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RTEMIO CRUZ Y LO MEXICANO: ARALIA SER DOBLE ... LOPEZ DOBLE SER __Y MULTIPLE ¿Estamos seguros del hombre? ¿Es el hombre un hombre o varios hombres? Dos por lo menos: uno que va, otro que viene. Casi siempre, dos que se acompañan. Mientra uno vive, otro lo contempla vivir. ¡Extraño engendro polar! El hombre es el hombre y el espejo. Y es que el hombre no camina solo. Alfonso Reyes, La experiencia literaria. La literatura, entre otras defmiciones, se dice que es el arte de las apariencias sugestivas o de un suceder imaginario, como lo enunció Alfonso Reyes. Mucho se ha intentado explicar el fenómeno literario, cómo es y dónde es. Lo innegable es que se trata de ficción, pero de una ficción que se nutre de la realidad, por ello, podemos solicitar de La muerte de Artemio Cruz ciertas conclusio- nes existenciales y referirlas al marco nacional que las engendró. La literatura es una forma que se desarrolla con palabras y con ellas se materializa. Surge de la necesidad humana de expresarse, de explicarse, de recrearse para contemplarse fuera de la propia intimidad. Es una urgencia. Una urgencia de afirmación que se logra mediante un encuentro con uno mismo y después con otro o con muchos, un encuentro en la emoción, en el fluir de las sensaciones y las ideas de Yo conmigo y con el otro. Ocurre. Por lo tanto, tiene un tiempo y un espacio. Tiempo cronológico y psicológico. Espacio geográfico y anímico. Pero el tiempo y el espacio que más nos interesa es el que se produce en el 'encuen- tro'. Por lo mismo, el tiempo y el espacio de la literatura se localiza en lo humano, y en lo humano dentro de lo íntimo del ser cuando se expresa y se intercomunica. Artemio Cruz, objeto y sujeto de la historia, objeto y sujeto de la muerte cuando lo conocemos, compendia una multiplicidad de seres y de historia. Mediante el desdoblamiento y la introspección de un Yo que se observa en un Tú que es espejo tan to de su vivir como de su ahora en que contempla morir, este hombre literario nos cuenta su experiencia individual que es, a la vez, reflejo de la nacional. Y esta experiencia, en su complejidad vivencial, converge siempre en una historia de ultraje. Ultraje y acorralamiento del ser humano por otros; y de otros seres huma- nos y de él mismo por las' circunstancias: "eres un hijo de la chingada/ del ultraje que lavaste ultrajando a otros hombres/ del olvido que necesitas para recordar/ de esa cadena sin fin de nuestra injusticia". Y esa historia es también la historia de México, cicatriz susceptible de convertirse en herida por donde mana, sin más alternativas, esta concepción cínica, amarga y desmoralizada: "Este mundo se divide en chingones y pendejos y hay que escoger ya". Una concepción donde no hay lugar para los valores éticos superiores del hombre, una concepción competitiva y encarnizada, de sobrevivencia del más fuerte, y el más fuerte es el que se acanalla o puede acanallarse más. Primero los aztecas chingones y todos los otros pendejos; después los conquistadores chingones y todos los mexicanos pendejos; después y siempre después, unos chingones -los más fuertes política y econórnicamente- y otros pendejos -los débiles o los íntegros espiritualmente. Ser bueno es ser pendejo, ser noble equivale a dejarse chingar. No caer entre estos últimos es la gran preocupación vital de Artemio Cruz, un mexicano chingón, porque ha tenido que elegir, o ha querido elegir este 'status' en un mundo en el cual, a pesar de los esfuerzos de la ciencia y la técnica, todavía no se puede decir que la especie ha dejado atrás la condición de sobrevivencia a cambio de la condi- ción de vivir "humanamente" a todos los niveles. Así dice Arternio Cruz: "reconocerte a mismo:/ reconocer a los demás y dejar que ellos te reconozcan: y saber que te opones a cada individuo, porque cada individuo es un obstáculo para alcanzar tu deseo:/ elegirás, para sobrevivir elegirás... " (el subrayado es nuestro). Y lo que Artemio elige es justamente lo que se dice a mismo: ultrajar para lavar el ultraje de que ha sido objeto desde que nació. Pero al elegir este camino, también se mutila como ser humano y en la hora de su muerte, y quizá también a lo largo de toda su vida, la nostalgia convive con el materialismo, una nostalgia que linda con una protesta casi metafísica por un mundo mejor, una protesta humana que se rinde a la evidencia de un pesimismo que no obstante, no es totalmente subjetivo, sino un pesimismo que purga y padece por él y por todos los hombres; un pesimismo que se sustenta en un "para qué", en un fatalismo cercano al misticismo oriental. Mientras más se acanalla y se entrega al egocentrismo, más sufre la revelación del "para qué" de toda la especie que acumula el dolor de la ausencia del bien trascendental y la imposibilidad de trascenderse más allá de la piel. Elegir es un suplicio, una especie de condenación fatal, porque la elección implica siempre, en el mundo de Artemio Cruz, una destrucción: la de su cuerpo o la de su conciencia. Elegir es siempre morir, porque "elegirás, para sobrevivir elegirás, elegirás entre los espejos infinitos uno solo, uno solo que te reflejará irrevocablemente, que llenará de una sombra negra los demás espejos ( ... ) te sacrificarás al escoger, dejarás de ser todos los hombres que pudiste haber sido, querrás que otros hombres -otro- cumpla por ti la vida que mutilaste al elegir: al elegir sí, al elegir no, al permitir que no tu deseo, idéntico a tu libertad, te señalara un laberinto sino tu interés, tu miedo, tu orgullo: temerás al amor. .. ". y como ser humano y también nacional que teme al amor -lujo de vivir no de sobrevivir-·, amará la ausencia y las máscaras, el vacío, se encubrirá hasta el extremo de olvidar su propio rostro y preferir las cosas: "mi único amor ha sido la posesión de las cosas, su propiedad sensual". Así lo declara Artemio Cruz, pero así como declara que al elegir al elegir no, ¿sí o no?: ambos, entrará en una zona de ambigüedad donde los perfiles del Yo se desdibujarán y en un juego de espejos, jugarán yo-tu-él a las cosas con la gente, en un siniestro carnaval que

