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R OYO MARÍN, ANTONIO,  Doctoras de la Iglesia. Doctrina espiritual de Santa Teresa de  Jesús y Santa Catalina de Siena , BAC, Madrid, 1979 3, p. 8-33. 2. DOCTRINA DE LAS “M ORADAS  El Castillo interior o las Moradas es, sin duda alguna, la obra cumbre de Santa Teresa y una de las más sublimes de toda la mística cristiana. La escribió Santa Teresa a los sesenta y dos años de edad, cuando ya su alma seráfica había escalado las más altas cimas de la unión mística con Dios. Comenzó su redacción en Toledo, el 2 de junio de 1577, fiesta de la Santísima Trinidad; lo interrumpió por espacio de casi cinco meses, terminándolo en Ávila el día 29 de noviembre del mismo año. Su redacción material apenas llegó a los dos meses, a pesar de estar la Santa llena de achaques y metida en mil negocios y problemas de la reforma carmelitana, en su época más borrascosa. La iniciativa de escribir este libro fue debida al P. Gracián de la Madre de Dios, brazo derecho de Santa Teresa en la reforma carmelitana. Lo cuenta el propio P. Gracián en sus notas manuscritas a la ida del P. Ribera: “Lo que pasa acerca del libro de las Moradas es que, siendo yo su prelado y tratando en Toledo una vez muchas cosas de su espíritu, ella me decía: ‘¡Oh, qué bien escrito está ese punto en el libro de mi vida, que está en la Inquisición!’. Yo le dije: ‘Pues que no le podemos haber, haga memoria de lo que se le acordare y de otras cosas, y escriba otro libro y diga la doctrina en común, sin que nombre a quien le haya acaecido aquello que allí dijere’; y así le mandé que escribiera este libro de las Moradas, diciéndole, para más la  persuadir, que lo tratase con el Dr. Velázquez, que la confesaba algunas veces, y se lo mandó” 1 . El Dr. Velázquez, canónigo de Toledo y más tarde arzobispo de Santiago, que a la sazón era confesor de Santa Teresa, ordenó a ésta la redacción del libro de las Moradas a fines del mes de mayo de 1577, y la Santa comenzó a escribirlo el 2 de junio, como ya hemos dicho. Durante su redacción, que solía hacer después de comulgar o de ponerse en oración, el rostro de la Santa se inflamaba y  ponía hermosísimo, como declaró la madre María del Nacimiento, testigo ocular en los Procesos de Madrid. He aquí sus propias palabras: “Cuando escribió la dicha madre Teresa de Jesús el libro... de las Moradas fue en Toledo, y la manera que esta testigo vio que escribía era con gran velocidad y con gran hermosura en el rostro, que a esta testigo le admiraba; y estaba tan embebida en lo que escribía, que, aunque allí junto se hiciese algún ruido, no la estorbara” 2 . Un episodio parecido cuenta como testigo presencial la madre María de San Francisco: Especialmente vi una vez, estando escribiendo el [libro] de las Moradas y entrando yo a darle un recado, que estaba muy embebida, de suerte que no me sintió, y la vi con rostro inflamadísimo y hermosísimo; y, después de haber oído el recado, dijo: 'Mi hija, siéntese un poco; déjeme escribir esto que me ha dado el Señor antes que se me olvide’, lo cual iba escribiendo con gran velocidad y sin parar” 3 . Es casi una profanación tratar de resumir este libro maravilloso, que debe leerse íntegramente en el inimitable texto original. Pero hemos de arriesgarnos forzosamente a ello para no dejar incompleta en su parte más sublime y cimera esta apretada síntesis del magisterio teresiano. Argumento general El Castillo interior o las Moradas, de Santa Teresa, constituye un magnífico tratado de la vida espiritual desde que el alma comienza sus primeros pasos hasta que llega a la unión mística con Dios. 1 Nota al c.6 1.4 p.365 de la Vida escrita por el P. Ribera (Año Teresiano 7 p.149-150). 2 Proc. Madrid, 1595. 3 Memorias historiales  N. n.13 (Informaciones de Medina cód.16, p. 107).

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R OYO MARÍN, ANTONIO, Doctoras de la Iglesia. Doctrina espiritual de Santa Teresa de

 Jesús y Santa Catalina de Siena, BAC, Madrid, 19793, p. 8-33.

2. DOCTRINA DE LAS “M ORADAS ” 

El Castillo interior o las Moradas es, sin duda alguna, la obra cumbre de Santa Teresa y una de lasmás sublimes de toda la mística cristiana. La escribió Santa Teresa a los sesenta y dos años de edad,

cuando ya su alma seráfica había escalado las más altas cimas de la unión mística con Dios. Comenzósu redacción en Toledo, el 2 de junio de 1577, fiesta de la Santísima Trinidad; lo interrumpió por espacio de casi cinco meses, terminándolo en Ávila el día 29 de noviembre del mismo año. Suredacción material apenas llegó a los dos meses, a pesar de estar la Santa llena de achaques y metidaen mil negocios y problemas de la reforma carmelitana, en su época más borrascosa.

La iniciativa de escribir este libro fue debida al P. Gracián de la Madre de Dios, brazo derecho deSanta Teresa en la reforma carmelitana. Lo cuenta el propio P. Gracián en sus notas manuscritas a laida del P. Ribera:

“Lo que pasa acerca del libro de las Moradas es que, siendo yo su prelado y tratando en Toledo una vezmuchas cosas de su espíritu, ella me decía: ‘¡Oh, qué bien escrito está ese punto en el libro de mi vida, queestá en la Inquisición!’. Yo le dije: ‘Pues que no le podemos haber, haga memoria de lo que se le acordare y

de otras cosas, y escriba otro libro y diga la doctrina en común, sin que nombre a quien le haya acaecidoaquello que allí dijere’; y así le mandé que escribiera este libro de las Moradas, diciéndole, para más la persuadir, que lo tratase con el Dr. Velázquez, que la confesaba algunas veces, y se lo mandó”1.

El Dr. Velázquez, canónigo de Toledo y más tarde arzobispo de Santiago, que a la sazón eraconfesor de Santa Teresa, ordenó a ésta la redacción del libro de las Moradas a fines del mes de mayode 1577, y la Santa comenzó a escribirlo el 2 de junio, como ya hemos dicho. Durante su redacción,que solía hacer después de comulgar o de ponerse en oración, el rostro de la Santa se inflamaba y ponía hermosísimo, como declaró la madre María del Nacimiento, testigo ocular en los Procesos deMadrid. He aquí sus propias palabras:

“Cuando escribió la dicha madre Teresa de Jesús el libro... de las Moradas fue en Toledo, y la manera

que esta testigo vio que escribía era con gran velocidad y con gran hermosura en el rostro, que a esta testigole admiraba; y estaba tan embebida en lo que escribía, que, aunque allí junto se hiciese algún ruido, no laestorbara”2.

