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SOCR .A TES O SADE: UNA APUESTA FILOSOFICA• PATRI CIO MARCHANT I A la memoria de Jan Mesa Echeverría. L EEMOS en la Nota Preliminar del traductor: "N o conocemos un esfuerzo más lúcido, riguroso y honesto para esclarecer el valor epistemológico del psicoanálisis y para situarlo en el norama del sab er" (p. IX) . Afirmaciones categóricas dan siempre que pensar. No es que pretendamos negar la importancia de la obra de Ricoeur. Pero sí matizar y aclarar. Su lec tura e interpretación de la obra de Freud es una lectu ra y una interpretación ( volvere- mos sobre esto) ; por eso mi smo, lo importante es esclarecer la filosofía que la articula, el espacio teórico en que se constituye. Así, nuestro estudio tiene la ambición de esclarecer de algún modo las decisiones filosóficas que están en juego en la obra de Ricoeur, , . sus supues to s teoncos. Algunas aclaraciones preliminares resultan necesarias. Situar, ante todo, a Ricoeur en el panorama de la filosofía francesa ac- tual. Extraña y poco cómoda situación, en verdad. Ricoeur escribe entre do s filosofías. Aquella que termina con la muerte súbita de Merleau-Ponty en 1961 (filosofía de la cual Sartre es un sobrevi- * PAUL RI COEUR : De l'interpretation. Essai sur Freud, Seuil 1965. Tra- ducción española de Armando Suárez: Freud: una interpretación de la cul- tura, Sig lo XXI, 1970. Las páginas citadas carresponden a esta edición. 107

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SOCR.A TES O SADE: UNA APUESTA FILOSOFICA•

PATRICIO MARCHANT

I

A la memoria de Jan Mesa Echeverría .

L EEMOS en la Nota Preliminar del traductor: "N o conocemos un esfuerzo más lúcido, riguroso y honesto para esclarecer

el valor epistemológico del psicoanálisis y para situarlo en el pa~ norama del saber" (p. IX) . Afirmaciones categóricas dan siempre que pensar. No es que pretendamos negar la importancia de la obra de Ricoeur. Pero sí matizar y aclarar. Su lectura e interpretación de la obra de Freud es una lectura y una interpretación ( volvere­mos sobre esto) ; por eso mismo, lo importante es esclarecer la filosofía que la articula, el espacio teórico en que se constituye. Así, nuestro estudio tiene la ambición de esclarecer de algún modo las decisiones filosóficas que están en juego en la obra de Ricoeur,

, . sus supuestos teoncos.

Algunas aclaraciones preliminares resultan necesarias. Situar, ante todo, a Ricoeur en el panorama de la filosofía francesa ac­tual. Extraña y poco cómoda situación, en verdad. Ricoeur escribe entre dos filosofías. Aquella que termina con la muerte súbita de Merleau-Ponty en 1961 (filosofía de la cual Sartre es un sobrevi-

* PAUL RICOEUR : De l'interpretation. Essai sur Freud, Seuil 1965. Tra­ducción española de Armando Suárez: Freud: una interpretación de la cul­tura, Siglo XXI, 1970. Las páginas citadas carresponden a esta edición.

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viente) y la que hace su aparición pública a poco de comenzar la década del sesenta. Filosofía existencial, por un lado, pero ¿po­dríamos decir, como se ha propuesto reiteradamente, teoría del concepto y pasión por el sistema, por otro? Como quiera que sea, Ricoeur 1w es el puente entre ambas filosofías. Su "estar entre" no constituye lazo de unión. Si comparte los intereses de la nueva filosofía (por ejemplo, su interés por Freud y la lingüística), su perspectiva es todavía la de la filosofía anterior y, sin duda, su obra es de menor importancia que la obra, en tantos sentidos original y abier ~a al futuro, de Merleau-Ponty; como veremos, aun ahí don­de Ricoeur parece utilizar, adelantando, los conceptos de la nueva filosofía ("texto", "máscara", " teatro", etc.) , se trata de un uso metafórico y no de una identidad en el concepto y los supuestos del concepto. Su obra no constituirá escuela; será recordada más bien como ejemplo tal vez el último de un fenómeno que una Historia materialista ( real) de la Filosofía Historia para la cual apenas existen algunos conceptos tendrá que aclarar el sur­gimiento en nuestra época de una filosofía de los símbolos. Por ello, su trabajo sobre Freud, como se verá, es más importante para esa His i.oria real de la Filosofía que para el estudio mismo de la obra freudiana al menos de un modo directo. Publicada en 1965, escritos publicados o recogidos uno o dos años después (Derrida, Deleuze, Lacan) la dejaron atrás casi inmediatamente. Otra cosa es, sin embargo, la vigencia ideológica que tendrá sin duda en círculos idealistas y religiosos; pero esta historia poco tiene que ver con la historia de la teoría.

Volvamos sobre la situación de la filosofía francesa actual. Una nueva filosofía se constituye sobre la base de una cierta pla­taforma teórica. Para la filosofía francesa actual, ésta está consti­tuida, primeramente, por ciertos hechos teóricos de carácter cien­tífico; más exactamente, por la lectura (concepto y práctica nue­vos de esta nueva f ilosofía) de hechos científicos capitales : lec­tura de Marx ( Althusser), de Freud (Lacan), de la ciencia y de su historia (Bachelard, Canguilhem, Foucault) , trabajo sobre la lingüística y la semiología y sobre las ciencias que de ella depen­den, como la antropología estructural y la teoría de la literatura. Lo que aquí se ha ganado constituye algo cuyas consecuencias para la conciencia del trabajo científico y filosófico serán perdu­rables (pese a todo lo que se pueda objetar y pese a todo aquello que requiere rectüicación o profundización). No parece que suce­derá lo mismo, sin embargo, con aquello que se ha presentado ya

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como conclusión filosófica, por ejemplo, en la precipitada y obs­cura (aunque parece la claridad misma) distinción althusseriana entre Ciencia y Teoría de la ciencia (que Althusser identifica co:1 el Materialismo Dialéctico) e Ideología, recogida, como fórmula filosófica final, a la vez que como emblema de lucha, por discípu­los aún más impacientes que su maestro, o en ciertas extrapola­ciones filosóficas de Lévi-Strauss, por más que este último se ha ya explicado, más o menos satisfactoriamente, sobre el carácter de és­tas. Aquí hay pasos malamente dados, pero que sólo pueden turbar a quienes, a su vez, son precipitados o andan en malos pasos.

Por eso resulta más importante mantener la mirada dirigida hacia el trabajo que, como tensión entre esta nueva filosofía y la tradición clásica, se realiza en los discursos decisivos de Derrida y Deleuze. Este trabajo apunta no a incorporar estas disciplinas científicas al discurso clásico (como es, precisamente, el caso de ~icoeur) sino a plantearse aquella tarea que resulta ser la tarea del pensar una vez que se ha comprendido que la filosofía ( plató­nica) termina con Hegel: el sentido y estructura del discurso filo­sófico (y, por las razones que da Heidegger, el sentido y estruc­tura del discurso natural y científico) ; la filosofía como discurso, como "un" discurso (lo que no quiere decir que, simplemente, sean posibles otros discursos). Vista desde esta perspectiva, la pla· taforma del saber de la filosofía francesa actual se amplía: a la serie de disciplinas parafilosóficas se agrega (o más bien, se reco­noce su presencia) toda la tradición clásica, introducida esencial­mente a través del trabajo, recuperador a la vez que destructor, de Husserl y de Heidegger. Ahora bien, no resuha difícil darse cuenta que tras todo esto está el proyecto y la acción de la filosofía nietzs­cheana; de lo que cabría asombrarse es que alguien pudiera asom­brarse : acaso no profetizó Nietzsche que era un filósofo de la segunda mitad del siglo xx y que sería descubierto por los fran­ceses ?1 ¿acaso Nietzsche acostumbraba a equivocarse? Pero deje­mos ésto. Concluyamos esta breve referencia a la filosofía francesa actual señalando cómo en la posición de dos "conceptos" ínti­mamente relacionados podría intentar leerse lo aquí indicado: los "conceptos" de diferencia y de tiempo. Juego de diferencias en la lingüística, la semiología, en el inconsciente, en el tiempo mismo (la dif/érance derrideriana y la différence y la répétition deleuziana) ; des-construcción de lo que aparecía como tiempo en

1 Carta a su madre, del 3 de octubre de 1887.

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las ''consideraciones intempestivas" nietzscheanas, en la serie de di­ferentes tiempos en la historia, en la teoría de la relatividad, en la "intemporalidad" del inconsciente freudiano o de los objetos ideales, en el tiempo real no lineal de una Historia real de la Filosofía, en Husserl y Heidegger, etc.

II

Para no pocos la Filosofía Reflexiva es el producto y la expre­sión natural del espíritu francés. Pues ¿dónde sino ahí se encuen­tran reunidos ese peculiar sentimiento de los derechos y de la realidad de la intimidad y las exigencias de claridad de la racio­nalidad? De Descartes a Nabert hay una línea cierta, si bien no unívoca. Por ello no resulta demasiado extraño que un defensor del espiritualismo francés, Jean Lacroix, pueda sostener que Nabert "es, sin duda, el más grande pensador francés de este tiempo'' .2

Por su parte, el mismo Ricoeur señaló oportunamente su aproxi­mación creciente a las posiciones nabertianas ;8 todo esto hace nece­sario decir algunas palabras sobre el sentido de esta filosofía.

