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SALUD MENTAL Y FUNCIONAMIENTO FAMILIAR DE HOMBRES MICHOACANOS
CON EXPERIENCIA DE MIGRACIÓN
Dra. Ericka Ivonne Cervantes Pacheco
Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Yvette Flores, PhD
University of California, Davis
La migración de hombres michoacanos hacia los Estados Unidos, principalmente a
California e Illinois, ha ocurrido de manera ininterrumpida desde a finales del siglo XIX.
Aunque los flujos y las condiciones migratorias han variado dependiendo de la oferta y
demanda de empleo y la política migratoria estadounidense vigente, que va de la triada
de puertas abiertas-represión-expulsión de connacionales. Los datos de CONAPO
(2010) muestran que en 2010 había 12 millones de mexicanos residentes en Estados
Unidos (55% hombres y 45% mujeres). De acuerdo con los indicadores del Censo de
Población y Vivienda 2010 (INEGI, 2010), el estado de Michoacán ocupa el tercer lugar
a nivel nacional de intensidad migratoria. La migración de michoacanos tiene como
característica principal el trabajo y es llevada a cabo mayoritariamente por hombres, a
pesar de los cambios en los patrones migratorios, como el aumento de la migración
femenina o de las familias que migran juntas (Cervantes-Pacheco, Rivera-Heredia,
Obregón-Velasco y Martínez-Ruiz, 2011). A pesar de la presencia histórica de los
hombres inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos, hay poca información sobre su
salud mental o la medida en que la masculinidad y la construcción cultural y social del
género matizan la experiencia migratoria de éstos. De la misma manera, se han
desarrollado pocos estudios psicológicos que examinen el impacto en el bienestar
psicológico de los hombres derivados de la migración o el estrés de la reunificación una
vez que el cónyuge/pareja y/o hijos se unen al hombre migrante en el contexto social
(Falicov, 2014).
Dado el número significativo de personas que migran a California desde
Michoacán, se realizó una investigación con varones migrantes en ambos lugares, cuyo
objetivo fue identificar el impacto de la migración en la salud mental de los hombres de
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Michoacán con experiencia de migración hacia los Estados Unidos, así como el
funcionamiento familiar, con la finalidad de influir en políticas públicas binacionales que
promueven el bienestar psicológico, la reunificación familiar y el ajuste social sostenido
para los migrantes transnacionales. Del mismo modo, se indagó entre los hombres
inmigrantes cómo se produce el ajuste social y económico, así como determinar hasta
qué punto los hombres experimentan malestar psicológico y perciben sus relaciones
familiares en función del impacto que la migración provoca en sus parejas y niños(as).
A pesar de que existe una compleja heterogeneidad entre los procesos
migratorios y la perspectiva de género en la experiencia de los hombres migrantes, aún
son pocos los estudios transnacionales que se han detenido en considerar a los sujetos
hombres como unidades centrales de análisis (Rosas, 2008; Cervantes-Pacheco,
2016), dado que ha sido naturalizada la migración de los varones mexicanos hacia los
Estados Unidos con carácter laboral. En cambio, muchos de los estudios realizados en
comunidades rurales michoacanas sólo los consideraron como parte de la unidad
familiar y básicamente se centran en estudiar el impacto que la migración de éstos
produce en las mujeres y los niños que se han quedado en sus comunidades de origen
(Mummert, 1995; Obregón-Velasco, Martínez-Ruiz, Rivera-Heredia y Cervantes-
Pacheco, 2012). Sin embargo, la migración es un proceso social imbricado por y desde
el género, además de los procesos macroeconómicos y políticos más amplios, pues
reflejan constituciones genéricas que conforman la subjetividad de los hombres
michoacanos, tales como el trabajo, la proveeduría económica, y la consecuente
autoridad en la familia. Del mismo modo, la familia es un espacio socialmente
construido donde se transmiten y se mantienen los aprendizajes de género masculinos
y femeninos, así las mujeres michoacanas de comunidades rurales generalmente
permanecen en sus lugares de origen mientras su esposo-hombre sale a los Estados
Unidos a trabajar, en tanto ellas cuidan emocional e instrumentalmente de los hijos e
hijas, así como de otros familiares. A la par y en ausencia de los hombres-esposos, la
función de las comunidades es mantener mecanismos de control y vigilancia para que
las mujeres cumplan con el “deber” ser estipulado por la representación de lo femenino.
