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SER CRISTIANO - IES Las Veredillas- Torrejón de Ardoz

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SER CRISTIANO La identidad cristiana se conforma en el encuentro transformador con Jesús de Nazaret. Quien

se aventura, con toda su existencia, en el seguimiento de Jesús lo hace desde la fe en que él es

el camino que conduce a la plenitud de lo humano, en que el amor es la verdad que Dios ha

grabado en nuestros corazones y en que Dios mismo es nuestra esperanza. Creer, amar, esperar,

aunque son verbos de uso coloquial, adquieren un nuevo sentido cuando se aplican a la comunidad

de seguidores de Jesús.

1 La fe y las creencias

2 El nuevo nacimiento

3 El amor

4 Las notas del buen amor

5 La esperanza

PUNTO DE VISTA Un joven judío fue al rabino y le dijo:

—Vengo a ti porque quiero ser tu discípulo.

El rabino le contestó:

—Me parece muy bien, pero bajo una condición. Antes tienes que responderme la siguiente

pregunta: ¿amas a Dios?

El joven se entristeció y se quedó pensativo. Al cabo de unos instantes, exclamó: Sinceramente,

no puedo decir que realmente amo a Dios con todo mi corazón. Entonces el rabino le contestó

amablemente:

Bueno, si no amas realmente a Dios, ¿tienes el deseo de amarlo profundamente? El joven pensó

un momento y dijo:

—A veces siento dentro de mí con mucha fuerza el deseo de amarlo, pero la mayoría de las veces

tengo tantas cosas que hacer, que este deseo desaparece en el trajín de la vida diaria.

El rabino esperó un momento antes de responderle:

¿Si no se mantiene dentro de ti el deseo de amar a Dios, tienes al menos el deseo de tener este

deseo de amar a Dios?

El rostro del joven se iluminó y dijo al rabino:

—Eso es, exactamente. Tengo un deseo profundo de tener el deseo de amar a Dios. El rabino le

dijo:

—Eso es suficiente. Ya estás en camino.

ANÓNIMO, Leyenda judía

¿Por qué para el rabino es tan importante el deseo?

Según tú, ¿es posible iniciar un camino sin desearlo previamente?

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HABLAMOS Si analizamos la cultura que nos rodea, puede dar la sensación de que la identidad

personal está asociada a la imagen que trasladamos.

¿Revela la apariencia externa lo que somos o lo que queremos ser? ¿Cuáles serían

los signos distintivos de un cristiano?

1 LA FE Y LAS CREENCIAS Creencia es la adhesión a un conjunto de principios, de valores y de ideas que la

persona acepta como expresión de la verdad de su vida. Pertenece al terreno del

conocimiento.

Fe es la adhesión personal a alguien en el cual confiamos por su modo de ser o de

comportarse con nosotros. Pertenece al terreno de la relación personal.

La fe Los cristianos -ya desde la primera comunidad de Jerusalén (Hch 2,44)- se

identifican a sí mismos como "los creyentes". La fe es el primero de los tres

componentes fundamentales de la identidad de los seguidores de Jesús.

La fe tiene tres dimensiones que se corresponden con tres acepciones del verbo

creer: "creer que", "creer a" y "creer en". Para ser cristiano:

1. Lo primero es creer que existe Dios y las restantes verdades de la fe.

2. Lo segundo es creer a Cristo. El cristiano no cree esas verdades porque se le

hayan ocurrido a él ni siquiera porque le parezcan razonables, sino porque Dios las

ha revelado y su palabra le merece confianza. Imaginemos que alguien acepta

todas las verdades cristianas, pero no porque han sido reveladas por Dios, sino

porque coinciden con sus propias reflexiones. Seguramente se considerará a sí

mismo un buen cristiano y los demás le tendrán por tal, pero en cuanto una de

esas verdades deje de parecerle razonable se descubrirá que no es creyente ni lo

había sido nunca.

