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Saxe-fernández - Tercera Vía y Neoliberalismo

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  • el mundo del siglo xxi

    COORDINADOR

    Daniel Cazs Menache

    FUNDADOR

    Pablo Gonzlez Casanova

    CONSEJO EDITORIAL

    Pablo Gonzlez CasanovaDaniel Cazs Menache

    John Saxe-FernndezMaya Aguiluz Ibargen

    COMIT EDITORIAL DEL CEIICH

    Hugo Archiga UrtuzusteguiNorma Blazquez Graf

    Daniel Cazs MenacheEnrique Contreras SurezRolando Garca Boutigue

    Alejandro Labrador SnchezRogelio Lpez TorresJohn Saxe-Fernndez

    Guadalupe Valencia Garca

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  • TERCERA VA YNEOLIBERALISMO

    Un anlisis crtico

    por

    JEREMY LESTER JOS GANDARILLA BOGDAN DENITCHBEATRIZ STOLOWICZ MASSIMO MODONESI

    FERNANDO MARTNEZ HEREDIA ATILIO A. BORNJULIO GAMBINA JEFF FAUX MANUEL MONEREO EMIR SADER

    GUILLERMO GUAJARDO ERIC TOUSSAINT JOHN SAXE-FERNNDEZ GIAN CARLO DELGADO-RAMOS

    GUILLERMO ALMEYRA

    coordinado porJOHN SAXE-FERNNDEZ

    sigloveintiunoeditores

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  • siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIN COYOACN, 04310, MXICO, D.F.

    siglo xxi editores argentina, s.a.LAVALLE 1634, 11 A, C1048AAN, BUENOS AIRES, ARGENTINA

    portada de ivonne murilloedicin al cuidado de victoria schussheim

    primera edicin, 2004 siglo xxi editores, s.a. de c.v.en coedicin con el centro de investigaciones interdisciplinarias

    en ciencias y humanidades, unamisbn 968-23-2505-6

    derechos reservados conforme a la leyimpreso y hecho en mxico/printed and made in mexico

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  • En EL MUNDO DEL SIGLO XXI se publican algunasobras significativas de pensadores contempor-neos que, desde distintos espacios sociales, pol-ticos y acadmicos, estudian los problemas loca-les, nacionales, regionales y globales queconstituyen la compleja agenda de nuestrotiempo.

    Las primeras veinte obras que rene esta colec-cin son una muestra de la variedad de puntosde vista con que se observan y analizan la condi-cin global del mundo y los intensos cambiosexperimentados en los ltimos decenios en lasociedad, la economa, la poltica y la cultura.

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  • NDICE

    PREFACIO 1

    EL SENTIDO COMN, LA REALIDAD Y LA TERCERA VA: LA ILUSINDE UNA ALTERNATIVA AL NEOLIBERALISMO,por JEREMY LESTER 9

    DE QU HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE LA GLOBALIZACIN?UNA INCURSIN METODOLGICA DESDE AMRICA LATINA,por JOS GANDARILLA 35

    ALTERNATIVAS A LA TERCERA VA,por BOGDAN DENITCH 70

    LOS DESAFOS DE LA IZQUIERDA PARA CONSTRUIR ALTERNATIVAS

    por BEATRIZ STOLOWICZ 82

    IZQUIERDA INSTITUCIONAL VS. IZQUIERDA SOCIAL,por MASSIMO MODONESI 89

    LA ALTERNATIVA CUBANA,por FERNANDO MARTNEZ HEREDIA 102

    LA TERCERA VA QUE NO FUE: REFLEXIONES SOBRELA EXPERIENCIA ARGENTINA,por ATILIO A. BORN Y JULIO GAMBINA 129

    LA TERCERA VA HACIA NINGUNA PARTE:LAS LECCIONES DE LA PRESIDENCIA DE CLINTON,por JEFF FAUX 178

    NEOLIBERALISMO Y TERCERA VA:UNA REFLEXIN DESDE LA IZQUIERDA EUROPEA,por MANUEL MONEREO 201

    [ix]

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  • HEGEMONA Y CONTRAHEGEMONA PARA OTRO MUNDO POSIBLE,por EMIR SADER 214

    LA BRECHA CON EL MUNDO DESARROLLADO:ALTERNATIVAS, ORTODOXIAS Y SUBVERSIONES EN AMRICA LATINA,por GUILLERMO GUAJARDO 233

    GARANTIZAR PARA TODOS LA SATISFACCIN

    DE LAS NECESIDADES HUMANAS FUNDAMENTALES

    Y SALIR DEL CRCULO VICIOSO DEL ENDEUDAMIENTO,por ERIC TOUSSAINT 260

    BANCO MUNDIAL Y DESNACIONALIZACIN INTEGRAL EN MXICO,por JOHN SAXE-FERNNDEZ y GIAN CARLO DELGADO-RAMOS 281

    LA INSOPORTABLE LIGEREZA DEL SER TERICO,por GUILLERMO ALMEYRA 315

    X NDICE

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  • PREFACIO

    Hasta hace pocos aos, antes del reciente hit parade de las extremasderechas de Estados Unidos y Europa, la socialdemocracia, que go-bernaba casi todos los pases de la Unin Europea, impuls una cam-paa conocida en Alemania como el nuevo centro y en Inglaterrabajo la rbrica de la tercera va. Su mensaje, elaborado para el nue-vo laborismo britnico por Anthony Giddens (1996; 1999) y adopta-do por Tony Blair y Gerhard Schrder, se centr en la propuesta deque se haba emprendido un camino hacia la renovacin de ideas y lamodernizacin programtica centrada en la promocin de la justiciasocial, el dinamismo econmico y la liberacin de la creatividad y dela innovacin (Blair y Schrder, 1999: 5-13). El paquete publicitariode la tercera va, como parte de la disputa por la porcin de izquier-da del centro poltico (vase Daz Polanco, 1999: 15-23), en ningnmomento abandon sus antiguos valores y objetivos: la preservaciny modernizacin del capitalismo, ofreciendo una teorizacin comoparte central del armamento ideolgico en el ejercicio de la domina-cin (Almeyra, 1999: 32-36).

    En 1999, por sugerencia de Pablo Gonzlez Casanova, el progra-ma El Mundo Actual, del Centro de Investigaciones Interdisciplina-rias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autno-ma de Mxico, organiz un seminario sobre esta temtica, ya que, deeste lado del Atlntico, las propuestas tericas de Anthony Giddenshaban tenido un xito insospechado en diversos sectores de la iz-quierda y de una parte apreciable de la intelectualidad y de la clasepoltica, que aparentemente representan un mercado asegurado pa-ra este pensamiento leve (Almeyra, 1999: 32-36), algo que en Mxi-co lleg a calificarse como globalismo con rostro humano. Comotodo discurso del poder, la tercera va ofrece un lenguaje y un con-junto de metforas que, junto con la retrica de la globalizacin, seencamina a desactivar o a limar las fricciones y la conflictividad declase generada por una mayor depredacin capitalista, ntimamentevinculada con la crisis de acumulacin que aflige al sistema, de ma-nera crnica, desde hace tres dcadas.

    Del lado acadmico, quienes juraban por un marxismo de conven-

    [1]

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  • to de monjas, a decir de Guillermo Almeyra, escupieron sobre esamoda que les daba influencia y poder, y adoptaron la tercera vaporque necesitaban preservar su coto de caza intelectual con la teo-ra de izquierda ma non troppo aceptable en los mejores salones (Al-meyra 1999: 35).

    Desde los trabajos contenidos en este volumen se realiza un anli-sis crtico de la tercera va y del neoliberalismo, ampliamente vali-dado por la experiencia histrica de los ltimos aos, en los que asis-timos a una profunda modificacin de la geografa del poder polticoy econmico-monetario y a una creciente militarizacin y geopoliti-zacin de las relaciones econmicas internacionales, manifestacininequvoca de la acentuacin de la mencionada crisis estructural queha venido experimentando el capitalismo desde la dcada de 1970.

    En esencia, este cambio implica la materializacin de la redistribu-cin del poder econmico en la llamada trada en la que EstadosUnidos, Europa y Asia del este comparten y compiten por el poder,simultneamente con la recesin y creciente amenaza de una inter-nacionalizacin del estupor deflacionario ya experimentado por Ja-pn y otras economas asiticas y la derechizacin poltica gestada alcalor de aumentos del desempleo en los principales polos capitalis-tas, as como en la periferia, con su secuela de expresiones xenofbi-cas y de preocupacin del electorado por el factor seguridad.

    Asimismo, con el gobierno de corte derechista-fundamentalista deBush se registra un radical abandono de instrumentos multilateralespara el control armamentista, la proteccin del medio ambiente, lasregulaciones contenidas en las convenciones sobre armas termonu-cleares, qumicas y biolgicas, y abiertamente contra el funciona-miento de la Corte Penal Internacional. En general estamos en pre-sencia de un peligroso desdn por parte de la primera potencia antela vigencia del derecho internacional. Esto ocurre junto con una con-centracin y una proyeccin unilateral del podero militar estaduni-dense, un proceso con claras manifestaciones durante el gobierno deClinton por medio de operaciones militares en Yugoslavia que mar-ginaron a la ONU y a la normatividad internacional vigente, y que seaceler despus de los trgicos acontecimientos del 11 de septiembrede 2001, con la masacre perpetrada por Washington tambin, co-mo en Yugoslavia, con el aval de Blair sobre la poblacin de Afga-nistn. Es un fenmeno que en Estados Unidos afecta de maneraprofunda las relaciones cvico-militares, los equilibrios constitucio-nalmente establecidos entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judi-

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  • cial y los derechos y libertades civiles, con la instalacin de un rgi-men de excepcin so pretexto de la guerra contra el terrorismo, enel que se explicitan los elementos de estado policial que ya contenaese sistema poltico, y se acenta, todava ms, el uso de una diplo-macia de fuerza que persiste precisamente en el uso del terrorismode estado, uno de los principales ejes causales de la catstrofe ocurri-da en Nueva York y en Washington.1 Como bien lo seal Charles Pe-na, especialista en terrorismo del Instituto Cato, la mejor manera pa-ra evitar que se repitan ataques del tipo experimentadotraumticamente el 11 de septiembre es con un cambio a la polticaexterior de Bush:

    Cmo? Terminando con el envo de tropas a pases cuya cultura y religinno entendemos ni asimilaremos, y sobre todo dejar de intervenir en los pro-blemas de otras sociedades. sta es la mejor arma que tiene Bush para defen-der al pas de un ataque terrorista y no con [...] las amenazas de una posibleguerra con Irak para finiquitar la gran tarea pendiente: matar a Hussein (ci-tado en Esquivel, 2002: 59).

