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RED ROJA SOBRE LA CONVOCATORIA DEL 25-S Y EL DEBATE QUE HA SUSCITADO Desde que se lanzó la convocatoria del 25S para concentrase en Madrid en torno al Congreso –una convocatoria que luego ha ido cambiando de formato y finalmente ha inspirado a reconocidas organizaciones populares para llamar a concentraciones antiinstitucionales en otros puntos del Estado español, como ha sido el caso del SAT en el parlamento andaluz- se han suscitado numerosas reacciones encontradas en los ámbitos de la izquierda. En muchos casos, esos debates no han tenido ninguna traducción o alcance en sectores populares: prácticamente no han trascendido de los medios alternativos. Pero el hecho de que en ellos hayan intervenido organizaciones o grupos que consideran que su objetivo es acumular fuerzas en pro de una transformación revolucionaria, realza si cabe aún más la necesidad de pronunciarse desde Red Roja. Gran parte del debate ha girado en torno a dos líneas opuestas de las que habría que tomar distancia, aunque lo más importante que queremos destacar es que pretendemos contextuar esa “toma de distancia” en un esfuerzo por hacer una síntesis que realce lo que de justo hay en ambas posturas generales y en aras de consensuar una posición práctica común ante el 25-S (y, en general, ante convocatorias de este tipo) desde planteamientos revolucionarios. * Por un lado hemos notado un apoyo excesivamente acrítico a la convocatoria del 25-S, que obvia la falta de rigor que ha rodeado la convocatoria en sí; una falta de rigor que se refleja en las indefiniciones, ambigüedades y modulaciones que han ido caracterizando la propia preparación del evento. Este apoyo acrítico es tributario, principalmente, de una insuficiente comprensión de todo lo que rodea al 15-M y de cómo relacionarse con él en función de las experiencias de movilización y luchas acumuladas en el Estado español tras el contexto abierto desde aquella fecha y, en definitiva, en función de nuestras tareas del momento. En cualquier caso, y desde ya, de justicia es reconocer el positivo trabajo de “sello de clase” que han llevado a cabo compañeros de la izquierda radical, entre los que se encuentran cualificados miembros de nuestra organización, a fin de despejar o neutralizar buena parte de la indefinición y ambigüedad que rezumaban los textos iniciales que justificaban y llamaban a apoyar la convocatoria del 25-S. Sin duda que este trabajo ha jugado su papel en que, por ejemplo, se hayan convocado ese mismo día otras concentraciones genuinamente de clase hermanadas con la de Madrid y que, de alguna manera, contribuyen a desactivar eventuales utilizaciones reaccionarias de este tipo de convocatoria e incluso a fortalecer el campo popular ante arremetidas represivas estatales. En especial traemos a colación, como ya nos referíamos al principio, la recientísima convocatoria lanzada por el SAT para “rodear el parlamento andaluz” y en donde se denunciará la corrupción a gran escala de los pesoistas simbolizada en los falsos ERE’s; una concentración, a la que desde Red Roja brindamos nuestro apoyo. Volviendo al debate suscitado en torno al 25-S, hemos asistido, por otro lado, a una serie de críticas que, tal como han sido diseñadas, sitúan por momentos a los que las hacen -entre los que están compañeros con los que realmente tenemos que afrontar esas tareas comunes– por detrás de la misma convocatoria del 25-S. Un primer defecto de esta crítica anti-25S –dada en ámbitos cercanos- es la excesiva utilización del argumento de que existen “fines ocultos” junto con simplificaciones que no tienen en cuenta cómo (y por qué) determinados sectores populares siguen relacionándose con llamamientos de este tipo. Pero antes que todo esto, esa crítica parece no comprender suficientemente que, hoy más que nunca, la clarificación revolucionaria ha de desarrollarse en la movilización, en la medida en que en ésta se vean envueltos sectores populares que buscan una salida a la profunda crisis social que vivimos. Vale la pena que tampoco olvidemos esta divisa ante el 25-S. Por más “peros” que debamos adjuntarle. En Red Roja hemos caracterizado el periodo político y de movilizaciones que vivimos como resultado de dos crisis: una, la profunda crisis sistémica capitalista que provoca una guerra social en toda regla contra el pueblo; y otra, la persistencia de la crisis política ocasionada por el “fracaso del socialismo”, que junto con el descrédito que nos ha adosado la “izquierda más institucional”, suponen una dificultad añadida para que el movimiento comunista revolucionario se proyecte entre las masas. Es este serio desfase histórico el que va permitir que convocatorias que no están precisamente sobradas de seriedad sirvan a determinados sectores populares. Estos irrumpen de forma desorientada en la lucha de clases negando lo injustamente existente pero sin haberse despojado de la esclavitud ideológica en lo referente a las concepciones y lemas políticos así como a las formas de organizarse. En cualquier caso, esta irrupción sí que es algo muy serio por más confusa que se produzca. Y una organización revolucionaria no puede despacharla confundiéndola con lo que expresen las proclamas convocantes ni con sus autores, ni siquiera ante posibles utilizaciones reaccionarias que puedan ocurrir. Es más, si esto último se diera, con más razón debemos estar al lado de los sectores populares que salgan a la calle; eso sí, extremando nuestra independencia a la hora de concretar eventuales intervenciones de nuestra parte.

