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MARIO BENEDETTI: INVENTARIO CÓMPLICE MARIO BENEDETTI: INVENTARIO CÓMPLICE Publicado por la Universidad de Alicante, España, 1998. 618 págs.; ISBN 84-7908-436-7

Sobre Benedetti -Inventario cómplice (Congreso sobre Benedetti)

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MARIO BENEDETTI: INVENTARIO CMPLICE

MARIO BENEDETTI: INVENTARIO CMPLICE Publicado por la Universidad de Alicante, Espaa, 1998. 618 pgs.; ISBN 84-7908-436-7

NDICEINTRODUCCIN. Para un inventario cmplice. I. CUESTIONES GENERALES Jos Carlos Rovira, Pregunta al azar: por qu Benedetti? Jorge Ruffinelli, Mario Benedetti y mi generacin Sonia Mattala, Variaciones sobre la muerte Ana Ins Larre Borges, Lector y fbula: la opcin tica-esttica en la obra de Mario Benedetti Gloria da Cunha-Giabbai, Benedetti y el porvenir de su pasado Jess Peris Llorca, Troperos y gauchos nos recorren. La tradicin segn Mario Benedetti 15 25 37 47 53 65 75 9

Carlos Alberto Guzmn Moncada, Notas a propsito de "El olimpo de las antologas Sylvia Lago, Espacios reales y transfigurados en la obra de Mario Benedetti: Los perseverantes "andarnios" de la memoria Virginia Gil Amate, Mario Benedetti y las bifurcaciones del exilio en la literatura hispanoamericana Ernesto Viamonte Lucientes, El desengaador Benedetti: tres planos para una misma denuncia Jos Ramn Navarro Vera, Una aproximacin a la geografa potica de Mario Benedetti Luis Miravalles, El funcionario y el color del pesimismo en Benedetti Mnica Mansour, Rescatar las palabras perdidas Manuel Gil Rovira, Mario Benedetti: recepcin, lectores y pblico Flix Grande, Mario por Mario Mario Paoletti, Mario Benedetti y la lagartija ertica Manuel Alcaraz Ramos, Mario Benedetti: la complejidad de la esperanza Rosa Mara Grillo, Los adioses de Mario Benedetti Raquel Mara Snchez Pagn, Temas dominantes en Despistes y franquezas Francisco Ramos, La luz de Benedetti Victorino Polo, Hermosa historia potica Carmela Mitidieri, Los versos se hacen canciones: Benedetti y Serrat Roberto Fernndez Retamar, Benedetti: el ejercicio de la conciencia 85 97 11 3 12 3 12 9 13 9 14 7 15 5 16 1 17 3 18 3 19 3 20 1 21 1 22 7 23 5

II. OBRA POTICA Carmen Alemany Bay, Sobre las artes poticas de Mario Benedetti: evolucin y conclusiones Remedios Mataix, Contra las soledades de Babel. La vocacin comunicante en la obra de Mario Benedetti Trinidad Barrera, El sur tambin existe: Mario Benedetti poeta Eduardo Becerra, Inventario de quimeras y de pnicos: La ltima poesa de Mario Benedetti Francisco J. Mora Contreras, Exilio y nostalgia en la poesa de Mario Benedetti Gabriele Morelli, dos poemas frente a frente: La pioggia nel pineto de Gabriele D'Annunzio y Lluvia, regen, pioggia, pluie de Mario Benedetti Llus Alpera, La poesa coloquial en Mario Benedetti y en Vicent Andrs Estells Rosa E. Montes Doncel, Dos poemas de Mario Benedetti Luis Veres Corts, El olvido est lleno de memoria o la memoria llena de olvido: poesa y compromiso en un poemario de Mario Benedetti Antonio Pedrosa Gutirrez, La contracultura en la poesa de Mario Benedetti ngel M. Gmez Espada, Elementos narrativos en la poesa de Mario Benedetti 24 7 25 7 26 9 27 7 28 7 30 3 31 1

Nuria Girona y Eleonora Crquer Mario Benedetti: olvidar (en) el exilio Nancy Morejn, Mario Benedetti: una potica del acontecimiento

31 9 33 1 34 1 34 9 35 7 37 1

III NARRATIVA Teodosio Fernndez, La ltima narrativa de Mario Benedetti Benito Varela Jcome, La estrategia narrativa en La tregua Vicente Cervera Salinas, Los cuentos crueles de Benedetti Ana Beln Caravaca, El yo como imagen desprendida en La muerte - y otras sorpresas Antonia Alonso Gmez, Espacio y tiempo en La tregua Antonio J. Lpez Cruces, El humor en los cuentos de Mario Benedetti Antoine Ventura, Sobre el xodo (Con y sin nostalgia). Ficcin irnica y referente histrico Miguel Herrez, Lo fantasmtico en un cuento de Benedetti: el recurso de lo imprevisible Gracia M. Morales Ortiz, Las relaciones entre lo mediocre y lo otro en los 1personajes de los cuentos de Benedetti Sofia Eiroa Rodrguez, La narrativa breve de Mario Benedetti Ewald Weitzdrfer, El problema del tiempo en el cuento Acaso irreparable de Mario Benedetti Carlos Meneses, La realidad a travs del ftbol Jos Ramn Martnez Maestre, Esttica especular y metaficcin en Quin de nosotros Eva Valcrcel, La borra del caf: la escritura y la memoria Manuel Cifo Gonzlez, Perspectivismo y contraste en Primavera con una esquina rota Claudia Casu, Estudio del conflicto sentimental en los personajes de Mario Benedetti: variaciones sobre el tema del adulterio Ambrosio Fornet, Andamios: la hora del ngelus del elefante y de los exorcismos de la memoria Corina S. Mathieu, Andamios: en busca del desexilio 39 3 40 3 41 3 42 1 42 9 44 1 45 3 47 3 47 9 48 9 49 5 50 1 50 7 51 5 52 5 53

7 54 5 55 3 IV. CRTICA, PERIODISMO, TEATRO. Paco Tovar, Palabras sobre palabras. El justo derecho a ejercer con libertad el propio criterio Rafael Gonzlez, El teatro de Mario Benedetti Pablo Rocca, Un lector bien entrenado (Mario Benedetti, el periodista-crtico) Giuliana Mitidieri, Dicen que la avenida est sin rboles 56 3 57 3 58 3 59 1

V. APNDICE. Mario Benedetti, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante Jos Carlos Rovira, Laudatio Mario Benedetti, Discurso de Investidura Andrs Pedreo, Magfco. y Excmo Sr. Rector de la Universidad de Alicante, Discurso de Bienvenida al nuevo Doctor 60 3 61 1 61 7

Mario Benedetti: Inventario cmpliceCarmen Alemany - Remedios Mataix - Jos Carlos Rovira (eds.)

Introduccin

Para un inventario cmpliceEn julio de 1996, al confirmarse la propuesta de la Escuela de Formacin del Profesorado del nombramiento de Mario Benedetti como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante, un grupo de miembros de esta Universidad pensamos que la mejor manera de centrar el acontecimiento sera celebrar un Congreso sobre la obra del

escritor, trazando, junto al espacio de reconocimiento, otro de reflexin. Se trataba de permitir un encuentro de especialistas sobre su obra y sobre la literatura latinoamericana que pudieran opinar y debatir sobre lo que Benedetti significa en nuestras letras y nuestra cultura. Queremos comenzar manifestando nuestro agradecimiento a las personas que trabajaron para que este encuentro fuera posible y, por supuesto, agradecer tambin la participacin de todos los que se dan cita en estas pginas: junto a lo mejor de la crtica sobre el autor (con alguna ausencia justificada e inevitable), el encuentro fue tambin una reunin de amigos de Mario Benedetti, por esa dinmica de relaciones que el escritor establece con sus numerosos lectores y una cierta complicidad afectiva que existe entre los mismos. Debemos advertir tambin que, a partir de un determinado momento, tuvimos que empezar a poner puertas contra nuestra voluntad a los que queran participar en el Congreso. Un nmero prudente de ponencias, que se pudiera resolver en tres das, era suficiente para este primer encuentro. El inters despertado, las comunicaciones recibidas en la secretara de la Sociedad de relaciones internacionales de la Universidad de Alicante, los casi cuatrocientos participantes inscritos, fueron una agradable dificultad que nos hizo comprobar que tres das de Congreso eran insuficientes para realizar este primer encuentro. Pero no tenamos ms. Al revisar y seleccionar el comit cientfico las ponencias presentadas, un debate sobre el ttulo que las poda unificar nos llev a afirmar la propuesta de Mario Benedetti: inventario cmplice. Para cualquier lector del escritor uruguayo las dos palabras tienen fuertes resonancias y no hay que hacer un esfuerzo muy grande para encontrarse con los significados de inventario: desde sus recopilaciones poticas al valor derivado de invenir; desde inventar a la realizacin de una escritura tantas veces cedida al lector a beneficio de inventario, es decir para que tome la cosa de que se trata solamente en lo que beneficia y despreocupndose de las obligaciones que implica (como dice Mara Moliner, cuyo diccionario informatizado tanto apasiona a Mario). Sobre el carcter cmplice de estas pginas tampoco son necesarias muchas precisiones. El autor explic suficientemente en el Prlogo a Crtica cmplice los sentidos y lmites de la misma: la idea de Cortzar del lector cmplice -quien podra llegar a ser copartcipe y copadeciente de la experiencia por la que pasa el novelista-, la diferencia rotunda entre la crtica cmplice y la crtica de apoyo, puesto que la primera no tiene que ser elogiosa, aunque si es desfavorable o seala carencias, debe partir de una comunicacin entraable con la obra. La afirmacin en cualquier caso de la emotiva complicidad de lectores recorre las pginas que presentamos, para afirmar precisamente con Benedetti que verdaderamente es una lstima (y tal vez una carencia) que los diccionarios slo admitan la complicidad para el delito, como si todava no hubiera llegado a las provincias acadmicas esa incanjeable complicidad que es el amor. Y qu es la crtica (ya que descifra, comprende, vincula, disfruta, revela, participa y se duele) sino un complejo y vital acto de amor? Bastante entrada la primavera de 1997, Alicante se convirti por fin en una ciudad benedettiana. La investidura del poeta uruguayo fue ocasin de un encuentro entre los das 13 y 17 de mayo, centrado en el Congreso Internacional sobre su obra, que estuvo abierto adems a recitales poticos, proyecciones cinematogrficas, representaciones teatrales, conciertos, que nutrieron la vida de la Universidad y que fueron estimulantes

