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Los Cuadernos de Asturias EL MUNDO DE LOS ANALES EN EL CUENTO INFANTIL ASTUR Robeo González-Quevedo González s iempre es agradable recordar la inncia feliz. Y más aún cuando e conrmada por un mundo ntástico y maravilloso de animales que hablaban y vivían jugan- do. Solían aparecer estos animales al anochecer, cuando los niños, necesitados de vencer la sole- dad y de ser arrullados por el mundo de la pala- bra, escuchaban los cuentos, las historias de los animes que poblaban los ondosos bosques y los verdes valles que rodeaban al pueblo. Todos estos relatos quedaban fijados para siem- pre en la memoria, por escucharse miles de veces. Yo los escuché en el lugar donde nací, Palacios del Sil, pueblo situado, como Babia y Laciana, en el límite noroccidental de la provincia de León, pero que lingüística (1), étnica, cultural e incluso económicamente se identifica con el occidente de Asturias. (Hay que tener en cuenta que hasta hace muy poco perteneció a la diócesis de Oviedo). La sociedad tradicional en todo este ámbito, que rma una auténtica unidad cultural, se ba- saba en la ganadería y una agricultura muy rudi- mentaria y contaba con una infinidad de costum- bres e instituciones derenciadoras. Hoy la rma de vida ha cambiado drásticamente: en torno a la minería del carbón se ha desarrollado una socie- dad consumista y con un nivel de vida muy ele- vado, que no ha encontrado ningún ecto nega- tivo en la actual crisis. Entre la gran variedad de cuentos tradicionales e historias, es de destacar que los que se reservan al mundo inntil solían tener siempre, y casi ex- clusivamente, a los animales como protagonistas. Fijándonos, sin embgo, en éstos, observamos que podemos distinguir dos tipos de cuentos de animales, lo que aquí llamamos serie A y serie B. Los cuentos de la serie A En los cuentos que llamamos de la serie A los protagonistas son íntegramente animales, pero de dos categorías direntes: por un lado están los animales salvajes y por otro, los domésticos. De esta manera, la historia que rma el cuento se desarrolla entre aquellos animales peligrosos, de- predadores, temidos, que viven en los bosques, como es el caso del «tsobu» (lobo), «la raposa» (zorra) y por otro lado los animales que ayudan al hombre en su lucha contra el medio ambiente y que son imprescindibles para su supervivencia, es decir, el «pitu» (gallo), «el xatu» (becerro), «el gochu» (cerdo), la «ugüecha» (oveja), «el car- neiru» (carnero). 84 Todos los cuentos de esta serie A responden al mismo esquema. 1) Mientras un animal doméstico está tranqui- lamente realizando sus tareas habituales, se pre- senta inopinadamente un animal salvaje y depre- dador que se decide a llevárselo p_ ara comerlo o a comerlo allí mismo. Veámoslo en un cuento parti- cularmente corto: el de «El gatsón ya la raposa» (el gallo y la zorra). Un día, una raposa piquena metíu-se pul alba- ñei del cual de la casa'l tíu Sicundu. Pechóu al gatsón que taba tsí dent ya pul mesmu racu sacóu-lu p camu lus Pedones. Tsevóu-lu des- pués pal calichón de la Cuérguila. Cumu yera muitu ceu, naide uyíu nada. (Un día una zorra pequeña se introdujo por el desae del coal de la casa del señor Sicundu, Cogió al gallo que estaba lí y por el mismo agu- jero lo sacó pa el camino de los Paredones. Lo llevó después al Callejón de la Cuérguila. Como era muy temprano, nadie oyó nada.) 2) Dada la superioridad del animal salvaje, el animal doméstico debe recurrir a la astucia como arma posible de defensa. Una astucia normal- mente absurda e irónica, que no tiene ningún viso de poder darse en la realidad. La argucia del ani- mal doméstico le deja a él mismo a salvo, mientras queda en ridículo su contrincante: El gatsón nun sabía que ere ya dicía: -«¡Xela, xela, xela!». Dicía-lu tan altu que cuasi tinía a la raposa xorda. Yal gatsón cantaba cuantu pudía: -«¡Xela, xela, xela!». Tut, que la raposa nun e quien a aguantar más ya dixu abriendu la boca: -«¡Si xela que xele!». Yal gatsón marchóu pa la cana una cunxal. (El glo no sabía qué hacer y decía: -«¡ Hiela, hiela, hiela!». Lo decía tan alto que casi tenía a la zoa sorda. Y el glo cantaba con todas sus erzas:

