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Ricardo Rojas, el argentino esencial RICARDO Rojas es el argentino esencial. Las raigambres de su abolengo atraviesan los estratos coloniales y se nutren en los hontanares de la indianidad. El reconoci6 estas ascendencias, y lo proclama en El alba- tros, poema de su rebeldia, escrito durante el confinamiento en Ushuaia: Sobre la Isla que la infamia enloda, yo enciendo el nuevo fuego de la raza para las gentes de la patria toda yo, el iltimo indio. En mi el ayer se enlaza al futuro de Am&rica... Esta expresi6n no es recurso literario, ni 6nfasis de la inspiraci6n. Tiene la validez de una confidencia de la intimidad espiritual. Su obra es espiga joyante de tales principios, puesto que es espiga de la argen- tinidad. Al traves de toda su producci6n de medio siglo, indianismo, colonia, formaci6n de la nacionalidad, drama de la tirania, organizaci6n, restauraci6n de la conciencia civica, pot medio de la educaci6n, presenti- miento de una patria con nitida jerarquia eurindica, son hebras melodiosas, voces de admonici6n y profecia, enseiianza y ejemplo, que identifican sin equivocos la esencia biol6gica y espiritual de este hombre que se nos fue el 29 de julio de 1957 para entrar en la familiaridad de los pr6ceres de nuestra cultura. Habia nacido en Tucuman el i6 de septiembre de 1882. Un santiagueiio benembrito, don Absal6n Rojas (1845-1893), hijo de santiaguefios genuinos -- Lorenzo Rojas y Ramona Castro- fue su padre y sefiero. Aquel var6n de corta vida y de larga proyecci6n en el progreso integral de la provincia, le dej6 como herencia, si no dineros, pues muri6 en la pobreza, la lecci6n de una austeridad que blason6 su acci6n como diputado, senador y gobernante, en 6pocas de aspera batalla

Ricardo Rojas, RICARDO

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Ricardo Rojas, el argentino esencial

RICARDO Rojas es el argentino esencial. Las raigambres de su abolengoatraviesan los estratos coloniales y se nutren en los hontanares de

la indianidad. El reconoci6 estas ascendencias, y lo proclama en El alba-

tros, poema de su rebeldia, escrito durante el confinamiento en Ushuaia:

Sobre la Isla que la infamia enloda,yo enciendo el nuevo fuego de la razapara las gentes de la patria toda

yo, el iltimo indio. En mi el ayer se enlazaal futuro de Am&rica...

Esta expresi6n no es recurso literario, ni 6nfasis de la inspiraci6n.Tiene la validez de una confidencia de la intimidad espiritual. Su obraes espiga joyante de tales principios, puesto que es espiga de la argen-tinidad. Al traves de toda su producci6n de medio siglo, indianismo,colonia, formaci6n de la nacionalidad, drama de la tirania, organizaci6n,restauraci6n de la conciencia civica, pot medio de la educaci6n, presenti-miento de una patria con nitida jerarquia eurindica, son hebras melodiosas,voces de admonici6n y profecia, enseiianza y ejemplo, que identifican sinequivocos la esencia biol6gica y espiritual de este hombre que se nos fueel 29 de julio de 1957 para entrar en la familiaridad de los pr6ceres denuestra cultura. Habia nacido en Tucuman el i6 de septiembre de 1882.

Un santiagueiio benembrito, don Absal6n Rojas (1845-1893), hijode santiaguefios genuinos -- Lorenzo Rojas y Ramona Castro- fue supadre y sefiero. Aquel var6n de corta vida y de larga proyecci6n en elprogreso integral de la provincia, le dej6 como herencia, si no dineros,pues muri6 en la pobreza, la lecci6n de una austeridad que blason6 suacci6n como diputado, senador y gobernante, en 6pocas de aspera batalla

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REVISTA IBEROAME RICANA

politica y de obstinada penuria econ6mica, signos que valoran todaviamis el fruto del esfuerzo creador traducido en escuelas, dignificaci6ndel trabajo y preservaci6n denodada de los bienes de la tierra. Su madre,dofia Rosario Sosa y Sobrecasas, era nativa de San Miguel de Tucuman,y muri6 casi centenaria, en Buenos Aires, en 1951.

Ella, cuando nifia, segin me lo repitiera enternecida, solia jugar en

los patios fragantes de azahar y de evocaci6n, de la casa donde se jur6la Independencia, y que se hallaba frente a su hogar paterno. Dofia Rosariocreci6 respirando alli el hibito de la tradici6n 6pica de la nacionalidad.El hijo de su vientre trala por influjo misterioso, el designio mistico, laemoci6n sacerdotal, que hizo de 61 un predicador y un augur de la argen-tinidad. Y eso era Ricardo Rojas: un ap6stol velando el fuego espiritualde la Patria.

No egres6 de ninguna Facultad, pero la mayoria de las Universidadesde America le otorgaron la ejecutoria de Doctor "honoris causa", y lasacademias de mayor predicamento en el ambito de habla castellana lereservaron el clsico galard6n de los miembros dilectos. El c6lebre claustrode la Universidad de San Marcos de Lima se congreg6 para escuchar su

palabra sobre el Libertador, y todo Peri se soliviant6 de alegria patri6ticay fervor solidario a fines de 1955 cuando el gobierno argentino, surgidode la Revoluci6n .restauradora de las libertades ciudadanas, design6 aRojas embajador en la legendaria tierra del Inca, misi6n que su salud,precaria ya, no le permiti6 desempeiar. En 1928 los intelectuales argen-tinos festejaron el 259 aniversario de la aparici6n de La victoria del hom-bre, en un acto memorable presidido por el Dr. Marcelo T. de Alvear, queocupaba entonces la primera magistratura del pais. Yo tuve el honor deintegrar la comisi6n organizadora del homenaje, encabezada por el poetaArturo Capdevila; en 1953 me fue dado acompaiarlo en la celebraci6ndel medio siglo de su iniciaci6n en las letras. Para 61 solicit6 en estacircunstancia el Centro de Derecho y Ciencias Sociales, el Premio Nobelde Literatura, con el apoyo de centenares de instituciones.

En la conferencia que pronunci6 Rojas en Montevideo, el 19 de agostode 1932, sobre el autor de Tabar, el armonioso Juan Zorrilla de SanMartin, ante eminencias de la Universidad, dijo que el "poeta es el queve en las tinieblas; espiritu, que oye, como el indio, los rumores de latierra". Y yo gloso estas palabras para afirmar que Rojas, poeta y vidente,vio en la sombra para guiarnos hacia el puerto donde brilla la luz de lademocracia que nos hark libres y venturosos.

A la extensa y bella producci6n de este querido maestro y amigo, al

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que me senti unido por afinidad espiritual desde el dia en que asisti, comoalumno, a sus clases, y comparti su afecto generoso, he de referirme enlos breves parigrafos que siguen, escritos con gran emoci6n porque sientoa mi lado el latido carifioso de su alma.

HISTORIA Y LEYENDA DE LOS ORIGENES ARGENTINOS

".Argentinos? Desde cuindo y hasta d6nde; bueno es darse cuentade ello". Tal era la inquietadora pregunta y subsiguiente sugesti6n queen 1883 lanzara Sarmiento, desde las blancas alturas de su ancianidad.En el afan de responderle, Ricardo Rojas public6, casi tres d6cadas mastarde, su Blasdn de plata (1912), libro de prosa poemitica que procurailuminar el misterio del nombre patrio, el drama de la conquista y elfervor de nuestra gesta nacional. Es oportuno advertir que en el nimeroextraordinario de La Natcidn, dedicado al centenario del 25 de Mayode 18i&o, habian aparecido los capitulos de la obra. El hombre que en1934, sobre el helado alcor fueguino, confiando al bravio mar y a losvientos antirticos su meditaci6n y su congoja de patriota, proclamaba"Yo soy el ultimo indio", ya en 1910 se habia adelantado para ejercerla abogacia de la raza, para explicarla como acontecimiento humano, ensu grandeza y en su tragedia; para decirnos de sus entronques con elconquistador, que generaron al criollo, y de las contiendas de estos consu dominador para alcanzar, como alcanz6, la libertad, bajo la advocaci6ndel espiritu de la tierra india. Blasdn de plata, libro de doctrina, proclamala perennidad del alma india que se revela en la sangre, la tradici6n, lahistoria y el arte. America tiene un numen que no pereceri por grandes

que sean las transmutaciones que se sucedan en la cultura de sus pueblos.Rojas sostiene estos principios y, como un augur, interpreta los anunciosque cant6 con voz quebrada el rey mexicano Netzahualc6yotl, y los signoslunares que hicieron languidecer al inca Huayna Capac, el ultimo quepudo morir libre del avasallamiento del invasor hispano. Dice la tradici6n,recordada nuevamente por Rojas, que habiendo Huayna Capac elevadosus ojos al cielo nocturno, advirti6 que el halo que circundaba a MamaQuilla, mostraba tres anillos distintos; uno rojo, otro negro y el postreroindefinible, esfumado. Mand6 comparecer a los viejos Ilaycas, familiari-zados con los arcanos, y ellos le enseiiaron que el anillo rojo indicabaguerra, el negro la muerte de Inti, que era como decir la muerte de lanobleza incana; y el ultimo, el final de los pueblos aborigenes, la extinci6nde la raza misma, el sombrio abismo de los olvidos para esta. Y no minti6

