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Captulo Primero11Sagrada Liturgia. LOUIS BOUYER, El Rito y el Hombre, Barcelona, 1967. Pbro. Lic A. Gravier.Captulo Primero religin natural y liturgia cristianaA modo de introduccin.Creemos que el cristianismo es la religin sobrenatural, es decir, que constituye una intervencin directa de Dos en los problemas de este mundo, en la vida de la humanidad. Las creencias cristianas no son, volviendo a una expresin bblica, pensamientos subidos al corazn del hombre: son los propios pensamientos de Dios expresados en unos trminos cuya eleccin inspir l directamente. Las instituciones cristianas no son obras humanas. En Cunto a lo esencial, al menos, son la realizacin del propio plan de Dios, y no de cualquier designio humano, habiendo l mismo en persona para establecerlas.Pero no por ello creemos menos en la plena humanidad del cristianismo. Si es la obra de Dios, lo es de Dios hecho hombre. Dicho de otro modo, si Dios ha marcado con su sello personal todo el cristianismo, empez por revestirse de nuestra humanidad para que as hubiera un cristianismo, aunque esta imagen de la vestidura no expresa toda la riqueza de la encarnacin. Dios no tom sobre si la humanidad como un disfraz: se hizo hombre En l, la humanidad y la divinidad, sin confundirse, se hacen inseparables. La unidad de una sola persona, la del Hijo de Dios, las ha juntado para siempre.Objetivo del captulo.El estudio al que queremos consagrarnos deber hacer pasar estas verdades de la abstraccin a la ms concreta realidad. Nos proponemos examinar, con los recursos de las ciencias modernas del hombre, lo que se podra llamar el arraigo de la religin cristiana en la humanidad comn. [] deber aportar a nuestra fe una firmeza renovada, ofrecindole la oportunidad de una incomparable profundizacin.Impresin de los Padres de la Iglesia por ciertas analogas entre los ritos y las creencias cristianas y los ritos y las creencias paganas.Si hay tantas cosas que el cristianismo deba consagrar en las religiones humanas, es porque Dios, desde siempre, preparaba a la humanidad entera para la venida de Cristo.Justino: grmenes dispersos del Logos, del Verbo divino que deba finalmente, en su unidad y su integridad, hacerse carne en JesucristoSe ve, pues, el inters del estudio que vamos a emprender, podra decirse que nos ha de proporcionar la mejor de la apologticas, la que no se fundamenta en una visin unilateral de las cosas, sino en una visin total.Desarrollo.Tendencias del siglo XIX, Reabsorver el cristianismo en la religiosidad comn de la humanidad. Ninguna tuvo xito: el desarrollo de las ciencias del hombre ha mostrado un giro en estas tendencias:Sin dejar de ver todo lo que hay de comn en las diversas religiones del hombre, incluido el cristianismo, la historia de las religiones ha llegado a redescubrir, en cada religin, la importancia de ciertos temas especficos.Hemos de reavivar la visin tanto de la humanidad como de la divinidad del Cristianismo: la forma en que Dios, en la religin sobrenatural, encuentra al hombre, lo conmueve y lo posee en lo vivo de su humanidad, pero de manera que ha de regenerar a sta.Amenazas: Nuestra comprensin del cristianismo, de la religin cristiana en toda la realidad de sus ritos y de sus frmulas, est perpetuamente amenazada, recordmoslo, por los mismos errores que dieron lugar en el pasado a las grandes herejas cristolgicas.Las herejas de Eutiques y de Nestorio se remontan a un pasado ms de diez veces secular. Pero las tendencias de espritu que en ellas se manifiestan son de todos los tiempos. Sera muy ingenuo creer que no subsisten ya.A los monofisitas hay que unir ciertos catlicos conservadores, integristas, para quienes todo parece igualmente sagrado, y por tanto inmutable, en las instituciones eclesisticas, especialmente la liturgia. Asociada de ordinario a lo que se denomina la mentalidad rubricista.Tras Tales reacciones hay evidentemente la ilusin de que la liturgia es sagrada, divina, en tanto que es un puro producto de la autoridad: impuesta ne varietur y desde lo alto a una humanidad que no puede hacer ms que recibirla