se puede llegar a la conclusión:“En el mundo la gente no puede vivir sin un sueño”.La esperanza es el vivo reflejo del mundo humano, elsueño real. Y esta esperanza es la que le da el sentidoa la vida, por eso no se puede vivir sin ella.

¿Qué sería de nosotros sin esperanza? No sepuede vivir sin esperanza, ésta le da sentido a la vida,una vida sin esperanza es una vida sin sentido. Laesperanza es necesaria para poder vivir una vidahonradamente y para que la vida de las personas salgaadelante, ya que ninguna de éstas es fácil. Quizá aquellaafirmación popular de que las personas con esperanzaviven más y mejor que las personas sin ella, no estámuy lejos de la realidad.

El hombre busca el bien de los demás y el deél, gracias a las virtudes que tiene; hay virtudes naturales(Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza) ysobrenaturales (La creencia “fe”, la esperanza y elamor “caridad”). Estas tres últimas son la actividad denuestra intimidad que nos hacen vivir la realidad de loque en nuestro mundo y en nosotros mismos percibimos.Por lo tanto, la esperanza es la que introduce al hombreen la vida del amor. El amor es luz que recogemos paraenfocarla sobre una persona o una cosa, y al buscarese amor la persona florece.

Virtud. Del latín “virtus”, que significa cualidadexcelente, disposición habitual a obrar el bien ensentido moral, es una capacidad adquirida, por elejercicio y el aprendizaje, para hacer lo que esmoralmente bueno; la virtud es una cualidad de lavoluntad que supone un bien para uno mismo o paralos demás. "En un hombre virtuoso la voluntad es laque es buena".

La virtud es, en Platón, el dominio de la parte

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racional del alma sobre la parte apetitiva e irascible,el sometimiento de las pasiones. La vida esmoralmente virtuosa si se tiene el hábito de lavirtud, por el cual el hombre se hace bueno y porel cual ejecuta bien sus funciones propias.

La esperanza para Santo Tomás de Aquino:es la "virtud infusa que capacita al hombre paratener confianza y plena certeza de conseguir lavida eterna y los medios, tanto sobrenaturalescomo naturales”.Así, vemos que el hombre, desde el principio,posee la esperanza de poder ser realmente aquelloque de algún modo “debe ser”. Y lo que el hombredebe ser puede contemplarse en una dobleperspectiva, según consideremos el dominio internoo externo de la libertad.

Esto se desdobla según los dos ámbitosde la libertad: por un lado, lo que puedo esperaren el tiempo, donde la libertad se desarrollaexternamente, sobre todo en forma de sociedad

regulada por el derecho; por otro lado, lo que puedoesperar fuera del tiempo, donde la libertad internaprogresa indefinidamente como moralidad o comovirtud.1. Lo que puedo esperar en el tiempo.

La esperanza se concreta en el desarrollo dela libertad humana que da sentido a la historia; a estoresponde la filosofía de la historia.

2. Lo que puedo esperar fuera del tiempo.La esperanza se abre -según Kant- a la

posibilidad de un bien supremo logrado únicamente enla eternidad; a esto responde la filosofía de la religión.Para concluir podemos decir que todo hombre tiene lalibertad de buscar el sentido de su vida, para encontrarese sentido se le ha regalado una virtud sobrenaturalllamada esperanza. Es aquí donde el hombre descubresu existencia y ubicación el mundo, comienza a prepararsu destino (vocación). Este hombre, a partir de aquí,lo que espera lo proyecta en su vida individual (empiezaa cumplir su proyecto de vida), disponiendo la fidelidad,creatividad, y compromiso. Con él y los demás.

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La experiencia de la muerte de Jesús debióhaber sido para los Once y los demás discípulos una mezclade muchísimos sentimientos: miedo, incertidumbre, tristeza,inseguridad, titubeo; pero latente estaba una promesa delSeñor que latía en el fondo de su ser: “y en tres día lolevantaré” (Jn 2, 19), “volveré y os tomaré conmigo” (Jn14, 3), “si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24). Algo losmantenía reunidos.

Estaban reunidos, pero con puertas cerradas,cerradas por miedo a los judíos, cerradas por que no sabíanen qué creer, cerradas porque no entendían lo que sucedía,cerradas por que sabían que tenían que estar reunidospara algo.