para la relacin que sta debe mantener, y creemos mantiene, con la sociedad. Los actos en Alicante se completaron con recitales y conferencias en Orihuela, y se extendieron a Valencia en la semana siguiente. A la Caja de Ahorros del Mediterrneo le cabe el mrito de haber financiado y amparado una parte importante de la actividad, a su Presidente D. Romn Bono Guardiola, que particip en la inauguracin del Congreso; a su director de la Obra Social, D. Francisco Monllor, y a ese permanente dinamizador cultural que es D. Carlos Mateo, coordinador de las actividades de extensin que referimos, queremos manifestar nuestro testimonio de gratitud. Los agradecimientos a personas de la Universidad que hicieron posible aquellas jornadas plantearan aqu una lista amplsima que podemos resumir en la figura de nuestro Rector, el Dr. D. Andrs Pedreo Muoz, quien cierra este libro con su discurso en la investidura del escritor, y que es un factor de dinamizacin de la voluntad de encuentro, cooperacin y solidaridad de nuestra Universidad con Amrica Latina. A Eva Valero y Pedro Mendiola debemos su generosa ayuda en la correccin final de estas actas. Al cerrar esta nota introductoria, un sentido final sobre la intencin que tiene tambin este libro se nos hace presente. Junto a su papel conmemorativo y lo que significa una reflexin colectiva sobre la obra mltiple, potica, narrativa, teatral, ensaystica, de un escritor, estas pginas quieren ser tambin una contribucin a esa razn crtica que enarbol Mario Benedetti como instrumento del intelectual, esa actitud que define bien en Subdesarrollo y letras de osada de 1986, cuando se pregunta: Ahora bien, qu pasa con el intelectual que no tiene como apoyo constante o recurso extremo, ni a Dios, ni al Iluminismo, ni al monarca ilustrado, ni al comisario del pueblo, ni a las benemritas Fundaciones norteamericanas? Qu le queda sino la razn crtica? Desde ese sentido y esa razn estn construidas estas pginas y este homenaje a Benedetti. Desde el ejercicio de esa independencia intelectual que es imprescindible en los tiempos que vivimos, sobre los que tendremos que decir, otra vez con Mario Benedetti, que: Pocas veces, como en estos tiempos la cultura se ha visto sacudida por una tan devastadora corriente de pesimismo. Es cierto que este instante de la historia no es el ms propicio para euforias, pero en otras etapas de riesgo el mundo intelectual supo arreglrselas para enarbolar esperanzas e imaginar salidas que aparecan de antemano condenadas. Tambin desde una voluntad de moderado optimismo est construido este inventario cmplice. Alicante, 31 de octubre de 1997 Carmen Alemany - Remedios Mataix - Jos Carlos Rovira

I. Cuestiones generales

Pregunta al azar: por qu Benedetti?Jos Carlos Rovira (Universidad de Alicante)

Imagino que todos supondrn el tono de interrogacin retrica que tiene la segunda parte de mi ttulo. Si me dedicara a responder a la pregunta -por qu Benedetti?realizara un ejercicio de estupidez ante las personas que estn en la sala y que saben por qu estn aqu. El ttulo me surgi en una relectura de Preguntas al azar(1), libro que, como intentar sealar a continuacin, marca una ruptura y una continuidad dentro de la obra del autor. Escrito entre 1984 y 1985 es, como dice su dedicatoria a Luz, un brindis por el regreso y coincide, al final de la dictadura militar iniciada en 1973, con el nuevo afincamiento de Mario y Luz en Uruguay. Hay un poema que me llama la atencin. Se llama Botella al mar y es continuidad, ampliacin, desarrollo de otro tambin titulado Botella al mar que el autor haba publicado con una forma mucho ms breve en 1979, dando ttulo adems a una seccin de Cotidianas. El libro Preguntas al azar aparece publicado en 1986. Siete aos por tanto median entre las dos versiones. La primera es muy concisa, y est precedida por una cita del Altazor de Huidobro, El mar un azar, y el texto dice: Pongo estos seis versos en mi botella al mar con el secreto designio de que algn da llegue a una playa casi desierta y un nio la encuentre y la destape y en lugar de versos extraiga piedritas y socorros y alertas y caracoles. La segunda, la que se publica en 1986, es mucho ms amplia y est recorrida por un estribillo formado a partir del mencionado verso de Huidobro: El mar es un azar qu tentacin echar una botella al mar. Los cuarenta y ocho versos del segundo poema van recorriendo lo que Benedetti pondra en su botella-tentacin: un grillo, un barco sin velamen, una espiga, sobrantes de lujuria, algn milagro, un folio rebosante de noticias, un verde, un duelo, una proclama, dos rezos, una cbala indecisa, el cable que jams lleg a destino, la esperanza prdiga y cautiva, un tango, promesas como sobresaltos, un poquito de sol, un olvido, el rencor que nos sigue como un perro, un naipe, el afiche de dios, el tmpano banal del horizonte, el reino de los cielos y las nubes, recortes de un asombro intil, un lindo vaticinio, una noche, un saldo de veranos y de azules... pero, desechados todos los elementos de una enumeracin no tan catica como para que no sepamos que responde a elementos de su mundo potico y lingstico, el escritor anula el posible envo afirmando:

pero en esta botella navegante slo pondr mis versos en desorden en la espera confiada de que un da llegue a una playa cndida y salobre y un nio la descubra y la destape y en lugar de estos versos halle flores y alertas y corales y baladas y piedritas de mar y caracoles. Responden efectivamente, como habrn notado, a la misma idea con una dosis inicial de elementos posibles en el interior de la botella. El nio encontrar al final lo mismo, a travs de palabras que garantizan la ternura de la accin y del poema. Los dos libros, las dos botellas, son adems contiguas, aunque medien siete aos entre la escritura de una y otra. Entre Cotidianas y Preguntas al azar hay otros dos libros de poesa, Viento del exilio de 1981, y Geografas -los poemas que abren cada uno de los relatos del libro homnimo- en 1984. Sin embargo, son Cotidianas y Preguntas al azar los dos libros que aparecen fuertemente vinculados. En la estructura de ambos, secciones de variada extensin de poemas se cierran o con una Cotidiana, numerada hasta cuatro veces, o con una Preguntas al azar numerada tambin hasta cuatro veces. En Preguntas al azar hay adems otra reconstruccin de un poema anterior, ste muy antiguo. Se vuelve a escribir sta es mi casa, basndose en algunos versos del que tena el mismo ttulo en Solo mientras tanto, el primer libro de poemas aceptado -en el 45 haba aparecido La vspera indeleble que el autor no volver a editar - publicado en 1950. El ttulo, que recuerda un sintagma nerudiano de Tentativa de hombre infinito, forma parte de la misma actitud de reconocimiento de un espacio que en Preguntas al azar se convierte en ampliacin tambin desde mi casa a mi regin / o el laberinto de mi patria. Si releen los dos poemas notarn profundas modificaciones entre la versin de 1950 y la de 1986. Las que generan treinta y seis aos de distancia y escritura. En sntesis rpida les dir que el segundo es un poema inequvocamente de regreso. He indicado sintagma nerudiano y quiero hacer un apunte rpido sobre esto. El poema de 1950 es un texto dependiente del sta es mi casa de Neruda y por este motivo me gustara recordar un ensayo de Mario Benedetti que se titula Vallejo y Neruda: dos modos de influir(2): en sntesis nos dice que Neruda ahoga por su caudal potico, y slo tendr imitadores por ello, mientras Vallejo libera la palabra y abre por eso una dinmica posible de originalidad para sus lectores-poetas. En el segundo poema, en cambio, Benedetti es vallejiano en el sentido que analiza el autor en su ensayo, en cuanto libera su palabra, sin dejar de ser Benedetti. Pero regresar a otro tema, puesto que me estoy dando cuenta de que, al introducir ste sobre Neruda, estoy transitando ahora no por los cerros de beda, sino por el cerrito, el de Montevideo. Resultan significativas las dos reconstrucciones de poemas anteriores en Preguntas al azar. La de Botella al mar es una ampliacin de una voluntad de comunicarse con el futuro -con ese nio que encontrar la botella- de un nufrago imaginario que llena su mensaje de elementos, lo ampla, para que al final slo quede la naturaleza y la ternura. La modificacin de sta es mi casa se nutre de un clima emocional de regreso no solamente al espacio inicial del hogar familiar, sino al ms amplio y necesario de la

patria abandonada. La atencin y ampliacin hacia los dos mensajes anteriores resultan significativas del sentido global inaugurado con la obra de 1986. Seguimos con Preguntas al azar. Sylvia Lago se ha planteado en un captulo que se titula La pregunta reveladora de su libro reciente sobre Benedetti(3) , la interrogacin en el autor, centrndose precisamente en Preguntas al azar, y analizando que sta forma parte de su manera de indagar en el universo, en sus estructuras secretas, en definitiva en su bsqueda de la verdad. La pregunta benedettiana es adems generalmente una insinuacin de la respuesta. Estando totalmente de acuerdo con el excelente anlisis de la profesora uruguaya, quisiera abrir ahora otra posibilidad interpretativa sobre la interrogacin basada en las pocas de sta y, sobre todo, en su intensificacin a partir del libro de 1986. Si recorren las pginas de Inventario Uno, es decir de los libros poticos que van de 1950 a 1984, encontrarn en contadas ocasiones el recurso a la interrogacin. Existe a veces la frmula indirecta y pocas veces alguna interrogacin breve, en secuencia de una frase, y ninguna vez la construccin nuclear de un poema sobre el recurso. Cosas de uno en Poemas de la oficina y A ras de sueo en el libro homnimo, mantienen formas interrogativas directas, pero sobre todo es en el ltimo poema, en el que se establece un dilogo sobre la muerte lejana, tema que va a ser frecuente luego en el sentido de las preguntas de Benedetti. Cotidianas, en 1979, introduca ya tres poemas interrogativos en su ncleo de construccin: Esa batalla, Pas inocente y De rbol a rbol. Esa batalla sobre todo construye un espacio esencial de interrogaciones sobre el vivir, que nutre todo el espacio posterior de su escritura, que describo rpidamente: las preguntas en el poema surgen como temas esenciales de debate entre la vida y la muerte: Cmo compaginar la aniquiladora idea de la muerte con este incontenible afn de vida? y entre la nada que vendr y el amor como invasora alegra. Surgen por tanto abriendo un amplio campo de activacin interrogativa que, como he dicho, ir creciendo en el ciclo que comienza en Preguntas al azar. Cuatro Preguntas al azar se convierten en el libro del 86 en un rotundo ncleo interrogativo de una obra que contiene mltiples caminos enunciativos y afirmativos pero que esparce el espacio de interrogacin en cuatro poemas que cierran conjuntos poticos subtitulados, teniendo el ltimo adems la condicin de cerrar la obra con la indicacin precisa de Final. Si repasamos los cuatro ncleos interrogativos nos encontraremos los siguientes temas: -La primera Pregunta al azar es un poema de regreso en el que 93 versos se sostienen absolutamente por perodos interrogativos. Es la extraeza del exiliado que se pregunta Dnde est mi pas? y reconstruye en ms de cincuenta secuencias la posibilidad de que est en un lugar nutrido por la memoria, la historia reciente, los nombres queridos que han desaparecido, el horror que acaba de vivir la sociedad, las restituciones cotidianas, el amor, la esperanza, aunque por ltimo la tensin de la bsqueda se articule en el interior del propio poeta, quien se interroga sobre la posibilidad del pas interior, que viaja con uno mismo,

