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Soplo
Para volver a la pureza
De verte comer mandarinas
Desde la ventana
Y reírnos juntos
de tu boca enchastrada de verano
Por venir
En esta casita pobre
De la que ni somos dueños,
Los dos como un corazón
Ventrículo y aurícula:
La sangre pasa
Por la ventana
Pares
Girado
Ensimismado en tus nobles tareas
arqueás los pies como si fueras a salir volando de la silla
Las pinzas y argumentos de una nueva figura
te acompañan
Te miro
perdida en mi deseo
celosa de tu soledad como un fuerte pacífico
y de los pares que forman tus manos y tus pies
Mientras en mi boca
incendio palomas y fresas
A esos pájaros
Se fueron los pájaros que teñían el Conicet
De elegante negro en movimiento
Procurándole un lúgubre y a la vez cierto toque vital
Caracoleros,
Pues detrás, en la laguna de la reserva
Cientos y miles de armazones de caracol
Bajo el sol, crujían al paso.
Uno que otro bicho grande y patudo
Parecía aullar sobre una rama
Cerca de la isla de las estructuras vacías
Pero también los pájaros se fueron
Detrás de la universidad
Alejados del ruido, vivían
Dando su señal de tierno espanto
Sobre los árboles quietos
Y el agua verde
Qué delicia era verlos hacer lo suyo
Tan lejos del color amarillo
El monje Por la noche un monje me acompaña. quieto y callado extiende sobre mi cama su dócil túnica como una ofrenda negra: eso quizá sea todo lo que traiga su presencia frugal me deja ebria, y una póstuma grandeza en su humildad presiento al permitir que venga o que se vaya nuestro silencio de ensueño es una gema
Huella en la lengua Lo que una vez fue fruto, Hoy es huella Que el viento se lleva en la lengua. Como un espejo de su paso en la voz, El cigarrillo me corta la garganta: Me saca tu pulpa fresca. Trago el humo en silencio. Así; Sedoso y roto devuelvo el verso: Trepa la tráquea. Porque todo es dulce y es feroz.
Mala costumbre Es una mala costumbre Dividir los dedos Procurando espacios Sinapsis En soledad Mirar la luna Mala costumbre Anclarse en el mar de las dudas Beneficiarse de un destello Una palabra En silencio Robar la luna Pensar despacio Enredar imagen y texturas Sonidos con aromas Buscar la ausencia Y ahí Poner la luna
Entrada a la luna llena
El corazón vacío Sobre caricias quedas Es pescador fortuito Sobre el reflejo manso Las manos invisibles Hunde en deseo azul Húmedo y entristecido Entra a la luna llena
Nena Había una vez Mi estupidez No maléfica o sarcástica Mi estupidez lozana Rotunda estupidez Era tan dulce Que en el flequillo Le colgaban chupetines Y en el vestido lucía Flores pegadas con chicles Cuando salía a pasear La seguían perros vagabundos Y abejas africanas Tenía la piel de oruga Y en la espalda tatuado un abrelatas en el bolso, un abanico y un surtidor En algún jarrón guardo sus ojos Entre huesitos de la suerte y Un cassette o dos
En Santa Fe De orilla a orilla los brazos de la ciudad se extienden rígidos sobre la tierra Para unir a los seres que en ella residen. Ampliamente grises Curvados en esquinas, en sombras de follajes verdes y amarillos, Los bulevares redondean el cuerpo de veredas antiguas Amigas todas de Gori.* Dos enormes pulseras metálicas relucen sobre la laguna Forjadas en atavíos agudos y poderosos. En sus bases, El agua repica soltando repetidos suspiros Atardeciendo en compañía de viejos y nuevos pescadores. La ciudad duerme al sol de la siesta, Y en la noche espía a los amantes Que sentados en la arena ríen O simplemente se toman de la mano. Julio, 2009. Humildemente a Gaston Gori
O no Uno puede entre las infinitas posibilidades habientes o no muchas veces no saber buscar y otras tantas no saber encontrar