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SIETE VECES PEDRO
Vida folletinesca y periodismo de aventura de Pedro Claver Téllez
LORENA ÁLVAREZ RESTREPO
Trabajo de grado para optar al título de
Comunicador Social-Periodista
Director:
Maryluz Vallejo Mejía
2
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE
ÉNFASIS EN PERIODISMO
BOGOTÁ, D.C.
2010
3
ARTÍCULO 23
DEL REGLAMENTO ACADÉMICO
―La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus alumnos en sus
tesis de grado. Sólo velará porque no se publique nada contrario al dogma y a la moral
católica, y porque las tesis no contengan ataques o polémicas puramente personales. Antes
bien, se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia‖.
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I. DATOS GENERALES
Estudiante: ____Lorena Álvarez Restrepo.
________________________________________________________
Campo Profesional: _Periodismo
____________________________________________________
Fecha de Presentación del Proyecto: _______________________________________
Tipo de Trabajo:
Teórico: _____ Sistematización de Experiencia: ____ Producción: __X___
Profesor de Proyecto Profesional II: Maryluz Vallejo
II. INFORMACIÓN BASICA
A. PROBLEMA
1. ¿Cuál es el problema? ¿Qué aspecto de la realidad considera que merece
investigarse?
Descubrir la vida y la obra del escritor Pedro Claver Téllez. Cómo llegó a convertirse en
uno de los más apasionados y rigurosos investigadores del tema de la violencia en
Colombia. Las nuevas generaciones desconocen el legado de este periodista y escritor que
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ha sido testigo y cronista de la historia desde mediados del siglo XX hasta nuestros días y
ha retratado de manera magistral a los victimarios —bandoleros, guerrilleros, mafiosos,
sicarios—, los otros protagonistas de esta historia negra. En los tiempos que corren,
cuando abunda la literatura de relatos e historias de vida de las víctimas, y de testimonios y
hasta autobiografías de los victimarios más sanguinarios, los perfiles de Pedro Claver
Téllez Téllez renuevan su valor y su importancia porque están contados por un observador
agudo, un experimentado narrador, testigo y conocedor de la historia colombiana.
2. ¿Por qué es importante investigar ese problema?
Porque es un personaje inédito que merece ser reconocido por su labor periodística
y sus arduas investigaciones acerca de la violencia de Colombia.
Porque fue protagonista y testigo de acontecimientos que marcaron la vida política
del país.
Porque de los diálogos con el maestro se podrán extraer valiosas lecciones.
Se quiere descubrir a un investigador apasionado y casi que obsesivo de la historia
de la violencia de Colombia, desde mediados del siglo XX Pasando por el
bandolerismo, las guerrillas, mafias urbanas y rurales, pandillas, capos, sicarios, este
escritor ha indagado de forma permanente y obsesiva en la ilegalidad.
3. ¿Qué se va investigar específicamente?
La vida y la obra del escritor y periodista Pedro Claver Téllez. Se espera descubrir todas
sus facetas: periodista, guionista, novelista y su vida personal. Cómo coexisten en él esos
quehaceres creativos, cómo fusiona el periodismo con la escritura de ficción, cómo es el
proceso de investigación y de escritura, y cómo se relaciona su vida y obra en la historia
política del país.
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B. OBJETIVOS
1. Objetivo General:
REDACTARLO CON UNA SOLA FRASE: ALGO ASÍ:
Indagar en las distintas épocas de la violencia colombiana a partir de la obra periodística de
Pedro Claver Téllez.
2. Objetivos Específicos (Particulares):
A. Ubicar al personaje y a su obra en el contexto y el proceso histórico de Colombia
desde los años 50 hasta el nuevo milenio
B. Conocer qué influencias periodísticas, literarias, cinematográficas ha tenido este
escritor sobre el tema que lo obsesiona, la violencia.
C. Conocer a Pedro Claver Téllez desde su intimidad, amores, odios, familia.
III. FUNDAMENTACION Y METODOLOGIA
A. FUNDAMENTACION TEORICA
1. ¿Qué se ha investigado sobre el tema?
Se han leído varios de sus libros, como Crónicas de la vida Bandolera, Efraín González y
Sumas y Restas (así se hizo la película de Víctor Gaviria). Se han leído varias entrevistas
que se le han hecho en medios como el Tiempo, El Espectador y varios sitios Web. Se ha
entrevistado a Pedro dos veces y todo ha sido grabado y transcrito.
10
2. ¿Cuáles son las bases conceptuales con las que trabajará?
El personaje se estudiara con base en algunas disciplinas que son fundamentales en el
proceso para descubrir el proceso de escritura del personaje.
Historia
Sociología
Antropología
Literatura
La biografía
B. FUNDAMENTACION METODOLOGICA
1. ¿Cómo va a realizar la investigación?
Para el perfil de Pedro Claver Téllez se pretende realizar una serie de entrevistas a los
amigos, familiares y personas involucradas a lo largo de su vida. Se leerá toda la obra
publicada, no publicada e inédita del escritor con el fin de recuperarla y relacionarla con
su infancia, vida y personalidad. Con Pedro se realizarán una serie de encuentros donde
no va ser entrevistado, sino que se quiere convivir con él, descubrirlo por sus acciones,
escuchar sin preguntar. Se pretende aplicar los consejos y las conclusiones extraídas de
las experiencias de los periodistas investigados.
2. ¿Qué actividades desarrollará y en qué secuencia?
En un tiempo de cuatro meses se procurara realizar varios encuentros con Pedro Claver
Téllez (los que más se puedan) entrevistar a varios de sus amigos y familiares, realizar un
viaje a Medellín, donde vivió y trabajo junto al director de cine Víctor Gaviria, con el fin
de entrevistar a algunos amigos que residen allí
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AGRADECIMIENTOS
Gracias a Pedro por ser un salvador, un amigo, un maestro. Una rosa en un pantano.
A Maryluz por creer en mí. Por leerme, por corregirme.
A mi familia por quererme.
12
Tabla de contenido
Pag.
Introducción…………………………………………………………………… 13
Marco teórico
De la biografía hacia el género perfil…………………………………………………. 17
Perfil
1- Solo llamas y humo……………………………………………..…………….. 41
2- Las mil y una historias ……………………………………………………….. 50
3- El siete mujeres……………………………………………………………….. 62
4- El sablazo……………………………………………………………………… 79
5- El devoralibros………………………………………………………………….. 86
6- Como en la piel de un bandido..……………………………………………….. 92
7- Pura Dinamita…………………………………………………………………… 103
Conclusiones….………………………………………………………………..…….. 117
Cronología …………………………………………………………………………….. 121
Bibliografía………………………………………………………………………….. 130
Antología
13
Introducción
Cuando por fin decidí que quería hacer un producto periodístico como trabajo de grado y
que fuera un perfil o reportaje biográfico, sentí pánico. Temía esa cercanía entre la
literatura y el periodismo, ese mundo que admiraba y me temblaba en las entrañas, pero que
me confrontaba con el oficio.
Así empezó todo. Conocí autores que me mostraron un mundo nuevo, uno lleno de olores,
colores, detalles, sabores. Fue grande saber que hay tanto genio por ahí, que hay tanta
belleza en las palabras de otros, tanta pasión que yo desconocía por estar en un reino de
banalidades absurdas. Me maravillé con Gay Talese y sus retratos de Nueva York y sus
impresiones de Sinatra. Lloré con Leila Guerriero y su Patagonia. Conocí a la Marylin
Monroe de Capote y al Hemingway de Lillian Ross. Pasé noches enteras con Scott
Fitzgerald y su Cabeza y hombros. Pensé en Kapuscinski caminando por África baldía y
caótica. Los soñé a todos, quise ser todos, los odie por escribir de esa manera grandiosa.
Pasé seis meses encontrando inspiración en ellos. Seis meses en los que evadí lo que tenía
que hacer, encontrar un personaje y aferrarme a él como garrapata y, después, escribir. Pero
no sabía a quién; ¿un pintor gay? ¡no, no, no!!; tal vez un cantante excéntrico o mejor un
buen actor; no, tampoco, o ¿un periodista polémico? Pensé en todos menos en un escritor,
me rehusaba. Más que eso me aterraba tener un personaje y al mismo tiempo un juez como
objeto de estudio.
Entonces una maestra, una mujer oportuna, Maryluz Vallejo, a quien le agradezco la mitad
de mi trabajo, me habló de un escritor. Me dijo, que cuando él hablaba no podías quitar los
ojos de los de él, ni tu atención de sus historias. Que era un gran narrador, de esos que ya
no hay, un lector casi insoportable y un periodista de pura raza. Pero que también era un
bohemio y que tenía que estar dispuesta a sumergirme en su mundo. Y yo pensé que me
gustaría conocerlo, que quería escuchar sus historias, que quería tener los ojos puestos en
él. Entonces, ella me dio un libro y me dijo que lo leyera. Era mi decisión. Así conocí a
Pedro Claver Téllez y sus Crónicas de bandoleros. Y me gustó.
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Encontrarlo no fue fácil, me dijeron que pasaba largas horas en El Mercantil, un tradicional
barcito de intelectuales y jubilados en la carrera 22 con séptima. Que tal vez estaba en la
Luis Ángel Arango, en un cubículo de investigación. Que quizá pasaba las noches en una
pensión en La Candelaria. Otros me aseguraron que nunca lo iba encontrar, que no cargaba
celular; era prácticamente un fantasma.
Me importó poco, a los fantasmas sólo hay que invocarlos y aparecen. Así que lo busqué en
la biblioteca y no estaba, llamé a algunos amigos suyos que nunca supieron darme razón,
fui al Mercantil y tomé tinto, —debo confesar, mi primer tinto completo en la vida—, con
un colega suyo que me habló de Pedro durante una hora, pero tampoco sabía dónde
encontrarlo. Hasta caminé por las calles del colonial barrio con la infantil ilusión de
encontrarlo en alguna esquina, en algún café. Pero nada, nunca me lo topé. Sin embargo, un
día por fin conseguí un teléfono, todas mis esperanzas puestas en siete números. Llamé y
allí estaba, era la casa de su primo, pero allí estaba. Contestó con una voz gruesa, amable,
cálida. Desde entonces nos hemos visto más de 20 veces, nos hemos tomado más de 40
tintos, hemos caminado sin rumbo por La Candelaria, me ha dado más de 30 consejos.
Conocer a Pedro fue una especie de salvación para mí, acercarme a su vida
cinematográfica, a su nobleza entrañable, a su generosidad, con su vida, sus conocimientos,
sus libros. Hablar con él es transportarse a otro lado de Colombia, cada relato es aún más
increíble y tan lleno de imágenes que uno puede llegar a sentir, a oler, a palpar, y es que a
los 68 años tiene la memoria más fresca que he conocido en mi vida. Su figura delgada,
menuda, esconde un verdadero Goliat, un Sansón en el arte de la violencia, de los asesinos,
de los bandoleros, de los narcotraficantes, de los esmeralderos, de los locos. Este hombre
podría ser el más enterado de Colombia acerca de un tema que la mayoría evade, pero que
es la raíz de lo que somos los colombianos; es nuestra esencia, lo que guardamos debajo del
colchón.
Para descubrir la fascinante vida y obra de Pedro Claver Téllez decidí escribir un perfil. Sin
embargo, no creo siquiera haberme aproximado a la mitad de lo que podría ser este trabajo,
pienso que de ser así el libro rebasaría las mil cuartillas. Yo lo dividí en siete capítulos para
mostrar las distintas facetas del personaje, al menos las que me reveló: el niño, el amante, el
hombre, el aventurero, el lector, el escritor y el periodista. Y aunque cada capítulo se puede
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leer independientemente, todos se mezclan, como en la vida misma de Pedro: un mecano de
piezas para armar.
El perfil busca mostrarlo a él en su esencia, en sus rutinas, con sus gestos, sus gustos, sus
lugares, sus amigos. Esta es la razón, debo decir muy intencional, por la que en el texto se
encuentran imágenes reiterativas de él, de su corporalidad, de los gestos que hace cuanto
relata algo. Imágenes que casi siempre están presentes: el tinto, la lluvia, el aire, la barba,
las manos, las risas, las pausas.
El título del perfil surgió por una casualidad que me dejó pasmada: resulta que en la vida
de Pedro Claver Téllez el número siete está siempre presente. Las mujeres de su vida, las
más importantes, han sido siete. Sus relaciones, casi todas, duraron siete años, siete meses.
Tiene sin publicar siete libros. Cree con vehemencia en las siete pasiones de Shakespeare y
su bandido favorito -Efraín González- tenía el alias de 'el siete colores'. Cuando terminé el
perfil descubrí casi espantada que eran siete capítulos los que me habían salido, ni uno
más, ni uno menos. Eran siete veces Pedro.
Cuando conocí a Pedro, a finales de febrero del 2010, supe que este perfil nunca iba a
detenerse, los pasajes de su vida son incontables y su trayectoria como escritor y periodista,
inagotable. Durante el proceso advertí que es un trabajador obsesivo, nunca se detiene,
escribe como loco y lee compulsivamente. Más adelante, me enteré de que tiene casi siete
libros inéditos y muchos textos publicados durante su carrera periodística dispersos en
numerosos periódicos y revistas que valía la pena rescatar. Sentí una profunda tristeza de
saber tanto talento desperdiciado, de encontrar que hay un hombre que pasa días enteros
con sus noches, internado en una biblioteca escribiendo arte, haciendo novelas, cuentos,
crónicas, relatos, sin tener con qué pagar la pensión esa noche, ni con qué comer al
siguiente día o pagar la fotocopia del libro que no puede comprar. Y nadie sabe.
Pensé en la gran ironía de que hay muchos que lo llaman vago, pero no lo es, nunca lo ha
sido. Es un intelectual auténtico que ha llegado al límite de sacrificar la comida y la imagen
por devorar libros, por escribir historias.
Entonces quise agregarle al perfil una antología con algunas piezas de sus libros inéditos y
del trabajo periodístico archivado, que sirve de modelo de escritura. Esto con el fin de
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rendirle un homenaje a este periodista, conocedor de la Colombia profunda y narrador de la
violencia ‗post Violencia‘, para que lo conozcan las nuevas generaciones de periodistas.
Esta suerte de perfil es el resultado de todo eso y, claramente, de mis percepciones durante
el proceso de inmersión e interacción con el personaje, quien se convirtió en un amigo, en
un gran maestro, en un consejero. Un hombre que nunca dudó en abrirme su pasado
glorioso, su presente azaroso y me brindó largas horas de su tiempo, me mostró sus
espacios efímeros, me salvó del mundo de la banalidad, me enseñó amar el tinto y las calles
de La Candelaria, y, sobre todo, me reveló el ángulo del periodismo que desde que
comencé la carrera, hace cinco años, estaba buscando: el periodismo literario.
Como preámbulo de este perfil decidí que era bueno hacer una reflexión sobre el género, un
ensayo que no explorara ni su estructura, ni sus técnicas, sino el lado humano. ¿Cómo es
que un periodista logra mantener vivo a un personaje en cada palabra? También me
cuestioné acerca de su aparición en los medios como un género fresco y flexible en el
momento de escribirse, ese que daba la libertad para mezclar el inusitado mundo de la
literatura con la rigurosidad del periodismo. ¿Cómo debo llamar a este género: biografía,
reportaje personal, retrato o perfil? Esa era otra pregunta que me pasmaba un poco, sin
embargo, supe después que era lo de menos, que de cualquier forma era hermoso, y sus
comienzos y su evolución eran elementos interesantes, cautivadores.
Este ensayo previo al perfil de Pedro Claver Téllez es entonces fruto de un montón de
cuestiones y dilemas propios. Es fruto también de la admiración que siento por aquellos
periodistas, arriba mencionados, que decidieron cambiar la objetividad por las deliciosas
ramas que la literatura les ofreció.
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Marco teórico
De la biografía hacia el género perfil
Los primeros rastros de la biografía aparecieron en el siglo IV en la antigua Grecia, donde
no era más que la magnificencia y el disimulo de los defectos de las grandes personalidades
de la época. Se trataba de un género despreciado y poco valorado sobre todo porque era un
trabajo que podía hacer cualquiera para elogiar a un gran personaje o exaltarlo en su
muerte. Solía hacerse desde una perspectiva política, dejando a un lado la vida privada del
personaje.
Fue Plutarco quien hacia el año 45 D.C. consolidó el género biográfico y separó un poco la
biografía de la historia: ―No escribimos Historias, sino Vidas… y además, no siempre son
las acciones más brillantes las que muestran mejor la virtud o el vicio: un pequeño hecho,
una palabra o una broma frecuentemente revela mejor un carácter que los combates
sangrientos, las batallas arregladas o los escaños más importantes‖ (Plutarco.1995. P.39)
Plutarco escribía sus biografías humanizando a los personajes, introdujo por primera vez
los detalles y no las grandes hazañas de los personajes. Rompió también —y esto porque
nunca tuvo una curiosidad histórica— la temporalidad del relato. Sus biografías resultaban
discontinuas y sin una secuencia histórica lo que hacía del género algo diferente; el filósofo
no glorificaba cada momento de la vida del personaje, sino que magnificaba un cierto
número de virtudes del personaje que le servirían al lector como referente.
Pero el elemento que hizo de Plutarco el padre fundador de la biografía fue la
desintegración de la costumbre de hacer apologías y elogios. Él, a diferencia de las
biografías comunes, optó por no engrandecer a sus personajes; en vez de eso enfrentaba las
diferentes facetas, vicios y virtudes del biografiado y así lo mostraba en toda su dimensión.
Este filósofo fue el creador de una de las obras más importantes para las artes y las
ciencias: Vidas paralelas, que recopila la vida de 22 ilustres personajes de la antigüedad.
Un cuarto de siglo más tarde, hacia el año 70 D.C, nace el modelo de otro filósofo, pionero
en este género totalmente opuesto a Plutarco: Suetonio, quien se acercó más a la historia,
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se interesó desmedidamente por el rastreo de la información auténtica y la indagación de
múltiples fuentes, lo que lo llevó a ser muy riguroso y veraz.
Quizá con la aparición de este nuevo modelo la biografía adquirió un cierto matiz
impersonal y realista que le imprimió seriedad y apego a la historia como fuente primordial.
El modelo de Suetonio se mantuvo durante toda la antigüedad y en la Edad Media se siguió
cultivando, aunque con menos presencia.
La biografía fue afectada radicalmente por la introducción de la hagiografía: las vidas
ilustres de santos según el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset: ―La
existencia de santos, de antiguos mártires. Se redactaron en todos los ámbitos de Europa, en
cada secta, en cada abadía, hasta en cada convento, decenas de miles se produjeron con
desesperante semejanza‖ (Ortega. 1945. Pp.113-114)
La llegada de la hagiografía reduce la importancia del personaje, por sí mismo, por sus
hazañas, detalles o virtudes. Todo esto pasa a un segundo plano; jerárquicamente su vida
queda en una posición inferior a la vida de los santos o de las personalidades que tuvieron
algún tipo de relación con Dios. En la Edad Media la hagiografía fue fundamental para la
Iglesia y para la comunidad que pretendía tomar estas vidas como modelos, formas de vida.
La biografía se sacraliza y se convierte en instrumento de la Iglesia.
Con el advenimiento de la Reforma se empezaron a generar mutaciones sociales y con ellas
la hagiografía tuvo un cambio drástico. Aunque no desapareció, perdió cierto valor y
sacralización por diferentes motivos: la individualización —el hombre empezó a adquirir
conciencia de sí mismo—; la interiorización de la vida moral — la comunidad empezó a
descubrir que la verdadera relación con Dios venía de adentro y no de la imitación de la
vida de los santos—, y la opción de elegir —aquí las personas encontraron en la libertad de
elección la posibilidad para tener una propia vida y no una ligada a las experiencias de
otros—.
La biografía empezó a obtener real importancia sobre todo en los siglos XIV y XV.
Cuando consiguió un nuevo estatus y empezó a transformarse en biografía caballeresca,
con el concepto de héroe.
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Los héroes aparecen como esa necesidad de la comunidad de identificarse con alguien más
humano y no con un santo que era inverosímil. Estas biografías afirmaban la conciencia de
una sociedad y reivindicaban una identidad que apenas se empezaba a adquirir. Sin
embargo, hubo un elemento que se conservó de la hagiografía; ese carácter de ficción que
tenían las vidas de los santos.
Un héroe era un personaje admirable que dejaba de lado su vida por los demás; entonces el
documento lo adornaba y privilegiaba:
Carlomagno fue de cuerpo membrudo, robusto, de estatura alta
aunque no desproporcionada, pues medía siete pies; tenía
redonda la cabeza ojos muy grandes y vivaces, nariz un poco
gruesa en la mitad y hermosa cabellera gris, alegre y sonriente
la faz. Por ello, tanto en pie como sentado, tenía aspecto
autoritario y majestuoso y aunque de cuello pareciese más bien
grueso y corto y el vientre un tanto prominente, tales defectos
eran ocultados por las bellas proporciones de los otros
miembros. Seguro el paso, y viril toda la estructura del cuerpo,
clara la voz, aunque no muy entonada en su emisión (Ortega.
1945. p. 122)
Este tipo de biografías eran en cierta forma novelescas; sus fuentes, además del propio
personaje, provenían de la literatura y tenían, por supuesto, un carácter épico. De esta
manera, el género empezó a adquirir una característica que lo marcaría en el futuro: la
tensión constante entre la historia y la ficción.
En el siglo XVI, con el Renacimiento, la biografía caballeresca, aunque continuaba en
auge, perdió un poco de interés. El foco se puso entonces sobre el modelo antiguo de
biografía —se vuelve a la biografía de Plutarco— que consagraba las virtudes. Se resaltó
principalmente una virtud: el honor que se volvió fundamental para el género biográfico;
por una parte, los protagonistas ya no simplemente serían de gestas militares, sino que se
abría a otro tipo de personajes que también tenían honor: innovadores, eruditos, cortesanos,
20
juristas, artistas, descubridores, cientificos y pensadores. Por otro lado, el honor significaba
reconocimiento y recompensa, y esto era algo que cualquier biografía debía tener.
La biografía comenzó entonces a experimentar una serie de cambios que la llevaron por
un camino más intimista, más personal. Un camino que involucraba más al autor y, por
supuesto, mostraba otras facetas del personaje.
François Dosse, historiador, epistemólogo francés y especialista en el género biográfico
dice: ―Como discurso moral de aprendizaje de virtudes, la biografía se ha convertido, a lo
largo del tiempo, en un discurso de lo auténtico, y remite a una intención de veracidad de
parte del biógrafo, pero la tensión permanece constante entre esta voluntad de verdad y una
narración que debe pasar por la ficción y que sitúa a la biografía en un espacio, en un
vínculo entre ficción y realidad histórica‖ (Dosse. 2007. p. 16)
La biografía novelesca, que se presenta a finales del siglo XVIII, inserta en la escritura
situaciones del personaje que se relacionan más con su vida íntima, su familia, sus
pensamientos y su vida sentimental. Lo íntimo entra a formar parte del género mediante
elementos que toma de la novela y que lo incitan un poco a salir de esa estructura
puramente técnica e informativa.
La biografía moderna, en cambio, aparta radicalmente todo lo que apunta a lo literario o
novelesco, en otras palabras, a lo que pudiera dar la sensación de imaginario o ficticio. Sin
embargo, esta biografía se alimenta de elementos que la convierten en un género
importante y coherente para los científicos, por acoger diferentes disciplinas como la
historia, la psicología y la sociología, que complementan y muestran el personaje desde
otra perspectiva. No obstante, esta inclusión de las disciplinas la cristalizaron en un género
plano más apegado a la ciencia y con pretensiones de documento histórico.
La historia era claramente la madre del resto de las ciencias sociales. Todas ellas pusieron
los ojos sobre este género que tenía mucho de novelesco y ficticio y que no convencía
totalmente a las ciencias positivistas que juzgaban por la veracidad de los hechos. Debido a
la extrema presión y al desprecio, el género comenzó a mutar; de esta manera, se le
empezó a dar un lugar y una legitimidad que nunca había tenido. Las ciencias sociales le
21
dieron al género un carácter reflexivo. La historia, la sociología, la antropología, y el
psicoanálisis lo despojaron de todas sus características novelescas.
En el siglo XVII, la Ilustración genera una gran cantidad de cambios y transformaciones en
el género. Desde ese momento la biografía se convirtió en un género híbrido: ―La
dificultad para clasificarlo en tal o cual disciplina organizada, la lucha entre tentaciones
contradictorias, como la vocación novelesca, la preocupación erudita, la presentación de un
discurso moral de la ejemplaridad, han hecho de él un subgénero que durante mucho
tiempo ha sido fuente de oprobio y ha padecido un déficit de reflexión‖ (Dosse. 2007. p.17-
18).
El término honor decae y la ejemplaridad heroica convierte al héroe en un simple
personaje de la historia. Con la Ilustración el héroe se hace a un lado y le abre paso a algo
que Dosse llama, ―el gran hombre‖, ―sólo el gran hombre, expresión del libre albedrío, se
cree capaz de afrontar a la multitud pasiva, prisionera de la necesidad‖ (Dosse. 2007. p.
147).
En el siglo XIX, la biografía se mantuvo como un subgénero de poca importancia. En este
periodo se empieza a consolidar una idea, la biografía tendrá que cargar a cuestas la tensión
que existe entre la historia y ella misma. La historia empezó a adquirir estatus y
respetabilidad como disciplina, como ciencia humana, mientras que la biografía se
consideraba un parásito de ella. Mientras la historia volaba a la cima, la biografía caía en
picada. Fue adquiriendo cierto desprecio inmerecido y el biógrafo un mal nombre. El
estudioso francés Loic Chotard die: ―El biógrafo… es un bandido de la casta de los del
bosque de Bondy que golpean en las sombras y luego, cuando ven que les sangra el
costado, huyen llevándose el cuchillo sangrante que les servirá durante unos días para
cortar el pedazo de pan pagado con tan gran hazaña‖ (Chotard.2007. P. 24. 25).
La biografía vacilaba entonces entre ciencia y ficción, adquirió así cierta incredibilidad
que la hizo motivo de desprecio y rechazo por parte de las ciencias humanas, sobre todo,
de la historia. La consecuencia mayor fue su degradación como género menor. ―La
biografía es un género bastardo, sin pedigrí, nacido del matrimonio contra natura de la
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ficción y los hechos y, como resultado, es un género duro de roer y al que no se le deja de
cuestionar.‖ (Dosse, 2007. p. 32).
Fue con la llegada de la Modernidad que el gran hombre se exaltó aún más y se desarrolló
hasta el punto de quedar en una relación privilegiada con respecto a los cánones de belleza
moral. Así, la biografía adquirió estatus artístico y gracias a ello se extendió hasta interesar
a artistas que por medio de diferentes formas de expresión la imitaron. ―El biógrafo, como
el retratista y el paisajista, debe aislar lo que hay de esencial en el conjunto contemplado.
Con tal elección—y si es capaz de elegir sin empobrecer—, él realiza muy exactamente una
obra de arte.‖ (Dosse. 1935. pp. 48-49).
La nueva era de la biografía
Entonces nace la biografía moderna. A ésta se empezaron a unir grandes escritores y
artistas que resaltaron el género, le dieron las bases para despegar y ser independiente y lo
impulsaron a crear un género difícil e híbrido que se debatía entre lo artístico y lo
científico. Después de esto el mundo empezó a conocer a grandes biógrafos: Stefan Zweig,
biógrafo de grandes personajes como Fouché, Balzac, Erasmo y María Antonieta; André
Maurois que se destacó con Ariel o la vida de Shelley, La vida de Disraeli, Byron,
Turgueneve y Chateaubriand; Emil Ludwing, autor de la vida de Napoleón, Lincoln y
Bismarck, entre otros, y Lytton Strachey, gran biógrafo de la Reina Victoria, Isabel y
Essex.
El tratamiento del personaje fue un factor decisivo en esta biografía moderna. Antes las
biografías se limitaban a relatar las vidas de hombres ilustres, santos, héroes, políticos,
militares y ricos. Sin embargo, esto fue perdiendo valor hasta llegar a reconocerse como
objeto de estudio al hombre común: seres que de alguna manera habían dejado una huella
indirecta, hombres que eran anónimos para la historia y, por tal motivo, resultaban
interesantes.
La biografía fue evolucionando progresivamente en el siglo XX, pero se podría decir que se
dividió en dos clases de biografías; la primera, aquella que se estableció en el paradigma
23
científico, cuyo un caparazón teórico le impedía al autor escribir libremente. El placer de
mostrar las dimensiones del personaje se reduce al simple hecho de contar
cronológicamente una vida; esta clase de biografía actúa bajo el modelo antiguo y está
limitada también a actuar desde el régimen de las ciencias.
Este fenómeno generó resistencia y contraposiciones entre escritores y artistas, que no
podían darle curso libre a sus palabras; ellos sentían una clara limitación en lo que se refería
a escribir biografías. Así que, a principios de la década del 70 nació la biografía moderna.
―Si yo fuera escritor, y estuviera muerto, ¡cómo me gustaría que mi vida se redujera, con la
ayuda de un biógrafo amistoso y desenvuelto, a ciertos detalles, ciertos gustos, ciertas
inflexiones, digamos biografemas, cuya distinción y movilidad pudieran viajar fuera de
cualquier destino‖ (Dosse. 2007. P. 307)
La biografía moderna es por lo tanto ese retorno a la libertad de escritura, a la biografía
novelesca, a la narración literaria que cuenta y le da el mismo valor al detalle minúsculo y
a la gran hazaña. No se trata de describir la trayectoria de un cuerpo sobre la tierra, sino de
entender que el biografiado no es un simple cuerpo. Este personaje es también un yo que
cambia, que tiene gustos, que piensa y que se mueve en un espacio diferente al de los
demás. La biografía se libera del peso de la ciencia y de sus exigencias. El novelista y
ensayista francés André Maurois explica:
A la biografía moderna, si es honrada, le es prohibido pensar;
―he aquí un gran rey, un gran ministro, un gran escritor: en
torno de su nombre se ha edificado una leyenda; yo trato de
exponer esa leyenda, y solo esa leyenda‖. No. Ella piensa: ―he
aquí un hombre. Yo poseo sobre él cierto número de
documentos y testimonios. Voy a tratar de dibujar un verdadero
retrato. ¿Qué será ese retrato? No lo sé. No quiero tampoco
saberlo hasta haberlo terminado. Estoy lista a aceptarlo tal
como me lo haga ver una larga contemplación del modelo. Y
retocarlo mientras descubra hechos nuevos. (Maurois. P.20)
24
Después de su largo proceso y juzgamiento como género menor se convierte en un género
complejo, difícil de definir y con un cierto apego a todo y a nada. Su paso por la historia y
su lucha por dejar de ser subalterno lo convirtieron en uno de los géneros más importantes
de la actualidad, la hicieron ser un medio de expresión, una forma de arte y hasta una
gestora y madre de otros géneros.
Las espinas de un género
―La biografía se refiere a un género difícil: ―Exigimos de ella los escrúpulos de la ciencia y
los encantos del arte, la verdad sensible de la novela y las sabias mentiras de la historia‖
(Andre, Maurois. P. 170)
Lo que en realidad hay que entender de este género es que es demasiado humano. Lo que
en un inicio lo caracterizaba — rechazo extremo y estigmatización como género pobre de la
historia—, esa parte que se enfoca en el detalle minúsculo, en la grandeza de ellos y en las
hazañas novelescas o ficticias fue precisamente la que desapareció. La biografía se
convirtió, por largo tiempo, en un género que tuvo que erigir ínfulas de ciencia. Ínfulas que,
incitadas por la historia, degeneraron la biografía y la convirtieron en un simple documento
histórico.
