Rosa y El Hombre Mudo- Daniela Alpargatero

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    Rosa y el hombre

    mudo

    Daniela Alpargatero

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    Sinopsis

    Qu hara una nia en la casa de un desconocido? Qu hara l con la nia? Rosa, una nia tierna, dulce, ordenada y consentida con apenas cinco aos de edad, se encuentra en la casa de un

    desconocido que peculiarmente es mudo, y lo nico que sabe de l es que se llama Cristian.

    Cristian, un vicepresidente de una gran empresa, con dinero, guapo y sin familia; su vida es a

    travs de la vanidad y rueda sobre el mismo, se encuentra a una nia perdida, y no tiene otra

    opcin sino llevrsela.

    Sera una prueba para el como hombre soltero y con mucho que perder; pero, ser an ms dura la

    prueba para Rosa que se encontrara sola con alguien quien no evoca ningn sonido, esperando a

    que su madre la encuentre.

    Qu le har Cristian a Rosa y ella que har ante estos actos?

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    Captulo I:

    Rosa, es una pequea nia de cabellos castaos. Era muy adorable, y muchos decan que era sinnimo de la dulzura. Pues, era una nia muy buena que todos queran y adoraban. Ese mismo da Rosa

    empezaba las clases en su nueva escuela y por ende, no poda estar ms que entusiasmada y al mismo

    tiempo; nerviosa.

    Mi nombre es Rosa y vivo con mis padres y mi prima.

    La nia sonrea dulcemente a sus compaeros, jugueteando con sus manos con nerviosismo, porque la

    mayora de los nios la observaban con ojos risueos y divertidos. La profesora pensaba que era una

    nia preciosa y tierna. Y a pesar de ser tan estricta, decidi ayudarla.

    - Rosa miro a su nueva maestra y lo pens.

    Cinco. Respondi la nia, an muy nerviosa por estar all; de pie en frente de todos.

    Bien, Rosa. Puedes sentarte en aquel lugar. Dijo la mujer sealando el dicho asiento.

    L l r y l r p d Gr b d q mpr q r d d d y

    an ms con las personas que no conoca. Camin lentamente hasta el nico pupitre que estaba vaco:

    el final de la ltima fila. No le gustaba. Era bajita, y un chico tan gordo y grande como una de sus

    pelotas rosada y hecha de goma, no la dejaba ver.

    Quieres sentarte aqu? le pregunto una nia al lado de ella, que era alta y delgada como un

    palillo.

    Hmm Rosa pens en si aceptar, apenas se conocan. Pero a Rosa le pareci una nia buena, as

    que iba a aceptar la oferta. Est bien las nias cambiaron de puesto, claro que hicieron bastante

    ruido al momento de intercambiar lugares, cosa que fue inevitable. Cuando estuvieron cmodas con el

    lugar, la pequea castaa se anim a hablarle:

    Me llamo Rosa, y t? Cmo te llamas? Pregunt Rosa, cohibida.

    Sofa. Respondi alegre la nia alta.

    Al finalizar la clase, la profesora sali un momento dejando la puerta abierta, y con un chico de los

    cursos superiores cuidando a los nios pequeos. Por si pasaba algo mientras ella no estaba, el chico

    iba a estar alerta ante todo.

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    Rosala llam Sofa y la aludida la mir Quieres ser mi amiga? la peticin de la nia hizo que

    Rosa se sorprendiera, la nia instantneamente se sinti feliz. Rosa asinti, y a la vez que lo haca, vio

    que tres nias ms se acercaban a Sofa.

    Ella va a jugar con nosotrasles dijo Sofa a las dems nias.

    Yo no quiero que ella juegue junto a nosotras. dijo una, a la vez que contraa su cara con asco, al

    dirigir su mirada a Rosa.

    Por qu? le pregunto Rosa.

    Me caes mal repuso con desprecio.

    Otra de las nias tambin dijo lo mismo, seguido de las dems. En ese instante Rosa comenz a

    sentirse mal, ya que aquellas palabras de alguna forma le desanimaron. Se senta sola.

    Sofa se sinti mal por ella, pero de igual forma no hizo nada y se disculp. Rosa sonri y le dijo que no

    importaba. Las nias se fueron al tapete de color verde que estaba en el piso al fondo

    del grandsimo saln, y empezaron a jugar.

    Rosa camin a los estantes de juguetes, pero no haba ni uno; todos los nios ya los haban agarrado

    todos. La nia, ms desanimada aun mir al piso y se percat de que uno de sus cordones estaba

    desatado, el problema era que no saba cmo atrselos. Intent amarrrselos pero, aun as, los

    cordones se deshacan en el intento. Record cuando su madre le cantaba una cancin mientras se los

    ataba, sin embargo, la cancin quedaba en la mitad cuando intentaba cantarla. Solo recordaba que se

    r b d j rb l l v z h y . S l rm Asch entre los dientes por

    la frustracin que senta. El chico que los cuidaba desde la puerta con ojos de guila la vio y se acerc a

    ella.

    A ver, djame ayudarte. Dijo el chico mientras se inclinaba, Rosa acerc un poco el pie y el nio

    sin problema se los amarr. Cmo te llamas?

    Rosa. El chico le sonri a la tierna nia.

    Quieres ms juguetes?

    La nia asinti emocionada, y con una sonrisa que delataba que uno de sus dientes se haba cado, le

    dijo que s. Y el chico le sonri gentilmente. En ese momento la profesora ya haba llegado, y el joven

    muy responsable le inform a donde se la llevaba, la profesora reticente le dio el permiso, pero

    pidindoles que no se demoraran tanto y sobre todo; que tengan mucho cuidado. El chico de curso

    superior dijo que no se preocupara y prosigui con su camino.

    Llegaron a un saln que estaba oscuro, no haba muchas cosas que podran servirle a Rosa, pero de

    todos modos, el chico prendi la luz y permiti que la nia pasase.

    Rosa lo hizo y miro alrededor: Haba un televisor muy grande, estantes con herramientas que ella no

    saba que eran y, en el fondo, haba una biblioteca que ella vea con libros que apenas lograba

    entender que deca.

    M m m mb y m h m h l br . Rosa apunto hacia el librero

    dando pequeos saltitos, a la vez que miraba al chico que estaba recostado en la puerta.

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    Ah s? al muchacho apenas y le interesaba lo que deca, pero la nia sigui hablando.

    S, s. Y ella a veces va a una casa donde hay muchos abuelitos, y les ensea las vocales, y luego,

    cuando ellos se aprenden las vocales, ya pueden hablar.

    El joven se rio porque saba que no era tan fcil como ella lo haca parecer; pero si le explicase, de

    seguro la nia no entendera, y que jartera explicarle todo.

    N r q l v rd d. M m m m d j y ll d m r la nia se call por unos

    instantes Bueno, a veces s. Quieres que te diga un secreto?

    Est bien respondi el joven con los ojos adormecidos por el aburrimiento.

    Rosa se acerc a l y le pidi que se agachara, l lo hizo y la nia puso las manos alrededor de su boca

    y, susurrando muy cerca al odo del chico, dijo:

    D j d j v z que haba ledo una carta que le hice, y la vi en la basura al otro da.

    Y el chico sonri con melancola, porque saba que todas las madres hacan eso tarde o temprano; lo

    hacan por que no vea ninguna importancia en ellas, no como los nios. Pero el chico fingi sorpresa,

    separndose de la nia, y puso sus manos en su mejillas en la posicin de la famosa pintura El

    grito, y la nia se rio.

    Pero no le digas a mam porque de seguro se va a sentir mal, y yo no quiero que se sienta mal.

    Quin te dijo eso? Pregunt el chico con el ceo fruncido.

    Mi abuelito, pero l ya est en el cielo, con Diositola nia se le fue la sonrisa, pero solo lo miro con

    seriedad.

    Bueno, ve y escoge algo. Ya tenemos que irnos. Exigi el chico mayor, evitando as que la nia no

    dejara de sonrer, ya que se sinti culpable de ver su cara de seriedad por unos instantes.

