Silva, Horacio Ricardo - Días Rojos, Verano Negro (Enero de 1919, la Semana Trágica)

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Das rojos, verano negroEnero de 1919, la semana trgica de Buenos Aires

Horacio Ricardo Silva

Das rojos, verano negroEnero de 1919, la semana trgica de Buenos Aires

AgradecimientosSilva, Horacio Ricardo Das rojos, verano negro : enero de 1919, la semana trgica de Buenos Aires . - 1a ed. - Buenos Aires : Libros de Anarres, 2011. 264 p. : il. ; 20x12 cm. ISBN 978-987-1523-14-6 1. Anarquismo. 2. Historia Poltica Argentina. 3. Movimientos Sociales. I. Ttulo CDD 320.982

A Carlos Ernesto Rodrguez, periodista y docente, quien diera origen a este proyecto en el ao 2003, desde su ctedra de Investigacin Periodstica en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo; y a todos sus alumnos, compaeros de curso del autor. A Osvaldo Bayer, decano maestro de este violento ocio de escribir, por su apoyo incondicional a la realizacin del presente trabajo, y por el generoso gesto de prologarlo. A la Biblioteca Nacional de la Repblica Argentina, por hacer posible el desarrollo de esta investigacin al otorgarle la beca Ezequiel Martnez Estrada; y a su director, Horacio Gonzlez, por su decidido apoyo a la cultura y a los escritores noveles. A Juan Carlos Pujalte, de la editorial Libros de Anarres; a Eduardo Bisso, de la Biblioteca Popular Jos Ingenieros; y a Sebastin Darraidou, de la Red Libertaria de Buenos Aires, quienes alentaron desde el principio la escritura de esta historia. A Mara Clorinda Boratto, quien falleciera a los 92 aos de edad durante el transcurso de esta investigacin, por el invalorable testimonio acerca de su padre, el secretario de la Comisin de Huelga de la Sociedad de Resistencia Metalrgicos Unidos, Mario Boratto. A los hermanos Roberto, Lidia y Velia Fiano, hijos de Pedro Fiano portero de la escuela La Banderita en 1919 por sus tambin invalorables testimonios. A Mara Gieras, Juan Carlos Canchi, Omar Uzal y la seora de Rusca, por sus aportes al presente trabajo. A todas las persones e instituciones que pusieron un empeo especial en colaborar con la presente investigacin: Alejandro Gargiulo (Archivo General de la Nacin); Luis Medina y Jos Agero (Hemeroteca - Publicaciones Peridicas Antiguas, Das rojos, verano negro / 7

Correccin: Eduardo Bisso Diseo: Diego PujalteFotografa de tapa: Pibes de Buenos Aires levantando una barricada en la esquina de Balcarce y avenida San Juan. (Louzn. Extrada de Mundo Argentino N 419, 15-1-1919.)

Libros de Anarres Av. Corrientes 4790 C.P. 1414AJN Buenos Aires / R. Argentina Tel.: 4857-1248 / 4115-1041 [email protected]

Terramar Ediciones Av. de Mayo 1110. Buenos Aires / R. Argentina Tel.:4382-3592 www.terramarediciones.com.ar

ISBN: 978-987-1523-14-6 La reproduccin de este libro, a travs de medios pticos, electrnicos, qumicos, fotogrcos o de fotocopias, est permitida y alentada por los editores.Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723

Impreso en la Argentina / Printed in Argentina

Biblioteca Nacional); Rubn Martnez (Instituto Histrico de la Ciudad de Buenos Aires); Rodolfo Barragn y Alejandro Nieves (Hemeroteca Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires); Mara de los ngeles Marechal; Magda Gonzlez Pacheco; Mara Elisa Paiella (Biblioteca Asociacin Italiana Unione e Benevolenza); Mara Elena Tuma (rea Cultura de la Direccin General de Cementerios); Nstor Julio Pan (titular de la mencionada Direccin); Hernn Ricardo Corts, Silvia Bentez y Adrin Eduardo Barilari (trabajadores del Cementerio de la Chacarita); licenciado Mario Gasparri (CGT); Hemeroteca de la Federacin Libertaria Argentina (FLA); Federacin Obrera Regional Argentina (FORA); Leonardo Fernndez, documentalista marplatense; y a la hermana Nilda, monja del Instituto Siervas de Jess Sacramentado. A los miembros del colectivo mendocino La Hidra de Mil Cabezas, por su ayuda y compromiso con la recuperacin de la historia de los movimientos sociales: Nora Bruccoleri, Gabriela Maturano, Diego Pedernera, Silvia Sassola, Nicols Torre Gimnez; y un agradecimiento especial a su alma mater, el compaero y entraable amigo Federico Mare, por su invalorable aporte al revisar y comentar parte del material que conforma esta obra. A los familiares, amigos, colegas y compaeros que brindan su aliento permanente: Amparo Ballester, correctora del peridico cubano Vanguardia quien, espontneamente, revis y coment el captulo Hijos de la tierra, hijos del pueblo; Regine Bergmeijer; Julio Borzone; la licenciada Mara ngeles Campos; Vernica Canchi; Gerardo Cisneros; Claudia Columba; Julio Ferreira, el Pelado; Alba Gandol; Andrea, Gabriel, Gonzalo, Mercedes, Miguel y Valentn Gauna Silva; Jesica Khadjoyan; Claudio Lebied; Carlos Martnez; Fernando Mndez; Cristina Merli; Amrico Musumeci; Roberto Cirilo Perda; Margarita Robertazzi; Sandra Rocco; Daniel Rodrguez; Flix Rubianes; Julio Rudman; Germn Emiliano Silva Zanabria; Liliana Alicia Urbano; Marcelo Valko; Juan Carlos Jorge Verziera; y Hernn Vizzari.

Y por ltimo, a los trabajadores de la metalrgica IMPA; Eduardo Mura; Marcelo Castillo; Alicia Unzalu y el Centro Cultural IMPA-La Fbrica; Vicente Zito Lema y la Universidad de los Trabajadores, quienes se baten en desigual lid con el Poder Judicial de la Nacin, para cumplir el viejo sueo de Mario Boratto y sus compaeros de la Casa Vasena: la supresin del patrn y la autogestin obrera.

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Prlogo.

EXPLICAR LO INEXPLICABLEPor Osvaldo Bayer

1- Plano del barrio de Nueva Pompeya (1915), epicentro de los sucesos del 7 de enero. La barraca de la Casa Vasena es el tinglado dibujado junto al Riachuelo, en San Francisco y Tres Esquinas. (Instituto Histrico de la Ciudad de Buenos Aires.)

2- Sello de la Sociedad de Resistencia Metalrgicos Unidos. Las manos se estrechan en alegora a la unidad obrera, mientras sostienen un martillo, smbolo del trabajo industrial. (AGN.)

La Semana Trgica. La Semana de Enero. Algo inexplicable. Que un gobierno popular, votado por la mayora, haya cometido un crimen tan atroz como lo ocurrido en ese enero de 1919... Represin que iba a ser el prlogo de otras dos represiones de trabajadores cometidas por el mismo gobierno de Hiplito Yrigoyen poco despus: los fusilamientos de peones rurales patagnicos y la represin contra los hacheros de La Forestal. Represiones ante exigencias justas de los hombres del trabajo. A esta profunda investigacin de Horacio Silva la llamara denitiva. Denitiva porque recurre a todas las fuentes posibles, trae las versiones de todos los sectores, describe profundamente la poca y sus costumbres, la vida poltica y los intereses reinantes. Describe las distintas reacciones de los diferentes sectores sociales. Los problemas internos de las organizaciones obreras. Adems analiza las investigaciones ya existentes sobre este hecho histrico. Documento por documento, interpretacin por interpretacin. Recurre de acuerdo con lo que aprend en mi experiencia a toda la documentacin histrica existente. Era necesario hacerlo. Ms, que se ha tratado de uno de los hechos ms escondidos de nuestra historia reciente. Algo as como: de eso no se habla. Y siempre sigo rerindome a la falta de autocrtica del radicalismo acerca de esta increble tragedia. Esperemos que despus de esta profunda investigacin, los historiadores y tericos de ese partido lleven a cabo de una vez por todas un congreso de historiadores para debatir este tema y hacer valer de una vez por todas en nuestra historia la palabra tica. El saber reconocer los errores cometidos. Y ste, el de la Semana Trgica, es uno de los ms injustos y dramticos. Y luego hacer lo mismo con el anlisis de los fusilamientos de los peones patagnicos y la represin de La Forestal. La misma, agregamos, autocrtica que esperamos del peronismo, con respecto a la nefasta para la democracia actuacin de las Tres A. La Historia debe servir para eso. Para aprender.

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En primer lugar, Horacio Silva, el autor, nos lleva de la mano a explicarnos qu es la ideologa anarquista y la repercusin que tuvieron esas ideas tradas por los inmigrantes italianos y espaoles principalmente a las ciudades y las pampas argentinas. Y cmo esas ideas se encontraban con la forma de ser del gaucho de las pampas. El encuentro fraterno entre las peonadas, los criollos, los payadores, los cantores y el concepto de vivir en libertad. Nos muestra los escritos de un Gonzlez Pacheco, sus Carteles, y personajes como los bandidos de las pampas, enfocando a Bairoletto. De all, a la ciudad: sus conventillos, sus tranvas con el boleto obrero, el poder policaco, la vida y luchas obreras, pero tambin las diversiones. Los circos, el cine, el teatro, el Parque Japons, el zoolgico, visitas obligadas de los domingos. Nos sita en el ambiente para luego llevarnos al barrio de Nueva Pompeya, donde se va a producir el acto principal del drama que luego va a extenderse a toda la ciudad. El autor nos hace una descripcin ms que minuciosa del barrio obrero. Nos detalla casa por casa. Nos pone en el proscenio y all, la gran empresa metalrgica de la familia Vasena, su poder irrenunciable, los dueos del pas y de su gente. No bien descrito el escenario, nos lleva de la mano el autor da por da, hecho por hecho, la accin obrera, la reaccin patronal, la conducta de los polticos del poder, los defensores de la gente de bien, la actitud de la Iglesia, la informacin de los diarios. Detalle por detalle. La reaccin popular y la actuacin policial, los trminos populares: los cosacos, la cosaquera. Las mujeres del barrio escupen a los policas; una de ellas, la Marinera, se juega con todo por los trabajadores. Los picnics solidarios del pueblo para con los luchadores; los sermones de monseor Napal, advirtiendo que Dios est por el orden y la obediencia, y a quien los anarquistas llaman la voz de un avechucho de campanario. Y all, Ramn Gmez, el ministro del Interior, que maneja los hilos o no los maneja y slo cumple rdenes de arriba. Despus, la culpa la tendrn los otros. El mismo ministro que le dar la pena de muerte al teniente coronel Varela para terminar con las huelgas patagnicas. A pesar de que la pena de muerte haba sido ya anulada por el Congreso de la Nacin. 12 /