Algo inesperado -¿o esperado? - sucede en el lugardonde se encontraban, que les hizo abrir las puertas y salircorriendo fervorosos. Entusiasmados, con seguridad yalegría salen a anunciar la presencia de Jesús entre ellos¡Jesús ha resucitado!“¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajeroque anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anunciasalvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios!» ¡Una voz! Tusvigías alzan la voz, a una dan gritos de júbilo, porque consus propios ojos ven el retorno de Yahveh a Sión. Prorrumpida una en gritos de júbilo, soledades de Jerusalén, porqueha consolado Yahveh a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén.”Is 52, 7-9

Fue la presencia de Jesús entre la comunidad, queles dio paz, seguridad y que confirmó su fe; y en especialJesús les dio el Espíritu Santo que con sus virtudes vienea adaptar las facultades del hombre para participar de supropia naturaleza divina (cf. 2 P 1,4; cf. CEC 1812), sonvirtudes que vienen a fundar, animar y caracterizar el obrarcristiano (cf. CEC 1813). Jesús Resucitado les dio por elEspíritu Santo la esperanza.

Por: Diac. ALEJANDRO BELTRÁN GARZA

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Tal es la confianza en Jesús-que-vence-la-muerte,que Pablo lo expresará con increíble seguridad: “Y cuandoeste ser corruptible se revista de incorruptibilidad y esteser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirálo que está escrito: La muerte ha sido devorada por lavictoria. Así pues, hermanos míos, manteneos firmes,inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor,conscientes de que vuestro trabajo no es vano en el Señor”1Co 15,54.58

La resurrección de Jesús es precisamente el iniciode nuestra esperanza. Gracias a Jesús que resucita, todasaquellas promesas del antiguo testamento de no morir parasiempre, de estar vivos en el Señor, se cumplen; todas lasaspiraciones de eternidad del hombre cobran sentido. ConJesús resucitado nace la esperanza en el hombre; laresurrección que nos promete Jesús resucitado es el fin denuestra esperanza.

La esperanza es la virtud teologal por la que elhombre aspira al Reino de los cielos y a la vida eterna comofelicidad suya, poniendo su confianza en las promesas deCristo y apoyándose no en sus fuerzas sino en los auxiliosde la gracia del Espíritu Santo. (cf. CEC 1817). Por eso laresurrección también es el fin de nuestra esperanza.

El Señor es el fin de la historia humana, es el punto dondeconvergen los deseos de la historia y de la civilización,centro del género humano, gozo de todos los corazonesy plenitud de las aspiraciones. (cf. GS 45)

Hoy el ser humano vive un periodo nuevo de lahistoria, caracterizado por cambios profundos y aceleradosque se extienden hasta el microcosmos y el macrocosmos.Esto recae en los juicios y deseos individuales y colectivos,sobre los modos de pensar y de comportarse. Como ocurreen toda crisis de crecimiento, esta transformación traeconsigo no leves dificultades (cf. GS 4). Hoy el mexicanovive situaciones extremadamente difíciles de inseguridad yde falta de paz. Sufre una realidad nunca imaginada causadapor guerras de cárteles no solo de narcotráfico, sino denegociaciones con la vida humana.

Ante la crisis el hombre empieza a revalorar la viday los principios, descubre que lo que tuvo y no valoró hoyes de nuevo reclamada: la paz, la libertad, la confianza, laseguridad, la unidad… el conocer al otro, conocer qué yquien es el hombre. La inquietud lo atormenta, y se pregunta,entre angustias y esperanzas, sobre la actual evolución delmundo. El curso de la historia presente es un desafío alhombre que le obliga a responder.

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Pero esta respuesta no es solamente del hombre,sino que es una respuesta del hombre con Dios.

Los cristianos se muestran como hijos de la promesacuando, fuertes en la fe y la esperanza, esperan conpaciencia la gloria futura. Esta esperanza no se escondeen su interior, sino que la han de manifestar en las estructurasdel mundo, por medio de la conversión continua y de lalucha contra los dominadores de este mundo tenebroso(cf. LG 35).

El cristiano debe recordar la palabra del Señor: “enesto reconocerán todos que son mis discípulos, en el amormutuo que se tengan” (Jn 13, 35). Por el obrar del cristianoque manifiesta el amor del Padre a la humanidad, loshombres se sentirán interpelados -despertados- a una vivaesperanza, don del Espíritu Santo, para que, por fin, llegadala hora, sean recibidos en la paz y en la sumabienaventuranza en la patria que brillará con la gloria delSeñor (GS 93). "Revistamos la coraza de la fe y de lacaridad, con el yelmo de la esperanza de salvación" (1 Ts5,8).

