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Sentido y problemas del aprendizaje profesional FRANCISCO SECADAS Profesor de la Escuela de Psicología Colaborador científico del CSIC A la memoria del doctor Günther Gleim, a cuya amistad debo la rara experiencia de comprobar la absoluta relatividad del tiempo en la hondura del sentimiento. I. CABALLERO DE LA MAQUINA HUMANISMO MODERNO Lo que me disculpa de mencionar al doctor GLEIM es algo que en este momento me parece esencia y cifra de cuanto sigue. Porque al modo como los destellos de la última luz del crepúsculo se prenden en las nubes más altas, hermoseán- dolas a los ojos de los que quedan en la noche del mundo de los vivientes, mi pluma recoge al dictado, prendida en el recuerdo de aquella con- versación, aderezada y entreverada de las emo- ciones estéticas de los paisajes ribereños del Rin y de los fabriles del Ruhr, la honda y lu- minosa preocupación del amigo recién ido... La misma suplantación de los árboles por las chimeneas, de la fronda otoñal p or el negruzco toldo de las factorías fumigantes, aquella misma transición fue adoptando nuestro coloquio... —Y todo esto —decía—, al cabo, ¿para qué? ¿Qué se gana con esta fiebre de industrialización, que al fin y a la postre se convierte en Leviatán de sus creadores?... El hombre se mecaniza con tal prisa que terminará por no poder desarrollar más la automatización, por haberse convertido él mismo en un robot. Se ha transformado en la prolongación de la máquina, en una p alanca más, en un brazo..., muchas veces el de la resistencia. El alemán trabaja y trabaja, porque ya no sabe hacer otra cosa. Todo lo demás es un pasatiem- po; su tiempo real es el que invierte en el tra- bajo. Para otros, ese tiem p o transcurre; en el caso del alemán es él mismo el que pasa, el que se somete, se desgasta, se esclaviza. Y luego des- cubre que puede trabajar también después de la jornada, y se ocupa. Y cuando no, traslada los hábitos del trabajo a las actividades culturales, estéticas, recreativas. Se lo toma todo a pecho, con suma seriedad, con la rigidez de quien trans- fiere los hábitos de un status aui, no de un sta- tus quo... Y recordaba, para ilustración, la con- seja del soldado que al aproximarse a la caserna con un cesto de huevos y escuchar la voz de «alto» se cuadró de repente... Y como este esque- matismo traslaticio, que es el fondo de lo cómi- co, según BERGSON, constituía para él el meollo de la tragedia del hombre moderno... —¿Cómo salvarlo? —se preguntaba con honda preocupación—. Alemania —agregaba— se ha eri- gido de nuevo en el coloso industrial. El mundo está asombrado y nos alaba o, cuando menos, nos admira. En el fondo, quien nos conoce, nos com- padece. Después, eso sí, de maravillarse, y si us- ted quiere, sin dejar de admirarnos. Y nosotros, muchos de entre nosotros, nos compadecemos como humanos y como alemanes. ¿Quién sabe si con tanto afán no estamos gestando un nuevo conflicto mundial, imprevisores de las reacciones ajenas frente a nuestra prosperidad?... CUESTION DE MATIZ Al llegar a la gran factoría cuya escuela de aprendices se nos iba a mostrar como dechado pude comprobar, con cierta desazón y aun pesa- dumbre, que si los sentimientos de mi amigo po- dían no ser reales, al menos tenían un sostén y pretexto en la misma disposición objetiva de la organización. La instrucción de los aprendices y las condiciones todas que la rodeaban parecían estar funcional y sistemáticamente encauzadas a la necesidad de la factoría. —Cuestión de matiz, si se quiere —añadió—; pero por el vestigio de esos matices se asciende a

Sentido y problemas del aprendizaje profesional...147 .LI SENTIDO Y PROBLEMAS DEL APRENDIZAJE PROFESIONAL la teoría. Porque si no responden a ella, la crean. Si usted mira a las necesidades

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Page 1: Sentido y problemas del aprendizaje profesional...147 .LI SENTIDO Y PROBLEMAS DEL APRENDIZAJE PROFESIONAL la teoría. Porque si no responden a ella, la crean. Si usted mira a las necesidades

Sentido y problemasdel aprendizaje profesionalFRANCISCO SECADAS

Profesor de la Escuela de PsicologíaColaborador científico del CSIC

A la memoria del doctor Günther Gleim,a cuya amistad debola rara experiencia de comprobarla absoluta relatividad del tiempoen la hondura del sentimiento.