    Rosa volva a casa tomada de la mano de su madre, y en el otro, agarrando la libreta de color rosado

    que haba elegido y el lpiz de princesas Disney.

    La libreta tena muchas hojas que pareca no tener final, y en ella haba hecho cinco dibujos,

    incluyendo una carta para su madre que la haba dejado al final de la hoja. Algn da se la dara, y

    tapara las basuras de su casa para que su madre no la tirara como ltimamente lo haca. Cuando

    llegaron a casa, su padre an estaba trabajando y su prima sala a las tres del colegio, en cambio, ella

    sala al medio da.

    Subi, corriendo a su cuarto. Su madre la haba dejado ver la televisin solo una hora, y saba que ella

    lo apagara cuando sonara el reloj el cual era de Minnie Mouse.

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    Lo prendi y cambio los canales hasta quedarse en Bob esponja, y despus de quedarse sentada

    encima del tapete rosado plido de su habitacin, saba que nadie la podra mover de ah hasta que

    finalizara su hora viendo televisin.

    Y mientras tanto, su madre estaba en la cocina preparando el almuerzo, tratando de convrsese que

    sera fcil esta vez de darle de comer a su hija sin que diera su usual ataque de pataleta y berrinches. Y

    en un rincn de su cerebro, estaba resguardando los dems problemas para ms tarde: las cuentas, la

    comida, las tareas del hogar y las de su hija, y los problemas de maana en una de sus clases para

    sordos, mudos y ciegos.

    Ms tarde, Rosa hizo su pronosticada patalea. A diferencia de los otros nios que se coman el pollo

    antes que las verduras, Rosa hacia al revs. Odiaba el sabor del pollo, le asqueaba demasiado porque

    para ella era como comerse la piel de un pollo vivo, y eso le daba asco. Al final su madre se lo coma. Lo

    bueno era que dejaba limpio el plato con todo lo dems.

    Durmi una hora en su cama con las cobijas de Hello Kitty, y nuevamente el reloj de Minnie Mause la

    despert, indicndole que era hora de hacer tareas. Se levant, soolienta y chocando con cada pared

    que vea. Sac su maleta del casillero blanco que llegaba hasta su altura y que siempre permaneca

    abierto; tom sus cuadernos, se los llevo a su mam, y ella le dijo que tocaba hacer.

    Actividad:

    1. Una plana con la letra minscula y mayscula de la vocal U

    2. Colorear solamente la vocal U

    3. Pegar U dentro de la U dibujada

    4. Y seguir el laberinto donde se dirige la U

    Con eso, Rosa entenda y se sentaba en el escritorio de su cuarto, y las empezaba a hacer porque saba

    que si las terminaba ms rpido, poda jugar con la computadora.

    Al terminar de hacer tareas y jugar, se acostaba como los polluelos. Y esta era su rutina da tras da, de

    la que ella jams se aburra.

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    Captulo II:

    l se llama Cristian lvarez como ya todos saben. Pero, la razn por la que lo he llamado aqu hoy, ser para nombrarlo como vicepresidente de nuestra empresa MaxiPublicidad. Un aplauso,

    por favor.

    El chico de ojos caf y gris por lo que l deca que cambiaban segn al proyectarlos en la luz le

    sonri a su jefe con orgullo. Pues solo poda hacer eso; ni gritar, ni celebrar con la voz. Pero a pesar

    de todo, se senta feliz; porque, aunque era mudo, perciba que los dems celebraban por l.

    Ya no tena que preocuparse por ms deudas, ahora l era un vicepresidente de una gran empresa

    de publicidad. Que, a pesar de que l haba contado cada da, cada hora cada minuto, cada segundo

    con los dedos, haba podido lograr lo que ahora se celebraba; y solo le basto tres aos, dos meses y

    catorce das y medio para lograrlo. Solo con su carisma, duro trabajo y unas cuantas trasnochadas

    con la novia del jefe.

    l, ahora mudo, era el ms grande; y los dems, inferiores. Claro, no en sabidura, sino en billete.

    Pero tena algo claro: como todo un adulto que ahora es, no demorara la preocupacin, la

    ansiedad y la soledad. Podra tenerlo todo ahora, pero eso en un tiempo sabra que querra ms.

    Pero, por el momento, la nica tarea que tena era: emborracharse y acostarse a la hora que

    quisiera, porque l ya no era un nio, y no se poda acostar como los polluelos.

    Era el mejor da de su vida. Era como tener sexo y al otro da seguir sintiendo el placer del xtasis.

    Eso durara hasta la maana siguiente; despus de eso, todo acabara ms rpido de lo que

    comenz.

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    ***

    Maldita sea pens Cristian al sentir la jaqueca, pero eso no tena excusa. Era su primer da como

    vicepresidente, tena que dar el ejemplo. Se levant de la cama perezosamente, y al sentir que

    alguien le apretaba el torso, se acord que se haba acostado con una de sus secretarias.

    No te vayas. Le rog la chica que ahora tena la mirada puesta en la nuca de Cristian.

    l le apart las manos y sigui vistindose. Tena que llegar a su casa para alistarse antes de ir al

    trabajo.

    La secretaria al saber que haba subido de puesto pens ganrselo, eso no era un secreto, y

    Cristian lo acepto. No se sinti mal dejndola all plantada. Saba que quera ganar y, por qu

    desaprovechar?

    Cristian no era mujeriego como las dems personas crean. Tena dinero, era guapo; no tena ni

    novia, ni esposa, ni hijos, ni familia. Era como un pedazo de carne de la mejor calidad. Que lo

    buscaba y no buscaba. A diferencia de la novia del jefe, jams se acost con una mujer casada o

    comprometida. Lo nico que le faltaba: la voz.

    Llego a su casa: grande, espaciosa, con piscina y toda de color blanco y gris. La sala era costosa, la

    cocina, las habitaciones, todo era costoso excepto l, porque nada alcanzara para comprarme.

    l era rico, guapo y vanidoso. Pero lo malo es que no le gustaba estar acompaado y no tena voz,

    eso a veces le fastidiaba tanto que deseaba gritar, pero no poda porque, despus de todo, no tena

    voz. Tampoco le gustaban los nios; no por que fueran ruidosos y no pensaran en nada mas sino

    jugar, sino era justamente eso lo que lo pona celoso.

    Tenan voz y la desperdiciaban en gritos innecesarios, tenan todo el tiempo libre y lo

    desperdiciaban solo jugando, chillaban como estpidos y sin embargo, el senta celos de eso;

    porque tenan todo, y no lo saban.

    l una vez tuvo una niez, s. Pero jams la disfrut, no como ellos, no como los dems nios. Y eso

    lo marc tan profundamente, que les tuvo odio.

    Y aunque saba que estaba mal, que era inmaduro, solo era en ese sentido, y no le haba afectado a

    nadie, ni a l mismo. As que que importaba?

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    ***

    Sali del trabajo para almorzar. Le haba ido bien, y al parecer, haba adquirido un nuevo aire de

    superioridad, porque algunas secretarias lo saludaban con respeto y lejana. En cambio, otras le

    haban coqueteado con sutileza; algo que l no neg, pero que tampoco acepto.

    Los hombres de bajo nivel en su empresa o En la que l trabajaba, lo miraban de reojo o le

    saludaban con hipocresa o, simplemente, no lo hacan. Los de alto nivel, le saludaban con una

    sonrisa clida y un golpe amistoso en la espalda.

    Pero en la hora del almuerzo, era la nica hora que poda estar solo, algo que le encantaba. Basta

    de seas para aquellos que no le entenda, basta de sonrisas inoportunas, basta de todo eso. Era un

    momento solo para l y para nadie ms.

    ***

    Los das que ms le gustaba a Rosa eran los mircoles, jueves y viernes adems de los fines de

    semana, porque esos das se iba con su madre aun restaurante con alguno de sus estudiantes

    principales, los que necesitaba ms atencin, los que les peda que diera unas clases ms para

    ellos.

