237

Sin Máscaras

Embed Size (px)

DESCRIPTION

“Se está haciendo real, se está haciendo claro ... Tus palabras no serán tergiversadas, deshazte de ese pensamiento. Por tu amor superas el falso esquema de la existencia. Por los agradecidos y por los honestos, rompamos el sistema de engranajes." Philippe Welldone. Una manera de acceder al archivo oculto de la mente para acoplarnos a esta gigantesca orquesta que constituye la humanidad. www.BreakTheGear.eu

Citation preview

“Se está haciendo real, se está haciendo claro ...

Tus palabras no serán tergiversadas, deshazte de ese pensamiento.

Por tu amor superas el falso esquema de la existencia.

Por los agradecidos y por los honestos,

rompamos el sistema de engranajes. “

Philippe Welldone

I. PercepcionesEl estudio de las relaciones humanas es demasiado amplio y difícil de abordar a pesar de ser un aspecto manejado cotidianamente por todos y cada uno de los seres humanos… y, aunque cada uno perciba la realidad desde un punto de vista exclusivo y único, se pueden observar comportamientos similares entre personas aparentemente muy diferentes y formas de pensar opuestas entre personas muy parecidas y cercanas, por ejemplo, entre dos hermanos gemelos.

Si se cambia la manera de ver los hechos, la manera de entenderlos y sobre todo la manera de expresar qué es lo que se entiende de lo que se ve alrededor, se puede cambiar el sentido de la vida así como cambia de dirección un tren, por el simple movimiento de una palanca que empalma los rieles a la derecha o a la izquierda.

Muchas tendencias espirituales explican que el secreto para alcanzar el éxito está

dentro de uno mismo, pero, por más simple que parezca, es evidente que su aplicación no es tan fácil, porque el éxito en cada uno traería como consecuencia sociedades exitosas, lo cual sería evidente a todos los niveles… sin embargo, el panorama mundial no se muestra ni muy exitoso, ni muy optimista que digamos... por esto, es difícil asumir que las fuerzas que controlan las circunstancias que nos afectan directa o indirectamente son dirigidas por nosotros mismos.

La insatisfacción global que se percibe a través de los medios de comunicación revela que millones de personas viven situaciones que no les agradan, sean éstas familiares, laborales o culturales. Hasta personas muy famosas, que alcanzaron el éxito en muchos aspectos de sus vidas, no parecen controlar muy bien sus destinos.

Echar la culpa a otros nos induce a incluir sus influencias en nuestras vidas, pero no hacerlo no nos libra de ellas. Por ejemplo: las personas que aún no habían nacido cuando se empezó a abrir el hueco en la

capa de ozono y que desconocen el origen del efecto invernadero que calienta al planeta, difícilmente se ocupan en buscar a los culpables... pero, en el caso de buscarlos y no encontrarlos, quizás se podría pensar que la culpa es de las circunstancias.

Cuando surge la intención de modificarlas y se realizan grandes esfuerzos por lograr mejorarlas sin percibirse ni siquiera pequeños cambios, se impone la necesidad de encontrar una manera eficiente de influir en ellas.

Aunque antes hay que aceptar que cuando los problemas se heredan, es fundamental asumirlos, sin olvidar que los problemas del prójimo también influyen en las circunstancias que nos rodean, incidiendo en nuestras vidas... sólo por verlos, sólo por saber que existen.

La actitud que cada uno asume ante las costumbres sociales, especialmente ante la manera de comunicarnos con el prójimo, sea éste tan cercano como un hermano o tan distante como un desconocido que se cruza en la calle, también influye en el

desarrollo de las circunstancias que nos rodean, pero, en vez de ocuparnos en describirlas, denunciarlas, investigarlas, analizarlas o criticarlas con el fin de comprender sus causas, nos convendría más ocuparnos en lograr mejorar aquellas que nos afectan intensamente.

Las fuerzas capaces de modificar las circunstancias están en la propia mente y son tan simples y naturales como las fuerzas que modifican la expresión de un rostro. Las consecuencias de los propios actos indican si las riendas son llevadas con destreza o si andan sueltas a merced de otras voluntades. Entonces, encargarse de trazar el propio camino según el destino que soñamos alcanzar, deja de ser un reto cuando se comprende que la suerte está en la actitud y en la responsabilidad sobre las consecuencias de lo que se piensa y se desea.

Está comprobado científicamente que el cerebro humano es un receptor-transmisor de ondas electromagnéticas capaz de sintonizar consciente o inconscientemente

ideas ubicadas en rangos de frecuencias afines al mismo, lo cual no está necesariamente relacionado con el significado que se da comúnmente a conceptos que sugieren facultades de leer o manipular los pensamientos de otras personas.

Al relacionar las circunstancias que influyen en la vida de cada uno con los pensamientos que circulan en cada mente, es posible vislumbrar las causas de las mismas. Al ser reconocidas conscientemente, la mente comienza a bosquejar un campo de posibilidades dentro del laberinto que constituye el dominio de las circunstancias.

En ese momento consciente, el optimismo es la única fuerza capaz de trazar la ruta hacia afuera del laberinto virtual que induce a sentirse víctima de ellas.

Dentro de la inmensa cantidad de tratados científicos que se ocupan de explicar el origen de las depresiones psicológicas, la esquizofrenia, la demencia y otros desórdenes mentales, es prácticamente

imposible encontrar definiciones claras sobre la hipocresía y la antipatía, conductas que, quizás por carecer de la connotación patológica que implica una enfermedad, son pasadas por alto aunque actúen nocivamente, consciente e inconscientemente, sobre la mayoría de los seres humanos.

Las maneras en que los pensamientos se reflejan en el mundo físico de una forma tangible, dependen de las formas de percibir la realidad, y son tantas como las mentes que las sostienen. Por esto, conocer la mayor cantidad de ellas propicia un intercambio esencial sobre las bases de las relaciones humanas.

II. SensacionesCuando se expresan ideas relacionadas a la intuición, un tipo de percepción que no pertenece a ninguno de los cinco sentidos conocidos, pareciera que se tratara de un tema antagónico a la lógica, ya que no se puede medir ni controlar bajo parámetros científicos.

Se habla de la intuición así como se habla del amor, el cual soporta etiquetas tan polémicas y contradictorias que lo relacionan con el dolor, el sufrimiento, la venganza, el sacrificio, la pérdida, la depresión, etc.

Cuando se intuye algo, se tiene una sensación que induce a pensar y sentir algo que nos coloca en estado de alerta. Por ejemplo, si uno tiene la sensación de que alguien está pensando algo distinto a lo que está diciendo, se podría decir que uno es capaz de sentir el pensamiento del otro. El punto no es lo que uno cree que el otro piensa, el punto es que uno intuye la falsedad o la cobardía del otro de decir lo que realmente piensa. Seguramente, para cualquier persona, no faltarán anécdotas que recreen este tipo de percepción, las cuales evidencian que la falta de autenticidad es una actitud necesaria para tener éxito socialmente, ya que a todos los niveles se nos enseña que no nos conviene ser muy sinceros.

Ser auténtico es un riesgo, sobre todo cuando se es temerario y no se está preparado para prever las consecuencias o los efectos hirientes que se pueden desencadenar al expresarse espontáneamente. Arriesgarse a asumir esas consecuencias antes de encontrar la manera de expresarse asertivamente, equivale a manifestar voluntariamente cierta des-adaptación social, ya que si se provoca malestar en otros, entonces se genera rechazo. Si alguien no se siente a gusto con los parámetros establecidos institucionalmente como normales y al mismo tiempo se siente normal, debe enfrentar el conflicto que representa expresar sus ideas y enfrentar las reacciones de los que públicamente parecen estar a gusto con los parámetros considerados normales en la sociedad. Lo más saludable sería comprender bajo qué circunstancias se establecieron esos parámetros, para poder determinar la validez de lo considerado normal socialmente.

Las reglas del comportamiento adecuado varían de una sociedad a otra y cada sociedad tiene su historia, sus antecedentes, su modo y razón de ser, sin embargo existen ciertas normas aceptadas mundialmente, como por ejemplo, las que rigen las relaciones internacionales, pero, a pesar de lo trascendentes que puedan llegar a ser para la humanidad, poco valen cuando sus bases están sustentadas en la falsedad y en el engaño; y lo mismo sucede con las relaciones personales. Fingir para evitar situaciones conflictivas es una actitud patética derivada de la indiferencia ante la responsabilidad que le corresponde asumir a cada uno en nombre de la noble labor de intentar convivir en paz.

Sentir temor de entrar en conflicto es normal y se enseña que es un mecanismo de autoprotección, pero, si uno piensa que temer es tener esperanza de que pase algo malo, entonces no parece tan normal. También es normal temer al fracaso y es insensato sentirse confiado y tranquilo cuando no se tiene el sustento para comer o mantener a la familia. Es raro tener fe en

que la solución llegará a tiempo... es normal preocuparse. Hay una vasta gama de situaciones similares que se pueden convertir en muestras magníficas de lo que se puede lograr cuando se tiene fe o en muestras patéticas de lo que se puede sufrir cuando se tiene miedo. La vida no es fácil es una frase aceptada sin discusión abierta, ya que nada es perfecto (para muchos la idea de la perfección resulta aburrida) y tenemos que sufrir para tener lo que queremos, aunque sea paz y armonía.

El sufrimiento es normal en situaciones tan desastrosas como las guerras para obtener la paz, en los litigios para llegar a acuerdos, en las amenazas para garantizar la igualdad de los derechos... esto muestra que la comunicación auténtica es más temida que la mentira halagadora.

Para decir lo que se piensa sin correr el riesgo de entrar en conflicto con los demás hay que ser un artista de la palabra... pero ¿cuántos tienen esa capacidad desarrollada? Al parecer es una ardua tarea aprender a expresarse armoniosamente, sin

embargo, hay muchos que tienen un talento innato para expresarse pintando, actuando, etc.

El arte es realmente una gran ayuda para expresar lo que se piensa sin correr el riesgo de ofender, ya que es capaz de tocar las almas de los espectadores produciendo sensaciones inexplicables. El potencial creador de cada ser humano puede ser canalizado hacia una interpretación artística de la existencia misma: cada ser humano es el artífice de su destino y esto le da el derecho de considerarse el artista que imagina, proyecta, dirige y protagoniza su gran obra maestra, su vida. Desde este punto de vista, cada pensamiento se convierte en una pincelada que configura esa pieza valiosa, en esta gran galería de arte que constituye nuestro planeta.

La idea de considerarnos creadores de nuestro propio destino, no alcanza a dar suficientes motivos para pensar que sí tenemos la capacidad de crear cualquier otra cosa menos compleja. Quien crea una obra de arte, generalmente la imagina

primero, la piensa. Algunos de los que sienten la necesidad de sacar algo de su interior, toman por ejemplo, un pincel, pinturas y papel, y luego de un derroche de energía creadora, se quedan perplejos observando su obra de arte, algunas veces sin entender qué significa exactamente.

Pensar que somos materialmente el reflejo de lo que pensamos, de lo que tenemos grabado en el subconsciente, nos conduce a asumir la responsabilidad de pensar mejor, de una manera optimista. Comprobar que pensar mejor realmente cambia las circunstancias en que se desarrollan nuestras vidas no aporta datos científicos que justifiquen el esfuerzo que implica transformar los temores, ya que no hay estudios científicos disponibles públicamente que permitan establecer parámetros claros que expliquen la relación de los pensamientos con las manifestaciones materiales.

A pesar de que toda obra de ingeniería civil, como un puente o un edificio, primero es imaginada para ser proyectada y construida

en el medio físico, no se concibe fácilmente la idea de que el destino debe imaginarse y dibujarse mentalmente para poder construirlo físicamente.

Existen muchos libros que enseñan cómo pensar mejor para sentirse mejor, pero a pesar de todos los ejemplos y argumentos que utilizan para estimular al lector a comprobarlo no explican cómo y por qué funciona el pensar mejor. Las sensaciones que producen las ideas subjetivas dependen de muchos factores, entre ellos, los estados de ánimo del emisor y del receptor; a pesar de lo confiables que resultan los estudios científicos sobre el comportamiento humano, no podemos obviar el alto grado de subjetividad que reflejan los enfoques de los especialistas que se ocupan de realizarlos.

Estar conscientes de la complejidad del Universo, de la Naturaleza, de la Vida y del cuerpo humano, produce sensaciones que tocan virtualmente la esencia interior, estimulándola a generar ideas que permiten identificar la posición que se ocupa dentro

de la inmensa red de energía que constituye la existencia de la humanidad.

Cada punto de vista permite enriquecer la base de datos o de informaciones, que cada persona posee en su subconsciente y constituye una pieza más del complejo rompecabezas que conforma la realidad, la cual también puede ser percibida como un todo multifacético, comprendido de tantas maneras como puntos de vistas puedan existir, sin que una visión necesariamente contradiga a otra opuesta.

Más bien, la oposición de ideas respecto a un mismo hecho permite que las ideas opuestas se complementen, mostrando un panorama más rico, más colorido, más lleno de elementos que mejoran la comprensión del hecho.

Sucede lo mismo cuando se enriquece la comprensión de un paisaje al observarlo desde diferentes perspectivas; por ejemplo, cambiar de posición al fotografiar un paisaje permite obtener vistas tan diversas del mismo paisaje que difícilmente podría uno convencer a alguien que no conoce el lugar,

de que son fotos del mismo sitio, sólo que visto desde diferentes ángulos.

Los temas meramente subjetivos parecieran no llevarnos a ningún lado, pero muchos reconocen que tienen un valor importante en el crecimiento interno de los seres humanos. Las relaciones afectivas determinan en gran medida las relaciones interpersonales pero, es fundamentalmente la percepción que se tiene de sí mismo, lo que determina el grado de estima que cada persona tiene por sí mismo y por los demás.

El progreso que significa conocerse mejor a sí mismo muestra sus frutos cuando se logra comprender mejor a los demás, por esto, las ideas subjetivas cargadas de sentimientos que cada uno tiene por sí mismo o por los demás, son consideradas en este ensayo, como elementos poderosos capaces de modificar la realidad.

La idea de que la realidad objetiva puede ser modificada a través del poder que se da, consciente o inconscientemente a los pensamientos, así como la idea de que existen energías imperceptibles ante los

cinco sentidos físicos, que podemos utilizar voluntariamente, son ideas manejadas de muchas maneras distintas en los diversos ámbitos socio-culturales de nuestra sociedad y generalmente se divulgan de las maneras más excéntricas que se puedan imaginar, llegando al punto de ser ridiculizadas o explotadas económicamente por oportunistas.

Sin embargo, con el desarrollo de las telecomunicaciones, se puede apreciar claramente el franco aumento de las publicaciones y emisiones televisivas y radiales que tratan temas subjetivos, cuyas ideas centrales parten generalmente de suposiciones o hipótesis no demostradas científicamente, cada uno estudiándolos desde enfoques cada vez más complejos, donde se muestra cómo la ciencia ofrece pruebas cada vez más claras de que la perfección de la Naturaleza, del Universo y de la Vida, difícilmente son frutos del azar.

Todas las interpretaciones mencionadas aquí, intentan explicar cómo, lo que piensa y cree cada ser humano del planeta, en este

Universo repleto de galaxias, tantas que ni siquiera se pueden contar... configura el dominio de las circunstancias.

Las interpretaciones subjetivas son herramientas elementales que se pueden dirigir o conducir y en este ensayo, se consideran tan válidas como cualquier herramienta de auto-ayuda avalada científicamente por las instituciones dedicadas al estudio del comportamiento humano.

Atreverse a cuestionar el sistema de vida que impera en una sociedad, modifica el nivel de aceptación que se tiene respecto a sus tendencias predominantes, lo cual determina la validez de la des-adaptación voluntaria de ese entorno social.

A pesar del costo físico-emocional que representa des-adaptarse voluntariamente de la realidad, esta manera de enfrentar la vida ha generado manifestaciones artísticas tan llamativas que han llegado a ser consideradas íconos culturales de la humanidad. No son pocos los des-adaptados que, luego de una prolífica y

generalmente corta vida repleta de extravagancias, han deleitado e ilusionado a miles de seres humanos que han visto en su rebeldía un sentido o un significado a la vida, a la existencia.

Esa manera de actuar ante la realidad se considera literalmente, desde el punto de vista académico, como una evasión de la responsabilidad de enfrentarla.

