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¿Sancionamos a Rusia? Tras el fin de la Guerra Fría, una veintena de países que habían estado en la órbita de la Unión Soviética o dentro de ella, pasaron a convertirse progresivamente en socios del Consejo de Europa. De los diez miembros de su fundación en 1949 se llegó a los 47 actuales como consecuencia del sentido común y del esfuerzo de los nuevos socios para adaptarse a las demandas de democracia. Fue precisamente el Consejo de Europa quien facilitó que muchos de esos países del Este pudieran convertirse más tarde en miembros de pleno derecho de la Unión Europea, lo que contribuyó, por ejemplo, a enterrar los fantasmas nacionalistas y xenófobos de la guerra de la antigua Yugoslavia, donde dos de sus partes integrantes son parte actual de la UE (Eslovenia y Croacia). Sin embargo, no todo han sido aciertos. Desde la caída del Muro de Berlín, Europa adoleció de una visión estratégica en el largo plazo que nos habría evitado algunos de los problemas que padecemos en la actualidad. Dicha visión estratégica debería haber visto a Europa más allá de las barreras naturales o de los factores religiosos. Por ello, creo que nos equivocamos con Rusia. Le excluimos de nuestro proyecto europeo y ahora estamos viendo las consecuencias. Por mi experiencia como observador de países en vías de democratización, he comprobado que la exclusión sólo lleva al resentimiento. A lo largo de 2014, Rusia rompió los principios elementales de la coexistencia pacífica entre estados donde las fronteras y la ley internacional son inviolables. Ucrania es clave para los rusos y para nosotros. Rusia se siente demasiado grande como para no tener un papel lo suficientemente relevante en una Europa ampliada o para sentirse ignorada. Tratar a Rusia asimétricamente, considerándola más intrusa que socia, sólo alimentará su desconfianza. No es bueno para nadie que unos países se sientan incómodos en sus relaciones con la mayoría de sus vecinos. Yo no hablo de aplicar una política de “apaciguamiento” por parte de Europa, sino que debemos ser promotores y garantes de la unidad, como equilibradores y conciliadores entre países.

Sancionamos a Rusia-Articulo Pedro Agramunt

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Analisis de Pedro Agramunt para el diario ABC

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Page 1: Sancionamos a Rusia-Articulo Pedro Agramunt

¿Sancionamos a Rusia?Tras el fin de la Guerra Fría, una veintena de países que habían estado en la órbita de la Unión Soviética o dentro de ella, pasaron a convertirse progresivamente en socios del Consejo de Europa. De los diez miembros de su fundación en 1949 se llegó a los 47 actuales como consecuencia del sentido común y del esfuerzo de los nuevos socios para adaptarse a las demandas de democracia.

Fue precisamente el Consejo de Europa quien facilitó que muchos de esos países del Este pudieran convertirse más tarde en miembros de pleno derecho de la Unión Europea, lo que contribuyó, por ejemplo, a enterrar los fantasmas nacionalistas y xenófobos de la guerra de la antigua Yugoslavia, donde dos de sus partes integrantes son parte actual de la UE (Eslovenia y Croacia).

Sin embargo, no todo han sido aciertos. Desde la caída del Muro de Berlín, Europa adoleció de una visión estratégica en el largo plazo que nos habría evitado algunos de los problemas que padecemos en la actualidad. Dicha visión estratégica debería haber visto a Europa más allá de las barreras naturales o de los factores religiosos.

Por ello, creo que nos equivocamos con Rusia. Le excluimos de nuestro proyecto europeo y ahora estamos viendo las consecuencias. Por mi experiencia como observador de países en vías de democratización, he comprobado que la exclusión sólo lleva al resentimiento.

A lo largo de 2014, Rusia rompió los principios elementales de la coexistencia pacífica entre estados donde las fronteras y la ley internacional son inviolables. Ucrania es clave para los rusos y para nosotros. Rusia se siente demasiado grande como para no tener un papel lo suficientemente relevante en una Europa ampliada o para sentirse ignorada.

Tratar a Rusia asimétricamente, considerándola más intrusa que socia, sólo alimentará su desconfianza. No es bueno para nadie que unos países se sientan incómodos en sus relaciones con la mayoría de sus vecinos. Yo no hablo de aplicar una política de “apaciguamiento” por parte de Europa, sino que debemos ser promotores y garantes de la unidad, como equilibradores y conciliadores entre países.

Europa y, concretamente, Francia y Alemania juegan un papel fundamental en la reconciliación del Este de Europa, como Polonia, Países Bálticos o Ucrania, con Rusia. La reconciliación entre Rusia y Polonia no sólo es necesaria, sino también posible, como lo fue la reconciliación entre Alemania y Francia en las décadas de 1950 y 1960.

Si Europa crea una alianza anti-rusa, sólo provocará un peligroso resentimiento mutuo. Europa no se podría haber desarrollado sin la reconciliación franco-alemana y ahora la estabilidad no se alcanzará hasta que no se logre la reconciliación ruso-polaca, iniciada en 1989, pero agrietada en los últimos años.

Por ello, ahora que en la semana del 26 de enero vamos a discutir la aplicación de sanciones a Rusia en el Consejo de Europa, como las aprobadas el pasado abril y que dejaron a Rusia fuera de la institución, es momento de acreditar que compartimos los mismos valores. Resulta importante para Rusia y Occidente mantener el diálogo en tiempos difíciles y la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa es el lugar apropiado para poner en práctica la “diplomacia parlamentaria” en el órgano que representa a millones de europeos.

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La aplicación de la democracia occidental mediante la imposición o, por el contrario, a través de la exclusión en sociedades sin modelos preexistentes puede desembocar en un rechazo a los valores occidentales, resultando dicha actitud tan peligrosa como la condición original que se pretende cambiar.

Pedro Agramunt

Presidente del Grupo PPE-CD en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa