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2013 SALUD MENTAL

SALUD MENTAL

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2013

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D M

EN

TA

L

Diseñado por Brianda

Introducción

Salud mental. Es la forma en que sus pensamientos, sentimientos y

conductas afectan su vida. La buena salud mental conduce a una imagen

positiva de uno mismo y, a su vez, a relaciones satisfactorias con amigos y

otras personas. Tener una buena salud mental le ayuda a tomar buenas

decisiones y afrontar los desafíos de la vida en el hogar, el trabajo o la

escuela.

No es extraño que los adolescentes desarrollen problemas de salud mental.

Las estadísticas nacionales indican que uno de cada cinco adolescentes

tiene algún tipo de problema de salud mental en cualquier año. Los

problemas varían de leves a graves. Lamentablemente, el suicidio es la

tercera causa principal de muerte entre los adolescentes.

Por desgracia, la mayoría de los jóvenes con problemas de salud mental no

reciben ningún tipo de tratamiento. Las investigaciones indican que hay

tratamientos eficaces disponibles que pueden ayudar a miembros de todos

los grupos raciales, étnicos y culturales.

Si se rompiera una pierna o tuviera neumonía, no dejaría de buscar

tratamiento. Sin embargo, las personas jóvenes con frecuencia pasan por

alto los problemas de salud mental pensando como reaccionarán o que es

algo de lo que deben avergonzarse. Esa manera de pensar impide que las

personas obtengan la ayuda que necesitan. A veces obtener ayuda es una

cuestión de cambiar de opinión.

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SALUD MENTAL EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

Muchos niños y adolescentes tienen problemas de salud mental que interfieren

con su desarrollo normal y sus actividades cotidianas. Algunos problemas de salud

mental son leves, mientras que otros son más graves. Algunos duran solamente

períodos breves, mientras que otros pueden durar toda la vida.

El Instituto Nacional de Salud Mental (National Institute of Mental Health, NIMH)

afirma que, según datos de estudios de investigación, hasta un 3 por ciento de los

niños y hasta un 8 por ciento de los adolescentes en los EE.UU. sufren de

depresión. Se calcula que uno de cada cinco niños y adolescentes podría tener un

trastorno de salud mental.

Los trastornos de ansiedad son algunos de los problemas de salud mental más

comunes que se presentan en niños y adolescentes. Se diagnostica trastorno de

déficit de atención con hiperactividad (ADHD) a entre un 3 y un 5 por ciento de los

niños en edad escolar. Se calcula que un 4,1 por ciento de los niños de entre 9 y

17 años tienen trastornos de déficit de atención con hiperactividad (ADHD).

Los trastornos de la alimentación, que incluyen la anorexia nerviosa y la bulimia

nerviosa, son muy frecuentes entre las adolescentes y mujeres jóvenes de

Estados Unidos.

Es muy importante saber que se puede pedir ayuda. La mayoría de los niños y

adolescentes que tienen problemas de salud mental pueden retomar sus

actividades diarias normales si reciben el tratamiento adecuado.

Todos los trastornos de la etapa infanto-adolescente, pconstituyen un conjunto

muy amplio, pero sí procede sensibilizar a la comunidad educativa y, en particular,

a padres y profesores de la necesidad de salvaguardar la salud mental de hijos y

alumnos. Es bien sabido que la familia y la escuela tienen gran impacto en el

equilibrio psicológico de niños y adolescentes. La familia es la estructura relacional

primera y principal en la formación de la personalidad. Con la incorporación del

hijo a la escuela la función educativa pasa a compartirse con esta institución, en la

que por cierto el niño tendrá que poner a prueba todos sus recursos personales

(intelectuales, afectivos, sociales, psicomotores, etc.) para adaptarse. La cálida

realidad hogareña, vivida hasta entonces de manera exclusiva, debe

complementarse con las nuevas y no siempre fáciles situaciones escolares. La

experiencia infantil adquiere así un sello más profundo y complejo en el que a

veces surgen problemas (fobia escolar, fracaso, inadaptación...). Aunque la salud

mental no depende únicamente de factores ambientales, es innegable que cuando

ambas instituciones son sanas y las relaciones que se establecen en su seno

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positivas los menores tienen muchas probabilidades de desarrollarse

adecuadamente.

