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Secuestro y capucha - Salvador Cayetano Carpio - 1980

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Salvador Cayetano Carpio es capturado por tercera vez el 26 de setiembre de 1952, junto con su compañera y esposa, Tula Alvarenga. Ella había sido fundadora del sindicato (asociación) de Bebidas Gaseosas y trabajadora de la Pepsi, en La Cascada. Esta vez la brutalidad de las torturas se hicieron inmensamente más refinada. Ya está dirigiendo la represión contra el movimiento popular un personaje desalmado y criminal: el Chele Medrano. Toda la experiencia de esta tercer captura con verdadero lirismo en su libro: 'SECUESTRO Y CAPUCHA'. Es un libro que puede servir de escuela de formación para la contextura revolucionaria y la fe en el propio pueblo.

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SALVADOR CAYETANO CARPIO

SECUESTRO Y CAPUCHAEN UN PAIS DEL “_\1L1\†D0 LIBRE"

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PROLOGO,

V Este es un relato de experiencias vividasen las cárceles del despotismo militar, duranteel gobierno del coronel Oscar Osorio. Losnombres de personas y de los lugares en queocurrieron los becbos se presentan sin modi­ƒicaciones, para conservar integramente laautenticidad del relato. Seria éste un simplerecuerdo de cosas pasadas, que tal vez novaldría la pena referir, si no mediara el becbode que los mismos métodos aqui descritos sonconstantemente utilizados por los gobiernosmilitares iniciados en mi patria el 2 dediciembre de 1931 y continuados hasta elmomento.

El valor que podrán tener estas letras esmostrar con realismo tales procedimientosantidemocráticos, a fin de estimular la lucbade los sectores progresistas por su totalabolición y por la puesta en práctica de losderecbos democráticos y humanos.

De estas experiencias individuales y co­lectivas me parece que es posible extraerconclusiones generales, algunas de las cualesexpongo a continuación.­

1. Los- derechos bumanos y las garantias

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constitucionales son letra muerta paralos sectores militares reaccionarios queban gobernado el pais desde 1931.El secuestro de los detenidos políticos seba convertido en una norma.Las torturas fisicas y morales 'son elprocedimientopreƒerido por el régimenmilitar, como método de investigaciónycastigo. Se aplican sistemáticamente con­tra los delincuentes comunesy se descar­gan con especial ensañamiento en lospresos politicos.Los métodos carcelarios son ferozmenteinbumanos. Las prisiones constituyeninenarrables centros de crueldad y sufri­mientos fisicos y morales. La regenera­ción de los delincuentes comunes esimposible en tales condiciones y lascárceles se convierten en escuelas decriminalidad.Las reformas carcelarias que esporádica­mente proclaman los jefes de prisionesson, más que todo, maniobras de distrac­ción para aplacar la intranquilidad públi­ca por esos métodos. Pocos dias despuésde “iniciadas” se dejan en el olvido. HLos más despiadados métodos de terrory persecución policial contra los sectorespopulares, y la experiencia más refinadaen materia de torturas, son generalizadasen América Latina por los técnicos poli­ciales norteamericanos (F.B.I., C.I.A.,INTERPOL, etc. ), como parte de su pene­tración en el pais y de su politica de

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neo-colonización. Es indudable que amedida en que los pueblos intensifiquensus es erzos or su inde dencia'sobemrjlìta nacioƒnales, los gogfçenr-nos magcionarios y sus asesores norteanlericanos,tratarán de contrarrestar esos esfuerzoscon los medios más crueles, sin que porello puedan impedir los triunfos popula­res.Las acciones de solidaridad de nuestropueblo, así como de otros pueblos delmundo, por los presos políticos, banmostrado en esta ocasión, como en otras,ser el medio decisivo para arrancar a loslucbadores democráticos de las garras delos verdugos y carceleros.

Estas son algunas consideraciones deri­vadas de estas experiencias.

Que estas contribuyan a la lucbapor la democratización definítíoa del país, sonlos deseos del autor. _

San Salvador, El Salvador, C. A., 1954.

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I PARTE

TORTURAS

CAPTURA

Allí, sentado al fondo de la bartolina No.7, con las ropas ensangrentadas, la boca resecay el cuerpo debilitado por la sangre perdida acausa de un golpe en la cabeza, taladró misoídos el agudo sirenazo de un cercano tallerde mecánica que llamaba a los obreros altrabajo. Me imaginé a los trabajadores entran­do al taller, cada uno con sus penas, suspequeñas alegrías y una sola y gran esperanza,un solo y gran deseo que nos une a todos losobreros en un solo corazón inmenso, fuerte,invencible: nuestro deseo de que termine lainjusticia, nuestro anhelo de construir unmundo de paz, libertad y felicidad para todoslos hombres.

Y comenzaron a pasar por mi mentetodas las escenas ocurridas esa mañana. . _

¿Cómo me encontraba allí?Todo comenzó súbitamente, a las cinco

de la mañana en nuestra habitación. Nosdespertaron unos golpes secos en la puerta.

ll

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-“¿Quién es? ”, pregunta la ancianamadre de mi compañera.

-“Abran”, se oye una voz al otro lado.Renegando entre dientes se levanta la

anciana, casi ciega, y abre.De un empellôn es arrojada al suelo y

entran violentamente en la habitación variospolicías armados con pistolas. Son cuatrouniformados y dos vestidos de civil. Comien­zan a registrar como sabuesos metiendo la narizen gavetas y cajones. Los niños, espantados,miran con los ojos bien abiertos. Nosotroshemos saltado de la cama. Mi compañera, ter­minando de vestirse, protesta por el atropellocausado a su viejecita, por el allanamientoilegal de morada y por el irrespeto que todoesto. significa para los derechos ciudadanos.Con tono irritado contesta el jefe de lacomision; _

-“A nosotros no tiene que decirnosnada. Cumplimos órdenes superiores y vamosa llevarlos a la- Policía".

Luego, envía a un agente a traer el carroradio-patrulla que han dejado estacionado enla cercana sección de Policía.

Al oir esto, decido huir. Se lo comunicoen voz baja a mi compañera pues, ¿quéderecho tienen para capturarnos? ¿Con quéorden judicial proceden? ¿No pierden, aca­so, su autoridad al proceder tan arbitraria­mente?

Llamo al menor de los niños;-“Toñito, alcanza agua para lavarme”.

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Sé que es muy difícil huir: tres agentesuniformados están dentro de la habitación; unjudicial junto a la puerta, otro uniformado depie frente a la misma. Pero es preciso arries­garse. Me acerco a la puerta con la palanganade agua entre las manos. Todos los ojos estánfijos en mí. Todos están alertas, prestos aarrojarse encima al menor movimiento. Nece-`sito que se distraigan. Inclino la cabeza enademán de tomar agua. Ha disminuido latensión hipnótica en los ojos vigilantes. ¡Aho­ra! Lanzo la palangana con agua al cuerpo delagente que está frente a la puerta y aprove­chando el instante de confusión salto junto aél, corro por el patio del mesón y no tardo enganar la calle.

Corro, corro con todas mis fuerzas.Detras oigo el resonar de las pesadas botas delos policías que van en mi persecución. Undisparo, dos, tres, más disparos... Cruzo laesquina, comienzo a ganar terreno; cruzo otraesquina. Un zapato se me ha zafado. Antes decruzar otra calle xeo que los agentes vienenmuy atrás, como a cien metros de distancia.

Un camión de cervecería va cruzando lacalle muy despacio. En una fracción desegundo, pienso: “El que va manejando esecamión es un obrero, tal vez sea un obreroconsciente. Si le digo por qué me persiguenquizás me ayude”. Salto al estribo y le digo;

-"Compañero, deme un jalón”.-“Entréguese”, me dice.-“Me persiguen por la cuestión de los

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sindicatos. A Tula, la dirigente de “su”sindicato la acaban de capturar. Ayúdeme”.

Oigo que los agentes se acercan rápida­mente. Veo a la cara al compañero. Miro a susojos que está tomando una resolución. Haparado el camión, mira a los policías que seaproximan, ve las bocas de las pistolas; quizáspiensa en sus hijos, en su mujercita, en suhogar. ¿Qué derecho tiene para ponerlos enpeligro? Me agarra repentinamente de lamano con que me apoyo en la cabina;

-“Entréguese”, me dice.Doy un fuerte tirón, salto del camión,

cuando ya casi me alcanzan los perseguidores.Ya estoy corriendo otra vez, los voy dejandoatrás, se ven cansados. No, -no resultó serobrero consciente el compañero: no quisoayudar a un obrero perseguido y me hizoperder mucha ventaja.

Varias manos se alargan a mi paso,quieren detenerme. ¡Qué dolor! Son manosde gente del pueblo, manos ennoblecidas porel trabajo. Al verme correr desalado, calzadode un pie y con un lodoso calcetín colgandodel otro, sin duda me toman por delincuentey desean ayudar a la "autoridad". Quisieragritar, abrir los brazos y decirles: “Soy de losvuestros, compañeros, no os confundáis”;pero no es momento oportuno, ya 'habrátiempo suficiente para hacer conciencia, paragritar la verdad. Por de pronto, lo esencial esllegar al rio. Esta calle, como a 150 metrosadelante, desemboca en él. Ya las piernas14

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quieren acalambrarse, la respiración cada vezes más entrecortada. Corro y corro.

En la próxima esquina me corta el pasoun radio-patrullaf Ahora recuerdo que envia­ron un agente a traerlo. Su carga de policíasblandiendo batones y pistolas cae sobre mi.No presento resistencia. ¿Para qué? Seríainútil. Agacho la cabeza bajo los golpes, suenala espalda como un tambor apagado.

Llegan los otros, los perseguidores, ja­deantes, sudorosos y entran a la orgía degolpes. Brota la sangre, a borbotones sedesliza desde la cabeza, tibia, espesa, cae sobreel pecho, la espalda; inunda la frente, goteasobre los ojos. Ya me ataron los dedos concordelcs, hacia atrás. Miro a la muchedumbreque se ha formado a nuestro alrededor. Hayindignación en los ojos de las gentes delpueblo. Y hablo increpando a los policías;

-“¿Esta es la democracia? ¿Esta es lalibertad que están dando al pueblo? ¿Asítratan ustedes a los obreros? ”

Sí, ya las gentes han comenzado acomprender que no soy un delincuente; haychispa de rabia contenida en sus pupilas. Losagentes se sienten incómodos:

-“Silencio”, gritan.Y a empellones me introducen al vehícu­I

lo. Histericamente, un agente de investigaciones, obeso, me da golpes cortos en elrostro, en el pecho, en las piernas:

-“¿Por qué te corriste, maldito? Co­rrías más que un venado".

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Y desahoga con golpes su furia. El miedode que hubiera podido escapar le hace estre­mecer.` Al llegar al mesón suben a mi compañera

al vehículo; Me ve y poniéndose intensamentepálida, exclama:

-“Te han baleado, te han baleado”.-“Es sólo un golpe”, le digo. Y se

tranquiliza.Raudo cruza las calles el vehículo. Cuán­

ta gente. Nadie parece conocernos.Hemos llegado al edificio de la Policía,

¡Qué frías e inclementes nos parecen sussólidas paredes de cemento! Vamos subiendolos escalerones. Hemos llegado al segundopiso. Nos conducen a las oficinas de la Policíade Investigaciones. Apuntan nuestros nombresen un libro. Me registran los bolsillos y nosllevan a las bartolinas. Mientras abren lanúmero 1, beso la frente de mi compañera ysusurro al oído;

-“Cumple con tu deber".-“Sí”, es su respuesta. _Nuestras manos se aprietan hasta hacerse

daño en un mudo mensaje de solidaridad ycariño. ¡Su deber! ¿Cuál es el deber de todoobrero en estas condiciones? Ser fiel a losintereses del pueblo. Tras mi compañera secierra la puertade la celda con desagradablechasquido metálico.

De momento he pensado que sólo noso­tros dos hemos sido objeto de atropello;pero... ¿quién esta en esa otra bartolina?16

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¿Será posible? Al pasar he visto fugazmente aFide. . . Si, a Fidelina, la misma que ha dejadosu vida en las artesas de las panaderías, la quetanto ha luchado por organizar al Sindicato dePanificadores, la que en 1946 bregó conentusiasmo sin par por conseguir que suscompañeras trabajaran la jornada de 8 horas.Fue tan difícil conquistar ese derecho, pueslas panificadoras tenían que pasar junto alhorno y la cubierta 14 y 16 horas de cada día.Ahora está allí,_ en la No. 2, pálida, desen­cajada. _ .

Con estas reflexiones entro a “mi” barto­lina. Una duda atenaza mi pensamiento hastacausarme daño: “¿Será éste un golpe alpueblo? ¿Qué proporciones tomará? . _ _

UN PAIS “DEMOCRATICO"

Son más de las 8 de la mañana, he oídoel pito del taller. Los obreros ya estántrabajando. Se oye a la distancia el vigorosorepicar de sus martillos. ¿Hasta dónde llegaráel golpe contra sus sindicatos, contra sussalarios de hambre, contra sus derechos polí­ticos?

Me resisto todavia a pensar en la palabra"represión".

No, no es posible. Tal vez sólo seamosnosotros tres.

Me parece ver a los locutores de radio,con los rostros encendidos de entusiasmo.

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repitiendo noche a noche el estribillo de queestamos viviendo una era de revolución, dedemocracia, de libertades.

¡Ojalá sólo seamos nosotros tres!Pero la realidad es dura. He dejado de

imaginar. Me acerco a la puerta. Veo unosbrazos robustos y velludos que salen por entrelos barrotes de una celda que queda enfrente.Aguzo la vista: parece un estudiante. ¡Ojaláque no! ¿Quién es éste que traen espo­dado? ¡Caramba! es un compañero delSindicato de la Construcción. Luego, ya nome cabe duda: uno tras otro van desfilandohacia las bartolinas, *obreros de diferentessindicatos, estudiantes de “Opinión Estu­diant-il”, de la A.G.E.U.S., profesionales,miembros del P.A. R. (Partido Acción Reno`va­dora.), ciudadanos de diversos sectores demo­cráticos. Las comisiones de agentes de inves­tigaciones no descansan. Las puertas de lasceldas se abren y cierran, sin cesar un momen­to en el quejumbroso gemido de sus goznes.

No hay duda: ¡se ha desencadenado larepresión contra el pueblo!

Pero aún en este instante no alcanzo avalorar en toda su magnitud la fuerza delgolpe asestado contra los sectores democrá­ticos. Para eso, sería preciso estar en las calles,ver el despliegue de fuerzas armadas, lascapturas, los allanamientos de morada, losregistros, el terror desencadenado en muchasciudades simultáneamente; el llanto, el dolorde los hijos, madres, hermanos, esposas, al verarrancados de sus brazos a los seres más18

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queridos. Sería preciso estar en todas lascárceles y ver a lo más noble del pueblosalvadoreño amontonándose como ganado enlas prisiones.

A esta hora, aún no se ha decretado elEstado de Sitio.

**=I<

_ Regreso al fondo de la celda. La debi­lidad devora mi organismo. Poco después,oigo botas militares que se acercan. Se hadetenido frente a mi bartolina un militar.

-“ ¿Usted es Carpio? ".-“Sí, señor”.Se apoya en los barrotes y en silencio me

mira, largamente con fijeza, con sus ojosverdes inyectados de sangre. Me da la impre­sión de un tigre que estudia los movimientos,las reacciones de su presa. Se aleja sin agregarpalabra.

Ya estoy otra vez junto a la puerta. Allíviene de nuevo el mismo militar. Se detienefrente a mí; '

-“¿Por qué está ensangrentado? ”, mepregunta.

-“Me golpearon los agentes”, respondo.-“ ¿Por qué se corrió? ”.-“Quise evitar la consumación de una

detención ilegal".-“Sepa que la Autoridadse respeta, me

di<(:ie,"porque aqui estamos en un paiz civili­za o .19

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-“ ¿Democrático? ” pregunto cauteloso.-“Como Usted guste", responde.Comprendo que no debo aceptar provo­

caciones; pero no resisto el deseo de replicarlemoderadamente:

-“Si estamos en un país democrático, lapolicía está obligada a respetar las normas queestablecen las garantias ciudadanas” Elefecto producido por estas palabras ha sidoinesperado, fulminante. Se ha puesto lívido,después rojo, congestionado el rostro por laira. Mira hacia todos lados y llama al agentemás próximo;

-“Saquen a este malcriado y le ponen lacapucha”, ordena señalándome con el índice.

En ese momento no podia imaginar losextremos de horror que encierra esa simplepalabra: “capucha". Expresión que disimulaarteramente la horrorosa agonía de la asfixia.

Por un instante, desvio mis ojos delíndice que me señala, para fijarlos en alguienque pasa frente a nosotros. Va esposado, lo'conducen a una celda; Es el Bachiller MarioSalazar Valiente. El asombro me hace olvidarla amenaza. Y pienso: ¡pero sí es el propiocx-jefe de la Sección de Sindicatos del Minis­terio de Trabajo! Eso me da la medida delterror que se está sembrando entre el pueblo.No se trata de reprimir solamente a losobreros, a los estudiantes, a los sectorespolíticos de oposición. Veo claro que se estádesarrollando un "gigantesco intento poraplastar, triturar y anular hasta el mínimo

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vestigio individual de independencia de crite­no.

El militar ha dado la vuelta y se aleja. Susbotas resuenan sobre el piso. Se detiene frentea otra bartolina. ­

He conocido al Jefe de la Policía deInvestigaciones: Mayor José Alberto Medrano.

*#11

De repente, el alarido de una sirena rasgalos aires. Comienza con voz ronca, poderosa.Se eleva, se agudiza, se convierte en un aullidoescalofriante que infunde pavor y alarma en elcorazón de los habitantes. Se apaga. Vuelve aempezar. Una y otra vez. Otro aullido' infernalse ha unido al primero. Son los periódicosenviando al aire su mensaje de inquietud.

La mercancía cargada de mentiras oficia­les galopa por las calles. Allá abajo se oye elpregón nervioso de los chiquillos voceadores:EXTRA. . . EXTRA. . . EXTRA. . _

ASFIXIA

Mediodía. _Está prohibido acercarse por acá; sin

embargo, dos agentes de investigaciones hanllegado junto a la puerta. ¿Traerán comida?

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Pues aun no he desayunado. De todas mane­ras, no tengo hambre. Siento reseca la gargan­ta. No, no es comida lo que traen; propia­mente, nada traen, a no ser una fiera miradaen las pupilas. Han abierto la puerta de miCfildaz

-“Levántese”, me dicen con voz desa­gradable,

Definitivamente, tienen un aspecto si­niestro. Uno es el Inspector José Urías Oran­tes; el otro el -comandante Daniel Menjívar. Elprimero es de mediana estatura, moreno, eltipo del asesino profesional, que despidecrueldad por todos los poros; mirada sangui­naria, voz cascada, desagradable, impersonal,como una máquina trituradora incapaz dereflejar sonidos de bondad o compasión. Elsegundo, blanco, de estatura regular, pelorebelde que le cae como cola de gallo sobre lafrente: el tipo inquisitivo de ave de rapiña,listo a clavar las garras y humedecer el picocon la sangre de sus victimas.

Voy caminando en med-io de los dos.Qué mal se camina cuando uno está calzadocon un sólo zapato. Hubiera hecho biendejándolo en la bartolina.

Una tras otra vamos dejando atrás lasbartolinas, todas ellas repletas de obreros,estudiantes y profesionales. En cambio: ¿Porqué habrán destinado toda una bartolina sólopara mí? ¿Adónde me conducirán ahora?

Pasamos por las oficinas de investiga­ciones. Vamos por el corredor del segundo22

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piso, junto a las salas que miran a la calle.Entramos en una de éstas. Es una cuadradonde duermen los agentes. Hay muchoscatres de hierro ordenados en varias filas, conpasillos para la circulación. _

Muchos agentes descansan. Al entrar veoa uno leyendo unperiódico. ¿Será la Ertrfl?¿Qué dira? Sí, es la Extra; enormes titularesanuncian la gran mentira inventada en elúltimo cuarto de siglo: “Descubierto ComplotComunista", y como contrapeso. la fatídicaverdad: Í'Decretado el Estado de Sitio".

`El corazón me da un vuelco. pues de un_vistazo he comprendido la monstruosidad yfelonia de la maniobra oficialista. Ha sidomontada la gigantesca farsa estilo Incendio delReichstag, siguiendo la técnica del sanguìnarioAdolfo Hitler, para aplastar despiadadamenteial movimiento democrático Profunda indig­nacfón me invade _v tengo clara consciencia deque ha llegado el momento de prepararse paralo peor_

Casi al fondo del largo salón, en unGpacio abierto entre dos camas, hay unamesa Encima, está una máquina de escribir.Detrás, una silla. Frente a la mesa me detie­nen. Hemos llegado.

*#8

-“ Bueno, pues, aquí está Carpio", excla­ma Menjívar en voz alta.

Como obedeciendo a una consigna se

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levantan -de sus camas todos los agentes.Lentamente se van acercando de todos lados,profiriendo amenazas e insultos:

-“Al fin caíste, hijo de p. . ”~“De aquí no saldrás vivo”.-“ ¿lìste es el que se quería ir? ".Se han acercado formando un círculo a

nuestro alrededor entre las camas vecinas.Comienza el interrogatorio.Menjívar plantea las cosas de la siguiente

manera;-"Bueno, con vos no vamos a andar con

introducciones. Ya te conocemos, has andadoen los sindicatos. Sabemos que sos comunista.Contesta: ¿Quiénes otros son comunistas? ”.

-“No sé", contesto.Una sonora bofetada me da en pleno

rostro_ Se alborotan los otros agentes. Hablantodos a la vez;

-"Habla, hijo de p. . .; ¿dónde están lasarmas? ; ¿quiénes son los otros comunistas? ”.

--“No sé nada de lo que me preguntan".Un puñetazo, otro, un puntapié,_otro,

otro más. Llueven los golpes y entre losinsultos más soeces y mortales amenazas,todos a la vez quieren tener el privilegio degolpear a un obrero. Están excitados, sabenque ha sido decretado el Estado de Sitio y esoles` parece un cheque en -blanco para cometerlos peores atropellos.

Hasta cierto grado se dan cuenta de queellos están cumpliendo parte de un gigantescoplan general que se ha puesto en movimiento.

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Saben que por la mañana, el Señor MinistroLemus elevó a la Honorable Asamblea Nacio­nal la petición al efecto de implantar elEstado de Sitio, que poseído de santo patrio­tismo se refirió al inminente peligro en que seencuentran las Instituciones Democráticas,que es preciso defender las bases en que seasientan la familia, la moral, la religión, lasbuenas costumbres. Sí, ¡la moral y las buenascostumbres! La civilización “occidental”, ensuma, amenazada en nuestro país por losvándalos rojos. Saben que los augustos Padresde la Patria compenetrados hasta la médula desu ser, de la enorme responsabilidad históricaque les corresponde en la noble tarea de salvaral pais en esta emergencia, asintieron casiunánimes;

-“Sí, es necesario implantar el Estadode Sitio": y saben que el decreto fue firmado.

Han' visto que todo el aparato de propa­ganda se ha puesto en movimiento c.on estré­pito ensordecedor y que difusoras y perió­dicos aturden al pueblo poniendo en juegotodos los resortes de su técnica; mientras lainmensa red de agencias noticiosas interna­cionales dan a conocer por todos los ámbitosdel globo la electrizante nueva.

Por otra parte, han recibido órdenesconcretas. Su impunidad está asegurada. Poreso, con tanta avidez golpean al obrero quetienen enfrente, esposado, indefenso. Es nece­sario conseguir deposiciones falsas para seguiralimentando cl monstruo dc la propaganda,seguir llenando de inoccntcs las cárceles.

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ampliar y profundizar más la represión contrael pueblo.

Me arriman a la cara una lista grandísimaescrita a máquina, conteniendo varias líneasde nombres de ciudadanos de distintas profe­siones y categorías sociales:

-“¿Verdad que todos estos son comu­nistas? "'

-“No sé".-“Pónganle la capucha", ordena Menjí­

var. “Ya va a hablar".Entra en acción Urías. Un puntapié en el

abdomen. Al doblarme de dolor, un puñetazoen la cabeza, entre las orejas, y ya estoy en elsuelo besando los ladrillos. Los anteojos sehan hecho añicos en el choque. Ahora Uríases el personaje central. Es la última avanzadaen la defensa de la civilización y la cultura.

Mientras prepara los instrumentos detortura: cordeles y capucha, los otros leablandan el terreno. Es parte de la técnica.Puntapiés en los costados y'taconazos en laespalda, a granel, entre horribles maldicionese insultos.

` Se acerca Urías, le abren paso. Sigo debruces sobre el piso. Me quitan las esposas.Qué bien, ahora ya podrá llegar la sangre hastalos dedos amoratados. Pero no, ya me estánatando nuevamente. Sobre las muñecas adolo­ridas corre áspero el cordel. Me han quitado elzapato. Ahora me estiran los pies. Me losestán halando hacia la espalda. Pies y manosse han besado: juntos, estrechamente atadosen un s`ólo haz. Qué honda sensación de26

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invalidez. Cuando los ojos, que están a ras delsuelo, cercados por un bosque de botaspoliciales, ven levantarse un pie amenazadorreflejos intuitivos parten hacia 12 extremi­dades urgiendo nerviosamente su interven­ción: éstas no responden, se desangran bajo loscordeles, pero siguen levantadas como astasque pregonan la impotencia.

Habla Menjívara _-“Por última vez: ¿vas a hablar? ”'-“No sé nada”.Ahora me da instrucciones;-"Bueno, cuando querrás hablar, mové

la cabeza afirmativamente para quitarte lacapucha, de lo contrario no te la quitaremoshasta que murás". `

Eso me indica que voy a entrar en unmundo dentro del cual quedan ahogados lossonidos.

Urías se monta a horcajadas sobre miespalda, me va cubriendo la cabeza, hasta elcuello, con la parte superior de la capa de huleque usan reglamentariamente los policías. Elforro queda hacia afuera, el hule pegado a mipiel. Ahora no veo nada, la oscuridad me hacaído en pleno día. Qué desagradable el olordel hule que me llena de aire tibio en lasúltimas inhalaciones.

De repente el jinete que tengo sobre lasespaldas descarga todo el peso de su cuerpo.Al mismo tiempo ha metido el brazo bajo mibarbilla. Me está levantando la cabeza confuerza, atrayéndola hacia su pecho. Me estánempujando las piernas hacia atrás, más, más:

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cruje la columna vertebral. Mi cuerpo formaun arco, tenso, vibrante. Qué difícil es respi­rar. Están aplastados los pulmones. Uno, otroy otro puntapié, con fuerza, 'con maestria,con precisión, sobre las costillas, en los puntosque dejan libres las piernas del jinete. Ahoraya no caen al azar. Ahora tiene_n un objeto:vaciar de aire los pulmones. Pujidos cortos yagudos echan hacia afuera la ínfima reserva deaire que guardaban. Quedan vacíos como unabolsa de papel desfondado. Un círculo deacero va eiñendo mi garganta. Una manoimplacable, formando un t0rniqU€t¢ con losbordes de la capucha, va apretando. _ . apren­tando... _ hundiendo. _ _ hundiendo los bordescomo una cuchillo alrededor del cuello. Ya elaire no se puede filtrar adentro de la bolsa dehule. Hacia afuera, inmensa cantidad de oxí­geno: todo el oxígeno del Universo.,_Aden'tro,nada. Los pulmones piden aire, aire, aire.Bombean hacia afuera la misérrima cantidadque entre sus pliegues aún habia; la gargantalo regresa; vuelve a subir y a bajar, a subir y abajar, cada vez más aprisa, más aprisa, comolosémbolos de un ferrocarril en marcha. Màspuntapiés. La boca se abre, quiere aspirar,quiere sueeionar, chupar aire, aire. . _ El hulese pega en los dientes, obtura los conductosnasales. La boca está abierta... ahora estágritando, gritando, con los alaridos de unanimal en el matadero. El cuerpo se estira, seencoje, convulsionado por la agonía salta conla desesperación de un pez fuera del agua. Eljinete se aferra más y más; acuden en su28

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auxilio a sofrenar al caballo desbocado. Elcuerpo se ha cubierto de un sudor viscoso,todos los poros están en máxima tensión, lassienes golpean como un gigantesco martillo,los oídos zumban como una estridente or­questa de un millón de grillos; siento que losojos están saliendo de sus órbitas, el corazón,los pulmones y los intestinos quieren saltarpor la boca... "Compañeros, hermanos, to­dos los que sufriendo están la explotación, lainjusticia, la miseria y la ignorancia; si este esel último instante de mi vida, ¡que viva lajusticia, que viva la libertad! ¡Que viva elnuevo mundo de paz y de amor que estáconstruyendo la Humanidad que se le­vanta. _ .! ”

Los estertores de la asfixia llegan a suclímax de violencia. Ahora van descendiendo,se van debilitando. Un temblor convulsivosacude todo el cuerpo. No he perdido laconciencia. Los verdugos se dan cuenta quehan llegado al límite tras el cual está lamuerte. Aflojan poco a poco' el círculo queapireta la garganta. Entra el aire, la vida. Uno,dos, tres. . _ cinco segundos. . _ y ya está eltorniquete apretando, ciñendo la garganta.Otra vez los puntapiés, la asfixia, las convul­viones, los estertores de la agonía. . . y ya enel dintel de la muerte, se vuelve a aflojar eltorniquete, no por piedad, sino por fríocálculo, para tener la oportunidad de repetirla infernal experiencia.

Después de esta segunda vez, he quedadoagotado, no reacciono con avidez al aire que

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se cuela por la bolsa de hule. Se ha levantadoel jinete. Me quita la capucha, me examina.

-“Denle aire”, ordena.Me levantan de las cuatro €XIr€miClaC_leS

atadas en un nudo y me balancean en el aire,rítmicamente, para trás y para adelante, comoel péndulo de un reloj: uno, dos, uno, dos. _ .

_ . .ìAh! ¡qué fresco el aire! ¡Québueno, qué hermoso el aire! ¿Cómo es quenunca lo habia notado? Es como una cataratade agua fresca y cristalina que me inundasaciando mi sed en medio de la aridez de uncálido desierto. Los pulmones están en suelemento. Se inflan gozosos. Quisieran seresponjas gigantescas para absorber tanto aireque nunca más haya el peligro de agotarse.Saborean el oxígeno con deleite. Nunca ha­bían estado tanto tiempo sin él. Desde elprimer vagido, desde el instante mismo en queel nuevo ser se asomó a la vida, acompañadospor el primer llanto e impulsados por elprimer dolor, comenzaron a funcionar rítmi­camente como la fina maquinaria de un relojque nunca se detiene. Sólo una vez anteshab ían estado a punto de pararse.

Fue en una tarde calurosa de Mayo,en los primeros años de mi vida. Descalzo(pues la abuela Petronila, mi amada viejecitade cabellera blanca como la melcocha deazúcar que ella misma trabajaba, no alcanzabaa veces ni siquiera para el diario mendrugo depan), con calzones cortos arriba de la rodilla,iba feliz a la escuela ese jueves. Nuestrahumilde alegría era el paseo que todos los30

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`pevespotIata|dehaciamusaumfincadelosalrededotesdela ciudad. Urnpilagrandeenmedio de la finca ua nuestra- piscina. Mistarde voy contento en el paseo. abstnído enlas cosas bellas de la naturaleza. ¡Cuántoárbol, que hermosura! ¿Habrá manzanas ro­sas? élhbra' jocotes? Hacia allá corremosfelices. bajo los árboles frutales, a buscarnancesypepetos. Acorrertraslagartijasyratas que se esconden entre los piñales. la vozdel maestro reclama;

-“ Niños, vengan a bañarse”.Yallávamos. Dentrodclaguanosda

honor el alejamos de la orilla de la pila. Eshonda en relación con nuestra estatura dechicos de 9 años, desmedrados y anémicos.Pero el buen maestro quiere enseñarnos aI'Ild2l':

-“Suéltce del borde de la pila, tírcse".-“Tengo miedo, maestro".-“'l`írese. ¿Cuándo va a aprender a

nadar? "(bedezco. Doy brazadas cortas como

perrito de agua. Me voy hundiendo. Me entrapánico. Quiero tocar el fondo y me hundo.Trago agua, siento que me ahogo. Las manosestán crispadas en el aire pidiendo auxilio. Elmaestro me toma de los brazos y me saca;

-"Vaya, no es nada, muchacho; yaaprenderás a nadar". _

Ya estoy afuera pasando el susto. ¡Noquiero volver a sentir esa eternidad de deses­peración e impotencia! . . .

Pero ahora no estoy allá. Ya no soy el31

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chiquillo que corre alborozado tras las ratasde piñal. Ahora soy un obrero de esta épocagrandiosa en que, como nunca, se siente elvigoroso latido_ de la historia que avanzaincontenible en hombros, de los seres sencillosde la tierra. Pero estoy en la cámara detormentos, balanceándome en el aire, entre lasmanos huesudas de quienes quieren evitar lallegada de ese nuevo día de justicia y libertad.

Con el último impulso, me sueltan en elaire y me estrello contra el piso. Han termi­nado treinta segundos de aire.

Y vuelve a comenzar el tormento de laasfixia. El jinete vuela desenfrenado en alas deuna vida que se escapa, que se encabrita bajosus espuelas, que brinca, salta y se convulsionaen estertores de agonía, locura y violencia;que llega al paroxismo, incontenible, desbo­cada; pero él sigue implacable, sosteniendo elfatídico bozal de la muerte. Ha sentidocircular a torrentes la vida que se va; ahoracomienza a sent-ir que languidecen los espas­mos, que la vida se aleja, se va, se va. . .

Y asi, una y otra vez. Luego;-“Denle aire".Después, otra vea la asfixia, otra y otra

vez. . .Pero cada vez es más doloroso el proceso

de agonía. Calan más hondo los golpes, es másafanoso, más cruel y torturante el esfuerzo detodo el ser privado de aire. Y los encargadosde la tortura se encolerizan gradualmente.Crece y se vuelve incontenible su irritación.32

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Ya no les importa que la vida se escapedefinitivamente y no regrese; ¿qué son unossegundos de más o de menos? ¿Qué valortiene una vida más que se apague en eltormento? ¡Bah!

De repente, al final de la octava pesa­dilla, me agita un último estertor convulsiona­do. Siento como un supremo despedazarse depulmones, corazón y nervios. C0l'nO unafulgurante explosión de fuegos artificialesestallando en el cerebro... Y entro en losdominios de las sombras. . . He traspuesto lasfronteras de la vida. ¡He entrado en el vastoImperio de la Muerte! Se han roto losresortes de la vida, la armonia que hacíafuncionar esa maravillosa maquinaria humana.

Ahora no pienso, no siento, no hablo, noveo, no vibro, no reacciono.

Soy un despojo humano insensible, ina­nimado, listo para ser arrojado desde lamajestuosa estructura de un puente del cauda­loso Padre Lempa y perderme en el torrentetumultuoso de sus aguas hasta entrar en elinmenso Océano Pacifico o, con un destinomás modesto, ser encontrado al siguiente díaentre la frescura de un cafetal o a la vera deun apartado camino de mi patria, desfiguradoel rostro hasta ser imposible el recono­cimiento. . .

Los verdugos, descansan. . _

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LATIGO

No siento, no pienso, no oigo.Mas, no ha terminado todo definitiva­

mente. ¡Sómos duros los proletarios!Algo comienza a vibrar allá en las pro­

fundidades del cerebro. Algo,- alguna raicillanerviosa como una fina cuerda de violín hainiciado un solo casi imperceptible al quepoco a poco se va uniendo toda la orquesta dela vida. Ya comienzo a sentir: primero, unasensación de calor entre dulce y sofocante,aún no bien definida. Luego, un vago bienes­tar, confuso, inexplicable. No siento malestar,hay sosiego en el corazón, ¿Dónde estoy?

Comienzo a oir; primero, muy suavemen­te, un rumor como de confusas voces lejanasque se hacen perceptibles más y más. Ahoraya oigo' más claramente: una voz áspera estádiciendo;

-“Ya se murió este maje. Hicimos loposible, pero no revive”.

Otras voces hablan en idéntica forma. Hevuelto a la dura realidad. Todavía estoy en elsuelo, de bruces, atado. ¿Cuánto tiempo heestado así? .iQuién sabe!

Abro los ojos y veo los pies de losagentes, ahora dispersos, descansando. Uno deellos nota movimientos .en mi cuerpo yexclama;

-“Ya está volviendo".Se acercan todos:

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-“ ¡Aja! ¿Yaestásreviviendo, cabrón? ".-“Que descanse un poco, ordena Men~

jívar; tráiganse, para mientras a uno de esosestudiantes".

Momentos después llegan con alguien:-“Aquí está".-“Si no querés decirnos donde están las

armas y quiénes son los otros comunistas, ledice Menjívar, te vamos a dejar como ese queestá allí en el suelo. ¿Lo conocés?

Me dan vuelta. El recién llegado me miray les dice;

-"No, no lo conozco".Luego, me preguntan:-“ ¿Y vos, lo conocés? "_Lo miro un momento. Fs joven, alto,

fornido. ¡Ah! si es el mismo que he visto enla mañana asomando sus brazos robustos porlas rejas!

-“No lo conozco".Realmente, nunca antes lo había visto.Se encaran al estudiante. Le insultan.

Sabiendo que por su posición social estáacostumbrado al trato respetuoso, le hablangroseramente, para desmoralizarlo. Comien­zan a golpearlo- Me desatan y me anastrancomo a S metros de distancia en el pasilloprincipal, y en el lugar vacante comienzan aaplicarle el tormento de la asfixia.

Ahora me rodean ocho o diez verdugos.Forman un círculoencuyo centro estoy depic, después de quitarme la camisa mc hanvuelto a esposa: las manos hacia la espalda.

Inician un nuevo tormento acompañado35

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de insultos e innumerables y absurdas pregun­tas sobre los mismos temas. La repuesta::“No sé" les encoleriza enormemente.,Y gol­pean y golpean, dándome vueltas entre uncirculo de puños y botas, como pelota de unnuevo juego escalofriante: el agente que estáfrente a mi, estrella su puño contra mi rostro;el brutal impacto me hace perder el equilibrioy voy cayendo de espaldas; pero allí está elpuño huesudo del agente que espera detrás.Su golpe me arroja hacia adelante y hacia unlado, donde stan otros puños ávidos dedescargarse sobre la frente, los oídos, la bocao la cabeza. Y giro, y giro entre el remolinovertiginoso de sus golpes.

