Sermón del Santo Cura de Ars sobre la Pureza

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  • 8/6/2019 Sermn del Santo Cura de Ars sobre la Pureza

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    Sermn del Santo Cura de Ars sobre la Pureza

    Beati mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt.Bienaventurados los que tienen un corazn puro, pues ellos vern a Dios.(S. Mateo, V, 8.)

    Leemos en el Evangelio que, queriendo Jesucristo instruir al pueblo que acuda en masa afin de conocer lo que hay que practicar para alcanzar la vida eterna, sentse, y tomando lapalabra, dijo: Bienaventurados los que tienen un corazn puro, pues ellos vern a Dios.Si tuvisemos un gran deseo de ver a Dios, estas solas palabras deberan darnos aentender cuan agradables nos hace a l la virtud de la pureza, y cuan necesaria sea estavirtud; puesto que, segn nos dice el mismo Jesucristo, sin ella nunca conseguiramosverle. Bienaventurados, nos dice Jesucristo, los que tienen un corazn puro, pues ellosvern a Dios. Puede esperarse mayor recompensa que la que Jesucristo vincula en esahermosa y amable virtud, a saber, la eterna compaa de las tres personas de la Santsimatrinidad?... San Pablo, que conoca todo su valor, escribiendo a los de Corinto, les dijo:

    Glorificad a Dios, pues le llevis en vuestros cuerpos; y permaneced fielesconservndolos en una gran pureza. Acordaos siempre, hijos mos, de que vuestrosmiembros son los miembros de Jesucristo, de que vuestros corazones son templos delEspritu Santo. Andad con gran cuidado en no ensuciarlos con el pecado, que es eladulterio, la fornicacin y todo cuanto puede deshonrar vuestro corazn y vuestro cuerpoa los ojos de un Dios que es la misma pureza (I Cor., VI, 15-20.). Cun preciosa y bellaes esta virtud, no slo a los ojos de los ngeles y de los hombres, sino tambin a los delmismo Dios. La tiene l en tanta estima, que no cesa de hacer su elogio en cuantos tienenla dicha de conservarla. Esa hermosa virtud es el adorno ms preclaro de la Iglesia, y, porconsiguiente, debiera ser la ms apreciada de los cristianos. Nosotros, que en el santoBautismo fuimos rociados con la sangre adorable de Jesucristo, la pureza misma; con esa

    Sangre adorable que tantas vrgenes ha engendrado de uno y otro sexo (Zac., IX. 17.);nosotros a quienes Jesucristo ha hecho participantes de su pureza convirtindonos enmiembros y templos suyos... Mas, ay!, en el desgraciado siglo de corrupcin en quevivimos, esta virtud celeste, que tanto nos asemeja a los ngeles, no es conocida!... S, lapureza es una virtud que nos es necesaria a todos, ya que sin ella nadie ver a Dios.Quisiera yo ahora haceros concebir de ella una idea digna de Dios, mostrndoos: 1.Cun agradables nos hace a sus ojos comunicando un nuevo grado de santidad a nuestrasacciones, y 2., lo que debemos hacer para conservarla.

    I. Para hacernos comprender la estima en que hemos de tener esa incomparable virtud,para daros ahora la descripcin de su hermosura, hacer que apreciaseis su valor ante el

    mismo Dios, seria necesario que os hablase, no un hombre mortal, sino un ngel delcielo. Al orle, dirais admirados: Cmo es posible que no estn todos los hombresprestos a sacrificarlo todo antes que perder una virtud que de una manera tan ntima nosune con Dios?. Probemos, sin embargo, de formarnos algn concepto de ellaconsiderando que dicha virtud viene de lo alto, que hace bajar a Jesucristo sobre la tierra,y eleva al hombre hasta el cielo por la semejanza que le comunica con los ngeles y conel mismo Jesucristo. Decidme, segn esto, no merece tal virtud el ttulo de preciosa?.No es ella digna de toda estima y de que hagamos todos los sacrificios para

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    Decimos que la pureza viene del cielo, pues slo Jesucristo era capaz de drnosla aconocer y hacernos apreciar todo su valor. Nos dej prodigiosos ejemplos de la estima enque tuvo a esa virtud. Al determinar, en su inmensa misericordia, redimir al mundo, tom