sGonzález-Quevedo González · rios cuentos de un «tsobu viechu» (lobo viejo) que va de fracaso en fracaso. Prueba fortuna con unos «carneirus» (carneros) hermanos, los cuales

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Los Cuadernos de Asturias

EL MUNDO DE LOS

ANIMALES EN EL

CUENTO INFANTIL

ASTUR Roberto González-Quevedo González

siempre es agradable recordar la infancia feliz. Y más aún cuando fue conformada por un mundo fantástico y maravilloso de animales que hablaban y vivían jugan­

do. Solían aparecer estos animales al anochecer, cuando los niños, necesitados de vencer la sole­dad y de ser arrullados por el mundo de la pala­bra, escuchaban los cuentos, las historias de los animales que poblaban los frondosos bosques y los verdes valles que rodeaban al pueblo.

Todos estos relatos quedaban fijados para siem­pre en la memoria, por escucharse miles de veces. Yo los escuché en el lugar donde nací, Palacios del Sil, pueblo situado, como Babia y Laciana, en el límite noroccidental de la provincia de León, pero que lingüística (1), étnica, cultural e incluso económicamente se identifica con el occidente de Asturias. (Hay que tener en cuenta que hasta hace muy poco perteneció a la diócesis de Oviedo).

La sociedad tradicional en todo este ámbito, que forma una auténtica unidad cultural, se ba­saba en la ganadería y una agricultura muy rudi­mentaria y contaba con una infinidad de costum­bres e instituciones diferenciadoras. Hoy la forma de vida ha cambiado drásticamente: en torno a la minería del carbón se ha desarrollado una socie­dad consumista y con un nivel de vida muy ele­vado, que no ha encontrado ningún efecto nega­tivo en la actual crisis.

Entre la gran variedad de cuentos tradicionales e historias, es de destacar que los que se reservan al mundo infantil solían tener siempre, y casi ex­clusivamente, a los animales como protagonistas. Fijándonos, sin embargo, en éstos, observamos que podemos distinguir dos tipos de cuentos de animales, lo que aquí llamamos serie A y serie B.

Los cuentos de la serie A

En los cuentos que llamamos de la serie A los protagonistas son íntegramente animales, pero de dos categorías diferentes: por un lado están los animales salvajes y por otro, los domésticos. De esta manera, la historia que forma el cuento se desarrolla entre aquellos animales peligrosos, de­predadores, temidos, que viven en los bosques, como es el caso del «tsobu» (lobo), «la raposa» (zorra) y por otro lado los animales que ayudan al hombre en su lucha contra el medio ambiente y que son imprescindibles para su supervivencia, es decir, el «pitu» (gallo), «el xatu» (becerro), «el gochu» (cerdo), la «ugüecha» (oveja), «el car­neiru» (carnero).

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Todos los cuentos de esta serie A responden al mismo esquema.

1) Mientras un animal doméstico está tranqui­lamente realizando sus tareas habituales, se pre­senta inopinadamente un animal salvaje y depre­dador que se decide a llevárselo p_ara comerlo o a comerlo allí mismo. Veámoslo en un cuento parti­cularmente corto: el de «El gatsón ya la raposa» ( el gallo y la zorra).

Un día, una raposa piquena metíu-se pul alba­ñeiru del curral de la casa'l tíu Sicundu. Pechóu al gatsón que taba aitsí dentro ya pul mesmu furacu sacóu-lu pal caminu lus Paredones. Tsevóu-lu des­pués pal calichón de la Cuérguila. Cumu yera muitu ceu, naide uyíu nada.