3. Lo tercero es creer en Cristo. El cristiano es alguien que ha fundamentado su

vida sobre Cristo. Se trata de una actitud que incluye sentimientos de fidelidad

personal, entrega absoluta, confianza osada, paciencia que nunca desespera... San

Pablo lo resume diciendo con sencillez: "Sé de quién me he fiado" (2 Tim 1,12).

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El verbo creer y la fe — Si el verbo creer va seguido por un complemento sin preposición (creer tales

verdades) se suele referir a conceptos.

— Si va seguido por las preposiciones a o en se suele referir a personas, que son más

importantes que los conceptos. Ambas preposiciones establecen una jerarquía: podemos

creer a una persona cuando dice una cosa y no cuando dice otra; en cambio, creer en ella

entraña una actitud permanente. A veces decimos, por ejemplo, "tengo mucha fe en este

médico"; pero, desde el punto de vista de la fe, "creer en" solo debería referirse a Dios,

porque ningún ser humano, aunque fuera el mejor de todos, se merece que crean en él de

manera absoluta, incondicional, definitiva.

— En castellano, con el verbo creer se corresponden dos sustantivos: creencia y fe. Son

distintos, y por eso los cristianos hablamos de creencias en plural mientras empleamos la

palabra fe siempre en singular. Evitaríamos malentendidos si nos sirviéramos de la

palabra creencias para designar el asentimiento a determinadas verdades ("creer que")

y reserváramos la palabra fe para la relación personal con Dios ("creer a" y —sobre

todo— "creer en").

La fe y la libertad La libertad tiene en la fe un papel que no lo tiene en la ciencia. Cuando esta ha

superado la fase de las investigaciones y ha llegado a unos resultados ciertos, presenta

sus conclusiones como necesarias. Se las justifica por medio de una exposición de sus

contradicciones y de sus deducciones. Cada cual puede entonces recorrer la cadena de

demostraciones y verificar su valor. Si se las reconoce justas, uno se ve obligado a la

adhesión. En cuanto a la fe, jamás ocurre de la misma manera: un hombre dotado de un

espíritu vigoroso y sano puede siempre negarse a franquear la última etapa y saltar de la

credibilidad a la fe. Jamás la exposición de la doctrina puede forzar al asentimiento. Por

eso resulta imposible dar la fe a alguien por la vía puramente demostrativa,

multiplicando las exposiciones y los razonamientos. No se puede forzar a los espíritus y

pasar de una serie de argumentos al Dios vivo. ¿Puede decirse entonces que la fe es

irracional? No, pero posee un tipo de racionalidad diferente del que caracteriza a las

ciencias. La analogía que aclara la fe es la del conocimiento de las personas, ya que la fe

cristiana reconoce a Dios vivo como a un Dios personal. A. BRIEN, El camino de la fe

o ¿Qué papel ocupa la libertad en el conocimiento científico?

¿Y en la fe?

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CUESTIONES

Explica con tus palabras las diferencias entre creer,

confiar y fiar.

¿Estás de acuerdo con la expresión "creer, solo se

puede creer en Dios"?

2 EL NUEVO NACIMIENTO Experiencias cumbre

Se puede llegar de diversos modos a la fe como experiencia personal de Dios.

Puede ser por un acontecimiento repentino (como en el caso de san Pablo), por un

proceso gradual, pero perfectamente consciente (como san Agustín), e incluso por una

evolución inconsciente: una acumulación de experiencias que van transformando poco a

poco a la persona sin que ella se percate, hasta que un día se descubre de repente en

posesión de una fe intensa que llegó sin ser notada. El momento en el que alguien

constata que se ha enamorado de Dios debe incluirse en esa categoría que Maslow

designó como "experiencias cumbre" en su libro Religions, Values, and Peak Experiences;

es decir, un momento de plenitud que dio comienzo a una nueva orientación de sus vidas

y permaneció durante el resto de sus días como un recuerdo decisivo. Por eso, los

místicos emplean el lenguaje de los enamorados para referirse a su fe y su entrega a

Dios. Igual que les ocurre a los enamorados con la persona amada, ellos no sabrían vivir

sin Dios.