Esta idea contiene en sí misma otras ideas que representan frenos, cadenas, grilletes o similares, que inducen a pensar que quien no siga el patrón de conducta preestablecido en su entorno, quien se atreva a desafiarlos y a intentar vivir según sus propias ideas, no podrá soportar la realidad y por supuesto, esas ideas se apoyan en hechos dramáticos como las muertes prematuras por suicidio, sobre-dosis de drogas o asesinatos polémicos, de esos extravagantes que dejaron su huella en la memoria de la humanidad.

Mantenerse tangente al devenir de las circunstancias o no sentirse obligado a entrar en su corriente, no se considera aquí

como un problema, sino como un reto que muestra un camino para enfrentarse a la sumisión predominante; esa sumisión que hace que muchos soporten condiciones despreciables, llegando a pensar que así es la vida y que no se puede hacer nada para cambiarla.

El deseo de enfrentarse a la sumisión imperante es una de las causas de la rebeldía y el inconformismo es lo que motiva a un individuo a no querer dejarse arrastrar por esas corrientes a las cuales siente que no pertenece su existencia. Esta percepción de la realidad representa el desafío por el cual se logra valorar la intuición.

Alterar voluntariamente el aparente equilibrio de las circunstancias, detrás del cual se yergue la voluntad decidida a liberarse de la sumisión que la oprime, conduce a situaciones nuevas donde la actitud temeraria debe abrir el paso al conocimiento de esas variables de interacción, que a pesar de surgir como algo nuevo en el dominio de las circunstancias,

ya estaban allí, imperceptibles para quien no las intenta reconocer.

La intuición, o la certeza sobre la autenticidad de una idea desconocida, puede manifestarse tan poderosa como la duda sistemática que flota sobre el modo y razón de ser de la intuición misma.

La intención de reconocer los mensajes contenidos en las ideas que expresamos consciente o inconscientemente a través de los gestos, el comportamiento y las relaciones interpersonales, pero sobre todo y especialmente, la intención de reconocer los mensajes que se filtran desde el subconsciente a través de los actos conscientes, como por ejemplo a través de los actos donde se manifiestan la creatividad, la imaginación y las ilusiones (los cuales viajan hacia la conciencia a través de símbolos, que a veces no podemos comprender y que son utilizados por los artistas en sus creaciones), es valorarlos como portadores de información, proveniente desde el interior de cada uno, sea como creador de una obra o sea como

espectador de una obra; porque el espectador crea a su vez, una interpretación de la obra apreciada con sus sentidos, la cual viene cargada de un cúmulo de sensaciones y sentimientos que afloran a su conciencia en el momento de percibir una obra creada por otro.

Estimular la capacidad de crear arte y de apreciar el arte creado por otros, sea cual sea su soporte físico y sea cual sea la edad del individuo, permite materializar esos símbolos, lo cual contribuye al estudio de los mensajes conscientes o inconscientes que circulan camuflados en nuestras relaciones sociales.

Atreverse a expresar las propias ideas permite abrir la válvula de escape que permite liberar la presión ejercida por los estereotipos y las reglas protocolares, cuando uno se interroga sobre la validez de los mismos.

Las bases sobre las cuales se sustenta este punto de vista están conformadas por interpretaciones subjetivas, por lo tanto no tienen ningún asidero en la ciencia

experimental, tal como es concebida y enseñada institucionalmente. Sin embargo, en lo que sigue se hacen referencias a estudios científicos que de una u otra forma coinciden con estas ideas de forma evidente.

Varias tendencias literarias, científicas y espirituales influyeron en la concepción de este ensayo, por lo cual se puede decir que es fruto de una amalgama entre algunos aspectos que las conforman.

Para identificar a esta amalgama con términos coherentes, se propone la idea de la sincronía mental sintonizada, con el fin de configurarla como un instrumento, que permita manejar consciente y continuamente, la simbología utilizada en el arte.

Los símbolos representan ideas y si los manejamos consciente y eficientemente pueden convertirse en útiles aliados que ayuden a re-conocer el origen de la fuente creadora oculta en lo interno de cada ser humano.

En la sincronía mental sintonizada, en primer lugar, la sincronía se refiere a la simultaneidad de dos procesos: 1- La expresión, consciente o inconsciente, de una idea de una forma simbólica; y 2- La activación de una serie de recuerdos o conceptos relacionados con los símbolos utilizados en la expresión de la idea, los cuales se encuentran almacenados en el subconsciente y de los cuales la conciencia puede o no tener conocimiento. En segundo lugar, la sintonía se refiere a la toma de conciencia del proceso creativo, ubicándose, voluntariamente, el individuo en un punto desde el cual puede percibir y comprender el mensaje proveniente del subconsciente. Es bastante común oír expresiones tales como: “No estamos sintonizados” o “¡Sintonízate!” para expresar cuando alguien no logra comprender el sentido de una idea.

En ese caso, uno intenta sintonizarse como un receptor de radio: como cuando uno busca una estación musical determinada, ubicando el número del dial donde se logra escuchar esa emisora. Asimismo la mente

se puede sintonizar o ubicar en el lugar por donde circulan determinados mensajes, para poder captarlos, entenderlos, oírlos o si se es muy imaginativo, quizás verlos.

Sintonizarse con el mensaje contenido en la simbología utilizada en el proceso creativo, constituye un esfuerzo dirigido a descifrar el contenido abstracto de lo expresado, es decir, el contenido esencial, no verbal, no gráfico y quizás difícilmente inteligible intelectualmente -como pueden ser los mensajes afectivos- del mensaje contenido en los símbolos utilizados -consciente o inconscientemente- para poder interpretarlo objetiva y/o subjetivamente, con la finalidad de identificarlo y comprenderlo lo más claramente posible.

La interpretación del mensaje está influenciada, por una parte, por los aspectos subjetivos relacionados con las experiencias vividas durante toda la vida de la persona que se interesa en el símbolo como tal o como contenedor de un mensaje. Y, por otra parte, esa interpretación también está influenciada y

condicionada por la ubicación de esa persona respecto al símbolo. El estudio y el análisis de las interpretaciones subjetivas de una obra artística, no sólo permiten al creador descubrir otros significados en su obra, sino que permite una interacción con los espectadores, los cuales al ofrecer su visión, ayudan a tejer una red de comunicación que favorece la expresión auténtica de sus ideas y pensamientos más profundos.

III. LaberintosSi se considera al subconsciente como el archivo donde se almacenan voluntaria o involuntariamente, las ideas y los sucesos vividos por un individuo, se le puede imaginar, por analogía con las computadoras, como el disco duro de la mente: por ejemplo, un idioma aprendido en la infancia se almacena en el subconsciente y puede ser recordado con algo de práctica aunque no se haya utilizado en muchos años.

Si en una obra de arte, se considera que la simbología utilizada, voluntaria o involuntariamente, por el artista, proviene del subconsciente y que puede ser interpretada de muchas maneras distintas, según los filtros (o ideas arraigadas, que tiñen cada percepción con sus características intrínsecas) existentes en el subconsciente de cada espectador, entonces, el estudio de esas interpretaciones subjetivas puede guiarnos en la tarea de descifrar los mensajes, intencionales o no, contenidos, no sólo en las obras de arte, sino también en las reacciones que producen en cada espectador esas obras artísticas.

Esos mensajes generan ideas que establecen relaciones, intencionales o no, entre cada espectador y la obra de arte y entre los espectadores entre sí, donde el artista puede incluirse o no, según su voluntad.

Esas relaciones se basan fundamentalmente en las sensaciones de afinidad o rechazo que produce la obra en el espectador. En el

momento de experimentar una sensación, se produce simultáneamente en la mente de una persona, un flujo de pensamientos, a veces contradictorios.

Si nos inclinamos a considerar la posibilidad de que los pensamientos puedan viajar como ondas, ya que según los conocimientos básicos existentes sobre las telecomunicaciones, se sabe que las emisiones de televisión y las conversaciones telefónicas, por ejemplo, se transmiten por ondas electromagnéticas, entonces, los pensamientos tendrían que vibrar, cada uno a determinada frecuencia (la frecuencia de una onda el número de vibraciones o ciclos que realiza la onda en un segundo).

Volviendo a la sincronía mencionada, ésta también se podría relacionar con la activación simultánea de: 1- el mensaje transportado desde el archivo de la mente (el subconsciente) hacia la conciencia, a través del soporte que lo contiene: el símbolo; y 2- la voluntad de comprender ese mensaje, a través de la interpretación del símbolo utilizado.

Las ideas abstractas contenidas en los símbolos, son representaciones mentales que se asocian fácilmente a pensamientos sencillos manejados por el intelecto. Por ejemplo la metáfora: “mi sueño es todo lo que late en mí” se asocia fácilmente con el latir del corazón y con la ilusión de alcanzar una meta, aunque otros mensajes no tan evidentes pueden interpretarse subjetivamente según las propias experiencias personales, como por ejemplo: “un ideal me da la fuerza para continuar esforzándome”, “quiero cambiar la realidad”, “quiero cambiar la sociedad”, “mi vida cotidiana no me satisface” o también: “no me bastan mi familia y amigos”...

Entrar en sintonía con esos mensajes interpretados, a través de los símbolos utilizados en las artes, relacionándolos con las experiencias personales y reconociendo su nexo con el valor que se da a la existencia, permite aproximar las frecuencias de los pensamientos conscientes con las frecuencias de los pensamientos subconscientes, es decir, permite dirigir los pensamientos

conscientes hacia esas ideas codificadas en símbolos y archivadas en el subconsciente, penetrando así, el pensamiento consciente, a la banda de frecuencias por la cual circulan esos mensajes provenientes del subconsciente y atrayendo como un imán a las ideas ocultas que se le asemejan.

Estas ideas archivadas en el subconsciente, al ser relacionadas con un pensamiento consciente, afloran a la mente consciente por asociación, como lo explica la teoría del psicoanálisis, convirtiéndose en pensamientos aparentemente nuevos, los cuales contienen información valiosa para el conocimiento de uno mismo y para estimular la reflexión sobre nuestras relaciones con los demás. Pero, a diferencia de las teorías científicas sobre el tema, esta explicación sobre la manera de acceder al propio archivo personal no parece admitir a terceros, es decir, que ninguna otra mente, que nadie más que uno mismo, tiene el poder de acceder al propio archivo. Quizás por esto se cuestionan tanto en la actualidad las terapias psicoanalíticas.

Se establece entonces una correspondencia entre la información, codificada simbólicamente, archivada en el subconsciente y los elementos conscientes por los cuales se accede a ella.

Hay ideas ajenas que pueden influir de una manera inconsciente en la actitud de las personas, éstas son las contenidas en los mensajes subliminales, los cuales, por ser ideas, pueden acceder directamente al subconsciente de un individuo, induciendo a éste a sintonizar inconscientemente y por asociación, pensamientos externos que acceden a su conciencia, sin que éste comprenda el motivo.

Por el simple hecho de pensar algo, nos parece que somos los creadores de ese pensamiento, sin embargo podemos caer en el error de pensar ideas ajenas creyendo que nos pertenecen y peor aún, podemos someternos, sin darnos cuenta, a la voluntad de un pensamiento ajeno, es decir, podemos obedecer el mandato intrínseco que implica la esencia de la idea contenida en ese pensamiento, estando

conscientes, inconscientes o en cualquier grado intermedio entre esos dos estados de la mente.

Al pensar o actuar bajo la influencia de una idea, sea ésta propia o ajena, las virtudes y capacidades de una persona están limitadas por la naturaleza de la idea y no por la naturaleza de su voluntad.

El subconsciente tiene una actividad automática y autónoma y representa un cúmulo de herramientas que pueden ser activadas tanto por la conciencia como por el inconsciente. Cuando un individuo actúa inconscientemente oculta involuntariamente los mensajes que activan determinados pensamientos almacenados en el subconsciente.

Las ideas que penetran y circulan en la mente pueden manipular la voluntad de un individuo hasta el punto de inducirlo a realizar acciones que realmente no desearía experimentar. Las herramientas que ofrece el subconsciente, son instrumentos valiosos que permiten comprender el origen de los pensamientos.

En conclusión, el origen de cada pensamiento que circula en la propia mente, puede identificarse interpretando las propias creaciones artísticas. Pero claro, para lograr esto, es imprescindible estar motivado a utilizar el arte como medio de expresión.

El inconsciente puede imaginarse como una cortina o capa invisible autónoma, capaz de ocultar el intrincado recorrido de las ideas que circulan en la mente, cuyo objetivo es utilizar a la voluntad del ser, esquivando a su conciencia. Sin embargo, la voluntad que intenta transitar conscientemente hacia el umbral de su propia inconsciencia, emprende el camino hacia adentro, donde encuentra la contraparte interna de cada manifestación externa del inconsciente.

Intentar ser plenamente conscientes de las causas de cada gesto o palabra, de cada acto o pensamiento, permite ir ganando terreno al inconsciente. Ese darse cuenta, comprender o despertar, que permite tener otra visión de uno mismo y de la realidad, neutraliza poco a poco ese velo de

inconsciencia que no permite a la voluntad interna manejar su propio destino.

Los mensajes provenientes del subconsciente, según su propia naturaleza, por ejemplo archivos intelectuales o traumas rezagados, intentan aflorar a la conciencia bajo sus propias presiones y urgencias intrínsecas, para ser reconocidos y eventualmente enfrentados, aceptados o desintegrados.

El inconsciente oculta, pero no inhibe la acción subconsciente y el simple hecho de reconocer las ideas rezagadas en el subconsciente, sobre todo aquellas que fueron archivadas inconscientemente, ayuda a comprender las causas de las circunstancias presentes en la vida de cada uno y por lo tanto, ayuda a disponer de esas causas, de tal manera que contribuyan al fluir constructivo de esas mismas circunstancias.

El objetivo de penetrar en el misterioso y aparentemente inaccesible subconsciente, a través de la interpretación de los símbolos que se utilizan en la expresión artística, es,

reflexionar sobre la naturaleza del ser, sobre la naturaleza de los ideas y sobre la razón de la existencia.

Comprender la realidad como una unidad que nos involucra a todos simultáneamente, nos conduce a reconocernos, todos, como responsables de la construcción de la realidad.Las ideas confusas pueden desenredarse paulatinamente, al transitar el intrincado camino de la interpretación subjetiva, la cual puede presentarse tan compleja como la realidad que se intenta comprender.

El final del laberinto que representa la interpretación subjetiva, es solamente el inicio del camino que conduce al conocimiento profundo de cada uno y al reconocimiento de cada ser como un engranaje valioso, por pequeño que parezca, de ese todo que es la realidad.

Las relaciones humanas son como un sistema de engranajes funcionando simultáneamente. Algunos sistemas sociales adoptan una manera estereotipada de funcionar, es decir, las relaciones

humanas de sus miembros se desarrollan según ideas simplificadas que son previamente aceptadas por su sociedad, donde lo común es reprimir la espontaneidad, por temor a cometer faltas que generen rechazos sociales.

La espontaneidad es considerada, frecuentemente, un valor positivo en los niños pero negativo en los adultos. Esta contradicción distorsiona la claridad de los mensajes asimilados desde la primera etapa de la vida, lo cual genera conflictos que generalmente no son bien canalizados. Una de las maneras de canalizarlos que actualmente predomina en nuestra sociedad es la reprogramación mental.

La espontaneidad es un recurso valioso que permite mostrar o reconocer la verdadera esencia oculta en el interior. Valorar la autenticidad de cada ser y especialmente de uno mismo, es imprescindible para lograr la armonía en las relaciones interpersonales, aunque se corra el riesgo de volverse susceptible y ser conmocionado.

Por ejemplo, expresar las opiniones directamente, sin rodeos que puedan confundir, puede producir en algunas personas reacciones que producen confusión en quien las expresó. El confundido puede esconderse consciente o inconscientemente detrás de una máscara, por ejemplo de indiferencia, como herramienta útil para dispersar el temor que le produce el no saber manejar una situación creada por él mismo.

Quien descubre una máscara en otra persona y ninguna en sí mismo, fácilmente verá más en los demás, seguramente unas cubriendo a otras.

Atreverse a reaccionar es un acto temerario de quien se cree preparado para enfrentar sus consecuencias. El espontáneo no sólo descubre las máscaras de quienes no desean mostrarse como realmente son, sino que también muestra sus propias máscaras de la misma manera espontánea que le caracteriza, aún cuando su deseo no sea desenmascararse a sí mismo.