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la lengua de los Ilaycas. Las huestes de allende el mar, compuestas porhombres blancos y barbados, ilegaron hasta la puerta misma de los templossagrados, y sus espadas y arcabuces sembraron la muerte. Las sendas delas montafias y de los bosques se humedecieron de sangre; luego, los hijosdel sol, los incas venerados, cayeron abatidos, con el sumturpiucar piso-teado por el enemigo poderoso en armas. Pero maguer los esfuerzos delguerrero ultramarino, las tareas de la evangelizaci6n, la mita, la enco-mienda, las leyes intransigentes, el castigo, la vigilancia tenaz y el tras-plante cultural, la raza subsisti6 y subsiste todavia, como fatalidad biol6gica,como continuidad de una tradici6n eterna y como simbolo. Solamentedos signos se cumplieron de aquel presagio interpretado por los sabioslLaycas del Cuzco: el de la guerra y el de la sangre. El circulo del olvido,no. Y no se cumpli6 porque lo impidieron las que Rojas llama "lasfuerzas eternas de la tierra... la tierra que habla con la voz de sus poe-tas..." El indio no muri6. Su camrne se hizo polvo, pero su alma es

permanente renuevo en el paisaje, la historia, la poesia, el folklore, dela patria. El espiritu indio- pas6 al hijo del conquistador al trav6s de lacamrne terreila de las mujeres nativas. "La tierra indiana ha sido nuestracuna y nuestro Blas6n" -dice Rojas-, para agregar: "la tradici6n argen-tina encuentra en ella su origen y su continuidad". Todo el 6nfasis heroicode la Conquista, con sus mitos, sus leyendas, sus Trapalandas, Elelines,Cesares, Yungulos y Quiviras; sus caciques de magia como Obre5, su reyBlanco y su famoso rio argentino, polo de ilusiones y sefinuelo de teme-ridades, discurre como una sangre juvenil por los treinta capitulos deBlasn de Plata; todo el fervor americano y la videncia penetrante delpoeta doctrinario vibra en esas evocaciones de Mayo, cuyo grito preclarotenia resonancias misteriosas del espiritu indio, resonancias que asumenun sentido profundo en la proclama de Castelli sobre las piedras de Tia-huanaco, o en la estrofa del Himno: "Se conmueven del Inca las tumbas /Y en sus huesos revive el ardor / Lo que ve renovando a sus hijos / Dela Patria el antiguo esplendor".

Rojas ha esclarecido el abolengo de la nacionalidad. Y con ello hacontestado a Sarmiento: -iDesde las mismas raices de la indianidadsomos argentinos!

RESTAURACION DEL ESPIRITU ARGENTINO

El caricter integralmente argentino de Ricardo Rojas, se revel6 en

plenitud, combativo y didictico al par, acuciado por el conflicto emocional

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E sT UDs os 8

y mental que recrudeci6 en 61 cuando, mozo provinciano de 25 afios en1907, realiz6 su viaje de estudio por las naciones mas adelantadas deallende el mar, y pudo comparar culturas y sistemas de ensefianza, decan-tados por el tiempo y las rectificaciones del progreso, para relacionarlosenseguida con nuestro medio. Comprendi6, asimismo, el agudisimo dramade la absorci6n espiritual argentina por parte de los influjos fascinado-res de Europa; abarc6, alarmado, la desventaja abrumadora que suponiapara nosotros, la incontrolada invasi6n de ideas, sentimientos, intenciones,normas y procedimientos econ6micos y sociales extranjeros, que, como unviento patag6nico, arrollaban pujantes la d6bil resistencia local, tanto masd6bil cuanto mis abiertamente se manifestaba, en los altos planos denuestra civilidad, la tendencia esclavizante a imitar y substituir, con des-medro de las raices nacionales, de las savias esenciales de la tradici6n, delalma argentina. Ya Sarmiento en sus postreros aios habia reaccionadocon vehemencia al descubrir que la inmigraci6n que e1 y Juan BautistaAlberdi, y mucho antes, Esteban de Luca en su poema optimista, y Riva-davia en sus decretos de vanguardia, estimularon con fervor confiado,contenia oculta en su enorme y generoso caudal de bondades, la perfidapolilla del egoismo, la propensi6n al dominio, la avaricia y la ingratitudpolitica, que alguna vez se definieron en amagos de convertirnos en colo-nia. Esta inmigraci6n desordenada, multiracial, heter6clita, cre6 un cos-mopolitismo disociador calificado oportunamente por Jean Jaures. A lavera del honrado labrador que funda pueblos, se infiltr6 el agitador anar-quizante; entre las masas f rtiles a la adaptaci6n y el cruzamiento, legaroncorrientes impermeables a la influencia terrigena, a la emoci6n nativa,a los Ilamados de la sociedad que los acogia. Tambi6n largo fue el nimerode los que tomaron nuestra tierra como una simple mina pr6diga de oro,a la que habia que explotar sin darle amor ni gratitud.

Aleccionado por lo que conoci6 en Europa, y por lo que la realidadle mostraba en su propio pais, Rojas present6 en 1908 su Informe alMinisterio de Instrucci6n Pablica, de acuerdo con la encomienda honorariaque habia recibido antes de partir. La materia del trabajo, copiosa y orde-nada meticulosamente, contenia dos partes distintas. La primera, unaperspectiva cabal de la educaci6n europea. La segunda, que es la queinteresa a la finalidad de esta semblanza, un desarrollo de la teoria delas humanidades modernas -teoria criolla de Rojas-; la critica a laeducaci6n argentina, y, por ltimo, las bases para un renacimiento nacio-nalista.

Nacionalismo, para el maestro, es la confluencia de tres formas del

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patriotismo: el instintivo, elemental y primario, apegado a la tierra; elreligioso, que agrega los valores eticos y econ6micos, y, el politico, senti-miento inspirador y defensor de los factores que dan caricter al civismo,esto es, cuanto implica solidaridad territorial, esfuerzo comin en bene-ficio del patrimonio nacional; respeto a los intereses colectivos; creaci6nde nuevos elementos de progreso integral, realizados en la paz.

"Esta concepci6n moderna del patriotismo -reitera Rojas-, que tienepor base territorial y politica, la naci6n, es lo que ilamo nacionalismo".En 1922, separ6 Ia segunda parte, lo que atafie a nuestra Argentina, yla reedit6 manteniendo aquel nombre. La otra qued6 reservada para unlibro que llevaria el titulo de La enseanza de la historia. Muy lejosde la xenofobia que muchos le atribuyeron entonces, La restauracidnnacionalista es un grito de nobles y elevadas conjunciones; pasi6n civica

que busca la cohesi6n de todos los espiritus, de todas las sangres, de todoslos vigores, de todas las luces intelectuales, en el espiritu, la sangre, elvigor y la luz de la Argentinidad; que procura una patria en que preva-lezca la emoci6n del suelo, la fuerza unitiva y perdurable de la tradici6n,el sentido mistico de la libertad, el idioma, la lecci6n de los h&roes, el cultode la moral, signos de nuestra raza. Rojas ha recorrido todos los cami-nos de la enseianza piblica y privada en el pals, desde la Colonia hastael albor del siglo xx. Ha examinado hasta lo mas profundo, planes, pro-gramas, memorias, informes y estadisticas. Ha revuelto los archivos; haexaminado la gesti6n de ministros, directores de ensefianza, profesoresy maestros; se ha metido en la escuela extranjera y confesional, para ave-riguar y comprobar su apartamiento de la realidad argentina; ha hechouna valoraci6n de los resultados de la ensefianza primaria, secundariay universitaria, bajo los viejos m6todos pedag6gicos y sociales; y, al cabode tan exhaustiva inquisici6n, nos dice con voz exclamativa, la grande, ladura verdad: el espiritu argentino languidece suscitado por una firmesuperposici6n de sentimientos ajenos a la tradici6n de la patria. La lujuriadel oro desvia las conciencias del ideal civico superior; el hervor cosmo-polita mata el germen de la conciencia colectiva; falta a la acci6n docenteun autentico sentido nacional; se copia en materia de educaci6n, cuandoes hora de crear con entrafia nativa. La restauraci6n del espiritu nacionalse alcanzara salvando la escuela, dandole un contenido argentino, convir-tiendola en celula fecunda de la ciudadania. Esta urgente necesidad seiialeyo en 1940, cuando la infiltraci6n totalitaria, amenazaba los cimientos dela Repiblica.

Fui combatido entonces, y por eso escribi en La Nueva Pro vincia

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lstUPtio .

de Bahia Blanca, mi articulo "El color de la traici6n", dedicado a losargentinos que olvidan su origen y su deber. Y comprendi la raz6n demuchas previsiones de Rojas, clamadas en 909go. "La escuela primaria,por el estudio del pasado, debe enseiiar el ideal que la patria podra rea-lizar en el futuro". El maestro agregaba a esto que en el aula se debe,asimismo, ensefiar al nifio lo que podri hacer por la patria, una vezconvertido en hombre. Las soluciones al problema las propone Rojasdiciendo que "la nacionalidad debe ser la conciencia de una personalidadcolectiva"; que esta personalidad colectiva se define y caracteriza por laobra formativa de la escuela. Por eso es imperioso crear en ella la con-ciencia de la nacionalidad, la conciencia patri6tica. Pero, ademis, laescuela argentina debe ser fiscalizada por el Estado, para que cumpla fiel-mente sus objetivos, entre estos, los que atafien a la patria misma. "LaHistoria y el estudio de la lengua del pais darian la conciencia del pasadotradicional, o sea el "yo" colectivo; la geografia y la instrucci6n moral,darian la conciencia de la solidaridad civica del territorio... "Y con estascuatro disciplinas -sigue Rojas- la escuela contribuiria a definir la con-ciencia nacional y razonar sistem6ticamente el patriotismo verdadero yfecundo".

