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TODO POR EL PREMIO Cómo lograr casi cualquier propósito Tres tesoros ¿Para qué sirve la fe? Los frutos de la perseverancia El que la sigue, la consigue CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

Septiembre de 2011: Optimismo

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Si bien la sola fuerza de voluntad basta para sacarnos de muchos atolladeros que se nos presentan en la vida, únicamente Dios puede librarnos de los más difíciles; y no solo lo hace con mucho gusto, sino que además se vale de ellos para volvernos mejores.

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TODO POR EL PREMIOCómo lograr casi cualquier propósito

Tres tesoros¿Para qué sirve la fe?

Los frutos de la perseveranciaEl que la sigue, la consigue

C A M B I A T U M U N D O C A M B I A N D O T U V I DA

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Año 13, número 9

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Director GabrielGarcíaV.Diseño GentianSuçiProducción SamuelKeating

© Aurora Production AG, 2012www.auroraproduction.com Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd.A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión Reina-Valera, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.

A N U E S T ROS A M IG OS

¡Ojalá tuvieras oportunidad de conocer a tres personas que me han causado honda impresión! Adivinarías enseguida el tema del presente número de Conéctate.

La primera fue un ayudante de camarero que desde su silla de ruedas me despejó la mesa con tanta simpatía y encanto que no me sorprendió que a la salida el gerente me dijera que lo consideraba su empleado más valioso. «Son más las personas que vienen por él que por la comida», me confió.

La segunda es un mendigo invidente. Su sonrisa y las efusivas bendiciones que prodiga me inducen a buscarlo cada vez que paso por donde suele estar. Jesús enseñó que es más bienaventurado dar que recibir. Mi amigo invidente comunica fe.

La tercera fue una cajera de mediana edad que, después de quién sabe cuántas horas de estar de pie, sacó el ánimo para decirme: «¡Caballero, que tenga un buen día!», con una sinceridad tal que cambió totalmente el cariz de aquella jornada para mí. Aunque esa señora le dijo lo mismo al cliente que estaba antes que yo y al que me seguía, el que naufragaba aquel día en un mar de desventuras era yo, y ella fue mi salvavidas.

¿Qué hace que personas como esas nos provoquen envidia, tal vez no de sus circunstancias, pero sí de su alegre temperamento? Como ángeles camuflados, esos insospechados paladines de la buena voluntad parecieran exclamar: «¡Incorpórate a nuestras filas!»

Queriendo descubrir el secreto de su buen talante, busqué un denominador común: ¿cómo es que logran, además de superar su suerte adversa, arrastrar a otros consigo? Pues creo que lo hallé: sienten tanta gratitud que no pierden tiempo deseando haber nacido bajo mejor estrella. Solo sabiéndose amado por Dios, con la consiguiente seguridad que eso inspira, puede uno tener una actitud tan victoriosa. Si en estos momentos ese sentimiento te es ajeno, ¡ojalá que para cuando termines de leer el presente número de Conéctate se te haya contagiado! ¡Únete a este singular equipo!

GabrielEn nombre de Conéctate

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Ben es un caballero canoso, cuya casa se encuentra en mi ruta de diligen-cias. Siempre me saluda cordialmente, y con el tiempo nos hemos hecho buenos amigos. Por su actitud alegre y su persona-lidad vivaz, es un placer para mí estar en su compañía a pesar de la diferencia de edad que existe entre los dos.

La primavera pasada Ben se resbaló en el piso mojado del baño, cayó de espaldas y se dio un fuerte golpe en la cabeza. El impacto le provocó un derrame cerebral que le dejó como secuelas recurrentes mareos y dolores de cabeza, visión borrosa, daño permanente en el ojo izquierdo y pérdida de resistencia.

Después que su nieta nos avisó por teléfono de lo ocurrido, fui a verlo al hospital. Me imaginaba que un Ben triste y decaído me saludaría, pero sorpresivamente me recibió con una sonrisa, y me hizo señas con la mano desde su silla de ruedas con su habitual entusiasmo. Hablaba lenta y vacilantemente, y se lo veía un poco adolorido; sin embargo, en ningún momento se le borró del rostro su radiante sonrisa. Disfrutamos de un estupendo rato juntos, adornado con su risa y su refrescante sentido del humor. ¿Cómo podía seguir siendo tan optimista después de un acci-dente que había mermado tanto su salud?

