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SOBRE LA INSOSTENIBLE COLONIALIDAD DE LA NATURALEZA LATINOAMERICANA H ÉC TOR ALIMQNDA Profesor aso<;i.odo 11, Curso de Po$lgr:odQ .. n Ckncta$ (C PllA¡UfR RJ ). Coordinador del GT «ologia PolítiCll. CLACSO. Profesor orientador. Universidad de Buenos Aires. Investigador intermlcionaL fLACSO. Investigador del eN P ..

SOBRE LA INSOSTENIBLE COLONIALIDAD DE LA NATURALEZA

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Page 1: SOBRE LA INSOSTENIBLE COLONIALIDAD DE LA NATURALEZA

SOBRE LA INSOSTENIBLE COLONIALIDAD

DE LA NATURALEZA LATINOAMERICANA

HÉC TOR ALIMQNDA

Profesor aso<;i.odo 11, Curso de Po$lgr:odQ .. n Ckncta$ SQdll~

(C PllA¡UfR RJ ). Coordinador del GT «ologia PolítiCll. CLACSO.

Profesor orientador. Universidad de Buenos Aires.

Investigador intermlcionaL fLACSO.

Investigador del eN P

h«tonll;~il.com

..

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Jt8fl1men

Este artículo se propone presentar a la coloni«ldad como una condición fundante y estructuradora de miradas y de prácticas sobre la naturaleza americana. Para hacerlo, se sigue el camino de presentar brevemente a tres de las corrientes interpretativas o campos de reflexión intelectual vigentes en las ciencias sociales

de la región: el Programa de Investigación ModernidadfColonialidad, la Historia Ambiental y la Ecología Política. Palabras claves: América Latina, Modernidad/Colonialidad, depredación ambiental,

Historia Ambiental, Ecología Política.

Abttrat1

This artiele aims 10 introduce coloniality as a founding dimension and a structural trait of pratices and views over the american Nature. The argument is explored throughout a brief presentation of the three intelectual fields actually in force in Latin American Social Thougth: the Researcn Program on Modernityf Coloniality, the Environmental History and the Political Eco[ogy.

Keywords: Latín America, Modernity/Coloniality, environmental predation, Environmental History, Political Ecology.

Pues bien, en los tiempos primitivos

todo el mundo era una especie de América .. . Jonn Locke. Ensayo sobr? d gobierr", civil

(dtado por CaSlro-Gómez: 2007)

Este artículo se propone presentar algunos desarrollos contemporáneos de las ciencias sociales que, nos parece, pueden aplicarse para una conceptua­lización crítica de la problemática ambiental de la región latinoamericana. Se trata de introducciones escuetas al Programa de Investigación ModernidadJ Colonialidad, a la historia ambiental y a la problemática de la ecología política. La pretensión es llegar a la caracterización de la colonialidad de la naturaleza como rasgo que acompaña los proyectos de acumulación de poder y de capital a lo largo de nuestra historia.

Quizás valga la pena comenzar estas reflexiones desde el presente, para no decir "por el final", ya que la historia no tiene final. Sin duda, mu­

chísimo se ha de escribir y más aun de especular en relación con la figura de Barack Obama, con su gobierno y con lo que parece su propuesta de una recomposición del régimen de acumulación capitalista que el siglo xx nos ha legado.

En ese sentido, parece prudente destacar la amplitud del horizonte de la discusión. Independientemente de las caracterizaciones del personaje Obama y de sus convicciones, siempre filtradas por el establishment del poder imperial de Estados Unidos, sean o no acertadas sus propuestas, consigan o no

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imponerse con éxito, activen o no interlocutores reales nacionales o interna­cionales, 10 cierto es que estos primeros meses de la nueva gestión demócrata inauguran, de alguna forma, un nuevo "sentido común" de la imaginación política. 0, en todo caso, recomponen nuevos diálogos con dimensiones y tra­diciones políticas que la opresión y el conformismo del pensamiento único neoliberal de los años noventa parecian haber clausurado, especialmente en América Latina. Es así que Cristina Kirchner, seducida, comenta que Obama le recuerda a Perón, y se pregunta si el a lumno de Harvard habrá leído las obras del General. Y varios ministros del gobierno brasileño elogian la afini­

dad intelectual, la química, vigente entre Obama y Lula, figuras de trayectorias

equivalentes (como fue el caso del canciller Celso Amorim y de la emergente Dilma Rousseff, O Globo, 12/3/09).