Un episodio parecido cuenta como testigo presencial la madre María de San Francisco:

Especialmente vi una vez, estando escribiendo el [libro] de las Moradas y entrando yo a darle un recado,que estaba muy embebida, de suerte que no me sintió, y la vi con rostro inflamadísimo y hermosísimo; y,después de haber oído el recado, dijo: 'Mi hija, siéntese un poco; déjeme escribir esto que me ha dado elSeñor antes que se me olvide’, lo cual iba escribiendo con gran velocidad y sin parar”3.

Es casi una profanación tratar de resumir este libro maravilloso, que debe leerse íntegramente en elinimitable texto original. Pero hemos de arriesgarnos forzosamente a ello para no dejar incompleta ensu parte más sublime y cimera esta apretada síntesis del magisterio teresiano.

Argumento general

El Castillo interior  o las Moradas, de Santa Teresa, constituye un magnífico tratado de la vidaespiritual desde que el alma comienza sus primeros pasos hasta que llega a la unión mística con Dios.

1 Nota al c.6 1.4 p.365 de la Vida escrita por el P. Ribera (Año Teresiano 7 p.149-150).2 Proc. Madrid, 1595.3 Memorias historiales N. n.13 (Informaciones de Medina cód.16, p. 107).

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Todo el proceso gira principalmente en torno a la oración, cuyos grados progresivos describe la Santacon admirable seguridad y precisión. Para ella, los grados de oración coinciden con los de la vidacristiana en su marcha a la santidad. Este punto de vista, que puede justificarse plenamente con larazón teológica- la intensidad de la oración coincide con la de la caridad, en cuyo perfecto desarrolloconsiste la perfección cristiana-, fue confirmado por San Pío X en carta al general de los carmelitas el7 de marzo de 1914 al decir que “los grados de oración enseñados por Santa Teresa representan otrostantos grados de superación y ascenso hacia la perfección cristiana” 4.

Santa Teresa realizó su plan con una perfección sublime que pasma y maravilla. Con tazón escribe.

uno de los más ilustres teresianistas:

“El libro salió tan perfecto, que por unánime y universal consentimiento es tenido no sólo como el principal de las obras de la Santa, sino como uno de los primeros de la mística experimental, tal vez comoel más hermoso de la literatura cristiana en esta ciencia trascendente de los amadores de Dios. Sin queadvirtamos en él métodos lógicos y estrictamente científicos, que jamás entraron en los cálculos de SantaTeresa, dase una concepción sencilla y grandiosa a la vez de lo que ha de correr el alma desde quecomienza a servir a Dios detestando los pecados hasta la unión con El en sublime y místico epitalamio”.

“El alma es como un castillo - dice en el primer capítulo de la obra - todo de un diamante o de muy clarocristal, donde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas”. En el centro de todas ellasestá el Señor del castillo, que es Dios. Llegar hasta El por el ejercicio del amor, desde los grados másrudimentarios, en los principiantes, hasta los más elevados, en los perfectos, es el noble empeño de Santa

Teresa en esta obra suya, última que nos legó como manda testamentaria. Siete son las moradas que el almaha de pasar antes de abrazarse con su Esposo en el centro del castillo. Cómo ha de ir corriéndolas todas eslo que explica en el libro, dándonos en la explicación, un curso de mística sublime. Desde la primerasrudimentarias operaciones del alma, que anda como arrastrándose aún en la tierra, forcejeando por librarsede sus impurezas hasta encumbrarse en alturas apenas accesibles al hombre, la va conduciendo, a través delaberintos intrincados, con una seguridad y firmeza que dan bien a entender que el auriga es muy experto, y

 puede el alma confiarse a él sin temor de extravío. Huelga hacer más ponderaciones de una obra tanhermosa, cuya lectura nunca se recomendará bastante a las personas discretas que seriamente se dedican ala santificación de su alma mediante la práctica de la virtud y el ejercicio de la contemplación. Leídas conatención estas Moradas, parece que una fuerza interior misteriosa nos induce suavemente a pasadas todashasta llegar al término, que es la posesión de Dios por unión de amor”5 5.

Moradas primerasSanta Teresa comienza el asombroso libro con la hermosa alegoría del castillo interior del alma,

con muchas moradas arriba y abajo:

“Estando hoy suplicando al Señor hablase por mí- porque yo no atinaba a cosa que decir ni cómocomenzar a cumplir esta obediencia-, se me ofreció lo que ahora diré para comenzar con algún fundamento,que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde haymuchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que, si bien lo consideramos, hermanas, noes otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice El tiene sus deleites” (c.1 n.1).

Después de ponderar la gran hermosura de un alma en gracia de Dios, escribe la insigne doctoramística;

“Pues consideremos que este castillo tiene - como he dicho - muchas moradas, unas en lo alto, otras en bajo, otras a los lados, y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan lascosas de mucho secreto entre Dios y el alma” (n.3).

Son legión las almas que se pasan la vida sin entrar jamás en el castillo:

4 G. DE GUIBERT, Documenta ecclesiastica christianae perlectionis studium spectantia n.636.5 P. SILVERIO DE SANTA TERESA, Obras de Santa Teresa de Jesús, ed. popular (Burgos 1939) p.XXVI.

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“Pues, tornando a nuestro hermoso y deleitoso castillo, hemos de ver cómo podremos entrar en él. Pareceque digo algún disparate; porque si este castillo es el alma, claro está que no hay por qué entrar, pues se esél mismo, como parecería desatino decir a uno que entrara en una pieza estando ya dentro. Mas habéis deentender que va mucho de estar a estar; que hay muchas almas que se están en la ronda del castillo- que esadonde están los que le guardan-, y que no se les da nada de entrar dentro, ni saben qué hay en aquel tan

 precioso lugar, ni quién está dentro, ni aun qué piezas tiene... Y, si estas almas no procuran entender yremediar su gran miseria, quedarse han hechas estatuas de sal por no volver la cabeza hacia sí, así como loquedó la mujer de Lot por volverla” (n.5-6).

Para Santa Teresa, como ya dijimos, todo el proceso de la santificación del alma hasta su perfectaunión con Dios depende principalmente de la oración;

“Porque a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración;no digo más mental que vocal, que, como sea oración, ha de ser con consideración. Porque la que noadvierte con quién habla, y lo que pide, y a quién, no la llamo yo oración aunque mucho menee los labios...

Pues no hablemos con estas almas tullidas, que, si no viene el mismo Señor a mandarlas se levanten,como el que hacía treinta años que estaba en la piscina (Jn 5,5), tienen harta mala ventura y gran peligro...”(n.7-8).

. A continuación describe Santa Teresa las disposiciones imperfectas de las almas que logran entrar en

la primera morada del castillo:“Aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos deseos, y alguna vez- aunque de tarde

en tarde- se encomiendan a Nuestro Señor y consideran quién son, aunque no muy despacio.Alguna vez en un mes rezan llenos de mil negocios, el pensamiento casi lo ordinario en esto, por que están tan asidos a ellos, que, como adonde está su tesoro se va allá el corazón, ponen por síalgunas veces de desocuparse, y es gran cosa el propio conocimiento y ver que no van bien paraatinar a la puerta. En fin, entran en las primeras piezas de los bajos; mas entran con ellos tantassabandijas, que ni les dejan ver la hermosura del castillo ni sosegar; harto hacen en haber entrado”(n.S).