    Le gustaba porque era divertido hablar con ellos, siempre lo hacan con seas por que Rosa aun no

    hablaba su idioma, pero quera aprender. Y por eso iba con su madre, porque se senta feliz de

    aprender ese idioma tan extrao.

    Pero hoy estaba tan feliz que estaba dando saltitos. Sujeta a la mano de su madre, teniendo la

    libreta. Y aunque no saba leer con rapidez, sabia, y eso era lo que quera.

    El restaurante donde iban tena un nombre extrao y su madre le dijo que era italiano. Y cuando

    ella le pregunto que si hablaban italiano, su madre le dijo que no, que era para que el lugar se viera

    ms bonito.

    En el restaurante haban cuatro salas: una para fumadores, otra para no fumadores, otra para

    fiestas y la ultima en la que nunca haba entrado Rosa y en que tampoco se saba su nombre. Era

    una que tena cubculos, donde nada de lo que pasara afuera se poda escuchar adentro, y nada de

    lo que se escuchaba adentro se escuchaba afuera. La madre de Rosa deca que era para aquellas

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    personas que queran estar solas, o queran trabajar tomando o comiendo algo, o escuchando

    msica tranquila.

    Haban llegado a la mesa de la sala de no fumadores, y ah encontraron a dos muchachas de quince

    aos, y un hombre y una mujer que estaban tan arrugados como una pasa.

    Una de las nias era ciega; Rosa se dio cuenta porque llevaba gafas negras, y todos los ciegos traen

    gafas negras. Pero, para los dems, no saban que tena y quera averiguarlo; as que corri con

    entusiasmo a la mesa, y cuando la madre de Rosa le grit que parara, ella lo hizo y esper a su

    madre.

    Buenas tardes, soy Rosadijo la nia con entusiasmo, y todos sonrieron, excepto el seor, y se

    dio cuenta que era sordo.

    Rosa se sent y se acomod el vestido de color rosado con botones negros en la mitad de este, y

    puso los codos sobre la mesa.

    Rosala reprendi su madre.

    Lo sientodijo ella, y los baj de inmediato.

    Nadie habl hasta que el mesero lleg, y pidi por todos la madre de Rosa. La nia mir a una de

    las jvenes ansiosa y dndole esa sonrisa que mostraba su diente cado, le habl:

    Hola, soy Rosa. La muchacha le sonri con dulzura y le sealo la boca, dndole a entender que

    era muda. Rosa le mostro el lpiz y la libreta, y la chica se sorprendi, pero la recibi.

    Hola, soy Laura.

    Eres bonita. Y te pareces mucho a la otra seorita.

    Rosa practicaba su letra cursiva, as que cada vez que escriba sacaba la lengua en un gesto de

    esfuerzo, y apretaba duro la punta del lpiz hasta tallar la hoja.

    La muchacha sonri ms ampliamente.

    Somos gemelas.

    Ella me puede or?

    S.

    Cmo se yama?

    Llama de llamar a alguien, es con doble ele. Y se llama Paula. Rosa hizo una enorme A con la

    boca.

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    Lo siento.

    No importa.

    Hola, Paula. Soy Rosa.

    Y as fue con cada uno de los invitados. Todos le sonrieron. Y el que ms fuerte se rio, fue la

    abuelita cuando Rosa haba descubierto que tambin era sorda como el seor, que le haba

    dicho que era tan arrugada como las pasas que haba en el arroz con leche.

    Cuando todos terminaron, Rosa pidi permiso para ir al bao, cuando en verdad iba hacia el

    cuarto saln. Se acerc a los cubculos y miro varias veces atrs, miro las ventanas de estos y se

    sorprendi al verlos todos solos a excepcin de uno. Un seor de traje estaba escribiendo mientras

    su comida estaba al lado.

    Hola, soy Rosa le escribi Rosa al seor en el cuaderno, y lo pego a la ventana golpeando un par

    de veces. El seor la mir frunciendo el ceo y volvi a lo que estaba. Rosa se enfad, pero solo

    frunci el ceo al igual que l.

    Eres un seor grosero. l tambin le escribi.

    Si, lo soy.

    Yo no

    No tienes otra cosa que hacer?

    No

    Y tu mam? Rosa sealo al otro lado del restaurante.

    Pues vete ya. El seor se despidi de ella, pero ella quera saber su nombre.

    Me podras decir tu nombre por favor, seor.

    Cristian. Ahora vete.

    Cristian tiene bonitos ojos y es de mal humor

    Si, ahora vete. Rosa le saco la lengua y se fue corriendo a su mesa, pero cuando lleg al lugar, no

    encontr a su madre.

    Rosa mir frenticamente por todos lados y cuando no la vio sali del restaurante y corri a donde

    haban dejado el auto, an estaba ah as que esper a su madre; pero un par de minutos despus,

    se dio cuenta que no era el de su madre cuando un seor se subi y arranc.

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    Rosa comenz a llorar con el cuaderno apretado contra su pecho, y corri hacia donde pensaba

    que era su casa. Pero sigui llorando, y se sent en una escalera cuando no la encontr.

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    Captulo III

    Cristian sigui comiendo cuando la mocosa se fue. Nia rara. Debi decirle que era mudo y que as no la poda entender, pero al final, no hizo falta. Pues la pequea se haba ido; molesta, pero,

    esfumado en fin.

    Al terminar de comer, pag y sali en busca de su auto. Al pie de este, haba una seora que lloraba

    histrica entre un grupo de personas. Ha Cristian no le import, solo fue algo que no pudo ignorar

    al ver a alguien gritando de esa manera. Pero no poda detenerse a ver qu pasaba, ya que tena

    cosas mejores que hacer.

    Subi a su auto y condujo con tranquilidad para llegar a su trabajo. Como vicepresidente poda

    llegar ms tarde de lo ordinario, y eso le gustaba. Par en el momento de ver el semforo en rojo;

    se relaj mientras esperaba, con la msica a todo volumen. Mir por la ventana y vio a la mocosa

    del restaurante sentada en una escalera, llorando y apretando tan fuertemente que se poda

    apreciar como las hojas de dicha libreta estaban siendo terriblemente estrujadas por la fuerza de

    la pequea.

    Intento ignorarla, pero simplemente no pudo. Por donde lo viera, la nia estaba prdida, y an

    ms sabiendo que la haba visto antes; era inevitable no sentir culpa. Cuando el semforo se puso

    en verde l se baj y cerr la puerta de un portazo, se dirigi hacia Rosa. Y sin previo aviso y sin

    dar explicaciones, la tom en sus brazos.

    Cruz nuevamente la calle mientras escuchaba a los carros pitar, eso ya le estaba comenzando a

    estresar. Subi a la nia al asiento trasero con total delicadeza, pues, nunca haba tratado con

    nios de esa edad. De hecho, no le gustaban los nios.

    La nia sigui llorando sin parar, pero eran solo sollozos, no se escuchaba ms que el hipo que se

    le haba formado gracias a su llanto. Y se pregunt si haba llorado por tanto tiempo que no le

    quedaba ni voz o simplemente, era su manera de hacerlo.

    Cristian par en un callejn, lo ms apartado posible de la calle, para que nadie que

    posiblemente lo conociera lo viera en tan delicada situacin, y menos que pensaran en cosas

    raras.

    Ya para pens, con los ojos cerrados por la frustracin. Cmo era que se llamaba la mocosa?

    Roco, algo de Ro era, Ro Rosa!

  • 20

    Rosa dej de sollozar, pero las lgrimas le seguan saliendo por esos ojos vidriosos y de color caf

    claro; su cabello castao estaba sudoroso, y su cara enrojecida al igual que sus manos que aun

    apretaban el cuaderno. El arranco una hoja de una libreta y sac una pluma, escribi y luego se lo

    mostr.

    Ahora, dime que paso.

    Mi mam, mi mamintento explicar la nia mirando a Cristian con desolacin.

    No, no tartamudees y hblame bien.

    Que qu es tartatarta?

    Lo que ests haciendo.

    Y que estoy Cristian apret el claxon con estrs, y la nia nuevamente comenz a llorar.

