Ruben Sierra El Interes Filosofico Por El Estudio de Lo Propio

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  • 7/27/2019 Ruben Sierra El Interes Filosofico Por El Estudio de Lo Propio

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    saga-revista de estudiantes de filosofa. Universidad Nacional de Colombia

    EL INTERS FILOSFICO POR EL

    ESTuDIO DE LO PROPIO

    RuBNSIERRA

    [email protected]

    UniversidadNacional

    de Colombia

    En los ltimos meses he tenido que referirme, en reuniones acadmicas, al

    proceso de institucionalizacin de la filosofa en Colombia y a las relaciones de estadisciplina con la vida social y cultural del pas. Sealaba, como consecuencia de misobservaciones, que no obstante esa institucionalizacin, el filsofo colombiano pareceestar de espaldas a una realidad y a una historia en las cuales debe poner atencin,aunque a propsito se pueden reconocer asomos de un cambio de actitud. Esta historiay esa realidad fueron los temas de mis charlas, y en ellos me voy a centrar en estaconferencia, advirtiendo honestamente que lo que voy a decir ya lo haba tratadoen aquellas ocasiones. Me anim regresar a ellos porque considero que hoy cuentocon un auditorio nuevo, conformado bsicamente por estudiantes, quienes, espero,pueden encontrar en estas ideas algn provecho para reflexiones propias.

    Empiezo por afirmar que si bien no podemos desconocer que hoy cuenta el pas coninstituciones (centros universitarios, programas de pregrado y postgrado, revistas,editoriales con inters en el libro filosfico, foros, coloquios, congresos, etc.) y conuna comunidad profesional y productiva, esto no significa que la filosofa se hayaincorporado a la cultura, ni como conjunto de teoras que actan en consonancia conlas ideas y las opiniones generadas en otros campos de la actividad intelectual, nicomo manera de pensar problemas comunes a otras disciplinas con audiencia menosrestringida a la comunidad cientfica. Para lograr recepcin pblica se requiere otromanejo del lenguaje, que rompa con las tradiciones acadmicas y de escuela, y seacerque a las maneras de expresin propias de la comunicacin corriente. Mientrasse persista en el slo uso de idiolectos, nos mantendremos a una distancia del lectorcomn difcil de salvar, aun del lector letrado. No quiero avanzar en el problema,pues a l regresar ms adelante. En el momento me interesa ms otro asunto.

    Mirando el proceso de institucionalizacin al que me he referido, la produccinbibliogrfica que, acorde con aquella, se origina en el mundo universitario, y lanaturaleza de esas publicaciones, se impone una pregunta: ser que la filosofaslo puede alimentarse de su propia historia o, cuando ms, de los problemas quele plantean las disciplinas cientficas? La pregunta busca subrayar la desatencinque el filsofo colombiano, y en buena parte el latinoamericano, muestra frentea una tradicin de pensamiento, por una parte, y por otra a los problemas de sucircunstancia histrica. S que la pregunta es susceptible de ser mal interpretada.Por eso requiere que se la explique.

    No me propongo, de ninguna manera, darle a la filosofa que aqu se haga uncontenido local, de espaldas a la tradicin euroamericana. Los grandes problemasque nos ofrece la historia de la disciplina seguirn siendo los temas por excelenciaen cualquier parte donde se cultive esta forma de pensamiento. Pero no podemosnegar, por esto, que los problemas propios tambin merecen la mirada del filsofo,sin que en su tratamiento ste tenga que abandonar la dimensin universalque caracteriza al pensamiento filosfico. No se puede abandonar la dimensinuniversal, es cierto. Pero esto no quiere decir que los problemas de una determinada

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    circunstancia social, poltica o cultural no se los pueda tratar conceptualmente. Unacircunstancia particular, un problema que surgi en un momento determinado de lahistoria humana, le ha permitido al filsofo llevarlo a un estadio que trasciende esemomento y los motivos inmediatos que lo hicieron surgir. Esos problemas vitalesdel filsofo son los que han ayudado a dar vida al saber filosfico: si rastreamos enla ms abstracta especulacin, es posible que nos encontremos en algn momentoese vnculo a problemas determinados.