(Un día una zorra pequeña se introdujo por el desagüe del corral de la casa del señor Sicundu, Cogió al gallo que estaba allí y por el mismo agu­jero lo sacó para el camino de los Paredones. Lo llevó después al Callejón de la Cuérguila. Como era muy temprano, nadie oyó nada.)

2) Dada la superioridad del animal salvaje, elanimal doméstico debe recurrir a la astucia como arma posible de defensa. Una astucia normal­mente absurda e irónica, que no tiene ningún viso de poder darse en la realidad. La argucia del ani­mal doméstico le deja a él mismo a salvo, mientras queda en ridículo su contrincante:

El gatsón nun sabía que faere ya dicía: -«¡Xela, xela, xela!».Dicía-lu tan altu que cuasi tinía a la raposa

xorda. Yal gatsón cantaba cuantu pudía: -«¡Xela, xela, xela!».Tutal, que la raposa nun fue quien a aguantar

más ya dixu abriendu la boca: -«¡Si xela que xele!».Yal gatsón marchóu pa la cana una cunxal.

(El gallo no sabía qué hacer y decía: -«¡ Hiela, hiela, hiela!».Lo decía tan alto que casi tenía a la zorra sorda.

Y el gallo cantaba con todas sus fuerzas:

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- ¡ Hiela, hiela, hiela!».En resumen, que la zorra no pudo soportarlo

más y dijo abriendo la boca: -«¡Si hiela que hiele!».Y entonces el gallo se fue a la rama de una

nogal.)

3) Una vez puesto a salvo el animal amigo dflhombre el salvaje trata de apropiarse de la astucia y enton�es es él quien con voz {tono

_improI?io de

su proverbial carácter trata de se�ucir a qmen lo dejó en ridículo y, además, hambriento.

Ya púxu-se entoncias la raposa umbaxu l'árbol ya dicía-tse: , . . ,

-«¡ Pitín pitón, baxa que te dare1 tngu d an-guanu' ».

Ya nun dexaba de amirare p'arriba sin aparare. Ya cuntestóu-tse entoncias el gatsón: -«Nun baxu, non. Una vez que me pecheste nun

me dexeste plumas nu rabu, si me pechas outra vez nun me dexas un güesu sanu».

(Y se puso entonces la zorra debajo del árbol y le decía:

-«¡ Pitín, pitón, baja que te daré trigo de esteaño!».

Y no dejaba de mirar para arriba insistente­mente.

Y entonces le contestó el gallo: -«No bajo, no. Una vez que me cogiste no me

dejaste plumas en el rabo, si me coges otra vez no me dejas un hueso sano.)

Estos cuentos, que hemos llamado de la �erie A, y que representan la lucha �n,tre un ammal enemigo del hombre, que queda ndiculamente �e­rrotado y otro animal victorioso y plenamente m­tegrado en la cultura humana representan la lucha y la oposición entre el mundo natural, por un lado, y el mundo cultural, por otro. Una cultura que a duras penas se mantiene por lo amenazador que es el bosque y sus animales salvajes, depre­dadores implacables de los rebaños al pastar en. los campos e incluso capaces de asaltar la� pro­pias casas. El mundo de la naturaleza e!ler

_mga se

caracteriza por su fuerza, por su supenondad fí­sica, mientras que la defensa cultural está llena de astucia, de inteligencia, de poder resolver el

_ pro­

blema mediante una argucia. El comportamiento del animal doméstico es un trasunto del compor­tamiento del hombre, capaz de crear un mundo cultural que le protege de la natural�za �ostil, pudiendo aprovechar su fuerza. La victoria del animal doméstico significa la victoria de la cultura y es una muestra de la superioridad del hombre frente a la naturaleza, aunque también es una muestra de su temor, de la angustia de su vida porla incertidumbre que representa el entorno físico. Este temor trata de calmarlo al final, incluso en la forma una forma eufónica, una moraleja de triunf�, un optimismo traducido a bellos sonidos para los oídos infantiles.