Pero algunas veces tengo que caer alsuelo. Y eso sucede cuando uno de suspuntapiés da de lleno sobre -el abdomen o lostestículos. Caigo como fulminado, retorcién­dome de dolor y perdida la respiración. Alprincipio no atiendo la lluvia de puntapiés ytaconazos que imperativamente me ordenanlevantarme. Me incorporo apenas me es posi­ble, y otra vez el macabro 'carrusel de golpesse pone en movimiento. De aqui para allá, dealla para acá. . . ¡Qué estimulante eierciciopara los torturadores! Por momentos seponen de buen humor, ríen y celebran losmejores golpes.

Uno de ellos .hurga en ms bolsillos:extrae una manopla de hierro con salientesdentados, se calza los dedos, me amenaza conella a una pulgada de los ojos:

-“Si no hablás, te rompo la nariz".36

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Tiene los labios entreabiertos por elsatisfecho placer de torturar, asoma los suciosdientes manchados por el tabaco. Mas, a pesarde la amenaza, no llega a_ descargarla confuerza.

Otro, extrae una navaja, la deshoja:-“Ya vamos a cortarte los dedos, ha­

blá”'Me la acerca al pecho; da un corte sobre

un tirante de la camiseta, otro corte verticalsobre la misma, corta- el otro tirante y arrojalejos la prenda de vestir. Pero no corta la pielni cercena los dedos. ¡Quizá no es hora,todavía! Vuelve la navaja a su bolsillo.

Pasados estos cortos intervalos se reanu­da la vorágine de golpes. Y más. . . y más. . .

Pero por fin 'parecen irse cansando. Sesofocan. Están sudando. Decidcn descansar.Calculo que he pasado más de media hora enesta rueda de puñetazos y puntapiés.

Estoy acezando, la cabeza inclinada.Descansan. \

**=II

¿Por qué no descansarán definitiva­mente? Ahora andan ocupados en otrospreparativos. Me conducen al fondo de la sala.Me quitan las esposas;

-“Desnúdese", ordenan.Ya sólo estoy vestido con pantalón y

calzoncillos. Me los quito. Me ordenan tender­me de bruccs en el suelo. ¿Qué vendrá ahora?

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Espero con un brazo cruzado bajo la frente.Luego, un latigazo silba en el aire y cae sobrela espalda, haciendo que se encoja hasta laúltima fibra de mi ser. No es propiamentecomo el filo de un cuchillo que cortara lacarne, es más bien como si una culebra defuego cayera sobre el cuerpo dando la sensa­ción de penetrar hasta el hueso. Pero no haytiempo para hacer comparaciones, el látigo hacomenzado a caer, ha saboreado la carneyyano se detiene: cruza la espalda, las caderas,busca los muslos, las piernas. Vibran losnervios, la carne se estremece y la serpientesigjie lacerando una y otra vez, más, más y`mas. . _

Aquí no hay necesidad de llevar cuentas.¿Qué objeto tendria éso? Yo he visto enpeliculas azotar a los criminales. He leído,también, _ que la santa Inquisición ordenabadar azotes: aparecía el fraile inquisidor y,después de hacer besar el crucifijo al conde­nado, leía la sentancia y ordenaba: “25azotes” o bien “S0 azotes”, 0 más, según lagravedad de la herejía. Y restallaba el látigosobre el infeliz, haciéndole salir con cadaquejido, la maldad o el demonio que se habíaposesionado de su alma. Pero eso sería en laEdad Media. Entonces se contaban uno a unolos latigazos y, al llegar al límite fijado, sesuspendía el castigo. ¡Lástima! ¡Qué pocacultura tenian esas gentes, qué poco empeñoponían en defender la religión y la moral!Mas, ese lamentable atraso tiene explicación:

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entonces no gozaban de la refinada culturaburguesa, eran otras las tradiciones. Ahora, encambio, estamos a medio siglo xx, en elmundo Occidental, en las postrimerías de laera capitalista. No hay para qué limitar nicontar los latigazos. Ha avanzado mucho lacivilización. Se está derrumbando todo unsistema económico caduco y no hay tiempopara atender esos pequeños detalles, sobretodo cuando se trata de defender las tradi­ciones, la moral y la cultura o dicho en otraspalabras, cuando se trata de defender elderecho de unos cuantos a enriquecerse sobrela miseria y el sudor de la inmensa mayoría,su derecho a seguir embruteciendo a la gentesencilla de nuestro pueblo con el fomento deos vicios, de la prostitución y de la ignoran­cia.

¿Cuántos latigazos van ya? ¿Treinta?¿Cincuenta? Quién sabe. Lo cierto es que elprimer verdugo se ha cansado. Ha levantadotantas veces el látigo, ha tomado impulso, loha descargado con todas sus fuerzas, tantas ytantas veces, que está extenuado. Suda. Reso­pla. -Por fin lo entrega en manos de otro de losdiez o doce flageladores que esperan turnos.

Y asi pasa de mano en mano. Cadaverdugo cumple con su oficio a conciencia.Empuñan el látigo con ambas manos. Loelevan sobre su cabeza tomando impulso y lodescargan con todo el vigor que les permitensus fuerzas. De arriba abajo: de abajo arriba,desde los omóplatos hasta los calcañares,tejiendo un rojo petate de huellas alargadas.

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Propiamente el instrumento que están usandono tiene la clásica forma del látigo. Es másbien como un bastón grueso, de hule, sólidopero flexible. Está envuelto en una manta,probablemente para que no corte la pielinnecesariamente.

La flagelación va altemada con un supli­cio más doloroso si es posible. Se acerca unverdugo, otros me alzan un pie de manera quela planta ha quedado extendida frente a él.Comienza a machacar la planta del pie con elfilo de una varilla de hierro, cuadrilonga. Meretuetzo, brinco, trato de eludir los golpes yzafar el pie; pero fornidas manos lo sostienenìnflexibles, inapelables mientras el ejecutorprincipal golpea como un herrero sobre elyunque amoratado. Del talón hasta los dedos,de los dedos al talón. Saben que han tocadoun punto muy semible y azuzan con gritosdestemplados: i

-“ Dale más, :mis duro, más”.Luego, el otro pie. ¿Cómo es posible

soportar tan agudo dolor sin destmyatse?Le llega el turno a otro flagdador, a

otro, a otro. . _ Luego, nuevamente el hie:rrogolpm implacable las plantas de los pies. Ysiguen los latigaos. Los azotadores ejecutansu tarea con verdadero empeño. ¡Pobresinstrumentos de un régimen corrompido! Seles hasecado el almay notìenenyanielmåsleve sentimiento noble o humanitario. Soninfrahumanos, sub-productos de una sociedadcarcomich hasta sus cimientos, que se hunde4) _

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pudriéndose en el estercolero de su irreme­diable caducidad.

Realmente no se les puede reprochar quelos últimos latigazos de cada turno a pesar desus esfuerzos, no alcancen toda la salvaje furiacon que cada uno inicia su tarea.

Mientras tanto, ha entrado a la sala detortura, una vez.má.s, el jefe de la Policía deInvestigaciones, Mayor José Alberto Medrano.Es una de tantas veces que esta tarde havenido a darse cuenta personal del desarrollodel tormento y a dejar órdenes para sucontinuación. Ahora le acompañan el Coman­dante de Policía Roque Antonio Canales yotro Oficial.

Al indagar el resultado de la “investi­gación”, el comandante Canales se indigna eincrepa a los policías:

-“Es que ustedes son un atajo de inú­tiles. Ya les voy a enseñar cómo se pega. Vana ver si no le hago hablar”.

Y arrebatando el látigo de manos delverdugo de turno, con toda la fuerza que lepermite su alto y musculoso cuerpo, comoquien toma un hacha para rajar leña, descargalos más salvajes latigazos sobre el cuerpo, sinexcluir la cabeza, Hay un desesperado con­traerse de músculos bajo el azote, y en losmomentos en que las contracciones me hanhecho separar del suelo la cara, dirige unbrutal latigazo sobre la cabeza. El látigo sedobla sobre la frente y su extremo estalla conviolencia infemal sobre el ojo izquierdo.

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Siento como si éste hubiese sido arrancado decuajo y no puedo menos que pensar en que lohe perdido para siempre. “Vaya digo, primerórgano del cuerpo que pierdo”. Pero qué másda. Que arranquen, que cercenen, que despe­dacen el cuerpo de un obrero. Nada ganan. Nopodrán detener el curso de la historia. Nopodrán evitar la marcha del pueblo hacia laconquista de la paz y el bienestar.

Con la mano que tengo colocada bajo lafrente, separo cuidadosamente los párpadosdel ojo flagelado. Oscuridad completa. ¿Vol­veré a ver?

Cuando finalmente me dan vuelta, a losmismos flageladores les toma por sorpresa elestrago causado sobre el ojo golpeado; puesno se habían dado cuenta de ello, mientraspermanecía de bruces.

Los jefes se han retirado. Los agentes metienen de pie, frente a ellos. Sólo con un ojopuedo verlos. Sus rostros reflejan ira, laspupilas despiden el odio concentrado en susalmas envilecidas. Está hablando uno de ellos;

-“Estos desgraciados como que estuvie­ran todos cortados con la misma tijera".

-“Es que este es indio. Es igual a aquelotro indio que colgaron en Juayúa para el32”.

Esa evocación me hace pensar en lapágina más cruel en la historia de nuestropaís. Pienso en los 30.000 campesinos, obre­tos y estudiantes que fueron asesinados fría­mente en el año de 1932 por reclamar unpedazo de tierra para trabajar, para vivir, para42

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hacer florecer el suelocon el arado y con elsudory así teneralgomåsquellevaralabocade los hijos hambrientos. Y pienso en loscafetales, enlasserranías,enlascostasyenelpolvo, enrojecidos por la fingre de tanto ytanto hombre sencillo, de tantocampsinobueno, franco, honesto, vituperado, calumnia­do, dcspedazado y masacrado por la jauría delobos al servicio de la oligarquía dominante.¡Pensar que hace veinte años que sucedióeso! ¡Que hace vdnte años se masacraba atanto padre de familia bajo la imputación deser comunista! Pensar que entre oleadas delvaho ca.liente de la sangre, que flotaba encimade los campos; que sobre montañas de esque­letos; entre el llanto lastimero de miles y milesy miles de huérfanos, viudas, padres, quefornnban un coro pavoroso cuyo eco resona­ba en todo el orbe; que sobre tanto dolor ytanto sufrimiento se proclamó a los cuatrovientos, con fanfanias y banderas desplegadas,que para siempre habían destruido al comu­mismo ,en El Salvador! ¿Por qué hoy secontradicen? ¿Qué fuena social hktórica leshace contradecir sus palabras? ¿Porahora, 20 años después, vuelven a llenar lascárceles con gente obrera y mmpsina, conestudiantes y elementos de los denás sectoresdemocráticos y siguen torturando, y siguendestmando, bajo el desacreditado, manosea­do y hediondo lema del anticomunismo? Mas,no tengo tiempo para continuar mis reflexio­nes. Ahora es Unas quien hablando. Meha ofrecido un cigarrillo y no lo he aceptado.

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Prosígue:-“No seas bruto, hombre; ¿qué te sacas

con negarte a declarar como nosotros quere­mos? Si te seguís negando no creás que vas asalir vivo de aquí. En último caso, vos tenéshijos. Sabemos que tenés dos muchachitas.¿Vas a hablar o traemos a tu hija mayor paramatarla delante de vos?

La bárbara amenaza me hace estremecery respondo débilmente:

-“Yo no creo que lleguen hasta elextremo de mancharse las manos con la sangrede una niña”.

-“¿Cómo vas a creer que no, hijo dep. . ., me responde brutalmente, si ustedes loscomunistas son capaces de matar a mujeres yniños? ”.

Y ordena;-“Vaya. Pónganlo a hacer el “avión”,Mientras me conducen al nuevo suplicio,

voy pensando: ¿Cómo es posible llamar crimi­nales a los trabajadores, estudiantes, emplea­dos y profesionales honestos y demaš sectoresdemocráticos del pueblo?

-¿Cómo es posible llamar criminales anosotros los obreros y campesinos conscientesque con tanta ternura y sencillez amamos anuestros hijos y compañeras; a nosotros queanhelamos con todo nuestro corazón el bie­nestar y la educación, la felicidad, la salud y laalegría? ¿A nosotros, que deseamos la hermo­Sa alegria de la vida, ahora oscurecida por lamiseria y la ignorancia, no sólo para nuestroshijos, sino también para los hijos de todos los

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hombres de nuestro pueblo; a nosotros queanhelamos la completa emancipación de lamujer de la esclavitud y de las trabas conven­cionales en que la tienen hundida las costum­bres emanadas .de la explotación? ¿A los queansiamos ver libre, próspero e_independiente anuestro país, sin 'la infamia del atraso y ladependencia colonialista? ¿A los que anhela­mos que reine la paz en campos y ciudades yque nunca más el hombre vuelva a despeda­zarse con la metralla o el cañón? _ _ .

¡Ah, hombres, perversos y malvados,indignos de pertenecer a la familia humana,los que arrojan veneno, lodo y calumniascontra los patriotas y demócratas, contraestudiantes, empleados y profesionales hones­tos, contra obreros y campesinos: lo mássencillo, puro y vital de nuestro pueblo, loque es el germen de una nueva vida despojadade egoísmo, maldad y corrupción! ¡Los quearrojan venen_o y_ calumnias contra la humani­dad progresista, que está creando un mundode paz y fraternidad en donde el hombre noserá, nunca más, garra y colmillo. . _!

A sabiendas, de que, por sus mismosprincipios elevados que profesan, no puedenser criminales los hombres (comunistas o no)que anhelan el bienestar, la libertad y lafelicidad del pueblo, el perverso_verdugo harepetido la vil calumnia, mas que todo, paraauto-justificarse e impulsarse en su tarea.

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EL AVION

Qué fácil es convertir los objetos mássencillos: cuerdas, botas, capas de hule, trozosde hierro, todo, en terribles medios de tortu­ra. Los verdugos encuentran su utilidad, ca­sualmente talvez o como consecuencia de suinventiva, y poco a poco van perfeccionandosu técnica en el empleo de cada uno de estosinstrumentos, para causar más intenso dolor,para tocar los puntos 'más sensibles, para hacervibrar el cuerpo de la víctima en agoníasespantosas.

Ahora estoy colgado. Previamente mearrojaron sobre el piso. Otra vez ataron pies ymanos en un sólo nudo, detrás de la. espalda.Y de las cuatro extremidades me suspendie­ron con una cuerda cuyo extremo superiorestá atado a una gruesa regla de maderaenganchada entre los espaldares de dos catresde hierro, dobles.

Me balanceo en el aire con oscilacionespendulares; de izquierda a derecha, de dere­cha a izquierda. La cara dirigida hacia el pisocomo a quince pulgadas de separación. Todoel peso del cuerpo pende de las extremidades.A la izquierda, cerca de mi cabeza está la pataangular de un catre de hierro; a mi derecha,otra igual.

Un torturador se ha sentado frente a mí,hacia la izquierda, en el extremo de una camavecina. Sigue formulando fantásticas pregun­

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tas. Ha levantado un pie. Le estoy viendo dereojo: Allí viene el taconazo dirigido a lacabeza. ¿Cómo eludirlo?. Imposible. Cae delleno cerca de la oreja. El suave balanceo se vebruscamente interrumpido. Ahora mi cabezavuela a estrellarse violentamente contra elángulo de hierro de la pata de la cama queestá a mi derecha. ¡Ha chocado! Por la furiadel" choque salta y se estrella en el ángulo dehierro que tengo a mi izquierda. En rápidaoscilación regresa, y otro taconazo le impulsaa estrellarse de nuevo contra los hierros deambos lados. Cada patada inicia el ciclo deotros dos golpes en cadena, agudos, dolorosos,a uno y otro lado de la cabeza.

Puesto en marcha el nuevo método,acelera su ritmo, gana rapidez y fuerza, seintensifica.

¿Cómo es que a veces un simple golpe enla cabeza basta para enviar a la tumba acualquier mortal? Un pequeño accidente: unresbalón en una cáscara de plátano, un golpesobre el pavimento y ya está listo el prójimopara que le tiendan en la morgue." Fractura delcraneo, dictaminan los 'forenses. Y ya no haymas que agregar.

¿En realidad, no será mejor morir? ¿Noserá mejor ladear un poquito la cabeza: quegolpeen los hierros en el cráneo, talvez un levecrujido y... ya? ¿Por qué no intentarlo?Talvez resulte. ¡Morir! . _ _ ¡Morir! . . _ y quetermine esto de una vez... Una corrienteinterna me arrastra hacia un remolino fasci­

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nante. Me tienta. Me impulsa. Pero otra fuerzapoderosa surge en lo interior: ¿No significaráeso un intento de fuga vergonzoso? ¿Hayderecho para abandonar al pueblo, a losobreros y campesinos en un momento en quemás necesitan de todos sus hombres? La vida,mi vida, ¿me pertenece exclusivamente opertenece a mi pueblo? No, la vida de unobrero consciente no pertenece sólo a él; sinoa su pueblo, a sus hermanos en el sufrimientoy en la explotación. Un obrero consciente notiene derecho a abandonarse a la muerte 0acelerarla para evitarse cualquier sufrimientonatural o extraordinario que se presente.Hasta el último soplo de su vida es de lostrabajadores y de su pueblo. Lo contrario esfugarse del deber. Hay que luchar contra lainvitación, contra el halago fatal. No hay queolvidar ni por un instante, que inevitablemen­te llegará el dia en que las caras sonrientes dela gente del pueblo celebrarán el arribo de unaera de paz y libertad. ¡Y ese día yo quieroestar allí, acompañando al pueblo en el granregocijo! Pero, ¿por qué sólo en la alegría?¿No debemos acompañarle también en susagudos momentos de dolor y sufrimiento? _ . _' La idea malsana ha huido.

Desde hace rato, un profundo desfalle­cimiento físico va avanzando más y más. Unamodorramiento pesado como el plomo vabajando. Estoy exhausto. _¡Qué sensación demalestar general! ¿Cuánto más soportará elorganismo sin entrar en coma?

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Ahora, cada vez que me aproximo alchoque hago esfuerzos casi instintivos paraalargar el cuello para evitar en lo posible losgolpes en la cabeza y desviarlos hacia la nuca.

En los descansos, otro verdugo machacalas plantas de los pies con la barra de hierro.Ya están convertidas en bombas color deberenjena.

Se acercan otros y descargan puntapiésen el tórax y abdomen o taconazos en laespalda.

El verdugo principal regresa descansan­do. Parece que fue a refrescarse el gaznate.Reanuda el ciclo de golpes entre las patas delas camas. A pocas pulgadas debajo de mi caragiran vertiginosamente los ladrillos del piso,casi se confunden sus colores.. . rojo.. .,amarillo. ._ rojo... amarillo. Sigo mecién­dome en el columpio del tormento: el“Avión”, como dicen con cinismo los ver­dugos. . .

II¦*#

Serán las 4 de la tarde.Se han llevado al estudiante de regreso a

la bartolina.Ahora estoy de pie, con los brazos en

alto. Las palmas de las manos pegadas a lapared. El látigo está en movimiento.

Hace un momento me descolgaron y mesoltaron pies y manos, poniendo fin al supli­cio anterior. Me condujeron frente a la pareddel fondo V reanudaron la flagelaciôn: por

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turnos, como al principio.He entrado en un estado físico lamen­

table; casi no puedo tenerme en pie. Tiendo adesplomarme al suelo.

Ahora, alternan los latigazos largos conotra forma de flagelación. Toman el látigo porla mitad y dan golpes cortos, rápidos yvigorosos, con la punta del mismo, concen­trando los golpes, primero en una zona,después en otra: caderas, muslos, piernas,posaderas. El objeto es uniformar en una solamancha roja y morada todas las huellas dellátigo, de la cintura para abajo.

Punzan las plantas de los pies con lapunta de un trozo de madera, para uniformartambién los golpes del hierro.

Luego, mas látigo. Y vuelven a "picar".

¦I=*=I¦

Estoy perdiendo la noción del tiempoque dura ese último suplicio.

De pronto, la voz de Menjívar que ahorame parece más terrible y ominosa que nuncapor la naturaleza de las palabras que pronun­cia, me estremece:

-“Si seguis con tu capricho, negándote adeclarar como nosotros necesitamos, vamos atraer aquí a tu mujer para golpearla delante devos".

La amenaza, sacudiéndome moralmente,me saca del semi-letargo en que estaba cayen­do. Ahora cumple la sentencia:

-“Vayan a traer a la muier de éste, que50

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estáenlabartolina númerouno,ordem..Yava aver este hijo de p. _ ."

Dos policía judiciales se alejan. Van acumplir la orden recibida.

Los tortundores han cesado de flage­lnrme.

CRUZ

Espero.Sigo con el rostro pegdo a la pared.Oigo pasos que están entrandoalasala

de torturas. Se acercan. Se han detenido comoa dos metros detrás de mí.

-“Aqui traemos a la mujer”, dice unavoz. Emeguida, Menjívar se dirige a ella:

-“Mirá como stá tu marido. Si noquerés decir si ustedes dos y quiénes más soncomunistas y dónde están las armas, a vos tevamos a dejar igual que a él y luego le vamos amatar en tu presencia. En tus manos stidecidir si querés que no te golpeemos y siquerés salvarle".

-“Yo he luchado dentro del movimientosindical, contesta. Nosenada de lo que mepreguntan". Sí, es la voz de ella.

-"Dejate de “tangos”, p. _ _”, insultabestialmente el malvado. `-"Bueno, mirá bien como está tu ma­

rido", repite Menjívar.La acercan más. Está como a un metro a

mis espaldas. Oigo su respiración entrecor­Sl

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tada. Casi siento cómo clava sus miradas en micuerpo, en el dorso, en la cintura, en laspiernas. _ . Casi oigo los latidos del corazón demi amada compañera.

Después de una pausa, ordenan;-“Denle vuelta a ese, para que ella mire

cómo está de frente”.Ahora estoy frente a ella, desnudo com­

pletamente. Una nube de dolor empaña sufrente; pero su semblante no refleja indecisióny sus dulces ojos están acerados con una fríadeterminación. Un gran aliento inunda mialma. _

Me sorprendo al ver que no la han traídosólo a ella. A la par se encuentra una. . .¿Pero, es posible? ¿No me está engañando lavista? Porque este condenado ojo derecho noes mucho lo que me quiere ayudar ahora:quiere cerrarse como el otro. Ya a veces loempañan fugaces nubecillas rojas. Pero no,no me engaña. junto a mi compañera,'frente amí, contemplándome con una angustia conge­lada en la garganta, temblando, apre-tándosenerviosamente las manecitas, se encuentra unaniña. _ _ Sí, una niña de 13 a 14 años. . . No laconozco, nunca la he visto. Me mira con ojosdesorbitados. Para ella esta escena debe serhorripilante. Algo 'que de golpe le revelacuánta maldad se esconde en el corazón de loshombres cegados por el poder, por la corrup­ción y por el miedo a perder sus privilegios enmanos de un pueblo que se está cansando deopresiones. Ella, que talvez nunca había cono­cido la desnudez del sexo opuesto, tiene52

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ahora, de repente, ante sí, un sexo que cuelgaentre las laceraciones de la carne magullada.Impresión profunda que ya no se podrá borrarjamás de su tierna alma sensitiva. La deprava­ción moral de quienes se autonoinbran defen­sores de los valores espirituales, de la cultura yla moral, de una cultura y una moral putre­factas, no tiene límites. Quieren declaracionesfalsas para volverlas contra el pueblo. No lesimporta los medios aunque tengan que co­rromper el alma tierna de los niños. Pero,¿qué más puede esperarse de quienes defien­den el sistema de corrupción organizada quecorrompe, degenera y deforma el alma de laniñez y de las juventudes con el fomentoconstante de la miseria. el alcoholismo, laprostitución, la ignorancia? Muy podridodebe estar el fondo de hombres que hanperdido hasta tal grado toda noción de moral.Pero de moral legitima, que no es la moralfarisaica, tema favorito de los falsarios ydegenerados que calumnian al proletariado.

¡Moral! ¡He allí vuestra mora-1, ver­dugos! ¡Allí está vuestra moral, escritoresvendidos a la corrupción organizada! ¡Esa esvuestra moral, todos vosotros, hipócritas de­fensores y ejecutores de ia abyección ydegradación humana como sistema into­cable. . .!

*IIUF

“I

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Se acercan a mi compañera. La acosan apreguntas y amenazas. Al ver su determina­ción, deciden actuar. '

-“Pónganle la capucha”, ordena Menjí­var.

Ella todavia no sabe a qué se refiere.Comienza a comprender, cuando un puntapiéen el vientre le hace inclinarse de dolor y,cuando un bestial puñetazo en la cabeza laarroja ,contra el suelo con los brazos abiertos,la frente pegada a los ladrillos y el cabello endesorden Luego, se lanzan contra ella amolerla a patadas. Urias se acerca con loslazos y el hule.

Le están atando pies y manos cruzadossobre la espalda. Al levantarle los pies, le alzanla falda del vestido, deliberadamente, parasatisfacer el morbo con la contemplación desus formas fisicas. Ella protesta enérgicamentey el director del tormento les ordena bajarlelas faldas. Eso sólo al principio, pues en elcurso del tormento las ropas tienen quedesordenársele.

Nunca he visto hombres poseídos de unabestialidad semejante. Están invadidos por undeseo frenético de golpear, de descargar susbotas sobre la mujer que está atada en elsuelo. Sus miradas tienen destellos demonía­cos, sus bocas se contraen en repulsivassonrisas, lanzan frases obscenas, hirientes parael pudor de una mujer. Se ríen, están ebrios,ebrios y sedientos, ebrios de un licor fuerte;

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ebrios y sedientos de sadismo que los lleva alfrenesí, y dan puntapiés en el cuerpo delicadode la hembra maniatada. En piernas y costa­dos, en caderas y espaldas. . .

Urías ha llegado. Se monta a horcajadassobre las espaldas femeninas. Le cubre lacabeza con la capa. Comienzan los estertoresde la agonía.

Veo. Me esfuerzo por no dar a compren­der mi sufrimiento a los verdugos, para noalentarlos 'a intensificar el tormento contraella. Quisiera arrancarla de allí. Quisiera, porlo menos, poder ayudarle en alguna forma,aunque fuera alentándola, susurrándole alcorazón: “. . .Hermana, dulce, noble compa­ñera de mi vida, tan querida. NQ te extrañeque no me arroje con uñas y dientes sobre lasbestias que te torturan; para arrancarte deentre sus garras; 'pues eso sería un acto delocura que empeoraria tus tormentos." Noolvides que hay algo más grande que nuestrocariño y que nuestras propias vidas: losprofundos intereses del pueblo. Piensa, piensa,compañera, que en cada rancho campesino,en cada hogar obrero, los seres sufren unalarga agonía de miseria, explotación. vicios,enfermedades e ignorancia; pero que luchanpor un nuevo amanecer forjado' con suspropias manos creadoras de la historia. Piensaque perteneces a tu pueblo, a la clase obre­ra ”

Mas, no hay necesidad. Prácticamenteestoy comprendiendo la enorme fuerza moral

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que imprimen las convicciones aún en losseres más débiles físicamente. Y la mujerobrera consciente es fuerte ante el sufri­miento. Es fuerte por ser mujer, conformadapara soportar el extremadamente doloroso,pero fecundo, desgarramiento de la materni­dad; por ser obrera: forjada en la escuela de lafrugalidad y la pobreza, acostumbrada a losdiarios y obligados sacrificios, privaciones yabnegaciones que le impone el sistema econó­mico actual; pero, sobre todo, es fuerte porser consciente, pues la conciencia obreraimprime fuerzas morales prodigiosas e inven­cibles aun en los cuerpos más endebles.

Al ver a mi amada compañera retorcién­dose en el suelo entre los estertores de la cruelagonía por asfixia, y bajo los puntapiés deesos malvados que de esa manera descargan sucrueldad y su sadismo sobre una mujer honra­da, honesta, trabajadora, digna del mayorrespeto y estimación, comprendo total, defini­tivamente, hasta qué profundo abismo demaldad, vesanía y perversidad ha tenido quecaer el régimen actual para recurrir a métodostan malvados contra la gente ¿ del pueblo,creyendo apuntalar, a base de terror, suruinoso edificio.

illk*

-_“Hablá, mirá cómo están golpeando atu mujer. :Que no le tenes lástima?", ladrauno de esos sub-hombres, reforzando su mal

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ñngida indignación con puntapiés dirigidos ami abdomen.

-“Estos desgraciados no se tienen lásti­ma ni ellos mismos”, dice otro.

-“De capricho a capricho, dice valiente­mente el jefe de las torturas. Pongan a éstecolgado en cruz. Le vamos a demostrar quetambién nosotros tenemos capricho. No lobajen hasta que se muera 0 hable”.

Algunas camas al fondo de la cuadraestán super-puestas como literas. Sus espal­-dares quedan frente a otros separados por elpasillo principal. Los de las camas superioresestán aun nivel mayor que la altura de unhombre. Entre ellas me aplicaron hace un ratoel suplicio que ellos llaman “el avión” Ahorase preparan allí mismo para colgarme en cruz.

Pero no hay a la vista nada que puedallevar ese nombre. El clásico madero, tan enmoda durante el Imperio Romano, tan útilpara reprimir los levantamientos de esclavos,lo mismo que para colgar fascinerosos oadversarios de la dominación imperial, estáausente de esta sala.

Me acercan a la espalda un palo largo, nomuy grueso, de más de dos metros de longi­tud. Lo sostienen al nivel de los hombros, enposición apropiada para poder atarme en élambos brazos extendidos en cruz.

Ahora me están estirando el brazo dere­cho. Tratan de darle vuelta alrededor delmadero. Más. Parece que fueran a romper elhueso. Me atan fuertemente la muñeca contrael palo. Cómo ciñen los cordeles. Qué agudo

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dolor causa el leño al oprimir el hueso y lostendones. Ahora el brazo izquierdo, al otroextremo del madero.

Me alzan en peso y enganchan el palo enlos espaldares de hierro de dos camas superio­res. Quedo suspendido sobre el pasillo central.Sin tocar el piso. Todo el cuerpo pende de losbrazos. 'En los hombros un agudo dolor vapenetrando, como un punzón de hielo clavadoentre los huesos. Es como si se fuerandesgarrando. Como si se fuera desligando launión entre los omóplatos y las extremidadessuperiores. Si me retuerzo es más punzante eldolor. Cada contracción repercute sobre loshombros. Pesa el cuerpo como un costalrepleto de plomo. Como una carga a la queestuvieran agregando una libra cada minuto.

Procuro estar quieto. Que no oscile elcuerpo, que no se encoja ni se estire. A losextremos del madero las manos están enga­rrotadas, las uñas casi negras, hasta allí nofluye la sangre. _

Pero los verdugos no son partidarios dela quietud. El cuerpo en su posición actual esun blanco apetecible para sus puntapiés.También el látigo golpea a su sabor, y elhierro le ha tomado afición a las plantas de lospies.

Los torturadores están volviendo por losfueros de la religión. ¡No faltaba más! Seinyectan furia y célica indignación, repitien­do una y otra vez, que los obreros no creemosen Dios. Uno de. ellos, me dice;

-“Como es seguro que vos no creés en58

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Dios, hoy sí vas a creer, hijo de p..."Carcajadas. Otro agrega:-“A Jesucristo lo crucificaron por ser

bueno; pero a Vos te hemos crucificado pormalo, cabrón". _

Están satisfechos con sus burlas. Tienentranquila su conciencia. Pueden seguir gol­peando sin acrúpulos, que su causa es “jus­ta". Ya pueden ir a revolcarse con las mere­trices o a corromper a las escolares hijas deobreros. ¡Son los defensores de la religión!

Pero ya no importa lo que digan. Susburlas suenan en mis oídos como algo que yano me concierne. Tengo los labios resecos,scdientos. Ahora no se abren ni siquiera pararesponder el "no" que tanto irrita a lostorturadores. Estos se enfurecen. Avivan suspreguntas y golpes. Ahora quisieran oir aun­que no fuera más que un sonido que lesalentara en su esperanza. Voy entrando en unsemi-desvanecimiento fisico, como un río quese arrutra lentamente entre una niebla que seespesa poco a poco.

# * *

Se ha ocultado el sol. las bombillaseléctricas iluminan la sala de torturas.

Parece que por ahora, los verdugos hanperdido la esperanza. Me están descolgando.Mc sueltan una mano, después la ona. Caigoal suelo sin ánimo para mover ni un dedo.

Regresan a mi compañera a la bartolina.Se llevan también a la muchacha de 13 años.

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Medrano está autorizando que me lleven a laCêldí-1:

-“Mañana que tenga los golpes maduros,lo vuelven a sacar”. Ahora me está hablando;“Y todos los días te vamos a traer aquí hastaque estés dispuesto a hablar. Y hoy en lanoche vas a quedar desnudo, y que te echenagua salada sobre el cuerpo, para que te ardanmás los latigazos con el vientecito de la noche.Llévenselo”. '

IIHII*

Me han levantado dos agentes tomándo­me de las axilas. Me ponen el pantalón, lacamisa. Me llevan fuera de la sala de tortura.Se detienen en el corredor. Se abre la puertadel salón vecino. Es la sala de archivos. De ellaestán sacando a otro obrero. Es Miguel AngelCea, obrero de Construcción (*).

Lo traen entre dos agentes. Casi nopuede andar. Le han aplicado el tormento dela asfixia. Le han golpeado las plantas delospies. Le han colgado de las manos atadas haciaatrás, enganchando las esposas en un archiverometálico. Le han molido a puntapiés. Le hanquebrado una costilla. Le han saltado variasmuelas. Tiene ampollas en los labios: se loshan quemado con la brasa de puros encen­didos. _ .

Empezamos la marcha hacia la bartolina.Larga marcha. Descalzos. Arrastrando los piesamoratados. Hay que moverlos. Es cierto quem* En esos momentos aún no le conozco.

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bajo el brazo sentimos la ayuda de los agentesque nos conducen, pero las plantas de los piestienen que fijarse sobre el suelo. Cada piedre­cita parece hundírsenos hasta el corazón. ¿Porqué no harán los pisos de una sola fpieza, lisos,como esas canchas depatinar sobre el hielo?Cada juntura de los ladrillos nos molesta.

_ Hemòs llegado a la celda. Es la mismadonde estuve en la mañana, la No. 7. Ahorano estaré solo. Estaré con este compañero aquien no conozco.

-“Desnúdense", nos ordenan.Al cabo de un momento: V.-“Apúrense".Les damos la ropa. Cierran.Cada uno de nosotros se derrumba en un

rincón. Cada nervio salta con un temblorirresistible, interminab1e.~ Pareciera que el sue­lo tiene brasas o alfileres que se incrustan entodo el cuerpo. En ninguna posición se puededescansar. Ni de espaldas, ni de bruces, ni delado. Todo duele.

Mucho falta para que termine este viernes26 de septiembre de 1952. Las cámaras detortura seguirán trabajando toda la noche,como fauces de un monstruo que trituracuerpos de obreros y obreras, estudiantes yprofesionales, de la gente vinculada a losdolores y sufrimientos del pueblo.

Esta misma noche la seca voz del Presi­dente habla a través de todas las difusoras,encadenadas al efecto.

No habla de los pechos de las obreras61

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machacados por las botas de sus agentes; nohabla de obreros y estudiantes torturados, nohabla de allanamientos ilegales, ni de arrestosarbitrarios. . .

Habla de estar salvando a la patria de unenorme peligro. Habla de una gran conspira­ción. De un golpe rojo descubierto a tiempo.H-abla de defender al país, de “fuerzas capacesde sembrar la confusión, de trastornar elorden público... de disolver las tradicionesnacionales. _ . atentar contra las institucionesdemocráticas. _ . peligrosas para las libertadesde sus habitantes y para la Paz Social. . ."Repite mentiras y calumnias desgastadas porel uso. como si estuviera leyendo en unpolvoriento texto hitlerista.

La radio multiplica la arenga cuartelaria:-“El futuro del país como Nación Inde­

pendiente, ha estado hasta este momento enserio peligro. . . De la misma manera que lo hehecho en otras ocasiones, me dirijo nueva­mente al Pueblo para informarle de los acon­tecimientos últimos y de las providencias que,para preservar el orden y la paz, han sidocumplidas... Estoy firmemente convencidode que mi gobierno al actuar en la formarelatada, al mismo tiempo que cumple con susdeberes constitucionales, satisface los anhelosdel pueblo salvadoreño. . _”

Pero el pueblo sufre con sus hijos en lascárceles y en los potros de tormento.

**=|=

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Por la radio no se oyen los gemidos delos torturados.

Desde esta bartolina sí se escucha, en elsilencio de esta noche interminable, cómogime y se desangra la parte más honesta,sincera y consciente del pueblo salva­doreño. . .

BESTIALIDAD

Sábado 27.-Es de noche, las celdas estánenvueltas en penumbra. En ellas sólo se filtrala luz de mortecinas bombillas colocadasafuera, cerca de la .puerta y de las rejasposteriores. Segundo día sin que se ocupen deproporcionamos alimentos. En sus cálculos elhambre juega su papel: tratan de minar así laresistencia moral. Ellos cuentan con que,cuando la serpiente del hambre comience adevorar los intestinos y la perspectiva de loscontinuados tormentos fisicos se haga másintolerable, los individuos se tomen dóciles asus designios.

Todo el día hemos estado esperando quese cumpliera la amenaza de sacarnos al tor­mento. Cada momento, al siniestro tintinearde llaves, esperamos tensos, espectantes, in­móviles en nuestro respectivo rincón. Oimoslos pasos que se acercan: “dvendrán por mí?¿Por este compañero que está hecho un ovilloen ese otro rincón? ” Pero todo el día loscarceleros han estado llegando a otras celdas

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antes de la nuestra o han pasado de largo.Chirrian continuamente las puertas dejandosalir más y mas personas para que sigantrabajando las salas de tortura.

Sólo dos veces se han detenido en ésta.La primera vez, como a las 8 de la mañana.Llegan Urías y Menjívar. Abren. Entran.

-“ ¿Carpio? ”-“Mmh”.Se dirigen al rincón donde estoy tendido.

Vienen sonrientes; con sonrisa falsa, forzada,que se esfuerza por parecer amistosa. Sesientan en el suelo con los pies estirados, unose sienta a mi derecha, el otro a la izquierda.Están obsequiosos, campechanos:__“ I D 17¿Queres un cigarro.

-"No, gracias”.-“¿Qué brutos los muchachos, verdad?