El arte del biógrafo emana de la capacidad de diferenciar, de
individualizar, incluso a personalidades que la historia ha
reunido, debe ir a la busca del detalle más, ínfimo, minúsculo,
que se esfuerce por recordar lo mejor posible de la singularidad
de un cuerpo, de una presencia… el biógrafo solo tiene que
crear, a partir de la verdad, rasgos humanos, demasiado
humanos, aquellos que corresponden a lo único. Su error es
creerse hombre de ciencia. Los biógrafos desgraciadamente han
creído generalmente que eran historiadores. Y así nos han
privado de retratos admirables. (Dosse, 2007. P. 27)
Un biógrafo no es un hombre de ciencia. La biografía no es un simple documento histórico
que relata hechos, sino uno que relata vidas, sentimientos, emociones, lo que sea que
identifique al personaje, lo que sea que sólo tenga él y que lo inmortalice. Con la
25
asimilación que tuvo la biografía moderna de esos relatos literarios, que le aportan
elementos valiosos, ésta ya no se torna en un relato frío y apegado a la ciencia y a la
historia. Trasciende más allá y subjetivamente describe todo tipo de personajes: héroes,
grandes hombres o simplemente hombres comunes. ―En vez de escoger para héroes de
biografías, ―grandes hombres para que podamos imitar sus virtudes, se han contentado con
hombres despreciables, para que podamos reír de sus locuras‖ (Maurois. P. 25).
La biografía entonces iba acercándose a concebir eso que hoy llamamos perfiles, reportajes
biográficos, retratos, periodismo literario. Iba siendo esa madre a punto de parir. El
psicoanalista ensayista francés Michel Schneider dice, ―toda biografía es una novela; por
ellos me devoro tantas, pero las biografías de escritores son las únicas que leo, Y, a veces,
confieso, sólo observo las fallas del lenguaje en algunas, en el momento en el que se da el
fin‖ (Schneider. 2003. Pp. 16, 17).
Este género en realidad es difícil. Su trayecto en la historia de lo escrito, lo leído, lo
aborrecido o sacralizado, lo despreciado o adorado, se ha alimentado progresivamente de
todo y de todos. La biografía se ha convertido en un arte formado por ciencias, personas,
técnicas, mentiras, verdades y oficios. Es un híbrido que resulta ser siempre intermediario
de dos o más puntos, nunca es una sola cosa. ―El género biográfico acaba con la distinción
entre la identidad propiamente literaria y la identidad científica. Por su posición
intermedia, provoca una mezcla, una hibridación, e ilustra, mediante sus intensas tensiones,
esta connivencia siempre presente entre literatura y ciencias humanas‖ (Dosse, 2007. P.
40).
La literatura actúa como salvadora del género biográfico. Ella fue capaz de darle la fuerza y
las herramientas necesarias para concebir un género que, hoy en día, significa esa libertad
de los escritores para relatar vidas, sin tener que apegarse a reglas o estructuras comunes e
impuestas. Vidas de muertos, vivos, grandes, pequeños, héroes, malos, buenos, criminales,
simples, complejos, grandes o decadentes; vidas, simplemente vidas.
El perfil: heredero de la libertad
El género del perfil es comparado con el género biográfico. Los antecedentes de la
biografía permiten referirse a ella como madre del género perfil, hay bastantes
26
características y elementos de ésta que el perfil heredó y adaptó a su naturaleza de género
periodístico. El periodismo adoptó al perfil o reportaje biográfico y le heredó esa veracidad
que lo caracteriza y lo hace al mismo tiempo documento investigativo y documento de
narración literaria. Es un género que implica necesariamente contar una vida, destacar las
virtudes, enfatizar en los detalles y describir los rasgos de la personalidad de un personaje.
El perfil debe saber los límites exactos entre el elogio y la verdad.
El perfil es un documento periodístico y literario, flexible e independiente; puede tomar lo
que necesite de donde le parezca: arte, literatura, periodismo, historia, antropología o
psicología, pero siempre con la clara intención de contar una vida, de mostrar al lector las
dimensiones no solo de un cuerpo con una trayectoria en el mundo —como lo hacían los
biógrafos antiguos— sino también del ser que habita en ese cuerpo. Un ser que se cuenta de
una forma y el mundo de otra. Retratar de la manera más sutil y exacta el choque de esos
dos mundos.
El personaje biografiado se encuentra colocado, sin saberlo, en
las candilejas. La unidad construida de su vida está sometida a
la pluralidad de las miradas y de las apreciaciones de los
testigos contemporáneos y futuros. Entre la unidad biográfica y
la pluralidad de su recepción, el género biográfico evoluciona
todavía allí en un entretejido, el de la desmultiplicación infinita
de las facetas… Cuando Sabine Flaissier escribe su María
Antonieta, se pregunta sobre la manera en que sus
contemporáneos la perciben, y espera encontrar en esas
contradicciones mismas a ―la verdadera María Antonieta.
(Dosse. 2007. P. 37)
Hacer una entrevista es cosa dura. Lo que se necesita es relativamente poco: libreta de
apuntes, grabadora de voz, preguntas pertinentes, mirar a los ojos y que nunca el
entrevistado se vuelva entrevistador, al menos eso es lo que te dicen, lo que en realidad no
sucede. En cualquier entrevista siempre el alma se destapa un poco y terminas por regalarle
al entrevistado un pedazo de ti.
27
El encuentro inicial, aterrador. Ese primer contacto con alguien a quien uno está dispuesto
a volver producto literario periodístico y con el que uno se entrenará mostrando el uso
meticuloso de las propias habilidades que para esas alturas ya deberían ser desbordantes. La
mayoría de las veces resulta ser un fiasco de entrevista, pero un éxito para el que sabe
cómo usar las primeras impresiones. Según el periodista, ensayista, escritor y poeta polaco
Ryzard Kapuscinski, ― para los periodistas que trabajamos con la persona, que intentamos
comprender sus historias, que tenemos que explorar y que investigar, la experiencia
personal es, naturalmente, fundamental. La fuente principal de nuestro conocimiento
periodístico son los otros‖ (Kapuscinski. 2003. P.37).
Los grandes periodistas literarios como Gay Talese, Jhon Lee Anderson, Truman Capote,
Ernest Hemingway, Lillian Ross, Leila Guerriero, que hoy en día son ejemplo en el oficio,
tienen o tuvieron detrás de sus talentos destrezas narrativas y genialidad, fracasos,
angustias, experiencias ridículas, situaciones que fueron parte de un proceso de formación
que los llevó a crear sus propias técnicas de trabajo y métodos de aproximación al
personaje. Lo cierto es que cada periodista debe descubrir lo que necesita para realizar un
buen trabajo, cada uno es diferente, las necesidades varían y ejercen diferentes presiones.
La experiencia de adoptar el papel de periodista y enfrentar a un personaje con un nudo en
la garganta y la sonrisita incomoda, estas impresiones y experiencias individuales de cada
reportero, son las causantes de este texto que no es más que una especie de acercamiento a
las formas y estrategias que usan o usaron los grandes periodistas literarios para discernir
el alma de un personaje y construir una relación que, aunque no deja de ser extraña, es más
sincera que cualquiera. Más que estrategias son elementos irremplazables que cada
periodista, por independiente que sea, debe respetar y adaptar a su estilo.
Las voces de varios de los grandes periodistas literarios, maestros en la elaboración de
crónicas, reportajes y, por supuesto, grandes perfiles de la historia, aparecerán a lo largo del
texto como destellos de sabiduría y pequeñas luces para aquellos que se sientan perdidos en
el difícil oficio de escribir sobre alguien, y no sólo escribir, retratar con vida. Cada uno de
los que se mencionarán como fuentes tienen o tuvieron técnicas y métodos de trabajos
diferentes. Entonces, una suerte de recopilación de saberes sería lo más justo para dar una
28
idea de ese proceso que se vive antes de sentarse a estructurar, escoger las palabras y elegir
las estrategias narrativas con las que se desarrollará el producto.
Por supuesto, no todo puede lanzarse en un orden impulsivo, son necesarias categorías que
concreten un poco lo que se quiere dar a entender acerca del personaje, sus relaciones y esa
secuencia de hechos que son causa y efecto al mismo tiempo.
Las categorías son: el factor humano y la sensibilidad; la curiosidad sincera, el tiempo y la
inmersión.
El factor humano y la sensibilidad
―Escribir con humanidad, a plomo y relevancia es una meta cautivante, accesible e
inalcanzable‖ (Kramer. P. 74, 77)
Arrojarse a la divina aventura de la inspiración es muchas veces una salida riesgosa,
interesante si tenemos en cuenta que lo que se quiere escribir es un perfil. Sin embargo, esto
no basta, tampoco se trata sólo de tener conocimiento acerca de las técnicas narrativas,
cómo usarlas y fijarlas al texto. No es únicamente comprender a la perfección la correcta
estructura de un texto. Interviene un elemento más importante que la chispa de
espontaneidad afortunada o las horas de estudio y teoría. Un elemento que siempre está
presente y es ineludible, el factor humano: el patrón que moldea cualquier producto del
periodismo literario; esas relaciones humanas, sentimientos y opiniones que el periodista
engendra per se.
Qué siente un periodista cuando está próximo a tener su primer contacto con el personaje.
Esto recuerda una pregunta que cita Kapuscinski en el libro Encuentro con el otro,
―¿Cómo acercarse al Otro, cuando no se trata de un ser hipotético, teórico, sino de una
persona de carne y hueso que pertenece a otra raza, que tiene una fe y un sistema de valores
diferentes, que tiene sus propias costumbres y tradiciones, su propia cultura?‖ (Kapuscinski.
2007. p. 20).
Es precisamente esto: toparse con el Otro, un otro totalmente diferente. Y cuando por fin se
conoce es ineluctable la iniciación de una relación indefinible que prácticamente surge de
una cita a ciegas; una relación que en cualquier otra profesión no sería otra cosa que un
29
simple negocio o un contacto entre vendedor y comprador; paciente y médico o cliente y
negociante. Esto es diferente, es como caerse en el asfalto, no importa cuánto cuides la
herida, no importa cuánto tiempo pase, la cicatriz está, nunca va dejar de estar, hace parte
de ti. Entonces se gesta una relación donde es necesario ser consciente del otro. ―todos los
habitantes de nuestro planeta somos otros ante otros Otros: yo ante ellos, ellos ante mi‖
(Kapuscinski. 2007. p. 20). Una reflexión tal vez obvia pero necesaria.
Uno de los géneros más humanos tanto por su estructura como por su proceso y modo de
construcción es el perfil: híbrido por herencia, se tambalea entre la entrevista, el reportaje y
la crónica en donde busca elementos específicos para lograr moldear las diferentes
dimensiones de un personaje. Su excelencia radica en su hibridez, y no podría ser de otra
forma, pues cuando se trata de captar esencias y descifrar personalidades no hay otra forma
de hacerlo.
Entonces es ese otro el factor humano. Es indispensable saber de la existencia de otro
mundo complejo en todas sus insignificancias y grandezas. Se puede decir que el que no
asume la humanidad absolutamente necesaria y evidente a la hora de escribir un perfil, se
muere en el intento de escribirlo, un intento fallido sin siquiera rastros del retrato de
alguien. Truman Capote, periodista y escritor estadounidense, lo dice: ―desde un punto de
vista técnico, la mayor dificultad que tuve al escribir A sangre fría fue permanecer
completamente al margen.‖ (Capote. 1980.p.16)
Hay quienes se atreven a escribir con tibieza e inhumanidad. Escriben sobre el tiempo, de
afán, en frío, como lo haría cualquier secretaria, una noticia que simplemente responde al
qué, cuándo, cómo, dónde de siempre y a la estructura de la pirámide invertida tradicional,
que es justa en otros géneros, pero que en este puede ser letal.
El periodista y escritor Juan José Hoyos lo dice bien: ―escribir bien y emocionar al público
no son cosas que riñen con la calidad del texto periodístico, sino que son atributos que
deben coexistir‖ (Hoyos.2003.p. 36). Una buena narración no es motivo de desinformación.
Todo lo contrario, es importante para la calidad del relato, es lo humano del relato. Dice
Hoyos que así ponemos los pies en la tierra y advierte que lo que estamos leyendo es
verdad, es real. El otro tipo, el periodismo mecánico, logra el efecto inverso: ofrece una
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narración que, aunque evidentemente informa al lector, no hace ni por un segundo la
diferencia; pasa sin tocar ese lado humano inherente a nuestra cotidianidad.
Si bien fue la modernidad con su paradigma de objetivad periodística la que desnarrativizó,
como dice Hoyos, la información, la literatura le dio al periodismo ese ingrediente faltante
que hace de la profesión más digna, más sensible. El periodismo literario surgió como esa
manera de revelarse contra lo robótico y lo enciclopédico, surgió como una necesidad de
retornar a la matriz, a lo humano. En palabras de Capote es hacer del periodismo un arte.
Durante varios años me sentí cada vez mas atraído hacia el
periodismo como forma artística en sí misma. Tenía dos razones.
En primer lugar no me parecía que hubiese ocurrido algo
verdaderamente innovador en la literatura en prosa, ni en la
literatura en general, desde la década de 1920; en segundo
lugar, el periodismo como arte era un campo casi virgen, por la
sencilla razón de que muy pocos artistas literarios han escrito
alguna vez periodismo narrativo, y cuando lo han hecho, ha
cobrado la forma de ensayos de viaje o de autobiografías…
quería realizar una novela periodística, algo a gran escala que
tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la
hondura y libertad de la prosa, y la precisión de la poesía.
(Capote.1980 .P.12)
También Norman Sims periodista y escritor estadounidense habla en su libro Periodistas
literarios o el arte del reportaje personal acerca del factor humano una, expone una frase
que le oyó decir a Tracy Kidder: ―algunas personas tienen una idea muy clínica del
periodismo. ―Es una idea antiséptica, la idea de que no se puede presentar una serie de
hechos en una forma interesante sin viciarlos, es una completa tontería. Es la máxima
tendencia maquinista‖ (Sims.1996.)
Entonces el periodismo literario se vuelve ese campo de acción flexible en el que el autor se
despliega a su gusto, una forma de arte, juega con todas las herramientas que la literatura le
31
brinda y con la magia de la realidad. Es ese campo de la libertad intelectual, la creatividad
en los poros, la necesidad de innovar en cada historia, en cada relato.
El rasgo que define al periodismo literario es la personalidad
del escritor, la voz personal e intimista de una persona de carne
y hueso con toda su candidez, que no representa ni defiende ni
habla en nombre de una institución o de un periódico o de una
compañía o de un gobierno, una ideología o un campo de
estudio, ni de una cámara de comercio o lugar turístico. Es la
voz de una persona desnuda, sin protección burocrática, que
habla por sí misma. (Mark Kramer. 2001)
Allí mismo Kramer resalta la parte humana del periodista, ―Alguien que ha iluminado la
experiencia con sus reflexiones propias, pero que no ha dejado de lado sus
particularidades, su sarcasmo, sus dudas y que no borra sus realidades emotivas de
tristeza, alegría, emoción, furia, amor. El poder del género está en la fuerza de esa voz‖
(Kramer. 2001.).
No se trata de volvernos androides, seres sin ningún síntoma de alteración en la vida que
trascurre fuera de las salas de redacción o de las puertas de nuestra casa; no se trata de
cumplir con un horario y desentenderse de todo, como si solo fuera un día más de trabajo.
―es esta una profesión muy exigente. Todas lo son, pero la nuestra de manera particular. El
motivo es que nosotros convivimos con ella veinticuatro horas al día.‖ (Kapuscinski. 2007.
P.32)
―El periodismo literario ha establecido su campamento rodeado de géneros emparentados
que se traslapan entre sí, como la literatura de viajes, las memorias, el ensayo histórico y
etnográfico, la literatura de ficción que se deriva de sucesos reales, junto con la ambigua
literatura de semificción‖ (Kramer. Reglas inquebrantables para periodistas literarios). El
perfil también está establecido en un campamento de géneros emparentados, los cuales
absorbe a conveniencia con el único propósito de reflejar el alma y las facetas de un
32
personaje para humanizar al más grande e idealizar al más chico, degradar al arrogante e
idealizar al humilde.
Pero, sobre todo, es un género que requiere del involucramiento directo con un ser
humano; demanda el nacimiento de una relación entre el perfilado y el periodista, donde
intervienen esos pensamientos, comportamientos y sentimientos de los que hablábamos
antes. Una relación de miradas y juegos de palabras, desciframientos, curiosidades y odios.
Es una especie de situación con el otro que invoca los instintos más nobles, las emociones.
La curiosidad sincera
En una entrevista concedida por Gay Talese a un programa de televisión estadounidense
llamado a Evening with Gay Talese el periodista dijo:
Cuando yo era niño, digo, cuando estaba en el colegio pasando
casi a bachillerato , me preguntaba siempre de qué manera yo
era diferente a aquellos que estaban en clase conmigo, también
tenía curiosidad por el guarda de mi escuela, el conductor del
bus y los profesores […] yo tenía era una manera diferente de
acercarme a las personas, quería saber acerca de ellos y
supongo que lo que yo tenía era una curiosidad sincera, no una
curiosidad chismosa, más bien me interesaba saber, cómo
consiguieron ser lo que eran, cómo llegaron a donde estaban,
que los inspiraba, cómo ellos eran diferentes a mí
(Talese.2008,internet)
La curiosidad asume diversas formas; hay personas que sienten curiosidad por saber cuál es
la última tendencia de la moda o qué ha pasado con sus artistas favoritos; hay otras que se
pasan gran parte de su tiempo, y son realmente talentosas en ello, averiguando la vida de
otros o enterándose de las intimidades de sus amigos y enemigos; otras que simplemente
sienten curiosidad por cosas específicas que los afecten directamente, es decir, el interés
propio.
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Ninguna de estas curiosidades interesan en este ensayo; hay una específica y es de la que
habla Talese, de la que habla Capote: la curiosidad sincera.
Hay que aprender tanto, y de tantas fuentes: no sólo de los
libros, sino de la música, de la pintura y hasta de la simple
observación de todos los días… los escritos más interesantes
que realicé en aquella época, consistieron en sencillas
observaciones cotidianas que anotaba en mi diario. Extensas
narraciones al pie de la letra de conversaciones que acertaba a
oír con disimulo. Descripciones de algún vecino. Habladurías de
barrio. Una suerte de informaciones, un estilo de ver y oír que
más tarde ejercerían verdadera influencia sobre mí, aunque
entonces no fuera consciente de ello. (Truman Capote. 2003.
P.10)
Este tipo de curiosidad no la tiene todo el mundo, ni se desarrolla fácilmente; es una
curiosidad inmanente al intelecto de la persona y, como lo afirma el escritor, es un
elemento fundamental en todos los periodistas. En otro momento de la entrevista, dice
Talese:
Mucho de lo que es ser un buen estudiante, supongo, es
memorizar lo que el profesor te haya impartido para realizar un
examen, un trabajo o alguna parte verbal. Lo que yo en
realidad siempre tuve como estudiante, particularmente en el
colegio y en la universidad, fue curiosidad por las personas,
ciertamente no hay nota alguna para eso, pero sin esto uno
jamás podría ser periodista o escritor de no ficción o
historiador, uno necesita curiosidad y una habilidad para estar
fuera de uno mismo, en vez de ser narcisista o egocéntrico
pensando en uno mismo. (Talese. 2008. Internet)
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Un periodista y en particular un periodista literario que se encauce en la labor de escribir
sobre un tema o un personaje y no posea curiosidad nunca lo podrá lograr, o al menos no
con éxito. Los grandes periodistas literarios parten de la curiosidad por sus personajes,
aproximarse y tener un punto de partida, romper el hielo. El periodista norteamericano Jon
Lee Anderson dijo en una entrevista a la revista Gatopardo: ―Siempre parto de una
curiosidad que me come por dentro: quiero saber mucho más de lo que la persona está
dispuesta a dar. He aprendido a ser muy paciente y a tener intuición para que el
entrevistado se sienta a gusto y se atreva a ´abrirse` conmigo‖. (Anderson. J.L. 2009.
Gatopardo)
La curiosidad es el punto exacto de partida para todo lo que un perfil implica. Se pone en
marcha, la curiosidad por el personaje, su vida, su entorno, su oficio, debe ser sincera, sino
nada va ser cierto; la curiosidad es la que hace ir más allá al periodista, aguantar lo bueno,
lo malo, aprender a esperar, a querer al personaje, a entenderlo.
La curiosidad sincera es en otras palabras, tener un interés verdadero y el interés verdadero
genera confianza y honestidad. ―Me llevó tiempo pero llegué a que confiaran en mí y les
cayera bien. Parece que mucho depende de la personalidad. Si uno es una persona a la que
le gusta la gente y la respeta, y que demuestra un interés verdadero, las cosas resultan
fáciles. Uno no puede ser arrogante. No puede ser áspero. Eso sencillamente no funciona‖,
— le dice Richard West a Norman Sims hablando del oficio del periodista literario—.
Sin curiosidad un periodista literario no es nada; no puede haber ningún vínculo seguro y
real con el personaje y si lo hubiera sería falso; carecería de ese contacto emocional que es
el elemento fundamental para llegar a otro punto relevante en el proceso de escritura del
perfil; el tiempo, la inmersión.
El tiempo y la inmersión
Esta categoría es por su naturaleza la más necesaria y la que puede llegar a producir—si es
que no existen—las otras dos categorías. El tiempo es fundamental para la escritura de un
texto literario que involucre periodismo. El tiempo que el periodista esté dispuesto a pasar
para profundizar en un personaje es lo que llega a producir una curiosidad sincera.
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―Descubrí que uno tiene que comprender una gran cantidad de cosas aunque solo sea para
escribir un pequeño fragmento. Una cosa lleva a otra. Hay que meterse dentro del asunto
para hacer que casen las piezas‖ (Sims. 1996. pp 18-19). No importa el tiempo que tome,
hay que estar dispuesto a gastarlo todo, a no temer por la efectividad de éste, a saber que de
ese tiempo depende la relación con el otro, el interés y los efectos que pueda tener sobre
uno y, sobre todo, la calidad del texto. ―Los periodistas literarios apuestan con su tiempo.
Su impulso de escribir los lleva a la inmersión, a tratar de aprender todo lo que hay que
saber sobre un tema‖ (Sims. 1996. P 19)
La inmersión es lo que hace que un periodista pueda llegar a sentir lo mismo que su
personaje, a entenderlo y retratarlo en todas sus facetas, desarmarlo, analizar cada capa de
su humanidad. Es el elemento que puede producir a un periodista emociones, curiosidad, la
capacidad de aguantar, de sacrificio, de ver más allá de lo que el mismo personaje dice, ver
a través de sus ojos, llegarlo a querer. Es un elemento que brinda al alma la capacidad de
expresar sinceramente.
Es evidente que las categorías se interrelacionan, esto es coherente, las tres se
complementan y son absolutamente necesarias para pensar siquiera en hacer un buen
trabajo.
Balzac por Zweig
Uno de los biógrafos más importantes del siglo XX fue el austriaco Stefan Zweig. Entre sus
obras se destacan las biografías de María Estuardo, Fouche, María Antonieta y Balzac, el
novelista francés más importante de la primera mitad del siglo XIX. Las técnicas narrativas
utilizadas por Zweig revelan su gran talento para ahondar en las facetas de los personajes.
La biografía que escribe Stefan Zweig sobre Honorato de Balzac no es un común. Fue
publicada en 1920 y es un texto que cruza la línea de la literatura, casi de la novela.
Meticulosamente, explica cada aspecto, faceta del genio francés. Describe física e
interiormente al niño, al joven, al viejo y expone con naturalidad al traumatizado, al
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apasionado lector, al imparable escritor, al ambicioso negociante, al maltratado hijo, al
amante precoz, al fracasado , al arruinado, al célebre escritor.
Es una biografía escrita en tiempos de guerra, por el autor, quien murió antes de publicarla.
Su amigo, Richard Friedenthal , la reeditó y después de un apurado trabajo de
investigación, en medio de bombardeos y muerte, publicó como obra maestra de Stefan
Zweig.
Stefan Zweig ahonda en la vida de Balzac. Desde el número de las novelas, libros,
artículos que escribió, hasta el número de tazas de café que se tomó. El ultraje de una
madre a la que siempre percibió como su peor enemiga y las actitudes maternales que
buscaba en sus mujeres y amantes. Las humillaciones y golpes que recibió en el internado
de los oratorios en Verdome, donde fue enviado a los 6 años de edad y abandonado al frío y
a la suerte. La cantidad de horas que dormía al día y las que trabajaba sin soltar la pluma.
El desprecio de la burguesía que lo tentaba. La transformación de un niño que pasó de ser
delgado, desnutrido, demacrado y jorobado a gordo bonachón y poco agraciado. El cariño
de una mujer mayor, casada, a la que amó, y vio como una guía y amante. Las pocilgas
donde vivió desde los 20 años en París y escribió cientos de novelas y libros que oscilaron
siempre entre el fracaso literario y la grandeza. El fetiche que tenía por las antigüedades y
el arte que compraba a precios muy bajos. Las deudas abismales que lo persiguieron toda su
vida. La ruina, el fracaso, el hambre y el desprecio que fueron necesarios, según el mismo
Balzac, para realizar sus mejores obras1; obras que según Zweig hablan entre líneas del
mismo Balzac.
Para retratar un personaje como Balzac es necesario basarse en las declaraciones y
expresiones de él mismo. Zweig uso esto como elemento narrativo; por ejemplo, cuando
habla del desprecio que sentía por su madre lo hace usando palabras del mismo Balzac,
evidenciando la relación nula de madre e hijo:
1 La comedia humana 1842. La piel de zapa, 1831 . Louis Lambert, 1845 . Eugenia Grandet, 1834 . La
búsqueda del absoluto, 1834 . Papá Goriot, 1834. La duquesa de Langeais, 1836 . El Coronel Chabert, 1835 .
La muchacha de los ojos de oro, 1889 . El lirio en el valle, 1836 . La Misa del ateo, 1836 . Cesar Birotteau,
1837 . Las ilusiones perdidas (I, 1837; II, 1839; III, 1843) . La prima Bette, 1846 .El primo Pons, 1847.
Esplendor y miseria de las cortesanas, 1847
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―A pesar de su natural bondad Balzac, ya adulto, nunca pudo olvidar el repudio que había
sufrido por parte de aquella madre extravagante…
―si la señora supiese qué mujer es mi madre: un monstruo y, al mismo tiempo, una
monstruosidad… ya me odiaba antes de haber nacido. Yo he estado a punto de romper con
ella, y esto era casi una necesidad. Pero prefiero seguir padeciendo. Esto es una llaga que
no puede sanar. Supusimos que estaba loca y consultamos a un médico que desde hace
treinta y tres años mantiene relaciones de amistad con ella. Pero el médico nos dijo: ¡oh!
No, no está loca. Únicamente es mala…‖ Mi madre es la causa de todo el mal de mi vida‖
(Stefan Zweig.1920. P. 852)
Mediante la inmersión en el mismo personaje, del peso de las palabras de Balzac, Zweig
encuentra la forma de narrar los mayores padecimientos de Balzac. Cuando se refiere a la
pocilga a la que su madre lo envió cuando él decidió ser escritor, media una apreciación de
su propio tugurio.
―No podía haber nada más abominable —escribe Balzac años después— que esta
buhardilla con sus paredes amarillas y sucias, rezumbando miseria… El tejado se
inclinaba violentamente y las tejas ajustadas dejaban ver el firmamento‖.
Zweig suele citar pasajes de las novelas de Balzac y los conjuga con sus personajes, en
especial, hace énfasis en Louis Lambert2, obra maestra de su célebre trabajo La comedia
humana3 y que según el autor siempre tuvo algo de autobiográfico. Balzac fue un niño
atormentado por sus padres, enviado a un internado con métodos dictatoriales y acosado
por sus profesores por ser diferente.
2Louis Lambert, escrita en 1832. Está ambientada principalmente en una escuela en Vendôme, la novela
examina la vida y las teorías de un niño prodigio fascinado por el filósofo sueco Emanuel Swedenborg (1688–
1772).
3 La Comedia humana (en francés, La Comédie humaine), es el título de uno de los mayores proyectos
narrativos de la historia de la literatura: Honoré de Balzac, su autor, se propuso escribir 137 novelas e
historias interconectadas que retrataran la sociedad francesa en el período que abarca desde la Restauración
borbónica hasta la Monarquía de Julio (1815-1830).
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―La forma en que Balzac escogió para la presentación de los años de su puericia fue el
retrato doble: se pinta a sí mismo en los dos amigos del colegio en el poeta Luis Lambert y
en el filósofo ―Pitágoras‖… En realidad, ambas veces él mismo era Luis Lambert y, por lo
menos, los acontecimientos exteriores de esta figura apaentemente imaginada fueron los
suyos‖ Louis Lambert. (Paginas 689/690
―Este niño flaco es al mismo tiempo muy fuerte… padeció todas las posibilidades de
sufrimiento del cuerpo y del alma. Encadenado como un esclavo al banco de un pupitre,
golpeado, atormentado por una enfermedad, maltratado en todos sus sentidos, apretado
en un tornillo de adversidades, veíase obligado a abandonar su envoltorio externo a las mil
tiranías del instituto… Entre todos nuestros sufrimientos físicos, el más duro era
ciertamente el causado por una correa de cuero, de dos dedos de espesor más o menos,
que, con toda la fuerza, con toda la ira del profesor, zumbaba en nuestras manos… Luis
Lambert sufría frecuentemente palizas de vara y agradecía esto a una facultad de su
carácter, de la cual durante mucho tiempo no había sabido nada.‖ (Stefan Zweig. 1920. P.
859)
Para retratar a las mujeres de Balzac, las que el incluyó y amó, y la relación que éste tenía
con ellas, Zweig usa sus voces. Algunas cartas recopiladas por él donde Balzac habla con
su hermana y sus amantes y las respuestas cariñosas de ellas. En las cartas que Balzac envía
a su hermana Laura Zweig tiene la intención de mostrar la ambición del personaje, su ego y
la vergüenza que sentía de saber que se vendía por dinero. De esta manera está mostrando
también la fragilidad de un genio que necesita un consejo.
― ! Ah, mi querida Laura!—suspira todos los días—, bendigo mi suerte que me ha hecho
abrazar esta profesión libre, y estoy convencido de que en ella ganaré dinero. Pero, ahora
que creo conocer mi capacidad, siento mucho tener que desperdiciar la flor de mis
pensamientos en tales absurdidades. Veo mentalmente algo delante de mí y si pudiese estar
tranquilo en cuanto a mi situación material… trabajaría en obras de valor‖.
Y cuando el joven Balzac se enamora de una mujer mucho mayor que él, la seduce
irremediablemente con una respuesta radical a la carta que ella le envía informándole de la
diferencia abismal de edades.
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―Temía la maldición del ridículo que el mundo lanzaría sobre el amor de un joven de
veintitrés años y una mujer de cuarenta.‖
Está decidido a vencer la resistencia de su amiga y le dice casi airado:
―! Dios mío! Si fuese mujer, si tuviera cuarenta y cinco años y aún fuese digna de ser
amada ¡oh!, procedería de manera muy diferente a la suya. ¡Qué problema es ser una
mujer que se encuentra en los comienzos de su otoño y se niega a coger la manzana que
acarreó la desgracia de Adán y Eva!‖.
El autor también enseña en el texto algunas opiniones de personas que conocieron al propio
Balzac, que lo trataron y opinaron sobre él. Estas fuentes son muy recursivas a la hora de
explicar cómo lo veían, quién era Balzac para los otros.