El concepto de trastorno psicológico no admite una definición única. A esto ha de

agregarse que en el continuum “normalidad-patología” no siempre es fácil precisar

en qué momento se quiebra la salud. A menudo la presencia de un conjunto de

síntomas que generan malestar o interfieren en la actividad de la persona permite

hablar de trastorno mental. La anomalía acontece en el plano cognitivo,

emocional, conductual, relacional o social y altera la vida de forma significativa. El

trastorno mental propiamente dicho supone una pérdida del equilibrio psíquico que

limita las posibilidades de realización personal. No debe confundirse con

problemas psicopatológicos menores, muy frecuentes durante la etapa de

crecimiento, como la onicofagia (comerse las uñas), oposicionismo, mentiras

menudas, falta de higiene, terrores nocturnos, etc., que pueden expresar leve

inmadurez, ansiedad ante determinadas situaciones o adquisición de un hábito

inadecuado. La psicopatología mayor infanto-adolescente puede variar según la

edad y el género, pero en general afecta a aspectos como: aprendizaje, desarrollo,

conducta, eliminación, alimentación, sueño, comunicación, etc. La gama es tan

amplia que cuando padres o maestros tengan dudas lo más indicado es que

consulten a un especialista, para que valore la magnitud del “problema”. Más allá

del tratamiento psicológico o médico es imprescindible contar con la participación

del centro educativo y la familia.

Causas de los trastornos psíquicos

El estudio de las causas de los trastornos mentales (etiopatogénesis)

generalmente desvela una combinación de factores orgánicos, psicológicos y

sociales. Hay ocasiones en que predominan las causas biológicas (anomalías

genéticas, disfunciones cerebrales, etc.). A veces, en cambio, la clave hay que

buscarla en experiencias infantiles traumáticas relacionadas con agresión,

desatención, rechazo, etc., cuyo impacto negativo depende en parte de la

fortaleza de la personalidad del menor. La debilidad psíquica en los primeros

tramos evolutivos puede impedir una asimilación del conflicto, que a su vez

acrecienta la vulnerabilidad y dificulta el desarrollo personal. Un tercer grupo de

causas principales de problemas psicopatológicos hay que buscarlo en las

experiencias sociales. En este sentido, gran poder patógeno corresponde a

situaciones familiares y escolares presididas por la excesiva rigidez, la mala

comunicación, la falta de afecto, la sobreprotección, etc., lo que llevaría a poner en

entredicho la pedagogía imperante en ciertos hogares y centros educativos.

Tampoco cabe prescindir del ambiente sociocultural en la valoración de riesgos

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psicopatológicos que se ciernen sobre niños y adolescentes. Un macrocontexto

caracterizado por la corrupción, la confrontación, la represión, la manipulación de

los mass media, la pobreza económica, la contaminación y el alejamiento de la

naturaleza, el abuso de la técnica, la extensión de las estructuras burocráticas,

etc., es terreno abonado para la enfermedad mental. Evidentemente, la

intervención de los factores sociales (sociogénesis) no es fácilmente separable de

las causas psicológicas (psicogénesis) ni de los aspectos biológicos. La

ponderación de las distintas dimensiones, en la medida en que sea posible,

requeriría probablemente un estudio pormenorizado de cada caso. Nuestra

pretensión, previa constatación del trasfondo pedagógico y sociocultural de buen

número de problemas psicopatológicos presentes en la infancia y en la

adolescencia, se condensa en salvaguardar la salud mental de hijos y alumnos por

medio de la mejora de la convivencia familiar y escolar. En los próximos apartados

veremos, por lo mismo, sendos análisis sintéticos de dichos ambientes.