En el capítulo segundo de estas primeras moradas trata Santa Teresa de “cuán fea cosa es un almaque está en pecado mortal”, haciendo una descripción impresionante:

“No hay tinieblas más tenebrosas ni cosa tan oscura y negra que no lo esté mucho más... Yo sé de una persona a quien quiso Nuestro Señor mostrar cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente. Diceaquella persona que le parece, si lo entendiesen, no sería posible ninguno pecar aunque se pusiese amayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones... Porque así como de una fuente muyclara lo son todos los arroyicos que salen de ella, como es un alma que está en gracia, que de aquí le vieneser sus obras tan agradables a los ojos de Dios y de los hombres..., así el alma que por su culpa se aparta deesta fuente y se planta en otra de muy negrísima agua y de muy mal olor, todo lo que corre de ella es lamisma desventura y suciedad” (c.2 n.1-2).

Santa Teresa advierte con insistencia que, aun que importa mucho al alma la humildad y el propioconocimiento, no se debe arrinconar en él, sino de vez en cuando pensar en la bondad, grandeza yamor de Nuestro Señor, para desearle y buscarle con ansia:

“No habéis de entender estas moradas una en pos de otra, como cosa enhilada, sino poned los ojos en elcentro, que es la pieza o palacio adonde está el Rey... Esto importa mucho a cualquier alma que tengaoraci6n, poca o mucha, que no la arrincone ni apriete. Déjela andar por estas moradas arriba y abajo y a loslados; pues Dios le dio tan gran dignidad, no se estruje en estar mucho tiempo en una pieza sola... Así elalma en el propio conocimiento; créame y vuele algunas veces a considerar la grandeza y majestad de suDios... Y, a mi parecer, jamás nos acabamos de conocer si no procuramos conocer a Dios; mirando sugrandeza, acudamos a nuestra bajeza, y, mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando suhumildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes...” (n. 8-9).

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“Por eso digo, hijas, que pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí deprenderemos la verdaderahumildad..., que, aunque ésta es la primera morada, es muy rica, y de tan gran precio, que, si se descabullede las sabandijas de ella, no se quedará sin pasar adelante... Por eso digo que no consideren pocas piezas,sino un millón, porque de muchas maneras entran almas aquí” (n.11-12).

“Y conviene mucho, para haber de entrar a las segundas moradas, que procure dar de mano a las cosas ynegocios no necesarios, cada uno conforme a su estado; que es cosa que le importa tanto para llegar a lamorada principal, que, si no comienza a hacer esto, lo tengo por imposible, y aun estar sin mucho peligroen la que está aunque haya entrado en el castillo” (n.14).

Moradas segundas

Las segundas moradas son las de aquellos que procuran ya muy de veras huir de todos los peligrosde ofender a Dios absteniéndose de pecados graves, pero sin reparar todavía mucho en los leves. Por eso viven en estado de violencia y como en continua lucha, porque van sintiendo cada vez mejor lasinspiraciones divinas y viendo más claro lo que Dios les pide mientras se encuentran aún con tan pocos ánimos para entregarse de lleno. Escuchemos a la gran maestra de Ávila:

“Es de los que ya han comenzado a tener oración y en tendido lo que les importa no se quedar en las primeras moradas, mas no tienen aún determinación para dejar muchas veces de estar en ella, porque nodejan las ocasiones, que es harto peligro. Mas harta misericordia es que algún, rato procuren huir de las

culebras y cosas emponzoñosas y entiendan que es bien dejarlas.Estos, en parte, tienen harto más trabajo que los primeros, aunque no tanto peligro, porque ya parece los

entienden, y hay gran esperanza de que entrarán más adelante... Así éstos entienden los llamamientos queles hace el Señor; porque, como van entrando más cerca de donde está Su Majestad, es muy buen vecino, ytanta su misericordia y bondad, que, aun estándonos en nuestros pasatiempos, y negocios, y contentos, y

 baraterías del mundo, y aun cayendo y levantando en pecados- porque estas bestias son tan ponzoñosas y peligrosa su compañía y bulliciosas, que por maravilla dejarán de tropezar en ellas para caer-, con todoesto, tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía, que una vez u otra nonos deja de llamar para que nos acerquemos a El; y es esta voz tan dulce, que se deshace la pobre alma enno hacer luego lo que le mandan; y así -como digo- es más trabajo que no no lo oír” (n.2).

A estas almas les conviene frecuentar cuanto puedan la oración, para alcanzar las fuerzas quenecesitan, y meditar seriamente en la pasión del Señor, para saber corresponderle generosamente,

cobrando amor a la cruz. Les conviene también mucho tratar con personas espirituales que las vayanaficionando más y más a la vida interior y atrayendo suavemente hacia las moradas en que ellasviven, gozando ya de gran paz y consuelo (d. n.3-6). Han de saber renunciar a los gustos y regalos enla oración (n.7), y se han de esforzar, sobre todo, en conformar perfectamente su voluntad con la deDios. Escuchemos sobre esto último a la Santa:

“Toda la pretensión de quien comienza oración -y no se os olvide esto, que importa mucho- ha de ser trabajar, y determinarse, y disponerse con cuantas diligencias pueda en hacer su voluntad conformar con lade Dios; y, como diré después, estad muy cierta que en esto consiste toda la mayor perfección que se puedealcanzar en el camino espiritual. Quien más perfectamente tuviere esto, más recibirá del Señor y másadelante está en este camino. No penséis que hay aquí más algarabías ni cosas no sabidas y entendidas, queen esto consiste todo nuestro bien” (n.8).

Santa Teresa insiste en encorajinar a las almas para que no vuelvan atrás por las tribulaciones otentaciones del demonio:

"Siempre esté con aviso de no dejarse vencer... Sea varón... que se determine que va a pelear con todoslos demonios y que no hay mejores armas que las de la cruz” (n.6).

“Acábese ya esta guerra; por la sangre que derramó por nosotros lo pido yo a los que no han comenzadoa entrar en sí; y a los que han comenzado, que no baste para hacerlos tornar atrás. Miren que es peor larecaída que la caída; ya ven su pérdida; confíen en la misericordia de Dios y nonada en sí, y verán como SuMajestad le lleva de unas moradas a otras y le mete en la tierra adonde estas fieras ni le puedan tocar ni

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cansar; sino que él las sujete a todas y burle de ellas, y goce de muchos más bienes que podría desear, aunen esta vida digo” (n.9).

En resumen: si la primera morada es donde empieza el alma a entrar dentro de sí misma huyendodel mundanal ruido, en la segunda trata ya de servir a Dios muy de veras, renunciando a pasatiemposinnecesarios y emprendiendo una vida de recogimiento y oración; aunque todavía con muchos desfallecimientos y fallos, que no deben desanimarla, sino empujarla a una mayor humildad, confianzaen Dios e insistente oración, que revestirá de ordinario la forma de meditación discursiva, con muchas

distracciones y sequedades.