Por otra parte, los estudios psicológicos consideran que la migración es un
acontecimiento estresante de vida que afecta a todos los que participan en él,
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incluyendo al migrante y los que quedan atrás (Achótegui, 2002; Falicov, 2014; Rivera-
Heredia, Obregón y Cervantes, 2009). Los estudios existentes sostienen que se
produce una combinación de vulnerabilidad social y emocional que puede ocurrir antes,
durante o después de la migración, que puede resultar en depresión para el migrante
(Bhugra, 2004). No obstante, la mayoría de los estudios binacionales de la migración
mexicana se han centrado en la salud física de los migrantes y las disparidades de
salud que enfrentan en los Estados Unidos (CONAPO, 2015) sin considerar el papel del
género en la salud mental de los migrantes. Un informe reciente del Consejo Nacional
de Población (CONAPO, 2015) de la Secretaría de Salud de México y de la Iniciativa de
Salud de las Américas (HIA) de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de
California, Berkeley, indica que el proceso migratorio puede crear consecuencias
adversas para la salud mental (Falicov, 2014, Kirkmayer, Sedhev, Whitley, Dandeneau
e Issac, 2010), al asentarse en el nuevo contexto social, especialmente si no están
autorizados, como ha sido el caso de los participantes de estas investigación.
Torres y Wallace (2013), entre otros, señalan que el estrés de partida, la
anticipación de dejar atrás a los seres queridos, así como los factores impulsores de la
migración, incluida la violencia social y política en México, pueden causar estrés
adicional. Además, frente al cruce no autorizado de la frontera que también caracteriza
a los participantes, la preocupación por la detección y detención durante el viaje, el
posible encuentro con la violencia durante la ruta y la posible deportación agravan la
aprehensión emocional de los migrantes. Además, las preocupaciones sobre si pueden
o no encontrar empleo una vez instalados en su nueva ubicación y el grado de apoyo
social que pueden encontrar, representan un riesgo significativo para la salud mental de
los migrantes. Una vez establecidos en los Estados Unidos, los inmigrantes mexicanos
también enfrentan múltiples desafíos. Falicov (1989; 2014) propone que los cambios en
los sistemas de significado proporcionados por la cultura de origen, los apoyos sociales,
e incluso la geografía física, también pueden contribuir a la angustia psicológica.
Además, los problemas de comunicación y las dificultades en la adaptación cultural
debido a las diferencias lingüísticas y de valores, incluidas las ideas sobre la
masculinidad y el desempeño de roles de género, plantean amenazas significativas
para el bienestar emocional de los varones migrantes. Aunado a estos elementos, se
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encuentran también las experiencias de racismo, clasismo y discriminación de la
población mayoritaria, que pueden reducir las opciones de empleo y demonizar su
masculinidad, su nacionalidad y, por lo tanto, su sentido de sí mismo (CONAPO, 2015).
Asimismo, el proceso de migración propicia una renegociación de las relaciones
transfronterizas, dentro del nuevo contexto social, así como "una reconstrucción de las
redes sociales" y los sistemas culturales y socioeconómicos de los migrantes (Bhugra,
1994). De acuerdo al informe del Consejo Nacional de Población de México (CONAPO,
2015), las transiciones y adaptaciones requeridas de los inmigrantes en los Estados
Unidos pueden aumentar su estrés y manifestarse como sentimientos de tristeza,
ansiedad, desesperación, problemas de concentración y depresión. El informe señala
que el 8% de los inmigrantes mexicanos recién llegados describió la tristeza, el anhelo y
los síntomas de los trastornos descritos anteriormente, mientras que el 15.5% de los
inmigrantes mexicanos que han vivido más de 10 años en los Estados Unidos
reportaron síntomas de ansiedad, depresión y desesperanza.
Es evidente que se necesitan más estudios sobre la salud mental de los
migrantes para comprender los factores de riesgo y, por lo tanto, desarrollar
intervenciones adaptadas culturalmente para prevenir la aparición de sufrimientos
psiquiátricos más graves entre los inmigrantes recientes y abordar el bienestar
psicológico de los residentes a largo plazo, así como de quienes retornan a sus
comunidades de origen. Especialmente los inmigrantes mexicanos mayores que tienen
más probabilidades de tener afecciones crónicas de salud física que también pueden
afectar su salud mental (CONAPO, 2015; De la Torre & Estrada, 2015; Flores, 2013).