El descubrimiento de la fe es como un "segundo nacimiento". Recordemos que

Jesús dijo a Nicodemo: "El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios" (Jn

3,3).

El bautismo. Un nuevo nacimiento desde la fe Los primeros cristianos, que lógicamente no habían nacido en familias cristianas,

se bautizaban ya adultos, cuando llegaban a la fe, y lo hacían por inmersión. Era un signo

muy expresivo del nuevo nacimiento: se despojaban de sus vestiduras, entraban en las

aguas de un río, o bien de una pequeña piscina que tenían entonces las iglesias, y el

sacerdote sumergía por tres veces su cabeza mientras decía: "Yo te bautizo en el

nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo".

Las renuncias y la profesión de fe que hacían antes de entrar en la piscina

ilustraban cómo era la persona que debía morir en la piscina ("¿renuncias al dinero como

el valor supremo de la vida...?") y cómo la que debía surgir tras el nuevo nacimiento

("¿crees en Dios Padre...?"; es decir, ¿crees que si Dios es Padre merece la pena fiarse

de él y tratar a los demás hijos suyos como hermanos tuyos...?).

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La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que él nos ha

dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque él es la verdad misma. Por la

fe "el hombre se entrega entera y libremente a Dios" (DV5). Por eso el creyente se

esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. "El justo vivirá por la fe" (Rom 1,17).

La fe viva "actúa por el amor" (Gál 5,6).

Creo en el Espíritu Santo. Creo que él puede desmontar mis prejuicios.

Creo que puede cambiar mis hábitos.

Creo que puede superar mi falta de interés.

Creo que me puede dar fantasía para amar.

Creo que me puede poner sobre aviso frente al mal.

Creo que me puede dar valentía para hacer el bien.

Creo que me puede inspirar amor a la palabra de Dios.

Creo que me puede dar un hermano,

una hermana, que me acompañen en mi camino.

Creo que puede penetrar y transformer todo mi ser.

KARL RAHNER

CUESTIONES

¿Se puede ser cristiano sin la experiencia

del encuentro transformador con Dios?

¿Se puede creer sin que haya entrega a lo

que crees?

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La confianza, base de la alianza En la Torá se adivina un centro: la alianza (el

episodio de la alianza del Sinaí, con todas sus cláusulas

-el llamado código de la alianza [Ex 20-23] y la ley de

santidad [Lv 17-16]-, estaría en el centro de la Torá).

Una alianza cuya fórmula es conocida y repetida: "Yo

seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo" (por

ejemplo en Lv 26,12).

Ahora bien, esta alianza tiene una base hecha

de confianza, según la cual el pueblo se fía de que Dios

estará en medio de él (como se afirma explícitamente en el comienzo de la cita del

Levítico recién aludida: "Andaré entre vosotros"), y Dios confía en el hombre, a pesar de

saber de qué estamos hechos: "Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el

Señor ternura por sus fieles; él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos

polvo" (Sal 103,13-14). PEDRO BARRADO, La fe en el Antiguo Testamento

3. EL AMOR- El amor eros dice a la otra persona: "Te amo porque te necesito";

en cambio, cuando predomina el amor de agápé

surge el amor maduro que dice: "Te necesito porque te amo".

ERICH FROMM. El arte de amar

Érós, Philía y Agápé Érós es la palabra griega fundamental para el amor y evoca no solo el deseo sexual

inmediato y el placer de la unión corporal y personal de los hombres y mujeres (en línea

homosexual y heterosexual), sino también el deseo ilimitado del hombre que trasciende

los diversos deseos y placeres de este mundo y va elevándose hacia un nivel más alto de

plenitud, de realidad y perfecciones.

Philía evocaba para los griegos una de las formas más genuinas y profundas de

vínculo humano. Se la traduce con frecuencia como "amistad", pero abarca un conjunto

de formas de relación interhumana basadas en la experiencia compartida, el afecto y el

cuidado mutuo. El amor de los padres a los hijos, la amistad, las buenas relaciones con

los vecinos y conciudadanos implican el cultivo de la philía.

