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San Marcos - Capitulo 2 Jesús sana a un paralitico 2.1 Con este milagro del paralitico perdonado y sanado, Jesús da tres respuestas a la vez: al enfermo, a sus amigos y a los fariseos. Al ver la fe de aquella gente. Son los amigos del paralitico, los que habían convencido a su compañero de que debía ir donde Jesús. Y Jesús premia su fe. Aparentemente al paralitico no había hecho más que consentir al viaje. De entrada Jesús le dice: Se te perdonan tus perdonados. ¡Qué palabras tan extrañas! ¿Cómo podría perdonar Jesús los pecados, si el hombre no es consciente de alguna falta y si, al mismo tiempo, no está arrepentido y en espera del perdón? Seguramente hay algo que el evangelio no dice. Seguramente hay algo que el evangelio no dice. Pero muchos textos del Antiguo Testamento destacan las relaciones complejas entre el pecado y la enfermedad. A menudo la enfermedad nos hace darnos cuenta de nuestra situación de pecador, y por su parte Jesús no quiere sanar sin primero haya una reconciliación con Dios. Jesús actúa como Dios: miró al pecador, le quitó sus complejos de culpabilidad y lo perdonó antes de sanarlo. ¡Feliz el que supo, por la mirada de Jesús y sus palabras, que ya estaba perdonado! Dios es quien vive y quien ama, y debemos encontrarlo en forma personal para que el perdón sea verdadero. Los fariseos se escandalizan por las palabras de Jesús; por supuesto que sólo Dios puede perdonar los pecados. La gente sencilla no reaccionó, pero la indignación de los maestros de

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Estudios de la Biblia Católica:- Jesús sana a un paralitico - Llamamiento de Leví - Le preguntan a Jesús sobre el ayuno - Señor del sábado

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San Marcos - Capitulo 2

Jesús sana a un paralitico

2.1 Con este milagro del paralitico perdonado y sanado, Jesús da tres respuestas a la vez: al enfermo, a sus amigos y a los fariseos.

Al ver la fe de aquella gente. Son los amigos del paralitico, los que habían convencido a su compañero de que debía ir donde Jesús. Y Jesús premia su fe.

Aparentemente al paralitico no había hecho más que consentir al viaje. De entrada Jesús le dice: Se te perdonan tus perdonados. ¡Qué palabras tan extrañas! ¿Cómo podría perdonar Jesús los pecados, si el hombre no es consciente de alguna falta y si, al mismo tiempo, no está arrepentido y en espera del perdón? Seguramente hay algo que el evangelio no dice. Seguramente hay algo que el evangelio no dice. Pero muchos textos del Antiguo Testamento destacan las relaciones complejas entre el pecado y la enfermedad. A menudo la enfermedad nos hace darnos cuenta de nuestra situación de pecador, y por su parte Jesús no quiere sanar sin primero haya una reconciliación con Dios.

Jesús actúa como Dios: miró al pecador, le quitó sus complejos de culpabilidad y lo perdonó antes de sanarlo. ¡Feliz el que supo, por la mirada de Jesús y sus palabras, que ya estaba perdonado! Dios es quien vive y quien ama, y debemos encontrarlo en forma personal para que el perdón sea verdadero.

Los fariseos se escandalizan por las palabras de Jesús; por supuesto que sólo Dios puede perdonar los pecados. La gente sencilla no reaccionó, pero la indignación de los maestros de la Ley es muy justificada, puesto que ni ellos ni los mimos discípulos de Jesús entienden quién es él. Jesús, sin embargo, los deja callados: Si yo doy la salud a lo divino, ¿Por qué no perdonaría a lo divino?

Jesús desconcierta a los que se preguntan quién es él. Mejor todavía, demuestra que sólo él puede sanar al hombre entero, en cuerpo y alma.

Llamamiento de Leví

13. Para entrar en la familia de Dios debemos cambiar nuestra manera de mirar las cosas y a las personas. Esta conversión no se nota tan fácilmente como la participación en los cultos, pero, aunque cueste más conseguirla, es de más valor.

Ante todo hay que liberarse de los prejuicios de clase. Dejemos de dividir a los hombres entre buenos y malos, entre los que se puede saludar y los que no; entre lo que se debe amar

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y ayudar y lo que no. Aprendamos que Dios no odia ni a los ricos no a los mal educados ni a los de izquierda ni a los de derecha, y que su plan misericordioso contempla la salvación de todos.