Marco conceptual y metodológico
Una perspectiva de género en la investigación proporciona una comprensión más
matizada del significado y el propósito de la migración en la vida de hombres y mujeres
(Espin, 2015). En este caso en particular, se considera en la experiencia migratoria de
los varones que las nociones internalizadas de la masculinidad no son ni rígidas ni
inmutables; en cambio, la masculinidad se construye diariamente y se modifica
históricamente en respuesta a los cambios sociales y la percepción de los hombres de
sí mismos en relación con los demás. Así, los hombres aprenden, ajustan y practican
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sus asignaciones de roles de género según lo que otros esperan de ellos y según lo
que consideran características de un hombre ideal (Connell, 2003; Flores, 2013). Vega
(2009) sostiene que los discursos de la modernidad han producido la noción de trabajo
como el aspecto central de la identidad masculina. Sin embargo, en México se ha
prestado una atención mínima al sujeto migrante masculino como proveedor y
trabajador.
Este estudio utilizó una perspectiva de género (Burin y Meler, 1998; 2000) para
examinar el papel de la masculinidad y la socialización de género en su decisión de
emigrar, ya que son típicamente hombres quienes implícitamente organizan los
patrones de migración, determinan el uso de redes de apoyo social en su destino, y dan
forma a las oportunidades de empleo. Esta investigación se basa también en un
enfoque sistémico (Bertalanffy, 1968; Hoffman, 1987), ya que la decisión de emigrar
surge dentro del sistema familiar, causando cambios en su estructura y dinámica
(Mummert, 1999). Debido a que la presente investigación incluye la medición de
aspectos relevantes del bienestar subjetivo y la salud mental, se utilizó la definición de
salud mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2007) que se refiere no
sólo a la ausencia de enfermedad mental o trastorno psiquiátrico, sino también como un
estado de bienestar o equilibrio. Por otra parte, es importante señalar que para los
inmigrantes, la salud mental implica la capacidad de negociar en un nuevo contexto
social que probablemente va a crear desafíos, plantear riesgos y amenazas potenciales
a su salud emocional y física. En consecuencia, se evaluaron los recursos psicológicos
que los inmigrantes utilizan para mantener la salud mental y hacer frente a los desafíos
implícitos en el proceso de migración y la posterior adaptación.
Los participantes fueron 79 hombres originarios de Michoacán, México, 40 de
ellos habían regresado a sus comunidades rurales de origen y 39 michoacanos vivían
en una comunidad rural del Valle Central de California, Estados Unidos. Los ejes
temáticos de la investigación giraron en torno a 1) el género, la masculinidad y la
migración, 2) la salud mental, y 3) el funcionamiento familiar. Esta investigación se
realizó bajo un diseño metodológico mixto, en donde se integraron las aproximaciones
cuantitativa y cualitativa. Se utilizaron como técnicas de recolección de datos
cualitativas la entrevista a profundidad y grupos focales en ambos lados de la frontera,
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cuyos datos fueron transcritos y analizados sistemáticamente por fecha y técnica, a
través del programa Atlas-ti (V.6) para la reducción de datos (Taylor & Bogdan, 1987).
Se aplicaron a todos los participantes una encuesta de datos sociodemográficos de
elaboración propia, y tres instrumentos estandarizados: 1) CESD-R, para evaluar
sintomatología depresiva (Centro de Estudios Epidemiológicos-Depression Scale
Review, Radloff, 1977, Eaton et al., 2004); 2) Inventario de Ansiedad de Beck (Steer &
Beck, 1997), y 3) Escala de Recursos Psicológicos (Rivera-Heredia, Andrade-Palos y
Figueroa, 2006). La estadística descriptiva se calculó a través de STATA® versión 12
(STATA Corp., TX, USA) para todos los ítems: los recuentos brutos y los porcentajes se
reportan para variables categóricas, mientras que las medias y desviaciones estándar
son reportadas para variables continuas. Las asociaciones bivariadas se evaluaron
utilizando chi-cuadrado y las pruebas exactas de Fisher para las variables categóricas y
las pruebas t para las variables continuas de distribución normal.