pasivamente, sin mezclarse en ella por completo e incluso de ningn modo.Es aqu, frente a esta tendencia monofisita y como reaccin contra ella, cuando aparece la tendencia que podemos llamar nestoriana. Queremos decir la tendencia a insistir de tal forma sobre la humanidad y la humanidad comn del cristianismo, que su especificidad, al mismo tiempo que su divinidad, corren el riesgo de desaparecer.no se admite que en esta totalidad algo pueda atestiguar, por una separacin, la pertenencia y la consagracin a Dios. Todo debe ser de Dios en un sentido, pero todo debe permanecer humano, de la humanidad comn, no solamente incambiada, sino despojada de todo lo que podra afirmar en ella la trascendencia, la personalidad del Dios hecho hombre.La ley de la encarnacin que nos oponen, no es, en efecto, como creen, tomar la humanidad en bloque, la humanidad profana, para consagrarla sin ms cambio que una iluminacin por la gracia de su naturaleza profunda. La ley de la encarnacin es, por el contrario, producir una nueva sacralidad, una renovada consagracin, por la separacin de una humanidad que, para ser toda de Dios, no sea en absoluto de s. Tal es, en efecto, la humanidad del Dios hecho hombre, y es as como puede salvarnos. As, sin duda, pero as solamente se prepara una consagracin final de la humanidad entera en el cuerpo de Cristo, como dice san Pablo. Todava ms, esta humanidad salvada deber, tambin, en cierta manera renunciarse a s misma, para estar unida a Cristo. nicamente participando en la cruz de Cristo podr ser integrada en su muerpo mstico y por ello renovada, regenerada.La psicologa profunda:Nos muestra, en efecto, que la nocin y la realidad de lo sagrado, de lo separado para ser de Dios y no ser ms que de l, no puede ser eliminada o rebasada por la humanidad. El hombre moderno, que cree haberlo conseguido, no es ms que un hombre disminuido, mutilado. El anlisis de sus sueos, cualesquiera que sean, y la aspiracin de su poesa ms alta, muestran que sin lo sagrado no puede vivir. Encerrado en s mismo, desembarazado de una presencia de Dios localizada en el tiempo y, en el espacio, se ahoga. El mismo Dios que se encarna es el que no ha existido jams sin dejar en el hombre, y hasta en la humanidad ms cada, algn testimonio de su existencia, de su presencia y de su Soberana. Una vez ms, si faltaran estos vestigios, la encamacin no seria posible.Es igualmente quimrico, a fin de cuentas, pretender encontrar en la encarnacin algo sagrado completamente nuevo, hasta el punto trascendente de que aparezca como enteramente cado del cieloCiertamente, insistimos, la encarnacin debe tender a consagrar toda carne. Por este medio, como veremos, no tiende ms que a restaurar, transfigurndola, la forma primitiva, original, de la sacralidad natural, donde todo, todo sin restriccin, est concebido como el dominio divino. Pero tiende a ello solamente a partir de esa sacralidad nica de la carne del Hijo de Dios hecho hombre, la cual, como tambin veremos, lejos de abolir el proceso de segregacin que existe en el corazn de la sacralidad juda, lo lleva a su trmino, as como esta, lejos de suspender los separados de la sacralidad natural, los perfecciona trasponindolos.En efecto, el error tpico de nuestros contemporneos consiste en creer que la humanidad, en el cristianismo y fuera de l, para ser verdadera, real, ha de permanecer o hacerse profana.Ser preciso, para concluir esta introduccin, subrayar la particular importancia de nuestro estudio frente a los problemas misionales que se nos plantean? Ya se trate de la misin en tierras paganas, de la misin que debe sustituir religiones falsas o incompletas por la nica fe plenamente autntica, o de la misin cerca de un mundo descristianizado, la importancia de tal estudio no es menor. Captulo II: los recientes progresos de la historia de las religionesLa Historia de las Religiones.Un buen estudio de la Historia de las religiones proporcionar una de las pruebas ms significativas de la marcha del espritu humano en la poca moderna.La ciencia de las religiones es, entre las dems ciencias, particularmente reciente. Pero tiene una larga prehistoria, como