15
SÓCRATES Y LOS SOFISTAS: LOS PROBLEMAS DE LA VERDAD Y LA BONDAD Los primeros filósofos habían focalizado su atención en la naturaleza; los sofistas y Sócrates volcaron el interés de la filosofía al estudio del hombre. En lugar de interrogar las grandes cuestiones cósmicas en busca del principio último de todas las cosas, la filosofía comienza a preocuparse por el comportamiento del hombre. Esta transición de cuestiones predominantemente metafísicas a otras de base ética se explica en parte por el fracaso de los presocráticos en alcanzar una concepción uniforme del cosmos. Las diversas e inconsistentes interpretaciones de la naturaleza que habían sido propuestas no parecían conciliarse. Estas contradictorias cosmovisiones produjeron una fatiga intelectual, en virtud de la aguda dificultad para descifrar los secretos de la naturaleza además de desinterés por proseguir una actividad filosófica que no prometía un resultado exitoso; la filosofía podría haberse detenido en esta situación. La controversia acerca del principio último de las cosas generó un cierto escepticismo acerca de la capacidad de la razón humana para descubrir la verdad de la naturaleza. Pero esta mala disposición, este escepticismo, dio impulso a una nueva dirección de la filosofía, porque el escepticismo mismo se convirtió en motivo de interés filosófico. En lugar de discurrir en torno a las teorías alternativas de la naturaleza, los filósofos se dirigieron al problema del conocimiento humano,-preguntándose si es posible que la mente humana alcance una verdad universal. La pregunta se veía agravada por el descubrimiento de diferencias culturales entre varias razas y pueblos, de modo que la cuestión acerca de la verdad se vio profundamente complicada con el problema de la bondad. ¿Puede haber un concepto universal de bondad si las hombres son incapaces de conocer una verdad universal? Los principales momentos de este nuevo debate se dieron con los sofistas y con Sócrates. LOS SOFISTAS Los tres sofistas más destacados que aparecieron en Atenas en el siglo V a.C. fueron Protágoras, Gorgias y Trasímaco, que formaban parte de un grupo llegado a Atenas como profesores ambulantes o, como en el caso de Hipias de Elis, como embajadores, y se denominaron a sí mismos sofistas o "intelectuales". Provenientes de diferentes culturas -Protágoras de Abdera, en Tracia, Gorgias de Leorvtini, en el sur de Sicilia, y Trasímaco de Calcedonia- echaron una fresca mirada sobre el pensamiento y las costumbres de Atenas y se interrogaron acerca de ellos. Llegaron a ser los grandes voceros del iluminismo griego, forzando a los atenienses a conside- rar si sus ideas y costumbres se fundaban sobre la verdad o simplemente sobre modos convencionales de comportamiento. ¿Era la distinción entre griegos y bárbaros, preguntaban, similar a la distinción entre amos y esclavos, algo basado en la evidencia o simplemente en un prejuicio? No sólo habían vivido los sofistas en diferentes países con diferentes

Socrates y Los Sofistas

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Socrates y Los Sofistas

SÓCRATES Y LOS SOFISTAS: LOS PROBLEMAS DE LA VERDAD Y LA BONDAD

Los primeros filósofos habían focalizado su atención en la naturaleza; los sofistas y Sócrates volcaron el interés de la filosofía al estudio del hombre. En lugar de interrogar las grandes cuestiones cósmicas en busca del principio último de todas las cosas, la filosofía comienza a preocuparse por el comportamiento del hombre. Esta transición de cuestiones predominantemente metafísicas a otras de base ética se explica en parte por el fracaso de los presocráticos en alcanzar una concepción uniforme del cosmos. Las diversas e inconsistentes interpretaciones de la naturaleza que habían sido propuestas no parecían conciliarse. Estas contradictorias cosmovisiones produjeron una fatiga intelectual, en virtud de la aguda dificultad para descifrar los secretos de la naturaleza además de desinterés por proseguir una actividad filosófica que no prometía un resultado exitoso; la filosofía podría haberse detenido en esta situación. La controversia acerca del principio último de las cosas generó un cierto escepticismo acerca de la capacidad de la razón humana para descubrir la verdad de la naturaleza. Pero esta mala disposición, este escepticismo, dio impulso a una nueva dirección de la filosofía, porque el escepticismo mismo se convirtió en motivo de interés filosófico. En lugar de discurrir en torno a las teorías alternativas de la naturaleza, los filósofos se dirigieron al problema del conocimiento humano,-preguntándose si es posible que la mente humana alcance una verdad universal. La pregunta se veía agravada por el descubrimiento de diferencias culturales entre varias razas y pueblos, de modo que la cuestión acerca de la verdad se vio profundamente complicada con el problema de la bondad. ¿Puede haber un concepto universal de bondad si las hombres son incapaces de conocer una verdad universal? Los principales momentos de este nuevo debate se dieron con los sofistas y con Sócrates.