que al fin llega conmigo a mi pas?, se pregunta. El espacio interrogativo cierra los enunciados tambin repletos de dudas de la seccin Expectativas, la primera de la obra, donde los poemas Viajo, Todo est lejos, Expectativas, Cosas a hallar, El puente son preanuncios de ese regreso que se cumple y por lo tanto el poema interrogativo que cierra responde a los ncleos que afirmativamente, mediando sin embargo la duda, han sido establecidos antes. -Pregunta al azar (2) es un dilogo con un verdugo de la poca reciente. Dilogo sobre la huida, sobre los fantasmas del pasado, sobre la culpa, sobre la frgil seguridad, a dnde irs verdugo si no hay cielo? Esta pregunta cierra la seccin Rescates y Pas despus, donde la sensacin de regreso se ana a recorridos por espacios cotidianos, por nombres desaparecidos como el poema a Zelmar Michelini, con encuentros con los liberados, o con un impresionante Dilogo con la memoria en el que un poema inicial, en cursiva, se despliega luego en secciones de ocho versos que se abren por cada uno de los del poema: de Las calles estn muertas padecidas a No se tropieza por segunda vez? la intensidad emotiva se desarrolla en enfoques de una cotidianidad que recorre calles, soledades, identidades, gargantas enrejadas, primavera con olor a invierno, pasado con gemidos, etc. Nuevamente la clausura de la serie, las preguntas al azar en el dilogo con el verdugo, construyen una preocupada emergencia sobre la sociedad que se ha transitado. -Pregunta al azar (3) cierra las secciones La nariz contra el vidrio y La vida ese parntesis. El poema es un dilogo con la muerte a la que, al nombrarla, al interrogarla, caeremos fatalmente en la fosa comn o el lugar comn. El dilogo personal cierra ahora un largo recorrido en el que el tiempo, la irona, las propias ruinas personales, la afirmacin del futuro -Lento, pero viene- forman un cuadro de desactivacin social directa del libro. Reemerge un sujeto lrico que juega entre los aos, lo perdido, la extraeza sobre uno mismo, los tiempos de ocio, la vida como parntesis, la dicha clandestina, la muerte que es una sorpresa intil, ese Benedetti definitivamente ntimo que quiere tambin protagonizar su tiempo personal. -La ltima Pregunta al azar, la nmero cuatro, cierra tres secciones: Lugares, Odres viejos y El sur tambin existe -las letras arregladas para Serrat- y es un poema de clausura de la obra planteado inicialmente como un dilogo sobre el tiempo que queda por vivir. El dilogo es con el azar, que no responde. Quiz se haya muerto el azar, nos termina aventurando interrogativamente. Otra vez el tono personal de interrogacin sobre el tiempo cierra un conjunto en el que nuevamente ha habido elementos de activacin social, en una sntesis de la conjuncin habitual de lo personal con la realidad. Efectivamente, Preguntas al azar ha abierto con ms fuerza el espacio de indagacin en la obra del poeta, y ha sido la frmula interrogante la que nutre un nuevo juego retrico que se acrecienta en la potica benedettiana, a partir de esta obra. Poemas interrogativos como La fe, Escondido y lejos, Quimera, de Yesterday y maana

de 1988, Utopas -con frmula de interrogacin indirecta-, Certificado de existencia, Sembrndome dudas, Lo dice Fukuyama, Llave oscura, Las campanas, Desfiladero, Somos la catstrofe, Pero vengo, De olvido siempre gris, Aqu lejos, de Las soledades de Babel de 1991. Es, sobre todo, en el ltimo libro El olvido est lleno de memoria, donde parece rotundo el espacio interrogativo como ncleo total o fragmentario de muchos poemas: Cosecha de la nada?, Te acords hermano, El porvenir de mi pasado, Solazarte en ellas -en las palabras-, El autor no lo hizo para m, Nacido cundo, dnde, por qu?, Penltimo mensaje del suicida indeciso, Bellas pero, Eurovisin 1994, Si dios fuera mujer- ste con un amplio espacio de resolucin afirmativa e irnica-, Jpiter y nosotros, Quin sabe. En el breve recorrido que he trazado les he llevado a algo que es fcil de compartir como afirmacin, puesto que salta a primera vista. 1986 marca un tiempo de construccin interrogativa que no ha parado de incrementarse hasta ahora. Cabra, a tenor de lo dicho, apuntar algunas explicaciones para esta cuestin. La primera, que sera imperdonable, es que yo jugara aqu a uno de los espacios habituales de la crtica llamada postmoderna. Algo as como intentar una lectura postmoderna de Mario Benedetti, que creo que Mario no me perdonara, ni yo tampoco. Parece evidente que podramos en cualquier caso afirmar el amplio panorama de incertidumbre que abrira la actitud interrogativa y decir luego cosas con el siguiente argumento: si Mario Benedetti intensifica en 1986 la incertidumbre, y sta es uno de los paradigmas transitados -y trillados- por la postmodernidad, si Mario Benedetti olvida en 1986 su tono habitual de afirmacin, de seguridad, a lo mejor es que este uruguayo se nos ha hecho un poco postmoderno. Es una tontera, pero les puedo prometer que este tipo de argumentacin se ha utilizado para varios autores, por ejemplo para Pablo Neruda, y algn crtico, por otra parte riguroso generalmente, se ha sentido satisfecho al hacerlo. Las opiniones del propio Mario sobre la cuestin postmoderna evitan este juego como camino posible. Lo que parece es que el tiempo de la obra de 1986 abre en Mario Benedetti una dialctica de interrogaciones que transforma el espacio afirmativo en el que su obra se haba desarrollado. En el regreso a Uruguay podramos hablar de un tiempo de menos seguridades, quiz. Son los aos, la historia vivida, no slo por el sujeto potico, sino por el mundo, por sus contemporneos, es adems sobre todo -y ste es el ncleo central de la pregunta benedettiana- una forma de interrogarse sobre el tiempo y uno mismo. En los dos libros que forman el trnsito de Cotidianas y Preguntas al azar, hay ya frmulas interrogativas esenciales. En Viento del exilio slo en dos poemas: Happy birtdhay y Cuestionario no tradicional. En el primero se inaugura una forma constructiva que resuelve la interrogacin como algo definitivamente personal -y los que estn por aqu el viernes, por la Universidad digo, podrn comprobarlo en algo que todava desconocemos-. En ese cumpleaos feliz se da quiz la mejor clave interpretativa para su mundo de interrogaciones: qu ser del amor y el sol de las once y el crepsculo triste sin causa valedera? o acaso estas preguntas son las mismas cada vez que alguien llega a los sesenta?

El discurso del tiempo, convertido aqu en discurso de la edad, nos puebla de incertidumbres mayores que muchas veces se resuelven en un espacio formidablemente divertido de bromas, como en las preguntas del Cuestionario no tradicional de Viento del exilio, donde la broma qu opina del diptongo en general? o de algn diptongo en particular? [...] podra nombrar dentro de su ltima obra algn caso de analepsis interna heterodiegtica? curable o incurable? nos conduce a la pregunta esencializada que cierra el poema: y por ltimo quin cree que no es? de dnde no viene? a dnde no va? Tambin en Geografas algn brote interrogativo esencializaba el mbito personal, como en la hermosa evocacin de la avenida montevideana que le dicen que qued sin rboles, ante lo que podr preguntarse: acaso yo no estoy sin rboles y sin memoria de esos rboles...? o la interrogacin sobre la memoria y la historia reciente en el poema Ceremonias, o la bellsima pregunta sobre el momento, el antes y el despus, en uno de los ms bellos poemas contemporneos sobre el regreso, Quiero creer que estoy volviendo: en qu momento consigui la gente abrir de nuevo lo que no se olvida la madriguera linda que es la vida culpable o inocente Un discurso personal por tanto es el que se nutre del mbito de la interrogacin, resolviendo en ese mismo discurso la vida en toda su complejidad. Acrecentado por los aos, por las incertidumbres del regreso, por la historia contempornea, por la necesidad del recuerdo, etc., esta forma discursiva es efectivamente -y aqu citar nuevamente a Sylvia Lago- una forma de acceso al conocimiento. Como he dicho: se acrecent en el tiempo posterior a 1986 y se hizo ms sistemtica. Pero quisiera hacerme una pregunta ahora que tiene que ver con cosas ya dichas e incluso con la tontera de la incertidumbre postmoderna. Les estoy hablando de la interrogacin y, para comenzar a concluir, me gustara preguntarme a m ahora si no es la totalidad de la obra de Benedetti la que est sujeta a un mbito de interrogaciones, al margen de lo que les he contado de esta forma de enunciado poemtico y su ampliacin a partir de 1986. La idea sera bastante clara y tendra como ncleo la totalidad de su obra ensaystica, por ejemplo. Incluso, esa forma de escritura habitual que es el artculo periodstico. Planteara en relacin a la

voluminosa obra ensaystica y cronstica de Mario Benedetti que surge en ms de cincuenta aos de escritura como respuestas a preguntas de alcance inmediato o de largo alcance que el autor se ha ido planteando y que forman la crnica de ms de medio siglo nuestro. Pero eso nos ocupara un tiempo muy amplio de fijacin y diferenciacin. La nica diferencia que quiero trazar es que estas respuestas a interrogaciones acuciantes se identifican en el terreno cultural y social, mientras que las preguntas poticas responden de una forma ms general al terreno personal, a las incertidumbres de uno mismo cada da, a las grandes interrogaciones sobre el tiempo de uno mismo, sobre la vida, sobre lo que se est viviendo en un espacio de intimidad abierto a todo, a las pequeas y grandes cuestiones que pueblan el mundo del autor. Al concluir esta intervencin, me doy cuenta que no he respondido a la pregunta al azar que les lanc al principio: por qu Benedetti? Yo tengo que explicarlo explcitamente en la laudatio que debo realizar el prximo viernes y, por tanto, dejo todava la pregunta abierta, pero en cualquier caso estoy seguro de que el sentido que tiene que estemos todos aqu, que vayan a intervenir y debatir a partir de ahora en los prximos das sesenta y cinco ponentes, es responder a esta pregunta al azar que, como les digo, lanc al principio sabiendo que no tiene ms valor que el de ser una interrogacin retrica.

Mario Benedetti y mi generacinJorge Ruffinelli (Universidad de Stanford)

Mucho agradezco esta oportunidad que brinda la Universidad de Alicante para decir aqu algunas cosas sobre la obra y la figura pblica de Mario Benedetti. Durante las ltimas semanas he reflexionado especialmente sobre aquello que Benedetti represent, representa y seguramente continuar representando, no slo para m sino para mi generacin. De tal modo, si algn ttulo hubiera de tener esta comunicacin, l sera: Mario Benedetti y mi generacin. Comenc por preguntarme quin ha sido Mario Benedetti para nosotros, y quin es, tras los cambios histricos compartidos con l, ms all de distancias geogrficas, y diferencias generacionales. Qu lectura de su obra hizo mi generacin, cmo vio al escritor al surgir (nosotros) hacia los aos sesenta, qu lugar ocupaba l ya entonces en la plaza pblica de la cultura? stas fueron las primeras preguntas y, al formularlas, ellas mismas comenzaron a trazar el perfil de Benedetti, ayudndonos a encontrar sus seas de identidad as como la ndole de su influencia sobre nosotros. Cuando mi generacin accedi a la vida pblica en los aos sesenta, Mario Benedetti era ya una figura conocida y polmica. Haba nacido en 1920 lejos del centro urbano y centralista que ha sido Montevideo, naci en Paso de los Toros, y sin embargo nunca tuvo problemas para constituirse en un escritor nacional, urbano, cosmopolita. Ha sido en todo momento un escritor prolfico y ha cultivado muchos gneros: novela, cuento, poesa, teatro, periodismo, el ensayo poltico y el literario, los discursos, las entrevistas, los artculos de humor y las letras de canciones. Al comienzo desenvolvi una perspectiva centrada en el Uruguay y en los problemas de la sociedad oriental, que

