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Sermon Pablo Evangelismo

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PABLO: UNA PERSPECTIVA DIFERENTE

Objetivo: Que los oyentes entiendan la perspectiva de la vida con Cristo y sin Cristo.

Base Bíblica: Hc 22: 3

INTRODUCCIÓN

-Nuestra reflexión de hoy tiene que ver con la experiencia de un gran hombre.

-Tomaremos la vida de Pablo como un modelo de enseñanza para nuestras vidas.

-Pablo vivió una de las experiencias más grandes y trascendentales de su vida en su conversión.

La conversión es el factor más determinante en la existencia de todo cristiano. Por esa razón, la vida y obra de cada persona puede ser mejor entendida a la luz de su conversión; ya que este acontecimiento nos hace romper con nuestro pasado, transformando nuestro presente y establece el rumbo de nuestro futuro. Además nos permite ver con claridad y enfocar de mejor manera las percepciones de la vida. Cuando Cristo viene a nuestro ser tendremos una percepción más clara de nuestro lugar en este mundo.

Como lo explica James Stalker, en su libro “Vida de San Pablo” en la página 41, donde afirma que toda la teología de San Pablo “no es más que la explicación de su propia conversión”.

A fin de entender como Pablo llegó a tener una nueva perspectiva de la vida, su proceso puede ser dividido en tres

marcados énfasis: Su visión antes de Cristo, con Cristo y su perspectiva después de Cristo.

I.- La perspectiva de Pablo antes de encontrarse con Cristo

Saulo, antes de su encuentro con Cristo creía que hacia un bien. Pero la verdad es que era un hombre que estaba sinceramente equivocado. Pensaba que su vida era correcta. No había nada que lo pudiera convencer de lo contrario. Se dio cuenta de su equivocación hasta que se encontró con Cristo.

¿Quién era Pablo antes de su conversión? (leer Hc 22: 3)

“Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad”. Pablo era un hombre judío de nacimiento, romano por adopción, griego por educación. Era un hombre culto; sumamente instruido. Gozaba del status quo, era reconocido como un hombre con un cierto nivel económico. Descendía de una familia acomodada. Era una persona que tenía los privilegios que la vida podía ofrecer. Él pensaba que en su vida no necesitaba más.

“Instruido a los pies de Gamaliel”. Ciertamente Pablo era un hombre educado a los pies de un reconocido maestro de su tiempo. Poseía conocimiento, cultura, influencia y poder; pero le faltaba el conocimiento esencial. Aquél conocimiento que nos permite ver más allá de lo obvio.

Notemos lo que dice: “estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios,”. Él pensaba que estaba haciéndole un favor a Dios. Creía que perseguir a los cristianos y acabar con ellos era hacer lo que Dios quería. Él tenía una visión equivocada de lo que significaba ser un hombre celoso de Dios. En su percepción él creía que estaba bien y que los otros estaban mal. Él quería enseñarles lo que era correcto,

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porque según su percepción era más inteligente que los otros. Él creía en Dios; pero a su manera. No alcanzaba a asimilar que era lo que Dios quería, pensaba que lo que hacía era lo correcto. Y tanto era su celo y su ceguera que llegó a ser un hombre sinceramente equivocado.

Era un hombre intachablemente moral. “estrictamente conforme a la ley de nuestros padres.” Desde su muy personal punto de vista todo estaba bien en su vida. Las obras que realizaba lo calificaban para el reino de los cielos. Quería alcanzar la salvación a través de sus obras. Pensaba que las obras que hacía lo acercaban más a Dios. Era un hombre sincero, pero su esfuerzo estaba mal enfocado. Hacía no lo que Dios quería sino lo que a él le parecía. Y hubiese seguido así a no ser por el poder misericordiosos de Dios.

Veamos Hechos 9:1,2 (leer):

Saulo estaba persiguiendo a los discípulos del Señor, a los hombres y mujeres del “Camino” es sinónimo de Cristianismo (6 CBA, p. 227).

Decir que Saulo estaba persiguiendo a los del “Camino” es decir que él estaba persiguiendo a los miembros de iglesia. Decir que Saulo estaba persiguiendo a los del “Camino” equivale a decir que estaba persiguiendo al mismo que creía estaba ayudando. Decir que Saulo estaba persiguiendo a los del “Camino” equivale a decir que estaba en contra de Cristo Jesús.