Si bien constituye un reto, también es una falta de respeto. Quien se atreva a enfrentar sus propias máscaras, no tiene derecho a arrancar las máscaras de su prójimo, sin embargo, puede convidarlos a soportar la experiencia por motivos valiosos, como por ejemplo, cooperar entre sí, ya que es evidente que muchos destinos que parecen antagónicos, están entrelazados.

El espontáneo que viola el dominio del prójimo, es arrollado por las circunstancias, como lo hace una ola de mar bravo al revolcar a un niño desprevenido en una playa hermosa, quien al intentar reincorporarse, es embestido nuevamente. Las olas arremeten sin cesar, como las del mar de circunstancias. Hay que ver por encima de ellas, hay que ubicarse en el punto más alto que se alcance, para poder observarlas y comprenderlas.

Dentro de los comportamientos estereotipados, la hipocresía constituye un elemento arrollador que manipula bien las circunstancias. El fingir o expresar una idea

contraria a la que realmente se piensa es útil socialmente para obtener provecho, aunque se atente contra la dignidad de otros seres humanos y se burle la confianza del prójimo en general. Es aceptada en diferentes grupos sociales cuando los fines justifican los medios a pesar de mostrar deshonestidad o indecencia en las relaciones.

La hipocresía está claramente calificada como negativa en esta sociedad. Las normas indican que el buen camino está en no querer y no sentirse obligado a fingir o aparentar lo que no se es y lo que no se siente, sin embargo, las reacciones del prójimo al decir lo que se piensa y lo que se siente, indican que no es fácil ser sincero. La sinceridad genera conflictos que abren paso, por innumerables razones, como por ejemplo, los complejos, a impulsos destructivos. Para neutralizarlos se utiliza frecuentemente la hipocresía, que es la reina de las apariencias.

Para comprender los impulsos destructivos inducidos por las emociones, se ha

promovido el estudio de la inteligencia sobre las emociones, cuyo fin consiste en someter a esos impulsos aprendiendo a manipularlos para desarticularlos y desencajarlos del comportamiento cotidiano.

Enfatizar en el re-aprendizaje de los hábitos de comportamiento y en la re-programación de las respuestas ante determinados estímulos, quizás solape esas emociones, mas no ayuda a descubrir su verdadera causa.

Es evidente que en nuestra sociedad latinoamericana se aceptan fácilmente ideas como ser muy delicado al decir la verdad y pensar en lo que puede sentir el otro, por el riesgo que se corre de despertar deseos de venganza en quien pueda sentirse ofendido. Se habla frecuentemente de que no es bueno ser muy sincero y de que hay que cuidarse de no herir a los demás con opiniones crudas y desnudas.

Pero no sucede lo mismo con la idea de tratar a los demás como uno desea ser tratado, la cual lleva consigo la causa de

pintorescos conflictos sociales con el prójimo, ya que, a pesar de la homogeneidad en la estructura del mapa genético del ser humano, se manifiesta claramente la dificultad que tenemos, la gran mayoría, en ponernos de acuerdo respecto a todos los demás aspectos.

Para comprender la forma de ser o carácter de las personas, debe considerarse la posibilidad de investigar sobre el tema de una manera autodidacta y multidisciplinaria, sin regirse dogmáticamente por los preceptos comprobados por pequeños grupos de especialistas que tiñen sus métodos y conclusiones con sus propias experiencias, ya que ningún ser humano puede ser completamente objetivo, aún cuando haya neutralizado a su propio inconsciente.

Según algunos especialistas de la conducta humana, el carácter es genético y recomiendan no perder el tiempo tratando de cambiarlo; según otros deriva de lo aprendido y sugieren re-aprender formándose nuevos hábitos, sin embargo es

evidente que los golpes emocionales desfiguran el carácter y que sentir aprecio sincero lo embellece.

Numerosos escritos psicológicos y filosóficos muestran diferentes caminos para comprender el comportamiento humano en las sociedades.

Voltaire, cuyo nombre verdadero era François-Marie Arouet, vivió entre los años 1694 y 1778 y supo reflejar en sus obras, de una manera artística, el carácter conflictivo de las relaciones humanas de su época, el cual se mantiene preocupantemente vigente a pesar de haber transcurrido casi tres siglos desde entonces.

La dificultad de establecer sucinta y claramente las causas de los conflictos en las relaciones humanas induce a algunos a preguntarse hasta que profundidad se puede llegar en el conocimiento de uno mismo para conocer mejor al prójimo.

El dicho conócete a ti mismo aparenta ser muy simple y fácil de ejecutar, pero es evidente que muchos no están conformes

con lo que son, con lo que son otros, ni con la manera cómo evolucionan nuestras sociedades.

Al esforzarnos en conocernos interiormente, ejercitamos la mente para recordar y relacionar los actos que influenciaron las ideas que se acomodaron en la propia conciencia.

Reconociendo e identificando los recuerdos que producen reacciones inesperadas en uno mismo, se llegan a vislumbrar obstáculos que comúnmente se atribuyen a los demás y que en sentido figurado podemos llamar máscaras.

Las máscaras pueden llegar a poseer autonomía, ocultando hábilmente lo que realmente se piensa e interponiéndose en el camino del conocimiento interior y en consecuencia, del conocimiento de los demás.

Quizás existen máscaras que los poseedores no reconocen que llevan puestas y otras que le endosan al prójimo sin que éstos las posean.

Quizás lo más difícil es aventurarse y exponerse al malentendido al tantear al prójimo, para comprender su manera de razonar y evitar el posible rechazo por expresarse espontáneamente.

También se podría emprender la aventura de conocer a los demás guardando silencio y cuidando de que el cuerpo no hable sin autorización, ya que cada gesto dice más que cien palabras, pero ser discreto y analizar en privado el comportamiento del prójimo carece de fundamento, ya que es una visión unilateral.

Optar por interactuar expresando honestamente lo que se piensa quizás suene bien, pero no parece funcionar, ya que la naturalidad deja ver mucho de uno y significa ser sincero con los demás respecto a uno mismo.

Parece ser que el otro no quiere verlo a uno como uno realmente es, ya que se rompería el protocolo preestablecido que existe en cada sociedad, formado por reglas estereotipadas que se deben seguir, según lo establecido a fuerza de costumbre, para

lograr comportarse adecuadamente según las circunstancias y ser aceptados socialmente.

En determinadas circunstancias uno puede llegar a pedirle a Dios la explicación del por qué las otras personas son como son y por qué suceden ciertas situaciones, lográndose percibir ideas que parecen iluminar la mente satisfaciendo la inquietud, sin embargo poco se hace por comprender uno mismo por qué uno es como es. Al invocar asistencia puede surgir una confusión mayor: ¿a quién se le pide y por qué? ¿qué se debe esperar y de quién?

Al abstraerse de los misterios de la existencia, quitando de la mente las ideas que no le permiten a uno concentrarse en el estudio de la percepción materialista, la cual considera a la materia como el elemento único que constituye la realidad, para poder conocer las reglas establecidas para actuar según cada circunstancia y para poder aprender cómo se deben expresar las ideas correctamente en cada círculo social, puede suceder que no se logren asimilar

esas reglas preestablecidas, lo cual, puede conducir a la rebeldía. Esto implicaría nadar contra la corriente aunque no se tenga clara la motivación inicial.

Las grandes soluciones que se ofrecen a los problemas de las sociedades pueden parecer extrañas a causa de la publicidad que las acompaña, como por ejemplo ese pague y nosotros le resolvemos sus problemas, implica que los demás por uno pueden hacer prácticamente de todo, hasta pensar.

La necesidad de encontrar instrucciones y explicaciones verdaderamente confiables puede hundir al rebelde en el mar de las circunstancias, donde las experiencias de quienes han manifestado cierto control sobre éstas pudieran indicar cómo salir del estancamiento que representa el no saber resolver los propios problemas internos y por ende, los problemas de la sociedad.

Para acceder voluntariamente a esas explicaciones habría que comprender primero en qué lugar se encuentran las respuestas adecuadas, ya que todo parece

ser muy difícil socialmente hablando: las mejores imágenes nos hablan de agrias situaciones y las peores imágenes nos muestran una autenticidad no muy atractiva.

Paradójicamente, hay tanto donde buscar y tantos a quien preguntar que quien busca puede sentirse perdido en medio de una multitud de respuestas y lo que parece ser evidente, es que ese mar de circunstancias es un mar lleno de máscaras y que muchas de ellas tratan de no hundirse, buscando un asidero, tratando de apoyarse en otros en la misma situación.

Quienes ven máscaras en los demás tienen la capacidad de herir al prójimo con su sinceridad, lo cual genera un rechazo hacia ellos. Quizás ser espontáneo y sincero equivale a enfrentar las propias máscaras corriendo el riesgo de paralizarse por no saber quitárselas.

Entre las máscaras que pueden ocultarlo a uno de uno mismo, abundan las de víctima de las circunstancias y también las de incomprendido... aunque pueden ser

muchas, según sea la causa de la circunstancia que agobia al ser. Hay quienes pierden la máscara de la hipocresía delante de ciertas personas al no poder ocultar lo que sienten, permitiendo que otros se sientan orgullosos de haber logrado sinceridad mutua en esas relaciones, a pesar de no ser alegres ni estimulantes. Muchos de quienes tratan de ver más allá de las apariencias tienden al aislamiento por sentirse diferentes, por no lograr adaptarse, aunque no sea lógico sentirse diferente en medio de tanta gente.

Actualmente es común tratar de aprender a desarrollar la inteligencia sobre las emociones en las relaciones sociales, la cual supone una actitud coordinada entre varias personas. Pero no es común ver a alguien diciendo a quien le agredió ostentosamente, que vea la situación desde otro punto de vista y comprenda lo que sienten otros; que no se moleste si le demuestran que interfiere negativamente sobre la vida de otros, porque debe ser inteligente… emocionalmente.

Algunos tratados sobre el control de las emociones las clasifican asertivamente explicando el funcionamiento de cada sección del cerebro. Muestran estadísticas, resultados de profundos estudios en grupos humanos y una incalculable cantidad de teorías que, tratando de dilucidar el por qué del comportamiento humano, proponen soluciones a los problemas de la humanidad.

Uno de los objetivos buscados en esos estudios es dominar las emociones para disminuir la violencia en la sociedad. Explican con mucho énfasis la necesidad de manejar las emociones para someterlas al control de la razón. Sin embargo, la razón es una capacidad mental igualmente vulnerable, entonces, ¿quién garantiza que la razón provenga de una mente sana? ¿cuántas veces diarias vemos como personas poderosas o influyentes en nuestras sociedades razonan con mucha lógica ideas que a otros nos parecen descabelladas?

Es contradictorio aceptar las sugerencias del profesional de la psicología que muestra sin reservas su dependencia a vicios tan perjudiciales como el cigarrillo o que aconsejan sobre situaciones que jamás han vivido, como por ejemplo la maternidad.

Recuerdo las palabras de una psicóloga infantil en ejercicio, ex-compañera de la escuela básica a quien encontré sufriendo depresiones frecuentes por su divorcio y por no haber podido tener hijos a causa de una disfunción biológica, cuando me explicó cómo seguía cada día las indicaciones de su astróloga y cómo descubrió la doble vida de su ex esposo.

Me explicó la importancia del oráculo y de la lectura de las cartas como herramientas para encontrar la solución a los problemas y evitó darme su opinión respecto a este ensayo.

Al mencionarle algunas ideas relacionadas con la telepatía y la existencia de otras dimensiones con el fin de escuchar su punto de vista académico, repentinamente cayó en los brazos de Morfeo (aunque apuntó

bastante bien a los brazos de mi esposo) y no pudo concentrarse en responderme.

Recordé que estaba frente a una profesional de la psicología que pasaba por su astróloga a que le leyera las cartas antes de ir a atender a sus pacientes, entonces, volví a preguntarme: ¿qué mente puede validar la sanidad de otra mente?

Es cierto que muchos psicólogos intentan mejorar la calidad de vida de los individuos que buscan su asesoría profesional, especializándose en aspectos fundamentales de la vida. También es cierto que esa alta especialización les permite incidir sobre situaciones particulares y resolver problemas estructurales en las vidas de esas personas. Sin embargo, no es menos cierto que muchos psicólogos se dedican a emitir juicios superficiales apoyándose en una erudición interpretativa, influenciada por sus propios motivos afectivos.

Esto muestra cómo un erudito se apoya más en la forma en que adquirió los conocimientos que en la propia esencia de

éstos, cuando juzga las acciones de los demás según su propia experiencia, evidenciando la vanidad y el orgullo que no le permiten aceptar que se contradigan las nociones que se han acomodado en su intelecto.

Hay eruditos que han creado entramados sociales según su propia conciencia y se han engordado clasificando a la humanidad con las definiciones creadas por ellos mismos.

Eruditos que encasillan a las personas, negando la variopinta majestuosidad que cada voluntad alberga en su interior, omnisciente de una infinidad de sensaciones en un solo instante, colocando al ser que acude a ellos, dentro de una elaboración automatizada para lanzarlo por los rieles de la maraña de las circunstancias y hacerlo encajar en el terrorífico y anquilosado estado de la inercia autodestructiva, donde el ser cae en la incapacidad de cambiar de estado sin la acción de una fuerza externa.

Los expertos dedicados a enmarañar a la gente, generalmente se consideran a sí

mismos poseedores de facultades superiores a su prójimo, atentando contra los valores del mismo prójimo que acude a ellos para ser asistido. Solicitar asistencia externa para resolver problemas personales implica auto-etiquetarse como víctima, de situaciones no creadas por sí mismo, por esto, si alguien se considera incapaz de corregir una causa externa, difícilmente podrá considerarse responsable de esa causa. Entonces, ¿quién puede culparse por no asumir la responsabilidad sobre su presente? Sobre el presente, el Dr. Deepak Chopra dijo: “... y este momento es un regalo, por eso se llama presente”, lo cual permite pensar que el presente se lo regala uno mismo constantemente.

El borroso recuerdo de un pasado cercano, cuando se imagina el futuro próximo... tan borroso como el presente, cuyo brillo escapa entre las grietas de la resquebrajada coraza, de ese blindaje que uno se ha creado supuestamente para protegerse, pero que lo oculta a uno hasta de uno mismo y en vez de proteger, sólo es capaz de mostrar su nefasto destino, el cual es

quedar desbaratada por la inaudible señal que vibra en el interior. Los gestos inconscientes, padres de torbellinos de situaciones y responsables de las consecuentes reacciones, son suficientes para debilitar el sueño del iluso, que ignora la potencia fuera de su control que representa su inconsciente.

La culpa es del inocente, que maneja su destino con las riendas sueltas, culpando éste a su vez al viento, por guiarle hacia un rumbo señalado por fuerzas extrañas, las cuales manejan a la perfección el contradictorio sistema de las circunstancias.

Quien tiene sueños e ilusiones que deleitan su espíritu, creando en su mente imágenes que representan situaciones ideales que le inspiran a esforzarse y lo llenan de energía difícilmente podría catalogarse como un iluso, sino más bien como un idealista que encuentra en la realidad las herramientas para materializar las ilusiones imaginadas en su mente. Por el contrario, el iluso, cargado de esperanzas sin fundamento y tratando de detectar señales y caminos

preexistentes, inconscientemente los va generando y fortaleciendo al retro-alimentarlos con su desesperación, ahogándose él mismo en su propio enredo ilusorio, el que él mismo creó y que tiene la capacidad de confundirlo aún más. Señales y caminos que posiblemente no conducen a ningún lado, ya que bastantes triunfadores que han obtenido reconocimiento público o premios en competiciones de esos rumbos y que siguieron minuciosamente cada hilo del enredo virtual que sostuvieron con sus mentes, no llegaron a ningún sitio real donde el fruto de sus esfuerzos hubiere podido fundar las bases que sostuvieren, al menos, la estructura del sentido de sus existencias, que le diera un significado y un valor a sus vidas, que no fuera distorsionado por la contradicción que representa la dependencia de las drogas y el suicidio, luego de haber alcanzado éxito, fama y fortuna.

La culpa es del mismo inocente que se ignora a sí mismo hasta el punto de pensar que su destino es guiado por el azar, sin ningún planeamiento previo, jugándose la

vida, que entrega en sacrificio como otrora se entregaban vidas inocentes a dioses, quienes supuestamente las exigían para calmar sus iras, negando su potencial para crear, al pensar que la suerte determina su futuro.

Los autómatas del planeta, que siguen patrones preestablecidos sin darse cuenta, tejen la tétrica maraña que nos enreda a todos en un contradictorio aislamiento en medio de los demás, donde quien se siente aislado generalmente vive rodeado de muchas personas que le aprecian.