Cómo te golpearon ayer. Nosotros por estarocupados con el estudiante no nos fijamos, yesos carajos te agarraron por su cuenta. Peroes que vos también tenés la culpa. Mirá: ¿Porqué no cooperás con nosotros? ¿Qué te sacáscon negarte? Nosotros te podemos ayu­dar. . . '

Hacen gala de cinismo. Ahora pretendendesempeñar el papel de protectores. Ya noson verdugos, quieren mostrarse como amigos.¡Qué buenas gentes! Despliegan la táctica delhalago. Viejas artes de policías. Luego sacan arelucir una de sus argucias favoritas. Tratan dehacer creer que ha habido quienes se hanprestado a su juego. "Mirá, Fulano de Tal64

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confesó y te ha complicado en todo": Yo séque es una trampa muy conocida el acercár­scle a un individuo diciéndole que otros sehan hecho cargo de las acusaciones y luego lomismo le dicen a los otros con relación alprimero. Esa engañifa están empleando ahoraconmigo; seguramente la estarán desplegandocon todos. Cambiando de táctica me muestranuna fotografía que me tomé junto con micompañera y que siempre llevaba en el bolsilloy comienzan a preguntarme de ella. Final­mente, hacen a un lado la sonrisa y el tonoprotector y amistoso. Se retiran después deamenazarme. Se acercan al otro rincón, tratande reanudar el juego allí también y muypronto desisten.

--“Ya vamos a venir por ustedes", dicenal largarse.

Más tarde se oyen voces cerca de lapuerta. Varias personas conversan. Desde esterincón no puedo verlos. Ellos tampoco meven, aunque atisben pegados a las rejas.Después de un momento de oirles hablar entresí, escucho;

-“Acérquese a la puerta".No me levanto. En realidad me cuesta

mucho moverme.-“I-Icy, levántese".Arrastrándome llego junto a las rejas. Es

Medrano con otros dos jefes de Policía y unagente. Me están viendo. Platican entre si.

-“Dese vuelta”.Hago un esfuerzo. Tomado de los ba­

rrotes me incorporo. Me doy vuelta poco a65

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poco. Están examinando la espalda. Delibe­ran. Medrano repite la amenaza:

-“Ya van a venir por usted”.¡Qué rostros más fríos! Indiferentes,

apagados. Se podría pensar que están has­tiados de hartarse sangre. Como bestias ahitas.No muestran ira, pero tampoco compasión.Tienen el aire impersonal de quien dictaminasobre algo que no le concierne en absoluto.

Llaman a Cea. Me retiro a mi rincón.Repiten la escena. Al alejarse se escucha la vozdel agente que les acompaña, Humberto Hen­ríquez, preguntando solicito:

-“¿Por qué no les echamos agua, miMayor? Anoche, al fin, ya no les tiramos elagua con sal."

***

Eso fue en la mañana. Ahora, ya denoche, todo ha seguido al mismo ritmo.Dolor, sufrimiento. Bestialidad cebándose enel cuerpo de los obreros y estudiantes.

Pasadas las diez de la noche, conducen ami compañera ante los verdugos. Preguntas,amenazas, luego;

-“Desnúdese”.Ella se niega.-“ Desnúdese”, repiten.No hace caso. Protesta. Cierra los ojos y

espera el golpe. Entonces se arrojan comoperros contra ella. Le rasgan el vestido, se lorompen. Se lo quitan. Ella resiste, forcejea. Lehacen tiras el fustán. Lo arrojan lejos. La66

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están dejando desnuda. Hacen hilachas lasprendas íntimas. La han dejado comple­tamente desnuda, de pie, frente a ellos.

Al verse así, ante la mirada insana de losmalvados, mira para todos lados, busca conque cubrirse, no lo encuentra. Se sienta sobrelos ladrillos, cubriéndose con brazos y manoslos órganos femeninos. Golpes, puntapiés.Palabras ofensiva e hirientes.

-“Esta desgraciada no es ninguna mujerbuena; de lo contrario ya hubiera aceptadodeclarar como queremos en vez de dar lugar aestar desnuda”.

Risotadas, mofas, expresiones soeces. Seestán riendo de una obrera. Están insultando auna madre, cuyos dos hijos han conocido sunobleza, su dulzura, su amor sencillo y puro,su abnegación. Se ríen de una mujer honesta,de una hija sostén único de su anciana madreciega. Destilan sobre una trabajadora, en lababa sucia de sus expresiones injuriosas, todoel veneno y el odio que sienten contra la claseobrera, la clase -explotada, única históri­camente capaz de dar al mundo una nuevamoral y una nueva cultura despojada de losvicios, corrupciones y maldades emanadas delsistema de explotación.

Le halan y alborotan el cabello. Con uncrayón de labios le manchan el rostro: laboca, las mejillas, la frente. _ .

-“ iHey, meretriz! So, prostituta, ha­blá”. AEntra Medrano. Llega acompañado de su

chofer. Desde su ensoberbecido desdén militar67

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contempla burlón, hiriente, con sus ojosverdosos despidiendo rayos de maldad. Habla.Bromca. Escarnece. Interroga. Amenaza. Seencoleriza. Vuelve a reir con risa chocarrera.

...Y así, sentada en el piso, con losbrazos cruzados por delante, cubriéndose delas miradas perversas de la jauría de verdugos,ante sus palabras injuriosas, sus mofas, susrisas; temblando de frío, de odio y devergüenza, remachados los dientes por laindignación que la ahoga, permanece unaobrera salvadoreña, una mujer del pueblo,horas y horas hasta cerca de las tres de lamadrugada, en que por fin la conducen a sucelda, cubierta por jirones de sus ropas.

Sobre los ladrillos de la celda, la sacudetemblor intermitente causado por el choquenervioso y por la rabia impotente, y piensatodavía con horror, como es que los malvadosno se auevieron a cometer la violación física.Oye la voz cariñosa de Fide, quien ahora yaestá en la misma bartolina;

-"Tome, Tulita, cúbrase con mi ves­tido". VManos solidarias de obrera se úenden

hacia ella. _ _ ­_

iii

Domingo, medianoche. Hace un rato, alas 11, se llevaron a Cea. ¿Volverân con él?¿Se quedará en el tormento? Estaba muygrave el compañero, casi a rastras lo sacaron.Estamos al filo de las 12. Se está acercando un

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gnipo de personas. Se han detenido frente a lacelda. Están abriendo. Traen de regreso alcompañero. Físicamente viene peor. Cuatroveces más le han aplicado la tortura de laasfixia. Se les quedó. Les costó trabajo vol­verlo a la vida y dispusieron traerlo al cala­bo'zo. Menos mal. Me siento aliviado del pesoque me oprimía.

-"Arriba, levantate".Vamos. Cómo resuena, a esta hora, en

este tétrico edificio, cada paso de mis acompa­ñantes. Me parece que cien ojos están clavadosen nosotros, agazapados detrás de cada reja.Me parece que todos se están dando cuenta yque si no regreso, cien, más de cien testigospodrán decirle mañana a mi pueblo, a lostrabajadores: “Nosotros vimos que tal nochelo sacaron y que ya no regresó". Y dirán losnombres de quienes llegaron por mí. Perotalvez no, talvez cada uno esté oyendo,aguzando el oído al máximo, escuchando,contando cada paso, esperando, pensando:“¿Será mi turno? "_ Y luego, al oir cómo sealejan los pasos de la comitiva: “¿A quiénllevarán? . . ." Pero siempre, más de alguno seda cuenta.

Entramos a la sala de archivos. Es la queen el segundo piso, forma el ángulo norestedel edificio. Al frente, separada sólo porllacalle, la Iglesia de La Merced, levanta sus viejascúpulas de lámina. Pocos metros nos separandel campanario histórico desde el cual nues­tros próceres lanzaron el Primer Grito de la

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Independencia de Centro América, en rebel­día contra el coloniaje español. De acercarmealas ventanas de esta sala podría verlo.

Se respira un ambiente raro, distinto alde hace dos días en la cuadra de agentes. Allí,desde el instante en que entré sonaron losinsultos, las amenazas, los bofetones. Aquí, encambio, todo es quietud, serenidad. Aquí nisiquiera los ojos de los verdugos se vencargados de odio, preñados de furor. Pareceque han preparado todo esto para impre­sionar, para dar la sensación de una severidadsolemne, majestuosa; pero al mismo tiemposobria, sobrecogedora. Los pasos de los agen­tes suenan quedos, apagados, como si tratarande no despertar a alguien de importancia queestuviera dormido por allí, en cualquier rin­côn. Allá era como el desenfreno de hienasdisputándose la oportunidad de dar las prime­ras dentelladas a su presa; aqui, como elsilencioso rondar de panteras alrededor de lavicuma.

La sala no es muy grande. Al fondo, unescritorio. Varias mesas y archiveros metálicosdistribuidos como en cualquier oficina.

Me detienen frente al escritorio princi­pal. Un reflector de luz potente enfocadosobre el rostro me hiere la vista, me encandila.Me ordenan que abra bien los ojos. No puedo.El izquierdo no se abre, el derecho estásemi-cerrado. No insisten.

_ ' Tras el escritorio están tres personas,mirandome fijamente. Del rostro sólo la fren­

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te y los ojos quedan libres. El resto se lo hancubierto de la nariz para abajo, con sendospañuelos, al estilo de los gangsters.` No quierenser identificados más tarde. Inmediatamentese advierte que son de muy alta jerarquía porla manera respetuosa y servil con que sontratados. Los agentes se cuadran frente a ellos,con solicitud; están pendientes del menorgesto. Se adivina su deseo de agradarles, dequedar bien. Ese trato no lo reciben ni los másaltos jefes de policía. El que está en medio yparece ser el jefe principal, moreno de muyrobusta complexión, de anchos hombros yespalda, mirada fria y penetrante, pelo lacio ycortado a la usanza militar, habla primero. Seesfuerza por dar a su voz entonación grave,pausada, ceremoniosa:

-“Nosotros no queremos causarle daño.El gobierno no quiere crear víctimas. Acepteen declarar como queremos”.

Vuelven las mismas preguntas. Fantás­ticas. -Persiguen comprometer a muchos ciuda­danos en un inexistente complot. Paulatina­mente va abandonando el tono grave, elademán ceremonioso, reposado. Poco a pocova cobrando sonido metálico su voz, seimpacienta, se irrita, chilla, estalla:

-“Vuélvanle a poner la capucha".Se desmorona todo su artificio impre­

sionista. Vuelven a llamear los ojos de losverdugos con sadismo desbordado. De lasbocas aguardentosas se precipitan cataratas delodo fétido de sus injurias y toda la maqui­

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naria de la asfixia se vuelve a poner enmovimiento: el hule, los cordeles, el jinete,puntapiés, una. _ . dos. tres. . _ cuatroveces... cuatro agonías, ahora hondamentemás dolorosas, pues los pulmones, doliendocomo heridas lastimadas, se tornan más sensi­bles al esfuerzo supremo de la asfixia.

Luego, habla el Jerarca detrás de suantifaz:

-“Levántenlo ya. Este no quiere concapuchas".

Me quitan el hule, me sueltan, melevantan.

***

Los tres jefes se consultan en voz baja.Parece que se están poniendo de acuerdo sobresi ya llegó el momento de poner en práctica lasegunda parte de su plan. La voz del personajemáximo da una orden seca, cortante, colérica:

-“Traigan a la mujer de éste".Dos verdugos vuelan a cumplir el marks

dato. La sala queda envuelta en el silencio.Por las ventanas abiertas, en alas de la brisaque entra bienhechora, se escuchan los soni­dos apagados de una ciudad que duerme: lanerviosa clarinada de un gallo lejano, el ladrarde perros por allá por la cuesta de la Vega, labocina de un automóvil. .. Casi se siente elhálito humano y cálido de 200.000 seres quedescansan de sus fatigas. ¡Cuánta gente nosrodea, aquí cerquita, casi se podría tocar con72

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la mano! Gente nuestra, gente del pueblo,gente que sufre, que espera, que ansia unnuevo despertar sin la pesadilla de la miseria yel hambre. ¡Los verdugos no la sienten!Pierden la perspectiva de las cosas. Se creenimpunes, absolutos, omnipotentes. ¡Qué fáciles también para uno olvidarse de ¢50,¢reersesolo, indefenso, abandonado en garras de lasfieras! Pero qué gran error sería el dar cabidaaunque fuera por un segundo, a esa sensaciónde soledad e impotencia. No estamos solos losluchadores, los que anhelamos la libertad y lajusticia. Aún en los lugares más apartados,más aislados, cuando parece que nadie sabedónde estamos, que nadie oye nuestra voz,-si estamos defendiendo los intereses delpueblo- allí está el pueblo con nosotros,infundiéndonos la voluntad y la fuerza demiles y miles de corazones palpitando alunísono. No estamos solos. Y los verdugosparecen ignorarlo. Se esfuerzan por anonadara sus victimas haciéndoles sentir la limitaciónde sus fuerzas físicas, -haciéndoles sentir queestán solos, que en ese momento nadie puedeayudarles. Parecen ignorar los verdugos quecada golpe que descarguen sobre un obrero,un campesino, un estudiante, sobre un lucha­dor demócrata, por mucho que se aislen paraque nadie los vea, por mucho que se amparenen las sombras de la noche, no podrá quedarimpune. El pueblo, por momentos puedeparecer dormido, indiferente, tardo; perotiene millones de ojos, millones de oidos,millones y millones de manos que trabajan,

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que construyen, que crean; pero que tambiénenvuelven, aprisionan, rodean en una redinescapable a los verdugos, a los cerebros queestán tras los verdugos y que no les dejaránescapar de su justicia, cuando la justicia seala expresión de los intereses populares.

Ya están de vuelta. Traen a mi compa­ñera. Qué demacrado está su rostro. Quépálido y marchito. Qué hondas huellas desufrimiento ha marcado en su frente el horrorde estos días. Pero en sus ojos hay fuego. Ellatambién me está examinando. Estamos a lapar, el uno junto al otro.

Han reanudado las preguntas y amena­zas. Finalmente ella les dice;

-“Es increíble la forma en que ustedesestán procediendo. Cómo a base de tormentosquieren arrancar declaraciones falsas. Hasta aesa pobre señora que está en la mismabartolina conmigo, dueña de un comedor yque jamás ha pensado ni siquiera en llegar aun sindicato, la han golpeado tan bárbara­mente".

-“ ¿Por qué dice eso? ” preguntan.Creo oportuno hacer una observación:-“El recurrir a estos métodos es el

medio más seguro de que el gobierno caiga enel más profundo desprestigio ante el pueblo.Todo el pueblo lo tendrá que saber”.

Al ver que un agente, con una mano meha agarrado del cabello y con la otra me va adescargar una bofetada en el rostro, exclamami companera;

-“No repliques nada, te van a golpear".74

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Simultáneamente se oyen toques en lapuerta de la sala. La bofetada se detiene en elaire. Un agente abre. Vuelve a cerrar la puertay regresa aprcsurado. Susurra algo al oído del]erarca principal. Este da una orden. Nosvendan los ojos con sendas mantas dobladasen dos, cuyos extremos nos anudan a lacabeza. Vuelven a abrir la puerta y entran ungrupo de personas. El cuarto se ha llenado desus pasos. ¿Quiénes serán? ¿Qué importantespersonajes han de ser como para que nostengan que cubrir los ojos? ¿Por qué tantointerés en que no podamos identificarlosdespués; siendo que por el contrario, notienen interés alguno en impedir que veamos,junto a los torturadores, a los más altos jefesde la policía? Sin duda alguna son muy altosfuncionarios del gobierno, pero: ¿vendránentre ellos sus asesores de la Embajada Norte­americana?

El pensamiento es interrumpido por unavoz ya conocida. De entre el grupo que haentrado, Medrano me dirige la palabra;

-“Por fin, ¿nos va a decir si ustedes soncomunistas? ¿Nos va a decir quién lo con­quistó para el comunismo? ¿Quiénes más loson? "

-“Ustedes me han estado vigilando du­rante mucho tiempo. Se han dado cuenta quetodas mis actividades se han desarrolladodentro del movimiento sindical, a lo cual,como ciudadano y trabajador tengo plenoderecho, garantizado por la Constitución Polí­tica y leyes respectivas. Nada en absoluto sé

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de lo que me preguntan".-“Eso no importa, replica Medrano,

puesto que es notorio que dentro del movi­miento sindical hay una tendencia a actuar sinla dirección del Ministerio del Trabajo.Hay. . . ¿cómo podria llamarlo? . .,. hay unsindicalismo independiente. El gobierno estadecidido a que los sindicatos estén bajo elcontrol y dirección del Ministerio, por consi­guiente, todo movimiento sindical que seaparte de eso lo considera como subversivo ycomunista y está dispuesto a deshacerlo".

¬ Nada tengo que replicar a eso. Tampocomi compañera. Nada replicamos a las ame­nazas cada vez más irritadas que nos dirigen.Pero la tensión general va en aumento, sesiente hasta en el aire, se percibe que en algomás siniestro va a desembocar esto. Luego,estalla en nuestros oídos, como un latigazo, lasiniestra amenaza dirigida a mi compañera;

-"Mirá, desgraciada, si no aceptan decla­rar como queremos, te vamos a echara labartolina de los ladrones para que todos teviolen".

No puedo impedir que bajo la mantaque me cubre el rostro, los labios se contrai­gan con temblor nervioso. lnstintivamente micompañera se ha pegado junto a mí. Siento subrazo rozando el mío, su cuerpo vibra comoun pajarillo asustado. Silencio absoluto. Estánatentos a nuestros movimientos. Esperannuestra reacción. Se impacientan. Repiten laamenaza. Por nuestra imaginación, en suce­sión vertiginosa, cruzan nítidamente las horri­76

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pilantes escenas de esas bartolinas de ladrones.Semi-desnudos, hacinados hasta lo imposibleen cada una de ellas, 50 ó 60 seres humanosde todas las edades, esqueléticos, la mayoríade ellos con el fuego de la tisis brillando en laspupilas junto a sus pómulos salientes, cubier­tos de horribles ulceraciones siñlíticas, famé­licos: hambrientos de comida hasta la deses­peración y también hasta la desesperaciónhambrientos de mujer. ¿Qué suerte correríauna pobre mujer que fuera arrojada en eseinfierno? Es indudable que moriría despe­dazada, como entre las fauces de lobos ham­brientos. Se hundiría en un ululante remolinohumano, se perdería bajo bajo oleadas debrazos huesudos, de piernas ulcerosas, de ojosafiebrados, de baba... hasta no reaparecer másque sus despojos destrozados...

Los verdugos no hablan. Esperan. Hacenuna pausa para que la bestial amenaza golpeecomo un mazazo en el cerebro. Que seexpanda por todas las celdillas de la masaencefálica. Que haga enloquecer. La espadaestá pendiente. Vuelan los segundos. La tene­brosa voz del jefe principal da la orden:

-“Echen a la mujer a una bartolina deladrones".

Se acercan dos verdugos, la obligan asepararse de mi lado. No puedo verla, nopuedo taladrar la venda que cubre mis ojos.Ella también va vendada. Van hacia la puerta.Cada paso golpea sobre mi corazón y micerebro... tac, tac, tac...uno... dos... tres...

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cuatro... se han detenido junto a la puerta. Laabren. Salen... se van... se van... sus pasos seapagan en el silencio de la noche.

¡Qué inmensidad de dolor puede anegarel corazón humano en un instante! En estemomento, al oir que se alejan con mi compa­ñera no estoy en capacidad de saber que lahorrible amenaza no va a ser cumplida; que laorden ha sido dada no con la intención dehacerla efectiva sino como una bestial torturapsicológica, que tiende a anonadamos con unchoque moral devastador, no hiriendo propia­mente el cuerpo, sino el cerebro, la mente, elespíritu...

En este momento no estoy en situaciónde saber lo que está ocurriendo fuera de estasala. No estoy en capacidad de saber que laamenaza no ha sido materializada; pero que ami compañera la han conducido a la siguientesala, en donde se continúan los golpes, lastorturas, la asfixia... hasta que, más tarde esconducida de nuevo a su celda. Sin embargo,por mi mente siguen danzando escenas espan­tosas...

*#8

¿Y ahora qué? Estoy en la sala; peromi pensamiento no puede apartarse de lahomble perspectiva. Casi no oigo que meestán hablando, que están ordenando algo.

¿Qué será lo que me acaban de decir? ¡Ah!ahora sí fijo la atención en las palabras;78

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-“Desnúdese”.No tengo intención de obedecerlos. Se

acercan y me ayudan a quitarme las ropas. Medesnudan completamente. Me empujan haciaadelante. Unos cuatro pasos y topo con unmueble. Sigo vendado. Palpo. Es una mesacorriente. Me ordenan tenderme de brucessobre ella. i

-“Súbase más”.Me empujan. Los brazos quedan colgan­

do por la parte delantera de la mesa. Los piestambién cuelgan por el lado posterior.

Me están estirando un brazo, halándomede la muñeca. Melo acercan a la angulosa patade la mesa.

-“E1 número cuatro”, dice un tortu­rador. 'Halan más el brazo. ¡Caramba! ¿Irán a

romper la muñeca? El brazo retorcido lo atana la madera. Ahora el otro brazo. He quedado,con los brazos abiertos, atados a las patasdelanteras de la mesa.

¿Qué más irán a hacer ahora? Me estánhalando un pie. Más. Tratan de retorcerloalrededor de la pata del mueble. Me loamarran fuertemente. Halan el otro pie. Estoydespatarrado. Atan. Pies y manos quedan fijosa la mesa. No puedo moverme. Cada esfuerzohunde más el cordel y la madera en la carne.Estoy listo para nuevos tormentos.

La cara está pegada' a la parte superiordel mueble. Me ladean un poco el rostro paraque un oído quede sobre la madera. A una

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pulgada de la oreja comienzan a golpear elmueble con toques rápidos, secos... toc, toc,toc, toc... que entre por el pabellón de laoreja, que taladre el oído, que repercuta en elcerebro, que lo aturda, que lo enerve... toc,I

¢toc, toc... un minuto, diez, cien, mas minutos... mientras una voz cavernosa, monótona,profunda, pregunta, pregunta y pregunta,cien, mil veces, amontonando preguntas sincambiar la inflexión de la voz, casi sin esperarrespuesta, leyendo un test cuyo papel crujebajo sus dedos. Preguntas sencillas, absurda­mente sencillas, o escabrosas, fantásticas, malintencionadas, capciosas:

-“¿Cómo te llamás...? ¿Dónde vivís...?¿Cuántos años tenés...? ¿Quién hace lasbombas...? ¿Cómo te l1amás...? ¿Es comunistaX...? ¿Dónde vivís...? ¿Has estado en _sindi­catos...? ¿Dónde están las armas...? ¿Tenéshijos...? ¿Cuántos años tenés...? ¿Sos comu­nista...? ¿Cómo te llamás...?

...Toc, toc, toc... Una hora, más...Pero simultáneamente al enervamiento

de las fibras cerebrales, la parte posterior delcuerpo está bajo la intensiva acción de golpesy torturas...

El cuerpo se retuerce, sé que no puedoromper los cordeles, pero pies y manosforcejean, se desangran. Resoplo, pujo, revuel­co las mejillas sobre un lago de saliva...

-“ ¿ Cómo te llamás...? ¿Dóndevivís...? ¿Dónde están las bombas...? ¿Tenéshijos...? ¿Es comunista el Dr. Ganuza...?¿Cómo te llamás...? ¿Cuántos años tenés...?

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Toc, toc, toc...Dos horas, más...\_/oy'perdiendo la hilación de las pregun­

tas. ¿Que dónde vivo? ¿Que si alguno escomunista? ¡Qué me importa lo que sea queestén preguntando! A1 fin y al cabo nada hede contestar. La voz del interrogador se vaconvirtiendo en un zumbido molesto, sinsentido, como un persistente moscardôn quediera vueltas constantemente alrededor deloído. Nada puedo hacer por alejarlo. Pierdo elsentido.

Me halan y arrastran al baño. El frío delagua de la ducha, penetrando hasta los huesosme saca del sopor, me sacude hasta la últimafibra de los nervios, arrojado en el suelo bajolos finos chorrillos de agua helada que punzanla piel. Sorbo con deleite el líquido que bajahasta los labios 'y aplaco la sed que me abrasala garganta.

Me ordenan incorporarme y, al tratar dehacerlo, caigo al suelo haciéndome daño en lacara. Los pies no me obedecen.

Tomándome de las axilas me arrastranotra vez frente a la puerta de la sala detorturas que está cerrada. Comienzan a hacer­me flexiones, me alzan en peso y me bajanrítmicamente, con el fin de que los pies seendurezcan. Uno, dos; uno, dos, para arriba ypara abajo, varias veces. Luego: “Párese”. Lointento y vuelvo a caer. Es inútil, los piesparecen de trapo, no quieren sostenerme. Yvuelven las flexiones... uno, dos; uno, dos.Mas todo resulta infructuoso.

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Adentro de la sala, otra persona estásiendo torturada. Desde aquí se oyen susgritos y pujidos ahogados.

Se abre la puerta y sale un jefe. Lospolicías le informan que no puedo levantarmey preguntan si ya es tiempo de llevarme denuevo a la sala.

-“Regrésenlo a la bartolina”, ordena.Los primeros celajes de la madrugada

pintan ya en el horizonte.

***

Hecho un ovillo en el rincón de la celdasoy como un montón de huesos chocandoentre sí. Pero allá en el interior, una llamitaardiente, comienza a lamerrne 'el corazón;sube y se extiende como un incendio: unimpetuoso sentimiento .nuevo, nunca antespor mí experimentado, invade mi ser por unmomento. Me siento como transfigurado,oleadas de júbilo golpean mi cerebro y, ante elmenguante taconeo de las botas de los verdu­gos que se alejan después de arrojarme en lacelda, levanto el puño con exaltación incon­tenible. Me siento fortalecido y estoy másseguro que nunca de que sus torturas nolograrán vencer la moral de los demócratasque ahora estamos en garras de la barbarie. Nopodrán quebrantar la fe ni la seguridad de queen la larga lucha contra el despotismo, elpueblo inevitablemente vencerá. Después deesta vibratoria explosión interna, caigo en unsopor denso, persistente, lento retroceso de

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agudísimas tensiones.Por la tarde, un policía se acerca a la

puerta, con sigilo deja un botecito de jugo detomate: “Lo envían sus compañeros", nosdice. Mi compañero de celda se levanta casi arastras, alcanza la latita y sorbemos por turno,despacio, con delectación el reconfortante yfresco liquido, primera porción de alimentoque tomamos desde el viernes 26.

Hace poco he tratado de incorporarme yhe rodado por _el suelo de la- letrina; elcompañero, casiarastras, apoyándose en lapared, fraternalmente me ha ayudado a regre­sar a mi rincón.

Pasa la noche del lunes. A los de estacelda no nos han venido a perturbar. Durantela noche, a Fide y a mi compañera la sacaron yUrías Orantes y Carlos Carrillo las condujerona la cuadra de agentes. Intentaron violarlas;pero ellas han armado tal escándalo, que sevieron obligados a levantarse, encolerizados,algunos jefes de la Sección de Línea que yaestaban dormidos y, debido a eso, los deInvestigación tuvieron que regresarlas a susceldas sin lograr sus propósitos malvados; nosin antes descargar sobre ellas su furia apuntapiés y puñetazos.

Por la mañana del martes, pasan a Cea aotra celda. He quedado solo. Me pregunto quénuevos proyectos estarán urdiendo las mentestenebrosas de jefes y verdugos.

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II PARTE

SECUESTRO

“EXHIBICION PERSONAL"

Se oye nutrido taconeo en el pasillo.Atropellado tintinear de llaves, ruido de cerro­jos en las celdas vecinas. Luego; “Salga”, Norespondo. Repiten la llamada. Están abriendcel candado. Abren la puerta. En tono impera­tivo me ordenan salir. Les digo que no puedocaminar. 2 agentes me ayudan a incorporarmey me sacan al pasillo. ¿Qué querrán? ¿eraun nuevo interrogatorio? En la penumbra veosombras apelotonadas frente a las celdas,todavía los ojos lastimados no me dejan verbien. ¿Nos llevarán a un interrogatorio masivo? Entre los grupos circulan los capatacesdando órdenes. Del grupo más cercano, sedesprenden dos hombres, se acercan a mí;ya los veo claramente con cariño me tomande los brazos. Los he reconocido. ¡Sonmanos fraternales de compañeros! Me incor­poran a su grupo.

Luego los sicarios nos ordenan, alinear­nos; todos los pequenos grup0S SC allflfififi en

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una sola hilera de reos, de dos en fondo. ¿Adónde nos llevan? Los agentes delibera­damente adoptan un tétrico aire de misterio.B parte de su técnica.

-“Aliniense bien. ìVamos. caminando!hacia los escalerones”, ordenan.

Nos conducen hacia el escalerôn que, porel lado sur oriental del edificio, comunica conlos pisos inferiores. Unos van bajando escalónpor escalón con grandes esfuerzos. Algunosvan apoyados en la solícita ayuda' de otroscompañeros. Allí va Ca, obrero de construc­ción, con los labios horriblemente chamus­cados por la brasa de cigarrillos encendidos,lleva rotas las costillas, parece imposible quealcance a bajar tanta - grada. Pedro Yan,directivo de los motoristas' santanecos, vaencorvado como un ocho, no puede enderezarel espinazo, parece que le ban desprendido losriñones; lo llevan entre dos compañeros. Otrosllevan las plantas de los pies deshechas, cadapaso es un tremendo suplicio.

Ya la caravana ha bajado poco a poco-losescalones. Por entre los corredores de laplanta baja nos conducen al Cua-po de Born­beros. Allí están ya listos un camión de la“Defensa”, entoldado, y carros de la policíacon placas particulares.

-“Suban"_. nos ordenan.Como vamos esposados se nos hace

difícil obedecer... Dentro del camión hay dosbanms, una a cada lado. Nos acomodamos enellas. Suben las puertas metálicas del Cuerpode Bomberos. Los agentes bomberos miran86

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con indiferencia toda la maniobra, se ve queestán en el secreto, que son cómplices de ella.

Con ronco zumbido de motores la cara­vana de vehículos se pone en movimiento, salepor el portón del Cuerpo de Bomberos, enfilahacia el norte. Adelante va un carro con reosy L policías vestidos de civil, luego sigue elcamión de “Defensa” cubierto con una lonaque impide ver el interior; detrás siguen otrosdos automóviles, en uno de ellos van lascompañeras vigiladas por agentes, en otro vaAlfredo Torres, Segundo jefe .de Investiga­ciones que comanda la maniobra; va tambiénMenjívar (a quien apodan “Cola de Gall0")con otros miembros de ese Cuerpo.

Serán las once de la noche. Rauda ysilenciosa la caravana va devorando cuadratras cuadra. Ya vamos a la altura de laAvenida Independencia. Por los agujeros de lalona, vemos la gente que febrilmentc caminapor las calles, indiferente al hecho de que enestos vehículos llevan a los reos políticos.¡Qué se va a imaginar la gente del pueblo queallí nomás al alcance de la mano los'sicariosde la tiranía llevan a los elementos másreconocidos de las organizaciones democrá­ticas! ¡Cómo van a pensar que ya los peoresmétodos fascistas están siendo puestos enpráctica por este gobierno malvado que sehace llamar “revolucionario”! Sin embargo,aquí vamos; vemos a nuestra gente, vemos alpueblo y no podemos hablarle. Quisiéramosgritar a la gente que va en las aceras: “Aquí

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vamos, aquí nos llevan estos sicarios, estosdiscípulos de Hitler”. Quisiéramos pregonar alos cuatro vientos y que todo el pueblo se décuenta. Que la gente se arremoline alrededorde los vehículos y nos rescate de las garras delos verdugos.

Al pasar por “La Tiendona" alcanzamosa ver rápidamente (y más que vemos, adivina­mos) escenas que nos son conocidas: .unarueda de hombres en derredor de una vende­dora de atol “shuco”; otra mujer da vuelta alos pasteles que hierven en un perol lleno demanteca, encima de un alegre chisporroteo deleña encendida. iOh, la gente de nuestropueblo! ¡Dinámica, trabajadora, sencilla, “re­belde! ¡Qué gran tesoro tiene nuestro país!¡Qué formidables hazañas realizará cuandoesté libre de las clases reaccionarias que laagobian con cadenas antidemocráticas!

La caravana no se detiene. Al llegar a laaltura de “La Gatita” tuerce rumbo a Oriente,sobre la carretera Panamericana, la que une anuestro país con Honduras, Nicaragua, etc.Veloz y silenciosa va tragando los kilómetros.Vamos en silencio, esposados, apretujadosunos contra otros dentro del camión. Poco apoco nos vamos acostumbrando a la oscuridadde la noche. Cuidándonos van tres policías deinvestigaciones, atentos a cualquier movi­miento, con el arma lista a utilizarla en casode necesidad. Dejamos atrás el aeropuerto deIlopango.

Vamos abstraídos, cada uno pensandocuál será el final de este episodio. Resulta88

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inevitable pensar que esta es la carretera pordonde tantos y tantos salvadoreños demó­cratas han sido desterrados por las sangrientassatrap ias que han impuesto las clases reaccio­narias. ¿Nos llevarán al destierro? Semi­mientos encontrados bullen en nuestro inte­rior. Por un lado cierto alivio por alejarnos deese antro de torturas, de donde por momentospensamos que no podríamos salir. Por otrolado, la tristeza de alejamos quién sabe si parasiempre de la tierra querida. Y no se puededescartar la escalofriante posibilidad de unaintención más malvada de parte de nuestroscaptores. Con estos pensamientos me abstrai­go de la realidad y mis ideas me remontan aotra ocasión similar, varios años atrás...

*IIHR

Y recuerdo......Son los días finales del mes de agosto

de 1949. El Consejo de Gobierno mal llamado“revolucionario” se niega a permitir la liber­tad de organización sindical. Los trabajadoreshan organizado una serie de mitines y mani­festaciones con ese propósito. Pocos díasdespués ese gobierno decide capturar y deste­rrar a algunos directivos obreros y personasdemocráticas. Y allá vamos tres personas: elDr. J. Antonio Díaz, Eliseo Romero _y yo,alejándonos de la línea fronteriza; internán­donos en tierra hondureña. Vamos en unvehículo, escoltados por autoridades hondu­reñas. Adelante, el camino polvoriento, calci­

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nado por el tórrido sol de mediodia se pierdeen la lejanía. De vez en cuando, una iguanaque está asoleándose tirada en el camino saltaa la orilla, para no ser arrollada. Atrás quedanuestro terruño. Dos gemelas elevaci`ones ver­des, como ubérrimos pechos de mujer, nosindican los límites de nuestro país. Encima deellos pasa la línea fronteriza (los del lugar losconocen con el nombre de “Pechos de SantaMaria"). Sobre ellos fijo persistente la mirada,son el símbolo de esta tierra pequeña perofecunda y querida que es mi patria. Siento enmi corazón la angustia infinita de abandonartodo lo que hasta entonces ha sido para mi lomás querido. El cielo azul que me vio nacer,los ríos, los lagos, los montes y los bravíosvolcanes que fueron el marco de mis atrevidosensueños de la juventud. Alli quedan mis seresmás queridos. Mi madre, mis dos pequeñashijas. ¿Cuándo os volveré a ver, pedazos de mivida? ¿Cómo os sostendréis durante mi forza­da ausencia? En una vuelta del camino sepierden definitivamente los cerros que duran­te un momento para mi se han convertido ensímbolos de mi país. Del fondo de mi pechoconvulsionado, un grito, como de fiera herida,pugna por salir. "Adiós, Patria querida!Adiós Cuscatlán amado, tierra bravia, aherro­jada por camarillas antidemocráticas que re-'presentan intereses de una minoría reaccio­naria e intereses extranjeros. ¡No seguiréistodo el tiempo bajo semejante opresión;nuestro valiente pueblo sabrá encontrar elcamino de su liberación y será feliz y esplen­90

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doroso su futuro! ¡Te juro pueblo mío,seguir luchando por tu felicidad, aunque sealejos de tu suelo".

Adelante, el camino polvoriento. Muchospueblos también oprimidos como el nuestropor la reacción interna y por los intereses delas compañias bananeras, petroleras, azuca­reras, que no los dejan progresar; pueblos queluchan denodadamente por su liberación, porla democracia y la libertad. Atrás quedannuestros seres queridos, nuestra Patria aherro­jada; pero adelante, tampoco estaremos solos:la fraternal solidaridad de los patriotas, obrerosy profesionales, que luchan por la liberaciónde sus respectivos pueblos nos acompañará, ynosotros trataremos de poner nuestro modes­to esfuerzo en su ayuda; porque la liberaciónde nuestros pueblos es una gran causacomún...

=I¦¦ll*

Esos son recuerdos... Mas, el rebote delvehículo en un bache del camino me regresade la abstracción: me coloca ante la crudarealidad. Llevo la garganta reseca. Vamos enun camión de la “Defensa” cuidados por tresverdugos. Seguimos silenciosos. Los ojos de lospolicías brillan con siniestra maldad. Siguenfijos en nuestros movimientos. Siento que lasmanos se me están durmiendo, mordidas porel frío hierro de las esposas.

De repente, las luces nos indican quevamos entrando en una población. lnopinada­

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mente el camión abandona la carretera, tuercea la derecha y comienza a subir por una calleempinada. Entonces nos asalta una duda: ¿Esque no vamos al destierro? ¿No seguiremosadelante? Varios compañeros han reconocidola población, y casi al mismo tiempo excla­man: COJUTEPEQUE!

En efecto, vamos subiendo por las empi­nadas calles de la cabecera del Departamentode Cuscatlán, que los poetas llaman “Ciudadde las Nieblas”, eternamente bella entre lasserranías que la aprisionan. Es una lástima quepor las circunstancias en que llegamos nopodamos estar en capacidad de apreciar subelleza; pero no faltará ocasión de hacerlo.

Antes de que podamos ordenar nuestrasideas, los vehículos se detienen bruscamentefrente a la sección departamental de la PolicíaNacional. No se ve ni un alma por las calles dela ciudad solitaria. Son aproximadamente las12 de la noche. Dan órdenes breves y cortan­ICS:

-"Rápido, rápido, bajen, entren, no setarden! ".

Tienen prisa febril por ocultarnos delpueblo. Nos alinean en el corredor del viejocaserón donde está instalado el Cuerpo dePolicía. Nos cuentan: somos 19 hombres, tresmujeres y un niño. No falta ni uno. ElComandante Alfredo Torres, Segundo Jefe deInvestigaciones, que preside el pelotón depolicía, lo comprueba personalmente lista enmano. Alto, delgado, joven, muy atildado,con bigotito bien cuidado y el traje impe­92

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cable, parece un intelectual de modales reñ­nados. Quien no lo viera en estos menesteres,difícilmente podría pensar que este is uno delos directores de torturas. Con ceremoniosoadcrnín hace entrega de la listadereosaljefede los policías locales, el cual ordena a unagente de linea que nos pase lista. El viejopolicía se planta frente a nosotros, nos abarcacon una mirada (de general revisando latropa), y luego comienza a hacer esfuerzospor leer la lista: “Fulano de tal", grita."Doctor, fulano de tal, si me hace el favor", lecorrige el aludido. El policía se turba, carras­pm¬ visiblemente conuariado llama al siguien­te: “Doctor zutano" grita. "Bachiller, si mehace el favor", responde el indicado. Elpolicía pierde los estribos, se pone rojo decólera, lanza unas cuanms palabrotas, pseauna mirada furibunda sobre nosotros paraimpedir que sigamos innerrumpiéndole y con­tinúa llanúndonos, anteponiendo amdanom­bre (de obrero o intelectual) un título profe­sional. Olvidando un momento nuestra situa­ción, no podemos menos de reírnos de losapuros del pobre agente.