Pero tambin el autor documenta la solidaridad del vecindario con los perseguidos, la de los pequeos comerciantes del barrio. Y la descripcin del tiroteo en el cual se calcula fueron gatillados dos mil proyectiles, muchos de ellos con armas largas, en la represin. Una increble saa y crueldad empleada por las fuerzas represivas. Queda descrito el llamado espontanesmo de las masas ante la reaccin de las autoridades. La reaccin de los llamados obreros catlicos llamando a la reexin a sus compaeros de trabajo perseguidos. Y no deja el autor tambin de reejar la actuacin de muchos personajes de la historia futura en esos hechos, por ejemplo, la conducta del teniente Juan Domingo Pern, que prestaba servicios en ese tiempo en el arsenal Esteban de Luca. Luego la crnica trata la intervencin militar del general Dellepiane y su tropa que va a llevar a la derrota obrera. Y un captulo especial se dedica a lo que luego iba a ser la Liga Patritica Argentina, una agrupacin de extrema derecha que va a actuar contra los obreros y especialmente va a causar daos increbles en el barrio judo del Once. Porque para esa extrema derecha formada en el barrio Norte de Buenos Aires, en la justa huelga obrera estaba el foco del peligro de la Revolucin bolchevique, ya que esos judos venan todos con pasaporte ruso. De la ideologa poltica se pasa directamente al racismo. All, en esa Liga Patritica estarn el perito Moreno, el almirante Domecq Garca, el sacerdote monseor Miguel de Andrea y otros personajes conocidos de esa poca. Otro aspecto importante en este libro es el nmero de desaparecidos producto de la represin. Un trmino que ya se us en esa poca. La mayor parte de ellos, menores de edad. Se supone que fueron detenidos por la polica y nunca se inform acerca del destino de esas vctimas de la represin. En ese sentido, la Historia argentina aprendi poco. Ese primer indicio de la desaparicin de personas iba a ser el preanuncio de lo que luego, sesenta aos despus, sera el mtodo represivo de la dictadura militar a la que justamente se la calica como la dictadura de la desaparicin de personas. Aqu tenemos una investigacin histrica para reexionar. Para analizar cuntas faltas a los derechos humanos se cometieron en nuestra historia aqu con respecto a la represin Das rojos, verano negro / 13

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obrera y cmo nunca se trat de obtener enseanzas de esas dramticas horas y de la intervencin cruel y brutal de las fuerzas armadas. No. Se pas por alto. Como uno de los tantos episodios aislados de nuestra historia. Y sin embargo tendra que haber provocado una profunda investigacin posterior acerca de los crmenes cometidos desde el poder, donde se falt al derecho de una vida digna que ponticaba nuestra Constitucin. No hubo castigo para ninguno de aquellos que se extralimit en sus funciones. Ni a los que colaboraron con la vergonzosa conducta del industrial Vasena y sus ayudantes privados y ociales. Cmo fue posible que se permitiera un clima as de explotacin y de denigracin del derecho humano a la vida y a la justicia. Es algo que en nuestra historia ha quedado pendiente y que no debemos pasar por alto. Analizar los errores del pasado para que nos sirvan de gua en la conformacin de una democracia fundada en el respeto a la Igualdad de Derechos y en la Libertad de expresar los problemas que acosan a esa sociedad. La lectura de este libro nos va a llevar a esa encrucijada vital para aprender a defender el derecho a la vida. Porque precisamente la Historia est para aprender y no para conformarse a decir aquello de fue una cosa de la poca. No, ya existan en esos aos los derechos consignados en nuestra Constitucin y nuestras leyes. Pero un gobierno elegido por el pueblo decidi recurrir al idioma de las armas para hacer callar una protesta ms que justa. En resumen: un libro para hacernos pensar.

Captulo I.

HIJOS DE LA TIERRA, HIJOS DEL PUEBLOAcaso el origen de la violenta conmocin obrera conocida como la Semana Trgica de enero de 1919, que se inici en la ciudad de Buenos Aires y cuyos ecos llegaron hasta los ms remotos pueblos del interior del pas, pueda rastrearse mucho ms atrs en el tiempo, en la contumaz rebelda del gaucho de la campaa a las autoridades coloniales primero y a las criollas despus, y a todo lo que pudiera limitar su nico y ms preciado bien: la libertad. En efecto, a pesar de que se considera extensamente que el desarrollo de las ideas anarquistas y socialistas en la Argentina fue cosa de gringos y estuvo limitado a las nutridas colonias de inmigrantes extranjeros, existen abundantes pruebas documentales de la fuerza con que estas ideas arraigaron en los hijos del pas, dando continuidad al carcter individualista anrquico que, intuitivamente, ostentaba el paisano de la llanura en tiempos tan remotos como el siglo xvii. Ya el viajero ingls G. Ch. Musters, en su libro Vida entre los Patagones, consignaba haber odo de labios de un guerrero herido y moribundo las siguientes palabras: Muero como he vivido. Jams cacique alguno me ha mandado.1 Y es que para comprender la naturaleza de esta idiosincrasia libertaria, es necesario conocer las caractersticas del medio ambiente en que se desarroll este particular tipo de ser humano. En primer lugar el clima de la pampa hmeda, con temperaturas benignas la mayor parte del ao, constitua un hbitat favorable para la vida errante del paisano. La calidad de los pastos y la abundante existencia de aguadas otorgaban agua y alimento para los animales; y para pernoctar, bastaba abrigarse a la sombra de un tala, rbol de la llanura cuyas recias espinas servan de proteccin contra la inoportuna visita de los bichos del campo, proveyendo adems de excelente lea para el fuego, y de la dulce y jugosa pulpa de su fruto.1

Citado en: Franco, Luis: La Pampa habla, Bs. As., La Verde Rama, 1968.

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Caballos y vacas cimarrones haban de sobra, vagando en enormes manadas que se desplazaban libremente por ese inmenso ocano verde que era la pampa del litoral. Ya en el ao 1600, el gobernador Valdez y de la Banda consignaba que se vean en ms de 100 leguas a la redonda tanta cantidad de yeguas y caballos que parecen montes cuando se ven de lejos;2 y en 1682, el gobernador Vera Mujica deca (sobre los alrededores de Colonia), que est Todo lleno y ocupado de ganado Bacuno en cantidad de Muchos Millones.3 Claro est que no todo era idlico en aquella pampa misteriosa, como seala el escritor lvaro Yunque: el caballo del paisano poda empantanarse y caer en uno de los guadales, que se extendan a veces por extensiones de varias leguas, para no levantarse ya ms; o peor an, ser devorado vivo por las alimaas, si el accidente ocurra en un cangrejal. Y un jinete sin caballo, en aquellas soledades, no tena posibilidad alguna de sobrevivir. Pero no eran stos los nicos peligros que amenazaban al viajero errante. En los altos pajonales o en los bosques de talas y espinillos, se ocultaban el jaguar o el puma, feroces primos americanos del tigre y el len; o la yarar o vbora de la cruz, cuya letal mordedura proporcionaba una agona larga y atroz. Recorran la llanura, adems, hambrientas jauras de perros cimarrones, siempre dispuestas al asalto del nmada. Y en pleno verano, cuando el jinete y su montura desfallecan de sed bajo el abrasador sol del camino, las lagunas de lmpidas aguas estaban resguardadas por la canalla mltiple de tbanos, zancudos y jejenes, acuciadores, incansables, terribles (que) atacan a hombres y bestias, los exasperan y desesperan, al n los obligan a huir hacia las alturas, los calientes mdanos soleados donde el viento dispersa a la muchedumbre asaltante. Aquella sabandija de alleres alados, por su2

nmero y su unin, sangra al caballo y a las mulas, los vence y los corre.4 En las ciudades coloniales, el pobre no tena otra alternativa que conchabarse como sirviente o artesano, expuesto siempre a un posible reclutamiento forzoso en las milicias. Y a pesar de todos estos peligros e incomodidades, la pampa del litoral ofreca al jinete abrigo y alimento seguros y una total libertad de movimiento hacia los cuatro puntos cardinales, dado que en los campos no se conoci el alambrado sino hacia la segunda mitad del siglo xix. As lo reconoci el coronel Juan Beverina, en su trabajo sobre la organizacin militar del virreinato:Si bien en las ciudades y villas con un cierto ncleo de poblacin estable, el natural estmulo de la convivencia, de la relacin social, del rgimen de vida y de la presencia misma de las autoridades, poda inuir en la formacin de hbitos de disciplina y de una regular adaptabilidad a las exigencias del limitado servicio en las milicias, en las grandes extensiones de la campaa, en cambio, donde la poblacin hallbase diseminada, en lucha constante con la naturaleza y las privaciones, llevando una existencia casi primitiva, sin sujecin a las normas convencionales que la vida en comunidad impone, disfrutando de una libertad sin freno; todo esto y la circunstancia de poder eclipsarse en las dilatadas extensiones utilizando el caballo cuando se pretenda encadenar esa libertad llamndolo a prestar un servicio que repugnaba a sus hbitos de independencia, contribuan a hacer del habitante de la campaa, por lo menos del que no estaba arraigado al suelo por lazos de familia o como poblador estable, un elemento con el cual muy difcilmente poda contarse para la formacin de los cuerpos de milicias y su conservacin en el pie calculado.5

Archivo General de Indias, Sevilla, 74-6-21. Citado en: Coni, Emilio A.: El gaucho, Solar/Hachette, Bs. As., 1969. Versin de los sucesos de la isla de San Miguel hecha al Rey por el jefe de la fuerza don Antonio de Vera Mujica con motivo del desalojo de los portugueses de dicha isla. Santa Fe de la Vera Cruz, 24 de diciembre.de 1872 (sic). Manuscrito de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, N 5658. Copia en Campaa del Brasil, t. I, pg. 48. En Coni, Emilio A: El gaucho, obra citada.

Para qu entonces quedarse en la ciudad o enraizarse en el campo, levantar una buena casa, plantar rboles, hacer una huerta, criar hijos, encariarse con el terruo, si el da menos pensado lo poda perder todo a voluntad de las autoridades civiles o militares?4

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Yunque, lvaro: Calfucur. La conquista de las pampas. Bs. As., Ediciones Biblioteca Nacional, 2008. Coronel Juan Beverina, El Virreinato del Ro de la Plata. Su organizacin militar, Bs. As., 1935, pg. 263. En Coni, Emilio A: El gaucho, obra citada.

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Para una personalidad indmita como la del paisano criollo, la cuestin no ofreca ninguna duda. Equipado con unos pocos enseres (lazo, cuchillo, boleadoras, mate, guitarra y el desjarretadero6), el gaucho sali con su caballo a campo traviesa en busca de su propio vellocino de oro: vivir como se pudiera, de lo que hubiera, lo ms lejos posible de los centros urbanos con sus patrones, virreyes, gendarmes y jueces. Segn el ingeniero Emilio A. Coni, conocedor como pocos del campo y su historia, la primera prueba documental de la existencia de individuos de tipo gauchesco, la encontramos en Santa Fe, en una carta de Hernandarias del 8 de julio de 1617, que dice as: He puesto orden en las vaqueras de las que viva mucha gente perdida que tenan librado su sustento en el campo (y que) atendern por el hambre y necesidad a hacer chacaras y servir ponindose a ocio a que he forzado y obligado a muchos mozos perdidos ponindolos de mi mano a ello....7 Como puede apreciarse, ya desde entonces las autoridades pretendieron poner en caja a esos mozos perdidos, los dscolos gauchos, quienes a pesar de las persecuciones, conservaron su altiva e indmita dignidad durante ms de dos siglos. Se conoca con el nombre de vaquera a la caza indiscriminada de vacas cimarronas, alentada por los comerciantes de las ciudades, quienes recurran al gaucho o gauderio para ejecutar esa ruda y peligrosa labor. De esta manera, un grupo de 18 a 20 paisanos a caballo munidos del desjarretadero cortaban los tendones de las patas del ganado en fuga, llegando a faenar, en una sola hora, hasta 700 u 800 animales, de los cuales se aprovechaba solamente el cuero, el sebo y la lengua, quedando los restos para festn de los caranchos. De esas acciones, que para Coni constituyeron la verdadera escuela del pastor vagabundo, modeladora de sus costumbres y de su vida, los mozos obtenan carne y cuero, y algn dinero para yerba, tabaco y alcohol los llamados vicios, que ofrecan los comerciantes a cambio del sebo y las pieles.