Entre los puntos de convergencia de ese entramado virtual, se encuentra el grotesco montaje creado por eruditos de ese sistema alienante, donde el modo de vida retrae a los individuos en sí mismos, creando las barreras que los privan de una conexión auténtica con los demás, convirtiendo las relaciones humanas en competencias encarnizadas donde el triunfo de una persona se construye sobre el agobio de muchas otras personas.

Donde el ser humano se entiende bajo el concepto de recurso como un elemento o bien material del cual pueden disponer a su conveniencia los sostenedores de ese sistema alienante.

Estos eruditos, para justificar su propia existencia, estimulan a grandes grupos de personas, según sus propios términos, a las masas, a desear sentir placeres que despiertan los instintos animales, propios del ser humano por ser parte de la Naturaleza.

Sus mensajes insinúan constantemente los beneficios de hipotecar la propia vida para lograr sentir el placer de sobresalir sobre los demás, generando un estado de inercia donde las tentaciones que atacan a las debilidades y flaquezas de la conciencia se convierten en drogas que producen sensaciones de satisfacción, al rebosar los sentidos físicos.

Al desear sobresalir sobre los demás, indefectiblemente se hipoteca lo que realmente se es en la espera de lograr ser un alguien que pueda tener el poder de

lograr sus objetivos. La publicidad sobre las ventajas que disfrutan ciertas personas que son alguien en la vida y que aparentemente controlan sus destinos, inducen a asumir ciertos comportamientos que hacen pensar que son esas ventajas el objetivo que se desea lograr en la vida. Sin embargo, en los intentos por alcanzar algunas de esas ventajas, se puede notar una ausencia de rumbo en el recorrido que siguen, produciendo como consecuencia, a veces y en algunas personas, la falta de perseverancia en las actividades que han emprendido.

Confundiendo al incauto, a través de influencias directas e indirectas, los soporta-marañas se hacen de las riendas de su vida, convenciéndolo de que es un privilegio tener a alguien que se ocupe de guiarlo y de manejar su destino, lo que lo convierte en un protagonista que dócilmente ejecuta los esquemas de otras voluntades: un paseo sin obstáculos para los que tienen la tarea de lograr los objetivos de quién sabe quién, alejando al triunfador del significado que tiene para sí

mismo su propia obra maestra, que es su existencia.

Los demás, que no es que están de más, sino que por ejemplo respecto a uno, serían toda la humanidad menos uno, son las referencias que permiten cultivar la idea de tratar de ser mejor que ellos para poder optar a privilegios, lo que conduce a que cualquiera pueda considerarse a sí mismo como uno más de los demás para cada uno de los demás, respecto a uno. Entre los patrones que existen para valorar a nuestros semejantes, están los factores cualitativos que discriminan a los seres humanos en categorías, esas que imponen las condiciones bajo las cuales uno podría dejar de pertenecer al vasto grupo de los demás para ser alguien en la vida, para ser considerado importante por los demás.

Las apariencias configuran un patrón de falsa identidad donde no se es lo que se cree ser y no se cree en lo que se es, lo que permite a quien parece ser alguien, acceder a los ambientes donde el poder y la capacidad de alterar circunstancias, sea cual

sea su ámbito, se maneja cotidianamente y donde el que parece que no es nadie aprende a valorarse a sí mismo transitando anónimamente por la vida.

Cuando se acepta entrar en el juego de las apariencias, cuyo sistema de variables interdependientes es establecido por el comportamiento de las personas que participan, como condición para expresarse ante los demás, se reconoce que para gustar a los demás, se debe dejar de ser uno de los demás. Si no se logra expresar la propia voluntad, surge la necesidad de acceder al poder mismo para lograr expresarse.

Tan absorto se puede estar en querer expresarse, que se puede empezar a perder la perspectiva de lo que se deseaba buscar: el poder para poder expresarse. Entonces, tratar de ser alguien para tener poder se convierte en el objetivo y no en el medio para expresar lo que se es.

Cuando alguien intenta expresarse, puede acceder como espectador, cercano o lejano, al dominio de los aduladores profesionales,

quienes viven auto-adulándose a diestra y siniestra, configurando un sistema de vida, donde el que no aparenta ser nadie es quien soporta el peso y el costo del selecto y exclusivo mundo de las apariencias, comportándose como un elemento más, que puede ser reemplazado como un repuesto consumible, de la sólida base sobre la cual se manifiesta esa distorsión de la realidad.

Expresar las ideas que se tienen sobre lo que uno parece ser, sobre lo que uno cree ser, sobre lo que uno desea ser o sobre lo que uno tiene la certeza de ser interiormente, permite analizar la posibilidad de crear voluntariamente efectos colaterales constructivos.

Es decir, cuando cada uno expresa, ante uno mismo y ante los demás, las propias debilidades y también las propias virtudes, se crean otras situaciones, simultáneas a las consecuencias generadas por el contenido expresado, las cuales van construyendo caminos que inexorablemente conducen hacia el conocimiento de uno mismo, hacia

el conocimiento de los demás y por lo tanto, hacia el conocimiento de la realidad, que por supuesto no es el espectáculo ilusorio proyectado por el mundo de las apariencias.

Un ejemplo específico es cuando alguien se atreve a decir lo que piensa de cualquier situación sin temor a ser rechazado. Si al expresarse se siente rechazado, quizás comience a dudar de la validez de su atrevimiento o de la validez del pensamiento que expresó.

Puede que sencillamente reafirme sus ideas al constatar que fue rechazado tal como esperaba e intente comprender si la causa del rechazo proviene de la manera de expresarse o de las palabras utilizadas. Estas posibilidades y todas las demás que se puedan imaginar, son los elementos que nos permiten cambiar o ajustar nuestra posición frente a la realidad que percibimos, lo cual modifica constantemente la interpretación que hacemos de ella. Sentirse seguros de interpretar correctamente la realidad no

implica estar de acuerdo con los demás. Más importante es sentirse seguros de estar percibiendo la realidad lo más objetivamente posible, lo cual representa un aprendizaje fruto de la interacción con el prójimo.

El actuar o reaccionar estereotipadamente impide una interacción objetiva y auténtica con el prójimo, ya que los patrones que indican la manera de comportarse siempre condicionan las respuestas, las cuales son patéticamente predecibles.

Por ejemplo, si una persona me pregunta si estoy de acuerdo con ella y yo pienso que no, puedo inclinarme fácilmente a decir que sí al desear el beneplácito de esa persona o al desear evitar ser agredida -psicológica o verbalmente- lo cual me convertiría en una farsante, creando una situación donde quien pregunta simplemente reafirmaría su capacidad de controlar mis respuestas y yo como hipócrita reafirmaría mi tendencia a evadir la responsabilidad conmigo misma de ser auténtica, escapando de la tarea de aprender a comunicarme honestamente

con mi prójimo. Intentar ser hábilmente honesta, procurando reducir o sencillamente reconocer el abismo de desconocimiento de cada uno respecto al otro, relacionado a las circunstancias que han enmarcado la vida de cada uno, permitiría intercambiar puntos de vista distintos sobre un mismo aspecto de la realidad.

Esto enriquecería no sólo las relaciones sociales entre ambos, sino también la capacidad de comprender la realidad como un todo heterogéneo que muestra diferentes aspectos según sea el ángulo desde el cual se interpreta.

La ansiedad que producen las relaciones artificiales o falsas, pueden volvernos susceptibles de caer en la trampa de la adulación, que promete a diestra y siniestra exitosas relaciones sociales.

IV. PrejuiciosLas ideas pertenecen al mundo del pensamiento abstracto, esencia de una

idea, invariable ante las diferentes maneras de ser expresada o interpretada, donde funciona la capacidad de comprender y aunque la capacidad de ser a través del pensamiento dista mucho de la capacidad de pensar, es evidente que se piensa sin mucho esfuerzo... pero qué distinto es esforzarse en conducir los pensamientos.

La negación a lo nuevo, la flojera a atreverse y la resistencia a los cambios que derivan del temor a lo desconocido son los estímulos des-motivadores que permiten que las emociones y los pensamientos involuntarios dirijan las relaciones interpersonales. Las emociones representan ideas abstractas pertenecientes a otro mundo que no es el de los pensamientos, sino al de los sentimientos. Una emoción, aunque sea instantánea, siempre lleva implícita una idea.

Las ideas pierden su valor frente a la actitud que se toma frente a las emociones y a su vez las actitudes pierden su valor al convertir al ser en una sombra de sus sentimientos.

Penetrar conscientemente en la esencia de una idea separándose voluntariamente de las demás ideas, le permite al ser convertirse en espectador de las circunstancias, las cuales constituyen el contexto de las ideas y dentro del cual, la actitud debería mantenerse dominante sobre ellas.

Elevarse conscientemente por encima de las circunstancias, permite comprender que las emociones tienden a ignorar a la voluntad interior, convirtiéndose -esas emociones- en instrumentos de manipulación de la propia voluntad. La presión de las ideas que producen emociones, proviene de la autonomía (capacidad de auto-gobernarse sin depender de ninguna circunstancia) que posee cada idea, aún sin salir del mundo abstracto.

La dificultad de intercambiar ideas, representa una lucha, donde la conciencia es el campo de batalla y en la que las ideas ajenas que tratan de imponerse sobre las propias predominantes, arrastran hacia

ellas a la voluntad, desprevenida o inconsciente, del ser.

Hay señales provenientes del subconsciente que anuncian la inminencia de los sufrimientos en las relaciones interpersonales, ignorarlas conduce a la dependencia emocional. Al no estar conscientes de que los sentimientos conllevan ideas abstractas e intemporales, el mecanismo mental para tener acceso a esas ideas requiere de un mayor esfuerzo para poder identificarlas.

Ser consciente o no serlo. La conciencia de ser implica asumir la responsabilidad de no ser susceptibles a ser manipulados por las ideas, sean éstas propias o ajenas. Lo que se piensa debe ser dirigido por uno y no dirigirlo a uno. Si se pudieran ver los pensamientos... quizás se verían como corrientes iluminadas de variados colores... y al no ser dirigidos conscientemente, serían arrastrados por otra corriente que los absorbe. Se requiere lanzar los pensamientos hacia un objetivo claro y previsto. Las sensaciones que transmiten

las ideas, permiten identificar la diferencia entre las ideas generadas por uno y las recibidas, aunque ambas se presenten de la misma manera.

El sentimiento de víctima de las circunstancias puede ser neutralizado al salir la voluntad del ser del dominio de las circunstancias, convirtiéndose así en espectadora de los hechos que constituyen las circunstancias. La voluntad del ser que se considera huésped del cuerpo, no se somete a la inercia de éste, la cual es producto de su autonomía. Cuando los pensamientos, los sentimientos o el propio cuerpo indican el camino a seguir, el ser cae en un círculo vicioso, que por su propia monotonía transmite la sensación de conducir hacia la estabilidad (manteniendo un estado de inercia) lo que puede convertirse en una auto-agresión que lo induce a detenerse constantemente. Si la estabilidad tiende a la monotonía, evitar auto-agredirse empieza a convertirse en opositor a la búsqueda de la estabilidad.

La esperanza de que algo rompa el círculo se muestra débil frente a la enorme responsabilidad de mantenerse fuerte frente a las circunstancias de las cuales se es víctima; es algo que puede desequilibrar la frágil estabilidad que mantiene al ser atrapado en un monótono esperar a que las circunstancias sean favorables. El dominio de las circunstancias es realmente poderoso cuando se está atrapado en él, su gran variedad de manifestaciones son como intrincados laberintos, son enredados caminos, a veces seductoramente encantadores. Estos caminos muestran verdaderas tentaciones que se filtran hasta lo más profundo del ser, llenándolo de ilusiones y de esperanzas de alcanzarlas.

En esas tentaciones está la salida del laberinto y es lo que permite encontrar la ruta que se siguió para llegar, sin darse cuenta, hasta allí. Es la ruta que se va mostrando gradualmente cuando se descubre que siempre ha estado allí.

Cuando el ser se mantiene anclado a un sólo punto de vista, los mensajes simbólicos

enviados por el subconsciente no tienen la suficiente fuerza para manifestarse, haciendo que su vida se convierta en una sucesión de historias sin fin delante de otras sin comienzo que pueden repetirse tantas veces y con tal diversidad de matices, que el ser termina por rendirse y por desistir en seguir, por sentirse perdido entre ellas. Cuando se trata de recapitular y se comprende que se ha hecho muchísimas veces, se puede percibir que las circunstancias se retro-alimentan de sí mismas hasta el punto de representar una voluntad superior en la vida del ser. Pero algo extraño a este devenir puede interrumpir ese ciclo monótono: la sensación de no pertenecer a las ideas que causan las circunstancias. La misma que al ser expulsada de ellas y lanzada al infinito puede reconocerse en su propia esencia. Una esencia que se ha confundido con otras al punto de no reconocerse más y ser capaz de fundirse en la eternidad.

El riesgo de sucumbir ante la sinuosa ostentación de las ideas de un adulador, cuya vanidad le muestra el panorama de la

realidad densamente subjetivado, según la superlativa y fatua convicción de su exclusividad, se amplía cuando la buena fe del incauto se inspira en la confianza que desea tener, en las ideas del prójimo. Dirigirse a un adulador es más riesgoso que expresar sinceramente la desconfianza que a uno le puede inspirar el benévolo, sin embargo, la vocación del voluntario puede parecer más conflictiva que la aceptación de la estafa del pedante, a pesar del sadomasoquismo que lleva implícita.

.La traumática desconfianza pujante que se retiene, para no presenciar el aleteo huracanado de la propia indignación, menguada al punto de ser etiquetada como inmadurez emocional, induce a la víctima potencial a penetrar el cerco de la trampa aduladora y someterse voluntariamente a sus designios.

Independientemente de la reacción tardía consciente de la manipulación sufrida, el objetivo del adulador fue alcanzado: atrapar a la víctima. Los ganchos son los traumas. Un trauma es un impacto

emocional archivado en el subconsciente y las experiencias que lo causaron, también archivadas en el subconsciente, son rechazadas por la conciencia, por lo tanto, están bajo el dominio del inconsciente, quien administra esos recuerdos sin la participación de la conciencia, que los rechazó. Se puede acceder a ellas a través del psicoanálisis. Psicoanálisis: Acto terapéutico cuya técnica se basa en descubrir el inconsciente en la vida psíquica individual y/o colectiva.

Estar consciente de la posibilidad de ser manipulado, puede empujarlo a uno a esquivar circunstancias dudosas. Esto puede conducir a sufrir agotadores enfrentamientos internos entre lo que desea lograr y lo que se desea evitar, llegando a un estéril estado de inacción.

La fobia o el temor irracional aparentemente infundado, a la manipulación, puede llevarlo a uno a manipular a otro, para que éste no intente manipularlo a uno.

Es necesario solamente identificar el tipo de debilidad que manifiesta la supuesta ventaja que posee el adulador sobre la víctima, para poder neutralizarla, ya que depende de la víctima la satisfacción de los deseos del adulador.

La reacción inconsciente de una víctima traumatizada, no permite detectar si hay o no mezquindad en el adulador, quien presuntamente pretendió beneficiarse, imponiendo sus ideas y empujando a la víctima a la confusión y a la dependencia que causa la ignorancia. La torpe angustia es sólo una ilusión generada por el desconocimiento de las causas de las circunstancias en que se desarrollan los hechos.

Hechos, que por las características físicas del ambiente, se pueden interpretar de una manera aterradora, pero que en esencia son sólo manifestaciones proyectadas por el inconsciente, fruto del desconocimiento que se tiene de su posibilidad de existir. Percibirlos significa un aumento de la capacidad de comprender más allá de lo

acostumbrado, sin embargo, verlos como algo nuevo no significa que sus interacciones con la realidad percibida vayan a comenzar, todo lo contrario, percibirlos significa tener el poder de poner fin a sus influencias. En las relaciones interpersonales auténticas, la ausencia máscaras pudiera percibirse como algo tan insólito, que se requiere de un esfuerzo mayor para reconocer la autenticidad del otro. Los prejuicios involuntarios que determinan un ficticio estado de alerta y que distorsionan la percepción de la realidad, evidencian la incapacidad de la conciencia de administrar las ideas que surgen del subconsciente, el cual, aunque sea percibido como algo subjetivo, funciona de una manera objetiva, ya que las instrucciones que ejecuta parecen pertenecer a un sistema codificado de información, accesible por asociación de ideas como lo explican las terapias basadas en el psicoanálisis, algunas de las cuales parecen aflorar a la conciencia, independientemente de quien solicite dicha información, aunque puede suceder que

esas ideas afloren camufladas, dada la intervención de influencias externas.