    Lolo siento.

    Cristian la miro y se sinti culpable.

    En la hoja.

    La nia mir las hojas arrugadas y con el lpiz escribi. Lo escribi tan lento y tembloroso, que

    Cristian casi se lo arranca de las manos para tirar esa maricada por la ventana, pero se contuvo.

    Al terminar volte la libreta temerosamente y se la mostro al joven.

    Mi mam no s dnde fue y me perd

    Por qu?

    Por qu quise hablarte

    Esto le estaba comenzando a hartar. Solo quera deshacerse de la nia, la llevara a una estacin de

    polica, y ya problema de ellos, no de l.

    Arranc, pero mientras conduca, lo pens: si tocaba explicarles a modo de seales, lo acusaran y

    lo retendran un rato, y en ese tiempo media empresa se dara cuenta de su irresponsabilidad, y su

    empleo se acabara o se estropeara porque todo el mundo pensara que haba secuestrado a una

    nia, la hubiera violado y quien sabe que mierdas ms.

    Se rasco la cabeza agresivamente, y volvi a conducir en direccin contraria con destino a su casa.

  • 21

    *** Al llegar, abri la puerta principal y dej que la nia pasara. Haba dejado de llorar, pero no estaba

    con el mismo nimo que haba visto la primera vez. An estaba aferrada a la libreta rosada, y

    todava tena los ojos hinchados y las mejillas rojas. Se qued parada enfrente de la puerta sin

    hacer ni un solo movimiento; el crey que era porque estaba desanimada pero, una vez se

    recuperara, estara saltando por todo el lugar.

    Cristian estir un brazo hacia adentro invitndola a que siguiera, y la nia lo hizo. Entr y mir con

    cierta curiosidad el lugar, para luego, agachar la cabeza y sentarse en el sof hasta que los pies le

    quedaron colgando.

    El saco su celular, y escribiendo lo que quera decir, se sent junto a ella. Entonces, una voz

    robtica le dijo a la nia:

    Tienes hambre?

    La nia neg, el volvi a escribir.

    Sed?

    Neg.

    Ver tv?

    Rosa, volvi a negar.

    Entonces?

    La nia tomo aire y

    Quiero a mi mami!

    La nia lo abraz, dejando caer la libreta y volvi a llorar. l tambin le abrazo pero sin embargo,

    en su cabeza deca y se preguntaba mil veces; En qu dilema se haba metido?

    La nia llor hasta quedarse dormida, pero antes le pidi el favor a Cristian que se quedara con

    ella. Cristian lo hizo, pero despus de una hora, ya no se poda quedar ms con ella, tena que irse a

    trabajar.

    Cogi las llaves del coche y de la casa, pas por la cocina a por un vaso de agua, y vio los cubiertos

    por el rabillo del ojo y se atraganto; la nia poda cortarse y lo acusaran a l, desordenara la casa,

    rompera algn televisor, o saldra a la calle y se volvera a perder y l se sentira nuevamente

    culpable.

  • 22

    Cerr la puerta de la cocina con llave, y la de los cuartos tambin; alejo todo aquello rompible,

    hasta el televisor, y cuando sali, trab la puerta con llave y las ventanas cerradas. No sera tan

    tonto como para llevarla a la oficina.

    *** Una hora ms tarde, estaba en su nueva y espaciosa oficina, que no haba disfrutado porque estaba

    preocupado por la nia y por la casa, ms de lo segundo que de lo primero. Pero sin embargo, trat

    de hacer su trabajo y concentrarse en l.

    ***

    A las nueve de la noche estaba conduciendo como loco en la autopista, y diferentes pensamientos

    se le venan a la cabeza:

    Se cay por las escaleras. Rayo las paredes. Rompi el comedor de cristal. Estaba llorando

    de nuevo, y eso alertara a los vecinos, y la polica vendra, y

    Condujo ms rpido, pero una cuadra antes de llegar se le vino otro pensamiento:

    No prend la luz y est sola en una casa que no conoce.

    Eso le parti una milsima parte del alma. Se acordaba como a su hermana pequea le daba miedo

    la oscuridad. Dos horas, dos malditas y eternas horas para esa nia en la oscuridad.

    Se extra de ver la luz prendida de la sala, y se imagin a los policas ah, pero cuando entro, la

    nia solo estaba dibujando; no en las paredes, ni en el piso, sino en su libreta, sentada en el sof, y

    con los pies descalzos, y los zapatos ordenados en un rincn del cuarto.

    Rosa lo mir y tal como su madre le haba enseado, se puso de pie dejando la libreta y el lpiz en

    la mesa del mismo material de las zapatillas de Cenicienta, y se volvi a colocar los zapatos y se

    volvi a sentar en el suavecito sof. Cogi la libreta, y sigui dibujando; pero despus de unos

    segundos, se acord de lo que su madre siempre le deca que hiciera, y que si no lo haca ella se

    enfadara. Eso lo saba tan bien, como que se llamaba Rosa.

    Buenas noches. Ahora si podra seguir dibujando.

  • 23

    Cuando su madre la encontrara, le dara la carta junto con el dibujo que estaba haciendo. Le

    gustara mucho, porque a ella le haba costado mucho hacerlo.

    El seor Cristian sac de nuevo su celular, y volvi a oprimir las teclitas que estaban all. Tena

    muchas ganas de decirle que quera jugar con l, pero saba que su padre dira:

    las cosas que no son tuyas se miran, pero no se tocan.

    Y tambin tena muchsima hambre, pero saba que su padre le hubiera dicho:

    Es una grosera que recibas cualquier cosa en una casa que no es tuya.

    Pero tena hambre, pero ya haba desobedecido y por eso ahora estaba lejos de su casa; decidi no

    hacerlo de nuevo. La voz extraa son otra vez, y eso a ella le diverta ms que antes.

    Qu haces? Rosa le mostro el dibujo de la rosa que estaba dibujando, porque saba que a su

    mam le encantaban las rosas.

    Cristian volvi a escribir, y crey que le iba a decir que estaba bonita, porque su padre siempre

    deca que dibujaba como el hombre que dibujo a la seora seria, y delicada, y bonita Dinchi!

    Qu es eso?

    Una rosadijo ella con orgullo.

    Esta al revs?

    Ella neg y el joven se haba dado cuenta que haba metido la pata. La nia arrugo la hoja hasta

    hacerla una bola, y se la guardo en el bolsillo, y Cristian se dio cuenta que tena los bolsillos lleno

    de ellas.

    Puso el celular en el mostrador y se acerc a ella; se puso de cuclillas hasta estar a su altura, le

    saco la basura que tena en los bolsillos, y l, mostrndole una de las bolas de papel, le exigi una

    explicacin.

    La puerta est cerrada, y no la debo botar en el piso, seor Cristian.

    Ese seor Cristian de parte de una nia lo hizo sentir como un viejo de cuarenta en vez de

    veinticinco. l le quit todas las bolas de papel y abri la puerta de la cocina, las bot en la caneca

    y esta se llen hasta la mitad. Suspir con alivio, y se afloj la corbata.

    Agarro el celular del mostrador y volvi a escribir.

    Quieres pizza?La nia neg y l lo acept.

  • 24

    Pedir una simple pizza por telfono para un mudo, era igual que ganarle a la gravedad, as que

    tena dos opciones: pedirle a alguien que le hiciera el favor o ir directamente a la tienda.

    Obviamente, decidi la segunda.

    Cogi las llaves, y viendo el comportamiento de la nia, decidi comer afuera sin preocuparse.

    Le rap el lpiz a la nia y le escribi en una de las hojas para que captara el mensaje.

    Ya vuelvo, no toques nada. Y si tienes sueo, acustate en el sof.

    Ella asinti, y l le devolvi el lpiz.

    Cristian se fue, y Rosa sinti como su pancita grua como un len, pero no iba desobedecer a su

    madre y menos cuando estaba tan lejos de ella. Pero ese pensamiento no calmo el hambre, ni un

    poquito.