RTEMIO CRUZ YLO MEXICANO: ARALIA SER … · 2014-02-22 · perfiles del Yo se desdibujarán y en un juego de espejos, jugarán ... la conciencia de Dios y el Diablo como una unidad

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RTEMIO CRUZY LOMEXICANO:

ARALIA SER DOBLE...LOPEZ DOBLE SER

GONZALEZ~_-.-__Y MULTIPLE¿Estamos seguros del hombre? ¿Es el hombre un hombre o varioshombres? Dos por lo menos: uno que va, otro que viene. Casi siempre, dosque se acompañan. Mientra uno vive, otro lo contempla vivir. ¡Extrañoengendro polar! El hombre es el hombre y el espejo. Y es que el hombreno camina solo.

Alfonso Reyes, La experiencia literaria.

La literatura, entre otras defmiciones, se dice que es el arte de lasapariencias sugestivas o de un suceder imaginario, como lo enuncióAlfonso Reyes. Mucho se ha intentado explicar el fenómenoliterario, cómo es y dónde es. Lo innegable es que se trata deficción, pero de una ficción que se nutre de la realidad, por ello,podemos solicitar de La muerte de Artemio Cruz ciertas conclusio­nes existenciales y referirlas al marco nacional que las engendró.La literatura es una forma que se desarrolla con palabras y conellas se materializa. Surge de la necesidad humana de expresarse,de explicarse, de recrearse para contemplarse fuera de la propiaintimidad. Es una urgencia. Una urgencia de afirmación que selogra mediante un encuentro con uno mismo y después con otro ocon muchos, un encuentro en la emoción, en el fluir de lassensaciones y las ideas de Yo conmigo y con el otro. Ocurre. Porlo tanto, tiene un tiempo y un espacio. Tiempo cronológico ypsicológico. Espacio geográfico y anímico. Pero el tiempo y elespacio que más nos interesa es el que se produce en el 'encuen­tro'. Por lo mismo, el tiempo y el espacio de la literatura selocaliza en lo humano, y en lo humano dentro de lo íntimo del sercuando se expresa y se intercomunica.

Artemio Cruz, objeto y sujeto de la historia, objeto y sujeto dela muerte cuando lo conocemos, compendia una multiplicidad deseres y de historia. Mediante el desdoblamiento y la introspecciónde un Yo que se observa en un Tú que es espejo tan to de suvivir como de su ahora en que contempla morir, este hombreliterario nos cuenta su experiencia individual que es, a la vez,reflejo de la nacional. Y esta experiencia, en su complejidadvivencial, converge siempre en una historia de ultraje. Ultraje yacorralamiento del ser humano por otros; y de otros seres huma­nos y de él mismo por las' circunstancias: "eres un hijo de lachingada/ del ultraje que lavaste ultrajando a otros hombres/ delolvido que necesitas para recordar/ de esa cadena sin fin de nuestrainjusticia". Y esa historia es también la historia de México, cicatrizsusceptible de convertirse en herida por donde mana, sin másalternativas, esta concepción cínica, amarga y desmoralizada: "Estemundo se divide en chingones y pendejos y hay que escoger ya".Una concepción donde no hay lugar para los valores éticossuperiores del hombre, una concepción competitiva y encarnizada,de sobrevivencia del más fuerte, y el más fuerte es el que seacanalla o puede acanallarse más. Primero los aztecas chingones ytodos los otros pendejos; después los conquistadores chingones y