La hipnosis es un estado psíquico análogo al sueño alcanzado por medio de la sugestión, aceptando ideas sin oponer resistencia, que permite al psicoanalista penetrar de una forma autoritaria al subconsciente del paciente, mientras éste se entrega incondicionalmente en manos del especialista. Además, entre otros defectos de la terapéutica hipnótica, los resultados pueden ser de corta duración necesitándose renovar el tratamiento hipnótico, lo cual puede conducir al paciente a una suerte de adicción a la hipnosis.

La motivación afectiva que puede acompañar a un razonamiento consciente, caracteriza la solicitud de datos al subconsciente. De esta manera, se determinará el aspecto bajo el cual se administrarán los datos recibidos en la conciencia, los que fueron enviados por el subconsciente. El tiempo físico que puede llevarle a alguien sentirse seguro de una

decisión, es lo que determinará, según sus consecuencias, el grado de confianza en sí mismo para tomar nuevas decisiones, bajo la influencia de la carga emocional que acompaña al proceso de raciocinio. Si la motivación afectiva es fruto de algún trauma rechazado por la conciencia y oculto por el inconsciente, el prejuicio involuntario se instala, desvirtuando la base objetiva de la decisión.

Un trauma, puede ser la causa por la cual el inconsciente inventa una historia paralela para enviarla a la conciencia y teñir así la reflexión que se hace sobre la decisión a tomar. Todo esto actúa en detrimento de la autoestima de la víctima, que se siente humillada al reconocer la incapacidad de detectar las variables objetivas del asunto, conduciendo a la dependencia emocional Susceptibilidad de influenciarse, en el mejor de los casos. Las personas dependientes emocionalmente de los estados de ánimo de quienes que les rodean crean un círculo vicioso que puede romperse violentamente. La frustración que produce la dependencia inhibe la capacidad de decidir, e instala al

temor de errar en la antesala de la acción. Poder confiar en otro sin pasar el tortuoso camino de chequear el mínimo detalle que pruebe su buena voluntad y su autenticidad, no debería basarse en experiencias anteriores, ya que la vulnerabilidad de la conciencia de ser dominada por traumas inconscientes, modifica su capacidad de razonar.

Más bien debería descansar en la propia capacidad de la voluntad interior de sintonizar las frecuencias que emite la voluntad ajena, basándose en el proceso por el cual los pensamientos son capaces de producir reacciones fisiológicas o sensaciones que se manifiestan físicamente, caracterizándose entonces como estimulantes de la materia. Los pensamientos poseen alguna carga capaz de mover los electrones de los átomos de la materia orgánica, al menos en la misma persona que los piensa, originándose así un campo electromagnético, por lo tanto se podrían considerar, los pensamientos, como ondas electromagnéticas. Las ondas electromagnéticas fueron detectadas y

producidas por Hertz, alrededor de 1890. El magnetismo ligado a las corrientes eléctricas, es decir, a las cargas eléctricas en movimiento, modifican las propiedades del espacio generando campos eléctricos.

Si se consideran de esa manera, entonces deberían vibrar a determinada frecuencia, por lo cual pudieran ubicarse en alguna franja del espectro de frecuencias conocido de las ondas electromagnéticas. Las ondas de radio alcanzan hasta varios kilómetros de longitud de onda en un extremo del espectro y los rayos gamma, ubicados en el otro extremo, tienen las longitudes de onda más cortas que se conocen. Pasando por la luz visible, que es solo una estrecha fracción del espectro, entre los 400 y 700 nanómetros (un nm es equivalente a 0,000.000.001 metros) de longitud de onda, que se ubica entre los rayos ultravioleta y los infrarrojos, las microondas tienen una longitud de onda entre 30 cm y 1 mm. Si la longitud de la onda es corta, la frecuencia es alta.

Hay que reconocer que hasta que los científicos demostraron los efectos de las diferentes ondas electromagnéticas, como por ejemplo los rayos X, no se reconocía su existencia, sin embargo actualmente nadie discute, por ejemplo, la existencia de los rayos gamma aunque no se tenga idea de qué son. Con el apogeo de las telecomunicaciones no es difícil imaginar a las ondas que transportan las millones de conversaciones telefónicas que se realizan simultáneamente sobre la faz de La Tierra en este mismo instante. Otra cosa sería imaginárselas como ondas visibles, se verían como una espesa masa de microscópicos hilos cruzándose, prácticamente sin tocarse, ya que cuando se tocan es cuando se producen las interferencias: combinación de ondas de igual naturaleza que puede aumentar o disminuir su intensidad, incluso pueden anularse.

Los pensamientos viajan de manera similar a estas conversaciones y por supuesto, no se ven, así como no se ven las ondas de radio FM (frecuencia modulada). Existen

experimentos telepáticos (estudios de percepciones sensoriales ajenas a los cinco sentidos conocidos) realizados con métodos científicos y existen también pruebas del poder curativo de los delfines, que poseen un sonar o emisor de ondas de ultrasonido, cuyo eco les permite ubicar los elementos en el mar y comunicarse entre ellos, el cual se basa en las ondas que los delfines envían directamente al cerebro de la persona que comparte con ellos, estimulando en los seres humanos la producción de endorfinas, lo cual produce una sensación de paz en la persona enferma. Tampoco está demás mencionar los efectos de la risa sobre la salud física y como elevan las frecuencias de los pensamientos de quienes disfrutan la vida riendo.

Según algunos, la frecuencia de las ondas del pensamiento puede ser tan alta como para viajar distancias galácticas instantáneamente, atravesando toda clase de materia existente en el Universo sin perder su nitidez ni su potencia. Lamentablemente pocas de las fuentes sobre estos temas explican cómo, cuándo y

quién realizó los experimentos científicos. Algunas de ellas, que explican muy claramente sus ideas sobre la transmisión del pensamiento, están ligadas a corrientes espirituales que expresan ideas que no encajan fácilmente en la mente racional, pero que gozan del beneficio de la duda: aunque no se haya probado su validez tampoco hay pruebas que las nieguen.

Sin embargo, la publicidad que tienen el azar y el ocultismo (práctica que supone conocer los misterios de la existencia) que conquista a una gran cantidad de personas que invierten su dinero esperando que les toque la suerte o que seres con facultades especiales les resuelvan todos sus problemas, muestra que de alguna manera estamos expuestos constantemente a ser manipulados mentalmente, aunque muchos tengan fe en que estas prácticas resolverán sus problemas.

La fe parece ser una sensación que hace pensar que algo es cierto. Si se está consciente de esa sensación, los pensamientos que cruzan la mente pueden

aumentar o disminuir esa certeza, aumentando la fe o transformándola en temor. Si los pensamientos poseen una carga energética cuya dirección se puede establecer voluntariamente, la fe y el temor se podrían considerar como fuerzas ejecutoras, con un alto potencial de acción para influir sobre la energía de toda la materia, ya que toda la materia está formada por átomos y todos los átomos tienen carga eléctrica.

Las acciones aparentemente aisladas que modifican el espacio-tiempo aquí y ahora influyen en sucesos siguientes, generando un sistema de relaciones que configuran el dominio de las circunstancias. Actos distantes e independientes que aparentemente no tienen nada que ver con uno, pueden alterar el curso de nuestra existencia. Cada gesto puede tener consecuencias determinantes, equivalentes al llamado efecto mariposa, según el cual el aleteo de una mariposa aquí y ahora causaría, por ejemplo, una avalancha en un pico nevado en el otro lado del planeta, en

un tiempo proporcional a la distancia que separa a ambos lugares.

El sentido de la responsabilidad sobre la propia actitud en función del futuro de nuestros descendientes, seguramente desconocidos, de cuarto o quinto grado, nos ubica conscientemente en el sistema de relaciones donde el valor que puede tener para cada individuo el conocer, estudiar y controlar las causas de las mutaciones genéticas, necesita de varias generaciones para manifestarse como real. Si se considera lo anterior desde el punto de vista en que la vida de cada individuo es una sola y que el concepto de eternidad es manejado desde el aspecto materialista, donde se argumenta que nada es eterno, la proyección de la convergencia de las fuerzas que podemos percibir, nos permitiría prever con datos reales la poca probabilidad de que uno como individuo tienda hacia la autodestrucción. Ahora, si se imagina a toda una vida como un instante en la eternidad del ser, entonces la comprensión de la vida misma es distinta.

Hay quienes dicen que la vida es corta y para otros es una tortura el no saber qué hacer de sus largos días, siendo una preocupación común a muchos el saber y poder disfrutar de la vida. El tiempo parece ser algo concreto que se aprovecha, se pierde, se tiene o no se tiene. La relatividad del tiempo podría servir para explicar el que un poeta diga que unos interminables segundos siguieron a un fugaz día, ya que lo relativo se basa en el cambio del sistema de referencias. Todo depende de cómo esté uno al percibir una escena. Su interpretación y valoración están influenciadas, en un alto grado, por las experiencias y creencias individuales.

El ritmo vertiginoso de la vida en las ciudades, generado por la búsqueda del bienestar material disminuye el tiempo para disfrutar del simple hecho de existir como seres naturales dentro de la propia Naturaleza. Actualmente es un privilegio tener el tiempo y el dinero suficientes para pagar una estadía en un sitio natural que nos brinde calma y paz interior (y exterior). El bienestar está estrechamente

relacionado con el disfrutar y también con el poder material como instrumento para alcanzarlo. Dentro del recorrido de una vida humana, es relativamente fácil distinguir si cada individuo lleva una dirección satisfactoria o preocupante para su entorno social. Todo esto, desde determinados puntos de vista, entre ellos, el que agrupa a los seres humanos como masas diferenciadas con características específicas, quizás para su estudio o para su organización. Desde los signos del zodíaco hasta los temperamentos científicamente estudiados, pasando por las razas y los estatus sociales, es muy común pertenecer a uno o varios grupos de seres humanos. Dentro del conjunto de estos grupos y subgrupos hay quienes resaltan, por ejemplo, por su capacidad de inspirar, y otros, por su capacidad de angustiar. Aunque quizás todos deberíamos resaltar, por ser únicos en la humanidad.

Si una persona descarta sus recuerdos, sus emociones y hasta sus pensamientos anteriores, queda algo, quizás quede el cuerpo hablando de su pasado, de su

recorrido. Si se descarta el cuerpo físico con la imaginación... puede que quede una mente vacía de recuerdos y un algo más que debe ser la voluntad individual.

Una persona cuya voluntad emite ideas a gran intensidad, logra cubrir esa sensación de desconfianza en el porvenir que oprime al ser en los momentos difíciles de la vida. La admiración hacia los seres que inspiran a crear y que nutren el aliento que colma de significados la existencia, traspasa cualquier blindaje que opaca al individuo, estimulando a su voluntad interior a manifestar el agradecimiento de que la puedan hacer vibrar. Las ideas de quienes tienen la capacidad de inspirar, son las luces que iluminan el camino y que ayudan a comprender el valor de la autenticidad en los demás y en uno mismo, convirtiendo el mar profundo y desconocido de las circunstancias en agua clara y mansa, cuya transparencia transmite la sensación de seguridad.

Esta percepción de la realidad que la voluntad interior ofrece, contrasta con la

sensación de indefensión que generalmente produce el sentirse víctima de las circunstancias.

Hay ideas que pueden producir la sensación de estar conectadas con sus autores, mostrando caminos difíciles de imaginar por parecer diametralmente opuestos a las costumbres de nuestras sociedades y por esto, son capaces de generar nuevas ideas.

Sin la partitura de nuestra obra maestra, que está en el subconsciente, la dirección de la obra se hará en forma espasmódica y aunque las máscaras oculten la autenticidad de los seres humanos, detrás de cada una de ellas siempre se podrá descubrir un punto de vista tan válido para uno como el propio.

V. EsferasInteresarse en las opiniones de los demás implica conocer el punto de vista y las circunstancias que las caracterizan y molestarse por las actitudes o comportamientos de otros, implica no ser

capaz de ubicarse en un punto de vista distinto al que uno ocupa.

Cuando se trata de comprender un comportamiento que difiere sustancialmente del propio o del que se está habituado a percibir en el propio entorno social, se puede caer en elucubrar sobre las circunstancias en que se desarrolló desde su infancia la persona cuyo comportamiento no armoniza con el propio.

El conflicto que puede generar la inserción de una persona en un círculo social ajeno a sus costumbres, como por ejemplo, otro nivel socio-económico u otro país, en el cual se habla otro idioma que no domina, agudiza las diferencias y dificulta la posibilidad de comprenderlas.

Quizás sería válida la idea de aceptar las diferencias sin entender sus causas, sin embargo la aparición repentina de una variable desconocida en la propia rutina puede propiciar que las personas que ya pertenecen a ese círculo social se sientan agredidas, generándose en ellas una actitud de rechazo al recién llegado.

Este impacto social que altera el sereno curso de la existencia de los involucrados, podría suponer un esfuerzo colectivo por sobrellevar el cambio, adaptándose de la mejor manera al nuevo estado del círculo social, para sincronizarse con el nuevo ritmo de las circunstancias. Aunque también se podría suponer que esa alteración constituye una oportunidad esperada, consciente o inconscientemente, para aprender a manejar variables desconocidas, que permitirá la materialización de un elemento, por ínfimo que sea, que contribuirá a la evolución personal y social de uno como parte de la humanidad, lo que representaría también una oportunidad para ampliar la propia capacidad mental y física para traspasar las propias fronteras intelectuales. Ser capaz de ubicarse en el punto de vista del otro permite comprender su actuación y hasta justificar el porte de una máscara, según se desarrollen las circunstancias. El rol de cada uno, ubicado en su propio punto de vista, conforma un elemento más del sistema multifacético y multidimensional que es la realidad.

Conocer varios puntos de vista permite tener una percepción más amplia de ella como un todo.

Hay varias razones tácitas que justifican el poseer ciertas máscaras portátiles, por ejemplo: el empleado humillado por su jefe que le sonríe mientras este último se jacta de su poder y de su superioridad económica; el profesor que incita a sus alumnos a debatir pero que los reprueba al mínimo intento de manifestar diferencias con su opinión; el compañero que se ofende si le dices lo que piensas de su músico preferido...

Pareciera necesario centrar la atención en las similitudes de comportamiento, en las tendencias sociales, en los aspectos profesionales, en los aspectos culturales... para poder traspasar el precinto de seguridad de ciertos grupos humanos que se dejan alcanzar sólo por el ser poseedor de ciertos atributos demostrados. No quien quiera puede entrar en determinados círculos sociales, generalmente hay que cumplir ciertos requisitos para ser

aceptados, aunque hay gente que sencillamente desea sentirse libre y formar parte de esta humanidad como un engranaje más, para por ejemplo, conocer lo más que pueda de la diversidad de seres que la conforman y entender más esta vida, que nos involucra a todos.

Hay ocasiones en que parece que sí se acepta tener una máscara a la vista, por ejemplo: en un grupo social donde nadie reclama un abuso, porque éste lo ejecuta alguien influyente o poderoso o porque el que reclama rompe con la tranquilidad ficticia, pero estable, de la vida colectiva familiar, vecinal, social, urbana, nacional, mundial... ¿A qué precio se puede ser capaz de romper la estabilidad sumisa en nombre de la autenticidad?

Para adaptarse mejor a la sociedad, hay entes comerciales que hasta por teléfono y a cambio de saber pagar a distancia, enseñan a programar el software, es decir la mente, ya que el hardware sería el cerebro. Relacionar la tecnología de las computadoras con el cerebro permite

entender mejor cómo funcionan los procesos mentales, pero de ahí a tratar al prójimo como máquinas de pensar hay mucho trecho. Qué pretensión la de algunos seres humanos, la de pagar para que les vivan su propia vida... ya que es evidente lo difícil que es ser feliz en este mundo cruel. Pero ¿dónde se supone que estamos? en un planeta-hogar, con una humanidad-hermana... ¿que no nos deja vivir... o que no sabemos entender...?

Fingir para poder salir ileso de alguna situación comprometedora enreda más la maraña de los conflictos interpersonales en la sociedad y crea comportamientos estereotipados que niegan la espontaneidad en las relaciones humanas.

