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PROMETEO Y DIONISOS Grecia a la luz de las antorchas Robert Triomphe Semper Eadem Ediciones

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  • PROMETEO

    Y DIONISOS

    Grecia a la luz de las antorchas

    Robert Triomphe

    Semper Eadem Ediciones

  • PROMETEO

    Y

    DIONISIOS

    O

    Grecia a la luz de las

    antorchas por

    Robert Triomphe

    Traduccin

    E. J. Ros

  • II

    Prefacio

    Los helenistas han revivido, desde hace ya largo tiempo, la seductora y

    multiforme imagen de Grecia (lengua, sociedad, historia y civilizacin; arte y

    literatura; ciencia y filosofa; mito y religin) que ciertamente dudamos volver a

    pisar camino andado. Si nos arriesgamos a abordar aqu el tema de los mitos,

    profusamente explorado, es sencillamente porque nos hemos forjado un criterio

    personal: un mundo de interrogantes donde la filosofa y la filologa estn unidas

    inextricablemente. Sin embargo, permaneceremos al margen de los estudios

    tradicionales, puesto que deseamos llegar tanto a especialistas como a cualquier

    otro lector, con este fin, hemos atendido puntos muy concretos como tambin los

    valores simblicos y las realidades ocultas bajo las superestructuras. En lugar de los

    vastos sumarios bibliogrficos y panoramas sistemticos, hemos preferido la

    bsqueda de afinidades; la emergencia de los hechos, la inmersin en los substratos,

    el juego de las analogas, en fin, los espejos y reflejos del tema. Este mtodo tiene

    sus riesgos, como cualquier otro, pero no es, a decir verdad, para nada arbitrario.

    Juntando textos y testimonios, que a pesar de su diversidad, convergen; har falta

    pensar que se nos revela un mundo irracional y por ende sujeto al margen una

    Grecia imaginaria y poblada de fantasmas? Tal vez, y esto, en cierto modo, es

    inevitable ya que la mitologa, por naturaleza, escapa a lo real. Sin embargo, qu

    es real? Segn como se defina, la mitologa puede concebirse como tal, otro tanto,

    seguramente, podra decirse de la historia y la religin.

    Todo realismo, todo racionalismo, todo intelectualismo que busca en los mitos

    los hechos histricos, una lgica, una estructura o una funcin social, es

    necesariamente reductor, ya que los somete al anlisis, al parcelamiento, a lo

    objetivo Qu tendemos al subjetivismo, al sincretismo? Pues bien, para aquellos

    lectores que gustan de fijar etiquetas, cabe preguntarse si es preferible, en aras a

    tener mayor comprensin, diferenciar y descartar que recopilar, interiorizar y

    amplificar. Para qu evocar las viejas disputas entre anlisis y sntesis, objetividad-

    subjetividad? Toda eleccin comporta contradicciones y riesgos. Hemos hecho la

    nuestra, optando por un mtodo donde las imgenes, los sobrentendidos, los

    smbolos, aglutinantes de por s, invitan a sintetizar el valor de los trminos y la

    necesidad de las definiciones. No obstante, algunas veces nos toca ir a tientas en

    medio de la niebla, sobre todo cuando pretendemos abordar los misterios: los

    Cabiros, Dioniso y el orfismo, esto, sin haber constatado el estado de las cosas as

    como las concluyentes y enciclopdicas revisiones tan apreciadas por Descartes.

    Los aditamentos acadmicos (que no siempre resultan ser sntesis) nos han

    desalentado, aunque imitamos algunas veces su rigor, aun corriendo el riesgo de

    desalentar tambin a nuestros lectores no experimentados. En general, hemos

    preferido escudriar, all donde otros han querido detenerse, incluso si es necesario

  • III

    dejar atrs la formalidad excesiva. De modo que afinar la puntera es nuestra misin

    permanente, impuesta, no slo por los inevitables errores a que conllevan nuestras

    aproximaciones, sino tambin por la disposicin de un objetivo activo, que se

    desplaza a fuer y a medida de la investigacin.