―Balzac era entonces de especial y muy notable fealdad, a pesar de sus pequeños ojos que
la inteligencia hacia chispear. Un talle grueso, achaparrado, pelo negro y desgreñado,
una cara huesuda, boca grande, y dientes dañados‖ (Stefan Zweig. 1920. P. 876)
Por su complejidad, esta biografía entra en el ámbito literario. Se destaca la utilización de
técnicas narrativas como el diálogo y de descripciones detalladas, minuciosas y hasta
absurdas; como el hecho de que Zweig se detenga hacer una pequeña apología al café,
tomado como el mejor amigo del genio y citar cuantas tazas de café tomaba Balzac al día y
cuantas se pudo tomar en su vida.
―Sin café no hay trabajo o, por lo menos, no hay aquel trabajo incesante que Balzac juró
realizar. Aparte del papel y la pluma, Balzac lleva consigo a todas partes, como tercer
utensilio de trabajo, su máquina de café, a la cual está acostumbrado como lo está su mesa a
su cogulla….si las cincuenta mil tazas de café fortísimo (esta es la cantidad calculada por
un estadístico) aceleraron la producción de la gigantesca obra ―La comedie humanie‖,
también al mismo tiempo echaron a perder precozmente el corazón de Balzac‖. Con esta
última frase introduce la causa de la temprana muerte del escritor francés: su adicción por
el tinto, la obsesión por el trabajo y por su ambiciosa causa. Honorato Balzac muere en
1850.
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PERFIL
Siete veces Pedro
“Vida folletinesca y periodismo de aventura de Pedro Claver Téllez”
Había pasado ya cuatro meses allí, en esa casa de dos puertas y cocina pequeña, pero ese
día se marchó para no regresar. Había vivido con Ernesto, su primo, en su casa; más que
primo era un extraño con su misma sangre. Alguna vez, hace cuatro meses, se toparon en la
calle y decidieron trascender el lazo sanguíneo. Más que eso, era el afán de Pedro por tener
dónde dormir; más que eso, era el afán de su primo por explotar el ingenio de un genio.
Tiene una calva entre lanillas blancas, mirada enérgica pero dulce, leves prenses bajo sus
ojos marrones y liniecillas surgentes sobre las cejas grisáceas. Ya pasa de los 60 y le
gusta el tinto. Abre la puerta con un afán lento, extraña algo con los ojos. La casa tiene dos
puertas, primero una de metal y la de adentro de madera. Abre las dos y deja temblar un
poco las manos de hombre joven. Tiene ojos buenos, con arrugas bien puestas y unos lentes
que levanta de vez en cuando. Se toma una dos tazas, hasta un termo de tinto, qué más da,
el estómago cruje. Se prepara uno, lo hace encorvado, como cuando camina, pero tiene
manos firmes, gruesas, de atleta, de mostrar. Su ropa es dos tallas más grande que él,
regalada tal vez. Es de andar, caminar la calle, de frío y de calor; de evocar su infancia de
niño con resortera, de niño escala arboles, de niño secuestra pollos. Es muy delgado,
aunque dice que devora, y en verdad lo hace.
La barba es de un blanco cenizo con secuelas de cigarrillo; como un Jesús ya viejo. Sus
dientes cuentan la historia de un hombre que fumaba excesos y tenía vicios mal cuidados,
mal llevados; se ven escasos, los dientes, pero son auténticos. Su mano firme pasa de vez
en vez y oculta los orificios que desde el otro lado deben mostrar su mismísima alma.
Tiene mil historias que contar. Alguna vez una gitana en Cali le leyó el futuro. Él no creyó
cuando le dijo: Usted va a publicar muchos libros, el primero va a ser de caratula negra y
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letras blancas; él no creyó cuando le dijo: Usted va ser un judío errante, no va a soportar un
solo sitio; él no creyó cuando le dijo: Usted va tener muchos accidentes, muchos muy
graves; él no creyó cuando le dijo: Usted va tener muchas mujeres, muchos amores. Él no
creyó, nunca creyó.
35 años más tarde tiene un balance de siete mujeres, dos atentados y un secuestro, ha
publicado doce libros, el primero de carátula negra y letras blancas. Y esa tarde había
decidido irse de la casa de su primo, marcharse, no volver más.
Capítulo I
Solo llamas y humo
Un niño aterrado por la violencia y seducido por ella. Una mezcla que dio paso al escritor
apasionado por los bandoleros, guerrilleros y criminales; al lector insaciable de novela
negra y crónica roja, y al aventurero caminante de Colombia, cronista de los pueblos más
recónditos, de ríos y montañas, al amante errático, solitario.
Es temprano y el hombre se dirige hacia un cafetín en forma de vagón de tren, camina
pausado y viste un traje gris con una camisa de cuadros amarillos, corbata azul y zapatos
negros, impecable. Se sienta en una de las mesitas que delinean el lugar. Pide un tinto
pequeño, saca un libro y empieza a leer. Tal vez sea un cuento de Ernest Hemingway o un
libro de Bruce Chatwin o una crónica de Gay Talese o una novela de Leonardo Sciascia.
Pedro Claver Téllez Téllez (Claver es nombre) nació el 28 de octubre de 1941 en un
pueblo de Santander: Jesús María. A los 5 años, Pedro era un niño feliz. De los 6 años solo
recuerda el día que mataron a Jorge Eliécer Gaitán. Pedro cierra el libro y se empieza a
sacudir el vestido gris, pasa la mano por la delgada cola de pelo recogida con un caucho
de oficina, la enrosca, se tocaba la barba y adopta una posición de contador. ―Mi papá tenía
un granero y a ese granero llegaban con frecuencia camiones a cargar y descargar bultos;
había un tipo, un fortacho, un hombre gigante que tenía en vez de la mano derecha un
garfio y se la amarraba con correas, agarraba los bultos con el garfio y los echaba al
camión. A mí me gustaba verlo. El 9 de abril de 1948 el tipo, que era liberal a muerte, le
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enterró el gancho en la barriga a un conservador que estaba pasando en ese momento por
ahí, lo agarró y, chan, le metió el gancho, después no se lo podían sacar. Yo vi eso y me
desmayé. Ese fue mi primer contacto con la violencia‖, dice trastocado.
Desaparece el campo y empieza la guerra. Esa guerra que sin saber le da golpecitos en la
conciencia y le anuncia que su vida ya nunca va a ser la misma; que en la vida hay muerte,
hay caos, hay malos, hay buenos; que el niño debe crecer y contar. Nunca volvió a ser el
mismo. Ahora tiene 68 años y aún recuerda la sangre y el grito: ―! Mataron a Gaitán!‖, el
garfio y la nube de violencia que se avecinaba, el holocausto que se olía en el pueblo que,
días más tarde, ardió en llamas, y Pedro lo vio y no se desmayó.
Llega la mesera con el tinto y lo posa sobre la mesa de madera verde, él le hace un gesto
amable con los ojos, la mesera asiente y desaparece. Él levanta una mano y la mueve en el
aire de forma horizontal y dice: “Era un corregimiento que se llamaba La Belleza. Nos
tocó salir de ahí porque era de mayoría conservadora, habían muy pocos, entonces nos
fuimos para otro pueblo que se llamaba Florián y cuando llegamos a Florián también
estaba incendiado, solo se veían llamas y humo.‖
En los años 50, a los 9 años, Pedro cambió el campo por la ciudad, los grandes espacios
por la estrechez, las bocanadas de aire limpio por el humo de los carros y el relajo de la
capital; sus padres corrieron a la gran ciudad exiliados por la violencia y por las amenazas
a los liberales fervorosos. ―Yo era un niño tímido, traumatizado‖, dice y encoge un poco el
cuerpo delgado sobre la silla y continúa: ―Me mareaba montar en bus, me daba vómito,
mareo; una montada en bus me costaba tres días de enfermedad; era al parecer lo que las
viejitas del campo llaman ´estar descuajado`. Entonces sí, fui un niño traumatizado por los
hechos de la violencia, por el efecto de ella, más que por ella. La ciudad para mí era
inconcebible, pasó mucho tiempo antes de que me adaptara o tuviera amigos; mis amigos
de la niñez en Santander los perdí, nunca los volví a ver, muchos de ellos murieron por
hechos de violencia.‖
La familia de Pedro estaba compuesta por un padre viejo, una madre joven y cinco hijos,
cuando llegaron a la ciudad vivieron en un garaje. Mientras cuenta se sobresalta de la silla
y dice afanando la voz: ―Recuerdo el ruido espantoso, entraban carros toda la noche, la
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familia no dormía‖. No dormían pero descansaban de la guerra. El padre, que era un
dirigente político liberal de la región, había sido perseguido y expulsado del pueblo después
de la muerte de Gaitán y había llegado con suerte a aquel garaje. Después de vender
algunas propiedades que aún mantenían en el pueblo los buenos aires llegaron a la familia,
entonces cambiaron el garaje por una casa que, cuenta Pedro, ―era muy bonita y grande, a
las afueras de la ciudad, a un paso del campo‖. Respira. Recuerda.
Por su parte cambió el bus por la bicicleta. ―Montar en bicicleta fue una de mis grandes
pasiones. Yo la ponía al lado de la cama. Como me mareaba en los buses, entonces iba al
colegio en bicicleta, llegaba con mi maleta en una parrilla y la amarraba a un palo‖.
Mientras da sorbos gigantes al tinto pequeño confiesa que siempre fue un niño de grandes
sueños, que soñó con ser un ciclista y lo fue: en 1959 Pedro corrió parte de una Vuelta a
Colombia y compitió con Rubén Darío Gómez, Cochise Rodríguez y Pajarito Buitrago, los
grandes corredores de la época. También soñó con ser un gran escritor.
Desde la silla se le aprieta la entreceja y una cantidad de liniecitas se le marcan en la frente
y debajo de los ojos. Dice, ―yo tenía un pie en el campo, era muy feliz cuando podía ir a
donde había nacido, pero me daba miedo el recuerdo de la violencia que estaba asociado
con el paisaje. El recuerdo de Florián en llamas era muy triste. Yo sentía que la violencia
nos había sacado del paraíso y nos había traído al infierno.‖ Pero la ciudad, con el tiempo,
dejó de ser el infierno y se convirtió en esa oportunidad de vivir de nuevo.
***
Todavía sentado allí, varias personas lo saludan. Le dicen:
—Hola maestro. ¿Cómo está maestro?
Él se limita hacer un gesto sonriente, amable, muy cortés, levanta la mano y saluda. Si son
amigos se levanta de la silla y dialoga instantes cortos, después les da palmaditas en la
espalda, se despide, se vuelve a sentar.
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A la hacienda Santa María llegó a los 12 años. Gonzalo Téllez Ruiz, el padre, cuidaba los
caballos y el ganado de la hacienda de descanso de los López Michelsen. ―Era una casota
impresionante, los fines de semana llegaba López Michelsen con su esposa y sus hijos, que
estaban muy jóvenes; llegaban a caballo y con botas inglesas‖, comenta Pedro como
impresionado todavía.
―Alguna vez a la hacienda llegó el pájaro más hermoso que uno se pueda imaginar‖,
recuerda levantando las cejas y extendiendo las manos hacia arriba. ―Un ave de grandes
plumas rojas, pecho amarillento y cabeza verde: Un pájaro exótico no típico de aquella
región‖; lo describe como si lo estuviera tocando con las manos y explica que cuando era
niño, de pantalones cortos y tirantes, pasmado lo miró acercarse hacia la cerca que lo
separaba de los demás pastizales de la finca ―Un anuncio, tal vez‖, pensó. Con un golpe de
cauchera lo espantó y el pájaro de plumas rojas se devolvió por donde venía. ―Me quedé
viéndolo como cuando uno se queda mirando a un avión irse del aeropuerto‖. Mueve la
cabeza asintiendo y entrecierra los ojos marrones claros.
La hacienda le trae muchos recuerdos, empieza a hablar de una cantidad de imágenes que
recuerda. Dice que solía correr por los campos de jaragua y le olían a vida en los pulmones.
Que soñaba pájaros y llenaba cuadernos enteros —todavía lo hace— con dibujos de ellos.
Que se leyó un libro de Rudyard Kipling4 ―El libro de la selva‖ que habla de un niño que
creció en la selva criado por monos y deseó haber sido él: ―me inventé una manera de
caminar de árbol en árbol a través de unas lianas. Yo era Tarzán. Llegué a pasar por 15
árboles sin tocar tierra‖. Que desde la cima de uno de esos árboles se veía una laguna
bellísima y que una vez, desde allí, vio morir ahogados a dos amigos suyos. Que estuvo
perdidamente enamorado de una niña hermosísima que se llamaba Cielo Lara y le llevaba
flores exóticas del bosque.
Quizá desde allí, desde Cielo Lara, se veía el poder que las mujeres iban a tener sobre él. Su
madre era una mujer muy joven, ―quizá muy joven‖, reflexiona pasando la mano por las
4 Joseph Rudyard Kipling. Nació en Bombay el 30 de diciembre de 1865 y murió en Londres, 18 de enero
de 1936. Fue un escritor y poeta autor de relatos, cuentos infantiles, novelista y poeta, se le recuerda por sus
relatos y poemas sobre los soldados británicos en la India y la defensa del imperialismo occidental, así como
por sus cuentos infantiles.
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fibras grises de la barba. Había sido la quinta esposa de su papá y tenía 33 años menos que
él ―yo era hijo de una mujer que tenía 23 años y mi papá 60. Sara Catalina Téllez Melo‖.
Sara Catalina era la madre de cinco hijos, pero parecía una hija más de ese señor que ya
tenía 19 hijos con diferentes mujeres, algunos mayores que ella. Sarita, como le decía
Pedro, crió a sus hijos viendo como le decían mamá a otra. Cruza las piernas sin quitar la
mano del mentón y dice: ―Yo comencé a crearme un universo que giraba en torno de un
papá viejo y una madre a la que yo no le decía mamá, porque yo creí que era mi hermana.
Yo creí que mi mamá era una muchacha del servicio que había acompañado a mi papá casi
20 años. Mamá Veroca.‖
Mamá Veroca se llamaba Verónica, una señora vieja, casi de la edad del padre, lo que le
resultaba más coherente a un niño que nunca conoció a su padre joven. Baja la voz, la
vuelve más suave y dice, ―era una mujer muy dulce, me consentía mucho. Ella se murió
queriéndome entrañablemente. Murió cuando Pedro ya tenía 25 años y ella 96: La fui a ver
y me cogió de las manos y me dijo:
—Que Dios lo bendiga, mijito. Dice Pedro imitando la voz de la anciana.
Sara Catalina Téllez y Gonzalo Téllez no tenían el mismo apellido por casualidad, en
realidad eran parientes; el padre de Sara era familiar de Gonzalo, casi tenían la misma edad.
Quita la mano del mentón y se apoya en la mesa explicando que la edad de su padre nunca
importó, él siempre estuvo allí para él, ―era muy liberal y una gran persona‖, expresa
orgulloso, ―era un papá viejo, un papá de pelo blanco y barba blanca. Era un campesino,
pero un lector apasionado y un gran conversador. Yo era su lazarillo y su mayor
admirador; a mis 14 años, él tenía 68. Me gustaba oírlo, me gustaba estar con él. Recuerdo
que me dormía en un sofá con la cabeza recostada en sus piernas y después me llevaba a la
cama sin que me despertara; yo lo quería muchísimo‖.
Gonzalo Téllez Ruiz era viejo, pero impetuoso y la primera gran influencia en la vida y la
obra de Pedro. Un viejo que tenía grandes historias por contar, que se las contó a su hijo,
que su hijo después soñó y se obsesionó. Nació en 1888 y había ido a la guerra de los Mil
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Días cuando apenas tenía 12 años; había estado en la batalla de Peralonso5. Había cargado
el fusil del General Uribe Uribe en la batalla de Palonegro6. Pedro, todavía sentado, habla
de su padre abriendo los ojos como dos enormes linternas y le intenta vacilar la voz ―me
contaba detalles que me impresionaban, por ejemplo, de la batalla de Peralonso dice que él
vio cientos de cadáveres tirados en el río, manadas de chulos rodeando el campo de batalla
por el olor a muerto. El hambre, la angustia de un niño metido en medio de todo eso; le
tocó una niñez dura, jornadas muy intensas, dormir a la intemperie. Él tenía un recuerdo
terrible, lloraba cada vez que me contaba los episodios de la guerra, ver a la gente
muriéndose, con las heridas llenas de gusanos porque no había medicinas. Él me dejó la
impresión de una guerra terrible, que me marcó muchísimo; quizá por eso es una temática
que yo abordo siempre, casi todos mis libros y escritos giran en torno a la violencia del
país‖.
El abuelo de Pedro también era un hombre de guerra, se llamaba Patrocinio Téllez y
perteneció al ejército de la nación, Pedro no alcanzó a conocerlo, pero sí sus historias.
―Su especialidad era pelear con machetes y garrotes porque entonces no habían fusiles,
peleaban con machetes, bordones o palos. Era un viejo supremamente fuerte; murió de 102
años‖, dice asomando una sonrisa suave, dulce. Sabía estas historias porque ―Chalito‖,
como le decía a su padre, pasaba horas contándoselas, deleitándolo con la historia de la
guerra que poco a poco se fue convirtiendo en la obsesión de Pedro Claver Téllez, el
escritor.
Lágrimas para las montañas
Gonzalo era un hombre bueno, nunca le pegó, no lo maltrató de ninguna forma y, sobre
todo, le inculcó el gusto por la lectura, la historia y la geografía. Hace una pausa en la
conversación, se pasma y riega la mirada por el suelo de madera, después vuelve, se ríe
fuerte. ―Alguna vez le robé plata a mi papá para irme a Cartagena. Mi papá había vendido
5 Enfrentamiento militar llevado a cabo los días 15 y 16 de diciembre de 1899, en el marco de la Guerra de los
Mil Días, entre Liberales comandados por el general Rafael Uribe Uribe y los conservadores 6 La Batalla de Palonegro fue un enfrentamiento bélico llevado a cabo del 11 al 25 de mayo de 1900 durante
la Guerra de los Mil Días. Es la batalla más importante de este conflicto y pese a librarse dos años antes del
fin de la guerra fue decisiva para el triunfo de los conservadores sobre los liberales.
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un carro y yo vi donde guardó la plata. Un día le quité una parte de la que tenía ahí y le dejé
una nota que decía:
—Chalito: discúlpame este robo, yo te lo voy a pagar poco a poco, pero no aguantaba que
pasara un minuto más sin conocer el mar.
En esa época ya tenía 14 años y por primera vez conoció el mar. Las sonrisa se le
convierte en carcajada, una muy fuerte que suelta encorvando la espalda y moviendo las
manos, disfruta de estas picardías, de su historia: ―Por primera vez monté en avión y me
fui. Llegué a la playa, me dio una alegría tremenda y además tenía dinero, mucho dinero.
Conseguí un buen hotel; me bajé de un avión todo serio, como un viejo, y fui a conocer el
mar; me emborraché y amanecí la primera noche en la playa. Me quedé casi una semana
comiendo pescado, tomando trago, compré camisas de Lacoste, guayaberas, ropa. Pero el
miedo de regresar ¡qué miedo¡‖, comenta casi en susurro.
―Al regreso, mi papá me dijo:
— Siéntese ahí joven. Eso no se hace, te rebajo ésta porque tuviste el coraje de escribirme
una nota. No te perdono porque no quiero un ladrón en mi casa. Yo le contesté:
— Papá, yo te trabajo los fines de semana en el granero hasta pagarte la plata.
Él aceptó la idea, sin embargo, me pagaba porque sabía que yo necesitaba la plata. Se le
ablandó el corazón.‖ Nunca se arrepintió de su primer viaje al mar, ―la naturaleza y las
montañas siempre tenían un misterio para mí, cuando las pude ver desde el aire sentí una
emoción impresionante, cuando hice mi primer viaje en avión lloré viendo las montañas‖.
Pone sobre la mesa un cuaderno y de su bolsillo de la camisa saca un bolígrafo que siempre
lleva con él y empieza a dibujar una especie de mapa sobre la hoja y comenta mientras
señala, ―yo no sé porque fui tan afortunado, vi todo lo que yo quería ver vi la cordillera
central, el Magdalena, y yo me acuerdo que lloré, lloré y llegué llorando y soñando con que
algún día caminaría como los conquistadores y para recorrer la geografía.‖ Se detiene, mira
fijamente los trazos que acababa de hacer, suspira…
***
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Los cuadernos que carga a sus 68 años son cuadernos de escuela, de pocas hojas y de
asombrosa caligrafía; en las páginas se vislumbran figuras de pájaros geométricamente
dibujados, pájaros y más pájaros. Raro. Y de esto no dice mucho, dice que siempre lo hace,
que no entiende por qué, pero en sus hojas al igual que en su vida siempre aparecen aves.
Los ojos de Pedro vuelven a perderse, empiezan a mirar para adentro y paralizado todavía
desde la silla dice: ―Nuestra casa, mía y de Nidia, tenía un ventanal que daba a la calle, en
el ventanal habíamos puesto unas materas. Una mañana, llegamos de una rumba y vi un
pajarito ahí, tieso del frío y sin plumitas todavía. Lo cogí, lo metí en mi mano y le di calor,
se fue reanimando y calentando, entonces le organicé un nidito, le puse algodón y lo fui
cuidando y fue creciendo‖. Vuelven sus ojos a la mesa y menciona el especial rasgo de la
presencia constante, abundante, de pájaros en su vida. ―Yo me pregunto por qué en mi vida
y en mis hojas los pájaros aparecen. El pajarito fue creciendo, porque era un bebé, estaba
apenas aprendiendo a volar, no sé cómo llegó a esa ventana, no tenía plumas, era un
esqueleto; antes de irme a trabajar lo consentía, cuando llegaba lo consentía, Nidia también,
le conseguimos una jaula, pero no se amañaba, se ponía triste, entonces lo dejamos por todo
el apartamento y él volaba, se metía por donde le diera la gana. A veces dormía encima del
armario, en la cocina y cuando nos sentía llegar, sobre todo a mí, salía a buscarnos. Yo
abría la puerta y me tocaba tener un cuidado, le ponía la mano y me volaba a la mano,
cuando me metía dentro de las cobijas se me paraba en la frente y me picoteaba. Era un
pájaro divino, un copetón‖. Hace silencio y mueve la boca de un lado a otro, se toca la
barba y frunce el ceño, apunta: ―Un día llegué al apartamento, abrí la puerta muy fuerte y se
golpeó. No se recuperó, qué tristeza, fue una culpabilidad terrible, sobre todo por ese amor
que me tenía el pajarito.‖
La taza de tinto reposa vacía en la mesa, Pedro empieza a cambiar de posición como
cansado de la silla, así que pregunta cuánto cuesta el café, paga y antes de levantarse
recuerda otro pájaro de su niñez: ―Un día encontré que había un árbol hueco, grueso y lleno
de nidos de pájaros. Me metí y encontré uno grande con huevos. Pero mi mamá me había
dicho que nunca cogiera huevos porque eso era hacerle daño a un animal, pero yo quedé
picado con esa vaina, tanto que le hice escalera al tronco para solo ir a mirar y no tocar, a
ver qué había pasado con los huevos. Un día vi que nacieron tres, eran cabezones de largos
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cuellos y pelados, lo más de feos. Yo no sabía qué animales eran. Iba a verlos todos los días
y un día vi que solo había uno y dije:
—Este es para mí, lo voy a coger.
Me lo llevé con nido y todo, lo secuestré y se lo mostré a mi mamá y ella me dijo:
—Ayy, Pedro. ¿Qué hiciste?
Fue creciendo y era un pollo. Era un pollo finísimo de pelea, no era un pájaro volador, era
una raza muy rara. Cuando creció me atacaba y me corría a picotazos, era bravo‖, y termina
la frase riéndose con fuerza, alegre, animado por el recuerdo.
Para ese entonces mi papá ya no era administrador de la finca de los López, nos habíamos
cambiado de casa y nos vinimos a una casa muy rara, muy bonita, estilo colonial. Yo me
llevé a mi gallo y después me di cuenta de que ese gallo era de una raza que los López
tenían allá y, como todos los ricos eran gente muy exótica, la habían traído de Guinea. Mi
casa tenía un patio interior, entonces, dejamos el pollo suelto y lo alimentábamos con leche,
chocolate y maíz y se comía todo. Ese animal se volvió un personaje especial, cantaba
divino, tenía un plumaje divino.‖ Apaga la voz con cierta nostalgia y, ahora sí, coge
impulso y se para de la silla, estirándose un poco, desentumiendo las piernas delgadas, el
cuerpo menudo.
Baja las escaleras del cafetín que tiene forma de vagón de tren, sale a la calle todavía riendo
de sus aventuras de niño travieso. ―Yo era tremendo. Desde niño he sido una persona
mansita, pero cuando me la sacan soy de miedo. Desde niño lo soy‖, se detiene bajo una
saliente de tejas de una casa de La Candelaria nublada y cuenta:
―Una vez yo estaba muy niño y mi casa tenía un canal de esos que recoge el agua por las
tejas de barro y había una gotera. Yo estaba jugando ahí a que me cayera la gota en la
frente cuando se me acercó otro pelado y me empezó a empujar. Quería quitarme la
gotera. Yo le dije:
—Esta gotera es mía porque estamos en mi casa. Y él me respondió:
—Estamos en la calle, esta gotera es de todos.
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—No, esta es mi casa, esta es mi gotera.
— ¿Cómo así? No ve que estamos en un andén.
—El andén también es mío porque mi papá lo mando hacer. Y esta gotera es mía y se va
ya.
Sonríe con el cuerpo. Su historia evoca a ese gallito de pelea que lo perseguía para
picotearlo y que hacia destrozos por toda la casa, ese gallito era él mismo peleando por una
gotera.
—¿Qué? me va pegar. Me dijo él.
—Sí. Le respondí desafiante.
Y lo boté al piso‖. Se ríe con más energía, moviéndose todo, hasta que se desvanecen las
carcajadas y exclama. ―Ahora somos amigos‖.
Empieza a caminar por una calle estrecha, mira hacia arriba y el cielo esta gris.
—Va a llover. Dice con un gesto de costumbre, con un poco de enojo. Siempre me mojo,
nunca cargo sombrilla porque las boto todas, he botado como 10 en un mes. Me voy a
enfermar.
El cielo gris, las primeras gotas, la gente corriendo, las sombrillas floreciendo, los primeros
rayos, lejos… Pedro se sobrepone una mano en la cabeza y deja llegar las gotas, una, dos,
tres, mil…
Capítulo II
Las mil y una historias
Son las dos de la tarde y Pedro no ha almorzado. Tiene hambre, de hecho, podría comer lo
que sea, tiene mucha hambre. Viste bien, un traje gris, una camiseta cuello polo de cuadros,
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azul clara, una corbata azul oscura, muy cachaca. Zapatos negros y el pelo limpio, bien
recogido, debidamente peinado. Se dirige a un restaurante que conoce bien; $ 4.000 el plato
con sopa incluida. Pide el almuerzo del día: sopa de verduras, arroz, carne, torta de maíz,
papas y limonada. Se sienta, empieza a comer, empieza a contar.
No se le olvida. Nunca se le olvida cuando fue secuestrado por un grupo guerrillero; no se
le olvida que pasó largas noches, días enteros, con lluvia, con sol fuego, amarrado a un
árbol de pies y manos. No se le olvida que el finlandés con el que iba y al que también
secuestraron durante un mes, no entendía nada de español y al regreso solo decía: ―toro
verde, toro verde, agua cantidades, toro el tiempo verde‖.
―Un día, por el camino a Monserrate, me encontré a un tipo que estaba intoxicado; había
muchas casetas por ahí y este tipo había comido fritanga, era finlandés. Yo lo bajé de allá,
lo llevé a una droguería y le hicimos una bomba: sal de frutas y limón. El tipo vomitó y
descansó.‖ Este es el preludio para una historia de miedo, pero en su boca parece perder el
elemento tenebroso. Un secuestro en boca de Pedro, parece una simple aventura. El
recuerdo es claro.
―El finlandés era un periodista que había estudiado en Alemania y venía a hacer una tesis,
un libro sobre las guerrillas en América latina. Había estado en Bolivia, siguiéndole los
pasos al Che, había estado en Cuba, en Guatemala. Ya había guerrilla en todo América
Latina7. Yo era profesor de un colegio, pero ya escribía crónica y reportaje. Entonces nos
hicimos amigos, en esa época estaba el ELN recién nacido y las FARC. Y como el
finlandés estaba haciendo un trabajo con las guerrillas, yo no podía quedarme callado y le
dije:
— Yo tengo unos primos del ELN, pero nos tocaría irnos para Santander.
―En ese tiempo se había acabado de morir Efraín y había quedado de sucesor el ganso Ariza
y ese andaba por ahí en guerra por las esmeraldas. Llamé a mi primo y me dijo:
7 Mediados de los años 60.
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— Pedro, para poder conectarnos con el ELN nos toca irnos a la montaña. Mi papá tiene
un cultivo de maíz en la montaña. Vamos, pero como si fuéramos de cacería para que no se
den cuenta.
Por un instante corto se sumerge en el recuerdo del monte, de la cacería, su primo, el viaje.
Respira emocionado, exaltado y dice: ―Nos llevamos los perros y las escopetas. Un día
casamos un tinaco, una guagua, eso es como un cerdo de monte, en muchos pueblos del
Llano lo llaman guagua, tiene una carne deliciosa — aprieta los labios y pasa saliva—. Lo
mataron con los que íbamos, unos cazadores impresionantes, lo asamos a la llanera y nos lo
comimos.‖
Hace un silencio largo, pero con un gesto amable retoma la historia y vuelve al joven que
apenas pasaba de los 20 y ya estaba a punto de vivir un rapto. ―Se nos hizo tarde, estábamos
tomando aguardiente, guarapo, comiendo carne y de pronto vimos que de una montaña
bajaba una cantidad de gente. Mi primo, asustado, me dijo:
— Uyy, Pedro, ese puede ser el ganso Ariza o el ELN: Si es el ´ganso` Ariza es peligroso,
entonces mejor métanse debajo de la casita y ya después cuando lleguen miramos a ver
qué.
―Nosotros nos escondimos debajo de un techito que había ahí, pero los perros salían y
entraban‖. Se acomoda en su silla, se mueve placentero y retoma el diálogo. Cada voz es
un nuevo personaje.
— Ey, qué hacen ustedes allá, salgan. — Gritó un tipo de la montaña.
―El comandante que venía con ese grupo no conocía a mi primo y nosotros le causamos
sospecha porque estábamos escondidos, además, el finlandés era rubio, alto, de ojos claros
y no hablaba español. Entonces creyeron que era gringo y dijeron:
— Este es un hijueputa gringo de la CIA y este es un traidor, se tienen que ir con nosotros.
―Eran unos campesinos que no sabían siquiera dónde quedaba Finlandia, entonces lo
confundían con un gringo. Nos llevaron 53 días por la montaña, con la misma ropa, los
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mismos zapatos, las mismas medias, durmiendo en árboles —y ríe de lo absurdo de la
situación, de la mala suerte—, comiendo mal.‖
Por como cuenta la historia Pedro parece anhelar la selva, demuestra su pasión por la
aventura, por la sorpresa del universo. Tiene unos minutos de goce pero pronto hace un
gesto serio, como suspendido en el recuerdo comenta: ―Nos iban a fusilar, nos hicieron
concejo de guerra, pero nos salvó que ese era un grupo móvil, entonces se iban dos,
llegaban dos, se iban tres y así. En uno de esos relevos llegó un muchacho que había estado
estudiando medicina y yo le dije:
— Vea, hombre, escúcheme, usted va a entender. Este muchacho es finlandés, no es gringo,
ni es de la CIA el es un periodista, yo soy de acá soy de la región, nosotros somos
admiradores de ustedes. Por favor, no nos hagan daño.