Luego, cruzando un patio nos conducena las celdas que están alfondo,alaizquierda.Son las celdas de los reos comunes, pero ahoraestán vacías, en previsión de nuestra llegada.esposasynos encierranenlaprirnera celda; en la siguiente dejan a lascompañeras Ludla., Fìde y Tula, y a Mauricio,decincoañosdeedad.l.ospolicíasde

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investigaciones se retiran, después de darnosmiradas amenazadoras y, entre tanto, unpolicía de linea, armado de fusil, queda comocentinela de vista frente a las celdas.

Al quedar sólos en una misma bartolina,sentimos que el fuego de una gran hermandadnos une. Nos acomodamos en el suelo. Losque están más sanos ayudan solícitamente asus compañeros más golpeados a tenderse enel piso. Somos hombres de diferentes clasessociales, de los más distintos credos religiososy corrientes políticas diversas. Sin embargo,comprendemos que el mismo puño reaccio­nario nos ha golpeado, nos ha unido en eldolor y en el sufrimiento. Aquí estamosobreros, estudiantes, campesinos, profesio­nales. Entre nosotros hay católicos, protestan­tes y personas sin religión. Comprendcmosclaramente que la represión reaccionaria estádirigida contra todas las fuerzas democráticas,sin importar clase ni religión, sexo ni edad.Las fuerzas retrógradas del país quieren aplas­tar todo movimiento democrático del pueblosalvadoreño, quieren impedir todo avancehacia la democracia, la libertad y el progreso.Y cínicamente han vuelto a levantar el mismotrapito de siempre: al anticomunismo, parapoder golpear a su sabor a todos los sectoresprogresistas. Porque, ¿cómo es posible quedigan, por ejemplo, que el Dr. Ganuza Moránes comunista, cuando él repetidamente y enpúblico ha pregonado lo contrario? Sin em­bargo, es un profesional demócrata, querido94

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por el pueblo santaneco, y la camarilla reac­cionaria teme su prestigio. Hace poco eraMagistrado de la Corte Suprema de Justícia, yahora está aquí en esta celda, junto a nosotroslos obreros, sometido a todos 'los atropellos,arbitrariedades e irrespetos de miserables gusa­nos que no le llegan ni a la altura de suscalcañares. Aquí está, 'escondido de los jueces(y de sus compañeros de la Corte), escondidode su familia, escondido de su pueblo. Y todo,en nombre de la “santa” lucha *contra elcomunismo (como antes la Inquisición lucha­ba por detener el progreso de la ciencia, ahoralas tiranías recurren al anticomunismo paratratar de detener el avance de los pueblos).

A la par está el Dr. Miguel Angel Flores.En su rostro sereno y en su sonrisa bondadosay paternal se refleja profunda amargura alcomprobar la crueldad extrema de los verdu­gos. Ante sus ojos han desfilado dantescoscuadros de dolor: lo condujeron a presenciarlas torturas y, bajo la implacable garra de losverdugos vio retorcerse las víctimas en elparoxismo de suplicios espantosos. Padecegrave enfermedad del corazón y el tremendoespectáculo le harpuesto al borde de la tumba.Violentos ataques del corazón han hecho quesus compañeros de celda, mientras estuvo enSan Salvador, hayan creído por momentosimposible rescatarle de las garras de la muerte.Pero qué importa la muerte de un patriota a lacamarilla de asesinos que gobierna en interésde un puñado de grandes terratenientes, gran­des cafetaleros y exportadores y grandes

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compañías extranjeras? El delito del Doctores ser demócrata por convicción. Desde hacemucho estaba retirado de toda actividadpolítica por impedírselo su enfermedad. Locapturaron en su bufete de abogado, muchaspersonas se dieron cuenta y protestaron por laarbitrariedad, pero los agentes de investiga­ciones fueron implacables. El Dr. DamiánRosales y Rosales (a quien nadie puedecalificar de comunista) lleno de justa indigna­ción protestó enérgicamente en el momentode la captura del colega, y sin reparar en elriesgo a que él mismo se exponía, hizo saber alos policias que el Dr. Flores padecía delcorazón y categóricamente les dijo que quié­nes habían ordenado su captura serían respon­sables de lo que le pudiera ocurrir. Nadaimportó a los sicarios, cumplían “órdenessuperiores” dijeron, y a pesar de todo, empu­jaron a un carro a su víctima y lo llevaron alas celdas de la policía. Ahora, está aqui,junto a nosotros. Su mirada comprensivacontempla tanta maldad, tanta vesania, y surostro sigue iluminado por una tenue sonrisabondadosa. De repente le vemos palidecer, selleva las manos al pecho, parece un roble apunto de desplomarse. El corazón ha vuelto afallar. Manos fraternales se apresuran a soste­nerle con sobresalto y cálida solicitud. Evitanla caída. Le dan aire. Sorda cólera nos estároyendo el corazón. Quisiéramos que termi­nara ya de una vez tanta maldad, tantainiquidad contra el pueblo, tanto desprecio

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por la vida de las personas progresistas,amantes de su patria.

***

Parece imposible que un régimen socialpueda deshumanizar tan completamente a losindividuos. Las hienas humanas, bestiales tor­turadores, son producto de este sistema reac­cionario que odia el progreso y el desarrollode nuestro país. Cada uno de nosotros, con suexperiencia de atropellos y torturas sufridastiene un cuadro incompleto de las bestialida­des atroces cometidas por los verdugos enestos días. Pero esta noche, al ver los cuerposlacerados de los compañeros, al oir los relatosespantosos de crueldades inauditas, nos damoscuenta de la podredumbre de este sistemaraccionario semi-feudal y semi-colonial quesufre nuestra Patria. Es imposible concebirmayor crueldad, sadismo y vesania. Estanoche no es posible dormir. Nadie podríahacerlo aunque lo quisiera. Si nos han reunidoen esta celda, hay que aprovechar el tiempo.Es necesario que todos conozcan de lastorturas a que fueron sometidos los demás,para que cada cual sea un testimonio vivientede esto que ignora el pueblo. Y cada unorelata su experiencia de torturas.

Algunos compañeros tienen las plantasde los pies convertidos en una sola ampolla decolor morado oscuro, como una enormeberenjena, horriblemente inflamadas, molidaspor los golpes dados con el canto de gruesas

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reglas de madera o piqueteadas con la puntade un compás de acero. Otros tienen laespalda y el pecho desfigurados por el látigo,los puntapiés y los taconazos. Hay compañe­ros con el rostro quemado con cigarrillosencendidos; otros muestran hendiduras quedejaron en la carne los cordeles con quefueron colgados de los pies o de las manos.Casi todos sufrieron el tormento de la asfixiapor la capucha, hasta quedar exánimes. Algu­nos tienen rota la dentadura. Quién sabecuántos tienen los huesos fracturados. Alrecordar las tremendas horas v-ividas, un in­contenible sacudimiento vuelve a convulsionarlos músculos agudamente doloridos.

Yo pienso: ¿será esto la “defensa denuestras instituciones”, la “defensa de lacivilización y de la cultura occidental”, comogustan de pregonar los vocingleros defensoresdela reacción y del colonialismo? No. Estono es la defensa de los “valores humanos",esto es la descarada, cruel, reaccionaria yenconada defensa de los intereses de unascuantas familias reaccionarias semi-feudales(cafetaleras y exportadoras) del interior delpaís y la defensa de los intereses del Departa­mento de Estado Norteamericano que tieneen dependencia a nuestra Patria. El escudo deesas fuerzas reaccionarias es el anti-comunis­mo y este es la cobija tras la cual se encubrentodos los gobiernos despóticos, criminales yvendepatrias, los sectores_más reaccionariosque inútilmente pretenden detener el curso dela historia, que pretenden detener el progreso98

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del país, manteniéndolo indefinidamente so­metido a los restos del feudalismo; atrasadosubdesarrollado y acomodado a intereses ex­tranjeros.

***

Aquí está René, miembro del ComitéEjecutivo del Sindicato de Obreros Panifica­dores de El Salvador. Su mayor preocupaciónes su compañera Lucila, y su hijo adoptivo,Mauricio, de cinco años de edad, que yacen enla celda vecina. El día 26 en la mañana oyódecir que la policía había comenzado acapturar dirigentes sindicales. Nada debía,nada había hecho que estuviera fuera de laLey. Sin embargo, por precaución, conocien­do las arbitrariedades que se cometen ennuestro país, dispuso ponerse a salvo de unaeventualidad. Se despidió cariñosamente de sumujercita y de su hijo. ¡Le dolía tantosepararse de ellos! ¡Pero qué se iba a hacer!Sería cosa de unos pocos días. Nunca pensóque el odio fascista contra los trabajadoresllegara a tanto como para hacer rehenes a lasmujeres y a los niños. Salió de la casa y sedirigió a la ciudad de Santa Ana. Poco despuésde haberse ido, la policía rodeó la casa congran aparato. Encontraron sola a la mujer y asu pequeño hijo.

-“¿Dónde está tu marido? ”, pregun­taron.

-“No sé”, respondió ella.En realidad, no sabía, pues él no le dijo

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adonde iba. Registran la casa atropellada­mente y luego, deciden llevarla en calidad derehén junto con el niño.

Ya en la cárcel, la llevan a la sala detorturas y la someten a tormentos:

-“ ¿Dónde está tu marido? ”-“No sé".-“Tenés que decirlo, o te matamos”,

gritaban coléricas las fieras, mientras la gol­peaban. Pero es inútil, ella no sabe.

Entonces, traen al niño. Ante sus ojosespantados que no se explican el por qué,golpean a su madre. El niño ve que unoshombres malos están golpeándola y gritadesgarradoramente;

-“No le peguen a mi mamá, no lepeguen a mi mamá".

Los verdugos le replican:-“Si nos decís quiénes visitaban a tu

papá, dejaremos de pegarle a tu mamá".El niño, con el corazoncito golpeándole

fuertemente en el pecho y todavía entresollozos, les dice:

-“A mi papá lo visitaban unos amigos".-“ ¿Cómo se llaman? ".-“Don fulano y don zutano”.Los malvados ponen a funcionar una

máquina grabadora y registran la voz del niño.(En realidad, siendo su padre dirigente delsindicato muchos compañeros de trabajo te~nían que visitarlo en su casa para informarlesobre las anomalías que ocurrian en lostalleres).

Después, los verdugos muestran al niño100

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una máquina de escribir que les sirve paratomar declaraciones y le dicen:

-“Si nos contestás, ya no volveremos apegar a tu mamá y además te vamos a dargalletas".

Se muestran repugnanternente obse­quiosos y solícitos, para engañar a la criatura;

-“¿Verdad que tu papá escribía en unamáquina igual a ésta? ”.

El niño recuerda que su padre solíallevarle al local del Sindicato. Allí, gentes muybuenas, compañeros de su padre, lo tratan concariño. Este se encontraba casi siempre muyocupado, atendiendo quejas de los compañe­ros o escribiendo demandas a los patronos yoficios al Ministerio. El niño no entiende quées eso, pero le gusta cuando su padre se sientafrente a una máquina que tiene muchosalambritos. Su padre no puede escribir muybien en ella, un dedo, mira las letras, lo dejacaer sobre una tecla, y un alambrito se levantay marca sobre el papel. Levanta otro dedo, lodeja caer y vuelve a marcar. Entonces el niñono puede aguantar más su impaciencia y metesus manecitas también en el teclado. “Espérate,¿no ves que estoy ocupado? ”, le reprende supadre; “cuando seas grande vas a aprender;pero hoy déjame quieto que quiero terminaresta carta para este compañero...”

Ahora, frente a los verdugos, sin dudarecuerda esto el niño y exclama:

-"Sí, mi papá escribía papelitos en unamáquina igual a esa".

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La grabadora tomaba sus palabras...Dos días después, caminando por una de

las calles de Santa Ana, un amigo vio a René yle dio la terrible noticia.

-“¿No sabés que a tu mujer la captu­raron? ”.

El golpe produjo en él el efecto de untremendo mazazo. Vagó por las calles casiinconsciente y, de repente, en una calle lodescubrieron policías de investigaciones ycayeron sobre él. Lo trajeron a San Salvador,lo sometieron a torturas y, después, por horasy horas le obligaron a escuchar la vocecitaangustiada de su hijo que desde la grabadoraexclamaba incesantemente: “No golpéen ami mamá”, “a mi papá lo visitaban unosamigos”, “mi papá escribía papelitos .en unamáquina igual a esa”... horas y horas dedantesca tortura psicológica. Ahora, de sus'oídos no se desprende la desgarradora voz desu hijo...

***

En la otra celda están las compañerasdetenidas. Entre ellas está Fide. Fue bárbara­mente torturada: ningún respeto mereció a lasfieras deshumanizadas su condición de mujer,de madre respetada y de persona apreciada,querida por todos. A pesar de que padece delcoraz_on la sometieron al tormento de laasfixia, le quemaron el cuerpo con la brasa decigarrillos. No tuvieron respeto por su edad, ycomo energumenos la molieron a coces y102

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bofetadas. ¿Qué delito había cometido paraque estos “defensores de la cultura y de lafamilia" se ensañaran así con una mujertrabajadora y honesta? El delito cometido eshaber sentido intensamente el dolor de lahorrenda explotación que sufrían sus compa­ñeras en los talleres de panadería y haberluchado a través del camino sindical pormejorar esas condiciones de vida infrahuma­nas. Menuda, inquieta, delgada, ella misma hadejado lo mejor de su vida en las artesas de lapanadería. Sometida a tremendo desgastefísico prematuramente va envejeciendo. Desdeantes dela caída de la tiranía de Martínez,ella luchaba por lograr la unidad de suscompañeras: entonces trabajaban de 14 a 16horas diarias por un salario de $4.00 a $6.00por semana.'Después fue una de las funda­doras del Sindicato de Panificadores y a travésde él seilogró un pequeño -mejoramiento enlos horarios de trabajo y en los salarios. Suesfuerzo es bien conocido por los trabajadoresde su gremio y ella es uno de sus miembrosmás queridos. Eso es delito suficiente paraque las bestias la golpeen. Porque el gobiemode Osorio está interesado, de acuerdo con losgángsters sindicales de la O.R.I.T. (Organiza­ción Regional Interamericana de Trabajado­res, que representa los intereses de los mono­polios norteamericanos), en reemplazar a losdirigentes genuinos de los trabajadores porpolicías disfrazados de obreros, por agentessindicales corrompidos y oportunistas, para

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construir su propio aparato oflcializado y, deesa manera, enganchar el movimiento sindicalal carro reaccionario de su política antidemo­crática. Por los tacones de sus verdugosdescarga sobre los trabajadores su cólera,machaca a puntapiés los pechos de las obreras,golpea su vientre, como si con semejante,vanö y vesánico esfuerzo, pudiera destruirse lasemilla del futuro luminoso de nuestro pue­blo. Quieren prostituir al movimiento sindicalpara que no sea base de la democracia y delprogreso del país; quieren castrarlo de suesencia patriótica para que no haya trabas a lapenetración de las compañías monopolistasnorteamericanas. Y como los actuales dirigen­tes del movimiento sindical han tenido sufi­ciente dignidad para no dejarse corromper porlos ofrecimientos de ventajas personales, niintimidar por las amenazas y las presiones detoda índole desplegadas por el Gobierno deOsorio y especialmentepor su Ministerio deTrabajo con Mario Héctor Salazar al frente,tratan de obtener por el terror lo que fueronincapaces de lograr en el fuego de la luchapacífica.

Ahora han dividido el trabajo de sussicarios: por un lado le dan la orden a losverdugos de descargar su rabia contra lostrabajadores, y por otro lado, los policíassindicales (los Herbert Martínez, los Saravia,los Duarte, los Ventura) sin duda algunaestarán ya aprovechando para imponerse en ladirección de los sindicatos. Los obreros que

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estamos en esta celda, comprendemos perfec­tamente el juego antidemocrático que se encu­bre con la actual represión anticomunista. Nohay la menor duda de que todos los trabaja­dores, andando el tiempo, lo verán tan clara­mente, como lo vemos los abreros en estanoche, en esta celda, cuando están todavíaabiertas las heridas causadas por los verdugosen los cuerpos de los luchadores obreros,hombres y mujeres.

***

Una cosa nos intriga. ¿Dónde estará elresto de presos políticos que el gobierno hahecho desde el 26 de septiembre para acá?Hasta nosotros ha trascendido que son cente­nares de personas las que han sido capturadas.¿Dónde estarán? De acuerdo a nuestra situa­ción, lógicamente sacamos la conclusión deque en estos momentos llenarán las cárcelesde toda la República, distribuidos en gruposcomo el nuestro.

En nuestro grupo tenemos estudiantesuniversitarios: los bachilleres Manuel AtilioI-Iasbún, Salvador Larreynaga y Mario SalazarValiente. Sentado frente a mí, con las piernasestiradas, veo al Bachiller Hasbún. Fue captu­rado pocos días antes de la represión, alregresar de Guatemala de un evento estudian­til, al que había asistido como delegado de laA.G.E.U.S. (Asociación General de Estu­diantes Universitarios Salvadoreños). Es unfogoso y querido dirigente estudiantil. Ha sido

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director de “OPINION ESTUDIANTIL", elvaliente periódico de los estudiantes universi­tarios, que se ha ganado merecido puesto en elcorazón del pueblo por su tradición de luchaen pro de los derechos democráticos de laciudadanía. Hasbún fue brutalmente tortu­rado y su comportamiento valiente admíró alas mismas hienas humanas que le atormen­taban. Su presencia nos ìnfunde ánimo, por­que aún en los momentos más difíciles sabeenconu-ar el lado optimista de las cosas, es deespíritu jovial y tiene la broma oportuna aflor de labio, lo que en circunstancias comolas actuales resulta una verdadera bendición.

La mayoría de nuestro grupoaestá com­puesto por obreros, especialmente por directi­vos de diversos sindicatos. 'Aquí hay obrerosde construcción, motoristas, panificadores,sastres, zapateros, obreros de fábricas, etc.Nada ha respetado la anüdemocracia. Eldespotismo entronizado tiene sus propósitosde corto y largo alcance, tanto en el terrenopolitico como en el sindical, en lo económicoy, ante ellos, nada vale la personalidad huma­na, los derechos del hombre, la democracia nilos intereses de las mayorías.

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Pasa la noche. Llega el día. Descansamos.Esperamos. Lo inesperado puede llegar encualquier momento. Nada sabemos de lo quepiensan hacer con nosotros. Esa incertidum­bre procuran mantenerla en todo momento:106

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es un anna policial que forma parte impor­tante de su sistema terrorista de arbitrarie­-lades. Hay que combaúrla para que no corroala moral, que no se pierda de vista hperspectiva general. Hablamos de que es preci­so que, los que logren salir primero, den aconocer a nuestro pueblo y a otros pueblos lainconcebible bstialidad de este y queluchen por los que queden sometidos a lasarbiuariedades, vejámenes y torturas. Es nece­Qrio rescatar a las víctimas de las garras de losverdugos. Comprendemos que es preciso sal­var a los que queden presos. Nadie debequedar olvidado en las garras de la tiranía.

Reconfortados con la mutua solidaridad,alejamos de nuestros pensamientos los aspec­tos tenebrosos de la situación; brornmmos,nos reimos de los policías: “fíjate que se mellamó con el título de doctor, y ni siquiera hepasado la primaria, ja, ja..." dice alguien porallí.

A medio día, entre todos, reunimos unoscentavos para la comida. Pedimos al centinelaque nos mande a traer algo. Por ahí anda unmuchacho (“pasador”, le llaman los policías),le ordenan que vaya al mercado a compramosalgo. No se ve en estos policías de línea unaespecial animosidad contra nosotros. Tenemosun almuerzo colectivo. Camarones, arroz,frijoles, chorizos, tortillas y hasta un poquitode curtido con chile. Se nos hace agua la boca.¿Quién hará el reparto equitativamente? Por­que hay que evitar que alguien coma conmayor entusiasmo que los demás, y no hay

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que desestimar que algunos, por los golpes oquemaduras en la boca, y por haberles rotodientes 0 muelas, tendrán que comer muydespacio. Pedro Grande, obrero de construc­ción, serio, de ademán y voz pausada, esnombrado para el reparto. Calcula las racionesa conciencia. Almorzamos: es la primeracomida formal después de varios días. Esta­mos optimistas: charlamos. La voz profundade Pedro Grande, lanzando una broma inopor­tuna: “Nadie sabe lo que la noche trae",rebaja un poco el ambiente optimista.

Al filo de media noche despertamossobresaltados: “levántense, prepárense, vámo­nos”, otra vez son los policías de investiga­ciones, con sus órdenes cortantes, los ojosvidriosos de odio y su aire estudiadamentemisterioso. Subimos a los vehículos y mar­chamos de regreso a San Salvador. Será la unade la madrugada. En las tinieblas de la nochevamos velozmente acortando distancias. En­tramos a San Salvador-_ La ciudad está dormi­da, las calles desiertas. Manzana tras manzananos vamos acercando de nuevo al tétricoedificio, antro de torturas. Es una perspectivasombría. Ya vemos sus fríos muros grises.

Entramos por el Cuerpode Bomberos.Nos distribuyen por grupos pequeños en lasceldas. Es la madrugada del jueves 2 deoctubre. Estuvimos en Cojutepeque alrededorde 24 horas.

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esta celda No. 4 y con las mejillas pegadas alfrío enladrillado, pensando en la sangrientafarsa en que convierte a la sagrada instituciónde la Justicia un régimen antidemocrático yantinacional, cubierto con el sucio manto delanticomunismo.

¡No estamos presos! Poco a poco voyentrando en la comprensión de la insondableverdad que está planteada. ¡No estamos pre­sos? ¿Entonces? Ante mis ojos se presentade golpe, en toda su crudeza la despiadadarealidad: estamos secuestrados... sí, ¡SE­CUESTRADOS! Perdidos en el lab.erinto decárceles de una tiranía cruel, arbitraria ymalvada. Secuestrados, 'en las garras de verdu­gos desalmados, fríos robots, sin conciencia,escrúpulo ni moral, hechos'a,su medida porun régimen caduco y putrefacto. Secues­trados, escondidos del pueblo, de los familia­res y de toda ayuda. Hundidos en la profun­didad de un pozo, desde el cual no se alcanzaa ver la' luz del día, ni el titilar delas estrellasy_hasta cuya superficie no alcanzan a llegar losgritos de los condenados...

Es fácil perder la perspectiva entrando enese piélago ilimitado; en ese remolino absor­bente de- corrientes viscosas y profundas; esfácil caer en la desesperación, en el desaliento,terribles enemigos de los detenidos. _

Pero no, no estamos escondidos, niignorados. Se equivocan los verdugos y susjefes si creen que encontrará-n un lugar dondetenernos ocultos del pueblo. Se equivocan si

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creen que sus celdas y sótanos serán capacesde escondernos. ¡No! , ni aunque nos llevaranalas entrañas de la tierra.equivocados si piensan que sus crueldadesquedarán ignoradas, olvidadas. No. No haylugar que esté oculto a los ojos dd pueblo.No. No mtamos ocultos, olvidados. Los questan irremediablemente pudidos, aislados,copados, son la pequeña camarilla de raccio­narios y sus secuaces, sitiados por el océanodel pueblo. No escapar de la justiciapopular, crimen podrán ocultar, aun­que lo hayan cometido en las sombras de lanoche y bajo centenares de candados. No,ninguna celda nos retendrå definitivamente,secuestro valdrá; ineludiblementenuestro pueblo nos encontrará, nos rescataráy nos libertará. Eso nadie lo podrá evitar: nilos Truman, ni los Osorio. El pueblo, al finalde los finales, vence, sobre los que quierendetener su marcha! .

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CO] UTEPEQUE

Fstamos otra vez en Cojutepeque. Sóloun día permanecemos en San Salvador. Alamparo de la sombras de la noche, comocriminales que temen ser sorprendidos endelito, nos trasladaron de nuevo. Pero aquíquedamos sólo cinco, el resto siguió de largo

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para otras cárceles del interior del país: Ahoraya sabemos la razón de los traslados. Sm dudanuestros familiares han pedido “Habeas Cor­pus”, llegarán los Jueces Ejecutores, a grandesvoces nos llamarán por nuestros nombres, noresponderemos presente, pues estamos a mu­chos kilómetros de distancia; harán el actadejando constancia de que no estamos presos. . .y la justicia quedará cumplida!

Mientras tanto, nosotros estamos en estabartolina inmunda. Somos cinco: el bachillerGabriel Gallegos Valdés, los obreros OrfelioMonterrosa (panificador), Miguel A. Cea(construcción), un obrero de construcción deSanta Ana de apellido Calderón, y yo.

Pasamos la noche sin hablar. En la densaoscuridad sentimos constante aletear de losmurciélagos. Durante el día, alguna claridadentra y, cuando vemos hacia afuera, nos hacecerrar los ojos al herirnos la retinael reflejodel sol que da en los muros y paredes quecircundan el minúsculo patiecito que estáfrente a la vieja puerta de madera que tiene lacelda. Esta vez no nos han dejado en las celdasde los reos comunes. Parece que el secretodebe tornarse más impenetrable; que nadie lodebe descubrir, que nadie debe darse cuentade nuestro' cautiverio en esta ciudad. Por eso,echando mano de sus recursos ocultos, noshan encerrado en una vieja bartolina que estáal extremo izquierdo de la entrada de la casa,con la pared trasera dando a lacalle, pero sin112

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otra comunicación con ella que un miserableventanuco allá en lo alto.

Frente a la celda está ese pequeñopatiecito que mencionamos, de unos 5 metroscuadrados de superficie, a cuyo extremo estáel pasillo disimulado que lo comunica con elresto del edificio.

Es fresco el clima en estos días en estaciudad: pero en esta celda fría, húmeda,oscura, estando sin más abrigo que el pantalóny la camisa que se pega al cuerpo; sucia desudor, sangre y porquerías de tanta celda pordonde hemos pasado, descalzos, en talescircunstancias, el frío, como fino estileteacerado se nos mete hasta el tuétano de loshuesos. Los días están lluviosos y las tormen­tas úenen fuerza torrencial, azota el vientohata el fondo de la celda, arrastrando consigotrombas de agua- fría y granizos; mientras eltejado, como coladera, nos rocía con unaducha no deseada, pues no hay un solo lugardonde no lloren gruesos goterones.

Á, Las paredes son de adobe, muy gruesas,como de cárcel colonial. El piso enladrilladode barro cocido, inhóspito y cruel, destilahumedad, cubierto con una capa de mugrepegajosa. Los ladrillos, desgastados por elcentro y altos por las junturas, se hundenhasta los huesos, produciendo dolores insufri­bles que no permiten estar mucho tiempoacostados,_ aunque la fatiga lo reclame. En elfondo de la celda, junto a la pared que está deespaldas a la calle, hay un montón de tierranegra, viscosa, hedionda, sobre la cual a falta

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de excusado, hay que hacer las necesidadesfisiolôgicas, y raspar de ella con un tejo paratapar los excrementos. 'Las miasmn que ema­nan de ese rincón, que guarda viejas porque­rías acumuladas en tantos años, envenenan elambiente de la galera con fetidez insopor­table.

Los ojos se acomodan a la penumbra ydscubrimos que las paredes de la celda stantotalmente cubiertas de inscripciones, figuras,recuerdos de tanto ser que en el transcurso demucho tiempo, justa o injustamente ha sidoarrojado a la sordidez de esta mazmorra_.Figuras pomográficas, grotescas, hechas conlápiz, tiza o carbón, son el tema favorito deimprovisados pintores. Desde los rincones,tecolotes y lechuza, pintadas en la pared nosmiran con ojos inmóviles. Algunas crucestrazadas, con nombres y fechas, nos anuncianque por aquí han pasado seres angustiadosque denunciaban anticipadamente su muertepresentida

Hay inscripciones ingeniosas, ocurrentes;otras, cobardes, serviles; las hay religiosas,piadosas y hay ohscenas, sórdidas, repelentes.Enalgunasseveelmachismoquenosequieredejar domeñar: “Aquí está XX, el mchimbón¿C Oújfltc". Otra: “Aquí no hay más galloqueXX". Mas allá, un grito atormentado o gua­sôn:_ “Madre mía, sácame". Alguien le haescnto en contestación: “Andá mamá la tetade tu nana, marica! "_ Otro más, wltenciosa­mente, ha escrito: "No llorés, eso lo hubieraspensado antes de embolarte". Y muchisimas,114

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que no es dable reproducir. Pero entre tantotrazo, fecha y nombre, encontramos algo quenos conmueve: algunas inscripciones que dantestimonio de patriotas que han pasado poreste sótano infame, camino del destierro:“Por aqui pasamos, (fecha) camino de Hon­duras, desterrados por defender la causa delpueblo (nombres)", dice una de ellas. Yo pasoratos releyendo esa inscripción y, mientras laleo, pienso qué incontables arbitrariedadeshan tenido que sufrir los ciudadanos dignos.Cuántos sufrimientos han sido causados alpueblo por tanto gobierno empeñado enmantener a nuestro país en el atraso y en ladependencia colonial. Cuántas injusticias sehan cometido para mantener al campesinadobajo la semiservidumbre .de terratenientesfeudálicos. Cuánto vandalismo para seguirnegándole a las inmensas mayorías del pueblolibertad y pan. Pero es evidente que aunque elpueblo tenga todavía que sufrir y sangrar;aunque muchos de sus mejores hijos tengantodavía que conocer estas cárceles inmundas yemporcarse con la tierra pútrida, viscosa queestá en ese rincón, la clara luz del mañanaesplendoroso no podrá ser atajada por nadie,porque no hay fuerza capaz de detener loscelajes de la ascendente aurora y porque lamuerte no podrá vencer a la inextinguiblevida. Esta se impondrá siempre, y el pueblo,invencible, heroico, inmortal, venciendo a lamaldad, al egoísmo y a la reacción, inelucta­blemente conquistará su libertad y será elconsciente y poderoso constructor de su

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grandioso futuro.Ante esta convicción siento deseos de

gritar: ¡Detened la aurora, insensatos! ¡Po­nedle rejas! ¡Detened la vida, maniáticos!ìPonedle esposas, sepultadlal ìDetened elprogreso, detened el futuro, pobres ilusos!Tenéis poder, ahora, para ordenar a vuestrosverdugos que con espumarajos de furia en laboca sigan machacando los pechos de lasobreras y atormentado el cuerpo de personasdemócratas; pero no podréis detener el solque se levanta en el oriente. Antes de quetermine vuestra generación, veréis desplo­marse vuestras cárceles feudales, despedazarsevuestros grillos y cadenas coloniales (made inUSA), ascender el Sol hasta el cenit glorioso.De las 30.000 tumbas donde el simiescocriminal Martínez pretendió aprisionar la vida,detener la Reforma Agraria, brotarán lasflores esplendorosas de un futuro maravilloso:la ancianidad tendrá reposo, felicidad y respe­to; los adultos tendrán salud, trabajo creador,fecundo y alegría; la juventud tendrá pan,instrucción y porvenir asegurados, y para laniñez será todo lo más bueno, lo más blando,lo más dulce. . . Vuestros despotismos seránen la historia sólo un mal recuerdo emergien­do entre las pútridas emanaciones de unpantano cada vez más lejano (o emergiendo deese estercolero fétido, que desde el rincón deesta celda, es el símbolo de vuestra corrupcióny caducidad). . _

=|=*›|=

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¡Oh tremendo error de los que gobier­nan contra el torrente de la historia! Sonimpotentes en su crueldad, en su vesania y,aunque parezca paradójico, son impotentes ensu poder. Podrán destruir el cuerpo, aniquilarfísicamente a una persona; pero si las convic­ciones se han hecho carne en su conciencia,no podrán destruir los ideales que comofúlgida estrella polar irradian luz desde elalma.

Muchas veces he oído y leído estas ideasexpresadas en distintas formas. Ahora ante mipresencia tengo la comprobación de su certe­za. Los compañeros que están en esta lóbregaprisión, no saben qué les depara el díasiguiente, la noche siguiente, ni siquiera lahora ni el minuto venidero; sin embargo, losveo tan seguros de sí mismos, como situvieran todo el futuro en sus manos, como sino tuvieran sobre ellos pendiente la espadaamenazadora de torturas renovadas, lacerantesdolores, indefinido secuestro y peregrinar ensótanos y mazmorras ignoradas; el destierro oaún más, elvalevoso, frío y silencioso ase­sinato. _. todo es posible. A pesar de ello,nadie ha perdido la moral, el buen ánimo.Aquí nadie se ha despeñado en la resbaladizapendiente del desaliento o la desesperación.Los fortifica la recia certidumbre de que lacausa del bienestar y la felicidad del pueblo esla causa más justa, más grande, más inven­cible. Nadie ha cometido ni el más leve delito,ni falta punible; en este sentido, la propiaconciencia está tranquila; mas, si mentes

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mostruosamente deformadas por los interesesretrógrados, consideran como dehto el amoral pueblo, ¡qué le vamos a hacer! Si consi­deran que es un delito hacer abstracción delos propios intereses personales, del egoísmo yla mezquindad individual. en aras del bienes­tar colectivo y del mejoramiento y desarrollode la sociedad, ¡peor para ellos! Eso no harácambiar la verdad, ni hará torcerse el rumbode la historia.

Nadie está deprimido. Aqui veo a Cea,parado frente a la pared (qué digo, parado:semi-encorvado, G más exacto decir). Portener rotas las costillas no puede levantar losbrazos, hacerlo le causa dolores que se reflejanen muecas involuntarias del rostro, y en gotasde sudor que le cubren la frente. Sin embargo,con porfía incontenible, una y otra vez, congrandes esfuerzos, pone las palmas de lasmanos en la pared, hace fuerzas con los dedostratando de hincarlos en los agujeritos y, deesta manera hace avanzar las manos unapulgada hacia arriba, luego otra y otra vez.Ante nuestros ojos asombrados vemos cómolas manos poco a poco van subiendo por lapared con tenaz esfuerzo, entre sudores ymueca de dolor y, por fin las manos hanllegado a la altura de los ojos (el miinaccesible objetivo de ese dia) y una ampliasonrisa de satisfacción ilumina el rostro delcompañero, que se siente en ese momento elhombre más feliz del mundo. No hay lobre­guez carcelaria ni dolor físico que disminuya

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la radiante alegría de este éxito en los“ejercicios fisicos" de este día, que significanun triunfo sobre 'la obra de los verdugos.Todos nos sentimos contentos con episodioscomo éste. Otros compañeros más ágiles,también hacen calistenia-.. uno, dos, tres,cuatro. . . uno, dos,' tres, cuatro. . . se desentu­mecen los músculos y tendones.

No hay abandono, ni tristeza innece­sarias; parece que siempre, aún en las condi­ciones más diffciles es posible mantener buenánimo, basado en la convicción de la justacausa del pueblo y en la inevitabilidad de sutriunfo final. ,

Por la certeza de que la razón está denuestra parte, no se ve en los rostros de loscompañeros asomar la temible sombra- de ladesesperación a pesar del secuestro, a pesar deestar escondidos y perdidos en las entrañas deesta horrible cárcel colonial.

ROMPEOLAS

.Por las noches, el viento aúlla al irrumpiren el calabozo; la lluvia azota. ¿Qué hacer?Entre nosou'os hay un muchachote de fuerteshombros y complexión robusta, siempre son­riente y animoso. Se presenta como volun­tario para servir de “rompeolas". Es decir,para dormir más cerca de la puerta y dejar quesobre él azote de lleno el agua y el viento

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inclemente. Y, claro, por unanimidad le nom­bramos (ñguradamente) “rompeolas" en pro­piedad: tras sus fuertes hombros nos sentimosmás protegidos de la tempestad, como sesentirán los barcos en puerto seguro.

En realidad, este compañero es el mejorequipado para estas circunstancias. Se tratadel bachiller Gabriel Gallegos Valdés. Cuandolos policías llegaron a su casa, todavía no sehabía levantado. Con prisa febril queríanllevárselo inmediatamente. El, sin perder lacalma, se les impuso: “Espérenme, tengo quevestirme". Concienzudamente se dedicó aescoger la ropa adecuada. Se preparaba parauna larga jomada. Se mlzó botas altas, se pusocalcetines resistentes, grueso pantalón kaki,canina de la misma tela; parecía un oficial delejército. ¡Listo! Ya estaba en ropa de “carn­paña". Ya pod ían llevárselo.

Ahora, su previsión y su espíritu frater­nal nos son muy valiosos. Su carácter jovialnos contagia, al hablar parece que siempreestuviera sonriendo, su mirada es fi'anca ynoble. Es Director de “OPINION ESTU­Dl{\N'lÍIL", el periódico de los estudiantesuniversitarios que tradicionalmente ha sido unvocero de las `aspiracions del pueblo salva­doreño. Ostentar dicho cargo no lo perdonanlos mandones de turno. La crítica demo­crática no la pueden soportar, la sátira juvenilles saca de quicio, la verdad les arde comolatigazo en pleno rostro; están acosmmbmdgsa gobernar contra los intereses de las mayo­

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rías, entre el incienso de áulicos y sicarios.Para comprender el grado de ridiculez queadquiere la intolerancia de estos “soberanos”,baste señalar este pequeño detalle: entre elpueblo corrió recientemente la anécdota deque el Presidente Osorio había tenido untraspiés amoroso: su esposa lo sorprendió entierno arrebato con otra dulcinea y, fuera desí, tomó un revólver, le disparó a quemarropay le hirió gravemente. Le operaron de urgen­cia. Hasta aquí la anécdota popular que correde boca en boca. En realidad, el Sr. Presidentefue operado en esos días y el comunicadooficial decía que había sufrido un ataque deapendicitis que requirió rápida intervenciónquirúrgica. “Opinión Estudiantil”. En su sec­ción humorística llamada “Diccionario Polí­tico", tomando una y otra versión, decía máso menos: “Concubinatoz cosa que no debenhacer los Presidente, para no verse operadosde apendicitis”. El pueblo celebró la agudeza.Pero ahora, los verdugos han preguntadoasiduamente a varios estudiantes sobre quiénfue el autor de esa columna: “para darle sumerecido". Si el autor de una simple colum­nilla humorística les tiene tan coléricos, yapodemos imaginar cómo estarán contra elDirector de ese periódico. Este órgano ha sidoclausurado muchas veces por diferentes go­biernos despóticos, pero siempre resurge conmayor pujanza y su bandera democrática pasade las manos de una generación de estudiantesa la siguiente y no es difícil prever que

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INESPERADA AYUDA

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comunistas,_contra quienes está tronando díay noche el gobierno, acusándolos de haberintentado realizar un complot para instaurarun estado comunista. Se les pinta comomonstruos que poco les falta para beberse lasangre de niños tiernos. Se atruena el espaciocon las calumnias más infames y descabe­lladas, propias de la invención de mentesenfermas y depravadas por el odio al pueblo.Los policías se asoman con la curiosidad y unmatiz de temor pintados en las pupilas. Eltemor es causado por la prohibición deacercarse por acá, a no ser para las obliga­ciones del servicio. A nadie le está permitidohablarnos. Por eso, el centinela se les enoja yles regaña: “Váyanse, -les dice- ¿no ven queel fregado voy a ser yo? Si no se van, los voya reportar”. Al rato, otros uniformados estánatisbando.