La esperanza responde al anhelo de felicidad puestopor Dios en el corazón de los hombres; asume las ilusionesque inspiran las actividades de los hombres; las purificapara ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento;sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en laespera de la bienaventuranza eterna. El impulso de laesperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha dela caridad (CEC 1818). ¡Éste es el don de la esperanza quenace de la resurrección y tiene la resurrección como fin!

Espera, espera,que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora.

Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad,

aunque tu deseo hace lo cierto dudoso,y el tiempo breve largo.

Mira que mientras más peleares,más mostrarás el amor que tienes a tu Dios

y más te gozarás con tu Amadocon gozo y deleite que no puede tener fin

S. Teresa de Jesús, excl. 15,3

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Sacerdocio y esperanzaen el ejercicio pastoral

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Breve introducción

La reflexión sobre el ministerio sacerdotal ha sido

una tarea perseverante por parte del Magisterio de la Iglesia.

La puesta al día (aggiornamento), fue clave en el modo de seguir

iluminando y comprendiendo el ser y el quehacer sacerdotal a

través de los años.

Iluminación bíblica y doctrinal

El sacerdote participa del Sumo Sacerdocio, el de Cristo

Jesús (Cf. Heb 5, 1; Cf. PDV 5). En esta participación hunde sus

raíces el ser y quehacer del sacerdote, pues este hombre elegido

ha sido llamado a ser testigo (Cf. Lc 24, 48) y luz en el Señor

(Ef 5, 8), convirtiéndose así, por su consagración, en imagen

del buen Pastor (Cf. Jn 10, 11; PDV 13. 21-23).

Por otro lado, la actualización de las directrices dentro

de la Iglesia que fueron dirigidas por el Papa Juan XXIII en el

Concilio Vaticano II, dieron vida a nuevos y numerosos documentos;

entre los cuales se pueden destacar la Constitución Dogmática

“Lumen Gentium”, sobre la Iglesia; los decretos “Optatam Totius”,

cuya reflexión es en torno la formación sacerdotal; la

“Presbyterorum Ordinis”, trata los temas sobre el ministerio y

vida de los presbíteros y la “Christus Dominus”, hace referencia

a la formación pastoral de los Obispos. Posteriormente, después

de los trabajos llevados a cabo en el Concilio surgen los sínodos

de los Obispos cuyo objetivo es, en la línea de la formación

sacerdotal, dar criterios a las nuevas problemáticas de la vida,

ministerio y formación de los sacerdotes (Cf. PDV 3. 4).

Nuevos documentos sobre el tema surgieron luego,

fruto del pensamiento del Papa Juan Pablo II. La Exhortación

apostólica “Pastores Dabo Vobis” es dirigida a los obispos y al

clero respecto a su formación. Otro escrito a señalar es la carta

circular, “El presbítero, maestro de la Palabra, ministro de los

sacramentos, y guía de la comunidad, ante el tercer milenio”.

De la Congregación para el Clero, surge el “Directorio para el

ministerio y vida de los presbíteros”, así como la Instrucción

Por: Pbro. Lic. Martín Galicia

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titulada “El presbítero, pastor y guía de la comunidad parroquial”.

La riqueza de cada uno de estos escritos fortalece la

visión del sacerdote en cuanto al significado de la donación de

sí mismo, siempre a favor de los demás, como portador de

esperanza.

El sacerdote como portador de esperanza

La vocación sacerdotal es presencia del don de Dios

al hombre. La elección por el Padre al ministerio sacerdotal, es

camino a la configuración con Cristo, por obra del Espíritu Santo1.

Esto es una relación particular con el Padre, con el Hijo y con

el Espíritu Santo . Esta es una correspondencia que también

vive íntimamente el sacerdote en la Iglesia, con el Obispo y con

el presbiterio en orden a la vivencia de la caridad pastoral. Lo

anterior, exige al ministro en su ser y quehacer una proyección

esperanzadora para los hombres y mujeres de hoy. Más aún,

nos dice el Concilio “Esta caridad pastoral brota, sobre todo,

del sacrificio eucarístico, que, por eso, es el centro y raíz de

toda la vida del presbítero” (PO 14; Cf PDV 23).

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Por ello, el ejercicio pastoral del sacerdote está

caracterizado por el “amoris officium”2 y por la misión canónica

de la Iglesia, la “cura animarum” (Cf. C.I.C. can. 150). Parte

desde su identidad, es decir, en su ser y quehacer sacerdotal,

derivada del Sacerdocio de Cristo3. De su búsqueda incansable

de la santidad (…) como ministros de la Palabra de Dios (…)

como ministros de las celebraciones sagradas (…) Al gobernar

y apacentar al Pueblo de Dios (…) mantienen firme su esperanza

respecto a sus fieles para poder consolar a los que están en

cualquier problema o conflicto mediante los ánimos que ofrece

Dios (Cf. PO 13). Todo lo mencionado es reflejo de su total

consagración y de obediencia al Señor que pide acudir a todos

(Cf. Mt 28, 18-20), y de su capacidad de servir con prontitud

a los más necesitados de esperanza “Venid a mí todos los que

estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso” (Mt

11, 28).