    La filosofa es prdiga en ejemplos de grandes pensadores que han dirigido suinters a asuntos de su situacin histrica y de su entorno geogrfico. El resultadohan sido obras que hoy podemos leer sin su referencia inicial, pues sus autoressupieron ver en aquellos problemas locales el elemento filosfico que los sustentaba.Podramos estudiar la Guerra del Peloponeso y la derrota de Atenas ante Esparta,y la consecuente decadencia de la ciudad griega, para el anlisis de la PolticadeAristteles. Y dos textos fundamentales de la filosofa poltica moderna, el Ensayosobre el gobierno civil y la Carta sobre la tolerancia, de John Locke, nacieron de

    circunstancias muy concretas, podramos decir que locales. La Cartaes la respuestaa la intolerancia religiosa de la que abus la Corona inglesa en el siglo XVII, y elEnsayotiene su apoyo en las pugnas entre liberales y conservadores del perodoconocido como la Revolucin gloriosa. Pero en ninguna de las dos obras se limitLocke a un alegato casustico sino que situ el problema en un nivel de universalidadque trascendi esas circunstancias, de tal manera que hoy no nos vemos obligados areconstruir stas para comprender las doctrinas expresadas en aquellas obras. Esatrascendencia es justo lo que les da su valor filosfico y no meramente histrico, ylo que, como consecuencia, ha hecho de ellos verdaderos manifiestos del liberalismoy la expresin ms acabada de los valores que alimentaron a ste en sus orgenes.

    Mi propsito es situarme en Colombia para abordar el problema que he planteado,analizndolo en dos direcciones. La primera debe responder a la siguiente pregunta:qu importancia tiene para el filsofo el estudio de la tradicin de pensamientopropia, an sabiendo que carece de grandes mritos como para resistir unacomparacin con la tradicin de otros pases?

    El hombre colombiano del siglo XIX, como en general el latinoamericano, despusde consolidada la independencia, era un hombre perplejo, pleno de incertidumbres,sin una clara orientacin sobre el futuro del continente. A mi entender, esaperplejidad explica la cantidad de constituciones polticas y de guerras que sesucedieron durante ese primer siglo de independencia. Tambin el dogmatismo

    con que los unos y los otros acogieron determinadas filosofas. Pero tenan claroque en sus propsitos de reformar la sociedad o de conservar el modelo hispano,la filosofa era un elemento esencial del pensamiento. La influencia entre nosotrosde un pensador como Jeremy Bentham se explica por esas circunstancias. Si ungrupo de escritores y polticos colombianos opt por acogerse al utilitarismo, nolo hizo con el slo nimo de divulgarlo entre nosotros, de cultivar su doctrina, yreverenciar la imagen de Bentham como pensador moderno, salvaguardndolo dedeformaciones, sino para que les sirviera de basamento conceptual en sus propsitosde construir una nueva sociedad, lo que adems quera decir como condicin,formar un nuevo ciudadano, que se diferenciara de la sociedad colonial y del hombre

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    que molde Espaa en sus colonias. Producir, sin duda, desengao leer a VicenteAzuero o Ezequiel Rojas, o a sus contradictores como Jos Eusebio Caro, si sebusca su fidelidad al pensamiento de Bentham o la amplitud de conocimientos quehubieran acumulado sobre el utilitarismo, pues ni la una ni la otra son de destacaren los escritos de los colombianos; su importancia se debe situar en las intencionesque los movieron. En sntesis, como un retazo de nuestra historia cultural y nocomo una obra con valor filosfico en s misma. Juicio parecido puede darse de laneoescolstica de Miguel Antonio Caro y Rafael Mara Carrasquilla, quienes en susprogramas de restauracin de la sociedad colonial, buscaron inspiracin para suspropsitos en pensadores de fibra catlica.

    Aquellos autores, en ningn momento, pensaron en proponer una nueva filosofaque les permitiera adelantar sus proyectos renovadores de las instituciones de lanueva nacin. Este problema como tal no exista. La filosofa europea les ofrecalos instrumentos para sus propsitos. El jurista y filsofo argentino, Juan BautistaAlberdi, se movi en este sentido. En una conocida y a menudo comentada conferencia

    pronunciada en 1842, afirmaba la necesidad de orientar los estudios de filosofa haciael anlisis de problemas sociales y polticos de los pueblos de Amrica. Pero no estabaentre sus propsitos marginarse de la tradicin europea, en su objetivo de pensarla realidad americana, aunque expresamente lo afirma la asimilacin de esatradicin y de sus grandes representantes, en especial de los filsofos sociales, debaser crtica: Bentham, Rousseau, Guizot, Consant, Montesquieu, son filsofos quecita Alberdi. Si hubiere una caracterstica propia de la filosofa latinoamericana (y lcrea que habra de tenerla en el futuro), sa se la dara la referencia a los problemaspropios de la regin, no los esquemas conceptuales con los que se los analizara. Loque en sntesis se propona era una filosofa actuante, no solamente contemplativa,y de ninguna manera imitativa. Hay que reconocer que el concepto de filosofa de

    Alberdi estuvo limitado al pensamiento social, y que es irrelevante lo que tuvo encuenta de las dems regiones de esta rea del saber. Sin embargo, an hoy tenemosmucho que aprender de su enseanza.

    Alberdi estableca, en esos trminos, las relaciones que el escritor latinoamericano,en especial el filsofo, deba tener con Europa. Unas relaciones que se diferenciaban delas que propona el pensamiento conservador, acatador hasta en sus menores detalles dela tradicin hispana. ste es otro captulo que por el momento debo dejar de lado. Meinteresa ms ver como el problema renace en el siglo XX, en manos de un hombre deletras, con pocas relaciones con la filosofa, y hablando ahora de la cultura en general.Fue tambin un momento de crisis, y en particular de crisis de la cultura europea.