    un cuerpo mortal como el nuestro; pero quiso escoger a una virgen por madre. Quin fueesa incomparable criatura?. Fue Mara, la ms pura entre todas las criaturas, la cual, poruna gracia singular no concedida a otra alguna, estuvo exenta del pecado original. Desdela edad de tres aos, consagr su virginidad a Dios, ofrecindole su cuerpo y su alma,presentndole el sacrificio ms santo, ms puro y el ms agradable que jams hayarecibido Dios de una criatura terrena. Mantvose en una fidelidad inviolable, guardandosu pureza y evitando todo cuanto pudiese tan slo empaar su brillo. Tenia la SantsimaVirgen esa virtud en tanta estima, que no quiso consentir en ser Madre de Dios antes queel ngel le diese seguridad de que no la haba de perder. Mas en cuanto el ngel leanunci que, al ser Madre de Dios, lejos de perder o empaar su pureza, de la cual tantaestima haca, sera an ms agradable a Dios, consinti gustosa, a fin de dar nuevo

    esplendor a aquella angelical virtud (Luc., 1.). Vemos tambin que Jesucristo escogi unpadre nutricio pobre, es verdad; mas quiso que su pureza sobrepujase a la de las demscriaturas, excepto la de la Virgen. Entre los discpulos distingui a uno, al cual testimoniuna amistad y una confianza singulares, y le hizo participante de grandes secretos; peroescogi al ms puro de todos, el cual estaba consagrado a Dios desde su juventud.Dice San Ambrosio que la pureza nos eleva hasta el cielo y nos hace dejar la tierra encuanto le es posible hacerlo a una criatura. Nos levanta por encima de la criaturacorrompida, y, por los sentimientos y deseos que inspira, nos hace vivir la vida de losngeles. Segn San Juan Crisstomo, la castidad de un alma es de mayor precio a los ojosde Dios que la de los ngeles, ya que los cristianos slo pueden adquirir esta virtudluchando, mientras que los ngeles la tienen por naturaleza; los ngeles no deben lucharpara conservarla, al paso que el cristiano se ve obligado a mantener consigo mismo unaguerra constante. Y San Cipriano aade que, no solamente la castidad nos hacesemejantes a los ngeles, sino que adems nos da un rasgo de semejanza con el mismoJesucristo. Si, nos dice aquel gran Santo, el alma casta es una viva imagen de Dios en latierra.

    Cuanto ms un alma se desprende de s misma por la resistencia a las pasiones, mstambin se acerca a Dios y, por un venturoso retorno, ms ntimamente se une Dios aella: contmplala, y la considera como su amantsima esposa; la hace objeto de sus msdulces complacencias, y establece en su corazn su perpetua morada. Felices, nos diceel Salvador, los que tienen el corazn puro, pues ellos vern a Dios (Matt., V,8.). SegnSan Basilio, cuando en un alma hallamos la castidad, descubrimos tambin todas lasdems virtudes cristianas; las cuales practicar entonces muy fcilmente, pues, nos dice,para ser casto, debe imponerse grandes sacrificios y hacerse mucha violencia. Pero, unavez ha logrado tales victorias del demonio, la carne y la sangre, poca dificultad le ofrecelo dems ya que el alma que doma con energa este cuerpo sensual, vence con facilidadcuantos obstculos encuentra en el camino de la virtud. Por lo cual, vemos que loscristianos castos son los ms perfectos: Vemoslos reservados en sus palabras, modestosen el andar, sobrios en la comida, respetuosos en los lugares sagrados y edificantes en

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    todo su comportamiento. San Agustn compara los que tienen la gran dicha de conservarpuro su corazn con los lirios, que crecen derechos hacia el cielo y embalsaman elambiente que los rodea con un aroma exquisito y agradable; con solo verlos, nos evocanya esa preciosa virtud. As la Santsima Virgen inspiraba la pureza a cuantos la vean...Dichosa virtud, que nos pone al nivel de los ngeles, y parece elevarnos hasta por

    encima de ellos!. Todos los santos la tuvieron en mucho, prefiriendo perder sus bienes, sufama y su misma vida antes que empaarla.

    Tenemos de ello un admirable ejemplo en la persona de Santa Ins. Su belleza y susriquezas fueron causa de que, a la edad de poco ms de doce aos, fuese pretendida por elhijo del prefecto de la ciudad de Roma. Ella le dio a entender que estaba consagrada aDios. Entonces la prendieron, bajo el pretexto de que era cristiana, ms, en realidad, paraque consintiese a los deseos de aquel joven... Pero ella estaba tan firmemente unida aDios que ni las promesas, ni las amenazas, ni la vista de los verdugos y de losinstrumentos expuestos en su presencia para amedrentarla consiguieron hacerla cambiarde sentimientos. Viendo sus perseguidores que nada podan obtener de la Santa, la