Agápé. Significa básicamente el amor desinteresado y creador, el amor del que

no se busca a sí mismo, sino que ofrece su vida a los demás. XABIER PIKAZA, Diccionario de la Biblia

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CUESTIONES

¿Qué diferencias hay entre el amor con el que debe amar un cristiano y otras

expresiones del amor?

¿Qué quiere decir que Dios nos regala inmerecidamente el amor con el que amamos?

Amor agápé Amar es otro de los componentes fundamentales de la identidad de los seguidores

de Jesús, dicho por él mismo: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros;

como yo os he amado. [...] En esto conocerán todos que sois discípulos míos" (Jn 13,34-

35).

Amar como Jesús no es algo que el ser humano pueda lograr por sí mismo, sino una

virtud que Dios le regala inmerecidamente; no es el amor con el que el ser humano

empieza a amar, sino el amor que llama a su puerta y quiere quedarse a vivir con él.

Recordemos Rom 5,5: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el

Espíritu Santo que nos ha sido dado".

Naturalmente, en todo corazón humano estaba previamente ese amor humano que

el griego clásico designa con la palabra érós pero, como si Dios pretendiera realizar una

especie de injerto, el Espíritu Santo inocula allí el amor divino, que el griego bíblico

llama agápé.

Una persona que tuviera en su corazón solamente érós amaría al otro para

enriquecerse ella. Si existiera únicamente agápé -algo que solo ocurre en el caso de

Dios-, amaría al otro para enriquecerle a él. Y si se ha producido el injerto de érós y

agápé, ama para enriquecer a ambos a la vez.

Cuando en el injerto de ambos amores predomina el amor de érós resulta un amor

inmaduro. Lógicamente, si predomina el amor de érós resulta difícil mantener una

relación cuando deja de resultar gratificante, y se acaba valorando a las personas con el

mismo criterio de utilidad que aplicamos a las cosas (Doc 1).

Doc 1

¿Por qué es diferente el amor?

Uno compra acciones y las conserva durante todo el tiempo que prometen

aumentar su valor, pero las vende rápidamente cuando las ganancias empiezan a

disminuir o cuando otras acciones prometen un ingreso mayor. ¿Por qué deberíamos

aplicar un criterio distinto a la relación conyugal?

Z. BAUMAN, Amor líquido

¿Te parece comparable, en términos de ganancia y pérdida, una relación amorosa

con una relación económica?

A la inversa, cuanto mayor peso tenga el amor de agápé en una persona más fácil

le resultará amar a quienes los demás no aman (Doc 2).

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Doc 2 Dar gratuitamente

Para el cristiano es importante dar todo su tiempo con gozo y alegría al enfermo

incurable, y dárselo "gratuitamente'', para el cristiano es importante acompañar con

amor y con paciencia al anciano, ya "inútil", en su camino hacia la muerte, es importante

cuidar bondadosamente a los seres humanos "últimos'', a los más infelices y a los más

imperfectos, incluso a aquellos en los que resultan ya casi indiscernibles los "rasgos

humanos". Lucio LOMBARDO-RADICE, Los marxistas y la causa de Jesús

¿Cuál es la causa de que la opción por el amor a los más desfavorecidos

sea fundamental en la identidad cristiana?

4 LAS NOTAS DEL BUEN AMOR El mandamiento del amor

Cuando "un doctor de la Ley preguntó a Jesús

para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el

mandamiento principal de la ley?, respondió: Amarás

al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu

alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el

principal y primero. El segundo es semejante a él:

amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22,35-39).

Cuatro notas del buen amor Resulta, pues, que después de haber amado a

Dios "con todo el corazón" queda todavía sitio en el

corazón para "amar al prójimo como a uno mismo".