Este misionero civil que fue Ricardo Rojas, con una rebeldia corajuda,puso al desnudo la imagen de una Argentina desprevenida y confiada, alhorde de su quiebra espiritual. Denunci6 errores; sefial6 desvios; y supr6dica quijotesca, celebrada por Unamuno, no fue comprendida por susconciudadanos, pero los analisis posteriores justificaron plenamente estavoz de alarma vibrante y certera que fue La restauracidn rnacionalista..

EL NACIMIIENTO Y FILIACION DE LA REPUBLICA

Existe en la patria una fuerza milagrosa, un instinto colectivo queal trav6s de todas las mutaciones y conflictos impulsa al pueblo a sostenersu independencia y armonizar pensamiento y acci6n para realizar los de-signios de la democracia. El pueblo de Mayo demostr6 la posesi6n deese instinto. Era una herencia que le venia desde lejos, en la historia.A esa fuerza espiritual que en Mayo cobra formidable vivencia, y queemana de factores que van desde el suelo nativo y la tradici6n hasta elsentimiento religioso, a ese numen creador, Ilama Rojas la argentinidad.Es, a mi juicio, la doctrina de un ap6stol. Para sostener sus argumentos,dichos con verbo encendido de predicador y de poeta, ha sondeado prolijoy paciente los archivos, y de los documentos encontrados, ha extraido las

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claves de su verdad, para decirnos del drama hist6rico de nuestra nacio-nalidad; explicarnos las consecuencias de esa tenaz oposici6n de las pro-vincias a fundirse en un poder finico que las dominase, en menoscabo delas autonomias naturales, conflicto largo, sangriento, a veces, que desem-boc6 en la ilamada Anarquia. Rojas, en La argentinidad (1916), trazael paralelo entre lo que para el constituyen oligarquias en el Plata y esosbaluartes del instinto democrAtico que son los cabildos del interior, celososde sus fueros y al mismo tiempo ejemplos de la autentica voluntad popular.

Rojas nos dice que el destino democritico de la nacionalidad, que suforma de gobierno, no ha sido consecuencia de la orientaci6n dada pordeterminados hombres, ni tampoco han podido influir en sentido adversolas ideas y actitudes monarquicas de algunos pr6ceres venerados, porqueel pueblo, con su instinto perenne, y los cabildos, con su tradici6n demo-critica, constituyeron, despues de Mayo, las fuerzas que sefialaron elverdadero camino, y nada hubiera podido invalidar su acci6n. Rojas halevantado en Jujuy su torre de observaci6n hist6rica, y ha encontrado unejemplo admirable en el padre Juan Ignacio Gorriti (1768-1841), diputadopor esa provincia, y autor de la famosa Representacin de 4 de Mayode i&ii y el escrito del 19 de junio del mismo afio, replicados por elDean Funes con acritud reprochable. En Gorriti, que bendijo la bandera

el 25 de Mayo de 1812, en la catedral jujeia, hablaba la democracia.

En la idea y en la acci6n de este sacerdote ilustre estin "los prin-cipios esenciales de la Revoluci6n", dice Rojas, pues que aboga por lalibre determinaci6n de los pueblos, su soberania, defiende el municipio,c6lula de la sociedad, el gobierno representativo, la igualdad juridica, ladivisi6n de poderes. El federalismo, realidad argentina por imposici6n

geogrifica y luego por firme determinaci6n politica, se robusteci6 con laRevoluci6n. Los cabildos fueron resortes preciosos de este federalismo,

porque mantuvieron el principio descentralizar frente a las tentativas delunicato absorbente. Junto a los escritos valientes del padre Gorriti, patriota

por tradici6n y familia, Rojas coloca, para abonar su tesis norteiia -diriayo-, Las Instrucciones juiciosas que recibi6 el diputado Vidal en 1812,

plenas de esencia de Mayo, jugosas de sentido liberal, como las hubieradeseado Moreno, nuncio de nuestra democracia. Frente a estos documentos,que son la medula del sentir argentino en las provincias, Rojas presenta

aquellas instrucciones de Artigas, disociadoras y que han movido a largaspolemicas en la actualidad, acerca de su sentido y valor politico. Y no

podia Rojas referirse a tantos y tan palpitantes acontecimientos que engen-draron la nacionalidad sin evocar con certeza documental y fervor de pa-

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EsTt DIo os

triota, la historia de la bandera, que vuelve a nuestra mente y a nuestrocoraz6n la imagen de aquel santo armado caballero de la Patria, que sellam6 Manuel Belgrano.

Si Blaso'n de plata es el libro del abolengo y de los origenes, Laargentinidad es el testimonio de nuestra formaci6n nacional, asi comoLa restauracidn naclonalista lo es de los problemas de la educaci6n comoprincipio de alcanzar una conciencia colectiva.

EURINDIA, DOCTRINA ESTETICA DE ROJAS

La doctrina de Eurindia (1922) condensa el pensamiento argentinode Rojas. Procura una personalidad, un caricter para nuestra cultura.Pero no limita las proyecciones de esta concepci6n filos6fica al ambitode la patria; las prolonga a todo el continente, cuyos fen6menos de origeny evoluci6n considera semejantes como las ramas de un mismo gigantescoarbol. La savia de America es inica, y por ello, las propensiones de suspueblos coinciden y se conjugan en vigorosa proporci6n. Sobre lo genuinose acumulan, al trav6s de siglos, los aportes ex6ticos; las ciencias, las artes,los sistemas politicos y sociales, arraigan y se fomentan en la dilatadaperspectiva territorial de este nuevo mundo, como arraigaron y prosperarongentes de todas las razas; pero existe un numen eterno, indestructible,activo, que ahonda sus influjos en todos aquellos advenimientos secularesy extraijos, por mis arrollador que parezcan su poder y su dominaci6n.Rojas sustenta su teoria -que alguna vez llam6 suefio, y que cierta criticadenomin6 temeraria- en la existencia de ese numen, de esas potenciasmilagrosas e incontrastables que el, con validez denomina "fuerzas crea-doras de la tierra", y que actian en la vida del hombre trascendiendo,por consecuencia, a toda la entidad nacional. Este espiritu de la tierramadre, este sentimiento maravilloso, este germen de magica fecundidad,este ticci kjapac llzitac, noble principio creador que invocaban los incasen sus plegarias, se adentra en las realizaciones de la inteligencia colectivay las nutre de esa emoci6n que es una ejecutoria de los pueblos: la emoci6ndel suelo nativo. Por eso afirma Rojas, al justificar su escuela novisima,que Eurindia se funda en las fuerzas creadoras de la tierra y penetra, porla raza, en la historia de la civilizaci6n humana.

Eurindia nace con los mismos caracteres intimos que la milenariaconjunci6n de pueblos y culturas asiaticos en Europa. Asi lo ha sefialadoRojas. Entonces se llam6 Eurasia a este fen6meno, y porque el misterioconj ugatorio de sangres y conocimientos, que nuestro autor llama "misterio

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etnog6nico", se ha repetido en America india como resultado de las migra-ciones que se suceden desde fines del siglo xv, desde Europa, el nombreEurindia le cae cefiidamente. Nuestra Argentina, segun el maestro, "es,sin duda, 6rgano mis fecundo de tal creaci6n".

El misterio etnog6nico de Eurindia es, en realidad, una conciliaci6nintegral de medios humanos que se consuma en el arte, al travis de loscuatro ritmos hist6ricos: la indianidad propiamente dicha; la era del pre-dominio espaiiol; la independencia o el patriciado, y el cosmopolitismo.Son los cuatro signos que se suceden, segin Rojas lo explica y analizaen capitulos sinteticos, en la danza, la miisica, la arquitectura, escultura,pintura y poesia. Pero esta evoluci6n argentina reconoce cuatro factoresen constante relaci6n: el territorio, "crisol de fuerzas c6smicas que obransobre la raza, dindole un caricter regional y trascendiendo por el hombrea la historia"; la raza, "conciencia colectiva homologada por la emoci6nterritorial y por la atm6sfera coman en la convivencia hist6rica"; la tra-dici6n, que comprende lo que es genuino de la tierra y lo acaudalado por loque nos 11lega desde afuera; lo que persiste y lo que fallece; y porultimo, la cultura, que implica la madurez de la nacionalidad, pues enella congenian las tradiciones en "cuerpo de instituciones politicas, dedoctrinas filos6ficas y de simbolos emocionales, que dan a la naci6n con-ciencia de si misma". Esta relaci6n se cumple tambien a la inversa; lacultura influye en la tradici6n, que a su vez act6a sobre la raza, y, porultimo, la raza sobre el territorio "en permanente unidad funcional". Eur-india es fusi6n, no exclusi6n; ayuntamiento de indianismo y exotismo, paraalcanzar una flor de cultura que, sin ser lo uno ni lo otro, participe delos dos, sintesis armoniosa que dar fisonomia a todas las expresionesesteticas de la argentinidad. Y con autoridad lo recalca el maestro al decirque Eurindia, que persigue un alto prop6sito de autonomia y civilizaci6n,es el crisol en cuyo seno todas las teorias y doctrinas europeas -univer-sales, agregaria yo ahora- "son lingotes que se funden con la argenti-nidad, con el indianismo y con la conciencia de lo continental".