    Las repercusiones internacionales y en especial regionales para losdos vecinos geogrficamente inmediatos de la poltica de confronta-cin e intervencionismo unilateral del gobierno de Bush son ampliase inquietantes, sobre todo en lo referido a la integridad geogrfica ya la soberana de Canad y Mxico. Ya la prensa inform, por ejem-plo, que el presidente Fox, sin consultar con los otros poderes de laFederacin, acept reforzar medidas de seguridad en la frontera en-tre ambos pases con tecnologa y personal especializado estaduni-dense, todo bajo la propuesta, elaborada por la firma Stratford, queasesora en estos asuntos a la Casa Blanca, de que Estados Unidos s-lo puede defenderse desplegando dispositivos de seguridad desdeel territorio mexicano y canadiense. El esquema trata bsicamente deinstalar una red donde se revise a todo el extranjero que caiga enella, sea visitante legal o inmigrante indocumentado, para evitar quepresuntos terroristas entren al territorio estadunidense.2

    Todo esto ocurre en medio de una creciente redistribucin regre-siva de la riqueza entre las naciones y dentro de ellas. Las asimetrasentre el centro y la periferia capitalista se acentan, mientras los es-

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    1 Para un anlisis pormenorizado sobre la relacin causal entre terrorismo inter-nacional y terrorismo de estado, consltese Johnson, 2000.

    2 Informacin ofrecida por Charles Pena a J. Jess Esquivel, 2002: 58.

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  • quemas neoliberales gestados como resultado de la instauracin deun rgimen de acreedores a ultranza han lanzado a la calle a millo-nes de trabajadores y campesinos y generado una intensificacin delas presiones migratorias hacia los pases del norte, que a su vez esrechazada por medios policiaco-militares y de legislaciones antiinmi-grantes, el racismo y el populismo de derecha. Este juego de fuerzasy de concentracin de contradicciones, de crisis y de expoliacin,fueron olmpicamente ignorados por los tericos de la tercera va.Por lo que en su momento llam la atencin

    cmo, la tercera va, esfuma de un plumazo la cuestin de la explotacin [...]Parecera que el fenmeno de la globalizacin hace irrelevante cualquierreferencia a las fundamentales relaciones Norte-Sur y a las asimetras entrepases centrales-perifricos. En ese marco, por ejemplo, carecera de impor-tancia la reveladora informacin, construida por Pablo Gonzlez Casanova ysu equipo, en el sentido de que en los cinco aos comprendidos entre 1992y 1995 la transferencia de excedentes (un billn 364 000 millones de dla-res) triplic la correspondiente al periodo de 1972 a 1981 y es superior acualquiera de los cuatro quinquenios precedentes. Si la explotacin no s-lo no va en retroceso, sino que experimenta un incremento brutal [...] c-mo puede tomarse en serio o esperarse algo bueno de una tercera va quelo ignora por completo? Lo mismo puede decirse en relacin con las cues-tiones del poder y de las clases sociales, las cuales estn prcticamente ausen-tes, si descontamos la preocupacin por la ingeniera social y la renovacinde las formas de gobernancia (Daz Polanco, 1999: 22).

    La intensificacin de la explotacin de la fuerza de trabajo, porla va de brutales topes salariales, simultneamente con desregula-ciones y liberalizaciones de los precios, as como con persistentes in-tentos para propiciar ms regresiones en la legislacin laboral, eufe-msticamente bautizadas como esquemas de flexibilizacin, y latransferencia de excedentes, por medio de las privatizaciones de lasempresas pblicas, un proceso cargado de corrupcin y dinamizadobajo el principio de la privatizacin de las ganancias y la socializa-cin de los costos, ocurren como parte de una amplia campaa delalto capital en favor de sus empresas multinacionales.

    Este programa, en algn momento bautizado como el Consensode Washington, ha sido articulado por medio de la imprescindibleutilizacin de los instrumentos de proyeccin de poder del capital, asaber: los estados nacionales del centro y de la periferia y el concurso

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  • del grupo de Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, BancoInteramericano de Desarrollo, orientado a la subordinacin de gran-des espacios geogrficos de manera paralela y funcional a la incauta-cin de empresas pblicas y activos naturales estratgicos, petrleo,gas natural, agua, biodiversidad y minerales, entre otros. En el presen-te volumen se incluye un trabajo de investigacin documental sobreestos aspectos, el cual elabor posteriormente en coautora con GianCarlo Delgado-Ramos, investigador del programa El Mundo Actual,como complemento a las ponencias presentadas ante el seminario.

    Como lo muestran los estudios y reflexiones incluidos en este li-bro, y que representan slo las conferencias magistrales presentadasen el seminario (en el que tambin participaron representantes delos movimientos del sindicalismo independiente ferrocarrilero yelctrico, as como grupos de pequeos y medianos empresarios),no es sorprendente ni difcil de explicar la velocidad con que lascontradicciones estructurales que caracterizan la actual fase del ca-pitalismo sometieron a la ideologa de la tercera va a implacablesprocesos digestivos, adems de manera tan expedita y gil.

    Las nuevas condiciones surgidas a raz de los acontecimientos deseptiembre de 2001 estn modificando el fondo ms amplio de la di-nmica social, econmica y estratgica. La abrumadora y desconcer-tante sucesin de acontecimientos observados desde entonces hapuesto de manifiesto, de manera inquietante, un incremento en elorden de probabilidad de una conflagracin generalizada que, se-gn lo indican las dos guerras mundiales registradas a lo largo del si-glo anterior, pareceran estar vinculadas a las contradicciones irre-conciliables entre los estados nacionales centrales en rivalidad y lasproblemticas tendencias del alto capital a la expansin, con la si-multnea propensin hacia la centralizacin y la monopolizacin dela riqueza. Tambin est presente la inclinacin del alto capital, entiempos de crisis, a lanzarse primero sobre las lneas de menor resis-tencia, como las empresas pblicas del centro y de la periferia, y a losya referidos recursos naturales estratgicos, un mecanismo que, en elpasado, posterg slo de manera perentoria el estallido de hostilida-des intercapitalistas y confrontaciones comerciales, monetarias y,eventualmente, poltico-militares. La historia demuestra que ni el do-minio del sistema global por parte de unos pocos monopolios, ni elcontrol de la dinmica interna del capitalismo hacia la expansin,pueden ser consideradas opciones realistas. En lugar de ello, comolo asevera Istvn Mszros,

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  • La humanidad tuvo que experimentar la intensificacin de los antagonismosdel sistema y su explosin en dos guerras mundiales, para no mencionar elanticipo, en Hiroshima y Nagasaki, de una catstrofe global en la eventuali-dad de una tercera conflagracin... y todo sin acercarse ni una pulgada al lo-gro de una solucin viable (Mszros, 1995: 170).

    AGRADECIMIENTOS

    Dejamos constancia de nuestro agradecimiento a Daniel Cazs, di-rector del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias yHumanidades (CEIICH) de la UNAM, y a Norma Blazquez, secretariaacadmica, por su apoyo y estmulo en la realizacin del seminario yen la preparacin de este volumen, as como a la Direccin Generalde Apoyo al Personal Acadmico, DGAPA, que por medio del proyec-to sobre la Territorializacin de la Inversin Extranjera Directa, a micargo, ayud en la preparacin de jvenes investigadores, participan-tes centrales del seminario, y en la obtencin de documentos, heme-rografa y bibliografa. Asimismo, reconocemos la colaboracin y par-ticipacin como ponentes, comentaristas y moderadores de JorgeCaldern, Guillermo Almeyra, Salvador Zarco, Luz Rosales, EnriqueBrito, Emilio Lpez, Ramn Pacheco, Jos Luis Manzo, Jos Luis Cal-va, Arturo Guilln, Arturo Ortiz Wadgymar, Adn Rivera, Luis Gon-zlez Souza, Hctor Daz Polanco, Ignacio Romn, Jaime Estay, Gui-llermo Guajardo, Fernando Carmona, Beatriz Stolowicz, ElviraConcheiro, Carlos Fazio, Jos Luis Pieiro, Hctor Islas, AlbertoArroyo, Eduardo Ruiz Contardo y Vctor Surez. Un reconocimientoespecial a Diego Bunge Vivier, que revis conmigo la traduccin delos textos en ingls y quien, junto a Manolo Prez Rocha Loyo, Mas-simo Modonesi y Eugene Zapata, ofreci importantes sugerencias pa-ra el diseo y la convocatoria del seminario. A Isabel Blancas y alequipo a cargo de Gladys Castillo del CEIICH, por su apoyo secretarialy administrativo, y a Josefina Morales, Salvador Zarco, Omar Nez yRoberto Guerra, por su contribucin en el desarrollo de la bibliogra-fa, hemerografa y banco de datos que sustentaron esta actividad. Deigual manera expresamos nuestro agradecimiento por la activa parti-cipacin de representantes de la Red Mexicana de Accin frente alLibre Comercio, el Movimiento Ciudadano por la Democracia, el Fo-ro de Apoyo Mutuo, la Federacin Mundial de Ciudadanos Unidos,

    6 PREFACIO

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  • la Asociacin Nacional de Industrias de la Transformacin, la Aso-ciacin Nacional de Empresas Comercializadoras del Campo, laConfederacin de Trabajadores Ferrocarrileros de la Repblica Me-xicana, la Central Independiente de Obreros Agrcolas Campesinos,el Sindicato Mexicano de Electricistas y el Instituto de Investigacio-nes Legislativas de la Cmara de Diputados. Reconocemos la contri-bucin de investigadores, profesores y estudiantes de la BenemritaUniversidad Autnoma de Puebla, la Universidad Autnoma Metro-politana, el Instituto Nacional de Antropologa e Historia, el Institu-to Tecnolgico de Estudios Superiores de Occidente, la StructuralAdjustment Participatory Review Iniciative Network, el Instituto Tec-nolgico Autnomo de Mxico, el Economic Policy Institute deWashington D.C., la Universidad Estatal de Ro de Janeiro, el Con-sejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires, y la CityUniversity de Nueva York, as como de la Facultad de Ciencias Polti-cas y Sociales, el Instituto de Investigaciones Econmicas, el Institu-to de Investigaciones Sociales, la Facultad de Filosofa y Letras y la Fa-cultad de Derecho de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico.

    JOHN SAXE-FERNNDEZjulio de 2002

    BIBLIOGRAFA

    Almeyra, Guillermo, 1999, La insoportable ligereza del ser retrico, Memo-rias, nm. 126, agosto.

    Blair, Tony y Gerhard Schrder, 1999, Europa: La tercera va/El nuevo cen-tro, Memorias, nm. 126, agosto.

    Daz Polanco, Hctor, 1999, La tercera va: El centro poltico de la discor-dia, Memorias, nm. 126, agosto.

    Esquivel, J. Jess, 2002, Detener atentados terroristas: Misin imposible,Proceso, nm. 1334, Mxico, 26 de mayo.

    Giddens, Anthony, 1996, Ms all de la izquierda y la derecha, en El futurode las polticas radicales, Barcelona, Ctedra.

