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1 Secretos para un matrimonio feliz El psicólogo estadounidense John Gottman abrió las fronteras con su libro Siete reglas de oro para vivir en pareja. Y aquí distintos especialistas opinan sobre el fenómeno. ¿La conclusión? Sí, es posible, más allá de esta época de crisis. Eche un vistazo a su entorno y seguramente descubrirá algún matrimonio malhumorado a punto de ruptura. El promedio de duración del contrato marital se redujo en los últimos años a menos de la mitad: de 20 pasó a 10, como máximo, según juzgados civiles porteños consultados por Clarín el año pasado. Por estos días, ver una pareja longeva caminando de la mano, que conversa y sonríe, resulta un hallazgo que a algunos les devuelve de modo pasajero la fe en eso “hasta que la muerte nos separe”. Claro que, parafraseando un chiste de Fontanarrosa, la cita puede devenir en “una incitación al asesinato”. Entonces, ¿por qué algunos matrimonios funcionan, a pesar de los problemas y del paso del tiempo? Esto se propuso develar John Gottman, un psicólogo estadounidense que se hizo famoso en los 90 por el popularmente conocido Laboratorio del Amor. El profesor emérito de psicología en la Universidad de Washington, mide allí lo intangible desde hace dos décadas. Por su laboratorio de investigación sobre la familia, en Seattle, han pasado cientos de parejas a las que entrevista, observa, filma. Mientras los compañeros de vida discuten sobre temas mundanos como el dinero, la crianza de los hijos o las tareas domésticas, cámaras y sensores registran variables fisiológicas de sus cuerpos (pulso, ritmo de respiración, temperatura). El lenguaje corporal y los tonos de voz también son evaluados al detalle. El especialista asegura que luego de 30 años de estudiar las maneras en que interactúan los cónyuges, puede anticipar crisis matrimoniales con un grado de certidumbre del 94%. Gottman y su equipo desarrollaron modelos matemáticos para sus predicciones según los cuales si las reacciones positivas de una pareja se mantienen en una relación de 5 a 1 sobre las negativas, entonces el matrimonio tiene futuro. “Descubrimos que las parejas felices aplican, sin saberlo, siete principios”, sostiene el terapeuta, quién identificó también rasgos comunes entre las que fracasan. De acuerdo a su teoría, los matrimonios exitosos lejos de no tener crisis y desavenencias, se diferencian del resto de los mortales por ser parejas emocionalmente inteligentes. Riñas sin jinetes Pensar que la vida marital es sana y gratificante porque la pareja no tiene grandes conflictos ni peleas es una utopía bastante ingenua. Las parejas emocionalmente inteligentes de modo intuitivo o aprendido, surfean airosas aún entre huracanes porque, según Gottman, mantienen fuera de sus

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Secretos para un matrimonio feliz

El psicólogo estadounidense John Gottman abrió las fronteras con su libro Siete

reglas de oro para vivir en pareja. Y aquí distintos especialistas opinan sobre el

fenómeno.

¿La conclusión? Sí, es posible, más allá de esta época de crisis.

Eche un vistazo a su entorno y seguramente descubrirá algún matrimonio malhumorado a punto de

ruptura. El promedio de duración del contrato marital se redujo en los últimos años a menos de la

mitad: de 20 pasó a 10, como máximo, según juzgados civiles porteños consultados por Clarín el

año pasado.

Por estos días, ver una pareja longeva caminando de la mano, que conversa y sonríe, resulta un

hallazgo que a algunos les devuelve de modo pasajero la fe en eso “hasta que la muerte nos

separe”. Claro que, parafraseando un chiste de Fontanarrosa, la cita puede devenir en “una

incitación al asesinato”.

Entonces, ¿por qué algunos matrimonios funcionan, a pesar de los problemas y del paso del

tiempo? Esto se propuso develar John Gottman, un psicólogo estadounidense que se hizo famoso

en los 90 por el popularmente conocido Laboratorio del Amor. El profesor emérito de psicología

en la Universidad de Washington, mide allí lo intangible desde hace dos décadas.