Segn Luis Franco, en este perodo se aanz la baqua del gaucho, su sentido medio brujo del rumbo y la huella, todo eso que le permiti una adaptacin al medio y un dominio de sus recursos. De esta manera, aquel mozo perdido de Hernandarias se haba convertido en un personaje endurecido y tallado a golpes de hacha por una vida de aventura y peligro en una comarca ms o menos desierta y salvaje; puro sujeto de arrojo y alerta, conando slo en su caballo, su cuchillo y su lazo, es decir, en s mismo.8 Esta conanza en sus propias fuerzas, que el paisano no delegaba en nadie le iba en ello la vida y la libertad fue conformando la personalidad libertaria del gaucho, que se destacaba por su aversin a todo lo que signicara autoridad, ya fuera de carcter divino o terrenal. En efecto, ya en 1721 un comisionado del Cabildo se quejaba amargamente de que se acogen a los indios muchas personas cristianas de todas estas provincias que quieren vivir sin Dios, sin Rey y sin ley, considerndolo por esta razn cueba de maldades.9 El escritor Guillermo E. Hudson, nacido en los pagos de Quilmes en 1841 y estudioso de la fauna, la ora y del hombre de campo de su tiempo, corrobor sin ambages esta peculiar caracterstica: El gaucho carece o careca en absoluto de todo sentimiento de patriotismo y vea en todo gobernante, en toda autoridad, desde la ms alta a la ms baja, a su principal enemigo, y el peor de los ladrones, dado que no slo le robaban sus bienes, sino tambin su libertad.10 Algunos viajeros, que atravesaron la campaa bonaerense en diversas pocas, atestiguaron el desprecio del paisano por los asuntos celestiales. Miguel Lastra observ que, por sus maneras y vestimenta, se viene en conocimiento de sus costumbres sin sensibilidad y casi sin religin; Cunninghame Graham destac el satisfecho materialismo de los gauchos, y Seymour arm que los gauchos toman a chanza todo lo relacionado con la religin.118 9

Franco, Luis: La Pampa habla, obra citada. Cartas del comisionado del Cabildo de Buenos Aires, 13 y 20 de mayo de 1721. En Coni, Emilio A: El gaucho, obra citada. Franco, Luis: La Pampa habla, obra citada. Miguel Lastra, secretario del virrey del Per: Memorias 1798-90; Richard Arthur Seymour: Pionnering in the Pampas. En Franco, Luis: La Pampa habla, obra citada.

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Filosa cuchilla en forma de medialuna amarrada a la punta de una caa tacuara. Archivo General de Indias, 74-4-12. Copia en Biblioteca Nacional, 742129. En Coni, Emilio A: El gaucho, obra citada.

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Como era de esperarse, tal independencia de criterio no llevaba precisamente alegra a las autoridades; aquel genuino ejercicio de la libertad conformaba una amenaza para el Estado, y como tal deba ser castigado por la ley. De esta manera, desde mediados del siglo xvii los documentos coloniales aplican cordialmente al paisano libre los poco simpticos apelativos de vagos, mal entretenidos, vagabundos o facinerosos. Deca el escritor francs Vctor Hugo, en su novela Les misrables, que es en la seccional de polica donde comienza la literatura del Estado. Y efectivamente, merced a la investigacin efectuada por el ingeniero Coni, se pueden apreciar estas pequeas joyas nacidas de la pluma de los escribientes ociales del virreinato:El Alcalde de Ramallo en 1760 dice que remite siete reos vagamundos, quatreros y amancebados... porque estos malvolos que viven en esa mala ley hacen quadrillas para lograr su hechos y no temen a Dios ni a la Justicia....12 ...esas poblaciones (a fundarse en la frontera) tenderan a jar domicilio a una multitud de hombres que viven de lo que roban, sin conocer a Dios ni al Rey....13 ...a los muchos malvolos, Ladrones, Desertores y Peones de todas castas que llaman Gauchos o Gauderios, los cuales, sin ocupacion alguna, ocio ni venecio solo andan bagueando y circulando por entre las Poblaciones y Partido de este vecindario y sus inmediaciones, viviendo de lo que pillan, ya en Changadas de Cueros, ya en arreadas de Cavalladas robadas y otros insultos por el traco clandestino, sin querer conchavarse en los trabajos diarios de las Estancias, Labranzas ni recogidas de Ganado....1412

...Si fuese posible poner puertas al campo y mas a un campo tan extenso, seria un manantial de riqueza para el Rey y para los particulares, solo su regular aprovechamiento. Pero no ignora V. E. que las manos destructoras de los gauderios y changadores, matan las reses que se les antoja, los unos para comer un pedazo de asado, dejando inutil lo restante y aun hasta el cuero, y los otros unicamente para sacarles el cuero y venderlo a personas que en consiguiendo su lucro, no escrupulizan en quanto al modo de adquirirlo....15 ...teniendo por suyo solamente Cavallo, Cuchillo y Lazo, viviendo sin temor de Dios, ni Justicia de manera que como el Campo les cra el comestible, se mantienen en l aos y aos....16

Si el lector desprevenido se pregunta qu tenan de individualismo anrquico estos gauchos, quiz la respuesta se encuentre en esta copla dedicada al legendario anarquista espaol Buenaventura Durruti, cantada en pleno siglo xx por el trovador Chicho Snchez Ferlosio:Por all viene Durruti con las tablas de la ley pa que sepan los obreros que no hay Patria, Dios ni Rey.17

Archivo General de la Nacin, Buenos Aires, Criminales, Leg. N 2, exp. N 22, J. M. y Jph., Buenos Ayres, Ao 1761, Autos criminales seguidos contra Francisco Barraza y Consortes por Ladrones. Intervino el Alcalde de Ramallo. En Coni, Emilio A: El gaucho, obra citada. Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, t. IV, serie III, pg. 484. En Coni, Emilio A: El gaucho, obra citada. Informe de Lorenzo Figueredo a Jos Varela y Ulloa. Montevideo, 30 de abril 1790 en el primer anexo a la carta de Arredondo a Lerena. Archivo General de Indias, Sevilla. En Coni, Emilio A: El gaucho, obra citada.

El siglo xix, el de la Revolucin de Mayo y la Independencia, marc paradjicamente el n de la vida libre para aquellos hijos de la tierra, productos del mestizaje entre los colonizadores y las mujeres nativas, que venan practicando desde haca dos siglos el grito sagrado de Libertad! cantado en el Himno Nacional. En efecto, en 1815, mientras an se combata contra los godos espaoles en Chile, el gobernador intendente de Buenos Aires, Manuel Luis de Oliden, dictaba un bando segn el cual15

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Manuel Ricardo Trelles, Revista de la Biblioteca Pblica, t. III, pg. 325. En Coni, Emilio A: El gaucho, obra citada. Se llamaba changador al que haca changas por cuenta de otros. Anexo N I de la carta 18 del Virrey Arredondo a Pedro de Lerena. Buenos Aires, 29 de mayo de 1791. En Coni, Emilio A: El gaucho, obra citada. Visto on line el 15-9-2009 en: http://www.youtube.com/watch?v=C4adXncnOy8&feature=related.

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todo individuo que no tenga propiedad legtima de qu subsistir ser reputado en la clase de sirviente... es obligacin se muna de una papeleta de su patrn, visada por el juez. Los que no tengan este documento sern tenidos por vagos... se castiga a los vagos con cinco aos de servicio en el ejrcito de lnea.18 Tiempo despus, en 1826, la Ley de Enteusis dio origen a la oligarqua terrateniente, al posibilitar el acaparamiento de inmensas extensiones de la mejor tierra por parte de unos pocos favoritos de los sucesivos gobiernos criollos.19 A partir de entonces el campo ya tena dueos, aunque todava se lo poda atravesar libremente por no estar demarcados los lmites de las fraudulentas propiedades. Pero esta situacin no poda prolongarse indenidamente; y en 1845 lleg al pas el primer cerco con alambre, trado desde Inglaterra para proteger la huerta de una nca ubicada en la localidad de Chascoms, provincia de Buenos Aires. Pero fue recin en 1855 tras la cada de Juan Manuel de Rosas (1852) y la promulgacin de la Constitucin Nacional (1853) que se registr por primera vez el alambrado de todo el permetro de una estancia, Los Remedios, ubicada en Cauelas. No obstante, para Domingo Faustino Sarmiento acaso el intelectual ms preclaro de la clase poseedora de la poca el ritmo de demarcacin era demasiado lento: todava en 1857, no se cansaba de bregar ante los avaros ganaderos: Cerquen, no sean brbaros!.20 Sin embargo, pasaron muchos aos antes de que esta modernizacin se extendiera a todo el campo.18

Crdenas, Felipe: Historia del hambre y la miseria en la Argentina (captulo Desde la colonia hasta la cada de Rosas). En revista Todo es Historia N 145, junio de 1979. Existen diferentes miradas sobre las intenciones del presidente Bernardino Rivadavia al promulgar esta ley. En su Rivadavia y el imperialismo nanciero, Jos Mara Rosa arm que fue un instrumento legal creado en benecio de los acaparadores de tierras; por el contrario, lvaro Yunque sostuvo en su Calfucur. La conquista de las pampas, la tesis de que el desarrollo del latifundio fue posible por no cumplirse la mencionada ley. Y Emilio Coni, autor de La verdad sobre la enteusis de Rivadavia, plantea una legtima duda al sealar tres graves deciencias en el cuerpo legal: que no pona lmites a la extensin de la tierra, no obligaba a poblarla, y su titularidad poda transmitirse libremente. Sbarra, Noel H.: Historia del alambrado en Argentina, Bs. As., Raigal, 1955. Citado en el artculo Biografa del alambrado, de Anala H. Testa, diario La Nacin, 22-04-2006.

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Hacia 1861, ao en que las fuerzas unitarias del general Mitre derrotaron al gobierno federal de Santiago Derqui en la batalla de Pavn, el gaucho haba empezado paulatinamente a transformarse en pen de estancia o trabajador golondrina21. La posibilidad de convertirse en un pequeo campesino, propietario de algunas parcelas de tierra, haba sido frustrada merced a la inuencia de la oligarqua terrateniente, que haba bloqueado una poltica de colonizacin con entrega de tierras gratuitas, imponiendo en cambio la obligacin de alquilar parte de sus chacras y campos.22 Esta situacin de desamparo conuy con la decadencia de las economas regionales de las provincias tras la victoria militar portea. Como resultado de ello, se produjeron los levantamientos de caudillos provinciales que la historia registra con el nombre de montoneras, y que tuvieron la decidida participacin del paisanaje criollo. El primer movimiento montonero de importancia fue acaudillado en 1862 por el general del Ejrcito del Noroeste designado por el depuesto presidente Derqui, ngel Vicente Chacho Pealoza, quien a pesar de haber dado buen trato a sus prisioneros y liberarlos sin demora fue brbaramente decapitado junto a sus guerrilleros en 1863. Segn palabras de su vencedor, el coronel Ambrosio Sandes, los prisioneros fueron degollados para economizar balas y como escarmiento, por orden directa de Sarmiento.23 Al respecto, aquel grande entre los grandes del himno escolar escribi al general Mitre: No s lo que pensarn de la ejecucin del Chacho. Yo inspirado por el sentimiento de los hombres paccos y honrados aqu he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pcaro y ponerla a la expectacin, las chusmas no se habran aquietado en seis meses...2421

Pen que migra de provincia en provincia segn la estacin del ao, para trabajar all donde sea poca de cosecha. Moreno, Nahuel (Hugo M. Bressano): Mtodo de interpretacin de la historia argentina. Bs. As., Ediciones Pluma, 1975. Crnica Argentina Histrica vol. IV, Bs. As., Codex, 1969. Carta de Sarmiento al general Mitre fechada en San Juan el 18 de noviembre de 1863. En Crnica Argentina Histrica, vol. IV, Bs. As., Codex, 1969.