    , 1999, La tercera va. La renovacin de la socialdemocracia, Madrid, Taurus.Johnson, Chalmers, 2000, Blowback: The costs and consequences of American em-

    pire, Nueva York, Metropolitan Books.Mszros, Istvn, 1995, Beyond capital, Londres, Merlin.

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  • Esta pgina dejada en blanco al propsito.

  • EL SENTIDO COMN, LA REALIDAD Y LA TERCERA VA: LA ILUSIN DE UNA ALTERNATIVA AL NEOLIBERALISMO*

    JEREMY LESTER**

    Entre los dos mundos, la tregua en la cual no existimos.PIER PAOLO PASOLINI

    Las cenizas de Gramsci

    Ahora, todo es cuestin de estilo.TONY BLAIR

    entrevista de la BBC

    Cuando Karl Marx escribi acerca de la naturaleza repetitiva de cier-tos fenmenos en la historia, en El 18 brumario de Luis Bonaparte, uti-liz las palabras tragedia y farsa (con un toque de parodia ycaricatura para dar buen sabor) para describir el orden de su apa-ricin y reaparicin. Me pregunto qu otras palabras habra utiliza-do para los mismos fenmenos que se repetan, no slo dos veces,sino casi ad infinitum y ad nauseam.

    Un fenmeno que cae dentro de la ltima categora es la tercerava. Como un proceso del eterno retorno nietzscheano o la compul-sin freudiana a repetir, el deseo de algn tipo de tercera va (el ter-cer camino, la tercera alternativa, la tercera posicin o cualquier n-mero de derivaciones posibles que uno quiera imaginar) rehsaperecer o decaer, obviamente sin la conciencia de la regla de que ca-da acto de avanzar repetitivamente es, la mayora de las veces, un pa-so hacia atrs en la realidad.

    En su forma actual, la tercera va se ha reinventado como la nue-va cara de la socialdemocracia. En su atractivo atuendo, se dice unaalternativa distinta a la brusquedad vulgar e insolente de la derechaneoliberal que ha dominado el reino global de la poltica la mayor

    [9]

    * Traduccin de Edward Bush Malabehar; revisin de la traduccin a cargo deJohn Saxe-Fernndez y Diego Bunge Vivier.

    ** Director de estudios europeos de la Universidad de Reading, Reino Unido. Esdoctor en relaciones sovitico-RDA por la Universidad de Hull.

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  • parte de las ltimas dos dcadas. Se argumentar que esta declara-cin no es nada ms que una ilusin. Una ilusin que no sorpren-de, ya que la tercera va misma no es nada ms que pura invencin,una quimera genticamente modificada. Pero antes de sujetar estaquimera a un examen fisiolgico, permtaseme proporcionar prime-ro unas reflexiones generales sobre la naturaleza esencial de este fe-nmeno.

    EL SNDROME DE JANO

    Si fijamos nuestra perspectiva histrica sobre las encarnaciones pre-vias de la tercera va, y si las analizamos desde un punto de vista ge-nrico, inmediatamente podemos detectar un nmero de rasgos co-munes. Por ejemplo, lo primero que salta a la vista es que pocas delas encarnaciones previas, si acaso alguna, realmente han sido sinte-tizadas en un marco terico coherente y slido. En general se han re-husado a ocupar cualquier tipo de posiciones rgidamente fijas, pre-firiendo en cambio verse como los ocupantes de un espacio polticoabierto, condicionado slo por las llamadas dinmicas del procesopoltico mismo. En breve, a lo que han llegado en gran parte, cuan-do mucho, es a una especie de bsqueda cautelosa muy desigual deuna estrategia poltica adecuada para los tiempos en que estuvieronvigentes estas encarnaciones. Adems, el verdadero enfoque siempreha sido un esfuerzo por destacar lo que invariablemente se conside-raban mitos y obstculos del pasado hacia un desarrollo del futuro.Este rasgo ha sido aplicado, por un lado, a esas construcciones feno-menolgicas de la tercera va que se han autoconcebido como ten-dencias poltico-ideolgicas distintivas (ms notablemente por losfascistas italianos en los aos treinta), y por el otro en esas versionesque se han autodesignado slo como instrumentos locales de activi-dad poltica orientada principalmente hacia una forma de polticaconsensual.

    Proveniente en gran parte de esta falta de profundidad terica yde coherencia es, adems, muy notable cmo las ideas de la tercerava han dado la impresin de tener menos confianza en s mismasque otras orientaciones polticas o filosficas; de hecho no sera unaexageracin afirmar que la caracterstica principal es la torpeza. Sinduda por esta razn constantemente han estado expuestas a las acu-

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  • saciones de que son volubles, amorfas, sin races o, peor an,oportunistas, acusaciones que tradicionalmente ha sido difcil des-mentir. La falta de verdaderos puntos de referencia fijos o estables hasignificado que la naturaleza de cada manifestacin de la tercera vase haya derivado de su actuacin poltica. Su significacin coincidecon sus propios actos de enunciacin, y stos tienen la capacidad deenvolver toda clase de elementos contradictorios.

    Finalmente, como el Jano de doble cara con el cual a menudo selas compara, las nociones de la tercera va frecuentemente han sidoatacadas a causa de su manipulacin intrnseca, su hipocresa y faltade sinceridad. Al mismo tiempo, el dios romano al que se hace alu-sin metafricamente tambin era un portal a un nuevo mundo. As,desde su propia perspectiva, cualquier criterio de xito siempre hadependido de la capacidad de la tercera va de retratarse como la en-carnacin de un nuevo comienzo, al estilo de Jano. En otras palabras,el atributo que ms ha sostenido a la tercera va en el pasado ha sidola capacidad de llenar un vaco estratgico y proporcionar un senti-do de renovacin, as como de novedad.

    En el siguiente anlisis de la encarnacin actual de la tercera vaveremos cmo todos estos rasgos genricos del pasado estn muy in-crustados en la versin contempornea. Sin embargo, lo que mepreocupa en este momento es hasta dnde es posible que la tercerava actual declare que representa algo fundamentalmente nuevo e in-novador. Es, como sostienen sus defensores, un nuevo paradigmapara pensar y crear polticas que satisfagan nuestra necesidad deadaptarnos a un mundo que ha cambiado radicalmente a lo largo delas ltimas dos o tres dcadas? (Giddens, 1998: 26). Representa unatrascendencia genuina de modelos y procesos de pensamiento ante-riores? O es un fenmeno, utilizando la terminologa de AntonioGramsci, que sigue viviendo bajo la rada tnica de la historia anti-gua? (Hoare y Smith, 1971: 453).

    La respuesta inmediata a estas preguntas es un conjunto de s yno. Si uno restringiera su anlisis a los resultados concretos de losprogramas y polticas de la tercera va contempornea esto es, elnivel de las experiencias inmediatas o vividas, creo que no tardara-mos en llegar a la conclusin de que lo que tenemos entre manos noes en realidad nada nuevo. El espacio correspondiente a la versinactual de la tercera va es notablemente ms restringido que aquelocupado por la mayor parte de sus antecesores. Se ha situado entrelos extremos de una versin derechista del conservadurismo, una

    EL SENTIDO COMN, LA REALIDAD Y LA TERCERA VA 11

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  • gama de extremos que muchos consideraran inmediatamente comoalgo propagado de manera falsa. En consecuencia, cualquier aspira-cin que declara tener en cuanto a la renovacin de la socialdemo-cracia, de acuerdo con su propia naturaleza, ha cambiado el cen-tro de la poltica hacia la derecha. As, este campo muy restringidode su existencia le da muy pocas oportunidades de inventar algorealmente nuevo. El espacio para la novedad simplemente no existe.Lo nico que ha buscado hacer la tercera va es reducir las ambicio-nes tradicionales de la izquierda a una serie de eufemismos que lue-go son adaptados eficazmente a las formas y las costumbres actualesde las prcticas neoliberales derechistas. Por esta razn se ha afirma-do correctamente que es un sntoma de un nuevo repliegue totalpor parte de las fuerzas de la socialdemocracia, un retroceso final eirreversible.

    Para decirlo sin rodeos, la tercera va no es ms que una celebra-cin obscena del capitalismo al parecer a gusto consigo mismo, quese encuentra en las mejores condiciones de salud y totalmente segu-ro; el sistema se felicita a s mismo por haber presenciado la derrotade sus principales contrincantes. Tal vez represente la naturalizaciny la normalizacin del mundo social creado e impuesto por las fuer-zas del neoliberalismo, lo que podra denominarse quiz la fase re-volucionaria pasiva del neoliberalismo. Ha ayudado a apoyar lascondiciones previas del experimento poltico colectivo del neolibera-lismo, y ha respaldado por entero sus estrategias de alianza, asegu-rando de este modo por medio de un discurso de baja intensidad,muy de vez en cuando ms compasivo una forma mucho ms esta-ble de hegemona que la que exista previamente, en su fase revolu-cionaria ms activa. Por esta razn los mismos comentaristas dere-chistas pueden exponer sin ambages las virtudes de la tercera va ysugerir que en la actualidad uno no se atreve a ser globalizador sinser socialdemcrata (Friedman, 1999: 354).

    Si no hay nada realmente nuevo en la tercera va en cuanto a re-sultados concretos de su sistema de creencias e ideales, qu hay delmodo en que son representadas esas creencias? Hay algo de su estruc-tura de representacin que pueda afirmarse es nuevo? En este pun-to me inclino a contestar afirmativamente, y pienso que al respectodebera hacerse el verdadero anlisis de lo que representa la tercerava. En su modo o estructura de representacin sin duda hay un gra-do de novedad unido a la tercera va, que le ha sido otorgado pormedio de su oportunidad de ser el primer sistema de creencias que

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  • no tiene que operar en un dominio social cargado de ideologa; esdecir, la tercera va actual es, en efecto, el primer fenmeno posi-deolgico, y a menos que entendamos y aclaremos las estructurasclave sobre las cuales ha tratado establecerse, nuestra capacidad deresistir y cuestionarla se ver seriamente socavada.

    EL SUICIDIO COGNOSCITIVO DEL SENTIDO COMN

    El primer modo de representacin de la tercera va, y posiblementeel crucial, es la manera en que raras veces pierde la oportunidad derevestirse con lo que considera los atributos (o dictados) muy posi-tivos del sentido comn. En esencia, por sentido comn dan a en-tender que hay ciertas verdades inmutables acerca de cmo es elmundo, verdades que pueden decirnos algo acerca de la representa-cin de las mentalidades y que nos obligan a decir que eso no podraser falso o algo diferente de lo que es. Es invocado con autoridad co-mo el imperativo de que todo es real o, por lo menos, de que todo loque supone es real, y de hecho con frecuencia se lo utiliza bajo laapariencia de ese sexto sentido o sentido de sentidos que Arist-teles fue el primero en tratar de conceptualizar.1

    En una poca en que prctica, si no materialmente todas lasnociones de ideologa han sido corrompidas, por supuesto no es sor-prendente que esto haya conducido a la revalidacin de la primacadel sentido comn. El sentido comn es en la actualidad el rbitrodominante de los debates polticos, hasta el punto de que en Ingla-terra la oposicin conservadora se ha visto obligada a emprender unalucha que ella misma ha denominado la revolucin del sentido co-mn... una contradiccin poltica y fenomenolgica!