La comunidad parroquial es el espacio donde coinciden

la necesidad y los lamentos de personas cansadas y agobiadas

quienes demandan la atención pastoral. El sacerdote, a imitación

del buen Pastor, no sólo reúne y apacienta a su rebaño, sino

que es el primero en entregar su vida por las ovejas (Cf. Jn 10,

11), para decirles “…aprended de mí, que soy manso y humilde

de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt 11,

29). Con esta actitud, el sacerdote encamina a la comunidad

congregada a permanecer despierta y llena de esperanza. Más

aún, les anima a tomar conciencia de su compromiso bautismal.

El sacerdote, como portador de esperanza, “…no es

sacerdote para sí mismo sino para los demás”4. Y ante los

conflictos de toda índole que enfrenta el hombre actualmente,

por ejemplo la violencia en sus diferentes formas, la respuesta

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cristiana es la de seguir animando a la comunidad a crecer en

la virtud, “porque la virtud de la esperanza no depende sólo ni

principalmente de la realidad que tenemos enfrente, sino de la

actitud del sujeto que enfrenta la realidad”5.

Así, el sacerdote se convierte en sujeto de amor para

los demás, ya que también él vive la actitud de espera junto con

la comunidad que le ha sido confiada. Es el testigo fiel de la

esperanza. La carta a los Hebreros, precisa muy bien este

deseo: “Y el Dios de la paz que levantó de entre los muertos al

gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de una alianza

eterna, a Jesús Señor nuestro, os procure toda clase de bienes

para cumplir su voluntad, realizando en nosotros lo que es

agradable a sus ojos, por mediación de Jesucristo, a quien sea

la gloria por los siglos de los siglos (Heb 13, 20-21).

Conclusión

La convicción que el sacerdote tiene de su llamado de

continuar la obra de Cristo, le impulsa a desgastarse por sus

fieles en la tarea evangelizadora en la cultura actual. “El

presbítero está llamado a conocerla para sembrar en ella la

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!Dios está aquí y es mi esperanza!

Sentencia condenatoria: 19 añosConpurgados: 16 años … ¡perseverandoen el Señor!

El 1 de marzo de 1965 ingresé al Penaldel Topo Chico. Era Miércoles de Ceniza,ahí iniciaría la Cuaresma, un tiempo fuertepara la Iglesia y para mí. Con mi fe le pedíaa Dios perdón si es que había faltado enalgo a su ley, y la esperanza de poder salir,más no fue así. Mi mente se llenó de oscurospensamientos y muy dolorosos: no vería amis hijos, no tendría visitas, perdería eldispensario médico, perdería mi casa,pertenencias y amistades, ¡todo! Ladesesperación no tardó, ni las angustiasdieron tregua, mi fortaleza espiritual entrabaen una inercia jamás vivida.

Esa primer semana mayor la viví de unamanera triste y lleno de incertidumbre enel corazón y en el alma. Tuve momentosde reto con Jesús, me sentía muy solo, ycometí el primer error: dejar de asistir a

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misa en la Capilla. Traté mejor de distraermi mente en la biblioteca, el cine, losperiódicos, trotando en la cancha y sobretodo viendo las visitas familiares de otrosinternos. Estaba molesto con Dios, sentíareproches hacia Él y tenía dudas por lasituación que estaba pasando.

Fue precisamente la invitación a vivir unretiro espiritual (Cursillos) lo que encendióde nuevo mi esperanza y crecimientoespiritual. Volvía a la oración, a la confesión,a la Sagrada Eucaristía, a leer la Biblia. ¡Nopodía renunciar a Dios, era todo lo que mequedaba! Aún así arreciaban los momentosde desesperación y abandono; pensaba enmi salud (saldría de 62 años), en misconocimientos de medicina (ya estaríanoxidados para entonces); pero vino lo másdoloroso y que temía mucho: un quebrantoemocional agudo, ¡era mucha presión! Esanoche, solo en mi celda, en ese trance enel fondo de mi corazón, escuchaba a Dios;¡Sí!, me hablaba diciéndome: “no tequebrantes, eres mi hijo, yo mismo te di lafe, inteligencia, vida y fortaleza; úsalas, yoestaré contigo todos estos años y siempre”.

