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7/30/2019 Salvador Márquez Gileta - Nuesta señora del Tívoli
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Nues t ra ¿eñora del " ]~ 'v o
"
Salvador Márquez Gileta
Ilustraciones: Liliana Janet Rodríguez Ochoa
Cuadernos de arrecife 2
Editado por LaCasa del Archivo y la Facultad de Literatura y Comunicación
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Nues t ra péño ra de l ~T 'V °I '
Primera edición, septiembre de 2008ISBN: 978-968-7412-88-7
Archivo Histórico del Municipio de ColimaIndependencia #79Colima, Col., c. p. 28000 México.
Tel/fax:01 (312)3122857Correo electrónico: [email protected] Página de Internet: www.casadelarchivo.gob.mx/
Facultad de Letras y Comunicación
Avenida Universidad #333, colonia Las VíborasColima, Col., c. p. 28040 MéxicoCorreo electrónico: [email protected] Página de Internet: www.ucol.mx/docencia/facultades/falcom/
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Fue en los tiempos en que andaba el run-run de los
narcosatánicos, ¿se acuerda? Por ese tiempo empezarona aparecer muertos por todos lados, niños de brazos con
el pecho abierto, porque les habían sacado el corazón,
unos novios arriba de un carro que los encontraron sin
ojos y aquella pareja, ¿se acuerda?, seguro que leyó en
los periódicos que los hallaron muertos en la carretera a
Manzanillo junto a Periquillos, en el fondo de un pozo,todos moreteados, heridos y magullados que dizque
porque los habían torturado. Ei, fue por esta época que
aparecían muertos por todos lados. La gente andaba
asustada y decían que dizque querían los corazones y los
ojos para refacciones de niños gringos, que se los
arrancaban a la gente y luego se los llevaban en cajitas dehielo seco. Sabrá cuál sería la verdad. Que tráilers con
niños congelados a quienes les habían sacado todo lo de
adentro y los rellenaban de marihuana como si fueran
payasitos o monos rellenos de aserrín, pobrecitos de sus
padres, decía la gente, y les tenían consideración. ¿Los
policías? Bien, gracias; ahí estaban parados afuera delpalacio de injusticia, muy hombrones ellos con la
metralleta en la mano, allí sí se sienten muy chichos,
porque nomás están parados, luciéndose, sintiéndose
como CUÍCOSde esos que salen en la televisión.
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Decían que Carlos, pero, ¿usted no conoce aCarlos, verdad? Le voy a decir quién es: Carlos es uncabrón, qué digo cabrón, cabronsísimo. Nadie sabe dedónde vino, nomás apareció ahí de pronto; que dizqueera chilango, decían unos, que no, que de Guanatos,decían otros, en fin, nunca se supo de dónde llegó eldesgraciado, a lo mejor se le escapó al mismísimo diablodel infierno, porque eso es lo que era, un malparido,
malnacido y, perdóneme usted, pero es que le tengotanto coraje. Pos este tal Carlos, luego supieron que era elque se juntaba con el gringo que se hacía pasar por masajista y que dizque era el que mataba a los difuntos yel que contrataba a los que compraban los órganos. No,no de esos órganos que sirven para las iglesias, órganos
como decir corazones, ojos, ríñones, todo eso que con elTratado de Libre Comercio se va a exportar a losyunaites. Pos ya le digo de este Carlos; sí, es el mismo queagarraron en la escuela Morelos, la primaria que está
junto al teatro Hidalgo, vendiendo marihuana a losmuchachitos, y es que él es muy guasón, si hasta humor
tiene el hijo de su puta madre, decía que porque así losniños aprenden mejor, y ellos se creían del cabrón comosi de veras. Pos este güey, ya le digo, vivía en el Tívoli. Por si usted no sabe dónde queda el Tívoli, le voy a explicar,
.fL Nuestra ¿jcñora del Tívoli
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porque a lo mejor no ha pasado del otro lado de las vías y,
por si no lo sabe, del otro lado vive gente.Claro que usted no lo ve, porque tapan losvagones esos desperdigados en las vías, y por si tampocolo sabe, hasta en esos vagones viejos vive genteapeñuscada que sabrá Dios dónde hace sus necesidades.Pos por allá vivía este cabrón que le digo, porque alláestaba en su mero mole, y es que como la policía no entra
por allá, porque allá los matan, aquello es un nido derateros y marginados y él estaba feliz, porque le vendíamarihuana a todo el mundo y sabía todo de robos yasesinatos, porque había una banda allí de muchachos,de esos rebeldes que se dedicaban a matar gente, ustedno se acuerda, porque casi ni se mencionó, pero en esos