Fuentes familiares de psicopatología

La familia en los países occidentales está experimentando grandes

transformaciones de todos conocidas. Con carácter general, esta institución en la

actualidad es más flexible y compleja, lo que equivale a decir que la familia no

sigue exclusivamente un esquema tradicional constituido por el padre, la madre y

los hijos nacidos en el seno del matrimonio. Las consecuencias de las condiciones

en que se encuentra la familia varían, pero resulta indudable que a medida que se

incremente la desintegración en el hogar, sus miembros quedarán expuestos a

mayor número de problemas psicológicos. El modelo de relaciones familiares

presidido por la escasa comunicación, la debilidad estructural o la rigidez

constituye una de las causas reales de psicopatología en niños y adolescentes.

Los progenitores están hoy absorbidos por la prisa y el trabajo, lo que resta tiempo

para dedicarlo a los hijos. El bienestar material en el hogar tampoco se acompaña

siempre de calidad interhumana. Un paisaje familiar repleto de aparatos

electrónicos no deja sitio al encuentro afectivo. En este marco de creciente

despersonalización hallamos al menos las siguientes fuentes familiares de

perturbación psíquica:

- La permisividad parental establecida como reacción al autoritarismo de antaño

ha resultado ser igualmente nefasta para el desarrollo emocional y social de los

niños. La estructura permisiva corresponde a comunidades familiares anómicas,

aquellas en las que los padres no asumen sus responsabilidades ni establecen

ningún tipo de normas, lo que conduce a los hijos hacia una desorientación

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peligrosa. Pensemos, por ejemplo, en el alcoholismo y en otras

drogodependencias.

- La debilidad de la comunicación familiar y la soledad consiguiente. Hay que tener

en cuenta también el aislamiento y el individualismo acentuados por unas

tecnologías (televisión, Internet...) que con frecuencia se usan inadecuada o

abusivamente. En estas circunstancias, no es extraño que en los sectores más

jóvenes de la población hayan aumentado las adicciones electrónicas.

- La desintegración familiar producida por separación o divorcio. Las

consecuencias del resquebrajamiento varían considerablemente según los casos,

pero los conflictos y las tensiones en el hogar calan negativamente en los niños y

pueden empujarles hacia la violencia, la marginación, etc.

- El estrés familiar generado por situaciones de apuro económico, exigencias de

sobreadaptación, etc., perjudica la salud mental infanto-adolescente. De hecho,

los niños que proceden de capas sociales desfavorecidas y los inmigrantes están

más expuestos a las llamadas enfermedades psicosomáticas: asma, cefaleas,

trastornos intestinales, etc.

- Los acontecimientos vitales (muerte de un ser querido, abuso sexual, abandono

del hogar de un progenitor, enfermedad grave, toxicomanía de un familiar, etc.)

tienen también incidencia negativa en la salud mental de niños y adolescentes.

Fuentes escolares de psicopatología

En la institución escolar transcurre buen parte de la vida infantil, por lo que nada

tiene de raro que el ambiente predominante en los centros, la naturaleza de las

relaciones interindividuales que se establecen, la adecuación de la metodología

docente y el tipo de estructura de enseñanza-aprendizaje, entre otros factores,

influyan en el desarrollo psicológico de los escolares.

Por otro lado, el gran avance experimentado en los países occidentales con la

universalización de la enseñanza no se ha acompañado de una mejor educación.

Hoy, es bien cierto, se ha extendido el período de escolaridad obligatorio y gratuito

y se cuenta con más medios (materiales, económicos, etc.) de enseñanza, pero

hay que albergar serias dudas sobre el genuino progreso formativo. En mi opinión,

cabe hablar incluso de retroceso educativo, evidenciado no sólo por los pésimos

resultados que nuestros alumnos obtienen en evaluaciones nacionales e

internacionales, sino por el aumento de graves problemas: violencia,

desorientación, desmotivación y pasotismo, etc. La escuela tampoco ha sido ajena

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a la profunda mutación social y en su seno se descubren algunas claves de

perturbación psíquica que podemos compendiar en las siguientes:

- La tecnificación en los centros educativos está introduciendo un considerable

cambio en la manera de organizar el proceso de enseñanza-aprendizaje, ahora

mucho más dependiente de la máquina y menos de la relación personal con el

profesor y los compañeros. Aunque las denominadas “nuevas tecnologías” abren

muchas posibilidades a la educación si se utilizan adecuadamente, en la práctica

se detecta un significativo uso inapropiado, en parte atribuible a la vertiginosa

introducción de unos instrumentos cuyo manejo a veces no viene precedido de la

necesaria reflexión. Los avances y cambios incesantes en el terreno tecnológico

pueden generar enajenación e inadaptación tanto en los alumnos como en los

propios profesores.