¿Para qué todo este teatro? ¿En medio de cuantas mentiras y falsedades nos desenvolvemos diariamente?

El temor de errar lo hace a uno susceptible e induce al enmascaramiento como mecanismo de defensa ante una posible agresión. Una coraza protege entonces al ánimo y las máscaras se ocupan de cubrir a

la mente. Protegerse de esa manera es instintivo y primario, como algo que menosprecia la capacidad humana de interacción personal. Decir lo que se piensa de frente a cada interpretación individual de la realidad nos ayudaría a entendernos mejor. Quizás las respuestas honestas acabarían por desenmascarar a la realidad.

Hay veces que se ve gente o también uno se ve, expresando opiniones negativas de tal o cual persona, sea conocido o desconocido, tan cercano como un hermano o tan lejano como un presidente de otro país y el oyente o los oyentes de tales opiniones parecen golpeados en su estima, como si una agresión hubiera sido dirigida a ellos mismos, generándose así desde malestares diplomáticamente reprimidos hasta enfrentamientos acalorados que llegan a romper relaciones familiares o a peores situaciones. Sentir que las convicciones que uno tiene no son compartidas por quienes nos rodean debería abrirnos caminos al conocimiento de nosotros mismos y del prójimo, fomentando el interés por conocer la diversidad de puntos de vista que nos

pueden dar una imagen multidimensional de la realidad.

Las percepciones negativas hablan de detalles que tocan nuestra propia sensibilidad y reflejan matices de nosotros mismos que claman por ser tomados en cuenta. Una crítica ácida que cualquiera haya expresado de cualquier otro, tiene una causa que la genera. Si se pregunta a quien opina por qué piensa eso, quizás el agrio comentarista pudiera reconocer la emoción que acompaña a sus palabras y revelar ante sí mismo el sentimiento que le hiere y que le indujo a expresarse de esa manera. Quizás pueda tomarse como una catarsis espontánea y comedida que saque de su subconsciente alguna idea rezagada o bloqueada.

Pero si se pregunta por qué está tan amargada la persona que critica o se espera a que se termine la ácida verborrea, quizás se produciría un ambiente tenso e incómodo donde las máscaras serían las estrellas del momento. Saldrían unas con gestos incómodos y otras tragando forzado,

quizás una que otra compasiva y seguro que no faltaría la que busca defender al criticado. El agrio se convierte en intragable y la discordia seguiría tejiendo su maraña.

Un comentario, por triste, agrio, sucio o mezquino que sea no deja de ser un comentario: un pensamiento expresado. El problema es lo que se hace de ese pensamiento, cómo lo manejamos cada uno de nosotros: si se es capaz de neutralizarlo o de alimentarlo. ¿De qué dependería entonces nuestra capacidad de manejar las ideas negativas? ¿De la validez de su existencia?

Lo que uno piensa de sí cada vez que uno se expresa negativamente de alguien, ayuda a acceder a la parte oculta, ayuda a buscar conscientemente en lo insondable, en lo más profundo de la mente. El poder penetrar en una parte de la mente que no se conoce y que sorprende con sus jugarretas, es un desafío a enfrentarse y a entenderse, a conocerse uno mismo.

A pesar de conmocionar a los espectadores, se les debería invitar a participar en la

misteriosa búsqueda abstracta de nuestro subconsciente, donde nada que tengamos dentro puede ser peor de lo que reflejamos en nuestros actos.

Cuando se observa la antipatía de otro, que no esté dirigida a uno por supuesto, es fácil sentir la curiosidad de saber como se desenreda de la maraña. Ese mundo abstracto de la maraña se puede imaginar como un mundo virtual: se está ahí con la mente, pero viviendo una vida material en el medio ambiente. Cada mente debería estar donde quiere, ya que está claro que todos somos libres de pensar.

Hay muchas películas del séptimo arte que muestran de muchas maneras, como podemos deslizarnos hacia ideas ajenas sin perder el criterio propio, pero transformando nuestra actitud. Algunas se dedican a expresar ideas sobre lo dormidos que estamos los seres humanos, sobre el necesario despertar. ¿Acaso vivimos dormidos soñando que estamos despiertos? El despertar del alma o del espíritu, claman otras voces.

La parte que está despierta, físicamente hablando, vive consciente en la realidad que percibe, pero una gran verdad parece estar oculta ante ella y el camino hacia esa verdad parece ser hacia adentro aunque la respuesta debería aparecer afuera. Más allá de la imaginación podría existir otra parte de la realidad.

Las ideas que se leen, las ideas que nos cuentan, las ideas que se captan en el cine o en la televisión, las ideas propias, tienen la capacidad de invitarnos a conocerlas, llevándonos hacia las personas que las sustentan y acercándonos a otras ideas que nos presentan a sus autores de ahora y de antes. Los autores, con sus ideas escritas en simple papel, pueden hacernos sentir cómplices de ellos, nos invitan a conocerlos y hasta imaginarlos contando sus historias, llevándonos de la mano por los caminos donde han dejado sus huellas, mostrando panoramas infinitos por donde recorrer el propio camino, soltándonos la mano al terminar cada libro, cada película, cada obra. Están ahí, como una mano tendida al que la vea.

Hay ideas que molestan, sin embargo, el esfuerzo por manejarlas genera una sensación de poder tomarlas y pulverizarlas o también esquivarlas. La agresividad que generan algunas ideas, pueden desgastar al ser en una lucha que no da recompensas.

Esas ideas que no están dirigidas a nadie, en contra de nadie en particular, forman parte de un bombardeo anárquico de ideas sin rumbo, golpeando por doquier a individuos desesperados, solos, en medio de la humanidad. Cuando alguien no se conoce ni se ama lo suficiente cae fácilmente en excesos involuntarios, tocando repetidas veces los extremos hasta ubicarse lo más acertadamente posible cerca del centro. La autoestima puede confundirse con el egocentrismo, lo cual no es lo mismo que amarse a sí mismo, al contrario, la egolatría no permite perdonar, ni siquiera a uno mismo. Auto-insultarse por haber dicho o hecho tal cosa hace pensar más en el odio que en el amor a uno mismo. Quizás sentir vergüenza es el primer paso para entender.

Una de las frases arrastradas a través de la historia de la humanidad: Ama a tu prójimo como a ti mismo... parece ser la empresa más ardua del ser humano. Para amarse uno mismo es necesario perdonarse constantemente, comprenderse y tratar de ser lo mejor que se puede ser.

Darse cuenta de lo que sienten los demás es interesarse en lo que hace sufrir al prójimo, cuidando de no ocultarse detrás de una máscara de falso interés por el otro, lo que puede llevarlo a perder los estribos tratando de explicar que se quiere ser bueno con los demás y hacer las cosas bien para todos, terminando en una crisis emocional espanta-gente. El conocimiento de uno mismo conduce a comprender que las respuestas hay que generarlas evitando ubicar la causa de los males fuera de uno.

Sufrir en carne propia el mal que calienta al planeta y que contamina los ríos y mares, pensar que nuestro microscópico granito de arena no servirá para nada a nivel nacional y mucho menos mundial, pensar que ni a nivel familiar se puede hacer mucho, induce

a reflexionar que lo que nos compete se circunscribe, prioritariamente al núcleo familiar y a sí mismo.

Intentar tomar el control del propio destino sin rendirse ante la situación exterior, permite identificar las pequeñas esferas de pseudos-realidad (llamadas realidades personales) que envuelven a las personas. Aunque la realidad debiera entenderse como un todo objetivo, la subjetividad de cada persona influye en su entorno inmediato, configurándolo de tal manera que cada esfera se convierte en una realidad-isla desde donde se percibe la realidad de una manera diferente.

Algunas esferas crecen gracias al poder de sugestión de unas personas sobre otras para absorber dentro de ellas a otras esferas afines. Pueden crecer hasta el punto de convertirse en redes tan amplias que envuelven a esferas aisladas no afines. Estas últimas para poder llegar a percibir el objetivo de la única realidad deben primero tomar conciencia de su propia e inmediata isla para poder detectar la existencia de la

macro-isla subjetiva que los envuelve. Aunque se busquen todos los medios para observar de una manera objetiva el propio entorno, la visión resulta distorsionada dada la superposición de percepciones subjetivas ajenas a uno mismo. Como burbujas flotando en un medio de diferente densidad, quedan expuestas a las convulsiones que sufre la macro-isla por ser un cuerpo extraño a la realidad.

Las relaciones que se establecen entre los grupos humanos son capaces de influir en el comportamiento individual de las personas aún cuando no se esté convencido de la certeza de las ideas que se asimilan en masa. Cuando se trata de investigar sobre el soporte real de las teorías abstractas que tratan de la influencia del cosmos en el destino de cada persona, se entra voluntariamente en el dominio de las circunstancias, donde los mensajes subliminales constituyen el sistema de transferencia de datos hacia el subconsciente. Estos mensajes se filtran al subconsciente con el permiso del inconsciente que funge de carcelero de la

conciencia, a la cual no le permite reconocerlos. El inconsciente, colocándose como la máxima autoridad sobre la conciencia, bloquea al subconsciente e ignora a la voluntad interior. Los actos conscientes poseen un estadio anterior en el inconsciente y los actos inconscientes que obvian a la conciencia, impactan directamente sobre la vida del individuo. A pesar de la gravedad de las implicaciones que representa la modificación del comportamiento por la manipulación inconsciente, el tema no llega a tratarse sino de una manera extra-ordinaria, como si realmente no estuviéramos expuestos a ser moldeados. La mente incauta desvaloriza su propio potencial exponiéndose involuntariamente ante los incesantes estímulos sensoriales que intentan moldear los hábitos y costumbres de los individuos, ofreciendo placeres efímeros o comprometedores.

La insistencia de ciertas ideas de ocupar la atención de los individuos, reduce las posibilidades de reconocer que es uno mismo quien debe activar su propio

desarrollo mental. Todo esto induce a la búsqueda de ayuda exterior para adquirir el dominio sobre el propio destino. Este tipo de ayuda apunta al punto débil de la conciencia, el cual es el ego, donde se alimenta la necesidad de sentirse amado indicada por el deber de amar al prójimo.

Cuando uno aprende a amarse a uno mismo ¿por qué no amar a todos los demás de la misma manera?

No debería haber motivo para no ser tolerante. Amar al prójimo implica comprenderlo como uno puede comprenderse a sí mismo. Comprender lo importante que es sentirse a gusto con los demás nos impulsa a propiciar buenas relaciones con la gente que nos rodea.

Constituye un gran esfuerzo aceptar a los demás como son. Las causas del rechazo hacia ciertas manifestaciones sociales no cuestionan la manera de relacionarse de los demás sino la incapacidad de encontrar en uno mismo una justificación por sentirse molesto.

Aprender a valorar las experiencias ajenas sin juzgarlas vale tanto como los mensajes que han dejado los grandes artistas de la humanidad, plasmando sus testimonios en sus obras de arte.

VI. SímbolosCuando uno observa a alguien sin querer, es fácil percibir que ese alguien se dio cuenta, cuando ese alguien encuentra, con su mirada e instantáneamente, nuestros ojos. De igual manera es fácil darse cuenta que hay sensaciones colectivas que se contagian, específicamente en grandes reuniones sociales, como por ejemplo, un concierto de música.

La satisfacción de convivir armoniosamente con el prójimo, de tolerar las extravagancias del vecino mientras no atropelle nuestros derechos o reconocer el éxito de otros, llevan a pensar en la influencia que puede tener la vida de los demás en la vida de uno.

No es raro escuchar a alguien decir que siente el ambiente agradable, triste, alegre

o tenso, por ejemplo, sin saber qué está pasando a su alrededor, aún sin ver risas o angustia, ni ningún gesto evidente en las caras de las personas presentes. Hasta observando risas en las máscaras es posible notar hipocresía o falsedad en una situación y en ese caso, hasta podría decirse que el aire se comienza a sentir más denso, más difícil de respirar y de atravesar.

Hay sensaciones que estimulan la producción de adrenalina, esa que da el ímpetu para enfrentarse a lo que venga. No es extraño para mucha gente sentir que se le ponen las manos frías, que se sonrojan o que se les acelera el pulso.

Aunque sí puede que sea extraño imaginarse a uno mismo pulverizando una determinada situación… lo más común es manifestar mal humor, mal carácter, falta de control, inestabilidad emocional, profesional, etc., como causas de las consiguientes sensaciones frustrantes: esas extravagancias que entorpecen la estabilidad personal y/o social.

Una insistente sensación de conflicto puede producir una reacción física como por ejemplo, un sabor amargo. Se pueden percibir este tipo de sensaciones a pesar de llevar una vida tranquila, como si señales que parecieran pertenecer a otro sistema de vida, ajeno a la conciencia, pretendieran hacerse notar. Son sensaciones percibidas por un sentido que no es visual, ni táctil, ni auditivo, ni olfativo, ni gustativo y son percibidas simultáneamente por las emociones, la mente y el cuerpo, siendo producto de una interconexión entre ellos, que de muchas maneras la ciencia explica.

El sentido que percibe la esencia de las cosas y de los otros seres de una manera autónoma e independiente de la conciencia que se tenga de él, no está relacionado directamente con el subconsciente, por lo cual éste no le influye y no tiene relación alguna con el inconsciente, más bien es ajeno a él. Ese sentido es capaz de descifrar los gestos, las expresiones, los silencios, las inflexiones de la voz, pero el contenido de las palabras le pasa prácticamente desapercibido. Maneja las sensaciones que

el intelecto no puede interpretar y las descodifica, mientras el intelecto razona los pensamientos. Es ecuánime, pausado y asintomático. Si no se le reconoce, pasa desapercibido sin llamar la atención. No se atrofia, sin embargo, puede perderse en el olvido.

Las sensaciones que percibe activan fácilmente la imaginación, la cual no necesita muchos estímulos para desplegar sus alas y volar hacia lo desconocido, hacia lo irreal, hacia un lugar sin fronteras, hacia la libertad o hacia ideas que pueden convertirse en obsesiones, dependiendo de la capacidad consciente de eclipsarlas, orientarlas, ignorarlas o simplemente reconocerlas.

La libertad es objeto de infinitas discusiones entre las personas y aún cuando somos relativamente libres de decidir nuestros caminos y de que millones de personas no somos esclavos de nadie ni de nada, existe la evidencia de que muchos estamos en busca de una verdad que según muchas explicaciones de todo tipo, nos hará libres,

aunque no sepamos con certeza de qué, pero libres de algo, real o imaginado, que supuestamente nos oprime.

Se habla de esquizofrenia cuando una persona confunde la realidad con los productos de su imaginación, por lo que su percepción de la realidad resulta distorsionada o alterada; pero no se habla sobre la esquizofrenia de la realidad, que sería la distorsión de la esencia de la realidad. Si se ve de esta manera, el hecho de confundir la realidad distorsionada con la imaginación que trata de reconstituirla, ayuda a tener una percepción más clara de lo que la realidad, según su esencia, debería manifestar, si no estuviera padeciendo de esa alteración que la distorsiona, especialmente en su parte material.

Bien puede asumirse que la realidad es esquizofrénica, ya que vivimos en un mundo que supuestamente va por un camino progresista pero sin embargo, cada día está más deteriorado.

Mimetizarse con esa percepción de la realidad y suponer que la contradicción

mencionada es favorable, presupone enmascararse; esto conduce a obviar el desequilibrio en la medida en que se pueden evadir sus manifestaciones, pero quien se atreve a desenmascarase puede arriesgar mucho, cuando percibe la realidad desde ese ángulo, donde se precisa asumir las consecuencias de las propias acciones mucho antes de que éstas se manifiesten físicamente en el mundo material.

Hay otro aspecto de la realidad que, aún siendo aceptado socialmente como imperceptible por los cinco sentidos físicos, es asumido por todas las tendencias espirituales de la humanidad, independientemente de lo variado, pintoresco o inexplicable de sus manifestaciones: la invocación y solicitud de asistencia no humana.

En nombre de esa característica de los seres humanos, se expresan incesantemente innumerables teorías razonadas, estudiadas, analizadas, etc., algunas con bases científicas probadas y otras que, concluyen sin mayor explicación que la

causa es, sencillamente, el Poder Divino de Dios y por lo tanto no puede ser comprendida por el ser humano.

Aunque es cierto que mientras más avanza la ciencia, más fácilmente se explican los misterios de la vida, esto no deja a un lado el infinito nivel de complejidad, perfección y especificidad, macro y micro, que no se logra explicar como efecto del azar en la interacción de los elementos de la Naturaleza.