    cargaron de cadenas, y quisieron ponerle una argolla y varios anillos en la cabeza y en lasmanos; pero tan dbiles eran aquellas pequeas e inocentes manos, que sus verdugos nopudieron lograr su propsito. Permaneci firme en su resolucin y, en medio de aquelloslobos rabiosos, ofreci su cuerpecito a los tormentos con una decisin que admir a losmismos atormentadores. La llevaron arrastrndola a los pies de los dolos, ms elladeclar pblicamente que solo reconoca a Jesucristo, y que aquellos dolos erandemonios. El juez, brbaro y cruel, viendo que nada poda conseguir, pens que seria mssensible ante la prdida de aquella pureza de la cual hacia tanta estima. La amenaz conhacerla exponer en un infame lupanar; ms ella le respondi con firmeza: Podris muybien darme muerte; pero jams podris hacerme perder este tesoro; pues Jesucristomismo es su ms celoso guardin, El juez, lleno de rabia, hzola conducir a aquel lugarde infernales inmundicias. Ms Jesucristo, que la protega de una manera muy particular,inspir tan grande respeto a los guardias, que slo se atrevan a mirarla, con una especiede espanto, y al mismo tiempo confi su custodia a uno de sus ngeles. Los jvenes, queentraban en aquel recinto abrasados en impuro fuego, al ver, al lado de la doncella, a unngel ms hermoso que el sol, salan abrasados en amor divino. Pero el hijo del prefecto,ms corrompido y malvado que los otros, se atrevi a penetrar en el cuarto donde sehallaba Santa Ins. Sin hacer caso de aquellas maravillas, acercse a ella con la esperanzade satisfacer sus impuros deseos; ms el ngel que custodiaba a la joven mrtir hiri allibertino, el cual cay muerto a sus pies. Al momento divulgse por toda la ciudad deRoma la noticia de que el hijo del prefecto, haba recibido la muerte de manos de Ins. Elpadre, lleno de furor, fuese al encuentro de la Santa, y se entreg a todo cuanto ladesesperacin poda inspirarle. Llamla furia del infierno, monstruo nacido para llevar ladesolacin a su vida, pues haba dado muerte a su hijo. Entonces Santa Ins contesttranquilamente: Es que quera hacerme violencia, y entonces mi ngel le dio muerte.El prefecto, algo mas calmado, le dijo: Pues ruega a tu Dios que le resucite, para que nose diga que tu le has dado muerte. -Es innegable que no merecis esta gracia, dijo laSanta; ms, para que sepis que los cristianos no se vengan nunca, antes al contrariovuelven bien por mal, salid de aqu, y voy a rogar a Dios por l. Entonces prosternseInes, la faz en tierra. Mientras estaba orando, se le apareci el ngel y le dijo: Ten

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    valor. Al momento aquel cuerpo inanimado recobr la vida. Aquel joven, resucitado porlas oraciones de la Santa, sale de aquella casa y recorre las calles de Roma clamando:No, no, amigos mos, no hay otro Dios que el de los cristianos; todos los dioses quenosotros adoramos no son ms que demonios engaadores que nos arrastran al infierno.Sin embargo, a pesar de aquel gran milagro, no dejaron de condenarla a muerte. El

    lugarteniente del prefecto orden encender una gran hoguera, en la cual hizo arrojar a laSanta. Ms las llamas se abrieron sin daar a Ins, y en cambio, quemaron a los idlatrasque haban acudido a aquel lugar para presenciar tales tormentos. Viendo el lugartenienteque el fuego la respetaba y no le causaba dao alguno, orden degollarla con la espada, afin de quitarle de una vez la vida; ms e1 verdugo pusose a temblar, como si l fuese elcondenado a muerte... Como, despus de su muerte, sus padres llorasen su perdida,apareciseles y les dijo: No lloris mi muerte; al contrario, alegraos de que haya yoalcanzado un tal grado de gloria en el cielo(Ribadeneyra, 21 enero).Ya veis cuanto sufri aquella Santa para no perder su virginidad. Ahora os podis formarcargo de lo estimable que es la pureza, y de lo que agrada a Dios cuando as se complaceen obrar grandes milagros a fin de mostrarse su guardin y protector. Este ejemplo

    confundir un da a aquellos jvenes que tan poca estima hicieron de esa virtud. Nuncaconocieron su valor. Razn tiene el Espritu Santo para exclamar: Cuan bella es esageneracin casta; su memoria es eterna, y su gloria brilla ante los hombres y ante losngeles! (Sap., IV,1.). Es innegable que todo ser ama a sus semejantes ; por lo cual, losngeles, que son espritus puros, aman y protegen de una manera especial a las almasque imitan su pureza. Leemos en la Escritura Santa (Tob., V-VIII.) que el ngel Rafael,acompaando al joven Tobas, le protegi con mil favores. Preservle de ser devoradopor un pez, de ser estrangulado por el demonio. Si el joven aquel no hubiese sido casto,ciertamente que el ngel no le hubiera acompaado y, por lo tanto, no le habra protegidoen aquellos trances. Cuanto es el gozo que experimenta el ngel custodio de un almapura!.