Por su laboratorio de investigación sobre la familia, en Seattle, han pasado cientos de parejas a

las que entrevista, observa, filma.

Mientras los compañeros de vida discuten sobre temas mundanos como el dinero, la crianza de los

hijos o las tareas domésticas, cámaras y sensores registran variables fisiológicas de sus cuerpos

(pulso, ritmo de respiración, temperatura). El lenguaje corporal y los tonos de voz también son

evaluados al detalle. El especialista asegura que luego de 30 años de estudiar las maneras en que

interactúan los cónyuges, puede anticipar crisis matrimoniales con un grado de certidumbre del

94%. Gottman y su equipo desarrollaron modelos matemáticos para sus predicciones según los

cuales si las reacciones positivas de una pareja se mantienen en una relación de 5 a 1 sobre las

negativas, entonces el matrimonio tiene futuro.

“Descubrimos que las parejas felices aplican, sin saberlo, siete principios”, sostiene el terapeuta,

quién identificó también rasgos comunes entre las que fracasan.

De acuerdo a su teoría, los matrimonios exitosos lejos de no tener crisis y desavenencias, se

diferencian del resto de los mortales por ser parejas emocionalmente inteligentes.

Riñas sin jinetes

Pensar que la vida marital es sana y gratificante porque la pareja no tiene grandes conflictos ni

peleas es una utopía bastante ingenua. Las parejas emocionalmente inteligentes de modo intuitivo

o aprendido, surfean airosas aún entre huracanes porque, según Gottman, mantienen fuera de sus

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discusiones lo que él llama “Los cuatro jinetes del Apocalipsis: la crítica, el desprecio, la actitud

defensiva y la evasión” Estas personas tienen sentido del humor, pueden mantener una discusión

sin faltarse el respeto, saber apretar pausa en el momento justo para retomar la calma y pensar

con lucidez y son flexibles a la hora de negociar, pero no dejan que el otro avasalle sus sueños.

En su libro, Siete reglas de oro para vivir en parejas, Gottman no mezquina ejemplos. Una

conversación destructiva para el vínculo reúne a los cuatros jinetes y puede sonar más o menos

así: Comienza con un planteamiento violento (crítica) hacia el otro. Ella dispara:”No sacaste la

basura. ¿Porqué siempre te olvidás de todo y no te importa nada?”, en lugar de “Estoy disgustada

porque no sacaste la basura, dijimos que lo haríamos por turno”. Luego, un par de ojos en blanco o

un tono escéptico bastan para pasar de la crítica a la burla, el sarcasmo u otra forma de

desprecio: “¿Si te lo anoto, crees que podrás cumplir con la tarea? Entonces, hace su entrada el

tercer jinete que agrava el conflicto: “El problema no soy yo, sos vos con tus reclamos

constantes, parece que no registras las veces que llego más tarde para dejar a tu mamá en su

casa”. Defensa y ataque aumentan la tensión emocional. Finalmente, uno de los dos, por lo general

el hombre que se abruma más rápido que la mujer, opta por la evasión, deja de ofrecer señales de

reconocimiento, aparta la vista y la concentra en el noticiero. Una combinación explosiva que se

complementa con los intentos frustrados de desagravio: “bueno, dejemos de gritar, estamos los

dos cansados”. Y él responde:”Je, ¿justo ahora te cansaste”

“Hay parejas que saben hasta dónde apretar el acelerador. Algunas personas pueden detenerse y

se preguntan ¡a quién le estoy gritando esto? Se dan cuenta que proyectan en el otro conflictos

personales más arcaicos, anteriores a la pareja. Y otros no lo ven, tienen un buen nivel intelectual,

pero se pasan veinte años peleando por lo mismo, descalificando al otro. Los emocionalmente

inteligentes, en cambio, se dan cuenta de que está actitud es mortífera y no entran en el círculo

vicioso” comenta Adrián Sapetti, psiquiatra, sexólogo clínico.

