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Sep28

CUENTOS COMPLETOS - FLANNERY O'CONNOR

(Artículo incluído en el número 3 de la revista Narrativas, que acaba de publicarse en la red. Añadir también al comentario que estos días llega a las librerías la edición de bolsillo de la edición de Lumen aquí comentada, que se publicó a finales del año pasado, ocasión que facilita aún más el acercamiento a esta autora fundamental.)

Soy una de esas personas que penetran la nada. La buena gente del campo- Flannery O'Connor.

La literatura norteamericana del veinte ha creado, sobre todo, dos territorios míticos: la literatura urbana, neoyorquina, sofisticada y elegante, en la que la complejidad está servida por la trama en ocasiones pero no tanto por el estilo, el mundo de cuyos extremos tiran Fitzgerald y Auster, pero en el que caben tantos otros autores, desde O'Henry y Edith Wharton o Henry James -de estilo más que complejo- a Dorothy Parker o el mundo narrativo de un director y autor como Woody Allen, una ambientación en la que por supuesto puede encuadrarse la literatura de los suburbios, la de Carver o Cheever o el Richard Ford del díptico sobre Frank Bascombe, incluso gran parte de Updike; en el otro territorio los escritores que han buceado en las pulsiones más profundas y salvajes de una nación joven, los escritores del sur, los escritores del "gótico sureño", como se les nombró, pero que es la tradición inventada por Mark Twain y Bret Harte y que explotó narrativamente con Faulkner, al que siguieron Carson McCullers o Truman Capote, y cuyos herederos más actuales son autores del hilo de Sam Shepard y sobre todo Cormar McCarthy. Esta corriente, potente y caudalosa como la imagen serpeteante de la gran madre acuática de todos ellos, el río Mississippi, es la literatura del gran estilo americano, la que bebe de Melville, Thoreau y Emerson, y ha permitido que dentro de ella germinen las herencias míticas y bíblicas de los fundadores de la nación, pero también las amenazas difusas, los conceptos misteriosos que cualquier terreno de conquista o frontera conlleva. Es una literatura del terror íntimo pero a la vez exagerado, de los miedos colectivos, la literatura de personajes que miran dentro de sí pero explotan de cara a una colectividad que se ve afectada por el fermento interior de una religiosidad abusiva y

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una naturaleza esplendorosa pero también un tanto maléfica. La literatura del lenguaje barroco y las citas bíblicas, la que aún no concibe los Estados Unidos -al contrario que la otra corriente urbana- como nuevo imperio mundial, la literatura que está segura de que en el centro de la granja más perdida de Kansas habita una imagen del infierno y la desolación. La literatura que busca la tierra prometida, ensimismada y en la que cualquier muestra de sensualidad está habitada por la perdición.Es una literatura de genealogías, Abraham engendró a Isaac, y todo eso, y por eso este comienzo para hablar de una mujer tranquila, de vida apartada y breve, una enferma crónica, que fundó su propio condado de la que ella era gobernadora y sheriff. "Sin county", pudo llamarle, siguiendo con los paralelismos ciudad-campo. Porque Flannery O'Connor, de la que Lumen ha editado sus "Cuentos completos" en edición bellísima, era una escritora de pueblo, y de hecho cuando sus personajes viajan a la ciudad se sienten desubicados y no hacen sino comprobar la inutilidad del movimiento. Como en una iglesia, los fieles han de permanecer frente al altar en que se proclama el sermón. No se han de buscar nuevas experiencias: en la ciudad sólo hay pérdida, borracheras, tatuajes desoladores, aunque lo cierto es que son ellos, los propios personajes, los que trasladan su violencia interior al mundo urbano, y no al contrario. Es la ciudad la que debe temerles, como animales furiosos abandonados en la calle principal. Por supuesto, ellos como mucho llegan a ser conscientes de que un dolor interior les va descomponiendo, y lo llaman pecado, lo llaman presencia de lo diabólico, lo llaman infierno. Encerrados solitarios en sus granjas, rodeados de sus cultivos y, más allá, de cielos enrojecidos y amenazadores, de líneas en las que el bosque comienza, miran al exterior y sólo ven un enorme incendio que los devora, pero cuando en busca de reposo se miran a sí mismos hallan una pavorosa catástrofe, un viento que amenaza con barrerlos definitivamente. Por eso los personajes de Flannery O'Connor lanzan plegarias, piden ayuda, pero acaban por desistir y toman el atajo de la explosión violenta, confiando en una posterior redención que dé sentido a sus vidas. Sus cuentos están recorridos por aguafiestas y santurrones, por filántropos y malvados que venden biblias a domicilio con una sonrisa inocente, por gentes que pasan por granjas que conocieron mejores tiempos, en las que los negros comienzan a ser personas, con maletas cerradas llenas de serpientes venenosas. En sus relatos siempre hay un revólver cargado, y hasta el final desconocemos si está escondido en un cajón del dormitorio o agarrado al corazón desbordado del protagonista. Lo que tenemos que tener es la seguridad de que, siguiendo la máxima de Chéjov, al final alguien utiliza ese revólver.