    Sin embargo, el trnsito desde la ideologa hasta el sentido comnno puede ser considerado, de manera alguna, un avance. Por el con-trario, no es ms que un paso fundamental hacia atrs. Si en el pasa-do la esperanza de toda ideologa era naturalizarse a partir de la his-toria y entrando en la naturaleza, y as hacerse invisible y operarinconscientemente (May, 1988: 8), era una esperanza que raras ve-ces se cumpla. Y la razn principal de este fracaso era el mismo atri-

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    1 Con mucho, la tica nicomaquea de Aristteles puede ser considerada la primerainvestigacin real de una tercera va.

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  • buto intrnseco del proceso ideolgico. Muy bien poda haber estadopresente la falsa conciencia, pero al mismo tiempo por lo menoshaba un proceso crtico que tambin tena la capacidad de generar,como mnimo, cierto grado de desconfianza y un sentido saludablede cinismo. Por supuesto, como seal sagazmente Peter Sloterdijk,es posible que una apreciacin cnica de la ideologa no tenga mu-cho efecto en la prctica (Sloterdijk, 1988). Si para Marx, al escribirEl capital, la mejor definicin bsica de la ideologa se resume en lamxima no la saben hacer, mas la hacen, un acercamiento ms c-nico a la ideologa podra dar como resultado la nueva mxima: sa-ben muy bien lo que estn haciendo, pero lo siguen haciendo. Sinembargo, dentro del proceso de la conciencia revolucionaria habapor lo menos el potencial de llegar a un momento ms catrtico, enque uno tendra la oportunidad de declarar: s lo saben, y por esa ra-zn no lo estn haciendo. Es precisamente este potencial catrticode la conciencia el que repudia por entero la causa de la regresin alsentido comn. En cuanto al sentido comn, lo que domina es lacondicin de preconciencia. La base de la autoridad engendrada porel sentido comn es la de una mstica sublime.

    Por supuesto, en los escritos de Gramsci se generaron los cimien-tos de una desmitificacin completa del sentido comn, y se expusie-ron la comicidad, la crudeza desordenada de tales conceptos po-pulares, a pesar de que uno ignoraba bajo su propio riesgo el campodel sentido comn, y que podra contener ciertos elementos de ven-taja en cualquier lucha revolucionaria y contrahegemnica. Gramscivio en el fenmeno del sentido comn un nmero de atributos dis-tintivos que eran considerados en extremo retrgrados. Al verlo co-mo un depositario de la pesada y confusa herencia teolgica y filo-sfica, que siempre es absorbida sin crtica, pens que su rasgoprincipal era una concepcin que, incluso en el cerebro de un indi-viduo, es fragmentaria, incoherente e inconsecuente, y conformecon la posicin cultural y social de las masas cuya filosofa es as(Hoare, 1971: 419); as como la religin no puede constituir un or-den intelectual porque no puede llegar a tener unidad y coherenciasiquiera dentro de la conciencia individual, sin hablar de la concien-cia colectiva. Luego, el sentido comn vulgar [...] es dogmtico ydeseoso de certezas perentorias (Hoare, 1971: 435). Y, por ltimo,es estrechamente tradicional y conservador, vulgarmente nefo-bo y muy propenso a las tendencias tolemaicas (Hoare, 1971: 420-423; vase tambin Nun, 1986: 202).

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  • Para Gramsci, pues, dado su carcter desigual, episdico, incohe-rente, asistemtico y dispar, el sentido comn siempre es la herra-mienta en la cual uno encuentra lo que le agrada. Es formado por lametafsica ms ingenua que nos despoj casi por completo de nues-tra dependencia de un sistema de conocimiento y conciencia crtica.En cuanto al campo del sentido comn, sentimos que estamos antelos hechos irrefutables, que inmediatamente nos eliminan como su-jetos conocedores a fin de restaurar lo que supuestamente nos es na-tural. Lo que es peor, busca explicar algo al mismo tiempo que seproclama a s mismo como algo inexplicable. Por medio de su repu-dio de todo logos (teora), cualquier relacin entre la conciencia y elcontenido es inevitablemente decomisada y perdida. De hecho, demuchas maneras, el sentido comn no es nada menos que el suicidiocognoscitivo. No se trata tanto de sentido comn como, ms bien, desin sentido.2

    En lo que respecta a las consecuencias sociopolticas de este pasoa la primaca del sentido comn, los efectos no podran ser ms cla-ros. Merced a su identificacin estrecha con este fenmeno, la terce-ra va contempornea se ha hecho portavoz de la idea de que el sis-tema en que vivimos ahora puede ser reproducido por sus propiosmecanismos, con poca o nula necesidad de validacin en el nivel dela conciencia.

    Lo que hace posible el sentido comn (en la forma de una cons-truccin intersubjetiva de significados compartidos), y lo que al mis-mo tiempo ayuda a oscurecer su limitacin cognoscitiva esencial, esel lenguaje. Por ejemplo, de acuerdo con el punto de vista de PierreBourdieu, lo que significa a fin de cuentas el sentido comn es la lu-cha simblica por el monopolio legtimo del nombrar: poder impo-ner la visin legtima oficial (esto es, explcita y pblica) del mundosocial.

    Con esta lucha simblica siempre habr actos simblicos de impo-sicin que tendrn a su lado la fuerza unida a los llamados al sentidocomn (Bourdieu, 1992: 239). Es, pues, en este poder simblico dellenguaje y el discurso, y en el carcter del acto de nombrar, donde sepuede ubicar la segunda estructura clave de representacin en la ter-cera va.

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    2 Aqu hay un juego de palabras. En ingls dice Not so much common sense as non-sense, siendo nonsense tontera, y non-sense sin sentido [E.]

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  • EL PODER SIMBLICO DEL LENGUAJE Y EL DISCURSO

    Se asever arriba que todas las concepciones histricas de la tercerava se han caracterizado por una carencia generalizada de cualquierautoafirmacin ontolgica y slida. Una de las maneras en que pode-mos ver esta ausencia de autoafirmacin en su actual encarnacin,dira yo, es la forma en que ha buscado basarse en una lgica exclu-siva del lenguaje.

    Pocos pueden dudar de que lo que ms sostiene la nocin con-tempornea de la tercera va es su uso particular del lenguaje. Enesencia es un fenmeno puramente lingstico que busca gobernarslo mediante la retrica, y que trata al lenguaje como el instrumen-to ms poderoso y decisivo. De hecho la mejor manera la nicade acercarse a la tercera va es observarla desde la perspectiva de unjuego lingstico. De seguir a Wittgenstein, el juego que tendramosen mente es el ajedrez, y querramos evocar la imagen de que una pa-labra es igual a una pieza del tablero de ajedrez. Sin embargo estaanaloga no sincroniza del todo con la prctica de la tercera va. Laspiezas de ajedrez, despus de todo, estn muy estructuradas en unalgica determinada de movimiento. Pero precisamente de esta lgi-ca determinada es de lo que carece el uso del lenguaje de la tercerava. Una analoga mejor, entonces, sera aquella que lo ve como ju-gar al trompo. Al dar un giro adecuado al lenguaje que utiliza, la ter-cera va puede meterse en una forma no adulterada de indetermina-cin. En lo que dura el efecto de los giros del trompo, se repetir, seritualizar y convertir en lema un conjunto de sortilegios. Al dete-nerse el trompo podr tomar su lugar un nuevo conjunto de rituali-zaciones, que a menudo es contradictorio con el anterior. La verda-dera habilidad del juego del trompo, pues, es el arte de trucosverbales evocadores (Wood, 1986: 70).

    Dadas las reglas, pocos podran negar que hay un plusvalor cons-tante del significado unido al lenguaje de la tercera va, y en estepunto es donde podemos identificar los niveles ms fuertes de laviolencia simblica del juego. Al querer representar deliberada-mente de modo falso y no reconocer las consecuencias de sus accio-nes, un elemento inserto en el juego no puede hacer ms que infli-gir una opresin y un dao considerables, sobre todo en lo querespecta a las clases explotadas y oprimidas en la sociedad.

    Si el juego del trompo es el brillo superficial unido a la tercera va,lo que subyace a esta estrategia discursiva es la creencia fundamental

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  • (posestructuralista) de que el discurso es la nica creacin de larealidad. Para los defensores actuales de la tercera va contempor-nea toda realidad y significado no son ms que el efecto inestable delas relaciones cambiantes de las palabras y el discurso. Todo cuantonos rodea, a fin de cuentas, est constituido por la naturaleza del dis-curso que proporciona un sentido a cualquier relacin o fenmenoparticular. En otras palabras, la prctica del discurso es lo nico quefija el significado a un acontecimiento; no se trata de algo intrnsecoo propio de ese acontecimiento.

    Para los defensores de la tercera va nada puede tener la posicinde una centralidad esencial. De acuerdo con su punto de vista, unaforma de inters es tan importante y significativa como cualquierotra. Y, una vez ms, cuando hablan de intereses quieren decir unconjunto de aspiraciones y deseos que han sido creados por una for-ma del discurso. No puede haber intereses que existan independien-te, autnoma ni objetivamente ms all del reino del discurso creati-vo. La pregunta de por qu un individuo puede poseer un conjuntodado de intereses no tiene nada que ver con su lugar particular en lacoyuntura social. El proceso del discurso, pues, no es una reflexinde la realidad, sino que es por s mismo constitutivo de la realidad.Como resultado, las identidades y los intereses individuales son vistoscomo cosas totalmente maleables, las cuales toman forma a partir deldiscurso y lo atractivo de ste. Hasta el encuentro con el discurso, losintereses y elementos sociales son intrnsecamente neutrales.

    En esencia, lo que tenemos entre manos es, pues, una idea decomprensin a travs de la proclamacin. Haciendo una parfrasisde un comentario de Ellen Wood, uno podra decir: En el principio(y en el fin) exista el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo eraDios, el ltimo sujeto hecho carne en la figura de [...] Tony Blair(Wood, 1986: 75). Mas como podra haber respondido Jacques La-can: si la tercera va es como Dios, nunca debera olvidarse que tienetodas las perfecciones excepto una: no existe!

    Sin duda una de las consecuencias de la estrategia discursiva de latercera va, especialmente tal como busca escindirse de todo factorsocial o histrico posible, que podra decirse que la ha condiciona-do, es la medida en que sus signos y cdigos lingsticos son comple-tamente autorreferenciales. A partir de aqu podemos movernos alsiguiente punto de sus representaciones estructurales: su apropia-cin del espectculo y su colonizacin del reino de la hiperreali-dad.