Resultados
A partir de la encuesta de datos sociodemográficos, se observa que en la
muestra (n=39) de michoacanos residentes en California, USA, la mayoría de los
hombres trabajaban en la agricultura, ya sea recolectando cosechas o manejando
equipo agrícola. El 46% de los hombres estaban casados y vivían con sus cónyuges. El
tres por ciento vivía con parejas domésticas. El 38% eran solteros y 13% estaban
separados o divorciados. Estos hombres tendían a vivir en habitaciones alquiladas o en
apartamentos con otros hombres. La muestra de varones (n=40) que habían retornado
al estado de Michoacán eran originarios de cuatro comunidades rurales de alta
intensidad migratoria: Charo (región central); Hidalgo e Irimbo (región Oriente); Cherán,
Coeneo de la Libertad y Nahuatzen (región de la Meseta P'urhépecha). Todos habían
emigrado a los Estados Unidos antes de los 20 años; los más jóvenes eran de la
Meseta; varios de ellos habían migrado entre los 13-15 años de edad. La primera
migración de todos los hombres había sido indocumentada y habían vivido en varios
estados del vecino país del Norte. Estos varones habían trabajado en Estados Unidos
en la agricultura, la construcción, la jardinería y los servicio de alimentos. Los hombres
de la Meseta P'urhépecha, que eran indígenas, habían trabajado en fábricas de ropa y
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en la construcción. Todos los hombres habían migrado solos y se habían dedicado a la
migración circular, volviendo a casa para visitar a la familia en repetidas ocasiones.
Varios de los hombres permanecieron desempleados a su regreso a México. Otros
trabajaron como taxistas, en la agricultura, o crearon pequeñas empresas. Muchos de
los hombres habían sido deportados de regreso a México; otros habían vuelto a
reunificarse con la familia o debido a problemas legales en los Estados Unidos.
A partir de los instrumentos estandarizados que se utilizaron, los resultados
arrojaron que los participantes del estudio no cumplieron los criterios para cualquier
trastorno psiquiátrico basado en el DSM IV-TR. En relación con la ansiedad, medida
por el BAI (Beck Ansiedad Inventario, Steer, RA, & Beck, 1997) no se encontró ningún
participantes que cumpliera con los criterios para este trastorno. Pocos participantes en
México o los Estados Unidos (n=8) informaron de cualquier síntoma de este trastorno,
lo que pone en duda la utilidad de este instrumento con una población rural de bajos
niveles de alfabetización con una historia de migración.
Aunque los hombres michoacanos residentes tanto en los Estados Unidos como
en México (n=79) no cumplieron con los criterios para el trastorno depresivo mayor,
como otros estudios han encontrado, muchos de los hombres experimentaron tristeza,
desesperación y desesperanza, reportados por el CESD-R, cuyas puntuaciones de los
hombres residentes en Michoacán, México, que reportaron síntomas de intensidad leve
fueron 31, respecto a 23 de los hombres en Estados Unidos. Los hombres que
reportaron sintomatología depresiva de nivel moderado fueron 5 de los Estados Unidos
y 7 en Michoacán; y sólo 2 hombres en Michoacán y 7 en los Estados Unidos
reportaron sintomatología depresiva severa. De éstos siete, uno tenía ideación suicida y
fue evaluado a mayor profundidad mediante las entrevistas psicológicas.
La Escala de Recursos Psicológicos reportó que los participantes presentan
mayores dificultades para manejar las emociones, en especial la tristeza y el enojo,
para lo cual recurren al autocontrol, aunque de una manera evitadora. Además, aunque
ambos grupos de hombres reportaron tener acceso a las redes de apoyo social, éstas
no fueron activadas de la misma manera, ya que los hombres en Michoacán parecían
confiar más éstas, respecto a los residentes de California. Los resultados generales se
pueden apreciar en la siguiente gráfica 1.
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Gráfica 1. Puntuaciones de los recursos psicológicos utilizados por los michoacanos en
ambos países.
Sobre los aspectos cualitativos abordados se encontró que los varones que se
encontraban en el territorio estadounidense no veían otra alternativa más allá que la
migración, que anhelaban la patria y a pesar de que minimizaban el impacto de su
migración en las mujeres y los niños(as) dejados(as) atrás, sí reconocieron su ausencia
física en el desarrollo de sus hijos(as) y una especie de ruptura en los vínculos con los
propios padres, e incluso lamentaron no estar presentes en los casos de la muerte de
éstos. Esta contradicción puede deberse a que consideraban la migración como un
noble sacrificio, ya que su trabajo mejoró la calidad de vida de sus familias de origen,
de sus cónyuges y de sus hijas e hijos, y reveló que la remuneración y la proveeduría
económica representó una manera de mostrar su compromiso y lealtad a sus familias.