I. CABALLERO DE LA MAQUINA

HUMANISMO MODERNO

Lo que me disculpa de mencionar al doctorGLEIM es algo que en este momento me pareceesencia y cifra de cuanto sigue. Porque al modocomo los destellos de la última luz del crepúsculose prenden en las nubes más altas, hermoseán-dolas a los ojos de los que quedan en la nochedel mundo de los vivientes, mi pluma recoge aldictado, prendida en el recuerdo de aquella con-versación, aderezada y entreverada de las emo-ciones estéticas de los paisajes ribereños delRin y de los fabriles del Ruhr, la honda y lu-minosa preocupación del amigo recién ido...

La misma suplantación de los árboles por laschimeneas, de la fronda otoñal por el negruzcotoldo de las factorías fumigantes, aquella mismatransición fue adoptando nuestro coloquio...

—Y todo esto —decía—, al cabo, ¿para qué?¿Qué se gana con esta fiebre de industrialización,que al fin y a la postre se convierte en Leviatánde sus creadores?... El hombre se mecaniza contal prisa que terminará por no poder desarrollarmás la automatización, por haberse convertido élmismo en un robot. Se ha transformado en laprolongación de la máquina, en una palanca más,en un brazo..., muchas veces el de la resistencia.El alemán trabaja y trabaja, porque ya no sabehacer otra cosa. Todo lo demás es un pasatiem-po; su tiempo real es el que invierte en el tra-bajo. Para otros, ese tiem po transcurre; en elcaso del alemán es él mismo el que pasa, el quese somete, se desgasta, se esclaviza. Y luego des-cubre que puede trabajar también después de lajornada, y se ocupa. Y cuando no, traslada loshábitos del trabajo a las actividades culturales,

estéticas, recreativas. Se lo toma todo a pecho,con suma seriedad, con la rigidez de quien trans-fiere los hábitos de un status aui, no de un sta-tus quo... Y recordaba, para ilustración, la con-seja del soldado que al aproximarse a la casernacon un cesto de huevos y escuchar la voz de«alto» se cuadró de repente... Y como este esque-matismo traslaticio, que es el fondo de lo cómi-co, según BERGSON, constituía para él el meollode la tragedia del hombre moderno...

—¿Cómo salvarlo? —se preguntaba con hondapreocupación—. Alemania —agregaba— se ha eri-gido de nuevo en el coloso industrial. El mundoestá asombrado y nos alaba o, cuando menos, nosadmira. En el fondo, quien nos conoce, nos com-padece. Después, eso sí, de maravillarse, y si us-ted quiere, sin dejar de admirarnos. Y nosotros,muchos de entre nosotros, nos compadecemoscomo humanos y como alemanes. ¿Quién sabe sicon tanto afán no estamos gestando un nuevoconflicto mundial, imprevisores de las reaccionesajenas frente a nuestra prosperidad?...

CUESTION DE MATIZ

Al llegar a la gran factoría cuya escuela deaprendices se nos iba a mostrar como dechadopude comprobar, con cierta desazón y aun pesa-dumbre, que si los sentimientos de mi amigo po-dían no ser reales, al menos tenían un sostén ypretexto en la misma disposición objetiva de laorganización. La instrucción de los aprendices ylas condiciones todas que la rodeaban parecíanestar funcional y sistemáticamente encauzadas ala necesidad de la factoría.

—Cuestión de matiz, si se quiere —añadió—;pero por el vestigio de esos matices se asciende a

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la teoría. Porque si no responden a ella, la crean.Si usted mira a las necesidades de la empresa, ynada más, usted monta la maquinaria y montael dispositivo y la organización de los aprendices,en consonancia con aquellas necesidades. Ese«montaje» de aprendices puede estar funcional-mente supeditado a requerimientos fabriles, quesubyuguen y avasallen atributos más sustancia-les, sean individuales o específicos, del sujeto quese instruye.