en una etapa posterior comenz a ampliarse y a internacionalizarse. Su apoyo a la Revolucin cubana ha sido inalterable, y l mismo residi durante una etapa importante en la Isla. Del mismo modo, no ha dejado de enfilar sus dardos contra la poltica exterior de los Estados Unidos, y contra rasgos internos negativos de esa civilizacin -como el racismo, el consumismo, el individualismo-, todos ellos consustanciales al capitalismo econmico llmeselo capitalismo a la vieja usanza, o bien neoliberalismo a la nueva manera. Vimos la obra de Benedetti dividirse en dos fases: una que comenzaba hacia 1945 con la poesa: La vspera indeleble; y se expanda hacia la narrativa con Quin de nosotros, 1953, los cuentos de Montevideanos, los Poemas de la oficina, el ensayo El pas de la cola de paja (1960), las novelas La tregua y Gracias por el fuego (1965). El rasgo fundamental de esta etapa fue la crtica social desde la tica, la visin del pas y sus habitantes segn la razn moral. Se trataba, tambin, dicho esto de un modo esquemtico, de una perspectiva pesimista. La segunda fase se caracteriz por la politizacin de su pensamiento y de su literatura, y por la bsqueda de horizontes ms amplios que los del paisito. Y el optimismo volvi por sus fueros. Gracias por el fuego le ayud a internacionalizarse, y no slo porque una parte de esta novela transcurriera en Nueva York, sino porque fue finalista en el premio Seix Barral. Los cambios radicales en la historia de Amrica Latina a partir de los aos sesenta, y ante todo el fermento intelectual y la militancia en la izquierda (con la Revolucin cubana, con la crtica a los Estados Unidos, con la bsqueda del hombre nuevo avizorado por el Che Guevara, como contexto), ayudan a explicar la obra de Benedetti, su lento desprendimiento de la piel tica para dejar asomar por debajo la piel poltica, y ayudan a explicar, tambin, su influencia sobre mi generacin. Mi generacin se corresponde con la dcada de la insurgencia estudiantil y sufri, como corresponde, la persecucin poltica y el exilio, entrada ya la dcada siguiente. De este modo, cuando nacimos a la literatura, Benedetti ya estaba en la lucha ideolgica y poltica dentro y fuera de su propia generacin, era el escritor ms ledo, y su influencia era tan inevitable como deseable. A mi generacin la llamaron generacin de la crisis. Fuimos afortunados por tener padres literarios de la categora humana e intelectual de ngel Rama, Carlos Martnez Moreno, Emir Rodrguez Monegal, Carlos Real de Aza, Carlos Maggi, Idea Vilario. Benedetti signific para mi generacin uno de esos padres, el ms accesible y generoso dentro de una familia de hipercrticos graves y adustos, muchos de ellos notablemente carentes de sentido del humor (en contraste con Benedetti, de quien nos regocija siempre su humor benigno tanto como su humor satrico). Como seal antes, ramos demasiado jvenes para participar en el ingreso de Benedetti a la literatura, cuando publica en 1945 su primer libro de poemas, La vspera indeleble. O cuando, cinco aos ms tarde, sale su poemario Slo mientras tanto. Como suele ocurrir, el suyo fue un ingreso lento en la vida cultural, mediante la publicacin de libros, la direccin de una revista titulada Marginalia (en 1948), o, ms importante, su participacin en la revista Nmero. Digo que esta participacin es ms importante porque Nmero fue el vehculo literario de la Generacin del 45, dirigido en aquella su primera poca por Sarandy Cabrera, Manuel Claps, Emir Rodrguez Monegal, Idea Vilario y Benedetti. Nmero quiso ser el signo de una formacin intelectual exigente, an muy atenta a las literaturas europea y norteamericana. Las revistas, lo sabemos, son el lugar de encuentro en el cual los escritores de un periodo aprenden a leerse y

discutirse mutuamente. (Aos ms tarde mi generacin publica Prlogo -solamente dos nmeros- con los cuales compartimos con Nmero, el gusto por las ttulos esdrjulos...). Si Nmero fue importante en trminos de literatura, el semanario Marcha constituy el eje intelectual del pas en poltica, economa y cultura. Fundada en 1939 por Carlos Quijano, abogado de vocacin economista, Marcha fue el lugar de encuentro ya no de una generacin literaria sino de la intelligentsia del pas. Abierta a todos los sectores de pensamiento progresista, fue tambin el campo de batalla para los debates culturales y polticos. Benedetti ocup la direccin de su pgina literaria al menos tres veces, aunque los periodos ms intensos y largos (casi una dcada cada uno) les correspondi a dos crticos seeros del Uruguay: Emir Rodrguez Monegal y ngel Rama. Antes de 1960, Benedetti publica algunos libros que tienen escasa resonancia de crtica y de pblico. Ni Quin de nosotros, en 1953, ni los cuentos de Esta maana (1949), trascienden; pero en ellos empiezan a aparecer las semillas de sus Montevideanos. Son Montevideanos (1959) en narrativa y Poemas de la oficina (1956) en poesa, los dos libros con los que Benedetti se abre camino definitivo en la literatura uruguaya. Y para entonces, mi generacin ya estaba aprendiendo a leer, y a leerlo. Qu nos aport Benedetti, a fines de los aos cincuenta y comienzos de los sesenta? Ante todo, la transicin hacia el conocimiento de nosotros mismos. Durante una poca en que an tenamos la mirada puesta en Europa y en los Estados Unidos -en Europa por su extraordinaria cultura, en Estados Unidos ante todo por Faulkner y Hemingway-, con muy poco aprecio por la cultura nacional, repentinamente el triunfo de la Revolucin cubana y el boom de la novela latinoamericana -en gran parte gracias a su recepcin espaola y a la industria editorial de Barcelona- fueron piedras de toque que ayudaron a cambiar una concepcin del mundo y de la cultura. Benedetti estuvo entre los primeros y nos dio instrumentos para continuar. Los latinoamericanos comenzamos a mirarnos, y tanto como a mirarnos, a vernos. Por primera vez. Ya no a las races de la formacin inmigratoria, es decir, a nuestro pasado europeo, ni siquiera a los ancestros autctonos o indgenas, sino al presente, a nuestra historia inmediata y a nuestro futuro. Fue la poca de la utopa. Utopa y Amrica Latina eran un solo concepto. Utopa y por lo tanto tambin luchas sociales, utopa pero tambin descubrimiento de un mundo marginal de pobreza y explotacin. En este contexto, comenzando muy temprano, con los Poemas de la oficina Benedetti le dio a mi generacin la oportunidad de asomarse al mundo de las letras mirando a nuestro alrededor. En el caso del Uruguay, detectando el mundo gris de la burocracia, un mundo rutinario en el que de todas maneras vivamos, suframos, nos enamorbamos, cobrbamos nuestros menguados salarios, vegetbamos, nos jubilbamos, traicionbamos, ramos traicionados, moramos. Benedetti encontr en el poeta argentino Fernndez Moreno, y en los Cuentos de la oficina de Mariani, resortes de inspiracin, pero l hizo su propia obra, su propia deconstruccin crtica de ese sector social contando con un caudal intransferible de experiencias personales. Casi cuatro dcadas ms tarde, yo an escucho en mi mente los Poemas de la oficina ledos por Benedetti en un disco de acetato de 45 rpm con una cadencia de tristeza que no nos abandonar nunca, que nunca saldr de nuestra memoria. Por ejemplo, Dactilgrafo: Montevideo quince de noviembre

de mil novecientos cincuenta y cinco Montevideo era verde en mi infancia absolutamente verde y con tranvas muy seor nuestro por la presente yo tuve un libro del que poda leer veinticinco centmetros por noche y despus del libro la noche se espesaba y yo quera pensar en cmo sera eso de no ser de caer como piedra en un pozo comunicamos a usted que en esta fecha hemos efectuado por su cuenta quin era ah s mi madre se acercaba y prenda la luz y no te asustes y despus la apagaba antes que me durmiera el pago de trescientos doce pesos a la firma Menndez & Solari y slo vea sombras como caballos y elefantes y monstruos casi hombres y sin embargo aquello era mejor que pensarme sin la savia del miedo desaparecido como se acostumbra en un todo de acuerdo con sus rdenes de fecha siete del corriente era tan diferente era verde absolutamente verde y con tranvas y qu optimismo tener la ventanilla sentirse dueo de la calle que baja jugar con los nmeros de las puertas cerradas y apostar consigo mismo en trminos severos rogmosle acusar recibo lo antes posible si terminaba en cuatro o trece o diecisiete era que iba a rer a perder o a morirme de esta comunicacin a fin de que podamos y hacerme tan slo una trampa por cuadra registrarlo en su cuenta corriente absolutamente verde y con tranvas y el Prado con camino de hojas secas y el olor a eucaliptus y a temprano saludamos a usted atentamente y desde all los aos y quin sabe. Estos poemas de temtica tan poco prestigiosa desde el punto de vista literario nos abrieron los ojos al pas gris y triste que ramos. Alguna vez el mismo Benedetti explicaba: (En Uruguay) haba surgido una poesa de corzas y gacelas y madrporas y cosas as, que empleaba como base de metforas una flora y una fauna ni siquiera

(existentes). En cierto modo, yo atribuyo el xito repentino y sorpresivo de Poemas de la oficina, en gran parte, a que fue una cosa diferente a eso que se vena haciendo.... Pero si estos poemas, con su sencillismo machadiano, con su tristeza a cuestas, con el asomo de una crtica social, ya fueron importantes en su momento, casi de inmediato la visin que nos daban del pas fue sostenida, reforzada por los magnficos Montevideanos, aquellos Dublineses uruguayos que llegaban tambin para cambiar nuestra ptica, y hasta nuestro modo de leer la literatura. Poemas de la oficina y Montevideanos fueron realmente el acta de bautismo de Benedetti en la literatura uruguaya, y el comienzo de un fenmeno que no ha cesado nunca, y que, al contrario, se ha reproducido en innumerables pases. Me refiero al fenmeno extraordinario de una comunicacin fluida y permanente con sus lectores, con lectores que se han reproducido en diversas generaciones, que le han sido fieles (como l a ellos), y que Benedetti encontr en Argentina, en Espaa, en Mxico, en Cuba... Si lo llamo fenmeno extraordinario es ante todo porque cuando Benedetti encontr un lector masivo en su pequeo pas natal, los crticos atribuyeron el xito (aparte el valor literario, que nunca es garanta de popularidad) a su apelacin temtica a las clases medias, a un estilo sencillo y directo de narrar, y a que esos lectores reconocan sus problemas en los de sus personajes. Sin embargo, esa hiptesis de interpretacin dej de ser vlida cuando los libros fueron a su vez ledos con inteligencia y fervor en el Caribe, en Mxico o en Espaa. Ya no sirvi la teora de la representatividad social, por s sola, para explicarlo. Debe de haber, tambin, un fondo de verdad emocional, de autenticidad literaria, y una razn potica (que supera a la social) y que el lector reconoce en sus lneas y entrelneas. Benedetti le ense a mi generacin, que la vocacin poda encontrar vas inesperadas y simultneas, que podamos y debamos dejar sueltas las vocaciones para que stas encontraran sus formas y sus ritmos. l mismo lo hara siempre, no slo manejando diferentes formas del ejercicio de la escritura sino combinndolos experimental y audazmente en novelas-poemas o poemas-novelas como fue el caso de El cumpleaos de Juan ngel. Sin embargo, antes an de llegar a la dcada del setenta, otro libro de Benedetti nos dio una leccin de tremendo impacto sobre nuestra percepcin de la generacin de nuestros maestros, al punto de que empezamos a dudar sobre verdades que aquella generacin nos haba inculcado. 1960 marc para Benedetti otro despertar. La tercera prueba para un tercer gnero, el ensayo periodstico, en el que Benedetti dejara su marca. El libro se titul El pas de la cola de paja (1960) y fue una requisitoria contra los hbitos mentales y morales del Uruguay de la poca. El pas de la cola de paja se refiere a muchos males sociales anotados con perspicacia, imaginacin y enojo: la cobarda civil, la hipocresa (o fallutera), la manipulacin sindical, la mentalidad mediocre de la burocracia, la represin como modo de gobernar -todo aquello que de una u otra manera tena- una suerte de correlato literario en cuentos y poemas. Por lo tanto no era nuevo dentro de su obra. Lo nuevo era que se escribiera directamente, sin adornos. Que se expresara con todas sus palabras. La generacin hipercrtica del 45 por un lado, y el semanario Marcha por otro, y juntos a su vez, nos haban habituado a un espritu insobornablemente crtico. Pese a ello, la crtica de Benedetti en El pas de la cola de paja no fue universalmente bienvenida ni aceptada. Y la polmica que sigui a su libro nos mostr entre otras cosas que la hipercrtica poda ser prctica aceptable cuando se ejerca sobre los otros, no cuando se enderezaba hacia uno mismo.