    No hay virtud para la conservacin de la cual haga Dios tantos milagros como los queejecuta para favorecer a la persona que, conociendo el valor de la pureza, se esfuerza en conservarla. Mirad lo, que hizo por SantaCecilia. Nacida en Roma de padres muy ricos, estaba perfectamente instruida en lareligin cristiana, y, siguiendo las inspiraciones de Dios, le consagr su virginidad.Ignorndolo sus padres, la prometieron en matrimonio a Valeriano, hijo de un senador dela ciudad. A los ojos del mundo era, pues, aquel matrimonio un gran partido. No obstante,ella pidi a sus padres tiempo para reflexionar. Pas muchos das ayunando, orando yllorando, para obtener de Dios la gracia de no perder la flor de aquella virtud a la queamaba ms que a su propia vida. Dijole el Seor que nada temiese, y que obedeciese asus padres; pues no solamente no perdera aquella virtud, sino que aun obtendra...Consinti, pues, en el matrimonio. El da de las bodas, al hallarse en compaa deValeriano, le dijo ella:Querido Valeriano, tengo un secreto que comunicarte. He consagrado a Dios mivirginidad, por lo cual jams hombre alguno podr acercarse a m, pues tengo un ngelque protege mi pureza; si te acercases, hallaras la muerte.Valeriano qued muy sorprendido al or todo aquello, pues, pagano como era, noentenda aquel lenguaje.

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    Y contest as: Mustrame el ngel que te protege.Replic la Santa: Tu no lo puedes ver, porque eres pagano. Ve de mi parte a habla alPapa Urbano, pdele el bautismo, y al momento vers el ngel.Parti Valeriano al momento. Una vez bautizado por el Papa Urbano, fuse otra vez alencuentro de su esposa. Al entrar en la habitacin vi efectivamente al ngel custodiando

    a Santa Cecilia, hallle tan bello y radiante de gloria, que qued prendado de suhermosura; y no solamente permiti a su esposa permanecer consagrada a Dios, sino quehizo l mismo voto de virginidad... Uno y otro alcanzaron pronto la dicha de morirmrtires (Ribadeneyra, 22 noviembre.). Veis, pues, de qu manera protege Dios a lapersona que ama esa virtud y trabaja por conservarla?.Leemos en la vida de San Edmundo(Ribadenevra, 16 noviembre.) que, estudiando dichosanto en Pars, hallose en compaa de ciertas personas que hablaban torpemente; y lasdej al momento. Fu tan agradable al Seor aquella accin, que se le apareci en figurade un hermoso nio y, saludndole con gran afabilidad, le dijo que le haba visto con gransatisfaccin apartndose de la compaa de aquella gente que sostena conversacioneslicenciosas; y en recompensa de ello prometile que no le abandonara nunca. Adems,

    San Edmundo tuvo la dicha de conservar su inocencia hasta la muerte. Cuando SantaLuca acudi al sepulcro de Santa Agata para implorar su intercesin ante Dios a fin deque le alcanzase la salud de su madre, aparecisele Santa gata y le dijo que por smisma poda obtener la gracia que imploraba, ya que con su pureza haba preparado en sucorazn una agradabilsima morada a su Creador (Ribadeneyra, 5 febrero.). Todo estonos da a comprender cmo no puede denegar nada Dios al que tiene la dicha de conservarpuros su corazn y su alma...

    Od lo que aconteci a Santa Potamiena, que vivi en tiempos de la persecucin deMaximiniano (Ribadeneyra, 28 de junio.). Aquella joven era esclava de un seor disolutoy libertino, el cual continuamente la estaba solicitando. Mas ella prefiri sufrir toda suertede crueldades y suplicios antes que consentir a las solicitaciones de aquel seor infame.Enfurecido ste al ver que nada poda lograr, la entreg, como cristiana, en manos delgobernador, a quien prometi una fuerte recompensa para el caso de que la conquistasepara sus infames apetitos. El juez mand comparecer a aquella virgen ante su tribunal, yviendo que ninguna amenaza poda hacerla cambiar de sentimientos, sometila a todocuanto su rabia supo inspirarle. Mas Dios, que jams abandona a los que a l seconsagran concedi tantas fuerzas a la joven mrtir, que pareca insensible a todos lostormentos a que hubo de someterse. No pudiendo, aquel juez inicuo, vencer suresistencia, mand poner sobre una grande hoguera una caldera llena de pez, y le dijo:Mira lo que, te est preparado si no obedeces a tu seor. Y la santa joven respondi sinvacilar: Prefiero sufrir todo cuanto pueda inspiraros vuestro furor antes que obedecer ala infame voluntad de mi amo; adems, nunca habra yo credo que un juez fuese injustohasta el punto de mandarme obedecer a los propsitos de un amo disoluto. Irritado eltirano al or esta respuesta, mand arrojarla a la caldera. A lo menos disponed, dijo ella,que sea arrojada all vestida. Ahora veris las fuerzas que el Dios a quien adoramos,concede a los que sufren por l. Despus de tres horas de suplicio, entreg Potamiena sualma al Criador, y as gan la doble palma del martirio y de la virginidad.Cun desconocida en el mundo es esa virtud, cun poco la apreciamos, cun pococuidado ponemos en conservarla, cun negligentes somos en pedirla a Dios, habida