    Al mediar el siglo XX, cuando Europa estaba casi ntegramente bajo la direccinde gobiernos totalitarios y ardiendo en llamas por la guerra ms destructiva queha sufrido la historia humana; cuando la democracia liberal pareca ya una formade gobierno en va de extincin y en Colombia grupos de extremo conservatismose aprestaban a imponer el modelo europeo, una minora de escritores liberales sehicieron la pregunta por el tipo de cultura que debamos promover, y trataron deresolverla individualmente sin abandonar los grandes principios de organizacinsocial que haban recibido, a travs de sus pensadores, del continente europeo. ParaBaldomero Sann Cano, uno de esos intelectuales que se ocuparon del problema,

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    sin democracia no haba libertad, y sin sta se haca imposible expresar ideas ysentimientos. En sntesis, que a la cultura le faltara el suelo frtil para su cultivo,era un principio del anlisis que hicieron, un principio que quedaba marginado dela discusin. Entre las respuestas al problema, una me parece digna de tenerse encuenta en este momento, aunque slo recordar su principio general sin detenermeen sus detalles. Daro Achury Valenzuela, su autor, no era filsofo; por su ampliacultura podemos clasificarlo entre los humanistas, ms dedicado a las literaturasfrancesa y espaola, en el sentido lingstico de este ltimo vocablo. Pero planteael problema desde una perspectiva que considero an sigue siendo vlida, inclusivepara un tratamiento filosfico de l. Nuestra cultura, afirma, es la europea peroslo en cuanto la tomemos por su naturaleza virtual; lo cual quiere decir que losdesarrollos que procuremos son nuestros, que somos nosotros quienes debemosdarle contenidos a esa cultura, expresando nuestros sentimientos, nuestros ideales,nuestros problemas, etc.

    Naturalmente las preocupaciones del hombre latinoamericano del siglo XIX

    no son las de nuestros das. Los problemas actuales son ms densos, y de unavariedad y gama mucho ms amplia. La visin del mundo y las relaciones conotros pueblos y culturas, provinciales en el siglo XIX, son en nuestra pocacomplejas y expandidas en sus lmites externos. Achury Valenzuela responde aesta nueva situacin, pues el problema al que quera dar solucin era un problemadel momento: la incomunicacin que la guerra mundial tendi entre Europa yColombia, y el temor que se sinti aqu de que se expandieran por el continenteamericano las prcticas antidemocrticas del nazismo, el fascismo y el comunismosovitico. Sin embargo, su planteamiento, a mi modo de ver, no perdi vigenciaal ser derrotados el fascismo y el nazismo, ni al recuperar Europa su tradicindemocrtica. Sigue siendo una respuesta vlida, sobre todo cuando se trata de

    problemas de identidad cultural. En la respuesta de Achury Valenzuela, quepodemos poner en la lnea de la reflexin de Alberdi, hay algo nuevo: sealarclaramente que nuestras relaciones con la cultura europea se sitan en el campode lo virtual, y que es al hombre colombiano a quien corresponde actualizar esavirtualidad, creando nuevas realidades culturales.

    Alud al trabajo filosfico durante el siglo XIX. Con esta alusin no me propongoofrecer modelos que debamos seguir. As sea con todas las limitaciones provenientes denuestro atraso tecnolgico y nuestros escasos recursos financieros, el colombiano dehoy se considera con el derecho a producir ciencia, y a pensar sobre sus fundamentostericos y su aplicacin tcnica. Y la comunidad acadmica colombiana, por sus

    compromisos con los foros internacionales, a los cuales pertenece, tiene que ocuparsede problemas que son del mbito de la filosofa, entendida sta sin apelativosnacionalistas. Slo me propongo mostrar una manera, entre otras, de darle sentido a laprctica del trabajo filosfico entre nosotros. Por supuesto, y espero que haya quedadoclaro, tenemos derecho a tratar todos los temas que constituyen el corpusde la filosofay con los mtodos y conceptos de las diferentes corrientes que tengamos a mano. Elno contar con una tradicin filosfica propia nos obliga a acudir a cualquiera de lasexistentes. El trabajo filosfico mismo se encargar de buscar su destino, incluso elde consolidar un modo particular de pensamiento. Pero estoy convencido de que sta

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    no es una tarea que se pueda programar: la misma prctica filosfica dir finalmentesi los resultados han sido esenciales para la clarificacin de problemas propios, y cules el rumbo que esa misma prctica debe seguir en el futuro.