En un momento en que Obama ni siquiera ha integrado su equipo destinado a la gestión de las relaciones con América Latina, nos parece im­portante llamar la atención sobre el hecho de que, independientemente de las políticas y acontecimientos concretos que puedan avecinarse a partir de su gobierno, los próximos tiempos latinoamericanos, a partir de la nueva discur­sividad instalada en Washington (y también a partir de los destinos de la cri­sis internacional, financiera, económica, ambiental, de civilización), estarán caracterizados por una intensa redefinición de las significaciones básicas que componen nuestra cultura política. Al decir redefinición no estamos pronos­ticando cambios radicales en un mundo puesto de cabeza: estamos pensando, más bien, en recomposiciones de articulaciones discursivas, mediadas y cons­tituidas por disputas t:n t:ll:ampo simbólico que: son e:xpresiones de poder y de conflicto social. Las fáciles identificaciones con los Estados Unidos de la era Bush, por ejemplo, donde tan confortablemente se instalaban nuestros secto­res conservadores, serán desafiadas desde diferentes ángulos y perspectivas del espectro politico.

Pero quiero ser breve en este preámbulo para ir directamente al pun­to (por ahora especulativo) que me interesa destacar como ejemplo que nos introduzca a una reflexión. A 10 largo de su campaña y durante las primeras semanas de su gestión presidencial, Obama ha esbozado con bastante claridad la propuesta de una "nueva economía verde". Nuevas regulaciones, negocia­ciones directas con la industria automotriz sumida en la crisis, definición de politicas activas e integración de equipos técnicos para diseñarlas e imple­mentarlas: una ofensiva "ecológicamente correcta" que no reposa en los sa­crosantos "instrumentos económicos" de mercado para gestionar el bienestar ambiental (como se ha dicho, repetido y aplicado en América Latina), sino en los llamados "mecanismos de comando y control", es decir, las políticas activas tan desacreditadas en nuestras latitudes.

Pues bien, un componente esencial de esa nueva economía verde son los agrocombustibles, de los que se espera la reducción de las emisiones de C02 y la disminución de la dependencia de combustibles fósiles. Esta orien­tación se viabiliza políticamente con dos designaciones clave en el gabinete

SObre la hlsoiltenible oolon1a1idad de la neturalez.a latinoamericana e3

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Obama, Tom Vilsack como Secretario de Agricultura y el premio Nobel Steven Chu como Secretario de Energía. Tom vilsack fue gobernador de lowa y es un político vinculado directamente con las empresas de biotecnología. Steven Chu es físico, dedicado a la producción de agrocombustibles a partir de la biología sintética y firme partidario de las políticas de secuestro de carbono.

Muchas objeciones técnicas, de base científica, cuestionan la supuesta eficiencia energética de los agrocombustibles elaborados a partir del maíz: ella es negativa, ya que usan más combustibles fósiles de los que dicen suplantar, empeorando las causas del cambio climático. Es pertinente cuestionar también hasta qué punto darán origen a una nueva economía verde en Estados Unidos, si van a implicar monocultivos tratados con paquetes químicos. Pero lo que nos interesa, en términos de nuestra reflexión, es destacar que ese intento de recomposición ecológicamente correcto de la economía norteamericana -sea o no viable- se revertirá necesariamente de manera negativa en ámbitos am­bientales y sociales sobre América Latina.

En efecto, el etanol producido en Estados Unidos a partir del maíz tiene balance energético negativo. La perspectiva de una economía norte­americana basada en una matriz energética con participación creciente de agrocombustibles sólo es viable en el mediano plazo -el período Obama, di­gamos-, incorporando cultivos desarrollados en territorios tropicales, como cafta de azúcar y palma africana, que (endrian que expandirse radicalmente. Además de su proximidad geoestratégica con los Estados Unidos, la región de

América Latina y el Caribe cuenta con las mayores reservas de tierras cultivables

del mundo, representando 576 millones de hectáreas, equivalentes casi al JO por

ciento del total del territorio.