Algo alentador es comprobar que elgobierno no ha logrado convencer ni siquieraa todos sus policías, sobre la sarta de mentirasendilgadas contra los detenidos políticos. Porlo visto, muchos policías por experienciapropia 'saben de los procedimientos que elgobierno y el cuerpo a que ellos pertenecenemplean para reprimir a los elementos de laoposición. Eso nos sirve de aliento, porquecomprendemos que mucho menos podránengañar a la opinión pública.

Parece ser que nuestra permanencia enesta cárcel es el acontecimiento del día paraestos policías. Ya en el segundo día de estaren Cojutepeque, oímos que algún policía le

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pregunta al centinela sobre si hemos comido.Este le responde que no. Y entre el apagadocuchicheo que se produce en el pasillo,hasta nuestros oídos alcanzan a llegar clara­mente frases de condenaciôn a los métodos dela policia de investigaciones: “Esos hijos dep. . . sólo vienen a tirar aquí a la gente, comosi se tratara de animales, sin preocuparse de lacomida. ¡Como ellos no son los que estánaguantando hambre! ”

Pasado el medio día se acerca al centi­nela un policía y le susurra algo al oído. Esteasiente. El llegado, acercándose a la puerta,hace esfuerzos por vernos en la penumbra delcalabozo y nos pregunta: “¿No hancomido? " Respondemos que no. “Ya les voya traer un volado”, nos dice y se aleja. A pocolo vemos regresar con una olla y un granpaquete entre las manos. "Vaya, muchachos,coman”, nos dice, y entre las rejas de maderaa cuadros nos pasa las viandas. Sinceramentele damos las gracias por la atención. Elcentinela abre la puerta para que nos puedapasar la olla con sopa. Quedamos realmenteasombrados; nos ha llevado en abundanciasopa caliente de frijoles con chicharrones, unagran sarta de longanizas fritas (mucho tiempotenía de querer comer longanizas de Cojuteque son las más sabrosas del país, peronaturalmente que no me imaginé que talesdeseos se cumplirían en estas condiciones),arroz frito, camaroncillos, fritada de cerdo yun gran rimero de tortillas de maíz calientitas.Calculamos que ha gastado unos cuatro colo­124

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nes. o sea lo equivalente a un día de salario deun policía de línea.

I-hbía más que suficiente para todos. Nohubo necesidad de reparto individual. Loextendimos en el suelo sobre los periódicosque servían de envoltorio y comenzamos acomer con voracidad y fniición. El policía sequeda un momento, con satisfacción, vién­donos comer, y después se aleja. Le oímosdecir emocionado, moviendo la cabeza de unlado para otro: “yo también tengo hijos". _ .

Esto me hace pensar muchas cosas; porun lado, hay que estar alerta contra cualquiermaniobra ignorada de la policía. Esta es capazderecurriratodalasarguciascontaldeadormecer la vigilancia de los reos. Y eso esmuy peligroso, porque detrás de ello puedevenir una maniobra inesperada.

Sin emba.rgo, estando alerta contra talposibilidad, pienso que la podredumbre delrégimen no ha logrado todavía deshurnanizarcompletamente a todos los que están bajo suservicio. A pesar de las crueldad@ que cotidia~namente les obliga a realiur, algunos de ellosaún no tienen completamente duro el cora­zón.

Y pienso que los esfuerzos de los elemen­tos democráticos por alcanzar el progresopolítico y económico del país, van dirigidos aconquistar la libertad, la felicidad y la alegríapara las grandes mayoría de salvadoreños,incluso la felicidad de los hijos de los policías,induso la felicidad y el porvenir dichoso de

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los hijos de esos mismos miserables verdugosque ahora nos atormentan. . ¡ D

Mientras tanto, la radio grita sandecescontra los supuestos “enemigos de la familia,de la religión, del progreso y de la tranqui­lidad del pais”. . .

*#41

Estamos en el cuarto día de encierro enesta mazmorra de Cojutepeque. Es lunes, 6 deoctubre.

A las 9 de la mañana, el mismo agente depolicía nos ha traído otro abundante almuer­zo. Esta vez, como cosa especial nos regalócon caldo de patas de res. El arroz, lastortillas de maíz y otros alimentos que nossobraron, previsoriamente los guardamos paracuando tengamos más hambre. ¡No estamospara desperdiciar!

Acabamos de comer, cuando repentina­mente llegan Urías, Menjívar y otros policíasde investigaciones, con sus modales groseros ysu prisa violenta. Nos ordenan salir rápida­mente del calabozo y nos esposan por parejas:a mi me corresponde con Cea, y a Orfelio conGallegos Valdés (sólo Calderón lleva esposasen ambas muñecas), nos meten en dos auto­móviles con placas particulares. Salimos deCojutepeque después de las 10 de la mañana.Algo inesperado debe haber ocurrido para quese arriesguen a llevarnos en pleno día por las.calles de la ciudad, ellos que prefieren el sigilo

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de la noche. Para sorpresa nuestra, al salir a lacarretera, toman el rumbo contrario a SanSalvador. Y nuevamente tenemos que pregun­tarnos: “écuál será nuestro próximodestino? ".

SANTIAGO DE MARIA

Los automóviles en que vamos se desli­zan veloces por la carretera. Pasan junto anosotros, er. sentido contrario, los carros,camiones de carga y autobuses repletos depasajeros que vienen del oriente del pais. Devez en cuando nos sobrepasa un vehiculo quelleva más prisa que nosotros.

¡Qué bello es el paisaje a la altura delDepartamento de San Vicente! Dan ganas deir en otras condiciones, en una excursión, porejemplo, o decirle a estos esbirros; “paren,queremos admirar la belleza de nuestro que­rido país”. Estoy seguro que no compren­derian, nos verian con una mirada estúpida,burlescay dirían: “ ¿admiran a nuestro país? ”.Pensarían que nos falta un tornillo. Ellos noentienden lo que es amar a nuestro país,admirar su desbordante naturaleza, querer a supueblo entrañablemente. Lo único que admi­ran, a su modo, es el dinero, la pistola, lasprostitutas, ¡ah! y las acharoladas botas de“su” coronel o de “su mayor".

A pesar de la incertidumbre laceranteque nos embarga por no saber a donde vamos,por qué causa nos sacaron en pleno dia del

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escondite de Cojutepeque, ni cuáles son lasinstrucciones que llevan estos fríos instru­mentos de la tiranía, inconscientemente nossentimos hipnotizados por esta majestuosabelleza del “Valle de Jiboa”. A nuestraderecha, a la orilla de la carretera está elabismo y desde el propio fondo de éste, en'maravillosas tonalidades, va elevándose impo­nente, amplio y magnífico, el Volcán de SanVicente, hasta alcanzar el pináculo de gloriacoronado por las nubes. Sus faldas formanuna abigarrada gama de colores: el verdeesmeralda entrelazado al amarillo subido, elverde oscuro de los cafetales y el amarillopálido, casi blanco; plantaciones de caña deazúcar, cafetales, cereales, etc., salpicados delrojo de los tejados; todo ello formando unpolicroniado y armonioso conjunto que hablade la laboriosidad de nuestro pueblo, delsudor de nuestras gentes. La vidasurge enplenitud de _las manos encallecidas de loscampesinos, de la naturaleza tropical, encombinación grandiosa con las fuerzas queemergen poderosas de las entrañas del volcán.Allí está el etemo penacho de humo cerca desus faldas, donde el coloso muestra su fuerzatelúrica, en lo que el pueblo llama “Losinfìernillos". Los habitantes del lugar dicenque entre las hirvientes aguas de las fuentestermales que brotan alli, es posible pelargallinas y cocer huevos. No saben todavía quemañana, cuando se hayan roto las cadenas delfeudalismo y de la opresión extranjera, en esaregión paradisíaca podrán levantarse sanato­128

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rios que harán posible aprovechar en beneficiodel pueblo las aguas medicinales que la natura­leza de esos parajs nos regala.

Ante este espectáculo es imposible abs­traerse a la fascinación que eausaelpensarenla privilegiada naturaleza de nuestro país. Escierto que su territorio es pequeño, apenas 20mil kilómetros; pero cuánta riqueza, cuántabelleza encierra. Es como un pomito deesencia perfumada. No conoce las incle­mencim del invierno nórdico, nevado yfrío;sus estaciones son: el tiempo lluvioso y eltiempo seco; su clima es siempre cálido,acogedor; las flores brotan todo el tiempo ysus árboles están siempre verdes y cubiertosde hojas. Latierrada3y4cosechasanualesde cereals; el ganado siempre puede pastar acampo abierto, sin necesidad de encerrarlo encoberúzos invernales; los árboles frutales nosdan sus almibarados frutos tropicales (¿quéhubiera sido de nuestro campesinado sin losguineos “majonchos" y sin los aguacates? );lasaguasdelocéanoquebañannuestrucostasapenas si las hemos explorado: hay peca,camarons, langostas, moluscos, etc., en can­tidad suficiente para nutrir a nuestra actualpoblación multiplicada por diez; las entrañasde la tierra guardan preciosa materia primapara nuestra futuras industrias; la belleza desus lagos, ríos, costas, playas y serranías,serian edénico marco para el turismo, el solazy descanso de sus habitantes. Y, sobre todo,ste laborioso y estoico pueblo cuscatleco,amante de la libertad y del progreso, que es el

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más grande tesoro de nuestro país. ¡Oh, quégrandioso futuro espera a nuestro pueblo,rodeado de tales condiciones naturales, cuan­do haga a un lado las trabas reaccionariassemifeudales y la opresión extranjera, y selevante poderoso a construir su pleno desa­rrollo independiente. . _!

Hemos dejado atrás el “Valle del jiboa",nos acercamos al caudaloso Río Lempa. Ade­lante y a la derecha, como infinita cinta deplata, serpentea a lo lejos. Pronto vemosbrillar al sol la estructura metálica del “PuenteCuscatlán”. Nos acercamos a él, es impo­nente. Al pasar veloces sobre el puente, desdesu altura vemos las negras y turbulentas aguasque se atropellan coléricas hacia el océano.Luego, comienza la Zona Oriental del país.

Me ha tocado ir en el vehículo que está acargo de Urías y Menjívar. Ellos van en elasiento delantero, con el chofer, que tambiénes policía de investigaciones. Junto a nosotrosva otro, vigilándonos. En todo el camino,Urías y Menjívar han venido hablando pormedio de indirectas, pero con el evidentepropósito de atemorizarnos. En una ocasión,el chofer le preguntó que a dónde vamos.Urías le respondió de manera misteriosa: “Ahite vamos a decir para dónde vamos".

Poco despues de pasar el “Puente Cusca­tlán" dos pobres campesinos que están a lavera del camino, hacen señales al automóvilpara que se detenga-_ Sin duda quieren suplicarque los lleven un trecho. El motoristaaceleray Menjívar, pavoneándose con orgullo, le dice130

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a Urías: “Esos “majes" no saben que aquí vala Gestapo". Ríen con satisfacción. Se ve quelo toman como su ideal.

El paraje es menos espléndido que en laotra margen del río.

A poco, a una señal de Menjívar, elvehículo abandona la carretera panamericanay toma una amplia carretera asfaltada que estáa la derecha. Corremos un rato entre her­mosos cafetales. Luego, entramos en unapoblación de placentera apariencia; pero notardamos en damos cuenta que una horriblecatástrofe la ha azotado, aplastándola como siun descomunal pie se hubiera posado sobreella. Es la ciudad de Santiago de Maria quehace poco fue casi destruida por el terremoto(igual que otras ciudades de la zona oriental).Las paredes de las casas presentan vividasseñales de tan espantoso cataclismo. Aquí yallá, hay casas desuuidas, y en la mayoría delas que están en pie, las paredes tienen clarosy cuarteaduras profundas.

Los vehículos dan rumbos sobre lacalles empedradas y los policías estan colé­ricos porque provocamos cierta curiosidad enla gente que camina en las aceras. Sin embar­go, no pueden saber quiénes somos, porquelos automóviles llevan placas particulares y,además, desde afuera no se ve que vamosesposados. Nosotros vemos las caras de lasgentes con la esperanza de encontrar un rostroconocido. Pero la leve esperanza se disipa envano.

Los automóviles se detienen frente a un131

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edificio medio derruido. Entramos. Es lasección de la Policía Nacional.

Deliberan un momento los de inves­tigaciones con el jefe de la sección local,parece que éste `no está muy conforme conque nos dejen allí: lo que le preocflva es queno tiene una celda donde estemos seguros. Porfin, nos parece que llegan a un acuerdo, nosllevan a un cuarto al fondo dela casa. Colocanun banco para que nos sentemos; frente anosotros, sentado en otra banca ponen a uncentinela con las órdenes más estrictas:“Usted responde por estos hombres son indi­viduos peligrosos, comunistas. Si se le van, lomatamos a usted”. Luego, dirigiéndose anosotros, nos dice el Director:

-“Aquí los vamos a tener, pero cuida­dito si intentan fugarse, porque no vamos aandar con contemplaciones: tenemos órdenessuperiores de que, a la primera señal dequererse escapar, los matemos”.

Se nota a simple vista que el hombre estánervioso. Le han venido a perturbar su tran­quilidad provinciana. Como que no consideramuy segura su cárcel y siente que es muygrande la responsabilidad que ponen en susmanos. A los de investigaciones les ha pare­cido de buen tono el discursito, y, después deandar un poco por la casa, se van. Oímoscuando arrancan los motores. Nos sentimosun poco aliviados.

El centinela tiene el fusil entre las manosy nos mira con evidente temor. Cualquiera denuestros movimientos le pone nervioso.132

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Por nuestra parte, comenzamos visual­mente a explorar la situación. Realmente, estacasa está en lamentables condiciones. Lapared del fondo del cuarto donde estamos seha derrumbado y vemos el patio de la casavecina. Está cultivado de árboles frutales:naranjos, aguacates, mangos, matas de guineo,etc. Por aquí podría uno salir corriendo. Ideasde fuga comienzan a rondar por la mente y elpatio vecino se transforma en una mudaincitación. La mente comienza a hacer cál­culos: tres zancadas y. _ . ia correr! Tratandode perderse del perseguidor. Luego, a correrentre las casas y patios hasta salir de lapoblación y seguir a campo traviesa por fincasy barrancas. O pedir refugio en una casa. Deseguro que a cualquiera de nosotros nos daránabrigo si les decimos quiénes somos, que nosomos criminales ni ladrones sino perseguidospolíticos. Por las miradas insistentes a la paredderruida yo comprendo que los otros compa­ñeros también están siendo fascinados por losmismos pensamientos. Sin embargo, tales elu­cubraciones no son duraderas, cruzan comofugaces relámpagos; son pensamientos unpoco ociosos, basados en la necesidad de verselibres de este secuestro y de la aguda perspec­tiva de nuevas torturas; pero no tienen basefirme en la realidad. En primer lugar, porqueseguimos esposados por parejas. Así seríaimposible intentar la fuga. Y, aunque notuviéramos esposas, las condiciones físicas enque estamos no nos permitirían huir. En

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segundo lugar, el centinela lee nuestros pensa­mientos cuando nos ve mirar furtivamente alsolar vecino, y no es dable dudar de la periciade estos hombres en el manejo del fusil: antesde que lográramos caminar unos pocos pasos,ya estaríamos revolcándonos en el suelo entreun charco de sangre. Todo queda sopesado.Yo abandono tales pensamientos inútiles, yposiblemente los compañeros también hacenuna evaluación realista, porque comenzamos arehuir el mirar hacia ese lado.

Un compañero sugiere oportunamenteque comamos lo que nos sobró de la mañanay que, previsoramente, lo hemos traído connosotros. Hacemos rueda acurrucados en elsuelo y con la mano que nos queda libre nosllevamos a la boca puñados de arroz y pedazosde tortilla fría. Todavía estamos comiendo,cuando intempestivamente hacen irrupción denuevo los policías de investigaciones, sorpren­diéndonos en esa ocupación. Urías se nosqueda viendo y con risa sarcástica dice:

-“Pero ve, estos hijos de p... no semueren de hambre en ninguna parte. A saber' n 1 ­como hacen , y coler1co,,, agrega; “Vaya,alistense que ya nos vamos . “Vamos a llevara estos , le_d1ce al centinela, señalando aOrfelio, Gabriel y Calderón,

-“Que se queden estos dos", dice indi­cando a Cea y a mí.

El bocado se me queda atorado en lagarganta, como un pedazo de piedra pómezque no se puede tragar. Siento un dolor

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¡x'ofundo,po<mvcucsexpcrimcntado.qucmcsubcdcsdcclpechoysemecongclacnlagarganta. ¿Por qué nos estas bcs­tizs? ¿Qué quieren? ¿Qué proyectan? ¿Nocstínansadosdctzntohaccrsufiir? Sientoqxm-lacapaudad_q!1ctie|1cdconz6n_pansoportar el sufnmcnto es cxi ílinntnda,porqucoon mntogolpcmonlsaíalosufi­cicntcpanquchubicmdcjadodclzúr.Yohc

dìd:s,paoéstanosiguaLEsmásgrandcquchqucpuedcproducirladspedidafimldcunf1n1il¡:rquaìdo.Fsdurotcnuqucsepanmosdcoompañemstznquccìdos, quehznsoportadoconnosotroslasìnclemcnciasyddolor.Elconzónsesm=:meocanteg›lpe,tnnartcrocinspcrado. "Adiós, compañcros;adiôs,ha'­manos” diam qucdamcntc los labios; micntrscon los ojos cn mudo tmmmosmtuamcntc de darnos valor: “Aniuìo, com­pañeros, ¡Firmcs”...!

Porlamindadolichpcroserenadcloscompañeros, comprendemos que stin di­pustosasoportar cualquicrcamlhchdcloscncnúgosdcnucstto pueblo. Promnmusnomostnmosdcmasia.dosentimcntzls,panqucno adivinen stas dncales cuánmdañonosstin amando y qué fuerte han golpeadonuestra ahm. Sólo rcnnchunos los dìcntshastahwcrnoschño.

Dspuésdcptofcrirunascmntasamcln­zas,sc:.lcjanconlosoompañcros.VaGa|k-:gosValdés spcmdo con Orfclio, junto a Calde­

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rón, en medio de los sicarios. Se va estecompañero de corazón tan noble, que enCojutepeque escogió el peor puesto de lacelda para que el viento y la lluvia no nosazotara tan fuerte como _a él. Seva Orfelio, elcompañero a quien conozco desde su tiernajuventud. Yo le indique por primera vez lanecesidad de luchar dentro de nuestro sindi­cato de panificadores para mejorar las condi­ciones de vida de los trabajadores de nuestrogremio. Ahora .los vemos alejarse. Su paso esfirme, su actitud serena. No saben a dónde losconducen, les acongoja pensar que quedamossolos. No se explican esa repentina separación.Pero su mirada es límpida y su frente levan­tada. Van dispuestos a todo.

***

Quedamos solos Cea y yo. Nos encierranen una cuadra de agentes. Es un cuartopequeño con varios catres de hierro. Nossentarnos a la orilla de uno de ellos y en otrose sienta un centinela armado. Continuamosesposados uno al otro. Sentimos un malestarindefinible, como si acabáramos de regresardel entierro de un ser entrañablemente que­rido. La tarde transcurre sombría, pesarosa,doliente. Entre presentimientos ya pensa­mientos oscuros. ¿A dónde llevarían a loscompañeros? ¿Por qué no dejaron aquí a losdos? Por momentos espero que aparezcan,brutales, los policías de investigaciones.136

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Interiormente me estoy_preparando paraun nuevo ciclo de torturas. Pasa la tarde. ynada ha cambiado. Seguimos a la orilla delcatre, siento los pies entumecidos por laincómoda posición, al igual que la manoesposada, que ambos procuramos mantenerinmóvil para no dañarnos. Se oye el zumbidode las moscas. El centinela juega con el fusi1,\aburrido de tan larga vigilancia. De vez encuando da un cabezazo. Ya no nos miraalarmado, y más bien se ha ido acostum­brando fa nuestra presencia. Parece que nues­tro estado físico le comienza a inspirar unpoco de lástima. Nos pregunta si queremosagua. Contestamos afirmativamente. Abre lapuerta, llama a otro policía.

-“Mirá, traé un poco de agua a estagente”, dice.

Aliviamos nuestra sed. . -_Va anocheciendo y han encendido las

luces en este cuarto que ya iba quedando aoscuras. Estamos encerrados y no podemosver el corredor pero oímos las pláticas ybromas que se cruzan entre sí los policías quehan regresado de su turno y están cenando.En esto, nos llama la atención el diálogo quese cruza entre 2 agentes:

-“Dame quince centavos”, dice uno.~“No tengo. Además, ¿para qué los

querés? ” responde el otro.-“Quiero reunir un colón, para comprar­

les comida a esos señores que trajeron hoy”.-“No tengo”, dice el otro terminan­

temente.

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--“No te hagás fregado. Dame tu contri­bución", dice el primero.

-“Ya te dije que no", le responde conun tono de cólera en la voz.

-"Pero, hombre, ¿qué te cuesta?¿Cómo para los cigarros y el guaro si tenés?No puedo creer que no tengás ni quince“pinches” centavos para llevarle comida a estagente”, increpa acalorado el primero.

Este diálogo nos sorprende: ¿cómo esposible que este policía ande pidiendo contri­bución para nosotros? El caso parece inusi­tado. Pocos minutos después tocan a la puertay un agente nos ofrece un plato de comida acada uno y una taza de café. Estamos sincera­mente agradecidos por su rasgo humanitario.Para explicarse nos dice sin rencor:

-“Nosotros somos como las gallinas,hombre; unas veces estamos arriba y otrasestamos en las ramas de abajo. Y las gallinasque están arriba cagan alas de abajo".

Veo que en su primitiva filosofía poli­cial, este hombre no ha creído ni un ápice lasmentiras que dice el gobierno respecto denosotros. El, ha visto que quien está en elPoder (en la sucesión de gobiemos antidemo­cráticos que hemos padecido) oprime y per­sigue a los de “abajo”, a sus opositorespolíticos: a los derrocados y, naturalmente,oprime también a los sectores populares enprimer lugar. Y al comprender esto, da mues­tras de buen juicio. Lo que todavía no puedecomprender, y no es posible pedirle tanto, esque cuando el pueblo mismo conquiste si138

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libertad, rompa sus cadenas feudales y colo­niales y entre a ser el árbitro de sus propiosdestinos, ya no habrá opresión contra elpueblo; sino que habrá el amplio disfrute de lademocracia para las inmensas mayorías y nohabrá arbitrariedades- ni arrestos antojadizos;sino que la justicia se impartirá inflexible yfirmemente, pero ecuánime e imparcial, sinnecesidad de recurrir a los abusos, atropellos yarbitrariedades a que recurren los gobiernosminoritarios despóticos que implantan su do­minación a base de la opresión sobre lasgrandes mayorías del pueblo.

Este episodio, similar al de Cojutepeque,me ha impresionado. No, por lo visto, no estan fácil a los fascistoides hacer pasar sumoneda falsa anticomunista, que les permiteaplastar a los amplios sectores democráticos.

A las nueve de la noche nos permiten ir ala letrina (durante toda la tarde no nos lo hanpermitido) y, para dormir, nos ordenan acos­tarnos en un catre de hierro que han colocadoen el corredor. Nos cuesta acomodarnos en lacama, pues no nos quitan las esposas. Tene­mos que permanecer tendidos en el catre, eluno \junto al otro sin hacer el menor movi­miento, sin poder cambiar de posición, fijos,como clavados, para no tener que causarnosagudos dolores en las muñecas entrampadaspor el acero inclemente. Acostumbrado a darvueitas en la cama mientras duermo, buscandola mejor posición al cuerpo, nunca pensé quefuera tan difícil permanecer rígido e inmóvil,mientras el alivio del sueño se niega a llegar a

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los ojos. La tensión nerviosa hace sentirhormigueos y picazón en los pies, los brazos,las espaldas; la piel se contrae involuntaria­mente y, ante la poderosa necesidad derascarse, hay que hacer esfuerzos extraordi­narios de voluntad para no sucumbir a latentación de halar violentamente el brazoesposado, con lo que se causarían lastima­duras al compañero en la muñeca llagada.

La noche se está poniendo muy fría. Elcielo está estrellado y el viento de octubre hacomenzado a soplar. Estar en este corredor escomo' estar en pleno patio. Comenzamos atiritar. Cea se ha puesto unos embudos depapel periódico en los pies, para abrigarlos unpoco. Siento desasosiego intemo. Frío nervio­so me está volviendo a estremecer los huesos.Tengo el presentimiento de que los verdugosregresarán en la madrugada. Un reloj públicoda las doce campanadas. Los gallos hancomenzado a lanzar al viento su clarinada.Poco después, logro conciliar el sueño, sueñointranquilo, sobresaltado.

De repente, en la madrugada, despiertode un salto: un penetrante olor ominosamenteconocido invade mis pulmones haciéndomelatir violentamente el corazón. ¡Es el inquie­tante olor del hule de la capucha! Tengo laimpresión de que despierto de una horriblepesadilla. En realidad es muy 'distinto loocurrido: el centinela que nos ve tiritar, se hacondolido de nosotros y nos está cobijandocon una capa de hule! El sentirla sobre mirostro me ha-hecho despertar sobresaltado. Sí,140

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no todos los servidores del régimen opresordel pueblo tienen completamente encallecidael alma! Me vuelvo a dormir, con un sueñomás tranquilo. Alrededor de las Iïes de lamañana despertamos sobresaltados. Unanueva sorpresa nos sacude. ¡Vienen de regresolos compañeros Gallegos Valdés, Orfelio yCalderón! Valdés tiene tremendamente desfi­gurado el rostro: un ojo cerrado, horrible­mente hinchado, y, alrededor, la piel se le haconvertido en una bolsa amoratada que lecubre el ojo, el pómulo y parte de la frente.Los acuestan en catres, junto a nosotros.Volvemos a dormir.

El centinela nos levanta antes de las 6 dela mañana. Nos dejan ir a la 'letrina y despuésnos encierra a todos en la cuadra donde nostuvieron la víspera. Sentados en catres conti­guos, Gallegos nos relata sus experiencias. Alsepararlos de nosotros, los llevaron a Usultán,ciudad cabecera del Departamento. Los ence­rraron en un cuarto amplio, en la sección depolicía, bajo la vigilancia de un centinelaarmado. Les quitaron las esposas de las manosy se las pusieron en los tobillos, siemprehaciendo pareja con Orfelio. Tuvieron queestar en cuclillas. De repente, se presentó otropolicía de línea, de los destacados en el lugary, al reconocer al estudiante, se enfureció ycomenzó a insultarloz “ ¡Ajá! Así es que vossos de “Opinión Estudiantil, ¿no? ” gritaba.Valdés procuraba aplacar la provocación delenergúmeno, pero éste cada vez se enfurecíaITIÄS:

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-“Estos estudiantes, hijos de p. . . tantoque “joden” al gobierno. Nunca están confor­mes”, decía. “Te voy a matar, hijo de p. . . deaquí ya no tengás esperanza de salir vivo".

Y pasando a los hechos tomó impulso yle descargó tremendo puntapié en ojo ypómulo al indefenso compañero que, esposa­do de un pie y acurrucado. recibió el salvajeimpacto sin posibilidad de defenderse o esqui­varlo. Rodó por el suelo casi inconsciente y elrabioso verdugo se le arrojó implacable apatada limpia, con ánimo de terminarlo.Intervino el centinela, apartando al monstruocasi a la fuerza. Este se alejó lanzandomaldiciones y amenazas: '

-“Voy a volver en la noche y no creasque te voy a dejar vivo, estudiante- hijo dep. . '$7

Sin embargo, a media noche, una lla­mada telefónica de San Salvador ordenabaialDirector de Policía de Usulután reconcentraraurgentemente a los reos en Santiago de María.Un influyente “Prudista" (miembro del par­tido del gobierno) del lugar prestó su carroylos condujo con escolta a esta ciudad. En lamadrugada los teníamos de nuevo con noso­tros. _ .

DESTIERRO MASIVO

Cerca de las 7 de la mañana un inusitadomovimiento nos pone en tensa espectativa. Se

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oye llegar varios vehículos. Algunos policíasde investigaciones abren la puerta de lacuadra, husmean y se alejan. Se oye muchospasos y gran animación en la sala de la calle,que está contigua al cuarto donde nos encon­tramos. Después, una pareja de policías deinvestigaciones entra y se lleva a Gallegos'Valdés y a Orfelio. Regresan sólo con Orfelio,ahora esposado de ambas muñecas. Trae unpan entre las manos. Nos relata lo que sucede:en la sala principal están concentrando amuchos compañeros que han traído de SanSalvador y de otros lugares; parece que los vana desterrar. Entre ellos hay profesionales,estudiantes y obreros. Va una mujer: FidelinaRaymundo. Están desayunando y ella le diouno de sus panes. A Gallegos Valdés lo hanincorporado al grupo. El les ha dicho a losotros, quiénes estamos aquí.

Al saber' esto, nos invade gran especta­ción. ¿Nos unirán a ellos? ¿Quedaremos solosaquí? Ya hemos aprendido a saber que todoes posible en manos de estos criminales;incluso las salidas más imprevistas y absurdas.La inquietud no nos hace caer en la desespe­ración, pero por lo menos quisiéramos ver alos compañeros y que ellos nos vean.

Alrededor de las 8 de la mañana, elmovimiento se hace más notable. Claramentese oye que ya los están llevando a 105vehículos. Arrancan, se alejan, se pierden. _ .La soledad reemplaza al bullicio. En medio denuestro dolor, despido mental y brevemente alos compañeros: “ ¡Feliz viaje, compañeros!

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Que pronto regresen al pais, al seno de susfamilias, al seno de su pueblo, a acompañarloen sus alegrias y penas, en sus sufrimientos ytriunfos. Mientras tanto, que otros pueblos lesabran los brazos fraternales! `¡Y no seolviden de luchar por los que aquí queda­mos. _ _! ”.

...16 son los ciudadanos que este diamandó al exilio el gobierno de Osorio, en undestierro masivo', atropello incalificable, viola­torio de los derechos humanos y de losprincipios de la Constitución Politica del 50proclamada por este mismo régimen. Estosgobiernos despóticos no paran ante nada, niante los peores crímenes y delitos de lesahumanidad. Son la “democracia” ideal de loscolonialistas, de los inversionistas extranjeros.La llamada “Democracia del Mundo Libre”,impuesta por ellos en República Dominicanacon Trujillo, en _Cuba con Batista, en Vene­zuela con la “gloriosa revolución" de PèrezJiménez, en Colombia con Rojas Pinilla, enPerú con Odría, en Nicaragua con Somoza, enParaguay... en El Salvador con Osorio y elgrupo de militares en el mando. . .

Honduras vio llegar la caravana de exila­dos, escoltados por policías salvadoreños,camino de las cárceles de Somoza en Nica­ragua, para encontrar finalmente, refugio enCosta Rina. Las tiranías se prestan mutua­mente las cárceles para esconder a los patrio­tas y perrmten que por su territorio, que sedice soberano pasen las comisiones de policíasconduciendo a los reos políticos como si144

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estuvieran en su propio país. Ese es elcentroamericanismo de los déspotas. Esa es la“fraternal” ayuda que se prestan entre si losgobiernos que nuestra Centroamérica (y enAmérica Latina) tienen un denominadorcomún: su servilismo antipatriota para servirlos intereses de poderosos monopolios extran­jeros y del Departamento de Estado norte­americano (su patrocinador y sostenedor) y suodio cavenario contra el pueblo y contra susmovimientos por la democracia, el progreso yla plena independencia nacional. Es la “SantaAlianza" de las “democracias” dirigidas desdeel Norte.

Los desterrados de este día martes 7 deoctubre de 1952, son;

Los doctores:

Carlos Ganuza Morán,Miguel Angel Flores,Tony Vassiliu Hidalgo.

Los bachilleres;

Salvador Larreynaga,Mario Salazar Valiente,Gabriel Gallegos Valdés,Roberto Carías Delgado,David Hernández Echegoyén,Profesor Héctor Magaña.

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nos vuclvc a tragar como un inmenso monstruo voraz c insaciable. . .

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III PARTE

PEREGRINAR

De regreso nos distribuyen en distintasceldas. Un buen número quedamos en la celdaNo. 6, donde encontramos muchos nuevoscompañeros de prisión. En otras celdas haytambién gente nueva, estudiantes y, principal­mente, obreros.

Nos enteramos de lo que ha sucedido ennuestra ausencia. Jueces ejecutores, a vecesacompañados por periodistas, han andadobuscando a los reos políticos desaparecidos.

Los familiares, angustiados, van de cárcelen cárcel, pidiendo saber dónde estamos.Visitan las redacciones de los periódicos.Imploran atención de funcionarios pétreos eindiferentes. La angustiada madre del Br.Salazar Valiente, la conocida poetisa LydiaValiente, antes de saber de su destierro, habíapedido públicamente entregarse como prisio­nera en lugar de su hijo. .. Las madres, lasesposas y los hijos de los secuestrados sufrenduramente las consecuencias de la represión.El pueblo está muy inquieto por la desapa­

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rición de los reos que no aparecen en la listade desterrados.

Esta celda es grande. Ha sido utilizadacomo lugar de entrenamiento de los policíasde la Especial. Practican lucha y judo. Debidoa que no han retirado todavía el colchón deentrenamiento que ocupa toda la celda, dor­mimos bastante cómodamente.

Pero no tardamos muchos días aquí. Amediados de octubre, una tarde, distintascomisiones de agentes nos van llamando porgrupos. Juntos quedamos: Francisco Gutié­rrez (reo común), Roberto Calderón (obrerode Metapán), Francisco Conteras (dirigenteferrocarrilero), José Angel Zepeda (peluquero,antiguo dirigente sindical), José Orfelio Mon­terrosa (directivo panificador) y yo.

En una ambulancia nos llevan a Zacate­coluca, cabecera' del Departamento de la Paz.En la cárcel de la policía nos dejan en unacelda grande y oscura. No se parece a la deCojutepeque. Esta es mucho más aseada ytiene ladrillos de cemento. Es de paredesgruesas. Tiene techo muy alto `y, allá bien-arriba, está una pequeña ventanilla que casi nodeja entrar claridad. La reja de la celda dahacia el volcán de San Vicente que alcan­zamos a ver, majestuoso y sereno, encima delmuro que impide ver el patio. El “Chinchon­tepec" nos conforta con su grandeza y,cuando posamos nuestra mirada en él, senti­mos más cariño por todo lo bello y grandeque tiene nuestra querida patria.

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_ I Por las noches vemos a Gutiérrez, en unrincon de la celda, hincado y vuelto hacia laP3-Rd, S0110Zand0 y crujiéndole los dientes deterror, con las manos juntas, implora amar­gamente: “Niño de Atocha bendito, si mesacas vivo de aquí te voy a hacer una visita. Tejuro que haré penitencia. Sacame vivo, Niñode Atocha".

Teme que lo maten. No nos quiere decirpor qué motivos lo han capturado, perosospechamos que le acusan de algún robo.

En esta cárcel no nos dan alimentos.Subsistimos gracias a la fraternal generosidadde Contreras y Zepeda que gastan, en laalimentación de todos, los centavos que pormedio muy hábil logran hacerles llegar susfamiliares.

EDUCACION POLICIAL DE LA NIÑEZ

Esta tarde estamos pegados a la reja,ocultos de todos por un muro de 2 metros dealto, construído frente a la misma, apenas aun paso de distancia. Escuchamos los la­mentos de dos niños de diferente sexo.Calculamos su edad entre los 7 y 9 años. Pormomentos, su llanto es apagado por las vocesburlonas de los policias.

Comenzamos a preocuparnos por ellos,sintiendo deseos de saber por qué los habrántraído. Pensamos que los han encontradoextraviados. Mas no tardamos en comprendery, lo que oímos, nos causa un brutal impacto.

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-“Así es que vos estabas haciendo picar­días con esa cipota en el excusado delmercado no? ìZángano! ”. Dice un policía,atormentando moralmente a la criatura.

-“No. no”, responde el niño entre sollo­zos, “estábamos jugando, cuando nos vio elpolicía y creyó que estábamos haciendo otracosa”. '

-“Mentiras, ya te vamos a colgar paraque digás la verdad, pícaro”.

-"Yo no he hecho nada, déjenme ir' ami casa” grita lastimeramente. “No tenemosotro sitio para jugar”.

-“Ya te vamos a enseñar a que no seaspícaro, desgraciado", ruge el patán.

Y entre ayes desgarradores se oye en elaire silbar el látigo.

Al aquietarse los gemidos del “delin­cuente”, podemos escuchar lo que sucede a laniña. Alguien se complace en ofender sutierna almita.

-"Vela, tan chiquita y tan p. . . ¿Cómote hacía ese pícaro? ¿Te gustaba, verdad? "

Y se oye la risa chocarrera del malvado.Una y otra vez, entre burlas y risotadas, leexigen a la niña que les muestre cómo hahecho el imaginario acto sexual. Se solazancon el llanto de la niña. La ofenden con lasexpresiones más bestiales.

Ella no responde. Solloza. Nos la imagi­namos acurrucadita, temblorosa, bajo las ame­nazas y ofensas de las bestias.

Hay cosas amargas, pero pocas como la

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triste realidad de no poder castigar inmedia­tamente a los canallas, que de tal manerapisotean el tesoro de nuestra patria: su niñez.Maldito el régimen que inculca tales senti­mientos de desprecio contra ella.

Tenemos la convicción de que este no esun caso a-islado. Por lo que ya hemos visto enel cuartel central y en otros lugares, así comopor lo que estamos presenciando, aquí, nosconvencemos de que esta es una actitudbastante generalizada de parte de la policíaante la niñez; despectiva, cruel, corruptora.

Sólo una mentalidad cuartelaria, defor­mada por decenios de tiranías, puede encon­trar complacencia en atormentar sádicamenteel alma tierna de niños de tan corta edad. ¿Aquién más, sino a esbirros desalmados, se lespuede ocurir llevar al cuartel de policía a losniños pobres que no tienen parques ni otroslugares de recreo para sus juegos infantiles? Siel régimen despótico deja de construir parquesinfantiles por construir cárceles y cuarteles, laconsecuencia natural será que los hijos de lagente pobre tendrán que jugar hasta en loslugares' más inmundos.