todos los mexicanos pendejos; después y siempre después, unoschingones -los más fuertes política y econórnicamente- y otrospendejos -los débiles o los íntegros espiritualmente. Ser bueno esser pendejo, ser noble equivale a dejarse chingar. No caer entreestos últimos es la gran preocupación vital de Artemio Cruz, unmexicano chingón, porque ha tenido que elegir, o ha querido elegireste 'status' en un mundo en el cual, a pesar de los esfuerzos de laciencia y la técnica, todavía no se puede decir que la especie hadejado atrás la condición de sobrevivencia a cambio de la condi­ción de vivir "humanamente" a todos los niveles. Así dice ArternioCruz: "reconocerte a tí mismo:/ reconocer a los demás y dejar queellos te reconozcan: y saber que te opones a cada individuo,porque cada individuo es un obstáculo para alcanzar tu deseo:/elegirás, para sobrevivir elegirás..." (el subrayado es nuestro). Y loque Artemio elige es justamente lo que se dice a sí mismo: ultrajarpara lavar el ultraje de que ha sido objeto desde que nació. Pero alelegir este camino, también se mutila como ser humano y en lahora de su muerte, y quizá también a lo largo de toda su vida, lanostalgia convive con el materialismo, una nostalgia que linda conuna protesta casi metafísica por un mundo mejor, una protestahumana que se rinde a la evidencia de un pesimismo que noobstante, no es totalmente subjetivo, sino un pesimismo que purgay padece por él y por todos los hombres; un pesimismo que sesustenta en un "para qué", en un fatalismo cercano al misticismooriental. Mientras más se acanalla y se entrega al egocentrismo,más sufre la revelación del "para qué" de toda la especie queacumula el dolor de la ausencia del bien trascendental y laimposibilidad de trascenderse más allá de la piel.

Elegir es un suplicio, una especie de condenación fatal, porquela elección implica siempre, en el mundo de Artemio Cruz, unadestrucción: la de su cuerpo o la de su conciencia. Elegir essiempre morir, porque "elegirás, para sobrevivir elegirás, elegirásentre los espejos infinitos uno solo, uno solo que te reflejaráirrevocablemente, que llenará de una sombra negra los demásespejos (...) te sacrificarás al escoger, dejarás de ser todos loshombres que pudiste haber sido, querrás que otros hombres-otro- cumpla por ti la vida que mutilaste al elegir: al elegir sí, alelegir no, al permitir que no tu deseo, idéntico a tu libertad, teseñalara un laberinto sino tu interés, tu miedo, tu orgullo: temerásal amor. ..". y como ser humano y también nacional que teme alamor -lujo de vivir no de sobrevivir-·, amará la ausencia y lasmáscaras, el vacío, se encubrirá hasta el extremo de olvidar supropio rostro y preferir las cosas: "mi único amor ha sido laposesión de las cosas, su propiedad sensual". Así lo declaraArtemio Cruz, pero así como declara que al elegir sí al elegir no,¿sí o no?: ambos, entrará en una zona de ambigüedad donde losperfiles del Yo se desdibujarán y en un juego de espejos, jugarányo-tu-él a las cosas con la gente, en un siniestro carnaval que

desembocará en una constante de traición a sus sentimientos yemociones, negará su vida afectiva. Pero negar es la forma mássegura de afirmar, y Artemio niega sus emociones, las ignora, peroignorarlas es un modo de aceptarlas. Si y No se nutren mutua­mente, ser y no ser se generan en un proceso infinito, en él existela conciencia de Dios y el Diablo como una unidad que aparente­mente se polariza para jugar un juego cómico, y él debe jugar eljuego. Pero la conciencia del juego lo tortura obligándolo, en lomás íntimo de su ser, a compadecerse -no arrepentirse- de símismo y de los compañeros de su desesperanza. Porque en elfondo de Artemio Cruz existe, existió, seguirá existiendo, unanostalgia por la unidad, y por lo absoluto, por la trascendencia quela realidad social rechaza como inútil en cuanto al objetivo de lasobrevivencia a secas. Al plegarse a las normas de las institucionessociales se desune de sí mismo, sacrifica su integridad individual, seenferma de sobrevivencia. No puede haber reconciliación entre elser y las normas absolutamente materiales y urgentes de sobrevi­vencia que le impone una sociedad que también vive, constante­mente, en un estado de emergencia. Por eso, Artemio Cruz no esuna unidad, sino una multiplicidad de fragmentos RESENTIDOSque no alcanzan siquiera a componer una posición escéptica onihilista como la entedemos occidentalmente. Su resentimiento seconvierte en un pesimismo sentimental, místico: si no hay trascen­dencia en el bien, que la haya en el mal. Pero tampoco puedeengañarse: no hay trascendencia en el mal; lo único que ha logradoes sobrevivir, yeso no basta. Consciente de su dualidad, más bienmultiplicidad, Artemio se entrega a la culpa aunque 10 disimule. Yaunque no se arrepiente, la nostalgia por el otro, por lo otros quedesdeñó basándose en el interés, el miedo, el orgullo y tantos por,se aferra al recuerdo de Regina, de Lorenzo, de Lunero, deSebastián, de sus olores natales donde todavía la máscara nopetrificada era capaz de llorar, de amar, de confiar: "Vas a -vivir. ..Vas a ser el punto de encuentro y la razón del orden universal. ..Tiene una razón tu cuerpo... Tiene una razón tu vida. .. Eres,serás, fuiste el universo encamado... Para ti se encenderán lasgalaxias y se incendiará el sol... Para que tú ames y vivas yseas..."