―Él habló con ellos, los convenció y nos salvamos. Entonces, un día nos dejaron tirados
por ahí y se fueron, quedamos en el monte. Con paludismo, todos los males del mundo, y
nos fuimos siguiendo una quebrada y encontramos un ranchito de campesinos. La señora
nos dio una mazamorra que nos trajo un alivio y nos dijo:
— Mañana vienen mis hijos, ellos los pueden llevar hasta el pueblo
―Y en el pueblo nos cogió el ejército; salimos de Guatemala y nos metimos en guatepior‖ se
ríe gozando de sus desgracias y continúa:
―Al regreso nos tocó la aventura más impresionante: En esos días habían matado a Jaime
Arenas8, además, en Santander habían matado a un grupo guerrillero del ELN y decían que
éramos ´sapos`, que era por culpa nuestra. Nos andaban buscando para matarnos. Como yo
estaba casado con una caleña nos fuimos con el finlandés para una finca que tenía mi
suegro en el Valle y por allá nos escondimos como un mes. Después, él se devolvió en un
barco desde Buenaventura y me pidió que la aventura de acá la escribiera yo porque él no
había entendido nada. Con el tiempo el tipo publicó un libro y me mandó un ejemplar en
alemán. Después se me perdió. Me contaron que había muerto en Vietnam.‖ Pedro nunca
leyó el libro en alemán, tampoco escribió nada del secuestro. Explica cansado del tema que
8 Líder estudiantil y miembro del ELN. Fecha de muerte
54
sobre su vida prefiere no escribir nada. Termina la historia, cómodo en su silla, calla y deja
hablar al silencio.
***
Es calmado, pero con un cierto temple que se le nota en las manos, en la mirada, con esa
naturaleza santandereana que lo hace ser noble, directo, corajudo. Es un aventurero, un
hombre que cuenta historias que apenas a él le pasan. ―A uno le parece increíble todo lo de
él. Yo dejo de hablar con Pedro 15, y entonces ya me llega con unas historias increíbles, lo
que hay que entender es que a él le pasan esas cosas. Óscar Becerra —amigo mutuo— cada
vez que lo ve se pregunta: ¿qué le habrá pasado hoy a Pedro? Una granada que no explotó,
una puñalada que dio contra la hebilla de la correa. Pero es que Pedro tiende eso, a él le
pasan ese tipo de cosas, a uno pueden parecerle muy increíbles, pero a él le pasan. Es una
persona que vive mucho la calle, está muy propenso a que le pasen todo tipo de cosas.‖
Después del almuerzo siempre queda espacio para un tinto, el de después de comer. Se
dirige hacia un Juan Valdez y pide un tinto pequeño con dos sobrecitos de panela rayada.
Al día se bebe como mínimo 4 tintos, es una adicción ya vuelta hábito, en ocasiones gasta
más dinero en café que en comida. Se sienta en una mesa de las de afuera del lugar, de las
que se mueven por el suelo de cemento mal echado, de las que tienen vasos y migas de los
clientes pasados. También queda tiempo para otra historia, una de lejos, en ―México
lindo‖, dice feliz y con el estómago lleno.
―Yo viví en México, hice la peregrinación de Cuernavaca hasta el Popocatepelc. De hecho
estuve dos veces en México: primero, fui en el año 77 invitado por la Sociedad
Interamericana de prensa, la SIP. Trabajaba en el Pueblo en Cali como jefe de redacción y
era asistente de Daniel Samper y de Felipe Lleras Camargo. Habíamos creado un
suplemento deportivo que se llamaba Minuto a Minuto y reproducía un partido de fútbol,
90 minutos de fútbol, era una novedad, valía muchísima plata hacerlo, entonces nos habían
invitado a México para exponer. Estuvimos ocho días. A esas reuniones grandes en México
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mandaban una o dos enfermeras del Seguro Social por si a alguien en el coctel le pasaba
algo: un infarto o alguna vaina por altura. Un día en el remate se me acercó una enfermera
lo más bella y me dijo:
— ¿Se le ofrece algo? Y yo le dije:
—No, nada, estoy bien.
— Es que lo veo como muy pálido. Y le respondí:
—No, tranquila, yo estoy bien, más bien tómese un whisky conmigo.
Nos pusimos a charlar y ella era lo más de simpática. De pronto me dijo:
— ¿Usted cuando se va? Y yo le respondí:
—Yo no quisiera irme.
En todo caso nos hicimos muy amigos y nos gustamos. Ella, por esos días, tenía vacaciones
y me dijo:
—Pedro, si quieres quédate, yo tengo un carro y nos vamos a dar vueltas por México.
Tengo 20 días de vacaciones.
Pero yo tenía que pedir plata al periódico, los dueños eran dueños de Suzuki y me dieron
unos dólares. En esa época el dólar estaba muy bien y uno vivía bueno con pocos dólares.
Así que me fui con esta loca, nos hicimos novios y nos fuimos a dar una vuelta por
México en un Volkswagen que tenía ella y llegamos hasta Veracruz y me presentó al papá,
un borrachín muy simpático, gente muy acogedora‖.
Se bebe el café con toda la calma, da la sensación de haber terminado la historia, se relaja
en la silla también medio coja, se pasa la mano por la cabeza, por donde le queda poco
pelo, se peina suavemente, dándose palmaditas y exclama: ―Me quería quedar más, pero
estaba casado con Nidia y ya había nacido mi nenita, solo me quedé un mes y medio y
volví a Colombia‖.
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La segunda vez que estuvo en México no fue por una mujer. Ya trabajaba en Cromos y era
la época pesada del narcotráfico, Carlos Lehder9 aparecía en el panorama como objetivo de
sus crónicas, como personaje de sus reportajes.
―Una vez llegó una periodista francesa a hacer un documental sobre Carlos Lehder para
televisión francesa y me buscó a mí porque yo había publicado una serie de Lehder para
Cromos. Un paisano mío, Rosso José Serrano fue comandante de la Policía y me había
regalado toda la investigación sobre Lehder, pero me dijo:
—Pedro, yo le doy esto pero usted tiene que manejarlo con mucho cuidado.
Pero, resulta que esa francesa quería hacer ese reportaje a como fuera lugar y un día me
comentó:
—Yo quiero hacer un reportaje de este loco, así me toque acostarme con él.
Y de hecho, ella se volvió compañera, amante, pareja de Lehder y ella hizo el reportaje, una
verraquera. Lo terrible fue que yo empecé a hacerme amigo de ella cuando Lehder era
perseguido por las autoridades. Él le había dado un penthhouse súper extravagante a ella y
yo la llamaba porque yo tenía material como para 10 crónicas de ese loco. Un día fui al
penthhouse y de pillo me robé unas fotos del álbum privado de Lehder con la mamá, el
papá, los hijos, la mujer, con la estatua de Lennon; todo ese Lehder exótico, raro. Me llevé
como 17 fotos y las dejé en la revista, editadas, especificando lo que iba y lo que no iba y
me fui de viaje unos días. Pero ellos publicaron las crónicas con las fotos igualitas y
Lehder se dio cuenta de que había sido yo el que me había robado las fotos, y esos narcos
son muy celosos con su familia y, pues, ahí aparecían sus hijos, su mujer, su madre,
entonces ordenó hacerme un atentado‖. Espera unos segundos antes de continuar y toma
aire, sube el volumen de la voz, y pone los ojos grandes, sus manos tiemblan con el relato.
―Me dispararon, me salvé de milagro. Yo estaba viviendo con María Consuelo y volvía de
un viaje, pero todavía me faltaban 8 días de vacaciones, entonces le dije a ella que
empacara y nos fuéramos para Villa de Leyva. Antes pasé a Cromos a escribir unas
historias que había reporteado en el viaje, cuando salí eran como las 7 de la noche y estaba
9 Ex-narcotraficante colombiano, co-fundador del cartel de Medellín y actualmente en prisión.
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lloviznando, yo tenía que ir hasta la 70 para coger el bus; había una señora haciendo aseo
con un balde y un niño con un sombrerito por ahí jugando, no había nadie más. El
semáforo de la 72 estaba en rojo, cuando cambió se vino una avalancha de carros, entre
esos un carro que se orilló y vi salir una mano armada y grité:
—Ayy!! Hijueputa, me van a matar.
Me voltié y Pum, sonó ese disparo, me pasó raspando la chaqueta negra y yo me tiré al piso
pensando que estaba herido. El tiro dio contra la pared y le transpasó el sombrerito al
peladito.‖ Termina agotado de no haber tomado aire mientras hablaba, descansa y agrega:
―Corrí y me escondí en un antejardín, el carro echó reversa para buscarme y yo estaba ahí
temblando, muerto de miedo. Me quedé ahí como 20 minutos y cuando vi que el carro ya
no estaba salí corriendo hasta una cafetería, llamé a la revista y de allá llamaron a la
policía. Llegaron por mí en una patrulla y me llevaron a la revista. Cuando llegué, sonó el
teléfono de mi extensión, contesté y me dijeron:
—Hijueputa, te salvaste, hijueputa. Pero ya sabemos dónde estudia su hijo y dónde trabaja
su mujer.
Yo le conté al gerente y él me dijo:
—Pedro, se tiene que ir ya del país. Y yo le dije:
—Me voy para México.
En México vivió aproximadamente tres meses, desde allá todavía mandaba algunos
reportajes a la revista y eran publicados.
Un campo, un rayo, un bandido
Son las 4:30 de la tarde y Pedro saca de su maletín un cuadernito de escuela, uno de los que
siempre carga; lo abre y empieza a buscar los garabatos que hace, pero no son garabatos,
son figuras geométricas con formas de pájaros o de jarrones. Se ríe tímidamente y señala
con el dedo índice una que parece un ave parada, erguida, llena de colores, rojo, azul,
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negro, también parece un jarrón; la delinea con el dedo y dice: ―Yo me la paso en estas,
dibujando y haciendo garabatos en las hojas. No sé porqué, pero siempre son pájaros‖. En
el cuaderno, además de dibujos, hay textos escritos por él, mapas hechos a mano,
impresiones de todo lo que ve; de sus viajes, olores, colores, sabores, recuerdos. Cierra el
cuaderno y comenta: ―Cada vez que mi papá me contaba historias yo iba, las escribía y
después se las leía; a él le gustaba mucho que yo hiciera eso, y es una afición, yo me la
paso llenando cuadernos cuadriculados y escribo siempre a mano, tomo apuntes, dibujo.
Tenía más de cien llenos porque cuando yo me iba a esos pueblos, aunque llevaba
grabadora, hay cosas que no quedan: olores, carreteras, paisajes. Elementos narrativos.‖
Deja el cuaderno a un lado y recuerda que alguna vez escribió en un cuaderno sobre el día
en que conoció a Clemencio Roncancio.
―A mí me fascina el campo, la cacería y la pesca; en esa época leía mucho a Ernest
Hemingway, todavía lo leo, es uno de mis autores favoritos, los cuentos de él me incitaban
a la vida al aire libre, a la aventura. Siempre he sido un tipo de caminar, de mochila al
hombro y campamento.‖ Su cara cambia hablando de Hemingway y del campo, los gestos
se le alivianan un poco, está tranquilo. Es la introducción a una aventura que lo cambió y le
dio el empujón para escribir una de sus mil historias.
De las zonas que más recuerda por su geografía y su historia es el Tolima. Allí mismo
ocurrió este episodio:
―Yo ya estaba viviendo en Bogotá, pero por mi manía aventurera y preguntona iba todas
las vacaciones a visitar a mi familia en el Tolima. Esa vez me fui a ver a una tía abuela y
me encontré en el camino con este bandolero: comencé a caminar, estaba lloviendo, ya eran
las 5 de la tarde; de repente, me pasó una cosa impresionante, me metí debajo de un árbol a
escampar y cayó un rayo y me tiró lejos, me tiró como 10 metros, pero no me pasó nada.
Entonces seguí y ya estaba oscuro, eran como las 6 y me encontré por un camino lleno de
barro un caballo amarrado a un ranchito y como esa era la finca de una tía, entonces yo me
acerqué a escampar y vi adentro a un tipo, recostado en el piso tomando aguardiente y
fumando y me dijo:
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—Siga, señor Téllez siga —en ese entonces yo tenía unos 18 años—. Yo a usted lo alcé
cuando estaba chiquito, su papá se llama Gonzalo.
Fue muy amable conmigo, me dio cigarrillos y me llevó hasta la casa en su caballo,
cabalgando, yo sentado atrás de él. Al final le pregunté su nombre.
—Me llamó Clemencio Roncancio. Me dijo con una voz fuerte.
Cuando llegué a la casa de mi tía le dije:
— Tía, me trajo hasta acá un tal Clemencio Roncancio.
—Virgen santísima, menos mal no le pasó nada, dijo mi tía angustiadísima.
— No, pero si fue muy amable.
—No, mijo, ese es un bandido terrible, es un pillo de lo peor.
―Después descubrí que era amigo de ellos, del pueblo. Hablaban mal de él ante las
autoridades, pero le ayudaban, dormía de día y andaba de noche en su caballo; entonces la
gente le dejaba aguardiente, cigarrillos y comida, lo ayudaban.‖
No puede evitar extenderse hablando de ese lugar que lo hizo ir miles de veces a visitar la
tierra de los bandoleros , sus héroes, sus personajes, sus aventureros. ―Yo me aficioné a ir
al Tolima porque en esa zona había mucho bandido yo quería saber por qué. Después
descubrí que era por la geografía, tenían todo el terreno, era muy favorable; si atravesaban
la cordillera podían huir a Caldas, si atravesaban hacia el Magdalena tenían salidas por acá,
salidas por allá, dos ríos. Era una geografía que los favorecía y en todas partes encontraban
comida y gente que les daba ayuda. Además, a los terratenientes les convenía apoyar a los
bandidos porque ellos impedían que llegaran los enemigos que eran los chulavitas y los
pájaros (conservadores), entonces les daban de comer, café, plata, y se iba formando como
una cofradía.‖
Recorrer la geografía colombiana no fue un problema para el joven Pedro, ni sería un
suplicio para el hombre adulto. Desde pequeño lo sabía, desde que estudiaba en el colegio
Mariscal de Ayacucho, que estaba ubicado a las afueras de la ciudad y que se esmeraba
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porque cada uno de los estudiantes tuviera un gran conocimiento de la geografía del país.
―Me fascinaba la geografía por los mapas y porque el profesor nos ponía a hacerlos en la
tierra, jugábamos con ella, con las piedras y formábamos las cordilleras con todo eso.
Desde ese momento la geografía y la historia me parecían materias maravillosas. Yo soñaba
que cuando fuera mayor iba a recorrer Colombia y se me cumplió ese sueño. Quizás el
profesor influyó mucho en esto porque la clase era en el patio y nosotros hacíamos relieves
del mapa de Colombia y yo me esmeraba por hacer las cordilleras y la Sierra Nevada de
Santa Marta y me peleaba con mis amigos cuando me tumbaban un palito o cualquier
cosa.‖ Termina la frase y hace un silencio, se queda inmóvil en su asiento, respira sereno.
Inmóvil parece que vuela entre colores, libros, palitos, mapas, maquetas, sus ojos se
pierden, pero después vuelven. De pronto salta de la silla, pone dos dedos en la frente y se
acuerda como por coincidencia de su libro más reciente ´Sumas y restas`, recuerda que ya
está a la venta. Se pone de pie, coge su cuaderno de escuela y camina por La Candelaria
buscando alguna Panamericana, alguna vitrina que pueda mirar lleno de orgullo. Se mueve
rápido por las calles, tiene un andar ligero y sin dificultades, respira hondo y por el camino
recuerda una historia; la vez, la única vez, que vio a Efraín González con sus propios ojos,
cuando Pedro era apenas un niño de 16 años y Efraín un joven de 21. Fue un hermoso
accidente de la vida. Respira acelerado y dice: ―Yo tengo una hermana mayor que se llama
Lili y se iba a casar y me dijo:
— Acompáñame, voy a sacar mi partida de bautismo.
―Ese día llegamos al pueblito y resultó que Efraín se había tomado el pueblo. Nuestros
primos nos recibieron con una fiesta y allá en la fiesta había un sargento de la Policía. En la
mañana yo tenía una resaca terrible, era la primera vez que tomaba aguardiente, y amanecí
por allá en unos costales. Me levanté temprano a buscar una gaseosa y me fui para una
tienda, de esas tiendas donde venden de todo. Y al fondo había un billar y el sargento de la
Policía estaba jugando billar con un tipo flaco, de mediana estatura, con tenis. Yo me
estaba tomando la gaseosa y me puse a oírlos y resultó que el que estaba jugando billar con
el policía era Efraín González. Yo los oía, pero no entendía; el policía le decía a él:
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—Mire, ese muchacho que está ahí es hermano de la muchacha que estaba anoche en la
fiesta.
—¿Y cómo se llaman? Dijo el otro, y el policía le dijo.
—Ellos son Téllez. Él respondió:
—A sí, ¿Téllez? Yo también soy Téllez, deben ser parientes míos.
Entonces yo quedé tocadísimo y lo miré durante mucho tiempo. En ese momento llegó un
primo mío y me dijo:
—Pedro, Pedro, camine ya que ese tipo que está ahí es Efraín González.
Yo me pegué qué susto tan verraco y salí de allá corriendo porque él era conservador y
nosotros éramos liberales. Por el camino mi primo me dijo:
—Sí, ese es Efraín y tiene el pueblo tomado.
Quedé súper impresionado, en primer lugar porque estaba jugando billar con un policía, es
decir, el bandido jugando con la autoridad. En segundo lugar, porque era un tipo tan joven
y ya era un bandido poderosísimo. Ahí empezó mi afición.‖
Después de caminar un rato y recordar a Efraín, por fin la ve, la Panamericana. Entra
erguido y comenta que a él le hacen allí un descuento por ser escritor. Camina un poco y
encuentra la mirada con un hombrecito de escarapela.
—Don Pedro, ¿cómo está?
—Muy bien, gracias. ¿Y mi libro? Pregunta con entusiasmo. El hombre se acerca a una
estantería llena de libros mezclados saca el libro envuelto en papel plástico y le dice:
—Mírelo aquí está.
—¿Si se ha vendido? pregunta al grano sin quitar los ojos y las manos del libro.
—Sí, sí, ahí va. Pero sabe qué, se lo voy a poner en la vitrina ya mismo, así la gente lo ve y
lo compra. No sé por qué no la habían sacado.
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—Bueno, muchas gracias.
Sale de la papelería un poco decepcionado de no haberlo visto en vitrina, camina por la
misma calle en dirección hacia el norte, con el libro de hojas cuadriculadas bajo el brazo.
Camina, después se pierde entre la gente, entre la noche de lámparas amarillas, entre sumas
y restas…
Capítulo III
El siete mujeres
El café echa humo, los libros sobre la mesa, la corbata bien puesta; la barba se mueve con
los caprichos del viento. Queda sola la calle de enfrente; el sol comienza a hacer su efecto
del medio día. Tiene una sonrisa en el rostro, empieza a hablar de las mujeres. El hombre
de 68 años se siente como un niño cuando habla de sus mujeres.
La gitana ya se lo había dicho hace 35 años cuando lo paró en la plaza Caicedo en Cali y le
leyó la mano:
—Usted va tener muchas mujeres— y antes de que él se desbordara de felicidad, agregó.
—Pero va a terminar solo.
Y sí, resultó cierto que su vida iba estar ligada siempre al destino de ellas, no aventurillas
pasajeras; mujeres por las que perdió el juicio, que lo salvaron y pasaron como vendavales
violentos, lo destrozaron, lo dejaron. Verracas, dominantes, aventureras, locas. ―Pedro es
un ser brillante, pero en lo que concierne a mujeres es muy manipulable, todas sus mujeres
le han dado tres vueltas‖, dice Fernando Cortés, uno de los amigos del alma del
desprendido Pedro. ¿Y el mundo se pregunta por qué?
Pasa que un hombre como Pedro Claver Téllez es demasiado sensible al mundo,
angustiosamente alterable, propenso, receptivo a los afanes de la vida. Y queda yerto ante
lo absurdo que no pacta con su causa y duele en el honor. Se quiebra. Se aferra a lo único
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que los artistas empuñan, el único hálito de esperanza queda cristalizado en eso que es el
amor. El amor a las mujeres, ese amor que es amparo, que es caos.
―Pedro es una persona que siempre vive enamorado, que siempre está atento a las mujeres,
pero es estable, tiene relaciones largas y su vida prácticamente gira en torno a las mujeres,
son mujeres que participan de sus aventuras intelectuales‖, dice Víctor Gaviria, director de
cine, amigo de Pedro hace 23 años. Las mujeres de Pedro, todas ellas, tienen cúspides de
brillantez, inteligencia de divas implacables; al mismo tiempo, tienen un aura de locura,
exceso, imprudencia, pasión descontrolada, todo eso en cada una, cada una con todo eso.
―Igual de locas a él‖, dice Ernesto, su primo, con un cierto desparpajo en las palabras.
Matrimonio o prisión
Nidia Estrada fue la esposa, su mujer, la primera de todas, la madre de su hija. ―Quizá fue
la más normal —reflexiona Fernando, recordando las que siguieron— una mujer muy
chévere‖. Pedro era muy joven, tenía 23 años, trabajaba como profesor en un colegio en
Cali; recuerda que una de sus alumnas cruzaba las piernas y él temblaba. ―Era una niña de
16 años, yo fui su profesor de bachillerato. Ella se enamoró de mí y yo de ella, entonces
me la robé. Nos hicieron casar a la fuerza porque eso era un delito. Una niña con un
hombre mayor era una infracción, era un rapto.‖
A la boda improvisada fueron la directora del colegio como madrina y el padre de Pedro,
que a pesar de su edad era comprensivo y alcahueta. Pedro dice que su madre no apareció
en la ceremonia, que nunca estuvo de acuerdo con su matrimonio producto de una
ilegalidad. Yo le dije a mi papá:
—Papá, me toca casarme, si no me meten a la cárcel. Él me dijo:
—Cásese mijo, y si después no sirve, pues descásese.
El matrimonio se mantuvo 6 años. Vivían los dos en un segundo piso en un apartamento
alquilado que Pedro recuerda ―con ventanales y materas‖; allí estuvo con ella, allí tuvieron
una hija, la primera de Pedro. La hija que ama, pero no ve hace más de un año.
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Sentado y con el vaso de cartón en la mano aprieta los labios fuerte y suelta una
respiración, un grito silencioso, y dice: ―Soy muy mal padre‖, arruga la frente y continúa:
―Mi hija está en Cali, la iba a llamar en el cumpleaños, busqué el teléfono y no lo encontré,
qué pena, el cumpleaños fue en marzo de este año10
. Estoy muy mal parado con ella porque
ella es muy querida y comprensiva y muy noble conmigo, pero yo he sido muy aislado,
muy loco y me da tristeza. En esta vida tan agitada se me pierden los teléfonos, ha sido una
lucha.‖
No la ve hace más de un año y lo poco que sabe de ella lo cuenta con seguridad y trazos de
emoción tardía. Aimary Téllez Estrada es la que le paga el seguro de Salucop, vive en Cali
y es ingeniera de sistemas; tiene dos hijos, una niña y un niño. Sonríe grande, cierra los
ojos y con una voz pausada comenta: ―Son hermosos, el niño casi parece estrella de cine.
Mi hija está casada y es una mujer extraordinaria. Para esta época debe tener 34 años‖. Deja
el vaso en la mesa suspira fuerte, por la boca.
Toma el vaso bebe en silencio su tinto y dice en voz baja, con los ojos dispersos: ―También
tengo un hijo‖, sonríe y sigue, ―es un loco, estaba en África, es un aventurero, igualitico a
mí, aunque no lo conozco bien‖, se ríe nervioso y comenta que su hijo es fruto de un amor
de vacaciones, con una santandereana. ―Yo no lo conozco bien. Primero lo vi muy pequeño
y después muy grande, hay un gran desapego, también hay momentos muy cercanos, pero
los grandes espacios de ausencia son más. Eso se debe al tipo de vida que uno ha elegido.
Yo los quiero mucho y los siento. Hay como una comunicación telepática con ellos y yo sé
instintivamente cuando tienen una crisis, me ha pasado, sueño con ellos, los oigo‖. Cuando
termina se pone la mano en el pecho, cierra los ojos y deja salir un lamento, un sonido
aplacado por la garganta.
Arde Paris
Sigue sentado y cruza la pierna delgada, toma un sorbo de tinto, pasa la mano sobre la boca,
movimiento que reitera cada cierto tiempo y comienza hablar de una mujer que lo enamoró
hace 28 años: María Consuelo Henao Arango, prima del ex presidente Andrés Pastrana
10
2010
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Arango. Paisa de cuna y esquizofrénica sin remedio por un tumor en el cerebro. Por no ir a
prisión se casó con Nidia, a María Consuelo la conoció en prisión.
―El hijo de ella había intentado secuestrar un avión con una pistola de juguete‖, recuerda y
ríe vigoroso. ―Yo creo que es el destino. En esa época yo tenía una amiga, Elizabeth, una
morena linda que tenía un novio locutor de deportes de Caracol, un amante Senador de la
República, y una relación con una juez lesbiana. Un día me dijo:
— Pedro, tengo un caso como para ti. Imagínate que una amiga mía comisaria de policía
me contó que tienen capturada a una mujer porque el hijo intentó secuestrar un avión con
una pistola de juguete.
Elizabeth me llevó hasta la celda donde estaba ella. Cuando entré y vi a esa mujer tan
bonita, hermosísima, quedé flechado y ella también. Ella me lo dijo:
— Yo te vi como mi salvador.
Me pareció interesante el caso y la ayudé a salir de allá. Le dije a la comisaria:
— Cómo la vas a tener encerrada, es un niño y con una pistola de juguete, ella no tiene
nada que ver.
La soltaron. Y ahí comenzó nuestra historia de amor.‖
La relación entre María Consuelo y Pedro fue caótica, pero se mantuvo a rastras durante 5
años. La mujer era de mundo, había estado en Europa, dominaba el inglés. Era hermosa,
modelo, alguna vez modeló para la revista Diners, intrépida, arriesgada; cuenta Pedro que,
en alguna ocasión, estuvo con ella en plena guerra, en la zona esmeraldera, mientras ella
manejaba el campero de Cromos esquivando balas. Dice que era una mujer dura, guapa y
muy bonita. Cuando hubo el altercado en el avión, ella se dirigía a Caracas. Pedro era
profesor del Instituto de Bellas Artes en Cúcuta, ya era excelente periodista y María
Consuelo, gracias a sus contactos, le ayudó a entrar al periódico El Bogotano. ―Yo llegué
allá por la amistad de ella con otra María Consuelo de Montejo, pariente de los Santos,
dueña de El Bogotano. Pero era un periódico sensacionalista, nada que ver con mi línea.‖
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Fueron años de locura, amor y destrucción. ―Era una mujer muy especial, muy vital, súper
linda; los dos me recordaban a una película que se llama ´Arde Paris`. Esa relación era así,
muy pasional, eran unidos, pero era tanto que resultaba autodestructivo. Y ella estaba muy
bien, pero cuando se le corría la teja era impresionante; una vez le prendió fuego a la casa,
otras veces agarraba las tarjetas de crédito y se iba por todo el país y Pedro detrás de ella a
Cali, Medellín, Cúcuta. Era muy bonita y joven‖, dice Fernando Cortés cuando recuerda los
5 años de Pedro con la paisa.
El tumor que tenía la hacía perder la cabeza y comportarse de una manera desequilibrada.
Una mujer que Pedro amaba, perseguía, odiaba.
Se empieza a acabar el café. Pedro toma un sorbo pequeño para ahorrarlo y dice con su
característica voz imponente, gruesa: ―Era una mujer extraordinaria, pero me arruinó, me
dejó en la calle. Cuando me dejó llegué a la casa con una cajita de cartón, un bluyín y una
camisa, enfermo, con artritis, después de que tenía carro, casa y plata. Angélika me salvó.
Yili
―Yili, yili, yili‖, dice Pedro emocionado poniendo su pulgar y su índice sobre el rostro de
Angélika estampado en la fotocopia de una carátula de Cromos de junio de 1967, que
encontró buscando y rebuscando en la hemeroteca de la biblioteca Luis Ángel Arango.
Angélika posa recostada sobre un avión, sonriendo, con porte de mujer despreocupada.
―Así se les dice a las Angélikas en Alemania, Yili‖.
―La Alemana‖, indica con un cierto aire de orgullo. ―Angélika Helberger. La conocí en un
vuelo‖, hace una pausa y se queda admirando por un rato el retrato de la mujer. Para la
década de los 80, Pedro trabajaba en la revista Cromos y en una de sus vacaciones decidió
hacer un viaje al Amazonas para hacer un reportaje, el que se topara. ―Me encontré una
historia muy interesante de un griego que vivía allá, que había comprado una isla, que fue
muy famosa, se llamaba ´La isla de los micos´, sobre el río Amazonas. Me parecía un
personaje extraordinario, además, quería conocer todo el sur de Colombia y me fui hasta
Puerto Nariño, que es el último pueblito y era un municipio recién creado en el gobierno de
Betancourt‖, cuenta y empieza a desenterrar los antecedentes del encuentro con Angélika.
―El día que me devolví a Bogotá, me vine en un vuelo de una aerolínea diferente, tenía
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pasaje de Avianca, pero me vine en Continental. Me tocó el puesto 16 y en el puesto
número 17 había una rubia, alta, con una ruana roja y el vestido de las azafatas de Avianca
de su época, la famosa ruana roja. Se veía muy bella, exótica‖. Pedro respira acelerado
entre el discurso. Cruza de nuevo la pierna, pasa la mano por los labios y sonríe. ―Ella tenía
35 años. Una mujer muy bella. Con ese uniforme se veía espectacular.‖.
Angeélika Helberger nació en Francfort Main (Alemania) en medio de la Segunda Guerra
Mundial. ―Ella fue una niña que jugó con balas en la guerra. Me contaba que se la pasaba
con los otros niños recogiendo las balas de la calle y con eso jugaban‖, expresa Pedro,
inmóvil. Imaginándola. Angélika fue la primera mujer piloto de Boeing 727 en América
Latina, fue modelo, azafata y hasta vaquera. ―Una alemana montando un potro y ordeñando
vacas, una mujerzota y cantaba en alemán divino. Le gustaban los aviones y aprendió a
pilotar, fue portada de Cromos. Era aventurera, domaba potros, verraca jinete, una mujer
extraordinaria‖. Después de mirarla un rato, detallarla, busca con afán el artículo dentro de
la revista que habla de ella, o encuentra rápido y empiezan sus ojos a ir de arriba abajo
recorriendo las columnas, se detiene en un párrafo y lee aclarando la voz: ―Esbelta rubia,
cuya vida va acorde a las características de los días que corren, ha sido variadísima. Su
personalidad recorre nutrida gama de actividades, desde preparar sabrosos platos hasta
modelo y lo más insólito aviadora. Además, cuando estuvo viviendo por razones de familia
en los Llanos de San Martin criaba chivos, amansaba caballos y ordeñaba‖. Se acuerda
también de que Angélika ya era madre: ―Tenía dos niños, yo les di mi apellido, ellos son
Téllez Helderberg‖, dice riendo fuerte.
―Me senté al lado de ella. Estaba leyendo un libro que yo había leído en español de V. S.
Naipaul11
, una novela que se llama Un recodo en el río; ese libro me había fascinado
porque era la historia de un hindú en África y es contada por una mujer: Hay dos
personajes, una mujer y un hombre y son dos visiones del mundo diferentes. Un hindú y
11 Vidiadhar Surajprasad Naipaul: más conocido como V. S. Naipaul, es un escritor británico, de origen
triniteño, galardonado con el premio Nobel de literatura en el año 2001.Nació en Chaguanas en 1932
(Trinidad), hijo de inmigrantes del norte de la India. A los 18 años se trasladó a Inglaterra para estudiar en la
Universidad de Oxford, licenciándose en arte en 1953.
