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Silencio y Palabra

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Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

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“Silencio y Palabra: camino de evangelización”

Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI

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Presentación2

Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XLVI Jornada Mundial

de las Comunicaciones Sociales

Comisión Nacionalde Comunicación

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Silencio y palabra son dos mo-mentos de la comunicación que deben equilibrarse, alter-

narse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas.

Con esta idea, el Santo Padre Benedicto XVI nos invita este año a celebrar la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que en nuestro país viviremos el próximo domingo 9 de setiembre.

Dicha fecha se eligió como preámbulo de la Semana de Profe-sionales en Comunicación, que el Colegio de Periodistas de Costa Rica llevará a cabo del 16 al 23 de setiembre.

Es en este marco de reflexión y pensamiento que la Iglesia desea seguir acompañando a los comuni-cadores sociales del país, invitándo-los esta vez a considerar un aspecto poco atendido en la dinámica verti-ginosa de la comunicación actual: el silencio.

El silencio, nos recuerda el Papa, es parte integrante de la comunica-ción y sin él no existen palabras con densidad de contenido. “En el silen-

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camino delauténtico diálogo

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cio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, com-prendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que es-peramos del otro; elegimos cómo expresarnos”.

Lo que a simple vista puede pa-recer una paradoja, es en realidad un aspecto medular en el complejo tema de la comunicación.

Es callando como se permite hablar a la persona que tenemos delante, ese silencio le permite ex-presarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación huma-na más plena.

Además, allí donde los mensajes y la información son abundantes, el

silencio se hace esencial para dis-cernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial.

Dicha distinción se torna aún más necesaria en el contexto me-diático actual, determinado por la dinámica sin pausa que imprimen las redes sociales y los motores de búsqueda, que han terminado por acostumbrarnos a las respuestas inmediatas y a las satisfacciones ins-tantáneas de necesidades reales y ficticias.

Ciertamente, ante el caos de da-tos y ruido sin orden ni dirección que caracteriza los modernos me-dios como Internet, el silencio es precioso para favorecer el necesa-rio discernimiento entre los estímu-los y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente impor-tantes.

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De igual forma, hay que conside-rar con interés los diversos sitios, aplicaciones y redes sociales que pueden ayudar al hombre y a la mu-jer de hoy a vivir momentos de re-flexión y de auténtica interrogación, facilitando ocasiones de oración y meditación.

En la esencialidad de breves mensajes, a menudo no más exten-sos que un versículo bíblico, se pue-den formular pensamientos profun-dos, que bien pueden contribuir al cultivo de la propia interioridad.

Es interesante constatar que en las distintas tradiciones religiosas, la soledad y el silencio sean espa-cios privilegiados para ayudar a las personas a reencontrarse consigo mismas y con la Verdad-Dios que da sentido a todas las cosas.

Es comprensible entonces que en su mensaje el Papa dirija también palabras a los agentes de evangeliza-

ción: Si Dios habla en el silencio, el hombre igualmente descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios.

Con esta propuesta, el Papa desea mostrarnos que aprender a comunicar quiere decir también aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar.

Me parece que se trata de un en-foque novedoso, apropiado y muy vigente para repensar la realidad que cotidianamente enfrentan los comunicadores sociales del país, a quien aprovecho para expresar mis muestras de respeto y considera-ción.

†José Rafael Quirós Quirós

Obispo diocesano de LimónPresidente, Comisión Nacional de

Comunicación SocialConferencia Episcopal de Costa Rica

Si Dios habla en el silencio,

el hombre igualmente

descubre en el silencio la

posibilidad de hablar con Dios y

de Dios.

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Comunicaciones Sociales

“Silencio y Palabra: camino de

evangelización”Queridos hermanos y hermanas:

Al acercarse la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2012, deseo compartir con voso-tros algunas reflexiones sobre un aspecto del proceso humano de la comunicación que, siendo muy im-portante, a veces se olvida y hoy es particularmente necesario recor-dar.

Se trata de la relación entre el silencio y la palabra: dos momen-tos de la comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas.

Cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comuni-cación se deteriora, ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o porque, por el contrario, crea un clima de frialdad; sin embargo, cuando se integran recíprocamen-te, la comunicación adquiere valor y significado.

El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen

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palabras con densidad de conteni-do. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mis-mos; nace y se profundiza el pensa-miento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos.

Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, ex-presarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena.

En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más autén-ticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la ex-presión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona.

En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particu-larmente intensa. Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sen-sibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones.

Allí donde los mensajes y la in-formación son abundantes, el silen-cio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial.

Una profunda reflexión nos ayu-da a descubrir la relación existente

entre situaciones que a primera vis-ta parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes; esto hace que se puedan compartir opi-niones sopesadas y pertinentes, ori-ginando un auténtico conocimiento compartido. Por esto, es necesario crear un ambiente propicio, casi una especie de “ecosistema” que sepa equilibrar silencio, palabra, imáge-nes y sonidos.

Gran parte de la dinámica actual de la comunicación está orientada por preguntas en busca de respues-tas. Los motores de búsqueda y las redes sociales son el punto de parti-da en la comunicación para muchas

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personas que buscan consejos, su-gerencias, informaciones y respues-tas.

En nuestros días, la Red se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y de las res-puestas; más aún, a menudo el hom-bre contemporáneo es bombardea-do por respuestas a interrogantes que nunca se ha planteado, y a ne-cesidades que no siente.