. . , . Esta misma estructura se repite sistematica­mente en todos los cuentos de la serie A. Pero cada uno tiene unas connotaciones particulares de

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mucho interés. Así, aquel cuento o fusión de va­rios cuentos de un «tsobu viechu» (lobo viejo) que va de fracaso en fracaso. Prueba fortuna con unos «carneirus» (carneros) hermanos, los cuales le en.­gañan pidiéndole ayuda para la partición de una finca que hubieseri heredado de su padr:e. El lobo se pone en el medio y entonces los carneros lo atropellan y lo dejan medio muerto. Más adelante amenaza a un burro con comérselo pero éste tam­bién le engaña invitándole a que le saque un es­pino clavado en la pezuña antes de servirle efecti­vamente de manjar. El lobo acaba con la boca deshecha y por eso se muere de hambre. En este cuento se denigra la figura del lobo presentándol? como viejo, estúpido (le engañan dos veces segm­das absurdamente) y, sobre todo, se calma la an­gustia que para el hombre representa el «tsobu»: el narrador se recrea en el triste final de este depredador, en su boca destrozada, es decir, er:i, su incapacidad para comer, para hacer daño. El tmte siempre burlón de la historia es, no sólo un s�llo del carácter astur y de su forma de ver la vida, sino también una manera de defenderse del temor que se le tiene a todo el entorno natural.

Algo muy similar ocurre en el cuento de «El xatu yal tsobu» (el becerro y el lobo). El «x�tu» está atado a un árbol porque sus amos lo de§ltman a ser un buen toro. Se acerca entonces un lobo diciendo que no le queda más remedio que co­merlo. Y el «xatu» accede, no sin antes rogarle al lobo que se ate también para así poder comprobar lo triste que es la vida de un animal sometido a sus amos. Nada más atarse el «tsobu» el «xatu» lo arrastra con la cuerda, terminando el cuento con las palabras del lobo:

-«Si la cuerda nun rompe u nun me desatu, apa­raréi na casa d l'amu'l xatu».

(Si la cuerda no se rompe o no me desato termi­naré en la casa del amo del becerro).

Aquí no sólo resalta lo divertido de la fráse

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eufónica final. También es muy interesante el he­cho de que el animal doméstico es más fuerte que el salvaje, aunque sus propias condiciones de do­mesticidad le hacen inferior ( está atado a un ár­bol). También, aunque muy veladamente, aparece la figura del amo, como ser prepotente y justi­ciero, al cual el lobo teme, idea esta a medio camino entre el deseo y la realidad.

Dentro de la serie A de cuentos merece un especial relieve el de «La gocha ya lus siete gu­chinus» (La cerda y los siete cerditos). Se añade en este cuento a las características ya destacadas la alusión a la maternidad como elemento funda­mental de la cultura y también al animal funda­mento por excelencia del sistema económico: «el gochu» .(cerdo), una cerda con sus siete «guchi-, nus» es sorprendida por el lobo, el cual manifiesta estar muy hambriento y necesitado de comer a los cerditos. Pero la «gocha» hace el siguiente trato: a cambio de que el lobo le ayude a pasar un reguero a las crías ella le entregará voluntariamente el «furón» (cerdo nacido en último lugar). Pero una vez que el lobo efectivamente cumple su parte en el trato se ve atacado por la «gocha», la cual le da un «fucicazu» (golpe con el hocico) y lo tira al reguero, que va a dar a un molino. El lobo cae al fondo del «mulín» y da vueltas con el «rudeznu» (pieza inferior del molino) al cual increpa así.

-«¡Para bitsarón, para bitsarón!».

A lo que replica el «rudeznu»:

-«¡ Para tú que you non, para tú que you non!».(«¡Para tú que yo no, para tú que yo no!»).