    Mi observacin relacionada con el escaso valor filosfico de la obra en este

    campo del saber escrita en Colombia en el siglo XIX y primeras dcadas del XX,no le resta mritos al proyecto de su estudio. Su valor, por lo dems, es relativo a lospropsitos que nos inducen a su estudio. No se puede negar, de ningn modo, que lascorrientes filosficas que aqu se cultivaron tuvieron un impacto en la vida culturalque no es posible ignorar; cuyo estudio, por consiguiente, ayudar al conocimientode nuestro ser histrico. Tampoco para este caso tiene importancia el linaje de losfilsofos que han tenido presencia en la historia de nuestra cultura. Para volver alsiglo XIX, es muy poca la filosofa realmente original, de primer rango, que influyentre nosotros. Pero aquellos pensadores dejaron una huella perdurable, hasta elpunto de que no seran comprensibles ciertos momentos de nuestra historia polticay de la cultura sin un conocimiento de su obra. Habl de Bentham unos minutos

    antes. Este es un caso bien conocido, porque el debate en torno a su propagacin fuepblico e intenso. En cambio, muy poco se ha avanzado en el estudio de la influenciade Herbert Spencer, siendo que ella fue esencial en las ltimas dcadas del siglo XIXcolombiano. El pensamiento del filsofo ingls, difundido por Nicols Pinzn desdesu ctedra del Externado de Colombia, estuvo muy presente en las campaas contralos dogmatismos polticos que en la prensa y, luego, en Idola Fori, adelant CarlosArturo Torres, en sendas campaas dirigidas contra la administracin atrabiliariade Miguel Antonio Caro y contra la irracionalidad de los dirigentes liberales quedeclararon e hicieron la Guerra de los Mil Das. Tampoco se puede esquivar esainfluencia cuando se trata de estudiar una figura decisiva de nuestra historia comoes la de Rafael Nez, y su audacia de aliarse con los conservadores para impulsar

    las reformas constitucionales que condujeron finalmente a la promulgacin dela Carta de 1886. Ambos se acogieron a la tesis spenceriana de que los partidosevolucionan como cualquier otra institucin, y que por este mismo hecho carecende ideas y problemas propios, de ideas y problemas absolutos. Estos varan con lascircunstancias polticas y sociales en que actan. No voy a abundar en ejemplos. Losque he mencionado bastan para las observaciones que har enseguida.

    Se dir que ese estudio le incumbe al historiador de la cultura o de las ideas yno especficamente al filsofo. No me interesa controvertir este aserto, pues sinduda es un tema de historia cultural. Pero estoy convencido de que tambin lo esdel filsofo. No veo razn por la cual ste, con su equipamiento conceptual, no deba

    asumir tareas como es la del estudio de la tradicin local. Por lo dems, creo pocoen la posibilidad de trazar siempre lneas ntidas entre las diferentes disciplinas queconforman el conjunto de las ciencias sociales. En especial, la filosofa no parece tenerfronteras fijas: con frecuencia se ve impulsada a invadir terrenos ajenos (sociologa,antropologa, teora literaria, incluso ciencias exactas y naturales). Pero tambinha tenido que familiarizarse con socilogos, fsicos, matemticos, juristas, etc., quese mueven libremente por su propio territorio. Esta violacin de fronteras creoque no hay argumento para desconocerlo, ha dado frutos importantes paraambas disciplinas, pues una visin externa sobre un problema o sobre un conjunto

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    de problemas, considerados como particulares de una ciencia determinada, puedearrojar luz sobre aspectos que pasaran inadvertidos si se los mirara nicamente conlos instrumentos lgicos y metodolgicos de la ciencia a que pertenecen.

    Es un trabajo de naturaleza filosfica al que me refiero; no slo historiogrfico,

    aunque es evidente que ste ltimo es necesario cuando se trata de asumir unainvestigacin filosfica sobre una tradicin que incida sobre la propia situacinactual. Una pregunta acerca de nuestro ser histrico nos remite inevitablemente aexaminar ese pasado y las races propias o exgenas con que fue tejido ese modo deser. Es por lo tanto el estudio del universo de ideas en el cual hemos vivido. Tardeo temprano, nos encontraremos en esa pesquisa con nombres como los que herecordado, Bentham y Spencer, pero tambin con Rousseau, de Tracy, de Maestre,Balmes, Marx, Kelsen, y otros pocos. Un rastreo de la recepcin de cualquiera de estosautores, no slo sobre quienes escribieron acerca de ellos, sino adems sobre quienesutilizaron su pensamiento para investigaciones propias, creo que ser iluminadorde movimientos y programas que pudieron generar fenmenos que pertenecen a

    nuestra personalidad histrica. Nuestra historia, como la de cualquier otro pas,no est delimitada por fronteras polticas, acordadas por tratados entre nacionesvecinas; hace parte de un universo con fronteras borrosas, y nos comunica a vecescon culturas geogrficamente muy distantes de la nuestra.