Ya sabemos, por las lecciones de varios siglos, que eso significa, una vez más, la reafirmación de la colonialidad de la naturaleza latinoamericana y la expansión de monocultivos de exportación, arrasando la biodiversidad de ecosistemas naturales, pero también expulsando de sus tierras a campesinos y pueblos originarios; competición por suelos, agua y nutrientes con los cul­tivos alimenticios, y empleo masivo de paquetes tecnológicos de agrolóxicos; reforzamiento de la concentración del poder económico, social y político, in­terlocutor privilegiado del Estado y formulador de las políticas publicas'; en este caso particular, incremento del poder monopólico de las grandes empre­sas internacionales de biotecnología, que en las pocas décadas transcurridas desde la llamada "revolución verde" consiguieron transformar el control de

El diario Fo/ha de Sdo Pau/o del día 21 de mano de 2009 informa que de los 38 diputados y 17 senadores que inlegran las Comisiones de Agricultura y Ganadtria de ambas cámaras, 26 y 8, respectivamente, son propietarios de tierras. Los bienes declarados por el conjunto totalizan 37.000 cabeu.s de ganado. En el caso de las Comisiones de Medio Ambiente, los propietarios territoriales representan la mitad de los miembros. Durante el período legislativo de 2009, estas Comisiones tendrán a su cargo la discusión sobre el nuevo Código Forestal brasilei\o (" No COfIgrrSSQ,

donos de terras vilo decidir sobre dtsmatamtnlo", Fo/ha de Sdo Paulo, 21/3/2009).

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la producción agrícola y sus actividades conexas en uno de los sectores con mayor concentración de la economía mundial.

Al respecto, es interesante tomar nota del caso brasileño, el país que con más énfasis se proyectó como candidato a gran exportador de agrocom­bustibles, a partir de su experiencia en la producción de alcohol de caña de azúcar como combustible. En 2008, el prestigioso economista Márcio Porchman, director del Instituto de Pesquisa Económica Aplicada (organismo oficial dependiente de la Secretaria de Asuntos Estratégicos), declaró que si no se crea una empresa estatal de energía renovable, el sector será inapelable­mente controlado por capital extranjero. Ni siquiera las oligarqulas brasileñas tendrán capacidad para resistir a la ofensiva del capital externo, sólo el Estado podrá reglamentar el uso del suelo y la dinámica del sector, imponer leyes laborales, enfrentar el trabajo esclavo (sic).

Al crear el programa nacional de agrocombustibles, el gobierno de Lula visualizó una oportunidad para la inclusión social y económica de pe­queños productores famiHares, muchos de ellos provenientes del los progra­mas de Reforma Agraria. Se creó en :lOo5 el Programa de Producción y Uso del Biodiesel, estimulando su orientación a cultivos que emplearan mano de obra intensiva. Las empresas productoras de biodiesel que usaran como materia prima insumos de esa agricultura familiar recibirían un "sello social", que les permitiría descontar 15 % de sus impuestos. Pues bien, a poco más de tres años, el Programa se revela como un fracaso y se imponen las tendencias a la concentración, según un informe de la ONG Reporter Brasil. La expan­sión de los cultivos presenta impactos como deforestación en la Amazonia y el "Cerrado", pérdida de biodiversidad, contaminación por agrolóxicos, explotación de trabajadores en las áreas de expansión agrícola, amenaza a la soberanía alimenticia de los pequeños agricultores y concentración de tierras y rentas. lAs grandes empresas, que ya se beneficiaban con la soja y el azúcar,

se benefician ahora con los otros cultivos. Ahora tenemos otros monocultivos,

como la palma africana, declaraba un dirigente nacional del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST). En el caso del algodón, el informe constata trabajo esclavo en Mato Grosso y el oeste de Bahia. El Gobierno no apoyó efec­tivamente a los pequeños agricuJtores, que quedaron atados a monocultivos dependientes de las agroindustrias'.