Desde ese entonces, jamás volví a sentir

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quebrantos o angustias. La oración y laSagrada Eucaristía hicieron resurgir unagran esperanza, de ser mejor hijo de Dios,de salir un día, de volver a un dispensariomédico y ver por los pobres enfermos y mifamilia.

Gracias a Dios y a los múltiples gruposapostólicos que nos visitaron, uno de ellosla orden franciscana seglar, mi esperanzacreció y creció; con ellos hice mi profesiónperpetua de vivir el Evangelio y servirsiempre en nombre de Jesús. Mi anheloespiritual al salir de aquí: morir sirviendoen un dispensario médico con mis pobres

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enfermos (mis familiares).

¡Cuando te llega una dura prueba; Dios teda el coraje para enfrentarla!

¡Dios está aquí, esta es mi esperanza!

¡Paz y Bien!

Anónimo

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necesarios para que la obra cumpla su cometido. Alsaber en lo que consiste mi trabajo, pregunté al asesoracerca de los valores que se quieren transmitir, larespuesta fue: PAZ Y HONESTIDAD. Estos dos valoresson la base sobre la cual ha girado la inspiración de loque queremos presentar y de la reflexión hecha, hasurgido un guión literario que se ha titulado “La historiade Christopher Lavin: un corazón que habla”.

Éste es el título de la obra cuyo cometido será presentarla historia de un profesor de valores que tiene un donespecial. Años atrás, cuando Christopher era tan sóloun joven inquieto y de gran corazón, recibe una visitapeculiar que le trae el regalo que le cambia la vida.Como profesor de valores, Lavin contará su historia alos alumnos, les relatará los momentos alegres y tambiénlos tristes, pero sobre todo les hará ver que la vivenciade la paz y honestidad son muy importantes en la vidade todo hombre. Como cualquier ser humano, este granhombre comete errores que lo llevarán a dañar a laspersonas más allegadas a él; esto lo hará experimentar

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El día en que pusieron las listas de loscargos en el Instituto de Filosofía, gran sorpresa mellevé al ver mi nombre en el cargo de Obra de Teatro,¡pero si yo no lo pedí!, expresé interiormente, sinembargo, al mismo tiempo dije: ¡Santa Obediencia!, ycon mucho gusto acepté esta nueva encomienda ymaravillosa oportunidad que Dios me estaba dandopara poner al servicio de los demás los dones que Élmismo me obsequió. Así que en el ciclo 2010-2011soy el director de la Obra de Teatro.

Como director mi encomienda es ser el responsable detodos los trabajos previos a la representación de laobra y por supuesto que estar al tanto de los ensayos

Por: ERICK IBARRA LEAL

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la soledad y percatarse de sus errores, para luegoacudir a quien ha ofendido y pedirle perdón. Una vezremediado el daño que ha hecho, continuará su vidahaciendo el bien, aprovechando su don para servir alos demás promoviendo la paz y honestidad a cuantosentran en contacto con él. Los alumnos reconoceránlas grandes acciones que el profesor Christopher hallevado a cabo para hacerlos unos grandes hombresen la vida. Esta historia se desarrollará en dos actosde 10 y 8 escenas respectivamente.

Con esta historia aceptada por el equipo formador,pasamos a la elección de los actores, que somos losseminaristas de los institutos de Filosofía y de Teología.Se propuso un calendario de ensayos, en el cual losmuchachos están poniendo su máximo esfuerzo porllevarlo a cabo. Tenemos reuniones entre los encargadosde dirección escénica, dirección musical, logística yproducción con el motivo de ir afinando cada detallede lo que se requiere para que esta puesta en escenasea de la mejor calidad para sus espectadores.

Faltan poco para el día tan esperado, los ensayossiguen su curso, surgen modificaciones, se corrigenerrores… pero sobre todo, estamos encomendadoestos trabajos a Dios, para que podamos transmitir sumensaje a su Pueblo. Nuestro protector San Joséinterceda por todos nosotros para seguir su ejemplode paz y honestidad.

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Cuando entré al seminario en el 2008deseaba estar ya en los mencionados encuentrosprovinciales de seminarios menores, aunque aún nome quedaba claro en qué consistían realmente. Miprimer encuentro de seminarios menores tuvo lugar enla Cd. de Matamoros, lugar y evento donde conocí achavos con un mismo fin, el sacerdocio, muchachoscon los que puedes compartir, un lugar donde te sientesescuchado por alguien que siente y tiene tus mismosideales y anhelos, en donde escuchas a tu hermano.En este tipo de encuentros también nos damos tiempopara compartir anécdotas dentro de nuestro procesoformativo.