Moradas terceras

Santa Teresa empieza el capítulo primero de las terceras moradas con las siguientes palabras:

“A los que por la misericordia de Dios han vencido estos combates y con la perseverancia entrado a lasterceras moradas, ¿qué les diremos sino bienaventurado el varón que teme al Señor ? (Sal 111,1)... Por cierto, con razón le llamaremos bienaventurado, pues, si no torna atrás, a lo que podemos entender, llevacamino seguro de su salvación” (n.l).

“De éstas -continúa la Santa-, por la bondad del Señor, creo hay muchas en el mundo; son muy deseosasde no ofender a Su Majestad y aun de los pecados veniales se guardan, y de hacer penitencia amigas, sushoras de recogimiento, gastan bien el tiempo, ejercítanse en obras de caridad con los prójimos, muyconcertadas en su hablar y vestir y gobierno de su casa las que las tienen. Cierto, estado para desear y queal parecer no hay por qué se les niegue la entrada hasta la postrera morada, ni se la negará el Señor si ellosquieren, que linda disposición es para que les haga toda merced” (n.5).

y un poco más abajo añade insistiendo en estas ideas:

“Harto buena disposición es si persevera en aquello y no se torna a meter en las sabandijas de las primeras piezas -aunque sea con el deseo-, que no hay duda sino que, si persevera en esta desnudez ydejamiento de todo, que alcanzará lo que pretende. Mas ha de ser con condición -y mirad que os aviso deesto- que se tenga por siervo sin provecho..., y crea que no ha obligado a Nuestro Señor para que le hagasemejantes mercedes; antes, como quien más ha recibido, queda más adeudado” (n.8).

Sin embargo, estas almas son todavía muy flacas y pusilánimes. Se desaniman cuando el Señor las prueba con sequedades y arideces para purificar su intención y lograr que le busquen a El solo y nosus consuelos y golosinas. Tienen horror a la cruz y a los sufrimientos, siendo sus penitencias todavíademasiado imperfectas y discretas. Oigamos a la Santa con su fina ironía y habitual galanura:

“Las penitencias que hacen estas almas son tan concertadas como su vida; quiéranla mucho para servir a Nuestro Señor con ella -que todo esto no es malo-, y así tienen gran discreción en hacerlas por que nodañen a la salud. No hayáis miedo que se maten, porque su razón está muy en sí; no está aún el amor parasacar de razón. Más querría yo que la tuviésemos para no nos contentar con esta manera de servir a Dios,siempre a un paso a paso, que nunca acabaremos de andar este camino. Y como, a nuestro parecer, siempreandamos y nos cansamos (porque creed que es un camino abrumador), harto bien será que no nos

 perdamos. Mas ¿paréceos, hijas, si, yendo a una tierra desde otra, pudiésemos llegar en ocho días, que sería bueno andado en un año por ventas, y nieves, yaguas, y malos caminos? ¿No valdría más pasado de una

vez? Porque todo esto hay, y peligros de serpientes. ¡Oh, qué buenas señas podré yo dar de esto! Y plegue aDios que haya pasado de aquí, que hartas veces me parece que no” (c.2 n.7).

La Santa insiste en que no hagan caso de con suelos ni arideces, sino que busquen a Dios por símismos con profunda humildad y desprecio de sí. Aconseja la obediencia a un director espiritualsabio y experimentado y vuelve a recomendar que se guarden mucho de ponerse en ocasiones de pecado. Escuchémosla en este último punto:

“Acertarán, por determinadas que estén en no ofender al Señor personas semejantes, no meterse en

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ocasiones de ofenderle, porque, como están cerca de las primeras moradas, con facilidad se podrán tornar aellas. Porque su fortaleza no está fundada en tierra firme, como los que están ya ejercitados en padecer, queconocen las tempestades del mundo, cuán poco hay que temerlas ni que desear sus contentos; y sería

 posible con una persecución grande volverse a ellos, que sabe bien urdirlas el demonio para hacemos mal”(n.12).

Moradas cuartas

Las cuartas moradas señalan el tránsito de la ascética a la mística, de la oración más o menosfatigosa y discursiva (meditación) al reposo y sosiego de la contemplación, que es una simple yamorosa intuición de la verdad que llena al alma de paz y de consuelo. Por eso comienza Santa Teresalas cuartas moradas encomendándose al Espíritu Santo y suplicándole hable por ella; “porquecomienzan a ser cosas sobrenaturales, y es dificultosísimo de dar a entender, si Su Majestad no lohace” (n.l).

En estas cuartas moradas trata principalmente Santa Teresa de las dos primeras oraciones místicas:el recogimiento infuso y la quietud.

1.° EL  RECOGIMIENTO  INFUSO.-En la  Relación primera al  P.   Rodrigo Álvarez (n.3) describeadmirablemente Santa Teresa el recogimiento infuso en la siguiente forma:

“La primera oración que sentí, a mi parecer sobrenatural-que llamo yo lo que con industria ni diligenciano se puede adquirir aunque mucho se procure, aunque disponerse para ello sí y debe hacer mucho al caso-,es un recogimiento interior que se siente en el alma, que parece ella tiene allá otros sentidos, como acá losexteriores, que ella en sí parece se quiere apartar de los bullicios exteriores; y así, algunas veces los llevatras sí, que le da gana de cerrar los ojos y no oír, ni ver, ni entender sino aquello en que el alma entonces seocupa, que es poder tratar con Dios a solas. Aquí no se pierde ningún sentido ni potencia, que todo estáentero; mas estálo para emplearse en Dios”.

En las cuartas moradas habla de esta primera oración mística en los siguientes términos:

“Un recogimiento que también me parece sobrenatural, porque no es estar en oscuro ni cerrar los ojos; niconsiste en cosa exterior, puesto que sin quererlo se hace esto de cerrar los ojos y desear soledad; y sinartificio parece que se va labrando el edificio para la oración que queda dicha, porque estos sentidos y cosas

exteriores parece que van perdiendo de su derecho porque el alma vaya cobrando el suyo, que tenía perdido” (c.3 n.1).

Este recogimiento sobrenatural es ya de orden místico y, por lo mismo, es diferentísimo del que elalma pudiera adquirir por su propia industria o esfuerzo. Oigamos a la gran doctora místicaexplicando esta doctrina:

“Y no penséis que es por el entendimiento adquirido, procurando pensar dentro de sí a Dios; ni por laimaginación, imaginándole en sí. Bueno es esto y excelente manera de meditación, porque se funda sobreverdad, que lo es estar Dios dentro de nosotros mismos; mas no es esto, que cada uno lo puede hacer -conel favor del Señor se entiende todo-; mas lo que digo es en diferente manera, y que algunas veces, antes quese comienza a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por dónde ni cómo oyó el silbo desu pastor, que no fue por los oídos -que no se oye nada-; mas siéntese notablemente un encogimiento suavea lo interior, como verá quien pasa por ello, que yo no lo sé aclarar mejor. Paréceme que he leído que como

un erizo o tortuga cuando se retiran hacia sí; y debíalo de entender bien quien lo escribió. Mas éstos, ellosse entran cuando quieren; acá no está en nuestro querer, sino cuando Dios nos quiere hacer esta merced.Tengo para mí que, cuando Su Majestad la hace, es a personas; que van ya dando de mano a las cosas delmundo” (c.3 n.3).