SOBRE LA CONVOCATORIA DEL 25-SY EL DEBATE QUE HA SUSCITADO

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Toma el Congreso, propuesta de combate revolucionario

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RED ROJA SOBRE LA CONVOCATORIA DEL 25-SY EL DEBATE QUE HA SUSCITADO

Desde que se lanzó la convocatoria del 25S para concentrase en Madrid en torno al Congreso –una convocatoria queluego ha ido cambiando de formato y finalmente ha inspirado a reconocidas organizaciones populares para llamar aconcentraciones antiinstitucionales en otros puntos del Estado español, como ha sido el caso del SAT en elparlamento andaluz- se han suscitado numerosas reacciones encontradas en los ámbitos de la izquierda. En muchoscasos, esos debates no han tenido ninguna traducción o alcance en sectores populares: prácticamente no hantrascendido de los medios alternativos. Pero el hecho de que en ellos hayan intervenido organizaciones o grupos queconsideran que su objetivo es acumular fuerzas en pro de una transformación revolucionaria, realza si cabe aún másla necesidad de pronunciarse desde Red Roja.

Gran parte del debate ha girado en torno a dos líneas opuestas de las que habría que tomar distancia, aunque lo másimportante que queremos destacar es que pretendemos contextuar esa “toma de distancia” en un esfuerzo por haceruna síntesis que realce lo que de justo hay en ambas posturas generales y en aras de consensuar una posiciónpráctica común ante el 25-S (y, en general, ante convocatorias de este tipo) desde planteamientos revolucionarios.

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Por un lado hemos notado un apoyo excesivamente acrítico a la convocatoria del 25-S, que obvia la falta de rigorque ha rodeado la convocatoria en sí; una falta de rigor que se refleja en las indefiniciones, ambigüedades ymodulaciones que han ido caracterizando la propia preparación del evento. Este apoyo acrítico es tributario,principalmente, de una insuficiente comprensión de todo lo que rodea al 15-M y de cómo relacionarse con él enfunción de las experiencias de movilización y luchas acumuladas en el Estado español tras el contexto abierto desdeaquella fecha y, en definitiva, en función de nuestras tareas del momento.

En cualquier caso, y desde ya, de justicia es reconocer el positivo trabajo de “sello de clase” que han llevado acabo compañeros de la izquierda radical, entre los que se encuentran cualificados miembros de nuestraorganización, a fin de despejar o neutralizar buena parte de la indefinición y ambigüedad que rezumaban los textosiniciales que justificaban y llamaban a apoyar la convocatoria del 25-S. Sin duda que este trabajo ha jugado su papelen que, por ejemplo, se hayan convocado ese mismo día otras concentraciones genuinamente de clase hermanadascon la de Madrid y que, de alguna manera, contribuyen a desactivar eventuales utilizaciones reaccionarias de estetipo de convocatoria e incluso a fortalecer el campo popular ante arremetidas represivas estatales. En especialtraemos a colación, como ya nos referíamos al principio, la recientísima convocatoria lanzada por el SAT para“rodear el parlamento andaluz” y en donde se denunciará la corrupción a gran escala de los pesoistas simbolizadaen los falsos ERE’s; una concentración, a la que desde Red Roja brindamos nuestro apoyo.