Valga este ejemplo, por ahora, para destacar el punto que nos interesa desarrollar en este momento: la persistente colonialidad que afecta a la natu­raleza latinoamericana. La misma, tanto como realidad biofísica (su flora, su fauna, sus habitantes humanos, la biodiversidad de sus ecosistemas) como su configuración territorial (la dinámica sociocultural que articula significativa­mente esos ecosistemas y paisajes), aparece ante el pensamiento hegemónico

1 "No Brasil, biodieseJ perjudica camponeses e meio ambiente" y

"Programa marginaliza a agricultura familiar - A AllUIzonia do dende", Agencia Brasil de Fato, 8 y 9 de octubre, 1009.

SObre la IllSOfItenlble colonlaUdad de la naturaleza latinoamericana lti

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global y ante las elites dominantes de la región como un espacio subalterno, que puede ser explotado, arrasado, reconfigurado, según las necesidades de los regímenes de acumulación vigentes. A lo largo de cinco siglos, ecosistemas enteros fueron arrasados por la implantación de monocultivos de exportación. Fauna, flora, humanos, fueron víctimas de invasiones biológicas de compe­tidores europeos o de enfermedades. Hoy es el turno de la hiperminería a cielo abierto, de los monocultivos de soja y agrocombustibles con insumos quimicos que de nuevo arrasan ambientes enteros, incluyendo a los huma­nos, de los grandes proyectos hidroeléctricos o de las vías de comunicación en la Amazonia, como infraestructura de nuevos ciclos exportadores. Hasta las orientaciones políticas "ecológicamente correctas" de los centros impe­riales suponen opciones ambientalmente catastróficas para nuestra región: transferencia de industria contaminante, proyectos de basureros nucleares, mega-monocultivos de agrocombustibles ... Una larga historia de desarrollo desigual y combinado, una ruptura a nivel g lobal del metabolismo sociedad­naturaleza, que penaliza crecientemente a la naturaleza latinoamericana y a los pueblos que en ella hacen su vida (O'Connor: 2001).

Antes de ocuparnos del tema de la colonialidad de la naturaleza lati­noamericana, queremos introducir referencias al debate actual de las ciencias sociales, como forma de ofrecer al lector algunos elementos teóricos que orien­ten su compl-ensión y, eventualmente, estimulen su capacidad analítica.

La pespecUva de la IIodanaIcIadICOIoDlalldad

El Programa de Investigación Modernidad¡Colonialidad {M¡C}, como lo denomina el antropólogo colombiano Arturo Escobar (2ooSb), consiste en una perspectiva reciente del pensamiento latinoamericano y sobre América Latina que está fundamentando un notable diálogo multidisciplinario y la constitución de un colectivo de trabajo intelectual no institucionalizado. Integrado por investigadores académicos residentes en América Latina y en Estados Unidos, está teniendo una presencia emergente en Colombia, a juzgar por publicaciones recientes de libros inscriptos en su perspectiva {Castro­Gómez: 2005, Castro-Gómez y Grosfoguel: 2007} y por la vitalidad de la revis­ta Tabula Rasa, que también incorpora estos puntos de vista.

En diálogo activo con tendencias intelectua les contemporáneas como el postcolonialismo, los estudios subalternos y la perspectiva del sistema­mundo, desarrollada por Immanuel Wallerstein, el M¡C se diferencia de las mismas, suponiendo implícitamente - ya que eso a veces no es demasiado ex­plícito- una posición de continuidad con tradiciones del pensamiento crítico latinoamericano. Básicamente, el M¡C se orga niza a partir de una crítica de base histórico-cultural y epistemológica de la modernidad, cuestionando las grandes narrativas interpretativas de la misma a lo largo de cinco siglos.