LOS SOFISTAS

Los tres sofistas más destacados que aparecieron en Atenas en el siglo V a.C. fueron Protágoras, Gorgias y Trasímaco, que formaban parte de un grupo llegado a Atenas como profesores ambulantes o, como en el caso de Hipias de Elis, como embajadores, y se denominaron a sí mismos sofistas o "intelectuales". Provenientes de diferentes culturas -Protágoras de Abdera, en Tracia, Gorgias de Leorvtini, en el sur de Sicilia, y Trasímaco de Calcedonia- echaron una fresca mirada sobre el pensamiento y las costumbres de Atenas y se interrogaron acerca de ellos. Llegaron a ser los grandes voceros del iluminismo griego, forzando a los atenienses a considerar si sus ideas y costumbres se fundaban sobre la verdad o simplemente sobre modos convencionales de comportamiento. ¿Era la distinción entre griegos y bárbaros, preguntaban, similar a la distinción entre amos y esclavos, algo basado en la evidencia o simplemente en un prejuicio? No sólo habían vivido los sofistas en diferentes países con diferentes costumbres, sino que habían reunido una amplia información sobre diferentes hechos culturales. Su conocimiento, enciclopédico de diferentes culturas los hizo escépticos respecto de la posibilidad de alcanzar alguna verdad absoluta sobre la cual una sociedad pudiera ordenar su vida. Lanzaron así sobre los pensativos atenienses la cuestión de si la cultura helénica se basaba en regias hechas por el hombre o en la naturaleza, si sus códigos religiosos y morales eran convencionales y, por eso, cambiantes, o naturales y, por eso, permanentes. De un modo decisivo, colocaron el estrado donde analizar más deliberada y cuidadosamente la naturaleza humana, cómo adquirir conocimientos y cómo ordenar la conducta. Los sofistas eran en primer lugar hombres prácticos, y las circunstancias de la democracia ateniense bajo Pericles favorecieron la puesta en práctica de sus habilidades. Su interés y competencia abarcaban tanto la prosa y la gramática como la capacidad en el discurso, lo que los hizo populares. Bajo Pericles, la aristocracia había sido remplazada por la democracia, lo que intensificó la vida política de Atenas, con la participación de los ciudadanos libres en la discusión política y en la elección de dirigentes. Pero la educación aristocrática más antigua no había preparado a los hombres para las nuevas condiciones democráticas de vida, ya que la educación se había fundado en su casi totalidad en la tradición familiar. No hubo capacitación teórica ni práctica en las áreas de la religión, la gramática y la cuidadosa interpretación de los poetas. Los sofistas se movieron en este vacío cultural y su interés práctico por enseñar llenó una urgente necesidad. Se volvieron así maestros populares y fueron la principal causa de la nueva educación. Lo que profesaron, sobre todo, fue el arte de la retórica, del discurso persuasivo. El poder de persuasión se había convertido en una necesidad política en la Atenas democrát ica para cualquiera que aspirara a puestos directivos. Debido a su amplio conocimiento de la gramática y a su información sobre diversas culturas, tanto como a la amplia experiencia Derivada de sus viajes y el ejercicio de la docencia en diversos lugares, los sofistas poseían lo necesario para adiestrar a los nuevos ciudadanos atenienses.

Page 2: Socrates y Los Sofistas

La reputación de los sofistas fue al principio muy favorable; prestaban un inmenso servicio capacitando a los hombres con claridad de ideas y fuerza expresiva. El discurso claro y el poder de persuasión eran especialmente indispensables en una asamblea popular donde resultaría desastroso un debate entre oradores inhábiles, Incapaces de exponer las ideas propias o descubrir los errores del oponente. La retórica se convirtió en un cuchillo que podía emplearse para un fin bueno o malo, par» cortar el pan o para matar. Quien poseía este poder de persuasión podía usarlo t a n t o para resolver un problema difícil o vencer la resistencia psicológica a una buena idea, como para imponer un criterio a su favor o la bondad intrínseca de algo cues t ionaba . El empleo de la retórica en un sentido u otro fue ampliamente facilitado por el escepticismo inherente de los sofistas. Y fue ése su escepticismo, así como su relativismo, lo que los volvió sospechosos. Nadie los hubiera criticado por formar abogados, como lo hacían, por ser hábiles en ver todos los lados de un caso. En verdad, una persona merece defenderse con la misma habilidad con que es acusada. En tanto el arte de la persuasión se vinculó a la prosecución de la verdad no hubo guerra contra los sofistas; pero cuando trataron la verdad como algo relativo, fue inevitable que se los acusara de enseñar a los jóvenes cómo mostrar bueno un caso malo o hacer que pareciera justa una causa injusta. Además, ganaron fama de reunir a jóvenes de buenas familias solo para inducirlos a un crítico y destructivo análisis de sus ideas éticas y.religiosas tradicionales. Sumaron a esto el apartarse de la antigua imagen del filósofo desinteresado que no se ocupaba de la filosofía para ganar dinero. Por contraste, los sofistas cobraban por su enseñanza y buscaban a los ricos que pudieran pagarla. Sócrates estudió con ellos pero, a causa de su pobreza, solo pudo hacer un "breve curso". Esta práctica de cobrar por enseñar movió a Platón a acusarlos de "traficantes de mercadería espiritual".

