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Las miserias del proceso penal Una primera característica a resaltar dentro del proceso penal es la toga que usan los abogados, jueces y magistrados. En primer lugar procura transmitir la idea y la afirmación de que quien lleva puesta la toga es la ley y la Justicia, principio último del derecho y que se ayuda con aquellos de igualdad y equidad. La toga también distingue de entre el resto al abogado defensor y al fiscal que acusa y actúa en pro de la seguridad de la sociedad, al menos en el papel. Resalta el hecho de que la vestimenta representa algo más que costumbre, representa los principios que deben tener presentes de forma permanente todo aquel que forma parte o autoridad en el proceso penal persiguiendo no intereses personales sino persiguiendo justicia. Desde otra perspectiva del proceso penal está el preso, que ante la sociedad lleva la etiqueta de animal y de algo, no alguien, que no pertenece más a la sociedad y, en forma más grave, no pertenece más a la humanidad. Se hace a un lado el hecho de que es un ser humano que nació con derechos y contrajo eventualmente obligaciones como todos dentro de un marco estatal y jurídico así como social. Un preso sufre estando encarcelado y es prácticamente imposible que no experimente el miedo o la ansiedad de una mano amiga, de la familia, de una palabra que quizás haga toda la terrible experiencia una travesía un tanto más llevadera. Es ahora que se logra vislumbrar la esencia de la abogacía como la mano amiga, el compañero predestinado a compartir la pena previo a la pena, que está viviendo el preso, que como ya se ha establecido no es un animal irracional o un objeto peligroso, sino una persona con convicciones, deseos, defectos y virtudes. A raíz de confianza, como preámbulo de la amistad, es que el abogado debe tratar de desentrañar las causas que lo orillaron al sindicado a cometer o no el delito así como los hilos que unen la acción conjunta y única del preso. Tal ejercicio es necesario para considerar estar en aptitud de tomar un caso o no, y con convicción buscar hacer justicia y aún no logrando la absolución en un momento dado encontrar la forma de hacer justa la pena impuesta y que permanezca conforme a derecho. Dentro del proceso se proponen pruebas y testimonios que si bien son las bases de los argumentos de las partes, hay que comprender que no son verdades

Síntesis Las miserias del proceso penal, Carnelutti

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Las miserias del proceso penal

Una primera característica a resaltar dentro del proceso penal es la toga que usan los abogados, jueces y magistrados. En primer lugar procura transmitir la idea y la afirmación de que quien lleva puesta la toga es la ley y la Justicia, principio último del derecho y que se ayuda con aquellos de igualdad y equidad. La toga también distingue de entre el resto al abogado defensor y al fiscal que acusa y actúa en pro de la seguridad de la sociedad, al menos en el papel. Resalta el hecho de que la vestimenta representa algo más que costumbre, representa los principios que deben tener presentes de forma permanente todo aquel que forma parte o autoridad en el proceso penal persiguiendo no intereses personales sino persiguiendo justicia.

Desde otra perspectiva del proceso penal está el preso, que ante la sociedad lleva la etiqueta de animal y de algo, no alguien, que no pertenece más a la sociedad y, en forma más grave, no pertenece más a la humanidad. Se hace a un lado el hecho de que es un ser humano que nació con derechos y contrajo eventualmente obligaciones como todos dentro de un marco estatal y jurídico así como social. Un preso sufre estando encarcelado y es prácticamente imposible que no experimente el miedo o la ansiedad de una mano amiga, de la familia, de una palabra que quizás haga toda la terrible experiencia una travesía un tanto más llevadera.