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una francesa se enamoran en África; la novela se vuelve todo un drama, también cuenta
cómo es África.‖ Por unos segundos escasos se olvida de Angélika y le da rienda suelta al
apasionado lector. ―Fue un libro que me encantó, porque siempre me han gustado los
libros de viaje, las novelas de viaje, el viaje mismo. El viaje es utilizable periodísticamente,
es un elemento clave del periodista‖.
Ya no mira embelesado la foto de Angélika, pero sostiene la revista fuerte con la mano
derecha, sentado en una silla de la biblioteca, cruza la pierna y de nuevo vuelve al relato de
la rubia gigante, al primer encuentro, dice: ―A raíz de la novela me puse a hablar con
Angélika, ella sabía alemán, inglés, francés y español. Yo tenía como 44 años‖. Después
vuelve a mirar de lejos la foto y repasa el diálogo en el asiento de un avión, hace 25 años.
— ¿Usted qué hace?, preguntó ella
— Soy periodista, me gusta hacer periodismo de aventura, dije yo.
— ¿De verdad?, yo no sé escribir, pero a mí me fascina.
―Cuando llegamos a Bogotá ya estábamos enamorados. Nos enamoramos en el vuelo y nos
fuimos a vivir a Cota; ella tenía una granja, allá me quedé 6 años. Vivíamos los dos y los
niños‖
Angélika, en el 2010, se ubica fácilmente en la red. El periódico La Nación de Argentina
publicó recientemente: ―A los 60 años, sus cosas pasan por otros rumbos, como el de andar
por San Juan, visitar a sus hijos en Mendoza, seguir hacia Buenos Aires y haber elegido
para siempre la Argentina, en donde recorre sus caminos desarrollando una campaña de
concientización por la tierra. Llegando a las escuelas en donde ofrece charlas para luego
dejar su pequeña guía ecológica en la que habla de "volver a lo nuestro" y en donde une lo
mejor del medio ambiente con las costumbres de los pueblos.‖
Pedro, la alemana y los dos niños vivían en una finca en Cota, vendían legumbres y
vegetales porque tenían una huerta de agricultura biológica —sin ningún tipo de
químicos—, mucha gente iba a comprarles, la señora de la casa era ecologista y naturalista.
Cuenta Fernando que ella ―tenía una fijación con la ecología, con los alimentos; lo que
había en la huerta era libre de químicos, muy natural. Todo dentro del respeto a la
69
naturaleza. Era una mujer muy fuerte, esa casa y todo lo que tenían era con su esfuerzo‖.
Tenían perros, una lora y una casa campestre donde Pedro pasaba horas escribiendo,
fumando pipa, tomando tinto. ―Era una cabaña estilo europeo con techo de vidrio, un jardín
y unas enredaderas bellísimas. Por la noche se veía la luna, las estrellas. Era una casa
hermosa, diseñada por ella‖.
Cuando se conocieron, él ya trabajaba en Cromos y se empezaba a obsesionar por la
búsqueda de rastros e historias que vincularan al bandolero Efraín González, entonces,
llegó ella. ―Una loca —dice y respira agitado—. Ella era supremamente celosa, me echaba
candado, me mantenía bajo llave. Me retiré de Cromos por ella, vivía celosísima, yo por ahí
suelto y viajando. Hasta que un día me dijo:
— Pedro, no trabaje más.
Entonces le hice caso y me puse a escribir mi libro de Efraín González.
―Ella manejaba a Pedro como si fuera de su propiedad‖, comenta Fernando Cortés, quien
la conoció y se considera uno de los contados amigos, junto con Víctor Gaviria, que pudo
tener Pedro en esa época. ―Ella le llevaba picadura para la pipa y le llevaba las cosas
necesarias, lo mantenía muy bien alimentado, pero escribiendo y poco le permitía compartir
con amigos o amigas. Yo le caí muy bien a ella y hablábamos mucho y en medio de todo
teníamos una buena relación. Pero ella tenía unas ideas todas estrambóticas‖. Víctor por su
parte habla de esa época con cariño, era de los pocos que entraban a la casa, ―recuerdo que
ahí conocí su libro de La hora de los traidores desde esa época yo dije que quería hacer
eso en cine y me fascinaba esa mezcla que tenia Pedro de investigación y ficción‖.
Las ideas estrambóticas de las que habla Fernando tenían que ver con el hecho de que sus
dos hijos fueron educados por ella misma; para no mezclar, no contaminar culturas.
También, a sus teorías, de las que solo hablaba cuando la confianza lo permitía. Fernando
expone convencido y aterrado un poco, el lado oscuro de esta mujer, se deja llevar un
momento por el recuerdo de la época en la que mantenía largas conversaciones con
Angélika, en la casa de Cota. ―Ella realmente pensaba que en una tiempo anterior ya nos
habíamos conocido, o que había sido quemada por brujas. Pero eso no lo sacaba con
cualquiera, sino cuando ya había confianza y se derrumbaban muros; inclusive, ella tenía
70
muchos libros prohibidos, de Torquemada, y de esoterismo, esa parte de ella me daba
miedo, susto. Tenía un lado súper oscuro.‖
Fernando había conocido a Pedro en Cromos y lo vio salir por culpa de esta mujer.
— No, no trabajes más, escribe tu libro, repite Pedro imitando una voz fuerte, como de
militar.
―No eran palabras de una mujer mala. Eran palabras de una mujer enamorada. Eso también
fue bueno‖, aplaca el remordimiento. Lo frena inmediatamente antes de sentir el peso de su
pasado. ―Como todo en la vida, bueno y malo. Yo me puse a escribir con mucho juicio,
aunque me aburría mucho, ese encierro se vuelve monótono‖. Y él no es un ser de
encierros.
―Sea como sea‖, expresa empujando aire con las manos hacia afuera, ―era una mujer
increíble‖, piensa. Suspira. Recuerda. ―Pero tenía un demonio por dentro. Fue un vendaval
que pasó y me volvió añicos‖. Fernando no estaba muy de acuerdo con esa relación, un
poco análoga a una dictadura, a un régimen militar: vigilancias, encierros, censuras, pero
acepta que Angélika, en medio de todo, sí era increíble. ―Aparte de ese lado oscuro, tenía
un lado alucinante, un lado admirable, cuando no era muy fanático, porque ella tendía al
fanatismo. A esas cosas de la espiritualidad de la reencarnación y a la magia negra. Al
vudú‖.
No se sabe qué fue realmente, si los celos de la mujer posesiva, o el descuido de un
mujeriego insalvable lo que echó por la borda la relación de 6 años de la casa de Cota. ―Ella
viajaba cada año a Europa y yo me quedaba con los niños, ella se iba un mes, mes y medio,
iba por una plata de un negocio que tenía allá y de una vez se daba su vuelta. Yo fui
también alguna vez‖, antes de comenzar hablar del incidente, Pedro comenta casi entre
dientes que Angelika y él tenían planeado un viaje por América Latina, con motivo de los
500 años del descubrimiento de América. ―Pero una vez yo me quedé con los niños y ahí
comenzó a tambalear la relación: alguna vez llegó una señora muy hermosa a la granja, a
comprar legumbres, y me dijo:
—Don Pedro, que casa tan bonita ¿por qué no me la muestra?
71
—Claro, siga (la finca era realmente era un paraíso). Nos quedamos hasta tarde hablando y
ella me preguntó:
—Me puedo quedar aquí, Pedro.
—Claro, le dije yo.
Yo tenía un vino, le ofrecí y nos pusimos a tomar, ella se fue quedando ahí, pasó la noche,
yo le organicé habitación y toda la vaina. La señora estaba feliz y entonada. ―La niña, la
hija de Angélika se había quedado conmigo, tenía 8 años y era igual de celosa a la mamá.
No se quería dormir y yo estaba con esta señora en la chimenea, tomando vino. Cuando
llegó Angélica de Europa le dijo:
— Mamá, Pedro metió una mujer aquí. Mi papá metió una mujer aquí.
―Ahí se derrumbó toda la relación. Una mujer celosa y la hija, porque ella la había dejado
en cierta forma para que me chequeara a mí. Se fue dañando la relación y nos separamos.
Acaba la historia con una tristeza absoluta, con las gafas en la mano, con la pierna todavía
cruzada, con la imagen de Angélika todavía en la mano. ―Perdí todo: la mujer, los niños, y
yo los adoraba, ya no los veo, la pelada vive en argentina y el pelado es un trotamundos
ahorita está en África, es un fotógrafo célebre para revistas europeas, se llama Marban
Téllez Helberger, es un aventurero.‖ Sonríe con cariño, abre los ojos y explica que
recientemente, después de 15 años de no verlo, su hijo adoptivo se le había aparecido en la
biblioteca: ―Estaba gigante, espectacular, hermoso, el investigó y me encontró en la Luis
Ángel, me dio mucha alegría porque era un niño muy hermoso y verlo ya un gigante…‖.
Pone la revista en la mesa y suspira, de nuevo la levanta de la mesa, vuelve a mirarla y
dice:
―Voy a sacarle copia a esta imagen y la voy a pegar en la pared de mi cuarto, del hotel. Así
puedo hablarle‖, se alza la mano a la frente y endereza la espalda, firme, y dice: ―Hola mi
general, adiós mi general, hasta mañana mi general‖ suelta una carcajada potente y se dirige
a la fotocopiadora diciendo:
Yili, yili, yili…
72
Miel y hiel
1992. Pedro, sin un peso en el bolsillo, con apenas el resplandor lejano de una vida en la
que había tenido una cabaña estilo europeo, huerta, carros, perros, hijos, lora, viaje
planeado por sur América, picadura para la pipa. Angélika lo había dejado en la calle con
un carro destartalado. ―Quedé en la pobreza total, ella se quedó con todo.‖ Dice Pedro sin
mayor enfado, de hecho, una pequeña sonrisa se le alcanza a asomar. ―Yo había invertido
en el riego subterráneo de la finca 14 millones de pesos que me habían dado en Cromos,
me hubiera podido comprar un apartamento, pero invertí, aunque la casa era de ella, todo
estaba a nombre de ella.‖
Sale de la hemeroteca donde había pasado horas revisando parte de su pasado en las
archivadas revistas Cromos de los años 80. Camina hasta el ascensor y hunde el número 4,
el último piso, donde está la cafetería de la biblioteca.
Cuando terminó con Angélika tenía 51 años y en vista de la situación decidió ir a vivir dos
meses al Líbano, donde un amigo suyo, Oscar Becerra, director del colegio Isidro Parra.
Allí lo único que le importaba era investigar la vida de una bandolera que por esos días le
paseaba por la cabeza ´La sargento Matacho´. ―Un día mi amigo me dijo:
—Pedro, acompáñame a Bogotá tres días, rumbiamos, nos vemos con los amigos y nos
devolvemos. Yo acepté y nos vinimos.
Esa noche nos invitaron a una rumba en un edificio en La Macarena donde vivía una amiga
del amigo de Oscar; esa amiga tenía una amiga que se llamaba Nancy Zapata. Ella llegó y
nos pusimos a rumbiar; bailamos, nos tomamos unos tragos, hubo coqueteo. Tenía un
cuerpo extraordinario‖, comenta mientras camina hasta el mostrador lleno de pasteles y
galletas, se acerca a la cajera y le dice:
—Un tinto y unas galletas de estas. Le señala unas galletas de fresa y mientras la cajera
espera el tinto y saca las galletas Pedro agrega, ―últimamente ando más goloso que de
costumbre, me encanta el dulce‖.
Nancy Zapata tenía 33 años, y esto no era casualidad, las mujeres de Pedro, todas ellas,
siempre han sido mucho más jóvenes que él. De Nancy, si se quisiera decir alguna cosa,
73
tendría que ser que era bailarina de danza clásica y danza contemporánea, que trabajaba en
el Ministerio de Cultura y en el Teatro La Candelaria; que tenía muy buenos contactos y
provenía de una familia distinguida; que era muy buena ama de casa, lo seducía con
detalles hermosos y cuando Pedro trabajaba le llevaba café en un termo y si ella salía de la
casa le dejaba comida, jugo, frutas; que era sumamente ordenada y de mucho gusto,
sentido estético, era una buena decoradora; que se vestía muy bien, fumaba mucha
marihuana y, sobre todo, que fue la mujer que sacó a Pedro del hueco en el que lo dejó
Angélika. Le recibe el tinto y las galletas y le pone 3 cucharadas de azúcar, revuelve y dice:
―Nancy tenía una cabellera crespa, negra, era medio costeña, el padre era sanandresano.
Tuvimos un romance y me devolví para el Líbano. Un día la llamé y ella me dijo:
—Te voy a ir a visitar, Pedro.
Y allá llegó, ahí mismo nos hicimos pareja. Nos íbamos a pasear los fines de semana,
fuimos al Nevado del Ruiz, visitamos pueblitos, viajamos mucho. Cuando regresamos a
Bogotá, ella tenía una presentación, bailó y me embrujó. Era una artista completa.
Duramos 6 años.‖ Tampoco era casualidad, sus relaciones, la mayoría de ellas, han durado
casi el mismo tiempo, 6 años, 7 años, 6 meses, 7 meses.
Camina un momento sin dirección, se detiene, no habla, sostiene el paquete de galletas en
una mano y en la otra el tinto hirviendo, afuera llueve, adentro, en la Luis Ángel Arango se
empañan los vidrios y se cuela el frío por las ventanas mal cerradas; la mesa está un poco
coja. Pedro se sienta, pone el vaso de plástico que tambalea, pero no se riega. Por fin,
recita un verso de Amado Nervo:
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajo injusto, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
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que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas12
Toma un sorbo y dice: ―Angélika tenía por dentro un demonio escondido‖, deja el vaso en
la mesa, sube las cejas, asiente y continúa: ―Tenía un lado perverso, sabía de hechizos y
brujerías y apenas se enteró de que yo estaba con Nancy, nos hizo algo de esa magia, pero
tiró a matar a Nancy, le dio una infección vaginal severa, terrible, casi se muere.‖ Su voz se
aliviana, se escucha menos y desaparece. Toma otro sorbo de tinto, abre el paquete y se
come una galleta, luego otra, y otra y la otra. Aún con la boca llena y la barba llena de
migajas dice: ―Yo creo que cuando uno ha sido malo, la vida te castiga y si has sido
bueno la vida te recompensa, creo en la ley de la compensación. Creo con toda la seguridad
que hay algo. Y Angélika nos hizo mucho daño, pero después se le desbarató el mundo y le
fue muy mal.‖
Todavía parece reacio a contar la historia completa, pero antes de perder el impulso, traga
afanado la galleta, toma otro sorbo de tinto, esta vez más largo y explica: ―Cuando me
separé de Angélika quedé en el aire, no tenía a donde llevar a Nancy y alquilamos una
casita campesina en Chía. Un día nos fuimos a visitar a mi mamá y dejamos la casa sola, de
12 Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
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un día para otro. Cuando regresamos había unos calzoncillos míos colgando en un asta
donde teníamos una bandera. Todo en la casa estaba alterado. La casita campesina, que era
lo más de bonita con un jardín enorme, apareció llena de vainas raras. Habían enterrado
unos huesos de muerto entre las materas y la gente de los alrededores estaba aterrada. Nos
decían:
—Doña Nancy, aquí vino una bruja con unos niños y les hizo algo.
Un día Nancy empezó a ponerse mal, se enfermó. Además, estábamos arruinados, no
teníamos ni para comer, a mí me tocaba pasar por muchas aventuras para conseguir algo
sabiendo que era un periodista prestigioso. Me rechazaban en todas partes, habiendo
publicado ya libros, nadie me daba trabajo. Hasta que un día le dijeron a Nancy que había
un profesor de medicina que podía conjurar esas vainas, él estuvo en Brasil y sabía de vudú.
Fuimos hasta un despacho en la calle 45 con 24. Apenas nos vio nos llevó a su apartamento
y me dijo:
—Vea, Pedro, a ustedes sí les hicieron algo, voy averiguar si es vudú o quién sabe qué
clase de embrujo. Mientras tanto, consíganse un dije en oro, lo meten entre un vaso con
agua y lo dejan 9 noches y todas las noches recen cogidos de las manos, les voy asignar
unos pasajes de la biblia. Pero ojo, piensen en ella perdonándola, no se llenen de odio, que
ella va a pagar. Voy a ver qué pasa con el dije, si se descoloriza, si pierde el color amarillo
del oro o se dobla, ahí sabemos si fue grave o leve.
Ese dije se volvió mierda, salió blanco, torcido y era de oro.‖ Exclama y se pone una
mano sobre la frente y dándose un golpecito dice: ―Esa mujer tiró a matar. Pero no a mí,
sino Nancy. El médico me dijo:
—Esa mujer está llena de odio porque piensa que ella te robó, te rapó de sus manos. Pero
no pidan nada malo por ella.
Él nos ayudó y todo comenzó a cambiar. Nancy comenzó a recuperarse y a Angélika se le
desbarató el mundo‖.
Se levanta de la mesa, mete dentro del vaso de plástico el paquete vacío de las galletas,
toma una agenda que lleva consigo y que pierde con desafortunada frecuencia y empieza a
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caminar pausado; se detiene al frente de un ventanal grande. El aguacero cesó y desde ese
último piso la ciudad se ve mojada, pero caminable.
―Estas mujeres son como huracanes. Todas‖. Después de haber contado la tremenda
historia macabra que había soportado alguna vez, dice algo que cae como chorro de agua
fría, lo dice sin sorpresa, sin perplejidad, con una voz muy mansa: ―Nancy fue terrible
también. Me robó la biblioteca y la vendió a librerías de segunda. A mí me tocó comprar
mis propios libros. Una biblioteca en la que yo tenía como 3000 libros, me dejó en la ruina.
Son como vendavales, me hacen mucho bien, pero me dejan mal y después llega otra que
me recupera.‖
Beatriz y Marta
Se dirige a las escaleras y baja, entonces vuelve a recordar el bien que le hacen las
mujeres, el mal que le hacen. Pero hay dos mujeres, dos que recuerda con un amor grande,
dos con las que tuvo relaciones efímeras, 6 meses, 7 meses quizá.
La biblioteca tiene bancas de mármol verde dispersas por los pasillos, para los visitantes,
para los conversadores. Pedro decide descansar un momento en una de ellas, se sienta
derecho, cruza la pierna, acaricia la barba jaspeada, pasa los dedos sobre los labios.
―Después de Nancy, me fui a Medellín a trabajar con Víctor Gaviria y allá conocí una
muchacha hermosísima. Ella estaba vendiendo seguros, estaba asegurando a los personajes
de la película. El papá de ella era de mi misma edad, unos 57 años, y ella tenía 34 o 35.‖
Empezaba a trabajar junto con Víctor Gaviria en la película ´Sumas y restas´13
, y a
encontrar un ritmo de vida agitado, pesado: drogas, alcohol, rumba, mujeres, insomnio.
―Ella cantaba divino, era una mujer muy distinguida. Yo estaba escribiendo Rebelde hasta
la muerte. Fue un amor muy fugaz, pero ella me recuperó de Nancy.‖ Lo dice con cariño,
13 Sumas y Restas es una película colombiana dirigida por el cineasta antioqueño Víctor Gaviria,
2005. Relata los orígenes del narcotráfico en los años 80 en Colombia. Ganadora de varios premios
en diferentes festivales de cine a nivel nacional e internacional.
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había quedado devastado después de que Nancy vendió su glorioso tesoro, algo que no solo
le causo dolor también el desprendimiento de las cosas materiales.
―Beatriz era separada y tenía un hijo. Me metí mucho en la película y a ella no le gustaban
las rumbas de Víctor, muy pesadas, llenas de trago y se cansó. Duramos como 6 meses.
Pero emocionalmente fue muy importante. Paisa, linda.‖
Hay otra mujer que se le viene a la cabeza, la menciona, ―Marta‖ dice y baja la voz , como
en secreto. ―Yo tuve un amorío rápido con una abogada que se llamaba Marta, que era del
M19 y murió en el Palacio de Justicia.‖ Una mujer con la que vivió, no dice nada más sino
que fue importante, no da fecha ni edades, ni tiempos, ni apellidos, como si hubiese sido en
otra dimensión. No lo salvó, no lo dañó. Fue importante.
Habla con silencios largos, y de vez en vez recalca algo:
—Yo sé cuando tengo el mal a mí alrededor.
Se pone la mano en el pecho, frunce el ceño y continúa, justificando un poco el
comportamiento de las mujeres que lo casaron, lo arruinaron, lo embrujaron, le robaron, lo
enamoraron. ―Me han dicho incluso que yo lo suscito porque soy demasiado receptivo,
entonces me influye poderosamente el mal. Atraigo ese tipo de mujeres violentas, pero
increíbles.‖
Debajo de la mesa
Ella estaba allí sentada, de blanco toda, de piernas cruzadas, hermosa, joven, muy joven, 26
años a lo sumo. Él estaba en frente, parado, dictando una charla sobre violencia juvenil que
el Bienestar Familiar le había encargado y ya pasaba de los 57 años. Ella lo miraba,
coqueta, como una Lolita, como una niña alucinada. Cuando terminó la charla lo invitaron
a unos tragos. Ella estaba allí. Él se sentó en la mesa, pidió un trago, la vio, era hermosa.
Ella se sentó a su lado, le coqueteó un rato por debajo de la mesa con los pies, le habló. Se
llamaba Natalia Valencia, era hija de un concejal de Medellín, estaba recién graduada de
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historia de la Universidad de Antioquia; era inteligente, le gustaba la historia de la violencia
del siglo XX. Le había gustado la charla.
―Quería ser actriz‖, dice Pedro, que ya se encontraba afuera de la biblioteca debajo de un
alero mientras terminaban de caer las últimas gotas del aguacero. ―Pero cambiaba de
personalidad cuando bebía, de ahí fue el problema con ella. Duramos siete meses. Yo en
esos días estaba muy bien trabajando con Víctor, vivía en una cabaña muy bella en Guarne,
entonces nos fuimos para allá. Mientras estaba sobria, era extraordinaria y con mucho
talento para los guiones, hasta trabajó conmigo en el guión de La Matacho.‖
Su rostro cambia bruscamente de forma, se le asoma una mueca de desprecio y agrega:
―Tomaba, metía perico y se volvía un demonio, se le salía ese demonio interno y era una
muy mala energía. Era muy dañina, se ponía muy pesada y yo gastaba mucha plata con ella;
no pagaba nada, pero yo estaba enamorado.‖. Recuerda la agenda azul, la tiene bajo el
brazo pero la busca desesperado como si no la sintiera, la encuentra con los ojos, con el
tacto, descansa, toma aire ―ayy, Natalia‖, dice:
―Un día fuimos al festival de Santa Fe de Antioquia y allá se armó la pelotera. Ese día había
una rumba y ella se me escapó; yo no quise ir. Yo había ido porque quería entrevistar a
todos los directores de cine que estaban allá, ese era mi objetivo, pero ella se chifló, se fue
y llegó al amanecer. Cuando llegó le saqué las maletas, las tiré a la piscina y le dije:
—Vete de aquí ya.
Eran las cuatro de la mañana y fue a golpearle a Víctor y le dijo:
—Víctor, Pedro me echó, préstame tu carro y duermo allá.
Víctor se lo prestó y, claro, se lo llevó y se fue a las afueras del pueblo y empezó a loquear.
Hizo un espectáculo delante de todos los cineastas de Colombia, hizo en la plaza un
espectáculo de striptease, se enloqueció, se quitó la ropa. Yo quedé más mal con todos los
cineastas. Era la locura producto de la borrachera, la droga y el despecho. Ella no sabía
cómo hacerme quedar mal. Allá estaba una mujer que es cineasta y que fue muy importante
acá que hizo dos documentales clásicos en la cinematografía colombiana, Gabriela Samper.
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La hija había sido alumna mía en el liceo Juan Ramón Jiménez y yo estaba entrevistándola
como cineasta. Cuando Natalia se dio cuenta, se acercó y le dijo:
—Vieja hijueputa,¿ qué hace acá con mi marido? Quítese de acá, hijueputa.
―Que pena.‖ Se da un golpecito en la frente, se le desacomodan las gafas, abre los ojos
mostrando rabia, vergüenza y dice: ―Yo nunca volví a Santafé de Antioquia.‖.
***
2010. Octubre. 5 de la tarde. Caminando por las calles de La Candelaria. Pedro cansado de
recordar, se mete una mano al bolsillo, saca con un par de monedas, compra un dulce y
empieza caminar hacia abajo, por la calle que desemboca en la plaza de Nariño. Dice
mientras se pasa el dulce por toda la boca: ―Según Shakespeare hay siete pasiones: el amor,
el odio, la ira, la envidia, los celos, la venganza y la muerte. Todas son inherentes al ser
humano. Cada obra de Shakespeare es como la representación de cada una de estas
pasiones. Me gustan, las grandes pasiones‖. Sigue caminando, con la agenda bien tenida, y
aferrándose bien al suelo con sus zapatos de cuero negro. Sonríe y agrega: ―Una vez,
escribieron algo sobre mí en internet, sobre las cosas que me pasan, y una señora escribió:
—No es nada raro, que un periodista, un escritor del mal, todo el tiempo absorba estas
energías, las atrae y las libera, porque la escritura es un exorcismo. Ese señor debe de
tener algo de demonio y de Ángel.
Y sí. Yo tengo algo de demonio y de ángel…
Capítulo IV
El sablazo
La mujer acaricia un gato medio tuerto color crema y recuerda al hombre del tinto, los
cigarrillos y la barba; recuerda que ese hombre descubrió la buena luz que atraviesa las
tejas de su casa, que entra en la madrugada y se posa sobre los balcones; recuerda que solía
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decir: ―deliciosa para leer y estudiar‖ . Tiene las piernas cruzadas, el cabello suelto, algunos
anillos en sus dedos que roza con la melena del gato mientras dice: ―Pedro es una persona
muy bohemia, su proyecto de vida es escribir, leer, carecer de horarios de nada, su
independencia, su libertad, tomarse sus tintos, sus tragos, fumarse sus cigarrillos. La
bohemia hace buenos conversadores. La cuestión es que esa es su vida, la aventura, y
resulta que para uno la aventura tiene edades, para Pedro no, para él la aventura existe
todavía‖.
Lina Cortés, lo conoció solo por 20 días cuando Carlos, su compañero, le ofreció a Pedro
Claver Téllez dormir unos días en Casa de Citas, el lugar del que ella es socia y que
funciona como bar y restaurante de comida peruana. ―No lo conocía y cuando Carlos lo
trajo, yo estaba haciendo un trabajo de patrimonio cultural sobre leyendas y mitos de
Bogotá, entonces hablando con Pedro me enteré de que él tiene unas crónicas de estos
personajes como la loca Margarita y Pomponio — Biografía del disparate—. Empezamos
a charlar e hicimos una bonita amistad‖. Ella es una de las que cree en la resistencia
silenciosa y artística de Pedro: ―Es un anarquista sin remedio y rebelde‖.
Cuando habla de él parece siempre guardar una distancia, quizá, porque convivió con el
poco tiempo, pero no oculta su percepción certera y acertada, sus impresiones de vida. Para
Lina, una conocedora de la bohemia bogotana, de las inconsistencias y los métodos
antipedagógicos, resulta que Pedro es un bohemio de los pocos, de los solos, de los locos.
Sigue acariciando el gato y comenta: ―es una persona que proyecta ser muy tranquila,
introvertida y muy solitaria, pero esa es su forma, su estatus, su posición. Son posiciones
que se asumen. Para nosotros o para algunos puede ser decadente, pero para él es una
manera contestataria, es una forma de mostrarle a la sociedad que aunque algunas
personas no tengan dinero, no se vistan fino, no se fijen en su aspecto o tengan cabello
largo, sí pueden producir buenas ideas y hacer buenos trabajos y aportar a la historia del
país‖.
***
Pedro se cayó. Tiene un ojo rojo, hinchado y un moretón en la frente brillante. Baja de la
biblioteca y parece angustiado, ansioso, trae algunas fotocopias en su mano. Exclama: ―Me
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caí. Ando muy acelerado y de mal humor por estos días, yo no soy así pero esta vida no
deja otro camino‖. El golpe parece fuerte, las gafas un poco chuecas, alza la mano a la cara
y se rasca la herida de la frente. Sonríe un momento, se ríe de su desgracia y cuenta, ―yo
andaba buscando plata porque, aunque tenía donde dormir, necesitaba al otro día
cambiarme, sacar una ropa de la lavandería que ya tenía hace mucho tiempo. Me parecía
estar mal vestido, me sentía muy mal‖, dice con la mirada gacha.
―Me fui con unos amigos a tomar café y sentí algo en el pecho. Como a la hora tuve una
pelea verbal con un amigo y eso me puso más tenso, entonces bajé por la 22 a coger un bus
porque si no lo cogía me quedaba en el aire, de pronto, prumm me caí. Yo sentía que algo
había en la atmósfera ese día, algo malo, yo siento esas energías‖. Pone una mano en el
pecho, al lado izquierdo y dice que ahí siente esas cosas, que hay veces no lo dejan en paz,
que hay veces no puede dormir, que tiene un sexto sentido, que intuye el mal, entonces se
desahoga y cuenta una historia que le ocurrió recientemente:
―Unos pelados me iban a asaltar con un chuzo y yo iba a dictar una conferencia y salí muy
temprano del edificio donde estaba viviendo, yo tenía sólo 20 mil pesos y mi maletín lleno
de documentos y todo mi trabajo. Y me dicen:
—Quieto, gringo hijueputa. Y yo les respondí:
—Yo no soy gringo, ni tengo dólares, soy colombiano.
—Záfese hijueputa, del maletín.
Y yo me puse templado, bravo y les dije:
—Mire, tengo 20 mil pesos, este maletín no les sirve para nada, ni siquiera les dan 5 mil
pesos por lo que hay ahí adentro. Más bien cambiemos este billete, yo sólo necesito 5 mil
pesos para irme a una charla y ganarme la vida. Y el resto se los doy para que metan.
Y me los llevé a una tienda cerca y le dije a la que atendía:
—Señora cámbieme este billete. Y ella me dijo:
—No, no tengo. Entonces yo le dije:
82
—Entonces, deme tres desayunos.
Y les di desayuno y hasta comí yo y me fui para mi conferencia.
Termina la historia exaltado, con el ceño arrugado, con las manos empuñadas.
***
Comparte su conocimiento a cambio de algún dinerillo para pagar la noche, eso sí, en
algún hotel del centro. El hotel debe ser decente. ―No tengo plata, me prometieron un
dinero y no me lo han dado. Este asunto no me deja concentrar bien, me inutiliza. Ahora
vivo en un hotel, me toca buscarme la plata del hotel todos los días para la subsistencia; es
un buen hotel, baño privado, televisión, aseado, estoy amañado ahí, pero eso no es vida,
todos los días buscando los 12 mil pesos para pagar y cómo desayunar al otro día. Es una
angustia muy tenaz, por eso me inutiliza, no me puedo concentrar.‖ Dice Pedro moviendo
el cabeza hacia los lados, tensando las manos, arrugando la frente.
Camina tres cuadras, repitiendo que últimamente le ha dado por el mal humor, que no
entiende por qué, él no es así. Se sienta en la mesa de un café y le dice a la mesera:
—El más barato, por favor. Y vuelve a la conversación.
