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SATANAS Qué invitado de lujo tenemos hoy, ¿eh? Y, así es la vida: el sexo y la violencia venden y hay que atraer lectores; y ya que hay que traer a representantes del Mal, no nos gastemos con vulgares pinches de la talla de Adolf Hitler, Pablo Escobar Gaviría y el Papa Inocencio III, todos los cuales apestaban abundantemente a azufre sin duda, pero no dejaban de ser simples y mediocres segundones y además tienen el leve defecto de estar finados, putrefactos y posiblemente retornados allí de donde vinieron. Iba a decir que volvieron al polvo del que eran originarios, pero muchos argentinos tendrían una peculiar interpretación del vocablo polvo, un tanto distinta de la que pretendemos darle aquí... Como sea, si nos atenemos estrictamente a la teoría, los tres citados personajes, más otros que han hecho similares méritos para ello, estárán ocupados rostizándose en el espetón del caballero de quien nos ocuparemos en el presente artículo y que siempre tiene tiempo para atendernos... mal que nos pese. Los cristianos tenemos motivos para tener, incluso, cierto aprecio por don Satanás. ¿Qué sería de nosotros sin él? Fue gracias a sus malandanzas de las que solemos ser tan voluntarios y entusiastas partícipes, que tuvimos de visita a Jesús. Los no creyentes, en cambio, afirman que Satanás no existe, y tienen razón; pero que lo hay, lo hay, y hoy lo tenemos aquí, donde repasaremos algunos hitos de su voluminoso curriculum vitae, y como somos imparciales, hasta le daremos oportunidad de defenderse de unas cuantas acusaciones que pesan contra él. Prueba de tal absoluta imparcialidad es que, por ahora, no está enchufada la silla eléctrica en la que gentilmente lo hemos invitado a sentarse... Antes que nada, empecemos diciendo que la imagen de Satanás ha calado tan hondo en la imaginación humana, que solemos dar por sentado que todas las mitologías tuvieron una deidad equivalente, un dios que era en sí mismo la encarnación del mal; lo que en general no es cierto. En la mitología grecorromana, por ejemplo, no hay nada semejante,

Satanas

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SATANAS

Qué invitado de lujo tenemos hoy, ¿eh? Y, así es la vida: el sexo y la violencia venden y hay que atraer lectores; y ya que hay que traer a representantes del Mal,

no nos gastemos con vulgares pinches de la talla de Adolf Hitler, Pablo Escobar Gaviría y el Papa Inocencio III, todos los cuales apestaban abundantemente a

azufre sin duda, pero no dejaban de ser simples y mediocres segundones y además tienen el leve defecto de estar finados, putrefactos y posiblemente retornados allí

de donde vinieron. Iba a decir que volvieron al polvo del que eran originarios, pero muchos argentinos tendrían una peculiar interpretación del vocablo polvo, un tanto distinta de la que pretendemos darle aquí... Como sea, si nos atenemos

estrictamente a la teoría, los tres citados personajes, más otros que han hecho similares méritos para ello, estárán ocupados rostizándose en el espetón del

caballero de quien nos ocuparemos en el presente artículo y que siempre tiene tiempo para atendernos... mal que nos pese. Los cristianos tenemos motivos para tener, incluso, cierto aprecio por don Satanás. ¿Qué sería de nosotros sin él? Fue

gracias a sus malandanzas de las que solemos ser tan voluntarios y entusiastas partícipes, que tuvimos de visita a Jesús. Los no creyentes, en cambio, afirman que

Satanás no existe, y tienen razón; pero que lo hay, lo hay, y hoy lo tenemos aquí, donde repasaremos algunos hitos de su voluminoso curriculum vitae, y como somos

imparciales, hasta le daremos oportunidad de defenderse de unas cuantas acusaciones que pesan contra él. Prueba de tal absoluta imparcialidad es que, por

ahora, no está enchufada la silla eléctrica en la que gentilmente lo hemos invitado a sentarse...