Al Silabario de la decoracidn americana (1930) lo considero intima-mente vinculado a Eurindia. Es un aspecto ilustrativo de esta doctrinamedularmente argentina; el que concierne a las artes decorativas. Yasefial que Eurindia se nutre en la experiencia hist6rica; parte, como aseveraRojas, de la emoci6n indigena, para conciliar con la tecnica europea, ydarnos una resultante que participe de ambos factores. En el Silabariose circunscribe a la plistica, y, tras el analisis de la signologia copiosaque nos leg6 el talento creador aborigen, y de estudiarla como elemento

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EsTuD os 2

de la composici6n simb6lica, busca el medio de que "las formas, emocioneso ritmos del arte indigena, puedan resucitar en el alma moderna" y flo-recer en las expresiones ornamentales del ambito americano. Angel Guido,en sus monografias Orientacidn de la arquitectura colonial en America(1927), Eurindia en la arquitectura de America (1930) y en su libro

capital Red escubrimiento de America en el arte (1941), recoge, difunde

y aplica la enseiianza del maestro. La primera aplicaci6n de esta doctrinapor Guido, es la propia casa de Rojas, joya de arquitectura eurindica, cque,por designio expreso del dueiio, interpretado por su abnegada esposa doiiaJulieta Quinteros, acaba de pasar en donaci6n al Estado, con todas lasriquezas en libros, documentos y obras de arte que ella atesora. En laactualidad, los iniciados en la filosofia eurindica, constituyen ya unalegi6n en nuestra Argentina y en Amrica.

La emoci6n indigena en el arte no florece inicamente en las artesdecorativas. Rojas la encuentra en los himnarios donde la fe exalta, reza,suplica, por la boca de Manco Capac o Sinchi Roka, incas, a los diosesmayores del Tawantinsuyo. Fueron estos himnos salvados del olvido porla prolijidad del padre Crist6bal de Molina, que ejercia su ministerio enel Cuzco hacia I575, y de Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salca-mayhua, cuya Relacidn es considerada de principios del siglo xvii. El sabiosacerdote Miguel A. Mossi, comentarista y traductor de Ollantay (1819-1895), amigo de don Absal6n Rojas, padre de Ricardo, que tambien eraquichuista; el ilustre Samuel Lafone Quevedo, a quien conoci en la Facul-tad de Filosofia y Letras, en sus iltimos afios; el investigador ingls SirClemens R. Markhan, y entre nosotros, el profesor J.A. Rozas, estudiaronluego, desde mediados del siglo pasado los tres primeros, los textos, queRojas presenta con medulares comentarios en sus Himnos quichuas, obrapublicada en 1937 por el Instituto de Literatura Argentina. Por lo queataiie especialmente a nuestro pais, Rojas incluye una serie de cantos qui-chuas -de carActer popular, diria yo para diferenciarlos de los del ritualinca-, que han supervivido en las provincias del Noroeste, como las invo-caciones a Pachamama, la madre tierra, cuyo culto aqui fue anterior al deInti, y a Huairapuca, el viento rojo, cantos que, a veces, son la conjunci6nde la emoci6n india pura y de la emoci6n cristiana, y de los que ha recogidoel folklore ejemplos como 6ste:

Pachamama Dios lianan tiacusaj,Pushkanaipa millimataAllichapuanki ukjaita uarkutaNokapa pushkanaiba asuipaj

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R E V I S T A IBEROAMERICANA

Jesius Maria'mamapachaAmataj puskaniraPillau anjacho.

"Madre tierra, s61o con Dios vivir6 / La lana para que yo hile / mela arreglards, para que yo hile / pronto la honda para mi, para mi uso /para la madrecita (la Virgen) de Jesus Maria; / pero que lo que yo hilareno se deshenebre".

Entre estos canticos incluidos en Himnos quichuas, los hay que pidena Pachamama ayuda en la caza de la vicufia o en el cuidado de las cabras.Agregare yo que el folklore ha recogido en Santiago del Estero, Tucuman,Catamarca y Jujuy, restos de antiguas canciones bilingiies al Niiio Dios.Rojas descubre asimismo que el influjo indio en las representaciones dramiticas viene desde muy antiguo, y su trabajo El india en el teatro estadestinado a demostrarlo. Los pueblos de America lo han leido publicadoen la revista Amirica indigena de M6xico (1952), la que tambien dioa conocer de Rojas El problema indigena en la Argentina (I943), temaeste de caricter social.

EL PAIS DE LA SELVA

Ricardo Rojas lievaba el latido melodioso y fragante de la selva san-tiaguefia metido en el coraz6n, como yo en el mio llevo el halito de lailanura surefia. Este apego, esta devoci6n a los nimenes de la tierra, esteamor a los cielos nativos, esta religiosa interpretaci6n de las resonanciasprofundas de la tradici6n, llamados maternales de la patria, este gozoexultante que provoca la contemplaci6n de las bellezas del paisaje, en laquerencia regional, eran emoci6n en el poeta, estimulo en el fil6sofo,sugesti6n didictica en el maestro orientador. Ni las metr6polis europeas,ni la permanencia constante en la cosmopolita Buenos Aires, modificaronel instinto terrigeno de Rojas, argentino integral.

Desde La Nacin, aboga, con fervoroso argumento, por la defensay preservaci6n de los dechados de nuestro folklore, sefialando la urgenciade iniciar la basqueda de materiales en todo el territorio para su ulteriorclasificaci6n y estudio. Ei conocia el problema en sus mismas raices. En1906, sus articulos "Nuestro folklore" y "Romances tradicionales en Ame-rica", publicados en el diario de Mitre y reunidos, con otros, en Cosmcpolis(1907), alientan y aleccionan. Quince aiios despues, el Consejo Nacional

de Educaci6n habia de realizar aquel pensamiento, al organizar en 1921,

entre los maestros nacionales de provincias y territorios, la campafia fol-

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ESTUDIOs 2

kl6rica mas intensa y fecunda que se conoce en el pais y en America. Porgrato designio cupo a Ricardo Rojas recoger esa magnifica riqueza en elInstituto de Literatura Argentina de la Facultad de Filosofia y Letras,ordenar sus primores, publicar los catlogos cuantitativos y librar esasdecenas de millares de hojas documentales a la noble ambici6n de losinvestigadores. Yo tuve el honor de colaborar en esta labor con el ilustremaestro desde 1936 a 1946. Mis obras Romancero y Ref ranero son indicesde esa adicta colaboraci6n. Pero Rojas ha dejado otros testimonios joyan-tes de que llevaba el espiritu de la tierra vibrando en su coraz6n. El Paisde la selva, El ucumar, Psiquina y otros temas en prosa, mayores y menores,sefialan luminosamente este rumbo folkl6rico.

Uno de los primeros libros que leyera yo en mi infancia, ally en elrinc6n nativo, en el Dolores legendario de los Libres del Sur, fue El paide la selva (1905). Lo dedic6 a sus amigos de la selva que jamis olvid6.En esas platicas que sosteniamos peri6dicamente desde que yo me acerqu6a e1 siendo estudiante, hasta los dias finales de su vida -treinta y cincoafios de amistad de maestro y discipulo-, solia recordar con nostalgia elambito de El pais de la selva en el que se cri6. El libro palpita entre dosmeditaciones. La primera, el p6rtico de la obra, recuerda la hazaiiosaentrada del Capitan Diego de Rojas a la selva santiagueiia, y el trigicoevento de Salavina, a manos del indomable juri que contestaba al tiro dearcabuces con flechas enharboladas, portadoras de horrible muerte. Cierraesta parte con la evocaci6n de las primeras fundaciones comarcanas. Laotra meditaci6n se desarrolla en dialogo con Zupay, demonio local notemido. Y en un triste discurrir de afioranzas y presentimientos, diceel genio selvitico palabras con amargor de reproche: "Dentro de pocoslustros, estos bosques habrn sido del todo exterminados", y agrega: "Lasselvas van a morit porque "los hijos de ellos vienen a destrozar a lamadre". Y Rojas suspira rumiando dolorosamente las videncias de Zupay,mientras contempla el quebracho herido por las hachas, ese "arbol quefuese, entre todos los hijos de la selva virgen, alcizar de los pajaros y lirade las tempestades, hermano de los leones y primogenito del sol". Yaen su labor de narrador, nos enfrenta al gaucho avisado y al indio dequien abusa el egoismo. Se adentra en las fiestas de la Nochebuena, fra-gantes de corolas frescas, ruidosas de sones de caja y voces que celebran al:

Niiito bonitoboquita 'i coralojitos de estrellaque alumbra la mar.

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Sondea las alegrias del Carnaval en la selva, donde las vidalas pica-rescas y tentadoras ondean en el aire con olor a chicha, como serpentinasmusicales. Se asoma al velorio del "angelito" donde se canta, se bebey se danza, porque Dios ha convertido al niiio muerto en querube de sureino; observa y analiza al hombre de su quebrachal y lo describe; formaen el corro que escucha al trovador gaucho que lo mismo entona viejoscorridos recordando a Ibarra, Taboada o Absal6n Rojas, sefieros de lapolitica en tres 6pocas de batalla, que improvisa en quichua o en sermocriollo coplas de amor, de ausencia, de olvido, de guerra; yaravies deevocaci6n secular, de notas linguidas y sollozadoras; y penetra en el mito,la leyenda y la superstici6n, para decirnos de los misteriosos poderes deZupay; los malditos aquelarres de la Salamanca; el paso del Toro,-diablo,que aterra al imaginativo hachero; la visi6n del Nina-quiro (dientes defuego); la mul'anima que deambula entre los Arboles y del rumatturuncu(el hombre convertido en tigre); la impresionante leyenda del Kacuy; elmilagro de La Telesita quemada; las creencias hispanoindias sobre laalquimia hechiceril, el incubo satinico y las danzas de los muertos. Suretrato del criollo selvefio es cabal: "Un tanto indolente y fatalista, supers-ticioso aunque sin nada de fetiquismo, Ileno de fervor pagano por lamiisica, la poesia y la danza, es, por afiadidura, silencioso, imaginativoy sagaz. Ese hijo genuino de la selva, refleja su ambiente y su tradici6n.Ideas, mitos, hibitos cotidianos de los primeros tiempos coloniales, sobre-viven en ella".