El Evangelio habla de los publicanos, o sea, de los que cobraban el impuesto para los romanos. Pues el país de Jesús estaba dominado por el Imperio Romano y los publicanos eran judíos que trabajaban para el extranjero. Los patriotas los consideraban traidores y el pueblo se daba cuenta de que se llenaban el bolsillo; hasta los mendigos se negaban a recibir sus limosnas. Y Jesús... Jesús no los alabó, pero escogió a uno de ellos, a Leví -Mateo, para incorporarlo al equipo de sus apóstoles, cuya mayoría eran patriotas decididos.

Los maestros de la Ley eran los que enseñaban la doctrina del judaísmo. Eran muy entendidos en cosas religiones y admiraban la doctrina de Jesús, pero no se atrevían a considerar como hermanos suyos a los publicanos y a los otros pecadores (o sea, gente que no tomaba en cuenta los preceptos de la religión).

Leví es el nombre natural del apóstol Mateo (Mt 9,9).

Le preguntan a Jesús sobre el ayuno

18. Muchos hombres de fe miraban a Jesús con simpatía. ¡Cómo les gustaba que renovara el fervor de su pueblo! Pero la misión de Jesús no era de reorganizar el culto y llenar las sinagogas.

Los fariseos ayunaban. El ayuno, signo de penitencia y de tristeza, apoyaba las suplicas dirigidas a Dios para que viniera a salvar a su pueblo. Pero precisamente Dios viene en Jesús: conviene más la alegría que el ayuno.

Los profetas habían anunciado las bodas de Dios con su pueblo cuando viniera a visitarlos (Is 62, 4-5). Por eso al presente, en esta ocasión, como el novio, Jesús da a entender quién es él.

¿Qué es el vino nuevo? El Evangelio, por supuesto, y la embriaguez del Espíritu Santo que lleva a los discípulos a cualquier locura para dar a conocer el amor del Padre y la libertad que ellos mismos han conseguido. Para entenderlo, leamos los Hechos de los Apóstoles y la vida de los Santos, de los verdaderos, desde luego, no de los santos tristes y fingidos.

Envases de cueros viejos: El Evangelio no encaja con las formas tradicionales de devoción, y tampoco entra en aquellos que se aferran a ellas.

Marcos quiere que descubramos la novedad absoluta que Jesús nos trae. Acabamos de verlo acogiendo a los marginados y a los pecadores. Un nuevo motivo de asombro: él no se

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presenta con oraciones y ayunos, según la costumbre de los grupos religiosos; y nuevamente lo veremos violar la ley sagrada del sábado, según las tradiciones de los fariseos. No digamos que Jesús sólo condena formas decadentes de piedad o a personas que aparentan ser lo que no son, pues aquí se opone incluso a Juan Bautista. Es que, en realidad, el Evangelio es mucho, más que una religión.

Una religión, en el sentido habitual de la palabra, es un conjunto de prácticas y oraciones con las cuales reconocemos que Dios es dueño del universo y de nuestras vidas. La religión establece un orden en nuestra vida y en la sociedad. Pero si nos quedamos con esa religión, ¿Qué idea nos hacemos de Dios? ¿Será realmente aquél al que Jesús decía: Abba, o sea, papito? ¡Qué hermoso y engrandecido aparece Dios, cuando ya no es el que se preocupa por la clase de carne y de vino que hay en mi mesa o por el número y los tiempos de mis oraciones y genuflexiones! El quiere darnos el Espíritu, y por más que sean útiles las pertinencias, el Espíritu no se encierra en ellos.

Señor del sábado

23. A todos les parecía normal que el transeúnte arrancara espigas o tomara frutas cuando tenía hambre. Sin embargo los fariseos se escandalizaban porque los discípulos de Jesús hicieron eso es día sanado, día en que estaba prohibido cualquier trabajo. Según sus tradiciones, porque solo estaba prohibido con la hoz.

El sábado ha sido hecho para el hombre. No vale ninguna ley, por sagrada que sea, si se vuelve opresora.

El Hijo del Hombre también es dueño del sábado. Para los judíos la observancia del sábado era el pilar de le orden establecido por Dios; ¿Quién se creía sr Jesús?