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    cuenta de que no podemos obtenerla por nosotros mismos!. No conocemos esa hermosay amable virtud, la cual tan fcilmente gana el corazn de Dios, tan hermoso esplendorcomunica a nuestras buenas obras, tan por encima de nosotros mismos nos levanta, y noshace vivir en la tierra una vida tan semejante a la de los ngeles del cielo! ...

    Ella no es conocida de esos infames e impdicos viejos, que se arrastran, se revuelcan yse anegan en el lodazal de sus torpezas; lejos de esforzarse en extinguirlo, lo avivancontinuamente con sus miradas, con sus pensamientos, con sus deseos y con sus actos.Cmo estar la pobre alma al comparecer ante Dios que es la pureza misma?. Esahermosa virtud no es conocida de aquellas personas cuyos labios no son ms que unaboca de que se sirve el infierno para vomitar sobre la tierra sus impurezas, y con lascuales dichos desgraciados se nutren como si fuesen su pan cotidiano. Su pobre alma esslo objeto de horror para el cielo y para la tierra!. Esa amable virtud no es tampococonocida de aquellas jvenes cuyos ojos y cuyas manos estn manchados por miradasimpuras... (Oculos habentes plenos adulterii et incessabilis delicti et incessabilis delicti(II. Petr., II, 14).). Oh Dios!, a cuantas almas arrastra al infierno ese pecado!. Esa virtud

    no es conocida de aquellas jvenes mundanas y corrompidas que tanto se afanan poratraer a s las miradas de las gentes; que, por sus atavos exagerados e indecentes, danpblicamente a entender que son infames instrumentos de que se sirve el infierno paraperder las almas: esas almas que tantos trabajos, lgrimas y tormentos costaron aJesucristo!. Mirad a esas desgraciadas, y veris su cabeza y su pecho rodeados de mildemonios. Dios mo!, cmo puede sostener la tierra a tales secuaces del infierno?. Y loms triste y doloroso es ver cmo las madres las toleran en un estado tan indigno de unacristiana!. Al ver esto, casi me atrevera a decir que tales madres no valen ms que sushijas. Ese corazn desgraciado y esos ojos impuros vienen a ser una fuente emponzoadaque causa la muerte a quien los mira o los escucha. Como tales monstruos se atreven apresentarse ante un Dios tan santo y tan declaradamente enemigo de la impureza!. Suvida miserable no viene a ser otra cosa que un montn de grasa que estn amasando paracebar el fuego del infierno por toda una eternidad. Ms dejemos ya esta materia tanenojosa y poco grata para el cristiano, cuya pureza debe remedar la del mismo Jesucristo;y volvamos a esa hermosa virtud de la pureza que nos levanta hasta el cielo, que nosfranquea la entrada en el corazn adorable de Jesucristo, y nos atrae toda suerte debendiciones espirituales y temporales.

    II.-Hemos dicho que esa virtud es de un valor muy grande a los ojos de Dios; ms hemosde afirmar tambin que no carece de enemigos que se esfuercen por arrebatrnosla. Hastapodramos decir que casi todo cuanto nos rodea esta conspirando para robrnosla. Eldemonio es una de los enemigos ms temibles; viviendo el en medio de la hediondez delos vicios impuros y sabiendo que no hay pecado que tanto ultraje a Dios, y conociendoadems lo agradable que es a Dios el alma pura, nos tiende toda suerte de lazos paraarrebatarnos esta virtud. Por su parte, el mundo, que solo busca sus regalos y placeres,labora tambin para hacrnosla perder, muchas veces bajo la capa de amistad. Peropodemos afirmar que el ms cruel y peligroso enemigo somos nosotros mismos, esto es,nuestra carne, la cual, habiendo quedado ya maleada y corrompida por el pecado deAdn, nos induce furiosamente a la corrupcin. Si no estamos constantemente sobreaviso, pronto nos abrasa y devora con sus llamas impuras.