    Quiero evitar malentendidos, sospechas o suspicacias. Ha sido sta una tareanormal dentro de la filosofa, cuando ella se ha impuesto el propsito de esclarecerproblemas de naturaleza social. Podran citarse nombres de filsofos notables quehan escrito obras netamente filosficas, para las que se han visto impelidos a realizarestudios de ndole histrica. No se trata, por otra parte, de reorientar los estudiosde filosofa en nuestras universidades. Slo de abrir espacios, lo que quiere decir

    ofrecer posibilidades para que se adelanten tareas como aquellas a las que estoyaludiendo. Tampoco se trata creo haberlo dicho ya, de abandonar los grandesproblemas de la filosofa y por consiguiente sus clsicos para dedicarse al estudioexclusivo de nuestra realidad. El conocimiento de los grandes pensadores tendrque ser siempre la base de la formacin del filsofo. Sus conceptos, sus mtodos, laorientacin en sntesis de su pensamiento, son las antorchas que permitirn ver mejorlos problemas que queremos investigar. Tampoco pretendo que se deba abandonarla investigacin sobre temas de valor universal, pues esa investigacin nos poneen dilogo con centros internacionales y es una manera dinmica de asimilar elpensamiento que se est produciendo en los pases de mayor tradicin en este tipode saber, y por supuesto de colaborar en el desarrollo mismo de la disciplina. Se trata

    de hacer sensible al filsofo a ciertos problemas que por su naturaleza podran estarentre los intereses de su profesin. Y, por contera, romper con el provincianismoque considera que los nicos problemas que merecen atencin son los que nos ofrecela historia de la filosofa, sancionada por un canon de libros filosficos, o los que sehan planteado en centros afanados por su produccin de pensamiento.

    Dije que la filosofa no haca parte, en Colombia, de la cultura nacional,que todava es una planta extica para sta. Sospecho que se podra extenderla observacin a Amrica Latina, sin que se corra el riesgo de emitir un juicioequivocado. Pero no voy a referirme a todo el continente, pues no dispongo de

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    suficiente ilustracin para hacerlo. En Colombia la filosofa no hace parte de lacultura, no obstante lo que dije de su influencia en algunos movimientos culturales.Sigue siendo una actividad eminentemente universitaria con ninguna incidenciams all de los claustros. Por el momento puedo sealar dos causas, sobre lascuales me he referido en otras ocasiones, pero que ahora no puedo dejar de lado,aceptando el tedio de la repeticin. Debo admitir por lo dems que la situacinde ahora no se presenta de manera tan asfixiante como en dcadas anteriores. Laprimera, que empieza a superarse hay que reconocerlo, es la poca atencinque el filsofo colombiano le presta a los problemas de su momento, y la segunda,la fidelidad con que maneja el lenguaje de escuela y el desdn, por lo tanto, quemuestra frente al lenguaje pblico, a lo que ya hice una breve alusin al comienzode esta conferencia.

    Sin duda, debido a los cambios polticos y sociales de nuestra poca y, dentrodel pas, a las diferentes causas y los diferentes elementos de una crisis que pareceramificarse cada vez ms, el filsofo colombiano se ha sentido forzado a expresar

    su opinin sobre aspectos esenciales de esa crisis. Esta actitud es una manifestacinde madurez intelectual: atender a las exigencias de la actualidad, a la presindel momento, sin abandonar el pensamiento abstracto. Pero todava no es unareflexin que se haya incorporado a la opinin nacional. Sigue siendo en voz baja,tmida, escurridiza sobre aspectos vitales de nuestro acaecer social y poltico. Unaopinin por lo dems dirigida a unas reducidas lites intelectuales, pues el restode la poblacin permanece marginada del flujo crtico de noticias, cuando no esque carece de instrumentos conceptuales para asimilar la opinin sobre aquellosacontecimientos que determinarn el futuro del pas; aun para proveerse del juicionecesario cuando tiene que tomar parte en jornadas civiles, como las electorales, enlas que la participacin ciudadana es esencial en la solidificacin de una democracia.

    Es una poblacin cuyo nico mirador para observar el mundo es la pantalla de untelevisor, medio de masas que evita a toda costa, y con argumentos balades y falaces(el derecho a la diversin, por ejemplo), la formacin de criterio independiente porparte de sus usuarios. Lo que se percibe en los programas televisivos es todo locontrario: la induccin de expectativas egostas y la renuncia a ejercer la libertad depensar sobre los problemas que identifican nuestra poca. Creo que ste debe ser elobjetivo fundamental en la emisin de informacin y opinin: la de propiciar en elciudadano la capacidad de obrar con criterio libre de presiones externas.