tiempos aparecían muertos albañiles y mecánicos, loshallaban allá solitos entre las breñas; estos desgraciadoslos mataban por pura diversión, los espiaban, losesperaban hasta que salían bien turulatos y con el «vente,acá tengo una caguama» se los iban llevando y nuncamás los volvía a ver vivos la gente; como eran hombres
pobres, nadie los reclamaba, nomás el periódico sacabaque «cadáver de un hombre de identidad desconocidafue encontrado cerca de la zona roja...», hasta allí; sidespués iba la familia a reclamar al numerito, nunca se
Nuestra fjcfíora del T '«olí J\,
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sabía, porque eso no dicen los periódicos. También, por esos tiempos se supo de un viejito que dizque se habíaquedado dormido sobre las vías del tren y que lo habíadespedazado; no fue así, estos desgraciados lo mataron,lo torturaron, quién sabe cuántas cosas le hicieron yluego, riéndose, lo acomodaron sobre las vías para queasí la gente no supiera que habían sido ellos. Pos ya ledigo que este Carlos, que hasta hipócrita era, porquenomás se venía diciembre y con él la temporada de laVirgen de Guadalupe, Nuestra Santa Madre, y él, que leintelige al dibujo, había pintado un telón donde aparecela santísima Virgen, madre de todos los mexicanos, la
pintó así como la que está en la Basílica, la que se leapareció a Juan Diego, y también el hijo de la chingada
puso a la Virgen morenita con los ojos entrecerrados, consus manos juntitas y en sus pies un montón de rosas, tan bien dibujadas, que hasta parecen de verdad, porque lasroció con diamantina, si hasta eso, es ocurrente elméndigo. Y allí las señoras retrataban a sus hijitos,vestidos de inditos a los pies de la Guadalupana, y allí les
tomaba la medida el cabrón y veía cuál servía para cuál,que si éste tenía los ojos que le habían pedido, que siaquél se veía sanóte y de buen corazón, que si éstechapeado seguro tenía buen hígado, fíjese nomás. Para
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qué le cuento si nomás de acordarme hasta se me
revuelve el estómago. Pero, pues ya esto le gusta a uno,aunque sea para desquitar el coraje. Eran los tiempos en
que mataron al Cochiloco, ¿se acuerda?, que quedaron
muertos en una calle de Guadalajara el Cochiloco, su
hija, el chofer y hasta un perro que iba pasando. Pobres,
los dejaron como cedazos entre el reguero de sangre.
Decían que el Cochiloco era bueno que porque les daba
cosas a la gente, que iba a las escuelas de niños pobres
con camiones cargados de ropa, juguetes y comida y que
allí les repartía a todos ganancias del negocio que ahora
es de políticos y sus compinches, al que se dedican
gobernadores y presidentes ayudados por el heroico
ejército. ¿Ah, verdad que sí sabe de cuál hablo? Pues ya le
digo, el gobernador decía que él no conocía al Cochiloco
este y luego ¡zas!, que van sacando en el periódico la foto
en la que está hasta abrazando al cabrón, los dos
riéndose de la gente, como diciendo «pobrespendejos, ni
saben». Pos, ya le digo, el gobernador este hasta
narcosatánico era, porque me dijo el que estaba
haciendo huelga en el jardín, sí, ése, el de las mantaspintarrajeadas, que ni escribir sabe el pobre, pero que
dizque le está pidiendo al gobierno que lo reinstalen,
¿usted cree que lo van reinstalar? Pos cuándo, digo yo. Si
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bien que le hicieron para correr tanta gente que sólo
entraron corriendo los diputados a refundirse en el
sótano del Palacio Legislativo para firmar la ley esa en la
que corrían a tanta gente y eso porque ya estaban
aventándoles la puerta y se querían meter y hasta
golpearlos. ¿Que cómo se enteraron? Quién sabe,
porque ya ve que en Colima todo se sabe. Habían dicho
que sólo el gobernador y este diputado que era el que
presidía la legislatura eran los únicos que sabían; pero,
pues no eran los únicos, porque al día siguiente que
ordenaron a los diputados que se presentaran y llegaron
todos muy cambiaditos sin saber ni qué, ya estaba ahí el
gentío y vieron que unos diputados corrían para un lado
y para otro y los que alcanzaron a meterse firmaron lo
más aprisa que pudieron aquella ley que comenzabadiciendo: «En beneficio del pueblo de Colima, yo, el
gobernador...». Usted ya se imaginará la que se armó.