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En 1865, al estallar la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, los terratenientes bonaerenses sancionaron el Cdigo Rural, cuya seccin III actualizaba el bando liberticida de 1815: en el artculo 232 se estableca que el pen no slo deba contar con la papeleta del patrn, sino que adems no poda trasladarse de su estancia sin la autorizacin de ste; aquel que fuera hallado fuera de su jurisdiccin sin el debido permiso, sera detenido y remitido al juez de paz de su querencia, quedando en libertad de regresar a la estancia previo pago de una multa de 50 pesos, a benecio de la Municipalidad. El artculo 298 declaraba vago a todo aquel que, careciendo de domicilio jo y de medios conocidos de subsistencia, perjudica a la moral por su mala conducta y vicios habituales. Y el artculo 292 estableca el castigo para el gaucho libre declarado vago: tres aos al servicio de las armas, o remisin al Departamento General de Polica para que los destine a trabajos pblicos por el trmino de un ao.25 Claro es que los patrones y las autoridades aprovecharon esta reglamentacin para declarar como vagos aun a quienes estaban asentados, con familia y rancho propio. Mediante este expediente, se cazaban dos pjaros de un tiro: engrosar las raleadas tropas que deban desangrarse en la impopular Guerra del Paraguay, y deshacerse de aquel paisano dscolo en el trabajo o enredado en amores con la querida de algn milico o personaje local. As lo atestigu en el Congreso el diputado santafesino Nicasio Oroo a mediados de 1864, al reclamar que no se aplicara en el Ejrcito la pena de azotes, la cual tena plena vigencia a pesar de haber sido abolida por la Constitucin Nacional en 1853:Es sabido, seor, cmo se hacen soldados entre nosotros. Se arrebatan de sus casas a los pobres paisanos, cuyo delito es haber nacido en la humilde condicin de gaucho, para llevarlos a servir sin sueldo, desnudos, y muchas veces sin el alimento necesario; y cuando logran escapar de la crcel porque para ellos el campamento es la crcel, y son aprehendidos, se les devuelve en azotes las horas de libertad que han ganado.2625 26

Crdenas, Felipe: Historia del hambre y la miseria en la Argentina, obra citada. Congreso Nacional: Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados. Bs. As., La Tribuna, 1865. En: De Marco, Miguel A.: La Guerra del Paraguay. Bs. As., Planeta, 1995.

Pero el instinto rebelde del paisano, aun uniformado y aprisionado en las las militares, aor en las ocho sublevaciones masivas de enganchados que, con el objeto de desertar, estallaron en las provincias de Entre Ros, Mendoza, San Luis, San Juan, La Rioja, Santa Fe y Corrientes, mientras dur aquella guerra fratricida.27 Una de ellas la desatada en Mendoza en noviembre de 1866 dio origen a la Revolucin de los Colorados, la cual devino en la ltima montonera que hubo en el pas, liderada por Felipe Varela, y que fuera derrotada en las postrimeras de la Guerra del Paraguay, a principios de 1869. En tanto, lenta y paulatinamente, el campo se segua alambrando. En 1866, la oligarqua terrateniente ya se propona agregar a su produccin ganadera clsica el desarrollo de la agricultura; y para ello fund, bajo la divisa cultivar el suelo es servir a la patria, la Sociedad Rural Argentina, de la cual Jos Martnez de Hoz apellido que adquirir siniestras connotaciones poco ms de un siglo despus fue su primer presidente. Hacia 1870, al nalizar la guerra con la destruccin de la poblacin paraguaya, de la colectividad afroargentina y de la ltima montonera, la pampa indmita y salvaje estaba prcticamente domesticada. El triunfo de los estancieros sobre el paisanaje era completo; aquellos que queran continuar en libertad, debieron emigrar hacia las tolderas aborgenes, al otro lado de la frontera con el Estado argentino. Y los que se resignaron a su suerte, debieron conchabarse como peones de estancia. Para entonces, segn el censo nacional de 1869, ya vivan en la regin 210.330 inmigrantes en su mayora europeos, los cuales conformaban el 11,2 % de la poblacin total. Una parte de ellos, de origen vasco, se radicaron desde la dcada de 1830 en la campaa; los ms afortunados se dedicaron al tambo lechero, mientras que los dems se ganaron la vida ejerciendo diversos ocios, entre los cuales se destac el de alambrador de campos. Para el paisano criollo, la prdida de su libertad en nombre de la civilizacin y el progreso se tradujo en asombro primero, y en rabia e impotencia despus.27

Visto on line el 16-9-2009 en: http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_la_Triple_Alianza.

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Aquel asombro inicial fue retratado por un cronista profundamente conservador, partidario de la autoridad y el orden: el ex comisario de pesquisas de la Polica de la Capital Jos S. lvarez (Fray Mocho), primer director de la revista Caras y Caretas, cuando describe el modo de vida de los gauchos en su Entre Ros natal:Campo alambrado?... si eso pareca no solamente una puerilidad, sino tambin una minuciosidad de tendero metido a campesino: el espritu criollo, creado y formado en la revuelta y el desorden, se rebelaba todava ante semejantes vallas puestas al capricho. Dominaba la creencia de que el hombre, como el pjaro, poda cruzar la llanura sin pedir permiso a nadie; el campo es libre, elevado a la categora de ley en nuestro pueblo.28

La rabia y la frustracin consiguientes arrastraron a algunos ex gauchos devenidos en peones explotados a buscar un chivo expiatorio con quien desquitarse, hallndolo en los vascos alambradores y en los extranjeros en general. Y no faltaron quienes supieran explotar en provecho propio aquel feroz resentimiento. En los pagos de Tandil, en la noche del 31 de diciembre de 1871, un grupo de jinetes criollos inuido por la prdica mstica del curandero apodado Tata Dios, sali a degollar a cuanto gringo encontrara en el camino, estimulndose bajo los gritos de Viva la Patria, Viva la religin, Mueran los masones y Maten, siendo gringos y vascos. Como resultado de este autntico pogrom alentado tambin por algunos estancieros de la zona, fueron degolladas 36 personas, la mayora de origen vasco, incluidos dos nios de corta edad.29 Como se ver en los siguientes captulos, quien supo canalizar este resentimiento, en una organizacin nacionalista defensora del orden y la autoridad, ser el doctor Manuel Carls, creador de la Liga Patritica Argentina, que repiti la hazaa en Gualeguaych el 1 de mayo de 1921.

Otro trgico episodio derivado de la misma situacin ocurri en 1884, cuando un paisano que arreaba ganado se top con el alambrado recin colocado por un vasco. Yo soy criollo de estos campos haba dicho el gaucho por todo argumento y no hay derecho a cerrar el camino que conozco desde los tiempos de Catriel. Abran el cerco que quiero pasar con mi tropilla. El vasco se neg terminantemente a cortar el alambre y salieron a relucir los cuchillos, quedando el paisano tendido de cara al cielo, los ojos oscuros yertos para siempre.30 As qued sellado el destino del autntico gaucho rioplatense, aquel que no conoca ni Dios, ni Patria, ni Rey ni Justicia. Precisamente los pilares ideolgicos con que se alimenta con todo xito la leyenda del gaucho tradicionalista, defensor de la religin y la propiedad, vistiendo sus mejores aperos los das de estas patrias, engalanados sus caballos con cintas celestes y blancas. Una versin ocial de la historia, extremadamente til para oponer a la invasin de ideas extranjerizantes, subversivas y aptridas, que ya por entonces estaban arribando masivamente a la Argentina, estableciendo su cabecera de playa en las mismas narices del Estado: el ro color de len, el puerto de Santa Mara de los Buenos Ayres.

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lvarez, Jos S.: Un viaje al pas de los matreros, Bs. As., Hemisferio, 1953. La primera edicin es de 1897. Visto on line el 16-9-2009 en: http://www.lagazeta.com.ar/tatadios.htm

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Anala H. Testa, Biografa del alambrado en la pluma de Noel H. Sbarra. En La Nacin, 22-04-2006.

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Captulo II.

LOS GAUCHOS GRINGOSA medida que las ciudades y el campo rioplatenses se fueron poblando de trabajadores inmigrantes, los criollos se fueron poco a poco acostumbrando a su colorida y quizs algo estrafalaria presencia. De la desconanza inicial al parloteo cocoliche de los recin llegados de Italia, o al ceremonioso lenguaje castizo de los espaoles, se fue pasando insensiblemente a la cordialidad y al compaerismo. En el contacto cotidiano del conventillo, el taller o los camarotes de estancia, ambos descubrieron una anidad de anhelos y sentimientos que los hermanaba. As fue naciendo el carioso apelativo de tanos y gallegos, aunque esa generalizacin no le causara ninguna gracia al asturiano o al genovs. Las dursimas condiciones de trabajo y de vida pronto se convirtieron en tema de conversacin general, dando oportunidad a anarquistas y socialistas de expresar sus ideas como sola hacerse entonces, de manera vehemente y con elocuencia. Los socialistas tenan un discurso en el que valoraban la sumisin del individuo a la autoridad, ya sea partidaria o estatal, y a las leyes, en benecio del bien comn.3131

Hacia 1919 el Partido Socialista argentino, fundado por el doctor Juan B. Justo en 1896, fundamentaba su ideologa en una determinada interpretacin del pensamiento de Karl Marx y Friedrich Engels, conocida con el nombre genrico de socialdemocracia. Comparta algunas de las premisas bsicas del anarquismo, como ser el carcter internacional del capitalismo, y la necesidad de transformar la propiedad privada de los medios de produccin en propiedad social. Pero las divergencias eran ms poderosas que las coincidencias: los socialdemcratas consideraban que era factible llegar gradualmente al socialismo a travs de la participacin electoral, y no por el difcil camino de la lucha revolucionaria. Sus propuestas no superaban el marco legal de la Constitucin Nacional, y aspiraban a lograr la presidencia de la Nacin para llevar adelante su programa de cambios sociales. Su poltica econmica en el Parlamento era claramente liberal: bregaba por la promocin a las inversiones extranjeras, apoyaba el libre cambio y se opona al proteccionismo industrial. En el accionar cotidiano, conaba en el desarrollo del cooperativismo. Sus dirigentes pertenecan a la clase media liberal, predominando mdicos y abogados, y sus aliados provenan de las capas menos oprimidas de la clase obrera. En lo sindical, alentaba la adhesin a la Federacin Obrera Regional Argentina (FORA) del IX Congreso; su rgano de expresin era el diario La Vanguardia.