Para la licenciada, Ester Victoria Czernikowski, autora entre otros libros de “El amor entre el

humor y el dolor”, ”las peleas matrimoniales tienen muy mala prensa, pero el problema no es tan

grave si saben volver y amigarse. Para muchas parejas es su modo de resolver el conflicto antes

de llegar al acuerdo”. Los especialistas consultados coinciden, en que no se puede predecir de

modo tajante el fracaso o el éxito de un matrimonio, pero ciertas actitudes recurrentes

ensombrecen el panorama.

El psicoterapeuta de pareja y familia, menciona algunos signos observados durante la

consulta:”No aparece la capacidad de reírse de sí mismo, concurren a las entrevistas para probar

que hay dos opiniones, la propia y la equivocada, para cambiar o recuperar al otro, o para que el

profesional a cargo encuentre al culpable de la situación. A estas parejas, en el mejor de los

casos, la terapia les ahorra tiempo y sufrimiento y las ayuda a disolver el vínculo en los mejores

términos posibles”.

¿Con quién estoy casado?

Uno de los principios básicos de las parejas emocionalmente inteligentes de Gottman es que

tienen un completo y actualizado “mapa del amor”. Esto quiere decir que conocen íntimamente el

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mundo de su compañero.- han destinado un amplio espacio del disco rígido de su cerebro al

matrimonio. Recuerdan eventos importantes de la vida del otro, saben con qué prefiere

condimentar la ensalada, qué música detesta y cuál es su complejo arrastrado de la infancia.

Conocen suelos, miedos y objetivos de su compañero/a.

Sin este mapa, que es dinámico, aclara “no podemos conocer a nuestra pareja, y si no la

conocemos, ¿cómo podemos amarla de verdad?”

Adriana Schiera, señala: “Para que una pareja funcione, la elección del compañero se tiene que dar

en términos reales, sin idealización, sin buscar la perfección y sabiendo quiénes realmente el otro,

viendo lo bueno y lo malo”

Aceptar las diferencias es un requisito clave para una convivencia armoniosa. “Somos diferentes,

pero no “porque eres diferente de mí”, caso en el que uno se erige metro patrón y los demás

difieren de un modelo consagrado. Somos radicalmente diferentes” especifica Czernikowski.

Gestos que suman

“Las parejas felizmente casadas sientes que la persona con la que están es digna de respeto y

cariño, y se lo hacen saber en los detalles cotidianos”, afirma Gottman. Parece una verdad de

Perogrullo: ¿Quién quiere estar junto a alguien a quién se rechaza o con quién no demuestra

aprecio por nuestra persona?

El cariño y la admiración son antídotos contra el jinete venenoso del desprecio. Para cultivarlos es

necesario estar en contacto cotidiano con los aspectos positivos de la pareja, y, en caso que fuera

necesario, desenterrarlos en el olvido, porque si todo el tiempo se pone el ojo en lo negativo, será

difícil crear un ambiente gratificante para ambos.

“Se ven matrimonios en los que uno pide al otro algo tan simple como “para mí es importante que

seques el baño luego de la ducha”, y el otro se empeña en no concederlo. Así muestra que ejerce

el poder en la relación y denigra a su pareja. Esto tiene repercusión en la vida sexual.

La relación sexual comienza en el trato cotidiano, en los pequeños detalles. Para las parejas

funcionales, el acto sexual es algo coherente, una continuidad y no un hito aislado en el día”, dice

Sapetti.

“La unión es un organismo vivo que se debe cuidar y nutrir a diario. Hay que tomarle la fiebre

constantemente para ver si necesita ajustes. “Me casé y ya está”. Se trata de un pensamiento

mágico y riesgoso, como si la pareja funcionara en piloto, por sí sola”, enfatiza Schiera.

El psicólogo Des Champú rescata el valor de aprender a compartir pequeños y grandes momentos,

tareas de la casa, diversión, silencios, charlas ,proyectos.”También es muy importante la

expresión de afecto, gestos, palabras y actitudes, que dicen, de innumerables formas, “te quiero,

sos importante, prioritaria o prioritario para mí”.

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¿Y qué pasa cuando las diferencias parecen irreconciliables?

