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1 La lucha judía antinazi por medio de la violencia Asignatura : Taller de Shoá Profesora : Sandra Grun Alumno : Shai Faingold Curso : 4º Año Año : 2007 Escuela : Scholem Aleijem Mordejay Aniélevich, líder del levantamiento del gueto de Varsovia Abraham Sutzkever, integrante del batallón de partisanos judíos Vilna Batallón de partisanos judíos Vilna

Shai Faingold

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La lucha judía antinazi por medio de la violencia

Asignatura: Taller de Shoá

Profesora: Sandra Grun

Alumno: Shai Faingold

Curso: 4º Año

Año: 2007

Escuela: Scholem Aleijem

Mordejay

Aniélevich, líder

del levantamiento

del gueto de

Varsovia

Abraham Sutzkever,

integrante del batallón de

partisanos judíos Vilna

Batallón de partisanos judíos Vilna

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Aquí busco desmentir el mito del “judío débil”, uno de los estereotipos de la Segunda Guerra, que según se dijo hasta hace algunos años, no podía dominar su destino ni levantar una pistola para defenderse. El mito popular, según el cual no hubo ningún tipo de resistencia judía, armada o no, que se opusiera a los nazis, y que describe a los judíos de la época yendo “como ovejas al matadero”, fue durante décadas motivo de controversias y polémicas inclusive en el propio Estado de Israel. Son ampliamente conocidas las rebeliones de los ghettos de Varsovia, Vilna y Lodz, así como las que se produjeron inclusive en campos de concentración y exterminio. Los civiles judíos, de hecho, fueron los únicos que lograron, en una indescriptible inferioridad de condiciones, mantener a raya al que fuera el ejército más poderoso del mundo. Para desmentir la falacia del “judío débil”, al igual que todos sus estereotipos, voy a demostrar el compromiso que los judíos demostraron durante la Segunda Guerra Mundial. Criterio:

Muchos historiadores dividen la lucha judía antinazi armada en dos partes, a saber:

1) La lucha sostenida contra la Alemania nazi por medio de ejércitos regulares, en los que había numerosos judíos enrolados.

a) Los casos de Polonia, Francia, Holanda y otros países hasta su derrota por el nazismo

b) Lucha de los Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña hasta la victoria final

c) Resistencia armada opuesta por muchos pueblos mediante ejércitos organizados en el exilio, como las Fuerzas Francesas Libres organizadas por el general de Gaulle desde Londres.

2) La lucha sostenida contra la Alemania nazi por medio de formaciones

irregulares: a) La Resistencia, en todas sus formas armadas (actos de sabotaje, etc.) en

los países de Europa Occidental. b) Las unidades de guerrilleros en los países de Europa Oriental y

especialmente en la U.R.S.S.

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Evidentemente, esta división es muy elástica, puesto que es sabido que muchos combatientes pasaron de los ejércitos nacionales a las filas de los “maquis” y de los guerrilleros. Por otra parte, muchos combatientes de las fuerzas clandestinas pasaron a reforzar los ejércitos regulares, como sucedió con los guerrilleros que se incorporaron al ejército soviético tras ser liberados sus países. No se puede aceptar la hipótesis de que sólo fue la acción de la Resistencia la que venció al Reich, sin tener en cuenta el gigantesco esfuerzo realizado por los ejércitos regulares de los países aliados, aunque no cabe la menor duda de que la guerra de guerrillas precipitó la caída alemana. En síntesis, la Resistencia completó la obra de la acción de los ejércitos regulares.