Probablemente ningún animal se identifique simbólicamente mejor con el mundo cultural que el «gochu». La victoria de la «gocha» sobre el lobo, al que induce a realizar las tareas más im­propias de sí mismo (ayudar a una familia de cer­oos a cruzar un reguero) para después eliminarlo

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no es otra cosa que una representación de la cul­tura humana en su tarea de hacer de la hostil naturaleza algo útil, aprovechable. Ocurre exac­tamente lo mismo que en el cuento de « La ugüe­cha, el curdeirín yal tsobu» (La oveja, el cordero y el lobo). En este hermoso relato el lobo es engañado al seguir el consejo que la oveja le da de que baje al río a rezar un padrenuestro mientras ella y su cordero acaban de hartarse. Cuando el lobo vuelve, la oveja y el «curdeirín» están ya guardados en la «corte» (establo). Entonces el lobo trata de seducirlos con voz cariñosa:

«El tsobu cavilóu un poucu ya dixu. cun voz muitu cariñosa:

-«¡Salí a mexar, salí a mexar!».Ya cuntestaba la ugüecha:-«¡Non, non, mexamus en casa! ¡Mexamus en

casa!. Ya dicía el tsobu: -«¡ Salí a cusere, salí a cusere!».Ya dicía etsa:-«Non, non, cusemus en casa! ¡Cusemus en

casa!». Ya dicía el tsobu: -«¡Salí a enfilare l'agucha! ¡Salí a enfilare l'agu­

cha!». Ya cuntestaba la ugüecha: -«¡Non, non, enfilámus-la en casa! ¡Enfilámus-la

en casa!». Viendu que nun salían ya rabiáu pul engañu dixu

el tsobu: -«¡ A magar soi tsobu cerval, nunca me pasóu

outru tal!». Ya cuntestóu-tse la ugüecha pur debaxu la

puerta: -«¡Amagar soi ugüecha berradera, nunca tsevéi

tal curridera!».

(El lobo caviló un poco y dijo con voz muy cariñosa:

-«¡Salid a orinar, salid a orinar!».Y contestaba la oveja:-«¡No, no, orinamos en casa, orinamos en

casa!». Y decía el lobo: -«¡Salid a coser, salid a coser!».Y decía ella:-«¡No, no, cosemos en casa, cosemos en casa!».Y decía el lobo:-«¡ Salid a enhebrar la aguja, salid a enhebrar la

aguja!». Y contestaba la oveja: -«¡No, no, la enhebramos en casa, la enhebra­

mos en casa!». Viendo que no salían y lleno de rabia por el

engaño dijo el lobo: -«¡Desde tanto tiempo como hace que soy un

lobo cerval, nunca me pasó una cosa semejante!». Y le contestó la oveja por debajo de la puerta: -«¡ Desde tanto tiempo como hace que soy una

oveja que berrea, nunca hice tantas carreras!»).

A pesar de la invitación, no caen en la trampa la oveja y su cordero. Tanto aquí el cordero como en el cuento anterior «lus guchinus» no hacen sino resaltar que tanto la oveja como la cerda son ma­

dres. Lo que acerca de la mujer, de la madre aquí

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se nos cuenta, tiene que ver con el status femenino en la sociedad tradicional asturiana. Veamos qué nos dicen respecto a esto los cuentos de la serie B.

Los cuentos de la serie B

Los cuentos que agrupamos en la serie B son también cuentos cuyos protagonistas son los ani­males, pero en este caso no encontramos ninguno doméstico, son todos salvajes. Pero curiosamente mientras que en la serie A se presentaba el enfren� tamiento entre naturaleza y cultura, en la serie B, con personajes exclusivamente naturales (salva­jes) lo que se describe es la propia cultura. Esto lo vemos claramente en el cuento llamado «Xuan ya Maruxa» (Juan y María). Xuan es un lobo y Ma­ruxa es una «raposa». Ambos forman una especie de matrimonio. Y un día entraron en una casa en la que no estaban los amos, pero en la cual había comida: una tartera llena de «papas».