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    -Pero, me diris, puesto que es muy difcil conservar una virtud tan preciosa a los ojos deDios, que es lo que debemos hacer?.-Ved aqu los medios de conservarla. El primero es ejercer una gran vigilancia sobrenuestros ojos, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros actos; el segundo,recurrir a la oracin; el tercero, frecuentar dignamente los sacramentos; el cuanto, huir de

    todo cuanto pueda inducirnos al mal; el quinto, ser muy devotos de la Santsima Virgen.Observando todo esto, a pesar de los esfuerzos de nuestros enemigos, a pesar de lafragilidad de esa virtud, tendremos la seguridad de conservarla.

    He dicho 1. que debemos vigilar nuestras miradas; lo cual es muy cierto, pues vemos,por experiencia, a muchos que cayeron por una soda mirada, y no se levantaron yajams... (Prov., IX,9).. No os permitis nunca libertad alguna sin ser ella verdaderamentenecesaria. Primero sufrir cualquiera incomodidad antes que exponeros al pecado...

    2. Nos dice San Jaime que esta virtud viene del cielo y que jams llegaremos a obtenerlasi no la pedimos a Dios. Debemos, pues, suplicar a Dios con frecuencia que nos de la

    pureza en los ojos, en las palabras y en las acciones.3. He dicho, en tercer lugar, que, si queremos conservar esa hermosa virtud, debemosrecibir a menudo y dignamente los santos sacramentos; de lo contrario, jamsalcanzaremos tal dicha. Jesucristo no solo instituyo el sacramento de la Penitencia a finde perdonarnos los pecados, sino adems para darnos fuerzas con que combatir aldemonio. Lo cual se comprende fcilmente. Quien ser, en efecto, que habiendo hechohoy una buena confesin, se dejara vencer por las tentaciones?. El pecado, con todo elplacer que encierra, le causara horror. Quien habr que, al poco tiempo de habercomulgado, pueda consentir, no digo ya en un acto impuro, sino tan solo en un malpensamiento?. Jess, que mora entonces en su corazn, le hace muy bien comprender loinfame que es ese pecado, y cuanto le desagrada y cuanto le aparta de El. El cristiano quefrecuenta santamente los sacramentos podr ser tentado, ms difcilmente pecara. Enefecto, cuando tenemos la gran dicha de recibir el cuerpo adorable de Jesucristo, nosentimos extinguirse en nuestro corazn el fuego impuro?. La Sangre adorable que correpor nuestras venas, que menos har que purificar nuestra sangre?. La carne sagrada quese mezcla con la nuestra, no la diviniza en cierta manera?. No parece nuestro cuerporetornar a aquel primer estado en que se hallaba Adan antes de pecar?. Esa Sangreadorable que engendr tantas vrgenes !... (Zach., IX, 17.). Tengamos por cierto que,dejando de frecuentar los sacramentos, a cada momento caeremos en pecado.Adems, para defendernos del demonio, hemos de evitar la compaa de aquellaspersonas que pueden inducirnos al mal. Ved lo que hizo Jos, al ser tentado por la mujerde su amo: dejole el manto entre sus manos, y huyo para salvar su alma (Gen., XXXIX,12.). Los hermanos de Santo Tomas de Aquino, viendo con malos ojos que su hermano seconsagraba a Dios, a fin de estorbar su propsito le encerraron en un castillo e hicieronentrar all una mujer de mala vida para que intentase corromperle. Vindose en tal apuropor la desvergenza de aquella malvada criatura, tom un tizn encendido, y con el laarrojo ignominiosamente de su aposento. A la vista del peligro a que haba estadoexpuesto, oro con tan copioso llanto, que Nuestro Seor le concedi el precioso don decontinencia.

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    Ved lo que hizo San Jernimo para poder conservar la pureza; miradle en el desiertoabandonarse a todos los rigores de la penitencia, a las lgrimas y a las duras maceracionesde su carne (Vida de los Padres del desierto, t. Y, p. 264.). Aquel gran Santo nos refiere(S. Hieron., Vita S. Pauli, Primi Eremitae, 3.), adems, la victoria alcanzada por un joven

    virtuoso, en una lucha quiz nica en la historia, en tiempos de la cruel persecucin delemperador Decio. Este tirano, despus de haber sometido al joven a todas las pruebas queel demonio le inspirara, pens que, si lograba hacerle perder la pureza del alma, tal vez leconducira fcilmente a renunciar a su religin. A este objeto mand que fuese llevado aun jardn de delicias, lleno de rosas y lirios, junto a un riachuelo de aguas cristalinas yjuguetonas, bajo la sombra de corpulentos rboles agitados por deliciosa y suave brisa.Una vez all, le pusieron en un lecho de plumas; atronle con ligaduras de seda, y ledejaron solo. Entonces hicieron que se acercase a el una cortesana, vestida muy rica yprovocativamente. Y comenz a incitarle al mal con toda la impudencia y lasprovocaciones que la pasin puede inspirar. Aquel pobre joven, que hubiera dado milveces su vida antes que manchar la pureza de su hermosa alma, hallabase sin defensa,