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Los cratas o anarquistas hacan una encendida defensa de la libertad del individuo, comparando ese derecho con el de las aves y dems seres del reino animal para culminar en una apologa de la naturaleza, deplorando la destruccin de ese estado natural del hombre a causa de la esclavitud en las fbricas y estancias, a la que calicaban como la ignominia de la explotacin.32 Estas apreciaciones, avaladas por las obras de Kropotkin y Reclus, debieron hacer un fuerte impacto en la mentalidad del trabajador criollo: era la primera vez que ste escuchaba, expresados en un cuerpo coherente de ideas, los sentimientos que inspiraron su vagabundear por las interminables llanuras de la pampa, hasta que el alambrado y la milicia coartaran su libertad. De ah a la agrupacin para la defensa mutua de sus intereses haba un solo paso; y es as como orecieron, en las ciudades y en la campaa, las sociedades de resistencia. En las localidades rurales de baja densidad poblacional, donde no existan importantes concentraciones de obreros de un mismo ocio, se constituan las sociedades de ocios varios, donde criollos y europeos aunaban sus esfuerzos para luchar por un futuro mejor, para ellos y sus familias. Un importante factor para la propagacin del anarquismo en el campo, fue la accin de los linyeras o crotos. Estos singulares personajes, hastiados de la vida sedentaria en la ciudad o empujados por la desocupacin y sus ansias de aventuras, haban desertado de toda norma convencional para convertirse en nmades.32

El anarquismo es un sistema de ideas que alcanz un alto grado de desarrollo entre las capas ms humildes de la sociedad argentina, principalmente entre los aos 1876 y 1930. En lo econmico postula la supresin de la propiedad privada capitalista para todo tipo de empresas, y su reemplazo por la propiedad colectiva o social, manteniendo cada ciudadano la pertenencia de su vivienda y objetos personales. En lo poltico propone la supresin del Estado como forma de organizacin comunitaria, y su reemplazo por federaciones libres de productores libres. Su naturaleza internacionalista deviene de considerar que el sistema capitalista es de alcance global, sosteniendo la necesidad de reemplazarlo en todo el mundo. Y como prev que tal reemplazo no puede efectuarse por medios paccos, concluye en que se hace inevitable el uso de la violencia para alcanzar sus objetivos, resumidos en el lema Revolucin Social. Sus ms conocidos referentes fueron Mijail Alexandrovich Bakunin, Piotr Kropotkin y Pierre-Joseph Proudhon. En el momento de mayor esplendor, la principal organizacin que nucleaba a sus adherentes fue la FORA del V Congreso, y su rgano de difusin fue el diario La Protesta.

De alguna manera, emulaban as la vida errante del gaucho matrero, trocando el caballo por un vagn de carga en el ferrocarril, y el facn por unos ejemplares de La Antorcha y un par de libros de Reclus o Kropotkin primorosamente atados al hombro en su bagayo o linghera, pero con un anhelo comn: atravesar la inmensidad de la llanura, en busca del vellocino de oro de la libertad. All donde llegaban, en los ms remotos pueblos donde hubiera una estacin de ferrocarril, los crotos inuan en las peonadas de estibadores, los cuales a su vez extendan las ideas anarquistas de organizacin gremial al proletariado rural de la zona. De este modo quedaron constituidos pequeos grupos de difusin que fundaron peridicos tales como La Lira del Pueblo en Junn (1910), Ideas en Chacabuco (1911), La Piqueta en Cruz del Eje (1911), Libre Palabra en Laboulaye (1913), Nuevos Rumbos en Mendoza (1913), Humanidad en San Juan (1917), Nubes Rojas en Junn (1917) o Pampa Libre en General Pico (1922), por citar slo algunos ejemplos.33 Los crotos a su vez dejaban los peridicos y volantes trados desde Buenos Aires, y se llevaban los peridicos locales para su distribucin por los connes de las vas ferroviarias, estableciendo de ese modo vnculos regulares de comunicacin, interprovinciales y con la capital. Y en los litorales uvial y martimo, donde no llegaban los linyeras por no llegar el tren, desde la costa patagnica hasta la lejana Misiones, la agitacin obrera corra por cuenta y orden de los obreros aliados a la Federacin Obrera Martima (F.O.M.) As, ms temprano que tarde, las sociedades de resistencia de ocios varios iban brotando como hongos despus de la lluvia, agrupando a las peonadas criollas por todo el interior del pas.34 Quizs el primero que repar en este fenmeno fue el doctor Juan Bialet Mass, quien en su Informe al gobierno del general33

Desde 1885 tambin haba profusin de peridicos cratas en Buenos Aires, Crdoba, Tucumn, Santa Fe, Rosario, Paran, Campana, La Plata, Ensenada, Mar del Plata, Baha Blanca y Punta Alta. Vase Quesada, Fernando: La Protesta, una longeva voz libertaria. en Todo es Historia Nros. 82 y 83, marzo y abril de 1974. Sobre esta faceta del movimiento anarquista, vase: Baigorria, Osvaldo: Anarquismo trashumante. La Plata., Terramar, 2008.

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Roca,35 destac respecto de los anarquistas que la exaltacin sincera de los fanticos se contagia a los criollos, y que la razn es clara; pueblos agotados por la jornada larga, el salario insuciente y el monopolio, deben dar y dan anarquistas. Respecto del fracaso de los Crculos Catlicos de obreros36 en su afn de captar al proletariado, daba cuenta de que el paisano criollo no se dejaba engaar fcilmente: El gaucho es muy ladino y no deja de apercibirse pronto que esas sociedades no le benecian, a lo menos en el terreno material, y de que les dan sermones de sumisin para que soporten ser explotados. Bialet Mass, que crea sinceramente en la democracia parlamentaria, se exasperaba con los cratas porque la masa criolla, tan fanatizada, no entenda lo absurdo de una implantacin instantnea de su sistema. Y cuando habl del tema con un paisano de Rosario, se qued con la boca abierta por el asombro:Desconfan hasta de s mismos. Una tarde hablaba con uno de ellos, criollo, de hermosa presencia y de instruccin relativa, y le dije: que si se organizaran de otro modo, podran llevar un diputado propio al Congreso: l mismo, por ejemplo. Sin vacilar me contest: Oh! no, eso s que no! En primer35

lugar sera reconocer el sistema burgus, y en segundo lugar, los mil pesos al mes, el trato con aquellos seores y el lujo me corromperan, y los colgara a mis compaeros (...) Era un fantico; la mirada grande de sus ojos, la palidez mate de su piel triguea, sus ademanes solemnes y la repeticin de frases hechas de Bakunin y Malatesta, bien lo denunciaban; y como ste hay cientos.

Bialet Masse, Juan: Informe sobre el estado de las clases obreras argentinas a comienzos del siglo. Bs. As., CEAL, 1985. Los Crculos eran organizaciones sindicales de la Iglesia Catlica, creados para oponerse a la creciente inuencia de las sociedades de resistencia anarquistas y socialistas. Inspirados en la encclica papal Rerum Novarum - De Conditione Opicum (De las Nuevas Cosas - Sobre la Situacin de los Obreros, 1891) fueron fundados en Argentina por el sacerdote redentorista alemn Friedrich Grote, el 2 de febrero de 1892. La direccin de estos organismos estaba compuesta por una mayora de empresarios catlicos, y su prdica se orientaba a promover la sumisin de los obreros a sus patronos. Basados en las premisas bblicas de inviolabilidad de la propiedad privada, y de la inevitable aspereza del trabajo corporal como expiacin del pecado original (Gnesis, Captulo 3, versculo 17), los crculos no tuvieron el xito esperado, y terminaron siendo una simple ocina de reclutamiento de matones y rompehuelgas. Entre sus ms destacados miembros se encontraban importantes guras eclesisticas como el cannigo Gustavo J. Franceschi, el vicario naval monseor Dionisio R. Napal (quien se har famoso en 1910 por apropiarse de las actas originales de la Independencia, y en la Semana Trgica por incitar a la ejecucin de pogroms contra la comunidad hebrea) y monseor Miguel de los Santos Andrea, hombre de conanza y secretario privado del arzobispo de Buenos Aires, Mariano Antonio Espinosa, quien fuera capelln del Ejrcito durante la campaa etnicida del general Roca.

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A tal punto, que para Bialet el anarquismo imperaba en las clases obreras de Rosario como nico seor. Pero las ideas cratas no encarnaron solamente en los paisanos que lucan la palidez mate de su piel triguea; sino tambin, y con una fuerza devastadora, en las mujeres criollas. Segn apunta Bialet Mass, a pesar de ser ellas profundamente religiosas, tomaban parte en las huelgas y manifestaciones pblicas pudindose aisladamente orlas protestar que ellas no dejan de ser religiosas, pero que, aunque se lo diga el Padre, no aceptan estar obligadas a dejarse matar de hambre, ni trabajar en el taller hasta concluirse. Las costureras de Tucumn no se quedaban atrs, segn le dijeron al atribulado doctor: con rosarios no se engorda, y ya no podemos ms. Pero las ms aguerridas estaban sin dudas radicadas en Santa Fe, donde las mujeres que entran por ese camino son francamente anarquistas, y anarquistas exaltadas; algunas de ellas se hacen notar por sus facultades oratorias. Hay en el Rosario una joven puntana de palabra enrgica y dominante, que arrastra a las multitudes.37 La joven puntana era Virginia Bolten, nacida en San Luis y criada en Rosario, donde creci y trabaj en la Renera Argentina. Contando con slo 20 aos de edad, Bolten se destac como oradora anarquista en el acto del 1 de mayo de 1890, donde pronunci un encendido discurso revolucionario que enfervoriz a la concurrencia.3837

Bialet Mass, Juan: Informe sobre el estado de las clases obreras, obra citada. Mold, Rodrigo: Virginia Bolten, La Voz de la Mujer. Nota periodstica y entrevista a Nora Usensky y Mariana Fontana, autoras de una investigacin sobre Bolten. Rosario, Santa Fe, 2008. Visto on line en septiembre de 2009 en: http://www.cronicasderosario.com.ar/?p=226.