    Entonces encontr un bocadillo beleo en su bolsillo, que era el postre que le haban dado ese da

    en el colegio, y lo guardo para cuando de verdad sintiera hambre.

    ***

    Una hora ms tarde, el seor Cristian no haba vuelto y Rosa ya se haba comido todo el bocadillo.

    Aun senta hambre pero tambin sueo, as que se acost en el sof con los bolsillos llenos de

    hojas arrugadas, porque an no consegua hacer la rosa para su madre.

  • 25

  • 26

    Captulo IV

    Cristian llego dos horas despus. Sus planes haban cambiado, en vez de ir a la pizzera recibi un texto de la novia del jefe, y decidi comer en uno de los restaurantes ms finos de la ciudad y de

    paso, a un motel no tan lejos de all. Tena que desestresarse, y tambin que la novia del jefe que

    se llama Marisa por cierto, le inventara una buena historia de por qu haba faltado la mitad de

    la jornada.

    Cuando abri la puerta de su casa, y vio a la nia profundamente dormida en el sof con algunas

    bolas de papel que se le haban cado de los bolsillos. Se acerc a ella, y vio que tena las mejillas

    coloradas. Haba vuelto a llorar.

    Dejara que durmiera, y maana iran en bsqueda de su madre. l tena que despegrsela y ella

    tena que estar con su mam. Recogi las bolas de papel y las boto a la caneca. La tapo con una

    manta, y dejo con cuidado una almohada debajo de su cabeza.

    Se acost en su cama y pens en el da tan raro y agitado que haba tenido hasta quedarse

    dormido, y tena que agradecer que maana era sbado y no tendra que trabajar.

    ***

    El despertador lo levant de mala manera a la maana siguiente, y somnoliento, se puso una

    pantaloneta y se cepillo los dientes, se ba; y una vez debajo del agua fra, se acord de Rosa. Se

    arregl rpido y bajo, pero la vio aun durmiendo y se dirigi a la cocina.

    Los sollozos de la nia lo hicieron volverse rpidamente hasta llegar al sof donde se encontraba

    Rosa. Ella se encorvo hasta quedarse sentada. El joven vio la respiracin agitada de esta ltima, y

    le dio un severo escalofri de preocupacin; hasta para l era anormal verla respirar tan rpido.

    No tena el celular a mano como para preguntarle que le pasaba, y el lpiz de ella no tena punta,

    as que solo espero a que se calmara y que ella misma hablara.

    Mam, mamSusurro la nia, anonadada y profundizada aun en un sueo.

  • 27

    l se sinti incapaz de hacer algo, porque ni siquiera poda consolarla; no se sinti capaz de

    abrasarla, as que solo la miro.

    Quiero a mi mam chillo despacio y bajo, casi en un susurro; a la vez que su respiracin se

    coordinaba.

    El dejo que llorara un poco ms, hasta que se calm y al parecer, se acord dnde estaba. Se

    levant y se puso lo zapatos y camino hasta la cocina; Cristian la sigui con la mirada y cuando

    regreso, le entrego el celular.

    l se le quedo mirando sorprendido por que la nia pudiera darse cuenta de lo que l quera, y

    empez a escribir.

    Tienes hambre? Pregunt la voz robtica.

    S, pero pap dice que es de mala educacin recibir comida en una casa que no es ma.

    Yo hablar con tu padre cuando te encuentren, s?

    S.

    Cristian se levant y ella tambin lo hizo. Lo iba a seguir pero record la manta y se devolvi, le

    tom un rato doblarla pero lo hizo, y sonri cuando acab.

    Se iba a dirigir a la cocina, Cristian ya estaba comiendo en el comedor, y se dio cuenta que se haba

    demorado.

    Se sent enfrente de l con dificultad, y miro el plato. Huevo revuelto. Y entonces las tripitas le

    dijeron que no lo comiera, y dejo el huevo para el final; cogi el pocillo de porcelana, jams haba

    tomado en un vaso as de grande y la hizo sentir a ella como una adulta. Le encantaba el chocolate

    pero jams le haban dado as de arto, y en un pocillo tan grandote, eso le gusto.

    El seor Cristian le paso un cuaderno y un esfero.

    No te gustan los huevos?

    No

    Por qu?

    No s, mam dice que tengo que comerlos pero el estmago me hace un sonido de no

    El seor Cristian sonri un poquitito, y a Rosa la hizo feliz porque jams lo haba visto sonrer.

    Te los vas a comer?

    Yo s que lo ago.

  • 28

    Hago es con h, seorita

    Rosa hizo un gesto de A con la boca.

    lo siento

    No te tienes que disculpar, tambin yo los cometa, todos los cometemos.

    Pero yo estoy en el colegio y tengo que escribir bien

    Quin te ha dicho eso?

    Mi mami

    Tu mami como se llama.

    Laurina Ariza

    Y siempre le crees a tu mami?

    Siempre. grit la nia con entusiasmo a la vez que se apoyaba en el comedor y se acercaba a

    l con su tpica sonrisa.

    l sonri hacia la nia animada, pero rpidamente desapareci esa sonrisa.

    No, no, no, no, no quites la sonrisa se ve bonita. As; Rosa mostro todos sus dientes, y el joven

    al ver que le faltaba uno, tambin sonri y deseo que un simple sonido de una simple carcajada

    saliera, pero no fue as.

    Al terminar de desayunar, levanto los platos y uno de ellos aun contena el huevo; pero no dijo

    nada y dejo que la nia disfrutara su chocolate con tostadas. Tal vez maana le hara algo que no

    fueran huevos; pero empujo el pensamiento. Se estaba escuchando como su madre.

    Mir a la nia desde el prtico de la puerta de la cocina y se dio cuenta que estaba comiendo

    rpidamente, y se pregunt hace cuanto haba tenido hambre, y espero que no fuera hace muchas

    horas.

    Ella le entreg el pocillo al terminar y le dio un gracias. l hubiera dicho de nada si tan solo

    pudiera hablar.

    Quieres ver la casa? le pregunto Cristian, a travs del celular.

    La nia asinti con gusto y se limpi el chocolate de los labios con la manga.

    Subieron a la segunda planta y ah haba dos habitaciones, una que era del Seor Cristian y otra

    que estaba llena de ropa. Eran tan grandes que toda la familia de Rosa poda vivir all.

  • 29

    Despus estaba el tercer piso, ah haba un grandsimo piano, y tambin un tambor, y una guitarra.

    Cada uno con hojas que contenan las notas y que se llamaban partituras.

    Record lo que su padre le haba dicho, pero no se pudo resistir.

    Puedo tocar el piano? S? por fis, por fis, por fis.

    El seor Cristian no dijo nada y se dirigi hacia donde estaba el instrumento, le levant la tapa al

    piano y Rosa vio las teclas blancas. Cristian le acomodo la silla a su altura y le sealo que se

    sentara.

    A Rosa le encantaba tocar el piano, y haba una cancin que jams se le iba a olvidar porque fue la

    primera que aprendi con su prima, y se llamaba El himno de la Alegra

    Las primeras notas comenzaron a sonar y Rosa comenz a cantar.

    Ven, canta suea cantando, vive soado el nuevo sol

    Rosa cantaba delicadamente y, como era de esperar, agudamente. Y, aunque Cristian se hubiera

    quedado dormido en otra ocasin, le gustaba como cantaba aquella nia; porque lo haca porque

    le daba la gana, todo lo haca porque le daba la gana, y no por ser alguien mejor, como l.

    Si es que no encuentras la alegra aqu en la tierra busca, hermano, ms all de las estrellas

    La nia respiraba agitadamente, fatigada, estaba alzando demasiado la voz y el aire le vena y se

    iba, y Cristian pens que si tuviera voz tambin se cansara.

    Rosa termino repitiendo la ltima estrofa una segunda vez, y se rio; una risa fuerte, que se iba y

    vena.