Francisco de Osuna -un franciscano español del siglo

XVI- decía en su libro Tercer abecedario espiritual

que el amor de Dios es "más ensanchador que

ocupador". Por eso, el test decisivo para saber si una

persona ama mucho a Dios es observar cuánto se le ha ensanchado el corazón para amar

a los demás, y en el Juicio final (Mt 25,31-46) no se medirá el amor a Dios, sino el amor

al prójimo.

Eso le permitió decir a san Juan de la Cruz: "A la tarde te examinarán en el amor"

(Dichos de luz y amor). Ese examen final —el más importante que debe pasar cualquier

ser humano— no debería ser difícil de aprobar porque el examinador ha "filtrado"

previamente las preguntas. Con el fin de ayudar a prepararlo, repasemos cuatro notas

del buen amor:

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El amor no sabe de fronteras y alcanza incluso a los desconocidos (Lc 10,25-37) y

a los enemigos (Mt 5,44-45). Cuando dos personas que se aman se vuelven

indiferentes al resto de sus semejantes, no

deberíamos hablar de amor, sino de egoísmo a dúo. Y

las consecuencias de esos egoísmos de grupo son muy

graves para quienes no pertenecen al grupo.

El amor "todo lo espera" (1 Cor 13,7) y por eso

las personas crecen cuando se saben amadas. En

cambio, cuando la rutina se instala en las relaciones

personales y ya nadie espera que la otra persona le

sorprenda en cualquier momento con algo nuevo y

mejor, es señal de que el amor ha desaparecido.

El amor "no busca su interés [...] ni lleva

cuentas del mal" que le hacen (1 Cor 13,5); y tampoco

del bien que él hace. Esto resulta muy difícil de

conseguir a quienes hayan interiorizado la mentalidad

mercantil propia de nuestra cultura. Para ellos, dar

más de lo que reciben será siempre hacer un mal

negocio, y dar sin recibir significará ser víctimas de

una estafa.

El amor debe ser inteligente, porque un amor

torpe podría hacer casi tanto daño como el odio.

Tipología del amor — Está el amor según Platón: "Te amo, me faltas, te quiero".

Está el amor según Aristóteles o Spinoza: "Te amo: tú eres la causa de mi gozo y esto

me alegra".

Está el amor según Simone Weil o Jankélévitch: "Te amo como a mí mismo, que no soy

nada o casi nada; te amo como nos ama Dios; te amo como amo a todos: pongo mi fuerza

al servicio de a tu debilidad, mi poca fuerza al servicio de tu inmensa debilidad".

ANDRÉ COMTE-SPONVILLE, Invitación a la filosofía

CUESTIONES

¿Cómo podemos saber que una manera de amar

es buena?

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¿Qué caracteriza, en tu opinión, el amor

auténtico?

¿Se reconoce a los cristianos por su manera de

amar?

5 LA ESPERANZA

• Péguy en El pórtico del misterio de la

segunda virtud comparaba las tres virtudes

cristianas con tres hermanas y decía que las

dos mayores —la fe y el amor— llevan en

medio, cogida de la mano, a la más pequeña —la

esperanza—, que es todavía una niña. Al verlas

pasar, todos piensan que las dos mayores son

las que hacen caminar a la pequeña, pero es

precisamente la pequeña la que empuja a sus

dos hermanas mayores, que sin ella serían

solamente dos mujeres ya de cierta edad

ajadas por la vida.

• El ideal cristiano no es la princesa desterrada que aspira al regreso, sino Abrahán

que se pone en marcha hacia el país desconocido que Dios le indicará.

JEAN HÉRING, tomado de Ch. Moeller, Literatura del siglo xx y cristianismo

Esperanza De los tres componentes fundamentales de la "identidad" de los seguidores de

Cristo falta todavía hablar de La esperanza, que desde el principio estuvo unida a la fe y

al amor (1 Cor 13,13).