Antes que nada, empecemos diciendo que la imagen de Satanás ha calado tan hondo en la imaginación humana, que solemos dar por sentado que todas las mitologías tuvieron una deidad equivalente, un dios que era en sí mismo la

encarnación del mal; lo que en general no es cierto. En la mitología grecorromana, por ejemplo, no hay nada semejante, y por otra parte todos sus dioses y diosas

tenían su lado oscuro. Un dios como Apolo podía ser lo mismo un benévolo protector de las artes que un vengativo mal perdedor que reservaba castigos

espantosos a quienes osaran superarlo, como lo vimos cuando, al hablar del orgullo y la soberbia, recordábamos su ira al ser derrotado por el sátiro Marsias y por el

dios Pan en sendos duelos musicales. Su hermana Artemisa o Diana también podía parecer buena chica y hasta serlo muy a menudo, pero cuando se enojaba era cruel como el mismo Diablo; y dio muestras de ello, por ejemplo, cuando ofendida por el cazador Acteón -quien, dicho sea de paso, no tenía la menor intención de ofenderla aunque, claro, eso de andar espiando a una diosa desnuda, admitámoslo, no suena muy santo que digamos- lo convirtió en ciervo, haciendo que su propia jauría de

perros de caza le dieran muerte sin reconocerlo.

La mitología egipcia, por su parte, no reconocía dioses del mal en su forma original. Y sin embargo, en la mentalidad popular, una divinidad pasó a ocupar, con el tiempo, un rol muy similar al que Satanás ocupa en el judeocristianismo:

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Seth.

En el culto oficial egipcio, Seth no desempeñaba papel maligno alguno. Muy por el contrario, era un dios guerrero que, de pie en la proa de la barca solar, luchaba

contra la tenebrosa serpiente Apofis y otros seres de la oscuridad. Su papel, en una palabra, era el de un disipador de las tinieblas, no el de un representante de las

mismas. Pero la religión oficial es una cosa; lo que cree el pueblo, otra. Incluso en nuestros días, mucha gente supuestamente cristiana no sólo reza a Jesús, sino

también a Gilda, la Difunta Correa, el Gauchito Gil o San La Muerte, ninguno de los cuales ha sido canonizado por la Iglesia, que no reconoce su culto. De la misma

forma, en el antiguo Egipto, una leyenda independiente del culto oficial hacía a Seth enemigo y asesino del dios más querido por el pueblo: Osiris. No está claro el origen de esta leyenda, que es muy antigua, pero se cree que surgió a consecuencia de las luchas entre nomos o reinos predinásticos, cada uno de los cuales tendría un dios tutelar, y El dios de los enemigos a menudo se transforma en el dios enemigo,

como dicen Etienne Drieton y Jacques Vandier en su Historia de Egipto. Para desgracia del desafortunado Seth, los hicsos, que invadieron Egipto a partir del

año 1.720 A.C., lo identificaron con su dios Baal y hasta le erigieron algún templo en su capital, Avaris; y cuando los hicsos fueron expulsados, la impopularidad de

Seth era ya demasiada entre las clases bajas. A partir del reinado de Horemheb, se intentó remontar un poco el prestigio de Seth; varios faraones, incluso, llevaron

nombres que incluían el de este dios, como Sethi I y II o Sethnakht. Pero era demasiado tarde: Seth había sido ya identificado como Dios del Mal.

Más arriba hacíamos mención a una serpiente maligna, Apofis, y de ésa pasamos a otra, la del Libro del Génesis. Hay quienes piensan que la identificación bíblica de la serpiente como un ser maligno era una forma de condenar ciertos cultos sirios en los que ese animal cumplía un rol preponderante, pero en lo personal pienso

que es una conclusión un tanto apresurada y que, para el caso, la influencia podría

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ser egipcia. Que los israelitas hayan estado cautivos en Egipto no es algo aceptado por todos los historiadores, pero sí que hubo cierto contacto entre unos y otros y,

de hecho, se sabe hoy que Moisés es un nombre egipcio, no hebreo. ¿Será entonces la serpiente del Génesis un vestigio de la Apofis egipcia? Quien sabe, pero

volvamos a la historia bíblica por lo demás muy conocida: Dios le dijo a Adán y Eva que comieran del fruto de todos los árboles, excepto de uno, el árbol del

conocimiento del bien y del mal, y todo fue bien hasta que la serpiente se metió en el asunto, y tentados por ella los muy gilastrunes, como si llevaran semanas en

ayunas, se lanzaron sobre el fruto prohibido con entusiasmo digno de mejor causa. Entonces vino el Todopoderoso y fue previsible que rodarían cabezas, y todos

empezaron a echarse culpas mutuamente, salvo, ¡bravo por ella!, la serpiente, que se la bancó como macho y no dijo ni pío. Es cierto que tampoco tenía a quién

culpar con fundamento, pero no lo es menos que ese detalle no suele desalentar a quienes sienten urgencia por endosar a otros las manchas de su conciencia.