Como si adivinara lo que yo estaba pensando, Ben me tocó el brazo y me dijo:

—¿Sabes, Elsa? Mi papá ya tiene 100 años, pero es más fuerte que yo. Hace poco se cayó por las escaleras. La mayoría de la gente de su edad habría muerto al instante o al menos sufrido una lesión permanente. ¡Mi papá no! Se levantó como si nada, dio media vuelta y se puso otra vez a subir por la escalera.

Me quedé boquiabierta.—Puede que yo no tenga la fuerza

física de mi padre —continuó Ben—, pero puedo hacer mía su fortaleza de espíritu. Volveré a levantarme.

En el camino a casa reflexioné mucho. ¿Cuántas veces he pisado en falso y me he caído al probar algo nuevo, al tratar de dejar una mala costumbre o alcanzar un objetivo? Y ¿cuántas veces me he quedado dudando de si tenía la fuerza o la voluntad para levantarme y volver a intentarlo? Cada vez que me negué a darme por vencida encontré en lo pro-fundo de mi ser la fuerza para levantarme.

Aunque los fracasos, las decepciones y los reveses son parte de la vida, no tengo que dejarme vencer por esas cosas. Como dijo Ben aquel día:

—Mientras tenga vida, tengo la opción de no darme por vencido.

Elsa Sichrovsky es estudiante de secu n­daria y vive con su familia en Taiwán. ■

¡NUNCA TE DES POR VENCIDO!

Elsa Sichrovsky

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1. Salmo 34:19 (RVR 95)

2. 1 Corintios 10:13

3. Salmo 55:22 (RVR 95)

4. 1 Reyes 8:56 (NVI)

5. Números 23:19 (RVR 95)

6. 2 Corintios 1:4

7. Santiago 1:2–4

8. V. Atribulados, mas no angustiados en la

contraportada de la revista

9. Romanos 8:18

10. Colosenses 1:23 (NVI)

11. Susan Taylor (1946– ), periodista

estadounidense

ciernen sobre mí como una nube negra y mis emociones me abruman? Cuando no sé si lograré aguantar, ¿qué me ayuda a no sucumbir a esos sentimientos de zozobra?

Si la respuesta es la fe, ¿cómo actúa? ¿Qué puedo hacer para tener fe? Más aún, ¿qué hace la fe por mí?

Reflexioné sobre esos interrogan-tes y me vinieron algunas respuestas, que para mí son como un tesoro, porque puedo echar mano de ellas cuando mi fe necesita un estímulo. A continuación presento tres:

Repasando las promesas de Dios adquiero confianza. Si la fe es dar por cierto lo que Dios ha dicho que hará, ¿qué es lo que espero que haga? En términos generales, confío en que se encargue de que a la postre las cosas resulten bien; y en términos más concretos, suelo apo-yarme en algo que Él ha dicho, una promesa en particular que Él haya hecho y que encaje con mi situación en determinado momento. Aquí van tres ejemplos. Son promesas de la

Biblia que me aprendí de memoria hace muchos años y que nunca me han defraudado.

«Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo librará el Señor»1.

«No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir»2.

«Echa sobre el Señor tu carga y Él te sostendrá; no dejará para siempre caído al justo»3.

Mi fe en las promesas de Dios me ha fortalecido y me ha sacado de muchas dificultades. A mi juicio, tengo todas las razones del mundo para seguir confiando en el Señor, sobre todo en épocas de prueba, ya que Él no me ha fallado nunca. A Su tiempo siempre me saca de apuros, contesta mis preguntas, me infunde paz interior, me tranquiliza, cura mis dolencias o me proporciona orientación.

Estoy segura de que no faltará a Su Palabra; Él lo ha dicho. Sean

T R E S T E S O R O S

María Fontaine

Hace poco me planteé la pregunta: ¿Qué me mantiene firme en épocas de crisis? ¿Qué me mantiene estimulada e impide que me rinda y diga: «No quiero esfor-zarme más», «No quiero entregarme tanto», «No quiero seguir desvelán-dome por los demás», «No quiero sufrir más desengaños», «Esta carga es muy onerosa, no la quiero llevar más»?

¿Qué antídotos tengo para no dudar de las promesas de Dios cuando mis defectos y fracasos se

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cuales sean las circunstancias, opto por depositar mi confianza en Él, por creer, persistentemente, que Él tiene poder para cambiar la situación.

«No ha dejado de cumplir ni una sola de las gratas promesas que hizo»4.

«¿Acaso [Dios] dice y no hace? ¿Acaso promete y no cumple?»5

Para mí es un estímulo saber que las duras experiencias que vivo me ponen en mejor situación para ayudar al prójimo. Dios no siempre nos ahorra el trastorno de pasar por pruebas y tribulaciones, ni nos libra de ellas en un santiamén. Más bien nos consuela mientras las atravesa-mos. Lo hace «para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios»6.