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Las fuertes races echadas por el anarquismo entre el paisanaje no fueron observadas nicamente por el doctor Bialet Mass; tras los sucesos de la Semana Trgica, un medio de prensa conservador apunt:...vemos repetirse la armacin de que todo lo disolvente, anrquico, etc., se debe a la prdica de elementos extraos a la nacionalidad. El gran pblico generaliza con desdichada facilidad y en donde dice uno lee todos. Haremos una observacin: si entre los extranjeros hay elementos revoltosos, tambin los hay entre los nativos y buena masa de stos sigue a aqullos.39

Haba un equilibrio de fuerzas entre los trabajadores, no necesariamente salariados ni pauprrimos, y las formaciones belicosas regresivas: las policas bravas, los matones de comit y la seccin local de la Liga Patritica. Para decirlo en trminos de semntica pergaminense, nada acadmica por cierto: Echaban culo cada vez que nos encontrbamos frente a frente.41

En 1919, el bonaerense Luis Woollands public en Tribuna Proletaria su Carta Gaucha (Escrita pa los gauchos), bajo el seudnimo de Juan Crusao, que tuvo una profusa circulacin en el campo argentino, siempre a babuchas de la linghera de los crotos. Woollands era un paisano diestro en tareas rurales como la doma, esquila, trilla y emparvado, que se hizo anarquista en Quequn a travs de unos compaeros de trabajo europeos. La Carta explicaba en sencillo lenguaje criollo los fundamentos de la explotacin, y terminaba con un explcito llamamiento insurreccional: Gauchos, paisanos mos, compaeros de desdichas: preparen los facones que vempezar la yerra! No se me quede ninguno (...) Vamos a la revolusin, aunque sea con una lanza el que no tenga otrarma. Adelante! que los gringos nos darn una manito. Viva la revolusin! Viva la revolusin anarquista y la libert de los gauchos!.40 En todo el litoral pampeano orecan bravos paisanos anarquistas, hombres de accin sin Dios, ni rey, ni ley, como antao haban orecido los indmitos gauchos alzados de la campaa. En la localidad de Pergamino, por ejemplo, estos criollos saban mantener a raya a la autoridad y a sus guardaespaldas, segn los sabrosos relatos que dej en sus memorias Laureano Riera Daz, un obrero de la Federacin local:

Cuenta Riera que en esas ocasiones, los anarquistas echaban los kilos para adelante que era un gusto, y los bravucones asesinos que mataban obreros en Buenos Aires, Rosario o cualquier otro lugar, all no gustaban carne de carpincho; no tenan apetito. Y relata una ancdota de la que fue testigo durante una velada organizada por los panaderos en el teatro Verdi. Vale la pena abusar de la paciencia del lector, y transcribir esta dinmica narracin:Mi padre y Aguilar grandote y mostachudo, panadero y jefe de una numerosa familia criolla alquilaron un palco. En el medio de la funcin se levanta el teln y hace su presencia el orador. Era un compaero plomero y hojalatero, que arreglaba sartenes y cacerolas a domicilio y caeras de agua potable. Era rusojudo, recin venido, y se apellidaba Meiter. No dominaba nuestra lengua con soltura, aunque saba lo que deca y se haca entender. En un pasaje dijo (todava debe vivir algn viejo panadero que recuerde este episodio): Yo viene del tiera zarista en busca de la tiera promisin y del libertad. Y qu la encuentra? La vigilancia de la macheta... A esta altura surgi de la platea un grito encolerizado, proferido por un hombre que se puso de pie: Parece mentira que en la patria de San Martn no haya un criollo que ocupe la tribuna! Aqu hay uno grit Aguilar, al mismo tiempo que arrojaba una silla del palco a la platea. La silla no dio en el blanco, golpe a otros. Y Aguilar y pap dejaron el palco corriendo y dando voces y empuando sendos puales con mango de plata. Pero no hubo necesidad de que actuaran. El Negro Navarro, guapo hombre de accin del movimiento, de a ratos panadero y de a ratos cuatrero y siempre antrin de golondrinas y perseguidos, le puso al que interrumpi la punta del facn en la barriga:41

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Artculo Revoltosos y trabajadores. En El Diario, 20-1-19. Crusao, Juan: Carta Gaucha (Folleto). Bs. As, Ediciones La Protesta, 1920. Original conservado en la FLA. Riera Daz, Laureano: Memorias de un luchador social. Bs. As., S/D, 1979.

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Sal tranquilo, no te hags el loco que te ensarto; aqu hay mujeres y nios, vamos afuera y vas a ver que aqu hay un argentino, hijo de p...! No pas nada. El interruptor era uno de los jefes locales de la Liga Patritica y haba entrado al teatro sin jarse en el programa.

En 1924 se efectu un acto obrero en el pueblo, con motivo de una huelga general de la FORA. Una tropa al mando de El Botonudo, con la bandera argentina enastada en el pingo, intent quebrar el acto al grito de Viva la patria! Mueran los gringos!:Seran unos cincuenta jinetes, vestidos de gala, como para un desle en una esta tradicionalista. Blandan caas tacuaras con aceros relucientes en la punta, a modo de lanzas, y un bandern azul y blanco en cada una. Otros apuntaban con trabucos y armas largas a la multitud.

El terror paraliz a la concurrencia, hasta que...se encaram a la tribuna otro orador improvisado, corpulento, de alpargatas y bombachas batarazas, boina, faja y poncho, y con un revlver en la mano, empez arengando a la gente, mientras le apuntaba al Botonudo, cuyo pingo caracoleaba como loco: No disparen, carajo, no sean gallinas; nuestros hermanos gringos son los que estn adoquinando las calles de Pergamino; los italianos son tan argentinos como nosotros. Muera la Liga Patritica! Muera el doctor Carls! Viva la FORA! Viva la revolucin! Aquel compaero grandote como de uno noventa de alto, era el Vasco Villar. Decan que era carrero, amansador de potros, trabajador de la estiba y hombre de accin. Se produjo algo as como un milagro. Repuesta la muchedumbre del susto y de la sorpresa, los caballos quedaron pronto entreverados con la gente. Y unos con adoquines, otros con cuchillos y muchos con revlver, pusieron en fuga al escuadrn de la Liga Patritica y... sigui el mitn. No haba pasado nada. Los italianos que haba entre la gente del mitn eran saludados y abrazados por los criollos. Tutti fratelli!4242

Otro caso similar ocurri en La Pampa, cuando la peonada rural crata libr una batalla de revlveres en 1921 contra la polica, en el interior de la comisara de Jacinto Aruz, adonde haban sido inducidos a concurrir mediante engaos. Por la lista de la cuadrilla de estibadores que intervino en el tiroteo elaborada por Teodoro Surez, uno de los protagonistas, se sabe que haba seis argentinos, entre ellos Jacinto Vinelli (secretario de la Sociedad de Resistencia) y el santiagueo Carmen Quinteros, un gran propagador de las ideas y enemigo por concepto de la violencia; tres uruguayos, incluyendo a Machado (muy destacado, era el delegado de semana); cinco espaoles, dos rabes, un cubano y seis estibadores ms cuya nacionalidad no qued registrada. Pero la vaca les sali toro a los uniformados; en la celada cayeron muertos dos cratas y cuatro vigilantes. Feo score para quienes haba tendido la trampa. Fue destacable el coraje de la criolla de pura cepa Zoila Fernndez, compaera de Jacinto Vinelli, quien al obligarla los policas a hacerle limpiar con la cara los charcos de sangre en la comisara, gritaba histrica: No me importa que me hagan esto, es sangre de machos, sangre de anarquistas!.43 Otro personaje de caracteres novelescos fue el oriental Alfredo Fiori, carrero autodidacta que lea por las noches a Balzac y a Vctor Hugo, en el trayecto de las chatas entre San Julin y Puerto Deseado en la provincia de Santa Cruz. Fiori, delegado de los troperos de San Julin en 1921, se salv de los fusilamientos patagnicos por estar preso en Ro Gallegos cuando la llegada de las tropas del teniente coronel Varela. Adems de gremialista fue hombre de la cultura, escritor y poeta, autor del conmovedor libro de recuerdos Con el corazn en la mano (1955).44 De la misma madera eran otros criollos ms conocidos que los mencionados anteriormente, y tan guapos como ellos cuando se trataba de copar la parada y hacer la pata ancha: as eran el mosaiquista salteo Francisco Solano Regis, quien atent43

Bayer, Osvaldo: Los anarquistas expropiadores, captulo Los rebeldes de Jacinto Aruz. Bs. As., Planeta, 2003. Vase: Bayer, Osvaldo: Los vengadores de la Patagonia Trgica tomo IV, Bs. As., Galerna, 1974.

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Riera Daz, Laureano: Memorias de un luchador social. Bs. As., S/D, 1979.

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contra el presidente Figueroa Alcorta en 1908; Apolinario El Indio Barrera, director de La Protesta y organizador de la frustrada fuga de Radowitzky en Ushuaia, o el porteo Miguel Arcngel Roscigna, herrero aliado a la Sociedad de Resistencia Metalrgicos Unidos, padre de familia y organizador de asaltos expropiadores y evasiones famosas, como la del penal de Punta Carretas en Uruguay.45 Emilio Adelmo Uriondo era un paisano de Magdalena y autntico criollo: noble, leal, levantisco y anarquista expropiador; particip en el asalto al pagador del Hospital Rawson, y coloc una bomba en la legacin norteamericana de Montevideo. El rosarino Juan Antonio Morn, secretario del gremio martimo durante el da y anarquista expropiador por la noche, era hombre de accin capaz de encarar a dos asesinos y espetarles un s que me ands buscando para matarme, aqu estoy, soy Morn o de atentar con xito contra el mayor Rosasco, jefe de polica de Avellaneda en plena dictadura de Uriburu. Tambin era rosarino un miembro del grupo de Severino Di Giovanni, Fernando Malvicini, quien fue desaparecido junto a Roscigna en las profundidades del Ro de la Plata, durante esa misma dictadura. Para Osvaldo Bayer, la gura de Juan Antonio Morn es de perles ntidos. Con Uriondo hacen desmentir la armacin de que el anarquismo activo en la Argentina fue protagonizado solamente por extranjeros.46 Dos criollos que no tenan necesariamente una liacin crata, pero que murieron peleando junto a los anarquistas fueron el marinero Juan Ocampo, chaqueo de raza aborigen, muerto el 1 de mayo de 1904 haciendo fuego contra la polica47 y el entrerriano Jos Font, Facn Grande, quien ret a sus fusiladores del 10 de Caballera a pelearlos uno por uno45

an con las manos atadas en Jaramillo, provincia de Santa Cruz, durante los sucesos de La Patagonia rebelde.48 El sacricio de los ngeles exterminadores anarquistas como Simn Radowitzky o Kurt Gustav Wilckens vengador del gaucho Font y la peonada patagnica era recordado por payadores populares como Martn Castro, quien en 1925 estaba cantando en una vinera de Pergamino sus versos libertarios, cuandoUnos matones de la Liga Patritica quisieron interrumpir el sacrlego concierto. Se arm lo. Ortells, que a la sazn trabajaba de estibador de cereales en los galpones del ferrocarril, andaba en zuecos y se dio una tremenda costalada en la vereda hmeda de la gran vinera. Llegamos a la pieza, nos calzamos y regresamos corriendo. Ya haba llegado la polica y queran llevar preso al cantor. Ortells tir los zuecos y descalzo se par en una mesa: Al que toque al cantor le levanto la tapa de los sesos... Tena una Parabellum en cada mano. Se hizo el silencio. Los de uniforme salieron a la vereda. Martn Castro cant entonces a Simn Radowitzky y a Kurt Wilckens. Silencio total en el saln de la vinera que estaba en la calle San Nicols, creo que a dos cuadras de la Avenida de Mayo, sobre la mano izquierda yendo para la estacin del FCCA. Escoltamos al cantor a la salida y la numerosa comitiva policial qued quieta. Si hubieran intentado cumplir la orden de arrestarlo se hubiera originado una verdadera carnicera. Esa noche Martn Castro durmi con nosotros en la pieza de Alonso.49

Adems de Punta Carretas, Roscigna prepar las dos fugas del panadero Ramn Silveyra y un intento fallido de liberar a Radowitzky, ingresando como guardiacrcel al penal de Ushuaia. Junto a Buenaventura Durruti asalt el Banco Nacin de San Martn, y con Severino Di Giovanni al pagador de Obras Sanitarias de la Nacin. Los datos de Roscigna, Uriondo, Morn y Malvicini fueron extrados de Bayer, Osvaldo: Los anarquistas expropiadores, obra citada. Gilimn, Eduardo G.: Hechos y comentarios. Bs. As., sin fecha ni pie de imprenta.