Lo mismo sucede en nuestras vidas, mientras no nos encontremos con Cristo creemos que estamos bien así. Creemos que no nos hace falta nada. Sentimos que los que están mal son aquellos que tratan de mostrarme el camino. Y le decimos están equivocados. Muchas veces nuestro orgullo no

nos deja humillarnos a reconocer la verdad que se está presentando y hasta a veces sentimos odio porque tratan de corregirnos y decirnos lo que debemos hacer.

Este tipo de personas como Pablo son hombres sinceramente equivocados con una percepción equivocada de los que es en realidad el cristianismo. Miran la vida cristiana como aburrida; la ven como una serie de “nos”: no hagas esto, no hagas aquello. Los hombres no se salvan por lo bueno que llegan a ser o por las muchas obras que llegan a realizar. No importa cuanta moralidad practiquemos. Podemos llegar a ser celosos en las cosas de Dios. Quizás digamos “Yo no daño a nadie” “no le hago mal a nadie” Pero aún así, estamos errando el camino de la salvación. Podemos pensar que estar en cierta iglesia nos asegura el camino correcto de la salvación, y aún así estar perdidos. ¡La única manera de encontrar el camino correcto es en Cristo Jesús! Puedo llegar a creer que la religión que mis padres me inculcaron es lo correcto porque ellos procuran nuestro bien. Y nos preguntamos ¿Por qué he de cambiar? La verdad es que todo esto sin Cristo en tu vida no vale la pena luchar por ellos, sin Cristo equivale a estar sinceramente equivocados. Mientras no aceptes a Cristo estas en contra de él. “El que no es conmigo contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” (Mat. 12:30).

II. La perspectiva de Pablo al encontrarse con Cristo

En segundo lugar, en la conversión de S. Pablo aprendemos que el Dios del cielo, el Dios que tú y yo adoramos, es un Dios totalmente poderoso para transformar las vidas humanas. Hechos 9:1,2, nos dice (leer):

Pero a escasos veinte versículos más adelante en este mismo capítulo, usted se encuentra con otros tres, que sorprenden

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totalmente, porque hablando del mismo Saulo (Hechos 9:20 al 22) afirman que (leer):

¡Esto es sorprendente, es increíble! En los versículos 1 y 2 es Saulo el perseguidor de la iglesia y el enemigo de Cristo; pero en unos textos más adelante, se habla del mismo hombre diciendo que ya no es perseguidor de la iglesia y enemigo de Cristo, sino miembro de la iglesia y predicador de Cristo.

¿Cuántos días transcurrieron entre Hechos 9:1,2, que describe Pablo como el obcecado perseguidor y Hechos 9:20 al 22, que describe a Saulo como poderoso predicador? ¿Cuántos días se tardó Dios para convertir a Saulo, el enemigo de Cristo a Saulo, el predicador de Cristo? Aunque nos parezca difícil de creer: sólo tres cortos días. El poder de Dios no tiene límites. Hay poder en Cristo Jesús

En realidad Dios ya lo había estado llamando, había luchado muchas veces en lo íntimo de su alma en una entrega a Cristo. Muy dentro de su ser se desarrollaba una lucha para aceptar a Cristo, pero muchas veces se había resistido.

Lo que Pablo vio no fue una visión, él se encontró en persona con Cristo. Jesús transformó su ser. (9:5)

En Hechos 9:7 dice que Saulo estuvo “tres días sin ver, y no comió ni bebió”. Y Hechos 9:18 nos cuenta que en el momento en que a Saulo le cayeron de los ojos algo como escamas, recobró la vista; “y levantándose fue bautizado”. Con justa razón el libro Hechos de los apóstoles, en la página 200, nos dice que:

“En ocasión de su conversión, Pablo se llenó del vehemente deseo de ayudar a sus semejantes a contemplar a Jesús de

Nazareth como el hijo del Dios vivo, poderoso para transformar”.