Aunque el soportar las dificulta-des no tuviera otro premio que ese,

valdría la pena. No se me ocurre nada más gratificador que contri-buir a que una persona experimente una transformación magnífica y duradera porque la hice partícipe de ese tesoro, de la seguridad de que Dios la acompañará en sus dificul-tades y la sacará a flote tal y como lo ha hecho conmigo.

Recordar que la paciencia tiene su compensación me ayuda a ser menos impa-ciente. Tomás de Kempis escribió: «No hay otra forma de escapar de la tribulación y la tristeza que sopor-tándolas con paciencia». Puede que eso sea cierto, pero no es muy recon-fortante que digamos. Cuando uno atraviesa una crisis necesita saber que el esfuerzo que está haciendo valdrá la pena. Dios nos da esa garantía. «Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia —escribió el apóstol Santiago—. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis

perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna»7.

Tengamos presente lo que el apóstol Pablo, que sufrió más que la mayoría de nosotros8, tuvo el ánimo de decir: «Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse»9. Amén de señalarnos el glorioso desenlace, Pablo nos recuerda que nuestros sufrimientos se circunscriben al presente; no serán eternos.

Ese es, pues, otro elemento que me mantiene «firme en la fe, bien cimentada y estable»10. Sé por experiencia propia que los sentimientos de agitación, desencanto y tristeza a la larga se desvanecerán. Así pues, trato de ser valiente y echar pa’lante, aun cuando no me sienta nada bien.

María Fontaine y su esposo, Peter Amsterdam, dirigen el movimiento cristiano La Familia Internacional. ■

Las semillas de fe están siempre dentro de nosotros; en ciertas ocasiones es necesaria una crisis para estimular su crecimiento.Susan Taylor11

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Colecciono tréboles de cuatro hojas. Es una especie de pasatiempo, como tejer o tirar a canasta con una pelota de baloncesto.

El noble credo de los colec-cionistas de tréboles es que cada hoja representa algo: la primera, esperanza; la segunda, fe; la tercera, amor; y la cuarta, como es lógico, buena suerte. Para la mayoría de los afortunados que encuentran un trébol de cuatro hojas, la cuarta sig-nifica un día dichoso, salud, un beso de parte de Dios o quizás un sabroso refrigerio. Para mí, representa otra pieza valiosa en mi colección.

Hace cinco años encontré mi primer trébol de cuatro hojas. Estaba yo sentado en una sombría gasolinera, mirándome los zapatos con tristeza, cuando de reojo observé en un rincón con hierba un trébol que me sonreía. En aquel día anubarrado, era lo único radiante que se veía en toda la bomba de

LA CUARTA HOJAJoe Johnston

gasolina. Casi lo dejo ahí sin tocarlo para que pudiera regalar sonrisas a otros, y por un rato así fue. Aunque un bicho hambriento había hecho un agujero en una de las hojas, el trébol no paraba de sonreírme. Al cabo de unos instantes, le devolví la sonrisa.

Acabé por llevármelo. No pude resistirme. Ese día la cuarta hoja significó alegría, algo que necesitaba enormemente. Sin embargo, no tuve ningún gran golpe de suerte. Puse el trébol a secar y prensar entre las hojas de mi biblia y ahí lo dejé olvidado.

Tiempo después, por casualidad, se lo mencioné a unos amigos, y terminamos pasando de mano en mano mi biblia con el trébol de cuatro hojas. La cuarta hoja, medio comida por un insecto, seguía son-riendo. Muchos nunca habían visto un trébol de cuatro hojas, y todos se ofrecieron a andar con ojo avizor por si encontraban nuevos especímenes para a mi colección.

Los aportes no se hicieron esperar. A la semana siguiente Jessica me tenía preparados cuatro tréboles ya prensados, que puse junto al primero, el patriarca sonriente con el trozo comido. En las semanas posteriores otros amigos me trajeron más. Al poco tiempo ya tenía una nutrida comunidad en mi biblia.

Así y todo, yo mismo no había encontrado sino uno.

De vez en cuando buscaba esos escurridizos tréboles de cuatro hojas tanteando en mullidos prados que me había abstenido de pisar. Encontré muchos de tres hojas y hasta algunos de dos, pero ninguno de cuatro. No podía evitar sentir cierta contrariedad cuando Jessica, semana tras semana, me traía dos o tres de cuatro hojas para engrosar mi colección.