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  • LA HIPERREALIDAD

    En una era en que se prefiere al signo por encima de la cosa signifi-cada, y se prefiere la apariencia antes que la esencia, naturalmente sesigue que la ilusin es considerada algo sacrosanto mientras que laverdad (y la realidad) son cosas profanas. Por supuesto, tales contem-placiones distan de ser novedosas. Ludwig Feuerbach dijo algo simi-lar a mediados del siglo XIX, e innumerables comentaristas han repe-tido el mismo mensaje desde esa poca.

    Sin embargo hay pocas encarnaciones tan puras de estos senti-mientos como en la tercera va contempornea. Tras haber desecha-do la mayor parte de las pocas anclas materiales restantes, con fre-cuencia la tercera va no es ms que una mota flotando en un vacosin sustancia material, un nombre sin un portador real (algo seme-jante a George Kaplan en la pelcula de Alfred Hitchcock North byNorthwest.

    ste es, para utilizar la jerga (pos)moderna, el mundo de la hipe-rrealidad de Jean Baudrillard. Un mundo que ha extraviado su raznde ser (el significado sin significado) y en el que la lnea divisoriaentre la realidad y su representacin se ha resquebrajado totalmente.Un mundo donde reina el determinismo semitico, creando unasociedad controlada por la significacin; donde ya no es cuestin deuna representacin falsa de la realidad (la ideologa), sino de escon-der el hecho de que lo real ya no es real (Baudrillard, 1983: 48).

    Para los defensores de la tercera va no hay nada tan satisfactoriocomo ver imgenes de s mismos haciendo imgenes de s mismos:un proceso tautolgico de los medios unidos a los fines. No puedehaber otro contexto para la tercera va ms all de ste. Bajo la regladel signo y el espectculo se nos dice repetidamente que se ha de-sintegrado el espacio social para la intervencin. Como escribi GuyDebord: aquello que parece es bueno; aquello que es bueno, pare-ce (Debord, 1983: 12). Lo que se exige por encima de todo es laaceptacin pasiva.

    LA ANTIPOLTICA Y LA SNTESIS ILUSA

    En este imperio de pasividad (pos)moderna, que la tercera va con-sidera su tarea promover, la descontextualizacin del espacio que ha

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  • colonizado es unida a su creciente despolitizacin. Ahora que los sig-nos y las imgenes de este espacio descontextualizado se han vueltoautorreferenciales se puede prestar ms atencin para completar latransicin de una existencia en la que los signos disimulaban algo aotra en la que se puede disimular que no hay nada. En otras palabras,ya que se considera muerta a la ideologa, y reemplazada por el sen-tido comn, a la poltica, en sentido tradicional, se la deja desva-necerse.

    Sin duda un signo de la despolitizacin del discurso poltico pue-de verse en el nivel del partido poltico. Por ejemplo, cuando uno ob-serva un partido como el New Labor ingls, viene a la mente el co-mentario de Gramsci de que el lenguaje poltico que tal partidoutiliza ahora no es otra cosa que jerga. Es jerga porque ya no seconsidera a s mismo como poseedor de las funciones estrictamentepolticas, sino tan slo de las tcnicas de propaganda y de orden p-blico, y de peso cultural y moral (Hoare, 1971: 149). Cualquier fun-cin poltica que perdura se cataloga ahora como indirecta. Encambio predominan las funciones culturales, porque cuando lascuestiones polticas se disfrazan de cuestiones culturales tienen elmrito de la insolubilidad.

    No obstante, no es slo en el nivel del partido poltico donde seresienten las consecuencias de la despolitizacin. Por ejemplo, cier-tamente no cabe la menor duda de que la antipoltica de la terce-ra va ha incrementado los niveles de la desposesin poltica. Tampo-co cabe la menor duda de que ha ayudado a engendrar altos nivelesde fetichismo poltico, por medio de los cuales los reinos oficialesinstitucionalizados de la poltica son dotados de vida y valor indepen-dientes. Quizs antes que cualquier otro fenmeno, la tercera va,conscientemente, ha pretendido establecer para s una aparienciafundamental de autosuficiencia. As, sus defensores pueden enta-blar luchas verbales que caracterizan el campo de la poltica con cier-to grado de autonoma, ocultando de s mismos y de otros las basessociales (reales) sobre las que descansan su poder y el poder de suspalabras (Bourdieu, 1992: 27). Y una vez ms esta autosuficienciaes adquirida por sus afirmaciones constantes de que no es una fuer-za ideolgica, sino una fuerza que tipifica las actitudes de sentidocomn, de la condicin posideolgica, poshistrica y posmodernaen la que nos encontramos inmersos.

    De modo similar, nunca debe olvidarse que la tercera va contem-pornea es tanto un producto como un defensor clave de la idea de

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  • que todos vivimos en una sociedad de consumo totalizada, que es ca-paz de perpetuarse y reproducirse sin ms recurso que ella misma.Visto desde esta perspectiva, pues, ya no somos ciudadanos (o suje-tos), sino consumidores. En calidad de consumidores, existimos pa-ra ser seducidos por el poder de las imgenes puestas ante nosotros.Como consecuencia, la poltica de la lucha o la poltica de la libera-cin es vista como algo superfluo. Lo que ms cuenta ahora es la po-ltica de la seduccin. Cmo o por qu deberamos querer ser libe-rados de una sociedad basada en el consumo, que se retrata a smisma como un reino perfeccionado de la libertad, y que es vista co-mo la encarnacin pura de la liberacin?

    Este retrato hecho por la tercera va de la aparente superficialidadde una lucha poltica tambin tiene otras consecuencias de enormeimportancia. Por ejemplo, como ha dicho Pierre Bourdieu:

    Este lenguaje carente de posicionamiento poltico est caracterizado poruna retrica de imparcialidad, est marcado por los efectos de la simetra,del equilibrio, del justo medio, est sostenido por un rasgo distintivo de lapropiedad y de la decencia, ejemplificada por evitar las formas polmicasms violentas y por la discrecin; en breve, por todo aquello que exprese lanegacin de la lucha poltica como lucha. Esta estrategia de neutralidad(tica) naturalmente se cumple con la retrica de la cientificidad (Bour-dieu, 1992: 132).

    Sin embargo, lejos de ser vistas como algo positivo o benfico, es-ta retrica de la imparcialidad y esta bsqueda del justo medio seconsideran sumamente perjudiciales. A pesar de todos los llamadosde la tercera va a la reconciliacin y a una sociedad totalmente cohe-sionada, lo que en verdad sostiene esta retrica es una forma aberran-temente ilegtima de sntesis. Esta especie de unidad concebida estbasada en premisas por entero falsas. Primero, es una forma irreal deunidad que enmascara la divisin de clases sobre la que descansa laverdadera unidad del sistema capitalista (Debord, 1983: 72). Segun-do, es una bsqueda de la unidad que, en efecto, obliga a que hayauna separacin. Con el deseo de unir las fuerzas en puntos de coin-cidencia, no hay un verdadero intento de superar el aislamiento delas partes. En consecuencia, la unidad de las partes separadas es anuna unidad de las partes en su calidad de separadas. En lugar de haberun proceso de trascendencia, cuando mucho slo hay un proceso deasimilacin. Pero dentro de esta asimilacin lo nico que se logra es

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  • una unidad de miseria. Para tomar prestada la terminologa de GuyDebord,

    Detrs de la mscara de la opcin absoluta, se enfrentan distintas formas dela misma enajenacin, todas las cuales se basan en las verdaderas contradic-ciones que son reprimidas [Todo cuanto existe] no es ms que una imagende la unin feliz cercada por la desolacin y el miedo que estn en el centrotranquilo de la miseria (Debord, 1983: 63).

    LA VULNERABILIDAD ORWELLIANA

    Al emitir un juicio general, sea de las prcticas de la tercera va a lolargo del ltimo par de aos, sea de sus estructuras de representa-cin que hasta aqu han sido el tema principal del presente trabajo,hay dos conclusiones ineludibles. La primera se relaciona con el mo-do en que los defensores de la tercera va se han echado al bolsillolas fuerzas dominantes del capitalismo. Ms que nada, han concep-tualizado demasiado la propiedad inherente de la explotacin que esparte intrnseca de la composicin del sistema capitalista. Al hacerinvisibles la lgica totalizadora y el poder coercitivo del capitalis-mo, en efecto, han reconocido y aceptado el estatus hegemnicopermanente del mismo (Wood, 1990: 65). Segundo, como conse-cuencia de lo primero, han intentado desesperadamente devaluarcasi todo aquello por lo que ha luchado la izquierda. Ambos rasgos,dira yo, son sintomticos de un estado crnico de amnesia. En los ca-sos de trastornos cerebrales severos se desvanece gradualmente larealidad del presente, formada por el pasado, y en su lugar se creauna realidad imaginada que puede ser mucho menos prctica, perosiempre es ms cmoda.3

    El tema de mxima importancia para nosotros es cmo podemos

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    3 Esta conclusin es relatada maravillosamente en Cien aos de soledad, de GabrielGarca Mrquez. Lo nico que salv a los habitantes de Macondo, cuando sufran unaplaga colectiva, primero de insomnio y luego de amnesia, fue el hbito de apuntar co-sas en pedazos de papel antes de olvidarlas. Al principio esto consista en darles nom-bres a los objetos especficos, mas con el tiempo involucraba descripciones detalladasde las tareas que desempeaban tradicionalmente los objetos y los fenmenos. Pare-ce que es una tarea que debe repetirse sin fin con fenmenos como clase, lucha,opresin y explotacin.

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  • recobrar la memoria y la vista de la lgica explotadora y coercitiva delcapitalismo contemporneo. Cmo podemos interrumpir y venceresta dialctica de la desvalorizacin de la izquierda que la tercera vaha promovido activamente?

    En la actualidad se ha argumentado repetidamente que el marxis-mo (bajo cualquier aspecto que intente adoptar) no es capaz de com-prender las nuevas tendencias y procesos que se han suscitado entiempos recientes. Tampoco puede proveer las estrategias de resis-tencia adecuadas a estos acontecimientos. Ambos supuestos son, a to-das luces, errneos, pero en el resto de este ensayo quisiera concen-trarme en el segundo de ellos. Brevemente, el argumento ser que alrenegar de los principales fundamentos metodolgicos y estratgicosdel marxismo, renegamos casi por completo de la nica estrategiaviable de resistencia que an nos queda.