Ah, pero qué le estaba diciendo, ah, sí, del otro
gobernador, que dizque es narcosatánico, porque le
tomaron fotos donde está en una casa de Guadalajara
vestido como gran sacerdote el jijo de siete, y yo no sé sisea cierto o sólo esté hablando de coraje, porque lo
corrieron, porque también me dijo que hasta joto es y
que se iba a las Islas Revillagigedo para que no lo viera
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nadie y que allá se daba gusto. «Hay fotos, y se está
besuqueando con los marineros, borracho y encuerado.Yo lo vi». Las vería o no, quién sabe, pero eso me dijo.¡Ah!, pero le estaba contando de Carlos; pues sí, Dios loshace y ellos se juntan. Se halló con el Cochiloco y quedizque andaba entre los guaruras que traía bien armadoscon rifles y metralletas que les compran a los mismossoldados, porque ha de saber usted que ellos mismos selas venden, si no cómo es que pueden traer armas quesólo pertenecen al ejército, ¡ah!, ¿verdad? Se lo dejo detarea. Pues ahí tiene que este cabrón entró a trabajar conel capo, que dizque cargando la droga porque en esostiempos llegaban barcos copeteados de cocaína, luego,ya que se murió, nadie iba a recogerlos; por eso ahí en el
Chimborazo se quedó tanto tiempo la droga, ¿seacuerda? Del barco aquel que dizque traía cajas conmolinos de café. ¿Cuáles molinos? Venían las cajasretacadas de coca, no, no de refrescos, de esa otra que
parece azúcar, usted ya sabe de cuál le hablo; pues ya ledigo que traía diez mil cajas y en cada caja una bolsa de a
kilo, y si el kilo está más o menos a cuatro mil... échelelápiz, usted que tiene tiempo y le intelige a las cuentas.ÍAh! Pero le estaba platicando del tal Carlos. Fbs él se fue,y luego usted ya sabe, cuando alguien se va por un
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tiempo a la gente como que se le olvida lo que hicieron y pos por fin un martes me lo hallé, ¿y a que no se imaginadónde? Pos sí, en el Rancho de Villa. Allí estaba el fulano,yo no sé si pidiendo perdón o dando gracias, traía unescapulario colgando y más abajo un montón de pencasde nopal que hasta la sangre le escurría y con tantadevoción ponía ojos de borrego ahorcado que algunasviejitas hasta se soltaron chille y chille. Yo como que sentí
una cosa fea, aquí adentro, y pensé «de veras, estecabrón está hecho a la imagen y semejanza de Dios, oDios a imagen y semejanza de este cabrón, y si es así, yanos cargó la chingada». Y es que en Colima todo puedesuceder, «Colima tierra de oportunidades», dicen lascalcomanías que la gente le compra a Paco Ceballos, el
viejito ese que se quedó en su tienda, detrás delmostrador, viendo pasar la historia, y así, sus cosas se r iuerorV naciendo Viejaé-rahiói&nf úev*di\& xler-dáaivy y
vende sombreros viejos, zapatos que ya ni se usan...Pero, ¿qué le estaba platicando? ¡Ah!, sí, le estabahablando de Colima, «Bella tierra de palmeras donde los
hombres son putos y las mujeres chancleras». Y yo taninocente lo oí por primera vez en la primaria MiguelHidalgo, que es en la que estuve, porque por la tarde erala Victoriano Guzmán y era para puras niñas, turno
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despertino, decían ellas y me metían en un mar de
confusiones, porque en todo caso el turno despertinodebería de ser en la mañana que es cuando uno se
despierta y se levanta para ir a la escuela, pero, en fin,
ellas le llamaban turno despertino y ni quién las sacara de
ahí; pos ahí tienen que regresé aquel mediodía corriendo
para preguntarle a mi mamá, porque las mamas siempre
lo saben todo, su destino es ser sabias y hacer de comer, y
así la encontré, como todos los mediodías, haciendo la
comida y, sin más, se la solté: «mamá, ¿qué es
chanclera?», y ella sin extrañarse, así como para no hacer
la cosa más difícil (y como toda madre encierra un
detective, si no cómo van a saber dónde se esconden los
chiquillos cuando no los hallan), preguntó: «¿dónde
aprendiste esa palabra, hijo?». En la escuela, le contesté;
es un verso, mira: «Colima bella tierra de palmeras donde
los hombres son putos y las mujeres chancleras». Se fue
corriendo para reírse dentro del baño, porque sabía que
si me celebraba el chiste se lo iba a repetir a todo buen
cristiano y vecino que quisiera oírme y por eso cuando se
hubo apaciguado salió y me dijo, así como si no tuvieramucha importancia, como de mucho mundo: «son
mujeres que les gustan las otras mujeres. Pero no repitas
eso, porque son malas palabras».