Se calcula que hay aproximada-mente 10.000 tréboles de tres hojas por cada uno de cuatro. Con una probabilidad tan baja de hallar uno de cuatro, ¿quién se va a atrever?

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LA CUARTA HOJAJoe Johnston

Por lo visto, Jessica.La semana siguiente me trajo

nada menos que siete diminutos tréboles de cuatro hojas. Sonreían entre sus dedos. La cuarta hoja, como de costumbre, era más pequeña que las otras. «No hay derecho —me quejé para mis adentros mientras los guardaba en mi biblia—. ¿Quién tiene tiempo para buscar entre miles y miles de ejemplares?» Ella era profesora de un grupo de niños, y con frecuencia buscaba tréboles para mí mientras los chiquillos jugaban tranquilos en el parque a su lado.

Me volví para expresarle mi sentido aprecio; pero antes que yo atinara a pronunciar palabra, ella, con una sonrisa maliciosa, se sacó de la manga su mayor contribu-ción: ¡un trébol precioso con nada

menos que seis hojas de color verde esmeralda! Los ángeles entonaron cánticos mientras yo me postraba de rodillas.

No aguanté un segundo más. Cuando el coro terminó de cantar, y se apagó el rayo de luz que caía sobre el santo grial de los tréboles, lo tomé con ternura y le rogué a Jessica que me revelara su secreto.

Nunca se me olvidará lo que me dijo.

—No tengo ninguno —insistió.Luego dio con una inspiradora

verdad que ni en mil años perderá su validez. Con los labios apretados y los ojos brillantes susurró:

—No paro de buscar hasta que encuentro uno.

Muy cierto.Desde entonces he encontrado

muchos, muchísimos tréboles de cuatro hojas. Y mi colección ya ocupa páginas y más páginas de mi biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Todo se remite

a ese principio esencial: No dejes de buscar hasta que encuentres uno.

¿Te asusta la probabilidad de diez mil contra uno? Edison fracasó dos mil veces antes de inventar la bombilla eléctrica; pero bastó con que tuviera éxito una vez para que empezara a iluminar el mundo. ¿Tienes tiempo para buscar entre diez mil que no son? Depende de la pasión con que desees obtener el premio.

Ya sea que busques tréboles, éxitos o amor, toma la resolución de no parar hasta que consigas lo que quieres. Es posible que en tu próximo intento lo encuentres.

¡Quién sabe si la cuarta hoja del trébol no representa salud, ni alegría, ni buena fortuna!

Quizá significa perseverancia.

Joe Johnston tr abaja como escr itor y r edactor de libros par a otr as personas. Vive en México. ■

Persiste con tenacidad y descubrirás que los límites de tu tenacidad trascienden con creces la tenacidad de tus límites. Robert Brault1

1. Robert Brault, escritor

norteamericano independiente;

www.robertbrault.com

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Con el correr de los años he observado que el Señor ha bendecido extraordi­nariamente a amigos que aprecio mucho. Algunos de ellos pasaron por época tras época de increíbles pruebas. Se enfrentaron a grandes dificultades, sufrieron profundas decepciones, y el cum-plimiento de sus sueños y deseos les fue esquivo. De vez en cuando le

LOS FRUTOS DE LA PERSEVERANCIAPeter Amsterdam

comentaba a mi esposa, María: «Será una satisfacción muy grande verlos verdaderamente felices». Por eso no deja de maravillarme que hoy por hoy casi todos lo sean.

Hace un par de años asistí a la ceremonia nupcial de una de esas amigas, que se había casado unos meses antes en otro país. Al volver a casa, ella y su esposo querían celebrar de nuevo su matrimonio con algunos de nosotros que no pudimos asistir a la boda. Yo sabía que desde hacía tiempo ella deseaba formar familia, pero las cosas no se habían dado. La

espera y la incertidumbre la pusieron a prueba; pero no dejó de confiar en que Dios tenía un buen designio para ella. Tras años de espera, el Señor le trajo a ella el hombre indicado, y a él la mujer idónea. Ahora tiene un esposo estupendo y una hermosa nena. Por mucho que le costó aquella espera, bien valió la pena.