La esperanza es, en efecto, una poderosa fuente de energía (Doc 3), y por eso quien no

espera ya nada se deja morir, como le pasó a don Quijote cuando comprendió que no era

don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, y que no había estado deshaciendo

entuertos, sino haciendo locuras. Sancho Panza intentó inútilmente animarle: ¿Qué

tonterías dice, mi señor?, ¿cómo no va a ser don Quijote?, venga, venga, vamos, ánimo,

que "la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más

ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía [...]".

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Doc 3

Dirigir la visión más arriba La esperanza no es un optimismo ciego, precisamente porque en tanto que se deja de ver

el peligro funesto de que algo se malogra, se pierde también la esperanzada tensión

hacia su plenitud posible. La esperanza no consiste en cerrar los ojos a la realidad

nefasta, sino en negarle a lo nefasto y dominante el estatuto definitivo. Solo la

capacidad de mantener la mirada, aunque sea brevemente, al horror de la devastación

posible, es a una vez capaz de dirigir la visión más arriba, hasta alcanzar el horizonte de

lo mejor e improbable.

H. MARTÍN, "Esperanza y parodia del mundo", en M. BALLESTER (ed.), Ante un mundo

roto. Lecturas sobre la esperanza

¿La esperanza es compatible con negar la realidad? ¿Es más fácil esforzarse

cuando sabemos que nuestro esfuerzo va a dar fruto?

Cada vez que conseguimos algo que esperábamos -por muy importante que fuera-

descubrimos que acierta aquel refrán que dice: "El bien esperado sabe mejor que

gozado". Por lo general, la insatisfacción que experimentamos al poco tiempo de haber

alcanzado una meta hace que aspiremos enseguida a otra meta más alta. ¿Estaremos

ante un truco de la naturaleza para mantener a los seres humanos en actitud de

constante superación? ¿O será, quizá, una vocación que el mismo Dios ha inscrito en el

deseo humano para que caigamos en la cuenta de que estamos hechos a su imagen y solo

él puede saciarnos completamente? San Agustín lo dijo maravillosamente: "Nos hiciste

para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti" (Confesiones).

Ahora podemos comprender mejor lo que quiere decir Pablo cuando habla del

"Dios de la esperanza" (Rom 15, 13) (Doc 4). Ese genitivo tiene una doble significación:

Dios es el sujeto, el autor, el dador de la esperanza, el que nos invita a soñar; pero Dios

es también el objeto, el contenido final de nuestra esperanza.

Doc 4

El Dios de los que esperan En un bellísimo pasaje de la lección pronunciada sobre la carta a los Romanos, Lutero

contrapuso el "Dios de la esperanza" a los "dioses de la realidad": "El «Dios de la

esperanza» os colme", dice Pablo en Rom 15,13. ¡Qué tratamiento tan curioso es éste: el

Dios de la esperanza! Pero, mediante esta denominación, distingue él los falsos dioses

del Dios verdadero. Y los falsos dioses son los demonios, los dioses de la realidad (dii

rei), porque dominan a aquellos que se apegan a las cosas y no saben esperar. Mas quien

se apega al Dios verdadero, ese abandona todas las cosas y vive en la esperanza pura.

Por eso el "Dios de la esperanza" es, al mismo tiempo, el "Dios de los que esperan". No es

el Dios de los desconfiados y desesperados, sino su enemigo y juez. Es el Dios de la

esperanza porque regala esperanza; más aún, porque solo la esperanza le sirve D...7.

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Donde hay esperanza, allí hay religión (ubi spes, ibi est cultus eius). Así se libera el Dios

de la esperanza de la realidad, que no son sino realidades divinizadas. Puesto que esta

liberación se produce mediante la cruz del Cristo resucitado, la teología de la cruz es

teología de la esperanza, y viceversa.

J. MOLTMANN, Teología política, ética política

¿Qué quiere decir el autor con la frase "donde hay esperanza, allí hay religión"?

¿Qué vinculación existe entre la teología de la cruz y la teología de la esperanza?

CUESTIONES

¿Qué consecuencias tiene para la identidad

cristiana vivir con la seguridad de que Dios

es su esperanza?

¿Puede haber esfuerzo e ilusión sin

esperanza?