El segundo provincial de seminarios menoresme tocó vivirlo en nuestra casa, el Seminario Menor deMonterrey; esto es algo especial y difícil a la vez, estardetrás de todo y no convivir de tiempo completo contus hermanos de otros seminarios, estábamos llenosde actividades y, aunque quisiéramos, no teníamos eltiempo suficiente para profundizar en una conversación.

Un aspecto muy importante dentro de estosencuentros son los torneos deportivos y los eventosculturales, en los cuales podemos compartir nuestrosdones y experimentar la alegría y la fraternidad; cierto,a veces cuesta perder, pero cuando, luego de mucho

esfuerzo, se gana, uno lo disfruta enormemente.Pensaríamos que en estos torneos podrían dar piea futuras discusiones rencores o riñas entre seminariosde la misma provincia, sin embargo todo quedasiempre en simples momentos de enojo o frustraciónpor no ganar, que terminará ya para la cena.

Espero ya con ansias el siguiente encuentrode seminarios menores, y creo que hablo por todosmis compañeros en el seminario menor, el cual tendrálugar en la Cd. de Tampico Tamps. Pienso que esteencuentro será uno de los más significativos para mí,no sólo porque será mi tercero, sino también porqueserá el último encuentro de seminarios menores queviva, y quisiera aprovechar la experiencia lo mejorposible, tanto los torneos como la convivencia, paracompartir y escuchar a mis hermanos futurossacerdotes que trabajaremos en una misma provinciapara construir el Reino de Dios aquí.

Por: JUAN GUILLERMO MATÍNEZ GALINDO

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“Vayan por todo el mundo y prediquen elevangelio a toda la creación” (Mc16, 15). Las misiones,son tiempo de Dios, tiempo de dar, tiempo de compartir,son la oportunidad de encarnar en los corazones de lahumanidad la palabra de Dios, al Cristo que Vive, que latea cada instante en el corazón de nuestros hermanos y cuyoúnico fin es salvarlos para llevarnos a la casa del Padre.

Misionar es un encuentro con el hermano que tienesed de Dios, con el necesitado, con el que sufre, con elenfermo, con el que no sabe, con el que duda, en otraspalabras, con los alejados, los marginados. Al leer losEvangelios nos damos cuenta cómo se encontrabanabandonados algunos, por ese tiempo, en los cinturonesde miseria de la ciudad, otros dentro de ella misma comoel leproso, el tullido, el ciego, y muchos más. De esta maneraexisten también en la actualidad muchos hermanos quedeben ser congregados para manifestarles y hacerlespatente el inmenso amor que Dios siente por ellos, nosolamente en este período, si todos los días de la vida.¡Jesús hoy toca a tu corazón!, si pensaste que a ti no tellamaría; ¡te equivocaste! Dios te habla por tu nombre.

Él mismo es el que escoge a los que quiere parallevar a cabo una misión. ¿Por qué me envía? es unapregunta que se hace el seminarista a veces asombrado,las respuestas pueden ser muchas; unos dirán que porquees parte de la formación al camino que te has sentidollamado, la realidad es que sólo puedes saberlo a travésdel encuentro personal con Él, en oración. Pero de unacosa debes estar seguro: es Dios mismo, que con suespíritu te lo está manifestando.

Dios desea que precisamente seas tú, el que leesestas líneas, el encargado de llevar a cabo tan granencomienda; más importante aún, enraizar el mensaje desu palabra en los corazones de tus hermanos y obrar condocilidad en esa misión. Desde este momento tus hermanossaben que pronto llegarás, te están esperando, tienenansias de ver, saludar y platicar con el enviado de Dios,ellos verán reflejado en tu presencia el rostro de Jesucristo,no tengas la menor duda. El Espíritu de Dios ya estárebozando de alegría por tu pronta presencia.

La experiencia de misiones ha fortalecido mivocación, han sido parte y columna vertebral que sostienenmi existencia. El encuentro con el hermano es muyenriquecedor para mi formación personal, espiritual ysacerdotal. He aprendido a compartir mi vida en comunión

Por: PEDRO MORA

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con la de ellos y, en ellos mismos, me he sentido realmente amado por Cristo. Esemismo amor me hace ver que la Iglesia es el cuerpo vivo de Cristo que levanta atoda la humanidad que se acerca como hijo pródigo, y que a través del mensajede amor de su palabra, enviado a través de ti, le da nuevas esperanzas de cambiarde rumbo y seguir viviendo.