El contenido de información funcionalmente específico del Universo, la vida y especialmente de la humanidad, por ser coherente, objetiva y subjetivamente, para el ser humano, reclama agentes inteligentes como causales de su existencia.

Quien se dirige a Dios, generalmente ubica la mirada perdida hacia el infinito; el reconocer Su Presencia en la voluntad de cada ser y en cada elemento del mundo material permite sentir que una fuerza todopoderosa de alguna manera percibe y recibe las solicitudes, sin embargo, la esperanza de ver los sueños hechos

realidad, no evita las situaciones conflictivas.

Cuando se presiente algo, habría que darse cuenta que está relacionado con un deseo o un temor que se tiene profundamente. Al uno creer tener una visión de algo que va a pasar, el cerebro calcula y proyecta automáticamente el campo de las posibilidades inmediatas, enviando una alerta desde el subconsciente. Negar la capacidad de la mente para efectuar tales cálculos, nos ubica en el umbral del inconsciente, permitiendo que éste tenga la autoridad de presentarlos según le convenga, para mantener el dominio sobre la voluntad aplacada.

No sólo el azar y todo tipo de predicciones, sino también los sueños, que son objeto de profundos estudios, son ampliamente aceptados como portadores de cambios en el destino de las personas, produciendo en quien cree en ellos, un cambio en su actitud y por ende en su manera de pensar.

Los intentos científicos para reproducir las funciones del cerebro humano,

específicamente la función de razonar, pueden ilustrar la envergadura de las limitaciones que poseen los cerebros electrónicos más avanzados, creados por el ser humano, respecto a las capacidades del cerebro humano. Sin embargo, es evidente que las máquinas tienen más uso y producen resultados más eficientes para el desarrollo y el progreso de la humanidad que los miles de millones de cerebros humanos que funcionan simultáneamente sobre la faz de La Tierra.

La capacidad potencial de la mente humana se halla subvalorada al punto de estar sometida, en una gran proporción, a los instintos animales que gobiernan a la carcasa material que la alberga: el cuerpo humano, que biológicamente hablando tiene muchísimo en común con el reino animal. Entre esos instintos, resaltan el de supervivencia y el de perpetuación la especie, lamentablemente distorsionados por el sistema socio-económico predominante en el planeta.

La retroalimentación de las ideas, que convierten la satisfacción de los instintos primarios del ser humano en el objetivo de su existencia, automatizan a las mentes desprevenidas, utilizando la alta especialización funcional del cerebro para retransmitir y re-potenciar esas ideas, con la participación, mayormente inconsciente, de las mentes involucradas.

De alguna manera el blindaje inconsciente es el aliado del pensamiento autómata; al bloquear la expresión consciente de la voluntad interior de una persona, se convierte en el peor aspecto de uno mismo.

El pensamiento auténtico es fruto de las ideas proyectadas por la voluntad interior. Estas ideas logran materializarse en el mundo físico como símbolos a través del arte en todas sus expresiones. El arte expresa mensajes que a veces pasan desapercibidos hasta para el propio artista.

Según estudios que se han hecho a los dibujos y pinturas realizados por enfermos mentales, desde neuróticos hasta delincuentes, se han logrado descubrir en

esos individuos rasgos ocultos del carácter, no detectados en los tests o pruebas psicológicas. Hasta la grafología logra describir mejor el carácter de un ser humano que él mismo.

El grito inaudible de un pensamiento desesperado, que puede pasar desapercibido hasta por la persona que lo emite, manifiesta la melancólica agonía de la voluntad interior negada, la cual se disfraza para no mostrar que las señales provienen de adentro de sí mismo, ya que, si es detectada por el inconsciente, es rápidamente bloqueada para impedir su acceso a la conciencia.

Cuando no se logra que suceda lo que se espera, frecuentemente se recuerda haber ignorado una sutil señal que trató de llamar la atención. Al estar consciente de esa sensación, cuya causa proviene del subconsciente, es cuando los pensamientos comienzan a influir positiva o negativamente en la certeza de que lo esperado debería realizarse. Al establecerse ese contacto entre la voluntad y la

conciencia, se activa la capacidad de acceder al subconsciente, aunque sea unilateralmente.

Basta con formularse uno mismo la solicitud y darse un tiempo, pacientemente, sin auto-presionarse, para que el cerebro procese el requerimiento y así poder percibir que las respuestas ya existen y están disponibles. La imaginación permite disponer de ellas. La desesperación que se puede sentir cuando no se siente ese contacto interior, puede sustituir la necesidad de la respuesta por el deseo de escapar de la situación, perdiéndose así la habilidad para acceder con precisión a la respuesta adecuada.

La voluntad lleva encima, además del blindaje inconsciente, el peso de una tergiversación que la condiciona bajo la idea de ser difícil de alcanzar. La fuerza de voluntad, arrastra consigo la implicación de un esfuerzo tácito. La voluntad, opacada por el inconsciente y asociada a esa interpretación, es publicitada como algo tan inalcanzable que se inventan toda clase de muletas a la venta para sostenerla, negando

así su autonomía. El mensaje que se transmite sobre el poder de la voluntad es tergiversado completamente ya que, fuerza indica poder, mas no esfuerzo.

La voluntad debería llevar las riendas de la conciencia, mas ésta la ignora a causa del inconsciente. Dispone del subconsciente, mas necesita un puente hacia la conciencia... lo maravilloso es que lleva las riendas de la imaginación, con la cual envía sueños e ilusiones a la conciencia, burlando las órdenes inconscientes y estableciendo así un puente directo de comunicación. Esto neutraliza al inconsciente que no puede retro-alimentarse con las ideas, ajenas, que la propia voluntad consciente de sí misma puede bloquear.

En ese estado, la conciencia permite el libre flujo de sueños e ilusiones a través de ella. Si logra interpretarlos como inspiración artística, las ideas contenidas en los sueños e ilusiones, tienen la capacidad intrínseca de sugerir a la conciencia de ocuparse en materializarlas como representaciones simbólicas en el mundo físico.

En el acto creativo se logra que el subconsciente archive nuevos datos, producto de las nuevas ideas que se asocian a esos símbolos en el momento de la ejecución material de la producción artística.

Esto es desarrollar la creatividad, lo cual permite que la voluntad pueda establecer una relación bidireccional con la conciencia. La clara simbología que representa la obra artística, la que obvió la rudimentaria autoridad inconsciente, junto a la sutileza del contenido del mensaje expresado artísticamente, se filtran entre las gruesas placas macizas que constituyen el blindaje del inconsciente, para debilitarlo, hasta que la propia voluntad interior sea capaz de desintegrarlo, con un soplo.

En el estado anormal que vive mucha gente, colmado de insatisfacciones, sufrimientos y sacrificios, una orden unilateral de la voluntad oprimida, dirigida a la conciencia, genera una gran cantidad de respuestas que rebotan entre sí, dada la

imprecisión de la solicitud, formulada en estado de ansiedad, infelicidad o depresión.

El vago deseo consciente de querer lograr algo, cuando se pide al cielo o a cualquier otro intermediario imaginado o no, se traduce para el subconsciente en una solicitud polifacética. Esto genera un flujo de respuestas, activadas por la asociación de más códigos-respuesta de los que se requerían, lo cual podría explicar el crecimiento del círculo vicioso, que agobia confundiendo y agotando el tiempo, la energía y la vida de quien se esfuerza por mejorar su existencia.

Además, percibir el transcurrir del tiempo de una manera ineficiente parece agotarlo más rápidamente, haciendo que el control sobre la fuerza de la voluntad se convierta en un apremiante reto, vital para la supervivencia. Pensar en detener el tiempo quizás ayudaría a generar una sensación de relajamiento, de esas que renuevan las energías y permiten ver más claramente la realidad.

Cuando se siente que el tiempo arremete contra uno y la propia voluntad corre el riesgo de ser sometida de nuevo, la conciencia, puede abstraerse en sí misma y separarse del escenario material, permitiendo que la voluntad genere ideas, que agrupadas en flujos, potentes energéticamente, incidirían sobre la materia, modificando la relación entre espacio y el tiempo, desmantelando así la situación devastadora.

Es decir, cuando las circunstancias alteran el curso de nuestra existencia, no necesariamente se pierde el timón o control de la situación, sencillamente se enfrenta una prueba, un reto y para superarlo y aprovecharlo como una experiencia constructiva que nos ayuda a crecer internamente hay que asumir la responsabilidad de incidir sobre esas circunstancias, infligiendo sobre ellas fuerzas análogas, ya que las circunstancias se manifiestan materialmente pero en su esencia, no son materia, son ideas.

Las ideas dirigidas conscientemente tienen el poder de desacelerar la velocidad de la percepción y permiten reconocer y asimilar cada segundo de vida como un complejo cúmulo de acciones y reacciones, solo perceptibles por la mente atenta, cuya conciencia funciona bajo su propia voluntad de ser.

Lo que aparentemente era un círculo vicioso, se convierte entonces en un ascenso en espiral a través del espacio multidimensional de las percepciones sensoriales. Tan acelerado el ascenso como calmada sea la percepción.

Tratar de detenerse en el tiempo y de observarse, comprendiendo las ideas propias y ajenas contenidas en los pensamientos, transmite la sensación de estar actuando un rol en una obra... de la cual cada uno es su autor. Ignorar la manera de dirigir el propio destino, conduce a obviar el esquema, trazado por uno mismo, que no es fácil visualizar. Es difícil asumirlo como propio, sin embargo, si

se desea, se puede sentir que está allí, en algún rincón del subconsciente.

Ser capaz de imaginarlo y tratar de encontrar los puntos que pueden ser percibidos por la conciencia, lo muestra contenido en un plano abstracto, donde la inmensidad del infinito permite ver a otras geometrías mentales vagando en ese espacio virtual, anunciando un alto riesgo de colisión, lo que podría producir fuertes impactos emocionales.

Las ideas de quienes nos rodean tienen puntos de intersección con nuestras experiencias e infligen fuerzas capaces de alterar el rumbo de nuestras vidas. La incertidumbre producida por la vulnerabilidad de ser impactado, puede producir una sensación de angustia, que al ser traducida en ansiedad empuja al ser a desear estar preparado para recibir un impacto emocional.

Vea su destino... ¿en dónde?... En las cartas, en las estrellas, en las apuestas o en su propia mente. Aunque también están los manuales para tener éxito; quizás se

necesite más de una vida para conocer la mitad de los manuales existentes y para encontrar el adecuado, quizás se necesite otra vida más. Al ser seducido el ego con ideas de grandeza, la voluntad del ser resulta eclipsada por la potencia de las fuerzas que sustentan a esas ideas.

El deseo de ser mejor y poder sobresalir por las buenas obras, puede identificar al objetivo como simplemente sobresalir, entonces el subconsciente obvia el detalle de las buenas obras y va directo al fin buscado. El objetivo puede ser alcanzado, pero quizás no era precisamente lo que se deseaba. Un deseo poco preciso trae consigo un logro equivalente; aquí es cuando se comienza a entender que la paciencia es la aliada que ayuda a observar y planificar los escenarios... esos donde inconscientemente seguimos improvisando el guión.

La suerte está en el arnés que sujeta la voluntad a ese esquema que se puede percibir con un sentido que no ve, ni oye, ni huele, ni saborea, ni toca. De alguna

manera cada uno está atado a ese algo que lo sujeta y ese algo tiene una fuerte presencia en la existencia.

Cuando se desea, se pide a Dios, a la Providencia, a la vida, se reza, se medita o sencillamente se piensa positivo… se siente esperanza y se es optimista, ya que las ideas que se piensan pertenecen a la misma familia y logran producir una conversación interior.

Independientemente de las cuestiones que se aborden en dicha conversación con uno mismo, la expectativa del cumplimiento de lo deseado puede crecer o puede truncarse sin una causa aparente. Es cuando las señales percibidas conscientemente se van modificando según los estados del ánimo.

Las percepciones abstractas, esas que se comprenden al instante pero que no es fácil describir con palabras o con imágenes, pueden producir, por ejemplo, una sensación de avanzar. Estas percepciones se manifiestan mentalmente de diferentes formas, según la capacidad de imaginar de cada uno y pueden describirse con símbolos

similares a los que contienen los sueños que se producen al dormir.

Sentir que la conciencia atraviesa una membrana transparente, que permite ver en la mente, el espacio sideral, pudiendo apreciar la inmensidad del infinito, conduce a pensar ideas que traspasan los linderos de la racionalidad. Este tipo de percepciones no se pueden compartir, mientras se necesita investigar sobre lo extrañas que pueden parecer.

Los servicios psiquiátricos que no aceptan que quien tiene ese tipo de percepciones está suficientemente consciente de la realidad, convierten a esas relaciones abstractas en manifestaciones patológicas, generando confusión y quizás desequilibrio en donde no lo había.

Integrar a la conciencia la capacidad de mimetizarse con la íntima y profunda voluntad auténtica que reside en lo interno de cada uno puede ser tan sencillo como imaginarlo. Esbozar la idea de que la voluntad interior está oculta por el inconsciente, puede relacionarse con ideas

y símbolos, cuyas interpretaciones conducen al despertar de la conciencia y al mejor conocimiento de uno mismo.

Un ateo comentó que Dios no debe existir porque si existiera fuera muy injusto y no debería llamarse Dios... pero sólo con reconocer la alta especialización de la Naturaleza, hay suficientes motivos para pensar que todo ha sido diseñado antes de existir. El hecho de que algo sea diseñado implica que ha sido fruto de la imaginación de alguien.

Muchos dicen que cuando se esté listo se oirá el llamado, que cuando el discípulo esté preparado aparecerá el maestro, que la búsqueda consiste en encontrar a Dios, que cuando se encuentra, se ve el camino... sin embargo parece ser muy difícil estar listo para encontrarse con Dios, especialmente cuando se espera pasivamente escuchar el llamado o que aparezca un maestro. Sólo la insistente sensación de deber contactar lo interno puede alterar la inercia expectante, la cual se percibe con ese otro sentido que no es

tampoco el que alerta inconscientemente de que algo no está bien. La diferencia está en que, el que alerta, detecta involuntariamente... como si le tocaran el hombro para que se voltee y un carro no le atropelle, por ejemplo. En cambio, ese otro más, está oculto detrás de corazas intangibles, esperando ser útil a su dueño. Sólo la conciencia puede activarlo independientemente del espacio y el tiempo que la contenga.

Es un estado del ser que se muestra en lo efímero de una vida, como la prolongada atrofia de lo más profundo e individual y yace ignorado en cada persona que lucha por subsistir en este mundo de ideas que nos envuelven, cada vez más fácilmente, con nuevas corazas, cuyas identidades mostramos con cada máscara que nos vive.

Cuando se pueden percibir destellos de voluntades atormentadas, vibrando a una frecuencia que conmociona al alma, la sensación se puede interpretar como algo colectivo, no relacionado con un sentimiento que compromete. Es fácil

darse cuenta que los bebés y los niños pequeños tienen una aguda percepción de esas frecuencias, cuando éstos reaccionan involuntariamente ante la preocupación o desesperación que disimulan las personas que se les acercan. Sienten el stress aunque los demás traten de ocultarlo.

Cuando se hace referencia a la frescura de los niños, uno no parece recordar haberla tenido, lo cual debería ser la garantía para poder recuperarla. Percibir esas sensaciones puede tomarse como el no llamado, cuando no se es capaz de reconocer lo que se es. Rendirse a sobrevivir materialmente, disminuye las percepciones y sumerge en un sopor donde las vicisitudes hacen perder de vista toda oportunidad de reflexionar.

Los sentidos físicos se ocupan de percibir la realidad material, ahogando la sutil percepción de lo que se es, en espera de ser reconocido. Ignorar lo interno a cambio de la sumisa estabilidad, instala la ilusión de tranquilidad en el centro de la atención, perjudicando, más de lo que puede ayudar

a mejorar, las apariencias. Las frecuencias de las coincidencias, casualidades y otros fenómenos aparentemente extraños, inducen a pensar que esas percepciones forman parte de la existencia y que no hay que negarse a reconocerlos.

Reconocer tener percepciones diferentes a otras personas ante los mismos hechos, puede provocar la necesidad de expresarse con espontaneidad. Esto puede generar conflictos cuando no se toma conciencia sobre el origen de las ideas que produjeron esas percepciones, lo cual puede generar mal-interpretaciones de esas ideas, llevando a que cada explicación genere otra interpretación distinta, convirtiéndose la situación en un círculo vicioso de explicaciones.