todas las dems, y resulta especialemte interesante detenerse en la suya, pues le cost ms trabajo que a ninguna otra desprenderse de ella.Desarrollo.A la percepcin primera de los Padres, que en buena medida continuaron los medievales, se atribuye al cardenal Nicols de Cusa la primera orientacin hacia un estudio sobre el tema de las religiones. Sin embargo, es en los hombres del renacimiento platonizante especialmente en Marsilio Ficino, donde se encuentra por primera vez entre los cristianos un generoso entusiasmo por concepciones extraas estudiadas en sus fuentes.A pesar de los aportes del redescubrimiento de las tradiciones msticas judas, con Egidio de Viterbo y Pico de Mirandola; de Montaigne, traduciendo la reaccin del relativismo (todas las religiones, tan diversas, son en el fondo equivalentes, de forma que lo mejor es atenerse, sin exclusivismos, a aquella que uno se encuentra en la cuna.) que desencaden el falso problema del origen de la religin: religin-fenmeno transitorio; de Dupuis, para quien la religin naca a partir de la astrologa; podemos decir que:La historia de las religiones no comenzar, sin embargo, a configurarse como ciencia hasta despus de un primer estudio de los grandes libros religiosos de Oriente.Max Mller sostiene que la religin est ligada a una etapa fundamental en la evolucin de todo el lenguaje, en definitiva, la religin es un estadio elemental de la evalucin humana. En esta lnea surgieron otras teras: La primera es la que Taylor expuso en su obra, Primitive Culture. Se trata del animismo. Toda religin tendria su origen en la idea del alma: doble del hombre concreto, cuya actividad se le aparece a l mismo como susceptible de desbordar la de su cuerpo, hasta el punto de poder sobrevivir a ste.La segunda es la de la escuela sociolgica francesa de Durkheim y de Lvy-Briihl. Difiere de la teora de Tylor porque reconoce el carcter eminentemente social de toda religin hasta el punto de arriesgarse a no ver en ella otra cosa. No es pues el alma lo que est en el origen de est religin, sino el totem. Esta palabra designa, en ciertas poblaciones del ocano indico, algn animal fabuloso, supuesto antepasado del grupo humano. Segn Durkheim, en Les formes elmentaires de la vie religieuse, la conciencia colectiva de los primitivos tiende a representarse a s misma bajo la forma de un antepasado que no es solamente un hombre sino un superhombre, simbolizado bajo la forma animal del totem. [...] La religin no seda pues ms que el predominio de la conciencia social en una humanidad donde el individuo no ha llegado todavia a una conciencia clara de su autonoma con relacin al grupo.Segn Comte, el hombre, en su comprensin del mundo, pasara por tres fases sucesivas. La primera es la que denomina el estado teolgico. Es la fase en que la religin domina la visin que el hombre se hace del mundo. El hombre entonces imagina detrs de todos los fenmenos, para explicrselos, personalidades ingenuamente concebidas segn la suya. Ms tarde alcanzar el estado metafsico, en el que abstracciones impersonales sustituyen a estas representaciones elementales. Pero solamente una transicin hacia el estado ltimo, el de la inteligencia adulta, es lo que constitujye el estado positivo. El hombre, en l, se atiene por fin a la observacin de los hechos, de donde deduce llas leyes naturales por la sencilla aplicacin de la inteligencia racional a los datos de la experiencia. Figuras de dioses y conceptos metafisicos son eliminados como iintiles e irreales.Todas estas teoras revelan la incapacidad de las mismas para abarcar a todas las religiones; al punto que sloTienen en comn, con su supuesto de que la religin es un fenmeno evanescente, inconsistente, reductible a cualquier otra cosa, una misma iincapacidad para iluminar lo esencial. De esta impotencia radical del espritu positivista para abarcar la realidad total de la historia de las religiones no poda ser liberadams que por el advenimiento de una nueva filosofa cientfica.Esto se dio a travs de la aparicin de la fenomenologia con Husserl. Sin discutir, en efecto, la existencia o la no existencia de las entidades