Esta magna operación supone, como paso previo, "desplazar" los orígenes de la modernidad de su cuna en la Europa del Norte, vinculada a la Reforma protestante, a los orígenes de la acumulación de capital. a la

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Ilustración o a la Revol ución Francesa, y llamar la atención sobre la "primera modernidad" que protagonizan los reinos ibéricos, j unto con su expansión y sus conquistas ultramarinas. Este movimiento resulta de la mayor importancia geo-epistemológica, porque permite visualizar a América como constituyendo la primera periferia del sistema colonial europeo, el lado oculto originario de la modernidad. Esta perspectiva implica también verificar: a) la racionalidad de las formas estatal , ~s y de las empresas coloniales ibéricas; b) la acumulación originaria de capital a la que dieron origen esas conqu istas; c) la apropiación de la biodiversidad natural como fundamento de la modernidad (Coronil : lOOO); d)·la aparición de los principios de la misión evangelizadora y de la superioridad europt~a como articulaciones centrales del imaginario colonial eurocéntr ico, como sentido común hegemónico que iba a impulsar y justifi­car la empresa colon ial. pero también como "pulsión identitaria" presente en cada sujeto individu.al de ese proyecto.

Para esta crítica, las narrativas cuestionadas, que dieron origen a toda la geopolítica epistemológica del mundo moderno (y como una consecuencia de ella, a la matriz gt!nétlca de las ciencias humanas y sociales), desconocen la significación de la constitución del hecho colonial como fenómeno fundante de toda la experiencia histórica de la modernidad. La modernidad constitui­ría asi un paradigma lineal de evolución histórica, instituyendo nociones de "procesos civilizato:rios", "progreso" o "desarrollo", que habrlan sido una experiencia única y patrimonio de algunos pueblos europeos (las narrativas noreuropeas, por ejf:mplo, acostumbran excluir a los mediterráneos en gene­ra l y a los ibéricos en especia l de esta experiencia). Por diferentes razones, que incluyeron frecuentemente la incapacidad biofísica de las razas noeuropeas para superar los condicionamientos naturales, el resto de la humanidad no fue capaz de alcanzar este ni vel de experiencia civilizatoria, siendo su destino ser guiados y conducidos por los pueblos civilizados. Es lo q ue los teóricos del Programa M/C denominan el "eurocentrismo", una interpretación de la historia que atribuye a ciertos pueblos europeos una capacidad autónoma de evolución y de construcción de una historia del conjunto de la humanidad. Se establece así una vasta epistemología de raíces geopolíticas, una verdade­ra "geografía imagi naria"', que establece, en realidad, relaciones ocultas de continuidad a lo largo de cinco siglos. Paradój icamente, esa continuidad (el predominio geoestratégico de áreas determinadas del planeta sobre el resto de regiones periféricas) es más resaltada cuando el análisis intenta interpre­tar períodos o procesos históricos determinados. El colonialismo clásico es en genera l excluido con carácter explicativo de estas narrativas: ¿qué atención

3 Arturo Escobar (1996) utiliza este término tomado de Orientalismo, de Edward Said, para referirse a la visión del mundo global implícita en las concepciones de "des.arrollo¡subdf"Sarrollo'· que se expanden como sentido común de époc.a a panir de la segunda mitad de la década de 1940, en el periodo post-Segunda Guerra Mundial, cuando era inminente la deSlgregación de los imperios coloniales.

Sobre la Insoetenible colonla.lldad de la naturalBu latinoamericana 17

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dedicaron padres fundadores de la sociología como el francés Durkheim O e l alemán Weber a los imperios coloniales que sus países habían formado en la época en el continente africano? Es la historia la que suele hablar del colonia­

lismo, pero para caracterizarlo como propio de una época determinada e n la que se acabó con la independencia política de las ex colonias.

Otro caso es el debate sobre globalización. En los años de oro neoli­

berales de la década de 1990 se acostumbraba caracterizar a la globalización como un imperio sin centro, donde las determinaciones y las desigualdades nacionales habrían dejado de existir, dando origen a un mundo globalocéntrico

(Coronil: 2000). El "globalocentr ismo" es el lugar habitual de enunciación de la iglesia católica, desde las cruzadas hasta la actualidad. En marzo de 2009,

en visita a países africanos, el Papa invitó a la audiencia a abandonar sus su­persticiones y brujerías tribales y a adherir al mensaje universal de la Iglesia. Partha Chatterjee, fundador del grupo de estudios subalternos e n la India, propone como el reverso necesario de la enu nciación "globalocéntrica" 1.0 que

