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Presses Universitaires du Mirail Se nos fue Marvel... Author(s): Helena ARAUJO Source: Caravelle (1988-), No. 66 (1996), pp. 125-127 Published by: Presses Universitaires du Mirail Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40852534 . Accessed: 15/06/2014 03:29 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . Presses Universitaires du Mirail is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Caravelle (1988-). http://www.jstor.org This content downloaded from 185.2.32.90 on Sun, 15 Jun 2014 03:29:54 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

Se nos fue Marvel

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Page 1: Se nos fue Marvel

Presses Universitaires du Mirail

Se nos fue Marvel...Author(s): Helena ARAUJOSource: Caravelle (1988-), No. 66 (1996), pp. 125-127Published by: Presses Universitaires du MirailStable URL: http://www.jstor.org/stable/40852534 .

Accessed: 15/06/2014 03:29

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Homenaje a Marvel Moreno 125

Helena ARAÚJO

Se nos fiie Marvel. . .

¿Cómo volver a París sin llamar a Marvel Moreno ? Se me había con- vertido en un hábito, primero a su apartamento de la rue de Ridder y luego al de la rue des Couronnes. Si no podía ir a visitarla, hablábamos largo por telefono y su ligero acento barranquillero me la devolvía de pantuflas y bluyins, con una gata a los pies y un cuaderno en el canto - las páginas de su caligrafía dibujada y menuda, casi siempre escritas a lápiz. « Cuando no escribo a mano », decía, « me parece que me queda mal hecho. » Marvel conservaba aún rasgos de colegiala aplicada. Si le telefo- neaba y no respondía, me la figuraba atareada, en su sillón favorito, la cabeza inclinada sobre el papel, la cara sombreada por el capul y la mele- na. Habituada a los altibajos de un lupus que le robaría - como a Flannery O'Connor - días y noches de juventud, Marvel tenía un temple que no flaqueaba ni con los más incómodos tratamientos. Y la incomodidad es aquí un eufemismo de hospitalizaciones, terapias y obligatoria quietud. ¿ A cuántos viajes, salidas, invitaciones tuvo que renunciar por su enferme- dad ? La última vez que la vi, durante una rápida visita a Suiza, se sentía tan fatigada que apenas pudo apearse del auto para instalarse en un café ribereño donde la esperábamos. Estábamos en verano, al borde del Léman - y sin embargo le fue imposible acercarse a los muelles, mirar de cerca el agua. « Si echo a andar », dijo, « siento que me ahogo. »

Hoy me pregunto si el malestar de esa tarde le impediría disfrutar del panorama (el lago, los Alpes), y percatarse de que nos rodeaba un am- biente no del todo extraño a su propio imaginario. Verdad, ¿ qué más afín a las emigradas suntuarias y cosmopolitas de sus ficciones que una terraza en Montreux ? Desde hace más de un siglo, en lo que fuera un veranea- dero de lujo para la pequeña nobleza europea, las edificaciones decimonó- nicas han venido cediendo lugar a típicos exponentes del Art nouveau. Sus frisos y marquesinas, su popurrí manierista de barroquismos y goticismos remiten a una época aficionada a las estilizaciones. Sí, esa arquitectura tan ajena a lo que no fuera ornamentación, pudo muy bien servir de marco a damas que - como en D.H. Lawrence o Henry James - solían recorrer el continente en pos de supuestos goces estéticos. Así las heroínas de Mar- vel... Hoy lamento no habérselo comentado, ni haberle preguntado si los retratos aderezados, los esmaltes y visos de su fastuosa apariencia, no ten-

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126 CM. H. LB. Caravelle

drían origen modernista. Marvel misma, sentada en esa pérgola, rodeada de parterres florecidos y muebles decorados con arabescos o lacerías, no hubiera desentonado en el novecientos. La túnica oriental que llevaba, el pelo liso y largo, las finas manos con las largas uñas, hasta el semblante ajaponesado, la asemejaban a una ilustración de Beardsley.

Sin embargo, ¡cuánto empeño y cuánto aguante había tras esa fachada de sofisticación ! Una vida de padecimientos y privaciones que ella lograba convertir a toda costa en apasionante aventura. Verdad, contra el sinsabor cotidiano esgrimía, imponía su capacidad de inventar e inventarse en re- latos elaborados a media voz, o en novelas que nos mantenían a la expec- tativa desde que la primera - traducida varias veces y con premio interna- cional - nos había revelado su asombroso talento para urdir historias inti- mistas o insólitas en un contexto de agudas tensiones sociales.