    Y as Cristian la dejo tocar la misma cancin cinco veces ms, cada vez con ms pautas. La nia era

    bajita y algo gordita, pero no demasiado; percibi que jams hacia ejercicio, por eso eran tantas

    sus pausas. Tambin la dejo tocar la batera; a lo que ella le dijo que era un tambor. La guitarra la

    toco como si fuera un chelo; porque cuando intento levantarla, era tan pesada que casi se cae de

    espaladas pero en vez de eso, Cristian, agarrndola para que esta no tocara el piso hizo que a su

    vez el peso de la nia y de la guitarra le ganara y el mismo se cayera. Y as fue toda la tarde hasta

    que ha Cristian se le olvid ir a buscar a la madre de Rosa, Laurina, o tal vez se acordaba pero no

    quiso hacerlo.

    Al anochecer, la nia no pudo ms y se qued dormida en el silln. Nuevamente Cristian la tapo

    con la manta y le puso la almohada debajo de su cabeza. Esta vez no se fue tan rpido, sino que se

    qued viendo tv al lado de ella hasta que fueron las dos de la maana, y se asegur que la nia no

    fuese a llorar una segunda vez.

  • 30

    Y as fue todos los das en el transcurso de dos semanas, y en ese tiempo ya poda ver la cara de la

    nia por los noticieros y revistas. Cristian se excus que aun ella no estaba lista pero, lista para

    qu? No lo saba.

    Y Rosa aun no olvidaba a su madre, porque cada da intentaba e intentaba hacer la rosa, pero no lo

    lograba. Y cada noche y cada maana, se despertaba o se dorma llorando.

    Y Cristian aun no tena el valor para abrasarla, a pesar de que ella si lo haca.

    Y Rosa aun dorma en el sof.

    Y Cristian le dio waffles cada maana, y a ella le encantaban.

    Y Rosa le encantaba la nueva ropa que el seor Cristian le haba comprado, y tambin el cepillo de

    dientes rosado, con una crema dental con sabor a chicle, y su shampoo en forma de princesa

    Barbie.

    Y en el tiempo de tres meses Cristian se preocupaba ms por ella de lo que haba pensado. Cada

    maana, en el trabajo, pensaba y se preocupaba que le haya pasado. Tambin mientras ella se

    baaba, porque aunque todos los das se baaba y arreglaba sola, tena miedo que resbalara con el

    piso del bao que no era apto para nios.

    Y Rosa aun no entenda por qu el seor Cristian no poda desenredarle el cabello.

    Y a Cristian le daba miedo arrancarle todo el cabello de esa cabecita con sus fornidas y grandes

    manos; as que siempre llamaba a una amiga ciega que aun as era peluquera, y le haca diferentes

    peinados todos los das, que a Rosa la hacan feliz. Y era una ventaja, porque la chica ciega aun no

    saba que ella era la nia desaparecida.

    Y Cristian se dio cuenta que no vala ni una mierda al lado de ella.

    Y al finalizar las tres semanas del cuarto mes, Cristian le enseo a hacer una rosa a Rosa y tambin

    un conejito. Y le compr colores porque ella se lo haba pedido, y le bes en la mejilla por primera

    vez cuando se los dio, y Cristian sinti ganas de llorar, pero no lo hizo. Jams lo hara enfrente de

    ella.

    Y an segua siendo mujeriego, pero sus citas eran menos frecuentes.

    Y Rosa se pona contenta cuando l llegaba temprano a casa.

    Y Cristian le prohibi salir.

    Y Rosa se puso brava cuando le dijo que quera salir, y l dijo que no, y llor, como siempre con

    aire fatigado.

  • 31

    Y Cristian se sinti mal pero no la abraso, sino que le dijo que era para su bien, cuando realmente

    era para el suyo.

    Y finalmente, al terminar los cinco meses, mientras ambos estaban en la cocina, Rosa le confeso un

    secreto escrito en el papel.

    Me asuste cuando estuve aqu la primera vez

    Cristian se acord de lo que haba podido pasar, y lo peor es que pas.

    Se sinti culpable, culpable por todo; por encerrarla en su casa, por haberla dejado sola, por

    alejarla de su madre, y la abraso con fuerza y con el amor que jams crey que podra tenerle a un

    nio o aun ser humano, pero que lo haba logrado, y que ese amor era totalmente para ella, para la

    nia, para Rosa

    Llor cuando se dio cuenta que ella no lo poda escuchar cuando le dijo que la quera.

    Se odiaba as mismo como persona, como ser humano, como padre, como hijo, como todo. Se

    odiaba, pero la amaba a ella. Y hubiera dado todo para poder convertirse en el padre de esta nia.

    Te quierole dijo Rosa al seor Cristian.

    Cristian se arrodillo hasta su altura y la beso en la frente, en la coronilla, en la nariz en sus

    hermosos ojitos, y en cada una de sus mejillas sonrojadas.

    Y como todo adulto infeliz que era, saba que esa felicidad no durara mucho. De seguro lo

    encarcelaran y la nia se olvidara de l. Y eso le doli demasiado como para dejarla ir. Ya se haba

    dado cuenta que jams la dejara.

    Y ella tampoco se quera ir, pero extraaba a su mam y quera entregarle la carta. Y saba que

    Cristian la llevara cuando la encontrara, porque eso le haba prometido. Y despus l y su madre

    se veran cada da en el restaurante, y convencera a su madre para que l fuera su nuevo padre.

    Y le compro un disfraz de princesa, que Rosa no se quit sino dos das despus.

    Y jugaron al t que Cristian le haba comprado; Rosa sentada en las piernas de Cristian y el sentado

    en una silla pequea de hierro. Y mientras jugaban, Rosa le dijo que quera que el fuera su padre.

    Y Cristian llor nuevamente, y se dio cuenta de que lloraba mucho ltimamente.

    Y la nia se sinti mal y agach la cabeza y se disculp por haberlo hecho llorar.

    l le escribi que estaba llorando de felicidad.

    La nia lo mir confundida y le pregunto que si eso era posible.

  • 32

    Cristian le dijo que s.

    Rosa le pregunto que si tambin reamos de tristeza.

    Y Cristian le dijo que si, a la vez que pona su mentn en la cabeza de la nia, y luego la llenaba de

    besos en sus mejillas.

    Rosa hizo su tpico A con la boca.

    Y Cristian se dio cuenta que le fascinaba la risa de Rosa, y tambin su canto.

    Y Rosa se puso roja cuando Cristian le dijo que era una nia hermosa, y por eso las nias del

    colegio no se juntaban con ella, porque se sentan celosas.

    Y una semana despus del octavo mes, Rosa cumpli seis aos. Cristian le trajo un pastel de

    chocolate y globos de colores, y tambin le haba dado un peluche enorme en forma de oso, y al

    final del da, le trajo un cachorro para que dejara de sentirse sola, y ella se lo agradeci y le dio un

    abrazo tan fuerte que casi lo tumba, y se par en el sof donde siempre dorma y le beso la frente

    como el siempre hacia.

    Esa noche, Cristian lo pens mil veces pero al fin le dijo que durmiera en la cama de l, pero ella se

    neg, y por un segundo, Cristian sinti que poda odiarse an ms, hasta que la nia volvi a decir:

    Quiero dormir contigoy sonri mostrando que su diente permanente ya estaba empezando a

    salir.

    Esa noche, dicho y hecho, padre adoptivo e hija adoptiva durmieron juntos. Rosa con la cabeza en

    la almohada, y con el cachorro aun costado, y Cristian al lado de ella, abrazndola desde la panza.

    Cristian se sinti en el cielo esa noche.

    En todos esos das se haba sentido perdido en el paraso; encerrado en una casa con una nia de

    seis aos, que juagaban cada da a cosas distintas, que se zambulla en la piscina como una

    hermosa sirena. Y agradeci que fuera una piscina con muros y techo para que nadie pudiera ver a

    la nia.

    En tantos das y meses dejo a la nia dormir en el sof porque, adems de que vea irrespetuoso

    decirle que durmiera con l o en la cama de l, no tena ms cuartos donde colocarla.

    Se haba dado cuenta que no le gustaba estar solo, le gustaba estar con alguien que lo amara con la

    misma ternura que ella lo haca; que no sintiera pesar porque fuera mudo, y tampoco que le

    importara si era rico o pobre.