“Quizás uno sea ahorrativo porque le aterra la vejez pobre y sin cobertura médica como sus

abuelos, mientras que la esposa, que tuvo privaciones económicas toda la vida, considera que

ahora, que está en mejores condiciones, se merece disfrutar. Existen en una pareja problemas

solubles y otros no. Habrá que aprender a diferenciarlos, a convivir con los segundos y a resolver

los primeros mediante discusiones emocionalmente inteligentes” sostiene Gottman.

A la hora de conversar los temas conflictivos, el psicólogo recomienda usar estrategias que

mitiguen la tensión. Por ejemplo, ser flexibles, mantener el humor, la tolerancia, asumir

compromisos y aprender a relajarse para no perder la calma. Si aún así no hay coincidencia, los

matrimonios felices logran comprender los sueños o miedos individuales del otro y aceptan que se

puede convivir con las diferencias.

Schiera destaca que es fundamental la capacidad de acordar en forma clara y explícita, y cumplir

lo pactado. “A veces creemos que estamos acordando, pero no es así. Hay niveles del acuerdo que

son inconscientes o implícitos y llevan a confusiones. Y a la hora de resolver una situación, la

persona se encuentra con algo que no imaginaba.”

Otro factor importante para cualquier vínculo humano es la flexibilidad. Los encasillamientos

empobrecen e impiden escuchar otro punto de vista. Las parejas flexibles logran reajustar sus

pactos a las circunstancias y etapas de la vida.

De a dos

“Deja que tu pareja te influya” dice Gottman, especialmente a los varones, quienes, señala, son

culturalmente proclives “no querer compartir el poder”, incluso vanagloriarse de eso entre ellos.

Aún en nuestra época de igualdad de sexo, escribe el autor, hay varones que toman las decisiones

de pareja sin considerar la opinión de la compañera. “Mal negocio”, advierte, “Las mujeres casadas

con hombres que aceptan su influencia tienen menos posibilidades de ser bruscas y críticas en

una discusión. El hombre que se resiste a compartir el poder está tentando a los cuatro jinetes, lo

que es emocionalmente poco inteligente”.

Este falso derecho que asume uno de los integrantes al decidir por el otro, tiene que ver también

con suposiciones culturales. “Una condición fundamental es no sentirse incondicionales al modo de

los vínculos consanguíneos.

Los matrimonios tienden a pensar “hasta que la muerte nos separe”, y eso da lugar a una especie

de piedra libre para lo que sea, maltratos y otras interacciones que mencionan Gottman”, amplia

Czernikowski.

S e trata de lograr un delicado equilibrio que puede verse particularmente roto cuando en un

matrimonio hay crecimientos disímiles o asincrónicos.”El está estudiando y ella trabaja y

sostiene la casa. Luego, la situación de él mejora y progresa en su profesión, y dice ”ahora esto

que conseguimos es mío, lo hice yo”.

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Hay personas que no ven que lo que se fue gestando en su vida también es gracias a la compañía

de la otra persona. ¿Quién pagó las boletas y cuidó la casa mientras el progresaba? Otras

parejas, en cambio, superan estas situaciones con el compañerismo, sienten que quien está al lado

suyo es lo mejor de la vida y lo valoran en congruencia”, cita Sapetti.

Por otro lado, armar un vínculo para llenar vacíos propios no funciona, declaran unánimes los

terapeutas de pareja.”Una norma de oro es tener claro si se eligió la pareja por necesidad o por

decisión. Si a las preguntas ¿sin esta persona puedo vivir? O ¿esta persona sin mí puede vivir? La

respuesta es no, entonces eso es peligroso. Pero cuando la persona sabe que se puede ir y elige

quedarse, la pareja tiene buen pronóstico”, afirma la presidenta de SDATF.

Schiera ejemplifica con una situación bastante común; dos personas con carencia (afectivas,

materiales) heredadas de otras etapas de la vida, se unen y una le pide a la otra

(inconscientemente) que sea como un padre.