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Parte 1: Ejércitos regulares Los judíos estuvieron presentes en las filas de todos los ejércitos que combatieron contra la Alemania nazi, tanto dentro como fuera de las fronteras de sus respectivos países. La contribución judía al esfuerzo bélico aliado es casi desconocida por todos, así como el número de éstos que se enrolaron de manera voluntaria. A diferencia de la Primera Guerra Mundial, en la que judíos lucharon en ambos bandos, en la Segunda Guerra los judíos sólo lucharon de un lado: el de los Aliados. Los judíos lucharon valientemente en calidad de oficiales o soldados y cayeron con honor en defensa de sus patrias. Por Ejemplo, 100.000 judíos lucharon en las filas del ejército alemán en la primera guerra, lo que representa un 18% de la población judía alemana. 12.000 de ellos murieron por ese país, pero su esfuerzo evidentemente no sirvió de nada durante la época de la ocupación nazi. Al no tener todavía un país que los identifique, los soldados y oficiales judíos de la Segunda Guerra quedaron como soldados anónimos. Solamente durante los últimos tiempos de la guerra el gobierno Británico dio la posibilidad a los judíos de Eretz Israel de formar una brigada que combatiera bajo un estandarte judío. La Brigada Judía logro, hacia el fin de la guerra, descorrer el velo de anonimato que ocultaba los hechos de los soldados judíos en el combate contra el nazismo. También, hacia el fin de la guerra, cuando más de seis millones de judíos habían sido masacrados por los nazis, aún quedaba un millón de judíos en los ejércitos regulares aliados, un 10% de los que sobrevivieron al terror nazi. A continuación cito algunas cifras de los judíos que tomaron parte en los ejércitos nacionales: Legión polaca Francesa: 15.000 hombres (12% del total de los efectivos del cuerpo)

Ejercito soviético: alrededor de medio millón, según datos publicados por el “Contemporary Jewish Record” (1945), de un total de cinco millones de judíos que habitaban la U.R.S.S. contando sus regiones anexadas. De acuerdo a cifras publicadas por la Comisión Antifascista Judía, 250.000 cayeron en el campo de batalla. Aproximadamente 67.000 soldados y oficiales judíos fueron distinguidos con medallas y citaciones especiales por la devoción y heroísmo mostrados en combate. De este medio millón, 107 de ellos fueron condecorados con el titulo de “Héroes de la Unión Soviética”, la mayor condecoración otorgada por el Partido Comunista

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Ejército Francés: aproximadamente 80.000, teniendo en cuenta que el número de judíos franceses y refugiados alemanes y polacos era de 300.000, esto equivale al 27% de la población judía francesa, de los cuales la mitad eran voluntarios. Ejército Estadounidense: 550.000 hombres y mujeres, alrededor del 12% de la población judía de los Estados Unidos. Estos combatieron en todas sus ramas, tanto en la armada como en la aviación y en las fuerzas terrestres. La cifra total de condecorados judíos del ejército norteamericano es de 61.450. Ejército Británico: según estimaciones, su número es de 62.000 provenientes de Gran Bretaña, 25.000 de su imperio colonial, 2.000 exiliados de Alemania de los 50.000 aprox. que habían llegado allí antes de la guerra, dejando un índice de 17% de la población judía de ese país.

El 17 de mayo de 1939, el gobierno británico recibió una oferta muy especial, venia del presidente de la Unión Sionista Mundial Chaim Weizmann, que ofrecía al gobierno británico una ayuda de toda la comunidad judía en Palestina para poder establecer una unidad que peleara bajo la bandera judía, bajo el auspicio de Gran Bretaña lo cual fue de inmediato rechazado por los británicos de inmediato. Pero muchos palestinos y judíos entraron en compañías del ejército británico. Totalizando 15 compañías mixtas de judíos y palestinos que fueron incorporadas al ejercito británico, y que lucharon en la campaña de Grecia (1941). A pesar de los esfuerzos para reclutar un número igual de judíos y árabes, se reclutaron 3 veces más judíos que árabes. En el contexto de la famosa frase de Ben Gurión, según la cual “lucharemos contra los nazis como si no hubiera un Libro Blanco y lucharemos contra los británicos como si no hubiera una guerra”, la población judía de Eretz Israel aportó, desde el interés y el compromiso por el destino de sus hermanos en Europa, un número tres veces mayor de efectivos que los árabes, para el ejército británico, conservando su singularidad judía. Como resultado se formaron 3 batallones judíos y uno árabe en 1942. Estos combatieron en la campaña africana contra los ejércitos del Eje. Bajo las órdenes del Brigadier Ernest Benjamin, militar judío canadiense, la brigada judía lucho en Italia de marzo hasta abril de 1945, tomando parte en las batallas finales del frente italiano desenvolviendo un papel clave para ayudar a escapar a los judíos de Europa hasta Eretz Israel, continuando esta actividad aun después de la guerra pero ahora bajo el proyecto Selvino Children, que salvó 800 niños judíos huérfanos de la Shoá. Más que el valor militar de la Brigada Judía, lo más importante fue su valor