Según esta admirable descripción teresiana, la oración de recogimiento infuso se caracteriza principalmente por la unión del entendimiento con Dios. “El cual, con su hermosura y claridadinfinita, lo atrae y embelesa por de fuera, o sea, objetivamente; mientras por dentro, con suomnipotente virtud, lo posee, cautiva y conforta, enriqueciéndole con los preciosos dones de ciencia,

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consejo e inteligencia, mediante los cuales le hace penetrar como de un golpe en este mundo superior donde resplandecen sus inefables maravillas6”

2.°  LA  QUIETUD. El segundo grado de oración manifiestamente infusa o mística lo constituye laquietud, que Santa Teresa describe magistralmente en las cuartas moradas y en otros muchos lugaresde sus obras. Recogemos aquí algunos textos para que el lector se haga cargo del contenido de lamisma.

“De este recogimiento viene algunas veces una quietud y paz interior muy regalada, que está el alma que

no le parece le falta nada, que aun el hablar le cansa, digo el rezar y el meditar; no querría sino amar. Durarato y aun ratos”7.

“Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos, porque esun ponerse el alma en paz, o ponerla el Señor con su presencia por mejor decir... Entiende el alma, por unamanera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que está ya junto cabe su Dios, que con poquitomás llegará a estar hecha una misma cosa con El por unión... Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo ygrande satisfacción en el alma”8.

Estos deleites espirituales son diferentísimos de los consuelos de la oración ordinaria o ascética.Santa Teresa pone el bello símil de las dos pilas o estanques de agua. Al uno viene el agua de muylejos “por muchos arcaduces y artificios”, y entra en él con mucho ruido y alboroto: son los consuelossensibles de la oración ascética. El otro “está hecho en el mismo nacimiento del agua, y vasehinchendo sin ningún ruido”: es la oración mística de quietud. Escuchemos a la gran doctora mística:

“[A] estotra fuente -pila quiere decir- viene el agua de su mismo nacimiento, que es Dios; y así como SuMajestad quiere cuando es servido hacer alguna merced sobrenatural,   produce con grandísima paz yquietud y suavidad de lo muy interior de nosotros mismos, yo no sé hacia dónde ni cómo, ni aquel contentoy deleite se siente como los de acá en el corazón, digo, en su principio, que después todo lo hinche; vaserevertiendo este agua por todas las moradas y potencias hasta llegar al cuerpo; que por eso dije quecomienza de Dios y acaba en nosotros; que, cierto, como verá quien lo hubiere probado, todo el hombreexterior goza de este gusto y suavidad”9.

La diferencia fundamental entre esta oración de quietud y la de recogimiento infuso que la precedió -aparte, naturalmente, de la mayor intensidad de luz contemplativa y de los deleites muchomás intensos- es que el recogimiento infuso era como una invitación de Dios a reconcentrarse en el

interior del alma donde quiere Él comunicarse. La quietud va más lejos: comienza a darle al alma la posesión, el goce fruitivo del soberano Bien. El recogimiento afecta principalmente al entendimiento(que recoge o atrae hacia sí a todas las de más potencias), mientras que la quietud afecta, ante todo, ala voluntad. El entendimiento y la memoria, aunque sosegados y tranquilos, están libres para pensar en lo que está ocurriendo; pero la voluntad está plenamente cautiva y absorta en Dios. Lo diceexpresamente Santa Teresa:

“No le parece hay más que desear; las potencias sosegadas, que no querrían bullirse; todo parece leestorba a amar, aunque no tan perdidas, porque   pueden pensar en cabe quién están, que las dos estánlibres. La voluntad es aquí la cautiva , y, si alguna pena puede tener estando así, es de ver que ha de tornar atener la libertad. El entendimiento no querría entender más de una cosa, ni la memoria ocuparse en más;aquí ven que ésta sola es necesaria, y todas las demás la turban. El cuerpo no querrían se menease, porqueles parece han de perder aquella paz, y así no se osan bullir; dales pena el hablar; en decir   Padre nuestro

una vez, se les pasará una hora. Están tan cerca, que ven que se entienden por señas. Están en el palaciocabe su Rey y ven que las comienza ya a dar aquí su reino; no parece están en el mundo, ni le querrían ver ni oír, sino a su Dios; no les da pena de nada, ni parece se la ha de dar. En fin, lo que dura, con lasatisfacción y deleite que en sí tienen, están tan embebidas y absortas, que no se acuerdan que hay más que

6 Cf. P. ARINTERO, Grados de oración 4.ª ed. (Salamanca 1935) a.8, p.141.7 Relación primera al P. Rodrigo Álvarez n.4 (Cuentas de conciencia n.54,4).8 Camino de perfección 31,2-3.9 Moradas cuartas 2,4.

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desear, sino que de buena gana dirían con San Pedro: Señor, hagamos aquí tres moradas”10.

La quietud, pues -como su mismo nombre indica-, tiende de suyo al silencio y reposocontemplativo. Sin embargo, como el entendimiento y las potencias orgánicas están libres, puedenocuparse en las obras de la vida activa, y así lo hacen frecuentemente con mucha intensidad. En estoscasos, la voluntad no pierde del todo su dulce quietud -aunque suele debilitarse algo-, y comienzan a juntarse Marta y María, como dice hermosamente Santa Teresa11. Claro que esto no se consigue deltodo hasta que el alma llega a la cumbre de la unión con Dios.

3.°  EFECTOS. Son admirables los efectos santificadores que produce en el alma la oración dequietud. Santa Teresa expone algunos de ellos en un párrafo admirable 12, que para mayor claridadvamos a descomponerlo en sus ideas principales:

a) Una gran libertad de espíritu: “Un dilatamiento o ensanchamiento en el alma... para no estar tanatada como antes en las cosas del servicio de Dios, sino con mucha más anchura”.

 b) Temor filial de Dios, con miedo de ofenderle: “Así en no apretarse con el temor del infierno, porque, aunque le queda mayor de no ofender a Dios, el servil piérdese aquí”.

c) Gran confianza de eterna salvación: “Queda con gran confianza que le ha de gozar”.d) Amor a la mortificación y trabajos: “El [temor] que solía tener, para hacer penitencia, de perder 

la salud, ya le parece que todo lo podrá en Dios; tiene más deseos de hacerla que hasta allí. El temor que solía tener a los trabajos, ya va más templado, porque está más viva la fe, y entiende que, si los pasa por Dios, Su Majestad le dará gracia para que los sufra con paciencia; y aun algunas veces losdesea, porque queda también una gran voluntad de hacer algo por Dios”.

e) Profunda humildad: “Como va más conociendo su grandeza (la de Dios), tiénese ya por másmiserable.

f) Desprecio de los deleites terrenos: “Como ha probado ya los gustos de Dios, ve que es una basura los del mundo; vase poco a poco apartando de ellos y es más señora de sí para hacerla”. .

g) Crecimiento en todas las virtudes: “En fin, en todas las virtudes queda mejorada, y no dejará deir creciendo si no torna atrás ya a hacer ofensas de Dios, porque entonces todo se pierde, por subidaque esté un alma en la cumbre”.