A través de las misiones veo que el ser humano tiene muchas necesidades,carencias para las cuales siempre existe una solución, muchas de las cuales involucranal “Seminarista enviado”; alegre, tenaz, decidido, intrépido; ése que con una sonrisaprovoca alegría hasta en el corazón más rejego; el que hace cantar, bailar, jugar,pero también enseña a orar, a relacionarse con aquel que lo ha enviado. Y es quecon tu comprensión, sin afán de grandezas, lograrás despertar en la gente el amorpor Cristo.

El trabajo nunca termina, faltan muchos trabajadores como tú; decididos,fuertes, abnegados, conscientes y responsables, que deseen entregarse, desgastarsey consagrar su vida por Cristo en sus hermanos más necesitados. No retrocedasen tu caminar, en tu vocación, ellos te necesitan y definitivamente tú también a ellos.El mandato del amor que Nuestro Señor Jesucristo nos ha dado, desgraciadamentetodavía no ha sido bien comprendido; no tengamos miedo a expresar lo que sienteel corazón, tus hermanos desean que se les hable de Cristo a corazón abierto, soloasí podrán comprender que Él sigue viviendo y que el misterio de su Pasión, muertey Resurrección fue precisamente para darles vida, tanto digna como eterna.Que cuando regreses a casa y digas al Señor: he cumplido, lo escuches también aÉl diciéndote: “pasa siervo bueno y fiel”, porque has cumplido al pie de la letra misórdenes. Que este tiempo de gracia del Señor sea el mayor regalo que Dios pongaen nuestras vidas y que en esta Semana Santa “El Corazón de Jesús sea nuestromejor consuelo”.

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Quiero compartir un libro de la autoría dealguien que es muy conocido en nuestro país: él fueobispo primado de México, pero más que títulos Diosle concedió una rica espiritualidad y una capacidad paratransmitir la experiencia de Jesús, en su persona y ensu ministerio sacerdotal, hablo de Luis María Martínez.

Mucho se ha hablado de la experiencia personal quecada cristiano debe tener con Jesús, muchos documentosde la Iglesia hablan de esto, de hecho hay unaexhortación del episcopado mexicano que hablaprecisamente de esto, el titulo es: “Del encuentro conJesucristo a la solidaridad con todos”. “Jesús”, es eltítulo de este libro, y es una gran oportunidad para ellector de profundizar en el encuentro con la personade Jesucristo, pues el cristianismo más que ser laaceptación de una doctrina o de un conjunto de normas,de verdades acuñadas por cristianos viejos o jóvenes,es un encuentro vivo y permanente con una persona,con la persona de Jesús.

El libro es una recopilación de temas de ejerciciosespirituales que impartió el obispo, cada tema es unaherramienta para que el lector experimente en la vidadiaria el encuentro con Jesús, que es el motor de todala actividad de la Iglesia, la fuente donde brota laactividad del sacerdote, que se entrega como Jesúshasta dar la vida. En un extracto habla del sacerdotey cómo ha de ser y obrar: “debe pues aceptar y amartodo, todo lo que el Padre disponga de él: gozo o dolor,

desolación o consuelo, silencio o palabra, actividad einacción. Debe vivir siempre en paz, siempre feliz,porque debe hacer la voluntad del Padre. Siempre, sininterrupción, sin deficiencias, sin alternativas, sinrestricciones, en cuanto permita la flaqueza humana.Su vida, como la de Jesús, debe ser un poema vivientea la voluntad del Padre celestial”.

Es un libro que bien puede servirle a quien no haexperimentado el encuentro con Jesús, como para losya muy experimentados, es decir, te puede servir a tique nunca has tenido una experiencia con Jesús, asícomo a los que, según, estamos en permanenteencuentro con Él. Es una buena oportunidad de dejara un lado nuestra tibieza, nuestra rutina y renovar elencuentro con Jesús, pues a veces el orgullo o el darpor hecho que, porque estamos en el seminario o enla vida consagrada, ya tenemos una buena experienciacon Jesús, es un peligro constante. También te serviríaa ti que llevas tu vida de oración en serio y te encuentrasdía a día con Jesús, y renuevas todos los días el “primeramor” de Dios.

Jesús.Mons. Luis María Martínez, autor.