Una agudización perceptiva permite percibir el entorno desde varios puntos de vista simultáneamente, como cuando uno escucha a dos personas con dos versiones distintas de un mismo hecho y se tiene la sensación de que las dos tienen razón y no se logran poner de acuerdo porque

sencillamente están ubicados en puntos de vista, desde los cuales, la percepción del asunto es muy distinta.

VII. FronterasLas respuestas que se da uno mismo al por qué de una situación pueden desencadenar un verdadero diálogo interior, retro-alimentado por un desfile de imágenes que ilustran una variedad de situaciones hipotéticas que sugieren posibles explicaciones a la experiencia vivida. Estas alternativas expuestas por la conciencia a veces resultan inconsistentes, según el razonamiento que se haga sobre la posibilidad de ejecutarse materialmente. El no saber elegir una alternativa que responda certeramente a la inquietud, conduce a desconfiar de la propia capacidad de comprender dicha situación, lo que puede generar angustia, la cual al persistir induce a la conciencia a descartarlas para detener la creciente sensación de malestar emocional. En una situación confusa se puede sentir una angustia que alerta sobre

un peligro inminente, la cual es generalmente ignorada por la conciencia, sin embargo, no son pocos los casos donde la víctima expresa un resignado yo sabía por no haber reaccionado a tiempo. El sistema social ofrece numerosas alternativas para olvidar las angustias personales, brindando entretenimientos que absorben al intelecto o deleitan al ego.

Las situaciones que producen insatisfacción y que no son enfrentadas, pueden ser rechazadas por la conciencia y ser enviadas inconscientemente al subconsciente. Estas ideas permanecen latentes en espera de ser asumidas por la conciencia que las rechazó, produciéndose en ellas un desfase relativo al tiempo. Es decir, su estado latente las mantiene vigentes a pesar de los años o décadas que puedan transcurrir para la conciencia que las rechazó. El intento por comprender las sensaciones desfasadas y por ubicarlas en un contexto que las acepte, conduce a detectar una intrincada red de sucesos pasados que continúan enviando señales desde lo más remoto del subconsciente, capaces de generar actos

inconscientes que los revivan intempestivamente.

Si la intuición es la encargada de detectar esas señales y descifrarlas para que la conciencia las reconozca, confiar en la intuición se convierte en una verdadera responsabilidad. La decisión de asumirla parece un camino desconocido hacia las propias raíces mentales. Aunque siempre esas sensaciones encajan armoniosamente en la vida personal, de alguna manera producen un salto en la inercia de la vida social. Hacerle caso a la intuición significa un esfuerzo para discriminar, disciplinar y orientar los pensamientos de manera de estructurarlos tal y como se haría con una composición artística para poder así accederles con el intelecto.

Los conceptos de conciencia, inconsciencia y subconsciencia, permiten identificar cada pensamiento objeto de atención, donde la voluntad interna puede ser espectadora en esas conversaciones que tienen lugar en la mente. Cuando la voluntad interior desea conscientemente, el subconsciente muestra

un repertorio de datos almacenados, que poseen un especie de código que los relaciona y que se identifican con la solicitud; por eso son enviados a la conciencia. El funcionamiento del subconsciente está oculto a la conciencia por el inconsciente. El inconsciente colectivo involucra a los grupos sociales, según su devenir, en la historia de la humanidad.

Considerando al cuerpo físico como un instrumento creado con un alto potencial de funcionar eficientemente, no se puede atribuir a éste, la causa de los desórdenes y los conflictos de las sociedades. Se evidencia entonces el origen mental-emocional de los conflictos sociales. La lucha apaciguada que oprime internamente es la causa de la inconsistencia de la rebeldía y considerando que es peor ignorar esa lucha que la inconsistencia de la rebeldía, los saltos circunstanciales han logrado que esa lucha haya terminado por reclamar la atención consciente y preguntar qué se está esperando para por fin empezar

a asumir los esquemas prediseñados y almacenados en el subconsciente.

Muchos desean cambiar al mundo. ¿Cómo?... a su medida y a su gusto: diseñar su propio mundo. Sería un buen ejercicio para la imaginación, sólo que a la hora de acoplar los diseños de toda la humanidad, estos no encajarían. Diseñar la propia vida debería ser más fácil, sin embargo se presenta aún más difícil, ya que siempre hay algo que se interpone entre los sueños y uno.

Los sueños y las ilusiones se ubican generalmente más allá de la realidad. Cuando los propósitos son vagos, la inercia es la fuerza predominante. Descargar grandes cantidades de energía para lograr algún sueño sin mantener la motivación, conduce a la inercia inicial. La vida que se sueña tener está ahí en el horizonte, siempre a la vista pero no al alcance. Esas ilusiones que dan energía e impulsan al ánimo a esforzarse, con la convicción interna de que esos sueños algún día se harán realidad, colapsan cuando el

mecanismo está dirigido por las proyecciones racionales de la mente.

Desde hace décadas se acepta que el cerebro humano funciona a menos del 10% de su capacidad estructural, entonces, si ese escaso porcentaje de raciocinio controla el libre fluir de sueños e ilusiones, el dinámico laberinto de las emociones está por perder sus murallas.

La inspiración artística que flota alrededor de la voluntad acorralada por las ideas racionales, parece inalcanzable por la conciencia, como si pertenecieran a otra dimensión, a otro mundo; al mundo de lo irreal, de la fantasía, de la imaginación, que cuando envuelve a la conciencia desprevenida, es sentenciado de muchas maneras como un lugar temible donde la conciencia corre el riesgo de perderse. Desde científicamente utópico hasta psicotrópica-mente alienante, lo irreal amenaza con desequilibrar el dominio de lo racional.

Sentirse atrapado en un mundo de falsedad puede distorsionar la realidad a tal punto

de parecer que el laberinto emocional es la sede estable y autosuficiente de la conciencia. El intelecto cuida su jaula con celo, ya que es el lugar donde reposa y donde la voluntad cede su autoridad a su propio carcelero.

Aunque la voluntad parezca sometida, su potencia le permite burlar el encierro más hermético que el inconsciente pueda crear. Ahí es cuando, tomando las riendas de la imaginación, la voluntad se lanza a la aventura de enviar ideas que revelen su cautiverio con una señal discreta, como por ejemplo, al uno sentir una señal intermitente, que se irá atenuando conforme uno se atreva a penetrar el propio subconsciente, por medio de la imaginación.

El intelecto logra rechazar todo lo que cree que no le pertenece, ya que goza del poder que le da la erudición, el cual es capaz de torcer a su conveniencia y desintegrar, cualquier idea que no se le acomode.

El inconsciente se encarga de dominar el reposo de la mente consciente a menos que

la voluntad se filtre intensamente, presionando a tal punto al laberinto emocional que la conciencia deba reaccionar. Apenas ésta reacciona, olvida el mensaje, directo o disfrazado que envió la voluntad. El inconsciente en acción anula la voluntad interior.

Los sueños extravagantes e imposibles materialmente impresionan y confunden de tal manera al intelecto, que su erudición se siente halagada cuando acepta el reto de descifrarlos, llegando al punto de insinuar espeluznantes mensajes del más allá. Aunque el más allá no esté sino un poco más acá que la propia conciencia.

La autoridad de la propia voluntad ha sido usurpada por ideas ajenas a sí misma que han invadido la mente del ser con el único propósito de neutralizarla, elaborando las fronteras de la conciencia, dentro de las cuales se desarrolla su existencia y desde donde percibe la realidad encajonada dentro de éstas.

Las ilusiones que son proyectadas por la voluntad y lanzadas a la mente consciente,

la cual les permite el acceso, dada su condición de moldeables y sujetas al raciocinio, son los puentes que enlazan directamente y sin símbolos, al consciente con el subconsciente.

Cuando el ser logra expresar su voluntad más profunda sin entrar en conflicto con su intelecto, comienzan a expandirse las fronteras de esta última, dándole así rienda suelta a la imaginación, que cabalgada por la voluntad intenta plasmarse en la realidad material a través de la expresión artística, ocupando así un lugar predominante en la conciencia y logrando desplazar de ésta, las ideas que realmente no le pertenecen.

Las ideas que nos invaden y condicionan nuestro comportamiento, neutralizando nuestra voluntad interna, siembran focos de necesidades instintivas, en las cuales el inconsciente encuentra su esencia. Aduladores profesionales, intelectuales seductores de los instintos más primitivos del ser humano, amplían el dominio del inconsciente a través de mensajes subliminales, dirigidos a la base biológica

que produce la sensación de placer en el cuerpo humano. Expertos juzgando superficialmente a las mentes incautas, creando los entramados soporta-marañas y que engordan su poder encasillando a la humanidad en sus fatuas definiciones clasificadoras. Auténticos ciegos, ante la variopinta majestuosidad de ser humano, omnisciente de infinidad de sensaciones en un solo instante, que pretenden convencer a la humanidad de que el efímero placer es capaz de significar, la realización de la existencia, a pesar de sacrificar a la voluntad encerrándola en la prisión del hedonismo, prisión de placer, que se fundamenta en el deseo de sentirse bien.

Los placeres efímeros que colman los sentidos físicos son los ganchos expuestos de los cuales se amarran las ideas vacías para retro-alimentar la entidad inconsciente que bloquea la expresión de la voluntad. Son los creadores de autómatas, los cuales marchando sobre los rieles de la tétrica maraña, encajan finalmente en el terrorífico y anquilosado entramado de la inercia autodestructiva. Estos expertos fabricantes

y distribuidores de máscaras de placer, enmarañan a las voluntades débiles, las cuales, bajo el dominio de su inconsciente consideran conscientemente a estos farsantes, que son mantenidos por ellos mismos en la cima de su farsa, como ejemplos del éxito. Si el mandato inconsciente domina principalmente los instintos primarios del cuerpo humano, entonces el inconsciente podría ser seducido por una fuerza análoga. El inconsciente no está anclado al subconsciente, por lo cual es vulnerable en todo su perímetro.

La simbología que puede desarticular la hegemonía del inconsciente, a través de las ilusiones y de la imaginación, es proyectada hacia la conciencia por la voluntad. El asunto no es reprimir la tentación de someterse a las ideas ajenas, sino reconocer que no se tiene la capacidad de ignorarlas. Esta reflexión indicaría si se está preparado para enfrentar ciertas situaciones, ante las cuales no habría que exponerse, si se puede sucumbir ante sus riesgos.

Si de decidir se trata, en lo que se refiere a definir las causas de cada debilidad humana y sus consecuencias, sería conveniente prepararse para enfrentarse honestamente y conocer o reconocer, en determinado momento, cada causa de descoordinación entre lo que se cree que se desea, lo que se cree que se debiera desear y lo aparentemente indescifrable del verdadero deseo. He ahí el instrumento capaz de ayudar, cuando se está desprevenido, a controlar coherentemente la manera de deshacer la situación comprometedora, que sinuosamente conduce al abismo de la inconsciencia.

Visto de esta manera, cada situación en la que se está expuesto a errar, sería como un examen que se aprueba o no, lo cual evitaría o no, el volver a vivir una situación equivalente. Y no es que uno deba aprender a fortalecerse o a aguantarse, simplemente se prepara uno para lograr superar un obstáculo, aunque cada obstáculo no lo sea en sí mismo, sino que se manifiesta como una determinada

percepción de la conciencia respecto a la realidad.

Comprender la realidad como un todo, pondría a estos obstáculos en la condición de aspectos limitados por el punto de vista. Concebir la realidad como un todo, permite compenetrar la propia conciencia con este todo, percibiéndose uno mismo como una muestra de lo que ese todo es.

Si pudiera abstraerse uno de este todo, el obstáculo estaría representado por la percepción errónea de uno mismo ante la realidad que es el todo. Sería tomar conciencia de uno mismo como un potencial todo donde los demás son lo mismo. Los obstáculos entonces serían imperceptibles. Las distintas percepciones anteriores que uno ha tenido de la realidad, conjugadas automáticamente con las nuevas percepciones, van ampliando la comprensión del todo, sin perder los detalles de lo más ínfimo percibido.

La invasión de la propia mente por pensamientos ajenos a uno, genera una limitación que afecta la capacidad de

comprensión de la propia voluntad dentro del contenido de la realidad. La responsabilidad individual sobre las repercusiones de cada pensamiento emitido o captado, sólo puede asumirse cuando se reconoce la existencia de una sola realidad, independientemente de la percepción que de ella se tenga.

Suponiendo todavía, que el blindaje del inconsciente sea una creación mental ajena a la propia voluntad, el cual se nutre de las informaciones subliminales que son emitidas por mentes que a su vez están inconscientes de ser elementos manipulados para tal fin, estaría claro en primera instancia, que la lucha por descubrir la tan buscada verdad que nos hará libres, debería apuntar a deshabilitar ese blindaje invisible, que se cree capaz de bloquear todos los mensajes emitidos desde el subconsciente.

La ciencia del pensamiento sería una alternativa para debilitar los enlaces estructurales encargados de ocultarle a uno mismo, su propia voluntad interior.

La conclusión es, que esbozar las propias ilusiones a través de las creaciones artísticas, permite manifestar en la realidad material nuestros deseos mas profundos, lo cual representa el puente por el cual la propia voluntad podrá enviar desde el subconsciente todos los elementos necesarios para re-crear la imagen del deseo interior que, una vez configurada claramente en la conciencia, permitirá programar los pensamientos para incidir en el entorno inmediato, logrando materializar el ideal imaginado. Mientras más clara sea la imagen, más preciso será el resultado.

Posponer el impulso de imaginar o de recrear lo imaginado, es una lámina blindada más que se interpone entre la voluntad interior y la conciencia. Es la materia prima del inconsciente, es la manifestación de la incapacidad de asumir las riendas de la voluntad que se expresa, es negarse a ella, es alimentar la inconsciencia de la propia voluntad, es automatizarse sometiéndose a los estímulos externos por el simple hecho de negar los internos.

La sensación de percibir una señal inaudible en el interior indica que la coraza que la envuelve presenta grietas por donde se filtran las ondas emitidas por la voluntad auténtica. Es la luz que brilla especialmente por los ojos, desde adentro hacia afuera por supuesto, es la que proyecta la voluntad hacia la conciencia, que está afuera de la coraza. El subconsciente está adentro, el inconsciente está adherido a la coraza.

Entre el adulador que intenta manipular y el temerario que se arriesga irresponsablemente, el punto medio corresponde al sensato, cuya responsabilidad consiste en ser consciente del compromiso que tiene consigo mismo, con el prójimo y con las generaciones futuras.

Cualquier ejercicio mental que cada uno invente, según su propia imaginación, es capaz de estimular al ánimo. El que sigue a continuación, es fruto de la experiencia y ayudó a extraer del subconsciente muchas de las ideas contenidas en este ensayo. Ideas que presionaban internamente,

solicitando fluir, por haber sido ignoradas o rechazadas.

Instrucciones: Estallar la coraza desde adentro y acceder al subconsciente directamente con la conciencia (en el mundo de las ideas la imaginación tiene actividad real) el inconsciente se despedazará con la coraza. Acceder al esquema de la vida trazado en el subconsciente y observarlo.

Si no se puede ver nada, imaginarlo en toda su extensión, desde el primer recuerdo hasta los ideales más lejanos en el futuro (el acceso directo de la conciencia al subconsciente no trae a este último a la conciencia).

Manipular el esquema de la vida hasta comprender en que etapa se está ubicado en el momento presente. Introducirse en el esquema y memorizar el ideal del presente con el mayor detalle posible. Verse como se debiera ser según las ilusiones.

Salir a la conciencia y dibujarlo en la mente. Los pensamientos ya están programados

para incidir en el dominio de las circunstancias, el espacio-tiempo será modificado.

Mientras así se desee, se mantendrá la carga electromagnética de los pensamientos, produciendo cambios en el entorno y accediendo a las herramientas que se archivan en el subconsciente.

Ese será el destino inmediato. Tratar de reconocer ese proceso en cada acto hará que el inconsciente quede neutralizado.

Al sentir conscientemente la voluntad interior como la fuerza esencial que fundamenta la existencia intemporal, se liberará la opresión interior (cuando se piensa en lo que no se comprende de la propia vida).

©2005 Gabriela Lombardini

Registro de Derecho de Autor N° 5490

Depósito Legal N°lf25220051004281

Caracas – Venezuela

www.BreakTheGear.eu