Precisamente el matiz era lo que le daba la ra-zón a mi amigo. Y el matiz, cabalmente, fue elque me alentó a exponerle la modalidad de nues-tra organización del aprendizaje profesional ylos principios que la informan. Aun cuando larealidad de la organización sea indiferente a unao a otra interpretación; aun cuando por sí mis-ma no denunciara ninguna propensión hacia elmaterialismo del ajuste humano y fuera compa-tible con un concepto de adaptación personal;aun supuesto que su indeterminación diera ca-bida a todas las exégesis humanísticas; aun en-tonces, el hombre estaría en un trance de deshu-manización inminente, precisamente por no ha-ber sido reconocido él como inequívocamentediferente y heterogéneo del com plejo fabril en sutotalidad. Pero cuando, en evitación de equívocospotenciales, se hace pública profesión de que laley pretende ayudar a ganar la batalla de la se-guridad interior del hombre en el oficio «parasentirse caballero de la máquina, para romperel maleficio o la pesadumbre de su impotenciaante los instrumentos cada vez más gigantescosy herméticos de la producción, para que en sualma haya aliento de libertad: la libertad que dael saber la razón de las cosas...; cuando se declarapaladinamente que «para que el empleo de la má-quina no deje de ser un bien para la Humanidad,en cuanto supone minoración del esfuerzo físico,es menester que la máquina no se sobreponga ytiranice al hombre; es decir, que el obrero ha deser dueño y señor de la máquina, y que esto sólopuede conseguirse por una íntegra y profundaformación profesional, ya que la sobrecogedoradialéctica entre el hombre de carne y hueso, in-teligente y creador, hijo de Dios, y el robot, esdecir, el cerebro electrónico o el organismo irra-cional en movimiento, la pugna no puede resol-verse más que por una cada vez más alta, másconsciente, más firme preparación de quien, sino se quiere trastrocar la ley de la Naturaleza yde Dios, ha de seguir dirigiendo el artefacto, con-duciéndole y plegándole a las exigencias del es-píritu, haciendo que sea, como tantas otras cosas,en el curso de la Historia, una criatura sumisa alservicio de la paz y del bienestar de los hom-bres...»; cuando se reconoce que estos principiosconfiguran todo el dispositivo de la Ley por quese rige el aprendizaje industrial, el ánimo se se-rena de sus pesadumbres y apacigua sus inquie-tudes, porque tiene en su mano no solamente laclave interpretativa de las ambigüedades, sinoel contraste y norma orgánica de estructuración

del dispositivo didáctico, con la virtud, mayormenor, de formación que la ley contiene en suesencia.

Fue mi amigo quien me hizo observar la expre-sión en que se condensa, aun mismo tiempo, lagallarda actitud de vindicar lo humano y el modogenuinamente español de perseguirlo, y era lade «sentirse caballero de la máquina». A caballosobre la máquina y con dignidad. Yo le recordéla síntesis que de lo español y de su estilo hace,filosofando nuestra historia, GARCÍA MORENTE enEl caballero cristiano, y aventuré que con todaseguridad el ideal así formulado estaba presenteen la mente del legislador cuando de tal modoinsiste en lo formativo, en lo caballeresco alreivindicar «las razones históricas de los hijos deIberia>, y cuando evoca el diagnóstico de DonQuijote, para llegar a la conclusión de que con-viene a la nación que sus hijos se ilustren: «Quetodo aquel que no sabe, aunque sea señor y prín-cipe, puede y debe entrar en el número de vulgo.>

CABALGAR...

Y fue asimismo mi amigo, y ya no solo, sinocoreado por alguno más, entre los cuales recuer-do algún otro alemán, quien reconoció la reveren-cia tradicional del español hacia el valor del in-dividuo. Las razones fueron disparejas, y no to-das de mi gusto. Pero hubo dos que me sirvieronde apoyo a esta tesis del nuevo humanismo. Una,que fuera precisamente un español, HUARTE DE

SAN JUAN, el iniciador de la Orientación Profesio-nal. Y otra, que sea un pueblo consecuente conla teoría de que no es el individuo para el Estado,sino el Estado para el individuo. Así formulado,el aforismo fue una bengala en la noche, que seabrió en mil colores de controversia. No se en-tendería el individuo en el mismo as pecto en quees principio del Estado; sería, cuando menos,transformado en familia, y en cuanto se reen-cuentra en algo, a un tiempo personal y específi-co, a lo que el Estado sirve, puesto que es la ra-zón sustancial de su propia existencia; se enten-dería que la destinación es mutua en el fin o biencomún...