Principiemos aclarando que esa "línea cierta" no excluye la diversidad de posiciones; la formulación más comple~a de la posi­ción de la Filosofía Reflexiva que Ricoeur encuentra en un ar­tículo de Nabert en la Enciclopedia Francesa no excluye sino m~s bien implica la historia en la que esa formulación se forjó. Lo importante es encontrar, más allá de las necesarias diferencias, producto necesario de experiencias insubstituibles, un parentesco común: "Lo propio de la reflexión escribe Nabert es conside­rar siempre al espíritu en sus actos y sus productos, para apropiar­nos su significación, y ante todo, esencialmente, en el acto inicial por el cual el sujeto se asegura de sí mismo, de su poder, de su verdad". Se puede discrepar acerca de cuál sea ese acto el pen· samiento, el juicio, la apercepción del esfuerzo, etc. lo impor· tante es que la forma o método de pensar se mantiene. De todos modos, conviene distinguir las dos grandes direcciones que tomó la filosofía reflexiva, implicadas ya en Descartes, pero que se di­ferencian netamente a partir de Kant y de Maine de Biran. La pri­mera de carácter epistemológico buscó descubrir en las ope· -·---

2 J. LACRO IX : Panorama de la philosophie fraru;aise contemporaine, P.U.F., 1968, p. 13.

8 RICOEUR: Histoire et verité, Seuil, 1964, p. 20.

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raciones del sujeto cognoscente las condiciones de posibilidad de la experiencia verdadera; la segunda, intentó profundizar y traer a luz la intimidad del yo. Quedaron constituidas así dos fuentes de la reflexión, la fuente de la verdad y la fuente de la libertad. Pero a Nabert le interesa mantener unidas ambas direcciones: "una concepción justa de la relación de la conciencia y de la razón de­pende de su solidaridad"; se trata, entonces, de buscar su com· plementariedad, lo que evitará, entre otras cosas, la caída de la experiencia interior en "un irracionalismo estéril".

Veamos ahora cómo esta filosofía reflexiva alcanza su formu­lación más completa. Si res-ulta necesario reconocer que no hay un acto total en que nos apropiemos de nuestro ser, si esa aprqpiación es más bien una tarea que hay que realizar en aquello que aparece como lo "otro", entonces a nuestro acto de ser, a lo que somos, sólo podemos acercarnos a través de los "signos" que expresan nuestro deseo de ser y de existir: sólo descifrando y así recu­perando los "textos" de nuestra historia, puede la reflexión al­canzar el sí mismo, que era, desde un comienzo, su objetivo. A su vez, contra las tendencias inmediatas a la objetivación de nuestros actos, la filosofía reflexiva intenta "poner de manifiesto la relación íntima entre el acto y las si~nificaciones en la cual aquél se objeti­va". Esta posición final de Nabert la recoge Ricoeur en De l'lnter­prétation (p. 40 y ss). La filosofía escribe es reflexión sobre sí mismo, pero esto no significa que sea reflexión inmediata, pre­cisamente porque no sabemos lo que significa el sí mismo. Pot medio de una serie de tesis, en una serie de etapas, Ricoeur delinea su posición. Primero: la posición de sí es la verdad primera; ver­dad que se asienta por sí misma, que no puede ser verificada ni deducida, que es posición de un ser y un acto. Segundo: esta ver­dad, tal como la expresa el Cogito cartesiano, es invencible, pero abstracta. Más exactamente, la posición de sí del Cogito cartesiano es una certidumbre, pero una certidumbre carente de verdad; es, como decía Malehranche, un sentimiento, no una idea. Por tanto, afirma Ricoeur, la reflexión no puede ser intuición: la crítica kan­tiana de toda "psicología racional" debe ser aceptada. Tercero: con todo, la tarea de la reflexión debe ser distinguida de la tarea crítica kantiana; ésta, más bien, constituye un momento de la re­flexión; la reflexión es menos una justificación de la ciencia y del de­ber (como la crítica kantiana) que una reapropiación, una ética (en sentido spinozista) que desarolla el sentido de nuestra historia como esfuerzo y deseo de ser. Y, finalmente, cuarto, porque partimos de

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una certidumbre abstracta, porque no nos conocemos, porque nues· tra verdad está oculta en nuestras obras, debemos reconquistarla a partir de ellas y en ellas. Así concluye Ricoeur: "la reflexión es la apropiación de nuestro esfuerzo por existir y de nuestro deseo de ser, a través de las obras que atestiguan ese esfuerzo :r ese de­seo" (p. 44, subrayado por el autor); así la reflexión requiere de la interpretación: "una filosofía reflexiva debe incluir los re­sultados, métodos y premisas de todas las ciencias que intentan <.lescifrar e interpretar los signos del hombre" (p. 44) .

Sin embargo, este planteamiento no constituye la perspectiva última de la filosofía de Ricoeur. El fin último de su filosofía es la aproximación a una ontología. Esta perspectiva no articulada claramente en De l' interprétation la desarrolla en un trabajo pu­blicado igualmente en 1965: Existencia y Hermenéutica." A pro­pósito de las relaciones entre la hermenéutica y la ontología, Ri­coeur compara lo que llama la "vía corta" para llegar a la ontología practicada por Heidegger con la "vía larga" que él propone. Hei­degger, en Sein und Zeit, respecto a las filosofías de su época trans­forma radicalmente la dirección de la pregunta: a la cuestión acer­ca de los métodos de comprensión (de la historia, del otro, etc.) opone la cuestión acerca del ser de aquel ente cuyo ser consiste en comprender ; para él, el comprender no es primariamente un modo del conocimiento, sino un modo de ser; del mismo modo, la historicidad no es el problema del conocimiento histórico sino una estructura del ser; en forma general, el problema de la verdad -como manifestación del ser es distinto del problema del mé­todo. Ahora bien, Ricoeur prefiere la "vía larga" por un doble motivo: porque Heidegger no muestra cómo se articulan y se fun­dan las comprensiones históricas en la comprensión originaria; y porque la posibilidad de una lectura directa del ser que tiene el comprender como estructura ontológica le parece dudosa. Por todo ello, Ricoeur prefiere partir de las formas derivadas de compren­sión y mostrar en ellas los signos de su derivación; con ello, a la vez, no separa método y verdad. Propone, entonces, una serie de niveles o planos de análisis. Primero, el plano semántico : dado que toda comprensión óntica u ontológica del hombre se expresa en el lenguaje v en forma tal que su estructura presenta una cierta arquitectura del sentido, un doble sentido o símbolo, cuyo rol es mostrar a la vez que ocultar y por tanto requiere de una interpre­tación , la primera tarea, en este plano, será realizar una enu-

• Recogido en Le conflit des interprétations, Seuil, 1969.

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meración, lo más amplia y completa, de estas formas simbólicas (digamos de paso que la generalización que Ricoeur hace en este artículo a partir de tres ejemplos: la exégesis de textos, la filosofia de Nietzsche y el psicoanálisis, nos parece absolutamente injueti· tificada, además, que, como se verá, no aceptaremos su intt,r· pretación de esos ejemplos) ; la segunda tarea, será una cd te­riología, esto es, estudiar la estructura teórica de los sistemas hermenéuticos. El segundo nivel lo forma el análisis reflexivo, la reflexión, esto es, "la unión entre la comprensión de los signos y la comprensión de sí". Que la reflexión requiera de la interpreta­ción, según Ricoeur, sólo se puede justificar "h·ascendentalmente" (en un uso en realidad analógico, no riguroso del concepto kan­tiano) : la reflexión necesita de la interpretación _para llegar a ser concreta; ésta constituye una de las condiciones de la apropiación de nuestro deseo de ser. Pero, por otra parte y este problema es capital, tanto respecto a este artículo como a de De l' lnterpré­tation así como respecto a toda la filosofía reflexiva ¿de dónde recibe la reflexión su verdad? Ricoeur nada dice; rernite ya al Cogito cartesiano (que él mismo considera más bien un sentimien­to), ya a la "presencia viviente ante sí" husserliana, lo que no es lo mismo (volveremos sobre esto) y que está lejos de no requerir ex­plicación. Sea como sea, la etapa reflexiva aparece, de hecho, como una especie de control de las interpretaciones, una interpretación de las interpretaciones (aclaremos una vez para siempre: para Ricoeur una cosa es que una ciencia practique de hecho una interpretación, aunque ésta no esté tematizada metodológicamente, como sería el caso del psicoanálisis, otra cosa es la interpretación filosófica de la ciencia interpretativa). En tercer lugar viene la etapa existencial: con ella se trataría de "darle un sentido aceptable a la noción de existencia". Ejemplo de ello es la noción de Arque~logía (que pos­teriormente estudiaremos con cuidado) ; ésta representa la dimensión o perspectiva ontológica que, tras el análisis semántico y el retle­xivo, resulta del psicoanálisis; la dosis de realidad ontológica, no metodológica que éste contiene; exponiendo brevemente sus resultados: que el sujeto reflexivo, mediante el psicoanálisis, des­cubre, anulando su pretensión de verdad y autoposición inmedia­tas, que está ya puesto en el ser, que su sum es anteriormente y, en un sentido insuperado e insuperable deseo. Se alcanza así el ser, pero sólo mediante la interpretación y la reflexión: todo ser es ser-interpretado; de todos modos, las dimensiones ontológicas que se alcanzan (en la Teleología y Escatología, además de la

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Arqueología) no alcanzan a constituir una totalidad, una figura única. "La ontología escribe Ricoeur es ciertamente la tierra prometida para una filosofía que comienza por el lenguaje y la reilexión; pero, como Moisés, el sujeto parlante y reflexivo sÓlo puede vislumbrarla antes de morir". 5

III

Prosigamos nuestra tarea. Proponemos el método siguiente pa­ra discutir las tesis explícitas y los supuestos implícitos del texto de Ricoeur: en esta tercera secci9n expondremos en forma somera las ideas directrices y la articulación del Essai sur Freud, para lue­go, en la cuarta sección, intentar poner de manifiesto los supuestos y decisiones filosóficos que ellas implican, precisamente respecto a los puntos que señalaremos aquí. Sin embargo, no mantendremos la pureza de este esquema y varias consideraciones críticas apare­cer_án ya al hacer la primera exposición.