    Toda mitologa est condicionada, en principio, por el objeto de su estudio.

    Imprime inevitablemente sus propios espectros, junto a aquellos que pululan en el

    celaje del tiempo, en las entraas de los mitos que interpreta.

    Su objetividad, si se apela a ello, es an mucho ms relativa que el hecho de que no

    figure dentro de las ciencias humanas en general. Por otro lado, tambin es vlido

    decir, que ni siquiera hoy, tal relatividad ha descubierto la interdependencia entre la

    observacin y el observador lo que demuestra sus propias limitaciones? El mundo

    entero, a la luz de la fsica, la qumica y la biologa cada vez ms conforman una

    oracin donde el sujeto, el verbo y el predicado1 son indisociables, como en las

    lenguas aglutinantes de los pueblos primitivos.

    Ahora bien, esa fusin no tiene sentido ya que todo es objeto y nada es signo. El

    anlisis discierne los residuos de las microestructuras, sin haber descubierto el

    secreto elemental del Sentido, que escapa a los aparatos conceptuales, pues, el suyo

    es, sino anterior, al menos interior y superior; y si funciona, es con l y en l, por l

    y para l. Pero, como ya se ha mencionado: cmo hallar el sentido en nuestro

    mundo de objetos sin signos; donde los mismos sacerdotes y lingistas someten la

    materia litrgica y los signos del lenguaje a una funcin-objeto? Mientras tanto el

    espectro del signo pulula an sobre el vaivn de las imgenes, y los mrgenes que se

    borran entre hombre y mundo crean mediante la ciencia, la lengua y el mito una

    nueva convivencia, y por ende, el parcelamiento de las categoras intelectuales

    pierde paulatinamente su razn de ser. Es suficiente echar un vistazo a los titulares

    de los diarios, siempre manipulados por descabelladas asonancias, a los omni-

    presentes slogans publicitarios, a las formas mediatizadas de las ideas, para juzgar

    con nuestros propios ojos y odos, con nuestros propios corazones y espritus, las

    oscuras profundidades en las que se sumergen. A las quimeras colectivas se suman

    las diminutas quimeras individuales: cada quien establece su impronta y los asesores

    del look contribuyen activamente a la creacin de ficciones2 personales. El universo

    de la sensacin y de la imagen penetra, hoy por hoy, todas las abstracciones,

    vulgarizndolas, disolvindolas, soldando entre ellas todos sus esparcidos

    fragmentos. La participacin instintiva del hombre en la vida universal, se

    desenvuelve en ese crisol, sustentado por la biologa y la astrofsica, que lo

    transforma en creencia razonada. Todo ello implica un devenir cosmognico en el

    seno de un planeta donde se derrumban todas las fronteras, sean stas intelectuales

    o polticas. Y as, paulatinamente, nuestra mentalidad se va aproximando, una vez

    1 En el original objeto object N. T. 2 En el original mitos mythes N. T.

  • IV

    ms, a la mentalidad antigua, la cual no separaba al hombre del cosmos

    metamrfico y la cual colocaba indistintamente el signo de uno al otro.

    Las disquisiciones que aqu proponemos hacen un llamado al espritu cientfico,

    a la resonancia de las palabras, al halo de las imgenes. Estas son a su vez, subjeti-

    vas y objetivas, realistas y escpticas, idealistas y msticas; y querrn fundar su cre-

    dibilidad sobre todos estos criterios reunidos. Hemos elegido ilustrar nuestro prop-

    sito proyectando sobre la mitologa griega dos figuras de Titanes: Prometeo el ami-

    go de los hombres y, por otro lado, los Titanes asesinos de Dioniso. Ambas figuras

    se hallan sujetas al signo del fuego (el fuego robado de origen celeste, el fuego del

    amor, el fuego del vino y la embriaguez) y a la luz de la antorcha. Ese modelo

    csmico de lo sagrado nos ha ayudado a encontrar esa misteriosa cadena, quizs

    ordinaria pero a la vez esencial y sublime, que una, en la antigua Grecia, lo

    material y lo mstico. Sin duda, los estudios griegos se han aplicado felizmente

    desvinculando estos elementos, as como antes lo hizo la ciencia, rompiendo poco a

    poco con la magia; y desde entonces la razn ha ganado plenamente las batallas,

    desacralizando el universo. As pues ser necesario que nunca rompamos esas

    cadenas? El misterioso encanto que conserva la Grecia clsica, sus mitos, su poesa, su arte acaso no proviene del hecho de que an se mantienen unidos los extremos, y, conscientemente o no, se sigue expresando dicho encadenamiento?