Protágoras

Entre los sofistas que llegaron a Atenas, Protágoras de Abdera fue el de mayor edad y, en muchos aspectos, el más influyente. Es bien conocido por su afirmación de que "el hombre es la medida de todas las cosas, de las que existen en cuanto existen, de las que no existen en cuanto no existen". Decir que el hombre es la medida de todas las cosas significa, aparentemente, que cualquier conocimiento que el hombre pudiera alcanzar acerca de cualquier cosa estará limitado a sus capacidades humanas. Dejó de lado cualquier discusión teológica, afirmando que "acerca de los dioses no puedo saber si existen o no existen, ni de qué forma son, pues las razones que impiden saberlo son varias: la oscuridad del tema, la brevedad de la vida humana". El conocimiento, dice Protágoras, está limitado a nuestras percepciones y éstas son diferentes en cada ser. Si dos personas observaran el mismo objeto, sus sensaciones serían diferentes debido a que cada una ocuparía una posición diferente en relación al mismo. Igualmente, la misma brisa resultará fría para uno y cálida para otro. Si la brisa es fría o no, resulta imposible de contestar de manera simple: es un hecho frío para uno y cálido para otro. Decir que el hombre es la medida de todas las cosas es, por eso, afirmar que nuestro conocimiento está determinado por lo que percibimos, y si hay algo en cada persona que la hace percibir cosas distintas no existe criterio para determinar quién está en la verdad y quién en el error. Protágoras pensó que todos los objetos que los hombres perciben por sus diversos sentidos poseen todas las propiedades que se admiten como pertenecientes a los mismos. Por tal razón, es imposible descubrir cuál es la "verdadera" naturaleza de cada cosa; una cosa tiene tantas características como personas las perciben. No hay manera de distinguir entre "apariencia" y "realidad"; para la persona que afirma que la brisa es fría, es realmente fría y no solo aparece como tal, aunque sea cálida para otra. Sobre esta teoría del conocimiento resulta imposible construir cualquier conocimiento científico, pues rechaza la posibilidad de descubrir qué son realmente las cosas, ya que distintos observadores las perciben distintamente. El conocimiento es, pues, para Protágoras, relativo a cada observador.

En lo que a ética se refiere, Protágoras mantuvo que los juicios morales son relativos y estuvo dispuesto a admitir que la idea de ley refleja el deseo general en cada cultura de un orden moral entre los hombres, pero negó que hubiera una ley natural uniforme para todos los pueblos. Distinguió entre naturaleza y costumbre o convención, y afirmó que las leyes y reglas morales se basan, no en la naturaleza, sino sobre convenciones. Cada sociedad tiene sus propias leyes y sus propias normas morales y no hay modo, aparte de ciertas observaciones del sentido común respecto a su "verdad" relativa, de juzgar cuáles son verdaderas y cuáles falsas. Pero Protágoras no llevó este relativismo moral al extremo revolucionario de decir que, debido a que los juicios morales son relativos, cada individuo puede decidir lo que es moral. Por lo contrario, adopta la actitud conservadora de que es el Estado el que debe hacer las leyes y éstas ser aceptadas por todos, porque son buenas. Otra comunidades pueden tener leyes diferentes, y los individuos dentro de un estado pueden pensar también en leyes diferentes, pero en ningún caso unas son mejores que otras; son tan sólo diferentes. En los intereses de una sociedad pacífica y ordenada, pues, los hombres deben respetar y sostener las costumbres, las leyes y las normas morales que la respectiva tradición ha nutrido. En materia religiosa, Protágoras adoptó un punto de vista similar, afirmando que la imposibilidad de conocer con certeza la existencia y la naturaleza de los dioses no debe impedir a nadie rendirles culto. El curioso resultado del relativismo de Protágoras fue su conclusión conservadora de que los jóvenes deben ser educados para aceptar y apoyar la

Page 3: Socrates y Los Sofistas

tradición, no porque esta sea verdadera, sino porque hace posible una sociedad estable. No hay dudas de que el relativismo de Protágoras ha minado seriamente la confianza del hombre en poseer un conocimiento verdadero y su escepticismo provocó la enérgica crítica de Sócrates y de Platón.