metafisicas o teolgicas, ha vuelto a valorar la importancia primordial, para la comprensin de toda actividad humana, especialemnte de todo el pensamiento, del objeto haciel el que esta actividad o este pensamiento se orientan.Las cosas progresan notablemente a partir de la filosofa de la emergencia:...cada nuevo eslabn, de una novedad decisiva en la evolucin, es necesario para iluminar reflexivamente los eslabones precedentes; ningn elemento preparatotio, si as se prefiere, es verdaderamente explicable antes del advenimiento de la calidad, no solamente total, sino ltima.En el siglo XX se ve bien, a travs de esta filosofa de la emergencia y de los progresos de la psicologia profunda, que lo que aparece de nuevo no es un espritu humano abstracto del mundo fisico. Es un espritu, por el contrario, que contiene en s al mundo fisico mismo: un espritu que no es la negacin de la materia, sino su asuncin en una realidad ms vasta... experiencia humana de un hombre ntegro.El padre Schmidt defini mejor que nadie el condicionamiento de toda forma de religin por el conjunto de la cultura en que se inserta. [...] Sin embargo, subraya el padre Schmitdt como consecuencia de mltiples observaciones concordantes, cualquiera que sea el circulo cultural en que el hombre se encuentre inserto actualmente y segn el cual se ha formado imgenes de la divinidad, subsiste siempre en su conciencia religiosa la creencia en un gran Dios, origen de todas las cosas y de esos otros dioses a los que preferentemente invoca entonces, as como de todo lo dems. Todo sucede, simplemente, como si no se supiera cmo alcanzarlo, cmo dirigirse a l. [...] ...concluye que el monotesmo es primitivo en la conciencia religiosa... no hay, hablando propiamente, gnesis de la idea de DiosRudolf Otto ...es el prirnero en prevenirnos contra la tentacin de buscar lo sagrado en estado puro. Lo sagrado no es tanto una parte de la experiencia humana cuanto un aspecto que la misma puede tomar en su integridad. Pero no por eso deja de mantener que nada de esto puede producir lo sagrado; es lo sagrado lo que viene a modificar, a cualificar todo esto de una manera absolutamente sui generis desde el momento en que aparece.Conrespecto a Van der Leeuw, decimos que: Es suyo el mrito de haber mostrado cmo lo que LvyBruhl llamaba mentalidad prelgica es en realidad una mentalidad meta-lgica. Pero sobre todo corresponde a Mircea Eliade el haber profundizado, con esa simpatia objetiva que es el ideal de la fenomenologia, en las representaciones que estn en la base de toda religin.Eliade mejor que nadie nos ayuda a comprender cmo la actitud religiosa no es solamente una actitud primitiva del hombre frente a la realidad. Es una actitud permanente. Es, en efecto, la relacin del hombre con el conjunto de su experiencia. Por ella descubre en el mundo una totalidad que es tambin una unidad percibida a la vez como inmanente y como trascendente. Este descubrimiento se concretiza en un conjunto de representaciones que Mircea Eliade denomina, acertadamente, hierofanias y que se encuentran sub-yacentes en las religiones ms diversas, aunque sus interpretaciones o representaciones sean infinitamente variadas.A estas hierofanas hay que agregar ciertos esquemas dinmicos, que parecen subyacentes en todos los rituales, y en la que lo divino es aprhendido en una accin sagrada, intemporal en un sentido, y sin embargo participable en el tiempo del hombre.Repitamos que todas estas hierofanas y muchas otras, as como sus dramatizaciones rituales o mticas, sos susceptibles de una gama de interpretaciones casi ilimitadas. Pero su constancia, y la constancia de los temas que las mismas entraan, es universal. No hay religin que pueda prescindir de su apoyo. Recprocamente, no hay hombre, an creyndose irreligioso, que escape verdaderamente a su sugestin. ... Joachim Wach, pudo dar, en un libro que es como un testamento, los cuatro criterios siguientes de la experiencia religiosa en su especificidad.1.Es una respuesta del hombre a la realidad ltima de todas las cosas, que aprehende como un ser soberano trascendente, sin embargo susceptible de entrar en relacin con l.2.La proximidad de este ser exige del hombre una respuesta total, donde todo su ser: espritu, cuerpo, sentimiento, etc., se halla implicado.3.La intensidad, la plenitud de la experiencia que de ello resulta, no solamente envuelve al hombre intensamente, sino que se le aparece como cualitativamente de una importancia fuera de toda comparacin. 