    Hay que reconocer, entonces, que no es tarea fcil, para el filsofo, asumirfunciones de proveedor de ideas y opiniones para una poblacin educada en enajenar

    inclusive sus propias emociones y sentimientos a favor de los modelos que le ofreceun medio, cuyo nico propsito es el aumento del rdito econmico, no importa queesa ganancia se obtenga a costa de la pauperizacin intelectual e incluso psicolgicade los televidentes. Pero an reconociendo esta situacin, creo que la palabra siguesiendo un instrumento eficaz de tener presencia ms all de la ctedra en buscade la formacin de una opinin pblica ilustrada, y, a travs de la palabra, que lafilosofa llegue a ser una forma de pensamiento con aceptacin pblica, enraizadaen la cultura del pas.

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    Considero que las ltimas observaciones requieren una elaboracin ms precisa.Dos preguntas nos pueden ayudar a su desarrollo. Con esto adems me propongoentrar al segundo tema que enunci al comienzo. Me sito entonces en el momentopresente. Las dos preguntas son las siguientes: Cmo hacer para que el trabajofilosfico colombiano no sea de inters solamente de la comunidad de filsofos?Cmo hacer que ese trabajo, cuando se ocupa de temas de inters comn y nonicamente acadmico, logre incidir en la opinin pblica?

    Antes de intentar dar respuesta a las anteriores preguntas, debo confesar que meabriga la conviccin, que creo es compartida por muchos, de que las pocas en quelas sociedades sienten que su seguridad sufre una ruptura, como la nuestra en laactualidad, son ms fructferas en grandes obras de arte y de pensamiento, verdaderasrespuestas a veces geniales a los retos de su tiempo. Pensadores, escritores yartistas han sabido responder a la incitacin que significan los problemas actualespara la formulacin de teoras o para la creacin de obras de arte verbales, plsticaso musicales. Obras que se caracterizan por su intencin de cuestionar las creencias,

    los prejuicios y los hbitos que se han heredado por generaciones y que aparecenen el momento presente como elementos obstaculizadores a las aspiraciones de unasociedad o de una cultura. La crisis entonces no debe entenderse nicamente porsu aspecto negativo, como sntoma de decadencia o desintegracin. Tambin puedeaprecirsela como manifestacin de anormalidades, que se encontraban ocultas oreprimidas y que, puesta en evidencia su dimensin perturbadora, se conviertenen tema de estudio para las ciencias sociales, de reflexin para la filosofa o deinspiracin para el arte.

    Las dos preguntas tienen un parentesco muy cercano, pero apuntan a problemasdiferentes, lo que exige un tratamiento individual. El primero de estos que

    reconozco ya no es tan generalizado como en aos atrs, se refiere a la actituddel filsofo colombiano, por tradicin remiso a ocuparse de temas que se sitanen un momento y en un espacio bien delimitado; temas de los que la historia de lafilosofa an no ofrece un tratamiento elaborado. Ceder a presiones circunstancialesse considera que traiciona la actitud propia de una disciplina que se mueve en susinvestigaciones en un nivel abstracto, investigaciones para las que lo contingentecarece de valor. Sin embargo, pensar el momento presente ha sido siempre una tareadel filsofo, desde los griegos hasta nuestros das. Pareciera ser un contrasentido,si se piensa y acepta que la filosofa se sita en un espacio por encima de lascircunstancias histricas, que tiende y ha tendido siempre a ocuparse de problemasde validez universal. Esto es cierto, pero tambin hay que reconocer que una

    circunstancia particular, un problema que surgi en un momento determinado dela historia humana, le ha permitido al filsofo llevarlo a un estadio que trasciendeese momento y los motivos inmediatos que lo hicieron surgir. Alud al comienzode esta conferencia a los ejemplos de Aristteles y John Locke. Podramos agregarahora a Kant y Hegel, o en los tiempos modernos a Habermas o Derrida.

    Pero tambin es necesario hacer algunas precisiones al respecto: podra pensarse quemis intenciones son las de promover una orientacin filosfica emparentada con lo quehace algunos aos se conoci como filosofa latinoamericana, un embeleco que tuvocierta aceptacin entre nosotros, y que se defina no propiamente como el estudio de

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    la filosofa que se ha hecho en los pases americanos de lengua espaola, sino ms biencomo un programa que buscaba renunciar a un legado cultural que nos lleg de Europapara proponer una filosofa que conceptual y metodolgicamente se distanciara de eselegado. De este problema me ocup hace 20 aos, y no veo la necesidad de regresara l, pues hoy aparece rebasado por la prctica filosfica latinoamericana. Pero s meparece conveniente, para evitar malentendidos, recordar que en aquella ocasin memostraba adverso a ese intento, pues no vea, y as lo creo an, posible romper con esepasado europeo, y comparaba esa exigencia de hacer filosofa latinoamericana con losreclamos que se dieron a comienzo del siglo XX de hacer literatura latinoamericana.Actitud que slo se super cuando los escritores latinoamericanos se decidieron ahacer simplemente literatura (cf. Sierra 1987:121ss).