    Rosa era todo lo que podra necesitar, y que jams se podra aburrir. Quera verla crecer, y estar

    orgulloso de ella, aun con su mala constupre de respirar sonoramente cuando se cansaba, aun con

  • 33

    su linda costumbre de abrir la boca en forma de A cuando entenda algo, as como era todo de

    ella. Y todas aquellas pequeas caractersticas de ella, que tanto le gustaba.

    Y se permiti imaginarse un momento la vida con la pequea, como su hija; sin preocuparse de

    que lo encarcelasen, llevarla aqu y all por todo el mundo, y tratarla como una nia consentida;

    imaginarse que le dara hasta el alma si quisiese con tal de que fuese feliz.

    Esto era amor puro y no del barato del beso y del solo sexo o el de telenovela, era el de corto

    tiempo que quisiera que se volviera eterno, y el nico amor en el que uno tiene que ver morir al

    otro. Eso era lo que era, pero solo en su imaginacin.

    No pudo evitar abrasarla con ms fuerza y darle un beso en la mejilla. Y, aunque saba que siempre

    se lo escriba, le dijo en un grito silencioso.

    Te quiero.

    Y Rosa sinti que al fin habra logrado lo que quera desde hace tiempo: estar protegida por l, y

    nadie ms sino por l.

  • 34

  • 35

    Captulo V

    Cristian, Cristian, despierta. La nia estaba dndole puetazos en el pecho, que parecan masajes para Cristian. Es mam, est aqu. Tienes que abrir.

    Cristian abri los ojos, alarmado y se levant. Mir por las persianas y efectivamente, la madre de su nia estaba all, en la puerta y con tres policas armados. Cristian alzo a la nia y esta chill, sali del cuarto hasta al pasillo y corri hacia el lado contrario de la puerta.

    La puerta est por all. Repuso la nia atnita sealando la puerta principal.

    Cristian la llev al stano y la meti con cuidado debajo de las escaleras, donde haba una puerta escondida. Cristian le hizo seas a la nia para que se callara y esta lo hizo, se apunt a s mismo y luego al suelo, y la nia sorprendentemente le entendi que ya volvera.

    Cristian subi y cogi todas las cosas de la nia, las guardo en el cobertizo y cerro a este con un candado. Era el maestro de los contratos, y saba que podra engaar a los policas. Abri la puerta con un gesto de cansancio, rascndose la cabeza.

    Buenos das, seor Cristian. Lo salud un polica quien tena la mirada vaca e irritada. El no respondi, despus de todo, era mudo.

    Djenme a m. Una seora de cabello castao y ojos caf oscuro se present hacia l. Tena una cara de cansancio y agitacin, como si alguien la estuviese acosando. De pronto comenz a hablarle en la lengua de los signos.

    Buenos das, soy Laurina Ariza.

    Soy Cristian, un placer.

    Tal vez usted sepa que una nia desapareci estos meses.

    Si, lo s.

    Se llama Rosa Ariza, es la nia de esta foto. Y a la vez que lo terminaba de decir, sac una foto, y en cruda evidencia, ella era Rosa. La ha visto?

    Seora Laurina, para serle sincero, solo hago viajes y no permanezco casi en casa, as que la ayudara con mucho gusto si tan solo permaneciera en este pas.

    A ver, ahora me toca a m. Qu fue lo que hizo estas ltimas semanas? dijo bruscamente uno de los policas detrs de Laurina. Cristian hizo seas y la mujer las tradujo.

    Hice ejercicio, practique el piano, fui a New york y a Canad, y com en algunos restaurantes.

  • 36

    Bien, entonces no le importara que revisemos su casa. Acat el polica con una mirada prejuiciosa que deca: Este me est viendo la cara de imbcil.

    Mi casa es su casa. Tradujo la seora, Laurina frunciendo el ceo a la vez que vea como Cristian hacia un gesto teatral con el brazo invitndolos a pasar.

    Los policas pasaron y buscaron en cada habitacin con un detenimiento impetuoso, y finalmente en el stano. Cristian se sinti ms nervioso que nunca, pero intento no demostrarlo; no todos los das estaba en una situacin as, solo rezaba para esperar que el polica no se diese cuenta. Y justamente cuando el polica estaba por irse, la nia grit.

    Cristian, scame de aqu! Est muy oscuro! Cristian! La nia gritaba ahogadamente, seguramente por la falta de aire en el armario o el miedo que se encontraba en l.

    El mundo donde se resguardaba se derrumb como el papel. Ya no le quedaba nada, absolutamente nada. El polica quito el seguro de la puerta y la nia sali desubicada por la brillante luz y tosiendo seguramente por el polvo de los aos resguardados.

    Un polica cogi a Cristian por la espalda, y al resistirse las esposas le marcaron.

    Rosa! Rosa!

    No, no le hagan eso. l es bueno, l es bueno. la nia comenz a llorar, y a Cristian eso lo enfado ms.

    Pero los policas eran sordos, mudos y ciegos. Sostuvieron a Rosa por lo brazos, pero ella se logr soltar, hacindose dao. Corri hacia Cristian y lo abraz. Dos policas ms bajaron acompaados por Laurina, y al ver a su hija en ese estado, llor.

    Mami, diles que l es bueno. Pero ella no lo hizo. Mami! Rosa comenz a llorar al ver como se lo llevaban. Y ya estaba cansada de los brazos, porque le dolan mucho de que el seor malo los sostuviera con tanta fuerza. Y su respiracin se entrecortaba y se haca dificultosa por el esfuerzo.

    Una ambulancia y una patrulla esperaban afuera. Cristian intento escapar una vez ms, pero los tres policas que lo sujetaba se lo impidieron.

    Jams haba deseado con tanta codicia poder hablar, gritar y que el mundo entero supiera su dolor. Pero no poda, simplemente no poda. Dese saltar y hacer una pataleta, pero no poda porque tres policas lo sostenan.

    Lo subieron en la patrulla y vio correr a Rosa por las escaleras, la oy decir que le quera y l lo intento gritar tambin, pero no pudo. Y la vio correr hacia l, y so con tocarle la cara y besarla una vez ms, y pensar que ella tambin lo poda or. Pero en vez de eso, solo vio como una motocicleta la atropellaba.

  • 37

    ***

    Rosa ahora estaba en una camilla, cohibida y prohibindose mover porque diferentes tubos estaban cocidos a ella. Pero eso Cristian aun no lo saba, por qu an estaba en la sala de espera, con las manos juntas y amarradas y dos guardias cuidndolo desde la puerta como si estuviera en un jardn de nios. Pues, lo haban dejado venir ya que adems que sospechaban que el hombre le hubiese hecho algo a la nia, se haba cortado las muecas al intentar quitarse las esposas.

    No haba llorado aun por la impresin, y solo estaba mirando al frente, serio y con las manos vendadas y agarradas con fuerza una de la otra.

    Los padres de Rosa salieron de la sala, llorando, y Cristian los vio. Ellos se sentaron en la sala de espera; parecan distantes de todo y de todos, ninguno de los dos se agarraban de las manos o se abrazaban solo estaban alejados, haciendo creer que no queran compartir su dolor con nadie. Una doctora se les acerc y Cristian estuvo atento antes las cosas que posiblemente la mujer dira.

    La nia est en mal estado. Su corazn no est enviando suficiente aire y sangre al cuerpo. Por esto, la nia, o morir o quedara en coma. Deca la mujer, con la mirada seria. Alguno de ustedes saba que ella sufra de una enfermedad cardiopata congnita?

    Por qu? Es grave? Dijo el padre de la nia, levantndose de la silla. La doctora, acostumbrada a explicar todo con lentitud a sus pacientes y acompaantes de este, les dijo:

    Una enfermedad cardiopata congnita, es una enfermedad gentica que est ubicada en el corazn. La enfermedad que su hija tiene se llama Comunicacin interauricular. La mayora de los nios nacen con un soplo en el corazn, y con el tiempo se va cerrando. Pero, en el caso de su hija, no fue as. El soplo se fue extendiendo. Ya que no fue tratado durante casi un ao, el corazn o la enfermedad, se hizo cada vez ms grave.