Mas no solamente en esta prosa conmovida, musical, poemitica, Rojasnos da la presencia del folklore de la selva y la vibraci6n del alma nativa.En Terrutn"o, El nuevo Ollantay y Tres romances de Eurindia, incorporado,como Los lises del blasdn, Ccanciones de Persifona, Poemas varios, Odade las banderas, y El albatros, al tomo de poesias completas (Edici6nLosada) que lleva ahora el titulo general de La Victoria del hombre, talcomo se llam6 el primer libro de Rojas aparecido en 1903, esti asimismo,en bellos poemas la evocaci6n del Inca, la fiusta, el amauta, el guerrero;del gaucho, la selva, la fauna, el paisaje, los tipos, los juegos, los ritos,las creencias, en "Soliloquio del Inca", "Romance de ausencias", "Lacosecha de la algarroba", "Ashpa-Misqui", "Melera", "Brujeria", "Bailede la Telesita", "Cueva de la Salamanca", "El harpista ciego", "Rapsodiadel quebracho volteado", "Don Carnaval", por no mencionar sino lasmis difundidas en el pais. El mito llama constantemente a su emoci6n.La piedra muerta (1913) es un testimonio. Por encima de la fatalidadfisica, Rojas coloca el fatalismo mistico, tipico de la raza india, que atri-

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EsTUDIos 2

buye la consumaci6n de ciertos fen6menos a las voluntades extraterrenas.Y muchas veces predice como un augur iluminado y eleva su admonici6ncomo un antiguo patriarca.

LOS HEROES, SU HAZARA, SU DOLOR Y SU GLORIA

En 1922, Ricardo Rojas public6 seis conferencias bajo el titulo deLos arquetipos. Los consagr6 a "Belgrano, el patricio; Giiemes, el cau-dillo; Sarmiento, el educador; Pellegrini, el estadista; Ameghino, el sabio,y Guido Spano, el poeta".

Las seis vidas estin reflejadas en sus perfiles mayores y menores,con justeza de referencias hist6ricas, con acierto estimativo en cuanto alvalor de la obra realizada, pero el estudio sobre Belgrano ofrece un con-movedor indice de flagelaciones, recordado por Rojas con palabra admo-nitoria, con sentencias de patriota, con amor civico compensador. En1933, apareci6 El santo' de la espada y en 1945, El pro feta de la pampa,

magnificas biografias en las que al rigor documental se unen la emoci6nde los recuerdos, la multiplicidad de los episodios familiares, sociales,politicos, militares, la acotaci6n filos6fica, todo ello expresado en un estilobrillante fervoroso, poemitico a veces. El santo de la espada, libro queha recorrido el mundo entero, ya en castellano, ya en ingl6s, se ha con-vertido en brevario civico de la juventud argentina. Casi no hay escuelaen el pais en cuya biblioteca no figure. Rojas puso el coraz6n al escribirlo,y porque es mistico define a San Martin como el hombre del Destino, elhermano de los iluminados caballeros de Montsalvat. De esta obra meocup6 extensamente en La Razcn en 1933.

El prof eta de la pampa nos ofrece la imagen total del padre de laescuela argentina. Los problemas hist6ricos y morales suscitados porafirmaciones y actitudes del pr6cer civilizador, quedan resueltos en estas

paginas. Habia un Sarmiento ignorado o mal conocido por casi todo elpueblo y, en especial, por la juventud, y aun por millares de educadores.Era el que no convenia al oscurantismo detractor, obstinado en atizar lamalquerencia al gran maestro y dem6crata. Era el Sarmiento patriota,tradicionalista, defensor de la integridad patag6nica, constructivo y pre-visor. Rojas lo ha expuesto mostrando la mdula de todos sus libros, susideas, impulsos, iniciativas, doctrinas.

El jurado de literatura le habia asignado el Premio Nacional, perofue pospuesto, por un procedimiento que mucho se discuti6 entonces. La

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posteridad, en cambio, le ha discernido otro premio de mas alta jerarquia,y es el de difundir esta obra suya con amor y admiraci6n. Por su parte,la Sociedad Argentina de Escritores le dio la maxima distinci6n: el GranPremio de Honor.

Su devoci6n por los heroes y fundadores de la nacionalidad se con-centra tambien en los lejanos rincones del Norte, donde la lucha por lalibertad asumi6 caracteres de heroismo y sacrificio, que la Historia haexaltado y el pueblo entero de la Repiblica canta y recuerda con orgullo.Con el nombre de La patria en Jujuy, Ricardo Rojas estudia, al par quela vida de la ciudad y la actuaci6n de sus Cabildos, la gesta de los bene-meritos gauchos de Giiemes, estos guardianes abnegados del Norte, aquienes San Martin dedicara, en 1814, el elogio consagratorio. La guerragaucha tiene en Rojas su mentor fervoroso; aparecen en la claridad de surecuerdo las figuras admirables de Martin Giiemes, Pachi Gorriti, Barto-lom6 de la Corte, Jos6 Ram6n del Portal, Jos6 Gabino de la Quintana,Francisco Juan Salazar y muchos mis, para recibir voces de gratitud y dereverencia. Esta monografia apareci6 primeramente en el Archivo Capitu-lar de Jujuy (T.IV, 1944), para luego integrar el libro La entrevista deGuayaquil (1950).

En los estudios que preceden a los diversos tomos del Archivo, Rojasevoca la historia de nuestra bandera y se refiere a la creaci6n de las escuelascon los fondos provenientes del premio otorgado al general Manuel Bel-grano. No ha omitido el autor la menci6n de aquellos lugares de Saltay Jujuy donde el brazo argentino defendi6 las puertas de la Patria, durantelas once pertinaces invasiones realistas. Salta, El Portezuelo, Cerrillos, LaMerced, Sumalao, Acoyte, Jujuy, San Pedrito, Tilcara y Yavi, entre otrosnombres, sefialan el ritmo heroico de la guerra gaucha, inmortal piginade ejemplo y de poema, que Rojas, argentino esencial, sefiala con verbomelodioso.

La exaltaci6n del Gran Capitin es en la pluma de Rojas veracidad

y probidad hist6ricas, sugesti6n moral, ensefianza y ejemplo. Aparecen

en plenitud estos caracteres cuando estudia el famoso encuentro de SanMartin con Bolivar, en su libro La entrevista de Guayaquil, ya citado,volumen en el que incluye tambien la Bibliografia analitica sobre la entre-vista (pigs. 243 a 362), y Una leccidn de la historia, replica al Dr. JosePacifico Otero. De esta devoci6n sanmartiniana fluyeron, asimismo, ar-ticulos magnificos como "Meditaciones sanmartinianas" (La Nacidn, agostode 1950), "El sable de Maipi" (La Prensa, agosto de 1950), y "Tem-

ple de h&roe" (Americas, Washington, 1930).

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ESTUD 2o9s

L ESPIRITU INDOHISPANICO EN EL TEATRO DE ROJAS

Las cuatro obras dramiticas de Ricardo Rojas reflejan su espiritude argentino esencial. No he de adentrarme aqui en el estudio de ellas,pues ya cumpli esta labor en la Casa del Teatro de Buenos Aires, cuandoinaugure la Citedra "Ricardo Rojas", asi como en publicaciones diversas.Pero cuadra en la presente oportunidad su referencia, siquiera esquematica,para mantener la unidad del recuerdo que hago de la obra del maestro.El espiritu de la tierra y de la raza; la tradici6n y la emoci6n indigenaen el arte; la historia y el sentimiento de la argentinidad, iluminan yvibran en el teatro de Rojas, que constituye un bello perfil de su doctrina.Ollantay, estrenada en el Teatro Nacional de Comedia el 28 de juliode 1939, es la tragedia de amor y de coraje del heroe del Antis, antecesormultisecular y simb6lico del Libertador de la patria, desarrollada porRojas en cuatro actos, y estudiada a la luz de los textos documentales enUn tin de los Andes (1939) .

Elelin (28 de marzo de 1929, en el Ateneo), se funda en el sueiiode los conquistadores cruzado de sangre, dolor y muerte; el suefno de Lin-lines, Trapalandas, Yungules, Chillis y C6sares, ricos de oro y de pedrerias.Es la tragedia fisica de Diego de Rojas rubricada con la tragedia moralde Catalina de Enciso y Felipe Gutierrez. La salamanca (io de septiem-bre de 1943 en el Teatro Nacional de Comedia), extrae su materia y susoplo de la hechiceria hispana, conjugada con la magia indigena, y presentaun choque de psicologias antiteticas que dan la imagen de los tipos humanosque llegaron a America durante la Conquista. La casa colonial (4 de juniode 1932 en el Liceo), al vitalizar un episodio sensacional de nuestra his-toria -- la conspiraci6n de Alzaga, en 1812- realiz6, en ambos sentidos,el principio de Arist6teles glosado por Lessing en Dramaturgia ham-burguesa y, asimismo, por Guillermo Schlegel, que establece la diferenciaentre el historiador y el escritor, en cuanto afirma que el autor dramaticono es un historiador, puesto que el autor pinta y este expone los hechosreales, y, ademis, el que escribe una obra de teatro se atiene a lo quepudo o pudiera acaecer, a la inversa del que hace historia que se circuns-cribe a la realizaci6n de los sucesos tal como se fueron desarrollando enla verdad.