Pero el enunciado iba dirigido a un postuladoteórico, muy consonante con la experiencia delalemán en los últimos decenios: Lo importantees que el hombre no sea para la mecánica, sinola mecanización para el hombre. Y si bien esverdad que viraje lo dan todas las teorías en elsentido social, puesto que tanto la máquina comola colaboración del operario encuentran su sínte-sis en la sociedad, y si a través de este procesoes posible entender que no solamente el valoreconómico determina esta síntesis, sino que através de esta coo peración económico-social esviable el sistema entero de valores, y por endetodo el proceso estaría informado y compenetra-do sustancialmente con la cultura en su totali-dad; no obstante, el individuo, el hombre, la per-

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sona no cumple su plena liberación sino en aque-lla teoria en que el Estado no sea su fin, y esoexplícitamente confesado por el Estado mismo.Como acontece en el preámbulo de la Ley de For-mación Profesional Industrial, donde más faltahacía, y donde más brillaría con luz clara ypropia.

Tres problemas asedian al hombre actual: elEstado, la profesión y él mismo frente a ambos.Pero, además, estos tres problemas lo completancomo hombre en la actualidad. El señorito depueblo ya no es dechado más que de un tipo deregresión. El humanismo actual no concibe alprototipo de hombre sin una actividad proficua,en algún sentido, para la sociedad. La cual, a suvez, no es mar, sino cauce de los bienestares par-ciales, para que reviertan en él de todos los ciu-danos. Y en cuanto personas, es decir, en la másamplia multiplicidad de aspectos. En esta visiónrecapituladora es donde cobra su valor la Orien-tación y la Formación Profesional.

Volveremos sobre ello al término de estos pá-rrafos, que espero se trasluzcan fertilizados, a suvez, por las consideraciones del amigo GLEIM...,que en paz descanse.

EL APRENDIZAJE INDUSTRIAL

Abordemos ya, tras la consideración de sus as-pectos y principios formativos, el contenido mis-mo del aprendizaje.

Se distinguen en la Ley varios períodos en elciclo de la formación profesional industrial, asaber: el de iniciación, el de aprendizaje, el demaestría y el de perfeccionamiento; en ningunode los cuales se considera suficiente el adiestra-miento práctico, sino que se prescribe junto aél una enseñanza técnica y cultural que confieranel carácter de formativos a todos los períodos, endonde no se desatiendan los aspectos físicos, in-telectuales, sociales, políticos, morales y reli-giosos.

En el período de iniciación o preaprendizajese intenta dotar a los alumnos de doce a catorcearios de los conocimientos y prácticas necesariospara el ingreso en el aprendizaje o en la indus-tria directamente. Este período se entiende coor-dinable con el de iniciación Profesional de laescuela primaria, prescrito por los artículos 18y 23 de la Ley del 17 de julio de 1945. Tanto enuno como en otro, se aconseja atender a las ne-cesidades industriales de la región o localidad.

El de aprendizaje comienza al término de lainiciación, y tiene por objeto el conocimiento ele-mental teórico y práctico, de una profesión u ofi-cio industrial. Las edades de los alumnos se com-prenden entre los catorce y dieciocho arios. Sedesarrolla en tres cursos ordinariamente, númeromodificable según lo exija el dominio de la prof e-sión en un grado elemental, pero superior a lamera rutina.

El de maestría tiene por finalidad la formacióndel oficial y del maestro industrial, constando decuatro cursos: dos para la formación del oficialindustrial y otros dos para la del maestro, títulosque se confieren en determinadas condicionescomplementarias de prácticas o de ulteriores es-tudios.

Para el de perfeccionamiento se prevén distin-tos tipos y modalidades docentes, más monotéc-nicos, en cuya descripción se detiene menos elarticulado de la Ley por la misma índole de lamateria. Se indica que habrá de ser realizado enrégimen de becario en las diversas secciones quese constituyan para tal fin en los Institutos Po-litécnicos Industriales, y comprenderá estudios yprácticas de taller o de laboratorio, ciclos de con-ferencias teóricas y viajes de estudio por Españay por el extranjero, siendo su finalidad principalla de perfeccionar a los alumnos, ya expertos ofi-ciales y maestros industriales avezados, median-te una acusada especialización y un progresivoadiestramiento práctico en determinadas técni-cas de interés nacional.