4.Esta experiencia no puede dejar al hombre tal como lo haba encontrado: es una experiencia radicalmente creadora, que tiende a transformarlo por completo.Si hace falta una conclusin para este esbozo, podemos decir que la historia comparada de las religiones, despus de haberse agotado en hacer encajar la religin en otras experiencias humanas, despus de haber intentado vanamente hacer ver en ella una ilusin de infancia que el mismo espritu humano abandonara y podra a continuacin explicar retrospectivamente de una manera tranquilizadora, ha tenido que reconocer que la religin es un elemente permanente, irreductible y normalmente dominador de toda la experiencia humana. Resulta vano buscarle cualquier origen accidental en la infancia del hombre. Es la respuesta espontnea que obtiene de l su situacin accidental, desde el momento en que sta es aceptada sin esquivar la realidad.Habra que mencionat dos visiones reduccionistas de la religin: la de Marx y la de Freud.Segn Marx no hay realidad humana que no sea, en su fondo econmica. La frustracin de los bienes esenciales suscita, en una clase oprimida, la compensacin consoladora de un sueo colectivo: el de otro mundo un paraso que sucederia al mundo presente y donde encontrara las satisfacciones que ste le ha rehusado. La clase dominante, dndose cuenta de esta fabulacin y del inters que en ella puede encontrar, para contener los instintos de rebelin en los que explota, organizara esta ilusin consoladora, pero al mismo tiempo embrutecedora. De ah los cleros y las religiones organzadas: opio del pueblo, segregado por el pueblo mismo, pero a continuaciu elaborado por sus explotadores.Freud, por su parte, reduce o tiende a reducir toda actividad humana a la sexualidad. El objeto religioso, en estas condiciones, no seria ms que un objeto ilusorio que se creara el apetito sexual insatisfecho y sobre el que proyectaria, bajo un disfraz, sus impulsos rechazados. De ah la importancia, se nos dice, de una ascesis sexual para las religiones superiores.Detrs del error freudiano est el equvoco del concepto de sublimacin.Los recientes progresos de la historia de las religiones no slo han establecido la originalidad de la experiencia religiosa en general. Nuevamente han vuelto a destacar la originalidad del cristianismo. De la misma manera que haba pretendido reducir la rleigin a la que no era ella misma, la ciencia del siglo pasado se haba esforzado en asimilar el cristianismo a las otras formas de religin. La empresa, una ves ms, ha sido rica en resultados secundarios, mientras que en lo esencial se ha pagado con lo contrario de lo que se esperaba. Nunca la trascendencia del cristianismo ha sido ms visible que en nuestra poca, al mismo tiempo que nunca se ha podido ver con tanta exactitud la realidad de su insercin en la humanidad de siempre.Lo que en Alemania se denomina Escuela de la historia de las religiones Isaac Casaubon, presentaba ya el sacramentalismo catlico como un simple calco por el cristianismo primitivo de las prcticas y de las concepciones de los misterios antiguos.En Francia Loisy, plantea una asimilacin tendenciosa con que los misterios, no hay nada en el cristianismo que no existiera primero en aquellos.Como hemos dicho, ha aparecido, siguiendo a Dom Casel, una audaz escuela de pensadores cristianos dispuesta a aceptar en sustancia la pintura de lso hechos dada por Bousset y Reitzenstein, aunque invirtiendo su interpretacin. El cristianismo se habra situado en el lecho completamente preparado del misterio cultual elaborado por esas religiones pre-cristianas. Pero sera necesario ver en ello una preparacin providencial, un poco como la que Clemente de Alejandra saludaba ya en la filosofa de los griegos, situada paralelamente al AT. Sin que haya necesidad