3.°  FENÓMENOS  CONCOMITANTES. En torno a la oración de quietud suelen girar otros fenómenoscontemplativos, que no son sino efectos y manifestaciones de los distintos grados de intensidad por ella alcanzados. Los principales, según Santa Teresa, son el  sueño de las potencias y la embriaguezde amor. . .

El sueño de las potencias

Santa Teresa, en el libro de su Vida, considera como un grado de oración superior y distinto de laquietud el llamado sueño de las potencias, que constituye la “tercera agua” con que se riega el vergeldel alma. Pero en sus obras posteriores cambió de pensar, considerándolo como un simple efecto de laquietud en su grado máximo de intensidad. A esto último nos atenemos.Según la misma Santa Teresa, este fenómeno

“es un sueño de las potencias, que ni del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto, y suavidad,y deleite es más, sin comparación, que lo pasado; es que da el agua a la garganta a esta alma de la grada,que no puede ya ir adelante, ni sabe cómo, ni tornar atrás; querría gozar de grandísima gloria. Es como unoque está con la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte que la de sea; está gozando enaquella agonía con el mayor deleite que se puede decir. No me parece que es otra cosa sino un morir casidel todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de Dios. Yo no sé otros términos cómo decido ni

10 Camino de perfección 31.3.11 Cf. Camino de perfección 31,5.12 Moradas cuartas 3,9.

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cómo declarado, ni entonces sabe el alma qué hacer, porque ni sabe si hable, ni si calle, ni si da, ni si llore.Es un glorioso desatino, una celestial locura adonde se aprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísimamanera de gozar el alma”13.

Este fenómeno contemplativo se distingue de la simple quietud en que se produce la unión nosolamente de la voluntad, sino también del entendimiento; y se distingue de la unión plena en que noafecta todavía a la memoria y a la imaginación. Lo dice expresamente Santa Teresa:

“Coge Dios la voluntad y aun el entendimiento a mi parecer, porque no discurre, sino está ocupadogozando de Dios, como quien está mirando, y ve tanto, que no sabe hacia dónde mirar; uno por otro se le

 pierde de vista, que no, dará señas de cosa. La memoria queda libre, y junto con la imaginación debe ser; yella, como se ve sola, es para alabar a Dios la guerra que da y cómo procura desasosegado todo... No parecesino de estas maripositas de las noches, importunas y desasosegadas; así anda de un cabo a otro. Enextremo me parece le viene al propio esta comparación, porque, aunque no tiene fuerza para hacer ningúnmal, importuna a los que la ven”14

La embriaguez de amor

Los deleites intensísimos del sueño de las potencias llegan a veces a producir una especiede divina embriaguez, que se manifiesta al exterior en forma de verdaderas locuras de amor,que mueven al alma a dar gritos y saltos de alegría, a en tonar cánticos de alabanza, o expresar en inspira dos versos el estado interior de su espíritu.

“¡Oh, válame Dios -exclama Santa Teresa-, cuál está un alma cuando está así! Toda ella querría fuesenlenguas para alabar al Sefior. Dice mil desatinos santos, atinando siempre a contentar a quien la tiene así.Yo sé persona -es ella misma- que, con no ser poeta, que le acaecía hacer de presto coplas muy sentidas.declarando su pena bien... Todo su cuerpo y alma querría se despedazase para mostrar el gozo que con esta

 pena siente. ¿Qué se le pondrá entonces delante de tormentos que no le fuese sabroso pasados por suSeñor?”15

Aparte de esta magistral doctrina sobre la oración, Santa Teresa expone en las cuartas moradasotras muchas cosas sublimes, que resulta imposible recoger aquí y es menester leer directamente ensu texto original.

Moradas quintas

En las quintas moradas describe Santa Teresa principalmente la oración mística de unión de todaslas potencias con Dios. Es una doctrina maravillosa expuesta en un lenguaje que, más que terreno yhumano, parece celestial y divino.

La oración de unión es aquel grado de contemplaci6n infusa en el que todas las potenciasinteriores están cautivas u ocupadas en Dios. En la quietud solamente quedaba cautiva la voluntad;en el sueño de las potencias se unía también el entendimiento, pero quedaban en libertad la memoriae imaginación, que le daban al alma mucha guerra. En la oración de unión, todas las potenciasinteriores, incluso la memoria y la imaginación, quedan cautivas. Sólo quedan libres -aunqueimperfectamente- los sentidos corporales exteriores, que quedarán cautivos también al sobrevenir elsiguiente grado de oración-la unión extática-, que en este solo detalle (aparte del grado de intensidad

de la luz contemplativa) se diferencia de esta oración de unión.La intensidad de la experiencia mística que produce la oración de unión es indecible. Esincomparablemente superior a la de los grados anteriores, hasta el punto de que tiene sobre el mismocuerpo una influencia profunda, rayana en el éxtasis. Los sentidos exteriores, sin perderse del todo;acusan fuertemente la sublime elevación del alma, que casi los desampara y abandona. He aquí cómo

13 Vida 16,1.14 Vida 17,5 y 6.15 Vida 16,4.

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expresa estas cosas la gran santa de Ávila:

“Estando así el alma buscando a Dios, siente, con un deleite grandísimo y suave, casi desfallecer toda,con una manera de desmayo que le va faltando el huelgo y todas las fuerzas corporales, de manera que, sino es con mucha pena, no puede aún menear las manos; los ojos se le cierran sin quererlos cerrar, o, si lostiene abiertos, no ve casi nada; ni, si lee, acierta a decir letra, ni casi atina a cono ceda bien; ve que hayletra, mas como el entendimiento no ayuda, no la sabe leer aunque quiera; oye, mas no entiende lo que oye.Así que de los sentidos no se aprovecha nada, si no es para no acabada de dejar a su placer, y así antes ladañan. Hablar es por demás, que no atina a formar palabra, ni hay fuerza, ya que atinase, para poderla

 pronunciar, porque toda la fuerza exterior se pierde y se aumenta en las del alma para mejor gozar de su

gloria. El deleite exterior que se siente es grande y muy conocido. Esta oración no hace daño por larga quesea”16.

Como se ve, el alma está experimentando realidades inefables con una intensidad tal, que un poquito más superaría del todo sus fuerzas corporales y la haría caer en éxtasis. Al principio estasublime absorción de las potencias en Dios dura poco tiempo, una media hora a lo sumo-, pero condiversos grados de intensidad puede prolongarse varias horas. Oigamos a Santa Teresa exponiendolos efectos de esta sublime contemplación:Vida 18,10-11.