Volviendo al debate suscitado en torno al 25-S, hemos asistido, por otro lado, a una serie de críticas que, tal comohan sido diseñadas, sitúan por momentos a los que las hacen -entre los que están compañeros con los que realmentetenemos que afrontar esas tareas comunes– por detrás de la misma convocatoria del 25-S. Un primer defecto de estacrítica anti-25S –dada en ámbitos cercanos- es la excesiva utilización del argumento de que existen “fines ocultos”junto con simplificaciones que no tienen en cuenta cómo (y por qué) determinados sectores populares siguenrelacionándose con llamamientos de este tipo. Pero antes que todo esto, esa crítica parece no comprendersuficientemente que, hoy más que nunca, la clarificación revolucionaria ha de desarrollarse en la movilización, en lamedida en que en ésta se vean envueltos sectores populares que buscan una salida a la profunda crisis social quevivimos. Vale la pena que tampoco olvidemos esta divisa ante el 25-S. Por más “peros” que debamos adjuntarle.

En Red Roja hemos caracterizado el periodo político y de movilizaciones que vivimos como resultado de dos crisis:una, la profunda crisis sistémica capitalista que provoca una guerra social en toda regla contra el pueblo; y otra, lapersistencia de la crisis política ocasionada por el “fracaso del socialismo”, que junto con el descrédito que nos haadosado la “izquierda más institucional”, suponen una dificultad añadida para que el movimiento comunistarevolucionario se proyecte entre las masas. Es este serio desfase histórico el que va permitir que convocatorias queno están precisamente sobradas de seriedad sirvan a determinados sectores populares. Estos irrumpen de formadesorientada en la lucha de clases negando lo injustamente existente pero sin haberse despojado de la esclavitudideológica en lo referente a las concepciones y lemas políticos así como a las formas de organizarse. En cualquiercaso, esta irrupción sí que es algo muy serio por más confusa que se produzca. Y una organización revolucionariano puede despacharla confundiéndola con lo que expresen las proclamas convocantes ni con sus autores, ni siquieraante posibles utilizaciones reaccionarias que puedan ocurrir. Es más, si esto último se diera, con más razón debemosestar al lado de los sectores populares que salgan a la calle; eso sí, extremando nuestra independencia a la hora deconcretar eventuales intervenciones de nuestra parte.

Desde luego que nuestra crítica a convocatorias como la del 25-S no puede avalar las acusaciones que se le hacen degolpismo y, en general, de ser convocatorias antidemocráticas; acusaciones lanzadas primeramente desde la “clasepolítica” empezando por el gobierno. Esto, de forma caricaturesca, repite una maldición de un período no tan lejanoen que cada vez que se querían acallar voces rupturistas, se invocaban los “ruidos de sable”. Así se fraguó laTransición. Cuando la verdad es que el “golpe estratégico de la Transición” permitió, por una buena temporada, alrégimen heredado del 36 golpear todas las iniciativas rupturistas con el franquismo sin necesidad de más “golpesclásicos”. En este sentido, la propia iniciativa de tomar el Congreso (más allá del nivel político u objetivos de losque la han realizado) se sitúa en la práctica por delante de las declamaciones antigolpistas. Y ello, en la medida enque ese Congreso es, al fin y al cabo, producto de aquella traición.

Bien es verdad que muchas iniciativas “antipolíticos” que provienen de ambientes que se consideran del 15M, ocercanos, avalan peligrosamente a su vez discursos contra la política en general que gustan mucho a la políticahiperdemagógica de extrema derecha. Pero ante eso, lo que cabe es precisamente contextuar históricamente lagénesis de este Congreso y visualizarlo como producto que ha sido de la imposición (amenaza de golpe trasamenaza de golpe) de un gran fraude reaccionario que realizó mucho enjuague con la extrema derecha realmenteexistente en este país (el franquismo) a fin de conjurar los anhelos de profunda democracia popular que las masastenían en el Estado español en los años 70-comienzos de los 80.

También hemos de distinguirnos claramente de quienes critican al 25-S por excesivamente general, por aquello deque “el culpable es el PP” y, por tanto, la convocatoria tendría que ser “tomar La Moncloa”. Sencillamente apuestanpor la amnesia y prolongar el engaño pesoista que tanto ha jugado en la desmovilización en el Estado español desdeel fraude felipista del 82. Rodear sólo al PP es hacerle el juego a toda esa casta político-sindical que promuevecumbres sociales a fin de ser ellos los que sigan gestionando la soga que nos rodee el cuello, con un solo interés:asegurar el estado de su particular bienestar, que ciertamente ahora se ve desestabilizado con la profundidad de unacrisis del capitalismo que exacerba las peleas intestinas entre grupos que detentan o gestionan el poder.