El verla tan feliz —y pensar en otras amistades que han pasado por largas pruebas— me ayuda a confiar en Dios cuando las cosas se ponen muy cuesta arriba. Cada uno de esos amigos pasó por su «valle de sombra de muerte»1, saturado de dificultades, de desesperanza y 1. Salmo 23:4

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Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, y confía en Él; y Él hará. Salmo 37:4,5

de circunstancias que escapaban a su control. En algunos casos no había otra salida que esperar y confiar en que, con el tiempo, la situación mejoraría. Lo más sensato que podían hacer era soportar estoicamente la experiencia, y eso suponía confiar en Dios mientras peregrinaban por aquel valle. A veces me pedían asesoramiento y, si bien oraba por ellos y procuraba inyectar-les ánimo y consuelo, las más de las veces no había nada que yo pudiera hacer en la práctica para ayudarlos.

No obstante, cada uno de ellos perseveró hasta superar sus difi-cultades. Se aferraron al Señor; no se rindieron. Cruzaron el valle y llegaron al otro lado. Aquellas difi-cultades a la larga quedaron atrás. Hoy su situación es muy distinta, y son mucho más felices. Bien valió la pena que confiaran y tuvieran fe en el Señor.

Además de la alegría que siento por esos amigos, yo los admiro mucho. A cada uno le llevó bastante

tiempo pasar por su particular valle de lágrimas; años en algunos casos. Sin embargo, cada uno de ellos resistió, y como consecuencia se fortaleció y es ahora más feliz.

Hoy precisamente recordé una época de abatimiento por la que pasé, un período en el que me enfrenté a las pruebas más extremas que había tenido hasta entonces. El caso era que no podía hacer nada para remediar aquel estado de cosas, salvo orar y encomendarle el desenlace a Dios, pedirle que alterara la situación o que me diera la gracia para soportarla. Felizmente hizo las dos cosas, y todavía se lo agradezco.

En aquellas semanas traumáticas una persona muy amiga mía me dio un cuaderno en el que había pegado varios versículos de la Biblia. Algunas noches yo no acertaba a hacer otra cosa que acurrucarme en la cama y leer esos versos. Ninguna otra cosa me proporcionaba alivio. Esa libreta de versículos fue mi salvación.

Con el tiempo terminé de cruzar aquel valle. Varios años atrás le presté ese cuaderno a otra amiga que pasaba por una época turbulenta. Hace poco, cuando me lo devolvió,

evocamos todo lo que había reco-rrido durante los últimos años, y hablamos de cómo ha madurado y cambiado y de que ahora goza de mucha más tranquilidad y está mucho más contenta.

Esos sucesos de mi vida y de la de otras personas me han hecho ver la importancia de confiar en Dios en las épocas difíciles. La mayoría de las pruebas y tribulaciones no pasan enseguida; a veces duran mucho tiempo. Al encontrarse en una situación así, es posible que uno se sienta desgarrado. A veces todo lo que se puede hacer es rogar a Jesús, aferrarse con fuerza a las promesas de Su Palabra, luchar por sobrevi-vir… y confiar.

Viendo a mi amiga que se casó hace poco, a la otra que me devolvió mi cuaderno de supervivencia, y pensando en otros amigos que en uno u otro momento creyeron que jamás volverían a ser felices y ahora lo son, he entendido que existe una nueva vida después de pasar por el valle de sombra de muerte. Vale la pena aguantar, vale la pena esperar, vale la pena luchar.

Peter A mster da m y su esposa, M ar ía Fontaine, dir igen el movimiento La Fa milia Inter nacional. ■

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111. Pasa ratos significativos leyendo la Palabra1. Léela, escúchala, memorízala, medita sobre ella. «Deseen con ansias la leche pura de la Palabra, como niños recién naci-dos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación»2.

2. Lee relatos de intervención divina. Los testimonios de oraciones respondidas, tanto de la Biblia como de la actualidad, trasladan las pro-mesas de ayuda divina al terreno de lo práctico. Lo que Él ha hecho por otras personas, lo puede hacer por ti.

3. Pon a prueba las promesas de Dios. A medida que estudies la Palabra, ve elaborando una lista de versículos que contengan promesas divinas para diversas situaciones. Cuando ores, exígele a Dios que cumpla lo prometido.

4. No pierdas el optimismo. Considera las situaciones difíciles, los obstáculos y los desafíos como oportunidades de expandir tu fe.

CONSEJOS PARAFORTALECER LA FE

5. Presenta tus problemas e inquietudes a Dios en oración. Él dice: «Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces»3. Conforme aprendas a trabajar más estrechamente con Dios para obtener de Él soluciones y respuestas, adquirirás más conciencia de Su amor y auxilio omnipresentes.