    pues estaba atado de pies y manos. No sabiendo cmo resistir a los ataques de lavoluptuosidad, impulsado por el espritu de Dios, cortse la lengua con los dientes y laescupi al rostro de aquella mujer; lo cual caus a esta tanta confusin, que la oblig ahuir. Este hecho nos muestra cmo nunca permitir Dios que seamos tentados ms all denuestras fuerzas.

    Ved tambin a San Martiniano, que vivi en el siglo IV (Ribadeneyra, 13 febrero).Despus de haber morado veinticinco aos en el desierto, vise expuesto a una ocasinmuy prxima de pecar. Habia ya consentido de pensamiento y de palabra. Mas Dios letoc el corazn y acudi en su auxilio. Concibi entonces un tan hondo pesar del pecadoque iba a cometer, que, entrando en seguida en su celda, encendi fuego, y puso en el suspies. El dolor que experimentaba y el remordimiento del pecado hacanle exhalarhorribles gritos. Zoe, la mujer malvada, que haba ido all a tentarle, al or los gritoscorri para ver lo que suceda; y qued tan conmovida ante aquel espectculo, que, lejosde pervertir al santo, ella se convirti. Y pas el resto de su vida en las lgrimas y en lapenitencia. En cuanto a San Martiniano, permaneci siete meses echado en el suelo sinpoder moverse, a causa de las heridas de sus pies. Una vez curado, retirse a otrodesierto, donde llor, pensando en el peligro que corriera de perder su alma. Aqu veis loque hacan los santos; aqu veis los tormentos a que se sometieron antes que perder lapureza de su alma tal vez eso os extrae; ms lo que debera extraaros es la poca estimaen que tenis tan hermosa virtud. Ay!, tan deplorable desden proviene de no conocer suverdadero valor!.Digo, finalmente, que debemos profesar una ferviente devocin a la Santsima Virgen, siqueremos conservar esta hermosa virtud; de lo cual no nos ha de caber duda alguna, siconsideramos que ella es la reina, el modelo y la patrona de las vrgenes...San Ambrosio llama a la Santsima Virgen seora de la castidad; San Epifanio la llamaprincesa de la castidad, y San Gregorio, reina de la castidad...

    Od un ejemplo que nos pone de manifiesto cuanto protege la Santsima Virgen lacastidad de los que en ella confan, hasta el punto de que no sabe denegarles nada de

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    cuanto le piden. Un caballero muy devoto de la Santsima Virgen haba construido unacapilla en su honor, en una de las dependencias del castillo que habitaba. Nadie conocala existencia de dicha capilla. Todas las noches, despus del primer sueo, sin decir nadaa su mujer, levantabase y dirigiase a la capilla de la Virgen, para pasar all lo restante dela noche... Su mujer estaba muy apesadumbrada del proceder del marido, pues crea ella

    que sala de noche para entrevistarse con mujeres de mala vida. Cierto da, la esposa nopudo soportar ya por ms tiempo aquel secreto sufrimiento, y dijo a su marido que muybien se vela que tenia otra mujer preferida. El marido, pensando en la Santsima Virgen,le contesto afirmativamente. Esta respuesta hiri vivamente los sentimientos de aquellamujer, y viendo que su marido no cambiaba de conducta, en un arrebato de pesar, sesuicido clavndose un pual en el pecho. Al volver de la capilla el marido, hallo alcadver de su mujer baado en sangre. Afligido en extremo ante aquel espectculo, cerrocon llave la puerta de su cuanto, y se dirigi de nuevo a la capilla de la Virgen, y all,desconsolado y lloroso, prosternose ante aquella santa imagen, exclamando: Ya veis, ohSantsima Virgen, que m esposa se ha suicidado porque venia yo por la noche apermanecer en vuestra compaa. Ya veis que mi mujer est condenada; la dejareis