Como contrapunto de esta crítica anterior, tenemos una que se pretende más “pura” en términos de clase y sepregunta por qué no se ha llamado a “tomar la banca”. ¿Acaso no roba más que la “clase política”? Aparte de que elcapitalismo que ha provocado la crisis, y se está aprovechando de ella, no sólo es el financiero, la verdad es que laoligarquía financiera ejerce su dictadura de clase mediante la política económica. Por eso, la transformaciónrevolucionaria comienza por ajustar cuentas en el plano de lo político. Hay que reconocer que no hay protesta mejorque la del Congreso para simbolizar la aspiración de forjar una democracia popular que supere la dictadura de losmercados y la “deudocracia” actuales, por más que sepamos que esa democracia popular no podrá ser representadaúnicamente por un Congreso en Madrid.

Ya en ámbitos más cercanos, se sospecha de que la convocatoria del 25-S sea antes del 26-S (Huelga general enEuskadi y en Galiza) porque aminoraría la importancia de llamamientos a movilizaciones trabajadoras consecuentes(a diferencia de las del 15-S); o porque una eventual represión “antisedicionista” del 25-S pudiera restar fuerzaspara garantizar al día siguiente al menos una jornada de lucha en el Estado español que acercara las condicionespara que se convoque HG en el conjunto de aquél. Lo menos que puede decirse es que son los límites propios delsindicalismo alternativo clasista los que permiten, entre otros factores, que puedan darse con “facilidad”convocatorias simbólicas altisonantes y que estas sean abrazadas por gente muy diversa. Más bien es eso, y no queestas convocatorias impidan que el sindicalismo alternativo esté a la altura de las circunstancias.

En definitiva, una justa crítica desde posiciones revolucionarias –que tenga en cuenta el conjunto de factores y noagarrándose a tal o cual aspecto: siempre habrá un grano de verdad dispuesto a avalar una tesis incorrecta– debieracomenzar por considerar que señalar al Congreso como objeto de las diatribas es un paso adelante. Pues no dejade ser un objetivo político revolucionario en el Estado español que la calle asuma primeramente que ese Congresoha sido sustraído al pueblo por los fascistas del 36 y por los que fraguaron traidoramente una “evolución” a unmoderno de régimen de contrarrevolución preventiva, que se muestra más a la claras conforme se agudiza la luchade clases; y que, finalmente, desde ese Congreso se ha ido dando cuerpo de ley, efectivamente, a nuestra conversiónen mercancía en manos de banqueros y otros grandes capitalistas y se ha legislado que se nos desuelle, si es preciso,con tal de salvar a esa misma jauría que ha provocado esta crisis sin precedentes. Es proclamando todo eso que sejustificaría que los revolucionarios asistieran a la manifestación delante del Congreso el 25-S. Para proclamar eso,pero también para poner el acento en que no nos bastará con ir periódicamente convocando concentracionesllamando a ocupar los poderes, sino que hace falta un continuado trabajo de organización popular para que elCongreso pase a formar parte del Poder Popular.

En relación con esto último, parece evidente que el zigzagueante proceso de convocatoria del 25-S lo ha sido enparte porque ha pretendido repetir la metodología con que se inició el 15-M. De nuevo, ha pesado mucho aquello deir sumando indignación hasta que por lo visto los “indignadores” –que al fin y al cabo “son personas”– se avengan a

razones abochornados… Y todo ello, adobado con una apología de una horizontalidad mal entendida (que olvida lasclases y cómo estas se atraviesan en todos los sentidos del término) que condena por la vía de los hechos al pueblo ano organizarse de forma eficaz; por tanto, contribuyendo a añadir impotencia a la indignación corriendo el peligrode transformarse en desmoralización ante la fuerza organizada de las personas que están en frente ejerciendo elpoder de personas de otra clase.