de ir hasta las negaciones radicales de un Albert Schweitzer o de un Karl Prmm, sin rechazar todo posible punto de contacto entre el cristianismo y el de los misterios, hay que confesar que la visin de la escuela de la historia de las religiones, y por lo tanto, la de la escuela de Mara Laach, al menos en la medida en que aceptaba los hechos que la primera crea haber establecido, no resisten a un examen crtico de los hechos y de los documentos.Algunas consideraciones.En primer lugar, cuando no se confunden en el punto de partida los elementos de la comparacin, sin que borren todas las analogas, se reducen a proporciones ms justas. Este es el caso, no solamente del cristianismo comparado con las diversas religiones mistricas, sino, en cierto modo, el de estas mismas religiones entre s.En todo caso, si hay algo comn en todas las religiones mistricas no cristianas, es el proceder de cultos agrarios, cuyo desarrollo ritual y mtico se inscribe en el crculo cerrado de las potencias de la naturaleza, alternando perpetuamente entre las muertes invernales y los renacerse primaverales. Al contrario de estos cultos csmicos, jams liberados del marco cclico del eterno retorno, el culto cristiano se dirige a un Dios-Salvador trascendente frente al mundo, pero que desciende a la historia una vez para siempre, transformndola y transformando irreversiblemente como consecuencia todo el curso del cosmos.No es el hecho de utilizar las mismas piedras lo que hace a unos arquitectos discpulos de otros. Es el hecho de elaborar un mismo estilo, aunque sea con materiales diferentes. De la misma manera, la presencia comn de una especie de elementos A, B, C, D, etc., por larga que sea, no permite determinar la influencia de una religin sobre otra. nicamente lo permitiran las mismas relaciones establecidas entre los mismos elementos. Adems, no se escapar al riesgo de equivocarse ms que si estas relaciones ideolgicas se han traducido a relaciones lexicogrficas, es decir, que el lenguaje mismo conserve las huellas de las transmisiones a que haya tenido que prestarse.As es como la religin hebraica manifiesta una primera y decisiva mutacin creadora en el uso que hizo de las representaciones mticas o de los comportamientos rituales ms o menos comunes a las poblaciones del contorno mediterrneo. Ms tarde, el cristianismo, inscribindose en las lneaspreparados por el judasmo, representar otra mutacin, ms decisiva todava. Se revelar a continuacin susceptible de re-interpretar o re-modelar, en una definitiva novedad, todo lo que tomar como su bien propio del mltiple tesoro de la religin natural.Captulo III: recientes progresos de la psicologaIntroduccin. El estudio breve de la historia de las religiones nos ha introducido en una exploracin de las profundidades del alma humana., lo ual se convierte en la adquisicin ms destacada de la psicologa en el curso del ltimo siglo:Resulta de ella una notable convergencia entre los descubrimientos de los historiadores de las religiones, como un Mircea Eliade, y de los psiclogos, como un Carl-Georg Jung.Desarrollo. En el siglo XIX, cuando no se pretenda negar, a priori, con Aguste Comte, la posibilidad de una ciencia psicolgica, el positivismo de los sabios tenda obstinadamente a convertir la psicologa en un mero apndice de la fisiologa.Mientras que la conciencia hunde sus races en el inconsciente,... como seal el mismo Freud, quiz sea Rousseau el primero que hizo, consignndola por escrito, una observacin psicolgica donde se encuentra como en germen todo el descubrimiento inicial de Freud. Nos cuenta, en efecto Rousseau, cmo habiendo adquirido la costumbre de dar su paseo cotidiano segn su itinerario invariable, se dio cuenta un buen da de haber cambiado de direccin una calle antes de la que habitualmente lo haca.Esto signific la modificacin de sus reflejos ms rutinarios.Este esquema es exactamente el que Freud iba a analizar y poner de manifiesto en el fondo de las neurosis bajo el nombre de represin.Pronto le aparecer a Freud como particularmente importante, en la evolucin psicolgica de todo hombre, lo que denominar el complejo de Edipo. En todo