I Un ensayo sobre Freud: Las indicaciones que Ricoeur nos da en el Prefacio sobre la naturaleza de su obra son decisivas: pri­mero, que su obra está dedicada a Freud y no al psicoanálisis, se­gundo, que se trata de una obra de filosofía. Lo primero significa, según el propio autor, que falta en ella la experiencia analítica y la toma en consideración de las escuelas postfreudianas; la obra de Freud se toma como una obra "cerrada". Lo segundo significa, en primer lugar, que lo que importa es aclarar la nueva concep­ción del hombre que introduce Freud, en tanto el psicoanálisis es una interpetación global de la experiencia humana; en segundo lugar, que esta perspectiva se intenta lograr " leyendo" filosófica­mente, los textos freudianos: "Mi problema es el de la consistencia del discurso freudiano" (p. 2, subrayado por el autor) : el análisis epistemológico hace posible la explicación ontológica. Ambas ob­servaciones apuntan a una misma empresa, insostenible sin embar­go, como se verá oportunamente. Se trata de leer a Freud (única­mente los textos de Freud), pero aceptando la tesis que el psico­análisis da una " imagen" del hombre. La idea de Ricoeur, frente a las interpretaciones tradicionales, sería que esa " imagen" implí­cita sólo puede extraerse mediante una lectura epistemológica pre­via. Pero hay otra indicación del autor que debemos recoger : la

5 Le conjlit. . . p. 28.

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obra de Freud es "un monumento de nuestra cultura, como un texto en el que esta misma se expresa y se comprende" (p. l) ; así, Freud es un "producto" de nuestra época. " Lectura", "Imagen del hom­bre y del mundo", "Expresión" de una cultura : tres conceptos cuyo nivel epistemológico será necesario aclarar.

II Lectura e 1 nterpretación. Y a también en el Prefacio Ricoeur disocia la lectura de Freud de la interpretación filosófica que él propone. Pero ¿Es posible tal disociación? ¿es posible leer objeti­vamente a Freud, esto es, una lectura que no implica una cierta filosofía? En un artículo posterior a De l' /nterprétation Ricoeur retoma, en forma más extensa que en esta obra, este problema ca­pital.0 Apela allí al "consenso tácito y expreso'' de los historiado­res de la filosofía sobre la especie de objetividad que es posible lograr en esa disciplina: una comprensión que no deforme ni re­pita, que produzca un "homólogo" de la obra, una "reconstitución arquitectónica", según el concepto de Gueroult. La lectura de Freud, escribe Ricoeur, "no plantea un problema diferente de aquellos que encuentra la lectura de Platón, Descartes, de Kant, y puede pretender al mismo género de objetividad". Ahora bien, si se obje­ta que el psicoanálisis depende de una experiencia que exige una técnica especial, Ricoeur responde que la obra de Freud se dirige no sólo a psicoanalistas y pacientes sino al público en general y que, razón más importante, su objeto propio es el deseo y su re­lación con el mundo de la cultura, es decir, que el psicoanálisis~ como otras doctrinas, constituye una interpretación general del hombre y la cultura, en cierto sentido homogénea a ellas. Pero ¿se mantiene o no esta disociación a lo largo de De l' i:nterprétation? ;.Hay supuestos filosóficos ya en la lectura que Ricoeur propone de Freud y no sólo en la interpretación filosófica de ella, pues esto último no sólo lo concede sino que lo pone por condición? ;.Puede compararse su lectura a las lecturas de un Gueroult, que él mismo cita? Veremos que la aparente firmeza de la distinción comienza a desvanecerse no bien se plantean ciertas cuestiones, ya fácticas, ya de principios.

III El Psicoanálisis y el campo hermenéutico. Aunque en for­ma necesariamente esquemática hemos bosquejado cuál era el pro­yecto filosófico de Ricoeur. Siendo su fin la ontología y pese a que el método para llegar a ella se le fue aclarando poco a poco-

. la apuesta mayor de su obra la constituye, sin embargo, la posibi-

6 Une interprétation phüosophique de F,:eud (1966) en Le conflit .. .

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lidad de articular la reflexión y las disciplinas interpretativas. Los símbolos estudiados por Ricoeur con anterioridad a De l' lnterpré­tation pertenecían al ámbito de la simbólica del mal: en éste, ex­presiones sacadas de la esfera de lo cotidiano servían a falta o, más bien, por la imposibilidad de una confesión directa del mal para designar otra experiencia, la experiencia de lo sagrado. El carácter verdadero, por decirlo así, de estos símbolos no se ponía en cuestión: el problema era entenderlos; para ello, precisamente, era necesario escucharlos. Ricoeur distingue entre una fenomeno­logía de los símbolos religiosos (Eliade, van der Leeuw, etc.) y su hermenéutica y el "pensamiento a partir de los símbolos", pero reconoce que esa fenomenología de la religión está animada ya secretamente por decisiones filosóficas, que revelan una creencia -racional o razonable en una revelación en la palabra: "esta espera de una nueva Palabra, de una nueva actualidad de la Pa­labra, es el pensamiento implícito en toda fenomenología de los símbolos" (p. 32); esta espera "dirige" los momentos de esa fe­nomenología, fundamentalmente su cuidado del objeto y el respeto a su modo de verdad. Sobre el "pensamiento a partir de los sím­bolos, nada podremos decir aquí. r

Frente a esta "experiencia" de los símbolos, Ricoeur no podía pasar por alto la ex~tencia de la interpretación psicoanalítica. Pero la toma en consideración de ésta representaba un desafío formi­dable y diferente; no porque desapareciese la conciencia de la ·necesidad de entender los símbolos, sino, por el contrario, por­que, por decirlo así, el psicoanálisis los entendía demasiado bien, reduciéndolos a expresiones de deseos humanos, demasiado huma­nos. ¿Qué hacer con esta hermenéutica reductora? Tratemo_s de en_tender bien la posición de Ricoeur: así como la fenomenología de la religión implica una decisión filosófica y apunta a una in­terpretación global, el psicoanálisis aparece generalmente también como una interpretación global. Frente a ambos, Ricoeur propone una tarea previa: el análisis epistemológico de esos discursos, an­terior (como hemos explicado) a toda exploración ontológica. De­sontologización de la religión y del psicoanálisis tales como se presentan de modo inmediato; ontologización sobre nuevas bas~s: ve~emos posteriormente que aquí se juegan las decisiones funda­mentales del pensamiento de Ricoeur. Por ahora sigamos el orden de razones que nos presenta. Una vez planteada la necesidad de

7 Véase: H erméneutique des SY"}boles et réflexion philosophique ( 1) en Le conflit . ..

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esa crítica previa, se trata de ubicarla en la problemática filosófi­ca contemporánea. Su lugar está junto a los problemas del lengua­je. Insistamos insistiremos posteriormente sobre esta conexión con el lenguaje. Para Ricoeur, el "terreno en el que coinciden hoy todas las indagaciones filosóficas es el lenguaje" (p. 7); ello cons­tituye y esta formulación es capital, por las razones que se ana­lizarán "una manera común de plantear los problemas" ( ib; nos­otros subrayamos) y sólo esto. "Estamos hoy escribe Ricoeur­en busca de una gran filosofía del lenguaje que dé cuenta de las. múltiples funciones del significar humano y de sus relaciones mu­tuas"; el origen del problema reside en la dislocación del discurso~ "¿Cómo puede apl~car~e el lenguaje a empleos tan diversos como la matemática y el mito, la física y el arte?" ( ib). Ahora bien, el psicoanálisis es parte integrante de este debate, fundamentalmente, en cuanto el sueño objeto primero del psicoanálisis y sus análogos pues el sueño es el modelo de las otras expresiones disfrazadas de los deseos humanos de las que se ocupa el psico­aJ!álisis " se inscriben en una región del lenguaje que se anun­cia como lugar de significaciones complejas donde otro sentido se da y se oculta a la vez en un sentido inmediato" (p. 10); esto es, una región en que impera el doble sentido o símbolo: "Para nos­otros el símbolo es una expresión lingüística de doble sentido que requiere una interpretación, y la interpretación un trabajo de com­prensión que se propone descifrar los símbolos" (p. 12). Ricoeur llama Campo Hermeneútico a la región dentro de la vasta esfera del lenguaje del doble sentido. "Es el sueño escribe lo que, aparte toda cuestión de escuela, atestigua que sin cesar quere­mos (!) decir otra cosa que lo que decimos" (p. 17) . Pero también de otro modo, en la perspectiva de nuestro autor, entra el psico­análisis en la problemática del lenguaje : en cuanto la realidad que gracias a él puede aparecer requiere de un uso particular del lengua­je, de un lenguaje o discurso mixto que articula cuestiones de sentido y cuestiones de fuerza.

Por ahora examinamos qué entra en el Campo Hermeneútico además del psicoanálisis. En un párrafo (p. 15) Ricoeur distingue n·es zonas de emergencia del símbolo: la simbólica del mal, el psicoanálisis y la imaginación poética, pero en cuanto el propio autor declara (p. 28) no tener el propósito ni los medios de in­tentar una enumeración completa de los estilos hermeneúticos, la cuestión clave que articula todo el debate de Ricoeur resulta ser la de si el segundo senlido que se agrega y sobrepone al sentido

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literal es siempre, como pretende el psicoanálisis, disimulación de algo distinto "inferior" o puede ser también (las razones de esta "también" se verán más adelante) revelación o manifestación de lo sagrado. Si esto es posible, si se establece esa oposición lo que muestra claramente que el Campo Hermeneútico está quebra­do, que no hay una Hermeneútica general, un canon universal de exéges!s (p. 28) entonces Ricoeur puede distinguir entre la in­terpretación como "recolección del sentido" (la feno?lenología de la religión) y la interpretación como "ejercicio de la sospecha" : Freud, Marx, Nietzsche.