    Ese misterio puede explicarse en parte por ese elemento irracional que comprende

    la mentalidad griega, evidente desde hace mucho, aunque el vocablo irracional, lo

    negativo de lo racional, no corresponde exactamente con el nuestro. Por tanto, es

    algo muy distinto que merece ser meditado con cuidado, ahora bien, s es cierto que

    los extremos de la ciencia y la religin no conoce lmites y se sumergen, como la

    luz, en su propio espectro. Por ello nuestra materia pulverizada, ha perdido todo

    fondo de forma y sentido, asimismo, aquellos recursos concatenados han dividido en

    la actualidad lo material y lo mstico. Acaso no es posible concebir nuevamente la

    continuidad? Esto es, entre otras cosas, aquella mentalidad primitiva, que nuestro

    siglo y nuestro mundo slo retiene perdida en una suerte de memoria intuitiva y

    nostlgica. Pues bien, nosotros, en vez de buscarla en la astrologa o con los

    irracionales actuales, en el exotismo o en los parasos de los etnlogos, en el

    inconsciente y en el purgatorio del psicoanlisis, en el caos infernal de las drogas o

    en cadencias alucingenas; la hemos buscado en los exuberantes jardines de Grecia,

    cultivados de piedad, conocimiento y belleza.

    La modernidad frecuentemente no tiene nada nuevo que ofrecer ms que sus

    hbitos. Nuestra mentalidad primitiva, acuada en lo griego, evoca la religin natural.

    Y ciertamente nos ha sido grato poder reivindicar la efigie pagana de esta antigua

    dama, engalanada con la emergente ciencia de los presocrticos y con la mstica de

    los misterios rficos, as como tambin con la teologa de los primeros cristianos

    helnicos; misteriosa amiga de las luces y de todo regreso a la naturaleza. Bajo las

    diversas doctrinas, smbolos y exgesis, nos ha ofrecido siempre su divina leyenda.

    Lo meticuloso de nuestra ciencia querr despojarla de las huellas de su rostro sin

  • V

    impresionar su alma. Cuando realmente la magnitud de su mensaje, nos seala una

    y otra vez la insuficiencia de la capacidad intelectual y social del hombre; la

    inmanencia de lo sagrado y el conflicto entre las similitudes dogmaticas y la vida.

    Llevado a los lmites, la apuesta del conflicto es dramtica: la Resurreccin o la Muerte, Dionisos o Penteo, el hijo de Dios o el Gran Inquisidor Sin embargo el dilema es slo aparente. Los extremos se tocan, y en esto, an

    mucho ms: Dionisos y la Ciudad, resucitar y morir. La solucin del conflicto no

    corresponde propiamente ni a la filosofa ni a la religin. La identidad de Core y de

    Persfone est inscrita en la naturaleza, en el alma vegetal as como en la materia

    del mundo: la hija no traiciona a su madre, y la mstica primavera es, al menos,

    una estacin que pertenece al hombre. El viento resuella sin cesar sobre la rbita del

    tiempo. El fuego vive consumiendo su aliento, su flama danzante radiante de luz,

    sucumbe, devolvindole a la tierra lo que a la tierra pertenece y regenerando el ciclo

    que el fuego reanima. Prometeo y los Titanes comprenden la dinmica del crimen y

    del castigo, secreta antesala de las circunstancias. Cuando la antorcha es levantada

    por las Mnades, todo danza en torno suyo, y el mundo suspira.

    Una vez que pasa a manos de los mistos, anuncia entonces el alba y promete, en las

    puertas de Eleusis, la divinizacin del hombre.