Tenemos, entonces, un primer punto a favor de Satanás, en quien se ha querido ver a la serpiente del Edén: será mentiroso, malo y todo lo que se quiera, pero lo

admite. ¿O no? Y, quién sabe. Después de todo, no se presentó bajo su forma auténtica, sino bajo la de un inocente animalito, rastrero y venenoso, sí, pero igual mucho menos que unos cuantos bípedos implumes de los que pululan en nuestras

junglas de cemento.

Pero de cualquier manera, tenemos otra versión del relato bíblico del Edén, en el

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que los hechos se ven desde otra óptica y muestran a la serpiente desde un ángulo más favorable. Encontramos ese relato en la Hipóstasis de los arcontes, un texto

gnóstico que data, según se cree, del siglo II de la era cristiana. En dicho texto no se habla ya de Dios sino de las potestades o arcontes, que son los que crean al

hombre a su imagen y semejanza; uno de ellos hace de líder del grupo:

...Su jefe está ciego; debido a su poder y a su ignorancia y por su orgullo dijo con su Poder: "Yo soy dios, y ninguno hay fuera de mí". Al decir esto, pecó contra el Todo.

Y esta palabra llegó hasta la Incorruptibilidad. Entonces, de la Incorruptibilidad surgió una voz que dijo: "Estás equivocado, Samael (que es el dios de la ceguera)"...

Sigue el relato con la creación del hombre por parte de estas potestades. La intervención de la serpiente figura más adelante y se describe de esta manera:

...Entonces, el Principio Espiritual Femenino penetró en la serpiente, El Instructor, y les enseñó diciéndoles: "¿Acaso que de todo árbol que está en el paraíso comerás,

pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas?". Respondió la mujer carnal: "No dijo solamente no comer, sino también: No lo toques, pues el día que

comiereis de él moriréis de muerte". Y la serpiente, el Instructor, dijo: "No moriréis de muerte; esto os lo ha dicho porque es envidioso. Más bien se abrirán vuestros ojos

y llegaréis a ser como dioses, conocedores del bien y del mal". Y el Principio Instructor Femenino se salió de la serpiente y la abandonó como cosa ya puramente

terrestre. Entonces la mujer carnal tomó del árbol y comió, y ofreció a su marido junto a ella. Y estos seres que poseían sólo un alma comieron...

Hemos tomado el texto de Los Evangelios gnósticos, recopilación de David Gerz publicada por Editorial Sirio, S.A. En esta versión, la serpiente no tiene nada que

ver con Satanás; quien más bien se parece a este último es el arconte después llamado Samael, sobre todo por su actitud soberbia que nos recuerda el episodio

más famoso protagonizado por el Príncipe de las Tinieblas: la rebelión contra Dios.

link: http://www.youtube.com/watch?v=vMCyhPKyIuc&feature=player_embedded

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En la Biblia, efectivamente, unos versículos del Libro de Isaías que originalmente iban dirigidos a un rey de Babilonia se interpretan desde hace ya mucho tiempo de

forma muy distinta:

...¡Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la Aurora!... Te decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono...

Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al Altísimo...

Tal vez porque tanta ambición sonaba delirante en un simple mortal, por muy poderoso monarca que fuera, la tradición aplicó estos versículos a un ser muy distinto: Lucifer, un ángel cuyo nombre evocaba precisamente el del lucero del

alba. A partir de allí, Lucifer pasó a ser conocido como el rebelde a Dios por excelencia; la más bella y luminosa criatura imaginable pero que, en razón de tales

dotes, se llenó de soberbia y se creyó igual a Dios. Arrojado de los cielos, se convirtió en Satán o Satanás, "el enemigo"; Carlos Frisas, en el primer volumen de sus Historias de la historia, nos cuenta una leyenda según la cual, en el momento en que iniciaba su descenso hacia los abismos infernales, volvió la vista hacia el ángel

que había delatado ante el Señor sus planes subversivos, el cual empalideció terriblemente, convirtiéndose desde entonces en el ángel de la muerte. Y acerca de

cómo llegó Satanás a reinar entre los demonios hay dos versiones. Según una de ellas, otros ángeles pecaron independientemente después que él al desear

carnalmente -y no quedarse en los simples deseos- a las mujeres humanas; pero por supuesto, la más espectacular, la que más aceptación encontró en general en nuestro inconsciente, es aquélla que presenta al propio Lucifer encabezando una rebelión entre los mismísimos ángeles, la cohorte celestial de Dios. Más tarde se