Este paso dado por Ricoeur es decisivo y revelador. Freud, Marx y Nietzsche aparecen interpretados como interpretaciones; no son, para Ricoeur, nombres que indican sistema de conceptos, teorías sistemáticas. Pero i. Cuál es la condición_de posibilidad de su reducción a interpretaciones, de su constitución como interpre­taciones? Su definición a partir de los problemas de la concienéia, de la conciencia falsa y la conciencia verdadera. Pues Ricoeur es­tima que la "intención común" de estos tres pensadores, que im­pugnan la validez del objeto sagrado, se encuentra en "la decisión de considerar en primer lugar la conciencia en su conjunto como conciencia falsa" (p. 33); pero "quizás no sea todavía esto lo más fuerte que tienen en común; su parentesco subterráneo va más le­jos ... los tres, lejos de ser detractores de la conciencia, apuntan a una extensión de la misma" (p. 34) . Repitámoslo una vez más: su interpretación a partir de los problemas de la conciencia los reduce a "interpretaciones". Ahora bien, ciertamente el problema de la conciencia falsa y la conciencia verdadera es un problema real de Freud, Marx y Nietzsche, mas no el problema fundamen­tal: es un problema insrrito en un sistema teórico general. Esto ~icoeur lo deja a un lado. Podría ~ostenerse que Ricoeur no niega explícitamente que, al menos Freud y Marx, puedan o deban ser estudiados como "sistemas de conceptos"; incluso puede señalarse que Ricoeur intenta precisamente una "lectura" de Freud; pero lo importante y decisivo, de todas maneras, es que Ricoeur ve el fondo filosófico de Freud {y de Marx y de Nietzsche) en su rela­ción con el problema de la conciencia. Ricoeur, resulta visible ya, jamás pone en cuestión los supuestos de la filosofía 1·eilexiva; me­nos aun la filosofía en general.

Resta señalar que la oposición de las interpretaciones la gue-rra hermenéutica necesita una resolución. Esta sería la tarea de una filosofía reflexiva. Pues, como hemos dicho ya, la reflexi"ón

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parte de un yo vacío y abstracto, que necesita llenarse de conteni­dq_; dijimos también que ello sólo era posible reconociéndose y apropiándose sus obras. Estas, por su parte, sólo "existen" en las ciencias humanas y su significación es dudosa y revocable. Aho­ra bien, la interpretación de las interpretaciones que sólo puede realizar la reflexión llena de contenido al yo. Así, para Ricoeur, es una sola y misma tarea arbitrar la guerra hermenéutica y hacer de la reflexión una reflexión concreta; al término de la interpre­tación filosófica el Y o puede vislumbrar su sentido ontológico.

IV La articulación de la Lectura. El Libro Segundo de De l' ln­terprétation está dedicado por entero a la lectura de Freud. Ri­coeur considera que esta parte de su libro se puede tratar como una obra separada .que se basta a sí misma, afirmación que resul­ta, como se verá, insostenible, en parte por razones que el mismo autor da. La división de la Lectura de Freud en tres partes (Ener­gética y Hermenéutica, La interpretación de la cultura y Eros, T á­natos y Ananké) corresponde a la presencia, en la obra freudiana, de tres grandes momentos arquitectónicos, a tres estados de siste­ma; sin embargo, según Ricoeur, todos ellos se mueven al interior de un mismo medio homogéneo: los efectos de sentido del deseo, la semántica del deseo. La interpretación de los sueños y de Íos síntomas neuróticos constituye el primer conjunto de hechos y no­ciones en la obra freudiana. El segundo conjunto lo constituye la interpretación de la cultura, esto es, la aplicación del modelo de la realización de deseos a los efectos de sentido en la esfera de la cultura. Lo importante, según Ricoeur, es observar cómo este "psi­c~análisis aplicado" trae como consecuencia la refundición del modelo inicial (representado por la primera tópica), lo cual se expresa en la segunda tópica ( id-ego-superego). El tercer conjunto corresponde a una última revisión impuesta por la introducción de las pulsiones de muerte. Su efecto es considerable: permite, por un aparte, acabar la teoría de la cultura (situándola en el campo de la lucha entre Eros y Tánatos) y la interpretación del princi­pio de realidad; por otra, se cumpliría con ella el paso desde una representación inicial mecanicista del aparato psíquico a una "dra­matización romántica de la vida y la muerte" o, como también es­c.r!be nuestro autor, "el retorno del psicoanálisis a una especie de filosofía mitoló~ica, cuyos emblemas son las figuras de Eros, Tá­natos y Ananké" (p. 59).

Resulta importante recoger la afirmación de Ricoeur que su Lectura tiene una dirección, realizándose en ella un movimiento

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de lo abstracto a lo concreto. La primera tópica (en que culmina y se recoge, como dijimos, el primer estado de sistema) era abs­tracta en el sentido que sólo se tematizaban en ella los destinos de las pulsiones en el interior de un psiquismo aislado (pese a que las situaciones a las que se refería el psicoanálisis eran intersub­jetivas) . La referencia al otro está ya tematizada en la segunda tópica. Hasta aquí, la marcha hacia lo concreto resulta admiti­dos los supuestos clara. Pero ¿en qué sentido puede ser más concreto el tercer estado de sistema? Eros y T á natos pueden pare­cer, al contrario, abstracciones filosóficas. ¿Cómo entonces? La marcha hacia lo concreto tiene aquí otro sentido (que el mismo Ricoeur aclara) ; es el paso de una situación en que el psicoanáli­sis aparece excluyendo toda otra interpretación del hombre a otra en la que la posibilidad de diálogo no sólo aparece sino que re­sulta aun necesaria: es lo que Ricoeur llama "dialéctica". Así lo concreto por excelencia resulta ser el diálogo filosófico. Ahora bien, las afirmaciones de Ricoeur recientemente citadas tienen tam­bién otra dimensión, que conciernen al carácter "mitológico" de los últimos conceptos freudianos. Y aquí se esboza otra lectura, que ciertamente no seria del agrado de Ricoeur. Al convertirse en mi­tológico, el psicoanálisis se convierte en filosofía; Ricoeur recoge el lado positivo: el psicoanálisis es filosofía ( imp~ícita) ; olv~da, sin embargo, el reverso: que la filosofía es mitolo~ía. Nosotros no vemos en esta afirmación una desvalorización de la filosofía sino al contrario, un elogio (involuntario) de la obra freudiana y de la (auténtica) filosofía.

V Arqueología y Teleología. En el Libro Tercero de De l'lnter­prétation, Dialéctica : una Interpretación filosófica de Freud, co­mienza, según Ricoeur, su debate con Freud. Cuatro partes: Epis­temología - R eflexión - Dialéctica - Hermenéutica. Nosotros nos limitaremos a examinar aquí tres puntos.

a) Epistemología. ¿En qué se diferencia este nuevo examen ep.istemológico del realizado en la Parte Primera de la Analítica (la lectura) ? El primer examen, centrado en la discusión sobre el lenguaje mixto del psicoanálisis constituía una parte de la lectura d~ Freud; es decir, no intentaba ser una explicación o interpreta­ción de Freud sino que la constatación de un estado de cosas pre­sente en la obra freudiana, aunque no tematizado. En este segundo examen Ricoeur compara el método freudiano con otros métodos, uno científico, filosófico el otro (la fenomenología) ; se trata, en­tonces, de una comparación de métodos (entendiendo por éstos,

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conjuntos articulados de procedimientos por los cuales una cierta realidad puede aparecernos de modo objetivo). Ricoeur trata de mostrar la peculiaridad del método freudiano, esto es, su no reduc­c!§n precisamente por el carácter insólito de su discurso al método de la "psicología científica" y su diferen~ia con el método fenomenológico. Pero aquí habría que hacer una observación im­portante: Ricoeur c<;>mpara, más bien, el método de Freud (tal co­mo él lo entiende) con los criterios positivistas o neo positivistas acerca el objeto científico y con una cierta interpretación de la fenomenología (por más que se trate de la interpretación más ge­neralizada) ; esta observación, como se ve, resulta capital y en realidad desplaza toda la discusión. Pues lo esencial sería y es,-­comparar una adecuada lectura del método freudiano con la si­tuación real (no neopositivista) de las ciencias y con una adecuada comprensión del trabajo husserliano, sobretodo esto último, y la discusión que debería entablarse entre esta interpretación y la lec­tura de Lacari. (A propósito de La can, las interesantes observaciones críticas de Ricoeur: págs. 345 a 355. No habiendo tomado en cuen­ta en este trabajo la lectura lacaniana, no nos referimos tampoco al duramente crítico, pero también discutible, trabajo de Michel Tort sobre Ricoeur: De l' lnterpréta.tion ou la machine herméneuti­que, Les Temps Modernes, N9 237 y 238). Ahora bien, los resul­tados de la comparación de Ricoeur, escuetamente formulados, son los siguientes: el psicoanálisis no es una "ciencia empírica", el método fenomenológico se acerca al psicoanálisis, pero en su apro­ximación fracasa necesariamente, pues no puede extraer de sí al equivalente de la experiencia analítica.

h) Arqueología. Para comprender el difícil (y extraño) con­cepto de "Arqueología del sujeto" es indispensable tener presente que el contacto y trabajo de Ricoeur con la obra de Freud si bien amplió e incluso modificó su proyecto filosófico inicial no lo condujo, en ningún momento, a poner en cuestión los principios más generales de su filosofía: es al interior de sus supuestos que recibe y trabaja a Freud. Sin el recurso radical a la "presencia vi­viente ante sí" escribe Ricoeur "cualquiera problemática re­ferente a la realidad humana quedaría truncada" (p. 369). Ricoeur acepta la modificación husserliana del Cogito cartesiano, pero no ve que en ella se juega algo más que un rechazo de conclusiones precipitadas. Pues el trabajo de Husserl no conduce meramente a una reformulación del problema de la conciencia; la problemática husserliana se refiere al origen (supuestamente) puro del sentido,

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se plantea la problemática "originaria del sentido y de sus condi­ciones".8 Al contrario, Ricoeur se contenta con esa reformulación y, a partir de los principios del método reflexivo, intenta justifi­car, dar cuenta de los conceptos naturalistas y realistas del discurso freud iano. Como él mismo escribe, se trata de "proceder a una repetición de estilo reflexivo de toda la metapsicología freudia­na" (p. 369). Todo aquello que Freud objetiva en una realidad cuasi-física, al igual que sus modelos del aspecto psíquico, al ser " inscritos", en una "dimensión filosófica" se convierten en una "peripecia de la reflexión". Veamos qué metamorfosis formidable sufre el discurso freudiano en el curso de esta operación.