¡Oh!, pues ver el desasosiego de esta mariposita, con no haber estado más quieta y sosegada en su vida,es cosa para alabar a Dios. Y es que no sabe adónde posar y hacer su asiento, que, como le ha tenido tal,todo lo que ve en la tierra le descontenta, en especial cuando son muchas las veces que le da Dios de este

vino; casi de cada una queda con nuevas ganancias. Ya no tiene en nada las obras que hada siendo gusano,que era poco a poco tejer el capucho; hanle nacido alas. ¿Cómo se ha de contentar, pudiendo volar, deandar paso a paso? Todo se le hace poco cuando puede hacer por Dios, según son sus deseos. No tiene enmucho lo que pasaron los santos, entendiendo ya por experiencia cómo ayuda el Señor y transforma unalma, que no parece ella ni su figura” (c.2 n.7-8).

En otros lugares de sus obras expone Santa Teresa las principales características de esta sublimeoración, que son las siguientes17:

a) Ausencia total de distracciones, por estar embebidas en Dios todas las potencias del alma. b) Certeza absoluta de haber estado el alma unida con Dios aun después de pasado el fenómeno

contemplativo.c) Ausencia de cansancio por mucho que se prolongue esta oración. El alma se siente bañada en

una dulcísima paz, que la llena de suavidad y sosiego.

Moradas sextas

Es imposible recoger aquí, ni siquiera en resumen, la maravillosa doctrina que expone SantaTeresa en los once largos capítulos de las sextas moradas de su genial Castillo interior. Baste decir que en ellas describe de manera inimitable la llamada unión extática, en la que el alma, herida profundamente del divino amor, llega hasta perder el uso de los sentidos al experimentar un deleiteintensísimo que supera sus fuerzas corporales. El éxtasis, en lo que tiene de fenómeno exterior, no essino una suerte de desmayo, una especie de desfallecimiento de los sentidos corporales, incapaces deresistir el peso inmenso de gloria que experimenta el alma, bañada en deleites intensísimos del todocelestiales y divinos.

La Santa describe en estas sextas moradas las diversas luces y comunicaciones divinas que el almarecibe; habla del místico desposorio espiritual  y de los grandes favores y terribles pruebas que le preceden y siguen -entre las que figura la larga y espantosa noche del espíritu-, con las que vaquedando el alma del todo renovada y transformada, como última disposición para entrar en laséptima y última morada, en la que quedará del todo deificada y hecha una sola cosa con Dios por el

16 Vida 18,10-11.17 Cf. Vida 17,6 y 18,4; Moradas quintas c.1 n.9 y 11; Ibíd.., 1,5; Vida 18,11; etc.

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amor.Entre los favores que el alma recibe en estas sextas moradas figuran los misteriosos toques divinos

 sustanciales -imposible de imaginar por los que no los hayan experimentado-, las heridas de amor,los grandes impulsos o ímpetus, que ponen al alma fuera de sí; los raptos y los vuelos del espíritu, junto con las visiones y locuciones, con que es ilustrada y consolada.

Entre los trabajos que padece figuran las persecuciones de los buenos -mucho más dolorosas quelas de los malos-, y aun de los mismos directores y confesores, que con sus espantos y desaciertos la ponen en grandísímos aprietos y mortales angustias. A las cuales hay que añadir las aparentes

ausencias de Dios, que parece la quiere dejar del todo abandonada para que más le desee y le seafiel; .y hasta le hace sentir el insoportable peso de la divina Justicia, dándole la sensación de haberlareprobado definitivamente, lo cual produce al alma un tormento mortal que no disminuye su fevivísima y su ardiente amor a Dios.

Los frutos de estas divinas comunicaciones y terribles pruebas son admirables y en gran maneradeseables. He aquí algunos textos escogidos entre mil:

“Siente ser herida sabrosísimamente, mas no atina cómo ni quién la hirió; mas bien conoce ser cosa preciosa, y jamás querría ser sana de aquella herida. Quéjase con palabras de amor, aun exteriores, sin poder hacer otra cosa, a su Esposo, porque entiende que está presente, mas no se quiere manifestar demanera que deje gozarse. Y es harta pena, aunque sabrosa y dulce; y, aunque quiera no tenerla, no puede;

mas esto no querría jamás. Mucho más le satisface que el embebecimiento sabroso, que carece de pena, dela oración de quietud” (c.2 n.l).

“Acaece [después de un éxtasis] quedarse la voluntad tan embebida y el entendimiento tan enajenado, ydurar así día, y aun días, que parece no es capaz para entender en cosa que no sea para despertar la voluntada amar, y ella se está harto despierta para esto y dormida para arrostrar a asirse a ninguna criatura” (c.4n.14).

“¡Oh!, cuando el alma torna ya del todo en sí, ¡qué es la confusión que le queda y los deseos tangrandísimos de emplearse en Dios de todas cuantas maneras se quisiere servir de ella! Si de las oraciones

 pasadas quedan tales efectos como quedan dichos, ¿qué será de una merced tan grande como ésta? Querríatener mil vidas para emplearlas todas en Dios y que todas cuantas cosas hay en la tierra fuesen lenguas paraalabarle por ella. Los deseos de hacer penitencia, grandísimos; y no hace mucho en hacerla, porque con lafuerza del amor siente poco cuanto hace, y ve claro que no hacían mucho los mártires en los tormentos que

 padecían, porque con esta ayuda de parte de Nuestro Señor es fácil, y así se quejan estas almas a SuMajestad cuando no se les ofrece en qué padecer” (c.4 n.15).

“¡Oh, válgame Dios, Señor, cómo apretáis a vuestros amadores! Mas todo es poco para lo que les daisdespués. Bien es que lo mucho cueste mucho. Cuánto más que, si es purificar esta alma para que entre en laséptima morada, como los que han de entrar en el cielo se limpian en el purgatorio, es tan poco este padecer como sería una gota de agua en el mar” (c.11 n.6).

“De estas mercedes tan grandes queda el alma tan deseosa de gozar ¿el todo al que se las hace, que vivecon harto tormento, aunque sabroso; unas ansias grandísimas de morirse, y así, con lágrimas muy ordinarias

 pide a Dios la saque de este destierro. Todo la cansa cuanto ve en él. En viéndose a solas, tiene algún alivio,y luego acude esta pena; y, estando sin ella, no se hace. En fin, no acaba esta mariposica de hallar asientoque dure; antes, como anda el alma tan tierna del amor, cualquiera ocasión que sea para encender más este

fuego, la hace volar. Y así, en esta morada son muy continuos los arrobamientos, sin haber remedio deexcusarlos aunque sea en público; y luego las persecuciones y murmuraciones, que, aunque ella quiera estar sin temores, no la dejan, porque son muchas las personas que se los ponen, en especial los confesores” (c.6n.1).