Como la casa estaba cerrada tuvieron que me­terse por el agujero de la gatera, que, sin embargo, era tan pequeño que no cabía más que Maruxa. Esta entró y se hartó de papas mientras que al pobre Xuan, que estaba hambriento, sólo le en­tregó un calzado viejo. Tanto se hartó Maruxa que al salir ya no cabía por el agujero, por lo que tuvo que tirar Xuan por su hocico. Cuando salió por fin Maruxa, arguyendo que se había hinchado de agua exigió a Xuan que la llevara al hombro. Y mien­tras la llevaba decía Maruxa:

-«Rica morena, farta de papas, soi caballera».

Si bien al principio Xuan no se daba cuenta de la burla, acabó percatándose de ella y para ven­garse la tira al pasar por un puente.

Tanto el «tsobu Xuan» como la «raposa Ma­ruxa» son dos seres enemigos del hombre, depre­dadores seculares de ovejas y gallinas. Seres peli-

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grosos y salvajes que, según hemos visto en el análisis de la serie A, se denigran cuando se en­cuentran con protagonistas culturales. Ahora bien, en este contexto en el que no se da la dicotomí;:i. cultura / naturaleza porque todo es naturaleza(animales salvajes) resulta que lo que se simboliza es todo cultura: los animales salvajes pierden.. su carácter negativo y se convierten en representan­tes de las posiciones que se dan en la propia sociedad. Está claro que Xuan representa los ca­racteres y las expectativas propias del hombre en la vida social, mientras que Maruxa es la que resume los caracteres femeninos. Xuan es más feroz, es bruto, desea satisfacer sus deseos brus­c��ente. Maruxa es calculadora, porque es más debd. Sabe hartarse ella y mantener hambriento a su marido. Y no sólo eso, sabe también burlarse de él despiadadamente, reírse de su estupidez y ser llevada al hombro a costa de quien la trans­porta.

Parece, sin embargo, que el lobo no es absolu­t�mente idiota y, confirmadas sus sospechas, cas­tiga a Maruxa.

No siempre ocurre esto último. Por el contrario está más extendido por Asturias otro cuento en el que Maruxa sale vencedora. En la versión que yo tantas veces oí en Palacios del Sil los personajes son «el tsobu Andrés» y «la raposa Maruxa». Ambos e!lcuen�ran un «carneirín» y Andrés quiere co_me�fo mmediatamente. Pero Maruxa impone su entena de enterrarlo para momentos posteriores. En realidad se trata de una estratagema de Ma­:uxa, que _durante los tres días siguientes pretexta ir al bautizo de tres «rapusinus» cuando lo que hace es comer el carnero enterrado. Cuando An­�rés le pregunta por el nombre de los tres peque­nos zorros Maruxa le contesta que el del primer día se llamaba «Empecéilu», el del segundo «Es­mediéilu» y el del tercero «Acabéilu». Pero cuando ambos descubren juntos que el carnero ha sido comido ya, Xuan no puede aducir pruebas c?ntr:a �aruxa, la cual idea una solución: el que al dia s1gmente por la mañana amanezca con el rabo orinado, ése será el que había comido el carnero: Pero Maruxa orinó el rabo de Xuan mientras éste dormía y:

«En amaneciendu espertóu Maruxina a Andrés ya díxu-tse:

-«Paez mentira que durmiera toda la nueite sinespartá-me. Aio, chachu, ¡vamus amirare a vere quien sudóu el rabu!».

La raposa tenía-Ju sequín ya! tsobu tou muchau. Xuan xuraba que aunque sudara el rabu que él nun fora. Maruxina churaba ya dicía:

-«¡Ai anemal, you ya en mia voi a faer casu de Juque me digas!».

Ya! tsobu tuvu que pagare la culpa que nun te­nía.

(Una vez que amaneció despertó Maruxina a Andrés y le dijo:

-«Parece mentira que haya dormido toda la no­che sin despertarme.

¡ Vamos a mirar quién sudó el rabo!».