Lo primero que la reflexión debe repetir es la crítica del psico­análisis a la conciencia inmediata; la M etapsicología aparece como una "extraordinaria disciplina de la reflexión" que "efectúa un descentramiento del foco de las significaciones, un desplazamiento del lugar de nacimiento del sentido" (p. 369). Este necesario de­sasimiento de la conciencia inmediata que muestra que lo psí­quico se define por el sentido y no por la conciencia justifica el "naturalismo freudiano"; la tópica y la económica aparecen como momentos de una necesaria disciplina antifenomenológica, o co­mo dice Ricoeur, la expresan; por su parte, el doble movimiento Qe los escritos de M etapsicología (del concepto descriptivo de con­ciencia al concepto de pulsión y de sus destinos y del representan­te pulsional a sus derivados en la conciencia) resulta comprensible como momento de una disciplina de la reflexión, pues, llega o se atreve a decir Ricoeur, este doble movimiento "constituye el re­sorte filosófico de toda la meta psicología" (p. 371). Ricoeur "jus­tifica" este doble movimiento en detalle (p. 371 y ss.) . Las afirmaciones increíbles se suceden, por ejemplo a propósito del narcisismo: "Esta impugnación del narcisisq1o, como foco de re­sistencia a la verdad, determina la decisión metodológica [¿-de quién? ¿acaso de Freud?] de pasar de una descripción de la con­ciencia a una topografía del aparato psíquico" (p. 374) [¿no de­biera haber dicho determina la decisión del filósofo reflexivo de aceptar el paso ... etc?] Que no haya duda sobre el contrabando que aquí se realiza : los conceptos freudianos aparecen recibiendo su justificación epistemológica (pues Ricoeur declara que en la Arqueología se cierra el expediente epistemológico del psicoaná­lisis: p. 368) a partir de las banalidades de la intimidad. Pero así

8 D ERRIDA: La voix et le phénomene, P.U.F., 1967.

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como la reflexión, o sea, la intimidad "justifica", Kant "deduce" (Ricoeur obviamente no ignora la equivalencia del término kantia­no; sin embargo, casi siempre, reserva el concepto de justificación para el " trabajo" de la reflexión) . Así nuestro autor intenta una deducción, que es en verdad una prueba a posteriori (e interesan­te) del "realismo empírico" de los conceptos freudianos y de su existencia como realidad diagnosticada ( 377 a 384). La fórmula final es : realidad del ello, idealidad del sentido (es decir que el sentido sólo "existe" al término del análisis y no como tal en el inconsciente). Así la meta psicología se convierte y se comprende como una "aventura de la reflexión" (p. 384), aventUTa bastante obscura, debemos agregar. En su camino Ricoeur extrae de la obra freudiana, estas dos conclusiones : que lo psíquico no puede defi­nirse sin la posibilidad de llegar a ser consciente y que "el con­cepto de presentación psíquica de pulsión sólo tiene sentido en relación con la posibilidad de llegar a ser consciente, en relación con la toma de conciencia como tarea" (p. 376) .

Prosigamos las justificaciones ; ahora le toca el turno a la eco­nómica. Esta justificación es particularmente importante, en cuan­to es en la económica que se formula el discurso sobre "el estar ya en el ser como deseo", la posición anterior de sum en el cora­zón del Cogito, es decir, lo que para Ricoeur constituye la Arqueo­logía del sujeto. Fundamentalmente se trata del paso, _de su justifi­cación como modelo epistemológico a algo bastante más importan­te: el punto de vista económico es más que un modelo o un punto de vista; es una visión de las cosas y del hombre, emparentada con la filosofía · romántica de la vida y del inconsciente (Schopen­hauer, von Hartmann, Nietzsche). Llamemos las cosas por su nom­bre: la económica es toda una filosofía. "Es posible escribe Ricoeur releer toda la obra de Freud con este hilo conductor" (p. 387, trad. modificada) . Esta "filosofía implícita" del deseo indestructible, inmortal e intemporal intenta ponerla de manifiesto en lo que él llama Arqueología restringida y Arqueología genera­lizada del freudismo. Tendremos ocasión de volver sobre esta "filo­sofía".

e) Teleología "Sólo tiene arché un sujeto que tiene un te­los".9 ¿Qué quiere decir esto? Que la Arqueología es todavía abs-

9 "Seul a une arché un sujet qui a un telas" , p. 444. El traductor es­cribe equivocadamente : "Sólo un sujeto que tiene arché tiene también un telos," p. 402. El error fue señalado ya por N. GARCÍA C. en Paul Ricoeur : ¿desde dónde leer a Freud?, Los libros N9 17, Argentina, marzo 1971.

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tracta en tanto no se coloca en oposición dialéctica con su término complementario, la Teleología. Esta no es únicamente una nueva dimensión; sólo por contraste con ella, escribe Ricoeur, "se mani­fiesta plenamente la índole arqueológica del freudismo" (p. 410) . Sin embargo, Ricoeur insistirá, la dimensión teleológica está im­plícita en la obra de Freud. Examinemos brevemente este nuevo concepto (que al igual que el de Arqueología pertenece al discurso filosófico y no al psicoanalítico). La necesidad de una Teleología surge a propósito de la tarea de llegar a ser consciente, de llegar a ser adulto y del modo cómo este proceso se realiza. Nueva supera­ción del Cogito cartesiano: el sujeto tiene que dscubrir que ese devenir consciente, no le pertenece a él sino al sentido que se hace en él; hay, pues, un nuevo descentramiento de la conciencia. El modelo de toda Teleología lo encontramos en la Fenomenología del Espíritn de Hegel; tan sólo el modelo; pues para Ricoeur el Saber Absoluto no resulta posible, y no se trata de retomar, des­pués de un siglo, la obra hegeliana tal como fue escrita. La F eno­menología de Hegel interpretada, como se ve, como una " inter­pretación" es una fenomenología, no de la conciencia, sino del espíritu. "Entendemos por ella una descripción de las figuras, ca­tegorías o símbolos que guían ese crecimiento siguiendo el orden de una síntesis progresiva" (p. 405) . Dos temas fundamentales eu ella y en toda Teleología: la síntesis progresiva en que cada figura recibe su sentido de la figura siguiente; la producción del sí de la. conciencia de sí. La Arqueología y la Teleología resultan así an­titéticas : el espíritu es historia; el inconsciente, destino. Sin em· bargo, para Ricoeur, esta antítesis es abstracta, pues tanto en la obra de Hegel como en la de Freud puede detectarse la presenéia del momento contrario; más exactamente, el movimiento mismo de sus conceptos remite al orden contrario. Lo arqueológico en Hegel se manifiesta en el carácter irrebasable de la vida y del deseo; lo teleológico en Freud en conceptos con los que opera sin tematizar­los (principalmente, el de transferencia) y en los conceptos de identificación y sublimación.

Ahora bien, esta presencia recíproca de Hegel en Freud y de Freud en Hegel, muestra en acto la articulación necesaria de la Arqueología y la Teleología. Trabajar en esta articulación o com­plementariedad constituye la dialéctica, que es ya reflexión con­creta. La Dialéctica, al unir las interpretaciones opuestas, puede intentar entonces resolver el conflicto hermenéutico, la guerra de las interpretaciones. Y existe un "mixto concreto" en el que se pue-

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de leer la sobreimpresión de la Arqueología y la Teleología: es el símbolo; pues y ésta constituye una tesis fundamental de Ricoeur el movimiento de la progresión y el de la regresión son llevados por los mismos símbolos: "Intentaremos explicar ... cómo dicha creación de sentido [los símbolos prospectivos] cons­tituye al mismo tiempo una reasunción de las fantasías arcaicas y_ una interpretación viviente de ese fondo fantasmático" (p. 441). Es1a problemática de los símbolos Ricoeur la une al problema, no resuelto por Freud, de la sublimación: "la sublimación equivale a la función simbólica misma, en cuanto que coinciden en ella el des­ciframiento y el disfrazamiento" (p. 435). En los símbolos se puede ver, entonces, la "identidad profunda" entre la hermenéutica pro­gresiva y la regresiva; en Edipo Rey en la esfera del simbolismo estético, subrayémoslo de paso Ricoeur intenta poner de manifies­to esta identidad.

IV

Conforme a lo anunciado, procederemos ahora a la relectura crítica (o, simplemente, a la "lectura") de los puntos señalados en la sección anterior.

1 Un ensayo sobre Freud ¿Qué puede y debe entenderse por "la obra de Freud"? La necesidad de la pregunta pese a la im­posibilidad en que nos encontramos, y no sólo por razones de es­pacio, de dar una respuesta se hace patente al meditar sobre l9s tres conceptos implicados en las indicaciones que nos daba Ri­coeur sobre el objeto de su libro: "Lectura" "Imagen o Concep-ciqn" del hombre y del mundo "Expresión" de ur;J.a cultura.