él llama la regla de la diferencia colonial, que, a continuación del enunciado universal. excluye a los colonizados de sus beneficios. Dice Chatterjce:

Esta regla se aplica cuando se defiende que una proposición de supuesta validez universal no se aplica a la colonia en razón de alguna deficiencia moral inherente a esta última. Así. a pesar de que los derechos del hombre hayan sido declitrados en f'"dris en 178y, la

revuelta de Santo Domingo (hoy Haití) fue reprimida porque aquellos derechos no podlan aplicarse a los esclavos negros. John Stuart Mili expondría con gran elocuencia y precisión sus argumentos que establecían el gobierno representativo como el mejor gobierno posible, pero inmediatamente aí'ladía que esto no se aplicaba a la India. La

excepción de los casos coloniales no invalida la universalidad de la proposición. Al contrario, al especificar los presupuestos a través de

los cuales la humanidad universal debería ser reconocida como tal, la proposición fortalece su poder moral. En el caso de las expediciones portuguesas. la condición de inclusión venia dada por la religión. Más tarde, sería proporcionada por las teorías biológicas sobre el carácter racial, o por las teorías socioeconómicas sobre el desarrollo de las instituciones. En cada caso, la colonia seria convertida en la

frontera del universo moral de la humanidad normal. Más allá de estas fronteras, las normas universales podían mantenerse en suspenso (Chauerjee: :1008, J<>-J 1).

La perspectiva globalocentrica recupera los dispositivos discursivos del co1onialismo y proclama la modernidad universa l como un destino fatal.

profetiza por ejemplo Anthony Giddens. Desde su perspectiva, ya no se trata de un asunto de

Occidente; dado que la modernidad está en todas partes. el triunfo de lo moderno subyace precisamente en haber devenido universal. Esto

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podría denominarse el 'efecto Giddens': desde ahora en adelante, la modernidad es el único camino, en todas partes, hasta el final de los tiempos. No sólo la alteridad radical es expulsada por siempre del ámbito de posibilidades. sino que todas las culturas y sociedades del mundo son redlucidas a la manifestación de la historia y la cultura europeas (Escobar: ::lQoSb, 68).

Según los teóricos del Programa M/C, éstas serían las líneas maestras y hegemónicas de intt:rpretación de los sentidos de la historia y de la evolución de las sociedades mundiales elaboradas a partir de la perspectiva eurocéntrica, que atribuye a Europa el carácter instituyente de la modernidad y la erige en modelo referencial (!xplicativo-interpretativo de toda lógica histórica y social válida. Esta perspectiva incluye a las ciencias socia les, cuyos paradigmas fun­damentales, estableddos en el siglo XIX, excluyeron cómodamente la conside­ración de los fenómenos vinculados con el colonialismo, plenamente vigente en esa época (otros silencios sintomáticos, por ejemplo, fueron los temas de género y la naturale-za). Y esta crítica continuaría vigente y se aplicaría, según los autores del M/ C, inclusive a las visiones más cuestionadas elaboradas a partir de esa experiencia europea, como el marxismo clásico', el marxismo occidental y el postestructuralismo.

El Programa M/C no se define como opuesto a la modernidad, ni niega las potencialidades emancipatorias que la misma podría contener. Su pers­pectiva cs, cn todo caso, transmodcrna (Dusscl: 2.000) y asume un distancia miento crítico en relación con las narrativas consagradas y consagratorias. Localizando su lugar de enunciación y de fundamentación epistemológica "en los márgenes", el M/C se presenta a sí mismo como un pensamiento "de fron­tera", que cuestiona la modernidad noratlántica y se interroga sobre caminos y lógicas alternativas.

El aparato :interpretativo del Programa M/C reposa en una serie de operaciones que se derivan de su caracterización de la colon ialidad como el complemento necesario, opuesto y sistemáticamente oculto de la modernidad. El carácter abominable (por usa r una única palabra) del colonialismo queda así separado de la mod,ernidad, que pasa a asumir un carácter casi angelica l (algo así como el Dios sin intestinos del que hablaba Kundera). Así, la operación impugnadora del Programa M/C se ubica en un punto de ruptura equivalente al del capítulo XXIV de El Capital, cuando Marx, atacando a las dulces fábulas de la Economía PolJitica sobre el origen natural de las categorías de la econo­mía mercantil, introduce en su narrativa, como una erupción, un análisis de perspecti va histórica sobre la acumulación originaria, donde el capital nace y se constituye por m.edio de la violencia, sucio de sangre y de lodo'.