Empero, al agente del despotismo loúnico que se le ocurre es llevar a los niños a lacárcel por encontrarlos jugando en los sitiospestilentes. Castigarlos, humillarlos y ofen­derlos.

¡Qué cicatrices imborrables quedarán enel alma inocente de un niño que ha sufrido talhumillación! ¡Qué .huella dejará en el pudorde una niña, semejante violación moral! ¿Es

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eso educación? ¿Se podrá perdonar a unrégimen social que de tal manera envilece lomás sagrado y noble?

¡Oh niños, oh jóvenes! Nada podéisesperar de semejante régimen bestial quecorrompe vuestra alma virgen y pura! Mere­céis lo mejor, sois lo más grande que tiene lahumanidad. Representáis el futuro feliz denuestro pueblo. Lo tendréis todo, cuando esterégimen bochomoso sea sólo un pasado. Porvuestro feliz futuro luchamos todos los hom­bres y mujeres que aspiramos a un mañana deprogreso y libertad. _ .

_ . .Un rato después llegan los padres delos niños detenidos.

-“Si no castigan a esos cipotes pícaros,los vamos a volver a traer”, les dice elComandante. “Sólo así se van a educar estoszá.nga.nos".

Se les impone una multa.Por lo visto, se ha cumplido con el

deformado y cuartelario concepto de educar ala niñez.

_ FIN DE SEMANA CAMPESINO

Cada sábado, desde el amanecer, una ideafija nos asedia. Nos invaden la tristeza y lainquietud. Hay sobrada razón para ello._ Por la tarde comienza el coro de la­

mentos en el patio de la cárcel. El amargollanto de mujeres y de niños. Parte el alma.¿IA causa? Uno de los más graves males de154

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nuestra sociedad: el aguardiente, la chicha.Todos los sábados y domingos traen de

fuera de la ciudad a campesinos macheteados,agonizantes oya muertos. Del volcán o de lasaldeas vecinas, colgados en hamacas, bajancon ellos las patrullas para que el forensedictamine la causa de la muerte. ]unto a lahamaca van la madre, la mujer y los hijosllorando desconsoladamente su infortunio.Dentro, un amasijo de carne sanguinolentadestrozada por el filo del machete.

Es difícil apartar de los oídos los ayes dela humilde familia doliente.

Con frecuencia, la cosecha del machetees abundante. Varias veces en un mismo día serepite el temido drama. __

Como regla, el presunto, autor del delitoes capturado, 'molido a palos y, todavíaborracho, es arrojado a puntapiés- a la celdavecina. Posteriormente vienen las torturaspara que se “haga cargo". Días después, contodo y expediente, es entregado al juez. Elmuerto al cementerio y el homicida a lacárcel. Doble tragedia generada en el mismomal. Orfandad y dolor, más hambre y miseriapara los seres que dependen de ellos.

¡Oh dureza de la vida para las genteshumildes de mi patria! Cuántas lágrimas ysufrimientos tienen que sorber. . .

El ser sufrido de mi tierra es el habitantedel campo, que constituye la inmensa ma­yoría. Vive sobre la tierra que no le pertenece,ya que unas cuántas familias monopolizan elsuelo patrio. Menos de mil grandes terrate­

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nientes acaparan más de la mitad de la tierra(concretamente, menos del uno por ciento depropietarios poseen alrededor de las dos terce­ras partes de la tierra cultivable). Mientrastanto, la masa de campesinos pobres le saca elúltimo jugo a sus parcelitas agotadas, menoresde una hectárea. La gran mayoria de familiasdel campo ya no poséen tierra y son expri­midas como limones por terratenientes yempresarios rurales. _

¿La vivienda, qué es la vivienda cam­pesina? El triste y desportillado rancho depaja, antihigiénico, sin ladrillos, sin luz, sinagua; a no ser el agua lluvia que se cuela portodas partes durante las togmentas de inviernola que la pobre mujer tiene que acarrear desdeel arroyo o del ojo de agua más cercano.

El rancho es el testigo mudo de todas lasmiserias, de las hambres, enfermedades, dolo­res físicos y morales que acompañan coti­dianamente a la humilde familia del campo.Es el testigo- involuntario del amargo llanto dela madre cuando no tiene una tortilla de maízdura con qué acallar el hambre de los hijos ycuando la vida del fruto de sus entrañas seconsume irremediablemente por falta de me­, dicinas. _

¡Oh niño del campo, tan desposeído detodo lo que hace grata la vida de los seres detu edad! Sin diversiones, sin alegrías. Crecesangustiado por la preocupación de tus padresante la escasez de todo lo necesario. Ayudas atu padre desde la más tierna edad en las durasfaenas del campo. Te haces hombrecito muy156

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temprano. Sin posibilidades de-recibir la luzde la enseñanza. Si logras ir a la escuela-escuelita rural de 2 ó 3 grados de primaria­tendrás que recorrer varios kilómetros, bajo elsol calcinante y la lluvia tropical, vadeandotorrentes peligrosos. De lo contrario. serás unomás en el crecido número de los analfabetas(60 por ciento de la población).

Y tú, niña del campo, relegada desdetierna edad a un segundo plano. Si lograscrecer (pues tienes más del S0 por ciento deprobabilidades de no llegar a los 5 años deedad, según indican las frías estadísticas),tienes pocas posibilidades de ir a la escuela. Sicreces, llegarás a ser como tu madre; esclavadel hogar y molendera de la finca. O tecalcinarás al sol, junto a los blancos copos dealgodón, por un salario mucho menor que eldel hombre. Doblemente sierva, del terrate­niente y de la familia. Bajo este régimendespiadado serás una mujer sin alegrías, come­rás la dura tortilla de maicillo y frijol salco­chado, amasados con lágrimas; todo el tiem­po, desde- la cuna hasta la tumba! ¡Oh niña,qué triste destino te depara este régimeneconómico malvado, frío, inclemente, queexplota hasta lo indecible las débiles fuerzasdel trabajador y que no da nada más quehambre, desnudez y vicios!

Eso es. _ . ¡vicios! . . .

Después del trabajo extenuante, de sol asol, con la más limitada remuneración, mu­chos trabajadores del campo van a ahogar sus

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amarguras en el fuerte licor embriagante. Asíolvidan un momento las pobrezas del hogar.Por un rato se sienten fuertes, libres, podero­sos. Mas, el aguardiente no proporciona ale­grías al pobre. Exalta, imprime fuerza y arrojomomentáneos, pero no da alegrías. Haceaparecer oleadas inexplicables de cólera yrencor, de ánimo de desquite. En el fondo delalma se remueve sordamente el resentimientopor la explotación ilimitada, por el calcinantesol del medio día que hace empapar de sudorla tierra ajena, sudor retribuído por un salarioque no alcanza para nada; se remueven losrecuerdos dolorosos: la muerte de los hijosroídos, por la tuberculosis o los parásitosintestinales, las amargas quejas de la mujerque se marchita y consume prematuramente,la altanería del patrono o capataz; todo semezcla en mente y corazón y surge el deseoirresistible de que alguien pague por tantoinfortunio y tanto dolor. Las manos se crispansobre el mango del machete y, en la cantina oen la carretera, surge el grito:

-“Yo soy hombre, hijos de p. . .".Y los machetes sacan chispas, cuando

chocan en duelos fraticidas. Y los cuerposcaen destrozados. Y las hamacas se conviertenen mortajas! Y comienza el llanto de lasmadres, de las esposas, de los huérfanos. _ _!

Ríos de sangre corren en el campodebido al aguardiente, mientras el Estadoestimula su consumo en una criminal políticatendiente al embrutecimiento del pueblo, para

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nnntenerle maniatado frente a laexplotación que efectúan taratenients semi­feuüles y emp'resa.r¡os agrícolas capitalim.Comosesabe, másdel 10porcientodelpresupuesto del Estado es percibido a travésdel impumto por el aguardiente. Noal actual que elvicioflorezca, que haya más huérfanos, que loscampos se llenen de cruces.

Sobre la sangre de los campesinos yobreros agrícolas destrozados por el machetese elevaelconodantescodela.mentos.Ya.loirloseadafinde semanaenesta`celda,nossumergimos en sobresaltadas meditaciones so­brelaurgendadeacabarparasiempzeconlatragedia que anastn nuestro pueblo.

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_ _ .De la meditación dolorosa pasamos ala discusión» sobre la situación del trabajadordel mmpo.

Deellasacamos enclaroquenoesposible esta situación de hambre,desnuuicìôn, analfabetismo y vicios, conse­cuencia del semifeudal del campo. dela situación de horñble opresión política quereina en el paísyquesedescargaconespecìalfuerza sobre las masas del agro salvadoreño. Eltrabajador agrícola vive en la extremada opue­siôn, bajo un aparato represivo local y na­cional particularmente severo. Todo intentode los campesinos y obreros agrícolas deluchar por su mejoramiento económico o

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político es contestado con la violencia guber­namental, con la' cárcel, los apaleamientos yasesinatos. Todo tipo de organización, excep­tuando a las congregaciones religiosas, esprohibida drásticamente. Las ligas campesinasy sindicatos de obreros agrícolas están prohi­bidos, a pesar de que las Constituciones queha tenido el país reconocen invariablemente elderecho de todos los ciudadanos a organizarsepacíficamente para todo objeto lícito.

La Guardia Nacional, cuerpo eminente­mente represivo, y las autoridades locales seencargan de impedir al campesino y obreroagrícola ejercer sus derechos constitucionalesy los más elementales derechos humanos,garantizando a los terratenientes semi-feudalesy empresarios agrícolas capitalistas el ejerciciode la explotación ilimitada sobre sus trabaja­dores.

A la luz de esto podemos comprenderC011 çlafidad, quc cl Cl'lC3.I'C€l3.m1CIìt0 aCt\13.l dC¡ - ' ¡ ­

-tan gran numero de ciudadanos democratlcos,no es sino parte de todo un proceso de tiraníamilitar que busca oponerse a todo avancedemocrático en lo político ya a toda transfor­mación económico-social de las condicionesde vida y de trabajo del pueblo. Vemos uncurso eslabonado de represiones agudas, den­tro, de una situación de represión permanenteque arranca principalmente del año de 1932,cuando fueron asesinados alrededor de 30.000trabajadores del campo y de la ciudad queluchaban por terminar con la situación semi­

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feudal del país y sobre cuyos cadáveres elsanguinario tirano Hernández Martínez inau­guró el régimen de dictadura militar; luego, elosminato' que llenó de cadáveres los camposde Ahuachapán y San Miguelito. Más tarde,Castaneda Castro, con sus continuas repre­siones, con los asesinatos del 15 de Septiem­bre de 1946, cuando los trabajadores recla­maban el derecho de sindicalización y trata­ban de ejercer el derecho de huelga. Luego,marzo de 1951, y ahora, 1952: septiembre,octubre, noviembre. _ .

_ _ .Todo es una sola cadena eslabonadade cárceles, bayonetas, sangre de hombres ymujeres que aman la aurora futura de libertady felicidad popular.. .Más de 20 años detiranía militar!

Pero nada podrá detener ilimitadamenteel derecho de un pueblo a ser feliz. No sepuede etemamente mantener al campesino sintierra, sin pan, sin enseñanza, sin medicinas,sin vivienda humana, sin créditos, sin alegrías.No se puede eternamente obligar al obreroagrícola a que se conforme con salarios dehambre, sin libertad de organización sindical,sin derechos laborales ni políticos.

Las mismas necesidades del progresoestán reclamando que la gran población delcampo tenga mayor capacidad de compra,para que pueda consumir en forma crecientelos productos de las fábricas. Es claro que aestas alturas la burguesía no es capaz de

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luchar a fondo contra las prácticas feudales,sino que procura conservar las que le ayuden aexplotar más intensamente a las masas traba­jadoras agrícolas e industriales. Es claro, quela burguesía nacional vacila frente al imperia­lismo. Tiene miedo a que el pueblo tome ensus manos sus propios destinos. Son las masasobreras y campesinas el corazón de la unidadde las fuerzas progresistas que cambiarán deraíz la situación de miseria y opresión en quevivimos. Por eso, los gobiernos pro-imperia­listas tratan de embrutecerlos con el aguar­diente, con la demagogia y perseguirlos con elarma del anticomunismo.

El ansia de tierra del campesinado no sepodrá detener. El anhelo de libertades demo­cráticas no se podrá ahogar. El campesinado,los obreros y todos los sectores progresistasdel país, alcanzarán, se oponga quien seoponga, las libertades públicas, la ampliademocracia para todo el pueblo, LA REFOR­MA AGRARIA verdadera que dé la tierra y laayuda técnica al campesino; el progreso, laindustrialización y la verdadera independenciaeconómica y política del país.

Se acerca la época en que la culturallegará al campo (cuando el pueblo hayaconquistado un gobiemo popular), en queterminará el analfabetismo; los niños no ten­drán que recorrer grandes distancias paraestudiar; las mujeres no -serán siervas, sinociudadanas con igualdad de derechos econó­micos y políticos en la práctica y no sólo en elpapel. No está lejano el dia, cuando los vicios162

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no tengan ya la base social que les da laintensa explotación, la incultura... Llegará eldía en que el pueblo será feliz, construyendosus propios destinos...

En camino hacia esa meta, como noso­tros, otros más, visitarán estas cárceles... Perola victoria final será del pueblo.

...Todos nuestros pensamientos y nues­tras discusiones, alrededor de problemas na­cionales, terminan siempre con esta conclu­sion.

**¦l¦

En esta celda policial de Zacatecpluca, laoscuridad reina, tanto en la noche como en eldia. Sin embargo, entre la 1 y las 3 de latarde, nos visita un alegre rayito de sol que secuela por una pequeña rendija del techo.

Con qué alegría nos turnamos para re­cibir ese acariciante rayo de vida. El pequeñocírculo de luz no es mayor que una monedade diez centavos; pero nos basta para “tostar­nos” la espalda, el cuello, el pecho desnudo.Con fruición nos colocamos bajo su radio deacción y nos formamos la ilusión de queestamos recibiendo salud y fuerza. Pensamosque eso hará disminuir la intensa palidez denuestros cuerpos.

Todas las tardes esperamos con impa­ciencia esta luminosa visita.

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MOVIMIENTOS INEXPLICABLES

Las semanas van pasando y seguimos enZacatecoluca. Gutiérrez y Calderon fueronllevados, posiblemente, de regreso a la capital.

Una mañana, llegan por mí dos policíasde civil. Con su misterio acostumbrado seniegan a decir a dónde me conducirán. Lapreocupación se apodera de los compañerosque quedan en la celda. En lo profundo delalma agradezco sus sentimientos de solida­ridad. Mientras tanto, los esbirros me esposan.

Al cerrar la reja, uno de los policías diceal otro: “lo llevaremos al sótano”. Cruzamosel patio y entramos en la sala de enfrente.Esta se comunica con una habitación quedebe ser la entrada del mencionado sótano.Permanecemos un momento en la sala ydespués de que un policía uniformado llega adecirles que no me dejarán allí, cruzamos otravez el patio, salimos por la puerta trasera deledificio y caminamos por las calles empe­dradas de la ciudad.

Salimos de ésta por el lado sur. Nosdetenemos en unos potreros junto a unosranchitos, desde donde se ve la carretera a unadistancia aproximada de 150 metros. Piensoque uno de esos ranchitos de paja les ha deservir de lugar de torturas. Me parece suma­mente extraña la actitud de los agentes.Hablan entre sí, pero durante todo el caminono me han dirigido la palabra, ni han tratadode interrogarme. Parece que estuvieran a laespera de algo.164

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Me ordenan acercarme a una roca. De­bajo de un árbol. Comienzan un diálogo entreellos, como si ignoraran mi presencia;

-“Conocés el cuento del rey y el ahor­cado", pregunta uno al otro.

-“Hombre, no", responde éste.-"Pues, era un hombre que iba a ser

ahorcado y el rey le dijo que le seríaconcedido su último deseo. Este respondióque sólo quería que le permitieran escoger elárbol donde sería ajusticiado. El rey le pro­metió que su deseo sería cumplido. Fueconducido al bosque y, después de todo undía de búsqueda, no encontró ni un árbol desu agrado. Finalmente indicó una mata deverdolaga que no le llegaba ni al ojo del pie.Naturalmente que como allí no se le podíaahorcar, fue perdonado..."

-“Ja, ja, ja, ja, pero a este hijo de p... nole vamos a dar a escoger ni el árbol donde va aquedar con la lengua de fuera".

-“¿Por qué son tan brutos ustedes,hombre? " dijo el primero, dirigiéndose direc­tamente a mí, con tono conmiserativo. “Vossos obrero, y ¿qué te sacás con andartemetiendo en babosadas? Mirá a los estu­diantes y doctores que los “embruecan” austedes. Esos están bien, mientras que austedes les toca la jodida”.

No vale la pena ni siquiera contestar esasestupideces.

Fuera de eso, no muestran interés mayorde seguirme hostilizando. Ven el reloj, contí­

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nuamente miran hacia la carretera. Estánimpacientes. Es indudable que esperan algo.

Un rato después se oye un silbido detrásde los ranchos. Aparece un hombre y les dice;“Ya no. Hay que regresarlo".

No preguntan más y regresamos por lasmismas calles.

Al abrir la bartolina, el asombro se pintaen el rostro de los compañeros.

-“Hemos estado muy preocupados. Pen­sábamos lo peor". `

Después de discutir distintas hipótesis,llegamos a la conclusión de que estos intentosde romper la moral a base de golpes psicoló­gicos no son idea nueva. Ya han sido utili­zados- en profusión, principalmente por losnazis. De todos modos, quedan flotandoalgunas preguntas: en estos movimientos, ¿nohabrían otros objetivos? ¿Por qué veían contanta insistencia a la carretera? ¿Qué espera­ban? '

DE REGRESO

A principios de diciembre estamos deregreso en San Salvador. Nos encontramoscon los antiguos compañeros de prisión y connuevos compañeros, en número crecido, quehan sido amontonados en al celda No. 6. Aesa misma celda nos conducen.

Este es un grupo heterogéneo. Algunoscomienzan a impacientarse por tanto día deincomunicación. Pero todos soportan bastante166

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bien las incomodidades y la injusticia. Hayfraternidad en el conjunto.

No dejan de aparecer, de vez en cuando,fantásticos proyectos de fuga en masa. Sepiensa en los distintos medios de escapar; perotales proyectos, a poco de aparecer, se aban­donan por irrealizables.

Algunos piensan que, al llegar el 14 dediciembre, -aniversario de la “revolución”(golpe de estado militar el 14 de Diciembre de1948 que hizo posible la llegada al poder delactual grupo gobernante)-, habrá amnistíageneral. Los más conscientes tratan de lucharcontra tales ilusiones y la vida va demostrandoque esos pensamientos no úenen base seria.

En vez de eso, lo que el régimen hace espromulgar la malvada ley de tipo fascista quelleva por nombre “LEY DE DEFENSA DELORDEN DEMOCRATICO Y CONSTITU­CIONAL", como instrumento para imponerlas más severas penas a los elementos “comu­nistas y contrarios a la democracia”, según elcriterio de los déspotas en el poder. Esta Leyestá enñlada, en primer lugar, contra los queya estamos presos y, en segundo término,contra todo ciudadano democrático que seoponga en alguna forma a los atropellos delrégimen militar. El gobierno se siente máscómodo para cometer sus desmanes, “legali­zados" de ahora en adelante por esa mons­truosa ley.

Diciembre transcurre sin grandes cam­bios en el riguroso régimen carcelario desecuestro.

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Para Noche Bucm y Año Nuevo, loscarcdcms se emborrachzn y tratan dc mou­truscannblesçon losreos.lnclusoalgunodcellos llega a “felicitamos” a las celdas. Ramí­rez, el Comanchntc de Tumo, nos abn: lacelda unos minutos para que recibamos elAñoNucvoypoda.moslosrcosdarnosdabrazo “cn libertad". 5 minutoscntreclcstruendodccdmctsysiremsqucenla ciuchd saludan el inicio de 1953, nosvuelven a cnoernr. Nuestro pmsamicnto scvudve hacia ¡macros familiares, que oonhangustizcongdadacnelcnnzôn,noscst¡råndseandofdicidadcsylibcrtadcncstcnucvo“¡Fcliz año Nuevo, queridas hijas,queridos familias! Feliz Año Nçmfo, que­ridopuc-:blonuestro!”...

NUEVAS TORTURAS

18, 19y20dcencroselnntu1ovzdolàstorturas._]uanBarmnyqt|'osreospolíticcn,entre qmcncs estamos mn compañera y yo,hcmossidollcvadosd¢nuevoa“dcdan1"'.

Esta vc?, los suplìcios cfccmados conme-nos ccnrmonhs, tuvìflon, cn cambio, uncaráctcrincisivoybmtzl. Principakscncnr­gdos dc dl:|s`fucron josé Urías Orants yC1rln$Ed\nrdoC:.n'illo.

A Barrera legolpezxonenfiurcntcsfnmnscnlgdo dunntc botas. A mi

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golpearon una y otra vez y, por horas, latuvieron esposada con las manos hacia atrás,altemando los golpes con las amenazas. Estavez los puntapiés, las esposas apretadas hastael último grado y los golpes le han dejadolesiones dolorosas.

El verdugo Carrillo, brazo derecho deUrías no sóloenlastorturas sino también en losasesinatos que noche a noche ejecuta sugrupo, se revela como un sádico torturador;como fiel discípulo del camicero Urías. Si esoes posible, le aventaja en saña. Aún es joven,moreno, de ojos vidriosos, desorbitados einyectados en sangre; bigotes ásperos y cejasespesas.

Comienzan por mostrarme una mal­vadas declaraciones firmadas por miserablesdelatores enviados por el Ministerio de Tra­bajo, excompañeros que hab ían luchado juntocon nosotros en el movimiento sindical y quecobardemente se han puesto al servicio delosplanes del gobiemo.

-“Ahora sí, ya no podés negar nada",me dice Urías con diabôlica sonrisa. “Hoytenemos todas las pruebas; aquella vez noestábamos seguros”.

Pone un receptor de radio a todo volu­men.

Después de unas cuantas preguntas,Urías ordena a Carrillo ponerme la capucha.Pero no repite mucho este tormento. Trascuatro veces de llegar al borde de la asfixia,dice a Carrillo:

-“Ya no sigas; estos son tercos, apuestan169

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con el pellejo. Mejor trae la tranca".Cerca`está un palo de trapeador que ha

sido convertido en instrumento de tortura. Lehan quitado el travesaño horizontal inferior;quedando convertido en firme y larga estaca.Le atan una manta en la punta inferior.

Estoy tirado de bruces en el suelo,desnudo de la cintura para arriba, con lasmanos esposadas hacia atrás. Carrillo afianzafuertemente 'con ambas manos la parte supe­rior del palo, se para firmemente dejando micuerpo entre sus pies separados, toma impulsohacia arriba (con el ademán de quién toma unmazo para apisonar el suelo) y hunde la puntadel palo entre las costillas, con saña demo­níaca. Vuelve a tomar impulso y a descargar elgolpe. Muchas veces.

-“Dale duro, dale...”, dice Urías, “hayque lisiar de los pulmones a este pendejo”.

En el descanso, Urías descarga puntapiésen los costados.

Luego, “emparejan" los golpes, macha­cando el cuerpo con una tranca de hierro, afin de que la espalda se convierta en unamancha morada. No hacen preguntas durantela tortura, la realizan fríamente, sin enojarseinnecesariamente. Su objetivo principal pareceser en esta ocasión, el de dañar el organismode manera permanente.

El tormento es de corta duración. Mehacen recobrar el conocimiento y me regresana la c_elda No. 6, donde me esperan loscompaneros. Durante estos tres últimos días

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he estado separado de ellos, en una celda deladrones.

Los compañeros, solícitamente, acondi­cionan un catre de los que hace poco trajerona la celda y me acuestan. Allí he de perma­necer varios dias sin poder incorporarme.Fraternalmente me llevan el alimento a laboca. Juan Cardona, ferrocarrilero, que estáen la cárcel por malinformes de los agentessindicales del gobierno, quien sabe cómo hapodido conseguir una jeringa y una inyecciónde penicilina. Me la pone para contrarrestar lainfección que causarán los golpes.

Ocho días después llega Carrillo conintención de llevarme a "declarar". Los conj­pañeros le increpan indignados. El vigilante deturno, -un judicial conocido con el sobre­nombre de “Perón”-, asustado por la pro­testa de los compañeros, dice a Carrillo: “Noseas bárbaro, hombre, ¿no ves que no sepuede levantar? ".

-“Es que tengo orden de tomar ladeclaración a como haya lugar”. `

-“¿Por qué no se la tomás aquí en lacelda? ".

Maldiciendo entre dientes, Carrillo sealeja, para volver con una hoja de papel. Tomamis generales y levanta una corta declaracionen la que niego todos los cargos. Malhumo­rado se retira.

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LA CARCEL DE LA POLICIA NACIONAL

Principios de febrero. Nos permiten salira asolearnos al pasillo, Durante varios díasaún, camino encorvado. Siento punzadas en laespalda cuando intento enderezar el cuerpo.Poco a poco vuelvo a la posición normal.

Estando en el tercer piso, desde el pasillopodemos ver el patio y las celdas de la prisiónde abajo y contemplar la vida que llevan lospobres seres que allí se encuentran privadosde libertad. No es la prisión donde estamosnosotros. aunque esté en el mismo edificio. Asu cargo están los agentes uniformados. Hayallí cerca de mil reos detenidos por faltas depolicía y por robos.

Durante el día, una parte de ellos perma­necen en el patio. Varias celdas están cerradasdía y noche. Este es un antro inhumano, quesangra en el propio centro de San Salvador.Los hombres allí no son considerados comoseres humanos. Sus carceleros son hombresbestializados, deshumanizados.

Frente al patio se extienden en semicír­culo, y una encima de otra, dos largas filas deceldas de cemento. En el patio hormiguean losreos. Unos se ponen en cuclillas. Otros sepasean de un lado para otro, desespera­damente. Otros platican formando grupos.Casi todos visten ropas sucias y son nume­rosos los que llevan mugrientos andrajos ytienen el cabello y la barba crecidos.

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bos reos miran con freeueneia hacia lapuerta que comunica con la entrada sur deledificio. Los “pasador-es" gritan a voz encuello el nombre de uno u otro reo. El pegônse multipliül. repetido por otros "pulsadores".Lasllamadasvan areosquepideeljuezdepolicía,quepasa.rånalosju1.gadoscomunes o saldrán libres.

En horas de comida algunos recibenalimentos de sus familiares. Con alegría tomanel “tambache" y se formala rueda deãueenunabrirycernrdeojosdejanlimpioplato. Otros reos miran con ojos melancô=licos y envidiosos. Al devolver el plato, el reosiempre hace alguna recomendación;

-“Dígale que me pongan más frijoles”, obien, “díples que comigzm el dinero para lamulta; son 15 pesos ô 30 días". O, "que me

traigan` ` os”, o cualcäléier otra petición.Este es un centro dolor físico ymoral, un centro de enfermedades, de maldad,de vicio e infortunio. La policía es totalmenteinsemible frente al dolor humano en sucárcel y contribuye, cuanto mà puede, aconvertirla en un auténtico infierno.

L1 “alimentación” que se da a los reossólo puede ser consumida por una personaextremadamente hzunbrienta. Veamos el me­nú diario e invariable: en el desayuno, 1“yoyo", un pocillo de agua tibia, sucia ydcsabrida, que muy a lo lejos recuerda elmbor a café. A veces, 1 guineo nnjonchohervido con todo y cáscara. En el almuerzo: 2

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“yoyos". En la cena; 1 “yoyo" y un poco deagua sucia, llamada café.

Y esto, día tras dia y año tras año. Jamáslos reos pueden probar un pedacito de carne,de queso o un poco de sopa, con excepción delos que reciben alimento de parte de susfamiliares. Sólo el “yoyo”, mañana y tarde.No está demás saber qué es el “yoyo". Locomponen dos pequeñas tortillas de maiz malmolido, duras y hediondas y, en medio deellas, una pasta pegajosa de frijoles y arrozrevueltos (como lujo, a veces le revuelventambién algunos pedacitos de malolientevíscera de buey) casi siempre descompuestosy agrios. En los primeros días, antes de que elhambre clave su aguijón en el estómago, esimposible comer semejante porqueria. Mu­chos la vomitan y hasta pasados varios días latoleran. Pero luego, hasta las cáscaras deguineo mojoncho (banano de inferior calidad)devoran; la faz se vuelve cadavérica y los ojosansiosos reflejan el hambre que consume elorganismo.

Ese mismo “menú” es el que propor­cionan también aquí arriba.

La sífilis, las diarreas, la influenza, latuberculosis hacen estragos en los reos. Mu­chos mueren sin que una mano piadosa lesproporcione ni siquiera una aspirina, ante laindiferencia criminal de los carceleros, quehan perdido todo sentimiento de respeto porla persona y la vida humanas.

Las celdas se mantienen en las condi­ciones más anúhigiénicas que imaginarse pue­

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da: húmedas, sucias, infestadas de piojos (decabello y de ropa), chinches y toda clase deparásitos, hongos y microbios.

Los reos duermen en un hacinamientoincreíble. Muchos pasan la noche en cuclillasporque no hay espacio para estirar las piernas.Los sábados y domingos, especialmente, cuan­do hay “llena” debido a la gran cantidad deborrachos detenidos, las celdas materialmenterebalsan.

Los menores de edad -vagos, mendigosy capturados por diversas faltas- (No se tratade los que están separados en una celda),muchos de ellos, casi niños, están revueltoscon los reos adultos, entre los que hayborrachos empedernidos, viciosos, degene­rados y toda clase de delincuentes comunes.Infortunados muchachos que, en las garras detales sujetos, son víctimas de los peoresabusos y depravaciones morales y corporales.Las tiñas, la sarna, la sífilis y otras enferme­dades hacen rápidos estragos en sus cuerpos.Los malos ejemplos y enseñanzas, los vicios yla maldad, prontamente envenenan su alma.

CELDAS DE LADRONES

Sin embargo, todo ello es pálido si locomparamos con la situación en que seencuentran los ladrones reincidentes. Estospasan meses... y años encerrados en las

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celdas, generalmente en las del 20. piso de lacárcel de la Policía Nacional. Sin recibir el sol,sin rasurarse y sin bañarse, apretados -de 60a 70 reos- en celdas que no pasan de 6metros de largo por cuatro de ancho. Sin máscomida que la ración descrita. Muchos de ellosse quedan sin ropa y andan desnudos, mos­trando las costillas y los salientes huesos de lacaderas. Su rostro amarillento tiene vidaintensa en los ojos vidriosos; los pómulossalientes y las mejillas hundidas son prueba dehambre y desnutrición en último grado.

Da tristeza profunda ver los racimos deladrones subidos a las rejas de sus celdas, enactitudes que involuntariamente hacen recor­dar a los monos. Han aprendido a sostenersemetiendo las piernas entre los barrotes y, conlos pies colgados hacia afuera, permanecenhoras y horas, gritando a los reos que seencuentran en el patio; pidiendo, mendigandodesperdicios, injuriando a medio mundo, pro­firìendo las peores palabras.

Su-oeupaciórLfavorita consiste en tirar el"anzuelo". Confeccionan una bolsa de suspropia ropas, le atan un cordón de variosmetros de largo hecho con girones de tela, latiran hacia abajo haciéndola colgar sobre elpatio, para que algún reo compadecido echedesperdicios en la bolsa. “'I`odo es bueno paraellos: cáscaras de fruta, aguacates podridos,tortillas duras, huesos (arrojados por reos aquienes llevan comida de sus casas ). Su mayorgolosina son las cáscaras de guinco hervido;que algún reo, aún no acostumbrado a comer­176

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las, haya arrojado al patio. Alguien las recogey se las pone en las bolsas. Cuando sientenque “ha caido" algo, recogen anhelantes elcordel, vacían el contenido y vuelven a lanzarla bolsa, como pescadores a la orilla de un río.

La Constitución Política del país prohibedetener a una persona por más de 48 horas sinpasarlo a la orden de un juez competente. Porfaltas de policía la detención no debe pasar de30 días, impuestos por el Juez Especial dePolicía. Siendo así, ¿cómo pueden perma­necer meses y años en manos de la policíaestos' seres desventurados? Eso es posible porel malvado procedimiento que se llama “30 y30",

Consiste, en simular que a un reo se le dalibertad, pero que se le vuelve a capturar porla repetición de la misma falta. Mas, el reo nose mueve de la celda. Ni siquiera se da cuentacuándo ha “cumplido” 30, 60, 90 días o más.Cuando un reo cumple 30 días el comandantede turno escribe su nombre en el libro desalidas y, al mismo tiempo, vuelve a inscribirloen el libro de entradas. El requisito legal estállenado, la Ley y la Constitución se han“cumplido”, mientras los hombres se disecanen la cárcel.

¿A cuántos hombres habrá asesinadocada Director y cada Juez de Policía, me­diante este “sencillo” procedimiento? Si sepudiera sacar la estadistica, su número daríaescalofríos. El “30 y 30” es una institución enese 'Cuerpo. Todos los jueces de lo criminal yla Suprema Corte de Justicia lo saben desde

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hace varios decenios, pero se hacen sordos yciegos.

¡Cuántos ladrones prefieren morir a se­guirse consumiendo lentamente, roídos por latuberculosis y la sífilis, sin esperanzas de quese les abra juicio, sin perspectiva ni siquieralejana de Libertad! Sin que con ellos, -seresdegenerados-, se intente ni el más elementalsistema de regeneración.

Los mas desesperados se abren las venasde los brazos con “gillette" y se muerenlentamente sobre un charco de sangre. Algu­nos alcanzan a ser salvados, lo que obliga ainiciarles un juicio en los juzgados de locriminal. Este éxito estimula a ou'os reos aintentar salvarse de ese infierno a uavés de tanarriesgada puerta de escape. El intento desuicidio se ha convertido en un medio favoritode los ladrones para procurar que los envíen ajuzgado.

Otros, recurren a un criminal e increíble­mente bárbaro medio para ser enviados a lapenintenciaría. Se ponen de acuerdo entrevarios y promueven una riña con el reoescogido. Mientras Ste se lía a puñetazos conotro, uno de ellos arrojandosele por detrâ lemete el brazodebajo de la barbilla, apretán­dole sin piedad hasta ahorcarlo. Este métodode estrangulación lo han bautizado con elnombre de “el Chino". El cadáver cae al suelopesadamente y las rejas se abren para llevar alos _ criminales al Presidio Preventivo de laPenitenciaría Central. Los que tratan de ha­cerse pasar como cómplices son en mayor178

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número de los que efectivamente participaronen el asesinato.

Esa es la cárcel de la Policía Nacional deSan Salvador. Quien no haya pasado por ellano podrá imaginar jamás la inhumana cruel­dad de ese régimen carcelario.

LOS NIÑOS LADRONES

En una celda de esa misma cárcel seconsumen alrededor de 70 niños de 9 a 14años. Son ladronzuelos que la dureza de lavida, las privaciones de sus hogares, los malosejemplos, en una palabra, el medio económicoy social, han arrojado al mal camino.

La más violenta impresión causa verlos,de tarde en tarde, cuando los sacan de la celdapara hacer el aseo de la misma. Las lágrimaspugnan por agolparse en los ojos al ver a_ esastiernas criaturas famélicas que casi no puedentenerse en pie. A varios los sacan a rastras.Demacrados al extremo, temblorosos, con lascostillas pugnando por romper la piel amari­llenta, son sólo huesos, pellejo y úlceras. Susonrisa infantil no es más que una mueca dedolor. _Su vida en tan temprana edad, se hahund-ido en la más insondable indiferencia departe de una sociedad que devora a sus mástiernos hijos. Es cierto que no son niñosbuenos. Son duchos en mañas, en astucia ymaldad. Están corrompidos por los mayores.Pero, ¿acaso puede tratarse como delin­

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cuentes empedernidos a niños de tan cortaedad, que han comenzado a delinquir porculpa del mismo régimen social, que les obligaa crecer en la -promiscuidad del sórdidomesón, en la miseria, en la ignorancia, en elhambre, frente a los malos ejemplos de todogénero? ¿No es, acaso, para estos niños quese ha ideado los reformatorios de menores?¿No es con ellos que debe aplicarse sistemashumanitarios de reeducación, de remoldea­miento en el amor al trabajo y en el respeto-alos demás? Pero un régimen social queproduce tal desgracia, es también incapaz dereeducar.

Este régimen de cuartel que padece elpaís, sólo mide con la «vara de la ergástula, dellátigo, del hambre y la capucha! _Acostum­brado a la opresión brutal sobre todo unpueblo, ha embotado sus sentidos en lacrueldad extrema. Hasta que nuestro pueblo,resuelto a terminar para siempre con tantosufrimiento e ignominia, diga con voz fuerte ypuño potente: ¡BASTA YA!

Ciudadanos, decid: ¿No tenemos razónde luchar contra tales métodos carcelarios ypor la transformación democrática de la socie­dad? . . .

LAS ALAMBRADAS

_Dc_¡emos a los reos de abajo_con sussufrimientos. Veamos qué pasa a nuegn-Qa.lrededor_ en esta cárcel de la Policía deInvestigaciones.180

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Detrás de las celdas, en la parte que dáhacia la calle, hay un ancho corredor endonde, tras altas alambradas, llevan durante eldía a los reos comunes. Sentados en el piso opaseándose a lo largo del mismo, bajo eltôrrido sol, pasan el día varios centenares dehombres que están a “la orden" de la Policíade Investigaciones, acusados de diversos deli­tos. La mayoría son -ladrones con largos mesesde detención "investigadora". Por la tarde losvuelven a encenar enla respectiva celda.

Desde en la mañana hasta en la noche,los agentes se complacen en amargarles lavida. Especialmente cuando está de turno uncomandante de investigaciones llamado JoséSoriano, de edad madura, gordo, alto, forta­chón, con andar de oso, que se distingue porblandir continuamente un pesado garrote demadera. No una vez hemos visto romper ungarrote tras otro, en la espalda o en la cabezade los reos! Al principio nos parecía imposi­ble que pudiera romperse un madero de finoníspero de tal grosor. Después, ese ha sidoespectáculo no raro. Desde los primeros garro­tazos, las víctimas se retuercen en el sueloentre alaridos escalofriantes.

Por las mañanas, luego de sacar a los reosal campo de alambradas, Soriano, ayudadopor otros policía, les hace formar precipita­damente.

-"Rápido, formen, haraganes".Blande el garrote y lo descarga sobre

algún reo que no se apresure a entrar en laformación.