La olvidada gura de Julin Martn Castro, gauchazo e hijo de gauchos, autntico payador rioplatense y anarquista tolstoiano para ms datos como el gringo Wilckens, merece una mencin especial en este trabajo. Nacido en la localidad bonaerense de Merlo en 1882, desde pequeo tuvo que ayudar a su madre haciendo tareas rurales. Ya de muy joven conoci el rigor de la autoridad, al ser detenido en vsperas de Navidad por agentes de la comisara 36, mientras caminaba con dos amigos. Al preguntarle el comisario por qu te han trado a vos, le contest: preguntale al vigilante, che.48

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Bayer, Osvaldo; Los vengadores de la Patagonia Trgica, tomo II. Bs. As., Galerna, 1974. Riera Daz, Laureano: Memorias de un luchador social. Bs. As., s/d, 1979.

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Como resultado, lo dejaron un mes en el calabozo. Despus me hice la reexin que si le hubiera contestado de otra manera , hubiera festejado las estas con mi familia y no encerrado. Pero no pude soportar la humillacin del tuteo sobrador, deba defender mi dignidad, contaba entre risas aos despus.50 Quizs esa experiencia juvenil ayud a determinar su adhesin de toda la vida al anarquismo: Entend el anarquismo y todava lo entiendo hoy, de una manera particular, a no ser que se haya hecho un anarquismo para m solo, y lo entend despus de leer a Tolstoi, que fue el nico personaje del anarquismo que me convenci, aunque algunos dicen que era cristiano. El anarquismo exacto es como el verdadero cristianismo: pura bondad, s mi amigo, eso es el anarquismo para m, nada ms que bondad. Esa bondad en estado puro nada tena que ver con la caridad cristiana de las clases pudientes, pero s con una caracterstica criolla por denicin: en el Ro de la Plata, se dice de quien hace desinteresadamente un favor, que est haciendo una gauchada. Merced a esa caracterstica solidaria, Castro colaboraba con su arte en las reuniones sociales organizadas por las sociedades de resistencia. Ejemplo de ello era la actuacin programada para el sbado 11 de enero de 1919 en la velada familiar a benecio del folleto La Filosofa Etrea, ofrecida por el Centro Cultural Partenn Minerva, en el local de los pintores (calle Bartolom Mitre 3174). Para esa noche se anunciaban cantos por Martn Castro y cantos a do, por Leiro y M. Castro;51 sin embargo, el estallido de la Semana Trgica impidi la realizacin de la velada. Ducho en el arte de la payada, saba improvisar cuartetas, sextinas o dcimas a solo o en contrapunto si pintaba algn rival. Alternaba aires de milonga o de cifra52 en sus recitados, que tenan dos vertientes temticas: el medio semirrural del campo cercano a la ciudad, y la ms importante la cuestin social, como puede apreciarse en los versos iniciales de Guitarra Roja:50

Ven guitarra libertaria, libertaria y redentora del que sufre, del que llora, del delincuente y del paria; tu acorde no es la plegaria del servilismo indecente; el bardo altivo y valiente cuando te pulsa en sus manos ante todos los tiranos sabe atacarlos de frente.

Junto con otro vate popular, Luis Acosta Garca, dio origen a la poesa rebelde en el mbito payadoril: no slo cantaban las penas de los desamparados fustigando a polticos, gobiernos y policas, sino que tambin dirigan sus alados versos contra el servilismo de los cantores de comit, encarnado en las populares guras de Gabino Ezeiza y Jos Betinotti:Guitarra, los payadores hicieron de tu cordaje palenque de caudillaje para amansar electores. rutinarios corruptores, en vez de hacerte valer te hicieron envilecer con caudillos de partido. Guitarra! te han corrompido como a una dbil mujer.53

Ezeiza era un incondicional de Hiplito Yrigoyen, que cantaba su temtica sentimental y patritica en las veladas de la Unin Cvica Radical; y Betinotti sola cantar ante el general Ricchieri y el ministro del Interior de Roca, Joaqun V. Gonzlez, en los cuarteles de Campo de Mayo.54 Sin embargo, exista una cordial relacin entre los tres artistas; el moreno Gabino respetaba a Castro,53

Lafuente, Miguel ngel: Martn Castro, el payador libertario. En Todo es Historia N 161, octubre de 1980. La Protesta N 3610, 8-1-1919. Debido a su carcter andariego el payador reciba su correspondencia en la redaccin del peridico anarquista, como gura en la edicin N 3284 del 29-1-1918, seccin - Correo: hay cartas para: Agrupacin En Marcha y Martn Castro. La cifra es el estilo musical en que el payador alterna el rasguido de la guitarra con su propia voz, cada dos versos, sin superponerse.

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Castro, Martn: Guitarra Roja. Original sin datos de edicin conservado en los archivos de la Federacin Libertaria Argentina (FLA) En el quinto tomo de Crnica Argentina Histrica (Bs. As., Codex, 1969), hay una fotografa que muestra al popular payador posando con su guitarra, y cuyo epgrafe reza: Jos Betinoti cantando en Campo de Mayo, durante un acto al que asisten el Dr. Joaqun V. Gonzlez, los generales Ricchieri y Garmendia, el coronel Gramajo y varios invitados ms. Era el 15 de abril de 1903.

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y sostuvo con l a pesar de llevarle 24 aos de edad una memorable payada de contrapunto en la esquina de Yerbal y Nazca. Lamentablemente no qued registro alguno del contenido de este evento, en el cual debieron haberse batido en singular combate las concepciones radical y anarquista, representadas por los mejores bardos que tena el Plata en aquellos tiempos.55 Para el cantor, no todos los obreros deban ser objeto de veneracin por el simple hecho de ser proletarios:Tenemos por legiones de proletarios rudos, obreros inconscientes que sin cesar trabajan para construir presidios y portadas de hierro, y fabricar cerrojos y barrotes de jaulas. No comen pan honrado los hombres inconscientes que construyen las piezas del montaje de un arma, hacen los proyectiles y componen la plvora, instrumento de muerte del campo de batalla. Estos son proletarios de infamantes ocios, profesiones odiosas que hacen obra macabra, que preparan el crimen y fabrican delitos, son obreros que forjan la futura canalla.

Castro nunca cant de manera profesional. Empuaba la cuchara de albail durante el da, y templaba la guitarra por las noches: siempre se gan la vida con tareas ms duras, aunque mucho menos peligrosas que cantar.57 Y era cierto; en ms de una ocasin, la payada terminaba con el cantor y su guitarra tras las rejas, en un calabozo de seccional. En Capital sola presentarse en los circos, en el Parque Goal de la Avenida de Mayo, en la glorieta La Tradicin de Colombres y Carlos Calvo, y en el tugurio La Aulita de San Juan y Boedo. All ocurri cierta vez un incidente, que pone en relieve su temperamento y sensibilidad social:Recuerdo que una noche en La Aulita ocurri un episodio desagradable: el dueo de la glorieta, un tal ngelito, era cuidaespaldas del caudillo radical Pedro Bidegain. El tal ngelito vea qu nombre! tena la costumbre de pegarle a sus empleados, a los despachantes, a los mozos. Haba adquirido fama de guapo y de matn. Aquella noche actubamos para un benecio, no s de quin, quiz para las mujeres de dos hombres que estaban presos. Al disponerme a actuar, recibo un papelito que deca: Compaero Martn: ngelito nos ha echado a todos, nos quiso pegar, aqu estamos en la esquina, parados. Me dieron ganas de irme ah mismo, pero consult con otros amigos, con otros payadores que tambin iban a actuar aquella noche. Y con gran indignacin, sub al escenario y le dije al pblico lo que estaba pasando, y que suspendamos nuestra presentacin. Amigo, se arm una gresca descomunal. Volaron las mesas que eran esas metlicas de tres patas, recuerda? las sillas, se rompieron botellas, vasos, produciendo un dao, vea, sensacional, que yo no me hubiera imaginado nunca. Parece que mi discurso de indignacin produjo conmocin. El dueo del lugar, el ngelito, me increp hacindome responsable de lo que estaba pasando y que las consecuencias para m iban a ser trgicas, replicndole yo que l era el nico culpable por haber despedido al personal, y que yo no tema consecuencia alguna. No me asustaban ni l ni los caudillos que lo protegan. Nunca me pas nada, tampoco volv a actuar en ese lugar.5857

Ni los escritores que ponen su capacidad intelectual al servicio del capitalismo:Poetas, periodistas, esclavos de la pluma, que viven sometidos a la negra migaja, y que mojan la pluma en la bota del amo y escriben con la sangre del rebelde y del paria.56

Las canciones y poemas que se conservan de l, recopilados en unos pocos libros de versos, incluyen ttulos como Juancho el desertor, Guitarra Roja, Juan Pueblo, Sacco y Vanzetti o El Hurfano, tema que llevaron al disco Alberto Castillo, Hugo del Carril, Antonio Tormo y Horacio Guarany.55

Lafuente, Miguel ngel: Martn Castro, el payador libertario, obra citada. Lafuente, Miguel ngel: Martn Castro, el payador libertario, obra citada. Bidegain era adems dirigente del club San Lorenzo de Almagro, cuyo estadio en la actualidad lleva ocialmente ese nombre. Como puede apreciarse, la vinculacin entre ftbol, violencia y poltica no es una creacin original del peronismo.

Cristoforetti, Marita y Bricchetto, Alberto: El payador Gabino Ezeiza. Visto on line el 15-9-2009 en: http://www.lagazeta.com.ar/gabino.htm Castro, Martn: Guitarra Roja, obra citada. Los versos transcriptos corresponden al poema El contraste social.

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Entre los payadores amigos que se negaron a actuar aquella noche se encontraban otro cantor libertario, Luis Acosta Garca, ya de acreditada fama; un buen poeta, autor de Dios te salve, mhijo que populariz el tango... (y) ...el payador Juan Pedro Lpez, uruguayo, un buen muchacho, bastante rebelde tambin, autor de los recordados versos de La leyenda del Mojn.59 Acosta Garca era un paisano bonaerense, nacido en 1895 en el camino a Monte Hermoso, partido de Coronel Dorrego; le apodaron El trovero del pueblo, y algunas de sus composiciones fueron grabadas por Agustn Magaldi y Julio Sosa. Muchos de sus versos explicitaban la fe anarquista del payador, como la siguiente octavilla:Como viven las aves disfrutando la dicha en compacta armona de la gran libertad: as pienso que un da viviremos los hombres si rompemos el yugo de esta vil sociedad60

Juan Pedro Lpez, oriental nacido en 1885 en el departamento de Canelones, cruz el Plata en 1911 para conchabarse como obrero molinero. Frecuentador del Parque Goal y los bodegones de Boedo, dej su poema trgico La leyenda del Mojn, cuyos primeros versos eran transmitidos de boca en boca por las emocionadas costureritas :

Llova torrencialmente y en la estancia del Mojn como adorando al fogn estaba tuita la gente.

