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SENDERO DE LAS MINAS Y CAPARIDÁN SENDERO DE LAS MINAS Y CAPARIDÁN Grado de dificultad: Media Distancia aproximada: 19 km. Duración estimada: 8 horas Recomendaciones: Es recomendable no hacerlo en verano o al menos ir muy bien equipado contra el calor. La Sierra de Gádor es un gran macizo montañoso que desde la distancia proyecta una imagen rotunda, sólida, inaccesible y monótona, pero que al persistir en nuestra mirada nos ofrece una gran variedad de matices transformándose en un paisaje amable y acogedor. La mejor forma de apreciar la multiplicidad de sus paisajes es adentrarse en ella y recorrer sus inaccesibles rincones, observando indicios que hablan de la riqueza actual de sus habitats y de la diversidad de usos que han modelado su actual paisaje. El itinerario se inicia a través de una cuidada vega que muestra la exquisita cultura del agua que desarrollaron los árabes en su prolongada estancia en la región, continúa entre viñedos por el piedemonte de la sierra, para ascender por sus empinadas laderas a través de extensos y diversos matorrales y bosques de pinos. La diversidad de ambientes permite la conservación de una rica fauna, permitiéndonos observar grandes rapaces o mamíferos como la cabra hispánica o el jabalí. Al alcanzar las cotas más altas del sendero se obtiene la recompensa de una completa y espectacular panorámica: los grandes valles del río Adra, Guadalfeo y Andarax, las sierras de la Contraviesa, Lújar, Almijara, Nevada, Filabres y Alhamilla que los días de atmósfera clara se completa con la cordillera rifeña africana. A lo largo del sendero apreciamos la importante contribución del hombre al paisaje: la milenaria ocupación del territorio y la diversidad de usos desarrollados por las sucesivas culturas han transformado el paisaje natural. El resultado lo apreciamos a través de numerosas formas: vegas, PR PR

Senda de Caparidan

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Page 1: Senda de Caparidan

SENDERO DE LAS MINAS Y CAPARIDÁNSENDERO DE LAS MINAS Y CAPARIDÁNGrado de dificultad: MediaDistancia aproximada: 19 km.Duración estimada: 8 horasRecomendaciones: Es recomendable no hacerlo en verano o al menos ir muy bien equipado contra el calor.

La Sierra de Gádor es un gran macizo montañoso que desde la distancia proyecta una imagen rotunda, sólida, inaccesible y monótona, pero que al persistir en nuestra mirada nos ofrece una gran variedad de matices transformándose en un paisaje amable y acogedor. La mejor forma de apreciar la multiplicidad de sus paisajes es adentrarse en ella y recorrer sus inaccesibles rincones, observando indicios que hablan de la riqueza actual de sus habitats y de la diversidad de usos que han modelado su actual paisaje.

El itinerario se inicia a través de una cuidada vega que muestra la exquisita cultura del agua que desarrollaron los árabes en su prolongada estancia en la región, continúa entre viñedos por el piedemonte de la sierra, para ascender por sus empinadas laderas a través de extensos y diversos matorrales y bosques de pinos. La diversidad de ambientes permite la conservación de una rica fauna, permitiéndonos observar grandes rapaces o mamíferos como la cabra hispánica o el jabalí. Al alcanzar las cotas más altas del sendero se obtiene la recompensa de una completa y espectacular panorámica: los grandes valles del río Adra, Guadalfeo y Andarax, las sierras de la Contraviesa, Lújar, Almijara, Nevada, Filabres y Alhamilla que los días de atmósfera clara se completa con la cordillera rifeña africana.

A lo largo del sendero apreciamos la importante contribución del hombre al paisaje: la milenaria ocupación del territorio y la diversidad de usos desarrollados por las sucesivas culturas han transformado el paisaje natural. El resultado lo apreciamos a través de numerosas formas: vegas, terrazas, colmenas, ganado, bosques de pinos, etc. Sin embargo son los vestigios de una milenaria actividad minera los que por su intensidad nos llaman la atención. Fueron los fenicios los primeros que utilizaron las riquezas mineras de Sierra de Gádor, explotándolas posteriormente romanos y árabes, aunque la explotación intensiva no empezó hasta finales del siglo XVII, y de forma extensiva cuando ya había comenzado el siglo XIX. En este siglo la explotación de la riqueza en plomo de la Sierra constituyó uno de los capítulos más importantes de la minería española.

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