Y efectivamente, Rojas, en esta obra estrenada por Eva Franco, semantiene fidelisimo a los datos de la documentaci6n hist6rica, y el famosodialogo entre Rivadavia y Pueyrred6n (II acto), lo demuestra, ya que esreproducci6n casi textual de aquel entredicho dramatico en el Fuerte, cuya

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versi6n recogiera Florencio Varela del propio Rivadavia, afios despues deproducido. Pero agrega episodios y personajes pedidos a la imaginaci6npara sustentar mejor la arquitectura de los actos, especialmente el tercero.

Otras obias ha escrito Rojas con destino al teatro, pero las mantuvoineditas. Asi lo ha confesado. Ignoro sus titulos y argumentos. La tareade los inventariadores oficiales -ya que todo lo que perteneci6 al maestroha pasado, por donaci6n, a propiedad del Estado- dira de la existencia deesas creaciones. En realidad, Rojas se inici6 en la escena con el brevepoema patri6tico Oratorio laico, que ileva misica del maestro Pascual deRogatis y que fue estrenado en el Teatro Col6n, en mayo de 1910, conmotivo del Centenario patrio.

LA POLTICA PARA UN ARGENTINO ESENCIAL

Ricardo Rojas se habia mantenido al margen de las contiendas poli-ticas. Pero en 1930 un levantamiento militar quebrant6 el ritmo de nuestravida democrdtica. Asom6 la dictadura, y como fertilizados por su espiritu,despuntaron vigorosos movimientos ajenos a la tradici6n civica argentinay cuyos hontanares de inspiraci6n se abrian en paises totalitarios. La doc-trina sustentada disentia categ6ricamente con las esencias mismas de nuestrahistoria. El drama nacional culmin6 con la anulaci6n de las elecciones

del 5 de abril de 1931, en que la voluntad popular repudi6 al gobiernoimpuesto por la fuerza de las armas. Carcel, persecuci6n y oprobio fueel destino de millares de ciudadanos. Y en ese instante crucial, RicardoRojas se incorpor6 a la Uni6n Civica Radical, el Partido en derrota, quesolamente podia ofrecerle la perspectiva del sacrificio. Esta decisi6n dealtura moral sanmartiniana no fue comprendida por muchos hombres

de prestigio social e intelectual, pero que ignoraban el concepto helenico deque el artista no puede desentenderse de las sagradas obligaciones ciuda-danas. Rojas afront6 reproches, amenazas y hasta burlas crueles, y seconsagr6 con patri6tico entusiasmo a combatir el sistema dictatorial. Con-sider6 que habia que llevar la educaci6n a las masas populares adictas alradicalismo; encauzar sus magnificas posibilidades, dar un sentido elevadoy comprensible a la lucha, compenetrar al pueblo del ideal en todos susaspectos: darle el arma sarmientina de las ideas y el conocimiento hist6rico.Para concretar y desarrollar estos prop6sitos redentores, escribi6 El radi-calismo de mafana (1932). En su primera parte, remonta los origenesde esta corriente politica al Ambito de mayo de i8io, a la gesti6n demo-

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- StUDIos

Cratica de Mariano Moreno frente al sentimiento conservador de CornelioSaavedra. En este libro, que es una biografia civica de la Republica, Rojasexpone y analiza los problemas basicos de nuestra organizaci6n y de nuestraactualidad, desde los constitucionales y administrativos, hasta los econ6-micos y culturales, y lo hace en funci6n del radicalismo como entidad queha recibido una misi6n del pasado para cumplirla sin desalientos. Su expe-riencia de maestro proponia, asimismo, el establecimiento del Colegio delPueblo, centro de estudios sobre la realidad integral argentina, donde lajuventud encontraria no solamente instrucci6n, sino tambien sendas deconducta. En diciembre de 1933, Ricardo Rojas habia concurrido a laConvenci6n de Santa Fe, junto con Marcelo T. de Alvear, Honorio Pueyrre-d6n, Andr6s Ferreyra y otros prohombres de la Uni6n Civica Radical.Estall6 entonces en el pais una revoluci6n para derribar al gobierno, y este

orden6 el apresamiento de todos ellos y su exilio inmediato. Rojas fuetrasladado a Ushuaia, donde permaneci6 desde enero hasta mayo de 1934.

Las personalidades sefieras de la inteligencia hispana firmaron entoncesun documento que habla con justicia de la significaci6n de Rojas en elpensamiento universal. Lejos de atizar odios y venganzas, el confinado enTierra del Fuego, desde su helado rinc6n cant6 la epopeya del heroe miticoaustral Kuanip, y revel6 con severa protesta el exterminio criminal del indioona, en su libro Archipielago (1942), publicado primeramente en lasediciones dominicales de La Nacion. Alli tambien termin6 su Cervantes,admirable superaci6n de la compilaci6n Poesiasr de Cervantes, realizada enLa Plata (1916); y alli, en horas de exaltaci6n, rim6 su rotundo poemaEl albatros. Regres6 a su casona colonial de Buenos Aires, y ya en subiblioteca, rodeado de amigos, pronunci6 voces de optimismo, instanciasal trabajo y al estudio, pero sin cejar en la decisi6n de combatir por larestituci6n de los derechos y el respeto de la dignidad humana. Cuandoel radicalismo lo proclam6 en 1946 candidato a senador nacional porBuenos Aires, yo conoci por su propia confidencia el plan de acci6n edu-cacional que se proponia desarrollar en caso de ser elegido. La ensefianza,en sus tres ciclos fundamentales, hubiera alcanzado un vuelo magnifico.La decisi6n popular favoreci6 otros designios y el pais perdi6 un parla-mentario de excepcionales virtudes. Para l la politica consistia en trazarrumbos de dignidad a la ciudadania; sembrar ideas; favorecer la aptitudpopular para el trabajo; asegurar la justicia social; llegar a la democraciapor la educaci6n. Y muri6 predicando estas f6rmulas a la juventud.

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2 E REVISTA IBEROAMERICANA

LA ARGENTINIDAD EN LA CATEDRA UNIVERSITARIA

Ricardo Rojas ocup6, en 1913, la citedra de Literatura Argentina;creada el aiio anterior por el Consejo Directive de la Facultad de Filosofiay Letras. Fue su mentor en la ceremonia inaugural de tan elevada tribunael acad6mico Rafael Obligado, glorioso autor del poema "Santos Vega".En esa misma circunstancia surgi6 la chispa de un conflicto que apasion6el ambiente intelectual del pais y provoc6 encendidas controversias. Rojas,argentino esencial, que aparecia tremolando sus principios de patria, tra-dici6n y democracia, y hablando el lenguaje del espiritu de la tierra, expres6que Martin Fierro lega, por su unidad y por su asunto, a ser para la naci6nargentina algo muy analogo a lo que es para la naci6n francesa la Chansonde Roland y el Poema de Mio Cid para la naci6n espafiola. Las replicasresonaron enseguida. Y hasta se organiz6 una encuesta para dilucidar lacuesti6n. i Quin diria! El gaucho y sus problemas, la misma tradici6nen sus poesias, sus cantos, sus danzas, sus sentimientos, disonaban entoncesen medio de ese cosmopolitismo subestimador de lo nuestro, que convertiaa un sector de la sociedad en campo adicto a lo ex6tico, peligro que ame-naz6 desde las afecciones nacionales hasta el propio idioma. La cordurade hombres que a su hora justificaron, con Unamuno, la predicaci6n fervo-rosa y abnegada de Rojas en La restauzracin nacionalista, puso en el buensendero a criollos que hacian ascos al mencionar al gaucho, acento vivode la raza, carnme y dinamo de los ej rcitos de la libertad, conservador delcancionero, medula de la tradici6n; criollos devotos del galicismo integral,que no comprendian que algunos de ellos ilevaban en su sangre y en supsicologia al indio y al propio gaucho! Pese a tales criticos europeizantes,Rojas hizo de su catedra una verdadera atalaya de la argentinidad.

Flor de esa magnifica docencia fueron los cuatro gruesos tomos deLa literatura argentina, estudio filos6fico sobre la evoluci6n de la culturaen el Plata, como reza el subtitulo (1917-1920), obra de culminaci6n

y de consagraci6n, en la que se cumplen los ciclos fundamentales que ca-racterizan la perspectiva doctrinaria e hist6rica de Rojas: Los gauchescos,o sea el proceso de nuestra formaci6n nativa; Los coloniales, estudio denuestra evoluci6n hispanoamericana; Los proscriptos, destinado a nuestraorganizaci6n. democritica, y Los modernos, que abarca lo que l liamarael periodo de la renovaci6n cosmopolita. Cuatro fuentes acaudaladas desabiduria y verdad, en las que desde hace cuarenta aiios se abreva la mentede la juventud. De estos cuatro tomos me he ocupado con extensi6n en

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diversos trabajos, demostrando su influencia categ6rica en la formaci6nintelectual argentina. No cabe insistir aqui.