individuo varn, segn l, se produce espontneamente una precoz fijacin amorosa sobre la madre, acompaada como su reverso de una hostilidad hacia el padre. Si este complejo no es reconocido y resuelto a tiempo por su asuncin en la conciencia lcida, todo el equilibrio psicolgico resulta afectado en consecuencia.No hay duda de que Freud, pero sobre todo los freudianos ms estrictos, llegaran a ensanchar indebidamente el concepto de sexualidad de tal forma que podan introducir en l cualquier cosa.Pero no por eso deja de presentar la obra de Freud una importancia decisiva, no solamente por el descubrimiento del inconsciente, de los complejos, de sus efectos y de su posible resolucin, sino por la atencin que ha dedicado al lugar de la sexualidad en la vida psicolgica.[] Esta fuera de toda duda que el instinto sexual no es en el hombre un instinto como los dems. Se trata de un impulso fundamental que prepara una sntesis bsica de toda la vida psicolgica.[] Despus de Freud no puede, en efecto, sostenerse que la sexualidad pueda reducirse a la bsqueda de un placer fsico aislado sin destruir todo el equilibrio humano.Aadamos a esto otro descubrimiento de Freud.[] Se trata de la extraa relacin que parece existir entre el despliegue del instinto sexual y el de un instinto de muerte.Retengamos ante todo, por el momento, la ampliacin aportada por Freud a nuestra visin de la psique, del alma humana, de cualquier forma que la concibamos desde ahora. Segn sus investigaciones, la conciencia aparece como intermediaria entre una zona subyacente, de indefinidas prolongaciones, lo que llama ello, yo neutro en cierto modo, en el sentido de impersonal y de irresponsable, lo que denominara el super yo, proyeccin, para l, esencialmente social, en la que el yo se define un ideal por el que se gua o simplemente se envanece.Al discutir el problema del lugar que haba que conceder al instinto sexual en el anlisis del inconsciente, dos de los ms grandes discpulos de Freud llegaron a separarse de l para fundar dos escuelas rivales de la suya. Se trata de Adler y de Jung.Alfred Adler resaltar el papel de otro complejo distinto al de Edipo para los desarrollos psicolgicos desviados. Se trataba del que l mismo denomin complejo de inferioridad. El origen de este otro complejo se encuentra en las inferioridades, en primer lugar fisiolgicas, de las que todo el mundo es en mayor o menor grado vctima, al no gozar ningn ser humano de una integridad fsica perfectamente armoniosa.La obra de Jung es bastante ms polimorfa e interesa ms directamente que ninguna otra a la psicologa religiosa. Se esfuerza en sacar todo el partido posible del instinto religioso de este modo se presenta, a primera vista, como ms aceptable a espiritualistas y cristianos, aunque esto no lo libera de equvocos. Y, aunque, tiene un inters por la espiritualidad catlica, est inclinado a naturalizar lo sobrenatural y a reducir todos los simbolismos religiosos a meras proyecciones del contenido inmanente del alma humana.En cuanto a la naturaleza del instinto fundamental que constituye el resorte de toda la vida psicolgica, hay que decir que Jung, siguiendo a su maestro, continu denominando la libido. Pese a este vocabulario inalterado, no se trata ya para l de un impulso de naturaleza sexual, sino de un instinto vital indiferenciado, que puede tomar las formas ms diversas ya sea la sexualidad, ya sea la agresividad adleriana o bien otra cualquiera, sin que haya ninguna privilegiada. Para Jung, como para Adler, el problema de toda vida humana lo constituye aquello de lo que hizo el titulo de una de sus obras ms importantes: la individualizacin o integracin de la personalidad.