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1 ROMANCE DEL JURAMENTO QUE TOMÓ EL CID AL REY DON ALONSO GERMÁN AYALA POVEDANO

Romance del juramento que tomó el Cid al rey Don Alonso

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GERMÁN AYALA POVEDANO 1 “Muy mal me conjuras, Cid, - Cid, muy mal me has conjurado; mas hoy me tomas la jura, - mañana me besarás la mano”. “En este relato Rodrigo Díaz se convierte en un pícaro, un cabecilla de una banda, un mercenario que se dedica a la guerra solo por los beneficios económicos, el botín y que se vende al señor que mejor pague sin importarle ni religión ni legitimidad”. Después de jurar, el rey, se dirige a Rodrigo: 2

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ROMANCE DEL JURAMENTO QUE TOMÓ EL CID AL REY DON ALONSO

GERMÁN AYALA POVEDANO

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ROMANCE DEL JURAMENTO QUE TOMÓ EL CID AL REY DON ALONSO

En la reseña de la novela histórica “El puente de Alcántara”, de un diario de la mañana, se dice refiriéndose al Cid: “En este relato Rodrigo Díaz se convierte en un pícaro, un cabecilla de una banda, un mercenario que se dedica a la guerra solo por los beneficios económicos, el botín y que se vende al señor que mejor pague sin importarle ni religión ni legitimidad”. Trae, a la mente, esta figura que se describe, la opuesta, la del Cid Campeador, mito de la historia de España, conquistador de reinos moros, dechado de nobleza y lealtad al rey, su señor, ejemplo de valor y arrojo, etc. Versión esta, aprendida en la Historia, elemental, que se enseña en un bachillerato. (No sé si se sigue diciendo así todavía). Que sea más verdad una u otra, ahora, me parece que no tiene demasiada trascendencia. La Historia que se enseña en los programas oficiales de estudio, es la escrita siguiendo el dictado de quien detente el poder, y proviene de la autoridad de aquellos padres y maestros de las letras, de la filosofía, de la iglesia, etc., que marcaran la pauta en el conocimiento de estas materias, cuando fueren propicias para mantener el poder. Al estudioso le conviene aprender esta enseñanza oficial, obligada, pero para acercarse a la verdad, buceará, primero, en los restos de la documentación que encuentre de los que, perdedores, no detenten poder, (documentación en continuado y perenne peligro de destrucción), y en la de aquellos historiadores que se ocuparen del hecho, que por extranjeros y menos comprometidos, debieran ser menos parciales. Pero cuando han pasado demasiados siglos y lo que sucedió no puede influir en lo que sucederá, creo que es deseable mantener el mito y la fábula, de modo que cada uno los mantenga como cuadre a su gusto. Sobre todas las figuras del Cid, para mí, la más sugestiva es la del Rodrigo Díaz de Vivar que fuerza al rey en Santa Gadea de Burgos, a jurar sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo: “Villanos te maten, Alonso, - villanos, que no hidalgos, mátente con aguijadas, - no con lanzas ni con dardos; con cuchillos cachicuernos, - no con puñales dorados; abarcas traigan calzadas; - que no zapatos con lazo; capas traigan aguaderas, - no de contray ni frisado; con camisones de estopa, - no de holanda ni labrados; caballeros vengan en burras - que no en mulas ni en caballos; frenos traigan de cordel, - que no cueros fogueados. Mátente por las aradas, - que no en villas ni en poblados; Sáquente el corazón - por el siniestro costado; Si no dijeres la verdad - de lo que te fuere preguntando” Después de jurar, el rey, se dirige a Rodrigo: “Muy mal me conjuras, Cid, - Cid, muy mal me has conjurado; mas hoy me tomas la jura, - mañana me besarás la mano”.

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Responde Rodrigo: “Por besar mano de rey - no me tengo por honrado”. Resulta evidente que el autor del romance endurece el juramento hasta límites que a un rey deben parecer intolerables. Pero se trata de un romance y el autor lo escribe y canta, como sabe que agrada al público que le escucha. Yo prefiero creer que el agrado no es por el morbo del rey humillado, sino por la fuerza de la Ley, de la Ley que la gente se da para entenderse y arreglar sus problemas y desavenencias, que obligando al rey, también obliga al obispo y al monaguillo. De todas las hazañas del mío Cid, esta es, sin duda, la más grandiosa, la más deseada y la más imposible.

Linares 3 de Mayo de 2011. Germán Ayala Povedano