El silencio es precioso para favo-recer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para re-conocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente impor-tantes.

Sin embargo, en el complejo y variado mundo de la comunicación emerge la preocupación de muchos hacia las preguntas últimas de la existencia humana: ¿quién soy yo?, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo ha-cer?, ¿qué puedo esperar?

Es importante acoger a las per-sonas que se formulan estas pre-guntas, abriendo la posibilidad de un diálogo profundo, hecho de pala-bras, de intercambio, pero también de una invitación a la reflexión y al silencio que, a veces, puede ser más elocuente que una respuesta apre-surada y que permite a quien se in-terroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano.

En realidad, este incesante flujo de preguntas manifiesta la inquietud del ser humano siempre en búsque-da de verdades, pequeñas o gran-des, que den sentido y esperanza a la existencia.

El hombre no puede quedar sa-tisfecho con un sencillo y tolerante intercambio de opiniones escépti-cas y de experiencias de vida: to-dos buscamos la verdad y compar-timos este profundo anhelo, sobre todo en nuestro tiempo en el que “cuando se intercambian informa-ciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus

esperanzas, sus ideales” (Jornada de las Comunicaciones Sociales,

2011).

Hay que considerar con interés los diversos sitios, aplicaciones y redes so-ciales que pueden ayudar

al hombre de hoy a vivir momentos de reflexión y de

auténtica interrogación, pero también a encontrar espacios de

silencio, ocasiones de oración, me-

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ditación y de compartir la Palabra de Dios.

En la esencialidad de breves men-sajes, a menudo no más extensos que un versículo bíblico, se pueden formular pensamientos profundos, si cada uno no descuida el cultivo de su propia interioridad.

No sorprende que en las distin-tas tradiciones religiosas, la soledad y el silencio sean espacios privile-giados para ayudar a las personas a reencontrarse consigo mismas y con la Verdad que da sentido a to-das las cosas.

El Dios de la revelación bíblica habla también sin palabras: “Como pone de manifiesto la cruz de Cris-to, Dios habla por medio de su silencio. El silencio de Dios, la ex-periencia de la lejanía del Omnipo-tente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de Dios, Palabra encarnada… El silen-cio de Dios prolonga sus palabras precedentes. En esos momentos de oscuridad, habla en el misterio de su silencio” (Exhort. ap. Verbum Do-mini, 21).

En el silencio de la cruz habla la elocuencia del amor de Dios vivido hasta el don supremo. Después de la muerte de Cristo, la tierra perma-nece en silencio y en el Sábado San-to, cuando “el Rey está durmiendo y el Dios hecho hombre despierta a los que dormían desde hace siglos” (cf. Oficio de Lecturas del Sábado Santo), resuena la voz de Dios col-mada de amor por la humanidad.

Si Dios habla al hombre también en el silencio, el hombre igualmente descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios. «Ne-cesitamos el silencio que se trans-forma en contemplación, que nos hace entrar en el silencio de Dios y así nos permite llegar al punto donde nace la Palabra, la Palabra re-dentora» (Homilía durante la misa con los miembros de la Comisión

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Teológica Internacional, 6 de octu-bre 2006).

Al hablar de la grandeza de Dios, nuestro lenguaje resulta siempre inadecuado y así se abre el espacio para la contemplación silenciosa. De esta contemplación nace con toda su fuerza interior la urgencia de la misión, la necesidad imperiosa de “comunicar aquello que hemos visto y oído”, para que todos este-mos en comunión con Dios (cf. 1 Jn 1,3).

La contemplación silenciosa nos sumerge en la fuente del Amor, que nos conduce hacia nuestro prójimo, para sentir su dolor y ofrecer la luz de Cristo, su Mensaje de vida, su don de amor total que salva.

En la contemplación silencio-sa emerge asimismo, todavía más fuerte, aquella Palabra eterna por medio de la cual se hizo el mundo, y se percibe aquel designio de sal-vación que Dios realiza a través de palabras y gestos en toda la historia de la humanidad.

Como recuerda el Concilio Vati-cano II, la Revelación divina se lleva a cabo con «hechos y palabras intrín-secamente conectados entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las pa-labras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas» (Dei Verbum, 2).

Y este plan de salvación culmina en la persona de Jesús de Nazaret, mediador y plenitud de toda la Re-velación. Él nos hizo conocer el ver-dadero Rostro de Dios Padre y con su Cruz y Resurrección nos hizo pa-sar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la libertad de los hijos de Dios.

La pregunta fundamental sobre el sentido del hombre encuentra en el Misterio de Cristo la respuesta capaz de dar paz a la inquietud del corazón humano. Es de este Mis-terio de donde nace la misión de la Iglesia, y es este Misterio el que impulsa a los cristianos a ser men-sajeros de esperanza y de salvación, testigos de aquel amor que pro-mueve la dignidad del hombre y que construye la justicia y la paz.

Palabra y silencio. Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmen-te importante para los agentes de la evangelización: silencio y palabra son elementos esenciales e inte-grantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contempo-ráneo.

A María, cuyo silencio “escucha y hace florecer la Palabra”, con-fío toda la obra de evangelización que la Iglesia realiza a través de los medios de comunicación social.

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Pbro. William Rodríguez León,Secretario Ejecutivo de Comunicación SocialCoordinación: Laura Ávila Chacón

Diseño: Carlos Andrés Víquez Vargas

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