6. Acoge los cambios. Los grandes cambios de circunstan-cias a veces nos incomodan y desestabilizan. Al mismo tiempo, esas alteraciones son el caldo de cultivo de la fe, toda vez que nos obligan a tomar determinaciones. ¿Dejaremos el desenlace en manos de Dios? Cada vez que deposita-mos nuestra confianza en Dios y Él cumple lo prometido, nos resulta más fácil confiar en que Él nos ayudará a salvar el siguiente escollo.

7. Ora, no solo con la esperanza de que todo se arregle de la mejor manera, sino dando por hecho que así será. Cuando das gracias a Dios por responder a tus

oraciones aun antes de que se mate-rialicen las respuestas, la necesidad pasa a un segundo plano, y todo el énfasis se pone en la capacidad de Dios para satisfacerla.

8. Lleva un diario en el que detalles por qué cosas rezas y en qué fecha. Luego ve marcando las peticiones que Dios responda. De vez en cuando repasa los resultados.

9. Lleva un registro de promesas invocadas y cumplidas. Anota qué promesas invocaste en determinada situación y repasa la lista cuando te haga falta una inyección de fe para superar el siguiente obstáculo.

10. Toma decisiones basadas en la Palabra. Cuanto más aprendas a proceder según los principios y promesas de la Palabra de Dios, más experimentarás Su poder, lo que a su vez te dará más fe para cuando le presentes otras necesidades en oración.

11. Da testimonio del poder de Dios. Contando cómo Él te ha ayudado fortalecerás tu fe y la de todos los que te oigan. ■

1. V. Romanos 10:17

2. 1 Pedro 2:2 (NVI)

3. Jeremías 33:3

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1. Hebreos 12:1,2

No sé cómo sobreviven las elefantas a 22 meses de embarazo. He tenido dos emba-razos, y nueve meses es más que suficiente para mí. Me pasé semanas en que no veía la hora de que naciera el bebé. Sin embargo, al empezar el duro trabajo de parto me pareció que mi sufrimiento no acabaría nunca.

Unos 30 minutos antes que naciera Lisa —la segunda—, yo estaba ya para tirar la toalla. Pero aguanté un poco más y nació ella, mi recompensa.

Tengo una amiga que es tan delgada y está en tan buena forma que nadie imaginaría jamás que ha dado a luz 13 veces (has leído bien). A mí, en cambio, después de apenas dos me ha costado perder peso. Le pregunté cuál era su secreto. Me dijo que la clave para recuperar su figura

TODO POR EL PREMIOAriana Andreassen

en cada ocasión fue concentrarse en su objetivo de perder todo el peso que había ganado durante el emba-razo. Aunque todos a su alrededor estuvieran comiendo pizza o helado, ella se repetía a sí misma que el atún o las zanahorias que comía ella la estaban acercando gramo a gramo a su meta.

En Filipenses 3:14 Pablo habla de seguir avanzando hacia el premio del llamado supremo de Dios. En mi caso, Anthony y Lisa fueron mis premios. Tuve que soportar un total de 18 meses de embarazo y más de 30 horas de parto para que nacieran, y todavía estoy dale que te dale en la trotadora para bajar los kilos que subí; pero mis queridos hijos valen eso y mucho más.

Puede que estés apuntando al éxito en el trabajo o el matrimonio, que quieras conseguir un buen resultado en el próximo examen

o poder ponerte esos entallados pantalones vaqueros que tienes. Sea lo que sea, solo lograrás tu objetivo si te empeñas. Hacer el trabajo deprisa y corriendo no te acercará a tu meta, ni desatender a tu cónyuge. Ir al cine en vez de estudiar no te ayudará en época de exámenes, y comer donuts hará que los vaqueros te aprieten aún más.

El poeta romano Persio escribió: «Conquista el que resiste». Si quieres alcanzar tus metas, no puedes tirar la toalla. El resultado final valdrá la pena.

«Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe»1.

A r iana A ndr eassen es docente. Vive en Tailandia. ■

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Ponte bien con Dios.El que encubre sus pecados no

prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. Proverbios 28:13

Si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios. 1 Juan 3:21

Memoriza promesas. Reclama lo que te corresponde según la Palabra de Dios, y la fe vendrá por sí sola.

La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Romanos 10:17

No ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que el Señor vuestro Dios había dicho. Josué 23:14

Guarda mis mandamientos y vivi-rás, y mi ley como las niñas de tus ojos. Lígalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón. Proverbios 7:2,3

El cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán. Mateo 24:35

Nos ha dado preciosas y grandí-simas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina. 2 Pedro 1:4

Sé explícito en lo que quieres que haga Dios.

Pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. Santiago 1:6

Cuenta firmemente con que Dios te contestará.

Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Marcos 11:24

Acerquémonos […] confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar

misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4:16

Da por hecho que Dios te ha escuchado. Llega un momento en que no hace falta seguir orando, porque sabes que Dios te ha oído y que la respuesta está en camino.

Esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. 1 Juan 4:15,16 (énfasis añadido)

Mantente firme en la fe y confía, por más que no se vea enseguida la respuesta.

[Abraham] no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba

Si quieres que Dios responda tus oraciones…Lecturas enriquecedoras

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ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredu-lidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. Romanos 4:19–21

Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Hebreos 10:23

No perdáis, pues, vuestra con-fianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Hebreos 10:35,36

Traduce la fe en hechos.Naamán, general del ejército del rey

de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, […] pero [estaba] leproso. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: «Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio». Él entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. 2 Reyes 5:1,10,14

Pedro […] dijo: «Señor, si eres Tú, manda que yo vaya a Ti sobre las aguas». Y Él dijo: «Ven». Y descen-diendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Mateo 14:28,29

[Jesús] dijo [a los leprosos]: «Id, mostraos a los sacerdotes». Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Lucas 17:14

Cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a Él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Jesús le dijo: «Ve, tu hijo vive». Y el hombre creyó la pala-bra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: «Tu hijo vive». Juan 4:47,50,51

Como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. Santiago 2:26

Aun antes que la respuesta sea palpable, dale gracias a Dios por escuchar y respon-der tu oración.

Bendito sea el Señor, que oyó la voz de mis ruegos. Salmo 28:6

Has cambiado mi lamento en baile; […] me ceñiste de alegría. […] Señor Dios mío, te alabaré para siempre. Salmo 30:11,12 ■

El teólogo noruego Ole Hallesby determinó que la palabra impotencia es la que mejor resume la actitud de corazón que Dios acepta como oración. Dijo: «Para Dios no tiene ninguna importancia si esa oración se expresa o no con palabras; eso solo tiene relevancia para nosotros. Solo el impotente puede de verdad orar»1.

1. Yancey, Philip: La oración:

¿Hace alguna diferencia?,

Vida, 2007

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Para el desdichado todos los días son malos; el corazón feliz siempre está de fiesta. Proverbios 15:15 (BJ)

Si llamas a las contrariedades experiencias y recuerdas que cada experiencia promueve una fuerza latente dentro de ti, crecerás vigoroso y feliz, sin importar cuán adversas parezcan las circunstancias. John Heywood (1497–1580), dramaturgo y poeta inglés

La costumbre de ver el buen lado de cada cosa vale una fortuna. Todas las cosas tienen un lado bueno y otro malo y si solo consideramos lo malo, nos parecerá que estamos en un mundo insoportable. Noel Clarasó (1899–1985), escritor español

Siempre hay flores para los que quieren verlas. Henri Matisse (1869–1954), pintor y escultor francés

Optimista: Persona que viaja en nada, de ninguna parte, a la felicidad. Mark Twain (1835–1910), humorista, escritor y orador estadounidense

El optimismo soluciona la mitad de cada problema. Jorge González Moore (1974– ), escritor, poeta e ingeniero colombiano

El pesimista solo ve el lado oscuro de las nubes, y llora; el filósofo ve ambos lados, y se encoge de hombros; el optimista no ve las nubes en absoluto, camina sobre ellas. Leonard Levinson (1904–1974), escritor, productor y director de cine estadounidense

El pesimista ve la calamidad en cada oportunidad; el optimista ve la oportunidad en cada calamidad. Winston Churchill (1874–1965), orador, escritor y primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial

Me parece que el optimismo solemne y profundo debería emanar de la fe firme en la presencia de Dios en el individuo, conceptuándolo no como un gobernante del universo inaccesible y lejano, sino como un Dios muy cercano a cada uno de nosotros, presente no solo en la tierra, el mar y el firmamento, sino

también en cada impulso puro y noble de nuestro corazón. Helen Keller (1880–1968), autora y educadora estadounidense sordociega

Vigila tus pensamientos, porque pasan a ser tus palabras.

Vigila tus palabras, porque pasan a ser tus actos.

Vigila tus actos, porque pasan a ser tus hábitos.

Vigila tus hábitos, porque pasan a ser tus valores.

Vigila tus valores, porque pasan a ser tu destino.