Aunque Marvel fuera ya legendaria entre todas nosotras por haberse atrevido a venir a París en los años setenta dejándolo todo para aprender a ser escritora, no llegué a conocerla sino a principios de la década del ochenta, en épocas en que la Maison d'Amérique Latine, bajo la dirección de Elisabeth Burgos, principiaba a promocionar las letras femeninas. Allí

compartimos una mesa redonda, y luego, en 1989, Marvel presentó mi libro La Scherezada criolla, en compañía de Alicia Dujovne Ortiz. Esa noche, aunque no le fuera posible salir a cenar con los colegas que asistie- ron, sí pudo hablar en el foro sobre temas que la concernían profunda- mente : la problemática de la mujer como producción de un sistema de escritura, su opresión en una sociedad machista y clasista.

Marvel leía mucha narrativa, sobre todo de autoras francesas, inglesas y norteamericanas, que a veces comentábamos al vernos. Sin embargo, nuestra amistad en esos tiempos era sobre todo telefónica : cuando yo dejaba un rato sin venir a París me llamaba, casi siempre a horas tardías, cerca de la media noche. Se trataba, entonces, de darme alguna noticia. Recuerdo como me sorprendía aquella voz bien timbrada, con el dejo costeño : «¿ Helena ? ¡Es tu amiga Marvel ! » Y luego, entusiasta : « ¿Sa- bes ? ¡Han convertido uno de mis cuentos en una película ! » O enojada :

«¡ No me gusta el título con que salió la traducción francesa de mi nove- la !» O jubilosa : «¡Figúrate que me llegó una nieta ! » O emocionada :

«¡ Me he ganado un premio en Italia ! »

Feminista a pesar de sí misma (nunca quiso, como otras, ser militante), Marvel creaba protagonistas que se mostraban inhibidas o audaces sin renunciar en ningún momento a la búsqueda de una identidad genérica. De un Caribe tedioso - y a veces tórrido - a una Europa abrumada de

nostalgias finiseculares, transitaban en contra de un tiempo neutro, en la

paulatina o súbita revelación de sus instintos y falacias. Pocas colombianas

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Homenaje a Marvel Moreno 127

han dominado como Marvel el relato urdido en matices y ambigüedades con un narrador y/o narradora plenamente identificable. « Cuídate del folletín », le decía yo riendo. Porque en sus novelas, más que en sus cuentos, tendía a insertar melodramas y conflictos sentimentales. Yo sabía, sin embargo, que no la dejaban contenta, que antes de publicar revisaba, elaboraba sin cesar los manuscritos. Contra la tentación de lo estereoti- pado, pugnaba en ella un empeño de transparencia y verosimilitud. Su última novela - aún inédita - queda como testimonio de ese rigor.

Pero ya se nos fue Marvel... Jacques Fourrier, amante cómplice y ma- rido devoto, llamó a avisármelo un lunes lluvioso, con una horrible con- goja en la voz. Tanto él como Jacques Gilard, Freddy Téllez, Elisabeth Burgos y muchos otros, nos habíamos habituado a verla sobreponerse a todos los síntomas y a todas las crisis. Fatalmente, el 5 de junio de 1995, el corazón le flaqueó. . . Sólo la escritura - a la que consagró tanto tiempo -

podrá devolvérnosla ahora en palabras. ...

***

Ramón Illán BACCA

Cuando se llamaba Marvel Luz

Sólo vi a Marvel Moreno dos veces en mi vida. Ambas en el carnaval. La primera vez como un simple espectador que situado en una de las ace- ras del bulevar Olaya Herrera veía desfilar a la reina del Carnaval de 1959, Marvel Luz Primera. La muchacha, preciosa, arrojaba besos al público. Una prima lejana, de quien estaba secretamente enamorado, era uno de los heraldos de la reina ; otra, una amiguita prima de Marvel Luz, era una de las damas de honor. Esta última, aunque muy joven, era precoz en su afición al maquillaje y a los consejos de belleza para verse más redondita y atractiva, por eso entre el grupo de sus amigos la habían apodado « la en- gañadora », como el merecumbé de moda. Al pasar la carroza grité para llamar la atención y fui correspondido por un ruidoso saludo y una lluvia de besos reales que me hizo feliz y de paso me elevó en el aprecio del público situado a mi lado. En esos carnavales todo transcurrió sin contra- tiempos. No hubo, como en años anteriores en que la reina era una avia- dora aficionada, problemas con la curia pues al ser expedido un decreto de la alcaldía en el que se le nombraba « Reina de los cielos de Colombia »,

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