SÓCRATES

Muchos atenienses tomaron a Sócrates por un sofista, pero lo cierto es que fue uno de sus críticos más agudos. Que Sócrates fuera identificado con ellos se debió en parte a su implacable análisis de cualquier tema, técnica empleada también por aquéllos. Pero entre los sofistas y Sócrates hay una diferencia fundamental. Los sofistas se esfuerzan por mostrar que los buenos argumentos pueden ser utilizados en una dirección u otra; eran escépticos en cuanto no aceptaban un- conocimiento cierto o confiable. Además, consideraban que todo conocimiento es relativo, incluso los ideales y las ideas morales. Sócrates, en cambio, se movió en un sentido diferente: se propuso alcanzar la verdad y consideró necesario sentar las bases de un conocimiento cierto y estable, así como también los fundamentos de una vida buena. Para ello ideó un método para alcanzar la verdad, ligando el conocer y el hacer- y afirmando que conocer el bien es hacerlo, que "el conocimiento es Ja virtud". A diferencia de los sofistas, Sócrates se compromete en su argumentación, en la "dialéctica", no para destruir la verdad o para desarrollar habilidades pragmáticas entre abogados y políticos, sino para alcanzar conceptos valederos respecto de la verdad y el bien.

La vida de Sócrates

Raramente se ha dado un tiempo y un lugar tan ricos en hombres de genio como la Atenas en que nació Sócrates en el 470 a.C. Por este tiempo Esquilo escribía algunas de sus grandes obras dramáticas, Eurípides y Sófocles eran jóvenes que producirían grandes tragedias que seguramente Sócrates vio y Pericles, que contribuyó a una gran edad democrática y de florecimiento del arte, era aún un hombre joven. Sócrates pudo haber visto el Partenón y las estatuas de Fidias iniciadas y completadas durante su vida. Por este tiempo, Persia había sido derrotada y Atenas, convertida en una potencia naval que controlaba el mar Egeo, había alcanzado un nivel sin precedentes de poder y esplendor. Pero aunque Sócrates creció en esta edad de oro, sus últimos años vieron -la ciudad derrotada en la guerra, a sí mismo preso y condenado, en 399 a.C. y a los setenta y un años a beber la cicuta en cumplimiento de la sentencia dictada por la corte que lo juzgó.

Sócrates no escribió nada. Casi todo lo que se sabe de él lo debemos a tres jóvenes contemporáneos, Aristófanes, Platón y Jenofonte. De estas fuentes Sócrates emerge como un genio que, junto con su gran rigor racional, poseyó encanto personal y sentido del humor. Fue un hombre robusto y de gran capacidad psíquica. En su comedia jocosa Las Nubes, Aristófanes pinta a Sócrates como un ave vanidosa, burlándose de su hábito de entornar los ojos y referirse traviesamente a sus "discípulos" y "tienda del pensamiento". Pero Jenofonte ofrece el retrato de un soldado leal que tiene pasión por discutir los requerimientos de la moral y atrae inevitablemente a los hombres jóvenes a buscar su consejo. Platón confirmó el retrató de Jenofonte y pintó además a Sócrates como un hombre con un profundo sentido de misión y una pureza moral absoluta. En el Symposio, Platón relata cómo Alcibíades, un hermoso joven, esperaba ganar los amorosos afectos de Sócrates, concibiendo varios caminos para estar a solas con él pero, dice Alcibíades, ".. .no ocurrió nada en absoluto: sólo conversó con su modo habitual y, tras pasar el día conmigo, me dejó y se fue". En las campañas militares, Sócrates podía estar sin alimentos más tiempo que cualquier otro y, mientras los demás se abrigaban "prodigiosamente" contra el amargo frío del invierno usando "fieltros y pequeños vellones" sobre sus zapatos, él-dice Alcibíades- "caminaba vistiendo una casaca, que usaba habitualmente, y andaba más fácilmente sobre el hielo sin zapatos que nosotros calzados".

Era capaz de intensa y prolongada concentración. En una oportunidad, durante una campaña militar, estuvo en profunda meditación un día y una noche, "hasta el alba y el nacimiento del sol: entonces caminó y ofreció una oración al sol". Esta pudo haber sido la ocasión en que experimentó lo que consideraba el mandato de proseguir la misión profética de indagar acerca de la vida moral de sus semejantes. Frecuentemente recibía mensajes o advertencias de una "voz" misteriosa que denominaba daimon. Aunque este "signo sobrenatural" invadió sus pensamientos desde temprana edad, muestra más que ningún otro la sensibilidad de "visionario" de Sócrates, particularmente su sentir respecto de las cualidades morales de las acciones humanas que hacen a la vida digna de vivirse. Debe de haberse familiarizado con la ciencia natural de los primeros filósofos jónicos y de Anaxágoras, aunque dice en la Apología que "la verdad simple es, oh atenienses, que yo no tengo nada que ver con las especulaciones físicas". Para él, tales especulaciones deben dejar el camino a las más urgentes preguntas acerca de la naturaleza humana, la verdad y el bien. El hecho decisivo que

Page 4: Socrates y Los Sofistas

confirma su misión como filósofo moral fue la réplica del oráculo deifico. Cuando Caerofón le preguntó al oráculo si existía alguien más sabio que Sócrates, el oráculo le respondió que no. Sócrates interpretó esta respuesta en el sentido de que él era el más sabio porque había comprendido y admitido su propia ignorancia. Y se aplicó al cultivo de la verdad y la sabiduría.