No, Artemio Cruz no se arrepiente, no puede arrepentirse dehaber escogido sobrevivir, esto es un mandato biológico, y unmandato biológico es lo más importante, lo único que se puedeoír, cuando se vive en un mundo o en una sociedad que no tienerespetó o capacidad para asimilar otros mandatos de orden supe­rior en la especie humana. Pero como se duele su sensibilidad"humana" porque nació hombre, no reptil ni planta; como secastiga los sentimientos, como se hiere a sí mismo "sobrevivien­do". Si alguna duda cabe sobre el supuesto "instinto ético" de laespecie humana, Artemio Cruz lo aclara. Este hombre que obedeceal mandato de la sobrevivencia y se encumbra materialmente, se

duele de sobrevivir por lo que ha sacrificado de sí mismo. Y sinembargo, se ha mantenido firme al elemental imperio biológico, hasobrevivido y ha logrado, vicariamente, sustitúir todos los valoreséticos por la orden cosificante que estimula y glorifica el sibaritis­mo. Pero los cadáveres de Lunero, de Regina, de Bernal y Tobías,de Lorenzo, que son los cadáveres de su ternura inmolada, aun sinacusarlo lo perturban desde su yo-t4-él que pudo elegir "abrazar aese soldado herido que entra al bosquecillo providencial", decir aLaura sí, decir "a ese hombre gordo en ese cuarto desnudo,pintado de añil: no", ( ...) "permanecer allí con Bernal y Tobías,seguir su suerte, no llegar a ese patio ensangrentado a justificar­(se)", no visitar al viejo Gamaliel en Puebla, no tomar a Lilia, síromper el silencio esa noche, hablarle a Catalina, pedirle que loperdonara, que lo aceptara con sus culpas, elegir quedarse conLunero en la hacienda, nunca abandonar ese lugar, elegir no serArternio Cruz.

En este amontonamiento de traiciones que traicionan al serético, en este ser para dejar de ser, se debate el hombre literario,quizá también su creador y la nación; es el debate entre seguirsiendo, creciendo y la pregunta ¿hacia dónde? No se sabe, no losabemos, crecer y ser es seguir siendo para una pregunta sinrespuesta, pero ello mismo México y toda Latinoamérica -esaPatria Grande-, es tan diferente de otras culturas. Así lo reconoceel mismo Artemio Cruz cuando compara los Estados Unidos conMéxico: "...no puedes ser como ellos, puedes sólo ser una calca,una aproximación, porque después de todo, dí: ¿tu visión de lascosas, en tus peores· o en tus mejores momentos, ha sido tansimplista como la de ellos? Nunca. Nunca has podido pensar enblanco y negro, en buenos y malos, en Dios y Diablo: admite quesiempre, aun cuando parecía lo contrario, has encontrado en lonegro el germen, el reflejo de su opuesto: tu propia crueldad,cuando. has sido cruel ¿no estaba teñida de cierta ternura? Sabesque todo extremo contiene su propia oposición (...) Acasoporque más desamparados, no queremos que se pierda esa zonaintermedia, ambigua, entre la luz y la sombra: esa zona dondepodemos encontrar el perdón".

y esa zona donde se encuentra el perdón, parece identificarsecon el purgatorio, zona ambigua cubierta por una atmósferatransparente a pesar de tanta máscara que es el mismo sernacional; un ser nacional que se identifica orientalmente occidenta­lizado, con el cristianismo, y en el cristianismo, con la primeraetapa mística: un purgatorio que se contempla a sí mismo y seautoabastece porque "¿Quién será capaz en un solo momento desu vida -como tú- de encarnar al mismo tiempo el bien y elmal...? (...) Tú mismo impedirás el olvido, tu valor será gemelode tu cobardía, tu odio habrá nacido de tu amor; toda tu vidahabrá contenido y prometido tu muerte: que no habrás sido buenoni malo, generoso ni egoísta, entero ni traidor". Y fundiéndose, al