El caso es interesante porque Marcha se haba preciado siempre de demostrar su amplitud mental publicando las crticas que sus lectores hacan a los redactores y a lo que stos escriban. Era una forma sana de asumir responsabilidades y no escudarse tras la acostumbrada ltima palabra del editor. En Marcha estbamos aprendiendo a vivir al descubierto, a ser crticos blanco de otros crticos. Sin embargo, el feroz captulo dedicado por Benedetti a analizar el espritu displicente y prescindente de Marcha cay como un petardo en el mundo intelectual y poltico. No se diga en Marcha mismo. Entre otras cosas notables, el ensayista sealaba cmo su generacin (que l llamaba entonces generacin de Marcha) haba accedido al ejercicio de la crtica por pruritos anti-emocionales: Creo que uno de nuestros ms trascendentales defectos de nuestra generacin literaria fue la rabiosa anticursilera. Las gacelas de los poetas audiotas, el canjeable empalago de sus sonetos, haba dejado en nosotros un trauma estilstico de una hondura tal, que desde nuestros primeros palotes literarios le huimos a lo cursi como el diablo a la cruz. Sin consulta previa, cada uno desde su propia duda, decidimos que la crtica era el lgico remedio de la cursilera. As, pues, nos hicimos crticos: de teatro, de cine, de libros, de arte, de msica, de cualquier cosa. Como lectores estbamos sumergidos en Joyce, en Borges, en Rilke, en Proust, en Kafka, en Faulkner. Haba algunos entre nosotros para quienes las palabras quiniela, batllismo, milonga, ftbol, murga, sonaban a cosa lejana y extranjera. Yoknapatawpha y Combray quedaban ms cerca que el Paso Molino. Por fortuna, la moda pas antes de que nos resecramos por completo, a tiempo an para que comprendiramos que lo humano tiene una porcin inevitable de cursilera, a tiempo an para que admitiramos que el suelo que pisbamos se llamaba Uruguay (Mirar desde arriba, El pas de la cola de paja). Esta crtica a una idiosincrasia intelectual, a un resecamiento del espritu, no fue aceptada ni siquiera como una invitacin a la autocrtica. Al punto de que veinticinco aos ms tarde, en un libro titulado Mario Benedetti (1986), que es un largo dilogo entre Hugo Alfaro y Mario Benedetti, ambos interlocutores analizan la obra de Benedetti mencionando apenas, brevsimamente, este polmico libro. No por azar, Hugo Alfaro haba sido el secretario de redaccin de Marcha, la mano derecha del director Quijano. Por otra parte, el libro ha desaparecido de la bibliografa activa de Benedetti, ha dejado de publicarse desde hace muchos aos. Pienso sin embargo en la utilidad que tuvo para mi generacin. Y que hoy sera para los ms jvenes un buen modo de conocer en su propia tinta los debates de aquella poca rica en contradicciones, en pugnas ideolgicas, en temores por los das aciagos que se avecinaban y que pronto tuvimos que vivir. El pas de la cola de paja ense a mi generacin las virtudes y los riesgos de la crtica polmica dedicada a analizar la realidad nacional, estuviramos o no de acuerdo con el diagnstico propuesto. Pero fue un libro importante tambin en otro sentido. Cambi al mismo Benedetti. Lo empuj a ver que su talante crtico estaba basado en un juicio moral, no en un juicio poltico. La toma de conciencia sobre la necesidad de una formacin poltica en lo terico y en lo prctico lo condujo a revisar sus presupuestos para complementarlos, enriquecerlos y redefinirlos. Entre la praxis involuntaria, la ms importante y desgarradora fue la del exilio. Argentina, Per, Cuba -y ms adelante Espaa- fueron destinos no como en aquel viaje

cultural de los modernistas de fin de siglo, sino como viajes al destierro, al descubrimiento de otras culturas y otros interlocutores. La dispora uruguaya fue amplia e indiscriminada. Mi generacin la sufri con encierros, destierros y entierros. Y comenzamos a ser los compaeros jvenes de Benedetti, porque si en las familias biolgicas padres e hijos sufrieron por igual las consecuencias, en la familia cultural tampoco hubo discriminaciones. En las luchas polticas inmediatamente anteriores al golpe de estado de 1973, habamos sido compaeros en el Movimiento 26 de Marzo. Benedetti era uno de los dirigentes de aquel movimiento que muchos considerbamos la faz legal del movimiento guerrillero Tupamaro, y que en todo caso s era el movimiento poltico ms cercano a la guerrilla. Recuerdo a Benedetti, que no era un orador ni tena aptitudes para serlo, tomar la tribuna en actos polticos de la coalicin Frente Amplio a altas horas de la noche hmeda, castigado por su asma, en un esfuerzo por llegar al pblico con su mensaje. Claro, como era un intelectual, le costara mucho la disciplina de partido -la constriccin a su libertad de pensamiento y de palabra- pero eso no lo sabamos entonces, como tampoco supimos, sino hasta muchos aos despus, que Benedetti haba ejercido tareas clandestinas y riesgosas como la de alojar en su departamento a Ral Sendic, el lder tupamaro. Parte de mi generacin perteneci a las avanzadas culturales del 26 de Marzo, otros participaron en movimientos diferentes de la coalicin progresista. Y lo mismo sucedi durante los aos de la dictadura, que van de 1973 a 1984. Parte de mi generacin sali del pas, algunos para regresar, otros para no volver nunca, y otra parte de esa misma generacin se qued y vivi el exilio interior. Nosotros comenzamos a ver -a saber- de Benedetti desde lejos, por ejemplo en su larga estada en Cuba como director del Centro de Estudios Literarios. Como aos antes lo haba sido ngel Rama, Benedetti fue el puente de enlace entre Cuba y Amrica Latina, la figura literaria ms importante en asumir y llevar adelante el discurso de la izquierda, junto con Garca Mrquez, quien en realidad nunca mantuvo, como lo hizo en cambio Benedetti, una obra periodstico-poltica. Es esta vinculacin con la Historia con mayscula (y eso signific Cuba para su generacin y para la ma), la que impuls a Benedetti a superar las limitaciones de un enfoque estrictamente tico de la historia inmediata. Particip como pocos en los debates de esas dos dcadas, y tanto la experiencia cotidiana como las lecturas tericas -ante todo de Gramsci- lo convirtieron en un exponente de esa figura de intelectual como ya slo existe, y cada vez con menor fuerza, en Amrica Latina. Es decir, el intelectual cuya palabra tiene peso no slo en el mbito de la cultura sino tambin en el de la poltica. El vnculo ms claro de la poltica con la (con su) literatura y con nuestra realidad se encuentra en El cumpleaos de Juan ngel, libro dedicado a Ral Sendic, que en 1971 apareci en Mxico y en Uruguay (yo mismo tuve a mi cargo su edicin uruguaya en Marcha). El libro, singular en muchos sentidos, se trataba de una novela en verso, y narraba, a travs de varios cumpleaos de su personaje central (que se suceden en un solo da), la conversin de un individuo en revolucionario, de revolucionario en guerrillero clandestino. Y culminaba con la desaparicin de los guerrilleros en los tneles subterrneos de la ciudad -lo cual de alguna manera result proftico de una clebre fuga de los Tupamaros en circunstancias parecidas. Y la profeca lleg incluso

ms lejos. El final de El cumpleaos de Juan ngel describe la sucesiva desaparicin de cada militante en esas suertes de desaguaderos, mientras el compaero Marcos les cubre la retirada. Cada estrofa de ese final termina sealando: Ojal vivas, Marcos. Rosario lo acaricia con su adis apacible tiene un aire aprendiz un rubor de sorpresa con sus labios finitos es fcil la inocencia ojal vivas marcos y se pierde en el pozo vos adelante edmundo dice marcos el taciturno muere nace dice chau sin pompa y sin enigma ojal vivas marcos y se pierde en el pozo El primero de enero de 1994 otro Marcos, en Mxico, desde las selvas de Chiapas, se hizo conocer en su pas y en el mundo entero. La literatura no est muy lejos de este Marcos histrico y actual, que toma de El cumpleaos de Juan ngel su nombre de guerra, que encuentra en Benedetti lo que muchos de mi generacin encontramos: una palabra dispuesta, una palabra inspirada, un modelo de consistencia ideolgica, de superacin personal, de integridad en un mundo cada vez ms malogrado. Hoy podran rastrearse las vicisitudes intelectuales, individuales y generacionales que vivi Benedetti, no slo en sus ensayos sino en sus cuentos, novelas, poemas y obras de teatro. Incluso en su breve actuacin en cine, en El lado oscuro del corazn de Eliseo Subiela, donde dice sus poemas en el idioma alemn aprendido en el colegio de su infancia. Cuando a la larga dictadura militar uruguaya le sucedi el regreso a la democracia, Benedetti acu un concepto y expresin certeros que todos bamos a vivir de una u otra manera: el desexilio. El desexilio no implicaba slo volver para quienes se haban ido del pas, haba tambin un desexilio desde adentro, exista la necesidad de una comprensin a laque Benedetti se refiri en un artculo de abril de 1983: Todo depender (deca) de la comprensin, palabra clave. Los de fuera debern comprender que los de dentro pocas veces han podido levantar la voz; a lo sumo se habrn expresado en entrelneas, que ya requieren una buena dosis de osada y de imaginacin. Los de dentro, por su parte, debern entender que los exiliados muchas veces se han visto impulsados a usar otro tono, otra terminologa, como un medio de que la denuncia fuera escuchada y admitida. Unos y otros deberemos sobreponernos a la fcil tentacin del reproche. Todos estuvimos amputados: ellos, de la libertad; nosotros, del contexto. No s si todos nosotros vimos el desexilio como una llamada de alerta. La experiencia del sucesivo, parcial, fragmentario o total retorno fue diversa. Algunos tuvieron recibimientos apotesicos y luego se acomodaron a la cotidianidad del pas. Otros regresaron esperando esos recibimientos y encontraron un discreto silencio. Las experiencias espaola, venezolana, mexicana, cubana, europea o norteamericana de tantos desexiliados no se aport al venero comn sino que fue disipndose en la inercia, en el desinters, en medio de las enormes dificultades que entraaba cerrar heridas, rehacer el pas y liberarse de los hbitos mentales del autoritarismo. Benedetti mismo