    ardiendo en las llamas, cuando se ha suicidado desesperada a causa de mi devocin paracon Vos?. Virgen Santa, refugio de los afligidos, servios devolverle la vida; mostrarcuanto os place hacer bien a todos. No saldr yo de aqu pasta que me hayis alcanzadoesta gracia de vuestro divino Hijo.Mientras se hallaba abstrado en sus lgrimas y oraciones, una criada le estaba buscandoy llamndole, diciendo que la seora preguntaba por el.Y el caballero le dijo: Estas segura de que es ella quien me llama? - Escuchad su voz, dijo la criada. La alegra del caballero fue tan grande, que noacertaba a separarse de la compaa de la Virgen. Por fin levantose, llorando de alegra yde gratitud, y hallo a su mujer en plena salud. De sus heridas solo le quedaban lascicatrices, para que nunca olvidase tan gran milagro obrado por la proteccin de laSantsima Virgen. Al ver entrar a su marido, abrazole diciendo: Amado mo!, te estoyaltamente agradecida por lo caridad en rogar por mi. Quedo tan agradecida por aquelprodigioso favor, que paso el resto de su vida en lgrimas y penitencia; no poda nuncarelatar la gracia que la Virgen haba alcanzado de su divino Hijo, sin llorar a lagrimaviva, y no tenia otro deseo sino manifestar a todos cuan poderosa es la Santsima Virgenpara socorrer a los que en ella confan.

    Podremos abrigar duda alguna de que nunca dejara de concedernos cuantas gracias lepidamos, a nosotros que estamos aun en la tierra, lugar propicio para la misericordia delHijo y para la compasin de la Madre?. Siempre que tengamos que pedir una gracia aDios, dirijmonos a la Virgen Santa, y con seguridad seremos escuchados. Queremossalir del pecado?, acudamos a Maria; Ella nos tomara de la mano y nos conducir a lapresencia de su divino Hijo para recibir de l el perdn. Queremos perseverar en elbien ?, dirijmonos a la Madre de Dios; Ella nos cobijara bajo su manto protector, ycontra nosotros nada podr el infierno. Queris de ello una prueba?. Vedla aqu: leemosen la vida de Santa Justina (Ribadeneyra, 26 septiembre.) que cierto joven sinti par ellavehemente amor; y viendo que nada poda obtener con sus solicitaciones, acudi a unsujeto llamado Cipriano, el cual tenia tratos con el demonio. Prometiole una cantidad dedinero para el caso de que lograse hacer que Justina consintiese en lo que el deseaba. Al

  • 8/6/2019 Sermn del Santo Cura de Ars sobre la Pureza

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    momento la joven se sinti fuertemente tentada contra la pureza; ms ella acudi enseguida a la proteccin de la Virgen, y con ello lograba siempre ahuyentar al demonio. Eljoven aquel pregunto a Cipriano por que no poda ganar a la doncella, y ste a su vez sedirigi al demonio y le echo en cara su escaso poder en aquel caso, cuando en otrosparecidos haba siempre satisfecho sus designios.

    -El demonio le contesto: Es verdad, pero ello es porque la joven acude a la Madre deDios, y, en cuanto comienza a orar, pierdo todas mis fuerzas y no puedo ya nada.Admirado Cipriano, al ver que quien recurre a la Santsima Virgen resulta tan terrible almismo infierno, se convirti y muri santo y mrtir.Terminare diciendo que, si queremos conservar la pureza de alma y cuerpo, debemosmortificar la imaginacin; nunca hemos de permitir que nuestro espritu divaguepensando en aquellos objetos que nos llevan al mal, y poner tambin mucho cuidado enno ser para los dems ocasin de pecado, ya con nuestras palabras, ya con la manera devestirnos : esto principalmente por lo que. pace a las personas del sexo femenino. Si nosocurre hallarnos ante una mujer indecentemente vestida, debemos apartar en seguida

    nuestra vista, y no pacer como aquellos desgraciados que con mirada impdica fijan enella sus ojos tanto tiempo cuanto le place al demonio. Hemos de mortificar nuestros odosnunca debemos or con gusto palabras ni canciones inmundas. Dios mo, como seexplica que tantos padres y madres, tantos amos y seoras, en las veladas de invierno, enlos trabajos, oigan sin protesta las ms infames canciones, vean cometer actos queescandalizaran a los paganos, sin que se resuelvan a impedirlos, bajo el pretexto de queson bagatelas?. Ah, desgraciados cuntos pecados habrn cometido por vuestra culpavuestros hijos y servidores!.

    Bienaventurados, nos dice Jesucristo, los que tienen puro su corazn, pues ellos vern aDios. Cun dichosos los que tienen la fortuna de poseer esta hermosa virtud!. No sonellos los amigos de Dios, los preferidos de los ngeles, los hijos mimados de la SantsimaVirgen ? Pidamos frecuentemente a Dios, por intercesin de nuestra Santsima Madre,que nos de un alma y un corazn puros y un cuerpo casto; y as tendremos la dicha deagradar a Dios en esta vida, y poder glorificarle durante la eternidad: lo cual a todosdeseo.