Mahatma Gandhi (1869–1948), máximo líder político e ideológico del movimiento independentista indio

Somos los constructores de nuestra propia felicidad. Algunos, por increí-ble que parezca, son felices en medio de las dificultades y los obstáculos. Otros se quejan hasta de las más insignificantes molestias. Los que buscan el lado bueno de un aparente desastre son los que salen adelante en la vida. Esa actitud positiva ilumina el camino de los demás. Chloe West (1947– ), escritora estadounidense

REFLEXIONES

El optimismoCompilación de Samuel Keating

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La vida está llena de ajetreo, tareas y obligaciones relacionadas con el trabajo, los estudios, la familia, los amigos o el hogar. Los momentos se convierten en horas, que a su vez se vuelven días, semanas y años. Da la impresión de que hay un flujo infinito de cosas que debemos hacer. Una buena mañana te despiertas y te sientes perdido. ¿Hacia dónde vas? Es difícil conservar el sentido de la orientación cuando se nos ha nublado la vista.

Este ejercicio espiritual puede aclarar tu visión. Siéntate en un lugar tranquilo y sigue el relato de la curación del ciego de Betsaida1:

Vino [Jesús] luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que lo tocara. Entonces, tomando la mano del ciego, lo sacó fuera de la aldea.

Imagínate que tú eres ese hom-bre. Dile a Jesús que necesitas Su ayuda. Detállale tus problemas.

[Jesús] puso Sus manos sobre él y le preguntó si veía algo. Él, mirando, dijo: «Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan». Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirara; y fue restable-cido, y vio de lejos y claramente a todos.

El milagro de curación se llevó a cabo, sin prisas, en el rato en que el ciego estuvo al lado de Jesús. El hombre tardó un tiempo en recupe-rar la vista, y más todavía en llegar a ver con plena claridad.

Cierra los ojos como si tú estu-vieras ciego y deja que Jesús te tome de la mano. Aunque no veas a dónde vas, Él te lleva en espíritu «fuera de la aldea», a un lugar apacible, donde no es necesario que estés ocupado o activo.

Deja que esa calma y esa segu-ridad que infunden la presencia del Señor serenen tu espíritu. No puedes acelerar las cosas. Si abres los ojos antes de tiempo, seguirás

viéndolo todo borroso. Tómate un rato para exponer tus peticiones al Señor, para decirle lo que te sobrecarga y contarle también tus expectativas.

Cuando hayas terminado, abre los ojos.

Mientras descansabas orando y meditando, el Señor estuvo obrando. Aunque las cosas todavía no aparezcan todo lo claras que quisieras, ten paciencia. Mientras más tiempo pases con el Señor, más recobrarás la visión, como le sucedió al ciego, que finalmente pudo ver con claridad.

La próxima vez que veas borroso, recuerda que puedes acudir a Jesús. Permítele que te tome de la mano y te lleve a un sitio apartado. Déjalo obrar en ti. Te ayudará a ver claro.

A bi M ay es docente y escr itor a. Vive en el R eino Unido y tr abaja en la r edacción de Conéctate . ■

VER CLARO

1. Marcos 8:22–25

EjErciciO EsPiriTuALAbi May

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Si te parece que tienes muchas desdichas, piensa en el apóstol Pablo: Fue azotado en cinco ocasiones, y en otras tres le pegaron con varas. En otra oportunidad lo apedrearon y lo dieron por muerto. Naufragó tres veces, y pasó un día y una noche a la deriva en alta mar. Se enfrentó a peligros en el mar, en el desierto y en las ciudades. Sufrió a manos de ladrones, de sus propios paisanos, de extraños y hasta de quienes afirmaban ser seguidores Míos. En muchas ocasiones lo encarcelaron y se vio privado de sus necesidades más elementales1.

A pesar de todo, no dejó de confiar en Mí. Animaba constantemente a los demás a poner los ojos en Mí, afirmando: «Estamos atribulados en todo, mas no angustiados»,

y: «En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó»2.

Si bien es cierto que Pablo tenía gran fe, no olvides que era tan humano como cualquiera. Gozaba de una estupenda relación conmigo que ha sido la envidia de millones; pero lo que muchas personas no comprenden es que ese vínculo fue consecuencia de todas las tribulaciones que sufrió. Aprendió a acudir a Mí y a Mi Palabra en los momentos de necesidad. Y tú puedes hacer lo mismo.

¿Vas a angustiarte por lo que te sucede o por lo que temes que te vaya a ocurrir? ¿O vas a aferrarte a Mí con toda el alma como hizo Pablo? Siempre estaré a tu lado, como siempre estuve con él.

1. 2 Corintios 11:24–28; Hechos 16:23

2. 2 Corintios 4:8; Romanos 8:37

De Jesús, con cariño

Atribulados, mas no angustiados