    No Debe usted estar bromeado. Yo me asegur de darle sus medicamentos, las terapias, todo! vacilo a la vez que gritaba Laurina.

    Seora, las cosas son como son y nosotros no podemos hacer nada al respecto. Y, antes de que diga otra cosa ms, le explicar. La doctora los mir y empez a mover las manos intentndose explicar: El corazn de su hija aclar, desde que naci, tiene una abertura hizo una lnea imaginaria con las manos. Y ya que jams se cerr, hizo que el corazn de un lado se esforzase ms y, a su vez, este creciera; pero el corazn fue resistiendo por los medicamentos. Sin embargo, en el ao que no recibi terapia, el soplo creci formndose ms grande. La mujer subrayo la lnea anterior sino que esta vez an ms larga. esto hizo que el corazn se esforzara an ms para que el cuerpo reciba oxgeno; y ahora con el accidente le es casi imposible funcionar, por lo que dudamos hacer una ciruga a corazn abierto

    Cristian pateo fuertemente el piso, con la cabeza agachada y las manos entrelazadas atrs de la nuca. Solo quera a su nia fuera de aqu, fuerte y sana; no palabrera y seas de una doctora amargada que no buscaba una solucin y obviamente, no senta su dolor.

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    La doctora lo miro extraamente y luego a los padres de la nia. Solt un suspiro y, casi obligndose a hablar, dijo:

    Su hija se est muriendo, y si no consigue a alguien que done un corazn, y que, a su vez, el cuerpo de la nia lo acepte, pues

    Los padres de la nia haban comenzado a llorar de nuevo, pero ninguno dijo algo para que la nia viviera. Y Cristian no lo pens y se acerc a la doctora, mirndola con ojos vidriosos y sostenindola por el hombro.

    Se seal as mismo y luego el lado izquierdo de su pecho. La mujer lo miro desconcertada y asustada, y luego miro a los padres de Rosa; estos tambin dejaron de llorar, observando al mudo.

    El hombre mudo se arrodill enfrente de la madre de Rosa, y con los dos dedos centrales de una de sus manos dobladas y golpendosela contra el pecho, le pidi perdn.

    La seora lo mir con asco, porque haba hecho que su hija estuviera lejos de ella por ocho meses, y sinti ganas de darle una patada, pero no lo hizo.

    Laurina acept porque saba que con eso l morira; y jams le haba deseado la muerte a alguien, hasta que lo vio.

    Si ms, Cristina fue llevado a otro cuarto donde le haran los respectivos anlisis, tanto como de salud, como de estado. Laurina ya haba firmado el permiso, ya nada faltaba, simplemente esperar lo que tena que pasar.

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    Captulo VI

    Cristian estaba listo para la operacin; para morir. Su corazn era compatible con la nia,

    sorprendentemente. Y por primera vez en su vida, le agradeci a una esperanza inexistente,

    porque no tena a nadie ms a quien agradecrselo.

    Se acord que haba un cuento que finalizaba as, que un padre le haba dado a su hija el corazn. Y

    si tuviera voz se habra puesto a rer, porque ni ella era su hija, ni l su padre, y eso lo hizo rer

    mentalmente, rer de tristeza.

    Antes de estar all, haba conseguido ver a la nia con un guardia y una enfermera como

    acompaante. Y, cuando lleg al lado de Rosa, cay de rodillas y llor. El guardia se haba apiadado

    de l cuando escuch que l sera el que ayudara a la nia, y en otra ocasin se lo hubiera

    agradecido, sino fuera porque no poda hablar.

    Abrazo a Rosa a pesar de tener tubos y cables conectados, y Cristian se odi por causar todo eso. Y

    le beso en la frente y le seco las lgrimas que le haban cado en su hermoso rostro, antes de que

    aquello pasara.

    Record todo el tiempo que vivi con la nia y muchas cosas ms en las que haba sido feliz, y se

    dio cuenta de lo infeliz que era antes, y le dio gracias a Dios por conocer a esa nia.

    Y muri recordando su diente faltante, su sonrisa encantadora y sus ojos brillantes por la felicidad

    pura con la que un nio siempre naca. Y record por ltimo, la ltima estrofa del Himno de la

    Alegra, y escucho la risa de ella, y sonri. Para luego cerrar sus ojos y jams abrirlos nuevamente.

    *** Rosa nunca ms supo del seor Cristian cuando se volvi a despertar, e hizo muchas pataletas

    para que se lo dijeran, pero nadie lo hizo.

    Rosa hizo una nueva carta para su mam en la ltima hoja de su libreta que le quedaba, que le

    especificaba cuanto la odiaba y cuanto le dola la partida de su padre, que lo extraaba, y quera

    volver a verlo.

    Los adultos siempre mienten.

    Porque le haban escondido que tena un hueco en su corazn. Y, aunque Rosa no entenda lo

    suficiente, entendi que le haban mentido, algo que nunca se debe hacer con un nio.

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    Jams se volvi a dirigir como padre a su verdadero padre, y su odio hacia su madre duro hasta

    que ella cumpli los once aos.

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    Captulo VII

    Cuatro aos ms tarde, Rosa estaba all, arrodillada en la tumba de su padre; ponindole rosas de color blanco mientras llora; porque ahora saba la verdad y constantemente todos los das se

    tocaba el pecho izquierdo.

    Se haba dado cuenta de tantas cosas cuando era nia. Descubri que los adultos tambin sienten miedo y que tambin se sienten solos; que siempre descubren nuevos problemas y por eso los nios son las nuevas soluciones. Haba descubierto que hasta la persona ms infeliz poda amar, si se dejaba amar. Que la oscuridad a veces es la mejor compaera. Que la muerte no es el fin de todo. Que los humanos siempre estn ciegos, sordos y mudos, y que el querer no es de palabras ni de acciones; es un sentimiento que todos tenemos, y que hasta un nio lo puede sentir. Por qu los nios no le temen a nada, y que los adultos le temen a todo.

    Y que ahora, ni en los aos futuros, volvera a pensar en la muerte, ni en lo que sucedi. Y que ahora solo lo recordara a l como el que sin palabras le mostro su amor, en el como a la persona que jams pudo conseguir y que sin embargo, lo tuvo. Que existi y dejo de existir. Porque las cosas son as, y se acaban tan rpido como las palabras que leemos, que se acaban tan rpido como la vida, que se acaba tan rpido como el sentido de la niez.

    Y camin junto con el perro que una vez fue cachorro, y que le haba puesto Cristian porque l se lo haba dado a los seis aos.

    Y se dio cuenta que la letra Y expresaba el final de una oracin, de un todo, pero ella saba que no era as.

    Y sonri a la vez que lloraba, y se dio cuenta de que si haban sonrisas y risas de tristeza.

    Si es que no encuentras la alegra aqu en la tierra busca, hermano, ms all de las estrellas

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    Agradecimientos: Principalmente les agradezco a los lectores que se han tomado la molestia de leer y corregirme

    esta historia sin insulto alguno: gracias, sin ustedes no hubiese podido continuar esta historia.

    Gracias tambin a los lectores que me han atacado con halagos, y que, adems de eso, me han

    hecho saber que han llorado con esta historia; gracias, me han hecho muy feliz.

    Tambin quiero agradecer a mi hermana mayor que me ha ayudado con su presencia, apoyo y

    entendimiento. Ha Antonella Vsquez, quien, aunque no la conozca personalmente, me ha ayudado

    ms que cualquier otra persona. De seguro y sin dudar, este libro sera un desastre sin ella. Ha mi

    amiga, Gina Prada, que me ha dado su opinin tantas veces como se la he pedido. Y, por supuesto,

    a la vida que me ha podido brindar tan hermoso observar.

    Gracias.

    Me puedes encontrar en Facebook en el siguiente enlace. Duda, sugerencia o informacin la

    responder con gusto:

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