Para cada ciclo se prevé un régimen particularde enseñanza: el de iniciación se verificará enrégimen de enseñanza plena o de total dedicacióndiurna; en el aprendizaje podrá, a partir del se-gundo curso, elegirse entre la plena o la mixta,que hace compatible la enseñanza con una jor-nada laboral de treinta y cuatro horas semana-les, previéndose, por tanto, la modalidad de cur-sos vespertinos; el de maestría se instituye enforma de jornada complementaria tal, que per-mita a los sometidos a un contrato de trabajocumplir con la jornada normal antes de asistira las clases nocturnas.

EL CONTENIDO PROFESIOLOGICO

En el texto de la Ley se detallan circunstancia-damente las asignaturas y prácticas de taller queconstituirán cada uno de los ciclos. Ulteriores es-tatutos y reglamentos van concretando para cadalugar y coyuntura estas disposiciones generalesen planes y programas, horarios y requisitos. Esepormenor administrativo no nos importa en estavisión del trasunto esencial del aprendizaje. Poreso intentaré responder a quien se plantee lacuestión de, en sustancia, a qué tipos fundamen-tales de condiciones pedagógicas y personales esreducible todo el contenido programático de laFormación Prof esional.

Afortunadamente, un estudio factorial delaprendizaje en sus fases comunes más elemen-tales me permite satisfacer a esta curiosidad coninformación concreta y original. En efecto, unainvestigación de las aptitudes englobadas en lafase llamada de Orientación, de la InstituciónSindical de Formación Profesional Virgen de laPaloma, dió por resultado una sinopsis estructu-ral del mismo a base de los factores de aptitudesfundamentales que describo a renglón seguido:

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SENTIDO Y PROBLEMAS DEL APRENDIZAJE PROFESIONAL

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I. FACTOR MECÁNICO (M), en el que se incluyencomo variables principales los talleres de mecá-nica y forja, y en menor cuantía los de carpin-tería y encuadernación; factor que podría tam-bién denominarse productivo o industrial, porcuanto recoge principalmente las especialidadesen que lo efectivo es el producto de la máquina,y siderúrgico o metalúrgico, atendiendo a que elmaterial más típico es el metal, y particularmen-te el hierro.

II. FACTOR MANIPULATIVO (Ma), consistente, alparecer, en la ordenada combinación o manipu-lación de elementos para producir un efecto pre-visto, según se puede deducir del hecho de estarrepresentado por los talleres de electricidad y ar-tes gráficas (cajas), con ligera participación delde forja.

III. FACTOR PLÁSTICO-ARTÍSTICO (P1), que com-prende los talleres de carpintería y encuaderna-ción, con saturación en las asignaturas de dibujo(artístico), aritmética y álgebra. Parece caracte-rizarse por la elaboración de materiales blandos,en los cuales es más practicable la acción directapersonal y creadora, propia del artesano.

IV. A ellos, para definición del a prendiz deFormación Profesional especializada o calificada,hay que agregar otro factor teórico, en nuestranomenclatura designado con el nombre de CUAN-TIGRÁFICO O TECNOGRÁFICO, que parece incluir lasdisciplinas teóricas relacionadas con la cantidady su medición y expresión gráfica, tales como laaritmética, álgebra, geometría y dibujo (lineal).

Los resultados de este estudio nos permiten,además de concebir el aprendizaje práctico in-dustrial en términos de familias de profesionesy de los ejercicios típicos correspondientes, apro-vecharlos para el pronóstico de aptitud de loscandidatos a cursar el aprendizaje profesional eninstituciones o escuelas similares a la citada.

APRENDIZAJE Y FORMACIONDEL HOMBRE

Esto es lo preciso para el ajuste en la profe-sión; para una especie de prolongación funcionalde la máquina, en que el operario hace de víncu-lo entre el artefacto y el Ingeniero o diseñador,a partir del punto en que la indeterminación delproceso hace preferible la interposición de la vi-cariedad de la mente humana, en vez de la com-plicación de un cerebro electrónico o de cualquierIngenio de automación. Con esto se lo gra el ajus-te del operario calificado a su cometido; máscomplejo, por más intrincado.