[] El problema es la integracin de nuestro yo en el mundo y precisamente por una experiencia en el mundo, una y total.La dificultad de los modernos para llegar en tal caso a la inmadurez que se impone, su alocamiento y muchas veces su desolacin interior ante las perspectivas de la retirada, le parece que expresan una especie de neurosis colectiva de nuestra poca.Nuestra civilizacin tcnica, su explotacin casi exclusiva del mundo exterior y de los recursos nicamente materiales del universo, nos deja en la mayor indigencia cuando la vida nos aboca, bien a la conquista espiritual de nosotros mismos, bien a la pura nada.Segn Jung, desde su concepcin de que la educacin moderna es de una enfermiza unilateralidad, esta educacin permite escasamente al ser joven una adaptacin externa a las realidades del mundo, pero nadie piensa en una adaptacin al yo, a las potencias del alma, cuya omnipotencia sobrepasa con mucho las grandes potencias que el mundo exterior pueda encerrar.He aqu que a este hombre que no se ha preocupado ms que de correr en el mundo, el mundo se le escapa y no sabe reconocerse en l cuando la autntica realidad le embarga. En esta prdida de su alma es, sin embargo, su salud lo que se le propone, a condicin de que sepa comprenderlo.Nuestro ego, nuestro yo consciente es as como una pelcula traslcida en el encuentro de dos universos, uno interior y el otro exterior, y que sin embargo no constituyen ms que uno.El ego se dobla, hacia el mundo exterior, en la persona. [] Modelado por nuestros comportamientos sociales, es tanto o acaso ms una proyeccin del mundo, y especialmente de la sociedad en la que vive, sobre el yo, que la de l mismo en este mundo. Simtricamente, en el borde interior de su vida, la sombra, hecha de todo lo que el yo ha rechazado, reprimido de sus tendencias instintivas, o deja de seguirle, sin que pueda en manera alguna separarla de l. Es como la superficie del inconsciente propiamente dicho. ste, en su zona ms prxima a la luz, presenta todava un carcter personal, lleno como esta de las experiencias que se pueden llamar pre-concientes del individuo, pero estas emergen de un humus donde lo que esta depositado es la experiencia de la humanidad entera. Es lo que Jung llama el inconsciente colectivo cuyo contenidos son comunes a todos los hombres y donde el civilizado de mayor sofisticacin se encuentra enfrentado con el primitivo, con el salvaje. Y este inconsciente colectivo, pero humano, no hace ms que emerger, a su vez, de todo lo que el universo, visto desde dentro, si as se puede decir, implica de contenidos psquicos informulables para seres que, sin embargo, nicamente se han diferenciado naciendo de sus profundidades.Si se pueden discutir hasta el infinito las descripciones de los arquetipos junguianos, hay que reconocer que su papel y su estructura los aproximan singularmente a las hierofanias de Mircea Eliade. [] Y as como los arquetipos evocan, aunque ni las alcancen hasta el punto de identificarse plenamente con ellas, las hierofanias descriptas por Eliade, los esquemas mticos rituales destacados que este encuentran ecos impresionantes en los modelos sobre los cuales, segn Jung, se construyeron nuestros sueos, esos sueos donde se despiertan a una vida nueva los arquetipos ancestrales. Muerte y renacimiento: aspiraciones despus de una Vita nova por la que se abandonaran alegremente las existencias muertas nostalgia de los parasos perdidos, perspectivas de uniones, de esponsales humano-divinos donde el hombre se lograra, aunque sea aceptando perderse; todo eso constituye el drama y el misterio de nuestras noches, segn Jung.Lejos de volver, ms que a Freud, a un espiritualismo artificial por desencarnado, Jung ha destacado en qu medida es esencial para esa alma, que quisiera hacer redescubrir al hombre moderno, el estar ligada al cuerpo, hasta el punto de adaptarse estrechamente al mundo que calificamos de material. A este respecto, abre la va a anlisis ms amplios de los simbolismos espontneos de lo espiritual, donde se esforzara en seguir en sus huellas como la aprehensin de esto ltimo emerge de la experiencia que el hombre hace del mundo, no como un espritu puro que lo viera desde fuera, sino como un alma viva que de l se desprende. Los finos, brillantes, pero un tanto fciles, estudios de G. Bachelard sobre la imaginacin potica del fuego del agua, del aire y de la tierra, inician al menos lo que habra que descubrir en una fenomenologa de los elementos del mundo, como soportes y como formas sensibles de la experiencia religiosa.Edgardo FloresDiconoDicesis de Santiago del Estero