Sócrates como filósofo

Debido a que Sócrates no dejó escritos propios, existe desacuerdo respecto a que ideas filosóficas atribuirle. La fuente más amplia para conocer su pensamiento son los Diálogos de Platón de los cuales es, especialmente en los primeros, el personaje principal. Pero la cuestión persistente es si Platón expresa lo que Sócrates realmente pensó o no hace sino expresar a través de Sócrates sus propias ideas. Están los que estiman que el Sócrates de los diálogos platónicos es el Sócrates histórico, lo que significaría que Sócrates debe tener todo el crédito por la nueva actividad filosófica expresada en aquellos y corresponde a Platón sólo la forma literaria concebida para preservar y dar precisión y color al pensamiento de Sócrates

Si Sócrates tuvo éxito en superar el relativismo y el escepticismo de los sofistas fue porque alcanzó a descubrir un fundamento inamovible sobre el cual construir el edificio del conocimiento, fundamento que halló no en el mundo exterior sino interior del hombre, El interior del hombre, dice Sócrates, es el ámbito de una única actividad: la actividad de conocer, que conduce a la actividad práctica de hacer. Para describir esta actividad, expuso una concepción del alma, de la psyche. Para él, el alma no es una facultad particular, ni clase alguna de sustancia, sino la capacidad de la inteligencia y del carácter: la personalidad consciente del hombre. Explicó, además, qué entendía por alma: "aquello interior a nosotros en virtud de lo cual somos sabios o tontos, buenos o malos". Describiéndola en estos términos, Sócrates identifica el alma con los poderes normales de la inteligencia y del carácter, no como una sustancia espiritual. El alma es la estructura de la personalidad. Sin embargo, debió resultarle difícil describir exactamente qué es el alma, pero estaba convencido de que la actividad del alma es conocer y conducir el comportamiento humano. Aunque para Sócrates el alma no es una cosa, la mayor preocupación del hombre debe ser el cuidado de su alma, para "hacerla lo mejor posible". Se cuida mejor el alma cuando se advierte la diferencia entre la realidad y la fantasía y se construye el pensamiento a partir del conocimiento de lo que realmente es la vida humana. Habiendo logrado dicho conocimiento, el hombre se comportará de acuerdo con su conocimiento de los verdaderos valores morales. Sócrates se preocupó más por alcanzar una vida buena que por la mera contemplación.

El punto inamovible de esta concepción del alma es, para él, la clara conciencia de lo que significan algunas palabras. Saber que ciertas cosas contradicen a otras, que la justicia no puede significar daño para alguien, representaba un típico ejemplo, del conocimiento que el alma puede alcanzar utilizando sus poderes para conocer. Actuar en oposición a este conocimiento, actuar en contra de la justicia, es violentar la naturaleza humana. Sócrates estaba seguro, de que los hombres pueden lograr un conocimiento cierto y que solo ese conocimiento puede servir de base a la moralidad. Su mayor tarea fue, por eso, la de clarificar para sí mismo y sus seguidores el modo de alcanzar ese conocimiento cierto.

Teoría del conocimiento de Sócrates: "obstetricia intelectual"

Sócrates está convencido de que el modo más seguro de lograr un conocimiento cierto es a través de una conversación disciplinada, actuando como una partera intelectual, método que llamó dialéctico. Se trata de una técnica engañosamente simple que comienza siempre con la discusión de los aspectos más obvios de un problema. Sócrates está convencido de que a través del diálogo, donde cada parte de la discusión se ve obligada a forzar sus ideas, se alcanza una clara definición. Aunque la técnica parece simple, cualquiera puede advertir su intenso rigor, tanto como la incomodidad de la ironía. En los primeros diálogos en que empleó este método, por ejemplo en el Eutifrón, Sócrates finge ignorancia respecto de un tema y trata de sacar de su interlocutor el mayor conocimiento posible al respecto. Consideraba este método dialéctico una suerte de parto intelectual, basado en el supuesto de que corrigiendo nociones incompletas o imprecisas se puede alcanzar la verdad a partir de cada uno. Y esto por la permanente estructura del alma, por la capacidad del hombre para conocer y reconocer las contradicciones. Si la mente humana es incapaz de conocer algo, Sócrates demuestra que, asimismo, una idea no fundada no es más digna que una vida no fundamentada. Por eso, algunos diálogos terminan indefinidamente, pues a Sócrates no le importaba imponer una serie de ideas dogmáticas a un interlocutor, sino conducirlo ordenadamente en un proceso de pensamiento.