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Luego, les ordena que comiencen atrotar, dando vueltas en torno al corredor. Alprincipio despacio, después rápido, más rapi­do; fuerte, rítmicamente. El piso retiemblabajo los pasos de cientos de personas.

-“Levanten más alto los pies, imbéci­les".

Los pobres reos, escuálidos, hambrien­tos, pálidos, no pueden seguir con la energíadebida al ritmo exigido. El garrote, impla­cable, les saca fuerzas de donde no las tienen.

Luego, al compás de los palos, lospolicías obligan a los reos a ejercitar “la rana”que consiste en saltar y correr acun'ucados,con las manos en la cintura.

Es doloroso vera los pobres reos, mu­chos de ellos con claras señales de tubercu­losis,' sudorosos, resoplando, esforzándose to­do lo posible por obedecer los movimientosque les ordenan los inhumanos sicarios. Peroestos nunca- quedan satisfechos. Su sádicoregocijo solo se aquieta a fuerza de propinargolpes, cuando ya los reos no pueden trotar

El resto del día, Soriano sigue repar­tiendo garrotazos entre los reos. Cuando yaestán en la celda, pasa sigilosamente junto alas rejas, uatando de que no le vean acercarsey, si algún reo tiene las manos o los piescolgando fuera de las rejas, lo“asusta"descar­gando su garrote sobre las extremidades. Esuna de sus diversiones más preciadas.

Sin embargo, este verdugo tiene, a sumodo, sentido del humor. Dentro de su182

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primitivo cerebro se burla de la hipócritacampaña que en estos días está levantando laprensa del país sobre los supuestos métodos“científicos” y “civilizados” que se dice estáintroduciendo la policía.

Una mañana, aparece Soriano con unenorme garrote al que le ha pintado unainscripción: “CIVILIZACION”. Lo blandefeliz y dice a los reos:

-"Miren, hijos de p..., aquí están los me­todos “técnicos, aquí está su “civilización”, ja,ja, ja. . _”

Anduvo haciendo gala de su "civiliza­ción" y “técnica” hasta que lo rompió en lascostillas de un infeliz. Después siguió con susgarrotes sin rótulo.

Mientras tanto, los editorialistas siguengastándose el cerebro en sesudos y profundosartículos sobre la nueva técnica policial,coreando servilmente las declaraciones hechaspor los jefes de policía sobre la introducciónde métodos modernos y humanitarios.

En realidad, justo es reconocer quealgunas novedades han sido introducidas. Haestado apareciendo el Mayor Medrano poraquí con su amigo el ingeniero Kury, exami­nando la nueva pintura de las paredes de lasceldas. El flamante ingeniero mira a lossecuestrados políticos con lanaturalidad dealgo normal. Con afectado aire de despreocu­pación comenta sobre las nuevas técnicas dedecorado interno que se están usando en losEstados Unidos. Hay que decir, que no lucen

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tan mal las bartolinas pintadas en su interiorcon cuatro o cinco colores, en reemplazo deluniforme tono gris.

Es evidente que el modernismo ha hechosu irresistible aparición en la sórdida prisión.

A su vez, Soriano, el “bachiller”, “SietePistolas" Manzano, Salguero y los otros poli­cias,.siguen rompiendo garrotes en la espaldade los reos. Las torturas corporales másatroces continúan siendo pan de cada día delos reos comunes. La ración de “yoyo"podrido seguirá (según los cálculos de los jefespoliciales) “per secula seculorum". Sin embar­go, en algo tienen razón los periódicos: lastécnicas modernas, como por ejemplo la delsecuestro, siguen perfeccionándose. Ahora el“Habeas Corpus” se ha convertido en anacró­nico e inefectivo recurso, y ha quedado muy ala zaga respecto de las nuevas técnicas delexpediente policial. ¡Oh! Las maravillas de la“civilización neofascista".

EN LAS REDES DEL DELITO

El profesor José Celestino Castro estáinteresado en desentrañar las causas económi­co-sociales que hacen posible el grave pro­blema de la delincuencia. Especialmente, delrobo. Siempre que nos sacan al sol, procuraplaticar con los ladronzuelos. Los policías,que saben de sus propósitos científicos, semuestran condescendientes, no tratan de difi­

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cultarlo. El, encuentra fácil pasarse ratosconversando con uno u otro ladrón. Además,éstos lo miran con respeto.

Asi, va desentrañando la miseria de loshogares en los que tales seres pasaron susprimeros años. La promiscuidad del mesón.Los malos ejemplos familiares. La falta detrabajo. El alcoholismo. La escasa instrucción.Y va formando un cuadro con todos estosdatos, para hacer un estudio sociológico deeste mal de nuesua sociedad actual.

Algunos, desahogando sus pena, le hancontado que no desean seguir siendo ladronesy que en determinados momentos de sus vidassombrias, han tratado de romper la cadenadelictiva; pero que cuanta vez tratan dedesempeñar un trabajo honrado, el estigma deladrón se los impide y la policía se encarga defrustarles sus propósitos de emprender unavida honesta, al capturarlos en cualquier lugardonde los descubre trabajando. Así, atrapadosen un círculo vicioso, se van hundiendo hastadegenerarse por completo y convertirse encriminales desalmados.

Los ladrones le cuentan al profesor cómogiran en el vicio, sin poder escapar, sumergi­dos en un remolino succionante. Algunosagentes les exigen parte de lo que les produceel robo. De tal manera, comparten con ellos lorobado, como condición para andar libre­mente por las calles. A veces, los mismos reosreciben permiso para salir fuera de la cárcel a"conseguir". Parte de lo robado tiene que sercompartido con quienes “bondadosamente"

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les han permitido respirar un momento el airede la calle y, de paso, desvalijar al prójimo.

Densa red les aprisiona. Quienes hancaído en ella, difícilmente se regeneran. Lacárcel es su peor escuela. Los ejemplos, lasastucias y experiencias de los más avezados,prontamente les endurecen el alma y lesconvierten en seres malos, pervertidos, cuyainteligencia -con frecuencia muy despierta'­la emplean para el mal. Este tipo de sociedadno ayuda al hombre caído a levantarse, nipropicia la regeneración del corrompido.Vuelve más malvado al pervertido.

***

Al principio el profesor (y todosnosotros) se quedaba perplejo, sin entender loque decían los ladrones. Poco a poco vadominando los giros de su vocabulario. Y lacuestión está en que los ladrones tienen unlenguaje propio. Su “caló” es'difícil deentender por los profanos. Después de unbreve aprendizaje, dominamos algunas pala­bras. Nos damos cuenta, por ejemplo, que;

TABO quiere decir: cárcel,CRUZ quiere decir: camisa,TEJO quiere decir: sombrero,RIELES quiere decir: zapatos,MORO quiere decir: gallo, 'PIEDRA quiere decir: lápiz,ÑONGA quiere decir: la mujer,IR DE GUINDA quiere decir: huir,186

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VOLTEARLA quiere decir: caer preso,GUIÑAR quiere decir: alcanzar,RAYAR quiere decir: escribir (tam­

bién, lesionar),DESCUIDERO quiere decir: ladrón que

roba cosas mal pues­tas,

CANEGUERO quiere decir: ladrón quese especializa en a­brir candados,

ESCALERO quiere decir; ladrón que' escala casas,

TI] ERERO 0POCERO quiere decir: ladrón que

roba carteras del bol­sillo,

LA JURA quiere decir: la policía.

Esto es sólo una muestra, pues práctica­mente a cada palabra le dan otro significado.Los extraños se quedan totalmente en blancocuando les oyen hablar. Por ejemplo, un día,uno de ellos le dice a otro: “Guiñame unapiedra para rayarle una nube a la ñonga queestá en el tabo”. Nos quedamos en la luna, sinsaber de qué están hablando. Observándolos,nos damos cuenta que lo que ha querido decires: “alcánzame un lápiz para escribirle unacarta a mi mujer que está en la cárcel".

Es curioso, pero tenemos que iniciarnosen los misterios de este sub-mundo.

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PRIMERO DE MAYO

Día de los trabajadores del mundo en­tero. Amanecemos contentos, pensando en lasgrandes manifestaciones que por todo elmundo demostrarán el poder de la ClaseObrera. ¡Oh fuerza invencible que va transfor­mando la sociedad humana en camino haciaun mundo de igualdad, felicidad y paz!

Desde hace algunos días han permitido alMayor José Napoleón Ortíz (encerrado conlos reos políticos a pesar de ser un miembrodel ejército) tener consigo un radio receptor.

Por la mañana por medio de dichoaparato oímos los discursos pronunciados enla concentración obrera que se realiza en elParque Libertad, autorizada por el Ministeriode Trabajo. Nos da- lástima escuchar a loscompañeros oradores. Algunos hacen débilesintentos por expresar los sentimientos delproletariado. Otros se pliegan vergonzo­samente a la línea antiobrera del gobierno.Desde estas celdas ya -nos hemos dado cuentade que los elementos preparados por elgobierno para dirigir los sindicatos, han apro­vechado la dura represión para apoderarse delas directivas sindicales. Aplauden las medidasdel gobierno, aprueban sus represiones y-tratan de consolidar un aparato sindical amol­dado a su política opresiva, bajo la direcciónde las centrales sindicales norteamericanas quesiguen los intereses de las grandes corpora­ciones monopolistas. La ofensiva en el camposindical ha tenido dos tenazas: el látigo del188

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verdugo en las cámaras de tormento contra losdirigentes sindicales independientes y laacción de los agentes del gobierno en elaparato sindical. Bajo el escudo policial, losHerbert Martínez, Saravia, Duarte y otros,con el terror y la intimidación a los trabaja­dores, están logrando lo que no pudieronlograr en lucha abierta: controlar los sindi­catos.

Sin embargo, vemos, por otra parte,queni aun ahora, con tanto obrero encarcelado,ha podido el gobierno impedir la celebracióndel Primero de Mayo. ¡No serán perdurablestus éxitos, despotismo antiobrero! El prole­tariado sabrá encontrar las formas de hacervaler su voluntad.

Pasamos la tarde entristecidos.Por la. noche, despierto sobresaltado.

Creo haber escuchado mi nombre. No me heengañado. El tintineo de las llaves de lossicarios muestra que están abriendo la celda.Llegan por mí. Me obligan a levantarme y meconducen en veloz automóvil. En el silenciode la noche, devorando kilómetros, me llevana la cárcel de la ciudad oriental de San Miguel.Me encierran en una pequeña celda dondeestán algunos reos comunes. A1 amanecer,trasladan a estos reos a la celda grande queestá a la derecha. Quedo solo.

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CARCEL DE SAN MIGUEL

Creo que aunque pasen muchos años nopodré olvidar las escenas que me ha tocadopresenciar en esta cárcel hedionda y pegajosade San Miguel.

El calor es sofocante, en este mes dejunio. Siento que se me embotan los sentidos.No es posible estar, por mucho tiempo,tumbado sobre los ladrillos viscosos que sepegan a la piel. El ambiente deprime. Ni unasola voz que eleve el espíritu, ni un sonidograto a los oídos.

Se oyen las imprecaciones de los reoscomunes de la celda vecina que está a laderecha: ultrajes y lamentos. Y frente a estacelda, ese infierno espantoso donde, apretuja­das y sudorosas, gritan y ultrajan las prostitu­tas mezcladas con otras pobres mujeres (25 ó30), en un pequeño espacio de 4 metros delargo por 3 de ancho.

Me acerco a la puerta de “mi celda”,asido a los gruesos barrotes de madera, con­templo la escena dantesca. Varias mujeresestán agarradas a los barrotes de su bartolina.Estarían desnudas por completo, si no fuerapor el corto calzôn mugriento. Gruesas gotasde sudor, de lodo, más propiamente, lesresbalan por el cuello, las axilas, los pechos,los muslos. Gritan como condenadas, las queestán en el rincón y las que están junto a lasrejas. Dirigen palabras ofensivas a todo policíaque pasa frente a las celdas y especialmente al

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“de tumo". Se ve el evidente propósito deprovocarlos.

, “Maricón, hijo de. . . ¿Por qué no traésaqui a tu madre? "

-“Såquennos".-“Queremos agua, agua. . ."Se oye el clamor interminable, que pare­

ce llegar hasta el cielo. Taladra los oídos aquelgrito. Por momentos se vuelve rítmico:“ ìagua, agua, agua! " _

Las gargantas secas y los ojos enfebre­cidos quisieran destruir aquella indiferencia delos encallecidos carceleros.

-“Cuilios malditos, queremos bañar­nos".

Se acerca el vigilante enojado por losultrajes y grita fuera de sí:

-“Si siguen gritando, les vamos a mojarla bartolina".

-“ ¡Agua, agua, agua. . .! ”-“¿Por qué no encerrás aquí a tu nana,

desgraciado? "Fuera de sí, el policía, le dice a.l “pasa­

dor":

-“Echales agua a estas p. . ." ,El reo “pasador” procede a echar bal­

dadas de agua a la bartolina, de una pilavecina que está junto al patio.

-"Vaya, desgraciadas, eso querían, ¿ver­dad? A ver si así se callan".

A torrentes entra el agua por las rejas,todas tratan de amontonarse cerca de ellas;

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reciben el chaparrón; brincan y gritan entrerisotadas.

Luego, se aquietan, buscan los rincones.-“Ya no echés agua, maldito".El “pasador” sigue implacable su tarea.La celda ha quedado anegada hasta en

sus últimos rincones. Los periódicos exten­didos en el suelo, la ropa y las cobijas estánmojadas. Ahora las`mujeres tendrán que dor­mir enla charca, sin cubrirse. . _ pero se hanbañado. El calor sofocante ha disminuido.

Los ojos centelleantes se han opacado.Acurrucadas, mudas, las infelices miran des­consoladamente a su alrededor.

El policía, satisfecho, les dirige el gritole triunfo;

-“Eso querían, p. . .”

ESCUELA DE CORRUPCION

Dura es la comprobación en este esce­nario, de las lacras más agudas de nuestrasociedad. Aquí se ve, de manera directa entoda su crudeza esta realidad. Es difícil creerciertos aspectosade la misma; pero desgracia­damente es así.

En esta celda oscura, pegajosa de SanMiguel he contemplado lo que jamás hubieraimaginado. A pesar de que no soy joven, apesar de haber visto tantas injusticias, tantasmaldades, aquí he comprobado que la reali­dad de determinados aspectos del sistema

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económico-social supera toda la imaginación.Aquí he visto cómo a las niñas de 15

años las arrojan en esa celda estrecha, conprostitutas dela peor ralea, del vocabulariomás soez. Acongojadas, llorosas, entran en unhorrible mundo que no imaginaban.

Cuántas veces he visto entrar a esa celdaa. jovencitas que las habían capturado porhaberse fugado del hogar. Muchos padresignorantes, creyendo actuar bien, piden elauxilio de la policía para obligar a sus hijas avolver al hogar.

Cuántas veces he visto entrar a jóveneshonradas cuyas patronas las denuncian injus­tamente como autoras de pequeñas raterías,para ahorrarse el pago del salario. Las mujeresde “la vida” las reciben con insultos y burlas:

- ì“Ve, la criaturita! ¿Así que todavíaestás virgen, no? Todavía no te han. . _

-“Te vamos a enseñar cómo se hace. Noduele, ya verás”.

Por las noches, es imposible no darsecuenta de lo que está ocurriendo en esa celda.Es difícil dormir. Los gritos delas muchachasultrajadas y las risotadas de las hetáirasconvierten la noche en una pesadilla. Los reoscomunes y ladrones gritan desde su bartolinasoeces palabras de aprobación.

De la celda de las mujeres salen las vocesinconfundibles de las prostitutas:

-“No arañés, condenada. Agarrale losbrazos”.

-“Agárrenle bien fuerte los pies, que nopatalée”.

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Claramente se escucha que varias prosti­tutas sostienen indefensa a una inocentemuchacha desnuda, mientras otra prostitutahace “las veces de hombre" en el acto carnal.

-“Así se hace, mirá. Así no. . .”.¡Pobres niñas! Jamás volverá a ser su

alma ingenua y pura como cuando entraron.Cuando salen de la cárcel, la sífilis hará presade sus cuerpos.

Pobres padres que han pedido la“ayuda” de la policía y han entregado a sushijas involuntariamente en la escuela de lacorrupción, en las garras de la enfermedad y,posiblemente, del vicio. . .!

CAMPAÑAS CONTRA LA PROSTITUCION

Huéspedes casi permanentes de la cárcelson la Chinona, la Julia y Rosa Cándida. Pasangritando en la bartolina durante varios días yuno de tantos les dan puerta; pero a lasiguiente tarde traen a una de ellas, borracha,dando alaridos, insultando a medio mundo.Unos cuatro días después, están otra vezjuntas, mostrando' tras los barrotes sus cuer­pos sifilíticos, cantando destempladamente lascanciones que están de moda en las “rocolas”.Con frecuencia parodian una de ellas, queparece ser su preferida:

“Estoy en el rincón de la bartolina.Oyendo la canción que yo pedí.

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Me están sirviendo ahorita mi tequilaYa va mi pensamiento rumbo a tí. . .”.

Las autoridades, celosas de la moralpública, hacen categóricas declaraciones por laprensa, diciendo que están dispuestas a acabarcon el vicio y la prostitución. Como resultadode las batidas a las numerosas tabernas ylupanares de mala muerte (ya que los burdelesde alto rango son intocables pues pertenecen alos militares), se repleta hasta más no poder lapequeña celda de mujeres. Y mientras másamontonadas están en ella, más satisfechosandan los policías, ya que eso indica que estáncumpliendo eficientemente con la ley comiala prostitución, que es uno de los másnotables “aportes” sociales de este gobierno.Es uno delos instrumentos concebidos para“acabar con el peligro del comunismo, comba­tiendo las lacras de la sociedad”.

Para terminar de resolver el problema dela prostitución, de vez en cuando sacan de lacárcel a las mujeres, las meten en la ambu­lancia y las llevan a la frontera de Honduras.Las bajan y amenazan:

-“No vuelvan a San Miguel que, siregresan, las vamos a echar al rio".

Dos días después, las prostitutas pululanpor los lugares de costumbre. Algunas de ellashan regresado a pie.

**=|=

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En la bartolina, la que más escadaliza esRosa Cándida. Es una mujer de mediana edad.Blanca, pudo haber sido hermosa varios añosatrás; el aguardiente y la mala vida la hanajado irremediablemente. En sus piernas seven claramente los estragos de la sífilis.Cuando está borracha, llama a gritos a sumarido, un músico de la banda regimental.

Esta tarde ha sido protagonista de una delas escenas más repugnantes, durante la cual seha revelado la más indignante crueldad departe del agente de turno. La acaban de llevara la celda y está borracha. Totalmente des­nuda se revuelca en el suelo, provocando losgritos inmundos de los reos comunes. Al oirtales gritos se incorpora y, de pie, con gestosobscenos invita impúdicamente a los jayanes.Gesticula, insultando al policía. Luego, me­tiendo las piernas entre los barrotes de ma­dera, expone a la vista de todos el sexo. Lagritería de júbilo malsano en la celda deladrones y borrachos no tiene límites. Elpolicía de turno, asustado por el escándaloque están armando los reos, le grita que cierrelas piernas y se cubra. La pobre borracha seburla del policía y con movimientos grotescossepara mas las piernas. . . Y así, a pleno sol,frente a todo el mundo, muestra sin cortapisassu cuerpo, su sífilis, su miseria, abierta a todaslas miradas, como una flor enferma, expo­nente de un sistema social caduco y en plenadescomposición.

El policía, fuera de sí por la desobe­diencia, congestionando el rostro por la cólera

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'y la crueldad, ordena un castigo que jamáspensé concebible:

-“Vení, le ruge a un “pasador”, echalemezcla en el. . . Ya va a ver esta p. _ . si nohace caso".

_El pasador, toma con una cucharra dealbanil que encuentra a la mano, un poco dearena con cal de la que están utilizando para losrepellos de una de las paredes y la arroja confuerza sobre el pubis de la mujer. Los ayes dedolor' de la pobre borracha causan espanto. Elpolicia se rie incontenible.

REFLEXIONES

Aunque nunca antes hubiera tenido ideasprogresistas, en estos días que he pasado enSan Miguel me hubiera convencido definiti­vamente de que el deber más alto de todociudadano consciente de sus responsabilidadespara con su patria y con su pueblo, es lucharsin descanso -por acabar definitivamente conun régimen social tan inhumano y malvado yde que nuestro pueblo no debe seguir viviendomás, dentro de ,un orden social que hacegerminar tales fenómenos.

Definitivamente está en lo cierto quienanhela cambios radicales, quien ansia la trans­formación total de la situación social, econó­mica y política del país. No hay otra alterna­tiva: o esto, con todo su increíble salvajismo,crueldad e inhumanidad, o_una vida de res­

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peto a la persona, de igualdad y libertad. Ytodo ciudadano honrado luchará por unacausa tan justa, aunque el parto de la sociedadnueva venga envuelto en lágrimas, dolor ysangre.

Es posible que a los serviles escritores delrégimen y a los embellecedores de la opresiónejercida sobre el pueblo no les agrade escucharel relato de la cruda realidad que se vive en lascárceles de la tiranía. Es más grato, claro está,dedicar un bello poema a la graciosa quince­añera hija de un coronel o describir primoro­samente las joyas y galas que luce la hija de unoligarca en una elegante fiesta de sociedad, enun té canasta o buffet party, que relatar lacrueldad de la policía del régimen militar, sudeshumanizaciôn, su desprecio a la persona. Alos gendarmes tal vez no les agrade que secomente sus actos y que se muestre extrañezapor cosas que ellos ven con la mayor natura­lidad; más, ¡qué le vamos a hacer! Es lomenos que podemos hacer: relatar lo quevemos. Además, ¿qué culpa tenemos los reospolíticos de andar peregrinando de cárcel encárcel, conociendo los métodos “correctivos”de ste gobierno de un país del “mundoLibre”?

Lo descrito aquí es pálido ante la rea­lidad. Muchas de las escenas prsenciadas enestas cárceles no es posible describir. No seríacorrecto poner en letras de molde tantamaldad, tanta degeneración y depravaciònmoral, en que ha caído parte de esta sociedad.

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Una pequeña parte de la población ha sidocorrompida al extremo por este régimensocial. Pero lo cierto es que sobre este lodo,sobre esta abyección, se yergue firme y entoda su grandeza nuestro pueblo trabajador,puro, de espíritu sano, fuerte, decidido aterminar para siempre con tanta podre­dumbre.

MUERTE A LOS LADRONES

Estamos a mediados de junio. Llevocomo mes y medio de estar en esta celda,completamente solo. Me sorprende al ver queestán abriendo la reja. De primera intenciónpienso que me van a conducir a otro lugar. Envez de eso, introducen a otro reo en la mismacelda. Es un pobre hombre escuálido, sucio,de edad y estatura medianas. Viene hecho unapiltrafa humana. Tiembla de pies a cabeza.Los ojos parecen salírsele de las órbitas y nolos puede mantener fijos. La respiración esanhelante.

Lo veo con instintiva desconfianza, puespienso que puede ser un confidente. Pero depronto, caigo en la cuenta de que es uno delos “pe1ones", nombre que se da a losladrones reincidentes, a los cuales la policíapara distinguirles les quita el pelo como marcade infamia.

Cuando puede hablar, me cuenta suhistoria;

-“He estado varios meses en la cárcel de

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la policía de Investigaciones de San Salvador.Me han puesto la capucha para que me hagacargo de diversos robos. Me pelonearon. Lasemana pasada me pasaron a la celda dondellevan a los que les van a “dar el agua" (dar elagua significa, en el argot policial, darmuerte). I-Ioy en la madrugada me trajeron aSan Miguel 4 judiciales en compañía de otro“pelón”, que está en la otra bartolina. Hoy enla noche nos van a matar".

El pobre ladrón tiembla y llora.-“¿Cómo pudiera mandar un papelito a

mi mamá? Que por lo menos sepa por dóndevoy a quedar”.

Siento profunda compasión por el infe­liz. Sé que lo que está diciendo es cierto, pueshemos visto la celda de los condenados a“darles el agua”. Nos dimos cuenta que nochea noche las comisiones de policías judicialessacan de esa celda a varios ladornes. Losdiarios dan a conocer continuamente delhallazgo de cadáveres mutilados, en carreterasy cafetales.

Se ve en el rostro de este pobre hombrela desesperación infinita, el pavor de aquelque sabe que no puede recurrir a ningúnpoder, a ninguna autoridad competente, por­que no está en manos de ningún juez, porqueno tiene derecho a defenderse legalmente,porque incluso no aparece en ningún registrode detenidos. Sabe que está en las cruelesgarras de asesinos acostumbrados a matar asangre fría.

El cautiverio me ha enseñado algunas200

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cosas indispensables. Saco de un escondrijo unpequeño pedazo de lápiz y papel, y le redactouna carta a la madre de este hombre, que viveen la ciudad de San Vicente.

Estoy conmovido. Escribo con frasesadoloridas: que le han traído a esta ciudad losagentes de la policía de investigaciones paramatarle, que es necesario enviar copia de esacarta a los periódicos, que todavía se le podríasalvar. Termino más o menos así: “Yo no tequiero abandonar, mamá. No quiero morir;sálvame, mamá, ¡salva a tu hijo querido!Adiós, para siempre, mamacita querida. XX".

Me cuesta leer lo escrito. Cuando termi­namos de hacer la carta, el pobre hombre estáanegado en llanto. Entra en una crisis ner­viosa.

Por mi parte, me siento profundamenteconmovido al palpar la insondable- realidad.¿Cómo es posible que ocurran estos asesinatossistemáticos, este exterminio frío de sereshumanos? ¿Por qué matar a seres desca­rriados bajo el pretexto de combatir el robo yla delincuencia?

¿Esta es la solución que este régimencuartelario y criminal encuentra a las lacrasque él mismo engendra?

Cierto es que algunos de estos ladronesson asaltantes y asesinos, que siembran lazozobra en la ciudadanía y que, con susacciones, provocanla justa indignación. Peroestos mismos seres deformados son el pro­ducto de un régimen social también defor­mado por el egoísmo, la miseria y la explo­

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tación. Las raíces de esa lacra están en elsistema mismo. Y su solución no puedeconsistir en el cruel expediente de asesinarlosen masa. Sin embargo, así es como trata de“resolver” estos complicados problemas so­ciales, derivados del sistema en descompo­sición, este régimen de tiranía militar.

A medida que pasan las horas, la desespe­ración del infeliz aumenta. Tiembla, se mesalos cabellos, llora, reza. La noche es uncontinuo sobresalto. Cada paso que se oye enlas afueras de la celda preludia el desenlacefatal. Noche de capilla ardiente. Noche depesadilla... Llegan las luces del nuevo ldía.

A las 6 de la mañana, se asoma' a la rejaun policía uniformado.

-“Pelón, veni".El pobre se levanta espantado.-“¿Vos sos el que trajeron ayer en la

mañana desde San Salvador? ”-"Si".-“Mirá, encomendate a Dios. Fijate que

anoche sacaron al otro pelón que venía convos. Se lo llevaron los judiciales. Ya le dieron"agua". A mí me caen mal esos orejas, porqueson muy desalmados. Fijate que ni siquieralavaron el machete. Allí lo han dejado encimade la mesa en el cuarto contiguo a laComandancia, lleno de sangre. Los lazos lostiraron en un rincón. Así es que encomendatea Dios, que dijeron que hoy te va a tocar avos", dice con fría crueldad.

La palidez que cubre el rostro del infeliz

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se vuelve aún más pronunciada. Se hunde enla desesperación.

Serán las 7 y media de la mañana,mando veoasomarsealarejaunacarahatoconocida. Con sus ojos de hiena insatìsfeeha,mira scrutadommente la oscuridad de lacelda. De repente, hace un involuntario gestode sorpresa y dsagrado al reconocerme.

Es Urías, el torturador, el aesino. Consu voz cascada e impersonal me pregunta:

-“Aquí te han traído, ¿no? ”Sin contestar, le miro de frente con

dspreclo y rep_uls1ôn: la caben mgesto involuntano y dmgténdose al ladrón, ledice colérico;

-“Preparate, que tm's tarde te vamos allevar'_'.

La hiena hedionda a carroña se aleja,dejandoasuvíctimaenelinfiernodeladsespelaciôn.

bfistarde, veopasarfrentealaceldaaotro de los conocidos judicials: a SalvadorCandray. Por lo visto, son los que lacomisión encargada de asesinar a estos dosladrones.

Temprano de la tarde se llevan al“pelôn"~. Con paso vacilante se va, probable­mente al encuentro de la muerte. La cartaescritaalamadre,yaeståenmanosdealquien que la sacará fuera de la cárcel (*).

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CON EL RITMO DE LA HISTORIA

Cuando el ambiente me deprime, cuandoel encierro se vuelve más pesado y la griteríasoez, insoportable; cuando comienza a sentirsela dureza de los días que van transcurriendo,sin poder ni siquiera dirigirle la palabra anadie; en tales momentos, antes de que elgusano de la impaciencia comience a roer elalma, elevo mi pensamiento con mayor insis­tencia hacia las causas que motivan mi pri­sión: hacia la tiranía militar y la opresiónimperialista sobre mi patria, la falta de liber­tades para los amplios sectores populares, lainevitable lucha entre la reacción y el pro­greso, entre lo moribundo y lo naciente.

Pienso en tales instantes que por todo elmundo un solo proceso va avanzando incon­tenible; se ha formado el Campo Mundial del

ladrones y confldente de la policía entre elloa.Al verlo comprendo que fue para él providen­clal el que lo hayan llevado a la misma celdadonde me encontraba. La equivocación de lospollcíaa de linea de San Mlguel lea salvó la vidapuea loa de Investigaciones no advirtieron elerror hasta después. Ellos también se contun­dían sobre el lugar exacto donde estaba cadauno de loa reos políticos. pues tanto noemovían de una cárcel a otra, para evitar que aeeuplera donde estábamos, que perdían la cuen­ta. De ahí la sorpresa de Uría: al notar que alladrón lo habían llevado a la mlama celda dondeYo estaba. El teetlmonlo sobre el crlmen queeataban cometiendo era demaalado grande. Poreeto resolvieron repeaarlo vlvo. dejindolol Paraotra oportunidad. El otro ladrón. ya no volvió.Mlentns tanto. con la constante amenaza dedarle “agua” convirtieron al superviviente aneabltaz Y confldente.

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Socialismo, a cuya cabeza está la invencibleUnión Soviética, campo que dispone de uninconcebible y creciente poderío. Y mientrastanto, otros pueblos luchan fuertemente porsu liberación y asestan golpes demoledores alos exploradores extranjeros. Estos ya no lastienen todas consigo. Si aqui golpean a lospatriotas y demócratas, por allá los golpean aellos.

En estos días me complazco pensando enque Mosadegh, entre llantos y gemidos, luchapor rescatar los pozos petroleros del Irán delos tentáculos de compañías extranjeras. ¡Ohviejo Mosadegh, burgués zorro y llorón, nosabes cuánto bien nos haces! ¡No sabes quéinagotable fuente de inspiración y alientosignifica la lucha de tu pueblo, para nosotrosque yacemos en estas prisiones cuscatlecas.¡Sigue dando golpes a los ingleses, siguegolpeando a las compañias yanquis, sigueexpulsando a los pulpos extranjeros quechupan la sangre de tu pueblo!

La situación de conjunto en el mundo esgrandiosa. Todo marcha hacia un futuro felizpara los pueblos. No importa estar en estacelda; vamos con el ritmo de la historia,estamos en una época estupenda. Desde laoscuridad de este encierro se pueden ver yalos celajes de una aurora grandiosa para lahumanidad.

Toda depresión incipiente se disipa anteesta convicción, ante la certeza de estar en lojusto y de marchar hacia adelante...

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ENCUENTRO

A veces, es difícil definir los senti­mientos que como una tempestad se arre­molinan en el pecho. Es imposible delimitardónde comienza la alegría y dónde la tristeza,la satisfacción y la inquietud. Un mismosuceso puede legítimamente ser causa deemocionado alborozo y de aguda preocu­pación. Y esto no es raro experimentarlo enlas condiciones en que nos encontramos en elcautiverio.

El 2 de julio amanece gris, húmedo,caluroso, deprimente, como de ordinario. Elaire es tibio y espeso. Llevo dos meses y undía de estar en la misma celda. Completa­mente solo, con excepción de los dos dias enque por “equivocación estuvo el ladrón. Entodo ese tiempo no me he rasurado. No puedohablar con nadie. Un policía con fusil perma­nece en el patio frente a la celda.

Poco después de despertar, noto movi­mientos inquietos de los policías por loscorredores. Uno de ellos se acerca y mira alinterior de la celda. Le cuenta al centinela,que han llegado otros reos políticos.

-“Entre ellos, vienen dos mujeres”, ledice.

El corazón me da un salto. Prontamenteme acerco a la reja y me inquieto. No puedomenos de pasearme por la estrecha celda, enanhelante espera. Es indudable que estos dosduros meses, pasados en la soledad, en la

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extrema suciedad, en este calor húmedo, conuna alimentación racionada a dos tortillas demaíz y un puñado de frijoles salcochados encada tiempo de comida, me han estadominando físicamente. Me exalto más de lacuenta. Los minutos de espera me parecensiglos.

La espera no dura mucho. Escoltadostraen a cinco compañeros: al profesor Celes­tino Castro, al doctor Antonio Díaz, a Cea, aJulia Mojica_ ìy a mi compañera!

El impacto que me produce verlos denuevo, sobre todo a ella, es fuerte. El asombrose refleja en todos. No sabían que estuviera enesta ciudad. Mientras abrazo a los compañerosque entran a “mi” celda, la emoción me hacevolver el rostro hacia otro lado. A las compa­ñeras las introducen en esa horrible celda demujeres.

No sé qué predomina en mí, si la intensaemoción del encuentro, o la indignación einquietud porque hayan arrojado a las compa­ñeru junto con las prostitutas.

LA LOCA

Por la tarde, una nueva huésped hatenido cabida en la celda de mujeres. Es unamujer de bastante edad, robusta, blanca,limpia y... completamente loca. No es primeravez que en la celda donde están las compa­

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ñeras (ya ha ocurrido en San Salvador) lespongan de compañía una enajenada. Posible­mente lo hacen para aumentar el tormento ylos peligros del encierro pues, a veces, taleslocas son furiosas.

En esta ocasión la pobre mujer no espeligrosa. Al principio, hasta es motivo dejocosidad. Viene a ser como una distracciónen este ambiente depresivo.

Desde nuestra celda oímos los disparatesde la mujer. Con voz ronca, fuerte y sonora,sin ' descansar un instante, va declamandodesvaríos, frasecillas rimadas, que úenencierta hilación entre sí. Por un rato chan­ceamos a su costa, nos divertimos.

El profesor Celestino Castro se interesapor tal tipo de locura. Nos hace una breveexposición de los distintos grados y clases deenajenación mental. Trata de clasificar lalocura de esta mujer. Se admira de su “agi­lidad” mental y volubilidad verbal. Consideraque si esta pobre mujer no se hubiera trastor­nado sería una persona inteligente. Sobretodo, le hace gracia ese curioso úpo de locurarimada. La pobre loca toma la primera ideaque se le atraviesa y le da vueltas en intermi­nables estribillos de este jaezz

Yo quiero queso,me gusta el queso,lo hacen de leche,la leche es buena,buena es la leche,

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es de mi vaca,mi vaca es blanca,no tiene toro,tiene un chivito,pobre el chivito,no toma leche,yo me la tomo,yo quiero leche,de mi vaquìta,mi ternerito,no me da leche,quiero mi vaca,quiero mi toro,denme mi leche, etc. etc.

Y así, hasta el infinito. Como a lostreinta minutos, hemos dejado de reir. Elprofesor ya no quiere investigar qué clase delocura tiene la pobre mujer, ni admirar suingenio dislocado.

-“¿A qué horas se irá a callar esa locacondenada? ” dice, malhumorado.

Mas, ella sigue, impertérrita, con vozfuerte y timbrada, con monotonía exaspe­rante, su estribillo. Otra idea se le ha cruzadopor su enfebrecido cerebro:

El gallo canta,pero me espanta,pobre el pollito,le duele el pico,canta mi gallo,canta mi polla,mi gaiiinim,

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no tiene plumas,yo quiero huevo,de mi gallina,yo no me comomi gallinita,ni mi pollito,etc., etc., etc.

Y sigue la letanía interminable e inco­herente.

Nadie puede dormir. Nos sentimos ma­rcados. El vozarrón de la mujer con susendemoniados golpes rítmícos nos está vol­viendo locos a nosotros también. Nos danganas de gritarle a los carceleros, que saquen aesa loca maldita. Nos contenemos. No así lasprostitutas que, en la misma celda dondeestán las compañeras, tratan de callar a la locay, por momentos, con sus gritos e insultoscompiten con el pregón de ésta.

Es de imaginar qué tortura será para laspobres reos políticas que están en esa celda deprostitutas y locas.

Vuelve a aparecer la luz del día yamanecemos malhumorados, ojerosos, sin pe­gar los párpados en toda la noche.

Pero el estribillo infemal continúa: miratoncito, no tiene frío, no come queso, solofrijoles, etc. etc...

Por la tarde, se calla un rato. Pero andadando vueltas por la celda sin indicios desueno.

Como a las S de la tarde reanuda suestribillo.

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Vamos en camino de pasar otra noche envela. Las compañeras no encuenuan la manerade persuadir a la loca a que se duerma. Serecuerdan que, por fortuna, han guardado unapastilla de nembutal. Disimuladamente ladeshacen en un vaso de agua y la colocan elsuelo, deseando que a la mujer le dé sed. Laloca se pasea por la celda, vociferando susdisparates. Cerca de media noche 'se quedaviendo fijamente el vaso de agua. Se acerca aél. Lo ve con desconfianza. Lo prueba yfinalmente se decide a tomarlo. Talvez sienteun sabor sospechoso, porque sólo toma lamitad del contenido del vaso.

Desde ese instante comienza a lucharcontra el sueño. Sus rimas se van haciendomás lentas. Se resiste a acostarse. Se le doblanlas rodillas y vuelve a levantarse. Mas, al fin lavence el sopor. Cae de bruces y duerme unrato. Antes del amanecer ya está nuevamenteen su locura. Por lo menos hemos. dormido unrato.

Los reos comunes inician una estentôreaprotesta. Antes de medio día los carceleros sehan llevado ala loca.

ii*

Al atardecer del 4 de julio, regresamos aSan Salvador.

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“HUMANl'I`ARISMO" POLICIAL

Desde hace algunos meses, en la celdaNo. 6 han instalado una mueblería. Es unnegocio personal de los jefes. Los carpinteroshan sido reclutados entre los reos comunes yladrones. Por su trabajo no les reconocen niun centavo; tampoco reciben mejor alimenta­ción que el resto de recluídos. Trabajanagotadoramente. Precisamente, en estos díaestán muy afanados, haciendo los muebles deMedrano con motivo de su próxima boda. Devez en cuando, algunos reos políticos sonobligados a trabajar en el taller.