    La segunda pregunta no tiene una respuesta simple, pues posee dos aspectosdistintos: el primero concierne directamente a las actitudes del filsofo, el cual es,podramos decir, el verdadero responsable de la situacin que voy a tratar brevemente.Y el segundo se refiere al medio en que acta ste.

    Hay un aspecto del problema muy sensible al filsofo, sobre el que tambin escribhace algn tiempo (cf. Sierra 2002: 119ss), pero acerca del cual deseo llamar de nuevola atencin, y al que ya alud. Me refiero al problema del lenguaje, a la rigidez de loslenguajes que se usan para el tratamiento de los problemas que se quieren llevar a unlector ajeno a la comunidad filosfica. No es fcil poner a hablar al filsofo el lenguajepblico pero no es imposible. No es imposible y adems es necesario: este lenguajees fundamental para la difusin de teoras y tendencias filosficas (tambin de otrasreas del saber) si se quiere hacer que stas lleguen a ser elementos constituyentes deuna opinin pblica o se conviertan por as decirlo en parte de la visin del mundode quienes comparten una misma cultura. Es por medio del lenguaje pblico como

    los trminos tcnicos llegan a incorporarse en el lxico usadero de una determinadacomunidad lingstica, aunque tenemos que reconocer que con la correspondienteprdida del rigor con que estn definidos en el lenguaje que los gest. El primer aspectoes pues un problema de lenguaje, de la resistencia que tiene nuestro filsofo a utilizarun lenguaje de comprensin universal (dentro de su universo lingstico, por supuesto),un lenguaje que no sea el de su comunidad, ms aun, que no sea el de su escuela, consus maneras de expresin propias. Este hecho, por principio, establece un obstculopara la comprensin, por parte del lego en asuntos filosficos, del discurso que se leenva. Podra decirse, para finalizar esta observacin, que con esta actitud, el filsofocolombiano est renunciando al uso pblico de la razn, para limitarse a un dilogoentre pares, con el que se puede (y es esto lo que finalmente se busca) tener efectos

    positivos acerca del avance del saber tanto de la disciplina en s como de la comunidadcientfica del pas, pero un dilogo que carece de incidencia en la opinin pblica.

    La opinin pblica es hoy uno de los problemas ms agudos (si no el mayor)en la formacin de la conciencia crtica del colombiano y, como consecuencia, en larealizacin de una autntica democracia. Para Jos Saramago, la democracia, en raznde su esencia, debe auto-criticarse, pues de no cumplir con este principio radical,estara condenada a la parlisis. Es ste un pensamiento que se arraiga en las msprofundas races de la concepcin democrtica de gobierno. Es oportuno recordarque Pericles, el estadista y estratega griego a quien le toc conducir la democracia

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    ateniense en la poca de su mayor esplendor, no la conceba tanto por su origenpopular, como gobierno del pueblo, constituido segn la voluntad de ste, sino comoel tribunal del pueblo (cf. Popper 1992: 115ss) al que los gobiernos deben sometersus actos, con capacidad de sustituir a stos cuando no obran en beneficio del biencomn, o dicho en otra palabras, la forma de gobierno con la que, a partir de lacrtica y la oposicin pblicas, se puede deponer los gobernantes que obran contralos intereses comunes. Evitar el despotismo (o el caudillismo) sera entonces unade las misiones esenciales de la democracia. Y la opinin pblica se constituira enel instrumento ms eficaz para que este tribunal cumpla su funcin.

    El concepto de crtica es esencial cuando se habla de opinin pblica, puesslo a travs de la crtica puede la opinin pblica cumplir su papel de tribunal dela democracia. Sin embargo, no puede asumirse que por el hecho de existir unacrtica fundamentada, se cuente con una opinin pblica que incida realmente en laorientacin de los asuntos pblicos. Para el caso que nos compete, hay que reconocerque en Colombia ha surgido (no con la intensidad deseada, es cierto), en los ltimos

    aos, una opinin slida en sus argumentos y en la informacin y doctrina en que seapoya, una opinin que se expresa en la prensa escrita o a travs del libro, opininproveniente de algunos acadmicos (pocos en verdad) que han adoptado el lenguajepblico, sin ceder a las presiones de la frivolidad, y por periodistas que han asumidotareas de investigacin, no meramente informativas. Pero es una opinin que no halogrado calar en la opinin pblica general. Se ha sealado a la televisin como elmayor obstculo para que la reflexin y anlisis de los hechos lleguen a ser elementoscon que el hombre comn pueda obrar con un criterio mejor formado en aquelloscasos en que le corresponde actuar como ciudadano; en unas elecciones populares,por ejemplo. Ser acaso que la palabra ha perdido la hegemona en su funcincomunicativa y persuasiva para ceder el lugar a la imagen visual, en especial aquella