calculará que dicha rebelión alcanzó a la tercera parte de las huestes angelicales, desatándose una gran batalla en el firmamento que culminó, por supuesto, con la derrota de los sublevados. En 1564 Jean Wier, más preciso, determinó en su obra De praestigis daemonum et incentationibus ac veneficiis que hay 7.409.127 diablos bajo el mando de 70 príncipes. Nada como un buen censo, ¿eh? Pero algún error

de burocracia debe haber ocurrido, porque algunos años más tarde la cantidad de diablos era algo menor: 7.405.929, y los príncipes, en cambio, habían aumentado:

ahora eran 72.

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Según afirma Jorge Blaschke en su libro La historia secreta de Satán, aunque muchos escritores consideraron meras fantasías las historias acerca del diablo,

hubo otros, como Giovanni Papini, que nunca negaron su existencia y llegaron a señalar la necesidad de Satán, ya que "Satanás es el adversario; pero sin adversario

no habría lucha, y sin lucha, no habría (para Dios) victoria ni gloria". Papini acusará al cristianismo de no ser verdaderamente cristiano con Satán, ya que no lo

perdona y lo rehuye, cuando debería amarse por el solo hecho de ser la criatura más desdichada de toda la creación. Considera el escritor que sólo el amor puede salvarlo y ayudarlo, y destaca textualmente, "Tal vez el diablo no espere sino un impulso de nuestra caridad para hallar en sí mismo fuerzas con que renegar de su

odio, es decir, para liberar al mundo todo del señorío del mal".

Al menos en principio, Papini hacía suya la frase de Santa Teresa de Jesús: Si Satanás pudiese amar, dejaría de ser malo. Ahora bien, si la idea es compadecerse

de Lucifer, el ángel rebelde, nada mejor que remitirse al inicio de El Paraíso perdido, el monumental poema de John Milton, que principia justamente con los sublevados precipitados a los Infiernos tras su derrota. Así describe la escena el

autor:

La potestad suprema le arrojó de cabeza, envuelto en llamas, desde la bóveda aérea;

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repugnante y ardiendo, cayó en el abismo sin fondo de la perdición, para permanecer allí cargado de cadenas de diamante, en el fuego que castiga; él, que había osado

desafiar las armas del Todopoderoso, permaneció tendido y revolcándose en el abismo ardiente, juntamente con su banda infernal, nueve veces el espacio de tiempo que miden el día y la noche entre los mortales, conservando, empero, su inmortalidad.

Su sentencia, sin embargo, le tenía reservado mayor despecho, porque el doble pensamiento de la felicidad perdida y de un dolor perpetuo le atormentaba sin tregua.

Pasea en torno suyo sus ojos funestos, en que se pintan la consternación y un inmenso dolor, juntamente con su arraigado orgullo y su odio inquebrantable.

De una sola ojeada, y atravesando con su mirada un espacio tan lejano como es dado a la penetración de los ángeles, vio aquel lugar triste, devastado y sombrío; aquel antro horrible y cercado, que ardía por todos lados como un gran horno. Aquellas

llamas no despedían luz alguna; pero las tinieblas visibles servían tan sólo para descubrir cuadros de horror, regiones de pesares, oscuridad dolorosa, en donde la paz

y el reposo no pueden habitar jamás, en donde no penetra ni aun la esperanza, ¡la esperanza que dondequiera existe!, pero sí suplicios sin fin, y un diluvio de fuego,

alimentado por azufre, que arde sin consumirse.

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A veces, la misma Biblia muestra a Satanás de una forma bastante menos siniestra de lo que podríamos imaginar; en el Libro de Job, por ejemplo. Tras describir a

Job como un hombre próspero, justo y temeroso de Dios, el autor muestra a Satanás presentándose ante el trono de Dios, a quien responde, cuando le

pregunta, que viene "de recorrer la Tierra y pasearse por ella", como con jactancia,