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La raposa lo tenía seco y el lobo todo mojado. Juan juraba que aunque había sudado el rabo él no había sido. Maruxina lloraba y decía:

-«¡Ay animal, nunca más haré caso de lo quedigas.

Y el lobo tuvo que pagar la culpa que no tenía.)

En este caso se repite lo anterior: la astucia femenina sabe ridiculizar y aprovecharse de la brutalidad e inmediatez masculina. Pero además el castigo no recae sobre élla, la que engaña, sino sobre él. El es el castigado. El es, incluso, el culpable. El lobo resulta ser «cornudo y apa­leado», por emplear un refrán dechado de univer­salismo. Quedémonos con estas dos palabras: la «raposa» engaña y el lobo resulta ser cornudo. Se ve claro entonces que Xuan-Andrés/Maruxa no son otra cosa que las relaciones entre el hombre y la mujer. Y en estas relaciones no es precisamente el peor el status femenino.

Es muy curiosa la obsesión de la canción y las tradiciones orales asturianas en el tema de la infi­delidad femenina, que casi siempre se resuelve sin castigo. Es muy curiosa aquella historia cuyos protagonistas son una moza que precisamente se llama María y su marido que precisamente se llama Xuan. María se acostó con un vecino y cuando llegó Xuan lo metió debajo de la cama. Para poder hacerlo salir pide consulta a su madre, la cual elabora una estratagema, no sin antes de­cirle a su hija:

-«Les moces d'ahora non servís pa nada; allá voyo ayudate a sacalu. ¡ Cuantos habré sacáu yo per delante les ñarices del to pá en sin que él los

• 1 viere.».

(Las mozas de ahora no valéis para nada; allá voy a ayudarte a sacarlo. ¡Cuántos habré sacado yo delante de las narices de tu padre sin que él los viera!»)

La estratagema era la siguiente: con el pretexto de comprobar si la olla sirve para «maciar» la manteca de su vaca que yiene a tener tanto volu­men como la cabeza de Xuan, la suegra introduce la cabeza de su yerno en una olla y después lo lleva de un lado para otro diciendo:

-«¡ Que salga ahora cualquier vecín diciendo porahí que la olla ye pequeña!» (2).

Cualquiera que haya vivido en Asturias se habrá percatado de que el status de la mujer es bastante diferente al de otras comunidades étnicas: es más difícil encontrar institucionalizada la sumisión fe­menina.

También es la mujer la que decide en el cuento de «Xuan, l'osu ya la raposa» (Juan, el oso y la zorra). La «raposa» ayuda a Xuan a librarse del oso y a cambio pide una «pita con pitinus» (una gallina con sus pollos). Xuan va a buscar la «pita», pero la mujer se opone rotundamente y sólo le permite a Xuan llevar una perra con sus crías, las cuales, por cierto, servirán de castigo a la zorra por su egoísmo y espíritu calculador, mezcla de salvajismo depredador y astucia hu-

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mana (3). En este famoso cuento están las dos estructuras descubiertas en las series A y B. Oso, zorra / perra, gallina. Hay una clara oposición entre el oso y la «raposa». E intervienen, además, dos personajes humanos que se aprovechan de la

ferocidad-nobleza del oso y de la actitud egoísta­astuta de la «raposa». La perra,- «embizcada» por Xuan, es el prototipo del animal que ayuda al hombre y le defiende de los peligros. Y es, ade­más, madre. Xuan hace muy poco: las mujeres le solucionan el problema.

Otros dos cuentos

Una demostración de que efectivamente funcio­nan las estructuras descubiertas en las series A y B está en el cuento de «La raposa ya la denun­cietsa» (la zorra y la comadreja). Hasta ahora hemos visto siempre a la raposa aparecer como un ser malvado, calculador, astuto. Pero resulta que puesta al lado de la «denuncietsa», animal particu­larmente temido, adquiere connotaciones positi­vas y sentimentales. La «raposa», unas veces símbolo de la naturaleza agresiva, otras de la mu­jer que engaña y se burla de su marido es, frente a la dañina comadreja una tierna madre, pues cuando le pregunta a la «denuncietsa» si vio a sus hijos y ésta le contesta:

-«¿Cuálus? ¿Lus tous fichus son unus animala­cus feyus, peludus, estreitus, que va poucu anda­ban pur aiquí xugandu?».