Al frente del taller está el comandante dela Policía de Investigaciones EspecialesAntonio Escamilla. Moreno, de edad men­diana, complexión atlética, se jacta de ser unpolicía “bueno”, "popular". Le gusta recor­dar que, tiempos atrás, fue un muchacho de la“barriada”, allá por Santa Anita, donde hasido propietario de una peluquería. Dentro dela rigidez y métodos bmtales implantados enel taller, procura, cuando está de buen humor,mostrarse campechano, expansivo. Habla condesenfado y jactancia, repitiendo en todos lostonos que él no es malo con los ladrones, nicon los demás reos.

-“Estos 'majes', dice, me quieren,porque no me porto mal con ellos".

Habla con desprecio de los otros poli­cias. Por lo visto, considera que entre él yotros colegas suyos hay un abismo.

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Ya en plan expansivo se explaya:-“Muchas veces, los ladrones me piden

que yo les dé el “agua”, hasta de rodillas meimploran: “por favor, don Toñito, que no nosvaya a llevar Urías, llévenos psted! ” Y es que,de verdad, hombre, ese Unas ya se pasa. Esdemasiado bárbaro. Hasta ahora a más de 450ladrones les ha “dado el agua" por sus propiasmanos. Nos lleva la delantera a todos noso­tros. Cuando yo les doy el agua a los ladrones,no ando con tanta groseria, los despacholuego, y ya. Estos “majes” ya se dieron cuentade ue no los hago sufrir mucho, por eso mequigren. Soy más humanitario. ¿Verdad, mu­chachos? ”, dice a los ladrones que, con lacabeza baja, escuchan.

Luego, prosigue; “A Urías, en cambio, legusta divertirse con los que va a matar. Yadentro del cafetal los ata a un árbol y se burlade los reos. Les mete el cuchillo en lasmejillas, les corta los labios, los desfigura, lespincha los ojos. I-Iasta que se aburre, los mata.Para mostrar que es “arrecho” cuando en sucomisión le acompañan agentes nuevos quetodavía se asustan por esto, se pasa el cuchilloensangrentado por la lengua y les dice:“aprendan maricones". “Ese Urías, sí que esjodido”, dice finalmente en tono de admira­cion.

No dudamos ni un instante de la abso­luta veracidad de las palabras de este policía"humanitario". Por varios medios nos hemospodido enterar de la horrible matanza de

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ladrones que se está realizando. Noche anoche salen grupos de ladrones que no vuel­ven más. Sabemos que les cambian pantalonesy camisa para que no puedan ser identificadospor sus familiares. Les desfiguran el rostro atajo de cuchillo. Unicamente por el pelocortado al rape se puede saber que sonladrones. A algunos les cortan la cabeza y laentierran en otro lugar, distante de donde haquedado el cuerpo.

Esta matanza la realizan a diario comi­siones especiales de la policía de investi­gaciones, siendo Urias uno de los jefes decomisión que con mayor sadismo se ensaña enlos infelices; aunque sin ser el único despia­dado criminal.

Nos hemos dado cuenta que una celda (aveces es la 8, a veces la 9), está destinada a losladrones que van a ser asesinados. Una y otravez esa celda se repleta, y una y otra vezqueda vacía.

En de una ocasión nos ha llegado deesa celda un papel escrito por alguno de esosdesgraciados, pidiéndonos auxilio; reflejandoen sus letras una angustia que crispa el alma.¡Y nosotros sin poder hacer nada para dete­ner esa orgía de asesinatos!

Aprovechando algunas oportunidadeshemos podido hacer llegar a “OPINION ES­TUDIANTIL” nuestras denuncias, acompa­ñándolas de los papeles escritos por la manode los que van a morir. Para que, por lomenos, el pueblo se dé cuenta delos horrores

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que están aconteciendo en el país.Las tardes más trágicas son aquellas,

cuando los agentes andan con listas, sacandode las otras celdas a los ladrones que han depasar a la bartolina fatídica. El pánico seapodera de todos los ladrones. Los escogidospor el dedo del agente, que es el dedo de lamuerte, caminan como autómatas, pálidos,desencajados.

La espectaciôn se apodera de toda laprisión. Todos miran hacia aquella celda.Todos quieren estar despiertos cuando lleguena sacar la primera tanda. Todos se preguntan;¿a quiénes se irán a llevar esta noche? Alsiguiente día, los ladrones de las otras celdaspintan con tiza en la pared los nombres de susamigos desaparecidos y la fecha de su salida.

Hasta en la celda de meretrices hay dolory ansiedad. Asidas a los barrotes, miranangustiadas, tratando de descubrir, entre loscondenados, a sus amantes. Por las noches,con los dientes castañeteándoles, a veces convelas encendidas, se arrodillan y rezan angus­tiadas: -“Dios mío, que no vayan a sacar aJuan esta noche", “que no vayan a sacar aPedro".

El desamparo absoluto se apodera de susalmas corrompidas, pero humanas. Más huma­nas que las de los verdugos. Ellas tambiénsufren como todos.

Y, más que nadie, consumiéndose enmortal congoja, sufren la lenta agonía de unamuerte segura los infelices descarriados, que

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han de morir horriblemente mutilados, amanos de una pandilla de asesinos con camet.Horrible muerte ejecutada por “orden supe­rior”, sin que ley alguna pueda protegerlos, sinque nadie pueda defenderlos legalmente, sin in­tervención ni conocimiento concreto de tribu­nal alguno, sin esperanzas de indulto, sin salva­ción... librados al capricho irrestricto dequienes, para guardar el llamado “orden”, serigen por el absolutismo despótico y criminal.Para estos pobres infelices la llegada de cadaanochecer es un tormento inenarrable. Nadiesabe si en el grupo de esa noche le tocará salirde la celda maldita al encuentro de lamuerte... Lo único que saben es que estánviviendo sus últimos momentos.

¡Ah orden imperante en mi país! Esemismo orden social viciado, desigual, explo­tador, inhumano, fomentador de la miseria,de la ignorancia y del vicio, que engendralacras que le son consubstanciales. Corrompea una capa social, detritus de la sociedad, quese mueve en el estercolero de los vicios, de laprostitución, del robo y del crimen.

La formación cuartelaria y antidemo­crática de los guardianes de este “orden” leshace imaginar que el asesinato de ladronesacaba con el robo, que hay que matar a lasmeretrices, que hay que castigar a los men­digos como vagos. ¡Ignorantes y malvados!Para terminar con el vicio y el robo hay queacabar con sus causas; hay que acabar con lasraíces mismas del régimen que produce tales

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consecuencias. Es preciso crear un régimen delpueblo, donde el esfuerzo de este no seaacaparado por unos pocos, donde las riquezasque el pueblo crea mediante su trabajo contri­buyan directamente a proporcionar a lasinmensas mayorías una vida mejor, más sana yabundante, más instruida, más feliz; donde noexista la explotación de unos pocos sobre elresto de la población; donde todos amen eltrabajo, la naturaleza, la vida y donde loselementos que se han descarriado puedanreformarse a base de educación y persuasión;en donde no existan, en fin, cavemariosguardando un “orden” corrompido; en dondeno existan esbirros, verdugos y asesinos tipoUrías, Candray, Carrillo, etc.

Mas, este exterminio genocida de ladro­nes tiene otro fin: endurecer el alma de losverdugos para proceder después a la muerte depatriotas y demócratas. No es casualidad queahora Urías lama la sangre del cuchillo que hahundido en el cuerpo de un ladrón: es lalección objetiva para endurecer el corazón delos otros esbirros, para que no les tiemblen lasrodillas cuando les den la orden de asesinar aun patriota. No es casualidad que la capucha ytoda clase de torturas, que comenzó siendoempleada con los ladrones, haya sido exten­dida a los reos políticos. Por ello, el asesinatode ladrones no debe tomarse sólo como unhecho horrible, sino como una voz de alerta,como parte de planes mayores; como parte dela enseñanza fascista que están generalizando

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los instructores yanquis en Latinoamérica. Poralgo, en estos meses, han sentado sus reales enel propio edificio de la Policía Nacional,algunos “técnicos” del F.B.I.

LOS EVANGELISTAS

Una de estas mañanas de principios dejulio, al despertar escuchamos cánticos reli­giosos. En un coro bastante armonioso devoces masculinas. Su cadencia deja un senti­miento de melancolía en el alma. Procede deuna celda vecina.

Al correr el día nos enteramos de que ungrupo de adherentes a una secta protestantehan sido encerrados en prisión. A1 principionos llega el rumor de que proceden de Ataco,departamento de Ahuachapán. Después, sabe­mos que son de Santa Ana. Estaban cele­brando sus oficios religiosos, cuando irrum­pieron en la capilla los policías de Investiga­ciones y les detuvieron. Alegaron sus derechosa ejercer la religión de su preferencia, perotales argumentos no valen para detener laarbitrariedad y el despotismo. Es una nuevaexpresión de la intolerancia religiosa, quetrata de vedar a un buen número de ciuda­danos la libertad de cultos.

El cura del lugar, celoso por el rápidocrecimiento de la secta, los ha acusado deimpíos y herejes y, para hacer más efectiva sudenuncia, les ha endilgado la acusación de"comunistas".

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Ante esta palabra mágica, la policia semueve como impulsada por un resorte. Losherejes, que quieren catequizar para otrareligión a la feligresía, son traídos a pie, porcordillera: unos días duermen en una cárcel,otros en otra, pero al fin están ya en esa celda.Son alrededor de 20, en su mayoria humildescampesinos, jóvenes y ancianos.

El primer dia, su cántico es potente, bientimbrado, lleno de fe y optimismo.

En determinado momento en que Me­drano va pasando frente a las celdas, sedetiene con semblante un tanto burlón aescuchar el cántico que en ese instante en­tonan los cautivos:

“Cuando allá se pase lista,Cuando allá se pase lista,Cuando allá se pase lista,Yo a mi nombre,Muy feliz,Responder-é..."

Medrano apresura el paso, farfullandopalabrotas entre dientes y un tanto asustado.Por lo que se vé, no tiene muy tranquila suconciencia por tanto crimen cometido bajosus órdenes.

Con el correr de los dias la voz de losevangelistas se va debilitando. Ya los cánticosno se oyen tan seguido. Son pocos los quetienen aliento suficiente para forzar la voz.Pero no es porque su fc haya disminuido. Laración de hambre que reciben no les da

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energias para cantar alabanzas al Mesías.Y no se crea que esto lo hace el gobierno

porque sea tan católico que esté dispuesto aromper lanzas por la religión. Sino que ésta esuna de tantas muestras de la intolerancia entodos los aspectos de la vida ciudadana. Aquímismo, con nosotros, hay católicos fervientesque incluso rezan sus oraciones antes deacostarse. Sin embargo, aquí están, sufriendotambién los golpes de la tiranía, por su lealtada los ideales democráticos. Lo que pasa es queel despotismos militar golpea por igual atodos: creyentes y no creyentes, católicos,evangelistas, espiritistas, etc. Para el despo­tismo no hay edad ni sexo, color ni tamaño.Golpea a todo lo que exprese inconformidadpor algún aspecto de su opresión.

...La Iglesia “Apostólica de la Fé enCristo Jesús" busca afanosamente a sus miem­bros capturados. Nadie les da razón de suparadero...

ADOCTRINAMIENTO

10 de julio. Después de medio día,notamos en los pasillos desusada animación.Los agentes andan presurosos. En el extremonorte de las celdas, frente a las alambradasque están antes de la No. 1, instalan micró­fono y altoparlantes. Nos hacen salir de lasceldas y formar frente a ellas. Los máscercanos al “escenario” somos los reos polí­220

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ticos, sigue el grupo de evangelistas, final­mente los reos comunes. El número es impre­sionante.

No sabemos en qué va a parar todo esto.De pronto aparece el “chele Medrano" contoda su comitiva compuesta por judiciales yalgunos oficiales de policía, traen paso marcialc imponente. Se detienen cerca del micró­fono. Nos intriga tanto ceremonial.

Un oficial de policía se ha acercado. Esel Comandante Roque Antonio Canales, elmismo esbirro torturador de quien ya tene­mos imborrables recuerdos. Con ademanespetulantes toma el micrófono entre sus manosy, pavoneándose envanecidamente, da unamirada de olímpico desprecio a la larga fila dereos. Nosotros le miramos con evidente repul­sión. Medrano y el resto de secuaces perma­necen en silencio con afectada gravedad. Elverdugo Canales extiende un ejemplar de“Diario Latino" de ese mismo día y dice:“Señoresz los hemos reunido para darles aconocer una noticia importante que con todaseguridad será desagradable para los señorescomunistas. Este dia ha sido detenido Beria,el jerarca del gobierno ruso; expulsado delPartido Comunista y entregado a un Tribunalpara que lo juzgue como traidor. Les voy aleerla noticia." Con voz engolada, despacio yprocurando vocalizar bien las palabras (comocorresponde a quien se enorgullece de habersido radio-locutor de la policía) lee la parte deese periódico donde está la información.

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Luego, improvisa un estúpido discurso.Dirigiéndose a los reos políticos, dice;“Señores comunistas: les hemos dado esainformación para que se den cuenta de lo queles pasa a los fieles servidores del comunismo.Cuando ya no sirven a sus negros designios,son ajusticiados como traidores. Eso les pasa atodos; así es que ustedes deben tomar esa_lección y no seguir siendo tontos, sirviendo auna causa que no les reconocerá sus desvelos”.

Al principio sentimos ganas de reir antelos burdos recursos de propaganda que usaeste torpe pavorreal; ni una idea original se leviene a la sesera. Sólo acierta a repetir confastidiosa machaconería las mismas ideas gas­tadas hace tiempo por la propaganda nazi yahora por los aventajados discípulos yanquis.

"Ustedes, comunistas traidores, notienen patria, no tienen dios ni religión; noconsideran a la familia como base de lasociedad”.

No podemos menos de sentir indignaciónante los escupitajos venenosos de este reptil.

Embriagado por sus -propias palabras,revela las intenciones del gobierno; “No tene­mos intenciones de libertarlos, señores comu­nistas. Ustedes están aqui porque no piensancomo el gobierno. Además, los consideracomo prisioneros de guerra; la democraciaoccidental está en lucha contra el comunismoy, mientras no termine esta guerra, ustedesseguirán prisioneros”.

Al terminar su perorata sólo se oyen

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unos pocos aplausos provenientes del sectorde evangelistas y de reos comunes, que de estamanera desean subrayar que son ajenos alcomumsmo.

“Ustedes están aquí porque no piensancomo el gobierno". ¿Podrá expresarse conmayor precisión el fondo antidemocrático deesta tiranía militar? En este país del llamado“mundo libre” la cárcel es para quien seatreva a pensar diferente de los militares yreaccionarios en el Poder; para quienes esténen desacuerdo con sus vergonzosos actos deentrega y sumisión al gobierno yanqui. Todosdeben uniformar los pensamientos de acuerdoa la orden del cuartel. Quieren convertir ala República en un enorme cuartel militar.¿En qué se diferencia esto de los métodosfascistas?

A1 oir a este fatuo esbirro, hemos recor­dado las palabras que en otras ocasiones hadicho Medrano: “Los tenemos presos porqueEstados Unidos se considera en guerra conRusia. Ustedes son rehenes de guerra y poreso no tengan esperanzas de salir".

De esa manera, estos señores, que tratande hacerse pasar como celosos “defensores”de la patria, muestran lo que son: simplescarceleros al servicio del gobierno norte­americano; la patria que defienden no es ElSalvador, sino los Estados Unidos, principalopresor de nuestro pueblo.

La sesión de “adoctrinamiento” nos dejamás fortalecidos y más convencidos de la

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necesidad de luchar por la soberanía y laindependen_cia nacional.

Terminado el acto, nos vuelven a ence­rrar.

*#11

Este episodio nos hace recordar quecuando falleció José V. Stalin, vino Medrano amedia noche de celda en celda, a despertar alos reos políticos para mostrar, con malignojúbilo, la noticia aparecida en las ediciones:xtraordinarias de los periódicos.

-“Levántense, miren, se murió su papá".Sus carcajadas burlonas caían como

lluvia de plomo sobre nuestro ánimo entris­tecido...

Los EscoNDR1Jos

Estamos a comienzos de agosto. Desdehace algunos meses, durante las temporadasque pasamos en las celdas de la Policía deInvestigaciones, casi todos los días tenemosque estar buen rato en los escondites. En estepaís las cosas han llegado a tal extremo quelas celdas no son consideradas por los carce­leros como lugares seguros para ocultarnos. Aestas celdas no tienen acceso más que lospolicías de investigaciones. A los policíasuniformados les está completamente pro­hibido subir a este piso. Sin embargo, los224

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secuestradores tiemblan ante la posibilidad deque seamos “descubiertos”, a pesar de quetodo el mundo sabe donde estamos. El dedoacusador de algunos sectores del pueblo sevuelve cada vez más insistente y abierto.

¡Ah, miserables secuestradores, se os haenredado la madeja! Al capturarnos, formu­lasteis publicamente monstruosas acusacionesque sólo existían en vuestros malvados planesde reprimir al pueblo. Pensasteis que a base detorturas íbais a conseguir la ratificación devuestras fantásticas mentiras. Pero algo fallóen vuestros cálculos: ni aún con las peorestorturas lograsteis declaraciones falsas departe de los obreros, estudiantes, profe­sionales y mujeres, que capturasteis. Y, en­tonces, comenzasteis a negar que se noshubiera capturado. Comenzo nuestro pere­grinar por las ciudades del interior. Menu­dearon los escondrijos en el mismo edificiocentral de policía. Los meses han ido pasandoy los familiares, así como las organizacionesestudiantiles, sindicales, profesionales, etc.,arrecian su clamor, su exigencia de nuestralibertad. Estáis metidos en un aprieto.

Cada vez son más frecuentes las solici­tudes del recurso de exhibición personal y, enconsecuencia, las visitas a las cárceles, de partede los Jueces Ejecutores; algunos de ellos,bastante honrados, que tratan en forma va­liente de ejercer su función a conciencia. Escierto que este recurso es burlado en milformas. Hay magistrado de la Corte Supremade justicia que después de nombrar al Juez

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Ejecutor toma el teléfono para avisar al jefede la Policía de Investigaciones a fm de queesconda a los reos, de manera que ni porcasualidad los encuentre el Juez Ejecutor(respecto a esto, en más de una ocasiónMedrano se ha jactado de que el MagistradoCordón le pone sobreaviso). Pero aún así, lamovilización a nuestro favor, comienza ahacer mella en los opresores; los recursos deexhibición personal les hace sentirse comoladrones que van a ser cogidos con las manosen la masa; por momentos se les ve nerviosos.

Una de las muestras de la intensificaciónde la lucha popular por nuestra libertad es lapetición de Exhibición Personal presentadahace pocos días por el Br. Silva en represen­tación de la Asociación General de Estu­diantes Universitarios (A.G.E.U.S.), para ungrupo de nuestros compañeros. Al mismotiempo, la exigencia insistente de nuestrosfamiliares se ha tomado incontenible para loscarceleros. Ante eso, el mismo Medrano se veobligado, por temporadas, a dejarnos pasaralimentos y ropa. ¡Hasta las visitas de nues­tros familiares han sido posibles ya!(Medrano afirma que las permite a espaldasdel Coronel Palomo, Jefe del Servicio Secretodel Estado Mayor del Ejército, que es quiendicta las órdenes más estrictas sobre nuestrarigurosa incomunicación. Siempre que ésteasoma su larga nariz por la cárcel, nuevasrestricciones vienen a agravar el cautiverio. Noen vano los compañeros le han bautizado conel nombre de “Ave negra” o “ave de mal226

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aguero". Cuando Medrano habla con algunode los reos políticos, acostumbra decir queeste siniestro coronel es el que ordena lastorturas para estos).

Sin embargo, oficialmente se sigue ne­gando nuestra detención y, para evitar laevidencia, nos esconden de los jueces quellegan a buscarnos.

Ahora, casi todos los dias nos ocultan,no sólo cuando vienen a preguntar por al­gunos de nosotros, sino también cuandovienen a buscar a cualquier reo común de lasotras bartolinas.

Diariamente, después del desayuno nospreparamos. La señal la dan los carceleroscuando llegan con las llaves en las manos,presurosos y jadeantes, mostrando nervio­sismo.

-"Pronto, pronto, salgan; no se tarden;fuera, fuera! "_

Nos hacen formar y nos encaminan a lasgradas que están junto a la celda No. 6, al ladosur del ediflcio, y que conducen a los pisosbajos. Su acceso está camuflado, han clavadotablas a su alrededor, simulando una bodegacuya puerta aparece sellada por un gruesomadero clavado horizontalmente. Sin em­bargo, los clavos del travesaño están simulados(cortados por mitad) y, al levantar el mismo,queda al descubierto la chapa de la puerta.

Para scondernos levantan el madero,quitan llave y, cuando ya estamos en elescalerón, empujan la puerta para que vuelva atomar llave. Un ccntinela queda al lado delas

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celdas, vuelve a colocar el madero sobre lapuerta, que nuevamente parece sellada. Perolos reos políticos estamos ya en el escaleróndebidamente ocultos del Juez Ejecutor que agrandes voces repite nuestros nombres frentea cada celda. Estamos a distancia suficientepara que no nos pueda oir.

A veces nos detienen en el tramo del2o.y 3er. piso. Otras, nos conducen hasta elgarage del Cuerpo de Bomberos. En más deuna ocasión nos han llevado encerrados enambulancias, hasta los caminos vecinales pocotransitados. Allí, detienen la ambulancia unrato y luego ordenan el regreso.

En una de tales ocasiones hemos llegadohasta el pueblo de San Antonio Masahuat.Uno de los policías que vienen fuera de laambulancia, asidos a su parte posterior, sufrióun accidente al desprenderse del vehículo quedio un tumbo en un bache. (Tal policía esconocido con el sobrenombre de “Manguito",por la forma defectuosa de sus mandibulas).Al regresar, pasamos por la población de SanPedro Masahuat: detuvieron la ambulanciafrente a la casa de un comandante que, segúndijeron, pronto sería el subdirector de laPolicía de Investigaciones en sustitución deAlfredo Torres. Salió a la puerta, y diopermiso de que curaran de emergencia algolpeado. Suprimos su nombre: Adán TorresValencia.

Ese mismo día, otro grupo de reospolíticos ha sido llevado a la carretera delLitoral, por el lado de Conchalío.228

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Por la tarde nos volvimos a reunir en lasceldas.

Para entretener los largos ratos de escon­dite en las gradas del edificio, hemos hechotableros de ajedrez y dama. Algunos compa­ñeros juegan mientras los agentes vigilanatentos todos nuestros movimientos.

LA FUGA DEL PROFESOR

11 de agosto. Sigue funcionando elescondite. Nada más que esta tarde no nosdejan en las grada. Hay más despliegue defuerzas que de costumbre. Nos conducen alprimer piso, al patio posterior contiguo alCuerpo de Bomberos. Los agentes que hoynos acompañan no son los que diariamentenos vigilan. Dicen que pertenecen a la Sa.Sección. Se les nota menos expertos, pero másvigilantes. Parece que a los policias máscapaces los han enviado en comisión, debido aun asalto a la agencia de un banco enAhuachapán. Esta vez, quedamos en los corre­dores interiores del primer piso, junto a lasmesas donde comen los agentes de línea.Antes no nos habían escondido aquí. Losjudiciales toman posiciones en el patio paraver nuestros movimientos. La mayoría denosouos conversamos dispersos en pequeñosgrupos. Algunos se pasean a lo largo delcorredor.

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El profesor José Celestino Castro sepasea solo. Va y viene, con mucha serenidad.Durante un rato, los agentes no le pierden devista; pero al fin se acostumbran a su inofen­sivo trajinar. E1 profesor, aparentemente estámuy absorto en sus pensamientos, de seguroque muy interesantes; pero en realidad estámuy atento a la actitud y colocación de losagentes, calculando el momento oportuno deintentar la fuga. Esta es una empresa arries­gada, estando en el seno del propio cuartel e,intentarla, puede costar incluso la vida. Peroel semblante del profesor trasunta tal placidezque parecería que se encuentra perdido enideas placenteras. Los agentes están encan­tados con su mansedumbre y cada vez lo vencon menor insistencia. De seguro han dedesear que todos los reos sean tan “inofen­sivos" como él.

Un rato después, nos intriga ya no verle.Suponemos que está en uno de los gruposdispersos por el corredor.

De repente, notamos conmoción entrelos vigilantes. De un piso superior preguntanpor el profesor. Los agentes, con gritosnerviosos preguntan; “Celestino Castro...Celestino Castro..." Nadie contesta a esenombre. Nos forman y hacen recuento dereos. El profesor.. ¡ha desaparecido de lapropia entraña del edificio resguardado porcentenares de policías!

¿Qué ocurrió? En una de tantas vueltas,al llegar al extremo oriental del corredor, el

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profesor, audazmente pone en ejecución suplan. Sigue caminando, entra al Cuerpo deBomberos por la puerta trasera y sigue dere­cho. El portón que da a la calle está vigilado.Tiene que pasar en medio de los agentes quecuidan el paso. Pero camina tan tranquilo, tanseguro de sí mismo, que a nadie se le ocurrepreguntarle quién es, de donde viene, ni paradónde va! El profesor respira con avidez elaire de la calle y, sin apresurarse, se encaminaal Consulado de Costa Rica, que está a mediacuadra de la Policía. Allí, solicita asilo. Se loconceden y poco después notifican al gobier­no que tienen bajo su protección a un asiladopolítico.

El anuncio sacude a los Jefes de lapolicía. Con prisa febril nos vuelven a lasbartolinas. Arrestan a los vigilantes culpablesde descuido. La tarde transcurre en un am­biente de apresurado y nervioso trajinar de losagentes.

Nos ha llenado de admiración la audaciay sangre fría del profesor, que ha realizado talhazaña, escapándose de este duro cautiverio,de este antro de torturas. En nuestras pláticasrecordamos que en la mañana manifestó quetrataría de escapar, en vista. de la burlaconstante a los recursos legales.

Rememoramos los meses que nos hatocado estar juntos. Es tan suave de modales;pero tan férreo en la defensa de sus convic­ciones. Recordamos cómo regresaba despuésde las torturas, con los pies amoratados y elcuerpo lacerado; pero tan firme como una

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roca. No pudieron doblegarle los verdugos nicon la asfixia, ni con las punzadas de compás,ni con las brasas de cigarrillos encendidos.Maestro respetadisimo, ama entrañablementea la niñez y a la juventud. Investigadorincansable. Recordamos que, cuando nos hanpermitido salir al corredor a recibir el sol,aprovecha la ocasión para platicar con losmuchachos ladrones a fin de indagar sobre suvida. Sobre la base de sus indagatorias estáelaborando un plan de reeducación de tal tipode delincuentes, para luchar contra ese flagelode la sociedad actual.

Su anhelo es que desaparezca el vicio y lacriminalidad y, sin embargo, es tratado conmucho mayor rigor que los más empedernidoscriminales, por los malvados que tienen elPoder! Nos consuela saber que, gracias a suarrojo, ha logrado ponerse a salvo de las garrasde los verdugos. Nos alegra ver la rabiaimpotente de sus carceleros. No importa queesa rabia traten de descargarla sobre los quequedamos.

...Al atardecer, nos clasifican. Comisio­nes especiales nos van llamando por grupos.En uno de ellos va mi compañera. Con unextraño presentimiento nos decimos un adióscon la mano en alto.

Quedamos, por último, sólo 4: el Doctorjuan Antonio Díaz, Miguel A. Cea, JoséInocente Guerrero y yo. A media noche,llegan también por nosotros. Amanecemos enla ya conocida cárcel de San Miguel. La

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incertidumbre nos lacem. Nos preguntamoscontinuamente: ¿dónde estarán los denüscompañeros?

Bajo el calor amodorrante, ante los gritosde borrachos y prostitutas de las celdasvecinas, pasamos un día bastante triste.

El pensamiento se deja llevar hacia losotros compañeros. Llevamos casi un año desecuestro. De cárcel en cárcel. Conocemos yaa cada uno de los compañeros de cautiverio.Sm cualidades y sus puntos débiles. Nosalegramos con sus pequeñas alegría; tratamosde animarles en sus preocupaciones familiares,en sus momentos depresivos. Juntos tratamosde analizar la situación nacional e intema­cional y de fortalece: nuestras conviccionesdemocráticas. Juntos soñamos con el día enque nuestro pueblo sea feliz y no hayadespotismo ni humillante dominación extran­jera. Y ahora. otra vez estamos

ORDEN DE LIBERTAD

13 de agosto. A la celda nos hacen llegarun periódico. Ps im ejemplar de "Diario deHoy". He aquí lo que encontramos en él:

“INMEDIATA LIBERTAD DE REOS POLI­TlC(fi ORDENA CORTE.

“la Corte Suprema de Justicia ha orde­nado la libertad inmediata de l_os reos polí­ticos dctenidos en septiembre del año pasado.

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Confirmándose de esa manera la resolucióndel Juez Ejecutor nombrado en las diligenciasdeiexhibición personal solicitadas a favor dedichos reos por miembros de la Directiva de laA.G.E.U.S.

“En julio recién pasado la A.G.E.U.S.hizo una petición de exhibición personal afavor del Br. Manuel Atilio Hasbún, Dr. Inf.Juan Antonio Díaz, Profesor Celestino Castroy señora Tula Alvarenga, afirmándose en lasolicitud mencionada que dichas personas seencontraban en las bartolinas de la PolicíaNacional. La Corte Suprema de Justicia nom­bró Juez Ejecutor al Br. Guillermo R. Walsh,quien se apersonó en las bartolinas mencio­nadas, sin encontrar a los detenidos despuésde un minucioso registro del lugar. Teniendoconocimiento el Juez Ejecutor que variaspersonas habían visto a los detenidos en laPolicía Nacional las llamó a declarar, habien­do manifestado todas que efectivamente lashabían visto en días recientes. Con base en esaprueba testimonial, el juez Ejecutor ordenó lalibertad de los favorecidos y pasó su informey resolución a la Corte.

“Después de estudiar el informativo ins­truido, el Alto Tribunal de Justicia confirmóayer la resolución antes mencionada pormedio del auto que en su parte conducente(ÍÍCC:

“Por no haber mérito legal para ladetención de los favorecidos Br. Manuel AtilioI-Iasbún, Profesor Celestino Castro, Dr. Inf.Juan Antonio Díaz y señora Tula Alvarenga,234

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confirmase el auto del juez Ejecutor queordena su libertad. Comuníquese esta Reso­lución al Sr. Director General de la Policiapara su inmediato cumplimiento, debiendodar cuenta a este tribunal a la mayor brevedadposible...”

He aquí la clave de la precipitada salidade San Salvador. \La duda nos acompaña todoel dia, sobre el destino de los otros compa­neros.

DESTIERRO

14 de agosto. Temprano, sigilosamente,alguien nos pasa un periódico, en un descuidodel centinela que fuera de la celda dormitacon el fusil sobre las piernas.

La noticia nos electriza:

“14 REOS POLITICOS HALLANSE FUERADE NUESTRO PAIS.

“Según informes recibidos, 14 de losdetenidos políticos se encuentran en Hondu­ras desde antier, con destino desconocido,quedando algunos cuyo paradero se ignora.

“De parte de las autoridades no se hapodido tener un informe al respecto, pero loanterior se ha sabido por un lacónico cable­grama enviado a la Redacción de OpiniónEstudiantil por el Br. Manuel Atilio Hasbún,desde el Puerto de Amapala, Honduras.

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“Dicho cablegrama dice así: “Salimoscatorce. Quedan cuatro. Firma, ManuelHasbún". Hasta ahora es el único detallerecibido, ignorándose el nombre de las 14personas que pasaron por Amapala con rumbodesconocido, así también como el de las otrascuyo paradero no se sabe.

“La Corte Suprema de Justicia ordenóantier la libertad inmediata de los detenidosBr. Manuel Atilio Hasbún, Dr. Inf. JuanAntonio Díaz, Profesor Celestino Castro yseñora Tula Alvarenga; habiéndose enviadodicha orden ayer al Director de la PolicíaNacional. Pero se ha sabido que algunos reosya no se encontraban detenidos desde antier,entre ellos el Profesor Celestino Castro, quiense asiló en la Embajada de Costa Rica...”

Ahora, todo está claro. La Corte, nopudiendo por más tiempo, en razón de lapresión popular por nuestra libertad, man­tener en silencio el secuestro del grueso de losreos políticos (hasta después de 11 meses hacaído en la cuenta de que están presos), se havisto obligada a ordenar su libertad y esta vezha confirmado la orden dada por un JuezEjecutor. ¡Es, indudablemente, un gran triun­fo de nuestro pueblo! La policía ha tenidoque deshacerse de la mayoría de reos polí­ticos. Sin embargo, ¿les ha puesto en liber­tad? De ninguna manera. Ha recurrido a otroatropello más de los derechos constitu­cionales. A1 destierro. Por la procedencia delcablegrama se comprende que han sido con­finados en la Isla del Tigre, de la República de

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Honduras, situada en el Golfo de Fonseca.Con ayuda de otro gobierno lacayo del

imperialismo, la orden de "libertad" se con­vierte en confinamiento forzoso en una isla deotro país. Tal es la democracia del “mundolibre"...!

SOLOS

Regresamos. Esta vez, a la No. 2. Quétriste y desolada se vé la cárcel, a pesar de quelas celdas de ladrones y reos comunes perma­necen tan llenas como siempre. En cambio, lasceldas que ocupaban los compañeros estánaún vacías. Nos sentimos contentos de que loscompañeros ya no estén en ellas. Pero elcorazón humano tiene sus contraste. Senti­mos, al mismo tiempo, profunda melancolía:¡nos hace falta su presencia!

Hablamos poco. Nuestro pensamientoestá muy lejos. En una isla.

-“Caramba, ni siquiera pudieron dejar­los en tierra firme”.

-“Son malvados estos canallas".-“Pero el pueblo hermano no dejará

estar mucho tiempo allí a los patriotas salva­doreños. Los rescatará. Se indignará al saberque en una de sus islas están confinados porencargo del gobierno de otro país".

-“Esta es una prueba más de cómo losgobiemos lacayos se complementan unos aotros. Una muestra más de la “asistencia”

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antidemocrática de los gobiernos sometidos aWashington".

Ahora después de tantos meses, hemosquedado definitivamente solos. Es inquietantepensarlo. I-Ian hecho muy bien los compa­ñeros al dar a conocer que todavía hemosquedado cuatro. Ya no estamos ignorados.Afuera nuestro pueblo está pendiente denuestra seguridad.

*#101

...Por la noche, a través de los barrotesde la ventana que da hacia el oriente, sobre lasilueta de la Iglesia de la Merced, veo la luna.Una luna grande y blanca que ahora meparece más bella que nunca. La misma que enestos momentos inunda con luz plateada unaIsla del Golfo de Fonseca. Pienso 'que micompañera también la está viendo y que, através de ella, me envía su pensamiento y sumensaje de esperanza y de fe en el futuro.

La imagino sentada en una roca, mien­tras las fosforescentes olas, brillando a la luzde la luna, lentamente van a morir a sus pies.

...Sí, indudablemente que nos volve­remos a ver. La vida triunfa sobre la maldad yla opresión. También nuestro pueblo triunfaráinevitablemente sobre la tiranía militar y elyugo semi colonial. Con su fuerza de gigante,indefectiblemente conquistará libertad, feli­cidad, trabajo, instrucción y alegria paratodos los seres que habitan esta amada Patria.

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INDICE

PROLOGO .................................... ..

I PARTETORTURAS ....................... ..Captura ............................... ._Un País “Democrático” ...... ..Asñxìa ........................... _.Latigo ................................. ..El Avión .............................. ..Cruz ............Bestialidad .......................... ..

II PARTESECUESTRO ...................... ..“Exhibición Personal" ........ ..Cojutepeque ................... ..Rompeolas ........................... _.Inesperada Ayuda ............... ..Santiago de MaríaDestierro Masivo .................. ..

Ill PARTEPEREGRÍ NAR ................... ..Educación Policial de la NiñezFin de Semana CampesinoMovimientos InesplicablesDe Regreso ......................... ..Nuevas Torturas ................... _.

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La Carcel de la Policía Nacional ...................... ..Celdas de Ladrones ......................................... ..Los Ninos Ladrones ........................................ ..Las Alambradas ............................... ..En las Redes del Delito ................................... ..Primero de Mayo ............................................. ._Carcel de San Miguel .... ............. _.Escuela de Corrupción .................................... _.Campañas Contra la Prostitución .................... ._Reflexiones ........................................ ..Muerte a los Ladrones ..................................... ..Con el Ritmo de la Historia ............................. ._Encuentro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ...La Loca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . - . . . . . . - . . . - - . . - . . - - . . . . . - . - - . . . - . . . - - -.­

“Humanitarismo" Policial ............................... _.Los Evangelistas ................Adoctrinamiento ............................................. ..Los Escondrijos ............................................... _.La Fuga del Profesor ............. ._Orden de Libertad ........................................... ..Destierro ......................................................... ..Solos

Este libro se terminó de imprimir el mesde diciembre de rnil novecientos ochentaen los talleres gráficos de Librería,Imprenta y Litografía Lehmann, S. A.San José, Costa Rica, A. C.

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` HIÍOIIIAI. IIIIVEBSITARIACÉTIIOIIEIIICANA (EDUCA)

SECUESTRO Y CAPUCHA EN UN PAIS DEL 'MUNDOLIBRE' es más que Ielato y testimonio: es la denu::›c`:.=. \€-zadelathtenciônzbìtrtiaaqleson sometidosloshonzì;-es¡Ne en (ìntruilnëlüa dedica! su vida a dìuflgar la ica; dela democracia y la libertad. Esa detención arbìtraršaproviene. iróniamente, de aquellos que oonstìtuïdas enúieñm del Estado deberían evitar el eiefcìcio del o.la torlun. el asesinato políticaSECUESTRO Y CAPUCHA, de Salvador Cayetano Cafçïa,refiere -a veces en forma que nos resìstìmcs a creer- lacrueldad y sadìsmoeon me se le mantuvo preso por más :laun im en una de las cãrazles clandestinas del gobïarna deEl Salvador, lo ¡legal de su arrsto. io sìszen-.;':Í:;~estmcturado de esta conducta ya común en el país, y s;ì:retodo. nos permite asomamos, sïq:;Z.=::a m¿›:`I.=:¿†¬`e21e, atoda la maquinaria del termr unìficado que funcìcna :ara 3fachada estatal dela nación más pequeña de Centmaméfïca.hoy oomrulsìonada por ãas causas sociales dan;.:cÍ;«;:s ±¬SECUESTRO Y CAPUCHA

COLECCION DEBATE