El extenso estudio que precedia a Los modernos fue posteriormentedesglosado de la edici6n principe, y ahora circula independientementebajo el titulo de Las provincias. El juicio universal coron6 esta obra mo-numental del maestro, de la que puede afirmarse que, si por su erudici6nextraordinaria, por sus aciertos conceptuales, por su metodo, merece la pe-rennidad, suyo sea el laurel, por haber opuesto un valladar a la coloni-zaci6n espiritual que iba dejando muy atris el conocimiento de los valoresgenuinos de nuestra cultura.

Rojas hizo de su catedra una verdadera facultad. Tuve el honor deseguir a su lado por mas de treinta afios, como alumno primero, discipuloy colaborador despues y siempre como amigo. En torno de esa catedrasurgieron cursos libres. El Instituto de Literatura Argentina, creaci6n in-olvidable de la catedra, no obstante sus flacos recursos econ6micos, dio ala cultura del pais mas de cien publicaciones en sus secciones Teatro, No-vela, Critica, Catilogos de Folklore. Bajo su direcci6n inicie en el Insti-tuto el primer curso libre de Folklore (Ix949). Gloria de esa catedra fueel curso sobre Sarmiento, insuperada exposici6n sobre la obra inmensa delgran sanjuanino. Los servidores de la tirania lo obligaron a renunciardespubs de m6s de cuarenta afios de sembrar la argentinidad! De su fe-cundo gobierno de la Facultad (1921-1924) quedan los testimonios enel volumen Documentos del Decanato. Rojas lleg6 a la alta direcci6n de lacasa por el voto uninime, es decir por ticita aclamaci6n. Ocup6 el Rec-torado de la Universidad (1925-1930) en horas dificiles, y sobreponien-dose a conflictos, choques de ideas y movimientos estudiantiles, lleg6 aset arbitro indiscutido por su probidad y patriotismo. En Discursos delRector (1930) estin contenidos el pensamiento y la obra de Rojas en elgobierno universitario. Toda nueva informaci6n que pudiese completarel conocimiento de los autores y temas era expuesta a los alumnos, ya en lacatedra, ya en publicaciones. A esta preocupaci6n se deben Otros versosde Martin Fierro (1937), Echenique (1938), esta en amable replica alhistoriador P. Guillermo Furlong, S. J., sobre la paternidad de Laudationes;Un dramaturgo olvidado, Don Francisco Fernindez y sus "Obras dramia-I)cas" (1923); Evocacin de Emillo Becher, que figura en la edici6n deEl diilogo de las sombras y otras p/iginas de Emilio Becher (1938); noti-

cias preliminares a numerosas obras del teatro nacional, editados por elInstituto de Literatura Argentina, pr6logos, comentarios.

Rojas fue profesor de futuros maestros de escuela, en 1905. Desde

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R EVIsTA IBERoAMERICA NA

1908 ejerci6 la catedra en la Facultad de Humanidades de la Plata. Per-teneci6 al nucleo fundador de esta casa de estudios, fruto de la iniciativade otro argentino de imperecedera memoria: Joaquin V. Gonzalez, sabioministro, armonioso escritor que supo interpretar el alma de la tierra na-tiva. Hasta esa tribuna altisima, Rojas llev6 su predica argentina, su im-pulso investigador, que se definio en la publicaci6n de la Bibliografia deSarmiento, en la que profesor y discipulos aunaron mente, coraz6n yesfuerzo para dar cima a esta importante obra. Predicador de la patria,llego en 1914 a la Universidad de Tucuman, y pronunci6 tres conferen-cias que se iniciaron con la que titul6 "El sentimiento geografico y elnombre de la Universidad de Tucuman". En aquella ocasion fue salu-dado como uno de los que alentaron la fundaci6n de la ilustre casa deestudios.

Rojas fue un educador clasico. Despues de medio siglo de ensefianzaen escuelas normales, colegios nacionales y facultades, prolongaba en pri-vado su magisterio argentinista en las platicas cotidianas, con j6venes es-tudiantes y profesionales que llegaban hasta su casa a requerir consejo ya confesar ideales, lo mismo que politicos, escritores, artistas, militares. La

casa de Rojas fue universidad de conciencias libres.De su peregrinaje romantico por la Universidad, los ateneos, el mun-

do intelectual y la politica militante, Rojas nos ha dejado paginas de con-

fidencia en sus Memorias, cuya publicaci6n se halla en tramite. Estan

ordenadas bajo los titulos Don Absaln (por su padre); El Mataquito (por

el sobrenombre que sus familiares y amigos le pusieron en la niiiez);Entre bohemios y doctores (su actuaci6n a partir de 1898) y una carta,

dedicada a los episodios acaecidos desde la Revolucion de septiembre de1930 hasta 1956.

RICARDO ROJAS Y EL ALMA DE ESPARA

Amar a nuestra Argentina es no olvidar a Espania. Y Ricardo Rojas,argentino esencial, llego a la peninsula en 1907 por instinto racial, senti-miento afectivo y vocaci6n de americano estudioso. Estaba Espania en suitinerario a Francia, Italia e Inglaterra, sobre cuyas particularidades escri-biera aquellas correspondencias que estan incluidas en Cartas de Europa

(1908). Pero en Espania vivi6 la mayor emocion. Ocupaba sus horas endiscurrir por ateneos y academias, platicar con escritores y filosofos, poetasy autores dramaticos; frecuentar los archivos famosos, donde era posible

alternar con glorias de la investigaci6n como don Marcelino Menendez y

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Pelayo; ir, en fin, coma a propia casa, al retiro luminoso de pintores y es-cultores. Daba sus primicias de America y recibia las confidencias deltalento. Esos convivios, en los que Rojas era el forastero juvenil -tenia

apenas veinticinco aios-, dieron 'levadura de ideas y emociones a los ar-ticulos que escribia, al recogerse en su aposento, cada madrugada. Haceun aiio me contaba el maestro, con nostalgia, sus andanzas por aquelMadrid de sofiadores y noctimbulos; y su memoria prodigiosa animaba

imagenes de hombres y de paisajes; sus visitas, sus debates cordiales enel corro intelectual, su aprendizaje en lugares donde la historia parecevivir, cada dia, sus glorias y sus dramas y, en fin, su conferencia en elAteneo de Madrid, sobre Olegario Victor Andrade, nuestro poeta de los

grandes temas nacionales. La impresi6n intensa recibida en tierras de Cas-tilla se convirti6 en emoci6n y clarividencia que enaltecieron aquellas di-sertaciones que sobre el Cid Campeador dictara para nosotros en la Fa-cultad de Filosofia y Letras, hace mas de tres decadas. En 1908 reuni6

Rojas los trabajos que peri6dicamente enviara a La Nac ion, y con otros

que ya tenia publicados, form6 El alma espadola, bello libro que edit6 laentonces popularisima "Biblioteca Blanca", de Sempere, con el infaltableretrato del autor en uno de los angulos de la tapa. Los articulos de El

alma espahola son la esencia viva del pensamiento y de la sensibilidad

hispanas en esa hora de transici6n, apreciada y valorada por el tempera-mento de un poeta argentino. Un afio despues de su retorno ocup6 la ca-tedra de la Universidad de La Plata, para referirse al problema espafiol,en conferencia que llam6 La Espan"a actual. Treinta afios mis tarde Rojasnos brind6 su Retablo espaiol (1938), que vigoriza los recuerdos de aque-11a andanza cumplida para conocer la verdad de esa Espaia declaradacaduca por nuestros viejos maestros. . . incapaz de civilizacin..." Espaiaha correspondido este carifo a Rojas. Basta leer articulos y corresponden-cia de Unamuno, Ramiro de Maeztu o Luca de Tena; cartas de MenendezPidal y Ortega y Gasset; dedicatorias de libros, para comprobarlo. Perocitar6 un hecho que me implica. En 1934, a raiz de la revoluci6n radicalcontra el gobierno del general Justo, considerado dictatorial, Rojas, juntocon Adolfo Giiemes, Honorio Pueyrred6n, Enrique M. Mosca, E. Alvarezde Toledo, Andres Ferreyra, y muchos mis fueron confinados en Ushuaia,frigida capital de Tierra del Fuego. Yo escribi a don Ram6n MenendezPidal informindole de la prisi6n del maestro, y aquel ilustre autor de La

Espapa del Cid, prepar6 una nota que firmaron todos los grandes de la in-telectualidad hispana. La destinaban a nuestro gobierno demandando lalibertad del gran argentino somnetido a prisi6n. Cuando iban a enviarla

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REVISTA IBEROAMERICANA

a Buenos Aires, les lleg6 la noticia de que, al cumplirse seis meses deconfinamiento, Rojas y sus compafieros habian sido liberados. MenendezPidal remiti6 a Rojas el original con las benembritas firmas como recuerdo,y en testimonio de adhesi6n. El entusiasmo por los estudios hispinicosacompaii6 a Rojas hasta sus ltimos alios. Lo revela su trabajo sobre lam6trica del Poema de MAio Cid aparecido en La Nacidn y que, seg6n meadelant6 el maestro en 1954, formaria parte de un libro consagrado a laestructura del famoso cantar.

Ahora, en el dia luctuoso, Espaia dej6 caer su flor de emoci6n sobrela tumba del amigo que supo cantarla, comprenderla, sentirla, porque tam-bien levaba en su sangre el soplo glorioso de ella.