volvi a ser el autor enormemente ledo y admirado, aunque no sin algunas experiencias agridulces, en medio del desconcierto esttico e ideolgico de nuevas generaciones hurfanas de padres culturales, que empezaban con ansiedad a inventarse a s mismas. El proceso del desexilio ha sido para Benedetti tan arduo y complejo como para muchos otros escritores y artistas. Y yo dira que ni siquiera ha terminado, a pesar de que su novela ms reciente, Andamios, quiere ser un ejercicio de exorcismo, bajo la historia de un desexiliado que vuelve al Uruguay y comienza a adaptarse a l, desde los mrgenes de una vida de balneario, de reflexin solitaria, de conciencia crtica sobre el pas y su propia generacin. En sus ltimas novelas, Benedetti encuentra un nervio autobiogrfico con una intensidad que no haba tenido antes. Aunque sea tambin ficcin y no autobiografa, La borra del caf es otro ejemplo de ese impulso hacia adentro, hacia los recuerdos de infancia y de barrio. Dos notas para concluir. Benedetti no fue siempre transparente para mi generacin. Por ejemplo, sus aos juveniles dedicados a la logosofa, que veamos con suspicacia mientras leamos por curiosidad los libros de Madame Blavatsky. Resultaba difcil conciliar la imagen de un Benedetti socialista en los aos setenta, con aquella otra etapa. Pero no preguntbamos. Hoy se me antoja importante considerarlo, ms all de las escasas y enigmticas referencias a esa etapa personal que puedan encontrarse en sus cuentos, sobre cmo Benedetti hizo su aprendizaje y su proceso de desilusin de la logosofa cuando frisaba los veinte aos. Porque esos aos son los de su primer alejamiento del pas, el tiempo de soledad vivido en Buenos Aires, experimentando, como dije antes, la progresiva desilusin respecto a Raumsol, el lder teosfico que lo llev a Argentina como hombre de confianza, su secretario privado. Lo significativo de este periodo, en todo caso, consiste en considerar ese acercamiento espiritual a una doctrina y la consecuente dedicacin en cuerpo y alma a su actividad, como la primera utopa que fue desmoronndose. Despus abraz otras utopas ms duraderas y trascendentes pero esta historia juvenil, a mi entender, ayud a hacer de Benedetti un suspicaz, un intelectual que sospecha de las frmulas fciles, y que no se deja comprometer a fondo hasta estar convencido de sus causas. En consecuencia, el aspecto positivo de aquella experiencia influy en su mirada crtica, orientada ms tarde a desentraar la mentalidad burocrtica de las clases medias uruguayas. Es cierto que Benedetti tom venganza literaria contra Raumsol, hacindolo personaje de Gracias por el fuego y en uno de sus primeros cuentos, Como un ladrn. Adems, alguna vez Benedetti se refiri a su experiencia en la Escuela logosfica, y lo hizo con su consabido gran sentido del humor. Le agradeca a la escuela, al menos, el haberle dado una Luz. Por supuesto, no era la Luz del Conocimiento, pero estaba cerca de serlo. Se trataba de Luz Lpez, a quien conoci gracias a la Escuela y quien fue su esposa, y lo ha sido, desde 1946. Hasta aqu me he referido varias veces a mi generacin sin identificarla con nombres. Mi generacin podra llegar a ser una simple frmula para pasar de contrabando ideas o sentimientos personales como si no lo fuesen, pero como ste no es el caso, voy a identificar a algunos escritores de mi generacin, sin pretender una lista exhaustiva. Acaso el escritor ms cercano a Benedetti, que ofici de puente inmediato, fue el precoz Eduardo Galeano, periodista y narrador, quien se exili en Buenos Aires y

tras recibir amenazas de la Triple A, vivi aos productivos en Espaa antes de volver al Uruguay. Cristina Peri Rossi, narradora y poeta, quien tambin padeci el dolor de la dispora y la suerte de llegar a Espaa, donde internacionaliz su obra ya tan atractiva a fines de los sesenta. Ella no ha vuelto a vivir al Uruguay. Nelson Marra, cuentista y poeta, husped involuntario de los militares, torturado y encarcelado por motivo de un cuento, despus exiliado en Suecia y finalmente residente en Espaa. Alberto Oreggioni, crtico e investigador de la Biblioteca Nacional, que encontr su vocacin en la labor editorial y ha sido durante muchos aos el editor uruguayo de Mario Benedetti; Alicia Migdal, el ngel rubio del Arca, que enfoc su inteligencia en la crtica de cine y en una obra breve, depurada y exigente; Hugo Giovanetti, compaero del comit de cultura del 26 de Marzo, que vivi (sobrevivi) cantando con su guitarra en Europa antes de regresar al pas. Hiber Conteris, durante muchos aos residente en las crceles militares, que hoy vive en Estados Unidos. Hugo Achugar, poeta, que se convirti en profesor en Estados Unidos y regres al Uruguay. Graciela Mntaras, desde siempre profesora y crtica, que se qued a vivir en el pas. Mario Levrero, cuentista y novelista, que se fue a Buenos Aires, vivi de la astrologa y encontr un grupo pequeo y fiel de lectores de culto, antes de volver a Uruguay. Teresa Porzekansky, que supo hbilmente alternar la narrativa con el anlisis antropolgico y social. Sylvia Lago, quien en Los das dorados de la seora Pieldediamante mostr la buena escuela benedettiana al sacudir a la pacata sociedad uruguaya usando trminos como coger y no en la aceptable acepcin usual en estos pagos de la querida Espaa. Concluyo reflexionando en que muy probablemente mi generacin entendi a Benedetti mejor que la suya propia, mejor que las que nos siguieron. Estoy convencido de esto. Creo que el haber vivido las mismas vicisitudes en los aos difciles de la represin y el exilio nos ha llevado a valorar la difcil sencillez de su literatura, la honestidad a toda prueba, la calidez entraable de sus poemas, la sagacidad de sus anlisis. No somos los uruguayos gente inclinada a agradecimientos, a reconocimientos ni a homenajes. En aquella mentalidad que Benedetti describi con agudeza en El pas de la cola de paja se incluye este carcter reservado, apocado, tmido, ensimismado de nuestra cultura. Ni su generacin ni la ma cambiaron el panorama. Menos an los ms jvenes. Sin embargo, creo que es oportuno decir en nombre propio y de mi generacin, Gracias, Mario Benedetti. Gracias, Mario. Y a todos vosotros, ahora tambin, gracias.

Variaciones sobre la muerteSonia Mattala (Universitat de Valncia)

Cuenta la leyenda que, en l741, el Conde Hermann von Keyserling, por entonces embajador ruso en la corte de Dresde, sugiri a Bach que le compusiera un conjunto de piezas armnicas y variadas para que fueran interpretadas por su joven clavecinista Goldberg, y con ellas poder cubrir el vaco de sus largas noches de insomnio. Una nota cae en el silencio y se detiene. En ese instante suspendido se concentra el silencio de la muerte. Variaciones sobre la Muerte, una muerte que comienza a desenroscarse en cada silencio que la msica, la palabra, el sueo, la vida, no cubren. El insomnio y el

silencio: esos lugares suspendidos de la vida son algunos de los lugares comunes de la muerte. Cubrir el mundo de palabras, hablar todo el tiempo alrededor de la muerte, es rodear con atalayas defensivas sus lugares habituales. Cuatro variaciones sobre la muerte, encargadas por Jos Carlos Rovira (a) el Duque:

1 Variacin. La Muerte: el Despertar y el Nombre Lo han arrojado del sueo con la piel estirada, los ojos desmesuradamente abiertos a la luz inmvil que aletarga el cuarto. Puede reconocerse, sin embargo, nombrarse en alta voz. No bien dice 'Jorge', retrocede el hechizo(4). ste es el comienzo de Esta maana, de l947. Permtanme fabular un origen, encontrar en este relato de Mario Benedetti algunas de las figuras centrales que desenvolvern, como variaciones, sus ficciones posteriores: este despertar de Jorge, esta maana, nos puede poner en la pista de las peripecias de los pequeos hroes benedettianos, que deambularn por sus libros de cuentos posteriores y novelas. Un hombre despierta. Se hace con su cuerpo slo despus de nombrarse, y recuperado su nombre entra en la vigilia de la mano de un libro abierto, abandonado por la inminencia del sueo y que, silencioso, lo ha acompaado toda la noche en la cama. Relee un fragmento de La estancia vaca(5), del que se cita un breve fragmento: Se lo dije porque las palabras estaban llenas de vida para m. No ha escrito usted nunca una carta sin la intencin de mandarla, y la ha puesto en un sobre sin la intencin de mandarla, y ha salido con ella... todava sin el propsito de enviarla; y entonces ha odo cmo caa en el buzn?. Luego de recuperar su nombre, entonces, este Jorge, recupera el efecto de una lectura; sabe -aunque el lector no lo sepa y tendr que descubrirlo- por qu ha retenido esa frase, se reconoce a s mismo resistente y lcido, ya que ha encontrado en la frase la continuacin de cierto anhelo de la vspera. Despus comienzan los gestos de la cotidianidad, repetida ritualmente -vestirse, desayunar, el viaje en autobs hacia la oficina-; gestos que se irn desenvolviendo en paralelo a la recuperacin de la memoria, que invade con fragmentos de escenas y de reflexiones la conciencia del protagonista: los entresijos de su historia -la grisalla de la oficina, la corrupcin moral del jefe y sus aclitos, los encuentros con Celeste, una muchacha y compaera de oficina, el anhelo de pureza y el ejercicio del pudor del protagonista en esa, ni siquiera empezada, historia de amor- van mechando sus actos rutinarios. Una revelacin se va imponiendo gradualmente: como chispazos en la conciencia se inserta, repetidas veces, una inquietante frase, entre parntesis en el texto -(Dos noches con Celeste)- que, finalmente, se revela como desencadenante de la accin del relato: Celeste se ha acostado con el Jefe de la oficina. Esa revelacin, cuya violencia el texto amortigua en su espaciamiento, ha destruido la inocencia de aquel Jorge de anteayer, que poco a poco, y en el trnsito hacia la