Dicha visión tradicional de la masculinidad, les permitió enfrentar cualquier obstáculo
que interfiriera con este objetivo. No obstante, estos hombres discutieron la vida con
una tristeza omnipresente, y aceptaron el resultado de estar separados de su familia y
comunidad. A su vez, se encontró que durante su estancia en los Estados Unidos estos
hombres construyeron comunidad con otros connacionales y encontraron apoyo en su
2,7
4,3
2,4 2,5
2,92,7
3,0
3,43,0
2,82,4
3,7
4,5
3,0 2,9
3,8 3,63,2
3,8
3,4 3,2 3,2
0,0
0,5
1,0
1,5
2,0
2,5
3,0
3,5
4,0
4,5
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soledad compartida. Muchos dijeron: "aquí estamos todos sin nuestras familias, pero
nos apoyamos unos a otros. Nos convertimos en familia”.
La mayoría de los hombres residentes en California no eran migrantes
autorizados, por ello vivían con miedo de ser detectados y deportados a México.
Aunque fueron pocos los hombres que reportaron síntomas de ansiedad en los
instrumentos, en los grupos focales y en las entrevistas reportaron vivir con
preocupación por la deportación; y algunos otros no tenían miedo, creyendo que
estaban a salvo siempre y cuando no salieran de la comunidad ni se metieran en
problemas legales. Mientras que los hombres que habían regresado a sus comunidades
rurales de origen en Michoacán se enfrentaron a varios desafíos de readaptación
personal, familiar, comunitaria, laboral y económica, que propiciaba en la mayoría el
continuo anhelo de regresar al Norte, a pesar de los riesgos que conlleva el cruce de
fronteras sin documentos. Estos hombres esperaban encontrar "las cosas como eran
antes de que se fueran" y asumir la autoridad sobre la familia y volver a entrar en la
dinámica familiar patriarcal establecida en sus papeles de cónyuges, padres e hijos.
Como resultado de las discrepancias entre las realidades que encontraron y lo que
esperaban, algunos hombres comenzaron a mostrar síntomas depresivos, alcoholismo
y comportamientos riesgosos, sobre todo aquellos que tuvieron mayores dificultades
para encontrar trabajo remunerado.
En el caso de la región P'urhépecha, los valores y prácticas culturales indígenas
parecen no cambiar como resultado de la migración masculina, ya que existe una clara
división del trabajo de acuerdo al género, en donde los hombres asumen la
responsabilidad total de la esposa y sus hijos(as), mientras que el papel de las mujeres
es criar a los niños y llevar a cabo tareas domésticas, o esperar hasta que sean
"mandadas pedir” a los Estados Unidos por sus parejas. En el caso de algunas familias
que se reúnen en los Estados Unidos, los hombres afirmaron que su bienestar físico,
emocional y económico mejoró cuando la esposa se reunió a ellos. De hecho, los
retornados de esta región tenían menos probabilidades de volver a migrar, a diferencia
de los demás, porque habían comenzado sus propios negocios utilizando las
habilidades aprendidas durante su estancia en el Norte.
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La mayor parte de los varones que participaron en este estudio tenían
dificultades para discutir experiencias desafiantes o traumáticas vividas en el proceso
migratorio. El silencio y las pausas fueron respuestas típicas a las preguntas
emocionalmente cargadas. En los análisis se identificó una relación directamente
proporcional entre la expresión de las emociones y el bienestar subjetivo. Los esfuerzos
de autocontrol (que eran evidentes en los datos cuantitativos) pueden interferir con la
expresión emocional. Así, ante el malestar subjetivo no atentido, se observó que los
hombres recurríann frecuentemente al consumo de alcohol.