Sobre el primer concepto insistiremos en el párrafo siguiente; sobre el segundo, Heidegger ha dicho lo esencial: la idea de una Imagen o Concepción del mundo depende de una interpretación del ente, la interpretación moderna. Por tanto, no es un concepto "natural"; pero, a su vez, no se puede asegurar sin más que el texto freudiano (no decimos: la conciencia que de su obra haya podido tener Freud) implique la interpretación moderna del ente (pensamos que se podría demostrar lo contrario) . De todos modos, el concepto esencial aquí es el tercero : éste, en tanto se deriva o es parte de los conceptos o supuestos fundamentales del pensa­ll!.iento de Ricoeur, articula y fija la posición de los anteriores. Veámoslo. Hemos insistido reiterada~ente en que, para la filosofía reflexiva, la apropiación de nuestro ser sólo es posible en nuestras

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obras; dicho de modo general, en la historia. El hombre sólo es hombre al apropiarse el sentido de su historia. Ahora bien, esta Historia (filosófica) no es la realidad histórica o la ciencia histó­rica sino la "apropiación de la historia" en tanto dimensión de la conciencia. Pues, por una parte, no toda realidad histórica tiene sentido y el sentido es siempre sentido para una subjetividad, por tanto, es un "arreglar" la historia ("subjetividad" y "arreglo" que no implicarían según Ricoeur arbitrariedad) y, por otra parte, la ciencia histórica tiene una objetividad anterior, previa y no la ob­jetividad concreta que es la filosofía a la " apropiación de la his­toria". Esta apropiación, entonces, es un juicio de la historia; por eso mismo, en tanto "lugar" del sentido es también "lugar" de la verdad: el hegelianismo m.odi/icado "existencialmente" de Ricoeur resulta evidente.1° Frente a las ciencias humanas y a su pretensión de una consideración objetiva, independiente del sujeto (las cien­cias concebidas como sistemas de conceptos), Ricoeur tiene que mantener la validez del "círculo hermenéutico" ;11 de este modo la necesidad de la Hermenéutica general aparece de nuevo justifica· da, pues el hombre sólo existe en sus interpretaciones, interpretacio­nes que son diversas y aparecen, algunas de ellas, como excluyentes. Por todo esto se comprende que para Ricoeur Freud constituye una "totalidad cerrada", precisamente en tanto "monumento de nuestra c~ltura". La obra de Freud, al expresar nuestra _época, expresa lo que el hombre es. No es la verdad completa sobre el hombre, pero tampoco un "mero" producto de nuestra época; al contrario : cons­tituir un "producto" o, más exactamente, una "expresión" de nues· tra época, ser un momento esencial de nuestra cultura, es la prueba de su verdad (que sólo la reflexión puede alcanzar) . Así, es la idea de apropiación lo que da homogeneidad a los conceptos de Expresión, de Imagen y de Lectura (en el sentido en que Ricoeur utiliza de hecho este último concepto, como se verá inmediatamen­te). Otra cosa es que, si se rechazan los supuestos de Ricoeur a partir precisamente de Freud, de Marx, de Nietzsche y de las nue­vas ciencias humanas, así como de Heidegger y de una teoría tex­tuq,_l de la historia de la filosofía (Derrida) resulta patente que el concepto de Lectura puede ser entendido de un modo diferente ( epistemológicamente), que el concepto de Imagen del m lindo es

10 O sea, modificado en el sentido de Jaspers. Pues Jaspers es un retoño del hegelianismo.

11 Le conflit, p. 37.

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un producto "histórico" y que el concepto hegeliano de Expresión no puede dar cuenta de la realidad histórica.

II Lectura e Interpretación. Como adelantamos, plantearemos aquí cuestiones fácticas y de principio.

a) Cuestiones de principio: Vimos que Ricoeur citaba y reto· maba conceptos de Gueroult para sostener la posibidad de una lec· tura objetiva de Freud. No podemos estudiar aquí el método de Gueroult; señalemos solamente la evidente relación existente entre su método estructural-genético y los métodos estructuralistas en las ciencias humanas12

• Esta relación nos sugiere lo siguiente: como Ricoeur ha discutido en detalle13 la relación entre los métodos es­tructuralistas y su filosofía reflexiva, la relación general que entre ellos establece debe existir también entre el concepto de lectura de Gueroult y su concepto de lectura. ¿Puede probarse esta afirma­ción? ¿Qué nos dice Ricoeur sobre el estructuralismo? Básicamen· te, establece una relación de jerarquía, complementariedad y de presencia recíproca entre el método estructural, que reconoce cien· t ífico, y la filosofía reflexiva, que no es ciencia por razones de principio. Pero de un estudio cuidadoso de los escritos de Ricoeur resulta otra cosa (lo que sólo podemos, por razones obvias, señala r y __ no demostrar aquí). Para poder integrar ambos métodos que es lo que pretende hacer Ricoeur modifica el sentido del análisis estructural: sólo así resulta posible que el uno exista, de algún modo, en el otro: "la inteligencia estructural no se produce jamás sin un grado de inteligencia hermenéutica, aun si ésta no está "te­matizada"/• En realidad, ambos métodos se excluyen desde un principio y en todas sus ramificaciones; por tanto, habría que con­cluir, que por razones de principio, el método empleado para leer a Freud por Ricoeur no puede ser análogo al método estructural de Gueroult. Este propone una ciencia de la historia de la filoso­fía; para Ricoeur la historia de la filosofía y la obra freudiana es para él, como vimos y volveremos a ver, filosofía como toda historia, es un momento de la filosofía, la cual es un momento de la conciencia de sÍ.15 Ricoeur se mueve siempre en el terreno de la apropiación de sí y de la historia; la historia como realidad y

12 D ELEUZE : Spirwza et la méthode générale de P.1. Gueroult, Revue de Métaphysique et Morale, octubre-diciembre 1969.

13 Le conjlit. . . Parte I: H erméneutique et structuralisme. 14 Le conjlit. . . p. 59. 15 Véase, especialmente, la Primera Parte de Histoire et ve.rité.

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la ciencia histórica como vimos en el párrafo anterior no exis­ten independientemente, pues la apropiación se apropia y transfor­ma todo. [aprovechemos la oportunidad para señalar un problema capital y urgente: la necesidad de discutir las relaciones entre el método científico de Gueroult y la "destrucción" de la historia ae la filosofía (Heidegger) o su "des-construcción" (Derrida), lo que Dbligaría a replantear, a partir de una nueva situación (la consti­tución de ciencias humanas rigurosas) y con nuevos métodos, el pr:9blema del origen conjunto de la filosofía y las ciencias; tal dis­cusión se relacionaría también con la discusión acerca de la lectura <le Freud realizada por Lacan. Sólo así el concepto de "lectura epistemológica" podría recibir su status definitivo].

b) Cuestiones fácticas. La posibilidad adelantada el método <le Ricoeur no es el método de Gueroult, la lectura de Ricoeur es ya filosofía resulta confirmada desde dos puntos de vista: exa­minando esa lectura misma, lo que haremos en el párrafo cuarto; recogiendo afirmaciones de Ricoeur acerca de· la presencia en la lectura de la interpretación filosófica. Para no cansar al lector contentémonos con citar algunos párrafos de la Introducción: córrw leer a Freud al Libro Segundo (Analítica). Vimos ya que en su lectura Ricoeur reconoce una dirección y una marcha hacia Jo con­creto: la analítica "se encamina, mediante sucesivas sup~raciones hacia la Dialéctica" (p. 59), esto es, hacia la filosofía. Ya al co­m enzar la Introducción Ricoeur expresa que su estudio d_e la obra freudi~na (el libro segundo) había sido escrito "con miras a una dialéctica de las hermenéuticas", agregando: a esta interpretación separada la llamo "Analítica", por la índole en cierta forma me­cánica y exterior de su oposición con respecto a todos las demás interpretaciones" (p. 55); esto es, la llama así y debemos pen­sar se constituye así no por un cuidado epistemológico de obje­tv:~dad, pues ya vimos que toda objetividad debe disolverse de uno u otro modo para hacer posible la "apropiación". Igualmente, ca­lifica la Dialéctica (el diálogo filosófico que era, como vimos, lo -concreto) como segunda lectura, con lo cual, la primera lectura (la Analítica) resulta necesaria al parecer, sólo en cuanto es una "'disciplina reflexiva" (p. 56). De este modo, su declaración ini­cial ["Lo que propongo no es una interpretación a un solo y mis­mo nivel, sino una serie de cortes en que cada lectura se completa y también se corrige en la siguiente; igualmente se encontrará . tal distancia entre la primera y la segunda lecturas que la interpreta­eión inicial podrá parecer negada. Nada de eso; cada lectura e8

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esencial y debe ser conservada" (p. 55)] resulta justificada desde su perspectiva filosófica, pero, a la vez, se convierte en una con­fesión directa de la inexistencia, de, por una parte, la lectura de Freud y, por otra, una interpretación filosófica de ella, lo que cons­tituía su pretensión explícita.18

III Freud y el lenguaje. Dos puntos señalamos en nuestra pri­mera exposición: la reducción de Freud, Marx y Nietzsche a dis­ciplinas interpretativas y la relación de Freud con los problemas del lenguaje. Insistiremos aquí sólo en el segundo punto.

Unir la problemática freudiana a la temática del lenguaje pu­diera parecer una demostración de la actualidad de la obra de Ricoeur. Pues el problema del lenguaje en un sentido amplio·­es un problema fundamental de la nueva filosofía francesa. Es co­nocida la importancia que el modelo lingüístico tiene para Lévi­Strauss y Lacan o para Foucault la posición del lenguaje en la episteme moderna; igualmente, Derrida, pese a transformar el pro­blema del lenguaje en el problema de la escritura, comienza su De la Gramatología señalando la necesidad por la que "nuestra época histórico-metafísica debe determinar, al fin, como lenguaje, la to· talidad de su horizonte problemático" .17 Sin embargo, la actualidad del planteamiento de Ricoeur es más aparente que real. Pues Ri­co_eur limita inmediatamente su alcance al precisar que lo que .in­tenta es vincularse a "una manera común de plantear los proble­mas" (p. 7), fórmula vaga que muestra que no se trata para él del problema del modelo lingüístico como fundamento de la cien­tificidad de las ciencias humanas o de una disolución de los pro­blemas de la fil9sofía en problemas de lenguaje y menos aun de plantearse el problema de la escritura, sino más bien de matizar el uso del lenguaje, dada la diversidad de los objetos. Su concep­ción del lenguaje es la concepción clásica, si b!en reconoce la im­portancia de la lingüística moderna.18 Por todo esto se comprende que, en definitiva, la crisis del lenguaje se reduzca para él a la O.Posición de hermenéuticas opuestas (p. 28) y que el psicoanálisis se le presente fundamentalmente como una impugnación de nues­tra manera de hablar. Pero, planteando así las cosas, Ricoeur deja de lado problemas capitales y urgentes, lo que se hace paten­te en su concepción de lo que llama Campo Hermenéutico. Vimos

18 Une interpr_étation ... en Le conjlit ... p. 161. 17 DERRIDA: De la Grammatologie, Minuit, p. 15. 18 Le conflit. . . Parte Primera.