Hay dos carenciados, uno que da y otro que recibe. Al principio los dos están contentos, pero el

segundo comienza a nutrirse y un día dice:”Bueno, ahora crecí, no quiero más esto, me domina, no

me da libertad”. “El mito de la media naranja o media medalla abona la idea de que cada uno es una

mitad y juntos hacen uno, y este sueño se convierte en una bomba de tiempo. El matrimonio

consiste en hacer uno de dos; el problema es quién sobrevive”, agrega Czernikowski.

Tú y yo

Ninguna pareja puede darse el lujo de descuidar su intimidad y privacidad. Gottman habla de una

micro-cultura, de un espíritu de trascendencia que liga a los cónyuges emocionalmente

inteligentes y que han logrado afianzar su vínculo construyendo un mundo espiritual que les

pertenece.”La pareja es un mecanismo delicado y exquisito que tiene normas y equilibrios propios.

Debe tener su autonomía respecto de las familias de origen. También es importante distinguir la

pareja conyugal de la parental,(ejerciendo funciones de padres). Si el mecanismo interno funciona

bien y está sano, lo de afuera no interfiere”, dice Schiera.

Czernikowsky observa que el apelmazamiento de la familia hace estragos en los vínculos.”Muchas

parejas llegan a la consulta diciendo como padres no tienen problemas, pero que entre ellos no

funcionan. La pareja se quedó sin tiempo y espacios propios. A veces el pedido de consulta ya es

un modo de comenzar a reconquistarlos”.

Al parecer, muchos no entienden de qué se trata realmente el amor hasta que lo pierden.

Las investigaciones muestran que las parejas, en promedio, esperan 6 años desde la aparición de

los signos de crisis antes de buscar ayuda. Una de las razones más tristes por la que un

matrimonio fracasa, proclama Gottman, es que ninguno de los dos reconoce su valor hasta que es

demasiado tarde. Sólo tras alquilar departamentos separados y firmar los papeles caen en la

cuenta. Tal vez los matrimonios que sí saben cuidar su relación puedan enseñar secretos valiosos

al resto. Nunca es tarde para aprender.

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Las 5 horas “mágicas”

Al preguntarse por qué algunas parejas mejoraban con los talleres educativos que se dictan en su

instituto. Gottman, descubrió que estos cónyuges dedicaban sólo 5 horas a la semana para aplicar

los principios aprendidos. El entrenamiento, al parecer fue rendidor.

Ejercicio 1:

Por la mañana antes de despedirse, enterarse de por lo menos un evento en el día de la vida de la

pareja. Esto ayuda a romper el hábito de la desatención y la rutina que convierte a las parejas en

extraños. (2 minutos al día/5 días a la semana: 10 minutos).

Ejercicio 2:

Al final de la jornada, al llegar a casa buscar que las conversaciones mitiguen el estrés acumulado

durante el día. Para ello es mejor dedicar 20 minutos a contar a su compañero los problemas del

trabajo sin mezclarlos con cuestiones de la pareja. Al elaborar la preocupación verbalmente

evitaremos desplazar la tensión sobre las personas queridas. Para los varones es muy importante

resistirse a la tendencia a dar consejos cuando en lugar de ello lo mejor es apoyar, mostrar

entendimiento y ternura. ( 20 minutos al día/ 5 días a la semana: 1 hora y 40 minutos).

Ejercicio 3:

Por lo menos una vez al día y de la manera cada vez más natural posible decirle al otro cuánto

aprecia algo que ha hecho o que usted admira. (5 minutos/7 días a la semana: 35 minutos).

Ejercicio 4:

Mostrar afecto fuera del dormitorio besando o tocando a la otra persona.(5 minutos al día/7 días

a la semana: 35 minutos).

Ejercicio 5:

Una vez a la semana organizar una cita con su pareja, como cuando empezaron a conocerse.

Ir a algún sitio, solo los dos. Se puede aprovechar el momento para conversar asuntos del

matrimonio. (2 horas una vez a la semana).

Fuente: Diario Clarín | Siete reglas de oro para vivir en pareja de John Gottman.