Discusiones y conclusiones
Desde la perspectiva de género, en las comunidades rurales de Michoacán se
asigna culturalmente a los hombres la participación en espacios públicos
(representación política, trabajo, participación comunitaria), así la migración es una
actividad de hombres para trabajar y ganar dinero, mientras que las mujeres se limitan
principalmente a la esfera doméstica y se quedan en sus comunidades porque son
responsables de las actividades de reproducción social. Por ello, la migración de estos
varones puede observarse tanto como una práctica colectiva e individual que afirma la
masculinidad y coadyuva para cumplir con ciertos mandatos sociales, como asegurar la
estabilidad económica de sus familias. A su vez, al adherirse a dicho papel asegura que
los hombres mantendrán la autoridad dentro del grupo familiar.
A partir de la representación de la masculinidad, estos hombres de Michoacán
han asumido el rol de principales proveedores de sus familias, que se ve amenazado
por las desventajas económicas, la falta de empleo y oportunidades educativas de sus
comunidades. Ante las dificultades de cumplir el papel culturalmente asignado de
proveedor económico, y de afirmar así su masculinidad, estos varones salen al Norte
para buscar mejores oportunidades de trabajo y remuneración económica, sosteniendo
así el imaginario de prosperidad asignado culturalmente al Norte. Así, los roles
asignados están regulados por la construcción cultural del género en Michoacán, que a
su vez influye en el proceso migratorio y en la experiencia subjetiva de éste, así como
en las relaciones entre géneros.
11
El funcionamiento familiar de estos hombres está influenciado por el género, la
generación y la edad. Falicov (2014) y Flores (2013) coinciden en señalar que en las
familias rurales que se adhieren a los valores culturales tradicionales, las relaciones de
poder dentro de las familias favorecen a los hombres y generan posiciones de
desigualdad para las mujeres, especialmente en sus papeles de madres, esposas e
hijas. Esta posición de subordinación de las mujeres ha impactado en su salud mental,
ya que perciben que no tienen opciones más allá de encargarse de la familia, con la
estricta vigilancia de la comunidad para mantener el comportamiento social
representativo y esperado de la feminidad.
En tanto, para los varones el sostener los mandatos de la masculinidad
representa un costo en la salud mental porque no siempre pueden satisfacer
efectivamente estas demandas. De la misma manera, el intentar cumplir con el objetivo
de ser el proveedor principal de sus familias repercutió en altos niveles de estrés. En
particular, los participantes reportaron sentir presiones sociales y familiares para
trabajar en ambos lados de la frontera. Aunque no fue el objeto de estudio, resaltó la
vulnerabilidad que estos hombres experimentaron como migrantes, trabajadores e
indocumentados en el vecino país del norte, ya que a menudo experimentaron robo de
salarios, condiciones de trabajo y de vida deficientes.
La construcción cultural de la masculinidad empujó a los migrantes al límite de
sus capacidades físicas y emocionales, ya que la mayoría de los hombres estaban
dispuestos a sacrificarse por el bienestar de sus familias, que consideraban como un
deber fundamental de un “buen” hombre. Ninguno de los participantes buscó ayuda
profesional para lidiar con su malestar subjetivo, debido en gran medida a los
aprendizajes de género masculinos que impiden a los varones reconocer que necesitan
ayuda y al estigma asociado con la búsqueda de servicios psicológicos. Por otra parte,
en las comunidades rurales en California no había proveedores de salud mental de
habla hispana. Si bien los estudios de género se centran en el privilegio masculino y la
subordinación femenina, nuestro estudio identifica a los hombres migrantes mexicanos
como sujetos vulnerables, cuya dignidad y salud a menudo se ven comprometidas en
sus esfuerzos por alcanzar los roles socialmente obligatorios de la masculinidad.
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La dimensión más significativa de nuestro estudio ha sido la salud mental, que ha
sido uno de los elementos menos explorados en la investigación migratoria y está
totalmente ausente en el estudio de la masculinidad. A pesar de que la migración en sí
representa un evento de vida estresante y el proceso migratorio afecta a todos los
involucrados, tanto a los hombres que hicieron el viaje como a quienes se quedaron en
su comunidad, los hombres que emigraron indocumentados aumentaron sus niveles de
vulnerabilidad durante el cruce fronterizo y durante su estadía en Estados Unidos. El
estrés causado por la adaptación a nuevos contextos requiere la utilización de los
recursos psicológicos de cada hombre, por ello los participantes tienen diferentes
niveles de sintomatología depresiva, como se observó en las escalas utilizadas.
Finalmente es importante señalar que a partir de los datos cuantitativos no se
encontraron signos de trastornos mentales graves en la población de hombres de
Michoacán con experiencia de migración.
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