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que éste constituía un sector dentro de "la vasta esfera del lengua­je" (p. 11). El debate sobre el lenguaje simbólico era un deoate limitado, en tanto no ponía en juego el estatuto de los lenguajes unívocos (p. 11), pero, sostiene Ricoeur, el problema de la unidad d~l lenguaje sólo puede ser planteado válidamente después de ha­ber asegurado la consistencia del lenguaje simbólico (p. 14). Por el contrario, nosotros creemos que lo importante habría sido comen­zar por el lenguaje "natural", analizando, entre otras cosas pero por sobre todo, el sentido de lo "literal" y lo "metafórico". Así mismo, la posición de la lógica (que Ricoeur examina sólo de pa­so) debiera haber recibido un examen cuidadoso y previo ;19 dicho de otra manera, el método correcto consistiría aquí en tratar con­juntamente los problemas de la lógica y los problemas del discur­so freudiano. Por ello no resultará extraño que su definición de símbolo y de Campo Hermenéutico no pueda satisfacernos: men­cionemos sólo una vez más el uso despreocupado del concepto de lo literal y lo metafórico en la definición del símbolo y el "lo­gqcentrismo'' (según el concepto de Derrida) que sus definiciones ill!.plican, por ejemplo cuando escribe: "querer decir otra cosa que lo que se dice, he aquí la función simbólica" (p. 14, subrayado por nosotros); y ya hemos transcrito esta afirmación: "es el su~ño lo que atestigua. . . que sin cesar queremos decir ( nous voulons dire) .. . " (p. 17). Apelar aquí a un querer (vouloir) muestra cuán lejos se encuentra Ricoeur de aceptar las consecuencias reales del .nsicoanálisis.

Hemos dicho también, en el punto correspondiente de la sección anterior. aue el psicoanálisis se relacionaba igualmente con el pro­blema del lenguaie en razón del tipo de discurso por él empleado: un discurso mixto que une cuestiones de sentido y cuestiones de fuerza. Ricoeur concede especial importancia a lo que para él es la constatación de la presencia de ese lengua 1e mixto, que reclama, no obstante, una interpretación filosófica.20 osotros no podremos estudiar en detalle este problema: por una parte, porque sería una tarea cÍemásiado larga, en la aue habría que discutir no sólo pro­hlemas del lenguaie sino también, entre otras cosas, las diversas acepciones que el concepto de interpretación tiene en la obra de Rjcoeur: por otra narte. norque sn tesis denende rlirectamente de su concepción del lenguaje y resulta más de sus planteamientos y

19 DERRIDA: Introducción a L'origine de1·la géometrie de Husserl, P .U.F., 1962, DELEUZE: Logique du sens.

2o Une interprétation . . . en 'Le conflit, p. 166. •

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supuestos que de una constatación objetiva del texto freudiano; así su plausibilidad es más inmediata que real.

IV Freud y la Filosofía. Hemos mostrado ya que la lectura que Ricoeur nos propone de Freud era una interpretación filosófica de la obra freudiana, esto es, que era posible y estaba articulada a partir de ciertos supuestos filosóficos. ¿Qué valor tiene entonces su Lectura para el estudio de Freud? Muchas cosas pueden decirse a su favor : en primer lugar, que se trata de una discusión global de la obra freudiana, es decir, una discusión de todos sus aspec­tos y de la mayor parte de sus escritos (es significativo observar, sin embargo, que Ricoeur no discute la Notiz über den "WunCler­block" de 1924, en la que Freud prosigue su intento de encontrar un modelo del aparato psíquico), en segundo lugar, ·que se intenta problematizar conceptos importantes de Freud y al interior del mismo corpus freudiano (especialmente en la Tercera Parte de la Analítica). Pero lo primero conduce de hecho y de derecho a sub­rayar la interpretación freudiana de la cultura (concebida como filosofía) en desmedro del análisis cuidadoso y detallado de los primeros y decisivos conceptos freudianos, análisis de lo que de·· pende todo, incluso la comprensión de los "escritos culturales". Y la problematización de Ricoeur que no significa en modo alguno cuestionar el discurso filosófico a partir del discurso freudiano­consiste más bien en señalar en la obra de Freud aquello que es­capa del dominio de la Arqueología. Así la lectura de Ricoeur no es, como Y.a dijimos, de interés .directo para el estudio de Freud, incluso más: existe el peligro que el lector desprevenido crea en­contrarse directamente frente al texto freudiano. De l' / nterprétation es, de su primera a su última página, una obra de filosofía refle­xiva; para quienes no comparten este modo de filosofar, resulta más interesante e importante como ejemplificación de una manera de pensar, de una forma necesaria a partir de ciertos supues-tos de recibir o, más bien, de sustraerse a la obra de Freud.

Ahora, y sin seguir en detalle los últimos puntos señalados en la sección tercera de nuestro estudio, discutamos, para terminar, dos cuestiones. Primero: ¿cómo es posible que los conceptos freu­dianos aparezcan revelando una Arqueología del sujeto? ¿Cómo . es posible esa transformación? ¿Qué "mecanismos" utiliza Ricoeur para obtener sus fines? Segundo : si no hay indicios en De l'lnter­prétat ion de la posibilidad de un análisis diferente de la obra de Freud.

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Para contestar la primera pregunta repensamos lo que ya he­mos señalado. Dijimos que en la económica freudiana Ricoeur verá una profunda "visión de las cosas y el mundo". Esta transforma­ción en filosofía la había esbozado mucho antes. A propósito de la interpretación de los sueños, señalaba: "la [primera 1 tópica es la metáfora de lo indestructible como tal" (p. 93), el incons­ciente , es "el símbolo del fuera del tiempo", siendo ésta su razón de ser fundamental (p. 95), el aparato psíquico del Capítulo VII es "el hombre en cuanto ha sido y sigue siendo Cosa" (p. 101; subrayado por el autor). Los conceptos fundamentales de Freud serían pues metáforas de una visión del ser, comparable a la de Schopenhauer, von Hartmann y Nietzsche. La mención de estos fi­lósofos, nos obliga a preguntarnos cómo Ricoeur los entiende. Pues bien, moviéndose en el plano de la más tradicional Historia de la Filosofía o Historia de las Ideas, Ricoeur consiera que lo filosófico de estos autores se encuentra en las determinaciones últimas que atribuyen al ser; así, para Schopenhauer, el fondo del ser es Vo­luntad, para Nietzsche, Voluntad de Poderío. Ricoeur no examina el trabajo realizado en esas filosofías, por ejemplo, en las tesis concretas de Schopenhauer, ahí donde la noción de Voluntad ad­quiere su real sentido (sentido que depara, por lo demás, muchas sorpresas); Ricoeur se atiene, al contrario, a la "etiqueta" que Schopenhauer pone al ser; igualmente se le escapa que el proyecto nietzscheano consistía, precisamente, en la negación de toda "filo­sofía", en la impugnación del discurso filosófico. Pues le interesa sólo la fórmula última: el aspecto o sector del ser que la verdad de su existencia y su pertinencia a un momento de la cultura 1e permiten a un filósofo determinado entrever (aquí la influencia de J~spers y de su concepto de "cifra" nos parece decisiva).

¿Cómo es posible la ontologización de Freud? Desmontemos la maquinaria: distingamos la justificación epistemológica de los con­ceptos f reudianos (que el mismo Ricoeur propone) : esos concep­tos hacen posible la aparición objetiva de una realidad que de otro modo nos sería negada; la reducción crítica, esto es, la atribución a esos conceptos de una realidad empírica y no trascendental y, en tercer lugar, el procedimiento empleado para transformarlos en vi­sión de las ·cosas, en ontología: éste consiste en tomar los conceptos freudianos, dejando a un lado su justificación epistemológica y recogiendo los resultados de la reducción crítica, como metáforas de esa visión ontológica: así la meta psicología figura, expresa, es un símbolo. El método y la técnica freudiana, de este modo, se pier-

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den; pasan a ser símbolos y de ahí reciben su justificación, a la vez que ahí estaría su origen de una visión del ser que otros fi­lósofos alcanzaron por otras vías. Encontramos, entonces, un pro­ceso de "totalización", seguido luego de una "parcialización": pri­mero Freud es convertido en una interpretación global unitaria, en una visión o cifra del ser; luego, la crítica reflexiva, al descubrir otras dimensiones ontológicas en otras filosofías, como en la hege­liana, "des totaliza" y convierte esa visión en una dimensión de una nueva "totalización". Se nos objetará que Ricoeur declara que una ontología total y unitaria es imposible. Es cierto, pero se trata de algo distinto. Por "totalización" entendemos el proceso por el cual algo es considerado real en la medida en que sus elementos se integran para componer enteramente una cosa (sustantividad, iden­tidad), lo que implica reducir lo múltiple a una determinación - que es una metáfora , aunque luego, como en el caso de Ri­coeur, se convierta esa totalidad en dimensión de otra totalidad que se declara, sin embargo inalcanzable. Pues lo esencial es que la "destotalización" implica la idea formal de "totalizar" y que en la referencia a una totalidad inalcanzable hay también una "tota­lización" (en el sentido en que h~mos definido el término); por lo demás, esa totalidad inalcanzada e inalcanzable que nos p_!"o­pone Ricoeur es también una figura del ser; más exactamente, una cifra del ser se constituye en la "constatación existencial" de que no es posible una ontología completa y unitaria.