estilo oriental, pero sin fundirse, al estilo cristiano, el mexicano esdistinto, ajeno a la simplificación, aunque deseándola. También loreconoce así Octavio Paz en El laberinto de la soledad: "Me pareceque para los norteamericanos el mundo es algo que se puedeperfeccionar; para nosotros algo que se puede redimir. (...) losmexicanos, antiguos y modernos, creen en la comunión y en lafiesta; no hay salud sin contacto. Tlaxoltéotl, la diosa azteca de lainmundicia y la fecundidad, de los humores terrestres y humanos,era también la diosa de los baños de vapor, del amor sexual y dela confesión. Y no hemos cambiado tanto: el catolicismo tambiénes comunión." Esta dualidad que intenta desvanecerse en lacomunión, da origen a un profundo sentimiento réligioso. y ahíestá la semilla de una idiosincracia complicada que se abraza almito como también al rito en una invocación perenne de perdónmientras más se acanalla, con la inaplazable esperanza de llegar, apesar de todo, a la iluminación y después a la unión con el podersupremo. El crimen parece ser la fuente del perdón. Sin el crimenno hay redención posible, sin la muerte tampoco hay resurrección.Condenarnos para después redimirnos y volvernos a condenar paraseguir redimiéndonos. La redención se alcanza mediante el pecado,sin pecado se agotaría la misma fuente y oportunidad de reden­ción. La falta es la condición, pues, del perdón. Falta y perdónson el núcleo de una visión de mundo que se nutre de una especiede erotismo religioso. Para los mexicanos, la vida toda essusceptible de convertirse en religión, y más que en religión, enmisticismo abortado. No hay religión ni misticismo sin sentimientode culpa: "no sientas vergüenza, no sientas nada y en cambioolvidarás tus penas (...) pues ¿cómo ha de haber contri­ción verdadera sin el reconocimiento del mal verdadero en noso­tros? ¿Cómo hemos de darnos cuenta del pecado cuyo perdón

. hemos de implorar de rodillas si antes no cometemos el mismopecado? (...) Vivir es traicionar a tu Dios; cada acto de la vida,cada acto que nos afirma como seres vivos, exige que se violen losmandamie.ntos de tu Dios;".

En efecto, no hay religión ni sentimiento místico sin sentimien­to de culpa. Octavio Paz nos dice desde El laberinto de la soledadque "Mentiría si dijera que alguna vez he visto transformado elsentimiento de culpa en otra cosa que no sea rencor, solitariadesesperación o ciega idolatría". Y ya estamos en el mismo centrodel yo-tú-él de Artemio Cruz y tal vez de una nacionalidad querencor, solitaria desesperación o ciega idolatría, en Cruz o en elmexicano son motivaciones superpuestas, simultáneas, alternadas,combinadas o momentos cirnales, pero siempre ahí, empujando auna acción que son esfuerzos vanos por fundirse a un absolutotodo amor, todo pureza que se alimenta, paradójicamente, de laexistencia del pecado. Entre Oriente y Occidente está, tal vez, lomexicano.

Para Artemio Cruz anhelar ese absoluto y traicionarse, fue el

'lerdadero purgatorio. Ese anhelo persiste en una vida que se apagapero sigue deseando: "desear que tu deseo y el objeto deseadosean la misma cosa; soñar con el cumplimiento inmediato, en laidentificación sin separaciones del deseo y lo deseado..." Es decir,desear la perfección de una simbiosis entre el cuerpo satisfactor yel cuerpo del deseo, el cumplimiento inmediato de la fusión queniegue y anule para siempre la posibilidad de separación. PorqueArtemio Cruz está fatigado de separaciones, de rupturas: "Y laescopeta pesaba, con un poder que prolongaba la ira silenciosa delniño: ira porque ahora sabía que la vida tenía enemigos y ya noera ese fluir ininterrumpido del río y el trabajo; ira porque ahoradescubría la separación." También el México conquistado, indepen­dizado, revolucionado, institucionalizado, está fatigado de rupturasy traiciones que se afrrman y se niegan dejando siempre nuevospresentimientos de rupturas y separaci nes. Artemio Cruz nopuede amar, no puede dar paso a la ternura: le mataron a umero,mucho antes ya era huérfano, le matar n su am r en el cuerpo deRegina, le mataron su capacidad de separación en el rencorirremediable de Catalina, lo ma taran otra vez en su hijo, lemataron su fe y su dignidad en el río de la componenda políticarapaz, en su concepción de venta y compra de la patria. Su vida esun suceder de separaciones y ultrajes, esperanzas y desencantosque corresponden a su .. tros" que van quedando en el camino ya quienes intenta rescatar en el momento de u muerte medianteuna elaboración regresiva de los hechos má significativos de suvida. Pero Artemio no quiere lástima, se ha comprometido y siguecomprometido con su elección sí-no, con el siniestro juego ininte­rrumpido de culpa-perdón, entiende la dualidad y la multiplicidadasí como sus incomodidades y las asume, he ahí el decoro enmedio de su gran corrupción. El destino es la historia cumplida,pero aunque no para Artemio Cruz, para México queda muchodestino todavía, un destino que se irá cumpliendo en el forcejearde la dualidad y quien dice dualidad, también multiplicidad deexPeriencias y elecciones; igual que la novela abierta de Fuentes lahistoria está abierta para México, con breves resúmenes, pero sincierre.