Lpez escribi adems la letra de varios tangos, algunos de los cuales fueron grabados por Carlos Gardel, Ignacio Corsini y Enzo Valentino. En aquella poca proliferaron tambin tangueros y payadores annimos de marcada impronta anarquista, de los cuales se conservan composiciones tales como el tango Guerra a la burguesa (1901), Milonga social del payador libertario (1902), Milonga anarquista (1906) o El deportado (1920).61 Asimismo, el joven poeta calabrs Fernando Gualtieri compuso varios versos de carcter criollo sobre temas ideolgicos, que fueron cantados y recitados a lo largo y ancho del pas por los cantores locales: Semana Trgica, Maldicin de un maldito, Este y aquel una interesante milonga de contraste entre las guras de Simn Radowitzky y Ramn L. Falcn o El hroe, sobre la accin de Kurt Gustav Wilckens.62 La pica libertaria, que se respiraba en cada rincn de Buenos Aires por aquel tiempo, inuy tambin en las composiciones de otros autores no anarquistas como Celedonio Flores, Enrique Santos Discpolo, Mario Battistella (Al pie de la Santa Cruz, tragedia de un preso social condenado al presidio de Ushuaia) o Evaristo Barrios, otro habitu de las milongas de Boedo. Barrios supo cantar contra las secuelas sociales que dej la industrializacin (Sin gelta), el poder del dinero (No hay amigo como el peso), los caudillos de comit (Poltica chica) y, en un rasgo extraordinario para la poca, en favor de la dignidad y capacidad femeninas (Dlen cancha a las mujeres).63 Pero no solamente los compositores nativos fueron seducidos por la idea de vivir en una sociedad sin gobierno; en el campo de la cultura, hubo muchos artistas y hombres de letras rioplatenses que dejaron huellas indelebles de su sensibilidad social y de su adhesin a las ideas cratas. De ese modo, emergieron personalidades como el poeta y dramaturgo porteo Alberto Ghiraldo, cofundador en 1910 de Argentores, o Jos Gonzlez Castillo, obrero peluquero y autor de obras teatrales (Los invertidos,61

Extrado del disco Los anarquistas 1904-1936: marchas y canciones de lucha de los obreros anarquistas argentinos, sobre guin de Osvaldo Bayer, con recitados del actor Hctor Alterio. Bs. As., 1969. Disco Los anarquistas, obra citada. Campo, Javier: Las ideas libertarias y la cuestin social en el tango (folleto y CD). Bs. As., Editorial Reconstruir, 2007.

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Lafuente, Miguel ngel: Martn Castro, el payador libertario, obra citada. Extrado de Horvath, Ricardo: Esos malditos tangos. Bs. As., Biblos, 2006.

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Yunta brava, Acquaforte), guionista de cine (Nobleza gaucha, Juan sin Ropa) y letras de tango, algunas de ellas musicalizadas por su hijo Ctulo Castillo (Griseta, Organito de la tarde). En la relacin de Gonzlez Castillo con guras como Enrique Muio, Elas Alippi, Jos Podest, Roberto Firpo, Pascual Contursi, Jos Razzano, Carlos Gardel,64 George Benot y Hctor Quiroga, se condensan los ntimos vnculos que unieron en sus orgenes al teatro, al cine y al tango argentinos con el anarquismo.65 Tambin lo fueron el recordado dramaturgo oriental Florencio Snchez, activo redactor de La Protesta quien ms de una vez tuvo que escribir l solo todo el diario, cuando la polica arrestaba a sus compaeros de la redaccin;66 o el malogrado poeta de Chivilcoy Carlos Ortiz, asesinado el 2 de marzo de 1910 por unos emponchados que lo balearon durante una esta escolar. Por la redaccin de La Protesta pasaron en diferentes perodos otros anarquistas argentinos: Fernando del Intento, activo poeta y periodista en La Plata y Ensenada; Florencio Gonzlez, natural de Chacabuco; Julio Ricardo Barcos, santafesino de Coronda, presidente de la Liga Nacional de Maestros; o el porteo Jos de Maturana, poeta, periodista y dramaturgo, autor de populares sainetes como Qu calor con tanto viento!67 Otra personalidad que se hizo muy famosa con el paso del tiempo fue la de la rosarina Libertad Lamarque, hija de un obrero hojalatero, el anarquista uruguayo Gaudencio Lamarque. Si bien la conocida cantante no adhiri a la ideologa de su padre, su carrera comenz a los seis aos en ese medio revolucionario, cantando o recitando en las veladas de las sociedades64

Segn la web Todotango, Gonzlez Castillo fue quien consigui que el do Gardel-Razzano pudiera hacer sus primeras grabaciones para la casa Max Glcksmann. Visto on line el 31-10-2009 en: http://www.todotango.com/ spanish/creadores/semblanza.aspx?id=296&ag= Horvath, Ricardo: Ctulo Castillo. visto on line 28-10-2009, en http:// www.centrocultural.coop/la-ciudad-del-tango/cafe-bar-billares--catulo-castillo.html Quesada, Fernando: La Protesta, una longeva voz libertaria, en Todo es Historia N 82, marzo de 1974. Quesada, Fernando: La Protesta, una longeva voz libertaria, en Todo es Historia N 82, marzo de 1974.

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de resistencia, o actuando en obras de autores anarquistas como Rodolfo Gonzlez Pacheco. La inuencia de ese ambiente se hizo notoria cuando ocurri el clebre altercado con Eva Pern: Cuando le sugeran que vuelva a reconciliarse (...) ella responda: Yo jams me arrim al sol que ms calienta.68 Hubo adems quienes adhirieron a la idea en su juventud para seguir en la madurez por otros caminos, como Elas Castelnuovo referente del grupo literario de Boedo, Juan Emiliano Carulla mdico de destacada actuacin en La Protesta, que despus se convertir al fascismo o Alejandro Sux, autor de Bohemia revolucionaria (1910), novela en la que reej la intensa vida militante de los anarquistas en la primera dcada del siglo xx. En esas pginas, Sux mencionaba sin nombrar la existencia de un intachable ocial de polica convertido al anarquismo. El ocial en cuestin realmente exista: se trataba del argentino Federico ngel Gutirrez, y su increble historia haba sido dada a publicidad por la revista Caras y Caretas en su edicin del 20 de julio de 1907, en una nota titulada Un poeta anarquista expulsado de la polica. A pesar de su pertenencia a esa institucin desde 1893, Gutirrez tena una na sensibilidad social que plasmaba en sus poemas. Destinado a prestar servicio en el Depsito de Contraventores tom contacto con los agitadores que iban a parar all, en particular con un asiduo husped de la leonera, el anarquista Ragazzini, de quien obtuvo la visin de la miseria y la injusticia social. Tiempo despus fue ascendido de rango y comisionado a la seccin Orden Social para efectuar tareas de inteligencia entre los cratas, circunstancia que estrech su vnculo con las ideas revolucionarias; desde entonces pas a escribir artculos para La Protesta Humana y otras publicaciones anes, con el seudnimo de Fag Libert. En 1906 fund, en compaa de Rodolfo Gonzlez Pacheco, el semanario La Mentira, con el jocoso subttulo de: rgano de la Patria, la Religin y el Estado; pero su condicin de doble agente no tard en ser descubierta por la jefatura, que exoner a Gutirrez de las las policiales en julio de 1907.

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Visto on line el 28-10-2009 en: http://es.wikipedia.org/wiki/Libertad_Lamarque.

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A los pocos das sali la nota mencionada en Caras y Caretas, y l mismo se justic en el prlogo a la primera edicin de su libro Noticias de Polica...: Soy anarquista y he sido hasta anteayer empleado de polica. Ya me imagino el gesto del lector. Vaya si tengo cosas que decir y si he aprendido cosas en doce aos de polica!.69 Otro ex polica y compaero de Rodolfo Gonzlez Pacheco en la redaccin de los peridicos Germinal, Campana Nueva, La Protesta, La Batalla, La Obra y La Antorcha fue un natural de San Pedro, Teodoro Antill, nacido en ese pueblito bonaerense el 27 de julio de 1883. El caso de Carlos Rodolfo Pastor Gonzlez Pacheco es otro paradigma de la manera en que arraig la idea anarquista en el sur de la campaa bonaerense, propagada por aquellos linyeras cratas en su vagabundear por los campos argentinos a principios del siglo xx. Nacido en Tandil en 1882 apenas una dcada despus de la masacre producida por Tata Dios, era hijo de un estanciero de acomodada posicin, el oriental Agustn Gonzlez, y de la tandilense Benicia Pacheco. Por su origen y posicin social, Gonzlez Pacheco pudo haber sido uno ms de los seoritos de familias distinguidas que dedicaron su juventud a perseguir gringos y peones rurales de ideas avanzadas. No obstante, su sensibilidad social y las circunstancias del destino lo llevaron a elegir un camino que le signic largos aos de crcel y persecuciones, y que sigui con valor hasta el nal de sus das:La culpa fue de unos agitadores que disfrazados de marineros y vendedores de casimires de contrabando llegaron una tarde a la estancia de mis padres, en los primeros aos de este siglo. Yo era un hijo de pap, un aprendiz de gaucho, mujeriego en los bailes de rancho y pendenciero en las reuniones de pulpera. Respetado por los gauchos que vean en m ms que al mozo guapo a un protegido de los milicos, porque era hijo de estanciero. Aquellos falsos contrabandistas pidieron permiso para pernoctar, y de acuerdo con la costumbre hospitalaria de nuestra pampa se les dio carne asada y catres para pasar la noche en el69

galpn de los mensuales. Al siguiente da, cuando ellos se fueron, uno de los peones me trajo una coleccin de pequeos folletos que los forasteros se haban olvidado en el galpn, repartidos estratgicamente para que se pudieran hallar despus de irse... Eran pensamientos de Bakunin, de Kropotkin, de Pietro Gori, de Malatesta. Al leerlos, fue la primera vez que advert que en el mundo haba algo ms que guitarras, ginebra y carreras cuadreras. Que haba gente que se preocupaba por sus congneres. Y que mi vida era canallesca comparada con la nobleza y los sentimientos de esa gente con preocupaciones sociales.70

Debido a su formacin en el ambiente rural, Pacheco mam desde nio la psicologa del gaucho y su nostalgia por la libertad perdida, sentimientos que volc en muchos de sus Carteles, notas periodsticas publicadas en los distintos peridicos que redact a lo largo de su vida. En uno de ellos, Salud y R. S.! (1919), ofreci una interesante mirada sobre ciertas costumbres gauchas, observadas en los paisanos de Tandil, que haban surgido con el triunfo de la propiedad privada y el alambrado sobre el campo. En consecuencia, deca Pacheco:...el gaucho gan la selva o la sierra; se hizo matrero. Y es desde entonces ahora que, cada vez que dos de ellos se topan en el camino, o se apean bajo un tala, o se guarecen de la intemperie en un puente, primero se ofrecen mutuos servicios, dividen caa y tabaco y exaltan las excelencias de sus caballos; pero al irse, al separarse, siempre, siempre, dejan caer, sobre el lacre oscuro y clido de sus dos manos unidas, esta juramentacin de cuo gaucho: Gena sal y mal istinto!. S, s. Buena salud para sobrellevar la mala vida; mal instinto para vencer, aunque sea a traicin, el destino ero. A ese precio pueden seguir siendo gauchos todava; gauchos libres sobre una pampa esclava... Y bueno. Los anarquistas no vamos para la selva o la sierra, hacia el desierto; venimos a la ciudad y a los hombres, hacia el pueblo. Traemos algo que no podramos dejar de sembrar en70

Gutirrez, Federico A. (Fag Libert): Noticias de Polica... Bs. As., S/D, 1907.

Bayer, Osvaldo: El santo ancdota le fue contada al Gonzlez Pacheco, Magda, de su padre y dems datos nacimiento.

crata. En Pgina 12, 9-4-1994. Esta misma autor de este trabajo por una de las hijas d