    que, como la fotografa, tiene una fuerte relacin causal con el mundo de los hechos?Hay que reconocer que la creacin tcnica de la imagen es un instrumento maravillosoen las esferas del arte y de la informacin. Tambin en la del conocimiento. Despusde muchos siglos de predominio del lenguaje conceptual, de que ste hubiera relegadola imagen a su valor artstico nicamente, con la aparicin de la cmara fotogrfica ydel cinematgrafo, la imagen, tanto la fija como la mvil, en cuanto tiene una relacincausal con el mundo de las cosas reales, ha vuelto a tener funciones que haba asumidola palabra en la aprehensin de ese mundo. El hombre moderno ya no puede prescindirdel uso permanente de las imgenes para la informacin o como registro de la ms altafidelidad de los actos rituales en la vida del individuo y de las instituciones. El lenguajeaqu, cuando aparece, queda degradado a un instrumento auxiliar de la fotografa, aun simple pie de foto; ya no explica, simplemente nombra.

    Ahora bien, la fotografa, que por sus efectos es una de las caractersticas delmundo moderno, de mediados del siglo XIX a nuestros das, ha llegado a ser elinstrumento quiz ms utilizado por los medios de informacin, que buscan unimpacto rpido e inmediato sobre la opinin pblica. No puede desconocerse elenorme poder crtico que ha tenido en la denuncia de atropellos a personas y a pueblospor parte de organismos de los estados, incluidos los democrticos, al poner ante losojos del observador las manifestaciones ms aberrantes de crueldad y de violacin

  • 7/27/2019 Ruben Sierra El Interes Filosofico Por El Estudio de Lo Propio

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    El inters filosfico por el estudio de lo propio

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    de los ms elementales derechos del hombre. Las fotografas que se hicieron pblicasluego de que los Estados Unidos sometieron a Irak a su absoluto control, son untestimonio irrebatible de la barbarie con que los americanos impusieron sus interesesdespus de la segunda Guerra del Golfo. Esas fotografas se han convertido en conosdel poder desmedido de una potencia militar, y del desprecio que sta muestra porlos derechos de quienes no ostentan su ciudadana. Pero tambin hay que reconocerque la fotografa ha servido adems para estimular el favor de la opinin pblica,en desmedro del argumento y la informacin, hacia aspectos ms frvolos o falaces,gracias a un manipuleo solapado de los medios de comunicacin visual, imponiendoas la mediocridad y la mentira. Tal vez sea una accin favorecida por el hecho de quela fotografa logra efectos, al primer golpe de vista, para los que la escritura exige unproceso dinmico de asimilacin por parte del lector, que va desde la comprensinprimaria del mensaje hasta la reflexin sobre sus alcances.

    Las dificultades de elaborar un pensamiento filosfico acorde con la poca propia,y ms cuando sta es de crisis como la nuestra, no son escasas: se anan los prejuicios

    personales con los del momento en que se acta o los de las tradiciones locales. Slome he referido a las ms evidentes, que quiz por esto las hace parecer superfluas;que no necesitaran, por lo tanto, ser objeto de un tratamiento conceptual, pues latarea resultara un ejercicio inocente, sin otro efecto, al parecer, que el de arrojar luzsobre lo indiscutible. Pero juzgar de esta manera las cosas, puede ser slo un acto deauto-represin al reconocimiento de que parte de esas dificultades no provienen deproblemas que definen una determinada circunstancia crtica sino de inclinacionesgremiales, que a partir de un modelo de pensador, construido gratuitamente,ponen lmites a todas las posibilidades de ejercer el oficio. En el origen de estaactitud, encontramos dos factores negativos que demarcan esos lmites: el temora equivocarse, tan frecuente en el mundo acadmico, a que el pensamiento quede

    rpidamente rebasado por nuevos acontecimientos, sin que se considere, siquierapor un momento, el enriquecimiento, personal y cultural, que proporciona cualquierejercicio de naturaleza intelectual. Y en segundo lugar, quiz como consecuencia deeste temor, el rechazo al pensamiento provisional, a la simple conjetura, a entregara la opinin pblica un pensamiento que an no ha concluido en un ergo soberano yabsoluto. Uno y otro temor a equivocarse y rechazo al pensamiento provisional,son grmenes de dogma e intolerancia.

    BiBliografa

    poppEr, Karl R.

    (1992) La leccin de este siglo(trad. E. Ghelfy). Mxico: Editorial Ocano.

  • 7/27/2019 Ruben Sierra El Interes Filosofico Por El Estudio de Lo Propio

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    Rubn Sierra

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    siErramEja, Rubn.

    (1987) Lo propio y lo extrao. En: Apreciacin de la filosofa analtica. Bogot:Universidad Nacional de Colombia.

    (2002) Defensa del lenguaje comn. En: Ensayos impopulares. Manizales: Editorial

    Universidad de Caldas.

    sontaG, Susan.

    (1980) El mundo de las imgenes (trad. C. Gardini). En: Sobre la Fotografa. BuenosAires: Editorial Sudamericana.