oficina, comienza a reconocerse otro: 'Soy otro', dice. Y lo es. (...) Jorge dice: 'Soy otro'. Y lo es. Hay algo manso y a la vez definido en su ser de ahora. El desenlace de la historia, ya en la oficina, es contado desde la plenitud fragmentada de la lucidez de Jorge: (Dos noches con Celeste) Escasamente a un metro de su mano, a medio metro quiz est el cajn sin llave. Est el cajn sin llave. Est el revlver. Uno piensa en lo que pens, en lo que uno pensaba (...) esto Esto ESTO es la conciencia? (Glvez) Hay Dios? (Cay). Podemos leer este relato, lo propona en un comienzo, como un texto que perfila figuras benedettianas posteriores: Primero aludir a la construccin de un punto de vista, que ser de una verificada constancia en la narrativa de Benedetti: La dcima mxima de Quiroga en su Declogo, comentada aos despus intensamente por Cortzar, de Cuenta como si el relato no tuviera inters ms que para el pequeo ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida en el cuento, es seguida con notable fidelidad por los variados narradores de Benedetti. Un punto de vista implicado que transforma al narrador -protagonista o no- en un uno ms de la historia, colabora a esa impresin de esfericidad, que Cortzar sealara como condicin potica central del relato moderno desde Poe en adelante. Tambin, Esta maana inaugura una potica del despertar que se relaciona con la toma de conciencia y la lucidez que, en Benedetti, significa localizarse: saberse de un lugar, un tiempo, una clase social, una posicin ideolgica, por tanto una lucidez resistente, que no se pretender global sino circunscrita por el entorno y el presente. Esa potica del despertar define e impregna tanto las historias relatadas como la trayectoria de los personajes benedettianos. Ese despertar localizado implica la eleccin de un espacio y un tiempo histrico precisos; hace necesario un espacio reconocible: de all que el espacio urbano, referenciado en calles, bares, ambientes, variada fauna, costumbres y rituales citadinos, sea el lugar privilegiado en sus relatos. Contina as la brecha abierta por el Onetti que ya en l939 y en Marcha, fustigaba al criollismo, desde las columnas de Periquito el aguador, abogando por una literatura que eligiera un pequeo trozo de vida y descubriera el alma de la ciudad y de sus habitantes. Tambin exige una temporalidad historicista, construida no slo con el detallismo, el dato o la informacin directa, sino con la creacin de atmsferas, inquietudes, reflexiones, que ubican la ficcin en una experiencia tempo-histrica de presente compartido entre el escritor y sus virtuales lectores. Pero quiero detenerme en una figura que considero basal en la narrativa de Benedetti, y que, creo, es el fundamento de esta potica del despertar a la que aluda y de la construccin de sus personajes narrativos: la fundacin del personaje en el reconocimiento de su nombre. La posibilidad de tener un nombre propio o perderlo apuntar en la narrativa benedettiana hacia la afirmacin o al despojamiento de la identidad del sujeto, y desde ese lugar podrn los sucesivos narradores benedettianos desarrollar sus picas individuales o colectivas.

Llamarse ser, en la produccin narrativa del autor, reconocerse o desconocerse en el propio cuerpo, en la propia letra, en los objetos, en la praxis poltica. En ese sentido podemos ver en este Jorge que se reconoce como tal, la gnesis del pequeo hroe urbano que poblar, con diversos nfasis, las narraciones del autor. Tambin, en este acto del reconocerse despierto se inscribe la apertura del sujeto individual a la transformacin: el soy otro, que afirma el personaje para s, mientras mata al que lo ha denigrado, abrir al personaje individuo hacia un uno que puede decidir sobre su propia vida, esto es uno se abre al cambio, a la transformacin. En el final trgico del cuento este reconocimiento de uno abre una grieta con los otros, es el comienzo del exilio: Entran. Ya entran. Son todos ellos. Menndez, el primero. Tiene una teora sobre... Ella est tambin. Son veinte. Treinta. Ella est tambin... Ella. Celeste. Mueve los labios. Pero l lo sabe. Ella dijo: Asesino. Ella pens: Asesino. Mejor. Algo menos para que uno rumie. Algo menos para que uno extrae. Algo menos, sin duda... Mejor. As nadie se da cuenta que uno est llorando, que uno se da cuenta que uno est llorando. Soy otro, dice. Pero no lo es. Ese uno separado de los dems, es el que ha tomado la decisin de ser otro, ser otro para dejarse actuar en la coherencia de su deseo. Precedido de un siniestro epgrafe de Jean Dolet: Quand on est mort, c'est tous les jours dimanche, que identifica la muerte / el descanso eterno, con la breve muerte del domingo / el descanso de los mortales, Todos los das es domingo, incluido en La muerte y otras sorpresas, nos presenta tambin a un hombre, Antonio, que despierta en una estancia vaca y comienza el ritual preparatorio para ir al peridico. Ritual emparentado con el de Esta maana, en su minuciosa consignacin de gestos repetidos. La visita de un compaero y la invitacin para comer juntos en domingo, abre el relato al discurso de la muerte: el hombre ha perdido a su mujer hace, justo hoy, cuatro meses. Antes de ir al trabajo, periplo de autobs mediante, Antonio decide visitar el cementerio; all se encuentra, solamente, con el nombre de su mujer en la lpida. Son tan parecidas las lpidas. Esa que dice: A Carmela, de su amante esposo, es casi igual a la que l busca y encuentra. Nada ms que esto: Mara Ester Ayala de Surez. Para qu ms?. Lo que queda del cuerpo amado, sabido, conocido, es ese nombre. Un nombre, lo que queda de un sujeto, de una historia, de un amor (ese de Surez, inquietante, que seala la parte del hombre que tambin ha muerto). Tres veces reaparece el nombre de la mujer muerta, intercalado en el final del relato con todas sus letras, en la ltima es para tomar una decisin: Mara Ester Ayala de Surez. La zeta negra no sigue la lnea, ha quedado ms abajo que el resto de las letras. Las maysculas son lindas. Sencillas, pero lindas. Qu ms? En ese instante toma la resolucin de no volver. Mara Ester no est con l, pero tampoco est aqu. Ni en un cielo lejano, indefinido. No est, simplemente. A qu volver? La letra z, debajo y al final, dice definitivamente la muerte: la muerte de un cuerpo, sin trascendencia; la muerte del amor y de las letras mismas. Letras sencillas que han nombrado una vida, ahora convertidas en resto. Entre esta decisin y este final Antonio fabula, desea, otra muerte: la del Jefe, la del dueo del peridico, que cree ver reflejada en las iniciales de una carroza que entra acompaada de un cortejo: E.B. Por un instante le salta el corazn. No saba que an tuviese semejante vitalidad. Trata de serenarse, dicindose a s mismo que no puede ser,

que esas iniciales no pueden corresponder a Edmundo Budio. No es un entierro suficientemente rico. Adems, cada clase tiene su cementerio y la de los Budio no corresponde precisamente al cementerio del Norte. La letra muerta, puede ser, entonces, el emblema de un deseo de muerte, puede condensar y anunciar el fin de un poder. Pero, y aqu para decepcin del personaje y del lector, el muerto no es el esperado, es otro: (...) pregunta al chofer de la funeraria: -Quin? -Barrios -dice el otro-. Enzo Barrios. Posteriormente, cuando la narrativa de Benedetti consigne la empresa revolucionaria, ese uno -individual y separado de los otros de Esta maana- se incluir en una lista de nombres. Participar de la revolucin implica cambiar de nombre, ser otro; de hecho el tema de tener un nombre y cambiar de nombre es un gesto que fundamentar la pica revolucionaria: es en este cambio de nombre donde surge la conciencia de la crisis y donde se elaboran sus respuestas. Se produce, al tiempo, un ensanchamiento del uno en el todos, que permite suturar el dolor que la prdida del nombre propio y de la certeza identitaria implica. El cambio de nombre es compartido por todos. As, en El cumpleaos de Juan ngel (l971) el protagonista reflexiona: despus de todo es bueno tener sobre la espalda treinta y tres aos en el instante de adquirir un nombre o tal vez mi ser verdadero y esencial sea un individuo promedio una suerte de osvaldo ms juan ngel sobre dos pero lo mejor del nuevo nombre es la falta de apellido que en el fondo significa borrn y cuenta nueva significa la herencia al pozo el legado al pozo el patrimonio al pozo significa seores liquido apellidos por conclusin de negocio significa soy otro aleluya soy otro lo importante es que todos somos otros no slo estela y juan ngel sino todos es decir luis ernesto y vera y marcos y domingo y olguita y pedro miguel y rosario y edmundo y hugo y vctor(6) El asumir otro nombre propio es el comienzo de la pica del cambio que adquiere, al ser enmarcada en la revolucin, un matiz menos trgico, ya que el uno se encuentra con sus iguales en la prctica de un proyecto comn; pero sigue vivindose como desviacin de la normalidad y como exilio, como vida pasin y muerte: entonces me cae una pregunta como un pedazo del pobre cielo raso por qu estoy aqu o sea cundo empez el xodo cundo empec a emigrar de osvaldo puente para exiliarme en juan ngel La accin disidente y justiciera que en Esta maana confirmaba al sujeto en su ser otro para los otros, aunque no para s, y conclua con su extraeza frente a los compaeros de oficina, difiere del momento de Juan ngel que se afirma en la rebelda acompaado por todos. El deseo de muerte del jefe, fabulado en el cementerio por

Antonio en Este domingo, se convierte en accin colectiva, en abandono de la conciliacin y en un pacto de compartida inconciliacin. Ese salto del pesimismo al optimismo, en el que la crtica sobre el autor y l mismo han insistido, es el salto desde una posicin del sujeto crtico desgajado y diferenciado, al sujeto crtico integrado en un proyecto utpico. En este gesto de reconocer el nombre propio para abrirse al cambio en otro, de morir en otro para asumir el deseo propio; en este gesto de construirse una nueva identidad que transgrede, como dice el protagonista del Cumpleaos..., la idea de una herencia imborrable, como derecho de propiedad y de transmisin del nombre; en este gesto en el cual el nombre nuevo, un nombre sin apellidos, un nombre del que se ha borrado la cadena genealgica que ata a los sujetos a una historia familiar y social, es el correlato, en la ficcin, de construir-construirse un Hombre nuevo en la Historia. En este gesto reside la marca poltica ms radical de la escritura de Benedetti. La prdida de los nombres, en textos posteriores, es el nombre de la derrota: la lista de los presos y desaparecidos, los nombres circulando de boca en boca, las Madres enarbolando nombres como banderas. En Andamios (1997), novela de memorias fragmentadas, memorias individuales que consignan las derrotas colectivas, leemos el recuento de un ex-preso: As hasta que llega el da inevitable en que te pregunts para qu vivo, mi condena es de veinte aos y saldr de aqu, si salgo, hecho un anciano prematuro, con las bisagras oxidadas, olvidado del lenguaje, y no me refiero a conjugaciones, sujetos y predicados y toda esa faramalla gramatical, sino olvidado de las palabras, de cmo se forman y deforman, y hasta de qu letras se compone tu nombre, porque ya no tens nombre y sos un nmero, una cosa.(7) Ya en Lejanos, pequesimos, incluido en Despistes y franquezas (1989), un uruguayo, otra vez llamado Jorge explica a una muchacha espaola las contradictorias herencias de la mezquindad, de la devastacin interior y del xodo, y recuerda el tiempo de la dictadura como el de la perversin de los nombres, ocultos o falsos: Lo cierto es que habamos estado enfermos de miedo (...) y todo lo llevbamos en nosotros mismos, aunque no se lo mencionramos a nadie y se lo ocultramos hasta al espejo. (...) Y quin no tena un padre, una madre, un to, un hermano, huido, oculto, emboscado o preso, pero siempre al margen, segado del afecto cotidiano, extirpado como un humor maligno, quitado hasta del habla callejera y la comunicacin telefnica porque haba que manejarse con metforas y apodos, hasta que unas y otros se gastaban y era preciso sustituirlos con nuevos tapujos. Los nombres de los amigos perdidos o de los annimos nunca conocidos ni encontrados, circularn por la narrativa y la poesa de Benedetti en el exilio. Como si el nombre, ese resto del sujeto en la letra, contuviera tambin los restos del horror, lo que la memoria no debe perder. Pero, adems, el nombre propio se espacializa y se expande en la nostalgia del exilio: es enumeracin de nombres o consigna de annimos nombres incluidos en los nmeros de las estadsticas de exiliados, o condensacin en los nombres que refundan espacios, en otras ciudades, con los nombres perdidos de la patria: Es claro en apariencia nos hemos ampliado