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Así aprendí que hay palabras buenas y palabrasmalas, que las palabras buenas son para la gente buena ylas palabras malas son todas para este cabrón del que lesestoy contando. Ah, y qué les decía de Colima, pues sí,que el dichito tiene razón, porque , si no lo saben, Colima,y Colima quiere decir usted, yo, nosotros y ellos y ellastambién, ya le digo, Colima tiene el primer lugar en elconsumo de cerveza, ¿que cómo se lo quitamos a Sinaloa
y a los otros estados del norte?, muy fácil, tomando.Tenemos, también, el primer lugar en enfermedadesvenéreas, ¿que por qué?, ah, pos porque los colimensossomos muy promiscuos, ¿y qué quiere decir promiscuos?, eso que dice el famoso dichito. Tenemostambién el primer lugar en madres solteras, en enfermos
mentales y vamos por el de suicidios en jovencitos y jovencitas, y es natural, porque, ¿cómo se puede vivir enuna ciudad así? También, tenemos muchos bisexuales; sitenemos el primer lugar o no, eso no se sabe y es que a lagente casi no le gusta hablar de eso y por si usted no losabe, un bisexual o una bisexual es aquél o aquélla que lo
mismo se mete con un hombre o una mujer con tal desalir del apuro. Ni amenazas de infiernos, ni de sida, ni de«te vas a volver joto» han servido para que la gente seasuste; todos, cuando los hallan, ponen su carota como
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diciendo «qué quieres, aquí me tocó nacer», y como si eso
no fuera una razón suficiente, o a io mejor lo es, se vandetrás del que sigue. Pos ahí estaba el tal Carlos con los brazos abiertos en cruz y como si estuviera en éxtasis; sihasta parecía san Ignacio de Loyola y la gente seapartaba para dejarle paso; quién sabe qué rezaría, quéle estaba pidiendo al Señor del Rancho de Villa, que detodos modos creo que ni se lo iba a conceder, porque estecabrón puras cosas malas pide y aunque los alacranes le
pidan alas, Dios no se las da. Si hasta parecía la puraverdad, así tan humildito, yo les contestaría: «no seatengan, porque este cabrón es de cuidado». Fue por estos tiempos que lo conocí. ¿Que cómo me fui a volver aencontrar con él?, pues por las suertes africanas, porque
hay suertes negras y son las africanas y suertes blancas yson americanas. Yo ya lo conocía de vista. Para mi malasuerte, me lo tuve que encontrar porque regresó elinocente angelito, devoto del Señor del Rancho de Villa,
para enviciar jovencitas y, usted ya sabe, vivimos tiempostan malos que muchas de estas muchachitas son fáciles
de corromper. ¿Que cómo? Pues con dinero. Los pobresestán tan deseosos de todo, ropa, diversiones, quenomás les suenan la morralla y solitos se bajan loschones. Pos sí, ya le digo, se dedicaba a enviciar
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muchachitas, pero esto yo no lo sabía, lo supe después para mi mal, porque el hijo de la chingada le daba a ungrupo de niñas de ésas que andan en los centrosfamiliares, porque, si usted no lo sabe, en Colima a todoslos bules se les llama centro familiar, y es que ya
borrachos todos somos como una familia; pos ya le digoestos botaneros están llenos de jovencitas que la pobrezaha echado a la calle a buscarle a la vida y en uno de estos
centros familiares la hallé, ¿a quién?, pos a quién ha deser, a ella, a la Thalía, el amor de mi vida. No se llamabaThalía, se llamaba Josefina, pero se cambió el nombre porque «hacer la vida» es como entrarle al teatro, senecesita un nombre de artista; de veras que era bonitaesta mujer. Cómo viene a encontrarse uno de viejo lo que
no halló de joven; de joven nunca conocí a una mujer asíde bonita, aunque le pedía a Dios, la deseaba; pero no,nunca apareció; apareció ahora ya de viejo, por unarazón muy sencilla, porque de viejo uno tiene dinero, de
joven no, y uno de nuevo es como muy romántico, yromántico quiere decir que uno quiere que se las den sin
pagar; válgame, cómo se le ocurre a uno, si eso es loúnico para vender que tenemos todos, las nachas; yamero que las vamos a dar gratis. Pero de joven uno es así,romántico, por no decirle de otro modo. Fbs a Thalía la
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conocí una noche que andaba de parranda con unos
compás. Allí estaba junto con las otras, todas niñas que parecía que acababan de salir del colegio, y es que comoestos lugares son siempre de diputados y senadores, posnadie les dice nada de que por qué tienen a estas pobrestrabajando allí, si unos dicen que hasta cárcel tienen paralos que no pueden pagar la cuenta. Pos sí, ahí estaba conaquéllos que ni me acuerdo quiénes eran, pero pues hande ser los mismos con los que me junto a diario, noconozco otros, cuando se me arrima y me dice:¿bailamos? Y que empiezan todos a darme carrilla:ípapacito!, y ¿de cuál te untaste? Pos yo creo que los de acien, de esos que les dicen venaditos, los billetes de