    Permtaseme decirlo de otra manera. Durante la evolucin de susmodos o estructuras de representacin, no cabe la menor duda deque la tercera va ha construido para s una versin novedosa delnewspeak orwelliano, que no slo ha proporcionado un medio de ex-presin para la cosmovisin y los hbitos mentales propios de los de-votos de la tercera va, sino que tambin ha intentado degradar losdems modos de pensamiento crtico.4 Sin embargo, al reconoceresto, nunca olvidemos la otra parte del mensaje orwelliano, la cualnos recuerda que el peligro principal del newspeak tiene su raz enlas herejas reconocidas y asociadas con el oldspeak. En tanto que eloldspeak permanezca en la memoria y la conciencia de la gente, el new-speak siempre se sentir amenazado y vulnerable. En otras palabras,precisamente en este punto de la preservacin de las perspectivasasociadas con la antigua izquierda clsica la tercera va reconoce supropia falta de confianza en s misma. Y es precisamente en este pun-to donde debemos explotar esta vulnerabilidad.

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    4 En un documental televisivo reciente que criticaba la justificacin del gobiernobritnico de las polticas de sanciones contra Irak, John Pilger dio un ejemplo clsicodel newspeak de la tercera va: Justo antes de Navidad, el Departamento de Comercioe Industria en Londres bloque un cargamento de vacunas para proteger a los nioscontra la difteria y la fiebre amarilla. El doctor Kim Howells [ministro de Gobierno]dio sus razones al parlamento. Su posicin de subsecretario de Estado en lo relativo ala competencia y los asuntos de los consumidores estuvo de acuerdo con su respuestaorwelliana. Dijo que se haban prohibido las vacunas porque tienen la capacidad deser usadas en armas de destruccin masiva. Pareci no ocurrrsele que su dedo des-cansaba sobre el gatillo de un arma probada de destruccin masiva: las sanciones. TheGuardian Weekend, 4 de marzo de 2000, p. 29.

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  • EL BUEN SENTIDO DE LA FILOSOFA DE LA PRAXIS

    En cualquier estrategia de resistencia a los dictados del discurso de latercera va, el lugar de honor primero debe corresponderse a la ne-cesidad de socavar su apropiacin del reino del sentido comn. Ensus Cuadernos de la crcel Gramsci escribe:

    Es mejor pensar, sin tener una conciencia crtica, de un modo desunidoy episdico? [...] O, por el contrario, es mejor formarse consciente y crti-camente una concepcin del mundo y as, en relacin con el trabajo delpropio cerebro, escoger una esfera de actividad, tomar parte activa en lacreacin de la historia mundial, ser uno mismo su propio gua que rehsaaceptar pasiva y sumisamente desde fuera la formacin de la propia perso-nalidad? (Hoare, 1971: 323-424).

    Por el modo en que se plantea esta pregunta retrica, me pareceque inmediatamente se nos presentan muchas de las bases para so-breponernos a la negatividad del sentido comn.

    La primera de estas bases es el desarrollo de la propia concienciacrtica. La tarea de oponerse al sentido comn no implicaba, paraGramsci, un asalto doctrinario a los sentimientos espontneos de lasmasas. Como dice ms adelante: no es cuestin de introducir des-de los comienzos una forma cientfica del pensamiento en la vida co-tidiana del individuo, sino de renovar y hacer crtica una actividadya existente (Hoare, 1971: 323-324). Sin importar cunto pueda em-balsamar, momificar y degenerar los procesos de pensamiento indi-viduales una idea dada del sentido comn, siempre ocurrir que, enlas experiencias concretas de las masas populares, dentro del marcodel sentido comn se generar un ncleo del buen sentido. A finde utilizar este ncleo no debe olvidarse que todos, hasta ciertopunto y en cierto grado, son filsofos. Es claro que las resistenciasson muchas, pero Gramsci nunca dud de que este acceso a la ra-zn filosfica jams sera totalmente saboteado por las inercias delsentido comn, o por lo que Paulo Freire (1993) llamara despus lacultura del silencio.

    El factor ms importante en el desarrollo de la propia inteligibili-dad crtica es, con mucho, la realizacin de una concepcin coheren-te y unitaria del mundo que nos rodea. De hecho, no por nadaGramsci defini al socialismo precisamente como la visin integralde la vida; la conciencia de que una comprensin adecuada de los

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  • fenmenos complejos slo se sigue de una apreciacin de cmo es-tn unidos. Cada fragmento tiene que ser puesto en un marco msgrande y con significado, pues slo por estos medios el conocimien-to de los hechos aislados puede llegar a ser un conocimiento de larealidad. Como lo ejemplific Lukcs, la realidad slo se da en la to-talidad del desarrollo social. Siempre existe la necesidad de distin-guir la realidad de lo que tan slo es la factualidad de la existencia.La inmediatez del momento aislado siempre est imbuida de un sen-timiento del sinsentido. Para entender la realidad as planteada, esnecesario ser el amo de los hechos inminentes, no el esclavo (Lukcs,1970).

    En sntesis, lo que tenemos aqu es la suprema superioridad meto-dolgica del materialismo histrico. Al cimentar cada fenmeno enuna estructura ms amplia, dentro de la cual cada uno es una partey tiene una funcin particular, podemos llegar a una comprensindel presente que tiene una profundidad constitutiva fundamental.Adems si, como subray correctamente Gramsci, el nfasis se dasiempre en el primero y no en el segundo de los dos elementos me-todolgicos, esto nos permite ver la historia no como un simple pro-ceso mecnico de hechos y acontecimientos, sino como un procesoen el que somos protagonistas activos de un drama muy real y muyefectivo, un drama en el que slo conocemos la realidad en relacincon el hombre, y puesto que el hombre es el devenir histrico, el co-nocimiento y la realidad tambin son devenires, al igual que la obje-tividad (Hoare, 1971: 446). De hecho sta es la base real de la uni-dad de la teora y la prctica; una praxis que ve en la voluntadhumana la conciencia operativa de la necesidad histrica. En estepunto Jean-Paul Sartre estaba absolutamente en lo correcto cuandoinsista en que la praxis sobrepasa el Conocimiento en cuanto a su efi-ciencia real (Sartre, 1991: 24).

    LA LUCHA COMO NEGACIN

    La base de la necesidad es la prctica, entendida como la motivacinpor luchar por las propias necesidades. Mientras tanto, la lucha esuna de las categoras ms altas del ser-para-otros. Por esta razn la in-validacin real del sentido comn se asegura principalmente en eldominio de la poltica. El reino de la lucha poltica es por excelencia

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  • el reino donde estn en riesgo el conocimiento del mundo social y,ms precisamente, las categoras que lo hacen posible (Bourdieu,1992: 236). Como subraya Bourdieu, siempre es inseparablementeterico y prctico, y una de sus preocupaciones importantes es el po-der de preservar o transformar el mundo social por medio de la pre-servacin o transformacin de las categoras de percepcin de esemundo (Bourdieu, 1992: 236).

    Perseguir las formas directas de la lucha poltica y en ciertos ca-sos los actos de violencia5 debe ser visto, entonces, como la negacinprctica de un destino diseado para infligir la enfermedad de lainercia comn. Ah, donde la tercera va busca acrecentar y recalcaral mximo el sufrimiento que es el resultado de esta enfermedad, laizquierda debe considerar esto como la realizacin del propio ser-ob-jeto (object-being). Como dijo una vez Gramsci: la vida siempre es unarevolucin. Es ese verdadero proceso catrtico en el que las masasabandonan el terreno del sentido comn e ingresan en el reino de larealidad efectiva con la ambicin final de transformar ese reino enuno de libertad, ya no de necesidad. Fuera de la lucha no puede ha-ber libertad.

    Esto, entonces, nos lleva a otro punto. Si slo por medio de la lu-cha (y sobre todo de la lucha de clases) es posible hallar una alterna-tiva autntica a la existencia social actual, nunca debe perderse devista la verdadera base dialctica de esta alternativa, base que por supropia naturaleza excluye toda asimilacin posible de los sectores ex-plotadores de la sociedad con los explotados. En la dialctica no exis-te una base para el procedimiento en el que las dos fuerzas sencilla-mente se unen o se fusionan.

    De modo que es necesario tratar de restablecer la dialctica comola ley principal de la antropologa. Lo que hace superior al mtododialctico es su modo de priorizar el antagonismo de las necesidades.Como dijo Sartre: la dialctica y la praxis son una y la misma; en su

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    5 Como escribi Freire en respuesta a la violencia cotidiana de la opresin social yla explotacin, los actos de rebelin, que a menudo se manifiestan bajo la forma de laviolencia, estn invariablemente basados en el deseo de hacer valer el derecho de serhumano. En consecuencia, las dos formas de violencia se basan en fundamentos total-mente opuestos. En la medida en que los opresores deshumanizan a los dems y vio-lan sus derechos, ellos mismos se deshumanizan. En la medida en que los oprimidos,en su lucha por ser humanos, les quitan a los opresores el poder de dominar y supri-mir, les devuelven a los opresores la humanidad que perdieron en el ejercicio de laopresin (Freire, 1993: 38).

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  • indisolubilidad, son la reaccin de la clase oprimida a la opresin(Sartre, 1991: 802).

    En contraste con la aproximacin ingenua e ilusoria de la tercerava, que busca adoptar un sentido de orden y unidad sin la necesidadde renunciar a la estructura social existente, hay que ver el verdade-ro motor de la historia como una contradiccin y una negacin de-terminada. Debe haber una confrontacin con las contradiccionessociales y los antagonismos y la eliminacin de los mismos antesde que se logre un grado autntico de unidad social o armona so-cial. Uno no puede hacer que desaparezcan mgicamente estos anta-gonismos y contradicciones por medio de un discurso rimbombante.Slo con la lucha directa y activa y la reciprocidad del antagonismopuede producirse la unidad de todos a travs del Otro. Y todo aqueldedicado a la trascendencia socialista del capitalismo debe prestar laatencin debida a las palabras de Rosa Luxemburgo: los peores ut-picos, que estn completamente divorciados de cualquier base, sonen realidad precisamente aquellos polticos que siguen proclamandola idea de una desaparicin estable y sin enfrentamientos del capita-lismo.

    EL CONTEXTO LATINOAMERICANO

    En uno de sus cuentitos maravillosos acerca de Don Durito de la La-candona, con el ttulo de El neoliberalismo: La catastrfica conduc-cin poltica de la catstrofe, el subcomandante Marcos (1998: 76-83) escribe acerca del misterioso Seor X que ocupa el lugarprincipal de cada gobierno en la actualidad. Con aires de SherlockHolmes, Durito se propone descubrir la identidad de este personajemisterioso.

    La bsqueda comienza en un pas sin nombre que se sita aleato-riamente al fondo del imperio de las barras y las estrellas tenebro-sas. (Y cuando digo al fondo, realmente es al fondo.) Como todoy todos que estn bajo el control efectivo del Seor X, el pas sufreuna plaga terrible. No es bola. No es sida. No es clera, sino algomucho ms letal y destructivo que todas estas enfermedades: el neo-liberalismo!