ya que invadimos los cuatro puntos cardinales en venezuela hay como treinta mil incluido cuarenta futbolistas en sidney oceana hay una librera de autores orientales que para sorpresa de los australianos no son confucio ni lin yu tang sino onetti vilario arregui espnola en barcelona un caf petit montevideo y otro localcito llamado el quilombo nombre que dice algo a los rioplatenses pero muy poca cosa a los catalanes en buenos aires setecientos mil o sea no caben ms y as en mxico nueva york porto alegre la habana panam quito argel estocolmo pars lisboa maracaibo lima amsterdam madrid roma xalapa pau caracas san francisco montreal bogot londres mrida goteburgo mosc de todas partes llegan sobres de la nostalgia narrando cmo hay que empezar desde cero navegar por idiomas que apenas son afluentes construirse un sitio en cualquier sitio.(8) El comienzo del desexilio impondr la necesidad de reconstruir y construir una nueva memoria, una nueva narracin cuyo sustento ser el recuperar la capacidad de nominar. En Lejanos, pequesimos, dice el llamado Jorge que, con la retirada de los militares: Los presos recuperaron el mundo y todo volva a ser nombrado. En realidad nos devolvan el permiso de nombrarlo. En los calabozos slo quedaban los alaridos, las sombras, los delirios, las pesadillas, los fantasmas en fin (...) Todava no ramos capaces de narrarnos nuestras vidas de dentro y de fuera, y no porque hubiese custodios como antes, sino porque de pronto la memoria era un caos, un mercado persa, un arca de No. Las infundadas ilusiones del comienzo del desexilio se desnudarn como tales y pronto mostrarn las dificultades de esa refundacin. La escritura de Benedetti se har cargo de su registro y su denuncia. Potica del despertar y del nominar: proceso que va del nombre propio -individual, certeza y angustia de la identidad- al cambio de nombre para el sujeto revolucionario, a los nombres dispersos y los nombres desplazados del sujeto en el exilio, a los nombres recuperados del desexilio, que contienen la memoria del horror pero tambin la esperanza de una nueva fundacin. Si el nombre propio, darse el nombre, dar el nombre, es proveerse una nueva subjetividad y, a partir de ella, construir la Historia; con este gesto la trayectoria benedettiana seala el poder de la letra sobre los sujetos -individuales y colectivos.

2 Variacin. La Muerte y la Letra Regresemos, entonces, a nuestro relato de origen. Esta maana tambin define la funcin de la literatura -si se prefiere, de la ficcin y la letra- para Benedetti. En Esta maana se perfila un lugar para la literatura como disparador de la rebelin, que se va expandiendo desde lo individual a lo colectivo en el periplo heroico de la letra benedettiana. En el movimiento del cuento, recordemos, otro texto se inserta como disparador de la historia y mantiene abierta en el propio relato, el origen de su inscripcin: un texto literario. El fragmento de novela, que citamos al comienzo, ha sido el otro texto configurado como sostn en el entramado de la historia: una carta que se escribe sin intencin, que se manda sin intencin y que, finalmente, llega a su destino, cifra el movimiento secreto del inconsciente plan no planeado (el anhelo difuso del comienzo), que se transforma en conciencia y en acto. Un mensaje insidioso que viene de la literatura hace saltar a un pobre diablo, defraudado en sus deseos ms ntimos, y le permite ser otro: un pequeo hroe que estalla en defensa de su pudor. La disyuntiva de Jorge que, reiterando las amargas reflexiones de Emma Bovary ante su sopa de cebollas, pensaba frente al tazn humeante del desayuno: Uno tiene en las manos el color de su da: rutina o estallido, se resuelve en este salto. El texto literario citado aparece con su ttulo: La estancia vaca y el protagonista lo toma, lo relee al despertar. La letra dura ha obrado, ha obrado durante el sueo; en el despertar Jorge comprende por qu su lectura se detuvo all antes de dormir y no en otra pgina: hay un mensaje cifrado que viene de ese otro texto y que va a llegar a su destino. La escena nos remite a una escena de identificacin del personaje-lector con ese fragmento de novela, esa identificacin tiene que ver con anhelos difusos que se irn desnudando en el desenroscar de la angustia que acompaa al protagonista en su camino hacia la oficina y culmina en el acto de matar al Jefe: cuando el cuerpo del denigrador cae fulminado por el balazo, reaparece la ltima parte del texto ledo y reledo por el protagonista: Es la conciencia? (Cay de espaldas) (...y entonces ha odo cmo caa en el buzn?) (....) La conciencia? (El pudor. S. El pudor?). La literatura se perfila, entonces, como un disparador de esa potica del despertar, como un choque en la conciencia, que promueve el cambio y la accin. Pero observemos el oblicuo, sibilino, poder de la letra: labora ms all de la conciencia, ms all de la intencin, en ese lugar donde el sujeto es como una estancia vaca: en el sueo donde circulan los deseos, donde est anulado el principio de no contradiccin; desde all presiona sobre la conciencia con un mensaje que hay que interpretar: s otro. La letra -esa z del apellido de Antonio que baila alegremente en una lpida de cementerio, recuerdo de un cuerpo muerto, final de un apellido, conminativa al deseo fabulado-; las letras -nombres perdidos, nombres cambiados, nombres recuperados, canciones, letreros y graffitis de ciudades-; las letras: consignas y mensajes del pasado que informan el presente.

En Benedetti la literatura -en un amplio sentido que no jerarquiza las escrituras- es el lugar donde se configura la resistencia o la rebelin, justamente porque diciendo oblicuamente la muerte, permanece para afirmar la memoria de la vida.

3 Variacin. Tomada de Toms Eloy Martnez: Lugar comn la muerte Hacia l965 supe, en Hiroshima y Nagasaki, que un hombre puede morir indefinidamente, que la muerte es una sucesin, no un fin. Aos ms tarde la conoc como un desafo a la omnipotencia del cuerpo: Macedonio Fernndez, para quien el cuerpo era una metfora de la que no lograba desasirse, triunf sobre l mediante una paciente labor de ocultamiento; Felisberto Hernndez, que haba atribuido a cada parte del cuerpo una vida separada, slo pudo superarlo cuando se atrevi a manifestarlo por entero de una manera excesiva. De otros maestros -Buber, Saint John Perse- aprenda que no hay cuerpo ni muerte, y que el encono contra ellos es estril, porque en la eternidad todos los hombres son uno, o ninguno. No son esos conocimientos, sin embargo, los que suscitaron este libro, sino el sospechoso abuso con que la muerte me aturda. Desde l975, todo mi pas se transform en una sola muerte numerosa que al principio pareci intolerable y que luego fue aceptada con indiferencia y hasta olvido. As lo perdimos. Siempre cre que, entre las vanas distracciones del individuo, ninguna es tan torpe como el afn de propiedad. Somos de las pasiones, no ellas de nosotros: en nombre de qu fatuidad, entonces, pretendemos ser los dueos de una cosa? Conced entonces que la muerte era, como la salvacin o la tortura, un privilegio individual. Ahora s que ni siquiera ese lugar comn nos pertenece.(9)

4 Variacin. Mi montevideana Siempre quedar ese stano de Montevideo donde morimos tantas veces y por tantos. La muerte me visitaba cada maana, cuando ronroneaban los zapatos en la vereda y me asomaba al ventanuco para ver las piernas de los que se dirigan, sigilosos, a alguna parte. La muerte te visitaba cada maana, cuando te levantabas al amanecer, agarrabas tu enorme tomo de Cardiologa Clnica y empecinado estudiabas hasta las once, en un silencio espeso y quieto entre croquis de arterias y de venas, sangre circulando, pulsando para mantener un corazn vivo, para animar ese latido que s, seguramente, te deca desde el libro que la vida era cuestin de riego sanguneo, que an lo tenamos. La muerte nos visitaba cada noche, cuando salamos, furtivos, bajo el calor que agitaba los rboles de Pocitos, a buscar la frescura del mar. Empujbamos el cochecito

de la pequea, aferrados a esa fina barra de metal, sabiendo que le debamos el futuro, que tenamos que verlo, que contarlo alguna vez. La pequea peda pizza y fain. Era la pequea llama. Siempre quedar cada muerte en cada noche cuando nos trenzbamos, en ese stano de Francisco Llamb, para morir de besos y maullidos. Siempre los ojos iluminados de la pequea en la maana: -Mam, el gatito negro corre. Se me escapa. Es un gato muy marisco.

Lector y fbula: la opcin tica-esttica en la obra de Mario BenedettiAna Ins Larre Borges (Semanario Brecha. Montevideo)

Desde sus orgenes independentistas es tradicin en Amrica Latina la figura del escritor que ana al artista con el intelectual inmerso en los problemas de su tiempo. La urgente realidad del continente exige tambin ese mestizaje del arte y la poltica, de la creacin y el compromiso. Como su admirado Mart o su inquerido Rod, Benedetti ha asumido ese destino de escritor que no rehuye las emergencias de la historia ni las perplejidades del fin de siglo. A diferencia de otros colegas lejanos o inminentes, compaeros o adversarios, que apelaron directamente a la poltica o tomaron las armas -digo Sarmiento, digo Rodolfo Walsh, digo tambin su tocayo Vargas Llosa- Benedetti ha hecho ese compromiso desde la intemperie del escritor, y desde el arte de la palabra. Hubo, es verdad, un brevsimo interludio en que prob la militancia partidaria(10), pero slo para regresar, decepcionado y convencido, al duro oficio de escribir que ha sido su verdadera trinchera y su autntica biografa. La razn de sus alegras y la causa de las persecuciones, de incomprensiones y dilogos, de merecidos homenajes como el que hoy nos rene y de obligados exilios. Si el arte por s slo no derriba tiranas -escribi una vez- ha sido, sin embargo, a travs de la historia, un elemento nada despreciable en cuanto a su capacidad de convertir en imgenes, en color, en certero pensamiento, ciertos principios rectores de los pueblos(11). Apostando a esas verosmiles posibilidades de salvacin que promete el blanco mvil de la cultura, Benedetti puso su talento y su desmedida -germnicacapacidad de trabajo para exigir a las palabras todo su imprevisible e incalculable poder. Ningn gnero literario le fue ajeno en una carrera literaria hoy decididamente abrumadora que ya en sus orgenes muestra en la contundencia de tres libros contemporneos, la base tica y la opcin esttica de una obra por venir. Pienso claro est en Poemas de la oficina para la poesa, Montevideanos en la narrativa y El pas de la cola de paja en el ensayo de ideas, que antes de iniciada la frtil dcada del 60, forman un trptico que instala las coordenadas de una literatura diseada en el inconformismo, la crtica social, la desacralizacin del arte y la apuesta por la comunicacin respecto a sus lectores. Desde entonces la obra de Mario Benedetti parece haber desarrollado en la versatilidad y pertinencia de cada gnero una misma visin de la aventura humana, una

respuesta acordada a las solicitudes de la historia. La coherencia entre el pensador poltico y el creador literario se hace evidente en el ms ntimo poema como en el artculo poltico ms urgente. Existe, sin embargo, una esfera de su labor intelectual que ha sido visualizada como una prctica escindida o lateral al resto de su obra. El Benedetti crtico y ensayista literario difcilmente es convocado a la hora de explicar sus ficciones, asediar sus poemas o dar cuenta de sus ideas y actitudes polticas. Esa suerte de autonoma otorgada a su vasta labor en lo que martianamente ha llamado el ejercicio del criterio, puede estar abonada en el evidente desequili