Este omnipotente Dios que transformó al más amargado y terco perseguidor de las buenas nuevas en el más completo y exitoso heraldo de la verdad; puede hoy transformar total, completa y definitivamente nuestra vida. Él puede transformar el esposo malo, borracho, violento e infiel en un santo miembro de su bendita iglesia. Él puede convertir al hijo desobediente, ingrato y pecador, en un santo ministro del evangelio. Él puede convertir a la hija descarriada y perversa en unas santa y dedicada obrera de su causa.

Pablo exalta constantemente en sus escritos esta capacidad de Dios. Él escribió en Romanos 1:4, que Cristo es el “Hijo de Dios con poder”, en Romanos 1:16, que el evangelio “es poder de Dios para salvación a todo aquél que cree”, en 1 Corintios 1:8, que “la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”, en 1 Corintios 4:20, que el reino de Dios “no consiste en palabras sino el poder”.

Uno de los párrafos bíblicos más cautivantes sobre el poder de Dios es el de segunda de Corintios 12:1 al 9. Pablo defendiendo su ministerio, se ve obligado a hablar de las grandezas de las revelaciones y visiones que él recibió del Señor Jesús. Él dice que fue arrebatado hasta el tercer cielo, al paraíso, donde oyó palabras inefables, que al hombre no le es permitido expresar.

Luego dice que para que la grandeza de esas revelaciones no le hiciera exaltarse desmedidamente le fue dada una espina, un aguijón en la carne, al que define como un mensajero de Satanás que lo abofetea. Pablo rogó al Señor en tres ocasiones que le quietara ese aguijón y en el versículo 9 el Señor le dice:

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“Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”.

Cuando los cristianos al igual que San Pablo, somos abofeteados por Satanás y sus mensajeros, podemos estar seguros que nuestro poderoso Dios estará a nuestro lado para decirnos: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por lo tanto, junto con Pablo podemos decir: “De buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.

¿Nos sentimos débiles para enfrentar nuestras enfermedades? ¡Gloria a Dios!, porque el poder de Cristo se perfecciona en esa debilidad nuestra y con su poder enfrentaremos con éxito nuestras enfermedades. ¿Nos sentimos débiles para enfrentar el abandono del esposo, la esposa, o cualquier otro ser querido? ¡Gloria a Dios! Porque el poder de Cristo se perfecciona en esa debilidad nuestra y con su poder enfrentaremos con éxito la soledad y el abandono. ¿Nos sentimos débiles para enfrentar nuestras tendencias pecaminosas adquiridas o heredadas? ¡Gloria a Dios!, porque el poder de Cristo se perfeccionará en esa debilidad nuestra y con su poder confiaremos en su perdón y seremos transformados.

¿Nos sentimos débiles para enfrentar la muerte de los seres amados o de nosotros mismos? ¡Gloria a Dios! Porque el poder de Cristo se perfecciona nuestra debilidad dándonos consuelo y paz al pasar por el valle de sombra y de muerte.

Lo que convirtió a Saulo el perseguidor en Pablo el predicador fue un encuentro con Cristo. Nuestra esperanza de conversión no radica en normas, leyes y engaños. Nuestra esperanza de conversión radica en un encuentro diario, continuo y definitivo con Cristo Jesús, nuestro amante Salvador.

Si estamos cansados de la penosa tarea de estar pegando parches y haciendo remiendos en nuestra vida antigua; si queremos ver en nosotros una vida totalmente nueva, una vida totalmente santa; si queremos que de verdad las cosas viejas con que nacimos y adquirimos que aún nos acompañan desaparezcan de nosotros; entonces busquemos de todo corazón diariamente un encuentro con Cristo.

San Pablo dice en 2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. De modo que si alguno por el estudio diario de la Biblia, por la oración constante a nuestro Dios, por su asistencia fiel a su iglesia, se mantienen en Cristo, será una nueva criatura. Sólo estando con Él podemos ser como Él y vivir para Él; separados de Él nada podemos hacer.

Pablo no lo buscó, pero Dios lo encontró a él. La verdadera conversión es el resultado de un encuentro personal con Jesús, que guía a una nueva vida en relación con Él.

III. La perspectiva de Pablo después de encontrarse con Cristo

El tercer paso que debemos considerar es el resultado de su encuentro. Toda persona que se encuentra con Cristo nunca puede ser igual, hay cambios. Estos cambios se hacen evidentes cuando uno ha nacido de nuevo.