Flannery, tan dulce y tan perversa, tan retorcida y tan maravillosa, quizás no ha habido otra escritora o escritor/escritora, que ya no sabe uno cómo debe decirlo, con su capacidad para hacer visible el mal y trasladarnos la sensación de dolor. El mal es para ella un cocodrilo que surje de improviso a la orilla de un río tranquilo y nos arrastra hasta el fondo. El mal es aquello que más tememos pero que sin embargo más deseamos, es ese fondo de tinieblas que nos

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angustia conocer, pero que al tiempo necesitamos tocar, para ser conscientes de nuestro papel en el mundo -lo que se revela inútil, acaba no habiendo papel y sólo violencia y dolor-. Porque este libro se podría llamar "Crónicas del dolor". Nunca antes yo había sentido físicamente, durante la lectura de un libro, la sensación de dolor y humillación que sufre la protagonista de "La buena gente del campo". Digo sentir y me refiero a sentir, no crean. Flannery es peligrosa porque nos traspasa con sus flechas y podemos desangrarnos, pero bendita hemorragia la de su literatura, exacta y a la vez desbordada, pletórica, enérgica y siempre delicada, matizada, detallista. Es uno de los libros de mi vida, y me pregunto cómo uno puede salir de Faulkner y llegar a Capote y no pasar por ella, cómo es eso posible, y me demuestra que aún hay demasiada belleza escondida, demasiado talento al que servir, al que rendir tributo de admiración.Aquejada de lupus, enfermedad degenerativa, Flannery O'Connor tuvo tiempo para reflexionar, mirar alrededor, meditar estructuras parecidas y sin embargo siempre variadas. Su visión del problema racial es asombrada e impávida. Los negros son personajes fundamentales de sus cuentos pero a la vez ella confiesa, como muchos de sus protagonistas, su dificultad para penetrar en ellos como personas, más allá de verlos como criaturas míticas. Porque si ese aspecto de su obra quizás es lo más superado de sus relatos -aunque nos permite tener una vibrante visión de lo que el final de los cincuenta y los primeros sesenta supusieron en el sur de Estados Unidos respecto de la integración racial- al tiempo le aporta a la narración una potencia indiscutible si lo contemplamos desde la visión mítica de un país salvaje, en formación, forjado sobre la explotación y la cercanía de la nada, de la no existencia, de los miedos extendidos sobre llanuras interminables y un gran río hondo. En ocasiones, los personajes de Flannery O'Connor miran a sus empleados negros con el pavor que despertaban en las historias de Lovecraft sus enloquecidas criaturas. No es racismo -lo es en sus personajes, pero no en la mirada de la autora- sino miedo a las pulsiones vilentas que la relación con ellos comienza a despertar en los personajes en la medida en que los negros han despertado al fin y no se limitan a servir sin más las órdenes del patrón.Flannery se dedicó a la cría de pavos reales. Dueña de una granja que llevaba adelante con determinación y gran esfuerzo, consagrada a la literatura, este detalle se me antoja una bella metáfora de su obra: belleza entre lo árido, confianza en tierra violenta, imagino a la escritora contemplando el despliegue de las colas de sus animales y no puedo dejar de asimilarlo al dominio de O'Connor para introducirnos en sus historias y llevarnos de la mano hasta alcanzar un final las más de las veces sobrecogedor. Sus finales son siempre violentos porque ella, católica en tierra de protestantes, creía en la capacidad purificadora del rayo de Dios. Así, sus conclusiones siempre son como restallantes latigazos que nos dejan marcados durante horas, lo que obliga a una lectura meditada y lenta de sus historias, puesto que cada una de ellas nos envuelve como un aroma sucio pero apetecible del que no es fácil desprenderse. "La vileza flotaba a su alrededor como un perfume, y tan cerca que parecía tener su origen en su propio aliento."Como ella misma, muchos de sus personajes tienen defectos físicos, taras que ejemplifican la imperfección del ser humano frente a la grandeza justiciera de Dios. Cojos, piernas amputadas, dolores, reúmas, la simple vejez actuando como un freno a la plenitud del hombre, mientras los jóvenes sin tara suelen contener una semilla de maldad, como en aquella película de Richard Brooks, son el germen del diablo en la tierra. Los pocos muchachos inocentes de sus historias -"El río", "Los lisiados serán los primeros"- acaban pereciendo arrastrados por la propia incomprensión de aquellos que pueden ayudarles. El mal nos toma, el bien nos ignora, parece indicar la escritora. El bien es una conquista imposible, tarea de santos, y los niños no tienen armas, están solos. No pueden adquirir la santidad, son víctimas perfectas para el diablo. Porque el diablo vive entre nosotros, por mucho que nos tatuemos a nuestra espalda la imagen referencial del bien, "La espalda de Parker", lo que convierte a su personaje, O.E. Parker, en el vivo reverso de Cristo, en un Diablo ambulante. Ese relato prodigioso tiene una imaginería que, además de resultar actual en una época como la nuestra, de tatuajes y piercings, nos remite a la obra de otro artista atormentado y religioso,