LOS FUEROS DE LA PATRIA EN AMERICA Y EL MUNDO

El ltimo libro que Rojas escribi6 se titula San Martin, hombre deEstado, y se encuentra en nuestra Cancilleria para su publicaci6n oficial.Esti consagrado al analisis de la capacidad diplomitica del LibertadorDon Jose de San Martin, puesta en duda por algunos historiadores conti-nentales, quiza para aumentar el volumen hist6rico de sus heroes locales.Con Nerio, hermano de Ricardo, medico sabio y escritor tambi6n ilustre,revisamos estas paginas en cuyo texto, ya mecanografiado, el maestro ha-bia hecho correcciones de su puiio y letra, horas antes de morir. Estaobra, que pronto conoceran los argentinos, esclarece, a favor de una docu-mentaci6n exhaustiva, espigada con celo y rigor cientificos, actitudes ypuntos de vista que durante un siglo fueron semilla de pol6micas. Consti-tuye una coronaci6n definitiva de su Ensayo de critica histdrica sobre epi-sodios de la vida internacional argentina, en cuanto concierne al tema SanMartin y el Congreso de Panama, que en dicho Ensayo abarca mas decincuenta paginas. Reclama Rojas para nuestro pais, y con derecho ina-lienable, el merito de haber promovido en I8o, por la palabra de Ma-riano Moreno, preclaro mentor del credo de Mayo, el Congreso de las na-ciones americanas que en 1826 tuvo apenas un principio de realizaci6n,con ausencia de nuestro pais. La idea matriz sustentada, como digo, enBuenos Aires, fue desarrollada en 1813 por el vibrante Bernardo Mon-teagudo al formular su Constitucidn para los pueblos confederados deAmerica. De este pr6cer argentino, asesinado a traici6n en Lima, es elEnsayo de una confederaci n general de estados hispanoamericanos yel Plan para su organizaci6n, cuyas primeras paginas fueron escritas enQuito en 1823, y que, una vez conocido mereci6 el fervoroso estimulo del

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propio Bolivar, que lo admiraba. En piginas objetivas de austera imparcia-lidad, Rojas demuestra que San Martin, con inteligencia politica admirable,procuraba los mismos objetivos que Moreno y Monteagudo mediante alian-zas militates que 61 habia formalizado entre Argentina y Chile, Chile yPeru, para luego preparar la de Peru y Colombia. Por eso San Martinllev6 a Guayaquil todos los recaudos para reunir el Congreso de los es-tados, mas el Tratado adicional. No fue comprendido.

El 22 de junio de 1826 se reuni6 el congreso. El fracaso result6 evi-dente, pues asistieron, como nicos miembros los representantes de Co-lombia, Centro America, Peru y los Estados Mexicanos. Brasil se abstuvo.Chile se excus6 dando razones de orden formal. Bolivia dej6 librado alpropio Sim6n Bolivar la designaci6n de los delegados, y 6stos nunca fue-ron elegidos. Estados Unidos accedi6 a concurrir mediante la condici6nde que Bolivar le prometiese no invadir Cuba y Puerto Rico, con fineslibertadores. Obtenida la promesa, nombr6 un plenipotenciario que muri6en el camino; el sucesor result6 ya innecesario. Inglaterra y Holandamandaron simples veedores. La ausencia de nuestro pais, acusada sincausa, de mala fe, se debi6, como Rojas lo seiiala, a la disoluci6n caudi-llista, la guerra con el Brasil y las agudas intrigas diplomiticas que afecta-ban incluso nuestra independencia.

Rojas cierra su Ensayo lamentando la incompresi6n de Bolivar y deRivadavia para San Martin, que era el que estaba en la verdad en su tesisde "fundar estados nacionales y confederarlos en la libertad mediante con-gresos legislativos y alianzas militares a las que sometia su poder". Yfinaliza diciendonos a modo de ejemplo: ". . .San Martin nos ha dejadoen Guayaquil su mas elevada lecci6n: dominar estoicamente las pasionesegoistas -concupicencias, codicias, efimeras fruiciones de lo terrenalmentemezquino- para ilegar, como 61 lleg6, a la plenitud del hombre".

Rojas dedica la tercera parte del Ensayo a la politica internacional delpresidente Hip6lito Irigoyen, prudente y sabia, que muchos no com-prendieron, durante la guerra mundial de 1914-1918. En esa emergenciacrucial Irigoyen -lo dice el maestro- procedi6 con cautela como esta-dista y como un hombre que se debia a la conciencia de su pueblo, a laresponsabilidad de su funci6n, al honor de su Patria". Digno juicio dequien predic6 la justicia contra la barbarie en aquellos discursos y medita-ciones que forman ahora el tomo intitulado La guerra de las naciones(1924). Entonces Rojas no era neutralista, y no lo era por fervor demo-critico y amor cristiano a la humanidad. Irigoyen, sagaz diplomitico yeximio piloto de tempestades, salv6 la sangre argentina y mantuvo la dig-

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R E V I S TA I B E R O A M E R I C A N A

nidad nacional, con s61o esperar sereno y prepararse para todo evento, sinprovocar ni dejarse ofender. Por iltimo, el maestro nos reserva las Re-flexiones actuales, que recorren el paisaje politico del mundo, para darnos,viendo lo de alli y lo de ac, la verdad en saz6n.

RICARDO ROJAS, EL MISTICO

Cerrar6 esta contribuci6n sintetica al estudio de la obra del Maestro,con el recuerdo de El Cristo invisible, libro que puso un dia en mis manoscon dedicatoria generosa y plena de paternal caririo, como todas las quepara mi y para los mios escribiera. Fue Ricardo Rojas un mistico esen-cial. Los afios y nuestra relaci6n casi familiar confirmaron esta aprecia-ci6n, en que muchos de sus comentaristas hemos coincidido. Mistico dela raza, de la patria, de la humanidad. Su fe era poesia, decantaci6n moraly est6tica, que ascendia a veces, mas ally de las interpretaciones dogmi-ticas. Habia profundizado en todas las religiones, especialmente en lasorientales, para luego confinarse en su cristianismo de imagen personali-sima, lo que le acarre6 mordientes criticas y speros reproches. Hasta li-bros se publicaron para rebatirlo y acusarlo de paralogista. l1 confesabasiempre que sentia en su alma la presencia del Cristo invisible, universaly divino, que a la conciencia Ilega con el mensaje dulcisimo del Bien ydel Amor. Habia en Rojas un instinto sacerdotal, que el solia reconocercomplacido; a este instinto uniase una virtud videncial. Y, en efecto, sulenguaje, cuando traducia los sentimientos y estados emocionales mas hon-dos, era el de un predicador augural. El Cristo invisible, que apareci6 en1928 y circula en muchos paises, especialmente en Estados Unidos deNorteambrica, traducido al ingl6s, debe ser considerado aleccionador fruto,precisamente, de una exaltaci6n de la sensibilidad acuciada por ese mis-terio que invade y supedita durante las crisis de los grandes dolores de lacarnme y del alma y prueba que Rojas, en religi6n, vivia para muy adentro.Y sean cuales fueren las discrepancias teol6gicas que los tres dialogosentre El Hubsped y Monsefior, sefialen y agudicen, es hecho innegableque de toda la obra fluye una luz de sinceridad apost6lica, una devoci6nautentica por Cristo, Maestro eterno, verdad y camino. Que todos Ileve-mos en nosotros mismos el soplo redentor del Cristo invisible, es la su-perior aspiraci6n de Rojas.

Sorprenderi saber que hubo quienes lo ilamaron ateo. Muchas vecesme lo record6 con sorpresa. i Ateo el, que no concebia la vida sin el influjode la Divinidad! El, que dedic6 bellos y sabios estudios a los Autos Sacra-

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EsTUIOS 3

mentales, (La Nacidn, 1955), 61, que escribi6 medulosos estudios sobreSanta Teresa de Jesus no podia ser un hombre sin fe cristiana. La Nacion

recogi6 la 61tima de sus meditaciones sobre la Carmelita de Avila, cuandoya Rojas habia ilegado a los 72 afios. No call6, es verdad, sus disidenciasde mistico individualista; pero tales disidencias, justo es aclararlo, fueron,segin yo lo interpreto, inspiradas por un quintaesenciado amor al Hijodel Hombre cuya palabra fue savia nutricia de su moral. Rojas no volvi6a Cristo despubs de discutirlo, de negarlo, de suplantarlo, como muchosescritores europeos arrepentidos; porque Rojas nunca lo ofendi6 con laduda. Lo lev6 dentro como una luz de intimidad, y crey6 intuir su vozy su palpitaci6n. Esta es la raz6n de su libro.

COLOFON

La patria elevada por la libertad; la democracia depurada por la edu-caci6n; la educaci6n nutrida por el espiritu de la tierra, la tradici6n y lamoral; el arte con el signo acrisolador de Eurindia; esa patria vislum-brada en los suefios de Moreno, en la austeridad de San Martin, en la am-bici6n constructiva de Sarmiento, y en la fidelidad racial y terrigena de losque la cantaron, constituy6 su vocaci6n idealista.

Rojas fue el poeta y el mistico de la Argentinidad. Hasta su prosade ensefianza y de pol6mica esti animada de lirico fervor religioso. Si-gamos su seiial, porque, como 61 afirmaba en la ya citada conferencia sobredon Juan Zorrilla de San Martin: "El poeta es siempre el guja que nece-sitamos, como la estrella, que alta y lejana parece no servir para nada alos hombres y que, sin embargo, puede servir de norte a los navegantes,sobre las aguas fugitivas del oc6ano y ante las nubes tormentosas del ho-rizonte".

ISMAEL MOYA,

CAtedra Ricardo Rojas,Buenos Aires.

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