" Ver en la nOla siguiente la lectura heterodoxa de Marx presentada por C'laude Ltvi-Slrauss.

5 Vale la pell3 recordar un texto sorprendente de Claude Uvi-SlnIuss, que no

SObre la 11UIO$lentble colonia1ldad de la naturaleza latinoamericana .,

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Asumi~ndo este punto d~ vista, es d~cir, procesando ~ I llamado giro

decolonial, aflora una diversidad epistémica qu~ permite descubrir una diver· sidad de lugares de enunciación, pasados y presentes, en relación crítica o de resistencia con relación a la modernidad colonial. Es por eso que se habla de epistemologías de frontera (Mignolo: 2007), a partir de las cuales se puede constituir una pluralidad de impugnaciones -o, eventualmente, de recupe­raciones parciales- de la modernidad y de la coloníalidad. Esto supone la re­escritura de las narrativas de la mod~rnidad desde otro lugar, revalorizando ahora a las culturas y a los pueblos dominados y a sus historias de resistencia. De la misma forma, sería posible narrar nuevamente la historia del continente desde la perspectiva de las relaciones sociedad/natura leza.

La ldIttoda amIIIIDtaI

En efecto, resulta posible construir una visión de la historia latinoa­mericana a partir d~ las relaciones entre las sociedades aquí establecidas y la naturaleza. Como dice el historiador norteamericano william Cronon, uno d~ los autores sign ificativos de la historia ambiental, la naturaleza es coautora de nuestras historias (2002,61).

La historia ambiental supone el ~studio de t~mas como la adaptación d~ las sociedades humanas a los ecosistemas, la transformación de los mismos por efecto de las tecnologías o las dif~rentes conc~pcion~s sobre naturaleza. Es

un punto d~ vista que supone una perspectiva mu ltidisciplinaria, de diálogo

solamente hace una lectura no habitual de ese capitulo de Marx, sino adelanta (¡en 19611) una perspectiva que dialoga con el Programa M/C. "En primer lugar. la colonización es histórica y lógicamente anterior al capitalismo, y después el

régimen capitalista consiste en tratar a los pueblos de Occidente como Occidente lo habú hecho previamente con las poblaciones indígenas. Pua Marx, la relación e[l(re el capitalismo y los proletarios es, por lo tanto, apc:ILlS un aso particular de la relación entre: colonludor y colonizado. Desde este punto de vista, casi se podría sostener que en el pensamiento muxista la ciencia económi~ y la sociología nacen como dependientes de la Etnografia. Es en El Capital donde propone la tesis, con perfecta claridad: el origen del régimen capitalista se remonta al descubrimiento de las regiones auríferas y argentiferas de A~rlca; de5pués a la reducción de los Indlgenas a la esclavitud; después a la conquista y saqueo de las Indias Orientales; por fin, a la transformación de África en una especie de reserva comercial para [a caza de negros: 'estos procesos idillcos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria'. 'En general, la esclavitud encubiena de los obreros asalariados en Europa exigú, como pedestal, la esclavitud sans phrase en el Nuevo Mundo'". Y continua Uvl-5lrauss: "Las sociedades que denominamos actualmente subdesarrolladas no lo son por su propia causa, y erraram05 en concebirlas como exteriores al dt:sarrollo occidental o como I ndlf~nles a I!I. En verdad, son estas sociedades las que, por su destrucción directa o Indirecta entre los siglos XVI y x IX, hicieron posible el desarrollo del mundo occidental. Entre ellas y él existe una relación de complementariedad. Fue el propio desarrollo y sus ávidas exigencias lo que las hicieron como el desarrollo las descubre hoy" (Lévl-Strauss: 1976, ]19-]lO).

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