Page 5: Socrates y Los Sofistas

Un buen ejemplo del método de Sócrates lo hallamos en su diálogo con Eutifrón. La escena tiene lugar frente al palacio del rey Arcón, donde Sócrates está a la espera de descubrir quién ha sido acusado de impiedad la ofensa capital; quiere saber qué significa ese cargo. Cuando el joven Eutifrón aparece en escena, Sócrates descubre que viene a encausar a su propio padre inculpado de impiedad. Con despiadada ironía, Sócrates le expresa confianza en su buena fortuna para hallarlo, ya que Eutifrón hace a su padre el mismo cargo que a Sócrates. Sarcásticamente, Sócrates le dice que "no cualquiera puede hacer rectamente lo que tú haces; solo un hombre que esté muy avanzado en la sabiduría". Solamente quien conociera exactamente lo que significa la impiedad inculparía a alguien de algo tan serio y, hacerlo contra el propio padre, corroboraría el supuesto de que el acusador sabe muy bien de qué se trata. Sócrates muestra ignorancia respecto al significado de la impiedad y le pregunta a Eutifrón qué significa, ya que ha inculpado a su padre de tal delito.

Eutifrón responde definiendo la piedad como "condenar al impío" y la impiedad como no hacerlo. A esto Sócrates replica que "yo no te pido que menciones una o dos acciones piadosas entre todas las posibles; lo que yo quiero saber es la idea de piedad que hace piadosas las acciones". Ya que su primera definición fue insatisfactoria, Eutifrón trata nuevamente de responder, diciendo ahora que "es piadoso lo que agrada a los dioses". Pero Sócrates se refiere entonces u las historias de disputas entre los dioses, señalando que éstos discrepan entre ellos respecto de qué es mejor o peor. El mismo acto, pues, puede agradar a algunos dioses y a otros no, razón por la cual la segunda definición de Eutifrón es también inadecuada. Procurando reparar el daño, Eutifrón ofrece una nueva definición, diciendo que la "piedad es lo que todos los dioses aman, y la impiedad es lo que todos ellos odian". Pero, pregunta Sócrates, "¿los dioses aman un acto porque es piadoso o es piadoso porque lo aman? En fin, ¿cuál es la esencia de la piedad? Nuevamente responde Eutifrón diciendo que la piedad "es aquella parte de la justicia que tiene que ver con la atención debida a los dioses...". Otra vez Sócrates presiona para lograr una definición más clara, preguntando qué tipo de atención se debe a los dioses. A esta altura Eutifrón está totalmente desorientado y Sócrates le dice que no puede ser que culpe a su anciano padre por el asesinato de un hombre de trabajo, a menos que sepa exactamente qué es la piedad y qué es la impiedad". Y cuando Sócrates lo presiona una vez más para obtener una definición más clara, Eutifrón recontesta: "Nuevamente. .. estoy en un aprieto, Sócrates, y es hora de que me vaya” Aunque el diálogo termina de modo indefinido, en lo que a la impiedad se refiere, constituye un v iv ido ejemplo del método dialéctico de Sócrates y un retrato de su concepción de la vida filosófica. Más específicamente, ilustra acerca del interés de Sócrates por la definición como instrumento del pensamiento claro.

En ninguna o t ra parte aparece tan viva la preocupación de Sócrates por el proceso de definición. Para él se trata de un concepto claro y preciso. Lo que le impresiona es que, aunque los hechos o las cosas particulares varían en algunos aspectos o dejen de ser, hay algo respecto de ellos que permanece invariable, su naturaleza. Si el hombre es un ser racional, actuar racionalmente es la conducta apropiada a la naturaleza humana. Solo resta un breve paso para decir que un hombre debe actuar racionalmente. Descubriendo la naturaleza esencial de todas las cosas, Sócrates creyó también que podía descubrir el orden inteligible de las mismas. En tal perspectiva, las cosas no solo tienen sus propias naturalezas y funciones específicas, sino que estas funciones tienen una finalidad adicional en el esquema total de la realidad. Hay muchas clases de cosas en el universo, no a causa de alguna mixtura azarosa, sino porque cada cosa suscita una mejor y todas, actuando en conjunto, conforman el orden del universo. Claramente Sócrates pudo distinguir dos niveles de conocimiento, uno basado en la inspección de los hechos, y otro en su interpretación, uno afirmado en las cosas particulares y otro en las Ideas o concepciones generales o universales. Que hablemos de Ideas universales como Belleza, Recta, Triángulo y Hombre, sugiere que responden a alguna realidad. La gran cuestión se plantea en saber si estas palabras o Ideas universales se refieren a alguna realidad existente del mismo modo que los términos particulares. Si la palabra Juan hace referencia a una determinada persona que existe en un determinado lugar, ¿la palabra Hombre también se refiere a una determinada realidad?