Pero y ésta es nuestra segunda cuestión ¿no es posible encontrar, en la obra misma de Ricoeur, la posibilidad de esta­blecer una relación distinta entre el discurso freudiano y el discurso filosófico? Sí, esa posibilidad se esboza, aunque el propio Ricoeur se encarga de apartarla y ocultarla. Detengámonos, por ejemplo en la conocida afirmación de Freud: "el hecho de encontrar un objeto sexual no es en suma sino una manera de reencontrarlo". Para Ri­coeur esta afirmación, a la que él mismo alude (p. 234) expresa­ría, en definitiva, el "peso del pasado". Pero aquí, precisamente, hubiera sido posible un trabajo diferente: tomar en serio la repetición que el texto señala; no reducirla o interpretarla con los cánones de una teoría no cuestionada de lo real, no pensarla a par­tir de la sustantividad e identidad, sino pensar la repetición "comó tal", pensarla como lo "real", como "fundamento" de lo real, o más exactamente, como produciendo (el "espejismo" de) lo real (el uso reiterado y obligado de comillas expresa la necesidad de acudir a los mismos conceptos que se quieren superar para apuntar

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hacia aquello que los supera: no hay, simplemente, otra manera de hablar).

Lo que decimos vale también para la serie de conceptos en cuyo uso, según señalamos anteriormente, Ricoeur se adelanta a la nue­va filosofía francesa: "dramatización", "teatro", el carácter "mi­tológico" de la filosofía (freudiana) etc; agreguemos además las citas que Ricoeur hace de algunos textos freudianos en los que se habla por ejemplo, de un uso literal del concepto de pluralidad de personas psíquicas (p. 155), del acto sexual como de una rela­ción entre cuatro personas (p. 194), etc. Ricoeur menciona o re­coge estos conceptos, pero no los toma en serio, no los trabaja pacientemente y los anula al considerarlos como metáforas en el sentido tradicional del término. Pero creemos que, de todos modos, y esto vale también para los conceptos de "lectura" y "texto", hay aquí más que una mera coincidencia: se trata de un trabajo ha­ciéndose, de alguna manera, en Ricoeur pese a Ricoeur, un signo de nuestro tiempo.

Pero ¿lo importante no sería plantearnos directamente y de una vez por todas el problema de las relaciones entre el discur­so freudiano y el discurso filosófico? ¿cuestionar el segundo a partir del primero, aunque reconociendo, al mismo tiempo, lo que del segundo está incrustado en el primero? (pues, como se ha afirmado con razón21 los conceptos freudianos pertenecen todos ellos a la historia de la metafísica, por lo que una reflexión so· bre Freud debe atenerse, más que a esos conceptos, al discurso freu­diano, a su sintaxis o al trabajo que en él se realiza). Se trata. como es obvio, de una tarea inmensa; contentémosnos con señalar aquí algunos puntos que sería necesario tratar: l) discutir, como ya se dijo, la estructura y el sentido del proyecto ontológico; qué significa ser real, de qué condiciones depende esa atribución; es­tudiar las relaciones entre la ontología y la serie de metáforas, el ser como metáfora (a partir, cierto es, de una teoría no clásica de ésta última) ; 2) pensar el discurso freudiano como un discurso general sobre lo psíquico, · haciendo saltar la distinción entre lo "superior" y lo "inferior"; 3) tomar conciencia de que las des­cripciones psicoanalíticas aparecen muchas veces como exageracio­nes "monstruosas" o simplemente insostenibles debido a que se ha utilizado a la par conceptos elaborados técnicamente y conceptos sacados directamente del uso habitual, un mixto desnivelado que

.2l DERRIDA: FreU(r et la scece de r écritp,re, en L' écriture et la dif férence, Seuil, 1967.

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es necesario evitar cuidadosamente. El reverso de esta tarea con­siste en sacar todas las consecuencias de los conceptos freudianos, rompiendo el uso habitual: piénsese, por ejemplo, en el trabajo que se puede realizar con el concepto de autoerotismo; sobre las conclusiones necesarias de ese trabajo, Rousseau sabía ya bastan­te; 4) finalmente en esta enumeración a sistemática y circuns­tancial habría que repensar las relaciones del psicoanálisis con el arte. Cotejar los conceptos psicoanalíticos y la estética freudiana con la "estética" de autores como Schopenhauer, Nietzsche, Proust y Heidegger. Al menos en el caso de Proust, podríamos señalar ya que, después de una primera lectura en la que el caso y la obra de Proust aparecerían "explicados", una segunda lectura, atenta a la concepción proustiana del arte, haría comprender, tal vez, la "posición" de conceptos analíticos fundamentales. . No podemos insistir más aquí sobre estos problemas. Pero, sea como sea, algo estará claro: el trabajo sobre Freud recién, en nues­tros días, comienza .

• •

V

"Denn jeder Trieb ist herrschsüchtig: und als solcher versucht er zu philosopieren" .

]enseits von Cut und Bose . •

.

Para Sartre el hombre es producto de estructuras que recibe y que en cierta manera lo hacen, pero que al mismo tiempo puede y debe superar, destruir, para constituir otras que a su vez lo con­dicionarán; en todo caso, el sentido viene del hombre y no de las estructuras. Así entiende el caso Sade. Sade, para expresar y afir­mar su ser, estaba obligado a utilizar los medios que su época le daba; en el campo de la teoría esto significa utilizar el concepto de naturaleza: construyó entonces "una teoría de la naturaleza se­mejante a la de los burgueses, con esta sola diferencia: en lugar de ser buena, la naturaleza es mala, quiere la muerte del hom­bre".22 De este modo, para Sartre no existe una filosofía propia al sadismo, sino la filosofía del hombre S a de; más que una filosofía - :sistema de conceptos se trata en realiad de un lenguaje con

22 PrNGAUn y otros: Sartre : el último metafísico, Paidós, 1968, p. 142.

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¡ ..

el que Sade rescató o salvó su proyecto de ser: el pensamiento de Sade no reviste así generalidad o necesidad; más exactamente, tal pensamiento no existe.

Una impresión muy distinta se obtiene al estudiar los trabajos decisivos que Klossowski, Blanchot, Lacan, Deuleuze, Sollers y otros han dedicado al pensamiento de Sade. Al menos dos cosas resultan claras: la necesidad de las afirmaciones y posiciones de Sade, la seriedad y coherencia con que trabaja los conceptos filo­sóficos fundamentales. Sade pone su pensamiento al servicio de su perversión, reconoce ser un "filósofo infame", pero, a su vez, de­senmascara a los filósofos honestos, . destruyendo su moral, esto es, su lenguaje y sus conceptos, destruyendo su lenguaje y sus con­ceptos, esto es, su moral. Ahora bien, la filosofía occidental {so­crático-platónica) ha vivido de la ilusión de su rectitud y morali­dad. Razón (normalidad) versus sinrazón (perversión) : si no fuera por esta oposición ¿habría filosofía? Pero ¿qué es lo nor­mal? ¿quién es normal? El psicoanálisis parece tener una respues­ta: normal es aquél que se atiende al principio de realidad. Sin embargo, resulta dudoso poder obtener del psicoanálisis una doc­trina unívoca sobre este principio; ahora bien, la razón fundamental de la dificultad que encuentra Freud reside en el número limi­tado de cuestiones que se plantea respecto a la realidad, precisa­mente en la medida en que cree saber, como la filosofía, lo que la realidad significa (por más que su trabajo, de hecho, ponga en cuestión ese saber); cree saber, por ejemplo sólo un ejemplo, pero el decisivo, el fundamental qué es el arte y qué es la rea­lidad y cuáles son las relaciones entre ambos. El principio de realidad es, tal vez, lo menos "real" de la obra de Freud o, si se quiere, lo más filosófico. Freud (y no sólo por esto) se mueve en la tradición filosófica, no escapa aún de la clausura metafísica. Por ello un pensar fundamental debe necesariamente poner en cuestión ese principio y, a través de él, de un modo preciso, todo el psicoanálisis. En cambio la filosofía pretende saber lo que es la realidad (cree que "hay" "realidad"), s~ atiene al principio de realidad, a los equívocos y espejismos que permiten hablar de la realidad; esa enfermedad, esa neurosis la define; aun más, la filo­sofía tiene la loca pretensión de definir todo otro pensar como anormal, de oponer al delirio la razón, dicho brevemente, de pensar que Sócrates triunfa sobre Sade. La filosofía apuesta por Sócra­tes contra Sade (más bien, contra la temerosa imae;en que Sócrates tiene de S a de) : tal es la condición de posibilidad de la filosofía,

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tal es la apuesta sin sentido que produce, no obstante el sentido ( la filosofía), tal es la apuesta de Ricoeur (la apuesta y no una apuesta, sea dicho aclarando y modificando, sólo ahora, el título de nuestro trabajo).

¿Es esto lo que finalmente debemos decir sobre la filosofía de Ricoeur? No, pues en tanto varias veces a lo largo de su obra, y especialmente en un momento decisivo de su evolución filosófica, 28

Ricoeur nos habla de apuesta, y en tanto su filosofía se relaciona estrechamente con la de Jaspers la que se mueve en la atmós­fera del riesgo y la apuesta, y la filosofía de Ricoeur respira tam­bién esa atmósfera podemos ver cómo, a pesar suyo, esta filo­sofía de los símbolos, precisamente porque responde a un trabajo conceptual coherente, indica, señala hacia lo "otro", hacia aquello que no es filosofía sino el elemento que posibilita la filosofía y hacia la "decisión" que la produce.2

• Pues Sade sádicamente, esto es, en un lugar cerrado triunfa siempre sobre Sócrates; esto Sócrates lo sabe. . . pero lo oculta.

Universidad de Chile

23 RICOEUR: La Symbolique du mal, Aubier, 1960, Conclusión, p. 323 y SS.

2* La filosofía es ''filosofía platónica" ; sin embargo, es necesario dis­tinguir entre el texto filosófico y las alternativas f~ndadas en ese texto. El "platonismo" o sea la "tradición occidental"- , tal como se le entiende en la Historia de la Filosofía, es una decisión entre esas alternativas. Pero, ciertamente. lo importante es trabajar en el texto. Ahora bien, el nombre de Sade señala, no como cree la Historia de la Filosofía, una "decisión filosófica" sino un trabajo en el texto.

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