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Martin Scorsese. En "El cabo del miedo", la imagen de Robert de Niro, Max Cady, tatuado por completo, está sacada tanto de este relato, "La espalda de Parker", como del predicador de "La noche del cazador", otra historia con ecos de Flannery O'Connor. Pero hay más, puesto que "Partridge en fiestas" es una increíble anticipación, en muchos sentidos, de "A sangre fría" de Capote -autor al que Flannery O'Connor parecía detestar-, y sin ir más lejos el mundo dominado por una sensualidad perversa de "Otras voces, otros ámbitos" de Capote es el mundo de Flannery O'Connor.Junto a los antedichos, "Un hombre bueno es difícil de encontrar", su relato más conocido, el encuentro entre una vieja charlatana y un asesino en serie, "La persona desplazada", una historia sobre el miedo que nos infunde el extranjero, una historia más que actual, "El templo del Espíritu Santo", "El negro artificial", "Una vista del bosque", son obras maestras absolutas del relato corto, de la literatura sin más. Leer a Flannery O'Connor, este libro que Lumen nos ha regalado como se hace entrega de una reliquia consagrada y milagrosa, tiene la capacidad de fascinarnos a cada página y permitirnos descubrir a una escritora que logró la perfección de estos relatos antes de morir con sólo 39 años. Como Carver o Chéjov, como Fitzgerald o Jack London, murieron en la plenitud de su arte, cuando su territorio literario aún no estaba conquistado del todo, y aunque no forma sino parte de un tópico muchas veces utilizado, uno siente escalofríos al pensar en el camino que esta mujer habría recorrido todavía -ahora tendría ochenta y un años de estar viva, ¡todavía podría estar entre nosotros!-, al imaginar la infinita gama de colores que habría dibujado en esas colas de pavo real con que ahuyentó sus sueños de maldades ardientes y pecados sin reparar.Publicado 28th September 2006 por Miguel Ángel Muñoz Etiquetas: Libros de relatos

El síndrome Chéjov -

Miguel Ángel Muñoz

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Mar14

Abraham Lincoln, cazador de vampiros y amigo de marxistas Este es un libro con algún truco y varias sorpresas. El truco está en que la anunciada correspondencia entre Abraham Lincoln y Karl Marx no es tal. Ambos estuvieron en comunicación, aunque por persona interpuesta. Ante la reelección de Lincoln para un nuevo mandato en 1864, y con la Guerra de Secesión habiendo dado un vuelco en favor de los unionistas, Marx redacta una carta en nombre de la Asociación Internacional de Trabajadores. A su comienzo define la reelección del republicano como un grito de guerra triunfal que el pueblo americano había pronunciado: “¡muerte a la esclavitud!”. Lincoln acusa recibo a través de su embajador en Londres, Charles Francis Adams, en misiva que será publicada en The Times.