Pensamiento moral de Sócrates

Para Sócrates, conocimiento y virtud son la misma cosa. Si la virtud tiene que ver con "hacer al alma tan buena como sea posible", es necesario conocer en primer lugar qué es lo que hace buena al alma. Bondad y conocimiento están, por ello, íntimamente relacionados. Pero Sócrates dice algo más: identifica los dos términos afirmando que conocer lo bueno es hacer lo bueno, que el conocimiento es la v i r tud . Identificando conocimiento y virtud, Sócrates quiso decir también que el vicio o el mal es la ausencia de conocimiento. Así como el conocimiento es la -

vi r tud , el vicio es la ignorancia. Resultado de esta línea de razonamiento fue la convicción de que nadie incurre en el vicio o hace mal a sabiendas. El mal proceder, dice es siempre involuntario, producto de la ignorancia.

Identificar la virtud con el conocimiento y el vicio con la ignorancia puede parecer contradictorio con la más elemental experiencia de la mayor parte de los seres humanos. Nuestro sentido común nos dice que frecuentemente incurrimos en actos que sabemos malos, de modo que el mal proceder es para nosotros deliberado voluntar io . Sócrates acordaría en que los hombres cometen actos que pueden llamarse malos; lo que niega es

Page 6: Socrates y Los Sofistas

que alguien realice un acto malo a sabiendas de que es malo. Cuando alguien comete un mal acto, dice Sócrates, lo hace pensando que es bueno en algún modo. Cuando iguala a la virtud con el conocimiento, tiene en mente una particular concepción de la v i r t u d : cumplimiento de la función personal. Como ser racional, la función del hombre es comportarse racionalmente. Al mismo tiempo, cada ser humano posee el irrefrenable deseo de la felicidad o el bienestar de su alma. Este bienestar interior, este "hacer al alma tan buena como sea posible", puede lograrse tan solo mediante ciertos modos apropiados de comportamiento. Debido a su deseo de ser feliz, elige sus actos con la esperanza de lograrlo. ¿Que' actos o qué conducta producen la felicidad? Sócrates advierte que algunas formas de conducta parecen producir la felicidad, pero en realidad no es así. Por esta razón, los hombres eligen frecuentemente un acto que puede ser cuestionable pero que ellos, sin embargo, piensan que traerá la felicidad. Un ladrón puede saber que robar está mal, pero roba con la esperanza de que ello lo hará feliz. De la misma manera los hombres persiguen el poder, el placer físico y la propiedad, símbolos de éxito y dicha, confundiéndolos con sus verdaderos fundamentos.

La identificación del vicio con la ignorancia no es tan contraria al sentido común después de todo, porque la ignorancia de que Sócrates habla se refiere no al acto mismo sino a su capacidad para producir felicidad. Es ignorancia respecto de la propia alma, sobre lo que es menester para "hacer al alma tan buena como es posible". El mal proceder es por ello la consecuencia de una estimación inadecuada de los modos de comportamiento, es esperar equivocadamente que ciertos tipos de cosas o placeres produzcan la felicidad. El mal comportamiento es, pues, el producto de la ignorancia simplemente porque se lo lleva a cabo con la esperanza de que produzca lo que no puede provocar. La ignorancia consiste en no saber que ciertas conductas no pueden producir felicidad. Es menester un conocimiento de la naturaleza humana para saber qué es necesario para ser feliz, así como también se requiere un verdadero conocimiento de las cosas y tipos de conducta para saber si ellos pueden cumplir con los requerimientos humanos de la felicidad. Y es necesario asimismo saber distinguir entre lo que parece proporcionar felicidad y lo que realmente la produce.

Decir, pues, que el vicio es ignorancia y es involuntario, significa decir que nadie deliberadamente elige dañar, desfigurar o destruir su naturaleza humana. Aun cuando se elige el dolor, se lo elige con la expectativa de que es ocasión de virtud para la realización de la naturaleza humana, una naturaleza que busca su propio bienestar. Uno siempre piensa que actúa correctamente, pero que tales acciones sean correctas depende de si armonizan con la verdadera naturaleza del hombre y éste es un tema de conocimiento. Además, debido a que Sócrates creyó que la estructura fundamental de la naturaleza humana es constante, creyó también que ciertos comportamientos -y, por ello, ciertos valores morales- también lo son. Esta fue la base de su gran triunfo sobre el escepticismo y el relativismo de los sofistas. Sócrates imprimió a la filosofía moral el rumbo que tomaría en toda la historia de la civilización occidental. Su pensamiento fue modificado por Platón, Aristóteles y los teólogos cristianos, pero la tradición moral e intelectual por él inspirada fue el eje a partir del cual se desarrollaron las demás teorías.