Pero queda en pie un serio motivo de per-plejidad: ¿es eso bastante para impedir que elhombre quede encajonado entre las piezas delengranaje fabril? Hay, desde luego, un margende indeterminación en el hecho de que no seaprendan estrictamente las nociones de álgebrao de tecnología apropiadas a una función redu-cida, a una situación dada dentro de la planta

de trabajo. Hay un saber frente a una aplica-ción. Para ésta interviene, además, la iniciativapersonal, la capacidad, los estímulos y alicientesdel entorno; existe la posibilidad de que en lu-gar de un procedimiento de cálculo, por ejemplo,se emplee otro distinto y equivalente, de que semejore la corrección o la rapidez del cálculo me-diante recursos ingeniosos, esquemas prácticos,aparatos... Pero ¿acaso no dejan incultas ampliaszonas de la personalidad, con peligro de atrofia,estos ceñidos conceptos pragmáticos de la ins-trucción profesional? ¿Qué margen axiológicoqueda todavía al descubierto y en qué medidaconviene y es posible colmar estas manqueda-des?...

II. APRENDIZAJES

APRENDIZAJE Y FORMACION ACELERADA

Es insensato cocear contra el aguijón. La situa-ción histórica efectiva en la que el hombre tieneque desplegar su personalidad le es dada. Y en elmomento histórico en que fluimos los españolespresenta las características de una industrializa-ción incontenible; afortunadamente, como nocreo necesario demostrar. Baste para confirma-ción el dato de que en 1956 se crearon 17.407 in-dustrias, 974 más que el ario anterior. El númerode obreros empleados en las nuevas industriassobrepasaban los 60.000.

Lo que ahora pretendo es sentar esta premisacomo ineludiblemente impuesta al hombre, y co-mo fatalmente propuesta al hombre español, contodos los riesgos de deshumanización vitandosevitables. Lo que urge es no dejarse desbordar;mas no pretender retrotraer las condiciones devida y cultura a las que en el Renacimiento de-terminaron un ti po peculiar de humanismo, por-que, como afirmaba Emsmo, todo cuanto era da-ble saber estaba escrito en latín. En este esfuer-zo soteriológico se brindan aspectos y fases dis-tintas, que motivan abordamientos del problemadesde diferentes puntos. Uno de ellos es el de laFormación Profesional Acelerada.

RAZONES Y ARGUMENTOS

He aquí algunas de las razones en que se apoya.Punto de vista económico, por ejemplo, el de

la empresa: La pujanza industrial hace menestermayor número de operarios, generalmente proce-dentes del campo o de los estratos indiferencia-dos del peonaje; urge disponerlos, cuanto antesy con el menor gasto posible, para el desempeñode la tarea especifica que dentro del complejoindustrial reclama su presencia. Es como adosarun motor a una bicicleta para que corra másaprisa.

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REVISTA DE EDUCACION - ESTUDIOS

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Punta de vista político-social: La industrializa-ción se fomenta precisamente para elevar el nivelde renta de la nación y de vida de sus ciudadanos;pero la industria requerirá personal especializa-do; se impone la necesidad y aun premura de ins-truirlo, y en tal cantidad que abastezca al des-arrollo de la mecanización y acelere el procesode disfrute de las ventajas previstas, y que se ve-rifique en las condiciones de humanidad y digni-dad adecuadas.

En relación con el conjunto de la economía in-dustrial, la Formación Profesional Acelerada sepropone contribuir con ventajas como las de au-mentar el número de especialistas, permitir unamejor y más eficaz distribución de las fuerzas detrabajo, hacer posible la transferencia a la in-dustria y a los servicios de los excedentes de manode obra que pesan sobre el campo español, con-tribuir a elevar la capacidad adquisitiva de lapoblación trabajadora, dignificar el esfuerzo delhombre mediante el empleo de la máquina, au-mentar el volumen de la renta nacional y redu-cir el esfuerzo de los productores para cubrirsus necesidades básicas.