―Prefiero la plata y completar lo del hotel‖, explica avergonzado, ―Esto es una guerra. En
las noches lo que hago es comprarme un pan francés con queso de mil pesos, que es
delicioso, y unas sardinas, con eso quedo. Sin embargo, cada noche me duermo pensando
en qué voy hacer en la mañana, porque no hay nada más triste que levantarse y no tener ni
para un tinto. Hay que arriesgarse a todo. Con tinto y pan ya me concentro por lo menos un
rato.‖
Aunque intenta tazarlo el café se lo toma rápido, siempre pide uno pequeño para ahorrarse
unos pesos, prefiere caminar en vez de tomar un bus o cualquier tipo de transporte, al fin y
al cabo, es un caminante apasionado, dispuesto a los albures de la mala vida y a los
pequeños destellos de la buena. Algunas veces solo camina para encontrarse con alguien
que arregle su día, algún conocido que no pida más que una buena conversación, una
83
historia inédita, un relato increíble; a cambio de un almuerzo; a cambio de un café. Pero él
es bueno, y cree con vehemencia en la ley de la compensación y le funciona, siempre
encuentra un almuerzo, un café, un dinero a la vuelta de la esquina. Se rasca la ceja derecha
y dice: ―si uno ha sido bueno, la vida te recompensa. Yo, por ejemplo, hay veces que salgo
de la biblioteca con un hambre, pero algo por dentro que me dice: Pedro, no te desesperes.
Camino tres cuadras y me encuentro el almuerzo ¿Por qué? Porque cuando yo he tenido yo
he dado.‖
Y no es un secreto para nadie que cuando ha tenido ha dado, lo ha dado todo. Fernando
Iriarte, su amigo y colega, no entiende la nobleza exagerada que reside en un ser que ha
tenido toda clase de experiencias y cercanía con el mal y la violencia. ―Cuando él tiene es
total, cuando tiene medios, es completo. Los escritores en Colombia viven de una manera
muy azarosa, aquí no se puede vivir del vivo, pero sí hay algunos que lo intentan, y Pedro
es muy solidario. Si él tiene plata se la gasta, no le dura, se compra libros, invita, le dice a
uno:
—Cómprese ese libro, yo se lo pago. Se ríe, luego calla y continúa.
Los últimos años han sido muy difíciles para Pedro, ya va cumplir 70 y a esa edad ya es
difícil que le paguen formalmente, él consigue cositas, pero la gente se aprovecha‖.
Pero es un hombre con suerte. Con la suerte del náufrago que pesca algo con la mano.
―Mire mis aventuras de estos últimos días‖, cruza la pierna, baja la voz y coge el impulso:
―Yo tengo unos amigos, grandes amigos; uno de esos es hijo de un amigo mío de la niñez,
Oscar Becerra. Un día eran como las 7 de la noche y yo ni había almorzado, así que lo
llamé y me dijo:
— Venga a las 7:30 de la noche
―Él vive con una mujer que es prima de la ministra de cultura14
. Me fui para allá y me
quedé ahí; ella preparó unas pastas deliciosas, entrada y jugo. Comí dos veces, después
Óscar me dio 20 mil pesos, ese día llegué tranquilo. Al otro día llamé a Fernando Cortés,
14
Paula Marcela Moreno Zapata, nació en Bogotá el 11 de noviembre de 1978, y desde el 1 de junio de 2007,
es Ministra de Cultura.
84
mi otro amigo de siempre, mi hermano del alma, es casi como mi hijo, yo lo quiero mucho.
Le conté de mi situación y me dijo:
— Hombre, Pedro, no me han pagado, pero esto te puede servir —me dio 30 mil pesos.
Y al siguiente día, me fui para la biblioteca, mientras caminaba me acordé de que había
una cafetería y que allá va mucho un amigo mío, pero como era puente a lo mejor no
estaba. De repente, me lo encontré.
—Quiubo, toño. Le dije, y él me respondió
—Siquiera llegaste, estoy aburrido sin un amigo con quien hablar
―Entonces fuimos a una cafetería y me preguntó:
—¿Ya desayunaste?
—No, nada.
―Me comí un caldo con carne, chocolate y pan, una buena desayunada. Cuando terminamos
ahí me dio una corazonada. Me acordé de una tienda de un tipo que se llama Pedro, donde
venden unos envueltos de maíz deliciosos y son baratos, es una tienda muy concurrida y me
fui para allá. Cuando iba caminando miré al piso y de pronto veo un billete tapado con una
piedra, pero no sabía si cogerlo, pensé que era una broma o algo así, miré arriba y a los
lados y pan lo cogí. Pensé: este billete no es bueno, este billete es falso. Decidí meterlo en
el hotel y si me lo devolvían me disculpaba y ya. Pero me lo recibieron, me dieron las
vueltas ¡Qué suerte!
En las líneas de sus textos, en los puntos y en las comas, se le puede encontrar caminando,
siendo él mismo el protagonista de la historia, aunque sean bandidos, locos, fantasmas,
prostitutas, guerrilleros. Él es eso, él es todo eso. ―Pedro podría ser un personaje de esos
mismos de los que él escribe, es una coherencia entre sus personajes, sus libros y él
mismo‖, habla Lina recordándolo mientras acaricia el gato tuerto.
***
85
Algunas personas pasan y lo saludan, él se pone de pie para saludar, estrecha la mano fuerte
y después se sienta, vuelve a tocarse la herida de la frente y dice: ―Hace como dos semanas
yo estaba con Alejandro Osorio, un amigo, estábamos viviendo en un apartamento en
Normandía. Muy bueno, pero él era muy loco, le había dado un pre-infarto. Y el lunes
siguiente se murió.‖ No lo dice con mayor sorpresa y continúa, ―ese loco se lo buscó. El
sábado anterior se había tomado 4 medias de vodka. Se mató. Yo tomé dos tragos con él y
le dije:
—Esos son los últimos que se va a tomar hermano.
El domingo estuvo todo el día descalzo, tosiendo y yo le decía:
—Póngase los zapatos hermano, cuídese.
No, pero él era muy necio. Y el lunes yo me vine con él, me tocó ayudarlo a subir y bajarse
del bus, y por la tarde se murió en el café‖. Termina la historia sin lamentarse, consciente
del suicidio de su amigo.
Después de terminado el tinto, se pone de pie, se sacude el vestido gris y la camisa. Dice
que debe partir a su cubículo de investigación que está en la Luis Ángel Arango, que debe
seguir trabajando en un libro sobre la vida de Policarpa Salavarrieta. Antes de irse comenta:
―Yo comparto con mucha gente, pero no me quedo mucho tiempo con ellos, es una
vagancia que no me conviene, hay veces me toca salir a buscar el almuerzo, pero yo no me
demoro.‖ Parado y esta vez muy derecho dice a modo de burla, a modo de verdad:
―La gente dice que soy vago. Si tener 11 libros publicados y 7 sin publicar es ser vago,
entonces sí, soy un vago…‖. Se despide y sube, se interna en la biblioteca.
86
Capítulo V
El devoralibros
―Tan sólo un hombre vela emborronando con febril
actividad, y con los sentidos muy despiertos, las blancas
cuartillas que tiene delante. Es el torrero de París, el
hombre que, por su capacidad literaria, parece destinado
a espiar los latidos de su siglo, minuto por minuto, hora
tras hora, noche tras noche, como un sereno. Pero un
sereno que no recorre las calles con su farol y con su
chuzo, sino que escribe la historia de toda esa gente que
ahora duerme y que de día se agita y se afana, pretende y
ambiciona, ama y odia, goza y sufre.‖ (Ludwing, Emil. P.
1192)
Balzac. Un hombre que vivió a la sombra de la elite burguesa, esperando su momento de
gloria, encerrado solo por pasión en habitaciones sombrías, con tinta y lámpara de
gasolina, escribiendo hasta la fiebre y el cansancio. Un mortal que ahora llaman genio, pero
que en su siglo era un vago intelectual, dedicado a la labor de la escritura y con unas deudas
impagables macerándole la espalda y la mano.
Pedro es fácilmente comparable, en muchos aspectos con Honorato Balzac. Aferrándose al
gusto desorbitante por la lectura y la desenfrenada forma de escribir que los dos espíritus
comparten. El uno vivió, imaginó, concibió y murió en París. El otro vive, crea, respira y
camina por las calles de Bogotá. ―Tengo siete libros sin publicar y más de cien cuadernos
llenos a mano‖, dice repasando sus textos inéditos en la pantalla de un computador.
Cuando Emil Ludwing habla de Balzac, algunas líneas evocan al bohemio colombiano:
―(…) comenzó a leer con tanto ahínco… La lectura en él no es afición, es pasión, es manía.
Lee ávidamente, incansablemente; devora los libros‖.
87
Y es un devoralibros. Puede llegar a la biblioteca Luis Ángel Arango, su oficina hace 6
años, rondando las 7 de la mañana, con su aspecto de cachaco menudo, una leve joroba
por las malas pasadas de la calle y, seguramente, por el hábito de la lectura. Lo más
probable es que esté usando un traje gris, zapatos negros lustrados, muy caminados y una
corbata azul petróleo. Una cola pequeña recogiendo el pelo nevado, las gafas machucadas,
la camisa, color cualquiera, que ese día haya llegado a sus manos.
Normalmente, bajo el brazo lleva una agenda donde pone hojas sueltas de textos que le
gustan, lleva también cuadernos llenos de impresiones, de observaciones, —un pequeño
diario que no tiene continuaciones, que es independiente cada vez que lo abre—, y libros
que ha pedido de la biblioteca. En ocasiones, en vez de eso lleva un maletín de cuero
disipado. Cuando habla de lo que mete allí no se avergüenza al confesar que esos son sus
anaqueles, que lo que guarda, en la bolsa o en el maletín, lo es todo para él. ―La mayor
parte de mi biblioteca personal son fotocopias, no me da pena decirlo, lo hago con amor, no
es un robo, pero así toca‖. Alguna vez tuvo una biblioteca de 3 mil libros, ediciones
ilustres. Alguna vez una mujer se los robó y los vendió.
Si cuenta con suerte, de camino a la biblioteca, puede tener un afortunado encuentro con
un conocido que lo invitará a desayunar como a él le gusta —caldo de costilla, huevos, pan,
chocolate—. Si no tiene suerte, entrará a la biblioteca en ayunas o con un tinto. Pero eso le
basta, asume el hambre de una manera digna, apropiada cuando sabe que el día entero
debe pasarlo con café y letras. Pero ya le ha pasado, esa es la magia de la buena suerte,
aparece como un estallido de alegría extrema, pero pasajera e inesperada. ―No importa‖ —
siempre piensa— al fin y al cabo no hay dinero más que para el hotel; aun así, como fuere
se consigue la carga de cafeína que tanta la falta le hace.
El hotel debe ser cómodo para el hombre que gasta sus horas de sueño en leer. Cuando
habla de su tiempo de lectura lo hace ávido y emocionado, compartidor y halagador de los
detalles propios de remarcar. Cuenta que si un libro lo seduce lo suficiente debe leerlo
inmediatamente, no da espera, ha terminado libros de 200 páginas en un lapso de 8 horas o
menos; espacios tremendos, donde se aferra al ansia, al libro, al otro universo.
Generalmente, empieza un día y acaba al otro. ―Pedro es un hombre generoso con su
conocimiento, siempre se mantiene al tanto de lo que se está escribiendo en el mundo, nos
88
ha educado muchísimo, es un placer escucharlo.‖ Comenta Víctor Gaviria quien lo admira
por sus horas incansables de trabajo.
―Pedro es muy querido, muy generoso con su saber, muy lúcido. Él no es ningún vago, los
que dicen eso son babosos, mojigatos que simplemente no viven a las mismas horas que
Pedro‖, dice Gustavo Bustamante con una mirada enérgica, el ceño fruncido, el pelo
blanco, echado para atrás. Gustavo es amigo de Pedro. Lo conoció en el bar El Mercantil de
la calle 22 con séptima. Tradicional bar de coperas e intelectuales donde ha pasado Pedro
largas horas de su vida, refugiado en la amabilidad del tradicional lugar. Es cierto, Pedro
vive a diferentes horas que el resto, goza de la noche. En esto quizá se parece al mismo
Balzac.
Cuando París y todo entorno suyo cerraba sus ojos
inflamados, cuando las sombras caían sobre el rumor de
las calles y se borraba el mundo de afuera, apuntaba la
aurora del suyo. El novelista lo conjuraba al margen del
otro, congregaba todos sus elementos dispersos y vivía
horas de éxtasis febril. Espoleando sin cesar los sentidos
postrados con el aguijón del café puro. ¡Y así trabajaba
diez, doce y a veces hasta dieciocho horas diarias! Hasta
que algo viniese a arrancarle de aquel mundo y volverle al
de la realidad. (Zweig, Stefan. Obras completas.
Biografías p. 515)
Entra a la Luis Ángel Arango con la satisfacción de que allí es bien recibido, se siente
cómodo ante la multitud de libros que lo embriagan de felicidad, está contento porque sabe
que no le va alcanzar la vida para leer esas largas repisas con libros nuevos, viejos,
delgados, mamotretos. Descubre allí, en esos estantes inmensos, hacinados de libros,
hinchados de historias, un nuevo universo no explorado por él. Es un placer sentir eso.
Encontrar que todavía no ha leído ni la mitad de los autores que allí están presentes —
aunque ha leído cientos—, es el licor de su existencia; libros de aventura, novela negra,
textos de bandidos, de viajes; Ernest Hemingway, John Reed, Lillian Ross, Leonardo
Sciacia, Graham Green, James Elroy, Daniel Defoe, Ryszard Kapuscinski, Gay Talese,
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Truman Capote, Scott Fiztgerald, Walter Burns, John Hersey, John Berger, Gabriel García
Márquez, William Shakespeare. Sus ídolos, todos allí reunidos, dispuestos para él.
En ocasiones reclama a las señoritas que trabajan en el lugar, y ya lo conocen, traer algún
libro que la biblioteca aún no posee o mejorar los cubículos de investigación, ―ya están un
poco desgastados, hay veces que no hay buena red de internet‖. Se incorpora a la atmósfera
erudita y se alberga allí como un ermitaño acucioso hasta que la tripa, que es inoportuna,
le anuncia que el cuerpo no da más, que no puede vivir solo de líneas y letras.
Se resguarda durante el día y la tarde, no le importa qué esté pasando afuera, cada día
encuentra algo que lo hace quedarse allí, sentirse en casa, a la que siempre vuelve, es su
paraíso de historias, su lugar de instante creación. Pedro se llama a sí mismo ratón de
biblioteca, quizá su forma ligeramente encorvada es secuela del escudriñar entre hojas y
polvo como un ratón que encuentra recovecos y pequeños tesoritos con que alimentarse.
Un ser casi imperceptible pero latente, constante en la biblioteca. Un devoralibros.
Desde niño ya leía. ―Ya había leído los libros que mi papá frecuentaba, que eran: El
Quijote, La Biblia y Las mil y una noche. Me eduqué leyendo esos tres libros porque eran
los de cabecera de mi papá. Yo gozaba mucho con las locuras de Don Quijote y mi papá
una vez, viéndome reír, hizo una observación muy importante para mí. Yo me reía y él se
ponía triste, entonces él me dijo:
—Mijo, yo sufro mucho con El Quijote, me parece muy triste todo lo que hace, es la
locura, es el desequilibrio y eso a ti te gusta porque eres un niño. Las lecturas tienen
edades, mijo.
Suelta un aire contenido en sus pulmones y dice: ―Los libros tienen edades‖. Evoca, afianza
las palabras de su padre.
Ragalpetra y la estatua de Sciascia
Ya es tarde en La Candelaria y Pedro camina un rato por el centro atestado de palomas,
buses, puesticos de comida, emboladores, señoras dando de comer a las palomas, ancianos,
vendedores de chance, indigentes, ejecutivos, estudiantes, ladrones atisbando bolsos,
maletines, morrales, perros dormidos, luces prendiéndose, el sol escondiéndose. Pedro
90
decide parar en la plaza cerca de la universidad del Rosario, sobre la carrera séptima donde
venden libros buenos a muy bajos precios, 5 mil, 10 mil, 15 mil, dependiendo del autor,
dependiendo del vendedor. Allí, en un puestico pequeño repleto de libros amontonados, de
cajas llenas de títulos organizados jerárquicamente por precios y géneros, trabaja un amigo
de él, un señor que vende, ―muy buenas ediciones‖, dice Pedro, ―un buen amigo‖, remata.
―Yo hay veces vengo aquí y él me deja sentarme a leer los libros ahí, en una silla al lado de
él, compramos un vino, leemos y charlamos‖
—Don Pedro Claver.
—Hola Manuel, como te ha ido. Lo saluda Pedro con presencia.
—Bien, afortunadamente. Tiempo sin verte.
—Sí, es que he estado muy ocupado, enbolatado. Observa los libros que hay, deslizando el
dedo por los títulos, cogiendo uno de vez en cuando. Después hace un comentario de la
buena selección de libros que hay allí y se despide.
—Chao, Manuel, en estos días paso y te visito.
Sigue su camino, el cielo empieza a colorearse de un azul apagado y Pedro empieza hablar
sobre las mieles de la literatura. ―Para mí es como un complemento de la vida, la literatura
es un arte que da cuenta de la vida y de la aventura del hombre y le cogí mucho cariño a
través de los relatos históricos de mi padre. Uno de mis autores favoritos, sobre todo por el
género policiaco y la forma como escribe, es Leonardo Sciascia15
‖ Sonríe grande y dice
sin apuros. Yo una vez estuve en Sicilia, fui a un pueblito que se llama Ragalpetra donde
vivió uno de los escritores que yo admiro más, se llama Leonardo Sciascia, es de mis
favoritos, me he leído 28 libros de él‖, continúa el camino arreglándose el pelo que se le
desordena con el viento y dice, hablando a veces al piso.
15
Escritor italiano que destaca por sus novelas sobre el poder y la corrupción en Sicilia. Nació en Recalmuto,
Sicilia, el 8 de enero de 1921. Fue profesor en varios colegios de Caltanissetta entre 1949 y 1957, y de
Palermo desde 1957 a 1968, a la vez que publicaba sus novelas, narraciones cortas, obras de teatro y ensayos
que, según el propio autor, formaban un solo cuerpo de obras cuyo tema era el trágico pasado y el no menos
trágico presente de su isla natal. El 20 de noviembre de 1989 murió en Palermo.
91
―Yo me gané un premio, soy un fanático de la literatura siciliana y de la historia y de la
mafia entonces me gané un premio de crónica en España hace tres años. Fueron como 3000
euros, me mandaron los pasajes y yo dije:
—Me voy a gastar estos euros viajando por todo Sicilia.
Y me fui y me quedé un mes, di toda la vuelta y estuve por todos los sitios de la mafia;
estuve en Taurima, donde vivían los distintos clanes mafiosos y llegué a Ragalpetra,
alquilé un carro allá y de pronto vi a Leonardo Sciascia y me pegué un susto y dije:
— ¡Ayyy como así que está vivo!!!
Pues resulta que era una estatua que hay allá en honor a él y todo el mundo pasa y la saluda
y le rascan la barriga. Me puse a buscar a la hija que se llama María Sciascia, pero ella ya
no vivía allá, vivía en Palermo. Pero que felicidad la mía de estar allá, de ver esa estatua.‖,
ríe casi a carcajadas contagiado por los recuerdos de la historia y comenta:
―Fui un lector enfermo, soñaba con las lecturas. Muchas veces mi mamá me dijo que me
encontraba alucinado, enfermo por las lecturas; me acuerdo de que en una Semana Santa
me hice encerrar con llave para leer a Shakespeare, leí ´Hamlet` ´Macbeth` me leí como
tres, cuatro obras de Shakespeare, porque a mí la Semana Santa me deprimía, pedí que me
encerraran.‖ Su camino es largo, va hacia el hotel donde vive por estos días, no importa,
siempre camina, le gusta, lo disfruta.
―En esos años 60 leí mucho, de manera enfermiza, yo fui un joven que salía a pasear en
bicicleta con la camisa de ciclista y ahí en donde ellos echan la panela y la naranja yo ponía
un libro de cuentos de Hemingway, llevaba panela revuelta con los libros, en especial un
libro que se llamaba ´Dublineses´ de James Joyce16
. Me gustaban los cuentos de
Hemingway porque siempre eran aventuras al aire libre donde estaba la pesca, el boxeo, los
trenes, la guerra, era una literatura atlética para mí y se parecía mucho al periodismo. Fue
una gran escuela, aún leo muy frecuentemente a Hemingway porque me parece que es el
16
Novelista y poeta irlandés cuya agudeza psicológica e innovadoras técnicas literarias expresadas en su
novela épica Ulises le convierten en uno de los escritores más importantes del siglo XX. Joyce nació en
Dublín el 2 de febrero de 1882. de vivir veinte años en París, cuando los alemanes invadieron Francia al
principio de la II Guerra Mundial, Joyce se trasladó a Zürich, donde murió el 13 de enero de 1941.
92
escritor que enseña a hacer diálogos y los diálogos son la parte más difícil de la escritura, es
un gran cronista me gusta porque es un escritor atlético, de exteriores: ´Muerte en la
tarde`, ´Enviado especial`, que eran relatos de prensa y una novela que se llama ´Por quién
doblan las campanas`, me hacia llorar. Los relatos, los cuentos me parecían fabulosos, me
siguen pareciendo, yo creo que hay relatos de él que he leído 30 o 40 veces, no me canso.‖
Con mucha naturalidad sigue su camino, avanza unos pasos pero antes de perderse en las
sombras se voltea y declama:
Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa
dicen que soy poeta..., cuando no porque iluso
suelo rimar -en verso de contorno difuso-
mi viaje byroniano por las vegas del Zipa...,
tal un ventripotente agrómena de jipa
a quien por un capricho de su caletre obtuso
sueña fingirse paraísos...! ¡al uso
de alucinado Poe que el alcohol destripa!,
León de Greiff
Sonríe, se despide…
Capítulo VI
En la mismísima piel de los bandido
2 de la tarde. Empezaba a llover en Bogotá; Pedro se mojaba, se mojaba el saco, se mojaba
la bolsa de plástico bajo su brazo, se mojaban los zapatos de cuero negro y el pelo blanco.
Se intentaba resguardar del clima bajo los techos de los andenes, las gotas eran más grandes
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y el paso más afanado, escapando de alguna enfermedad. Por fin se ve la casa blanca donde
había estado viviendo por 4 meses.
Cuenta Pedro que antes de escribir el libro de la vida y suerte del bandolero Efraín
González, investigó y trabajó durante 15 años. Que llegó a escribir de 1800 a 2000 hojas,
montañas de papel vivo. Que se obsesionó con el bandido que, además, era su primo, lejano
pero primo, y que estuvo a punto de perder la cabeza por culpa de este conservador que
murió joven, pero con un prontuario de curiosos episodios.
―Yo era muy joven e inexperto cuando empecé a escribir sobre Efraín; el libro realmente
me ganó, no era capaz de dominar toda esa información que había investigado y escrito.
Yo vivía con una alemana en Cota, ella se dio cuenta de que me estaba volviendo loco y
me quemó toda esa vaina: Un día yo estaba en el centro y cuando llegué encontré un
hueco echando humo, todo mi trabajo quemado. Casi la mato. Y ella me dijo:
— Si sos tan verraco, vuélvelo a escribir, pero ya no consultes más porque eso es lo que te
va impedir escribir tu libro.
―Y tenía toda la razón. Me senté a escribirlo y me salió el libro que está publicado.
Viéndolo bien me hizo un favor porque con todo ese material yo no sabía ni por dónde
empezar; tan solo el final eran más de 100 páginas.‖ Eran días y noches de constante
desvelo, de horas sentado frente a una máquina de escribir que lo devoraba. Víctor Gaviria
recuerda bien, con cariño die, “nos reuníamos en la finca de ella y Pedro escribía y escribía
y eran maravillosas las veladas, amanecíamos leyendo sus libros‖.
Cuando comenzó a investigar sobre la vida del bandolero, aproximadamente en 1975,
Pedro trabajaba en el periódico El Pueblo de Cali y estaba a gusto. Daniel Samper Pizano
era el subdirector y Felipe Lleras Camargo el director, del que alguna vez fue asistente.
―Comencé como reportero, llegué a ser jefe de redacción y renuncié por culpa de Efraín‖,
dice y divaga en las decisiones que tomó por culpa de un bandido que le robó, por largos
años, su propia vida. ―Cromos me dio una cantidad de plata y me fui a recorrer durante 6
meses 30 pueblos de Colombia‖.
94
Los 30 pueblos que recorrió estaban en la zona de influencia de Efraín González. Esos
pueblos también eran las tierras de Pedro, el campo que lo vio huir de la violencia y que
ahora era el escenario de su personaje. Cuando comenzó la investigación la muerte del
bandolero aún estaba muy fresca, muy viva entre los campesinos y habitantes de los
pueblos. La memoria de Pedro es firme, trae en seguida un recuerdo que le marcó la vida
como reportero, como escritor, como hombre; una de las tantas veces en que estuvo a punto
de morir por curioso.
―Un día me encontré con un viejo, que me dijo:
— Don Pedro, yo fui instructor de Efraín.
―El tipo tenía un vozarrón, estábamos en el club social de Chiquinquirá y había unos
hombres jugando billar al lado. El hombre me decía:
— Yo lo instruí en tiro. Fui capitán del ejército y a ese muchacho teníamos que educarlo
bien pa´ que echara plomo.
―De repente uno de los que estaba jugando billar se le vino al tipo con un taco y se armó
una garrotera. Resultó que dos de los que estaban jugando habían sido víctimas de Efraín
González. Casi nos matan.‖
―Efraín González‖, dice nostálgico, suspira y aclara la garganta, ―alias el Siete Colores: lo
llamaban El Siete Colores porque en esa zona hay una mariposa muy hermosa de siete
colores. Un día iba él perseguido por el ejército y cuentan que se tiró a un abismo y de allí
salieron miles de mariposas de esas, el ejército comenzó a llamarlo así. El Siete Colores‖.
Efraín fue su obsesión por más de 15 años, la pasión por un hombre que era una leyenda en
su tierra y del que quedó más que un libro de 616 páginas, mil historias para contar17
. Pedro
no solo alucinó, durmió, soñó con González, su espíritu impetuoso lo obligó a sumergirse
en la historia de varios bandoleros que fueron leyendas en Colombia: Charro negro,
Chispas, Desquite, Sangrenegra, el ganso Ariza, la sargento Matacho, entre otros.
“Estos bandidos me van a matar”
17
Muchos cuentos y textos sobre Efraín González fueron publicados por diferentes medios impresos. Otros
todavía inéditos y guardados en la memoria del computador de Pedro Claver Téllez.
95
Entra a la casa agitado por el agua, se sacude un poco, se pasa la mano por el pelo, por el
traje gris, se quita las gafas empañadas, las limpia y suelta una frase curiosa:
―Yo creo que uno no busca las historias, sino que las historias lo buscan a uno.‖
La entradilla a una historia, una de las tantas relacionadas con Efraín González, el
bandolero que de cualquier forma se le metió en la piel, podría empezar así:
―Todo ocurrió dentro de un taxi. Una vez yo iba de Bogotá hacia Chiquinquirá y me
encontré con un tipo que tenía un taxi y le dije:
— Quiero llegar rápido a Chiquinquirá —tenía una cita muy importante y ya iba muy
tarde—. Por el camino nos fuimos hablando y el hombre me dijo de la nada:
—Amigo, le voy a contar una historia. Yo una vez transporté a Efraín González desde ahí,
donde lo recogí a usted.
Ya se había secado su ropa y ahora estaba frente a un computador buscando afanado un
texto. De pronto se detiene su mano, se detienen sus ojos, lo había encontrado, el relato que
escribió sobre aquel día en el que un chofer le confesó que había transportado allí mismo,
al bandido de sus libros, de sus obsesiones. Inhala, atrapa el aliento y empieza a leer con
una voz imponente y clara, característica de él:
―El taxista se ufanaba de haber vivido el episodio más dramático en la vida de cualquier
chofer, me repitió varias veces —estoy seguro que a ninguno de mis colegas le ha pasado
una cosa igual—. Fue por la época en que era conductor asalariado de la empresa el
Carmel y tenía a su cargo la ruta Bogotá a Chiquinquira y viceversa.
Detiene la lectura por un instante y dice: ―Yo de pronto dejo de hablar de mí y termina el
bandido hablando con el taxista —sonríe. Vuelven sus ojos a la pantalla y sigue:
—Él llevaba un maletín —meta esto en el baúl— ordenó el extraño, entregándole el
maletín. El taxista lo recibió y lo pulsó —pesa— comentó — ¿qué lleva ahí?—. El extraño
hizo una mueca de disgusto, —Cosas personales— dijo —no se preocupe—. El hombre
calló y se acomodó en el asiento lateral. Con el maletín en la mano, el taxista caminó hasta
96
la parte trasera del automóvil, antes de abrir el baúl vio que el pasajero se agazapaba en
el asiento y pensó que era un hombre enigmático, brioso, imponente, autoritario.
De nuevo deja de mirar la pantalla y dice resumiendo: ―Hay un momento en que Efraín le
dice al taxista que acelere el automóvil‖. Vuelve a la pantalla y se salta varias líneas del
texto para encontrar la parte que estaba apurado por leer.
—Dígame la verdad ¿lo persiguen? — Sí— dijo —me persiguen, esos que vienen ahí, son
´tiras` del F2, pero no se preocupe, yo no me dejo coger así porque sí, conmigo la pelea es
peleando, no ha nacido el verraco que sea capaz de ponerme la pata—. El taxista recordó
como por encanto de la memoria que había oído esa frase muchas veces y recordó que se
la atribuían al peligroso y a veces admirado bandolero Efraín González.
Pedro se salta varias líneas más y continúa:
— ¿Ha oído hablar de Efraín González? — Le pregunta el taxista—, el pasajero soltó una
carcajada maliciosa.
—Con él habla, paisano.
En ese momento deja de leer, se separa de la pantalla del computador con un fresco en los
ojos y un cierto orgullo por su personaje. Se ríe de lo irónico de la situación y apunta
―Entonces sí, a uno le llegan las historias.‖
Llega la hora de un café, negro, cargado, con dos de azúcar, si es panela rayada mejor, pero
no hay, y se conforma con azúcar blanca, revuelve golpeando la taza:
―¿Qué quién es La sargento Matacho?‖, repite con tono enfático.
―La sargento Matacho fue una muchacha del Líbano, Tolima. Era una campesina, se casó
muy joven y le mataron el marido, entonces ella se enloqueció y empezó a matar policías
y chulavitas de la época. Después fue amante de varios guerrilleros liberales; primero de
uno de la autodefensa liberal, luego de un fundador de las FARC (comunista) y terminó
siendo la amante de Desquite.
97
Esta mujer ha estado en su vida desde hace 15 años, cuando fue al Líbano a vivir y a
investigar sobre ´Chispas`, ´Desquite` y ´Sangrenegra` y se topó con una historia que es el
tema de uno de sus libros inéditos. Todas las historias que cuenta tienen preámbulo,
entonces dice: ―El rector del colegio Isidro Parra era amigo mío de la infancia y
aprovechando que él estaba viviendo en el Líbano me quedé allá. Esa tarde, en la plaza de
mercado pasó una mujercita coja, chaparrita, entonces Óscar me dijo:
—Vea, ella es la hija de la sargento Matacho.
―Entonces yo le pregunté:
— ¿Quién es la sargento Matacho?
—Una guerrillera muy famosa de acá.
―Empecé a investigar y encontré un folletico que habían escrito sobre ella, parecido a esos
almanaques Bristol. Tenía muchos datos interesantes, pero noté que había que investigar
muchísimo, entonces fui acumulando información. Se llamaba Rosalba Velásquez y
primero le decían la Mona; dicen que siempre usaba reloj grande, que era una novedad en
esa época, y le gustaban mucho los kepis, los uniformes militares y se peluqueaba como un
hombre. Cuando le mataron el marido enloqueció y se volvió una salvaje, se fue para el
monte y vivió en los árboles como un animal, hasta que la rescató un grupo de amigos,
inclusive uno con el que ella estudió en la escuela; él vivía enamorado de ella, la acompañó
hasta el día de su muerte, la amaba tanto que le ayudó a criar los hijos que tenía con otros.