juguete que hacen ahora. Pos total que bailamos y
platicamos y quedamos en que nos íbamos y nos fuimosal Villa Vera, que está a la salida a Pihuamo. Yo tenía seisaños cuando llegamos por esta misma carretera de alláde Pihuamo; veníamos todos en el camión de mi tío conlas pocas cosas que teníamos, unas camas, todascayéndose, un ropero descuadrado, cobijas rotas, y yo
traía un perro abrazado al oso, que fue lo único que nosheredó mi abuelo, la casa no, porque ya la habíanembargado, los muebles ya todos se los habían llevadocuando empeñó la yunta; dice mi padre que se murió de
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tristeza, pero pos qué hacían los demás, seguirle, no hayde otra; mi abuela estaba sola y había que mantenerla;
pero bendito sea Dios que no nos ha ido tan mal, decía mi
padre. Veníamos todos muy contentos y entramos a laciudad y me sentí como si entráramos al cine, a una
película, y allí estaba el rey Coliman, para recibirnos consu minifalda, así como que va a bailar un zapateado, y yo pensando qué chicho, aquí los hombres usan naguas yhasta nos paramos para ver de cerquita al rey y por másque me arrimaba para ver si traía calzones, me dabavergüenza voltear para arriba, porque mi mamá meestaba viendo y como que adivinaba que yo quería verlelas nalgas al rey; al fin pudo más mi curiosidad que mimamá y levanté la vista y nada, no tenía ni paloma, ni
pompis, como le dicen ahora; ahí nomás se ve un molotecomo pañal cagado. Ah, qué desilusión; el primero fueuno, el que puse ya casado, por la Veinte de Noviembre, y
luego los otros, y de ahí pal real, porque no es por presumirles, pero de ahí salió para comprar casa,camioneta, y ya ven que hasta parabólica tengo. ¡Ah!,
pero les decía que ahí conocí a Thalía. Después del antro,fuimos al Villa Vera y qué gusto nos dimos, pobre de míque ignoraba en lo que me estaba metiendo, ya sé que lesdije que Thalía era bonita, pero me quedé corto, me
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gustaba mucho, era güera, porque se pintaba el pelo y
usaba unos vestidos muy a la moda, siempre elegante,nunca se quitaba las zapatillas y hasta cuando estábamossolos en el hotel caminaba de puntitas, sus talones nunca pisaban el suelo, como si fuera de esas bailarinas de ballet. «Quisiera tener mucho dinero, pacas de billetes».¿Para qué?, le contesté: «No sé, para nada, paraechármelos encima, o quemarlos», y me hacía sentir mal,
porque yo nunca iba a poder darle aquello, sólo lo que podía. Desde la ventana del hotel, desde las calles, o siusted se sube a la azotea, puede ver los volcanes, siempre
juntos, ¿cómo pueden estar juntos si uno es de fuego y elotro de nieve?, tan contrarios, tan distintos... muy fácil,
porque en Colima todo lo que es contrario tiene que estar
junto: una prieta con un güero, un caliente con una queno siente nada, una pobre con un rico aunque estén en
pleito, así como Thalía y yo, si no, dígame usted cómo esque puede estar un viejo feo como yo con la máshermosa de las jovencitas, nomás porque ella es pobre yyo tengo dinero. Por estos tiempos tocan mucho esa
canción que dice «quiero salir a beber, un cigarrillofumar...». No te apasiones, Pablo, me digo yo solo, ya noeres un muchacho para que no te des cuenta que ella estácontigo nomás porque le pagas. Si no tuvieras dinero, ya
Nuestra Óefioradel T¡voli Jlr,
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mero que se iba a fijar en ti. ¿Que no te ves en el espejo?
Viejo, panzón, pelón y con los hijos ya añejos. Pon los pies en la tierra. Pero ese otro que es más listo que yo,aunque soy yo mismo, nunca está cuando ella aparece,con sus vestidos claros, vaporosos, con sus uñas largas,su cara pintada: «dame para el salón de belleza», «ocupounas zapatillas», dame para esto, dame para lo otro,siempre pide y pide, y yo que no puedo decirle que no anada por puro miedo de que se me vaya a ir con otro, conalguno de esos narcos jóvenes que andan todos los díasestrenando camioneta nueva.Con ella estaba todas lasnoches en el Capricornio. Sí, el salón ese que está en lasalida a Manzanillo, nomás para bailar y tomar; ahí fuedonde veía que a veces se salía: «espérame aquí, no
tardo», y yo pensaba que se iba al baño a pintarse o algo,y una vez la seguí. Fue entonces cuando vi que leentregaba el rollo de billetes que le acababa de dar yo,que dizque porque tenía que pagar los abonos delrefrigerador y la televisión.