Como argumentos se aducen, entre otros, lossugeridos por las cifras y consideraciones quesiguen:

En España trabajaban, al iniciarse, un terciode la población (diez millones y pico). Cada ope-rario mantenía a otros dos improductivos. Enpaíses como Alemania, Francia, Italia, la propor-ción oscila alrededor de un operario por cada doshabitantes. Aquí, uno por cada tres.

De nuestros trabajadores, la mitad son asala-riados. Un tercio del total, en cifras redondas,son jornaleros no calificados. La mitad del totalde productores pertenecen a la agricultura.

En los países arriba citados la proporción decampesinos se aproxima a un tercio. En EstadosUnidos es un 12 por 100. El ideal se estima entorno al 20 ó 30 por 100, sobre poco más o menos.Ello significa que el agro español está sobrecar-gado de un excedente de dos millones de brace-ros, que a duras penas cobran cien jornalesal ario.

Aproximadamente la mitad de la menestrale-ría trabaja menos de dos tercios del ario.

La renta nacional por individuo era por esasfechas de:

18.500 en la agricultura.28.500 en los servicios.30.000 en la industria.

Ello parece aconsejar igualmente el desplaza-miento de los excedentes del campo hacia losservicios y la industria.

El obrero especializado cubre su dieta calóricaen dos horas, mientras el no especializado nece-sita tres.

La mecanización, en general, aumenta la pro-ductividad, elevando la capacidad adquisitiva deproductos. La mecanización está en proporcióndirecta de la especialización.

DESTREZA Y FORMACION

El punto de vista individual es, ya se vió, sub-sidiario de los dos anteriores, por lo menos enlas dimensiones económica, social y cultural. Lamayor riqueza común favorece a la cultura. Dehecho, los pueblos más cultos son modernamenteaquellos que han logrado un más alto grado deindustrialización. Esta abundancia de bienes cul-turales repercute en el ambiente general, y porretrueque en el individuo. Pero...

¿Cumple la llamada Formación Acelerada losfines de la formación profesional del a prendiz, demodo que ésta resulte inútil o, cuando menos, in-necesaria? Empleando un argumento oído de em-presarios y organizadores de empresas: puestoque el aprendizaje es más caro que la formaciónacelerada (un aprendiz supone un gasto total es-timado en 26.000 pesetas, mientras que la trans-formación de un peón en es pecialista cuesta alre-dedor de las 21.500) y su duración ocho veces ma-yor, ¿no procedería convertir las Escuelas de For-mación Profesional en Centros de FormaciónAcelerada? Al menos, en las empresas particula-res, ¿qué ventajas reporta el sostenimiento deuna escuela de aprendices sobre la adaptaciónrápida de los adultos?

No es eso todo, como se verá; pero conviene de-tenernos para no embarullamos con la variedadde los problemas. Supongo que, después de leídolo que antecede, la contestación es obvia. A mí meparece la cuestión semejante a plantear la con-veniencia de dejar el aprendizaje de las primerasletras para la edad adulta, porque se logra en me-nos tiempo y con ahorro de las escuelas prima-rias. Como reconoce la ley, el adolescente tienederecho a la formación profesional, y sin las pri-sas que interesen a la industria. Además, la For-mación Acelerada tiene un cam po extenso endonde operar, sin interferir la labor de las Escue-las de Formación Profesional Industrial. Por otraparte, habrá advertido el lector que he aplicadocuidadosamente la designación de especializadoal operario salido de la Formación Acelerada, re-servando el de calificado para aquel que cumplalos requisitos de una formación teórica suficientey aun sobrada para que no resulte estrictamentefuncional. Por fin, la apariencia actual del pro-blema puede ser un espejismo para su apreciaciónglobal: La Formación Acelerada, como organiza-ción, está comenzando a funcionar. Las tentativasde la industria particular han sido episódicas y,asimismo, recientes. Con el excedente actual demano de obra, es presumible que concurrirá al in-greso en los Centros gran número de candidatosmás aptos que lo normal , y con mayor prepara-ción. En las pruebas de selección primera, se pre-sentaron varios millares para cubrir menos delmedio millar de plazas. Actualmente, sigue sien-do muy elevada la proporción. La selección psi-cotécnica, de que soy asesor y responsable, acusamarcadas diferencias a favor de un número decandidatos cuya preparación hace innecesario un

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complemento formativo y cultural. Pero la FPAestá prevista para el peonaje. Y en España existeuna quinta parte de analfabetos. Con la amplia-ción de los centros formativos se irán agotandolos privilegiados, y al llegar a la masa, habrá queacogerse a la cruda realidad del hombre que re-macha, del hombre que suelda, del hombre quepavimenta... ¿No será mejor que quien venga adirigirle haya tenido una formación cultural pro-funda y amplia? ¿De verdad se estima más con-veniente que hasta entonces los salientes de laEscuela primaria hayan vegetado sin cultivo pro-fesional?