    Con la esperanza de salvar a este pas, una generacin de polti-cos jvenes ha sido enviada a estudiar al extranjero. Desafortunada-

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  • mente todo es en vano. La nica manera en que pueden concebir lasalvacin es ignorar el pasado del pas y subirse al tren veloz de labrutalidad y la imbecilidad humana que tiene por nombre capita-lismo. Su fracaso no se debe a que sean malos estudiantes; al con-trario, han aprendido mucho en poco tiempo. Pero sucede que hanaprendido una sola leccin en todas las materias que han cursado, yesta leccin siempre es la misma: finge que sabes muy bien lo queests haciendo. Parece que, segn su maestro, ste es el axioma po-ltico fundamental del poder del neoliberalismo. En cuanto losalumnos quieren ahondar en la materia el maestro se niega a con-testar sus preguntas y, en cambio, slo repite el axioma. A pesar deque se ruboriza y le cae la baba, es evidente que el miedo es real-mente lo que le impide decir toda la verdad a sus alumnos. No es deextraarse puesto que, como descubre Durito, el neoliberalismo noes nada menos que la teora catica del caos econmico, la exalta-cin estpida de la estulticia social y la conduccin catastrfica de lacatstrofe.

    De regreso a casa, o a lo que queda de ella, los alumnos llegan conun mensaje mesinico que nadie logra entender. Sin embargo, im-pertrritos, se dan a la tarea de aplicar la nica leccin aprendidacon todos los medios a su alcance. Tras haber obtenido niveles mara-villosos de simulacin, finalmente llegan al punto de construir unarealidad virtual en la cual todo parece funcionar a la perfeccin, pe-ro an hay un obstculo por vencer. Paralela a esta realidad virtualexiste la obra, la verdadera. Entonces, algo debe hacerse; comienzanpor hacer lo primero que se les ocurre: pasar un da en un reino dela realidad y el da siguiente en el otro, y as sucesivamente. Resultaque poco a poco comienzan a alejarse de la realidad verdadera y acreer que la realidad virtual que han creado con mentiras y simula-ciones es, en realidad, la realidad.

    No es sorprendente que uno de los problemas causado por esta si-tuacin sea un alto ndice de esquizofrenia. Mas ste no es el peor delos problemas. Tambin ha ocurrido que cada alumno ha creado supropia realidad virtual y cada uno ha comenzado a vivir de acuerdocon ella, as que se adoptan medidas que se contradicen.

    Sin embargo, hay algo que puede dar coherencia a toda esta inco-herencia. Al final de este largo camino de investigacin, y con plenouso de sus espectaculares facultades de induccin, Don Durito de laLacandona, alias Sherlock Holmes, logra explicar qu es. La verdad es-triba en que hay un elemento invisible detrs de todo esto, una per-

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  • sona que nunca se deja ver pero que da coherencia y sistematicidada todos los diversos espectros de poder. Es un lder bajo el cual todosliteralmente todos estn subordinados. Este lder es el misterio-so X. Quin es X? Primero es necesario anotar que no es mascu-lino, sino femenino. Seor X en realidad es la Seora X; su nom-bre de pila es Estpida y su apellido es Improvisacin. Seora Xes la estpida improvisacin del neoliberalismo en la poltica; es elneoliberalismo concebido como una doctrina poltica, y EstpidaImprovisacin actualmente gobierna al mundo desde Argentinahasta Rusia. Es una plaga que afecta a la humanidad entera, y su xi-to se basa slo en la mentira, mas es una mentira que slo da la apa-riencia de solidez, porque a fin de cuentas no hay escapatoria de laverdadera realidad de la situacin. En los cimientos del neoliberalis-mo existe una contradiccin irresoluble. Cuanto ms se sostiene msse devora y se destruye a s mismo.

    Al leer el relato de Marcos record algunos versos de un poema deRamn Antonio Armendriz:

    aparentemente el lenguaje es silencioaparentemente el silencio es poderla escritura es recompuestauna copia de la invencin reinventadael aliento de la bestia refresca la callesus garras emergenel monstruo se impone en su totalidad

    Armendriz, 1977: 17.

    Tan pronto como traducimos el relato a nuestros respectivos con-textos es inevitable que todos atribuyamos rostros diferentes a losalumnos jvenes que supuestamente comienzan con la intencin desalvar a su pas, pero por fin lo traicionan tras convertirse en los lti-mos de una larga lista de proselitistas evanglicos de la realidad iluso-ria del neoliberalismo. En el lector europeo dominarn los rostros deTony Blair, Gerhard Schrder o Massimo DAlema, pero tampoco enAmrica Latina hay escasez de nombres de candidatos polticos o in-telectuales para este papel. De hecho tal vez sea mayor la historia delas traiciones centro-izquierdistas a la bestia neoliberal en AmricaLatina que en cualquier otro lugar.

    Por ejemplo, recientemente Tony Blair dijo que Fernando Henri-

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  • que Cardozo en Brasil era la mejor encarnacin de la tercera va enAmrica Latina. Al asumir el cargo como presidente de Brasil, enenero de 1995, dijo que quera ser recordado como el presidenteque resolvi el problema ms urgente del pas: las desigualdades so-ciales que hacen de Brasil la sociedad ms injusta de la tierra (cita-do en Kucinski, 1998: 16). Sin embargo, tras cinco aos de moder-nizacin el mayor mantra del sentido comn de la tercera vapocos pueden dudar que ha dado como resultado la aplicacin msrigurosa de las polticas clsicas del neoliberalismo, y que esto en rea-lidad ha conducido a un aumento dramtico y devastador en los n-dices de pobreza, desempleo, privacin social y represin.

    Como resultado directo de las duras reformas neoliberales a lolargo de este periodo, varios centenares de empresas estatales hansido privatizadas y cedidas a precios ridculamente bajos a conglo-merados econmicos, bancos del extranjero y empresas transnacio-nales; es el destino que actualmente acaece a la industria petrolera,la fuente ms lucrativa de ingresos para el pas. Ms de dos millonesde trabajadores urbanos han perdido su empleo; otro milln y me-dio de personas que no han completado el ciclo educativo no hanlogrado encontrar trabajo; la tasa de desempleo total se ha ms queduplicado, lo cual afecta a ms del 20% de la fuerza de trabajo na-cional. Al mismo tiempo, en el campo la situacin es igualmentegrave. Incapaz de competir con el aumento dramtico de los pro-ductos importados que han saturado el mercado nacional, ms demedio milln de jornaleros del campo han sido desarraigados desus tierras, lo cual ha dejado a 14 millones de familias sin ningn ti-po de albergue.

    Pocos polticos han hecho ms para someter a Brasil a una depen-dencia tan onerosa del mundo exterior, en el breve espacio de cincoaos, como el presidente Cardozo, reconocido en otro tiempo comoun destacado socilogo marxista, sobre todo por su clsica teora dela dependencia del neoimperialismo, sobre el cual ni l (ni ellos)pueden realmente ejercer ningn tipo de control.

    Sin embargo, tal vez lo ms perjudicial sea la manera en que hahecho todo esto por medio de una nueva alianza estratgica con laderecha poltica en Brasil. Mientras esta alianza lo mantiene firme-mente en el poder, tambin ha dado seguridad a esa elite corrupta ycriminal que efectivamente ha saqueado al pas durante los ltimoscuatrocientos aos y que ha sido el pilar de apoyo para todos los re-gmenes militares. Huelga decir que esta misma elite criminal, ahora

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  • con el apoyo de Cardozo, sigue comprando y vendiendo votos, y pro-porciona los recursos a los grupos paramilitares que siembran el te-rror en las fuerzas de resistencia (Kucinski, 1998: 16). Si algo nos haenseado la historia es seguramente que tales pactos de pacifica-cin con la extrema derecha dan como resultado la muerte de mi-les de vctimas inocentes.

    Pero si hay una diferencia importante entre los actos de sumisiny traicin en Europa y en Amrica Latina, es el modo en que el es-pacio poltico abandonado actualmente por la ilusin de una ter-cera va ha sido llenado por fuertes movimientos revolucionariospopulares. Ya basta!, en un contexto latinoamericano, realmentesignifica ya basta; hay un umbral o un punto de saturacin de in-soportabilidad que no debe ser transgredido y contra el cual se de-be luchar.

    Estos movimientos revolucionarios han adoptado muchas formas,pero sobre todo la de guerras campesinas de resistencia, lo cual hadesmentido los pronsticos prematuros que proclamaron la declina-cin total del campesino. A principios del siglo XXI las figuras de Emi-liano Zapata, Tpac Amaru, Luis Gama y Zumbi dos Palmares pornombrar slo algunoshan sido invocadas una vez ms. Sin embar-go no es un fenmeno que retrocede, ni una nostalgia por un pasa-do que no puede volver a vivirse. La fuerza de esta nueva resistenciacampesina no ha tenido paralelo por ms de un siglo. De hecho, entrminos de aptitudes para la organizacin, niveles de conciencia yaspiraciones para el futuro, es probable que no tenga ningn parale-lo. Ms que una desobediencia obstinada a la infalibilidad proclama-da del neoliberalismo es para usar palabras del subcomandanteMarcos un fuerte enfrentamiento con la realidad. Es la realidadde la miseria y las necesidades de hordas de la humanidad, una rea-lidad tan pesada como el granito. Sobre todo, para hacerme eco dela mxima famosa de Lenin, es una realidad muy consciente de quees mucho ms placentero y til experimentar la revolucin que so-arla y escribirla.

    Para aquellos, pues, que continan resistiendo los dictados delneoliberalismo, la idea de la revolucin an est cargada de esossignificados descritos por Octavio Paz cuando hablaba de la palabramgica, la palabra que va a cambiar todo (Paz, 1967: 138). Un pue-blo puede hallarse solamente por medio de la revolucin, situarseen su propio pasado y en su propia sustancia. Una revolucin per-mite que la gente se atreva a existir, a ser. Una explosin revolucio-

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  • naria es una fiesta prodigiosa en la cual la gente, ebria con su pro-pio ser, finalmente toma conciencia con un abrazo mortal para suscongneres. Sobre todo, una revolucin es una explosin de la rea-lidad: un regreso y una comunin, un trastocamiento de las viejasinstituciones, una liberacin de muchos sentimientos feroces, tier-nos y nobles que se escondan a causa de nuestro temor a ser (Paz,1967: 139).