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un poco dando a entender que ha logrado corromper a toda la Humanidad. Entonces viene la réplica de Dios: no a toda la Humanidad. Allí está Job, recto fiel

del Señor, siempre cuidando de no ofenderle. Satán no está tan de acuerdo: «¿Acaso Job teme a Dios desinteresadamente? ¿No lo has rodeado de un cerco de protección a él, a su familia y a todo cuanto tiene? Has bendecido el trabajo de sus

manos y sus rebaños hormiguean por el país. Pero extiende tu mano y toca sus pertenencias. Verás si no te maldice en tu propia cara.» Y para probar a Job, Dios concede a Satán poder para dañarlo, pero respetando su persona... Para qué lo

habrá dicho: acto seguido, al pobre Job le sobreviene calamidad tras calamidad, pareciendo ya cosa de chiste negro: que los sabeos se llevaron el rebaño de bueyes, que los caldeos se llevaron los camellos, que cayó fuego del cielo incinerando vivos

a los hijos... ¡Y siempre logra escapar únicamente un puto mensajero, que ni siquiera le hace a Job el favor de extraviarse en el desierto, cosa de que la mala

noticia demore al menos un poco en llegar!

Parecen demasiadas desgracias juntas, pero hay que reconocer que Job las aguanta con bastante filosofía, en medio de todo: Desnudo salí del vientre de mi madre, desnudo allí regresaré; alabado sea el Nombre del Señor. ¿C'est finis?... ¡Qué va! No tiene mejor ocurrencia Satán que presentarse de nuevo ante Dios,

mezclado entre los ángeles. De nuevo la pregunta, de nuevo la respuesta: viene de recorrer la Tierra y pasearse por ella. Entonces saca Dios a relucir el fracaso del Maligno en su intento de volcar a Job al pecado... Y la respuesta de Satán no se

hace esperar: ¡Extiende tu mano y toca sus huesos y su carne, y verás si no te maldice a la cara! Dios le concede entonces permiso para dañar físicamente a Job,

pero respetando su vida

Así que una vez más acude Satanás a hacerle un poco de indeseable compañía al pobre Job, dañándolo con alguna especie de afección a la piel; nada grave

seguramente, pero molesta como el mismo diablo que la provocó... Pero nuevo fracaso: Job persiste en su lealtad a Dios, pese a que Satán encuentra un

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inesperado aliado en la propia mujer de Job (No hay remedio, parece que el bello sexo está condenado a oler a azufre).

En este texto bíblico, Satanás, aunque un poco arrogante, da la impresión de ser un siervo más de Dios, de cuyo permiso necesita para causar mal en el mundo. Viene a ser, quizás, quien en la burocracia celestial está encargado del trabajo sucio. A lo

largo de la Historia, en efecto, no fueron pocos quienes llegaron a conclusiones similares. Entre algunos de los más recientes podemos encontrar a Jean Markale, quien en Los rebeldes de Dios afirma que sin su contrario, Dios (cualquiera sea el

nombre que se le adjudique) no puede saber que es. Y el universo, con todas las criaturas que lo habitan, no existiría en una fuerza de no-existencia. Por eso se puede pensar que la rebelión de los ángeles fue programada por el Creador: era necesaria.

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Jorge Blaschke lleva el asunto más lejos. En La Historia Secreta de Satán sostiene:

¿Para qué quiere un Dios todo bondad crear a un ser maligno que provoqu sufrimiento a los seres humanos y los induzca a matar, torturar y guerrear los uno

contra los otros? ¿Dónde está el Dios perfección absoluta y amor perenne qu anuncian los Evangelios? Es evidente que de lo contrario Dios habría aniquilado Satán, lo que nos lleva a pensar que como criatura de Dios no puede ser aniquilad

por éste, ya que Dios no puede negar su creación sin negarse a sí mismo. Esto l obliga a transigir con el diablo y otorgarle su lugar en el mundo.

La Cábala, sistema místico de interpretación de las Sagradas Escrituras, tambié se muestra bastante benevolente en su opinión sobre Satanás y el Mal en general

Al primero se lo llama Lucifer o Samael y se le concede incluso una oportunidad d redención, proporcional a su estado de sumisión en el fin de los tiempos. Además

se lo absuelve de algunos de los cargos en su contra, como traer la muerte a mundo. De hecho, para la Cábala la muerte es un mero proceso natural y no tien

nada que ver con el Mal.