El 25-S imita en buena medida al 15-M y persiste en su mitificación, por más que no sea sólo la marca del 15-M laque esta detrás de esta convocatoria del 25-S. Si hay algo que se ha aprendido en este año y medio es que resta porhacer la crítica a la crítica que desde el 15M (no sin razón) se hizo a las tendencias verticalistas y burocráticas de lasorganizaciones populares clásicas. Si algo se ha visto es que la gente del pueblo, incluidos muchos “sectoresintermedios” que han sido arrastrados a la movilización por la crisis, necesita crear poder popular sistemático,creciente, por todas partes, que haga que la indignación se convierta en fuerza de imposición y de victoria. Así -y talcomo, por ejemplo, se ha ido demostrando desde las marchas del 19 de junio de Madrid- lo que mejor haconseguido el 15M ha sido en buena medida no por sus convocantes nominales iniciales, sino desde la experienciaorganizada. Un buen ejemplo lo tenemos también en Sevilla, con la imbricación del llamado 15M y organizacionesde la izquierda radical y el propio SAT. Ya lo decíamos inmediatamente después del 15M de 2011 en nuestradeclaración “Sobre el carácter y significado histórico del 15M”: “(…) pueden servir de chispa que incendien elbosque, pero no pueden mantener el incendio. Las fuerzas claramente revolucionarias (tanto en los contenidoscomo en los métodos) deben saber caracterizar, en términos de clase e históricos, la chispa – huyendo de oscurasteorías del complot -, deben de avivar los primeros rescoldos producidos, y disponerse a intervenir en la estrategiade acumular fuerzas por un proceso progresivo de superación de la crisis sistémica en términos claramenteanticapitalistas y socialistas. Ello supone conjugar dialécticamente el apoyo al movimiento 15M - aún más sisomos conscientes de nuestra debilidad - con una intervención que debe distinguirse cada vez más claramente delos discursos de impotencia reformistas, antiorganizacionales y de conciliación de clase que, en parte, se dandentro de ese movimiento.”

Vivimos momentos en que se requiere ir más allá de sumar manifestaciones de indignación a la indignación. Setrata desde ya de ir sumando fuerzas y claridad en los contenidos de los discursos, a fin también de obstaculizar queel poder dominante desvíe las energías del pueblo en enfrentamientos dentro de su seno o que se desarrollenposturas “populistas” patrióticas de extrema derecha. Que el pueblo ocupe el Congreso es sencillamente un actolegítimo revolucionario. Pero es evidente que hoy no se puede ir más allá de manifestar ese objetivo, pues no hay lafuerza acumulada para lograrlo. En cualquier caso, hay que estar atentos ante la predisposición represiva estatal(que con toda seguridad será mas selectiva de lo que parece) aduciendo que “se está haciendo revolución” yaprovechando que no hay ningún mimbre organizativo revolucionario.

Ciertamente la historia no está predeterminada y los acontecimientos revolucionarios siempre han estado cargadosde una dosis de sorpresa. Las organizaciones revolucionarias deben ser flexibles para estar también a la altura de laspropias sorpresas de la historia. La profundidad de la crisis también incluye una crisis de dominio de las clasesdominantes, y de control de los tiempos políticos, con posibilidad de verse desbordadas por los acontecimientos. Nopuede saberse con exactitud qué pasará, no ya únicamente el 25-S, sino en ulteriores convocatorias de este tipo. Loque sí resulta seguro es que conforme la lucha de clases se agudice, las convocatorias no sólo están llamadas aexpresar más aspiración de revolución, sino que servirán para ir poniendo los sucesivos peldaños que nos acerquena ella. Y esto incluirá la necesidad de que las mismas movilizaciones vayan adoptando formas revolucionarias deseguridad para hacer lo más infranqueable posible las arremetidas de la reacción de las clases dominantes, que nosólo contarán con los aparatos del Estado, sino que utilizarán ileGALmente (si es preciso) las propias fuerzas dechoque irregulares de extrema derecha.

Los comunistas revolucionarios no pondremos en cuestión el sistema político en contra de toda política en general,sino en pro de una política proletaria que ligue la perspectiva socialista a una clarificación histórica del sistemapolítico que padecemos y a unas propuestas de autoorganización entre el pueblo que le permitan ir tomando poder alo largo del propio desarrollo de la lucha de clases.

¡¡NO AL CONGRESO Y PARLAMENTOS AUTONÓMICOSPRODUCTOS DE LA TRAICIÓN HISTÓRICA

QUE IMPIDIÓ LA RUPTURA CON EL FRANQUISMO!!

¡¡NO AL CONGRESO DE LA POLITICA MERCENARIA AL SERVICIODE LA GUERRA SOCIAL QUE DICTAN LOS BANQUEROS!!

¡¡NO AL CONGRESO DE PATRIOTAS DE SALÓN PLEGADOSA LA EURODICTADURA DE BERLÍN Y BRUSELAS!!

CREAR, CREAR, PODER POPULAR