Juicio y muerte de Sócrates

Convencido de que el cuidado del alma humana debe ser la mayor preocupación del hombre, Sócrates pasó la mayor parte de su tiempo examinando su propia vida y la vida y pensamiento de sus amigos atenienses. Mientras Atenas era una segura y poderosa democracia bajo Pericles, Sócrates pudo proseguir su tarea de "tábano" sin serios problemas. Su incansable docencia en favor de un orden moral estable y constante suscitó alternativamente irritación y asombro, dándole la reputación de un intelectual que se manejaba con paradojas y, peor aún, de pensar libremente sobre cuestiones que muchos consideraban al margen de toda discusión. Pero lo que Sócrates pudo hacer sin dificultades cuando la posición militar y económica de Atenas era fuerte, no pudo hacerlo en días de crisis y derrotas. El desarrollo de su habilidad dialéctica entre jóvenes de familias importantes y sus preguntas acerca de las costumbres morales, religiosas y políticas, no levantaron sospechas en un principio, no fueron consideradas un evidente y real peligro hasta que Atenas no estuvo en guerra con Esparta.

Page 7: Socrates y Los Sofistas

Una serie de hechos vinculados a esta guerra condujeron eventualmente al juicio y condena de Sócrates. Uno de ellos fue la traicionera conducta de Alcibíades, a quien los atenienses conocían como discípulo de Sócrates. Alcibíades había ido efectivamente a Esparta y ofrecido valiosa información a los espartanos en relación a su guerra con Atenas. Inevitablemente muchos atenienses concluyeron en pie Sócrates era de algún modo responsable de esa conducta Fue acusado de ser maestro de traidores. Para este entonces, la irritación se trasformó en desconfianza y, en el399 A.C., Sócrates fue llevado a juicio bajo la acusación, de (1) no venerar a los dioses que venera el Estado y de introducir nuevas y extrañas prácticas religiosas;(2) de corromper a la juventud. El acusador pidió la pena de muerte".

Sócrates podía haber ido al exilio voluntario tras escuchar los cargos, pero permaneció en Atenas y se defendió ante la corte. Su defensa, como se recuerda en la Apología de Platón, constituyó un brillante alegato de sus actividades intelectuales, denunciando a sus acusadores y la debilidad de sus fundamentos. Afirmó su devoción por Atenas, incluyendo referencias a su servicio militar y a su posición en favor de los procedimientos constitucionales en el juicio a los generales. Su defensa es un modelo de argumento enérgico, basado totalmente en el enunciado de los hechos y en las exigencias del discurso racional. Al hallárselo culpable, se le dio la oportunidad de dictar su propia sentencia. Convencido no solo de su inocencia, sino también del gran valor de su vida y de sus enseñanzas en favor de Atenas, propuso que ésta debía recompensarlo dándole lo

que merecía. Comparando su vida con la de alguien que "ha ganado en los juegos olímpicos con su caballo o carroza", dijo, "tal cosa los hace aparentemente felices, pero yo los hago realmente felices". La recompensa debe ser "el mantenimiento público en el pritáneo", honor reservado a ciudadanos eminentes, generales, ganadores olímpicos y otros hombres destacados. Afrentados por su arrogancia, el jurado lo sentenció a muerte.

Sus amigos intentaron finalmente facilitarle la huida, pero Sócrates se negó; así como se negó a suscitar la emoción del jurado llamando la atención sobre su viuda e hijos, tampoco ahora cede ante el ruego de Critón de que piense en ellos.¿Cómo podía él desvirtuar todo lo que había enseñado y violentar su convicción de no atentar contra la verdad? Estaba convencido de que escapar significaba desafiar y agraviar a Atenas y a sus leyes, lo que sería un gran error. Las leyes no eran responsables de su enjuiciamiento y de la sentencia; eran sus acusadores, Anito y Meleto, quienes estaban en falta. Consiguientemente, él confirmaba su respeto por la ley y sus procedimientos acatando la sentencia de la corte. Describiendo los últimos momentos de Sócrates tras beber el veneno, Platón escribe en su Fedón que "Sócrates comenzó a helarse y dijo que cuando el frío llegara a su corazón nos abandonaría. El frío avanzaba. .. y habló por última vez. Critón —dijo— le debo un gallo a Esculapio; no te olvides de pagarlo... Tal fue el fin Echecrates, de nuestro amigo, un hombre que, según pienso, fue el más sabio y justo de su tiempo".

Page 8: Socrates y Los Sofistas
Page 9: Socrates y Los Sofistas
Page 10: Socrates y Los Sofistas