Carlos Fuentes, con su ojo mítico, hace de Artemio Cruz otromito: el mito del México burgués, del antihéroe que renace en lamuerte sin contradecirse ni autojustificarse porque... en la culpatuvo su penitencia, el chingón entero que también tiene sussentimientos, la culpa y el perdón en una circularidad intermina­ble, problemas de conciencia que se ajustan no "rajándose". Tal'leZ ya podemos designar, a manera de arquetipo, a muchostriunfadores mexicanos con el nombre de Artemio Cruz, perorealmente ¿será posible perdonarlos? En la regresión del antihéroemoribundo hacia su infancia, se nos muestra la atormentadavoluntad de ser que recurre, en situaciones límites, a la anulacióndel mismo ser para insistir en seguir siendo. Este desollado

torturado por la existencia, se empeña en ganarle el juego a lafatalidad. Con la ironía del caso, Arternio Cruz viene a ser un "selfmade man" en la circunstancia mexicana. La influencia de estosdesheredados que con el pretexto de la Revolución advienen enuna nueva oligarquía, se pone de manifiesto en la novela en cuantoa la vida política, social y económica del país.

"Artemio Cruz. Así se llamaba, entonces, el nuevo mundosurgido de la guerra civil; así se llamaban quienes llegaban asustituirlo (...) este hombre acarreaba una nueva experiencia,forjada a martillazos, acostumbrado a jugarlo todo porque nadaten ía". Esta es una de las definiciones de La Revolución encarnadaen un símbolo: Arternio Cruz, el mestizo huérfano: México. Saltainmediatamente la analogía con otro antihéroe, también mito,también mestizo y huérfano: Pedro Páramo y su hijo, JuanPreciado, también huérfano y mestizo que sólo encuentra muertosen y desde una larga peregrinación por la muerte. "Sobrevivir",palabra clave en esta novela de Fuentes. Sin embargo, quien nadatiene tampoco nada debe. Se produce así un grupo de hombres sinsentido de responsabilidad con el prójimo, se forja una muchedum­bre que no reconoce en los demás sus iguales, sino sus enemigos:"y saber que te opones a cada individuo, porque cada individuo esun obstáculo más para alcanzar tu deseo". Sobrevivir, esa es la ley,no vivir. La solidaridad se desvanece ante este mandato ciego.Nada debe Artemio Cruz, él solamente sobrevivió. Esto quieredecir: escapé. La vida viene a ser, así, una trampa en la que acechala violencia, la hipocresía, la injusticia, "esa cadena sin fin denuestra injusticia".

Con la conciencia de una injusticia primigenia, original, creceArtemio Cruz y también una parte, la mayor parte, de un puebloal que representa. Un Artemio Cruz que es un ser múltiplecolonizado por extranjeros y por compatriotas, independiente yaún colonizado, porfirista, revolucionario, priista y todavía coloni­zado, siempre indio-blanco-negro, mestizo y, huérfano desde laConquista. Uama la atención en la novela, la elección étnica quehace Fuentes, pues hace intervenir en Artemio la sangre africana,pocas veces tomada en cuenta en los personajes mexicanos, tal vezde ese modo jntensifica más aún la condición de esclavos máscolonizados, más sin destino salvo sobrevivir en tierra que siendopropia es como si fuera extranjera. Tal vez, así también, explica laintensa sensualidad, el erotismo vital, la frenética decisión de vivitque tiene Cruz en contraste que rebasa la pasividad fatalista delindígena.

Este Artemio Cruz, social y civilmente desposeído en unprincipio, crece, repetimos, con 1" conciencia de una injusticiaoriginal, casi a la manera del pecado original que se hereda sincometerlo: "tú rechazarás la culpa; tu no serás culpable de lamoral que no creaste, que te encontraste hecha: tú hubierasquerido: querido/querido/querid%h, si eran felices aquellos días

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con el maestro Sebastián.. .'· Por eso, sólo tiene dos alternativasante sí: pendejo-perecer; clúngón-sobrevivir. Para sobrevivir tendráque utilizar todos los medios, el primero, acallar el natural anheloético y deformar y retorcer la conciencia para reflejar la experien­cia. Pero Artemio se dice: "No querrás pensar en todo eso. Tudetestarás a yo por recordártelo". Y lo que detesta Artemio esrecordar que ha tenido que utilizar miles de máscaras, escogerentre ellas según la ocasión, fragmentar el ser y corromperlo en susposibilidades. Máscara igual que sobrevivencia, es otra palabra claveen la novela. Enmascarar el Yo para hacerlo yo-tu-él-todos, negán­dose, "ninguneándose" en cuanto verdad para salvarse como mentira.