Se los dio al güey en lo oscurito y él la besó y le dio
una nalgada. Regresé lo más rápido que pude, ya mehabía dado cuenta de todo, así que este cabrón la padroteaba, el gigoló, chulo, cinturita, hijo de sietechingadas. Qué coraje sentí, pero me aguanté. Cállate,
Nuestra SeAoradelTivolí fL
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Pablo, me volvió a decir el otro que no era yo, el que aún
no está tan loco, ¿nos vamos hija? Y ella dijo que sí.Porque a lo que había ido ya lo había cumplido. Ya en elhotel, le dije con palabras muy cariñosas: «mira, hija, estavida no te lleva a ningún lado, yo te puedo poner casa,darte dinero, ya ves, ¿cuándo te he fallado? Si puedes, tequedas ahí y me esperas, yo iré lo más pronto que pueda.Ya ves, nunca te he engañado, desde un principio te dijeque soy casado; pero eso qué, si tú quieres, no te va afaltar nada». Se quedó como pensando, mirando por laventana; pero era como una prueba, porque yo dije entremí: A ver quién puede más, si este cabrón o yo. «No, asíestamos bien», me respondió; y yo ya no le insistí. «Quiénte crees, una diosa tan hermosa que con el tiempo se
marchitará...». ¡Ah!, cómo cantaba esa canción; todo eldía, la oía y la oía, para ponerme más borracho. Thalíatraía una amiga, la Wendolyn le decía, porque tambiénella misma se cambió el nombre, porque creo que sellama Rosa. Vivían juntas y es que en esa vida se necesitatener siempre a alguien para más seguridad. A la
Wendolyn me la encontraba a veces en la calle, se vestíadiferente de Thalía, medio punk, con botas de hombre y
pelos parados, quién sabe qué le platicaba Thalía, yocreo que cosas buenas, porque sentía como que me
NuestraS^^ora delT'voli J\K
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echaba los perros, siempre que la veía le pasaba algo delana y ella me agarraba la mano, así como no queriendo.Pero yo decía no, si le contaba a Thalía, me iba a llevar lachingada. Fue por entonces que me encontré a este güey,en el botanero; ahí estaba sentado con otro cabrón queno conozco, pero me imagino igual de desalmado que él.Yo me le quedé viendo, así, feo, y él como que sintió lavibra, porque me gritó «¿soy o me parezco?», y yo le
contesté: «la vista es muy natural». Se me dejó venir como cuete y yo me di el parón. Todavía está macizo eldesgraciado, la mera verdad es que sí me entró miedillo,está más nuevo que yo y luego yo con mi compadre, queya estaba ahí borracho, bebiendo y con la panza de fuera,de mucha ayuda iba a ser.
Yo creo que se acordó de lo que me decía mimamá de chiquillo, que hay que respetar a los mayores,
porque no sé si se acuerden que en esos días habíancerrado el botanero Las Cazuelas, porque habíanmatado a uno ahí, ¿se acuerdan? Que era joven, deveintitantos años, y que le empezó a gritar cosas a un
viejo, señor ya grande, chofer de los amarillos, para másrazón. Total que este muchacho se paró ahí, delante detodos cacheteó al pobre viejo y luego, riéndose, se fue asentar. El chofer se salió y al poco tiempo regresó nomás para vaciarle la pistola; ahí sentado lo dejó para pelarse y
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nunca lo volvieron a ver, porque no ha vuelto de alládonde se anda escondiendo. A lo mejor éste se acordó yen eso llegó la ley, que por primera vez parece que sirvió para algo y le dijeron «siéntese, señor, o lo vamos a tener que sacar». Su amigo como que le dijo «vamonos»,
porque yo me quedé ahí todavía un buen ratomaliciando que a lo mejor me estaban esperando afuera,
pero no, cuando salimos ya todo estaba solo. «No te
apures, ya aparecerá, se ha de haber ido de parranda, ala playa con sus amigos». «No creo», me dijo, como quemaliciaba algo. Pasaron unos días y hasta se enfermó;entonces sí, yo me empecé a preocupar por la Wendolyn.«Me dijeron que anda en Tijuana y voy a ir a buscarla».«Déjala, pos, total, si se quiso ir, pues qué le vas a buscar».«No, tú sabes», me respondió, tan triste y decidida. Pos yo
qué podía hacer, ustedes saben, soy casado y conobligaciones y no iba a dejar todo para irme detrás deella. La quería, sí, era cierto, todavía la quiero y mucho,
pero de ahí a decir que me iría con ella, pues... eso ya no.«Lo que quieras, hija, dinero no te va a faltar, llámamediario a las seis al negocio, para mandarte lo que te hagafalta, tú no te preocupes por nada, ya sabes que te voy aesperar». La llevé al aeropuerto, le di dinero para lo quese le ofreciera, la abracé y la besé y no me importó queahí estuvieran unos vecinos que saben todo de mí; peroesto no lo sabían y yo hice como que ni los vi. Luego me
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hablaba a diario para que le mandara dinero al hoteldonde se estaba quedando y pasó un mes y dos y nada,que no la hallaba, que le habían dicho que por aquí, que
por allá. Yo dije: «ésta ya me está haciendo de chivo lostamales».