Claro que ésa no es la imagen de Satanás que cuenta con más adeptos entre lo seres humanos. Hemos hecho de él un Cuco o un Hombre de la Bolsa. Peo

todavía, le hemos echado todas nuestras culpas... Y a veces pagamos por todo ell con una tarifa de temor. Fue lo que ocurrió, por ejemplo, el 8 de febrero de 1855

cuando luego de una noche en que cayó en Devonshire, Inglaterra, una nevad especialmente copiosa, se descubrieron en la nieve unas huellas que no resultaro

del todo identificables y que se atribuyeron a una criatura bípeda. Cuando

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además alguien les halló forma de pata hendida cundió el pánico ante la general convicción de que el Diablo había recorrido Devonshire durante la noche. Cuando

acabó ese día y volvió a oscurecer, todos los habitantes del condado se habían encerrado en sus casas por temor a encontrarse con el Príncipe de las Tinieblas. Y

es que en definitiva, si lo pensamos, somos mucho más culpables que el propio Satanás, quien en el peor de los casos podrá ser un mercachifle que vende

mercancía de dudosa procedencia, pero que no haría su negocio si no contara con tantos buenos clientes entre la estirpe humana. No en vano el capítulo XXI de Don

Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, nos muestra de forma muy poco halagüeña frente al Diablo y sus legiones.

En dicho capítulo se narra la historia de Miseria, un herrero viejo y taimado a cuyo establecimiento van a dar Jesús y San Pedro para que le ponga una nueva

herradura a la mula con la que viajan, obteniendo en premio por sus servicios tres dádivas. Desoyendo la recomendación de San Pedro, quien le sugiere pedir el Paraíso, Miseria pide tres deseos de lo más absurdos, el último de los cuales

consiste en que nadie que entre en su tabaquera pueda salir sin su consentimiento. Una estratagema le permite encerrar en esa tabaquera a Satanás y sus huestes

infernales. a quienes durante bastante tiempo maltrata golpeándolos a martillazos contra el yunque. Pero hete aquí que por estar prisioneros de esta forma, los

demonios no pueden ya esparcir el mal, por lo que ya no hay crímenes; y cuando trasciende la razón, quienes dependen del crimen para ganarse la vida, como

policías y abogados, se enfurecen con Miseria, a quien intiman a poner en libertad a sus desdichados cautivos, a quienes bien les cuadra la descripción de pobres

diablos. No teniendo más remedio que obedecer, Miseria les da una última paliza y los libera, con lo que el mundo se llena de nuevo de crímenes y maldades; pero

aquí no acaba la cosa. Tras una vida particularmente larga, Miseria, cansado de su existencia mortal, decide pasar a mejor vida. Pero no lo quieren en el Cielo, porque

no se lo ganó; ni en el Purgatorio, porque allí sólo pueden estar las almas de quienes algún día irán a parar al Cielo; ni mucho menos en el Infierno, donde los

diablos le cierran las puertas y se atrincheran por temor a que vuelva a

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encerrarlos y a darles palizas. Y es por eso que Miseria, La Miseria, quedó en este mundo para aflicción de la Humanidad, que jamás podrá librarse de ella. ¿Qué mejor prueba de que, haciendo el Mal, somos peores que todos los demonios del

Infierno juntos?...

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FUENTES CONSULTADAS (esta lista no sigue un orden espefícico): LA HISTORIA SECRETA DE SATÁN, Jorge Blaschke, I.S.B.N. 978-84-7927-871-7, Ediciones Robinbook, s.l., Barcelona (2007); EL CÓDIGO DE LA BIBLIA, Arturo Guzmán Balaguer y Joaquín Zorrilla Albornoz Ediciones Lea S.A., Ciudad de Buenos Aires (2004), LOS EVANGELIOS GNÓSTICOS recopilados por David Gerz, I.S.B.N. 84-7808-433-9, Editorial Sirio, S.A., Barcelona (2004); LOS REBELDES DE DIOS, Jean Markale, I.S.B.N. 950-02-6397-1, Editorial El Ateneo, Ciudad de Buenos Aires (2003); HISTORIA DE EGIPTO, Etienne Drioton y Jacques Vandier, I.S.B.N. 950-23-0051-3, Editorial Universitaria de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires (1986); LA CÁBALA, Z'ev Ben Shimon Halevi, I.S.B.N. 84-7444-351-2, Editorial Debate, S.A., Madrid (1979); EL PARAÍSO PERDIDO, John Milton, Editorial Ramón Sopena, Barcelona (1971); HISTORIAS DE LA HISTORIA, Carlos Frisas, I.S.B.N. 950-19-0370-9, publicada con licencia editorial para Círculo de Lectores por cortesía de Editorial Planeta S.A., Ciudad de Buenos Aires (1983); ENCICLOPEDIA DE LOS MONSTRUOS, Daniel Cohen, I.S.B.N. 968-890-035-4, Editorial Diana, S.A., Ciudad de México (1989); LA BIBLIA.

http://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/16562514/Satanas.html