Después, la detuvieron y se la llevaron al Comando Liberal, la instruyeron, le dieron
entrenamiento militar y la educaron. El odio y la venganza la llevaban siempre a matar
policías. En ese camino se volvió amante de un guerrillero militar, pero el comando se
acabó18
y ella se escapó al sur con un comunista del que se enamoró. Hizo todo ese
trayecto como dos años, echando plomo y matando policías, sobre todo mataba
uniformados y chulavitas, arrasaba con todo. Fue una terrible criminal, y tenía hijos con
todo el mundo. Tuvo hijos del liberal, del comunista y de Desquite. La hija ahora es una
18
Época en que los liberales y los comunistas estuvieron unidos y después se enfrentaron y se mataron por mucho tiempo.
98
pordiosera, está loquita. El día que mataron a la Matacho, llevaba cargada una niñita, una
de las balas le dañó el pie y por eso quedó cojita.‖
Pedro hace un gesto de admiración y después de haber contado esta historia por 15 años, de
haberla escrito, sigue sorprendido. ―Fue una mujer increíble, por el destino, por la época.
Estuvo 12 años dando plomo. Murió muy joven, a los 32 años. Desquite murió a los 28
años como Sangrenegra. Todos ellos son una generación perdida.‖
―¿Qué por qué le decían la sargento Matacho?‖
―En el Tolima llaman ´matacho` a esos muñecos que colocan en las huertas para espantar
pájaros, y les ponen sombrero, una especie de espantapájaros. Una vez ella iba para el sur
con Richard (el comunista) y tuvieron que pasar por un sitio que estaba lleno de charcos y
de árboles cortados y ella se cayó a un charco de esos y salió hecha un matachín. Desde
entonces empezaron a llamarla ´Matacho` y sargento porque se ganó el título: era una dura
para echar plomo.
Desde ese tiempo en que halló a la hija tenía la idea de hacer un libro sobre esta mujer, pero
en su búsqueda encontró que no era la única mujer que había estado en esa guerra, y el
libro, como la mayoría de los suyos, creció desaforadamente. Había muchas otras: las
esposas, amantes, madres e hijas de los bandoleros. Las mujeres olvidadas detrás de los
hombres cuyos nombres circulaban en los periódicos como los más peligrosos de la época.
―El libro empieza con ella. Después viene ´la mona Mariela`, la primera mujer que
participó en una toma guerrillera del ELN; luego ´la mona Inés Peláez`, a todas les decían
´monas`; ella fue amante de un teniente del Ejército que se rebeló y formó un grupo
guerrillero; Edelmira, la primera capo esmeraldera, una mujer dura que llegó a ser
millonaria, se enguacó y paliaba como un hombre. El libro termina con ´ La Chiqui19
`.
***
Pero hay una mujer especial, una que merece un libro completo. La forma como habla de
ella sorprende, no se contiene, ni a sus manos, ni a sus gestos, ni a su risa. Cuenta que se la
19
Como portavoz del grupo guerrillero M-19 durante la toma de la embajada fue asignada, Carmenza
Cardona Londoño (alias "La Chiqui"). Siempre se mostró muy humana con los secuestrados.
99
imagina, que sueña con ella, que la invoca, que la evoca, que la observa por horas en
retratos hasta que cobra vida, y se mueve. La Pola se mueve.
―Las hijas de españoles nacidas acá pertenecían a una clase social alta y todas vestían de
azul, la Pola se igualaba con ellas y se vestía de azul, eso les sacaba la piedra a muchas
niñitas. Era hija de un criollo, pero era una niña muy audaz, muy agresiva, irreverente. Yo
me la imagino muy buena, verraca con sus ideas políticas, audaz, excesivamente valiente
hasta la imprudencia. Una vez, se metió al palacio virreinal, vio a Samano allá asomado y
le dijo:
—Bellaco hideputa. Tirano. Pedro suelta una carcajada, respira y sigue:
―Era excepcional, demasiado para esa época. Bogotá tenía 22 mil habitantes, 5 iglesias, 9
conventos, 4 o 5 colegios grandes, 4 batallones 4 mil militares, eran pocos barrios: La
Candelaria, Santa Barbara, San Victorino. Esta mujer iba a coquetear a los cuarteles a sacar
información, ella era una pelada tropelera‖, se ve muy emocionado, las manos se mueven
con agilidad sobre la mesa, la admira de una y mil maneras, los ojos no parpadean mientras
la tiene presente. ―He tenido sueños con la Pola. Cuando estaba escribiendo el guión tuve
un sueño con ella. Todo el día había escrito esa escena con una concentración
impresionante y yo decía: Dios mío ayúdame— porque no encontraba la forma de pintarla
—ilumíname ¿cómo era ella?—. Era una mujer hermosa, desenfadada, libertina, audaz,
demasiado agresiva. He oído voces, una vez ella me gritó:
—¡¡Pedrooooooo.!!
Hay veces yo paso por los mismos lugares que pisó ella y digo en voz alta:
—Quiubo Polita, quiubo Polita aparécete, quiero verte Polita. Y la siento.
No solamente me pasa a mí, también a García Márquez con Remedios la bella, o con Isabel
viendo llover en Macondo, él ha contado como los personajes se le aparecían. Le pasa a
Mario Vargas llosa, a Kafka. Uno convoca a esos espíritus, es la inmersión. Yo la he
notado cerca a mí. Me la imagino cuando la llevan a morir diciendo:
100
—Pueblo indolente, algún día conoceréis el precio de la libertad. Ved que aunque mujer y
joven me sobra vida para morir esta muerte y muchas muertes más.
El libro verde
Otanche fue uno de los pueblos que visitó buscando pistas sobre Efraín, un pueblo minero
que le descubrió el tema de otro de sus libros, ´La guerra verde`. El libro cuenta la historia
y evolución de los diferentes capos de las esmeraldas a través de 30 años, como iban
sucediéndose y matándose unos a otros.
―Yo allá en Otanche no podía responder, cuando me preguntaban de qué lado era yo, que
era liberal. Son regiones muy sectarias, muy violentas y en esa época ya estaba pasando de
las esmeraldas al narcotráfico. Había una cantidad de asesinos muy jóvenes; conocí un
pelado que le decían Chamizo, tenía 16 años y ya había matado más de 30 personas.
Recorrí esa zona con mucho miedo, con mucho temor, me tocó aprender a investigar de
una manera como con nadadito de perro, haciéndome el bobo.‖
Si habla de la investigación previa para la escritura de este libro lo hace con desazón, los
recuerdos de que pudo haber muerto lo alteran. Abre los ojos y dos de sus dedos oprimen la
parte de su nariz que está entre ellos, aprieta, suelta, respira, cuenta.
―Cuando yo escribí ´La guerra verde` vivía con Nancy; un día me dijo:
—Pedro, vendamos todos esos libros que te quedaron, allá en la Plazoleta del Rosario.
―Ahí se hacen todos los esmeralderos. Yo le dije:
—Bueno llévalos, llévalos. Le dije.
―Ella se llevó una cajita. Había como 60 o 70 libros muy bien editados de la ´Guerra
verde`20
. Ella se hizo en el parque y de pronto llegó un tipo y le dijo:
—Oiga, señora, la necesitan allí.
20
Editado por intermedia. Se encuentran fotos de: Rodríguez Gacha con Gilberto Molina, Efraín Gonzales,
que fue el primer jefe armado, los esmeralderos, Isauro Murcia y el ganso Ariza, todos los capos.
101
―Ella fue. La subieron a la oficina de Víctor Carranza21
‖, dice Pedro llevándose una mano a
la frente y cerrando los ojos.
—Siga, señora ¿cuántos libros tiene?
—Como unos 50 —dijo ella.
— ¿Y se han vendido mucho?
—No, muy normal
―Finalmente, después de que le hicieron muchas preguntas le dijeron:
—Dígale a su hijueputa marido que no se meta más en esto porque le puede ir muy mal.
―Ella salió de ahí pálida y Carranza mandó a comprar todos los libros de la edición y yo me
di cuenta de eso porque el tipo rastreó todas las tiendas y librerias. En esos días el editor de
Intermedio, Alberto Ramírez Santos, me llamó y me dijo:
—Pedro, se acabó la edición. Hacemos otra. Yo le dije.
— Claro
―Y un día un tipo que se llama Pedro Molina fue a comprar el libro por centenares,
pensando que con eso iban a desaparecer el libro, y lo que me estaban haciendo era un
favor —ríe a carcajadas— pagándome los derechos de autor. Finalmente, la amenaza fue
seria, yo vivía en La Candelaria y me tocó irme a vivir a Tabio.‖
***
Cambia de tema, prefiere hablar de la hermosa Candelaria que diariamente camina, hablar
de los locos, de las huellas de los antepasados, de las viejitas que toman chocolate, de los
personajes que se encuentra en cada esquina.
Habla de todo eso y luego, como relacionándolo con las viejitas, con el chocolate, con los
locos, con él mismo menciona un nombre, José María Cordovez Moure. Uno de los
21
Uno de los principales gestores del paramilitarismo en la década de los 80, en los Llanos orientales el
esmeraldero y narcotraficante Víctor Carranza.
102
grandes periodistas de mediados del siglo XIX que contó con crónicas la Bogotá antigua.
―Las reminisencias de Santafé y Bogotá, su libro es un tesoro de la historia de Bogotá‖
dice Pedro dignificando al autor. ―Este periodista fue una gran influencia especialmente en
la elaboración de mi libro, Biografía del disparate. Yo incluí en la parte final de mi libro
las últimas tres crónicas sobre personajes de Bogotá que escribió Cordovez.‖
Biografía del disparate es un libro en el que Pedro abarca más o menos 50 años de la
historia del país, especialmente de La Candelaria, a través de unos personajes. Locos: La
loca Margarita, Pomponio, el Conde de cuchicute, el doctor Goyeneche. Dice Lina Cortés,
sin haber leído el libro, que él podría ser un personaje de esos mismos de los que él
escribe, ―es una coherencia entre sus personajes, sus libros y él mismo. Es una persona que
yo resumiría como coherente entre su hacer y su ser.‖ Y es posible, que Pedro Claver Téllez
tenga esa locura inherente que tienen todos sus personajes. De alguna manera todo lo que
escriben los que escriben es autobiográfico, tal vez coordinan con su existencia.
―Todas las épocas tienen sus loquitos, en esta, por ejemplo, ya no hay ese tipo de locos
lúcidos de los años 50 hacia atrás porque la mayor parte son gente que está bajo los efectos
de la droga, ahora hay una generación donde la droga está de por medio; en cambio hubo
una época de otros locos que tenían otra droga que era la chicha y una especie de locura,
como en el caso de la Loca Margarita, que se derivó de la violencia. La loca Margarita
perdió a su esposo en la guerra de los Mil Días y vio fusilar a su hijo poco después de ser
detenido por los conservadores. Ella fue el personaje más importante de mi libro y fue un
personaje muy conocido en Bogotá, tenía muchísima acogida por la gente y algunas
prestancias en La Candelaria. Fue un personaje muy importante de Bogotá, la invitaban
mucho a La Puerta Falsa a tomar chocolate. La locura de ella era muy simpática, era una
mujer que tenía una pasión política impresionante porque le había pasado de todo, ella vio
el asesinato de Uribe Uribe y ese día tenía un vestido blanco y se untó de la sangre de él y
comenzó desde ese momento a usar faldas y ropa roja, zapatos rojos todo rojo; sufrió una
especie de necesidad de demostrar su amor al general Uribe, la sangre de él se convirtió
como en un símbolo del partido liberal, era una loca que tenia momentos muy geniales.‖
Termina riéndose con una simpatía evidente por este personaje.
103
Siempre lo supo, que iba a ser escritor, que no era casualidad su vida azarosa, que pasara
horas debajo de los árboles leyendo, que anotara todo en cuadernos, que tuviera el doble de
curiosidad que sus amigos, que se quedara horas escuchando a León de Greif y a
Hernando Téllez en el viejo café Automático, que tuviera columnas de cuadernos repletos
de impresiones, de detalles. Siempre lo supo, que iba a ser escritor en cuerpo y alma. Que
se iba a meter en la piel de los que persiguió y escribió, de los bandidos.
Capítulo VII
Pura dinamita
En la casa de dos pisos están Pedro, su primo Ernesto y el hijo de él; se encuentran
dispersos, en silencio. Ernesto, en el estudio, sentado frente a un escritorio hablando por
teléfono. Su hijo, en el pasillo, frente a un computador, con vista a un mural lleno de
posters de películas. El estudio tiene una salita: un sofá y dos o tres sillas. Pedro está allí,
sentado en el sofá, ocupando apenas un pedacito con su cuerpo delgado; sobre las piernas
cruzadas sostiene un libro que lee: Fama y oscuridad de Gay Talese.
Cierra el libro y dice: ―Es uno de mis autores favoritos. Es un maestro del periodismo
literario, un genio de la crónica urbana, enseña mucho a observar y el aprendizaje debe
empezar por ahí‖. Talese entró a la vida de Pedro en los años 70, pero antes de él tuvo una
larga lista de autores y personas que lo encauzaron hacia el periodismo. Se apasionó por la
reportería y la investigación y se convirtió en uno de los periodistas empíricos más
preparados de Colombia. ―Es un profesional empírico‖, dice Héctor Barbosa, sociólogo de
la Universidad Nacional y amigo de tertulia de Pedro. ―Es un gran lector y un gran
periodista, además, comparte lo que sabe, es un investigador insaciable. Yo lo conocí
porque es paisano mío, de Jesús María, y un día vi el libro de Efraín González, me lo leí
todo y lo reseñé y mucho tiempo después entré a una conferencia y lo vi hablándole a una
cantidad de jóvenes, entonces me le acerqué y le dije:
—Usted es Pedro Claver Téllez. Y él me dijo:
—Sí, soy yo. Y yo le respondí.
104
—Lo estoy buscando hace diez años. Y él me respondió.
—¿Para qué? ¿Para matarme?
Se echa a reír de una manera eufórica y acelerado y agrega, ―desde ese día nos hicimos
amigos‖, sigue riendo y camina de un lado a otro exaltado, ansioso.
Desde la silla, con el libro aún reposando en sus piernas empieza a recordar su trayecto
periodístico. ―Fue en Cali‖, dice refiriéndose a su primera experiencia periodística, cuando
comenzó a investigar y a escribir sobre el tráfico de sangre; en ese momento el monstruo
del narcotráfico apenas asomaba la cabeza por el agujero de la realidad. ―La gente iba a
vender litros de sangre por plata; con eso traficaban, es decir, con el plasma; reducían la
sangre, le extraían el plasma y la negociaban por fuera. Los Rodríguez Orejuela fueron los
primeros que empezaron con eso, a hacer plata con el tráfico de plasma. Era una época en
la que inclusive desaparecía mucha gente joven, que a lo mejor mataban para vender la
sangre, gente que no estuviera contaminada y no tuviera problemas de salud‖, recuerda
como si fuera una historia reciente.
La cantidad de plasma que se extraía de un litro de sangre era aproximadamente un frasco
pequeño; un líquido salva vidas y valía millones, Pedro explica que para hacer ese
reportaje vendió su propia sangre. ―En esa época pagaban $ 30.000 por el litro y eso era
mucho, te sacaba de la olla‖. Deja el libro en una mesita pequeña frente al sofá y comenta
que al principio trataba todo tipo de temas: violencia, mafia, ilegalidades. Sin embargo, más
adelante cubrió desde campañas políticas hasta reinados de belleza. ―Eran unas ganas
insaciables de conocer todo cubrí mucho los territorios nacionales que fueron Vaupés
Amazonas Arauca Guainía‖. Otra temática que cubrió fue la legalización del chance
―muchísima gente vivía de eso, se ganaban la vida vendiendo chance y detrás del chance
estaba la mafia de los Ochoa‖, dice emocionado porque esos temas eran su tiquete a
cualquier parte del país.
***
Sentado, todavía juega con las manos y dice: ―Siempre me gustó mucho el periodismo, pero
llegué tarde a los medios y de una manera empírica. Había hecho muchas lecturas, me
105
gustaba leer crónicas y reportajes, me parecía que eran un campo de acción magnífico para
aprender a escribir. Leía a los autores que habían ejercido el periodismo como Ernest
Hemingway22
, John Steinbeck23
, Scott Fitzgerald24
y John Dos pasos25
―la generación
perdida‖, apunta, ―todos ellos, grandes escritores y grandes periodistas‖.
El periodismo fue eso que encontró sin darse cuenta. En los 60 estaba en bachillerato, en el
colegio José Joaquín Caicedo, donde tenían un periódico mural en el que los estudiantes
escribían en papelitos que pegaban con chinches.―A mí me gustaba escribir muchas cosas
ahí, todo se hacía a mano y con muy buena letra, dibujos. Yo escribía historias, poemas y
unas cosas que yo llamaba ´Cartas a mis amigos` donde los invitaba a llevar una vida al
aire libre, a que caminaran y conocieran‖, cuenta Pedro haciendo una pausa para suspirar y
sigue: ―En ese periódico mural había una tendencia a hacer críticas a los profesores,
escribíamos sin nombre, decíamos cosas con mucha libertad.‖
Desde muy niño empezó a escribir historias, cuentos que con el tiempo fue perdiendo,
cuadernos abandonados para la suerte de otros. Cuando terminó el bachillerato, estudió un
año de derecho y se aburrió, entonces decidió empezar economía en La Universidad
América y también se aburrió, luego se fue a La universidad Pedagógica a estudiar
filosofía y aguantó mucho. Luego, llegó la época de Rojas Pinilla, las manifestaciones
estudiantiles, los convulsionados años 60: ―Yo era un muchacho que tiraba piedra, rompía
vidrios, una vez, en una huelga universitaria, un soldado me pegó tan duro en el pecho que
me rompió el esternón, estuve varios días en el hospital‖, dice sonriendo, con semblante
alegre.
22
Escritor y periodista estadounidense, y uno de los principales novelistas y cuentistas del siglo XX. Ganó el
Premio Pulitzer en 1953 por El viejo y el mar y al año siguiente el Premio Nobel de Literatura por su obra
completa. Muere en 1961.
23 John Ernest Steinbeck (nacido el 27 de febrero de 1902 – fallecido el 20 de diciembre de 1968) escritor
estadounidense que desempeñó dicho papel a mediados del siglo XX y cuyas obras describen a menudo al
estado de California. Publicó obras como: Las praderas del cielo, El poni rojo, A un dios desconocido, La
taza de oro, Las uvas de la ira, entre otras.
24 Francis Scott Key Fitzgerald (Saint Paul, Minnesota, 24 de septiembre de 1896 - Hollywood, California, 21
de diciembre de 1940), fue un novelista estadounidense de la época del jazz. Su obra es el reflejo de los
problemas de la juventud de su país en los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial. 25
Narrador y periodista estadounidense, miembro destacado de la llamada Generación perdida. Se hizo
célebre sobre todo por Manhattan Transfer. Muere en 1970
106
―En la universidad no me gustó ninguna carrera, pero cuando tenía unos 22 o 23 años,
descubrí el periodismo. Un día mi papá me dijo:
—Mijo, vaya y busque a Hernando Téllez.
Hernando Téllez, primo de su madre, primo segundo suyo, había sido secretario privado de
Alberto Lleras Camargo, colaborador en El Tiempo y un gran escritor. ―Lo busqué y ese
mismo día conocí al poeta León de Greiff‖, dice, llevando la mano al mentón y apoya el
codo en el brazo del sofá. ―Me hice amigo de ellos dos y de todos los que frecuentaban el
café Automático26
. Me aficioné a ir a oírlos y me fascinó.‖ Dice hinchando los ojos,
estirando los dedos de las manos y extasiado por los recuerdos revela que ese hombre le
descubrió la pasión que no había encontrado en ninguna parte.
―Hernando Téllez me dio lecturas, libros de su biblioteca para leer, me prestó los primeros
libros de periodismo, manuales de periodismo; había un libro de Vivaldi donde te decían
qué era el reportaje, la crónica y dónde te invitaban a leer a esos clásicos como Mariano
José de Larra, azurín, al comienzo me gustaron mucho después ya no; me gustó mucho más
el periodismo norteamericano, prefieren el reportaje y la crónica a la columna, más la
aventura que el escritorio. La calle, la crónica y el reportaje, el periodismo estaba metido en
mí. En esa época el periodista era empírico no existían facultades de periodismo; mi
facultad fue la máquina de escribir y la redacción de un periódico.‖
***
La onda del nuevo periodismo llegó a Colombia en los años 70, cuando una cantidad de
periodistas y escritores Colombianos se formaron en Estados Unidos y trajeron ideas que
revolucionaron el periodismo clásico. Pedro recuerda la radical vuelta que dio el país con la
llegada del periodismo extranjero.
Pedro pasa la mano una y otra vez sobre la barba poblada que le llega casi hasta la mitad
del cuello, mientras lo hace menciona los nombres de Álvaro Cepeda Samudio, Daniel
Samper Pizano y Patricia Lara; toda una generación de periodistas jóvenes, de esa época,
que habían salido del país a estudiar en universidades norteamericanas y regresaron con
26
Emblemático café bogotano situado en la avenida Jiménez, fundado a comienzos de los años 50 y centro de
tertulia de reconocidos intelectuales, escritores, poetas.
107
todo un nuevo mundo en las manos: el periodismo literario. ―Yo estaba en el periódico El
Occidente de Cali; un periódico conservador de muy pocas libertades y muy poca
posibilidad de investigar. Le daban mucha importancia a la crónica roja, a lo judicial. Pero
influido por el periodismo estadounidense el colombiano dio una vuelta importante.
Cuando apareció en Cali un periódico que se llamaba El Pueblo cambió todo para mí.
Daniel Samper era el Jefe de redacción y él me invitó a trabajar en el ese periódico. Yo
había tenido una pelea de tipo ideológico en El Occidente, y me echaron. El problema fue
porque participé en la creación de una especie de sindicato de prensa que se llamaba el
CPV (Círculo de Periodistas del Valle).‖
Pedro observa disperso el horizonte por una de las ventanas de la casa, toma sus gafas y las
acomoda a su nariz aguileña, se levanta del sofá, mete las manos en los bolsillos y empieza
hablar de uno de sus libros preferidos: A sangre fría, de Truman Capote27
, una novela que
partió de una investigación periodística. Eso despertó un boom que se llamó, en ese
momento, el Nuevo Periodismo, ahora se llama periodismo literario; es un periodismo que
tiene mucha influencia de la literatura y del cine.‖
Truman Capote es uno de sus autores más cercanos y significativos en el ámbito literario y
periodístico; cuando habla de él lo hace como un niño admirado por un héroe: ―Hay un
libro suyo que me fascina, Música para camaleones28
con perfiles y semblanzas, es
buenísimo‖. Hace una pausa larga, sigue mirando hacia afuera y continúa hablando de sus
comienzos como periodista en Cali en la década de los 70.
―Yo entré a El Pueblo como editor nocturno, era un trabajo muy pesado, luego pasé a ser
jefe de información en el día y después jefe de redacción. El trabajo era muy interesante
porque encontramos lo que no había en El Occidente, la posibilidad de recorrer el país, de
hacer buenos reportajes y crónicas, esa infinita posibilidad de acceder a un periodismo de
profundidad y de viaje, que era lo que nosotros queríamos. Nos parecía que el país
27
Estudió en el Trinity School y en la St. John's Academy de Nueva York. A los 17 años ya era un
consumado periodista: trabajaba para la revista The New Yorker. En 1966 crea A sangre fría que será su
trabajo más celebrado. Con ella acuñaría el término non-fiction-novel, creando un referente para lo que luego
sería el nuevo periodismo estadounidense. 28
Una colección de cuentos cortos realizados por el escritor estadounidense Truman Capote, publicada en
1980. Muchos son "retratos coloquiales"; cuentos sobre diálogos reales entre Capote y personajes tales como
Marilyn Monroe, Willa Cather, y un asesino serial relacionado con la "Familia" de Charles Manson.
108
necesitaba ese tipo de periodismo porque inclusive hoy en día sigue siendo un país
desconocido, casi no conocemos el oriente del país, ni el país rural, el país de la selva,
conocemos muy bien el andino, el de las grandes ciudades, pero el país del Pacifico, de los
límites con Brasil, Venezuela, Perú, es distinto, es otro mundo.‖
Para esa época ya empezaba la guerra por las esmeraldas, aproximadamente en 1975.
Entonces, Pedro comenzó a escribir sobre capos de la mafia; esmeralderos,
narcotraficantes, que entraron en una guerra feroz para posicionarse como socios; larga
guerra que duró 5 años y estaba parcializada entre dos grupos fuertes. El primero, liderado
por el ´ganso Ariza`29
y el otro por Isauro Murcia30
. La guerra empezó en 1961 con motivo
del hallazgo de las minas de esmeraldas más grandes del mundo: la de Peñas Blancas. Por
supuesto, un tema de interés para todos los medios de comunicación; varios reporteros
dedicaron sus vidas a meterse de lleno en este tema, entre ellos, Pedro.
Se peina con los dedos la escasa cabellera que le cae sobre la espalda; deja por un
momento el tema de las esmeraldas, y con una expresividad imponente empieza a hablar de
un hombre que admira con locura, que considera el mejor periodista del siglo XX y
recomendaría a cualquier periodista: ―Ryszard Kapuscinski31
. Va más allá del periodismo
norteamericano, él es un gran viajero, una de sus posibilidades como periodista se afianzó
con el viaje. El viaje le permite primero un descubrimiento, un hallazgo y eso lo impulsa a
una lectura y a una reflexión, esos tres elementos unidos son los que él busca en sus textos,
a los cuales les añade la poesía y la fotografía.‖
Él también es un gran viajero y se identifica con este periodista polaco que por cosas del
azar tiene sus mismas pasiones: la guerra, el viaje, el periodismo. ―Kapuscinski estuvo
29
Bandolero que durante la época de su reinado en la zona esmeraldífera asesinó o mandó a hacerlo a más de
800 personas. Fue acribillado el 10 de octubre de 1985. 30
Uno de los capos más importantes de la mafia esmeraldera que había apoyado la construcción de un
sofisticado ejército y sistema de control y protección, cuyo fin era garantizar la explotación ilegal de
esmeraldas. 31
Periodista, historiador, escritor, ensayista y poeta. Nació en Pinsk, Bielorrusia, y partió de Polonia el 4 de
marzo de 1932. Murió en Varsovia el 23 de enero de 2007. Además de sus acostumbrados reportajes para el
mundo sobre todo para Alemania y periódicos y revistas europeos escribió dos libros muy importantes ´Ebano
` libro sobre África y ´ La guerra del futbol `. Consideraba que los medios y el cine y la televisión le había
arrebatado muchísimas cosas al periodismo, que ya no valía la pena solamente ver la imagen, sino hacer un
periodismo que provocara la reflexión, la búsqueda profunda de los significados y de los procesos. También
escribió ´Los cinco sentidos del periodista` y ´ La otredad `.
109
muchísimo tiempo recorriendo los diferentes países africanos y se enamoró de ese
continente, permaneció sumados más de 15 años recorriendo África‖, alude Pedro con un
cierto orgullo. Su libro de Efraín González también necesitó de 15 años de investigación y
viaje. Respira placido y comenta: ―Kapuscinski decía que el periodista viaja de una manera
distinta a otro ser humano, el periodista siempre va mirando, no va a pasear, va hacer un
trabajo. Que el viaje es un elemento muy novedoso para nosotros porque la mirada
periodística siempre tiende a la novedad, porque a la vida cotidiana uno le pone el hallazgo
y el elemento que te motiva a escribir. El viaje es interesante cuando uno sabe que va a
descubrir algo, es siempre una sorpresa. Para él, el periodismo es historia en marcha‖.
Pedro tiene una particularidad, pasa de un tema a otro sin perder el hilo de la conversación,
cuenta historias pequeñas o referentes oportunos sin disiparse de la historia que empezó.
―Estando en El Pueblo una vez propuse ir a hacer un reportaje en la zona esmeraldífera, mis
jefes aceptaron y me mandaron con un fotógrafo; era una época muy difícil, pero yo me di
las mañas para llegar, aproveché que varios primos míos eran esmeralderos y llegué con
ellos a la zona. Escribí una serie para El Pueblo. En esa época le daban a uno una página
por cada entrega, era espectacular, con fotografías y todo. Comencé a profundizar en ese
tema que después me sirvió para mi libro La guerra verde.‖
Su personalidad aventurera también es exclusiva de su rol como reportero, la cantidad de
episodios que ha tenido no son comunes en un hombre normal, y es que no lo es, nunca lo
ha sido. ―La cuestión es que esa es su vida, la aventura y resulta que para uno la aventura
tiene edades, para Pedro no, para él la aventura existe todavía‖, señala Lina Cortés.
Ya no mira hacia afuera, le da la espalda a la ventana y sacude con palmaditas suaves el
traje gris oscuro, después se detiene y encuentra un recuerdo que vale la pena contar, una
historia del osado periodista; un encuentro al que asistió entre el general José Joaquín
Matallana32
y Manuel Marulanda Vélez, alias ´Tirofijo`. Antes de converger a una
historia tremenda dice: ―Es que eso no me lo perdía por nada, era un encuentro formidable
y yo me metía en todo, yo era pura dinamita‖. Entonces ya era reportero y entre los
pocos periodistas enviados al choque de trenes menciona el nombre de Antonio Caballero.
32
General José Joaquín Matallana Bermúdez. Nació en 1924 y murió en el 2003. fue uno de los fieles
perseguidores de Tirofijo y Efraín González.
110
―Nosotros íbamos para allá en un carro y en el camino hubo un plomeo tenaz entre el
ejército y la guerrilla, quedamos en la mitad. Después llegamos allá, por fin vi a Tirofijo y
oímos todo, hubo un momento en el que le dijo a Matallana:
— Un día usted me tenía acorralado, yo vi sus botas pasando por junto adonde yo estaba
escondido y lo hubiera podido bajar, pero si yo lo bajo a usted después me bajan a mí y a
toda mi gente. Se salvó, general.
Y se reía, eso a mí me parecía increíble; dos tipos que se persiguieron por años ahora cara
a cara.‖33
***
Ernesto, su primo, entra a la sala con un matiz presuntuoso, rasgo de su personalidad que
choca un poco con la de Pedro. Lo observa sentado en el sofá y le dice a modo de broma:
— ¿Y el café? Ofreciste un tinto hace rato y se te olvidó.
Pedro es de carácter noble y no duda ni por un segundo en bajar las escaleras y dirigirse a la
pequeña cocina. Saca la cafetera de antaño, esa que parece reloj de arena, la desenrosca,
echa el café, la enrosca, y la pone sobre el fogón para que hierva. Mientras espera, se
recuesta en un borde de lata del mesón y decide quemar el tiempo relatando una historia en
la que alguna vez viajó al Amazonas, conoció una alemana y se topó con un reportaje
increíble:
―Estaba trabajando en Cromos y me dieron unos días de vacaciones que decidí gastar en el
Amazonas porque me habían contado de un griego que vivía allá y había comprado una isla
que se llamaba ´La isla de los micos` sobre el río amazonas. Me parecía un personaje
extraordinario porque era un griego supremamente fuerte y había hecho como una especie
de hotel, tenía un serpentario, domaba serpientes. Además, quería conocer todo el sur de
Colombia y me fui hasta Puerto Nariño, que es el último pueblito, un municipio recién
creado en el gobierno de Betancourt. Llegué a un hotel que era para extranjeros, muy
33
Gobierno de Belisario Betancourt.