En eso que agarran al tal Carlos y que lo refundenal bote, porque no sé si se acuerda de algo muy sonadoque pasó en la Comercial, de que a una señora le habían
robado una niña, chiquita, de brazos, ¿se acuerda?Dijeron que la traía en el carrito y que mientras se volteó
para agarrar no sé qué, que se llevan a la niña y la señoravuelta loca que empieza a gritar: ¡Me robaron a mi niña!Que les dan el cerrón a las puertas y a revisar a toda lagente, los policías listos, sin dejan salir a nadie y en eso
que le dice una empleada: ¿Sabe qué, señora? Que untipo se metió al baño con una niña chiquita y no ha salido.Que se dejan ir los policías, despacito, con la
pistola afuera, porque así los han enseñado que se debehacer, y que lo sacan con todo y niña. Ya le había cortadoel pelo y la había dejado pelona y le había cambiado laropa, para que la mamá no la reconociera; pero sí lareconoció y si no se lo quitan yo creo que ella hubieramatado a este cabrón. Y pos ahí está todavía, en el
botellón. A ver para cuándo sale.
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Luego, ya le digo, Thalía dejó de escribir y me fui pa'bajo. Tomé y tomé. Pasé una semana borracho hastaque paré en el seguro con suero y todo; de veras que me
puse malo y es que, como no sabía nada de ella, pues yame andaba: «ahora sí que la chingamos, qué voy a hacer solo», dije.
Entonces, cuando apenas estaba saliendo, queme dice mi compadre: «Compadre, ¿cómo se siente?».Bien, compadre, le dije. «¿Aguanta que le diga algo,compadre?». Pos sí, dígame; al cabo, de todos modostengo que saberlo. «Pos ahí tiene que una vecina, MaríaElena Saldívar, y pues, ella me dijo que Thalía ya se nosfue». ¿Ya se nos fue? ¿Qué quiere decir? ¿Que ella se fue
para algún lado, como decir a los yunaites? «No, quiere
decir que se murió». Sentí que un dolor se me clavaba enla boca del estómago. «Fíjese que esta muchacha que se
juntaba con ella, una tal Wendolyn, está internada en elmanicomio de Ixtlahuacán y que ella le dijo, que pos,Thalía, la pobrecita, la habían m atado en Tijuana, ¿cómove?». Más tardó en decirme que yo en arrancarme con la
camioneta. No, no puede ser, decía, se han de haber equivocado, mi Thalía no puede ser; pero sí era. Arribadel cerro, está el Hospital Imss-Coplamar, dice en laentrada, de un solo piso, y ahí pregunté por ella, por la
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Wendolyn. Rosa, les dije. Me respondieron que si yo era pariente o por qué quería verla y que a esas horas ya nose admitían visitas. Entonces que pregunto por MaríaElena Saldívar, la enfermera que le platicó todo, que yoera compadre de su vecino y pos que quería ver a lamuchacha. «Mire, ella está muy mal, apenas y se leentiende. Por tratarse de usted, y como un favor muyespecial, lo voy a dejar que la vea; pero por muy brevetiempo. Acuérdese que ella está enferma y que no puedesalir de aquí hasta que no esté completamentedesintoxicada, hasta entonces la van a dar de alta». Laseguí por un pasillo largo. «Espérame aquí», dijo, y se fue para regresar con la Wendolyn. Cuando ella me vio, se rio
y le dio gusto, la enfermera nos dejó solos, ahí en las sillas
del pasillo. «Me quieren matar», me dijo la Wendolyn,temblorosa y con la vista como perdida, «estos cabrones,me quieren matar, sácame de aquí». Apenas y le pudeentender lo que me decía; parece ser que este cabrón delCarlos se la había vendido a la mafia, a ella, la Wendolyn,con el pretexto de dizque trabajar de artista, haciendo
películas, y al final lo que hizo sí fueron películas, pero porno. «Me tenían encerrada, me golpeaban, meinyectaban droga y luego me obligaban a hacer aquellocon perros, ¿tú crees?». Y se soltó llorando, así quedito
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como si tuviera miedo de que pudieran oírla. «Entonces