Hechos 9:4,5 dice que al caer Saulo en tierra a consecuencia del repentino resplandor de la luz del cielo oyó una voz que le decía (leer):

En este instante Saulo aprendió que cuando él perseguía a la iglesia de Dios aquí en la tierra estaba persiguiendo a Cristo mismo. Aprendió que los seguidores de Cristo no estamos solos

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y abandonados en este mundo. Aprendió que Cristo saldrá siempre en defensa de todo cristiano que es atacado por Satanás y sus agentes. Emile Mersch, acertadamente expresó que:

Desde el día que Pablo vio a Cristo en la iglesia que estaba persiguiendo, se diría que no pudo ya mirar a los ojos de un cristiano sin encontrar en ellos la mirada de Cristo (Citado por John A. T. Robinson. El Cuerpo, pág. 87).

Saulo fue confrontado con la verdad del evangelio, los deseos más hondos fueron expuestos a la luz de Cristo. Cuando somos sinceros y queremos hacer lo correcto el evangelio de Cristo nos dará luz para hacerlo.

Si consideramos el texto con cuidado nos daremos de algunos aspectos importantes:

Saulo preguntó: “Quién eres Señor” Saulo no conocía a Cristo por experiencia personal. No tenía una correcta perspectiva del cristianismo.

El Señor le dijo: “Levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” El Señor le dijo, lo que has venido haciendo hasta ahora ha sido equivocado. No es lo que yo quiero que hagas.

El versículo 8 dice: “Entonces, Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía abierto los ojos, no veía nada, Así, lo llevaron de la mano hasta Damasco. Y allí estuvo tres días sin ver. Y no comió ni bebió.”

Luego en los versículos 17 y 18 dice (leer):

Es interesante que Saulo no dejó en el camino su orgullo y su odio. Saulo tenía una plena confianza en sí mismo y en sus sacerdotes. Dice la Biblia que después del encuentro con Jesús

quedó ciego. Dios le estaba diciendo que todo lo que había hecho anteriormente era porque había sido siego a la verdad. Dios le estaba mostrando que todo lo que hacemos sin Cristo es pérdida de tiempo, es ceguedad, es obscuridad, es ignorancia y nuestro destino es la noche, la muerte, el dolor y la tristeza.

Muchas veces Saulo luchó contra sí mismo porque había cierta convicción de que tal vez no estaba en la razón. Había visto como muchos mártires habían entregado su vida con una gran convicción, había participado en el apedreamiento de esteban, había visto como su rostro brillaba. Pero aún así se resistía. Su orgullo era más fuerte, aunque sabía que tenían la razón no se doblegaba. Pero ahora podía ver claramente. Había caído de sus ojos dos escamas que no le permitían ver claramente la realidad. Pero ahora se daba cuenta lo equivocado que había estado. La realidad se desplegó ante sus ojos y supo que era necesario levantarse y bautizarse. Ahora era claro. El mayor oponente de la iglesia se convierte en el más grande defensor. Saulo, el que había sido ciego a la verdad de Dios ahora se había convertido en Pablo, quien había recibido una nueva visión de su misión. Ahora no era Saulo, quien luchaba contra Dios, el de las percepciones equivocadas; ahora era Pablo quien lucha por Dios. ¿Qué hizo Pablo después de haber recobrado la vista? Dice el vs. 18 la última parte que “levantándose, fue bautizado” La verdadera evidencia de un alma convertida y transformada es una decisión por Cristo a través del bautismo.

Conclusión

Hay poder en Cristo Jesús. Él es capaz de darle una nueva perspectiva a tu vida. Él pude quietar de tus ojos las escamas que no te impiden ver con claridad. El Señor puede convertir tu obscuridad en luz resplandeciente, él quiere que veas

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claramente, Él quiere darle un nuevo rumbo a tu vida. Sin Cristo tu destino es la muerte con Cristo te diriges a la vida. La vida de Pablo ante s de Cristo fue una vida equivocada, pero cuando Cristo apareció en su vida encontró el verdadero sentido de su existencia. Cristo es el único que pude darle sentido a tu vida. Lo único que necesitas es caer de tu orgullo y decirle: “Señor, ¿Qué quieres que haga?”

Llamado.