    Al escoger algunos de los rasgos distintivos de estos nuevos movi-mientos campesinos, inmediatamente se vuelven perceptibles cier-tas caractersticas. Primero, es el modo en que an creen ferviente-mente en la posibilidad de la lucha y la resistencia, mas no es laoposicin, pues sta slo busca enfrentamientos con el gobierno yse limita a los mtodos de un partido poltico, mientras la resisten-cia se enfrenta al poder en todas sus formas y es capaz de trascenderlos juegos de los partidos y las contiendas electorales. Segundo, ancreen con fervor en la posibilidad de la esperanza y de la necesidadcontinua de andar el camino del sufrimiento a la esperanza. Comoha afirmado Marcos, en la actualidad los insurgentes latinoamerica-nos son profesionales de la esperanza, y la base de esa esperanzaes la creencia en el valor ltimo de la accin poltica. En este pun-to, un optimismo de la voluntad va acompaado por un optimismodel intelecto, por la conviccin de que sin importar cun difcilpueda ser la situacin, siempre es posible hallar los modos de salirde las circunstancias que abruman a la gente. Ms que un sentimien-to renacido de la esperanza es una creencia en una futura esperan-za, una esperanza liberada, la energa del deseo de un futuro quepuede trascender las injusticias de un presente falso. O, en trminosde Ernest Bloch, la esperanza no es un acto de hacerse ilusiones, si-no que funciona como una posibilidad histrica definitiva que espe-ra ser llevada a cabo. Tercero, todava creen en un sentido de la ver-dad, una verdad que no se basa slo en las palabras o el discurso, sinotambin en la armona y en la capacidad de escuchar. Adems, la re-sistencia expresada por ellos est firmemente arraigada en los valo-res universales.

    Cuarto, an creen con fervor en la supremaca cultural de las ma-sas oprimidas. Desde los zapatistas en Mxico hasta los campesinossin tierra en Brasil, los indios mayas de Guatemala y los indgenas deEcuador, lo que se est promoviendo es el derecho a la cultura pro-pia, que no est imbuida o contaminada con los valores de la burgue-sa neoliberal. Es la afirmacin cultural de la supremaca de su explo-

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  • tacin. Por supuesto, todo esto no debe confundirse con algn deseode permanecer en un estado de explotacin. Mas sin sucumbir a suenemigo explotador, sin identificarse o, peor an, asimilarse al mo-do de vida del enemigo, dan expresin y credibilidad a su conviccinde que este enemigo puede y debe ser vencido.

    Y por ltimo se aferran de manera particular a una tradicin deinternacionalismo y fraternidad. En un mundo en que el centro esten todas partes y la circunferencia no est en ninguna, estn ms queconscientes de la necesidad de que su resistencia a la dictadura y elimperialismo del neoliberalismo debe ser tan transnacional como elcapitalismo. Pero al mismo tiempo es una conciencia que no pierdede vista las conexiones dialcticas que vinculan lo local con lo nacio-nal y lo internacional. Su internacionalismo no se basa en las priva-ciones de la uniformidad, pero su localismo tampoco es sofocado porel fundamentalismo cultural o el racismo. La fuerza vital del uno escomplementada por el oxgeno del otro.

    As que slo con base en lo anterior se podr ganar la cuarta gue-rra mundial, atinadamente acuada por Marcos. Y no cabe la menorduda de en qu lado se han situado las nuevas fuerzas de la tercerava en esta nueva guerra.

    CONCLUSIN

    Creo que nadie disputara que la versin contempornea de la terce-ra va es la ltima en una larga lista de concesiones hechas por cier-tos elementos de la socialdemocracia. Sin duda todos los compromi-sos de este estilo han sido derrotas. Pero este compromiso especficoes el ms horrendo de todos. Bajo el manto con que se viste la terce-ra va no hay ms que una desnudez absoluta, y quiz lo peor de to-do sea la manera en que acta como un embustero compulsivo, noslo en relacin con los dems, como ha sealado Marcos, sino tam-bin consigo misma.

    Ya que comenc este trabajo con un epgrafe de Pier Paolo Paso-lini, permtaseme concluir con un comentario hecho al final de su vi-da: Es mejor ser un enemigo del pueblo que un enemigo de la rea-lidad (Pasolini, 1976: 7). Para los defensores y simpatizantes de latercera va la realidad que ellos habitan tiene todas las caractersticasde un gueto mental en el que las facultades crticas han sido pues-

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  • tas en hibernacin. Pasolini, pues, tiene razn, pero ira un poco mslejos. Siempre existe la realidad que nos enfrenta (de la que uno de-be estar total y absolutamente consciente). Al mismo tiempo, est larealidad que debe ser enfrentada por nosotros (en la que nunca debe-mos ser prisioneros). La tercera va ignora ambos niveles de esta rea-lidad. Al ser enemiga de la realidad de estas dos maneras, tambindebe ser considerada enemiga del pueblo.

    El pueblo, unido, jams ser vencido!

    BIBLIOGRAFA

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  • DE QU HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE GLOBALIZACIN? UNA INCURSIN METODOLGICA DESDE AMRICA LATINA*

    JOS GUADALUPE GANDARILLA SALGADO**

    A MODO DE PRESENTACIN

    La metodologa, que quede claro, no resuelve en absolu-to el problema con el que nos enfrentamos. A lo sumo fa-cilita el correcto planteamiento de la solucin.

    ANTONIO NEGRI

    La investigacin comienza con la duda, no con la fe.

    ERNST BLOCH

    Desde una orientacin epistemolgica crtica, se establece una rela-cin de conocimiento en que las formas de abordar la realidad reco-nocen la necesidad de asumir una postura racional que potencie elejercicio del conocer al no agotarlo en la explicacin de lo real, sinoque ample las potencialidades de lo real mismo. Se entiende la rea-lidad como campo de alternativas donde los sujetos y las prcticas so-ciales tienen la posibilidad de construir historia. Se trata de avanzardel conocimiento a la conciencia, o en otras palabras del conoci-miento terico al conocimiento histrico.

    La importancia de reflexionar metodolgicamente sobre un obje-

    [35]

    * Versin revisada, ampliada y actualizada de un artculo que ha sido publicadoen Qurum, ao IX, nm. 72, mayo-junio de 2000; Globalizacin. Revista web Mensual deEconoma, Sociedad y Cultura, julio de 2000; Contraste. Revista Especializada en Estudios Re-gionales, ao I, nm. 1, enero-junio de 2001; Herramienta. Revista de Debate y Crtica Mar-xista (Buenos Aires), nm. 18, verano de 2001-2002, y Carta Global Latinoamericana(Montevideo), nm. 1, febrero de 2002.

    ** Acadmico del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Hu-manidades, y profesor de la Facultad de Economa de la UNAM.

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  • to de estudio como el que el ttulo enuncia toma en cuenta el desa-fo que representa traducir esa orientacin y entendimiento de loreal al anlisis de la realidad social, y al campo de la economa comouno de los mbitos que se incluyen en lo social.

    En la economa, entendida en su acepcin econmica y poltica,desde un posicionamiento crtico y de transformacin de lo real, esactualmente ms necesario que nunca desarrollar un pensamientoque parta del reconocimiento de la necesidad de futuro.1

    Ante el paradigma neoliberal conservador que impone la inexora-bilidad de fuerzas externas dominantes, las cuales subyugan a su l-gica las formas y el proceso econmico-productivo de nuestros pasesy subordinan el inters, la produccin y reproduccin de la vida ma-terial de las clases trabajadoras (su sistema de necesidades) a la ob-tencin del beneficio y el mantenimiento de patrones de domina-cin, resulta imperativo pensar y analizar la realidad desde unaperspectiva que busque transformar y construir una sociedad en laque todos quepan. A final de cuentas, del modo en que se entienday piense la realidad dependen la distincin y resolucin (an ms, eltipo o los tipos de solucin) de los problemas que la misma ofrece.

    En los siguientes prrafos nos proponemos vislumbrar la globali-zacin en tanto proceso histrico-objetivo, en tal sentido, como con-texto o escenario mundial, como ideologa, y en su dimensin polti-co-normativa o prescriptiva, intentando relacionarla con elestablecimiento de los llamados bloques regionales y las polticas deajuste estructural, haciendo manifiesta la necesidad de estudiar a s-tas en su complejidad econmica, poltica y social.

    HACIA UN CONCEPTO DE LA GLOBALIZACIN

    ...busqu varias veces la conversacin con distintos respon-sables para tratar de ir haciendo una labor de convenci-miento contra ella. Fue imposible; es reconocida como unartculo de fe. Los ms evolucionados polticamente dicenque es una fuerza natural, material...

    ERNESTO CHE GUEVARA

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    1 Vase a este respecto el sugerente ensayo de Anbal Quijano (2001: 3-17).

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  • Como apunt el socilogo britnico y director de la London Schoolof Economics, Anthony Giddens, globalizacin es un trmino que,aunque usado con gran frecuencia, est muy pobremente concep-tualizado. La orientacin analtica y la disposicin ideolgica sepa-ran a hiperglobalizadores y escpticos de la globalizacin (Gid-dens, 1996).

    Entre los primeros, los hiperglobalizadores, ligados sobre todo alambiente de los negocios y con gran influencia en las elites econmi-cas y polticas que orientan las medidas macroeconmicas y la ges-tin del estado, la globalizacin se entiende como la expansin delmercado a escala mundial. El avance del proceso es tal que los esta-dos-nacin no slo han perdido una gran parte de su poder sino queestn a un paso de su aniquilamiento. En esta corriente, el analista yconsultor japons Kenichi Ohmae (en obras como The borderlessworld, o The end of the nation state) argumenta que en el futuro la nue-va economa mundial tendr como ncleo, no a los estados-nacin,sino a muchas regiones entrelazadas al modo de estados-regin, ciu-dades-estado o ciudades-globales.2 El modelo del estado-regin estabierto a la economa mundial; para Ohmae los estados-regin sonpuntos de entrada tan eficaces para la economa mundial porque lascaractersticas que los definen estn conformadas por las exigenciasde esa economa (Ohmae, 1997: 126). Aunque parecera que este es-cenario es poco probable, no puede ser ignorado; en los hechos es laideologa en boga o el proyecto del sector empresarial transnacional.Esta concepcin de la globalizacin no slo se deriva de una nocinanaltica, sino que tambin sintetiza una orientacin ideolgica yuna idea de futuro.

    Para los segundos, los escpticos, hablar de la globalizacin comoun fenmeno nuevo o sin precedentes es faltar a la verdad. Con elapoyo de una gran cantidad de estadsticas argumentan que lo quehoy se ha dado en llamar globalizacin estaba ms desarrollado en-tre los aos 1900 a 1914, e incluso a fines del siglo XIX; para stos laglobalizacin es un mito. En esta corriente podramos ubicar lasaportaciones de Paul Hirst y Graham Thompson (1999) en Globaliza-tion in question, y las de Paul Bairoch y Richard Kozul-Wright (1996)en Globalization myths. Quiz la crtica a la escuela de la hiperglobali-zacin deba avanzar ms all de alcanzar una historizacin del fen-

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    2 Vanse Camdessus (1996: 7-14), y desde otra perspectiva Gonzlez Martnez(1996: 24-25).

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  • meno (terreno en el cual las dos obras anteriores han hecho aportessignificativos) y tratar de abarcarlo en sus alcances p