En El laberinto de la soledad Octavio Paz esclarece estainstitución cultural que es el "ninguneo". "El ninguneo es unaoperación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno. La nada depronto se individualiza, se hace cuerpo y ojos, se hace Ninguno..(. ..) Ninguno es la ausencia de nuestras miradas, la pausa denuestra conversación, la reticencia de nuestro silencio. Es elnombre que olvidamos siempre por una extraña fatalidad, el eternoausente, el invitado que no invitamos, el hueco que no llenamos.Es una omisión. Y sin embargo, Ninguno está presente siempre. Esnuestro secreto, nuestro crimen y nuestro remordimiento. Por esoel Ninguneador también se ningunea: él es la omisión de Alguien.y si todos somos Ninguno, no existe Ninguno de Nosotros".

Del mismo modo, Artemio Cruz, al "ningunearse", también seha omitido a sí mismo, ha olvidado el nombre y el rostro deRegina que rescata trabajosamente en su memoria moribunda, haolvidado a su otro vivido en Lorenzo, los asesinatos previamenteocurridos como filicidio al ser "ninguneado" por el padre queatropelló a la madre y lo de-sconoció como .hijo. Artemio haninguneado a Sebastián y a Lunero, a Gonzalo Bernal, a Gamaliel

Bernal, a Catalina Bernal, su tormento debido a la ternura y lasensualidad negada por la mujer que no perdona, que también secierra al amor para acariciar el odio como única forma de seguir ..siendo. Ha ninguneado a México. Pero, ¿qué otra cosa podíahacer? Artemio Cruz no tendrá "respuesta para los dos códigosopuestos e impuestosJ tú inocente, /tú querrás ser inocente,/ túno escogiste, aquella noche." "Y todas las cosas tendrán el mismonombre ... Ninguno". Y atormentado por el ser que no fue, en sustres tiempos: pasado, presente y ya sin futuro, batallará aún porseguir sobreviviendo.

Sin embargo, "quizás las muertes ajenas son las que alargannuestra vida". Pero quizás, por ello mismo, Artemio Cruz niño,revolucionario y nueva burguesía postrevolucionaria es un cemen­terio, un extenso y hondo cementerio que teme encontrar suinmemorial muerte en otras muertes. Porque eso es para ArtemioCruz el encuentro consigo mismo: la muerte y la traición. Lamuerte y la traición a un ser profundamente religioso aunque nose autorreconozca en esa dimensión. Traidor y traicionado, traicio­nado y traidor, purga una larga culpa que se concentra en unpasado todavía vivo en las facciones de Tlaxoltéotl a las que sesuperponen las de la Virgen de Guadalupe y se prolonga a un sinfuturo que suponga la posibilidad de un reencuentro jubiloso.Sobrevivir sin alma es un lento castigo. El conflicto de la traicióny la lealtad, el amor y el crimen, lo sobresaltan en "el gusto delos buenos licores, el olfato de las buenas lociones", en la ausenciadel amor y en la ausencia de un Dios o poder supremo que ya nopuede recrear ni redimir porque de tan distante ha perdidotambién, como él, su fisonomía. Pero la culpa y la concienciacrítica no desaparecen. Hombre moderno, Artemio Cruz sabe queha elegido. "Elegir" es otra palabra clave de la novela como

máscara y sobrevivencia: " ¿Morirás? No será la primera vez.Habrás Vivido tanta vida muerta, tantos momentos de meragesticulación". Y Artemio se sabe un gesticulador, se sabe hipócri­ta y traidor: "Recordarás primero lo que te condena, y salvadoallí. sabrás que lo otro, lo que creerás salvador, será tu verdaderacondena: recordar lo que quieres". Porque debió morir conumero, protector paternal, con Regina, el amor, o con la Patria, laesperanza. y el mexicano, ser profundamente místico, resentidopor la injusticia, por la ausencia del bien, resentido de amor,decepcionado de la experiencia y burlado en su trascendenciacomo se nos muestra en su novelística y en su folklore musical,avasallado pero no vencido: "Avanzar(á) y penetrar(á) en la navedel ba,iel, donde el exterior castellano habrá sido vencido por laplenitud, macabra y sonriente, de este cielo indio de santos,ángeles y dioses indios", y seguirá sintiendo el horror al vacío,seguirá gesticulando mientras protege, con sus gestos, sus verdade­ros dioses, "ángeles y santos con el rostro del Sol y de la Luna, losrostros de piedra detrás de las má caras", protegiendo su naturale­za mística y mítica que se redime continuamente en el ciclo defalta y perdón, conservando su verdadero rostro, rebelde a ser''ninguno'' mientras se ríe de "alguien", porque detrás de lamáscara el mexicano sigue teniendo una especial capacidad paratrascender lo cotidiano. conformando un ámbito donde la realidady la fantasía no se excluyen sino que se complementan para crearun nuevo tipo de realidad que de tan profundamente subjetivatoca las más hondas raíces de la especie y por lo tanto, seconvierte en humana y universal. Un aire de fatalismo, "un ser asíde las cosas" flota en la literatura mexicana. Considerada así.existe una servidumbre a un principio natural inalterable, casiparecido' a las nociones griegas y más antiguamente orientales. Noes una literatura combativa, impulsiva, emocional, por el contrario,es generalmente contenida, intelectual, en cuanto producto de unlargo asumir y elaborar como pueblo, un destino trascendente másallá de los marcos de la realidad inmediata. El mexicano, a travésde su literatura, parece eludir el tiempo.