Es ahora que se logra vislumbrar la esencia de la abogacía como la mano amiga, el compañero predestinado a compartir la pena previo a la pena, que está viviendo el preso, que como ya se ha establecido no es un animal irracional o un objeto peligroso, sino una persona con convicciones, deseos, defectos y virtudes. A raíz de confianza, como preámbulo de la amistad, es que el abogado debe tratar de desentrañar las causas que lo orillaron al sindicado a cometer o no el delito así como los hilos que unen la acción conjunta y única del preso. Tal ejercicio es necesario para considerar estar en aptitud de tomar un caso o no, y con convicción buscar hacer justicia y aún no logrando la absolución en un momento dado encontrar la forma de hacer justa la pena impuesta y que permanezca conforme a derecho. Dentro del proceso se proponen pruebas y testimonios que si bien son las bases de los argumentos de las partes, hay que comprender que no son verdades absolutas pero si las verdades de cada uno de los polos en el proceso penal.

Teniendo claro que un hombre no es bueno o malo sino una mixtura de ambos es hasta cierto punto natural el que exista también una imperfección insuperable en el proceso penal y en la justicia a manos del ser humano, que en prisión están tanto los que cometieron un delito como aquellos que no los cometieron. Nada es absolutamente malo ni bueno y ese principio se aplica tanto al derecho como a la realidad del preso y del ciudadano.

El juez, siendo quien finalmente tiene el poder sobre el rumbo del proceso penal, tiene la tarea más difícil sencillamente porque juzgar al imputado y dictar su veredicto, el decidir si condena o absuelve a otro ser humano, es un peso demasiado grande para otro ser humano. El juez si bien tiene sentimientos e intuiciones, a la hora de juzgar debe ir más allá del defensor y el fiscal manteniendo una posición alejada y distante, no de las personas o las partes sino de los intereses de ambas y pese a esa restricción emplear e interpretar normas y hechos con base en su propio umbral de moral. El juez tiene la obligación de recoger todos los elementos necesarios para poder dictar su fallo, que

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condene o absuelva. El juez entonces debe buscar la aproximación más inmediata o cercana a la verdad de los hechos comprendiendo siempre que no es sencillo, y en muchos casos posible, encontrar con absoluta certeza la verdad.

El proceso penal va más allá de la condena y la absolución. Esta realidad queda clara al observar las cárceles y al observar a la sociedad. Cuando el preso que cumple su sentencia está pagando una pena sometida a una valoración realizada por el juzgador según lo grave de su delito; el objetivo de la condena es, por un lado, la rehabilitación del ahora delincuente y por otro la prevención por medio de dos caras de la misma que por una parte mantiene la seguridad de la sociedad removiendo a un delincuente de las calles y por otra, intimida a la misma sociedad y promueve la abstención de la conducta delictiva. Lo cierto es que en la actualidad una persona que cumplió una sentencia encarcelado, además de haber sido arrancado de su vida, al momento de salir el individuo jamás podrá volver a ser igual a como era. El ex convicto lleva consigo la etiqueta de delincuente durante el resto de su vida, inclusive el absuelto lleva la misma etiqueta aunque la ley establezca lo contrario.

El proceso como tal es una pena que se cumple de antemano con total seguridad, lesionando o castigando espiritualmente, económicamente y emocionalmente al sindicado y afectando no sólo a éste sino a su familia, sus amigos y sus colegas. Ahora bien, la actualidad de un país como Guatemala, tan distante de lo que solía llamarse sociedad hace tan sólo décadas, viene a dificultar la objetividad y la posibilidad de ver al humano en el delincuente cuando algunos parecen ya con anticipación olvidar su humanidad al cometer, usualmente en la impunidad, actos atroces y tan terribles que incluso resulta difícil imaginarse el pensamiento, sentimientos, sueños o ilusiones de sus autores. Los medios de comunicación sólo realzan esa inhumanidad en los sujetos, primero con ambición de lucro y luego conocedores del malestar de la sociedad por la violencia y la delincuencia y su hambre por venganza más que justicia. Para superar la ineficacia del sistema se deben superar primero las ineficacias como autodenominados seres humanos al momento de defender y sobretodo apreciar la condición humana como algo que debe ser siempre inalterable.