(-¿Cuáles? ¿ Tus hijos son unos animaluchos feos, peludos, delgados, que hace un momento an­daban por aquí jugando?).

se encara con ella y, tras insultarla, le dice:

-«¡Bien se vei que nun lus pariste tú!».

He aquí entonces la «raposa» desempeñando el papel de la maternidad, consciente, diríamos, de su propio papel y ofuscación. Al no tener delante un personaje masculino que haría de ella una hábil

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esposa ni un animal «de corral» que la convertiría en un despreciable enemigo de la cultura, asume el papel de una tierna madre, que no puede con­sentir que digan que sus hijos son feos.

Si todos los cuentos infantiles astures son her­mosos, hay uno que supera a todos (4). Tanto, que es preferible no analizarlo y quedarnos en su mera audición estética. Desgraciadamente, los niños no pueden oír el mundo poéticamente, bellamente, como yo lo escuché. La absoluta insensibilidad institucional para con la cultura popular del Occi­dente astur ha marginado a ésta de los omnipre­sentes medios de enseñanza y comunicación. A cambio sólo entrega un mundo vacío, extraño. ¡ Qué pena que los niños ya no puedan explicarse el terrible sonido de la «curuxa» (lechuza) en la noche!

Empieza así el cuento; que se llama «Lus pavi­nus ya las curuxas»:

« Si escuitais a las curuxas un ratadín veredes que choran ya dicin:

-«¡Pavín, pavón, dá-me el mieu vestidu blancuya toma el tou raxón!».

Ya ¿sabéis pur quéi dicin esu? Pus dicin-lu pur­que ... »

(Si escucháis un ratito a las lechuzas veréis que lloran y dicen:

-«¡ Pavín, pavón, dame mi vestido blanco y tomael tuyo rojizo!».

Y ¿sabéis por qué dicen eso? Pues lo dicen por­que ... )

Lo ocurrido fue que las «curuxas» antes eran blancas y los «pavinus» (animal mítico, supuesto) eran «raxones» (rojizos), pero se cansaron de sus respectivos colores y un día cambiaron de color mutuamente, tras una reunión en el bosque. Salie­ron perdiendo los «pavinus», porque los animales depredadores en la noche distinguían a los anima­les blancos y sólo sobrevivieron los oscuros, como las «curuxas». Pero éstas, a pesar de saber que si hubiesen seguido siendo blancas hubiesen muerto, pasan la noche tristes, melancólicas, la­mentándose haber perdido su bello vestido blanco y diciendo con voz nostálgica:

-«¡Pavín, pavón, éÍá-me el mieu vestidu. blancu ya toma el tou raxón!».

NOTAS:

e

(1) Guzmán Alvarez, V., «El habla de Babia y Laciana»,CSIC, Madrid, 1949.

V. También Alarcos Llorach, E., «De la llamada / th /Vaqueira y otras palatales», en «Estudios y traba y os del Semi­nariu de Llingua Asturiana», Universidá d'Uvieu, 1979.

(2) V. Canellada, M.ª Josefa, «Cuentos populares asturia­nos», Ayalga Ediciones, 1980; pág. 151.

(3) Aurelio del Llano, en «Cuentos asturianos», Ed. LaNueva España, Oviedo, 1975. Encuentra versiones similares de algunos cuentos asturianos en otros países. Respecto a este cuento, V. págs. 299-300.

(4) Para las versiones completas de estos cuentos V. Gon­zález, Eva y González-Quevedo, Roberto, «Bitsaron», «Cou­sas pa nenus ya grandes», Oviedo, 1982.

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DEL VIAJERO

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