llegó ella, Thalía, quién sabe cómo me halló, iba con otroque la ayudaba, como que ella le había pagado y ahícomo pudieron me sacaron; pero entonces se armó la
balacera, mataron al muchacho que iba con nosotros.Thalía traía pistola y mató a uno de los cabrones ysalimos corriendo». Afuera, abajo, se ve el pueblo con sus
calles desteñidas y yo oyendo el sonsonete de su voz,imaginándome todo. «Ella y yo nos queríamos, nosamábamos, éramos como marido y mujer desde losquince años, casi desde que le entramos al talón,mira...», me enseñó un montón de cartas que Thalía lehabía escrito, cartas de amor, «pedazo de mi corazón,cielito, reina de mi vida». Quién sabe cuántas cosas le
decía y que se suelta llorando. «Toma los boletos», medijo, «y este dinero, por si te hace falta, y nos salimos delhotel donde le habían dicho que el vuelo a Colima salíaya casi. Se veía muy bonita, con el vestido aquél, verde,el del cuello blanco de encaje, el que le compraste enGuadalajara y traía zapatillas blancas...». Se veía tan sola
la Wendolyn, tan desamparada, que la tuve que abrazar,o a la mejor yo estaba igual; permanecimos abrazados,llorando, porque nos había dejado solos, solos sin suamor. «Sácame de aquí, me quieren matar». Saqué un
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fajo de billetes y le dije a la enfermera tenga pa' lo que sele ofrezca. «No aceptamos donativos en efectivo, señor, siquiere donar algo, diríjase al patronato». Ahí están losvolcanes siempre juntos, tan contrarios, y siempre uno
junto al otro, y yo aquí. ¿Qué quieren? Ni modo, yaestamos aquí y hay que seguirle.
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La publicación postuma de Nuestra Señora del Tívoli, de Salvador Márquez
Gileta, es un homenaje al escritor colímense cuya prosa se caracteriza por su
juventud, agudeza y espontaneidad. Chava Márquez nació en Colima el 24 de
Diciembre de 1947, y colaboró a lo largo de su vida en £/ Independiente, Cómo
hacer mejor, PalapayÁgora, suplemento cultural del Diario de Colima. Publicó
Lo pasión de la señorita Clara Rivas en 1987, y España, la calle en 1995. Murió
el 19 de junio de 1998. En el 2000 se publicó La más exquisita agonía.
Colima, 2008
Cuadernodenarrativacontiraje de 250 ejemplares.Diseño: Liliana Janet Rodriguez Ochoa.
Cuidado de edición: Carlos López y Gabriel Govea.EditadoenColima,Col., México.
Septiembre 2008.
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Salvador Márquez Gileta, ¿ra/ í ¿4 muerto hace diez años, vuelve a la escena literaria con «Nuestra e . /
^ ) Señora del Tívoli», un relato trepidante. Autor de una obra breve ' (
I * '* -La pasión de la señorita Clara Rivas (1985, 2001), España, la calle >£j 4 (1995) y La más exquisita agonía (2000)-, este escritor supo
' / ^ compenetrarse en el modo de ser colímense, con una mirada incisiva* '/" sobre la sociedad y su reflejo, el poder. La pluma de Chava Márquezffs *2T* delinea, con oficio, personajesenel límite, enuncontexto en el que i S ^ ,
£ t
se
privilegia el oído sobre la imaginación, la intuición sobre la?u<f
Lr "
fantasía. £«,m**
1* El autor de esta historia logra un retrato local que trasciende a c* *
^,0 <^' lo nacional. La terrible situación, latente, de las muertas de Ciudad "5v ' *fa J uárez, duro golpe a la conciencia de este país, se denuncia con toda §£^
sucrueldad desde susentrañas, lacorrupción, la miseria. *>. ~ 'Inédita hasta hoy, se pone en las manos de los lectores, para '*> ¿^
A "n*i° recordar a un narrador fundamental de Colima, alguien que sigue ^^h
9 viendo los problemas de este país como si estuviera vivo, lo que ¿o^Z*"*
'-<£ - comprueba la vigencia desuescritura, sucondición de demiurgo.
Carlos López ^<f
Universidad de Colima
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Archivo Histórico del Municipio de Colima
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