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como elemento esperanzador. De los 30 mil efectivos que participaron en la unidad, se calcula que murieron más de 700.

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Parte 2: Luchas irregulares Se divide en cuatro esferas principales, a saber:

1) La Resistencia judía en los ghettos, en las que podemos contar, entre otras, las rebeliones de Varsovia, Vilna y Lodz.

a) La resistencia ilegal no combatiente, de la que no nos ocuparemos, por no ser armada.

b) La Resistencia armada. 2) la Resistencia judía en los campos de concentración. 3) El movimiento de guerrilleros judíos en los bosques, o sea los

partisanos. 4) La Resistencia judía y la actuación individual judía en el marco de

la Resistencia de todos los países tomados por los nazis Esta división es muy elástica, al igual que la de los ejércitos oficiales, puesto que muchos miembros de la resistencia no armada tomaron las armas muchas veces, o porque los miembros de la Resistencia armada que fueron deportados a los campos de concentración se convirtieron en miembros de la resistencia de dichos campos, etc. El movimiento de resistencia judío es considerado en todos los países como parte integrante del movimiento de resistencia antinazi internacional. Los judíos no tenían armas al comienzo de la guerra, puesto que ninguno formaba parte del ejército de Hitler, por lo que es obvio que para su lucha, estos las sustraían a los nazis, durante batallas o mediante contactos personales o directamente las robaban. En la fotografía de la portada se puede ver que los tres soldados de la izquierda portan una de las armas clásicas usadas por los nazis, la MP-40. Los guerrilleros luchaban con armas robadas a los soldados alemanes, y ésta, era además era un preciado trofeo de guerra, porque era usada por los oficiales nazis. Mientras los miembros de resistencia no judíos luchaba solo por la independencia de sus países y por volver a sus casas (muy pocos residentes no judíos fueron exiliados cuando sus países fueron conquistados), los judíos no buscaban la independencia de sus países ni la de sus connacionales, y no tenían pretensiones territoriales en Europa. Las razones eran, entre otras, la venganza por familiares muertos o la intención de preservar la dignidad judía. En “Diario de un Guerrillero”, de Schmerke Kascerginski hay un relato de un soldado llamado Boris, un joven partisano judío que había logrado escapar de los nazis cuando éstos atacaron la casa en la que vivía, y se había unido a los partisanos de los bosques, en donde se ocupaba de minar trenes y convoyes alemanes, y que antes de apretar el interruptor que activaba las bombas gritaba por su hermana, fusilada por los nazis en su propia casa, que

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encontró al volver allí luego del ataque. Contaba el número de convoyes que había hecho saltar. En la charla, transcripta en el libro nombrado, llevaba dieciséis. Contaba con extremo detalle su experiencia con el convoy último. Contaba rápidamente el número de soldados alemanes montados en el camión, se escondía de los reflectores y los disparos, miraba las caras de los asesinos de su familia, gritaba por su hermana muerta, y apretaba el interruptor. Sabemos muy bien que la lucha armada no es el único modo de resistencia, pero la única forma de hacer frente a un verdugo armado es combatir fuego con fuego. Y así se hizo.