Arternio Cruz, como Pedro Páramo también, es "un rencorvivo". un enamorado y decepcionado del bien absoluto, unviolador violado que repite la agresión con la esperanza de librarsede ella. Pero, ¿quién reconocerá detrás de ese agresor un enfermode sobrevivencia y un desesperado de amor? El mexicano es unenamorado irredento del bien supremo. ¿Enamorado de la muer­te? No, obligado por la muerte a reclamarle al más allá su amor, atrascender al Yo, al tiempo, a la realidad para decir con soberbiade despechado "No vale nada la vida: la vida no vale nada",exigiendo con interna porfía la perfección de lo ultraterrenodivino, de lo eterno.

La literatura es una recreación que culmina con el reconoci­oúento. a veces sin intentarlo, del ser. también del ser nacional en

ocasiones. Pero Carlos Fuentes parece. propositivamente, haberintentado descubrir, desentrañar sin disimulo el rostro de México aveces tan patético, a veces tan oblicuo, a veces tan insospechadoen el sofisma metafísico y en la conciencia mística. a veces tancontradictorio en la descomunal violencia que sólo puede producir.paradójicamente, una también descomunal ternura y sensibilidad.Artemio, del griego, quiere decir perfecto. incólume. Así nacióArtemio, un hombre, un mexicano; la cruz, en su sentido depadecimiento, lo convirtió en Artemio Cruz. Fuentes. no obstantesu fidelidad en esta novela a la filosofía sartreana, o quizá por ellomismo, resalta aquí el tormento de "ser" escogiendo sin muchasalternativas donde escoger. Regina, del latin la reina, la que trae elorden, muere, sólo le queda Catalina, del griego el tormento, ¿ytodo esto para qué, para quién? Para Teresa, la hija legítima, lacosechadora, marioneta inútil poseedora de una fortuna ganada porArtemio a cambio de traicionarse a sí mismo y vender la patria.Artemio Cruz•. el poderoso, el mexicano "chingón", no es más queun huérfano y un mendigo. Tan vulnerable, que no puede ni sabepedir amor ni perdón, así esconde su debilidad y su desamparoafectivo. Huérfano y mendigo se afirma en el Poder con laviolencia, una violencia que añade más culpa y desolación. ¡Es tandifícil amar! ¡Es tan difícil ser amado y conservar lo amado!Entonces, el odio ha de instalarse en el lugar que deja vacío elamor; no obstante, el odio, inevitablemente, corrompe a suhabitante. Artemio Cruz no pide, se apodera. y en ese apoderarsese vacía, porque cada acto de afrrmación lo aleja más de sí mismo,de sus "olores natales", de Regina y su ternura, del "cada unoposeído del centro del otro", de la luz, del calor, de la vida en latierra. Sólo el amor redime, y esa posibilidad le está cerradaporque "lo chingan", y el amor está obligado a convertirse ensoberbia, en orgullo, en disimulo y rodeo, en atropello y violación.El mexicano que es Artemio Cruz, es un amante despechado queha decidido matar para vengarse, que ha decidido negar la vidapara acariciar el vacío, supuestamente indoloro. Antes que mevacíen me vacío. Antes que me atropellen, atropello. Pero alningunear la vida atropellándola, solamente anestesia el sufrimientoy simula olvidar el hospicio mientras sigue aniquilándose en unantropocentrismo sin remedio, en una competencia con la muerteen la que mata su querencia para no llorar, porque los machosnunca lloran. .

El ser plural del mexicano es la dialéctica personificada almismo tiempo que atrapada en su propia red de contradicciones,de ires y venires que tejen la atmósfera de ambiguedad de su vida.Una vida que se hace tanto más insoportable cuanto más la sed deabsoluto que vive en el territorio espiritual de cada hombre. "Vivira solas, sin testigos. Solamente en la soledad se atreve a ser". diceOctavio Paz en el libro ya citado. Y mientras tanto, la Patriaespera que esa muchedumbre solitaria se convierta en Pueblo.