MINORIAS RECTORAS

Aquí está la pieza de convicción mayor, a mientender, en pro de la formación en el aprendi-zaje. El obrero estará siempre supeditado a unmando en la organización laboral. Y reclama desu superior que sepa más que él mismo, no sóloen los asuntos de la profesión, sino en otros decarácter humano, cultural, que afloran constante-mente en la relación del mundo del trabajo. Elcapataz que no sabe —o presume saber— más queel peón, pierde su autoridad, y ello es pie paraque el orden jerárquico se resquebraje. El procesode desvulgarización es lento. Los mandos no se

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pueden improvisar por formación acelarada.corrientes actuales de atención a las relacioneshumanas, dentro de la industria, han descubiertoque el mundo del trabajo trasciende a todos losrincones de la vida social y aun a la intimidadpersonal del productor. En investigaciones diri-gidas o realizadas por mí mismo en el ambientedel aprendizaje, he comprobado repetidamente lainfluencia que la formación cultural tiene sobreel éxito en el trabajo. Concretamente, por ejem-plo, la repercusión de las disci plinas llamadas for-mativas o complementarias, sobre la cualidad demejor mecánico, cifrada en la calificación delproducto. Gran afinidad encuentro entre estasrazones y las expuestas por el ministro como ra-zones de orden social, en la presentación de laley a las Cortes: «Cada vez resulta más apremian-te que haya minorías rectoras de la vida socialque encuadren y encaucen su desenvolvimientoy hagan pueblo de la masa informe. Pues bien, enesta era nuestra en que el trabajo ha adquiridouna valoración primordial, esas minorías, autén-ticas aristocracias, tienen que extraerse de la co-rriente del trabajo. entendido en su más ampliaacepción; definir a la masa como pueblo o comoplebe dependen, en gran medida, de que haya ono personas dotadas de ideas y creencias com-partidas en comunidad...»

(Concluirá en el próximo número.)

147 .LI LA EXIGENCIA DE CORRECCION ORTOGRAFICA EN EL BACHILLERATO

La exigencia de corrección ortográficaen el BachilleratoSALVADOR MAÑERO MAÑERO

Catedrático de Filosofía del Instituto de San Isidro (Madrid)

1. EL CLIMA ACTUAL,DESFAVORABLEA TAL EXIGENCIA

Una vez más, la intervención en numerosisi-mos exámenes —de diversos cursos del Bachille-rato y también de Grado— nos ha hecho reflexio-nar sobre la decadencia de la corrección orto-gráfica. Sin duda corren malos tiempos para laortografía: hay quienes piensan que escribir conacentos y puntuación es un lujo, incluso en elBachillerato; hay quienes se lamentan de la im-portancia que se concede a la corrección orto-gráfica en exámenes de Grado; hay profesoresque a la hora de calificar consideran injusto re-parar lo más mínimo en ella, si se trata de un

examen no atañente a la propia Lengua, y aunprofesores de Literatura que propenden a pare-cido criterio en exámenes de cursos superioresque tienen un contenido específico no referiblea lo ortográfico; hay, en fin, quienes, elevandotodo esto a teoría, consideran que la correcciónortográfica no puede exigirse desde luego en lasescuelas, por ser de enorme dificultad, y que acualquier edad carece de importancia, porque ala vista está que no la poseyeron hombres nota-bles en las ciencias y en las artes y en la políticacomo Menéndez Pelayo, o tal escritor o tal otropersonaje, que habían de pasar sus cuartillas ala mecanógrafa para que enmendara sus faltas.No es extraño que en tal clima la correcciónortográfica del alumno retroceda, pues apenas si