Es necesario leer directamente en el original teresiano estos capítulos admirables, en los que lagran santa de Ávila describe las maravillas que Dios obra en las almas llegadas a las sextas moradas.y con ser tales estos divinos tesoros, están abiertos a todas las almas generosas que se decidan a nonegarle nada a Dios. Todos podríamos llegar a estas alturas si nos dispusiéramos conveniente mente.

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Escuchemos a Santa Teresa afirmándolo sin rodeos:

“¡Oh, hermanas mías!, que no es nada lo que dejamos, ni es nada cuanto hacemos ni cuanto pudiéramoshacer por un Dios que así se quiere comunicar a un gusano. Y  si tenemos esperanza de aun en esta vida gozar de este bien, ¿qué hacemos? ¿En qué nos detenemos? ¿Qué es bastante para que un momentodejemos de buscar a este Señor, como lo hacía la esposa por barrios y plazas? (Cant 3,2). ¡Oh!, que es

 burlería todo lo del mundo si no nos llega y ayuda a esto, aunque duraran para siempre sus deleites, yriquezas, y gozos, cuantos se pudieren imaginar; que es todo asco y basura comparado a estos tesoros quese han de gozar sin fin...” (c.4 n.9).

“Perdonadme, hermanas, y creed que, llegada a. estas grandezas de Dios -digo a hablar en ellas- no puedo dejar de lastimarme mucho ver lo que perdemos por nuestra culpa. Porque, aunque es verdad queson cosas que las da el Señor a quien quiere, si quisiéramos a Su Majestad como El nos quiere, a todas lasdaría. No está deseando otra cosa sino tener a quién dar, que no por eso se disminuyen sus riquezas”(c4 n.12).

Moradas séptimas

Santa Teresa comienza la exposición de las séptimas moradas con las siguientes palabras:

“Os parecerá, hermanas, que está dicho tanto en este camino espiritual, que no es posible quedar nada

 por decir. Harto desatino seria pensar esto; pues la grandeza de Dios no tiene término, tampoco le tendránsus obras” (c.l n.l).

En efecto, como explica la misma Santa,

“hay grandísima diferencia de todas las pasadas a las de esta morada, y tan grande del desposorioespiritual al matrimonio espiritual como le hay entre dos desposados, a los que ya no se pueden apartar”(c.2 n.2).

Al explicar más concretamente la diferencia entre el desposorio espiritual, realizado en lassextas moradas, y el matrimonio espiritual  o unión transformativa, que se verifica en estaséptima morada, escribe la doctora mística:

“Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante y elgrandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué compararlo, sino a que quiere el Señor manifestarle

 por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gustoespiritual. No se puede decir más de que, a cuanto se puede entender, queda el alma, digo el espíritu de estaalma, hecho una cosa con Dios; que, como es también espíritu, ha querido Su Majestad mostrar el amor que nos tiene en dar a entender a algunas personas hasta dónde llega, para que alabemos su grandeza;

 porque de tal manera ha querido juntarse con la criatura, que así como los que ya no se pueden apartar, nose quiere apartar El de ella.

El desposorio espiritual es diferente, que muchas veces se apartan; y la unión también lo es. Porque,aunque unión es juntarse dos cosas en una, en fin, se pueden apartar y quedar cada cosa por sí, como vemosordinariamente; que pasa de presto esta merced del Señor, y después se queda el alma sin aquellacompañía, digo de manera que lo entienda. En estotra merced del Señor, no, porque siempre queda el alma

con su Dios en aquel centro. Digamos que sea la uni6n como si dos telas de cera se juntaran tan en extremo,que toda la luz fuere una, o que el pabilo, y la luz, y la cera es todo uno; mas después bien se puede apartar la una vela de la otra, y quedan en dos velas, o el pabilo de 1a cera. Acá es como si, cayendo el agua delcielo en un río o fuente, adonde queda hecho todo agua, que no podrán ya dividir ni apartar cuál es el aguadel río o la que cayó del cielo; o como, si un arroyico pequeño entra en la mar, no habrá remedio deapartarse; o como si en una pieza estuviesen dos ventanas por donde entrase gran luz; aunque entradividida, se hace todo una luz.

Quizá es esto lo que dice San Pablo:  El que se arrima y llega a Dios, hácese un espíritu con El (1 Cor 6,17), tocando este soberano matrimonio, que presupone haberse llegado Su Majestad al alma por unión. Y

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también dice: Mihi vivere Christus est, mori lucrum (Flp 1,21); así me parece puede decir aquí el alma, porque es adonde la mariposilla que hemos dicho muere, y con grandísimo gozo, porque su vida es yaCristo” (c.2 n.4-6).

y un poco antes había explicado de qué manera el alma transformada siente a las divinas personasinhabitando permanentemente en ella:

“Aquí se le comunican todas tres personas, y la hablan y le dan a entender aquellas palabras que dice elEvangelio que dijo el Señor: que vendría El, y el Padre, y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama

y guarda sus mandamientos (Jn 14,23).¡Oh, válame Dios! ¡Cuán diferente cosa es oír estas palabras y creerlas a entender por esta manera cuán

verdaderas son! Y cada día se espanta más esta alma, por que nunca más le parece se fueron de con ella, sino que notoriamente ve -de la manera que queda dicha- que están en lo interior de su alma, en lo muymuy interior, en una cosa muy honda -que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras- siente en sí estadivina compañía” (c.1 n.7-8).

Esta sublime transformación en Dios -que, sin embargo, no ha de entenderse en sentido panteísta,como fusión de sustancias, sino como entrañable fusión de amor- produce en el alma unos efectosadmirables de santificación, que la gran santa de Ávila describe por menudo en el capítulo tercero deestas séptimas moradas, uno de los más asombrosos que brotaron de su pluma. Hay que leerlo

íntegramente en su texto original, ya que nos limitamos a recoger aquí tan sólo el índice de dichossublimes efectos:a) Muerte total del propio egoísmo o amor desordenado de sí mismo, para preocuparse únicamente

de la honra y gloria de Dios (n.1).b) Un gran deseo de padecer, pero sosegado y tranquilo, enteramente subordinado a la voluntad de

Dios (n.2). .e) Grandísimo gozo interior cuando son perseguidas, sin ninguna enemistad con los que las hacen

mal o desean hacer, antes les cobran amor particular (n.3).d ) Ya no desean morir, sino vivir muchos años padeciendo grandísimos trabajos para que el Señor 

sea alabado por ellos, aunque fuese en cosa muy poca. Celo ardiente por la salvación de las almas(n.4).

e) Desprendimiento de todo lo creado, ansias de soledad, ausencia de sequedades espirituales (n.7-8). f) Paz y quietud imperturbables (n.11). g) Ausencia de éxtasis y arrobamientos, porque el alma está ya acostumbrada a las divinas

comunicaciones sin perder el uso de los sentidos (n.12).Son, en suma, las disposiciones de los grandes santos, de aquellos que han logrado ascender hasta

las cumbres más altas de la unión mística con Dios y llegado hasta la cima del monte Carmelo, dondeescribió San Juan de la Cruz la única sublime aspiración del alma transformada: “Sólo mora en estemonte la honra y gloria de Dios”.