Mar9

MEDARDO FRAILE HA MUERTO Esta mañana ha muerto Medardo Fraile, decano, con Juan Eduardo Zúñiga, del cuento en España. Nació en Madrid en 1925. Perteneció a la generación del medio siglo, la misma de Ferlosio, Martín

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Gaite y Aldecoa, y de la que él era en realidad uno de los últimos supervivientes. No tuve la fortuna de conocerlo, y siempre eché de menos no haberlo entrevistado en su momento para este blog.

Mar7

La cuarta de The wire Este fin de semana acabé de leer el cuarto tomo de la novela The wire.

Mar5

Litoral - Líneas marítimas La revista Litoral acaba de publicar un nuevo número,titulado Líneas Marítimas, en el que se hace bellísimo repaso al mundo de la navegación y su relación con el mundo del arte y la literatura. Con una factura visual que le hace a uno retrotraerse a la época infantil en que el sueño con travesías imaginarias era frecuente, y plausible, la revista-libro hace un repaso completo a todos los aspectos del mundo de la mar.

Feb26

Tres novedades del cuarto fantástico En uno de los capítulos de mi libro de entrevistas La familia del aire recogí tres entrevistas a escritores unidos por su cultivo del cuento fantástico. El cuarto fantástico se titulaba aquel segmento integrado por Ángel Olgoso, Manuel Moyano y Juan Jacinto Muñoz Rengel. Los nuevos proyectos de todos ellos coinciden ahora en las librerías. El azar los ha reunido en las mesas de novedades y yo, por mi santa voluntad, los uno en esta entrada de blog.

Feb20

Fragmentos: Mary Robison Marty se sentó en un gran sillón de madera decorado con viejos hierros de marcar ganado. Hoyt se dejó caer en un sofá de las dimensiones de una gran barca de remos.

-¿Te ha contado tu madre lo de Henry Kissinger? -preguntó Hoyt, enlazando sus manos detrás de la nuca-. Es la cosa más jodida del mundo. ¿Te lo ha dicho? No te lo vas a creer.

-No creo -dijo Marty-. No

-Ben Deveron y su mujer, no los conoces, se van a comer al Derby y ahí está, Henry Kissinger.

-¿De verdad? -exclamó Marty.

Feb18

Dime - Mary Robison. Mary Robison (Washington, 1949), pertenece a la potente generación de cuentistas (así, en femenino) que incluye también a Ann Beattie, Lydia Davis, Amy Hempel y Deborah Eisenberg, nacidas entre 1945 y 1951. Unos años más joven es Lorrie Moore. Todas ellas tienen un marcado aire generacional, parecido estilo literario y un modo similar de afrontar la tarea de contar cuentos.

Feb

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Salinger dialogando Aunque una novela mítica, El guardián entre el centeno, y la fama a la que lo condenó, hiciera de Mr. Jerome David Salinger un tipo raro que dejó de hablar con el mundo, sus cuentos son muy recomendables precisamente por su afán dialogante. Nueve cuentos, Nine Stories. Apenas puede imaginarse un título más descriptivo, más átono, más administrativo para un conjunto de narraciones tocadas por eso tan difícil de conseguir en el relato corto: la Gracia.

Feb11

Danzas de guerra - Sherman Alexie La condición de Sherman Alexie (Wellpinit, Washington, 1966) como miembro de la tribu india spokane funciona como un mcguffin en todos sus relatos. Parece que sus cuentos tratan sobre la difícil condición del indio contemporáneo, y en realidad sus historias tratan de otras cosas.

Feb9