Por: Fray. Juan Gerardo Morga

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Después de haber visto casi todas laspelículas que estaban en cartelera en el cine, decidíanalizar la película Presunto culpable, dirigida por dosjóvenes abogados, Roberto Hernández y Layda Negrete,quienes deciden pelear el caso de José Antonio ZúñigaRodríguez, quien fue sentenciado a 20 años de prisiónsin tener una prueba contundente. Los abogadosdeciden introducir una cámara al reclusorio donde fuesentenciado José Antonio.

Este es un caso basado en la vida real, así que todaslas personas que aparecen dentro de esta película sonreales, por ello, dentro del lenguaje cineasta, es conocidocomo documental. En este documental se nos presentaesta lucha heroica de los abogados por mostrar laspruebas necesarias para demostrar la inocencia deToño o el largo, como era conocido en el lugar dondevivía; a éste se le acusa de asesinar a un joven, sucesoque tuvo lugar en la ciudad de México el día el 11 dediciembre del 2005; siendo así él detenido por unpresunto homicidio calificado de una persona con lacual nunca había tenido relación alguna, persona queni siquiera conocía.

Muchos de estos casos se viven y se ven día con díaen la ciudad de México, donde probar la inocencia noes suficiente; éste es el caso de Toño quien duró cercade 2 años y medio para poder hacer ver que la causapor la cual se le culpaba era una equivocación y, másaún injusticia y negligencia. Cabe resaltar que cerca del93% de los acusados nunca ven al juez que los va a

“juzgar”, como así mismo tampoco ellos ven una ordende aprensión; desgraciadamente aquí en México, en lapráctica, se obliga a comprobar la inocencia, en lugarde que se busque al culpable.

Tanto los abogados como Toño tuvieron que pasar porvarios procesos para comprobar su inocencia, siendofinalmente ganado el caso, dándosele la libertadabsolutoria, aun con todas las trabas que se lesimpusieron durante todo el proceso.

Hermanos, los invito a ver este documental, el cualpresenta la realidad de cómo, en algunos o muchoscasos, es manejada la “justicia” en nuestro país. Esperoque, al verla con ojos críticos, lleguemos a tomarconciencia de las circunstancias por las cuales estácruzando el país y la forma de actuar de nuestrogobierno, así como su repercusión en la juventud denuestro tiempo. Cuestionémonos pues nosotros mismosy planteémonos la problemática, quizá en lugar delamentarnos podríamos preguntarnos: ¿qué podemoshacer nosotros por la justica?

Por: Eduardo Cervantes Vargas

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Una mirada al pasado, al ayer que hemosescuchado, que hemos visto, que hemosexperimentado. Una mirada lejana de lanostalgia, pero cercana de los momentos quecon gozo, se guardan en la mente y en elcorazón. Una mirada a la Historia, aquella queha forjado la vida del Hombre y de una sociedadque camina hacia un fin.

Un recordar de acontecimientos que cambiaronlos pensamientos, acciones, anhelos del serhumano. Un recordar de situaciones queexigieron la respuesta prudente y oportuna dela sociedad. Un recordar de aquellos hombresy mujeres que, obrando a la luz del Evangelio,dejaron huella imborrable en la historia. Unrecordar de todos los hijos de Dios que sontestigos de la Paz.

Una búsqueda insistente de solucionar losconflictos de la vida del hombre. Una búsquedaconstante por responder a las nuevasideologías sociales. Una búsqueda de lacomunidad modelo que ayude a la sociedaden general, en la que todos colaboren en laconsecución de un mismo ideal de vida. Unabúsqueda de la unidad que nos conduce a lapaz.

Un vivir de recuerdos que impulsan el diariocaminar. Un vivir de sueños que forman partedel ideal que se pretende conseguir. Un vivir

Por: EQUIPO EDITORIAL

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de esfuerzos constantes por alcanzar aquellose necesita y se quiere. Un vivir unido a la fuentede la paz, del amor y de la felicidad plena. Unvivir la Esperanza en Cristo que a Resucitado yque a vencido la muerte.

Vivamos la Historia que forja al ser humano y ala sociedad, seamos Testigos de la Paz anteaquellos que la necesitan, busquemos la Unidadque nos conduce a la Paz que tanto anhelamos,y vivamos la Esperanza en Cristo que aResucitado.

Todos juntos, como un mismo Pueblo de Dios,hemos de caminar mirando a nuestra mayoresperanza, Cristo Jesús, el cual con suResurrección nos muestra claramente el caminoa seguir, levantando a los caÌdos, liberando alos oprimidos, abriendo los ojos a todo tipo deciegos, haciéndonos ver que si Él venció lamuerte, nosotros vencemos y vivimos tambiénen, con y por Él.

GraciasGracias

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