111
curioso por cierto, tenía los cimientos entre el río y uno dormía en hamacas y el río pasaba
por debajo, era una sensación impresionante.‖
―Pedro trabajaba en Cromos en los 80 y era el cronista estrella, no solo de Cromos sino
quizá del país, eso fu hace ya 30 años‖, afirma Fernando Iriarte. En esa época Cromos le
podía publicar hasta 4 piezas por revista, Pedro hay veces firmaba con su nombre, pero
algunas veces prefería llamarse con un seudónimo: ´Goliad Roca `, ´Sanson Roca` o ´ La
monja voladora`. Siempre era él, todos esos eran él. Pedro también comenta con serenidad
que durante muchos meses cubrió las notas sociales de la revista.
Cruza los brazos, cruza los pies recostado todavía sobre el borde de lata y suspira relajado
por la sensación del recuerdo, descansa y después de un silencio acompañado por el sonido
de la cafetera, dice: ―Allá conocí un gringo que hablaba español muy bien, me puse a tomar
trago con él y me dijo:
—Pedro, ¿tú sabes de una ceremonia que hacen acá los indígenas?
—No, ¿Cómo es? Le pregunté, y él me dijo:
—La ceremonia del descabello. A la novia, en el matrimonio, la meten en una jaula y le
arrancan el cabello. Es que yo quiero grabar eso, tengo cámaras y todo. Yo le dije:
—Camine, vamos, te acompaño y yo lo hago por escrito. Entonces nos fuimos.
El aroma del café se esparce por toda la casa. Pedro inhala con un gesto placentero, y
ordena en una bandejita los pocillos llenos de tinto negro, el azúcar blanca, las cucharitas
de plata. Sube las escaleras con delicadeza y sonriente continúa la historia, no hace pausas.
―Le preguntamos a un indígena que dónde y cuándo era la ceremonia y él dijo:
—Sí, el sábado hay un matrimonio. Y nos explicó cómo llegar.
Nos fuimos el sábado y presenciamos toda la ceremonia. Fue impresionante, todo un
espectáculo. Un matrimonio indígena; metían a la mujer en una jaula y la gente bailaba
alrededor y le arrancaban el pelo y después la soltaban y ella salía a perseguir al novio toda
sangrada y se perdían y se iban de luna de miel calva y ensangrentada. Es una costumbre
que ya prácticamente se volvió turística, los mismos indígenas negocian con su pasado y
112
sus costumbres; recurren muchas veces a cambiar plata por mostrar aspectos de sus
costumbres. Eso para la prensa extranjera es algo muy llamativo: una ceremonia religiosa y
mundana como es un matrimonio donde la mujer es tratada de una manera brutal e infame.
Para mí es bastante irónico; ellos fueron mucho tiempo utilizados y sojuzgados y esa
ceremonia es como si quisieran hacer lo mismo con sus mujeres. Para mí había mucho de
venganza, además, los hombres vivían una vida más serena, más tranquila y relajada que
las mujeres; las mujeres cargaban bultos, iban a pescar y los tipos durmiendo en la hamaca.
Creo que es venganza.‖
Ya su primo se había terminado el tinto y seguía al frente de su computador, lanzando de
vez en vez comentarios que tal vez se disipaban porque eran indiferentes al relato de la
ceremonia del descabello. El tinto de Pedro aún estaba entero.
―Me quedé en el Amazonas como un mes, me hice varios reportajes, a mi siempre me
mandaban hacer uno y yo llegaba con dos o tres, yo quiero mucho a Cromos porque fue mi
universidad. Cuando regresé, conocí a una alemana que estaba leyendo un libro de V S
Naipaul‖. V.S Naipaul34
es otro de sus autores favoritos, sobre todo, porque todas sus
novelas son de viaje. ―el viaje para mí es fundamental, y este autor lo hace a uno en verdad
viajar con él a la India, Guyana, Surinam, Trinidad‖, apunta Pedro.
Clotilde y la isla de los perros color de luna
El hombre encorvado, que hace tinto, que duerme en camas prestadas y se viste con ropas
usadas a quien le cruje el estómago cuando no come en todo el día y se acuesta angustiado,
también ha ganado varios premios nacionales.
―Empecé a escribir cuentos y gané dos premios nacionales‖, dice sin ningún
envanecimiento. ―Uno en el año 68: Clotilde Bautista, tantas veces viuda de; ese se me
perdió, sólo conservo uno que publiqué en el suplemento de El Siglo, que increíblemente
era el mejor suplemento que se publicaba en el país, el cuento se llama; La isla de los
perros color de luna, un relato muy bonito. En esa época yo leía muchísimo a Cortázar y a
Borges, entonces tiene una gran influencia, sobre todo, de Cortázar‖.
34
Sir Vidiadhar Surajprasad Naipaul. Escritor Británico que ganó el premio Nobel de literatura en el año
2001.
113
Se detiene un momento y se extiende sobre Cortázar; dice que aún lo lee y que fue
grandioso para su imaginación, que alguna vez leyó La casa tomada y lo inspiró para
escribir La isla de los perros color de luna. ―Ese cuento fue producto de un viaje a la
laguna de Sesquilé, que tenía como un islote: Me fui con dos amigos una Semana Santa y
nos metimos a pie hasta el islote el lunes santo, entonces empezó un invierno terrible y
como el jueves o viernes santo la laguna se llenó y el sitio por donde habíamos entrado
estaba anegado completamente. Nos tocó quedarnos en el islote…‖.
Detiene el relato para reírse de la coincidencia de la Semana Santa con lo que vivió y
continúa: ―Una noche, en plena lluvia, yo tuve que salir. Habíamos hecho el campamento
cerca del bosquecito y yo me metí allí para protegerme un poco de la lluvia, cuando de
pronto vi varios perros, colgados, ahorcados. Había luna llena y el viento los movía, a mí
me impresionó mucho esa imagen. Después descubrí que la gente de esa región ahorcaba
los perros que tenían rabia. Por eso le puse La isla de los perros color de luna, porque fue
como una visión fantasmal de los perros, es un relato muy interesante‖.
De todo lo que ha escrito conserva únicamente lo que tiene en una USB que guarda celoso
en su bolsillo junto a un bolígrafo de punta fina, imprescindible para él; mientras habla su
mano se sobresalta para tocar la parte del pecho que coincide con la USB, siempre recuerda
que en ella están los siete libros inéditos que ha escrito. De resto no tiene nada más con él,
en cada lugar donde alguna vez estuvo durmiendo o viviendo ha dejado la mayoría de sus
pertenencias.
―El otro cuento se me perdió. Lamentablemente, tiene una historia muy rara: yo lo mandé a
un concurso en el que fueron jurados Nicolás Ascun, Policarpo Barón y Roberto Burgos
Cantor. Gané con ese cuento y yo era muy amigo de Policarpo y él me llamó desde Cúcuta
y me dijo:
—Pedro, te ganaste el premio, te voy a pedir un favor, que me prestes esa plata y yo te la
devuelvo cuando llegue a Bogotá porque vamos para Caracas. Era un premio de 20 mil
pesos que era mucha plata en esa época.
Yo le presté esa plata a Policarpo. Ellos se fueron para Caracas e hicieron una gira y se
llevaron los originales de los cuentos ganadores y por allá en una borrachera los dejaron
114
abandonados en un bar y se perdió el cuento, yo no tenía ni una copia. Eso fue noticia
porque esos cuentos iban a ser publicados en una antología. Ese cuento trataba de una
amante de Jorge Eliécer Gaitán, que me contó que había sido amante de muchos políticos;
se llamaba Clotilde y una característica de ella era que casi todos los amantes se le morían,
entonces yo lo titule: ´Clotilde Bautista, tantas veces viuda de`. La conocí en La Candelaria
porque ella era muy amiga de una amiga mía teatrera y escritora, Elisa Mújica. Eran un
grupo de viejitas que iban a tomar chocolate en La puerta falsa y eran grandes
investigadoras de temas históricos, escribían y publicaban en revistas especializadas sobre
la historia de La Candelaria a lo largo de 200 o 300 años, les gustaba mucho esos temas de
la Bogotá antigua.‖
La realidad lo brinda todo
Lo que escribe puede no interesar a muchos, la violencia es un capítulo siempre abierto,
infinito, pero al mismo tiempo ignorado, olvidado por gusto, por conveniencia, por dolor.
Para Pedro ese capítulo es su vida, la gran violencia que lleva intrínseca las más increíbles
historias donde la realidad se entrelaza con la ficción de una manera natural. Ese tobogán
de fuerza que es la guerra le da luz verde para rozar lo increíble, lo mágico, lo que nunca
deja de ser cierto, pero parece ilusorio. Sus libros son la mezcla de su vida aventurera y su
talento.
―Este tipo de violencia tiene mucho de mítico, de leyenda. El bandolero se vuelve un
personaje mítico porque la gente y el imaginario colectivo les va agregando cosas que no
son; por ejemplo, con Sangrenegra, cuando estaba investigando casi me vuelvo loco, la
gente me decía muchas cosas, entonces descubrí que la memoria de la gente se conserva,
pero como había Sangrenegra, Águilanegra, Avenegra, Almanegra, entonces a Sangrenegra
le atribuían cosas de los otros. Me puse a estudiar el caso de los alias ¿por qué estos tipos
escogían nombres terribles? ¿Por qué escogían nombres de pájaros Pájaro azul, Pájaro
verde, Toche, Sinsonte etc? Esta violencia nuestra es terrible. Es una violencia que se
volvió costumbre y va evolucionando; estos muchachos de la violencia bandolera son
igualiticos a los de los barrios y de las comunas de Medellín de ahora. He charlado con
estos muchachos y me parecía estar hablando con Desquite o con Sangrenegra, además,
porque es una juventud que se perdió en eso, entonces alrededor de ellos se han creado
115
unos mitos impresionantes, irracionales; por ejemplo, me contaron que Sangrenegra estuvo
en la banda de Almanegra y él les exigía a sus pupilos tomar sangre. Entonces decían que
la sangre de Sangrenegra era negra. Pero no era eso, simplemente cuando la sangre se
coagula se ve negra. Todo eso lo vuelven mito, leyenda y eso facilita que uno pueda
escribir entre la realidad y la ficción, bordeando esos límites. La realidad te lo brinda todo‖.
Lo imaginario es parte de la realidad que investiga y es cierto. Pedro es un periodista
literario serio, un gran investigador, pasa noches enteras buscando la verdad con la ficción
de las historias y la realidad le da el riguroso derecho a bordear esos límites. Sus amigos
lo reafirman: ―Pedro es auténtico, no necesita inventarse nada, no dice mentiras, es decir, lo
que escribe es porque lo investigó y así es, o así lo siente‖, dice Fernando Iriarte, que
metería las manos al fuego por él y continúa ―Él es un investigador de miedo,
disciplinadísimo, acucioso. Un gran lector y está siempre al día, cuando se entera de un
autor que en la biblioteca Luis Ángel Arango no está, pues él informa y la biblioteca
compra el libro‖.
―Las impresiones para una persona que escribe semblanzas, perfiles, retratos son esas
cosas que uno ve y si no las escribe se le olvidan o se le embolatan. Que son como
impresiones de momento definen el carácter de una persona o la manera de ser. La realidad
es un material impresionante para hacer ficción, lo que uno quiera, si quiere respetar los
hechos reales te sale una crónica o un reportaje. Pero si tú coges esos hechos reales y le das
esos toques de ficción encuentras que la realidad te brinda una cosa muy sólida, unos
elementos muy fuertes que tienen un peso impresionante sobre la imaginación‖, explica
Pedro.
―¿Cómo le echo ficción?‖, se cuestiona reposando todo el cuerpo sobre el sofá.
―Los elementos que te faltan, lo que está detrás. Si uno coge esos elementos, investiga un
poquito y le echa ficción. Por ejemplo: una vez apareció un tipo muerto y leí la noticia en
Semana ¿Quién era? un esmeraldero ¿Quiénes están al otro lado? ¿Por qué lo matan? Eso
es lo que uno no sabe.
¿Qué hice yo?
116
Llamé a Semana y resultó que el que escribió esa nota había sido alumno mío y le pregunté:
— ¿Sabes más de eso?
Entonces, me vi con él y charlamos. Uno coge toda esa información la organiza y ahí está
el guión, hay que investigar, hay que estar y sobre todo saber de qué manera confiar en los
organismos de seguridad.‖
Se acomoda, junta las manos, las mueve para obtener calor y expresa: ―Es una forma muy
interesante que sobre todo en un país como el nuestro que es tan exótico y tan raro; Por
ejemplo, uno podría escribir un libro solo con la séptima, es todo un panorama
dependiendo del día. Es una mina, tú te vas un viernes a caminar y aparecen miles de
historias. Como hizo Gay Talese con Nueva York‖, toma la taza de café tibio y antes de
beber dice:
―Kapuscinsky da una explicación muy bonita. Dice que los griegos llamaron lapidarium a
ese sitio al que nosotros llamamos cuarto de san Alejo. Donde la gente arruma todo,
muebles viejos, dañados, un jarrón que se rompió, cosas viejas que van amontonando.
Entonces, la idea del lapidarium es eso, una cantidad de cosas que la realidad nos brinda y
uno las archiva, muchas de ellas las olvida, pero si uno escribe esas impresiones que te da
la realidad, cuando tienes eso en conjunto ves hacia dónde gira tu mundo. Uno debería
escribir todo lo que ve.‖
―Pedro Claver Téllez es un hombre extraño‖, así lo describió alguna vez la revista Cromos.
Y sí, es extraño en este mundo de cuerdos y flojos, es el hombre tocado por la violencia, es
el devoralibros, es el obsesivo escritor, es el amante solitario, es el bohemio, es el
aventurero, es el periodista. Es todos estos conjugados en el hombre detrás de la barba
canosa, en el hombre detrás de la pluma…
…es siete veces Pedro.
117
Conclusiones
Este perfil fue mi vida por casi un año, me levanté con él, dormí con él, soñé con palabras
que nunca anoté y que ahora olvidé. Me arrepiento de tantas noches que no me paré a
buscar un lápiz y un papel. Pero del proceso me quedó todo, me quedó Pedro. Yo vibré a su
ritmo, con cada recuerdo suyo, con cada expresión, con esa particular forma de abrir los
ojos, arquear las cejas y enfatizar con las manos. Ese tono.
Siempre, después de terminar de hablar con Pedro, yo caminaba con una felicidad
inexplicable, una especie de plenitud después de haber escuchado horas de su vida. Ahora
comprendo ese sentimiento: en cada conversación recibía su energía, la que irradia, la que
conserva a pesar de sus pesares. No hay muchas personas con ese don.
Antes de dividir a Pedro en siete hombres tuve la oportunidad de conocer a varios de sus
amigos y conocidos, quienes me aportaron información para las distintas facetas. Fernando
Cortés, amigo entrañable de Pedro desde que entró en la revista Cromos; Fernando Iriarte,
compañero de tertulia; Víctor Gaviria, amigo de fiesta, trabajo y aventuras; Lina Cortés,
amiga y admiradora del trabajo de Pedro; Héctor Barbosa, compañero de la biblioteca;
Gustavo Bustamante, amigo de tintos del bar el Mercantil. Todos ellos me ayudaron a
comprender a Pedro, a admirarlo, a quererlo.
El hecho de entender que dibujar a un personaje es una cuestión de sensibilidad fue mi gran
regalo. Y es que al personaje hay que sentirlo en el estómago, hay que escucharlo, hay que
verlo cuando calla, cuando come, cuando ríe, cuando piensa. Pienso que hay que olvidarse
siempre de uno y dejar esa manía ególatra de escuchar adentro; hay que empezar a oír con
los sentidos, con los cinco sentidos, como diría Kapuscinski, el periodista polaco tan
118
apreciado por Pedro. Pienso también que entendí esto muy tarde, que lo hubiera
comprendido algunos años atrás habría apreciado más lo que la vida me estaba regalando.
Retratar a Pedro Claver Téllez Téllez no fue fácil; su vida es movimiento, aventura. Es una
película muy larga y dolorosamente difícil de editar. Es una persona de partículas, de
personalidades, matices, colores. Y sí, alguna vez lo pensé, es como un poeta maldito —un
Rimbaud, un Baudelaire—; un componedor de misterios, como Poe o Sherlock Holmes; un
narrador descomunal de su época, como Balzac. Recuerdo que cuando leí la biografía de
Honorato Balzac escrita por Stefan Zweig recordé a Pedro en estas líneas:
―Balzac posee la bondad y la ingenuidad de los gigantes. No conoce temor; solamente
consigo mismo puede tratar pródigamente. Nada consigue agitar su bondad. Balzac sabe
que sus colegas se sienten atormentados por su apariencia grosera; sabe que para sus
adentros, unos para otros, cuchichean que no tiene estilo y murmuran en secreto un
centenar de otras maledicencias‖.
Pedro es de esa raza de poetas malditos, que está a punto de extinguirse. Pedro es un poco
de todo y me evoca todo: el tinto, el agua, la barba, el traje gris, las manos jóvenes, los
árboles, las cordilleras, los pájaros, las mujeres, los ángeles, los demonios.
Nunca pasó por una facultad de periodismo, pero es quizá uno de los periodistas mejor
formados en este país. Y aunque las academias no lo acepten por no tener un título
profesional, es un maestro en su oficio, que impacta con esa generosidad infinita, casi
ingenua. Pienso que las nuevas generaciones de periodistas y escritores deberían leerlo,
conocerlo, respetarlo, porque la mitad de su vida ha estado practicando la verdadera
reportería, la del que se mete en la selva amazónica, en la Sierra Nevada, en la casa de
Carlos Lehder, en los pueblos tomados por bandidos y guerrilleros, en la selva del
Catatumbo o en el pueblo más joven de Colombia, Puerto Nariño, en el último extremo del
trapecio amazónico.
Me indigna saber que existe una persona como Pedro, con tanto qué contar, con tanto qué
enseñar, con la historia de Colombia en las manos, desbordándosele, en el anonimato o,
peor aún, en el olvido. Me molesta que las editoriales, entiendan todo tan tarde, y
publiquen textos mediocres y no vean las obras que producen los verdaderos intelectuales
de este país, como Pedro, que tiene siete libros inéditos. Me indigna que Pedro Claver
119
Téllez no sea, por obligación, incluido en las antologías de grandes cronistas colombianos
porque no hay duda de que es de los mejores.
Este sentimiento me llevó a pensar que además de haberme aproximado en siete capítulos a
la vida y obra del escritor, era necesaria una antología de sus libros inéditos, esos que no
han visto la gloria. Y de sus piezas periodísticas más significativas —escogidas con su
aprobación—, que ahora están dispersas en las hemerotecas. Una antología que dará
muestra de su talento.
En las siguientes páginas se revelarán algunos pasajes de los libros que Pedro ha cargado
por años a cuestas, o mejor, que ha llevado en el bolsillo de la camisa, ese bolsillo que en
ocasiones toca sobresaltado buscando una USB en la que guarda sus únicos tesoros:
novelas, cuentos, relatos, de los bandoleros, de los locos, de los subversivos de este país.
Tesoros de Pedro que podrían ser, sin exagerar, patrimonio nacional.
Esta antología intenta rescatar esas piezas periodísticas que hicieron de Pedro el cronista
estrella de la revista Cromos. Esos bandoleros que alguna vez Ernesto Samper Pizano
describió como ―románticos, ídolos de pueblos, donjuanes olorosos a pólvora y selva,
vinculados generalmente a odios liberales o conservadores resultantes de la guerra‖35
. Es el
caso de Efraín González, bandolero conservador cuya vida recapitula en mil páginas, y
durante quince años. También se incluye la crónica histórica, de la que es hábil cultivador
Pedro Claver, capaz de reconstruir un conflicto ocurrido hace 60 años, como el de
Colombia con el Perú —el cual calificó de ―guerra de opereta‖— para desvirtuar las
versiones oficiales que subsisten.
En la actualidad, los delincuentes publican sus biografías, pagándole a un escritor oculto
para que cuente sus vidas. Años atrás, los periodistas contaban esas historias, se hacían
matar por conseguirlas, para retratar a esos personajes al margen de la ley, sin
empequeñecerlos ni engrandecerlos más de la cuenta. La siguiente es una invitación a
descubrir la vida del periodista incansable y del obsesivo escritor. El hombre detrás de la
pluma.
35
Reseña a propósito del libro Crónicas de la vida bandolera, Cromos, 1986.
120
121
CRONOLOGÍA
PERIODOS SUCESOS VIOLENTOS VIDA Y OBRAS DE PEDRO
CLAVER TÉLLEZ
1946 – 1950
Mariano
Ospina Pérez
Cae el liberalismo
Enfrentamientos sangrientos entre
liberales y conservadores
(Santander)
Empieza la guerra fría
Jorge Eliecer Gaitán: líder partido
liberal (partido del pueblo)
Asesinato de Jorge Eliécer Gaitán
(1948) mueren violentamente tres
mil personas
El presidente declara el Estado de
Sitio. Censura de prensa y se acaba
la Unión Nacional entre Liberales y
conservadores. (1949)
Nace Pablo Escobar (1949)
Mueren 18.519 colombianos por
enfrentamientos liberales y
conservadores.
Familia de Santander. Padre,
Gonzalo Téllez Ruiz. Madre,
Sara María Téllez. Cuatro
hermanos.
Cuando matan a Gaitán tiene
su primer contacto con la
violencia. Presencia un
asesinato y ve dos pueblos en
llamas.
Los Téllez Tellez exiliados
huyen del campo a la ciudad
por la violencia.
1950- 1951
Laureano
Gómez
Castro
Sube Laureano Gómez al poder: el
líder conservador. Su gobierno
seria pronorteamericano y
anticomunista.
Surge la guerrilla apoyada por
liberales.
Aparecen los bandoleros, que eran
considerados campesinos que en un
principio fueron guerrilleros
liberales (excepto Efraín González,
conservador) que perdieron la
legitimidad por no seguir las reglas
y se dedicaron a robar y a cometer
Vive en la hacienda los Lopez
Michelsen.
122
actos delincuenciales.
1951- 1953
Roberto
Urdaneta
Atentado contra la prensa liberal
(asaltados e incendiados El
Tiempo, El Espectador, la
Dirección Liberal Nacional y las
residencias de Alfonso López
Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo)
Guerrillas en los Llanos aspira a
recuperar la autonomía política.
Nueva constitución declara traidor
a todo colombiano que se
comprometa con actividades
subversivas contra el régimen.
1953 – 1957
Gustavo
Rojas Pinilla
Golpe de Estado. El país se
regocija por el fin de lo que se
llamó la ―tiranía de Laureano‖.
Liberales y conservadores estaban
de acuerdo con que Rojas Pinilla
era una solución a la crisis.
3.500 guerrilleros se desmovilizan
gracias a las nuevas condiciones de
gobierno.
60 mil víctimas directas deja la
violencia política en Colombia.
9 estudiantes muertos y 23 heridos
por el ejército en una manifestación
de protesta en Bogotá.
Se cierra El Tiempo y el periódico
El Siglo por no acatar órdenes del
régimen.
1.300 muertos y 4.000 heridos deja
una explosión en Cali de 6 carros
1958. Participo en la vuelta a
Colombia.
123
cargados de dinamita. Se habla de
un ―sabotaje político‖.
1957 – 1958
Junta militar
de gobierno
Renuncia Rojas y es remplazado
por la Junta Militar conformada por
miembros de la alta oficialidad que
habían colaborado en el gobierno
de Rojas.
Muerte de Guadalupe Salcedo jefe
guerrillero, jefe guerrillero que
había entregado las armas.
Mujeres colombianas con derecho
al voto.
Surge el Movimiento de
Recuperación Liberal (MRL) para
evitar la conservatizaciòn del
Frente Nacional.
1961 muere el bandolero alias
´Venganza `.
Comenzó la Revolución Cubana
Muerte política de Gustavo Rojas
Pinilla
Se construye el muro de Berlín
1962 – 1966
Guillermo
León
Valencia
Unión del partido conservador
Intento de golpe contra Guillermo
Valencia.
Surgen las FARC aparece Manuel
Marulanda Vélez, alias ´Tirofijo`
1964.
La Anapo, movimiento opositor del
Pedro se va a vivir a
Cali y consigue un
trabajo en un colegio.
124
Frente Nacional , vence al
liberalismo.
1963 muere el bandolero ´Chispas`.
1964 mueren los bandoleros
´Desquite` y ´Sangrenegra`.
Paro cívico nacional contra el alto
costo de la vida
Aparece el ELN. El grupo atacó la
población de Simacota, Santander.
1965 muere Efraín González en
una casa del barrio San José en
Bogotá. Bandolero conservador.
Nace el Frente Unido del Pueblo
con Camilo Torres.
1966-1970
Carlos Lleras
Restrepo
Liberales al poder. Grave crisis
económica por estancamiento de la
producción del campo y descenso
del crecimiento industrial.
Muere Camilo Torres. 1966
Muere el Che Guevara. 1967
Muere María Cano. 1967
Aparece EPL, 1967. Partido
comunista Marxista Leninista.
Fundado por Pedro Vásquez
Castaño en el noroeste del país.
El ELN dinamitó un tren cerca de
Barrancabermeja.
1968-Pedro gana premio
nacional de cuento ―Clotilde
Bautista, tantas veces viuda
de‖
1970 – 1974
Misael
Los integrantes de la Anapo
convencidos del fraude electoral se
125
Pastrana
Borrero
enfrentaron con la fuerza pública.
El 21 de abril el presidente
implantó el Estado de Sitio, el
toque de queda, la ley seca y el
control radial.
Se crea ―el tercer partido‖
El ELN sufre fuerte revés y el
ejército grandes victorias. Las
FARC se toman Colombia.
Nace el M-19, 1974. Movimiento
19 de abril.
1974 – 1978
Alfonso
López
Michelsen
Los liberales suben al poder
El M-19 se roba la espada de
Simón Bolívar.
Se legaliza la dosis de marihuana
M-19 asesina a José Raquel
mercada presidente de (CTC)
200 personas secuestradas en 1977
Robo de 82 millones al Banco de la
Republica de Pasto.
Trabaja en Cali en el
periódico El Occidente y
El Pueblo con Daniel
Samper.
Empieza a tratar temas de
narcotráfico y esmeralderos
1977- fue a Mexico
invitado por la Sociedad
Interamericana de prensa
SIP. Trabajaba en el Pueblo
en Cali como jefe de
redacción. Asistente de
Daniel Samper.
1978 Crea una agencia de
prensa llamada Periodistas
Asociados, con socios: Luis
Carlos Galán, Gloria
Pachón, Patricia Lara.
126
1978 – 1982
Julio Cesar
Turbay
Ayala
1979 M-19 roba más de 5.000
armas por un túnel del cantón norte
de Bogotá.
Nace el Nuevo Liberalismo con
Luis Carlos Galán.
1980- El M-19 se toma la
embajada. El grupo guerrillero
asaltó Mocoa y ´la Chiqui` muere.
Trabaja en la agencia
1981-1982- trabaja para la
campaña política de Luis
Carlos Galán.
1982 – 1986
Belisario
Betancur
Cuartas
1982. Pablo Escobar es expulsado
del Nuevo liberalismo.
1983 se conoce el MLN
(Movimiento Latino Nacional)
dirigido por Carlos Lehder,
narcotraficante del Quindío
Muere Jaime Bateman y el M19
secuestra a una hermana de Jorge
Luis Ochoa. Y los narcotraficantes
crean grupos para defenderse.
(MAS)
1000 muertos en el Magdalena
Medio. Se crea una guerra entre las
FARC y las autodefensas
1984 el gobierno firma un tratado
de paz con el M19, EPL, FARC Y
ADO
Narcoterrorismo. Matan a Rodrigo
Lara Bonilla, Ministro de defensa.
Toma armada de la sede de la Corte
Suprema de Justicia y del Consejo
de Estado por el M19.
M19 rompe tregua con el gobierno
Entra a trabajar como profesor
del instituto de bellas artes en
Cucuta.
Entra a trabajar al Bogotano.
Empieza a trabajar en la revista
Cromos como reportero.
Atentado contra Pedro por
parte de Carlos Lehder. Vive
tres meses en México.
Pedro regresa a Colombia y
vive un año en Medellín para
trabajar con Víctor Gaviria.
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y vuelve a la guerra.
Nace la UP (Unión Patriótica)
1985.
1986 -1990
Virgilio
Barco
Vargas
Más de 200 miembros de la UP
asesinados.
Asesinado Jaime Pardo Leal
presidente de la UP.
56 marchas de campesinos
protestando por la grave situación
socioeconómica y paros cívicos en
Nariño, Chocó, Antioquia,
Santander, Norte de Santander,
Cesar, Boyacá, Bolívar y Arauca.
Extraditado Carlos Lehder.
Traficante de drogas. 1987
En diciembre sale de la cárcel el
narcotraficante Jorge Luis Ochoa
Vásquez. Había sido capturado en
noviembre.
Empieza guerra contra el
narcotráfico. Secuestrado Andrés
Pastrana, asesinado Procurador
General de la Nación por Pablo
Escobar.
Secuestrado Álvaro Gómez
Hurtado conservador y director De
El Siglo. El 20 de julio de 1988 fue
liberado y se abre un nuevo proceso
de Paz.
Bombazos, masacres, carro-bombas
1987 Crónicas de la vida
bandolera (editorial Planeta)
1988 Biografía del disparate
(editorial Planeta)
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y secuestros en aumento.
1989— 18 de agosto. Asesinado
Luis Carlos Galán, dirigente liberal.
Arremetida del gobierno contra el
narcotráfico que reaccionó con 88
bombas en este año.
15 de diciembre, abatido Gonzalo
Rodríguez Gacha ―El mexicano‖.
Se vislumbra nueva constitución.
8 de marzo el grupo M-19 deja las
armas e ingresa a la actividad
política legal.
1990 – 1994
César
Gaviria
Trujillo
Colombia cambia la Carta
Constitucional. 1991.
Pablo Escobar se entrega a las
autoridades.
Se fuga Pablo Escobar.1992.
Ola de terrorismo en cabeza de
Pablo Escobar.
1993, 2 de diciembre. Muere Pablo
Escobar.
1993 Efraín González
(editorial Planeta) 1993La
guerra verde (Intermedio
Editores)
1994 – 1998
Ernesto
Samper
Pizano
Proceso 8000 contra Ernesto
Samper.
1995-Capturado Gilberto
Rodríguez Orejuela jefe del cartel
de Cali.
Presidente Ernesto Samper
acusado, juzgado y absuelto por
1995 La hora de los traidores
(Panamericana; Hombre
Nuevo Editores, 2002)
Empieza a trabajar con
victor Gaviria en sumas y
restas (1998)
129
recibir dineros del narcotráfico para
su campaña.
1996. Las Farc al mando de Jorge
Suarez Bríseño alias el ―Mono
Jojoy‖ se toma una base militar en
el Putumayo. 28 soldados muertos,
16 heridos, 60 retenidos.
Más de 100 mil campesinos se
movilizan a la capital para protestar
por la fumigación de los cultivos
ilícitos.
1997. el año de los desplazados,
masacres, secuestros, asesinatos.
1998 – 2002
Andrés
pastrana
Arango
Los liberales después de 12 años
pierden el poder
Guerra entre paramilitares y
guerrilla continúa. El
paramilitarismo se extendió a todo
el país
Pescas milagrosas, desplazamiento,
masacres.
1998 El lado obscuro de las
reinas (Intermedio Editores)
2002 – 2010
Álvaro Uribe
Vélez
2002 Rebelde hasta morir
(Hombre Nuevo Editores)
2010 libro, La Pola
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Bibliografía
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