- Las malas relaciones personales y la fragilidad de la comunidad educativa. Un

buen número de centros escolares están hoy transidos de rivalidad feroz y de

individualismo. El mundo de la escuela se halla asimismo sacudido por la

violencia, hasta el punto de que en algunos centros se pone en grave peligro la

integridad personal y la educación se torna misión imposible.

- La adopción de un discurso docente descompensado, generalmente atento a la

vertiente cognitiva pero insensible a los aspectos afectivos, estéticos, sociales y

morales de la educación deja al alumno a merced de las circunstancias, esto es,

desgobernado, cuando no claramente instalado en posiciones anéticas y

antisociales. En las primeros niveles escolares el discurso meramente instructivo y

dogmático es totalmente desaconsejable por revelarse despersonalizador y, por

ende, insano en el plano psicológico.

- La estructura y la gestión escolares predominantemente rígidas y verticales son

incompatibles con la implicación real de los miembros. El desenvolvimiento

personal en un centro está condicionado por el tipo de planificación y gestión. En

aras del desarrollo psicológico saludable del alumnado es preciso que la política

de la institución favorezca tanto la conquista gradual de la autonomía como la

participación responsable.

- Los alumnos con rasgos étnicos, corporales o psicológicos diferenciadores, v.

gr., los inmigrantes de determinados países y los discapacitados están más

expuestos a problemas psicopatológicos; de hecho, suelen ser víctimas habituales

de prejuicios, tienen muy poca influencia en las respectivas escuelas y con

facilidad son marginados a los que se atribuye todo tipo de caracteres negativos.

Así pues, el compromiso con la salud mental del alumnado y con su formación

exige frenar la tendencia segregacionista que se extiende por algunas escuelas.

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Alianza entre la familia y la escuela

En la actualidad la separación entre la familia y la escuela ha aumentado de modo

alarmante. Esta escisión opera como factor perturbador de la salud mental del

alumnado, claramente confundido por la falta de armonía entre las dos magnas

instituciones. En el marco de la común misión educativa, es bien cierto que familia

y escuela desempeñan papel distinto. Si la familia se ocupa preponderantemente y

por vía “natural” y espontánea del despliegue afectivo y orientación vital de sus

miembros, la escuela se ocupa sobre todo de manera técnica y estructurada de

las adquisiciones formativas. Más allá de las desemejanzas, debe haber

colaboración estrecha entre ambas, so pena de que la educación sea socavada y

el desarrollo psicológico de los hijos y alumnos amenazado. El vínculo entre

familia y escuela permite mejorar la educación, prevenir ciertos problemas y

solucionarlos una vez que se presentan.

Se precisa igualmente un gran esfuerzo encaminado a mejorar cada una de estas

instituciones, como se ha apuntado en los apartados correspondientes de este

artículo. Ahora bien, por grandes que sean los logros, siempre tendrán un alcance

limitado si no hay relación robusta entre los dos ámbitos. La extensión de las

“escuelas de padres”, el fortalecimiento de las AMPAs (asociaciones de madres y

padres de alumnos), la consolidación de profesionales de la orientación, la

acogida en horario extraescolar a niños que, por las numerosas obligaciones de

sus padres, están condenados a la desatención y a la soledad, etc., constituyen

algunas de las vías apropiadas para reforzar la simbiosis familia-escuela.

La adopción de una pedagogía familiar y escolar genuinamente humanista puede

hacer mucho por la protección de la salud mental, hoy amenazada en niños y

adolescentes por factores de diversa índole. Las concreciones de tal perspectiva

pedagógica se resumen, en mi opinión, en tres: 1) atender al educando, en función

de sus necesidades, características y circunstancia, 2) promover estructuras

democráticas, cálidas y éticas, y 3) fomentar la comunicación, las relaciones

personales y la participación tanto en la escuela como en la familia.