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Conclusión: cierto relato jasídico cuenta acerca de un tzadík (justo) a cuyos oídos había llegado el rumor de la existencia de un judío muy especial en un shetl (aldea) cercano. Ávido por conocer la particularidad de este hombre, el tzadík hizo su viaje hacia la aldea. Al llegar a destino dio con el hombre en cuestión y, no hallando en su aspecto o en su forma de hablar ningún motivo para considerarlo particular solicitó del hombre albergue para lograr compartir con él algunas jornadas y resolver el misterio que se había propuesto desentrañar. Le llamó la atención el físico de éste hombre, en extremo obeso, y su previsible modo de tomar sus alimentos. Luego de algunos días, y mientras compartían una comida, el hombre notó el gesto extrañado del tzadík al verlo comer y a continuación explicó: “Cuando yo era pequeño, nuestra familia fue víctima de un pogrom. Los cosacos entraron en nuestra casa, destruyeron todo lo que pudieron e incendiaron mi hogar. Desde el escondite en que mi madre me colocó pude ver como los asesinos arrastraban a mi padre y lo colgaban de un árbol cercano. Al instante encendieron fuego a sus ropas y mi padre, delgado y enjuto, se consumió entre gritos y sollozos en breves instantes. Al hacerme adulto, decidí que si esto me sucedía a mí, no me consumiría tan fácilmente como él, y me iría de éste mundo dejando una impronta, una marca difícil de borrar. El tzadík comprendió el motivo de la particularidad de éste hombre, y satisfecho, retornó a su hogar. De esta breve reseña, de las múltiples fuentes en que ésta se ha inspirado, y de la inconmensurable bibliografía que existe respecto de este controversial tema, enriquecido por infinidad de testimonios individuales que diversas organizaciones a través del mundo entero, tanto judío como no judío, han logrado atesorar, surge que:

a) Los judíos hicieron un aporte sumamente importante a la lucha antinazi regular a través de su servicio en los diversos ejércitos europeos, americanos, etc. en algunos casos siendo el porcentaje de judíos enrolados mayor al que éstos suponían dentro de la población total en su país de origen.

b) Es, asimismo, de suma importancia, la participación de guerrilleros judíos entre los combatientes de las Resistencias irregulares a través de toda Europa, que constituyeron un catalizador de la victoria aliada sobre el régimen nazi.

c) Aún considerando la posibilidad de que estos aportes no hubieran sido decisivos, es destacable la lucha judía producida dentro de los ghettos, los campos de concentración, y los campos de exterminio en las que aún cuando era claro para los luchadores que la consecuencia de su lucha no era garantía de supervivencia sino todo lo contrario, persistieron en su decisión en condiciones infrahumanas, de inanición, enfermedad y permanente tortura psicológica, con el objetivo de preservar su dignidad

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humana y judía. Es impensable, por lo tanto, definir a estos judíos y en particular a los más expuestos, como ovejas que mansamente se dejaron guiar hacia su final, indiferentes. El relato jasídico antes mencionado difiere en tiempo, mas no en espacio, de los sucesos de la Shoá. Sin embargo, el mismo espíritu del hombre obeso, la intención de no pasar inadvertidos por este mundo, fue el que impulsó a millones a perseverar en su lucha a pesar de la clara inutilidad práctica de sus esfuerzos. Estos hechos, probados y documentados, son, por lo tanto, incompatibles con el mito del “judío débil” y otros, esgrimidos por historiadores, políticos, etc. en círculos dispares tanto entre antisemitas europeos anteriores a la Segunda Guerra como en judíos e inclusive israelíes descendientes de sobrevivientes de la Shoá hasta hace pocas décadas.

Bibliografía: Dworzecki, Mark, Historia de la Resistencia antinazi judía, Biblioteca Popular Judía. Kascerginski, Shmerke, Diario de un Guerrillero, Milá http://marento.blogspot.com/2007/07/la-brigada-judia-1939-1945.html